allí donde los desconocidos se saludan · para los que no están habituados al terrazgo: por el...

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Allí donde los desconocidos se saludan José Luis González Rebollar Estación Experimental del Zaidín. CSIC. Granada E/ tiempo sereno está mantenido en el país por el viento Norte; el Sur trae las grandes lluvias; el Oeste aguaceros intensos pero fugitivos, y el Este vientos y lluvias. Los aldeanos se dan cuenta de estos cambios por mil indicios desconocidos para los que no están habituados al terrazgo: por el centelleo del pabilo del candil, por el canto de las ranas, por el modo de acostarse el buey en el prado, por la sonoridad de las campanas. ..; por mil detalles de la vida rústica, que sustituyen con el lenguaje poético de la naturaleza la prosa insípida de los boletines meteorológicos. El campesino gallego PRUDENCIO ROviRA, 1904 M uchas cosas han cambiado ya en nuestro entorno rural. Muchas de las más ligadas a las vicisitudes históricas del momento, cambian a cada momento. Y otras muchas, inherentes a las leyes naturales de nuestro entorno, no han dejado de hacerlo nunca. Pero los ciudadanos somos poco sensibles a tales cambios: rodeados de seguridades que nos protegen y distanciados de las incertidumbres de lo que llamamos natu- raleza, apenas prestamos atención a las señales de cambio. Estas líneas se escriben cuando terminan los días de marzo. Los vencejos no tardarán en llegar. Hace semanas que llegaron las primeras golondrinas, pero la ciudad apenas se da por enterada. Tampoco notará a los vencejos cuan- do lleguen, como no supo que los visitantes invernales se marcharon hace tiempo. Durante generaciones, la llegada de las golondrinas, o la floración de los frutales han pregonado a los cuatro vientos la inminencia de la primavera. Pero el habitante de la ciudad ya no atiende a estas cosas. No las espera y probablemente no se alarmaría si, de pronto, dejaran de ocurrir'. Hablamos de cambios que fueron muy rele- vantes para las culturas que nos precedieron; ' Frente a este desarraigo de la cultura urbana, el refranero rural está lleno de advertencias: Si el pecu no canta pal veinte de abril, o se ha muerto el peal o viene la fin. Lo recoge JULIO CARO BAROJA de las tierras de Marquínez, Arlucea (Álava), refi- riéndose al cuco o cuclillo, en su obra La estación de amor Ed. Taurus, 1979. 48 ~281.b 88 / Septiembre 2000

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Allí donde los desconocidosse saludan

José Luis González Rebollar

Estación Experimental del Zaidín. CSIC. Granada

E/ tiempo sereno está mantenido en el país por el viento Norte; el Sur trae lasgrandes lluvias; el Oeste aguaceros intensos pero fugitivos, y el Este vientosy lluvias.Los aldeanos se dan cuenta de estos cambios por mil indicios desconocidospara los que no están habituados al terrazgo: por el centelleo del pabilo delcandil, por el canto de las ranas, por el modo de acostarse el buey en el prado,por la sonoridad de las campanas. ..; por mil detalles de la vida rústica, quesustituyen con el lenguaje poético de la naturaleza la prosa insípida de losboletines meteorológicos.

El campesino gallegoPRUDENCIO ROviRA, 1904

M

uchas cosas han cambiado ya ennuestro entorno rural. Muchas delas más ligadas a las vicisitudeshistóricas del momento, cambian

a cada momento. Y otras muchas, inherentes alas leyes naturales de nuestro entorno, no handejado de hacerlo nunca. Pero los ciudadanossomos poco sensibles a tales cambios: rodeadosde seguridades que nos protegen y distanciadosde las incertidumbres de lo que llamamos natu-raleza, apenas prestamos atención a las señalesde cambio.

Estas líneas se escriben cuando terminan losdías de marzo. Los vencejos no tardarán enllegar. Hace semanas que llegaron las primerasgolondrinas, pero la ciudad apenas se da por

enterada. Tampoco notará a los vencejos cuan-do lleguen, como no supo que los visitantesinvernales se marcharon hace tiempo. Durantegeneraciones, la llegada de las golondrinas, ola floración de los frutales han pregonado a loscuatro vientos la inminencia de la primavera.Pero el habitante de la ciudad ya no atiende aestas cosas. No las espera y probablemente nose alarmaría si, de pronto, dejaran de ocurrir'.Hablamos de cambios que fueron muy rele-vantes para las culturas que nos precedieron;

' Frente a este desarraigo de la cultura urbana, el refranerorural está lleno de advertencias: Si el pecu no canta pal veintede abril, o se ha muerto el peal o viene la fin. Lo recoge JULIO

CARO BAROJA de las tierras de Marquínez, Arlucea (Álava), refi-riéndose al cuco o cuclillo, en su obra La estación de amor Ed.Taurus, 1979.

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Durante generaciones, la llegadade las golondrinas ha pregonadoa los cuatro vientos la inminenciade la primavera. Pero el habitantede la ciudad ya no atiende aestas cosas. No las espera yprobablemente no se alarmaría si,de pronto, dejaran de ocurrir.Foto: Roberto Anguita.

Muchas zonas han sido objetode políticas de forestación detierras agrícolas, pero la mayoría,simplemente, se han ido "llenandode monte': tras el abandono.Foto: Roberto Anguita.

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lo fueron para su supervivencia y, de hecho,aún hoy, en los más diversos pueblos, bajo laapariencia de festejos populares intrascenden-tes, continúan celebrándose ritos muy antiguosque nos hablan de aquella importancia (mayosy mayas, pascuas floridas, cocas y tarascas, fa-llas y hogueras de San Juan, etc.).

Inmerso en el convencimiento de pertenecer aun mundo global, que —paradójicamente— esllamado "aldea global", se diría que el ciudada-no cree vivir en un entorno pródigo en recursosy previsible en sus riesgos (es decir, lo que nun-ca piensa el aldeano). Si acaso, sólo los mediosde comunicación y las modas de los grandes al-macenes nos advierten todavía sobre el cambiode las estaciones.

Durante arios incluí en el tablón de anunciosde mi institución una nota comentando la lle-gada de las golondrinas. Era simple curiosidad,por ver a quién interesaba, pero nunca constatégrandes sorpresas Si acaso, algún colega hacíaconsideraciones sobre el "cambio climático". Endefinitiva, consideraciones igualmente ligadas alos medios de comunicación y a las modas, eneste caso a las de I+D.

¿APRENDEMOS DE LA OBSERVACIÓNREPETIDA DE LOS HECHOS?

Cuántas veces en la infancia nos han dichoque "la experiencia es madre de la ciencia";y cuántas, de mayores, hemos sostenido queaprendemos de la observación repetida delos hechos. Pero, ¿de qué hechos hablamos;

de qué tipo de experiencia? Pío Font Quer,en su conocida obra El Dioscórides Renovado',nos regaló una simpática y reveladora vivenciapersonal al respecto: hace arios se me presen-tó la ocasión ( ...) de determinar la capacidad decaer en la cuenta de mis compañeros, nos diceel autor, quien —a renglón seguido— describecon todo detalle las características de los servi-cios, lavabos y jaboneras de la empresa en quetrabajaba; y, continúa: cuando la pastilla de ja-bón se deja plana en las mencionadas jaboneras,las dos caras de la pastilla, constantemente hú-medas, pronto se ablandan tanto, que la pastillano dura sino tres o cuatro días. En cambio, paraque el jabón no se ponga pastoso, basta colocar lapastilla de través, en una posición en la que seairea. Así —señala Font Quer— cuando uno vaa lavarse halla el jabón ya enjuto (...) y las pas-tillas duran más. Concluida la descripción delobjetivo, características del material, sucesoen estudio, e hipótesis rectora, E Quer com-pleta su descripción (siempre detallada) conlas características y el tamaño de la poblaciónque muestrea, el seguimiento experimental,la valoración de resultados, y las conclusio-nes: en el lavabo indicado —nos dice— veníamosa lavarnos unas diez personas, y yo, duranteunos diez arios, coloqué la pastilla de jabón comoqueda indicado. Aunque no se lavase las manossino una vez cada día cada uno de los diez quehacíamos uso del lavabo, durante los diez ariosindicados se han presentado 36.500 ocasionesde ver apoyada y aireándose como queda dichola pastilla de jabón. Sin embargo, no bastaron

FONT QUER, P.: Plantas Medicinales: el Dioscórides Renovado.Ed. Labor, 1973, 1033 pp.

1111,Estamos llegando tarde a muchas cosas: lo hemos estado haciendo durandemasiado tiempo en favor de una conservación que ha subestimado quenuestros ecosistemas son agrosistemas, y que de sus mejores ejemplos degestión tradicional proceden "nuestros" paisajes, y casi todos "nuestros"espacios naturales protegidos

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Allí donde los desconocidos se saludan

¿Por qué nuestros ganados encuentran hierbas apetecibles? ¿Por qué nuestra flora no la componen plantas noapetecibles? ¿Por qué no son todas venenosas, tóxicas, hórridas o indigestas? Foto: Javier Rico.

para que uno solo de los lavabistas advirtiera

la conveniencia de colocarla como queda dicho.

En definitiva, que no parece estar claro queaprendamos de los hechos repetidos, aunquese manifiesten, tercamente, ante nuestros ojos,día tras día. Forzamos los recursos del planetacon la despreocupación de creerlos perpetuos,aunque sepamos que no es así; volvemos, unay mil veces, a construir y ocupar las tierras másexpuestas a los riesgos, aunque no se hayanborrado todavía los recuerdos de la última tra-gedia; y lanzamos a la biosfera cientos de mi-llones de organismos transgénicos sin repararen la más mínima prudencia. "No pasa nada",esa es la respuesta que nos damos. Y, si pasaalgo, pues.... no pasa nada: para eso están lossistemas asistenciales del Estado, los seguros,las multas, o las admoniciones. ¿Para qué estaratentos, ser prudentes, o prever los riesgos? ¿Nohemos acuñado que la nuestra es la sociedad del

riesgo?, Pues..., puesto el nombre, resuelto elproblema.

00/ Seítembre 2009

ABANDONO DEL CAMPO,

ABANDONO DEL MONTE

Ario tras ario, nuestros campos son asaltados porlas llamadas malas hierbas: plantas oportunistas,cuyas pequeñas semillas y efectivos sistemasde propagación les permiten ocupar las zonasabiertas de foima rápida y eficaz. Tan rápida yeficazmente lo hacen, que tratar de impedirloha venido siendo, durante generaciones, uno delos trabajos ineludibles de todos los labradoresdel mundo'. Ario tras año, los muros, las tapiasy los tejados de nuestros edificios reciben unasalto parecido: propágulos de pequeñas plan-tas, algas, hongos, líquenes y musgos, que apro-vechan el sustrato de nuestros materiales y lasoportunidades que les ofrece nuestro descuido,para instalarse en ellos. Y —también— tan rápiday eficazmente lo hacen, que tratar de impedirloviene siendo durante décadas el cometido de los

COLINVAUX, P.: Por qué son escasas las fieras. Ed. H. Blume.Madrid, 1983,245 pp.

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Las dehesas, los bardales, los sistemas reticulares, olos mosaicos polivalentes, son ejemplos de la ingenieríarural del pasado, que los modernos paradigmas de"sostenibilidad" revalorizan hoy. Foto: Roberto Anguita.

conservadores del patrimonio arquitectónico, y—a la pequeña escala de nuestras viviendas— elcometido diario de quienes las conservamos ha-bitando en ellas. Pero ario tras ario la vida surgey se renueva en todas las partes. Gérmenes detodo tipo bullen por encima y por debajo de lasuperficie del suelo; y el propio sustrato cambia.Cambia el monte, como cambian los muros ylas casas, como lo hace el terrón que se abando-na al laboreo.

Todo cambia, pero no todo es percibido porigual. La cotidiana vivencia urbana nos pre-para bien para percibir enseguida las primerasseñales del abandono urbano: la rotura de uncristal que no se repone, o las primeras grietasde un muro que creíamos fil me, bastan paracomprender lo que sucede y sus consecuencias.Pero para el ciudadano ya no es tan fácil perci-

bir las primeras señales de un campo de cultivoen abandono. Seguro que cualquier agricultory los excursionistas más atentos todavía lo per-ciben si las llamadas "malas hierbas" tienden aperpetuarse. Hijos de una historia común en laque lo agrícola nos imprimió carácter durantesiglos, la pérdida de las tierras de labor y lasconsecuencias de ello, es algo sobre lo que pro-bablemente urbanitas y rurales podemos valo-rar, conjuntamente. Pero no ocurre lo mismocon la percepción del abandono de los montes;no, desde luego, desde el autismo de nuestraexperiencia urbana. Pero tampoco, desde deter-minadas convicciones (digamos) "naturalistas",que lo interpretan como la antesala de un cami-no feliz hacia la recuperación de los ecosistemasnaturales.

Pero nuestros paisajes naturales son paisajesagrarios (agrícolas, forestales y ganaderos). He-mos identificado bien a sus primeros creadores,les hemos puesto nombre: neolíticos, pero con-fundimos (y nos confundimos) a la hora de vin-cular el origen de la obra que nos rodea con elorigen de los elementos que la componen. Unaconfusión que nos lleva a creer que, como vi-vimos en un paisaje "no natural", bastaría conretirarnos del primer plano para que éste recu-perase su ser. ¿Para qué, entonces, gestionar laconservación? Saquemos al hombre del espacionatural que "okupa". Aprovechemos que ahoralo podemos hacer, pues el despoblamiento rural(espontáneo, o forzado) favorece tales propósi-tos. Con la retirada de las actividades agrícolas,forestales y ganaderas, la conservación se logra-rá sola, llegará por su propio pie. Tales mediasverdades han venido orientando (aún, en parte,lo hacen) la política de conservación de la natu-raleza. Es muy clarividente al respecto la obser-vación de Jaime Izquierdo': a partir del momentoque empezamos a utilizar la expresión vamos a lanaturaleza, en lugar de la mas justa vamos al cam-po, les hicimos un flaco favor a los dos —al campo ya la naturaleza— en la medida en que segregamos loque hasta la industrialización había estado inextri-cablemente unido.

IZQUIERDO, J.: Asturias, Región Agropolitana. Ed. KRK, Oviedo,2008, 230 pp.

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alan levamos

bios muy

icati vos eniiteamientos

agrarios ybientales.

gran parte de estos

replanteamientosesten detrás de leyes

como la reciente

Ley de DesanolloRural, detrás de lareformulación de

muchas competencias

del Estado e,incluso, detrás de

la creación de unnuevo ministerioagroambiental"

Allí donde los desconocidos se saludan

ADAPTACIONES DEMASIADO ANTIGUASPARA HABER SIDO GENERADASPOR EL HOMBRE

Con todo, han sido relevantes sectores del mo-vimiento ecologista los primeros en reaccionary en participar, codo con codo con líderes cam-pesinos, en los movimientos antiglobalización.Y es que, hay hechos y datos que no refuerzanmuchas de aquellas medias verdades. Algunosson de sentido común, otros —quizá los menosdivulgados— proceden de investigaciones lleva-das a cabo en el propio medio natural: procesosy adaptaciones demasiado antiguas para poderser interpretadas sólo como respuestas a las per-turbaciones generadas por el hombre:

¿Por qué algunas de nuestras plantas se ven tanfavorecidas por el fuego? También a ellas lespusimos un nombre, pirófi/as: las amantes delfuego. Por lo que señalan los arqueólogos', elhombre lleva manejando el fuego desde haceunos 500.000 arios; y esas son cifras temporalesimportantes a la hora de explicar la adaptaciónde las pirófilas al fuego. Pero, ¿es al fuego delhombre a lo que están adaptadas? Lo que restafuerza al razonamiento es que las pirófilas ya es-taban aquí antes de que el hombre aprendiese amanejar la herramienta del fuego: la mayoría deellas forman parte de nuestra flora natural.

¿Por qué nuestros ribazos, sendas, linderos yhuertas más descuidadas se llenas de "malashierbas"? ¿Tuvieron estas especies que aguar-dar a que el hombre extendiese estiércol sobrela tierra, a que rompiese el suelo con el arado,a que abriera caminos para cruzar el monte, oa que concentrase sus desperdicios en lugaresconcretos? Parece difícil atribuir su aparicióna la mano del hombre, pues también las ma-las hierbas estaban en nuestro entorno antes deque el hombre las favoreciera con algunas desus labores.

¿Por qué nuestros ganados encuentran hierbasapetecibles? ¿Por qué nuestra flora no la com-

CARBONELL. E. y SALA, R. Aún no somos humanos. Ed. Penín-sula, Barcelona, 2002, 204 pp.

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ponen plantas no apetecibles? ¿Por qué no sontodas venenosas, tóxicas, hórridas o indigestas?Muchas lo son, lo que evidencia que logarlo noes un objetivo imposible en la evolución de laflora. ¿Quizá también las plantas apeteciblesllegaron a nuestras latitudes traídas por el hom-bre, acompañando a los ganados domésticos?Sabemos que no, que también ellas estaban aquímucho tiempo antes; sabemos que eran otroslos herbívoros que las aprovechaban, dispersa-ban y "perturbaban", y hemos de entender quelo hacían, coevolutivamente, sin mayores pro-blemas. De hecho, como señalan algunos au-tores', el primer gran cambio ecológico que puederazonablemente ser atribuido a nuestra especie fuela extinción de los grandes mamíferos hacia el finalde la época pleistocénica. ( .) Las depredacionesde nuestros primeros antepasados cazadores hicie-ron algo más que alterar la fauna del planeta. Losgrandes comedores de pasto y ramoneadotes ocasio-nan profundos efectos en las plantas y el exterminiode tales animales influyó, sin duda, en el conjuntofiorístico.

Y, ¿a qué llamamos "nuestros paisajes"?. ¿Quéestamos afirmando cuando decimos —comosubraya la Carta del Paisaje Mediterráned-que el paisaje ha llegado a ser, a lo largo dela historia, uno de los valores fundamentales dela cultura de los pueblos y uno de los elementosde su identidad cultural, constituyendo uno de losindicadores de calidad de vida? ¿A qué se refie-ren los redactores de la PAC 8 cuando adviertenque no se puede conservar la cubierta vegetal, yla naturaleza en su conjunto, sin la presencia deuna población suficiente en el medio rural, con unnivel adecuado de servicios e ingresos? O, ¿quéquieren decir algunos expertos internaciona-les sobre Biodiversidad cuando advierten queel problema no es que en Europa sea difícil adivi-nar cuál era el ecosistema original, sino que en elAmazonas hace siglos que el hombre también mo-dificó los ecosistemas y que hay que abandonar la

EHRL1CH,P., R., HOLOREN, J. P y Hola, R. W: La Ecosferay el Hombre preindustrial. El Hombre y la Ecosfera. ScientificAmerican. Ed. Blume, Madrid, 1975, 341 pp.

1" Congreso Internacional sobre el Paisaje Mediterráneo(Montpellier, 14 al 16 de junio de 1993).

Novas, A (Ed.): E/ Sector Forestal y la CEE. ICONA, Madrid,1989, 387 pp.

idea de que existe una naturaleza virgen que hayque preservar, porque no es así? Para empezar,tenemos que preguntarnos qué hacemos con lapoblación local. Nosotros, la especie humana, noestamos fuera de la naturaleza, estamos dentro.El hombre debe volver a aprender a interactuarcon la naturaleza'.

ALTERNATIVAS A

LOS CAMBIOS DE USO DEL SUELO

A tenor de estas cuestiones, se comprenden lasllamadas de atención de organismos nacionalese internacionales en relación con las lagunas deconocimiento existentes sobre los elementosque se ven afectados por el abandono agrario, ysobre la escasa atención que recibe la búsquedade alternativas a ese componente del CambioGlobal que son los cambios de uso del suelo.

En este contexto se mueven hoy los retos de lasnuevas" ingenierías rurales, y debería moverse

una parte importante de la política de I+D. Asíque, quizá, no esté de más recordar algunas delas cosas que aprendimos en la Universidad (e,incluso, enseñamos como profesores) hace 35 ó40 arios. Entonces muchos de nosotros, muchosde los que hoy trabajamos o tomamos decisionesen el ámbito de las ciencias de la vida o de lanaturaleza, las teníamos muy claras: era la ideo-logía profesional dominante, eso que —más deuna vez— llamamos ciencia l°. R. Merton Love,presidente del Departamento de Agronomía yMontes de la Universidad de Davis —una univer-sidad de referencia, tan afamada entonces comolo sigue siendo hoy—lo dejó claramente escrito":"El hombre se encuentra tan sólo en la antesala dela inmensa exploración que debe realizar para mol-dear la naturaleza a la medida de sus necesidades,pero no creemos que la tarea a efectuar sea, después

LOREAU, M.: Entrevista de J. M. Martí Font al autor, en sucondición de Presidente del Comité Científico de la Conferen-cia Internacional sobre Biodiversidad. (París, 24 a 28 de enerode 2005) Diario EL PAÍS, 30/01/2005.

EL Ro-ro. "A la ideología dominante la llamamos ciencia".Diario EL PAÍS, 21/03/2009." MERTON LOVE, R.: El Paisaje Natural del Oeste de los EstadosUnidos. El Hombre y la Ecosfera. Scientific American. Ed. Blu-me, Madrid, 1975, 341 pp.

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Lo grave esla facilidadcon la quealgunosadultosolvidan, parasu propioprovecho,lo que lamayoría delos niñosconocen ydibujan ensus primeroscuadernos deescuela: unavaca en unprado. Foto:Luis Merino.

Allí donde los desconocidos se saludan

de todo, demasiado complicada. Podemos ser opti-mistas acerca de nuestra habilidad para hacerlo, sitenemos en cuenta lo que hemos conseguido en laagricultura".

Estas convicciones formaron parte de muchosde nosotros, durante demasiado tiempo. Yno porque no se alzasen voces críticas en sumomento. De hecho, los propios editores dellibro las desautorizan en el preámbulo quelas precede: la equivocación fundamental que seadvierte a través del artículo de Love —dicen loseditores- parece ser la confusión entre calidad yrendimiento, y más específicamente, la creencia deque incrementar lo último, por cualquier método,es "mejorar la Naturaleza". Pero es difícil des-embarazarse de ese tipo de optimismos "reve-lados" cuando uno tiene pocos arios, y cuandola antesala en la que se encuentra es la de susprimeros trabajos profesionales. No digamos siademás aspira a ser un hombre "moderno", unatarea que —le dicen— después de todo, no es dema-siado complicada.

Hoy en cambio, y cada vez con más fuerza,una parte importante de las convicciones cami-

ÉtitulMamtla Hl Septiembre 2009

nan en la dirección que —también en aquellosarios— marcaban ya muchos ecólogos. Ehrlichu,por ejemplo, lo dice en pocas palabras: Nuestrahabilidad para alterar el planeta ya ha sido debi-damente comprobada. Nos encontramos ahora antela oportunidad de reorientar esta habilidad haciala tarea de gestionar las fuentes de la vida, y dehacerlo sobre una base sostenible que combine dosimperativos: desarrollo y conservación.

Es fácil citar otros autores contemporáneos enesta línea, empleando todos palabras semejan-tes. Pero sería irreal pensar que las ideas deLove no tienen herederos. En el trasfondo desus pensamientos late aún hoy como lo hacíaen los arios 70, como probablemente no hadejado de hacerlo nunca, la convicción de queDios, la naturaleza, o la vida (según las creen-cias de cada cual) puso los recursos del planetaa nuestro alcance para que nos sirviéramos deellos, a nuestro provecho. Y sería igualmenteerrado suponer que los paradigmas de la Revo-lución Verde murieron ya. Ahí tenemos, revela-

EHRLICH. P: La Evolución. Atlas Gata de la Gestión del Plane-ta. Ed. Blume, 1987, 272 pp.

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dora por sí misma, la enfermedad Creutzfeldt-Jakob, más conocida como variante humanadel mal de las "vacas locas". Pues lo grave noes sólo que, ario tras ario, sigamos asistiendo algoteo de muertes de una enfermedad aún nocontrolada, sino que todavía, de vez en cuando,se oiga decir que "después de todo no fuerontantos los muertos como se decían". Lo grave esla facilidad con la que algunos adultos olvidan,para su propio provecho, lo que la mayoría delos niños conocen y dibujan en sus primeroscuadernos de escuela: una vaca en un prado. Ycuando una sociedad de adultos olvida o sub-estima lo que un niño de muy pocos arios yasabe: que la vaca es un herbívoro, el verdaderointerrogante ya no es cuántas muertes seguiránsumándose a este goteo; lo peor es preguntarse¿cuál va a ser la siguiente historia? Una historiade la que, por cierto, ya no sólo son protago-nistas determinados sectores industriales pocoescrupulosos, sino una parte nada irrelevan-te de la llamada investigación puntera. ComoMargulis y Sagan i3 advierten con lucidez, eldarwinismo puede haber destruido la deidad an-tropomórfica de la religión tradicional, pero envez de hacernos sentir humildes, al considerarnoshermanos de las demás formas de vida, despertónuestra avidez por ocupar el lugar que Dios habíadesempeñado hasta entonces. Hasta tal punto nosconsideramos semidioses, que llegamos a creer queestamos tomando el mando de la evolución al po-der manipular el ADN, fuente de vida, y dirigirlosegún nuestros designios.

POR UNA SILVICULTURADIVERSIFICADA

Pero semidioses y todo, estamos llegando tar-de a muchas cosas: lo hemos estado haciendodurante demasiado tiempo en favor de unaconservación que ha subestimado que nues-tros ecosistemas son agrosistemas, y que desus mejores ejemplos de gestión tradicionalproceden "nuestros" paisajes, y casi todos"nuestros" espacios naturales protegidos. Lo

" MARGULIS, L. y SAGAN, D.: Microcosmos, Ed. Tusquets, 1995.317 pp.

hemos estado haciendo en los ámbitos agra-rios, que han primado, como moderno, lo in-tensivo, dotándole de marchamos de excelen-cia que parecen inmunes a las consecuenciasde los errores cometidos. Pero también, quesigamos llegando tarde a muchos de nuestrospropios retos, obedece a las pretensiones uni-versalistas que alimenta el credencialismo do-minante en I+D.

La investigación forestal —por ejemplo, y destá-quese esto de una vez por todas—, cuando atien-de a la gestión de espacios de manejo extensivo,no es una disciplina universal en ningún lugardel mundo, y los son todavía menos, menos"universales", los modelos de desarrollo y degestión que resultan aplicables en cada caso.Una parte importante de los fracasos de la po-lítica forestal española han tenido su origen enlas inconsistentes credenciales de "universali-dad" que, a modo de pensamiento único, se hanquerido imponer a su pilar básico: la silvicultu-ra. Esto ha acarreado la subestimación de mu-chos problemas que nos son propios, que noscompeten, y que nadie vendrá a resolver pornosotros. La silvicultura de gimnospermas, porejemplo, tomada de las escuelas centroeuropeasy encumbrada por nosotros como credencial dereferencia, no sólo olvidó que un bosque está muylejos de ser una masa regular y compacta de árbo-les iguales, monótona y amorfa, como puede ser uncampo de trigo; el bosque es una población vegetal,no un ejército de árboles, como nos recuerda S.González Alonso, citando a Ceballos H , sino queen la mayor parte de nuestro territorio, de loque estamos hablando es de agrosistemas me-diterráneos. Y hablar de lo mediterráneo es ha-cerlo de un mosaico de condiciones naturalescuya trabazón histórica con las prácticas ruralesha conducido a un mosaico cultural de agrono-mías mediterráneas ampliamente integradas enel paisaje15.

14 CEBALLOS, L.: Tres coníferas mediterráneas de estado progresi-vo. Discurso de inauguración de la ETSIM en la Ciudad Uni-versitaria de Madrid, 1945. Ver también GONZALEZ-ALONSO, S.

30 Años del Comité de Ingeniería y Desarrollo Sostenible. CIDES(http://www.wmake r. nethies/E1-Comite -de-Ingenie ria -y -De-sarrollo-Sostenible-publica-un-Libro-Virtual_a99.html), 2008" MONTSERRAT, E y FILLAT, F.: The systems of grassland ma-nagenent is Spain. Manager Grasslands. Elsevier, Ámsterdam,

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Más de 50 municip oles fueron objeto de deelar illeade Zonas de Agricultura de Montaña. Se iniciaron con ello las ayudas y

:subvenciones dirigidas a fomentar la reconversión de los sistemas "menoscompetitivos" y, generalizadamente, se potenció el abandono rural. Muchastierras, que durante siglos fueron modeladas por la actividad del hombre,han ido quedando abandonadas a su suerte. Muchas han sido objeto depolíticas de forestación de tierras agrícolas, pero la mayoría, simplemente,se han ido llenando de monte", tras el abandono

Allí donde los desconocidos se saludan

La mejor gestión —nos dice Pedro Montserrat'' —es la que usa correctamente cada estructura, siem-

pre con unas acciones realizadas en el momento y

lugar precisos. Y lo mismo hace Begoña Abella-nas" cuando subraya la necesidad de aplicaruna se/vicultura diversificada, adaptada a las con-diciones particulares de cada lugar y momento.Es decir, circunstancias locales tan variadas ycomplejas en lugares y momentos que las técni-

cas de gestión no pueden ser reducidas a un mero

manual de procedimientos. Es más —concluye estaautora— la adaptación de las técnicas a las condi-

ciones reales, en cada caso, es una de las tareas bá-

sicas del selvicultor

Hoy, los manifiestos cambios de nuestro entor-no rural deberían llevarnos a cambios muy sig-nificativos en los planteamientos políticos, agra-rios y medioambientales, con los que abordarlas nuevas circunstancias. Es esperanzador, sinduda, que gran parte de estos replanteamientosestén detrás de leyes como la reciente Ley deDesarrollo Rural ls , detrás de la reformulaciónde muchas competencias del Estado e, incluso,detrás de la creación de un nuevo ministerio

1990, pp. 37-70.16 MONTSERRAT, P.: La Cultura que hace Paisaje. Ed. La Fertilidadde la Tierra, 2009, 239 pp.

ABELLANAS, B.: La silvicultura: herramienta básica de gestiónde los montes. Ambienta, 87, Madrid, 2009, pp 25-34.' 8 Ley 45/2007. Ley para el desarrollo sostenible del mediorural (BOE 299 de 14/12/2007).

tiaC" 001 Septiembre 2009

"agroambiental". Pero todo ello debería verseacompañado de cambios científicos igualmen-te significativos, que apoyasen este tipo de re-visiones de la gestión-conservación de nuestroentorno. Nunca dispondremos de una buenainvestigación aplicada, ajustada a la escala y ca-racterísticas de nuestros propios problemas, sinuna paralela investigación básica, ligada a lasespecificidades de los mismos y a las condicio-nes socioeconómicas de cada momento, puestambién en eso, nuestro contexto territorial haestado cambiando mucho.

En 1985 España firmó el tratado de adhesióna la Comunidad Europea, y más de un 63%de su "Superficie Agrícola Útil" recibió la ca-lificación de zonas desfavorecidas ig . Más de2.850 municipios españoles fueron objeto dedeclaración específica de Zonas de Agriculturade Montaña". Se iniciaron con ello las ayudasy subvenciones dirigidas a fomentar la recon-versión de los sistemas "menos competitivos"y, generalizadamente, se potenció el abandonorural. Muchas tierras, que durante siglos fueronmodeladas por la actividad del hombre, han idoquedando abandonadas a su suerte. Muchas hansido objeto de políticas de forestación de tierras

1 ° Véase Aplicaciones de la PAC en España. SGT. Ministerio deAgricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), 1990, 355 pp." Véase La Política Socioestructural en Zonas de Agricultura deMontaña y en la CEE. 1987, MAPA,178 pp.

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Las normativas europeas de la PAC adviertan que nose puede conservar /a cubierta vegetal, y la naturalezaen su conjunto, sin la presencia de una poblaciónsuficiente en medio rural, con un nivel acomodado deservicios e ingresos. Foto: Roberto Anguita

agrícolas, pero la mayoría, simplemente, se hanido "llenando de monte", tras el abandono. Sediría —como advierte John Bergern— que los quehicieron los planes económicos de la CEE previeronla eliminación sistemática del campesinado euro-peo, aunque por razones de orden político no usenla palabra eliminación, sino la de modernidad.

RECONVERSIÓN DE ESPACIOS RURALES

Cinco grandes temas parecen centrar hoy laatención sobre nuestros espacios rurales en re-conversión: Forestación (con un fuerte énfasisen la repoblación de tierras agrícolas abandona-das); Ganadería extensiva '(con atención impor-tante sobre el patrimonio genético de nuestrasrazas autóctona, producción de alimentos sanosy productos con denominación de origen); Agri-cultura sostenible (respetuosa con el medio am-

21 j.: Puerca Tierra. Ed. Alfaguara. 1989. 279

PP.

biente y ajustada a la capacidad de explotaciónde los recursos); Conservación de la Naturaleza; yOcio (abarcando, ambas consideraciones, aspec-tos intangibles de calidad de vida). Pero todoello implica, como decimos, una complejidadde actuaciones que requieren una perspectivainterdisciplinar explícitamente comprometida.Es decir, como deja muy claro Jaime Terradas":el camino hacia la sostenibilidad requiere la cons-trucción de nuevas aproximaciones científicas en lasque se franqueen los muros que separan a muchasdisciplinas. (. ..) De lo que se trata es de acoplar losprincipios de la investigación sobre sistemas ecoló-gicos y sistemas humanos con la gestión del ambien-te, y ello significa aunar los esfuerzos de ecólogos,economistas, filósofos, sociólogos y gestores, entreotros. En definitiva, en sus propias palabras, unenorme esfuerzo de interacción entre ciencias queactualmente se ignoran.

¿Qué hacer en relación con este estado de co-sas? Al menos, deberíamos comprender que:

1°) Nuestros trabajos, estudios y decisionesafectan a sistemas seminaturales fuertemen-te ligados a las actividades humanas; de talmanera que, si el hombre formó parte de lasluces y de las sombras que acompañaron ala gestión y conservación de nuestros territo-rios y recursos, el hombre deberá seguir for-mando parte de las soluciones y alternativasque decidamos desarrollar y transmitir sos-teniblemente a las generaciones venideras.

2°) Las recetas universales sólo valen para losacercamientos globales a nuestros proble-mas, y que todo auténtico compromiso detransferencia requiere ajustar las respuestas alas características de cada realidad concreta:piensa globalmente, pero actúa localmente, diceun conocido lema ecologista.

30) Comprender que poco será lo que se puedahacer al respecto sin una apuesta seria en

" l'ERRAD" J.: Reflexiones para una transición: del estado delbienestar al futuro. Homenaje al Dr Angel Ramos Fernández(1926-1998). Ed. Real Academia de Ciencias Exactas, Físicasy Naturales; Academia de Ingeniería; y ETSIM, Madrid, 1999,pp. 253-271.

diiiibt1~.1 88 / Septiembre 2009

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políticas de I+D igualmente comprometidascon nuestra realidad más inmediata, aunqueel localismo de las investigaciones siga vién-dose penalizado por su reducida proyecciónuniversal.

EL ABANDONO AGRARIO

Hoy por hoy, nuestra valoración al respectoes negativa, pues entendemos que en estos re-planteamientos apenas hemos ido más allá delterreno de las palabras, y que nuestras institu-ciones más directamente concernidas por lasconsecuencias del cambio global apenas reac-cionan. Es muy relevante, por ejemplo, la mo-desta atención que, más allá de la retórica, reci-be el problema del abandono agrario. Ya hemosseñalado cómo, según la estimación oficial delmomento", más del 60% de nuestra superfi-cie agrícola útil (SAU) son zonas que han sidodeclaradas desfavorecidas por la PAC. Esto hatenido un efecto multiplicador en el proceso dedespoblamiento rural que se venía producien-do ya a lo largo del siglo pasado (pujantemen-te en su segunda mitad). Como consecuenciade ello, la estructura del paisaje ha quedadoen una situación cuya evolución es difícil deprever. Los incendios, la perdida de paisajes,de razas ganaderas, o —genéricamente— de di-versidad, son algunas de las manifestacionesmás notables. No obstante, no parece que enel plano de las decisiones que se concretan enel ámbito rural, tales circunstancias comportenninguna preocupación prioritaria por parte delas instituciones concernidas, y pocos son loscasos en los que, de hecho, se habla de alterna-tivas que vayan más allá de fomentar los valoresturísticos, los de ocio, o los de la conservaciónmás estricta; si acaso sólo algo de agriculturaecológica. Eso, y el siempre discutido capítulode las subvenciones y ayudas al campo, un ca-pítulo que ha producido casi tantas controver-sias como las que pretendió solventar.

" Véase "La Política Agraria Común y la Conservación y Re-cuperación de la Cubierta Vegetal", Memorándum de la Presi-dencia del Consejo de Ministros de Agricultura (Luxemburgo,19-20 de junio de 1989). El Sector Forestal y la CEE. 1989.Novas, A. (Ed.) ICONA, Madrid, pp. 383-387.

II I Septiembre 2009

Consecuentemente, la estructura POLIS-AGER-SALTUS-SILVA, que durante mileniossirvió para describir la organización de nues-tro paisaje, aparece hoy casi quebrada por sumitad. Mientras la tecnificación del AGER yla creciente expansión urbanística de la PO-LIS tienden a borrar las fronteras tecnológi-cas entre uno y otro mundo, el SALTUS, laszonas agrícolas de manejo más extensivo, loscampos y las tierras extremas, van quedandoen abandono, en pro de la SILVA, que las vaocupando. Así que podríamos preguntarnos¿cuál es el destino que le espera al espaciorural en abandono? ¿En qué creemos quese convertirá? Y algo que incluso los másreduccionistas de la conservación de la na-turaleza empiezan a comprender es que eseespacio no se va a transformar en un espa-cio natural prístino. En un "bosque clímax".Eso lo evidencian muchos de los problemasde gestión-conservación de los ya declara-dos espacios natura/es protegidos. De modoque las llamadas de atención (nacionales einternacionales) sobre los factores de riesgoque comporta el despoblamiento rural, hacetiempo que pasaron del ámbito del roman-ticismo intelectual, para sumar importantespreocupaciones sobre la manera de afrontarel futuro.

No es extraño así que, al menos en el terreno delas declaraciones,

i) Las normativas europeas de la PAC advier-tan que no se puede conservar la cubierta ve-getal, y la naturaleza en su conjunto, sin lapresencia de una población suficiente en me-dio rural, con un nivel acomodado de serviciose ingresos; o que la actividad económica,en general, y en particular la agraria, de-ben permitir mantener los procesos ecológi-cos esenciales y los sistemas vitales, preservarla diversidad genética y asegurar el aprove-chamiento sostenido de las especies y ecosis-temas, reconociéndoles a los bosques suvalor como espacios de ocio y cultura, comofactores de renta y empleo, y como soporte dela conservación de los recursos naturales y lavida silvestre'.

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ii) El Programa 21/CENUMAD subraye laurgente necesidad de establecer vínculos en-tre los sistemas tradicionales de usos de latierra y las aplicaciones de la ciencia y latecnología24

iii) La Estrategia Forestal Española reconozcaque lo forestal y lo agrario no tienen una cla-ra separación y que sus políticas sectorialesdeben servir al objetivo común de desarrollar elmedio rura125.

iv) Que se destaque que existen referenciassuficientes para promover fórmulas de con-servación en las que no se prescinda de lainfluencia antrópica. Al contrario, la expe-riencia muestra que el anulación de la inter-vención de la población puede ir seguido dela pérdida de las características singularesque hicieron especialmente valiosos ciertosterritorios 26.

En definitiva, preocupaciones sobre aspectoscada vez más interrelacionados, en las fronterasentre lo agrario y lo medioambiental. Fronterasen las que se exigen a la comunidad científica yacadémica cambios significativos sobre su im-plicación en la gestión de los recursos y en lainvestigación de alternativas sostenibles sobresu protección, aprovechamiento, manejo y con-servación.

LA CONCORDIA ENTRE DESARROLLO

Y CONSERVACIÓN

El cuidado de nuestro patrimonio (natural ycultural) será lo que nos identifique ante lasgeneraciones venideras. Probablemente, las de-nominadas sociedades avanzadas, nunca hannecesitado entenderlo con tanta claridad. El en-cuentro de ambos "mundos", el de la naturale-

Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Am-biente y el Desarrollo. Río de Janeiro (Brasil, 3 a 14 de juniode 1992).2 ' Véase Estrategia Forestal Española. TRAGSA, Madrid, 2000,240 pp.26 ALBA, J.: 1993. Parques Nacionales, motor del desarrollorural. E/ Boletín (3), MAPA, pp. 48-53.

za y el de las "culturas" que hubieron de pactarcon ella, permiten imaginar un pasado lleno decompromisos rigurosos con escasos márgenesde error.

En nuestras tierras el hombre ha venido mane-jando el fuego desde hace unos 500.000 arios;en ellas cazó y exterminó a casi todos los grandesherbívoros que dominaban las tierras, como do-cumentan nuestros yacimientos paleontológicos(algunos de ellos entre los más importantes deEuropa); y no hace tanto tiempo que dejó de ha-cerlo (los bisontes de Altamira no tienen muchomás de 15.000 arios). Pero nada de esto volveráa ser recuperado". Nuestro aireado éxito comoespecie pionera, capaz de ocupar casi todos losambientes del planeta, se logró a expensas dedesplazar o eliminar de ellos a gran parte de susprotagonistas naturales. Algunas de nuestrasacciones "perturbadoras" pueden imitar (o re-medar, en parte) el papel que, en los procesosbiológicos de aquellos ecosistemas, desempeña-ban muchos de los animales extintos; y muchasde nuestras especies heliófilas y oportunistas sebenefician todavía hoy de ello. El propio paisajecultural, teselado, se ha llegado a convertir enuna relevante "seña de identidad" cultural. Lasdehesas, los bardales, los sistemas reticulares,o los mosaicos polivalentes, son ejemplos de laingeniería rural del pasado, que los modernosparadigmas de "sostenibilidad" revalorizan hoySabemos que la gestión sostenible de cada terri-torio no puede subestimar ya las interrelacio-nes que (directa o indirectamente) existen entremuchos de los valores naturales que se deseanproteger y el contexto rural que los enmarca.Esta trabazón, tan característica de nuestro en-torno rural mediterráneo, es la que habremosde asumir en las propuestas de sostenibilidadque identifica los paradigmas de concordia en-tre Desarrollo y Conservación.

John Berger, una vez más, nos hace ver que loscampesinos han sido considerados históricamentetradicionalistas, conservadores. Y, sin embargo, sonlos únicos que tienen la costumbre de convivir con

" Lo del Parque Pleistocénico parece que, de momento, nopasa de ser una ocurrencia.

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Allí donde los desconocidos se saludan

La heterogeneidad es ral, di . idad biológica r á16 aisajístico denuestro medio natural están tan ligados a las prácticas humanas de nuestropasado, que afrontar su gestión y conservación requiere un replanteamientomesurado de la atención política, social, científica y tecnica con la que seabordan sus problemas

los ciclos, con los cambios impuestos por el orden

natural del tiempo28 . Sus rutinas se repiten todos

los arios y, en ocasiones, todos los días. Pero —nosadvierte el autor— de repetición tienen sólo suaspecto formal pues, siempre hay elementos que

han cambiado. Esto les obliga a estar permanen-temente improvisando, y de ello depende susupervivencia.

¿Carecemos los urbanitas de sentidos capacesde mantenernos alerta ante los cambios? Al con-trario, hemos de suponernos descendientes deancestros bien dotados para ello, pues tambiénde ello dependió el éxito de nuestra ocupaciónurbana del territorio. Sin embargo, se diría quelas seguridades sociales, técnicas y políticas delas que nos hemos dotado, e —implícitamente—nuestra autoproclamada y fatuamente asumidapertenencia a la sociedad del riesgo han adorme-cido casi todas nuestras alertas frente a los ries-gos y frente a las consecuencias de los cambiosdel entorno (muchos de ellos inducidos pornosotros mismo). Hasta en el control guberna-mental de la meteorología parece que preferi-mos delegar nuestras responsabilidades: "piove,

porco goberno".

No obstante, no todo es atribuible a nuestrainsensibilidad (¿facultativa?). Los prejuicios ylas medias verdades limitan también la percep-ción de las cosas. Hoy, como hace más de cienarios, los creacionistas siguen ahí oponiendosu resistencia a las teorías que intentan expli-

" BERGER, J. Siempre Bienvenidos. Ed. Huerga y Fierro, S.L.2004. 300 pp.

dualk~ 11 I Septiembre 21100

car los cambios evolutivos. Internet está llenode sus proclamas de fe, y podemos asistir, entreatónitos y aburridos, a episodios notables (enpaíses notables), en los que las leyes y la reli-gión continúan anatemizando toda oposicióna la permanencia de las especies. Ellas —dicen—están ahí tal como Dios las creó. Pero no sonmucho más estimulantes los planteamientos dequienes persiguen el regreso al paraíso. Se diríaque la creencia en "paraísos", asalta por igual alos más extremados de unos y de otros. Unosadvirtiéndonos que cuanto nos rodea, aunquelo hayamos mistificado, son los restos del Edén:son sus plantas y sus animales, tal como siem-pre estuvieron para nuestro disfrute. Los otrosconvencidos de que está en nuestras manos larecuperación del paraíso en cuanto dejemos"tranquila" a la naturaleza: sólo nos incumbe serbuenos jardineros.

PENSAR COMO UNA MONTAÑA

En las antípodas de un mensaje superficial,Aldo Leopold, invitaba a "pensar como unamontaña", y —como una montaña— a escuchar

con objetividad el aullido del lobo. No obstante—quizá por su belleza—, creo que este conocidoenfoque de su Una ética de la Tierra29 ha po-dido deslumbrar nuestra manera dé entenderla conservación del entorno natural que nosrodea, muy distinto del de las tierras de Bara-boo (Wisconsin, EEUU), en las que Leopold

29 A. Una ética para la Tierra. Ed. Los libros de la

Catarata. Madrid, 2000. 159 pp.

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trabajó y murió. Nuestras montañas no son lassuyas; no lo es su historia, y no lo son sus acto-res humanos, que por aquí llevan, modificán-dolo casi todo, desde hace cerca de un millóny medio de años'''. Es oportuno recordar que,frente a estas cifras temporales, las industriasClovis, que marcan la primera llegada de hu-manos a las tierras de Norteamérica, apenasalcanza los 13.000 arios. Y estas son diferen-cias relevantes para comprender el peso delhombre en el territorio y para darnos cuentaque ninguno de nuestros espacios protegidosse puede gestionar como si fuese Yellowstone(cosa que —por momentos— se soñó). La he-terogeneidad estructural, diversidad biológicay valor paisajístico de nuestro medio naturalestán tan ligados a las prácticas humanas denuestro pasado, que afrontar su gestión y con-servación requiere un replanteamiento mesu-rado de la atención política, social, científica ytécnica con la que se abordan sus problemas.Una atención mucho más comprometida consus circunstancias que la que habitualmen-te ha recibido desde concepciones y modelosglobales. Como dice Leopold, el problema quetenemos es de actitudes y herramientas. Estamosremodelando la Alhambra con una excavadora, ytodavía nos sentimos orgullosos de lo finos que so-mos al medir Es muy difícil renunciar a la excava-dora que, después de todo, tiene muchos aspectospositivos, pero necesitamos criterios más delicadosy objetivos para su utilización provechosa.

Cambios de actitudes y herramientas que vuel-ven a poner de relieve la necesidad de facilitarlas alianzas entre lo urbano y lo rural. Necesi-tamos proveemos de un nuevo contexto de ideas—destaca Izquierdo— para promover una orien-tación de desarrollo local y regional de la agricul-tura que sea diferente del pasado preindustrial eindustria/ y que sirva para relacionar sin friccionesla ciudad y el campo. Y que sirva también paraproyectarnos hacia el futuro desde la base de la in-formación acumulada en forma de patrimonio ennuestra historia y en nuestra geografía. A esa formade pensar la hemos llamado la "perspectiva agro-politana". Estas reflexiones de Jaime Izquierdo'

3° AGUIRRE, E.: Horno Hispánico. Ed. Espasa, 2008, 389 pp.

son una buena manera de ir concluyendo esteartículo, pues recogen muy bien una parte sig-nificativa de los actuales retos. El hombre debevolver a aprender a interactuar con la naturaleza,decía (recordémoslo), Michel Loreau9 . Y JaimeTerradas", lo completa admirablemente: es evi-dente —dice- que debemos convertir la atención alentorno en algo con un alto nivel de prioridad entrenuestros valores.

Las empresas inteligentes —nos hace ver JoséAntonio Marinara— consiguen que un grupo depersonas, tal vez no extraordinarias, alcancenresultados extraordinarios gracias al modo enque colaboran. Y esto es lo que nos enseñantambién los mejores ejemplos de las culturascampesinas, pues las agrupaciones inteligentes—continúa este autor— captan mejor la infor-mación, es decir, se ajustan mejor a la realidad,perciben antes los problemas, inventan solucioneseficaces y las ponen en práctica. Pedro Montse-rrat nos habla constantemente, a lo largo de suobra, sobre la importancia de la "comunidad".Hoy no existen tantas limitaciones técnicas comoantes había, pero se subestima la importancia decontar con una colectividad rural culturizada. Sinembargo, es sobre dicha base cultural auténticadonde mejor se asimilan las nuevas tecnologíasmejoradoras. Ahí, validadas en el contexto cultu-ral que las hace eficaces, es donde pueden crecerlas nuevas propuestas, extenderse los ejemplosque arrastren, surgir los hábitos más útiles y per-cibirse la implicación de cada comunidad en lassoluciones de "su" tierra32

La historia de la pastilla de jabón, de la que noshablaba Pío Font Quer2 , es una buena metáfo-ra sobre la escasa atención que le prestamos amuchos recursos que se dilapidan ante nuestrosojos sin sentirnos cómplices de ellos (siempreson otros los que lo hacen). Y mucho menosconcernidos nos sentimos si los mecanismosasistenciales de la empresa (del Estado) minimi-zan toda serial de coste y de riesgo. Muy distinto

MARINA, JA.: La inteligencia fracasada, teoría y práctica de laestupidez. Ed. Anagrama. 2004. 175 pp.

Montserrat, P, Zoritra, E. y González-Rebollar, J. L.: A modode Epílogo. Pastos, Desarrollo y Conservación). Consejería deAgricultura. Junta de Andalucía, 2003. pp. 813-816.

BO tutp.~ 88 Septiembre 2009

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Aldo Leopold,invitaba a"pensar comouna montaña','

• y -como unamontaña- aescuchar conobjetividadel aullido dellobo. Foto:Alvaro López.Cañada Real.

Allí donde los desconocidos se saludan

sería el relato en el ámbito privado de cualquierade los lavabistas (como él les llama) que describeFont Quer. En ese ámbito, en el de la casa pro-pia, los costos y los riesgos se perciben sin amba-ges. Y esa es la parte que —parece— no percibimoslos beneficiarios (?) de la sociedad del riesgo. Consus falsas seguridades han desaparecido muchosrecursos culturales de empatía, complicidad yrespeto que, quienes nos precedieron, sabedoresde que los riesgos casi siempre son compartidos,fueron incorporando a sus formas de comuni-cación, incluso las que parecerían "de oficio" lodemuestran. Una de ellas es el saludo, que cree-mos desprovisto de significado funcional algu-no. "Buenos días...", "Con Dios..." .

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D. _Juan Ruiz de la Torre, catedrático de Botá-nica de la Escuela de Ingenieros de Montes deMadrid, nos enseriaba a sus alumnos un pro-cedimiento prácticamente infalible para dis-tinguir dónde comenzaba el campo: El campo—nos decía— comienza allí donde los desconocidosse saludan. Cuantos hemos dedicado gran partede nuestra vida profesional a trabajar en el me-dio rural sabemos que este aforismo ha estadovigente durante siglos, hasta hace muy poco.Pero hoy ya no nos sirve para valorar si quiense cruza con nosotros se sabe en el campo o no.Quizás el campo ya no empiece donde lo hacíaantes. Pero seguramente esa no es la verdaderarazón. +

el

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Nuestra flora silvestre e inclusonuestras especies amenazadascomo ésta de Rosmannuseriocalyx (Venta de los Yesos,Almería) representan en muchasocasiones no sólo un objetivo deconservación sino un potencialfitogenético que debe seradministrado.

62 ambie 88/ Septiembre 2009