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Revista de Literaturas Populares, ao IVnm. 2, jul-dic. 2004
Dos bandoleros cubanos en el cordel cataln del XIX.Evolucin de un gnero popular
CLINE GlLARD
Universit de Poitiers
JACQUES GlLARD Universit de
Toulouse-Le Mirail
Aunque el segundo de los pliegos aqu estudiados se refiere a "los mu-chos bandidos / que asolaron" la tierra cubana en el XIX (Poumier, 1986),solamente a dos de ellos los hemos encontrado en el cordel espaol
decimonnico, en dos pliegos1salidos uno y otro de imprentas catala-nas. La figura del bandolero cubano inspir al poeta y patriota MiguelTeurbe Toln y de la Guardia el interesante romance "Juan Cabeza"(Lezama Lima, 1965:241-250), retrato idealizado de alguien que se rebelacontra el orden colonial una visin que, desde luego, se invierte porcompleto en el cordel peninsular. La distancia explica que no llegaranhasta la poesa popular de la metrpoli los ecos de delitos cometidos enla isla. De hecho, muy pocos sucesos cubanos, de cualquier naturaleza,se encuentran en hojas de cordel espaolas. Cuba aparece en ellas tar-damente (dcada de 1840) y hasta finales del siglo la isla figura con dostemas muy distintos (J. Gilard, 1998 y 1999): el de las guerras y el almi-barado de "americanas", habaneras y tonadas de zarzuela y caf cantan-te. En este segundo tema, al margen pero con duradero xito de ventas,se hallaba el exiguo espacio concedido a los tangos y a las cancionesentre negras y "negristas", que fueron perdiendo su autenticidad negro-americana conforme el gnero musical era absorbido por el folclorgaditano y el flamenco y, por otro lado, se converta en una fcil modade consumo general.
1Nuevo y curioso romance [del] negro simarrn Benito Castro (s.a.) yExacta rela-
cin de los hechos del clebre bandido y secuestrador Manuel Garca, titulado El Rey
de los Campos (s.a.). [Ver el ttulo completo de los pliegos y sus datos de edi -cin en la lista de "Pliegos de cordel citados" que aadimos al final del artculo.N. de la R.]
REVISTA DE LITERATURAS POPULARES / AO IV / NMER O 2 / JULIO-DICIE MBRE DE 2004
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Por ser solamente dos los pliegos hasta ahora encontrados que sitanla figura del matn en la "Perla de las Antillas", no pueden decirnos
gran cosa sobre cmo se vea en Espaa, o quizs mejor dicho en Catalu-a, el bandolerismo cubano. Al menos, la distancia y el exotismo (msan en el primer caso, por tratarse de un bandolero de raza negra yesclavo fugitivo) podan contribuir a reactivar las vibraciones de algoque en la Pennsula no se perda de vista, pero que tampoco se renova-ba: el romancero de valentas (C. Gilard, 1994 y 1995). Seguan impri-mindose las gestas de grandes figuras dieciochescas, como FranciscoEstevan, Sebastiana del Castillo, Juan de la Tierra, Agustn Florencio olos hermanos Vzquez. Pero, en forma paralela, el cambio social hacaque no aparecieran nuevas figuras por el estilo; el cordel tratndosede hechos de sangreevolucionaba hacia posturas de tipo cada vez
ms periodstico, y el gusto del pblico cambiaba con el auge de formaspoticas que modificaban la relacin del imaginario popular con la vio-lencia y con la figura criminal. As, en parte por obra y gracia de la distan-cia y del exotismo, el quizs inexistente Benito Castro y el muy histricoManuel Garca podan revivir estereotipos que iban cayendo en desuso,aunque todava hubiera mucho pblico para los relatos de "atrocidades".
Estos dos textos no dejan de ser representativos de cmo evoluciona-ba el cordel noticiero especializado en hechos de sangre. O, ms exac-tamente, cada uno de ellos resulta diversamente caracterstico y atpicoen el marco de los cambios entonces sufridos por esa produccin, en laque Catalua mantuvo una duradera fecundidad, con los rasgos pro-
pios de una sociedad an tradicional sacudida por la industrializacin yun poderoso proceso urbanizador.Tal como est contada, la historia de Benito Castro, negro cimarrn
metido a salteador de caminos, contina el esquema del romancero delos valientes andaluces; ni siquiera se le presta atencin a la inicial con-dicin esclava del personaje! Lo que refiere el torpe relatoy su torpezaes una diferencia en relacin con los arquetipos del gnero, especial-mente los afortunados romances de Francisco Estevanes la completatrayectoria criminal del esclavo que se dedic al cimarronaje y a la de-lincuencia. Salvo la indiferencia por la cronologa, indiferencia que sllama la atencin (otra vez la torpeza del autor, ms bien que un afn de
originalidad), se relata todo desde el primer crimen hasta la muerte en
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el patbulo, o casi todo. Se pretende abarcar el completo itinerario san-griento, con su rosario de muertos. Es notable que, si bien la estrofa
nmero 12 menciona un total de veintitrs cadveres, se pueda llegar,con base en lo relatado, a una suma de diecinueve (un comerciante, sumujer y su lacayo, cinco arrieros, un sacerdote, tres soldados, dos muje-res y un nio, dos mujeres, la esposa y la hija del amo) o bien a veinte (sies que una oscura formulacin se refiere a la muerte de un "magistra-do"). De diecienueve o veinte a veintitrs no es mucha la diferencia.Aunque la precisin numrica parece ms propia de tiempos nuevos, elrecuento reproduce la norma del siglo anterior, la cual queda bien sinte-tizada, en pleno XIX, en el ttulo de la hoja: "vida, muerte y atrocidades".Los motivos y, a veces, el solo lxico tambin nos dicen que se est anteun texto transicional o, mejor dicho a la vez a causa y a pesar de su
mediocridad, un texto representativo de una poca transicional cuyosrasgos valen para los procesos de la poesa popular, tanto en el caso pe-ninsular como en el mltiple caso hispanoamericano. La figura del negrocubano Benito Castro es a la vez un remanente de los valientes andalucesdel XVIII y un hermano levemente anticipado, o ni siquiera anticipado, devalientes del Nuevo Mundo. Lleva tres armas a la vez ("con trabuco ypual / y una pistola en la mano"). El trabuco recuerda al que usaban losvalientes andaluces del siglo anterior (el "naranjero" de ms de uno deellos) y anuncia tambin los que manejara con folletinesca habilidad elargentino Juan Moreira en la novela popular de Eduardo Gutirrez. Nosdeja algo escpticos el "pual" donde se esperara ms bien la apropiada
denominacin del machete, pero es cierto que an no se conocan bien enEspaa los rasgos propios de la "siempre fiel" Antilla y el trmino operacomo un enlace entre la navaja de los valientes peninsulares de antes (ascomo de los contemporneos "mozos cros") y el machete tropical. Y la"pistola en la mano" seal de una poca en la que se perfeccionan lasarmasanuncia el universo y los tpicos de los mejores corridos, mexi-canos o de otras tierras americanas (J. Gilard, 1995-1996). Habla tambinel romance de Benito Castro de los "ministros" y de la "partida"; los pri-meros reflejan el lxico y los conceptos propios del XVIII peninsular y desus mal llamados romances vulgares; igualmente, la "partida", aunqueesta hace vislumbrar ya, en un horizonte cercano (de diez a quince aos),
cierto episodio del Martn Fierro (Hernndez, 1987:161-168). Pero las dos
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menciones que se acaban de hacer de figuras argentinas nos hacen tam-bin mirar hacia atrs, pues ya haba pintado Sarmiento la figura de otro
equivalente pampeano de Benito Castro: el "gaucho malo" evocado en elFacundo (Sarmiento, 1990:88-90; J. Gilard, 1995).Evidentemente, no deja de sorprender a primera vista el que se anun-
cie un romance en el encabezamiento y se lea despus un relato en dci-mas. Pero nada tiene de extrao en el contexto de la poca, independien-temente de que en Catalua "romaneo" poda ser toda hoja "de canya icordill". Exista desde principios de los aos 1840 en el cordel espaoluna moda arrasadora: la de las glosas en dcimas, principalmente laslricas. Tanto, que la dcima, como glosa o no, se propag al cordel na-rrativo en poco tiempo. El final de ese decenio ve aparecer y casi multi-plicarse los relatos en dcimas que cuentan las hazaas sangrientas de
fugaces criminales fugaces porque su historia se agotaba con un solopliego y porque surgan otras figuras que tambin caan rpidamenteen el olvido. El ms representativo y duradero de esos "romances", queen este caso son glosas en dcimas, es la historia de Margarita Cisnerosuna nueva Sebastiana del Castillo, de la que conocemos un pliegoimpreso en Madrid por J. Rodrguez en 1849,2pero que se hace famosacon su reedicin en Barcelona bajo un grabado romntico, factor de unxito perdurable: una joven desmelenada, montada en un caballo al ga-lope y blandiendo ella tambinun trabuco (imprenta de CristbalMir en 1852,3posterior reproduccin por el tambin barcelons Llorens yluego por otros talleres en otras ciudades de Espaa, como Zaragoza y
Valladolid). Esta impactante imagen, buen complemento para un textoque tena las cualidades de la mejor poesa popular, sustitua la tpica yya montona ejecucin en garrote vil (as era la muy cuidada ilustracindel pliego madrileo) y se fue repitiendo inmutable en las muchas tira-das que hasta finales del siglo se hicieron en Barcelona de la historia deMargarita Cisneros. Y habra que hablar de otros muchos, aunque me-nos exitosos, relatos sangrientos en dcimas, presentes en la produccinhasta el momento en que decay definitivamente el cordel. En total, frente ala forma romance, que iba en retirada, y frente a los relatos en coplas
2Margarita Cisneros (1849).3
Atrocidades de Margarita Cisneros (1852).
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sueltas, que iban en aumento, la dcima narrativa representa una pro-porcin de alguna importancia en el conjunto del cordel de crnica roja.
Apuntaremos de paso que en el romance de Benito Castro una de lasdcimas (la nmero 16) parece remitir al gnero de la dcima fnebreque trataremos ms adelante a propsito de la historia de Manuel Garca;aunque se encuentra en un lugar anmalo, pues debera situarse al finalo hacia el final. A la misma observacin podra quizs llevar tambin undetalle de la estrofa nmero 18, cuando el reo "le promete un dobln /al verdugo de contado", a la manera en que el corneta de La Habana,Vicente Prez, regala un duro a los soldados que lo van a fusilar en Sevi-lla, en un pliego que tambin mencionaremos ms adelante y que yaexista y conoca el xito cuando se escribi la historia de Benito Castro.4
Se estaba ya en una etapa relativamente avanzada de un proceso, el auge
de las dcimas fnebres, que se podr comentar ms adecuadamente apropsito de la parte final del otro pliego.Esquema de vieja raigambre, proceso evolutivo y forma potica en
boga: estos importantes rasgos no ocultan la mediocridad del poema yla torpeza del autor. La tosquedad del estilo vuelve molesta siempre,y casi imposible en algunos momentos, la lectura del poema, en partepor los problemas que tiene el autor en el manejo del castellanoa ve-ces sale a flote la sintaxis del catalny en parte porque apenas puedecon las exigencias de la dcima. Este autor, Ramn Borrull, del que co-nocemos ocho textos distintos, todos en pliegos de cordel, se senta mscmodo en el trovo5la otra glosa de registro popular, ms fcilsin
llegar tampoco a la soltura en este aspecto. Todas las hojas con pie deimprenta donde figura su firma proceden de la pequea ciudad catalanade Reus, cerca de Tarragona. Reus era entonces un centro cordelercactivo, con talleres muy dedicados a simples reimpresiones, pero quetambin acudan a la pluma de mediocres y prolficos autores locales.
4Dcimas / compuestas por un reo estando en capilla en la ciudad de Sevilla (1851)5 En el cordel espaol de los siglos xvn y XIX, trovo (o trofeo) puede ser IE
glosa de una copla en cuatro coplas, de una copla en cuatro quintillas, de unsquintilla en cinco coplas o en cinco quintillas. Cuando, hacia 1840, se generaliza la moda de la dcima glosada lrica, sta puede a veces ser designada come
trovo en los encabezamientos de los pliegos.
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Ms afortunado que Borrull, aunque sin producir tampoco textos de
mrito, fue unos aos ms tarde Joseph Ferrer Quer, quien cultiv to-
das las formas y todos los gneros populares y que escribi sobre todonumerosas y casi aceptables dcimas. El propio Ramn Borrull escribi
otro romance de crmenes, tambin en dcimas y no menos tosco que la
historia del cimarrn criminal: Nuevo y curioso romance en que se da cuentade la vida, muertes y robos que hicieron Juan Len y Jos Banda (1857). Como,por otra parte, otro pliego con la firma de Borrull lleva la fecha de 1862
(Trovos nuevos y divertidos), podemos, adems de la ubicacin geogrfi-
ca, situar al autor en el tiempo. Ambos relatos en dcimas deben ser
contemporneos, y parece legtimo suponer que el pliego de Benito Cas-
tro pertenece a la segunda mitad de la dcada de 1850. En otros trmi-
nos, pertenece a un momento en el que la dcima narrativa haba dejado
de ser una novedad, lo cual tampoco habla muy bien del talento poticode Ramn Borrull.
La ilustracin del pliego de Benito Castro es de limitado inters. Es
una vieta elemental, que figura en otros pliegos impresos en Catalua:
nos recuerda los tiempos en que se plagiaban y volvan a plagiar, de una
imprenta a otra, unas cuantas imgenes repetidas hasta el cansancio.
Pero como las xilografas en boj haban hecho notables progresos, la
pobreza y repetitividad de la vieta aqu utilizada indica que el poco
activo taller Cam donde se imprimi el pliego no estaba muy al da,
cuando s haban hecho el esfuerzo otros talleres reusenses. La vieta
representa un cadalso con la silueta del cura blandiendo una cruz, con
la del verdugo cumpliendo su tarea y la del reo pasando a mejor vida.El detalle interesante es que la cara del reo, blanca en las dems
ocurrencias de la vieta, aparece aqu oportunamente ennegrecida para
ilustrar con mnima fidelidad la historia del negro Benito. Se dejar para
otros trabajos el caso inverso, de una imagen esta s de buena cali-
dad con un personaje de raza negra, tambin un negro cubano por
cierto, al que tuvo el impresor barcelons Llorens que blanquear y vestir
a la europea para adaptar la ilustracin a historias distintas.6
6Los horrendos terremotos... (1852),Horrible terremoto... (1858)y Terremotos de
Andaluca(s.a.).
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Con el romance de Manuel Garca, unos treinta o ms aos despus
(1892), se est en otra poca, tanto en lo relativo al entorno social y pol-
tico (la guerra cubana "de los diez aos", 1868-1878, ha dejado su huella),como en cuanto a las prcticas cordeleras. En el pliego impreso por el
annimo taller del nmero 27 en la barcelonesa calle de San Rafael, muy
productivo en los aos de 1890, extraa el que a esas alturas del siglo
aparezca un romance tan cuidado, con su riguroso respeto a las asonan-
cias, tanto en su primera como en su segunda parte; es un romance co-
rrecto pero sin mritos poticos, por no cultivar la vibracin emocional
propia del romance de valentas. Desde principios de siglo, como es bien
sabido, se observa una creciente incapacidad de los autores de romances
de ciego para mantener la asonancia. De all la concomitante aparicin y,
luego, el auge de relatos en coplas sueltas, de formas variadas y a veces
presentes todas en un mismo texto (tiranas, cuartetas y redondillas), sibien la homogeneidad formal era el caso ms frecuente.
El corrido americano no se anticip al proceso espaol de cambio:
hay simultaneidad, y tal vez sea ms acertado hablar de osmosis, aun-
que este punto requiera ms averiguaciones y cotejos. Conforme pasaron
los decenios el desalio formal (versos defectuosos y estrofas reidas
con toda norma) invadi el pliego noticiero, particularmente en Catalua
y especialmente el de temas criminales: era capital informar pronto
sobre el suceso si se quera lucrar con la demanda del pblico. La crimi-
nalidad barcelonesa suministraba una mercanca abundante, pero la
prosperidad del negocio anduvo a la par de una decadencia en lo poti-
co. A ello se aade un hecho ya subrayado: mientras la copla suelta ocu-paba cada vez ms el terreno del romance, la dcima narrativa haba
terciado en el panorama, con textos buenos y textos mediocres, y su
aparicin llevaba casi medio siglo cuando se public el romance de
Manuel Garca. Y algo ms haba surgido unos aos antes, precisamente
vinculado con Cuba y la Guerra de los Diez Aos: el ao 1878 haba
visto aparecer en el cordel madrileo las primeras guajirasas deno-
minadas precisamente, poemas en dcimas muy torpes (ms bien co-
natos de dcimas las ms de las veces), en las cuales los soldados espa-
oles sobrevivientes evocaban los sinsabores de la guerra. Debi ser en
aos posteriores cuando fueron saliendo unas cuantas guajiras lricas
(en pliegos sin pie de imprenta ni fecha), producindose entonces una
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cuasi asimilacin: en la dcada de 1890 guajira era sinnimo de poema
en dcimas sin copla inicial. Mientras tanto, en Andaluca, la guajira se
insinuaba en el flamenco, como lo haba hecho un poco antes el tango delos negros cubanos. Como el romance de Manuel Garca se refiere a una
vivencia cubana, la existencia de esas guajiras hara ms extrao an
este regreso, tan escrupuloso, a la forma del romance, si no terciara una
posible motivacin simblica: el uso de la forma cannica equivale a
afirmar un orden perenne frente al desorden pasajero y a ratificar lo
propio frente a lo extico, figurando aqu precisamente el romance como
expresin por excelencia de la espaolidad.
Donde el pliego de Manuel Garca coincide con la evolucin del g-
nero criminal es en el tratamiento que da a su materia. Se ha consumado
la ruptura con el esquema del dieciochesco romance de valentas. No se
evoca el largo itinerario criminal del hroe
el cual, adems, no es yaun hroe, de suceso de sangre en suceso de sangre, ni se culmina
en una ejecucin aleccionadora tras un catrtico recuento de atrocida-
des veremos ms adelante que a la vez es y no es el caso, por ser este
un aspecto que requiere ms matices. El hroe de otros tiempos se ha
convertido en un caso de patologa social, que se ha de observar, anali-
zar y remediar, siendo el castigo supremo el remedio al que se termina
acudiendo, como siempre, al fin y al cabo: la burguesa no ha inventado
nada nuevo y sigue con las prcticas represivas del antiguo rgimen. De
modo que se pierde de vista en este pliego y generalmente en el cor-
del, cercano ya al agotamiento la trayectoria delictuosa de la figura
criminal, quedando anulada la dimensin pica del gnero.Lo que vemos en la primera parte del romance de Manuel Garca es
una tipologa del secuestro a la manera cubana o a la manera de Garca
(que es, de hecho, la de toda industria del secuestro). Y la segunda parte
se centra en un hecho: los crmenes que se supone cometi Manuel Garca
el da 2 de octubre de 1892; es el enfoque puesto en lo que es propiamente
un suceso. Salvo el uso del verso, se trata, incluso con su exceso de
patetismo y truculencia, de una aproximacin periodstica al suceso. Tres o
cuatro decenios de apresurada evocacin cordelera de los crmenes
sucedidos en Barcelona y sus inmediaciones haban modificado el g-
nero: la figura de Manuel Garca, quien realmente se haca llamar "Rey
de los Campos de Cuba", lo tena todo para reunirse con los arquetipos
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de la valenta; pero impedan que as fuera tanto el aburguesamiento de
la mirada como el predominio del enfoque periodstico. As, el "Rey de
los Campos de Cuba" vena a no ser ms que un personaje repugnante. Si estos filtros operan la ruptura con las emociones de otros tiempos,
hay en cambio una cercana perceptible a la realidad cubana. El autor del
texto afirma la ndole testimonial de su relato l particip una vez,
dice, en la persecucin con algo que aparece en un primer tiempo
como seal de veracidad: se expresan los padecimientos de quien se
enred en la jungla cubana (la manigua) o chapale entre los miasmas de la
Cinaga de Zapata, escondite predilecto de Manuel Garca. Sin embargo,
es probable que la veracidad no sea tan unvoca y directa. La misma
forma de romance escrupulosamente escrito y la postura ideolgica hacen
dudar que el autor haya sido realmente soldado raso o simple nmero
de la guardia civil en ultramar. Este semiliterato deba pertenecer a ungrupo social que poda eximir a sus hombres jvenes de la positiva
desgracia que era el servicio militar. La veracidad puede ser de otro tipo:
est claro que la realidad concreta del terreno insular forma parte ahora
de la experiencia y de la memoria colectivas espaolasal contrario de lo
que se observaba en el romance del cimarrn Benito Castro. Este nuevo
saber era el sedimento dejado por la Guerra de los Diez Aos en las
decenas de miles de soldados que tuvieron que participar en ella. Se
rescataba as algo de una oralidad cada vez ms ausente del pliego, reco-
giendo el autor en unos cuantos versos las voces de esos veteranos.
Tambin se observa la presencia del problema colonial en el pensa-
miento de los espaoles de abajo: las frmulas "hermosa joya" y "perlacubana" son huellas dejadas por la propaganda del estado y de las "fuer-
zas vivas" cuando la Guerra de los Diez Aos, una propaganda que
tambin se expres en el cordel de finales de los aos 1860 y principios
de los 70, abusando descaradamente de esas frmulas: hacan falta vo-
luntarios para carne de can, y la burguesa catalana quera seguir ven-
diendo sus tejidos en la colonia. Llama la atencin que este pliego lleve
el escudo de Espaa, el mismo que encabeza en el 98 un pliego dedicado
a la derrota espaola de Santiago (Combate naval de Santiago de Cuba] y
tambin otro, posterior a la guerra, con las guajiras de un veteranc
condenado por sus lesiones a vivir de la caridad pblica (Guajiras de un
desgraciado repatriado intil de Cuba). Aunque en 1892 todava no se anun-
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ciaba como inminente la guerra de Independencia, el caso Manuel Garca
bien apareca como un reto (y como seal de un drama por venir?)
para el espaol de la calle: lo dice la presencia del escudo en la hoja, enuna quizs significativa correlacin con el uso de la forma cannica del
romance.
El "documento" final,7 a su vez, resulta muy rico en resonancias y
relaciones. Primero una observacin histrica: su contenido parece in-
dicar que Manuel Garca muri (que iba a ser ejecutado) el da 11 de
noviembre de 1892, pero en realidad siempre escap a los agentes del
orden, y su muerte, violenta y en circunstancias nunca aclaradas, se pro-
dujo cerca de la Cinaga de Zapata en febrero de 1895, precisamente
cuando el "grito de Baire" iniciaba la guerra de Independencia. En un
libro de versos populares editado en La Habana en 1897 figura un relato
annimo, en dcimas, sobre el hallazgo y la identificacin de su cadver(Linares y Nez, 1998: 8S-86).8 La inadecuacin entre los hechos y el
"documento" final del pliego no tiene un valor solamente anecdtico, ni
se agota con la hiptesis de que puede haber aqu tambin una oscura
motivacin simblica: la ltima seccin como una especie de conjuro
contra la perversidad y la subversin. Es reveladora de otro importante
aspecto en la evolucin que conoci el cordel peninsular durante el siglo
XIX.
La mala calidad y la incoherencia de esos versos finales se debe a que
el autor tal vez no el mismo de las partes primera y segunda, o sera
que el que saba de romance no daba la talla para otras formas poti-
cas
quiso escribir dcimas y fracas. Se reconocen tres tentativas dearmar los diez versos de rigor, las cuales nunca consiguen cerrar correc-
tamente la segunda redondilla. Pero lo importante es que haba la inten-
cin de escribir dcimas. La forma tiene que ver soterradamente con la
finalidad documental anunciada en el subttulo.
Al mismo tiempo que el cordel se apartaba del recuento de vidas
facinerosas y privilegiaba el suceso, el afn de veracidad llevaba a pres-
7Documento / que dej escrito Manuel Garca, Rey de los Campos (1892).8"La muerte de Manuel Garca" se public enLa lira criolla. Dcimas y cancio
nes, editado en 1897 en La Habana. Lo reproducen Mara Teresa Linares y
Faustino Nez.
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tar ms atencin a los trmites que se seguan entre el crimen y su casti-
go, con base documental, de ser posible (pero bien se comprende que la
autenticidad documental resulta altamente incomprobable): ya no ope-raba la mediacin del ciego, sino que se pretenda acudir lo ms posible
al documento escrito. En algunos casos se pudo detallar el episodio de
la captura (as fue para el "asesinato de las seis jvenes de Folgarolas",
un crimen de 1858 que inspir varios pliegos editados en Barcelona),9
pero en lo que se poda insistir habitualmente era en la declaracin del
reo y en lo que haca este cuando se encontraba en capilla. De estos mo-
mentos postreros interesaban en especial las cartas escritas a los fami-
liares y los testamentos. Poda haber entonces una carta "puesta en ver-
so" para la edicin del pliego: ltimos momentos de los reos Pedro CammajyRamn Lluch (1857). O bien, al contrario, supuestamente se prefera no
modificar un texto y se renunciaba a ponerlo en verso: en Segunda partedel asesinato del Abate Blanqu (s.a.), se aade al relato el Interrogatorio delacusado. Al final de Historia del crimen cometido por Cecilia Aznar (hacia1895), el "juicio horal" (sic) figuraba en prosa, tambin supuestamente
tal cual. El afn documental haca que se llamara la atencin sobre las
seales tipogrficas: en Tercera parte del asesinato de la calle de la Aurora(hacia 1860), el encabezamiento se continuaba con esta advertencia:
"Todo lo escrito en letra bastardilla son las declaraciones del mismo
Antonio Terrafeta".
Que se pusiera en verso o no el dudoso documento, se trataba sola-
mente de dos facetas de un mismo afn: vector de "verdaderas" o "ver-
dicas" relaciones, el verso octoslabo haba sido durante siglos garantade veracidad para el pblico del cordel, y la prosa era cada vez ms el
vector de una forma nueva de verdad, modelada por el periodismo y
poco a poco aceptada como tal. En pliegos dedicados a episodios gue-
rreros (primera guerra con Marruecos, bombardeo de El Callao por la
marina espaola, algunos episodios de las guerras de Cuba) tambin se
acuda a la prosa en la parte final de ciertas hojas: el relato de la hazaa
espaola se haca en verso, y el balance de la guerra o del combate se
haca en prosa. Ya entrado el siglo XX, pas as tambin para el naufra-
9
Segunda parte del horroroso asesinato de las seis jvenes de Folgarolas (1858).
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gio del vapor Valbanera en aguas cubanas: versos para referir la tragedia
y prosa para dar el recuento de los desaparecidos. En el pliego de
Manuel Garca este afn se expresa en el empleo del sustantivo "docu-mento", pese a ser apcrifo y pese a que lo que sigue viene en verso,
llevndonos hacia la cuestin formal y hacia otro aspecto de la evolu-
cin del cordel decimonnico.
Era ya como una costumbre, en 1892, poner esa suerte de eplogos en
los que el criminal tomaba la palabra de una forma u otra. Haba una
expectativa del pblico, al que era necesario satisfacer, hasta el punto
en el caso de Manuel Garcade hacer que se desahogara, en total
contradiccin con la realidad de los hechos, un personaje que nunca fue
capturado ni llevado al patbulo. Imperaba un esquema reciente, pero
bien arraigado.
Para ello, parece haber tenido algo de norma el empleo de la dcima.Una ilustracin temprana, aunque no se puede fechar por no figurar
ms indicacin en el pliego que la de ser "impreso en Albacete" (sus
caractersticas apuntan hacia los aos 1840 y quizs 1830), la encontra-
mos en el Verdadero y curioso ejemplar que declara la muerie cruel que les hadado un tal Antonio Martnez a su esposa y a su padre; despus de este ro-mance se aade, al final del pliego, extraamente referida a un personaje
que no lleva el mismo nombre, una glosa en dcimas (Dcimas escritasporPedro Gutirrez, en el calabozo) que es el nico ejemplo impreso queencontramos en Espaa de una copla bastante difundida en Amrica:
Como Dios es poderoso y sabelo que se hace, nadie se puedelibrar de la estrella con quenace.
En cuanto al uso de la dcima (esta vez sin copla inicial, escrita ex
profeso y de mediocre calidad), se ve lo mismo con dos pliegos posterio-
res, cuyos encabezamientos presentan un llamativo parecido, a pesar de
ser historias diferentes. El primero es Verdadera relacin en la que se declara elhorroroso asesinato que cometi un joven con su padre dndole de pualadas,que incluye al final las Dcimas que escribi este infeliz estando en la capilla(1856). El segundo es Verdadera relacin en la que se declara el horroroso
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asesinato que cometi un joven con sus dos hermanas, donde el relato es se-guido por lasDcimas que escribi este infeliz estando en la capilla(1860).
Poco importa que el autor del romance de Manuel Garca o el autorde su ltima parte no fuera capaz de alcanzar convenientemente el d-
cimo verso de la estrofa. No est la forma, pero s est, en cambio, el
nimo: el nimo de la dcima como gnero fnebre y como forma por
excelencia de la palabra del sentenciado a muerte. Aqu hay que recor-
dar que la moda de la glosa en dcimas floreca en el cordel espaol de
los aos 1840. Llama la atencin, en las dcimas fracasadas del pliego
de Manuel Garca, la repeticin del verso "Adis, madre de mi vida",
que remita al lector o al oyente, es probable que en forma automtica,
hacia una de las glosas lricas entonces ms difundidas en el cordel pe-
ninsular y tambin muy presente en Amrica, cuya copla de base era:
Adis, madre de mi vida,tronco de todas mis ramas,ya se va su hijo querido,nacido de sus entraas.
Otra seal bastante temprana de esta tendencia, con rasgos algo dis-
tintos, pero tambin significativa, nos la da un pliego editado por el
impresor cataln Mares, que se haba instalado en Madrid hacia 1840.
En 1849, Mares imprime una hoja titulada Dcimas compuestas por Clara
Marina y su hermano, actores del asesinato cometido en la persona de su amodon Jos Lafuente. Tambin en 1849, un poco antes, el mismo Mares haba
editado un romance que narraba los pormenores del crimen.10Aunque no
lo dice el encabezamiento, la glosa en dcimas de Clara Marina y su
hermano era la expresin lrico-sentenciosa de reos puestos en capilla.
Algo estaba cambiando en el cordel, no solamente porque la dcima se
haba puesto de moda y empezaba a practicarse el relato en dcimas (la
historia de Margarita Cisneros es de 1849, a ms tardar), sino porque la
dcima, o una modalidad de la dcima, tambin llevaba la marca de la
muerte, y ms precisamente como ya hemos empezado a verde la
muerte en el patbulo.
10Romance histrico de los horrorosos asesinatos...(1849).
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As es como se impone mencionar el xitodemostrado por la grancantidad de tiradas distintasde la dcima del sentenciado a muerte,como glosa o no. Adems de Margarita Cisneros, son cuatro los casosnotables: Juan Prtela, Domingo Perdign, Vicente Morn y Vicente Prez(el ya mencionado corneta de La Habana).
Aparecen como totalmente estables los trovos (primera parte) y lasdcimas (segunda parte) del muy repetido pliego de Juan Prtela, quepas tal cual a la oralidad de algunos pases americanos. Tambin esta-bles son las dcimas (algunas como glosas y otras no) de Vicente Prez,al parecer el ms continuo xito del gnero en la segunda mitad del si-glo; una de las glosas aparece reunida con otras dcimas lricas en plie-gos, variables, que no se refieren a Vicente Prez ni a una muerte porfusilamiento, y ni siquiera se centran necesariamente en torno al temade la muerte en general. Aunque no aparecen siempre las mismas bajola mencin de Domingo Perdign, la glosa en dcimas del reo as llama-do, con textos estables y una bastante marcada tonalidad narrativa, serefieren insistentemente a una muerte patibularia en Granada; no tienenuna identidad tan visible como las de Juan Prtela y Vicente Prez peros se ven bastante identificadas a la postre.
No pasa lo mismo con las de Vicente Morn, que son de texto establetodas ellas, pero cuya organizacin resulta ser sumamente mutable. Tienealgo de artificial su reunin bajo ese supuesto nombre de reo: algunasdcimas, las de tonalidad ms narrativa, figuran tambin en los-pliegosde Domingo Perdign (derivan de ellos?), mientras que las msfilosficas proceden obviamente de un acervo ms general (la muy di-fundida glosa de "Nada en este mundo dura...", en particular), por loque sera equivocado decir que se vuelven a encontrar en diversos plie-gos que renen glosas en dcimas de variada tonalidad lrica; es al con-trario: del fondo comn del cordel vienen en realidad esas glosas filos-ficas presentes en los pliegos de Vicente Morn. Est claro que en algnmomento se puso arbitrariamente ese nombre a la cabeza de un par deglosas, a las cuales con el tiempo se fueron agregando (y, a veces, restan-do) otras: las dos que creemos ser las inaugurales o nucleares aparecenen un pliego impreso en Cdiz, cuyas caractersticas parecen mostrarque es el ms antiguo de todos y que slo anuncia Dcimas nuevas paracantar por el punto de La Habana.
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Finalmente, se encuentran tambin pliegos que slo se refieren a "unreo", reuniendo algunas de las glosas filosficas aqu mencionadas conotras tambin sentenciosas, de menor calidad potica y de menor difu-sin; por ejemplo: Dcimas nuevas y curiosas compuestas por un reo que sehallaba en la crcel, encontradas en un pliego de apariencia antigua, sinpie de imprenta y, bajo forma idntica, en otro, impreso en Carmenahacia 1860.
En total, esas a veces vagabundas y siempre exitosas dcimas fne-bres haban llegado a constituir un gnero autnomo, identificado comotal. Sera exagerado decir que no se conceba una muerte sin dcimas,pero iba forjndose la idea de que un relato de crimen y castigo quedabatrunco si no vena al final una ms o menos breve coda de desahogolrico-sentencioso. Aunque distara de aparecer siempre, la dcima sepercibi como la manifestacin ms adecuada y ms apreciada de esedesahogo.
Es, por cierto, un hecho que parece haberse extendido a Hispano-amrica, a juzgar por las siguientes estrofas del poema "El reo" deLeopoldo Lugones, en su libroRomances del Ro Seco, de 1938:
Porque acordadas tres cosas aaquel que se halla en capilla, slo
pidi una guitarra, la guayaca yuna silla.
Que por cifra les compuso, y en
dcimas, una glosa sobre estacopla asentada por una manopiadosa:
"Preso y sentenciado estoy, notengan pena por eso, que no soy el
primer preso ni dejo de ser quiensoy".
(Lugones, 1949: 206)
El pie de glosa mencionado por Lugones corre, con leves variantes,como copla suelta en todo el mundo hispnico, y tambin lo hallamos
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como base de una glosa muchas veces impresa en la Espaa del XIX yvuelta a encontrar con alguna frecuencia, idntica, en cancioneros ame-ricanos. Incluso hay en Espaa un pliego cuyo encabezamiento ponesus versos en boca de Jesucristo dirigindose a la Virgen Mara. Fuerade la Argentina, la dcima tambin se ve relacionada con la muerte delreo en Chile (Navarrete, 1999) y en Mxico (Flores, 1988). Tambin, aun-que con menos evidencias documentales, en Venezuela.11
Se explica por lo tanto que en el cordel peninsular de la segunda mi-tad del xix figurara con alguna frecuencia un apndice lrico-sentenciosocomo complemento de la parte narrativa. No siempre eran dcimas: unrotundo ejemplo de ello nos lo da el pliego nmero 226, editado variasveces por el impresor cataln de Madrid, Jos Mara Mares (conocemosimpresiones de 1853 y 1855), y muy significativamente a propsito del
ya mencionado Domingo Perdign: el pliego se titulaDomingo Perdign yconsorte. Dcimas compuestas por un reo condenado a muerte, pero la partefinal, "Testamento que ha hecho el reo", es un romance y no una serie dedcimas. Se entiende mejor as el que las dcimas fnebres no figuren enla mayora de los casos, pero ello no impide que haya de ellas una pre-sencia significativa en los pliegos de crmenes. As fue como un tardopoeta cordelero, incluso sabindose incapaz de armar la exigente estrofade diez versos, lo pudo intentar sin embargo. Haca falta parecer veraz yla impresin de veracidad se reforzaba por el uso de la dcima, quellegaba a ser una norma no exclusiva pero s arquetpica. La dcima f-nebre y el "documento" a la manera del cordel tardo podan llegar a ser
entonces una sola y misma cosa, como lo indica el arbitrario y defectuosolamento final atribuido al "Rey de los Campos de Cuba".Pese a ser tan exticas, las historias de Benito Castro, Manuel Garca
y sus "atrocidades" cubanas llegan a decir mucho sobre la evolucin delcordel cataln tardo y algo sugieren de la vida de los gneros popularesen ambas orillas del Atlntico.
11Ver el "Corrido de Guardajumo", en Ramn y Rivera, 1990: 54-57. Se trata deun romance bastante bien asonantado cuya parte final, lrico-sentenciosa, es unadcima defectuosa.
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Bibliografa citada
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drid: Ctedra.
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Pliegos de cordel citados
Atrocidades de Margarita Cisneros / por resultas de sus padres haberle hecho /casar a la fuerza en Lrida. / Nuevo romance / que indica las atrocidades queha egecutado una joven natural / de Tamarite, reino de Aragn el 28 deFebrero del / presente ao, por haberla obligado sus padres a un / casamientoforzoso. Barcelona. Imprenta de C. Mir, calle de Arrepentidas nm.5. Ao 1852.
Combate Naval de Santiago de Cuba / y los sostenidos por nuestras tropas conlos Yankis.Barcelona. Imprenta La Popular. 1892.
Dcimas / compuestas por Clara Marina y su hermano actores del asesinato /cometido en la persona de su amo D. Jos Lafuente, / en la calle de laMontera, nmero 56, en este presente ao. Madrid. Imprenta de don Jos
Mara Mares, calle de Relatores, nmero 17,1849.
Dcimas / compuestas por un reo estando en capilla en la ciudad de Sevilla /llamado Vicente Prez, corneta de La Habana.Madrid. 1851. Imprenta dedon Jos Mara Mares, calle de Relatores, nmero 17.
Dcimas nuevas / para cantar por el punto de La Habana.Cdiz: Imprenta dedon Pedro Garca.
Dcimas nuevas / y curiosas / compuestas por un reo que se hallaba en la crcel.s. p. i.
Dcimas nuevas / y curiosas / compuestas por un reo que se hallaba en la crcel.Carmona: Imprenta de don Jos M. Moreno, calle de Madre de Dios.
Exacta relacin / de los hechos del clebre bandido y secuestrador de la Isla de /
Cuba Manuel Garca, titulado El Rey de los Campos, y / horroroso crimencometido por l el da 2 de octubre ltimo. Imprenta San Rafael, 27. Barce-lona.
Guajiras de un desgraciado repatriado intil de Cuba. / Primera parte.Toro.Imprenta de A. Gmez.
Historia del crimen cometido por Cecilia Aznar / en la calle Fuencarral, Madrid. /Primera parte.Barcelona. Sol impresor, Mina, 8.
Horrible / terremoto / acaecido en el reino de aples el da 16 de di-/ ciembre de1857, en el cual perecieron ms de 130 000 personas y se arruinaroninfinidad de / pueblos con otras muchas desgracias. Barcelona. En casa JuanLlorens, calle de la Palma de Santa Catalina. Imprenta de Jos Taul,calle de la Tapinera, nmero 58.1858.
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Los horrendos terremotos / que ha habido desde el da 20 al 25 de agosto deaqueste presente ao en / Santiago de Cuba; los estragos que han causado, lasvctimas, las esplosiones que / ha habido, y las considerables prdidas que hanocasionado dichos terre-/ motos, con todos los circunstanciados detalles. /Compuesto por P. C.Barcelona: Imp. de Jos Taul. 1852. / Vndese encasa Juan Llorens, calle de la Palma de Santa Catalina.
Margarita Cisneros. / Nuevo romance / en que indica / las atrocidades que haejecutado una joven natural de / Tamarite, reino de Aragn, por haberla obli-gado sus / padres a un casamiento forzoso. Madrid. Imprenta de J.Rodrguez, calle de Toledo, nmero 118,1849.
Nuevo y curioso romance / en que se da cuenta de la vida, muertes y robos quehicieron / Juan Len y Jos Banda, y el castigo que se les ejecut en / la ciudadde Sevilla en este presente ao, como lo ve-/ r el curioso lector. Es propie-
dad de Ramn Borrull. / Reus. Imprenta y librera de Jos Arnavat,1857.Nuevo y curioso romance / en que se esplica la vida, muerte, y atrocidades / que
hizo el negro simarrn Benito Castro en / el monte del Loro, como lo ver elcurioso lector.Es propiedad de Ramn Borrull. Reus: Imprenta de ngelCam y Compaa.
Romance histrico / de los horrorosos asesinatos cometidos el da 6 de octubre de1849 a las / once y media de la noche, en el cuarto segundo del nmero 56 y58 de / la calle de la Montera, que habitaba el maestro sastre don Jos Lafuente, /en su misma casa y por su propia criada, en compaa de su herma-/ noAntonio Marina, ambos naturales de San Juan del Monte, provin-/ cia de
Burgos, y en la persona de otro cmplice en su criminalidad.Madrid: 1849.Imprenta de don Jos Mara Mares, calle de Relatores, nmero 17.Segunda parte / del / asesinato del Abate Blanqu / y ejecucin de su asesino
Segundo Roldan Morales, guillotinado en Per-/ pin, el da 2 de setiembrede 1876.Barcelona. Imprenta de Llorens, Palma de Santa Catalina, 6.
Segunda parte del horroroso asesinato / de las seis jvenes de Folgarolas / en lacual se declara cmo fueron sorprendidos el / da 25 del mismo mes de agostoen el pueblo de / la Manera (Francia), los asesinos de estas desgraciadas porlos gendarmes franceses. Barcelona. En casa Juan Llorens, Calle de laPalma de Santa Catalina. Imprenta de Vicente Magri. 1858.
Tercera parte / del asesinato de la calle de la Aurora, con varias de-/ claraciones del
mismo reo hechas a algunos presos de la crcel. Todo lo escrito en letra
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bastardilla son las declaraciones del mismo Antonio Terrafeta. (Barcelona.)Imprenta de Luis Fiol y Gros (Bosch), San Simplicio del Regomir, 4.
Terremotos de Andaluca. I Acaecidos desde el da 25 de diciembre de 1884 hastaltimos I de febrero de 1885. Barcelona. Se vende en casa de A. Llorens,
Palma Santa Catalina, 6. Imprenta de Inglada y Pujadas, Guardia, 14.
Trovos nuevos y divertidos. Reus: Imprenta de J. Macip. 1862.
ltimos momentos I de los reos I Pedro Cammaj y Ramn Lluch I en la capilla,testamento que hicieron y I cartas que escribieron los reos es-1 tundo en lamisma; las que se han puesto en verso. Barcelona. Imprenta de Jos Taul.En casa Juan Llorens, calle de la Palma de Santa Catalina. 1857.
Verdadera relacin I en la que se declara el horroroso asesinato acaecido el 28 defebrero de 1856, que cometi I un joven con su padre dndole de pualadas;por cuyo delito fue sentenciado en garrote I vil, y copia exacta de lo que escribi
l mismo, estando en capilla.Es propiedad de Jos Gonzlez. / Zaragoza.
Imprenta de Cristbal Juste. 1856. Verdadera relacin I en la que se declara el horroroso asesinato que cometi un
joven con sus dos hermanas I ahorcndolas en un rbol, por cuyo delito fuesentenciado a garrote vil, I y copia exacta de lo que escribi l mismo, estandoen capilla. Se vende calle del Tigre, nmero 21, piso 4. / (Barcelona.)Imprenta de Bosch y Compaa. San Simplicio, nmero 4.
Verdadero y curioso ejemplar I el que da cuenta y declara la muerte cruel que lesha dado I un tal Antonio Martnez, a su esposa y a su padre, por I causa de suquerida, en un pueblo de la provincia de I Bilbao, con lo dems que ver elcurioso lector. Impreso en Albacete.
GlLARD, Cline y Jacques GlLARD. "Dos bandoleros cubanos en el cordel
cataln del XIX. Evolucin de un gnero popular". Revista de Literaturas
Populares IV-2 (2004): 307-327.
Resumen. Dos pliegos de cordel catalanes de la segunda mitad del siglo
XIX (hacia 1860 el primero, de 1892 el segundo), centrados en las figuras
de dos bandoleros cubanos, permiten observar los cambios que iba su-
friendo el romance de valentas, as como otros aspectos en la evolucin
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de la literatura popular, en especial el auge y la diversificacin de la
dcima.
Abstract. Through the study oftwo Cataln pliegos de cordel (the first onearound 1860 and the latter around 1892) focused on two Cuban bandits, thispaper observes both the changes of the romance de valentas as well as otheraspects of the evolution of popular literature, especially the vogue anddiversification of the dcima.
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Datos del artculo
Ttulo: Dos bandoleros cubanos en el cordel cataln
del XIX. Evolucin de un gneroAutor: Gilard, Cline y Jacques.Fuente:Revista de Literaturas Populares, ao IV,nm. 2, jul-dic 2004, pp. 307-327.Publicado por:Facultad de Filosofa y Letras, UNAMPalabras clave:gneros populares, cordel cataln,dcima.
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