la explicación histórica2
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siglo xxi editores, s.a. de c. v.c rARO
siglo xxi editores, s.a.GUATEMAlA.
port ada de m ari a lu rs a rnar tincz pa ss a rgc
pnm era ed ic ión en csoanot, 196~
deCImoc t ava r eimpres ión . 2010
ligio "1 editores, '.3. de c.v.isbn 978-968-13-151!5-~
prim era cdrción en Inglés. 1 961
te rw a e dic ión , re visa da en ing'és po r hu t ch inson & cO ·,1t d.
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impre so en impreso ra l!ráfi ca be rnández
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í NDICE
PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓ N 1
PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓ N 2
UNO ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA? 4l. General recelo hacia la materia, 4; 2. Filo-sofía crítica y especulativa de la historia, 9; 3. Fi-losofía crítica de la historia, 12; 4. Filosofía es-
peculativa de la historia, 23; 5. Plan del libro,27
oos HISTORIA Y CIENCIAS
l. Caracterización preliminar de la historia. Lahistoria y la percepción sensorial, 29; 2. Caracte-rísticas del conocimiento científico, 35; 3. His-toria y conocimiento científico, 38; 4. Dos teoríasacerca del pensamiento histórico, 44
29
TRES LA EXPLICACIÓ N HISTÓRICA 521. Teoría de la historia de Collingwood, 52;2. Críticas a la teoría de Collingwood, 58; 3. La"coligación" en historia, 66; 4. La historia y elconocimiento de la naturaleza humana, 72; Notaadicional, 82
CUATRO VERDADY HECHO EN HISTORIA 841. Introducción, 84; 2. La verdad como corres-
pondencia y la verdad como congruencia, 86;3. La historia y la teoría de la correspondencia,93; 4. La historia y la teoría de la congruencia,101; 5. Críticas a la posición intermedia, 107
CINCO ¿PUEDE SER OBJETIVA LA HISTORIA? 1111. Importancia de la idea de objetividad en his-toria, 111; 2. Enunciado preliminar del proble-ma, 115; 3. Factores que contribuyen al des-acuerdo entre historiadores, 118; 4. Recapitula·cién, 128; 5. Escepticismo histórico, 129; 6. Tea-
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Sil. FILOSOFÍA ESP1J.CULATlVA 08 t.A }(ISTOruA:
KANT ymRDER
1. Características generales, 142; 2. FilosoEia dela historia de Kant, 145; 3. Critica de la teoríade Kant, 152; 4. Filosofía de la hhtoria de Her-
der, 157
SIBTE FILOSOFÍA ESPECULATIVA OS LA lIJSTOnIA:
142
VI í NDICE
ría de la perspectiva, 134; 7. Lo uorla de laconciencia hist6rica objetiva, 138
HEGEL
1. Transición a Hegel, 163; 2. La dialéctica yla filasofla del espíritu, 164; 3. FiJo,ofía d e lahistoria de Hegel, 165; 4. Crítica de las le o rf de Hegel, 174
OCHo ALGUNOS AUTORES POSTEruORES 1831. Comte y el movimiento positivista, 183; 2.Marx y el materialismo histórico, 187; 3. Estu-dio de la historia de Toynbee, 194
163
~SA VOS ADICIONALES
A. Los límites de la historia c ient ífica, 205;B.
Causalidad histérica, 230
~OTÁS SOBRE LIBROS PARA AMPLIAR LAS IJI()TI1RAS 254
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l. TEOIÚA DE LA HISTORIA DE COLLINGWOOD
3
LA EXPLICACION HISTORICA
Me propongo comenzar mi estudio del asunto con unexamen más detenido de la teoría idealista del pensa-miento histórico brevemente esbozado hacia el final
del capítulo anterior. Lo hago así porque los idealistasofrecen una audaz y bien definida interpretación de laexplicación en historia, con la cual debe llegar a enten-derse todo el que trate este asunto. Y para un escritor inglés es sumamente necesario prestar atención a esta teo-ría, porque una de sus formas fue propugnada por uno delos más l cidos y penetrantes escritores sobre filosofía
de la historia: R. C. Collingwood. Collingwood no vivió bastante para terminar la obra en gran escala sobreeste tema que había planeado muchos años antes de su
prematura muerte en 1943; pero su libro póstumo, Ideade la historia," editado seg n conferencias y trabajos quedejó, da, junto con sus publicaciones anteriores, idea justade la opinión que estaba tratando de asentar.
La teoría idealista de la historia, podemos empezar por observar, consiste en lo esencial en dos proposicio-nes. Primera, que la historia está, en un sentido quehabrá que especificar, propiamente interesada por el pensamiento y las experiencias humanas. Y segunda,que, precisamente por eso, la comprensi6n histórica tieneun carácter nico e inmediato. Se afirma que el histo-riador puede penetrar hasta la naturaleza interior de losacontecimientos que estudia, puede captarlos desde aden-tro, por así decirlo. Es ésta una ventaja que no puede
,. Edición española del Fondo de Cultura Económica, Mé-xico, 1952.
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TEORfA DE L A HISTORIA DE COLLINGWOOD 53
disfrutar nunca el científico de la naturaleza, que no puede saber nunca lo que probablemente es un objetofísico del modo como un historiador puede saber cómofue probablemente Julio César. Como dice Colling-wood:
"Para el hombre de ciencia, la naturaleza es
siempre y puramente un 'fenómeno', no en el sen-tido de que sea imperfecto en su realidad, sino enel sentido de ser un espectáculo que se presenta asu observaci6n inteligente; mientras que los acon-tecimientos de la historia nunca son meros fenóme-nos, nunca meros espectáculos para la contempla-ci6n, sin cosas que el historiador mira, pero no los
mira, sino que mira a travé s de ellos, para discernir
el pensamiento que contienen". (Idea de la his-toria, p. 248.)
La historia es inteligible de este modo porque es unamanifestación anímica. Si la naturaleza manifiesta al913es cosa que, realmente, no podemos decir: es és a unacuestión metafísica sobre la cual no ha sido posible el
acuerdo. Pero, por lo menos, sabemos que el científicode la naturaleza tiene que tratarla como si no la maní-festara. La esterilidad de ]a física antigua y medievaldemostró la imposibilidad práctica de suponer que lamanifestaba.
Ahora bien, debe advertirse que, de esas dos prop<>-iciones, mientras que la segunda no es probable que sea
verdadera a menos que lo sea la primera, la primera puede ser verdadera aunque sea falsa la segunda. Es posible que la historia sea, en alg n sentido, la historiadel pensamiento, sin que de ahí se siga que el conocí-miento histórico s e a nico e inmediato. Pero antes deque digamos algo acerca de esto dirigiremos nuestra aten-ci6n a la proposición primera, y en particular a su pa-labra clave "pensamiento".
Cuando se dice que la historia está esencialmenteinteresada por el "pensamiento", ¿a qué se refiere esto?
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La palabra es capaz de un sentido amplio y de un
sentido estricto, y la ambigüedad se refleja en una divi-sión importante entre los partidarios dlista. Para e l filósofo alemán Wilhelm Dilthey (1833·1911), la historia, así como, por ejemplo, el derecho,la economí a, la crítica literaria y la sociología, pertenecíaal grupo de estudios llamados ciencias del espíritu (Geist·
eswissenschaften). La característica de estos estudios,cuando se comparan con las ciencias naturales (Natur-
wissenschaften) , era que su materia podía ser "directa-mente vivida" (erlebt) o conocida desde adentro. Ahora bien, lo que puede ser "vivido directamente" en el sen-tido de Dilthey son experiencias humanas en el sentidomás amplio de la palabra: sentimientos, emociones y sen-
saciones de hombres, así como sus pensamientos y razo-namientos. En consecuencia, para Dilthey, decir que lahistoria está propiamente interesada en los pensamientoshumanos seda lo mismo que decir que se interesa por las experiencias humanas: la palabra "pensamientos" es-taría usada genéricamente, de un modo muy parecido acomo está usada la palabra cogitatio en la filosofía de
Descartes. Dilthey habría negado que toda historia eshistoria del pensamiento si se entendiese que eso signi·fica historia del pensamiento propiamente dicho, con-siderando esa concepción demasiado estrecha e intelec-tualista para ajustarse a los hechos.
Pero Collingwood, que indudablemente estaba fami-liarizado con las teorías de Dilthey, optó deliberadamente
por este sentido estrecho. Cuando é l dijo que toda his-toria era la historia del pensamiento, quería decir quese interesaba propiamente por operaciones intelectuales.Todo pensamiento -explicaba- tiene lugar sobre unfondo de sentimiento y emoción, pero no es por estascosas por Ias que se interesa el historiador. El histo-riador no podría ocuparse de ese fondo porque no puedeesperar re-vivirlo. Sólo los pensamientos en sentido es-tricto son capaces de resurrección, y por lo tanto s610
pensamientos pueden constituir la materia de la historia.
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TEORIA DE LA HISTORIA DE COLLINGWOOD 55
El lector muy bien puede sentirse intrigado por s3ber qué es lo que llevó a Collingwood a sostener una teoríatan manifiestamente extrema y paradó jica como ésta, yquizá valga la pena que empleemos nuestro tiempo ~nexaminar más detenidamente las opiniones contradlc-torias.
Dilthey apoyó su teoría de la autonomía de las
Geisteswissenschaften en una explicación de la maneracomo se conocen las operaciones mentales. En el centrode esa explicación estaban sus conceptos de "expresión" y de "comprensión". Seg n él, todas nuestras experien-cias mentales -sentimientos, emociones, pensamiento-tienden a asumir alguna suerte de expresión externa. El pensamiento, por ejemplo, va acompañado normalmente
de palabras habladas o escritas o de otros símbolos, eldolor por una especie de expresión facial y de conductacorporal, la alegría por otra, y así sucesivamente. El pro-ceso de comprender la mente de otras personas, y t am- bién parte del proceso para comprender nuestra propiamente, es un proceso de interpretación de esas expresiones.Pero Dilthey insistió en que no era un proceso de infe-
rencia. Pasamos directamente -parece pensar- del cono-cimiento de la expresión al conocimiento de lo queexpresa; o más bien, aunque no llegamos a la experienciaoriginal misma, tenemos en nosotros una experiencia exac-tamente igual a ella. Así, cuando veo que alguien mues-tra todos los signos de dolor inmediatamente me apeno
o mismo. Sé cómo está probablemente el hombre en.uestión porque mi estado mental corresponde exactarnen-te al suyo.
A esta explicación pueden hacérsele dos observacio-nes críticas. En primer lugar, podemos preguntarnos por qué, si Dilthey está en lo cierto al pensar que el procesoes inmediato y no inferencial, incurrimos en error contanta frecuencia. No podría negarsc que muchas vecesinterpretamos mal los pensamientos y los sentimientosde las per~nas; y parece lo más natural decir que cuando1 0 hacemos sacamos las conclusiones equivocadas de las
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pruebas de que disponemos, de las cxpre.sioncs de quehabla Dilthey. En ese caso el proc~ es, después detodo, un proceso de inferencia. Y en segundo lugar pue-
de decirse que la teoría de Dilthey lleva a una posiciónfundamentalmente escé ptica. Si no podemos captar nun-ca la experiencia real que dio lugar a cierta expresión,¿c6mo sabemos que nuestra propia experiencia es, comoél asegura, exactamente como ella? Parece como si Dil-they se viera envuelto aquí en las dificultades comunesde la teoría representativa del conocimiento y no hubiera
pensado suficientemente en el modo de evitarlas.Collingwood advierte la fuerza de estos dos puntos,
aunque tenía una simpatía general por el punto de vistade Dilthey y era muy sensible a la gran importancia parala historia de la teoría de la expresión. Pero quería evi-tar el escepticismo hacia el conocimiento histórico y ,como parte de él, evitar tener que decir que podemoshacer s6lo conjeturas mejor o peor fundadas acerca de lamente de otras personas, incluida la de personas del pa·sado. Y la nica manera que vio de conseguir ese resul-tado fue sostener que todo lo que podíamos conocer deellas eran sus pensamientos y sus razonamientos en sen-tido estricto.
Sostuvo que pudiéramos conocer eso basándonos enque los actos de pensamiento, en cuanto opuestos alfondo de sentimientos sobre el cual tienen lugar, eranintrínsecamente susceptibles de reavivamiento después deun intervalo. Si, por ejemplo, empiezo a pensar sobre unasunto que tuve olvidado durante años, podría yo (aun'que no siempre) reavivar mis pensamientos anteriores
acerca de él, aunque mi pensamiento tenga ahora unfondo de emoción y sentimiento diferente del que habíatenido entonces; y si pensase en la historia de Julio Cé-sar, también podría lograr revivir sus pensamientos. El
'hecho de que los pensamientos de César no hubieranformado anteriormente parte de mi historia mental nosería un obstáculo para esto: "no hay -dice Colling-
wood- teoría sostenible de la identidad personal" que
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mORtA DE LA HISTORIA DE COLLINGWOOD 57
Impida que el mismo acto de pensamiento pertenezca ados series mentales diferentes. De ahí que una historia
estrictamente limitada a la historia del pensamiento seauna empresa perfectamente realizable, aunque no losea otra entendida en un sentido amplio.'
En consecuencia, para Collingwood el concepto cen-tral de la historia es el concepto de acci6n, es decir, de
nsamiento que se expresa en conducta externa. Lo sistoriadores tienen -seg n él creía- que partir de lo
meramente físico o de descripciones de lo meramente fí-síco; pero su designio es penetrar más allá de esto hastael pensan ento que está en su base. Así, pueden partir del hecho escueto de que una persona (o, más estricta-mente, un cuerpo) llamada Julio César cierto día del
ño 49 A. c. cruzó el Rubicón Con tales y cuales fuer- I.aS. Pero no se contentan con detenerse ahí: quieren
~guir adelante y descubrir lo que estaba en la mente deCésar, qué pensamiento era la base de aquellos movi-mientos corporales. En la terminología propia de Collíng-wood, quieren pasar del "exterior" del acontecimiento au "interior". Y una vez que han hecho esta transición,
dice, la acción se hace para ellos completamente inteli-gible.
"Para la historia, el objeto por descubrir no esel mero acontecimiento sino el pensamiento queexpresa. Descubrir ese pensamiento es ya compren-derlo. Después que el historiador ha comprobadolos hechos, no hay un proceso ulterior de inquisi-ci6n en sus causas. Cuando sabe lo que ha sucedido,sabe ya por qué ha sucedido". (Idea de la historia,
p. 248.)
Si sé lo que hizo Nelson en la batalla de Trafalgar, para usar un ejemplo favorito de Collingwood, tambiénsé por qué lo hizo, porque hago míos sus pensamientos
1Para esta difícil argumentación, c E . lka k 1 4 hislOri4,
pp. 322 $J, e infr4, pp. 107-10.
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58 LA EXPLICACIÓ N J nC;TÓJUCP,
y paso de uno a otro como Jo haría en mi propio pensa·miento. No necesito ning n conocimiento gencral de laconducta de los almirantes en las batallas navales para
llegar a esa comprcnsi6n. No es, en realidad, materia deconocimiento discursivo, sino de conocimiento inmediato.Pero sólo es así porque se trata de pensamiento, y s610de pensamiento.
2. CIÚTICAS A LA TEORÍA DE OOLUNGWI.)()O
Podemos convenir en tomar la versión de Collingwood dela teoría idealista como su forma modelo para nuestros
presentes propósitos, y ahora debemos pasar a comentar'la. Me dedicaré primero a lo que dice acerca de la irn- portancia fundamental para la historia del concepto deacción, y a su descripción del proceder del historiador como re·pensamiento de pensamientos pasad
Puede haber excepeiones a estas opiniones sobre dífe-rentes fundamentos. Así, a ] los partidarios de las teoríasmaterialistas de la interpretación histórica sin duda lasridiculizarían porque suponen un olvido absurdo delfondo natural de los acontecimientos hist6ricos. Decir que toda historia es la historia del pensamiento es insi-nuar por lo menos que los hombres hacen su propia his-
toria, libres de toda determinaci6n por fuerzas naturales;¿y qué podría ser más absurdo? Pero esta crítica parecemás demoledora de lo que en realidad es. No tenemos másque recordar que el pensamiento de que habla Collíng-wood es pensamiento en acción, no es el pensamiento dela especulación abstracta, para embotar su filo. ¿Por quéhabríamos de suponer que ignoraba que dicho pensamien-
to nace de un fondo de fuerzas naturales tanto como defuerzas humanas y como reacción a ellas? Su teoría seríaindudablemente est pida si desconociera ese hecho; ¿ perotenemos alguna razón para suponer que lo desconoce?
h ] Dejando este punto, podemos examinar en seguidala crítica de la opinión de Collingwood seg n la cual éstasólo tendría fundamento si todas las acciones humanas
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CRíTICAS A LA TEORfA DE COLLINGvVOOD 5~
fuesen deliberadas, cuando tantas no lo son evidentemen-te. Lo que el historiador tiene que hacer -nos dice-
penetrar desde el acontecimiento externo hasta el pensa-miento que lo constituyó y re-pensar ese pensamiento.
Pero muchas acciones que la historia investiga fueronhechas bajo el acicate del momento, en respuesta a unimpulso s bito; y cómo ha de realizarse el programa d eCollingwood respecto de ellas no es cosa inmediatamente
clara.e l Con esta crítica podemos relacionar otra seg n lacual la teoría es admisible sólo si se tienen en cuentaciertos tipos de historia. Mientras concentremos nuestraatención en la biografía y en la historia política y militar, parece bastante razonable, pero si pasamos, por ejemplo,a pensar en la historia económica, se hace mucho más
difícil de aplicar. ¿Es esclarecedor en alguna medida de-cir que quien trata de la historia de los precios, por ejem- plo, está esencialmente interesado en acciones humanas, y
que su tarea apropiada es re-pensar los pensamientos delos individuos que los señalaron? ¿De qué acciones yde qué pensamientos se trata aquí?
De estas dos objeciones, la primera quizá puede con·restarse pensando que muchas acciones impulsivas y , en lamisma medida, "irreflexivas", pueden, no obstante, reve-larse como la expresión del pensamiento en investigacio-nes posteriores. Si golpeo a un individuo en un arrebatode pasión, mi acción evidentemente no es deliberada; perosería ocioso negar que hay, como decimos, una idea de-
trás de ella. Quise golpear al individuo y expresar midisgusto, aunque no tuviese en las mientes un plan ex' plícito. Y puede sostenerse de un modo bastante admisi- ble que el historiador, al estudiar actos impulsivos y . tra-tar de descubrir los pensamientos que están detrás deellos, realiza una tarea análoga en ciertos aspectos a ladel psicoanalista, cuyo éxito en revelar planes meticulosa-mente fraguados detrás de acciones aparentemente irra'cionales es pertinente, sin duda alguna, para la materiaque estamos examinando.
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60 LA EXPLICACIÓ N HISTÓRICA
La fuerza de la otra objeci6n también depende delsupuesto de que la teoría s610 funcionará si los pensa-mientos de que se habla están encarnados en actos deli- berados de pensamiento que tengan lugar en la mente de
los agentes individuales. Las acciones de que trata lahistoria econ6mica son acciones de innumerables agen-tes, en realidad, de todos cuantos toman parte en los
procesos econ6micos investigados. Y los pensamientos queel historiador de la economía trata de captar están expre-sados, con bastante frecuencia, en complicadas series deacciones realizadas por diferentes personas en largos lap-
sos, de las cuales pocas, si es que alguna, conocen la di-recci6n de todo el movimiento. Muy bien puede ser im- posible descubrir aquí un plan deliberado, ¿ pero es éstauna objeci6n insuperable a la teoría idealista? Es seguroque no hay nada muy revolucionario en la sugerenciade que una idea puede ejercer una influencia persistentesin que esté constantemente ante la mente de alguien:
puede tener un efecto de fondo o ambiente, por decirloasí, si la suponen inconscientemente personas que nunca pensaron explícitamente en ella. Y no veo por qué esto nose aplique a la esfera de la economía lo mismo que seaplica, por ejemplo, a la historia política o cultural.
La fuerza de ambas críticas se deriva de la err6neaidentificaci6n de lo que una persona tiene en las mientes
con lo que tiene ante la mente. Se cree equivocadamenteque cuando decimos que los historiadores tienen que pe.netrar los pensamientos que están detrás de las accionesmanifiestas de los hombres queremos decir que toda ac-ci6n tiene dos partes: primero pensamiento y despuésejecuci6n Hsica. Entonces se plantean las dificultades quehemos venido estudiando, pues evidentemente hay mu-chos casos a los que no se ajustará la forma indicada.
Pero aunque el lenguaje de Collingwood en este contexto( en particular su insistencia en la necesidad de re-pensar
pensamientos pasados) no está libre de ambigüedad, noes esencial interpretarlo como si hubiera hecho este obje-table supuesto, Tiene sentido hablar de descubrir el pen-
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CRíTICAS A LA TEORíA DE COLLINGWOOD 61
samiento que estádetrás de un acto físico aun en casosen que el pensamiento no precedi6 a la acción; y real-mente intentam~ con frecuencia hacer esto en la vida
diaria, por ejemploen los tribunales de justicia.d ] Ésta puede ser también nuestra respuesta al ata-
que frontal contrala dicotomía interno/externo, aplicadaa la acci6n, realizadopor el profesor Ryle en The Con-
cept of Mind.2 Elprofesor Ryle objeta esa terminología basándose en quesi hablamos tanto de las accionesmani-
fiestas de un individuo como de los pensamientos queexpresan, y decimosque el asunto del historiador es pa-sar de las primerasa los segundos, le señalamos una tareaimposible, ya quelos pensamientos de que se habla aquíson, por definici6n, pensamientos privados de la personaque los tiene e inaccesiblesa todas las demás. Al hacerlo,nos metemos en el problema filosófico tradicional del
conocimiento quetenemos de otras mentes, problema queno puede resolversesatisfactoriamente por la sencilla ra-zón de que descansasobre un craso error. S610con quereconozcamos que,como dice el profesor Ryle, "lasreali-zaciones inteligentes manifiestas no son pistas hacia elfuncionamiento d e las mentes; son ese Funcionamiento't.sdesaparecen a lavez el error y el problema.
Pero la terminología interno/externo puede defender-se sin aceptar lasimp1icaciones que el profesor Ryle atri- buye a sus partidarios.Puede aceptarse sobre el respetablefundamento de que es empíricamente esclarecedora: querepresenta algo que los historiadores, los abogados, los políticos y la gente ordinaria hacen en el curso de su
pensamiento normal.A veces (con mucha frecuencia, por lo que respecta a la historia) se encuentran ante un es-cueto registro delos hechos físicos de ciertos agentes, y
en esas circunstancias se ponen a descubrir las ideas, olos pensarníentcs o las intenciones, que los agentes encuesti6n tenían, explícitamente o no, "en la mente". De-
2 Pp. 56-58.a O,. cíe., p . 58.
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cir que en esas circunstancias tratan de posar del aspecto"externo" al aspecto "interno" de una acción o conjuntode acciones es emplear una metáfora que puede ser pe·ligrosamente desorientadora para los Iiléso íos, pero no losería para ning n historiador ni hombre de negocios quesabe a qué atenerse respecto de ella. Porque, después de
todo, es algo que todos hacemos al seguir los aconteci-mientos actuales en el mundo político, cuando pregun-tamos, por ejemplo, en qué "pensaba" Stalin cuandoenvió a Vishinski a Washington, O especulamos sobre loque "está detrás" del hecho físico mejor o peor atestiguadode que grandes cuerpos de tropas rusas avanzan de este aoeste a través de Polonia.
Lo que el profesor Ryle hizo es revelar de un modosorprendente el carácter desorientador del lenguaje deCollingwood cuando habla de "re-pensar", que es inade-cuado para los fines a que se destina. El historiador cier-tamente tiene que hacer más que re-pensar los pensa·mientas que estuvieron explícitamente ante las mentes deaquellos cuyas acciones estudia, aun en casos en que los
actos fueron deliberados. Los personajes históricos, comodijo Hegel, muchas veces hacen (o intentan) más de loque saben, y esto hay que concedérselo a toda explicaciónsostenible del pensamiento histórico. Pero creo personal-mente que esta concesión puede hacerse dentro del con-texto de la teoría idealista sin destruir las principales tesisde dicha teoría."
Todo esto viene a parar en que debemos, a pesar del profesor Ryle, aceptar la teoría idealista de la expresión
4 [La dificultad es más profunda de lo que aquí se reconoce,corno lo hizo ver claramente A. C. Danto en el capitulo vm desu Analytical Philosophy of History. Danto señala la frecuenciaen historia de "frases narrativas" como "Aristarco se anticipó aCopérnico", que describen acontecimientos a la luz de su resul-
tado; como él dice, la referencia a lo que tenían en las mienteslos agentes no podría ser nunca una base adecuada para talesdescripciones. Trato algunos puntos complementarios en el ar-tículo que cito infra, p. n.l
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CRiTICAS A LA TEORIA DE COLLINGWOOD 63
como esencialmente correcta. Observamos más arriba queera muy poco probable que los idealistas, que tienen ensu haber mucho trabajo histórico auténtico (Dilthey,Croce y Collingwood, para no citar más que tres, fuerontodos historiadores experimentados), hubieran desconoci-
do por completo la naturaleza del pensamiento histórico;y esta tesis tiene el apoyo del caso presente. Cualquieraque sea nuestra opinión sobre el resto de su teoría, no podemos negar que los idealistas subrayaron Con razón ladiferencia entre la actitud que adopta un científico natu-ral hacia los hechos que investiga y la que adoptan loshistoriadores hacia sus testimonios.
Collingwood expone bien la diferencia en un pasajeya citado, en que habla de que los historiadores no mi-ran los fenómenos históricos, sino a través de ellos, paradescubrir el pensamiento que contienen. Podemos ilusotrarla, siguiendo también a Collingwood, comparando el proceder de un paleontólogo con el de un arqueólogohacia sus respectivos "hallazgos". [1 primero toma susrestos como una prueba que le permite reconstruir laapariencia física y las características de los animales aque pertenecen los huesos, y descubrir la evolución deespecies ahora extinguidas. Pero el segundo, cuando des-cubre restos de un poblado o de un campamento, no secontenta con reconstruir la apariencia física que teníacuando realmente estaba ocupado; quiere además usarloscomo pruebas que arrojen luz sobre los pensamientos ylas experiencias de la gente que vivió o luchó allí, Paradecirlo de otro modo, mientras la naturaleza está toda enla superficie (como observ6 Goethe crí pticamente, no tie-ne "ni concha ni almendra"), la historia tiene interior y
exterior. Y es su interior lo que propiamente interesa a
los historiadores.Pero aunque, en consecuencia, estamos dispuestos adefender la primera parte de la teoría idealista, no se si-gue de ahí que aceptemos toda la interpretación idealistade la explicación histórica. Decir que los historiadoresdeben penetrar detrás de los fenómenos que estudian es
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64 LA EXPLICACIó N HISTÓRICA
una cosa¡ sostener que esa penetración se realiza por unacto intuitivo es algo muy diferente.
¿Podemos encontrar alguna razón para admitir tanextravagante opinión? Collingwood, como hemos visto,limitó por simpatía la comprensión que Dilthey habíaestado dispuesto a extender a todas las experiencias men-tales, a los actos de pensamiento en sentido estricto¡ pero
dudo que podamos seguirle aun en L'SO. Cuando nos diceque el estudio de las pruebas nos permitirá captar en unsolo acto lo que Nelson pensó en Trafalgar y por qué lo pensó, y que este conocimiento se logra sin referencia aninguna proposición general sobre la conducta de los al-mirantes, muy bien podemos preguntarnos si no se dejóengañar por su propio ejemplo. Sentimos que no hay
ninguna gran dificultad acerca de esta teoría cuando seaplica a personas como Nelson y Julio César, porque su-
ponemos demasiado fácilmente que Nclson y Julio César eran hombres como nosotros. Pero si tratamos de aplicarlaa las acciones de un médico-brujo africano o a un jefevikingo, muy bien podemos empezar a tener serias dudas
acerca de ella, Para deducir algo de la conducta de tales personas, todos estaremos dispuestos a decir que necesita-riamos algo más que comprensión por simpatía¡ necesitamos experiencia, de primera o de segunda mano, del modoen que suelen reaccionar a las situaciones en que se en-cuentran.
Mas para un idealista, admitir esto es renunciar a
toda su teoría, pues esa experiencia se reduce al conoci-miento, explícito o implícito, de ciertas verdades genera·
les. Lo que en realidad se está diciendo es que el procesode interpretar la conducta en cuestión es un proceso deinferencia en el sentido ordinario. Y si esto conviene acasos no familiares, como el del médico-brujo, ¿no con-vendrá también a casos familiares? ¿ No es verdad quenuestra comprensión de Nelson depende de manera im- portante de que sepamos algo de la dirección de batallasnavales en general? Y si carecemos de ese conocimiento,¿ podríamos comprender su acción?
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CRITICAS A LA TEORíA DE COLLINGWOOD 65
Concluyo que la principal tesis de Collingwood noresiste el examen. No es cierto que captemos y compren-damos el pensamiento de individuos del pasado en unsolo acto de penetración intuitiva. Tenemos que descu- brir lo que pensaban y averiguar por qué lo pensabaninterpretando las pruebas de que disponemos, y en este proceso de interpretación hacemos referencia por lo me-
nos implícita a verdades generales. El historiador tieneindudablemente que hacer algo diferente de lo que haceel científico, pero no tiene poderes especiales de penetra-ción que le ayuden a realizar la tarea. Necesita imagina-ción en alto grado, pero también necesita experiencia,Decir que puede hacer su trabajo poniéndose en el lugar de las personas que estudia, aunque parece responder alos hechos, no es decisivamente esclarecedor. Porque el proceso de ponerse uno en el lugar de otro es tambiénsusceptible de ulterior análisis.
Más adelante trataré de algunos otros problemas quenacen del estudio anterior y que versan sobre la cuestiónde la verdad histórica no menos que sobre la de la expli-cación histórica. Por el momento sólo necesito añadir laobservación de que el rechazo de la versión de Colling-
wood de esta teoría anula cualquier incentivo que hubie-ra para aceptar su definición, muy angosta, del campode la historia. El mismo Collingwood se proponía limitar la historia al pensamiento propiamente dicho porque creíaque sólo el pensamiento podía ser entendido en su pecu-liar sentido: sólo del pensamiento podíamos tener conoci-miento directo e individual. Pero hemos visto ya razones para rechazar su opinión, y en consecuencia podemos vol-
ver sin titubeo a la fórmula más amplia de la cual par·tirnos: que la historia se interesa por las acciones y lasexperiencias de seres humanos del pasado. El historiador,seguiremos diciendo, trata de resucitar el pensamiento del pasado; pero no sólo se interesa por las ideas propiamentedichas, sino también por e l fondo de sentimiento y emo-ción que tuvieron las ideas. Cuando intenta revelar el
espíritu de una é poca, no es meramente su vida intelec-
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tual lo que espera penetrar: quierevida emocional. Indudablemente, como vio Collingwood,hay dificultades para la realización de su tarea, pero seaplican a las dos partes de ella. Si está justificado el escep-ticismo histórico, se aplica al pensamiento lo mismo que
al sentimiento."
66
3. LA "~LICACIÓ N" EN HISTORIA
La posición a que llegamos ahora es que hemos rechazadolas principales tesis de los idealistas acerca de la explica-ción histórica y sostenido que implica cierta clase de re-
ferencia a verdades generales. Esto 'Parece obligarnos sinmás a alguna forma de la tesis positivista (supra, pp. 49-51). Pero antes de aceptar esa conclusión quizá debamosechar una mirada más atenta a la verdadera práctica delos historiadores. Si hacemos esto no podremos me~de sorprendernos ante el uso que hacen de un procedi-miento que encaja mejor en la teoría idealista que en la
positivista: el procedimiento de explicar un acontecimien-to rastreando sus relaciones intrínsecas con otros a te-cimientos ~ e oca izar o en su contexto histórico. Éstees el prace imiento que en nuestróCapltulo intro-ductoriollamamos "coligación", y sin duda merecerá que dedique.rnos nuestro tiempo a examinar su naturaleza e irnpor-tancia.
Si se le pide a un historiador que explique un acae-cimiento histÓrico particular, creo que se inclinará confrecuencia a empezar la explicación diciendo que hay queconsiderar e l hecho en cuestión como parte de un movi-miento general que se estaba desarrollando en aquel tiern- po. ASÍ, la reocupación por Hitler de las provincias re-nanas en 1936 podría ser dilucidada por referencia a la
política general de reafirmación y expansión alemanas
que Hitler practicó desde el momento de su llegada al
s [Para las críticos ele esta interpretación de Collingwood,véase la nota adicional a la terminación de este capítulo.]
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1.A "COLIGACION" EN HISTORIA 67
poder. La mención de esa política y la especificación demedidas anteriores y posteriores para realizarla, tales como,}repudio del desarme unilateral, la retirada de Alemania
de la Liga de Naciones, la absorci6n de Austria y la in-eorporación de los Sudestes, en realidad sirven para hacer 1 1 1 3 5 inteligible la acción aislada de la cual hemos partí-1 1 0 , y lo hacen permitiéndonos situar la acción en su con-
texto y verla Como un paso en la realización de una política más o menos consecuente. \Comprender lo quelue aquella olítica a reciar el modO en ue los acon-
cimientos particu ares contribuyeron a su realizaciónI~sdlr0rlo menos en muchos casos, parte de lo que se con-iera una explicación histórica.
Ahora bien, es importante darse cuenta de que la
apacidad del historiador para US:Hesta Iorma de explica.ción depende de la naturaleza especial de la materia deI[ue trata. Sólo a causa de su interés por las acciones, queicertadamente destacan los idealistas, puede pensar de.sta manera. El hecho de que toda acción tenga un lado.le pensamiento hace posible todo esto. Porque las accio-nes son, hablando e . lio, realizaciones de pro-
pósitos, y por ue u solo ro ósit o una sola política pue-.len hallar expresión en ~ e acciones, ya rea-lizad;¡ s r una persona o por varias, podernos decir en un
llti o lOte 181 e que algunos acaecimientos históricos"stán intrínsecamente relacionados. Están r~ así porque la sene U e acciones en cuestión(fo~a un ~..,del que puede decirse con verdad no sól~
I\OSposteriores están determinados por los anteriores, sinotambién que la determinación es recí proca, que los miern-hros anteriores son afectados por el hecho de que ya se
planeaban los posteriores. Ésta es una situación que norncontrnmos en la naturaleza," pues los acontecimientosnaturales no tienen, para propósitos científicos, en todo
6 L a existencia de cuerpos orgánicos parece dar un mentís'1 esta afirmación. Pero aun cuando (como negarían I~ biólogosmecanicistas) J10 podamos explicarlos sin recurrir al concepto de
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8 68 N IIlSTóRICA,~
~ caso, "interioridades", y por lo tanto s610 admiten cone-o. ííI . > xiones extr nsecas.
-; El punto que estamos tratando es que el pensamiento\..... hist6rico, a causa de la naturaleza de la materia que trata. s : :
el historiador, muchas veces procede de un modo teleoló-~ gico. Pero a esto se objetará que tiende a hacer la historia~ mucho más deliberada y ordenada de lo que en realidad:: eS'IEs cierto que los historiadores hablan de movimi~
-;_ generales que caracterizan a é ocas artícUlares·la Ilus·~ traer n, e movimiento romantico, a é poca e a reforma
en la Inglaterra del siglo XlX, la aparición del capitalismomonopolista. ~Pero puede sostenerse de manera admisibleen alg n grado que esos movimientos son en todos loscasos intentos deliberados de dar expresi6~aco erente De muchos de ellos por lo menos semeJaI?te
.pretensi n sería palpablemente falsa. Hay en la historia,indudablemente, algunos movimientos -el de la reformalegislativa en Gran Bretaña en los primeros años del siglo pasado sería un ejemplo- que son, en lo esencial, inten-tos deliberados para realizar un programa previamenteformulado, pero parecen ser la excepción y no la reglageneral en la historia. Como prueba, por el otro lado,no tenemos más que preguntarnos quién planeó el naci-miento del capitalismo monopolista o el movimiento ro-mántico.
Hay que admitir inmediatamente la fuerza de estaobjeci6n.,Sería absurdo ex licar la historia sobre el su- puesto de que consiste en una serie e acaecirruentosdéÍiberadamente planeado~Los hombres no son tan calcu-ladores, y aun cuando tratasen de actuar en todos loscasosde acuerdo con una política cuidadosamente formu-lada, se encontrarían con que las circunstancias, humanasy naturales, son a veces más fuertes que ellos. Pero pien-
so que todo esto puede admitirse sin sacrificar el punto principal de nuestra teoría.
propósito, es manifiestamente imposible considerar intencionalsu conducta en el mismo sentido en que lo es la conducta hu-mana.
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LA "COLIGACIÓ N" EN HISTORIA 69
Porque en primer lugar, si es absurdo considerar lahistoria como una serie de movimientos deliberados, esIgualmente absurdo ignorar la verdad de que los hombresdesarrollan en ocasiones políticas coherentes. Después delodo, los nazis planearon la conquista de Europa, y nin-~una historia de los años 1933 a 1945 podrá dejar demencionar su plan. Así, pues, está enteramente justifica-
da una e licación totalmente teleoló •ca ara al nosacontecimie s. ,en segun o ugar, aunquemuchas veces es imposible recurrir a dicha explicación enu forma simple, el hecho mismo de que los historiadores
traten de agrupar los acontecimientos históricos en movi-mientos y tendencias generales revela que anhelan encon-trarle un sustituto. LSi no pueden pensar en términos
tel~óg_i~ifiestos, usan, con tOdo, un procediiñlento'lue es semiteleol6 ico. En reahdad explican los acontecl-jmientos sena an o as ieas que encarnan y citando otros.icontecimientos con los que están íntimamente conecta-dos, aunque saben que muchos de los agentes implicadostienen poco conocimiento consciente de las ideas en cues-iión, si es que tienen alguno. Y su justificaci6n de hacer-
lo así es el hecho, ya señalado, de que las ideas puedenejercer influencia sobre la conducta de la gente aunqueno estén constantemente ante las mentes de las personas'lue obran de acuerdo con ellas. Así, la idea de que
ran Bretaña tiene una misión imperial, aunque explí-:itamente sustentada s610 por una reducida minoría de
personas en el país por aquel tiempo, lleg6 hacia fines
de la era victoriana a ejercer una influencia sumamenteImportante sobre la dirección de la política exterior bri-tánica, y ninguna exposición de dicha política se perom ítirá no mencionarla. Hubo, en realidad, una faseimperialista reconocible en la historia política británica,aun cuando la política del imperialismo no fue cons-
ientemente aceptada ni deliberadamente aplicada por
la mayoría de los que estuvieron en el poder en aqueltiempo.
Me parece que este procedimiento de "coligar" acon-
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70 00\130 ,.: 1 '" LA
tecimientos ¡ seg n "concepciones apr~, para usar las palabras de Whewcll, formauna parte importante
del pensamiento histórico, y yo lo conectaría con lo quse dijo al comienzo del capítulo anterior sobre el propó-sito del historiador de formar un lodo coherente con losacontecimientos que estucfia:-SugIero que su modo dehacerlo es buscar ciertos conce tos dominantes o iddirectivas con las que esclarecer os ce os, rastrear cone-xiones entre aquellas ideas y después mostrar cómo los he-
chos detallados se hacen inteligibles a la luz de ellasconstruyendo un relato "significativo" de los acontecí-mientos del período en cueslIón. 'Sin duda es éste un programa que, en cualquier caso Concreto, puede rea-lizarse sólo con éxito parcial: tanto las ideas claves ver-daderas como el sentido de su aplicación a los hechosdetallados pueden eludimos, mientras que la buscada
inteligibilidad s610 puede ser inteligibilidad dentro deun período arbitrariamente delimitado (a no ser que e lhistoriador elija para su estudio una serie de aconteci-mientos que no puede ni aun empezar coligando). Peroadmitir esto no altera la tesis principal seg n la cuales éste un procedimiento que usan los historiadores, yque en consecuencia toda interpretación de la explica-
ción histórica debe encontrar un lugar para él.Es fácil, sin embargo, sobrestimar la importancia
del procedimiento que he descrito, y puede calmar losrecelos de algunos lectores el que termine mi estudiocon algunas observaciones sobre ese punto. Debo acla-rar, ante todo, que decir que explicamos los aconte-cimientos históricos por referencia a las ideas que en-
carnan no es sostener que la historia sea un procesoracional en alg n sentido discutible; y, en segundo lugar,que no sostengo que esa idea sea el nico procedimientoexplicativo adoptado por los historiadores.
a ] Expliqué antes que la coligación se ajustaba a laconcepción idealista de la historia mejor que a la con-cepción positivista (está evidentemente conectada con la
tesis de que toda historia es historia del pensamiento),
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I"A "COLlC¡ \CION" EN IllSTOIHA 71
pelsonas suspicaces indudablemente verán en la de-ensa que hago de ella el intento de reimplantar el idea-lismo. ¿Cuáles son vuestros conceptos dominantes, seme preguntará, sino los universales concretos de Hegeldisfrazados, y qué es el intento de demostrar que la his-toria es un todo inteligible sino la resurrección de unracionalismo ahora desacreditado? Me gustaría aclarar que no hay nada de eso. Al decir que el historiador in-lenta encontrar inteligibilidad en la historia coligando.icontecimientos de acuerdo con ideas apropiadas no estoy',ugiriendo ninguna teoría de las fuerzas motrices deci-ivas de la historia. No digo nada sobre el origen de
LIs ideas a que se ase el historiador; a mí me basta con,¡ ue esas ideas hayan tenido influencia en el tiempo
sobre el cual escribe. Así, la nica racionalidad del proceso histórico que mi teoría supone es una especiede racionalidad superficial: el hecho de que este, aquelv el otro acontecimiento puedan ser agrupados como partes de una sola política o de un movimiento gene-ral. No tl'ngo nada que decir aquí sobre la cuestiónmás amplia de si la política o el movimiento fueron
«llos mismos producto de la razón en otro sentido.De ahí se sigue que mi teoría no es racionalista en
1 , 1 que muy bien podría considerarse mal sentido, sino'Iue por el contrario es una teoría que pueden aceptar los escritores de todas las escuelas (no veo por qué ni"un los marxistas deban negarla). Pero esto por sí solo.ndica que la coligación necesita ser suplementada con
otros procedimientos si ha de ser completa la explicaciónhistórica.
h ] Una explicación de acontecimientos históricos me-diante ideas no puede menos de ser parcial, aunque sólo-ca porque no dice nada de cuestiones tan importantesromo el saber por qué fueron adoptadas aquellas ideas(qué es lo que les dio su peculiar atractivo) y hasta
dónde lograron sus defensores ponerlas en efecto, antelos obstáculos naturales y humanos, Una exposiciónrornpleta debe tratar evidentemente esas materias, pero
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DE LA NATURALEZA HUMANA 73
tos de población en gran escala recurrirá, entre otrasverdades, a los descubrimientos del geógrafo y del eco-nomista. Un estudioso de la historia de la erudición clá-ka tiene que saber algo de química de las tintas y del
papel. Un biógrafo debe conocer las leyes psicológicas,y así sucesivamente. Cada tipo de historiador tiene suclase particular de intereses, y cada uno de ellos debe
recurrir al conocimiento general apropiado.Esta teoría está conectada con la opinión, expuestaon frecuencia por los partidarios de la escuela positivis-
ta, seg n la cual es erróneo hablar de historia como nom- bre de un estudio específico. No hay nada parecido ala historia en abstracto; no hay más que clases diferentesde historia. L a palabra historia es genérica, y el género
es real en sus especies: historia política, historia militar,historia económica, historia del lenguaje, del arte, de laciencia, etc. Preguntar qué proposiciones generales pre-mpone la historia como tal es, pues, hacer una pregunta<¡ uees in til investigar porque no tiene contestación.
Que esta interpretación difusionista de la historia,como podría llamársele, es admisible y atractiva, especial-
mente en una é poca que gusta poco de las visionessinó pticas de cualquier clase, difícilmente podría negar-'le. Sus tesis positivas por lo menos parecen estar por en-:ima de todo reproche. Es el caso, ciertamente, que haymuchas clases diferentes de historia, y el expositor de.ada rama necesita, ciertamente, conocimientos de espe'ialista para realizar su tarea. También es indudable que
,tlguna clase de abstracción es parte necesaria del procesode adquirir conocimientos históricos: todas las historiasreales son departamentales en el importante sentido deque miran el pasado desde cierto punto de vista y seconcentran sobre aspectos limitados de él. Pero aunquehaya que admitir todo esto, dudo que se siga de ello laconclusión positivista. Pues me parece que en el trabajo
histórico de todas clases hay un solo propósito predomi-nante: construir un cuadro inteligible del pasado hu-mano como un todo concreto, de suerte que se haga
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vivo para nosotros del mismo modo qLll! nuestras viJ~l',y las de nuestros contemporáneos. Dilcrcntcs tipos dr-historia contribuyen a ese designio [uudarncnta] de elife
ren les maneras, pero pienso que todos los historiadoreslo tienen presenle. Todos esperan proyectar luz sobre el pasado del hombre, y no habrían emprendido su estudio particular si no creyesen que lo harán por Jo menos enalg n grado.
Si lJ3)' algo de verdad en esta tesis, se sigue que, aclemás de las generalizaciones específicas clue los historiadores suponen, cada uno para sus particulares propósitos, hay también para cada uno un conjunto fundamentalde juicios sobre los que descansa su pensamiento. Esos
juicios se refieren a la naturaleza humana: son juicimsobre las respuestas características que dan seres humanos a los diferentes retos que les dirigen en el transcurso
de sus vidas ya las condiciones naturales en que viven,ya sus compañeros los seres humanos. Indudablemente,algunos de ellos son tan triviales que apenas si merecenser formulados: ninguno de ellos, por ejemplo, necesitaque se exponga formalmente la verdad de que los hom bres que sufren gnmdes privaciones físicas carecen ensu mayor parte de energía mental. Pero que el corpHs de
proposiciones en su conjunto es extremadamente irnpor-tante lo revela el pensar que es a la luz de su conceptode la naturaleza humana como debe decidir finalmenteel historiador qué debe aceptar como dato y cómo como prender lo que acepta. Lo que toma por creí ble dependede lo que concibe ser humanamente posible, y es a estoa lo que se refieren los juicios de que hablamos aquí. La
ciencia de la naturaleza humana es, pues, la disciplina básica para todas las ramas de la historia. Los resultadode otras ramas del saber son necesarias para este o aqueltipo de historia, pero ninguno es de importancia tan gelneral como el estudio que acabarnos de mencionar.
1./\ EXPLlC¡ \Cló N iusronrcx
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DIFICULTADES DE ESTA CONCEPCIó N 7 5
5 . DIFICULTADES DE ESTA CONCEPCIÓ N
Pero si se concede tanto, también debe convenirse en
que todo el asunto del conocimiento y uso por el histo-riador de los juicios sobre la naturaleza humana ofrecenmuchas dificultades. Y como esas dificultades son m a n í-
[iestamente importantes no s6lo para la cuestión de laxplicaci6n histórica, sino también para la de la objetivi-
dad de los enunciados hist6ricos, será necesario estudiar-las con alg n detenimiento.
Tenemos en primer lugar el problema de c6mo ad-quiere el historiador esas creencias básicas. La respuestaobvia sería aquí: "de las autoridades reconocidas sobre lamateria", por ejemplo, de quienes hicieron misi6n myaestudiar la naturaleza humana en las ciencias modernasde la psicología y la sociología. Pero el enredo es quehay multitud de historiadores competentes, hombres en
cuyos juicios sobre situaciones históricas particulares pue-de tenerse confianza, que son muy ignorantes de esasciencias, de sus métodos y de sus resultados. Saben mu-~110 , aparentemente, de la naturaleza humana y puedenhacer gran uso de sus conocimientos, aunque no hicie-ron nunca un estudio metódico del alma humana ni delas características generales de la sociedad humana.
¿De qué otra fuente podrían haber sacado sus cono-cimientos? La nica respuesta posible parecería ser: "dela experiencia". y ésta es una respuesta que algunos Ii-lósofos sin duda encontrarían adecuada. La comprensi6nde la naturaleza humana que revelan los historiadores-dirían- no es diferente de la que todos manifestamosen nuestras vidas diarias, y procede de la misma fuente.
Es parte de esa vaga amalgama de generalidades adrni-tí.das corrientemente, derivadas de la experiencia com ny más o menos confirmadas por la nuestra, que todos:lcceptamos para nuestros propósitos cotidianos y conociclacon el nombre de "sentido com n". Ahora bien, no pue-d-en ponerse en duda los méritos de esta segunda contes-taci6n. Si puede ser aceptada, se desvanecen todos los
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76 LA EXPLICACIó N HISTóRICA
misterios que pueda haber en el asunto que estamos estu
diando. Ya no necesitamos preocuparnos por la importancia de la comprensión que el historiador tiene de lanaturaleza humana, ya que las categorías de la historia
vienen a ser idénticas a las del sentido com n. No hay pretensión, en tales circunstancias, de que el conocimiento histórico merezca especial consideración ni alegue ning n derecho al escrutinio filosófico.
Que la comprensión que el historiador tiene de lanaturaleza humana se deriva en cierto modo de la experiencia, y aunque prolonga lo que llamamos conocimien
to de sentido com n, no querría yo negarlo. Pero dudoque podamos dejar la materia en este punto sin hacer
justicia a la sutileza y profundidad de penetración enlas posibilidades de la naturaleza humana que muestran los grandes historiadores. Una de las característica~de esas personas es que logran ir mucho más allá que elsentido com n en la apreciación y comprensión de situaciones humanas. Sus poderes de imaginación o de intuición, como también podría llamárseles, abren inesperadas posibilidades a sus lectores, permitiéndoles penetra)en las almas de é pocas muy distintas de la suya. En esterespecto, como en algunos otros, su trabajo guarda estre-cha semejanza con el de otros escritores en otros campos.También la literatura creadora, en particular el teatro y
la novela, exige en sus cultivadores una penetración enlas posibilidades de la naturaleza humana peculiarmenteintensa; y aquí también la penetración rara vez es resultado de un estudio metódico. Y aunque sin duda es ver dadero decir que descansa en cada caso en la experienciadel escritor y en la experiencia Com n de su tiempo, esaafirmación realmente no es muy esclarecedora.' Porquecuando pensamos en ella, quedamos ante la embarazosacuestión de saber por qué unos pueden sacar tanto de su
8 Diría lo mismo de la sugerencia de que este conocimientodebe clasificarse todo él, en la antítesis del profesor Ryle en.Ccmcept o f Mind, cap. u), como "conocimiento de cómo" C1I
cuanto opuesto a "conocimiento de qué"
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DIFICULTADES D E ESTA CONCEPCIó N 77
experiencia y otros tan poco. ¿Basta la experiencia para ex- plicar la multiforme apreciaci6n de la naturaleza humanaque muestran un Shakespeare y un Tolstoi? ¿Puede ellaexplicar la maravillosa verdad que Emily Bronté insuflóen el carácter de Heathcliff, criatura cuyo igual ni ellani sus lectores pueden haber conocido en la vida real, pero que sin embargo nos impresiona como absolutamen-
te creí ble? Decir que todo lo que se necesita para explicar la comprensión literaria es sentido com n y experienciacom n es, evidentemente, quedarse muy lejos de la ver-dad: también se necesita genio. Y aunque el historiador corriente puede desempeñar su función bastante adecua-damente con facultades que no van mucho más allá quelas del sentido com n aguzado, sin duda puede argüirse
que se necesita algo como el genio para un trabajo verda-deramente eficaz en este campo.
Concluyo que hay un auténtico problema relativo al
conocimiento que el historiador tiene de la naturaleza hu-mana, y sugiero que está estrechamente emparentado conel que plantean el trabajo literario y la apreciación de laliteratura. Pero tengo que dejar el problema sin estudiarlo
y pasar a otro punto difícil sobre la ciencia de la natura-leza humana.
Concierne dicho punto a la variabilidad de las pro- posiciones fundamentales de la ciencia. Ya dijimos que elhistoriador decide en definitiva a la luz de su conceptode la naturaleza humana lo que ha de aceptar como dato.Pero cuando reflexionamos sobre la materia advertimos
que las concepciones de la naturaleza humana varían delmodo más sorprendente de una é poca a otra. Lo que pa-rece normal en un tiempo (por ejemplo, la Edad Media) parece completamente anormal en otro (por ejemplo, elsiglo xvm), y la diferencia es con frecuencia tan profun-da que la é poca anterior se hace positivamente incompren-sible para la posterior. De ahí los errores que vician las
páginas de un escritor como Gibbon cuando trata de;uestiones religiosas. Y no debe pensarse que esos errores
pertenezcan s6lo al pasado y que nosotros SomOS más sa-
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78 IIISTóRICA
bios qae nuestros predecesores. Indudablemente somosmás conscientes que Gibbon y Voltairc de las diferencias
llue hay entre nuestros propios tiempos y los tiempos pasados; pero de ahí no se sigue que logremos plenamen-te superar las diferencias. Y ciertamente pnrece irracionalesperar que lo haríamos, pues s610 podría ser así si pu-diéramos salirnos de nuestro propio tiempo y contemplar el pasado sub specie ::eternitatis.
Ahora bien, una ciencia cuyas proposiciones funda-
mentales varían de ese modo muy bien puede no Ser considerada ciencia, y se ha llegado de hecho a estaconclusi6n. Collingwood, por ejemplo, dijo con frecuen-cia que no hay verdades "eternas" acerca de la naturalezahumana, sino s610 verdades acerca del modo en que losseres humanos se condujeron en talo cual é poca. Nohay verdades eternas sobre la naturaleza humana -afir·
mó- porque la naturaleza humana está cambiando cons-tantemente. Pero necesitamos examinar con alg n cui-dado esta afirmación aparentemente admisible. Cuandose dice que la naturaleza humana varía de una é poca aotra, ¿queremos decir que deducimos que no hay identi-dad entre el pasado y el presente, que no hay un desarro-llo continuado de uno a otro, sino que ambos difieren por
completo? Y si queremos decir eso (como e l mismoCollingwood sugiere en sus momentos más escé pticos),¿esa regla no niega la posibilidad de toda comprensióninteligente del pasado? Si los hombres de la antiguaGrecia o de la Edad Media, por ejemplo, no tienen nadaen com n con los hombres del mundo de hoy, ¿cómo podríamos esperar sacar algo de sus experiencias? El in-
tento de hacerlo sería como tratar de leer un texto cifradocuyo desciframiento sabemos de antemano que nos elu-dirá.
Esto por sí solo no es más que un argumento ad hominem: no demuestra que haya algo constante en lanaturaleza humana, y que, por lo tanto, sea posible unaciencia de la naturaleza humana. Se limita a llamar la
atención hacia el hecho de que pensamos que podemos
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DIFICULTi\DES DE ESTA CONCEPCló N 79
comprender é pocas pasadas, lo mismo que pensamos que podemos comprender a nuestros contemporáneos. Pero, en
todo caso, esa convicción encuentra apoyo cuando re-flexionamos en que el escepticismo general sobre la com- prensión histórica implicaría e l escepticismo general sobrela comprensión literaria también. Si no podemos compren-der las acciones de las gentes del pasado, tampoco pode-mos sacar nada de su literatura. Pero pensamos, induda- blemente, que sí podemos, en alguna medida por 1 0 me-
nos, aunque convengamos en que unos escritores son másFácilmente comprensibles para nosotros que otros, y tjllealgunas producciones literarias siguen frustrando todosnuestros esfuerzos para interpretarlas.
Podría sostenerse, pues, que una ciencia de lu natu-raleza humana es posible en principio, no obstante lasmanifiestas variaciones de conducta y creencias de unaé poca a otra. Pero aunque sea así, eso no originaríaning n falso optimismo acerca de la comprensión histó-rica. Sigue siendo cierto que historiadores diferentes lle-van a su trabajo concepciones diferentes de la conductade los hombres y (quizá debiéramos añadir) de cómodebieran conducirse, y que este hecho tiene un efecto
de la mayor importancia sobre los resultados a que llegan. No nos interesa aquí explorar las ulteriores implicacionesdel hecho:" nuestro propósito era sólo señalar su impor-tancia para el problema de la explicación histórica. Yodiría que su pertinencia e importancia estaban fuera detoda duda.
Hay otra dificultad acerca de la ciencia de la natu-raleza humana a la cual me referiré brevemente en con'clusíón (su conexión con los dos puntos anteriores es bastante clara). Dije que las verdades acerca de la natu-raleza humana están presupuesUrs en la comprensiónhistórica y hablé de que el historiador enfocaba su tra- bajo con determinada concepción de la naturaleza del
o Pura algunas implicaciones ulteriores, véase infra el ca- pítulo 5.
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80 LA EXPLICACI6N HIST6RICA
hombre. Pero no podemos dejar la materia en este punto.Porque, cuando nos ponemos a pensar sobre ella, no esverdad 5 6 1 0 que nevamos a la comprensi6n de la historiaciertas nociones acerca de las posibilidades de la conductahumana: también revisamos nuestras nociones de esamateria en el curso de nuestro trabajo hist6rico. Así, alleer una exposición de los hechos de personas muy lejanasde nosotros, como, por ejemplo, los bárbaros que derri-
baron el Imperio romano, partimos de ciertos criterios con
los que juzgar e interpretar su conducta; pero nuestrainterpretación puede inducimos muy pronto a modificar esos criterios en aspectos importantes, abriendo nuestrosojos a posibilidades que no habíamos sospechado. El casode la historia es aquí también paralelo al de la literatura.Se dice con frecuencia que una gran novela o una grancomedia nos enseñan algo acerca de nosotros mismos;
pero, como hemos visto, necesitamos llevar a ellas ciertascreencias preexistentes sobre la naturaleza del hombre.
Sospecho que no basta liquidar este punto diciendoque no hay nada sorprendente en él, por la sencilla razónde que nuestro conocimiento de la naturaleza humana des-cansa sobre la experiencia y está sujeto a constante revi-sión a medida que nuestra experiencia se amplía. Sin
duda es así, pero subsiste el hecho de que nuestras ideassobre el asunto aun parece que contienen un elementoque no se debe a la experiencia, sino que puede llamarsea priori o subjetivo, seg n los gustos. La existencia deeste elemento subjetivo constituye un gran enigma parala filosofía de la historia, y ciertamente es la causa prin-cipal de los titubeos que sentina mucha gente ordinaria
si se la invitara a convenir en que la historia puede llegar a ser un estudio plenamente científico.Tenemos que dejar estas cuestiones, a las que volve-
remos, y tratar de agrupar los resultados de un largoy difícil estudio. Empezamos nuestro examen de la natu-raleza de la explicación histórica teniendo presente dosopiniones: una que insistía en que la comprensión his-tórica es inmediata e intuitiva, y otra que reducía real-
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I>IFICULTADES DE ESTA CONCEPCIó N 81
merite dicha comprensión a una subforma del pensarnien-lo de las ciencias empíricas y que igualaba su proceder
:on el del sentido com n. Encontramos razones pararechazar decididamente la primera de estas opiniones; pero eso no nos obligaba a aceptar sin titubeos la segunda.Pues aunque la escuela idealista llevaba demasiado lejosus pretensiones, vimos que no estaba equivocada al hacer
fundamental para el historiador el concepto de acción,y nos propusimos conectar con él los procedimientos te-leológicos o semiteleológicos que, seg n se decía, seguíanlos historiadores cualesquiera que fuesen sus opinionesobre las fuerzas motrices decisivas de la historia. Peroreconocimos que el procedimiento de coligar aconteci-mientos históricos, aunque muy importante, no podíaconstituir toda la naturaleza de la explicación histórica."
e necesitaba también, como en las explicaciones de tipocientífico, la referencia a verdades generales, y aquí nosencontramos de acuerdo general con el punto de vista positivista. Pero diferimos de los positivistas en sostener que en todo trabajo histórico está presupuesta una seriefundamental de generalizaciones pertenecientes a la cien-cia de la conducta humana; y tratamos, en conclusión,de señalar ciertas dificultades que aparecen acerca deesas generalizaciones y del conocimiento que el historiador tiene de ellas. Puede resumirse nuestro resultado generaldiciendo que la historia es, en nuestra opinión, unaforma de conocimiento con rasgos peculiares, aunque noes tan diferente de la ciencia natural ni aun del sentido
com n como se ha pensado a veces que lo es.
10 OlTO modo de expresar esto sería decir que los historia-dores que se concentran en rastrear movimientos generales enhistoria se ocupan pri~or~ialmente de intenciones. o propósitos,mientras que una explicación completa de toda acción dada tamo
bién requiere evidentemente la referencia a causas y motivos.Estoy de acuerdo con e l profesor Ryle (The Concept of Mincl,
cap. IV) en que encontrar el motivo de una acción es clasifí-carla como perteneciente a cierto tipo.
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82 LA EXPLICACIó N HISTóRICA.
NOTA ADICIONAL
El profesor A. Donagan, en un artículo titulado "The
Verification of Historical Theses" (Philosophical. Quar-terly, julio de 1956), discute la interpretación de las opi-niones de Collingwood sobre la historia dada aquí y por otros críticos y dice que ni su teoría ni su práctica his-tórica lo obligan a creer que en la historia son infalible-mente intuidos los pensamientos del pasado. La frase deCollingwood de que toda historia es historia del pensa-
miento debe tomarse como un intento de revelar la es-tructura conceptual del conocimiento histórico y no comouna exposición de ]0 que hacen Jos historiadores. Perso-nalmente, deseo subrayar que el propósito de Colling·wood fue pOr!Dr al descubierto el carácter peculiar de]conocimiento histórico, y admitiría que su teoría podía
ser reconstruida sin hacer ninguna referencia a la intui-ción, seg n los lineamientos seguidos en el capítulo vde L a 1 V S and. Explanation. in History del profesor vV.Dray, quien muestra allí que los historiadores se interesanfrecuentemente por lo que él llama "racionalización delas acciones", y que al hacerlo no ponen a contribucióngeneralizaciones sobre la conducta del pasado sino "prin-
cipios de acción", reglas que (seg n suponen) fueronadoptadas como expresivas de "lo que hay que hacer"
por los individuos en que se ocupan. Pero si se dijeraque esto aclara la cuestión, querría yo hacer tres comen-tarios: 1) Aunque seg n Dray un historiador no necesitaexaminar casos análogos para deducir principios de acción,
necesita alg n conocimiento general que vaya más alládel caso particular. Para descubrir los principios seg nlos cuales Nelson actuó en Trafalgar tengo que saber por lo menos que estuvo presente allí en calidad de al-mirante y qué es un almirante. 2) Collingwood sostieneel punto negativo de que (esta especie de) comprensiónhistórica no depende del conocimiento de leyes generales,
pero dice poco o nada acerca de en qué consista. Lainferencia de que pensaba qll:e tenía que ser inmediata
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NOTA ADICIONAL 83
es completamente natural, más particularmente cuandorecordamos lo que dice en otro lugar acerca de que elconocimiento científico es abstracto. 3) El hecho de queCollingwood creyera que sólo pudieran resucitarse pen·samientos pasados, y no sentimientos pasados, demuestrasu preocupación por el problema del escepticismo histó-rico; parece difícil evitar la conclusión de que su solución
del mismo consiste en decir que sólo podían captarse pen'samientos sin posibilidad de error. Pero yo no querríaya atenerme al pasaje de Idea de la historia citado su!"'"
(p. 57) para demostrar que Collingwood creía que el pen~amiento se explicaba a sí mismo, pues Doneganme convenció de que ello (en inglés it), con que terminala segunda oración, se refería a acontecimiento en la
primera. Véase también el articulo de Dray, "HistoricalUnderstanding as Re-thinkíng", en Universit¡ of Ter Tonto Quarterl)', enero de 1958.
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