la primera anunciación - circulodepoesia.com · pero escucha bien lo que te digo, niña de...
Post on 01-Oct-2018
215 Views
Preview:
TRANSCRIPT
La primera anunciación
Cecilia Podestá
Yo quiero que ese niño nazca muerto, María,
Poco me importa ser el padre de un salvador
O el santo que acompañe tu vientre
Tocado por las manos ásperas
De un dios egoísta.
Él
Pondrá sobre tu hijo una corona de espinas
Y lo llevará hacia la cruz de los traidores
Lo llamarán:
El Rey de los judíos
Pero antes será arrastrado por su Jerusalén
Y envidiado por Juan, el hijo de tu prima Isabel,
A ser llamado El Bautista
Que tampoco nace aun en esta tierra
Y tiene ya un destino miserable.
El Tuyo se llamará Jesús
Y le pedirá a un hombre que lo lleve a la gloria
Rogará a un tal Judas que lo entregue a los fariseos.
Él venderá su deshonra
Por un lugar en la mesa de los apóstoles
Para la eternidad.
Y en la hora de su muerte
Tu hijo
Partirá hacia los brazos de su padre con dos ladrones,
Tendrá sed
Y morirá diciendo
Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
María,
¿Quién te perdonará a Ti en la vejez?
¿Quién te dará otro hijo sin una
Muerte o dolor
Que se anuncie en la boca de un ángel perverso?
¿Quién te dará otro hijo que no sea arrebatado
Para el perdón de nuestros sabios pecados?
Por eso, joven esposa, yo quiero que ese niño nazca muerto.
Gabriel
Me ha dicho ayer en el taller
Que nunca serás mi mujer.
Gabriel te visitará mañana y no podrás ver su
Cola de Rata
O su perfil oscuro.
Te hará caer en la tentación de su dios en el exilio
Y serás la madre del que lleve a su pueblo
A vivir en la culpa de haberlo matado.
Tú los arrastrarás
A vivir escondidos en el temor de desobedecer
A un falso dios,
Que ríe sabiendo ya, que engañó a los hombres
Y les quitó el fuego.
Serás tentada, María,
Ascenderás a los cielos a descubrir una mentira
Y te arrepentirás de nunca haber sido mi mujer
De no haber aceptado hermosos vestidos
Ni bebido de mi saliva
Convertida en vino para tu garganta seca.
Serás tentada y yo te seguiré,
Pero escucha bien lo que te digo, niña de Nazareth,
Poco me importa ser el padre del que asuman todos será su
Salvador.
Poco me importa callar cualquier verdad o mentira,
O saber que los hombres serán engañados
Y adorarán a un demonio con piel de cordero.
Yo
Te seguiré en la tentación
Y cuando no mires
Tallaré un dios,
Un verdadero dios de madera para los idólatras.
Pensaré en el becerro de oro
Y reiré cuando los hombres adoren a tu hijo.
Y cuando no mires,
Cuando no pongas tus ojos sobre mí
Me tocaré,
Soñando con dormir alguna vez sobre tus piernas
Y, así no lo quiera
Seré convertido en el santo que acompañe
y adore tu vientre.
Escribirán sobre nosotros
Y estas palabras serán olvidadas mañana
Cuando Gabriel te hable
Y no puedas ver su cola deslizándose con belleza
Libremente por su lomo.
Caerás en la tentación
Y serás la madre de Jesús,
Yo, su padre.
Porque si nace llorando entre becerros y no muerto
Si nace en un establo y esperando reyes
Lo miraré a los ojos
Y lo llamare: hijo mío
Le diré lo que tú quieras que él crea
Le haré saber que es el hombre entre los hombres
El hijo de Dios
Le señalaré el camino hacia Judas
Y él,
Hacia la cruz
Pero cuando ocurra la ascensión
Después de treinta días de haber resucitado
Y se sepa una mentira,
También se arrepentirá de no haber besado
A María Magdalena
Entonces verá a su verdadero padre y lo llamará traidor,
Deseará para Él y su risa
La cruz en la que padeció por su nombre.
Te verá a Ti con rabia animal en los ojos
Y te odiará por haber caído en la tentación
De Gabriel
Por no haber visto su cola
O su codicia ante una virgen.
Te reclamará
Madre, ¿qué destino desgraciado aceptaste para mí,
Qué maldición lanzaste sobre esos doce hombres de
Judea
Quienes creyeron que yo tenía una palabra para
Predicar?
Díme, ¿en qué maldición convertiste a Judas Iscariote
Que me vendió
Para que pudiera ser yo rey
Y seas Tú
La madre de los hombres?
Te llamará María
Y te preguntará por tu mala semilla.
No habrá suicidio que te quite la culpa
O cuerpo de Cristo,
Que en babilónicas construcciones,
Te expíe del pecado.
Pero yo, María,
Te amaré entre todas las mujeres
Entre todas las niñas vejadas o sagradas
Y tallaré en ésta -mi vejez-
Una virgen
Para tocar su piel de madera
Besar su boca de astillas
O bailar canciones paganas con su cuerpo rígido.
Entonces odiaré a tu único hijo
Será mi envidia un dardo sobre él
Por haber tocado con su carne tu piel interior
Y haber empezado su reino en tu vientre
Obteniendo tus lágrimas y la de otras mujeres.
Lo odiaré por haber llevado su boca
A tu pezón de niña
Para calmar el hambre y la sed.
Y me preguntaré
¿Cuándo lloraste por mí, esposa?
¿Cuándo apoye mi vejez sobre tus senos?
¿Cuándo toqué la piel de tus intestinos?
Pero será tarde cuando sentada en el infierno
Como una reina virgen e infeliz
Te arrepientas de no haber respirado sobre mi boca
De no haberle dado a mis manos ásperas, pero pacientes,
Tu cuello largo
Tu seno redondo
Tus piernas
Tus pies como racimos.
Será tarde cuando llores la sangre de tu hijo
Por haber negado tus manos
Tu ano
Y tu boca
A mi sexo dulce.
Escribirán que diste a luz sin abrir las piernas.
Los hijos de tus hijos santificarán tu nombre
Y le dirán a las mujeres que también deberán
Llegar vírgenes
A su propio dios.
Sin embargo, ninguna será como Tú
Pura,
Incluso después de parir.
Y entre todas ellas, lo sabes, yo te amaré
Será tuya mi vejez
Y soñare con los catorce años que llevas en la piel.
Y latirá dentro de ti
Un corazón que no es el tuyo
Reventará henchido en tu pecho
Y caerá sobre mí
La eterna muerte de tu boca.
Y cuando recibas los años como a bestias,
Y caigan las privaciones en tu cuerpo tantas veces
Sacrificado,
Te odiará
Y convirtiéndose en tirano
Te desterrará al exilio.
Pondrá bajo tu lengua sus clavos
Y te dirá
Vete María de nuestra casa
Sal de nuestro claro infierno.
Ve a vivir entre tus verdaderos hijos
Que eres más madre de ellos que mía
Y Tú,
Mirando a tu Señor, pedirás misericordia.
Pero serás mayor y no tendrás más que ofrecer
Ya de tu vientre se habrá servido el rey.
El que nunca te tocó para concebir
Te mostrará la espalda fría como la roca
Y se convertirá en el aire helado
Que hoy
En la víspera de tu anunciación
Nos hiela los huesos
Y golpea nuestros dientes.
Los doce que han de seguirte
Y besar las astillas en tus pies
Te acompañarán a la puerta
Deseando tu virginidad,
Tu cuerpo: el cuerpo del Señor,
Y convertidos en tiranos en su reino revelado
Aceptarán las oraciones en su nombre.
Y te llamarán a Ti de esta manera:
Dios te salve, María
(Mirarán con deseo tus pies caminando cerca de ellos)
Llena eres de gracia
(Querrán tocar los senos de los que bebió el Salvador)
El Señor es contigo
(Mirarán si Él mismo los estará espiando desde el poder)
Bendita Tú eres entre todas las mujeres
(Olvidarán que alguna vez fueron hombres santos)
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús
(Te aborrecerán como lo envidiarán a Él)
Santa María,
(Sabrán que fuiste la que creyó en Gabriel)
Madre de Dios
(Pero en el reino en el que lo obtienen todo
Ya poco les importará la traición de su Señor o la muerte de su fe)
Ruega por nosotros
(Tendrán a la bella Dalila bailando para ellos)
Pecadores
(Vino con el que embriagarse y mujer para hacer el amor)
Ahora y en la hora de nuestra muerte...
Pero antes que el amén sea pronunciado por sus
Lenguas de puerco
Estarás camino a la tierra árida
Para darte de cara contra los hombres.
Lamentarás tanto, María, tanto,
Viendo como el infierno ha descendido a ellos.
Vagarás recordando que tenías un esposo
Un hijo que iba a salvar a tus hijos
Sus hermanos,
También un reino prometido en lo sagrado.
Serás vieja.
No faltará alguien que te lance una moneda
Rezando al demonio que te sedujo
Como si fuera un dios justo y verdadero.
No faltará tampoco el que hable de Ti
Sin saber quien eres y mire con desprecio
Tu cuerpo cubierto de harapos y pobreza.
Serás ciega y morirás entre los templos
Al lado de tus imágenes de mármol
Y resucitarás como tu hijo para volver a morir.
Entrarán por tus ojos como claras mañanas
Los reinos que creaste
Cayendo en la maldición de Gabriel.
Pagarás la pretensión de creer al ángel caído;
Obtendrás el destino miserable
Que le diste a Judas;
Serás traicionada
Por la milenaria voz de los profetas,
Y yo,
María,
Estaré muerto.
Eso también me lo ha dicho Él
Ayer junto a mí
Aquí en el taller.
Se fue cuando cantó el gallo
y yo terminé la mesa para nuestra casa.
No terminó la anunciación sobre tu calvario.
Pero me dijo que soy solo un hombre viejo
Y que mis palabras no cambiarán tu destino
Mis palabras,
Pero las suyas
Niña de Nazareth,
Tampoco cambiarán mi amor,
Este: el amor pederasta del que te habla y mira con deseo
Y ante el que bajas la vista
Temerosa.
Y cuando mañana olvides todo lo que hoy te digo
Te seguiré incluso después de morir,
Te seguiré en la tierra en la que perderás la vista
Cuando tus ojos sean tan grandes
como los de un caballo.
Te abrazaré cada vez que mueras,
Te diré que no es cierto que haya hijos
Que maten a sus padres
Afirmaré
Que es mentira que las mujeres maten a sus niños
En el vientre
O que estos en la edad inocente
Sean sometidos a vejaciones
Como en las antiguas Sodoma y Gomorra.
Serás ciega
y veré mi vejez en tus ojos de caballo
Mentiré.
Te diré que tus hijos echaron
El mal en ellos
Hacia el falso reino desde donde fuiste expulsada
Por nuestro Jesús,
Su padre,
Y los doce
Que sobre la mesa que construí para nuestra casa
Y sobre la que tenderemos el hambre y la muerte
Danzarán
Exhibiendo sus colas
Y sus lenguas como maldiciones.
Y te diré, María de las Nazarenas,
Que mi corazón nunca te abandonará errante
Y latirá marchito debajo de la tierra
Hasta que encuentres una muerte verdadera,
El perdón o el amparo
En algún dios que te dé misericordia
Y se revele como el auténtico
Sin más engaño
O tentación.
Y lamentaremos juntos que el hijo que llevas ahí,
Acurrucado y protegido
Tibio dentro de las paredes de tu piel
No haya nacido muerto.
Porque Él nacerá,
De Ti o de cualquier mujer,
Pero eres Tú la elegida del templo
Me lo ha dicho Gabriel.
Odiaremos a Judas por haberlo entregado
A la gloria con un beso en la frente
Y rezaremos a cualquier dios
Con miedo de volver a equivocarnos.
Lamentaremos la anunciación a José,
La de esta madrugada
Pero tendremos miedo hoy
Porque parecen venir los demonios y sus cantos.
María, son los ejércitos de Gabriel.
Vienen a devorar la luz que le da sombra
A esta mesa.
¿Acaso no puedes verlos?
Se arrastran por el suelo junto a tus pies.
Amenazantes
Muestran los dientes
Para que calle pronto todo lo que digo
Y no obtengas de mí
Más que silencio
O la resignación
Con la que trabajo la madera.
Y seremos tan viejos en la muerte los dos
Que ya no vamos a querer tocarnos.
Y mientras te busque y no te halle
Seguiré como un idólatra
Bailando enterrado con la virgen de madera
La que tallé a tu imagen y semejanza,
Desprovista de ropa
Y arrojada a mi vista con el cuerpo de niña que deseé
crezca entre mis manos.
Qué suerte blasfema te espera, amada esposa.
Por eso yo quiero que de tu vientre
Salga la muerte negra
Y no un niño berreando y buscando el pecho
Para terminar con el hambre que lo reciba
Como parte de este mundo pagano.
Por eso quiero, María,
Matarte esta noche si me lo permites
Y sea otra la madre de los hombres
La mujer entre las mujeres
La virgen, la Santa María que rogará por nosotros
Los Pecadores.
Amén.
Déjame cambiar tu destino virgen,
Niña esclava de José,
Déjame matarte esta noche entre tanta desgracia
Aquí conmigo
Dentro de Ti
E iniciando una plegaria
Por tu hijo muerto.
No bajes la vista.
No llores, María.
Mírame
Te haré morir para cambiarlo todo
Déjame mostrarte un reino distinto
En el que seas Tú, María la madre de mis hijos
Y te digan todos
Esposa de José el carpintero.
Déjame,
Déjame arrebatar tu vida ese extraño Señor.
Siente, María, niña esclava de Nazareth,
Cómo el amor de este hombre viejo toca tu cuerpo.
No temas a los latidos entre tus piernas,
O a tus pezones como piedra.
Tampoco a tu desordenada respiración
O a la humedad de tu sexo
Que recibe tembloroso
Mi mano izquierda
Mientras con la otra te toco y acaricio la cara
Despidiendo hasta la última facción de niña.
Tu boca que no sabe besar ha probado ya de la mía
Y te has recostado para recibirme
A mí, a tu marido, José.
Siente ahora entre tus piernas el abismo
Que no cae sino en tu boca
Que no cae sino en el mismo vientre en el que llevas
Al hijo del Señor
Agonizando ahora
Por la fuerza de mi amor
Que te hace mortal entre las mujeres.
Siente el dolor que causa un hombre, María,
Siente el amor de este anciano de noventa y ocho años
Que ahora se aferra a un hato de tus cabellos negros
Con la fuerza y la salud
Que le dio el Señor
Para ser el padre de su hijo.
Recíbeme en la muerte de tu destino virgen
En este, tu nuevo bautismo
En el que recibes la vida
El placer
Y matamos juntos al hijo,
Al Salvador.
Ahora eres María
Mujer de José, que desciende de David.
Eres María esposa del carpintero
Y me debes a mí obediencia.
Olvida a tu falso dios
Y a los profetas que le hablaron de Ti
A los antiguos.
Gabriel ya no te visitará mañana
Sabrá que entre tus piernas
Ya estuvo un hombre
Que no es su Señor.
Deberá buscar otra niña para el sacrificio.
Te he salvado, María.
Recoge tus cosas y cúbrete
Que seremos perseguidos por la ira de Gabriel
Cuando venga a decirte que llevas en el vientre
Al mecías
Y no encuentre en tu estómago más que el hambre,
La muerte
Y tus intestinos.
Ahora podrás aceptar vestidos de hermosos encajes
Y olvidar el terrible encargo.
Ya no pesará sobre Ti otra cosa que mi cuerpo
Hasta el día de mi muerte
A los ciento once años
Cuando Gabriel me encuentre
Y vengue la muerte de la primera María.
Vamos pronto al establo, amada esposa
Mujer de Nazareth
Que el hijo que esperabas nacerá pronto en su muerte
Cayendo por el abismo de tus piernas
Y manchando tus pies.
Ahora vivirás sin caer entre los umbrales de los templos.
Y el hijo que concibas fuera de esta noche
Vendrá al mundo desde tu sexo,
Vivo.
Será mío,
No te reclamará ser el Salvador.
Será carpintero,
Común entre los mortales
Llegará a viejo,
Tendrá sus propios hijos,
No será coronado con espinas,
No tenderá su cuerpo sobre la cruz de los traidores,
Asistirá también a una última cena,
Pero el día en que la muerte llegue
Sin decirle nada al oído
Y devore su cabello blanco.
Entonces morirá sabiendo que su madre fue tentada
En el amor
Y cambió un reino falso
Por la mesa de comedor de diario
Por una calle donde transitar
Y echar monedas en la bolsa de los mendigos.
Nuestro hijo sabrá, mujer,
Que tuvo un hermano que murió
Antes de que su pequeño pie pisara la tierra de
Belén
Que fue otro el que murió en la cruz
En compañía de dos ladrones,
Bajo penumbra
Y otra la muchachita sometida
De cuyo seno colgó el segundo elegido.
Nuestro hijo
Sabrá que lo elegiste a Él,
No al otro.
Sabrá que nació con la ayuda de una partera
No en un establo esperando oro, incienso y mirra.
Te dirá
Madre, no quiero salvar a nadie.
Y Tú le dirás:
Hijo mío
Fui esposa de tu padre
Como soy madre de un solo hombre.
No salves a nadie,
Nadie merece ser salvado.
Hijo mío, repetirás como un lamento
Y mirándolo a los ojos
Dirás con hambre y rabia:
“Sobre esta mesa,
Que construyó tu padre para nosotros,
No volveremos a comer del Cristo
que jamás perdonará el amor”.
top related