domingo ordinario xvii ciclo c

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Spiritual

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Ciclo C

En este día se habla sobre la ORACIÓN.

Oración es hablar con Dios para alabarle, darle gracias, pedirle perdón o para pedirle por nuestras necesidades.

Hoy comenzamos hablando con Dios, pero a modo de saludo matinal:

Automático

La mañana ha nacido cantando.

Cantan las flores en la campiña,

Cantan los hombres que trabajando rezan

Buenos días,

Señor, hola

amigo.

Hacer CLICK

Jesús oraba muchas veces.

Los buenos israelitas solían

hacerlo tres veces al día. Por

eso no era extraño para los apóstoles ver a Jesús que se ponía a orar.

Lo que les impactaba no era el hecho de

orar, sino la manera de orar: el darse

cuenta que Jesús hablaba

verdaderamente con otra persona, que era

su Padre, y quizá muchas veces le escucharían las

palabras tiernas que dirigía a su Padre

celestial.

Los apóstoles no entendían mucho de diálogo interno con Dios; pero conocían algunas oraciones de la Biblia, como los salmos, y otras oraciones que algunos jefes religiosos, como Juan Bautista, enseñaban a sus discípulos.

Pensando en que Jesús también les pudiera enseñar alguna oración particular, alguno quizá por cuenta propia o más bien como portavoz de otros, como nos narra hoy el evangelio, le dijo:

“Señor, enséñanos

a orar, como Juan enseñó a

sus discípulos”.

Jesús le respondió, enseñándole a él y a todos los que queremos ser sus discípulos la oración del

Padre nuestro, que estás en el cielo.

Automático

Santificado sea tu

nombre.

Hágase tu

voluntad

en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer

en tentación.

Hacer CLICK

Es muy posible que no fuese una oración en concreto enseñada una sola vez, sino que en diferentes momentos les fue enseñando cómo hablar con Dios y los deseos y peticiones más importantes.

De esas enseñanzas, que solían ser parecidas, san Mateo nos presenta el “padrenuestro”, como lo conocemos, y san Lucas lo presenta un poquito más abreviado.

Jesús nos enseña a llamar a Dios: “Padre”. Dios no es un ser lejano y ajeno. Dios está con nosotros, nos conoce y nos ama. Nos conoce hasta los cabellos de la cabeza.

Nos ama hasta entregar a su Hijo para salvarnos. Porque nos ama sobre todo, quiere que le llamemos “Padre”.

Llamar Padre (o Madre) a Dios es entrar en el ámbito más importante de Dios, que es el amor. Si queremos aumentar en el amor a Dios (y es el mandamiento más importante), se lo digamos muchas veces y nos sintamos como niños en sus brazos.

Ese Dios, que es nuestro Padre, está en el cielo. Por eso, al decirlo en el Padrenuestro, es como hacer un acto de esperanza, porque ese Dios, que es nuestro Padre, esperamos que un día nos lleve al cielo.

La oración, que es hablar con Dios, es para alabarle, darle gracias, pedirle perdón…; pero también pedir por nuestras necesidades.

Jesús mismo dice hoy en el evangelio: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.”

El nombre en la Biblia significa la misma persona, el mismo ser. También el nombre debe ser respetado, porque significa respetar y alabar al mismo Dios.

Jesús en la oración del

Padrenuestro nos enseña a pedir lo más importante. Y lo primero es que el nombre de Dios

sea santificado.

Esta petición es un signo de nuestro amor y un aumento de ese amor que será nuestro tesoro para la eternidad. Y un deseo de ser santos como Dios.

Si nosotros alabamos y amamos a Dios, debemos querer que otros igualmente le alaben y le amen.

La segunda petición viene a ser algo parecido:

Que reine sobre nosotros. Quiere decir que se extienda más su reino de amor: que todos nos comportemos como hermanos y vivamos en la alegría de cumplir sus mandatos, pues es lo que nos dará la verdadera felicidad.

Desear que venga el Reino de Dios es una fórmula misionera o apostólica. Cuando la

oración se reza en particular y muy despacio podemos ir recorriendo la geografía misional y

las necesidades apostólicas. Este Reino de Dios debemos irlo realizando: Reino de justicia, amor

y paz.

Hay algunos que tienen miedo en decirle a Dios que se cumpla su voluntad, como si Él quisiera algo malo para nosotros. Por mucho que deseemos cosas buenas para nosotros mismos, mucho mejores las desea Dios para nosotros.

Y luego pedimos que se cumpla la voluntad de Dios. No de cualquier manera, sino como se cumple en el cielo.

“Hágase tu voluntad” es la fórmula del abandono en las manos de Dios. En ningunas otras estaremos mejor. Y podemos pedirle que nos haga nuevos, como un alfarero de un barro sin forma puede hacer una hermosa vasija.

Un dia orando

Automático

le dije a mi

Señor:

tu el alfarero y yo el barro soy.

Modela mi vida a tu parecer,

haz como

tu quieras

Hacer CLICK

hazme un

nuevo ser.

También quiere Jesús que pidamos por las cosas materiales necesarias, como es el alimento (el pan de cada día). Algunos lo traducen: “el pan del mañana”, refiriéndose a la vida eterna en el cielo, que es lo más necesario para cada uno de nosotros.

Hay que tener en cuenta que Jesús nos enseñó a pedir en comunidad, aunque uno rece solo. Por eso este alimento lo pedimos para todos, especialmente para los más necesitados.

Y como somos pecadores, algo esencial en las peticiones es el pedir perdón a Dios por tantas ofensas hechas contra Dios o contra nuestros hermanos. Pero nos enseña a poner una condición: el perdonar a los que nos ofenden.

Porque si no perdonamos al hermano, mal podemos pedir el perdón a Dios.

Pedimos a Dios que no nos deje caer en la tentación. Tentaciones (inclinaciones internas o externas) todos tenemos. También las tuvo Jesús. Por eso no son malas, cuando sabemos vencerlas. Para ello hace falta mucha luz y fuerza. Por eso pedimos la ayuda del Señor.

Y terminamos el Padrenuestro pidiendo que Dios nos libre del mal. Si lo rezamos muy despacio, podemos ir viendo diversos males que nos acechan: materiales, psicológicos, espirituales. Cada día pueden ser diferentes.

Necesitamos la ayuda del Padre bueno que camina con nosotros.

Siempre hay alguno que dice: Yo pido a Dios y no recibo. Decía san Agustín que era por tres motivos: o porque pedimos mal o porque pedimos cosas malas o porque somos malos. Si lo que pedimos quizá nos hace peores ¿Cómo nos lo va a conceder Dios?

Sobre el pedir cosas que no nos convienen, hoy también habla Jesús al final del evangelio y nos dice: “¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”

Solemos pedir demasiadas cosas materiales que no sabemos si nos convienen para nuestra vida eterna. Y esto sí que es lo importante.

Dios no nos puede negar si pedimos espíritu santo, espíritu de paz y de amor.

Algunas veces no conseguimos lo que pedimos en la oración porque pedimos mal. En el evangelio de hoy Jesus nos enseña una virtud que acompaña y estimula la oración: la santa perseverancia. Normalmente es necesaria porque aumenta la fe.

Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos."Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite”.

Para ello Jesús nos propone una pequeña parábola:  "Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle."

No es que la perseverancia sea completamente necesaria si la fe es inmensa como la de María en las bodas de Caná. La bastó exponer el problema para que Jesús actuara según su deseo.

Pero, aunque la fe parezca grande, Dios quiere que se acreciente con la perseverancia, como le pasó a Abraham al pedir por la salvación de Sodoma. Al final consiguió sólo la salvación de una familia, porque no se daban las condiciones para la salvación de toda la ciudad.

Dice así hoy la primera lectura según el libro del Génesis: 18, 20-32.

En aquellos días, el Señor dijo: "La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.“ Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán. Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios: "¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?“ El Señor contestó: "Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.“ Abrahán respondió: "Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?“ Respondió el Señor: "No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.“ Abrahán insistió: "Quizá no se encuentren más que cuarenta.“ Le respondió: "En atención a los cuarenta, no lo haré.“ Abrahán siguió: "Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?“ Él respondió: "No lo haré, si encuentro allí treinta.“ Insistió Abrahán: "Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?“ Respondió el Señor: "En atención a los veinte, no la destruiré.“ Abrahán continuo: "Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?“ Contestó el Señor: "En atención a los diez, no la destruiré."

Dios hubiera salvado a aquella ciudad si hubiera encontrado diez justos. La destrucción de la ciudad quedó como un símbolo para expresar cómo Dios aborrece el mal y cómo debería ser la justicia de Dios si no imploramos su misericordia.

Vemos la vocación de Abraham como intercesor. Se preocupa no sólo de la familia de Lot, sino de toda la ciudad, dejándonos un ejemplo de solidaridad. Pero vemos lo difícil que es conseguir algo a favor de otro, cuando este se opone, ya que Dios nos ha dejado la libertad.

Cuando Jesús nos estaba enseñando el “Padrenuestro”, no sólo nos estaba enseñando una fórmula de oración,

sino unas actitudes esenciales en nuestra correspondencia con Dios.

El hecho de llamarle “Padre” a Dios indica dos actitudes esenciales en la oración: la confianza y la humildad. No es que las tengamos muy firmes, sino que cada vez que rezamos el padrenuestro despacio debe ser un aumento de confianza y humildad.

Por eso normalmente mejor que rezar varios padrenuestros seguidos, es emplear el tiempo en aumentar la actitud de estar presentables ante Dios, de ofrecerle continuamente nuestro ser a quien es nuestro Padre.

Rezar bien el Padrenuestro indica que estamos en la presencia del Señor.

La oración es como una vida. Por eso se dice que orar se aprende orando. Y como tenemos tantas cosas que no nos dejan orar bien, como es tanto ruido externo e interno, terminemos diciendo a Jesús, como le decían los apóstoles:

Señor, enséñanos

a orar,

Automático

a hablar con

nuestro Padre Dios.

Orar con

limpio corazón.

Con la mirada puesta

en Ti,

Dejando que

hables, Señor.

Orar buscando la verdad,

Cerrar los ojos para ver.

Dejarnos seducir, Señor.

Andar por tus huellas de paz.

a hablar con

nuestro Padre Dios.

de tu silencio y de tu

voz,

de tu presencia

que es calor.

Dejarnos descubrir por ti.

Las manos

en tu hombro, Señor.

Mirarte con since-ridad.

a hablar con

nuestro Padre Dios.

Señor, enséñanos

a orar,

a abrir las

manos ante Ti.

Orar con María, la Madre.

AMÉN

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