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ALGUNOS ENSAMBLAJES LITICOS DE COSTA RICA Y SU UBICACIÓN CRONOLOGICO-CULTURAL Luis Hurtado de Mendoza INTRODUCCIÓN Los materiales líticos arqueológicos de Costa Rica pueden ser incluidos en cuatro categorías muy amplias: 1/ artefactos lasqueados; 2/ artefactos tallados; 3/ artefactos pulidos y 4/ materiales de cons- trucción. Si no se taman mucho en cuenta circunstancias especiales como la del reuso de materiales, estas categorías son suficientemente consistentes y mutuamente excluentes como para poder organizar un in- tento de descripción de colecciones procedentes de algunos sitios ar- queológicos, trabajados por arqueólogos de la Universidad de Costa Rica, que cuentan con posibilidades de determinar su ubicación crono- lógica y cultural. En esta ocasión, la atención se ha puesto en artefactos lasquea- dos, únicamente, buscando contribuir a la superación efectiva del es- tado tan incipiente en que se encuentran las investigaciones de este tipo en Costa Rica. El apercibimiento de la relativa desatención que han venido sufriendo los materiales líticos, ha sido expuesta previa- mente por lo menos en una ocasión (Kennedy 1978: 43), pero no hay du- da que los especialistas estaban concientes de las posibilidades que ofrecen los materiales líticos para dilucidar aspectos del modo de vida de sociedades antiguas (Bernstein 1978) y para determinar cam- bios en morfología y técnicas de elaboración con significado cronoló- gico (Aguilar 1974; Kennedy 1978). A la fecha, existen en progreso una serie de estudios arqueoló- gicos que incluyen tareas de análisis de materiales líticos arqueoló- gicos. Destacan los trabajos de rescate arqueológico en el valle del General (Drolet y Markens 1980), las investigaciones preliminares en el sitio Finca Guardiria (Snarskis 1977) y el programa de estudios re- gionales en Guayabo, Turrialba, que viene realizándose por personal del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Costa Rica (Agui- lar 1972; Fonseca 1979, 1981a, 1981b; Hurtado de Mendoza 1981). Por otro lado, la inquietud científica por materiales líticos está transmitiéndose apreciablemente entre estudiantes avanzados de la misma Universidad. Se encuentran en proceso trabajos de tesis so- bre materiales tallados del sitio Barreal de Heredia y artefactos las- queados del sitio Cenada, en Heredia. También, se han completado es- tudios preliminares en el sitio Itiquís, en Alajuela (Aguilar 1980; Acuña 1980); y en el sitio Fierro, en Palmares (Gaete 1981). Son precisamente estos dos últimos trabajos, más los datos que ya están disponibles de sitios en la región de Guaybo, en Turrialba, los que permiten la elaboración de una serie de análisis comparativos que son objeto del presente informe. La ubicación de los mismos está señalada en el mapa de la Figura 1. Se debe anotar que dos de estos sitios, Itiquís y Fierro, están en la cabecera Norte de la cuenca del río Grande de Tárcoles, en el Intermontano Central de Costa Rica; mientras que Guayabo y Pipis deben más bien incluirse en la región ar-

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ALGUNOS ENSAMBLAJES LITICOS DE COSTA RICA Y SU UBICACIÓN CRONOLOGICO-CULTURAL

Luis Hurtado de Mendoza

INTRODUCCIÓN

Los materiales líticos arqueológicos de Costa Rica pueden ser incluidos en cuatro categorías muy amplias: 1/ artefactos lasqueados; 2/ artefactos tallados; 3/ artefactos pulidos y 4/ materiales de cons­trucción. Si no se taman mucho en cuenta circunstancias especiales como la del reuso de materiales, estas categorías son suficientemente consistentes y mutuamente excluentes como para poder organizar un in­tento de descripción de colecciones procedentes de algunos sitios ar­queológicos, trabajados por arqueólogos de la Universidad de Costa Rica, que cuentan con posibilidades de determinar su ubicación crono­lógica y cultural.

En esta ocasión, la atención se ha puesto en artefactos lasquea­dos, únicamente, buscando contribuir a la superación efectiva del es­tado tan incipiente en que se encuentran las investigaciones de este tipo en Costa Rica. El apercibimiento de la relativa desatención que han venido sufriendo los materiales líticos, ha sido expuesta previa­mente por lo menos en una ocasión (Kennedy 1978: 43), pero no hay du­da que los especialistas estaban concientes de las posibilidades que ofrecen los materiales líticos para dilucidar aspectos del modo de vida de sociedades antiguas (Bernstein 1978) y para determinar cam­bios en morfología y técnicas de elaboración con significado cronoló­gico (Aguilar 1974; Kennedy 1978).

A la fecha, existen en progreso una serie de estudios arqueoló­gicos que incluyen tareas de análisis de materiales líticos arqueoló­gicos. Destacan los trabajos de rescate arqueológico en el valle del General (Drolet y Markens 1980), las investigaciones preliminares en el sitio Finca Guardiria (Snarskis 1977) y el programa de estudios re­gionales en Guayabo, Turrialba, que viene realizándose por personal del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Costa Rica (Agui­lar 1972; Fonseca 1979, 1981a, 1981b; Hurtado de Mendoza 1981).

Por otro lado, la inquietud científica por materiales líticos está transmitiéndose apreciablemente entre estudiantes avanzados de la misma Universidad. Se encuentran en proceso trabajos de tesis so­bre materiales tallados del sitio Barreal de Heredia y artefactos las­queados del sitio Cenada, en Heredia. También, se han completado es­tudios preliminares en el sitio Itiquís, en Alajuela (Aguilar 1980; Acuña 1980); y en el sitio Fierro, en Palmares (Gaete 1981).

Son precisamente estos dos últimos trabajos, más los datos que ya están disponibles de sitios en la región de Guaybo, en Turrialba, los que permiten la elaboración de una serie de análisis comparativos que son objeto del presente informe. La ubicación de los mismos está señalada en el mapa de la Figura 1. Se debe anotar que dos de estos sitios, Itiquís y Fierro, están en la cabecera Norte de la cuenca del río Grande de Tárcoles, en el Intermontano Central de Costa Rica; mientras que Guayabo y Pipis deben más bien incluirse en la región ar-

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queológica de la Vertiente Atlántica Central, cuyo colector hidrográ­fico principal es el río Reventazón. Aquí, es menester aclar que el criterio fundamental utilizado para dividir estas dos regiones es me­dioambiental, sin perjuicio del apercibimiento cada vez mayor de que esta división no es operacional para el caso de las fases más tardías de la secuencia cerámica, si se incorporan criterios socioculturales (Aguilar 1974, 1981; Fonseca 1981b).

LOS SITIOS Y SU CRONOLOGÍA

Itiguîs (UCR-201). Este es un sitio monocomponente, pertenecien­te a la fase Pavas (200 a.c. - 400 d.c.) del Intermontano Central, ubi­cado a unos 7 km al Norte de la ciudad de Alajuela, en unas lomas de relieve moderado entre los ríos Itiquís y Tacacorí. El sitio fué re­portado originalmente por Lorena Aguilar siendo reconocido después por ella y Víctor Acuña, ambos estudiantes de la Universidad de Costa Rica. El área trabajada tiene una extensión de 8 has pero resultó evidente que el sitio es mucho más extenso, incluyendo algunos restos arquitec­tónicos y los vestigios de lo que parece ser una calzada de casi 600 m de longitud (Aguilar 1980). La altitud promedio es de 1280 m y los sembríos predominantes son de café. La plantación está"nítidamente dividida en parcelas de 1 ha cada una, las que se establecieron como unidades de reconocimiento y recolección, cubriendo un área cuadran-gular de 200 x 400 m.

La distribución de los materiales cerámicos y Uticos en la su­perficie del sitio no es regular ni homogénea. Al comparar el tamaño de las muestras provenientes de las ocho unidades establecidas de re­colección, se nota una tendencia a que haya mayores acumulaciones en los sectores extremos ubicados cerca de las quebradas de los dos ríos que flanquean el área. Sin embargo, este patrón distributivo es com­partido por tanto la cerámica como el material lítico. Esta corres­pondencia, sugiere que unos y otros están contextualmente asociados y que son contemporáneos.

Para comprobar esta correspondencia se sometió la lista de fre­cuencias absolutas de tiestos y restos líticos a un cálculo de regre­sión lineal, obteniéndose una correlación positiva muy alta (r=0.86) que se ilustra en la Figura 2a. Paralelamente, se realizó un análi­sis comparativo en base a las frecuencias relativas, aplicando el ín­dice de Acuerdo de Robinson (1951), el que agregó apoyo adicional a la conclusión de asociación contextual efectiva, según se puede ver en la Figura 2b. Puesto que los materiales cerámicos son casi exclu­sivamente propios de la fase Pavas (Aguilar 1980; Acuña 1980), resul­ta posible establecer que los materiales líticos del sitio correspon­den a esta misma fase.

Fierro (UCR-208). Se encuentra a 1.6 kms al Noroeste de la ciudad de Palmares en la provincia de Alajuela. El área reconocida originalmente por sus descubridores, Marcelo Gaete y Montserrat Sagot, estudiantes de la Universidad de Costa Rica, es de no más de 5 has. en un terreno algo quebrado, regado por el riachuelo Fierro. Dedicado ac­tualmente al sembrío de café y maíz, el sitio está cortado en su parte más baja por la autopista "Bernardo Soto" y acusa las mayores concen-

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traciones de detrito cultural en las faldas del cerro San Isidro. La altitud promedio es de 1000 m.

Los materiales cerámicos y líticos se encuentran distribuidos indistintamente tanto en el cafetal, que predomina, como en el maizal que lo interrumpe en un área central de no más de 1.5 has. El extre­mo Suroeste del sitio muestra restos de tumbas disturbadas.

El análisis clasificatorio de la cerámica (Gaete 1981) indica que el sitio cuenta con dos componentes principales y uno vestigial: Cartago (1000-1560 d.c), Curridabat (400-1000 d.c.) y Pavas. Esta fase temprana está representada por una proporción Ínfima (0.9 %) de la colección. De otro lado, los materiales líticos pueden distinguir­se dentro de tres categorías bastante claras, de acuerdo a las mate­rias primas utilizadas en la manufactura de artefactos: lava basálti­ca, lava vescicular y silicatos microcristalinos. En ausencia de con­troles estratigrSficos, no parecería posible asignar con certeza nin­guna de estas categorías a fases determinadas, pero algunos indicios percibidos asistemáticamente y referencias verbales de colegas con más amplia experiencia en la región, favorecen la posibilidad de que las lavas basálticas pertenezcan a la fase Curridabat, mientras que los silicatos microcristalinos parecen más proprios de la fase Cartago. Las lavas vesciculares, por otro lado, bien pueden corresponder a las dos fases. Para efectos de este trabajo, se ha hecho la decisión de que los basaltos efectivamente corresponden a la fase Curridabat, pe­ro se admite que la división tan drástica con los silicatos microcris­talinos de la fase Cartago, es sólo conveniente para facilitar el aná­lisis. Lo más probable es que durante tiempos de Curridabat se haya utilizado algo de silicatos microcristalinos; y que en la fase Cartago se hayan utilizado también basaltos, aunque en proporciones menores.

Pipis (UCR-257). Este sitio se encuentra muy cerca del sitio Guayabo, en una zona irrigada profusamente por varios manantiales que alimentan un riachuelo llamado quebrada La Chanchera. Tiene un área aproximada de 2.5 has y consiste de un amplio deposito cerámico que pertenece principalmente a las fases La Selva (500-1000 d.c.) y El Bosque (100 a.c.-500 d.c.) de la Vertiente Atlántica Central. Sin em­bargo, también se han recuperado proporciones menores de la cerámica de la fase La Montaña que atestiguan una ocupación muy antigua, apa­rentemente asociada con los artefactos y deshechos líticos que se han recogido de un estrato basal muy arenoso que subyace el humus más re­ciente que contiene la mayor cantidad de la cerámica del sitio. La detección de un componente propio de la fase La Montaña en Pipis (León 1981) es muy importante para efectos de este trabajo. La pre­sencia abundate de artefactos líticos hechos de silicatos microcris­talinos en esta fase, ha sido ya reportada en por lo menos dos casos. El primero, ya documentado (Snarskis 1978) se refiere al sitio que dio nombre al complejo y fase La Montaña de la Vertiente Atlántica Central; y el segundo, corresponde a los trabajos de prospección y recolección en el sitio Margot, en las afueras de la ciudad de Turrialba, que es­tán actualmente realizando Víctor Acuña y Wilson Valerio, del Labora­torio de Arqueología de la Universidad de Costa Rica.

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Guayabo (UCR-43). Este es el centro cívico-ceremonial que está siendo objeto de estudios intensivos, por parte del personal del La­boratorio de Arqueología de la Universidad de Costa Rica, dentro de un programa más amplio de investigaciones que involucran toda la re­gión descrita en otro informe presentado en este congreso (Fonseca 1981b). El sitio es multicomponente y muy complejo, resultando más difícil la asignación de materiales líticos a fases culturales deter­minadas. Sin embargo, es factible adelantar posibilidades, por lo me­nos en el caso de un ensamblaje lítico recuperado mediante excavación, gracias a su asociación con materiales cerámicos en contexto relati­vamente discernible.

Se trata de una colección de microlascas recuperadas del estra­to más profundo de una cala excavada en le sector nuclear del sitio, la que se identificó como Operación 5.1. Este estrato, de matriz are­nosa, está inmediatamente por encima de una capa culturalmente estéril de barro arcilloso y origen volcánico, similar al que subyace la capa arenosa de donde proviene el material lítico del sitio vecino Pipis. Esta asociación permite proponer la afiliación del estrato y la colec­ción de microlascas en tiempos de la fase La Montaña.

ANÁLISIS DE MATERIALES LITICOS

Las discusiones precedentes se han encaminado no sólo a descri­bir someramente los sitios arqueológicos incluidos en este trabajo, sino sobre todo a establecer la ubicación cronológico-cultural de los componentes líticos que se han sometido a una serie de análisis compa­rativos. El objeto principal es el de iniciar la definición de ensam­blajes liticos, esperando notar y documentar diferencias otiles para tareas de discriminación temporal y cultural.

Resumiendo lo anterior, se puede arribar a la conclusión de que las colecciones de artefactos y deshechos líticos de los cuatro sitios estudiados, se ordenan cronológicamente de la siguiente manera:

Sitio Guayabo (UCR-43) Microlascas Fase La Montaña Sitio Pipis (UCR-257) Artefactos Fase La Montaña Sitio Itiquís (UCR-201) Artefactos Fase Pavas Sitio Fierro (UCR-208) Basaltos Fase Curridabat Sitio Fierro (UCR-208) Silicatos M. Fase Cartago

Este ordenamiento secuencial, resulta muy conveniente para ilus­trar cambios que pueden haberse producido en diversos aspectoè cuali­tativos y cuantitativos de los materiales líticos a través del tiempo, de manera que los análisis que se presentan a continuación deben ser considerados como parte de un proceso exploratorio preliminar, cuyos resultados precisan de mayor comprobación antes de ser adelantados más allá del simple nivel de hipótesis. En general, es preferible verlos sólo en cuanto pueden estar ilustrando ciertas tendencias cuya even­tual generalización depende del acumulamiento de muchos más datos re­dundantes que procedan de un número más amplio de sitios en las regio­nes arqueológicas que nos ocupan, el Intermontano Central y la Vertien­te Atlántica Central.

Tipos de Artefactos. Este análisis se basa en las distribuciones de frecuencias relativas de tipos determinados de artefactos dentro de

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cada colección. Las designaciones que se utilizan para las clases o tipos, son una combinación arbitraria de términos que permiten visua­lizar cada artefacto no sólo en cuanto a función, cuando esta es ob­via, sino también forma o tipo de lasca básica. Los datos, tal como están presentados en la Tabla 1, permiten efectuar comparaciones por­centuales, a despecho del tamaño variable de las muestras, y ofrecen una primera percepción de la diversidad de tipos de artefactos pre­sentes en cada colección. Adicionalmente, se incluyen datos de fre­cuencias relativas de tipos de materiales de deshecho, los que pare­cen ilustrar también ciertas diferencias entre colecciones.

El examen de la Tabla 1, pone de manifiesto en primer lugar, que existen diferencias en la diversidad de tipos de artefactos en cada colección. Mientras el sitio Pipis cuenta con sólo cuatro tipos, en cambio Itiquís tiene un total de diecinueve; y Fierro suma seis y ocho, respectivamente en sus dos ensamblajes de las fases Curridabat y Cartago. No parece posible trascender el mero nivel de exposición de estas diferencias, puesto que hay una amplia gama de posibilidades en cuanto a factores o variables que deben haber intervenido en la configuración de las diferencias observadas. Se cuentan, por ejemplo, aspectos de función del sitio, intensidad y duración de ocupaciones, status sociopolítico, disponibilidad inmediata de materia prima, etc. Incluso el tamaño diferencial de las muestras podría estar influyendo, según se puede ver por la mayor diversidad que corresponde al sitio que cuenta con la muestra más amplia. Sin embargo, esta posibilidad se ve contradecida por las otras tres muestras, cuando son examinadas separadamente. Es una muestra pequeña, del sitio Fierro, la que cuen­ta con una diversidad de tipos también apreciable.

Los materiales de deshecho también ofrecen posibilidades inter­pretativas. De hecho su simple presencia en cantidades apreciables, pone de manifiesto que en todos los casos hubo actividad de elabora­ción de artefactos, de manera que los sitios, seguramente habitacio-nales, deben haber contado con artesanos locales que se encargaban de la producción de utensilios, minimizando seguramente la necesidad de que estos fueran traídos de fuera. Por otro lado, es sintomático que cada proporción alta de núcleos se asocie con la presencia de "frag­mentos". El término es aquí utilizado para referirse a especímenes de piedra deshechada muy angular, gruesos y de tamaño relativamente pequeño, los que no pueden clasificarse como núcleos, puesto que son más bien piezas desprendidas de bloques mayores, ni tampoco como las­cas, pues no tienen superficies ventral y dorsal, ni presentan bulbo de percusión definido. En general, su examen visual sugiere activi­dades de fragmentación y no de lasqueo, que pueden talvez conectarse con un nivel un tanto ineficiente de la tecnología de producción. Es­ta ineficiencia habría estado casi ausente en tiempos de la fase La Montaña, cuando la tradición artesana de producción lítica perfeccio­nada en el Preceramico todavía habría persistido, para "deteriorarse" en la fase Pavas, talvez debido al drástico reemplazo de los silica­tos microcristalinos por los basaltos y dioritas. En la fase Curri­dabat, ya se habría refinado la técnica de producción de artefactos de basalto, pero con la reaparición de los silicatos microcristali­nos, después de un lapso de casi un milenio, se tendría que haber sus-

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citado un reacomodamiento en la tecnología y habilidades adquiridas de los artesanos.

Materia Prima. Lo anterior, trae a colación otra observación que parece muy significativa. Según se puede ver en la Tabla 2, tan­to la fase inicial de la secuencia, La Montaña, como las más tardía, Cartago, acusan una marcada preferencia por los silicatos microcris-talinos; mientras las otras dos fases intermedias, Pavas y Curridabat, muestran un uso aparentemente exclusivo del basalto. Seguramente es­ta observación está afectada en alguna medida por el número restrin­gido de sitios hasta ahora estudiados y también por la separación ar­bitraria que se hizo de los materiales de basalto y los silicatos mi-crocristalinos del sitio Fierro, pero aún cuando esto último no se hubiera hecho, resulta muy posible que la tendencia general que aquí se ilustra haya tenido visos de certidumbre en el pasado. No deben haber sucedido reemplazos definitivos ni corantes en la preferencia de determinadas materia primas, pero si deben haber variado las pro­porciones muy drásticamente.

Las razones de estas variaciones no son aún claras, pero se pue­de adelantar que esta tendencia parece relacionada con los procesos de desarrollo y cambio sociocultural de las dos regiones en estudio. Como dijera antes, es perfectamente posible que el uso de silicatos microcristalinos en tiempos Cerámicos Tempranos, fuera una sobrevi­vencia de los mismos desde tiempos Precerámicos, cuando la movilidad de la gente debe haber sido normalmente mayor, como suele ser el caso en sociedades cuya base económica es la caza y recolección, pero al imponerse una vida más sedentaria con el advenimiento de las activi­dades propias de una agricultura de roza y quema, se podría haber di­ficultado el acceso a este recurso.

Según se desprende de un análisis de patrones de asentamiento en la región de Guayabo (Hurtado de Mendoza 1981), durante tiempos de la fase El Bosque se produjo una fuerte localización tribal en el ám­bito territorial y sociopolltico de los grupos humanos, patron que contrastó radicalmente con un panorama de relaciones interregionales mucho más amplio en el período Formativo, caracterizado por lo que en otras áreas culturales se conoce como el "Horizonte Temprano" y cuya manifestación en América Central aún no se ha podido definir ni si-quera en forma incipiente.

La localización marcada en la fase El Bosque, propia de una so­ciedad tribal, de acuerdo al mismo análisis, continuó en tiempos de la fase siguiente, La Selva, lo que se adecúa al patrón preferencial de uso del basalto para la elaboración de artefactos, materia prima que por lo demás, es un recurso local y casi omnipresente, fácil de adquirir y que se puede encontrar seleccionado naturalmente en su ca­lidad gracias a procesos de transporte erosional a lo largo de los cauces de los ríos que bajan de los volcanes.

Es también durante la fase La Selva, que se percibe el inicio de un proceso gradual de centralización de la población en aldeas se-miurbanas, con arquitectura monumental como la de Guayabo de Turrial-ba, las que se constituyeron en centros regionales donde se alojaban

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Tabla 1. Artefactos líticos y material de deshecho en cuatro sitios de Costa Rica (porcentajes).

TIPO DE ARTEFACTO UCR-257 La Montaña

8.3 16.7 25.0 -

50.0 --------------

UCR-201 Pavas

7.8 2.0 4.1 9.4 36.9 3.3 3.3 0.8 2.5 5.3 2.9 2.0 5.7 1.2 2.9 2.5 1.2 2.9 3.3

UCR-200 Curridabat

6.7 6.7 6.7 33.3 36.7 10.0 -------------

UCR-208 Cartago

8.3 -

16.7 -

33.3 8.3 -----------

8.3 8.3

Raspador, lasca gruesa Raspador, lasca delgada Buril Lasca utilizada gruesa Lasca utilizada delgada Hoja utilizada Núcleo utilizado "Hacha" en lasca gruesa Raedera - denticulado Cuchillo, lomo natural Cuchillo, lomo intenc. Cuchillo, filo retocado Lasca con muesca Raspador Peq. en fragm. Raspador Peq. lasca gr. Raspador semicircular Peq, Artefactos compuestos Perforador Lasca retocada Punta Hoja, retoque ventral

12 244 30

8.3 8.3

12

Deshecho Núcleos Lascas Fragmentos

4.9 95.1 -

10.2 76.9 12.9

5.3 94.7 -

35.7 35.7 28.6

41 363 19 14

Tabla 2. Materia prima lítica utilizada en cuatro sitios de Costa Rica. Porcentajes.

TIPO DE

Calcedonia Jaspe Horsteno Pedernal Cuarzo Cuarcita Basalto

PIEDRA

n :

UCR-43 La Montaña

50.0 4.2 20.8 ---

25.0

24

UCR-257 La Montaña

32.8 10.9 10.9 3.1

25.0 12.5 4.7

64

UCR-201 Pavas

-----

100.0

608

UCR-208 Curridabat

-----

100.0

49

UCR-208 Cartago

26.9 7.7 61.5 -

3.8 -

-

26

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personalidades de rango alto, en concordancia con modelos conocidos de una sociedad de cacigazgos. La interacción interregional fué res­tablecida, perdurando hasta tiempos de la fase La Cabana, o Cartago, cuando los silicatos microcristalinos volvieron a ser accesibles, es­ta vez por intercambio.

Es importante señalar que el panorama arriba descrito en forma necesariamente esquemática y que seguramente precisa de mayor susten­tación y elaboración, contrasta en muchas formas con las concepciones del proceso de cambio sociocultural en Costa Rica precolombina, ade­lantadas por otras tesis, principalmente con la idea de una "trayec­toria plana" que cree haber percibido otro investigador (Snarskis 1978). Lo que al parecer Snarskis entiende por esto, es "que toda la secuencia arqueológica de la cuenca del Atlántico (...) cae dentro de una categoría, el Formativo..." (Ibid 1978: 61, mi traducción), la que explica hipotéticamente en términos lineales de adaptación a un medio ambiente "rico y homogéneo", ignorando literatura especializada corriente que contradice la falsa impresión de "emporio" y "riqueza" que tradicionalmente se asignó a las forestas tropicales; y dejando de lado el cada vez mayor apercibimiento del rol muy importante que debe haber tenido la apertura y cierre de rutas de intercambio a gran distancia, a lo largo de la secuencia, como consecuencia de procesos sociopolíticos en el área nuclear mesoamericana, principalmente.

Lascas Utilizadas. El potencial informativo de las lascas que muestran filos utilizados, ha sido ilustrado antes por pocos investi­gadores, destacando los trabajos bastante recientes de Binford y Bin-ford (1969) y Dibble y Chase (1981) con materiales del Paleolítico del Viejo Mundo. Talvez uno de los aspectos más importantes del tra­bajo de Dibble y Chase, es que se trata de una desviación de la ruta tradicional de estudios de artefactos uticos que le otorgan una aten­ción desproporcionada a aquellos tipos aislados de artefactos que pro­vocan reacciones simplemente estéticas.

El análisis que aquí se presenta, está inspirado en el punto de vista y práctica metodológica de Dibble y Chase, pero constituye tam­bién una ambiciosa innovación, en el sentido de no solo utilizar la definición de formas mediante un sistema métrico (Tabla 3), sino que además explora la posibilidad de especificar diferencias significati­vas entre colecciones de lascas de fases cronológico-culturales suce­sivas, mediante el uso de otros datos cuantitativos (Tabla 4). Tam­bién se ha incluido una distinción entre lascas "gruesas" y lascas "delgadas" sugerida por una bimodalidad objetiva que se observó en las colecciones que se han incluido para este trabajo. Como se podra ver más adelante, la distinción no es antojadiza, sino más bien útil para ilustrar, tanto aspectos propios del proceso de producción rela­cionados con la eficiencia diferencial de las lascas como artefactos cortantes; como para percibir peculiaridades de la técnica misma de producción en cada fase de la secuencia cultural.

La Tabla 3, presenta la manera en que se dan los tipos morfoló­gicos de lascas en cada una de las colecciones de los sitios estudia­dos. Se nota un patrón diferencial en la simple diversidad de formas, relacionado aparentemente con el tipo de materia prima preferencial en cada fase. Las lascas hechas de silicatos microscristalinos, acusan

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una diversidad muy restringida, mientras que las de basalto muestran mayor diversidad de formas. A pesar de la sospecha que el tamaño de las muestras tenga que ver con esto, no parece fortuito que las fases tempranas sean las únicas que tengan lascas punteadas y que haya cierta diversificación hacia las lascas rectangulares, anchas y expansivas, posteriormente.

Tabla 3. Frecuencias relativas de lascas con filo utiliza­do, en varios sitios arqueológicos de Costa Rica. Por categorías morfológicas.

Forma

Punteada corta Punteada larga Oval Asimétrica Rectangular Ancha Expansiva

n

UCR-257 La Montaña

16.7 -.-16.7 66.6 -.--.--.-

6

UCR-201 Pavas

4.1 4.1 17.5 13.4 14.4 25.8 20.6

97

UCT-208 Curridabat

_. _ -.-19.0 28.6 4.8 38.1 9.5

21

UCR-208 Cartago

_. --.-20.0 40.0 40.0 -.--.-

5

La correlación con tipos de materia prima luce efectiva, puesto que a despecho de la separación temporal entre las fases La Montaña y Cartago, estas se parecen más entre sí, que con cualquiera de las otras fases adyacentes, respectivamente. Los silicatos microcristalinos son materiales hasta cierto punto más adecuados para el proceso de lasqueo, siendo factible que esta diferencia en "calidad" haya incidido en la eficiencia productiva de artesanos. La gran incidencia de lascas an­chas en las colecciones de basalto, ponen este raciocinio aún en mejor posición. Las ondas de fuerza, provocadas por el golpe del artesano, no deben poder trasladarse muy lejos en el cuerpo de un nodulo de ba­salto, produciendo lascas cortas en longitud y amplias.

Cuando las lascas son examinadas en conjunto, las diferencias entre componentes se hacen más fáciles de percibir. La Figura 3, re­sulta un dispositivo gráfico muy eficiente en este sentido. Cada curva corresponde a las frecuencias relativas acumuladas de cada conjunto de lascas. Definitivamente se puede notar que la curva que corresponde a los silicatos microcristalinos de la fase temprana La Montaña, es la que acusa mayor distinción, mientras las otras tres son más parecidas entre sí, sobre todo a lo largo de los tres primeros tipos morfológi­cos, después de los cuales la curva que corresponde a la fase Cartago, el otro conjunto de silicatos microcristalinos, se destaca por su deri­vación hacia la ruta seguida por la primera curva.

Las otras medidas que se han utilizado en el análisis compara­tivo, están incluidas en la Tabla 4, la que además distingue lascas gruesas y lascas delgadas, por lo que parece adecuado discutir estas medidas e índices por separado.

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índice de Tamaño. Este índice no es otra cosa que el resultado de multiplicar el largo por el ancho de las lascas, en centímetros, de manera que los valores en la Tabla corresponden a los índices promedio de cada colección. Se incluye también una medida de dispersión, repre­sentada por las desviaciones estándar calculadas para cada distribución de valores.

Según se puede ver, las lascas gruesas son habitualmente de tamaño generalizado mayor que las lascas delgadas, lo que resulta simplemente lógico y de esperar, pero al observar las lascas delgadas, solamente, encontramos una serie de sorpresas. Las lascas de la fase La Montaña, son definitivamente más pequeñas que las de la fase Cartago, tanto en tamaño promedio como en rango de variabilidad. Hay que recordar que unas y otras son hechas de silicatos microcristalinos. Las de basalto, por el contrario, acusan un patrón invertido en el que las lascas más pequeñas son más bien las de la fase más tardía, Curridabat, lo que está asociado con un rango de variabilidad bastante menor.

Estos resultados, parecen confirmar la apreciación anterior de que la tecnología de producción de artefactos líticos que utilizó silicatos microcristalinos, debe haber sufrido una interrupción en tiempos fina­les de la fase La Montaña, para dar lugar a una producción localizada, basada en basaltos. Esta debe haber experimentado un gradual refina­miento que cristalizó en la fase Curridabat, para luego tener que su­frir un reacondicionamiento para adecuarse a los constreñimientos di­ferentes que implicaba la re-introducción de silicatos microcristalinos.

El apercibimiento del tamaño mayor de artefactos en la fase Car­tago, no se limita a los datos disponibles para lascas, sino que parece ser una situación general que involucra a todos los demás tipos de ar­tefactos, pero este es un tema que deberá ser objeto de un análisis in­dependiente, después de contar con. muestras más amplias de un número mayor de sitios.

Grosor de Lascas. Esta es una variable que se refiere al grueso máximo de las lascas, en centímetros. En general, se puede notar que existe una correlación muy clara entre esta medida y la anterior, por lo que los comentarios anteriores pueden aplicarse en este caso.

Ángulo de Lasqueo. Esta es una medida en grados, del ángulo for­mado por la plataforma de percusión y la dirección general asumida por la superficie ventral de las lascas. Los resultados expuestos en la Tabla 4, no parecen ilustrar ninguna diferencia significativa entre co­lecciones. La variación más sugestiva se produce entre las lascas del­gadas, con una tendencia a que los silicatos microcristalinos muestren ángulos ligeramente más cercanos a la vertical que las lascas de basa­lto, pero aún en este caso, las desviaciones estándar parecen justifi­car con largueza que se trata de variaciones que resultan de simple azar. No se han aplicado pruebas estadísticas para medir la probabi­lidad de diferencias significativas.

Filo Utilizado. Esta es la longitud en centímetros del borde de las lascas que acusa filo con señales de uso. Afortunadamente, muchos ar factos muestran una pátina, especialmente los de basalto, de manera que es relativamente fácil distinguir entre muescas y despostillamien-

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tos arqueológicos y aquellos que han resultado del trasiego de las mu­estras o de movimientos provocados en el campo debido a labores agrí­colas.

Tabla 4. índices y medidas descriptivas de lascas gruesas y lascas delgadas de cuatro sitios en Costa Rica.

índice o Medida UCR-257

La Montaña UCR-201 Pavas

UCR-208 Curridabat

UCR-208 Cartago

Lascas Gruesas

índice de Tamaño Grosor Ángulo de lasqueo Filo utilizado (FU) Razón FU/IT Razón Ancho/Largo

(IT) 11.8 5.68 1.2 0.30

66.5 13.89 2.7 1.04 0.29 0.22 1.08 0.31

14.3 1.5 72.0 4.4 0.32 1.04

7.04 0.38 8.94 1.63 0.08 0.36

7.54 1.3

1.3 0.17 1.12

Lascas Delgadas

índice de Tamaño Grosor Ángulo de lasqueo Filo utilizado Razón FU/IT Razón Ancho/Largo

nig =

nid=

4.9 1.82 0.7 0.20 73.0 10.80 2.1 0.82 0.49 0.31 1.24 0-15

6

7.8 3.72 0.6 0.20

68.3 10.33 3.6 1.57 0.53 0.24 1.08 0.38

23

90

5.1 2.24 0.5 0.18

67.5 11.66 3.4 1.07 0.71 0.14 1.22 0.29

10

11

10.6 6.10 1.0 0.22 70.3 9.24 3.4 1.31 0.37 0.13 0.93 0.23

1

4

Entre las lascas gruesas se nota un incremento muy importante en valores que corresponden a la fase Curridabat, respecto de la fase Pavas. Este resultado puede estar conectado al proceso de perfeccio­namiento de la técnica de trabajo en basalto, del que ya se hablara anteriormente, pero parece sintomático que no se encuentre un patrón paralelo en el caso de las lascas delgadas, según se desprende de las cifras prácticamente similares, aunque ligeramente descendentes que corresponden a las tres fases más recientes. Por otro lado, estas cifras en conjunto, si ilustran un incremento considerable, respecto de la fase más temprana, La Montaña, pero parece preferible no emitir conclusiones en este sentido, puesto que las lascas de esta fase, como ya se comentó, poseen tamaños definitivamente más pequeños.

Razón Proporcional FU/IT Este es un índice mucho más eficiente que la simple medición de la longitud del borde de una lasca con mu­estras de uso, puesto que neutraliza el efecto distorsionador del ta­maño absoluto de una lasca. Su determinación es muy simple, basada en la división de la longitud del filo utilizado (FU) y el índice de tamaño (IT). Los resultados expuestos en la Tabla 4, indican una cla­ra y radical ventaja a favor de las lascas delgadas, respecto de las

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lascas gruesas. Esto puede interpretarse en el sentido de que la pro­ducción de lascas no necesita ser una actividad colateral o resultante de labores de elaboración de otros artefactos. De hecho, resulta signi­ficativo que en esta categoría se incluyan lascas completas, en su ma­yoría de formas bien definidas, lo que podría estar atestiguando que la producción de lascas cortantes era una labor conciente e intencional, muchas veces prioritaria, tendiendo consistentemente a lograr lascas pequeñas y delgadas, como las más eficientes.

Razón Proporcional Ancho /Largo. Este índice busca ilustrar dife­rencias en la capacidad artesanal de producir lascas largas, las que se suelen asociar con tecnología lítica sofisticada. Se calcula, dividien­do el ancho mayor y la longitud mayor de las lascas, de manera que la unidad representa una lasca cuadrangular o circular; mientras que valo­res que excenden la unidad representan lascas cortas; y las medidas me­nores que la unidad, corresponden a lascas que si satisfacen la expecta­tiva de una mayor longitud.

Según se ve entre lascas gruesas (Tabla 4), no parece haber mayo­res distinciones entre las cifras de los conjuntos representados, sobre todo si se tienen en cuenta las desviaciones estándar calculadas. En cambio, las lascas delgadas si acusan distinciones que vale la pena co­mentar. Aparentemente, la colección de la fase Cartago es la que mues­tra la mayor tendencia a que las lascas sean más largas, lo que se aso­cia con la otra tendencia percibida de que los artefactos en general, sean más grandes que los otros de silicatos microcristalinos, propios de la fase La Montaña. Sin embargo, dado el tamaño pequeño de las dos muestras, no es posible aún llegar a alguna conclusión y debe ser preferible asumir una actitud de cautela, pues algunas otras observa­ciones de campo indican que es más bien en tiempos Cerámicos tempranos que las técnicas de elaboración de artefactos líticos eran más refina­das. No hay manera de saber ahora, si es que tal refinamiento se re­fería sólo a las prácticas de lasqueo a presión y no tanto a la produc­ción de lascas de mayor tamaño, pero no se puede descartar la posibi­lidad de que estos dos aspectos puedan ser independientes hasta cierto punto. De acuerdo a los datos disponibles, parece incuestionable que las lascas de la fase La Montaña eran significativamente más cortas, no dejando mayores resquicios de traslapo entre valores, de manera que el problema debe ser tema de examen mucho más intenso y también meditación basada en mayores y diferentes experiencias.

Los basaltos de las fases Pavas y Curridabat, no parecen distin­guirse mayormente, según se ve en la Tabla 4. Los valores promedio, ilustran no más que una ligera tendencia a que las lascas sean poco más cortas en tiempos de la fase Curridabat, lo que talvez se reafirme por el comportamiento de las desviaciones estándar, pero tampoco en este caso se ha intentado medir el grado de significación estadística que puedan tener estas ligeras diferencias. Según estos datos disponibles, el rango de variación en tiempos de la fase Pavas, es suficientemente amplio, incluso a lo largo del segmento probabilístico de 68%, como para poder acoger la variabilidad observable en el caso de las lascas de la fase Curridabat, de manera que se puede decir que ambos conjuntos comparten las mismas características de largo y ancho.

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COMENTARTOS FINALES

En este trabajo, se ha explorado la factibilidad de implementar una serie de criterios comparativos para distinguir colecciones de ar- tefactos líticos que corresponden a diferentes fases cronológico-cul- turales en la secuencia precolombina de Costa Rica. Cuatro conjuntos de artefactos se han sometido a una serie de análisis, especialmente cuantitativos, con resultados bastante satisfactorios. Sin embargo, estos mismos resultados han demostrado poseer ciertas limitaciones que sólo podrán ser superadas mediante la aplicación de los mismos andli- sic, a otras colecciones m&, para arribar a conclusiones generalizado- ras y útiles. Desde el punto de vista metodológico, los resultados de esta exploración son aún más halagadores, pues parece haber sido demos- trado que las técnicas utilizadas ofrecen un espectro de posibilidades muy amplio y que conviene perseverar en esta línea de investigación, seguros de obtener cada vez indicios más claros que han de permitir, eventualmente, definir ensamblajes liticos en términos que sean sen- sibles a los dos grandes parámetros de tiempo y espacio.

Algunos comentarios filtrados, sobre temas teóricos acerca de la Arqueología de Costa Rica, han sido sugeridos por la manera en que lu- cen los datos expuestos, evaluados también a la luz de otras experien- cias propias y de colegas involucrados en estudios parecidos. Al pa- recer del autor, estos comentarios han surgido como un clamor para im- primir a los estudios arqueológicos en Costa Rica un mayor rigor meto- dológico, tendiente a minimizar la tendencia a emitir conclusiones pre- maturas que solamente pueden crear confusión entre estudiantes y entre aquellos que no poseen necesariamente familiaridad con los datos con- cretos que se van acumulando gracias a la acción investigadora de mu- chas personas e instituciones.

RECONOCIMIENTOS

Las investigaciones arqueológicas que se realizan en el Labora- torio de Arqueología de la Universidad de Costa Rica, son el resultado de la labor conjunta de profesores y estudiantes. En este trabajo, han intervenido diversas personas, tanto en labores de campo y laboratorio, como en la producción de material gráfico. Hay que destacar la inter- vención de Marcelo Gaete, Victor Acuña, Montserrat Sagot, Magdalena León, Lorena Aguilar, Wilson Valerio, y otros estudiantes cuyos nombres requerirían una lista larga. Las posibilidades de llevar este trabajo a conocimiento de los participantes del Noveno Congreso Internacional para el estudio de las Culturas Precolombinas de las Antillas Menores, han resultado del apoyo e interés que existe dentro del Departamento de Antropología. de Smithsonian Institution, de Washington.

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A S

Al

Figura 1. Ubicación de los sitios arqueológicos incluidos en este trabajo, dentro de las c ríos Grande de Tarcoles y Reventazón.

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IAR = 153.5

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3 —r-4

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unid d«« d« recolección

Figura 2. Análisis distributivos de materiales Uticos y cerámicos en el sitio Itiquís: 2a. Correlación estadística y regresión lineal; 2b. Comparación de ensamblajes utili­zando el índice de Acuerdo de Robinson.

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P.C. PL. OVL ASM RCT ANC EXP Tipo de Lasca

Figura 3. Análisis comparativo de colecciones de lascas en cuatro sitios de Costa Rica. Las curvas representan frecuen­cias relativas acumuladas.