prontuario hebraica aragonesa. los judíos en aragón. libro · linaje, impone a sus descendientes...
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Capítulo 2
L INAJE Y FAMIL IA
V ÍNCULOS DE SANGRE
Durante el medievo aragonés, los vínculos
de solidaridad judía se tienden en dos niveles
diferentes: la familia —paradigma de la subsis-
tencia— y la comunidad religiosa —engranaje
de las creencias—. No obstante, el individuo se
siente protegido no tanto por la tutela de las
autoridades del kahal como por una red de
parentesco, lo más extensa posible, identificado
con la bayt —la casa del padre— y un apellido
hereditario formado a partir del antepasado
fundador, apoyado sobre un sistema de concen-
tración de linaje. El Talmud propugna la endo-
gamia y una solidaridad más estrecha que la
cristiana, de la que se distancia radicalmente;
mientras que la Iglesia católica califica de inces-
to la unión con la prima por parte paterna (hija
del hermano del padre), aquí es consorcio estra-
tégico porque consolida el linaje por encima del
antagonismo entre hermanos, junto con las
nupcias con la prima por parte de madre (la hija
del hermano de la madre).
La casa o domus —unidad territorial y fron-
tispicio elemental— y la familia —nivel primario
de identidad personal— son núcleos, por tanto,
que coadyuvan y favorecen la conformación de
las señas de identidad. Aunque cada unidad
posea su propia casa —no necesariamente con-
viven hermanos y padres en torno al mismo
hogar— sí comparten el mismo techo, puesto
que las viviendas se dividen y subdividen, man-
teniendo la condición jurídica proindivisa para
albergar a los familiares próximos. En otro esca-
lón, las relaciones vecinales y el barrio generan
un nivel de identidad más amplio, donde la calle
es una elaboración cultural que agrupa a una
colectividad vinculada por la territorialidad.
Estas unidades de convivencia y de produc-
ción se modulan en tres niveles: a) hogares con-
yugales simples o domésticos, en torno a un
fuego, compuestos por matrimonios con o sin
hijos, y viudos o viudas con hijos, cuya descen-
dencia no se ha emancipado. Este modelo
nuclear es poco viable, ya que no asegura un
relevo generacional, supeditado a la muerte por
enfermedad o accidente del cabeza de familia.
Dado que la esperanza de vida se sitúa en torno
a los cuarenta o cincuenta años, sólo la mitad
de los hijos alcanza la mayoría de edad sin que
su progenitor haya fallecido, siendo el promedio
de hijos supervivientes mayores de edad de tres;
b) hogares conyugales extensos que incorporan
ascendientes (padre, abuelo, tío, tía), descen-
dientes (nieto, sobrino, sobrina) o colaterales
(hermano, hermana, primo), con posible in-
clusión de la familia política (yernos, cuñados);
c) hogares múltiples, donde, en respuesta a un
medio hostil, el clan presenta fuertes lazos de
solidaridad verticales (ascendientes y descen-
dientes binucleares o polinodales) u horizonta-
les (fratrías).
A este respecto, el diseño de las redes
comerciales judías en Aragón se comporta como
estructuras de casa múltiple, fundándose sobre
una base familiar que se extiende a primos y
asociados, y que utiliza empleados, aunque
reposa en una relación de autoridad y afecto. A
fines del siglo XV, donde conocemos mejor la
estructura socioprofesional, se demuestra que
los núcleos basados en la práctica de un oficio
artesanal están más amenazadas por la extin-
ción que aquellos que han procurado cierto
grado de diversificación. La mayoría disponen
de medios de producción para sacar adelante su
pequeño taller y se encargan de canalizar su
producción.
La viabilidad de un nuevo hogar, y el esta-
blecimiento o fundación de un segmento de
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linaje, impone a sus descendientes la indivisióndel patrimonio solariego y la corresidencialidadestricta (ante un mismo fuego y una mismamesa) o relativa (vecindad), referente en torno alcual fraguan las interrelaciones familiares, pre-servando el buen entendimiento de los herma-nos, tanto en vida del padre como a su muerte.En este contexto, el levirato es una instituciónnacida de una concepción patriarcal. Según lasdisposiciones contenidas en el tratado Yebamot,
que glosa los principios vertidos en el Deu-
teronomio, si un varón muere sin descendencia,el hermano superviviente, en primer lugar elmayor y sucesivamente su inmediato, ha de con-traer nupcias (yibbum) con su cuñada, que nopuede casar con un extraño, y el primogénito queengendren llevará el nombre del hermano falleci-do para que no desaparezca su estirpe. No esinsólito que las licencias nupciales sean otorga-das por los monarcas, como es el supuesto vivi-do por Bonafos Cresques, judío de Zaragoza, aquien en 1412 Fernando I concede venia paramatrimoniar con su cuñada Bonafilla, viuda deCesques Samuel.
El varón a quien afecta esta obligación ha de
proceder del mismo padre y haber vivido con-
temporáneamente al difunto. Si el levir —cuña-
do— no quiere cumplir con este imperativo reli-
gioso, o existen poderosas razones que lo prohí-
ben o desaconsejan, se procede a la halizah, en
virtud de la cual la viuda queda libre para con-
traer segundas nupcias. Si el hermano se nega-
re a tomar por mujer a su cuñada, subirá ante
los rabinos y les dirá: mi cuñado se niega a sus-
citar en Israel el nombre de su hermano; no quie-
re cumplir su obligación de cuñado, tomándome
por mujer. Una vez convocado en acto público, si
el compareciente ratifica que no me agrada
tomarla por mujer, su cuñada le despojará de
uno de sus zapatos y le escupirá en la cara
diciendo: esto se hace con el hombre que no sos-
tiene a la casa de su hermano. Su casa, a partir
de ese momento se denominará la casa del des-
calzo. Empero, no es aconsejable ante determi-
nadas circunstancias, como impotencia o estre-
chez, esterilidad de la mujer por frigidez u obs-
truccion de la matriz; grave enfermedad, edad
dispar, etc.
El padre ejerce una patente autoridad sobre
el destino de sus hijos, cuya edad nupcial se
demora ante la dificultad de independizarse
económicamente —fasta el dicho tienpo qual-
quiere cosa que los fijos ganaran o trobaran, todo
sea de sus padres—, y al dictado de los requeri-
mientos colectivos, siendo aquél responsable de
los actos cometidos por sus hijos. La mujer
casada aparece con su marido sólo para afian-
zar alguna solicitud de préstamo o aprobar ena-
jenaciones o reducciones patrimoniales que
pudieran afectar al consorcio del régimen eco-
nómico, pero sin un papel directivo. En efecto,
la capacidad real de que los vástagos vivan al
margen de la empresa familiar —los hermanos
trabajan bajo la autoridad del padre o del pri-
mogénito— sólo es posible mediante el matri-
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Pleito en aljamiado aragonés por una herencia (1465). Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Zaragoza.
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La autoridad del pater familias sobre el futuro de sus hijos hasta su emancipación es incuestionable.
monio (dote) y la muerte o envejecimiento de lospadres (herencia o donación inter vivos), en oca-siones a una edad tardía. En cualquier caso, noserá nunca radical, porque los recién casadosse integran en una de sus respectivas familias.
La política matrimonial conversa del siglo XVno presenta disparidad respecto a los judíos de
natura, consistente en anudar relaciones familia-res dentro de círculos, cada vez más estrechos,de familias conversas de similares contexturasideológicas y patrimoniales, lo que contribuyó acrear un nivel de conciencia de clase difuso. Estatendencia se quiebra, a lo largo de la segundamitad, con los hijos primogénitos de las familiasmás prestigiosas, al determinar un desembarcoselectivo, casándose con mujeres de ascendenciacristiana y, si ello era posible, asentadas en lanobleza, facilitándoles el desempeño de impor-tantes cargos municipales.
CLASES Y ESTAMENTOS SOCIALES
En el ecosistema cultural y político de los
cada vez más poderosos centros de resistencia
cristianos y el territorio de al-Andalus, una de las
virtudes de la comunidad judía descansa en su
situación transcultural, de ahí que fueran muy
apreciados como diplomáticos. Minoría osmótica
respecto a las condiciones socioeconómicas exis-
tentes, aunque celosa de su identidad, sabrá
adaptarse como ninguna a las necesidades del
medio circundante. De hecho, la situación políti-
ca atravesada por la Marca Superior desde la
segunda mitad del siglo XI hasta su incorpora-
ción favorece la actividad intelectual, cuya capi-
tal, Saraqusta, albergará a Mosse Sefardí, Ben
Ezra y Abraham bar Hiyya, tríada que contribu-
yó decisivamente a difundir en Occidente el apor-
te científico árabe, casi desconocido.
El devenir histórico del Reino engarza a la
minoría hebrea en las necesidades surgidas en
el afianzamiento de la estructura política que
eclosiona con la Reconquista y la Repoblación,
ante el desbordamiento de un marco muy limi-
tado en cuanto a sus recursos económicos, pero
precisado de aportes humanos sin restriccio-
nes, así como de la penetración de la cultura
urbana, hasta ahora incipiente, sustentada en
agentes económicos especializados.
Con estos postulados se prohijó una clase de
cortesanos e intelectuales que desempeñaron
puestos clave en calidad de intérpretes, diplomá-
ticos, proveedores, financieros, médicos, tesore-
ros y funcionarios de diversos rangos, logrando,
por su cercanía a los círculos palaciegos, con-
trastadas prebendas y un cierto grado de invul-
nerabilidad. Aunque en un principio su prestigio
les permitió actuar a favor de sus comunidades
de origen, no tardaron en generarse los primeros
conflictos con quienes se sentían por derecho
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La mujer desempeña una función primordial aunque silenciosa.
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propio representantes del judaísmo aragonés, a
pesar de que sus prerrogativas colisionaban con
los derechos de sus correligionarios (exención de
rota, provisión de carne, reducción de tasas
impositivas, etc.). En suma, se abismaron las
diferencias entre los distintos estratos, sin que se
invirtiera la tendencia en las centurias posterio-
res, lo que desembocará en las graves alteracio-
nes sociales de fines del siglo XIII.
En el entramado de la sociedad judía tres
son los elementos que generan prestigio: la for-
tuna; la sabiduría, la piedad religiosa y el cono-
cimiento de la Ley; y la distinción por la estirpe
y la cuna. A este respecto, Shem Tov ben Jo-
seph, en la década de los ochenta del siglo XV,
elabora en sus sermones una teoría sobre el
linaje: para que un hombre pruebe su nobleza
debe cumplir tres requisitos: tener sangre pura,
estar asociado con personas nobles y no ser
pobre; si una persona tiene sangre pura y noble
linaje alumbrará un hijo como él; sucediendo lo
propio de quien es mal parecido y manchado del
oro nacerá el oro, de la plata la plata y del cobre
el cobre, porque una ciencia no puede edificarse
sobre las excepciones.
Por desgracia, nuestro referente básico deri-
va de los supuestos fiscales, es decir, del nivel
de rentas declarado. Es por ello por lo que, a
tenor del régimen fiscal al que se adscriben, la
aljama se modula en dos grupos desproporcio-
nados: los francos y los pecheros, atendiendo al
mencionado imperativo tributario.
Judíos francos
No todos los judíos se hallan sujetos al pago
de impuestos; están exentos los que habían reci-
bido del rey una carta de franquicia, a título
excepcional, como la dispensada por Pedro II, en
1205, a rabí Asser Abentilca y a su hijo Azday.
En Huesca, Jaime II anuló en 1212 ciertas cartasde franqueza, restituyendo a sus derechohabien-tes bajo la autoridad de la aljama, lo que no obstapara que en 1369, de las 108 casas con las quecontaba la judería, ocho gozaran de inmunidad.Diversos componentes de la familia Surí —cuyopatriarca, Jucef, fue perlero de la reina Leonor(1350-56) como su hijo y sucesor Salomón (1356-1363)— obtuvieron la exención del pago de losimpuestos comunitarios, debiendo pagar sólo loque excediera de la tasación de 150 sueldos.
Esta situación de privilegio se documentaampliamente en Calatayud (Abentilca, Aben-dahuet y Constantín) y Zaragoza. En la capitaldel reino su existencia se debe a ciertas recom-pensas en favor de la Orden militar del Hospital,que no podían prescindir de ellos ni canjearlospor otros vasallos, a cambio de una compensa-ción simbólica en concepto de pecha, que
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La exención de impuestos se obtiene por medio de un privilegio real.Huesa del Común. Restos de la sinagoga.
Sólo un sector de la sociedad es propietario de su vivienda.
asciende a diez sueldos en el caso de los Alazary cincuenta en el de los Constantín. Estasfamilias prominentes —incluyendo los Cava-llería, recaudadores de impuestos y arrenda-dores de rentas varias, entre ellas la acuñaciónde la moneda de oro de Aragón— cuentan consu propio barrio dentro de la judería cerrada omurada.
Las familias se mantienen al margen de la
organización de la aljama, donde no desempeñan
cargo público alguno ni asisten a las asambleas
comunitarias, sustrayéndose a la jurisdicción de
los tribunales y de sus oficiales, así como a las
penas de anatema y herem. En las actas de con-
cesión de sus prerrogativas se les confirmaba en
la posesión plena de sus bienes —de los presen-
tes y futuros— garantizándoles en todo tiempo y
lugar el derecho al cobro de sus préstamos. La
comunidad judía los respeta sin rechazarlos y no
restringe sus derechos de librecambio. Forman
parte de las cofradías y asisten a los oficios en la
sinagoga, aunque alguno de ellos, como el físico
Bayel Constantin (1371), obtienen licencias epis-
copales para poseer oratorios privados. Grandes
financieros, los linajes francos se dedican a la
práctica de la medicina, al comercio y los présta-
mos que reinvierten en la adquisición de bienes
raíces, de siempre unos valores económicos en
alza y no sometidos a las grandes oscilaciones
del mercado. Tras la Disputa de Tortosa comien-
za su declive; con la conversión de los Cavallería
—que conservarán su apellido— sólo quedarán
los Alazar, que en el año 1492 decidirán seguir el
camino de la diáspora rumbo a Nápoles con
todos sus bienes, gracias a la franquicia de que
disfrutaban.
Gozaba también de una situación de favor la
clase intelectual de los talmudistas —apare-
cida entre los siglos XIII y XIV— y la de los rabi-
nos profesionales —consagrados a la pastoral,
el estudio y los servicios colectivos—, que dis-
frutan de numerosos sufragios favorables. Esta
franquicia se plasma inequívocamente en el
contrato de pensión suscrito por el consejo de
Luna con el rabino Açach Calo para que ejerza
su ministerio. Entre las cláusulas de orden eco-
nómico se contempla: que siades franco y
exempto durant el dito tiempo de peyta, coffra et
qualesquiere otra carga de servitud.
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Este status es extrapolable a los cortesanos
hasta la promulgación del Privilegio de la Unión
(1284), durante su permanencia en cargos
palatinos, como retribución o agradecimiento
por sus servicios. Las aljamas, desde el siglo
XIII y especialmente a fines del siglo XIV, lucha-
rán contra estos privilegios, consiguiendo la
derogación de algunas sinecuras. El asunto
presentaba aristas más complejas en virtud de
disposiciones antiquísimas que les colocaba al
margen de la jurisdicción de la comunidad. Los
reyes, por anacrónicos, intentaban impugnar
estos privilegios, pero no lo consiguieron. En
localidades como Jaca, con motivo de la conce-
sión de nueva residencia, se exige la renuncia
expresa a la franquicia fiscal, entendiendo que
era deber solidario contribuir a los gastos gene-
rales en cuanto beneficiarios de los servicios
comunitarios.
Judíos pecheros
Dentro del grupo de los judíos contribuyen-
tes, la aljama —en cuanto cuerpo socializado—
se divide en tres estamentos socioeconómicos
que las fuentes coetáneas designan con el voca-
blo de manos: mayor, mediana y menor. Esta
articulación tripartita, que parece extenderse
desde Cataluña, es paralela a la mantenida por
la sociedad cristiana que habita en las ciuda-
des. Los primeros síntomas de la fractura se
producen a partir de 1286, año en el se dibujan
dos estratos con su propio registro fiscal e inte-
reses divergentes, en el que los judíos de los
niveles inferiores deseaban ampliar al máximo
el universo de contribuyentes y un reparto más
equitativo de las cargas impositivas.
El panorama fiscal, en cualquier caso, nos
describe una sociedad muy poco igualitaria en
cuanto al acceso y títulos sobre la riqueza. Si
atendemos al estudio de la prorrata de impues-
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Los judíos sujetos a tributos se dividen en tres estamentos o manos. Judería de Fraga.
tos de Jaca (1377), la mano mayor estaría repre-
sentada por aquellos individuos que tributaran
más de 25 sueldos; la mano mediana los que
abonan entre 4 y 25 sueldos, mientras que la
menor se nutriría de los que no alcanzan los 4
sueldos. De este modo, de los ciento quince con-
tribuyentes nominados, diez personas corres-
ponderían al estrato superior, veinticuatro al
medio, y ochenta y una al inferior. Si la tasa
liquidable es traducción del patrimonio, los con-
trastes son obvios en una lectura meramente
superficial: la mano mayor, cuyos efectivos sig-
nifican el 8,7%, ostentan un 70,18% de la rique-
za. La proporción se invierte al hablar de la
menor, pues sus miembros alcanzan numérica-
mente un 70,43% (casi el mismo porcentaje que
los bienes poseídos por los más ricos), pero su
peso se reduce a un 12,63%. Adviértase, por
otro lado, la delgadez de la clase media, que
tanto en poder adquisitivo como en integrantes
gira en torno al 20%.
En la takkanah de Huesca de 1340, la clase
alta la componen ochenta individuos con una
tasa per capita superior o igual a veinte sueldos;
la clase media, con unos efectivos parecidos y
un tributo de diez sueldos; una clase media-
baja ponderada en noventa habitantes, que
contribuyen con cinco sueldos; mientras que los
exentos, por tener un capital inferior a cincuen-
ta sueldos —medio centenar de personas— se
enclavan en la clase baja. Si comparamos
ambos predictores —basados en datos empíri-
cos—, la capital oscense poseería un panorama
social más equilibrado, con un brazo medio y
medio-bajo que interesa más de la mitad de los
efectivos poblacionales.
Los mayores: la mano mayor
La mano mayor o aristocrática se alza en la
cúspide de la pirámide social. Con una instruc-
ción cultural contrastada, tiende a ampararse
directamente en el monarca, recibiendo nume-
rosas prebendas y prerrogativas. Un sector de
sus miembros padece los mismos vicios y
muestra idénticas actitudes que la nobleza
cristiana: luchas e intrigas, ambición, ostenta-
ción y fascinación por el lujo, etc. Su composi-
ción es homogénea, gracias a una inteligente
política matrimonial, a veces muy próxima a la
ingeniería financiera, como la desplegada en
Jaca por el clan de los Avingoyos, los Ampifaz y
los Almosnín, con lo que se incrementa, más
aún si cabe, su influjo.
Sus filas se nutren de judíos con considera-
bles posesiones inmobiliarias y capital disponi-
ble, destinado al crédito financiero y comercial.
Unos se dedican a tareas que requieren conoci-
mientos económicos y de gestión (recaudadores
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La sociedad presenta profundas desigualdades entre sus miembros.
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Las clases elevadas monopolizan el poder político y económico de las aljamas hasta el siglo XIV.Retablo de San Salvador. Ejea de los Caballeros.
de impuestos, banqueros, administradores de
rentas eclesiásticas, nobiliarias, arrendadores
de derechos reales, etc.), otros se instalan en la
Corte como médicos y artesanos especializa-
dos. Era frecuente que estas familias acauda-
ladas —guebirim— entroncaran con familias de
rabinos por el prestigio que comportaba. A
cambio de sus fatigas en pro de la realeza fue-
ron recompensados con la disminución o exen-
ción total o parcial de impuestos, la dispensa
del distintivo judío, asignación de rentas vita-
licias, salvoconductos especiales, etc. En un
primer momento ostentaron —o detentaron—
el poder ejecutivo y los resortes de gobierno,
implantando un sistema de renovación de car-
gos mediante la cooptación, que permitía su
perpetuación, imposibilitando la necesaria
compartición de las tareas rectoras con los res-
tantes grupos.
Los menores: la mano mediana y menor
Hasta fines del siglo XIV, en que después de
las mutaciones estructurales emerge una socie-
dad nueva con un protagonismo político más
plural, la documentación menciona genérica-
mente a los judíos menores, no distinguiendo
todavía la mano mediana de la menor. Sin
embargo, a partir de entonces esta distribución
se perfilará en las comunidades más numerosas
como Zaragoza, Teruel, Huesca, Ejea y Jaca.
La mano media o mediana posee una base
social amplia y heterogénea. Prevalece la prác-
tica artesana o fabril por cuenta propia, el
comercio y las profesiones liberales en general,
compaginando el ejercicio de su profesión con el
negocio del préstamo a pequeña escala. De esta
suerte, se insertan desde los cirujanos y espe-
cieros hasta artesanos y gentes de oficios dedi-
cados a la producción de bienes de consumo
(cuero, metales, madera y tejidos). Alguno de
ellos, por sus dotes y aptitudes —cirujanos,
artesanos y artistas— desempeñan su cualifica-
do oficio de físico, platero, etc., en los círculos
palatinos. Suelen contar con un pequeño huer-
to y un corral, compartiendo el espacio con el
obrador, situado, por lo común, en los bajos de
su casa, y algún predio (viñedos, olivos, linares)
que le permite cierto grado de autonomía y una
pequeña diversificación en sus recursos. No se
acogieron a la exención tributaria por los per-
juicios que ocasionaba a sus convecinos, que se
resentirían al tener que incrementar sus apor-
taciones para nivelar el déficit presupuestario.
Las clases inferiores engrosaban las industrias
de transformación y pequeñas manufacturas
(sastres, zapateros, curtidores, etc.).
La mano menor agrupa a los judíos con
menos recursos, que afrontan grandes dificulta-
des para pagar sus impuestos. Su detección es
muy compleja, lo que les condena al anonimato,
salvo cuando la situación se deteriora ante la
insostenible presión ejercida por la mano
mayor. Gracias a su movilización política inter-
vendrán en la insaculación de los oficios de ade-
lantados, consejeros, almosneros, almutazafes,
jueces de apelaciones y otros oficios electos;
participarán en la promulgación de estatutos,
capítulos y ordinaciones, y entenderán en la
distribución de las pechas entre los tres esta-
dos; en fin, se les reconoce la vía judicial para
dirimir los conflictos de clase. Su indigencia
llega al extremo en algunos supuestos de care-
cer de recursos para comprar la capa larga que
los judíos debían portar, pagar el peaje o ente-
rrar a sus muertos. Un cuarto estado, comple-
tamente marginal, lo componen los indigentes
(el reglamento de Pedro II de 1284 declara exen-
tos a cojos, ciegos, lisiados y pobres de solemni-
dad), no incluidos en las listas de contribuyen-
tes, que subsisten de la caridad y engrosan el
servicio doméstico de los ricos.
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RÉGIMEN ASISTENCIAL Y SOLIDARIDAD HORIZONTAL COFRADÍAS Y HERMANDADES
La sociedad judía, como la medieval en gene-
ral, no presenta tendencias igualitarias, como
hemos tenido ocasión de comprobar, sino que
reproduce en sus estructuras palpables divisio-
nes internas, cuando no divergencias. La comu-
nidad —desde la iniciativa pública y la priva-
da— asume distintos deberes con el fin de pre-
servar un cierto equilibrio; se persigue paliar
unas desigualdades que, de otro modo, alenta-
rían tensiones imprevisibles. En respuesta a
estos requerimientos, en la Baja Edad Media
fundamentalmente, se crean las haburôt o cor-
poraciones filantrópicas de ayuda mutua.
Tras la recesión económica y demográfica
que acompañó a la propagación de la Peste
Negra, el artesanado, muy castigado, protagoni-
zó un fuerte movimiento asociacionista de
carácter sociorreligioso, fraguado en torno a las
cofradías y hermandades, pronto convertidas en
vehículos de presión y reivindicación política
frente a las clases privilegiadas. En Zaragoza, el
acceso de esta tensión se produjo en 1380,
cuando los artesanos cerraron filas en torno a
Ishaq ben Shéshet frente a la corriente aristo-
crática que abanderaba la familia Abnarrabí.
ALMOSNA Y HEQDÉS: LA POBREZA
Aunque con el transcurso del tiempo se pro-
duce un fenómeno de especialización en las
prestaciones, en sus orígenes se conocen gené-
ricamente como almosnas o heqdés, sinónimo
del óbolo entregado a los pobres, como se deno-
ta en la observación que rabí Yom Tob ben
Abraham ‘Asbili remitió a los miembros del tri-
bunal de Monzón en el sentido de que, acogién-
dose a la tradición de los grandes maestros, una
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Prorrata de contribuyentes y propiedades de una cofradía asistencial de Zaragoza. Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza.
donación dada sin especificar su destino es para
las necesidades de los pobres.
Las regulaciones talmúdicas que postulabanla obligación individual de mantener obras decaridad en proporción a la riqueza, convivieroncon un sistema que contemplaba las exaccionesobligatorias. En algunas localidades se impusoexcomunión a los que rehusaran efectuar estascontribuciones. Conforme a la tradición, cadacomunidad establece una kupah shel zedakah ocaja de caridad —que contiene fondos suficien-tes para repartir cuarenta comidas cada sába-do— y el tamhoi (bote) para las necesidades másimperiosas e inmediatas —especialmente de losextranjeros— que, además de alimentos, reque-rían sumas modestas para procurarse aloja-miento. Se designa su gabbaim o administradorque distribuye sus fondos. La postulación regu-
lar de fondos regulares tiene lugar en el Purim, el
Sabbath, etc. Los residentes de la judería se divi-
den en las siguientes categorías: una residencia
de treinta días obliga a contribuir al tamhoi; si se
prolonga tres meses, se ha de tributar a la
kupah; durante seis meses, a fundaciones cari-
tativas; y, por más de nueve meses, a las cofra-
días funerarias.
Sus fondos —que sólo pueden destinarse a
sus fines sociales y son inembargables— se
nutren de las cuotas de sus afiliados, los óbolos
de la limosna o cedaça, las donaciones testa-
mentarias (tenemos constancia a través de las
fuentes de cesiones de inmuebles en Monzón y
censales en Teruel a fines del siglo XIV), etc. Los
donantes solían designar los actores encargados
de su distribución, reduciendo considerable-
mente la responsabilidad directa de los dirigen-
tes en este capítulo; por el contrario, cuando no
se designaba expresamente, solía afectar a los
tesoreros, de modo que entraba dentro de las
competencias de los poderes públicos. Obvia-
mente, el patrimonio del heqdés y de las cofra-
días caritativas, salvaguarda del bienestar so-
cial de los indigentes, no se encuentra sujeto a
obligación fiscal ninguna.
La suerte corrida por las clases marginales
no se integró en la política comunitaria hasta el
siglo XIV, cuando se ocupaba de la administra-
ción patrimonial del heqdés y de la nominación
de sus gestores —en Huesca el almosnero de las
almosnas de los pobres—, experimentando un
proceso de institucionalización y un incremento
de las prestaciones, acometidas con mayor
intensidad en el marco de las cofradías. Las
agrias disputas que estallan entre los estratos
superior —partidarios de que anduviesen
pidiendo limosna de puerta en puerta y a expen-
sas de la piedad privada— y medio —postulan-
tes de que era una responsabilidad compartida
porque son nuestra propia carne y nuestra pro-
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El heqdés y sus administradores atenúan la pobreza de las clases más necesitadas.
pia sangre— de la sociedad, de las que se hace
eco rabi Selomoh ben Abraham ‘Adret, sobre el
modo de encarar la asistencia a los desposeídos
de la fortuna, así lo demuestra. A tal fin, los edi-
ficios emplazados en las proximidades de la
sinagoga, o en el área más céntrica del barrio,
se destinan a uso público (hospital, yesibah,
escuela primaria…).
Su organigrama guarda similitud con el de
la aljama. Existía un consejo electo mediante
sufragios, y un cuerpo colegiado ejecutivo com-
puesto por los adelantados, que la presidían y
ejercían un estricto control sobre sus integran-
tes, gozando de plena autonomía penal y puni-
tiva contemplada en las takkanôt. Cuenta con
administradores o tesoreros —berurim, gizba-
rim, gabbaim, almosneros o mayordomos—,
aunque puede haber duplicidad de funciones
en las personas de los adelantados. Su elección
era anual —así se contempla en los estatutos
de 1415 de la confraria de la almosna de la al-
jama cesaraugustana (hasta 1391 conocida
como almosna de la aljama)—, bien entre los
cofrades bien por designación de los adelanta-
dos de la aljama, ocho días después de jurar
sus cargos. Estas regulaciones, y otras
muchas, tendieron a atemperar las crudas difi-
cultades económicas que venían padeciendo.
COFRADÍAS ASISTENCIALES
El deterioro de las condiciones materiales de
vida de un amplio estrato poblacional y la evolu-
ción sociopolítica vivida a fines del siglo XIV
—frente al omnímodo poder de los gobiernos oli-
gárquicos— constituyeron un excelente caldo de
cultivo en el nacimiento de las cofradías asisten-
ciales. La rebelión de los pobres tuvo su epicen-
tro en Zaragoza, organizados en la que se llamó
Kat ha-haburah, emulada en numerosos territo-
rios aragoneses con posterioridad, obteniendo un
reparto más equitativo de los impuestos y un sis-
tema político más participativo, gracias a las pro-
fundas reformas reglamentarias que se impulsa-
ron con el beneplácito del monarca.
Rodfei Sedeq o companya de la Merce
Tiene a gala ser una de las primeras cofradías
fundadas en Zaragoza —las primeras informacio-
nes datan de 1330—, ciudad que asiste a un
fuerte proceso asociativo en los primeros estadios
del siglo XIV. Entre sus objetivos definitorios se
cuenta proporcionar un entierro decoroso a los
pobres, pertenecieren o no a la comunidad, sin
interferirse con las sociedades funerarias. En
general, mantiene a los pobres y asiste a los
pobres sin recursos. Sus generosas prestaciones
se vieron refrendadas en 1425, cuando Alfonso V
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Las alteraciones de 1391 intensifican la piedad popular.
autorizó a dos de sus integrantes a recaudar
quincenalmente fondos con el propósito de alle-
gar fondos en la construcción de un hospital
que acogiera menesterosos de ambos sexos.
Contaba con un Consejo de los Treinta y dos
tesoreros. Su influjo lo convirtió en una insti-
tución nuclear de la vida social, al punto de
que en la segunda mitad de esa centuria se
celebraban en su sede reuniones de distintas
cofradías. Además, de un modo u otro, estaba
vinculada con la sinoga menor o chica, donde
tenían lugar sus asambleas y donde muy pro-
bablemente rezaran sus miembros. De manera
similar, en Huesca tenía su razón social en el
beit midras, con idénticos objetivos: ayudar a
los pobres y asistir a los enfermos.
Osei Hesed o de la caridad
Sus estatutos declaran como misión pri-
mordial de sus afiliados la mejora de la condi-
ción de los pobres y de las novias sin recursos.
La cofraria de las mulleres de Tarazona pudo
tener entre sus fines constituir dotes para las
judías (huérfanas y sin fortuna). Recibe diver-
sas denominaciones Hoce Hece u Oce Ocet
(Zaragoza), Gomen Leçet (Jaca), y Oce Çedacot
o de los hacedores de caridades (Épila). No
parece que tuvieran una ejecutoria continua-
da, ya que en 1425 Alfonso V accederá a la
solicitud de algunos judíos piadosos de
Zaragoza para que reanudara sus actividades.
Sus adelantados tenían como privilegio recibir
de los colectores de la sisa de la carne la can-
tidad de sesenta libras de carnero anuales,
libres de impuestos, para distribuirla entre los
pobres en la víspera de la Pascua, atendiendo
a usos consuetudinarios.
Malbisei ‘Arumim o vestir desnudos
Su cometido diferenciador consistía en faci-
litar ropa a los desvalidos; no en vano la de
Calatayud se conoce como la cofradria que bis-
ten los esnudos, que derivó en la palabra judeo-
aragonesa malvisar. La pionera, una vez más, es
la aljama de Zaragoza, donde, atendiendo a
legados de Tolosana de la Cavallería, se distri-
buían vestidos por valor de 150 sueldos a seis
pobres anualmente. A mediados del siglo XV
contaba con una treintena de socios, que se
reunían de modo ordinario en el hospital de
Rodfei Sedeq, cuya junta directiva la componían
cinco adelantados y una persona honorable.
Conocemos que sus propiedades en la localidad
de Oliete (Teruel) le reportaban una renta anual
superior a los mil sueldos.
ATENCIÓN DE ENFERMOS
De la primera mitad del siglo XIV datan las
fundaciones pioneras destinadas al cuidado de
los enfermos, fruto de los nobles esfuerzos por
atemperar el nivel de prestaciones de la mano
menor. Unas tenían como razón social visitarlos
y acompañarlos, procurándoles alimentos y
medicinas; otras garantizaban la asistencia
facultativa de los que revestían gravedad. La
finalidad última consistía tanto en subvenir las
necesidades materiales del paciente como exo-
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«No hay en mi cuerpo parte sana, a causa de tu enojo. No hay sosiego en mis huesos, a causa de mis pecados».
nerar en lo posible las cargas familiares, econó-micas y psicológicas.
Biqur Holim
La cofradía de Biqur Holim, clamada de visi-
tar enfermos, enraiza con fuerza en tres de lasprincipales juderías, es decir, Zaragoza, Huescay Teruel, desde el ecuador del siglo XIV. EnZaragoza, su prestigio le permitió obtener en1382 un permiso del infante Juan para fundaruna sinagoga en una de sus dependencias —enHuesca, por su parte, contaba con un bet
midras propio—, convirtiéndose, al poco, en ellugar de culto primordial del barrio hebreo. Su
interior fue testigo, en los duros momentos quesucedieron a las persecuciones de 1391, deimportantes acuerdos como la promulgación delos estatutos de 1396 —claramente lesivos paralas capas inferiores por su tendencia aristocrá-tica— por el rabí Hasday Crescas, parcialmenteenmendadas en 1399, donde se incluían algu-nas aspiraciones de los menos poderosos querecobraban un papel activo en la conducción delos asuntos comunitarios. De igual modo, ple-
gados en la sinoga de la confraria, los adelanta-dos se reunieron en 1397 para deliberar sobrela distribución de la sisa.
Dispone de recursos propios administradospor los muqdamim, entre los que se incluíanbienes raíces de distinto tipo que se arrenda-ban o enajenaban para obtener liquidez. Susingresos ordinariamente provenían de las cuo-tas de sus afiliados y de las donaciones inter
vivos o post mortem de particulares. Para evitarla suspensión de pagos se suscribían prés-tamos, a veces onerosos, que solía avalar laaljama.
Somerei Holim
Cofradía complementaria de la anterior —dehecho, en Valencia tiene como fin el cuidado delos enfermos— en cierto sentido, entre sus obje-tivos pretendía atemperar el infortunio de losenfermos, cuya fundación se remonta al año1387 en Zaragoza, luego de recibir la corres-pondiente autorización del infante don Martín.Sus miembros se cuidaban de que siemprehubiera una persona en la cabecera del lechovelándole, así como enseñar hebreo.
COFRADÍAS FUNERARIAS
Este tipo de cofradías, cuya misión radicabaen garantizar un entierro digno y universal—met mitzva—, adquieren una importancia
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En la judería de Alcañiz existió una cuidada red asistencial.Calle Luna Alta.
sustantiva en todo Aragón. Sus orígenes se
remontan a los últimos decenios del siglo XIII,
alcanzando un desarrollo institucional muy
avanzado, así como un prestigio de honorabili-
dad. El derecho al sepelio de sus difuntos era
uno de los privilegios capitales entre los judíos,
de ahí el afloramiento de la hebra-kadishá,
donde sus integrantes aseguran las diferentes
operaciones mortuorias (purificación de los
cuerpos, confección del sudario, preparación de
la tumba, conducción y sepelio, responsos,
etc.), que suponían grandes y onerosos desem-
bolsos para las familias, agravados si debía
trasladarse el cadáver al cementerio de otra
población. Donde estas ayudas y prestaciones
no recaían sobre la comunidad, era una vez
más la iniciativa privada la que tomaba sobre sí
esta responsabilidad, lo que comportó que los
estratos inferiores cobraran una mayor con-
ciencia de clase. Este hecho denuncia, una vez
más, que esta actividad asociacionista se hacía
cargo de unas personas de las que la comuni-
dad no se preocupaba.
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Kat ha-Qabarim: enterrar muertos
La Haburat ha-Qabarim, Kat ha-Qabarim o
Hebrat ha-Qabarim, sincréticamente, Cabarim,
alias de soterrar los muertos, era conocida entre
los cristianos como la cofradia de los cavafuesas
o de los cavadores. Tal y como se estipula en
sus estatutos, el cometido primordial radicaba
en enterrar a los pobres de la comunidad y a los
foráneos que fallecieran en tránsito, incluyendo
la colocación de la lápida.
La agrupación de cavafuesas oscense, cuyatakkanah fue ratificada por el infante Alfonso en1323, divide a sus cofrades en turnos paracavar las fuessas de muertos de jodios que fin-
caran en la ciudat d'Osca. Sólo son relevados losenfermos, los funcionarios y los mayores desesenta años, debiendo designar sustitutocuando tuviera imposibilidad material de ocu-par su puesto, previo placet de sus dirigentes.Ni siquiera existe discriminación por razón desexo, ya que admite a confrades e confradessas.
Entre sus obligaciones consta la visita sabática
Lápida de Jacob, hijo de Isaac, hijo de al-Saraqostán.Museo Sefardí de Toledo.
Columna de un edificio público.Judería de Uncastillo.
de los enfermos; cumplimentar a los hijos de loscofrades en la noche de bodas, portando seis
brandones de cera encendido a hondra del novio
o de la novia; velar los difuntos; consolar a susfamilias en el duelo; y rezar la setena por sualma en la sinagoga. Cada brigada es coordina-da por un mandadero que convoca a los cofra-des de guardia, en turnos de tres horas. Lossepelios se realizaban preferentemente con luzsolar, aunque podían existir acuerdos explícitospara que se hiciera tras el crepúsculo. Este tra-bajo era remunerado con tres dineros por cadatumba, si eran niños menores de cuatro años, yocho para todas las demás. La jornada noctur-na se tasa en ocho dineros; si precisaban dosdías para acondicionarla, el precio ascendía adoce dineros. Cuentan con instalaciones paraamortajar y preparar a los muertos, un depósi-to de cadáveres y personal contratado, consis-tente en dos bañadores y un pregonero.
Paulatinamente afrontaron otras tareas y
miswot que no tenían relación directa con su
capítulo, pues conjugan el aspecto religioso con
el social y educativo. Éste punto era muy sensi-
ble, sobre todo cuando las instancias públicas
se desentendían de alfabetizar e instruir a niños
y adultos. Esta sociabilidad se pone de relieve
en la mencionada asistencia en momentos espe-
ciales, como los fastos nupciales o la azarosa
enfermedad. Pero también se imponen un códi-
go de conducta bajo compromisos personales de
evitar las disensiones entre ellos: reducir la jor-
nada laboral la víspera del sábado en la estación
invernal, no entregarse a juegos de azar, no
mantener relaciones sexuales con cristianos ni
frecuentar sus casas, no robar ni engañar a los
cristianos, rezar en los oficios matutinos en la
sinagoga y comportarse de conformidad con la
Ley (alimentos, vestidos…). Profundizando en
este sentido, en la novación de estatutos reali-
zada en el reinado de Pedro IV el año en que se
había declarado la peste (1348), se habla de
incorporar a un rabino que enseñara a leer la
Torah a sus miembros en su propio beit midras,
reforzando la clave educativa. Para su contrata-
ción bastaba el voto afirmativo de los muqade-
mim y dos personas de cada uno de los ocho
turnos.
Ello concuerda con el hecho de que a la
cofradía hermana de Jaca, la confrearia de
Cabbarim, se le intervinieran cerca de medio
centenar de volúmenes proscritos en la bula de
Benedicto XIII, promulgada como consecuencia
de la Disputa de Tortosa (1412-14). En el inven-
tario inquisitorial figuran: Talmud de Babilonia
(Pesahim, Sanhedrin, Gittin, Hulin, Qiddushin,
Yebamot, Berakoht, Ketubot, Sabbath, Eruvin);
Misnah (Seder Moed, Abot); Sulhan Arukh;
Misneh Torah (Shoftim, Qedushah, Zebahim,
Ahavah, Nashim, Qinyan); Midrash Tanhumah:
Comentarios del Talmud (Sanhedrin, Sabbath,
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Los artesanos promueven el nacimiento de las cofradías de ayuda mutua en el siglo XIV.
Baba Qamah, Hulin, Eruvin); Comentarios de
Alfasí (Seder Nezikin, Seder Nashim);
Comentarios de Rashi; Comentarios a Job &
Responsa de Alfasí.
La constitución de la cofradía de los sepultu-
reros de Zaragoza se debe a las acciones que
promovió el judío tudelano Samuel Abenabeç,
que vivió entre 1270 y 1341. Se ocupaba de las
inhumaciones; los pobres y de los transeúntes
quedaban bajo el cuidado de la cofradía de la
Merced. Entre sus cofrades se cuentan las fami-
lias francas de la Orden del Hospital y los lina-
jes más selectos de la oligarquía intelectual y
socioeconómica. La segunda comunidad más
importante del Reino, Calatayud, dispone de
una asociación similar, llamada de banyadores
de los muertos; gracias a los inventarios forma-
lizados en 1492 sabemos que se ubicaba frente
a la sinagoga mayor y que disponía de dos cal-
deros, uno de treinta libros de capacidad y el
menor de diez. En otros puntos de la geografía
se citan más tardíamente (Tarazona, 1418).
Dichos muqademim o berurim, que se colo-
can al frente de la cofradía y atienden los asun-
tos financieros, son elegidos entre sus cofrades,
y suelen adoptar rangos y dignidades paralelas
a los dirigentes aljamiales: gabaim, adelanta-
dos y procuradores. Responsables de invertir
con inteligencia las donaciones recibidas,
adquirían una responsabilidad civil que no
prescribía al abandonar su cargo. Interlocutores
válidos en sus relaciones exteriores —el rey o el
concejo esencialmente—, no es anecdótico que
prácticamente nunca se elevaran peticiones
conjuntas aljama-cofradía en beneficio de esta
última, ya que no seguían la política oficial del
kahal, no siempre sensible hacia los pobres. En
las agrupaciones más numerosas, como en
Zaragoza, existía un consejo formado por vein-
te miembros, poco antes de las persecuciones
de 1391, que asesoraba a sus dirigentes. Entre
el personal contratado figura un bedel encarga-do de convocar las reuniones ordinarias yextraordinarias del capítulo. Transcurridasunas décadas tras su implantación, las familiasmás poderosas de la ciudad tuvieron a galaingresar como cofrades, prueba del proceso deinstitucionalización sufrido, paralelo al de lascorporaciones de oficio.
Los berurim ejercen su autoridad, de confor-midad con los estatutos, de modo vinculante, loque despertó el desagrado de las autoridades dela aljama; de tal suerte que la capacidad orga-nizativa de que gozó la cofradía oscense consti-tuyó un logro en el reparto de las cuotas depoder. Ello fomentó que se configuraran comocélulas autónomas, con rígidas regulaciones ycontrol en el ingreso de sus miembros. Susrecursos provenían de píos legados —fue una de
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«Éste es el lugar de Moseh Axivili». Texto hebreo sobre enlucido hallado en el barrio del Cinto de Borja.
las preferentes en las disposiciones testamenta-
rias en aras de su propia naturaleza— cuyos
dividendos y rentas se destinaban a sufragar los
entierros. Este afán de rentabilizar sus activos,
que conducía indefectiblemente al préstamo con
interés —en ocasiones se invertían en negocios
de personas pertenecientes a su círculo—, contó
con la abierta oposición de los rabinos. Los
inmuebles —el incremento patrimonial suele
ser sostenido— eran arrendados, estando exen-
tos de las tasas municipales.
Nos’ei ha-mitah: portadores del ataúd
Aljamas tan notables como la de Zaragoza
—la de Murviedro nace tras las persecuciones
padecidas en Valencia— podían permitirse con-
tar con cofradías complementarias respecto a la
función primordial de las cofradías de enterrar
muertos. Una de ellas es la conocida como Nozé
Amitá o de los portadores del ataúd. Establecida
en 1287 con el refrendo del infante Martín, se
ocupaba de lavar el cadáver, amortajarlo y con-
ducirlo a hombros hasta el cementerio para su
sepelio. Aunque en sus estatutos no hacen
distinción respecto a los medios de fortuna
(banyar los ditos judios quando sian finados e
levar en el cuello al fossar por enterrarlos, asin
pobres como otros, queda claro que los ricos no
precisaban de sus servicios, corriendo la familia
con todos los gastos de estos preparativos. Parte
de sus fondos se dedicaban a la contratación de
un maestro para que instruyera a los meneste-
rosos, con lo que coadyuvaba a erradicar el
analfabetismo.
Haburot miswah: piedad sinagogal
En ciertas comunidades de creyentes, dis-
tintas iniciativas privadas dentro del ámbito
sinagogal ponían especial cuidado en el cumpli-
miento de los preceptos bíblicos o en la creación
y mantenimiento de grupos de oración.
‘Asmoret ha-boqer: maytinal
La cofradía de maytinal o de Azmuro, nacida
en el último tercio del siglo XIV al amparo de los
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Inscripción funeraria del rabí Yom Tob, vecino de El Frago(siglos XIV-XV).
aires de contricción que prevalecen en el Reino,
obligaba a sus miembros a levantarse al ama-
necer con el objeto de rezar a la salida del sol.
Además, repartía limosnas entre los necesita-
dos, así como diversas obras de caridad.
Propietaria de algunos inmuebles, permaneció
en activo hasta la expulsión. La llamada cofra-
día Ma’or se ocupaban de la provisión de aceite
y de todos los adminículos relativos a la
iluminación.
Ceffarim
Los libros de la Torah, los oracionales y
otros libros afines eran muy costosos. Sólo los
ricos podían permitirse tener estos volúmenes
para uso personal o para la educación de sus
hijos. Esta escasez de libros comunitarios
impedía que los pobres pudieran estudiar. Para
atajar esta calamitosa situación, en Zaragoza
se constituye la confraria de Ceffarim, alias de
las Atoras, encargada, al parecer, de los libros
necesarios para la sinagoga, siendo sus benefi-
ciarios los estratos inferiores. Su carácter
transversal auspiciaba que colaborara con
otras fraternidades y asistiera a sus reuniones,
como la habida en 1414 con la de zapateros y
la de Cabarim. Al frente se sitúan dos o tres
muqademim, con un consejo compuesto por
once miembros. La reuniones tenían lugar en la
sinagoga menor. Durante el siglo XV, parte de
sus ingresos provenían de las sisas de la carne
y el vino, además de la explotación de su patri-
monio inmobiliario.
EDUCATIVAS: TALMUD TORAH
Dada la importancia concedida al estudio
de la Ley, podría parecer a priori que la educa-
ción era gratuita y los impuestos comunitarios
sostenían el material escolar y los salarios del
personal docente. Sin embargo, no siempre
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La sinagoga es también un centro de irradicación cultural.Entrada a la sinagoga mayor de Calatayud.
esta norma se cumplió. Si bien existían beth
midras —en Calatayud tiene en nómina uno o
dos rabinos— donde los alumnos mayores
estudiaban con prestigiosos eruditos, por el
contrario no se registra una directriz educativa
generalizada para todos sus integrantes. En
aljamas de menores dimensiones, como la que
habitaba en la localidad de Biel, contaba en el
barrio de la sinoga con la casa clamada la
escuela de los mocetes, de propiedad pública.
Por su parte, algunas licencias expedidas por
el arzobispo de Zaragoza nos ponen sobre la
pista de la habilitación de un midras, propie-
dad de la cofradía de Talmud-Torah de Alcañiz,
el año 1406.
Las familias poderosas —los Portella de
Tarazona, por ejemplo— contrataban precepto-
res privados. La ausencia de unos programas de
estudio bajo los auspicios de la aljama provoca-
ba que en algunas localidades fueran quienes
promovieran la impartición de clases públicas.
Son, una vez más, las cofradías de donde parten
los primeros intentos para proporcionar un
marco educativo, encargadas de contratar a
estudiosos para que adoctrinaran a sus afilia-
dos adultos.
Este fenómeno se propaga con fuerza en el
siglo XIV, con especial cuidado entre los niños
pobres, cuyos padres no se podían permitir
grandes dispendios. Se halla en Zaragoza una
de las más antiguas elemoine docendi scolares
de Sefarad, precediendo a la de Lérida,
Gerona, Murviedro o Tortosa, ya que cuenta
desde mediados de la centuria con mayordo-
mos propios y tiene su sede social en la jude-
ría murada. El esplendor económico del que
gozó, al punto de ser acreedora en diversos
préstamos a la comunidad, entró en declive a
fines de la Edad Media por la sangría que
supuso la conversión de alguno de sus mece-
nas más distinguidos. En Borja disponía de un
fondo bibliográfico compuesto por casi medio
centenar de volúmenes, mientras que en Jaca
existía un adelantado de la conffraria clamada
Talmut Tora de la judaria de la dita ciudat que
se ocupaba de las tareas dirigentes.
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La alcabala de Huesca (1389) determina la franquicia de las hermandades.
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Maestro enseñando a unos escolares. Haggadah de Sarajevo.
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