amor compasiÓn ternura misericordia sin … · que significa: “examinar atentamente”, es...

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8 Si somos sensibles a las necesidades de las personas que nos rodean, si nos descubrimos mirados y amados por Jesús, si mira- mos como Él miró, entonces brotará de nosotros el compromiso por cambiar las realidades de miseria e injusticia que hay en el mundo. Si miramos SIEMPRE con: AMOR COMPASIÓN TERNURA MISERICORDIA SIN PREJUICIOS DESCUBRIENDO A CRISTO EN EL OTRO ¿Cuál va a ser ahora tu compromiso?

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Si somos sensibles a las necesidades de las personas que nos rodean, si nos descubrimos mirados y amados por Jesús, si mira-mos como Él miró, entonces brotará de nosotros el compromiso por cambiar las realidades de miseria e injusticia que hay en el mundo. Si miramos SIEMPRE con:

AMOR COMPASIÓN TERNURA

MISERICORDIA SIN PREJUICIOS

DESCUBRIENDO A CRISTO EN EL OTRO

¿Cuál va a ser ahora tu compromiso?

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Los verbos ver, mirar y observar nos pueden ayudar a enten-der que Jesús de Nazaret miró el mundo, y que desde esa mirada vivió; lo observó y actuó para cambiarlo. Según el diccionario de la Real Academia Española, ver sig-nifica sobre otras definiciones “Percibir por los ojos los objetos mediante la acción de la luz.” Es decir que el ver no va mas allá del sentido de la vista, o mas allá de una acción fisiológica del cuerpo, y no necesariamente se le está dando a esta visión una intención de análisis de lo que se esta viendo. Si buscamos el verbo mirar, encontramos como significado: “Dirigir la vista a algo o a alguien”, o sea, va mas allá de un acto inconsciente de ver algo. Sigue un objetivo, quizá no analítico, pero si de mantener la vista para reconocer algo o a alguien. Por esto podemos decir que mirar, a diferencia de ver, esta un es-calón más arriba en un nivel de atención y conciencia del acto que se realiza. La acción voluntaria de mirar nos lleva al verbo observar, que significa: “Examinar atentamente”, es decir, va mucho más allá de simplemente ver algo, o de mirar algo. El verbo observar cumple una función de análisis, de fijarse en los detalles,… para llevarnos a la acción; para actuar.

Una vez analizados estos ver-bos, tenemos que estar convenci-dos de que no podemos saltarnos ningún paso: Ver - Mirar – Observar. Como cristianos; Como cristia-nos vicencianos, el verbo mirar nos debe llevar al descubrimiento, o mejor dicho, a estar atentos a las necesidades de los demás para después, por la sensibilidad que tenemos, actuar.

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Al comenzar la reflexión sobre el lema de este curso, hemos analizado tres verbos que nos han ayudado a ir poco a poco en-trando en la primera parte del lema: “Con una mirada nueva…” Esa manera de mirar de Jesús, que siempre es nueva, es la que debemos hacer nuestra para llegar a la segunda parte del lema: “… todo cambiará”. En el Evangelio de Lucas encontramos un gran ejemplo de cómo mirar a nuestro prójimo y cómo debemos actuar ante sus necesidades. En ella Jesús enseña al maes-tro de la ley que el samaritano es quien es ca-paz de mirar y actuar: « En esto se levantó un maestro de la ley y le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Él le dijo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué le-es en ella?”. Él respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo”. Él le dijo: “Has respon-dido correctamente. Haz esto y tendrás la vida”. Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”. Respondió Jesús diciendo: “Un hombre bajaba de Je-rusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnu-daron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pe-ro un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y montándolo en su propia cabalgadu-ra, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los ban-didos?”. Él dijo: “El que practicó la misericordia con él”. Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo”». (Lc.10,25-37)

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Antes de seguir, piensa un momento…

¿Soy consciente de que Cristo está en los pobres?, ¿de que es a Él

al que sirvo, cuando sirvo a los pobres?

Nuestra opción preferencial por los pobres, está recogida en el Evangelio de Mt.25,31-46. En él, Jesús nos enseña que al servir a los pobres, es a Él mismo a quien servimos. Acabamos de leer en el texto de San Vicente de Paúl, que los pobres pueden resul-tarnos muy desagradables si solo los vemos con sentimientos humanos, pero debemos darle la vuelta a la “medalla”, aprender a mirarlos con fe. Sólo con ella, encontraremos a Cristo en ellos, veremos a Cristo en ellos y serviremos a Cristo en ellos: los po-bres.

¿Soy sensible a las pobrezas que me rodean?

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Qué mejor ejemplo de mirar, que la forma en la que Jesús miró a la gente con la que se encontró en su camino. En los Evangelios encontramos nu-merosos casos en los que esa nueva forma de mirar cambió la realidad de los hombres.

Jesús miró a los hombres con amor y contó con ellos para continuar su misión, como podemos ver en los relatos de la elección de los Apóstoles. Una mirada que convierte: «Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo si-guió.» (Mt.9,9). Una mirada sin prejuicios, que es capaz de mirar a la per-sona con toda su realidad. Jesús, entrando en Jericó se fijó en Zaqueo, jefe de publicanos y rico. «al llegar a aquel sitio, le-vantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”» (Lc.19,5). ¡Qué sorpre-sa para este hombre… Jesús le había visto entre la multitud y de-seaba entrar en su casa. La gente sólo veía en Zaqueo a un peca-dor, pero Jesús vio en él algo más. ¿De qué hablarían sus miradas en ese encuentro? La respuesta de Zaqueo lo dice todo: «“Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he de-fraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más”». (Lc.19,5). Con compasión y ternura, miró a la mujer adúltera a la que perdonó su pecados «“Tampoco yo te condeno. Anda, y en ade-lante no peques más”.» (Jn.8,11). Son numerosos los relatos que nos encontramos en los que Jesús perdona a los hombres por sus errores. En el Evangelio de Lucas encontramos la que debió ser además de compasiva, una mirada profunda y transformadora. La que dirigió Jesús a su discípulo Pedro «El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho… Y, saliendo afuera, lloró amargamen-te» (Lc.22,61-62).

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Para reflexionar:

¿Cómo te miras tú a ti mismo? ¿Cómo crees que Dios te ve?

¿Cómo es tu mirada? ¿Cómo te enseña Dios a mirar?

El Papa Francisco, en su homilía del día 21 de septiembre, fiesta del Evangelista Mateo, hizo una reflexión sobre la mirada de Jesús sobre los hombres y nos recordó que la mirada de Jesús es siempre generosa y nos invita a levantarnos. Una mirada que nos hace crecer, ir adelante, que nos da valor, que da dignidad al hombre porque nos quiere.

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El Estilo de Vida y Organización de JMV nos recuerda sobre nuestra virtud, Sensibilidad ante las pobrezas, que “La vocación cristina y vicenciana implica el ser, hacer y tener. Esta vocación nos llevará a vivir desde la radicalidad evangélica optando prefe-rencialmente por los más pobres, siendo coherentes y sin miedo al compromiso. Estaremos presentes en los lugares y circunstan-cias donde sea preciso anunciar proféticamente los derechos de la persona y denunciarlos allí donde sean vulnerados”. (Art. 32) Nosotros, vicencianos, no podemos quedarnos sólo en ver y sentir lástima por las situaciones de pobreza e injusticias que nos encontremos, debemos mirar con profundidad esas situaciones, y ello debe hacernos pasar a la acción; al compromiso de vivir des-de la radicalidad de Jesús, que se hizo pobre para evangelizar a los pobres. "No debo de considerar a un pobre cam-pesino o a una pobre mujer según su aspecto exterior, ni según lo que apare-ce de la capacidad de su espíritu, dado que con frecuencia no tienen ni la figu-ra ni el espíritu de las personas razona-bles, pues son vulgares y groseros. Pero dadle la vuelta a la medalla y veréis con las luces de la fe que son éstos los que nos representan al Hijo de Dios, que quiso ser pobre; él que casi no tenía aspecto de hombre en su pasión y pasó por loco entre los gentiles y por piedra de escándalo entre los judíos; y por eso mismo pudo definirse como el evangelista de los pobres: Evangelizare pauperibus misit me. ¡Dios mío! ¡Qué hermoso es ver a los pobres, considerándolos en Dios y en el aprecio en el que los tuvo Jesucristo! Pero, si los mi-ramos con los sentimientos de la carne y del espíritu mundano, nos parecerán despreciables". (SVP, XI, conf. 165).