movimientos piqueteros
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“Movimientos Piqueteros: de la protesta
a la organización social.”
Eduardo Elías Gómez
Historia de América Latina S. XX
CELA 2014-2
Cambios o continuidades
La historia argentina de, por lo menos, la segunda mitad del siglo XX ha oscilado entre la
inestabilidad política, la ingobernabilidad, las crisis de legitimidad y el llamado “Estado fallido”.
Ante tal, la respuesta violenta y antidemocrática que han significado las dictaduras en ese país
aparece como una imagen perfecta del modelo general del ejercicio del poder que la clase
política (y/o una oligarquía) argentina se ha visto capaz de esbozar ante el contexto sociohistórico
que la rodea, es decir, el del neoliberalismo.
Concomitante a las experiencias políticas del neoliberalismo en la región, Argentina, como otros
países, experimentó la materialización de las políticas económicas de una manera agitada y poco
pacífica; en general, el panorama socioeconómico de la Argentina neoliberal desgastó en su pilar
productivo, disminuyendo como consecuencia a un sector social históricamente definido el cual
había significado, en la primera mitad del siglo XX, la gran base política del Estado argentino: la
clase obrera.
Estructurada en su mayor parte alrededor del peronismo, la organización de los trabajadores en
Argentina atravesó un periodo histórico ( aproximadamente desde la década de los sesenta hasta
el año 2000) que le fue poco favorable y que terminó por adelgazar un sector de trabajadores del
cual abrevar para sostenerse y dar continuidad a su presencia política, la cual había estado
históricamente sostenida durante el siglo XX y que para la primera década del siglo XXI habría de
devenir en una importancia marginal para la vida política Argentina.
En la década de los noventa, el Presidente de Argentina, Carlos Menem comenzó un proceso de
reorganización de la economía argentina, el cual, grosso modo, detuvo un titubeante proceso
industrializador que había venido nutriendo a la economía argentina por lo menos durante las
últimas décadas, lo cual significó eventualmente devolverle a Argentina su histórico rol de
agroexportador en el mercado mundial, así como el golpe a un sector obrero cuantitativamente
importante y con una presencia política consolidada durante el siglo. Desempleo, privatizaciones,
precarización de las condiciones sociales, corrupción, etc. Todo ello enmarcó y dio vida a una serie
de movimientos sociales que atravesarían la década y que habrían de tener un punto álgido
(¿último) en el año 2001 con una movilización generalizada que culminaría con la renuncia del
Presidente Fernando de la Rúa. Aunque este ensayo no ve ni postula, de entrada, una continuidad
histórica en el sector obrero peronista en la segunda mitad del siglo XX y la estructuración de un
sector desocupado (los piqueteros) en la década de los noventa y en la primera de este siglo, sí
remarca la coyuntura histórica del neoliberalismo argentino como un origen político-económico
que definió y reestructuró las maneras de organización y socialización de los sectores productivos,
modelando con ello la transformación política del otrora sector peronista hacia la difusa
estructuración del movimiento piquetero.
Cabe anotar que el análisis de un movimiento como el de los desempleados argentinos no puede
deslindarse de un momento histórico que lo trasciende y que, si no lo define, sí por lo menos le
otorga márgenes de acción dentro de su propia historicidad. Simultáneamente al auge de la
protesta social en Argentina, la región latinoamericana brilla por el nivel de efervescencia
sociopolítica que le otorga (o arrebata para sí misma) un lugar para la consideración de su devenir
político dentro del sistema global que parece constreñirla y definirla. Bolivia, Ecuador, Brasil;
indígenas, obreros, estudiantes, ambientalistas. Si se evita caer en el aislamiento de los procesos
históricos locales y se atiende a realidades ideológicas o políticas que trascienden una
territorialidad puede verse la concordancia de procesos políticos que, de otro modo, aparecerían
como excepcionales o aislados. Es así como el movimiento piquetero puede tener una explicación
propia como parte integral o como antecedente de esa “ola de democratización” de la vida política
latinoamericana propia de las dinámicas neoliberales de principios del nuevo siglo.
Del neoliberalismo al “capitalismo normalizado”
En 1997, después de los “ajustes de personal” (consecuencia de la privatización de la empresa
estatal a favor de la española Repsol) realizados dentro de la petrolera argentina YPF (Yacimientos
Petrolíferos Fiscales), un grupo de desempleados comenzó las protestas y los piquetes alrededor
de las avenidas principales de dos ciudades fuera del centro político bonaresense, en las provincias
de Neuquén y Salta.1 Una búsqueda minuciosa, puntual, acotada y aprehensible en un tiempo
corto de los orígenes del movimiento piquetero no haría más que desviar la atención hacia
1 Cfr. Paula Colmegna. “The unemployed piqueteros of Argentina: active rejection of an exclusionary form of
democracy” en Theomai. Núm. 7, primer semestre, Argentina. 2003.
detalles incidentales que pocos elementos aportarían para el entendimiento de la totalidad del
proceso. Así, detrás del incidente mediático o transgresor del corte de las calles (tema aparte es el
de su lugar como signo dentro del imaginario social argentino), el movimiento piquetero remite,
incluso después de la más superficial mirada, hacia un momento político que trasciende el
acontecimiento y que se posiciona más bien en una duración mayor como lo es el de toda una
década o, en términos concretos, un mandato presidencial.
A partir de 1989, los dos mandatos presidenciales de Menen se perfilarían como el núcleo duro de
las aplicaciones neoliberales en el estado argentino. Las compañías nacionales se vendieron a los
extranjeros, las aduanas fueron abiertas a las importaciones, etc. “Abrazando el discurso de la
necesidad de un estado eficiente con costos burocráticos menores, las nuevas medidas
privilegiaron a aquellos que tenían mayor poder económico y espacio para maniobrar”.2 Sin
embargo, más allá de las medidas concretas que determinaron las condiciones materiales para la
emergencia de distintos movimientos sociales, lo que me importa resaltar es el papel ideológico
que esas acciones tuvieron dentro de la conformación del nuevo sujeto político que habría de
tomar la forma de los desocupados.
El imaginario social y su relevancia como marco de posibilidades, propio de cada individuo,
establece una norma a partir de la cual las formas de sociabilidad existen como extensión de las
condiciones reales de las que emerge la sociedad. En un artículo publicado por la Universidad de
Salamanca, Martín Retamozo señala la importancia de entender el impacto de las medidas
neoliberales en la constitución de las subjetividades de los trabajadores argentinos antes y
después de esas mismas medidas.3
Desde su autodeterminación como “trabajadores desocupados”4, su impronta se encaminó a su
caracterización intermedia entre una marginalidad a medio camino, una exclusión forzada que
aparece reversible y una condición económica que define sus acciones y su lugar dentro de la
nación.
2 Ibíd.
3 Véase Martín Retamozo, “Los piqueteros: trabajo, subjetividad y acción colectiva en el movimiento de
desocupados en Argentina” en América Latina Hoy. Núm. 42, 2006. 4 María Antonia Muñoz, “La difícil construcción de una identidad colectiva: Los piqueteros” en AIBR. Revista
de Antropología Iberoamericana. Núm. 43, Septiembre-Octubre, México 2005.
Enmarcado en una lógica de pensamiento neoliberal, entregado de lleno a la economía por encima
de un perfil proteccionista, todo el significado de un mundo desplazado por las maniobras políticas
de un Estado que ya no lo es, cambia y parece volverse hacia los individuos como origen y centro
de toda problemática. El desplazamiento de la actividad productiva (el trabajo en su forma más
objetiva) hacia un vacío como el del desempleo dio lugar a que el mercado “como mecanismo de
coordinación social supuestamente legítimo y conveniente [produjera] una nueva forma de
subjetivación culpógena”5, la cual, dentro de la experiencia concreta de descolectivización e
individualización de la sociedad, orientaba hacia el individuo toda la responsabilidad de su realidad
concreta, alejando con ello toda la actitud crítica frente a las acciones del Estado y sus claras
orientaciones hacia el favorecimiento de intereses económicos muy lejanos a los del grueso de la
sociedad argentina.
Luego de la crisis del 2001 (que terminó con la presidencia de Fernando de la Rúa) y de los
titubeos que fueron las presidencias interinas durante los dos años siguientes, el comienzo de la
administración de Néstor Kirchner parecía perfilarse como una encrucijada que, dentro del mar de
la incertidumbre, parecía, por lo menos, algo distinto a la experiencia hostil y neoliberal de Carlos
Menem. Los cambios ocurridos dentro del primer tramo del mandato de Kirchner parecieron
significativos de un cambio en el enfoque y el acercamiento del Estado hacia los núcleos sociales
desde donde emanaba el conflicto.
A partir de su interés por regularizar la situación de los desempleados a través de la
implementación de Planes Sociales para los sectores desocupados, un aparente diálogo con las
representaciones políticas y una tolerancia frente a la materialización de la protesta, las dinámicas
internas y externas de las organizaciones piqueteras se transformarían radicalmente. Aún dentro
de una perspectiva de cambios políticos significativos, las transformaciones reales poco han
significado dentro de las estructuras socioeconómicas, las cuales siguen sin revolucionar la
estructura excluyente y clasista del Estado argentino.6 Así, el “capitalismo normal” de Kirchner y su
progresismo social poco han trastocado las bases concretas del origen de las protestas, lejos de
eso, su participación dentro del diálogo con los piqueteros ha hecho que el significado del
movimiento, su cohesión y su propio reconocimiento oscilen entre una entidad parasitaria a
5 Martín Retamozo, Op. Cit. P. 116
6 James Petras, “De la rebelión popular al ´capitalismo normal´en Argentina en Henry Veltmeyer et al.
Movimientos sociales y poder estatal. Lumen. México 2005. P. 54
merced del paternalismo de estado y una experiencia de protesta que no ha encontrado la fuerza
para significar una amenaza (o una propuesta) ante el caduco sistema político que la acoge.
¿Cómo es, entonces, que emerge una organización social que es capaz de sortear el laberinto
ideológico del individualismo para sostenerse sobre un discurso social en el que “el pueblo” se
resignifica como interlocutor y poseedor de soberanía dentro de la nación Argentina? ¿La forma
de protesta, el piquete, lleva una carga simbólica adherida a su eficacia tangible en las dinámicas
económicas de las ciudades? ¿Cómo se sitúa nuevamente la noción de “trabajo” dentro de la red
organizativa de los piqueteros?
Movimientos piqueteros: identidades, propuestas y organizaciones
La importancia política de toda enunciación pública (es una protesta) lleva consigo la impronta de
la especificidad material elegida por los actores que la ejecutan, la cual le otorga un sentido
adicional y concomitante al mensaje explícitamente pronunciado durante la misma. Dicho de otro
modo, la elección de la forma de protesta no es sólo una elección formal; es una elección política.
La entrada en escena de las protestas piqueteras, a mediados de los noventa no significó un caso
extraordinario de protesta social. Dichas protestas aparecían “inéditas” por el origen de sus
participantes y, quizás en menor medida, por las formas adoptadas. Nada más. “En general, a los
participantes se les llamó ´piqueteros´, dado su distintivo repertorio de acción, el piquete, que
consistía en obstaculizar la circulación en rutas y lugares públicos”7. Tales ocupaciones se volvían
más elocuentes al realizarte en torno a distintos puntos económicamente estratégicos, los cuales
se veían vulnerados con los piquetes. Todo ello con la consiguiente afectación tanto al sector
privado como, colateralmente, al Estado mismo.
El comienzo espacialmente acotado de las protestas dio lugar a una apreciación inicial por parte
de los interlocutores de las manifestaciones, que terminó por otorgarles una importancia marginal
y una imagen momentánea de protestas gremiales y materialmente acotadas.8 Sin embargo,
mientras la tasa de ocupación disminuía y las movilizaciones crecían, ese desorden primigenio de
trabajadores manifestándose por necesidades básicas (alimento, servicios de salud, vivienda, etc.)
dio lugar a una movilización, de entrada, cuantitativamente mayor, la cual, a largo plazo, daría
lugar a una transformación cualitativa que permitiría su trascendencia de una protesta “violenta”
7 María Antonia Muñoz. Op. Cit. P. 2
8 Cfr. Paula Colmegna. Op. Cit. P. 4
a una organización más sólida que sería capaz de trascender (al menos en principio) acotaciones
particularistas, como de gremio, ciudad, ideología etc.
Cabe mencionar que a pesar de la relativa espontaneidad de la organización de los desocupados,
se han realizado estudios que le han otorgado a los piqueteros el lugar de la actualización de toda
una genealogía histórica de actividad política en argentina. La “experiencia antecedente”9 de las
organizaciones piqueteras da cuenta de las trayectorias recorridas de muchos de sus líderes en
todas sus vertientes, pero también da luz sobre la extensión y la capacidad de movilización de
ciertos sectores piqueteros. Dicho factor, el de la experiencia antecedente, también ha servido
para explicar el alcance y la solidez de las propuestas políticas de algunas asociaciones y la
fragmentación y desaparición de otras.
Quizás el problema de la trascendencia de esas organizaciones (y de su pluralidad misma) pueda
explicarse también por un factor previo (o concomitante) a la expresión política y concreta de las
propuestas piqueteras. Dicho de otro modo, la construcción política que sirve de base y
justificación para las acciones concretas no está disociada de la construcción ideológica de las
subjetividades de los individuos, en particular, ni de las asociaciones en general.
Expresada como una convicción política o como una formulación discursiva independiente, la
impronta de la diferencia que se hizo presente entre los piqueteros desde el inicio habría de
convertirse en un elemento crucial para el desarrollo de todo el movimiento.
En general, esas especificidades habrían de tomar forma con la creación y denominación de
distintas agrupaciones de desocupados que enarbolaban banderas políticas e ideológicas que poco
tenían de incluyentes en la realización concreta de la política, pero que seguían insertos en el
margen de la lucha por el reconocimiento y la atención hacia el sector cada vez más creciente de
desocupados o subempkeados.
A partir de ello, pueden identificarse por lo menos tres lógicas de organización distintas que
habrían de complejizar la, por sí misma problemática, heterogeneidad de los manifestantes.10
(Partiendo de la identificación de referencias ideológicas, puede cuestionarse también la
formulación unitaria de un “movimiento piquetero”, sin embargo, parecen existir realidades
9 Véase, Ada Freytes,, “Movimientos piqueteros: alcances de su construcción política” en Política y Cultura.
Núm. 27, primavera, 2007. P. 124 10
Maristella Svampa, “Movimientos sociales y nuevas prácticas políticas en argentina. Las organizaciones piqueteras” en Nómadas. Núm. 20, 2004. P. 115
concretas y elementos ideológicos, referidos más adelante, que dan coherencia, si no cohesión, a
todas las expresiones políticas de los desocupados argentinos.)
En primer lugar, algunas formas de organización piquetera eligen la lógica sindical como la base
de relación y el lugar propio desde el cual entablarán relaciones frente a sí mismos y frente a sus
interlocutores (otros sindicatos, el Estado, los medios, etc.) , tal como lo hizo la facción
denominada Federación de Tierra y Vivienda ligada a la Central de Trabajadores Argentinos.
En segundo lugar, los partidos políticos de izquierda han aparecido como una alternativa viable y
reconocible en el universo institucional hacia el que se dirigen gran parte de los reclamos.
Ejemplos de ello son el Polo Obrero ligado al Partido Obrero o bien el Movimiento Teresa Vive,
asociado al partido trotskista Movimiento Socialista de Trabajadores.
Por último, otra lógica de constitución política elegida por varios sectores del movimiento
piquetero generó organizaciones comunitarias y locales que se han mantenido al margen de la
discusión oficial y sindical, lo cual les ha permitido un arraigo distinto y más sólido que los otros
polos de organización que se plantan frente al Estado en los mismos términos institucionalizados
que él impone como precondición para un diálogo y un reconocimiento.
¿Cuáles son, dentro de todas esas aristas de una misma figura, los elementos que dan
concordancia y cohesión a las diversas posturas adoptadas por los distintos grupos desocupados?
¿Hacia dónde conducen esas diferencias (o similitudes) dentro de su autodeterminación y
construcción como sujetos sociales frente a un Estado hostil y elitista?
Si existe algo que aporta coherencia o unidad a la “torre de babel piquetera”11 además de la
dinámica de confrontación (la misma autora señala el carácter diferencial del movimiento
piquetero, arguyendo que su potencia está en marcar distancia frente a otro sujeto por encima de
darse “identidad” o coherencia a sí mismos12) es quizás el replanteamiento de su lugar político en
función de dos conceptos de sobra conocidos y utilizados en más de un contexto: trabajo y
democracia.
¿Cómo convergen esos dos conceptos en una protesta social enmarcada por la aplicación de
medidas neoliberales en una sociedad históricamente reconocible por su organización obrera?
Todo el conjunto de valores y significados que lleva consigo la reintroducción en el espacio
11
María Antonia Muñoz, Op. Cit. P. 9 12
Id. “Conflicto político y nuevos protagonismos democráticos. Estudio de caso. La cuestión piquetera” en Araucaria. Vol. 11, núm. 21. 2009. P. 103
público de la antítesis ideológica y concreta del discurso político hegemónico (el problema de la
representatividad y participación política y el problema del desempleo) hace evidente una cara de
la modernización económica que poco coincide con los pilares discursivos a partir de los cuales se
legitimó un Estado en su nueva forma neoliberal.
La igualación del problema de la exclusión política y la exclusión económica reformula todo el
constructo oficial que poco alude a las consecuentes situaciones concretas que afectan
“colateralmente” a aquellos “desafortunados del mercado”. Asimismo, alejar la enunciación de
esas exclusiones de los espacios tradicionales de participación política y llevarlos popularmente a
la voluntad “del pueblo” no hace sino reactivar las nociones de soberanía y empoderamiento de la
cual abrevarán en muchas ocasiones todas las facciones del movimiento.
Llenar de sentido el concepto de democracia o el del desempleo se vuelve necesario cuando el
proyecto que se tiene de frente está orientado a reconstruir espacios de sociabilidad que
históricamente definieron (o al menos influyeron significativamente en) la forma popular de
ejercer la ciudadanía (y trastocaron todas las subjetividades derivadas de tales construcciones.
“La lógica del mercado (la privatización de la situación) tuvo como consecuencia la construcción
del problema del desempleo como algo puramente privado-individual.”13
Esa desarticulación del sentido axial de la organización social abona asideros a la construcción de
una voluntad de protesta y acción que busca (al mismo tiempo de hacer público-político el
problema) darle cabida dentro de las discusiones oficiales al estatus de los desempleados.
Es ese mismo paradigma mercantilista neoliberal el que reduce toda la profundidad política de la
ciudadanía y la democracia a una mera relación clientelar y mediada por dinámicas económicas
verticales que vulneran, por definición, la integridad de cada individuo como ciudadano y de cada
organización comunitaria que emane de él. “El desempleo masivo, las privatizaciones y la
retracción del estado del control de los servicios públicos contribuyó a evidenciar la acotada
significación de la democracia en el contexto de las políticas neoliberales”14. Así, cada ciudadano
desaparece en tanto no tenga la posibilidad material/económica suficiente para ser reconocido
como interlocutor del Estado y como sujeto de derechos.
13
Martín Retamazo. Op. Cit. P. 118 14
Paula Colmegna,Traducción es mía. Op. Cit.
Es frente a ese viraje de sentido impuesto por el paradigma neoliberal que el empoderamiento de
los desempleados argentinos cobra sentido. Considerando eso, ¿resulta propositiva la
manifestación de los piqueteros o redunda en una relación clientelar vertical frente al Estado? ¿Su
aparición se explica como excepcional o existe en concordancia con otros movimientos sociales?
¿Todas sus ramificaciones politizadas debilitan, difuminan o potencian su lugar en la política
argentina? ¿La actualidad de la forma de protesta y de la construcción de un nuevo sujeto social se
esfumó dentro de la administración kirchnerista? ¿Trascendió el reclamo gremial? ¿Cómo se
resolvió (si es que lo hizo) la contradicción entre la instrumentación de espacios públicos
comunitarios y alternativos y la presencia de demandas de inclusión dentro del modelo de estado?
Los piqueteros y el Estado: resolución y conflicto. Conclusiones.
Si bien el proceso de definición de alteridades no supone la consolidación firme de un movimiento
social, el caso de los piqueteros, como ya se dijo, puede ser ilustrativo del poder de la definición a
partir del nombramiento de interlocutores. El caso de los piqueteros frente al estado argentino
pone de relieve la importancia de los términos en los que se han de definir las relaciones entre las
facciones del movimiento y los sectores oficiales. “La relación con el gobierno que gestiona
recursos de los distintos niveles de la administración estatal se establece por un lado en la
confrontación y, por el otro, en la interacción necesaria en la administración e implementación de
los planes sociales.”15
El problema de los Planes Sociales, como punto de encuentro entre el estado (desde la presidencia
interina de Duhalde hasta la administración kirchnerista) ha significado el catalizador necesario
para la reformulación de la existencia de los piqueteros. Tales programas sociales, consistentes en
subsidios mensuales sobre la canasta básica a un número relativamente reducido de desocupados,
apareció como estrategia política paliativa que debilitó, en algunos casos, al movimiento y, en
otros, les dio las bases para construir una continuidad. Su propósito nunca fue solucionar el
problema sino “contener” el descontento.16
Con el correr de los años, esas dinámicas de contención, que al cabo significaron los planes
sociales, desdibujaron la potencia cuantitativa del movimiento. Paralelo a esas dinámicas de
15
Martín Retamazo, Op. Cit. 120 16
James Petras. Op. Cit. P. 73
negociación, la cooptación y la represión también jugaron un papel decisivo dentro del desarrollo
de los movimientos. 17
¿Cuál es, entonces, el lugar de un movimiento social portador de valores de sociabilidad y política
disruptivos y antagónicos dentro de un estado incapaz (o desinteresado) por la interlocución y la
resolución de problemáticas sociales invisibilizadas y marginadas de la atención oficial?
Siguiendo a Pierre Bourdieu, toda organización y protesta de desempleados pone en tela de juicio
la división entre “excluidos” y “desocupados”, puesto que frente a la condena al asistencialismo, a
la ayuda social y a la caridad, su estatus de desocupados desaparece y es convertido en un estatus
de marginalidad. 18 El poder de los desocupados, como movimiento social contemporáneo,
adquiere fuerza y coherencia cuando el discurso propositivo de transformación de las maneras
democráticas y laborales del estado logra articularse como, aquello que Bourdieu llama, un
utopismo razonado. Un análisis social fundamentado en la praxis, "en la fundación de proyectos y
acciones realistas, estrechamente ajustados a los procesos objetivos del orden que buscan
transformar.”19
El valor de la sociabilidad y la organización aparece como relevante y como alternativa (coyuntural
o de larga data) para contrarrestar las deficiencias de los estados volcados a las medidas
neoliberales. El valor de las manifestaciones piqueteras, como propuestas de autonomía o de
articulación de sujetos políticos definidos en un campo oficial, reside en la visibilización de
sectores (y de horizontes de posibilidades) considerados inexistentes o inviables.
Sin embargo, el paso del valor de una protesta a la eficiencia de una organización, exige la
conjunción de elementos muy diversos que permitan fortalecer la presencia política al mismo
tiempo que se exige supera los esencialismos de clase, de localidad, de gremio, de nacionalidad,
etc.
Ante eso, la experiencia argentina peronista (y/o populista) aparece como una piedra de toque
imposible de evitar, la cual plantea el problema de la historicidad de la construcción concreta del
concepto de “pueblo” y el problema del lugar de éste frente al estado.
17
Cfr. Maristella Svampa. P. 117 18
Véase, Pierre Bourdieu. “Las acciones de los desocupados arden” en Pensamiento y acción. Libros del Zorzal. Buenos Aires, 2005. P. 41 19
Ibídem. P. 35
Así, los problemas de sociabilización deben trascender las dinámicas sindicales, partidistas,
clasistas, asistencialistas, rebeldes. Poner la mirada en un proyecto nacional fallido exige una
postura de crítica y reconstrucción, no una de atomización e indiferencia.
Cuando el éxito del movimiento de desocupados radica en su desaparición el problema de la
inclusión debe prescindir de los lastres (internos y externos) que le impidan integrarse en
dinámicas productivas supracomunitarias. Su existencia dentro de dinámicas “pos-neoliberales”20
exige consideraciones teóricas sobre su lugar dentro de los nuevos órdenes nacionales;
consideraciones que no pueden significar la sustracción real o simbólica de órdenes superiores a
los que se pertenece.
Como conclusión y en palabras de Bourdieu, “la asociación de todos aquellos y aquellas que,
gracias al combate cotidiano contra los efectos más funestos de la política neoliberal, obtienen un
conocimiento práctico de las virtualidades contestatarias que encierran, podría desencadernar un
proceso de respuesta y de creación colectiva capaz de ofrecer, a quienes ya no se reconocen en el
mundo tal como es, la utopía realista sobre la cual podrían organizarse esfuerzos y combates
diferentes pero convergentes.”21
La simultaneidad de movimientos argentinos de la última década es elocuente sobre el lugar de los
sujetos (e intereses) sociales emergentes: los desocupados, los sindicatos, los movimientos
ecológicos, los volcados a problemas como la seguridad, la educación etc.22 Si un desafío hay (y
una posibilidad) es aquel de no deslindar las caras problemáticas de una misma realidad. La
apuesta de todos esos movimientos sociales debería estar en su concordancia y potencial de unión
más que en su convivencia superficial e inexistente.
Bibliografía
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Argentina” en OSAL. Año XI, núm. 28. Noviembre, 2010. Pp. 95-119. Consejo
Latinoamericano de Ciencias.
20
Véase, Emir Sader. “El desafío teórico de la izquierda katinoamericana” en Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano. Num. 23, año 2. Septiembre 2009. (Consulta en línea) 21
Ibid. “Manifiesto por los estados generales del movimiento social”. P. 120 22
Véase. Gustavo Antón, et , “Una década en disputa. Apuntes sobre las luchas sociales en Argentina” en OSAL. Año XI, núm. 28. CLACSO. Noviembre, 2010.
Bourdieu, Pierre. Pensamiento y acción. 2° Ed.Libros del Zorzal. Buenos Aires, 2005. 160
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Svampa, Maristella. “Movimientos sociales y nuevas prácticas políticas en argentina. Las
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