ambigÜedad y remozamiento del idioma

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AMBIGÜEDAD Y REMOZAMIENTO DEL IDIOMA (La «reiconización» en español) 1 POR D. EMILIO LORENZO 1 Conferencia pronunciada el r8 de mayo de r989 en el Aula de la Real Academia Española.

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AMBIGÜEDAD Y REMOZAMIENTO DEL IDIOMA

(La «reiconización» en español) 1

POR

D. EMILIO LORENZO

1 Conferencia pronunciada el r8 de mayo de r989 en el Aula de la Real Academia Española.

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Ambigtledad y remozamiento del idioma (La '' reiconización, en español)

A Dwight Bolinger, inspirador de estas páginas.

Una ciencia de reciente invención y escasos cultivadores lla­mada glotocronología la define un buen diccionario en rg87 como la "rama de la lexico-estadística que estudia cuánto tarda en re­novarse el vocabulario de una lengua, tratando de determinar qué porcentaje del repertorio léxico de dos lenguas hoy distin­tas, pero genéticamente emparentadas, sigue siendo compartido por ambas y deduciendo de estos elatos cuándo dejaron ele ser la misma lengua" . Lo que queremos subrayar de esta definición de una ciencia proyectada sobre el eje temporal del lenguaje es el dar por sentado que las lenguas se renuevan, que el vocabu­lario está en constante relevo y que no sólo la obsolescencia -ya la tomemos como desuso, ya como arcaismo- sino el empleo excesivo, el desgaste ele sus componentes, hacen imperativo un incesante proceso ele rem,ozamiento, restauración o regeneración -ya hemos hablado de relevo y renovación- si se quiere, ele reestructuración o, para estar al día, perestroika. Este proceso, observado como restauración ele imágenes o signos descoloridos o desdibujados, se ha designado recientemente 2 como reiconiza­ción y se ha relacionado con la necesidad de apuntalar o susti­tuir partes ruinosas o sobrecargadas del edificio o sistema ex-

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presivo con elementos nuevos, menos pulidos y polivalentes, pero más sólidos e inequívocos. Al remediar esta necesidad ocurre que lo que se pierde en brevedad y pátina venerable, se gana en clariclacl, aunque ésta no se identifique con la elegancia. Ello es coherente con el viejo principio ele que la economía del mensaje conlleva el riesgo ele anfibología. N o en vano, uno de los estu­dios más notables sobre la cuestión lleva en inglés, jugando su autor un poco a la paronomasia, el título ele "Iconic ancl econo­mic motivation" (Language, 59; 4 (1983) 781 -819; su autor, John Haiman). Debo su conocimiento a la doctora Ana Pinto, pues debo confesar que en los últimos años -ya en los bordes ele la jubilación, cuando es difícil estar al día- he vivido un tanto alejado y escéptico ante las novedades terminológicas y que en mi primera lectura del artículo ele Bolinger en que acuña el término lo asocié sin más con otros neologismos del tipo rei­ficación, tan grato a algunos ele nuestros filósofos .

N o vamos a examinar esta tarde - el tiempo y la paciencia ele ustedes lo impedirían- todos los casos ele ambigüedad que encuentran o están pidiendo remedio en nuestra lengua actual. De las más patentes en el plano articulatorio vengo ocupándome hace unos veinte años y mis conclusiones aparecen en el artículo "Vocales y consonantes geminadas", publicado en el homenaje a Rafael Lapesa (1972) 3

. Sostengo allí, contra otras opiniones respetables que no comparto, que la ambigüedad no se produce sólo en el lado del oyente, sino también en todo hablante cons­ciente del posible equívoco. Es precisamente esa conciencia del riesgo de recepción falsa del mensaje la que origina todas o casi todas las soluciones, más o menos afortunadas, que pretenden deshacer el malentendido: en el plano fonosintáctico, articula­ción esmerada ele vocales y consonantes iguales y contiguas, que quedan así reforzadas e inequívocas: apagado el cigarro /, ha pa­gado el cigarro /, ha apagado el cigarro; denos (usted) los bue­nos dias / dennos (ustedes) los buenos días •.

2 Bolinger, Dwight, "Reiconization", T!Vorld Englishes, vol. 7, núm. 3 (1988), págs. 237-242.

3 Studia Hispanica in honore-m R . Lapesa, I, 401-412, recogido en nuestro libro El espa1iol y otras lenguas. Madrid, 1980, págs. 201-212.

4 No siempre es fácil deshacer el equívoco. Como hemos señalado ya,

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Estos ejemplos son una pequeña muestra de los frecuentes casos en que el español, debido a la sinalefa, no es capaz de re­solver lo que en otros decide al sutura o juntura de los distin­tos eslabones de la cadena hablada y ha de acudir al empleo óp­timo de elementos suprasegmentales, Mas lo que realmente sus­cita la reiconización -habrá que utilizar el término 5

- es la multiplicidad de funciones asignadas a una palabra por su uso excesivo. Recuérdese a este propósito la correlación "frecuencia de uso: número de acepciones" formulada por Zipf 6

, la cual permite im,aginar una causalidad de signo inverso, es decir, "son

ese es el caso de verso de Angel González A sn httida perpettta e incen­sante (= A su ida ... ) que sólo resuelve el texto escrito. En cambio, es el acento prosódico el que aclara el título, por lo general desprovisto de acento gráfico, de la novela de Hemingway Por qttién doblan las campa­nas, ambiguo en inglés también si no se lee la cita de Donne que lo pre­cede.

Como es posible que nuestro concepto del término no coincida con el de Bolinger traducimos su definición resumiendo el extracto que pre­cede en la revista a su artículo : "Con reiconización indicamos un pro­ceso ele reanálisis en el cual un elemento no significativo y semántica­mente opaco es sustituido por otro nuevo de significado transparente. Cuando el elemento reemplazado (desiconziado) se combina con otros para formar un enunciado más extenso, lo que consigue la reiconización es conservar o restaurar el significado originario de este enunciado más extenso. Este proceso se observa fácilmente en el caso ele las preposi­ciones. Por ejemplo, a la preposición of le falta un significado central y, en consecuencia, es sustituida a menudo por abottt o for, como en talk about en vez de tal!~ of .. . (pero) la reiconización no se limita a la sus­titución de preposiciones, sino que funciona también en planos más ele­vados ... , art. cit., pág. 237.

Cf. G. K. Zipf, "The Repetition of Words, Time-Perspective and Semantic Balance", en The Jonrnal of Gene.ral Psychology, XXXII (1945); el mismo, "The Meaning-Frequency Relationship of Words" ibídem, XXXIII (1946), pág. 144. Ambos citados por S. Ullmann, The Principies of Semantics, Glasgow-Oxford, 1957, pág. 291. Zipf llama a a su "ley" "principio de la diversidad de significados" y habla de una "direct relationship between the number of different meanings of a word and its relative frequency of occurrences ". Como corolario afirma en el segundo artículo que "los diferentes significados de una palabra tienden a ser iguales a la raíz cuadrada ele su frecuencia relativa. Esta postura, que hace más de treinta años comentábamos con reservas, vuelve a cobrar actualidad entre alguno de los "iconistas ".

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las muchas acepciones de una palabra las que determinan el uso excesivo de la misma".

El fenómeno no es nuevo y basta recordar cómo los pronom­bres latinos ille, iste, ipse, al adoptar otras funciones recibieron diversos refuerzos que restituían el significado primitivo o no. Tal es el origen de las formas modernas románicas fr. cette, meme, it. questo, quello, 111edesinto; esp. aqueste, aquel, 1nismo, etcétera, todas ellas reforzadas sobre los pronombres que todavía perviven sin refuerzo (esp. elj él, este, ese), pero en funciones diferentes. También en las lenguas germánicas encontramos ejem­plos paralelos: al usarse los viejos demostrativos como artículos o pronombres relativos cobraron mayor vigencia o hubo que ha­bilitar otros reforzados, los que hoy perviven : cfr. ingl. this, these, those; al. dieser, jener, derjenige, etc.

El neologismo reiconizacián, usado como subtítulo de estas páginas, está escogido adrede, lo mismo que el entrecomillado que marca su condición de aspirante a carta de ciudadanía en nuestra lengua. Es palabra reciente entre lingüistas de habla in­glesa y engañosa a primera vista -recuerda a reificación, donde un primer análisis descubre que la primera sílaba es una pala­bra, pero no un prefijo--. Con este término se designa el pro­cedimiento, más o menos deliberado, mediante el cual los ha­blantes ele un idioma restauran o remozan elementos expresivos que, por excesiva carga semántica, han postergado sus signifi­cados originarios, oprimidos por nuevas acepciones, y provocan ambigüedades. Ahora bien, la ambigüedad, si no es intenciona­da, es decir, si no cumple el propósito ele confundir al destina­tario o el ele suscitar múltiples asociaciones, supone un mal fun-­cionamiento del lenguaje y cualquier lengua que funcione sana­mente, debe disponer de recursos suficientes y variados para hacer frente a la emergencia, bien acudiendo a procedimientos expre­sivos nuevos que, por serlo, anulan toda posibilidad ele equívoco, bien ampliando y reforzando el signo sobrecargado ele funcio­nes para que con la nueva vestidura desaparezca el riesgo de ambigüedad. Este proceso ele restauración ele lo desvaído o des­gastado por el uso es, más o menos, lo que designa el nuevo vocablo grato, como todas las longwords, a los hablantes cultos ele una lengua que tiende desde hace siglos al monosilabismo en

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sus registros cotidianos; eso viene a ser la reiconización. Los que no sentimos las urgencias terminológicas que enriquecen -o hinchan- el tesoro léxico inglés a razón ele 500 vocablos por año y llevamos mucho tiempo señalando que la polisemia es fre­cuente causa de perturbaciones a las que una lengua parece so­brevivir indefinidamente sin traumas, sabemos también que esta polisemia es causa a su vez ele soluciones alternativas donde elegir si la comunicación se ve perjudicada. En este último caso las soluciones adoptadas por la lengua -y así lo hemos demos­trado- desmontan el endeble andamiaje en que se asienta ese llamado "principio (o ley) del m,enor esfuerzo", atribuido a Zipf, que pretende explicar muchos cambios lingüísticos como si los hablantes, siempre acuciados por las prisas, atropellaran la ar­ticulación reposada para decir mucho en pocas palabras.

Uno de los ejemplos de sobrecarga semántica mencionados por Bolinger en inglés es el ele la preposoción of, cuyos usos requieren, para ser explicados, cuatro páginas del Diccionario de Oxford, primera edición. Añadidas las del último suplemen­to (1972-86) no creo que rebasen en la edición recién publicada - hace unos meses- las seis páginas. Para juzgar la posición del español y como tributo debido a los directores y redactores de nuestro Diccionario Histórico, digamos que la preposición a del primer fascículo (I96o) ocupa 24 páginas de 3 columnas en tipografía tan densa como la del famoso diccionario inglés. Pues bien, igual que en esta lengua se echa mano ele otras preposicio­nes más precisas (from., about, by, etc.), el español ha creado un repertorio de locuciones o "preposiciones impropias" que no sólo "reiconizan" las más sobrecargadas -a, de, por, en- sino también otras aparentemente descartadas, por desuso, como cabe, so, tras, etc. Y lo curioso - ele ahí nuestro escepticismo en cuan­to a la "ley del menor esfuerzo"- es que los nuevos refuerzos -las reiconizaciones- ele nuestro parvo repertorio de preposi­ciones tienen todos, sin excepción, mayor cuerpo, mayor sustan­cia fónica que las antiguas y son precisamente los preferidos en la lengua hablada, donde habría ele regir lo del menor esfuerzo. Pero hay algo más, no sólo se ha sustituido un signo por otro menos equívoco y más extenso, sino que también ha quedado multiplicado, enriqueciéndose así la lengua con matices nuevos:

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cabe es, sin duda, una antigualla sólo imaginable en broma, pero sus "reencarnaciones" muestran una variedad insuficientemente estudiada; no basta equiparar cerca de, junto a, al lado de, a la

vera de, como equivalentes y conmutables; cerca de no es lo mismo que junto a ni, para muchos, que al lado de. A la vera

de, aunque intercambiable, supondría añadir un componente re­gional o folclórico. Pero el caso de cabe, se puede objetar, no es significativo: la voz es anticuada, excluida acaso por homo­nimia ocasional con el verbo caber: cabe el ann-ario, la silla, la mesa, etc. N o es ese el caso ele por, una ele las preposiciones más vivas y polisémicas del inventario español de "preposicio­nos propias" : aunque goza plenamente del favor de los hispano­hablantes tanto en el plano coloquial como en la lengua escrita, posee simultáneamente, para salvar eventuales ambigüedades, un copioso juego de combinaciones -antes condenados, hoy tole­rados por su utilidad- con otras preposiciones, además, de "pre­posiciones impropias" que enriquecen, matizan y aclaran la ex­presión. Piénsese, sin ir más lejos, en el alivio que supone la combinación a por, tan denostada hace casi seis decenios -más creo yo, por motivos políticos que gramaticales- cuando deci­mos que Juanito se fue de casa por su padre. La "reiconización" en este trance consiste en formular la frase, si queremos resol­ver el equívoco, bien precisando a causa de su padre, o en busca de su padre, bien recurriendo al vituperado maridaje de a+ por, tan justificado, a m.i juicio. como cuando decimos para con sus enemigos, de entre los muertos, de por vida, por entre las peñas, de por sí, u otras agrupaciones de uso corriente que nunca me­recieron tal condena. Mas el proceso de remozamiento de por

no acaba en estas eficaces expasiones ele forma y contenido con­seguidas por acumulación de preposiciones. Los que se lamentan de la penuria expresiva del castellano cuando buscan en nuestro sistema preposicional simetría con otras lenguas -¿por qué ha ele haberla ?- no se percatan ele hechos tan obvios como el in­cesante incremento de locuciones prepositivas creadas a partir de sustantivos y adverbios. Para mencionar solo los sustitutos co­rrientes a los relevos potenciales de por tenemos : por su com­

portamiento (en castigo a, a causa ele, en premio a, gracias a,

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mediante, etc.); por Madrid (a favor de, a causa de, a través de, gracia a, por culpa de, etc.); dejo a los presentes el entretenido juego de buscarles acomodo a estas soluciones eventuales del equívoco. Paso por alto la tantas veces comentada polisemia del omnipresente de: un retrato de Picasso 7

; el Viaje del Parnaso de Cervantes, ¿no está hoy "reiconizado" en el Viaje a la Al­carria de Cela? Me detengo, en cambio, a considerar el enrique­cimiento conceptual que constituyen hoy las suplencias de en. El traductor novato, y aun el veterano, de lenguas germánicas se las ve y se las desea cuando, partiendo del español, trata da dar con la preposición justa en lenguas propensas a una preci­sión exagerada en la localización de personas y cosas. Donde un hispanohablante dice en la ventana, en una conferencia, en la calle, en la cama, en ultra111,ar, etc., el inglés presenta un juego de posibilidades que, por lo regular, desconciertan a los no na­tivos: by, at, on, in, overseas, etc.). En cambio, cuando el espa­ñol es la lengua terminal surgen también problemas de equiva­lencia debidos a este proceso de renovación y enriquecimiento de medios expresivos a que nos estamos refiriendo. Así, los fran­ceses dicen que vienen en España, los ingleses que volverán a su país en tres meses, etc. Pero el español actual, como hemos señalado hace tiempo 8 distingue sin vacilación entre las frases vamos a Burgos en tres horas y vamos a Burgos dentro de tres horas.

De hecho, ninguna gramática ni diccionario que yo conozca ha señalado que esta perspectiva marcada por la locución dentro de sólo es aceptable desde el presente del hablante y que no lo es, en cam,bio, proyectada en el pasado. *Llegamos a París el día 5 y dentro de diez días fuimos a Roma. ¿Y cómo habría que de­cir? Pues echando mano de otra nueva locución : al cabo de, que, a su vez, es inaceptable desde el presente. *Al cabo de una semana iré a Zaragoza no es lo mismo que dentro de una sema-

7 Picasso es el retratado, es el pintor, es el dueño. Para la propie­dad estricta se suele usar la aposición : cuadro propiedad de Picasso, edificio propiedad de la compañía XX.

s Cf. E. Lorenzo, El espaí"íol de hoy, lengua en ebullición, 3.a edición, Gredos, Madrid, 1980, págs. 33 y sigs.

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na ... 9• También el inglés ha desarrollado una preposición a

partir del adverbio within "dentro" (como antes su antónimo without "fuera" pasó a preposición "sin"); pero within en in­glés hay que tomarlo literalmente: within a ~ve el? significa lo mismo que las mentes literales (las que creen que a lo mejor de­bería significar en español, en el mejor de los casos) tratarían ele vislumbrar en dentro de, es decir, en cualquier momento ele los siete días que cuentan desde ahora, y no al concluir los exa­gerados ocho días que le adjudicamos. Nótese que sólo hemos mencionado precisiones temporales de en. Podría añadirse en lle­gando, conmutable con en cuanto llegue, lleguen, etc., si se quiere destacar el sujeto, pero también con tan pronto como + forma personal. Pero en es, desde sus orígenes, una preposición local, su uso temporal es metafórico. Ahora bien, cuando contempla­mos la profusión con que aparece esta preposición en los más variados contextos ele situación en el espacio, advertimos su so­brecarga semántica y no nos extrañan los esfuerzos realizados o iniciados para aliviarla, sobre todo cuando se combina con el el verbo universal de situación en español estar. Así, decir que el adorno está en la pared no aclara si está dentro (en un nicho), encima o colgado de un clavo.

Este prolífico recurso de acudir a las locuciones prepositivas ha dado lugar a situaciones anómalas cuando el régimen de la preposición es un pronombre personal precedido por de. Como señalábamos en 1965 10 la opción en contra de m·í 1 en contra mía 1 en mi contra, donde la palabra nuclear está claramente sustantivada y es paralela (la opción) a la alternancia al lado de mi / al lado mío 1 a mi lado, genera formaciones aberrantes en otras locuciones que no muestran un núcleo sustantivo compa­rable y donde, acaso por deformación escolar -yo la he vivido­en que alguna gramática nos enseñaba a declinar yo o tú con un "genitivo" de mí, de ti, etc., se acaba equiparando de mi, de ti,

9 Sí desde el futuro: Pasaré 1tnos d·ías en Calatayud y al cabo de una semana iré a Zaragoza.

10 La lengua espaí'íola en 1965. Tradición e innovación, Publicaciones de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander, r965. In­cluido en o P. cit. [El español de hoy .. . ] , págs. 50-79, especialmente 73 y siguientes.

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de él, de nosotros, etc., a sus posesivos correspondientes tónicos, y siendo alternantes al lado de w¡,i / al lado mío, se opina que también deben ser opcionales - free variation entre los estruc­turalistas- delante 1nío, detrás nuestro, enci111,a mío (¡ 11'LÍa !) y toda una serie de solecismos detectables a diario en textos pro­cedentes principalmente de Cataluña y América; en este juego de opciones más o menos justificadas no es raro llegar, huyendo de la ambigüedad, a la creación de nuevas ambigüedades. He aquí algunos ejemplos: luchabCI!n por nuestra causa (- a favor de, por culpa de nosotros) trabajaban en su torno ( = en torno de él, el el torno suyo). E l relativo cuyo, al fin y al cabo, un ge­nitivo, también se contagia de esta tendencia, incluso en plumas prestigiosas. En consecuencia, si equiparamos en virtud del cual (de la cual) a en cuya virtud es fácil que aparezcan - y apare­cen- construcciones del tipo : la decisión del presidente, en w ya virtud no confiamos ( = en la virtud del cual, en virtud de la cual) ; o bien el catedrático, a cuya propuesta se adhirió el claus-­tro (quiere decir - se infiere del contexto- 'a propuesta del cual se adhirió el claustro' ; la propuesta no era ele él, sino de auto­rielad superior) .

Hay que decir, aunque resulte obvio cuando se ha pensado en ello, que el remozamiento o la renovación de los mecanismos de la lengua ocurre, naturalmente, en los más gastados. Lo de "gastados" puede parecer una metáfora trasnochada, pero los descontentos con la terminología lingüística anticuada acuden a ella porque el inglés -idioma en que escribe la mayoría- es un exponente inmejorable para ilustrar el desgaste ele la sustancia fónica. También podría serlo el francés, pero no lo es. En es­pañol el caso más elocuente de desgaste fonético acaso sea la reducción de vuestra merced al microsegmento sté en la enun­ciación popular misté = 'mire usted' , tan singular e inequívoca que no ha necesitado restaurarse en el habla popular.

Ocurre, sin embargo, que, contra la opinión de los "reiconis­tas" -valga el neologismo- no siempre se resuelven las situa­ciones conflictivas del lenguaje apuntalando las estructuras más desgastadas con un andamiaje nuevo y complicado. Puede su­ceder - y sucede- que la solución apuntada por la lengua sea de una concisión ejemplar. Tal es el caso, que habíamos comen-

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tado antes de que lo popularizara y vulgarizara un programa televisivo, de si lo sé no vengo, al que se hubiera augurado larga vida, de no haberse entrometido la televisión. Y no vale decir que otras construcciones paralelas serían lo mismo porque dadas las características específicas del verbo venir en castellano la for­ma es inequívoca y significa sólo si lo hubiese sabido no habría venido (o cualquiera de sus equivalentes extensos), donde, de­bido a la polisemia de la persona verbal caben varias interpre­taciones, según imaginemos un sujeto yo, usted o él/ ella.

Pido perdón al culto auditorio por suponerle al tanto de estos tiquismiquis gramaticales. Venir es uno de los verbos más ine­quívocos en castellano y su empleo -si los comparamos con el inglés, el alemán, el francés, etc., incluso el catalán, implica que la meta, en el espacio, es aquí, y en el tiempo, ahora. Sustituyen­do venir por ir abrimos las puertas del futuro y al decir si lo sé no voy lo mismo entendemos si lo hubz:era sabido no habría ido que si [lo] sé [que tú no vas a ir L no iré [no pienso ir] .

Hemos escogido este ejemplo como prueba de que ciertos seg­mentos ambiguos de la cadena hablada no son susceptibles de reparación por mero refuerzo y extensión de los significantes. Está claro que en los ejemplos expuestos sé, voy y vengo, son, en cuanto al sujeto, más inequívocos que hubiese sabido, hubiese venido, o habría ido, que exigirían '11 un sujeto explícito -nom­bre o pronombre-. Tampoco han disipado la anfibología otras soluciones en vigor para la condicional hipotética, como la pe­rífrasis si llego a saberlo, no voy. Aunque una lectura literal tiende a situarnos en el plano del futuro (llego a las ocho = lle­garé), de hecho el uso actual ha acabado confinando esta fórmu­la e hipótesis al pasado, como en el ejemplo citado.

En toda esta cuestión, como vamos viendo, el peligro está en generalizar. Falso resultó ser lo ele "la ley del menor esfuer­zo" 1

·2 que queda sin vigor muy a menudo, pero en fonética tien­

de a cumplirse siempre, y exagerado -así lo prueban nuestros ejemplos- afirmar que el mensaje breve es siempre más ambi­guo que el largo. Los vaivenes ele la lengua son tan imprevisi-

n No siempre. Cf. Fernández Ramírez, S., Gramática espaí'íola, vo­lumen 3.2, Madrid, Arco Libros, 1987, págs. 72 y sigs .

. 12 G. K. Zipf, vide supra, nota 6.

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bles que difícilmente se atreve hoy un lingüista cuerdo a soste­ner una teoría de absolutos que no pueda ser refutable tan ro­tundamente como se suele form,ular. Un examen puesto al día, de una parcela del verbo español, nos mostraría pujantes las dos tendencias, que al parecer coexisten sin estorbarse. Por eso, se ha podido enfrentar iconic a econom,ic en el título ya citado 18

como los dos polos de la creación lingüística. Economía signi­ficaría concisión: iconización, restauración de un perfil semán­tico borroso por el uso, como el dibujo de las ruedas del auto­móvil. Pero tampoco, como en el caso de los neumáticos, garan­tiza buen funcionamiento un simple recauchutado y es menester acudir a recursos no estrenados que unas veces se imponen por su eficacia y otras son desechados. En cualquier caso, lo nuevo no tiene que ser necesariamente un segmento más extenso.

El examen del pretérito español creo que puede ilustrar su­ficientemente lo que queremos decir. Por circunstancias históri­cas que no son del caso se han producido desplazamientos de función y, por tanto, de significado, en todos los tiempos del pretérito, unos que parecen definitivos, otros que se cuentan como transgresiones aisladas o pasajeras ele la norma aceptada. Para nadie es un secreto la confusión peninsular ele pretérito perfecto e indefinido, tanto en la lengua escrita como en la hablada. Y no vale decir que es sólo un uso gallego o asturiano exclamar : se f-undió la bombilla cuando esto acaba ele suceder (sí lo sería fundióse). El hecho es que muchos hispanohablantes confunden los dos tiempos 14, y ello implica opción por la forma compuesta

1.a V ide s1~pra, pág. 2. 14 Cf. Alarcos Llorach, E., "Perfecto simple y compuesto en espa­

ñol", en RF E, XXXI, págs. ro8 y sigs., reproducido en Estudios de Gra• ·mática f¡mcional del espmiol, 3.a edición, Madrid, 198o, págs. 13-49. La tesis de Alarcos - las dos formas están hoy muy vivas- no invalida nuestra conclusión de que ambas se confunden constantemente. La ma­tización histórica que vincula el perfecto compuesto al pasado reciente, si el uso es consicente, no se ha perdido.

Resulta ilustrativo (añadimos en pruebas) el ejemplo de Bécquer, co­mentado por Pere Gimferrer en ABC, 2-VI-89, pág. 3. Una versión de una copla, periodística, publicada en 1862, se convierte, póstuma, en algo distinto apreciable por la fina sensibilidad del poeta y académico catalán: Versión I : El carrito de los muertos 1 pasó po-r aquí; versión II: En el carro de los muertos 1 ha pasado por aqwí.

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en unos y por la simple en otros. Alcanzada esta situación, que la lengua se muestra incapaz de resolver, no es de extrañar que surjan soluciones de urgencia para remozar lo aparentemente envejecido. Así, tratando de reafirmar la oscurecida función ele he llegado com.o pretérito reciente se crea en español la perífra­sis de acabar de, como en francés venir de (aún más necesario), válida como hemos señalado hace años para las formas imper­fectivas (presente, pretérito imperfecto, etc.) pero no para las perfectivas. Aparte de eso ha creado el español un sistema, sin paralelo en otras lenguas, que yo sepa, de lo que Jespersen lla­maba "inclusive tenses", más ramificado y eficaz en la nuestra que, dispone, por supuesto, ele más recursos que los que exhibe Jespersen para el inglés. Me refiero a las perífrasis del tipo ven­go diciéndotelo ( = te lo he dicho + te lo estoy diciendo) llevo

viviendo un año en Madrid ( = he estado un año en Madrid + estoy), que venimos comentando desde hace casi treinta años. Pero si todo esto supone una reestructuración ele las relaciones expresivas que conectan con el pasado inmediato, la expresión del pasado remoto y concluso, debilitada por la aproximación y equiparación funcional ele fue y ha sido, ha experimentado tam­bién un refuerzo ele donde menos podría esperarse: del pluscuam­perfecto simple, vivo hasta hoy en Galicia. N o sólo es digno ele notarse que esta forma (no hacía 5 m,inutos que entrara en el el comedor E. Quiroga = había entrado, 1nuñecos así lo viera

en alguna peUcula T. Ballester = había visto) se conserve en escritores gallegos cuando usan el castellano o que haya despla­zado en América la alternativa escolar fuese; lo insólito es que esté arrinconando hoy en la lengua escrita a fu.e. U so a propó­sito el verbo ser porque parece gozar ele las preferencias ele los cronistas deportivos para situar como remota la actividad ele sus personajes ; el que fuera delantero del Sevilla ; el que fuera pre­sidente del Barcelona, confieren al parecer al estilo una nota ele lejanía con cierta mezcla ele nostalgia que no encuentran en el escueto y terminante fue. El hecho en sí no es grave y constitu­ye uno ele tantos bandazos que sufre cualquier lengua hasta que la innovación recibe el respaldo ele la mayoría hablante y se con­solida o, por el contrario, se rechaza y queda clescartacla. Pero lo traemos aquí porque, en rigor, constituye un caso extremo de

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reiconización en sentido estricto, de recuperación de imagen, pues no en vano se trata del pluscuamperfecto latino -es decir, más que perfecto-, reinstaurado en el indicativo castellano, donde hacía siglos que no tenía vigencia, excepto entre gallegos y as­turianos. Lo que sí resulta más grave es que, acostumbrados los hispanohablantes desde la escuela a equiparar fuera y f~tese como equivalentes e intercambiables en subjuntivo, intentan establecer la misma equiparación en indicativo, hecho comprobable en más ele un ejemplo y no sólo en esa función nueva ele pretérito le­jano, sino en la ele pluscuamperfecto 15

. Dicho esto debo, en ri ­gor, advertir que el adjetivo "remoto" es un tanto subjetivo y que - tales son las fluctuaciones ele la lengua viva- podría ofre­cer ejemplos ele usos ele la forma en -ra referidos a un pasado reciente: hace unos días (unas horas).

Ignoro si este uso se ha registrado en América con la misma intensidad que en España (excluyo, por supuesto, el pluscuam­perfecto simple "gallego"). Hace doce años 16, cuando M. Luisa Rivera y Nelson Rojas discutían la oposición entre el que asesi­nó a S~11-ith está loco / el que asesinara a Srnith está loco no pa­recía darse importancia a este elemento de confusión que aporta el uso incluclable, pero insuficientemente descrito, ele la forma en -ra como mero pretérito simple (asesinara = asesinó) ya co­mentado por Amado Alonso.

Llegados aquí, se nos podría objetar - con razón- que hay casos más conspicuos de ambigüedad en español a los que la lengua no ha puesto remedio. Recuérclense los homónimos re­sultantes ele la confluencia formal de los descendientes ele fenucu­lum y genuculum, aunque los contextos en que suele aparecer hinojo como planta y su homónimo en desuso hinojos (petrifica­do en una fórmula adverbial que se sustituye por la más trans­parente de rodillas) son tan distintos que rara vez se confunden.

'15 El primero en advertirlo fue V. Bejarano en STR ENAE, Estu.dios de­dicados al profesor García Blanco, págs. 77 y sigs., Salamanca, 1962.

16 Rojas, N el son, "Referentiality in Spanish noun phrases ", en Lan­gttage, 53, 1, págs. 6r-69 (1977); Rivero, M. Luisa, "Specificity and Existence: a reply", ibíd., págs. 70-85. Los dos artículos fueron motiva­dos por otro de M. L. Rivero, "Referential properties of Spanish noun phrases", en Language, SI,I (1975), págs. 32-48.

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Hoy conviven en animada confusión, incluso en el Diccionario académico 17

, los descendientes de regalis y de realis, por no ci­tar el más pujante de la morfología verbal española: fue preté­rito de ir y de ser. Claro que la sintaxis de uno y otro no ad­mite por lo regular ambigüedad, pero el ejemplo que les voy a citar, tomado hace unos meses de la prensa española, creo que ilustra de sobra lo que quiero decir, y resulta oportuno aquí: ["XX también criticó a] la misma docto institución [la R. Aca­demia Española]" "a la que fueron reacios insignes escritores del pasado". ( = ¿se m,ostraron ?, ¿vinieron?); cabe también 'se sintieron reacios, pero vinieron de mala gana'.

Como es sabido, supera el posesivo español de tercera per­sona en ambigüedad a todas las lenguas occidentales románicas y germánicas, incluida una ibero-románica, el catalán, que dispo­ne, como el rumano, el francés y el italiano, del descendiente ele illoruJ1i. Ya F. Ramírez señalaba el uso pleonástico ( o reiconi­zación avant la lettre) de complementos con la preposición de para aclarar quién es el poseedor aludido por su con ejemplos de la Primera Crónica General, estadísticas de La Celestina 18

,

y otros autores más modernos. Frente a los cuatro posesivos de tercera persona del inglés (his, her, its, their) y el de cortesía your, e! español su es una constante fuente de equívocos a veces resueltos, en segunda persona sustituyendo, como en el famoso chiste, su por tu, pero la situación ha empeorado con la extinción de vuestro, ahora su (de ustedes) en la mayor parte del área lin­güística hispánica.

Sólo por dejar constancia, mencionemos otro tipo ele "reico­nización" que se produce en el sistema verbal español. Aunque las desinencias verbales se conservan, por lo general, sólidas e inequívocas, hay paradigmas en que, por sincretismo, ha quedado indiferenciada la primera ele la tercera persona de singular (yo) tenía = (él) tenía, (yo) tenga = (él) tenga, (yo) tuviera, -se = (él) tuviera, -se, etc. Como en el tratamiento de cortesía la for­ma verbal correspondiente a usted (segunda persona) es la ter­cera resulta casi obligado restaurar -como en francés- la dife-

1.1 Ya enmendado. 1'8 ("Su madre de Melibea", "su boca de Celestina", F. Ramírez,

op. cit., 3.2, pág. 86, nota 190).

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renciacwn personal con un pronombre obligatorio, aunque de hecho no se hace u. Así sabemos quién es el que solía escribir si tenía tiempo (yo-usted-él). Lo que en latín iba marcado por la desinencia de persona, lo marca el español, si es necesario, con el pronombre personal.

A la sintaxis verbal pertenece el fenómeno de refuerzo de complementos nominales -directos o indirectos- que aunque aparentemente pleonásticos o superfluos resultan hoy de uso obli­gado en gran número de casos. N o cabe eluda de que para men­tes lógicas o para los nuevos Clemencines se trata ele un uso condenable y los últimos reformadores del padrenuestro han obr-a­do en consecuencia matando dos pájaros ele un tiro al enmendar la frase "el pan nuestro ele cada día danosle hoy", eliminando el leísmo vitando y redundante 20

• Nada hay que argüir, por tanto, si afirman que es superfluo el lo / le de la frase A Juan lo / le vi~1ws ayer, puesto que podemos invertir la frase elim.i­nándolo sin que cambie el significado: Vi11ws ayer a Juan. Ahora bien, pruébese a decir A Juan vimos ayer, A Antonio regalamos un libro y comprobaremos que esa flexibiliclacl del español al an­teponer los complementos marcando la función ele estos con la preposición a, si son complementos ele persona o personificables, supone hoy una servidumbre, la del pronombre atona pleonástico que comparte en mayor o menor grado con las lenguas románi­cas. Es la disponibilidad ele la preposición a con el objeto direc­to lo que hace más sorprendente la instalación ele estos pronom­bres átonos superfluos ante el verbo. Naturalmente no tiene nada ele extraño que esto suceda cuando el objeto antepuesto se usa sin preposición o marcamos con doble pronombre pleonástico el complemento directo y el indirecto: El libro se lo dimos a Juan no es precisamente un modelo ele economía expresiva y, en rigor, no debería hablarse aquí ele pleonasmo a menos que considere­mos aceptable su versión condensada El libro dimos a Juan, gra­maticalmente correcta. N o hay en estos ejemplos ambigüedad

19 F. Ramírez, ibídem, pág. 73. Las cifras de uso de yo con formas equívocas en un texto narrativo son 72 frente a su omisión en r 56; en un texto dramático la proporción uso/ omisión es de 49/45 respectivamente.

2 0 La nueva versión, vigente desde el pasado noviembre, "reza" : "Danos hoy nuestro pan de cada día".

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patente que justifique remodelamiento ni refuerzo material, pero si cabe imaginar frases del tipo el gato mató la culebra -no sé si biológicamente posible en las dos direcciones- donde la gra­mática tradicional no admitiría - pero sí el uso actual- el em­pleo de la preposición que marcaría el complem,ento directo. N o soy historiador de la lengua ni estoy al día de las novedades bi ­bliográficas en ese campo, cuya compleja casuística fue riguro­samente estudiada por el inolvidable Salvados Feranández Ra­mírez 21

• Por ello no me consta que se haya explicado satisfac­toriamente esta peculiaridad española al parecer inmotivida.

De todos modos -y ele ahí nuestras reservas a la hora de adoptar el término reiconización o cualquier otro- la restruc­turación del idioma en el plano de las relaciones intratextuales o sintácticas muestra perfiles difícilmente equiparables a los ob­servados al examinar la saturación conceptual de las viejas pre­posiciones y su renovación Por otra parte, no siempre se resuel­ve de igual manera el conflicto de dobles o múltiples significados debidos a homonimia, mala enunciación o cualquier otra causa. Y muchas veces no se resuelve y así se origina la mayor parte de las ambigüedades que desconciertan al oyente. A estas situa­ciones, heredadas, ele la propia lengua se suman las creadas por las importaciones incesantes ele barbarismos léxicos y sintácticos. Sin influjo extranjero no se habría producido el contrasentido de e oto privado de caza, ya denunciado por nuestro director; bastaba escribir vedado de caza. Otras construcciones ambiguas se deben a usos metafóricos no desvinculados aun de los usos rectos y parecen naturales: H olofernes perdió la cabeza por Ju­dith; Gil y Gil puede perder el juicio . El último ejemplo nos lleva a una de las fuentes más abundantes ele equívocos, el uso indiscriminado del verbo poder, sobre todo en titulares periodís­ticos. Es casi siempre un torpe anglicismo que lo mismo repre­senta el verbo can -a veces could, pero con valor potencial con­tagiado al imperefcto, podría, podía)- que las dos variantes 1nay / rnight, de valor temporal neutralizado hoy; así Mr. Rea­gan puede salir hoy del hospital hace pensar en un modelo inglés can leave, may leave, might leave, que el buen traductor,

21 Op. cit., vol. 4, 1986, págs. 165 y sigs.

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según los casos, debería verter como puede que salga, le dejan salir, pudiera salir, le han dado el alta. Del mismo modo, pero sin m.odelo directo inglés, es interpretable el titular Pudo ganar el Celta (= es posible que ganara, no lo sé; ganó por fin; perdió en el último cuarto de hora). Todos estos ejemplos tienen su lado regocijante, mas suele ocurrir que uno de los significados al pa­recer imprevistos y no intencionados roce las zonas movedizas del libelo. Que un personaje de actualidad buscada pueda per­der un juicio varias veces aleja la interpretación psiquiátrica; que el título de un reportaje, acompañado de fotografía sea "Cómo se vende un presidente" parece un juego de palabras gratuito que invita a la querella por libelo. The President sells well es correcto en inglés. El titular debería haber sido : Cómo ganar simpatías (o votos). O, tratándose de un detergente: Cómo ga­nar clientela ...

Y esto es aproximadamente todo lo que queríamos decir hoy. Una palabra un tanto pedante, como todos los neologismos hí ­bridos de estirpe grecolatina, da lugar a una serie de reflexiones sobre un hecho tan antiguo como es la aclaración de un enun­ciado mal entendido cuando uno de los interlocutores advierte que el mensaje expresado no refleja lo mentado o cuando el re­ceptor duda sobre la recta interpretación de lo oído. La solución de semejante conflicto va, como hemos visto, desde simples me­joras prosódicas para alcanzar la articulación óptima, hasta el empleo ele ayudas paralingüísticas como los gestos, que merecen estudio aparte.

En cualquier caso, me interesa subrayar aquí que aunque con­sideremos la ambigüedad un estado enfermizo de la lengua sus­ceptible de presentar muchos más casos de los aquí espigados, no creo que deba incluirse entre las dolencias graves que según los

pesimistas jalonan el imparable descenso de calidad que ven en el español. Solo padecen dolencias los vivos y eso, evidentemen­te, es prueba de vitalidad. Ya planteábamos hace ocho años en esta misma casa la cuestión de si los males ele nuestra lengua se debían a ella o a los hablantes. Creí demostrar que los culpables eramos nosotros. Mas sentado esto, parece excesivo el afán de­rrotista de indignarse por lo que es consustancial del lenguaje, a saber, que unos lo usan muy bien y crean literatura ele la me-

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jor calidad, otros tratamos de servirnos de él con la mayor efi­cacia; otros, en fin, descuidan o no saben aprovechar sus resor­tes y al usarlo incurren en la justa condena de los guardianes del idioma. Personalmente no creo que haya empeorado la situa­ción, si la comparamos, por ejemplo, con la de hace un siglo. Lo que ocurre, a mi modo de ver, es que siendo menos los anal­fabetos absolutos, son proporcionalmente más que antes los fun­cionales, que, además, exhiben un protagonismo sin inhibiciones en radio y televisión en sus dos vertientes, la emisora y la re­ceptora. Ciertamente, estoy de acuerdo en que el remedio de ese analfabetismo funcional está en las aulas de los tres grados, pero el asunto es más complejo y el mal, más extendido de lo que creen nuestros catastrofistas. Comentábamos hace un año, al ha­cerse público, el informe Kingman, redactado por r 5 eminentes personalidades británicas, sobre las males que aquejan al inglés. Si lo leyeran, respirarían aliviados nuestros alarmi stas al saber que la lengua más pujante del mundo requiere tratamiento a fondo. Pero no nos engañemos. Allí, como en España, de lo que se trata es de mejorar la enseñanza, pues se nos dice que el 28 % de los profesores de inglés no tiene otra preparación que sus estudios de Bachillerato. Esperemos que aquí no cunda el pesi­mismo y dejemos un margen de tolerancia a la lengua, que ha sabido capear temporales más azarosos.

EMILIO LoRENZO.