el humanismo de eugenio d’ors conceptos fundamentales
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El humanismo de Eugenio d’Ors
Conceptos fundamentales
Laura Gerardina Rodríguez Zabaleta
Trabajo de Investigación Maestría en Gobierno y Cultura de las Organizaciones
Dirigida por Prof. Dra. Dª Lourdes Flamarique
Fraijanes, Guatemala, 2016
El humanismo de Eugenio d’Ors
Conceptos fundamentales
Laura Gerardina Rodríguez Zabaleta
Prof. Dra. Dª Lourdes Flamarique
Summa cum laude
2016
Universidad de Navarra. Instituto Empresa y Humanismo Universidad del Istmo Maestría en Gobierno y Cultura de las Organizaciones
Título: El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales
Tesis de Maestría dirigida por la Prof. Dra. Dª Lourdes Flamarique Tesis de Maestría realizada por Laura Gerardina Rodríguez Zabaleta Guatemala, febrero de 2016
Resumen: Eugenio d’Ors es un pensador de la primera mitad del siglo XX. Ajeno al existencialismo de Unamuno y al vitalismo de Ortega, hizo su propia filosofía, con algunas conexiones con la tradición clásica. Junto con otros compañeros fundó el Noucentisme, un movimiento catalanista que buscaba la universalidad en lo clásico. En esta tesis se presentarán los principales conceptos presentes en su pensamiento y que tienen que ver con el hombre y su actividad. Su estudio nos permitirá ver si es posible hablar de un humanismo en Eugenio d’Ors y, en caso afirmativo, en qué términos.
Palabras clave: Eugenio d’Ors, humanismo, espíritu, materia, mundo, naturaleza, conocimiento o seny, cultura. Abstract: Eugenio d’Ors is a thinker of the first half of the XX Century. Alien of Unamuno’s existentialism and Ortega’s vitalism, he made his own philosophy, with some connections to the classic tradition. Along with other colleagues he founded Noucentisme, a Catalan movement that seeks universality in the classic. In this thesis the main concepts present in his thinking, and also the concepts that have to do with men and his activity will be exposed. His study will allow us to see if it is possible to talk about humanism in Eugenio d’Ors and, if such is the case, in what terms is it possible. Keywords:
Eugenio d’Ors, humanism, spirit, material, world, nature, knowledge or seny, culture
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................ 9
CAPÍTULO 1. El humanismo de Eugenio d’Ors ........................................................... 15
1. 1. Breve presentación de la vida y obras de Eugenio d’Ors ................................... 15
1. 1. 1. Principales hechos de la vida de Eugenio d’Ors ..................................... 15
1. 1. 2. Obras de Eugenio d’Ors ......................................................................... 17
Glosario .......................................................................................................... 17
La filosofía del hombre que trabaja y que juega ............................................ 18
El secreto de la filosofía ................................................................................. 20
1. 2. El humanismo de Eugenio d’Ors. ....................................................................... 25
CAPÍTULO 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors .............. 37
2. 1. Espíritu y naturaleza ........................................................................................... 38
2. 1. 1. Espíritu y naturaleza. Potencia y resistencia .......................................... 39
2. 1. 2. Arbitrarismo ............................................................................................ 44
2. 1. 3. Maldad, exorcización y colonización ..................................................... 46
2. 1. 4. Creación y orden ..................................................................................... 50
2. 1. 5. Anécdota y categoría .............................................................................. 56
2. 1. 6. La belleza ................................................................................................ 58
8
2. 2. Conocimiento .................................................................................................. 61
2. 2. 1. Curiosidad ............................................................................................... 62
2. 2. 2. Libertad ................................................................................................... 64
2. 2. 3. Razón e inteligencia o seny. Teoría de la inteligencia ........................... 66
Relativa autonomía positiva de la razón ........................................................ 69
La razón como defecto .................................................................................... 78
Percepción ...................................................................................................... 82
2. 2. 4. Dialéctica y Diálogo ............................................................................... 85
Lenguaje ......................................................................................................... 88
2. 3. Ontología morfológica .................................................................................... 90
2. 3. 1. Forma, corriente y figura ........................................................................ 90
2. 3. 2. El yo ........................................................................................................ 94
2. 3. 3. El ángel ................................................................................................... 97
2. 3. 4. Trabajo y Juego .................................................................................... 101
CONCLUSIÓN ............................................................................................................ 105
BIBLIOGRAFÍA .......................................................................................................... 107
Obras de Eugenio d’Ors ........................................................................................... 107
Obras sobre Eugenio d’Ors ....................................................................................... 108
Obras generales ......................................................................................................... 110
INTRODUCCIÓN
El objetivo de esta tesis de Maestría es adentrarse en el pensamiento de Eugenio
d’Ors, especialmente por lo que se refiere a sus conceptos principales en torno al
hombre y su actividad y, en esa medida, ver si se puede hablar de un humanismo en el
pensamiento de ese autor.
Me introduje por primera vez en los escritos de Eugenio d’Ors por medio de su
obra La Ciencia de la cultura. El interés que me movía era entender su idea de cultura
para ver si encontraba alguna luz sobre cuál debería ser la cultura apropiada a un
gobernante, según su modo de ver. Ésta era mi primera idea para la realización de la
tesis de Maestría.
Pero tal como avanzaba en la lectura, fui encontrando nociones muy interesantes
en torno al ser humano y su acción. Eso hizo que dejara el tema de la cultura y el
gobernante para un segundo momento, ya que era importante ver primero la idea de
hombre que subyace en el pensamiento de d’Ors, y así es como decidí dedicar a este
tema, la presente tesis de Maestría.
Plantear el trabajo de esta manera me ha permitido conocer una gran variedad de
temas y escritos de d’Ors, y he comprobado que sus intereses, por muy amplios que
sean, siempre convergen al final en el hombre y el mundo. Por eso, tiene sentido hacer
un estudio sobre “el humanismo de Eugenio d’Ors”, aunque él no use esta expresión, ni
se pueda decir que haya realizado un estudio directo y formal sobre el hombre. Más
bien, d’Ors mira al hombre concreto, reflexiona sobre lo que ve, y así va construyendo
su filosofía. Manuel Garrido un buen conocedor de d’Ors explica en este sentido lo
siguiente:
“Y al hablar del hombre no está aludiendo d’Ors al espectral sujeto cognoscente del que hablan los profesores en sus manuales, sino al hombre de carne y hueso que trabaja (homo faber), que juega (homo ludens) y que piensa haciendo ciencia y filosofía (homo sapiens)”1.
1 d’Ors, E. (1997), p. 7.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 10
En el presente trabajo he utilizado, de alguna manera, todos los libros que
aparecen en la bibliografía, pero sobre todo y en razón del tema de interés en este
momento, han sido básicamente cinco los que he manejado más abundantemente, tres
de Eugenio d’Ors y dos de otros autores. Esos libros son: El secreto de la filosofía,
considerado uno de los más importantes de d’Ors y de la filosofía española del siglo
XX; La ciencia de la cultura, que constituyó mi primer acercamiento a d’Ors; y La
filosofía del hombre que trabaja y que juega, que encierra en pocas páginas, gran parte
del pensamiento de nuestro autor. Los otros dos han sido Espíritu, inteligencia y forma.
El pensamiento filosófico de Eugenio d’Ors, escrito por Alejandro Martínez Carrasco,
que contiene un estudio profundo del pensamiento de d’Ors, y La filosofía de d’Ors, de
José Luís López Aranguren, que también ha sido importante para mi trabajo, desde que
tuve acceso a él.
Los demás libros y artículos me han ayudado a profundizar o ver otros matices
en las nociones que han sido mi materia de estudio.
Los escritos y las narraciones de d’Ors tienen un fundamento filosófico,
expresado en un lenguaje brillante. Por eso he comprobado que conviene leer primero
su filosofía, para posteriormente comprender sus textos sobre literatura y arte. A mi
modo de ver, la filosofía de d´Ors es como el corazón del ser humano que desde ahí
envía corriente sanguínea a todo el sistema, por medio de las venas, arterias, vasos
capilares. El corazón es la filosofía y su sistema sanguíneo son sus escritos, narraciones,
novelas, teatro, glosas, arte, donde siempre late detrás la filosofía: su filosofía.
El primer motivo que me movió a realizar este trabajo fue darme cuenta de que
la tesis que me había planteado al inicio, necesitaba una fundamentación conceptual.
Una segunda razón fue darme cuenta de que el tema del ser humano en d’Ors,
está tratado de una forma vibrante, maleable, viva, y por eso mismo, no se ha quedado
paralizado en una época: es actual. Presenta un humanismo agradable, que mueve y
atrae.
La tercera y última motivación la encontré en el hecho de que el siglo XXI
necesita la recuperación del humanismo. Actualmente se respira la Cultura de la muerte,
en la que la técnica, la ciencia y la economía, están por encima de la persona. Y me
llamó la atención ver con qué riqueza hablaba d’Ors del ser humano y su actividad.
Aunque d’Ors manifiesta en sus escritos un nuevo intelectualismo, en el que
intenta abandonar el irracionalismo y el naturalismo que están latentes a finales del siglo
Introducción 11
XIX e inicios del XX, mantiene de todos modos en su filosofía algunas ideas del fin de
siglo. Me refiero al hecho de ver al ser humano como fuerza creadora y el mundo como
creación del espíritu humano. Las corrientes de fondo que fundamentan estas tendencias
son el esteticismo y el simbolismo, que en esa época tenían actualidad, y que influyen
en d’Ors. Aún así, Alejandro Martínez Carrasco, dice a modo de conclusión en su libro
Espíritu, inteligencia y forma. El pensamiento filosófico de Eugenio d’Ors, que la
filosofía orsiana es actual y nos presenta un buen desafío:
“Por la íntima conexión entre el actual pensamiento postmoderno y las ideas de aquel cambio de siglo, la filosofía orsiana comparece hoy con plena actualidad, llena de fértiles incitaciones e invitaciones para repensar la esencia, papel y fuerza de la inteligencia en la vida humana, gran reto de la filosofía de nuestros días”2.
En este trabajo no se verán todos los ricos aspectos de la filosofía de Eugenio
d’Ors, en contraste con las formas de pensamiento que d’Ors rechaza, y son el
Racionalismo y el Romanticismo y sus consecuencias ideológicas. Después de un breve
repaso de la vida y obras de d’Ors, y del humanismo en general, nos centraremos en su
humanismo y en los conceptos que lo alimentan.
La tesis consta de dos capítulos.
Se ha dedicado el primero a dos cuestiones: la presentación de Eugenio d’Ors, su
vida y obras; y el humanismo, visto en general y en su filosofía.
El segundo capítulo, más extenso, se ha centrado en los principales conceptos
que nos parece que justifican el humanismo orsiano. Los mencionamos a continuación:
El primer concepto alrededor del cual gira el pensamiento de d’Ors es el de
espíritu humano, entendido como fuerza creadora y ordenadora. d’Ors explica la acción
del espíritu como un despliegue hacia fuera. Señala que la actividad del espíritu se
dirige a una materia a través de la cual el espíritu actúa. Por su parte, la materia es
naturaleza y es irreductible al espíritu y viceversa. D’Ors evita así tanto el monismo
materialista como el espiritualista.
Otro tema importante es la dualidad, a través de la cual d’Ors resuelve la
relación entre espíritu y materia o naturaleza, por medio de los conceptos de potencia y
resistencia. También se hace referencia a otra dualidad significativa que es el
pronombre yo y lo que va precedido por el posesivo mí.
2 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 248.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 12
Al intentar oponerse al Romanticismo, d’Ors propone ciertas dualidades más, a
través de las cuales salva su nuevo pensamiento intelectualista. Algunas de ellas, según
Martínez Carrasco, son: razón contra naturaleza, orden frente a anarquía, estructura
frente a movimiento, dibujo frente a música, jardín contra selva, constancia frente a
evolución, figura frente a corriente, lucidez frente a confusión, ciencia frente a la
llamada vida, e inteligencia frente a instinto.
Otros conceptos relacionados con la persona humana o su actividad son el yo, el
mal, la libertad. La anécdota y la categoría. El lenguaje. El ángel. El trabajo y el juego.
El orden. La exorcización y colonización.
Un concepto clave en d’Ors es el de seny, vocablo difícilmente traducible de la
lengua catalana, que indica a la vez sentido común y práctico, ponderación y salud
mental, correcta percepción y apreciación de las cosas, y actuación prudente. El seny no
prescinde ni de la naturaleza ni de la cultura, sino que está por encima de ambas.
El seny será el artífice de un Novissimum Organum, que sustituirá tanto al
Organum aristotélico como al Novum Organum baconiano, y que establecerá un
racionalismo nuevo, frente al caduco racionalismo mecanicista. D’Ors expone su
pensamiento en este tema, en La filosofía del hombre que trabaja y que juega.
Por su parte, en El secreto de la filosofía, d’Ors presenta tres teorías relacionadas
con el conocimiento: la primera se refiere a las ideas, la segunda a los principios, y la
tercera a la teoría del saber. Son temas complejos de la filosofía de orsiana, que ocupan
la casi totalidad de esa obra y que, en este trabajo de maestría veremos sólo muy
someramente.
Por supuesto, con los conceptos hasta ahora mencionados, no se agotan todas las
ideas presentes en los escritos de d’Ors sobre el hombre y su actividad, pero en un
trabajo breve como éste, no podíamos ser exhaustivos. Nos parece, de todos modos, que
hemos tratado de destacar los más importantes.
Antes de pasar al desarrollo de la tesis, quisiera manifestar mi agradecimiento a
las diferentes personas que han hecho posible este trabajo.
De un modo especial al Dr. Rafael Alvira, que fue el que me indujo a la lectura
de Eugenio d’Ors, y a la Dra. Lourdes Flamarique, que desde la Universidad de Navarra
me ha orientado con conocimiento, paciencia y constancia.
También quiero hacer constar mi más sincero reconocimiento a cada uno de los
profesores de la Maestría en Gobierno y Cultura de las Organizaciones, que se
Introducción 13
desplazaron a Guatemala mes a mes y, con su saber, contribuyeron a hacer realidad este
programa. Menciono al Dr. Miguel Alfonso Martínez-Echevarría, al Dr. Alejo Sisón, al
Dr. Álvaro Sánchez-Ostiz, ya que con sus clases aprendí mucho. Guardo gratitud
también a todos los demás, porque de sus conocimientos y generosidad para
transmitirlos, aprendí y todos ellos contribuyeron a mi formación.
Capítulo 1. El humanismo de Eugenio d’Ors
CAPÍTULO 1. El humanismo de Eugenio d’Ors
1. 1. Breve presentación de la vida y obras de Eugenio d’Ors
Expondremos ahora los hechos más relevantes de la biografía de Eugenio d’Ors,
y haremos un breve comentario sobre sus principales obras.
1. 1. 1. Principales hechos de la vida de Eugenio d’Ors
Eugenio d’Ors i Rovira nace el 28 de septiembre de 1881 en Barcelona, y muere
el 25 de septiembre de 1954 en Vilanova i la Geltrú (Barcelona). Era hijo de padre
español y madre cubana. Su madre murió cuando él contaba sólo con catorce años de
edad.
Estudia Derecho y Filosofía y Letras en Barcelona, y se gradúa de las dos
titulaciones. Desde joven, d’Ors colabora en periódicos, revistas, encuentros literarios,
así como en iniciativas culturales y políticas en Cataluña.
En 1904 inicia su labor periodística en El Poble Català3.
En mayo de 1906 se va a vivir a París para trabajar como corresponsal del
periódico La Veu de Catalunya. Utiliza el pseudónimo de Pinpin Nicolson.
En septiembre regresa a Barcelona y contrae matrimonio con María Pérez Peix.
Después regresan a París y se instalan en esa ciudad hasta 1910. En esa ciudad, Eugenio
d’Ors descubre las ciencias positivas, experimentales y científicas, a la vez que conoce a
personalidades en el campo de la ciencia, la psicología experimental y la literatura.
Queda impresionado por el nivel cultural y científico que se respira en la capital
francesa: asiste a las clases de los filósofos Emile Boutroux y Henri Bergson y puede
conocer también a Henri Poincaré y a Madame Curie que, junto con su marido y Henri
Becquerel habían sido galardonados con el Premio Nobel de la Física en 1903, por sus
investigaciones conjuntas sobre los fenómenos de radiación.
3 Cfr. González-Cruz, L. F. (1988), p. 7.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 16
La actividad periodística y cultural de d’Ors cuajará a partir de 1906 en el
Glosari, breves comentarios para la prensa diaria, con hondura reflexiva, llevada al hilo
de la actualidad. D’Ors intenta ver cuáles son los intereses culturales de su pueblo y de
su tiempo y, a través de estos escritos, realizar una labor pedagógica, con el fin de
reformar la moral de Cataluña. De hecho, por medio del Glosari influye fuertemente en
la educación de los jóvenes de su pueblo.
D’Ors consideraba necesario un cambio en las nuevas generaciones. Forma
entonces un movimiento llamado Noucentisme, con un marcado aire catalanista y
renovador. Frente al tradicionalismo, d’Ors desea un nuevo renacimiento que mejore la
vida, la sociedad y la cultura catalana.
En 1910 regresa a Barcelona y en 1911 es nombrado por Prat de la Riba
Secretario General del Instituto de los Estudios Catalanes. Para d’Ors son años de
mucho trabajo en los que se empeña en la transmisión de la cultura. Entre 1917 y 1918,
por iniciativa propia, decide participar en política y es nombrado Director de Instrucción
Pública de la Mancomunidad Catalana. Este nombramiento despertó envidias y
suspicacias, hasta el punto de que d’Ors tuvo que dejar su puesto. En enero de 1920 su
actividad política es estudiada por la Asamblea General de la Mancomunidad Catalana
y es globalmente censurada.
Después de todos esos sucesos, d’Ors decide abandonar el idioma catalán e ir a
vivir a Madrid con su familia. El hecho de no escribir en catalán, le abre puertas en el
ámbito nacional e internacional.
En 1927 es elegido miembro de la Real Academia Española, y en ese mismo año
marcha temporalmente a París como representante de España en el Instituto
Internacional de Cooperación Intelectual. Empezaban así unos años que iban a ser
fecundos en publicaciones, en especial sobre arte.
Al comienzo de la Guerra Civil Española, d’Ors está en París, desde donde se
traslada a Pamplona en 1937 para colaborar en la reorganización de las instituciones
culturales del bando nacional.
En 1938, bajo el ministerio de Sáiz Rodríguez, participa en la creación del
Instituto de España, del que es nombrado Secretario Perpetuo: se trataba de la unión de
las Academias. También es nombrado Director General de Bellas Artes. Gracias a este
nombramiento recupera para el nuevo Estado Español los tesoros del Museo del Prado,
que por la guerra habían salido fuera del país, con el fin de resguardarlos.
Capítulo 1. El humanismo de Eugenio d’Ors 17
A lo largo de la década de los cuarenta, d’Ors desarrolla una amplia tarea de
difusión cultural en España.
En 1953, cercano ya al final de su vida, recibe el nombramiento en la
Universidad de Madrid como Catedrático Extraordinario de Ciencia de la Cultura, pero
sólo llega a dar unas pocas clases.
El 25 de septiembre de 1954 fallece en su casa de Vilanova i la Geltrú4.
1. 1. 2. Obras de Eugenio d’Ors
Ya que nos acabamos de situar con la vida de Eugenio d’Ors, vamos a ver ahora
cuáles son sus obras, para completar esta panorámica introductoria.
Para empezar, podemos señalar que las principales son: Glosario (1906-1954);
La filosofía del hombre que trabaja y que juega (1914); Tres horas en el Museo del
Prado. Itinerario estético (1922); Introducción a la vida angélica. Cartas a una soledad
(1939); El secreto de la filosofía (1947) y La ciencia de la cultura (1964).
Vamos a ver con un poco más de detenimiento lo más relevante de las tres que
hemos utilizado más en el capítulo segundo de este trabajo5.
Glosario6
Es la gran obra de Eugenio d’Ors. Escrito en catalán hasta 1921 y en castellano a
partir de esta fecha, el Glosario no es una obra al estilo tradicional, sino el nombre
genérico de la sección que Eugenio d’Ors escribe en periódico como La Veu de
Catalunya, ABC o Arriba desde 1906 hasta el día de su muerte en 1954.
Ya dijimos en el apartado anterior que las glosas son breves artículos con
hondura reflexiva al hilo de la actualidad. Sin temática fija, d’Ors aspira a mostrar en las
4 Cfr. d’Ors, E. (1995), pp. 11-22. El texto citado corresponde a la presentación de Jaime Nubiola. 5 Cfr. Torregrosa, Marta y Nubiola, Jaime (2005), voz Eugenio d’Ors, pp. 1591-1595. Se ha tenido en cuenta ese texto para presentar el Glosario, La filosofía del hombre que trabaja y que juega, y El secreto de la filosofía. Aquí hemos mencionado sólo la estructura y lo más relevante de cada obra, pero también allí se puede encontrar una relación de las ediciones que se realizaron hasta 2005 de cada una de esas obras, así como los principales estudios sobre cada una de ellas. 6 Las ediciones que he podido conseguir son las siguientes: traducción del Glosari de Xènius (1906-1917) y Nuevo Glosario Vol. I y II. Hay otras glosas que después se publicaron como libro aparte, como La Ben Plantada, etc. y hay otras más que he podido consultar en otras obras. En cada caso se señalará la fuente correspondiente.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 18
glosas “las palpitaciones de los tiempos” y a transformar “la Anécdota en Categoría”.
En las glosas catalizan sus afanes de renovación cultural y social y de iluminar lo que
hay de universal y eterno en la actualidad.
La magna obra del Glosario tiene su inspiración en el Dictionnaire
philosophique portatif de Voltaire y en la convicción orsiana de que el pensamiento
debe ser accesible y manejable, al alcance de una mirada cotidiana y fugaz sobre el
periódico, que ha de salvar de la ignorancia y la muerte del espíritu. El propio d’Ors
concibe el Glosario en sus distintas etapas como un solo libro en que el pensamiento se
encara con la variedad del mundo, como el lugar en el que se muestra que la filosofía es
también una manera de vivir. Por esta razón las glosas, escritas a diario y sujetas a los
avatares de su biografía, constituyen la forma de expresión más genuina del
pensamiento de Eugenio d’Ors y son el rastro más fiel para percibir la continuidad de su
proyecto cultural y filosófico.
El Glosario significó en Cataluña una verdadera revolución en el panorama de la
prensa catalana de principios de siglo (Enric Jardí) y las glosas han sido consideradas
como el género literario que d’Ors aportará a la literatura y al periodismo en España
(Francisco Umbral).
La publicación completa de las glosas no ha sido realizada hasta el momento.
Las glosas están accesibles al lector en los diarios en los que se publicaron
originalmente o en forma de libro: una gran parte, la mayoría, publicadas bajo el criterio
del año en el que aparecieron y otras, siguiendo el título de la serie que formaron en su
día: La ben plantada, Gualba la de mil veus o Flos Sophorum, entre otras.
La filosofía del hombre que trabaja y que juega7
Esta obra es una antología de los textos filosóficos que Eugenio d’Ors había
escrito hasta 1914 en forma de glosas y trabajos académicos. Está dividida en tres
partes:
La primera, con el título de “Glosas y fragmentos”, recoge en breves artículos
algunas glosas de los años 1910-1912, fragmentos de los trabajos que d’Ors presentó en
el III y IV Congreso Internacional de Filosofía celebrado en Heidelberg en 1908 y en 7 La edición que he utilizado es: d’Ors, Eugenio (1995), La filosofía del hombre que trabaja y que juega, Libertarias/Prodhufi, Madrid.
Capítulo 1. El humanismo de Eugenio d’Ors 19
Bolonia en 1911, parte de la doctrina estética del Noucentisme expuesta en el prólogo a
su obra La muerte de Isidoro Nonell, algunos párrafos de las Memorias inéditas
preparadas en París sobre la metodología de enseñanza universitaria y de la ciencia
contemporánea, y fragmentos de los artículos publicados en revistas académicas y
expuestos en la Sección de Ciencias del Institut d’Estudis Catalans. En estos
fragmentos se observa el interés del joven Eugenio d’Ors por las ciencias
experimentales, así como por acercar la filosofía y la ciencia.
En la segunda parte, “Doce glosas de filosofía”, Eugenio d’Ors expone su
pensamiento con el nombre de “Filosofía del hombre que trabaja y que juega”. Estas
glosas, pensadas no como la expresión de un sistema de pensamiento sino como una
introducción a la filosofía constituyen el índice de los temas de trabajo que le
acompañarán durante toda su vida. Para d’Ors, el pensamiento es una combinación de
trabajo y de juego, de necesidad y libertad, que es expresión del diálogo constante del
binomio resistencia -potencia que hay en todo ser humano. La filosofía del hombre que
trabaja y que juega propone con el término seny, -inteligencia o razón viva- la facultad
capaz de armonizar en una visión unitaria y jerárquica del mundo tanto los elementos
racionales, como los elementos empíricos, de intuición, de sentimiento y de “gusto”. En
síntesis, una facultad capaz de explicar con sentido las realidades que sobrepasan la
racionalidad científica.
La tercera parte, “Dos glosas de año nuevo”, reúne dos glosas sobre la actividad
de la inteligencia o Seny que en su proceder busca la superación del principio de
contradicción por medio de la armonía de los contrarios. Junto a los textos de Eugenio
d’Ors se insertó una introducción de Manuel García Morente y cinco estudios breves
sobre diferentes aspectos de la filosofía orsiana escritos por Federico Clascar, Diego
Ruiz, Jaume Farrán, Ramón Rucabado y Miguel Unamuno.
Sobre esta obra afirma su autor “no es todavía una filosofía, sino una
introducción a la filosofía. No es un sistema, sino un índice orgánico de trabajo. Sobre
todo esto, cabe aún mucha elaboración”8.
8 d’Ors, E. (1995), p. 161.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 20
El secreto de la filosofía9
Esta obra, es sin duda la más ambiciosa de Eugenio d’Ors y ha sido valorada
como “una de las más importantes de la filosofía española del siglo XX” (Manuel
Garrido). El propio d’Ors la consideró su obra cumbre, ya que era la decantación de las
reflexiones filosóficas que durante más de cuarenta años le habían ocupado. Como
explica el mismo autor en la introducción, este libro es un trasunto fiel de las lecciones
que impartió en Barcelona en el curso 1917-18, en Córdoba (Argentina) en 1921 y en
Ginebra en 1933. De hecho, a lo largo de todo el volumen van apareciendo casi buena
parte de los temas y problemas filosóficos sobre los que d’Ors estudió, trabajó y publicó
a lo largo de toda su vida.
Desde la primera página avisa con claridad de su rechazo del academicismo
ritual y del ensanchamiento del campo temático de su filosofía. No aspira ya a ganar
méritos académicos, ni a triunfar en polémicas, sino sólo a llenar el mundo de luz y a
conferir a la sabiduría seguridad. En este sentido, puede decirse que la valoración de
d’Ors como filósofo depende del valor que se asigne a este libro, pues en él se
encuentran expuestas, de un modo buscadamente orgánico, la mayor parte de sus
intuiciones más luminosos y de sus expresiones más brillantes, dispersas hasta entonces
en su enorme Glosario y en sus obras de juventud.
En la redacción del libro hay por parte de d’Ors una notable aspiración
sistemática pues está persuadido de que “sólo donde hay Sistema hay Filosofía”. Sin
embargo, a pesar de tal declaración, El secreto de la filosofía no es la presentación de
un sistema filosófico cerrado, sino que es –como señaló Ferrater Mora– más bien un
programa. Más que el expositor de un sistema filosófico al uso cartesiano, como pudiera
parecer a primera vista, Eugenio d’Ors es el revelador del secreto “que se guarda tras de
siete puertas en la encantada ciudad de la Filosofía”.
El secreto, celosamente guardado tanto por los filósofos como por los
científicos, es el descubrimiento de que la racionalidad es sólo una parte de nuestro
saber y de nuestra vida. La ciencia es importante en nuestra vida, pero no es capaz de
conferir sentido a las dimensiones de nuestro vivir que a fin de cuentas no resultan más
importantes: el lenguaje, el arte, la música, la religión, la cultura. Esas dimensiones no
son reducibles a su es estricta materialidad medible y cuantificable. Quien tratase de 9 La edición que he utilizado es: d’Ors, Eugenio (1997), El secreto de la filosofía, Tecnos, Madrid.
Capítulo 1. El humanismo de Eugenio d’Ors 21
reducirlas a su soporte material físico se condena a sí mismo irremisiblemente a no
comprenderlas. La síntesis superadora de las dicotomías empobrecedoras de las
filosofías racionalistas y positivistas del siglo XIX será para Eugenio d’Ors su Doctrina
de la Inteligencia, que es su saber metodológico casi de tipo artesanal, que es
pensamiento alimentado por la vida y por la experiencia personal e histórica, hasta
llegar a conformar “una filosofía abierta al vivir y eficaz para él”.
Martínez Carrasco afirma que, aunque El secreto de la filosofía se suele
presentar como la definitiva sistematización de la filosofía orsiana y, en él aparecen
todos los temas centrales de su pensamiento, “es importante notar cierta variación de
sus preocupaciones centrales y, correlativamente, de enfoque en relación con sus
planteamientos de años anteriores; variación por otra parte perfectamente comprensible
teniendo en cuenta que esta obra es casi cuarenta años posterior a sus primeras
sistematizaciones. Más en concreto, se percibe sobre todo un cambio en quien es el
principal enemigo ideológico, que ahora se encarna casi exclusivamente en el
racionalismo moderno por encima de cualquier otro. No se trata, bien entendido, de un
cambio sustancial, porque tan cierto es que éste había sido un enemigo constante, como
que los desarrollos de El secreto de la filosofía están ya contenidos en su filosofía
anterior. Se podría hablar por tanto de éste libro como una perspectiva y
enriquecimiento especialmente importantes del pensamiento orsiano; pero sería un error
tomarlo, como a menudo se hace, como su plena y total expresión o sistematización”10
El secreto de la filosofía tiene la apariencia de un tratado académico organizado
en doce lecciones y distribuidas éstas en tres partes bajo los títulos de “Teoría de las
ideas”, “Teoría de los principios” y “Teoría del saber”. Abren el libro tres lecciones
preliminares que llevan el título respectivamente: “¿Qué es la Filosofía?”, “El contenido
de la Filosofía, y “¿Qué es filosofar?”. Las otras nueve lecciones están distribuidas dos
en la primera parte y dos en la tercera, y cinco en la parte segunda, que constituye así el
bloque central mayor, del doble de extensión que las otras dos partes. Cada lección está
organizada en secciones de dos o tres páginas y oscila entre siete y diez el número de
secciones por lección.
Llama la atención al lector contemporáneo tanto la brevedad de las secciones y
la total ausencia de aparato bibliográfico, como la profusión de citas y autores que
menciona d’Ors en casi todas las páginas. Pero quizá el elemento más llamativo es que 10 Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 14-15.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 22
cada una de las partes culmina en un diálogo: “Primer diálogo de interludio presidido
por una orquídea” al fin de la primera parte, “Diálogo segundo de interludio presidido
por la música” al fin de la segunda y “Tercer diálogo presidido por un juguete” al
término de la tercera parte, y que al cierre del libro incluya un breve apéndice titulado
“La Filosofía en quinientas palabras”. En síntesis puede afirmarse que El secreto de la
filosofía, más que un sistema filosófico construido arquitectónicamente, es un mosaico
de los intereses intelectuales y vitales de d’Ors, o una inteligente conversación con los
filósofos que figuran en las láminas o son citados a lo largo del texto.
El estilo de d’Ors resulta en ocasiones un tanto alambicado para el lector
contemporáneo. Su deseo de sacar brillo a las palabras para que así arrojen destellos de
luz, le lleva a veces a alterar tanto el orden habitual de la oración castellana que el lector
se ve obligado a retroceder en su lectura para captar plenamente el sentido. Sin
embargo, como El secreto de la filosofía está construido a partir del Glosario, en el
texto comparece a menudo el mejor d’Ors. Sólo pierde pulso quizá cuando en la parte
segunda, en la “Teoría de los Principios”, presta atención pormenorizada a cuestiones
científicas (entropía, física atómica, mecánica, estereoquímica), con las que el lector se
siente menos familiarizado y con las que el autor tampoco facilita un acceso, pues se
trata de “problemas, bastante lejanos a veces a nuestra preparación”.
Con estas últimas palabras, podríamos dar por concluida la presentación de las
tres obras principales de d’Ors. Pero antes de hacerlo, podemos citar un texto que él
mismo escribe como preámbulo a la edición del volumen primero del Nuevo Glosario.
“A principios del año 1917, el corresponsal de una revista de Málaga visitó, por
encargo de la misma, al autor del presente libro. Y a la obligada pregunta sobre
publicaciones y proyectos, éste hubo de contestar: –En realidad, no escribo ni he escrito
más que tres obras: una, en que quisiera exponer mi pensamiento reducido a unidad, es
decir, a sistema de filosofía; éste voy dándolo en lecciones; cada lección, un capítulo; la
primera parte del vasto plan ya establecido está hoy redactada: se refiere a la Dialéctica;
la Psicología y la Física seguirán; si tengo fuerzas para dar término a aquél, el conjunto
ha de formar un organismo, que ya se ha llamado “Filosofía de la Inteligencia” (en
catalán, Seny) o, en título exotérico, “Filosofía del hombre que trabaja y que juega”…
La segunda obra se encara, no con una exigencia de unidad, sino con la libre diversidad
del mundo y de la vida: éste es el “Glosario”, que usted conoce y cuya no interrumpida
publicación cuenta hoy diez años. La tercera obra es la crónica de una lucha por la
Capítulo 1. El humanismo de Eugenio d’Ors 23
cultura, concentrada aquí, en mi Cataluña nativa: en ella, empleando con ahincada
tenacidad los instrumentos profesionales y oficiales que la vida pública del país ha
puesto en mis manos, se han cosechado ya amables frutos, a los cuales la benevolencia
de mis coterráneos y de algunos amigos que nos visitan o que, desde la lejanía, siguen
simpáticamente nuestro esfuerzo, quiere adjudicar algún honor; cada fundación, cada
restauración, cada nueva estructura en la educación o en la enseñanza del país, inicia un
capítulo en esta obra; sus páginas se llaman alternativamente Institutos, escuelas,
Bibliotecas, revistas, cursos. De las tres hijas mías no es esta obra la que haya crecido
menos y seguramente no es para mí la menos amada…
Ahora bien, muchos de los lectores a quien nuestras páginas se dirigen saben que
esta tercera hija se le ha muerto al autor, hacia los comienzos del año pasado; mejor
dicho, le ha sido asesinada villanamente por ciertos políticos catalanes, que han logrado
también, de rechazo, retardar el crecimiento de la primera”11.
Según ha dicho d’Ors, al menos en ese momento del año 1921, considera que
puede hablar de tres obras principales. Dos de ellas son: El hombre que trabaja y que
juega y el Glosario. Entendemos que cuando habla de su tercera obra, se está refiriendo
no ya a una “obra” escrita, sino a una obra de otro tipo, como es el establecimiento o
impulso de un instituto, una biblioteca, la edición de revistas, etc., que constituyen, en
definitiva, instituciones u obras que, de un modo diverso, están igualmente llamadas a
transmitir la cultura.
Más arriba hemos mencionado también El secreto de la filosofía, que muchos
consideran como la más importante: d’Ors no podía incluirla en el texto arriba citado,
porque es muy posterior, de 1947.
Lo mismo puede decirse de La ciencia de la cultura, que es de 1964 y es
también otra de las más importantes. Sobre esta obra, muy rica, no nos hemos detenido
mucho en este trabajo, aunque sí la hemos usado para apoyar algunas nociones orsianas
que se estudian en el capítulo dos. Sin hacer ahora una presentación exhaustiva de esta
obra, podemos mencionar de todos modos, unas palabras de Rojo Pérez en el prólogo,
que resumen su sentido y finalidad:
“La ciencia de la cultura representa el esfuerzo orsiano de explicar, ordenar y
sistematizar la historia, reduciendo sus cambiantes manifestaciones a lo largo del
tiempo a valores inmutables de cultura. Un esfuerzo que supone como base 11 d’Ors, E. (1921), Vol. I, pp. v-vi.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 24
indispensable (…) una previa sistematización filosófica. La ciencia de la cultura es el
fruto de la aplicación de ese sistema al fugitivo acontecer histórico”12.
Tiene sentido que La ciencia de la cultura sea una obra posterior a El secreto de
la filosofía, y condense muchos pensamientos de d’Ors que había tratado ya en La
filosofía del hombre que trabaja y que juega y en el Glosario.
Dicho esto, podemos pasar ahora a otro tipo de obras: novelas y obras de teatro.
Empezamos por las novelas:
Ya dijimos que, desde 1904, d’Ors empieza a escribir glosas de las que más
adelante surge el Glosario, en sus diversas etapas. En varias ocasiones, de todos modos,
las glosas “se salían” de su acostumbrado carácter para convertirse en pequeñas
entregas que, reunidas, formaban finísimas novelas. Éste es el origen de las obras que
mencionaremos a continuación, aunque no haremos una explicación tan detallada como
la que hemos realizado para las obras principales.
Luis F. González-Cruz publicó en 1988 Fervor del método. El universo creador
de Eugenio d’Ors, que fue finalista en la categoría “Ensayo” del Concurso Literario
“Premio Letras de Oro” en 1987. Se trata de una breve obra en la que el autor analiza el
método narrativo propio de d’Ors. La estructura del libro es muy clara, ya que dedica un
capítulo a cada una de las cinco novelas de d’Ors. En el prólogo al trabajo hace una
breve presentación de cada una de ellas. Lo transcribimos a continuación porque, de un
modo sencillo, nos sitúa en cada una:
“La primera de ellas, La Ben Plantada (La Bien Plantada), se publicó como
obra independiente en 1911, después de haber aparecido fragmentadamente en las
páginas de La Veu de Catalunya.
En 1915 el Glosari de d’Ors incluye una serie de glosas que, con el título
general de Gualba, la de mil veus (Gualba, la de mil voces), constituye otra novela a
cabalidad. Como La Bien Plantada, esta obra se publicó más tarde independientemente.
Igual fortuna tuvo la novela que le sigue, Lliçó de tedi en el parc, escrita durante
1916 y también denominada por el autor, desde su origen casi, como Oceanografía del
tedi (Oceanografía del tedio).
Las glosas que aparecieron entre 1928 y 1929 en el diario barcelonés El Día
Gráfico, no tuvieron igual suerte. Lo que había dejado allí escrito era nada menos que
Sijé, en nuestra opinión, una de sus más sobresalientes obras de ficción. Cincuenta y dos 12 d’Ors, E. (1964), p. 9. Corresponde al Prólogo de E. Rojo Pérez.
Capítulo 1. El humanismo de Eugenio d’Ors 25
años más tarde, y veintisiete después de la muerte del escritor, en 1981, se publicaron
por primera vez reunidas estas páginas.
El inexplicable hecho de tal demora se debió seguramente al relativo abandono
en que cayó la figura de d’Ors por un buen número de años.
La verdadera historia de Lidia de Cadaqués es, en muchos sentidos,
excepcional: escrita en castellano y aparecida póstumamente, fue la única de las novelas
que vio la luz por primera vez en forma de libro y no como episódicas glosas
periodísticas”13.
González-Cruz afirma que el carácter fundamental de toda la obra de Eugenio
d’Ors está dado por la coherencia de la misma y la constancia de ciertos temas. Eso se
ve también en sus novelas: Lidia de Cadaqués es, en cierto modo, complemento de La
Bien Plantada. Por otra parte, todas esas narraciones tienen un trasfondo ideológico
cuyas raíces se hunden en el amplio material filosófico que produjo d’Ors durante su
larga carrera literaria14.
Antes de terminar podemos mencionar también dos obras de teatro: Guillermo
Tell y El Nuevo Prometeo encadenado.
Nos parece que, con lo dicho, ya tenemos una panorámica de las principales
obras de Eugenio d’Ors. De todos modos, para una información más completa se
pueden consultar las siguientes obras: La filosofía de Eugenio d’Ors, de José Luís
López Aranguren; Eugenio d’Ors. Obra y vida, de Enric Jardí; Eugenio d’Ors, crítico
literario, de Andrés Amorós y El combate por la luz. La hazaña intelectual de Eugenio
d’Ors, de Guillermo Díaz-Plaja15.
Pasamos ahora al apartado siguiente.
1. 2. El humanismo de Eugenio d’Ors.
Con la descripción hecha en los apartados anteriores, nos parece que está
justificado hablar de Eugenio d’Ors como de un ensayista de buen estilo literario en
catalán y castellano, periodista, novelista, filósofo, crítico de arte, divulgador brillante y
sembrador infatigable de cultura.
13 González-Cruz, L. F. (1988), pp. 7-8. 14 Cfr. González-Cruz, L. F. (1988), p. 8. 15 Cfr. González-Cruz, L. F. (1988), p. 9.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 26
Ahora tenemos que ver si también está justificado hablar de su humanismo.
En general, se considera que se puede hablar del humanismo de un autor cuando
en su pensamiento se encuentran suficientes referencias a las verdades fundamentales
sobre el hombre y su actuar. Pues bien, tal como íbamos realizando este trabajo de tesis,
fuimos encontrando esas referencias en abundancia, por lo que nos permitimos titular
este apartado “El humanismo de Eugenio d’Ors”, ya que gran parte de sus conceptos
principales se refieren al ser humano, su caracterización y su actuar propio.
Según Jaime Nubiola, las circunstancias azarosas de la vida académica de
Eugenio d’Ors hicieron que, a pesar de su deseo, no llegara a ser un profesional de la
filosofía, sino del periodismo o de lo que hoy llamaríamos la animación cultural, pero
puede afirmarse sin ambages que toda su actividad periodística y literaria está realizada
en un humus innegablemente filosófico16.
Alfonso López Quintás, por su parte afirma que toda la obra de d’Ors “está
impulsada por la angustiosa pregunta típica de los años veinte ¿Cómo se integra la
razón en la vida?”17. Pero aquella pregunta no era exclusiva de los años veinte, sino
que “se trata más bien de la cuestión medular que atraviesa todo nuestro siglo y que, en
particular, vertebra las vida singulares de quienes en este siglo han dedicado su vida a
pensar”18.
Eugenio d’Ors afirma que “la verdadera filosofía, la verdad, la verdad in fieri,
está estrechamente unida al interés, al interés vital”19. Por eso, los escritos de Eugenio
d’Ors reflejan su interés por el hombre y, por su profundidad, se le puede llamar
humanista.
La concepción filosófica de Eugenio d’Ors puede describirse a grandes trazos
como una peculiar síntesis personal del vitalismo y el pragmatismo aprendido en París
en la primera década del siglo veinte sobre una base de pensamiento escolástico más
tradicional, pero renovado este en términos de un intelectualismo clasicista20.
En las primeras páginas de El secreto de la filosofía d’Ors atribuye el
ensanchamiento temático de sus intereses filosóficos a todo lo espiritual, lo social, la
vida y la historia “a quienes, hace media centuria, propugnaron el que se llamó
16 Cfr. Nubiola, J. (1997), p. 615. 17 López Quintás, A. (1972), p. 39. 18 Nubiola, J. (1997), pp. 615-616. 19 d’Ors, E. (1997), p. 337. 20 Cfr. Nubiola, J. (1997), p. 616.
Capítulo 1. El humanismo de Eugenio d’Ors 27
‘Pragmatismo’, escuela teórica bastante endeble, pero de gran fertilidad humanística en
el resultado”21.
Ferrater Mora afirma que el empeño de d’Ors, ya desde su primer libro El
hombre que trabaja y que juega, era lograr la superación del pragmatismo mediante un
intelectualismo de nuevo cuño en el que se veía la característica principal del
noucentisme22.
Todo eso nos ayuda a entender que d’Ors, en su glosa El nuevo intelectualismo,
afirme:
“El intelectualismo a que aspiramos es post-pragmático. Las verdaderas
adquisiciones que el pragmatismo ha traído a la Filosofía, las juzgamos
incontrovertibles: sabemos por él, ya de un modo definitivo, que la imagen que nuestra
razón nos da de la realidad es menos rica y menos vasta que la realidad misma… Pero la
filosofía del hombre que trabaja y que juega nos trae la noción de que aquella imagen,
con no ser completa y rigurosamente fiel, es lo mejor de la realidad, lo mejor para
nosotros, porque sin ella la realidad nos intoxicaría, nos haría perecer, nos absorbería”23.
De acuerdo con Jaime Nubiola, entendemos que ese nuevo intelectualismo se
opone tanto a dejarse llevar por la pura intuición o el sentimiento, como a ser dominado
por la tiranía de la razón abstracta. Su órgano será la inteligencia –que viene a
identificar con el seny catalán– equidistante tanto del romanticismo sentimental como
de la fría lógica24.
También Alejandro Martínez Carrasco habla del nuevo intelectualismo de
Eugenio d’Ors, y puntualiza que implica en el fondo un modo concreto y profundo de
entender el hombre y el mundo y, es por tanto, un humanismo. Dice así:
“Todo el panorama conceptual está orientado en último término a la propuesta de un nuevo intelectualismo que supere y contrarreste los influjos irracionalistas y naturalistas del pensamiento de finales del s. XIX y comienzos del XX; conservando, a la vez, algunas ideas clave y llenas de sugerencias del “fin de siglo”, como es sobre todo la de entender al hombre esencial y radicalmente como fuerza creadora, y el mundo como creación del espíritu humano, algo muy presente en las corrientes simbolistas y esteticistas”25.
21 d’Ors, E. (1997), p. 12. 22 Cfr. Ferrater Mora, J. (1968), vol. II, p. 346. 23 d’Ors, E. (1995), pp. 62-63. 24 Cfr. Nubiola, J. (1997), p. 619. 25 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 248.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 28
D’Ors en la glosa El nuevo intelectualismo, recogida en El hombre que trabaja y
que juega, expone su programa. Aunque más arriba hemos transcrito ya un párrafo de
esa glosa, podemos traer ahora el texto completo, porque no es tan extenso26:
“Aún más por su contenido, se diferenciará este Novissimum Organum de los anteriores, por su acento. Nosotros creemos que el considerar la actividad racional del hombre como un fenómeno vital, y como un fenómeno que asegura precisamente la conservación de la vida individual, ha de traer, como consecuencia necesaria, una posición de libertad, de superior ironía, en que deba colocarse el hombre ante los productos de su ciencia. Como un ciudadano griego en presencia de sus dioses, así se encontrará el hombre científico creador frente a los productos de su ciencia. La ciencia, en realidad, es siempre irónica, porque acepta implícitamente un margen de contradicción futura. Nietzsche vio bien ese carácter de la ciencia, pero juzgó mal de su valor. Por nuestra parte, debemos decir que la dirección filosófica en que trabajamos, lejos de ser pragmatista, va derecha a una restauración del intelectualismo, que es el nervio de las tradiciones ideales del Occidente. El intelectualismo al que aspiramos es post-pragmático y tiene en cuenta el pragmatismo. Las verdaderas adquisiciones que el pragmatismo ha traído a la Filosofía, las juzgamos incontrovertibles; sabemos por él, ya de un modo definitivo, que la imagen que nuestra razón nos da de la realidad es menos rica y menos vasta que la realidad misma… Pero la filosofía del hombre que trabaja y que juega nos trae la noción de que aquella imagen, con no ser completa ni rigurosamente fiel, es lo mejor de la realidad, lo mejor para nosotros, porque sin ella la realidad nos intoxicaría, nos haría perecer, nos absorbería. La posición que toma así la Lógica, ante el hecho biológico puro, es paralela a la que la Psicología actual ha adoptado ante el hecho de lo subconsciente. La Psicología actual sabe que la conciencia no es todo el espíritu; pero afirma que es lo luminoso del espíritu. Yo sé, porque la Filosofía romántica me lo ha demostrado, que lo racional no es todo lo real ni rigurosamente lo real; pero afirmo que es lo luminoso de lo real, lo que debemos afirmar, cultivar, acrecentar… Puede recordar tal actitud, por su carácter, la adoptada por la Iglesia Católica ante ciertas formas de lo sobrenatural (fenómenos espiríticos, etcétera). En principio, la Iglesia no ha negado tales hechos; pero los ha condenado. No ha discutido su existencia; pero les ha atribuido un origen diabólico o maligno. Así, nuestra Lógica no niega lo biológico puro, la realidad irracional; pero la condena. Sabe que ella es lo venenoso, lo letal; y que el combatirla, el descomponer diastáticamente las excitaciones que de ella vienen, el triunfar de ella, es la ley de la permanencia y del acrecimiento de la vida. Así, quiere que el trabajador en obra de espíritu, el investigador científico, por ejemplo, prescinda de la realidad irracional, la niegue, reduciéndola, en su misma acción investigadora, aunque prestándole, en cierto sentido, un acatamiento clandestino, por medio de la ironía con que contemplará su obra racional, los productos de su propia ciencia”27.
26 Aunque d’Ors presenta el texto sin divisiones en párrafos, para facilitar la lectura, en esta ocasión lo hemos dividido. La cursiva es de d’Ors. 27 d’Ors, E. (1995), pp. 62-63.
Capítulo 1. El humanismo de Eugenio d’Ors 29
D’Ors, al presentar así su nuevo intelectualismo, quiere salvar o recuperar al
hombre completo. Visualiza al hombre como un ser individual, racional y libre que, con
su actuación y realización es capaz de humanizar la naturaleza.
Salva así al hombre de dos posibles conceptualizaciones, las del idealismo y el
naturalismo:
“Era costumbre poner la Idealidad y la Realidad como mundos irreductibles […], pero nosotros rendimos culto a una categoría sintética, que no es ya la ‘Idealidad’ inerme ni la ‘Realidad’ enemiga, sino la activa y siempre avanzante ‘Realización’. Y no la Realización en sentido de movimiento natural (el ‘devenir’ de Hegel), sino de intervención humana (mi ‘arbitrar’ ꞊ ‘trabajar’)”28.
Eugenio d’Ors señala en diversas ocasiones la estructura circular propia de la
filosofía29. Esto tiene como consecuencia que el punto de partida de su recorrido es
indiferente, siempre y cuando el círculo termine siendo completo y coherente. Ahora
bien, para que sea efectivamente un círculo es requisito imprescindible la existencia de
un centro bien definido. Aunque en alguna ocasión d’Ors sostiene que su sistema no
tiene uno, sino dos centros, inteligencia y razón, lo cierto es que cabe hablar de un único
centro que no sólo es incluso más amplio que el saber, en el que nuestro autor cifra la
superior unidad de inteligencia y razón, sino que constituye el núcleo fundamental que
genera el pensamiento orsiano en todas sus dimensiones. Este centro no es otro que la
potencia humana originaria o, dicho de modo más genérico, el espíritu humano.
Dejamos ahora el bloque de nociones en torno a la inteligencia o seny y la razón,
para adentrarnos en otro bloque que, efectivamente consideramos el auténtico centro del
pensamiento de d’Ors. Nos referimos a su modo de entender el espíritu y su relación
con la naturaleza. Enseguida veremos que incluye también aquí, como no podía ser de
otro modo, el papel de la inteligencia.
En pocas palabras, d’Ors considera que el espíritu es pura potencia creadora,
pero no es una actividad abstracta, ni vacía, ni automática, muy al contrario tiene un
modo propio y preciso de ser, al que puede ser más o menos fiel. Este modo de ser
28 d’Ors, E. (1941), p. 511. 29 d’Ors, E. (1921), Introducción a la filosofía, pp. 41, 56-58.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 30
propio parece estar marcado por el permanente esfuerzo de elevarse a su propia plenitud
por medio del dominio y conciencia de sí30.
Una de las grandes preocupaciones filosóficas de d’Ors es mostrar que cualquier
actividad humana se autocomprende necesariamente como una dualidad fundamental
entre lo específico del espíritu y lo que no es él: como una lucha entre dos elementos
totalmente irreductibles, una potencia y una resistencia31.
Como veremos en el capítulo segundo, el espíritu no se repliega en sí mismo,
sino que se despliega hacia afuera, ad extra: es potencia creadora, inteligencia activa,
potencia ordenadora. El orden es manifestación fundamental de la inteligencia, que se
presenta también así como potencia ordenadora, actividad del espíritu que se dirige a
una materia, a través de la cual, actúa.
La plenitud y perfección del espíritu se encierra en la constante imposición de
sus modos sobre la naturaleza, que se manifiesta en su ordenamiento, su
espiritualización y su configuración, según formas de inteligencia.
Martínez Carrasco resume que “de este modo y recíprocamente, la
inteligibilidad del mundo radica en su aspecto formal, es decir, inteligente. Formal debe
ser entendido en su modo más, en sentido amplio, visual, es decir, como la disposición
de los diversos elementos en su modo de aparecer. De ahí que lo que revela el sentido
de lo real sea en última instancia su estructura morfológica, el esquema formal que
permite comprender una multiplicidad de realidades concretas como una unidad de
significado metafísico. Evidentemente, este significado no se deriva de la realidad como
algo absolutamente independiente del espíritu, porque una realidad tal carece de todo
significado por carecer de toda forma, de toda inteligibilidad: la forma, la inteligibilidad
es irradiación del espíritu. La dimensión significativa y, por tanto, metafísica de la
realidad radica así en su incorporación al mundo del espíritu, al mundo de la cultura en
sentido amplio.
Por otra parte, el hecho de que el espíritu sea una realidad que necesariamente
actúa y se despliega ad extra hace que en este despliegue el propio espíritu quede
configurado, es decir, formalizado o definido según figura inteligible. Esto sólo es
posible en su despliegue, porque en su realidad originaria es pura potencia creadora, por
tanto intrínsecamente incognoscible e indeterminado este proceso de configuración
30 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), pp.17-18. 31 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 35.
Capítulo 1. El humanismo de Eugenio d’Ors 31
esencial del espíritu en su desarrollo mundanal no es sino la vida humana de cada
hombre concreto y la figura espiritual finalmente destilada, que trasciende las
vicisitudes del desarrollo hacia una idea o símbolo definitivo de la persona en su esencia
eterna, es lo que en terminología orsiana recibe el nombre de ángel: cifra y participación
de cada hombre en el despliegue del espíritu en el mundo”32.
Aquí hemos mencionado ya, de modo resumido, varias nociones que
desarrollaremos más, con referencias a textos de d’Ors, en el capítulo segundo. Esas
nociones son, entre otras, las de espíritu, naturaleza, orden, inteligencia y ángel.
Ahí se ven claramente los rasgos del humanismo de d’Ors: su modo de entender
la relación entre materia y espíritu, la función de la inteligencia, la ordenación de la
realidad, etc. Y es muy valioso ver que ese humanismo no ha sido diseñado de modo
abstracto, sino como consecuencia de su propia experiencia. Como él mismo dice, la
suya es una “filosofía de batalla” o una “metafísica de andar por casa”33.
Como afirmó también uno de sus hijos, “la filosofía orsiana es intuitiva, como
casi todas las filosofías recientes, y es también humanista. Se propone la sustitución de
la Razón por la Inteligencia, lo que supone que Intuición, Gusto y Experiencia la van a
nutrir. Es una filosofía que persigue, sin descanso, su inscripción en la Vida. El filósofo
y el vivir caminan juntos en abierto y constante diálogo”34.
Lo que acabamos de escribir nos sirve de preámbulo para los ejemplos que
queremos citar a continuación. Se trata de dos glosas en las que se ve cómo el
humanismo de d’Ors es fruto de su experiencia vital.
La primera que hemos escogido es de 1929, se titula Parábola. D’Ors atribuye
la historia que narra a Mr. Thomas, ministro laborista inglés. Dice así:
“Tres obreros se ocupan en tallar piedras en una obra, para la construcción de una catedral, en Lancashire. Un camarada se acerca a ellos, y les pregunta:
- ¿Qué estáis haciendo aquí? - Estoy tallando piedras. - ¿Y tú?, prosigue el interrogador, dirigiéndose al segundo. - Yo estoy ganando un chelín por hora.
32 Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 247-248. 33 d’Ors, E. (1982), p. 80. Estamos citando la glosa Filosofía de batalla. 34 d’Ors, J. P. (1987), p. 18.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 32
Vuélvese entonces a aquél tercer obrero.
- Y tú ¿qué haces?
- Estoy construyendo una catedral” 35.
En la glosa del día siguiente, continuaba d’Ors:
“Sólo este último –advierte Mr. Thomas– era un obrero digno de tal nombre. Hermoso nombre. Pero todavía me parece que hay obligación de ser más.
Hay la obligación de ser –por encima de obrero, o industrial, o empresario, o artista, o
experto, o sabio–: hombre. Hombre, en la plena significación que esta palabra –¡ese noble título!– tiene ante la universal Cultura… Y de responder como tal a la crucial pregunta:
- ¿Qué haces?
Algo parecido a esto: - Estoy trabajando en la historia del arte, en la historia de la religión. Estoy
colaborando con Miguel Ángel y con Santo Domingo de la Calzada”.
En la primera glosa se ve el trabajo como algo grande que el hombre puede
hacer, más allá de su simple materialidad o de la utilidad o provecho inmediato: hacer
una catedral es mucho más que tallar piedra o ganar dinero con ese trabajo: es poder
colaborar en una obra sublime, que irá más allá de los propios trabajadores y de su
tiempo.
El hecho de que el trabajo humano deje una huella que va más allá del hombre
mismo, como es el hecho de construir nada menos que una catedral, lleva a d’Ors a dar
un paso más en la glosa del día siguiente, donde ya lo que se hace ni siquiera tiene un
reflejo material: está sólo orientado a hacer cultura.
Si nos detenemos aún un poco más en el primer ejemplo y tratamos de aplicar
los conceptos que ya hemos mencionado de d’Ors, podríamos fácilmente ver que los
obreros (espíritu humano) trabajan las piedras (materia o naturaleza), tallan, construyen
con instrumentos (el hombre que trabaja), utilizan las piedras para construir una catedral
(colonizan y exorcizan la naturaleza). Los obreros, por su capacidad intelectual y de
orden, pueden usar la piedra para hacer una obra que va más allá de lo material: para
hacer una obra humana. Por otra parte, algo que es trivial, como picar o tallar piedras y 35 Lago, A. (2004), pp. 93-94. Cfr. Glosa titulada Parábola, escrita por d’Ors en el año 1929.
Capítulo 1. El humanismo de Eugenio d’Ors 33
ganar dinero (anécdota), se puede dotar de un contenido más elevado y decir que se
hace una catedral o que se está construyendo el patrimonio cultural de una ciudad o un
país (se pasa de la anécdota a la categoría).
Algunas nociones como colonizar, exorciza, anécdota y categoría, las
nombramos en la Introducción a este trabajo, pero no las hemos desarrollado todavía: lo
haremos en el capítulo II.
También estas dos glosas sirven para introducir el tema de los desarrollos
culturales que sólo el hombre puede realizar y dejar en herencia. Los realizará gracias a
su inteligencia.
Por otro lado, hay que considerar que la piedra (materia o naturaleza) se opone a
ser trabajada (opone resistencia); los obreros dominan la piedra (espíritu humano) con
los instrumentos (materiales como el cincel, o también de los mismos trabajadores,
como son los brazos, las manos, etc.) y así construyen una catedral: d’Ors diría que
están ordenando, configurando y humanizando la naturaleza, que de ese modo queda
ordenada, configurada y también espiritualizada. En este caso hay creación viva porque
el espíritu humano ha actuado y dominado a la naturaleza, para humanizarla.
Nos parece que aquí queda condensado prácticamente todo el humanismo de
Eugenio d’Ors.
Insistimos en que es un humanismo elaborado a partir de las vivencias reales de
los hombres concretos. En este sentido, Manuel Garrido, al igual que otros autores que
ya hemos mencionado, hace notar que, en el sistema filosófico de d’Ors, el hombre es
alguien vivo, que trabaja, juega, piensa y ocupa un lugar en el mundo. A propósito de
d’Ors, dice así:
“había venido bregando día tras día en sus glosas periodísticas, en sus clases y en todos sus libros por la construcción de un sistema racional de pensamiento que diese cuenta del lugar que ocupa el hombre en el cosmos y del destino que le corresponde cumplir en la historia. Y al hablar del hombre no está aludiendo d’Ors al espectral sujeto cognoscente de los que hablan los profesores en sus manuales, sino, al hombre de carne y hueso que trabaja (homo faber), que juega (homo ludens) y que piensa haciendo ciencia y filosofía (homo sapiens)”36.
36 d’Ors, E. (1998), p. 7. De la presentación del libro El secreto de la filosofía, realizada por Manuel Garrido.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 34
La ciencia de la cultura, es la obra en la que d’Ors se dedica por entero al
estudio de la cultura. Esa cultura que es creación del hombre y por cuyo crecimiento y
transmisión, él mismo había trabajado tanto.
No le dedicamos un apartado especial cuando señalamos las principales obras de
d’Ors, porque en este trabajo no nos íbamos a detener especialmente en ella, porque lo
hemos centrado más en otras nociones más primarias, podríamos decir, del humanismo
de Eugenio d’Ors.
De todas maneras, la cultura es claramente algo humano, y por eso, aunque no
nos hayamos detenido en el capítulo segundo, para no alargar más este estudio, casi es
obligado decir algo ahora, antes de terminar este apartado.
Rojo Pérez, autor del prólogo a la obra, publicada de modo póstumo, afirma que
“La ciencia de la cultura representa el esfuerzo orsiano de explicar, ordenar y
sistematizar la historia, reduciendo sus cambiantes manifestaciones a lo largo del
tiempo a valores inmutables de cultura. Un esfuerzo que supone, como base
indispensable (…) una previa sistematización filosófica. La ciencia de la cultura es el
fruto de la aplicación de ese sistema al fugitivo acontecer histórico. Una filosofía de la
historia, por tanto.
(…). El tema fundamental de toda la filosofía orsiana, claramente indicada ya en
sus primeras obras, a principios de siglo, es el mismo que en 1921 propone Ortega y
Gasset como ‘el tema de nuestro tiempo’: instaurar una conciliación entre las
respectivas exigencias de la razón y la vida”37.
Rojo Pérez sigue explicando que el racionalismo de principios del siglo XX,
incapaz de explicar los fenómenos vitales, los dejaba de lado. Por otra parte, ya se
empezaba a sospechar que el vitalismo, atribuyendo un valor puramente pragmático al
conocimiento científico, renunciaba a la verdad universal e inmutable y se hundía en el
relativismo. Parecía inevitable la elección entre una razón inconciliable con la
espontaneidad vital o una vida destructora de toda norma racional. La solución adoptada
por d’Ors es la que ya conocemos:
“Para una recta solución de este problema aspira d’Ors a una cierta integración
de la razón en la vida que conserve, sin embargo, el primado de la razón y dé origen a
un nuevo intelectualismo post-pragmático”38.
37 d’Ors, E. (1964), p. 9. La cita corresponde al Prólogo de E. Rojo Pérez. 38 d’Ors, E. (1964), pp. 9-10. Idem.
Capítulo 1. El humanismo de Eugenio d’Ors 35
A ese nuevo intelectualismo corresponde un nuevo saber, que es precisamente el
objeto de La ciencia de la cultura. Pero para captar la noción exacta de cultura en
d’Ors, es preciso remontarse de nuevo a los primeros pasos de su filosofar:
“El punto de partida es la oposición entre la Potencia y la Resistencia. La Potencia, pura Libertad incondicionada, sometidas a su servicio todas las determinaciones psíquicas y corporales del hombre, se encuentra constituida en plenitud funcional creadora y dispuesta a trascender a la Naturaleza, reducto último de la Resistencia, para transformarla, colonizarla, humanizarla. A cada instante de actividad la Resistencia es vencida, empobrecida, por el saber del hombre, por su técnica, por su valorar. La Naturaleza, que antes era natura naturans, se convierte en natura áulica, valorizada, adoptada y adaptada, domesticada. Lo que antes era Natura se ha vuelto ya Cultura.
(…). Considerándola como valor autónomo, independiente de la Potencia, que la ha producido, y con la cual colabora, cabría decir que la Cultura, originariamente en d’Ors, sería la parte de la Naturaleza ya potencializada por el conocimiento, el trabajo y el juego de todos los hombres a lo largo de la Historia; o, en otras palabras, la totalidad de los productos obtenidos como resultado de la lucha victoriosa de la Potencia sobre la Resistencia.
Posteriormente, sin embargo, cuando la Cultura empieza a ser para d’Ors objeto de especial estudio sistemático, se restringe considerablemente su alcance. Desde entonces, y ya para siempre, la Cultura, en sentido estricto, viene a significar solamente aquellos productos –significaciones, acontecimientos, figuras– que dentro de lo histórico se destacan con el doble valor de universalidad y perennidad, quedando el término Civilización para designar las manifestaciones temporales o locales. El cultivo de esas adquisiciones es lo que d’Ors denomina Humanidades, que, atendiendo al triple proceso por el cual han podido originarse, revestirán tres modalidades estilísticas o morfológicas distintas: humanidades del conocer, humanidades del valorar y humanidades del hacer”39.
Así, ya nos queda claro a qué se refiere d’Ors cuando habla de cultura. Vimos su
preocupación por su desarrollo desde sus primeros años profesionales, y vemos cómo
ahora, en esta última obra, le dedica este amplio estudio, con la originalidad y
profundidad que le caracterizan.
D’Ors aprecia las creaciones culturales, y ve en ellas la humanización que el
hombre ha llevado a cabo, al ser capaz de vencer la naturaleza.
A lo largo de este apartado, hemos podido comprobar cómo, en el humanismo
de Eugenio d’Ors están presentes las nociones fundamentales en torno al hombre y su
actuar en el mundo.
39 d’Ors, E. (1964), pp. 13-14. Idem.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 36
En el capítulo segundo penetraremos en el sentido de los conceptos principales.
Por su riqueza, deliberadamente, dejamos para un segundo momento el estudio sobre la
cultura en d’Ors.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
CAPÍTULO 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio
d’Ors
El estudio de algunas nociones que aparecen en la filosofía de Eugenio d’Ors,
aparte del interés que tienen en sí mismas, nos servirán como fundamento conceptual
para el futuro trabajo de tesis doctoral. Sin tener bien aferrados estos conceptos y su
interrelación, es difícil comprender a d’Ors.
Es preciso partir de que el humanismo orsiano, pretende alzar un sistema
racional de pensamiento que procure un espacio “humano” en el que se entienda la
realidad y la actividad del hombre en el mundo y en la historia.
Pero el humanismo de d’Ors no retrata al hombre ideal, sino al hombre concreto,
de carne y hueso, y además en su entorno, porque ahí d’Ors ve que el hombre, con su
espíritu, humaniza el mundo y crea la Cultura. D’Ors habla mucho del hombre, pero del
hombre real, que vive y actúa, él mismo afirma: “Yo vengo a deciros la filosofía del
hombre en actividad, del hombre que trabaja y que juega”40, y frases semejantes se
encuentran muchas veces en sus obras.
Con esta breve introducción, podemos pasar ya a presentar cada una de las
principales nociones que van apareciendo en los escritos de Eugenio d’Ors. Trataremos
de hacerlo según un orden:
Primero mencionamos las que se refieren al espíritu y la naturaleza ya que, como
mencionamos en el capítulo primero, constituyen el punto central de la filosofía de
d’Ors: en la lucha que ejerce el espíritu por dominar a la naturaleza, sin terminar nunca
de conseguirlo del todo, entiende d’Ors al hombre y su actuar.
A continuación nos centraremos en el conocimiento, para presentar su modo de
entender la razón y la inteligencia o seny, una de sus principales aportanciones.
Dedicaremos un apartado especial a la dialéctica y diálogo, otro gran tema de d’Ors.
Terminaremos con un tercer apartado, al que hemos llamado Ontología
morfológica, en el que haremos un estudio sobre la noción de forma. Veremos la
importancia que d’Ors da a este tema. La formalidad es ontológica, está en la realidad
40 d’Ors, E. (1995), p. 136.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 38
de las cosas, y está en correspondencia de una razón morfológica también: en el fondo,
la realidad que circunda al hombre son formas reales inteligibles. Terminaremos
hablando de la noción de yo y de ángel para d’Ors: en el ángel, d’Ors sitúa la esencia
última de la personalidad, es allí donde su figura alcanza el máximo nivel de solidez, y
el máximo grado de objetividad y realidad.
En la exposición de estos temas principales, como en otros que irán saliendo a lo
largo del capítulo, trataremos de dar una explicación lo más clara posible, aunque es
difícil, en pocas páginas lograr una exposición sistemática, sobre todo porque el mismo
d’Ors no lo hace en ningún momento. Su pensamiento hay que buscarlo y se puede
encontrar en una glosa, en otra y en otra más, como también en sus grandes libros, o
incluso en alguna carta. Por otro lado, es cierto que los grandes temas que le han
preocupado, se encuentran a lo largo de toda su producción escrita, y por eso es común
encontrar ideas muy semejantes en algunas glosas de sus primeros tiempo, y en sus
grandes obras posteriores, como son El hombre que trabaja y que juega o El secreto de
la filosofía, o incluso en alguna obra póstuma, como es La ciencia de la cultura.
A lo largo de este capítulo, además de hacer frecuentes referencias a las obras de
Eugenio d’Ors en que aparecen las nociones que vamos presentando, citaremos también
a algunos autores que han estudiado a fondo el pensamiento de d’Ors. Como se verá,
nos ha resultado de especial utilidad la obra de Alejandro Martínez Carrasco, Espíritu,
inteligencia y forma. El pensamiento filosófico de Eugenio d’Ors, y también La
filosofía de Eugenio d’Ors, de José Luis López Aranguren.
Dicho esto, pasamos a presentar ahora cada una de las nociones, según el
esquema que acabamos de mencionar.
2. 1. Espíritu y naturaleza
Empezamos por estas dos nociones, centrales en el pensamiento de Eugenio
d’Ors, y continuaremos con otras, relacionadas con ellas.
En el capítulo primero hemos mencionado que, lógicamente, el pensamiento de
d’Ors se encuentra condicionado, por las corrientes filosóficas que estaban en boga en
los años en que él empieza a escribir. Esas corrientes son aceptadas e incorporadas por
d’Ors en su sistema de pensamiento, o bien rechazadas.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
39
Pues bien, ante la situación filosófica que le tocó vivir, en la que reinaba una
actitud de irracionalismo y de anti intelectualismo, fruto de la disolución del espíritu en
la naturaleza, d’Ors se propone demostrar que esa postura monista es falsa. Lo hará
mostrando que cualquier actividad humana se autocomprende, precisamente, como
dualidad entre espíritu y naturaleza, entre potencia y resistencia.
Por otro lado, desde muy pronto, d’Ors empieza a denominar su propia posición
frente al naturalismo triunfante, con el nombre de arbitrarismo. Una de las
características más permanentes e importantes del planteamiento arbitrarista es la
constitutiva hostilidad de la naturaleza a todo lo humano, su antagonista. Frente a ello,
el hombre presenta su potencia creadora, con la que se defiende y, a la vez, busca la
derrota de la naturaleza. En esta batalla, d’Ors afirma la vida del espíritu como un valor
superior al de la naturaleza, por eso el primero queda calificado como bien y la segunda
como mal. Estas serán las nociones que veremos a continuación.
Cerraremos el apartado con una explicación de otra dualidad orsiana, expresada
en los términos anécdota y categoría: veremos que la anécdota hace referencia a la
simple individualidad material de las cosas, mientras que la categoría apunta a la
dimensión que da una significación a esa misma realidad, dentro del ámbito del espíritu.
Con esta introducción, pasamos ya a ver cada una de estas nociones.
2. 1. 1. Espíritu y naturaleza. Potencia y resistencia
A d’Ors, ya lo hemos dicho varias veces, no le interesa el hombre ideal, sino el
hobre real, el existente. Por eso, cuando va a estudiar al hombre, busca a un hombre en
acción. Es así como d’Ors se plantea estudiar la estructura básica de la actividad
humana elemental, y lo hace por medio de un ejemplo, en concreto, el ejemplo de un
leñador que se esfuerza por talar un árbol.
D’Ors usó este ejemplo muchas veces. Entre todas ellas, traemos aquí la
transcripción procedente de la segunda de las Doce glosas de filosofía, recogida en La
filosofía del hombre que trabaja y que juega:
“Empieza el segundo capítulo y aparece un leñador que golpea el árbol con el hacha. Nos hallamos en presencia de un hecho de trabajo, simple, pintoresco, plástico. El hombre quiere derribar el árbol; el árbol opone resistencia a ser abatido. La experiencia del leñador es en tal momento, clara, definitiva, estamos en una batalla; somos como dos ejércitos. Por una parte, yo, mi deseo, mi vigor, mi brazo, mi mano, mi hacha. Por
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 40
otra, el árbol con su dureza, con sus raíces, y la tierra que las refuerza. –Cualquier filosofía monista naufraga ante esta dualidad experimental”41.
En esta narración, d’Ors reflexiona sobre la actuación del leñador. El leñador
tiene una intención, cuyo origen se encuentra en sí mismo, y es derribar el árbol; si esa
actividad no se realizara sobre algo distinto, y si no tuviera una pretensión de logro o
ganancia trascendente, para d’Ors no habría propiamente actividad humana.
De este sencillo ejemplo, d’Ors entresaca la estructura general de toda acción
humana. Se trata además de un texto muy breve, pero en el que se ven claramente
algunas dualidades, tan presentes en d’Ors: por un lado está el leñador y por otro lado,
el árbol. El leñador refleja la potencia del hombre, y el árbol la resistencia de la
naturaleza. Y así, d’Ors concibe que esta es la esencia última de toda acción humana en
el mundo42.
De todas maneras, se pregunta si esta explicación de la actividad humana sirve
únicamente para este ejemplo o si se puede aplicar a toda actividad humana. Él mismo
se da la respuesta:
“¿Habrá que insistir en que todo hecho humano de “Trabajo” o de “Juego” puede reducirse, en sus elementos esenciales, a este caso típico? Poco importa que se trate de abatir un árbol, de trabajar el hierro, de edificar una casa, de modelar una estatua, de escribir una página, de efectuar una investigación científica, de educar a un niño. Los hechos más espirituales, más íntimos, presentan, en cuento logrados con esfuerzo, idénticos caracteres esenciales. El mismo hecho de la vida no se realiza sin una guerra constante contra la acción destructora del ambiente. Respirar es ganar una batalla”43.
Estas frases son de La filosofía del hombre que trabaja y que juega, que vio la
luz por primera vez en 1914, pero esas mismas ideas ya las había expresado seis años
antes, en 1908, en el III Congreso Internacional de Filosofía, celebrado en la ciudad
alemana de Heidelberg. En la edición castellana de ese ensayo, d’Ors dice así:
“¿Será necesario recordar que todo hecho humano de trabajo y de juego puede reducirse en sus elementos esenciales a éste caso típico? Poco importa que se trate de abatir un árbol, de forjar el hierro, de construir un edificio, de modelar una estatua, de escribir una página, de llevar a término una investigación científica, de educar a un niño. Los mismos fenómenos de espíritu, en cuanto que son hechos de actividad, nos ofrecen la misma nota constante. La vida no se realiza sin una manera de combate permanente con
41 d’Ors, E. (1995), p. 138. 42 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 36-37. 43 d’Ors, E. (1995), pp. 138-139.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
41
el medio. Respirar es ganar una batalla. La antigua frase que definía el vivir como una militia, no ya un alcance moral, sino biológico”44.
Así, para Eugenio d’Ors, la acción humana es una armazón o estructura que
comprende dos realidades: el espíritu y la naturaleza; el espíritu como potencia activa y
la naturaleza como lo material que ofrece resistencia. En esta dualidad, d’Ors
claramente apuesta por el espíritu frente la naturaleza.
En La filosofía del hombre que trabaja y que juega, d’Ors sigue explicando
estos conceptos, y también la imposibilidad de reducción de la potencia a la resistencia
y viceversa. Entre ellas se da cooperación pero no reducción. Dice así:
“Trabajo, juego, significan esencialmente la misma cosa: el esfuerzo ejecutado, según una intuición personal de orden, sobre el mundo exterior, que estaba desordenado, o, lo que significa lo mismo, que estaba ordenado de manera que se opone a nuestra libertad. Si dejamos aparte la consideración del producto, encontramos en el trabajo, como en el juego, lo mismo: la lucha de una potencia interna contra una resistencia externa. El punto de partida de nuestro método consiste en la irreductibilidad experimental de la potencia a la resistencia. ‘Lo que yo quiero’ y ‘lo que se opone a lo que yo quiero’ son para mí términos experimentalmente irreductibles (…), toda tentativa de unión entre la Potencia y la Resistencia, es no sólo extraña, sino hostil a la experiencia inmediata de la acción, a la experiencia íntegra del hombre completo, del hombre que trabaja y que juega”45.
Martínez Carrasco nos ayuda a aferrar mejor las nociones de espíritu y
naturaleza. Respecto al espíritu afirma que es fuerza creadora y potencia ordenadora, no
se repliega sobre sí mismo, sino que se despliega hacia afuera. Esta fuerza del espíritu
se manifiesta en potencia creadora e inteligencia activa, dos fuerzas que están bajo la
categoría del orden. El orden, como veremos después, es para d’Ors manifestación
fundamental de la inteligencia.
El espíritu actúa a través de la materia, según sus modos propios. La plenitud del
espíritu precisamente se ejerce sobre su acción constante sobre la naturaleza. El espíritu
actúa sobre la naturaleza a través de la inteligencia que crea, impone y la configura. De
ese modo, la naturaleza es ordenada, espiritualizada y configurada46.
El espíritu, pura potencia creadora, no es una actividad ni abstracta, ni vacía, ni
automática. Muy al contrario, tiene un modo propio y preciso de ser al que puede ser
44 d’Ors, E. (1908), p. 18. 45 d’Ors, E. (1995), pp. 71-72. La cursiva es nuestra. 46 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 247.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 42
más o menos fiel. Este modo de ser propio parece estar marcado por el permanente
esfuerzo de elevarse a su propia plenitud por medio del dominio y conciencia de sí47.
Con lo afirmado hasta ahora es fàcil deducir que la naturaleza o materia es lo
opuesto al espíritu: es un elemento de confusión y de desorden, de inercia, de
resistencia. Para d’Ors, la naturaleza no está redimida, de ahí el desorden que posee48.
Pero es interesante subrayar que, para d’Ors, la comprensión del mundo no
radica en una naturaleza independiente del espíritu, ya que una realidad así estaría falta
de significado, por carecer de forma o estructura, como luego veremos con más detalle,
en el tercer apartado de este capítulo segundo.
Podemos dar ahora un paso más, para poner en relación los cuatro términos que
hemos usado hasta ahora: naturaleza y espíritu, potencia y resistencia. En El secreto de
la filosofía, d’Ors afirma lo siguiente:
“La frontera entre el mundo de la Potencia y el de la Resistencia, el de la Libertad y el de la Determinación, el de la Creación y el de la Inercia, el de la Persona y el del Mal, resulta por definición, inestable y cambia en realidad a cada momento. En el análisis, el primer dominio se cercena; en la plenitud funcional, al contrario, se coloniza. Mi Potencia puede comprender, es decir, crear en un momento dado, hasta una piedra en el camino y hasta el mismo hierro que me hiere. La Resistencia con que tropieza pude invadirme hasta obliteración de mi entendimiento, hasta la atonía del ‘no puedo querer’. De este flujo y reflujo nace, ya lo sabemos, la trascendencia y se afirma, a la vez, la posibilidad del conocimiento y de la acción”49.
Y Martínez Carrasco insiste en que, para d’Ors, la esencia última de toda acción
humana en el mundo está siempre constituida por la lucha entre el espíritu que es pura
potencia activa, y la naturaleza que es resistencia50.
La acción humana no se puede realizar en el mundo sin potencia y resistencia: la
potencia no se puede reducir a la resistencia y viceversa. D’Ors lo dice así en las
siguientes frases de El secreto de la filosofía:
“En el trabajo, como en el juego, se encuentra siempre la lucha de una Potencia contra una Resistencia exterior. Entre la potencia y la resistencia propiamente dichas, hay una imposibilidad de fusión”51.
47 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 18. 48 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 41. 49 d’Ors, E. (1997), pp. 107-108. 50 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 37-38. 51 d’Ors, E. (1997), p. 97.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
43
Cuando d’Ors, en El secreto de la filosofía, quiere sacar unas conclusiones
finales a propósito del ejemplo del leñador, dice que las puede resumir en las tres que
mencionaremos ahora. Las transcribimos porque esas palabras nos ayudarán a
redondear lo que hemos dicho sobre las nociones de espíritu y naturaleza, potencia y
resistencia –y así daremos este apartado por terminado– a la vez que nos servirá de
introducción a los apartados siguientes, en que hablaremos sucesivamente de las
nociones orsianas de creación y mal. D’Ors también menciona aquí al yo, pero en este
trabajo veremos esa noción, ya más hacia el final, para así hacer una unión más natural
con la explicación orsiana acerca del ángel.
Las conclusiones de d’Ors son las siguientes:
“Primera: En todo esfuerzo humano se da una dualidad, donde entran en obra dos fuentes, una Potencia, que doblemente me trasciende, siendo yo, y a la vez, no yo –puesto que, dentro de mí, escapa a mi conciencia y, a la vez, a mi conocimiento discursivo–, y que tiene posibilidad y aún necesidad de verterse sobre el mundo exterior a mí; y una Resistencia, que también trasciende doblemente en el sentido de la versión del objeto en mí y en el sentido de la trascendencia íntima –puesto que el origen de esta fuente está en el Mal; en el Mal objetivamente considerado, con el cual se identifica la muerte. Segunda: En todo esfuerzo humano, estas dos fuerzas se unen, contienden y copulan, en lucha que admite infinitas matizaciones de jerarquía, según el dominio que la Potencia o la Resistencia respectivamente ejerciten.
Y tercera: El predominio de la Potencia, en esta copulación, se traduce en una creación, es decir, en realidad viva; y cuando predomina la Resistencia sobre la Potencia se traduce en determinación o sea en realidad inerte”52.
Así, se da esa lucha siempre entre espíritu y naturaleza; entre un espíritu que es
potencia creadora y una naturaleza que resiste. Dependiendo de quién venza, tendremos
una realidad viva o una realidad inerte.
Dicho esto, podríamos pasar ya a ver cuál es el contenido de la noción de
creación mencionada por d’Ors, al final de la tercera conclusión. Pero antes nos
detendremos un momento para ver a qué se refiere con el término arbitrarismo y con el
de mal, citado en la primera conclusión.
52 d’Ors, E. (1997), p. 108.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 44
2. 1. 2. Arbitrarismo
La clara apuesta que hace d’Ors del espíritu frente a la naturaleza hostil es una
de las ideas más fundamentales de su pensamiento. En ese combate y triunfo sobre la
fatalidad cifra d’Ors la esencia de lo arbitrario, que podría describirse como el dominio
de la libertad creadora del pensamiento sobre la inercia de lo dado.
Si ahí está la esencia de lo arbitrario, el arbitrarismo será el nombre que da a su
propia posición frente al naturalismo que imperaba en la Cataluña de finales del siglo
XIX. Al principio, d’Ors aplica ese término al campo de la estética, ya que ahí están sus
preocupaciones intelectuales, pero poco a poco lo va dotando de un mayor alcance.
Así, podemos decir que se trata de una noción que va evolucionando en d’Ors,
aunque también es cierto que aparece ya con nitidez en el primer año del Glosari, como
se puede ver en la glosa titulada Cavaller de la Legió d’Honor y también en Per al
llibre d’or de l’energia, este último sobre el terremoto de San Francisco en el que,
precisamente por el tema de que se estaba tratando, era fácil que d’Ors hablara de: el
dinamismo destructor de la naturaleza; la superación de enfoques más o menos
utilitarios, ya que la meta de la energía humana excede las exigencias impuestas por la
hostilidad del medio, y cuya sobreabundancia se manifiesta en la dimensión estética y
en la eternidad de sus productos frente a la caducidad de lo natural; la noción de ritmo,
el orden propiamente humano, cuya materialización es el distintivo de las creaciones del
espíritu.
Algunas palabras de d’Ors en esta segunda glosa, que nos pueden ayudar a
entender lo que acabamos de decir, son las siguientes:
“¡Hacer un San Francisco que sea una de las ciudades más bellas del mundo! ¡Arbitrar –entre las llamas de incendio no extinto, entre el venirse debajo de los edificios que se acaban de hacer derruir por la dinamita, entre los miles de personas sin casa, ni hogar, entre los enfermos que mueren bajo la inclemencia de los cielos, entre las bandadas de perros que devoran los cadáveres– los paseos y jardines de la ciudad futura!... –¡Oh, la lección altísima de Energía! ¡Oh, el bello gesto de revuelta del hombre creador contra la destructora Fatalidad!... –Hombre, hombre, grande eres, y la medida de tu arbitrariedad es medida de tu grandeza. –Hombre, hombre, inmortal eres y la medida de tus creaciones es la medida de tu inmortalidad…”53.
53 d’Ors, E. (1950), pp. 95-97.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
45
Como dice Martínez Carrasco, “de algún modo queda ya aquí definido el fondo
de la cuestión: lo decisivo es el despliegue del espíritu humano, siempre creador;
despliegue que se lleva a cabo en el afán de vencer a la naturaleza”54.
En otra glosa de ese mismo 1906, titulada Sobre una alusió, d’Ors explica un
poco más el sentido que da a la palabra arbitrarismo. Dice así:
“Arbitrarismo no quiere decir extravagancia […]. –Lo Arbitrario no es lo excéntrico, sino, contrariamente, lo con-céntrico, lo clásico. –Se trata de lo siguiente: en la lucha de la libertad humana contra las fatalidades –naturales (la hostilidad de los animales salvajes, p.e.) o sociales (la esclavitud, v.g.)–, ¿qué partido tomará la idealidad? Poniéndose completamente, absolutamente, de la parte de aquélla; afirmando que toda floración humana –arte, ciencia, vida– ha de ensalzar y reforzar la libertad, el albedrío; la idealidad crea la teoría del Arbitrarismo”55.
Y Martínez Carrasco explica: “El núcleo del arbitrarismo radica en esa dualidad
y oposición entre espíritu y naturaleza, más exactamente en el libre dominio del primero
sobre la segunda, lejos de cualquier servilismo; en ello consiste, en última instancia, el
nuevo idealismo que viene a negar el panteísmo romántico”56.
Haciendo referencia a ese primer momento en que d’Ors usaba el término, sobre
todo en relación a la estética, López Aranguren, en La filosofía de Eugenio d’Ors dedica
un apartado a Las ideas estéticas de d’Ors, y dice así:
“Nuestro filósofo ha denominado ‘arbitrarismo’ a su concepción del arte, con lo cual apunta, seguramente, a la libertad idealista de que debe gozar el creador. El arte – elemento de la Cultura– no debe convertirse nunca en imitatio, en servidumbre a la naturaleza, en copia naturalista, porque eso equivaldría a subvertir la jerarquía y primado del espíritu, mostrados ya en la metafísica”57.
Se acaba de afirmar aquí que, para d’Ors, era importante que el artista no se
limitara a imitar a la naturaleza. D’Ors pedía eso también a los filósofos: lo podemos
ver en la glosa que citábamos al inicio de este apartado, Cavaller de la legió d’Honor,
en que d’Ors defiende la libertad creadora del pensamiento y anima a que un autor “no
se avenga a hacer meditaciones sobre las meditaciones, a elaborar libros sobre los
libros, sino que quiera, enfrente del Drama de la naturaleza y del vivir humano, penetrar
54 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 44. 55 d’Ors, E. (1950), p. 236. 56 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 45. 57 López Aranguren, J. L. (1945), p. 75.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 46
originalmente el sentido, cuando no darle él mismo sentido –en virtud e imperio de
arbitrariedad triunfadora–, acaso para una tal vocación filosófica”58.
D’Ors también pide esa actitud a los ingenieros, que realizan una labor técnica
sobre el mundo. Así aparece por ejemplo en la glosa del 31-VII-1907, que tiene este
expresivo título: La moderna Enginyeria de la Vida, que en diem arbitrarisme. En
realidad muchas de las glosas de 1907 insisten en el paralelismo entre el arbitrarismo y
la ingeniería.
Con todos esos ejemplos, tanto en el ámbito estético como en los demás, se ve
que la idea fundamental del arbitrarismo de d’Ors es destacar la lucha del hombre por
dominar y modelar la naturaleza según su libertad, y esto es algo que el hombre siempre
tiene que hacer, si se considera la constitutiva hostilidad de la naturaleza o fatalidad, a
todo lo humano.
En esta batalla, la vida del espíritu es claramente un valor superior al de la
naturaleza: el primero es el bien, mientras que el segundo es el mal.
De todas maneras, hay otro elemento importante del arbitrarismo, que d’Ors fue
destacando más, mas adelante. Se trata, en concreto ya no sólo de destacar la lucha del
espíritu contra la naturaleza, sino también el volcarse del espíritu hacia la naturaleza, en
busca de su colonización –noción que explicaremos enseguida–, ya que el espíritu
necesita ir a la naturaleza y expandirse en ella. De ese modo, el espíritu exorciza a la
naturaleza, que deja de ser meramente destructora, para tener un papel de colaboración
con el espíritu.
Tras esta brevísima introducción, vamos a ver estas tres nuevas nociones, con un
poco más de detenimiento.
2. 1. 3. Maldad, exorcización y colonización
El carácter fundamentalmente negativo o malo de la pura naturaleza es
constantemente subrayado por d’Ors en sus obras, e incluso no duda en afirmar un
pecado original constitutivo en ella, que explica su tendencia al desorden, a la
degradación, a la destrucción.
Pero junto a lo anterior, d’Ors también reconoce que, en la medida en que la
potencia humana asimila la fatalidad y la convierte en su colaboradora, es decir, en la
medida en que logra humanizar la naturaleza, la hace abandonar su maldad natural y 58 d’Ors, E. (1950), p. 35.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
47
participar de la bondad del espiritu. En esto consiste básicamente la fuerza
colonizadora, creadora, irradiante que, en cierto sentido, define al espíritu.
Entonces, sin entrar en el terreno teológico, y evitando hablar de una redención,
sí podemos hablar de un exorcismo por el que los elementos de la fatalidad,
incorporados a la potencia, dejan de estar al servicio de la destrucción para pasar al
ejército de la creación humana.
De ese modo, el ejercicio del espíritu, la actividad creadora del hombre, es un
exorcismo de la naturaleza; y esto es aplicable a todos los órdenes: la ética, la política,
la cultura, la técnica, etc.59.
En La filosofía del hombre que trabaja y que juega hay una glosa que refleja un
poco esta relación entre el espíritu y la naturaleza, que luego se expande a la relación
entre potencia y resistencia; bien y mal.
“Me atreveré, para dejar bien grabada en vuestra memoria la noción del papel respectivo que en la hipótesis propuesta representa lo espiritual y lo orgánico, a proponeros el símil de un incendio, al cual compararemos la vida total humana. El fuego, es siempre el mismo, es siempre todo el fuego, es siempre la plenitud del fuego, desde la pequeña y primera chispa hasta la más alta llama. Pero el material que se consume, un edificio, por ejemplo, es distinto en cada caso, se compone de partes, es determinado así y así, tiene tales dimensiones o tal forma. Y, como el fuego necesita de combustible, la especialidad del combustible especifica también el fuego. Y las llamas son más o menos altas, llenan tal o cual espacio, presentan tal o cual color, según lo que arde en ellas. Así, en la total vida humana, el espíritu es fuego, el organismo edificio que en él se consume. También el espíritu es el mismo y constantemente idéntico, y siempre en plenitud desde la primera chispa a la más alta llama. Y la inteligencia y la memoria y la sensibilidad y el sentimiento, y la sensación y la emoción y la voluntad y el deseo, no son sino llamas y lenguas, en diversas direcciones, del fuego único que es íntima esencia de todos”60.
El espíritu o potencia creadora es el fuego; el organismo o materia o resistencia e
inercia o mal es el edificio que se consume por el fuego. Las diferentes partes del
edificio son como formas de la materia o naturaleza; mientras que las otras instancias:
inteligencia, memoria etc., son formas del espíritu.
D’Ors relaciona la maldad con la resistencia que ofrece la naturaleza.
Seguramente hay otros ejemplos en los que se ve con más claridad esa capacidad del
espíritu de exorcizar y colonizar la naturaleza.
Este modo de ver d’Ors la relación entre espíritu y naturaleza, rompe
completamente con el estilo romántico del momento: para d’Ors, el espíritu rescata a la 59 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 49-50. 60 d’Ors, E. (1995), p. 110.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 48
naturaleza; mientras que para los románticos, la naturaleza es el lugar al que tiene que ir
el espíritu para encontrar salud e inspiración.
A este respecto, nos parece que es muy ilustrativa, además de poética, la glosa
que escribió Eugenio d’Ors el 24 de agosto de 1908: La ruta de Santa Helena. XVII.
Segon diàleg entre Napoleon Bonaparte i el vent. La transcribimos:
- “¿Decías, viento, decías que la sangre de Dios se había derramado sobre la
naturaleza en pecado?
- Escúchame: atravesando a veces los viejos claustros, yo oigo las discusiones de hombres sabios. Y sé que los piadosos cristianos asienten en que el pecado original del hombre hizo caer toda la naturaleza con él. Pero disienten al considerar si la Divina Sangre redimió al hombre solo o bien a toda la naturaleza. Y los hay que piensan que la redimió, o al menos una parte de ella. Y estos últimos son los franciscanos, ricos de amor.
- Y el Infierno, de dónde tú vienes, ¿qué dice? - El infierno aúlla de rabia y de dolor cada vez que se formula una ley.
- ¿Y cuándo más? - Cuando se gana una ‘buena’ batalla.
- ¿Y cuándo más? - Cuando un animal se hace doméstico y ayuda al hombre.
- ¿Y cuándo más? - Cuando en medio de un bosque es abierto por los pies de los hombres un camino.
- ¿Y cuándo más? - Cuando el arado dibuja un surco a todo lo largo de un campo.
- ¿Y cuándo más? - Cuando un alma se salva.
- ¿Y cuándo más? - Cuando se construye un jardín.
- ¿Y cuándo más? - Cuando se canta una estrofa perfecta.
- ¿Y cuándo más? - Cuando, delante de una cosa, se llega a una completa definición.
- ¿Y cuándo más? - Cuando se cura un enfermo.
- ¿Y cuándo más? - Cuando se inventa un útil.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
49
- ¿Y cuándo más? - Cuando se inventa un juego.
- ¿Y cuándo más? - Siempre que las manos de un obrero hacen un buen trabajo.
- ¿Y cuándo más? - Siempre que la potencia de un Albedrío triunfa de la resistencia del Desorden.
- ¿Y por qué el Infierno aúlla de rabia y de dolor, entonces, viento? - Porque el Infierno se hace entonces más estrecho”61.
Nos parece ilustrativa porque en esta glosa se ve cómo la lucha de la potencia
contra la resistencia, no consiste en destruir la naturaleza, o en ignorarla, o en actuar de
espaldas a ella, sino en colonizarla, en espiritualizarla. Eso queda claro cuando d’Ors
afirma que el Infierno aúlla de rabia y de dolor cuando un arado dibuja un surco y se
construye un jardín (en el terreno físico), o cuando se canta una estrofa perfecta, se
logra definir algo, se formula una ley o se inventa algo útil o incluso un juego (en el
terreno de la acción humana), o cuando se salva un hombre, a pesar de todas las
dificultades y requerimientos de la naturaleza (en el terreno ético).
Es notorio también que d’Ors pone en boca del viento algunos ejemplos de
cómo el espíritu sale vencedor en su lucha contra la naturaleza, pero no porque la
aniquile, sino porque la acoge y la eleva. Se pone además énfasis en el hacer, en la
realización, y mejor si lleva al éxito de las labores emprendidas. En la glosa que
acabamoos de transcribir reconocemos esos ejemplos en: “Cuando se canta una estrofa
perfecta”, “Cuando, delante de una cosa, se llega a una completa definición” y, en los
que nos parecen más claros, “Cuando se cura un enfermo” y “Siempre que las manos de
un obrero hacen un buen trabajo”.
Ahí se ve claramente que el espíritu, no sólo lucha contra la naturaleza, sino que
también la salva. La potencia del espíritu es creadora –como veremos a continuación–
no busca destruir la naturaleza sino redimirla, recuperarla o, con palabras de d’Ors,
colonizarla para exorcizarla y espiritualizarla.
61 d’Ors, E. (1950). Glosario 1908-1909, pp. 235-236. En la glosa aparece un párrafo a continuación de otro. Aquí lo hemos dividido en parejas, para facilitar la lectura.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 50
2. 1. 4. Creación y orden
Iniciamos el apartado sobre espíritu y naturaleza, potencia y resistencia, con el
ejemplo que pone d’Ors del trabajo de un leñador, y así explica la estructura general de
la actividad humana. Pero considera también que si contemplamos al leñador en su
trabajo, lo contemplaremos en su creación.
Podemos traer aquí unas palabras de El secreto de la filosofía, que pertenecen
justamente al apartado que lleva por título La plenitud funcional creadora. Aunque en
ese texto hay nociones como el yo, la conciencia o la sobreconciencia, que veremos
después, pensamos que ya ahora puede ilustrar, porque es muy claro lo que aparece
sobre la creación y el orden. Hemos omitido algunas partes menos significativas. El
texto que nos interesa ahora dice así:
“En la plenitud funcional se comienza por ser asumido por su personalidad, por el centro mismo de su Potencia, ahora convertida en potencia irradiante. Por esto, de cierta manera, desaparece el yo, transformada la conciencia en sobreconciencia. La voluntad, el entendimiento del trabajador, puestos al servicio de la energía del esfuerzo, se identifican igualmente con esta inicial entidad, la prolongan, la vierten (…). Crear, crear. Los pies humillan el suelo en que se apoyan; el enser laboral prolonga la mano. Porque, ya fuera del individuo, el cosmos ha empezado a verse conquistado, colonizado también. Conquistado para colonizar. Colonizado para incorporar. El hombre que trabaja –y el hombre que juega– trasciende al universo, lo transforma, lo humaniza.
Lo que era Resistencia se potencializa y le ayuda ya. La resistencia es vencida a cada instante, empobrecida a cada instante por el saber del hombre, por su técnica, por su valorar. La Naturaleza, que antes fue natura naturans, se convierte en natura áulica, valorizada, adoptada y adaptada, domesticada (…). El leñador ha abierto, a fuerza de hachazos, a fuerza de trabajo y de su energía, un camino en la selva. Y este camino, que era natura, se ha vuelto ya cultura”62.
D’Ors dice “Crear, crear” y, efectivamente, en último término, la lucha de la
potencia contra la resistencia consiste básicamente en una labor de creación: mediante
la fuerza creadora del espíritu es como el hombre irradia y coloniza la naturaleza. Esta
capacidad creadora es la más característica del espíritu humano en todas sus
manifestaciones.
La glosa Releer, escrita por d’Ors en 1911, es muy ilustrativa. Dice así:
“En el fondo, ver es crear. En el fondo, leer es crear. En el fondo, tener espíritu es crear. En el fondo, el espíritu mismo es creación”63.
62 d’Ors, E. (1997), pp. 103-104. 63 d’Ors, E. (2003), p. 633. La glosa es Rellegir y está escrita en catalán. La traducción es nuestra.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
51
Efectivamente, para d’Ors, “el espíritu mismo es creación”. Martínez Carrasco,
basándose en varias glosas más de d’Ors, escritas en diferentes años, afirma que esa
creación del espíritu no es nunca un puro acto vacío, sino que más bien consiste en ser
creación informadora o formalizadora: es una generación de formas humanas frente al
carácter amorfo de los productos naturales. Así, creación es creación de forma,
imposición de estructura y, lo que es muy importante: si la naturaleza, el mal, es
fundamentalmente caos, desorden, su derrota a través de la potencia creadora vendrá
siempre a través de su sometimiento a la luz del orden.
Así pues, el exorcismo que define a toda acción humana es radicalmente un
exorcismo por el orden, huella divina y verdadero enemigo del núcleo último de la
fatalidad. Por ello, en todas las operaciones del hombre sobre el mundo hay un
imperativo central, que d’Ors aplicó en numerosas ocasiones en sus críticas de arte:
generar siempre orden, composición, arquitectura, convertir en cosmos el caos64.
Y muy interesante también es mencionar aquí que el albedrío, nombre con que
d’Ors denomina durante los primeros años al núcleo de la potencia creadora, no es sino
el elemento ordenador del espíritu. Y si en los modos del trabajo o del juego se incluyen
todas las acciones humanas posibles, trabajo y juego no son otra cosa que modos
diversos de producir orden.
Aunque más adelante veremos mejor la noción de albedrío y la de trabajo y
juego, ya ahora podemos ilustrar lo que acabamos de decir con un texto de 1908, de una
obra que hemos citado también en otros momentos, Religio est libertas. La citamos
ahora por lo que d’Ors afirma respecto al orden. Dice así:
“Esencialmente, trabajo, juego, tienen una nota común: la del esfuerzo de ordenación personal sobre el mundo exterior, que estaba desordenado, o –lo que viene a ser la misma cosa– que estaba ordenado de manera opuesta a nuestro albedrío”65.
Para d’Ors, el orden es la categoría más alta, que reúne bajo sí a la inteligencia
activa y a la potencia creadora. Este aspecto intelectual de la capacidad ordenadora
humana comparece con especial claridad en sus reflexiones sobre el nombrar. En El
secreto de la filosofía dice así:
64 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 57-58. 65 d’Ors, E. (1908), pp. 14-15.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 52
“La quintaesencia del pensar está en el nombrar. El acto adamítico de ‘dar nombre a todas las cosas en el Paraíso’ encierra en sí cuanto el pensamiento haya podido traer al conocimiento después. Por la denominación, el objeto es ordenado, puesto en su lugar, en su móvil lugar dentro del movimiento de la existencia”66.
El verdadero nombrar es un modo de definir, su modo más elevado; y definir no
es sino un modo de incorporar lo definido a la propia vida del espíritu. Si la labor del
mal es una labor de desorden, de oscuridad y de confusión, nombrar, definir, limitar,
poner orden en la naturaleza por medio de la palabra es, por el contrario, el supremos
exorcismo, la primera y fundamental labor de posesión y dominio del albedrío, de
apropiación a través de la creación. Se puede decir así que la palabra es creadora67.
Es interesante considerar que, en definitiva, la fuerza creadora humana, la pura
potencia activa, para d’Ors está informada por el orden, categoría fundamental del
espíritu humano. Y la actividad específicamente espiritual del hombre, no se inscribe en
el ámbito de la pura acción, sino en el del orden, o más exactamente, en la de la acción
determinada por la inteligencia. El orden es así la categoría suprema del mundo, de la
imbricación entre potencia y resistencia.
Es nuevamente en El secreto de la filosofía donde d’Ors se expresa a ese
respecto. Dice así:
“Orden, a la vez quintaesencia de la realidad y primer motor del pensamiento (…). La noción del Orden, la realidad del Orden se nos ofrecen como el símbolo de la inteligibilidad del mundo. Sin esta claridad, ni el pensamiento puede dar un paso, ni el conocimiento captar nada. Razón y acción son particulares determinaciones del Orden. ¿A qué, puesto a enmendarle la plana al principio del Cuarto Evangelio, se fatigó el pobre Doctor Fausto en substituir, para la interpretación del Logos, el término Razón por el término Acción? En un principio, no era la ‘Razón’, no era la ‘Acción’. En un principio, era el Orden”68.
Martínez Carrasco explica que el orden, así entendido, lleva a dos importantes
consecuencias. Por un lado, a la relación que hay entre el ser y el conocer. Y por otro
lado, a darnos cuenta de que, puesto que el orden es fundamentalmente una expansión
del espíritu al mundo, todo conocimiento es de algún modo, reconocimiento: lo que
permite el conocimiento de la realidad es lo que pone la potencia humana en ella o, al
66 d’Ors, E. (1997), p. 198. 67 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 59-60. 68 d’Ors, E. (1997), p. 161.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
53
menos, una huella de la inteligencia en la naturaleza, que la hace inteligible, y huella
que provoca el reconocimiento69.
Eso es muy lógico si se tiene en cuenta que la actividad más alta del espíritu
consiste en humanizar la realidad e informarla según su propio modo de ser. Hay una
breve glosa de 1907 en la que, en pocas palabras, d’Ors transmite esa idea. La frase que
nos interesa ahora es:
“Imponer en todo la medida humana es el secreto de nuestra vida. Cuando el hombre haya impuesto en todo la medida humana, será impuesta al hombre la medida de Dios”70.
Vemos en estas palabras un eco de la afirmación de Protágoras “El hombre es la
medida de todas las cosas”, que los autores pragmatistas de principios del siglo XX
habían rescatado. D’Ors defiende que lo que al hombre le interesa de la realidad, es lo
que él mismo pone en ella; y es en esa medida que comparte que el hombre sea la
medida de todas las cosas.
Eso tampoco lleva a d’Ors a afirmar que el conocimiento sea una ficción, en la
que perdería su sentido el término verdad. Muy al contrario, como pronto veremos, el
conocimiento humano no es recepción pasiva de la naturaleza, pero sí tiene en cuenta lo
que la naturaleza le presenta.
Las nociones de d’Ors son muy ricas, y no podemos detenernos ya mucho más
en la del orden, por mucho que d’Ors la considere la categoría suprema, porque todavía
nos falta adentrarnos en conceptos importantes como la razón y el diálogo. Pero
queremos decir aún una cosa más sobre el orden y es esta: es claro que el orden es
llevado a cabo por el espíritu sobre la naturaleza, pero conviene subrayar que es
contando con ella como este orden se genera: la creación realizada por el espíritu no se
lleva a cabo de espaldas al mundo, sino que es más bien el permanente combate mutuo
con la fatalidad, el que dispara y constituye todos los dinamismos del espíritu71.
Para quedarnos con una visión más equilibrada del hombre como medida de
todas las cosas, podemos traer aquí unas palabras de d’Ors en El secreto de la filosofía:
“El humanismo impone a la realidad una jerarquía, centrada en la primacía de lo humano. Quizá cabría aún adoptar, en sus términos literales, el principio de Protágoras; a condición de entenderlo rectamente y no con una intención pragmatista, a estilo de J.
69 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 63. 70 d’Ors, E. (1920), p. 64. 71 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 65-66.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 54
C. Schiller. ‘El hombre es la medida de las cosas’, puede ser cierto: pero la medida nada más. No su esencia ni el teatro de su existir. Su medida, sí: su número. Ellas, fuera están de su número. La nota del humanismo en el saber, aquella por la cual los saberes son sabores, implica una calificación teológica: no afirmamos con ello que, fuera del hombre –y menos aún que fuera del yo–, no haya nada. Sino nuestra actividad para que cuanto haya fuera del hombre sea –o se vuelva– humano”72.
En su lucha contra la fatalidad, el hombre impone su medida a la realidad, y este
modelar la realidad es un modo de crearla. La actividad del espíritu es esencialmente
creación; pero unido al concepto de creación e inseparable de él está el de orden e
inteligencia, que es el otro elemento constitutivo de toda acción específicamente
humana. Así, la actividad propia, fundamental y originaria de la potencia humana se
define como fuerza de crear y fuerza de ordenar: consiste en crear ordenando y ordenar
creando. Cualquier creación es un modo de ordenar y cualquier imposición de orden es
un modo de crear.
Para d’Ors, toda actividad del espíritu, tanto de conocimiento, como moral,
como de operación material sobre el mundo, sea del tipo que sea, es una creación y una
ordenación. No se pueden hacer separaciones estrictas entre los diversos modos de
actuar del espíritu, pues todos tienen su origen en esta unidad primaria: ciencia, estética,
trabajo se dan siempre mezclados, por mucho que, según los caracteres predominantes,
quepa distinguirlos entre sí.
Es una experiencia común, hasta en lo más sencillo, que ordenar es
habitualmente jerarquizar. D’Ors lo expresa así:
“No hay orden sin subordinación, a menos de operar en el vacío. Y en toda subordinación va implícito un juicio de valor, que permite cotizar los objetos ordenados”73.
Martínez Carrasco une los dos temas –unidad entre las diversas operaciones del
espíritu y relación entre ordenación y valoración– y afirma que la unidad fundamental
entre las actividades del espíritu “es una de las razones que explican por qué es
indesligable el conocer del valorar. Ahora bien, la razón última de esta conexión
inseparable se halla en que el orden que determina el conocimiento no es un orden
derivado de la fatalidad, sino derivado del espíritu humano. Es decir, conocer, más que
asumir un orden recibido, consiste en ordenar; y ordenar es siempre jerarquizar, pues un
72 d’Ors, E. (1997), p. 358. 73 d’Ors, E. (1997), p. 46.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
55
orden sin jerarquía acaba disolviéndose en una masa indistinta, en el caos de la
naturaleza. Por eso mismo, sólo del espíritu puede emanar un verdadero orden”74.
Podemos terminar este rico apartado sobre la creación y el orden, yendo a una
narración de d’Ors, en concreto a La Bien Plantada, para considerar subrayar la buena
influencia y el orden que la Bien Plantada transmite en el pueblo en que veranea como.
Para ello, traeremos algunos textos del capítulo titulado, De cómo la pujanza de la Bien
Plantada se ejerce sí para el orden; para el desorden, no.
“Sí; una mujer hermosa puede ser como un rayo que cae. No así la Bien Plantada, que es como un hogar encendido en medio de nuestras vidas. Y estriba el secreto en su natural mesura y buen juicio. Hemos dicho que existía en el cuerpo de la Bien Plantada una central falta de canon: es demasiado alta su cintura; en compensación, el resto se ajusta a una proporción perfecta. Y también su movimiento se ajusta a la proporción perfecta. Y su manera de mirar. Y su voz. Y sus palabras. Y su manera de tender la mano. Y su manera de deciros adiós. Y su manera de vivir. Y su manera de tratos y maneras. Y su manera de ser amiga. Y no hay que decirlo, su manera de bailar. Así –y no de otro modo que una gota de aceite en una extensión de ondas agitadas– la presencia de la Bien Plantada lo aquieta, serena y ordena todo en muchos, muchos pasos a la redonda y en muchas, muchas almas de la cercanía. (…) Así, de acercarse a la Bien Plantada, un hombre torna en mejor. En ser presidido por la Bien Plantada hay ventaja de especial nobleza. En torno a la Bien Plantada todo es orden y acuerdo. Que ella debe ser la misma eternidad, hecha bella apariencia y gozoso momento. Nada comparable a esta influencia”75.
Una vez más, vemos que los temas que interesan a d’Ors son los mismos,
durante años, y los plasma con mayor o menor profundidad y amplitud en sus diferentes
obras. En este caso, hemos querido mencionar una de sus novelas más conocidas, para
ver cómo también allí refleja la importancia del orden, con una gran sencillez.
El orden, manifestación fundamental de la inteligencia, es siempre creación,
imposición y configuración. También en este breve texto vemos cómo las condiciones
de Teresa contribuyen al orden y la calma y, en esa medida, contribuye, a configurar el
espacio que le rodea, tanto en su aspecto físico como en lo humano: “la presencia de la
Bien Plantada lo aquieta, serena y ordena todo en muchos, muchos pasos a la redonda y
en muchas, muchas almas de la cercanía”.
74 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 67. 75 d’Ors, E. (1969), pp. 31-35. La cursiva es nuestra.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 56
Nos convenía terminar con esas palabras procedentes de La Bien Plantada
porque cuando ahora pasemos a estudiar las nociones de anécdota y categoría en d’Ors,
nos referiremos a esa obra también.
2. 1. 5. Anécdota y categoría Antes de las referencias a la Bien Plantada, hemos hablado del sentido en que
d’Ors afirma que el hombre es medida de todas las cosas: el hombre, efectivamente
impone su medida a lo distinto del espíritu, pero sin que ello implique un desprecio, una
deformación ni una pura instrumentalización de la naturaleza.
Y muy principalmente en el caso de la inteligencia se puede observar cómo la
información que el hombre da a la naturaleza es una peculiar significación y
perspectiva, ajenas al mero carácter fatal de la naturaleza. Esta asunción de la
perspectiva intelectual que recubre y, de algún modo, recrea la pura materialidad dada
es lo que, en palabras de Martínez Carrasco, expresa la famosa dualidad orsiana entre la
anécdota y la categoría, muy presente ya desde sus primeros escritos76.
En palabras breves, podemos decir que la anécdota hace referencia a la simple
individualidad material, fáctica, dada, inerte, de las realidades puramente particulares,
sometidas al cambio, al tiempo, a la corrupción y a la desaparición sin dejar huella.
Mientras que, por el contrario, la categoría apunta a la dimensión que, superando la
simple contingencia anecdótica, da una significación a esa misma realidad dentro del
ámbito del espíritu, por su mayor abstracción y estilización formal.
Y como lo que la inteligencia derrama sobre lo que conoce, consiste en una
recreación bajo la categoría del orden, entonces ese objeto así colonizado se manifiesta
como medida racional, como estructura: esta caracterización espiritual hace a la realidad
superar la contingencia y la relatividad insignificante de la fatalidad que no ha sido
alcanzada por el espíritu77.
Encontramos entonces aquí, las nociones a que nos hemos referido más arriba,
cada vez, con un matiz más rico o con una penetración más profunda.
Por ese paso que d’Ors quiere dar, de la anécdota a la categoría, es que nuestro
autor considera que sólo es posible una acción verdaderamente humana en la medida en
76 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 68. 77 Cfr. Martínez Carrasco, A, (2011), pp. 68-69.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
57
que ésta incorpore la perpectiva filosófica, e incluya la eternidad en lo cotidiano. Lo
contrario sería como una derrota del espíritu ante la fatalidad.
Una vez expresado el contenido de la anécdota y la categoría, vamos a ver
algunos textos de d’Ors en que se reflejen estas ideas. Y decimos se reflejen, porque nos
ha costado encontrar textos de d’Ors en que mencione expresamente los términos
anécdota y categoría, pero sí se ve su contenido.
El primero, a propósito del papel de la filosofía, es el siguiente:
“Filosofía y vida no pueden excluirse sin detrimento de ambas […]. Una vida sin una saturación de filosofía, es decir, de pensamiento dialéctico, de diálogo, es una vida mutilada; es una cotidiana profanación porque lesionaría el humano espíritu que es unidad creadora […]. La filosofía es una manera de vivir; filosofar es extraer la eternidad de la sustancia del momento”78.
Con estas palabras, d’Ors viene a decir que la anécdota se eleva a categoría
cuando a partir de las cosas materiales y de los sucesos ordinarios se hace filosofía.
También en las novelas de d’Ors se ve ese paso que él siempre intenta dar, de la
anécdota a la categoría. Allí, con respecto a sus personajes, González-Cruz afirma que
“d’Ors toma distancia porque con ello evita que sus protagonistas se conviertan en un
simple trasunto de la realidad, de manera que al contar, eleva lo anecdótico a un nivel
significativo superior, a categoría, pero sin perder jamás de vista el suceso o el
personaje que anima o da origen al símbolo. Lo que consigue d’Ors no es, a fin de
cuentas, ni pura anécdota ni mera categoría sino la categoría de la anécdota. Todo esto
es el colofón de una profunda visión del arte en general”79.
Y el mismo estudioso, a propósito de las narraciones que hace d’Ors de Teresa,
la Bien Plantada, afirma:
“d’Ors nos hace ver el personaje de la joven como una abstracción, figura descifrada por un minucioso crítico de pintura. Teresa habrá de ser, esencialmente, símbolo de la raza catalana, la perfección espiritual, la pureza, la igualdad, la Unidad, el centro de la comunidad civilizada (la cultura mediterránea a la cual pertenece implica en perspectiva histórica el gran centro civilizador de Occidente), aunque el símbolo se le escape al escritor de las manos (tal vez demasiado a menudo) y lo convierta en anecdótica mujer. La visión que pretende darnos d’Ors de Teresa es la de un ser cuya inmaterialidad vence a la realidad concreta de la persona”80.
78 d’Ors, E. (1921), p. 34. 79 González-Cruz, L. F. (1988), pp. 12-13. 80 González-Cruz, L. F. (1988), pp. 20-21.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 58
Los buenos conocedores de La Bien Plantada consideran que, con esta obra,
d’Ors nada entre dos aguas, entre la anécdota y la categoría. Por una parte, Teresa debe
ser categoría, pero no es más que anécdota, llevada por fuerza al encasillamiento de la
categoría, de la que escapa a cada instante. Al final, Teresa es mital anécdota y mitad
categoría. La novela dedica varias secciones a cuestiones muy anecdóticas de Teresa,
como son su modo de comer, dormir, ruborizarse, tener novio, etc. D’Ors convence así
al lector de que Teresa no es un emblema, sino un ser real. Por otro lado, no quiere
perder del todo a Teresa como un emblema y por eso da una explicación al hecho de
que Teresa tenga novio: si Teresa ha nacido para ensalzar y perpetuar la raza catalana,
tener un novio es algo muy natural. De todos modos, d’Ors tiene que justificar ese
hecho por el que “la Anécdota ha devorado la Categoría”81, y dice así:
“Hagamos constar, pues, que el novio de Teresa es digno de ella por más de una cualidad. Hagamos constar que es bien plantado también. Esta mujer ha nacido para la Raza y cumple su destino. Y la raza se restaura sin nosotros, y esto es todo. Y esto es una espantosa tragedia”82.
Se podrían decir más cosas, pero no es éste el momento para hacer un análisis de
las nociones de anécdota y categoría en La Bien Plantada, únicamente quisimos
mencionarla porque constituye un ejemplo muy conocido de cómo d’Ors maneja esas
dos nociones y va pasando de una a otra, mostrando así la relación estrecha que hay
entre ambas. Y también por que, aunque se trate de una narración, posee gran
profundidad.
Podemos dejar aquí el estudio de estas nociones, para pasar a la última que ahora
desarrollaremos: la belleza.
2. 1. 6. La belleza
La realidad colonizada y convertida en categoría y en elemento de significación
espiritual, como acabamos de ver, se puede expresar también bajo otra noción
fundamental en el pensamiento orsiano: la belleza.
81 d’Ors, E. (1969), p. 129. 82 d’Ors, E. (1969), p. 130.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
59
Para d’Ors, la belleza se da cuando lo anecdótico queda colonizado y asumido
como orden; o, dicho de otro modo, la belleza es el aspecto o dimensión que recibe la
fatalidad al entrar en los dominios del espíritu. Y así como en toda lucha de la potencia
con la resistencia, cabe un mayor o menor éxito colonizador, así también hay diversos
grados de belleza, según el mayor o menor triunfo del espíritu.
Según Martínez Carrasco, ésta es una de las líneas argumentales de la oposición
de d’Ors al romanticismo, sobre todo en sus vertientes artísticas: “en la medida que el
espíritu claudica ante la naturaleza y busca asimilarse a ella, ceñirse a un naturalismo
anecdótico o a la pura expresión de la emoción particular sin control ni disciplina, no se
obtiene sino una forma degradada de belleza, en la que desaparece la armonía clásica y
la perfección formal. En cambio, la forma más elevada es la que, lejos de una mostrenca
copia de la naturaleza y de la improvisación, surge de la plena imposición de la medida
del espíritu frente a la pasión desmedida”83.
Para ilustrar todavía un poco más que el hombre no puede limitarse a copiar o
imitar la naturaleza, podemos recordar unas palabras de López Aranguren, discípulo de
d’Ors, que ya transcribimos a propósito del arbitrarismo y que podemos traer aquí de
nuevo:
“El arte –elemento de la Cultura– no debe convertirse nunca en imitatio, en servidumbre a la naturaleza, en copia naturalista, porque eso equivaldría a subvertir la jerarquía y primado del espíritu, mostrados ya en la metafísica”84.
Es también López Aranguren quien afirma lo siguiente:
“La consideración estilística es ineludible para el investigador de la obra de Eugenio d’Ors, porque esta filosofía –más que otra alguna- es por esencia, un ‘estilo’ de filosofar”85.
La importancia que d’Ors da a la belleza se ve tanto en sus glosas como en
algunas de sus narraciones, como en La Bien Plantada, Sijé, etc. En ellas, las ideas se
imponen a las posibles emociones de los personajes, y el triunfo de la pasión comparece
siempre inscrito en la eterna batalla entre potencia y resistencia, entre espíritu y
naturaleza.
83 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 72. 84 López Aranguren, J. L. (1945), p. 75. 85 López Aranguren, J. L. (1945), p. 21.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 60
Frente a diversas posturas falsamente ascéticas o antiestéticas, d’Ors reivindica
una y otra vez el papel fundamental de la estética en la vida. Dos glosas que se
encuentran en el Glosario 1910-1911 son muy ilustrativas. Transcribimos lo más
esencial de cada una:
“Nada nos interesa tanto a los mediterráneos como afirmar, en todo, la victoria del elemento estético, del arte”86. “Belleza, tómame. Utilízame. Soy un soldado de tu causa. He aquí una obra que amaría: unido a tu imperio, que ahora sólo se compone de una federación de artes, los imperios de la moral y de la ciencia… Eso no es un proyecto. Eso es una vocación”87.
Para d’Ors, orden y belleza son inseparables, y son sobre todo, categorías
supremas que constituyen el rasgo distintivo de la irradiación del espíritu. Es por eso
que la belleza, más allá del ámbito de los productos artísticos, se convierte en una
categoría fundamental: el distintivo de la huella del espíritu sobre el mundo.
En este punto, podemos ya dar por concluido este apartado en que hemos ido
mencionando y uniendo entre sí las diferentes nociones que maneja d’Ors al hablar de la
realidad, y que en muchos casos son dualidades: espíritu y naturaleza; potencia y
resistencia; exorcización y colonización; anécdota y categoría; y, en la cumbre, la
creación y ordenación llevada a cabo por el espíritu, y la belleza, que será mayor o
menor según sea el triunfo del espíritu sobre la naturaleza.
Ya dijimos que, para d’Ors, la belleza más elevada es la que surge de la plena
imposición de la medida del espíritu frente a la pasión desmedida. Y por eso la belleza
pura, propia de su propuesta clasicista, se ancla en la inteligencia88.
Esta referencia a la inteligencia nos facilita ya, de un modo muy natural, el paso
al siguiente apartado. Consideramos que el que acabamos de terminar –espíritu y
naturaleza– es esencial para empezar a adentrarse en la filosofía de Eugenio d’Ors, pero
en el siguiente –conocimiento– aparecen seguramente algunas de las nociones más
importantes de su pensamiento, la caracterización del trabajo y el juego y, sobre todo,
la inteligencia o seny, la dialéctica y el diálogo.
86 d’Ors, E. (1950), Glosario 1910-1911, Europa, 9-III-1911, pp. 523-524. La traducción es nuestra. 87 d’Ors, E. (1950), Glosario 1910-1911, El convalescent, 24-II-2010, p. 60. La traducción es nuestra. 88 Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 72-73.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
61
2. 2. Conocimiento
Hemos hablado ya de la colonización de la fatalidad y de su carácter intelectual,
ya que dar a lo real una medida racional el darle una medida humana.
Por eso, en el combate entre el espíritu y la naturaleza, la ciencia ocupa un lugar
privilegiado, por ser un medio importante en la elevación de la potencia humana sobre
la fatalidad dada. D’Ors siempre estuvo atento a los avances de la ciencia en sus
diversas disciplinas, exaltaba el espíritu científico pero no era un cientificista: la ciencia
es una creación del espíritu y no surge de ninguna otra exigencia que la pura potencia
creadora humana.
D’Ors se plantea el Novissimum Organum como un proyecto que es fruto de su
toma de conciencia sobre la actividad científica y racional del espíritu humano: no
pretende una reforma del método científico ni tampoco un cambio radical en los modos
de entenderla y valorarla, pero sí quiere renovar el espíritu científico que, aunque
operativo en la práctica, ha sido malinterpretado por las racionalizaciones modernas y
despreciado por las tendencias románticas.
Pero, evidentemente, esta toma de conciencia sobre la ciencia, requiere una
perspectiva superior a la meramente científica, que la integre en la vida general del
espíritu. Esta ampliación de la perspectiva es la que denominará Crítica del Seny o
Doctrina de la Inteligencia. Entre la ciencia y la perspectiva más amplia que aporta la
filosofía no se puede hablar propiamente de una dualidad, aunque a veces lo parezca,
por asignar más la primera al ámbito de la razón y la segunda a la de la inteligencia; en
realidad, como actividad del espíritu, se puede hablar más bien de integración entre
ellas89.
Cuando d’Ors habla de las dimensiones que se pueden distinguir en la ciencia,
menciona la utilidad, la curiosidad y la racionalidad; o según las tipologías de actividad
espiritual a que obedecen: trabajo, juego y lógica o estética.
En cuanto trabajo, la actividad científica quiere lograr un fin útil; por su parte, el
aspecto lúdico o de curiosidad, aparece mezclado a veces con el tercero, el de la
racionalidad. Como bien se puede imaginar el aspecto lúdico es el que tiende a
89 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 91-94.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 62
descubrir nuevos problemas, pero superfluos para la actividad práctica; por otro lado, no
le interesan tanto los fenómenos aislados sino las relaciones entre ellos: desde ese punto
de vista, la curiosidad es la fuente de la parte explicativa de la ciencia, la que descubre y
conoce las causas. Por último, la racionalidad es la que tiende a formular leyes sobre las
relaciones constantes entre fenómenos, y a legitimar y sistematizar las novedades
descubiertas por la curiosidad.
D’Ors no se detiene mucho en la dimensión que se refiere a la utilidad, por verla
desde un punto de vista técnico, y sin posibilidad de un progreso futuro; sí se detiene en
la curiosidad; y desarrolla poco el tercer nivel. Por eso, en cuanto a esas tres
dimensiones del quehacer científico, dedicaremos un apartado especial sólo a la
curiosidad.
2. 2. 1. Curiosidad
Curiosidad, en el lenguaje vulgar, es el deseo de saber algo que no se conoce.
Puede haber una curiosidad legítima o una curiosidad malsana, que es la que se produce
cuando se quiere averiguar sobre un asunto que no nos concierne. Por ese motivo, se
necesita que el deseo de saber sea moderado.
Pero no sólo importa el contenido de lo que queremos saber sino la repercusión
que ese saber tiene en nosotros y así, si ese saber nos hace orgullosos, por ejemplo,
aunque su contenido sea verdadero, no se puede calificar como algo bueno; y si el
conocimiento se usa para el mal, tampoco.
En ese contexto, Santo Tomás concibe la curiositas como una intemperancia en
el empeño por adquirir conocimiento tanto intelectivo como sensitivo90.
Pero, como ya hemos visto, es distinto el contenido que d’Ors le da. A este
respecto, es significativa una breve glosa de 1914 titulada De les altes escoles:
“Nosotros sabemos que la ciencia tiene un doble origen: su padre es el instinto curioso, su madre la exigencia de racionalidad”91.
Por supuesto, en el quehacer científico, d’Ors subraya la supremacía de la razón,
pero siempre tratando de superar el puro racionalismo.
90 De Aquino, T. (1988), S. T., II-II, q. 167, a. 1, resp. 91 d’Ors, E. (1914), Glosa del 17-VI-1914, en Glosario 1912-1914, p. 850.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
63
En El hombre que trabaja y que juega d’Ors afirma:
“Y el valor que aquí toma esta noción de la curiosidad es tan grande, que hasta se podría ensayar acerca de ella toda una síntesis metafísica, en que la entera actividad del espíritu se considerara como nacida de esta matriz: la curiosidad; en sentido análogo al que, en la tradición bíblica, carga de curiosidad la culpa del pecado original”92.
López Aranguren llama a Eugenio d’Ors, el gran “curioso” y explica por qué:
“Era justamente a este gran ‘curioso’, Eugenio d’Ors a quien estaba reservada la empresa de bosquejar una ‘metafísica de la curiosidad’ (…). El propio d’Ors nos recuerda (…) que fue ella la introductora del pecado en la tierra. ‘Concupiscencia de los ojos’, según la bella expresión del Apóstol San Juan, que San Agustín identifica con la curiosidad del saber: ansia de ‘ver’ con los ojos de la carne y con los del espíritu. San Juan de la Cruz, el místico sublime, es quien ha expresado con fuerza insuperable la necesidad de arrancarse el apetito de ‘ver’, de aniquilar sentidos corporales y potencias espirituales, de ‘cegarse’, de no ‘mirar’. Misticismo enemigo del mundo que puede ser transpuesto laicamente, así en Heidegger, cuya desesperación religiosa no está menos reñida con la ‘curiosidad’ que la suprema esperanza de los místicos cristianos. Muy otramente piensa Eugenio d’Ors, místico a su modo también, pero a través de lo mundano. Hasta tal punto aprecia el impulso de la curiosidad, que ésta, la introductora de la culpa original entre los hombres, se transfigura en ‘la matriz del espíritu’, merced a la cual el reflejo del lumen Dei adviene a nosotros y nos levanta sobre toda animalidad. Y el pecado, la maldad, no consisten ya en ella, sino en su contrario, en la permanencia en la ignorancia o el error. ‘Místicos anti-mundanos’, San Agustín, San Juan de la Cruz, Heidegger. Frente a ellos, ‘curiosos del mundo’, Leonardo de Vinci, Goethe y Eugenio d’Ors”93.
Por su parte, y como ya dijimos, Martínez Carrasco explica que el aspecto lúdico
o de curiosidad es irracional, puramente instintivo, que nace de la libertad y de la
sobreabundancia de fuerzas propias del espíritu humano, que rompe todas las
pretensiones deterministas y tiende a descubrir nuevos problemas totalmente superfluos
para la actividad práctica. Por ello, aunque se dirige a lo concreto, a los detalles que
parecen no tener importancia actual, no se dirige a lo absolutamente particular o
individual; atiende las relaciones entre ellos, a sus movimientos, a las sucesiones
concretas. Por eso es la fuente de la parte explicativa de la ciencia, la que descubre y
conoce las causas, es por ello también una tendencia a inquietar y trascender las leyes y
sistemas cerrados, una tendencia a la diversidad y a la irregularidad, a la conquista de
novedades94.
92 d’Ors, E. (1995). Es citado en López Aranguren, J. L. (1945), p. 139, cita n. 34. 93 López Aranguren, J. L. (1945), pp.140-141. 94 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 105.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 64
D’Ors mismo explica el aporte de la curiosidad a la ciencia en un breve
fragmento que se encuentra también en El hombre que trabaja y que juega:
“La parte causal de la Ciencia, es la que se produce por obra de la curiosidad. Cada uno de los pasos de aquélla, es señalado en su origen por un conflicto entre la ley establecida y este instinto. M. Meyerson describe el fenómeno como si fuese efecto de un choque entre nuestras concepciones legales y la realidad que se ofrece a ellas. Pero el conflicto puede muy bien producirse aun sin que la realidad exterior intervenga. Basta para ello con nuestra curiosidad, la cual, si la diversidad y la irracionalidad llegaran a faltar en el mundo, sería capaz de inventar, para que la Ciencia no permaneciese estacionaria, diversidades ficticias, nuevas irracionalidades”95.
Damos así por concluido el estudio sobre el papel de la curiosidad en la ciencia,
la única de las tres dimensiones de la ciencia –utilidad, curiosidad y racionalidad– que
hemos visto con detenimiento, por los motivos aducidos más arriba.
Veremos ahora el tema de la libertad, también en relación con la ciencia.
2. 2. 2. Libertad
D’Ors quiere hacer patente que la ciencia es una creación del espíritu, y que su
esencia más profunda radica en este carácter de creación espiritual. Por eso, lejos de
reducirla a sus contenidos fijos, mira la ciencia como pasión del espíritu, como
actividad en la que él mismo, movido por su ansia lúdica y estética, busca expandirse y
complacerse. De hecho, en una glosa de 1909 dice así:
“Resultaría mucho más útil para nosotros el espectáculo y el ejemplo de la ciencia en vías de hacerse, que la lección de la ciencia hecha. No frecuentar más que esta última nos enferma de ‘cientificismo’ dándonos la superstición de los resultados obtenidos, en lugar de mantenernos en la devoción del Espíritu, que está por encima de los resultados, porque es él quien los crea y quien los aniquila”96.
Para d’Ors, la ciencia avanza siempre gracias a la capacidad inventiva y creativa
del hombre que, lejos de recibir pasivamente los conocimientos, los gana mdiante la
contínua prueba de hipótesis y teorías nuevas sobre la realidad, forzando a ésta a dar
una respuesta a sus ideas preconcebidas. Ese carácter activo se encuentra en todos los
niveles del conocimiento; por ello, ni la percepción sensible ni, mucho menos, el
conocimiento experimental son puros datos neutrales y pasivamente aceptados: ninguno
deja de ser creación espiritual.
95 d’Ors, E. (1995), p. 61. 96 d’Ors, E. (1950), Glosario 1908-1909, Spallanzani, del 27-IX-1909, p. 609. La traducción es nuestra.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
65
Martínez Carrasco explica que esta superior libertad de la razón sobre sí misma
y sus creaciones supone una ampliación de su capacidad comprensiva, una mayor
perspectiva que, en cierto sentido, trasciende la mera práctica científica; esta ampliación
a la luz de la actividad espiritual integral es lo que denominará inteligencia o seny.
Enseguida veremos esas nociones. Pero antes, quisiéramos decir algo más, a
propósito del modo de entender la libertad Eugenio d’Ors.
La primera mención de d’Ors sobre la esencia de la persona, está incluida en la
monografía Religio est Libertas, en la que afirmó la existencia en el espíritu humano de
una parte profunda, irreductible e inaccesible para la razón por sí sola, que denominó
“libertad”. Una parte de ese texto se encuentra en La filosofía del hombre que trabaja y
que juega. Ahí dice d’Ors:
“La única definición de este fondo irreductible que puede sernos dada es por exclusión, por la negación de toda condicionalidad, es decir, por la idea negativa de libertad. Llegamos así a esta fórmula: que lo que es irreductible en el espíritu es su libertad, o mejor dicho, la libertad”97.
Y un poco más adelante:
“[En la expresión ‘Yo quiero querer’] se separan en dos puntos sucesivos el reino de la Libertad absoluta, que es puramente interior, del reino de lo voluntario, ya sometido a la fatalidad, y al mismo tiempo se expresa de modo categórico el carácter profundo de la primera”98.
D’Ors alcanzó el conocimiento de la libertad, esencia de la persona, por
eliminación de todo lo que pertenece al mundo de la fatalidad, de todo lo que el sujeto
tiene, pero no es99.
En el mismo texto que estamos comentando, d’Ors expresa qué significa quiero
querer, y responde: en este “quiero querer”, viene la pregunta pero ¿cómo querer? en la
duplicación del verbo querer, se presenta la presencia de dos grados en la voluntad. Se
señala el querer esencial del ser humano, pero además se da otro querer, de irreducible
voluntad, que nos acompaña y vive con nosotros.
Schiavo afirma que, según d’Ors, de esto no nos damos cuenta ni podemos
llegar a descubrirlo mediante reflexión racional; el único modo de conocer la idea de
libertad, este otro querer, constituye un imperativo de creencia. Y en este acto religioso 97 d’Ors, E. (1995), p. 74. 98 d’Ors, E. (1955), p. 74. 99 Cfr. Schiavo, S. (2005), p. 101.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 66
d’Ors descubre la otra realidad, “de la que Paracelso nos dio la fórmula: Tú eres visible
y corporal –añadiremos: y conocible–, pero, hay otro, que también eres tú mismo, y que
no es visible”. D’Ors dice que esta libertad es una prueba más que todo pensamiento es
diálogo, que es necesaria una dualidad, por lo menos ser dos en la inteligencia100.
Martínez Carrasco destaca otro aspecto de la libertad para d’Ors, y es que es
infinita101: es el puro deseo interior libre e infinito que no puede agotarse o identificarse
con ninguna materialización concreta; por eso no tiene expresión adecuada en ninguna
de las particulares potencias espirituales en las que se realiza de un modo ya
especificado y por tanto, limitado y secundario.
D’Ors, en ese primer texto de 1908, Religio est libertas, que ya hemos citado
varias veces, afirma que la libertad es “el fuego central del espíritu”102. Ese fuego
unitario e inespecífico del que nacen todos los diversos aspectos de la vida consciente;
es todavía un movimiento sin figura alguna, una pura energía y dinamicidad sin
sustentación en sujeto ni en objeto, creación pura que por ello, en cierto sentido, está
más allá del yo.
Pero no podemos detenernos en el yo todavía. Antes tenemos que ver la
importante noción de inteligencia o seny.
2. 2. 3. Razón e inteligencia o seny. Teoría de la inteligencia
El tema en el que nos adentraremos ahora es esencial, y uno de los más
fundamentales en la filosofía de Eugenio d’Ors. Nuestro autor presenta un nuevo
modelo de racionalidad al que llama teoría de la inteligencia o seny.
El término teoría, d’Ors lo conceptualiza de la siguiente manera:
“Ya en el sentido íntimo del término ‘Teoría’ quiere decir ‘procesión’. No espectáculo en marcha. No aséptico –y esterilizado– conocimiento, sino conocimiento en comunión y cópula con el pensar”103.
Con este pequeño comentario, vemos ya que d’Ors nos refiere a un concepto de
‘teoría’ dinámico. 100 Cfr. Schiavo, S. (2005), p. 101. 101 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 207. 102 d’Ors, E. (1908), p. 28. 103 d’Ors, E. (1997), p. 355.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
67
En cuanto al contenido de razón e inteligencia, d’Ors dice:
“al hablar de Razón en relación con la Inteligencia se debe entender siempre el modo moderno de comprender la razón, es decir una razón teórica pura, abstracta, lógica; al hablar de Inteligencia sería en este sentido la dimensión que trasciende a la mera lógica”104.
D’Ors presentará una teoría de la inteligencia, pero no como un todo uniforme,
estructurado o esquematizado, sino que más bien la mostrará en su relación superadora
con la razón moderna. En realidad, a la luz de esta relación es como mejor se aprecian
sus enfoques.
Veamos algunas notas generales sobre la relación razón e inteligencia.
Para empezar, la inteligencia hace que integremos el conocimiento en la vida, y
economía propia del espíritu desde su perspectiva superior. Martínez Carrasco lo
expresa así:
“La razón es una fuerza a la vez intelectual y moral, un equilibrio en la total producción del espíritu, una plenitud de conocimiento que no desconoce ni rechaza los elementos empíreos, sino que sabe ordenarlos y subordinarlos en ritmos noblemente intelectuales”105. “Por un lado la Inteligencia que nace del núcleo profundo de la Potencia espiritual, consiste básicamente en una Colonización creadora de la realidad”106. “Por el contrario, también se presentan inteligencia y razón como dos procesos o disciplinas, aunque complementarios, diversos, cada uno con su contenido y modalidades propios”107.
Al hablar de razón en relación con la inteligencia, ya dijimos que tenemos que
pensar en el modo moderno de concebir la razón: una razón teórica pura, abstracta,
lógica. Por eso la inteligencia es, en este sentido, la dimensión que trasciende a la mera
lógica.
D’Ors presenta su nueva teoría de la inteligencia, a partir de tres posibles
relaciones que pueden darse entre inteligencia y razón. Cada una de estas posibilidades
tiene sus propias características. Lo común es que siempre inteligencia y razón son dos
dimensiones, entre las cuales la inteligencia se presenta como luz superior y la razón
como inferior a ella pero útil ya que, por otro lado, la inteligencia sin la ayuda de la 104 d’Ors, E. (1947), p. 432. 105 Martínez Carrasco, A. (2013), p. 202. 106 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 128. 107 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 128.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 68
razón no podría funcionar, estaríamos en un idealismo, ya que la inteligencia sin el
contacto con la realidad no funciona, como es.
Para ver esas tres posibles relaciones, nos apoyaremos en Espíritu, inteligencia y
forma. El pensamiento filosófico de Eugenio d’Ors, de Martínez Carrasco.
El primer modo es el de una relación directa entre razón e inteligencia, en el que
se mantiene la especificidad de la razón. La razón tiene valor propio, es relativamente
autónoma, y no es la instancia exclusiva del conocimiento humano. Mientras que la
inteligencia se sitúa en un nivel superior pero no elimina el nivel racional. Además tiene
un carácter positivo. En este modelo no hay idea unitaria de inteligencia.
Los otros dos modelos se estudian a través de la manifestación de la razón en la
filosofía o dialéctica y en la ciencia.
En el segundo modo, al igual que en el primero, se mantiene también la
especificidad de la razón, pero esta especificidad se ve como un defecto de
conocimiento. El conocimiento al que aspira debe suprimir este defecto, por lo que tiene
que abandonar el modo racional, la razón tiene carácter negativo y no hay unidad
unitaria de inteligencia.
En el tercer modo la razón no tiene especificidad real, el intento moderno de
concedérsela no es más que un modo parcial e insuficiente de entender el conocimiento
humano. Así, la expresión de este modelo es la inteligencia. Aquí no hay dualidad o
alternativa real, lo que se entiende por razón es un irreal engaño. No hay unidad unitaria
de inteligencia108.
El primer y segundo modo mantienen la especificidad de la razón; razón e
inteligencia, son dualidades o alternativas reales; y ninguna de las dos tienen una idea
unitaria de inteligencia.
En cambio, en el tercer modo, la razón no tiene especificidad real, ella es un
modo potencial e insuficiente de entender el conocimiento humano y su expresión es la
inteligencia humana: aquí no hay dualidad o alternativa real, lo que se entiende por
razón es irreal engaño o fantasma.
Es interesante notar que, en la teoría orsiana, los tres modos no están aislados,
sino que se encuentran entrelazados; tampoco son etapas o procesos de maduración; los
tres aparecen desde los primeros escritos de d’Ors y no desaparecen en ningún
momento. 108 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 123-124.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
69
Martínez Carrasco afirma que la teoría de la inteligencia planteada por d’Ors no
se presenta de forma homogénea, pero no por eso niega su riqueza y profundidad.
“No negamos una cierta imprecisión o vaguedad, más acertado parece hablar de la compleja riqueza y profundidad de una cuestión que tiene múltiples facetas”109.
D’Ors subraya el señorío de la inteligencia sobre la razón pero, como veremos al
desarrollar el tema de la inteligencia, no rechaza la razón, sino que la considera útil a la
inteligencia y a la experiencia:
“Y, del mismo modo, el esquema del saber, ya en su diseño, a medias previsible, admite dos centros, conjugados por la ironía: el centro del conocer, el centro del pensar; el centro de una lógica –patética de pura determinación–, el de una inteligencia –poética de pura libertad–. Gracias a lo cual puede el saber comprender y explicar realidades de la vida que la unidad del centro lógico no pudiera. Al estatuto de un saber así, hemos denominado nosotros ‘Doctrina de la Inteligencia’ en la acepción por donde la Inteligencia supera la estrechez de la Razón”110.
Pasamos a ver ahora, el desarrollo de la doctrina de la inteligencia:
Relativa autonomía positiva de la razón
En este enfoque de dualidad entre inteligencia y razón, no se trata tanto de una
diversidad de contenidos sino más bien de una dualidad de funciones inseparables para
la razón y la inteligencia.
Comencemos entonces con la relativa autonomía positiva de la razón desde la
dualidad inteligencia-razón.
La razón es el modo humano de conocer el mundo, de ordenarlo de forma
racional. Por esto, la inteligencia no aporta aquí ningún contenido ni afirmación propia.
Pero por otro lado, la inteligencia tiene una función fundamental que la sitúa a un nivel
más elevado y de orden totalmente distinto. La inteligencia permite la integración de
todo este conocimiento en la vida y economía propia del espíritu desde una perspectiva
superior.
“La razón es una fuerza a la vez intelectual y moral, un equilibrio en la total producción del espíritu, una plenitud de conocimiento que no desconoce ni rechaza los elementos
109 Martínez Carrasco, A (2011), p. 123. 110 d’Ors, E. (1997), p. 360.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 70
empíreos, sino que sabe ordenarlos y subordinarlos en ritmos noblemente intelectuales”111.
La razón y la inteligencia se ejercen en la filosofía y en la ciencia
respectivamente. Veamos cuál es la función que la filosofía realiza respecto a la ciencia:
hay una dualidad filosofía-ciencia y otra inteligencia-razón.
Es muy ilustrativo lo que expresó d’Ors en una entrevista con Frederic Lefévre: “Pronto tuve esta intuición de que la filosofía era una forma del saber desprovista de contenido propio y que debía adquirir su materia por todas partes, con afán de transformarlo, de convertirlo en substancia eterna, de convertir como tengo por costumbre decir, ‘la Anécdota en Categoría’112.
Y también en la siguiente glosa:
“He aquí la primera página de una ‘Medulla philosophica’, escrita a imitación de la ‘Medulla’ de Dom Butler sobre la regla de San Benito. ¿Qué voluntad deberá tener quien quiera hacerse filósofo? Debe animarle voluntad doble de encontrar la verdad y de no reposar en ella.
¿Dónde buscará la verdad quien quiera hacerse filósofo? Le buscará: En las cosas dadas; y su estudio entonces serán las ciencias. En las cosas vividas; y su estudio entonces será la vida misma. En las cosas jugadas; y su estudio entonces será el arte. En las cosas creadas; y su estudio entonces será la cultura. ¿Cómo buscará la verdad quien quiera hacerse filósofo? La buscará añadiendo a cada uno de estos órdenes de estudio las inquietudes que vienen de la presencia de los demás. Así, el investigador considerará las cosas dadas, no sólo como objetos de naturaleza, sino como experiencias vividas, es decir, representaciones: y como juego, es decir, materia de arte; y como productos del cambio y del fluir, es decir, como históricas. (La concepción entrópica del universo le ayudará.) Considerará el investigador las cosas vividas como dadas, es decir, materia de ciencia; y, a la vez, como jugadas y como creadas. Considerará el arte como cosa dada y vivida y creada, a la vez que jugada. Considerará la cultura como cosa dada y vivida y jugada, a la vez que creada”113.
Se reafirma entonces que la filosofía permite la integración de todo el
conocimiento en la vida y economía propia del espíritu desde una perspectiva superior.
111 d’Ors, E. (2003), p. 569. 112 Lefévre, F. (1931), pp. 1-2 113 d’Ors, E. (1921), pp.12-14.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
71
Seguimos con la relación entre filosofía y ciencia. Las funciones que la filosofía
realiza respecto a la ciencia aquí aparecen unificadas. Cuando d’Ors habla de la razón y
de la inteligencia, es claro que nos dice que al ámbito de la ciencia pertenece la razón
mientras que el de la filosofía es tarea de la inteligencia. Por lo que también hacemos
referencia a la dualidad razón-inteligencia.
Sabemos que el conocimiento científico se ha diversificado en disciplinas
particulares, según el objeto que estudian. Al darse esta disgregación del conocimiento
se ve la necesidad de que sea integrado en síntesis para poder hablar del conocimiento
del mundo. La ciencia no es integradora superior, esta función la hace la filosofía.
Veamos lo que dice d’Ors:
“Una intuición matriz del mundo, una concepción de los valores y su jerarquía, un fondo común de ideas que para ser complejo no tiene necesidad de ser anárquico; que puede ser múltiple, pero que se tiene que mantener siempre activo, siempre organizado, son únicamente quiénes pueden unir esfuerzos, antes dispersos, coordinar fines, imponer ampliamente una dirección, dar, en suma, a la masa colectiva sin eso insignificante e inerte, un sentido y una significación. Mientras más se divide el trabajo, más necesario es conservar el espíritu de síntesis. Su presencia fecunda inmediatamente todo estudio parcial. Su ausencia al contrario lo vacía lo abate”114.
En segundo lugar la filosofía tiene una función vivificadora, respecto del
conocimiento. La recopilación de conocimientos particulares no es incorporada a la
propia existencia. No es convertida en vivencia, y no es un conocimiento que alimente
la vida del espíritu. La función vivificadora hace posible esta acción, por ser la filosofía
una visión superior capaz de elevarse sobre la mera particularidad de lo conocido e
integrarlo en una unidad superior en una función integradora de la función sintética.
Una tercera función que se podría señalar a la filosofía respecto de la ciencia es
su función crítica. Esta tercera función tiene dos vertientes. En primer lugar mientras
que ninguna ciencia puede juzgar sobre los principios de otra ciencia particular, pues
tienen entre sí una relativa independencia y autonomía, la filosofía por ser una
perspectiva superior e integradora, rige y critica los principios de todas las demás
ciencias115. Pero en la segunda vertiente de esta dimensión crítica es en la que d’Ors
más insiste, la ironía, la relativización del valor y alcance de las fórmulas científicas.
114 d’Ors, E. (1916), p. 3. La traducción es nuestra. 115 Cfr. d’Ors, E. (1918), p. 103.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 72
Las ciencias particulares están en forma de escalera, cada una se apoya en la
otra, pero son independientes; mientras que la filosofía tiene estructura circular de la
que nada que cae sobre la mirada del espíritu puede quedar excluido.
Pasemos a la segunda vertiente de la función crítica, que es la ironía y que d’Ors
le da mucha importancia.
La exigencia racionalista y positivista le asigna carácter definitivo y absoluto a
las conclusiones concretas de la ciencia. La filosofía en cambio toma las conclusiones
de la ciencia en su verdadero carácter, como creaciones del espíritu que no tienen valor
absoluto ni definitivo.
Así la conciencia de esta relatividad permite tener ante las afirmaciones de la
razón una actitud de ironía. Siguiendo el esquema de la ‘Medulla Philosófica’ sobre la
función de la filosofía en relación a las ciencias. -“¿Qué signos distinguirán a la verdad encontrada así, cuando se la encuentre? La estructura de la verdad encontrada así será tan compleja, que esto mismo la situará en equilibrio inestable y no dejará que se convierta en la que los lógicos llaman ‘apodíctica’, o sea la que excluye hostilmente la afirmación contraria, sino que la dejará en ‘asertoria’, paciente y comprensiva de la contradicción. -“¿En qué actitud de espíritu colocará al investigador la posesión de esta verdad? Le colocará en una actitud de ironía”116.
La ironía constituye en una más perfecta síntesis: afirmación y negación que son
elementos simultáneos e inseparables, aunque con subordinación jerárquica de la
negación bajo la afirmación.
La relatividad de los productos científicos no significa decir que exista
menosprecio de las fórmulas concretas de la ciencia. La fórmula en la que el
conocimiento cristaliza, es un gran bien y un elemento imprescindible para que se pueda
hablar de conocimiento; sin abandonar la íntima libertad ante ella, la conciencia de su
relatividad.
La actitud de que las afirmaciones y conclusiones concretas de las ciencias son
absolutas, son necesariamente contradichas y rectificadas porque el espíritu creador
trasciende esas creaciones hacia otras más abarcantes. Esta conciencia de relatividad
tiene como consecuencia la sustitución del carácter apodíctico propio del dogmatismo
116 d’Ors, E. (1921), p. 4.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
73
cientificista por el carácter asertorio, que en cierto sentido hace ya presente la objeción
futura117.
“La fórmula conceptualmente tiránica, la fórmula sin matiz, la que se llama apodíctica, es inerte. Únicamente el pensamiento asertorio satisface, sin merma de un racional carácter, la exigencia vital”118.
“(…) la ironía pretende evitar considerar cualquier teoría o afirmación como algo definitivo y válido para siempre: aunque el hombre necesita de estas creaciones, continua e inevitablemente las va sustituyendo por otras nuevas. La Ironía es una defensa del espíritu como permanente productos que la razón crea. La Ironía se dirige a la libertad y la inagotable creatividad del espíritu”119.
A continuación, recurrimos a una glosa de d’Ors en la que se ve bien su
pensamiento sobre la ironía. El nombre de la glosa es Lord Kelvin, La vuelta al mundo
en siete minutos y un margen de ironía.
“Una gran fiesta reunía en Glasgow, un día del año 1896, a más de dos mil físicos y matemáticos que habían acudido de todo el mundo. Era el jubileo de William Thomson, ya elevado a nobleza, con el nombre de Lord Kelvin. Glorioso, amado, rico, habiendo cumplido, con tranquila seguridad en toda su vida, una obra vasta y fuerte, el sabio septuagenario sonreía a tantos discípulos y amigos. Éstos combinaron, por homenaje, un juego delicado. Sabido es que Lord Kelvin fue el creador de la telegrafía transatlántica Los amigos y los discípulos, pues redactaron, el día del jubileo, un mensaje de felicitación y confiaron un telegrama que, desde la misma Universidad de Glasgow, fue expedido a Terranova; de Terranova, a Nueva York; de allí, a Chicago; de Chicago, San Francisco; de allí, a Los Ángeles, Nueva Orleáns, de Washington volvió a Glasgow; y allí, otra vez en la misma Universidad, llegó a manos del maestro, siete minutos después de haber sido depositado. Una formidable salva de aplausos acogió la llegada. Lord Kelvin continuaba sonriendo… Alguien le habló entonces de sus antiguas teorías, que a tan hermosos resultados habían conducido, “Estas teorías – contestó el sabio- , ya no las admitiría hoy: he renunciado a ellas”, Y expuso ideas muy distintas, tan atrevidamente, que algunos de sus discípulos quedaron escandalizados. “Hubo como una consternación – ha contado Henri Poincaré, que estaba presente-, Sus discípulos no podían seguirle en la evolución. Eran menos jóvenes que él…Lord Kelvin sonreía siempre. Seguramente en su interior dejaba también, respecto de sus nuevas ideas, un margen de ironía”120
Cuando Lord Kelvin hace referencia a que las antiguas teorías ya no las
admitiría y expuso ideas distintas. Puede ser una forma de utilizar la ironía, haciendo
ver que la ciencia no es absoluta, tiene cierta inestabilidad, puede cambiar.
117 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2013), p. 205. 118 d’Ors, E. (1997), p. 48. 119 Martínez Carrasco, A. (2013), p. 205. 120 d’Ors, E. (1943), pp. 49-50.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 74
López Aranguren en La Filosofía de Eugenio d’Ors sobre la Ironía nos comenta
unas ideas del autor:
“D’Ors eliminaba el tiempo de la Metafísica, confía la síntesis a la Ironía, piensa que el tiempo tiene que ajustarse a la temporalidad. Ironía significa libertad del espíritu poética, posición de alteridad. Conversación de la fórmula frente a la anarquía romántica, pero, a la vez mantención de un margen de libertad que permita superarla y que, por de pronto, abriendo puertas y ventanas, la impide estabilizarse y que se petrifique en dogma o escolástica”121.
La ironía, nos ayuda a comprender y explicar las realidades de la vida que la
lógica no puede explicar por su estructura esquemática. La ironía nos eleva del conocer
al pensar, de la lógica a la inteligencia, permite una cierta “relatividad” “libertad” que
nos saca del razonamiento cerrado para entrar en el punto más alto que es la
inteligencia.
Leamos el siguiente párrafo de d’Ors:
“Y, del mismo modo, el esquema del saber, ya en su diseño, a medias previsible, admite dos centros, conjugados por la ironía: el centro del conocer, el centro del pensar; el centro de una lógica – patética de pura determinación- , el de una inteligencia – poética de pura libertad- . Gracias a lo cual puede el saber comprender y explicar realidades de la vida que la unidad del centro lógico no pudiera. Al estatuto de un saber así, hemos denominado nosotros “Doctrina de la Inteligencia” en la acepción por donde la Inteligencia supera la estrechez de la Razón”122.
La libertad ganada por la ironía, permite una revalorización y completa adhesión
a lo verdaderamente importante: los valores propios del espíritu.
“Es fundamental subrayar el carácter liberador que con la ironía, la filosofía introduce en la razón: La ciencia es un régimen celular impuesto por la razón. La filosofía, al revés, se alarga, inclusive, hasta el régimen de libertad condicionada”123.
Además nos dice d’Ors, que la teoría de la inteligencia está metida en la misma
vida, la inteligencia no puede excluirla. Luego señala que la dinámica es un dinamismo
de la vida en las que se encuentran el diálogo y la ironía:
“(…) una “teoría de la inteligencia” no es para d’Ors una simple teoría de la razón científica. Debe englobar además el drama de la vida, del que no puede prescindir. La
121 d’Ors, E. (1945), pp. 14-36. 122 d’Ors, E. (1997), p. 360. 123 d’Ors, E. (1946), p. 254.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
75
inteligencia así entendida, como síntesis de la razón y de vida –como Seny, dicho en catalán-, es según d’Ors, el órgano del conocimiento por antonomasia, y su dinámica no es la lógica del análisis científico, sino una Dialéctica que se sujeta a la doble exigencia socrática del diálogo y la ironía”124.
“D’Ors eliminaba el tiempo de la Metafísica, confía la síntesis a la Ironía, piensa que el tiempo tiene que ajustarse a la temporalidad. Ironía significa libertad del espíritu poética, posición de alteridad. Conversación de la fórmula frente a la anarquía romántica, pero, a la vez mantención de un margen de libertad que permita superarla y que, por de pronto, abriendo puertas y ventanas, la impide estabilizarse y que se petrifique en dogma o escolástica”125. Hemos expuesto la función crítica a la que d’Ors daba mucha importancia que es
la ironía. Regresemos entonces al tema de la dualidad de la razón y la inteligencia
ciencia y razón.
La inteligencia no supone un contenido diferente al conocimiento racional. Es
simplemente una visión o conciencia superior que añade a la razón un acento más
específico y un marco más amplio que le hace ganar inteligibilidad, más que diversidad
entre razón e inteligencia, esta última es clarificación, contrapeso y acumulación
complementaria. Sí podemos hablar de algunos peligros de la razón.
Veamos la inteligencia y la razón como dos procesos o disciplinas,
complementarias pero diversas.
“La filosofía se dirige más bien a suscitar la íntima convicción o persuasión de modo que la propia potencia creadora ilumine por sí misma y libremente la parte de la realidad a la que se dirige la argumentación. De ahí otro aspecto de carácter fundamentalmente dialógico del proceso filosófico, muy estrechamente unida al entusiasmo que provoca esta actividad creadora, colonizadora y enriquecedora de la inteligencia”126.
En este sentido la inteligencia nace del núcleo profundo de la potencia espiritual,
consiste en una colonización creadora de la realidad. Sus ideas y afirmaciones son
creadas, no son deducibles ni asimilables a un contenido previo, sino que suponen una
adquisición novedosa que enriquece al espíritu. Se rige por ley que es diferente a la
lógica y la razón. Tiene especificidad y contenido propio. Son contenidos irreducibles a
cualquier otra forma de conocimiento. Tiene que articularse en una unidad sistemática
124 d’Ors, E. (1998), p. 7. El texto pertenece a la introducción de Manuel Garrido. 125 d’Ors, E. (1945), pp. 14-36. 126 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 130.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 76
diferenciable y peculiar. El descubrir de la inteligencia es creador, con la razón sola no
habría conocimiento.
En cuanto a la razón, como proceso o disciplina tiene una labor defensiva, arma
que hace frente a la toxicidad que suponen para la conciencia las excitaciones de la
sensibilidad. La razón asimila las excitaciones mecánicamente a los esquemas
previamente adquiridos.
La razón hace una labor defensiva que se lleva a cabo cuando llegan a la razón
las excitaciones tóxicas, estas son sensibles y son transformadas en conceptos no
tóxicos, y le dan una inmunidad relativa. Esta inmunidad constituye la lógica, ya están
purificadas de los elementos sensibles: la Lógica es una inmunidad adquirida127.
“Lógica y razón están así mismo sometida a las leyes de que nos habla la ciencia, pero no como elementos invariables de la ciencia, sino como sus instrumentos. La idea de carácter instrumental de la razón, fue así, enérgicamente destacada por Eugenio d’Ors, el cual pareció orientarse en esta primera época hacia un biologismo y hacia un psicologismo contra lo cual acaba de disparar varios tiros mortales uno de los grandes filósofos de la época: Edmund Husserl”128.
D’Ors afirma: “La fórmula biológica de la lógica, es pues, la fórmula de la
inmunidad”129.
Por eso, si con la inteligencia se adquieren novedades, lo que la razón hace con
esas excitaciones es asimilarlas mecánicamente a los esquema ya previamente
adquiridos, de modo que al ser encajadas en los moldes de la razón pierdan su
toxicidad130. Por esta razón trabaja básicamente con sus propios contenidos y leyes.
En síntesis se trata de dos dinamismos distintos:
- Raciocinar de carácter analítico propio de la razón
- Y el descubrir de carácter creador, propio de la inteligencia
Con la razón sola no habría conocimiento, por la inteligencia adquiere la razón
su valor.
Ahora veamos la dualidad inteligencia y razón en cuanto a demostración. La
razón tiene demostración apodíctica, argumentación de lógico razonamiento. La
127 d’Ors, E. (1995), p. 129. 128 d’Ors, E. (1998), p. 14. Ensayo de José Ferrater Mora. 129 d’Ors, E. (1995), p. 109. 130 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 129.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
77
demostración filosófica suscita la íntima convicción de modo que la potencia creadora
ilumina por sí misma y libremente la parte de la realidad a la que se dirige la
argumentación carácter dialógico y colonizadora.
Después de haber visto la diversidad, demostración, y los procesos o disciplina,
pasemos a la primacía de la inteligencia sobre la razón.
La inteligencia es un órgano privilegiado de colonización creadora, por esto es
en ella que se revela y actúa en plenitud el orden, que es categoría suprema. La
inteligencia es la síntesis entre lo real y lo racional. Propio de la inteligencia es la
síntesis
La razón parte necesariamente de un nivel analítico y parcial a este nivel se
desarrolla la ciencia. No se construye el orden. La razón capta la necesidad. El error que
se comete es tomar la razón como el nivel supremo. Este error sucede en la filosofía
moderna, que cae en el inmanentismo de la conciencia subjetiva y separa la ciencia, la
ética y la estética, es auto fundamentalmente racional. Propio de la razón es el análisis.
Esta glosa puede ampliar, a través de un ejemplo, lo que es la Patética o
determinación. También se puede apreciar la función de la inteligencia en cuanto que
sobre la misma realidad de la ciencia sabe dar una luz más alta a la razón. La razón es
ciencia, la inteligencia es filosofía, es luz.
“Las cuatro reglas de Newton.
¡Contempla, Razón, que maravilla! Cuatro reglas, firmes y desnudas como los cuatro lados de un cuadrado y bellas como él. Son las cuatro reglas dadas por Isaac Newton a los estudios de la Física. ¿Entre los cuatro lados de este cuadrado cabe el Universo? Tal vez no. Pero siempre cabrá aquello que nos importa del Universo, aquello que no es, cuando lo encontramos, utilidad y dignidad,
¡Contempla Razón!”131…………
Después de haber nombrado las cuatro reglas en su glosa, sobre los fenómenos,
cualidad de los cuerpos, sobre la investigación. Al final concluye:
“Igualmente bellos, son dos frutos del espíritu humano: esto y el Partenón”132
131 d’Ors, E. (1943), p. 41. 132 d’Ors, E. (1943), p. 42.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 78
En el mismo libro, d’Ors escribe en la siguiente página, otra glosa, que se llama
Newton, aún. D’Ors explica como con el paso del tiempo, Newton ha adquirido una
nueva luz sobre la misma realidad, podríamos llamarla la Poética. Leamos:
“Ayer fue la desnuda razón. Hoy, escuchad. Entre la primera edición de los Principios matemáticos de filosofía natural y hoy han pasado veintisiete años. Newton tiene setenta y uno. Y ya no sabe, al publicar la obra, nuevamente dejar que termine como la primera vez. Ha añadido un párrafo nuevo. Este párrafo dice: La ordenación admirable del Sol, de los planetas y cometas, únicamente puede ser obra de un Ser todopoderoso e inteligente. Y, si cada estrella fija es el centro de un sistema semejante al nuestro, hay que decir que todo lleva el sello de un mismo designio, que todo se encuentra sometido a un ser solo y único. Que la luz que el Sol y las estrellas fijas se envían mutuamente, es de la misma naturaleza. Además, se ve que aquel que ha ordenado el Universo ha colocado las estrellas fijas a inmensa distancia unas de las otras, por miedo que una sobre las otras viniesen a caer, por la fuerza de su gravedad. Este Ser infinito lo gobierna todo, no como el alma del mundo, sino como el Señor de las cosas. Y a causa de esta soberanía y señoría, tenemos costumbre de llamar al Señor Pantocrátor, es decir, Autor y Señor de todas las cosas. Caminante: ¿Qué es lo que hasta nosotros sube de la cerrada cámara del matemático, del laboratorio en donde rebusca el físico? ¿Es un canto de órgano?”133.
Larazóncomodefecto
Así, para d’Ors, la razón hace traición a la realidad, esta traición, le lleva a su
autodestrucción, entonces este defecto de traicionar debe ser suprimido. Porque, al no
hacerlo, la razón en su proceso, no protege al verdadero conocimiento134.
La tendencia abstractiva de la razón acaba por abandonar en su ascensión
cognoscitiva toda cualidad particular o individualizadora absorbida por los sentidos para
concluir, según el justo seguimiento de las leyes lógicas, en una pura unidad abstracta, y
por eso, vacía. Esta preferencia de la razón tiene dos grandes consecuencias que la
sancionan inevitablemente. En primer lugar, en pura unidad se descarta toda posibilidad
de conocimiento y de ciencia, puesto que la razón, con este proceder, desaparece el
mundo y se queda sola consigo misma. Pero tiene además otra grave consecuencia: la
instrumentalización de toda realidad. Puesto que sólo la unidad pura se tiene como algo
real, lo individual será despojado de cualquier consideración, de cualquier dimensión
133 d’Ors, E. (1953), pp. 45-46. 134 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 137.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
79
sustantiva; será transformado en mera representación o impresión subjetiva sin valor
propio, sin ir más allá de su pura individualidad anecdótica. Este descrédito lo deja en
dispensa para ser considerado como simple fundamento sobre el que ejercer un dominio
utilitario: la tendencia a la abstracción y a la pura unidad tiene como reverso la
tendencia de la razón entendida como poder subjetivo de dominio instrumental y
anulación de lo individual en la realidad135.
Martínez Carrasco explica un poco más:
“En algunas ocasiones el defecto de la razón no se presenta tanto en su carácter destructor sino en su carácter, por decirlo así, abortivo. D’Ors insiste a menudo en el carácter gradual del conocimiento. Pero diversos grados, si bien los presenta unas veces como pasos necesarios y de valor positivo en sí mismos, otras, sin quizá negar rotundamente esto último, los presenta posibles y rechazables detenciones prematuras de la inteligencia en el camino del conocimiento que sólo se encuentra al final: por ejemplo, en una glosa caracteriza el nivel más bajo como dogmatismo, aristotelismo, positivismo o empírea, y no sería sino fruto de una lamentable insuficiencia o debilidad del pensamiento”136.
La inteligencia en cambio es un movimiento que nunca deja de operar sobre la
naturaleza desordenada y, lejos de retraerse, la reconoce en su dinamismo propio, bien
que subordinándola al espíritu; tiene como supuesto básico, en consecuencia, la
imposibilidad de una pura unidad total137.
“La pluralidad de los seres nos es impuesta desde el punto en que empezamos a hablar de la objetividad; ya que la misma noción de objetividad postula, por lo menos, una dualidad, la de sujeto con el objeto. Si hablamos del mundo exterior, de un mundo situado fuera de nosotros, es porque al menos postulamos la existencia de dos seres: nosotros y el mudo. La noción de objetividad, por tanto, excluye la unidad del todo. Y como lo de un mundo compuesto de esencias, es decir, de un mundo correspondiente a la pureza de los conceptos, lleva fatalmente según acabamos de ver, a la unidad del todo, se saca de ahí que la noción misma de objetividad inutiliza la tentativa de la concepción de una realidad exclusivamente formada por esencias, es decir, de una realidad en correspondencia con la pureza de nuestros conceptos. Habrá, pues, que considerar lo real como esencia-apariencia; es decir como idea. Y el saber legítimo sobre lo real, como saber inevitablemente abstracto-concreto o
135 Martínez Carrasco, A. (2011), p.138. 136 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 138. Se ha transcrito la nota 171 en la que Martínez Carrasco hace referencia a un texto de d’Ors recogido en Gnómica, p. 578: no lo cita textual, pero se refiere a “Un quadre sinòptic –amb perdó” del 26 de mayo de 1913. 137 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 138.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 80
sea –en diferentes grados de respectiva dosificación-, substancialmente filosófico”138.
Como antagonismo a la razón, el de la inteligencia es un conocimiento que se
ejercita sobre lo real tal como aparece en la sensibilidad no anulándolo para unificarlo,
sino elevándolo a su plenitud significativa, a su propia realidad. Por tanto la inteligencia
funciona siempre afirmando la multiplicidad, la individualidad de cada realidad, su
valor: es precisamente esta asunción significativa de lo individual al entrar en el ámbito
de la inteligencia, del espíritu, lo que permite otorgar una personalidad a cada realidad,
lo que la convierte en cierto sentido en un valor absoluto y, por tanto, no
instrumentalizable ni reductible al análisis139.
“Abominamos del hombre que consume todas las cosas en una continua, e irremediable instrumentalidad […] Mejor, mejor, cien veces aquel que gusta, en cada cosa del mundo, su propia –intransmisible substancia… es necesario completar a completar Kant. No solamente las personas son fines; también las cosas son fines; o si queréis, también las cosas son personas”140.
Exactamente por la superación de la pura individualidad que supone la
significación espiritual, sin llegar a lo abstracto vacío, por su carácter a la vez universal
y concreto o genérico e individual, cabe afirmar con un lenguaje en que d’Ors insiste en
sus escritos tardíos y que subraya ese carácter de personalización, que la inteligencia
conoce lo real como numen: como una realidad unitaria, viva y concreta, pero con
significado, como individuo elevado a categoría y valor incondicional que no se puede
violar.
Frente a la razón como poder instrumentalizador, la inteligencia se erige como
reconocimiento respetuoso del valor propio e inalienable de lo real. Por eso esta
perspectiva de nivel superior ha de estar mediada por un elemento esencial: el amor.
Pasemos ahora a lo que d’Ors señala como un tercer camino, que sigue siendo
razón, inteligencia, pero no discursiva, ni conceptual, abstracta sino “figurativa”,
formal, concreta, verdadera “intuición” que quiere decir visión intelectual.
138 d’Ors, E. (1997), p. 395. 139 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p.139. 140 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 139. Citamos la glosa de Eugenio d’Ors, Els fins i els instruments. La traducción es nuestra.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
81
Este es el pensamiento figurativo, tan trascendental en la filosofía de d’Ors, ya
que ahí encuentra la salvación o la solución al problema de la consonancia entre vida y
razón como dijimos anteriormente.
Martínez Carrasco nos dice:
“(…) en la geometría se integran en unidad lo puramente racional y las
dimensiones sensibles inaprehensibles por ella, la eternidad fija y precisa y la figura
todavía concreta y sensible. En esta postura sintética encuentra la posibilidad de otorgar
un valor racional a lo no abstracto. En la geometría la sensibilidad es configuradora del
conocimiento intelectual; en ella la mirada sensible es a la vez una mirada intelectual,
que capta y define la figura, en su esencialidad eterna y racional: en la geometría
constituida por figuras, la sensibilidad queda integrada en la inteligencia”141.
Rojo Pérez en el prólogo del libro de La ciencia de la Cultura de Eugenio d’Ors, nos
dice que el pensamiento figurativo es la forma de resolver el problema de la relación entre vida
y razón.
“El pensamiento figurativo comportaría un modo de conocer síntesis de la percepción y del concepto; capaz de percibir al mismo tiempo la individualidad y la esencia, la eternidad y la figura, lo concreto y lo abstracto, el fenómeno y el número, la doble riqueza de la razón y de la vida. Un modo de conocer intuitivo, por tanto, eidética y esencial, que, superando toda separación entre espíritu y forma, fondo y expresión, se manifestaría en “figuras”, “retratos”, “formas” “ideas”, una única y e idéntica cosa todo ello. Este pensamiento, lleva ya implícitamente en sí la “revolución kepleriana de la filosofía” que preconiza la sustitución de los principios de contradicción y razón suficiente- instrumentos, según d’Ors, al servicio del racionalismo, en la pretensión de encerrar la realidad en la cárcel estrecho determinismo conceptual”142.
En el libro La filosofía de Eugenio d’Ors de López Aranguren, nos habla del
pensamiento figurativo, en el enfoque de d’Ors:
“La filosofía es visión y dibujos, saber mirar y saber dar forma a lo visto, configurarlo, dibujarlo. D’Ors luchó contra la excesiva abstracción racional que nos ha hecho olvidar “el arte de mirar”, la evidencia que es vivencia, el genio de la pura presentación, ojos que no ven, razón que no se nutre”. “Porque el ver no resulta tan fácil negocio como la gente se imagina; que también el buen ver exige una disciplina propedéutica rigurosa. No se comprende sin ver, pero tampoco se alcanza visión sin comprensión. Tarea tanto intelectual como sensorial que exige mucha visión propiamente dicha y no menos previsión”143 .
141 Martínez Carrasco, A. (2011), p.174. 142 d’Ors, E. (1964), p. 10. Corresponde al Prólogo de E. Rojo Pérez. 143 d’Ors, E. (2009), p. 31.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 82
“Las figuras son idealidades concretas, individuos que asumen un contenido específico”144.
“Acordémonos de lo que hemos descubierto, al fin: que, cuando decimos ‘ideas’, decimos igualmente ‘palabras’. Sin forma no hay idea. La forma decide. El exterior decide. La actitud decide (…) cuando nosotros hablamos de percepciones, entendemos percepción de figuras; cuando conceptos, concebimos figuras también. Nuestra intuición es figurativa; nuestra abstracción sigue siéndolo, como lo es la de los geómetras y no como intentan serlo da de los analistas”145.
La percepción está ligada íntimamente al pensamiento figurativo, pasemos a este
tema.
Percepción
La percepción es una forma de conocimiento significativo, la percepción tiene
una dosis de pasividad, recibe la información del mundo exterior a través de los
sentidos. Veamos la visión de d’Ors:
“Unidas a la forma de conocer están las percepciones que, son aquellas instancias donde, aparentemente, se presenta en mayor dosis la pasividad. Un objeto cualquiera se coloca ante nuestros ojos; éstos perciben el objeto. Aquí encontraremos un conflicto entre Potencia y Resistencia. Aquí habrá intervención de la creación. Este conocimiento será de alguna manera pensamiento”146.
“Los ojos perciben el objeto. “La visión, en realidad, no individualiza, ella abarca, con el objeto, otros objetos: abarca un verdadero paisaje, dentro del cual es imposible ceñir por un contorno un objeto individual. La misma visión prescinde de las otras cosas, y se dice he visto tal objeto, escuchado tal música etc.”147. “Solamente podemos llegar a la percepción de un objeto mediante un proceso de abstracción que elimina cierto número de elementos de un paisaje, que escoge otros en relación a una unidad. Esta unidad necesita un punto de referencia, y es dado previamente. Es imposible ver sin abstraer”148.
“El objeto en puridad, ha necesitado ser creado antes que visto”149.
144 d’Ors, E. (1997), p. 180. 145 d’Ors, E. (1997), p. 180 146 d’Ors, E. (1997), p. 121. 147 d’Ors, E. (1997), p. 121. 148 d’Ors, E. (1997), p. 122. 149 d’Ors, E. (1997), p. 122.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
83
“En lo que nos rodea existe potencias autónomas, de las cuales nuestra acción puede esperar, en vez de sumisiones, respuestas colaboradoras que hagan de esas fuentes de energía aliadas nuestras. Percibido todo esto a una intuición única, la existencia de objetos a los cuales llamamos prójimos empieza a delinearse en nuestra mente. Para nuestra actividad cognoscitiva, el recogimiento de la intuición del prójimo significa una puerta por la cual, si no un asegurado descenso todavía, ya se abre una vertiente de nuestro conocimiento al mundo de la objetividad”150. “La projimidad –la cultura– tiene todavía en el ‘yo’ su centro, pero no ya su escenario”151.
“Considera que, por la cultura, las sensaciones, imágenes intuiciones, nos sobreviven y adquieren existencia fuera del yo; pueden ser ilusiones comunes. Esto señalaría una zona intermedia entre la subjetividad y la objetividad”152.
“(…) El prójimo no reacciona únicamente con reacciones observables sensualmente a las situaciones o a los estímulos en que le coloca nuestra experiencia: reacciona con palabras, es decir, con algo que no sólo ha entrado ya en la región de lo conceptual sino más allá, en la región de lo ideal (…)”153. “Estas palabras, crean por sí mismas un objeto, algo con independencia más persistente, con autonomía de existencia, que un gesto, un semblante u otra modificación corporal. El conjunto de tales palabras constituyen un mundo, local, por lo menos, en el ámbito en que se habla un mismo lenguaje; pero además cultural, general, inevitablemente por el hecho de la existencia, dígase lo que se diga, de un lenguaje común, usado a la vez por todos los pueblos y naciones”154. “Todo esto pesa sobre las mentes humanas y las determina; el lugar común expresa esta determinación. Pero a la vez pesa sobre la realidad extrínseca, la transforma, le da sentido”155.
D’Ors traza un itinerario –así lo dice en su libro El secreto de la filosofía– desde
la captación de las percepciones completas hasta el logro del concepto abstracto. Lo
expresa en cinco pasos, nos dice:
“1. Dado que un equilibrio inestable caracteriza la materia viva –equilibrio más precario aun en las células cuya indeterminación funcional da lugar a la conciencia–, las excitaciones producidas en un ser vivo y consciente, por las dificultades vitales, que nacen de la situación de inferioridad con relación al medio, son, en sí mismas, tóxicas para el individuo”156.
150 d’Ors, E. (1997), p. 123. 151 d’Ors, E. (1997), pp. 123-124. 152 d’Ors, E. (1997), p. 123. 153 d’Ors, E. (1997), p. 124. 154 d’Ors, E. (1997), p. 124. 155 d’Ors, E. (1997), p. 124. 156 d’Ors, E. (1997), p. 142.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 84
“2. La inocuidad de las excitaciones que son, históricamente, las primeras, se explican por el estado, aun rudimentario, de la conciencia”157.
Siguiendo la misma línea, la inactividad que tienen esas excitaciones en el
sujeto, se dan por ser las primeras experiencias o percepciones de un objeto o fenómeno
en la cual el sujeto no tiene conciencia de lo que sucede, tal vez sí tiene emoción o
toxicidad, pero con un estado primitivo de conciencia del fenómeno.
“3. El desenvolvimiento de la conciencia exige un sistema de defensa específica. Esta defensa se obtiene por la intervención de una diastasa, que recibe psicológicamente el nombre de razón”158.
La conciencia poco a poco va recibiendo las excitaciones provocadas por las
percepciones, pero ésta necesita la ayuda de una inmunidad que en este caso es la razón.
La razón tiene una acción de defensa.
“4. Las excitaciones tóxicas transformadas por la razón en conceptos no tóxicos, confieren al individuo una inmunidad relativa ante nuevas conmociones. Esta inmunidad constituye la lógica”159.
Los conceptos no tóxicos, le dan al ser humano una nueva inmunidad, de aquí es
donde nace la lógica que es una inmunidad adquirida.
“5. La lógica es una inmunidad adquirida”160.
Y explica Martínez Carrasco:
“Todo tipo de conocimiento incorpora necesariamente elementos abstractos y elementos empíricos; por ello son imposibles tanto un conocimiento puramente abstracto o universal, como puramente empírico o concreto. En este sentido cabe decir que el conocimiento se compone en último término de dos mecanismos, la abstracción y la empírea, de cuya ineludible dialéctica surgen los diversos y concretos modos cognoscitivos”161.
Cierro este con una glosa de nuestro autor:
“He renovado un sacrificio ya cumplido al primer día del año último. Un artículo, escrito con larga fatiga, ha sido inmolado. Le prendía fuero con un fósforo, y fuego y humareda volaban lejos de la ventana. –Este suave invierno de que gozamos permite abrir las ventanas de par en par.
157 d’Ors, E. (1997), p. 142. 158 d’Ors, E. (1997), p. 142. 159 d’Ors, E. (1997), p. 142. 160 d’Ors, E. (1997), p. 142. 161 Martínez Carrasco, A. (2013), p. 209.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
85
El sacrificio es ley de la expresión: tanto como vivir es expresar, sacrificar es vivir.
- Compañeros, remembrad vuestra vida. Veréis como cada día que ha avanzado ella se encuentra marcada por un poco de renunciamiento.
- ¿Qué es meditar? Meditar es sacrificar una porción de sensaciones a un pensamiento
- ¿Qué es hablar? Es sacrificar una porción de pensamientos a otro.
- ¿Qué es poesía? Es sacrificar una porción de palabras a una palabra- en la cual se halla representado, además del valor propio, el de todas las otras palabras no dichas.
Héroe, que la mitad de tu vida se acrezca y llene de méritos con el sacrificio de la otra mitad. Si son tres corderos los que te da la oveja, coloca al uno sobre un ara y quémalo, en honor de los dioses.
No pienses que cumplías lo mismo y con más entendimiento y provecho dando un cordero a comer a los pobres, en lugar de sacrificarlo. La utilidad entonces caería sobre los pobres, y sobre ti mismo, porque habrías dado limosna; pero sobre los demás corderos. Si quieres para éstos la bendición, aniquila uno.
Y esta bendición es el provecho y no debes buscar otro. Y en cuanto a la Inteligencia (Seny), sacrílegamente se equivocan los que la identifican con previsión y cálculo. Que la Inteligencia (Seny) es por definición, la armonía de los contrarios. Y si en ella se encuentra una parte de trabajo, también se encuentra una parte de juego. Y si en ella entra un poco de cálculo, también ha de entrar un grano de sal de locura”162.
Habiendo presentado ya la Teoría de la inteligencia y sus relaciones con otras
instancias: percepción, lógica, razón e inteligencia, podemos pasar ahora a ver el tema
del diálogo.
Eugenio d’Ors afirma que el pensamiento es diálogo. Lo veremos a
continuación.
2. 2. 4. Dialéctica y Diálogo
En la introducción mencionamos el Novissimum Organum, que es el modo
propio de hacer filosofía, creado por d’Ors.
A Eugenio d’Ors, fundador de un nuevo intelectualismo, no podía agradarle la
antigua Lógica dogmática y cerrada, del racionalismo pre-kantiano, o con mayor
precisión, pre-hegeliano. La filosofía debe ser un camino constante, un progreso
continuado o, como diría Humboldt del lenguaje, no un ergon, sino una energeia.
162 d’Ors, E. (1995), pp. 172-173.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 86
López Aranguren se pregunta cómo logra d’Ors esta “vivacidad” filosófica, y
responde que lo hace mediante dos procedimientos: el diálogo y la ironía.
Para d’Ors, el pensamiento es diálogo: diálogo de una filosofía con otra, de un
hombre con otro y, en último término, diálogo interior de la consciencia con la super-
consciencia, con el ángel. D’Ors afirma de sí mismo que sólo piensa cuando habla o
escribe; pensar es siempre pensar-con-alguien (diálogo) y también pensar-con-algo
(palabras, dibujos, etc.); en cambio, el silencio y la soledad sólo pueden producir, en el
mejor de los casos, “larvas” de pensamiento163.
Las anteriores ideas de d’Ors, publicadas en el diario ABC, son muy semejantes
a las que años después escribió en El secreto de la filosofía:
“Lo que se subraya aquí es la dinámica esencial de la actitud mental creadora; aquella necesidad de un acompañamiento armónico contradictorio, sin el cual la inteligencia no podría avanzar un paso en su andadura. Por esto, una grave desconfianza ha de movernos siempre contra toda filosofía que se traduzca ásperamente a monólogos, que sea o finja engendrada en la soledad de una mente y como producto de lo que se llama ‘meditación’. Atrevidamente llegaríamos a negar que jamás hubiese existido un pensamiento, y menos que nada un pensamiento filosófico, que no haya sido escrito o hablado”164.
Así, el pensamiento orsiano no es lógico, en el sentido de que no es una cuestión
del puro Logos, sino que es dialógico y poético, es decir, perteneciente al sentido, a la
potencia, siempre en acto de pensar.
Es en este sentido que aparece la otra noción, Ironía, que significa libertad de
espíritu, poética, posición de alteridad165.
López Aranguren afirma que no hay que buscar la fecha de aparición de la
Dialéctica orsiana y su doctrina del pensamiento figurativo, que brevemente acabamos
de señalar, ya que son consustanciales a un modo espiritual de ser: la propia mente de
Eugenio d’Ors es “dialogo” y es “figura”. Esas verdades no tuvo que buscarlas en
ninguna parte, sino que estaban ya en su interior y, cuando él se conoció, las conoció del
todo166.
La Ironía la vimos más cuando hablamos de la Inteligencia o Seny. Salió aquí de
nuevo, como una manifestación más de que los grandes temas de d’Ors van apareciendo
siempre entrelazados.
163 Cfr. d’Ors, E. (1923), pp. 3-4. 164 d’Ors, E. (1997), p. 49. 165 Cfr. López Aranguren, J. L. (1945), pp. 15-20. 166 Cfr. López Aranguren, J. L. (1945), p. 15.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
87
Podemos ver ahora algunos textos de d’Ors en los que expresa esas ideas. Son
todos del último apartado de la lección primera de El secreto de la filosofía, que se titula
precisamente El Diálogo:
“El diálogo es la fuente filosófica por excelencia. Dialéctica y diálogo, ya emparentados estrechamente por la etimología, se enlazan más estrechamente aún en la profunda realidad de las cosas”167.
En cuanto a cómo se genera el diálogo, d’Ors dice:
“Diálogo hay cuando, de cualquier manera, el autor toma en cuenta el pensamiento ajeno y lo incorpora al propio, o bien establece entre ellos un modo, sea como fuere, de oposición o contraste. Diálogo hay en la referencia, en la alusión, en la cita, en la historia del tema, en la relación del texto, en la discusión, en la refutación. Diálogo hay cuando, en un libro, por ejemplo, aquel que establece una tesis y la sustenta, prevé las objeciones posibles y anticipadamente mide su alcance, quita su fuerza, extirpa su intención, destruye o reduce su eficacia”168.
Y por lo que se refiere más en concreto aún al ámbito académico, continúa
diciendo algo de mucho interés, ya que menciona cuál es la esencia del diálogo:
“Formas de amplio diálogo existen, igualmente, en toda las instituciones de vivir científico universal: en la erudición, que analiza insistentemente las opiniones antiguas; en la información, que rápidamente comunica las recientes; no hay que decir si en todo congreso o academia. Pero no es sólo que el pensamiento necesite del diálogo, sino que es, en esencia, el mismo diálogo. Y la diversidad de las opiniones, que al principio se nos había presentado como un obstáculo, podemos verla ahora, al revés, como una condición”169.
Esa conjunción entre pensar y hablar o escribir, que mencionamos al principio
de este apartado y ahora hemos leído en ese texto de d’Ors, nos lleva como de la mano
al siguiente sub apartado: el lenguaje.
167 d’Ors, E. (1997), pp. 49-50. 168 d’Ors, E. (1997), p. 50. 169 d’Ors, E. (1997), p. 50.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 88
Lenguaje
Desde el inicio de la vida humana se da el diálogo, interno y externo. Como
dijimos en el tema del diálogo, que el pensamiento es el mismo diálogo. Depende con
“quién” se dialogue, así será el lenguaje.
Siempre en El secreto de la filosofía, continúa Eugenio d’Ors hablando de El
contenido de la filosofía y allí, lógicamente habla de las palabras con las que ese
contenido se expresa:
“Cuando se dice, por consiguiente, que la Filosofía se compone de palabras, no se viene a indicar que se componga de palabras así como se compone la ciencia o, mejor dicho, la traducción oral de la ciencia. En ésta, las palabras son signos, por los cuales es expresado el pensamiento. Mientras que, en la Filosofía, el pensamiento mismo encarna y se desarrolla en la expresión. No son los conceptos los que entran en la composición de la Filosofía, sino las palabras, en las cuales se implica, según se hace en los conceptos, una generalidad; pero igualmente, como en las cosas reales, una concreción”170.
D’Ors, expresamente sobre el lenguaje, afirma:
“(…) lo que mueve a los hombres a exaltación respecto del lenguaje, es la correspondencia estrechísima, que en el mismo encuentra o adivina respecto a lo real; tan estrecha, que hasta su empleo obtiene sobre lo real una virtud de eficacia, conductible, no sólo a los extremos de la apropiación, sino a los de la creación”171. “Bien pertenezcan al lenguaje oral, bien al escrito, las palabras humanas son objetos materiales, trazos o sonidos enlazados hasta componer cada una de ellas. Las del lenguaje oral caen sobre la jurisdicción del oído; las del lenguaje escrito, de la vista. (…) Además entre lo auditivo y visual puede haber intercambio”172.
Y dentro de los elementos que componen el lenguaje, podemos distinguir con
d’Ors la entidad material, que ya mencionamos en el párrafo anterior, y la entidad
nocional, que es la que pertenece a un concepto y encierra una significación, es decir, se
refiere a su definición173.
Las palabras de d’Ors al respecto, son las siguientes:
“El significado es la síntesis de aquello mismo en que la definición es el análisis. Los diccionarios llaman ‘acepciones’ de una misma palabra, no lo son, conceptualmente, o bien se trata de palabras distintas, o bien de la trasformación de la palabra en figura; que por algo se llama, al resultado de esta transformación, ‘lenguaje figurativo’. Para que
170 d’Ors, E. (1997), p. 54. 171 d’Ors, E. (1997), p. 56. 172 d’Ors, E. (1997), p. 56. 173 Cfr. d’Ors, E. (1997), p. 59.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
89
sea justificado el decir que una misma palabra tiene varias acepciones, hay que olvidar, para dicha palabra, las exigencias conceptuales anteriores y emplear un recurso a la noción de “sentido” y aquí, de la expresión, también usual: sentido figurado”174
D’Ors sostiene que hay en cada palabra un germen, unas posibilidades, un
movimiento. Hay un impulso de pensamiento, una potencia activa de enlace, fuente de
metáforas y de figuras. Hay igualmente una herencia, una impregnación en relentes allí
acumulados, de cada vez que la palabra ha servido, sobre todo si ha servido al genio.
Hay por fin una fuerza de proliferación, a veces poética, otras veces heroica, etc., que
nuestra mente puede captar. Toda palabra pues, tiene, de una parte, una forma; de otra
parte, un significado; de otra parte, y es lo más misterioso de ella, un sentido. Y la más
profunda, la más valedera de las comprensiones de un vocablo será aquella que penetre
el secreto de su sentido175.
Ponemos algunos textos de d’Ors para ilustrar estas ideas y terminar así lo que
queríamos mencionar sobre el lenguaje:
“(…) no dejamos de reconocer la diferencia entre el significado de las palabras, que las deja en el marco de una definición conceptual, y su sentido, que las pasea, por decirlo así, a través de un ilimitado camino de acepciones. La delimitación, tan útil a lo aforístico, tiene mucho de perjudicial en lo heurístico”176. “(…) las palabras no son resultado, algo que se guarda en la inercia del reposo, sino una energía, una creación continuada, un movimiento productor de realidad”177. “Toda palabra, pues tiene, de una parte, una forma; de otra parte, un significado; de otra parte, y es lo más misterioso de ellas, un sentido”178. “Hay unos versos admirables del poeta valenciano Ausias March. En ellos describe (mejor dicho, hace comparecer) a la mujer amada. ‘Bella, con gran gesto (de ella dice), llevando a su espíritu tan anchamente, que no lo lleva prisionero’… En esa extensión de lo vivo más allá de lo inerte, hay el secreto de muchas cosas. Por ahí llegaron a aprender los filólogos que una cosa es el ‘significado’ de una palabra y otra ‘su sentido’ ”179.
Pasamos ahora a las últimas nociones, que hemos encerrado bajo el título
Ontología morfológica.
174 d’Ors, E. (1997), p. 59. 175 d’Ors, E. (1997), p. 60. 176 d’Ors, E. (1997), p. 75. 177 d’Ors, E. (1997), p. 67. 178 d’Ors, E. (1997), p. 60. 179 d’Ors, E. (1997), p. 431.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 90
2. 3. Ontología morfológica
Hemos visto que, para d’Ors, la inteligencia es capaz de abarcar lo real porque
es capaz de ceñirlo a figuras o formas inteligibles fijas. Pero esta formalidad no es algo
impuesto sobre la realidad sino que la propia realidad se expresa y estructura según
formas. Se podría hablar, por tanto, de una ontología morfológica, en correspondencia
con una razón también morfológica: una ontología en la que las verdaderas realidades
esenciales son, en última instancia, formas reales inteligibles180.
El centro y fuente de esta estructura de inteligibilidad metafísica, el espíritu
humano, es una fuerza constitutivamente formalizadora y creadora de las dimensiones
formales de lo real. Veremos que en la teoría del espíritu o yo originario, considerado en
sí mismo, la ontología morfológica de d’Ors y, en general, toda su filosofía, alcanza su
culminación.
2. 3. 1. Forma, corriente y figura
Con las nociones vistas hasta ahora, ya tenemos los elementos necesarios para
adentrarnos en este apartado, pero antes de pasar al estudio de las nociones de forma,
corriente y figura, podemos ver un momento qué significa la Morfología para Eugenio
d’Ors. Lo haremos siguiendo las palabras de dos buenos conocedores del pensamiento
orsiano:
Morfología en general
“De ahí que lo que revela el sentido de lo real sea en última instancia su estructura morfológica, el esquema formal que permite comprender una multiplicidad de realidades concretas como una unidad de significado metafísico”181.
Morfología de la Cultura
“Etimológicamente el término Morfología proviene de los términos griegos, forma, figura, disciplina, tratado. Eugenio d’Ors acuña un término propio al formar la expresión ‘Morfología de la Cultura’. Ya en 1928 indica en la introducción de su libro Las ideas y las formas, que los temas de Morfología de la Cultura han de venir en el cuerpo de este libro. De su obra póstuma La Ciencia de la Cultura, publicada en 1964,
180 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 187. 181 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 248.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
91
se dedica a una porción sustancial a explorar la morfología de la Cultura, que es, en sustancia una filosofía de la historia”182.
Explicaremos ahora un poco más, qué entiende d’Ors por Morfología de la
Cultura:
“Parte de la base de que tanto en los productos de la naturaleza como en los productos del espíritu se dan ciertas formas o concreciones regidas no por el concepto de cantidad ni de calidad, sino por el concepto de orden o disposición. Este esquema formal se repite en ambos dominios: el de la naturaleza y del espíritu. Por ejemplo, la espiral o voluta se encuentra en el molusco, en la viruta que el cepillo arranca a la madera, en la huella dejada por la lava en el cráter del volcán (formas de la naturaleza), pero también se encuentra en una fórmula de cortesía, un principio matemático, un giro del lenguaje, una melodía musical, la estructura de un cuadro e incluso en una forma política (formas del espíritu). Su teoría se basa en la posibilidad de la existencia de amplias síntesis en la relación existente entre formas de la naturaleza y formas del espíritu”183.
Hemos querido al menos mencionar lo anterior, ya que el tema de la Morfología
de la Cultura se dejará para un segundo trabajo, pues abarcarlo ahora supondría
adentrarse en el desarrollo de la Geometría sensible, la Arquitectura, la Historia de la
Geografía y el Arte, cuestiones importantes pero que por ahora no constituyen nuestro
tema central.
Pasamos pues, a las nociones de forma, corriente y figura.
Martínez Carrasco afirma que, para d’Ors, lo que revela el sentido de lo real es
en última instancia su estructura morfológica, el esquema formal que permite
comprender una multiplicidad de realidades concretas como una unidad de significado
metafísico. Ese significado no se deriva de la realidad como algo absolutamente
independiente del espíritu, porque una realidad tal carece de todo significado por
carecer de toda forma, de toda inteligibilidad: la forma, la inteligibilidad es irradiación
del espíritu. La dimensión significativa y, por tanto, metafísica de la realidad radican así
en su incorporación al mundo del espíritu, al mundo de la cultura en sentido amplio184.
Nada de la realidad puede estar falto de forma, pero a esto hay que añadir que
toda forma no puede estar tampoco falta de un fondo.
D’Ors afirma que “es pecado considerar forma y fondo como dos cosas distintas.
Forma quiere decir espíritu, como contraposición a materia”185.
182 Cfr. Suelto de Sáenz, P. (1969), p. 17. 183 Suelto de Sáenz, P. (1969), pp. 17-18. 184 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 248. 185 d’Ors, E. (1941), p. 446. Las dos frases pertenecen a Escriptures, 18-I-1911.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 92
Y Martínez Carrasco explica que fondo y forma son verdaderamente
inseparables, forman una sola realidad; o mejor dicho, en cualquier realidad estos dos
aspectos son esencialmente indiscernibles186: la forma es una verdad esencial, pero
supone en la realidad una síntesis de forma y fondo.
“El carácter esencial de las dimensiones formales supone, por su parte, la síntesis radical de forma y fondo, de interioridad y exterioridad: lo que una realidad es en su dimensión más profunda y constitutiva es inseparable de los aspectos formales o externos en que ello se revela, en que esto aparece en su configuración propia”187.
En la realidad, no encontraremos una forma sin fondo, una interioridad sin
exterioridad. D’Ors profundiza en estas dimensiones aplicándolas a todas las realidades
del mundo, señalando que no se puede olvidar que el espíritu, como se decía
anteriormente, es una realidad formalizante. En este sentido veamos qué nos comenta
Martínez Carrasco acerca de la profundización y aplicación que hace d’Ors sobre la
síntesis figura-fondo:
“amplía esta postura a todas las dimensiones de la vida del espíritu, que se realiza plenamente en el ámbito de la exterioridad formal, que, en última instancia, es donde se expresa el significado y fondo de la realidad”188.
Es apreciable ver la revaloración de lo formal normalizado en el espacio de la
cultura y lo social, zona más adecuada de la vida del espíritu, frente a las preferencias
individualistas románticas.
D’Ors dice:
“También la Cultura tiene sus elementos formales y litúrgicos, socializados y estandarizados, que la vanidad individualista desdeña, o finge desdeñar, pero sin los cuales nos perderíamos en lo impreciso y, como último resultado en lo estéril”189. En definitiva, sólo la unidad de forma y fondo, o mejor dicho, la asunción del
fondo por la forma, expresa la realidad esencial última. La interioridad se expresa
necesariamente en la exterioridad formal.
En palabras de Eugenio d’Ors:
“No hay que pensar, por tanto, en pura exterioridad vacía sin íntima realidad: cuando hablamos de forma pensamos en un cuerpo no en un traje”190.
186 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 189. 187 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 189. 188 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 190. 189 d’Ors, E. (1999), p. 27.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
93
Siguiendo con la forma, d’Ors toca el tema del contorno:
“La forma decide. El exterior decide. La actitud decide. La eternidad de las cosas es su forma, precisamente: lo más espiritual de los seres es su contorno puro”191.
En La ciencia de la cultura, d’Ors habla sobre los límites de cada cosa, las cosas
del mundo no son informes, tienen límite, los límites son los que marcan el contorno de
las cosas del mundo. Dice así:
“Tengo dicho alguna vez que, en todo orden de cosas, nuestra riqueza principal viene constituida por el conocimiento de nuestros límites. Nada nos ayuda tanto a saber lo que somos como el saber lo que no somos; nada, al conocimiento de un objeto, como el averiguar lo que el objeto no puede ser. A fuerza de topar con el mundo exterior, adquiere el niño la noción de su propia existencia: y hay algo más primario aún que el famoso “pienso, luego existo” y es un “Tropiezo, luego existo” […]. Por modo tal, el contorno sobre condicionar el espíritu, le define: eso sí, apurada sobre el tema la reflexión, no resulta que el contorno de una realidad cualquiera es su mismo espíritu”192.
Por su parte, Martínez Carrasco afirma que los límites son los que marcan el
contorno y delimitan la especificidad de las cosas, los que le dan forma. Estos son el
principio constitutivo de cada realidad y los que evitan la indistinción o unidad amorfa
de lo real193.
Hemos hablado sobre cómo todas las cosas reales, naturales, fabricadas y el
hombre mismo tienen límite propio, y como este límite marca el contorno. Esto permite
la distinción entre las diferentes realidades en el mundo.
Esta limitación formal, no es absoluta fijación inmóvil, porque en la realidad
percibimos el movimiento. Estas formas reales a las que hemos hecho alusión, son
formas flexibles, en las que la determinada definición del contorno no elimina su
dinamismo.
La precisión de los límites está acompañada marginalmente por una cierta
indefinición y trascendencia. La formalidad verdadera admite la estructura y por otro
lado el movimiento. D’Ors, en El Secreto de la filosofía expresa lo siguiente:
190 d’Ors, E. (1947), p. 141. Nota en el libro de Martínez Carrasco, Espíritu, inteligencia y forma. El pensamiento filosófico de Eugenio d’Ors, p. 191. 191 d’Ors, E. (1947), p. 180. Nota en el libro de Martínez Carrasco, Espíritu, inteligencia y forma. El pensamiento filosófico de Eugenio d’Ors, p. 191. 192 d’Ors, E. (1964), p. 60. 193 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 192.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 94
“Muévese la estatua de mármol, siquiera en el vibrar de la luz. Estabiliza, en cambio, a la carne la rigidez del esqueleto […] La Inteligencia, en las ideas, capta a un tiempo el ser y el existir”194.
Hasta aquí hemos tocado el tema de la forma como una verdad esencial. Vimos
como la forma tiene límite y como el límite marca el contorno, pero estas dimensiones
parece que no pelean con el movimiento. Las formas reales son formas flexibles.
D’Ors, según nos señala Martínez Carrasco, ve con preocupación el hecho de
conciliar la formalidad eterna y la dinamicidad. En la dualidad entre cambio y devenir y
fija estabilidad, d’Ors dice que la verdadera realidad es la forma estable y fija y no el
incesante y amorfo devenir que da a toda forma un carácter puramente contingente.
En los libros Gnómica y Filósofos sin sistema, d’Ors señala la solución del
problema de conciliar el cambio y devenir y fija estabilidad:
“Precisamente esta primacía metafísica de la forma es lo que permite sostener una visión pluralista del mundo, otorgar una verdadera individualidad objetiva y permanente a cada realidad; esta individualidad queda panteísticamente disuelta en las concepciones donde la primacía la tiene el devenir, que desdibuja y disuelve toda diferencia última. Por eso también la síntesis entre las diversas figuras no se realiza por sucesiva evolución histórica, sino por sinopsis jerárquica”195.
La formalidad evidente y fundamental de la realidad no invalida el movimiento
de la vida. Aunque la forma es una dimensión que trasciende sobre la temporalidad o
contingencia anecdótica para alcanzar el nivel de la eternidad categórica, esta
trascendencia sobre el tiempo, no implica, sin embargo, llegar a un concepto puramente
estático: el tiempo no es el único modo de movimiento, es tan solo el propio de la
dimensión anecdótica, y la eternidad no excluye su dinamismo ideal, será un dinamismo
sometido a forma. De hecho d’Ors subraya este sometimiento del movimiento a la
forma incluso en el mundo físico, lo que le permite superar la imposición.
2. 3. 2. El yo
Con el mismo ejemplo del leñador, d’Ors explica paso a paso el concepto de yo.
Da una definición por negación, atendamos a lo que nos dice:
194 d’Ors, E. (1997), p. 442. 195 Cfr. d’Ors, E. (1941), p.132.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
95
“Procuremos ahora inquirir los límites de ambas entidades. Empecemos observando que la distinción entre la Potencia y la Resistencia, tal como al principio se presenta al Hombre que Trabaja y que Juega –al leñador de nuestra glosa anterior, por ejemplo-, es burda y, aunque profundamente verdadera, poco exacta en sus límites. –El leñador ha dicho: Por una parte, yo, mis deseos, mi habilidad, mi vigor, mi mano, mi hacha. Y ya al decir esto, el mismo lenguaje le obliga a una distinción entre el primer término y los que le siguen. Pronto puede notarse una diferencia entre el primer término ‘yo’ sin adjetivo, y los otros, distinguidos con el adjetivo de propiedad, que les coloca en relación con el término absoluto primitivo. –Mis deseos… Mi brazo. He aquí unos adjetivos paradójicos. El sólo hecho de agregarse al nombre de la cosa, indica ya, en comparación con el ‘yo’, que esta cosa no me pertenece completamente. En realidad, respecto del leñador, su hacha, su mano, su brazo, su vigor, su habilidad, sus deseos, pertenecen a la misma familia hostil que el árbol, estas cosas son también Fatalidad. –El hacha que en aquel momento sirve al leñador, le es tan extraña, que mañana podrá herirle. Los brazos, las manos, que sacuden el hacha contra el árbol, están por el momento, al servicio del albedrío, pero forman parte de un organismo, el cuerpo, que no es el mismo. –El concepto de cuerpo como pertenencia al no-yo es un hecho de conciencia que se adquiere en un grado determinado de desarrollo mental (y que precisamente constituye el fundamento de la psicología usual). Nuestro cuerpo bajo la esfera de nuestros sentidos, como el resto del mundo exterior, y como éste, ofrece una resistencia a nuestro albedrío. Por motivos análogos, debemos eliminar de la esfera de la Potencia, es decir, del Puro Albedrío, ciertas condiciones que dependen íntimamente del organismo (tendencias, temperamentos, pasiones, etc.). –Y también sus fuerzas intelectuales, su memoria, su imaginación, su poder de síntesis. Todo esto son ya, para los sujetos, realidades ‘dadas’ que no satisfacen su deseo, que resultan, a lo menos, por limitación, hostiles a su albedrío. El deseo personal no sabría darse por satisfecho con poseer menos que la inteligencia infinita. No se resignaría a carecer de ninguna variedad de la mentalidad, ni aun de las contradictorias. Supongamos que mi leñador al tener una memoria predominantemente óptica; quisiera tenerla también acústica. Sus fuerzas intelectuales no son tampoco el mismo. –Cosa igual puede decirse de sus fuerzas volitivas. ¿Quién no querría ser hombre enérgico? ‘Yo quiero querer’ –dice el débil–; ‘¿pero cómo querer?’ –Ni tampoco son El los sentimientos; no son éstos tampoco el sujeto del esfuerzo. También los mismos sentimientos personales pueden oponer resistencia al arbitrio. También aquí, al decir ‘mis sentimientos, nos valemos de un adjetivo paradójico. Mis mismos sentimientos son igualmente ‘mundo exterior’. Pero, ahondando así, se llega a un punto ante el cual hay que detenerse. El sutil análisis ha dado todo lo mío al mundo exterior… Pero todavía queda una realidad que no se me puede arrebatar. Quedo Yo. Hay residuo –al cual no llegan la psicología ni la lógica– que, por consiguiente, no tiene definición, a no ser una definición negativa. Esta realidad irreductible, se denomina Libertad”196.
Martínez Carrasco da una síntesis de lo que explica d’Ors sobre el yo en su libro
La filosofía del hombre que trabaja y que juega:
196 D´Ors, E. (1995), pp. 130-141.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 96
“¿Cómo entendió d’Ors el ‘yo’? Ante todo, de un modo negativo: lo que no se reduce ni a sentimiento ni a pura y abstracta inteligencia. ¿Es, pues el yo una voluntad? Tampoco, si entendemos ésta psicológicamente. En cambio, el ‘yo’ puede ser una voluntad en sentido metafísico. Pero entonces el ‘yo’ es lo que se llama ‘libertad’. La libertad es, así, el núcleo del ser humano. Se trata de ‘una libertad que se realiza a sí misma’, pero en medio de obstáculos y resistencias. El hombre, piensa d’Ors, es libertad en cuanto que ésta se halla cercada y acosada por la necesidad”. “En primer lugar, el espíritu en cuanto potencia creadora originaria, en cuanto absolutamente independiente de la resistencia, al ser evidentemente un momento previo a la interacción entre potencia y resistencia se encuentra propiamente fuera del mundo. En este sentido, d’Ors lo caracteriza como pura indeterminación, irreductible a cualquier figura o formalidad”. “Pero, en segundo lugar, el espíritu se revierte siempre necesariamente hacia la resistencia, hacia el mundo, y esta reversión mundanal caracteriza esencialmente la vida del espíritu. La vida humana, por tanto no se caracteriza por el ámbito originario de pura indeterminación, sino por el ámbito de desarrollo mundanal de esa potencia pura; y este desarrollo se caracteriza precisamente como una formalización espiritual propia, en la que la libertad originaria adquiere por sí misma una cierta determinación y por tanto , una figura”197.
El enfoque psicológico del ‘yo’ de d’Ors, se realiza al ver la realidad humana en
tres dimensiones: el sobreconsciente, el inconsciente y el consciente. En la
sobreconciencia se da la máxima unidad y unicidad del individuo, la esencia última de
su personalidad más propia; el inconsciente se caracteriza como la región del
sentimiento; y el subconsciente la del instinto. Como se puede percibir, esta estructura
tiene cierta influencia de Freud. El alma o conciencia está situada en el nivel
intermedio. En la sobreconciencia se encuentra la máxima unidad del individuo198.
LópezAranguren, en La filosofía de Eugenio d’Ors afirma que nuestro autor es
creador de una nueva Antropología: “…para d’Ors la conciencia aparece así, limitada por la subconsciencia y la sobreconciencia. La subconsciencia es el campo de la bestia. La conciencia el medio del alma. La sobreconciencia, la región en que el Ángel gobierna. Así pues el hombre se compone de cuerpo, alma y otro elemento más, que no debemos seguirle llamando vagamente espíritu, como los antiguos, sino, más bien, con un término éste en su forma existencial, concreta y personal: Ángel. Lo estrictamente humano es lo consciente, el alma. Lo infrahumano, el instinto, el animal que hay en nosotros, la bestia. Lo sobrehumano el Ángel, pero tomadas estas expresiones, infrahumano y sobrehumano, pues no hay hombre sin una dosis mayor o menor de animalidad y angelicidad. El hombre es siempre, a la vez, ángel, bestia, y hombre. Humanidad es una idea que envuelve a la angelicidad y a la bestialidad”199.
197 Martínez Carrasco, A. (2011), pp. 204-209. 198 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2013). pp. 244-245. 199 López Aranguren, J. L. (1945), pp. 57-58.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
97
López Aranguren señala que, en d’Ors, la personalidad es un diálogo, o por lo
menos, una comunicación entre la voz instintiva del subconsciente, la consciencia y el
Ángel.
Sostiene también que d’Ors, con su Antropología, aporta conceptos sobre la
Tipología. Nos habla de Tipo para significar lo individual: en el sentido que se da a la
palabra en el habla vulgar; Arquetipos son aquellos hombres que, su realidad individual,
asumen una significación general, ejemplar, simbólica, por ejemplo, Goya, Los Reyes
Católicos, etc.; por último, con el término Ectipos se refiere solo a lo que subsiste en lo
genérico, todo rastro de individualidad ha quedado en ellos borrado: por ejemplo, un
ectipo es Don Quijote. Hay también Tipos Reservados como Octavio de Roméu, del
propio d’Ors; Tipos encarnados como la Bien Plantada; y Tipos biográficos como es,
para cada cual, su propio Ángel de la Guarda200.
Hasta aquí el enfoque de López Aranguren en el estudio de La Filosofía de
Eugenio d’Ors, respecto a lo que él llamó una nueva Antropología orsiana.
Terminamos con otras palabras de d’Ors sobre el yo:
“(…) el yo es pura actividad, pura potencia sin rastros de pasividad; y esta actividad es actividad creadora, origen de toda acción, sujeto último del movimiento de irradiación colonizadora”201.
2. 3. 3. El ángel
A primera vista, visualicé el tema del Ángel Custodio en d’Ors, como
impregnado de un contenido teológico. Al concluir la lectura de algunos de sus libros, y
al finalizar también el estudio sobre este tema, me di cuenta de que efectivamente así
era. Díaz-Plaja sostiene que posiblemente d’Ors tuvo la influencia de haber leído a
Santo Tomás de Aquino, y que es muy probable que el Aquinate –no en vano llamado
“Doctor Angélico”– influyera en la Angelología orsiana.
En este caso, nos adentraremos primero en el pensamiento de nuestro autor, de
la mano de Martínez Carrasco y Schiavo, y posteriormente veremos algunos textos del
mismo Eugenio d’Ors.
200 Cfr. López Aranguren, J. L. (1945), pp. 64-65. 201 d’Ors, E. (1921), p. 100.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 98
Dice Martínez Carrasco:
“La Angelología, orsiana es el resultado de la aplicación de los principios de la ‘Dialéctica, basada en la constante oposición entre una ‘Potencia interior’ y una ‘Resistencia exterior. En la realidad individual humana”202.
Por su parte, Schiavo sostiene que d’Ors afirma que en el ser humano existe un
diálogo interior, pero no ha conseguido saber quién ‘es el otro’ del diálogo203.
Poco a poco, d’Ors va aclarando el término. En el libro Oceanografía de Xènius.
Estudios críticos en torno a Eugenio d’Ors, Schiavo afirma:
“El secreto de la filosofía, que asumirá su forma definitiva en 1947, encierra el sistema filosófico de d’Ors, y contra de tres partes: la dialéctica, la patética y la poética, es decir, la doctrina de la personalidad, pura creación, no susceptible de ciencia propiamente dicha. Este sistema filosófico halla también dos aplicaciones derivadas: la ciencia de la cultura, que busca la verdad en las cosas creadas, y la angelología, que constituye la contribución de d’Ors a la teología a través de la doctrina de la personalidad. La aplicación de los principios de la dialéctica a la esfera humana, llevará a d’Ors a la teoría de la personalidad, punto de partida de su doctrina de los ángeles custodios. Y además su insaciable curiosidad lo instigará a profundizar en la teoría freudiana, la existencia de un cocimiento de las ciencias psicológicas, pues hasta llega denunciar los límites de la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud. D’Ors descubre en el análisis del espíritu humano, además de la conciencia y la subconsciencia propias de la teoría freudiana, la existencia de una tercera zona invisible, superior y luminosa: la sobreconciencia. El descubrimiento de la sobreconciencia fue el inicio de un largo recorrido que le conducirá a la revelación de la presencia y asistencia del Ángel en la vida de todo ser humano”204.
Esta sobreconciencia, añade Schiavo, es invisible por deslumbramiento. Al igual
que en la visión física, un objeto según él, puede resultar invisible al ojo humano por
escasez o por exceso de luz; de la misma situación puede producirse en la vida interior
de los actos espirituales provocada por oscuridad o por alumbramiento.
La consciencia humana, según nuestro autor, tiene dos límites: por un lado una
zona inferior y una oscura que se define como subconsciencia donde lo humano se
acerca a lo bestial, y se define como subconsciencia; y por otro, una zona superior y
luminosa que se define como sobreconciencia.
Para d’Ors, el Ángel gobierna en la sobreconciencia, y la conciencia es inferior a
ella. Este gobierno se define por la ampliación en la armonización dentro de una unidad
superior a la consciencia misma. 202 Schiavo, S. (2005), p. 101 203 Schiavo, S. (2005), p. 102 204 Schiavo, S. (2005), p. 100.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
99
Si la subconsciencia tiene su centro de gravitación en el pasado, la
sobreconciencia, al contrario, tiene su centro de gravitación en el porvenir, y su
instrumento no es la reminiscencia, sino la vocación que anticipa en la vida humana los
mandados de una ley que, siendo interior por su asiento, es superior en razón a su
valía205.
Vayamos ahora a ver qué nos cuenta d’Ors sobre la experiencia que vivió en su
interioridad sobre la certeza del Ángel:
“Durante la mañana del 6 de octubre de 1926 se hace evidente para d’Ors, ‘a manera de invención, descubrimiento, revelación, iluminación, hallazgo o –por el nombre no disputaremos– como quiera llamársele’ la identificación de la sobreconciencia con el Ángel, presencia indispensable para el vivir humano”206.
González-Cruz sostiene que d’Ors, en su libro La bien plantada, resume lo
angélico, como la pura elegancia, que además resulta de una combinación entre ritmo y
unidad207.
Schiavo tiene otros textos que aportan más luces todavía sobre esta noción:
“Que cada uno desvele y cultive aquello que en él hay de angélico, el ritmo puro y la suprema unidad de la vida. A esta unidad, a esta constancia, al llegar a cierta profundidad en las investigaciones psicológicas, damos el nombre de personalidad, ‘pero si seguimos calando –si llegamos a ver que la personalidad es, a su vez, simbólica– no tendremos ya otra solución que llamarle –jugándonos el todo por el todo– Ángel de la Guarda’. El hombre como persona, hecho a imagen y semejanza de Dios, tiene en sí mismo un espíritu uno y trino. Cada hombre no es sólo un individuo, cuerpo y ánima, sino también persona, arquetipo. La consciencia es lo humano, la subconsciencia es el instinto, lo bestial y la sobreconsciencia el ángel. La persona es al mismo tiempo hombre, bestia y Ángel”208. Según d’Ors, el amigo que el hombre necesita y que satisface la sed de compañía
y exclusividad, es el Ángel persona, el Ángel Custodio. El Ángel es el intermediario
entre Dios y las criaturas humanas. D’Ors pone el ejemplo de Narciso, pero no como en
general ha sido enseñado: un Narciso vanidoso, enamorado de sí, hasta que se ahoga de
sí mismo. Para d’Ors, Narciso no tiene amigos y los busca, no tiene nadie en quien
confiar y su única compañía es su propio reflejo. El ansia de salir de la propia
individualidad, hace que busque verse en el espejo de una fuente y, según indica d’Ors,
para darse cuenta que no es ‘uno’, sino que se le hace realidad ‘ver dos’, porque así es 205 Schiavo, S. (2005), p. 102. 206 d’Ors, E. (1986), p. 40. 207 Cfr. González-Cruz, L. F. (1988), p. 46. 208 Schiavo, S. (2005), p. 103.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 100
posible dialogar. Este afán de salir de sí lleva a Narciso, a lo angélico. Porque dice
d’Ors: “Ningún hombre desemboca en lo individual”209.
“La unión entre el Ángel y el hombre ofrece la clave de la biografía humana.” “Vivir es gestar es gestar un Ángel para alumbrarlo en la eternidad.” Este propósito parece un reproche moral que incita al hombre a obrar para realizar su “obra bien hecha”, en la vida concreta como en el alumbramiento de su personalidad: Situado en otro planeta, el Ángel no me sirva. Aquí lo quiero, aquí le necesito, en el mío y en mí. Porque si mi Ángel no es de este mundo, yo no conozco el mundo. Y si mi Ángel no está en mí, yo no me conozco”210.
En cambio, las siguientes palabras son de d’Ors:
“El ángel de la guarda que a Eules sostuvo, a otros ha sostenido, a otros sostiene, a otros sostendrá también. Es bien de creer que Dios no permite que se pierdan demasiado sobre la tierra las más altas fuerzas espirituales”211.
Y Martínez Carrasco explica:
“Ya se ha señalado anteriormente que, bajo el concepto de ángel, d’Ors pretende encerrar las dos perspectivas fundamentales que caracterizan el yo o espíritu, la extramundana y la intramundana. Como se verá más adelante, lo angélico es una dimensión en el yo mundano que no se identifica simplemente con él, una dimensión a la vez interna y trascendente: es el punto de conexión entre el carácter a la vez mundano y extramundano esta modo, el nivel angélico del yo viviente es el nivel ideal del puro espíritu, núcleo último originario, en cuanto volcado necesariamente al mundo, siendo así el principio de configuración de una personalidad mundanal; el Ángel es por tanto la fuente o raíz del yo, que vive en el mundo, la fuerza creadora, el poseedor último de las facultades psicológicas y de toda fatalidad colonizada, dimensión no ceñida a la estricta individualidad pero sin llegar a un nivel genérico de indistinción que borre y anule las diferencias personales. Por ello, no puede haber propiamente ciencia o conocimiento directo de lo angélico en sí mismo, situado más allá de cualquier determinación o limitación fatal”212. No quiero concluir este apartado, sin antes dejar hablar a Guillermo Díaz-Plaja,
a través de su libro El combate por la luz, quien subraya también la influencia tomista
en la noción de ángel de d’Ors. Dice así
“Por otra parte, supongo que el punto de partida de su pensamiento debió hallarlo en Santo Tomás en el capítulo De Homine de la Suma Teológica, en el que minuciosamente se establece la función de los ‘ángeles custodios’, señalando entre otras cosas:
209 d’Ors, E. (1921), p. 32. 210 Schiavo, S. (2005), p. 109. 211 Xènius, (1943), p. 26. 212 Martínez Carrasco, A. (2011), p. 223.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
101
Ángeles diversos están destinados a la custodia de los diversos hombres custodiados. La razón de esto es porque la guarda angélica es una ejecución de la divina Providencia sobre los hombres. Mas la providencia que Dios tiene sobre los hombres es distinta de la que tiene sobre las otras criaturas corruptibles, por tener el hombre y las demás criaturas distinta relación a la incorruptibilidad; pues los hombres no sólo son incorruptibles en cuanto a su especie común, sino también en cuanto a sus propias formas singulares, que son almas racionales; lo cual no puede decirse de las otras cosas corruptibles. Es, por otra parte, manifiesto que la providencia de Dios se ocupa principalmente de aquellas cosas que permanecen perpetuamente; en cambio, de las cosas transitorias se ocupa en cuanto las ordena a las perpetuas. Así, pues, la providencia de Dios se ha en relación con cada uno de los hombres en particular se ha en relación con cada uno de los géneros o especies de las cosas corruptibles. Ahora bien, según San Gregorio, diversos órdenes angélicos son destinados a diversos géneros de cosas: por ejemplo, las potestades, a ahuyentar a los demonios; las virtudes, a obrar milagros en las cosas corpóreas; y es también muy verosímil que estén destinados diversos ángeles de un mismo orden a la guarda de las diversas especies de seres. Luego es también muy conforme a razón que sean destinados diversos ángeles en particular para la guarda de los diversos hombres”213.
2. 3. 4. Trabajo y Juego
El trabajo y el juego son dos dimensiones de la vida humana, y d’Ors habla de
ellas muchas veces. Hemos dicho ya cómo a d’Ors le gusta hacer una filosofía sobre el
hombre y para el hombre real que, en definitiva, es el hombre que trabaja y que juega.
Para d’Ors la razón y la vida, la contemplación y la acción, son cuestiones igualmente
importantes, y que no se dan por separado en el hombre.
“Filosofía no es contemplación pura, sino contemplación inscrita en la acción”214.
Cuando d’Ors afirma la dualidad que se da en todo esfuerzo humano, entre una
potencia y una resistencia, dice también que se da una gradación “cuya zona más
propicia a la creación se encuentra en el juego; cuya región de más rigurosa
determinación la constituye el trabajo”215.
D’Ors considera que el trabajo es la labor social por antonomasia, y la
responsabilidad básica del hombre en la batalla común de la humanidad. Entonces,
desde esa perspectiva, elabora toda una ética del trabajo que se basa, como punto de
partida fundamental, en comprenderlo como el modo primigenio de ejercer el dominio
213 Díaz-Plaja, G. (1981), pp. 22-23. Ponemos en cursiva la referencia a De Homine. 214 d’Ors, E. (1995), p. 18. 215 d’Ors, E. (1997), p. 108.
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 102
directo sobre la naturaleza rebelde. Ahí podemos entender la predilección que se ve que
tiene sentida por el trabajo manual, ya que ahí se materializa más claramente.
Trabajar es, pues, dignidad del espíritu, y la mayor perfección del trabajo
implica un mayor dominio sobre la fatalidad y, por eso, una mayor elevación y triunfo
del espíritu; de ahí su tan conocida exaltación de la obra bien hecha, en estrecha
conexión con la defensa de la realización frente a la presunta vida puramente interior216.
Una glosa de 1909 es muy clara para ver cómo d’Ors entiende el trabajo.
Citando para ello Síguese en contradecir el discurso abominable. Aunque todo tiene
interés, transcribimos ahora sólo algunas partes:
“¡Prodigad, pues, vuestras fuerzas, prodigadlas, que en prodigar las fuerzas y de ninguna manera en proporcionarlas, está la moralidad del trabajo! Y al que os diga que tengáis en cuenta la paga, contestad que, si fuera a verse la paga, todo el oro del mundo no bastaría para pagar justamente una cosa tan excelsa como es una hora de la vida de un hombre y el infinito de posibilidades que contiene una hora de vida del hombre que la tarea encargada inutiliza. En rigor, tan injusto pago para un centenar de mondadientes son diez céntimos como diez millones de libras esterlinas. Las posibilidades del tiempo de hombre que se ha empleado en fabricar cien mondadientes, no son bien pagadas ni siquiera con diez millones de libras esterlinas. Pero sí con la dignidad de haber fabricado cien mondadientes –si se ha dado a ellos todo el esfuerzo, toda la sangre, toda el alma y toda la vida– si se han fabricado cien perfectos mondadientes”217.
Esa glosa era continuación de otra, titulada El discurso abominable, en el que
d’Ors afronta la cuestión de si hay que trabajar por el pago o no y si, igualmente en el
caso de una retribución mediocre hay que hacer un trabajo bien hecho218. La conclusión
es que no es el amor a un salario, sino el amor a la perfección, el principio de la ética
del trabajo.
Por supuesto, el sueldo es importante, pero d’Ors ve el trabajo en una
perspectiva humana integral: el verdadero trabajo, más allá de la mera dimensión
utilitaria o de producto, debe ser vehículo del espíritu humano, debe ser a la vez, por
tanto, trabajo y juego, obra y ocio, creación y desarrollo de la plenitud de la potencia
humana219.
Escribo a continuación parte de otra glosa, esta vez, recogida en La filosofía del
hombre que trabaja y que juega, para ilustrar mejor el pensamiento de d’Ors:
216 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 84. 217 d’Ors, E. (1920), pp. 127-128. 218 d’Ors, E. (1920), pp. 124-126. 219 Cfr. Martínez Carrasco, A. (2011), p. 86.
Capítulo 2. Nociones fundamentales en el humanismo de Eugenio d’Ors
103
“El distraído lector de un cotidiano, ¿tolerará la exposición de una filosofía? La prueba es de éxito dudoso. Vamos: imaginemos un filósofo. ¿Un hombre sentado en una silla o –es lo mismo– en una roca? ¿Un hombre con los ojos cerrados, la vasta frente apoyada en la palma de la mano? ¿‘Le penseur’ de Rodín, con la barba en el puño y los músculos en tensión?... –Sí; pero, ¿de dónde le vendrían a ‘Le penseur’ esos músculos, si hubiera permanecido sentado siempre? ¿Nos imaginaríamos mejor un Budha, con siete pliegues en la papada y siete en el vientre?
Otra imagen. Ese faquir en meditación. Dos meses ha que permanece inmóvil. Tiene vueltas hacia el Oriente las palmas de las manos. Podéis pincharle brazos y piernas: permanecerá insensible. Las gentes que pasan a su lado dicen que es un santo; los discretos afirman que, por la filosofía, se ha sumergido en el seno del Gran Todo. Mas llego yo y clamo, con toda la voz envuelta en risas: “Arriba, farsantes, hipócritas! … ¿Tú crees pensar, ‘Penseur’? ¿Tú dejas decir que meditas, faquir? ¡Mentira, mentira! Os grito yo. Al sentarte, ‘Penseur’, sí que comenzaste a pensar. Al arrodillarte, faquir, sí que comenzaste a meditar. ¡Pero, ahora, al cabo de dos horas, al cabo de dos meses! ¡Ya sabemos nuestra psicología, compañeros! Sabemos que tu mente se ha de hallar, por la fuerza, huera, a las dos horas de quietud, hombre sentado. Sabemos que tu reposo no es sino una variedad del dormir, hombre arrodillado. ¿Y dejaremos que, para justificar vuestra recaída en la animalidad, usurpéis el divino nombre de la Filosofía? … ¡Acabe la mentira! ¡Cese la farsa! Filosofía significa pensamiento. Pensamiento quiere decir movimiento. Luego Filosofía es movimiento… ¡En marcha! ¡En marcha! Yo vengo a deciros la filosofía del hombre en actividad, del hombre que trabaja y que juega. Ahora pasan por nuestra vera un labriego tras su arado, absorto en el trabajo y en el cálculo de la ganancia, y un bailaría ebrio de los revuelos de la danza. ‘Labriego, tú vives al día y piensas en el año y en las estaciones; o bien –¡lo mismo da!– en tu corta vida y en lo que dejarás a tus hijos, tras esa corta vida tuya. –Bailarín tú has perdido de vista el mundo, y ya no vives más que en el momento’. ‘…Pero, ¿he dicho verdad? ¿O bien os levanto calumnia?’ ‘¿Podrías tú trabajar, labriego, si cada mañana, al despertar de la torpeza del sueño, no te armases instintivamente de algunas imágenes, aunque confusas, de cosas eternas? ¿Qué quiere decir trabajo? ¿No significa una potencia que vence una resistencia? La potencia, ¿no la sientes en ti, no es el mundo? Dime: ¿no es verdad que una vaga noción en tu espíritu te representa esta batalla como eterna? ¿No es verdad que, en el fondo del fondo, reduces a eso las nociones del Bien y del Mal? ¡Pero eso es toda una Metafísica! Una metafísica que te arma el brazo y no te lo deja rendir. ‘Y si la agricultura –decía nuestro Maestro Bernardo Palissy– es guiada sin filosofía, es lo mismo que violar diariamente la tierra y las cosas que produce, y maravilla fuera que no clamasen venganza la tierra y las naturalezas producidas…’ ‘Ahora, ven aquí tú, el del torbellino. Al ver que jugabas, he dicho que vivías en el momento. También me engañaba. Tu juego es un baile. Todo juego verdadero tiene algo de baile. Quiero decir –ya que baile es ritmo- que todo verdadero juego tiene algo
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 104
de ritmo. Y ritmo significa: ‘que un momento pasado impone obediencia al momento presente y a todos los momentos por venir’. Ritmo, es traducción de ley. Es decir, de cosa eterna… ¡Baila, bailarían, baila! Tus giros se inscriben en la eternidad; en la eternidad es donde bailas, bailarín. Y a no ser por una noción oscura de eternidad, no bailarías’. En todo trabajo y en todo juego se esconde una semilla de eternidad. Filosofar es hacer germinar y florecer una semilla de eternidad que los juegos y trabajos encierran. Y esto sin que se deje de trabajar ni de jugar. Pero suspendiendo, a cada instante, el trabajo y el juego (…)”220.
La glosa sigue un poco más, pero la dejamos ya aquí porque con lo relatado es
suficiente para ver que la filosofía que interesa a d’Ors es la del hombre que trabaja y
que juega; y para ver también la riqueza con que entiende la misma noción de trabajo, y
de modo muy especial, por lo que implica de vencimiento a la naturaleza, el trabajo
manual.
Varios más, de todos modos, son los conceptos de d’Ors sobre el hombre y su
actividad que podría haber incluido en este trabajo, y para ello, haber investigado
además sobre otras concepciones, relaciones, diferencias, opiniones, etc. No lo hice por
una cuestión de espacio y tiempo, y también porque probablemente me hubiera
sucedido lo mismo que a Troel, tal como nos cuenta d’Ors:
“Troel un danés, en su juventud había concebido el designio de escribir una historia general de Escandinavia. Admirablemente preparado para la tarea, puso manos a la obra. Sólo que aquí el autor era demasiado concienzudo; no podía resignarse a descuidar nada, a olvidar nada. Así habiendo querido empezar su trabajo por una investigación profunda acerca de la etnografía del país, los siete volúmenes de su historia aparecidos, cuando aconteció desgraciadamente la muerte del historiador, ¡sólo habían alcanzado a referirse, entre esos problemas etnográficos, al capítulo concerniente a los usos y ceremonias populares que preceden al matrimonio!”221.
Dicho eso, podemos pasar al último apartado.
220 d’Ors, E. (1995), pp. 135-137. 221 d’Ors, E. (1922), p. 157.
Conclusión
CONCLUSIÓN
Gran parte de la filosofía de Eugenio d’Ors es una explicación de la estructura
dual de la acción humana básica, como una lucha entre el espíritu y la naturaleza. De
aquí nacen otros conceptos como son la colonización y el exorcismo, la potencia y la
resistencia, el arbitrarismo, la resistencia de la naturaleza como maldad, la anécdota
como lo trivial que acontece en la vida de una persona, y la categoría como lo
anecdótico espiritualizado.
Su filosofía fue definida por él mismo como un nuevo intelectualismo. A través
de él, d’Ors intenta explicar la capacidad del hombre de estar por encima de las ciencias
positivas y ver más allá de lo inmediato. En ese contexto, presenta la dualidad
inteligencia y razón, colocando a cada una en su lugar, estableciendo una relación entre
ellas y dando a la inteligencia un lugar más alto que el de la razón y la percepción.
D’Ors presenta también un nuevo modo de pensar que es el figurativo, con el que
resuelve el problema de la relación entre razón y vida.
D’Ors sostiene que hay diálogo cuando un autor toma en cuenta el pensamiento
ajeno y lo incorpora al propio: no es que el pensamiento necesite el diálogo, sino que es
en esencia, el mismo diálogo. Pero ese diálogo ha de ser dirigido por un uso integral de
la inteligencia, que es el seny. El seny es el artífice del Novissimum Organum de
Eugenio d’Ors.
Para d’Ors es claro que el orden es la categoría más alta, que reúne en sí a la
inteligencia activa y a la potencia creadora. Este aspecto intelectual de la capacidad
ordenadora humana comparece con especial claridad en sus reflexiones sobre el
nombrar. Por supuesto, relacionado con el nombrar está el lenguaje, que d’Ors divide en
lenguaje filosófico –propio del pensar intelectual– y lenguaje científico, que es el propio
de las ciencias.
Hemos hecho aquí este breve repaso, para que así salga fácil la conclusión de
este trabajo. Llegados a este punto, considero que se puede reafirmar que cabe hablar
del humanismo de Eugenio d’Ors porque toda su filosofóa refleja el interés por el ser
humano, vivo, con cuerpo y alma, activo. Como él mismo dice, se interesa por el
El humanismo de Eugenio d’Ors. Conceptos fundamentales 106
hombre “que sabe, que trabaja y que juega”, por el hombre real, de carne y hueso, que
lucha y afronta los problemas y desafíos del día a día.
Considero que el humanismo que presenta d’Ors sigue vigente. Es actual. En
este siglo XXI, en que se han dejado a un lado muchos valores humanos, d’Ors es un
autor que, a través de sus glosas y sus novelas, logra transmitir con un lenguaje
elegante, el aspecto espiritual del hombre, de un modo muy accesible para el hombre de
a pie.
En este trabajo han quedado pendientes varios temas en los que profundizar.
Uno de ellos, y que tengo muchos deseos de acometer, también porque fue el primer
libro de d’Ors en el que me introduje, es su idea sobre la ciencia de la cultura.
Podemos terminar estas conclusiones sobre el humanismo de d’Ors, dejándole
hablar a él mismo:
“El humanismo impone a la realidad una jerarquía, centrada en la primacía de lo
humano (…). ‘El hombre es la medida de las cosas’, puede ser cierto: pero la medida
nada más. No su esencia ni el teatro de su existir. Su medida, sí: su número. Ellas, fuera
están de su número. La nota del humanismo en el saber, aquella por la cual los saberes
son sabores, implica una calificación teológica: no afirmamos con ello que, fuera del
hombre –menos aún que fuera del yo–, no haya nada. Sino nuestra actividad para que
cuanto haya fuera del hombre sea –o se vuelva– humano”222.
222 d’Ors, E. (1997), p. 358.
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