el ruido de los cuerpos al caer
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“El ruido de los cuerpos al caer”, de José Pastor González © 2012 José Pastor González Prólogo de Layla Martínez Epílogo de David González Todos los derechos reservados. Editado digitalmente por Groenlandia con permiso de su autor. Directora: Ana Patricia Moya Rodríguez Maquetación: Ana Patricia Moya Rodríguez Corrección: Ana Patricia Moya Rodríguez Diseño: Felipe Solano / Ana Patricia Moya Rodríguez Depósito legal: CO-448-2012 Córdoba, 2012
Me gustan los poetas que escriben con las manos sucias. Los que encienden cerillas junto a los charcos de gasolina. Los que no han conocido la pureza pero duermen con los ojos abiertos. Los que conocen la fragilidad de los animales que respiran despacio y aún están suaves y calientes al borde de la carretera. Los que conocen el ruido que hacen los cuerpos al caer contra el cemento. Mi padre trabajaba montando armarios de metal. Volvía a casa con las manos llenas de cortes a pesar de los guantes, y me decía qué has escrito hoy. Y yo le leía libros como éste, libros que en realidad eran manuales de instrucciones para montar fusiles o provocar incendios. Libros que no había escrito yo pero que eran míos, porque la rabia y el dolor siempre hablan con el mismo lenguaje y siempre dejan las mismas marcas en la piel. El ruido de los cuerpos al caer no es un poemario bello porque nosotros no hemos conocido la belleza. Aprendimos demasiado pronto que los laberintos no tienen salida a no ser que vueles las paredes. Por eso ahora dormimos bajo las camas y nos alimentamos de animales atrapados en latas de conserva. Por eso los restos de comida en la alfombra. Por eso el miedo. Por eso los poemas que asfixian, los poemas que no dejan entrar el
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aire en la garganta porque no hay tiempo para los puntos, para las comas, para las estrofas. Son poemas sucios métricamente que no riman porque el peso recae en el ritmo y no en la rima, en un ritmo brutal que hace que los poemas se sucedan unos a otros salvajemente, con la violencia de quienes saben que no tienen mucho que perder. El ruido de los cuerpos al caer habla de noches eternas de lluvia y cigarrillos. De batallas perdidas. De bordes afilados. De ciudades que vuelan por los aires. De casas abandonadas que se caen lentamente. De mujeres a las que amar en medio de la tristeza. Es un poemario duro, pero necesario, porque la poesía debe provocar asco o placer o vacío o dolor, pero provocar algo. Y José lo consigue. Consigue escribir unos poemas sencillos pero de una brutalidad que te deja sin aliento. De esa que deja marcas en la piel y en los pulmones. Yo oí una vez el sonido de un cuerpo que caía sobre el cemento. Recuerdo el ruido suave del torso desplomándose, el golpe seco de la cabeza contra la acera. Después vino la época en que la ciudad se convirtió en una jaula y los laberintos se hicieron cada vez más profundos, pero no olvidé aquel sonido. José tampoco. Aquel día decidimos dedicar nuestra
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vida a asesinar a todos los ciervos con nuestras propias manos. A acabar con la belleza. Por eso escribimos poemas como estos. Por eso no conocemos la pureza ni sabemos dormir con los ojos cerrados. Por eso los poemas-quirófano y los poemas-charco de gasolina. Porque conocemos el sabor del plomo y el aburrimiento de las tardes de domingo. Porque conocemos el sonido de los cuerpos que se desploman. A mi padre le echaron de aquel trabajo y dejó de pedirme que le leyese poemas. Dejó de volver a casa con las manos llenas de heridas. Ahora soy yo la que vuelve a casa dolorida por el frío. Ahora soy yo la que se hace heridas con libros como éste.
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Layla Martínez
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no se nace odiando
el odio se enseña
no se nace rabioso
la rabia se aprende
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y te vi
perdido entre la multitud
ahogado en alcohol y soledad
con tu mirada ausente
y tu fragilidad de animal invertebrado
y te pregunté
¿me llevas a casa?
pero ya era demasiado tarde
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bebiendo en un bar de barrio
una noche de un invierno cualquiera
a esas horas que nunca pasa nada,
mirando la televisión o a las musarañas
esperando
que llegue la hora
de irse a casa
a cenar o a dormir
o a seguir mirando la televisión o las musarañas.
Gente corriente
resistiendo día y noche
sin ninguna heroicidad
ellos son los que tienen todas las razones
para amar
y todas las papeletas para hacer
el trabajo sucio
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tú tienes la sartén por el mango,
los huevos, el aceite, la sal y fuego
pero yo tengo hambre
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cinco céntimos
para unas alas
y poder volar por los aires
esta puta ciudad
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la única manera de combatir esta tristeza
lleva tu nombre
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todo progreso tiene un reverso
toda victoria una derrota
todo fracaso una renuncia
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dentro todo era de una soledad de piedra
de un sabor de plomo
de un aburrimiento de tarde de domingo
de una felicidad de voz en off.
Más allá del cristal
estaban las estrellas, los delfines, los caballitos
/ de mar
los galeones hundidos, los tesoros sumergidos,
/ las sirenas
y los piratas de Salgari
otro mundo, inmenso
donde todo era hermoso y sugerente.
Y me lancé a las acogedores aguas
dejándome mecer por las olas
por el viento, por la luna
despreocupado, disfrutando de los sueños...
hasta que llegaron las tempestades
la oscuridad, el frío
hasta que descubrí,
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agazapados como el miedo
a los tiburones, las rayas, las medusas,
/ las barracudas
y los náufragos
y los ahogados
y al pez grande que se come al chico.
Y a la deriva
todo lo bello era como algo lejano
y todo aventura una batalla,
y atrapado en el vacío de las profundidades
imposible volver a la pecera
imposible que no te lleve la corriente
imposible aguantar el peso del agua
imposible convertirse en pez.
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ellos tienen alma
nosotros estómago
ellos tienen Patria
nosotros ni tierra
ellos pasean
nosotros andamos
ellos hacen turismo
nosotros emigramos
ellos son excéntricos
nosotros locos
ellos son artistas
nosotros artesanos
ellos tienen depresiones
nosotros estamos jodidos
ellos tienen el Poder
nosotros las leyes
ellos no saben ganar
nosotros no sabemos perder
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me miras desde la pared
de una casa que ya no recuerdo
porque quizá no ha llegado ni a existir
me miras desde la pared
pidiéndome una respuesta
que se queda en el aire
porque me arrebataste todas las palabras
me miras desde la pared
e incapaz de diferenciar
lo real de lo esperado
las verdades de las mentiras
grito en silencio:
déjame olvidar
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borrar tu pasado
para escribir tu destino
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sábado por la mañana
escuchando la radio
la Ser, Radio Nacional, Canal Sur, la Cope
(en Radio3 el insoportable siglo XXI)
no paran de reír
sin ton ni son
sin gracia, sin sentido,
así que sobran los motivos
para no tener piedad
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“no importa lo que luche
lo que me esfuerce no saldré vivo de este mundo”
(en la pared de una calle de Valladolid)
la necesidad de purgarse
de no pensar
de no hacerse preguntas ni buscar respuestas
anestesiarse para olvidar rotos y descosidos
rendirse a la evidencia
no luchar
dejarse arrastrar
ser piedra
no pedir nada
no buscar nada
quemar todas las naves
y buscarse una buena vena
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están cansados
son viejos
y están solos
no tienen nada
no creen en nada,
ningún sitio donde ir
ningún motivo para ser feliz,
nadie quien le importe
nadie a quien le importes,
nada que hacer
nada hermoso ni nada que reconforte,
finiquitados
sólo les queda
ver pasar los días
o poner fin a la comedia
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eran noches eternas
de lluvia, cigarrillos y ansiedad
noches casi de película de terror,
noches con los ojos abiertos sin ver nada
con el frío entrando por todos los lados,
y cuando volvías a mí
con la satisfacción en los ojos
y el alcohol en los labios
y como una fugitiva
te metías en la cama
y decías buenas-noches-cariño,
sin espantarte todo el miedo
que llevaba dentro
yo permanecía insomne
para no despertarte
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750 euros de multa para los que rebusquen
/ comida en la basura.
Más caro que comer donde El Bulli.
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se hizo el silencio cuando te fuiste, Juan
se perdieron las risas cuando marchaste, María
cayó tu casa, Manuel,
¿quién me ayudará a recoger la almendra?, Paco
el monte se devoró el camino hasta tu cortijo,
/ José
el jabalí se pasea por tu huerto, Matilde
y el invierno se hace más largo
mucho más largo, oscuro, frío y silencioso
con vuestra ausencia.
Y la fuente de La Era se secó
y ya no baja agua por la Acequia de Los
/ Castaños.
Nadie juega al paulo en Casa Matea
y dejaron de hacer vinos Los Ruizes
y de hornear pan en donde Los Albertos.
Nadie canta trovos para San Miguel
ni hace rosquillas para San Blas.
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Y a veces llegan andarínes
a veces llegan vuestros nietos
hacen fotografías a las ruinas, a la fuente
/ de los cuatro caños,
a las calles solitarias, a las sombras
y marchan antes de que caiga la noche
dejándonos solos
con nuestros muertos
y la escarcha.
no olvidar
miro al cielo
y maldigo que olvidéis
de donde venís
y quién hace el pan.
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allá, en los páramos amarillos, en los bosques de
/ riberas, en las fuentes olvidadas
en las olmas de las plazas
en los inviernos como cuchillos
en las torres de las iglesias abandonadas
en las bandadas de estorninos
en los rojos atardeceres del otoño
en el pan lechuguino
en el vino bebido en las mismas bodegas
allá, me reconozco
pero ya nada me queda.
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El título de este libro, El ruido de los cuerpos al caer, al tiempo que nos transporta a un universo newtoniano y proyecta en nuestra mente una imagen demoledora, describe, con absoluta claridad, el contenido desesperanzado de estos textos: poemas en los que nos envuelve una sensación de asfixia mientras nos adentramos, nos aventuramos, en las profundidades abisales, frías y oscuras, de la desilusión, del abandono… Diferencias de clase insalvables, desamor, muerte sin esperanza, en un mundo que, cada vez más, parece definitivamente cerrado, cerrado a cal y canto, a la felicidad: son demasiados los obstáculos que la impiden: tan sólo la impensable limosna que nos permitiera volar sería la salvación. A pesar del flagrante intimismo de este poemario, nos sentimos plenamente identificados con esta falta de aire, con este mal de altura, con esta manzana newtoniana (la vida), ya podrida antes de chocar con el suelo. Un paso al frente, sin duda, de José Pastor González, poeta.
31David González (Mayo, 2012)
Prólogo, de Layla Martínez 3
No es lo mismo 9
Demasiado tarde 10
Gente corriente 11
Lucha de clases 12
Limosna 13
Milagro 14
El que tira va a cara 15
La pecera 16
La diferencia 18
La fotografía 19
Pelikán 20
Oyentes 21
Demasiado viejos para soñar 23
Eso era el dolor 24
Ordenanza municipal en Madrid (2012) 25
Diles que no se vayan 26
Adolescencia 28
Epílogo, por David González 31
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