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El tema pienso que es demasiado am- plio, porque opinión pública, medios de comunicación e imagen es un tema que compromete a la relación de todos los media con el perfil social de las muje- res. En mi último libro, Feminismo en el mundo global, en su capítulo 11 desa- rrollo un epígrafe, al que titulo «La ley del agrado». Y en realidad, me voy a des- viar muy poco de lo escrito allí. Incluso me lo he traído, porque me resultará a mí misma más sencillo seguir su guión. Trataré en primer lugar de lo que ese epígrafe intenta abordar, para luego tratar alguna otra cosa no dicha ahí y que quizás convenga añadir. Mi inten- ción es hacer una aproximación gene- ral sobre este asunto de la imagen. El título, la ley del agrado, recoge una impresión mía: que el sexo femenino en su conjunto se encuentra bajo una ley no explícita a la que yo, para orien- tarme, he decidido nombrar así. Perci- bo que el sexo femenino tiene desde antiguo, esto no es de hoy, el deber de agradar, y lo tiene incluso por encima de otros deberes, como sean la obe- diencia, el ser hacendoso, la limpieza, la pureza sexual o la abnegación. Y me parece que a medida que va perdiendo algunos de esos otros ancestrales de- beres, no pierde sin embargo éste. Lo más extraño: tengo la impresión de que este deber se incrementa en la mis- ma ratio que nuestra libertad. Es decir, que hay que estudiar las modulaciones en que se exige el agrado femenino por- que están intrínsecamente conectadas con las libertades que se admiten para el sexo femenino. O dicho de otra ma- nera, en la economía patriarcal –en el sentido filosófico del término–, las mu- jeres han tenido este «marco general de deber». Y aunque en varios nódulos han roto posiciones anteriores, el mar- co pervive. Para mostrarlo, o al menos intentarlo, no cabe otra vía que plantear la que llamaré «hipótesis estética»: que la forma en que se manifiesta la ruptura éti- ca, siempre compromete una manera es- tética de mostración. 1. ÉTICA Y ESTÉTICA DE LOS SEXOS Tenemos que encontrar algún momento para situar esta hipótesis y que se perci- ba su rendimiento: Si nos colocamos en los años veinte, lo veremos con bastante claridad. Elijo los felices veinte, esta dé- cada, porque fue el momento en que por primera vez hubo un cambio, abso- lutamente relevante y antes no imagina- do, en la moda femenina. La moda fe- menina ha permanecido relativamente estable desde la antigüedad. Esto es, las mujeres tienen el deber de cubrirse el cuerpo. El vestido femenino llega hasta los pies o un poco por encima de ellos. El escote sube o baja, según las épocas, pero se mantiene recatado; recuerden el pañuelo del XVIII sobre el amplio escote. Y la manga admite modulaciones que van desde la manga larga hasta la tres cuartos. Las variaciones en mostración 4. OPINIÓN PÚBLICA, MEDIOS DE COMUNICACIÓN E IMAGEN. LA LEY DEL AGRADO Amelia Valcárcel Catedrática. Universidad Nacional de Educación a Distancia (España) 85

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El tema pienso que es demasiado am-plio, porque opinión pública, medios decomunicación e imagen es un tema quecompromete a la relación de todos losmedia con el perfil social de las muje-res. En mi último libro, Feminismo enel mundo global, en su capítulo 11 desa-rrollo un epígrafe, al que titulo «La leydel agrado». Y en realidad, me voy a des-viar muy poco de lo escrito allí. Inclusome lo he traído, porque me resultará amí misma más sencillo seguir su guión.Trataré en primer lugar de lo que eseepígrafe intenta abordar, para luegotratar alguna otra cosa no dicha ahí yque quizás convenga añadir. Mi inten-ción es hacer una aproximación gene-ral sobre este asunto de la imagen.

El título, la ley del agrado, recoge unaimpresión mía: que el sexo femeninoen su conjunto se encuentra bajo unaley no explícita a la que yo, para orien-tarme, he decidido nombrar así. Perci-bo que el sexo femenino tiene desdeantiguo, esto no es de hoy, el deber deagradar, y lo tiene incluso por encimade otros deberes, como sean la obe-diencia, el ser hacendoso, la limpieza,la pureza sexual o la abnegación. Y meparece que a medida que va perdiendoalgunos de esos otros ancestrales de-beres, no pierde sin embargo éste.

Lo más extraño: tengo la impresión deque este deber se incrementa en la mis-ma ratio que nuestra libertad. Es decir,que hay que estudiar las modulacionesen que se exige el agrado femenino por-

que están intrínsecamente conectadascon las libertades que se admiten parael sexo femenino. O dicho de otra ma-nera, en la economía patriarcal –en elsentido filosófico del término–, las mu-jeres han tenido este «marco generalde deber». Y aunque en varios nóduloshan roto posiciones anteriores, el mar-co pervive. Para mostrarlo, o al menosintentarlo, no cabe otra vía que plantearla que llamaré «hipótesis estética»: que laforma en que se manifiesta la ruptura éti-ca, siempre compromete una manera es-tética de mostración.

1. ÉTICA Y ESTÉTICA DE LOS SEXOS

Tenemos que encontrar algún momentopara situar esta hipótesis y que se perci-ba su rendimiento: Si nos colocamos enlos años veinte, lo veremos con bastanteclaridad. Elijo los felices veinte, esta dé-cada, porque fue el momento en quepor primera vez hubo un cambio, abso-lutamente relevante y antes no imagina-do, en la moda femenina. La moda fe-menina ha permanecido relativamenteestable desde la antigüedad. Esto es, lasmujeres tienen el deber de cubrirse elcuerpo. El vestido femenino llega hastalos pies o un poco por encima de ellos.El escote sube o baja, según las épocas,pero se mantiene recatado; recuerden elpañuelo del XVIII sobre el amplio escote.Y la manga admite modulaciones quevan desde la manga larga hasta la trescuartos. Las variaciones en mostración

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Amelia Valcárcel

Catedrática. Universidad Nacional de Educación a Distancia (España)

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de cuerpo oscilan en el cuello, manos ymuñecas. La cintura, un elemento se-xualmente relevante, admite estilemas:el talle más o menos alto. Y también losadmite la amplitud de la falda. Puede sermás pegada o más alejada de las pier-nas. Puede aparecer el guardainfante uotras prótesis, que más bien forman par-te del vestido jerárquico. Distingamosesto, porque el vestido rico, por así de-cirlo, el vestido jerárquico, ha admitidomodas que probablemente nunca pasa-ron al traje popular. El guardainfantedudo mucho que pasara nunca al trajepopular, propiamente hablando y lo mis-mo nos sucede con el miriñaque o laexuberancia de crinolinas del XIX; talesestilemas difícilmente se han integradoen el traje popular. El traje popular, toda-vía más estable porque es menos afec-tado por la moda, tiene menor recorridode estilemas: falda larga, manga larga, es-cote corto y cintura marcada en su lugar.

Afirmo que el vestido ha sido sumamen-te estable. Y aún nos quedan los tocados.El vestido jerárquico se ha acompañadode tocados asombrosos. Tocados, en elcaso femenino, exagerados. Recorde-mos por ejemplo el tocado de las damasde los siglos XIII y XIV –esos inmensos tu-bos acompañados de alas sobre los cua-les se colocaban los velos–, por ejemplo.Imaginemos las pelucas de corte que obli-gaban a sentarse en el suelo de la carrozaa la portadora. Pero tales exageracionesforman parte del vestido jerárquico. Enel traje popular, difícilmente aparecen, sibien tenemos testimonios de la etnifica-ción de tocados antes pertenecientes a

los trajes de corte. En Europa hay casosy en América también. Es un asunto di-vertidísimo en el que ahora no podemosentrar: cómo se etnifican y pasan a la tra-dición popular, antiguos trajes de corte yquedan convertidos en tocados étnicos.Por interesante que resulte, para el casoactual se trata de un camino lateral quedebemos abandonar. Si nos desprende-mos del follaje de los estilemas, el trajefemenino es muy estable.

El traje masculino, sin embargo, varióbastante. Veamos: El traje romano es untraje talar, sobre el cual va un manto. Yeste traje no se interrumpe probable-mente hasta el siglo XI. Es decir, hay untraje tipo, masculino, que es talar, con uncalzado que puede variar, y que se acom-paña de un manto; luego puede ir deco-rado de mayor o menor manera, borda-do, coloreado, etc., pero en el momentoen que Europa resucita, después delaño mil, el traje masculino empieza avariar muy rápidamente. Nos aparecenlas calzas, es decir los varones vuelvena llevar calzas y a veces el traje jerárqui-co varonil se acompaña con una túnicaque va sobre las calzas. Pero cuando lle-gamos a los siglos XV y XVI, los trajes ta-lares han sido confinados al estamentoclerical, y todos los varones se han en-fundado calzas, más o menos altas obajas. Y ya no volverán a ponerse trajetalar. A día de hoy, ningún modisto por«vanguardista» que sea, sacará un des-file con trajes talares masculinos.

Los varones se pusieron los pantalones,más o menos, en el siglo XV y ya no se

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los han quitado. Los han cambiado, sí,de forma, los han hecho largos o cortos,pero la imagen masculina consiste enmostrar las piernas, más o menos enfun-dadas. La pierna femenina siempre haestado oculta, la pierna masculina, no.Recuerden por ejemplo el gran retrato deTiziano del Cesar Carlos, cuyo pantalónes prácticamente una braga, y ademásacompañada de un estuche pénico, esoes probablemente lo más arriba que lascalzas han llegado. Así como la mostra-ción directa del sexo: esa moda toma elestilema de marcarlo en directo saliendohacia afuera en un estuche particular,bordado. Tal moda recorre toda la prime-ra parte del siglo XVI. En el siglo XVII, diga-mos, se hace suaviza: desciende el pan-talón, desaparece el estuche para elpene, aparece la casaca. Y en el XVIII en-contramos el pantalón viril inmediata-mente por debajo de la rodilla. Pero va aser la Revolución Francesa la que cambiedefinitivamente la moda masculina.

Desde la Revolución francesa, los varo-nes pierden la media, y aparece el panta-lón largo acompañado por el uso de co-lores severos. Hasta el siglo XVIII losvarones utilizan toda la gama de colorido.A partir de principios del XIX, los varonesse especializan en una gama sobria que vadel gris al marrón, con el límite en elnegro; y salir de ahí es sumamente com-plicado. Se admiten muy pocas excep-ciones. Pues bien, esa imagen final es,por así decir, la vestidura de la ciudadanía.

Conviene fijarse en la innovación mas-culina que representa la Revolución

francesa. Cambia el traje viril, apareceel pantalón largo, porque la media seentiende como Antiguo Régimen. Tam-bién la peluca blanca o los rizos se per-ciben como Antiguo Régimen. ¿Cómoha de tener el pelo un varón? Está cla-ro, aparece lo que se llama el «pelo a laromana», esto es, el pelo corto. Por pri-mera vez. ¿Para qué? En su origen ro-mano estaba claro para qué era. Loscuadros de David, pongamos por caso,que son los que estabilizan la nuevamanera de representar de la Revolu-ción, lo muestran. El cabello «a la ro-mana» lo lleva un pueblo guerrero,como es el romano republicano, y elvarón lleva pelo corto porque es al-guien que tiene que poder luchar encualquier momento y el pelo largo loimpide. Es afeminado. No permite la lu-cha. El cabello corto es marcial: nadiedebe poder agarrar del pelo a un varón.¿Recuerdan como se expresa todavíaque dos mujeres se pelean? «Se agarra-ron de los pelos».

Peinado a la romana, pantalones, colo-res oscuros… y algo más. La cara del va-rón queda descubierta, rasurada. Y estosolo tiene una desviación en el primerperiodo romántico, que es cuando a losvarones les da por barbarse como pa-triarcas de Israel, portar feroces barbas ypelos largos. Pero a final del siglo XIX re-torna el pelo a la romana y se impone,con la única excepción de los años se-tenta del siglo XX, donde de nuevo lospelos largos y las barbas reaparecenbrevemente. A medida que el voto sehace voto censitario, el voto masculino,

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también el tocado masculino desapare-ce. La mostración de la cabeza no puedeser jerárquica y de hecho los varonesempiezan a abandonar el sombrero has-ta desterrarlo en la mitad del XX. Mien-tras estos cambios se producían, avan-zaban la lucha de clases y la consecuciónde la ciudadanía. Por poner un ejemploespañol, en nuestra guerra civil algunospartidos situados en la extrema izquier-da, llegaron a mantener que el sombre-ro mismo era una prenda insoportable,porque era un signo jerárquico, un signode clase, o sea que había que quitárselo.A lo que hicieron se le llamó practicar el«sinsombrerismo». Los sombrererosperdieron de fabricar porque se vendíanmuy poco. Y cuando los ejércitos fran-quistas ganaron la guerra, aparecieronestrambóticos anuncios en la prensa,puestos por los sombrereros, que queríanvolver a recuperar el negocio. Rezaban:«Los rojos no usaban sombrero», lo quehacía que la gente, en una etapa negra demiedo generalizado, se tirara directamen-te a la sombrerería a compararse uno.Había llegado a ser una pieza relevante.En realidad una pieza de vestido nuncaes inocente. El sombrero había llegado aquerer decir algo. Transmitía.

Bien, este recorrido por la moda viril,no tiene otra intención que dirigirnosahora a la moda femenil, que correlatacon ella. En la Revolución francesa, lamoda femenil no cambia; simplementeel gran miriñaque desaparece y apare-ce uno más pequeño. Recordemos quemás tarde, por el contrario, en el primerromanticismo reaparece el enorme mi-

riñaque de crinolina. A finales del sigloXIX desaparece y lo sustituye una próte-sis que solo se lleva atrás, el polisón.Pero el corsé, por supuesto, no habíadesaparecido nunca. Todas las mujeresllevaban siempre corsé, desde la cuna,porque recordemos también que tantoa niños como a niñas se les encorseta-ba hasta que tenían dos años y afianza-ban su educación postural. Ello es algomás profundo y compromete al enten-dimiento social del propio proceso dehominización. Ha sido espléndidamen-te estudiado por un magnífico historia-dor de la pedagogía, Lloyd de Mause.En cualquier caso, el corsé femenino sequedaba sobre los cuerpos de las muje-res toda su vida.

Afirmaba que poco cambió el traje fe-menino revolucionario con el abando-no del Antiguo Régimen. Más bien tomóalgún estilema popular, se popularizó.Una falda, sin miriñaque, pero con fal-dones, con justillo apretado, una blusa,decente, que se cierra por arriba confrunces, con manga honesta hasta casila muñeca. Tras la «moda Imperio», apa-recen las crinolinas sobre el resucitadomiriñaque, desaparece éste y apareceel polisón, pero, con todos estos cam-bios, lo esencial se mantiene: traje has-ta los pies y escote sólo en el vestidode noche. Mangas largas. Se admitesombrero –no un sombrero muy exage-rado–, pero se admite. En el cambio desiglo, las mujeres siguen vistiendo untraje que da cuenta del puritanismo delXIX: manga larga, cintura marcada faldaamplia. Las sufragistas se vestían así,

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pero no solo ellas. Me explico, cuandoalguien quiere hablar mal de las sufra-gistas, saca unas cuantas imágenes demujeres sufragistas con esta moda,como si ellas tuvieran una manía o unaparticularidad y el resto de las mujeresno. El siglo puritano aguanta ese ves-tir femenino hasta la Primera GuerraMundial.

¿Cuándo cambia dramáticamente la mo-da femenina? Después precisamente dela Primera Guerra. ¿Y qué ha sucedido denuevo entre antes de la Primera Guerray después? La consecución de los obje-tivos sufragistas. La entrada de las mu-jeres en la alta educación y la obtenciónde los derechos políticos. Esta agenda seha logrado por lo común justamente eneste periodo.

2. EL CUERPO LIBRE

Digo que, dramáticamente y en conni-vencia con esto, la moda femeninacambia. ¿Qué tipo de fenómeno tan ex-traño es la moda, que permite estetizarlas costumbres y los valores? Por ejem-plo: ¿Cómo se expresa esa nueva mo-da, la de los años veinte, los felicesveinte? Recordemos: De repente desa-parece el talle en el vestido femenino,por primera vez, el talle no se marca, y lainnovación es el talle bajo. Pero avanzamucho más: El vestido se acorta y laspiernas femeninas se ven por primeravez, desde la Antigüedad. En la antigüe-dad las mujeres con falda corta eran es-

clavas. No tenían derecho a ponersefalda larga, porque no tenían derecho alpudor. Ahora, muy al contrario, la faldacorta no es jerárquica. El sombrero,otra prenda eminentemente jerárquica,se retrae y se convierte en una suertede capucha o de casquete. Y, algo tam-bién innovador, la manga se acorta amitad del antebrazo. Por primera vez elbrazo femenino, no en una situación degala, sino corriente, se muestra práctica-mente casi completo.

¿Qué quiere expresar esa moda? Esamoda quiere expresar, fundamental-mente, un cuerpo sano y libre. Porquelo que ha desaparecido y ha permitidocon su desaparición el talle bajo es elcorsé. La manera de hacer patente queel corsé no existe, es hacer un talle in-interrumpido. Eso expresa un cuerpo li-bre. Y tal estilema aparece aliado con elhigienismo, la idea moderna de la sa-lud femenina, –el que las mujeres hande llevar una salud juvenil para luegoser también madres saludables–, perotambién la libertad de movimientos. Estoda una manera, la moda femenina delos felices veinte, de estetizar otra ca-racterística ética y política: las mujeresestán consiguiendo derechos políticosy educativos y esas nuevas posicionesse estetizan a través de un vestido queen la época se entiende como «libre»,un vestido ancho, sin curvas, corto yflotante. ¿Lo es realmente?

En todo caso, resulta sumamente desa-gradable para algunos. Yo poseo un librode urbanidad de aquellos años –que

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probablemente heredé de alguna fami-liar–, en el que parecen aparecen unasseñoras vestidas de esa moda charles-ton. Lo notable del dibujo es que en élaparece un grupo de ellas siendo seve-ramente amonestadas por un clérigo pa-latino. La escena se desarrolla en la Ciu-dad del Vaticano, en la basílica de SanPedro; el dibujo es muy aleccionador. Sepresenta a las señoras vestidas charles-ton, con falda por debajo de la rodilla ymedia manga, con la cabeza baja, aga-rrando cada una su bolso, mientras queel clérigo las amonesta con enfado. Enrealidad amonesta a unos parientesmasculinos que las representan. El piedel dibujo explica que lo merecen por-que con aquellas pintas tan procacesquieren, sin embargo, entrar en San Pe-dro. Ahora puede que la moda charlestonnos resulte muy inocente, pero en su díafue vista como procaz.

Pero lo mejor del dibujo es el contexto;porque en los años veinte las estatuasdel Vaticano, renacentistas y por lo tan-to desnudas, estaban tapadas con gran-des bolos de zinc redondos, como ba-rriles, para que los miembros desnudosno se vieran. En resumen, que sólo seveían de las estatuas clásicas desnudaslas cabezas y las manos. Y esto, quiendibuja no lo cuenta, lo ve normal. Hayun rasgo de puritanismo extremo quese corresponde con lo que eficiente-mente se llegó a hacer: tapar con rulosde metal las estatuas clásicas. Y, por lovisto, del mismo modo entiende que sedebe reprimir y sermonear el nuevo as-pecto, de rulos, de las mujeres vestidas

a la moda «libre». Aquellas señorasvestidas sin delatar las formas femeni-nas parecen, en efecto, sumamente li-vianas al clérigo que las recibe y lesprohíbe la entrada de aquella guisa enel templo.

Es claro que esa moda fue percibidacomo un gran atrevimiento. Toda nove-dad vestimentaria es mal recibida porlas gentes más conservadoras, peroaquélla lo fue especialmente. El vestidose presentaba como libre y, lo que esmás extravagante, algunos pensabanque lo era. ¿Por qué? No se puede deciren modo alguno de esa moda que seaexcitante. Mas bien no lo es. Pero lasmujeres sí enseñan brazos y piernas,por primera vez. ¿En correlación conqué? Con sus libertades nuevamenteadquiridas. Más derechos, más piel.

3. OTRA VUELTA DE TUERCA

¿Qué ocurrió después de la SegundaGuerra Mundial? Ese vestido, más o me-nos, se ha mantenido. Ha vuelto, eso sí, amarcar el talle. Ha habido alguna even-tual ida hacia el vestido largo, pero ése esun vestido ceremonial para las mujeres.En el caso corriente, las mujeres se po-nen desde entonces vestidos más o me-nos cortos, pero siempre con el términomedio a la altura de las rodillas. Los bra-zos se descubren siempre que el tiempoparezca permitirlo. El principal estilemade los veinte, la mostración de miem-bros, se ha mantenido.

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Pero cuando comienza la tercera ola defeminismo se producen otras noveda-des. ¿Recuerdan aquella vieja historia,según la cual, las feministas de los se-senta quemaron sus sostenes? No estánada claro que lo hayan hecho, cierta-mente; parece más bien una leyendaurbana. Pero algo pasó. Apareció MaryQuant. La minifalda correlata con elmomento de mayor agitación del femi-nismo «sesentayochista». Y recuerdenque nosotras mismas, en los setenta,fluctuábamos entre la minifalda y lamaxifalda, sin enojos. Había tempora-das de maxifalda y otras de minifalda.Esa fluctuación indicaba algo. Algo quequedaba en la sombra porque se cocíauna novedad mayor.

En la década de 1970 ocurrió algo en elvestir femenino que no había ocurridonunca antes: las mujeres «conquista-ron» los pantalones. Porque la apropia-ción de la prenda masculina por antono-masia, el pantalón, no se hace sino deun modo, por así decir, erótico-galante,en el cine. Recordemos, por ejemplo aMarlene Dietrich, vestida con aquel fa-moso esmoquin. Eso no quiere decirque las señoras se lo pusieran, ni muchomenos, ni en casa ni en la calle. Era, esosí, un nuevo icono de sensualidad inde-finida, entre el porno suave y Tamara deLempicka. Era un traje equívoco para si-tuaciones también equívocas. Pero noera ropa de uso. Las mujeres reales no seponían eso.

Las mujeres reales se pusieron los pan-talones, de verdad, en los años setenta,

o se los empezaron a poner. La particu-laridad que hace que los pantalonessean verdaderos pantalones, es que envez de acompañarse por arriba de unaprenda más informal, (se admitía eluso, desde los sesenta del pantalón lla-mado pirata, en verano con una prendainformal por arriba), esta vez todo el re-gistro viril se permite, incluida la ameri-cana. El traje pantalón de los setenta escasi exacto al vestido viril. Para que nolo sea del todo los colores son distin-tos, los tejidos también son distintos;los trajes de las mujeres siguen siendocoloristas, pese a que su forma sea,aproximadamente, masculina.

Ninguna cultura humana ha admitido laindiferenciación sexual. Varones y mu-jeres –antropólogas y antropólogos losaben– tienen que vestirse de modosdistintos. Y en ciertas culturas deben te-ner una apariencia extrema tan distinta,que realmente cada sexo huya de losadornos del otro como de la peste. Pue-de ocurrir que incluso esté «tabuizado»el uso de adornos del otro sexo. Sólo enlas sociedades de encierro femenino, yno en todas, se ha tolerado en el espa-cio privado una cierta cercanía en lostrajes. Porque todo el mundo debe sa-ber a primera vista de qué sexo es lapersona que tiene delante. Las relacionessociales, en su vía principal, nunca bus-can ser equívocas.

Apropiación inequívoca de los pantalo-nes y a la vez minifalda. Bien, cuandose escucha el grito enorme de libertadde los años setenta, aparece la minifal-

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da. Más libertad, de nuevo más pielfuera. ¿Se han dado cuenta de que amedida que nuestras hijas desarrollanlas libertades que hemos conquistado,esto es, las ocupan, porque ya no nece-sitan pensarlas, sino que son vida vivi-da para ellas, enseñan todavía máspiel? ¿Se han fijado en la moda de hacedos años, que prácticamente obligaba alas adolescentes a pasar frío en invier-no, porque llevaban un pantalón bajo yun suéter mini? La cintura completa, in-cluido el ombligo quedaba al descu-bierto. La línea del tanga aparecía sobreel borde del pantalón, tan bajo era sutalle. Eso, en verano, puede pasar perose propuso en otoño e invierno. Y lasjovencitas lo portaban con mucha de-terminación.

4. LA FEMINIDAD EXPRESIONISTA

¿Realmente es casual esa correlaciónentre mostración del cuerpo y libertad,o es que hay que pagar en un agrado,cada vez más diferenciado, la libertadque se está obteniendo? Un agrado, di-gamos, más expresionista.

Mi hipótesis es que existe cierta correla-ción y que, con la libertad femenina, haaparecido un deber de agrado cada vezmás erotizado. Que estamos ante el ex-presionismo de la feminidad. Siento quepara entender un cuerpo como femeni-no ha de parecerse o casi lindar con supresentación pornográfica, porque si no,no se entiende como femenino.

El patriarcado –por hablar en estos tér-minos– tiene en este momento un sobe-rano despiste acerca de en qué consistela feminidad, dado que se ha hecho po-liédrica, se presenta de muchas mane-ras. Pero, aun despistado, sigue tenien-do la sartén por el mango. Por lo tantosigue decidiendo cuáles son sus mostra-ciones ortodoxas; sigue decidiendo queesto ha de hacerse. Creo que es una hi-pótesis un tanto divertida y relativamen-te fácil de probar la correlación entremayor libertad y más cuerpo expuesto. Ycreo que ello se debe a que la ley delagrado sigue funcionando. Solo que laley del agrado, antes expresaba agradoy obediencia, y ahora solo expresa agra-do erótico y lo hace en directo.

La mujer velada, expresa agrado, peroexpresa sobre todo obediencia. Sucuerpo dice «yo admito tu autoridad,me cubro más, me velo más, tomo real-mente sobre mi la decencia honesta;pero además, manifiesto mi respetopor ti, o por los valores que sean decla-rados comunes y que a mí me toqueencarnar». A medida que te quitas co-sas, obviamente no estás manifestandoobediencia, ¿pero, entonces, qué estásmanifestando?

5. DISPONIBILIDAD

Algunas amigas mías, feministas deedad madura, que suelen ser las mássabias –porque esto de la sabiduría seadquiere con los años, con la inteligen-

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cia se viene pero la sabiduría es otroespesor– amigas mías se mostrabanperplejas con estas modas últimas delas adolescentes. Tenían hijas o sobri-nas de esta edad y no lo entendían.Una mañana me encontré a una deellas, sobrexcitada. Cuando le preguntépor la causa me respondió: «Mi sobri-na, ha salido a la calle de tal pinta queparece una prostituta». «Sí, van todasasí» –le dije yo–. «Sí, pero no se dacuenta de que va haciendo reclamoscontradictorios». «¿A ver? », le pregun-té. «Claro, va vestida como una prosti-tuta y va diciendo, sin embargo, «ni sete ocurra ponerme un dedo encima»,con lo cual, menudo riesgo. Yo le he di-cho al verla salir: «¿No te das cuenta dela economía pulsional, que te exiges ote llevas? Y la otra me ha contestado:«¡Bah!, ¡Cómo estás!». Se cree que es-toy simplemente fuera de moda. Y seha marchado tan feliz. Porque en efectono se da cuenta».

La «economía pulsional»... bueno, pue-de que verdaderamente no pertenezcael sintagma al lenguaje corriente de lasquinceañeras. Nos damos cuenta noso-tras, que calzamos más edad, porquepertenecemos a un orden cambiante enque hemos visto lo suyo y lo nuestro, ypor lo tanto, podemos comparar. Peroprobablemente también, como hemosvisto ambas cosas, podemos tener untemor mayor y menos fundado que elque esa joven persona pueda sentir. Ellaestá haciendo una cosa que realmentees difícil, porque en efecto está presen-tando una feminidad expresionista acor-

de al canon masculino. Quiere decir:«Puedes mirar y ver» lo que antes esta-ba oculto, pero también y de paso estádiciendo «se mira pero no se toca».

Un viejo refrán castellano decía, «Si nolo vendéis, tapadlo». Decía, obvio es, elconsejo varonil a las descocadas. Tradu-cido, sólo en parte: el sexo masculinogusta de ver, pero «lo que ve lo quiere».En el feminismo hay que hablar muchosobre el sexo femenino, pero el intere-sante es el masculino, admitámoslo. Amí cada vez me parece más raro. A me-dida que estudio el patriarcado, esasconstrucciones enormes que tiene, másme deja el alma suspendida. El deseomasculino es un mundo. Les agrada real-mente la mostración de carne femenina,sobre todo en su estado «fetén» (que setoma de una determinada edad a otra).Siempre es bueno ver y eso nunca desa-grada. Pero, si se les impone excesiva-mente, les incomoda. ¿Su deseo se frus-tra quizás? ¿O no saben cómo tratar a laque no cumple el recato estipulado?Sólo sé que es así. Que esa moda, porejemplo, al par que agrada a los varonesles produce también cierta incomodi-dad. Y que las jovencitas probablementelo saben. Que se exponen y que al parse exhiben de modo impertinente.

Por fortuna la moda es volátil. Estatemporada llegan las niñas góticas, yse han vuelto a poner faldamentos sufi-cientemente largos, unos cuellos altísi-mos y otras estilemas del mismo tenor.Los varones tendrán un año de respiro,o así, porque más las modas no duran.

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Pero me he enterado, leyendo las revis-tas adecuadas, de que la moda del añoque viene obliga a que a las mujeres seles transparente la ropa interior. En fin,que la fluctuación es pendular.

6. NADA HAY INSIGNIFICANTE

¿Tiene lo ya expuesto algo que ver conla estética de la libertad de las mujeres?Creo que definitivamente sí, que corre-lata directamente; creo también que laley del agrado, simplemente, no estáinterrumpida y que no somos nosotras,además, quienes la manejamos. Y quelos fenómenos sociales masivos –comola moda– son fenómenos a través de loscuales, como sucede con todos los esté-ticos, podemos hacer estudios del con-tenido ético que posee una determina-da sociedad.

Por eso, cuando se habla de indumentofemenino, no hay nunca ningún casocasual. No hay lugar para el «qué másda» o el «qué importancia tiene». El in-dumento tiene mucha y grave impor-tancia, y si no es así, abolimos la se-miótica. El indumento está repleto designos y los signos lo son porque signi-fican, porque no son casuales. Ha cos-tado, ciertamente, construir ese saber yno está nada mal la semiótica, es agu-da y fértil, de modo que no podemosabolirla cada vez que no queremos en-carar un signo, bien porque sea conflic-tivo en el contexto social, bien porquenos inquiete demasiado interpretarlo.

Reparemos en que algunos de los de-bates acerca de la multiculturalidad,aquí en Europa, se centran en los sig-nos. Mujeres veladas, de tal o cual ma-nera, ¿se admite o no se admite? Unarespuesta escapista siempre es: «No,esto no es nada, no tiene importancia».Pero, por honra de la seriedad que con-viene al saber, ¿cómo no va a tener im-portancia?

En el asunto de la vestimenta y la modala gente está adaptada a discriminar sig-nos mínimos: un corte, un tono de color,una marca... Por eso, nuestro vestido, porejemplo, que es democrático, y aparente-mente igual, discrimina y muestra perfec-tamente la clase social. Solo los marcia-nos no se darían cuenta de la clase sociala la que pertenecen si contemplaran acinco señoras vestidas aparentementeigual. Todos sabemos perfectamente dis-tinguir lo caro de lo barato, lo elegante delo que lo es menos, y por qué, y que esadecuado a cada persona. Y somos ade-más, de una precisión impresionante enestos asuntos.

Sin contar con que los propios cuerposestán marcados por la clase. Y en algu-nos sitios, de una forma tan extraordi-naria, que las clases sociales parecende dos razas distintas, en cuanto a lapropia mostración del cuerpo y la acti-tud, es decir la manera en que el cuer-po se posiciona en el espacio. La claseconforma el movimiento, la expresiónfacial, la proxemia, la gestualización.Nos lo enseñó bastante bien la etnome-todología. Y nunca está de más darle un

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repaso a E. Goffman. En fin, que en es-ta exposición he preferido desarrollareste asunto estético que en mi últimolibro sólo está apuntado en una frase,pero creo que tiene su interés. Y ahoravayamos a los media.

7. LAS COSAS QUE YA SABÍAMOS: LOSMEDIA, LA RED, LA TV Y LA PUBLICIDAD

¿Repetiremos que la prensa nos maltrataa las mujeres? Sí, lo hace. ¿Que los me-dia funcionan con estereotipos? Sí, engeneral. Pero, sin embargo, a este tema,digamos corriente, voy a dedicarle, algu-nas pinceladas un tanto disidentes.

Las mujeres, en los media que manejenimagen, tienen un papel fangoso. La red,por ejemplo, que es lo más parecido aun kiosco mal ordenado, es buen para-digma. La red funciona según el princi-pio Mateo, al que tiene le da, y al que notiene, le quita lo poquito que tiene. Lared te sirve bien si tienes una cabezabien amueblada, entonces encuentrasmucho de interesante allí. Pero la propiacabeza te la tienen que haber amuebladoen otro lugar. Así, si buscas «mujeres»,encuentras todo tipo de maravillas, de lahistoria, el arte y la política. Pero si tedan un ordenador y tu cabeza está vacíaacabarás en mujeresputas.com. Y te pue-des pasar allí, además, la vida, si nadie telo impide. Más del 60 por 100 del conte-nido de la red es pornografía. Cuandooigo aquello de «vamos a dar a cadaniño un ordenador», siempre me digo

que se lo darán con filtros de seguridado no sé para qué va a servir. El ordena-dor es un instrumento solamente, sedice. Pero que se llena de contenido que,en cantidad notable, es lo que es.

En televisión sucede que hay gran faltade presupuestos, y ello provoca que sevaya hacia la estereotipia con facilidad.Programas muy baratos en horarios deaudiencia femenina, sumamente cerra-dos en cuanto a los roles de género y lamoral que les está asociada. Yo no sécómo se las llaman en América. Aquí, alas señoras que han sido abdicadas desu ciudadanía para convertirlas en se-res cotilleantes, se las llama «marujas».Tienen un claro perfil de edad y haytoda una serie de programas que estánpensados solo para producirlas. Existao no exista la maruja previa, el progra-ma la fabrica. Una mujer expuesta a unprograma «marujil», durante más o me-nos un mes, acaba siendo una maruja,aunque no quiera. Porque tales progra-mas son sumamente pregnantes. Acos-tumbran, hechizan. Y son muy baratosde producir.

Creo que para entendernos será mejorque los describa: son programas en es-tudio, con gente invitada, que airea enellos su vida privada. Se insultan, lle-gan a las manos, se gritan acusándosede las cosas más inverosímiles. Perosiempre siguiendo el orden de repre-sentación patriarcal más estricto. Hacenpúblico lo que antes no se pronunciabasino en privado: «Tú eres una zorra, tefuiste con mi marido. No me digas que

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no lo hiciste. Sí lo hiciste, porque yo tevi». Y hazañas parecidas. Día tras día.

Exponerse a tales programas es dele-téreo. Yo he visto a mujeres con cabe-zas extraordinarias que, por una en-fermedad o cosa similar, pasaron unmes en su casa y por la mañana, parabuscar distracción, encendían el tele-visor. A varias les ha costado volver aacomodar su entendimiento. Se lo ha-bían destrozado. Tras un mes de expo-sición, mantenían ya las opinionesmás absurdas sobre cualquier temade debate corriente. Había que regre-sarlas como si las hubieran abducido.Y con argumentos como el siguiente:«Pero, ¿tú te das cuenta de lo que teha costado a ti armarte una buena ca-beza? Pues haz el favor de escribir aese programa y decir que no tienenderecho a deshacértela. Que te ha cos-tado tiempo y dinero. Muchísimo. Quela educación es cara, mucho, y costo-sa. No tiene sentido que vayas a per-derla por sobreexposición al “marujis-mo” sin control».

¿Qué razonar a propósito de la publi-cidad? La publicidad habla de unas mu-jeres que, simplemente, no existen. Yono las conozco, al menos. Y conozco abastante gente. Las mujeres de la publi-cidad son rarísimas. Tienen preocupa-ciones extrañas. Hay una que se pre-senta desde el futuro para enseñar alavar a cierta discípula insapiente. Denada digo, porque en el futuro a lo me-jor también se lava. Todo depende de siel planeta aguanta el cambio climático.

Pero bien, pongamos que sí, queaguanta, y que la gente sigue lavando.Pero no es necesario que lo haga conesas pintas, creo yo. No necesita mayorcomentario, el anuncio es simplementeridículo. Pero hay otro que anuncia ja-bones y cosméticos que también se lastrae: la protagonista dice que los con-sume «porque ella lo vale». Y yo mequedo siempre perpleja, porque no sépara qué vale lo que ella vale. O sea, yollego hasta «porque yo lo valgo», pero acontinuación me bloqueo de modo in-contestable. Es un tipo informativo queno sé decodificar. No sé para qué vale loque esa mujer vale. Ni por qué vale. De-ben ser las consecuencias laterales delfeminismo proporcionando autoestimaa las mujeres, imagino, lo que el anun-cio intenta utilizar.

Los creativos publicitarios más talento-sos a veces intentan dar una nuevaimagen de las mujeres. La publicidadestá aprendiendo poco de ellas, por-que, incluso los creativos más rápidosy más ágiles –y pensemos que muchasde las personas inteligentes están meti-das a creativos publicitarios, dado quees un campo muy bien pagado cuandova bien– no aciertan con el mensaje.Gente muy joven, en que su talento esmás rápido, se esfuerzan en fijar unaimagen que se les escapa a causa desus prejuicios.

Percibo que tienen una imagen especu-lar de las mujeres, y, por lo tanto, falsa.Realmente toman la imagen de la vo-luntad masculina, que es la que en ver-

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dad entienden, aunque sean chicas lasque lo hagan, y le dan la vuelta. Enton-ces nos presentan no a mujeres que sonhombres, sino imágenes especulares dela virilidad, que dicen que son mujeres.El patriarcado, en efecto, hace que laconciencia viril —y todos sus sobreen-tendidos— esté mucho más asumida,conocida e investigada que la femenina,que está fabricada defectivamente. Enconsecuencia, como la mujer es un «te-rritorio oscuro», por utilizar la expresiónde Freud, se la finge. Pero, incluso cuan-do se la quiere representar con la mejorvoluntad, se la ignora. Se toma el deseoviril y se realiza una imagen especularde él. En un espejo, nada queda donderealmente está en quien en él se refleja;por el contrario, a cada punto le corres-ponde una simetría volteada: el brazoderecho es el izquierdo en la imagen, elojo derecho, lo mismo, así como la pier-na y los demás órganos y miembros.Pues bien, la imagen especular del de-seo viril, cuando se encarna en la publi-cidad, produce similares distorsiones:nada está donde debe y todos podemospercibir el desencaje.

No existe una sola investigación publi-citaria acerca de cómo se está estable-ciendo la voluntad de las mujeres. Enrealidad, cuando nos intentan vendercosas, los publicitarios ignoran qué que-remos. Sólo se lo imaginan. Y ningunode ellos ha sido capaz de captar la nue-va mirada de las mujeres, ni la maneraen que las mujeres ahora posicionan sucuerpo en el espacio. Que ha cambiadopor completo, por cierto.

8. INNOVANDO CON EL CUERPO

A este asunto de la ocupación con elcuerpo del propio espacio y de la pro-xemia, ya se ha hecho una referencia.Ahora indico que, en los últimos veinteaños ha sufrido una enorme transfor-mación. Para hacerse cargo, imaginenque cualquiera de ustedes se va a unpaís que no sea el suyo. ¿Percibiríanque no es de allí, si no habla o no haydistancias lingüísticas? Muy probable-mente. Existen indicios sutilísimos paracaptarlo. Si se ponen incluso todo loque haya que vestirse, pueden los na-cionales seguir identificando su extran-jería. Porque las señales relevantes es-tán mucho más atrás de la vestimenta oincluso del lenguaje. Hay toda una fasenormativa, postural, de andares, de mi-rada, de proxemia, de ademanes quenos sitúa. Pues bien, esa es la que hasufrido mayores cambios en el caso delas mujeres; cambios que la publicidadni siquiera ve. Las mujeres ocupamosel espacio de modo diferente, mayor,con atavíos menores, sin embargo. Ca-minamos por sendas propias, que noshemos apropiado, y de nuevo, sin mos-tración de compás. Existe un enormecambio en la base prenormativa queinstala el cuerpo en el espacio propio. Yeso, por ejemplo, la publicidad todavíano lo sabe reflejar. No lo ve.

Del mismo modo, tampoco sabe refle-jar la nueva mirada. Nos miran de otromodo y miramos de forma distinta. Lamirada de los años setenta se ha idoextendiendo y actualmente todas las

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mujeres miramos de otra manera, in-cluso muchas de las no occidentales;tiene que ver, imagino, con la miradadel estudio, que inclina a una actitud alpar contenida y levemente desafiante.Yo todavía no he visto esa mirada enparte alguna de la publicidad, ni tampo-co en el cine. Pienso que no saben quéhacer con ella. Cierto que la languidezha salido de la representación femeni-na tópica, pero no ha sido sustituidapor nada realista. Puesto que el arte ac-tual no es verista, la imagen se ha tras-ladado a la fotografía y el cine. Puesbien, incluso en revistas femeninas vin-culadas a grupos religiosos, las imáge-nes de la publicidad son de un erotis-mo inconveniente: la languidez ha sidosustituida por una mirada «salvaje», debestia, que todas las modelos imitan. Yesa no es la mirada de la libertad; sobretodo si te fotografían en picado.

He evitado hasta este momento hablarde la prensa rosa. Ese dominio es sim-plemente del pleistoceno de la libertadfemenina. Allí esa característica, nues-tra libertad, no ha concurrido todavía.Los ejemplos sobran, de modo que me-jor darlo por sabido. Pero sí quisieraapuntar una última cosa. Tiene que vercon la de violencia contra las mujeres.Es obvio que su presencia mediáticaafecta a la imagen del colectivo. Puesbien, he notado que las mismas perso-nas que tienen severas reticencias o nosaben cómo colocar el nuevo cuerpofemenino libre en el espacio, no tienentantas barreras para hablar de las muje-res maltratadas. ¿A qué puede deber-

se? Quizás es que conocen bien esaviolencia o también puede ser que seamás sencillo entender a la víctima quea la poderosa. Al fin y a la postre, lamujer maltratada no interroga a la mi-rada machista del mismo modo que laque encarna la libertad. Se trata de unaposición humillada.

Puede que me exceda, pero pienso queno podemos permitir que la imagen delas mujeres maltratadas se convierta enla imagen femenina por antonomasia.Esto solo es legítimo si la imagen delmaltrato va acompañada por la imagende los logros. El maltrato en todo casoen injusto, pero acompañado de los lo-gros, es infame. La imagen de los logrosde las mujeres en todos los campos dela autoridad siempre tiene que estarpresente. Y entonces la imagen estereo-tipada alcanzará su verdadera e indignadimensión. Porque si no se hace, si sólose admite de la agenda feminista elmaltrato, parte de los sobreentendidospatriarcales quedan incólumes. Puedeseguir el sistema simplemente añadien-do unas gotas de falsa compasión: «Po-brecitas, qué pena dan. Pobrecitas, quémala suerte tienen. Hay algunos que sonmuy malos. Yo no, por supuesto. Pero pue-de que todos los demás. Yo simplemen-te las compadezco». Ya no habitamos esetiempo.

Debemos implementar las imágenes fe-meninas asertivas no sólo porque sonmejores, estratégicamente hablando,sino porque son más ciertas y las tene-mos. Supongo que lo vamos a acabar

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haciendo, tardando más o menos. Nosólo yo, muchas más que yo, deseamosreconocernos en los discursos de la ima-gen y que nos resulten confortadores.Y que hay que dar imágenes de logros,lo tengo claro. Y hay que darlas en losmedia, obviamente. No podemos con-templar para todo el rato sufrir. La sobre-presencia masculina en los medios, enlas categorías en que todo lo significati-vo se mide, el espacio y el tiempo, esmuy pesada. Y la presencia estereotipadafemenina la complementa de continuo.Se necesita una vuelta de tuerca. Es ur-gente. La agenda feminista prueba, en elcaso de la imagen, hasta qué punto estáverdaderamente admitida.

9. UN PASO MÁS ATRÁS

La opinión pública, que sólo existe enlas democracias, no lo olvidemos, secomporta con las conquistas de las mu-jeres y la agenda feminista de una for-ma que sólo podemos calificar, y siendosuaves, de ambivalente. En realidad laasunción de la agenda feminista se hacesiempre de este modo: «Estoy siemprede acuerdo con la agenda anterior». Yesto lo hace la parte mejor, la más inno-vadora y progresista, de la opinión pa-triarcal. Siempre está muy de acuerdocon la agenda anterior. Con la que yaestá conquistada y no tiene réplica. Dichode otra forma, el patriarcado se com-porta como se comportaba, se decía, elejército de Francia, que siempre estabapreparado para ganar la guerra ante-

rior. Durante la Segunda podría haberganado la Primera, durante la Primeraestaba preparado para ganar la Franco-prusiana y así sucesivamente.

La opinión pública sigue siendo patriarcaly resistente al cambio. Entiende, eso sí,la legitimidad de buena parte de lo ga-nado. Nadie se opone a los derechospolíticos, a los educativos, a bastantesde los civiles.Tampoco nadie oficialmen-te simpatiza con la violencia contra lasmujeres o con su menor salario en igualempleo. Pero esa opinión mantiene terri-torios en disputa: los sexuales y reproduc-tivos, la paridad a la que camufla de «dis-puta por la excelencia», la prostitución ola pertinencia internacional de las políti-cas feministas. La opinión nunca tieneun juicio benévolo sobre la agenda pre-sente, sino que se resiste a ella. Buenoes defender a la humillada cuando ya nolo está, o a la golpeada cuando no ocurre.Es más complicado estar en la vanguar-dia de la propuesta. Pero eso, probable-mente, no se le puede exigir a la opinióncorriente. Un poco más pesado de llevares que proporcione consejos para situa-ciones que ya no ocurren. Por ejemplo,cuando insiste en educar a las mujeres eignorar que son un tanto por ciento muyalto del alumnado universitario; o des-cubre que hay discriminación en las eli-tes y, sin embargo, asegura, avistando unmediterráneo, que las que peor lo pa-san son las mujeres de los estratos másbajos. Hay, por último, en la opinión, unaveta más patriarcal que no quiero finali-zar sin siquiera citarla: que cuando pon-tifica sobre la situación de las mujeres

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en el universo mundo o sobre su agen-da, se pone inmediatamente por enci-ma del caso. O bien afirma que «estoyde acuerdo en unas cosas, pero en otrasno», o bien intenta ejercer una compa-sión espuria que le ponga también in-mediatamente por encima: «pobrecitaslas mujeres», con impresión de ciertasorpresa, mentirosa por lo inocente.

Puede que todavía y durante muchotiempo algunas mujeres singulares ne-cesiten compasión; y apoyo, y ayuda yamor. Pero en la causa general de la li-bertad y la igualdad, el sexo femeninoen su conjunto lo que necesita es justi-cia. Justicia, espacio y poder.

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4.1. COMENTARIO

Magis Iglesias (España)

Después de escuchar a Amelia, creo quetiene muchísimo que ver con lo que osvoy a contar o lo que podamos debatirdespués, en el coloquio, tomando comobase los planteamientos que ella ha he-cho sobre la importancia de la imagenque se proyecta de la mujer en los me-dios de comunicación.

Mi intervención se refiere a la situaciónde las mujeres en el periodismo espa-ñol. Yo creo que está directamente rela-cionado con eso porque, si bien cadavez somos más mujeres en los mediosde comunicación, nuestra influencia esprácticamente –si no diría nula– escasí-sima, puesto que tenemos como todaslas mujeres, en casi todos los ámbitos,un techo infranqueable, por lo menos,hasta ahora.

Voy a tratar de explicar, a la luz de miexperiencia personal y también de es-tudios a los que he tenido acceso, porqué estamos en la situación que esta-mos y dónde deberíamos centrar laatención para resolver la situación yconseguir que esta idea fantástica –quenos decía Amelia– de que las mujeresocupen ese nuevo espacio y esa mira-da en los medios de comunicación paralograr justicia, espacio y poder, lo po-damos conseguir con las mujeres quehoy ya estamos en el periodismo, peroen lugares claves, por lo tanto, de in-fluencia.

«El embarazo es el primer riesgo laboralpara la mujer periodista». Y esta afirma-ción tan rotunda es el resultado de uninforme que elaboró la Universidad deMálaga para la Asociación de la Prensade Madrid. Anualmente hacemos infor-mes sobre el estado de la profesión y elaño pasado se hizo un capítulo específi-co dedicado a la mujer. La conclusión esde los investigadores y se correspondecon los datos que os voy a presentar.Realmente es una injusticia que algo tannatural como el embarazo sea la disculpa–no solo el motivo, sino obviamentetambién la disculpa– que entorpece elcamino de las mujeres, en todas las pro-fesiones, pero sobre todo en el periodis-mo. De la capacidad procreadora de lasmujeres, depende la supervivencia de laespecie humana, no es una cuestiónmenor, y sin embargo la sociedad nospenaliza por ello.

El periodismo tiene unas característicaspropias que creo que no son comunes alresto de los sectores de la vida producti-va. El periodismo es una de las profesio-nes elegidas preferentemente por lasmujeres. Tenemos en cuenta que sonmayoría en las universidades, se licen-cian, hoy por hoy, un 70 por 100, puestoque ellas –y esto también está recogidoen estudios realizados por las universi-dades españolas– las mujeres, las chi-cas tardan menos tiempo que sus com-pañeros en estudiar la carrera. Sin llegara asumir el determinismo –que a mi jui-cio es un poco exagerado– en la obra deLouann Brizendine, El cerebro humano,la autora sostiene que las mujeres están

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mucho mejor dotadas que los hombrespara la comunicación. Es más, afirmaque como consecuencia de la experien-cia vital, a lo largo de siglos, los genes ylas hormonas han creado en los cere-bros de las niñas –y ella sostiene quedesde su más tierna infancia, cuandoson bebés– una realidad que pone la re-lación social en el centro de su ser.

Aunque me parece un determinismoexagerado y no lo comparto, de algunamanera es cierto que hay una tendencianatural de las mujeres a la comunica-ción. Si el 70 por 100 de los periodistasque salen de la Universidad son muje-res ¿por qué solo el 5,3 por 100 de lasperiodistas tienen un sueldo superior alos 3.000 euros? Es decir, por qué no seencuentran más mujeres en puestos demando y responsabilidades de los nive-les superiores de la empresa, que esdonde se produce ese corte salarial?

Para hacernos una idea de la brecha dedesigualdad que existe con sus compa-ñeros, debemos saber que ellos repre-sentan el 20,8 por 100 entre los que seencuentran en ese elevado nivel de retri-buciones, mientras ella, como he dicho,sólo el 5,3 por 100, a pesar de ser el 70por 100 de las que se licencian en estacarrera. Una proporción de 20 a 5.

No es posible aceptar tal desnivel sinhacerse preguntas. Se dirá que la incor-poración de la mujer al mercado laboralse ha disparado en los últimos años, yes cierto. Pero también lo es que femini-zación de la carrera que viene observán-

dose desde el año 1998, fecha en que lasestudiantes de periodismo superabanya a los varones en las aulas.

Hace nada menos que 30 años las muje-res acudimos, como los hombres, a lasfacultades de comunicación, y sin em-bargo en todo este tiempo no hemos lo-grado acceder a la escala más alta demando, dentro de las empresas y de losmedios de comunicación. En este mo-mento, las periodistas somos casi la mi-tad de los profesionales: un 52,4 por 100son hombres y el 47,5 por 100 de muje-res. Son datos del año 2008 que apenashabrán variado en el 2009, si no es paraque las mujeres nos acerquemos más al50 por 100.

Y cabe preguntarse: ¿por qué solo el 33,7por 100 de las mujeres periodistas cuen-tan con personas a su cargo? Ellos son el54,9 por 100, es decir casi el 55 por 100,de los periodistas, quienes tienen yamando en plaza. El reducido porcentajede mujeres con cargos de responsabili-dad, la diferencia salarial y la calidad delempleo, en lo que a condiciones de esta-bilidad laboral se refiere, por supuesto, olas dificultades que ellas tienen para ac-ceder a puestos de alta dirección, tienenunas causas que están muy claras parael conjunto de la profesión y que fueroninvestigadas en este informe que osmenciono.

El estudio revela que las mujeres están entodas las secciones. Eso sí, ya hemos ac-cedido a todas las secciones, incluido de-portes, en prensa escrita, en todos los me-

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dios, en televisión y preferentemente enlos gabinetes de prensa. Son mayoritariasen los gabinetes de prensa, porque comosabéis, quizás sea el único ámbito de losmedios donde puede trabajar un periodis-ta con un horario establecido.

También se constata que el 41,6 por 100de los periodistas creen que el acceso ala alta dirección es la mayor dificultadque encuentran las mujeres. Es decir,esto lo pensamos hombres y mujeres yun 30,7 por 100 de los periodistas atri-buyen la indudable desigualdad a lascargas familiares de las mujeres. Comosi fuera una pesada carga, una mochilainevitable que llevemos predestinadaspara ello de por vida.

Todos los datos indican que estamos topa-das, que existe una barrera que algunos,ya sabéis, llaman de cristal, y otros de me-tacrilato, que nos impide pasar de la tropaa la oficialía. Si eres joven, para los em-presarios y los jefes –y ya da igual quesean hombres o mujeres, porque ellas engeneral también asumen los mismos es-quemas que ellos– eres percibida comoun riesgo para cualquier proyecto de rele-vancia, que exige continuidad y muchadedicación. Y en el periodismo no hayninguno que no exija ambas cosas. Eresjoven, luego querrás tener hijos, y, entodo caso, puedes quedarte embarazada.Si no es el caso, si has alcanzado la ma-durez, cuentas con experiencia y has de-mostrado capacidad y habilidades paramerecerte un ascenso o un puesto de res-ponsabilidad en el que haya que darlotodo, también supones un riesgo.

Antes de los cuarenta años muchas muje-res han decidido tener hijos y, si es así,tampoco te adaptas al perfil de horarioseternos, disponibilidad absoluta y dedica-ción plena. Cuando tus hijos han crecido,cuando están criados, incluso fuera delámbito familiar, tú tienes sobrada expe-riencia, has demostrado vocación inequí-voca y capacidad para echarte a la espal-da lo que haga falta, has entregado tusenergías a la empresa, atesoras sabiduríaimposible de alcanzar sin años en esteoficio, entonces te conviertes en un obje-tivo potencial para un expediente de re-gulación de empleo o para la prejubila-ción. Es decir, te pueden despedir, estáocurriendo todos los días. Te pueden pre-jubilar, que es un despido encubierto, quees lo que más se lleva, porque tu sueldopuede servir para contratar a dos beca-rios, que, teóricamente harán tu trabajo,tendrán un dominio de las nuevas tecno-logías, de los idiomas y sobre todo traba-jarán a tumba abierta, sin ninguna exi-gencia ni reclamo para una vida privada.

En algún estudio –poco científico pero meparece muy acertado– se ha estimadoque las mujeres tenemos mucho menostiempo que los hombres para hacer unadecidida apuesta profesional y llegamosa la cima de la carrera muchísimo mástarde que ellos. Entre la crianza de los ni-ños y el cuidado de los abuelos, nosotraspodemos apostar por la profesión no an-tes de los cuarenta años ya no podremoshacerlo después de los cincuenta. Mien-tras que ellos llegan a ese momento deci-sivo a los treinta y cinco años y a los cua-renta y cinco ya están instalados.

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He visto a mis compañeras hacer mala-barismos para completar sus crónicas,antes de que se vaya la chica que cuidaa sus hijos, explicar lecciones de lenguaen plena sesión parlamentaria, o escon-derse para llorar por las esquinas, en unviaje por Latinoamérica, por ejemplo,cuando sus bebés están a kilómetros dedistancia. Nunca he visto a ninguno deellos hacer tal cosa.

Además, una debe hacerlo todo sin quese note. Sin que parezca que ser mujer ymadre es una lata para un trabajo que loexige todo. Eso tampoco es nuevo, lodecía Josefina Carabias en sus últimosaños de vida, en una entrevista que reco-ge la profesora Díez Andino en el prólo-go de su obra, Josefina Carabias, corres-ponsal. Decía: «No creo que este sea unoficio para mujeres, por más que tenga-mos mayor resistencia física». Ella lo de-cía tras haber dedicado nada menos quecuarenta años de su vida a la profesión.

Pues otros treinta años después, queson los que yo tengo de experiencia enesta profesión, os digo lo mismo. Cues-ta muchísimo. Y volviendo a Josefinatambién hemos de admitir que se equi-vocó cuando decía que las mujeres,como un pueblo subdesarrollado, solopodrían redimirse mediante la educa-ción, la cultura y el conocimiento. Mien-tras la mujer no se ilustre, por más me-didas que se tomen, por más leyes quese dicten, no hay nada que hacer.

Un informe del Consejo Económico y So-cial, publicado en 2003, arrojaba un re-

sultado desolador y desmentía estas afir-maciones. «El progresivo aumento delpeso de los niveles educativos –dice tex-tualmente– más altos de las mujeres, seha traducido en un aumento paralelo deese peso de la población femenina desem-pleada».

En el periodismo actual esa dura reali-dad de que la condición femenina noslastra para el ascenso profesional, acualquier edad, tenemos que empezar adesmitificar muchos de los principiosque creíamos asentados. Es incierto quenosotras no tengamos ambición, y queno nos interese el poder tanto como aellos. Los datos avalan precisamentetodo lo contrario. Es más, afortunada-mente en esa misma encuesta de la queos hablo, se destaca una característicanueva de los hombres y es que empie-zan a ambicionar, como las mujeres,una ambición pero de diferente cariz, alpoder que nos tenía acostumbradas:ambicionan cambios profesionales o deempresas para tener trabajos con unamejor calidad de vida.

Las actuales mujeres que están ocupan-do lugares en la profesión no han logradoculminara estas aspiraciones. Por expe-riencia propia sé que acceder a una mejorcalidad de vida, y muchas lo sabemos,significa ser relegadas profesionalmente.Una cosa son los deseos, y otra la reali-dad. ¿Cómo es posible que el acceso altrabajo, aunque sea con empleos másprecarios, se haga siempre en igualdadde condiciones entre chicos y chicas y sinembargo se refleja en la brecha de desi-

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gualdad en cuanto se produce el más mí-nimo ascenso? Porque cada vez más, laincorporación de los periodistas a las re-dacciones se realiza mediante prácticas,por lo tanto el acceso es igualitario y sinembargo el ascenso se realiza mediantecriterios no objetivos. La tradición de losmodelos masculinos en la organizaciónde las empresas, causa principal de esoshorarios imposibles, y ese sistema de as-censos poco formalizados, donde primanlos elementos subjetivos, completan estecuadro bien elocuente de la realidad.

Todavía muy extendida la cultura del«café, copa y puro», esas reuniones in-terminables y el «colegueo» de los jefescon sus subordinados en ese tipo de acti-vidades paraprofesionales, terminan portejer una red de relaciones de las que sur-gen los nombramientos. Para eso, hayque pasar en la redacción todas las ho-ras del día, lo que también permite, y nonos engañemos, no llegar nunca a casaantes de que los niños estén bañados.He conocido compañeros que lo hanconfesado abiertamente. Los que juegana este juego tienen la confianza de los je-fes, con los que comparten tantas horasy que tan bien los conocen. Los que sequedan fuera de este circuito lo tienenmás complicado para subir en la escalaprofesional.

Cada vez conocemos más datos de ladesigualdad de las mujeres en la sociedadactual. Sabemos que los obstáculossolo desaparecerán cuando ellos asumansu responsabilidad en el hogar, su dere-cho y su interés por la vida privada, la

familia, la ambición de una vida rica, ydistinta a la de su actividad profesional.

Creo que es necesario un nuevo contra-to social para que la mitad masculina deesta sociedad cambie sus comporta-mientos, sus valores, y sus pautas. No-sotras ya lo hemos hecho.

Existe otra realidad mucho más positiva,desde la que es posible analizar el papelde la mujer periodista, cuyo valor se refle-ja en su trabajo y no necesita ser recono-cido con un cargo o nombramiento. Cadauna lleva su mochila llena de lo que hayaatesorado a lo largo de su trayectoria pro-fesional, independientemente de los títu-los, de los cargos a los que haya accedidoen la empresa para la que trabaja.

Por lo general, las periodistas solemosser perfeccionistas, ambicionamos la ex-celencia, y vivimos la obsesión del traba-jo bien hecho. La mayoría de las que tra-bajan conmigo, prefieren la calidad a lacantidad, la satisfacción de culminar deforma impecable y rigurosa, una cróni-ca, una entrevista o una simple noticia, aalimentar su ego con destinos mejor re-conocidos, u otras baratijas. Muy pocas,al menos de las que yo conozco, estánafectadas por la tremenda enfermedadde la «firmitis», que tanto aqueja al gé-nero masculino en nuestro sector.

La verdadera ambición, de la que en ab-soluto carecemos las mujeres, por muchoque nos digan lo contrario, es lo que nospermite avanzar siempre que podamosacertar con el objetivo. Y el destino final

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tendrá que ser brillar en la profesión entodos sus ámbitos, con la misma intensi-dad con la que las estudiantes relumbranen la universidad y por lo tanto influir enla sociedad, en el cambio de esas pautasque es tan necesario para que la igualdadsea real en todos los ámbitos.

La competitividad está garantizada, enel periodismo español. Las licenciadasde hoy en día, lo veo en las más jóvenesque llegan a las redacciones, vienen car-gadas de conocimientos y capacidades,quieren comerse el mundo y no debenasumir el statu quo que heredan de lasveteranas. Deben romper moldes. Si an-tes que ellas, muchas periodistas ya hanllegado lejos, otras llegarán mucho más,podrán superar los obstáculos que hedescrito y que todavía permanecen.

Hay una serie de cualidades, que estánanalizadas, que tenemos las mujeres paralograr un mejor acceso a las fuentes, unamejor calidad del trabajo, una miradanueva y diferente a la realidad, para haceresa mejor sociedad que todas queremos.

No me detengo más sobre esto porqueme debe quedar poco tiempo, pero yo es-toy segura de que cuando consigamosese nuevo contrato social, esa manera detrabajar con ellos, ya que vivimos conellos, es urgente e imprescindible que re-corramos con ellos ese camino. Tenemosque dejar de ver a los hombres como ad-versarios, a los que desalojar y combatir,para convertirlos en cómplices para esecontrato social que apuntaba, porque latarea es demasiado complicada, el trayec-

to será sin duda tortuoso, y el éxito soloserá posible si sabemos estar unidos, perosin ceder en los principios, en la igualdadde derechos y de oportunidades y respetoa la diferencia.

La sociedad debe adaptarse a nosotras yno al revés. Tiene que acabarse la perma-nente renuncia a una vida profesional ple-na, una vida privada rica, una carrera pro-metedora, una trayectoria prestigiosa, eneste oficio porque queramos tener parejaestable, ser madres, abuelas, o libertad deelección en nuestras opciones privadas.

Es inaceptable que solo a nosotras senos exija la renuncia, pero también creoque es inaceptable renunciar a la mater-nidad, sacrificar la maternidad, por esome parecía importante ver a la ministrade Defensa, Carme Chacón, con su em-barazo de siete meses cumpliendo consu trabajo en Afganistán. Yo también hetenido que ir de 7 meses a hacer mu-chos viajes, a cumbres internacionales,cumplir con mi trabajo. Mis compañerasestán en la misma situación en estosmomentos. Es nuestro trabajo, pero estambién una realidad que no debemosocultar, sino reivindicar sin complejos.

Es la sociedad, insisto, la que habrá decambiar sus pautas. Solo puedo decirosque para ese trascendental cambio noso-tras tenemos que escalar el camino y ha-cerlo de manera que ellos regresen al es-pacio que nosotras hemos dejado en elhogar porque si no, es imposible compar-tir nada y cambiar esas pautas en el restode la sociedad.

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4.2. COMENTARIO

Lucy Garrido (Uruguay)

Yo había anotado algunas cosas para de-cir sobre opinión pública, imagen y mar-keting político, porque me parece que sontemas que estaría bien que discutiéramosalguna vez las feministas, metiéndo-nos en los conceptos, para poder pensarpolíticas de comunicación más aser-tivas. Pero no puedo evitar participar enlo que ha dicho Amelia, al menos se su-pone que para eso tenía que comentarla,y hay algunas cosas que me gustaríaañadir, por ejemplo, sobre la ley del agra-do, que no es ningún detalle.

La ley del agrado nosotras lo vemos soloen lo que tiene que ver con la vestimenta,pero podemos llevarlo también a lo quetiene que ver con el discurso. Porque yocreo que más grave que tener que agra-dar vistiéndonos de una u otra manera,es que, aún cuando tenemos razón, so-mos muy agradables, en la manera depresentar el discurso o decir el mensaje.

Yo creo que tenemos que ser más agresi-vas, pero cuando digo agresivas no estoydiciendo que vamos a matar a nadie, nique las feministas tengamos que ser vis-tas como no sé qué y no sé cuántos, no.Cuando los hombres tienen una cosa quedecir, la dicen. No están preocupados desi todo el mundo va a estar agradable-mente convencido, después de que ha-blaron. En cambio nosotras, muchas ve-ces, cuando hablamos o cuando damosun mensaje, o cuando pensamos un eslo-

gan, estamos al mismo tiempo queriendoagradar, estamos queriendo ser demasia-do políticamente correctas, muchas ve-ces. Y a veces, la política no se hace contanta corrección. No digo que siempre,digo que a veces tenemos que saber enqué momento no ser agradables.

Esto de la política del agrado, a mi megustaría discutir sobre ese punto. Y sobretodo porque en Uruguay, por ejemplo,hubo una ministra del Interior –ustedesse deben haber enterado por Internet–que puso una foto duchándose en su Fa-cebook. Salió solo del cuello para arriba,y el agua caía de arriba. Para muchos eraespantoso ver a la ministra de Interior enla ducha, y con eso hicieron todo un es-cándalo. Pero además puso en el Face-book una frase, que decía: «No hay nadamás hermoso que una mujer mojada».Bueno, ¡la ministra del Interior! Cincomeses después, la ministra del Interior,tuvo que dimitir. No dimitió por eso, esverdad, porque el presidente la sostuvo,pero dimitió porque en una especie deseminario con los jóvenes del Partido So-cialista, y sabiendo que estaban ahí lascámaras de televisión del Canal 10, pesea eso, ella no fue nada políticamente co-rrecta. Y dijo cualquier cosa, de la oposi-ción, incluso del Frente Amplio.

Me gustaría un día que pudiéramos ha-cer una charla poniendo este video, queestuvo en todos los medios, y discutien-do si una ministra puede decir lo que dijola ministra. Porque luego, el discurso fue:«¿Y por qué Múgica sí?». Múgica, el queva a ser nuestro presidente. Múgica ha

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dicho diez veces menos que la ministra. Yla gente va y lo vota, y sube en el rating.

Yo creo que estos temas son interesan-tes para discutirlos. Y creo que si hubie-ra habido un grupo de gente apoyandoa la ministra, de gente que trabajara encomunicación, eso hubiera sido en reali-dad útil para que ella fuera candidata ala presidencia. Porque en realidad unmontón de gente, la gente, el pueblo,los taxistas, las mujeres en la feria, en elmercado, estaban con la ministra. Y elpunto era: «¿Y por qué a ella no la dejandecir eso?».

Les voy contar una experiencia. Ustedessaben que en Cannes durante el mes dejunio organizan el festival mundial de lapublicidad. Hay una rama de ese festivalque se llama Young Lions, o sea, paralos jóvenes creativos. Es un premio, elmás importante de la publicidad. Allávan delegados de los distintos países yen Uruguay se hizo un concurso paraseleccionar a nuestro representante. Enla revista donde estoy yo, Cotidiano Mu-jer, junto con UNIFEM, entregábamosun premio para que el que fuera de Uru-guay, hubiese tenido que ganar en unconcurso sobre temas como, por ejem-plo, la participación política de las muje-res. Se presentaron treinta y ocho equi-pos, de hombres y mujeres –ganó unequipo de un hombre y una mujer, ca-sualmente–, de creativos y creativas, jó-venes publicitarios, que hicieron treintay ocho vídeos, en un sábado y domingo,de propuestas sobre las mujeres en laparticipación política.

A mí me parece que eso es un caminoútil. El anuncio que ganó, por ejemplo,era un hombre hablando en la calle yatrás un pingüino que se movía todo eltiempo, un pingüino enorme. Al hombreéste, hablando, le estaban preguntandoqué le parecería tener una mujer presi-denta, y el hombre este decía: «Nooo,una mujer. No m’hijo, las mujeres tienenque estar donde tienen que estar», el dis-curso tradicional. Y el pingüino atrás,todo el tiempo llamando la atención y sa-ludando a la cámara. Y este hombre se-guía con el disparate. Entonces, al final,lo único que pasaba es que viene el silen-cio y aparece una frase: «Si de este anun-cio, lo que te llamó la atención fue el pin-güino, tú eres parte del problema». Y estolo hicieron dos muchachos jóvenes deveintitrés y veinticinco años, lo vieron«clarito», y yo creo que eso vale la pena.Hay que invertir ahí también.

Además quiero que sepan que las muje-res somos cada vez más –en mi país porlo menos hay más mujeres dueñas deagencias de publicidad que hombres–. Yentonces, lo que dice Magis de que el 70por 100 egresamos de la universidadcomo periodistas, eso al final, probable-mente en pocos años, va a querer decirque ya no vamos a estar solo el 5 por100 allá, vamos a ser más.

Bueno y dejaría para el debate algo sobreopinión pública, medios, democracia ymarketing político, que creo que son te-mas que nosotros tenemos que estudiar,que implicarnos, sobre las encuestas, lademocracia... La espiral del silencio de la

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que habla Noelle Neumann. ¿Qué tipo dedemocracia? Si vemos o no vemos y sitendríamos que apostar o no a la discu-sión entre democracia directa o demo-cracia representativa y qué relación tieneese punto con el trabajo de marketingpolítico hacia la opinión pública.

Por último voy a decir lo que dije en laúltima reunión. «Si te he visto no meacuerdo, pero si te desvisto, no me olvi-do». No se olviden de la creatividad enlos mensajes que damos.

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4.3. DEBATE

Gioconda Espina (Venezuela)

En relación a la ley del agrado, que LucyGarrido extendió al discurso, me da laoportunidad de hacer un efecto-demos-tración, de para qué sirven algunas ca-tegorías del psicoanálisis. Y es esto: si elinconsciente está constituido como unlenguaje, entonces es absolutamentecomprensible que en el discurso y en elvestido lo que esté instituido para lamujer es lo que se llama la «mascara-da de la feminidad». Lucy tiene razón,todas hemos podido no ver a compa-ñeras feministas agradando y dismi-nuyendo su agresividad, a mí me ha pa-sado, a pesar de los 14 años de análisisrevisando esto, que me he visto, si hayun solo señor en la sala, tratando deagradarle.

Porque el mandato del lenguaje «seafeminista, ma non troppo», mucho cui-dado con que la gente vaya a creer queusted es lesbiana, porque como agresi-vidad se identifica con hombre, por lotanto, con lesbianismo, es decir con loque las lesbianas llaman «feminidadmasculina», porque ellas sí lo tienenmuy claro. Entonces uno inconscien-temente, de forma automática, el im-pulso es, hay un hombre, así sea elalumnito, –déjame dejar claro, es in-consciente– pero se actúa así porquelos hombres y las mujeres, indepen-dientemente de nuestra orientación se-xual somos, como dijo Carmen, «purolenguaje».

Irene León (Ecuador)

Voy a formular una pregunta que princi-palmente se dirige a Magis y tiene quever con todo lo que ha descrito sobre larelación de las mujeres periodistas, ensu función y esta relación de poder tanmarcada que se vive al interior de losmedios.

En varios momentos, a nivel internacio-nal, hemos tratado de generar espaciospara tratar de transformar estas cosas. Yhasta hace unos meses, que debatía-mos con otras, pensábamos que uno delos sectores más complicados para ge-nerar organización feminista era elmundo del periodismo, justamente. En-tonces, esa es una de las preguntas. ¿Porqué sucede esto, que tal vez en otrosmedios sí se logra y en este no?

Y también quería aportar un testimonio.Yo soy vicepresidenta de una agenciade prensa, que es una de las más anti-guas, digamos de la nueva prensa deAmérica Latina, que es ALAI (AgenciaLatinoamericana de Información). Esta,desde hace varios años se ha declaradode orientación feminista y de diversida-des. Hemos trabajado muy bien con elmovimiento feminista y con otros movi-mientos, y ahora constato, cuando meacerco más, que hay una nueva genera-ción de mujeres periodistas que no solovaloran muchísimo la feminidad, y lamaternidad y todos estos atributos aso-ciados a lo femenino, sino que se colo-ca un discurso y un debate casi perma-nente sobre muchos temas relativos a

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la maternidad, biberones, pañales, et-cétera. Y claro, se puede entender quesea una motivación importante y quehay que resignificar todo eso. Pero vis-to desde otra generación, como es lamía, por ejemplo, me parece que escomo en el sentido contrario de lo quetú estás planteando, ¿no? en un mo-mento dado se buscaba esta excelen-cia, digamos, esta perfección en el tra-bajo de las mujeres en los medios y talvez, eso ha cambiado; es decir, ahoraesto se ejerce de otra manera, tal vez yavan varias generaciones de profesiona-les y las cosas no son de la misma ma-nera. Bueno, me refiero a otro contextoen el que probablemente habrá muchí-simas singularidades distintas a las deaquí, pero sí me gustaría oír tus comen-tarios sobre esto.

Magis Iglesias (España)

Respecto a la primera pregunta, que porqué es tan difícil que organizaciones fe-ministas puedan entrar en sectores decomunicación, os diré que es difícil queentren ninguna organización dentro delperiodismo, al menos en España ni nosafiliamos a sindicatos, ni siquiera a lasorganizaciones profesionales. Hay unnivel de organización y participación enmovimientos colectivos, muy escaso. Laafiliación por ejemplo a la Federación, alas asociaciones que están integradasen la Federación que yo presido, queson 14.000 periodistas, un 40 por 100quizás, más o menos, de los que hay enEspaña, se hace pues por necesidadesde servicios, no hay una participación,

no hay una conciencia de clase, no hayuna conciencia de periodistas. El perio-dista es muy independiente, es muy difí-cil movilizarlo en función de sus intere-ses, ni siquiera sindicalmente.

Pero hay un segundo motivo, yo creo,ya sin tener en cuenta lo que es la eti-queta, a ningún periodista le gusta quele pongan una etiqueta. Yo creo que loque no existe, efectivamente, es unacorriente –es a lo que te refieres– una co-rriente de comportamiento, de actitud,trasladada al trabajo, de las mujeres. Nose ha producido todavía. El único movi-miento que se ha producido, es la pre-sencia.

Hace poco tiempo, yo llevo 30 años enla profesión, fui la primera asalariadacontratada por el periódico en el que en-tré. Entonces hasta que entren ahora lasque llegan, que llegan un 65 por 100 eneste momento, de mujeres, ha habidopues un proceso muy rápido, son 30años, pero todavía no tienen la más mí-nima influencia, estamos en modelosque controlan los hombres, seguimospautas masculinas.

Desde mi punto de vista yo creo que elutilizar la etiqueta y aislarse haciendoactivismo feminista dentro de los me-dios, no serviría para nada, de hecho nofuncionaría y cuando se ha intentado enalguna ocasión, creo que ha fracasado.yo creo que lo que hay que hacer es mez-clarse, o sea, influir dentro de la organi-zación, dentro de la redacción y aportaresa otra mirada.

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Y ahí te respondo a la segunda preguntaque me haces, sobre la información quehacían antes las mujeres de los pañales.Bueno, me parece muchísimo más útil lode ahora, que escriban ellos de pañales,que también tienen que cambiarlos. Yocreo que es mucho más importante queellos de verdad, asuman que también tie-nen perpetuar la especie y que la corres-ponsabilidad es el único camino que tie-nen, porque así conseguiremos unaigualdad en todos los ámbitos, en el pri-vado, en el familiar y en el laboral y mu-cho más importante eso que nosotrasquedarnos en el ghetto de los temas fe-meninos, entre comillas.

Me parece que hay otra cosa que apor-tamos las mujeres periodistas, o debe-mos aportar: es la mirada sobre todoslos ámbitos de la realidad, una miradadiferente. Es decir, una mujer directorade un medio de comunicación, valoraríacon la importancia que se le dio en estepaís, incluso con los comentarios que sehicieron, las fotos de un vicepresidenteen bañador, sin embargo los hombres síconvierten en objeto de noticia una vice-presidenta en bañador.

Esa otra mirada, desde el punto de vistade la personalidad de mujer, es la quedebe impregnar la selección de las noti-cias, el enfoque, el marco que decía an-tes Amelia respecto de los malos tratos.Una mirada tan distinta a la masculinaque es la que hace falta que impregnetodo. Y para eso hace falta estar en loslugares de interpretación de la noticia,de selección de la noticia, que incluso es

mucho más importante que la redac-ción. O tanto por lo menos. Y creo queesa es la labor que queda ahora.

Sandra Maribel Sánchez (Honduras)

Yo tengo también 25 años de hacerperiodismo. Y si bien es cierto que nues-tra actividad está regida por la deonto-logía que nos obliga a respetar ciertasnormas, también es cierto que podemosmostrar mayor o menor sensibilidad ha-cia algunos temas que están en la esen-cia misma de la vida democrática de lospaíses.

Ahora mismo, antes de salir del hotel,he dado una lectura a mis correos y meencuentro con una información que vie-ne de la CEPAL, donde se plantea quesegún este organismo la desigualdad esel principal reto que tiene América Lati-na, pero cuando voy a ver los ítems queplantean ellos dentro de la desigualdad,la mujer solo luce como los indicadoresde mortalidad materna. No la desigual-dad en otros escenarios.

Una periodista, sin ser militante, –por-que, tal como lo decía Magis, es compli-cado ser militante en un tema y pretendertener el respeto de la opinión pública,que debe vernos, en alguna medida, co-mo imparciales, pero sí informando obje-tivamente– o un periodista varón, quehe tenido la oportunidad de tener de com-pañeros de equipo a periodistas varones,y sensibilizarlos sobre el tema, y lograrque se comprometan y ahora veo conmucha satisfacción que están en otro me-

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dio y que han seguido trabajando en esalínea, hurgando en los problemas de lasmujeres.

Creo que estaría marcada y lo planteéayer, por cuanto las organizaciones demujeres, o las mujeres que tenemosconciencia de toda esta problemática,tratamos de persuadir a los y las perio-distas que le pongan más atención a al-guna problemática que aún desde laperspectiva de periodistas mujeres,pueden ser vistos con una visión o unaperspectiva machista, aunque sean mu-jeres. Y cómo en algún momento, colegasvarones, adecuadamente sensibiliza-dos, pueden tener mayor identificación.Sin que esto signifique militancia en elperiodismo, que es uno de los temasque se discuten muy fuertemente en laprofesión.

Rápidamente voy a contarles mi historiamás reciente. Yo tengo, de los 25 añosde hacer periodismo, 22 años en radios.La primera experiencia fue en una radiode cobertura nacional, durante casi 17años. Fui la segunda periodista en la his-toria del país que cubrió el Congreso,que cubrió información política. Luegomanejaba, además de esa información,un foro de opinión, donde durante doshoras comparecían invitados y permitíala participación del público. Muchísimasveces, y de ahí mi vinculación con lasorganizaciones de mujeres, colocandoestos temas como prioritarios.

Luego me fui porque, como lo planteabaella, era imposible pasar de ese nivel. Mi

compañero que era el coordinador delnoticiario principal, llegaba del bar a ha-cer el noticiario. Y a veces decía unos dis-parates, no solo sobre los temas de muje-res, sino sobre cualquier otro, pero era elvarón que era la imagen de la radio.

Y yo, sin sentirme presionada por irme,porque estaba muy cómoda, hasta don-de cabía, y con mucho apoyo del dueñode la radio, decidí irme a una radio demenor cobertura, pero en la cual yo iba aser la coordinadora de noticiarios, y don-de yo podría escoger al equipo con elque iba a trabajar. Y yo iba a poder, de al-guna manera, marcar ciertas agendas,que me permitieran sentirme con mayorcomodidad en los temas que mi con-ciencia me dice que deben abordarse.

La mayoría de los compañeros queseleccioné, no por las razones discrimina-torias que mencionaba Magis, eran varo-nes. Y es que me planteé un reto: puedotrabajar con varones los temas de muje-res, sobre los cuales ya venía suficiente-mente sensibilizada. Varones educadosbajo unos criterios patriarcales, pero másradicalizados que algunos de los casosque se han mencionado aquí.

Y sin embargo, discutiendo los temas,me encontraba como ellos, en el hospi-tal, en el Congreso, o en la Secretaría deEducación, en la Secretaría de Salud,preguntaba sobre los derechos repro-ductivos de las mujeres, sobre las guíasde educación sexual, sobre por qué nohay clínicas que atiendan otros temasque no sean los del embarazo de la mu-

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jer o el de control del crecimiento delbebé, sino problemas propios de la sa-lud reproductiva y la salud sexual de lasmujeres.

Hace exactamente un año el dueño de laradio, que es un comerciante y de perio-dismo sabe bien poco, más que el nego-cio de que la publicidad para tener ingre-sos, decide contratar a un colega mío, quetenía 4 años de estar en la cárcel por haberviolado a su hija y que había salido por lavoluntad de alguna persona.

Yo me había quejado que el compañeroque tenía en la cabina, que era varón,creo que era un muchacho que le faltabaun poco más de gancho, y entonces yosentía que mi figura era demasiado prota-gonista y de lo que se trata es de ser igua-les, no superiores, no estar por encima,como decía la campaña.

Pues este hombre me da la sorpresa deque a quien contrata es a un tipo queademás era militante político y periodis-ta, que era diputado en el Congreso, quele declararon en foro especial, que locondenaron a 10 años porque admitió –yeso le permitió rebajar en un tercio lapena– que había abusado de su hija yahora argumenta que es que era enemi-go político del gobierno anterior y quees por eso que lo metieron preso.

Cuando a mi me dan esta noticia y estoy acinco minutos de entrar al próximo noti-ciario, el tipo ya estaba instalado en la ca-bina. Yo tengo que tomar una decisión, es-trictamente ética, más que de otro tipo.

Para mí renunciar a ese cargo significabareducir en un 45 o 40 por 100 mis ingre-sos, y eso significaba pensar en mi hija enla universidad, en mi hijo en el colegio, larenta de la casa, etcétera. Pero tambiénsignificaba que todas estas organizacio-nes de mujeres, con las cuales en la últimadécada yo había estado estrechamentevinculada, iban a estar muy pendientes decómo un caso al que ellas le habían dadoseguimiento, hasta llegar a la condena, seme colocaba ahí al lado. Ellas habían in-cluso cambiado sus programas de radio ala emisora en la que yo estaba, porquesentían que era como un proceso educati-vo, coherente, porque en los noticiarios sehablaba con perspectiva de género, ensus programas. Y en cinco minutos tuveque tomar la decisión de irme. Y me fui. Ylas organizaciones de mujeres dieron suposición. Pero al dueño poco le importó.Ahora resulta que esa Radio Globo, la ra-dio que en medio del golpe de estado hancerrado porque abrió los espacios, porqueesa fue la dinámica con la que se trabajó,para que la gente expresara su opinión.Esta persona tiene ahora un protagonis-mo noticioso que hasta las cadenas inter-nacionales le entrevistan y todo. Ha sidomuy doloroso para mí, pero entiendotambién la lógica del momento que viveel país.

Y bien, he tenido que dejar mi dolor unpoquito atrás y pensar que la radio estabajugando un papel. El tipo ahora, como esun personaje del momento, a alguien sele ocurrió preguntarle, «Pero usted estu-vo preso. ¿Cómo es que salió antes decumplir los 10 años? Violó a su hija ¿Cómo

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es que está ahí?». «Es que era persegui-do.» y las organizaciones de mujeres paraque vean que no siempre están como venestas cosas, han tenido que enviarle unacarta privada, para no dañar todo esteproceso de reivindicación democráticaque tenemos en el país. Es decir, han te-nido que sacrificar ellas también, pidién-dole que, por favor, nunca más se refieraen un medio de comunicación a ese tema,porque de lo contrario, aún cuando sequebrantara la unidad de la resistencia,tendrían que decir públicamente que él esuna persona que violó a su hija, que hayun libro publicado sobre el testimonio deella y que no lo han circulado en este mo-mento para no hacer daño a esa cohesiónsocial que se ha producido.

Solo quería contarles este testimonio,discúlpenme, para que la colega sepaque no sólo aquí en España pasan esosmalos momentos, sino que en todos la-dos los pasamos.

Magis Iglesias (España)

Quiero decir que por desgracia ya sabe-mos que las dificultades son múltiples ycomunes en muchos lugares y que las

que atravesáis en Latinoamérica son se-guramente mucho más graves y dificul-tosas que las nuestras. Nosotros conoce-mos el caso de Lydia Cacho, en México4.Es asociada nuestra, le hemos dado elcarnet para que se pueda defender antelos tribunales. Seguimos muy estrecha-mente su situación, ya que la situación esmucho más dramática, con lo cual losproblemas que he planteado palidecen allado de otros mucho más alarmantes.

Diana Maffia (Argentina)

Quería que Amalia comentara algo a loque me remitió su muy sugerente exposi-ción sobre la evolución del vestido y laley del agrado. La cuestión de la famosafoto del nuevo gobierno igualitario en Es-paña, donde aparecen las ministras conropa de diseño, con ropa de marca –creoque era en Vogue o en Elle– una portadade revista preciosa, y además las ministrasdivinas. Aparecen todas ellas, un gabine-te igualitario, por primera vez yo creo queen el mundo, aparecen ellas y se produceun gran escándalo porque era un gobier-no socialista y la ropa era de diseño, y silas ministras debían aparecer en esa posefrívola de exhibir su vestimenta.

4 Lydia María Cacho Ribeiro, es periodista y escritora mexicana, autora de varias obras de mucho impactosocial y premiada en varias ocasiones por su labor periodística. Es también una reconocida activista porlos derechos humanos y especialmente los de la mujer y forma parte de la Red Internacional de Periodistascon Visión de Género. Saltó a la luz pública por la denuncia en su contra, por el supuesto delito de difama-ción del empresario libanés Kamel Nacif Borge, y el posterior escándalo político que tuvo lugar al implicaral gobernador de Puebla y al empresario en una supuesta confabulación para violentar la ley en contra dela periodista. Los delitos que denunció Cacho tuvieron lugar en Cancún donde ella residía y donde fue se-cuestrada por elementos policíacos de Puebla y trasladada de manera ilegal a ese estado, por orden delgobernador de Puebla del Partido Revolucionario Institucional. Según informa Amnistía Internacional«Lydia Cacho es una conocida activista por los derechos humanos y periodista que ha sufrido acoso, ame-nazas y detención arbitraria por su trabajo para sacar a la luz una red de trata y pornografía infantil.»

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Y lo vinculo con este ejemplo que dabaLucy Garrido, el ejemplo precioso de «Silo que te llamó la atención es el pingüi-no, entonces eres parte del problema».Si lo que te llama la atención cuando hayuna mitad de un gobierno en la portadade una revista que son mujeres, es laropa que llevan puesta, entonces eresparte del problema. Espero que la propa-ganda del pingüino no nos la manden,Lucy, del otro lado de la orilla, porquepodría ser letal. Entonces, quería escu-char tu opinión, Amelia, sobre esta cues-tión de las ministras y su vestimenta.

Luego Magis en tu relato que empezócon esto de que el embarazo es el primerriesgo laboral para las mujeres periodis-tas, lo vinculé con la última parte de laexposición de Amelia, cuando ella nosdecía que no vinculemos la imagen delas mujeres maltratadas con lo femenino,que no nos presentemos como víctimas,porque eso no nos pone en una situaciónde humillación, nos resta poder y le restavisibilidad a la injusticia. Que lo que ha-bía que mostrar eran los logros de lasmujeres. Yo me quedé con los ejemplosque diste de tu propio embarazo, de 7meses cubriendo una cumbre de presi-dentes, y el de la ministra yendo a Afga-nistán. Me quedé con este logro tan im-presionante, de mujeres periodistascubriendo una cumbre de presidentes, yde una ministra embarazada en viajeoficial a Afganistán. Realmente es un lo-gro impresionante y no es meramente elejemplo de un sufrimiento. Y propondríapensarlo de esta manera. Yo tengo hijos,por supuesto, y tuve que hacer mi docto-

rado con una enorme panza. Creo que to-das las que tenemos hijos, todas hemosgestado hijos mientras hacíamos otrascosas, no nos hemos quedado mera-mente gestando. Y propondría expresar-lo de una manera positiva. Algo así: «Lasmujeres somos las únicas capaces degestar y además somos capaces de ha-cerlo mientras nos doctoramos, cubri-mos cumbres presidenciales, y elegimoso inventamos el lenguaje apropiado paraexpresar nuestra visión del mundo, tene-mos derecho a ser protegidas en todosestos haceres». Me parece que es comouna manera positiva de expresar estoque expusiste.

Y luego Lucy, esta cuestión de la foto de laministra uruguaya. Yo creo que hay unproblema con la exposición del cuerpo yque ese problema lo ponemos de mani-fiesto las mujeres cuando aparecemos enla política. En la política el ciudadano notenía cuerpo mientras que el cuerpo políti-co era el cuerpo androcéntrico. Ese cuer-po no necesita nombrarse. Un cuerpo demujer es un cuerpo que llama la atenciónentre otras cosas por su diferencia. Cuan-do queremos legislar sobre los cuerposde las mujeres, y esto lo sabemos en Es-paña y en Iberoamérica, hay resistencia.Un cuerpo que se muestra pone de mani-fiesto una relación que es todavía difícil dedigerir, que es la relación entre el cuerpo yla política. Me parece que los varonestambién han sido víctimas de esto. Y yo re-cordaba dos ejemplos: el ejemplo de losbíceps de Vladimir Putin cuando estabapescado con el torso desnudo, que salióuna foto de él pescando y se veían sus

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brazos, y también me acuerdo de la fotode Barak Obama y sus abdominales, tam-bién con el torso desnudo y se aparecíansus tablitas que denotaban mucho gimna-sio, eso también dio la vuelta al mundo.Estamos hablando de dos líderes, de losdos hemisferios que han sido en su mo-mento la hegemonía de las potenciasmundiales. Poner de manifiesto los cuer-pos del presidente de Rusia y del presi-dente de los EEUU también escandalizan,no solo la ministra bajo la ducha.

Y lo que te quería preguntar, Lucy, aunquemás a modo de comentario, es ¿cómo pre-sentar mujeres candidatas que no se mas-culinicen pero que tampoco se trivialicen?Yo creo que para nosotras, pensar campa-ñas políticas de mujeres es un desafíoenorme.

Amelia Valcárcel (España)

Sobre la foto aquella, la verdad es queno tengo opinión. Me sorprendió sim-plemente la polvareda que se organizó,que fue grandísima. Me sorprendieronalgunas afirmaciones muy apodícticasque escuché entonces, tal que comoaquella foto se había cargado la pari-dad, porque justamente la había conver-tido en una tontería, en realidad no mehe llegado a formar opinión.

Era una foto5, para quien no lo conozca,en los jardines de Moncloa. Aparecíanuna serie de muebles y unas pieles, y enellos las ministras del Gabinete estabansentadas en actitudes diversas. Si esose hubiera hecho también con los varo-nes, pues tendríamos un díptico aquídistractivo. Se hizo sólo con ellas. Meenteré luego de las interioridades delasunto, quién había tomado la decisión,con qué criterio, para qué, por qué...Luego aparecieron debates laterales,como si las pieles eran o no auténticas,y qué hacía la ministra de Medio Am-biente encima de una piel de un indivi-duo animal que era una especie semi-protegida. El debate que se levantó fuede gran magnitud. Yo creo que un deba-te siempre señala un escándalo que noaparece hasta que el debate se produce.¿Por qué? Porque se está alterando unanorma admitida por todo el mundo, detal manera que el escándalo es siemprela marca de que has tocado la carne vivade una norma. Es decir, el escándalo de-nota la norma. Y la norma no tiene porqué ser explícita. Entonces se produjo ala vez, un escándalo y un escarnio. Lasdos cosas.

No creo que hayamos ganado tanto te-rreno como para poder permitirnos bro-mear sobre nuestro poder, ni que se

Amelia Valcárcel

5 «Las ocho chicas ZP protagonizan, en palabras de los responsables de la revista, una sesión “única, ma-ravillosa e irrepetible”. María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta primera; Cristina Narbona, minis-tra de Medio Ambiente; Elena Salgado, de Sanidad; María Jesús San Segundo, de Educación y Ciencia;Magdalena Alvarez, de Fomento; la extremeña María Antonia Trujillo, de Vivienda; Elena Espinosa, de Agri-cultura y Pesca, y Carmen Calvo, de Cultura, aparecen en la residencia presidencial con actitud glamurosa,pero cercana. El fotógrafo Alberto Heras captó las imágenes el 9 de julio, después del Consejo de Minis-tros». (Así lo reflejó la prensa de la época, en junio de 2004). [N. del E.]

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bromee sobre él. Si tuviéramos muchomás terreno ganado, a lo mejor. Pero co-mo no es tanto, es muy fácil de evaluar.Yo no me habría dejado sentar ahí. ¿Porqué? Primero, simplemente porque nome gusta que me sienten para esas co-sas, y después porque probablementehabría pensado: «Esto va a dar lugar auna polémica devaluadora, que no meinteresa.» Pero si no la cogen con eso, lacogen con otra cosa. Es decir, que si nollega a ser esa foto, que era tan clara, hu-bieran tenido cualquier otro motivo. Por-que de lo que trataban era de devaluar.

Ejemplo que no tiene nada que ver conla cosa femenina, pero que es interesan-te. Yo sé que aquí hay personas a las cua-les el presidente Evo Morales les caemuy bien. Cuando Evo Morales gana laselecciones en Bolivia hay tres periodis-tas de tres al cuarto que se permiten ellujo de llamarle en broma haciéndosepasar por la oficina de Moncloa, y unode ellos haciéndose pasar por el presi-dente Zapatero. Y el presidente Morales,que será un individuo que no dudo quetiene varias marcas, es en todo caso, unpresidente electo, se pone al teléfono,los tipos graban la conversación, comosi fuera una broma, y la transmiten porla radio.

Es una indignidad hacer eso con un pre-sidente electo y se hace porque es un in-dígena. Porque no se lo hacen a nadiemás. Es evidente. Y estos imbéciles, de-berían estar en alguna parte con el cartelde imbéciles y unas orejas de burro,bien puestas, larguísimo rato. Esto es

así. Es decir, ¿con quién te permites túestas alegrías? Con los que tú crees queson más débiles que tú.

No me gusta que con el poder de lasmujeres, dado lo poco que tenemos to-davía, se permitan alegrías. Eso es todo.

Magis Iglesias (España)

En el periodismo anglosajón –y está asu-mido por lo menos por mí y por la ma-yoría de los periodistas– existe una dife-rencia clarísima entre los hechos y lasopiniones. Y eso es sagrado. Cuandoempecé mi intervención con el dato so-bre la penalización que supone el emba-razo en la carrera laboral, o en la vidaprofesional y laboral de las mujeres, secorrespondía con los datos que os daba.

Entonces, si no queremos asumir la rea-lidad, es muy difícil que la podamostransformar. Hace falta hacer un diag-nóstico, sincero y certero, y no engañar-nos con eufemismos, para poder saberaislar claramente cuál es el mal y dóndeestá el origen del mal que tenemos queatacar.

Esa es la denuncia que yo hacía, y ade-más no me apeo de ella, porque creo querealmente, la capacidad reproductiva dela mujer, esté o no embarazada, vaya aestarlo o haya estado o no, está en estasociedad penalizada y en mi profesión,más que en ninguna otra.

Es verdad que todas las mujeres queestamos trabajando, las que trabajáis

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en otros sectores, además de trabajar,pues parimos, nos quedamos embara-zadas, tenemos gripe, tenemos cata-rros. Pero el hecho de la gestación en elperiodismo de reporteros, no digo elperiodismo que se hace en la redac-ción, que es de otro tipo y más parecidoa cualquier otro trabajo, pero el de re-portero, condiciona tu vida. Entonces haysituaciones y no es para contar aventu-ras aquí, pero hay situaciones realmenteheroicas.

Por lo tanto, yo no creo que tengamosderecho a ser protegidas, yo no quieroser protegida. Yo lo que quiero es queme permitan ser en mi integridad, mu-jer, persona y periodista. Y todo eso, ha-cerlo posible. Que no se ignore que ade-más de periodista, soy mujer gestante,o puedo serlo o llegar a serlo. Es decirque no sea eso una penalización, sinotodo lo contrario. Porque este trabajonuestro exige un sacrificio enorme. Setrabaja en ocasiones hasta 20 horas, endías seguidos. Y eso lo exige la realidad.Si tú estás entrevistando a un presiden-te del gobierno y en ese momento tie-nes vómitos, te los tienes que aguantar.

Probablemente los políticos lo entien-dan porque ellos también viven situa-ciones extremas en la misma realidadque estás cubriendo. Como periodista ymujer tienes que hacer frente a circuns-tancias que el común de los mortales notiene que superar.

Pero esa realidad la ignora la empresa, laignora la redacción, la ignora la sociedad,

no lo asume, y por lo tanto, te castiga y tepenaliza. Yo creo que es la sociedad, y esaes la parte positiva y estoy de acuerdocontigo en que todos los análisis debenconcluir siempre con una parte positiva yuna parte asertiva, de cómo podemoscambiar esta situación. Creo que lo quehay que conseguir es que la sociedad seadapte a una realidad que es incuestiona-ble: la humanidad tiene que perpetuarse ylas mujeres tienen que procrear. Es indu-dable, no podemos seguir ignorándolo.

Porque, ¿qué ha ocurrido a lo largo dela historia? La mujer criaba, el hombrela cuidaba. Entonces en las tribus, ellaera la protegida, porque tenía que criara los niños y él iba a cazar. Cuando pos-teriormente en la era industrial, el hom-bre trae el dinero a casa, la mujer sequeda en casa criando, hace el mismopapel. Cuando nosotras salimos de casaa trabajar, exigimos el desarrollo de nues-tra personalidad íntegra, no solo el de lapersonalidad como gestante, sino comomadres. En ese momento se produceuna distorsión que todavía no hemossuperado, y es que ellos no han regresa-do al hogar que nosotros hemos dejado,no comparten la crianza, siguen hacien-do lo mismo que hacían cuando nosotrasestábamos en casa, y eso no puede ser.

No puede ser porque a ti te penalizan enel trabajo pero sufres el sacrificio de tra-bajar y además tienes que seguir hacien-do la labor que hacías antes. Eso es taninjusto, que si no lo vemos, no lo podre-mos combatir. ¿Y cómo se combate?«Dando el callo», es decir, mi generación,

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y yo creo que hasta la de mi hija, que tie-ne 16 años, vamos a tener que estar de-mostrando eso, que somos capaces. Yuna vez que lo hemos demostrado, en-tonces la sociedad, que lo asuma. Queasuma que va a tener trabajadores, va atener productores, va a tener periodistas,va a tener ingenieros, o va a tener chapis-tas, mujeres, que tienen su realidad y nopueden dejarla en casa, Chacón no podíadejar el embarazo en su casa. No señor, notenía por qué. La sociedad lo tiene queasumir.

«¡Ay! ¿qué le pasaría?, si en ese momen-to, le pasa no sé qué o pare?». Pues seño-res, es así, hay que asumirlo. Y yo no es-toy dispuesta a discutir la realidad. Séque, efectivamente no podemos seguirpresentándonos como víctimas y yo no lohe sido nunca, ni quiero serlo. Pero sí quecreo que tenemos que denunciar una rea-lidad, no fingir, como fingimos normal-mente, cuando estamos trabajando noso-tras, que no nos pasa nada. Y vamos albaño a disimular los vómitos del embara-zo. Para que nadie se de cuenta y nadiediga «Buf!, ésta no lo va a poder hacer.¿Cómo le voy a hacer ese encargo, porDios?». Y tenemos que estar haciendosiempre de heroínas. Pues no, no quieroeso para mi hija.

Lucy Garrido (Uruguay)

Yo creo que quien hizo la foto de las mu-jeres, de las ministras, en el primer gabi-nete, fue el enemigo o alguien muy ami-go del enemigo. Porque realmente, pormás que tengan todo el derecho a vestir-

se como se les de la gana, no es inteli-gente en ese momento hacerse esa foto.

Ahora, Putin y Obama, ellos decidieron–y sus agentes de publicidad decidie-ron– que sus bíceps iban a quedar muybien. Putin hace todo el tiempo que va apescar, salen las fotos de él. A él le en-canta y le hacen bien a su imagen. Losabdominales de Obama le hicieron biena su imagen. En cambio, cuando saca-ron la foto de Michelle Bachelet en laplaya, tapada con la toalla, ella no lo pi-dió, esa fue una foto robada. Esas cosascreo que hay que tenerlas también encuenta.

Amelia había dicho en su ponencia, queno entendía lo de L’Oréal, ¿recordáis?Las actrices, hasta Jane Fonda, Catheri-ne Deneuve lo hizo en una época tam-bién, dicen: «Uso L’Oréal, porque yo melo merezco». Yo creo que a ese tipo depublicidad, lo bueno es darle la vuelta.Nosotras lo hicimos una vez y pusimosun espejito que decía: «Soy lesbiana,porque tú te lo mereces». Y entonces lasmujeres venían, se miraban en el espejoy se quedaban de lo más contentas. Yesto fue para levantar los derechos se-xuales de las mujeres lesbianas. O sea,creo que con ese tipo de publicidad, po-demos hacer llegar mensajes... tienealgo bueno, porque todo el mundo usaL’Oréal y se vende muy bien. Usemoslos instrumentos, las herramientas delamo.

Diana, preguntaste por qué las mujerescandidatas no tenían una buena publici-

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dad, o sea ¿cómo se les arma? Por su-puesto que se pueden armar campañaspreciosas, lo que no se puede hacer es loque vi una vez en Colombia. Hace tresaños, llego y había un cartel enorme enla carretera que lleva desde el aeropuer-to al centro de la ciudad, una candidataque le faltaba un ojo, tenía un parche ne-gro? ¿Saben cual era el eslogan? «Fulanade tal, mirada de mujer». ¿Quién le hizola campaña? Mirada de mujer. Era candi-data a diputada. Fue el enemigo, no cabeduda. «Mirada de mujer» era su eslogan.No me acuerdo del nombre de ella. «Mi-rada de mujer, vote lista 603». Increíble.

Anna Arroba (Costa Rica)

Yo quiero hacer unos comentarios, por-que lo que he oído esta mañana me con-mueve mucho, me inquieta y me duele.Pero antes, sobre algo que tú dijisteahora Magis. Fíjate que los hombres noprotegían a las mujeres cuando iban decaza; las mujeres también trabajaban.Era toda la comunidad que protegía alos niños porque no existía el conceptode maternidad y de infancia como aho-ra, eso es bastante reciente en la histo-ria. Entonces era la comunidad. Se hahecho de la maternidad una cuestión denuestro problema, no de los padres,sino de la mujer. Eso es algo que tene-mos que resolver.

Pero el comentario que quiero hacer, tieneque ver con lo que tú desarrollaste tanbien, Amelia, y yo sé que hay capas y ca-pas más, es que esta liberación de lasmujeres ha sido acompañada no solo

por la disponibilidad de las mujeres, yocreo que tenemos que entender que elcontexto de nuestra liberación ha sidoacompañado por la renovación y la resig-nificación del patriarcado en sus distintasinstituciones.

Una de ellas es la heterosexualidad co-mo institución. Y dentro de esa heterose-xualidad como institución está, obvia-mente, la pornografía, y está también lasexualización de la prostitución, o comoalgunas dicen, la prostitución de la se-xualidad.

Esta liberación, digamos, de la ropa, lasfaldas más cortas, y todo eso, fue acom-pañado en los años setenta, cuando éra-mos jóvenes y en la calle, luchando porestos nuevos derechos, con el inicio ocon la expansión de la industria de losconcursos de belleza.

O sea, de la cosificación del cuerpo. Ydel «achicamiento» del cuerpo de lasmujeres. Yo tengo fotos de mujeres enconcursos de belleza, de los tempranos,en los años veinte, en Estados Unidos,de cuerpos gordos, con rodillitas gordi-tas, y cuerpos normales de mujeres.Ahora no, los cuerpos no son normales.Los cuerpos no solo los retocan, sinoque las mujeres mismas se retocan, yhacen las barbaridades que nos exigena nosotras. Podemos decir: «Bueno,pero es culpa de las mujeres que se de-jan». No entremos en esa culpabiliza-ción. Vayamos a cómo nos siguen colo-nizando para nunca sentirnos bien ennuestras libertades.

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También están en estos concursos debelleza, yo no sé si aquí en España, peroen los Estados Unidos, incluso hay con-cursos de belleza para niñitas. Eso esuna de esas cosas tan horribles de ver.Estas niñitas, como minimujeres ridicu-lizadas... o sea, la feminidad está siendoridiculizada todo el tiempo.

En los años setenta comienzan tambiénlos clubs de dietas: The Weight Watcher,y otros. Y comienzan los problemas muyserios de anorexia, y de bulimia, o sea, elcuerpo ya está atacado. La anorexia ybulimia no comenzaron en esta década,se expandieron y se hizo industria. Co-menzó precisamente en los años veinteya, con una conciencia de que las muje-res deberían ser delgadas, y más la mu-jer con proyección pública, la que estásiendo vista y de clase alta.

No es casual que ahora la industria de lapornografía es más grande que nunca,es millonaria, como las otras industriasque tiene que ver con el cuerpo. Hemosluchado tanto para ganar estas liberta-des, pero pervive hoy como un monstruogrande, que es parte del capitalismo yademás es una industria.

Y esto me lleva al último comentario y esque a mí se me hace difícil el concepto dela igualdad, y lo tengo que confesar. Heestado contentísima al oír los argumen-tos aquí de las queridas amigas españo-las, y de su lucha, y me pregunto: ¿de quétipo de igualdad estamos hablando ycómo podemos adquirir igualdad cuandola mitad de la humanidad puede comprar

a la otra mitad, sea en prostitución o entrata, o en pornografía? ¿O es que estoyexagerando? ¿Pero me entienden?

Estas otras industrias también se estánhaciendo más y más grandes. Ahora, estono se trata de que los hombres lo tienentodo y las mujeres estamos siendo cosifi-cadas. El hombre también está siendo co-sificado porque él al cosificar también seestá cosificando.

Amelia Valcárcel (España)

En lo que me preguntas hay dos temas.Uno que es el que yo he intentado desa-rrollar. La historia de nuestras libertadesva acompañada de una constante resigni-ficación que se traduce en una ley delagrado que va teniendo exigencias muysingulares, de las que no debemos olvi-darnos. Y que son exigencias masivas.Además presentadas a través de fenóme-nos masivos, la moda. Esto es importanteno olvidarlo. Si no logramos integrar estavariable, nuestra percepción y explica-ción posterior del asunto pierde exactitudy posarse donde debe. Afortunadamente,tenemos un enorme instrumental teórico,con el que abordar este asunto. Me refie-ro desde Thorstein Veblen, que es un au-tor al que yo tengo en altísima estima, atodos los estudios sobre la reproducciónde las clases sociales.

Hay otro tema del que has hablado queme interesa mucho, es el tema de la ano-rexia. Yo creo que hay dos tipos de anore-xia; hay una anorexia inducida, en la cualel fenómeno de la moda sí que tiene mu-

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cho que ver, y es una anorexia que nonos aparece hasta que en efecto la moday las revistas que dicen lo que es moda,que son todas de los años veinte, cuan-do aparece la prensa femenina. Hastaque estas revistas no surgen, no aparecela anorexia inducida.

Sin embargo, la anorexia femenina esmucho más antigua. Yo conozco casos, alo largo de la historia, de mujeres de dostipos, que han sufrido larguísimos epi-sodios de anorexia, generalmente sonde mujeres extraordinariamente inteli-gentes. Es así. Madame de Staël, porejemplo, sufre un episodio de anorexiade los 12 a los 14 años. Y luego el restode su vida fue muy gordita y lo pasómuy bien. Pero tuvo un episodio de ano-rexia terrible. Es uno de los mayores ta-lentos del siglo XVIII.

Pero hay otras muchas mujeres en las quesimplemente la anorexia expresa la rebel-día a encarnarse como mujer, en el mo-mento de la salida de la infancia. Es afir-mar «No me da la gana de ser esto». Así,en directo, cuando de repente hay unacomprensión demasiado elemental y pro-funda de lo que hay, hay esta terrible ne-gativa. Y aparece la anorexia. Y ésa no estáinducida por la moda y es mucho más difí-cil, y a la vez más fácil, de superar. Porquees la anorexia de una persona soberbia,no de una persona vanidosa. La anorexiainducida es la anorexia de una personavanidosa, y ésta es otra distinta.

Sin embargo, ved que cosa tan curiosa.La religión ha sabido, la religión cristiana

–no otras, la islámica para esto no ha he-cho sitio, y la judaica tampoco– ha sabidotraducir la anorexia soberbia de las muje-res, como santidad. ¿Cuántas santas co-nocéis que se dice: «Desde su más tiernainfancia empezó a ayunar, solo se alimen-taba de la hostia consagrada, solo que-ría vivir para Dios...». Y ves que es lo mis-mo, es una persona que dice: «No quiero,pero mira qué canal tengo hacia la exce-lencia.», «Es que yo me voy a librar delcuerpo para alcanzar la sublimidad de ladescarnación». ¡Por Dios! Y de esas tene-mos varias. Hay que mirar siempre lascosas en un marco histórico, cuanto másglobal, mejor, porque entonces aprecia-mos varios de sus significados, que si no,no se nos revelan. Y este apunte a mí meparece que no es despreciable del todo.

Xanthis Suárez (Nicaragua)

Yo quiero decirles que me siento contentade tener especialmente a Magis acá,como representante de estos periodistasde España, la mayor parte mujeres. En es-tos días, el diez, se va a celebrar un actopara recordar el día en que fue allanada lasede del Centro de Investigaciones Cincoy el Movimiento Autónomo de Mujeres deNicaragua que posiblemente la mayoríade ustedes sepa, fue la expresión másconcreta de la represión contra la libertadde prensa, contra la libertad de expresión,y en contra de las mujeres en Nicaragua.

Esta situación me motiva, después de es-cuchar las exposiciones, a plantear que lagenerosidad de la Fundación Carolinapuede tenderse a convocar, en algún mo-

Amelia Valcárcel

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mento, un espacio para hablar solamentedel tema de los medios de comunicación,porque hay una constelación también, demedios de comunicación que tenemoscompromisos estrechos con las mujeresy que no necesariamente tenemos un es-pacio para reunirnos o para hablar o paraabordar esta situación. Una actividad quereuniera a periodistas y a las principalesagencias de nuestros países.

Si los empresarios y las empresarias, tie-nen una Sociedad Interamericana dePrensa, por ejemplo, nosotros tenemosuna Federación Latinoamericana de Pe-riodistas en la región, pero no tenemos lamisma fuerza que tiene la Sociedad Inter-americana de Prensa de los empresarios.Estos se reúnen con una facilidad asom-brosa y se pronuncian con una facilidadasombrosa, indistintamente, sin aplicar lamisma regla para un lado y para el otro.

Lo podemos ver en Venezuela, en Nica-ragua o en Honduras. Creo que es im-portante que pudiéramos hacer un es-fuerzo en esta dirección de aunar másfuerzas, para que también pensemosque los medios de comunicación no de-ben ser objetos de nuestros interesescomo mujeres, sino como sujetos. ¿Ypor qué sujetos? Sujetas, no sujetadas,sujetas. Porque precisamente este es unsector que se feminiza cada día.

El 80 por 100, por lo menos en el caso deNicaragua, son mujeres las periodistasque están estudiando ahora, ¿por quéserá? Les están vendiendo la idea deque van a salir en una pantalla de televi-

sión con las caras más bonitas, y ahí lasentidades formadoras también tienenun papel importante.

Para mí, habría que hablar de muchísimascosas más, por razones de tiempo eviden-temente no se puede, pero quiero marcarla importancia de que si la profesión deperiodismo, o de medios de comunica-ción, cada día está mas feminizada, noso-tras, mujeres líderes de Iberoamérica, condistintos niveles, no todas periodistas, de-bemos hacer un esfuerzo también paraforjar alianzas con las mujeres periodis-tas, porque muchas veces no son las quemás ayudan a las candidatas, ni a las polí-ticas, no son las que más nos ayudan. Por-que no tienen alianzas, no hacemos alian-zas con las mujeres periodistas.

Y finalmente, creo que hay un reto quees, a lo mejor, pensar en la posibilidadde capítulos especiales en los códigoslaborales, dirigidos a las mujeres perio-distas. No para ser protegidas, ni paraser vistas con compasión, ni con lásti-ma, como se menciona, sino con el ejer-cicio de su derecho, sabiendo que esuna profesión de riesgo, pues igual quehan estado como corresponsales, no-sotros estuvimos en la década de losochenta, en Nicaragua cuando tuvimosguerras en Centroamérica, fuimos co-rresponsales de guerra, también, y fui-mos a las montañas, en medio de laguerra. No a cubrir otro país, dentro denuestro propio país, teníamos la guerra.

Creo que es importante que se pudierapensar en eso. Podemos ir esbozándolo a

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lo mejor. Así como se piensa en campa-ñas publicitarias, en campañas por losderechos de las mujeres, de los mediosde comunicación, sabiendo los riesgosque existen. Es compleja la profesión,debe ser un reto para nosotras, pensarcomo propietarias, yo soy propietaria demedios de comunicación, claro no de mo-nopolios, como tenemos ahora, radio,televisión, prensa escrita, la web, lasagencias de prensa internacionales, lascorresponsalías, las escuelas de forma-ción, las agencias de publicidad, son dis-tintos los ámbitos, no los podemos gene-ralizar en uno solo. Y ese nuevo contratosocial debe incluirlos a todos.

Así que muchas gracias, Magis por estaexposición. Ya no me refiero a la maestra,porque la maestra siempre lo transciendetotalmente a uno. Quiero referirme másbien a las colegas periodistas en estecaso. Pensemos en la libertad de prensa,en los riesgos de la ideologización del pe-riodismo, de los ecos y de la represión.En Nicaragua por ejemplo se conformóun foro de periodistas sandinistas, comoquien dice, los que no son sandinistas es-tán en contra mía. Yo quiero señalarlo, yaque se trata de una grave manipulación.

Magis Iglesias (España)

Brevemente para comentar una cosa.Muchas de las chicas que están en las fa-cultades, muchas de las periodistas quellegan a la profesión, creen que lo mejory el culmen de su trayectoria termina enser una cara bonita en televisión. La cosi-ficación de la imagen de la mujer –y tú

hacías referencia a ello– creo que es lomás grave de lo que está ocurriendo aho-ra para la dignidad de las mujeres, que síque hemos logrado un camino o abrir ydespejar un camino, de libertad, de reco-nocimiento de la mujer mas allá del obje-to sexual, la mujer persona.

Sin embargo ahora mismo, efectiva-mente, todo el mercado, todo el mundo,Amelia lo decía, el 80 por 100 de la Redes sexo. Las noticias de los medios decomunicación en la Red, siempre, todoslos días se miden las noticias más con-tactadas en Internet. Siempre, entre lasdos más contactadas, hay una de sexo.

La cosificación de la mujer y su identifi-cación con el sexo, que tiene mucho quever con lo que comentábamos antestambién. La imagen de una política enbañador, no es lo mismo que un políticoen bañador. Solbes no tiene ningunaconnotación sexual y sin embargo, M.ªTeresa Fernández de la Vega, sí.

Eso es una batalla muy dura, que tene-mos que llevar las personas que esta-mos en los medios de comunicación yque, como vosotras, somos periodistas,quitarnos de la cabeza el juguetito de lacara bonita, en televisión y buscar másla credibilidad.

Las empresas, por supuesto, ahora mis-mo no están en eso. Hace poco hablabacon un directivo de televisión, que medaba la razón. Como en la BBC, cambia-ron totalmente. Habían relevado a las pre-sentadoras senior de siempre y habían

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puesto las rubitas monas, y se dieroncuenta de que había una protesta enor-me de su audiencia, porque es una cade-na que escucha a la audiencia seria, y nosolo la cuenta, sino que la mide, de ver-dad, en calidad. Y entonces retiraron alas niñas rubias para volver a poner a laspersonas y las caras con credibilidad.

Esa lucha tenemos que llevarla tambiénlas mujeres que estamos en los mediosde comunicación. A mí me hace muchagracia, me ha hecho todo el tiempo, laley del agrado, de la que habláis, queefectivamente, coincide con la neuropsi-quiatra esta que has mencionado, tan ra-dical, en esa obsesión por estar perma-nentemente gustando.

Yo he vivido la experiencia completa-mente diferente. A lo largo de mi vidaprofesional, y conozco otras compañe-ras iguales, siempre he tratado de noagradar nunca, para que realmente seme respete. Y creo que de alguna mane-ra, en la profesión de periodista, hayque buscar más el prestigio y el respeto,que ser una cara bonita, que guste.

Susana Seleme (Bolivia)

Cuando Magis dijo que el embarazo erael primer riesgo para la mujer periodis-ta, me vino inmediatamente a la cabezala frase del ya fallecido periodista pola-co, Ryszard Kapuscinski, que decía queeste oficio no es para cínicos.

Entonces pensé, ¿será que el hecho deser mujer no es un oficio para las muje-

res periodistas? E inmediatamente medije que no, porque forma parte de to-dos los escollos que la sociedad patriar-cal nos sigue poniendo y, lamentable-mente, siendo reproductoras del génerohumano, es precisamente esa condiciónla que obliga a tener tantas reservas conlas mujeres periodistas. Primero paracontratarlas porque pueden quedarseembarazadas, en cualquier momento, yluego porque con un embarazo puedeno cumplir determinadas tareas.

De todas maneras también me provocauna reflexión, en el sentido de que digo,bueno, no importa, tenemos que seguiren la lucha, porque finalmente la segundaley de la dialéctica me ayuda a entendermuchas cosas, pero me produce tam-bién muchos conflictos. Es decir, la sumade los cambios cuantitativos llegará a latransformación a los cambios cualitati-vos. Pero también me crea un conflictoporque yo conozco muchísimas mujeresperiodistas, que, cuando llegan a algúnpuesto de dirección, se subordinan total-mente al mandato de la sociedad patriar-cal y no rescatan absolutamente paranada, su condición de dirigente de unmedio comunicación, y su condición fe-menina, aunque han sido compañerasmías en muchísimos espacios de luchafemenina.

Otra reflexión que me ha provocado eldiscurso, extraordinario, de Amelia, porlo novedoso y también por el contenido,es la cuestión de esta ley del agrado. Yde verdad que la ley del agrado es unacosa terrible. Personalmente recuerdo

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una ocasión, que era parte de mi trabajode tesis para obtener la maestría en go-biernos locales y municipios, en quepresenté un trabajo donde la ciudad erael personaje femenino e hice de la ciu-dad como personaje femenino un per-sonaje fuerte, con vitalidad, con poten-cialidades, a pesar de todos los desafíosque presentaba, en una sociedad comoSanta Cruz de la Sierra, que es una so-ciedad emergente.

Resulta que cuando terminé de hablar,yo que estaba tan satisfecha con mi dis-curso, porque además soy dementepara hacerlo, no guardo la composturani me preocupo para nada en decir co-sas políticamente incorrectas, se meacerca una compañera, y me dice: «Nosé si me ha gustado más tu discurso fe-minista, que tu posición femenina». Mequedé anonadada. Y le dije: «Bueno, noveo por qué tendrían que ir separadas,porque finalmente mi condición femeni-na no tiene nada que ver de malo con miposición política, ni con mi creenciafrente a la desigualdad de la mujer».

Y resulta que después leí una entrevistaque le había hecho una periodista, a PierreBourdieu y ella cuenta lo que Bourdieule dijo. Estaba sentada ella frente a élcon una faldita muy corta, estaban to-mando café. Se le cayó la cucharita alsuelo, y cuando ella se quiso agachar,dudó. Entonces Bourdieu le dijo: «Sufalda es un instrumento de dominaciónmasculina». Y ella le preguntó porqué. Yle dijo, «Por que usted, para agacharse arecoger la cucharilla, tiene que hacerlo

con las rodillas juntas y tiene que hacer-lo de una manera más o menos elegan-te, para que no se le vean sus prendasinteriores».

Y me marcó muchísimo eso, porque res-catando lo que decía Amelia, no sola-mente es la cuestión del agrado, en laforma en la que las mujeres nos hemosvestido a lo largo de la historia, sinotambién en la gestualidad, y bueno, laspsicólogas y las lacanianas aquí tienenque aprobarlo, con mucha mayor sol-vencia que yo, porque es precisamenteen la gestualidad que también se noseduca para agradar, y cuando no agra-damos también por ahí se nos indica.

Tengo un gravísimo problema en esto.Porque cuando no soy políticamentecorrecta, y suelo ser muy agresiva,cuando siento que mis creencias estánsiendo vulneradas, y aunque trato deser tolerante, siempre recibo el comen-tario: «¡Qué bien lo hiciste!, porquesiempre eres femenina». Y no sé biencómo me voy a sacar eso de encima,siendo que yo, realmente en el discur-so, nunca guardo la compostura y soymás bien agresiva.

Pienso que esto tiene que ver tambiéncon una cuestión del poder. ¿Por qué alas mujeres se nos tiene que vincularsiempre como femeninas, porque comoyo lo estoy elaborando, es porque sesubordina la fuerza que yo puedo teneren mi discurso, con mi condición feme-nina. Y creo que les puede pasar eso amuchísimas mujeres.

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Magally Huggins (Venezuela)

El primer día de estas sesiones creo quealguien dijo que estábamos hablando delas mujeres como que si fuéramos ho-mogéneas y que nos olvidábamos de lasmujeres conservadoras, o de las mujeresantifeministas, por ejemplo, que están entodas partes y en todos los gremios.

En mi país, cuando yo ingresé al mundodel feminismo, había grupos organiza-dos de mujeres comunicadoras –Muje-res y Comunicación, se llamaban– quedieron una pelea interesante y participa-ron en diversas acciones, y colaborarontambién en la organización mayor demujeres que era la Coordinadora de Or-ganizaciones No Gubernamentales deMujeres. Sin embargo, estas mujeresllegan al poder y casi puedo decir queen alguna medida, las perdimos para elmundo del feminismo.

En Venezuela, como en España o en Ni-caragua, es una profesión cada día másde mujeres. En Venezuela decimos quesi eres muy bonita y tienes muy buencuerpo, compite para Miss Venezuela. Siganas o no ganas, no importa porqueluego puedes ser presentadora o actrizde televisión o de teatro. Como verán, loque pierde al final es la calidad de la ac-triz de televisión y teatro.

Pero si no tienes tan buen cuerpo ni tanbella cara, puedes estudiar comunica-ción social. Porque las niñas «cateritas»de las que hablaba Magis vienen de lossectores medios, las escuelas privadas

de comunicación también son muchas,y aún en las públicas, la procedencia desectores medios, en esta carrera en par-ticular, es bien alta.

Sin embargo, yo insisto en que como elproblema no es biológico, hay que ubi-car el problema de la acción política delas periodistas, en su contexto coyuntu-ral, y nosotras tenemos, en este momen-to, y voy a decirlo, un problema discursi-vo terrible. Tanto en los medios, como elespacio gubernamental.

La mayoría de los medios de comunica-ción están ahora en manos del Gobier-no, que no del Estado. Es muy común oíren las mujeres de los sectores medios,que uno de los peores problemas deChávez es que es un zambo, es decir hijode negro, mezcla de negro e indio. Unracismo muy desagradable, que aún anosotras, las de los sectores de oposi-ción, nos molesta mucho. Bueno, estasmujeres nunca han tenido acceso al pen-samiento político, a la formación política,a la teoría política feminista. O sea, tie-nen una cultura política muy tradicional,y eso es lo que verbalizan. Y de ahí vie-nen muchas de nuestras periodistas.

Sin embargo son el primer frente de ba-talla que alguien mencionó por ahí, lasreporteras. De cada diez medidas deprotección que la Corte Interamericanade Derechos Humanos, en el área de li-bertad de expresión, ha lanzado a Ve-nezuela, ocho son para mujeres. Esotambién es la otra cara de la moneda,independientemente de que no estén

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comprometidas con el discurso feminis-ta o con la lucha de las mujeres a noso-tras sí nos toca comprometernos conellas.

De modo que es como muy complejo,porque en Venezuela ha surgido una pu-blicidad, particularmente de productospara niños, para bebés, en donde salenunos padres, que exigen, que nutren,que cuidan, que disfrutan la paternidad.Yo no sé si alguien ha medido si esto haincidido en algo. Pero en este momentoyo sí creo que en las generaciones másjóvenes, los hombres cada vez más seestán incorporando al disfrute de la pa-ternidad. Poco a poco, básicamente lossectores medios.

Por último, yo quiero decir que las muje-res están muy metidas en el gremio deperiodistas, buena parte de la plantilla di-rectiva del actual Colegio de Periodistasde Venezuela, son mujeres, aunque no elpresidente. Pero yo sigo constatandoque la formación para el desarrollo delpensamiento político en nuestras univer-sidades a estas profesionales, y a estosprofesionales, sigue siendo pobre, y en-tonces les estamos pidiendo que lleguende buenas a primeras a una comprensiónpara la cual no han sido formadas, pues-to que además vienen de sectores so-ciales en donde hay una cultura políticamuy tradicional.

Y por último, y con esto concluyo, AgnesHeller decía por allá por los años ochen-ta, que el movimiento feminista es el úni-co que, desde que surgió se mantiene en

la vida política del mundo. Sube y bajaen olas.

En este momento nosotras, todas lasque estamos aquí, quisiéramos estar enla cresta de la ola, cuando lo que esta-mos haciendo es empujar y empujar yempujar para que suba, para que las ge-neraciones más jóvenes puedan seguiren este proceso de transformación.

No quiero hablar con un halo de tristeza,pero les quiero decir que a mí me preo-cupa muchísimo lo que en la coyunturapolítica están viviendo en mi país las pe-riodistas. Creo que hay que retomar eltema que replanteó Lucy, ¿qué demo-cracia queremos? Creo que hay que es-tar alertas a la violación de los derechos,del ejercicio de la profesión del periodis-mo, en América Latina y particularmen-te cómo esto afecta a las mujeres perio-distas.

Carolina Carrera (Chile)

Quisiera plantear dos preguntas perocon una pequeña introducción cadauna. Me refiero a lo que dijo Diana: «Enla política las mujeres le ponemos cuer-po». O dicho de otra manera, cuandoentramos las mujeres a la política, entrael cuerpo. Es una paradoja porque porun lado se siente un tremendo peso, ytienes que ver qué hacemos con eso, ypor otro lado tiene algo positivo y esque vamos a la delantera, es decir, nocontestamos, sino que por primera vezvamos antes. Y eso me parece tremen-damente interesante, pero también me

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parece peligroso, por el peso que esopueda tener frente a esta ley del agrado.

Lo pienso y perdonen, pero desde elcaso chileno, por un estudio que hicimossobre paridad; tanto en los medios comoconversando con las ministras mujeresuno ve dos formas de enfrentarlo. Hayministras que dicen la verdad: «A mí nome complica el tema del cuerpo y la pren-sa, porque a mí se me viene el desem-peño también por el cuerpo» Es decir,asumen que el cuerpo es parte del de-sempeño, en la vestimenta, en el peina-do, etc. Y hay otras que hacen resistenciay dicen: «A mí eso no me importa y yovoy a seguir siendo igual» y eso lo diceuna ministra que fue muy criticada en laprensa, porque no se teñía el pelo y no sepeinaba. Entonces, uno ve ahí diversidadde mujeres y me parecen interesantesesas diversidades. Es decir que no todaspueden y deben contestar de manerasdistintas, o lo que planteaba Lucy respec-to a la foto de la presidenta, y el cuerpo.

Pero curiosamente, hay otro cuerpo quese pone y es el cuerpo de la propia presi-denta mujer, en otro lenguaje, es decir,cuando la presidenta asume, es una pre-sidenta, tiene hijos de diversos padres.Desde ese punto de vista, me parece inte-resante también en la reflexión sobre quelas mujeres ponemos cuerpo ¿qué cuer-po ponemos? ¿Qué diversidad de cuerpo?

Respecto a la ley del agrado, ahí va mipregunta, ¿por qué no pensarla tambiénen esta lógica de la diversidad, utilitaria-mente? Me venía a la mente la película

feminista de las sufragistas en Inglate-rra, cómo se disfrazaban literalmente,para la búsqueda del voto, para la bús-queda de fondos. ¿Por qué no tomar aveces esta ley también de un modo másutilitario, y por qué solo renegar de esto?Esta es mi pregunta.

La segunda pregunta es para Lucy Garrido.Va en otro plano y el mismo a la vez. Decíaella que la ley del agrado también tieneque ver con el discurso. Entonces la pre-gunta es: bueno ¿y otro discurso? ¿Cómose captura ese otro discurso? ¿Cómo sepresenta? ¿Cómo se da a conocer y cómose visibiliza? Si tú ves alguna estrategia.

A lo menos, del lado mío creo, no sé siLorena estará de acuerdo, que la estrate-gia para visibilizar tiene que ver con lasencuestas y la opinión pública. Cómo túconstruyes realidad y otra realidad y po-nes otro discurso. En general las encues-tas están pensadas para medicionesconcretas, económicas o políticas, etcé-tera, y yo creo, por lo menos la experien-cia nuestra, es que rescatar la voz de mu-jeres, la opinión, las percepciones demujeres en distintos ámbitos, que no essolo en la política, sino que también laconciencia de género, también la desi-gualdad, me parece que ha sido una es-trategia que permite poner este otro dis-curso en la opinión pública, yo no sé sitú lo ves como una estrategia viable.

Lorena Fríes (Chile)

Tengo dos acotaciones y un comentario.La primera es que hace un tiempo atrás,

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hablando con una mujer mapuche –unpueblo indígena chileno– nos contabaque para sacar la cédula de identidad, ensu región, los mapuche se concentran enuna región, en Chile, había un cartel a laentrada, que no se repite en ninguna otraoficina del registro civil, que decía: «Parael carnet de identidad, sacarse los acce-sorios». Los accesorios eran el trarilonco,el trapelacucha, etcétera.

Un segundo elemento es la campañaglobal que se hizo hace mucho tiemposobre el vendaje en los pies de las muje-res japonesas. Y una de las primerascampañas internacionales que tuvieronun relativo éxito, y digo relativo, porquehasta hace unos seis meses atrás, recibíun correo, donde se mostraba la nuevamoda de las mujeres japonesas, y queera volver a aquel zapato chiquitito quedeforma el pie.

Esto para decir que me parece que la re-lación entre ética y estética, es real, exis-te, pero que también hay otros elemen-tos, que por lo menos desde el mundoiberoamericano, o desde otras latitudes,también entran y lo digo después, yo séque Amelia tiene una posición respectode eso, pero está todo el tema de la ves-timenta en el mundo islámico... En fin,digamos, ahí hay un gran tema.

Respecto al tema de las comunicacio-nes, prefiero hablar de la necesidad degenerar opiniones, imágenes, etc. querompan con el sentido común, patriar-cal, porque lo que queremos es llegar atodo el mundo y ojalá con otro mensaje.

Me parece que hay que rescatar tambiénalgunos logros. Y lo digo desde un paísdonde los medios de comunicación noson pluralistas y están prácticamente to-dos, en manos de la derecha y de una de-recha de Opus Dei. Entonces me pareceque lo primero que uno puede decir aquí,es que al menos hemos conquistado unacierta ambigüedad, para las miradas res-pecto de la imagen de las mujeres.

Ya no es tan unívoco que la mujer quese desviste, sea igual a objeto, ni estampoco tan unívoco que la mujer quese viste con pantalón y camisa y zapatosmás masculinos sea igual a hombre. Yeso también es una ganancia. Y esa ga-nancia se ha producido también por laintroducción de las feministas en todaslas estrategias comunicacionales y ahíme parece que se puede hacer algo.

También la incorporación de las mujeresa la política, significa, y no solo a la polí-tica, pero pongámoslo en ese campo, enparidad o en mayor número hasta teneruna masa crítica, amplía también losimaginarios, las representaciones de lofemenino. Y por lo tanto, uno se puedeencontrar con una gama de imágenesque facilitan la democratización y nocaer en este dinamismo.

Yo creo que hemos conquistado laambigüedad, una cierta ambigüedad enel discurso, y que por ahí se puede irfortaleciendo, además usando otras he-rramientas concretas que van desde es-tudio de medios, que han permeadotambién la lectura sobre lo que pasó en

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la primera foto del gabinete español, queme acuerdo que un comentario tambiénera que todas eran de diseño, menosuna que se había vestido con una faldade Zara, como para mostrar además,esa, una diferencia ahí de clase.

Me parece que se puede usar la publici-dad, Gloria Bonder ha tenido ahí unaamplia carrera tratando de meter en lapublicidad mensajes no sexistas. Sepueden meter las encuestas y en esonosotras, en Chile por lo menos, noshemos hecho del marketing político,como una forma de entrar a una estra-tegia más profunda que tiene que vercon revelar voces y opiniones desde lofemenino.

Cecilia Olea (Perú)

Yo coincido plenamente con lo que aca-ba de plantear Lorena, en el sentido deque no hay una lectura única; y creo que,por el contrario, hay una complejidad. Yalgo que queda contundentemente de-mostrado, creo que es la centralidad quetienen las políticas del cuerpo, y el cuer-po en la política. Y no es solamente porlas mujeres. Sospecho que es un pocomás complejo. En mi país, en el Perú, laobesidad del presidente es el tema des-de que fue elegido. Y continúa: «cómo lequeda el saco, o si le aprieta el botón».

Otro tema, que evidentemente suscribo,que no se trata de la victimización peroyo creo que haber denunciado algunassituaciones, ha hecho pasar de las pági-nas rojas, de las páginas policiales, a las

páginas políticas estos temas, como lode la violencia contra la mujer.

A mí no me es tan evidente, como algonegativo, que las personas estén visitan-do muchas más páginas de sexo que an-tes. O sea, no necesariamente me parecenegativo, quizás hasta sea algo libera-dor, no sé, no tengo la menor idea, creoque tendríamos que estudiarlo muchomás, construir un poco más de etnogra-fía, porque si pienso en el extremo dealgo conservador, mojigato, «eso no setoca, eso no se mira», a que comiencena mirar pornografía, creo que hasta se-ría un poco liberador.

Otro de los puntos que me suscitaba in-quietud, es que creo que tenemos que re-flexionar mucho desde donde hablamos.Y afirmar de que con la entrada de las mu-jeres al mundo del trabajo, la tensión en-tre lo productivo y lo reproductivo, creoque tendríamos que hablar con la entradade la clase media al mundo del trabajo.Porque las otras siempre trabajaron, ytambién se reprodujeron y tuvieron hijos.Tampoco tengo la menor idea de cómo lopasaron. Si hay estudios, yo no los he leído.

Por último, creo que en este tema de opi-nión pública, comunicación e imagen,también deberíamos reflexionar sobre elvínculo entre medios de comunicación yconstrucción de democracia. No puedodejar de expresar mi profunda discrepan-cia con lo que contaron que han hecho enHonduras. Me hacía recordar muchocuando denunciábamos el sector de fe-ministas que estábamos en contra del go-

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bierno autoritario de Fujimori, porqueotro sector no lo estuvo y fueron feminis-tas en esa época y siguen siendo femi-nistas, decían, «No, vamos a perder unaserie de cosas, la ley de salud sexual y re-productiva, etcétera». Y nosotras decía-mos: «Lo que no es bueno para la demo-cracia, no es bueno para las mujeres».

Rosa Conde (España)

Yo creo que hay que saber compaginar lasdos cosas, porque esto es un debate queviene de muy lejos, desde que cada unaempezamos a meternos en estos mun-dos, en el mundo de la política y en elmundo del feminismo, y es un debate quetiene difícil solución.

Al final, estamos juntas y aprovechamospara sacar todos los demonios que tene-mos dentro, y todas las preocupacionesque tenemos, y las preocupaciones, aun-que en una gran medida sean políticas,porque son políticas y son de compromi-so político; en una medida extraordina-ria, son de compromiso feminista, o seaque ahí estamos siempre en esa duali-dad que no sabemos donde salir.

Y yo creo que vamos saliendo muchísimomás que hace unos años, de hecho, inclu-so en la representación política, la visibili-dad de las mujeres en la política. Antessolo estaban en áreas –o estábamos– enunas áreas determinadas. Ahora vemosen España que las ministras están en to-das las áreas. Y por tanto no solo están ha-blando de los temas más afines a nuestraspreocupaciones como feministas.

Estamos viendo aquí a la vicepresidentay a la ministra de Economía. Y así enmuchos países. O sea que yo creo quealgo hemos avanzado, aunque es inevi-table que cuando nos juntemos, al finalen la agenda estén los temas que másnos preocupan, que son los temas que es-tán en la agenda feminista, puesto quetambién aquí nos hemos reunido paraeso. Porque si estuviéramos reunidaspara hablar de otros temas, a lo mejorhabía que replantearse un poco lo quehacemos y para qué nos juntamos.

Bien, hemos llegado al final. Y hemosllegado creo que muy bien. Creo que eldebate ha sido muy rico para todas. Yoestaba aquí, estaba mirando las caras, yestaba viendo nuestra propia reacción,y creo que el debate y la propia reflexiónhan sido muy fructíferos. Yo no sé si esque la ley del agrado ha funcionado eneste sitio, porque no ha habido ni unmomento de tensión, no ha habido niuna confrontación, sabiendo que desdeel punto de vista político pensamos co-sas distintas, o estamos representandoa partidos políticos diferentes, a corrien-tes distintas.

Sin embargo, ha habido un acercamien-to a los problemas de una forma muygrata y muy cómoda. Hemos cumplidocon otro de los objetivos, que era elafianzamiento de las relaciones perso-nales, esa creación de red. Ahora nosolo vamos a regresar a nuestros luga-res de origen a trabajar en lo nuestro,sino que tenemos una red de contactosque vamos a poder utilizar.

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Yo quiero de verdad, daros las gracias,porque es verdad que desde España ha-cemos un esfuerzo para que esto salga,para que esto funcione, para que estopermanezca en el tiempo. Pero todo

nuestro esfuerzo sería baldío, si no hu-biera esta implicación, este compromi-so y esta participación vuestra.

Muchas gracias.

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