cuentos y leyendas de zugarramurdi
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CUENTOS Y LEYENDAS
DE ZUGARRAMURDI
Portada: Andoni Odriozola
Presentación: Xabier Susperregi
COLECCIÓN: LITERATURA ORAL Y TRADICIONES
DEL PAÍS VASCO. LIBRO I
CON LA COLABORACIÓN DE BARANDIARAN FUNDAZIOA
BIBLIOTECA DE LAS GRANDES NACIONES LIBRO 5º
Noviembre 2012
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PRESENTACIÓN
Aunque la Biblioteca de las Grandes Naciones apenas tiene unos
meses de vida, pretende irse convirtiendo poco a poco en un referente de
esos grandes pueblos que por ahora no son reconocidos como naciones a
pesar de poseer una cultura y tradiciones que ya quisieran para sí otros.
Sin ningún tipo de presupuesto y con gran apoyo de personas y
autores, se van completando los libros de la colección. Precisamente con
textos, en gran parte inéditos o muy dificultosos de encontrar.
Un libro de cuentos tradicionales saharauis, otro de relatos
dedicados al Sahara, otro poemario de las más importantes poetisas y
poetas saharauis, con un centenar de poesías, otro más sobre los antiguos
cuentos tradicionales del continente africano, han sido los que colocan a
éste como el quinto libro de la colección, primero de otros muchos que
estarán dedicados a las tradiciones y literatura oral vasca.
Comenzamos pues los temas vascos con: “Cuentos y leyendas de
Zugarramurdi” y con la indispensable colaboración de Barandiaran
Fundazioa (Fundación Barandiaran), encargada de preservar y difundir la
vida y obra de Don José Miguel de Barandiaran (Ataun 1889-1991). Es
indispensable precisamente porque gran parte de los textos recogidos en
este libro se los debemos a este infatigable investigador vasco. Don José
Miguel aprovechó su época de exilio en Sara, pequeño pueblo lindante con
Zugarramurdi pero situado en la considerada parte vasco-francesa, para
conocer sus costumbres, tradiciones y conservarlas para la humanidad.
Pueblo Zugarramurdi conocido como no otros por ser relacionadas
sus cuevas con las brujas, no en vano sufrieron sus gentes las
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persecuciones de la llamada Santa Inquisición, que provocó la detención,
tortura y quema de varios de sus moradores, en los juicios de Logroño del
año 1610. Acontecimientos que tuvieron un eco extraordinario y que han
permitido que aún en la actualidad se continúe relacionando al pueblo con
aquellos sucesos y que allí se encuentre el “Sorgin Museoa” o Museo de
las Brujas.
Mis visitas a aquel pueblo se remontan a hace más de dos décadas
pero en los últimos años fueron numerosas al estar realizando mis propias
investigaciones sobre brujería y tradiciones, para el libro que preparaba:
“Sorginen liburua”, “El libro de las brujas”, editado el pasado año.
Afortunadamente aquellas visitas dieron sus frutos y me sirven hoy para
completar este libro, sobre todo por la importantísima ayuda de Koro
Irazoqui, que fue quien me contó la mayor parte de esas historias.
La visita a las casas donde vivieron aquellos grandes protagonistas
de nuestra historia hace pocas siglos y la relación con sus gentes hacen
que sienta emoción y alegría mientras escribo estas líneas y como en
todos estos libros, espero que se cumpla el propósito de que lo que se
recoge en estas decenas de páginas pueda llegar también a oídos y al
conocimiento de las personas que habitan en la actualidad este mágico
lugar.
Y como siempre, lo mejor de esta colección llega tras la
presentación, así que... disfruten de la lectura.
Xabier Susperregi
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LEYENDAS DE ZUGARRAMURDI.
1- EL GATO QUE ENTRABA POR LAS NOCHES EN EL CASERÍO
LEKUBERRIA.
2- LA CRIADA DE ETXEAUNDIKO-BORDA.
3- LA HISTORIA DE LAS DOS HERMANAS DE ETXALAR.
4- LA VACA QUE NO DABA LECHE.
5- POR ENCIMA DE TODAS LAS NUBES.
6- LAS BRUJAS QUE SE CONVIRTIERON EN HORMIGAS.
7- EL BAUTIZO DEL HIJO DE LOS BRUJOS.
8- LA DESAPARICIÓN DE LAS BRUJAS.
9- MARÍA LA PORTUGUESA.
10- LA CÁRCEL DE LOS BRUJOS
11- UNA LAMIA EN LEKUBERRIA.
12- EN BIBORDETA.
13- ERENSUGE.
14- EL MOLINO DE SAN MARTÍN.
15- EL PASTOR Y MARZO.
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CUENTOS DE ZUGARRAMURDI.
1- TARTARO Y AMALAU.
2- EL REY SALOMÓN Y SU HERMANA.
3- EL SOLDADODO SIN MIEDO.
4- LAS DEVOCIONES DE TRES HERMANOS.
5- VERDAD Y ERROR.
6- EL MUCHACHO TONTO.
7- EL REY ENFERMO Y EL POBRE FELIZ.
8- ABAROSITSI Y EL RICO.
9-TRES HERMANOS CRIADOS.
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FÁBULAS DE ZUGARRAMURDI
1- EL PERRO DEL MOLINO, EL PÁJARO Y EL ZORRO.
2- EL LEÑADOR, EL LOBO Y EL ZORRO.
3- EL ZORRO Y EL BARQUERO.
4- EL LOBO Y EL ASNO.
5- EL LOBO, EL OSO Y EL ZORRO.
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LEYENDAS
DE
ZUGARRAMURDI
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EL GATO QUE ENTRABA POR LAS NOCHES EN EL CASERÍO
LEKUBERRIA
Cuentan que en la última casa antes de llegar a las cuevas, en
Lekuberria, María que era señora de la casa, cuando el hombre iba a la
cama se quedaba hilando delante del fuego.
Cierta noche, por la enorme chimenea que tenían, se les coló un
gato que se quedó mirando con los ojos fijos a la mujer y le dijo:
- ¡María, grasa!
Entonces María, asustada al ver que un gato le hablaba, no se
atrevió a contradecirle y le dio la grasa. La pobre quedó paralizada ante la
aparición de aquel gato que tal como llegó, se fue.
Al principio, no le contó nada a su marido pensando que la iría a
tomar por loca, pero resulta que a la noche siguiente volvió a ocurrir lo
mismo. Entró el gato, se le quedó mirando y nuevamente le dijo:
- ¡María, aceite!
La mujer le volvió a obedecer y así el gato desapareció. Aunque a
partir de entonces se asustó tanto que terminó contándole a su marido
todo cuanto le que estaba sucediendo.
Así pues enterado de todo, aquel hombre decidió tomar las riendas
de aquella difícil situación y le habló así a su mujer:
- ¡Ve tranquila a la cama!, que esta noche me quedaré yo
hilando.
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Se quedó pues allí, vistió las ropas de su mujer y con un pañuelo se
tapó convenientemente la cara, tras lo cual se puso a hilar, pero en esta
ocasión el gato no entró del todo hasta abajo porque oyó que el ruido que
hacía el hombre al hilar, era diferente al que acostumbraba a hacer la
mujer. Así pues, el gato sin entrar del todo por la chimenea dijo:
- ¿Ayer tu rueca hacía firin, firin, firin y hoy hace faran, faran,
faran?
Como quiera que el hombre no hizo ningún caso, el gato volvió a
preguntar:
- ¿Ayer tu rueca hacía firin, firin, firin y hoy hace faran, faran,
faran?
Continuaba sin hacerle ni caso aunque al final, el gato, por
curiosidad, bajó hasta el suelo; aprovechando el hombre aquel preciso
instante para verter sobre el gato una sartén de aceite hirviendo que allí
tenía.
Salió el gato dando maullidos y ocurrió que al día siguiente alguna
vecina del pueblo apareció escaldada. Según contaba ella, le había
sucedido en su propia casa aunque a partir de entonces, todos creyeron
que aquella mujer en verdad era una bruja.
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LA CRIADA DE ETXEAUNDIKO-BORDA
Etxeaundiko-Borda es un caserío que se encuentra también muy
cerca de las cuevas de Zugarramurdi. Contaban que en aquel lugar vivía un
matrimonio ya mayor con la típica criada; una chica joven que les ayudaba
con labores.
La tarde en que sucedió todo, habían estado escarbando el maíz en
una pieza que se encontraba entre el caserío y las cuevas.
En aquella época no había relojes, se regían por el sol y también
por las campanas de la iglesia. Se tocaban tres toques de campanas a lo
largo del día. Una era el argi ezkila, las campanas del amanecer. Querían
decir que estaba amaneciendo, que estaban ya a salvo de la noche, de la
oscuridad, de las lamías, de los espíritus. Que podían ya salir de casa.
El segundo toque de campanas era al mediodía, se tocaba para
avisar que ya se había cumplido la mitad de la jornada y tocaba descansar,
había que comer y descansar.
El último toque de campanas era el ángelus del anochecer que era el
que advertía de que el sol ya se estaba ocultando, entraba la oscuridad y
cualquier espíritu maligno o bruja podía estar fuera de casa, tenían ya que
refugiarse en el hogar.
Tras el último toque de campanas, los ancianos regresaron a casa,
aunque pronto se dieron cuenta de que se les había quedado olvidada una
azada en la heredad. Aquella azada era un bien tan preciado que le dijeron
a la criada:
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- Tú que eres joven, tienes piernas largas y eres ágil; ¡ve casi
de un salto! Camina deprisa, pues ya sabes el peligro que
corres.
Marchó pues la muchacha pero pasaba el tiempo y ya oscurecía y la
chica no volvía. No volvía y ya era noche cerrada. Los abuelos estaban ya
preocupados por su tardanza. Tanto que arrodillados junto al fuego se
pusieron a rezar el rosario; cuando de pronto escucharon en el tejado unos
ruidos, voces, gritos y un ruido muy fuerte en especial que era el de la
azada al caer, pues alguien la había arrojado desde el tejado por la
chimenea.
Se oyó aquel ¡zuuuuumm! y les apareció la azada en medio del fuego
entre chisporroteos y cenizas. Entonces escucharon un irrintzi y una voz
que les decía:
- ¡El día para los del día, la noche para los de la noche y
vuestra criada para nosotros!
La criada no apareció ya nunca más, se la habían llevado las brujas.
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LA HISTORIA DE LAS DOS HERMANAS DE ETXALAR
Cuentan que dos hermanas del vecino pueblo de Etxalar salieron al
monte a recoger leña, pero por lo visto se les hizo muy tarde, les atrapó la
noche quedando perdidas en el monte y sin saber qué hacer. Pronto se
encontraron desesperadas, mas entonces se les apareció una mujer, una
señora muy vieja, achacosa y al verla, se acercaron para pedirle ayuda.
- ¡Oye! -le dijeron-, estamos perdidas, somos de Etxalar y no
sabemos dónde estamos. ¿Nos puedes ayudar a regresar a
nuestro pueblo? ¿Acaso conoces el camino?
La mujer entonces, mirándolas de forma misteriosa y les dijo:
- ¡Seguidme!
Entonces, aquella anciana mujer de apariencia tan achacosa echó a
correr, monte arriba, monte abajo y las dos muchachas jóvenes detrás,
tratando de seguirle y si poder alcanzarla. Continuaron corriendo tras ella,
aturdidas, tratando de no perderla de vista.
Pasaron mucho tiempo así, monte arriba, monte abajo; cuesta que va
y otra que viene, camino a un lado y camino al otro... y en un determinado
momento, cuando ya estaban las dos jóvenes rendidas que no podían más,
la mujer se detuvo y les dijo:
- Bueno... ya está. Ya hemos llegado.
Las muchachas entonces, se quedaron mirando para un lado, para
otro alrededor. Y diciéndose entre ellas:
- ¿Qué hemos llegado? ¿Dónde estamos? ¡No conocemos este
sitio!
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Entre que miraban por un lado, por el otro y se situaban, se dieron
cuenta de que aquella mujer había desaparecido ya de su vista.
- ¿Pero qué es esto?, ¿dónde estamos? -se decían. ¡Qué ha
ocurrido!
Entonces, observaron una especie de resplandor y también
comenzaron escuchar una especie de voces, de música, de griterío. Se
acercaron siguiendo esa luz y ese sonido y se dieron cuenta de que
estaban junto a la entrada de una gran cueva...
- Pero... ¡si estamos en Zugarramurdi! Esto es... ¡la cueva de
Zugarramurdi!
Era de noche, aquellas voces, aquel resplandor; comprendieron que
se estaba realizando un aquelarre. Se quedaron allá tumbadas, estaban
asustadísimas, no sabían qué hacer.
Mas de repente, ya había amanecido y se hallaron las dos hermanas
en el suelo tumbadas, cerca de las cuevas de Zugarramurdi. Se miraron la
una a la otra y se preguntaron:
- ¿Qué ha pasado? Estábamos perdidas...
Pronto emprendieron en camino hacia su casa mientras que se
decían:
- Pero bueno... ¿esto qué ha sido? ¿Acaso un sueño común, o
realmente hemos estado en un aquelarre? ¿Hemos estado
persiguiendo a una bruja?
Así llegaron a Etxalar, haciéndose preguntas que no eran capaces
de contestar y contando aquella historia.
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LA VACA QUE NO DABA LECHE
Cuentan que en Lekuberria tenían tan sólo una vaca y resulta que
una mañana no dio leche.
- ¡Qué cosa tan extraña!- pensaron.
No le dieron mayor importancia, aunque al día siguiente volvió a
pasar lo mismo. Por la noche la habían ordeñado bien y por la mañana ya
no dio leche. El dueño se preguntaba:
- ¡Hoy no me ha dado leche tampoco! ¿Qué cosa tan rara? Si
estuviera enferma no daría leche en ningún momento.
Decidió entonces pasar toda la noche vigilando la cuadra, por ver si
entraba alguien por la noche y ordeñaba la vaca antes de que él lo hiciese.
Pero trascurrida la noche entera, no había visto entrar allí a nadie y
cuando fue a ordeñarla, tampoco pudo sacar nada de leche.
Era la tercera vez que le ocurría lo mismo y este hombre
profundamente preocupado lo comentó con un amigo suyo que le dijo:
- ¡Huyyy! ¡Esto tiene pinta de ser cosa de brujas!
- ¡No fastidies! -contestó él.
Entonces, el amigo le dijo que conocía un remedio para aquello y tan
sólo debería seguir sus instrucciones.
Llegada la noche se dispuso a hacer todo aquello que le habían
aconsejado. Entró a la cuadra a oscuras, pero con una vela tapada por una
olla, se acercó al lado de la vaca y de repente destapó la luz. Así, al
iluminarse el recinto, encontró debajo de la ubre de la vaca, una anciana
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vieja y desdentada que estaba mamando de las ubres de la vaca. Era una
bruja que se volvía invisible para entrar a beber toda la leche de la vaca y
con la vela perdía los poderes.
Al descubrirla, el hombre de Lekuberria le dio una buena paliza. A
día siguiente encontraron una mujer del pueblo que se hallaba toda
golpeada; era bruja.
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POR ENCIMA DE TODAS LAS NUBES
Es la historia de un chico que acerca de su novia, cierto día sus
amigos le dijeron:
- ¡Oye tú!, anda con cuidado que tu novia es bruja.
- ¡Pero qué me dices! ¡Qué va a ser bruja!-les decía él.
- ¡Que sí! –insistían.
Llegado el viernes por la noche, noche de los aquelarres; se coló el
joven en la cocina de su novia. Estando escondido se percató de que a
partir de media noche había movimientos en la casa y de pronto, su novia
apareció. Penetró en la cocina y sacó de debajo de las losas del suelo,
donde había un agujero, una cazuela en la que había un ungüento. Después
se desnudó, se embadurnó bien con aquel preparado mágico y dijo la
siguiente fórmula:
- ¡Por debajo de todas las nubes y por encima de todas las
zarzas!
Tras decir aquello, salió disparada volando por la chimenea arriba.
El joven, lejos de asustarse, pensó que todo aquello tenía su encanto
e hizo lo mismo que su había visto hacer a su novia. Se desnudó y se untó
con el ungüento aquel pero se despistó con las palabras mágicas y las dijo
al revés:
- ¡Por encima de todas las nubes y por debajo de todas las
zarzas!
Entonces, cuentan que salió volando por encima de todas las nubes
o por entre las nubes y pilló todos los hielos y las nieves que había entre
medio de las nubes y a la vuelta regresó arrastrándose por los suelos,
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entre las zarzas y golpeándose con todos los pedruscos. Llegó todo
arañado, ensangrentado y escarmentado; pensando que aquello de ser
brujo no compensaba.
Pronto rompió con su novia bruja y volvió por el buen camino.
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LAS BRUJAS QUE SE CONVIRTIERON EN HORMIGAS
Cuentan que dos brujas se convirtieron en hormigas para poder
entrar en la alhóndiga del pueblo. Allí solían guardar alimentos, bebidas...
era una especie de almacén para las gentes del pueblo que no tenían otro
lugar donde dejarlo.
Enteradas las brujas de que allí había bastantes manzanas, bastantes
nueces y buena sidra; cierta noche, se convirtieron en hormigas y por
debajo de la puerta se colaron, pasando toda la noche comiendo, bebiendo,
zampándoselo todo. Se lo estaban pasando tan bien que cuando ya estaban
bastante hartas de comer y de beber, a una de ellas se le escapó decir:
- ¡Jesús, cuánto he comido!
Pero ocurrió que al mencionar el nombre de Jesús, perdieron sus
poderes y se convirtieron nuevamente en mujeres pero con la misma ropa
que cuando estuvieron en forma de hormiga.
Allá se encontraron pues, presas porque aquel lugar tan sólo se
abría por fuera y carecía de ventanas. Atrapadas y desnudas; no les quedó
más remedio que esperar con temor a que alguien llegara y abriese la
puerta.
Cuando las hallaron al día siguiente, descubrieron que se trataba de
brujas que de alguna manera se habían colado allí para saquear todo y les
dieron un buen escarmiento.
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EL BAUTIZO DEL HIJO DE LOS BRUJOS
Cuentan que unos brujos tuvieron un hijo y lo iban a bautizar, porque
los brujos seguían el rito cristiano en todo y lo imitaban a rajatabla, sólo
que dándole su sentido contrario. Lo que era blanco, era negro, lo
izquierdo, derecho y así con todo.
Iban a bautizar pues a su hijo a través de sus ceremonias en la
cueva. Después de bautizarle harían un gran banquete y como la mujer de
la casa Lekuberria tenía fama de ser muy buena cocinera; le pidieron que
acudiese aquella noche para preparar aquella cena. Como quiera que
aquella mujer era muy valiente y le habían prometido buena compensación,
aceptó gustosa.
Fue pues y les cocinó aquel banquete y después, agradecidos, los
brujos le obsequiaron con una carda de oro. Le pagaron fabulosamente
bien porque oro apenas había entonces.
- ¡Toma! -le dijeron. Esto es para ti, por haberte portado bien,
tal y como te habíamos prometido. Ahora, ya te puedes ir a tu
casa, pero no puedes mirar para atrás. Ve a tu casa, pero no
se te ocurra mirar para atrás.
Se fue la mujer muy contenta con su maravillosa carda o kardantxa,
pero notaba que por detrás la seguían. Escuchaba voces, música, gritos y
sentía curiosidad por saber qué había tras de sí.
No miraba para atrás porque recordaba las palabras de los brujos:
- Ve a tu casa, pero no se te ocurra mirar para atrás.
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Continuó pues hacia su casa y logró por fin llegar a pesar de la gran
tentación que había tenido de mirar quién la seguía. Feliz de sintió al abrir
la puerta, pero ocurrió que al girarse para cerrarla levantó la cabeza y
miró hacia el camino. Nada logró ver, pero la carda de oro que llevaba
desapareció de entre sus manos.
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LA DESAPARICIÓN DE LAS BRUJAS
Se cuenta en Zugarramurdi que las brujas desaparecieron un 15 de
agosto hace ya muchos años. Todo el pueblo se reunió aquel día en la
iglesia de la Asunción y desde allí marcharon después en procesión hasta
las cuevas.
Al llegar a tan significativo lugar, el cura realizó una serie de rezos
y bendijo un robo de granos de mostaza. Después esparció aquella gran
cantidad de mostaza que con ayuda del viento llegó a todos los rincones de
aquellas cuevas para que a partir de aquel momento desaparecieran las
brujas y no regresaran en tantos años como granos de mostaza había en
aquel saco.
Cuentan que desde entonces no ha vuelto a haber brujas por aquel
lugar.
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LA HISTORIA DE MARÍA LA PORTUGUESA
María, la portuguesa, agonizaba desde hacía ya tiempo pero sin
poder morir. Casualmente estaba alojada en la casa Barrentxea donde
vivió la célebre Graciana Barrenetxea, considerada reina de los antiguos
aquelarres de Zugarramurdi de finales del siglo XVI y comienzos del XVII.
La noticia de lo que ocurría en aquella casa pronto recorrió todas
las calles y casas de Zugarramurdi.
Cierto día se acercó una persona del pueblo diciendo que
necesitaban ayuda:
- ¡Yo conozco a una bruja de San Juan de luz que puede
ayudaros!
Hicieron pues llamar a aquella bruja que tras examinar a María, les
dijo que estaba llena de gaixtoak y aquellos personajes malignos no la
dejaban morir. Pero la bruja estaba dispuesta a ayudarles pues conocía
bien el remedio. Sacó un pañuelo y lo metió en la boca de María la
portuguesa. Después hizo una serie de rezos que correspondían a aquel
mal, quitó el pañuelo y lo quemó.
Enseguida, María murió plácidamente.
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LA CÁRCEL DE LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI
Cuentan que antes de ser llevados a Logroño, el que sería último de
sus viajes para muchos de ellos; las brujas y brujos de Zugarramurdi
estuvieron presos en el Monasterio de Urdax.
Cuentan que se conserva aún aquella cárcel donde estuvieron y el
acceso lo tiene en el claustro del propio monasterio. Todas las puertas
que hay en el claustro permanecen en perfecto estado; bueno, todas
menos una, precisamente la que da a ese lugar que sirvió de prisión para
aquellas desgraciadas gentes. Alrededor de la puerta todo presenta un
extraño estado y se cuenta que la gente que logra entrar hoy en día a la
mencionada cárcel, suele contar al salir, que han sentido algo muy
extraño, fuera de lo común. Como una energía especial.
Conocida esta historia, me las ingenié para colarme en aquel lugar y
era cierto lo que había escuchado. Una de las puertas que daba al claustro
estaba desencajada y en su interior efectivamente había una especie de
cárcel con sus rejas. Tras pasar allí unos minutos; al salir ciertamente
noté una sensación muy rara, como si algo me apretase el cuello. Imagino
que sería por la emoción y los nervios, pero así fue.
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UNA LAMIA EN LEKUBERRIA
En Zugarramurdi, muy cerca de la cueva, existe una casa llamada
Lekuberria, un lugar al parecer embrujado por tantas historias que de allí
se cuentan.
Dicen que una lamia, que vivió en tiempos antiguos en la cueva, iba
todas las noches a esa casa y por la chimenea entraba en la cocina cuando
la señora de la casa estaba hilando. Después obligaba a la señora de la
casa a freír tocino en la sartén y tostar la borona y untando la borona en la
grasa del tocino, cenaba estupendamente.
Al pasar el tiempo, los de aquella casa empezaron a estar hartos por
tener que dar de comer todas las noches a aquella lamia, con cuerpo de
hermosa mujer pero con pies de pato.
Así pues, en cierta ocasión fue el amo quien se quedó por la noche
en la cocina, rueca en mano, vestido con las ropas de su mujer. Entonces,
la lamia apareció por la chimenea y se quedó mirando al hombre
extrañada.
- Ayer piririn-piririn, hilando finamente y hoy purdunga-
purdunga, hilando con torpeza ¿quién eres tú? –preguntó la
lamia.
- Yo misma a mí misma -respondió el hombre.
El hombre hizo tal y cómo solía hacer su mujer, le frió el tocino pero
en vez de dárselo a untar, no hizo otra cosa más que lanzarle la grasa a la
lamia en la cara; provocando que la lamia saliese despavorida por la
chimenea.
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De camino a la cueva al verla las otras lamías en tal situación,
deseosas de vengarse, le preguntaron:
- ¿Quién te lo ha hecho?, ¡dinos quién te lo ha hecho!
- Yo misma a mí misma -les contestó.
- Si tú misma te lo has hecho a ti misma, pues nada podemos
hacer -le contestaron las compañeras.
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EN BIBORDETA
Cuentan que hace ya algún tiempo, una mujer del caserío
Gantzeberikoborda caminaba junto a su sobrina por el camino que une
Sara con Zugarramurdi. A la altura del paraje de Bibordeta, de repente se
encontraron que el camino estaba lleno de zarzas. Quedaron las dos
aturdidas pues era el camino que utilizaban a diario y no existía forma de
encontrar una explicación razonable a lo que les estaba ocurriendo.
Entonces la mujer mayor dijo a su sobrina:
- ¡Esto es sin duda cosa de brujas! ¡Pongámonos de rodillas y
rezaremos tres Ave Marías!
Así lo hicieron; se arrodillaron mirando hacia el suelo para hacer
sus rezos y tras ello, al alzar la cabeza, se encontraron que el camino
estaba totalmente despejado. Algo había ocurrido y con aquellos tres Ave
Marías habían logrado romper el encantamiento.
Cuando alcanzaron Zugarramurdi, lo primero que hicieron fue acudir
a donde el cura Don Felipe, al que contaron cuanto les había ocurrido.
Entonces el cura es dijo:
- ¡Esas cosas ocurren pero no hay que contarlas!
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ERENSUGE
Erensuge es el nombre que se le da a una gigantesca serpiente que
habita en lugares con gran vegetación. Durante siete años se le van
formando una tras otra, siete cabezas, una cada año. A no ser que sea
vista por alguien; si eso ocurre deja de crecer, provocando a partir de ese
momento grandes desgracias.
Si en el transcurso de los siete años nadie logra avistarla, en el
momento en que se le forma la última cabeza, se convierte en un ascua de
fuego y se lanza al mar en medio de un gran estruendo parecido al sonido
de los truenos.
En Zugarramurdi se hablaba mucho de la existencia de esta especie
de dragón. En cierta ocasión un hombre escuchó tronar y antes de que la
tormenta se desatase, fue a la entrada de la casa para recoger la leña y así
protegerla de la lluvia. Sin embargo, al levantar la vista se encontró el
cielo totalmente limpio y completamente despejado. Dejó pues allí la leña y
se fue a dormir.
Cuentan que al día siguiente le contaron que habían visto a
Erensuge sumergirse en el mar, envuelta en llamas.
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EL MOLINO DE SAN MARTÍN
Cuentan que San Martín construyó con mucho esmero un molino
nuevo, pero por más que trataba de ponerlo en marcha, no lograba hacerlo
funcionar.
Una misteriosa mujer que pasaba cerca del molino acercó a San
Martín y le preguntó por qué no hacía trabajar a aquel hermoso molino.
- ¡No sé qué ocurre! –contestó el molinero, algo le falta al
molino que impide que pueda moverse.
- No te preocupes, que yo trataré de ayudarte.
Marchó aquella extraña mujer y andando y andando llegó hasta el
lugar donde el diablo tenía su molino, en perfecto funcionamiento.
- Trabajas, trabajas bien, diablo.
- Sí, trabajo.
- Igual que San Martín, ¡dabla, dabla! –dijo la mujer.
- ¿Así que ha puesto taravilla de aliso?
- No la ha puesto pero estate seguro de que pronto la pondrá –
contesto feliz la mujer.
Regresó pues junto a San Martín a contarle lo que había oído y en
muy poco tiempo el molino ¡dabla, dabla!, trabajaba maravillosamente.
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UNA EXTRAÑA CRIADA
Solían decir que a una muchacha le llegó el final de sus días sin
haber logrado pagar sus deudas y que por ello se hallaba en el purgatorio
y no podía subir al cielo.
Entonces regresó al mundo y se colocó como criada en una casa con
la intención de ganar el dinero necesario para poder pagar lo que debía.
Cuando por las noches los demás iban a acostarse, ella se quedaba
en la cocina. Extrañado el amo de aquella conducta, en cierta ocasión
tampoco se retiró a dormir para observar lo que hacía la criada. Así se
acercó a la cocina sin hacer el menor ruido y pudo ver cómo la criada se
revolvía sobre el fuego que había extendido antes en el fogón.
Extrañado por aquella actitud, el amo le preguntó por qué andaba de
aquel modo.
Entonces la criada le confesó que había regresado del purgatorio
con el fin de ganar el dinero que necesitaba para poder pagar sus deudas y
de noche, en lugar de estar en el purgatorio debía de estar sobre el fuego.
El buen amo sintió lástima y pagó todo cuanto debía y la muchacha
subió al cielo.
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CUENTOS
DE
ZUGARRAMURDI
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TARTARO Y AMALAU
Amalau era un hombre muy fuerte que en cierta ocasión se dirigió a
casa del gigantesco Tartaro para comprobar quién era más fuerte de los
dos.
Fue bien recibido en casa de Tartaro quien le invitó a una abundante
cena; después envió al visitante a una habitación para que pudiera pasar la
noche. Como quiera que Amalau sentía miedo en aquel lugar, miró debajo
de la cama y mira por donde que allí encontró varios hombres muertos.
Pensando en que aquel iba a ser su final si no hacía pronto algo, colocó
uno de aquellos cuerpos bajo las sábanas y se escondió debajo de la cama.
Cuando Tartaro creyó que el invitado estaría ya dormido; se coló sin
hacer ruido en su cuarto y clavó con fuerza su cuchillo al cuerpo que
estaba sobre la cama; pensando que ya había acabado con Amalau, se
retiró tranquilamente a dormir.
Poco después salió aquel hombre de su escondite y se dirigió a la
puerta para escapar cuanto antes pero cuál su desagradable sorpresa,
pues la puerta estaba atrancada con una enorme piedra que por más que lo
intentaba, no lograba mover.
Entonces, Amalau colocó un hierro en el fuego y cuando estuvo al
rojo vivo, lo cogió y acercándose en silencio a Tartaro, le metió el hierro
en medio de la frente, en el único ojo que tenía el gigante, dejándolo ciego.
Tartaro estaba enfurecido y su único pensamiento era el de acabar
con la vida de aquel que le había producido tal desgracia. Entonces se le
ocurrió dejar salir las ovejas que había en la casa por la puerta; pensó que
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Amalau trataría de colarse entre ellas y así podría atraparlo; pero el astuto
visitante se puso una piel de oveja sobre su espalda y pasó como el resto
de ovejas, entre las piernas de Tartaro, sin que éste se diera cuenta.
Tras lograr salir, se quitó la piel de oveja y se la lanzó a Tartaro al
tiempo que le decía:
- ¡Toma!, esto es tuyo.
- Así que... ¿has logrado huir? Mereces entonces este regalo –le
dijo el gigante.
Sacando de su bolsillo una sortija, se la lanzó. Como era una sortija
muy bella, Amalau sin dudarlo, la colocó en su dedo. Pero en aquel preciso
instante, la sortija se puso a hablar sin cesar:
- ¡Aquí estoy!, ¡allí estoy! –decía.
Tartaro, con sus enormes pasos, gracias a la voz de la sortija,
perseguía sin problemas a su enemigo y éste, por más que intentaba
deshacerse del anillo, no encontraba forma de quitárselo.
Entonces, justo antes de ser atrapado, sacó su cuchillo y se cortó el
dedo que portaba el anillo y lo arrojó al suelo, logrando así escapar de
Tartaro.
34
EL REY SALOMÓN Y SU HERMANA
En cierto lugar vivían juntos el rey Salomón y su hermana. Estando
conversando, el rey fue a preguntarle a ella a ver cuál era el mejor bocado
del mundo.
- ¡Los huevos! –respondió ella.
- ¿Huevos con qué? –volvió a preguntar.
- ¿Con un poco de sal?
Ya por la noche, Salomón se encontraba cenando junto a un gato que
con sus patas sujetaba una vela encendida que alumbraba la estancia. El
rey le decía a su hermana:
- ¡Qué cosa tan hermosa es la escuela!
- ¡La naturaleza aún más! –le respondió ella.
Más tarde, la joven atrapó un ratón y le ató un largo cordel a la pata;
dejándolo suelto después. Entonces, al ver el gato aparecer al roedor,
saltó disparado tras él, arrojando la vela al suelo y no se detuvo hasta
haberlo capturado.
Aquella travesura de la joven puso al rey en cólera, tanto que la
expulsó de sus dominios; prohibiendo que pisara de nuevo su reino, ni a
pie ni tampoco montada sobre ningún animal que mencionase. Así fue
nombrando uno a uno a todos los animales sobre los cuales no podía
regresar; olvidando por un descuido mencionar al macho cabrío. También
dijo a su hermana que aunque ocurriese, por ningún motivo debería decirle
nunca que sus padres habían muerto, pues de lo contrario sufriría graves
consecuencias.
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Pero enterada la hermana de que los padres habían muerto, creyó
que era su obligación hacérselo saber a Salomón, pensando en que de
alguna forma debería ingeniárselas, para hacerlo.
Como no podía pisar la tierra del reino del rey Salomón, la joven
mandó que le fabricasen unos zapatos grandes y los llenó de tierra del
reino donde ella vivía. Luego de calzárselos, partió montada sobre el único
animal que no tenía prohibido montar, por descuido del rey, el macho
cabrío.
Cuando llegó junto a la puerta de la casa de Salomón, la hermana
llamó lo llamó a gritos.
- ¿Qué tienes? –preguntó él.
- ¡Pascua vieja, Pascua nueva!, tu padre y tu madre no están
hambrientos ni sedientos.
- ¿Acaso han muerto?
- Tú lo has dicho, no yo –respondió la muchacha.
- ¿No te dije que no pisaras nunca la tierra de mi reino?-
preguntó enfurecido el rey Salomón.
- Me hallo sobre tierra de mi reino –contestó la astuta hermana.
Después de que hubieron comido los dos juntos, Salomón mandó a
su hermana de vuelta a su reino, montada esta vez sobre un caballo.
Cuando se encontraban atravesando un río, el caballo hizo sus
necesidades en el agua y la hermana de Salomón maldijo así:
- ¡Quien lo tiene a quien lo tiene!, ¡los diablos del infierno se
llevarán a mi hermano!
36
Al conocer la noticia de que sus padres habían muerto, el rey
Salomón encargó una misa por ellos. A esa misa, como solía hacer, acudió
con sus perros de caza. Ocurrió que en el momento de la consagración una
liebre llegó a la iglesia. Entonces, Salomón azuzó sus perros y salió tras la
liebre.
La liebre, que era el mismo diablo se levantó por los aires y los
perros, junto a Salomón, también se alejaron del suelo tras ella.
Cuentan que desde entonces anda por los aires silbando y con sus
perros aullando.
37
EL SOLDADO SIN MIEDO
Había una vez un hombre que era soldado y siempre andaba sin
dinero en la bolsa.
En cierta ocasión, de regreso a su casa se detuvo en una taberna,
pero como no tenía con que pagar, le contaron que cerca de aquel lugar
existía un palacio donde nadie había logrado, por miedo, pasar la noche. Si
se decidía a ir allí, le darían carne de carnero y vino.
El soldado que nunca había temido a nada aceptó y marchó pues a
dormir hacia aquel palacio. Al llegar encendió un hermoso fuego donde
empezó a asar la carne de carnero. Mas llegado el momento, de la
chimenea le llegó el sonido de una extraña voz que le decía:
- ¿Caeré?
Nuestro soldado, lejos de asustarse le contestó:
- Cae si quieres, pero cuida de no hacerlo sobre mi carne de
carnero.
Entonces cayó un cuarto de hombre.
Volvió a preguntarle:
- ¿Caeré?
- Cae si quieres, pero cuida de no caer sobre mi carne –volvió a
responder el soldado.
Cayó otro cuarto de hombre.
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Una y después otra vez, volvió a ocurrir lo mismo, de forma que las
cuatro partes caídas habían completado un hombre que allí se encontraba,
tieso.
Aquel hombre le acompañó a un rincón de la cuadra donde le dijo:
- ¡Ahora coge la azada!
- ¡Tómala tú si la necesitas! –le contestó el soldado sin miedo.
Tres veces le hizo la misma pregunta y tres veces se escuchó la
misma respuesta; así que tuvo que coger él mismo la azada.
Después marcharon a la huerta, donde el hombre del palacio le dijo:
- ¡Haz un hoyo aquí!
- ¡Hazlo tú si lo necesitas¡ –contesto el soldado.
Tres veces hizo también aquella pregunta y tres veces escuchó la
misma respuesta; así que fue aquel mismo hombre quien cavara el hoyo,
de donde sacó cantidad de dinero; diciéndole al soldado sin miedo que
algún dinero repartiese entre los pobres, algún otro lo dedicase a sacar
misas y el resto lo guardase para sí.
A partir de entonces, aquel soldado sin miedo, vivió feliz en aquel
palacio, a cuerpo de rey.
39
LAS DEVOCIONES DE TRES HERMANOS
Eran tres hermanos, ni uno menos, ni uno más. Cada uno tenía una
devoción diferente. Uno, la de oír misa, el otro la de recitar el rosario y el
último, la de dar hospedaje a quien no tenía donde cobijarse.
Entre hermanos tenían a menudo disputas sobre cuál de las tres
devociones era la más valiosa. Así que cierto día fueron a preguntarle al
ermitaño para que les sacase de dudas.
El ermitaño les dijo que de mañana salieran los tres hermanos
corriendo cada uno hacia un lado y cuando les sorprendiese la noche,
quedaran en aquel preciso lugar a pasar la noche. Al amanecer regresarían
a contarle lo que habían visto y él les sacaría entonces de dudas.
El primero quedó debajo de un árbol cuando le anocheció. A media
noche el árbol floreció y tan sólo dos flores le quedaron encima; el resto
cayeron a tierra.
Al segundo le cayó la noche y se quedó debajo de una gran piedra.
Se le acercaron muchas clases de animales salvajes tratando de matarle y
tan sólo dos le protegieron.
Al tercer hermano, el anochecer le sorprendió a las puertas de un
hermoso palacio, donde una voz le dijo que pasara a dentro.
Así penetró en una hermosa sala con la mesa servida para cenar.
La voz le indicó que se sentara a cenar. Cuando hubo terminado la misma
voz le invitó a que fuera a dormir.
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Pronto se halló en una alcoba preciosa y durmió en una hermosa
cama blanca.
Al amanecer, los tres hermanos regresaron junto al ermitaño y uno
tras otro le fueron contando cuanto les había ocurrido.
Entonces el ermitaño le dijo al primero de los hermanos que de
todas las misas que había oído tan sólo dos estaban bien escuchadas.
Al segundo le dijo que de todos los rosarios que había rezado, tan
sólo dos habían dicho bien dichos.
Cuando le tocó el turno al tercero, el ermitaño le dijo:
- Sin duda, tu devoción es la mejor; prueba de ello es que te
han salido todas las cosas bien.
41
VERDAD Y ERROR
Cuentan que había dos hermanos; Verdad se llamaba uno y el otro
Error. Cierto día partieron a recorrer mundo, escogiendo cada cual su
camino.
Pasado algún tiempo coincidieron de nuevo. Verdad era por
entonces muy, muy pobre; mientras que Error se había vuelto rico. Así
que Verdad quiso saber de qué manera había logrado su hermano aquella
fortuna.
- Fue fácil –le contó-. Lo he logrado todo engañando a la gente.
La mentira me dio buenos beneficios.
Más tarde se despidieron y a Verdad se le oscureció el día en pleno
bosque y para poder descansar y pasar la noche alejado de peligros; se
subió a un hermoso árbol. Justo a media noche sintió un ruido como de
viento y enseguida se dio cuenta de que un grupo de brujas había escogido
el lugar para sus de juntas, precisamente junto a aquel árbol.
Allí estuvo en silencio, por miedo a que le descubriesen y pudo
escuchar todo cuanto hablaron; también acerca de la princesa:
- La hija del rey está muy enferma y nadie la curará –dijo una.
- Nadie la curará –continuó otra, porque nadie sabe por qué
enfermó. Cierta vez se le cayó en la iglesia el pan bendito y
no lo recogió. Ahora un sapo retiene ese pan debajo del agua
benditera. Sólo sanará si come dicho pan.
Después de un buen rato, las brujas se marcharon y en cuanto
amaneció, Verdad fue a palacio y le dijo al rey que él sabía cómo curar a la
42
princesa. Tan sólo necesitaba la ayuda de dos canteros. Con ellos marchó
a la iglesia y sacó de la boca del sapo el pan bendito. Después se lo
ofreció a la hija del rey que en unos pocos segundos dejó de estar
enferma. Entonces el rey, agradecido acogió a Verdad en su palacio y
consintió que se casara con su hija.
Pasó el tiempo, poco a poco pero sin detenerse y cierto día acertó a
pasar Error, cerca de palacio. Se había vuelto muy, muy pobre y el destino
había querido que los dos hermanos se encontrasen de nuevo. Verdad
entonces le preguntó de qué manera había caído en tanta pobreza:
- Al principio –dijo Error-, lograba que la gente creyera mis
mentiras, pero poco a poco me fueron conociendo y ahora
nadie me cree ni se fía de mí.
Error también quiso saber de qué manera la fortuna le había
sonreído a su hermano. Así que Verdad contó al detalle la historia del
árbol de las brujas y le indicó dónde se encontraba. Cegado por la idea de
enriquecerse, Error acudió al bosque y se subió al árbol para poder
escuchar a las brujas.
Cuando llegó su hora, la media noche, las brujas se reunieron y una
de ellas dijo a las demás:
- Sobre este árbol hay alguien que escucha nuestras
conversaciones; si no, la hija del rey jamás se habría curado.
Se pusieron pues a buscar y pronto encontraron a Error, temblando
de miedo. Le hicieron bajar del árbol y después le baldaron a golpes.
43
EL MUCHACHO TONTO
Era una vez un muchacho tonto a quien su madre enviaba cada día a
comprar pan. En cierta ocasión en que regresaba a casa, se detuvo a
contemplar el mar junto a la orilla. En esto, se le acercó un pez hambriento
pidiéndole un trozo de pan, pero el muchacho le dijo que no. De nuevo hizo
su petición el pez y el chico tonto sintiendo lástima terminó por darle el
pan a trozos.
Ya se disponía a regresar a casa cuando el pez se le acercó
nuevamente diciéndole:
- ¡En nombre de Dios y de todos los peces del mar, pide aquello
que desees y lo tendrás!
Cuando el muchacho tonto llegó a casa sin el pan, su madre se
enfadó mucho, pero más aún cuando supo que había arrojado el pan al mar
para que los peces no pasaran hambre.
- Si quieres comer algo hoy –le dijo la madre-; ¡cómete el pez
al que diste el pan!
El muchacho quedó apenado pero cuando sintió hambre, recordó lo
que le había dicho el pez y dijo:
- ¡En el nombre de Dios y de todos los peces del mar, que
venga a esta casa un pan!
Al instante tuvo el pan en sus manos y lo mismo ocurrió en los días
siguientes. Todo cuanto pedía, aparecía de repente, por lo que madre e
hijo comenzaron a vivir holgadamente.
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En cierta ocasión en que el muchacho tonto paseaba cerca del
palacio del rey, al verle la princesa desde la ventana, se burló de él. Por lo
que el muchacho le dijo:
- ¡En el nombre de Dios y en el de todos los peces del mar, que
te quedes embarazada!
Dicho y hecho. El rey al conocer el estado de su hija se enfadó
muchísimo; más aún cuando la princesa insistía en que ella no había hecho
nada para estar así.
Cuando nació la criatura, el rey reunió delante de su palacio a todos
los hombres del lugar y a cada uno entregó una manzana. Seguro estaba
de que el niño tan sólo cogería la manzana de manos de su verdadero
padre. Así que cogió la del muchacho tonto y aquello no le hizo mucha
gracia al rey. Tanto le disgustó, que metió en un barco al niño, a la
princesa y al muchacho tonto y los envió muy, muy lejos.
Pronto se dio cuenta el muchacho de lo triste que estaba la princesa
que no deseaba otra cosa más que regresar a tierra.
- ¡En nombre de Dios y en el de todos los peces del mar,
salgamos a tierra! –dijo.
Así fue y empleando sus fórmulas pronto logró levantar un bello
palacio nuevo y un hermoso camino que condujese al palacio del rey.
Al descubrir aquel nuevo camino, el rey envió a sus criados a
comprobar dónde conducía. Así marcharon y pronto se presentaron en el
palacio nuevo, donde encontraron a la princesa junto a la ventana con el
niño en brazos.
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Conocida la noticia, marchó el rey en persona a aquel misterioso
lugar donde le recibieron dos enormes perros que le impedían poder
entrar. Al verlo, el mucho tonto se acercó y retiró los perros dándole buen
recibimiento.
El rey no encontraba explicación a todo cuanto estaba ocurriendo y
con gran curiosidad preguntó de qué manera lograron salir del agua y
construir aquel palacio con su camino; todo como por arte de magia.
- Todo esto –comenzó el muchacho tonto-, todo esto ha
ocurrido de la misma forma en que su hija ha tenido
descendencia.
Al escuchar aquello, el rey se acercó a su hija para pedirle
disculpas.
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EL REY ENFERMO Y EL POBRE FELIZ
En cierto lugar vivía un rey que desde hace mucho tiempo se hallaba
enfermo y no podía curarse. Le habían visitado toda clase de médicos y
curanderos pero ninguno había logrado encontrar la forma de dejara de
estar enfermo.
Ocurrió que le dijeron que existía una forma de acabar con su
problema. Debería encontrar en su reino un hombre que se sintiera muy
feliz con su vida; vistiendo el rey su camisa, podría curarse.
Entonces, el rey envió a todos sus sirvientes en busca de algún
hombre que pudiera sentirse ciertamente alegre con su existencia. Pero
por más que fueron preguntando uno a uno a todos los habitantes del
lugar, no lograron hallar ninguno y así volvían los sirvientes desesperados.
Durante el regreso acertaron a encontrar un anciano que parecía risueño y
contento.
- ¿Está satisfecho con su vida, buen hombre? –le preguntaron.
- Desde luego que sí, estoy muy feliz con ella –respondió.
Entre los sirvientes hubo una explosión de júbilo, por fin habían
encontrado la persona que con tanta ansia estaban buscando y por fin el
rey podría curarse. Así le pidieron una de sus camisas para poder ayudar
al rey; pero el hombre entonces les dijo:
- Lo siento de verdad, pero soy tan pobre que no tengo camisa
alguna que poderme poner.
El rey continuó enfermo.
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ABAROSITSI Y EL RICO
Había en un pueblo un hombre llamado Abarositsi que en cierta
ocasión logró cazar dos liebres vivas. Aquel día recibió la visita de un
hombre muy rico del pueblo quien al ver una de las liebres, peguntó para
qué tenía viva aquella liebre:
- La tengo para hacer mis encargos –contestó el astuto
Abarositsi-. Enseguida la envío pues ya voy necesitando
algunas cosas.
El rico marchó poco después pero no lograba quitarse de la cabeza
lo de aquella liebre maravillosa; así que regresó más tarde y entonces
Abarositsi le enseñó la otra liebre, como si se tratase de la que envió a
hacer encargos que a saber dónde estaría ya. El rico pensó que algo tan
valioso debería ser para él y así se lo hizo saber, de modo que Abarositsi
haciendo primero como que no quería venderla, logró deshacerse de ella
por un magnífico precio.
Feliz marchó a su casa el hombre rico, que ahora lo era un poco
menos y pronto quiso sacar rentabilidad de su compra enviando a la liebre
a hacer encargos, pero la liebre no regresó, marchó más lejos todavía que
la anterior.
El rico, encolerizado marchó a casa de Abarositsi que al verlo
acercarse desde la ventana, le dijo a su mujer:
- Ate al vientre, bajo la ropa, una bota de vino y simularemos
que estamos riñendo.
Continuó dándole alguna explicación y empezaron pues a reñir en el
momento en que el visitante entraba en casa y delante de él, el hombre
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clavó un cuchillo en el vientre de su mujer, agujereando la bota y
derramando el vino que contenía, que a ojos del rico era sangre y al caer
al suelo quedando inmóvil, le pareció que estuviera muerta.
El rico se asustó muchísimo, pero entonces Abarositsi le dijo que
aquello no era nada pues lo hacían a menudo. Él conocía el remedio para
que su mujer recobrase la vida. Dicho esto sacó un silbo y lo tocó. La
mujer se levantó enseguida.
Era algo maravilloso lo de aquel silbo y de nuevo el hombre rico
volvió a pagar bien para lograr que fuera para él. Pero ocurrió que al
llegar a casa de vuelta quiso comprobar la eficacia de su compra y
acuchilló a su criada. Después toco y tocó el silbo, pero la joven ya nunca
recobró la vida.
Encolerizado marchó de nuevo a casa del astuto Abarositsi y al
verlo le obligó a meterse en un saco que después cargó al hombro para
arrojarlo al mar.
Ocurrió que de camino, al pasar junto a la iglesia escuchó el rico los
toques de campana que anunciaban la muerte de la criada. Dejó el saco por
un momento y se dirigió a la iglesia para hacer que dejaran de tocar
aquellas campanas que le estaban poniendo tan nervioso.
Acertó a pasar cerca del saco un pastor con su rebaño y al
percatarse de ello Abarositsi, empezó a gritar:
- ¡Yo no quiero! ¡Yo no quiero!
El pastor intrigado al oír aquellas voces, se acercó preguntando qué
es lo que no quería.
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- No deseo casarme con la hija del rey. Me llevan en este saco
obligado y yo no quiero ir.
El pastor entonces insinuó lo feliz que le haría poder casarse con la
princesa y Abarositsi le ofreció pues que fuera él quien ocupase su lugar
dentro del saco para ir a palacio. Hicieron pues el intercambio y el astuto
hombre marchó hacia su casa con el rebaño del pastor.
Cuando el rico regresó de la iglesia, se echó de nuevo el saco al
hombro, sin mucho caso a las voces que salían del interior: ¡Yo sí quiero!,
¡yo sí quiero! El rico cumplió su cometido y el pobre pastor acabó en el
fondo del mar.
Cuando regresaba A casa acertó a ver a Abarositsi apacentando el
rebaño y extrañado se acercó y le preguntó de qué forma había logrado
salir del mar y de dónde había conseguido aquellas ovejas.
- Las saqué del mar –le dijo.
- ¿Pero hay acaso ovejas en el mar?-preguntó el rico.
Abarositsi le dijo que había cantidad de ellas, al tiempo que le
señalaba las olas blancas que se apreciaban. Entonces el rico, aturdido por
todo cuanto le estaba ocurriendo y cegado por la idea de conseguir un
rebaño con tanta facilidad, se metió en el mar a buscar ovejas y jamás
volvió a salir.
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TRES HERMANOS CRIADOS
Vivían en cierta casa tres hermanos que deseaban marchar para
servir como criados. Así marchó el primero a una casa donde de mañana le
dieron buen almuerzo y le enviaron después con un perro a roturar la
tierra, advirtiéndole de que no regresara hasta que lo hiciera el perro.
Allí marchó y no paró de trabajar hasta el anochecer que fue cuando
el perro se puso de regreso. Pasó mucha hambre todo el día y aquello se
repitió a la mañana siguiente y a la siguiente; así durante un mes entero.
Finalmente, cansado de tanta labor, regresó a casa aunque a sus hermanos
no mencionó por qué lo había hecho.
Luego fue el segundo hermano a aquella misma casa; ocurriéndole
exactamente igual y al cabo de un mes regresó pero sin mencionar
tampoco por qué lo hacía.
Finalmente fue de criado el tercero de los hermanos. Le enviaron
igualmente a roturar la tierra en compañía del perro y llegado el medio día
empezó a sentir hambre; por más que miraba al perro a ver si se movía,
continuaba echado, inmóvil. Entonces, el criado cogió en una mano un palo
y sujetando al perro de la cola con la otra, comenzó a darle golpes al
tiempo que le decía: ¡eup! Asustado el perro se puso a correr hacia la casa
y tras él iba el criado que cuando llegaron, le dieron de comer.
A la mañana siguiente, después de almorzar marchó de nuevo a
roturar la tierra; aunque esta vez le siguió el amo para observar lo que
hacía. Cuando empezó a sentir hambre, sospechando que el amo podría
estar vigilando, comenzó a remover con la azada la tierra con mayor
empuje que antes; al tiempo que gritaba: ¡eup!. Cuando el perro comenzó a
51
escuchar aquellos gritos, recordó la paliza del día anterior; salió disparado
hacia casa, el criado detrás y también el amo que salió de su escondrijo. Al
llegar le dieron bien de comer.
Aunque al día siguiente, el amo escarmentado le envió al criado a
hacer otra tarea; le ordenó que unciese los bueyes y que trajera la carreta
llena con la leña más torcida que hallara en el bosque. Pero como en el
bosque todas las leñas estaban rectas salvo las vides, llenó la carreta de
vides y regresó a casa. El amo se puso en cólera porque había destrozado
el viñedo.
- ¡Haz algo de provecho! -le dijo el amo-; suelta los bueyes y
échalos a la heredad.
Pero el criado lo que hizo fue soltar los bueyes, matarlos,
despedazarlos y echar los pedazos a la heredad.
Enterado el amo, enfurecido como nunca antes había estado
preguntó al criado por qué había hecho aquello:
- Me dijiste que los echase a la heredad y como enteros no
podía, los he despedazado para poder cumplir lo que me
ordenaste.
Como el amo no sacaba carrera con él, lo envió al bosque para
apacentar a los puercos. También allí sintió hambre y andado de aquí para
allá y de allá para acá logró encontrar una choza, entrando en ella. Pero en
aquella choza vivía Tartaro, el forzudo gigante de un solo ojo en la frente.
Tartaro le recibió bien y le dio de comer. También le contó algunas
historias como la de que tenía un hermano en Salamanca.
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Al día siguiente fueron a ver a los puercos y de regreso, Tartaro
arrancó de su base un árbol al tiempo que contaba al criado que tenía por
costumbre de regreso a casa coger algo de leña para el fuego. Entonces el
criado sacó del bolsillo un ovillo de bramante y empezó a rodear con él un
grupo de árboles. Tartaro le preguntó qué pesaba hacer con aquello:
- ¿Acaso te crees que yo voy a llevar un sólo árbol? Arrancaré
todos estos para llevarlos al hombro.
Tartaro, sin darse cuenta de la artimaña, le pidió que no destrozara
todo el bosque, pues además aplastaría a los cerdos.
Al siguiente día Tartaro le dijo que deberían apostar a ver quién
lanzaba más lejos la palanca. Aceptó el criado y Tartaro tras coger la
palanca la lanzó como ningún hombre podría lanzar. El criado cogió otra
palanca y se dispuso a lanzarla no sin antes decir:
- Ahí va, ahí va! ¡Desde aquí hasta Salamanca!
- ¡No muchacho! -suplico el gigante, no la lances pues tengo un
hermano en Salamanca y podrías matarlo si la arrojas hasta
allí.
Un día el criado fue a ver a los puercos que estaban junto con los de
Tartaro y salvo a dos esmirriados, arrancó las colas al resto y las guardó
en el zurrón.
Al día siguiente Tartaro tuvo que salir y el criado aprovechó para
meter en el lodazal dos puercos flacos, de forma que solamente se vieran
las colas. También metió las colas en el lodo, con las puntas al
descubierto. Después recogió el resto de puercos del amo y también los de
Tartaro y los llevó al mercado y vendió.
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De regreso, el amo le preguntó por los puercos:
- ¡Pobrecitos, que todos se ahogaron en el lodazal! -le contestó
el criado.
El amo disgustado deseaba verlos, así que se adentraron juntos en
el bosque. Cuando llegaron, empezó a tirar de una cola y sacó un puerco y
tirando de otra cola apareció el segundo. Como estaba todo lleno de colas
creyó que su criado le decía la verdad y no descubrió la artimaña.
El amo estaba fuera de sí, encolerizado, así que el criado decidió
escapar de allí lo antes posible, pero tenía un gran problema pues por muy
rápido que corriese, al descubrir Tartaro lo ocurrido, le seguiría mucho
más deprisa y no pararía hasta alcanzarle. Así, cuando encontró una oveja
en el camino, la mató y colocó los intestinos del animal sobre su vientre.
Más adelante observó que en una heredad se hallaba un matrimonio
trabajando la tierra. Entonces empezó a caminar como desorientado y
cuando estuvo junto a los labradores, se metió el cuchillo al lado del
vientre y dejó caer los intestinos de la oveja como si fueran suyos. Tras
hacer aquello comenzó a correr tan rápido como le era posible y pronto lo
vieron desaparecer a lo lejos.
No tardó Tartaro mucho en descubrir lo ocurrido con lo puercos y
partió con grandes zancadas por el bosque en busca del criado. Cuando
llegó a la heredad donde el matrimonio trabajaba, les preguntó si habían
visto a un muchacho pasar por allí:
- Sí le vimos; llegó con dificultad pero después se metió el
cuchillo en el vientre y en cuanto los intestinos se le han
caído al suelo, se ha marchado a gran velocidad.
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Entonces, Tartaro con el deseo de correr él también más deprisa;
con su cuchillo extrajo sus propios intestinos pero en vez de correr más,
quedó allí mismo muerto.
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EL SOLDADO Y LA CERA NEGRA
Cuentan que había un soldado muy pobre que pasaba hambre y se
alimentaba con lo poco que encontraba aquí o allá.
En cierta ocasión se le hizo de noche y se acercó a una posada
donde pidió hospedaje. Pero la posadera al ver el aspecto descuidado del
soldado hizo ademán de no dejarle pasar:
- Para mí, basta con un rincón cualquiera -dijo el soldado.
La mujer accedió pero a la mañana siguiente pidió al soldado que
como pago al alojamiento, le hiciese un favor. Debería ir a un palacio
cercano, donde nadie había logrado entrar porque había tres perros
terribles en los tres descansillos de las escaleras. Al llegar al tercer
descansillo encontraría una puerta y traspasándola; hallaría una cera negra
que le debería entregar.
El soldado aceptó pero pidió a la mujer que le diera tres panecillos.
Así marchó y al llegar se ganó la confianza de los canes dándoles un
panecillo a cada uno. Penetró después en un salón donde halló un montón
de dinero y sobre él, la misteriosa cera negra. Tomó la cera y cuanto
dinero pudo coger y marchó deprisa de aquel palacio.
Después, en vez de entregarle a la posadera la cera negra, pagó el
precio del hospedaje y se puso de camino hacia la ciudad. Al llegar ya
estaba anocheciendo y buscó otra posada en donde tampoco querían
acogerle por su aspecto de pobre.
- Para mí, basta con un rincón cualquiera -dijo el soldado.
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Entonces, el amo le condujo a una vieja cámara del sótano. Allí entró
el soldado y durante algún tiempo estuvo contando el dinero que había
encontrado para conocer hasta cuánto alcanzaba su fortuna.
Pero como quiera que el posadero había escuchado el sonido de las
monedas, fue a avisar al rey de que había un extraño soldado en su posada
que poseía cantidad de dinero. Así pues, el rey le invitó a comer a palacio.
Llegó el soldado y comió en compañía del rey, que más tarde le
invitó también a jugar con ellos. Entonces, el soldado se retiró a un rincón
apartado y encendió la cera negra. En aquel preciso momento apareció un
genio gigante que le dijo:
- ¿Qué deseas? Estoy dispuesto a hacer cuanto tú digas.
El soldado deseaba impresionar al rey y que la fortuna se aliase de
su parte para vencer en todas las partidas. Así se lo hizo saber y así
ocurrió después. Gracias a aquello, el rey pidió al soldado que se quedara
con ellos en el palacio.
Tiempo después ocurrió que la hija del rey sentía por las noches
como si alguien anduviese por su alcoba. Para descubrir quién era, el rey
depositó en la cámara de la princesa un valioso reloj de oro, pensando que
si algún intruso penetraba en la habitación tendría la tentación y se llevaría
aquel reloj.
Así ocurrió que al día siguiente descubrieron que faltaba el reloj y
se pusieron a buscarlo, hallándolo en la habitación del soldado que fue
llevado a la cárcel y condenado a muerte.
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Estando encerrado, el soldado encendió la negra cera y apareció de
nuevo el gigante:
- ¿Qué deseas? Estoy dispuesto a hacer cuanto tú digas.
El soldado pidió al genio que matase a cuantos hombres tratasen de
acabar con su vida. Así ocurrió que todos cuantos acudieron a cumplir con
la pena impuesta al soldado; murieron sin poder cumplir las órdenes del
rey.
Al monarca no le quedó más remedio que acoger de nuevo al
soldado que terminó casándose con la princesa. A menudo, ésta
preguntaba al soldado por qué llevaba consigo siempre aquella cera negra
y confiado, en cierta ocasión le contó el secreto de aquella cera.
Tiempo después ocurrió que el soldado dejó olvidada una vez la cera
negra en su cuarto. Su esposa aprovechó la ocasión para encenderla y se
le apareció el genio diciéndole:
- ¿Qué deseas? Estoy dispuesto a hacer cuanto tú digas.
Entonces la princesa le pidió que llevara a su marido tan lejos como
fuera posible; pues no deseaba verle jamás y el soldado fue llevado pues a
un lejano desierto donde tan sólo tenía algo de hierba que comer. En poco
tiempo la princesa se casó con otro.
Ocurrió que en cierta ocasión se le acercó un águila al soldado
diciéndole:
- Tú que has sido un hombre tan fanfarrón y ahora te hallo de
esta forma humillado.
- Así es -le contestó el soldado.
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El águila después mostró su agradecimiento porque gracias a él
había comido mucha carne de los hombres que había hecho matar.
- ¿Qué puedo hacer ahora por ti? -preguntó el águila.
- Llévame por los cielos hasta el lejano palacio real.
Pronto los dos fueron alejándose del suelo. Como quiera que el
camino era largo, el águila sintió sed y dejando al soldado sobre una peña,
se alejó a buscar un lugar donde calmar su sed. Como tardaba, pensó el
hombre que su amigo le habría abandonado pero un pequeño punto oscuro
sobre el cielo, pronto se fue haciendo más grande hasta convertirse en un
hermoso águila que regresaba para recogerle.
Finalmente llegaron a palacio donde el soldado habló con una de las
criadas, preguntándole dónde guardaba la cera negra que la princesa le
había quitado:
- Se halla sobre la chimenea -respondió la criada.
Ella misma se la entregó y el soldado la encendió, apareciendo el
genio.
- ¿Qué deseas? Estoy dispuesto a hacer cuanto tú digas.
Entonces el soldado le pidió que llevara a la hija del rey al lugar
donde sale el sol y a su marido al lugar donde se pone el sol.
Así ocurrió y como castigo, cada uno fue llevado tan lejos del otro
que ya nunca más se volvieron a ver.
59
TRES HERMANOS Y EL DIABLO
Eran tres hermanos llamados Atarrabio uno, Arruit otro y Juan el
último. Cuentan que fueron educados por el mismísimo diablo en una cueva
cercana a Zugarramurdi. Pero a cambio de su educación, el diablo les pidió
que deberían quedarse con él, por eso siempre les vigilaba para que no
salieran de aquella cueva.
Uno de los hermanos tenía un sombrero mágico al que solía hacerle
hablar y aprovechó una ocasión para poner al sombreo a hablar
amigablemente con el diablo, momento que aprovecharon los tres
hermanos para escapar de la cueva.
Para cuando el diablo quiso darse cuenta, ya estaban demasiado
lejos como para poder atraparlos; así cogió un gancho de hierro y lo lanzó
tratando de capturar con él a alguno de los hermanos. Aquel gancho fue a
caer sobre el tacón del zapato de Atarrabio, atrapando también su sombra.
Desde aquel día; por más que intentaba colocar un tacón a sus zapatos,
siempre le faltaba.
Aquellos hermanos se hicieron sacerdotes y siempre andaban
engañándose mutuamente. Así en cierta ocasión Arruit invitó a Juan a
comer y después al mandarlo de vuelta a casa, aprovechó para conjurar y
enviar pedrisco a su hermano. Pero Juan, dándose cuenta de la artimaña
de su hermano; se puso sobre la espalda una piel de oveja y anduvo dando
vueltas por todo el manzanal de Arruit por el tiempo que duró el pedrisco;
quedando pues destrozados todos los manzanos.
El diablo, dueño del tacón del zapato y también de la sombra de
Atarrabio; tenía siempre mucha cercanía con él y muchas veces solían
60
hablar. Por esas conversaciones supo Atarrabio que un diablo, en figura de
mujer había ido a donde el padre Santo, pretendiendo hacerle caer en
pecado.
Conocido aquello, Atarrabio preguntó al diablo en cuánto tiempo
podría llevarle hasta Roma.
- Una hora para allá y otra para acá -contestó el diablo.
Pero Atarrabio necesitaba llegar más rápido aún y volvió a preguntar
lo mismo.
- Diez minutos para allá y otros diez para acá -contestó
entonces.
- ¿Todo un diablo y viajando tan despacio? -preguntó Atarrabio
con astucia.
Finalmente, picado en su orgullo, el diablo le dijo que en un minuto
podrían llegar y otro minuto para regresar. Pero el diablo le dijo que
habría de darle algo a cambio.
- Te daré -dijo Atarrabio-, toda la parte exterior del alimento
que consuma en la comida.
Conforme el diablo levantó por los aires al sacerdote. Cuando
pasaban por el mar, le pidió a Atarrabio que le dijera una palabra que a
menudo se decía en misa. Pero Atarrabio, dándose cuenta que si la decía
iba a ser arrojado al mar, acabó diciendo: ¡Arre diablo!
Llegaron y Atarrabio tocó la puerta del Papa y preguntó después por
él. Como quiera que se encontraba ya dispuesto a comer en compañía de
61
una mujer; Atarrabio dio un palo al criado y le pidió que con él midiera lo
largo y lo ancho de la mesa donde comía el Padre Santo. Así lo hizo y tal y
como Atarrabio había planeado; al medir la mesa y trazar la forma de la
cruz, el diablo con forma de mujer desapareció al instante produciendo un
estruendo de truenos.
Cuando regresó a casa; al tiempo que sacudía su capa de nieve, dijo
que estaba nevando en los Pirineos.
- ¡Madre! -le dijo después-. No prepare nada de comida pues
hoy solo pienso comer nueces.
Atarrabio comió pues cantidad de nueces y como pago a la ayuda
que le había prestado el diablo; le fue echando las cáscaras de nuez debajo
de la mesa.
- ¡ Qué secó está esto! -se quejaba el diablo, que marchó de allí
hambriento y enfadado.
Pasado el tiempo; Atarrabio tenía miedo de morir e ir al infierno por
pasar mucho tiempo en compañía del diablo y por poseer éste además, el
tacón de su zapato, además de su sombra. Como quiera que conocía que
era fama que los sacerdotes al celebrar la misa dejaban sus pecados en el
sombrero; pidió que lo mataran estando celebrando la misa, pues aquel
momento debía de ser el más puro.
También encargó a su madre que a su muerte pusieran su corazón
en la punta de un palo y observaran después qué ocurría. Si el cuervo lo
llevaba, Atarrabio iría al infierno; si lo llevaba la picaza era señal de que
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estaba en el purgatorio y deberían sacar misas por él. En cambio, si era la
paloma quien llevaba el corazón, era porque se hallaba en el cielo.
Hicieron pues cuanto el sacerdote dispuso. Pronto llegó el cuervo y
estuvo girando y girando alrededor del corazón pero marchó sin llevárselo.
Vino la picaza, después de girar y girar hizo ademán de ir a cogerlo pero
marchó también sin él. Por último se acercó la paloma, cogió el corazón
con su pico y marchó por los aires.
Ahora Atarrabio se halla en el cielo.
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FÁBULAS
DE
ZUGARRAMURDI
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EL PERRO DEL MOLINO, EL PÁJARO Y EL ZORRO
En cierto molino había un gran perro que con frecuencia solía pasar
hambre. Así que en una ocasión en que estaba echado sobre el césped, se
le acercó un pájaro diciéndole que le enseñaría el modo de lograr comida.
El pájaro sabía que una muchacha pasaba por allí cada día con un
cesto de comida y en aquella ocasión se le quedó el pájaro delante, muy
cerca. La joven trató de cazarlo, pero el pájaro se adelantaba un poco más.
Para poder atrapar mejor a aquel pájaro, la muchacha soltó el cesto;
pero el pájaro volaba un poco más. Así una vez, así otra también. De modo
que cuando la chica se hubo alejado del cesto, tal y como habían planeado,
el perro aprovecho para zamparse todo.
El perro le dio las gracias al pájaro y éste entonces le preguntó si
algo más podía hacer por él.
En efecto, algo había que deseaba más que cualquier otra cosa.
Había un zorro al que siempre perseguía pero que siempre acababa
escabulléndose.
- Si es tan sólo eso, haz cuanto yo te diga y verás cómo logras
atraparlo.
El perro escuchó con atención y cuando comprobaron que el zorro
andaba cerca, se echó en el suelo inmóvil. Así que en el momento en que
el zorro pasaba cerca, el pájaro le dijo:
- Estás de suerte, amigo; el perro del molino ha muerto.
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- ¡No te creo! –contestó el zorro.
El otro que sí, el uno que no y una y otra vez, hasta que el pájaro se
colocó sobre la cabeza del perro y empezó a darle picotazos al tiempo que
le decía:
- ¿Me crees ahora?
- Sí te creo. Cuando vivía, siempre me perseguía para
atraparme con sus dientes. Ahora lo único que va a tocar su
boca son mis cagaditas.
Se aproximó entonces el zorro para cumplir su cometido y en ese
preciso momento, el perro del molino lo agarró, acabando rápidamente con
su vida.
66
EL LEÑADOR, EL LOBO Y EL ZORRO
Desde un alto observaban el zorro y el lobo cómo un hombre estaba
partiendo leña. El lobo entonces le dijo a su compañero:
- Hemos de matar y comer a ese hombre.
- Mejor no hacerlo, no me fío de los hombres y menos de uno
que parece que tiene el pelo azul –le contestó el zorro.
Pero como quiera que el lobo tenía más hambre que miedo, decidió
marchar sólo. Se acercó al hombre diciéndole:
- Lo siento... pero tengo que comerte.
Pero el hombre trató de persuadirle diciéndole que no era necesario;
él tenía tocino frito y agua. Gustoso lo compartiría, aunque primero
deberían partir un poco más de leña para poder preparar el fuego.
El hombre entonces golpeó con fuerza una madera y haciendo luego
palanca con el hacha, la abrió un poco.
- ¡Ayúdame lobo! –le dijo-, y prueba a abrir la madrea con tus
manos.
Así lo hizo el zorro, momento que aprovechó el leñador para retirar
su hacha, atrapando dolorosamente las manos del lobo. En pocos segundos
y para siempre, el lobo dejó de sentir dolor.
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EL ZORRO Y EL BARQUERO
Había en el río Bidasoa un hombre que se dedicaba a pasar gente en
su barca, de una orilla a la otra. En cierta ocasión se le acercó un zorro sin
dinero pidiéndole que lo dejara embarcar.
- Si no tienes dinero –le dijo el hombre-. ¿Cómo piensas hacer
tu pago?
- Si me llevas –le contestó-; como precio del pasaje te contaré
tres verdades.
Como el barquero estuvo de acuerdo, el zorro se introdujo en la
barca; pero el hombre no remaba, así que tuvo que contarle la primera
verdad.
- Cuando la luna es clara, en todas partes se dice: ¡qué noche
tan hermosa! Pero el día no tiene quien le iguale.
A mitad de trayecto el barquero se detuvo y el raposo le contó la
segunda verdad.
- Cuando es bueno el maíz suele decirse: ¡He aquí buen maíz,
mejor que el pan de trigo! Pero el pan de trigo no puede
igualarse.
Cuando hubieron llegado y el zorro desembarcó, se dispuso a contar
la tercera verdad:
- Amigo Barquero, malos calzones lleva usted vestidos. Si sigue
embarcando gente como yo, no cambiará su suerte y
continuará llevando calzones viejos.
68
EL LOBO Y EL ASNO
En cierta ocasión se le acercó el lobo al asno y así le habló:
- Salud, salud, asnilllo.
- También para ti, lobezno –le contestó el asno.
- Hoy voy a cenar tu cabeza y tus orejas –le dijo el lobo.
El asno entonces, con voz de resignación le dijo que así sería pero
que antes le dejase acudir a una ermita cercana para poder escuchar su
última misa.
El lobo le acompañaba para que no huyera, mas justo al llegar a la
ermita, el asno se introdujo en ella rápidamente y con el trasero golpeó y
cerró la puerta, dejando al lobo fuera y sin poder entrar.
Entonces, enfadado le dijo el lobo:
- Asno viejo, lo que tienes de viejo lo tienes de malo. Si de
nuevo te atrapo, no te quedará tiempo de oír misa.
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EL LOBO, EL OSO Y EL ZORRO
En cierta ocasión estaban preparando la tierra para poder sembrar,
el lobo, el oso y el zorro. Éste último se dirigió a preparar la comida, que
no iba a ser otra cosa más que un cuenco de cuajada que había robado de
la cabaña del pastor.
Pero el zorro no pudo resistir la buena pinta que tenía la cuajada
que había conseguido y probó un poco. Estaba deliciosa, así que comió un
poco más y otro poco. De modo que de poco en poco se comió la mitad.
Después, para que no se dieran cuenta sus compañeros de lo que había
hecho; sacó del cuenco el resto de cuajada y metió boñigas de vaca en el
cuenco, para después terminar de llenarlo con la cuajada.
Cuando se juntaron para comer, el raposo preguntó cómo repartirían
aquel manjar.
El oso pidió lo del fondo, mientras que el lobo deseaba la parte del
medio; de esa forma el zorro comería la parte da encima.
Así fue y el zorro terminó de comerse la cuajada, dejando al lobo y
al oso solamente las boñigas de vaca. Cuando se dieron cuenta de lo
ocurrido, salieron a todo correr tras el zorro y finalmente el lobo logró
sujetarle de una pata.
- ¡Suéltame esa pata y me agarrarás mejor de la otra! –dijo el
zorro.
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Como quiera que el lobo le hizo caso, el astuto zorro aprovechó la
artimaña para escaparse. Corriendo y corriendo llegaron a un río donde el
zorro les dijo:
- ¿A ver quién suelta el mayor pedo al saltar?
Tras decir aquello, al tiempo que daba un enorme salto, echaba un
pedo aún mayor a sus perseguidores, que enfurecidos también saltaron y
continuaron la persecución hasta la madriguera del zorro.
Como quiera que no lograban sacarlo; el oso y el lobo pensaron que
bien podían quemarlo allí mismo y así comenzaron a hacer fuego en la
boca del escondrijo del zorro.
- ¡Gracias amigos!, me calentáis bien –les decía el zorro.
Entonces el lobo y el oso, con gran enfado decidieron ahogar a su
enemigo inundando su madriguera y empezaron a echar agua y más agua
en su refugio; pero el zorro les decía entonces:
- ¡Gracias amigos! Antes me habéis calentado muy bien y ahora
me refrescáis muy bien.
Tras aquello, los perseguidores, desesperados y desquiciados
pusieron tierra de por medio.
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TÍTULOS PUBLICADOS DE LA BIBLIOTECA DE LAS GRANDES
NACIONES.
COLECCIÓN: TRADICIONES Y LITERATURA SAHARAUI
(1) Cuentos tradicionales saharauis. Libro I. (Octubre 2012)
(1º Libro de la Biblioteca de las Grandes Naciones).
(2) Relatos del País de los saharauis. Libro I. Varios autores.
(Octubre 2012) (2º Libro de la Biblioteca de las Grandes
Naciones).
(3) Mil y un poemas saharauis. Libro I. Varios autores.
(Noviembre de 2012) (3º Libro de la Biblioteca de las
Grandes Naciones).
COLECCIÓN DE CUENTOS TRADICIONALES DEL
MUNDO.
(1) Antiguos cuentos de África. (Diciembre de 2012) (4º Libro
de la Biblioteca de las Grandes Naciones)
COLECCIÓN DE TRADICIONES Y LITERATURA ORAL
VASCA.
(1) Cuentos y leyendas de Zugarramurdi. (5º Libro de la
Biblioteca de las Grandes Naciones)
72
Nota:
Todos los libros están escritos y publicados con la intención de
que puedan circular libremente por la red, entre personas y asociaciones
interesadas y pueden formar parte también de la documentación de
asociaciones, páginas, bibliotecas... que así lo consideren conveniente. Si
no localiza alguno de los títulos y desea tenerlo, no tiene más que visitar
el blog de la Biblioteca de las Grandes Naciones.
También para otras consultas o para el envío de información,
como pueden ser cuentos o leyendas de su tierra, pues la colección se va
cumplimentando con la ayuda de decenas de personas, puede dirigirse al
correo; xsusperregi@gmail.com
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