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INDUSTRIA Y TRABAJADORES DEL TABACO EN LA CIUDAD DE PUEBLA
(LOS AÑOS DE LA REVOLUCIÓN)
LETICIA GAMBOA OJEDA*
El contexto general
Aunque la guerra de Independencia trastornara gravemente el Estanco del tabaco establecido por la Corona, éste desapareció en forma definitiva sólo hasta 1856, cuando se declaró libre su siembra, cultivo, manufactura, venta interna, importación y exportación. Atrás quedaba, con esta medida, la etapa del monopolio nacional del tabaco y se pasaba a la de la libre concurrencia, a su vez remplazada por una nueva etapa monopólica, de sello extranjero, cuyo veloz proceso de dominación comenzó en 1924, al instalarse la cigarrera El Águila, subsidiaria de la British American Tobacco Company.1
Ya que estas notas se centran en los años de la Revolución (1910-1917), conviene en primer término detener en la etapa del libre cambio tabaquero, en la que aquel agitado periodo se inscribe. A su sombra prolife-raron, lógicamente, un considerable número de unidades productoras de puros y cigarrillos, diseminadas por todo el país porque el tabaco
' Instituto de Ciencias de la Universidad Autónoma de Puebla. 1 Este primer apañado se basa en buena medida en la obra de José González Sie
rra, Monopolio del humo (elementos para la historia del tabaco en México y algunos conflictos de tabaqueros veracruzanos, 1915-1930), Ed. UV, CIH, colección "Historias veracruzanas", No. 5, 1987. (A este libro corresponden los pasajes citados entre comillas en esta parte).
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se cultivaba prácticamente en todo su territorio, no obstante la supremacía de ciertas zonas.2
Los conflictos revolucionarios habidos en Cuba durante el decenio de 1860, orillaron a cierto número de expertos tabaqueros a refugiarse en las tierras firmes del Golfo de México, donde aplicaron sus conocimientos a mejorar el cultivo del tabaco y se dedicaron a transmitir "la compleja cultura de la elaboración [del puro] por vitola". Si bien sería Veracruz un principal beneficiario de este flujo de inmigrantes, no faltaron cubanos que llegaron a Puebla para montar sus fábricas e intervenir con éxito en el mercado regional.
Junto a los cubanos, algunos otros individuos de origen español, mexicano, inglés, alemán y francés se fijaron en la industria del tabaco. Establecieron fábricas de mediano y gran tamaño, amenazando la existencia de los centenares de talleres domésticos de rudimentarias técnicas. Si al principiar el siglo las unidades productoras de puros y cigarros se contaban en 760, para 1911 sólo había 350.' Pero muchos pequeños talleres únicamente sucumbirían con la penetración del capital transnacional, como pasó con las fábricas mayores.
Desde 1890 la industria tabaquera había entrado en un periodo de expansión, como consecuencia inmediata de la apertura de fábricas de respetable talla. En 1894, el francés Ernesto Pugibet transformó en sociedad anónima su empresa El Buen Tono, convirtiéndola en la cigarrera más grande del país. Para 1910 la empresa ya era accionista mayoritaria de otras dos grandes sociedades, la Cigarrera Mexicana y la Tabacalera Mexicana. En este proceso de apropiación, un elemento fundamental fue la introducción de maquinaria automática, realizada por Pugibet en 1902, permitiendo a El Buen Tono producir masivamente sus famosos cigarrillos engargolados sin pegamento,4 cuya producción alcanzó la cifra record de casi 167 millones de cajetillas, elaboradas en el curso de 1910.
Diversas razones internas de tipo económico, técnico, social y cultu-
•' Daniel Cosío Villegas (coord.), Historia moderna d» México. El porfirialo. La vida económica, Ed. Hermes, México, 1985, vol. VII, pp. 338 y 362.
J lbid., p. 338. • lbid., p. 457. E. Solazar Silva (editor), Las colonial extranjeras en México, México,
1937, pp. 43-44.
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ral, entraron enjuego durante esta etapa de concurrencia, para generar un profundo cambio: el desplazamiento del puro por el cigarrillo.
Al elaborarse con picadura de tabaco y no con hojas enteras y seleccionadas por su "textura, elasticidad, aroma y color", como el puro, el cigarrillo era tradicionalmente considerado como un subproducto de la producción purera, fabricado con material de desecho y por eso de bajo precio. Esta cualidad le abría, sin embargo, el vasto mercado a las clases populares, aunque por otros motivos comenzaba también a hacerse del gusto de las capas acomodadas de la población.
Tales motivos tenían que ver con los progresos tecnológicos en el campo del cigarrillo, mismos que permitieron acrecentar su producción en gran escala, abaratando aún más su costo. En esas circunstancias, los empresarios cigarreros se afanaron en ensanchar el mercado interno, consiguiendo cambiar en su provecho el patrón de consumo del tabaco labrado. El mismo Pugibet ofrecía por las calles su mercancía, "convenciendo a cada transeúnte de la bondad de ella", y recurriendo, más tarde, cuando ya era el capitán de la industria, a anunciar sus cigarros trayendo a México el primer cinematógrafo, el primer aeroplano, el primer dirigible y los primeros autos franceses.5
Pero en la preferencia del cigarrillo por el puro, las consecuencias de las innovaciones tecnológicas y el bombardeo publicitario no fueron los únicos ingredientes. La exitosa aclimatación del tabaco rubio en las vegas nayaritas, que en los albores del siglo comenzó a despuntar como importante zona productora, aseguraron al cigarro su materia prima. Esta variedad de tabaco en él utilizada propició, además, su consumo masivo, porque resultaba más tolerable para el fumador, desde su inicio al hábito, incluido aquél considerado como "déb i l " , por su sexo o por su edad. En todo el mundo el mercado del cigarro empezó con el siglo su vertiginosa ampliación, incorporando a un creciente número de mujeres y varones jóvenes. Y por si esto no bastara, en el cigarro se encontraban otras cualidades que lo colocaron en ventaja frente al puro: a más de expedir un olor menos picante, su menor tamaño lo hacía más práctico y mayormente económico.
En fin, por aquella época se produjo " la entronización de la nueva
5 E. Salazar Silva, op. cit., p. 44.
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forma práctica, moderna y suavizada de fumar", que tras de sí llevara importantes cambios: del tabaco oscuro al rubio; de la primacía de las zonas agrícolas tabaqueras de Veracruz y de Oaxaca a la de Nayarit; de la preponderancia de la producción manual de tabacos labrados (como siguió haciéndose con el puro) a la producción mecanizada (como se adoptó para el cigarrillo); de la concurrencia de la modesta empresa al inicio de la dominación de los monopolios que, al cabo de pocas décadas, sería de hecho absoluta. En la culminación del proceso, de "la propiedad industrial de viejos capitalistas extranjeros pero avecindados", se pasaría a la propiedad de "grandes consorcios transnacionales".
Con el nuevo siglo la fabricación de puros comenzó, así, a entrar en decadencia. A partir de 1917 ésta se acentuó, por el aumento de impuestos y la modificación del sistema del timbre para gravar su producción. Quizá por estos motivos pero quizá también por los efectos de la lucha armada, numerosas fábricas tabaqueras de Veracruz, donde era privativa la rama purera, habían cerrado sus puertas para 1919. De los 57 establecimientos enlistados en 1913, seis años después nada más figuraban 19.
La situación de la rama cigarrera era distinta. Su trayectoria siguió en ascenso hasta 1906-1907, cuando su producción llegó al máximo de 526 millones de cajetillas. Desacelerando el paso pero sin registrar caída, para 1910-1911 produjo 493 millones de cajetillas.6 La Revolución en marcha debió también trastornarla, pues su fábrica más grande redujo en un tercio su producción entre 1910 y 1917. De cualquier modo, .i l.i larga su suerte sería totalmente contraria a la de la otra rama.
Una industria de contrastes
KM la entidad poblana, la producción de tabacos labrados se hacía básicamente en la capital, aun cuando otras poblaciones, como Teziutlán, y en menor medida Matamoros, Cholula, Huejotzingo y Huaquechu-la, contaban con fábricas.
En 1910 había en la ciudad de Puebla 9 fábricas de tabaco labrado
• Daniel Codo Villegai, op. cit, p. 362.
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y en 1917 había 21, según una fuente oficial.7 No obstante, la cifra de 1910 excluía por lo menos a una fábrica (La Prueba), de modo que en ese año las fábricas no eran menos de 10.
Pero, de todas ellas, las importantes se limitaban a tres: El Pabellón, La Balsa y La Prueba, instaladas en el último cuarto del siglo XIX.
Dedicada por entero a la elaboración de cigarrillos, El Pabellón fue fundada en 1875 por Manuel Penichet Valdés, un empresario nacido en La Habana, que se asoció con capitalistas de Puebla para montar dicha fábrica, la más grande de su género en la entidad. Además de sus dimensiones físicas, su maquinaria automática confería a esta fábrica el primer sitio. Los muchos brazos en ella ocupados, debían elaborar diariamente las diversas marcas de la casa, como los "Magníficos", "Coquetos", "Perla de Cuba", "No me olvides" y "Coqueta", que se estibaban en cajetillas de 15 cigarros.'
La fundación de La Balsa databa de 1892, siendo sus propietarios los hermanos Peláez, de origen español. Se ufanaban éstos de fabricar "la mejor calidad de puros", al grado —aseguraban— de poder competir ventajosamente en todo el país y aún con los famosos puros cubanos. Los puros de marca "La Balsa" habían recibido medalla de "primera clase", en la Exposición de París en 1900, y se hacían con materia prima de las vegas de San Andrés (Veracrur), Valle Nacional (Oaxaca) e incluso de Cuba.9
En sus primeros años dedicada sólo a la elaboración de puros, I ..i Prueba se fundó en 1898, a iniciativa de los hermanos Balsa, nativos de la isla de Cuba. Desde 1864 Ramón Balsa había fundado en el puerto de Veracruz una gran fábrica y una compañía, de suerte tal que su factoría de Puebla era una sucursal. Tal vez por esta razón fue común que La Prueba se omitiera en las estadísticas poblanas de la época, a pesar
7 "Noticia industrial, año de 1910", Archivo del Ayuntamiento de Puebla (AAP), Libro (Estadística), exp. 18, vol. 1, 1913, Boletín del Trabajo, órgano de la SICT, enero de 1918, tomo I, No. 1, p. 71.
8 Archivo General de Notarías de Puebla, Not. Patricio Carrasco, protocolo del 2o. semestre de 1896 (14 de agosto), fojas 82 fte. y vta. AAP, Libro 562, exp. 35.
9 E. Salazar Silva, op. cit., p. 207. Ignacio Herrerías y Mario Vitoria, Puebla en el centenario, Ed. Lacaud, México, 1910, p.s.n.
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de su importancia. En 1906 ocupaba 110 trabajadores, ascendiendo el valor de sus productos a 110,530 pesos en ese año.10
Para instalarse, estas tres fábricas aprovecharon, pues, la coyuntura que tras la abolición del Estanco se hizo más propicia con la conjunción de otros factores. Uno de los más importantes era, sin duda, el mercado para el tabaco labrado, amplio y falto de seria concurrencia en el caso de Puebla.
Del tamaño del mercado podría ser indicio el que, desde lejanos tiempos, un sector de la población femenina ya se hallaba incorporado. Una célebre viajera observa en su visita a Puebla en 1840, que aquí "las mujeres fuman más, o al menos con más libertad que en México"." Por otro lado, el hecho de que al mediar el siglo la ciudad de Puebla contase con 14 comercios y "310 casillas donde se venden puros y cigarros",12
evidenciaba la gran difusión del hábito del fumar. En lo que concierne a la concurrencia, el amplio mercado poblano
se satisfacía con los productos de numerosos establecimientos, que no llegaban a la categoría de verdaderas fábricas. En las 310 "casillas" existentes en 1852, además de la venta de tabacos labrados, allí se mantenían con sus manufacturas "más de cinco mil almas, que no sólo abastecen la ciudad, sino algunos pueblos inmediatos a ella".13 De esta manera, sin serios rivales al frente, algunos empresarios que pudieron reunir ciertos caudales y aprovechar sus saberes, montaron sus grandes fábricas, se adueñaron de casi todo el mercado regional y desalojaron a la gran mayoría de pequeños productores. Irónicamente, la etapa de la libre concurrencia no se libró de la aparición de un oligopo-lio industrial.
Para 1910, la mayor parte de los talleres de tabaco labrado de la ciudad tenían varios años de instalados. Cinco de ellos figuraban en un
10 José González Sierra, op, ctt., p. 74. Carlos Contreras. "La estructura productiva dr la ciudad de Puebla y sus alrededores a finales del porfiríato", Dt los Borbotus a ta Tctvotucwn, fA. COMTSC!SO-&"V-1JA'N"L, 1986, pp. 178-179.
11 Madame Calderón de la Barca, La vida tn Mixteo, Ed. Porrúa, colección "Sepan cuántos . .", No 74, México, 1987, p 250.
11 Guía dt forasteros dt Putbla para 1852, Imp. de Juan N. del Valle, Puebla, 1851, pp. 138-139.
» Ibid., p. 139.
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almanaque de fines de siglo, y otro aparecía en un directorio de los ini-• ¿c\ xx.14 Sólo uno más (La Moderna) se abrió supuestamente en
fecha posterior. A estas siete fabriquitas deben agregarse cuando me-os las tres grandes, antes referidas, si bien parece probable que ya exis
tieran para entonces otros de los pequeños establecimientos enlistados en 1917, pero que no se consideraron sino hasta ese año cuando, por motivos fiscales, el comeo fue más riguroso.
Cuadro 1
FABRICAS DE TABACO LABRADO EN LA CIUDAD DE PUEBLA
Nombre de la fábrica
Fábricas di puros:
La Balsa y anexas El Sueño Infantil La Preferida
Fábricas de cigarros:
El Pabellón La Esperanza (o La Risueña) La Económica La Rota La Belleza El Indio La Libertad
Propietarios
Peláex Hnos , S. en C. Javier Pérez Petronilo Vázquez
M. Penichrt y CU., Suca. Cornelio Aguilar
Margarita Méndez Cristóbal Azcáratr Inés Pérez Francisco Amézquiu Francisco Amézquita
Años 1910 1917
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14 Luis F Covarrubias, Primer almanaque histórico} directorio general de Puebla, K-l H< nito Pacheco, Puebla, 1896, p. 139. Atenógenes N. Carrasco, Directorio y guía de la ciudad de Puebla, Imp. Escuela de Artes y Oficios del Estado, Puebla, 1902, p. 53. En estas obras no aparece específicamente el nombre de cada fábrica pero sí el de sus dueños, dato por el cual sabemos de qué fábricas se trataba. Las cinco primeras serían: La Simpática, La Conquistadora, La Esperanza, La Oriental y La Seductora y El Faro (coral deradas estas dos últimas como una sola), La otra era La Ilegalidad.
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Nombre de la fábrica Propietarios Años 1910 1917
Fábricas de puros y/o cigarros:
La Prueba* Balsa Hermanos x x la Conquistadora Fernando Cid x x La Oriental Antonio Domínguez e hijos x x La Simpática Joaquín Cordero e hijo x x La Seductora y El Faro Rafael Torres e hijos x x
(en 1917 Mucio Torres) I .i Legalidad Soledad Hierro x x La Moderna Teodoro López x x La Libertad Josefa E. de Domínguez x I ..i Bohemia Adalberto Flores x La Minerva Joaquín Villalobos x La Esmeralda Flores y Gil x El Rico Aroma Francisco Amézquila x
Fucnleí: AAP, Libro 548 (Estadística), exp 18, vol. I, 1913, "Noticia industrial, año de 1910" lioltlin dil Trabajo, órgano de la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, enero de 1818, tomo I, No 1. México, D. F , p. 71.
x Señala la exíitenria de la fábrica en los años indicados. * La Prueba se omitió en la fuente de 1910.
El Cuadro 1, nos da una primera idea de la industria del tabaco labrado en la ciudad de Puebla, al inicio y al final de nuestro periodo de estudio. Vemos en él que para 1910 había (mínimamente) una decena de fábricas: 1 de puros, 2 de cigarros y 7 donde se elaboraban ambos productos. En 1917 eran 21 fábricas: 3 de puros, 6 de cigarros y 12 mixtas. Conviene, empero, advertir que algunas de estas últimas no siempre se dedicaron a la producción simultánea de los dos productos (por eso anotamos en el Cuadro las conjunciones y/o). Fueron los casos de La Prueba, donde hasta los primeros años del siglo sólo se hacían puros y, más tarde (pero con anterioridad a 1917), tanto puros como cigarros. Otro fue La Moderna, en sus inicios fabricante de ambos productos y al final sólo de cigarrillos. Por fin, en otros casos las estadísticas son confusas, no pudiéndose saber si se elaboraban a un tiempo los dos
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productos, si únicamente se hacía uno de ellos o si bien se alternaba su fabricación.
Lo que puede deducirse sin embargo de ese embrollo y teniendo como premisa las diferentes expectativas en que se hallaban las ramas del puro y del cigarrillo, es que algunas fábricas, ante el negro horizonte para el puro, tuvieron que adoptar (como La Prueba), la producción del cigarrillo pero sin abandonar la de aquél; o bien, la adoptaron por entero y dejaron a un lado la elaboración de puros (como La Moderna). Es factible, en fin, que debido a la situación momentánea del mercado, las pequeñas fábricas dejaran por un tiempo de producir uno de los dos productos, o adoptaran la producción de ambos, según la demanda. Esto explicaría justamente las contradicciones entre unas y otras estadísticas.
Los vaivenes del mercado afectaban casi exclusivamente a las pequeñas fábricas. Fuera de La Prueba, que para recuperar o ganar mercado se puso a producir cigarrillos además de puros, las otras dos grandes fábricas no cambiaron ni diversificaron su producción, al menos hasta el final de nuestro periodo. La Balsa se mantuvo fabricando puros y El Pabellón cigarrillos, lo que sugiere mercados bastante firmes. No parecería ocurrir lo mismo con la clientela de las fabriquitas, donde se registraban variaciones de preferencias y seguramente de cantidad.
Pero si examinamos con cuidado dicho Cuadro, otra conclusión se desprende: que entre 1910 y 1917 el cigarro iba ganando la partida al puro, si en base a las estadísticas aceptamos que mientras en esos años sólo se abrieron 2 fábricas pureras, las nuevas cigarreras fueron 5, e igual cifra las nuevas factorías que, quizá en prevención de los caprichos del mercado, combinaban o alternaban los dos tipos de producción. Asimismo, la información indica que en ese periodo sólo un establecimiento cerró (La Esperanza, que para 1913 había adoptado rl nombre de La Risueña).
Por su número, las fábricas de producción mixta o alternada dominaron en esos años, lo que dificulta deslindar la situación de cada rama. Pero, si dejamos de lado el número de unidades, y nos fijamos en otros indicadores como el capital y la producción, veremos que, de lejos, dominaba en esta industria la rama cigarrera.
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Para 1910, 1913 y 1914, el Cuadro 2 nos ofrece las cantidades y los valores de la producción de 9 de las 10 fábricas existentes. En 1913 nos señala, además, el capital girado por cada empresa, dato que nos sirve, por principio de cuentas, para medir el peso de una y otra rama.
Las sumas giradas en la elaboración de cigarros eran aplastantes. La causa: El Pabellón, cuyo capital en giro representaba el 90 .3% del total en esta industria; eso sin contar el tallercito cigarrero de La Risueña, ni la pane correspondiente a los establecimientos mixtos. Aunque es cierto que en este Cuadro se omite una fábrica grande (La Prueba), su inclusión no alteraría sustancialmente nuestra apreciación general, aun suponiendo que para estos años siguiera produciendo exclusivamente puros. Eso lo veremos más adelante.
Ya que las cantidades de productos elaborados no se prestan a ser homogeneizadas (por todas las observaciones que se hacen al pie de este segundo Cuadro), analizaremos tan sólo los valores de la producción. En los tres años se constata de nuevo el dominio del cigarro por la presencia de El Pabellón, cuyos productos alcanzan entre el 86 y el 89% del valor total. Si de alguna manera incluyéramos a La Prueba, en el supuesto de permanecer como una fábrica enteramente purera, la superioridad de la rama cigarrera se mantendría. Veamos: en 1906 La Prueba ocupó el segundo sitio por el valor de sus productos, estimados en $110,530, como ya hemos dicho. Por arriba estuvo El Pabellón ($600,000) y por debajo La Balsa ($48,242).1J La Prueba producía, así, 2.3 veces el valor de la producción de su homologa IJL Balsa. Suponiendo que, por ejemplo, en 1913 pasara lo mismo, al valor total de los productos elaborados ($1.270,200) habría que agregar $214,542 de La Prueba, lo que nos daría un nuevo total de $1.484,742. Como quiera, el resultado al que llegaríamos seguiría indicando el dominio de la rama cigarrera, que con la sola fábrica de El Pabellón alcanzaría el 76.7% del valor total de la producción.
Señalar con el dedo a El Pabellón sirve, por otra parte, para subrayar los marcados contrastes en esta industria, donde la coexistencia de establecimientos tan diferenciados se explica, en parte, por el hecho de que sus productos podían hacerse totalmente a mano, a domicilio e, in-
15 Carlos Contreras, op. cit., pp. 178-179.
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cluso, por un solitario fabricante, como las fábricas más modestas debieron seguir trabajando.
Quizá por la ausencia de La Prueba, el Cuadro revela una abrupta diferencia entre El Pabellón y La Balsa, tanto por sus capitales como por sus valores de producción. Pero si pudiéramos incluir a La Prueba la cuestión no cambiaría mucho: El Pabellón era, sin duda, la fábrica más grande; La Prueba y La Balsa —maticemos ahora—, podrían considerarse como fábricas medianas, y el resto como fábricas pequeñas (e incluso algunas demasiado pequeñas).
El mismo Cuadro nos permite, finalmente, concluir que en términos generales esta industria vivió en su conjunto pocas alteraciones en el subperiodo. Entre 1910 y 1913-1914, la baja en el valor total de sus productos fue irrelevante, aunque pudo ser mayor la baja de las cantidades de puros y cigarros elaborados, pues tal parece que entre el primero y los dos últimos años el valor unitario de uno y otro se elevó en un 30%. Al margen de esta inferencia, lo que el Cuadro refleja, pero pálidamente, es una cierta declinación de la rama purera, ya que La Balsa redujo para 1914 en 10% el valor de la elaboración de sus productos. Se constata, también, que en 1913 casi todas las pequeñas fábricas vivieron un mal momento, en tanto las dos mayores aumentaron sus niveles de producción y por ende lo» valores correspondientes.
Las contradicciones derivadas de estas cifras, sus errores16 y el hecho de abarcar solamente unos cuantos años, impiden tener una idea más precisa del comportamiento de esta industria y más aún del impacto que la lucha armada pudo haber tenido en ella. Pasamos, pues, a dar un pequeño recorrido por las fábricas . . . ese mundo donde los obreros pasaban la mitad de sus días.
Los trabajadores en las fábricas
A diferencia de otras industrias, la del tabaco labrado empleaba, en su conjunto, una cantidad mucho mayor de mujeres que de hombres. Es-
' Hay, evidentemente, un error en la cantidad de cajetillas de cigarros elaboradas en 1914 por El Pabellón, pues considerando los valores de la producción resulta obvio que tal cantidad debió ser muchísimo mayor. Igualmente, la proporción entre cantidades y valores de La Moderna, muy por debajo de las demás fábricas, indica que sus cifras son erróneas.
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to era resultado de la preponderancia de la rama cigarrera, donde se prefería la mano de obra femenina por su bajo costo y donde se le incorporaba fácilmente, dada la relativa simplicidad del trabajo de elaboración del cigarrillo. El arte de hacer puros se reservó más bien al varón, a su destreza, ingenio, conocimiento, inteligencia y, a fin de cuentas, a su capacidad, probablemente considerada mayor que la de la mujer.
En tanto la fabricación del cigarrillo pudo mecanizarse, la del puro se conservó esencialmente como una actividad manual. Aun en el caso del puro formado en molde, se reclamaban cieñas capacidades del trabajador (olfativas y oculares), ya fuera para seleccionar las hojas de tabaco más idóneas, como para "acomodar los puros por tonalidades y matices decrecientes".17 Por todos estos requerimientos no se aprendía a hacer un puro de la noche a la mañana; era necesario un tiempo de aprendizaje.
Regularmente, el aprendizaje lo realizaba el futuro oficial purero a corta edad. De allí que en la fabricación de puros en Puebla, una parte de la mano de obra masculina fuera infantil. Se trataba de niños contratados en la fábrica más grande del ramo (La Balsa).
De esta manera, la industria del tabaco labrado en la ciudad contaba con una fuerza de trabajo heterogénea, por cuanto al sexo y a la edad. El Cuadro 3 indica el número de tabaqueros en 1910 y 1913; en ambos años se observa, ciertamente, que la mano de obra femenina era más del doble de la masculina y que de ésta, una pequeña proporción eran niños (4.2% en 1910 y 8.6% en 1913).
Las cifras de trabajadores señalan la importancia de El Pabellón y La Balsa, al mismo tiempo, revelan que en una y otra rama se ocupaban individuos de ambos sexos, si bien en la cigarrera, como ya dijimos, las mujeres privaban, y en la purera los hombres. En algunas fábricas como La Moderna, La Legalidad y La Esperanza, el reducido número de operarios sugiere que estas unidades podrían haber sido familiares, sostenidas por una mano de obra compuesta por el propietario mismo y sus hijos u otros parientes.
Del total de varones adultos ocupados en esta industria, a La Balsa
17 José González Sierra dedica un capítulo de su libro al proceso de trabajo dentro de la fábrica de puros, op. cit., pp. 91-103.
299
correspondían el 83.7% en 1910 y el 86.2% en 1913; del total de mujeres; en El Pabellón laboraban el 83 y el 80.5% en esos años. En 1910 ambas fábricas acaparaban al 92 % de la fuerza de trabajo varonil adulta y el 87% de la femenil; para 1913 esos porcentajes eran todavía mayores: 95 y 92.5%, respectivamente. Por lo demás, el 100% de los niños trabajaban, como antes expresamos, en La Balsa.
Cuadro 3
OPERARIOS DE LAS FABRICAS DE TABACO LABRADO DE LA CIUDAD DE PUEBLA
Fíbrkai
El Pabellón La Balsa y anexa* La Conquistadora La Oriental La Simpática La Seductora y El Faro La Moderna La Legalidad La Esperanza (o La Risueña)
Subtotales:
Totales:
Hombm
20 200
6 3 2 1 4 2 1
239
731
1910 Muya tí
400 20 20 19 10 10
I 2
482
operarios
-V.WJ
10
10
Hombrti
20 200
4 2 2 1 1 2 1
232
749
1913 Mu/ira
400 60
8 6
10 10
1 2
497
Niñas
20
20
1 operarios
Fuentes: Estadísticas para 1910 y 1913 citadas al pie del Cuadro 2.
Ignoramos las edades de esos niños. Pero sabemos que la fábrica acostumbraba admitirlos de menos de 15 años y que en el aprendizaje se consumía un tiempo mayor al necesario (cuando mucho un año), porque se les asignaban tareas que los desviaban de su meta, tales como el despalillado de la hoja de tabaco. El despalillado consistía en "la sencilla pero imprescindible operación de separar la nervadura central y
300
en consecuencia obtener dos medias hojas enteras, una izquierda y una derecha".1»
Despalillar era entonces una labor que en La Balsa la ejecutaban los niños, pero es factible que en ella también intervinieran algunas mujeres, como se acostumbraba en la purería. La fase esencial del torcido del tabaco para formar los puros, se hacía sobre todo pero no exclusiva* mente por lo varones adultos, pues también en ella colaboraban algunas mujeres. Tal se desprende de un documento elaborado por éstas donde, ademas, se insinúa que su trabajo consistía en envolver al puro con la última de sus hojas, llamada "capote"." A las expertas manos del varón se dejaba, pues, el torcido y moldeado de las hojas interiores del puro, y a la de la mujer el enrollado de éste, en su capa exterior. Y como también fue corriente en la purería, es posible que en otras fases la mujer fuera empleada, como en las de anulación, colocación de cubiertas litográficas y empacado.
Del trabajo en la cigarrería disponemos de varias informaciones sobre El Pabellón. Allí privaba la mecanización en la mayor parte del proceso productivo, pues sólo las fases del pegado del papel, del encajctillado y del empacado se hacían a mano. En la preparación se ocupaban varones, quienes se encargaban de manejar las máquinas secadoras, las picadoras y las despolvadoras o cernidoras, y, asimismo, de hacer el rudimentario pegamento utilizado (engrudo a base de almidón). La elaboración del cigarrillo en sí, y el pegado del papel que lo envolvía, tocaba a las mujeres. Fungían así como maquinistas de tabaco en hebra, maquinistas de tabaco cernido, maquinistas de emboquillado y pegadoras. El siguiente paso, la envoltura en cajetillas, ignoramos si era ejecutado por hombres, por mujeres o por ambos. Sabemos empero que en el empacado y en la carpintería sólo varones trabajaban.*"
Mientras el proceso de trabajo en El Pabellón se hallaba casi totalmente mecanizado, en otras fábricas lo estaría puto, y v\\ la mayoría restante la mecanización era nula. Esto se deduce de las cantidades dr
18 José González Sierra, op. cil., p. 91. 19 Estatutos de la sección de tabaqueras del Sindicato de Tabaqueros. AAP, Libro
562, 1915, exp. 35. 20 Demandas de la sección de picadores y estatutos de la sección de cigarreras del
Sindicato de Tabaqueros. AAP, Libro 562, 1915, exp. 35.
:«)i
fuerza motriz instalada en las fábricas: 42 ph de energía eléctrica en El Pabellón, 2 ph en La Balsa, 1 ph en La Conquistadora y 1 ph en La Oriental. Todas las demás no reponaban medida alguna de fuerza motriz utilizada.21.
La duración de la jornada variaba, según las condiciones del mercado. Las noticias disponibles de 1915 revelan que en la cigarrería llegaba a durar hasta 11 horas en las fases de preparación. En cuanto a las cigarreras encargadas de máquinas, cierta información sugiere una jornada de 8 horas. Por otro lado, se recurría en El Pabellón también al trabajo nocturno, tanto de hombres como de mujeres.22
Cuadro 4
JORNALES PROMEDIOS DIARIOS EN LAS FABRICAS DE TABACO LABRADO DE LA CIUDAD DE PUEBLA
Fábricas
El Pabellón La Balsa y anexa* La Conquistadora La Oriental La Simpática La Seductora y El Faro La Moderna La Legalidad La Esperanza (o La Risueña)
Hembra
0.87 3.30 0.62 1.75 0.75* 0.62 0.75* 1.02* 0.40*
1910 Mujtru
1.18 1.70 0.53 0.37 0.25* 0.31
0.20* 0.25*
Niñas
0.50
Hombro
1.05 0.63 0.62 0.75 0.62 0.75 0.75 0.56
1913 Mujan
0.37 0.45 0.35 0.37 0.25 0.31
0.25 0.37
Niños
0.47
Fuente: Estadísticas para 1910 y 1913 citadas al pie del Cuadro 2.
* Para 1910 las estadísticas ofrecen jornales "máximos" y "mínimos", sobre los cuales calculamos el promedio, excepto para las cifras marcadas con asterisco, referidas solamente a jómales "máximos".
11 Estadística para 1913 citada en el Cuadro 2. M Demandas y reglamento de la sección de picadores y estatutos de la sección de
cigarreras del Sindicato de Tabaqueros. AAP, Libro 562, 1915, exp. 35.
302
Pero el salario, en tanto se pagaba a destajo, no se hallaba determinado directamente en función de la duración de la jornada, sino de la productividad alcanzada por los trabajadores. El Cuadro 4 indica los montos de los jornales promedios por día, pagados en las distintas fábricas.
Las cifras de 1910 difícilmente se prestan al análisis; primero porque para ciertas fábricas son el resultado de promediar los jornales "máximos" y "mínimos" declarados por ellas, en tanto para otras sólo se anotaron los "máximos"; segundo, porque en dos casos (La Balsa y La Oriental), sin duda que por su monto (6 y 3 pesos, respectivamente), se incluyeron como tope superior los salarios de empleados de confianza, por lo cual los promedios no reflejan realmente el nivel salarial de los obreros. Por eso parece más conveniente centrar el análisis en las cifras de 1913, carentes de tales problemas.
Observamos en dicho año que los jornales variaban mucho de una a otra fábrica. Para los hombres, el salario mayor se pagaba en El Pabellón ($1.05) y el menor en La Legalidad ($0.56); entre uno y otro la diferencia era de casi el 47%. Para las mujeres, el salario más alto se pagaba en La Balsa ($0.45) y el más bajo ($0.20) en La Legalidad, siendo la diferencia entre ambos del 55.6%. Los niños ganaban, de acuerdo con estas cifras, incluso un poco más que las mujeres mejor pagadas. De este modo la mujer, pilar laboral de esta industria, adolecía de una pobre situación económica. Sus bajos salarios en la rama cigarrera proveían a ésta de una gran ventaja con respecto a la purera. No obstante, debemos advertir que quizá los bajos salarios a las cigarreras en parte obedecieran a una probable menor duración de sus jornadas de trabajo. Como quiera, la menor estima de que era objeto el trabajo femenino, pese a su acentuada recurrencia, salta a la vista si, comparamos los salarios promedio generales, obtenidos para 1913 de las cifras del Cuadro: mientras los hombres ganaban un jornal medio diario de $0.71, las mujeres alcanzaban $0.34, esto es, el 47.8% de la paga que percibían la generalidad de sus compañeros.
Las estadísticas salariales de 1913 deben tomarse con distancia crítica para el caso de las mujeres. Si tenemos en cuenta ciertas informaciones de 1915, parecería que los promedios de dos años atrás, proporcionados por las empresas, extrañamente se hallaban por debajo del salario real ganado por las obreras, o cuando menos en algunas ca-
303
tegorías. Bien puede ser, por supuesto, que entre estas obreras las diferencias salariales fueran tan grandes que, al calcular su promedio, los salarios mas deprimidos jalaran a éste hacia abajo. Pero también es factible que, para 1915, los salarios de ciertas trabajadoras se hubiesen elevado y por eso los montos fueran mayores a los de 1913. De cualquier manera, la información parcial disponible para 1915 nos parece más fidedigna, porque provenía de las propias trabajadoras y lo que menos les interesaba era inflar sus niveles salaríales, pues precisamente pretendían lograr ciertos aumentos.
Los datos, para 1915, a los que venimos aludiendo se refieren a El Pabellón. Aunque no se aclara si los montos percibidos eran diarios, se entiende que correspondían a una jornada de trabajo. Las maquinistas de hebra decían ganar $1.00, y $0.80 las de tabaco cernido y las de emboquillado." Así, estas mujeres percibían en promedio $0.86, monto muy por encima de los 37 centavos que por término medio ganaban las mujeres de esta fábrica en 1913, a decir de los propietarios. Este monto resulta asimismo superior al promedio general percibido por los varones adultos en toda la industria dos años antes ($0.71). Sin embargo, no iguala el salario medio de los varones en 1913 en esta misma fábrica ($1.05), ni los que en 1915 se les retribuían a algunos de sus compañeros, dedicados a "revavillar, marcar, hacer almidón y barrer [$1.37], recibir canastas, hacer cajones y limpieza [$1.25], manejar máquinas picadoras [$1.05], recibir masos de marca pabellón y de obra y pasarlos al salón de envoltura ($1.55], empacar en el almacén y hacer trabajos en la carpintería [$1.43]".M
La situación salarial de la mujer parecería más crítica sí, considerando las cifras de 1913, vemes que su salario promedio general era menor que la paga media recibida por los niños de La Balsa ($0.34 contra $0.47). Sin embargo, con los datos de 1915 sabemos que las maquinistas ganaban mucho más. Es evidente, además, que a diferencia de la subestimación anotada en los niveles salaríales de las mujeres en 1913, el de los niños fue sobrestimado, pues en 1915 los propios trabajadores de-
11 Estatutos de la sección de cigarrera* del Sindicato de Tabaqueros. AAP, Libro 562, 1915, exp. 35.
14 Demandas de la sección de picadores del Sindicato de Tabaqueros. AAP, Libro 562. 1915, exp. 35.
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mandaban para sus pequeños compañeros $0.29 al día. Si en 1915 los niños no alcanzaban siquiera este último monto, los 47 centavos que la empresa dijo pagarles en promedio en 1913, eran con mucho una exageración.
Todo este análisis nos lleva a concluir que en esta industria en Puebla, a la importancia numérica de las mujeres no correspondían niveles salariales igualmente importantes. Ellas se hallaban en medio de la escala de salarios, por encima de los niños pero por debajo de los varones adultos. Asimismo, el análisis permite decir que los salarios eran muy diferenciados entre los propios hombres y las propias mujeres, entre fábrica y fábrica y, consecuentemente, entre una y otra rama de la industria tabaquera.
Otro aspecto del trabajo en las fábricas eran las condiciones en que éste se desarrollaba. Los dueños de La Balsa se preciaban de contar con extensos patios y vastos salones "muy bien ventilados", con "todos los aparatos necesarios" para hacer un trabajo "limpio y perfecto", y con departamentos que eran modelo de "orden y limpieza"; pero sus obreras pedían que se les instalara luz eléctrica.25 En esta misma fábrica y en El Pabellón, la generalidad de los trabajadores debían ejecutar "mandados" y otras tareas que no correspondían a sus oficios. Las cigarreras de El Pabellón denunciaban, por ejemplo, que además del manejo de las máquinas debían mantenerlas, recoger los cigarros, desbaratar los desperdicios y barrer constantemente, cuando en otras fábricas estas labores las desarrollaban otros. También se quejaban del mal estado de algunas herramientas y en La Balsa las mujeres pedían que se mejorara el material suministrado, "de modo que se pueda trabajar". Asimismo, señalaban que el material se les daba pesado y los "capotes" contados, con lo cual, manifestaban, se "lastima nuestra dignidad".56 La última de las hojas de tabaco para revestir al puro, particularmente, debió darse a las obreras rigurosamente contada porque siendo traída desdi- la isla de Sumatra, en la lejana Indonesia, su costo era elevado, en relación a las otras hojas. La capa de Sumatra le
25 Ignacio Herrerías y Mario Vitoria, op. cit., p.s.n. Estatutos de la sección de tabaqueras del Sindicato de Tabaqueros, AAP, Libro 562, 1915, exp. 35,
26 Estatutos de las secciones de cigarreras y tabaqueras del Sindicato de Tabaqueros, AAP, Libro 562, 1915, exp. 35.
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daba al puro mexicano "el aspecto claro, exigido por los consumidores", sin el cual era imposible "realizar una sola caja de puros".*7
Sobre todo en la cigarrería, los obreros se exponían a contraer tuberculosis por la aspiración de las partículas que el tabaco picado desprende. Ésta y otras enfermedades profesionales no eran reconocidas por las empresas, ni se preveían: las cigarreras de El Pabellón se quejaban, así, del abundante polvo que se levantaba cuando se barrían en seco las áreas donde caía alguna picadura de tabaco al manipularlo, frente a lo cual habían pedido que el piso se regara previamente o se coleara en vez de barrer; pero su superior se había negado porque de esta forma se inutilizaba la picadura venida al suelo. Por otra parte, los gastos ocasionados por accidentes sufridos en el trabajo únicamente los sufragaban las víctimas, que además se quedaban sin paga por entrar en inactividad.28
Los trabajadores también adolecían de inestabilidad laboral. Si alguno faltaba al trabajo, por la causa que fuere, corría el riesgo de perder su lugar en la fábrica. Era usual repartir entre los obreros asistentes el trabajo del faltista, sin compensación económica extra para aquéllos. La prolongación de la jornada tampoco era retribuida con una paga adicional. Castigos, multas y despidos sin más, como era corriente en la época, tampoco faltaban. El abuso de empleados de confianza también existía: en El Pabellón el portero hacía su "agosto" cobrando a los operarios algún dinero por permitir la introducción de sus alimentos, so pena de retenérselos.1*
Como aún se acostumbra, los obreros eran registrados al entrar y al salir de las fábricas, pero no siempre esta precaución fue eficaz: en 1913 se descubrió en El Pabellón un "cuantioso robo" que de tiempo atrás venían cometiendo las cigarreras, sustrayendo tabaco, envolturas y estampillas para elaborar cigarros en sus domicilios y luego venderlos en los estanquillos de la ciudad.10
« José González Sierra, op al , p. 117. *• Estatutos de la sección de cigarreras y Reglamento de la sección de picadores del
Sindicato de Tabaqueros, AAP, Libro 562, 1915, exp. 35. N Reglamento del Sindicato de Obreros Tabaqueros, estatutos de las secciones de
tabaqueras y cigarreras y reglamento de la sección de picadores. AAP, Libro 562, 1915, Mp 35.
*> México-Patria, 19 de diciembre de 1913.
11)1,
Por fin, los trabajadores se quejaban también del maltrato de sus superiores. Particularmente las cigarreras de El Pabellón denunciaban las palabras obscenas que les profería el capataz y el trato humillante que los empleados les daban. "Que no se mezclen en nuestra vida privada" y que "nos respeten como obreras",11 eran demandas que no sólo dejan ver las relaciones laborales de estas trabajadoras con sus superiores, sino que ponen a descubierto la inferior condición que ayer, como todavía hoy, tiene la mujer en una sociedad sexista.
Un intento de organización sindical
Debido tal vez a la concentración de un buen número de trabajadores en La Balsa y El Pabellón, la iniciativa de organización obrera en esta industria prendió en tales fábricas. En las demás no se detectan signos de inquietud laboral, quizá porque siendo pocos sus trabajadores o porque teniendo el carácter de establecimientos familiares, la acción obrera se dificultara o estuviera de plano fuera de lugar.
Hasta donde sabemos y a despecho de su condición, los obreros de esta industria poblana carecían de un antecedente organizativo, como lo había, por ejemplo, entre los ferrocarrileros y entre los obreros textiles. Sus problemas laborales y su inconformidades se han de haber manifestado con un tono que no trascendió sus recintos de trabajo. Sólo a principios de agosto de 1911, hay noticia de una huelga emprendida por las cigarreras de El Pabellón, exigiendo el remplazo de los empleados que abusaban de ellas. En esa oportunidad los dueños les ofrecieron un alza de jornales si regresaban al trabajo, pero ellas se rehusaron. Entonces la empresa recurrió a las autoridades, consiguiendo que varias fueran arrestadas, bajo el argumento de que impedían trabajar a otras obreras."
Fue hasta 1915 cuando los trabajadores del tabaco labrado en Puebla realizaron su primer ensayo de organización sindical, abarcando más
51 Estatutos de la sección de cigarreras del Sindicato de Tabaqueros. AAP, Libro 562, 1915, exp. 35.
32 David G. LaFrance, Madero y la revolución mexicana en Puebla, Ed. UAP, Puebla, 1987, p. 132.
3(17
de una fábrica. Pero este paso no parecía venir de ellos mismos, sino ser inducido, al menos en primera instancia, por otros.
A principios de enero de ese año, Obregón entró a la ciudad de Puebla, recuperando esta plaza para el carrancismo. Para conseguir el afianzamiento de esta facción en el poder, además de los éxitos militares en contra de sus enemigos, era importante el apoyo de los trabajadores. Para organizar a los obreros poblanos en favor de los constitucionalis-tas, llegó el pintor Gerardo Murillo (más conocido como el Doctor Atl), quien actuaba como agente especial de don Venustiano Carranza. A fines de ese mes lograba fundar la Confederación Mundial del Trabajo, llamada poco después Confederación Nacional del Trabajo."
A fines de marzo la CMT nombró una comisión cuya tarea fue gestionar su reconocimiento como "institución obrera que trabaja por el mejoramiento y emancipación de toda la clase trabajadora". Su comité directivo estaba "accidentalmente" integrado por Arturo D. Martínez, Ignacio Medina, Esteban Navarrete, Juan Roldan y Natalia Nava, quienes fungían respectivamente como Secretario General, Secretario del Interior, Secretario del Exterior, Contador General y Tesorera. Había, asimismo, ocho comisionados de propaganda y auxilios.14
Los propósitos de ia CMT consistían en la creación de cooperativas obreras, talleres de producción y construcción, cajas de resistencia, bibliotecas obreras y escuelas para los obreros y sus hijos. Abogaba por la enseñanza racionalista y el establecimiento de la escuela horaciana y bisexual. Demandaba el reconocimiento del derecho de huelga y de boicot, así como la abolición del trabajo nocturno y la creación de tribunales de arbitraje, con representación proporcional de obreros y patrones, en caso de huelga. Finalmente, propugnaba porque se persiguiera activamente a "los vagos de oficio" y se combatiera el alcoholismo."
Aunque su Secretario General aseguró que la CMT contaba con "muchos sindicatos", cuando el cabildo de la ciudad le solicitó presentara sus estatutos para considerar su reconocimiento, el dirigente sólo remi-
" Cristina Gómez Alvarez, £7 movimiento obrrro textil poblano, 1811-1918, Tesis de maestría en historia», UAM-l, 1986, pp. 99-101.
14 Rodolfo Valencia y otros al Presidente Municipal de Puebla, 30 de marzo de 1915. AAP, Libro 562, 1915, exp. 35.
" Bases de la CMT en Puebla, 31 de marzo de 1915. AAP, Libro 562, 1915, exp. 35.
•MVA
tió diversos documentos elaborados, únicamente, por los trabajadores de La Balsa y El Pabellón. Prometió enviar "en estos días [. . .] los demás estatutos que faltan y hasta último el general de la Confederación", pero esto no lo cumplió.36 Dejar para el momento final la remisión del documento que se le requería y entre tanto enviar otros que no se le habían pedido, evidenciaba la forma improvisada como se había creado la Confederación, e intentaba disimular la falta de trabajo en ella, después de tres meses de fundada. Esta situación no auguraba, por otra parte, ningún venturoso porvenir para sus seguidores.
Entre los obreros de La Balsa y El Pabellón era, no obstante, manifiesto el ánimo por crear su sindicato, el que integraron por cuatro secciones: una de tabaqueros y otra de tabaqueras, correspondientes a la primera de esas fábricas; otra de picadores y una más de cigarreras, correspondientes a la segunda. El objeto "esencial y único", de su común organización era "propender al mejoramiento económico de los Sindicados por los medios establecidos por la Justicia y el derecho Universal". En la solidaridad, el apoyo recíproco, el espíritu de organización y en la moralidad, sustentarían su acción sindical. En caso de huelga planeaban coordinar su trabajo con un comité permanente, al que darían previo aviso, y se mostraban decididos a no admitir en su sindicato a "obreros u obreras neutrales a los intereses y tendencias del mismo".37
Los documentos elaborados por las distintas secciones del Sindicato de Obreros Tabaqueros muestran, cierto es, su disposición para organizarse. Detrás de ellos se adivina el esfuerzo realizado para reunirse, discutir, acordar y ponerse a escribir con muchas dificultades. Provienen de una masa entusiasta pero sin una sólida tradición organizativa.
Esa falta de experiencia se revela en la confusión de los trabajadores (incluso compartida por sus propios dirigentes). Tres de las secciones presentaron como "reglamentos" o "estatutos" lo que eran simplemente sus demandas frente a los patrones. Se escapa solamente la sección de cigarreras —la única que adoptó un nombre ("Emancipación Fcmeni-
36 Arturo D. Martínez al presidente municipal de Puebla, 19 de abril de 1915. AAP, Libro 562, 1915, exp. 35.
3 ' Reglamento del Sindicato de Obreros Tabaqueros. AAP, Libro 562, 1915, exp. 35.
:«»
na")—, que acompañó a su pliego de peticiones sus estatutos, redactados con toda formalidad.
Desde luego, la falta de experiencia organizativa tenía que comenzar a superarse algún día. Pero mal principio era para estos trabajadores el que la flamante confederación bajo la cual se habían cobijado diera visos de poca seriedad. Ignoramos si los tabaqueros afiliados a ella estaban conscientes de estar prestando apoyo al constitucionalismo, aunque cabe suponerlo, ya que el "24 de abril de 1915 los trabajadores de la Confederación Mundial del Trabajo (. . .) se lanzaron a la revolución".»
Lo que resulta obvio es que los obreros de La Balsa y El Pabellón perseguían, a través de la fuerza que les daría estar unidos en un sindicato, era el mejorar sus condiciones de vida y de trabajo. Si bien mencionaron en una ocasión la palabra "huelga", parece evidente que no planeaban recurrir a ella sino negociar con sus patrones. Pero el tono de algunas de sus peticiones tampoco era sumiso, y así como los empresarios les prohibían ciertas cosas, deseaban ellos prohibirles a aquéllos otras: "queda prohibido a los patrones —decían por ejemplo—, maridar a los operarios a hacer cosas distintas a su oficio"; "que los patrones se obligan a repartir entre todos el sueldo de aquel que falte, en el supuesto que se hace todo el trabajo"; "tendrán los patrones la precisa obligación de poner 12 peones picadores"; o bien: "quedará estrictamente prohibido pasar lista a los operarios".59
En el apartado precedente, las innumerables demandas de los obreros de las cuatro secciones del Sindicato, nos permitieron visualizar sus condiciones de trabajo, que punto por punto pedían se les mejoraran. No vamos aquí a enumerarlas porque con la lectura de anteriores páginas pueden fácilmente deducirse. Pero, en cambio, hablaremos en seguida de varias demandas que no están en el caso.
Una de ellas tenía que ver con el trabajo de los aprendices. Si bien hemos mencionado que para ellos se pedían 29 centavos de jornal diario ($1.75 a la semana), queda por decir la intención que los tabaque-
11 Jacinto I iinii ¡"ni, Origmts i historia dil movimttnlo obrtro tu México, Ed. Unidos Mexicano!, México, 1980, p. 278
* Reglamento de la sección de picadores del Sindicato de Tabaqueros. AAP, Libro 562, 1913. exp. 35.
:uo
ros tenían de regular el trabajo infantil. En este sentido consideraban que el número de los aprendices para hacer "puros de mano" no debía rebasar el 2% de los pureros. También pensaban que estos aprendices no debían tener menos de 15 años de edad, siendo necesario saber leer y escribir. Limitaban al máximo de un año el tiempo de aprendizaje, para los cual no podrían ser destinados al despalillado, "pues esto los distrae del aprendizaje". Finalmente, pensaban que si pasado ese tiempo el adolescente lo merecía, debía ser la directiva del sindicato la que solicitara a la empresa lo declarase operario y que al lograrlo estaba obligado "a sindicarse".
En este intento de regulación se advierte la competencia que el trabajo infantil representaba para los adultos. Más claramente se expresa si consideramos que los tabaqueros pedían que una vez "formado este reglamento no podrán inscribirse aprendices hasta pasados tres años quedando admitidos los que en la actualidad hubiere". Consideraban entonces como excesivo el número de niños que en ese momento había en la fábrica, y aunque abogaban porque en verdad aprendieran el oficio a menor plazo y se les pagara un determinado salario, les imponían condiciones de edad, de alfabetización y de sindicalización, cuyas finalidades eran de limitación y de control.
Otra demanda consistía en la igualación de las condiciones de trabajo entre hombres y mujeres. En La Balsa los hombres solicitaban que todas las garantías de que ellos disfrutaban fueran "extensivas al taller de compañeras". Y en El Pabellón los varones pretendían que la tolerancia de 5 o 10 minutos gozada por las operarías a la hora de la entrada, también les fuera a ellos concedida.
Una demanda más, curiosa pero muy enraizada entre el gremio tabaquero, tenía que ver con la "fuma". Señala González Sierra que esta "inveterada costumbre", "reminiscencia viva de épocas anteriores a la maduración del capitalismo", consistía "en la cantidad de tabaco a que el torcedor tiene derecho para su consumo personal".*0 Pues bien, la "fuma" también se acostumbraba en Puebla, al menos entre los cigarreros: los operarios de El Pabellón demandaban que sus patrones se obligaran a cederles una cajetilla de cigarros al día "para fumar en la calle".
«" Op. cit., pp. 95-96.
311
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*' Dtcrttos txptdidos por ti gobernador dtl Estado, Cnel. Dr. Luis G. Cervantes, Gobierno conítitucionaliita de Puebla, 1916, pp. 17-19.
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servador apuntaba que "el hambre se manifiesta aterradora, amenazando muy seriamente la vida de los habitantes de la angelópolis".** Desesperada por falta de víveres, la gente del pueblo asaltaba los carros de semillas que llegaban, a la par que éstas alcanzaban precios exorbitantes.45
Es bajo estas circunstancias como se entienden las peticiones de aumento salarial por parte de los tabaqueros, que en algunas categorías llegaban hasta más del 100%. Sin embargo, para todos los obreros poblanos el salario no se elevó.
La CMT se mantuvo en pie solamente hasta 1916. En su corta vida de un año, o poco más, parece no haber trabajado, con energía y constancia, "por el mejoramiento y emancipación de toda la clase trabajadora". Sus adherentes tabaqueros fueron, por lo demás, también objeto de la atención de la Casa del Obrero Mundial, cuyos líderes pretendieron ganarlos a sus filas.*4 Como en Veracruz, 1915 representó para los tabaqueros poblanos el año en que sus primeros sindicatos vieron la luz, aunque de su suerte posterior nada en concreto sepamos.
Lo que se infiere por un lado de la efímera existencia de la CMT, y por el otro de la disolución de la COM en agosto de 1916, es que la organización sindical de los tabaqueros poblanos difícilmente podría haberse sostenido. Cerradas las dos alternativas, su esfuerzo organizativo de 1915 debió quedar en un mero intento.
« El Renovador, 22 de junio de 1915. n Ibid., 25 y 29 de junio de 1915. 44 Jacinto Huitrón, op. cit., p. 282. Aunque la CMT y la COM apoyaban a los cons-
titucionalistas. aclara el autor que los dirigentes de esta última indicaban a los lectores de su semanario Idea y Acción, no confundirla con aquélla (lo cual se interpreta como un deslinde), ver pp. 257-258.
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