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GALERÍA DE CLÁSICOS 80 QUÉ LEER Álvaro Mutis Soñador de destinos Álvaro Mutis escribió con penetrante lucidez sobre las sombras del ser humano, sobre lo que se esconde tras las máscaras. Hoy, sin embargo, cuesta trabajo encontrar sus obras en las libre- rías. Este artículo es nuestro humilde grano de arena para lograr que eso cambie. RUBÉN ABELLA 80-83 Álvaro Mutis.indd 80 25/06/2015 18:09:06

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Page 1: Álvaro Mutis - Rubén Abella – Escritor · mi padre colgada en la pared de madera. Aparecía en una mecedora de mimbre, en el vestíbulo de un blanco hotel del Caribe. Mi madre

GALERÍA DE CLÁSICOS

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Álvaro Mutis Soñador de destinos

Álvaro Mutis escribió con penetrante lucidez sobre las sombras del ser humano, sobre lo que se esconde tras las máscaras. Hoy, sin embargo, cuesta trabajo encontrar sus obras en las libre-rías. Este artículo es nuestro humilde grano de arena para lograr que eso cambie. RUBÉN ABELLA

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La última escala del Tramp Steamer (1989) es una de las más bellas novelas de amor jamás escritas. En ella el capitán vasco Jon Iturri, una suerte de trasunto del Marlow de Con-rad, le cuenta al propio Mutis, durante un largo viaje por el río Magdalena, su triste idi-lio con una hermosa joven libanesa llamada Warda. A medida que el relato avanza, el lec-tor se va dando cuenta de que su verdadero protagonista no es tanto la atribulada pareja, como el viejo tramp steamer que pilota el ca-pitán –el Alción–, un carguero de poco tone-laje que recorre el mundo con “lentitud de saurio malherido”. Esta nave decadente, cu-bierta de grasa y mugre, surge de entre las páginas del libro para convertirse en una cer-tera metáfora de lo que somos, una especie de testimonio de nuestro destino en la tierra. “Lo de ustedes durará lo que dure el Alción”, dice molesto Abdul Bashur, el hermano de Warda, al enterarse de la relación. Amena-zada por esas palabras, la pareja se instala en un presente absoluto y decide amarse en cada puerto con la pasión –y la angustia– de quie-nes no saben si volverán a verse, mientras poco a poco el barco se va desmenuzando bajo el peso de sus navegaciones. Warda re-gresa al Líbano y se adapta enseguida a sus costumbres y a su gente. Jon lleva el Alción hacia el corazón del trópico, hacia su inevita-ble y doloroso desmoronamiento.

El origen: Bruselas y la Tierra CalienteHijo del abogado y diplomático colombiano Santiago Mutis Dávila y de Carolina Jaramillo Ángel, Álvaro Mutis nació en Bogotá el 25 de

agosto de 1923. Con apenas dos años se tras-ladó con su familia a Bruselas, donde su padre había sido nombrado miembro de la emba-jada colombiana. Su primera infancia transcu-rrió entre la disciplina del colegio Saint Michel de la capital belga y la exuberancia de la finca de caña y café de Coello, fundada por su abuelo en Tolima, en la zona de Colombia co-nocida como Tierra Caliente, donde la familia pasaba los veranos.

Así comenzó la peculiar dualidad que ha-bría de marcar para siempre la vida y la obra de Mutis. Una dualidad en la que se entremez-clan los lánguidos paisajes de la campiña eu-ropea y la pujante sensualidad del trópico, las brumosas y frías llanuras de Flandes y los

impetuosos chaparrones colombianos, la ma-jestuosidad de las catedrales y palacios de pie-dra y los ríos torrenciales de los Andes, la intelectualidad del Viejo Continente y la fuerza natural de América.

Pero esta dualidad no basta para explicar el mundo creativo de Mutis. Está también la pér-dida. La de su padre, fallecido cuando él solo tenía nueve años. La de la finca Coello, de donde la familia tuvo que irse en la década de los cuarenta debido a la secular violencia del país para establecerse de forma definitiva en Bogotá. Y la de su patria, de la que tuvo que exiliarse en 1956, cuando la empresa petrolera Esso, para la que entonces trabajaba como jefe de relaciones públicas, abrió un juicio contra él por presunta malversación de fondos. Al parecer Mutis había utilizado para sufragar caprichosas iniciativas culturales unos dine-ros que la empresa destinaba a obras de cari-dad. Ante esta situación, su hermano Leopoldo, con la ayuda de amigos, le arregló un viaje de emergencia a México, donde el autor habría de residir hasta su muerte en 2013. Tres años después de su llegada a Mé-xico, Mutis fue detenido por la Interpol y en-cerrado durante quince meses en la cárcel de Lecumberri. Esta experiencia cambió radical-mente su visión del dolor y el sufrimiento humano y dio origen a su primera obra narra-tiva, Diario de Lecumberri, escrita durante su reclusión.

Y, como no, está también la lectura. Porque Mutis fue, ante todo, un lector voraz. A través de la lectura, de esa “existencia paralela que corre al lado de la cotidiana”, Mutis entró en contacto con los introspectivos capitanes de Conrad, los viajeros de Salgari, los marineros

Álvaro Mutis con el Nobel nigeriano Wole Soyinka

Una mañana me encontré, mientras me vestía en el sopor ardiente de un puerto de río, en un cubículo destartalado de un burdel de mala muerte, con una fotografía de mi padre colgada en la pared de madera. Aparecía en una mecedora de mimbre, en el vestíbulo de un blanco hotel del Caribe. Mi madre la tenía siempre en su mesa de noche y la conservó en el mismo lugar durante su larga viudez. “¿Quién es?”, pregunté a la mujer con la que había pasado la noche y a quien sólo hasta ahora podía ver en todo el desastrado desorden de sus carnes y la bestialidad de sus facciones. “Es mi padre”, contestó con penosa sonrisa que descubría su boca desdentada, mientras se tapaba la obesa desnudez con una sábana mojada de sudor y miseria. “No lo conocí jamás, pero mi madre, que también trabajó aquí, lo recordaba mucho y hasta guardó algunas cartas suyas como si fueran a mantenerla siempre joven”. Terminé de ves-tirme y me perdí en la ancha calle de tierra, taladrada por el sol y la algarabía de radios, cubiertos y platos de los cafés y cantinas que comenzaban a llenarse con su habitual clientela de chóferes, ganaderos y soldados de la base aérea. Pensé con desmayada tristeza que ésa había sido, precisamente, la esquina de la vida que no hubiera querido doblar nunca. Mala suerte.

Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero

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de Melville, los paisajes antillanos de Saint-John Perse, el absurdo de la vida de Kafka y la desesperanza de Malraux. De estas influencias fue surgiendo lentamente, a lo largo de los años, el personaje central de la poesía y la na-rrativa de Mutis, Maqroll el Gaviero.

Mutis, poetaUno de los textos más tempranos de Mutis, “El viaje”, incluido entre sus Primeros poemas, fue escrito por el autor con la intención de hacer algo en prosa por invitación de un amigo quien, tras leerlo, le comentó: “Eso es poesía, no prosa”. Esa indefinición con res-pecto a los géneros marcará toda la obra de Mutis, instalada desde su inicio en un punto intermedio entre la narrativa y la poesía. Sus poemas pueden leerse como intensas y líricas narraciones. Sus novelas pueden leerse como extensos poemas sin rima.

Entre 1947 y 1952 Mutis escribió sus pri-meros poemas. Su primer libro, Los elementos del desastre, se publicó un poco más tarde, en 1953. En él aparece por primera vez Maqroll el Gaviero, un hombre desencantado, trashu-mante, que, como el Alción de La última es-cala del Tramp Steamer, ha sido zarandeado por la vida hasta quedar convertido en una ruina viviente, un ser achacoso, profunda-

mente escéptico, obsesionado con el recuerdo de pasados brumosos en los que la felicidad fue quizás posible. Maqroll no persigue balle-nas, como el capitán Ahab de Melville, pero sus aventuras son igual de catastróficas. Viaja constantemente, no se detiene mucho tiempo

en ningún sitio, no se amarra a nada ni nadie. Es generoso, parece hablar todos los idiomas de la tierra y, como su creador, lee incansable-mente, en especial historia, geografía y biogra-fías. Es un hombre culto, resignado, que se deja arrastrar por la vida.

Maqroll no es Mutis, tampoco su álter ego, aunque no le resulta ajeno del todo, pues, como dice Rafael Conte en su prólogo a la Summa de Maqroll el Gaviero, publicada por Visor en 1992, parece estar construido de sus sueños, anhelos, pesadillas y fantasmagorías personales. A Los elementos del desastre si-guieron Los trabajos perdidos, Reseña de los hospitales de ultramar, Caravansary, Los emi-sarios, Diez Lieder, Crónica regia y Un home-naje y siete nocturnos.

La fama tardía que Mutis alcanzó como novelista hace necesario recordar que su obra poética es una de las más personales y poderosas de nuestra lengua. En ella, la pa-sión por el mundo es también un apasiona-miento por las palabras que usamos para designarlo, por sus ficciones, símbolos y dis-cursos, todo lo cual confiere a la poesía de Mutis una resonancia muy amplia, univer-sal, clásica en la forma de percibir las cosas y barroca en su exuberancia. Una vez más, Mutis y la dualidad.

Mutis, novelistaVertebradas en torno a la emblemática figura de Maqroll, las novelas de Mutis son un mo-saico de múltiples aventuras, cohesionadas por medio de un complejo sistema de autorre-

Álvaro Mutis con Gabriel García Márquez

Señor, persigue a los adoradores de la blanda serpiente!Haz que todos conciban mi cuerpo como una fuente inagotable de tu infamia.Señor, seca los pozos que hay en mitad del mar donde los pecescopulan sin lograr reproducirse.Lava los patios de los cuarteles y vigila los negros pecados delcentinela. Engendra, Señor, en los caballos la ira de tus palabras y el dolor de viejas mujeres sin piedad.Desarticula las muñecas.Ilumina el dormitorio del payaso, ¡Oh, Señor!¿Por qué infundes esa impúdica sonrisa de placer a la esfinge de trapo que predica en las salas de espera?¿Por qué quitaste a los ciegos su bastón con el cual rasgaban la densa felpa de deseo que los acosa y sorprende en las tinieblas?¿Por qué impides a la selva entrar en los parques y devorar los caminos de arena transitados por los incestuosos, los rezagados amantes, en las tardes de fiesta?Con tu barba de asirio y tus callosas manos, preside ¡Oh, fecundísimo! la bendición de las piscinas públicas y el subsecuente baño de los adolescentes sin pecado.¡Oh Señor! recibe las preces de este avizor suplicante y concédele la gracia de morir envuelto en el polvo de las ciudades, recostado en las graderías de una casa infame e iluminado por todas las estrellas del firmamento.Recuerda Señor que tu siervo ha observado pacientemente las leyes de la manada. No olvides su rostro.Amén.

De “Oración de Maqroll”Los elementos del desastre

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ferencias que permiten al autor volver una y otra vez sobre los temas que lo obsesionan –la desesperanza, el devenir humano, las trampas de la historia–, multiplicando y renovando sus significados. La obra novelística de Mutis es una historia interminable, un laberinto de tra-mas entrelazadas, sin costuras visibles, que en su conjunto conforman un hito sin preceden-tes en la narrativa hispana: Empresas y tribu-laciones de Maqroll el Gaviero.

La saga se inicia en 1986 con la novela La Nieve del Almirante, una ampliación en prosa del poema del mismo título incluido en Cara-vansary. Maqroll, en compañía de un capitán alcohólico, un indio taciturno, un práctico ma-licioso y un depravado gigante rubio remonta el curso de un gran río americano a bordo de un desvencijado planchón y se adentra en la selva en busca de unos “miríficos” aserraderos cuya existencia parece desvanecerse a medida que el asmático planchón lucha contra la co-rriente. El viaje, como es frecuente en Mutis, se convierte en una exploración desesperan-zada del propio paisaje interior que el Gaviero lleva a cabo a través de los sueños, la enferme-dad, el delirio y la observación minuciosa de sus propios fantasmas.

En Ilona llega con la lluvia (1988), Mutis vuelve a retomar un tema ya tratado en su poesía, concretamente en el poema “204” in-cluido en Los elementos del desastre. En este caso se trata de la prostitución. Obligado a permanecer en tierra por un tiempo, Maqroll se encuentra en Panamá con su amiga de ori-gen triestino Ilona Grabowska, con quien decide abrir Villa Rosa, un singular burdel con prostitutas disfrazadas de azafatas de im-portantes aerolíneas internacionales. El plan es conseguir dinero suficiente para poder abandonar Panamá y continuar con sus aven-

turas, pero entra en escena otra mujer, La-rissa, quien señalará a Maqroll nuevos caminos y viajes.

El título de la siguiente entrega, Un bel morir (1989), proviene de un verso de Pe-trarca: “Un bel morir tutta la vita onora”. Aunque Mutis siente la tentación de “matar” a su personaje, este finalmente no muere en esta novela. Atrapado temporalmente en un puerto fluvial, alojado en una extraña habita-ción suspendida sobre las aguas de un gran río, el Gaviero acaba involucrado en una his-toria de contrabando y tragedia, entre carava-nas que cruzan las montañas y combates entre el ejército y bandas de criminales.

Tras la mencionada La última escala del Tramp Steamer (1989), llega Amirbar (1990). Maqroll abandona en esta ocasión el am-biente marino y, presa de la fiebre del oro, se interna en Amirbar, una mina situada en lo más hondo de la cordillera colombiana. Esa experiencia marcará el resto de sus días, bo-rrando de ellos los sueños de juventud. la so-ledad, la angustia y el delirio sumen al Gaviero en un estado cercano a la locura. Amirbar y sus galerías se transforman en un espacio mítico, fuera del espacio y el tiempo,

hasta que llegan a ella los ecos del océano.En 1991 aparece Abdul Bashur, soñador de

navíos. Los distintos episodios de la acciden-tada vida del protagonista, el más fiel amigo del Gaviero, con quien comparte aventuras y travesías por todo el mundo, hacen salir a la luz las raíces de una relación tan sólida, asen-tada en el respeto mutuo, que ni siquiera se resiente cuando los dos amigos comparten el amor de una mujer. Abdul reconoce lo iluso-rio de su aspiración de encontrar el barco ideal y se prepara para cumplir su ineludible destino.

El ciclo se cierra en 1993 con Tríptico de mar y tierra, en el que se relatan tres expe-riencias de Maqroll el Gaviero que le mostra-ron regiones de su alma que él no conocía y lo dejaron marcado para siempre.

Leer a MutisEl destino de los escritores es, como el mar que zarandea a Maqroll, tremendamente in-cierto. Álvaro Mutis alcanzó un súbito re-nombre internacional tras la publicación de su saga del Gaviero, escrita en un periodo de seis años. En 1989 recibió en México el Pre-mio Xavier Villaurrutia. El gobierno colom-biano le condecoró con la Cruz de Boyacá en 1993. En 1997 fue merecedor del Premio Príncipe de Asturias en España y del Premio Cavour en Italia. Y en 2001 le otorgaron el Premio Cervantes, el más prestigioso de las letras hispanas. Hoy, sin embargo, cuesta trabajo encontrar sus obras en las librerías. Este artículo es nuestro humilde grano de arena para lograr que eso cambie. Porque Álvaro Mutis es un escritor esencial que, como Joseph Roth, Juan Rulfo, John Steinbeck y otros autores comentados en estas páginas, fue capaz de ver al mismo tiempo las dos caras de la luna, como decía Gonzalo Torrente Ballester, y supo plas-marlo con conmovedora maestría en una obra intensa, vibrante, hondamente lírica, que nos conmociona y nos ayuda a conocer-nos mejor. n

Cuando las cosas van mal en la cárcel, cuando alguien o algo llega a romper la ce-rrada fila de los días y los baraja y revuelca en un desorden que viene de afuera, cuando esto sucede, hay ciertos síntomas infalibles, ciertas señales preliminares que anuncian la inminencia de los días malos. En la mañana, a la primera lista, un espeso sabor de trapo nos seca la boca y nos impide dar los buenos días a los compañeros de celda. Cada cual va a colocarse como puede, en espera del sargento que viene a firmar el parte. Después llega el rancho. Los rancheros no gritan su “¡Esos que agarran pan!”, que los anuncia siempre, o su “esos que quieren atole”, con el que rompen el poco encanto que aún ha dejado el sueño en quienes se tambalean sin acabar de convencerse de que están presos, de que están en la cárcel.

La mansión de Araucaíma

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