el roble, el guayabo y siqueros
Post on 23-Jul-2016
240 Views
Preview:
DESCRIPTION
TRANSCRIPT
El Roble, un pueblo que ansía escuchar de nuevo el ruido del
molino de azúcar Don Tomás Peraza lo fundó en 1845
PRIMERA PARTE Por Juan Lizárraga T.
NOROESTE-Mazatlán, 1° de mayo de 1981.
Miel derramada sobre la
cual se aglutinan las hormigas,
semejan las industrias
acarreadoras de hombres y
fundadoras de pueblos, primero y
de ciudades después.
Así surgió El Roble. Creció
y al desaparecer su ingenio
azucarero se estancó, enmudeció
y ahora sus habitantes, llenos de
esperanza, esperan de nuevo la vida, esperan la rehabilitación del ingenio
azucarero, prometida por el gobierno del Estado, en el cual tienen plena confianza.
Lo que fue el origen de El Roble se encuentra
mucho antes del ingenio, pero fue esta industria
azucarera, enverdecedora de la tierra con robustas
cañas, la que le permitió un crecimiento acelerado y
su casi desaparición, su estancamiento instantáneo.
Raúl Enciso Peraza, Juez Menor y titular del
Registro Civil de ese ejido, que es sindicatura de
Mazatlán, narró la historia de ese poblado.
En 1845, don Tomás Peraza (abuelo del
abuelo del narrador) se instaló bajo un árbol llamado
roble, en un humilde local que hoy es la hacienda del
poblado, porque el sitio era pasada de arrieros que
llevaban mercancías de Durango a Villa Unión y
Mazatlán. Había en el lugar varios robles (por cierto que el árbol bajo el cual se
construyó la primera casa ya fue derrumbado). El doblemente abuelo procedía de
Malpica, Concordia.
Debido a la frondosidad de la sombra de los robles, se citaban en el lugar
los vendedores de bestias y ganado para hacer compra-venta de los mismos.
El sitio se fue poblando. Llegó una familia apellidada Canizales y en las
márgenes del río Presidio vivían varias familias desperdigadas. En Villa Unión se
registraron defunciones de personas que habitaron en esos lugares hasta 1860.
Poco a poco, muy poco, se formaba el conglomerado. Muchas personas
llegaban de los alrededores, principalmente de Concordia, como Victoria Paredes,
comerciante que se dedicaba a traer “fayuca” de Mazatlán a El Roble. En este
puerto conoció a don Guillermo Haas, en la tienda antigua “El nuevo mundo”
(“nuevo”, ironías) y el señor fue a El Roble a comprar tierras y en 1901 fundó el
ingenio azucarero.
Aquí se inició el arranque. De ser una mera aldea, pronto, El Roble se
convirtió en comisaría y Pablo Estrada, originario de Cacalotán, fue el primer
comisario y, modas antiguas, se paseaba muy respetable por las calles con la vara
de la justicia rozándole la frente. Se habla mal de él porque dicen que no usaba
bien la vara, es decir, la justicia. Llegó la familia Ibarra, los Zamudio de Tepuxta.
En 1910 llegó de Durango el primer profesor, Juan Arango (quizá pariente de
Pancho Villa) y después Lupita Castaño, Manuelita León, uno apellidado Cinco
(terrorífico maestro a quien los alumnos le tenían pavor (cuando repetían la
numeración, al llegar a cuatro se pasaban al seis porque al masto le mencionaba
que mencionaran su apellido) y Alfredo Mora.
En 1930, El Roble ya era sindicatura y Mercedes Ibarra fue el primer
síndico. En 1946, Fidel Reyes hijo fue nombrado, a la vez, primer juez Menor y
oficial del Registro Civil.
En 1960, el ingenio fue comprado por el entonces presidente municipal y
ahora gobernador del Estado, Antonio Toledo Corro, quien compró también lo que
se llamó y se llama hasta ahora, la Hacienda, una hermosa vivienda ubicada en el
pueblo, cerca de la planta. La compra se la hizo a don Guillermo Haas, cuya
esposa ya había construido el tempo del Sagrado Corazón, casi a un costado de
la hacienda.
Se introdujo la energía eléctrica de las líneas que abastecen a Villa Unión.
En 1970 se abren pozos y se instala un tanque en una toma del poblado para
dotarlo de agua potable.
El Roble cuenta ahora con aproximadamente 3 mil habitantes y tiene en el renglón educativo, un jardín de niños, primaria completa y una secundaria llamada “Tomás Peraza”, nombre el abuelo de abuelos, fundados del lugar.
Todo es paz, pero paz torturante en El Roble. No hay una cantina en el lugar, más no es la sobriedad lo preocupante (los pobladores lo quisieron así), sino el ver muertas las máquinas del ingenio azucarero. La vida, desde la extensión de la fábrica, de la planta, es desesperadamente tranquila.
Los robleños, quienes se sostienen hoy de la agricultura de temporal y de riego, esperan que termine esta calma y venga el trabajo fecundo.
¿Cuándo será esto? Cuando funciones de nuevo el ingenio azucarero.
¿Cuándo será esto? Pronto, debe ser pronto, por cuatro razones, expuestas por Raúl Enciso Peraza, el proporcionador de estos datos.
El Roble, por sus tierras, está catalogado como una zona cañera (1, el país necesita azúcar (2), hay disposición y dinero en el gobierno (3) y (4) habrá agua suficiente con la presa derivadora que se construirá sobre el río Presidio, frente a Siqueros.
¿Cuándo deberá funcionar de nuevo la planta? Muy pronto.
El ingenio de El Roble, un gigante a
punto de despertar SEGUNDA PARTE
Por Juan Lizárraga T.
NOROESTE-Mazatlán, 2 de mayo de 1981.
El Roble, con sus parcelas y sus
caminos, trae gratos recuerdos (aunque haya
explotación, los recuerdos son gratos) a los
habitantes de los pueblos ubicados en ambas
márgenes del río Presidio (Barrón, Walamo,
Villa Unión, Vainillo, La Tuna, San Francisquito,
Lomas de Monterrey, Escamillas, Tecomate,
Cofradía, Siqueros, El Bajío, El Guayabo,
Lomas del Guayabo y del mismo Roble).
Desde la primera década de 1900 hasta
1969, con su ingenio azucarero, despertó a los
campesinos en sus cuatro meses de zafra
cañera. El hombre buscaba el machete y aún somnoliento emprendía el camino
hacia la milpa o a la fábrica, a cortar, a quemar, a procesar caña para hacer
azúcar. Había que estar trabajando a las seis de la mañana, en el primer turno.
En la fábrica, las labores eran todo el día, además del turno mañanero se
trabajaba de 2 de la tarde a 10 de la noche, y un tercer turno se abría a esa hora
hasta las 6 de la mañana, y volver a empezar. Era un círculo “vicioso” saludable,
vivificador.
La madre, la esposa, el hijo del trabajador, recorrían esto caminos a pie o
en burro para llevarle los alimentos a sus familiares por la mañana o para llegar a
tiempo al pito de la sirena a las 12 del día, ahogado y a la vez agudo pitido que
emitía la fábrica azucarera con el que se partía en dos al día campesino. Todo se
hacía antes o después de las 12 en las rancherías.
AZÚCAR ENSANGRENTADA
Ahora, el único nexo de esos campesinos
con El Roble es el ir a arreglar asuntos
legales, pues casi todos los poblados
pertenecen a la sindicatura. Hay
esperanzas de que pronto vuelvan a
andar por esos caminos.
Guillermo Haas, comerciante de
Mazatlán, que compró algunas tierras,
fundó en 1901 el ingenio. Poco a poco, las
tierras, excelentes para el cultivo de caña,
se fueron ampliando para El Roble, poco a poco crecía el número de trabajadores.
El 29 de mayo de 1916 se hizo la primera solicitud de tierras, cuando era
presidente don Venustiano Carranza. Ángel Flores, gobernador del Estado (1920-
1924), no concedió la petición, pero fue revocada esta decisión por el presidente
Plutarco Elías Calles (1924-1928) y aprobó la dotación de 1,108 hectáreas.
Se explotaba al trabajador, quien encontraba en Jacobo Gutiérrez el
consuelo, el consejo para la lucha, el gestionar para conseguir tierra. Fue, Jacobo
Gutiérrez, el primer líder agrario en la región. Lo inició el profesor Alfredo Mora en
el movimiento y por la causa campesina murió asesinado el 4 de agosto de
1927… 1942, besa la tierra cañera, acribillado, el líder Gregorio Vázquez Moreno,
para morir el 8 del mismo mes y año. Su delito fue luchar por los obreros y los
campesinos, a quienes dirigía a través del Sindicato de Obreros y Campesinos de
El Roble que fundó en 1933. Una calle del poblado lleva su nombre y su
organización sindical es la sección 16 del Sindicato de la Industria Azucarera.
Cuando era gobernador Manuel Páez se decretó el fundo legal de El Roble.
Era el año de 1935 y el 5 de marzo de 1938 se amplió de nuevo el ejido.
Había paz y concordia, armonía laboral, por un lado y lucha obrera por
mejorar las condiciones de trabajo en El Roble, contradicción causante del
desarrollo, del crecimiento en el ingenio, sin embargo, su dueño, Guillermo Haas,
lo empezó a desatender, enfermó y quiso venderlo. Propuso a los trabajadores
que lo administraran a través de una cooperativa pero no se pudo.
Al hacer su campaña para presidente municipal de Mazatlán, Antonio
Toledo Corro supo de labios de los mismos campesinos del estado del ingenio y
optó por comprarlo. Lo hizo en 1960 y después residió en el poblado, en una casa
cercana al ingenio llamada la Hacienda, la cual es aún de su propiedad.
El ingenio se endeudaba. Financiera Azucarera reclamaba para el pago de
lo que se le adeudaba una producción de 10 millones de kilos de azúcar y
haciendo un máximo esfuerzo, sólo se podían producir 8 millones.
La maquinaria no era capaz y faltaba agua. El río Presidio no era suficiente,
ni el sistema de canales podía retener el agua suficiente como para alargar la
zafra por más de cuatro meses.
Por falta de agua, el ingenio se…
TOLEDO VIENE POR LA REVANCHA
Si la industria es la vida, deberá sentirse, ahora al visitar la fábrica del
ingenio, que se está en un panteón profanado. Las máquinas, poderosas aunque
hayan sido un ingenio de tercera, dejaron de funcionar y manos extrañas se las
robaron, las desmantelaron hasta dejarlas en el primer grado de inservibilidad. Los
motores eléctricos sufrieron el robo del cobre, la maquinaria quedó inservible
porque le robaron el bronce. El saqueo ha sido brutal.
El Sindicato Nacional de la Industria Azucarera trató de evitarlo, pero no
pudo. Trató de evitarlo pidiendo a los extrabajadores del ingenio todavía
sindicalizados, que cuidaran la maquinaria.
Juan Peinado, síndico de El Roble y uno de los 120 jubilados sindicalizados
que reciben una pensión quincenal de 2 mil 585 pesos, dijo que vigilan las 24
horas la fábrica, porque se tiene mucha confianza en que pronto volverá a
trabajar. Los ayudan 30 extrabajadores más que están por jubilarse.
El síndico y el tesorero del comisariado ejidal, Clemente Peraza, están de
acuerdo en que ahora sí se puede echar a andar, tomando en cuenta que se
construirá la presa derivadora de Siqueros y que su expropietario, Antonio Toledo
Corro, ahora gobernador del Estado, tiene interés en ello.
El Roble fácilmente duplicará sus tres mil habitantes y los beneficios se
extenderían hacia todos los poblados ubicados a la orilla del río Presidio, pues se
podrán sembrar hasta 30 mil hectáreas de caña.
La rehabilitación del ingenio es un proyecto en marcha que ya fue
anunciado a los periodistas por el gobernador del Estado.
Tradición campirana que sobrevive
Entre las patas de los caballos Por Juan Lizárraga Tisnado
NOROESTE-Mazatlán, 9 de marzo de 1982.
—Y “El Pinto”?, ¿dónde
está “El Pinto?
—No ha llegado todavía.
Estaba en la boca de
todos, el animal de la
Embocada, pues debía
enfrentarse a La Reyna, la
yegua de El Roble, a la cual
venció casi con siete cuerpos
de ventaja, semanas antes.
Ahora se enfrentarían
en el terreno de la hembra. Su
dueño, seguro de que ganaría,
dijo que se colgaría si no
sucedía así.
El amplio terreno donde
se encontraba el taste estaba
repleto de campesinos, parecía carnaval, y no era sólo por el gusto de las carreras
de caballos, sino por la rivalidad existente entre El Pinto y La Reyna, entre La
Embocada y El Roble.
El Pinto no llegaba. Dos caballitos viejos iniciaron las carreras. Un hombre
semi tomado, con un abanico de billetes de 500 pesos en su mano, gritaba:
“¡2,500 al Pinto!”.
Acá llega. El Pinto estaba ahí, entró dando salto suaves, seguido por una
nube de chiquillos que no desapareció hasta que el sol se ocultó, cuando terminó
la carrera.
Hubo una segunda carrera.
Se había ingerido mucho alcohol. Un grupo musical que parecía conjunto
norteño, complacía a un grupo de personas, mientras una candidata a reina del
carnaval de Villa Unión pedía cooperación.
El Pinto era paseado por el taste, calentándose, invitando con su estampa a
apostar a su favor y no había quien lo hiciera a la yegua.
Se midió el terreno en que habían de competir: 300 yardas.
Todo listo. ¡Allá vienen! La yegua salió primero. Ramón, el chiquillo de once
años, de Malpica, se durmió un poco al arrancón, más el caballo aceleraba su
marcha ante los azotes y no sólo alcanzó a su rival, sino que la dejó como a tres
cuerpos de distancia.
El dueño de la yegua no se colgó, pero perdió cinco mil pesos. Todo mundo
apostó.
Quedó claro. El Pinto derrotó de nuevo a La Reyna. Ha tomado fama entre
la rancherada de los pueblos que se ubican por las orillas del río Presidio y en las
serranías de Concordia este caballo corriente, pero bonito, que no ha perdido
ninguna carrera.
El dueño de “El Gitano” tomaba nota, pues “El Pinto” se ha convertido en un
buen rival de su caballo.
Cualquier día será el encuentro.
Todavía huele a caña
El Guayabo: no hay casa sin árbol frutal; la vida, alegre
Juan Lizárraga Tisnado
NOROESTE-Mazatlán, 23 de marzo de 1984.
Se siente. La tranquilidad del poblado
tiene la ricura de la caña. Aquí hubo una vez
un ingenio. El campo estaba industrializado.
Funcionaría luego el ingenio de El Roble, el
de El Walamo y la fábrica de hilados de Villa
Unión.
Ruinas atestiguan lo anterior. Ahí se
ven, en El Guayabo. José María, Chema
Tirado las ha querido guardar, dejarlas a la
destructividad del tiempo, porque tos
recuerdos.
Chema, con la amabilidad
característica de nuestros campesinos, nos
platicó la historia del ingenio azucarero de El
Guayabo, bajo el techo de lo que se conoce
como La Hacienda, donde vivieron los
dueños de la industria.
El Guayabo está en la margen oriental
del río Presidio, hacia el norte de El Roble.
Llegamos en un día soleado. La cercanía del
lugar con el río, que ha arrimado varios
sustos a los pobladores, permite una
copiosa vegetación, sobre todo guayabas
perfumadas y vegetación exuberante:
plátanos.
Chema tiene setenta y cinco años.
Aparenta poco más de la mitad. La vida
debe ser prolongada en El Guayabo, pues
ahí vimos unos ancianos caminando,
dándole vueltas al siglo de años. La
memoria de nuestro entrevistado es prodigiosa. Las preguntas eran espontáneas y
respondía como si por mucho tiempo hubiera practicado en memorizarlas.
Recuerda que los primeros pobladores de El Guayabo, llamado así por la
abundancia e guayabales, se llamaron José Sagú, Guillermo Ortiz, Socorro
Burgueño, entre otros.
El ingenio azucarero empezó a funcionar a principios del siglo. Chema llegó
de El Bajío en 1923. Trabajó de todo, mayormente de capataz, en El Guayabo
primero y en El Roble después.
En el molino se fabricaban marquetas de azúcar. Era panochero, para usar
el término común en el lugar, con el que se denomina al piloncillo.
La industria pertenecía a Carlos Tirado, quien murió en 1924, y pasó a
administrarlo Alfonso Tirado, hombre de gran carisma quien peleaba la
gubernatura del Estado. Ganó la muerte por ello. Fue asesinado.
AQUÍ TRABAJÓ EL GITANO
Si dejamos que surjan las especulaciones, Alfonso Tirado fue muerto por
gente afín a Rodolfo T. Loaiza, también asesinado en el carnaval de 1944, por
Rodolfo Valdez, El Gitano, amigo íntimo de Alfonso Tirado. Esto es especulación.
La verdad es que El Gitano asesinó a Loaiza sin que hasta la fecha se conozca el
motivo del crimen.
Chema, relajado por el aire fresco que corre en la altísima acera de la
hacienda, banqueta anticrecientes del río, habla con propiedad de El Guayabo.
Trabajamos juntos aquí, levantando cañas.
Trabajaron juntos, dice, y les pagaban a 15 centavos la tonelada. Entonces
un peso con veinticinco centavos alcanzaba para enamorar a una mujer, dice
sonriente Chema, quien tuvo más de dos esposas, con hijos en varias partes.
Era una fuente de trabajo para 150 hombres, tanto en los aparatos, que
fueron traídos de Nueva Orleans. En 1935 o 1936, estos trabajadores se
sindicalizaron.
El producto, la azúcar, se entregaba a lo que hasta fecha se le conoce
como UNPASA.
MALA ADMINISTRACIÓN
Muerto Poncho Tirado, el ingenio pasó a manos de José Gómez Luna y
heredó la industria a sus hijos Luis, José y Alfonso, demasiado jóvenes y muy
dados a los placeres materiales. Chema hace señas de que despilfarraban el
dinero… Cortado.
Una expedición integrada por siete familias
fundó en 1756, “Las Peñitas”, hoy Siqueros
Fotos y textos: Juan Lizárraga Tisnado
NOROESTE-Mazatlán, 19 de marzo de 1984.
Gracias al celo y la preocupación de José Bulnes Rodríguez, brindamos esta información a los lectores de NOROESTE. Los datos fueron sacados de la copia de un libro ya desaparecido y los siguientes son los datos más abundantes y verídicos que se tienen de la fundación de Siqueros.
Situado hacia el lado oriente del río
Presidio, Siqueros fue fundado el 19
de marzo de 1756; sus fundadores
habían salido siete años antes de La
Guadiana, hoy Durango.
La expedición, que salió en 1749 de
La Guadiana, estaba compuesta por
siete familias. De su travesía se
sabe que llegaron a San Juan de Jacobo en
marzo de 1751. Camino río abajo, llegaron a
El Carmen (hoy Tepuxta) y a Cantarrana de
los Resquicios (hoy El Recodo).
El jefe de la expedición se llamaba
Pedro Siqueiros Núñez. Él salió de San Juan
de Jacobo junto con dos misioneros y las
siete familias.
Se estableció cerca de un lugar del
actual Siqueros, en un sitio llamado La
Embocada, junto a un arroyo, el 24 de
octubre de 1752.
Además del jefe expedicionario, cuyo
apellido le fue puesto al pueblo, , integraban
la expedición su esposa Juana Ruiz, don
Francisco Siqueiros Núñez y su esposa
Soledad Mondragón con dos hijos, su
hermana política Mercedes Mondragón de Jiménez, Antonio Ruiz y tres hijos, don
Alberto Zaragoza Avellana y su esposa Luz Osuna con tres hijos, y los dos
misioneros apellidados Núñez.
La Embocada era un estero formado por la desembocadura del arroyo y el
antiguo cruce del río, el cual estaba atiborrado de caimanes. Cuatro años
permanecieron en la Embocada y debido a que no encontraron minerales, razón
que los llevó a establecerse ahí, fundaron entonces el pueblo de Siqueiros el 19
de marzo de 1756, originalmente con el nombre de “La Peñitas”.
DE SIQUEIROS A SIQUEROS
Por una corrupción fónica, el apellido Siqueiros de los fundadores del
poblado se transformó en Siqueros. Se afirma que los fundadores de este pueblo
tienen parentesco con el muralista David Alfaro Siqueiros.
Los primeros pobladores de “La Peñitas” se establecieron en la capilla del
pueblo que aún existe, junto a la vivienda de doña Ramona Ramírez.
Una noche, al reunirse todas las familias en una enramada construida en la
capilla (las familias, de siete habían crecido a 35), a una sugerencia de doña
Mercedes Mondragón y de acuerdo con todos los concurrentes, al pueblo se le
bautizó con el nombre de “San José de Siqueiros”, el primero por ser el nombre
del patrón del lugar, como lo es hasta la fecha, y el segundo en honor del fundador
don Pedro Siqueiros Núñez.
LEÍAN, MÁS NO ESCRIBÍAN
Todos los habitantes de Siqueros, entre los adultos, sabían leer y la
mayoría conocía oficios. Llegaron a esta tierra con la ilusión de encontrar
minerales en los cerros. No los hubo y sí una flora abundante de maderas
preciosas, buenas tierras para el cultivo y buena pesca, con el peligro de los
caimanes y las nutrias, que también abundaban. De los animales obtenían pieles
para la confección de ropa.
Había también cabras silvestres. Domesticaron algunas y tenían su ganado
caprino en lo que hoy se conoce como Cerro de los Chivos, donde encontraron
una cueva con jeroglíficos grabados en las rocas, entre los que destacan un
caimán bien representado (estudiosos de la arqueología se llevaron no hace
mucho estos jeroglíficos).
El 9 de noviembre de 1767 quedó terminada la capilla dedicada a San José.
Aquí se enseñaba catecismo y a leer, pero por razones que se desconocen no se
enseñaba a escribir. También se verificaban bautismos y matrimonios.
El pueblo empezó a crecer hacia el oriente, rumbo a la “Loma de los
Tanques”. Vivían de la agricultura y la fruticultura.
Habían perdido la comunicación con los pueblos de los que procedían
porque su arquitectura era autosuficiente y empezaron a explorar río abajo. Frente
a lo que hoy es El Bajío, encontraron un poblado abandonado llamado San Juan.
Tenía muy pocos pobladores con mucho amor al terruño, pues la mayoría lo había
abandonado por su insalubridad, ya que estaba rodeado de lagunas. Ellos no
tenían noticias de la fundación y la prosperidad de Siqueros, por lo que se
trasladaron a Villa Unión.
MUERTOS EN CAPILLA
Mercedes Mondragón de Jiménez elaboró un diario sobre la vida del
pueblo. Este diario permaneció en la capilla, hasta la muerte de Úrsula de Osuna.
La capilla fue abandonada al construirse el nuevo templo, terminado en 1853, y
conservó el diario gracias a Loreto Rodríguez de Zatarain. Recuperó también el
misal de la capilla, escrito en romano, el cual está en poder de un hijos del señor
Bulnes. Ramón Pérez, profesor en 1911, hizo una copia del diario, pues las coss
de los enfermos se quemaban con todo y pertenencia. La copia fue destruida por
el ciclón Olivia en 1975 y se tienen estos datos gracias a la labor de José Bulnes
Rodríguez.
De acuerdo con este diario, las primeras defunciones de los fundadores
ocurrieron en la capilla. El primero en morir fue don Francisco Siqueiros Núñez y
su hijo Pedro María, de seis años de edad; murió luego uno de los misioneros,
Juan Ruiz de Siqueiros, esposa del fundador; Matilde Zaragoza Osuna, una dama
soltera de 19 años y la autora del diario, doña Mercedes Mondragón de Jiménez.
La última mujer hizo el encargo especial a su familia de que consignaran la
fecha de su muerte en el diario, la cual ocurrió el 6 de junio de 1789, a la edad de
89 años.
NO MÁS SIQUEROS EN SIQUEROS
Don Pedro Siqueiros Núñez murió un 19 de noviembre (no se pudo
establecer el año porque el libro estaba destruido donde se consignaba el dato).
Siqueiros Núñez murió a los 77 años de edad.
En Siqueros abundan los apellidos Zatarain, Lizárraga, Osuna y no hay
ningún apellido Siqueros. ¿Por qué? El libro lo explica:
El último hijo de don Pedro llevó su mismo nombre. Nació el 29 de junio de
1775. Tuvo numerosa familia, cinco hijos varones y seis mujeres, de los cuales
sobrevivieron sólo cuatro mujeres. Por ello es que el apellido Siqueriros no
proliferó.
La capilla se encuentra actualmente en buen estado, después del abandono
en que estuvo durante mucho tiempo. La iglesia se encuentra en una etapa de
remodelación. Nadie supo informar dónde se encuentran los santos.
Actualmente, el pueblo todo de Siqueros vive de la agricultura. La
construcción de una represa frente al poblado, sobre el río Presidio y otras obras
que realiza el gobierno federal, han servido también para su sustento.
La vida transcurre apacible. La entrada de un carro rompe su tranquilidad,
pues aunque hay camino de pavimento, el movimiento de vehículos automotores
es poco.
Parece que sólo se vive para contar la vida. Ahora contarán su historia,
también gracias a las buenas obras de don José Bulnes Rodríguez.
Un 19 de marzo, Día del Carpintero,
fue fundado “San José de Siqueros”
Juan Lizárraga Tisnado
NOROESTE-Mazatlán, sábado 19 de marzo de 1988.
El padre de Cristo será recordado
hoy por las fiestas religiosas y por quienes
se dedica al oficio de José, la carpintería,
pues hoy 19 de marzo es Día de San José
y de los carpinteros.
Así es. Hoy es día de José, el justo,
el que no quiso infamar a María, su
esposa, la madre de Dios, cuando supo
que ésta se encontraba preñada antes de
que se juntasen. Sufrió José hasta que un
ángel se le apareció en sueños y le dijo
que no temiera recibir a María, pues en su
vientre se había engendrado el Espíritu
Santo, el hijo de Dios, ¡Cristo!, el escogido
para salvar a los humanos de sus pecados.
Este fue José, el humilde carpintero
de Nazaret, el que tuvo el privilegio de
recibir mensajes de los ángeles, quienes le dijeron que huyera con Jesús hacia
Egipto porque Herodes lo quería matar y a la muerte del infanticida se le
aparecieron de nuevo para anunciarle su retorno a Israel.
Ese fue José, el patrono de los carpinteros.
Ese fue José, el patrono del pueblo que hoy se conoce como Siqueros,
hacia el poniente del río Presidio, fundado el 19 de marzo de 1756, originalmente
con el nombre de San José de Siqueros.
El imponente Cerro Zacanta debió ser testigo de aquella expedición que
encabezó don Pedro Siqueiros (el apellido original), salió de La Guadiana, hoy
Durango, en 1749, acompañado de dos misioneros y siete familias, quienes en
marzo de 1751 llegaron a San Juan de Jacobo, pasaron por El Carmen (Tepuxta)
y por Cantarrana de los Resquisios (El Recodo), hasta establecerse en un sitio
junto a un arroyo al que llamaron La Embocada en 1752.
Los minerales movían esta
peregrinación y como no los encontraron
en La Embocada, que era un estero
donde desembocaba un arroyo y el
antiguo cauce del río, por cierto
atiborrado de caimanes, marcharon
hacia lo que hoy es Siqueros y al que
originalmente llamaron Las Peñitas.
Las siete familias se convirtieron
en treinta y cinco ya en Peñitas, y en una
reunión acordaron llamarle San José de
Siqueros. Eran estas familias Juan Ruiz,
esposa del jefe de la expedición;
Francisco Siqueros Núñez y su esposa
Soledad Mondragón con dos hijos, su
hermana política Mercedes Mondragón
de Jiménez; Antonio Ruiz y Cortina con
su esposa Margarita y tres hijos; don
Alberto Zaragoza y Avellana y su esposa
Luz Osuna con tres hijos y dos
misioneros apellidados Núñez.
No inventamos nada. José Bulnes
Rodríguez nos brindó estos datos que extrajo de un libro que ya desapareció.
SIQUEROS EN SU FUNDACIÓN
Esa pequeña cofradía sabía leer y sabía de oficios y si la tierra no les fue
pródiga para alimentarles su ansia de acumular riquezas con los metales, les
ofreció a cambio madres preciosas, buenas tierras para el cultivo y buena pesca,
animales de los que obtenían piel para la confección de ropa y también animales
peligrosos como las nutrias y los caimanes.
Había también cabras silvestres. Domesticaron algunas y tuvieron ganado
caprino que pastoreaban en lo que se conoce como Cerro de los Chivos, donde
había una cueva de jeroglíficos que fueron sustraídos por supuestos estudiosos de
nuestros ancestros.
Mercedes Mondragón de Jiménez, integrante de las familias fundadoras,
elaboró un diario sobre la vida del pueblo e hizo el encargo a su familia de que
consignaran la fecha de su muerte, la cual ocurrió en 1789, cuando tenía 89 años
de edad. De acuerdo con este diario, las primeras defunciones ocurrieron en la
capilla del pueblo y las encabezó Francisco Siqueros Núñez y uno de sus hijos de
seis años; siguió uno de los misioneros, Juana Ruiz de Siqueros, Matilde
Zaragoza y así sucesivamente.
Por corrupción fónica, el apellido Siqueiros se transformó en Siqueros, más
este apellido desapareció del pueblo por el deceso de quienes lo detentaban. Don
Pedro Siqueiros tuvo cinco hijos varones y seis mujeres, de los cuales sólo
sobrevivieron las mujeres, de ahí que no proliferara el apellido.
¿Sabe el lector dónde se ubica Siqueros? Justo en el centro de Villa Unión
hay una carretera hacia el norte que bordea al río Presidio por el oriente. La
carretera es tranquila, de poco tráfico y a unos cuantos kilómetros hacia la
derecha nos muestra las ruinas de lo que en el Roble fuera el ingenio azucarero.
Algunos anuncios nos hacen saber que hacia la izquierda está El Guayabo
y hacia el otro lado Lomas de El Guayabo y El Bajío más adelante, en las faldas
del Cerro Zacanta.
No hay pierde: al terminar la carretera se llega a Siqueros. Seguramente
hoy estará de fiesta.
top related