parkour
Post on 10-Mar-2016
217 Views
Preview:
DESCRIPTION
TRANSCRIPT
Pagina 1: El reto 300
Pagina 3: Ropa adecuada para entrenar
300 pases de Gato a
Precisión. Con eso basta!
Sonaba a un reto intere-
sante para más tarde.
Había pasado un tiempo
desde que me había enfo-
cado en esta técnica así
que pensé que le debía
poner un poco mas de
atención esta noche.
Durante el día, con fre-
cuencia me venía a la
mente la sesión de entrena-
miento pero mi atención se
encontraba mas divagando
en lo que alguien me había
dicho en la semana cuando
aterricé un salto de preci-
sión. “Uno de estos días te
vas a caer y te vas a lasti-
mar!” me dijo sonriendo, y
no pude evitar pregun-
tarme… “¿tendrá razón?
¿Soy una víctima de la ley
de la probabilidad que dice
que, algún día, en algún
lugar, voy a fallar un movi-
miento básico y lastimarme
seriamente? ¿Es esto una
inevitabilidad que esta
fuera de mi control?” No fue
un pensamiento agradable.
A menudo se dice que los momentos más peligro-
sos en el tu entrenamiento ocurren mientras estás
ejecutando el movimiento más sencillo y simple-
mente no prestas la atención suficiente. Rara-
mente he escuchado de alguien que se lastime
seriamente o que haya fallado cuando está total-
mente enfocado y concentrándose, ¿entonces
que podía hacer para demostrarme a mí mismo
que no era una víctima? ¿Qué de hecho estoy en
control de la situación? La respuesta me llegó rá-
pido, ¡esta noche no fallaría!
Así que 300 se convirtió en 300 seguidos. Sí
fallaba en aterrizar en la pared, si me paso o no
llego con las manos o sí los dos pies no caen en
la segunda pared y se mantienen ahí, empezaría
desde el principio. Llámenle control de calidad o
locura – quizá era un poco de las dos.
Cuando llegué al lugar donde plane-
aba comenzar este experimento, no es-
tuve muy contento de encontrar que las
paredes estaban empapadas. Mojadas,
obscuras y resbaladizas con moho sa-
liendo de entre las hendiduras, los bor-
des filosos de la pared me daban la
bienvenida con un resbaladizo resplan-
dor y eran amenazantes al tacto. Genial.
30 minutos más tarde, después de
estirar y calendar, una presión interna
que no pude localizar comenzaba a cre-
cer dentro de mí con cada repetición exi-
tosa. 3 se convirtieron en 20, 20 en 50, y
la idea de tener que empezar de nuevo
comenzó a acosarme, haciendo cada re-
petición más desalentadora que la ante-
rior.
La única manera de contrarrestar
esta creciente distracción era forzarme a
tratar cada salto como si fuera el pri-
mero de la tarde.
Enfocaría mi total atención en tocar
limpiamente la primera pared, empu-
jarme lo suficiente y aterrizar en la se-
gunda, y mantenerme ahí. Por un
momento sentí que las cosas iban bien,
pero conforme crecía mi confianza, tam-
bién crecían mis oportunidades de com-
placencia.
Si en verdad existía una ley no escrita de probabilidades, entonces cuantas veces me debía caer en 300 intentos, considerando las condiciones de humedad y obscuridad?
Pasaron dos horas cuando llegué al punto medio. Eran las 9:30pm y había logrado 150 pases de gato a precisión y mis antebrazos se sentían como plomo. Ni siquiera había consi-
derado la carga física que tomaría. Sacudiéndolos, pensé en la técnica y me di cuenta que era como estar en posición de lagartija y mecerte hacia tus dedos con la fuerza suficiente
para dejar temporalmente el suelo, una y otra vez. Estaba cansado, estaba adolorido y sabía que aunque me fuera posible llegar a los 300, iba a ser un verdadero tedio tener que empe-
zar de nuevo en cualquiera de los siguientes brincos.
Diez minutos más tarde recomencé el proceso y la repetición 151 apareció. No estaba seguro de cuanto me había recuperado durante el breve descanso y el movimiento en sí pare-
cía repentinamente desconocido en mi cabeza. Para de sobre pensar, este es otro movimiento simple.
Ya. No. Puedo. Fallar.
200 repeticiones. A este paso debería terminar
para las 11pm… 3 horas y media después de que
empecé. Si fallo ahora podría estar contem-
plando sentir el amanecer sobre mi hombro. De
pronto sonreí mientras pensaba que se podrían
secar un poco las paredes, mínimo.
280 repeticiones. Mi cerebro se había apa-
gado. Ya no había presión. El proceso era auto-
mático y aunque mis antebrazos suplicaban alivio
del castigo constante, había caído en un ritmo.
Pasaría la primera pared, aterrizaría en la se-
gunda, me voltearía, saltaría de regreso, bajaría
al suelo y me alinearía para la siguiente, repi-
tiendo la frase “Mantente derecho, media fuerza”
en mi cabeza cada vez. Se había convertido en
mi maldición, había empezado hace 20 minutos y
no podía parar ahora, ¿qué tal si ese era mi amu-
leto de la suerte, mi clave para terminar esto?
Honestamente no sé si hubiera empezado de
nuevo si hubiese fallado a este punto. Física-
mente, no creo que hubiese podido hacer otros
300. Sin embargo ya había aprendido mi lec-
ción…
No hay una ley que diga que un día fallaremos. Con la concentración, enfo-
que, cuidado y atención suficientes, podemos repetir un mismo movimiento
simple cientos de veces, por horas sin cometer un error. Los accidentes si
pasan y algunas cosas están fuera de nuestro control pero podemos reducir
en gran escala nuestras probabilidades de fallar si tratamos todos y cada uno
de nuestros movimientos como algo importante, algo con lo que tener cuidado.
Al final no hice 300 pases de gato a precisión.
El 301 fue para la amable señora que inspiro mis actividades de la tarde.
Se dice que el único requerimiento para entrenar este arte es disciplina y un par de
tenis, pero, ¿habrá una vestimenta que facilite el entrenamiento?
Yo soy de la opinión de que mientras se use ropa cómoda se puede entrenar, pero
¿en que te beneficia usar ropa adecuada para entrenar?
Es verdad que Parkour se
practica a diario y no im-
porta si en ese momento
traigamos puesto un pants
y tenis o un smoking y za-
patos de charol, debemos
poder movernos como
siempre lo hacemos, pero
durante las horas dedica-
das al entrenamiento creo
que es mas benéfico usar
pants y tenis, ya que nos
permiten mayor libertad de
movimiento, que es en rea-
lidad lo que estamos entre-
nando.
He sido artemarcialista
por 14 años, y siempre me
pregunté ¿por qué usamos
el uniforme si al momento
de defendernos en la calle
traemos nuestra ropa de
diario que no nos da la
misma libertad de movi-
miento y aún así puedo pa-
tear bien? ¿Por qué
entrenamos descalzos si en
la calle no vamos a andar
descalzos?
En una ocasión mi maestro nos pidió que por una semana
no usáramos el uniforme en la clase, que trajéramos la ropa
que usamos en el día, de preferencia el uniforme de la es-
cuela (no pants) o jeans, y me dí cuenta que a pesar de que
con esa ropa podía moverme bien, al momento de entrenar
no podía hacerlo tan rápido como normalmente podía, por-
que me estaba exigiendo mucho mas de lo que me hubiera
exigido una pelea de 3 minutos, me estaba exigiendo movi-
miento continuo por 90 minutos, y conforme pasaba el
tiempo de entrenamiento mas sudaba y mas se me pegaba
el pantalón a la pierna, me rozaba las ingles y menos podía
patear , y los tenis pesaban cada vez mas y mas.
De ahí aprendí que la vestimenta de entrenamiento influencía
bastante en el mismo, ya que nos puede aumentar el aprove-
chamiento de las horas que le dedicamos al entrenamiento;
el uso de tenis adecuados nos protege los tobillos y los talo-
nes.
Pero ¿Qué tenis me conviene mas usar?
Hasta este momento, los tenis mas recomendados para el
entrenamiento de este arte son los "Cross-Training", ya que
cuentan con buena suela con el relieve necesario para tener
buen agarre en la pared, soporte en los talones para ayudar-
nos con las caídas, y libertad de movimiento en los tobillos
para no trabarlos al momento de movernos.
De todo esto puedo decir que podemos practicar Parkour
con cualquier vestimenta, pero usar la adecuada para el en-
trenar nos lo hace más provechoso.
Son los pequeños miedos los que disi-
muladamente nos roban nuestras vidas.
Los grandes conceptos- muerte, pérdida,
significado de la existencia… esas cosas
tan grandes las podemos ignorar durante
la mayor parte de nuestros días. Filóso-
fos y teólogos pueden andarse con suti-
lezas e inquietarse sobre los detalles de
estos, pero la mayoría de nosotros no te-
nemos el tiempo, las ganas, o simple-
mente somos afortunados de no tener
demasiada curiosidad. Y muchos miedos
son racionales, claro está, y pueden ser
aliados de nuestras vidas; el miedo que
incrementa nuestra alerta al pasar por
una parte oscura de la ciudad, por ejem-
plo, o el miedo a caer que rápidamente
experimentamos al ponernos de pie de-
masiado cerca de un acantilado en un
día ventoso.
Sin embargo, el miedo es una bestia lista. Detrás de la fachada ra-
cional del miedo es donde el auténtico peligro se encuentra, enve-
nenado como la cola del escorpión y listo para picar.
¿Que parte de nuestro día es sustraída por estos pequeños mie-
dos? Es más de lo que puedes pensar en un principio. Son del tipo
de las que apenas notamos y raramente ignoramos. Están los mie-
dos que hacen el día más cómodo: El miedo a destacarse que nos
hace conformarnos casi todos los días; el miedo que se rían que
nos mantiene en silencio cuando querríamos soltar una carcajada;
el miedo al rechazo que nos hace evitar muchas conexiones poten-
ciales, etc. Estos miedos a los que estamos acostumbrados, nos
permite pasar el día de una forma tranquila y con los menores con-
flictos posibles. Son los miedos que nos hacen llegar a trabajar a la
hora, que nos retiene a la hora de cuestionar las opiniones o los
métodos de los superiores. Son los miedos que nos llevan hacia lo
que es llamado como metas respetables y que nos han dicho que
merece la pena conseguir.
El miedo asegura estar siempre a la defensiva, siempre
respondiendo en el presente a nuestras peores imaginacio-
nes de que traerá el futuro si no lo hacemos. El miedo a las
consecuencias limita las acciones que tomamos. El miedo
se convierte pues en el actor de nuestras vidas, mientras
que poco a poco nos unimos a la audiencia, convirtiéndo-
nos en meros espectadores de la rutina de cada preciado
día. Por ello pasamos tanto tiempo complaciendo a nuestro
miedo mientras que la vida pasa.
¿Que tiene que ver esto con el Parkour?
Todo: Pues practicar Parkour es perseguir ese
miedo, para superarlo. Enfrentarse a él des-
nudo y solo. En el parkour, es donde sacas tu
esencia. No hay ningún tipo de equipamiento
sobre el que confiar, no hay arneses de seguri-
dad o protecciones que ponerte, no hay compa-
ñero para relevarte cuando te encuentres
exhausto. Eres tú y solo tú. Lo único que te pre-
viene de lesionarte o hacerte daño son tus ha-
bilidades y tu juicio, el de nadie más. Algo que
en sí mismo es una gran proeza, pero que se
puede convertir en una carga. Eres tú quien se
enfrenta al miedo. Las teorías de otras perso-
nas sobre el miedo aquí no sirven para nada.
No puedes entender tus miedos de acuerdo a
Freud o Jung o cualquier otro- ellos no estarán
allí cuando hagas un salto de brazo, un fondo y
ruedes o cuando hagas un gato. En esos mo-
mentos eres solamente tú.
Parkour es movimiento, y todo movimiento está conectado al miedo.
Es a través de un principio conocido como “miedo-reacción” por el
cual nuestro cuerpo aprende, a una temprana edad que no hacer,
como no moverse, por qué no caerse. Aprendemos a evitar el dolor y
buscar la comodidad, y si experimentamos esa incomodidad debido a
una cierta acción, nuestro cuerpo nos quita las ganas de volver a in-
tentar esa acción otra vez. El “miedo-reacción” es nuestro modelo
condicionante de conducta frente al movimiento, respiración, pos-
tura… es algo aprendido frente al stress un susto o un golpe. Esto
afecta a todo el mundo, nadie escapa de ello.
Obviamente, este condicionante pertenece al pasado. Nuestro cuerpo reacciona en el
presente al miedo de lo que ocurrió en el pasado. Por lo tanto, el miedo pertenece al
pasado. Habita en nuestra memoria, y desde ahí es proyectado al futuro y, con norma-
lidad, nos encontramos a nosotros mismos viviendo en ese miedo en uno de los dos-
el pasado o el futuro. Esto quiere decir, que en el momento presente, el miedo no
existe en si mismo. Por ello, para librarnos del miedo, debemos vivir ese tiempo pre-
sente, vivir plenamente y ahora. No es fácil, pero el parkour es una disciplina que nos
puede ayudar a ello.
Es un hecho que nuestro potencial físico natural y nuestro talento están más allá que
los límites que nos ponemos nosotros mismos. Es el condicionamiento, tanto mental
como físico, el que nos aleja de esos límites, que nos permite el aprendizaje de habili-
dades y técnicas que nos permitan experimentar ese límite natural del cuerpo y des-
preciar los límites impuestos por nosotros mismos. No se trata de un mejora
progresiva de nuestras habilidades, si no más bien de un una disminución progresiva
de los miedos. Tan solo debemos liberarnos de nosotros mismo para poder encontrar
nuestro auténtico potencial. Debemos eliminar esos miedos para descubrir nuestra ha-
bilidad y soltura natural. La práctica de nuestro arte necesita que nos encontremos to-
talmente concentrados en el momento y libres de viejas limitaciones; después de todo,
su práctica implica la libertad de uno frente a los límites. Y es en ese preciso momento
de la auténtica práctica cuando empezamos a superar ese “miedo-reacción” y romper
sus barreras.
Es todo un proceso. Obsérvate; toma nota de las dudas, indecisiones, los pensamien-
tos negativos, y las tensiones mientras tu cuerpo se mueve. Date cuenta de que esas
cosas son elecciones tuyas con las que podrías estar perfectamente sin ellas. La ten-
sión es una opción. Inténtalo de nuevo. Haz un breve diagnóstico de tu cuerpo y te
darás cuenta de que hay muchos músculos que están innecesariamente en tensión.
Ahora elige relajar esos músculos. Fácil, después de percatarte de donde se encontra-
ban esas tensiones. El truco está llevar esta práctica afuera tanto como sea posible, y
la práctica será mucho mejor. De este modo, aprendemos a elegir nuestras acciones y
respuestas en vez de ser un producto de nuestras reacciones. Desde aquí podremos
destapar nuestro auténtico potencial, y de ahí es de donde surge la maestría. Ahí es
donde el “Flow” reside.
Cuanto más concentrado estés en lo que estés haciendo, menor energía y sentimien-
tos transmitirás a ese miedo del pasado y del futuro. Todo esto hará que tu acción per-
manezca completa y sin perturbaciones. Este concepto tiene numerosos nombres
dependiendo de cada cultura y filosofías- pero de nuevo, el nombre que alguien le dé
no significa nada para ti. Experiméntalo, ve a por él y te darás cuenta de que no nece-
sita ningún nombre.
El miedo es algo estático, no permanece en el movimiento. Imagínate un camino en mitad del bosque por la noche. Caminas por ese sendero normal-
mente. Ahora tu mente se imagina un ataque espontáneo de una serpiente o una araña cayéndote desde una rama. Es entonces cuando sientes el miedo,
y este va creciendo con cada paso que des. Sin embargo, imagínate que tienes tiempo para reaccionar y esa serpiente no tiene tiempo a atacarte, quedán-
dote fuera de su alcance. En ese momento no ha existido el miedo. Todos tus esfuerzos se han concentrado en moverte y escapar. El miedo existía antes
del ataque, y seguramente volverá después de él, pero en el momento de la acción, el miedo no ha existido.
Pero lo fascinante de ello es que durante el largo periodo que has estado andando por el bosque, sintiendo miedo, el hecho es que has estado a salvo y no
has sido atacado. En la pequeña parte en que te encuentras realmente en peligro, el miedo ha cesado. Entusiastas de los deportes de riesgo, así como los
supervivientes de situaciones extremas han sentido lo mismo.
En momentos de gran presión y necesidad, la angustia desaparece y
deja paso a nuestra esencia, a nuestras auténticas habilidades, pare-
ciendo súper humanos. No acercamos al miedo y este pierde su poder
frente a nosotros.
Ahora imagínate poder expandir ese momento de “no miedo” para la
próxima vez que tengas que caminar por ese sendero. El resultante es
un momento en el que vas precavido y alerta, pero sin problemas, sin
esfuerzo, sin paranoia. Es ahí donde debemos intentar encontrarnos.
En este estado de gracia, de soltura en el movimiento, libre de ese
“miedo-reacción” y de las tensiones innecesarias del cuerpo. Estar en
armonía con todo lo que normalmente estamos en conflicto. Esa es
nuestra auténtica naturaleza, aquella que permanece oculta durante la
mayor parte de nuestra vida hasta que aprendemos a movernos más
allá del miedo.
De este modo, sin miedo, pasear por el bosque oscuro se convierte en
una experiencia muy gratificante.
NELLY TARAZONA
MIGUEL MORA
ALEJANDRO YEE
ALAN OCHOA
top related