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1 X Foro Ministerial para el Desarrollo en América Latina y el Caribe Alianzas para la reducción de las desigualdades estructurales en el marco de los ODS Ciudad de Panamá, 12 y 13 de septiembre de 2018 Documento para el debate: Sistemas de protección social universal en la región: ¿realidad o mito? 1 1 Este documento fue elaborado por Guillermina Martín, Iván González Alba y Jessica Suárez, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), para ser presentado en el X Foro Ministerial para el Desarrollo en América Latina y el Caribe: “Alianzas para la reducción de las desigualdades estructurales en el marco de los ODS”, que se celebrará en la Ciudad de Panamá los días 12 y 13 de septiembre de 2018.

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X Foro Ministerial para el Desarrollo en América Latina y el Caribe

Alianzas para la reducción de las desigualdades estructurales

en el marco de los ODS

Ciudad de Panamá, 12 y 13 de septiembre de 2018

Documento para el debate: Sistemas de protección social universal en la región:

¿realidad o mito?1

1 Este documento fue elaborado por Guillermina Martín, Iván González Alba y Jessica Suárez, del Programa

de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), para ser presentado en el X Foro Ministerial para el

Desarrollo en América Latina y el Caribe: “Alianzas para la reducción de las desigualdades estructurales en el

marco de los ODS”, que se celebrará en la Ciudad de Panamá los días 12 y 13 de septiembre de 2018.

2

Índice

Índice ...................................................................................................................................... 2

Introducción ............................................................................................................................ 3

1 La Agenda 2030 y la protección social ............................................................................... 4

2 Estado de situación de los sistemas de protección social en la región .............................. 14

3 Políticas para no perder lo ganado: el derecho a la protección social universal................ 18

4 Los cuidados en el centro del debate sobre la protección social, el mercado laboral y el

desarrollo sostenible ............................................................................................................. 23

5 La desigualdad y la importancia de la desagregación de los datos ................................... 26

6 Desafíos y temas a considerar ........................................................................................... 31

Bibliografía ........................................................................................................................... 36

3

Introducción

Durante el Foro Ministerial de 2016 se debatió la pertinencia de una mirada multidimensional

y de un replanteamiento de las políticas públicas que permitiese no solo centrarse en el eje

ascendente, sino también mantener los logros y prevenir recaídas en la pobreza. Así, con base

en los hallazgos del Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el

Caribe de 2016 (PNUD, 2016a), se identificaron una serie de factores fundamentales para

reducir la vulnerabilidad.

Este documento, que forma parte de los insumos elaborados para debatir en el marco

del X Foro Ministerial para el Desarrollo en América Latina y el Caribe, tiene por objeto

profundizar en uno de los factores cuya relevancia han constatado la totalidad de los

gobiernos de la región: los sistemas de protección social universal.

Las limitaciones de los sistemas contributivos de protección social en la región se

reflejan en una serie de indicadores como, por ejemplo, los relativos a la transición

demográfica —como resultado de la cual tiende a desequilibrarse la proporción entre la

población activa y la población dependiente (es decir, las personas menores de edad y las

personas mayores)—, o los relativos al significativo sector informal que caracteriza a muchos

de los mercados laborales de la región. Una buena porción de la población depende de

sistemas no contributivos para paliar la pobreza y compensar las exclusiones del mercado

laboral.

Como resultado de lo anterior, con vistas a promover el bienestar multidimensional

de los estratos vulnerables y excluidos de la población, se ha recomendado el establecimiento

de pisos de protección social en todas las etapas del ciclo de vida, con carácter universal

(PNUD, 2016a). Además, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)

señala que las políticas de cuidado son esenciales para asegurar la sostenibilidad de los logros

sociales, e imprescindibles para alcanzar el progreso multidimensional al que aspiran las

sociedades en el marco de su rápida evolución, que conlleva nuevas necesidades en materia

de cuidados (PNUD, 2016a).

Las legislaciones laborales nacionales, en términos generales, dan por sentado que,

pasado el período inicial, los cuidados constituyen básicamente un asunto privado y familiar.

Las medidas tienden a enfocarse en la protección de la maternidad, sin abordar otras

responsabilidades familiares (OIT y PNUD, 2009).

Una de las vías que permiten aliviar las tensiones que se producen entre el trabajo

remunerado y la familia consiste en el reconocimiento del derecho a disponer de tiempo para

cuidar. Si bien esta solución sigue teniendo un sesgo familístico y en general refuerza el rol

de cuidadoras de las mujeres, las licencias vinculadas con la maternidad o la lactancia, o con

el cuidado de hijas e hijos o de otras personas durante una enfermedad, tienden a atenuar los

efectos de la superposición entre las exigencias del trabajo remunerado y las exigencias del

4

trabajo no remunerado. En una región que cuenta con un sector informal muy amplio, cabe

tener en cuenta que estos instrumentos solo se implementan en el trabajo formal, lo que

genera una “brecha de ejecución” que limita significativamente su cobertura y margina a una

parte de la población en lo que se refiere al ejercicio de estos derechos.

Así, la mesa será un espacio para reflexionar y compartir experiencias en materia de

política pública, desde un enfoque que contemple el ciclo de vida y que se oriente a la

generación y la coordinación de acciones, desde lo público y lo privado, que tomen en

consideración las necesidades, las condiciones y las particularidades de los grupos

poblacionales más vulnerables. La tarea ha de anclarse en la realidad de los territorios

específicos, y su objeto ha de ser el de promover la inclusión desde una mirada que contemple

la igualdad de género, étnica, cultural y social, y que reconozca, además, las necesidades

diferenciadas de la niñez, las juventudes y las personas mayores.

1 La Agenda 2030 y la protección social

La Agenda 2030 reconoce que el desarrollo debe llevarse a cabo de manera equilibrada e

integral en lo que respecta al progreso económico, social y ambiental. Esta Agenda

transformacional y universal tiene como objetivo acabar con la pobreza y luchar contra la

desigualdad; garantizar una vida sana; construir economías prósperas, integradoras y

resilientes, y proteger, al mismo tiempo, los recursos naturales —tanto su cantidad como su

calidad— para garantizar la sostenibilidad y el bienestar de las generaciones presentes y

futuras.

La transición hacia una sociedad más incluyente y sostenible en América Latina y el

Caribe requiere la adopción de un nuevo paradigma de desarrollo, que debe basarse en la

aplicación de un enfoque integrado que permita alinear las políticas sociales, económicas y

ambientales; coordinar las políticas sectoriales e intersectoriales, y maximizar las sinergias

entre sectores y objetivos diversos para lograr resultados sostenibles. En ese marco, la

Agenda 2030, conformada por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas,

reconoce que el camino hacia el desarrollo sostenible es un proceso multidimensional en que

deben balancearse la dimensión social, la económica y la ambiental. Por ello, la Agenda ha

sido diseñada integralmente, de tal forma que no sea susceptible de ser subdividida.

El alcance universal de la Agenda 2030 conlleva la existencia de responsabilidades

compartidas por todos los países, independientemente de sus niveles de ingreso y de su

situación en materia de desarrollo. Y las acciones requeridas para lograr las metas

establecidas en la Agenda corresponden a todos los actores estatales, pero también suponen

necesariamente la participación del sector privado y la sociedad civil, así como de la

comunidad científica y académica. Además, la Agenda 2030 se aplica con carácter

5

permanente y en todos los países y contextos. Esto, lejos de significar uniformidad, supone

diferenciación, aplicándose el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas.

El segundo principio de la Agenda 2030 es el de no dejar a nadie atrás, mediante el

cual se busca que los beneficios del progreso lleguen a todas las personas y, muy

especialmente, a aquellas que han sido excluidas o se encuentran en situación de

vulnerabilidad, a fin de responder a sus necesidades específicas. Este principio se basa en la

premisa de que ningún objetivo será logrado a menos que se cumpla para todas las personas.

El progreso debe experimentarse independientemente del nivel de ingreso, o de la presencia

de exclusiones duras que suelen estar ligadas con la condición étnica o racial, el color de piel,

la orientación y la identidad sexual, el género, la presencia de discapacidades físicas o

mentales, la religión, la nacionalidad y la condición de migrante, entre otros factores. Este

principio promueve la generación y el uso de datos locales y desagregados a fin de que sea

posible comprender los desafíos sociales que enfrenta cada comunidad, cada familia y cada

ciudadana y ciudadano; analizar los resultados de las acciones implementadas, y hacer un

adecuado seguimiento de los avances.

La Agenda 2030 se sustenta en la naturaleza interconectada e indivisible de sus 17

ODS. Así, a fin de lograr la integración de las políticas públicas, es preciso equilibrar las

dimensiones del desarrollo social, el crecimiento económico y la protección ambiental. Un

enfoque integrado implica la gestión de las compensaciones (trade-offs) y la maximización

de las sinergias entre los diferentes objetivos. Por ello resulta crucial que todas las entidades

responsables de la consecución de los ODS los aborden en su totalidad, en lugar de

considerarlos como una serie de objetivos individuales entre los que sería posible elegir.

La protección social es reconocida como una herramienta integral para cumplir con

los Objetivos y las metas de esta Agenda ambiciosa, universal e integradora. Al respecto cabe

señalar que, si bien la protección social está implícita en un gran número de metas, está

presente de manera explícita en los siguientes Objetivos y metas de la Agenda: i) en el ODS

1, que consiste en poner fin a la pobreza, y particularmente en su meta 1.3, mediante la cual

los gobiernos se comprometen a poner en práctica sistemas de protección social para

aumentar la cobertura entre las personas más pobres y vulnerables; ii) en el ODS 3, relativo

a la cobertura universal de la salud; iii) en el ODS 5, relativo a la formulación de políticas de

protección social que reconozcan y valoren los cuidados y el trabajo doméstico no

remunerado como un instrumento clave para lograr la igualdad entre los géneros y el

empoderamiento de todas las mujeres y las niñas; iv) en el ODS 8, que consiste en promover

el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible; el empleo pleno y productivo, y

el trabajo decente para todas las personas, y v) en el ODS 10, referido a la reducción de las

desigualdades, y particularmente en su meta 10.4, que establece la necesidad de adoptar

políticas fiscales, salariales y de protección social a fin de contribuir a la reducción de la

desigualdad en los países y entre ellos.

6

Cuadro 1: Objetivos, metas e indicadores de la Agenda 2030 relativos a la protección

social universal

Objetivo Meta Indicador

1.3 Implementar a nivel

nacional sistemas y medidas

apropiados de protección

social para todas las personas,

incluidos niveles mínimos, y,

de aquí a 2030, lograr una

amplia cobertura de las

personas pobres y vulnerables.

1.3.1 Proporción de la población

cubierta por niveles mínimos o

sistemas de protección social,

desglosada por sexo, distinguiendo

entre las niñas y los niños, las personas

desempleadas, las personas mayores,

las personas con discapacidad, las

mujeres embarazadas, los recién

nacidos, las víctimas de accidentes de

trabajo, las personas pobres y los

grupos vulnerables.

3.8 Lograr la cobertura

sanitaria universal, incluida la

protección contra los riesgos

financieros, el acceso a

servicios de salud esenciales de

calidad, y el acceso a

medicamentos y vacunas

inocuos, eficaces, asequibles y

de calidad para todas las

personas.

3.8.2 Número de personas con seguro

de salud o cobertura de un sistema de

salud pública por cada 1.000

habitantes.

3.8.1 Cobertura de servicios de salud

esenciales (definida como la cobertura

promedio de servicios esenciales

basados en intervenciones con

trazadores que incluyen la salud

reproductiva, materna, neonatal e

infantil, las enfermedades infecciosas,

las enfermedades no transmisibles y la

capacidad de los servicios y el acceso a

ellos, entre la población general y los

más desfavorecidos).

5.4 Reconocer y valorar los

cuidados y el trabajo doméstico

no remunerados mediante

servicios públicos,

infraestructuras y políticas de

5.4.1 Proporción de tiempo dedicado a

quehaceres domésticos y cuidados no

remunerados, desglosada por sexo,

edad y ubicación.

7

protección social, y mediante la

promoción de la

responsabilidad compartida en

el hogar y la familia, según

proceda en cada país.

5.6. Asegurar el acceso

universal a la salud sexual y

reproductiva y los derechos

reproductivos, según lo

acordado de conformidad con el

Programa de Acción de la

Conferencia Internacional sobre

la Población y el Desarrollo, la

Plataforma de Acción de

Beijing y los documentos

finales de sus conferencias de

examen.

5.6.1 Proporción de mujeres de 15 a 49

años que toman sus propias decisiones

informadas con respecto a las

relaciones sexuales, el uso de

anticonceptivos y la atención de la

salud reproductiva.

5.6.2 Número de países con leyes y

reglamentos que garantizan a las

mujeres de 15 a 49 años el acceso a

servicios de salud sexual y

reproductiva y a información y

educación en la materia.

8.5. De aquí a 2030, lograr el

empleo pleno y productivo y el

trabajo decente para todas las

mujeres y los hombres,

incluidas las personas jóvenes y

las personas con discapacidad,

así como la igualdad de

remuneración por trabajo de

igual valor.

8.5.1 Ingreso medio por hora de

mujeres y hombres empleados,

desglosado por ocupación, edad y

personas con discapacidad.

8.5.2 Tasa de desempleo, desglosada

por sexo, edad y personas con

discapacidad.

10.4 Adoptar políticas,

especialmente fiscales,

salariales y de protección

social, y lograr progresivamente

una mayor igualdad.

10.4.1 Proporción laboral del PIB, que

comprende los salarios y las

transferencias de protección social.

Fuente: Elaboración propia con base en Naciones Unidas, Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible [en

línea] https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/.

8

1.1. La protección social y las tres dimensiones del desarrollo sostenible

En general, los programas de protección social han tenido éxito en lo que respecta a contribuir

a reducir la pobreza y a mejorar la seguridad alimentaria, la educación y la salud, y han hecho

una diferencia en cuanto al logro de varios de los ODS, pero los sistemas de protección social

tradicionales han permanecido en gran medida al margen de análisis contextuales más

amplios, y de los shocks sociales, económicos y ambientales.

En muchos países, además, los programas de protección social han perdido

oportunidades de atención y de ampliación por estar limitados en cuanto a su alcance y su

cobertura, y también por contar con una perspectiva altamente sectorial, reflejada en las

competencias de los ministerios de desarrollo social. El diseño de los programas sociales a

menudo no logra contemplar preocupaciones más amplias y a más largo plazo relativas a la

igualdad y la inclusión social, o a los crecientes riesgos y vulnerabilidades que surgen en un

entorno cambiante.

Solo en los últimos años algunos países han realizado cambios significativos en

materia de protección social, que han conducido a la ampliación de la cobertura y de la

calidad de las prestaciones, así como a la consideración de las interrelaciones con otras

dimensiones del desarrollo, como las exclusiones duras, el uso del tiempo, los cuidados y los

riesgos ambientales.

En el documento titulado No dejar a nadie atrás. Manual de protección social para

profesionales, elaborado por el PNUD en 2016, se sugiere que los programas de protección

social pueden desempeñar un papel central y contribuir al logro de las metas relativas a las

tres dimensiones contempladas en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible (PNUD, 2016b).

La protección social es, de hecho, una herramienta clave para la política de desarrollo social.

En el documento mencionado se señala que la protección social ha demostrado ser muy eficaz

para reducir la pobreza, mediante la creación de redes de provisión y seguridad para las

familias de bajos ingresos y vulnerables que tienen que hacer frente a riesgos y shocks de

múltiples tipos. Además, los resultados de estudios más recientes también han señalado la

posibilidad de que la protección social contribuya a reducir las desigualdades. La evidencia

relativa a países de América Latina y el Caribe sugiere que los programas de transferencias

monetarias condicionadas constituyeron un factor que influyó de manera importante en la

disminución de la desigualdad en esos países.

9

Recuadro 1

Protección social y productividad

El manual elaborado por el PNUD señala que la evidencia sugiere que la protección social

contribuye significativamente al crecimiento económico, mejorando el acceso a la atención de la

salud, a la educación y a los ingresos, lo que mejora la productividad, la participación en el mercado

laboral y actividad empresarial, y también actúa como un estabilizador en tiempos de crisis

económica. Durante la desaceleración de la economía, la protección social puede evitar que la

demanda agregada caiga bruscamente, mantener el poder de compra a un nivel mínimo y evitar

que el desempleo erosione la acumulación de capital humano o productivo.

En el Informe Mundial sobre la Protección Social, 2017-2019 elaborado por la OIT se

señala que las políticas de protección social son elementos vitales de las estrategias nacionales de

desarrollo para reducir la pobreza y la vulnerabilidad en el ciclo de vida, y para apoyar el

crecimiento sostenible mediante el aumento de los ingresos familiares, el fomento de la

productividad y el desarrollo humano, el impulso de la demanda interna, y la promoción de la

transformación estructural de la economía y del trabajo decente.

Fuente: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Leaving No One Behind: A Social Protection Primer for Practitioners, Nueva York, 2016 [en línea]

http://www.undp.org/content/undp/en/home/librarypage/poverty-reduction/-leaving-no-one-

behind--a-social-protection-primer-for-practitio.html, y Organización Internacional del Trabajo

(OIT), Informe Mundial sobre la Protección Social, 2017-2019. La protección social universal

para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Ginebra, 2017 [en línea]

http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---

dcomm/documents/publication/wcms_624890.pdf.

La protección social también contribuye de forma significativa al crecimiento

económico, a través de dos canales principales. En primer lugar, mejora el acceso a la

atención sanitaria, la educación y la protección social de los ingresos, y ayuda a garantizar el

potencial productivo de un país, aumentando la participación en el mercado laboral y la

actividad empresarial, al mismo que tiempo en que colabora con la transformación estructural

de la economía mediante la reasignación de recursos económicos en todos los sectores. En

segundo lugar, la protección social actúa como un estabilizador en tiempos de crisis

económica, por medio de la prevención de la demanda agregada, el mantenimiento del poder

adquisitivo a través del salario mínimo y la prevención del desempleo, lo que contribuye a

mantener la acumulación del capital humano y productivo desarrollado por los países.

Además, las transferencias de ingresos, por ejemplo, contribuyen a activar el consumo en las

comunidades y en los hogares, lo que ayuda a mantener la demanda agregada, y, durante las

crisis, promueven la capacidad de recuperación y reducen los riesgos de recaída en la pobreza

y la exclusión social.

10

Cuadro 2

Impacto de la protección social en la nutrición, la salud y la escolaridad

Programa Nutrición Salud Escolaridad

Programa Progresa-

Oportunidades,

México

Ganancia de un

centímetro en

altura, dos años

después del inicio

del programa.

Incremento de las

visitas de atención

médica per cápita en

las comunidades

rurales (las visitas

se duplicaron).

Reducción de un

12% de las

enfermedades entre

las niñas y los

niños.

Mayor inscripción

escolar; menos

repeticiones de

grado y mejor

desempeño escolar;

menores tasas de

abandono escolar, y

tasas de reingreso

escolar más altas

entre quienes habían

abandonado la

escuela,

especialmente en las

zonas rurales.

Programa

Progresando con

Solidaridad,

República

Dominicana2

Reducción de

anemia en un 50%

en niños y niñas

participantes del

programa entre 6 y

35 meses.

Reducción de

sobrepeso durante

el embarazo de las

participantes en un

4%.

Incremento en un

6% del consumo de

hortalizas y

Incremento de la

frecuencia y

oportunidad en la

asistencia a los

controles de

crecimiento y

desarrollo de los

niños menores de 5

años.

Reducción en

4.6%de la

probabilidad de

embarazo en las

adolescentes

integrantes de

Incremento de un

7% en la asistencia

escolar de los

participantes del

programa.

2 CEGA y Universidad de California, Berkeley (2018) Informe de línea media de la Evaluación de Impacto de Progresando con Solidaridad e Informe de Situación de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en la República Dominicana 2017.

11

vegetales en los

hogares

participantes.

familias

participantes.

Bono de Desarrollo

Humano, Ecuador

Aumento de un

25% de los gastos

alimentarios.

Aumento de 10

puntos porcentuales

de la inscripción

escolar de las niñas

y los niños y de las

personas

adolescentes de 6 a

17 años.

Más Familias en

Acción, Colombia

Aumento del

consumo de

alimentos y

vegetales ricos en

proteínas.

Aumento del

porcentaje de niñas

y niños que acuden

a controles de salud.

Disminución de la

proporción de niñas

y niños afectados

por diarrea.

Mejora de un 10%

de la escolaridad

entre las niñas y los

niños y las personas

adolescentes de 12 a

17 años que viven

en áreas rurales, y

de un 5,2% entre esa

población en las

áreas urbanas.

Chile Solidario

Mejora de entre 4 y

6 puntos

porcentuales de la

atención médica

preventiva entre las

niñas y los niños

que viven en áreas

rurales.

Las personas

participantes

informaron que la

matrícula escolar en

la educación

primaria aumentó de

un 7% a un 9%, en

comparación con las

personas que no

participaron del

programa.

Fuente: Elaboración propia con base en Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Leaving

No One Behind: A Social Protection Primer for Practitioners, Nueva York, 2016 [en línea]

http://www.undp.org/content/undp/en/home/librarypage/poverty-reduction/-leaving-no-one-behind--a-social-

protection-primer-for-practitio.html, y A. Barrientos y M. Niño-Zarazúa, Social Transfers and Chronic

Poverty: Objectives, Design, Reach and Impact, Chronic Poverty Research Centre, 2011 [en línea]

12

https://mpra.ub.uni-muenchen.de/30465/1/Barrientos_and_Nino-

Zarazua_2011_Social_Transfers_and_Chronic_Poverty._Objectives_design_reach_and_impact.pdf.

De la misma manera, en el informe del PNUD sobre transiciones de pobreza se señala

que la región se benefició de la acumulación de capacidades y de desarrollo humano a través

de las inversiones orientadas a ampliar la cobertura de la protección social, particularmente,

los servicios de educación y salud, y los esquemas de transferencias monetarias directas y

condicionadas (PNUD, 2017).

Los cambios observados en la región (un descenso de la pobreza y de la pobreza

extrema y un incremento de la clase media) fueron producto de una mejor redistribución. Es

decir, los efectos derivados del crecimiento económico y del mercado laboral, así como los

provenientes de la política social, favorecieron a las poblaciones en situación de pobreza y

de vulnerabilidad, mediante la promoción de una distribución más equitativa de los ingresos

(PNUD, 2017, pág. 5).

En el informe citado se señala que, a partir de 2013, en la región se produjo una

aceleración de la reducción de la pobreza, pero también un aumento de la proporción de

población que vive en situación de vulnerabilidad, que ascendió a casi un 39,4% de la

sociedad latinoamericana y caribeña. En este contexto, se vislumbra un panorama más

desalentador que el de la década pasada. Después de 2013 la región perdió una gran

oportunidad de poner en marcha inversiones y reformas de los sistemas de protección social

que fuesen más allá de la implementación de transferencias monetarias condicionadas, las

cuales, pese a sus resultados positivos, resultaban insuficientes como núcleo de la política

social (PNUD, 2017, pág. 5). Entre otros factores, una mirada acotada de las desigualdades

de género en la construcción de los programas de transferencias monetarias condicionadas

repercutió negativamente en las dinámicas de crecimiento y salida de la pobreza, en la

inclusión de las mujeres en los mercados laborales formales, y en la redistribución de las

cargas que suponen los cuidados. El hecho de no reconocer la desigual distribución del uso

del tiempo entre hombres y mujeres, o el papel central de los cuidados y del trabajo doméstico

no remunerado como algunos de los elementos centrales en el desarrollo de las políticas

sociales, entre otros, dio como resultado que esos programas fuesen perdiendo la capacidad

de generar los impactos esperados en términos de graduación de sus participantes. La omisión

de los patrones de uso del tiempo3 en el análisis de la pobreza y la desigualdad, así como en

el diseño y la evaluación de las políticas públicas, tiene víctimas claras, porque las

privaciones de tiempo no se distribuyen al azar, sino que afectan en mayor medida a los

hogares con niñas y niños pequeños, los hogares con jefatura femenina, las personas que

trabajan en algunos sectores específicos, las personas que son usuarias del transporte público,

y los hogares compuestos por personas que requieren muchas horas de atención, como las

3 A esto responde la necesidad de mantener actualizadas las encuestas sobre uso del tiempo.

13

personas con discapacidad o las personas adultas mayores que dependen de los cuidados de

otras personas.

En el Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe

de 2016 se señala que “para sostener los logros obtenidos e impulsar la consecución de

mayores ganancias sociales es preciso que la política pública asuma un rol que transcienda

[…] la provisión de transferencias directas y de subsidios indirectos y desarticulados,

mediante la implementación de acciones integrales basadas en la responsabilidad fiscal y en

procesos rigurosos de diseño de políticas públicas transversales, cuyas metas se extiendan

más allá de la superación de la pobreza” (PNUD, 2016a, pág. 133).

En el Informe se hace un llamado a repensar, en toda la región, los modelos

productivos, reproductivos y de cuidados, así como los modelos fiscales, de la protección

social y del mercado laboral, con vistas a responder a los nuevos desafíos y a los nuevos

contextos sociales, económicos y ambientales de la región.

Recuadro 2

Protección social e igualdad de género

i) El caso dominicano. En República Dominicana, mediante la elaboración del informe subregional

Combatiendo la desigualdad desde lo básico. Piso de protección social e igualdad de género, el

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Organización Internacional del

Trabajo (OIT) y la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento

de las Mujeres (ONU Mujeres) abogaron por la implementación de pisos nacionales de protección

social como elementos clave para abordar las desigualdades de género. En el informe se enfatizó que

combatir las brechas de género significa eliminar la asignación sistemática del cuidado no

remunerado y del trabajo doméstico a las mujeres. Como resultado de este trabajo y a solicitud del

gobierno, el Gabinete de Coordinación de Políticas Sociales (GCPS) implementó el proyecto Piso de

Protección Social y Género y analizó la inclusión de la dimensión de género en el sistema de

protección social existente, y propuso soluciones y análisis de costos para su implementación junto

con el PNUD, la OIT y ONU Mujeres.

ii) El caso uruguayo. Uruguay es un ejemplo en cuanto a los importantes avances realizados en

materia de protección social sensible al género. En este país se proporcionan transferencias para cada

niña y niño en cada hogar, y se ha trabajado para posicionar a los servicios de atención social como

un complemento fundamental de la protección social, a fin de que las mujeres puedan equilibrar el

trabajo y la vida familiar. El PNUD, en colaboración con otros organismos y con la sociedad civil,

trabajó para generar evidencia sobre el uso del tiempo y contribuyó con la agenda del gobierno sobre

protección social, y la priorización de los servicios de atención dirigidos a la primera infancia, la

discapacidad y la vejez y las políticas dirigidas a las personas cuidadoras. Esto permite la

corresponsabilidad de las tareas del hogar entre hombres y mujeres, un rol activo del Estado en los

cuidados y a las mujeres mejorar su acceso a los mercados laborales. El país también ha logrado

grandes avances en lo que se refiere a la extensión de las prestaciones de desempleo a fin de cubrir a

las trabajadoras doméstica remuneradas, un empleo predominantemente femenino.

iii) El caso salvadoreño. En El Salvador, el PNUD brindó apoyo al gobierno para implementar la

transversalización de género en el sistema universal de protección social, particularmente en el marco

14

del programa Comunidades Solidarias. Como resultado de la transversalización de la perspectiva de

género, se crearon subsidios de educación para madres jóvenes y mujeres embarazadas, se adoptaron

medidas para la prevención de la violencia de género, se otorgó a las mujeres prioridad en la titulación

de tierras y se asignó a las mujeres una cuota del 60% en programas de transferencias condicionadas

monetarias. Además, el país ha desarrollado su Política Nacional de Cuidados, y uno de los

aceleradores definidos en el marco de la Misión MAPS fue “cuidados para todas las personas”.

Fuente: Elaboración propia con base en Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Leaving

No One Behind: A Social Protection Primer for Practitioners, Nueva York, 2016, págs. 29 y 50, y Organización

Internacional del Trabajo, Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de

las Mujeres, y Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (OIT, ONU Mujeres y PNUD), Combatiendo

la desigualdad desde lo básico. Piso de protección social e igualdad de género, San José, Ciudad de México y

Panamá, 2012.

2 Estado de situación de los sistemas de protección social en la región

Los sistemas de seguridad social en América Latina y el Caribe evolucionaron hasta alcanzar

una creciente cobertura de la población de la región frente a los principales riesgos sociales.

Por diversas razones, este avance se dio de forma fragmentada y estratificada, lo que permite

explicar tanto las brechas en materia de coberturas, como las desigualdades relativas al

alcance y la adecuación de sus prestaciones.

En lo que se refiere a la cobertura de la protección social, en la región se produjeron

avances importantes durante la última década. Sin embargo, las diferencias entre subregiones

o las diferencias por sexo, edad y categorías ocupacionales son importantes.

La cobertura contributiva relacionada con el empleo ha pasado del 36,6% al 44,6%

en el período 2005-2015. Sin embargo, este avance se concentra mayoritariamente en los

empleos del sector público (80%) y del sector privado (62,5%). En cambio, la cobertura

contributiva de las y los trabajadores independientes y del trabajo doméstico remunerado

alcanza solamente un 15% y un 26,6%, respectivamente. Cuando los datos relativos a la

cobertura contributiva se analizan de forma desagregada por sexo, se observa que dicha

cobertura mejoró tanto entre los hombres como entre las mujeres. En promedio, la cobertura

correspondiente a las mujeres pasó, en la región, de un 36,1% a un 45,3% en el período 2005-

2015 (OIT, 2018, pág. 17). En lo que se refiere a los hombres, la cobertura pasó de un 36,9%

en 2005 a un 44,2% en 2015 (OIT, 2018, pág. 84).

A nivel subregional, los avances más importantes entre las mujeres se dieron en el

Cono Sur y en los países andinos, donde, en el período 2005-2015, la cobertura pasó de un

44,7% a un 59% y de un 20% a un 29,7%, respectivamente. En Centroamérica, esta

ampliación fue más escasa: la cobertura pasó de un 29,1% a un 31,2% entre 2005 y 2015

(OIT, 2018, págs. 17 y 18).

15

En 2016, en América Latina y el Caribe el 61% de la población tenía acceso a la

cobertura efectiva de al menos un beneficio de la protección social, gracias a la extensión de

los sistemas de protección social que se produjo en las últimas décadas (Naciones Unidas,

2017). Más de dos terceras partes de las niñas y los niños, las mujeres embarazadas, las

madres con recién nacidos y las personas mayores tenían acceso a prestaciones monetarias

en materia de protección social. Sin embargo, en el caso de los beneficios por discapacidad

(un 59% de las personas con discapacidad tenían acceso a cobertura) y por desempleo (un

12% de las personas desempleadas tenían acceso a cobertura) existen diferencias más

pronunciadas (Naciones Unidas, 2017).

Es preciso desarrollar políticas innovadoras de protección social, pues se necesita

establecer una política dirigida a la población que ya no requiere salir de la pobreza, sino

permanecer fuera de ella. El logro de una protección social que comprenda al conjunto de la

sociedad de cada país es urgente por razones de equidad, pues los esquemas existentes

excluyen a quienes no participan del mercado laboral. En 2015, la informalidad en la región

ascendió al 56% de la población ocupada total y representó el 91%, el 77% y el 60% de la

población ocupada que vivía, respectivamente, en situación de pobreza extrema, en situación

de pobreza moderada y en situación de vulnerabilidad. Es necesario que los países de la

región redoblen las acciones dirigidas a reducir los déficits de cobertura, fortalecer los pisos

de protección social y mejorar la calidad de las prestaciones (OIT, 2017a).

Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en los países

de América Latina y el Caribe un 38,6% de la población (241 millones de personas) no

cuenta con ningún tipo de protección social, mientras que un 61,2% accede a prestaciones

cuya protección efectiva es muy baja.

En la mayoría de los casos, las personas que trabajan en el sector informal, las

personas trabajadoras rurales, las personas que trabajan de forma independiente y las

personas trabajadoras domésticas remuneradas están excluidas de la protección o tienen una

cobertura muy baja. Además, el 33,8% de las niñas y los niños de 0 a 14 años carecen de

cobertura (OIT, 2017b).

El 54% de las mujeres de América Latina y el Caribe perciben prestaciones

monetarias por maternidad, proporción que se sitúa por encima del promedio mundial (41%)

(Naciones Unidas, 2017). Sin embargo, se identifican desigualdades importantes entre los

países de la región. En Uruguay, el 100% de las mujeres que trabajan están protegidas,

mientras que en Guatemala y en Paraguay un 85% de las mujeres que trabajan no perciben

prestaciones.

Respecto de la cobertura de las personas mayores, alrededor de un 70% de ellas

perciben efectivamente pensiones por jubilación. Sin embargo, se observan disparidades

entre los países de la región. En México, solo un 25,2% de dicha población recibe este

beneficio; en Perú, la cobertura es del 19%, y en Haití solo 1 de cada 100 personas mayores

16

percibe una pensión. Respecto de las jubilaciones y la cobertura en materia salud, esta pasó

de un 54,5% en 2000 a un 60,8% en 2008. Si se consideran las trabajadoras y los trabajadores

activos, la cobertura aumentó de un 71,5% en 2000 a un 76% en 2008.

En este sentido, uno de los desafíos es la transformación demográfica que transitan

algunos países de la región. Los futuros escenarios posibles señalan que se producirá un

cambio veloz y contundente de las estructuras de edades, que va a afectar la carga y la

organización de los cuidados. En América Latina y el Caribe, el grupo de mujeres y hombres

de 60 años y más aumentó de un 5,7% en la década de 1950 a un 11,2% en 2015, y se espera

que represente un 21% de la población en el año 2040. Por su parte, las personas menores de

15 años pasaron de constituir un 40% de la población en 1950 a conformar un 26% en 2015,

y se espera que representen el 18% en 2040. Es decir, en el mismo período, mientras que la

población de 60 años y más se cuadruplicará, la población menor de 15 años se reducirá a la

mitad. También se espera que, a nivel mundial, la población de 60 años y más supere, en

cuanto a su número, a la población de 15 años y menos hacia el año 2050, y en América

Latina y el Caribe este fenómeno ocurriría antes, entre 2035 y 2040 (Naciones Unidas,

División de Población, 2017).

Este proceso de envejecimiento va acompañado de un aumento de la esperanza de

vida y la longevidad. No toda persona mayor de 60 años es una carga en términos

económicos, y en ese sentido es preciso diferenciar entre las distintas etapas de la vida de las

personas mayores. Más aún, es necesario ampliar la visión sobre las personas mayores y

fortalecer su reconocimiento como sujetos de derechos y sujetos que pueden ser protagonistas

del desarrollo sostenible. A fin de cuentas, esta composición demográfica cambiante de los

países es el resultado del desarrollo, y un triunfo de las políticas públicas en materia de salud,

protección social, ciencia y tecnología, un desarrollo que ha generado, también para las

personas mayores, nuevas oportunidades de contribución en materia económica y social.

Según el Grupo Interagencial y de Expertos sobre los Indicadores de los ODS del

Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNSDG) (UNSDG, 2018), es necesario

referirse especialmente al aumento de la obesidad en cuanto es uno de los principales factores

de riesgo para la salud en América Latina y el Caribe. Su prevalencia incrementa las

probabilidades de padecer diabetes, presión arterial alta, cardiopatías coronarias, accidentes

cerebrovasculares y determinados tipos de cáncer, entre otras enfermedades. La tasa de

obesidad —definida por un índice de masa corporal (IMC) superior a 30 kg/m2, siendo el

IMC igual al peso en kilogramos dividido por el cuadrado de la talla en metros— alcanzó un

26,8% en la región, por lo que duplicó con creces la tasa mundial (12,9%), y la prevalencia

fue más alta entre las mujeres computando 9,6%, que en los varones sumando 24%, de

acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la

Agricultura (FAO). En lo que respecta a la población de niñas y niños menores de 5 años, la

prevalencia ascendió a un 7% según datos de 2017, y entre las personas mayores de 20 años

17

alcanzó un 62,3% (FAO y OPS, 2017). El UNSDG señala que estos datos son preocupantes

para la salud si se piensa en ella en términos de bienestar a lo largo de todo el ciclo de vida.

Los países, además, deben realizar acciones dirigidas a eliminar el hambre y la desnutrición,

y profundizar las políticas que promuevan una alimentación sana, así como el control de las

prácticas de mercadotecnia, del etiquetado de productos alimenticios, y del consumo de

bebidas azucaradas y otros productos procesados que contengan un alto contenido de

calorías, azúcares y grasas.

En conclusión, cuando se analiza el estado de situación de la protección social en la

región se observa que todavía se destina una parte baja del PIB regional a los sistemas de

protección social. En 2015, el promedio simple del gasto en protección social de la región

(sin salud) representó un 4,9% del PIB, y el promedio simple del gasto en salud constituyó

un 3,3% del PIB, mientras que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo

Económico (OCDE) destina en promedio un 14,5% y un 6,2% a estas áreas, respectivamente.

Cabe señalar que la falta de esquemas adecuados de protección social no afecta

exclusivamente a la región de América Latina y el Caribe. La OIT estima que cerca de un

71% de la población mundial no tiene acceso a una protección social adecuada (OIT, 2017a).

Los sectores económicos tradicionalmente informales son los más afectados, por ejemplo,

las personas que se dedican a la agricultura en las zonas rurales. Una protección social

inadecuada exacerba la pobreza que, en el ámbito rural, se suma a problemáticas como la

baja productividad y la ausencia de mercados. La protección social contribuye, por el

contrario, a hacer frente a las vulnerabilidades económicas, políticas, sociales y ambientales

de la población urbana y rural. Con respecto al medio ambiente, cada vez más las políticas

de protección social consideran aspectos ambientales, como se refleja en el índice de

vulnerabilidad ante choques climáticos (IVACC) creado en República Dominicana, cuya

estimación abarca a todo el padrón de participantes de programas sociales del país. Por su

parte, las iniciativas dirigidas a la conservación ambiental y el manejo sostenible de los

recursos naturales tienen un gran potencial para incluir componentes orientados a las

poblaciones de más bajos recursos.

Recuadro 3

El caso brasileño

La estrategia de Brasil para la erradicación de la pobreza, Brasil sem Miséria, lanzada en 2011, está

conformada por 120 acciones públicas dirigidas a 16,3 millones de brasileñas y brasileños

extremadamente pobres. La estrategia se basa en el compromiso asumido por el país mediante la

implementación del programa Bolsa Família, uno de los programas de transferencias condicionadas

más conocidos, dirigido a promover la inclusión social, un mejor acceso a los servicios básicos y el

fortalecimiento de la red de asistencia social. La cobertura del programa se extendió a más de 13

millones de hogares, mediante la transferencia, a las madres, de aproximadamente 17 dólares por mes

18

por cada niña o niño bajo la condición de que estos asistiesen a la escuela y a los servicios de salud.

Según los resultados de un estudio basado en la Encuesta Nacional de Hogares, el programa permitió

explicar un 18% de la reducción de la brecha de pobreza.

En Brasil se destaca también el programa Bolsa Verde, que tiene tres objetivos principales:

i) la conservación del ecosistema y el uso sostenible de los recursos; ii) la mejora de la calidad de

vida de los participantes, y iii) el apoyo, en términos de ingresos, de las personas que viven en

situación de pobreza extrema y que llevan a cabo actividades para la conservación del medio

ambiente. El programa había proporcionado ingresos adicionales a 73.000 familias brasileñas a fines

de 2014. Este programa se dirige principalmente a las comunidades tradicionales e indígenas,

reconociendo el importante papel que desempeñan esas comunidades en la conservación del medio

ambiente.

Fuente: Elaboración propia con base en Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Leaving

No One Behind: A Social Protection Primer for Practitioners, Nueva York, 2016, págs. 16, 40, 46 y 60.

Recuadro 4

Protección social y medio ambiente

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Programa de las Naciones Unidas

para el Medio Ambiente (ONU Medio Ambiente) han recopilado, mediante diversas publicaciones,

las experiencias relativas a la implementación, en la región, de programas de protección social con

componentes ambientales. Varios de los documentos se han desarrollado a través de la Iniciativa sobre

Pobreza y Medio Ambiente (IPMA). Así, cabe mencionar, por ejemplo, la publicación Articulando

la política social y ambiental para el desarrollo sostenible: opciones prácticas en América Latina y

el Caribe (PNUD y ONU Medio Ambiente, 2017a). Uno de los temas que se han investigado es el

uso de las transferencias monetarias condicionadas para la reducción de riesgos y la atención de

desastres (PNUD, 2015; PNUD y ONU Medio Ambiente, 2017b). También se destaca el estudio sobre

la incorporación de variables ambientales en la medición multidimensional de la pobreza, una guía

práctica con ejemplos de América Latina y el Caribe (PNUD y ONU Medio Ambiente, 2018).

Fuente: Elaboración propia.

3 Políticas para no perder lo ganado: el derecho a la protección social universal

En la región de América Latina y el Caribe, y prácticamente en todo el mundo, la necesidad

de planear una nueva arquitectura de las políticas públicas que se base en un enfoque

multidimensional, que rompa con los silos sectoriales y que articule el trabajo entre las

19

diferentes dependencias de gobierno y entre los diferentes órdenes de gobierno es central

para el logro de la Agenda 2030.

Esta nueva arquitectura de las políticas requiere, en primer lugar, construir una agenda

para nivelar el piso, con el objetivo de romper con las exclusiones duras de la región que van

más allá del ingreso. Si bien la región se ha beneficiado de un crecimiento económico

pronunciado que condujo a la disminución de la pobreza, no todas las personas se

beneficiaron de igual manera de ese crecimiento. Existe una serie de exclusiones duras, las

cuales perpetúan discriminaciones e impiden mayores avances en materia de desarrollo

social, aún en presencia de mayores ingresos. Gran parte de la población de la región sufre

un trato desigual independientemente de su nivel de ingresos debido, por ejemplo, a su

condición étnica o racial, el color de su piel, la orientación y la identidad sexual, el género,

el padecimiento de discapacidades físicas o mentales, la religión, la nacionalidad o la

condición de migrante4. En este contexto, las políticas para nivelar el piso consisten en

políticas antidiscriminación, políticas dirigidas al reconocimiento de derechos y políticas de

discriminación positiva.

Diagrama 1

Políticas antidiscriminación

Fuente: Elaboración propia

4 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “Bienestar más allá del ingreso: Toolkit para el

aterrizaje de los ODS a las realidades nacionales”, Unidad 1: “Un enfoque multidimensional para abordar la

Agenda 2030”, curso virtual, 2017.

20

En segundo lugar, es preciso construir una agenda para no perder lo ganado. En la

última década, 72 millones de personas salieron de la pobreza por ingresos en la región. Sin

embargo, hoy 1 de cada 3 de las personas que salieron de la pobreza entre 2003 y 2013 está

en peligro de recaer en ella, en especial aquellas personas que han ingresado al mercado

laboral recientemente, las mujeres, y las trabajadoras y los trabajadores del sector informal.

En la región existen 224 millones de personas cuyos ingresos están por encima de la línea de

la pobreza, pero que aún enfrentan situaciones de vulnerabilidad que van más allá de la falta

de ingresos. Esta población requiere de canastas de resiliencia para evitar la recaída en la

pobreza. Dichas canastas dependen de la creación de políticas públicas innovadoras que

permitan superar las exclusiones duras y transformar las estructuras productivas en unas

verdaderamente sostenibles. La nueva generación de políticas debe incluir: i) políticas de

protección social; ii) acciones afirmativas para cerrar las brechas en el mercado laboral; iii)

políticas de acceso y uso de activos físicos y financieros, y iv) sistemas de cuidado que

garanticen una nueva reorganización de los cuidados entre el Estado, el mercado y las

familias, y que promuevan la corresponsabilidad de los cuidados entre las mujeres y los

hombres (PNUD, 2016a).

Diagrama 2

Políticas antidiscriminación

Fuente: Elaboración propia

21

Al profundizar en una de las dimensiones para evitar la recaída en la pobreza, la

iniciativa del Piso de Protección Social de las Naciones Unidas se dirige a promover, en los

ámbitos nacionales, estrategias que garanticen al conjunto de la población un piso mínimo

de acceso a servicios y a la seguridad del ingreso. La iniciativa se plantea como un punto de

partida sujeto a sucesivas ampliaciones tanto horizontales (para cubrir a más personas), como

verticales (a fin de abarcar más garantías).

Diagrama 3

Sistema de protección social

Fuente: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad

de Género y el Empoderamiento de las Mujeres, y Organización Internacional del Trabajo (PNUD, ONU

Mujeres y OIT), Curso “Piso de protección social y género”, 2014.

En este sentido, las Naciones Unidas proponen abordar las exclusiones duras

mediante la construcción de políticas que nivelen el piso y las condiciones mínimas de la

seguridad social, de manera que todas las personas disfruten de los mismos derechos y las

mismas oportunidades sociales y económicas. Los pisos de protección social son un

elemento indispensable para la superación de las desigualdades sociales y de la pobreza,

además de que contribuyen a la integración social. Estos pisos deberían comprender, por lo

menos, las siguientes garantías sociales básicas:

Sistema de protección social(definición amplia)

Seguros sociales

Contributivos

Asociados a riesgos

Vejez (previsión social)

Enfermedad (seguros de salud)

Cargas familiares (asignaciones familiares)

Seguros de desempleo

Asistencia social

No contributiva

Asociada a necesidades

Ingresos (transferencias)

Vejez-discapacidad (pensiones no contributivas)

Vivienda

Políticas universales

Asociadas al derecho de ciudadanía

Educación

Salud

22

i) Acceso a un conjunto de bienes y servicios definidos a nivel nacional, que comprendan la

atención de la salud esencial, incluida la atención de la maternidad5, y que se basen en los

criterios de disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y calidad.

ii) Ingreso básico asegurado para los niños y las niñas, equivalente, por lo menos, a un nivel

mínimo definido en el plano nacional, que garantice el acceso a la alimentación, la educación,

los cuidados, y cualquier otro bien o servicio necesario.

iii) Ingreso básico asegurado, equivalente, por lo menos, a un nivel mínimo definido en el

plano nacional, para las personas en edad activa que no puedan obtener ingresos suficientes,

en particular en caso de enfermedad, desempleo, maternidad o invalidez.

iv) Ingreso básico asegurado para las personas mayores, equivalente, por lo menos, a un nivel

mínimo definido en el plano nacional (OIT, ONU Mujeres y PNUD, 2012).

Los sistemas de protección social que se desarrollen también deben tomar en cuenta

los enfoques de derechos, género, interculturalidad, ciclo de vida y territorialidad6. Además,

el enfoque de derechos ha motivado el tránsito hacia sistemas de protección social que

abarcan una variedad de políticas y acciones relativas a diversos ámbitos, que deben

promover el ejercicio de los derechos económicos y sociales con relación a temas de la mayor

relevancia en la región, como el mercado laboral, la alimentación, la salud, las pensiones y

el cuidado.

El enfoque de derechos también ha brindado una salida al debate sobre las políticas

universales o focalizadas, al dar muestras de que las intervenciones pueden ser focalizadas

para universalizar los derechos. En este sentido, cuando se habla de la universalización de

los sistemas de protección social se hace referencia a que todas las personas tengan acceso a

ciertos derechos sociales fundamentales. En otras palabras, lo que debe ser universal es el

acceso al derecho, mientras que las intervenciones o las políticas de protección social deben

priorizar la atención de las personas que no pueden ejercer dichos derechos.

5 Estas prestaciones deben incluir la protección de la maternidad mediante transferencias monetarias que

aseguren a todas las mujeres generadoras de ingresos —independientemente del tipo de trabajo que realicen,

asalariado o no, formal o informal— la percepción de ingresos básicos durante, al menos, las 12 semanas

establecidas en el Convenio sobre la seguridad social (núm. 102) de la OIT o, idealmente, durante las 14

semanas señaladas en el Convenio sobre la protección de la maternidad (núm. 183) de la OIT. Además, es

preciso promover la corresponsabilidad paterna en el cuidado de hijas e hijos mediante el impulso de las

medidas contempladas en el Convenio sobre los trabajadores con responsabilidades familiares (núm. 156) de la

OIT, como las licencias por paternidad. 6 Véase el cuadro A1 sobre enfoques, presentado en el anexo 1.

23

Así, es preciso desarrollar nuevos esquemas de protección social que sean integrales,

y que se enfoquen en las distintas etapas del ciclo de vida, y en las características personales

y contextuales de la población. Los sistemas de cuidados para la población infantil; los

sistemas de salud reproductiva y materna para las mujeres; los sistemas de previsión para

hombres y mujeres que trabajan en el mercado laboral; los sistemas de protección para las

personas que no trabajan; la implementación, la ampliación o la mejora de las pensiones no

contributivas para las personas mayores, son algunas de las áreas que requieren la

implementación de cambios. Además, es preciso contar con sistemas coherentes —es decir,

que consideren las necesidades específicas de la población dependiendo de su situación— y

eficientes desde el punto de vista fiscal —es decir, que estén en consonancia con las

posibilidades de financiación—.

Las intervenciones, de acuerdo con los contextos, incluyen una amplia gama de

programas de protección social por edad y sensibles al género, tales como programas de

desarrollo de la primera infancia; prestaciones por embarazo, maternidad y paternidad;

asignaciones familiares y servicios de cuidado para personas menores de edad y personas

dependientes; servicios de salud reproductiva (incluida la salud materna e infantil); apoyo

alimentario; acceso a medicamentos para salvar vidas; seguro de salud y servicios de

asistencia a la comunidad, como agua y saneamiento; programas de mercado laboral;

pensiones sociales y de invalidez, y educación para las necesidades especiales, entre otros.

4 Los cuidados en el centro del debate sobre la protección social, el

mercado laboral y el desarrollo sostenible

De acuerdo con el UNSDG (2018), si bien las mujeres de la región mejoraron su acceso al

empleo, a ingresos propios y a la protección social, expandiéndose así su papel como

proveedoras, aún siguen siendo ellas quienes cargan con la mayor parte de los cuidados y del

trabajo doméstico no remunerado. En esas labores, la participación de los hombres sigue

siendo menor y la responsabilidad, marcadamente desigual, recae en las mujeres, lo que

limita sus oportunidades —ya sea en materia de educación, de capacitación o de acceso al

empleo— y representa un obstáculo fundamental para lograr el empoderamiento económico,

alcanzar un rendimiento óptimo en el trabajo y ejercer de manera plena sus derechos.

Las mujeres han expandido su papel como generadoras de ingresos y muchas de ellas

se han convertido en las principales proveedoras de sus hogares. La división sexual del

trabajo basada en el modelo del hombre proveedor y el ama de casa ha dejado de ser

funcional, y se exige igualdad y una responsabilidad compartida entre los géneros, tanto en

el trabajo remunerado como en los trabajos no remunerados. Entre estos últimos, cobran gran

relevancia las labores relativas a los cuidados, tal como enfatiza el UNSDG. En 2014, el

24

ingreso principal de un tercio de los hogares provenía de una mujer. En los hogares

biparentales con hijas e hijos, esta proporción creció del 14% al 18% entre 2002 y 2014

(ONU Mujeres, 2017). Sin embargo, a pesar de lo anterior, en la esfera del hogar todavía

persisten dinámicas que limitan el empoderamiento femenino y el pleno aprovechamiento de

las capacidades, las habilidades y los conocimientos de las mujeres en el mercado de trabajo.

Como resultado de la caída de las tasas de fecundidad, del incremento del nivel

educativo de las mujeres y del crecimiento constante de su participación en el mundo laboral,

han cambiado los roles de género en las familias. Estos cambios reclaman un cambio de la

organización de los cuidados y del trabajo doméstico, dos labores que deben ser consideradas

como factores importantes de la integración social, tal como afirma el UNSDG.

En el informe sobre la dinámica laboral de las mujeres, elaborado por el PNUD, la

OIT y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se plantea que “el hecho de tener niñas

y niños pequeños en el hogar está asociado a menores niveles de participación laboral. En

todos los terciles existen diferencias entre la tasa promedio femenina y la de las mujeres con

hijas e hijos menores de 6 años, exactamente lo contrario a lo que ocurre con las tasas

masculinas. No obstante, las diferencias de género disminuyeron en todos los casos,

principalmente debido [al aumento de] las tasas femeninas; pero esta disminución se dio en

mayor proporción en el segundo tercil, seguido por el tercero y en último lugar por el primero.

En lo que respecta a dicha evolución, la tendencia al aumento registrada [con relación al]

promedio presenta excepciones por países: entre 2000 y 2015 cayó la tasa de participación

de las mujeres con al menos un hijo de 6 años del primer tercil en Argentina, Bolivia [Estado

Plurinacional de], Colombia, Perú y Paraguay, y en el caso de Brasil también, con respecto

a 2001” (PNUD, OIT y BID, 2018).

Como lo señala el UNSDG, reconocer, reducir y redistribuir el trabajo doméstico y

de cuidados no remunerado entre las familias, el Estado y el mercado, y entre las mujeres y

los hombres, es una tarea imperiosa para completar e igualar los logros alcanzados en materia

de empoderamiento económico. Si bien los países de la región han avanzado en lo que se

refiere a visibilizar la contribución de la economía del cuidado, a través, por ejemplo, de las

encuestas nacionales sobre uso del tiempo y de las cuentas satélites, es fundamental

consolidar estos progresos mediante la incorporación de los datos al diseño o el rediseño de

las políticas.

De igual manera, es importante evitar que la carga de los cuidados recaiga en las

adolescentes y las mujeres jóvenes, pues ello trunca sus posibilidades en una etapa crucial

para la formación de competencias y habilidades. De acuerdo con el UNSDG, entre la

población de jóvenes que no estudian ni tienen un empleo, la gran mayoría de las

adolescentes y las jóvenes se dedican al trabajo doméstico y al cuidado de niñas y niños o de

personas mayores que requieren cuidados. Frecuentemente, esto se combina con el cuidado

25

de sus propios hijos e hijas, producto de un embarazo precoz vivido en el marco de una unión

a temprana edad (Aguirre y Ferrari, 2014).

Por otra parte, el perfil de los cuidados está cambiando también a raíz del

envejecimiento de la población, como se señala en el documento del Grupo Interagencial y

de Expertos sobre los Indicadores de los ODS del UNSDG. La longevidad es un logro, y

debe ir acompañada de la erradicación de la pobreza o la vulnerabilidad que en la actualidad

puede traer consigo la vejez. Además, en el marco de un enfoque institucional y social más

extenso sobre el ciclo de vida, debe ir acompañada de las herramientas y los aprendizajes

sociales necesarios a fin de prepararse para afrontar esa nueva etapa de la vida.

En un contexto caracterizado por sistemas de protección social débiles, familias más

pequeñas y hogares en situación de vulnerabilidad económica, la carga del cuidado será un

factor que, en consecuencia, tendrá implicaciones en la economía del hogar, en la economía

local y en la economía nacional. Por otro lado, el UNSDG advierte que, como resultado del

envejecimiento de la población, el número de personas en edad de trabajar decrecerá con

relación al total de la población, por lo que mantener los niveles de ingreso, así como

financiar los sistemas no contributivos de pensiones y de salud, supondrá un reto. El desafío

es mayor para las mujeres: dado que su esperanza de vida es más alta que la de los hombres,

pero su participación laboral ha sido más baja, cuentan con menores coberturas de seguridad

social, circunstancia que incrementa su vulnerabilidad ante la pobreza durante la vejez

(UNFPA, 2017).

Las tendencias demográficas actuales y la ausencia de mecanismos adecuados de

cuidados, en combinación con el aumento de la participación laboral femenina, ocasionan un

déficit de cuidados (PNUD, 2016a, pág. 150), que a su vez se traduce en el despliegue de

múltiples estrategias, por parte de las mujeres y de las familias, para hacer frente a dicho

déficit.

En este contexto, tal como se señala en el Informe Regional sobre Desarrollo

Humano para América Latina y el Caribe de 2016, existen grandes retos en lo que respecta

a los cuidados y la protección social, que requieren el diseño de políticas orientadas a regular,

financiar e implementar distintos tipos de medidas, tales como la ampliación de la cobertura

de los centros infantiles especializados, la ampliación de las licencias, la mejora de la

provisión de servicios de acompañamiento para personas dependientes, y la mejora de las

condiciones laborales de las personas cuidadoras, mediante la promoción de la formación y

la certificación de la atención de personas dependientes con distintos grados y tipos de

requerimientos. A tal fin, es necesario llevar a cabo una reorganización de las

responsabilidades y de todas las tareas que conllevan los cuidados, que deben dejar de

constituir un asunto casi exclusivamente privado, familiar y femenino para convertirse en un

asunto colectivo, público y universal (OIT y PNUD, 2009).

26

5 La desigualdad y la importancia de la desagregación de los datos

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible constituye una oportunidad única para dar

mayor impulso a políticas públicas que sean inclusivas, mediante el combate de las

situaciones discriminatorias y de exclusión, y la utilización de la evidencia disponible sobre

las desigualdades y sus consecuencias. Un aspecto central de lo anterior consiste en

posibilitar la medición de las tres dimensiones del desarrollo sostenible, a través de la

generación de datos ambientales, sociales y económicos de alta calidad, desagregados y

accesibles para el público. Dicha disponibilidad y acceso son insumos clave para el desarrollo

de políticas nacionales y regionales basadas en evidencia. Desde una perspectiva poblacional,

ello permitiría responder a la pregunta sobre quién está quedándose atrás en los procesos de

desarrollo. Sin embargo, para lograr este objetivo se requiere que todos los gobiernos cuenten

con información sobre quiénes son los que se encuentran más atrás, en dónde se encuentran,

por qué son los más rezagados y cuál es el contexto de su situación de exclusión.

Desafortunadamente, los resultados de evaluaciones regionales realizadas por la Comisión

Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) para analizar la capacidad de

producción de los indicadores de los ODS señalan que pocos países tienen la capacidad para

estimar más del 50% de los 231 indicadores propuestos para el seguimiento de los ODS7.

Además, para poder mejorar la efectividad de las políticas públicas, se requieren

estrategias de desagregación múltiple que permitan visibilizar cómo la inequidad y la

exclusión están definidas por factores relativos al género, la edad, el origen étnico y racial,

la condición de discapacidad, las normas sociales, la condición migratoria y la localización

geográfica, entre otras variables. Si bien a nivel global no se han definido aún cuáles son las

desagregaciones requeridas por aquellos indicadores en cuya definición esto no se establece

plenamente, en América Latina y el Caribe se ha iniciado un ejercicio preliminar para

establecer las desagregaciones deseables o necesarias en la región, dadas sus características

y brechas. Este ejercicio ilustrativo, presentado ante el Grupo de Trabajo de Estadísticas de

Género (GTEG) en 2016, en el Taller sobre Censos y Agenda 2030 celebrado en Panamá en

noviembre de ese año, y ante la Conferencia de Estadística de las Américas (CEA) de la

CEPAL en abril de 2017, plantea en perspectiva el enorme esfuerzo previsto para lograr

desagregaciones múltiples y relevantes para la región, en términos de la proporción de

indicadores correspondientes a cada Objetivo, según lo establecido en la definición del

indicador 17.18.1. En el cuadro 3 se presenta el resumen del ejercicio referido.

7 En un informe de la CEPAL (2017, pág. 79) se afirma que “los países producen actualmente alrededor del

22% de los indicadores que componen el marco de indicadores mundiales para el monitoreo de los ODS, cifra

que aumenta a un 42% si se consideran además aquellos indicadores que no se producen en la actualidad, pero

que los países podrían producir con información ya existente”.

27

Cuadro 3

Desagregaciones deseables por indicador de cada Objetivo de Desarrollo Sostenible

Fuente: Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), Oficina Regional para América Latina y el

Caribe, Matriz de jerarquización de indicadores censales, 2016.

En otras palabras, esto significa que sería preciso desagregar 100 indicadores por

localización geográfica, 80 por género, 73 por grupo de edad y 51 por situación de

discapacidad, por citar algunas de las variables, lo que pone de relieve la magnitud de los

retos a los que se enfrentan las fuentes de datos tradicionales.

En este contexto, es importante proporcionar apoyo técnico y económico a las

iniciativas nacionales y regionales, a fin de promover el establecimiento de infraestructuras

de datos multisectoriales e interconectadas, o de fortalecer las existentes, para favorecer su

uso integrado y el desarrollo de nuevos productos a través de soluciones innovadoras. Esto

evidencia la importancia de dar continuidad a las acciones del Sistema de las Naciones

Localización

GeográficaSexo [Género] Etnicidad Grupo de Edad Ingreso Status Migratorio Discapacidad

Otro relevante al

contexto nacional

1: Pobreza cero 58% 58% 42% 58% 17% 25% 50% 0%

2: Hambre cero 36% 36% 36% 29% 29% 29% 14% 0%

3: Buena salud y

bienestar77% 58% 73% 62% 23% 19% 15% 0%

4: Educación de calidad 73% 64% 45% 36% 18% 0% 9% 0%

5: Equidad de Género 50% 50% 50% 43% 21% 36% 29% 14%

6: Agua limpia y

saneamiento27% 9% 18% 9% 27% 0% 9% 0%

7: Energía l impia 33% 17% 33% 33% 33% 0% 17% 0%

8: Trabajo decente y

crecimiento económico65% 53% 47% 35% 12% 41% 35% 0%

9: Innovación e

infraestructura92% 42% 33% 33% 33% 25% 42% 0%

10: Reducir las

desigualdades27% 27% 27% 27% 27% 18% 27% 9%

11: Ciudades y

comunidades sostenibles67% 40% 27% 40% 33% 27% 33% 0%

12: Consumo responsable 0% 0% 0% 0% 0% 0% 0% 0%

13: Proteger el planeta 14% 14% 0% 14% 0% 0% 14% 0%

14: Vida en los océanos 0% 0% 0% 0% 0% 0% 0% 0%

15: Vida terrestre 7% 0% 0% 0% 0% 0% 0% 0%

16: Paz y justicia 43% 52% 52% 52% 17% 30% 48% 0%

17: Medios de

implementación4% 4% 4% 4% 4% 4% 4% 0%

1-24%

25-49%

50-74%

75-100%

ODS

DESAGREGACIONES "DESEABLES" POR INDICADOR DE CADA OBJETIVO DE DESARROLLO SOSTENIBLE DE LA AGENDA 2030

Fuente: UNFPA LACRO, MATRIZ DE JERARQUIZACIÓN DE INDICADORES CENSALES

Elaboración: UNFPA LACRO, P&D 2016

RANGOS

28

Unidas dirigidas a apoyar la labor de los grupos de trabajo de la CEA de la CEPAL, ámbito

en que se continuarán priorizando y profundizando los esfuerzos de las Naciones Unidas

tendientes a la estandarización regional de las metodologías y las fuentes de información

requeridas para el seguimiento regional de la Agenda 2030 y los ODS.

La integración flexible de sistemas de datos, tanto en términos de infraestructura

como de redes, será útil para realizar acciones de monitoreo y alerta temprana, elaborar

evaluaciones e informes, tomar decisiones, desarrollar sistemas de alerta comunitaria y

promover el empoderamiento, como base para una gestión basada en evidencia. Además, los

datos y el conocimiento oportuno, preciso y pertinente serán fundamentales para establecer

un intercambio sólido y activo con la sociedad, y generar debates públicos sobre los temas

relativos al desarrollo sostenible. En este sentido, un desafío importante en la región lo

constituye la necesidad de difundir los datos y hacerlos accesibles para todas las partes

interesadas: las instituciones públicas nacionales y subnacionales, las comunidades locales y

la población en general.

Otros retos importantes a superar en materia de disponibilidad de información

relevante tienen relación con los indicadores ambientales, y la capacidad de vincularlos con

información geográfica, sociodemográfica, económica y ambiental para tomar decisiones

más integrales. Por ejemplo, las redes de observación ambiental todavía presentan

importantes brechas respecto a la frecuencia, la resolución y la cobertura de la información.

Además, estos datos a menudo son recogidos y gestionados de una manera no sistemática,

mediante el uso de diferentes herramientas y metodologías, lo que dificulta la posibilidad de

compartir, comparar y analizar tendencias en la región. Más aún, en algunos casos la

recopilación de datos es fruto de proyectos que no están plenamente integrados en los

sistemas nacionales de gestión de la información. Este es un paso clave para asegurar el

acceso, la disponibilidad y la sostenibilidad de los datos. Esta situación afecta a los procesos

de monitoreo, de evaluación de resultados y de rendición de cuentas en materia ambiental y,

en general, en materia de desarrollo sostenible, dando lugar a mecanismos insuficientes para

el desempeño y la acción oportunos. Trabajar de manera articulada entre todos los países de

la región para la generación de datos de calidad y desagregados constituye una oportunidad

para establecer nuevas formas de intercambio, en que la innovación y la calidad relativas al

uso, el manejo y el análisis de la información permitan demostrar el alto nivel de compromiso

con los ODS y el gran potencial técnico de la región.

29

Recuadro 5

La desagregación por género

En la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, los derechos de las mujeres y las niñas quedaron

reflejados de manera clara en el Objetivo 5, referido a la igualdad de género y el empoderamiento

de las mujeres y las niñas, y sus 14 indicadores, así como por medio de una sólida

transversalización de género en un número importante de otros Objetivos de Desarrollo Sostenible

(ODS). La Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de

las Mujeres (ONU Mujeres) estima que al menos 53 indicadores de los ODS son sensibles al

géneroa, y casi todos los Objetivos pueden desagregarse por género.

El reto actual consiste en la producción de datos para el monitoreo de dichos indicadores.

ONU Mujeres señala que en América Latina y el Caribe no hay datos apropiados para el cálculo

de aproximadamente un 80% de los indicadores de los ODS relacionados con el género. A nivel

regional, en febrero de 2017 la base de datos global para los ODS, de la División de Estadística de

las Naciones Unidas, reportó la existencia de información estadística para el cálculo de solo dos

indicadores del ODS 5b y de 12 indicadores sensibles al género distintos a los contenidos en el

ODS 5.

A nivel nacional, algunos países pueden contar con información relativa a más o menos

indicadores, según el grado de desarrollo y las fortalezas institucionales de sus oficinas nacionales

de estadística para realizar el seguimiento de los ODS.

Un sondeo realizado por la Oficina Regional de ONU Mujeres con las oficinas nacionales

de estadística de 12 países de América Latina y el Caribe (Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica,

Cuba, Guatemala, El Salvador, Honduras, Jamaica, México, República Dominicana y Venezuela

(República Bolivariana de)) señala que, a fin de desarrollar las capacidades estadísticas de género

para el monitoreo de los ODS, las principales necesidades de las oficinas nacionales de estadística

consisten en la asignación de recursos financieros y la regularización de la producción de

estadísticas de género, particularmente sobre violencia de género y uso del tiempo.

El resto de las necesidades expresadas se relacionan con la asistencia técnica y la

capacitación especializada, que, si bien tienen que ver con la disponibilidad de recursos, también

pueden ser desarrolladas por medio de la cooperación Sur-Sur. Entre esas necesidades se encuentra

la integración de la perspectiva de género en las estadísticas que se producen (41%) y el

fortalecimiento de los registros administrativos (33%). También se requiere definir con mayor

claridad algunos elementos que aún no han sido explicitados en la metodología de los ODS, tales

como indicadores en T3, metodologías, desagregaciones e instrumentos idóneos según el

indicador.

Fuente: Elaboración propia. a Se ha identificado que los ODS que contienen metas relevantes de género, además del ODS 5, son

principalmente los Objetivos 1, 2, 3, 4, 8, 10, 11, 13 y 16 (véase http://www.unwomen.org/en/news/in-

focus/women-and-the-sdgs). b Estos son el indicador 5.3.1, proporción de mujeres de 20 a 24 años que se casaron o unieron con su pareja

antes de los 15 años y antes de los 18 años, y el indicador 5.5.1, proporción de mujeres en asientos en

congresos nacionales y gobiernos locales (solo se cuenta con información a nivel nacional clasificada como

Tier 1). Lo señalado corresponde al nivel regional, mientras que los países pueden contar con mayor

información relativa al nivel nacional.

30

Recuadro 6

La desagregación por edad: la situación de la niñez y la adolescencia

A pesar de que no existe un Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) específico sobre la niñez, el

Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha identificado 12 Objetivos y 48 metas

muy relevantes para la niñez, y 50 indicadores globales prioritarios para medir el progreso de la

niñez en la ruta hacia el desarrollo sostenible.

A pesar de la elevada capacidad estadística de la mayoría de los países de la región, todavía

no se cuenta con una desagregación adecuada de la información relativa a la situación de la niñez

y la adolescencia, principalmente en lo que respecta a los grupos indígenas, los niños y las niñas

con discapacidad, o los niños y las niñas en situación migrante, así como en lo que se refiere a

áreas transversales como la violencia infantil, el desarrollo infantil temprano o la violencia sexual

contra personas adolescentesa.

Estas nuevas necesidades de información han generado un intenso trabajo metodológico

destinado al desarrollo y el refinamiento de las metodologías estándar para la medición de los

indicadores emergentes relacionados con la niñez, a fin de mejorar la calidad y la comparabilidad

de esos indicadores.

A nivel de la región, el UNICEF apoya a la Conferencia Estadística de las Américas,

ejerciendo la secretaría técnica del Grupo de Trabajo sobre Estadísticas de Niñez y Adolescencia,

que cuenta con la presencia de 15 oficinas nacionales de estadística, bajo la coordinación del

Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) de Panamá y el Instituto Nacional de Estadística

y Geografía (INEGI) de México. El Grupo es una plataforma de colaboración para los productores

de información en materia de niñez que tiene por objeto coordinar esfuerzos para desarrollar y

optimizar las metodologías de medición de los indicadores relacionados con la niñez y mejorar la

difusión efectiva de estos datos. Además, el UNICEF contribuye al desarrollo de nuevas

metodologías relativas a temas como la calidad del agua, el desarrollo infantil temprano, la

violencia contra la niñez o la discapacidad infantil.

Desde el UNICEF se apoya a los gobiernos en la recolección de datos sobre la niñez a

través del programa de Encuestas de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS). Desde

2011, 18 países de la región han implementado una encuesta MICS y 6 países han utilizado

módulos específicos de MICS en sus encuestas de hogares, lo que convierte a esta herramienta en

la principal fuente de datos desagregados sobre niñez y adolescencia de la región, además de ser

una fuente fundamental para proporcionar líneas de base para múltiples indicadores de la nueva

Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. En este contexto, se acaba de lanzar en América Latina y

el Caribe la sexta ronda de encuestas MICS (2017-2020), para la que se han alineado los

cuestionarios con las nuevas demandas de la Agenda 2030, mejorándose la oportunidad de la

información e incorporándose herramientas de medición innovadoras como, por ejemplo, la prueba

de calidad del agua o un módulo para la medición de la discapacidad en la infancia. Las

herramientas de las MICS permiten la recolección de hasta 33 indicadores de los ODS.

Fuente: Elaboración propia. a E1 análisis se basa en Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Is Every Child Counted?

Status of Data for Children in the SDGs, 2017 [en línea] https://data.unicef.org/wp-

content/uploads/2017/04/SDGs-publication-SPREADS-WEB.pdf.

31

6 Desafíos y temas a considerar

La Agenda 2030 se basa en —e integra— un conjunto de instrumentos internacionales,

resoluciones y recomendaciones sobre la protección social, la seguridad social y los cuidados,

que constituyen una hoja de ruta para el desarrollo de la política pública.

Así, la Agenda 2030 insta a los países a que implementen, a nivel nacional, sistemas

y medidas apropiados de protección social para todas las personas, y a que logren una amplia

cobertura de las personas pobres y vulnerables (1.3). También tiene por objeto lograr la

cobertura sanitaria universal (3.8); plantea la necesidad de reconocer y valorar los cuidados

y el trabajo doméstico no remunerados mediante el desarrollo de servicios públicos,

infraestructuras y políticas de protección social, y por medio de la promoción de la

responsabilidad compartida en el hogar y la familia (5.4), y establece la necesidad de asegurar

el acceso universal a la salud sexual y reproductiva y a los derechos reproductivos (5.6). En

materia de empleo, se plantea el objetivo de lograr, de aquí a 2030, el empleo pleno y

productivo y el trabajo decente para todas las mujeres y los hombres, incluidas las personas

jóvenes y las personas con discapacidad, así como alcanzar la igualdad de las remuneraciones

percibidas por trabajos de igual valor (5.6). Por último, se insta a los países a que adopten

diversas políticas, especialmente fiscales, salariales y de protección social, y a que logren

progresivamente una mayor igualdad (10.4).

La universalidad de la seguridad social se plantea en la Declaración Universal de

Derechos Humanos (arts. 22 y 25), en el Pacto Internacional de Derechos Económicos,

Sociales y Culturales (art. 9) y en la Observación General núm. 19 del Comité de Derechos

Económicos Sociales y Culturales. En la Declaración Universal de Derechos Humanos se

establece, entre otras recomendaciones, que “toda persona, como miembro de la sociedad,

tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la

cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado,

la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su

dignidad y al libre desarrollo” (art. 22). También se afirma que “toda persona tiene derecho

a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y

en especial la alimentación, el vestido, la vivienda y la asistencia médica y los servicios

sociales necesarios; [y] tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo,

enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia

por circunstancias independientes de su voluntad” (art. 25, párr. 1), y se establece que “la

maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales” (art. 25, párr. 2).

Además, en los siguientes instrumentos internacionales, a saber, la Convención sobre

los Derechos Políticos de la Mujer, de 1952; la Convención sobre la Eliminación de Todas

las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), de 1979; la Cuarta Conferencia

32

Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, y la Convención sobre los Derechos

del Niño (CDN), se insta a los Estados a que implementen medidas que complementen las

políticas de protección social, tales como servicios sociales, políticas de protección social de

la niñez, acciones de lucha contra la pobreza, o acciones de promoción de medios de

subsistencia e inclusión social.

También existen un conjunto de Convenios de la OIT que estructuran

recomendaciones para la definición de las políticas de protección social y de la normativa

dirigida a las trabajadoras y los trabajadores con responsabilidades familiares, para garantizar

los cuidados de todas las personas. A continuación, se mencionan algunos de los principales

convenios en la materia:

i) El Convenio sobre la seguridad social (núm. 102), de 1952, establece la norma mínima

relativa a las prestaciones de la seguridad social, así como las condiciones para poder acceder

a dichas prestaciones. Comprende las nueve ramas principales de la seguridad social, es decir,

asistencia médica, enfermedad, desempleo, vejez, accidentes de trabajo y enfermedades

profesionales, familia, maternidad, invalidez, y prestaciones de sobrevivientes. Los países

que han ratificado el Convenio son: Argentina, Barbados, Bolivia (Estado Plurinacional de),

Brasil, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala,

Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela (República Bolivariana

de)8.

ii) La Recomendación sobre los pisos de protección social (núm. 202), de 2012, mencionada

a lo largo de este documento, proporciona orientaciones para establecer y mantener pisos de

seguridad y protección social, en el marco del desarrollo de estrategias dirigidas a extender

el alcance de la seguridad social, a fin de que esta comprenda al mayor número posible de

personas. Los países que han ratificado la Recomendación son: Argentina, Brasil, Ecuador,

Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Perú y Venezuela (República Bolivariana de)9.

iii) El Convenio sobre la igualdad de trato (seguridad social) (núm. 118), de 1962. Los países

que han ratificado el Convenio son: Barbados, Bolivia (República Bolivariana de), Brasil,

Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras,

México, Uruguay y Venezuela (República Bolivariana de)10.

iv) El Convenio sobre los trabajadores con responsabilidades familiares (núm. 156), de 1981,

y la Recomendación sobre el mismo tema (núm. 165), también de 1981, establecen que los

8 https://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=1000:11300:0::NO:11300:P11300_INSTRUMENT_ID:312247 9 https://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=1000:11300:0::NO:11300:P11300_INSTRUMENT_ID:312263 10 https://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=1000:11300:0::NO:11300:P11300_INSTRUMENT_ID:312263

33

Estados deberán incluir, entre los objetivos de sus políticas nacionales, el de garantizar que

las personas con responsabilidades familiares puedan ejercer su derecho al trabajo sin ser

discriminadas (art. 3 del Convenio y art. 6 de la Recomendación). En el citado Convenio se

establece que los Estados deberán adoptar medidas que posibiliten la libre elección de la

ocupación por parte de los trabajadores con responsabilidades familiares (art. 4). También se

establece que deberán tomarse todas las medidas compatibles con las condiciones y

posibilidades nacionales, incluyendo medidas en el campo de la orientación y de la formación

profesionales, para que los trabajadores con responsabilidades familiares puedan integrarse

y permanecer en la fuerza de trabajo, así como reintegrarse a ella tras una ausencia debida a

dichas responsabilidades. (art. 7). Además, se plantea la necesidad de poner en marcha

servicios públicos, privados y comunitarios para la atención de la infancia y la familia (art.

5), así como la de implementar medidas educativas dirigidas a promover la igualdad y a

sensibilizar a la sociedad (art. 6), y se prohíben los despedidos por causas familiares (art. 8).

Por su parte, la Recomendación citada (núm. 165) incluye medidas para mejorar las

condiciones de trabajo a través de la implementación de mecanismos que promuevan la

flexibilidad de horarios, y los servicios de atención a la niñez y la familia. Los países que han

ratificado el Convenio son: Argentina, Belice, Bolivia (Estado Plurinacional de), Chile,

Ecuador, El Salvador, Guatemala, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela (República

Bolivariana de)11.

v) El Convenio sobre la conservación de los derechos en materia de seguridad social (núm.

157), de 1982, establece algunos derechos y prestaciones de seguridad social para los

trabajadores migrantes que hacen frente al problema que supone la pérdida de los derechos a

las prestaciones de la seguridad social de que gozaban en sus países de origen. Actualmente

ningún país ha ratificado el Convenio núm. 157 en la región de América Latina y el Caribe12.

vi) El Convenio sobre la protección de la maternidad (núm. 183), de 2000, prohíbe la

discriminación por causa de la maternidad, la exigencia de una prueba de embarazo o el

despedido por motivos relacionados con la maternidad. Establece el derecho de las mujeres

a gozar de una licencia de al menos 14 semanas y de un período de 6 semanas de licencia

obligatorio con posterioridad al parto. También establece el derecho a una licencia adicional

en caso de enfermedad o en caso de que la mujer experimente complicaciones a consecuencia

del embarazo o el parto, y dispone que el monto de las prestaciones en dinero percibidas

durante la licencia deberá representar, como mínimo, dos tercios de las ganancias anteriores.

Además garantiza el derecho a retornar al mismo puesto de trabajo o a un puesto equivalente

con la misma remuneración, y el derecho a la interrupción o la reducción de la jornada laboral

11 https://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=1000:11300:0::NO:11300:P11300_INSTRUMENT_ID:312301 12 https://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=1000:11300:0::NO:11300:P11300_INSTRUMENT_ID:312302

34

por razones vinculadas con la lactancia. Solo cuatro países de la región, Belice, Cuba,

República Dominicana y Perú, han ratificado el Convenio núm. 183, aunque todos los países

de la región en sus normativas nacionales contemplan licencias de maternidad. En el informe

sobre trabajo decente y cuidado compartido, de la OIT y el PNUD, se señala que, “respecto

a la duración de la licencia de maternidad, en la mayoría de los países (el 73,3%) analizados

su extensión se encuentra por debajo del límite mínimo de 14 semanas establecidos por el

C183 de la OIT, y solo tres (el 10%) establecen la extensión de la licencia a 18 semanas, tal

cual se estipula en la R191” (OIT y PNUD, 2013, pág. 38).

Cuadro 4

Licencias de maternidad en América Latina y el Caribe

Duración de la

licencia de maternidad Países de América Latina y el Caribe

OIT Semanas Total Porcentaje Países

Recomendación núm.

191 18 3 10%

Chile, Cuba y Venezuela

(República Bolivariana

de)

Convenio núm. 183 Entre 14 y 17

semanas 6 16,7%

Belice, Brasil,

Colombia, Costa Rica,

República Dominicana y

Panamá

No cumplen con

convenios o

recomendaciones de la

OIT

12 y 13

semanas 20 70%

Antigua y Barbuda,

Argentina, Bahamas,

Barbados, Bolivia

(Estado Plurinacional

de), Dominica, Ecuador,

El Salvador, Granada,

Guatemala, Guyana,

Haití, Jamaica, México,

Nicaragua, Paraguay,

Perú, Santa Lucía,

Trinidad y Tobago, y

Uruguay

Menos de 12 1 3,3% Honduras

30 100%

Fuente: Organización Internacional del Trabajo y Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (OIT y

PNUD), Trabajo decente y cuidado compartido. Hacia una propuesta de parentalidad, Santiago, 2013 [en

35

línea] http://americalatinagenera.org/newsite//images/cdr-

documents/publicaciones/doc_parentalidad_070314ok.pdf.

vii) El Convenio sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos (núm. 189), de 2011, y

la Recomendación sobre el mismo tema (núm. 201), también de 2011, establecen, entre otros,

el derecho a contar con “un contrato de trabajo claro y comprensible que defina las

condiciones en que se llevará a cabo el empleo. Este contrato debe realizarse preferiblemente

por escrito” (art. 7 del Convenio núm. 189; OIT, 2016). También se establecen los siguientes

derechos: i) a contar con períodos de descanso, diario y semanal; ii) a contar con un período

de vacaciones; iii) a percibir una compensación por laborar horas extra, y iv) a contar con un

salario mínimo que sea pagado en dinero directamente a la persona y en intervalos no

mayores a un mes. La Recomendación citada (núm. 201) complementa el Convenio núm.

189 y define medidas concretas para hacer efectivo lo allí establecido. En la región, 14 países

han ratificado el Convenio núm. 189: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa

Rica, Ecuador, Guyana, Jamaica, Nicaragua, Panamá, Paraguay, República Dominicana y

Uruguay13.

13 https://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=1000:11300:0::NO:11300:P11300_INSTRUMENT_ID:2551460

36

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PNUD y ONU Medio Ambiente (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y

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PNUD y ONU Medio Ambiente (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y

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Caribe”.

UNFPA, ONU Mujeres, UNICEF y PNUD (Fondo de Población de las Naciones Unidas,

Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de

las Mujeres, Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, y Programa de las

Naciones Unidas para el Desarrollo) (2012). Ampliando la mirada: la integración de

los enfoques de género, interculturalidad y derechos humanos. Santiago [en línea]

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Status of Data for Children in the SDGs [en línea] https://data.unicef.org/wp-

content/uploads/2017/04/SDGs-publication-SPREADS-WEB.pdf.

39

Anexo 1

Cuadro A1

Cuadro de enfoques integrado

Enfoque Objetivo Foco de análisis Se debe prestar

atención a…

En la acción,

promueve…

Enfoque

basado en

derechos

humanos

Identificar y analizar

las desigualdades que

forman parte de los

problemas más

importantes del

desarrollo para, de esa

forma, corregir las

prácticas de carácter

discriminatorio y las

injustas relaciones de

poder que dificultan el

progreso.

La discriminación y

la marginación en

el proceso de

desarrollo.

Los resultados de

cualquier

intervención, de

manera que no

profundicen la

desigualdad, la

discriminación o

los conflictos

existentes.

El desarrollo de

las capacidades, tanto

de las personas y las

instituciones garantes

de derechos, como de

las personas y las

comunidades titulares

de esos derechos.

Procesos participativos,

incluyentes y

responsables que

priorizan a los grupos

más marginados y

excluidos.

Enfoque

basado en la

igualdad de

género

Identificar, estudiar y

transformar las

diferencias culturales,

económicas y políticas

que inciden en la

construcción de la

condición y la posición

de hombres y mujeres,

y de niños y niñas, que

generan desigualdades

y se expresan en

situaciones de

discriminación y

exclusión social.

Roles de género

que producen

relaciones

desiguales de poder

entre mujeres y

hombres, las cuales

resultan en tratos

diferenciados e

injustos,

usualmente en

detrimento de las

mujeres.

La división sexual

del trabajo: ¿quién

hace qué?

El tiempo: ¿quién

puede hacer qué y

quién no?

El acceso a los

recursos, y el

control de estos:

¿quién tiene o

accede a qué?

El ejercicio del

poder y la toma de

decisiones: ¿quién

decide y controla

qué?

Ver lo que es invisible,

desaprender lo

aprendido a lo largo del

tiempo, desnaturalizar

los roles de género que

se cree que son

biológicos, y

derrumbar los

estereotipos arraigados

en los marcos

culturales y de política.

Se pone especial

énfasis en el

fortalecimiento de las

capacidades y

competencias de las

mujeres y las niñas a

través de su

40

empoderamiento como

titulares de derechos.

Enfoque

intercultural

Reconocer la

coexistencia de

diversidades culturales

en las sociedades

actuales, las cuales

deben convivir con

base en el respeto de

sus diferentes

cosmovisiones, de sus

derechos humanos y de

sus derechos como

pueblos.

La diversidad y las

cuestiones relativas

a la identidad, en el

marco del

desarrollo.

La universalización

de los derechos

económicos,

sociales y

culturales.

En América Latina y el

Caribe, la participación

plena e igualitaria de

los pueblos indígenas y

afrodescendientes,

como miembros de una

ciudadanía moderna e

inclusiva.

Enfoque del

ciclo de vida

Estudiar la progresión

de las distintas etapas

que las personas

atraviesan a lo largo de

sus vidas, desde el

nacimiento hasta la

muerte, que resulta de

la interacción de

factores biológicos,

relacionales y sociales.

La persona, desde

el nacimiento hasta

el final de la

existencia, es el

objeto central de la

acción pública, y se

reconoce que sus

necesidades

cambian a lo largo

de la vida.

El encadenamiento

de las

desigualdades en

cada etapa de las

trayectorias de vida

de las personas,

identificándose, en

cada etapa, nudos

críticos que

contribuyen a la

reproducción de la

desigualdad social.

La identificación de las

necesidades y los

riesgos específicos de

cada etapa del ciclo de

vida, para articular las

políticas orientadas a

dar respuesta a las

necesidades propias de

cada una de esas

etapas.

Enfoque

interseccional

Revelar las variadas

identidades, y

exponer los diferentes

tipos de discriminación

y desventajas que se

dan como consecuencia

de la combinación de

identidades

(AWID, 2004).

Estructuras de

opresión que son

múltiples y

simultáneas.

Las formas en

que el racismo, el

patriarcado, la

opresión de clase y

otros sistemas de

discriminación

crean desigualdades

que estructuran las

posiciones relativas

de las mujeres

(AWID, 2004).

La identificación de

dobles y triples

vulnerabilidades

cuando existen

múltiples identidades:

mujer, indígena,

lesbiana, persona

mayor.

Fuente: Elaboración propia.