más maldito karma (spanish edition) · que me echaran cosas en cara por la mañana temprano. —y...
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Índice
PORTADADEDICATORIACAPÍTULO1CAPÍTULO2CAPÍTULO3CAPÍTULO4CAPÍTULO5CAPÍTULO6CAPÍTULO7CAPÍTULO8CAPÍTULO9CAPÍTULO10CAPÍTULO11CAPÍTULO12CAPÍTULO13CAPÍTULO14CAPÍTULO15CAPÍTULO16CAPÍTULO17CAPÍTULO18CAPÍTULO19CAPÍTULO20CAPÍTULO21CAPÍTULO22CAPÍTULO23CAPÍTULO24CAPÍTULO25CAPÍTULO26CAPÍTULO27CAPÍTULO28CAPÍTULO29CAPÍTULO30
CAPÍTULO31CAPÍTULO32CAPÍTULO33CAPÍTULO34CAPÍTULO35CAPÍTULO36CAPÍTULO37CAPÍTULO38CAPÍTULO39CAPÍTULO40CAPÍTULO41CAPÍTULO42CAPÍTULO43CAPÍTULO44CAPÍTULO45CAPÍTULO46CAPÍTULO47CAPÍTULO48CAPÍTULO49CAPÍTULO50CAPÍTULO51CAPÍTULO52CAPÍTULO53CAPÍTULO54CAPÍTULO55CAPÍTULO56CAPÍTULO57CAPÍTULO58CAPÍTULO59CAPÍTULO60CAPÍTULO61CAPÍTULO62CAPÍTULO63CAPÍTULO64CAPÍTULO65CAPÍTULO66AGRADECIMIENTOS
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ParaMarion,Ben,DanielyMax:
vosotrossoisminirvana
CAPÍTULO1
Eldíadenuestramuertenotuvoningunagracia.Yellonosedebióúnicamente a la muerte en sí. Para ser exactos: ésta tan sólo ocupó elpuestonúmeroseisdelospeoresmomentosdeldía.Enunospuestospordetrás —en el décimo— acabó el momento, sucedido un par de horasantes, en el que Sylvie, mi compañera de piso, se plantó delante de micamadeIkea,medestapóymesoltó:
—Daisy,llevascincomesessinpagarelalquiler.—¿Yporesomedespiertastanpronto?—mequejé.Misojosintentaron,envano,acostumbrarsealaluz,ymicabezame
dio a entender que el día anterior debería haberme bebido entre tres yochotequilasmenos.
—Sonlasdosdelatarde—repusomordazSylvie.Llevaba su carca conjunto de estudiante-de-Derecho-en-el-último-
semestre, mientras que yo estaba tumbada en ropa interior que olía ahumo.
—Pueseso,pronto.Metapélacabezaconlasábana,perolamuyasquerosamelavolvió
a quitar.Después abrí un pocomás los ojos yme di cuenta de quemisotrosdoscompañerosdepisotambiénestabanenmiminicuarto,delqueSylviehabíadichounavezquehabíazonasarrasadasporunhuracánqueparecían más ordenadas. Ahí estaban, por un lado, Ayshe, la rollizaprofesora de secundaria en ciernes, quemás adelante quería dar clase aniñosdeemigrantespobresparaquepudiesenllegaraseralgomásqueloque se esperaba de ellos; y, por otro, Jannis,mimejor amigo desde elcolegio.Delgadoycongafas,eraelúnicode los tresquenoparecíadetanmalcafécomounsalafistaenunconciertodeMileyCyrus.
—Tu rollo de anoche ha hecho pis de pie en nuestro retrete—meregañóAyshe.
Mepusedelado:elbrasileñocachasalquemehabíallevadolanocheanteriordelapistadelBerghainyasehabíaido.Sinquedarseadesayunar.Comoamímegustabanloshombres.
—Apuestoaquenisiquierasabescómosellama—añadiócorrosiva.—Pues claroque lo sé—contesté con cierto descaro, no soportaba
quemeecharancosasencaraporlamañanatemprano.—Ybien,¿cómosellama?—Esto...Nomeveníaalamemorianiatiros,pero,claro,nopodíaadmitirlo,
y por ello busqué un nombre cualquiera que sonara brasileño. Pordesgracia tenía tal dolor de cabeza que sólo se me ocurrían chorradas.Cosas como Bonorro, Bonoloriño o Longofalo, unos nombres quepreferínodecir.
—SellamaFalcao—espetómalhumoradaAyshe.—Y¿cómoesquesabestúeso?—preguntésorprendida.—Porquellevosemanasdiciéndotequemegusta.Mierda, sí, eraverdad.Peroni semehabíapasadopor lacabeza la
noche anterior. Cuando uno está borracho, lo olvida todo. Y cuando setoma unas pastillas. Y se está cachondo. Sobre todo cuando se estácachondo.
Meincorporéunpoco,meapoyéenlaparedydije:—Deberíasdarmelasgracias.—¿Lasgracias?—Ahorasabesquemeadepieyquenoteconviene.Ayshenomediolasgracias.—Muy bien, y ahora ¿podríamos volver a lo esencial?—intervino
Sylvie—.Queremoselalquiler.—Lopagarécuandomedenelpróximopapel.—Daisy,laúltimavezquetepagaronporactuarfuehacesiglos.—Bueno,enlahistoriadeluniversolossiglossonalgomuyrelativo
—objeté.Hacía sietemeses, en la serieAktenzeichenXY, y el papel era el de
unachicaquehacejoggingyencuentrauncadáver.Eneserodajemiúnicafrasefue:«Creoquehepisadoalgo».
—¿Ysiprobarasconuntrabajodeverdad,paravariar?—propusolabocazasdeAyshe.
—Menudachorrada—respondí.Noestabahechaparateneruntrabajodeverdad.Probéunavez,yno
mehizoningunagracia.—Seguro que pronto le dan un papel —intentó mediar Jannis
mientrasselimpiabalasgafasconladescoloridacamiseta.EralaúnicapersonaenlafazdelaTierraqueaúncreíaenmitalento.
CreyóenmícuandohicedeBestiaenLabellaylabestiaconelgrupodeteatro del instituto, en Bremerhaven. Y también cuando encarné a unajovendrogadictaenunpapelsecundarioenlaseriededetectivesTatortenKielyunimportanteperiódicosemanaldijodemí:«Eltalentojuvenilesotracosa».Ysiguiócreyendoenmí inclusodespuésdequeperdiesemiempleoenuna telenovelaporque la redactorade la cadenaopinóque lagentenoqueríaver«mujeresconunacaraconpersonalidad»despuésdecomer.Conlode«mujeresconunacaraconpersonalidad»,claroestá,serefería a alguien como yo: con la nariz ligeramente torcida, el pelorebeldedechuchoylosojosdeuncolorindefinible.Cuandolalocadelaredactorame insinuóademásquehabíaunacosaque se llamabacirugíaplástica, le respondíquecongustomeocuparíadeque lehiciese faltaaella.Esonoayudó loquesedicemuchoaqueesacadenamedieramástrabajo.
—Queremoseldineroahora—afirmócondeterminaciónSylvie.—Decidme, ¿vosotras dos, en qué momento os volvisteis tan
puñeteramente serias? —quise saber. Antes éramos amigas íntimas ysalíamosaquemarBerlín,yahora,depronto,erandosbobasmayores.
—Estoyorganizandounabodaquehayquepagar—insistióSylvie.—Túytussueñosdeprincesa—contestéesbozandounasonrisilla.Ellatorcióelgesto.—Antesa lasprincesaslascasabanalafuerza,¿sabes?—añadícon
amabilidad—. Y luego las encontraban en un húmedo castillo de losCárpatos,conuntíoviejoygordoquenohabíaoídohablarensuvidadelalimpiezadentalprofesional.
—Daisy, tú tan románticacomosiempre—apuntóJannis,ysepusolasgafas,yalimpias.
—Los humanos son las únicas criaturas que quieren atarse parasiempreaunaúnicapareja.
—Esoesloquehacequeseamostanespeciales—adujoSylvie.—También somos las únicas criaturas que han inventado armas
nucleares,residuostóxicosyaRonaldMcDonald.—Nuncasabrásloqueeselamor,Daisy—replicómicompañerade
piso,noconacritud,sinomásbiencompasiva.El amor. También lo había probado. Y tampoco me hizo ninguna
gracia. Menos incluso que el trabajo de verdad. Fue en Bremerhaven,cuando aún iba al colegio. Tom tenía veintiún años, estudiaba algo
relacionado con los medios de comunicación y tocaba en un grupoalternativollamadoSchlumpfinesLovers,LosamantesdePitufina.Lovienelescenario,sentímariposasenelestómago,empezamosasalirydejéquemedesvirgara.Yposiblementehubieseseguidoconélunpocomássiesas semanas mi madre no hubiese enfermado de cáncer y muerto acámararápida.PoraquelentonceseraunpocodifícilhablarconTomdemidolor.Todoloqueseleocurriódecirparaanimarmefue:«Lamuerteesunaputada».
A las dos semanas del entierrome preguntó: «¿Cuándo volverás aestar de humor para acostarte conmigo?».Y al cabo de cuatro semanascortódiciendo:«Meagobiademasiadovertetriste».
Enesemomentolasmariposasdemiestómagosufrieronunamuertelenta, dolorosa.[1] Después fue precisamente Jannis, mi discretocompañerodeclase,laúnicapersonadelmundoconlaquepudehablardetodo:demimadre,conlaquesiempreestabadiscutiendo,cosadelaqueme avergonzaba mucho cuando murió. De mi padre, del que sabía quetenía un lío desde hacía tiempo con una compañera de su despacho deconsultoría(sí,mipadrenisiquieraesperóaquelamuerteloseparasedemimadre).Ydequenadamegustaríamásquedejarelputoinstituto,enelquenohacíanotracosaquedarelcoñazoconlasegundapartedeFausto,guerras mundiales y discusiones de curvas. Jannis me entendía. Era elúnico.
DosdíasantesdelexamendeselectividadmelarguédecasaymefuiaviviraBerlínaunpisocompartidoconAysheySylvie,queenaquellaépoca no estaban obsesionadas con el trabajo, sino que eran mujeresdivertidas,a lasque lesgustabaempinarelcodo. Jannismesiguiópocodespués.EstudiabaHistoria,yyo trabajabaen loque llamabamicarreradeactriz.Quería interpretarpapelesquefueran importantesparamí,quefueranimportantesparalaspersonas.ComoMerylStreepoGlennCloseoSandra Bullock. Pero por desgracia yo no era Streep, Close o Bullock.Pordesgraciayosóloerayo.Ahora,enelecuadordelaveintena,Jannisseguía siendo el único hombre que había entrado enmi cuarto del pisocompartidoconelquenohabíaacabadoenlacamadeIkea.Elsexo,esosiemprelohabíatenidoclaro,secargaríanuestraamistad.Yparamíesoeralomásvaliosodelmundoentero.
—Hayunacosamás—añadióSylvie.—Memuerodeganasdesaberquées.
—¿Porcasualidadayerporlanochemecogistedinerodelacartera?«¿Cómo,sino,habríapagadoeltaxiparavolveracasa?»,pensé.—No, yo no —mentí como una bellaca, y añadí, haciéndome la
ofendida—:Ymeparecefatalquepiensesesodemí.ASylvienoleconvenciómuchomirespuesta,perocomoabogadaen
potencia, sabía que, en casodeduda, sin pruebasnohabíamás remedioqueabsolveralacusado.Semordióloslabiosyrespondió:
—Dejaremoselalquilerparalasemanaqueviene.Entonces,opagasotevasalacalle.
—Yhoylimpiastúelretrete—espetóAyshe.Antes de que pudiera decir nada, ya habían salido las dos de mi
habitación.Respiré hondo.Y Jannis también. La caza de brujas le habíaparecido desagradable.Ymi comportamientomás aún.Cohibido, cogióunahojadelatristeplantadelarepisadelaventana.Lahojasedesmenuzóensumano.
—Daisy, también tienes unas cuantas facturas sin pagar—comentóJannisseñalandounmontóndecartassinabrir.
—Ennuestrasociedadlasfacturasestánsobrevaloradas.—¿Ylahonradez?—¿Cómodices?—AyerporlanochetevicogerelmonederodeSylvie.Eseinstanteenelquememiróprofundamentedesilusionadoocupóel
puestonúmeronuevedelospeoresmomentosdeldía.Depuravergüenzamemetídebajodelasmantas.
—¿Creesquenopuedoverteahídebajo?—preguntóJannis.—No,porquesoyinvisible.—Y¿cuándovolverásaservisible?—Nunca.—¿Esésetuplanparasolucionartodoestelío?—Puessí,ymeparecemuycreativo—aseguré.—Ymuymeditado.—Meditarlascosastambiénestásobrevalorado.—Esimpresionanteloadultaquepuedesser,Daisy.—Sí,¿no?—Yahoraenserio,asínopodemosseguir.Nolodijoentonodereproche,perosícategórico.Ysupequetenía
razón: no, así no podíamos seguir. Al menos no sin un expreso doble.
PeroantesdequepudierapedirleaJannisquemehicierauno,mesonóelmóvil.Busquéel teléfono,envano,enelcaosdemihabitación llenadetrastosycajasdepizzavacías(lapizzaeramialimentobásico:siyateníaunacaraconpersonalidad,bienpodíaesforzarmeparatenertambiénunabarriga con personalidad). Jannis sacó el móvil de mis pantalonesvaqueros,lomiróydijo:
—Tuagente.Mi agente se llamaba Schmohel y tenía importantes contactos
nacionales e internacionales... en su día. Hacía unos treinta añosaproximadamente.Ahoraensuagenciasóloteníacontratadostresartistas:una servidora, una estrella de películas policiacas trasnochada y unmonologuistacómicocuyosatrocesjuegosdepalabraspodíanhacerquelosespectadoressufrieranunaneurismacerebral.
Me caía bien el viejo y desgreñado Schmohel, y por motivosincomprensibles, probablemente porque su hija había cortado todarelaciónconél,yotambiénlecaíabien.Seacomofuere,mediounbuensubidón ver su nombre en la pantalla. Y es que si Schmohel llamaba,seguroqueeraporquequizátuvieseunpapelparamí.LequitéelteléfonoaJannisymiagentemesaludóconestaspalabras:
—Daisy,cariño,¿túsabesfrancés?Ni papa, habría sido la respuesta correcta, pero como estábamos
hablandodeunpapellementí:—Puesclaro.—Estupendo,cariño—sealegróSchmohel—.¿Quédiríassitedigo
dospalabras:JamesBond?—Diría: ¡Diosmío!—exclamé, ya que sabía que justo entonces se
estaba rodando enBabelsberg la nueva película de JamesBond, tituladaYouwillneverdiealone,Nomorirássolo.
—SeríamejorquerespondierasmonDieu—rioSchmohel—.Tengounpapelparatienlapelícula.
—¿Cómolohasconseguido?—Casinomepodíacreertantasuerte.—AlaproductoradeBond,BarbaraBroccoli,laconozcodesdeque
su padre hacía las películas con Sean Connery y ella era una niña quejugabaconmuñecas.ABarbaraseleacabadecaerunaactriz,yhayquecubrirsupapelcuantoantes,yalverseeneseapuro,lapequeñaBarbarasehaacordadodelbuenodeSchmohel.
—Y¿quépapel es?—preguntéentusiasmada.Esperabacon todami
almaque,contratodopronóstico,pudieraserunachicaBond.—Hacesdeunaagentedelserviciosecretofrancésquemuere.Tienes
unapáginaescasadediálogo.AdiósalachicaBond.Aunqueesoestabaclaro.Perodabalomismo:
cualquier papel en una película de Bond por fin pondría enmarchamicarrera.Y,sobretodo,traeríapastaamibolsillo.
—Sólohayunacositadenada—observóSchmohel.—¿Cuál?—Dentro de media hora tienes que estar en los estudios de
Babelsbergcaracterizada.¿Podrás?Sino,acortaránelpapelycogeránaunafigurante.
EnBerlín,unonosepodíafiardeloscercanías,paraelloselhorarioeramásbienalgoorientativo.Asíquedebíairencoche,yconeltráficoberlinéstampocoibamuysobreseguro.Perosilodecía,nomedaríanelpapel,poresocontesté:
—Salgoahoramismo.
CAPÍTULO2
Después de ducharme, vestirme y pintarme —tardé en total cincominutosymedio—,fuicorriendo,nerviosa,alapuerta,dondeJannismepusoenlamanounexprésdoble.Melobebídeuntragoydije, locadecontenta:
—Con un trabajo así seguro queme saco cincomil euros. Por finpodrécomprarmeropanueva.
—Y¿quémás?—repusoél.—Muebles.—Y¿quémás?—repitió,aúnmásinsistente.—Seguroqueencuentroalgunascosasdivertidas.—Elalquiler—apuntóentonodereproche.—Ah, sí, sí..., claro, el alquiler—balbucí—.Noveas las ganas que
tengodepagarlo.—Me gustaría seguir compartiendo piso contigo —afirmó con
rotundidadJannis.—Notepreocupes,viviremosjuntostodalavida—contesté.Jannis esbozó sumelancólica sonrisa, que siempreme incomodaba
unpoco.Me temíaque seguía enamoradodemí en secreto, comoen elcolegio. El día quemuriómimadreme dio un ataque de llanto en susbrazos.Ycuandoporfincorrieronlasúltimaslágrimaspormismejillas,melasquitóbesándomeconternura.Peroyonoledevolvíelbeso,porqueentoncesestabaconTom,campeónmundialde laempatía.Desdeque lorechacéesavez,Jannisnohabíavueltoahacerningúnavance.
—Nos vemos —dije, y me di la vuelta para marcharme y, comotantasotrasveces,hiceaunladolaideadequeaúnpudierasentiralgopormí. Porque si de verdadme quería, le haría daño, puesto que yo no loqueríaaél.Yesaideaerasencillamenteinsoportable.Janniseralaúnicapersonadelmundoalaquenoqueríahacerdañonunca.[2][3]
Bajé la escalera de nuestro antiguo edificio berlinés a la velocidaddel rayo, salí corriendopor la puerta yme subí a todaprisa ami viejoVolkswagenescarabajo,quehabíaconocido tiemposmejores.Y tambiénhabía pasado hacía mucho la última ITV. Pero funcionaba. Y ¿qué másdabasiteníarotaunadelasluceslargas?
AtravesézumbandounBerlínquenodejabanuncadefascinarme.Serespiraba historia en todas partes; por desgracia una historia amenudodesagradable.Porejemplo,Hitlerseguíaestandopresenteenciertomodocon monstruosidades arquitectónicas de piedra como el Ministerio deHacienda. Cada vez que algo me recordaba a Hitler, sentía que seconfirmabamiopinióndequeDiosnoexistía.SiDiosexistía,¿porquénodejó caer sobre Hitler mil kilos de pesados bombones de chocolate ymerengue?
MimadreintentóunayotravezmetermeaDiosenlacabeza,peroyaen la adolescencia era incapaz de imaginar que existiera un podersuperior.Esalgoquecuestacreercuandotumadreestáenelhospitalconcáncer y tu padre anda por ahí magreándose con su Elseasesora. Pocoantesdemorir,mimadreserefugióderepenteenelbudismo,porquesuenfermera, que era de la India, le hablómaravillas de él. Pero amí esareligión no me resultaba mucho menos absurda que la idea de queexistieraunDios.Queunosereencarnabaenunanimalsinohabíasidobueno... ¿Qué clase de lógica era ésa? ¿Cómo iba eso a hacer que unapersonafueramejor?Ysi,enefecto,todosloshombresacababansiendoanimales, ¿no sería preferible que todos nos volviéramos vegetarianos?No, lodequehabíavidadespuésde lamuerteeraunapatraña.Loúnicoquehabía,garantizado,eralanada.Igualqueantesdelavida.Sihubiesealgo,lomásprobableesquelorecordáramos.
—Daisy—medijoentoncesenelhospitalmimadre,muydelgadayfrágildebidoalaenfermedad—,túloquetienesesmiedodecreerenalgosuperior.
—¿Porquéibaatenermiedodeeso?—pregunté,untantotozuda.—Si creyeras en algo superior, también sabrías que en ti hay algo
grande.—Y¿quésesuponequees?—Esotendrásqueaveriguarlotú.No entendí a qué se refería, y hoy por hoy seguía sin entenderlo.
Sencillamentenohabíanadagrandeenmí.Mientrasconducíanoparabademirarelmóvil, intentaba leeren la
destrozada pantalla —seguro que Apple debía más de la mitad de suvolumendenegocioalareparacióndeiPhonesquesecaíanalsuelo—lapáginadelguionqueyamehabíamandadoSchmohelpore-mail.Madremía: ¡no era una escena cualquiera! Actuaba con Bond, James Bond.
Interpretadopor elnuevoagente007MarcBarton,unhombrealque seconsideraba el actor más ambicioso de Hollywood y al que ese año larevista People había nombrado Sexiest Man Alive, nada menos que elhombremás sexy delmundo.Barton estaba casado con la actrizNicoleKelly,queasuvezhabíasidoelegidaSexiestWomanAlive, lamujermássexy del mundo, por Esquire. Vivían en un apartamento supercuco enNuevaYork,nimásnimenosqueenCentralPark,yformabanunaparejaen cuya presencia inclusoAngelina Jolie yBrad Pitt parecían carcas deadosado de Bremerhaven. Entonces, ¿como qué sería yo, que en laeleccióndeSexiestWomanAliveacabaríaenelpuesto2.782.346.338?
Mientras se me pasaban todas estas cosas por la cabeza, seguíaleyendoenelmóvil:sinoentendíamal,sesuponíaquedebíahacerdeunainformadora francesa que da pistas a Bond sobre el paradero de unterrorista que, para ser mentalmente inestable, se había apoderado dedemasiadascabezasnucleares.Ysí,pordesgraciaenesaescenateníaqueintercambiar unas frases en francés conBond.Tonta demí, no sabía loque decían esas frases, y menos cómo se pronunciaban. Así que mepondría en ridículo con todas las de la ley delante de la superestrellainternacionalBarton.
Sinembargo,nomeentróelpánico,porqueconfiabaenquetodosesolucionarasobrelamarcha.Afindecuentas,eraunagrandefensoradela tesis de que la mayoría de los problemas debían solucionarse, a serposible,solos.Pordeprontoqueríaaprendermeelrestodeltexto.Yllegara losestudiosdeBabelsberg.Ydejaratrásalpolicíaquemehacíaseñassubidoasumoto.
¿Unpolicíaquemehacíaseñas?VayaporDios,eraverdad,teníaunpolicíaamiladoquemeindicaba
quefuesealaizquierdayparase.Hiceloquemeordenabaybajélaventanilla.Elpolicachas,queen
otrascircunstanciassindudamehabríaparecidomonoconsuinformedecuero,mepreguntó:
—¿Podemosirmirandoelmóvilcuandovamosconduciendo?—Bueno,nosésiustedpuede,peroyo...—repuse.—Larespuestacorrectasería:no,nopodemos—mecortóelagente.
DiolavueltaamicocheypedíaDiosquenovieralapegatinacaducadadelaITV.
—SucochenohapasadolaITV.
¿HacenfaltamáspruebasdelainexistenciadeDios?—Ibaahoramismoapasarla—sonreí.—Y¿quiénsesuponequesetienequecreereso?—Eh...¿Usted?Sumiradaseoscureció,yyodecidícambiardeestrategia,abordéal
agentemirándolofijamenteasusoscurosojos.SeríaderisasielencantodelabuenadeDaisynomeayudaraasalirdeésta:
—¿Nopodríaustedhacersumaravillosavistagorda?—Ahórreselasmolestias,soyhomosexual.AdiósalencantodelabuenadeDaisy.—Podría presentarle a un amigo mío bailarín muy majo que es
superdivertido...—propuse.—Yustedpodríasalirdelcocheydarmesucarnédeconducir.—Elbailarínestequeconozcoesmiembrode losChippendales.Va
debomberoyhaceunascosasconlamangueraque...Elagentemedirigióunamiradamássombríaaún.—...queporlovistoaustednoleinteresan—concluí,suspirando.—Bienvisto.Mebajédelcocheabatida,entreguélasllavesyelcarnédeconducir,
mecayeronunamultayvariosconsejos,lospasosquedebíadarsiqueríavolveraconducirmicoche,quesellevaríalagrúa.Porúltimo,elpolicíasefueensumoto.Frustrada,meapoyéenelescarabajo,mirélapantallarotadeliPhoneyconstatéquehabíaperdidodiezvaliososminutos.Presadelpánico,meplanteécogerelcercanías.Perosi lohacía—auncuandoporunavezseavinieraasaliralahoraprevista—llegaríaalrodajeconmediahoraderetrasonadamenos,esdecir,conunretrasoinadmisible.Ynoteníapastaparauntaxi.Almenosnopararecorrermásdesetecientosmetros.Asíytodomeplantéenlacalzadayparéalprimeroqueapareció.Mesubíy lepedíal taxistaqueme llevaseaBabelsberg.Lodecómo lepagaría sería un problemamás que a ser posible tendría que resolverseporsísoloeneltranscursodeltiempo.
Sinembargo,comonotardéendarmecuenta,quizádeberíahabermefijado más en él. En Berlín uno se podía topar con taxistas muyespecialitos,yesehombretatuadoparecíauncombatientechechenoquesealimentabaabasedepitbull.Cuandoel tiposeenteraramástardedequenopodíapagarlacarrera,nocreoquesepusieracomolocodecontentoysemarcaraunadanzatípicachechena.
Con el objeto de crear buen ambiente, le pregunté qué ponía en eltatuajequelucíaenelafeitadopescuezodetoro:
—Sutatuajeparecemuyinteresante.¿Quésignifica?—Sangreyhonor—repusoconunmarcadoacento.Másmevaldríanohaberpreguntado.—Yohacerencárcel.—Y¿porquéestuvoenlacárcel?—quisesaber,curiosademí.—Porhomicidioquehacer.«Homicidio que hacer» no sonómuy bien. No sonó nada bien. La
verdadesquemeparecióunamierda.—Médicosdecirquetenertrastornodelcontroldelosimpulsos.—¿Cómodice?—Quererdecirquenopodercontrolarmiagresión.—Esometemía.—¿Qué?—bramó.—Nada,nada—meapresuréadecir.—Peroahoratenermejorcontrol—afirmó,unpelínmástranquilo.—¿Significa eso que ya no pierde los nervios por tonterías? —
pregunté,tannerviosacomoesperanzada.—¿Tonterías?¿Quétonterías?—Aver,unejemplocualquiera...Pongamosporcasoquealguienno
lepagalacarrera...—No—respondió—,entoncesnoperderíalosnervios.—Bien—respiréaliviada.—Sóloromperíapiernas.Yeseinstanteocupóeloctavopuestodelospeoresmomentosdeldía.
CAPÍTULO3
LlegamosalabarreradelosestudiosdeBabelsberg.Elconserjedijoquemeestabanesperando,laabrióycontinuamoshastaungranedificio.Allímebajédeltaxi,yelhombredeltrastornodelcontroldelosimpulsosdijo:
—Cincuentaycuatroeurosconveinte.—Ya—respondí con la mayor desenvoltura posible—, no pare el
taxímetro.Ahoramismovuelvo.Siunproblemanosesolucionabasolo,comoestabayofirmemente
convencida,losuyoeraaplazarlosinmás.Conestafilosofíaseguroquehabríasidounapolíticadeprimera.
—Bueno, no sermi dinero el que correr por taxímetro—gruñó elchecheno.
Sihubiesesidosincera,habríatenidoquedecirle:enrealidadsí.Peroenlugardehacereso,ledediquélamásencantadorademissonrisas.Enesemomentovinodirectaamíunaapesadumbrada treintañeraconunoscascos en la cabeza, a todas luces la directora de producción, y mepreguntó:
—¿EresDaisyBecker?—Algunateníaqueserlo—bromeé.—Llegas muy tarde —replicó, cortante, sin seguirme la gracia lo
másmínimo.—Sólounpelín.—Tratéderelativizar.—La falta de puntualidad es uno de los siete pecados capitales—
espetócomounabrujaenunapelículadeDisney.—Nocreoyoque...—Yllevarlacontraria,otro.Decidíqueeramejornodecirnipío,porquealparecertodoloque
dijera podía ser utilizado en mi contra. Con un brusco movimiento demano, lade loscascosme indicóque lasiguiera.Enfilamos lospasillosdelestudioalacarrerahastallegaramaquillaje,dondemeesperabaunamaquilladoragorditaconmásdeveintecofrecitosdepinturas.
—Tenemos que recuperar el tiempo perdido —ordenó la de loscascos,ysefuepitandoaagobiaraotro.
Lamaquilladoramemiróembelesadaconsucaradepanyexclamó:—Québien.Duranteunsegundopenséquelegustabamicara,perodespuésdijo:—Meencantanlosretos.Cuandoacabóconmigo,mimaquilladacaraestabacomonunca,casi
comoladeunaestrelladeverdad.Yyo,radiantedealegría.Sinembargo,lamaquilladora,menosentusiasmada,suspiróydijo:
—Bueno, quizá en posproducción puedan hacer algo con elordenador.
Mialegríaseesfumóenelacto.En ese instante volvió a entrar la directora de producción, queme
llevó a rastras tres espacios más allá, con la responsable de vestuario.Segúnelguionyodebíallevarunceñidotrajedecombate.Lafigurinista,unamomiavieja,torcióelarrugadomorro.
—Parallevarunbodyhayquetenerbody.—Yotengobody—objeté.—Yomásbienlollamaríamole.Antesdequepudieracontestarle,lamomiaempezóaenumerartodos
misdefectos:—Demasiado baja, las piernas demasiado gordas, los pechos
desiguales,untraseroenelquepodríanaterrizarhelicópteros...Añadíparamisadentros:Yunospuñosconlosquesepuedenromper
dentaduraspostizas.Laviejameendilgóunbodynegrodelátex,pusounosalfilerespara
que me sentara mejor y, cuando me miré en el espejo, se me pasó elcabreoconellacomoporartedemagia.Mevisupersexy.Quélástimaquenosepudieratenermaquilladorasyfigurinistasenlavidareal.
Perolamomia,menosentusiasmada,suspiróydijo:—Bueno, quizá en posproducción puedan hacer algo con el
ordenador.Traguésaliva,ofendida,peroentoncesladirectoradeproducciónme
sacó de vestuario para llevarme al plató. Mientras me esforzaba porseguirleelritmo,mecontóqueibaaconoceralrealizador,StevenBendis.Nomesonaba,pero¿quiénsesabíalosnombresdelosdirectoresdelaspelículasdeBond?
Entramos en un gran estudio donde andaban de un lado para otrocámaras,técnicosdeiluminación,técnicosdesonidoyeléctricos.Delante
deuna paredverde, los escenógrafos colocabandistintas cosas: piedras,cristalesrotos,mueblesdeoficinadestrozados.
Lade loscascosmepresentóal realizadorStevenBendis,uncalvobajito vestido de negro y con unas gafas rojas de marca. Nada másterminar, se puso a revisar las últimas noticias en su smartphone, y elrealizadormepreguntóeninglés:
—¿Ereslaquehacedeinformadorafrancesa?—Sí,ysemehaocurridounacositadenada—probéparasolucionar
elmásacuciantedemisnumerososproblemasenuninglésmásomenospasable, gracias almogollón de series de televisión americanas quemetragaba—:¿no seríamuchomejorque la informadora fuesealemanaenlugardefrancesa?Unaalemanaayudandoauninglés,seríacomoexpiarlospecadosde lasegundaguerramundial, tendríauncaráctersimbólicogenial...
—¿Sabes cuántomegustan los figurantes que tienen ideas para suspapeles?—meinterrumpióelcalvo.
—¿Nomucho?—Preferiríaquemetrituraranelcerebroaescucharlos.Porlovistoesehombrenoerapartidariodelajerarquíahorizontal.—Escucha,pequeña.—Bendisseñalóeldecoradode losescombros
—.Tuescenasedesarrollaenlaazoteadeunrascacielosparisinoduranteunataqueconmisiles.—Señalólaparedverde—.Elrascacielos,elataqueconmisilesyelhelicópteroseañadiránmástardeporordenador...—Hizounabrevepausayexhalóunlevesuspiro—.EsunapenaquenosepuedahacerlomismoconMarcBarton.
Porlovistoaalguiennolecaíabiensuprotagonista.Bendissedirigióaladeloscascos:—Porcierto,¿dóndeestánuestrasuperestrella?—Meacabademandarunmensaje.Dicequehahechounoscuantos
cambiosmásenelguion.—¿Cambios? ¿Otra vez? —El director parecía absolutamente
desesperado.—Quiereque,enlugardeenunrascacielos,laescenaseruedeenla
torreEiffel.Asílafotografíaserámejor.—Pero...perosiyalotenemostodolisto...—Poruninstantecreíver
lágrimasensusojos.—Barton siempre anda buscando una solución mejor —repuso la
directora de producción, encogiéndose de hombros—, es unperfeccionista.
—Envolvermeloco.—¿Habláisdemí?—oímosdeciraalguiendetrásdenosotros.Todos nos volvimos:MarcBarton era exactamente igual que en el
papelcuché.Rubio.Conbarbade tresdías.La sonrisadeundios joven.Llevabavaquerosyunacamisainformal.Nuncahabíavistoanadiellevarcamisas informales con tanta informalidad. Lo acompañaba un pequeñojack russell que no se separaba de su lado. EraBoopsie, el perro de laglamurosa pareja, que acababa de ser elegido por la revista Elle elSweetestDogAlive,elperromásmonodelmundo.
Elrealizadorlepreguntóconnerviosismoyciertasumisión:—¿DeverdadquieresquepaselaescenaalatorreEiffel?—Pues sí. —Barton sonrió. Su sonrisa era increíble de veras.
Cualquiermujersederretiríaalverla.HastaAngelaMerkelcantaríaWhatAMansilaviera.¡Menudohombre!
—Perotardaremos...tardaremoshorasengestionarlotodoconlosdeefectosespeciales.
—Puesaplazaremoselrodaje.NoqueremosqueéstaseaunapelículadeJamesBondcualquiera,sinoelmejorBonddetodoslostiempos.
—Peroesocuestadinero,muchodinero...—sequejóelrealizador,yseleformaronperlasdesudorenlacalva.
—Estoy firmemente convencido de que puedes asumir el retraso ylos gastos inherentes.—Barton sonrió como un tiburón que se hubiesehechounblanqueamientodental.
—Marc...—suplicó,desesperado,eldirector.—Y estoy firmemente convencido de que sabes enmanos de quién
estáelpoderdedespedirte.Elhombresequedóblanco.Entoncesescuchamosunruiditoyempezóaolermal.—Uy.—Bartonesbozóunalevesonrisayacaricióalpequeñoterrier
—. Por lo visto a Boopsie no le ha sentado muy bien la comidavegetariana.
Elrealizadorsepusoblancocomolaparedynodijomás.Bartonsevolvióhaciamíypreguntó:
—¿Ytúquiéneres,mujercitadelátex?Marc Barton me estaba hablando. ¡A mí, Daisy Becker, de
Bremerhaven! El corazón seme aceleró. Las piernasme flaqueaban. Elcocoloteníareblandecidodesdehacíaunbuenrato.Y,sinembargo,ahoradebíadeciralgoingenioso.
—Grdll—repuse.Nohacíafaltaquefuesetaningenioso.—¿TellamasGrdll?—Blmm.Bartonsedirigióaladirectoradeproducción:—¿Lehadadounaapoplejía?—No,sólosehaquedadoalgomudaentupresencia.Laestrellamemiródearribaabajoyconstató:—Quéoriginal.Sonreícomounaauténticaidiota:¡aMarcBartonleparecíaoriginal!—Claroqueoriginalno tieneporquésernecesariamentebueno—
añadió.Lasonrisasemeborródelacara,yrecuperéelhabla.—¿Qué...quésignificaeso?La de los cascosme lanzó unamirada severa. Estaba claro lo que
quería decirme con ella: contradecir a la estrella era otro de los sietepecadoscapitales.
—En una película de Bond espero mucho de una mujer.—Bartonsonriócondesdén.Ysialguiensabíasonreírcondesdéneraesehombre.
Pese a la mirada de advertencia de la tía de los cascos, no pudequedarmecalladaycontestécontonoagridulce:
—Bueno, quizá en posproducción puedan hacer algo con elordenador.
—Hastalatecnologíamáspunteratienesuslimitaciones—sonriólaestrella.
Ningúnhombremehabíadesencantado tandeprisaenmivida.ParamíahoraeraTheNervigstManAlive,elhombremásirritantedelmundo.
—Pero¿sabescuáleslabuenanoticia?—dijoconlasonrisaaúnmásancha.
—¿Cuál?—contesté,confiandoenquedijeraalgobuenodemí.—Queyahequitadotupapeldelguion.—¿Grdll?—MiJamesBondesunJamesBonddelsigloXXI.Esunhackermás
quecapazynonecesitaayudadenadieparaobtenerinformación.
—Porfavor,señorBarton,necesitoestepapel—supliqué,dejandoaunladoelorgullo—.Todavíanohepagadoelalquilerymicarreravademal...
—Yéseesmiproblemaporque...—inquirióaburrido.—Noessuproblema—balbucí—,peropodríahaceralgobuenode
verdad...—Yahago bastantes cosas buenas, pequeña.El año pasado doné un
millón de dólares para que los niños africanos reciban clases deinterpretación.¿Cuándofuelaúltimavezquehicistetúalgobueno?
Nomevinonadaalamemoria.—Eso pensaba.—Barton sonrió y se diomedia vuelta, dispuesto a
marcharse—.Voyacorrerunpocoenlacinta.Avisadmecuandoestélistoelcambiodeescena.
Boopsie se tiró otropedo enmidirección.El nombredel perronopodía ser más apropiado. Acto seguido la estrella y el perrodesaparecieron del set, y con ellos también se esfumó mi papel. Y mioportunidad de pagar el alquiler. Y la carrera al rompepiernas deltrastornodelcontroldelosimpulsos.
El director se dio la vuelta, se secó el sudor de la calva con unpañueloymascullóenvozbaja:
—Debíescucharamispadresyhacermeauditor.Eneseinstanteamítambiénmehabríagustadoserauditora.Ydesear
tener semejante profesión pasó a ocupar el séptimo lugar de los peoresmomentos del día. Fue el último momento de la lista menos malo quenuestramuerte.
CAPÍTULO4
Abatida, fui a queme desmaquillaran—lo cual duró un buen rato,pueseranmuchas lascapasdemaquillaje—ydespuésmeencaminéa lamomiadevestuario.Porelotroextremodelpasilloveníaamiencuentroeltaxistachecheno:alparecernoqueríaseguiresperandoporsudinero.
—¡Cientotreintanueveeurosconochenta!—megritódesdelejos.En vez de responder, hice como que no lo había visto,me volví y
echéaandardeprisaporelpasillo.Siunproblemanosesolucionabasoloytampocosepodíaaplazarmás,siemprecabíalaposibilidaddehuirdeél.
—¡Cientocuarenta!—exclamóelchecheno.Eltíoteníauntaxímetrointerior.
Empecéacorreryoíamisespaldasqueélhacíalomismo.Doblélaesquina,miréamialrededor,presadelpánico,yviuncamerinoencuyapuertaponía«MarcBarton».Comosabíaquelaestrellaestabaenlacinta,decidíabrirlapuertayescondermeenelcamerino.Elsitionopodíasermáslujoso:trestelevisoresdegamaalta,unequipodemúsicaBangundOlufsen, varios dispositivos de Apple y, en medio de tantos trastosmodernos, un sofá de terciopelo en el que daba la impresión de que lamismísimaMaríaAntonietahabíapuestosurealpompis.Nadamáscerrarlapuertamellegóunolorfuerte.¡Boopsie!Elterriervinohaciamí.Ynosólosabía tirarsepedos,sino también ladrar.Peroesonopodíahacerlo,yaqueentonceseltaxistaentraríaenelcuarto.
—Cierraelpico—leordené.Pero el chucho se puso a ladrar conmás ganas. Y se tiraba pedos
como un poseso. Aunque la peste me ofuscaba, se me ocurrió que elchucho sólo atendía a órdenes en inglés. Busqué rauda la traduccióninglesade«cierraelpico»ydije:
—Closethepick.Estaba bastante segura de que no era una buena traducción. Ahora
Boopsieestabaapuntodehiperventilardetantoladrar.—Shutup!—exclamé.Y el perro se calló. Pero sólo porque me estaba mordiendo en la
pantorrilla.Yo,encambio,memordíellabioparanochillarydelatarme.Desesperada, intenté quitarme de encima al terrier, pero los dientes del
chucho se me hundían en la carne cada vez más. No podría soportarmuchomáseldolor.Mepuseamoverlapiernacomounalocaaunladoya otro, y al final conseguí lanzar lejos al bichejo. Y lo hice con tantafuerzaquesalióliteralmentevolando.Porelaire.Hastaquelaparedpusounbruscofinalalvuelo.Boopsiegañóunossegundosyporfinsecalló.
—¡Cientocuarentayuneurosconveinte!—oíquedecíaelchechenoalpasarpordelantedelcamerino.
Contuve la respiración. Los pasos se alejaron. Lancé un suspiro dealivio.Ymiréalperro:seguíainmóviljuntoalapared.Aquellonoteníabuenapinta.Meacerquéaély lediconelpie.Nada.Aquello teníamuymalapinta.Meagachéy lozarandeé:nohacíanadadenada.Aquellonopodía tener peor pinta.Aterrorizada, cogí un espejo de lamesa y se lopuse delante del morro: el espejo no hizo la menor intentona deempañarse.¡Madre...del...amor...hermoso!
MehabíacargadoaBoopsie.Alperromásqueridodelmundo.Probablemente no haga falta mencionar que ese instante pasó a
ocuparelpuestonúmerocincodelospeoresmomentosdeldía.ParacolmodedesgraciasoíquealotroladodelapuertaBarton,al
móvil,decía:Callyoulater,Sugarbutt.En circunstancias normales me habría sorprendido que Barton
llamaraasumujerculitodeazúcar,peromeentróelpánico,porqueyanoestaba corriendo en la cinta. Enseguida la estrella del cine haría suapariciónymepillaría.Yloqueeramuchopeor:¡veríaalterrierfiambre!
Muertademiedo,cogíelperroy loescondídetrásde losmullidoscojinesdelsofáantiguo.JustoantesdequeBartonentraseenelcamerinoconsuinformalropadedeporte.Empecéabalbucirenelacto:
—Seguro que le extraña mucho que esté aquí, pero hay unaexplicaciónmuysencilla,quees...quees...
Noteníanilamásremotaideadecuálera.—Sécuáles—meayudóBartonrisueño.—¿Ah,sí?—preguntéatónita.—Noereslaprimeraquesecuelaenmicamerino.Claro.—Y tampoco eres la primera que se quiere acostar conmigo para
conseguirunpapel.De pronto me pregunté si me devolvería el papel si en efecto me
metíaenlacamaconél.Ypensé:«¿Porquéno?Siasípuedoparticiparenuna película de Bond...». Sin duda había cosas peores para medrar queacostarseconelSexiestManAlive.
Bartonsemeacercódespacio.Muydespacio.Yentoncesmeasustómipropiovalor:habíatenidoalgunoslíosdeunanoche,sí,peroningunoquefueseunidoacontraprestación.¿Quéclasedemujerseríasimeibaalsofádeterciopeloporunpapel?
Ysemepasópor lacabeza,horrorizada,queeraunsitioalquenodebía ir con él bajo ningún concepto, porque en ese caso ¡nosacostaríamossobreelperromuerto!
—Ahoramegustaríaestarsolo—afirmóBarton—.Tengoquehacermáscambiosenelguion.
Casinomelopodíacreer:¿meestabarechazando?¿Noqueríaecharunpolvorápidoconmigo?¿Paranorebajarse?
Mechocótantoqueenunprimermomentonisiquieramedicuentadequesesentabaenelsofá.Ycuandomepercatéyaerademasiadotarde:Bartonseapoyóenelcojíntraselqueestabaelperromuerto.Sólotardómediosegundoenconstatar:
—Quéraro.—Bueno,puessiesloquequiere,lodejosolo—meapresuréadecir.Quisemarcharme, pero Barton quitó el cojín y descubrió el perro
muerto.Empezóatemblar,desencajado.—Yparaesotambiénhayunaexplicaciónmuysencilla,quees...que
es...—HasmatadoaBoopsie—dijo,sindarcrédito.—Sí,probablementeseaésa—admitíapocada.BartoncogióenbrazosaBoopsieyloestrechóconfuerza.Amíya
nomehacíaelmenorcaso.Queríallorar,peronolohizo.Comosiyanosupiese cómo darle rienda suelta a las lágrimas. Pero llorara o no, vicuánto quería a ese chucho pedorrero.Dentro deMarcBarton había unniño.Yyolehabíahechomuchodañoaeseniño.
Puestonúmerocuatro.
CAPÍTULO5
Tras lograr salir del recinto del estudio, volví a Berlín en elcercanías. Con el traje de látex. Sin papel. Sin dinero.Y sin autoestima.Habíarobadoamicompañeradepiso,lehabíaquitadoelbrasileñoamiotracompañeradepiso,habíaestafadoauntaxista,habíamatadoalperromásqueridodelmundoy,conello,casihabíahecholloraraunaestrellainternacional.Perolopeoreraqueporuninstantehabíaestadodispuestaavendermicuerpopormicarrera.
UnmendigoentróenelvagónysepusoatocarconunoscucharonesLa cucaracha para sacarse un dinero. En ese momento me habríacambiadosindudarloporél.
AlllegaracasameencontréenlaescaleraconSylvieysuprometido,Lars,médico residente en el hospital universitario Charité. Lars, al queella llamaba cariñosamente Larsi-Schmarsi, era guapo, listo, deportista.Seguroqueprontoviviríanenunbarriobien,porlanochebeberíanbuenvinotintodelantedelachimeneay traeríanalmundoaunoshijossanosquejugaríanalhockey,iríanauninternadoinglésyacabaríanelinstitutosacandolasnotasmásaltas.Yo,encambio,tendríacomomuchounhijo,yesosiestabalobastanteborrachaconunodemisrollosdeunanocheparanodarmecuentadeque sehabía resbalado el condón.Yami ignorantechurumbellomoleríanapalosloshijosdegentecomoSylvieyLars.
—Anda,yaveoquetienesuntrabajonuevo—sonriómicompañeraalvermeeltrajedelátex.
Porlovisto,JannisnolehabíacontadoquehabíaidoaunrodajedeBond,cosaqueagradecímuchoenesemomento.
—¿Sabesqué,Sylvie?—repuseconlamayornaturalidadposible—,esomedoleríamássituprometidonomemiraradeesamaneraelculodelátex.
SylviemiróenfadadaasuLarsi-Schmarsi,que,alhabersidopillado,apartólavista.Lanochedelaselectaparejasetorcería.[4]
—Vasaacabarenlacalle—meespetóSylvieconvozahogada.Ésaeraunaconclusiónqueyoempezabaacompartir.
Sylvie arreó a Larsi-Schmarsi mientras yo entraba en el pisoarrastrandolospies.Eneseprecisoinstante,Aysheibaporelpasilloconunacestaconropasucia.Primerosequedóperplejaalvermeel trajedelátex,perodespués secompadeciódemí.AdiferenciadeSylvie, ella seacordabadequehabíamossidobuenasamigas,ydijoconsuavidad:
—Daisy,tienesquecambiardevida,enserio.Pordesgracianomeexplicócómohacerlo.Ayshesemetióensuhabitaciónsinecharmelabroncapornohaber
limpiadolatazadelváter.Algoeraalgo.—Lodehoynotehaidomuybien,¿eh?—Jannis,enlapuertadela
cocina,sonrió.—¿Porquélodices?—contestécansada.—Tehevistoconmejorcara.Ypocasvecespeor.Ynuncavestidade
látex.—¿Sabesloquenecesitoahora?—Claro—repusorisueño—.Amaretto.Desdeaquellalejanaadolescenciaenlaqueelalcoholdeverdadaún
nossabíademasiadoamargo,elAmarettoeranuestrabebida.Tomábamosesacosadulzonaconchocolatecalientesiemprequeaunode losdos lehacía falta consuelo. Era nuestro ritual. Sí, si los problemas no sesolucionabansolos,nosepodíanaplazarytampocosepodíahuirdeellos,siemprequedabalaposibilidaddeemborracharse.
Medespojédel trajede látexenelcuartodebaño,mediunaduchaparaquitarmelapestequemehabíadejadoy,yaconunosvaquerosyunasudadera,fuialahabitacióndeJannis,queestaballenahastalostopesdelibrosdehistoriaymapasde lasguerraspúnicas. ¿Deverdadexistieronlos púnicos? ¿Quién lo sabía, aparte de él y sus colegas historiadores?Probablementenisiquieralospropiospúnicos.
Nos sentamos en el suelo, como antes; quemamos incienso, comoantes;yescuchamosaTomWaits,comoantes.
—¿Mequieres contar qué ha pasado?—inquirió Jannis cuando vioquedespuésde tomarmetres tazasdechocolateconAmarettoseguíasindecirnada.
—Laverdadesqueno.—¿Melocontarás,detodasformas?—Siespreciso.—Noloes.
—Gracias.—Tambiénpodemosverunapelícula.—Muybuenaidea.Cuando se trataba de ver una película durante una crisis, siempre
escogíamos Alien, así nunca corríamos el peligro de tener que ver apersonasquefueranmásfelicesquenosotros.
Pocoantesdequeelmonstruosalieradelpechodelastronauta,Aysheentróydijoindignada:
—Nomelopuedocreer.—Porfavor,nomedes la tabarracon lode limpiarelváter—pedí
sinfuerzasy,contantoAmarettoenelestómagovacío,tambiénunpocoachispada.
—¡Nomerefieroalváter!—Ahoramedirásqueelbrasileñotambiénsehizopisenotrositio.—¡Merefieroaesto!Me enseñó su smartphone, donde estaba abierta la página del
periódicoSpiegel-Onlineyseveíamifoto.Encimaponía:«Antiguaactrizdetelenovelamataalperromásqueridodelmundo».
Númerotresdelospeoresmomentos.Después de leer el artículo, Jannis se volvió hacia mí y dijo con
suavidad:—Ahoraestaríabiendecir:esunerror.Nopude.Nopudedecirnadamás.Estabaacabada.Sería,deporvida,
lamujerquematóaBoopsie.Novolveríanaofrecermeningúntrabajo,anoserparaira«Laisladelosfamosos».Nisiquierapodríalargarmealotro extremodelmundoyponermeavendergafasde sol enunaplaya,porquetodoelplanetaconocíaalperrodeBarton.
Ayshesaliódelahabitaciónsacudiendolacabeza.JannisparóAlien:se veía al monstruo saliendo del pecho del astronauta. Ahora inclusoenvidiaba a ese hombre.Ehiceun esfuerzopor no llorar. Jannis seguíamirándomeconternura.Nomelomerecía.
—Soyunamierdapinchadaenunpalo.—Claroqueno,Daisy.—¿Unamierdacomounacasa?—Tampoco.—¿Comolacopadeunpino?—Notienesporquéodiarte—dijo.
—Desdeluegoquesí—contesté,ymeechéallorar.—Desdeluegoqueno—insistióél,ymeabrazó.Llorécontra suesmirriadopechodepaloma.Nomehabíavueltoa
darunallantinaasídesdequemuriómimadre.YentoncesJannistambiénme abrazó. Y, como aquella vez, cuando acabé de llorar me secó lasúltimas lágrimas a besos. Pero a diferencia de aquella vez, yo ahora noestaba con nadie, así que le quité las gafas y le devolví el beso. Nosbesamos...ynosbesamos...ynosacostamos.
Jannis era el hombremás tiernoconelquehabía estadoenmivida.Ningunamujercondosdedosdefrente lohabríadejadoescapar.Peroamí nunca nadie había podido echarme en cara que tuviera dos dedos defrente.Noeradignadeél,yasíselohicesaber.
«Deja que eso lo decida yo», repuso, y me miró con cara deenamorado.
Por muy bien que me hubiera venido, sencillamente no podíacorresponderasuamor.Meodiabademasiadoparahacerlo.
Melevantédelacamaymevestí.Jannissepusolasgafasymemiróheridoenlomáshondo,perono
dijonada.Sólocuandomecalcélaszapatillasdedeportecomentó,conlosojosylavozapenados:
—Sylvietienerazón,nuncasabrásloqueeselamor.Mellegóalalma.Cogí la botella de Amaretto y salí del cuarto sin decir nada,
plenamenteconscientedequemehabíacargadonuestraamistad.Eraunamierdacomolacopadeunpinoypunto.Puestonúmerodos.
CAPÍTULO6
LamuertedeBartonylamíanofuelamuertemástontadelafazdelaTierra.Ese títuloprobablementecorrespondaa ladefuncióndeGarryHoyel9dejuliode1993.SegúnWikipedia,elabogadoqueríademostraraungrupodeestudiantesqueelcristaldelToronto-DominionCentreerairrompible.Ylohizoenelpiso24.Cogiócarrerillayseestrellócontraelcristal.Quenoerairrompible.
¿Qué se lepasaríapor la cabezamientras caía? ¿Porquénodejé acargo de la prueba a mi asistente? ¿Ojalá no hubiera sido un listillo?¿Tendrétiempodedarmedecabezazosporbobo?
Enmimuertesemepasaronporlacabezacosasmuydistintas.
Traslargarmedelpiso,deambuléporunanocheberlinesapasadaporagua conmi botella deAmaretto bajo el brazo. Pasé por delante de undispensadordeperiódicos:elBildteníamifotoenprimeraplana.Encima,eltitularrezaba:«AsesinadeperroslocamataaBoopsie».
Asesinadeperrosloca:¿quiénnoquerríapasarasíalahistoria?Sin embargo, ver el periódico tuvo algobueno: por lomenoshizo
quenopensaraenJannis.Clavélavistaenlapáginaymepreguntésinopodría explicarle a Barton que el taxista tatuado me dio pánico y queBoopsie seguiría con vida si el tipo no me hubiese perseguido. QuizáBartonmeperdonara.Seguroqueloharía.Ydespuésdaríamosunaruedade prensa juntos, la estrella me rehabilitaría a ojos del mundo y al serfamosameofreceríanotrospapeles.
Bien,hedeadmitirqueestafantasíateníaqueverconelAmarettoyno era demasiado realista. Pero ¿por qué no intentarlo? ¿Qué podíaperder?
Según la prensa, Barton se alojaba en el hotel Adlon durante elrodaje. Debía conseguir como fuera colarme en su suite. Pero estandocomoestabapedoyempapada,seguroquenopasabaderecepción.QuizádebieraesperaraBartonantelapuertagiratoria,juntocontodoslosquequerían un autógrafo suyo y confiaban día y noche en ver a la estrellainternacional.Perolapegadeeseplanera:siloscazadoresdeautógrafos
me reconocían, posiblemente quisieran linchar a la asesina de Boopsie.Poresomeplantéenfrentedelhotel,lejosdelasfarolas,yallímequedé,hecha una sopa. El Amaretto me calentaba el cuerpo, así como laesperanzadequequizáBartonsedejaraver.
Alcabodeunrato,loscazadoresdeautógrafosempezarondeprontoadargritos.Poruninstantetemíquemehubiesendescubierto.Perono,unempleadodelhotelllegóenunLamborghiniamarillo,yBartonsalióporlapuertagiratoria.Saludóasusadmiradores,firmóunosautógrafosysesubió al cochazo. Al parecer se disponía a dar una vuelta por la nocheberlinesaconelsuperdeportivo.Iraunadiscotecaoaunbar,oconunamujerquequisieraunpapelynofuesemenosqueél.Setratabadeunadelas típicassituacionesdeahora-o-nunca,en laque,vistaconperspectiva,losuyohabríasidooptarporelnunca.
Tiré al suelo la botella de Amaretto, que a esas alturas ya estabavacía,ymientrasBartonarrancabaelcochecrucélaplazaatodocorrer.Justocuandoelvehículoseponíaenmarcha,abrílapuertadeatrásymemetídentro.ElLamborghinisaliódisparado,yyocerrélapuertadeprisaycorriendo.Bartonsevolvióhaciamí,espantado.Tardóunossegundosenreconocerme.
—¿Tú?—Buesssí —balbucí. Probablemente me había pasado con el
Amaretto.ElsemblantedeBartonseensombreció.Pararomperunpocoelhielo,quisedeciralgobuenodesucoche.—BoditoLadbodyini...Ladbosidi...Ladbosssss...Boditocoshe.—¿Quécoñohacestúaquí?—mesoltóélmientrascogíaunacurvaa
todapastilla.—Beddoda—repuse.—¿Qué?—Beddoda.—Pruebaotravezvocalizando.—¡Claaaaado!—¡QUEQUÉHACESAQUÍ!—Beddódame.—No perdonaré nunca la muerte de Boopsie —afirmó. Y de pura
rabiapisóafondoelacelerador,tomólasiguientecurvahaciendochirriarlasruedasydespuésotra.Tantavueltaunidaalintensoolordelaflamante
tapiceríadepielnofueunabuenamezcla.—Memadeo—mequejé.—¿Qué?Bartonnoparabadecambiardecarrilparaadelantaraotroscoches.—Madeo...—Noteentiendo.Vomitéenelasientodepiel.Ahoraloentendió.—¡SALDEMICOCHE!Conlavelocidadalaqueíbamosnoerafácil.—¡AHORAMISMO!—Cammmiod.—¿Sepuedesaberquéesloquedices?—Bartonestabarojoderabia
amásnopoder.—¡Cammmiod!—repetí,ahoraaterrada.—¿Qué?—¡CAMMMIOD!—grité,altiempoqueseñalabaalfrente.Bartonmiróporfinporelparabrisasypisóelfrenoenelacto.Pero
era demasiado tarde: el Lamborghini derrapó en el asfaltomojado y seestrellócontraelcamióndeunamarcadeyogur.
CAPÍTULO7
Dicenquealmorirunovepasarlavidaenuninstante.Sinembargo,pormicabezanodesfilarontodaslasfiestasquemehabíacorridoytodoslos líos de una noche que había tenido en la cama, en el coche o endiversoslugarespúblicos:detodoesonohabíaquedadonada.
Yosólovicómohacíadañoamimadreconmisduraspalabras.Vicuando murió. Vi cómo le chillaba a mi padre, hacía las maletas y loechaba demi vida para siempre.Y cómo engañaba y robaba amis dosmejoresamigas.YdespuéscómodejabaenlacamaaJannisysumiradacompasivacuandomedijo:«Nuncasabrásloqueeselamor».
Habíamuertosinhaberqueridonuncadeverdad.Elinstanteenquecomprendíeso—enmediodeyogurdevainilla—
fue,sinlugaradudas,elpeormomentodeldía.
Trasestadesagradablecerteza,surquédesnudaunanadablancaen laquenohabíaarriba,abajo, izquierdaoderecha.Ibadirectahaciaunaluzcada vez más intensa. Era preciosa, irradiaba el amor que no habíaencontradoenlavida.Elquenisiquierahabíabuscado.
La luz empezó a envolverme y olvidé todas mis penas, me sentíasegura. Tremendamente segura. Por primera vez desde hacía muchotiempo.No,¡porprimeravezenmivida!
Quería que la luz me acogiera. Por siempre jamás. Nunca habíadeseadonadaasí.
Peropordesgracialaluznocompartíaesedeseo.Merechazó.Nomequería.¿Porquéibaahacerlo?
Ymedolióenelalma.Tantoqueperdíelconocimiento.
CAPÍTULO8
Si uno se reencarna en hormiga, no entiende en el acto lo que hapasado. El proceso mental es más o menos el siguiente: ¿dónde coñoestoy?Aver...esopareceuntúnel.Peronoesuntúneldehormigón.Ésteesdetierra.Detierrahúmeda,conoloramoho.¿Quiénconstruiríaalgoasí? ¿Aparte de alguien que quisiera robar la cámara acorazada de unbanco?
Ah, ahí detrás se ve una luz. Pero no tiene nada que ver con lapreciosa luzdeantes.Estadeaquíno tehacesentir seguro.Esmásbienunaluzalfinaldeltúnel.¿Ysivoyhaciaella?Sí,parecebuenaidea.Lejosdelaoscuridad.Lejosdeloloramoho.¡Hala,vamos!Daisy,mueveesaspiernascansadas,yborrachas.
Unmomento...¿Porquémecuestatantoponermeenmarcha?¿Podríadeberseaquetengoseispiernas?¿QUETENGOSEISPIERNAS?
¡Éstasnosonmispiernas!Esimposiblequeseanmispiernas.Yosólotengodos.Además,mispiernassonmuchomáslargas.Ygordas.UnrollodeunanocheinclusomesoltóquelemolabanmismuslosdeRubens.Sesalvó porque no busqué el nombre, Rubens, en Wikipedia hasta el díasiguiente,de locontrarioélhabríaacabadoconunoshuevosdalinianos.Serámejorquememirebienestaspiernas.Pero...perosison¡rojas!Estoes cada vezmás raro.Y ¿qué es eso queme cuelga de la cabeza? ¿Máspiernas? No tiene sentido, ¿cómo voy a tener dos piernas más en lacabeza?No,estoesotracosa.Estoes...es...son¿ANTENAS?
Una pesadilla. Claro: estoy teniendo una pesadilla.Me pellizcaré elbrazo y me despertaré. Pero ¿cuál de esas seis cosas esqueléticas es elbrazo?Y,encasodequeloaverigüe,¿conquécoñomevoyapellizcarelbrazo?¡Notengomanos,ymenosaúndedos!
Creoqueme limitaréadarmeunapatadaenunapierna.Yeldolorhará que me despierte. Eso es, coger impulso con la pierna delanteraizquierday...ydarmeenlapiernadelanteraderechay...¡AY!¡¡¡MADREMÍA,QUÉDAÑO!!!
Comoquizáalgunosepueda imaginar,nodespertédedolor.Loque
pasófuequeperdíelequilibrioycaíalsuelocuanlargaera.Asíque¡noestabasoñando!MehabíaconvertidoenunaespeciedemonstruocomoeldelaspelículasdeAlien.
Estaba intentandoasimilarlocuandoviqueunahormiga rojasemeacercaba.Unahormigarojagrandedenarices.¡Casitangrandecomoyo!
Pocomefaltóparacagarmeenlospantalones.Yporlacabezasemepasaron tres cosas: 1) No llevo pantalones; 2) ¡Esa hormiga esgigantesca!; 3) En este orden de ideas lo de no llevar pantalones es undetalleinsignificante.
El bichejo se paró delante de mí, pero no hizo ademán alguno deatacarme.Noqueríapelea.Loquehizofuemirarmeconcaradesustoypreguntarespantado:
—¿Porcasualidadsoyunahormiga?—¿Udahodmiga?—contesté,yalhacerloconstatéque,aunquetenía
otrocuerpo, seguíaborracha.Seveque losefectosdel alcohol sedejansentirnosóloenelcuerpo,sinotambiénenelalmayenelespíritu.
Sin embargo, poco a poco fui cayendo del burro: seis patas, dosantenasyunahormigaquemepregunta si es unahormiga, si sumamostodoestoelresultadoes:¡MADREMÍA,SOYUNAHORMIGA!
Laotrahormigamepreguntósindarcrédito:—NoseráslalocaquematóaBoopsie,¿no?Lahormigaqueteníadelante...era...¡¿¿Barton??!En la escala abierta de locura, la situación alcanzó nuevos valores
máximos.Como del miedo que tenía no contestaba, la hormiga Barton me
preguntóotravez:—¿Erestú,loca?—Dome llamoloca,sinoDisy—repliqué,procurandomantener la
compostura.—¿TellamasDisy?—inquirióasombradalahormigaBarton.Las cosas con las que se puede quedar uno perplejo en situaciones
extremas.—Disydo—intentécorregir—,¡Disy!—Esohedicho,Disy.—MellamoDisy.Bartonsacudiólacabezadehormigadesesperadoydijo:—Verás,loquequierosaber,Disy...
—¡DISY!Probablemente nos centráramos tanto en mi nombre porque al
cerebroleresultabamásfácilperdereltiempoconcosassinimportanciaqueenfrentarsealhechodequeéramosdoshormigas.
—Apartirdeahoratellamarésóloloca,¿vale?—Disy...Dis...Dis...Vale,llámameloca...Lociertoesqueteníamosotrosproblemas.—Entonces, loca, ¿tú y yo somos hormigas o esto es una
alucinación?MelevantéyobservéaBarton.Sucabezadehormiga.Susantenasde
hormiga.Suspatasdehormiga.Eraunpelínmáspequeñoqueyo.¿Cómopodía ser? ¿Acaso lashormigashembraeranmás fuertesygrandesquelosmachos?Ojaláhubieseprestadomásatenciónenclasedebiologíaenlugardenoparardemirarelrelojycontarlosnanosegundosquefaltabanparaqueporfinterminaralahora.
Nosabíanadadeinsectos,perosísabíaalgocontodaseguridad:todoera demasiado real para tratarse de una alucinación. Sabía cuál era ladiferencia,afindecuentasalgunavezmehabía tomadolaspastillasquenodebía,asíquerespondí:
—Medemoquesoomossshodmigasss.Bartonsepusoasoltartacosnoaptosparamenores,deesosqueenla
telesiempretapanconunpitido:—Ay,piii.—Esdooycompledamendedeacueddo—convine.—¿Cómohapodidopasarestapupiiipiii?Mepuse a pensar... y pensar... yme acordé de lo quemimadreme
contó de la reencarnación en su lecho de muerte. Que fuésemos doshormigassóloteníaunaexplicación:
—Deencadnasión.LahormigaBartonmemiróinterrogante.—Deencadnasión...Deencadna...¡Reencarnación!—¿Significaesoque...estamosmuertos?Nosemeocurríaotraexplicación.—¡Mepiiienlapupiii!Antesdequepudieramostrarmeconformetambiénconeso,unavoz
suave,quesonabacomoladeunvídeodehipnosis,dijo:—Sí,asíes.Losdoshabéismuerto.
Nos volvimos, asustados: ante nosotros había una hormiga rojaextremadamentegorda.Casiocupabapor completo el túnelde tierra, degordaqueera.
—¿Dúquiénedes?—SiddhartaGautama—contestóconunasonrisabeatíficalahormiga
gorda. Estaba claro que le parecía estupendo ser Siddharta Gautama—.PuedequemeconozcáismásporelnombredeBuda.
Mientras lahormigaBartonsequedababoquiabiertodeasombro,amímevinoalamemorialafiguritadeBudaqueleregalólaenfermeraindiaamimadreenelhospitalyobjeté:
—Budanoesunahodmiga.—Me presento ante los hombres en la forma en la que se han
reencarnado.Vosotrososhabéisreencarnadoenhormigas,poresarazónme presento ante vosotros en forma de hormiga —sonrió el gordoinsecto.
—Entonces, ¿estamos muertos de verdad? —Barton recuperó elhabla.
—Enefecto.—Piii,piiiypiii.—Odinolomismo.Asíquedespuésdemorirnoaguardaba lanada, sinoalgo.Esoera
increíble.Porlomenosparaalguiencomoyo.Yademásmuyinquietante.Furioso,BartonseplantóantelahormigaBudaypreguntó:—¿Mepodríasdecirporquépiiisoyunapupiiihormiga?—Porqueesloqueosmerecéislosdos.—¡Yonomemerezcoesto!—Laspersonasqueno fueronbuenascon losdemásypor lo tanto
acumularonmalkarmasereencarnaneninsectos.—¡Yofuibuenoconlosdemás!Cómo me habría gustado poder decir lo mismo. Pero ni siquiera
podíaafirmar:yofuiregulínconlosdemás.—Incluso fuipiiibueno.—ABarton le temblabade rabiaelcuerpo
dehormiga.—¿Sí?—inquiriórisueñoBuda.—¡Sí!Diunmontóndepupiiimillonesa lospupiiipobres,debería
estarenelpupiiicielo,yconunmontóndepupiiivírgenesalasquepiii.No me daba la impresión de que su discurso fuese lo que se dice
apropiadoparagranjearselasimpatíadeBuda.—Si yo soy una hormiga, dime, ¿qué pasa con los dictadores? ¿El
pupiiiHitler,elpupiiiStalinyelpupiiiGeorgeW.Bush?—Yorsaúnvive—objeté.—Noeresdemuchaayuda,loca.—Losdictadoressereencarnanenotracosa—respondiólahormiga
gorda.—¿Endé?—Enbacteriasintestinales.AhoraHitlervivíaenelarchipiélagodelashemorroides.—Nomepuedespiiiiasí.Envezdecontestar,lagordahormigaBudalesonriócomosituviera
delanteaunniñopequeño,diomediavueltaysefue.—¡Alto!—exclamóBarton.Pero de pronto aBuda lo envolvió una luz blanca, resplandeciente.
Instintivamente nos tapamos los ojos con las antenas. Cuando la luz seextinguió,lahormigagordahabíadesaparecido.
—Sebuededeledrasbosdar—dijetragandosaliva.—Menudohijodepupiii.Barton se irguió en su nuevo cuerpode hormigay de pura rabia e
impotencia estrelló las dos patas delanteras contra la pareddel túnel.Alsuelocayóunpocodetierra.Diootravezcontralapared...yotra...yotra,hastaquevolvióaapoyarseenlasseispatas,bajóentristecidolacabezadehormigay—másparasí—dijo:
—Queríahacertantascosasenlavida.Queríarodartantaspelículasincreíbles...
Enmicasomehabríabastadoconactuarenunaúnicapelículamediodecenteenmivida.
—...GanarunÓscar...Yoesonimelohabíaplanteado.—...Ytenerhijos...¿Hijos?Desdeluegoesonisemehabíapasadoporlacabeza.Salvo
imaginarmealosmocososmáshorripilantesparacerciorarmedequenoteníamaderademadre.Yahoraestabaclaroquenuncalosería.Constaté,perpleja,queesomehizosentirunapequeñapunzadaenminuevocuerpo,allí donde suponía que estaba mi corazón de hormiga. Jamás habríapensadoquelaideadenotenerhijospudierahacermedaño,nisiquieraun
poco.—Ahoraestoymuertoytodohaterminado...—lloriqueó.Aunque a mí también me habría gustado echarme a llorar, me
acerquéaélparaconsolarlo.—Endealidadnoesdamosmueddos...Memirófurioso.—Esdamosvivos...Actoseguidopegósucaraalamía,yviquelosojosdelashormigas
constabandecientosdeojitosminúsculos.Nuncahabíavistotantoodioentantosojos.
—Tú,loca,tieneslaculpadequeyoestéaquí.Ypensé:«Ay,piii,enessodienerazón».
CAPÍTULO9
Bartonsequedómirandolashúmedasparedes.Sindudapensabaentodoloquehabíaperdido:unamujerdebandera,elamordemillonesdeadmiradores,cochesrápidos,variasvillas,laamistaddeotrasestrellasy,sobretodo,unfuturogenial.
Tambiényomeparéapensarentodoloquehabíaperdidoalmorir,yterminémuchoantesqueél.Laverdaderaquealúnicoalqueecharíademenos sería a Jannis. Claro que, en rigor, ya lo había perdido comoamigoantesdelaccidente.Ahoranolovolveríaaver.
Cuandofuiconscientedeesosemepasólaborracheradegolpe.Elalcoholabandonómialmaymiespírituyluchépornollorar.Bartonmemiraba con desdén. No había ni pizca de compasión en su infinidad deminiojos.Delantedeunapersonatancruel...,esto,delantedeunahormigatan cruel..., no quería echarme a llorar. ¡Era demasiado orgullosa!Haciendoungranesfuerzo,metraguélapenaypensé:«Levoyaenseñara Barton cómo se demuestra la valía de alguien en una situación comoésta».
—Perdona.Bartonestabavisiblementedesconcertado.—Cuando se mete la pata hay que pedir perdón. Así me educómi
madre.Lociertoesquemelodecíasiemprequenospeleábamos,yyonunca
conseguítragarmeelorgullopúberypedirperdón.—¿Meter lapata?—repitió él—.¿Meter lapata?Loquehiciste fue
másquemeterlapata.¡Memataste,joder!—Eso no es exacto —aduje, un poco ofendida porque no había
aceptado mis disculpas—. Si no hubieses conducido como un loco yhubierasmiradohaciadelante,nonoshabríamoscomidoelcamión.
—Temetisteenmicoche—censuróél—,poresomedistraje.—Mesubíporquedelocontrarionohabríashabladoconmigo.—Quéquerías,tecargasteaBoopsie.—Fuesinquerer.—¿Mepuedesdecircómocoñosemataaunperrosinquerer?—Lanzándoloconunapiernacontralapared.
—Yeso¿¡¿sehacesinquerer?!?—Bueno—leintentéexplicar—,esqueelchecheno...—¿Elchecheno?—Elqueconducíaeltaxiquetuvequecoger...porculpadelpoligay...—¿Elpoligay?—Bartoncadavezentendíamenos.—NolehizograciaquemicochenohubierapasadolaITV...—¿LaITV?—LaInspecciónTécnicadeVehículos...LahormigaBartonmemirócomosimefaltarauntornillo.—Esossitiosdanunaspegatinas...—¡Cállate!—meladró,ymevolviólaespaldadehormiga.Yesome
cabreó.—Yonotengotodalaculpadeestefollón.—Síquelatienes.—Si no hubieras sido tan capullo, no me habría metido en el
camerinoconelpedorrodetuperro.—¿Qué?—Tendríamos que haber estado rodandomi escena en el set, pero,
claro,túteníasqueenmendarelguion.—Unartistadeverdaddebetenerelcontroldetodoelproducto.—Menuda estupidez —espeté—. Lo único que querías era
demostrarlealdirectorquiénlateníamáslarga.—Yolatengomáslarga.—Yano.Señaléconlasantenassubajovientre,yBartoncontemplósunueva
anatomía de hormiga. Y se quedó horrorizado: había perdido otra cosaqueeraimportanteparaél.
—Laverdadesquelaculpadetodoestoessólotuya—lesolté—.Sinofuerastanególatra,noestaríamosaquí.
Bartonlevantólavistadelbajovientre,yledije,mirándoloalacaradehormiga:
—Estoymuerta por tu culpa, eres unamierda como la copa de unpino.
Lodejéallíplantadoymedirigíhacialaluz,haciaelfinaldeltúnel.MientrasmealejabaoíqueBartonsepreguntaba:
—¿Unamierdacomolacopadeunpino?
CAPÍTULO10
Salíalaire libreyenunprimermomentonovinada,yaque la luzdel día me deslumbró. Cuando mis cientos de ojitos se fueronacostumbrandopocoapocoalaclaridad,medicuentadequeestabaentrebriznas de hierba que se alzaban hacia el cielo como si fueran árboles.Hacíasolyelaireolíamejorqueeneltúneldetierra,peromisituaciónno había cambiado mucho. ¿Cómo iba a sobrevivir allí? ¿Cómoencontraríaalgodecomer?Esmás,¿quécomían lashormigas?¿Apartede migas de pasteles?Mierda, ya podía haberme dicho mi profesor debiología que aunque su clase no valía para nada en esta vida, eraextremadamenteimportanteenlaotra.
De todos modos, ¿qué podía pasarme? Si no encontraba nada decomer, moriría y volvería a nacer, o sea que tampoco era para tanto.Aunque morir de hambre es una muerte dolorosa, así que ni siquierapensar en la reencarnación suponeun consuelo.Por lomenosmehabíalibradodeBarton.Esperabaalgomejorquecompartirminuevavidaconesearroganteytenerqueescucharsusreproches.
—¡Ay,piii,noveonada!—leoídecirdetrásdemí.—¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? —pregunté crispada
mientraslahormigaBartonsalíadelatierra.—¿Quétecreías,quemeibaaquedarmirandolapareddeltúnel?—
repusomientrasintentabaacostumbrarsealaluz.—Nomehabríaimportado.Bartonmiró a su alrededor entornando los ojos yme preguntó lo
mismoqueacababadepreguntarmeyo:—¿Sepuedesaberquécomenlaspupiiihormigas?—¿Teimportaríadejardedecirtacos?Enelsetnolohacías.—Entoncesnoeraunapupiiihormiga.—Perosíunidiota.—Mejoridiotaqueloca.Nomeapetecíaseguirdiscutiendoconél,asíquepropuse:—Oye,queapartirdeahoracadaunovayaporsulado.—Enesoestoyabsolutamentedeacuerdo.—Yomevoyporlaizquierdaytúporladerecha.
—No.—¿No?—AMarcBartonnadieledicepordóndetienequeirse.—MarcBartonestáhablandodesímismoentercerapersona.Torciósumorrodehormiga,yalhacerlonoresultónadaatractivo,
casiestabarepugnante.Juntoconsuantiguavidaysuantiguocuerpo,alparecertambiénhabíaperdidotodoloquehacíaquefuesequienera.
—Yome iré por la izquierday tú por la derecha—repetí.ADaisyBeckertampocoledecíanadiepordóndeteníaqueirse.
Ibaaponermeenmarchacuandoelcielosenubló.—¿Quéeseso?—preguntóBarton.—Metemoquenadabueno—respondí,tragandosaliva.A nuestro alrededor la oscuridad era cada vez mayor. De pronto
estábamosalasombra.Pero¿quéproyectabaesasombra?—Quizádebiéramosmirarhaciaarriba—propuseasustada.—Puesmira—contestóél,laspatastemblándoledemiedo.—Túprimero—sugerí.—No,ladiesfirst.—Yonosoyunalady.—Deesoyamehabíadadocuenta.Ahoraeracomosisobrenosotroshubierauneclipsesolar.—Aladetresmiramosalavez,¿vale?—dije.—Vale.—Una...dos...tres.—Yonomiré,peroBartonsí:—Son...sonpersonas...Sóloentoncesmiréyo:sí,enefecto,eranpersonaslasquenoshacían
sombra. Pero no personas cualesquiera, sino mis compañeros de piso:Ayshe,SylvieyJannis.Lostresibandenegro.
CAPÍTULO11
Sylvie iba del brazo de su Larsi-Schmarsi, que también vestía denegro.Yestabamiagente,Schmohel.Llevabauntrajeviejo,quesindudano había sabido nunca lo que era una plancha.Todos ellosme parecíangigantes.Paraempezarporqueencomparaciónconmigociertamenteerangigantescos.Elgrupitoveníadirectohacianosotros.
—¡Tenemos que largarnos!—gritémientras la tierra temblaba conlospasosqueseaproximaban.
—Eslaprimeravezqueopinoigualquetú—exclamóBarton.—Puesacorrertocan.—¿Izquierdaoderecha?—¿Túcreesqueesoimportaahora?—Vuelvoaopinarlomismoquetú—repusoBarton.Sinembargo,alosdosnosflaqueabanlasseispatasdetalmodoque
nofuimoscapacesdemovernosdelsitio.Nosquedamosmirandoarribaembobados: la suela del zapato de Jannis estaba justo sobre nosotros.Tenía pegado un chicle rosa. La idea de ser aplastados primero por suzapatoydespuéspegadosalchicledespertómireflejodehuida.YvermesalirpitandofuelaseñalparaqueBartonsalieracorriendotambién.
—¡Mierda,mierda,mierda!—exclamémientrasserpenteábamosporlaaltahierba.
—¡Piii,piii,pi...!—dijoBarton.Pero antes de que pudiera añadir las dos íes restantes, la suela de
Jannisgolpeóelsuelo.Justoanuestrolado.Elchoquenoslanzócontraeltallodeundientedeleón.ResbalamosporélyyoacabéencimadeBarton.Hormigasobrehormiga.Caracontracara.Laspersonaspasaron juntoanosotros, cada pisada era un estruendo que hacía temblar la tierra. Nosabrazamosaterrorizados...conlasdocepatas.
Transcurrióunbuenratohastaquelospasossealejaron,eltemblorcedió y los gigantes dejaron de hacernos sombra. Permanecimos untiempoensilencio,hastaqueBartoncomentó:
—Yatepuedesquitardeencima.—Sí—confirmé—,laverdadesquesí.Sinembargo,mequedédondeestaba,mehallabaenestadodeshock.
—¡AHORA!—Vale,vale,vale...—repuse,yempecéabajarme.—¡Ay!Mehasdadounapatadaenlacara—sequejóBarton.—Sorry,aúnnotengomuchapráctica—medisculpé.—Yame...¡ay!...mehedado...¡ay!...cuenta.—Ahoratengoseispatas...Tardéotrostresayesenbajarme.Alfinal,envezdepedirledisculpas
denuevo,miréhaciadondesehabíandirigidoJannisyelresto:elgrupose había detenido. Junto a una enorme cosa negra que se parecíasospechosamenteaunalápida.Salípitandoenelacto.
—¿Adóndevas?—preguntóBarton.—Amientierro—respondí,ycorríentrelahierbahacialacomitiva.—¡Espera!—dijomuynervioso,yvinodetrásdemí.—¿No pensábamos ir cada uno por su lado? —repliqué sin
detenerme.—Ylosigopensando.—¿Pero?—Peroestáahí.—Señalódesconcertadoelcortejo fúnebreconuna
delasantenas.Yoestabaalgoperpleja.NocreíaqueBartonse refirieraaAysheo
Sylvie.Entoncesviadospersonasmásqueseacercabanalatumba.Unaeramipadre,conunaamericananegraquelesentabafatal,tirantesobreelbarrigóndeviejo.Mequedéhorrorizada:nosólohabíaengordado,sinoqueteníaelpelogrisylacarallenadearrugas.¿Cuándohabíaenvejecidoasí? Nos habíamos visto por última vez hacía tres años, cuando fue avisitarme a Berlín sin avisar.Me pidió que lo perdonara, y le dije queantesmetirabadelantedeunaapisonadora.Aqueldíaaúnmeparecióenbuena forma, pero ahora se lo veía acabado. No era de extrañar, puesademásdeasumujer,teníaqueenterrarasuhijasinhaberhecholaspacesconella.
Posiblemente debiera haberme reprochado haberlo tratado tanmal,perodelosdos,¿quiénhabíaempezadoconlodelmalkarma?Ydadoquela Elseasesora iba a su lado, hasta en esos momentos me costabamostrarmeconciliadora.La rubia,vestidadenegro,emperifollada, teníaveinte añosmenos que él; incluso de adolescente yame preguntaba quéquerríademipadre,muchomayorqueella.[5]Encualquiercaso,era laúnicadelosallípresentesquenoparecíamuyafligida.
—NoquerrásirporlaElseasesora,¿no?—lepreguntéaBarton.—¿LodeElseasesoraesalgoasícomolaITV?—preguntóperplejo.Bien,noqueríairporlatipa.Observédenuevoalosasistentesylavi:unamorenaimpresionante
con un elegante vestido negro. Parecía una princesa. Pero no inglesa,holandesa o danesa; no, parecía una bella princesa francesa, si losfrancesesaúntuvieranmonarquía.EraNicoleKelly,lamujerdeBarton.
CAPÍTULO12
—¿Qué...quéestáhaciendoésaaquí?—preguntésorprendida.—Pienso averiguarlo ahora mismo —respondió Barton, y me
adelantó.Ahora era a mí a la que le costaba seguirle el ritmo. Corrimos y
corrimoshastaquellegamos,sinaliento,amitumba,abierta,dondenosmantuvimosaunadistanciaprudencialdelosgigantescospiesquehabíaanuestroalrededor.
NicoleKellyseunióaJannis,quelesonriócondulzura.¿Lesonreíacondulzura?¿Asantodequélesonreíacondulzura?No
había ninguna razón para sonreír. Era mi puñetero entierro. ¡Tenía queestarllorandoamocotendido!
Y¿porquécoñolesonreíaella?—Nohayningúnpaparazzialavista—constatóBarton.—¿Cómodices?—preguntédesconcertada.—Normalmentenosacechanlosfotógrafos.—Bueno,atiyano.—Graciasporlaaclaración.—Denada.—Si no hay paparazzi es que Nicole les habrá pedido que le
devuelvan todos los favores que le deben. Debe de ser muy importanteparaellaestaraquí.
—Nomeestaráagradecidaporquehayasmuerto...¿no?—preguntéconfundida.
Bartonmemiróconcaradepocosamigos.—Sóloeraunaidea—meapresuréaañadir.—Unaideaabsurda.Nicolemequería.Su forma de expresarse me desconcertó. ¿Por qué no decía: nos
queríamos? Posiblemente ese amor ideal que mostraban fuese másunilateral de lo que recogía la prensa, algo que también confirmaba elhecho de que Barton se acostara con mujeres que querían que lesconsiguieraunpapel.Peroquizáfuesemejornomencionárselo.Además,enesemomentoJannisseacercóalatumbayempezóahablar:
—Daisyeraunapersonaespecial...
Bartonarrugólanariz.—Especialmenteloca.Lediconlapatadelanteraizquierda.—¡Ay!—Acallar.¿Quiéntienelaposibilidaddeoírsuoraciónfúnebre?—Puedequemuchos—aventuróBarton—.PuedequeBudasiempre
hagaquelagentevuelvaanacerensupropioentierro.—Enesecasotambiéndeberíasestarahí.—Buencontraargumento—opinóBarton—.Posiblementemicuerpo
viajeenunaviónrumboaEstadosUnidosy...—¿Quierescerrarelpicodeunavez?—lesolté,puesJannisseguía
hablando:—TodosqueríamosaDaisy...Mentirnoesbueno,Jannis.—...peroellanoselocreía...Continuabasinpoderhacerlo.—...ynoselocreíaporquepensabaquenomerecíaserquerida...Desdeluego.—...Sisehubieraqueridomás,sinohubieseapartadodesuladoalas
personasquelarodeaban...NoentendíamuybienaquésereferíaJannis.—...habríarecibidomásamor.¿Sí?—Con toda su locura, Daisy era la persona que conocía, que
conocíamos...,quemásmerecíaseramada.Teníalágrimasenlosojos.YAyshe,Schmohelymipadretambién.
HastaSylvieyLarsi-Schmarsi.SorprendentementeinclusoKelly.LaúnicaqueteníatodalapintadepreferirestarlimándoselasuñaseneseinstanteeralaElseasesora.
—...Daisy,dondequieraqueestés...—¡Aquíabajo!—exclamédesesperada.Pero,comoesnatural,nadie
meoyó.—...quizáenelcielo...—¡AQUÍ!—...esperoquenosestésescuchando...—Sí—musité,ysemesaltaronlaslágrimas.—...Aunquepensarasquenomerecíasserquerida...tequeremos.
Aloíreso,lloréenmipropioentierro.
CAPÍTULO13
Mientras lloraba, de pronto noté un ligero roce en mi espalda dehormiga:Bartonmeacariciabatorpementeconunadelaspatasdelanteras.Mequedétanpasmadaquedejédellorardegolpe.
—¿Qué...quéestáshaciendo?—pregunté,sorbiéndomelanariz.—¿Atiquéteparece?—Mepareceunpobreintentodeconsolarme.—Asíes.—Esmuyamableportuparte...—afirmé.—Esquemeponedelosnerviosquelasmujereslloriqueen.[6]¿Pretendía Barton disimular con esas duras palabras que era una
personacompasiva?¿Eracomounodeesosmachosdelaspelículasqueen los primeros veinteminutos de la cinta se comportan como capullosegoístasyacabansiendotiposconcorazón?Probablementeno.Enlavidareal,loscapullosegoístasnoacabansiendonuncatiposconcorazón.
Mientras pensaba en Barton, éste, observando a los asistentes alentierro,constató:
—Tienesmuchosamigos.—Tútienesmuchosmás:Clooney,Damon,Pitt,Jolieyelresto.—Actores, directores, productores..., todas esas relaciones son por
interés.—Suvozdestilabadesprecio.—Puesnoeslaimpresiónquedacuandoseosveenlaprensa...Memiróesbozandounasonrisatorcida.—Supongoqueésaeslaidea.—Bingo.—¿Hasdichobingo?—Sí,¿por?—Hasta ahora sólo lo había oído en películas malas.—Barton no
pudoevitarsonreír—.Ymiraqueheparticipadoenpelículasmalas...—Madre mía, es verdad. Me acuerdo, por ejemplo, de cuando
interpretastealhombrequecruzóeldesiertodeGobiensilladeruedas.—Con ese papel sólo conseguí ganarme la burla de los críticos y
tener agujetas en los brazos.—Barton sonrió más. En ese momento susonrisavolvióaserarrolladora.Nohabíaperdidotodosuatractivo—.Mi
agente prometió que por ese papel me darían un Óscar. Ahora es miexagente.
Ahora fui yo quien no pudo pormenos de reírse. Y enmi propioentierro.
Talvezcupieralaposibilidad,laremota,remotísimaposibilidad,dequeBartonnofueratanmaltío...hormiga...tíohormiga.
—LaúnicaqueseinteresabadeverdadpormíeraNicole—aseguróapesadumbrado.
Eneseinstante,laaludidaobservabaaJannis,quecogíalapalaparaechartierrasobremiataúd.
—Peroahoraparecequeleinteresaelgafotasese—comentóBarton,ydiolaimpresióndequeestabaceloso.
Mehabríagustadodecirle:menudaestupidez,esoesimposible.¿Quéiba a ver la Sexiest Woman Alive en un tipo como Jannis, que siempreandaba a vueltas con las guerras púnicas? Sin embargo, era cierto queparecía sentir un interés genuino por él, y eso me puso... ¿celosa...?[7]¡Vaya una locura! Y eso que había sido yo la que nunca había queridosabernadadeél,queinclusolohabíadejadotiradoenlacama.
—DeboacercarmemásaNicole—aseveróBarton.—Pero es peligroso —advertí, señalando con una de las antenas
todosaquelloszapatosjuntos.—PeroestáhablandodealgoconeseHarryPotterdepacotilla...Asíera.Ynosóloeso:ademáslocogiódelbrazo.¿Quéhacíaesatía
colgándoseledelbrazo?—Tienesrazón,¡debemosacercarnos!Pasamos a toda velocidad por delante de la tumba abierta, de los
zapatos deSchmohel, que estaban tan sucios que sólo se podía intuir dequécoloreran,yfuimosdirectosaJannisylaestrelladecine.
—Hasidounbonitodiscurso—opinóKelly.Teníaunavozincreíble,aterciopelada.
—Gracias—contestóJannis.—QueríasalatalDaisy,¿no?Nomerefierocomoamiga,sinocomo
mujer.Micorazoncitodehormigaempezóatamborilear.¿Quérespondería?
Alfinyalcabo,yosiemprehabíasospechadoquesentíaalgopormí,eldíaanterior—enmiotravida—hastahabíaestadobastantesegura,peroélnuncalohabíadicho.
Jannisnodijonada.Selimitóaasentir.La confirmación de su amor me impresionó. Más incluso que
habermereencarnado.
CAPÍTULO14
—¿Se puede saber de qué se conocen esos dos?—inquirióBarton,sacándomedemiensimismamiento.
Noera tandifícildeadivinar:probablemente Jannisy laestrelladecinesehubieranconocidoenellugardelsiniestro.
Kellyabrióycerrósusincreíblesojosmarrones,ymirandoaJannisdijo:
—Losientomucho.Parecía sincera de verdad. O era una actriz aún mejor de lo que
pensabao—adiferenciadesumarido—unapersonaempática.—Eres muy amable—contestó Jannis—, pero para ti todo esto es
muchopeorsicabe...:hasperdidoatumarido.AsíeramiJannis:preferíaconsolaraqueloconsolaran.—Sí,escierto—repusoellaconvozqueda.—¡No! —gritó Barton dando saltitos todo nervioso—. ¡No lo has
perdido!NaturalmenteKelly no oyó a la hormiga que vociferaba allí abajo,
delantedesuszapatosdetacóndeGucci.—Me encantaría que vinieras conmigo a tomar algo —propuso,
sonriendoaJannis.—¿Qué?—soltamosalavezBartonyyo.—Sólositienestiempo,claro—añadió—.Peronoquieroestarsola.—NopensarátumujerseduciraJannis,¿no?—lepreguntéaBarton
mientrasloscelosseapoderabandemí.[8][9]—Nicolenoesdelasquesevanalacamaconalguienasícomoasí
—metranquilizóBarton—.Crecióenunafamiliapuritanaconservadora.Yo tardé tresmeses endesabrocharle el sujetador, yme llevóotros tresquedurmiéramosjuntosytresmáshastaqueporfinmedejó...
—¡Nomedestantosdetalles!—locorté.—Será un placer —contestó Jannis, y se alejó de mi tumba
caminandodespacioconlaestrelladeHollywood.—¡Tengoqueirconellos!—exclamóBarton,yechóacorrer.—¡Yoprimero!—dije.Salimos como dos locos. Pero pormucho que corra una hormiga,
incluso las personas que sólo van paseando son más rápidas. Muchomucho más rápidas. Jannis y Kelly se alejaban de nosotros, y mispulmones—oloquequisieraquetuviéramoslaspuñeterashormigaspararespirar—parecíanapuntodeestallar.
—¡Jannis!—llamóAyshe.JannissedetuvoypidióaKellyquesiguieraandando.—Esnuestraoportunidad—aseguréjadeante.Continuamos avanzando deprisa hacia Jannis mientras Ayshe le
preguntabasipreparabacomidaturcaparalacenaosinoseríamejor,pordeferenciaamipadre, cocinaralgomás tradicional.Casino la escuché,¿quémeimportabaamíelconvitedemifuneral?ParamíeramuchomásimportantequeBartonyyollegáramosdeunavezaloszapatosnegrosdeJannis.
—Yahora¿qué?—inquirióBartoncuandonosvimosdelantedeél—.Cuandoecheaandardenuevonosvolveráadejaratrás.
—Nossubiremosasuszapatos.Yesohicimos.Fuecomoescalar elKilimanjaro (que,dicho seade
paso, esunapalabraquecuestapronunciar cuandoseestáborracho).Alllegaralapunta,resollando,Bartonobservó:
—CuandoHarryPottersepongaenmarchasaldremosvolando.Pordesgraciaeracierto.Yposiblementeademásnospisara,yenese
caso,yparacolmodemales,nosquedaríamospegadosalchiclerosadelasuela.
MirélaspernerasdeJannisytuveunaidea:—Nosmeteremos ahí dentro y nos agarraremos a los pelos de las
piernas.—¿Quieresquemeagarrealospelosdelaspiernasdeunhombre?
—El cuerpo de hormiga de Barton se estremeció. Amí también se meocurríancosasmejoresquehacer.
Entretanto,JannisledijoaAyshe:—Bueno,metengoqueir.Ellasonrió.—No irás a hacer como enNottingHill y liarte con la estrella de
cine,¿no?Jannismirómi tumba,queahoracubríande tierra los sepultureros.
Parecía triste,pero,haciendounesfuerzo, sevolviódenuevoaAysheypreguntó:
—¿Porquiénmetomas?—Poralguienqueporfintieneloquesemerece:unamujerbuena.Esomeafectó.PorqueAysheteníatodalarazón:Jannissemerecíaa
alguienbueno.Alguienquenofuerayo.Perosinomedominaba,ydeprisa,seiríaynoloveríanuncamás.
AsíqueahoguémidoloryledijeaBarton:—Siseteocurrealgomejorquelodelospantalones,suéltalo.—Está bien, nos meteremos ahí —accedió lanzando un suspiro—.
Peronopiensomirarhaciaarriba.—¿Porquéno?—NovayaaserqueHarryPotternollevecalzoncillos.
CAPÍTULO15
Estuve agarrada lo que me pareció una eternidad a un pelo de lapiernaqueolíaavainilla,yaque—cuandosequedabasingeldeducha—Jannissolíacogereldealgunadelasmujeresdelpiso.
—HarryPotterusaungeldeduchaunpocoraro—seburlóBarton,queestabaamiladoenotropelodelapierna.
—Esdemicompañeradepiso.—¿Ytambiénutilizasupintalabios?—Élnohaceesascosas.—Poresosearrimaamimujer.—Noseestáarrimandoatumujer.Hasidoellalaquelohainvitado.
Asíquesihayalguienquesearrimaaquí,esella.—Nicolenuncaharíaalgoasí.—Esomismoleaconsejaríayo—gruñí,yhastaamímesorprendió
lo arisca que soné.Y el simple hecho de que seme ocurriera.A fin decuentas,eraabsurdoqueunaestrelladeHollywooddesearaprecisamenteaalguiencomoJannis.Pero,entonces,¿porquénomeparecíaabsurdo?
—PuesyoleaconsejoatuHarryPotterquenotoqueamimujer.NoacababadeentenderporquéBartonreaccionabaenfadándosede
esamanera.¿Acasolaquería?¿Oesqueheríasuamorpropioqueseliaraconotro?
—Ysilohace,¿cómopretendescastigarlo?—inquirí,provocándolo—.Eresunahormiga.
—Bueno...—balbució.—Esopensaba.—¿Y qué harías tú en el improbable caso de que Nicole se le
arrimara?—mesoltócondescaro.—Bueno...—Tampocoamísemeocurriónada.—Esopensaba.Comohormigas,nopodíamosintervenirenlavidadelaspersonas.
Bartonyyoacabábamosdecaeren lacuenta.Fuimos tanconscientesdeelloquenospasamoselrestodellargotrayectosindecirnada.TampocodecíannadaJannisyKelly.Posiblementelosdospensaranennosotros,sinsospecharlocercaqueestábamosdeellos.
¿Estaría tambiénmimadrecuandomuriócercademísinqueyo loadvirtiera? Pero seguro que ella no se había reencarnado en hormiga,pueshabía sidomuybuena.Quizá engato.A lomejor el gato al que lasemanaanteriorletiréuntiestoporquemedespertóconsusmaullidosenplenanoche—alasoncedelamañana—.Quizálosmaullidosnofuesenmásqueelintentoporpartedemimadredeponerseencontactoconmigo.
Si hubiera prestadomás atención a los animales demi entorno, talvezhubiesereencontradoamimadreyhubiesepodidopedirleperdónportodas las veces que le eché en cara que era la peormadre de todos lostiempos.Y, si de verdadmimadre hubiese sido ese gato, habría podidoquedarmeconella.Vivirconella.Empezardenuevo.
¿Aquiénnolegustaríaempezardenuevo?¿Sobretodocuandoseesunahormiga?Pero simimadre era un animal—y eranmuchas, si no todas, las
cosas que apoyaban esa hipótesis—, incluso podía suceder quevolviéramosavernos.
Esa idea me animó. Mi corazón de hormiga empezó a latir másdeprisa.Sinembargo, sólounos instantes,yaque la idea fuedesbancadaporotra:siendounahormiga,difícilmentepodríahablarconungato.
La limusinasedetuvo. Jannissebajó,connosotrosagarradosa lospelosdelapierna.Viporlaperneraquesubíaporuncaminodepiedras,cruzaba un umbral, a continuación caminaba por un parqué de roble,cruzabaotrapuerta, entrabaenunahabitaciónconunaalfombrapersaeibahaciaunsofádepieldediseñodecolorlilaenelquesesentó.
—Estamos en casa de Brad Pitt—explicó Barton—. Angelina y éltienenunavillaen lasafuerasdeBerlínyno les importadejárselaa losamigos.
Como cualquier lectora de cotilleos, yo también había soñado conpoder quedarme algunavez enunavilla de lujo comoésa.Pero cuandosoñabadespiertanuncaeraunahormiga,sinounapersona.Parasermásexactos,unamujeralaqueBradPittmirabafijamentealosojosmientrassusurraba:¿sabesqué?Estoytanhartodemividaperfecta...Hacemuchosañosquememuerodeganasdeestarconunamujerimperfectacomotú.
—Porlovisto,Nicolenoquierealojarseenelhoteldondedormíporúltimavezcuandoeraunapersona—constatóBarton.
¿CómollevaríaJannispasarpordelantedemihabitaciónenelpisoquecompartíamos?¿Lecostaríatantocomoamícuandomuriómimadre
ennuestracasadeBremerhaven?Eldoloralver las fotosde familia, laestantería con sus novelas de Jane Austen y, desde luego, la cama dematrimonio,enlaquemipadreseacostóconElse,laasesorafiscal,pocodespuésdeenterraramimadre.
—Creo que ya podemos bajarnos...—Barton impidió que siguierapensandoenesedíaenqueviporprimeraveza laElseasesoraen ropainterior,loquehizoqueesamismanochetuvieranquehacermeunlavadodeestómagoporintoxicaciónetílica.
Bajamos por los pantalones y del zapato pasamos a la alfombrapersa. Allí nos quedamos, entre las cerdas azules de la alfombra, queparecíancasitanaltascomolahierbadelcementerio.
—¿Quieresbeberalgo?—lepreguntóKellyaJannis—.¿Téocafé...?—Aguaestaríabien.Peronotemuevas,yavoyyo.Se levantó, pasó por delante de un acuario —¿también serían los
pecesornamentalespersonasreencarnadas?—ysedirigióhaciauncarritodoradodondehabíaalgunasbotellas:variasclasesdewhisky,agua.
—HarryPotternohapreguntadodequiénes lacasa—fuelaagudaobservacióndeBarton.
—Cierto,¿y?—Esosignificaqueyahaestadoaquí.Jannisabriólaspuertasdeunarmarioderobleantiguoysacóunos
vasos.Barton tenía razón: si fuese la primera vez que estaba allí, no semanejaríatanbien.
Sirviódosvasosdeagua,unoparaélyotroparaKelly,bebieronunsorboyluegoelladijo:
—MimaridoytuDaisyeranmuyparecidos.—¡Noesverdad!—protestamosBartonyyoalunísono.—Éltampocosabíaquerer.Noscallamoslosdosdegolpeyporrazo.—Sóloqueríaasucarrera.Laadoraba.AhoraKellyparecíamuyfrágil.Noparecíaunaestrelladecine,sino
una mujer de lo más normal que se había enamorado del hombreequivocado.
—Puedequetambiénquisieraasuperro.AlqueyomatéyconcuyamenciónBartonmeechótalmiradaque
porunmomentohicecomosimeinteresaravivamentelaestructuradelaalfombra.
—Peroamí,amíMarcnomequería—afirmóKellyconprofundatristeza.
—Eso no es verdad... —musitó Barton—. Era sólo que... que... —Buscólaspalabrasadecuadas,peronodijomás.
—Erasólo¿qué?—inquiríyo.Envezderesponderme,se limitóa lanzarmeunamiradaquedecía:
noesdetupupiiiincumbencia.Asíquenoinsistí.—YesoqueMarcsiempreestabadiciendoquequeríatenerhijos...Incluso lo había dicho en los primeros instantes de su vida como
hormiga.—Peronohabríatenidolapaciencianecesariaparaserpadre...Bartonresoplóamododeprotesta.—Noesdeextrañar,teniendoencuentalascosasporlasquetuvoque
pasardepequeño.Eso sí que me dejó perpleja. Según la prensa amarilla, Barton
proveníadeunafamiliahumildeperoafectuosaysedecíaquetodoselodebíaasupadre.¿Sóloeraunamentiracreadaporlosmedios?¿Lehabíaocurridoalgocuandoerapequeñoquehabíahechoquefueseincapazdeamar?
—¿Quéfueloquelepasó?—quisosaberJannis.—Aélnolegustaríaquelocontara—respondióKelly.—¡Enefecto!—exclamóBarton.Jannisasintió,comprensivo.—Aunque quizá fuera culpa mía —suspiró Kelly entristecida—.
Quizáseaunadeesaspersonasalasquenuncaquerránadie.Eso era absurdo, era la Sexiest Woman Alive. ¡Cualquier hombre
desearía a esa mujer! Por otra parte, pensándolo bien: desear no es lomismoquequerer.
—Todo elmundomerece ser amado—objetó Jannis, y le pasó unbrazo por los hombros para consolarla. Con sumo cuidado. Con sumacautela.LaestrelladeHollywoodtristedespertabasuinstintodepañodelágrimas.
—¡Ereshombremuerto,HarryPotter!—gritóBarton.Enrabietado, se subió al zapato izquierdo y comenzó a darle a la
punta con las dos patitas delanteras. Claro está, Jannis no notó nada. Elcomportamiento deBarton habría resultado ridículo de no haber estadotandesesperado.
Kellydejóquelaabrazara.Comohacíayosiemprequeestabatriste.Aquelloerademencial,unaestrelladeHollywoodocupandomilugarenlavidadeJannis.Yamímeresultabainsoportable.
Barton dejó de tamborilear sobre el zapato, bajó a mi lado sinfuerzas,agotado,ynosquedamosmirandolosdosaesaspersonas:antesdemorir,no imaginábamoscuántonoscabrearíaquecayeranenbrazosdelotro.
—Mehacesbien—aseguróKelly.Envozbaja.Consinceridad.Jannisnocontestó,peroseveíaconclaridadquelacercaníadeella
tambiénlehacíabien.NoporquesesintieraorgullosodetenerentresusbrazosalaSexiestWomanAlive,élnopensabaniactuabaasí.Kellynoeraningún trofeo para él. Sabía consolarla.Apoyarla.Y eso le llenaba. Sinembargo,¿sabríadejarseconsolartambién?
Idiota de mí, ni siquiera había intentado averiguarlo. Y eso queéramosamigosíntimos.
¿LoharíaKellysilacosaseguíaasí?—¡Estonopuedeser!—vociferé.Bartonmemiróconcaradeasombro.—Eh...¿quéexactamente?—¡Esto!—exclamé,celosaamásnopoder,yseñaléaJannis,quele
acariciabaelpeloaKellycondelicadeza—.Debemos impedirqueestosdosselíen.
CAPÍTULO16
—Muybuenaidea—seburlóBarton—.Y¿cómopiensashacerlo?Una pregunta absolutamente justificada. Si, idiotas de nosotros, no
hubiésemosacabadoteniendotanmalkarma,noshabríamosreencarnadoenalgodemayortamaño.Peroporelmomento...¿Cómoeraesoquemeenseñómimadredelbudismo?Simalnorecordaba,noteníamosporquéseguirsiendohormigasdurantetodalaeternidad.
—¿Quieressabercómopiensohacerlo?—Sí.—Muysencillo:acumularemosbuenkarma.—¿Karma?—Sabesloquees,¿no?—Como todo el mundo —tuvo el descaro de responder. Lo que
quería decir que (al igual que yo) no sabía mucho del tema; o, mejordicho,quenosabíacasinada.
—Siacumulamossuficientebuenkarma—contéentusiasmada—, lapróxima vez vendremos almundo siendo algomejor.Gatos o perros oalgoporelestilo...
—Ya,¿y?—Puesqueentoncespodremossepararlos.—Vivir siendo un gato..., suena genial, sí.—Barton torció el gesto
condesdén.Yo también prefería volver a ser una persona, pero era imposible.
PorelloseñaléconlasantenasaJannisyKellyypregunté:—¿Estásdispuestoadejarquehaganloquelesdélagana?—Nomefastidies,consemejanteloser...—espetóBarton.Me habría gustado soltarle que Jannis no era un perdedor, y desde
luego no acabaría siendo un insecto, como nosotros, pero Barton mepreguntó:
—¿Ycómocoñoseacumulabuenkarmasiendounahormiga?Ésaera,enefecto,lapreguntadelmillóndeeuros.Sóloquenohabía
cuatrorespuestasentrelasqueelegir,nitampocoexistíaelcomodíndelallamada.Elsistemadelkarma,cuandounosehallabainmersoenél,eradelomáspeliagudo.
—Además,hayotroproblema—comentóBarton.—¿Cuál?—inquirí, aunque lociertoesquenoqueríaoírhablarde
másproblemas.—Tendremosquevolveramorirparareencarnarnos.Esonolohabíapensado.Ytampocomeapetecíahacerloahora.—Vayamosproblemaporproblema.Bartonsuspiró,eraevidentequemiplanleplanteabaseriasdudas.—Jannis,¿querríasvenirconmigoaNuevaYorkalentierrodeMarc?
—preguntóKelly acurrucadaen sus confortantesbrazos sobrenosotros,enelsofá—.Yomeocupodelosgastos.
Jannisseparóapensar.Bartonyyocontuvimoslarespiración.Jannissiguiópensando.Nosotrosseguimosconteniendolarespiración.Jannissedebatíaconsigomismo.Nuestrascabezasdehormigaempezaronaponerseazules.Entoncessonrió.—TambiénpuedoescribirmitesisenNuevaYork.Nosotras, las hormigas, soltamos el aire horrorizadas, y Barton
observó,jadeante:—Tenemosqueacumularbuenkarmasinpérdidadetiempo.Peroantesinclusodequepudiéramosempezaradesarrollarunaidea
parallevaracabonuestropropósito,unavozestridentedijo:—¡Eh,vosotras!A unos hilos de donde estábamos, en la alfombra persa azul, había
unahormiga.Erarojacomonosotras,peromuchomásgrandeyfuerte.Yparecíamuysevera.
—¿Seráotrapersonareencarnada?—lepreguntéaBarton.—Nodeberíaspreguntármeloamí,sinoaella.—Buenarespuesta—repliqué,ymedirigíalahormiga—:¿También
esustedunapersonareencarnada?—¿Sepuedesaberquésignificaeso?—contestóellacortante.—Yodiríaquenoloes—razonóBarton.—Buenadeducción,Holmes—repuse.—Una vez rechacé hacer de Holmes —contó, como si en ese
momentofueraimportante.Lahormigaavanzóhacianosotrasyseplantódelante.
—Soy la comandante Frtxl. Y está claro que vosotras sois unasdesertoras.
—Unavez,enunapelideSpielberg,hicedeundesertorque...—Ahora eso da absolutamente lomismo—lo corté yo al ver a la
hormiga,queestabacadavezmásfuriosayqueademásnosbufó:—Hacedelfavordevenirahoramismoconmigo.—Ni hablar —respondió Barton, que a todas luces odiaba recibir
órdenes.—Esquetenemosalgomejorquehacer—aclaréyo.Tambiénodiaba
recibirórdenes.AmenosenesoBartonyyonosparecíamos.—¿Ah,sí?—preguntópicada.—Puessí—contestéyo,tambiénpicada.—¿Ysioslopidoconmuchaamabilidad?—musitódulcemente.—Tampoco.—¿Ysioslopideconmuchaamabilidadmibatallón?—musitó,con
másdulzuraaún.—¿Québatallón?—preguntéinsegura.—Estebatallón—contestóFrtxl,yanuestroalrededor,dedetrásde
los altos pelos azules de la alfombra, salió una infinidad de hormigasrojasdeaspectohosco.
—Enesecasopuedequelacosacambie—aseguré,tragandosaliva.
CAPÍTULO17
—¡Andando!—ordenóFrtxlasushormigassoldadorojasytambiénanosotros.
—Y¿adóndeexactamente?—preguntóBarton,que,sibienseguíasinhacerle ninguna gracia que le dieran órdenes, vio que no teníamos otraopciónqueobedecer.
—No estoymuy segura de que queramos saberlo—le dije en vozbaja.
—¿Adóndevaaser?—espetóFrtxl—.¡Vamosalaguerra!—Piii—soltóBarton.Yyosuspiré.—Yatedijequenoqueríamossaberlo.Acompañadasde lashormigas soldadosalimosde lacasay fuimos
directasalcaminodepiedras,calentadoporelsol.Enotrascircunstanciasme habría resultado agradable sentir el calorcito en las patas, comocuando era pequeña y me encantaba el suelo radiante del viejo Lemke,nuestrovecinodeBremerhaven.Peroelpanoramaqueseofrecíaantemisojos me dejó helada: pelotones de hormigas de aspecto marcialprocedentesdetodaspartessedirigíanhaciaunagranpiedraornamentalnegra. En ella se encontraba una hormiga roja monstruosa,tremendamentegorda—seveíaalaleguaqueeralareina—,rodeadadecincofuerteshormigassoldado.
—Enmenudamierdanoshemosmetido—constatóBarton,estavezsinningúnpiii.
—Y no tendremos ocasión de acumular buen karma —añadí yo,lanzandounsuspiro.
—¿Lasignorinadeseaacumularbuenkarma?—dijoanuestrolado,risueña,unahormiga.Eramáselegantequetodaslasquehabíamosvistohastaesemomento.Susonrisaeraenextremoencantadora.Peroquizálomásasombrosodeesahormigafuesesuacentoitaliano.
—¿También... es usted una persona?—deduje, yme pregunté si notendría delante a Francesco, el pizzero de Bremerhaven, que murió desalmonelosisdespuésdecomersesulegendariotiramisú.
—Fui una persona —me corrigió la hormiga—. En un pasado
demasiadolejano.—¿Cómo de lejano exactamente? —Barton intervino en la
conversación.—Tressiglos.Asíquenoeraelpizzero.—¿Tres siglos? —repitió Barton horrorizado—. ¿Se puede vivir
cientosdeañossiendounahormiga?Losdosnospusimosmustios.—Signore,perosiesonoesnada.—¿Cómoqueno?—preguntóconfusoBarton.—Tambiénsepuedepasarlamiserablevidasiendouninsectomiles
deaños.ABartonse leborróelcolordesucaradehormiga.Yyomepuse
mala sólo de pensar en tener que vivir tanto tiempo siendo un animalpequeño.
—Mi fiel compañero ha corrido esa suerte.—La galante hormigaseñalóaotraconunaspectodelomásbastoqueestabaasulado.
—Dihola,Aarg.—Hola, Aarg—gruñó Aarg. Por lo visto no era la hormiga más
brillantedelgrupo.—En su día,Aarg fue un hombre de la Edad de Piedra—contó la
hormigaitaliana—,yahoraviveentrenosotroscomounanimalinferiorporque,comolíderdesuclan,noerapartidarioderesolverlosconflictospacíficamente.¿AlgunavezoshabéispreguntadoporquéloshombresdeNeandertalseextinguierony tuvieronquerecularante losde laEdaddePiedra?
—Laverdadesqueno—respondí.Bartonnodecíanada.Seguíadándolevueltasalainformacióndeque
sepodíavivirmilesdeañossiendounahormiga.—LarespuestaaestemisteriodelahistoriaesAarg.Aargesbozóunasonrisa torcida,orgullosodehaberexterminadoa
losneandertales.—Yusted,¿quiénes?—lepreguntéalahormigagalante.—GiacomoGirolamoCasanova.—Deésehiceunavez.—Bartonsaliódesussombríospensamientos
ysesumódenuevoalaconversación—.Hacedosaños,bajoladireccióndeTimBurton.
Mientrasyoaún intentabahacermea la ideadeque lahormigaquetenía delante en su día había sido el seductormás famoso de la historiauniversal,ella,halagada,observó:
—Así que mis hazañas siguen inspirando poemas, canciones yrepresentacionesteatrales.
—Fueunapelícula—puntualizóBarton—.Cuarentaycincomillonesdegastosdeproducción,cientotreintaytresmillonesderecaudaciónentaquilla.Pero tendríaquehaberdadomuchomásdinero.—Pensarensutrabajo,encifrasybeneficios,leinsuflóalgodevida.
—¿Qué es una película? —preguntó desconcertada la hormigaCasanova. Pero antes de que uno de nosotros pudiera darle unaexplicación,lareinaexclamódesdelapiedra:
—¡Altotodoelmundo!Las huestes de hormigas obedecieron y se cuadraron. Incluidos
CasanovayAarg,aunqueconmenosentusiasmoqueelresto.Losúnicosquenohicimosningúnademánde incorporarnosa la formación fuimosBartonyyo.
—¡Eh!—nosbufóFrtxl, la jefa del batallón—.Eso tambiénva porvosotrosdos.
Comonoreaccionamosenelacto,lahormigaledioaBartonconlapatadelanteraenlacabeza.
—¡Ay!—chillóéste.—¡Déjaloenpaz!—lesoltéalasquerosobicho.—Si quieres que lo haga, cuádrate. O no le pegaré a él, sino a ti.
Hastahacertepapilla.Cientos de ojitos compuestosme lanzaronmiradas asesinas.Y tuve
quevérmelasconelmiedo.Tanto,quenopudereaccionaratiempo:nimecuadré ni dije nada. Estaba paralizada. Lo único que logré fue temblar,cosaquenogustónipizcaalajefa.
—Muybien,comoquieras—resopló—,puesteharépapilla.Conelpánicoquesentíasólofuicapazdecerrarlosojos.—¡Déjala en paz! —amenazó Barton, que se agarraba la dolorida
cabeza con una de las patas delanteras y así y todo intentaba parecer lomásdecididoposible.
¡Me estaba defendiendo! Igual que yo lo había defendido a él. ¿Erasolidaridadentredospersonasquehabíancorridoidénticasuerte?¿Osóloquería demostrar queMarcBartonno se doblegaría aunque le pegaran?
Seacomofuere,seloagradecí.Lajefadelashormigaslededicóunasonrisarepugnante.—Entoncestúseráselprimero.Bartonllevabalasdeperder.Aunqueensuvidadeactordepelículas
de acción estuviese en forma, no sabía cómo peleaban las hormigas. Yaunque lo supiera, Frtxl eramuchomuchomás fuerte que él.Ahora yoteníamásmiedopormíqueporél,yesomehizosalirdemiestupor.
—¡Vale,noscuadraremos!Meerguídeprisa,comolasdemás.FrtxlmiróexhortativoaBarton,
quesedebatíaconsigomismo,teníademasiadoorgullo.Másqueyo.Porunapartemeimpresionó,peroporotratemímásinclusoporél.Alfinalseimpusoelsentidocomúnytambiénsecuadró,notanresueltocomoyoyclaramentedemalagana,peroaFrtxllebastó.
Enlapiedranegra,lagordareinagritóasusejércitos:—¡Aniquilaremosalashormigasverdes!Mientras yo seguía asombrada de que hubiese hormigas verdes—
madremía,delasclasesdebiologíanosemehabíaquedadonadadenada—,Casanovasuspiró:
—Losmonarcassiempreestándesequilibrados.—¡Silencioenlaformación!—nosespetóFrtxl,ycerramoslaboca
dehormiga.—Milesdevosotrasmoriréispornuestraelevadacausa—aseveróla
reina,elcorpachóntemblandoalhablar—,peroalasquesobrevivanlesesperaunagranrecompensa:lashembraspodránrecordardurantetodasuvidalagloriosahazaña...
Miratúquébien.—Ylosmachosquesobrevivanpodránaparearseconmigo.—¿¡¿Aparearse?!?—repitióhorrorizadoBarton.—Nuncasemeantojólamuertemástentadora—opinóCasanova.—AntesAarggustaraparearse—afirmóapesadumbradoelquefuera
unhombredelaEdaddePiedra.Frtxlvolviónuevamentelacabezahacianosotrosysoltó:—¿Qué parte no habéis entendido de «silencio en la formación?»
¿«Silencio»o«enlaformación»?Cuando se puso de frente para aclamar a su reina como las demás
hormigas,Casanovasuspiró:—Aydemí,cuántoechodemenosmimiembro.
—Miembro dar diversión —opinó asimismo Aarg. Aunque no loteníadesdehacíayamilesdeaños,alparecerlorecordabaperfectamente.
Bartonmiró una vezmás entre sus patas de hormiga y se lamentó,frustrado:
—Estekarmaesunaauténticabitch.Frtxlsedisponíaareprenderunavezmásalosimpertinentesconun
coscorróndehormigacuandolareinaexclamó:—Yahora,¡adelante!—Adelanterimaconhorripilante—observóBarton.—Unagranverdad—convinoCasanova.El ejército de hormigas se puso en movimiento. Casanova echó a
andar resignado a su destino; aAarg, por el contrario, le ilusionaba lainminentebatalla:
—Cachiporrazosbien.Miréamialrededor:huireraimposible.Nosepodíairencontrade
la corriente de hormigas soldado, y si nos quedábamos quietas, nosarrollaríansinmás.AsíqueBartonyyofuimosalaguerra.
CAPÍTULO18
Nosaproximamosalcampodebatalla,quesehallabaenlaterrazadelavilladeBradPitt.Lospasosdelashormigasalmarcharmeresultabanatronadores.Cuandoeraunapersona,jamáshabríapensadoenloruidosoqueeraelmundoqueseextendíaamispies.
—¿Cuál es vuestra gracia?—me preguntó Casanova—.Me agradaconocerelnombredelaspersonasreencarnadasconlasquemetopo.Enparticularsivoyamorirenbreveasulado.
—Daisy—repuse,ymeesforcéennopensarenunaposiblemuertecomohormiga.
—CreíaquetellamabasDisy—tercióBarton.—Sólocuandoestoyborracha.—Aydemí,elvino—suspiróCasanova—,cómoechodemenostan
exquisitobrebaje.Yeltabaco,ylossenosexuberantesdeunamujer...—¡Seno!¡Seno!¡Seno!—coreóAarg.—...pero,porencimadetodaslascosas,echodemenoselcalorde
otroserhumano.Casanovasepusonostálgico.Tambiényoempezabaadesearelcalor
deuncuerpohumano,eldeJannis.Comonuncalohabíadeseadocuandoeraunapersona.
—¡Seno!¡Seno!¡Seno!—repitióAarg.El que fuera un hombre de la Edad de Piedra parecía pensar de
manerabastanteunilateral.—¡Culito!¡Culito!¡Culito!Vale,bilateral.—Y, signorina, ¿qué erais en vuestra vida anterior? —preguntó
Casanovaparanopensarenunosdeseosquenosepodíancumplir.Seloagradecí,pueslaconversacióntambiénmedistrajoamí.Eso,
¿qué era yo? Buena pregunta. ¿Qué le respondía? ¿Actriz? Habría sidoridículo.SobretodoenpresenciadeBarton.TuvequeadmitirqueparalabuenapreguntadeCasanovasólohabíaunarespuesta,mala:
—Eraunaperdedora.—Noospreocupéis—respondióCasanovacompasivo—.Éseesun
destinoquecompartísconcasitodaslaspersonas.
—Conmigono—objetóBarton—.Yoeralocontrario.—Y,sinembargo,signore,aquíestáisambosahora—adujorisueño.—Esoparece—repusoBartonirritado.—Sí,signore,aldestinoleproporcionaungranplacerserirónico.—Eldestino tambiénesunabitch—soltóBarton,ypenséque tenía
razón.—¿Quéesunabitch?—lepreguntóCasanova.—Unaputa.—Ah,no—objetóCasanova—.Llamarasíaldestinoconstituyeuna
ofensaatodaslasputas.Lasputaslehacenbienauno.Porlovisto,ningunodenosotroserafandeldestino.—Ejército,¡alto!—exclamólareinacuandolastropasllegaronala
terraza.Todaslashormigassedetuvieronysecuadraron.Lasoberana,porsu
parte,seencaramóaunapequeñapalaamarilladejuguetevueltadelrevés,yqueprobablementesehubieradejadoallíunodeloscercadecienhijosadoptivosdeBradPittyAngelinaJolie.Elrojodelahormigacontrastabaconelplásticoamarillodelapala.
—¡Aniquilaremosa lashormigasverdes—gritó la reina—,porqueloverdenomerecevivir!
Bartonechóunvistazoyconstató:—Yonoveoningunahormigaverde.En efecto, nuestro ejército de hormigas rojas se hallaba reunido al
completoenlaterraza,peroalasverdesnoselasveíaporningunaparte.Alparecereranbastantemáslistasquenosotras.
—No os hagáis ilusiones demasiado pronto, signore —aconsejóCasanova—.Vendrán.
—¡Muertealashormigasverdes!—gritólareinaunavezmás,ysurojacabezaparecióapuntodeestallardeodio—.¡Aniquiladlas!
Muchosdesussúbditosmoriríanenunaguerra,yyoestabaseguradequeellos—adiferenciadenosotros,personasenlaruedadelkarma—nosereencarnarían.Peroaesalocaledabatanigualloquefueradesussoldados como a cualquier dictador norcoreano. O a cualquiercomandanteenjefedelasfuerzasarmadasnorteamericanas.Oacualquiereditorialistaqueexhortaa lamovilizacióndesoldadosenpaíseslejanos.Las hormigas me dieron pena. Si hubiese alguna forma de impedir elderramamientodesangreabsurdo...podríamos...podríamos...
—Estamoslistos—selamentóBarton.—Ojustolocontrario—repuseanimada.—Y¿quéeslocontrariodeestarlistos?¿Estartontos?—No,acumularbuenkarma.—¿Cómodices?—Si impedimos la guerra, podremos acumular buen karma —le
expliquénerviosa.—Disculpad, signorina —terció Casanova—. Tengo algo de
experienciaconlodeacumularkarma.—¿Esquenohassidosiempreunahormiga?—inquirí.—Lofuidurantecientotreintaytresvidas,peroluegoacumulébuen
karmaconunaseñorallamadaKimypaséaserunconejillodeIndias.[10]—Miratúquébien—repusomordazBarton—.UnconejillodeIndias
esalgomucho,muchísimomejor.—Y como conejillo de Indias acumulé todavía más buen karma y
paséaserungatoprecioso.—Puesnolopareces—constatóBartoncrispado.—Bueno, es que después volví a acumular mal karma. Rompí
demasiadoscorazonesgatunos.—¿Lo ves?—le dije a Barton risueña—. Se puede llegar a ser un
animaldemayortamaño.—Aun así, ¿cómo vamos a evitar nosotros dos una guerra? —
planteó.—Haces demasiadas preguntas—repliqué irritada. ¿Es que siempre
tenía que ser yo la que diera con la solución?—. ¿Y si, para variar, tepusierasapensardemaneraconstructiva?
—Ya...—Bartonibaadeciralgo.—Seríagenial—lointerrumpí.—¡Zas, zas!—dijo Aarg encantado, y señaló con la pata delantera
izquierdaelotroladodelaterraza,pordondedesfilabaenesemomentoel ejército de las hormigas verdes. Era mucho más numeroso que elnuestro.Se imaginara loquese imaginase la reina roja,nuestroejércitonotendríanadaquehacerfrenteaunasfuerzastansuperiores.
—Será una carnicería—constatóCasanova—.Pero veamos el ladobueno.
—¿Y cuál coño es el lado bueno, si se puede saber? —preguntóBarton.
—Almenosnotendremosqueaparearnosconlareina.UnpobreconsueloparaBarton,envistadelainminentecarnicería.—Zas-zas-zas. —Aarg estaba cada vez más contento con las
hormigas verdes, cuyo ejército, en el otro lado de la terraza, parecíaverdaderamenteimponente.
—Estetíoempiezaasacarmedequicio—resoplóBarton.—No,más bien saca cosas positivas—afirmé sonriente, porque el
que en sudía fueraunhombrede laEdaddePiedramehabíadadounaidea.
—¿Relacionadasconganasdeasesinar?—Algoporelestilo—afirmé—.Leharemos¡zas!a la reinarojay
asíevitaremoslaguerrayacumularemosbuenkarma.
CAPÍTULO19
Comoeradeesperar,Bartonmepreguntócómopensabahacer esoexactamentey,comoeradeesperar,yoaúnnoteníanirepajoleraidea.Loúnicoquesabíaeraqueeseproblemanosesolucionaríasolo,nosepodíaaplazarynosepodíaahogarenalcohol,ytampocosepodíahuirdeélsinmás. E incluso en el caso poco probable de que lográramos escapar,estaba claro que con ello no acumularíamos buen karma. No queríapasarme la vida siendo una hormiga durante cientos de años, comoCasanova. La verdad es que no quería pasar así ni un solo día. Lo quequeríaeraestarconJannis.Sentirlocerca.Yparaellonecesitabaalgoquenohabíatenidoenmiprimeravida,cuandoeraunapersona:unplan.
Los obstáculos eran evidentes: para quitar de en medio a la reina,primerotendríamosquepasarporencimadeFrtxl, luegosubira lapalade juguete vuelta del revés, neutralizar a la Guardia de Corps y, porúltimo, vencer a la gorda.Y todo ello antes de que la soberana diera laorden de ir a la lucha. Me paré a pensar febrilmente cómo podíamosllevarloacabo.Enmicabeza todosedesarrollabacomoenunadeesaspelículas en las que el cerebro, George Clooney, y sus compinches,ladronesespecializados, repasanel robodel siglo.Sólo faltaba labandasonora molona. Éste fue el plan que tramé a toda prisa: Aarg seabalanzaría sobre Frtxl para que los demás pudiésemos separarnos denuestro batallón. Casanova armaría un buen jaleo en un lado de la palaparahacerquelaGuardiadeCorpsseabalanzarasobreél.Deesemodo,la reina quedaría desprotegida. Entretanto, Barton y yo subiríamos a lapalaporelmango,yunodelosdosdistraeríaalareinaparaqueelotrolaempujaradelapalaantesdequepudieradarlaordendeatacar.
YoyasabíaquelosplanesqueforjabantiposcomoGeorgeClooneyen las películas siempre acababan saliendo mal, y sin duda eso mismopasaríaconelmío,peroenesemomentoesedetallenomehizodesistir.Eraelplanmásmeditadoquehabíaurdidonunca.Asíquepusealostresalcorriente,ycuandohubeterminadopregunténerviosa:
—Ybien,¿quéosparece?—Sumamenteaudaz—alabórisueñoCasanova.—Sumamente demencial —opinó Barton, cuya negatividad poco a
pocoempezabaaserinsufrible.—Aargnoentender.AcariciélaideadevolveraexplicárselotodoalhombredelaEdad
dePiedra,peroeltiempocorría,yademásdudabaqueAargentendieraloque me proponía ni aunque hubiese tenido una presentación enPowerPoint.Poresoseñaléalajefadelbatallón,Frtxl,yaclaré:
—Túsólohacerzasaésa.—¡Zas,bien!—¿Estáisconmigo?—preguntéamipequeñocorrillodehormigas.—Chiaramente—sonrióCasanova—.Quierovolveraserungatoy
camelarme a las gatas, dejarlas extasiadas noche tras noche, con mipoesía,conmicanto,conmilengua,mimiem...
—Yatehemosentendido—locorté.—¡Miembro,bien!—exclamóAarg,quecomprendíainstintivamente
queésaerasuoportunidaddevolverateneruno.Bartoneraelúnicoquenodecíanada.—¿Quépasa?—lepregunté.—Estásloca.—Esoyalohashechoconstaralgunasveces.—Ytodasellasteníarazón.—Eresmuynegativo—aseguré.—Mejoresoqueloco.—Yonoopinolomismo.—Claro,porqueestásloca.—Locaono,siguessinrespondermipregunta:¿estásconmigo?Bartonobservóalosejércitos,plantadosamenazadoramentefrentea
frente, que sólo esperaban a oír la orden de atacar de sus respectivasreinas.Noteníaunaideamejordecómoacumularkarma,nitampocodecómosalirsanoysalvodeeseembrollo.Asíque,pormuydescabelladaqueleparecieramiidea,nohabíaotramejor,razónporlacualmelanzóunasonrisauntantoatormentadaydijo:
—Miembro,bien.
CAPÍTULO20
Paraentonces,eldesplieguedelejércitodelashormigasverdeshabíaterminado.Entre ellas y el ejército rojo sólohabía escasashormigasdedistancia. Unas cincuenta. Reinaba la famosa calma que precede a latormenta.Sihubiesecaídoal suelounalfiler, sehabríaoído.Claroque,para nosotras, hormigas, un alfiler era algo enorme. Si hubiese caídodesde la altura de un hombre, el ruido en nuestros oídos habría sidosimilar a la caída de la aguja del edificio Empire State a las calles deNuevaYork.Peroprobablementenisiquierasemejanteestruendohubieserotolaconcentracióndelossoldados.Lashormigasrojasylasverdessehallabanfrenteafrente, inmóviles,concentradasydecididasamorirporlacausa.TambiénFrtxlsehallabaenunaespeciedetrancebélicoynoseenteródequenosacercábamosaella.Sólocuandoestuveasu ladoy lehablé sevolvióhaciamí,profundamenteconsternadaporquealguien laabordaseenunmomentoasí.
—Perdóneme...—ledije—,amiamigoAarglegustaríacomentarlealgo.
—¿Y... bien? —La gran hormiga estaba tan sorprendida que nisiquieranosbufó.
—¡Zas!—dijoAarg.—¿Zas?—repitió,desconcertada,Frtxl.EneseinstanteAargseleechóencimayempezóadarlegolpes.—Zas—confirmé.Nunca había visto a nadie que se divirtiera tanto repartiendo
mamporroscomoAarg,nisiquieraTerenceHillyBudSpencerparecíandisfrutartantoensuspelículas.
—¡Vamos!—lesgritéaCasanovayBarton.Salimos pitando los tres mientras Frtxl y Aarg se peleaban y las
hormigasdealrededorsepreguntabansidebíanayudarasucomandanteomantenerlaposición.Sindudaeralaprimeravezqueveíanquealguiendesuspropiasfilasatacaraalajefadelbatallón.Siesashormigashubiesensidorobots,suscircuitossehabríanfundido.
Corrimos hacia la pala amarilla. Las hormigas no nos detuvieron,seguían cuadradas, de manera que llegamos sin incidentes a la parte
delanteradelapala.Justoencima,nilareinanisuGuardiasepercatarondenuestrapresencia,sóloteníanojosparaelejércitoenemigo.Yqueéstefuesemuchomásnumerosoqueelsuyonohizoquelareinaflaquearaensuresolucióno,mejordicho,ensulocura.
—Letoca—lesusurréaCasanova.—Noospreocupéis,signorina,haréquelaGuardiaseabalancesobre
mídesdelapala.—¿Ycómopiensaslograrlo?—preguntóBartonescéptico.—Concumplidos.—¿Concumplidos?La respuesta no consiguió atenuar el escepticismo deBarton.Ni el
mío.—Los cumplidos son una espada afilada —alegó sonriente el
seductor.AunquenoentendíadóndequeríallegarCasanova,leespetéaBarton:—Nopodemosesperar.Yeché a correr con él.Nadamásdar la vuelta a la esquina—pues
queríamossubirporelmangodesdeelotro ladode lapala,sinquenosvieran—,oímosdeciraCasanova:
—EstimadaGuardiadeCorps.—¿Quéquieres?—dijounodesusmiembros.—Admiraros,signore.—¿Quéesunsignore?—Enestecasoesoresultairrelevante.—¿Quésignificairrelevante?—Esotambiénesirrelevante.En la calmaqueprecedía a labatalla el silencio era tal que incluso
atrás,enelmangodelapala,escuchamosquelashormigasdelaGuardia,perplejas,serascabanlacabezaconlaspatas.
—Vosotros, gallardos caballeros de la Guardia, os apareáis con lareina—constatóCasanova.
—Sí.—Admirovuestrapotencia.—Gracias—respondieronhalagados.—Nadiesepuedemedirconvosotros.—Puedes apostar a que no —convino el miembro de la Guardia
mientrasBartonyyonossubíamosalmangodelapalasinquenadiese
dieracuenta.—Sois las más resueltas de todas las hormigas—siguió alabando
alegreCasanova.Todosemitieronsendosgruñidosdeaprobación.Barton y yo corrimos por elmango, ya veíamos a los gigantescos
miembrosdelaGuardiayalamonstruosareina: todosellossehallabande espaldas a nosotros, contemplando a Casanova, que los lisonjeabaabajo.Peroloqueestabahaciendonobastaba.Cierto,sehallabandecaraaél, pero si nosotros atacábamos a la reina ahora, se olvidarían deCasanovaynosmatarían.Paraquemiplan salierabien, teníaquehacerqueselanzaransobreél.Yteníaquehacerlodeprisa.
—Pero,signore—seguíadiciendoCasanova—,¿sabéisquéesloquemásadmirodevosotros,miembrosdelaGuardia,hablandodeaparearosconlareina?
—¿Qué?—preguntaronalunísonotodoslosmiembrosdelaGuardiadeCorps,que,comotodobichoviviente,nosecansabandeoírhalagos.
—Quenolehacéisascosanada.Ylareinachilló:—¡Matadlo!LaGuardia sebajóde lapaladeun salto.Ahoraestábamosa solas
conlareina,que,comonosdabalaespalda,noreparóennosotros.Hastaentoncesmiplanhabíafuncionadoestupendamente.
—Y ahora ¿qué?—me preguntó en voz baja Barton mientras nosacercábamosalasoberanasinhacerruido.
—Puesahoraunodenosotrosladistraeyelotrolaempujadelapala—afirmé, repitiendoelúltimopasodemiplanysinestarseguradequépapeleraelpeor.
—¿Quién va a empujar a ésa? ¿Tú la has visto bien?—Señaló elmonstruo,queenesemomentoencendíaalosmiembrosdesuGuardia:
—¡Arrancadlelaspatas!¡Notanrápido!¡Despacio!¡Másdespacio!Barton estaba en lo cierto, contra ella uno solo no tenía ninguna
posibilidad.Habíamosllegadoalpuntoenelquemedabacuentadequenoera tan sencillo llevar a la práctica lamayoría de los planes tal cual seconcebían.
—Entonces,¿quéhacemos?—insistióBarton.Nolosabía.Seacomofuere,elencantodelabuenadeDaisynonos
ayudaría mucho. Ya me había fallado el último día de mi vida comopersona.
—Semeocurreunacosa—sugirió.—¿Tienesintencióndeempezarapensardemaneraconstructiva?—
preguntéasombrada.—Simedejashablar...—Muybien,¿quépropones?—Noslargamosypensamosenotraformadeacumularkarma.Laideamegustó,muchoincluso,puestoquenoteníamalditaganade
averiguarquésesientecuandoaunolearrancanlaspatasdespacio,afindecuentas,yparacolmodemales,teníaseis.Porotrolado,pensandoenCasanova,queseestabadejandodescuartizardelantedelapala,huirquizáfueseunpelíninjusto.Estábien,muyinjusto.
—Nihablar.—¿Tienes una ideamejor?—quiso saberBarton. Por lomenos no
poníapiesenpolvorosaenelacto,sinoquemeescuchaba.—Almenostengootra:cogemoscarrerillalosdos,embestimosala
tiparracaylatiramosdelapala.Bartonmiróalareina,sopesólaideaydijo:—Podríafuncionar.Yfíjatequedigopodría.—Perosólosiactuamosenequipo.—Puedotrabajarenequipo—repusoBarton,untantoofendido.—¿Ah,sí?—loprovoqué.—Silideroelequipo—añadió,ysonrióirónico—.Puesaladetres:
un,dos...—¡Tres! —terminé yo, y salí corriendo. Si alguien iba a liderar
nuestroequipo,seríalamujerhormigaquehabíaconcebidoelplan.Irritado, Barton resopló, salió asimismo corriendo y no tardó en
alcanzarme, y los dos continuamos a toda velocidad hacia elmonstruo,que cuanto más nos acercábamos, más imponente nos parecía. Y másrepugnante.
—Tienepelosnosóloenlosdientes...—observóBartonjadeante.—...sinotambiéneneltrasero—constatéyo.—Yvamosdirectosaél—afirmó,tragandosaliva.Por desgracia tenía razón: le daríamos con la cabeza justo en el
peludotrasero.Nolopudeevitar,cerrélosojos.Delocontrarioquizáhubiesedado
media vuelta, y con toda seguridad habría reducido la velocidad y, conello,perdidoun impulsodecisivo.Asíquemeestrelléaciegascontrael
culodelahormigareina,juntoconBarton,untrabajoenequipobastantecoordinado, pues. La cabeza me estallaba, me tambaleé un tanto,esperandooírdeunmomentoaotroelgritodelasoberanaalcaer.
Peronogritó.Abrí losojosconcautela:ami ladodaba traspiésunBartonvisiblementeaturdido.Nosquedamoslosdosmirandoembobadoselpeludoculo.Lareinanohabíacaído,yahorasedabalavueltadespacio,muydespacio.Sucara,rojapornaturaleza,ahoraeradeunrojosubido,ysu mirada destilaba un odio que quizá sólo pudiesen engendrar tiranoslocosderemate.YBartonconstató:
—Somosunamierdadeequipo.
CAPÍTULO21
—¿Sabéisloquevoyahacerahora?—dijolahormigareina.—¿Reírse con nosotros de este golpecito tan tonto? —probé a
quitarlehierroanuestroataque.—Ocuparmepersonalmentedevosotros.—Noseránecesario—repuseconunasonrisaatormentada.—Seguroquetienecosasmásimportantesquehacer—tercióBarton
—, como capitanear una guerra, así que será mejor que no pierda eltiempocontonterías.
Aunque el hecho de que Barton la instara a empezar la guerra eraincompatible con nuestro propósito de acumular buen karma, para sersincera,yoenesemomentotambiénhabríadichocualquiercosaparasalirdelasituación.
—Adecirverdad,lashormigasverdes,esascobardes,deseanlapaz—riolareina—.Sólolucharánsidoyamiejércitolaordendeatacar.Osea,quetenemosmuchotiempo.Muchísimotiempo.
—Larguémonos—lesusurréaBarton—.Aladetres:un,dos...—¡... tres!—mecortó.Estavezfueélelprimeroqueechóacorrer.
Quizá nunca fuésemos capaces de hacer algo al unísono, si es quevivíamosparacontarloo(encasocontrario)volvíamosareencarnarnosjuntos en hormigas. ¿O acaso habíamos acumulado mal karma porsacrificar a Casanova inútilmente? ¿Renacería siendo un gusano, unamoscardaounescarabajopelotero?
Moscardatalveznofueratanmalo.SiemprepodríavolaralrededordeJannisyKellyparaquenuncapudieranbesarsetranquilos.Cuando,alcabo, Kelly, crispada, dejara a Jannis, yo viviría en su habitación ydormiría en su almohada. Aunque no acariciara a una moscarda comoacariciaríaaunagata,quizáresultarasoportable.Alfinyalcaboestaríaconél.EnesossegundosdepánicoechédemenosaJannismásquenunca.Habíaestadoamiladocasitodamivida,peroahora,eneseinfierno,noera así. En cambio tenía, precisamente, a Barton. La Hormiga másEnervantedelMundo.Casanovateníarazón:eraevidentequeeldestinoseloestabapasandoengrandesiendoirónico.
—¡Melaspagaréis!—noschillólareina,yalhacerlolacabezasele
volvióaponerrojooscuroylascarnesletemblaron.Seguro que tenía la tensión alta. Como Lemke, nuestro vecino de
Bremerhaven, quemurió de un infarto demiocardio con sesenta y tresaños y cuyas últimas palabras fueron: «Ojalá no hubiese metido tantodineroenelplandepensiones».
—¡Alto!—bramóelmonstruomientrascorríamoshaciaelmangodelapala.
—Nidecoña—dijoBartonjadeando.La reina puso su voluminoso cuerpo en movimiento. Para ser una
hormiga tangrande, semovíacondenadamentedeprisa.Másdeprisaquenosotros.Muchomásdeprisa.Aunque respirabacondificultady lanzabaayesalcorrer,notardaríaendarnosalcance.
—¿Queréistomarmeelpelo?—vociferó,yelcolordesucarapasódelrojooscuroallilaoscuro.Aladvertirlotuveunaidea,ylecontesté:
—Puessí.—Puesno—objetóBartonenfadado.—Quesí—insistí,ymedetuve.—Ydesdeluegonoqueremospararnos—añadiófurioso.—Confíaenmí.—¿EnTI?—Onoconfíes—respondíirritada,ymevolvíhacialareinayledije
—:Avosotras hay que tomaros el pelo por fuerza.Es un instinto de lomásnatural.
Esa desfachatez la dejó tan pasmada que también ella se detuvo. YBarton,delsusto,hizootrotanto.
Lareinatomóaire.—¿Estás...estás...?Bartonsuspiróycompletólafrase:—Sí,estáloca.Sinembargo,yohacíamuchoqueno teníanada tanclarocomoen
ese instante. Tenía presente a nuestro antiguo vecino, al que le dio elinfartoalexaltarsedemasiadoporque,debidoaunfallo,latemperaturadela calefacción por suelo radiante de su casa no podía bajar de loscincuentagrados:sí,nosóloBartonyyopodíamosmorirdeunamaneraabsurda.Lareinamerecordóamiantiguovecino,medabalaimpresióndequeestabaapuntodepasaramejorvida.
—Ynonecesitáisunejércitoparaaniquilaralashormigasverdes—
añadí—.Osbastaconvuestromalaliento.—¡Vas a sufrir como nunca ha sufrido nadie! —gritó la reina
mientrasavanzabapesadamentehaciamí.Yesperécontodamialmaquemisprofanosconocimientosmédicosnomeengañaran.
Bartonmesusurró:—Nomeconvencedeltodotuestrategia.Peroyomemantuveenmistrece.—O bastará con que le enseñéis al ejército verde vuestro trasero
peludo.—¡Grrr!—gruñólareina,yempezóatambalearse.Aunquetambién
se hallaba peligrosamente cerca de nosotros. Así que la siguiente fraseteníaqueserdefinitiva.
—O...o...o...—balbucí.Unaverdaderalástimaquenosemeocurrieranadamás.La tirana estaba a tan sólo dos pasos, de un momento a otro nos
golpearíaconsuspoderosaspatas.—O...—Bartonseapresuróaacudirenmiayuda—.Bastaráconque
lesenseñéisvuestracara.Lareinasellevóunapataalpecho.—Pedazo de...—Iba a soltar un taco, pero en lugar de terminarlo
empezóasilbarcomounaollaexprés.Sólonosseparabaunpaso.—¡Ésaserálapeordelasmuertesparalasverdes!—chillóBarton.Lareinarevolviólosojosyvinohacianosotroshaciendoeses.—No,hayunainclusopeor...—Entoncessemeocurrióalgomás.—... que os apareéis con ellas. —Barton siguió el hilo de mis
pensamientos.Esolediolapuntilla.Lareinacayómuerta.Pordesgracia,sobrenosotros.Yloúltimoquepenséenmividacomohormigafue:quizáBartony
yonoformemostanmalequipo,despuésdetodo.
CAPÍTULO22
Unavezmásvolvíaverpasarlavidaenuninstante,peroestavezsetrató demi vida comohormiga.Recordé el entierro.Lomuchoquemeafectó.Recordécuando Jannis confesóquemequería.YelmomentoenquedecidíimpedirqueélyKellyseliaran.
TambiénrecordémispeleasconBarton.Eltraseropeludodelareina.Y que la matamos y de ese modo salvamos a muchas hormigas. Estoúltimomellenódeorgullo.Demencial,enmilargavidacomopersonanohabíahechonadaquepudierarecordarconorgullo,peroenmicortavidacomohormigahabíalogradollevaracaboalgoimportante.
Despuésflotédenuevoporlanadablanca,dirigiéndomehacialaluz.Noconmicuerpodeinsecto,sinoconeldepersona.Desnudo,comolohabíacreadolanaturaleza.Mesentíincreíblementebienteniendootravezun cuerpohumano.Tampocohabía apreciado eso en lo quevalía enmiprimeravida:consumía tabaco,alcohol,drogasymuchacomidabasura.O ¿acaso era al contrario y sí lo había apreciado en lo que valíaproporcionándoletantoplacercontodasesascosas?
La luz eramás intensa que enmimuerte anterior,más cálida,másagradable.Teníamuchasganasdeirhaciaella,fundirmeconella.Másaúnquelaprimeravez.Notéinstintivamentequeallíhabíaalgomásapartedelaluzydemí.Haciendoungranesfuerzoapartélamiradadelaluzyladirigíaunlado:ahíflotabaBarton,quetambiénvolvíaaserunapersonayasimismoestabadesnudo.Nomehacíacaso,sólomirabalaluz,anhelante,esperanzado.
La luz se volvió más intensa. No podía evitarlo, debía volver amirarla. Justo entonces empezó a envolverme y también me sentí másseguraquelaprimeravez.Másfeliz.Siexistíaelcielo,habíallegadoaél.Era maravilloso, no podía imaginarme nada más bello. Sin embargo,poco antes de que me envolviera por completo, me rechazó. No podíaquedarme.
Barton también fue expulsado. Parecía tremendamente triste. Y yotambiénteníalágrimasenlosojos.
Deprontoestabasobreunaspiedrecitas,peronoeran laspiedrecitasdelcaminoquellevabahastalavilladeBradPitt,esoestabaclaro,yaqueme hallaba debajo del agua. Aquello estaba muy oscuro, pero con laescasa luz que había logré distinguir unas plantas verdes y altas que semovíanaunladoyaotroenunamansacorriente.Asíquemeencontrabaenelfondodeunpantanoodeunlagooinclusodeunmar.Nadamásserconscientedeello,notéquemeahogaba.
CAPÍTULO23
Presadelpánico,miréhaciaarriba:deallíveníalaluzqueentrabaenelagua.Teníaquellegardeinmediatoalasuperficie.¡Alaire!
Queríanadar,peroentoncesnotéquesóloteníadosbrazos,noseis.Lo que significaba que ya no era una hormiga. Pero tampoco era unapersona,yaquesólosentíaesosdosbrazos.Ningunapierna.¡Oh,no,yanoteníapiernas!
Peroésenoeramiproblemamásacuciante,sinoelhechodequenopodía seguir conteniendo la respiración. Desde luego no es nadaagradableencontrarseenunasituaciónenlaquelapérdidadelaspiernasnoeselproblemamásacuciante.
Nadéhaciaarribalomásdeprisaquepude.Ymesorprendiólobienquesemedaba,lonaturalesquemeresultabanlosmovimientos,yesoquehasta ese momento había evitado en la medida de lo posible lagos ypiscinas.Yadepequeñamepreguntabaporquéteníaqueaprenderanadar.Alaspersonasnosenoshabíaperdidonadaenelagua.En laszonasdeveraneo siempre morían nadadores que se creían demasiado buenos.Quienes no nadaban, en cambio, se quedaban tan ricamente en la playa,contemplando los esbeltos cuerpos de hombres o mujeres deportistas,segúnlaspreferenciasdecadacual.Unasbrazadasmásypodríavolverarespirar. ¡No debía darme por vencida! Con las últimas fuerzas quemequedabansalíalasuperficiey...notéquenopodíarespirar.
Cogí aire como una loca, pero cuanto más lo hacía, tanto másamenazaba con ahogarme. El pánico casi me hizo perder los nervios.Quería llevarme las manos al cuello, pero mis brazos eran demasiadocortos.Y tampoco teníacuello.Memareé.Noconseguímantenermeporencimadelagua,medeslicébajolasuperficie,convencidísimadequemeahogaría.Demasiadodébilparanadar,mefuialfondoy...denuevopodíarespirar.¡Debajodelagua!
¿Cómocoñoeraposible?Un pez rojo enorme vino nadando hacia mí —al menos en ese
momentome pareció enorme, en realidad era tan grande como yo— ygorgoteóconlavozdeBarton:
—¿Erestú,Daisy?
En cualquier otra situación habría tomado nota encantada de queBartonyanomellamaba«loca»o«Disy»,sinoqueporprimeravezusabaminombre.Peroloquehicefuededucirquelasdificultadespararespirarquehabíanotadoalrenacersedebíanúnicamentealpánicodehallarmedepronto bajo el agua. Me puse a mirar mi nuevo cuerpo de pez, laspequeñas aletas, las escamas, intenté también descubrirme las agallas,cuandodetrásdenosotrosunavozsuave,amable,dijo:
—Osdoylabienvenida,amigosmíos.Nos volvimos: hacia nosotros nadaba un pez increíblemente gordo
confranjasblancasyanaranjadas.Unpezpayaso,quehastaentoncessóloconocía por Buscando a Nemo, la peli de Pixar. Esbozaba una sonrisabeatífica.
—Buda—constatóBartonirritado,yyopregunté,indignada:—¿Porquédemoniossomospeces?—Los demonios no tienen nada que ver con esto—sonrió el pez
payaso, que me gustaba tan poco como los payasos de verdad—. Nisiquieraexisten.
En otras circunstancias, una información así habría resultadotranquilizadora,sobretodoapecadoresocasionalescomoyo,peroenesemomentolosdemoniosnomeinteresaban.
—Esonorespondemipregunta.¿Porquésomospeces?—Bueno,habéisacumuladobuenkarma.—¡Exacto!Asíquedeberíamosserotracosa.—¿Ungatoounperro?—preguntóelrisueñopezpayaso.—¡Justo!—Paraesonoosllega.—¿Queparaesononosllega?¿Queparaesononosllega?—Esohedicho.—Hemosevitadounaguerra—protesté—.¿Quiénpuededecirqueha
hechoeso?—Pocos —convino Buda. Su permanente sonrisa me volvía más
agresivapormomentos.Sifueraunapersona,habríaechadoaesepezalaparrilla. De modo que pregunté—: Y ¿por qué no somos debidamenterecompensados?
—Lohabéishechoporlosmotivosequivocados.Poruninstantemequedédeunapieza.—Queréisserunanimaldemayortamañoparahacerelmal.
Mirélaspiedrecitasdelfondo,avergonzada:aunquesepararaJannisyKelly anosotrosnosparecierabien, a losojosdepezdeBuda estabamal.
—Disfrutaddevuestranuevavida—repusosonriendoelpezgordo—.Esunarecompensaporloquehabéishecho.Oslahabéismerecido.
UnaluzresplandecienteenvolvióaBuda,quefuehaciaella.Escasossegundosdespuésnoquedabanirastronideélnidelaluz.
—¿Qué le ven sus adeptos a ese hijo de pupiii?—preguntóBartonfrustrado.
No contesté, estaba demasiado desesperada. Dijera lo que dijeseBuda, irnadandoporel lugarcomounpececillodoradonoeraningunarecompensa. Era mucho peor que ser un gato o un perro. Habría sidomejor reencarnarse inclusoenmoscarda.Siendopeces,¿cómoíbamosaimpedir que Jannis y Kelly se liaran? Pero, sobre todo: siendo un pez,¿cómoibaaestarcercadeJannis?
CAPÍTULO24
—Wearetwolostsouls,swimminginafishbowl,yearafteryear...—cantóBartonenelagua,triste.
—Yeso¿aquévieneahora?—Somosdosalmasenpenanadandoenunapecera,añotrasaño,de
Wish you were here, de Pink Floyd. Así pensaba titular mi próximapelícula, que iba a producir yo mismo, como la canción, una versiónmodernadeEsperandoaGodot.ConbrókeresdeWallStreetqueesperanaloscamellosquelespasanlacoca.
—¿Ycómoesqueseteocurreesoahora?—Observa.A nuestro alrededor, en el agua, se deslizaba un montón de peces
ornamentalescontodosloscoloresdelarcoíris.Apocadistanciaseveíanburbujasdeaireascendentes:unabombadeoxígeno.Enelmarnohabíaesascosas.Nienloslagos.Nienlospantanos.
Me puse a nadar —sorprendentemente, deslizarme por el aguainclusomedeparóciertasatisfacción—ydescubrímidébilreflejoenuncristal. Así que estábamos en una fish bowl, una pecera; para ser másexactos, en un acuario. Pero no en un acuario cualquiera, sino en el deBradPittyAngelinaJolie.Yenverdadéramostwolostsouls:dosalmasenpena.
¿Tambiéneranlosdemáspecesalmasenpena?No,estabaclaroque,a juzgar por lo abúlicos que parecían, allí no había ninguna personareencarnada.¿EnquésehabríanreencarnadoCasanovayAarg?Afindecuentas,habíanactuadodemaneramásaltruistaquenosotros.[11][12]
Atravésdelcristaldisfrutábamosdeunavistaestupendadelsofádediseñolila.YdeJannisyKelly,queenesemomentoentrabanjuntosenlahabitación. Ambos llevaban una ropa distinta de la de la última vez.¿Cuántotiempohabríapasadodesdequemorimoscomohormigas?
—El vuelo es mañana —informó Kelly—. En Estados Unidos losperiodistasnomedejaránenpaz.
—Yoestarécontigo—repusoJannis,cogiéndoladelamano.—¡Piii!—exclamóBarton.—Esoestábien—repusoKellyagradecida,yacarició lamejillade
Jannis, que estaba encantado—. Me gustaría hacer algo. Algo que estámal...muymal...
—¿Yquées?—quisosaberél.—Besarte...Horrorizados,Bartonyyopegamosnuestrabocadepezalcristal.Sintansiquieraesperaraquelerespondiera,KellybesóaJannis.Y
porlovistoaélnolepareciónadamal,ajuzgarporcómoledevolvióelbeso.
Nuncamehabíadolidonadatanto.Nisiquieralamuerte.JannisyKellysebesabancadavezconmásganas.Siaquelloseguía
así,sedesnudaríandelantedenuestrosojossaltones.Meentrómuchofrío,aunqueelaguaestabacaliente.
—Porlomenospodríanirsealahabitación—sequejóBarton.—Tambiénnosotrospodríamosnomirar.—Podríamos,sí.Ningunodelosdosapartólavista.Kellysedeshizolatrenzaysesacudióelpelo.—Lo hace siempre que quiere dejarse llevar —dijo Barton
entristecido.—Deberíamosmirarparaotroladodeunavez.—Deberíamos,sí.Nodejamosdemirar.—Aunquelohiciéramos—dijoBarton—,losoiríamos,porqueno...—...podemostaparnoslasorejasconestasaletastancortas.Como pez, de pronto me volví una mirona. ¿Cuántas veces me
habrían visto practicar sexo personas reencarnadas en arañas, moscas,mosquitos u otros bichos? ¿Y qué clase de personas serían si se habíanreencarnadoenunosanimalestanbajos?Haycosasalasqueesmejornodarlesmuchasvueltas.
JannisledesabrochódespaciolablusadesedarosaaKellyydejóalavistadosespléndidospechos.
—Dimequesondesilicona—lepedíaBarton.—Tepodríadecirquesondesilicona.—Bien—contesté,ymealegréunpoco.—Peroestaríamintiendo.¡Mierda!AhoraKellylequitóaJannis lacamiseta.Parahaber tardadomeses
enacostarseconBarton,ibabastanteembalada.—Menudafaltaderespeto—rezongué.—Pues sí, cuando hace tan poco que hemos muerto... —Barton
tambiénestabaprofundamenteafectado.—AunqueaBudaleparezcamal,sigoqueriendosepararlos.—¡ABudaunapiiidevaca!—exclamóBarton.—Unbuenmojón.—Deelefante.—Condiarrea.Peronoeramásquepalabrería.NopodíamosdesearqueaBuda le
cayeraencimaunmojón,pueseraélquienponíalasreglas.¿Oacasosóloeraelquelashacíavaler?Encualquiercaso,sifastidiábamosaesosdos,acumularíamosmalkarma.
—Situviéramosunsolomotivodesinteresadoporelquenopudieranestarjuntos...—apunté,lanzandounsuspiro.
—¿Quieres decir aparte de que vaya contra natura que semejanteloserestéconunamujercomoella?
—¡Jannisnoesunperdedor!—¿Aquésededica?—Estudialasguerraspúnicas.—Pueseso,unloser.JannislequitóaKellylospantalonesvaquerosdespacio,dejandoala
vistalosSexiestMuslosAlive.—Dimequeesmaloenlacama—mepidióBarton.—Tepodríadecirqueesmaloenlacama.—Peroseríamentira.—Ajá.TambiénJannissequitólosvaqueros.Ahoraestabanenropainterior:
JannisconunosbóxeryKellyconunasbraguitasnegrasdeencaje.—Se las regalé yo —se lamentó Barton—. Me costaron 1.989
dólares.Aloíraquello,laclientadeH&Mtragósaliva.Jannis y Kelly se besaban con pasión. Me pregunté si los peces
lloraban.Seguroquenotardaríaenaveriguarlo.—Deberíamosparardemirardeunavez—susurré.—Ya...—afirmódébilmenteBarton.Pero seguimos con las bocas de pez pegadas al cristal. Por
masoquismo.Poridiotez.Yestuvobien.Muybien,incluso.Porquemedicuentadealgoquehizoquedejaradecompadecerme.
—¿Hasvistoeso?—preguntéconnerviosismo.—¿El bulto que tiene el loser en los calzoncillos? Preferiría no
haberlovisto.—Nomerefieroaeso.¡Jannislaestábesandoconlosojosabiertos!—Pueseso,unloser.—¡Esosignificaquenolaquiere!—Puedequesiemprebeseconlosojosabiertos.—No.—¿Cómolosabes?—preguntóBarton.—Porquecuandomebesabaamíloscerraba.—Yesolosabesporque...—Yoteníalosojosabiertos.—Ynoloquieres.Eraverdad.O,mejordicho,eraverdadentonces.Pero¿ahora?Los celos me estaban matando. Quería separarlos con todas mis
fuerzas.YechabamuchodemenosaJannis.Bartonmiróa sumujer... o a loquequieraque fueseparaél ahora
Kelly,yconstató:—Tienelosojoscerrados.EnsucaradepezvireflejadalapreocupacióndequeKellypudiera
enamorarsedeJannis.—MáslevaleaHarryPotternohacerledaño.—¿Cómo se lo iba a hacer?—No acababa de imaginarme que una
persona tan buena como Jannis pudiera romperle el corazón a unasuperestrella.
—Nicolesabequeningúnhombrelaquiereporsímisma...—¿Incluidotú?—Ahoratodoestandistinto...—dijoenvozmuybaja.Queríaasumujer.Cierto,sólosesabeloquesequierecuandosehaperdido.Almenos
cuando uno es idiota. Como Barton. Como yo. Yo también entendídefinitivamentequetodohabíacambiado.QueríaaJannis.
CAPÍTULO25
—Está claro que Nicole piensa que tu Harry Potter es sincero —espetóBarton—.Peroescomotodos:sóloquieresucuerpo.
Me habría gustado defender a mi querido Jannis, pero en lo másprofundodemisersabíaqueBartonteníarazón.Janniseradecente,peronisiquieraelmismísimoDalaiLamahabríapodidoresistirlatentacióndedarseunrevolcónconunamujerasíenelsofádediseño.YsiJannis lohacíayamismo,mepartiríaelcorazón.
—Leharádaño—aseveróBartoncontristeza.Aloíresosemeocurrióunaidea,yempecéagritardealegría:—¡Quéguay!—¿Guay?¿Tehasvueltolocadeltodo?—Bartonintentódarmecon
laaleta,peroestabatanlejosqueloúnicoqueconsiguiófueecharmeunpocodeagua.
—Silosseparamos,salvaremoselcorazóndeNicole.Haremosalgobueno y acumularemos buen karma.Y después podremos estar siempreconellos.Comoanimalesdecompañía.
MeimaginéqueeraungatoyvivíaconJannis,dormíaensucamaymearrimabaaélsiemprequequería.Aunquenoseríalarelacióndeamorperfecta,símuchomejorquetenerquemirarlosaélyaKellysiendounpez.
—Unbuenplan—repusomordazBarton—.Pero te olvidas de unacosa.
—¿De qué cosa? —pregunté crispada, porque ya estaba otra vezbuscandoelpeloenlasopa.
—Estánapuntodemontárselo.—Puestendremosqueactuardeprisa.Jannishabíavueltoaabrirlosojosmientrassemagreaban,ymiraba
hacia nosotros. Teníamos que distraerlo como fuera para que dejara aKelly.Pero¿cómo?Darleconlasaletasalcristalnocreoquesirvierademucho.Ni darle con la cabeza tampoco.Aunqueme estrellara contra elcristaltanfuertequemeprodujerauntraumatismocraneal,probablementeJannisnisedieracuenta.
¿Quémássabíanhacerlospeces?¿Apartedenadar,abrirycerrarla
bocaymirar conojos saltones?No sabía nada, peronada, de peces, encasademispadresnuncahabíamostenidoninguno,ytampococonocíaanadie que tuviera; en realidad, sólome habían interesado de verdad lospecesunavezenmivida,cuandoviBuscandoaNemo...
—¡BuscandoaNemo!—exclamé.—¿Perdona?—¿HasvistoBuscandoaNemo?—¿Lapelícula?—No—contestéirritada—.Elmusical.—¿Tambiénhayunmusical?—preguntóBartonsorprendido.—Puesclaroqueno.—Entonces,¿porquélodices?—¿Conoceslapelículaono?—Sólomegustabanlaspelículasdeanimaciónquedoblabayoyen
lasquesetrabajabapocoyseganabamucho.Todaslasdemásmedabanlomismo.¿Adóndequieresiraparar?
—Venconmigo.Nadé hacia arriba lo más deprisa que pude. Cuando llegué a la
superficie, me coloqué de lado y, dejándome arrastrar, fingí que estabamuerta,comohacíanlospecesenBuscandoaNemoparaquelossacarandelacuario,losecharanalváteryacabasenenelmarcuandotirarandelacadena.
—¿Se puede saber qué haces? —quiso saber Barton, que paraentoncestambiénhabíallegadoarriba.
—Nopreguntestanto—leespeté—.Yhazlomismoqueyo.Nadóhastamíconescepticismoysehizotambiénelmuerto.Conel
rabillodemiojosaltónviqueJannisnosdescubría. JustocuandoKellyibaaquitarleloscalzoncillos,exclamóhorrorizado:
—Hayunospecesmuertos.Kellydejóenpaz loscalzoncillosdeJannis.Losdosse levantaron,
prácticamentedesnudos,yseacercaronalacuario.—Quégrandesson—observóBartonfascinado.—Puesclaro,sonpersonas—susurréyo.—Merefieroasuspechos.Losdesnudospechoscolgabansobrenosotroscomodosmaravillas
de lanaturaleza.Bueno,en realidadnocolgabanabsolutamentenada.Lafuerzade lagravedadnolesafectaba.Alparecer,segúnSigmundFreud,
lasmujeressentíanunaespeciedeenvidiadelpene,peroamísiempremehabíandadomásenvidialossenos.
—Perotodavíasalenburbujas...—constatóKelly.Dejamosdeproducirburbujasenelacto.—Yano—respondióJannistragandosaliva.Lesrecordamosasusdifuntosamores,sinquesupieranquelospeces
queteníandelanteenrealidaderanellos.Kellyvolvióalsofáysepusolablusadeseda.Leshabíamosaguado
lafiesta.Justoloqueyobuscaba.—Bienhecho—dijoBartonconcuidadoparanoburbujearmucho,y
fuiconscientedequemesentíaorgullosadeobtenersuaplauso.Entretanto, Jannis nos miraba. Triste. Pensaba en mí. Yo lo veía
perfectamente. Me había querido. Durante muchos años. Y me seguíaqueriendo.Comoyoaélahora.
—Lossacarédeahí—dijo,conlágrimasenlosojos—.Novayanaenvenenaralosotrospeces.
Bartonyyonosmiramosespantados.Actoseguidoestábamosenelcuartodebaño.Jannistiródelacadena
yelremolinonosarrastró.YBartonsoltó:—Ahoraodiolaspelículasdeanimación.
CAPÍTULO26
Cabríapensarqueenunasituaciónpeligrosaquizáunosesientaalgomásrelajadosisabequepaseloquepasevolveráanacer.Perocuandounremolino lo lanza a uno al alcantarillado y tiene la sensación de que sucuerpo de pez va a acabar hecho trizas, no hay lugar para lospensamientos relativos.Primeromediuncabezazoconel esmaltede lataza, luego contra la cabeza de pez de Barton y después los dosdesaparecimos en la oscuridad. Mientras caíamos no parábamos degolpearnoscontralasfríastuberíasdemetal,ygritamos...ygritamos...ygritamos...yparavariar tambiénempezamosadarvueltas... hastaquealfinal caímos con todo nuestro peso al alcantarillado, iluminadodébilmente.
Tardamosunratoenrecuperarelhablaenaquellaaguaasquerosa,yalprincipiotodoselimitóa:«Puaj»,«Ufff»y«¿Vomitaránlospeces?».
Allíabajoolíafatal—casitanmalcomoenunpisocompartidosólopor chicos—, y siendo peces lo olíamos, aunque no tuviésemos nariz.Desconocíasilosbiólogossabíanquelospecesteníansentidodelolfato.Sino losabían, tampocohabríasupuestounagransorpresa;comosolíadecirJannis:elerrorformapartedelaciencia.
MientrasyomesorprendíapensandoenJannisinclusoenesacloacaapestosa, Barton empezó otra vez con lo que mejor se le daba congrandísimadiferencia:criticar.
—Pues sí, un plan estupendo —me dijo cuando avanzábamosdespacioenlacorrientedelalcantarillado.
—¿Cómoibaasaberquenostiraríaalvátertandeprisa?—aduje.—¿Yquéesperabas?¿Unbonitoentierroenelmar?—Laverdadesquenoesperabanada.—Éseestuproblema,quenopiensasbienlascosas.Aunqueeraverdadquepensarbienlascosasnoeraprecisamenteuno
demispuntosfuertes,sucríticamecabreó.—Esmuchomásfácilcriticarqueproponeralgo.—Tengounapropuesta.—Nomelopuedocreer.—No diremos nada más, y en cuanto salgamos de esta cloaca
nadaremoscadaunoporsulado.—PerolodeJannisyNicole,losdosqueríamos...—Detodasformasnolosvolveremosaver—replicóconamargura
Barton.En eso no había pensado aún. ¿Cómo íbamos a regresar a la villa
siendopeces?Y,peor todavía,¿cómoíbamosa iraNuevaYork,adondeteníanintencióndevolaraldíasiguienteJannisyKelly?
Profundamente tristes, seguimos adelante con la corriente, dejandoatrás cosas que la gente tiraba al váter y quehubiera preferidono tenerqueverdecerca.ParanopensarenesascosasnienJannis,mepreguntédóndeseríamosexpulsados.Semepasóporlacabezalaclasedequímicadenovenocurso,alaqueprestabaatenciónexcepcionalmenteporquemeparecía muy mono Lenny, el profesor en prácticas. Era como el queadopta el papel de niño inocente en un grupo demúsica compuesto porjovencitos,yademásnosenseñabacosaschulas,porejemplo,a fabricaruna bomba atómica guarrindonga y lo que podía causar algo así en laasambleageneraldelpartidoneonaziNPD.
En cualquier caso, se me ocurrió que no acabaríamos en el mar,comoenBuscandoaNemo.No,lasaguasresidualesdesembocabanenunadepuradora.Enella,loprimeroquehabíaeraunrastrillodondequedabanretenidos los objetos de gran tamaño, entre los que sin duda seencontrabanlospecesdeacuario,ytodoloquequedabaallíibaapararaunaplantadecompostaje.
Barton me echó una mirada con sus ojos saltones. Seguro que suhumor no mejoraría si le contaba que acabaría siendo compost. Mepregunté si la prensa haríamuchodaño.Comopude comprobar cuandocaímos al alcantarillado, los peces sentíamos dolor. ¿Sufriríamos unaespecie de tortura? Y, en caso afirmativo, ¿no acumularía mal karmaBuda, o quienquiera que fuese el responsable de las reencarnaciones, sinos torturaba así? (Cuando mi madre murió de cáncer, también mepregunté si Dios no tendría que estar en el infierno por permitir queexistieran cosas como el cáncer.) Tras casi una eternidad en la que lasituación empeoraba por segundos, la corriente nos arrojó al aire libre.Fue estupendo, porque ahora en la turbia agua entraba luz. Al mismotiempotemíqueladepuradoranoestuvieramuylejos.
Laideadelainminentemuertehizoquesemeencogieranlasagallas.Entonces,depronto,notéunacorriente fríaqueprocedíadeun lado.De
alguna parte llegaba agua limpia, lo que significaba no sólo que elasqueroso olor a cloaca se desvanecía, sino sobre todo... que había unasalida.¡Unaposiblesalvación!
¿Dedóndevendríaesaaguapura?¿Deunarroyo,unlago,unrío...?Dabalomismo,¡allípodíanvivirlospeces!Siconseguíamosnadarcontracorrientehastallegaraesasotrasaguas,noslibraríamosdelrastrillodeladepuradoraydelmontóndecompost.Presadelnerviosismo,medispuseacontarlemiplanaBarton:
—Ahíhayagua...—empecé.—¿Noíbamosaestarcallados?—meinterrumpió.—Pero...—Loqueestáshaciendonoesloquesediceestarcallado.—Escúchame...—Esotampocoesestarcallado.—Joder...—Yeso,desdeluego,tampoco...—¡Omeescuchasdeunavezoteconviertoenunpalitodepescado!ABarton lesorprendióquefuese tanbestia,yporunbreve instante
penséquehabíacaptadosuatención,peroentoncesdijo:—Ylasamenazasnosurtenefectoenmí.—¡Grrr!—Creoqueserámejorquemetapelasorejas.—¡Perosinotienesorejas!—Puesmetaparéloquetengamosenlugardeorejas—aseveróél.—Notenemosnadaenlugardeorejas.—Peroalgoparaoírtenemos.Yesoesloquemevoyataparahora.—Tusaletassondemasiadocortas.Barton se miró las minialetas. Era para volverse loco, mientras
discutíamossobrelaanatomíadelospeces,nosalejábamosmásymásdelagualimpia.
—Esmuyimportante...—supliqué.—Sinotecallas,mepondréacantarmientrashablas.—¿Sabescantar?—Countryroads,takemehome...¿Eracoña?—...totheplaceIbelong...Noeracoña.
Cada vez nos distanciábamosmás de las aguas que habrían podidoser nuestra salvación. Quizá debía largarme sola y abandonarlo a sudestino, el compost. Pero de ese modo difícilmente acumularía buenkarma.
—WestVirginia,MountainMomma...El rastrillo apareció delante de nosotros. Y parecía formidable.
Barton se detuvo. ¿Me escucharía de una vez? ¿Casi en el últimomomento?Sinembargo,elmuyidiotadijo:
—¿Sabes?,nuncaheentendidoquiénoquéesMountainMomma.—Sencillamente no se había percatadodel peligro—. ¿Es lamadre de unamontaña?Y,siloes,¿sellamaráelpadredelamontañaMountainDaddy?¿YexistirátambiénunaMountainTíoAbuelo...?
—¡Miraahí!—grité,yseñaléconlaaletaizquierdaalfrente.Porfinvioelrastrillo.
—¿Qué...quéeseso?—Algo de lo que deberíamos alejarnos lo antes posible—repuse,
soltandoungallo.Dimediavueltayempecéadarlealasaletascontralacorriente,en
dirección al agua limpia. De repente, que Barton me siguiera o no—karmaonokarma—meimportabauncomino.
—¡Guau!—oíqueexclamaba—.¡Cocaína!¿Cocaína?Esosíqueeraunasorpresa.Me volví y vi que en el rastrillo, entre bastoncillos de algodón,
condones y demás basura, también había una bolsita con polvo blanco;probablementehubiesehabidounaredadaenalgunaparteyalguienhabíatiradoladrogaalváterdeprisaycorriendo.Delabolsitasalíaunhilillodecoca.
—Dejédemetermehacecincoaños—dijoBarton,másbienparasí.¿Así queBarton consumíadrogasduras? ¿No sólo se fumabaunos
porroscomoyoysecomíadevezencuandounapastilla?En laprensanunca había aparecido nada de problemas de adicción. Ni tampoco sehabíahabladonuncadeun tratamientodedesintoxicación.Barton estabamuchopeordeloquesuponía.Másinclusoqueyo.
—¿Qué efecto tendrá en los peces? —se preguntó, y se quedómirandoelpolvo,queibahaciaélengrumitos.
Nadódirectamentehaciaellos.¡Elmuyidiotaselosqueríatragar!No
sólo recaería y se colocaría, sino que además ¡quedaría atrapado en elrastrillo!
—Cómoodioaestetío—afirmé,lanzandounsuspiro,ynadélomásrápidoquepudehaciaéle intentécogerlo.Resultómásdifícilde loquepensaba, con las aletasnoconseguía agarrarlo.Asíque seme resbalóysiguiónadandohaciaelrastrillo.
—No veía tanta cocaína desde el cumpleaños de Charlie Sheen—comentómaravillado,ylosojoscomenzaronahacerlechiribitas.
Aquella cosa lo tenía como hipnotizado. ¿Qué podía hacer?Agarrarlo,no.Ytampocohacíacasodemisadvertencias.Sólohabíaunaposibilidad:abrímibocadepezymeadheríasusposaderas.Sabían—noeradeextrañar—muchoapescado.
—¿Se puede saber qué haces?—preguntó pasmado—. ¿Sexo entrepeces?
Me entraron ganas de soltarlo en el acto, pero seguí succionando,tirando hacia atrás y alejándolo con todas mis fuerzas del rastrillomientras él se sacudía como un loco a un lado y a otro, medioenloquecido.
—¡Quiero la coca! Con ella llevaré mejor la mierda esta de lareencarnación.
Peronolosoltéhastaquellegamosalaguafría,pura.Agotada,dije:—Sinoseguimoselagualimpia,moriremos.—Perovolveremosanacer.—Yantesseremosestrujadosysufriremosunamuerteatroz.Bartonporfinentendióquehablabaenserio.Contodo,teníalosojos
inquietos, y no paraba de volver su cuerpo de pez hacia la bolsita decocaína. Libraba una lucha interior: la adicción contra la razón. Si lospeces sudaran, en esemomento seguro que tendría la frente perlada desudor.Desesperada, busquéalgoquedecirleque lograra impedirque sedieralavuelta,peronosemeocurriónada.
Sin embargo, poco a poco los ojos saltones de Barton se fueroncalmando y su cabeza de pez volvió a pensar con claridad. Puede quegracias a la corriente de agua limpia, fría. Pero quizá se debieraúnicamente a que ya casi no se veía el paquetito de cocaína. De prontosacudiósucuerpodepezconenergíaydijoenvozbaja:
—Porlospelos.Ynose referíaaquehabíaestadoapuntodequedaratrapadoenel
rastrillo.[13]—¿Por ahí? —preguntó Barton, apuntando con una aleta hacia el
agua.—Porahí—confirmé,yambossalimosnadando.Alprincipioinclusopudedisfrutarunpocodelacristalinaagua,pero
prontolacorrientefuecobrandomásfuerza.Debíamosnadarconímpetuparanoacabardenuevoenlacloaca.Teníamuydoloridaslasaletas,nomedolíantantolosmúsculosdesdelavezquefuialgimnasioconSylvie.Me daban calambres, casi no podía más.Me entraron ganas de tirar latoallaydejarmellevaralrastrillo.Cualquiercosamenosmovermeytenerquesoportaresedolor.Justocuandomeibaadarporvencidavi...algas.¡Habíamosllegadoaunmar!
Estaba demasiado agotada para alegrarme. No tenía fuerzas paranada, y me dejé arrastrar sin más hasta el mar. Barton también estabacansado, pero aún le quedaba una pizca de energía. Ahora que nosencontrábamosasalvo,seguroque,comohabíadicho,seiríaporsulado.Dentrodenadaestaríasola.Unpececilloenunagranextensióndeagua.Tuvemiedo.
AunqueamenudonopudieravernienpinturaaBarton,aunqueenmividaanteriorcomopersonasiemprehabíaintentadoevitarlaverdaderaproximidad, moverme completamente sola por el agua me parecíainsoportable. Cuando uno está tan agotado como lo estaba yo, se sientemuyindefenso.
Bartonsediocuentadelohechapolvoqueestaba.Yquizátambiénsepercataradequeteníamiedodeestarsola.Seacomofuere,dijo:
—Tranquila,cierralosojos.Mequedarécontigo.Medejótanpasmadaqueporuninstanteolvidémiagotamiento.—Pero...perosiqueríasquecadaunosefueranadandoporsulado...—Mehas salvado la vida—repuso congravedad—.Estaré contigo
hastaquetepuedadevolverelfavor.Hablabaenserio.Comounindioquepermanececonelvaqueroque
le ha salvado la vida hasta que salda su deuda. Sólo le faltó añadir: porManitú.
Mesentítanaliviadaquesemecerraronlosojosenelacto.Antesdequedarmedormida,leoídecir:
—Cuidarédeti,Daisy.Eralomásbonitoqueoíadesdequemoríporprimeravez.
CAPÍTULO27
Cuando me desperté, Barton nadaba a mi lado. Era verdad, no mehabíaabandonado.Unhombredepalabra.Oenelcasode«cuidarédeti»,un hombre de tres palabras. Le dediqué una sonrisa de agradecimiento,quenomedevolvió.Seguíasincaerlebien,yestabaclaroqueademásmeculpabadesumuerteydequenopudiéramosllegaralavilladeBradPitt.Mepreguntésiseríabuenaideamencionarsuadicciónalacoca,peroyomismamerespondí:mejordéjaloestar,Daisy,osufrirásElataquedelpezdeacuarioasesino.
Decidí disfrutar del sol, cuyos rayos rielaban en la superficie delaguaymecalentabangratamentelasescamas.Enelfondoviunaspiedrasblancasgrandes,relucientes,ylasalgasverdessemecíanconsuavidadenlafulguranteagua.Erantanelegantesymajestuosasquemepreguntésinoseríanbailarinasreencarnadasenplantasacuáticas.
—¿Nosonpreciosaslasalgas?—lepreguntéaBarton.—Nifunifa—espetó.—Yesaspiedrasrelucientes...—Sólo son unas piiii piedras —me soltó. Por lo visto no sabía
apreciarlabellezadelanaturaleza.—CreoqueestamosenelmarBáltico—probédenuevo.—Ya—respondió.Probablementenohubieraoídohablarnuncadel
mar Báltico. Al fin y al cabo era americano, y a los americanos lesinteresabatantolageografíacomolasoberaníadeotrospaíses.
—ElBálticoestá...—...muylejosdeNicole.Era evidente que no tenía ninguna necesidad de saber más de la
situacióngeográficadeesemar.—Notengonipuñeteraideadeloquevamosahacerahora—gruñó.Noqueríaquesecargaraelprimeratisbodebuenhumorqueteníaen
mi vida como pez. Almenos no enseguida. El resplandor del sol en elaguaerademasiadobonito.Yelbailedelasalgasdemasiadomágico.Yyamehabíanpasadodemasiadascosasmalas.
—Puesyosí.—¿Ah,sí?—preguntósorprendido—.¿Ysepuedesaberquées?
—Sentirnoscomopecesenelagua.Empecéanadar.Lasaletasyanomedolían,yconcadaimpulsomi
cuerpo se llenaba de energía. Deslizarse por esas aguas cristalinasresultaba tannatural como si hubiesenacidopara ello.Yprobablementefuese así, ya que sin duda no era cosa de la naturaleza que los pecesnadaranenacuariosocloacas.Elaguaeramihogar, almenoseldemicuerpodepez.
Subí como un cohete para, acto seguido, precipitarme tanto másrápida en las profundidades. Haciendo un looping tras otro. De habertenidopiernas,tambiénhabríahechomortaleshaciaatrás.Cuandoeraunapersona sólome sentía tanvivaen lapistadebailedespuésde la cuartacaipiriña. En realidad ahora me iba incluso mejor que entonces. Laembriaguez de las profundidades era mucho más intensa que la delalcohol.
Bailéconloslazosqueformabanlasalgas,meincorporéasuballetyme reí.Sí, ¡me reí!Asíde libremesentía.Quizáalmorirmehubiesetocado el premio gordo. Había dejado atrás todas las ridículaspreocupaciones que tenía cuando era una persona —alquiler, trabajos,fracasos— y había sustituido mi antiguo mundo por una libertad sinlímites.
—¿Vasaestarmuchotiempodiciendogilipolleces?—bufóBarton.—Nosongilipolleces,esnuestranuevavida.En ese breve instante de éxtasis, en efectome vi llevando una vida
dichosa,plena,siendounpez.Bartontorcióelgesto,malhumorado.—Anda,ven. ¡Esdivertido!—Nadéhaciaély le toquéunaaleta.La
apartódeprisa—.Ovienesomevuelvo a pegar a tu trasero—amenacérisueña.
—Eresuncoñazo—sequejó.—Ereselprimerpezquemelodice.Hiceun looping a sualrededor,y justocuandome ibaapegara su
traserosuspiróydijo:—Vale,vale.Salídisparadaalegremente,yBartonmesiguió.Primerodespacio,de
malagana,peroluegoaceleróunpoco.—Es...unasensaciónagradable—afirmósorprendido.—Sí,¿verdad?—contestériendo.
—Muchomejorqueunacintadecorrer.Cobró velocidad, se unió amí y los dos nadamos alrededor de un
alga, arriba y abajo, cada vezmás rápido, como si estuviéramos en uncarrusel de cadenas. Ahora también Barton se divertía. La primera vezdesdequeeraunpez.
Tras nuestro viaje en carrusel alrededor del alga, me quedé quietaobservandoaBarton,que, risueño,nadabadeespaldas,comosidespuésdemuchosañosporfinsepermitieraellujodedisfrutardealgo.Alverlo,notéunlevecosquilleoenlabarriga.Uncosquilleoqueenunprincipionisiquieralogréidentificar...¿Seríanmaripo...?
¡Bobadas! Como mucho era plancton. Sí, eso era, plancton en labarriga.
Apartédeprisalasensación,ycuandomedisponíaadarunavueltaensolitarioalrededordelalgaparadistraerme,oímosunavozatronadora:
—Disculpen.Mevolví,asustada:unlucionadabadespaciohaciadondeestábamos.
Tenía el lomo verde oscuro y el vientre blanco y era unas veinte vecesmás grande que nosotros. Aparte de en películas comoGodzilla, nuncahabíavistounmonstruomarinocomoése.
—Noesmiintenciónmolestar...—afirmóellucio.—¿Pero?—preguntéconairevacilante.—Tengohambre.
CAPÍTULO28
A juzgar por cómo nos miraba, estaba más que claro que no eraherbívoro.Asíytodolerespondí:
—Estaremosencantadosdecederlelasalgas.—Es muy amable por su parte —contestó muy educado el lucio.
Desde luegomodales tenía,esohabíaquereconocerlo.Porunmomentoconfié en que, contra todo pronóstico, le interesaran las algas y nonosotros—. Al parecer no están muy familiarizados con los hábitosalimentariosdeloslucios...
Si no hubiera tenido tanto miedo, probablemente me hubierapercatado en ese instante a lomás tardarde la corrección con laque seexpresaba.Sinembargo,melimitéacontestar:
—Bueno,esquenosomosdeaquí...—Enesecaso,conmuchogustolesexplicaréenquéconsisten.—Nosemoleste—tercióBarton,queintentabadisimularelmiedo.—Noesningunamolestia—aseguróellucio.—Esquetenemosquehacerunacosa.—¿Qué?—¡Salirpitando!Nosdimoslavueltaconideadeponertierradepormedio,omejor
dicho, poner de pormedio el suelo arenoso que había revuelto el luciocon lasaletas,peroelenormepeznosrodeóconunúnico impulsoyseplantóantenosotrosconaireamenazador:
—Es que de verdad que me gustaría mucho, pero mucho,explicárselotodo...
Barton y yo empezamos a temblar a cuálmás.Ya sólo la boca dellucioeramásgrandequenosotrosdosjuntos.
—...Loslucios...nosomosvegetarianos.—¿Veganos?—preguntéapocada.—Másbiensoypescetariano.Esometemía.—Un momento —objetó Barton, que sorprendentemente apenas
temblabaya—,¿cómoesqueunlucioconocepalabrascomovegetarianoypescetariano?
Unapreguntamuybuena.—Por reglageneral, losdepredadoresnoconocenesaspalabras—
sonrióellucio—,pero...—... es usted una persona reencarnada. Como nosotros —constató
Barton.Ellucioensanchólasonrisa.Bartonhabíacaídomuchoantesqueyo:antenosotrosnadabaloque
ensudíahabíasidounapersona.AlguiencomoCasanova.OAarg.Lancéun suspiro: el lucio no nos comería, porque si lo hacía no seríapescetariano,vegetarianoovegano,sinouncaníbal.Yesonopodíaser,ya que los caníbales seguro que también se reencarnaban en bacteriasintestinalesynoenpeces.
—¿Cómo se llama? —pregunté, mucho menos tensa, y dejé detemblar.
—MellamoAlbertEinstein.—¿Albert Einstein, el físico? —No me lo podía creer. También
Bartonsequedóconlabocadepezabiertadelasorpresa.—¿Acasoconocenaotro?—rio.Enestodelareencarnaciónhabíaqueadmitirqueseconocíaagente
interesante. Vi con mi tercer ojo el famoso póster de Einstein con lalengua fuera.Apartede eso, ¿qué sabíade él?El lucioque teníadelantehabíaformuladolateoríadelarelatividad,delaque,parasersincera,nosabíanada,y tambiénhabíaalgo relacionadocon lavelocidadde la luz,losátomosy losnazis.Ademáselgenio lucíaunpeinadoquehacíaqueunosiempresepreguntara:¿cuáleselverdaderooficiodelpeluquerodeEinstein? ¿Electricista? ¿Instalador de parques eólicos? ¿Humorista?¿Capodeladroga?
Meparéapensar sipresentarmeono,yencasodehacerlo,cómo,puesencomparaciónconEinsteinyonoeranadie.Siqueríasabercómohabía evolucionado el mundo después de sumuerte, sentiría curiosidadpor conocer los avances técnicos que se habían producido. Mientras ledabavueltasatodasestascosas,Bartonpreguntó:
—¿Podríaprotegernos?Había vuelto a caer antes que yo: allí donde había un lucio, habría
otrosdepredadores,paralosquenosotros,pecesdeacuario,seríamosunaperitivo.
—¿Sesuponequedeboayudarlosporqueunavezfuimospersonas?
—inquirióEinsteindivertido.—Y porque solos no podremos defendernos muy bien —añadió
Barton.—Me temo que están malinterpretando la situación en la que se
encuentran.—¿Enquésentido?—Enelsentidodequemelosvoyacomeralosdos.Bartonyyonosquedamosboquiabiertos.—Pero...peronopuedecomerpersonas...—balbucí.—Yonoveoaningunapersona.—Nosotrossomospersonas...—Bueno,esoesrelativo.Ésaeraunateoríadelarelatividadquenomehacíaningunagracia.—Sólosoyfielaminaturaleza—aclaróEinstein.—No estoy segura de que el hecho de que ahora seamos peces sea
algo natural —me apresuré a replicar. No lo decía sólo para salir delapuro,lopensabadeverdad:latransmigracióndelasalmasresultabauntantosobrenatural.
Einstein,encambio,noloveíaasí:—Claroque lo es, desde luegoque tienequever con lanaturaleza.
Todoradicaenqueeneluniversolaenergíanosepierde.—¿Cómo?—Esomismoibaapreguntaryo—aseveróBarton.—Nuestro cuerpo está compuestopor átomos—explicóEinstein—.
Y esos átomos nunca se pierden. Cuando morimos, se dispersan y sereúnen de nuevo en otra parte. En nuestro caso formaron cuerpos depeces.
—¿Significa eso... que no hemos dejado de existir? —quiso saberBarton.
—Nuestrosátomosnohandejadodeexistirnunca.Desdeelprincipiodelostiemposvaganporahíyformancosasnuevas.Yloharánasíhastaelfindelostiempos.
SientendíabienlateoríadeEinstein,misátomosquizáfuesenensudíaparteintegrantedeundinosaurio.Odeunríoimpetuosoquediscurríaporuncañón,odeunapiedravolcánicaodeunamariposa,ymásadelantequizáseconvirtieranenelescudotérmicodeunaestaciónespacial,enlosgases de una nebulosa de Júpiter o en los colores de un arcoíris en el
centro de la Vía Láctea. Lo absurdo sería que formaran parte de uncalcetíndehombre.
—Deesemodotodossomosinmortales—afirmófelizycontentoellucio.
Si uno profesaba la doctrina de Einstein, que sin duda tendría unabase científica, ciertamente contaba con un consuelo. En vista de lainfinitud de mis átomos, el tiempo que había pasado siendo Daisy eraínfimo,francamenteinsignificante,pormuyimportantequemeparecieraamí.Mimalde amores era insignificante.Loque leshabíahechoamimadre, ami padre o a Jannis no eranmás quemomentos fugaces en lavida infinitademisátomos.Osea,quenohabíamotivoparaatribuirlestantaimportancia.
Y,sinembargo,esamodalidadde la teoríade la relatividaddaba laimpresióndequenocuadraba,pormuyfundadaqueestuvierayaunquelaformulase alguien tan inteligente como Einstein. Yo no era de los quecreíanqueloscientíficoslopodíanexplicartodo.Porfavor,sinisiquieraerancapacesdeexplicarcómopodíanvivirunhombreyunamujerjuntoshastaelfindesusdíassinacariciarlaideadelasesinato.Asíque¿cómoiban a explicar elmundo, el karma o la reencarnación?No, había algomás grande que la ciencia. Éramos más que simples átomos que sereorganizabanunayotravez.¡Teníamosalma!
—Entonces,¿cómoexplicalaexistenciadeBuda?—pregunté.—¿Buda?—repitióelluciosorprendido.—Eltipogordoqueseleapareceaunocuandomuereylecuentaque
haacumuladomalkarma.—Perdone,perocreoquedelirausted—aventurórisueñoEinstein.¿EsquenoconocíaaBuda?¿Acasoesehombrecillogordosonriente
no se le aparecía a todo el mundo? Por lo visto no, de lo contrarioEinstein habría reaccionado de otra forma.Y, pensándolo bien, eramuylógico.Todoel santodíamoría tantagenteque,yasólopormotivosdetiempo,Budanopodíaocuparsedetodos.Noobstante,aBartonyamíyasenoshabíaaparecidodosveces.¿Porquéprecisamenteanosotros?¿Quéteníamosdeespecial?
DecidípreguntárseloaBuda,encasodequevolvieraavisitarnoslapróxima vez que muriéramos. Una muerte que, dicho sea de paso, notardaríamos en sufrir, pues con cada segundo que transcurría el lucioparecíamáshambriento.
—Podemoshacerqueestosealargoydoloroso—aclaróEinstein.—¿O...?—inquirió Barton, procurando parecer tranquilo, cosa que
noconsiguiódeltodo.—Cortoydoloroso.—¿Figuraensuprogramalaversióncortaeindolora?—quisesaber.—Serdevoradoduelesiempre.Pordesgracia,lanaturalezasienteuna
granpredilecciónporeldolor.No pude evitar pensar en el cáncer de mi madre. La naturaleza
también era una bitch. Sí, nos regalaba sexo, comida rica ymarihuana,pero nada de eso compensaba la cuestión del dolor. A lo largo de suenfermedad, mi madre siempre se comportó con valentía —al menosdelantedemí—,asíqueahorayodebíaseguirsuejemployservalientetambién,máximecuandoenmicasoeldolornoduraríamucho.Esoera,debíaenfrentarmeamimuerteconvalentía.
Ellucioabriósutemibleboca,visustemiblesdientesamarillos,quedentrodenadasehundiríanenmitiernacarneyladesgarrarían,ygrité:
—¡No,no,porfavor,nooooooooo!Nofuitanvalientecomopretendía.Presa del pánico,mevolví haciaBarton, confiando en que también
ahoracayeraantesqueyoyconsiguiéramossalirdeaquel líodealgunamanera,perotambiénélparecíadesconcertado.
Entoncessemeocurrióunacosa.Meapresuréapreguntar:—¿No le gustaría saber cómo es el mundo de ahí arriba en la
actualidad?Einsteinsiguióconlabocaabierta,perononoshincólosdientes.—Ahoralaspersonastienenmóviles...Elluciomemiróinterrogante.—Sonteléfonosportátiles.Noleimpresionólomásmínimo,poresoañadí:—Conelloshastasepuedeentrareninternet.—¿Quéesinternet?—seinteresóEinstein.A ver, ¿cómo coño explica uno qué es internet a alguien que no la
conoce?—Puesenellasepuedenvermuchísimascosas...Sindudanoeraunadefinicióncientífica,peropordesgraciaallíno
teníaunmóvilconelqueconsultarWikipedia.Claroque,sihubiesetenidounmóvil,nolohabríabuscado,sencillamentelehabríaenseñadointernet
allucio.Contodo,nohabríapodidomanejarelteléfonoconmisaletas,yquizátampocohubieseservidodemuchoenelagua.
—¿Quéclasedecosassepuedenverenlainternetesa?—quisosaberEinstein.
Porlogeneral,porno,habríasidolarespuestasincera.—Pues toda clase de información, como si fuese una enciclopedia,
porejemplo.—Unaenciclopedia...—Noparecíamuyimpresionado.—Ysepuedenconsultarnoticias.—Paraesoyaestánlaradioyelperiódico.—Ya, y también se pueden ver pelis porno—afirmé. Quién sabía,
quizá a Einstein le interesara eso, a fin de cuentas era un hombre, o lohabíasido.
Elluciofruncióelceño,asqueado,ypreguntó:—¿ViajanloshombresaMarteenlaactualidad?—No—neguédesalentada.—¿Hanerradicadoelhambre?—No—repuse,másdesalentadaincluso.—¿Hanacabadoconlasguerras?—No...—volvíadecir,lavozapenasaudible.—Loquesignificaqueelmayoravancedelasúltimasdécadasesun
teléfonoportátilconelquesepuedeverpornografía,¿eseso?Mehabríagustadoresponderalgodistintode«Bueno,sí...».Ypensé
queprobablementenofuesebuenaideaempezaracontarquelaAgenciade Seguridad Nacional, Facebook, Google y Cía. nos espiaban con losmóviles, y nosotros, los propietarios de losmóviles, lo sabíamos, peronos importaba una mierda, porque estábamos encantados con ellos. SiEinsteinoíaeso,eramuyposiblequeseecharaallorar.Opeoraún:quenos devorara muy despacio. Sea como fuere, profundamentedecepcionadoconelmundodearriba,dijo:
—Ojalánomehubierascontadoeso.Volvió a abrir la boca con intención de engullirme de una vez por
todas.—Tambiéntenemostabletas...—balbucí.—¡Apartadeahí,Daisy!—exclamóBarton.Antesdequeel luciooyopudiéramos reaccionar,Bartonpasópor
delante demí como una flecha, directo a las fauces deEinstein. Éste se
llevótalsustoquecerrólabocadegolpe.OíqueBartonpegabaungritouninstante.DespuésEinsteinselotragó.
Me entraron ganas de chillar amí también. Demiedo.Más aún dedesesperación.Perodemibocano salió sonidoalguno.Barton sehabíasacrificado para que yo pudiera escapar. Tal y como anunció, habíasaldadosudeuda.
Seguroquesereencarnaría,éllosabíatambién—sindudainclusoenalgomejorqueunpezde acuario,yaquecon loquehabíahechohabíaacumulado buen karma—, pero ello no quitaba que hubiese sufrido unamuerte atroz. Por Daisy Becker, de Bremerhaven. Nadie había hechojamástantopormí.
La proeza deBarton no podía ser en vano, se lo debía. ¡Tenía queaprovechar laoportunidady salir pitando!Yasí lohice, lomásdeprisaposible.Tandeprisacomonuncahabíanadadounpezdeacuario.Nadé...ynadé...ynadé...yelluciomeengullódeunbocado.
CAPÍTULO29
Lapelículademividacomopezqueseproyectóantemitercerojotenía algunas escenas bonitas. Vi cómo bailaba con las algas, cómosonreía, relajado,Barton, y al hacerlo inclusovolví a sentir unpocodeplanctonenlabarriga.Peroestavezenmibarrigadepersona,yaquedenuevoflotabahacialagrataluzdesnudayenformadeDaisyBecker.
Por desgracia, esas bellas imágenes fueron sustituidas por otrasterribles: vi la cloaca, el rastrillo de la depuradora, la cocaína, al lucioEinstein.Yvilopeordetodo:cómosebesabanJannisyKelly.Yvolvióadolerme.Muchísimo.SaberquehabíacerradolapuertaalamordeJannisy de ese modo lo había regalado resultaba más doloroso que lamordeduradesgarradoradeunlucio.
Barton, asimismo en su forma humana, avanzaba ami lado por lanada blanca hacia la luz. Sonreía. Supe que si también perdía a Barton,perderíaalúnicocompañeroquetenía.Habíasaldadosudeudaconmigo.Nos reencarnáramosen loquenos reencarnásemos, apartirdeahoraélseguiríasucaminoyyotendríaquevalermepormímisma.
Barton,desnudo,fuerechazadoporlaluz.Ahoraestabatriste,comosiconfiaraenpodermitigarporfinenlaluztodoeldolorquesentíaensucorazónysehubieradadocuentadequetendríaqueseguirsoportándolo.Me entraron ganas de abrazarlo para consolarlo. En mi vida ¿cuándohabíaqueridoabrazarsinmásaunhombredesnudoatractivo?
Yo, en cambio, seguía flotando hacia la luz. Me calentaba. Meenvolvía.Meproporcionabaconsuelo.Peroapenasmehuboenvueltocasiporcompleto,volvióa rechazarme.Sí,primeromeatraíaydespuésmedespreciaba.Ciertamenteesaluzeraunagrandísimabitch.
Cuandodesperté,amialrededorreinabalaoscuridadmásabsoluta.Yel aire estaba enrarecido. Intenté tomar conciencia de mi cuerpo, intuirdónde me encontraba. Ya no estaba en el agua, eso seguro. Y tampocoteníaaletas, sinounaespeciedebracitos.Ymedaba lasensacióndequetambién tenía piececitos. ¡Por fin cuatro extremidades! ¡Ni seis ni sólodos!
Fuera se oían trinos de pájaros. Muchos trinos de pájaros.Sorprendentementeentendíaloquedecíanlosgorjeos:
—Mamá,¡tengohambre!—¡Yotambién!—¡Yyomás!—Hoyyaoshedadocincolombrices.Mamánecesitadescansar.—¡Perotenemoshambre!—¡Callaos!—¡Hambre!—¡CALLAOS!—¡¡¡HAMBRE!!!—Alquevuelvaadecirhambrelotirodelnido.—¡Gazuza!—¡GRRRRR!—¡Gazuza,gazuza,gazuza!—Laprimaveraquevienenotendréhijos.Elhechodequeentendieselosgorjeosmedioquepensar.Ymásaún
que al oír la palabra lombriz seme hiciera la boca agua. Todo ellomellevóaunaconclusión:nosemehacíalabocaagua,sinoelpico.Eraunpájaro.Mejordicho,unpolluelo.Enunhuevo.Yteníaquesalirdeahíloantesposiblesinoqueríamorirdehambre.
CAPÍTULO30
Bajé la cabeza, en la que suponía—con razón, como resultó ser—queteníaelpico,ycomencéadargolpesenlaoscuridadcontraloque—tambiénconrazón—consideréelinteriordelhuevo.Unavez,dosveces,entotalmeparecióquelohicecuatrocientasveces.Luegoseoyóuncric,pero no fue más que una grieta: el puñetero huevo no tenía ningunaintenciónderomperse.
Nadieseimaginacuántotienenquebregar lospolluelosparaver laluzdelsolyoleralgoquenoseaelaireenrarecidodelhuevo.Alfinyalcabo,lamayoríadenosotrostampocoesconscientedecuántotienenquebregarlosniñosparaveniralmundo.Yapenaslohanhecho,despuésdetantosesfuerzos, loprimeroque recibenesunazoteenelculoparaquelloren.Noesdeextrañarquecasitodaslaspersonassepasenelrestodesuvida preguntándose de manera inconsciente por qué se molestaron enarrastrarseporelcanaldelparto.
A decir verdad, por qué nace uno era un tema que siempre habíatraído de cabeza a mi agente, Schmohel. Una vez, en su despacho, queestabahastaarribadeviejasreliquiasdelmundodelcine—desdecartelesde la actriz Hildegard Knef hasta la pistola de oro de James Bond—,cuandomepusealloriquearquenuncatriunfaríacomoactriz,Schmohelmedijo:«Yahashechoalgoincreíble».
Ésasíqueeraunanovedad.—Elhechoensídequeestésvivaessensacional.Esomesorprendió.—Tú no existirías si tus padres no te hubiesen engendrado justo
cuando lo hicieron. De haber engendrado a un hijo en otro momento,habríanacidounacriaturacompletamentedistinta.Habríacumplidoañosotrodía,yquizáhubiesesidounniño.Opuedequeunhijoconotrocolordepeloodeojos.
Puede que hasta un hijo con el que mis padres hubiesen sido másfelices.Oquehubiesesidomásfelizconsuspadres.
—Perono es sólo eso...—continuó filosofandoSchmohelmientrascargabalapipa.
—¿No?
—¿Quéprobabilidadeshaydequenazcasprecisamente tú?¿Dequedos personas como tus padres lleguen a conocerse? ¿De cuántascasualidades depende eso? Y que tus padres nacieran fue tan pocoprobablecomotuexistencia.Yquenacieransuspadresylospadresdesuspadresylospadresdesuspadresylospadresdesuspadresy...
—Anda,noretrocedashastalaEdaddePiedra.—Irémásalláincluso...—Puesvaaserunanochelarga.—Ningunodenosotrosexistiríasihacemilesdemillonesdeañosun
cometanohubieseacabadoconlosdinosaurios.¿Quéprobabilidadhabíadeque,detodoelvastouniverso,precisamenteesecometaseprecipitaraprecisamentesobrenuestroplaneta?¿Ydequeprecisamenteelplanetaolalunadelaqueprocedeesecometafuesedestruidoantes?
—Sisigueshablandoasímevaaentrardolordecabeza.—O sea, que la probabilidad de que existas precisamente tú
prácticamenteesnula—aseverórisueñoSchmohel,ycomenzóafumarsupipacondeleite—.Y,sinembargo,aquíestás.
Nuncamehabíaparadoaconsiderarlodeesemodo.—Eresunmilagro.La mayoría de las personas a las que conocía opinaba de manera
distinta.—Laexistenciaestansumamentepocoprobablequecadapersonaes
unmilagro.Me costaba considerar un milagro a la mayoría de las personas.
Sobretodosipensabaenlosquesepresentabanaloscastings.—Lahumanidadenteraesunmilagro.—¿Schmohel?—¿Sí?—¿Es posible que a veces te pasen factura los años en los que le
dabasalasdrogas?—¿Senota?Ahora que estaba encogida en un huevo picando la cáscara me
pregunté si Schmohel no estaría completamente equivocado.Hablaba decasualidades igual queEinstein hablaba de átomos, pero ninguno de losdoshablabadelalma,que,sinembargo,eraevidentequeexistía.Dabalaimpresióndequeelalmanosesometíaalasprobabilidades,ymenosalasleyesdelanaturalezaqueconocíamosnosotros;afindecuentasvencíaa
lamuerte.AuncuandounalmaestuvieratanperdidacomolamíaoladeBarton.
Golpeaba con el pico sinparar.El huevohizo cricy crucy crocycadavezteníamásrajas,peronoserompía.Entretanto,fueracontinuabanlostrinos:
—¡GAZUZA!¡GAZUZA!¡GAZUZA!—Elquevuelvaadecirgazuzasalevolandodelnido.—GAZU...¡AHHH!Seoyóunplaf.Estabaclaroqueesamadrepájaronoseandabaconchiquitas.Las otras voces enmudecieron, asustadas, ya que, en efecto, uno de
lospollueloshabíasalidovolandodelnido.Sinembargo,laconmociónylacalmaresultantenoduraronmucho:
—¡APETITO!¡APETITO!¡APETITO!—Ahhh...Yamevoy,plastas.Oíelbatirdealasquesealejaba.Seguídándolesincesaralinterior
delhuevohastaquealfinalhizounruidosoCRAC.Elcascarónserompió,las distintas partes cayeron a los lados y vi el cielo sobre mi cabeza.Estaba nublado. Pronto llovería, seguro. Yme pondría hecha una sopa.Quizá debiera haber conservado el cascarón de sombrero, como elpequeñoCalimero,elpollitodelosdibujosanimados.
Ami lado, en el nido, había tres polluelos que, al igual que yo, sehallabanmetidosensuscascarones;unacáscaracompletamentevacía,quehastahacíaescasosinstantesocupabaelpollitonúmerocuatro,elqueosógritar «¡Gazuza!»; y, por último, un huevo entero, del que aúnno habíasalidoningúnpollo.Elnidoestabaen loaltodeunabetoenorme,sobrenosotros sólo pendían unas pocas ramas, y el bosque se extendía hastadondealcanzabanuestravistadepájaro.Nohabíanirastrodecivilización.Eradifícil saber siestabacercade lacasadeBradPitt,y tampocosabíaquéclasedepájaroerayo.Alfinyalcabo,mishermanitosyyotodavíaéramos polluelos con escaso plumaje, el pico negro y manchas negrasalrededordelosojos.Confiabaenquenofuésemosalbatros.
Mishermanosnoeranloquesediceguapos,asíqueseguroqueyotampoco lo era, pero más feas aún eran las miradas que me lanzaban.Saltabaalavistaquenoleshacíaningunagraciaqueahorahubieraotrabocaquealimentar,conlaquetendríanquecompartirlacomida.
—¿Algunodevosotrosesunapersonareencarnada?—triné.
Memiraroncomosihubiesetrinadoensuajili.—Yo —oí que decía una voz con suavidad. Procedía del huevo
entero.—¿Barton?—inquirí.Me asaltó una oleada de alegría: tampoco en
esta vida estaría sola.Almenos no hasta queBarton creciera y pudieravolardelnido.
—¿Dóndeestamos,Daisy?—preguntódesdeelhuevo.¿Cuántainformacióndigeriríasinflipar?—¿Quédiríassiterespondiera«enunhuevo»?—¡AHHH!—Esopensaba.—¿¿¿Estoyenunpiiihuevo???Los otros pájaros pusieron cara de sorpresa, al parecer no habían
oídonuncaunamaneratanvivadeexpresarse.—Sí—respondí—,ydebesromperlacáscaraconelpico.—Silohago,¿dóndeestaré?—Enunnido,enunárbol.—¡Piii!Lospolluelossequedaronmásasombradosaún.—Puessí.—¿Está ahí fuera el pupiii Buda para que le pueda cantar las
cuarenta?—No—negué.El gordinflón sonriente no había aparecido, así que por desgracia
tampoco yo le podía preguntar qué teníamos de especial para que noshubiese visitado en dos ocasiones y a alguien como Einstein todavíaninguna.
—Debuenasehalibradoesejodipiiihijodepupiii—espetóBarton,yempezóadarleconelpicoalacáscara.Preferínodecirlecuántoleibaacostar,sobretodoporquenopodíaayudarlo.
—¿Quéesun jodipiii hijodepupiii?—quiso saber el pollueloqueestabaamilado.
Aunquelabiologíanoeramifuerte,suponíaquelospájarostambiénse reproducían jodipiiiendo. Al fin y al cabo, los hombres siempreandaban a vueltas con elpájaro. Pero estaba claro que no era cosamíadarlesalospolluelosunaclasedepalabrotasyeducaciónsexual.Poresocontesté:
—Pregúntaseloatumadre.En ese momento no pensé en las consecuencias que se derivarían
pocodespuésdeesarespuesta.Bartondabapicotazosysoltabatacosmientrasyointentabalidiarcon
la desesperación que empezaba a invadirme. Aunque entre nuestra vidacomo peces de acuario y mi vida como a-saber-qué-clase-de-pájaro nohubiesepasadomuchotiempo—cosaquenoeraenmodoalgunosegura,pues entre las últimas reencarnaciones mediaban algunos días—, aúntardaríamuchoenpodervolareirconJannis.Esosiesquesehallabaauna distancia de vuelo razonable. Con todo ese tiempo de por medio,JannisyKellyseacabaríanliando,yélsedaríacuentadequeellaeraunamujer que se merecía su amor mucho más que yo. Eso si no habíasucedidohacíamucho.
Deprontomishermanossepusieronagritarcomolocos:—¡Mamá!¡Mamá!¡Mamá!Unpájaroblancodegran tamañovenía directo a nosotros.Aunque
cuando era una persona me gustaba tan poco estar en plena naturalezacomoaWoodyAllen,supeenelactoquéclasedepájaroera:unacigüeña.Elaveteníaelpicorojoyplumasblancasenlapartedelanteraynegrasenla trasera.Asíqueyo tambiéneraunacigüeña,nounalbatros.Algoeraalgo.
El vuelo demamá cigüeña era elegante,majestuoso, imponente. Elaveparecíalibrecomo...,enfin,librecomounpájaro.Elairequelevantósualeteoalposarsemedioenplenacara.Maravillada,mequedéconelpicoabierto,ymamácigüeñadejócaerenélunalombrizapenassehuboparado en el borde del nido. Cerré el pico del susto y me tragué lalombriz, que no sabía nadamal. Se parecía un poco a los caracoles ensalsadegorgonzolaqueservíanenelrestauranteitalianoDaTartuffo,alque tanto le gustaba ir a mi padre en Bremerhaven y en el queprobablemente yo no volviera a comer, ya que en los restaurantes lascigüeñasnosonbienrecibidas.
Mis hermanos abrieron el pico con avidez para recibir susrespectivas lombrices, y yo deseé con todami almaque ningunode losviscosos bichejos fuese una persona reencarnada. Al fin y al cabo, eraimposible saber a quién se estaba zampando uno: ¿JimiHendrix? ¿KurtCobain?¿MichaelJackson?
Mamácigüeñacerróelpicoymistreshermanitoschillaron:
—¡HAMBRE!¡HAMBRE!¡HAMBRE!—Nomequedanmáslombrices—contestólacigüeña,queencierto
modo eramimadre, aunqueno lo fuera.De repente tenía pinta de estarhechapolvo,yesoquehacíauninstante,cuandovolaba,parecíalibre.Ellonodecíamuchoenfavordelamaternidad.
—¡PIII!¡PIII!¡PIII!—maldijeronlospolluelosaltiempoqueseñalabanconsuscortasalaselhuevodeBarton,que,aunqueyapresentabagrietas,seguíasinmostrarsedispuestoaromperse.DentroseoyójuraraBarton:
—¡Rómpetedeunavez,pupiiihuevo!Mamá cigüeña apenas daba crédito a sus oídos. Cuanto más
despotricaba Barton («Cuando vea al pupiii Buda ¡le saco los pupiiiojos!»),tantomayorerasuenfado.Sepusoaempujarconsupicorojoelhuevo, que empezó amoverse, y yo comprendí lo que pretendía hacer:¡queríaecharlodelnido!
—¿Quépasaahífuera,Daisy?—preguntóBarton.Larespuestadifícilmenteleibaagustar,asíquenodijenada.Noobstante,mamácigüeñadejóelhuevoypreguntósorprendida:—¿QuiénesDaisy?Me planteé levantar las alitas, pero no estaba segura de si quería
atraer la atención de la severa mamá cigüeña. Sin embargo, tampocoquería que volviera a centrarse en Barton y lo tirara del nido, porqueentoncesmequedaríacompletamentesola,poresotriné:
—YosoyDaisy.—Loshijosnoseponenelnombreellossolos—rugió.Quizá no tuvieramucho sentido explicarle que no había sido yo la
que se había puesto el nombre, que había sidomi verdaderamadre, demodoquepreferímantenerelpicocerrado.
—Soyyo laquedecidecómoos llamáis.—Señalóconunalaa losotrostrespolluelos,queguardabansilencioenloscascaronesrotos—:TúeresPicoNervioso;tú,PlumaNerviosa; tú,AlaNerviosa;ytú,eldeahíabajo...—apuntóconelalahaciaabajo—CagarrutaNerviosa.
Menosmalquedesdearribanoseveíabienelsuelo.Mamácigüeñaseinclinóhaciamí,proyectandosusombrasobretoda
micaritadepájaro,ydijo:—Atitellamaré...—¿GarraNerviosa?—propuse.—No.¡CierraelPico!
Elnombreeraalmismotiempounbuenconsejo.—¿Algunaotrapregunta,CierraelPico?Sacudílacabeza,confiandoendejardeserelcentrodeatencióndela
desnaturalizadamadrecigüeña,cuandounodemishermanitospreguntó:—¿Mamá...?—Yahora,¿quépasa...?—espetólairritadacigüeña.—Yotengounapregunta.—¿Quépregunta?—¿Quéesunjodipiiihijodepupiii?En ese instante averigüé que las cigüeñas también se podían poner
rojascomountomate.—¿Dónde... dónde... —empezó la madre, buscando las palabras
adecuadas—habéisoídoeso?Lohadichoesehuevo,¿no?Lospolluelosasintieronconvehemencia.Seguro que ahora la vieja tiraba el huevo de Barton del nido sin
contemplaciones. Pero primero extendió las grandes alas con aireamenazadorsobrenosotros:
—Pobredelqueseatrevaavolverahacermeunapreguntaasí.—Cierra el Pico dijo que te lo preguntáramos a ti —dijo Pluma
Nerviosa,temblando,altiempoquemeseñalaba.—¿Esverdad?—mepreguntólamadre—.Porquesiloes,yaleestás
dandorecuerdosdemiparteaCagarrutaNerviosaahíabajoahoramismo.Eraunmuybuenmomentoparanegarlo,peronosabíasipodíatrinar
algo, ya quemamá cigüeñame acababa de ordenar que cerrara el pico.Mientrasseguíamirándomeconcaradesafiante,deprontoseoyóunCRACyunBartonagotadosalióporfindesuhuevo.Tambiénerapequeño,yaligualque todosnosotros, teníapocoplumajeyelpiconegro.Con todo,eracompletamentedistintodelresto.
Lamadre lomiró y yo cerré los ojos, temerosa de que echara delnidoaBartonenelacto,perodijoencantada:
—¡Porfinunniñoynounaestúpidaniña!¡Québien!De haber sido yo una feminista radical reencarnada probablemente
me hubiese hecho enfadar que mamá cigüeña concediera tan pocaimportanciaa tenerdescendencia femeninacomocualquiercastellanodeJuegode tronos.Pero lo cierto esquemealegrédeque leperdonara lavidaaBarton.
Mamámiróconternuraasunuevopolluelomientraséllamirabaa
su vez horrorizado. Probablemente no se esperara encontrarse con unagran cigüeña arrebatada. En ese preciso instante empezó a llover.Caíanchuzosdepunta.
—Buahhh... —Barton se echó a llorar sin más, era imposibleprotegernosdelalluvia.
—Notengasmiedo—lotranquilizólamamá.Alfinpercibíauntonoagradableensuvoz—.Misplumasteprotegerán.
Abriólasalasycelebréquelohiciera,yaqueasínomecalaría.Oalmenosesopensaba:lociertoesquesóloamparóbajosusalasalpequeñoBarton. Nosotras, las polluelas, nos pusimos hechas una sopa en unsantiamén.Fuelaprimeravezenmividaquedeseéserunhombre.
CAPÍTULO31
Lanochecayó,lalluvianocesaba.Elmojadoplumajesemepegabapesadamentealcuerpoyolíaqueapestaba.Tiritabaamásnopoder.Yaenmis otras vidas me había preguntado alguna que otra vez qué tenía debueno la naturaleza. Al fin y al cabo, nosotros, las personas, habíamosinventadolascasas,lacalefacciónylapizzaadomicilioparaprotegernosdesuscaprichos.
Barton al menos contaba con la protección de las alas de mamácigüeña.Estabacalentitoyseco,mientrasqueamiscongeladashermanasy a mí nos castañeteaba el pico. Ni siquiera a estas criaturas de lanaturalezalesgustabalanaturaleza.Seguroqueleshabríaencantadotenerunacasa,calefacciónylombricesadomicilio.
Entretanto,intentéconvenceramamácigüeñadequetambiéntaparaaunaservidoraconsusalas,peroportodarespuestaconseguíquemedieraunpicotazoenlacabeza.Mehabríagustadosoltarlequeesaeducaciónnoeramuypedagógica,ymenosaúnpolíticamentecorrecta,peropenséqueun pájaro no llegaría muy lejos diciendo cosas como «pedagógica» y«políticamente correcta». Pero, sobre todo, pensé en mi hermanitaCagarrutaNerviosa,queestabaespachurradaenel suelo:queelDiosdelos pájaros la tuviera en su seno. Habida cuenta de la suerte que habíacorrido,preferínodecirnada.
Mamácigüeñaysuscríaspocoapocosefueronquedandodormidas,mientras que Barton y yo no conseguimos pegar ojo, y sólo cuando anuestro alrededor todos empezaron a roncar, nos atrevimos a hablar.Bartonconstató,medioresignado:
—Pájaros.Somospupiiipájaros.—Cigüeñas—precisé; para entonces el agua ya nome goteaba del
pico,sinoqueseprecipitabaporélcomounapequeñacascada.Bartonnoreaccionó,resultabaevidentequeledabalomismoquéave
era:cigüeña,albatrosoemú.—Puede que debamos intentar ver el lado bueno de todo esto —
propuse.NoesperabaqueBartonfueseaveralgobuenoenestasituación.Por
mi parte, no se me ocurría absolutamente nada que me gustara de mi
existenciaenesemomento.—Lobuenoesquenoestoytanmojadocomotú—repusoBartoncon
sequedad,eneldoblesentidodelapalabra.Mientras yo continuaba probando si un polluelo de cigüeña puede
torcerelgesto,una luz intensabajódelcielodirectaanuestronido.Erauna luz redonda..., no, mejor dicho, una luz oronda, y en medio de laluminosa bola de luz flotaba un polluelo de cigüeña gordo que sonreíacomo Snoop Dogg después de fumarse el cuarto porro. Supimos deinmediatodequiénsetrataba.
—Elhijodepupiii—afirmóBarton.—Elhijodepupiii—corroboréyo.Buda posó su corpachón enmitad del nido con la suavidad de una
pluma,sindespertaralrestodelafamilia,ypreguntó:—¿Quétalestáis?—¿Es una pregunta capciosa?—replicó Barton, fulminándolo con
susojillosdecigüeña.—No,vaenserio—contestóBuda.Apesardeloquehabíadicho,mediolaimpresióndequesereíade
nosotros. La cuestión era si se reía de nosotros como se ríe un padrebenévoloycariñosodeloserroresydesvaríosdesuspequeños,ocomounespectadordeunprogramadevídeosdomésticosgraciososqueseríecuandolaancianajubiladagordasecaesobreelbufécuandoestábailandountango.
Justocuandoleibaasoltarqueteníatiesoelpequeñoculodepollo,la luz que envolvía a Buda me calentó las mojadas plumas y metranquilizó. Al menos lo suficiente para que pudiera formularle lapreguntaquemeteníafritadesdeelencontronazoconEinstein:
—¿Porquéteaparecesaalgunosreencarnadosyaotrosno?—Buenapregunta—admitiórisueño.—Síqueloes.—Muybuena,incluso.—Noquieroquemepongasnota,quieroquemerespondas.—Sólomeaparezcoapersonasmuyespeciales.—¿Especialmente locas?—quiso saber Barton. Pese a todo lo que
habíamosvividojuntos,porlovistoseguíasinpoderperdonarmey,unavezmás,nopodíaevitarsoltarmefrescas.Medoliómásdeloquedebería.
—Losdossoismuyvoluntariosos.
Barton asintió, la idea de ser especialmente voluntarioso no le eraajena.Amí,encambio,mecostabacreerque justoyo,DaisyBecker,deBremerhaven, fuera más voluntariosa que, por ejemplo, alguien comoAlbertEinstein.
—Hayalgograndeenvosotros,sólotenéisquedescubrirlo.—HablascomounodeesosgurúsquevandescalzosporHollywood
y se hacen de oro con la falta de autoestima de las estrellas—replicóBarton.
El propio Barton sonó en esemomento como alguien que, en unamala etapa de su vida, hubiese caído en las redes de uno de esos gurúsdescalzos.LafrasedeBudaamítambiénmerecordóaalguien:
—Hablascomomimadre.—Ellatambiénesespecial—afirmóBuda.—¿Conoces... conoces... a... mi... madre? —Mi corazón de cigüeña
latíaconfuerzayamipicolecostabacrotorarlaspalabrasadecuadas.Sialguienmehubierapreguntadounossegundosantessieraposible
queBudapudieraesbozarunasonrisaaúnmásamplia, lohabríanegadocon mis cortas alas. Pero ahora sonreía como sin duda nunca habíasonreídoningúnpájaro,personaoporrero.
—¿Cómo...cómo...?—continuédiciendo,peroBudayasealejabaporel lluvioso cielo nocturno envuelto en su luminosa bola, sin que yopudiera acabar de balbucir—: ¿Cómo le va amimadre...? ¿Qué hace...?¿Lapuedover...?Ysinolapuedover,¿podríasdecirledemipartecuántolaechodemenos...?Laechomuchodemenos...,peromuchomucho...
Me quedé con el pico abierto, la lluvia se me metió en la boca.Barton, quemiraba fijamente allí dondehacía un instante estaba sentadoBuda,dijoenvozbaja:
—Esperonovolveraveramipadrenuncamás.
CAPÍTULO32
Ninguno de nosotros se puso a pensar en ese instante qué era esogrande que podía haber en nuestro interior. Pensábamos en nuestrospadres. Yo como loca porque acababa de enterarme de que mi madreestabaahífuera,enalgunaparte;yBartonasqueadoporlaposibilidaddevolveraverasupadre.Cadacualsiguióalosuyounrato,hastaquemeatragantéconelaguaquemeentrabaenelpicoymediounataquedetos.
—¡Ese pico!—exclamó, enfadada,mamá cigüeña, a la que a todasluceshabíadespertado.
Peronopodíapararde toser, tosíacadavezmás,hastaqueellamediounpicotazoen la cabezay el dolormehizoparar. ¿Cuántasmadreshumanasconfaltadesueñodesearíanensecretohacercallarasushijosenfermos por la noche así de rápido? ¿Y en qué se reencarnarían esasmadres?¿Enpolluelosdecigüeña?
—Bacteriasintestinales—mascullóBarton.Nohabíahechoesaúltimapreguntaenvozalta,¿no?¿EsqueBarton
podía leermeelpensamiento?¿Seríaunpolluelomutante?¿Conpoderescomo los X-Men de las películas de superhéroes? ¿Con un nombre dehéroecomoPsicopolluelo?
—Seguroquemipadreesunbacilo.Enelculodeunamofeta.—LavozdeBartondestilabadesprecio,ybajoesedespreciosubyacíaundolorquemeoprimióelcorazoncitodepollo.
—Séquenosoyquiénparapreguntarte...—empecé.—Puesnopreguntes.—...peroenlosartículosqueescribíansobretisiempreponíaquetu
padreeratugranmotor.Quesinéltucarreranohabríasidolamisma.—Yescierto.—¿Pero?—Noera como lopintaba laprensa.Elviejomemotivóporque se
pasótodalavidadiciéndomequenoeramásqueunfracasado.Hicieraloquehiciese,nuncaera lobastantebueno.Daba lomismolobienquemefueraenclase,enfútboloenballet...
—¿Enballet?—De pequeño seme daba bien el ballet, y como te rías te vas con
CagarrutaNerviosa.Asíytodomereí.ImaginarmeaBartonhaciendodecisnemoribundo
conmallaseraextremadamentegracioso.Intentó darme con una alita, pero yo estaba demasiado lejos. Ya ni
notabaqueseguíalloviendo,teníapuestatodamiatenciónenBarton,quese estaba abriendo amí como puede que sólo lo hubiera hecho con sumujer,yesosiacaso.
—Ni siquiera cuando gané millones era demasiado bueno para elviejo,apesardequeélnoeramásqueunvendedordecochesdeocasiónquesiempreestabaendeudadoyacadapocassemanasmolíaapalosasumujer.
Elrecuerdolohizolanguidecer.Nomeatrevíapreguntarsielpadretambiénpegabaalhijo.PeroelpequeñoMarchabíasidotestigodecómomaltratabaasumadre.
—Si hubiese inventado la cura del cáncer, seguro que el viejo mehabría preguntado: ¿y qué hay de la del sida? Y si tambiénme hubierasacadodelachisteraladelsida,seguroquemehabríapreguntado:¿yparacuándoalgoqueconviertaelaguadelgrifoencerveza?
—Probablemente eso fuera lomás lucrativo—repuse con una levesonrisaparaanimarlounpoco.
—Notienegracia—repusocortante.—No,nolatiene—admití.Permanecimosunratoensilencio.Semepasóporlacabezaunacosa
más,peronosabíasidecírsela.Alfinal,sinembargo,lohice:—Yclaro,siemprequisistetenerunperro...—Teníamosuno.—¿Ah,sí?—SellamabaRex.Erauncollie.Loadoraba.Mipadreno,claro.Una
nochedesapareció.Yoteníaochoaños.—¿Fuecosadetupadre?—preguntéespantada.—Sí,peromedijoqueRex se había escapado, y que esonohabría
ocurridosimehubieraocupadomejordeél.Memiró con sus ojos de pollo rebosantes de dolor yme entraron
ganas de rodearlo conmis alitas, pero eran demasiado cortas. Además,¿mehabríadejadoqueloconsolarahabiendomatadoasuterrier?¿Meloperdonaríaalgunavez?
En cualquier caso, Barton no era un capullo, sino tan sólo un
muchacho herido que a veces se comportaba como un capullo.Probablemente esemuchacho herido fuese capaz de hacer algo grande,algomásgrandedeloquehabíasidocapazlaestrelladelcine,queafinde cuentas sólo quería demostrarle algo a su padre. Quizá Bartondescubrieraesealgograndealolargodenuestravidacomocigüeñas.Yquizáinclusoyopudieseayudaraquelolograra.Repararloquelehabíahechocuandoeraunapersona.
CAPÍTULO33
Nuestravidamejorabadía trasdía.Hastaquevolvióaempeorar.Aempeorar mucho. La lluvia de la primera noche no volvió a caer enbastantetiempo.Alolargodelassemanasquesiguieron,elsolbrillóenel cielo ligeramente nublado, una leve brisa nos acariciaba las plumas.Aunquemamácigüeñasiempreestabademalhumorysiemprehabíaquecontar con que le arreara un picotazo en la cabeza a alguno, tambiénpodíamos confiar en que siempre nos proporcionara lombrices, que sindudanoseimaginabanquesudíaacabaraasí.Porasombrosoqueparezca,estemenútanpocovariadonomeaburríanada,yaqueerajustoloquemepedíamicuerpodepájaro.Loúnicoquedeverdadechabaenfaltaenmialimentacióneraunexpresomatutino.Ocuatro.
QuemamácigüeñasiemprefavorecieraaBartonydejaracaerensupicolaslombricesmásgordasyanomemolestaba.Acambionoteníaqueaguantar queme acariciara constantemente.Ni tampoco queme llamara«chiquirriquitinamía».
Nuestras hermanitas, celosas, fastidiaban a Barton en cuantomamácigüeñaabandonabaelnidopara irenbuscade lombrices.Laspolluelaslo insultaban sinparar conpalabras como lasque se suelenescuchar enlosparquesinfantiles,como«cobarde,gallina».Palabrasqueinclusoaunadulto le gustaría soltar por teléfono a algún que otro trabajador de uncentrodeatenciónalcliente.
Con todo, a Barton le resbalaban los insultos. Que los pájarosdespotricaranloquelesdieralagana.Comonoleshacíanicaso,ellosseacababan cansando de rezongar y cerraban el pico. Cuando le preguntécómopodíaconservarlacalma,Bartonsonrióyrepuso:
—Loscríticosdecinesonmuchopeores.Ésafuelaprimeravezqueempezamosacharlarcontranquilidad,sin
que nos tocaran las narices hormigas, lucios o Budas sonrientes. NohablábamosdenuestravidaanimalnideJannisyKelly,sinodealgomuydistintoquetambiénnosunía:lainterpretación.
Barton me habló de los críticos, que al principio le hacían daño,porque en el fondo sólodecían lomismoque ledecía supadredía trasdía: que, hiciera lo que hiciese, era un fracasado y siempre lo sería. La
única diferencia era que los críticos lo formulaban de manera máselegantequesupadre.DeunacomediaenlaqueBartoninterpretabaaunenfermo de cáncer que quería cumplir su sueño de participar en lasolimpiadasconelequipodecurling,TheNewYorker dijo: «El tumor escuando, a pesar de todo, uno se ríe». El semanario Variety calificó supelícula de cine de autor Chocolate para Treblinka de «ébolacinematográfico».YsutaquillazodezombisAllyoucaneathizoqueloscríticos del medio especializado Deadline Hollywood declararan que,gracias a la falta de talento de Barton, a partir del minuto diez elespectadorseponíaaanimarautomáticamentealoszombis.
Mientras él me contaba estas cosas, supe que las estrellas delmundillorecibíanlosmismospalosquenosotros,losactoressegundones,yque la únicadiferencia eraque ellas, con todo el dineroqueganaban,podíanpermitirseremedioscontralafrustraciónmásexclusivosqueunabotelladeAmaretto.
—¿Porquétehicisteactor?—quisesaber.—Porquequeríadarlealgoalagente.Cuandolosactoressueltanalgoasí,porlogeneralescomolasreinas
delabellezacuandoaseguranquesumayordeseoeslapazmundial.PeroBartonlodecíaenserio.
—Cuandoveíapelículas,mimadreera feliz—dijoapesadumbrado.Nohizofaltaqueañadiera:sóloentonces—.Elactorquemás legustabaeraRobertRedford.
Así que por eso —y no fue preciso que lo mencionara— Bartonquiso ser como Redford desde pequeño, un actor que traslada a laspersonas tristes a mundos de ensueño y les regala emociones que nopuedensentirensuvidacotidiana.IgualqueyoqueríaserlanuevaMerylStreep,GlennCloseoSandraBullock.SóloqueBartonsehabíaacercadomuchomásasusueñoqueyo.
—La película preferida de mi madre era Tal como éramos, conRedfordyBarbraStreisand.
Comonolaconocía,Bartonempezóacontarmelahistoriadeamor,queseextiendealolargodeunascuatrodécadas.Enlapelícula,Redfordinterpreta a un oficial de la Armada en la segunda guerra mundial, yBarbra Streisand a una militante del partido comunista. Comienzan unarelaciónamorosa,perolacazadebrujasdelosañoscincuentalossepara,y cuando en los años setenta se vuelven a ver se dan cuenta de que han
desperdiciado todas lasoportunidadesde ser felices juntos. Igualqueyocon Jannis.YBartonconKelly.Sóloqueen lapeliRedfordyStreisandtienenquecomermuchasmenoslombricesdelasquenosotroscomemosahora.
Dehaber sidootro el quemehubiera contado el argumentode esapelícula,mehabría encogidodehombros, aburrida, y habría dicho: hayquetenerlosojosabiertoscuandoseeligepareja.PeroelrelatodeBartonfue tan vivo que me entusiasmó. Incluso siendo una cigüeña pequeña,hablabaconpasiónyteníauntalentoquenohabíasalidoalaluzniensuséxitosdetaquillaniensusfallidasincursionesenelcineindependiente.Demaneraque lepedíquemehablaradeotraspelículasquenoconocía.Apartir de ese momento pasé a tener mi programa de cine propio en elpequeñonido:cadadíaBartonmecontabaunastresocuatropelículas.Mereí conTiemposmodernos, lloré conLa fuerza del cariño e hice ambascosas con La rosa púrpura de El Cairo. Pero lo mejor eran lasreinterpretacionesdeclásicos.LopasébombaconsunuevaversióndeLospájaros, de Hitchcock. Disfrutaba tanto con sus historias que dejé depensar que me abandonaría en cuanto pudiéramos volar. Me habríaencantadoquedarmeconélenelnidoparasiempre.
Mientras hablábamos, nuestras hermanas pensaban que estábamoscomounacabra,ymamácigüeñamusitabaenvozbaja,conresignación:«Lapróximavezdejosólounhuevoenelnidodesdeelprincipio».
DespuésdequeundíaespecialmentebonitomeofrecieraunaversióninteresantísimadeAlguienvolósobreelnidodelcuco,Bartondijo:
—Bueno,ahoratú.—Ahorayo...,¿qué?—Ahora,paravariar,meinterpretasalgotú.Eresactriz,¿no?—Loera.—Lo sigues siendo.De una pasión no se despoja uno como de un
cuerpo.—Esquenosoymuybuenaactriz—argüí.—Esomelocreo—repusosonriendo.Porunmomentomeentraronganasdeempujarloytirarlodelnido.
Sólo había una persona en el mundo que podía decirme que era malaactriz,yésaerayo.
—Lacuestiónes—prosiguióBarton—,¿eresmalaporquenotienestalentooporquenoteesfuerzas?
Si uno no se esfuerza, siempre tiene la excusa de que su fracasoprofesionalnosedebealafaltadetalento.¿Noseríaabsurdoemplearseafondoparadespuésdarsecuentadequeunonotieneaptitud?Vamos,quenohaymejorexcusaenlavidaquenoesforzarse.
—No...losé...—balbucí.Mehabíapillado.—Puesahoraloaveriguaremos—aseguróél—.Cuéntamealgo.—¿Ysinolohago?—Entoncesdejarédehacerloyo.—Chantajista.—Me han llamado cosas mucho peores. Incluso aquí, siendo un
polluelo.Luchabaconmigomisma:noqueríaponermeenridículo,peroquería
que siguiera contándome historias. O sea que sólo tenía una opción:soltarmeynoponermeenridículo.
—Estábien—accedí—.¿ConocesRobi,Tobiyelaeroguatutú?—¿Elaeroguatutú?—Yaveoqueno.Así que empecé a hablarle de los viajes del niño de tercero con el
robot de la clase de tercero de robot, que con un vehículo universalllamadoaeroguatutúviajanalfarodefranjasamarillasynegras,alPoloNorte y, claro está, al castillo de los Budines.Me esforcé de verdad encontar el cuento de forma que resultara interesante, divertido yemocionante,queesloquemeparecióamídepequeñacuandomeloleyómimadreenlacama.
Al terminar miré a Barton con cara de expectación. Su opiniónsignificabamuchoparamí.¿Quéactriz—pero¿quéestoydiciendo?,quépersona— no quería recibir los halagos de una estrella de Hollywood,aunquetuvieselaformadeuncigoñino?
—Tienes talento, de veras —aseveró Barton, y no dijo si ello lesorprendíaosiloesperaba.Suopiniónmehizofeliz.Estabaenelséptimocielo.
Meduróunostressegundos.Hastaquemamácigüeña anuncióquehabía llegadoelmomentode
quealzáramoselvuelo.[14][15]
CAPÍTULO34
—Ehhh...—ledije a la cigüeña—, todavíano tengo la sensacióndequepuedavolar.
Entretanto, nosotros, los polluelos, habíamos crecido, nuestras alasyanoerancortasylasuavepelusillahabíadadopasoaplumasdeverdad.Y,sinembargo,siunpájaro jovenestabapreparadoparaemprendersusprimerosvuelosdeprueba,debíasentirloensuinterior,¿oacasono?
—¿Sabes loqueme importa amí tu sensación?—respondiómamácigüeña.
—¿Uncarajo?—¿Quéescarajo?¿Se lo explicaba? No creía que mi plumada familia entendiera el
conceptodecarajo,ymenosaúnqueaprobaraelempleodelapalabra.Niquemegustarautilizarla.
—Quería decir que probablemente te dé lo mismo —contestéapocada.
—Puesno.—¿No?—preguntéesperanzada.—Medaabsolutamentelomismo.Mamácigüeñaestabasuperdecididaaquevoláramos.Yajuzgarpor
lacaraqueponíanmishermanos,ellostampocoestabanmuyconvencidosdequefuesencapacesdehacerlo.
—¿Acuáldevosotrososgustaríaqueecharaprimerodelnido?—quisosabermamácigüeña.
MishermanitasseñalaronconsusalasaBarton.Queconteníalarespiración.—No,michiquirriquitínseráelúltimo.El chiquirriquitín lanzó un suspiro de alivio, aún disponía de unos
minutos de vida. Mamá cigüeña nos miró a nosotras, las polluelas,sopesandolasituación.Yoluchabacontramicrecientepánicodiciéndomequesindudaunamamácigüeñasabíadesobracuándoestaban listossuspequeños para abandonar el nido. ¡Del instinto de unamadre había quefiarse! Sin embargo,me habría costadomenos fiarme de ese instinto simamácigüeñanomehubieseparecidotancrispada.
—¡Eh, tú! —exclamó, y le dio con el pico en la cabeza a PicoNervioso—.Túseráslaprimera.
Mejorellaqueyo,semepasóporlacabeza.Noeraunpensamientomuyapropiadoparaacumularbuenkarma.
PicoNerviososepusomásblancaaúndeloqueyaerayrepuso:—Ehhh...primeromegustaríavercómolohaceelresto...Mamácigüeñaempujóamihermanitadelnido.—¡AHHH!—gritó,comoeradesuponer,PicoNervioso.Losdemáscontuvimoselaliento:dentrodenadaseguroquenuestra
hermanadejabadegritar,extendíalasalasyvolaba.—¡AHHH!Nopodíatardarmucho.—¡AHHH!Empezabaaserhoradequevolara.—¡AHHH!Erayaonunca.¡Plaf!¿Plaf?Plafnoesvolar.—Vayatorta—dijoBarton,tragandosaliva.—Esunabonitaformadeexpresarlo—balbucí.—¿Quién quiere ser el siguiente? —preguntó sonriente mamá
cigüeña.Evidentemente,ningunodenosotrosseofrecióvoluntario.—CreoquedeberíaprobarCierraelPico—decidió.Yonolocreíaasí,peroaellaledioigual:meempujóconelpicoy
meechódelnido.
CAPÍTULO35
Nuncaantesmehabíaparecidotanabsurdalanaturaleza.Enmicaídafuidejandoatrásramas.Ycaíencimaderamasque,por
desgracia, no amortiguaron el descenso, pues eran demasiado finas. Encambio,dolíancomolatigazos.Elvientomezumbabadetalformaenlosoídosquenoescuchabamispropiosgritos.Yelcerebroenviabaseñalesamisalas:vamos,estúpidas,empezadamoveros,aaletear,loquesea.Pero¡noosquedéisparadascomosiestonotuvieraqueverconvosotras!
Lasalasnoescucharonlasseñales.Comounaimpresoraque indicaque está lista para empezar a imprimir y, a la que sin embargo, no leinteresanlomásmínimolasórdenesqueleenvíaelordenador.
Yaveíaelsuelo:elmusgo...,lassetas...,amihermanacigüeñaclavadaenelsueloconelpicoromo...
Al parecer esto último convenció a mis alas, que empezaron amoverse. Descoordinadas. Torpes. Extremadamente mal. Pero el aleteofrenó un tanto la caída.Mi cerebro siguió enviándoles señales: si no lohacéismejor,pedazodezoquetes,vamosatenerunproblema.
Esta vez las alas hicieron caso al cerebro. Comenzaron amoversecon más brío y más deprisa, logrando sincronizar el movimiento amedias.Medetuve en el aire justo a tiempo, encimadel traserodePicoNervioso,queasomabaenelsuelo.
Respiré hondo cuando, de pronto, cayeron Pluma Nerviosa y AlaNerviosa.Ahoraerantreslostraserosdepájaroqueveíadebajo.
Yoeralaúnicapolluelaquehabíasobrevivido.Survivalofthefittest,la supremacía del más fuerte, el principio darwiniano de la naturaleza.Cuando uno se hallaba inmerso en semejante proceso de selecciónentendíamuchomenosalaspersonasqueglorificabanlanaturaleza.
Noqueríaseguirviendoeltraserodemishermanitas,asíqueempecéabatirlasalashaciaarriba,conairevacilante.Mediconlacabezacontraunaramay luegoconel traserocontraunárbol,peropocoapocovoléconmásseguridad,yapenasunminutodespuésyanoparecíaunpájaroque acabara de beberse un barril de vino de Oporto. Cuando meencontrabamás omenos a las tres cuartas partes del abetomepreguntéquéseríadeBarton.Seguroquemamácigüeñasehabíaenteradodequela
mayoríadesushijitosnoestaban listosparaemprenderelvueloyhabíaprotegidoasupreferidodetodaesamierdadelasurvivalofthefittest.
—¡AHHH!—chillóBarton.Oquizáno.Bartonseprecipitóhaciamí.Ynodabalaimpresióndequefueraa
aprenderavolaratiempo.—¡Tienesquemoverlasalas!—vociferé.—¡AHHH!—¡Omorirás!—chillé,aunqueesoyadebíadesaberlo.—¡AHHH!—Estaconversaciónesunpocounilateral.—¡AHHH!Barton cayó encima de mí y se me agarró con todas sus fuerzas.
Perdí el equilibrio,ypuedeque lohubiera recuperado rápido siBarton,aterrado,nomehubieseclavadolasgarrasenellomo.Misalasnopodíansoportarelpesodelosdosynosprecipitamoshaciaelsuelo.Batílasalascontodasmisfuerzasparaevitarlacaída,peronada.
—¡Suéltame!—legrité.—¡AHHH!—¡Omoriremoslosdos!—¡AHHH!—¿Teimportaríagritarotracosa?—¡PIII!—Tampocoesquesealabomba.Descendíadeprisa,conélacuestas,ymegritabadetalformaaloído
que temía ser el primer pájaro del mundo que tuviera que buscarse unespecialistaenaudífonos.Naturalmente,siempreycuandosobrevivieraalimpacto,locualeramuypocoprobable.
—¿Teimportaríamuchobajartedeahí?—rugí.—¡SÍ!Loquemetemía.Cuando estábamos a unos cinco metros del suelo, Barton vio el
traserodenuestrastreshermanitas.—¿Sonésas...?—Loson,sí.—¡MADREMÍADEMIVIDA!—Asíacabaremosnosotrossinotequitasdeencimadeunavez.
—Es que si nos estampamos quizá me amortigües el golpe —contestó,ylaidealehizoconcebirunpocodeesperanza.
—Conesaformadepensarnoacumularásbuenkarma—objeté.—Pero tú sí, si me salvas. O sea, que te haré un favor, ya que te
ayudaréaqueloacumulestú.—Puedopasarsinesefavor.Estábamosapuntodeestrellarnos,asíqueintentézafarmedeBarton
con todas mis fuerzas. Mi instinto de conservación era mayor que mideseodeacumularkarma.Probablementealamayoríadelascriaturasdelplaneta le sucediese lomismo, lo cual explicaba lomal que iba nuestromundo.
AlfinalconseguídesembarazarmedeBarton.Vicómoseprecipitabaal suelo los últimosmetros.Yme las tuve que ver con elmiedo: ahoramoriría.Pormiculpa.
—¡Muevelasalasdeunavez!—lechillé—.¡Ononosvolveremosaver!
Esonohizoquesusalassepusieranenmovimiento.—¡Yseguroquetampocovolverásaveratumujer!Aloíresoempezóasacudirlasalas.Porfin.Sinembargo,mehabríagustadomásquelashubierabatidopormí.
CAPÍTULO36
—Estoy tan orgullosa de ti, chiquirriquitínmío—oímos que decíaarribamamácigüeña.
—Yoconesachifladanovuelvo—afirmóBarton.—Yotampoco,chiquirriquitín—contesté.—Nomellamesasí.—¿Pocholito? —Después de tanta tensión, me resultaba relajante
tomarleelpelo.—¿Noslargamosoqué?—respondióBarton,exhalandounsuspiro,
nadarelajado.—Pues claro, mofetilla —contesté, lanzando una risa un tanto
desquiciada,yaquesentíaungranalivioporhabernossalvadolosdos.Nos alejamos de nuestro árbol y atravesamos el bosque, en vuelo
siempre rasante. Si nos caíamos, que al menos no nos partiéramos lacrisma. A veces mirábamos hacia arriba para ver si nos seguía mamácigüeña,peroeraunadeesasmadresquesealegrancuandoloshijosporfin abandonan el nido y a las que les basta saber de ellos por sucumpleañosyenNavidad.
Barton y yo no dijimos una sola palabra hasta que salimos delbosque.Antenosotrosseextendíantrigaleshastadondealcanzabalavista.Elamarilloeratanbelloconelsolque,depuraalegría,VanGoghhabríavuelto a cortarse la oreja. En un pequeño sendero cubierto de hierbahicimos un descanso y dejamos caer las alas, exhaustos.Mepregunté siéseeraelmomentoenquenuestroscaminossesepararían.QuizálomejorfuerapreguntárseloaBartonsinmás:
—¿Teirásahora?Élvaciló.—Serámás fácil encontrar a Jannis y a tumujer si permanecemos
juntos.—Pero entonces también será más fácil que me vuelva loco
definitivamente.—Momo.—¿Qué?—TodavíanotehecontadolahistoriadeMomo.
Bartonsonrió.—¿PiensashacerdeSherezadeycontarmecadanocheunahistoria?—No,nocreoquetardemosmilyunanochesenllegarallí.—Puedequesí,alfinyalcabo,tenemosqueiraNuevaYork.Tenemos.¡Habíadicho«tenemos»!Asíqueen realidadaél tampoco leapetecíaquedarse solo.Aunque
no quisiera admitirlo.Nadie quería estar solo siendo un animal. ¡O unapersona!
—Nueva York está muy lejos —convine—, y ni siquiera sabemosdóndeestamosahora.
—Ah,no,esosílosabemos.Barton señaló un letrero que había unosmetrosmás adelante en el
queponía:«BienvenidosalbosquedeTeutoburgo».Aunqueenséptimohabía tenidoquedibujarmontañasybosquesen
mapasdeEuropamal fotocopiados, aquél había sidoun caso clásicodeatracón de conocimientos: atiborrarse de información el día previo alexamenparavomitarladespués.Noteníanilamásremotaideadedóndese encontraba el bosque de Teutoburgo, salvo que se hallaba en algunapartedelnoroestedeAlemania.Osea,quebastantelejosdeNuevaYork.Pero a cambio nomuy lejos deBremerhaven, la ciudad a la que nuncaquise volver, pero a la que ahora debía ir. Y es que sólo desde allípodíamos coger un barco que nos llevara a América. Volar a EstadosUnidospornuestra cuentanoshabría resultadoabsolutamente imposiblesiendocigüeñasjóvenes:afindecuentas,despuésdenuestroprimervueloestábamoshechospolvo.
Le conté a Barton lo del barco y me dijo que no paraba desorprenderlo;lepreguntéenquésentido,ymecontestóquenuncahabríacreídoquelepropondríaunplanquenofueraunaauténticalocura.Lediunpicotazoenlacabeza,araízdelocualconstatóqueeraprobablequeyo no fuese capaz de defenderme verbalmente. Después le aticé otropicotazo,conelque,sibiendemostréqueélllevabalarazón,tambiénlehiceverquellevarlarazónnoteníaporquésersiempredivertido.
MientrasBartonsesosteníalacabezaconelalaizquierdayhacíaellimpiaparabrisas con laderecha,meguiepor el solparadeterminar lospuntoscardinales.Cuandosupedóndesehallabaelnorte, le indiquéqueme siguiera y eché a volar. Volamos juntos por el aire, y cuanto más
tiempo pasaba, tanto más estable era nuestro vuelo y más nos íbamosseparandodel suelo.El airenosproporcionaba impulsoynos llevaba aalturasinsospechadas.Erarealmenteimpresionantecontemplarelmundoavistadepájaro:loscampos,losarroyos,laspraderas,lascarreterasylascasas.Cuantomássubíamos,másembriagadorera.Misitioestabaallí,enel aire, me lo decía mi instinto de ave. Una sensación que nunca habíatenido cuando era una persona. Ni en casa, ni en Berlín, ni en ningunaparte.Y en ese instante la naturaleza dejó de parecerme absurda. Por lanoche,Bartonyyobuscamosprotecciónenlacopadeunabeto,antesdeacostarnos nos contamos sendas historias (yo le hablé deMomo; él, deAterriza como puedas), y dormimos en ramas fuertes, anchas, sin tenermiedoniunsolosegundodecaernosmientrasdormíamos.Asídesegurosestábamosdenuestroinstintodepájarodespuésdellevarsóloundíafueradelnido.
Cuando volvió a salir el sol, picoteamos unas lombrices del sueloantesdereanudarelvuelo.Anteslespreguntamosconmuchaeducaciónsieranpersonasreencarnadas,ynosalegramosdequenotuvieranniideadeloquelesdecíamos.
Para llegar a Bremerhaven, seguimos la A27 y nos divertimoshaciendonuestrasnecesidadesyprocurando acertar a lamayor cantidaddeMercedes posible. A primera hora de la tarde llegamos ami ciudadnatal y nos dirigimos al puerto. Confiábamos en poder coger untransatlántico que fuese a Nueva York. Mientras sobrevolábamos esaciudad que tan pocome gustaba, a punto estuve de pasarme la casa deltejado amarillo, pero en el último momento la vi. Era la casa de mispadres. Las tejas eran amarillas porque—según mi madre— cualquiercasapodíatenerlasrojas.Amipadreesecolorsiemprelehabíaparecidomuyllamativo,peroapesardequehacíayamuchosañosdelamuertedemimadre,lashabíaconservado.¿Enhonoraella,talvez?
Enelpreciosojardín,enunatumbona, laElseasesoratomabaelsolen biquini. La tía teníamejor tipo que lamayoría de lasmujeres de suedad.Odelqueteníayocuandoerapersona.
Miré a ver si podía evacuar yme alegré al comprobar que así era.RefrenéunpocoelvueloparasituarmeexactamentesobreElseysoltéelregalito. ¡Zas! La Elseasesora pegó un saltó, asustada y gritó: «Puaaj»,«Iii»y«Esperonocogerlagripeaviar».
Meposéenlaramadeunaltorobleymereíamandíbulabatientede
cigüeña hasta que salió mi padre, que corrió hacia Else, la abrazó, latranquilizóylaayudóconmuchocariñoalimpiarse.Barton,posadoamiladoenlarama,observóelespectáculoydijo:
—¿Noesése...?—Loes,sí—lointerrumpíirritada.—Quiereaesamujer—afirmó.—Unaestupidezporsuparte.—¿Por qué? Ella también lo quiere. —Los señaló con un ala: la
Elseasesorabesóamipadreenlavieja,caídamejilla.Congratitud.Concariño.Lededicóunasonrisaradiante.
—Sólo...sólolofinge...—alegué.—Esonosepuedefingir—merespondiólajovencigüeñaqueensu
díahabía sidounode losmejores actoresdelmundoy, por tanto, sabíaperfectamentequésepodíafingiryquéno.
LaElseasesoramirabaamipadrecomosifueseelmejorserhumanodeluniverso.Sussentimientoserangenuinos.Seveíaconsumaclaridad.Yamímecostabalomíoadmitirlo.
—Tupadrelahacefeliz—aseveróBarton.—Siempre...siemprepensé...—balbucí.—Creo que ya habíamos dejado claro que pensar no es uno de tus
fuertes—repusorisueñoBarton.Normalmente le habría dado un picotazo, pero esa vezme limité a
miraralaElseasesora.Habíasidoinjustapensandoquesóloqueríaamipadreporsudinero.Peroloqueríadeverdad.¿Cómoesquenomehabíadado cuenta antes? ¿Porque estaba furiosa? ¿O porque no era capaz decomprender que se pudiera querer a un hombre mucho mayor? Jannistenía razón cuando dijo que probablemente nunca supiese lo que era elamor. Que mi padre y Else se quisieran quizá no disculpase que élabandonaraamimadrecuandosepusoenferma,perosíhacíaquefueseun pelín más comprensible. Ello atenuó el odio que había acumuladotodosesosaños.Yaliviómidolor.Sobretodoestoúltimo.
¿Ysibajabaconmipadre?¿Ymedisculpaba?Pero¿cómomeharíaentender?¿Moviendolasalascomobanderasdeseñales?Élnoentenderíanada, comomucho pensaría que tenía delante a un pájaro que se habíadadodemasiadasvecescontracristalesdeventanas.Nopodíadecirleamipadre que era su hija, y tampoco podría hablar con él de todos losproblemasquehabíamostenidoy,deesemodo,darlugaraalgoparecido
a una reconciliación. En ese instante supe por qué las personas noreconocían nunca a familiares suyos reencarnados en animales: noentendíansuidioma.Estartancercadelosseresqueridosy,sinembargo,no poder hablar con ellos... eso era lo peor de todo el tinglado de lareencarnación.
—Sigamos—lepedíentristecidaaBarton.—¿Estássegura?—preguntó,conunasolidaridadinusitada.—Pordesgracia,sí.Me puse en movimiento y él me siguió. Intentó decir algo para
consolarme,peronoencontrólaspalabrasadecuadasynodijonada.Sinembargoelmerohechodequelointentasehizoqueseganaramigratitud.
Continuamosvolandohastaelpuertoynosposamosenlachimeneamás grande de uno de esos cruceros que salen en televisión, máspublirreportajesqueverdaderosreportajes.ElbarcoibaaNuevaYork.
CAPÍTULO37
Al principio de la travesía por altamar, Barton y yo temimos quequizá tuviéramosqueescondernosde lospasajerosy la tripulaciónparaque no nos echaran del barco. Pero no fue necesario: las personas nosadoraban.Lascigüeñastienenunaimagenbastantebuena.
Latripulaciónnosdabadecomerdeliciosospeces:deprontotambiénnosotroséramospescetarianos,todoenlavidaescuestióndeperspectiva.Nos echaban los restos de los festines, aunqueBarton y yo dejamos decomerlamayoríadelascosastrasunavezenquenosabalanzamossobreuna mezcla de ostras y mousse de chocolate que nos provocó unaindigestiónimportante.Quecomiéramosesoelúnicodíaqueunvendavalhizo que altas olas coronadas de espuma amarilla azotaran el barco nocontribuyóaquenossintiéramosprecisamentebien.
No tardamos en recibir apodosporpartede lospasajeros:AngieySteinmeier.Noerasóloquelosenamoradosbromearanpreguntándosesiles llevaríamosa sus futuroshijos, también lespreocupabaunacuestiónmuydistinta.Unamujer jovenqueseparecíaamiexcompañeradepisoSylvienosobservabaunbonitodíadesolenqueestábamosacurrucadosen labarandadeproa.Conellaseencontrabasunovio,queseparecíaaLars, el prometido de Sylvie: por lo visto, estas jóvenes parejas detriunfadores eran clonadas por científicos locos. Al cabo de un rato, lamujerlepreguntóaltío:
—¿TendránhijitosfelicesAngieySteinmeier?Recordéamishermanascigüeñasymeentraronganasdechillarlea
laparejitaqueloshijitoscigüeñafelicesnoexistían.—Porlomenosseguroqueselomontan—contestóeltriunfador.¿Sexo?¿Lascigüeñas?Nomehabíaparadoapensarenello.Nisiquieramehacíaunaidea
de cómo podía ser. Dudaba que, por ejemplo, resultase erótico darsepicos.Sinembargo,apenaslodijoeltío,notéqueeldeseoseapoderabademicuerpodecigüeña.AunqueBartonyyonoéramosadultosdeltodo,estabaclaroquenoshallábamosenlaadolescencia.Lomirétímidamentepara ver cómo reaccionaba al pensar en el sexo. Aunque memiró con
idéntica timidez, daba la sensación de estar experimentando el mismodeseoqueyo.SibienmicuerposealegródequetambiénBartontuvieraganas,amicabezano lehizomuchagracia:nomeapetecíanadadarmepicos.NoconBarton.Oconotracigüeña.
—¿Quénosapostamosaquese tienen tantasganascomonosotros?—dijoeljoven.
Lamujer,risueña,lediosuavementeconelcodoenelcostado,yactoseguido se pusieron a besuquearse ymagrearse.Al verlos, nosotras, lascigüeñas,sentimosuncosquilleo.
—¿Deberíamos...nosotrosdos...?—empezócohibidoBarton,aquienlaideatambiénleresultabadesagradable.
—Bueno...—respondí,soltandoungallo.—Esunaideaabsurda...—Superabsurda—ledilarazón.—Supermegabsurda.—Supermegaultrabsurda.—Creoquedesupermeganosepuedepasar.—Conunaideaasí,sí.—Tienesrazón—asintióconvehemencia.Estábamos de acuerdo. Pero nuestros cuerpos, por desgracia,
también.Yopinabandemaneradistintadenosotrosysearrimaronenlabaranda.
—Sería incesto —añadió Barton para impedir lo que parecíainminente:queempezáramosconlospicos.
—Esonoquieroniplanteármelo—afirmé.—Lógico.Yapodíamosdecir loquequisiéramos: el cosquilleoque sentíamos
era tal que resultaba casi insoportable. Cada vez nos arrimábamosmás.Nuestrospicosestabanapuntodetocarse.
—Encualquiercaso,noestaríabien—observóBarton.—Ya.—Estaríabastantemal,incluso.—Ya.—Además,nomeparecesatractiva.—¿Y... a?—repuse, sorprendida. Si sólo lo dijo para impedir que
empezáramosadarnospicos,funcionó:elcosquilleodisminuyóunpoco.—Cuandoeraunapersonatampocomeatraías—añadióBarton.
—Gracias, lomismodigo—mentí: aunquecuandoeraunapersonanomecaíabien,símeponía,tantoquemehabríaidoconélsinpensarlomuchoalsofádelcamerino.
—Nomelocreo—replicósonrienteelmuycreído.—Creeloquetedélagana.—Faltaría. —Aun siendo una cigüeña podía exhibir una sonrisa
arroganteypresuntuosa.Cadavezteníamenosganasdemontármeloconél.GraciasaDios.
—Yotampocometragoquenoteparecieraatractiva—lesolté.No lo dije porque de verdad no lo creyera, al contrario; por
desgracia, me imaginaba perfectamente que no le atrajese, pero queríadevolverleelgolpe,hacerledaño.
—EstoycasadoconNicole,¿cómocreesqueibaafijarmeenalguiencomotú?
Conunasolafrase,Bartonmeconvirtióenunamujerdetercera.—Estabascasadoconella—leespetéconaspereza,ymealejémásde
unmetrodeélporlabarandaconmisgarrasdecigüeña.—¡Lo sigo estando!—Ahora también se había picado él: le había
hecho daño. ¡Bien!—. Y gracias a Nicole, tu Jannis no te volverá aencontraratractiva.—Éltambiénqueríaherirme.
Fuecomorecibirungolpeenplenacaradecigüeña.Sindecirnada, levantéelvueloymefuialotroextremodelbarco.
Unavezallí,meposéen labarandaydejéqueelvientomeahuecaraelplumaje. Estaba furiosa.AunqueBarton no fuesemás que unmuchachoherido que se comportaba como un capullo, ¡se comportaba como uncapullo!¡Comouncapulloarrogante!
Al cabo de una, dosmillasmarinas,mi rabia dio paso a una tristeverdad: al reencarnarme en un animal mi vida sexual había terminado.Parasiempre.[16]
En ese momento me arrepentí de no haberlo hecho mucho más amenudocuandoeraunapersona.ConJannis.Nodeberíahabermantenidosólo una relación de amistad con él todos esos años, tendría que haberpodidocompartirlacama.Tambiénmehabíaperdidoesapartedelamor.
Iba a romper a llorar otra vez cuando una mujer gorda, con unvestido de florecitas largo, vaporoso y unos prismáticos en la mano,exclamó:
—¡Tierraalavista!
CAPÍTULO38
Barton y yo no esperamos a que atracara el barco. Salvamos lasúltimasmillas que nos separaban de tierra firme volando, pasamos pordelantedelaestatuadelaLibertadynosdirigimoshacialosrascacielos,que hasta entonces sólo conocía de infinidad de películas. De no haberestado tan entusiasmada por volver a ver a Jannis pronto, quizá mehubiesepuestoacantardealegríalacancióndelviejoUdoJürgens:«NoheestadonuncaenNuevaYork,noheestadonuncaenHawái...».Asíquebatíalasalasconelpicoabierto,pasmada,poresosdesfiladerosdeaceroy hormigón.Barton iba en cabeza.Nohacía falta que dijese cuál era sudestino,yosabíaperfectamentequequeríallegarallujosopisodeCentralParkquehabía comprado en sudía para sumujer y para él y en el queahora,ensulugar,vivíaJannis.
SobrevolamosChinatown,dejamosatráselEmpireStateBuildingyllegamosaTimesSquare.EnestaplazaBartonpegóunfrenazotanbruscoqueestuveapuntodeprovocarunaccidenteaéreo.Medesviéatiempoysupe por qué había hechoBarton esa frenada en el aire: entre todos losneones que anunciaban nuevas series de televisión como Ley y orden,Forever,Chuck Norris contra los zombis oCómo maté a vuestra madrehabía uno que llamó mi atención: Sexo en Nueva York: la nuevageneración. En la pantalla no se veía a Sarah Jessica Parker, sino a lamujerqueencarnabaaCarrieenesanuevaedición:NicoleKelly.Verlaauntamañotansobrenatural,entodasubelleza,meintimidó.Mehizosentirunamujer de segunda, ynoporqueyano fueseunamujer.Barton teníarazón: frente a ella no tendría nada que hacer con Jannis.Y siendo unacigüeña,menos.
Si esa imagen a mí me desalentó, a Barton lo dotó de mayorresolución si cabe.Ahora volaba tan deprisa por laQuintaAvenida quecasi no podía seguirlo. Cruzamos a toda pastilla Central Park, dejamosatráselzoo,enfilamoselfamosopuenteenelquequizásehayanrodadomás escenas de amor que en ninguna otra parte del mundo —medecepcionó un poco que no se estuviese desarrollando ningún episodiorománticoenesemomento—yfuimosdirectosaunedificioaltoquedabaalparque.Losdragonesdepiedradelafachadacausabanlaimpresiónde
llevar siglos esperando a alzar de una vez el vuelo para flamear con elfuegoqueescupíana laspalomasquese lescagabanencima.Arribadeltodohabíaunaterrazainmensa.Nosposamosenlabarandillayvimosunlujoso ático cuyo precio probablemente hubiese podido acabar con lacrisis de la deuda de Grecia. El interiorismo, que se veía bien por losrelucientescristales,nomeinteresabalomásmínimo.Yosóloteníaojospara el sofá de piel verde; sobre todo, claro está, para el hombre queestabasentadoenélconunMacBookenelregazo:Jannis.Élnosepodíapermitirunordenador tancaro,ymenos todavía la ropademarcay lasexquisitas gafas, que hacían que sus bonitos ojos destacaran con tantaperfección que ya no parecía un investigador despistado, sino uninvestigadordespistadoquepodíateneralamujerquequisiera,aunqueélno lo sabía, lo cual sólo hacía que resultaramás deseable. Lo quemáspasmadamedejófuequellevabaelpeloengominado,cuandoantescomomuchosepeinabaporNavidad.Jannissehabíaconvertidoenelmuñecode Kelly. ¡Pero yo no quería que mi Jannis fuese el Ken de ningunaBarbie!
—Tenemosquehaceralgo—dijefuriosa.—Yyoyaséqué—respondióBarton.—¿Ah,sí?—¡LevoyasacarlosojosaHarryPotter!—Esonoesmuyconstructivo.—Puesentoncesleclavoelpicoenlabarriga.—Esotampoco.—Ydespuésyaveréloquehagoconsustripas.—¡Laviolencianoeslasolución!—Paraunamericanosí.—Túyanoeres americano, salistedeunhuevoenAlemania, enel
bosquedeTeutoburgo.ABartonledesconcertóvisiblementelaideadeserunacigüeñacon
costumbresmigratorias.En ese preciso instante, entraron en la habitación un hombre y una
mujer,ambosdeunoscuarentaytantosaños,ambosmuygordos.Teníanpintadesersudamericanos,yprobablementesualimentaciónsebasaraenuna equilibrada dieta de hamburguesas y alitas de pollo. Para colmo, lamujersehallabaenunavanzadoestadodegestación.SirvieronaJannisenunamesavinoyalgodecomerindefinible,algomuyverdeyqueparecía
muysano.Noparabandemostraramabilidad. Jannis lesdio lasgracias,sinmolestarseenlevantarlavistadelMacBook.
—Nolehaceascosaquelesirvan—comentéasombrada.—Nohaynadaaloqueunosepuedaacostumbrartandeprisacomo
allujo—soltóBarton.—¿Quiénes son esos dos? —pregunté, y observé que, al salir, el
gordoleacariciabalabarrigotadeembarazadaalagorda.—Sergio y Maria. Son brasileños. Ella es nuestra cocinera; y él,
nuestroporteroymayordomo.—Dalaimpresióndequeestánmuyenamorados.—Noconozcoanadieque seamás felizqueellos.Trabajabanpara
nosotrosy,sinembargo,aveceslosenvidiaba.En la rabia que Barton sentía contra Jannis ahora había cierta
nostalgia,yyoloentendía:verladichadeesaspersonascasimehizomásdaño que volver a ver al nuevo Jannis, ya que yo nunca había podidoexperimentarunadichaasí.[17]
Apenaslosbrasileñossalierondelahabitaciónconsufelicidad,entróKelly. Por lo visto venía de practicar algún deporte, porque llevaba elpreciosopelorecogidoenunatrenzayunaropaqueresaltabasucuerpoperfectodetalformaqueéstelesgritabaalasmujeresnormales:tendréisesteaspectocomomuchosiencontráisunalámparamaravillosa.
Kelly rodeóa Jannis con losbrazos sudados, que enunamujer tanperfectaseguroquetambiénolíanperfectamente,yaéllegustótantoquecerróelMacBookynitocólasanacomidaverde.
—Nolesacarélosojos—aseveróBarton.Mellevéunabuenasorpresa,porquepormipartesentíaunoscelos
terriblesdeKelly.—Irédirectoalacarótida.—Nopuedeshacereso—objeté.QueríaprotegeramiJannis,aunque
enrealidadsabíaqueBartonnolodecíaenserio.—Dameunbuenmotivoparaquenolohaga.—Seríaasesinato.—Hedichounbuenmotivo.Revolvílosojos.—Así tu Harry Potter se reencarnará —adujo Barton—.
Probablementeenparásito.Espera,no,esoyaloes.Ahora Kelly le acariciaba el pelo, atusándoselo. Aunque estaba
celosa, lo cierto es que me horrorizaba mucho más que mi Jannis sedejarahacercomosifuesesumuñequito.¿Esquenoteníadignidad?
—Tedaréotromotivo—añadí—.Sivashaciaél, tedaráscontraelcristal.
—Vale,éseesunbuenmotivo—hubodeadmitirBarton.Kelly cogió la cara de Jannis entre sus manos perfectamente
arregladasylobesó.—Porotrolado...—dijemientrasmirabaalaSexiestWomanAlive.—¿Sí?—...lodesacarojosnoestanmalaidea.Aunqueyotampocolodecíaenserio,aBartonnolehizogracia.—SitocasaNicole,temueloapicotazos.—¿Sepuedesaberquéleveistodosaesamema?NosólomecabreabaqueleacariciaraaJannislasmejillas;meponía
por lomenos igual demala queBarton se volviera contramí por ella,despuésdetodaslascosasquehabíamossuperadojuntos.Ahora,enciertomodo,tambiénestabacelosadeellaporBarton.
—Espreciosa—contestóél—,tieneuncuerpazoincreíble,ycuandodejaquetemetasensucama,esunabom...
—¡ERAUNAPREGUNTARETÓRICA!Bartoncerróelpico, tantometafóricacomoliteralmente,aunqueen
realidadmehabríagustadoquetambiénahuecaraelala.Jannis y Kelly empezaron a besarse; era Kelly la que marcaba el
ritmo.Tenía losojos cerrados. Jannis, entretanto, noparabade abrirlos.Por mucho que se hubiera dejado convertir en su mascota, seguía sinquererla.Loquesignificaba¡queaúnmequeríaamí!
—HarryPotterleromperáelcorazón,yellanuncaserecuperará—comentóBarton,yelpicoinferiorletemblabaderabia.
Intenténosonreírconlaidea.—Las ventanas del dormitorio casi siempre están abiertas —dijo
Barton, y antes de que entendiera lo que quería decir con eso, salióvolando.Yofuitrasél.Paraimpedirlopeor.
CAPÍTULO39
En el otro lado del edificio había una terraza aún mayor con unapuertaabiertaqueconducíaaldormitorio.Sindudanohabíaporquétenermiedo de que entrara alguien a robar: allí arriba sólo podían colarseladronesconsuperpoderes.Ycigüeñasmalhumoradas.Bartonentróenlaenorme habitación, en la que sólo había una gigantesca cama con doselazul.Nadamás.CuandomeposéjuntoaBarton,preguntéperpleja:
—¿Dóndetenéislaropa?—Paralaropayloszapatostenemoscadaunounahabitación.¿Una habitación para los zapatos? Alguien que comparte piso se
quedapasmadoaloíreso.Yelcomúndelosmortales,sorprendido.Yelcríticodelcapitalismoseponeadargritoscomounhistérico.Ylaobsesadeloszapatostambién.Aunqueporotrosmotivos.
Bartonechóunvistazoasuantiguohogar,apesadumbrado:juntoalacama,enlapared,colgabanunacamisetadebéisbolyunbate.
—Loscompréenunasubasta—contó—.ConellossalióalcampoensuúltimopartidoDerekJeter.
YonisabíaquiéneraDerekJeterni,comocualquiera,podíaverunpartidodebéisbol sincaerenuncomavigildepuroaburrimientoa lostresminutos.
—Sipudierablandirelbatedebéisbol...—Bartonvolvíaafantasearconlaviolencia.
Oímos que Kelly y Jannis se reían, y de pronto Barton se sintióinseguro. De un momento a otro se plantaría delante de su mujerconvertido en cigüeña, y puesto que en realidad no quería ponerseviolentoytampocopodíadarseaconocercomopersonareencarnada,derepente no sabía qué hacer. Y a mí me pasaba lo mismo. De golpe yporrazonosabandonóelvalor.
—Vamos a hacer Ice, Ice, Baby —dijo Kelly, provocativa, al otroladodelapuerta.
—¿Ice,Ice,Baby?—preguntédesconcertada.—Asíllamaacuandoseuntalospechosconheladodechocolatey...—Mejorhagamoscomoquenohepreguntado.Cadavezestabanmáscercadelahabitación.
—Lodesacarleslosojosnoesunaopciónreal—afirméparaestarseguradequeBartonnohacíaningunagilipollez.
—Losé—mediolarazón—.Peropodríamoscagarnosensucabeza.—Conesonocambiaríanadanuestrasituación.—Pero a Nicole se le quitarían las ganas de jugar a su juego
preferido.—¿Su juego preferido?—Apenas hube formulado la pregunta me
arrepentí.—SellamaCome,MisterTallyMan,TallymeBanana.—¿¡¿Come,MisterTallyMan,TallymeBanana?!?—repetípasmada.—Labananaes...—¡SÉLOQUEESLABANANA!—YelhombreeselTallyMan,ycuandoNicolequierequeelTally
ManhagaelTallyManBanana...—¡DEMASIADAINFORMACIÓN!—Nicole canta de manera muy seductora... —El recuerdo lo
entristecióprofundamente.Ytambiénlopusounpococachondo.—Necesitamos un plan para separarlos ya—aseveré, pues la sola
idea de que la tipa le cantara a Jannis semejante cosa me parecíainsoportable.
Lamanilladelapuertadeldormitoriobajó.Actoseguidoentrarían.—¡Debajodelacama!—dijedeprisamientrasmemetíabajolacama
condosel.—¿Éseestuplan?—mepreguntóespantado.—Esmejorquenonosdescubran.A falta de ideas propias, Barton me siguió. De modo que nos
acurrucamoslosdosdebajodelacamaynospusimosdeladoparaqueelpiconoatravesaraelcolchón.
—¿Porquénohemossalidosinmásdelpiso?—musitóBarton.—Ya...—contestéapocada.—¿Ya?—Noselopodíacreer.—Creoqueesapalabraexpresaperfectamentemiestupidez.Mientrascontinuabaechándomepestesporhabertenidounaideatan
absurda, Jannis y Kelly entraron en la habitación. Barton y yo nosmiramos, tumbados pico contra pico, aterrorizados. Y ahora, ¿quéhacíamos?
—Serámejorquenomolestemosa losvecinos—observóconvoz
seductoraKellymientrascerrabalapuertadelaterraza.—Nicolepuedesermuyruidosa—farfullóBarton.Lelancéunamiradadefuria.—¿Otravezdemasiadainformación?—inquirió.—Másquedemasiada,sí—corroboréentresusurros.JannisyKellysedejaroncaerenlacama,elcolchóncedióyquedóa
uncentímetrodenosotros.Ahorasíquehabíallegadoelmomentodeforjarunplan.Y,dichoy
hecho, se me pasó uno por la cabeza: ya no éramos dos peces que nopodían hacer nada salvo nadar arriba y abajo en el acuario como dosalmas en pena; éramos cigüeñas, y podíamos volar por Nueva York.Seguroqueenalgunacuerdaencontrábamostendidaropainteriorsexydeseñora. La cogeríamos con el pico y, cuando volviera a estar abierta lapuertadelaterrazaquedabaaldormitorio,KellysehubieraidoyJannistrabajaraensutesisenelsalón,dejaríamoslalenceríaenlacama.CuandoKelly la viese, supondría que Jannis la engañaba con otra.Et voilà: loecharíaconcajasdestempladas.¡Unplanperfecto!YenlotocanteaBuda:¿sepodíaacumularmalkarmarompiendounaparejaenlaqueelhombreno quería a la mujer? De ser así, ¿acaso entonces no me dabaabsolutamentelomismo?Jannismequería.Yyoloqueríaaél,comoporfin había comprendido cuando era un pez en el acuario. Al menos alJannisdeantes.Elquenosedejabaservir,noseengominabaelpeloynollevabagafasdemarca.QueríaalverdaderoJannis. ¡AlquedebíasalvardeKelly!
CAPÍTULO40
—Cántamealgo—pidióKellyaJannisencimadenosotros.¿De verdad iba a cantar Jannis Come, Mister Tally Man, Tally me
Banana?—No,nopiensohacerlo—riocohibido.¡Gracias!—Hazlopormí—insistiólaSexiestWomanAliveconsusexyvoz.—Nicole...—repusoJannis.—Mequieres,¿no?Yoesperabaquesedecidieraporel«no».Jannis guardó silencio, demasiado tiempo. Sea como fuere, el
momentodementirydecir«sí,tequiero»habíapasado.Megustó.—Jannis...—insistió Kelly. Que no le declarara su amor le creaba
inseguridad.Esomegustómásaún.—Bueno, si es lo que deseas, cantaré —accedió él para salvar la
situación—.PeronopiensocantarTallyMan.ConfiabaenquenosepusieraacantarCandyShop,de50Cent.—Myding-a-ling...—searrancó.¡Nopodíaserverdad!—...Myding-a-ling...Loera.—...Won’tyouplaywithmyding-a-ling...¿PLAYWITHDINGELING?¿QUEJUGARACONSUCOSITA?Dentro de un momento se lo montarían encima de nosotros, eso
estabaclaro.Peronopodíaperderlosnerviosporeso,porduroquemeresultara. Tenía un buen plan, pero si se daban cuenta de que había doscigüeñasenlahabitación,nosecharíanyenadelantenovolveríanadejarla puerta de la terraza abierta. Miré a Barton: tenía los ojos cerrados,comosiasíoyeramenos.
—Noveascómomepone—susurróKelly.Sindudalatíaestabatocadadelala.Yconcadasegundoquepasaba
mecabreabamás.Asíytodoseguípensando:nopierdaslosnervios.—Myding-a-ling...¡Nopierdaslosnervios!
EntoncesKellyseunióaél:—Iwillplaywithyourding-a-ling...Muybien,¡alaporralosnervios!—Iwillplaywithyourding-a-ling...—No,nojugarásconsucosita—exclaméfuriosa.Amilado,Bartonabrióespantadolosojosdecigüeña.DelsustoKellydejódecantar.Yovolvílacabezayatraveséelcolchónconelpico.—¡Ay,miculo!—chillólamuyidiota.Jannisselevantódeunsalto,miródebajodelacamaydijo:—Madremía,aquíhayunosanimales.Incluso en estado de shock probablemente un biólogo se hubiera
dadocuentadequeallí, en lapenumbraque reinababajo lacama,habíaunas cigüeñas. Pero Jannis era un doctorando en Historia y no llevabagafas —seguro que se las había quitado Kelly mientras cantabaseductoramente—,asíqueveíatantocomountopoconunasgafasdesolRay-Ban.
—¿Nosvamos?—mepreguntóBartonasustado.—¡Yatodaleche!—repuse.Salimos de debajo de la cama, junto a la que Kelly enseñaba su
perfectotraseroygritabadesustoydedolorcomosifueseainterpretarunpapelenlanuevaversióndeLanochedelterrorciego.Mientraslamuyidiotanosdestrozabalosconductosauditivos,Jannis,cegato,cogióelbatedebéisboldelapared.
—¡Nolotoques!—chillóBarton—.¡Cuestamediomillón!—¡Ése no es nuestro mayor problema ahora! —espeté presa del
pánico.—¿No?Jannisveníacorriendohacianosotrosconelbate,vociferando.—¡Fuera,bichos!—¡Ésteesnuestromayorproblema!—Esverdad—convinoBarton.Jannisblandíaelbate,tanfuriosocomoaterrorizado.Migranamor
estabaapuntodeestamparmeelbatedebéisbol.—¡Hayquelargarse!—afirmé.—Siempretieneslasmejoresideas—opinóBarton.Salimos volando hacia las cristaleras antirreflectantes.
Completamentesincronizados.Pordesgracia,conelmiedosenosolvidóque Kelly había cerrado la puerta antes. Y nos partimos la crismacompletamentesincronizados.[18]
CAPÍTULO41
Antemitercerojodesfilaronlosmomentosbellosdemividacomocigüeña,todosloscualesteníanalgoqueverconBarton:cómoseconfióamí,cómomehablódepelículasymereí,lloréyavecesinclusohicelasdoscosasalmismotiempo.Tambiéncuandomepidióquelecontarayohistorias y de ese modo supe que quizá tuviera talento para lainterpretación.Pero,sorprendentemente,elmomentomásbonitofueenelbarco,cuandosentíuncosquilleoenelbajovientreylosdosnosmiramoscontimidez,comodosadolescentes.
Flotédesnudaporlanadablancahacialaluz.AmiladoibaBarton,asimismo desnudo.Volvía a sentir el cosquilleo en el bajo vientre, y elcorazónme latíamuy rápido.Miré a Barton, queme lanzó unamiradavacilante.¿Lepasabaigualqueamí?¿Oeranimaginacionesmías?¿Pordesearlotanto?
ApartélavistadeprisaymepuseapensarenJannis.Afindecuentas,era él al quequería, aunque todos los recuerdosbuenosque conservabaerandemividacomopersona,yprobablementeporesonoaparecieranante mi tercer ojo. De Jannis sólo vi cómo tonteaba con Kelly, cómodejabaqueleacariciaraelpeloycómoseabalanzabahaciamíconunbatedebéisbol.Sepuedentenerrecuerdosmejoresdealguien.
Yalfinalrecordéalaparejadebrasileñosqueeratanfeliz.Aunquesóloeranpersonaldeservicio,dabalaimpresióndequehabíanhecholascosas bien en la vida, a diferencia demí, que las había hechomal. Nohabersentidonuncaunadichacomolasuyafueloquemásmedolió.
Cuantomásmeacercabaa la luz, tantomásmecalentabayaliviabami dolor. Sin embargo, no me fiaba de ella. Seguro que volvía arechazarme. Intenté distraerme, pensar en otra cosa, en mi padre y suElseasesora,conlosquemehabíaequivocado;yenmimadre,quesegúnBuda vivía en nuestro mundo reencarnada en un animal y que tambiénhabríaidohaciaesaluzqueeratanbella,tanincreíblementebella,yporlaque, claro está, me dejé engañar otra vez. Cuando no había nada quedesearamásquefundirmeconella...mevolvióarechazar.
Mientras la luzme expulsaba,me pregunté como qué renacería enesta ocasión. Como cigüeña no había hecho nada especialmente bueno,
pero tampoco nada especialmente malo, seguro que volvía a ser unacigüeña,ounagaviotao...
—¿...UNCARACOL?—exclaméespantadacuandodespertédenuevoennuestromundo—.¿SOYUNPUÑETEROCARACOL?
Noteníanibrazosnipiernas,perosídosantenasyuncuerpomarrónviscoso. Además llevaba una casa en espiral de color marrón claro acuestas,queaunquenopesaratantocomounacasahumana,eracomounamochilaen laquealguienhubiesemetidosucoleccióndeminerales.Meencontrabaenunatierrahúmeda,fría,ymepreguntésisiendocaracolsepodríacogerunacistitis.
Arriba, muy arriba, vi ramas. De árboles, y a través de las hojasbrillabael sol.Oíbocinasdecoches, ruidode tráficoyunamúsicahip-hopqueprobablementesalieradeuncasete,asíque todoapuntabaaqueestabaenCentralPark.CercadeJannis.Pero¿cómoibaallegarhastaél?¡SIENDOUNPUÑETEROCARACOL!
A cierta distancia se alzaban unas vallas inmensas, tras las cualeshabía animales encerrados en recintos. Un grupo de chimpancés hacíaejerciciosgimnásticosenunodeellos;asuladoseveíaaungorilanegrogigantesco en una jaula esculpida en la roca. Junto a él retozaban unososospanda.Osospandarojos,paraserexactos.Verparacreer.[19][20]
—¿Daisy?—oíquedecíaunavoz.Amenosdediezcaracolesdedistanciasedeslizabaotrocaracolmuy
parecido amí que, sin duda, eraBarton.Quise ir con él lomás deprisaposible. Una hora después había recorrido más o menos la mitad deltrayecto.
Pero también él se había puesto enmovimiento, así que nos vimosfrenteafrentecomocaracoles,antenacontraantena,yagotadoscomosiacabáramosdeparticiparenuntriatlón.Conunacasaalaespalda.
—¿Porquésomoscaracoles?—preguntóBarton.—¡PorqueBudaesunasqueroso!—Fue laúnicaexplicaciónquese
meocurrió.Comosilehubieradadopie,anuestroladosurgióunaluzintensay
aparecióuncaracolgordísimo.El rollizoBudasonreíade talmodoquedeseéquetrasélaparecierauncocinerofrancés.
—¿Quéesloquesoy?—mepreguntó.
Uy.Probablementenofuerabuenaidearepetirlo,alfinyalcabo,Budase
podíaencargardequenosreencarnásemosengallosdepeleamexicanos.Peroeraevidentequehabíaoídoaltoyclarolodeasqueroso,porlotantomentir tampoco era una opción. Sólo había una posibilidad: tenía quehacerlecreerquehabíaoídomal.
—Decía que eres vigoroso —balbucí, y me enfadó que no se meocurrieranadamejor.
—¿Meestásllamandogordo?—replicóBuda.Niyolosabía.—Pavoroso—meapresuréacorregir.—Conquesoypavoroso—repitióBuda.—Esocreo.—Puesnolosoy.Unalástima.—Nadiemehabíadichoesonunca—admitiórisueño.—Zarrapast...—intentésalvarlasituaciónatodacosta.—¿Zarrapast?—¡Sí! —corroboré, soltando un gallo. Ojalá no se le ocurriera
preguntarquéqueríadecir.—¿Terefieresalapalabraqueenkazajosignificaruedagigante?—Exacto—contestéconfusa.—Asíquesoyunaruedagigantepavorosa,¿no?—¡SÍ!—asegurétodacontenta,másconfusaincluso.—Notieneningúnsentido.—No—tuvequereconocer,apocada—,laverdadesqueno.Lasonrisadelcaracolgordoyanoeratanamable.Eraevidenteque
notabaqueleestabatomandoelpelo.—Nonosmerecemosvivircomocaracoles—tercióBartonfurioso,
poniendofinasíamipobreintentodesalirmeporlatangente.—¿Ah,no?—¿Quésesuponequehemoshecho?—Nadagrande—contestóBuda.Aunquesonreía,presentíqueBartonyyolohabíamosdecepcionado.
Estabaclaroqueveíaennosotrosalgogrande,delocontrarionosenosapareceríaunayotravez.Sea loquefuereesogrande,no lodejábamosver.Niaélnianosotrosnianadie.
—Ycomonohemoshechonadagrande,volvemosadescenderenlaescalazoológica,¿noesasí?
—No,esoesporotracosa.—¿Por qué?—Barton, al igual que yo, no era consciente de haber
hechonadamalo.—Habéis destruido un amor.—Ahora la sonrisa deBuda irradiaba
unatremendafrialdad.—¿EldeNicole?—inquirióasombradoBarton.Budanosmostróunasonrisagélida.Actoseguido,algordocaracol
volvió a envolverlo una luz, y desapareció tan deprisa como habíallegado.
Bartonyyonosmiramosconcaradepasmo.—Entonces,¿hemosconseguidosepararlos?—lepregunté.—Esoparece...—Pero¿cómo...?—¿Acasonodalomismo?—apuntósonriente.—¡Completamente!—exclaméyoentrerisas.Deprontoyanoeratanmaloseruncaracol.
CAPÍTULO42
—¡Québuenossomos,caracoles!—exclamé.KellyyanosearrimaríamásamiJannisyélnoseguiríadejándose
cambiarhastavolverseirreconocible.¡Punto,setypartido,Daisy!—Buenossequedacorto—puntualizóalegreBarton.—¿Quégrandessomos?—propuse.—Grandestambiénsequedacorto.—Entonces,¿qué?—Paraexpresarloquesomoshabríaqueinventarunapalabra.—¿Qué,superchiripitiflautimáticos?—Eso esmuchomás acertado—rio—.Ay,me pondría a bailar de
alegría.—Pueshazlo.—¿Sinpiernas?—Uy, sí, probablemente sea algo difícil...—Ser consciente de ello
hizoquelosánimossemebajaranuntanto.—Saltardealegríatampococreoquepodamos.—Ychocarloscinco,menos.—Sólopodemosdeslizarnosapasodecaracol—constató.Yañadió,
triste—:asínuncallegaréhastaNicole.Ello acabódefinitivamente conmi buenhumor.Barton tenía razón:
eraimposiblequellegáramosaláticodeKelly,ymenosaBerlín,adondesindudaregresaríamiJannis.Nolovolveríaaver.
—Esoesmásbiensuperchungomático—asegurécontristeza.—Esotambiénsequedacorto—opinóBarton.—Supermierdo...—Déjalo.Lodejéyconfirméenvozbaja:—Asíquetodoloquehemoshechohasidoenvano.Bartonnodijonada.—Nomeimportaríaquemecontradijeras.—Nisiquierayosoytanbuenactor.—¿Nosellamaaestoironíadeldestino?—No,aestoselellamapiii.
Agachamos los dos las antenas, y cuando a mis ojillos de caracolasomaron las primeras lágrimas, uno de los pandas rojos bramóenfadado:
—¡Zas,zas!Esomesonabadealgo.—¿Quién es ahora el pendenciero, mi querido amigo?—preguntó
otravoz.Ylasampulosaspalabrasmesonabanmásaún.Reprimí las lágrimasymiré hacia el recintode los pandas: unoso
rojoenormeibapesadamentehaciaunodemenortamaño.Porlogeneral,quizáunpandaseaunanimaldelomásapacible,perosisetratabadeunhombrede laEdaddePiedrareencarnado, lode laapacibilidaderamuyrelativo.
—¿Por qué está tan cabreado Aarg con Casanova? —quiso saberBarton.
—Hembramía,notuya—afirmóAarg.—Esporunamujer.—Bartonserespondióélmismoalapregunta.—El amor siempre lo complica todo —aduje yo, lanzando un
suspiro.—Poresonuncamehainteresadomucho.—Puesnodeberíaserasí—repuse,suspirandounavezmás.—Escierto,sí—accedióBarton,tambiénsuspirando.—Peroahora,pordesgracia,esdemasiadotarde.—Parasiempre.Nos miramos a los ojos de caracol. Unidos en el dolor. Nunca
habíamos tenidounos sentimientos tanparecidos.Unos sentimientosquepordesgraciaeranespantosos.
MeentraronganasdeabrazaraBarton,perosiendocaracoleslodedar abrazos era como tocar el banjo. Esta nueva vida cada vez eramássuperdeprimentomática.
—¡Yoatizarcascorrón!—espetóAargenelrecintodelospandas.—Sedicecoscorrón,miqueridoamigo—locorrigióCasanova.—¡Cerrarpico!Nosotros, caracoles, nimirábamos a los belicosos pandas.Nuestro
dolorerademasiadogrande.TantoquedeprontoBartonseencogió.—¿Quéhaces?—quisesaber.—Metermeencasa.
Lo entendí perfectamente, y yo hice lo mismo. Si ni persona nicaracolpodíanconsolarmeenmidolor, tampocoqueríavernioírnadamás.Mientrasme replegaba, sorprendiéndome lo flexible que era al notenerhuesos—cuandoeraunapersonanisiquieraconseguíatocarmelospiesconlasmanosconlaspiernasextendidas—,oíqueunavozdemujerdecía:
—Siospegáis,noquierovolverasabernadadeningunodelosdos.LavozpertenecíaalaosaporcuyosfavoressepeleabanCasanovay
Aarg.Perotampocolamiréaella,loúnicoquequeríaerameterlacabezaenmiconcha,quesemequedaríapegadaaltrasero.
—Entoncesnozas,zas—sequejóAarg.YCasanovarepuso:—Muchasgraciasporsuauxilio,signorinaRose.¿Rose?¿LaosasellamabaRose?Sobresaltada, me desenrosqué, saqué la cabeza de la casa y miré
enseguida al recinto. Un oso panda rojo enorme golpeó enfadado unárbol:probablementesetrataradeAarg.Otrohizounagalantereverenciaanteunaosapanda,comosifueseunnobleyellaunaencantadorareina.Estabamás que claro que era Casanova.Y la osa..., la osa era..., ¿podíaser...?Eramuypocoprobable,peroalgoenmiinteriormedecíaqueera...
—¿Quépasa?—quiso saberBarton,delque sóloasomaba lamitaddelacabezadesuconcha.
—¡Tenemosqueirconlospandas!¡Lomásdeprisaposible!—¿Yesoporqué?—¡Esahembrapodríasermimadre!
CAPÍTULO43
«Lo más deprisa posible» resultó ser —como era de esperar—despacioalmáximo.Empleamoselrestodeldía, lanocheycasi todoeldíasiguienteparaacercarnosalrecinto.Laúltimapartedelrecorridoeralamáspeligrosa:teníamosquecruzaruncaminoasfaltado.Mientrasnosdeslizábamos por el suelo caliente, liso, nos topamos con los enemigosnaturales de los caracoles: ciclistas, practicantes de marcha nórdica yniñossaltarinesalosqueselescaíaelhelado.Esquivarlosnopodíamos,asíque tuvimosmuchísimasuertedequenadienospillase.Laspersonasapenasmirabanpordondepisaban.Probablementenisiquieralamayoríadelosveganosseimaginaraacuántosanimalesmatabanoalmenosdabanunsustodemuertecuandopaseaban.
Paracolmodemales,unteckelvinohacianosotrosysenoscolocójustoencimaparahacercaca.Bartonsoltó:
—Estonopuedeserverdad.—Metemoquesí.Salimospitandodespavoridos.«Lomásdeprisaposible.»—¡Másrápido!—gritésinaliento.—Más quisiera —admitió jadeante Barton mientras apenas nos
movíamosdelsitio.—Simereencarnoenpez,nomequejaré—melamenté.—Amíyanomegustanlosperros.Apenas podía respirar, y comprobé por fuerza que los caracoles
también podían tener flato. Pero seguí dándolo todo. Fss, fss, fss.Hastaquememareé.Amilado,oíqueBartondecíasinresuello:
—Porfavor,menudamierdademuerte.Enelmásestrictosentidodelapalabra.
En el último segundo, la dueña del perro tiró de la correa parallevarlohastaunamata,porquenoleapetecíacogerlacacaconunabolsa.Cayóaunosmetrosdenosotros,humeante.Nosparecíaunaloma.
—Madremía,cuántomealegrodenotenernariz—observóBartonsin aliento.Cuando era unpezhabía dichoqueme abandonaría lo antesposible,encuantohubiesesaldadosudeuda.Deesohacíamuchotiempo,y, sin embargo, se deslizaba a mi lado, aunque probablemente no le
interesaramuchosilaosapandaeramimadreono.Yonoteníaclarosimeacompañabaporquenoteníaunaalternativamejoroparanopensarensudolor.Inclusoconfiabaunpocoenquesiguieraconmigoporquelecaíabien.Igualqueyonoqueríaestarsolacuandoconocieraalaosa.
Poco antesdeque sepusiera el sol llegamos, exhaustos, al recinto,que era amplio, tenía multitud de árboles y, sorprendentemente, estabaabiertoporlapartedearriba:unpequeñoparaísopandaentodaregla.
—¿Rose?—oímosquedecíaAargdesdeunarbustoqueteníamosallado.
—¿Sí?—repusolaosa,queasimismoenredabaenlamata.Distinguísus garras rojas, que a nuestros ojos eran tan gigantescas como las deGodzilla.
—¿Ñacañaca?—sugirióAarg.—Tienes una manera tan encantadora de cortejar a una mujer...—
comentórisueñalaosa.—Nosésimeapetecemuchovercómoselomontandospandas—
meconfesóBarton.Yo tenía clarísimo que nome apetecía nada.Ya había sido bastante
malo tener que presenciar cómo tonteaban Jannis y Kelly, pero si deverdadesaosaeramimadre,lacosaeramuchopeor.Anadielegustaverasumadrepracticandosexo.YmenospracticandosexoconunhombredelaEdaddePiedra.
—Ñaca ñaca, ¿sí?—insistióAarg.Demanera que decidí jorobarleunavezmáselsexoaalguien:
—Ñacañaca¡no!En la mata cesaron los ruidos, era evidente que los dos osos me
habían oído. Aarg asomó la cabeza entre las ramas, con cara de pocosamigos debido a la interrupción. Miró a su alrededor, a izquierda, aderecha,inclusohaciaarriba.Peronohaciaabajo,hastaqueBartondijo:
—¡Estamosaquí!—Aargespachurrar—afirmó,yvinoconlaideadeaplastarnoscon
la garra derecha. Ésta ya proyectaba su sombra sobre nuestros cuerposcuandoexclamé:
—¡Somosnosotros,BartonyDaisy!La garra quedó suspendida en el aire: de modo que Aarg nos
recordaba.Delarbustosaliólahembrapandaypreguntó:—¿Daisy?
—Sí...—respondíconvozqueda.—¿DaisyBecker?—Alapandaletemblabaelcuerpoentero.—¿Mamá?—contestéconunhilodevoz.—Sí...—dijolaosa,atragantándose.—Estásviva.—Medieronganasdelanzargritosdealegría.—Ytúhasmuerto—observóentristecidamimadre.Sindudaeralaprimeravezenlahistoriaqueuncaracolyunpanda
llorabanalavez;elcaracol,dealegríaporelreencuentro;laosa,muertadepena.
CAPÍTULO44
Mientras llorábamos, Aarg, cuya garra aún pendía sobre nosotros,preguntódecepcionado:
—¿Noñacañaca?Mi madre no dijo nada, así que él apartó la garra, la dejó caer,
frustrado,anuestrolado,haciendotemblardetalmodolatierraquenossacudió a nosotros, los caracoles, y desapareció soltando tacos ymanifestando:
—Hembras,todasraras.[21]Alcabodeunrato,mimadresesecólaslágrimas,noslevantóalos
dosdelsueloconunagarraynospusoensuhombro.Sindecirpalabra,trepóágilmenteaunrobleyseacurrucóen la ramamásalta.Desdeallívimoscómoseponíaelsol,unaboladefuegoanaranjada,sobrelascopasde los árboles de Central Park. Mientras yo me sentía feliz con tanpintorescasvistasymimadretriste,Bartonsequedódormidoenelpelajedelapandarojayempezóaroncar.Elpeloeratanmullidocomoeldelositodepeluchequeteníacuandoerapequeñayalque—pormotivosqueyanuncapodríaadivinar—llaméTeddySavalas.Aunqueelpelajedemimadre tenía un olormás fuerte que el de Teddy Savalas, era estupendoestar tan cerca de ella. Aunque me habría gustado que no estuviese tantriste.
—¿Cómomoriste?—preguntómimadre,rompiendoelsilencio.—En un accidente de coche. —fue mi escueta respuesta. Preferí
callarme detalles engorrosos, como que me subí borracha a unLamborghiniparadisculparmeporhabermatadoaunperrillo.
—¿Quéclasedeaccidentedecoche?—quisosaber.—Dalomismo,estoyviva—repliquéconlaidea,porunlado,deno
tener que hablar de las embarazosas circunstancias que rodearon mimuertey,porotro,deanimaramimadre.
—Peroeresuncaracol—aseveróella.—Mejorquehormiga.—Sí,serunahormigadebedeserterrible.—Almenosesoladistrajo
unpocodeltemademimuerte—.Ladecosasmalasquehabráquehacerparareencarnarseenunahormiga.
¿Le contaba amimadre que había sido una hormiga?No, bastanteteníacondigerirquesuhijahubiesemuertoaunaedadtanprematura,noera preciso que se enterase de quemis últimos años como persona loshabía pasado drogada en fiestas, practicando sexo sin sentimientos yengañando a taxistas chechenos y a compañeras de piso. Sinceramente,confiabaenquepudiéramosevitarporcompletoeltemadelkarma.
—¿Ycómoesqueeresuncaracol?—mepreguntó.Adiósamisesperanzas.Respiréhondoyconté agrandes rasgosqueBartonyyohabíamos
intentado separar a Jannis y Kelly, que probablemente lo hubiéramosconseguido,almenossegúnBuda,yqueporesoyanoéramoscigüeñas,sinocaracoles.
—Jannissiempremecayóbien—recordómimadre—.Esmuybuenchico.
Barton resopló con desdén en sueños, como si hubiera oídoinconscientementequehablabanbiendesurival.
—Y el caracol roncador, ¿de verdad es la estrella del cine MarcBarton?—seinteresómimadre.
—Asíes.—Megustólapelienlaquecruzaeldesiertoensilladeruedas.—Probablementeseaslaúnicapersonadelmundoenteroalaquele
gustó—contestérisueña.—Almenoslaúnicaosapanda.—Ahoramimadreinclusosonrió—.
¿Sabesqué?Aquí,enelzoo,mehetopadoconalgúnqueotrofamoso.—¿Ah,sí?¿Conquién?—inquirí,contentaalversusonrisadepanda.—ConBobMarley.—¿Laestrelladelreggae?—Noconozcoaningúnchimpancéquesepamásdesetasqueél.—¿Terefieresalaclasedesetasquemetemo?—pregunté.—Sientanlamardebien.Esperabahaberoídomal.—Ishotthesheriff—empezóacantarmimadre—,butIdidn’tshoot
nodeputy,ohno...Esa canción siempre me había parecido curiosa. Dudaba que en
presenciade la turbadispuesta a un linchamiento sirvierade algonegarqueunonosehabíacargadoalayudantedel sheriff.Yencimacantando.Sin embargo, hubo otra cosa que me chocó mucho más... ¿MI MADRE
TOMANDOSETASALUCINÓGENAS?¿CONELPIIIBOBMARLEY?[22]—Adivina qué amante famoso es ahora un panda —me soltó mi
madre,dejandodecantar.—Casanova—contesté,lanzandounsuspiro.—Asíes—dijomimadre,sorprendidadequelohubieraadivinadoa
laprimera.—¿Porcasualidadtambiéntienesalgoconél?—quisesaber.—Jiji—repusomimadre.—¿«Jiji»?—laimité—.¿Esésaturespuesta?—Jiji—repitió.Nomelopodíacreer:mimadreteníaunlíocondosososalavez.—Vamos,noseastancarca—espetó.¿¡¿Yo,carca?!?Jamás habría pensado que alguienme echase eso en cara, ymenos
queesealguienfueramimadre.¡LAQUETOMABASETASALUCINÓGENASCONBOBMARLEY!
—Elamorlibreesalgobonito.Hayfrasesqueunahijanodeberíaoírnuncadecirasumadre.—Tanto Casanova como Aarg tienen sus puntos fuertes; ese
Casanovahaceunascosasconlalenguadepanda...Y luegohay frases con lasqueunoquerría enfermardeAlzheimer
espontáneamente.—Aarg,encambio,esmásanimal...—¡Mamá!—Y no me refiero sólo a que sea un animal. Tiene algo que
engancha...—¡MAMÁ!—¿Sabes,Daisy,porquécreoquenosreencarnamos?—planteó.—¿Para acumular buen karma?—respondí, aliviada con el cambio
detema.—Para que no cometamos los mismos errores que en la primera
vida.Aunque tenía sentido,noacababadeentenderqué tenía esoquever
conlosdosmachospanda.—¿Ycuáleselmayorerrorquelamentanlaspersonasensulechode
muerte?¿Comomepasóamí?—mepreguntómimadre.—¿Nohaberquerido...?—aventuré,titubeante.
—Casi.—Sinoeseso,¿quées?—Nohabervivido.
CAPÍTULO45
Querido. Vivido. Dos verbos que sonaban muy parecidos y, sinembargo,significabancosascompletamentedistintas.
—Meha sidodada una segundaoportunidady pienso aprovecharla—anunciódecididamimadre, y con ello tambiénmedejó claroquenoteníaningunaganadeoírreprochesdemiboca(oquizáprecisamentedemiboca)sobresunuevavidacomoosa.
Entendí que creía que en su primera vida no había vivido losuficiente.Sehabíaatadoaunhombrequenolaqueríayhabíapasadosuvidaconél.Seguroquealfinalsuamortambiénsehabíaapagado,ysólohabía seguido a su lado pormí.Y antes de que yome hicieramayor ypudierasepararsedemipadre,enfermódecáncerymipadrese lioconElse.¿Quiénerayoparanoconcederleunasegundaoportunidad?
Sí,quemimadredisfrutaratranquiladesunuevavidacomopanda.Y,porloqueamírespectaba,consussetas,conelchimpancéBobMarleyeincluso con Aarg y Casanova. Sólo tenía que procurar no estar en supelajecuandodesaparecieraconunodelosdosentrelasmatas.
—¿Vive...?—empezó,peronodijomás.—¿Qué?—pregunté.—¿Todavíavivetupadre?—Sí.—Mealegro—repusosonrientemimadre—.Y...¿levabienconsu
novia?—Desaludandatocado,pero...—Ahoraerayolaquevacilaba.¿Le
contabaamimadrequeseguíaqueriendoalaElseasesorayellaloqueríaaél?¿Noleharíamuchodaño?
—¿Pero? —insistió, y decidí decir la verdad, a fin de cuentas nopodíamentirle después de tantos años, comohacía sin cesar cuando eraadolescente.
—Sequieren.—Esoestábien.Se alegraba por él. De corazón. De ese modo demostraba una
grandeza increíble, una grandeza que yo nunca había demostrado. Sialguien me hubiera dicho que Jannis quería de verdad a Kelly... no sé
cómoreaccionaría.Peroseguroquecontantagenerosidadno.Paraentonceselsolyacasisehabíapuesto,yenelcieloseveíauna
luna llena embriagadora que habría incitado a cualquier hombre lobo alanzaraullidosdealegría.Meacurruquébienenelpelajedemimadreydije:
—Losientomucho.—¿Quéexactamente?—Quesiempremeportémalcontigo.—Sóloenlapubertad.—Perolohiceabasedebien.—Mevinoalamemoriaunavezque
mimadrequisosaberdóndehabíapasadolanocheylallamémamáStasi.—Bueno, hubo una temporada en que nome llamabasmamá, sino
LargodeaquíoCierralapuerta—recordóentrerisas.De pura vergüenza me entraron ganas de meterme en mi casa de
caracol,encogermeydarmedecabezazosportonta.—Perolaverdadesquenoeraparatanto—afirmó.—¿No?—inquirísorprendida.—En la adolescencia, el cerebro se encuentra en un estado de
desequilibrio permanente —aseguró risueña. Había perdonado micomportamiento, y según parecía tampoco en aquellos tiempos le habíaresultadotanmalocomoyopensaba.
—Tengo que pedirte disculpas, Daisy. Te gritaba porque estabadesbordada. La separación de papá, la enfermedad, todo era demasiadoparamí...,demasiado...
—Está olvidado. —La entendía como al parecer ella siempre mehabíaentendidoamí.
—Porlovistoesunaleydelanaturalezaquemadreehijasesaquendequicio—constató—.Pormuchoquesequieran.
Sentaba bien hablar de todo. Las dos. Sí, creo que lo mejor de lareencarnación era que uno volvía a tener la ocasión de cambiarimpresiones.
—Siempretehequerido—dijomimadre.—Yyoati.Mecogiódesuhombroconlagarraymebesóconsuavidadconsu
boca de osa. Fue el besomás húmedo y a la vez elmás bonito quemehabíandadoenlavida.
Después me depositó de nuevo en su pelaje y nos quedamos
contemplandoenunbeatíficosilenciolanocheestrelladadelunallena.
CAPÍTULO46
Enelmullidopelajedemimadredormícomohacíamuchotiempoquenodormía.Posiblementecomodesdecuandomemetía en la camitaconTeddy Savalas.A lamañana siguienteme despertaron los primerosrayosdesol,peronoabrílosojos.Disfrutabademasiadotumbadacomoestaba,dejandoqueelsolyelpelodemimadremecalentaranelcuerpo,sin pensar en nada y saboreando el momento. Entonces oí que Bartonpreguntaba:
—Perdone,belladamapanda...—¿Sí?—lerespondiólabelladamapanda.—¿Leimportaríasubirconmigoaunaterraza?Abrílosojosdespavorida.Nicincominutosdespuésmimadretrepabaporeledificioenelque
vivía Kelly. Con sus brazos de osa pasaba de un alféizar a un dragóndecorativo, de una barandilla a un saledizo, de una estatua a un balcón.Recordélaúltimavezquelavienelhospital:postradaenlacama,enloshuesosyhastalascejasdemorfina.Debíadeserestupendoparaellapodermoverseasí.Ypenséporprimeravez:«Lareencarnaciónpuedeseralgogenial,ojaládisfrutarandeellatodaslaspersonasquesufrieronmuchoenlavida».
—¿Por qué los pandas no os largáis del zoo si podéis salir tanfácilmente del recinto? —inquirió Barton cuando mi madre se paró adescansarenunalféizar.
—¿Por qué íbamos a hacerlo? Si anduviésemos libres por NuevaYork, las personas nos darían caza.Vivimos bien, no sufrimos como elgoriladeallado,quenecesitamuchoespaciopornaturaleza.Lajaulaenla que está encerrado las veinticuatro horas para que no ataque a losmonos es peor para él que Guantánamo. Dicho sea de paso, el gorilatambiénesunapersona reencarnada.A juzgarpor todo loque tienequeaguantar,seguroqueantesfueuncanalla.
—¿Tambiénesalguienfamoso?—quisesaber.—Ni idea.Losanimales loevitamos.Poresosólosésunombrede
pila.—¿Cuáles?
—SellamacomoundelincuentedelSalvajeOeste.—¿Billy?¿CómoBillyelNiño?—No,Jesse.ComoJesseJames.Bartonseestremecióamiladoymediolaimpresióndequequería
desaparecerensuconcha.Nohizofaltaquedijeranada:Jessenosóloeraelnombredelfamosoladróndebancos;supadretambiénsellamabaasí.Y si mi madre estaba aquí, podía ser perfectamente que su padrereencarnadoocupaselajauladelgorila.
—Unpisomás.Mi madre señaló arriba y distinguimos la barandilla de la terraza.
Barton sacudió su cuerpo de caracol y con ello probablemente tambiénpretendiesedejardepensarensupadrepordepronto.QueríacentrarseenKelly, a la que esperaba ver de un momento a otro. A mí me daba lomismocómo le fuera.Sólome interesaba Jannis, pero a esas alturas yahabríaregresadoaBerlín,asíquenoesperabasacarnadadeesaexcursiónal ático.Con todo,noqueríadejarlo solo.A finde cuentas, élmehabíaacompañado hastamimadre. Pero,más que otra cosa, quería quedarmetodoloposibleenelamorosopelajedemimadre.
Deunsaltoimpresionantesalvólabarandilla,ynadamásllegaraunrincónensombradelaterraza,Bartonexclamó:
—¡Hombre,nomepiii!Nopudepormenosquemostrarmedeacuerdoconsuanálisisdela
situación,yaqueenelsalónvimosnosóloaKellyenelsofá—llevabaunvestidoazulquesentabadivinamenteasucuerpoperfecto—,sinotambiéna Jannis, que —aún vestido con absurda ropa de marca— se paseabaarribayabajodelantedeella.¿PorquédemoniosnosehabíamarchadohacíatiempoaBerlínysehabíaquitadolaridículagominadelpelo?
—Jannis ha cambiado mucho —opinó mi madre mientras seacurrucabaenelrincónparaquenoladescubrieran—.Estáestupendo.
Bartonyyoresoplamosalavez.—Parece que están discutiendo.—Mimadre puso demanifiesto lo
evidente.A nosotros, los caracoles, nos pareció bien. Pero por desgracia no
entendíamosdequéibaladiscusión.Lapuertadelsalónestabaentornadaparaquenopudierancolarseanimalesdeciertotamaño—unalecciónqueKellyhabíaaprendidotraslainvasióndelascigüeñas—,yacercarnosmásparasaberquédecíaneraimposible:siveíanunosopandaseguroquese
pondríanagritarcomohistéricos.—Ojalásupiéramosdequéva—sequejóBarton.—Tengounplan—aseguré.—¿Cuál?—Tíranos—lepedíamimadre.—¿Cómodices?—preguntaronalunísonomimadreyBarton.—Quenostireshacialapuerta.—¿Aesolollamasunplan?—inquirióBartonespantado.—Laalternativaesnoenterarnosdenada.Bartoncomprendióqueésanoeraunaalternativa,asíquesuspiróy
lepidióamimadre:—Tírenos.—Como queráis.—Mi madre encogió los hombros de panda, nos
separó del pelaje con su garra, tomó impulso y nos convirtió en losprimeroscaracolesvoladoresdelahistoria.
Aterrizamosviolentamentejustodelantedelapuerta,enelsuelodelaterraza.Dadalasituación,fueunaventajaquenotuviésemoshuesos.Sóloseme hizo una pequeña grieta en la casita del golpe, pero como en laconchanohabíaterminacionesnerviosas,nodolió,ypensé:«Puedovivirsinproblemaconunaclaraboyaenlacasa».
Una vez recuperados, oímos que Kelly le decía a Jannis, la vozahogadaporlaslágrimas:
—¿Supersticiones?¡Nosonsupersticiones!¡Sonseñales!—¿Dequéhabla?—preguntéaBartonaunvolumennormal,puesal
finyalcabolaspersonasnooíanaloscaracoles.—Notengonirepajoleraidea.—Nicole,exageras...—Jannisintentabatranquilizarla,envano.—No exagero. Estemos donde estemos la muerte nos persigue.
Primerolosrecondenadospecesdelacuario...—¿Recondenados? —le pregunté a Barton—. ¿Quién usa palabras
comorecondenados?—ANicoleno legustan los tacos,ésaes lapalabramásduradesu
vocabulario.Nosólolamuyasquerosaeraunbombón,sinoqueademásteníamás
modalesqueyo.—Y después las cigüeñas—añadió sulfurada—. Esas recondenadas
cigüeñas que murieron ahí. Nuestro amor empezó con la muerte. Y
despuéssólohahabidomuerte,muerteyrecondenadamuerte.Alguienajenoa la situaciónpodríahaberpensadoqueKelly estaba
haciendosuexamenfinaloraldelmásterdelacarreradehisteria,peroyo—y a juzgar por su mirada también Barton— supe en el acto cómohabíamos conseguido separarlos.Que nos partiéramos la crisma siendocigüeñas fue la gota que colmó el vaso para Kelly. Sencillamente noqueríaquenadamáslesiguierarecordandoalamuerte.
—Mealegraríanoverlatantriste—musitóBarton.—YamíqueJannisnoestuvieratandesesperado.Aunque nos sintiéramos mal, lo que habíamos hecho estaba
absolutamentejustificado.JannisnoqueríaaKelly,asíqueeramejornosólo para nosotros, sino también para ellos, que cada cual tomara sucamino.Deesaformapodríanencontrarelverdaderoamorenotraparte.
—Deboconfesartealgo—dijoJannis.—¿Qué?—Bartonformulólapreguntaquetambiénestabaescritaen
lacaradeKellyyqueyoteníaenlapuntademiinexistentelengua.—Antesnotequería,Nicole.Unapenanotenerpuñosparacerrarlosydargritosdealegría.AKellyselesaltaronlaslágrimas.—¿Porquélerestriegaesoahoraporlasnarices?—espetóBarton,al
quenolegustabaversufrirasumujer—.ÉsenoesningúnHarryPotter,esunPolPotter.
—Peroahoratequiero—añadióJannisantesdequelasuperestrellarompieraallorar.
—¿Qué?—soltamosauntiempoKelly,Bartonyyo.—Mehedadocuentaestosdíasquehepasadosinti.Poresoheido
retrasando el vuelo hasta hoy, y la verdad es que no quiero coger eseavión,mequieroquedarcontigoparasiempre.
Sentíundolortremendoenlazonaquesoportabaelpesodemicasa.Conqueallíestabamicorazóndecaracol.
—Avecesunosólosedacuentadeloqueechademenoscuandolohaperdido—continuóJannis.
—Esomesuena—admitióentristecidoBarton.—Yamí—convineyoenvozbaja.—¡Fuera!—le gritó Kelly a Jannis. Era evidente que sentía que le
habíamentidoyengañado.—Pero...—balbucióél.
—¡Fuera,recondenadoembustero!Quiso abrazarla, pero ella se lo impidió con un gesto. Jannis se
esforzabaporno llorar.Micorazóndecaracolmedoliómás inclusoalverlotantriste.
—Bueno,puesentoncesmevoy—dijoconvozlacrimosa.Kellynohizonadaporevitarlo,nodijonadamás.Jannisaceptóque
nopodía reconquistarlaysalióde lahabitación.Las lágrimas lecorríanporlasmejillas.Nuncalohabíavistollorarasí.Nicuandomelarguédesucamanitampocoenmientierro.
Apenas hubo salido, también Kelly se echó a llorar como unaMagdalena.Yonuncahabíalloradoporunhombrecomollorabaella.NisiquieraporJannis.Nisiquieraahora,cuandoteníaelcorazóndecaracoldestrozado. ¿Acaso no se merecía Jannis a la mujer que más lágrimasderramabaporélporamor?
—Tengoqueconsolarla—aseguróBarton,quenopodíasoportarversufrirasumujer.
Al cabo de un minuto y un centímetro de trayecto recorridocomprendióloabsurdaqueerasuempresaysedetuvo.Fuihastaél,paralocualnecesitéasimismounminuto,ydije,conmalaconciencia:
—Probablementenoseamostansuperchiripitiflautimáticos.—No,laverdadesqueno.—Másbiensupermierdomáticos.—Esosequedacorto...—Superrecondenada...—¡Daisy!Mecallé.—Buda fue muy amable con nosotros. Merecíamos habernos
reencarnadoenanimalesdelaboratorio.Laideamehizoestremecer.Sobretodoporquenopodíaestarmásde
acuerdoconBarton.Habíamoshecholoimposibleparaquelaspersonasalasquequeríamosno fuesen felices juntas.Yesoque, siendohormigas,pecesdeacuario,cigüeñasocaracoles,nopodíamoshacernadaparaquefuesen felices. Para colmo de males, nos habíamos alegrado de haberconseguido cargarnos su amor. Todo junto daba como resultado laacumulacióndeunabuenacantidaddemalkarma.
—Estánhechoselunoparaelotro—afirmé.Barton miró a Kelly, que estaba en el sofá, llorando contra los
cojines.Serconscientedeellodebíadesertanduroparaélcomoparamí.—Tenemosqueayudarlos—aseveré.—¿Ayudarlos?—Aquevuelvanaestarjuntos.—¿Ycómopiensasconseguirlo?—se interesóBarton, alqueno le
hacíamuchagracialaidea,másbienalcontrario—.Somoscaracoles.—Esoesverdad—admití,dejandocaerlasantenas.—Somospequeños,lentoseinsignificantes.—Esverdad—reconocíconunsuspiro.—Ynosólosomosinofensivos,sinoqueademásnotenemosbrazos.—Esotambiénesverdad—repuse,yenderecélasantenas,yaquese
mehabíaocurridounaideagenial—.Perotambiénsomosotracosa.Bartonmemiródesconcertado.—¿Qué?—¡Resbaladizos!
CAPÍTULO47
—¿Resbaladizos?—Bartonnoentendíaadóndequeríallegar.Lógico,miideaerasencillamentegenial.
—Somosresbaladizos—repetíentusiasmada.—Esoyaloheoído,ytambiénmesientoresbaladizo,perosigosin
entenderte.—Si Jannis nos pisa cuando baje la escalera, resbalará. Caerá
rodandotresocuatroescalonesyseguroqueseharádaño.Separtiráalgooseromperálosligamentos...oloquesea...,encualquiercaso,perderáelvuelo.
—Esonoharáqueacabenjuntos—objetóBarton.—TuNicoleestanbuenapersonaquelollevaráalhospital.—Sí,probablemente—confirmó.—YveráenlacaídaunaseñaldequeJannisnodebecogeresevuelo.—Sí,probablemente.—Yselepasaráelcabreo.Bartonasintióconsucabezadecaracol.—Elamorseocuparádelresto—afirmé.EraevidentequeBartonteníasusdudasalrespecto.—¡Sequieren!—Megustaríaquedejarasdehacerhincapiéenello.—Yelamorsiempregana.—¿Atitepasóalgunavez?—mepreguntóconescepticismo.—Nuncatuvelasuertedequereraalguienquetambiénmequisieraa
mí.—Entonces,¿cómolosabes?—PorlascomediasrománticasdeHollywood.—Esonosonmásquecuentos.—Setocóconlaantena lafrentede
caracol.—Esos cuentos no funcionarían tan bien si en el fondo no fuesen
verdad.—Unagrantesis...—Amímepareceplausible.—Daisy—respondióBartonconunasonrisadesatisfacción—,jamás
habríapensadoqueerasunaromántica.—Yo tampoco —reconocí, sorprendida conmigo misma, y en ese
momentomeparecióestupendoserlo—.Lacuestiónes:¿ytú?—Yonosoyunaromántica...—repusoBartonentrerisas.—Entonces,¿quéeres?—Niidea—afirmó,inseguro.Yporprimeravezmedioenlanariz
quequizáfueseunrománticoanónimo.—Seasloqueseas—lodesafié—,tienesqueadmitirquemiplanes
genial.Trassopesarsiadmitirloono,Bartondecidióquenoloeraydijo:—Yotengounomejor.—¿Cuál?—inquiríasombrada.—QueHarryPotterbajerodandomásdetresocuatroescalonespara
que se haga daño sí o sí.—Los ojos de caracol de Barton despidieronchispasdealegríaantelaideadequeJannissedescalabraracontodaslasdelaley.
—Quizátengasrazón—accedí.Sinembargo,lacertezadequeseríamosloscausantesdequeJannis
sufriesesemejantecaídahizoquedeprontomesintieramal.Peroapartélaidea:quienjuegaconfuego,sequema;quiennoarriesga,nogana;ynosepuedesanarunamorsinantescausardolor.
—Ahora tenemosque llegara laescaleradeprisa—instóBarton—,antesdequesevaya.
Llamé en el acto amimadre y le pedí que nos llevara abajo. Connosotros acomodados en el pelaje del hombro, bajó ágilmente por lafachada.Ibaacontarleloquenosproponíamos,peroaellalepreocupabaotracosa.
—Daisy,¿tepuedopreguntaralgo?—Loquequieras—respondí.—¿Creesquesepuedetenerunarelacióncondoshombresalavez?Loquequisiera¡menoseso!—¿Porquépones esa cara? ¡Es algoque existe!Creoque se llama
poliamorío.—No,sellamapolitontuna.Mi madre saltó a un balcón del sexto piso. Desde allí se veía
perfectamentelaescalerademármolporlaquequeríamoshacerresbalaraJannis.Laescalera,segúncontédeprisa,teníaquincepeldaños.
—Miraquetehasvueltocarca—dijomimadre,amoscada.Como empezaba a tocarme un poco las narices que no parara de
llamarmecarca,solté:—Y es especialmente politonto que encima ande por medio un
hombredelaEdaddePiedra.—¿AcasocreesqueenlascavernasdelaEdaddePiedralagenteera
monógama?—Esoprefieroniplanteármelo.—Aargmehahabladodelapolicópula.—¿Aarghautilizadolapalabrapolicópula?—Enrealidaddijoñacañacaenmanada.Enesemomentofuiconscientedequeloscaracolestambiénpodían
tenermigraña.—Quenoesqueloquierahacer—tratódetranquilizarmemimadre.—Mealegraoíreso.—fuemimordazrespuesta.—ComomuchoconélyCasano...—¡MAMÁ!—Noesmiintencióninterrumpirunaconversacióntanperturbadora,
perolapuertasehaabierto.—¡Mierda!—espeté, pues todavía estábamosdemasiadoarribapara
llegaratiempoalaescalera.Simimadrenostirabaconsugarradepandadesde el balcóndel sextopisonos estrellaríamos contra los escalonesynosharíamospapilla.
—¡NoestuHarryPotter!—exclamóaliviadoBarton.En lugar de Jannis, los que salieron fueron los dos empleados
brasileños.ElgordoSergio llevabaagarradaasuaúnmásgordaMaria,que se sostenía el vientre: a todas luces tenía fuertes contracciones. Depuro dolor gritaba: «Virgem santíssima», «Jesus, Maria e José» y«Fuckinghell».
Sergio llamóaun taxi amarillo, que se detuvo en el acto.Mientrasacomodabaasublasfemamujerenelasientoconlaayudadeltaxista,quelucíaunturbante,mimadre,quepensabaenvozalta,dijo:
—¿Cuántoduraráelembarazodeunpanda?La idea de tener un hermano oso era lo que me faltaba para
enloquecerdefinitivamente.Sergio indicó al taxista del turbante que acelerara, y éste salió
disparado, sorteando el fluido tráfico de Nueva York como si además
trabajaradeespecialistaenlaspelículasdelasagaAtodogas.—Yo le recomendaría que fuese más despacio —observó Barton
lanzandounsuspiro:hablabaporpropiaexperiencia.Nosquedamosmirandoeltaxi,quedoblólaesquinaatodapastillaen
direcciónaTimesSquare,yurgíamimadre:—Porfavor,llévanosabajo.Mientrasavanzabapor labarandilladelbalcónquiso saberquénos
proponíamos.Se locontéconpocaspalabrasy, cuandohube terminado,elladijo:
—Asíacumularéisbuenkarma.Enesemomento,esomedabaabsolutamentelomismo.Nosetrataba
demí:loúnicoquequeríaeraqueJannisnosufrieramás.—Vais a hacer un gran sacrificio —prosiguió mi madre mientras
continuababajandoderepisaenrepisa.—Perdimosanuestrosamoreshacetiempo—objeté.—Nomerefieroaeso—replicóella.—Entonces,¿aquéterefieres?—A que cuando Jannis os pise, moriréis. Y seguro que duele un
montónqueteaplasten.Bartonyyonosmiramosytragamossaliva.—Nomedigáisquenohabíaispensadoeneso.Puesno.Yhabríaestadobienqueellanolohubieramencionado.Aterrizóacuatropatasenunbalcóndelprimerpiso,endiagonalala
escalerademármol.—Loquierohacerdetodosmodos—declaréconvalentía.—Yyo—dijoBarton.—Estáislosdoslocos—opinómimadre.Esonosepodíanegar.EneseinstanteJannissalióporlapuerta.
CAPÍTULO48
—Tíranos—le pedí amimadre, pues ya era demasiado tarde paraquenosdejaraenlaescalera.Poralgúnmotivo,deprontovaciló,asíqueselovolvíapedir—:¡Tíranos!
—Nopuedohacerlo.—¿Qué?—inquirí.—Peroquépiii...—soltóBarton.—Acabodereencontrarte.—Mimadrepugnabapornollorar—.No
tequieroperder.AhoraJannisestabaen loaltode laescalera.Paróparaquitarse las
gafasdemarcaysecarseconlamangalallorosacara.—Mamá,porfavor.—¡No!—Si acumulamos buen karma, no tendré que vivir más siendo un
caracol—aduje.Laverdadesqueamíesomedabalomismo,perosabíaqueparami
madre era importante que ascendiese en la rueda de la reencarnación.Como cualquier buena madre, siempre quería lo mejor para mí. Sinembargo,esavezsedebatíaconsigomisma.
—Peroentoncesnovolveréaverte.Bajonosotros,Jannislimpiabaafondolasgafas.Echaríaaandarde
unmomentoaotroyadiósanuestraoportunidad.—Acumulará ustedmal karma si impide que nosotros acumulemos
buenkarmapormotivosegoístas—tercióBarton.Seguro que a él su karma también le daba lomismo, lo único que
queríaeraqueKellynolloraramás.Mimadrenodijonada.—Mamá,teprometoquerenacerécercadeti.—¿Cómopiensascumpliresapromesa?—SiBudanoseocupa,haréquesuvidaseauninfierno.Aloíreso,mimadrenopudoevitarreírse,aunqueenrealidadquería
llorar.Nossacódelpelajeydijo:—SacadequicioaBudacomohacíassiempreconmigo.Me dio un último beso con su blanda boca de osa y nos lanzó.
Salimosvolandoychocamoscontraeldécimopeldañodelaescalera.Ami concha se le hizo otra claraboya, pero por lo demás no pasó nada.Bartontambiénestababien.Físicamente.
—Hacerquevuelvanaestarjuntosduele—afirmó.—Perotambiénsientagenial.Bartonasintió,sabíaperfectamenteaquémerefería.—Siestosalebien,tendránunavidaestupenda—aseguré.—Llenadeamor.—Llenadeamor.—Asíquevamosahacerlocorrecto.—Laverdadesquenoformamostanmalequipo.—Másbiensuperchiripitiflautimático—dijoBartonrisueño.Mereí.Apesardelainminentemuerte.Nos miramos a los ojos de caracol. Estábamos orgullosos de
nosotros mismos y eso nos unía. Nunca habíamos tenido unossentimientostanparecidos.Yestavezeranbuenos.
Deprontonotamosquesegenerabaunaespeciedeelectricidadentrenuestrasantenas.Comosinostocáramosdelicadamentesintocarnos.
Sobrenosotros,Jannisempezóabajar,peroBartonyyonoalzamoslavista.Nopodíamosdejardemirarnos.Elcosquilleoqueprovocabaesaelectricidadincreíbleeracadavezmásintenso.Mediomiedo.YaBarton,alparecer,también.
—Quizádebiéramosmirararriba—propuseasustada.—Pueshazlo—replicóBarton.—Túprimero.—No, ladies first—dijo sonriendo. Incluso siendo un caracol (no,
precisamentesiendouncaracol),teníaunasonrisairresistible.—Nosoyunalady—contestéenvozbaja.Elcosquilleocasi resultaba insoportable.Enelaireflotabaunbeso.
Aunque no sabía si los caracoles se besaban ni, en el caso de que lohicieran,cómo.
—Deesoyamehedadocuenta—aseguróBartoncon tanta ternuraque esta vez no me ofendió—. Con una lady es imposible vivir tantascosas.
La sombra de Jannis se instaló sobre nosotros. Ni nos dábamoscuenta,porqueahorahastaveíamoscómosaltabanchispasdelasantenas.Comosideunabengalasetratase.Deunmomentoaotro,nuestrasantenas
seuniríanylanzaríanfuegosartificiales.Demaneraqueasísebesabanloscaracoles.
Cerré los ojos y deseé sentir ese beso de caracol como no habíadeseadonadaentodamivida.
Nuestrasantenassehallabanatansólounmilímetrodedistancia.EneseinstanteJannisnospisó.
CAPÍTULO49
Naturalmente,tambiénvipasarpordelantedemitercerojomividacomocaracol:viaJannisyaKelly.AmimadreyaAarg.ABartonyamí.Y las chispas que saltaron entre nuestras antenas. Sobre todo vi esaschispas.
Después, para variar, volví a flotar con mi cuerpo de personadesnudohacialaluz.Sabíaquetodosucederíaigualquesiempre:notaríael estupendo calor, intentaría no dejarme engañar, entretanto miraría aBarton, confirmaría que desnudo estaba increíble, luego caería en latrampadelaluz,acontinuación,contratodopronóstico,confiaríaenqueme fundiría con ella, y al final volvería a ser rechazada y comenzaríaentristecidaunanuevavida.
Laluzeraelamorpuro.Yserrechazadoporlaluzsiempredolía.Sinembargo, esta vez las cosas fueron distintas. Completamente distintas.Buda flotaba en la nada blanca hacia nosotros, y no se nos aparecía enforma de hormiga, pez payaso, polluelo o caracol, sino en forma depersona.Eracomolasfiguritasquehabíaenlamesaauxiliardelhospitaldondeestabamimadre:calvo,conunasonrisafelizyunabarrigaenorme.SólohabíaunadiferenciaentreelBudaqueflotabaallí,enlanadablanca,yeldelamesadelhospital:
—Porfavor,Buda—exclamé—,¡podríasponerteunospantalones!—Eso—meapoyóBarton—,quesitemiro,mequedociego.—Puesvosotrostampocolleváisnadaencima—repusoBudaconuna
sonrisa.—¿Ydequiéneslaculpa?—inquirióBarton.—Nosédequétequejas,bienquetegustamiraraDaisy.Barton se ruborizó. Y yo más. ¿Le gustaba mirarme? ¿Mi, ay,
imperfectocuerpo?PerosiestabaacostumbradoatenermujeresperfectascomoKelly...Eraasombroso,deltodoincomprensible.
Pero lo más asombroso fue que, cerca de la luz del amor, yoestuviesehablandoconelmismísimoBudayreaccionarademaneramuydistintadecomoquizálohubierahecholamayoríadelagentedehallarseenmi lugar.Ellos sehabrían sentidoprofundamente impresionados.PorBuda. Por la nada blanca. Por la luz. Sin embargo, a mí me interesaba
muchomásqueaBartonlegustaramirarme.ConfiabaenqueBudanoledijeraaélcuántomegustabaamímirarsucuerpodesnudo.
—YDaisytemiraatiencantada—soltóelsonrienteBuda.¡Mierda!Enesemomento,lacaradeBartonpasóaserunaboladeluzroja.Y
lamíamás.—En vosotros hay algo grande, siempre lo he sabido—por suerte
Budacambiódetema—.Oshabéissacrificadoparaqueotrosseanfelices.Esoesalgoaloquepocaspersonasestándispuestas.
—No éramos personas —precisé mientras poco a poco nuestrascarasvolvíanasucolornormal.
—Yunoscaracoles,menos—aseguróBuda—.Paraserexactos,soislos primeros que habéis conseguido hacer algo tan estupendo desde unescalón tan bajo. Ha habido personas reencarnadas que, como perros,caballosoburros, semostrarondispuestas a sufrirunamuertedolorosadesinteresadamente,pero¿comocaracoles?No.Loscaracolesnuncahanhechoalgoparecido.¡Estoyorgullosodevosotros!
¿Cuándo fue la última vez que alguien estuvo orgulloso de mí?Jannis,enmisintentonasdeseractriz,quetanimportantesmeparecíanenaquellos tiemposyque tras todasmis reencarnacionesmeresultaban taninsignificantes.YahoraelmismísimoBudaestabaorgullosodemí.
—Enmuchaspersonashayalgogrande—continuóelgordinflón—,pero lamayoríano llegaadescubrirlonunca.Ni siquiera semolesta enbuscarlo.
Pese a la perenne sonrisa, se le veía algo decepcionado con lahumanidad.
—Vosotrosdossoisdistintos.Comorecompensa,podéisiryaalaluzinfinitadelnirvana.Osfundiréisconellayconoceréisladichaeterna.
La dicha eterna... sonaba bien. Bien se quedaba corto, sonabaincreíble, estupendo. Eternamente dichosos. Pero, entonces, ¿por qué nomeilusionabalaperspectiva?
MiréaBarton,quetampocoparecíaloquesediceeufórico.—Novolveréisaestarsolos—prometióBuda.Esosíquesonabagenial.¿Porquénomeentusiasmaba?—Elnirvanaeselobjetivodetodas lasalmas—contóBuda,quese
percatódenuestraoposición.—¿Volveremos a ser nosotros mismos en la luz? —preguntó
cautelosoBarton.—Novolveréisaalbergaresedeseo.—Asíqueno.—No volveréis a albergar ese deseo—repitió Buda, la sonrisa un
pocomáspersuasiva.Bartonnoparecíaconvencido.Sindudaaalguiencomoélnolehacía
gracia renunciar a su ego. Me miró inseguro. Era evidente que queríasaber qué pensaba yo al respecto. Porque a mí tampoco me convencíamucho.Quizáelnirvanafueseelobjetivodemialma,podíaser,peronoera el objetivo de mi conciencia. Claro que en la luz sería feliz y novolveríaaestarsola,yesoestababien—inclusomuymuybien—,y,sinembargo,teníalasensacióndequefaltabaalgo.Yexclamésinquerer:
—¡Perositodavíanohevivido!Mimadreteníarazón:esoesloquemáslamentaunoalmorir.—¿Cómodices?—preguntóasombradoelrisueñoBuda.—Puesquetodavíanohevivido.Desperdiciéporcompletolosaños
quepasécomopersona.—Probablemente sea cierto —admitió Buda; Barton guardaba
silencio.—Sólosupeloqueeravivircuandoeraunpez,enelmar,ydespués
cuandoeraunpájaro,enelaire.Elmerorecuerdohizoquemeentraranganasdenadarenelaguay
volarhastaelcielo,¡vivirlavida!—¿Adónde quieres ir a parar? —preguntó Buda, la sonrisa
enfriándose.Eso,¿adóndequeríairaparar?Nosabíaquédecirniquépensar.No
asíBarton:—Queremosregresaralmundo.Budaestabaimpresionado.Yyotambién.Renunciaraladichaeterna
paravolveratenerlaoportunidaddevivirnosóloeraalgoinaudito,sinoqueademássuponíaunriesgoincreíble.¿Ysienmisiguientenuevavidaacumulaba otra vez mal karma? Posiblemente perdiera para siempre laoportunidaddedisfrutardeladichaeterna.
—¿Tú también quieres eso?—me preguntóBuda, la sonrisa ahoracongelada.
Elriesgoeragrande.¿Podríaserfelizenlaluzsiteníalasensacióndenohabervividodeverdad?
—Sí, quiero—repliqué, sonando un poco como una novia ante elaltar.
SaltabaalavistaqueaBartonlealegrabanmispalabras,peroBudadejódesonreírdeltodo.
—Esoesimposible.—¿Porqué?—quisesaber.—Vacontratodaslasreglas.—¿Esquenolashacestú?—¿Quéquieresdecirconeso?—preguntóBudaasuvez.—Quemeimportaunpitoquiénhagalasreglas.—Nolopuedopermitir—asegurólaboladegrasa.—Puesclaroquepuedes—tercióBarton.—Si rehúsas el deseo de vivir, seguro que acumulasmal karma—
razoné.Los ojos deBuda se achinaron, por lo visto había tocadoun punto
débil,ymásquedecir,espetó:—Nomegustanadacuandolaspersonasempezáisaargumentar.—¿Ycuandolosargumentossontanbuenoscomoéste?—Esomegustamenosaún.—Pues yo, en tu caso, me libraría de nosotros cuanto antes —
propusoBarton.Budaluchabaconsigomismo,peronocedía.—¿Tienesmadre?—quisesaber.—¿Quétieneesoqueverconelnirvana?Al parecer, las preguntas prohibidas debían responderse con otras
preguntas.—Le prometí a mi madre que volvería y estaría cerca de ella —
aclaré.Budaestabadesconcertado.—¿Habríaspodidonegarlealgoatumadre?—lepregunté.Elgordomemiróun instante,perplejo,ydespuésseechóa reír.A
carcajadasycontodaelalma.Elbarrigónselebamboleaba,yBartonmesusurró:
—Estaríamuchomejorquellevaraalgoderopa.—Ciertamentesoismuyespeciales—afirmóBuda, limpiándosecon
lasgruesasmanoslaslágrimasderisa.—Entonces,¿podemosregresar?—quisesaber.
Budarecuperólaseriedad.—Aunquequisiera,paralasalmasquehanalcanzadovuestronivelno
haycuerposdeanimales.Medevanabalossesos:¿quéalternativasteníamossiBudanoestaba
dispuesto a devolvernos al mundo en forma de animal? Una planta noqueríaser.Nihierbani roblenieléboro,nisiquieracáñamo.¿Quéotrasposibilidadeshabía?¡Claro!¡Esoera!
—¿Ysivolviéramosareencarnarnosenpersonas?¿Seríaposible?—pregunté.
ComoBudanoseopusoenelacto,Bartoninsistió,esperanzado:—¿Podríasdevolvernosalmundoconuncuerpodepersona?—Sí—admitió Buda de mala gana—, ya lo hice una vez con una
mujer.[23]Barton le dedicó una sonrisa igual de ancha que la que él solía
gastarseconnosotros.Alfinalelgordosuspiró,dándoseporvencido,yyoreídepuradicha:podíaregresaralmundoconelcuerpodelabuenadeDaisy.¡Porfinempezaríaavivir!
CAPÍTULO50
Cuandodespertédenuevo,estaba tumbadabocaarriba.Sobremísecernía un humo oscuro, y olía mucho a gasolina, plástico quemado ycuero achicharrado. Oí sirenas. Seguro que eran de camiones debomberos, de la policía o de ambulancias, quizá incluso de los tres. Elacre humo me achicharraba los pulmones. Sentía un dolor infernal enbrazosypiernas,yalgomedabapatadasenlabarriga.¡Pordentro!PenséenelactoenAlien:cuandoalgoledabapatadascontralabarrigaaalguienpordentro,porreglageneralnosignificabanadabueno.
Quise incorporarme para verme la barriga, pero estaba demasiadodébil: como si pesara dos quintales.Así que sólo levanté un brazo paratocarmeyverquépasaba,peroamitaddelmovimientomedicuenta:¡ésenoeramibrazo!Tampocoeraunapatadehormigaounaaletadepezounala de cigüeña; era un brazo de persona, sí, pero no el mío. Éste eraoscuro.Noporelhollín,sinopornaturaleza.Pero,sobretodo,eragordo,por no decir fofo. La buena de Daisy no tendría ese brazo ni siquieradespuésdezamparsedosmilpizzas,aunquetuvieranprosciuttoetiramisùencima.Nocabíalamenorduda:¡ésenoeramicuerpo!
Tampoco es que Buda me lo hubiera prometido explícitamente. Y,pensándolobien,tampocohabríapodidodevolvermeamicuerpo,yaquellevaba algún tiempobajo tierra, y comomucho serviría para actuar defiguranteenTheWalkingDead.Y,hastaparaeso,antesdeempezararodarhabríasidonecesarioquitarlecomoDiosmandalosgusanos.
Entonces, ¿quiénera ahora?O,mejordicho: ¿quécuerpohabitaba?Dadoqueno tenía fuerzaspara incorporarme,miréhaciaun lado.Viuntaxi neoyorquino listo para ir al desguace empotrado en un escaparatedestrozado.EnelhumeantecapóhabíabolsasdePrada,quehabíansalidovolando con el choque. En el asiento del conductor, un hombre con unturbante se sujetaba la frente. En el asiento de atrás estaba el gordo deSergio. Inconsciente. Posiblemente muerto. Lo que significaba... lo quesignificaba... que yo era Maria. Y las patadas que notaba en la barrigaeran...¿¡¿deunbebé?!?
Reaccionéaellocomohabríahechocualquieraenmisituación:perdíelsentido.
CAPÍTULO51
Cuandodespertédenuevoestabaen la camadeunhospital.Enunasilla,amilado,seencontrabaSergio.Teníavendadalacabeza,yelcuerpole rebosaba del asiento. El brasileño era casi tan gordo como Buda. Ocomoyoenminuevocuerpo,enelqueahoraelniñodabapataditascontraelvientre.¿Nodebería tenercontracciones?Maria las teníacuando lavisalir de casa. ¿Era la conmoción del accidente la que las habíainterrumpido? ¿O acaso losmédicosme habían administrado algo? Seacomo fuere, enmi nuevo cuerpo crecía una vida, y pronto daría a luz...Consólopensarlomeentraronganasdedesmayarmeotravez.Ademásundesmayo también habría tenido el agradable efecto secundario de noverme obligada a devolver la mirada desvalida de Sergio. Pero pordesgracia uno no puede perder el sentido cuando le da la gana. Elbrasileñoesperabaquelehablase.Pero¿quéleibaadecir?Bueno,notevasacreerloquehapasado.Esqueniteloimaginas...
Comonodecíanada,Sergiopreguntóconcautela:—Oi,tudobom?Madre mía, mi francés era un desastre, y portugués sólo había
estudiado seis semanas, en el grado superior, antes de que cambiara declase.Sólomeacordabadelasprimerasfrasesdellibrodetexto,queeran:AondeestáaestaçãodoNorte?(¿DóndeestálaestacióndelNorte?)yNosaco tem três garrafas (Hay tres botellas en la bolsa). Así que estaríaperdidasinuestraconversaciónnogirabaentornoabotellasenunabolsaoaestacionesdelNorte.Yaunasíesostemastampocomedaríanparaunaconversaciónmuylarga.
—Tudobom?—repitióSergio.Amododerespuestamedecidíporunasonrisamuda.—Vocêtemdor?—quisosaber.¡Cómoquetenedor!Atodasluceselbrasileñogordoempezabaapreocuparse,einquirió:—Tudocertinho?Como no hiciera otra cosa que sonreír como una idiota, Sergio
pensaríaquesumujerhabíasufridodañoscerebralespermanentesdebidoal accidente. Así que debía decir algo de una vez. Pero difícilmente le
podía preguntar dónde estaba la estación delNorte.O decirle que en labolsa había tres botellas. Me puse a pensar como una loca qué otraspalabras recordaba en portugués, y dije lo primero que me vino a lacabeza.Pordesgraciafue:
—Bacalhau!—Bacalhau?—preguntóSergiosorprendido.Primeromeentraronganasdedarmeamímismaporestúpida,pero
luegopenséquequizánohubierasidotantontodecireso.SiSergiocreíaque tenía hambre, seguro que iría a buscarme—a buscarle a su mujerembarazada—algodecomer.Comosindudaenelrestaurantedelhospitalnohabríabacalhau, tardaríaunbuen ratoenvolver,ymientras tantoyome ocuparía de poner tierra de por medio. Eso si podía levantar de lacamami embarazado cuerpo de dos quintales. Pero Sergio no se fue, einsistí:
—Feijoada,churrasco,panodiqueso?Eraevidentequepandequesoenportuguéssedecíadeotramanera.
Paradisimular,meapresuréadecir:—Caipirinha!Sergio se quedó sorprendido: no era de extrañar, probablemente la
caipirinhanofueselabebidamásapropiadaparaunamujerenavanzadoestadodegestación.
—Caipirinhasinálcool—mecorregí.—Caipirinhasemálcool?—mecorrigió.—Esso.Estabadiciendoauténticasgilipopiii.Sergiosesalíadelasilla,estabaincómodo,peronohacíaelmenor
ademándemarcharse,selimitabaamirarmeconescepticismo.—Avanti, avanti! —Moví la morcilla que tenía ahora por mano,
temiendo,probablementeconrazón,quehubiesehabladoenitaliano.—¿Maria?—preguntóelhombre,comosiyanosecreyesequeyo
eraMaria.¿Cómo lo sabía?Me refiero a que uno no saca conclusiones sólo
porque su mujer de pronto hable como una turista en el Algarve. ¿LointuíaSergioporqueconocíamuybiena sugranamor?¿Porqueera sualma gemela y notaba que ahora era otra alma la que se hallaba en sucuerpo?Paraevitardarunarespuestasincera,contestéapocada:
—AondeestáaestaçãodoNorte?
—TúnoeresMaria—dijoSergio,eninglés.—Nosacotemtrêsgarrafas—admití.Elbrasileñogordoasintió.Despacio.Circunspecto.Luegosonrió.Lo
que, bien pensado, era una reacción bastante rara, pues se encontrabadelantedelcuerpodesuembarazadísimamujer,de laquemuchosensulugarhabríanpensadoqueestabaposeídaporundemonio.
Deprontoserio.Conunarisaunpocohistérica.Comosóloseríenlosqueacabandehacerpuentingolosqueacabadalajornadalaboralsonasesinosenserie.Cuandodejódereírseysesecólaslágrimasdelosojos,constató:
—TúeresDaisy.—¿Barton?—YavasiendohoradequemellamesMarc.Ahoralaqueseriofuiyo.Reímosyreímoshastacongestionarnos,
nos quedamos sin aire y nos sujetamos los barrigones. Hasta daba laimpresión de que el bebé se divertía, a juzgar por las patadas que daba.¿Cuándohabíasidolaúltimavezquemehabíareídoasíconalguien?Larespuestaera:¡nunca!
CAPÍTULO52
Cuando nos calmamos, celebramos en silencio nuestra nueva vidahastaque...bueno,hastaquecomprendimoscuáleseranlascircunstancias:SergioyMariahabíanmuertoenelaccidente.
—Es tan injusto, con lo jóvenes que eran...—comenté. Aunque noconocía a los brasileños, su muerte me entristeció tanto como hastaentoncessólolohabíahecholademimadre.Eneltiempoquesiguióamiprimerareencarnaciónmehabíavueltomássensible.¿Sesuponíaqueesoerabueno?
—Lamuerteesunabitchdeluxe—aseguróBarton,esto...Marc.—¿Dóndecreesqueestaránsusalmas?—lepregunté.—Enlaluzinfinita.Eranpersonasmuchomejoresquenosotros.Sergio y Maria serían felices para siempre, lo cual era estupendo
para ellos y suponía un consuelo para nosotros. Así y todome parecíainjusto:
—Noconoceránasuhijo...Nada más decirlo, me entraron ganas de llorar. Antes de que la
primeralágrimarodaraporminuevamejillarolliza,Marcdijo:—Peronosotrossí.Nocaíenseguida.—Nosotrosconoceremosalniño—afirmó.Parabienoparamaleracierto.—Ycuidaremosdeél.Memareé:ibaasermadre.¿YMarcqueríaserelpadre?—Esnuestraresponsabilidad.¿Cómo podía aceptarlo tan deprisa cuando a mí la idea me
inquietaba? Quizá porque Marc siempre había querido tener hijos. Oporque se sentía en deuda con Sergio y Maria. O culpable. Porquehabitábamossuscuerpos.Quizáinclusolofuésemos,culpables.
Marccogiómigordezuelamanoenlasuyayaseguró:—Podremosconello.Completamentedesbordada,retirélamano.Sindudaerademasiado.
Eneseinstantellamaronalapuerta.—¿Quiénes?—preguntóMarc.
—Somos nosotros, Sergio —repuso una voz de mujer más queconocida—.JannisyNicole.
CAPÍTULO53
Nosmiramosespantados.LanuevafrentebrasileñadeMarcseperlódesudor.Presadelpánico,melevantédelacamadeunsalto,observélaventanayfantaseéconqueanudabaunassábanasymedescolgabaporlafachada.
—¿Selodecimos?—preguntóMarcenvozbaja.—Yopiensohacermelamuerta—musité.—¿Secreeríanquenosotrossomosnosotros?—Yopiensohacermelamuerta.—Aunque podríamos demostrárselo contándoles cosas que sólo
podemossabernosotrosyqueesimposiblequeconozcanSergioyMaria.—Yopiensohacermelamuer...—Noestássiendodemuchaayuda,Daisy.—¿Podemospasar?—pidióNicole.—¿Qué te parece si atamos las sábanas y nos escapamos por la
ventana?—lepropuseaMarc.Élmeagarróconfuerzaporelfofobrazo,memirófijamentealos
ojosydijo:—Tienenderechoasaberlo.—Sí,esverdad—admití.—Adelante—dijoMarc,soltándome.Tenía el pulso a 210, dentro de un segundo vería a Jannis y por
primeravezdesdehacíamuchomuchotiemponotendríaqueverlosiendounanimal.
La puerta se abrió y Kelly le cedió el paso a Jannis, que llevabamuletas e iba escayolado. Por lo visto, cuando resbaló con nosotros serompió lapierna.Comoeradesuponer,Kellyseocupabaconcariñodeél. Cuando le dijo: «Temanejasmuy bien con lasmuletas» y le dio unbesito,tuvimosclarodeunavezportodasquesehabíanreconciliado.
MediounapunzadadedolorverasíaJannisyKelly.Yapodíamosno haberlo hecho tan bien y no haber acumulado tanto buen karma. AMarc,encambio,noparecíaimportarlelaestampa.Curioso.
—Habéis tenido mucha suerte —afirmó Kelly con una sonrisaradiante—. Losmédicos dicen que normalmente nadie sobrevive a esas
lesionesenlacabeza.Metoquélafrenteporactoreflejoymedicuentadeque,aligualque
Marc,llevabaunvendaje.—Soisdosbuenoscabezotasbrasileños—rioJannis.Kelly se rio con él, no así nosotros dos. Se notaba que aMarc le
habríagustadotirarleaHarryPotter lapiedrafilosofala lacabeza,yenciertomodo amíme chirriaba que nos tratara—que tratara aMaria ySergio—deformatancampechana.
—Encualquiercaso,mealegrodequenooshayapasadonadapeor—aseguró Kelly, y me dio un abrazo. Claro que no podía decirse quefuera un abrazo en toda regla, porque sus bracitos apenas abarcaban laespalda de mi corpachón. A la supermujer, que olía estupendamente aalgún perfume bueno en el que se percibía un toque de lavanda, no leimportó lomásmínimoqueyooliese adesinfectantey sudordegorda.No sabíaquéhacer, así que le di con lasmanazasunosgolpecitos en ladelicadaespaldaymiréaMarc,quemehizounaseñaldeasentimientoconlacabeza.Habíallegadolahoradelaverdad.
—Tenemosquecontarosalgo—empezó.—Algoabsolutamentedemencial—añadíyo.—Peroqueasíytodoesverdad.Kelly se separódemíynosmiróconcaraexpectante, al igualque
Jannis. NiMarc ni yo comenzamos a hablar. Ninguno de los dos sabíacómo expresar la locura que habíamos vivido. Nos miramos comodiciendo:empiezatú;no,tú;y¿quéfuedelodeladiesfirst?
—Bueno,¿yquéesesoquenosqueréiscontar?—preguntóKelly,ysonrióperpleja,yaquepercibiónuestrainseguridad.
Marc hizo de tripas corazón y se dispuso a contar lo de lasreencarnaciones.Peroenlugardedeciralgo,empezóacantar:
—«¿Dedóndellegáisamí?DelpaísdePitufín».Todos lomiramosasombrados.¿EstabacantandoLacanciónde los
pitufos?¿Enunapupiiisituaciónasí?¿Queríajorobarnos?¿Sobretodoamí?
Sin embargo,Marc parecíamás sorprendido incluso que nosotros.Intentódominarse,sedispusonuevamenteadarunaexplicacióny...cantóotravez:
—«¿Porquésoisdetonoazul?Porquenohayvientodelsur.»¿Aquéveníaesatontería?Lehiceunaseñaparaquesecallara.Sino
teníaelvalornecesarioparadecirlaverdad,loharíayo.MevolvíaJannisyKelly,respiréhondoycanté:
—«¿Tocáis alguna tonada?»—Madre mía, ¿qué me ocurría? ¿Porquénopodíahablarconnormalidad?Probédenuevo—:«Conunaflautaencantada».
Jannis y Kelly me miraron como si me faltaran unos cuantospitufotornillos. Por mi parte miré asustada a Marc, que se encogió dehombros condesvalimiento.No entendía lo quenos estabapasando.Sinembargo, yo empecé a entenderlo:Budaquería impedir quehablásemosdelavidadespuésdelamuerte.Lógico.Ellopondríapatasarribaelordendelmundo.
Enmi últimodía en laTierra vi en el cercanías a unmendigo quecantabaLacucaracha.¿Sehabríareencarnadotambiéneintentabaenvanoadvertir a su entorno al respecto? Sea como fuere, en ese momentoparecíamostandesquiciadoscomoél.
Intentéporúltimavezhacermeentender:nuevamentesinéxito.—«Adelante,Pitufo:la,la,la...Lasegundavoz...»YMarccantó:—«La,la,la».—«Todosjuntos.»Y Kelly y Jannis entonaron la canción. Decidieron interpretar el
hechodequecantásemoscomounaalegrecelebracióndelavida:—«Grandessoiscualcañamón.¡Túsíqueeresgrandullón!».AMarcyamínonosquedómásremedioquecantarconellos,así
queloscuatroentonamos:—«¿Sabéistodocontestar?Túsíquesabespreguntar».Jannis cogió una flauta imaginaria e hizo como si fuese el pitufo
flautista.Cantamosybailamos,ysólolodejamosen«¿Quéhacéissialgomarchamal?¡Sólojuegoapitufar!»porqueeneseinstanteempezaronlascontracciones.
CAPÍTULO54
¡Lascontraccionessonunabuenamierda!Eldolorerainsoportable.Todosaquellosa losque lesencanta lanaturalezaquemeexpliquenporquécausasemejantesufrimiento.Esmás,porquéinventóeldolor.Sí,loscientíficosdicenqueeldolortienelafuncióndeavisarnosdequealgovamalennuestrocuerpo.Porfavor,silanaturalezaeratanestupenda,¿porquénonosincorporabaalosseresvivosunindicadorluminoso?Alfinyalcabo,esolohacíanhastalosingenierosdelaOpel.
Estabaenunasaladepartosquenopodríaparecermásdehospitalsila hubiera concebido un escenógrafo para un thriller médico futurista.Apestabaadesinfectantey ami sudor.Elpartono lo asistióunmédico,sino una comadrona negra de mediana edad que llevaba rastas y meexhortabaaqueyo,blandengue,hicieraelfavordeesforzarme.Lamujerhablabaenuntonoquemehizosospecharqueanteshabíasidoinstructoradel Ejército norteamericano. Que me regañara me cabreó, sobre todoporquesabíaque tenía razón: lo importanteallínoeramidolor, sino lacriaturitaqueluchabacontodassusfuerzasporsalirdemicuerpoyalaqueyodebíaayudar,pormuchoquemedoliera.
Junto ami cama,Marc sudaba amares en su cuerpo de Sergio—estabacasi tanempapadocomoyo—,yapoyabaelpesoyaenungordopie,yaenelotro.Lacomadronadelasrastastambiénlebufabaaél:
—Tú,estorbo.Oleechasunamanoatumujerotelargas.—Esquenoesmimujer...—balbucióMarc.—Déjatedecuentos.¡Llevaslamismaalianzaqueella!Mientras esperaba, jadeante, a que llegara la siguiente contracción,
memirélamanoderecha,viunanillodeoroconunadiscretapiedrarojayconstaté:nosólovoyasermadre,sinoqueademás¡estoycasada!
Llególasiguientecontracciónysoltéunalarido.—¿Piensashacerloono?—lesoltólacomadronaaMarc.—¿Quésesuponequedebohacer?—¿Esquenohabéishechoelcurso?—¿Quécurso?—Marcsudabacadavezmás.—¡Eldewindsurf!—¿Windsurf?—repitióMarcasombrado.
—Eldepreparaciónalparto,idiota.—No,nolohemoshecho...—balbució.—Québien,lospadresmodernos—afirmócondesdénlacomadrona
mientrasamímellegabalasiguientecontracción.—¿Quédebohacer?—inquirióMarc.—¡Estarconella!Eso lo entendió. Marc se acercó a mí, me cogió con su manaza
derechalamanoizquierdaymesostuvoconelotrobrazo.Erasuformadedemostrar queme apoyaba.Sí,Marc estaba conmigo en el dolor.Lomejorquesabía.Nosepodíapedirnadamás.
Losminutossiguientesoímispropiosgritoscomoalolejos, igualque los ánimos de la comadrona, que decía cosas como: «No aflojes,bitch». Sin embargo, cuando estaba a punto de darme por vencida ysuplicar que me operaran de urgencia, oí alto y claro que Marc mesusurraba:
—Estoycontigo,Daisy.Ellomediolafuerzanecesariaparaseguirempujando.Conlaúltima
contracciónelbebésalió.Lacomadronasonrióydijo:—Noestámal,bitch.Ahora semostrabamuydulce y amable, al parecer sólo había sido
bruscaparaquenomerindieraantesde tiempo.Medejóconcuidadoalpequeño en el desnudo vientre. Sentí su calor, su aliento, incluso losrápidoslatidosdesucorazón.
—La puedes acariciar tranquilamente —dijo la comadronasonriendo.
Casinomeatrevía.Lepaséconsumocuidadolosgruesosdedosporla arrugada piel. Era tan delicada, tan suave. Todo mi dolor habíadesaparecido de golpe y porrazo. Me invadió una dicha que no habíasentidonunca.Ydeprontopenséquelanaturalezaeraestupenda.
—Esunaniña—dijoMarc,sonriente,laslágrimascorriéndoleporlarollizamejilla.Alverlo,tambiényollorédealegría.¿Cuándohabíasidolaúltimavezquehabíalloradoasíconalguien?Nunca.
—¿Y bien? —preguntó la comadrona mientras cortaba el cordónumbilical—.¿Cómopensáisllamarla?
MiréelbultitoquedescansabaenmivientreyluegoaMarc.Losdospensamos lomismo: la pequeña debía llamarse como su difuntamadre.Asíquerespondimosalavez:
—Maria.
CAPÍTULO55
Pasé los siete días siguientes en el hospital y allí aprendí algunascosasdelamaternidad:laestrechauniónqueseestablececonunacriaturatan pequeña cuando se le da de mamar y lo poco que te deja dormir.Duranteesetiempo,Marccasinoseapartódemilado,inclusosequedabaporlanocheenelsillónquehabíajuntoamicama.Lode«estoycontigo,Daisy»ibaenserio.
Pese a tener los dedos gordos, era un hacha cambiando pañales, ydespuésdequeyoledieraelpechopaseabaalapequeñaporlahabitaciónhasta que echaba el aire. Y cada vez queMarc le daba un besito en lamejillaconsusabultadoslabiosyellafruncíalaboquita,micorazoncitodemadresaltabadealegría.Sí,teníauncorazóndemadre.EnciertomodoconsiderabaaMariamihija.
Y, sin embargo, cuandome paraba a pensar lo que significaba esoexactamente,me entraba el pánico.Sentía que era demasiado jovenparasermadre,aunqueminuevocuerpopasaradeloscuarentaaños.Mesentíamuy insegura.Muy inexperta. Siempre tenía la sensación de que estabacometiendo errores con la niña. De que siempre era culpa mía cuandollorabaynosabíacalmarla.Pero,sobretodo,mesentíademasiadocomoDaisy.¿Quépodíaaportarlealguiencomoyoaunacriaturatanpequeña?SicuandoeraDaisyhabíafracasadoporcompletoenlavida.
ParecíaqueaMarcnolepreocupabanesascosas;alcontrario,porlovistoselasapañabamuchomejorconnuestranuevavida:yomequejabade mi nuevo peso, me quedaba sin aliento enseguida y siempre megolpeaba con la cómoda o contra la puerta, porque me costabaacostumbrarmealasdimensionesdemicuerpo.AMarc,encambio,noleimportaba poder ser la futura imagen de Weight Watchers. Cuando leestabadandoelpechoalapequeñayélsemetiótrabajosamenteentremicamaylacunaparacambiarlaropadecamadelaniña,lepregunté:
—¿Noteimportanadateneresteaspecto?—¡Meencanta!—¿Te encanta? —No me lo podía creer—. ¿Y qué es lo que te
encanta?—¿Túteimaginasloquecuestamantenerelcuerpoenforma,joven
ydelgado?Siempre he estadohaciendo ejercicio y dietas y tomandounmontóndesuplementos,ytodoparaseguirenelmercadodeHollywood.¿Sabes lo que es no poder comerte ni siquiera una pizza sin que al díasiguientetengasquepasartedoshorasmásmachacándoteenelgimnasio?¿Laculpabilidadquesienteunoconcadagramodegrasademás?Ahorapuedocomerporfinloquemedalagana.
—Sielcuerpoyaestáechadoaperder...—comprendí.—... uno come sin cortapisas —acabó él la frase, y los dos nos
reímos.ApartéaMariadelpecho,y justocuandomeestabaponiendoensu
sitioelenormesujetadordelactancia,encuyascopaspodríanhaberhechoel nido dos cigüeñas, Kelly entró en la habitación. Llevaba un ramo defloresenorme,quemeofreciódiciendo:
—Esperonomolestar,peromegustaríahablarosdealgo.Le di las gracias amablemente, metí el ramo en un florero del
hospital y repuse que claro que no molestaba (aunque llevaba mesescomplicándomelaexistencia).Sinembargo,Kellyyanomeoía:nopodíaapartarlavistadelapequeña.
—¿Puedo cogerla? —preguntó, y aunque seguía sin caermedemasiadobien,contesté:
—Claro.Kelly cogió a Maria en sus delgados brazos con sumo cuidado y
comentó:—Espreciosa.Marcyyonossonreímos,henchidosdeorgullo.Comosifuésemos
susverdaderospadres.En ese momento Jannis entró en la habitación con sus muletas y
observó,risueño:—Québientequedalaniña,Nicole.—¿Túcrees?—replicópudorosa.—Deberíamosteneruna—afirmóJannis.Esomechocó.Aunqueestuviesenjuntosgraciasanosotros,aúnme
costabaaceptarqueJannisquisieraaesamujer.MiréaMarc:noparecíaestar nada celoso. ¿Había superado lo de su mujer igual que lo de sucuerpazo?
—Vayamosporpartes—dijoKelly,ymepasóalaniñaparaquelaacostara.Deprontoestabarara,peroyonoteníaniideadequéeraloque
enturbiaba su humor—. Primero la boda —añadió, con una sonrisaforzada.
¿Boda?Depurosustocasisemecaelaniña.—Jannisyyonoscasamoslasemanaqueviene.EnAcapulco,enla
playa.MeapresuréamirarnuevamenteaMarc,quesonreía:—Esunanoticiaestupenda.Sin duda había superado lo de Kelly, pero yo no podía decir lo
mismodeJannis.—Y adivinad quiénes queremos que sean los padrinos —afirmó
radiante la futuraNoviamásSexydelMundo—.Tenéis tres intentos.Osdaremosunapista:eslamejorparejadelmundo.
—BradPittyAngelinaJolie—aventuré.—No.—GeorgeClooneyycomoquieraquesellamesunuevanovia.—No.—¿SiegfriedyRoy?—SergioyMaria.Madremía.—De eso quería hablaros —dijo Kelly risueña—. Vuestro amor
siemprehasidounejemploparamí.¿Queréissernuestrospadrinos?—Conmuchomuchogusto—asintióalegreMarc,delqueempezaba
apensarquehabíaolidodemasiadospañalessucios.—¡Gracias! —exclamó Kelly, y me dio un besito en la mejilla
mientrasyonisabíaloquemeestabapasando.TambiénJannismediolasgracias con un besito. La última vez que lo había tenido tan cerca fuecuandomeacostéconél.Tiempoatrás.EnBerlín.Cuandoeraunaidiotamayorinclusoqueahora.
Después de besar asimismo a Marc los dos, el futuro matrimoniosaliódelahabitación.Aturdida,dejéamipequeñaMariaensucunita.
—Todavíanoselohadicho—observóMarc.Yoapenaslooía.Amicerebrolecostabadigerirlasnovedades.—NicolenolehadichoaúnaHarryPotterquenopuedetenerhijos.Deprontocaptótodamiatención:asíqueporesohabíaabrazadoasí
KellyalaniñayhabíareaccionadodeformatanextrañacuandoJannislesoltólodetenerhijos.
—Nicolesólopuedeadoptar—afirmócompasivoMarc.Adoptar. El hijo de Nicole tendría muy buena vida. Era unamujer
buena y cariñosa. Y además con dinero. Que ese hijo pudiera ser lapequeñaMariafuealgoquenosemeocurrióenesemomento.
CAPÍTULO56
—Ladies first —dijo Marc sonriendo cuando nos vimos ante laescaleraquellevabahastalaentradadelpisodeCentralPark.EltaxiquenoshabíapagadoKellydesapareció en el tráficodel final de la jornadalaboraldeNuevaYork.Marc llevabaelmoisésdeMaria,que trashabermamadoechabaunasiestecitaynisiquierasedespertóconlasbocinasdelos coches. Para ella el mundo estaba en regla. Para Marc parecía irestupendamente.Ypocoapocoamíesomeibacabreando.
—Memuerodeganasdevernuestracasa—anunció.—¿Esquenosabescómoeslacasadevuestrosempleados?—Nuncabajéalentresuelo—sonrió—.Peroseguroqueesbonito.—A ti nada de esto te incomoda, ¿no? —pregunté, cada vez más
crispada.—¿Quémeibaaincomodar?—¿Ylopreguntas?—Sí...—Que vivamos la vida de otros—estallé—.Que estemos casados.
Que seamos padres. Que seamos el personal de servicio de tu ex y deJannis. ¡Y sus padrinos! ¿Cómo puedes aceptar todo esto con tantafacilidad?
—Porqueahorasoyotrapersona.—Sóloestásenotrocuerpo.—Tambiénsoyunapersonadistinta.—Ya,claro...—Yesporti.—¿Pormí?—Ven,queteloenseño.Marc me cogió de la mano y subió la escalera conmigo. Cuando
habíamosrecorridolastrescuartaspartessedetuvo.—¿Loves?—preguntó.—Siveo¿qué?—Eso.—Señaló abajo, al escalón donde Jannis resbaló al pisarnos
cuandoéramoscaracoles—.Aquífuedondepasó.—¿Quéexactamente?—preguntéconairevacilante.
—Saltaronchispasentrenuestrasantenas.Eraunafrasequesindudaningúnhombrelehabíadichoaunamujer.—Nodeseabanadatantocomotocartelasantenasconlasmías.Esa frase seguro que tampoco eramuy habitual entre un hombre y
unamujer.—Tequiero.Esafrase,encambio,lasmujereslaoíanmásamenudo.Sóloquea
mínomelahabíadichonuncaningúnhombre.Almenosnosinquefueramentira.MiréamialrededorparacomprobarqueefectivamenteMarcserefería amí, no fueraqueKelly estuviesedetrás en la escalera.Peronoestaba. Ni tampoco había otra mujer. Tan sólo un vendedor de perritoscalientestamilqueteníaelcarritoenlacalle.
—Nomerefieroaél—puntualizóMarc,risueño.—¿No?—repuseyoconunhilodevoz.—Telodigoati.Mequedéhelada.—Perotumujer...—balbucí.—Eslamásbelladelmundo.—Pueseso.—Peroyanonecesitoteneralamujermásbelladelmundo.Niserel
actor conmás éxitodelmundo.Yano tengoquedemostrarle nada amipadre.Soylibre.YsideverdadmipadreeselgoriladeCentralPark,selodirétambiénaél.Perotambiénledirécómopuedeacumularbuenkarmaparaquenotengaquevivirmilvidashorriblesmás.
Marc odiaba a su padre y ahora quería ayudarlo. Ciertamente eraotro.Seacercócontientoamíydijo:
—No hay dos personas que hayan vivido más cosas juntas quenosotros:hemosimpedidounaguerra,hemossentidolalibertaddelmaryhemosaprendidoavolar juntos.Pero lomás importanteesqueestuvisteahí cuando te necesité.Me apartaste de la cocaína yme salvaste la vida.Graciasatihecomprendidoloquedeverdadimporta.
Memiróalosojos,yyomeagarréalabarandilla.—Seguroquetútambiénlosentiste,Daisy...,quelosiguessintiendo...,
laschispas...No esperó a que le respondiese, dejó el moisés en la escalera, se
acercóamí,cogiómicaraentresusmanosgordasymebesó.¡Mebesó!
¿Sehabíavueltoloco?¿Mehabíavueltoloca?Mesiguióbesando.Ynopudeevitarlo:ledevolvíelbeso.Definitivamentenoshabíamosvueltolocos.
CAPÍTULO57
Unos minutos después estábamos tumbados desnudos en la camaXXXL, reforzada con somieres extrarresistentes y queocupaba casi porcompleto el pequeño dormitorio del piso de los empleados de servicio.Apartedelacama,sólohabíaunagranlámparadelavarojaydosbaúlesdemaderamacizapara la ropa.En lasparedeshabíapóstersde, supuse,estrellas de telenovelas brasileñas. Que vieron cómo Marc y yo nosbesábamoslocamente.Yesoquetuvimosqueesforzarnosparacoordinarnuestros corpachones. Por desgracia sólo con cierto éxito. Y es quecuando intentéponermeencimadeél,perdimoselequilibrioy fuimosapararalaalfombrilladepelorosaquehabíaenelsuelo.
—¡Ay!—exclamóMarc,queacabódebajodemí.—¿Tehashechomuchodaño?—preguntépreocupada.—Bueno,alfinyalcabosoymipropioairbag—contestó.No pude evitar reírme. Y juntos nos reímos más aún cuando a
continuación probamos a encontrar la mejor postura para el sexo connuestros ajenos cuerpos gordos. Al final lo conseguimos, y acabamoshechos polvoy satisfechos en la alfombra.El primer polvodesdehacíamuchotiempo.Desdehacíamuchasvidas.
—Nunca me lo había pasado tan bien —afirmó Marc risueñomientrasyomeacurrucabaensupecho.
—Yotampoco.Eraverdad.Eralaprimeravezquenomepreocupabamiaspectoni
miactuación.Enestesexoelrendimientonoimportaba.—Sielcuerpoyaestáechadoaperder...—empecé.—...sequieresincortapisas—continuóMarc.Nosreímosdenuevo,ysindudahabríamosseguidodivirtiéndonossi
Marcnohubiesevueltoadecir:—Tequiero.Lo decía de verdad. Y también en un tono que dejaba claro que le
gustaríaescucharun«yyoati».Peronoselopudedecir.Semehizounnudoen lagarganta.Tenía la lenguaparalizada.Estabacomobloqueada.¿Porquénopodíacorresponderasuamor?¿TeníaqueverconJannis?
—Eldestinonoshaunido—observófelizycontento.
Cualquier mujer con dos dedos de frente le habría dado la razón.Peroamítodavíanadiepodíaecharmeencaraquetuviesedosdedosdefrente.
—No...nopuedo—balbucí,ymelevantéyempecéavestirme.Marcmemiró,dolido,peronodijonada.Metíalaniñaenellujosocarritodecolor burdeos que Kelly nos había regalado, dije que me iba a dar unpaseoysalídecasa.
Ese momento ocupó el puesto número cuatro de los peoresmomentosdeldíaenquemurióparasiemprelabuenadeDaisy.
CAPÍTULO58
Cuando abrí la regia puerta del edificio vi a Jannis sentado en laescalera.Precisamenteenelescalónenelquehabíaresbalado,enelqueMarcyyoestuvimosapuntodetocarnosconlasantenasyenelquepocoantesnoshabíamosbesadoporprimeravez.Teníalasmuletasallado.Mepreguntódeinmediato:
—¿Teayudoconelcochecito?—Perosiconlasmuletasnotequedaningunamanolibre.—Siesnecesario,puedoapoyarunpocoelpie—afirmósonriente,y
selevantóagarrándosealabarandilla—.Yestomeparecenecesario.¿Opiensasbajartúsolaelcochecito?
Buena pregunta. El chisme era ultramoderno, pero tambiénultraaparatoso.
—Siquieresayudar,pormíencantada—repuse.Jannis apoyó lasmuletas en la barandilla y cogió el carrito por la
parteinferior.Juntoslolevantamosylobajamos,sinqueningunodelosdos se cayeraoMaria sedespertara.Ledi las graciasy Jannisvolvió asentarse para no sobrecargar el pie. Era evidente que la pierna aún ledolía,peronodejóqueselenotara.Demaneraque,pesealaropanuevayal lujoquelorodeaba,enelfondoseguíasiendoelmismo:unapersonaqueayudabadesinteresadamentealosdemás,incluidossusempleados.
—¿Cómoesqueestássentadoaquífuera?—lepregunté.—Nicolemehacontadoalgoquetengoquedigerir.Asíque lehabía confesadoquenopodía tenerhijos.Había sidoun
golpe para él. Yo quería consolarlo, igual que él me había consoladoantes,ysinpensarlomucholesolté:
—Laadopcióntambiénesunabuenaalternativa.—¿Laadopción?—repitiódesconcertado.—Sí,paraalgunosniñosesestupendotenerunospadresquepuedan
ofrecerlesunavidamejor.Amenudoessuúnicaoportunidad.JannisjugueteabaconsusgafasdeHarryPotter,comosinosupiera
adóndequeríairyoaparar.—AngelinaJolieyBradPitttambiénlohanhecho—continué.—Losé.
—Yparavosotrostambiénseríalomejor.QueNicolenopuedatenerhijosnosignificaquedebáisrenunciaraellos.
Élladeóunpocolacabezaypreguntómuysorprendido:—¿Nicolenopuedetenerhijos?Oh,oh.—Eh...—balbucí—,¿noesesoloquetehacontado?—Me dijo que prefiere casarse en la catedral de San Patricio, en
Manhattan, que enAcapulco, en la playa. Y eso que yo no quiero tenernadaqueverconlareligión.
Mehabríagustadoteneramanounapócimaconlaquevolatilizarme.—¿Deverdadquenopuedetenerhijos?—preguntódenuevo.Asentí,yJannissederrumbó.—Deseas fundar una familia con ella, ¿no? —inquirí, aunque en
realidadnomeapetecíasaberlarespuesta.[24]—Contodamialma,sí.—¿Alguna vez en tu vida has deseado esomismo con alguien?—
pregunté,contantotinocomocuriosidad.—Sóloconunamujer.Peroestámuerta.¡Noloestoy!,meentraronganasdegritar.Perosihubieraintentado
decírselo, lo único queme habría salido habría sidoLa canción de lospitufos.YenvistadequeJannisseacababadeenterardelainfertilidaddesufuturaesposa,puedequeesacanciónnohubiesesidomuyapropiada.
—¿AmabasaesamujermásqueaNicole?Quizáno fuera justo preguntarlo, peroquería, debía saberlo a toda
costa.—Estámuerta.Aunquenoeraunarespuestadirecta,mehizoconcebir laesperanza
de que Jannis tal vez me amara más que a Kelly. Aunque Marc y yosintiéramosalgoelunoporelotro,alfinyalcaboJannishabíasidomiprimeramor.Y,porello,tambiénelmásimportante,¿no?
Posiblemente incluso pudiésemos tener un futuro juntos. Un buenfuturo.Entrehombreymujer,noentrehombreyhormiga,pez,cigüeñaocaracol. Como animal no podía hacerlo feliz, y por tanto se lo habíacedidoaKelly,peroahoralasituaciónhabíacambiado.
Pordesgracia,pensabancasarselasemanasiguiente.Yparacolmodemales,yoeralamadrinadelnovio.ComoenunacomediadeHollywood.SideverdadnuestravidafueseunacomediadeHollywood,pensé,cuando
elcuradijeraenlacatedral:«Sihayalguienqueseopongaaestaunión,que hable ahora o calle para siempre», yo me plantaría ante el altar ycantaríadesesperadaLacanciónde lospitufos.Ymientras los invitados,entre ellos nuestras antiguas compañeras de piso, se preguntaran en losdurosbancosdemaderacuándo llegarían loshombrescon lacamisadefuerzapara llevarse a labrasileñapirada, Jannismemiraría fijamente alos desesperados ojos y sabría ver en ellosmi alma. Balbuciría: Daisy,conqueerestú...,ysepondríaallorardefelicidad.Alosdelacamisadefuerza, que irrumpirían en la catedral en ese preciso instante, Jannis losmandaría a casa con cajas destempladas. Después apartaría a Kelly, secolocaría conmigo ante el altar yme tomaría comoesposa.Happy End.Fundidoennegro.
—¿Porquésonríes?—quisosaberJannis.—Eh...,pornada,pornada—repuse,dejandodesoñardespierta.—Creoquequieresdecirmealgo...Sí,perograciasaBudanopodía.—Sitantotecuesta,escríbelo—propuso.¿Escribirlo? ¡Buena idea! ¿Cómo no se me habría ocurrido a mí?
Ello podía imprimir un giro decisivo a nuestra historia de amor, comopasabasiempreenlascomediasrománticas.
—¿Tienesalgoparaescribir?—pregunténerviosa.—Un doctorando siempre tiene que llevar algo para hacer sus
anotaciones —afirmó risueño. Se sacó de la chaqueta un lápiz y unalibretitanegra,melosdioyyoempecéagarabatearqueeraDaisyyestabaviva.Ledilalibretayleyódesconcertado:
—¿«HaciaBelénvaunaburra,rin,rin,cargadadechocolate...»?Le quité deprisa la libretita, volví a escribir y se la devolví. Jannis
leyó,másdesconcertadosicabe:—¿«Lasumadeloscuadradosdeloscatetosesigualalcuadradode
lahipotenusa...»?Probé de nuevo, desesperada, intuyendo que no llegaría a ninguna
parte.Jannissequedócompletamenteperplejoconelresultado:—¿«Un loco entra en una panadería y le pregunta al panadero:
“Señor,¿yasalióelpan?”.Yelpanaderoledice:“Sí,yasalió”»?Osea,quetambiéneracosadeBudaquenopudiéramosescribirnada
de lo que habíamos vivido en la rueda de la reencarnación.Me puse apensarcomounaposesa:elgordocontrolabaelhablaylaescritura,pero
seguro que había alguna forma de comunicación en la que no hubierapensado.
—Telodiréconmímica—propuseentusiasmada.—Vale—respondióélsorprendido.Le conté con gestos todo lo que me había pasado: que morí, me
convertíenunahormiga,enunpez,enunpájaroy,y,y...Cuandoterminé,miréaJannisconexpectación,querespiróhondoydijo:
—A mí me ha parecido un poco como si la aviación americanavolarasobreKabulylostalibanessedefendieranbailandounarumba.
Abatida,agachélacabeza.—Oeso...—continuó.—¿O?—inquirí, con la esperanzadequequizá adivinasequién era
yoenrealidad.—OhasreproducidountorneodeScrabblebrutal.Así que Buda también interfería en esa forma de comunicación. O
quizásemedabafatallamímica.OaJannislasadivinanzas.Otodojunto.Sin embargo, no pensaba darme por vencida. Recordé la fantasía queacababadetener,enlaquemecargabasuboda.SiJannisyyoestábamoshechoselunoparaelotro,deberíapodervermeelalma.Locogíporlosbracitos,lolevantédelaescaleraylepedí:
—Míramealosojos...—Vale...—accedió,asombradoconmifuerza.—¿Quéves?—pregunté.—Unosojosgrandesmarrones.—¿Quévesenellos?—Unasvenitasrojas.Noeraesoloqueyoqueríaoír.—Noseráshipertensa,¿no?Yesotodavíamenos.—Pero sonmuy bonitos.—Jannis hizo un esfuerzo por decir algo
positivo,porquenoteníaniideadeloquequeríadeél.Noveíamialma.Asíquelavidanoeraunacomediaromántica.Demodoquelosoltéyafirmé:—QuieresmásaNicolequealamujerquemurió.Jannisseparóapensarunbuenratoydespuésasintió:atodasluces
se acababa de dar cuenta justo entonces. Y yo supe que no estábamos
hechoselunoparaelotro.Tantosiyoeraunapersonacomosino.Desdemiprimeramuertemehabíaestadohaciendoilusiones.Elinstanteenquepor fin locomprendípasóaocuparelpuestonúmero tresde lospeoresmomentosdelúltimodíaenlavidadelabuenadeDaisyBecker.
CAPÍTULO59
Fui con el cochecito hacia Central Park para visitar a mi madre.Aunquenovieraenmíasuhijayyonopudierahablarconella,estaríabienvolveraverla.TrasmihuidadellechoconyugalyelencuentroconJannis, seguro que verlame distraía yme consolaba un poco. Pasé pordelante del recinto de los monos, donde un chimpancé tamborileabaindolente sobre el tronco de un árbol y sus congéneres bailabanensimismadosalritmoquemarcaba.Estabaclaroqueel tamborileroeraBobMarleyreencarnado.[25]Aligualqueelrecintodelospandas,eldelosmonostambiéneraamplio.Teníanunaestructuraparatreparmuyalta,comolasquehayenalgunosparquesinfantilesgrandes.Unosmetrosmásatrás,ensu jaularocosa,sehallabaelgorila llamadoJesse,quepodíaonoserelpadredeMarc.El imponenteanimalmirabarebosantedeodio,conlosojosinyectadosensangre,alosmonos,comosiquisierahacerlostrizas sólo por ser alegres. Al ver a esa bestia negra, un escalofríomerecorrió la espalda, yMaria empezó a lloriquear. Aunque el gorila nopudierasalirdesujaula,empujédeprisaelcochecito.
Cuando llegué al recinto de los pandas estaba hecha polvo; y lapequeña, hambrienta.Me senté en un banco yme puse a darle el pechomientrasmirabaamimadre,quesaltabaderamaenramafelizycontenta.Parecía tan llena de vida... Tan libre... Como a mí me habría gustadosentirme.Sinembargo,estabatriste,abatiday,sobretodo,confusa.Jannisyyonoestábamoshechoselunoparaelotro,esoeraevidente.Pero¿quépasabaconMarcyconmigo?¿Porquénoibacorriendoconél?¿Porquéno lepodíadecirquesí?¿Síacasarmeconél?¿Síauna familia?¿Quécoñomepasaba?
En un rincón del recinto, Casanova se daba cabezazos contra unárbol.Nosabíaquélofrustrabadeesemodo,peromeentraronganasdeunirme a él y hacer lomismo. En otro rincón estabaAarg, demorros,hasta que mi madre se plantó delante de él con sus pies de panda y lerevolvióelpelajeconlasgarrasparaanimarlo.Amítambiénmepasabalamanoporelpelocuandomeenfadabadepequeña.Habíasidounabuenamadre.Sinisiquieraunamujerasíhabíalogradoquemelasarreglaraenla vida, ¿cómo iba a hacerloMaria conunamadre comoyo?Miré a la
pequeñaydeprontomeasaltarondenuevoconfuerzatodaslasdudasqueya abrigaba en el hospital.En la lotería de lasmadres, aMaria le habíatocado el billete no premiado. ¿Qué podía enseñarle yo? Cómo noconseguirnadaenlavida.Cómoofenderatodoelmundo.Ydepasoserinfeliz.
—Temerecesalgomejor—ledijeenvozbaja—.Alguienquepuedaenseñarteaseralguienenlavida.Alguiendequienaprendasatenerunarelaciónfeliz...—Enesemomentocomprendíquiénpodíaseresealguien—.AlguiencomoNicole.
Oícómosonabanmispropiaspalabrasconciertoretraso,apartéalapequeñadelpecho,dejéqueecharaelaire,lametíenelcarrito,mequedémirandocómosedormíaytoméunadecisiónpensandoenelbuenkarma:Mariadebíatenerunavidamejorquelamía.
Antes de marcharme, miré una última vez a mi madre. Ella medevolviólamirada,ladeóuntantosucabezadepandaymeobservó.¿Mereconocía? La saludé con la mano,[26] pero ella no me contestó. SeapresuróareuniraCasanovayAargysepusoahablarconlosdos.¿Quélesestaríadiciendo?[27]Probablementeno llegara a averiguarnuncadequé iba la conversación de los pandas, ni por qué mi madre le dio unsopapo a Casanova por algo que dijo. Y la verdad es que me daba lomismo.TeníaquehablarconMarcdealgoimportante.
CAPÍTULO60
—Que quieres pedirle a Nicole ¿qué? —Marc temblaba de ira ennuestropequeñopiso.
—QueadopteaMaria—repetí,lomástranquilaquepude.—¡Es una locura!—Marc no se lo podía creer, iba arriba y abajo
entrelacamaylosbaúleshechounafiera.—JannisyNicolesonbuenaspersonas—aduje.Aesonopodíaobjetarnada,ynolohizo.—Serán mejores padres que nosotros —continué—. Piensa en las
oportunidades que Maria tendrá con ellos. La educación que recibirá.Podrávermundo...
AMarc no lo convencía nada de eso, su cara cada vez estabamássombría. Le corté el paso para que no pudiera seguir dando vueltas yañadí:
—Conelloacumularemosbuenkarma.—Alamierdaconelkarma—ladró,yledioungolpealalámpara
delava,quesetambaleópeligrosamenteperonosecayó.—Buscarbuenkarmahahechoqueseasmejorpersona—argumenté.—¡Gilipopiii!—¿Gilipopiii?—Eres tú la que has hechoque seamejor persona.—Memiró con
deseo.—Perosinosomossusverdaderospadres...—afirméparano tener
quehacer frentea sus sentimientos;nomeapetecíavolveraoírquemequería.
Marcarrugólanarizota.—Sólodicesgilipopiii.—¿Ah,sí?—¡Sí!Y, sobre todo, eres una cobarde.—Se acercó tanto amí que
nuestrasbarrigassetocaron.—¿Unacobarde?¿Queyosoyunacobarde?—Loqueoyes.Porlomenosnoestástambiénsorda.—Si fuese una cobarde, no habría arremetido contra la hormiga
reina, no habría pedido que me lanzaran a la escalera y no te habría
salvadoelculodecigüeña.Hearriesgadolavida.Muchasveces.—Esoesverdad—admitió.—¡Justo!—exclamé,yparareforzarlodichogolpeésubarrigacon
lamía—.Esoesservaliente.—Enciertomodo.—Enciertomodo,¿quésignificaeso?—Tehasenfrentadoalamuerte,peronoalavida.—¿Cómo?—Deprontomesentíinsegurayretrocedíunospasos;no
acababadeentenderloquemequeríadecir.—Eresdemasiadocobardeparavivir,DaisyBecker.Di otro paso atrás, peroMarc avanzó hacia mí, de manera que su
barrigavolvióatocarlamía,estavez,sinembargo,conmáscuidado,casiconcariño.
—Vivirsignificaquerer—afirmóconsuavidad.—¿Desdecuándoeresexpertoenelamor?—contraataqué.—Desdequeteconozco.—Parayaconeso.Peronolohizo,siguiómirándomeconternura.Nopodíasoportarlo,
porlocuallerecordé:—¡Matéalpedorrodetuperro!Peronoseenfadó.—Lomataste,sí.Perotambiénhashechomuchasmáscosas.Yquerer
significaperdonar.—¿Tehadadoporlasgalletasdelasuerte?—Quealgosueneafrasedegalletadelasuertenosignificaquesea
menosverdad.Meentraronganasdegritar,peroMarcsiguióhablandocondulzura:—Huyesdelamor,constantemente.LohicisteconJannisyahora lo
hacesconmigoycon lapequeña...—Señalóelmoisés,enelquedormíaMaria.Noquisenimirar—.Huyesporquetienesmiedo.Miedodequetehagandaño.
Eso me dolió en el alma, pero en lugar de admitirlo ante él o almenosantemí,lechillé:
—¡Eresunpuñeteroegoísta!Cogí el moisés y dejé a Marc en el piso, a sabiendas de que lo
perderíaparasiempre.Éseocupóelpuestonúmerodosdelospeoresmomentosdelúltimo
díadelavidadelabuenadeDaisyBecker.
CAPÍTULO61
Con Maria en el moisés, me subí al ascensor para ir al ático yproponerle a Nicole lo de la adopción. El ascensor estaba revestido denoblestallasdemadera:representabanauncaballeroqueblandíasulanzacontra un dragón gigantesco. Dado que en el fondo tres ángelescelebrabanlahazaña,sindudaelcaballeroeraunsanto.Enunaocasión,en un bodrio de Hollywood, Marc había interpretado a un héroe quematabaaundragónydebíadecidirentreDiosyelamordesuvida.BartonhabríahechotraeresastallasdealgunaiglesiaderruidadeEuropadelEsteylashabíaincorporadoalascensorparatenerunrecuerdooriginaldelapelícula. El Marc de la actualidad ya no haría una tontería tan frívola.Habíacambiadomuchomásqueyo.Ynoporelkarma,comodecía.Sinogracias al amor. A su amor por mí. Sí, después de nuestra serie Laaberracióndelgustohoypodránverlacontinuación:MarcseenamoradeDaisy.
Me fijé bien en los ángeles: no eran angelotes con pañales, sinocriaturassublimesconformahumana,armadasconespadasydotadasdealas gigantescas, a las que seguro que también les gustaba tocar latrompeta para anunciar una desgracia inminente. Al ver aquello mepregunté si la luz eterna no sería otra cosa queDios. Bueno, lo podríapreguntar lapróximavezquefuesehaciaella.Aunquetantosi la luzeraDios como si no lo era, yo estaba obrando con ella en mente: iba aproporcionar a la pequeña Maria un futuro mejor. Así que acumularíabuenkarma.
¡Yuju!Cerréelpuñoconalegría,ungestoirónico.Actoseguidopulséelbotóndeláticoyelaparato iniciósuascenso
sin hacer apenas ruido, deprisa. En lugar de un indicador digital de lospisos, sobre la puerta había una aguja de oro grande, pasada demoda,dentrodeunsemicírculo.Elindicadorsepusoenmovimiento,ycuandollegaraaladerecha,lapuertaseabriríayyosaldríadirectamentealsalóndel ático, donde Kelly estaría aguardándome. Esperaba, contra todopronóstico,queMarcentraseenrazónycomprendieraqueMariaestaríamejorconNicolequeconunaperdedoracomoyo.Seacomofuere,oeso
me dije, con mi decisión también él acumularía buen karma. Así queademásestabahaciendoalgobuenoporél.Laideayanisiquierahizoquecerraraelpuñodealegríaenplanirónico.
Cuando la aguja iba por la mitad del recorrido, Maria empezó ahacerruiditosdedisgusto.Sedesperezóyseestiróydespuésabriómuydespaciolosadormiladosojillosytorcióelgesto.Metemíquerompieraallorardeunmomentoaotro,perolaniñasonrió.
¡Sonrió!Losbebésconesetiemponosonreían.Sin embargo, Maria me sonreía como si yo fuese la criatura más
estupendadelmundo.Sufuentedealimento.Sumadre.Mequería,sinmiedosysindudas.EneseinstanteentendíqueMarcteníarazón.Lodelkarmalohabía
aprendido,sí,aeserespectohabíaidocambiandoentodaslasvidas.Yanome iban la diversión, las drogas, las fiestas y el sexo porque sí. Yprobablemente tampoco volviese a robar nunca a nadie. Ni siquieratimaría a un taxista checheno. El bien de los demás, que antesme dababastante lomismo,me importabamásque elmío.Perohabíaotra cosa,másimportanteincluso,quedeberíahaberaprendidoentodasmisvidas:notenermiedodelamor.
Era verdad, tenía miedo de que me hiciesen daño, como cuandomuriómimadreymipadresefueconlaElseasesora.Poresoqueríadejara Marc, por eso quería dar a Maria, antes de que me abriesedefinitivamente a su amor y me viera del todo indefensa. Queríaabandonarlosporpuro,recondenadomiedo.
Laagujacompletóelsemicírculo.Elascensorhizoping.Lapuertaseabrió.YviaKellysentadaenel sofá.Mesaludó.Conafecto.EsamujerpodíaofrecerleaMariamuchomásqueyo.
Lapequeñahacíaruiditosdealegríaenelmoisés.Ylasonrisadeunniñohacequeunoolvidetodoslosmiedos.¡Alamierdaconelkarma!¡Marcnuncahabíadichonadamássabio!¡Elamoresmásimportante!Pulséelbotóndelascensor.Lapuertasecerródenuevo.Kellypuso
cara de sorpresa. El ascensor volvió a moverse. Y Maria se rio por
primeravezensuvida.Contodaelalma.
CAPÍTULO62
Marcno estaba en casa.En el sueloyacía la lámparade lava.Rota.Era evidente que la había tirado de pura frustración. Podía quedarme aesperarlo,desdeluego,peroqueríaverlocuantoantes,decirlequeyanoqueríadesprendermedelaniña.Además,creíasaberadóndehabíaido,loqueseproponía.Ynomehacíaningunagracia.
—Vamos—le dije preocupada a la pequeñaMaria—.Tenemos queencontrarurgentementeatupadre.
El zoo deCentral Park estaba cerrando sus puertas.Unamadre y sugordohijopreadolescenteeranlosúltimosensalir.Lamujer,detreintaytantos años,que llevabaunacamisetadadade sí en laqueponía«I loveNewYork», teníaojeras,mientrasqueelmuchacho,encuyasudaderaseleía«HulkSmash»,noparabadedecirquequeríadosBigMac.Ypatatasfritas.Ycola.YuniPhone.YunaXBox.Conmogollóndejuegosdelosdemataratirosagente.Odeatropellarlaconuncoche.Odepartirlaporlamitadconespadassamurái.Tambiénqueríaunapipa.Yqueleexplicarapor qué no podía tener un subfusil cuando la Constitución americanaconsideraba un derecho fundamental la posesión de armas. Loimpresionante de todo ello fue la inteligente reacción de la crispadamadre,queselimitóadecir:«Serámejorquelohablescontupadre».
YomiréamipequeñaMariaysonreí:—Seguroquetúnuncamesacarásdequicioasí.Y la niña se rio, como si ella—al igual que yo— supiera que nos
pondríamoslosnerviosdepuntaamenudoenlavida,pormuchoquenosquisiéramos.Comoyadijeramimadre:eraunaleydelanaturalezaentremadresehijas.
Aunque la taquilla del zoo estaba cerrada, confié enpoder colarmeconelcochecitodeprisaycorriendoporlapuerta,queseguíaabierta.Pordesgracia, un guarda de seguridad uniformado me salió al paso: «Estácerrado».
Eltiparracodabalaimpresióndetenermalaspulgasyunmontóndeesteroides encima. Los músculos, que amenazaban con estallarle el
uniforme, eran de esos que hacen pensar en el acto que la esperanza devida de un culturista es inversamente proporcional a su musculatura.EstababienqueMarcyanotuvieraquetomarseesevenenoparaimpulsarsucarrerahollywoodiense.Lomaloeraqueseguroquehabíaidoalzooparaexplicarle algorila Jesse,queprobablemente fuese supadre, cómoacumularbuenkarma.Tantosielanimalerasupadrecomosino,eraunabestia peligrosa.Aunque estaba en una jaula, podía herir de gravedad aMarc de un zarpazo a través de los barrotes. Tenía que impedir comofuera queMarc llevase a cabo lo que se proponía. Si no era demasiadotarde.
Peroparallegarhastaélprimerodebíaburlaralguarda.Probéconelencanto de la buena de Daisy, que enmi primera vida, cuando era unapersona,mehabíaayudadoamenudo,esosinometopabaprecisamenteconpolishomosexuales.EnlaidentificacióndelcapitánEsteroidesponía:«VinceZanufrio»,asíqueledije:
—Vince...,porquetepuedollamarVince,¿no?—No,nopuedes.—¿Sexy,talvez...?—¿Sexy?ElcapitánEsteroidesparecíaalgodurodemollera.Porelloexpliqué:—Bueno,esloqueeres...—¿Intentas ligar conmigo, tía?—preguntó, enmi opinión un pelín
asqueado.—Sólosiquieresqueliguecontigo...—dije,haciéndoleojitos.—¿Tútehasmiradoalespejo,tía?—Eh...¿Cómodices?—Queantesmemetounescorpiónenlospantalones.Podríahaberlodichodeunmodomenosencantador.Alparecer,enminuevocuerposólomeconsiderabaatractivaMarc,
demodo que conmis encantos femeninos no llegaríamuy lejos enmiactualvida.Meentraronganasde soltarle al capitánEsteroides:nocreoque el escorpión encontrara nada interesante en tus pantalones. Peroprovocándolonoconseguiríagrancosa.MejorseríaconfiarenuntalentoquenuncahabíacreídotenerhastaqueMarcloatestiguó:debíademostrarqueeraunabuenaactriz.
—Creoquemevoyadesmayar...—afirméconvoztemblorosa.Hicecomosimedieraunvahído,yelguardapreguntó,espantado:
—Eh,tía,noteirásacaerahora,¿no?—Creo...—balbucí,ymetambaleé.ElcapitánEsteroidesvinohacia
míparasujetarme,peropocoantesdequepudieracogermeañadí—:Eselpuñeteroébola...
—¡Mierda!—exclamó el tipo, y salió corriendomientras juraba—:Mepagandemasiadopocoparalamierdaquetengoqueaguantar.
Marcnoseequivocaba:yoteníatalento.Con una sonrisa de orgullo en la cara de pan, crucé la puerta y
empujé el cochecito todo lo deprisa que me permitieron las pesadaspiernashaciaelrecintodelgorila.Mecaíangotasdesudordelafrente.LapequeñaMariadormíagraciasaltraqueteodelcarrito.
Al cabo de escasos minutos pasé por delante del recinto de lospandas. Aunque llevaba prisa, miré a mi madre sin detenerme. Ella meobservó—niideadesimereconocíaahora—,ydeprontoechóacorrerconAargyCasanova,queestabandemorrosenunrincón.[28] [29] [30]Ya intentaría hablar con mi madre cuando fuese. Sin duda. Pero ahorateníaqueencontraraMarc.
Corrí por los desiertos caminos del zoo hasta el recinto de losmonos.Loschimpancésrastafarisdormitaban,sedespiojabanmutuamenteodabanmuestrasdesuhumor,quefundamentalmenteconsistíaentirarsepedosenlacaradesuscongéneresdormidos.ElmonoBobMarley,enloalto de la gran estructura diseñada para que treparan, disfrutaba del solvespertino.
Entonces vi por fin aMarc.Había trepado a los barrotes y hablabaconelgorila.Seguroqueleexplicabaasupresuntopadrequenoseguiríaviviendo pendiente de obtener su reconocimiento. El gorila parecíapacíficoyescuchabaconvisibleinterés,locualsupusoungranconsuelopara mí. Justo cuando iba a lanzar un suspiro de alivio, Marc abrió lajaula.
Aunqueestabacerradacondospesadasbarrasdehierro,deellasnocolgabacandadoalguno.Afindecuentasnohacían falta:nielgorilanilosmonospodíanabrir lospasadores,yningúnvisitanteestaríatanlocopara meterse allí. Ningún visitante salvo Marc, que quería liberar a supadrede tan terribleprisión.La ideaeranoble.Generosa.YtanestúpidaquesehabríapodidorodarunanunciopublicitariodelosdeBadIdea.
La valla del recinto medía unos dos metros y medio y, con migordura,eradirectamenteinsalvable.Ajuzgarporlosdesgarronesdesu
camisa,aMarctambiénlehabíacostadosubirseaella.Lequiseadvertirque no dejara salir al gorila, pero él ya había descorrido el segundopasador.Contuveelaliento.
El animal saliódespaciode la jaula.Parecía inseguro:yanoestabaacostumbradoamoverseenlibertad.Loschimpancésdejarondedormitar,de despiojarse y de hacer demostraciones del cuestionable humor.Aterrorizados,sesubieronalosárbolesyempezaronachillarcomoenlaconocidacancióndelgrupodemonosquequieresaberquiénharobadoelcoco.BobMarleydejódetostarsealsol.Saltódelaestructuraaunárbolcercano,yyodeseéquetambiénMarcpusierapiesenpolvorosa.Peronolohizo,selimitóaquedarsedondeestaba.
Elgorilaseirguió—medíamásdedosmetros—ybramó:—¡GRRRRRRR!Mientras,seaporreabaelpecho.Losgolpesresonaronruidosamente
por el parque, y yo noté la vibración en el estómago.Maria empezó alloriquear.
—Nopasanada—dije,ymecíalapequeñaenelcochecitoyvolvióadormirse.Fuelaprimeravezquelementí.
Entretanto,Marcledecíaalgorila:—Cálmate.Lepusolamanoalabestiaenelbrazoparatranquilizarla.Unerror
fatal:elgorilaatacó.LanzóaMarccontralaestructuraparatrepar,dondese dio con la cabeza contra una de las barras, lanzó un ay y perdió elsentido.
Del susto yo también grité, y ello también fue un error: el gorilareparóenmíysaliócorriendo.Temíquefueraasaltarlavalla,peronolohizo:¡sencillamentelaechóabajo!Conunafuerzaprimigeniaquehabríahechopensarinclusoalmáscurtidocazadordecazamayorsieljuegodelasbochasnoseríaunbuenpasatiempo.Labestiadiounsalto...yseplantódelantedemí.Ydelcochecito.
CAPÍTULO63
Elgorilamerugió.Peoraúnqueelensordecedorruidofuesualientocaliente.Luchécontralasnáuseas,yaquesindudanocontribuiríamuchoacalmaralabestiaquelevomitaseenlospeludospies.Mariaempezóallorar.Mepuseamecerdenuevoelcochecitoy repetí:«Nopasanada»,aunquenofueraasíenabsoluto.Elgorilanosamenazabaamíyamihija,yMarc no podía acudir en nuestra ayuda: estaba inconsciente junto a laestructura.Almenostodavíarespiraba.
—Séquiéneres...—ledijealanimalmientrasmovíaconmásfuerzaelcarritoyMariasecalmabaunpoco.
Elgorilaladeólacabezaymemiróconcuriosidad.Nocabíadudadequeentendíaloqueledecía:estabaclaroqueeraunapersonareencarnada.
—EresJesseBarton—añadí.El gigantescomono torció el gesto e hizo unamueca de burla.No
dabalaimpresióndequeyoestuvieseenlocierto,másbiendequesereíademí.
—NoeresJesseBarton...—corregí.Esbozóunasonrisamásburlonaaún.—Eh...PorcasualidadnoserásJesseJames,¿no?—preguntéconuna
risitanerviosa.Elgorilapusocaradesatisfacción.¡Piii!Efectivamente, en una vida anterior había sido el bandido más
famosodelSalvajeOeste.—Bueno...,tienegraciaelmalentendido—comentéentrerisas.Elgorilatambiénserio.Peronocomodiciendo:hayquevercómo
nosloestamospasando,sinocomodiciendo:hayquevercómomelovoyapasar.
—Yoesquemepartoderisa—mereíconmásganasaúnparaqueJesseJamestuvieralasensacióndequeestábamosenlamismaonda.
Elgoriladejódereír.—Yaveoquetúno—constaté.Memirófijamente.Conaireamenazador.—Uy,¿sabesdeloquemeacabodeacordar?
Labestiasacudiólaimponentecabeza.—Mehedejadolaplanchaencendida.Dimediavueltaparamarcharme,pero elgorila se interpusoenmi
caminoyresopló.Meechódenuevoporsusgrandesorificiosnasalessumalaliento.Intentérespirarporlabocaparanovomitar.
—¿Porquénohablamosunpoco?—propuseparatranquilizaraesabestiaqueensudíahabíasidounforajidosinescrúpulos.
Elgorilamásbienparecíainclinadoarepartirunoscuantosgolpes.—Seguroquetemueresdecuriosidadporsabercómohacambiado
elmundo.Labestiasacudiólacabeza,peroyonocejéenmiempeño:—Ahoratenemosteléfonosportátilesconlosquesepuedeverporno.Eso le interesó.Ni idea de si sabía lo que era un teléfono, si Jesse
Jamesvivíacuandoseinventóelteléfono,peroestabaclaroqueelpornolo conocía, sin duda ya existía en los tiempos de Aarg, en la Edad dePiedra.[31]
Por desgracia no tenía un móvil, ya que seguro que las películashabríandistraídoaJesseJameshastaquellegaranlosguardasasalvarnos.
—¿Quieresquevayaporuno?—pregunté.Elgorilaasintió.—Genial.Nomepodíacreerlasuertequehabíatenido.Justocuandoibaasalir
disparada, él agarró el carrito e hizo un gesto inconfundible: la niña sequedabaconél.Enprenda.Paraquenocupieselamenordudadequeyovolvía con ese teléfono del porno. Pero yo no podía dejar allí a lapequeña.Deningunamanera.¿Quépodíahacer?«Ahorameseríadegranayudalacaballería»,pensé.[32]
Mi madre se lanzó desde un árbol y cayó justo en la cabeza delgorila.Elanimalgruñó,peroesonoimpresionólomásmínimoalpanda:leatizóconsusgarrastodolofuertequepudo.Ellomediolaposibilidadde salir corriendo con el cochecito. Pero no había recorrido ni cincometros cuando mi madre pasó volando por delante de mí. La habíaarrojadolabestia.[33][34]
Mimadresediocontraunárbol.Yopeguéungrito,y trasel sustoinicialquise iracomprobarsiaúnvivía,puesa juzgarporcómoestabatendidalaosapandanodabaesaimpresión.Sinembargo,elgorilavolvióagruñir«¡GRRRRR!»yadarsegolpesenelpecho,comosifueseaatacar
deunmomentoaotro.Probablementeésefuerasuplan.Maria berreaba en el cochecito, y con tanto correr yo ya ni tenía
alientoparamentirle ydecirle quenopasabanadao almenosque todosaldríabien.Demimadretendríaqueocuparmedespués.Esosihabíaundespués.Paraella,paramí,paranosotros.
Corrílomásdeprisaquepude,peroparaelgorilapodríahabersidoperfectamente un caracol. Sentí su aliento en la nuca, pero antes de quepudiera volverme, me dio con la garra en la espalda. Caí al suelo, debruces,ylabestiasemeechóencimayempezóagolpearmeenelcuerpo.Ungolpetrasotro.
Bastaroncincoparaquevieralaluz.Aúnresonabanlosrugidosdelgorila.YelllantodeMaria.Tambiénlamataríaaella.Ésefueelnúmerounodelospeoresmomentosdelúltimodíaenla
vidadelabuenadeDaisyBecker.
CAPÍTULO64
Mividacomobrasileñagordapasópordelantedemí,peromedabaabsolutamentelomismo.Nomeimportabaelpasado,sinoloqueacababadeocurrirenelparque.Mimadre.Marc.Maria.
Flotaba de nuevo por la nada blanca con el cuerpo de la buena deDaisy,peroellonomeproporcionóconsueloalgunonitampocoalegría,másbienalcontrario:deseabavolveraserlamamágorda.
Laluzmeatrajoconsuamor,peroyonoqueríafundirmeconella.¿Qué me podía ofrecer? ¿La dicha eterna? ¿Cómo iba a sentirla si lapequeñaMariamoría?¿Sinollegabaavivir?
—¡Déjame!—legritéalaluz,aunqueellanohizonicaso.Empezó a envolverme suavemente con su calor y su amor. Yome
defendí con todas mis fuerzas. Enmi cuerpo, que aún yacía en CentralPark,todavíadebíaquedarunsoplodevida,yseguroquetodavíasepodíaactivar.
—¡Late!—ordenéamicorazón.Nada.Laluzseguíaalosuyo.Tranquila,estoicamente.Notardómucho,me
envolvíayacasiporcompleto.Sóloquedabaelpieizquierdo.—¡Late!—volvíaordenar,conmásfuerza.Laluzsedetuvo.Diolaimpresióndevacilar.—¡LATE!—chilléunavezmásamicorazón.Laluzaúnvacilaba.—¡LATE,PUPIIIPIII!De pronto la luz me liberó. Primero el pie izquierdo, luego el
derecho, después las piernas, los brazos, por último el desnudo cuerpoentero. Y no parecía ofendida. Al contrario, probablemente la luz seinteresara pormí y por fin había entendido lo que yo quería. Se retirórespetuosa.Sefuealejando.Hastaquedejódeverse.
Deambulésolaporlanadablanca.Alcabodeunrato,Budasalióamiencuentro.Porfavor,yasepodríaponeralgoderopa...Cuandoestuvoamiladodijo,sinsonreírlomásmínimo:—Ereslaprimerapersonaalaquelepasaalgoasí.
No me apetecía hablar de ello con él. Ni que me tomara el pelo.¡Quería,debíavolveralaTierra!
—Entihayalgogrande.—Quesí,quesí,queesoyalohasdicho...—Peroestaveznomerefieroatualtruismo.—Ya,yentonces,¿aqué?—preguntéirritada.—Ungranamor.—Yquierovivirlodeunavez.Asíquehazmeelfavordeenviarmea
casa.AhoraBudasonrió.Unasonrisamásbeatíficaquenunca.Comosile
hubierasucedidoalgoqueinclusoalcabodetantossigloslesorprendierayentusiasmara.
—Adiós, vive la vida —dijo, acentuando la palabra vive, ydesapareció.Tandeprisaquenisiquieralepudedeciradiósoquehicieraelfavordeponersealgoderopa.
ElcuerpodesnudodeDaisyBeckersiguiódeambulandoensolitarioporlanadablanca.
Ypocoapocosedisolvióenella.Parasiempre.
CAPÍTULO65
Mis párpados empezaron a abrirse y cerrarse, oía llorar a Maria.¡Estaba viva! ¡¡¡Estaba viva!!! Y yo también. Pero eso apenas teníaimportancia,pueselpeligronosehabíaalejadoniconmucho.Abríbienlosojos,viantemílospiesdelgorilayoícómogruñíayseaporreabaelpecho.Intentélevantarme,peronoteníafuerzas.Aunosmetrosdemívialostrespandas.Mimadreseguíasinmoverse,yAargyCasanovaestabanasulado,llorando.[35]
—¡Noteatrevasatocaramihija!—exclamóMarc.Sehallabaenel recinto, juntoa laestructurapara trepar,y sostenía
unabarradehierroenlamano.Elgorilasevolvióhaciaél,porlovistoelgordolehacíagracia.Labestiaavanzópesada,lentamentehaciaMarc.Porelmomento,Mariaestabafueradepeligro,peroesonoduraríamucho.Labestia no tardaría nada en acabar conMarc, con o sin barra de hierro.Confiaba en que los chimpancés y los machos panda acudieran en suayuda, pero no fue así. Bob Marley y su panda de rastafaris teníandemasiadomiedo,y lospandasestabanocupadosconmimadre.Lavidano era una comedia romántica, ni tampoco una alegre película deanimación.Yaunqueasí fuera,¿quéhabríanpodidohaceresosanimalescontralabestia?LaúnicapersonaquepodíaayudaraMarcerasumujer.Lamadre deMaria. O sea, yo. La buena deDaisy, que teníamiedo delamor,habíamuertodefinitivamenteenlanadablanca.
—Quédatedondeestás—advertíaMarcmientrasmelevantaba.Élsequedóperplejo.Seveíaque,conelgorilaqueteníadelantequelebufabafurioso,lehabríagustadosalircorriendo.Esosilabestiaselopermitía—.Yoteayudaré—leprometí.
Marc se sorprendió, y el animal se rio. Si hubiese dominado elidioma de los humanos, sin duda se habría burlado diciendo que unagorda como yo no podía hacer nada contra él. Sin embargo, seequivocaba.Sólosiendounagordapodíavencerlo.
Llegué a la parte posterior de la estructura. Marc y la bestia seencontrabanenelotro lado,vigilándose,pero tambiénmemirabanamídevezencuando,ambosdesconcertados,puesnoteníannilamásmínimaideadeloquepensabahacer.Empecéasubirporlaestructura,peldañoa
peldaño.—Creíaquequeríasayudarme—observóMarcvacilante.—Yesohago—repusejadeando.—Puesnoloparece.En realidad daba la sensación de que quería ponerme a salvo. La
bestiatambiénlopensó,ymelanzóunosgruñidosdesagradables,quecontoda seguridad querían decir: primero haré papilla al gordo, luego tecogeréatideahíy,paraterminar,tedaréatuniñaparaquetelacomas.
Los peldaños se combaban ligeramente bajo mi peso, y temí quequizáalgunoespecialmenteherrumbrososepartieseyyomefueraabajo.Asíy todoseguísubiendo.Cuandomequedabaalrededordeunmetroymedioparallegaralomásalto,labestiaempezóamoverlaestructuraymecostólomíosostenerme.
—¡Déjalaenpaz!—gritóMarc,yamenazóalgorilaconlabarradehierro,cosaqueelanimalnosetomómuyenserio.
Siguiózarandeandolaestructura,peronocontantafuerzacomoparaquemecayera.Amí tampocome tomabaenserio, sóloquería jugarunpoco conmigo antes de despacharme. De manera que pude seguirsubiendo,aunquenofuefácil.Elsudormecorríaporlafrente,seguroqueelcuerpodeMarianohabíahechotantoejercicioensuvida.
Al gorila se le pasaron pronto las ganas de jugar. Se puso serio ysacudió la estructura a base de bien. No conseguí subir los últimospeldaños.Meagarréconfuerza,poniendotodomiempeñoennocaerme,cosaquemeresultódelomásdifícil,yaqueMarcqueríadarlealanimalcon la barra de hierro para salvarme.Yo sabía que si lo hacía, sería sufinal.Aunquelediera,einclusosilohiriese,nosedesplomaría.Sóloseenfurecería.TantoqueharíatrizasaMarc.
—¡Marc,no!—legrité.Él bajó la barra ymemiró.También el gorila se detuvoy soltó la
estructura,momento que aproveché yo: subí los últimos peldaños ymesenté en lo alto como si fuera la reina de losmonos, la trepadoramásavezada.Labestiaempezóasacudir laestructuraunavezmás.Contantafuerzaqueyoapenaspodíafijarlavista.Osujetarmemásrato.Caeríaalsuelo.Queerajustoloquequería.
Saltédelaestructura.Sobreelgorila.Alvermecaergruñó.Furioso.Asustado.Porquenopudoapartarsea
tiempo.Aterricé justo encima de él, y con el choque cayó de rodillas ylanzóungrito.Yotambiéngrité.Muchomásqueél.Teníalasensacióndeque el cuerpome estallaría. El gorila besó el suelo y yo rodé sobre lainconscientebestia,pocoantesdeperderelsentidotambién.
Marctirólabarradehierroalsueloycorrióamilado:—Daisy,¿estásviva?Suvozhizoquesiguieraenelaquíyahora.—Notepreocupes—repuse,exhalandounsuspiro—,yotambiénsoy
mipropioairbag.—Creíqueibasamorir.—¿Sabesqué?—Levantélacabezaeintentésonreír—.Porahorano
piensovolverahacerunatonteríaasí.
CAPÍTULO66
Marc me ayudó a bajarme del apestoso gorila. Me dolían todos ycada uno de mis huesos, pero me daba que no tenía nada roto.Definitivamente,losmichelinesteníansusventajas.Dehaberestadoenmilugar,Kellysehabríapasadolosañossiguientesenrehabilitación.
—Noparecequesevayaalevantarenbreve—observé,señalandoalgorila.
Enlaspelículasdeterror,ésashabríansidolasúltimaspalabrasquehabríapronunciado.Elgorilasehabríapuestoenpiecuandomenosnosloesperásemos. Aunque la vida no fuera una comedia romántica ni unapelículadeanimación,porsuertetampocoeraunapelideterror.Labestiaestaba inmóvil, y seguiría dormitando hasta que los guardas, a los queMarcacababadellamarporteléfono,ladevolvieranalajaula.
Por fin tenía tiempo para ver cómo andaban los osos panda: ¡mimadre estabaviva!Y losdosmachosbailaban a su alrededorunadanzapandadelaalegría.[36][37][38]
Cuando Marc puso fin a la llamada, miró de nuevo al gorila queyacíaanuestrospiesyobservó:
—Ésenoeramipadre.—EraJesseJames—leaclaré.—Sientomuchohaberospuestoatodosenpeligro.Difícilmentepodíadecirle:no,hombre,queno;asíqueleacariciéla
carnosamejilla.—Apartirdeahoradesterraréamipadredemispensamientos.No
volveréapermitirqueinfluyaenmivida.Yanosoysuhijo.FrenteamíteníaalnuevoMarcBarton.—Túnoereselúnicoculpabledeloquehapasado—aseguré.ElnuevoMarcmemirósorprendido.—Si no hubiese sido tan cobarde, habría estado contigo y habría
impedidoquecometierasestalocura.—¿Yahora?—quisosaber.—Estoycontigo.—Yyoporti.Jamásseoyeronpalabrasmásbellas.
Marc intentóestrecharmeentresus rollizosbrazos,yyoaélen losmíos. Aunque con los barrigones resultaba sumamente difícil abrazarsebien,loconseguimos.Comotantasotrascosasquehabíamosconseguidoylasmuchasmásqueconseguiríamos.
Justo cuando íbamos a besarnos, Maria se echó a llorar. Fuimoscorriendoconella,lasacamosdelcochecitoylaabrazamos.Lapequeñadejódellorarenelacto.
—Espreciosa—afirmóMarcconvozqueda.—Síqueloes—convineyoentresusurros.—Entonces,¿somosunafamilia?—preguntóMarc.—¡Puesclaro!Marc estaba radiante de alegría. Y yo más. Tan feliz como en ese
momento no habría podido estarlo nunca en la luz. A decir verdad, loúnico que faltaba era que los osos panda se nos unieran. Pero tambiénellostresestabanfundidosenunabrazo.Comonosotros.
—Medaen lanarizqueprontovaahaberositospanda—aventuróMarcrisueño.
—Enesecasoseremoslafamiliapatchworkmásraradelmundo.—Haycosaspeores—opinóél.—Yningunamejor.Omásgrande.Sí,paraalcanzarelnirvananohacefaltaningúnnirvana.Tansóloamor.Yparaelamor,unpocodevalor.
AGRADECIMIENTOS
MegustaríadarlelasgraciasamiamigoymentorMichaelTöteberg,elmejor agente del universo que nos es conocido (y probablemente detodoslosdemás),asícomoalaheroicaUlrikeBeck:nisiquieraelautormás fantasioso podría soñar con tener una lectora mejor. MiagradecimientotambiénaOliverKurth,ojalásupieraescribirlamitaddebienqueéldibuja...
NOTAS
[1].DelasmemoriasdeCasanova:Nohaynada,absolutamentenada,quecausetantodolorcomoelamor.Ni ladentelladadelpoderosoleón,ni lapatadadeluroenlaentrepierna.Nisiquiera lostrinosdelacantantedeóperagorda.
[2].DelasmemoriasdelhombredelaEdaddePiedraAarg:Amorhacerpupa.Pupanoserbien.
[3].DelasmemoriasdeCasanova:SimiamigoAargdominaralossilogismos,razonaríaasí:Amorhacerpupa.Pupanoserbien.Luegoamornoserbien.
[4].DelasmemoriasdeCasanova:Muéstrameaunhombrequenocodicielafrutaprohibidayyotemostraréunaanomalíadelanaturaleza.
[5].DelasmemoriasdeCasanova:Másdeunamornosefundamentaenelamor.
[6]. De las memorias del hombre de la Edad de Piedra Aarg: Cuando mujer llorar, yo agarrarcachiporra.
[7].DelasmemoriasdeCasanova:LoscelossonalamorloqueelVesubioaPompeya.
[8]. De las memorias del hombre de la Edad de Piedra Aarg: Cuando mujer celosa, yo agarrartambiéncachiporra.Ycuandomujerroncar.Omirarmal.
[9].DelasmemoriasdeCasanova:Noresultaextrañoque,ensuvidacomohombredelaEdaddePiedra,Aargnoacumulasebuenkarma.
[10]. De las memorias de Casanova: Este capítulo de mi vida fue celebrado en la epopeya depacotillaMalditokarma.
[11]. De las memorias de Casanova: Mi amigo Aarg y yo volvimos a ver la luz del solreencarnadosenosospanda.Sinembargo,nonosparecíamosnadaalaespeciequedescribióMarcoPolo en sus viajes. No teníamosmanchas negras en un pelaje blanco, sino que teníamos el pelorojizo.Mientrasyodabasaltosdealegríaporvolveraserunmamífero,miamigoAargdisfrutabademaneraunpocomenosprofanadesunuevocuerpo.
[12].DelasmemoriasdelhombredelaEdaddePiedraAarg:¡Miembro!¡Miembro!¡Miembro!
[13].De lasmemoriasdeCasanova:Ningunadrogaesmásdevastadoraqueel amor.Eldíaque,siendoosospandarojos,esaespeciepococomún,nossoltaronennuestrorecinto,viaunapreciosahembrapanda.Elpelajerojolebrillabaconelsol,ynadamásverlamevolvíloco.Enverdadosdigoqueelamorescapazdesorprenderaunoinclusopasadossiglos.
[14]. De lasmemorias de Casanova: También yo estuve en el cielo cuando vi a la dama panda.Mientrasseguíabuscandolaspalabrasadecuadasparapresentarme,yporprimeravezenmividanolasencontraba,sucedióalgoquemepartióelalma...
[15].DelasmemoriasdelhombredelaEdaddePiedraAarg:Ositahacermeojitos.
[16]. De las memorias de Casanova: Eso es lo que uno cree en su primera reencarnación. Sinembargo, el deseo aparece como tarde en la tercera.Cómome habría gustado divertirme con lapreciosaosapandallamadaRose.PeroellaprefiriódisfrutarconAarg.Ytraselencuentroamoroso,Rosepronuncióunafrasequenolehabíaoídoaningunacriaturaantes:«¡Adorolareencarnación!».
[17]. De las memorias de Casanova:Más incluso que presenciar la dicha de dos seres humanosdueleobservar ladichadedososospanda.Cuán terrible es el amor.Loshombres les rompen elcorazónalasmujeres.Lasmujeresselorompenaloshombres.Ay,benditasealalombriz.
[18].DelasmemoriasdeCasanova:Cuandoteníaelcorazónprácticamentedestrozado,hiceacopiodevaloryleconfeséamadameRosequetambiényoeraunapersonareencarnada.Ellaprorrumpióenunarisaencantadoraalenterarsedesemejantecasualidad,ymásaúncuandolereveléquiénera.Mientras Aarg roncaba en una rama, madame Rose y yo nos pasamos la estival noche enteradepartiendocomodosadolescentesenamorados.Cuandoal rayareldíamencionédepasadaa laencantadora Daisy, madame esbozó una sonrisa sentimental: «Qué casualidad, mi hija también sellamabaasí».
[19].DelasmemoriasdeCasanova:ElpelajedelaosallamadaRoseenrojeciómásaúncuandonosabandonamosalamor.Aarg,porsuparte,enrojeciódeunmodomuydistintocuandonossorprendió.
[20].DelasmemoriasdelhombredelaEdaddePiedraAarg:¡Casanovapapilla!
[21]. De las memorias de Casanova: «Hembras, todas raras». Probablemente ésta sea la únicaverdadquepervivedesdelaEdaddePiedra.
[22].DelasmemoriasdeBobMarley:Enminuevavidacomomononaturalmenteseguíescribiendocancionesreggae.Comoporejemplounaquehabladeunbabuinotristealqueabandonósumujer:Nowoman,muchcry.
[23]. De las memorias de Casanova: También esta hazaña se narra en la epopeya de pacotillaMalditokarma.Cómohabajadoelnivelde lasnovelasenelcursode lossiglos.Enmis tiemposcomopersona,semejantechapuzahabríasidoarrojadaalGranCanal.
[24]. De las memorias de Casanova: También yo le formulé una pregunta a madame Rose cuyarespuesta temía: ¿me quieres a mí o a Aarg? La encantadora dama panda me respondió: «Y».¿«Y»?,repetí,puesnoentendíaquéqueríadecir.«TequieroatiyaAarg.»Trasoíreso,medidecabezazosrítmicamentecontraunárbol.
[25]. De las memorias de Bob Marley: Toda criatura tiene madera de rastafari. Sólo que, pordesgracia,lamayoríanolosabe,ydeesemododejaescaparunavidarelajadayfeliz.
[26].DelasmemoriasdeRose,lamadredeDaisy:Veralamadregordaconsuhijodespertóalgoenmí. Había llegado la hora de darlemás sentido ami vida como osa. Quería quemi pequeñaDaisy—dondequieraqueseencontraraenesemomento—tuvieraunhermanito.
[27].DelasmemoriasdeRose,lamadredeDaisy:Lacuestióneraquiénseríaelpadre.Dadoquequería por igual aAarg y a Casanova, les propuse lo siguiente:me acostaría con los dos, y asídespuésnadiepodríadeciracienciaciertaquiéneraelpadredelpequeño,perolocuidaríamoslostres.Mipropuestano fue acogida conmuchoentusiasmo.YCasanovadijo: «Querida, nodeberíascomertantassetas».
[28].De lasmemoriasdeRose, lamadredeDaisy:Videnuevoa lamujergordaque iba conelniño. Mis ganas de tener un hijo fueron en aumento, por consiguiente me lancé a la labor deconvenceralosobstinadoscaballeros.
[29].DelasmemoriasdeCasanova:Nohaynadamáspoderosoqueunamujerqueamenazaconlaabstinencia.
[30].DelasmemoriasdeAarg,elhombredelaEdaddePiedra:Miembrotriste.
[31].DelasmemoriasdelhombredelaEdaddePiedraAarg:Cuandoserjovenyoaprendermuchodepinturasrupestres.
[32].DelasmemoriasdeRose,lamadredeDaisy:Elruidoqueveníadelrecintodelosmonosmepicólacuriosidad,asíquefuideárbolenárbolyviqueelgorilaamenazabaalamujergordayalniño.Podíaelegirentreayudarosentirmeculpableporlossiglosdelossiglos.
[33]. De las memorias de Casanova: Oímos los gritos de la encantadora Rose. Sin vacilar uninstante,Aargyyonossubimosalosárbolesyatravesamoselparquederamaenramaparairasuencuentro. Bajo nosotros, una bestia salvaje perseguía a una mujer gorda. Sin embargo, sóloteníamosojosparamadameRose,ynuestrocorazónasimismolepertenecíasóloaella,queestabatendida en el suelo, inmóvil. Nos plantamos a su lado de un salto. No respiraba. Ni Aarg ni yopudimoscontenerlaslágrimas.
[34].DelasmemoriasdeAarg:Yosiempredecir:amorhacerpupa.
[35].De lasmemorias deCasanova:Nuestras lágrimas cayeron a la vez sobremadameRose, yapenasrozaronsurostro,sucorazónvolvióalatir.
[36].De lasmemorias deCasanova: Losmachos por fin lo comprendimos: no es el amor lo queduele.Al contrario, el amor es lo que salva la vida. Son los celos los que lo arruinan todo.Novolveríamosapermitirqueéstospusierannuestradichaenpeligro.
[37].DelasmemoriasdelhombredelaEdaddePiedraAarg:Celoshacerpupa.Pupanoserbien.Luego,celosnoserbien.
[38].DelasmemoriasdeCasanova:YasífuecomomiamigoAargsupoloqueeraunsilogismo.
MásmalditokarmaDavidSafier
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Títulooriginal:MiesesKarmahoch2
Diseñoeilustracióndelaportada,DepartamentodeArteyDiseño,ÁreaEditorialGrupoPlaneta
©RowohltVerlagGmbH,ReinbekbeiHamburg,2015©porlatraducción,MaríaJoséDíez,2015©EditorialPlaneta,S.A.,2015SeixBarral,unselloeditorialdeEditorialPlaneta,S.A.Avda.Diagonal,662-664,08034Barcelona(España)www.seix-barral.eswww.planetadelibros.com
Primeraediciónenlibroelectrónico(epub):noviembrede2015
ISBN:978-84-322-2560-4(epub)
Conversiónalibroelectrónico:Àtona-VíctorIgual,S.L.www.victorigual.com
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