psiquiatrÍa con humor...,ue"e, cumo el1lre los anliguos. en la pérdida de la illlli\idualidad...

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30 UNIVERSIDAD DE MEXICO

L LU HA POR LA ENFERMEDAD

JUAN CERALLO C.

tin tos eróticos y a los instintos taonáticos. Sin embargo, a las luces deotras ideas como las de FromnJ, mámodernas y que tienden a un de>­arrollo org;ínico de las mismas con­cepciones de }'reuJ, encontraríamosque, en la actualidad, lo má re­primido en nosotros no es lo sexual,sino la sensación de ansiedad, deduda, de falta de significado de lavida y la enajenación. Esa enaje­nación que la autora indica comouna resultante progresiva de losconflictos mentales. Independiente­mente de la escuela que SUstenlael libro, su mérito es patente, porcuanto ¡rata de hacer observar amédicos )' estudiosos los peligrosobjetivos, c1inicos, pero entendibles)' curables, de esa paralización emo­cional que bien puede llamarse ~I

mal del siglo.

que existe una prevenclOn mágicaen torno a lo mental, que nos impi.de darnos cuen ta de ello. Es un re­chazo> temeroso de profundizar, deir más allá de lo meramente "el'i­dente" o medible.

La caricatura resulta en este libroun auxiliar valiosísimo para ablan­dar el mensaje de los científicos.hacerlo digerible para los remisosa en tender los conflictos mentales.y en esta misión allade un méritomás: la caricatura no ridiculiza, nodisminu)'e el valor del espíritu cien­tífico. Mu)' lejos de destruir, conintención constructiva, por lo con­o'ario, va llevando al lector a revisarsus propios enigmas psíquicos. Tam­bién es una sorpresa encontrar casiuna guía para el estudioso de lasdisci plinas psicológicas, si se dedica

a la enselianza, o para el estudianteque se inicia en el aprendizaje dela Psicología. De cualquier forma sulectura es saludable porque illlro·duce una actitud mu)' dificil efeaprender: mirar nuestros problemas)' limitaciones con una luz de hu·marismo. Quitar lo solemne usandoel humorismo es acercarnos a algoque en sí es un avance: a ser hu­mildes, cuando menos frente a nos­otros mismos. No debe seguirse deesto, que la mira oculta sea restarimportancia o recomendar descuido;si así se interpreta, sería la inter·pretación más equívoca )' dañinapara su propia vida interna, quepued~ tener el lector.

También es un acierto el capítulodedicado a en tender la personali­dad del analista: qué ayuda puedeproporcional', cuáles son sus limilil'ciones, qué clase de especialista es., .

El libro sigue una línea estrlC'tamente "ortodoxa". Los autoreshan sido fieles a la palabra deSigmund Freud )' definen el pica­análisis comó un tratamiento y unateoría reservada a sus ideas.

Sólo podemos entender e lo siaceptamos que una escuela tiene el

derecho de reservarse la posesi:ín

cal' mayor atención a la fenomeno­logía sintomatológica )' clínica des­oe el punto de vista freudiano.Otros pensadores y psicoanalistas,como Erich }'romm, conceden unaimportancia suprema al estado es­quizoide, que vuelve al individuoincapaz de experimentar afecto ypor ello se siente ansioso, depl'i­mido y desesperado.

Por otra parte, el libro tiende ala idea de que el contenido sexualreprimido es el material de mayorimportancia c o m o productor deneurosis )' de ansiedad. La doctoraStephen 10 declara asi enfáticamen­te: "La fuente inconsciente de laangustia neurótica, sea cualquierala forma que tome, es el miedo alfracaso de la represión que tenKapor resultado la impotencia antelas demandas de los instintos pri­mitivos." Podemos tal vez pensarque se refiere a los llamados ins-

PSIQUIATRÍA CON HUMORFRITZ REDLlCH, ]UNE B1NCHAM y ]ACOR LEVINE, La Psiqniatl'ía en /a l/;dll

diaria, Trad de Maria Luisa Díez Canedo, Ed. Mortiz. México, 1965.272 pp.

En la conlraportada de este libroencontramos unas líneas que in­lentan dar una síntesis de su in­tención. Se refieren a una felizcolaboración entre psiquiatras )'caricaturiSlas que 10gl'a con "IDOcaricaturas)' un texto libre de todajerga especializada explicar los des­eubrimienlOs básicos de la psiquia­tria en relación con la vida común".Aunque las dimensiones)' profun­didad de esta afirmación desbordanla realidad, la conjunción entre arte

y ciencia resulla, en verdad, de .IX>­sitivo interés), utilidad. Pero aun­que sea mu)' de celebrarse ese acier­

to, el énfasis no hace justicia amelas m:ís valiosas. Personalidades

como la de Fritl Redlich, directordcl Departamento de Psiquiatría

de la Escuela de Medicina de 11Universidad de Yale, )' Jacob Le­

"ine, jefe de Psicología Clínica delHospital de la Administración de

Veteranos de j ewington, se pre­ocuparon por hacer llegar un men­

saje, gráfico )' ágil, de los pro­blemas psíquicos que agobian)' de.

terminan nuestra vida diaria, Mu.cho se ha escrito y se ha hablado

para llamar nuestra atención acerca

de las fuerzas psiquicas que nos de­

lerminan )' de las cuales somos in­

conscientes; pero también es verdad

WON'-.I.lC) 'rKEJO

nuestras experiencias)' en .lit con·jUl/to se produce unidad de oposi­ción elllre lo singular )' lo supr,}­singular. Pero no toca el problemade la polarización de estas múlti­ples experiencias en un único cen­tro consciente )' corporal. Junto ala unidad de los opuestos en ladirección singular.suprasingular ha­cc falla una consideración sobre launidad de las diferenles experien­cias en la dirección del propio sin·guiar. Tampoco parece conceder elaUlOr nlayor importancia al cuerpopara la fijación del concepto deperSuna. La singularidad corporal" le presenla ('01110 "forzada en(ierlO nltldo tI",tI" {lIcm", por lalualetia SiJ,(l1iula cuanlitalivalllclllc

(PI" l:l, :10). Sin embargo, cadaqnien sahe qne sn cuerpo es pro·pio ColllO el miu es ,,,io.

Slephell, los sflltomas después de lasallld. SOIl "ulla Irallsacción a laqlle se recllrre cuando la represión,ola amellaza con ser insuficiente )'ha)' qlle permilir alguna salida".ESIO nos inoufe a pensar que see't:\ hahlando de 1111 peligro. Éstees el caso del neurótico; pero ésteno reconoce collcientemente su pe­ligro, es ,iClima de sus fuerzasinconcienlcs e, impotente para en­frentarlas lambién inconcientemen­te. hace concesiones, estahlece pac­tos quc en la clínica se traducenpor sin lOmas.

Lo anterior conliene una afirma­ción: la conciencia no es ni conmucho la totalidad de la "ida mcn­tal: fuera del campo de nuestraadl'enencia operan fuerzas mentalesque nos conducen en nuestras re­laciones con Olras personas )' connosotrOl< mismos.

En el escrilo de la doctora Ste­phen ha)' lambién un énfasis explí­cito en lo que podemos llamar l'Iempobrecimiento progresivo de laspersonas sobrecargadas de proble­mas neuróticos. Se trata de un em­pobrecimiento emocional: "sin nin­guna emoción a disposición de laI'ida, de manera que nada nos im­porte". Aunque la autora sei'íalaeste peligro real, no lo explotasuficienlemente. a fuerza de dedi-

de la liberlad humana, cumo sin­gularidad finila "genuinamenle au­soll!!a", comu "perfeccionamientode esencia )' ser, por lo cual éstosno se desprenden de su verdad enel enle, sino que m;ís bien la ganan)' al mismo liempu nosolros, loshombres. nos ganamus" (pp, 18,27,

30) .na serie de experiencias, como

la de la "muerle", la "salvación", la"culpa", la "hislOria", complelan yjustifican la noción funcional depersona. I.a experiencia de la muer·le como unidad e idelHidad entrelo que deue )' no debe deslruirse,la experiencia hislórica COl1l0 uni­dad e identi<lad entre el espíriluobjelivo )' el espíritu subjelivo, porejemplo. Pero la nnidad de losopuestos. insiste Müller, no se re­,ue"e, cumo el1lre los anliguos. enla pérdida de la illlli\idualidad tal'el con la muene, u en la conlem­plación supraindi, idual lal vez cony en la aClitud leurélica suprenla,"porque ahora 110 'emos )a la uni­dad de lu opueslU, que se opera eula 'per,una', COlllO dislllufÍón de lasuposi iones 1'11 un ahsolulO, sino(On.o unidad dialógica indi'"IIIhle,qlll' apuuta sin c sal' hacia el mi,·lerío q"' lOdu lo ¡(uhierna (nnl()MI nlediu insllprimihlc" (l'. :.3) .

l'l"e a lo alranil" d' eSla COII­Icpti611, 'x l' :U':UII'" ulla in, eSlil(a­dbll ,"111' '1 plÍlIlipiu d' IInifka·,iólI dc UII '''"junl<) d' . P('I i ·u·tia ... c'" UII ,'anico ('('Hlro tolt!\d 'Hll'

\ l'!) Ult ,'!ldeo tt'I1IIU torporal. .. 1lOllI"plll dc pI' "ulla 'url(' para\11111<-. ahi dunde rOl 0"/11 '1111/ dI'

"'KI.' '111'111 '. /'.';/Orl//II/;,;, y ,1/,·tlir;//rI (/,:/ r/".,eo ti" ('//!erO/rlr.'I'), Pró·101(0 elt' EIIIl"1 JOIII'>, Trad. de Florclltillo Tomcr, Ed. !\Ioniz. !\léxico,I !in.;. :!Hfi PI"

I a mi,ma alllul:I ",. ('11( :uJ.F' 1l111~

prulllll ele d '" 111 .. ilIlO' (lar:lll1ellle'1I~ iIUcl1liont": h;u l'r IIc~al' C(JIHJ'

litllicnlos p~i<(lallalllic()l'l lauto a losrn ...·dicus UHltU ;1 1;1, per!\ouas illtc­

I(',ada" l'U :"lltttCh p,ilulb~ir()s. Su

lI.ela e' la elifu,iólI de la hipólcsi,ftell<liana,

Sc d 'Iicllc CII cl IOmplejo de Edi·po y la 3I1gll'lia. ,i'IO', d 'sde r.I:\ngulo frelldiallo, COl1l0 piedra anogularc' explicali,a, de los lrastor·1I0S nellróticos. :'>os deja I'er cómoel mecanismo de defensa de la rc·presión puedc fallar, para ser succ­elido por la apariciólI ele sílltomaslIeulólÍl'o,. Pero qlliDís hay algo demás inlnés que se deslila a lo largo.1<:1 libro: "qlle Io.s enfermos igno­ran por complelo que u enferme·dad responde a un propósilo" )' quelo.. pacientes neurólicos "luchan conlodo su poder para conservar sus,in lomas". Esto quiere decir queeste tipo de enfermedades tiene unsentido )' una in lerpretación , Elpsicoanálisis no ólo logra desen­Iraliar las causas sino que r1escubreel movimiento vital que posee laenfermedad psíqllica.

Para quien desconozca la psicolo­gía del inconciente puede resultaruna sorpresa que una sinlOmatolo­gía obedezca a un propósito deconservación. Como d ice la doctora

,1

l NIVERSIDAD DE MEXICO 31

MEMORIAS DE UN DESMEMORIADO

muerlOs; u por su Inanera, (OH10

los qnc cierran el tomo: romanci­llos al estilo dc la lírica castellanade la Edad :s.rcdia. I\uen ('OllOcedorde la poesía primili"a y c1:ísica deEsp;lIia, Rins ha adquirido de ellala lersura )' la sellcillez, el manejode nn idioma limpio. sereno, sineSlridcncias. Su poesía prodnce laimpresió!.' de algo dicho en VOl,

baja y pansada, levemente eSIl'eme­cida por algt'ln dejo rondntico.

P o e t a nosl:ílgico, becqueriano.aun cuando habla de lo jl)"{'Sf'1111'

hace sentir una lejanía, temporal oespacial: un cierto sentimiento deexilio, de qlle la vida va quedando:uds. 1\:i siquiera en los poemaseróticos se puede comprohar un;1real intensidad del instante; elacento de la pasión faha, )' en esaatonía algunos detalles p re c i s o samenazan con hacer grosero lo qlll,se dice. Rills encuentra Sll mcjors'cna en los poemas meditati"os. dccontemplación. o dedicados a figu·ras amigas. Entonces su lenguajeadquiere un seilorío ,-iril. lIna m;,.dl.llacióll de respetuuso sentilniento,

edificio y personas que nos ri,'en)' nos hablan directamcnte, de unpaisaje siempre nebuloso en el quesol y primavera vienen a ser esta­llidos sentimentales y donde el per­fume del aire y las flores adqnie­ren siempre un matiz tristementenost:í1gico. Todas las sinlaciones (S­

t:in contadas con ese indispensahletono de inocencia que es produclode la malicia. De su experienciacomo dramaturgo, Carballido haobtellldo la f1nidez de un diúlogosiempre viHl, siempre en mo"imien­to, siempre al bordc de ese perfecloestad" de la pureza que es la cnr­silerí;\. l.a amenidad, el continllocontraste de un paisaje snjelo alm;'ls inesperado sol despul's de lalluvia .cotidiana, la edificación deuna casa en la que pueblan librossantos y libros prohibidos, apari­ciones misteriosamente equívocas y

una familia que ha hecho del ahu­rrimien 10 y la holgazanería el ofi­cio m:ís dig'no para definir al tra­bajo son, a mi jnicio, los méritosmayores -jnnto a nna intriga, re­pito, mllY amena- de esla ines­perada búsq ueda de IIn g{'nero ylIn tiempo perdidos.

Llna sola resen'a: la nOl"ela esdemasiado hresT. Cuando se ter­mina de leerla apenas el lector -()por lo menos )'0- tiene la impre­sión de qlle anda por las primerasp;íg-inas. De todos modos. se tratade 1111 títolo fllera de lo cOlnúll cnel cal:í1og-o de la no"elística mexi­cana de estos úhimos alias. unaohra nlll~ din.'rlit1a y ulla soherana

lIegación de la solemnidad a qlleSOIl lan afectos nuestros l1l:ís c()li~

¡;-Idos ;¡1I10ITS.

.I",SI'; VtcEN'I'r ~IFI,(l

UNA LIRICA INTIMA

Las üi5ila.ciolll's riel dil/blo es latercera novela de Emilio Carballidoy, con ella, no sólo abandona larecreación costul11 brista y la invt.s­ligación psicoló3ica que caracteriza­ban las dos anteriores (La llelela

oxidad" y El liarle, a las que ha­Inía que aliadir un volumen decuentos: LI/ caja vac/I/) sino queresucita y reill"ellla un género de­licioso y menospreciado: el folletín.Todos los elementos que definenuna literatura que ya se creía endesuso est;'ln aquí presentes: laaventura en su lolal accpdóll-,la superposición de tramas, el mis­terio dado en forma y situacionesque no temen la gTandilocuencia,la lucha por el amor, la sensibili­dad a flor de piel (Huberto Batisha advertido, y con justicia, la fi­gura de Angela, descendiente di­recia de la heroína de ll11j)aciellcia

riel com:ríll y de nos'elas "rosas"que provocaron Ugril11as, ternura )'la identificación inconsciente). Es­tos -y todos los otros elemen (OStípicos del género- se ven ahoraenriC]uecidos por una crítica socialque no desdelia el enfrentamientode débiles )' poderosos y que cul­mina con los sucesos de Río Blanco.

La novela se lec de un liróII, conplacer. Yo, ¡eelor ingenuo, aSlsllcon guslo al deambular nocturnode Lizardo. aburrido en Orizahay sujelO del amor de Angela, lains·;i1ida. )' de Paloma. extralia enel lIehuloso paraíso de una casa enla que el diahlo hace sus aparicio­lIes para manifeSlar también suamor por Lilardo. Confieso C]ue el

mérilO nl:t\"(.r de la nO\'ela es la\ isióll, clsi ('illcIl1alo~r;ifica, de tilia

casa y la fanlÍlia que ell ella habita,

E~IILlO CARBALLlDO. LI/s visill/ciolles del diablo. Serie del Volador. Ed.

Joaquín Mortiz. México, 1965. 164 pp.

REG RESA EL FOLLETIN

I.ns RIIIS, CI///cio//('s dI" 1///lOr \..\1///111/ o. Coil-cci,',,, .\Iacella. Edi tori;lI Era,~Jéxico. 196:;. SR pp.

,\ travó de los títulos de los Ireslibros de poesía que Luis Rius lIes-apublicados, CI/llciolln de pell/, (;1/'1­

('ioJles de flli.H~Jlf'i(fJ C'lflf'iolles deI/lllOl' )' 501/l.bl'll, parecen ad"ertirseya unas constantes y UII tono quepresiden su labor poética. Tíllllosque se presenlan Coll cierta modes­tia en ulla época en que los librosde poemas suelen lIamarsc de modouriginal, intrigante o misterioso, los

de Luis Rius parecen indicar ullaintención y ulla '-oz mellores y m:ísobedientes a la tradición. El mismosocablo rallciáll hace pellsar en poe­mas bre"es, en una lírica íntima, detemática limitada y preciosa. Rius,en efecto, no extiende su expresiónm:',s all;i de su propia experiencia,y aun los temas considerados ma­yores, con todo lo que eso implicade abstracto, los siente y manifiestaa tra"és de aquello que ha viridode un modo directo)' cotidiano.

Los poemas de esle libro sonagrupados por el autor en cincopartes según sus afinidades de tema:erólicos. de contemplación y medi­taciúlI. soiJre los atnigos ,i,'us

.11'.,:\ C,SJ(ciA PO:\CL

tos no se juzga ni examina obje­tivamente en ningún III o 1lI e n t o(¡cuando estamos en los primerosa.ios de la revolución rusa!) re­sulta no sólo injustificable, sinosospechosa. A Lenin se le mencio­na sólo de pasada y en relacióncon acontecimientos nimios; el nom­bre de Stalin aparece una solavez i para decir que, en París, losayuntamientos le dieron a alglll1ascalles ese nombre'; el de Trotskino aparece; en un libro que hablade arte y artistas, LUllacharski esInencionada en cinco ocasiones ylamhién de pasada. Ehrenburg te­nía, tal '"CZ. m;ís interloculores quePastertlak, pero es ex traiío que en­Ire ellos nunca ocuparan sus pen­samientos los IlOlnhres a travl's delos cuales podría "distinguir lospasos del siglo en nlarcha" COIInlayor claridad. Y aquí no se tra­ta de una lIos'ela, sillo de un lihrode ··memorias". Esl;1 eXlraiía sorde·ra hace temer 110 sólo que Ehren­burg no sea capaz de "distinguirlos pasos del siglo en Inarcha",sino que sea tan desmemoriado quesus memorias resullen tOla Imenteapócrifas, dispuestas siempre a 01­

,-idar jo que hay que oh·idar en

heneficio de la inocencia de sus

lectores soviéticos y de sí mismo.

Pero si eslo tal S"CZ no las annla­

ría (UlllO Illclllorias personales, ex­

plicaría ]11t1)' bicll J ell cambio, su

milagrosa permanencia a tran'·s de

todo el periodo 'lalini,l:t - y su

calid:td nlor;t1_

.l1I.S:\ CEII_SU.os C.

de comprensión. Este libro, con suhumorismo, sed un estímulo y unhuen principio si se recorre conespíritu científico" no dogmático.

dc la verdad. Si consideramos, encambio, que en las tres últimasdécadas el psicoanálisis ha venidoenriqueciéndose con las aportacio·IICS de la clínica, la sociología y la:111 tropología, llegaremos a la con­c1usióu tle que una ortodoxia, ensu empe.io de man tenerse invaria­ble. pierde vitalidad y espontanei­d;ul. De todos modos, frente a cual­quier escrito el lector necesita ar­marse de su capacidad de crítica yrcsolrerse a pensar en términos re­latil'Os y no absolutos, en lo que ~e

refiere a la in terpretación fenome­uológica. Decididamente la dudaser:i benéfica, porque lo inducirá:1 peuet rar m;ís y com prender n1l:­.ior el m;lIerial que se le presental' inrilarli él buscar otros sistemas

Iu.s EIlRENBUR(:, VlI escritor en la revolllciríll (Segundo lihro de Inen1O­rias). Confrontaciones. Editorial Joaquín Mortiz. México, 1965. ~I:í pp.

En el capítulo dedicado a Pas­ternak, en este su segundo tomode memorias, lIia Ehrenburg lereprocha no haber tenido "m:ísque un interlocutor: él mismo" yno haber sabido "distinguir lospasos del siglo en marcha", tra­tando de justificar con estos de­fectos su imposibilidad para com­prender y vivir -según el mismoEfHenburg- 1<1 revolución. Esteulismu reproche podr;í hacérseleron absoluta facilidad al sellorEhrenburg también. Como el pri­Iner tomo de sus memorias, VIIeSCI'ilor el/. la ¡'evolución tiene ullaillllegable fascinación como rela­to. Sin duda, Ehrenburg sabe con·tar, es dueiío de un espléndidopoder evocativo, de un magníficosentido de observación y una sor­prendente presición en la elecció'ldel detalle sigilificativo. Sus viiíe­las de alguJlOs de los eminentescsnitores con1empor;'lJleos y COIII­

patriotas suyos que tu,'O oportuni­dad de conocer -Maiakovski, Ese­nin, 1lI0ck, el mismo ])asternak-·.t:lIando se salen de la necesidadde definirlos o justificarlos polí·ticamente, son iluminadoras y pe­netrantes. Y no puede dudarse deque la época que describe es inte­resanle en sí misma. Con todo es­lO, cabría esperar que el librofnera espléndido. Sin embargo, apesar de todas sus posibles cuali­(:ades literarias, por encima deellas, por debajo de ellas, el libroeS indignante. Igual que el tomoque lo antecedió, Vn escrilor en

1" ¡-evolucióu est;í claramente des­¡inado a un tipo de lector muyespecial: el soviético. Pero si enel primer tomo el hecho de ha­hlar en su mayor ¡:iarte del mundooccidental le daba' al tono de Eh­renhurg un cierto grado de sim­p;llía por su melancólico intentode justificar ante ese lector, porejemplo, un arte en el que cree,:!tltlque sea por motivos equivoca·dos. en el actual, la supresión detodo sentido crítico, la voluntariastlmisión a un mero anecdotario,dcntro del que la verdad o el sen­lido histórico de los acontecimit'n·

......

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