algunas mujeres importantes de la historia contemporánea
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Algunas mujeres importantes de la historia contemporánea
(Frida Kahlo, Gabriela Mistral, Simone de Beauvoir)
El legado manuscrito de Frida Kahlo
“Viva la Vida”
“Cada tic-tac es un segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite.
Y hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que el problema es sólo saberla vivir.
Que cada uno lo resuelva como pueda.”
(Frida Kahlo)
Y ella lo supo resolver con tesón y con espíritu de lucha por la vida.
Ésta, la vida, se lo había puesto difícil desde la infancia. Nacida el 6 de julio de
1907, Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, sufrió una poliomelitis a los 6
años que le causó malformaciones en la pierna derecha. A los 18 años, el autobús
en el que viajaba fue arrollado por un tranvía descontrolado. Frida salvó la
vida, pero sufrió traumatismos y fracturas de varios huesos y lesiones en la
espina dorsal que la postraron en la cama durante meses. Podría muy bien
decirse que el accidente hizo nacer a una nueva Frida y dio alas a la Frida artista,
la pintora que supo plasmar como nadie, en el surrealismo más realista del arte, la
frustración, el sufrimiento y la lucha por la vida.
"Pensaron que yo era surrealista, pero no lo fui. Nunca pinté mis
sueños, sólo pinté mi propia realidad".
Frida pintó sus primeras obras tumbada en la cama. Así plasmó el relato de su
accidente. En primer plano, ella misma cubierta de vendas. Por encima de su
imagen yacente, el rostro de la artista contempla el accidente. A la izquierda,
la casa azul, el hogar de la infancia; y en un plano superior, los dos vehículos
chocados con cuerpos atrapados y otros tendidos en el suelo.
No fue más que el comienzo de “las dos Fridas”.
Jugando con espejos desde su cama, la artista pintó numerosos autorretratos.
“Me pinto a mí misma porque estoy mucho tiempo sola, y porque soy la persona que
mejor conozco”.
En 1929, Frida se casa con el
muralista Diego Rivera. Su historia de amor
se calificó por muchos de grotesca, un “ni
contigo ni sin ti”, en la que ambos se
permitían relaciones con otras personas
pero, a la vez, eran grandes compañeros y
no podían
vivir separados.
"Ser la mujer de Diego es la cosa más maravillosa del mundo.
Yo le dejo jugar al matrimonio con otras mujeres.
Diego no es el marido de nadie y nunca lo será, pero es un gran compañero"
Poco tiempo después de la boda, Frida tuvo su primer aborto. El desgarro que
le supuso este nuevo golpe de la vida quedó plasmado en su obra “Henry Ford
Hospital” (1932)
Después de dos abortos más y de numerosas operaciones, unidas a las
incesantes infidelidades de su esposo, aumentó la crisis emocional de la artista.
La gota que colmó el vaso de esta infelicidad fue enterarse de que su amado
Diego le había sido infiel con su propia hermana pequeña, Cristina. El tremendo
mazazo supuso la separación de la pareja. Frida trató de aplacar su tristeza y
soledad abrazada a una botella de brandy y de la mano de la morfina que
calmaba sus dolores físicos.
“Intenté ahogar mis dolores, pero ellos aprendieron a nadar”
En este autorretrato, la artista refleja su dolor por
añoranza de su esposo, que ocupa su
pensamiento. La angustia se manifiesta bañada
en lágrimas y con esos cabellos sueltos y
descuidados atenazando el cuello. En la frente, el
retrato de Diego con un tercer ojo, insignia
de esa inteligencia que de él tanto admiraba
Frida.
Destaca en la obra de Frida Kahlo la
expresividad de los estados de ánimo, no sólo
en el rostro de las figuras, sino especialmente
en los cabellos. La artista, que peinaba
cuidadosamente sus trenzas, las desarma y
esparce en las obras para transmitir con
ello su desesperación y desorden
emocional.
Del mismo modo, y paradójicamente, procura asaltar sus desgracias con
explosiones de vida, abrazándose a la naturaleza, a sus raíces, y rodeando su
duelo con abundante vegetación, como amparo de verdor, frescura y
esperanza.
“Quizá esperen oír de mí lamentos de ‘lo mucho que se sufre’ viviendo con un hombre
como Diego.
Pero yo no creo que las márgenes de un río sufran por dejarlo correr.”
Un año después de su separación, Frida y Diego volvieron a casarse. El
Universo abraza a la Tierra y a la Naturaleza en esta obra, y la Naturaleza les
abraza a los dos. Un canto al perdón y a una vida que parece regenerarse
a cada instante.
La misma vida que nos quita, también nos da. La vida que nos hace frágiles,
también nos hace fuertes. La vida es un “tira y afloja”, la vida es contradicción
y precisamente a base de contradicciones y de luchas es como fluimos.
Frida Kahlo supo enfrentar como nadie el dolor
con actividad, productividad, incesante
inquietud por sentir la vida y por sentirse viva.
Durante sus últimos años vistió 25 corsés y fue
ingresada varias veces en el hospital, también
viajó con exposiciones de sus obras a París,
San Francisco y Nueva York, se relacionó
intensamente con personalidades de la época
tales como Chavela Vargas, André Breton y
León Trotsky, fue profesora en la Escuela
Nacional de Pintura y Escultura y mantuvo
junto con su esposo una gran actividad
política en el
partido
Comunista.
En 1953, temiendo la gangrena, le fue amputada su pierna derecha y la artista
pasó los dos últimos años de su vida sin salir de la cama. Pese a todo,
cuando en la primavera de ese mismo año la Galería de Arte Contemporáneo
de México D.F le dedicó una exposición monográfica, todos los asistentes
quedaron asombrados cuando vieron llegar a la artista siendo transportada en
una cama. Así asistió Frida Kahlo a la que fue su última exposición, con una
sonrisa en los labios para todos, celebrando y riendo. Pocos meses antes de
su muerte, en julio de 1954, dio la última pincelada a su obra titulada “Viva la
Vida”.
Legado manuscrito de Frida Kahlo
El análisis de la escritura de Frida Kahlo resulta apasionante, no sólo por la
gran cantidad de material manuscrito que hasta hoy se conserva de ella, sino
por lo variado del mismo en cuanto a alteraciones escriturales producidas
por la evolución de su personalidad, los condicionantes de su enfermedad,
y la enorme carga emocional que la autora solía imprimir en cada uno de
sus
escritos al igual que en su obra
artística.
En esta postal que la artista dirige a su amigo y doctor Leo Eloesser se aprecian
los rasgos de una personalidad fuerte, aguerrida, que no se deja vencer por el
desánimo. De estructura angulosa y bastante aferrada al modelo caligráfico, la
escritura de Frida nos habla de fuerza, solidez de principios y un cierto
tradicionalismo basado en el amor por las propias raíces y los valores familiares
y culturales que impregnan toda su persona.
No tuvo que ser Frida Kahlo una mujer que pasase desapercibida, pero su lucha
por mantener la constancia de su fuerte temperamento también tuvo que
provocarle momentos de decadencia emocional y vulnerabilidad debido a ese
“tira y afloja”, a ese intento por procurar no dejar caer la coraza, y verse
desnuda ante otros,
Además de un temperamento fuerte y extrovertido, la artista expresa en sus
letras la huella de la perseverancia y también de la autoridad. Como suele
decirse, debió ser una “mujer de armas tomar” en cuanto se propusiera salirse
con la suya en algo. Imperativa sí, y también constante y persistente en sus
objetivos, aunque, tratándose del amor de su esposo, tal vez esa persistencia
pudiera llegar a convertirse incluso en algo obsesivo. Esto le sucedió en
múltiples ocasiones hasta llevarle esta impotencia hasta la más absoluta
depresión.
Y es así. La mirada profunda e intrigante de Frida parece querer
marcardistancia de desconfianza hacia su interlocutor, pero no por falta de
sociabilidad o afectividad sino por temor a ser dañada en lo que considera
propio. Orgullo rayando altivez y ambos unidos a ese sentido de la propiedad
más allá de la lealtad en las relaciones afectivas.
“Diego no es ni derrotista ni triste. Es, fundamentalmente, investigador, constructor
y sobre todo, arquitecto. No importa si su composición es un cuadro, una casa o un
argumento.”
En el manuscrito anterior comenzamos a ver ejemplos de la decadencia y
tortura de Frida. A resaltar, en azul, la palabra “soledad” nos muestra dos
ejemplos de “d”, no únicos, que distan mucho de la caligrafía anterior de la
artista. Aquí la creatividad se frustra, se rebela contra la realidad y muestra
impotente sus armas. También aparece el tesón, igualmente en azul en la
palabra “todo” y en otras tantas a lo largo del escrito, dotando a la “t” de una
doble barra. Una creatividad y un tesón que parecen estar preguntando a la
vida “por qué a mí”, “por qué ahora”.
Marcadas en color verde, al igual que veremos posteriormente en otros
reveladores ejemplos, dos marcadas muestras de lo que la Grafología
Emocional denomina “lapsus calami enfático”: las palabras más sentidas se
resaltan, se subrayan y hasta pretenden salir del escrito; es un grito,
una súplica. La artista no quiere huir de su inminente final, quiere que sea su
final quien venga a buscarla.
Aún más desquiciado que el anterior es el presente escrito, muestra también de
las últimas hojas del Diario de Frida. Las líneas gritan y hieren en su
desesperación. Se enfatizan las mayúsculas “Te estás matando” y se subrayan
palabras plenas de angustiosa ansiedad como “sin andar” y “Esperar”. Esperar
sin remedio. Así como se resaltan con un severo aumento de tamaño, más que
elocuente, la palabra “Salida”. El escrito parece estar haciendo alusión a un
intento de suicidio por parte de la artista.
“Diego” siempre presente, con un despliegue lleno de dedicación y deleite
escritural en el último grito de la página. Emociones a flor de piel.
Los textos manuscritos que veremos a continuación pertenecen a la colección
“El corazón de Frida”. Se encontraron en una caja de madera pintada, firmada
en el interior y datada en 1950. La mayoría son cartas que Frida se escribió a sí
misma para desahogar sus sentimientos durante sus últimos cuatro años
de vida.
No sin cierta ironía, Frida replica esta frase que también se encuentra
acompañando a un dibujo de sus pies en las páginas de su Diario. En
este texto, la palabra “Pies”, protagonista absoluta, se precede de una “P”
mayúscula bien ilustrada y plena de fuerza. Fuerza que se va perdiendo a lo
largo del escrito, que va disminuyendo de tamaño y decayendo en presión.
“En el jardín del frente crece una planta en forma de mano.
Dónde habrá una que se parezca a una pierna”
Con similar cadencia que el anterior, el presente manuscrito se asemeja a una
marea de emociones que van y vienen, cobran fuerza para después caer, se
remontan y luego descienden en un vaivén incesante, ejemplo visual clarísimo
de grafología emocional.
De nuevo “Diego”, con su elaborada “D”, protagoniza el escrito y es su
referencia la que le imprime fortaleza, no sólo en la forma delicada y dedicada
con que se escribe su nombre y su inicial sobre todo, sino también por la carga
emocional que inspiran las palabras “Universo” escrita totalmente en
mayúsculas, y ese “te extraño” resaltado que es como un grito desesperado de
súplica. Destacan las variaciones de tamaño como latido de emociones que se
alimentan, se crecen, pero a la vez pierden fuerza y se hunden en el desaliento
con letras apagadas.
El “Tuya, siempre tuya” de la última frase” resucita el texto con un aumento
de tamaño para rematar y una “T” en forma de látigo que nos recuerda la
fuerza
vital y de temperamento que se oculta bajo la aparente melancolía y
vulnerabilidad, como viniendo a decir “no me rindo, nunca me rendiré”. La
firma, “Frida Kahlo”, estética y cuidada como esos cabellos que, pese al dolor y
la enfermedad, aún peinan sus inconfundibles trenzas con cintas de
colores.
“Frida está muerta por no tener a quien amar...”. Estremecedora es esta carta
que refleja nuevamente el amargo llanto de la artista por la ausencia de su
amor. De nuevo el flujo de emociones reflejado en los aumentos y
disminuciones de tamaño. La autora retoma fuerzas, toma aliento, pero éste
tiende a decaer sin remedio en letras que pierden energía y se van
marchitando. Un nuevo “lapsus calami” se muestra en el “otra vez” del final con
las dos palabras juntas, unidas por la ansiedad. Y, al final del texto, un
llamativo juego de palabras entre “Diego” y “Cayoacan”, cuyo resultado
irremediable es “Con Diego”... “Yo con Diego”... “Con Diego”... “Diego”.
Diego y siempre Diego como un repiqueteo de lágrimas sin fin.
El último “Diego”, enorme, desgarrado, parece querer imitar el aullido por el ser
amado que se ahoga en las aguas de un lago, provocando ondas que se diluyen
y que, por muy alto que se grite o grande que se dibuje, el nombre, Diego,
desaparecerá. La expresividad de este escrito exhala amargura por los cuatro
costados.
“Espero alegre la salida, y espero no volver jamás”. Frida escribió estas
palabras coincidiendo con la inminente salida del que fue su último ingreso
hospitalario. El tamaño del texto es grande y ascendente, al igual que el ánimo
de la artista que sigue pretendiendo rebelarse, a base de inyecciones de
entusiasmo, contra su realidad. En este caso, la firma “Frida” está escrita con
mayúsculas simples ahuyentando el coqueteo que la artista solía imprimir a su
identidad. Los cabellos ya no peinan trenzas con alegres cintas, se han
rendido.
Éstas son las últimas palabras que aparecen escritas en el Diario de Frida
Kahlo.
Fuentes documentarias:
- Museo Frida Kahlo: www.museofridakahlo.org.mx
- Colección “El corazón de Frida”: www.frida2007.com
- Frida Kahlo Fans: www.fridakahlofans.com
Agradecimientos:
Quisiera dar especiales gracias a Jesús Malagón (gerente) y Graeme Howard
(propietario), de la Colección “El corazón de Frida” (San Miguel de Allende, México),
por cederme amable y generosamente algunos de los manuscritos incluidos en este
artículo, así como a Mike Brooks (Sacramento, California, USA) por su valiosa
información y recomendaciones.
Sandra Mª Cerro Grafóloga y Perito
calígrafo www.sandracerro.com
Pinturas:
Gabriela Mistral
Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila de María del Perpetuo
Socorro Godoy Alcayaga (Vicuña, 7 de abril de 1889 – Nueva
York, 10 de enero de 1957), fue una destacada poeta,
diplomática, feminista1 y pedagoga chilena. Una de las
principales figuras de la literatura chilena y continental, fue la
primera latinoamericana y, hasta el momento, única mujer
iberoamericana, premiada con el Nobel2 —ganó el Premio
Nobel de Literatura en 1945.
Fue galardonada en 1951 con el Premio Nacional de Literatura de Chile. Ha sido
asimismo la primera ganadora del Premio Nobel de Literatura de América Latina.
Además de poeta, fue una destacada profesora tanto en su Chile natal como en el
exterior. Existe desde 1997 en Chile la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela
Mistral, así como también su imagen figura en un billete. "Desolación", "Besos",
"Caricia", "Canción amarga", "Piececitos" y "Dame la mano" son algunas de sus obras
fundamentales.
BALADA
Él pasó con otra;
yo le vi pasar.
Siempre dulce el viento
y el camino en paz.
¡Y estos ojos míseros
le vieron pasar!
El va amando a otra
por la tierra en flor.
Ha abierto el espino;
pasa una canción.
¡Y él va amando a otra
por la tierra en flor!
El besó a la otra
a orillas del mar;
resbaló en las olas
la luna de azahar.
¡Y no untó mi sangre
la extensión del mar!
El irá con otra
por la eternidad.
Habrá cielos dulces.
(Dios quiere callar.)
¡Y él irá con otra
por la eternidad!
DESOLACIÓN
La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.
El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir intensos ocasos dolorosos.
¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido
si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!
Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto
vienen de tierras donde no están los que son míos;
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos,
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos.
Y la interrogación que sube a mi garganta
al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi vieja madre canta.
Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no encuentro los instantes,
porque la "noche larga" ahora tan solo empieza.
Miro el llano extasiado y recojo su duelo,
que vine para ver los paisajes mortales.
La nieve es el semblante que asoma a mis cristales;
¡siempre será su altura bajando de los cielos!
Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.
AUSENCIA
Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.
¡Se te va todo, se nos va todo!
Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos, que se devanaban,
en lanzaderas, delante tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.
Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.
Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche,
como demencia de mares solos!
¡Se nos va todo, se nos va todo!
LOS SONETOS DE LA MUERTE
Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido,
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvoreda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!
II
Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...
Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!
Sólo entonces sabrás el por qué no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
Se hará luz en la zona de los sinos, oscura:
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...
III
Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...
Y yo dije al Señor: - "Por las sendas mortales
le llevan ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!
¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor".
Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!
VOLVERLO A VER
¿Y nunca, nunca más, ni en noches llenas
de temblor de astros, ni en las alboradas
vírgenes, ni en las tardes inmoladas?
¿Al margen de ningún sendero pálido,
que ciñe el campo, al margen de ninguna
fontana trémula, blanca de luna?
¿Bajo las trenzaduras de la selva,
donde llamándolo me ha anochecido,
ni en la gruta que vuelve mi alarido?
¡Oh, no! ¡Volverlo a ver, no importa dónde,
en remansos de cielo o en vórtice hervidor,
bajo unas lunas plácidas o en un cárdeno horror!
¡Y ser con él todas las primaveras
y los inviernos, en un angustiado
nudo, en torno a su cuello ensangrentado!
PIECECITOS
Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
¡Dios mío!
¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!
El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;
que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.
Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.
Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!
EL ÁNGEL GUARDIÁN
Es verdad, no es un cuento;
hay un Ángel Guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.
Tiene cabellos suaves
que van en la venteada,
ojos dulces y graves
que te sosiegan con una mirada
y matan miedos dando claridad.
(No es un cuento, es verdad.)
El tiene cuerpo, manos y pies de alas
y las seis alas vuelan o resbalan,
las seis te llevan de su aire batido
y lo mismo te llevan de dormido.
Hace más dulce la pulpa madura
que entre tus labios golosos estruja;
rompe a la nuez su taimada envoltura
y es quien te libra de gnomos y brujas.
Es quien te ayuda a que cortes las rosas,
que están sentadas en trampas de espinas,
el que te pasa las aguas mañosas
y el que te sube las cuestas más pinas.
APEGADO A MÍ
Velloncito de mi carne,
que en mi entraña yo tejí,
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí!
La perdiz duerme en el trébol
escuchándole latir:
no te turben mis alientos,
¡duérmete apegado a mí!
Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir,
no te sueltes de mi pecho:
¡duérmete apegado a mí!
Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo de dormir.
No resbales de mi brazo:
¡duérmete apegado a mí!
LA CASA
La mesa, hijo, está tendida,
en blancura quieta de nata,
y en cuatro muros azulea,
dando relumbres, la cerámica.
Esta es la sal, éste el aceite
y al centro el Pan que casi habla.
Oro más lindo que oro del Pan
no está ni en fruta ni en retama,
y da su olor de espiga y horno
una dicha que nunca sacia.
Lo partimos, hijito, juntos,
con dedos duros y palma blanda,
y tú lo miras asombrado
de tierra negra que da flor blanca.
Baja la mano de comer,
que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, son del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este pan "cara de Dios"
no llega a mesas de las casas;
y si otros niños no lo tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocarás,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.
* En Chile, el pueblo llama
al pan "cara de Dios."
TODAS IBAMOS A SER REINAS
Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia y
Lucila con Soledad.
En el valle de Elqui, ceñido
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.
Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.
Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.
De los cuatro reinos,
decíamos, indudables como el Corán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.
Cuatro esposos desposarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.
LA FLOR DEL AIRE
Yo la encontré por mi destino,
de pie a mitad de la pradera,
gobernadora del que pase,
del que le hable y que la vea.
Y ella me dijo: "Sube al monte.
Yo nunca dejo la pradera,
y me cortas las flores blancas
como nieves, duras y tiernas."
Me subí a la ácida montaña,
busqué las flores donde albean,
entre las rocas existiendo
medio dormidas y despiertas.
Cuando bajé, con carga mía,
la hallé a mitad de la pradera,
y fui cubriéndola frenética,
con un torrente de azucenas.
Y sin mirarse la blancura,
ella me dijo: "Tú acarrea
ahora sólo flores rojas.
Yo no puedo pasar la pradera."
Trepe las penas con el venado,
y busqué flores de demencia,
las que rojean y parecen
que de rojez vivan y mueran.
DOÑA VENENOS
Doña venenos habita
a unos pasos de mi casa.
Ella quiere disfrutar
rutas, jardines y playas,
y todo ya se lo dimos,
pero no está apaciguada.
¿A qué vino de tan lejos
si viaja llevando su alma?
a los que nacen o mueren,
a los que arriban o zarpan,
y aunque son muchos sus días
¡no se cansa, no se cansa!
¿A qué vino de tan lejos
si viaja llevando su alma?
Pudo dejarla, sí, pudo,
en cactus abandonada,
y hacerse, cruzando mares,
otra de hieles lavada.
¿A qué vino a ser la misma
bajo el país de las palmas?
Me la dicen, me la traen
todos los días contada,
pero yo aún no la he visto
y me la tengo sin cara
Cada día me conozco
árbol nuevo, bestia rara
y criaturas que llegan
a la puerta de mi casa.
¿Pero si no la vi nunca
cómo echo a la forastera?
Y si me la dejo entrar,
¿qué hace de mi paz ganada?
¿qué de mi bien que es un árbol?
Todos me preguntan si
ya vino la malhadada
y luego me dicen que...
es peor si se retarda.
NACIMIENTO DE UNA CASA
Una casa va naciendo
en duna californiana
y va saltando del médano
en gaviota atolondrada.
El nacimiento lo agitan
carreras y bufonadas,
chorros silbados de arena,
risas que suelta la grava,
y ya van las vigas-madres
subiendo apelicanadas.
Puerta y puertas van llegando
reñidas con las ventanas,
unas a guardarlo todo,
otras a darlo, fiadas.
Los umbrales y dinteles
se casan en cuerpos y almas,
y unas piernas de pilares
bajan a paso de danza...
Yo no sé si es que la hacen
o de sí misma se alza;
mas sé que su alumbramiento
la costa trae agitada
y van llegando mensajes
en flechas enarboladas...
El amor acudiría
si ya se funde la helada,
y por dar fe, luz y aire,
hasta tocarla se abajan,
aunque se vea tan solo
a medio alzar las espaldas...
Llegando están los trabajos
menudos, pardos y en banda,
cargando en gibados gnomos
teatinos, mimbres y lanas
que ojean buscando manos
todavía no arribadas...
Y baja en un sesgo el Ángel
Custodio de las moradas
volea la mano diestra,
jurándole su alianza
y se la entrega a la costa
en alta virgen dorada.
En torno al bendecidor
hierven cien cosas trocadas;
fiestas, bodas, nacimientos,
risas, bienaventuranzas,
y se echa una Muerte grande,
al umbral, atravesada...
LA FUGITIVA
Árbol de fiesta, brazos anchos,
cascada suelta, frescor vivo
a mi espalda despeñados:
¿quién os dijo de pararme
y silabear mi nombre?
Bajo un árbol yo tan solo
lavaba mis pies de marchas
con mi sombra como ruta
y con el polvo por saya.
¡Qué hermoso que echas tus ramas
y que abajas tu cabeza,
sin entender que no tengo
diez años para aprenderme
tu verde cruz que es sin sangre
y el disco de tu peana!
Atísbame, pino-cedro,
con tus ojos verticales,
y no muevas ni descuajes
los pies de tu terrón vivo:
que no pueden tus pies: nuevos
con rasgones de los cactus
y encías de las risqueras.
Y hay como un desasosiego,
como un siseo que corre
desde el hervor del Zodíaco
a las hierbas erizadas.
Viva está toda la noche
de negaciones y afirmaciones,
las del Ángel que te manda
y el mío que con él, lucha;
y un azoro de mujer
llora a su cedro de Líbano
caído y cubierto de noche,
que va a marchar desde el alba
sin saber ruta ni polvo
y sin volver a ver más
su ronda de dos mil pinos.
¡Ay, árbol mío, insensato
entregado a la ventisca
a canícula y a bestia
al azar de la borrasca.
Pino errante sobre la Tierra!
LA FERVOROSA
En todos los lugares he encendido
con mi brazo y mi aliento el viejo fuego;
en toda tierra me vieron velando
el faisán que cayó desde los cielos,
y tengo ciencia de hacer la nidada
de las brasas juntando sus polluelos.
Dulce es callando en tendido rescoldo,
tierno cuando en pajuelas lo comienzo.
Malicias sé para soplar sus chispas
hasta que él sube en alocados miembros.
Costó, sin viento, prenderlo, atizarlo:
era o el humo o el chisporroteo;
pero ya sube en cerrada columna
recta, viva, leal y en gran silencio.
No hay gacela que salte los torrentes
y el carrascal como mi loco ciervo;
en redes, peces de oro no brincaron
con rojez de cardumen tan violento.
He cantado y bailado en torno suyo
con reyes, versolans y cabreros,
y cuando en sus pavesas él moría
yo le supe arrojar mi propio cuerpo.
Cruzarían los hombres con antorchas
mi aldea, cuando fue mi nacimiento
o mi madre se iría por las cuestas
encendiendo las matas por el cuello.
Espino, algarrobillo y zarza negra,
sobre mi único Valle están ardiendo,
soltando sus torcidas salamandras,
aventando fragancias cerro a cerro.
Mi vieja antorcha, mi Jadeada antorcha
va despertando majadas y oteros;
a nadie ciega y va dejando atrás
la noche abierta a rasgones bermejos.
La gracia pido de matarla antes
de que ella mate el Arcángel que llevo.
(Yo no sé si lo llevo o si él me lleva;
pero sé que me llamo su alimento,
y me sé que le sirvo y no le falto
y no lo doy a los titiriteros.)
Corro, echando a la hoguera cuanto es mío.
Porque todo lo di, ya nada llevo,
y caigo yo, pero él no me agoniza
y sé que hasta sin brazos lo sostengo.
O me lo salva alguno de los míos,
hostigando a la noche y su esperpento,
hasta el último hondòn, para quemarla
en su cogollo más alto y señero.
Traje la llama desde la otra orilla,
de donde vine y adonde me vuelvo.
Allá nadie la atiza y ella crece
y va volando en albatròs bermejo.
He de volver a mi hornaza dejando
caer en su regazo el santo préstamo.
¡Padre, madre y hermana adelantados,
y mi Dios vivo que guarda a mis muertos:
corriendo voy por la canal abierta
de vuestra santa Maratòn de fuego!
LA BAILARINA
La bailarina ahora está danzando
la danza del perder cuanto tenía.
Deja caer todo lo que ella había,
padres y hermanos, huertos y campiñas,
el rumor de su río, los caminos,
el cuento de su hogar, su propio rostro
y su nombre, y los juegos de su infancia
como quien deja todo lo que tuvo
caer de cuello, de seno y de alma.
En el filo del día y el solsticio
baila riendo su cabal despojo.
Lo que avientan sus brazos es el mundo
que ama y detesta, que sonríe y mata,
la tierra puesta a vendimia de sangre
la noche de los hartos que no duermen
y la dentera del que no ha posada.
Sin nombre, raza ni credo, desnuda
de todo y de sí misma, da su entrega,
hermosa y pura, de pies voladores.
Sacudida como árbol y en el centro
de la tornada, vuelta testimonio.
No está danzando el vuelo de albatroses
salpicados de sal y juegos de olas;
tampoco el alzamiento y la derrota
de los cañaverales fustigados.
Tampoco el viento agitador de velas,
ni la sonrisa de las altas hierbas.
El nombre no le den de su bautismo.
Se soltò de su casta y de su carne
sumiò la canturía de su sangre
y la balada de su adolescencia.
Sin saberlo le echamos nuestras vidas
como una roja veste envenenada
y baila así mordida de serpientes
que alácritas y libres la repechan,
y la dejan caer en estandarte
vencido o en guirnalda hecha pedazos.
Sonámbula, mudada en lo que odia,
sigue danzando sin saberse ajena
sus muecas aventando y recogiendo
jadeadora de nuestro jadeo,
cortando el aire que no la refresca
única y torbellino, vil y pura.
Somos nosotros su jadeado pecho,
su palidez exangüe, el loco grito
tirado hacia el poniente y el levante
la roja calentura de sus venas,
el olvido del Dios de sus infancias.
VIEJA
Ciento veinte años tiene, ciento veinte,
y está más arrugada que la Tierra.
Tantas arrugas lleva que no lleva otra cosa
sino alforzas y alforzas como la pobre estera.
Tantas arrugas hace como la duna al viento,
y se está al viento que la empolva y pliega;
tantas arrugas muestra que le contamos solo
sus escamas de pobre carpa eterna.
Se le olvidò la muerte inolvidable,
como un paisaje, un oficio, una lengua.
Y a la muerte también se le olvidò su cara,
porque se olvidan las caras sin cejas.
Arroz nuevo le llevan en las dulces mañanas;
fábulas de cuatro años al servirle le cuentan;
aliento de quince años al tocarla le ponen:
cabellos de veinte años al besarla le allegan.
Mas la misericordia que la salvajes la mía.
Yo le regalaré mis horas muertas,
y aquí me quedaré por la semana
pegada a su mejilla y a su oreja.
Diciéndole la muerte lo mismo que una patria
dándosela en la mano como una tabaquera;
contándole la muerte como se cuenta a Ulises
hasta que me la oiga y me la aprenda.
"La Muerte", le diré al alimentarla;
y "La Muerte", también, cuando la duerma:
"La Muerte", como el número y los números,
como una antífona y una secuencia,
Hasta que alargue su mano y la tome,
lúcida al fin en vez de soñolienta,
abra los ojos, la mire y la acepte
y despliegue la boca y se la beba.
Y que se doble lacia de obediencia
y llena de dulzura se disuelva,
con la ciudad fundada el año suyo
y el barco que lanzaron en su fiesta.
Y yo pueda sembrarla lealmente,
como se siembran maíz y lenteja,
donde a tiempo las otras se sembraron,
más dòciles, más prontas y más frescas.
El corazòn aflojado soltando,
y la nuca poniendo en una arena,
las viejas que pudieron no morir:
Clara de Asís, Catalina y Teresa.
LEÑADOR
Quedó sobre las hierbas
el leñador cansado,
dormido en el aroma
del pino de su hachazo.
Tienen sus pies majadas
las hierbas que pisaron.
Le canta el dorso de oro
y le sueñan las manos.
Veo su umbral de piedra,
su mujer y su campo.
Las cosas de su amor
caminan su costado;
las otras que no tuvo
le hacen como más casto,
y el soñoliento duerme
sin nombre, como un árbol.
El mediodía punza
lo mismo que venablo.
Con una rama fresca
la cara le repaso.
Se viene de él a mi
su día como un canto
y mi día le doy
como pino cortado.
Regresando, a la noche,
por lo ciego del llano,
oigo gritar mujeres
al hombre retardado;
y cae a mis espaldas
y tengo en cuatro dardos
nombre del que guardé
con mí sangre y mi hálito.
ENFERMO
Vendrá del Dios alerta
que cuenta lo fallido.
Por diezmo no pagado,
rehén me fue cogido.
Por algún daño oscuro
así me han afligido.
Está dentro la noche
ligero y desvalido
como una corta fábula
su cuerpo de vencido.
Parece tan distante
como el que no ha venido,
el que me era cercano
como aliento y vestido.
Apenas late el pecho
tan fuerte de latido.
¡Y cae si yo suelto
su cuello y su sentido!
Me sobra el cuerpo vano
de madre recibido;
y me sobra el aliento
en vano retenido:
me sobran nombre y forma
junto al desposeído.
Afuera dura un día
de aire aborrecido.
Juega como los ebrios
el aire que lo ha herido.
Juega a diamante y hielo
con que cortò lo unido
y oigo su voz cascada
de destino perdido...
EL IXTLAZIHUATL
El Ixtlazihuatl mi mañana vierte;
se alza mi casa bajo su mirada,
que aquí a sus pies me reclinó la suerte
y en su luz hablo como alucinada.
Te doy mi amor, montaña mexicana;
como una virgen tú eres deleitosa;
sube de ti hecha gracia la mañana,
pétalo a pétalo abre como rosa.
El Ixtlazihuatl con su curva humana
endulza el cielo, el paisaje afina.
Toda dulzura de su dorso mana;
el valle en ella tierno se reclina.
Está tendida en la ebriedad del cielo
con laxitud de ensueño y de reposa,
tiene en un pico un ímpetu de anhelo
hacia el azul supremo que es su esposo.
Y los vapores que alza de sus loma
tejen su sueño que es maravilloso:
cual la doncella y como la paloma
su pecho es casto, pero se halla ansioso.
Mas tú la andina, la de greña oscura
mi Cordillera, la Judith tremenda,
hiciste mi alma cual la zarpa dura
y la empapaste en tu sangrienta venda.
Y yo te llevo cual tu criatura,
te llevo aquí en mi corazòn tajeado,
que me crié en tus pechos de amargura
¡y derramé mi vida en tus costados!
ADIÓS
En costa lejana
y en mar de Pasiòn,
dijimos adioses
sin decir adiós.
Y no fue verdad
la alucinaciòn.
Ni tú la creíste
ni la creo yo,
"y es cierto y no es cierto"
como en la canciòn.
Que yendo hacia el Sur
diciendo iba yo:
-Vamos hacia el mar
que devora al Sol.
Y yendo hacia el Norte
decía tu voz:
-Vamos a ver juntos
dònde se hace el Sol.
Ni por juego digas
o exageraciòn
que nos separaron
tierra y mar, que son:
ella, sueño, y él,
alucinaciòn.
No te digas solo
ni pida tu voz
albergue para uno
al albergador.
Echarás la sombra
que siempre se echó,
morderás la duna
con paso de dos...
¡Para que ninguno,
ni hombre ni dios,
nos llame partidos
como luna y sol;
para que ni roca
ni viento errador,
ni río con vado
ni árbol sombreador,
aprendan y digan
mentira o error
del Sur y del Norte,
del uno y del dos!
EL PENSADOR DE RODIN
Con el mentón caído sobre la mano ruda,
el Pensador se acuerda que es carne de la huesa,
carne fatal, delante del destino desnuda,
carne que odia la muerte, y tembló de belleza.
Y tembló de amor, toda su primavera ardiente,
ahora, al otoño, anégase de verdad y tristeza.
El "de morir tenemos" pasa sobre su frente,
en todo agudo bronce, cuando la noche empieza.
Y en la angustia, sus músculos se hienden, sufridores
cada surco en la carne se llena de terrores,
Se hiende, como la hoja de otoño, al Señor fuerte
que le llama en los bronces... Y no hay árbol torcido
de sol en la llanura, ni leòn de flanco herido,
crispados como este hombre que medita en la muerte.
AL OÍDO DEL CRISTO
Cristo, el de las carnes en gajos abiertas;
Cristo, el de las venas vaciadas en ríos:
estas pobres gentes del siglo están muertas
de una laxitud, de un miedo, de un frío!
A la cabecera de sus lechos eres,
si te tienen, forma demasiado cruenta,
sin esas blanduras que aman las mujeres
y con esas marcas de vida violenta.
No te escupirían por creerte loco,
no fueran capaces de amarte tampoco
así, con sus ímpetus laxos y marchitos.
Porque como Lázaro ya hieden, ya hieden,
por no disgregarse, mejor no se mueven.
¡Ni el amor ni el odio les arrancan gritos!
**
Aman la elegancia de gesto y color,
y en la crispadura tuya del madero,
en tu sudar sangre, tu último temblor
y el resplandor cárdeno del Calvario entero,
les parece que hay exageración
y plebeyo gusto; el que Tú lloraras
y tuvieras sed y tribulación,
no cuaja en sus ojos dos lágrimas claras.
Tienen ojo opaco de infecunda yesca,
sin virtud de llanto, que limpia y refresca;
tienen una boca de suelto botón
mojada en lascivia, ni firme ni roja,
¡y como de fines de otoño, así, floja
e impura, la poma de su corazón!
**
¡Oh Cristo! El dolor les vuelva a hacer viva
l'alma que les diste y que se ha dormido,
que se la devuelva honda y sensitiva,
casa de amargura, pasión y alarido.
¡Garfios, hierros, zarpas, que sus carnes hiendan
al como se parten frutos y gavillas;
amas que a su gajo caduco se prendan
amas como argollas y como cuchillas!
¡Llanto, llanto de calientes raudales
renueve los ojos de turbios cristales
les vuelva el viejo fuego del mirar!
¡Retòñalos desde las entrañas, Cristo!
si ya es imposible, si tú bien lo has visto,
son paja de eras… ¡desciende a aventar!
PINARES
El pinar al viento
vasto y negro ondula,
y mece mi pena
con canción de cuna.
Pinos calmos, graves
como un pensamiento,
dormidme la pena,
dormidme el recuerdo.
Dormidme el recuerdo,
asesino pálido,
pinos que pensáis
con pensar humano.
El viento los pinos
suavemente ondula.
¡Duérmete, recuerdo,
duérmete, amargura!
La montaña tiene
el pinar vestida
como un amor grande
que cubriò una vida.
Nada le ha dejado
sin poseerle, ¡nada!
¡Como un amor ávido
que ha invadido un alma!
La montana tiene
tierra sonrosada;
el pinar le puso
su negrura trágica,
(Así era el alma
alcor sonrosado;
así el amor púsole
su brocado trágico.)
El viento reposa
y el pinar se calla,
cual se calla un hombre
asomado a su alma.
Medita en silencio,
enorme y oscuro,
como un ser que sabe
del dolor del mundo.
Pinar, tengo miedo
de pensar contigo;
miedo de acordarme,
pinar, de que vivo.
¡Ay!, tú no te calles,
procura que duerma;
no te calles como
un hombre que piensa.
AL PUEBLO HEBREO
Raza judía, carne de dolores,
raza judía, río de amargura:
como los cielos y la tierra, dura
y crece aún tu selva de clamores.
Nunca han dejado orearse tus heridas;
nunca han dejado que a sombrear te tienda
para estrujar y renovar tu venda,
más que ninguna rosa enrojecida.
Con tus gemidos se ha arrullado el mundo.
Y juego con las hebras de tu llanto.
Los surcos de tu rostro, que amo tanto,
son cual llagas de sierra de profundos.
Temblando mecen su hijo las mujeres,
temblando siega el hombre su gavilla.
En tu soñar se hincó la pesadilla
y tu palabra es sólo el ¡"miserere"!
Raza judía, y aun te resta pecho
y voz de miel, para alabar tus lares,
y decir el Cantar de los Cantares
con lengua, y labio, y corazòn deshechos.
En tu mujer camina aún María.
Sobre tu rostro va el perfil de Cristo;
por las laderas de Siòn le han visto
llamarte en vano, cuando muere el día...
Que tu dolor en Dimas le miraba
y Él dijo a Dimas la palabra inmensa
y para ungir sus pies busca la trenza
de Magdalena ¡y la halla ensangrentada!
¡Raza judía, carne de dolores,
raza judía, río de amargura:
como los cielos y la tierra, dura
y crece tu ancha selva de clamores!
RUTH
Ruth moabita a espigar va a las eras,
aunque no tiene ni un campo mezquino.
Piensa que es Dios dueño de las praderas
y que ella espiga en un predio divino.
El sol caldeo su espalda acuchilla,
baña terrible su dorso inclinado;
arde de fiebre su leve mejilla,
y la fatiga le rinde el costado.
Booz se ha sentado en la parva abundosa.
El trigal es una onda infinita,
desde la sierra hasta donde él reposa,
que la abundancia ha cegado el camino...
Y en la onda de oro la Ruth moabita viene,
espigando, a encontrar su destino.
**
Booz mirò a Ruth, y a los recolectores.
Dijo: "Dejad que recoja confiada"...
Y sonrieron los espigadores,
viendo del viejo la absorta mirada...
Eran sus barbas dos sendas de flores,
su ojo dulzura, reposo el semblante;
su voz pasaba de alcor en alcores,
pero podía dormir a un infante...
Ruth lo miró de la planta a la frente,
y fue sus ojos saciados bajando,
como el que bebe en inmensa corriente.
Al regresar a la aldea, los mozos
que ella encontrò la miraron temblando.
Pero en su sueño Booz fue su esposo.
**
Y aquella noche el patriarca en la era
viendo los astros que laten de anhelo,
recordó aquello que a Abraham prometiera
Jehová: más hijos que estrellas dio al cielo.
Y suspiró por su lecho baldío,
rezó llorando, e hizo sitio en la almohada
para la que, como baja el rocío,
hacia él vendría en la noche callada.
Ruth vio en los astros los ojos con llanto
de Booz llamándola, y estremecida,
dejò su lecho, y se fue por el campo...
Dormía el justo, hecho paz y belleza.
Ruth, más callada que espiga vencida,
puso en el pecho de Booz su Cabeza.
LA MUJER FUERTE
Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,
mujer de saya azul y de tostada frente,
que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía
vi abrir el surco negro en un abril ardiente.
Alzaba en la taberna, honda, la copa impura
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo ese recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano, serena.
Segar te vi en enero los trigos de tu hijo,
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par, de maravilla y llanto.
Y el lodo de tus pies todavía besara,
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun te sigo en los surcos la sombra con mi canto!
LA MUJER ESTÉRIL
La mujer que no mece a un hijo en el regazo;
cuyo calor y aroma alcance a sus entrañas,
tiene una laxitud de mundo entre los brazos;
todo su corazòn congoja inmensa baña.
El lirio le recuerda unas sienes de infante;
el Ángelus le pide otra boca con ruego;
e interroga la fuente de seno de diamante
por qué su labio quiebra el cristal en sosiega
Y al contemplar sus ojos se acuerda de la azada
piensa que en los de un hijo no mirará éxtasiada;
al vaciarse sus ojos, los follajes de octubre.
Con doble temblor oye el viento en los cipreses
¡Y una mendiga grávida, cuyo seno florece
cual la parva de enero, de vergüenza la cubre!
MIS LIBROS
Libros, callados libros de las estanterías,
vivos en su silencio, ardientes en su calma;
libros, los que consuelan, terciopelos del alma,
y que siendo tan tristes nos hacen la alegría!
Mis manos en el día de afanes se rindieron;
pero al llegar la noche los buscaron, amantes
en el hueco del muro donde como semblantes
me miran confortándome aquellos que vivieron.
¡Biblia, mi noble Biblia, panorama estupendo,
en donde se quedaron mis ojos largamente,
tienes sobre los Salmos las lavas más ardientes
y en su río de fuego mi corazòn enciendo!
Sustentaste a mis gentes con tu robusto vino
y los erguiste recios en medio de los hombres,
y a mí me yergue de ímpetu sólo el decir tu nombre;
porque yo de ti vengo he quebrado al Destino.
Después de ti, tan sólo me traspasó los huesos
con su ancho alarido, el sumo Florentino.
A su voz todavía como un junco me inclino;
por su rojez de infierno fantástica atravieso.
Y para refrescar en musgos con rocío
la boca, requemada en las llamas dantescas,
busqué las Florecillas de Asís, las siempre frescas
¡y en esas felpas dulces se quedó el pecho mío!
Yo vi a Francisco, a Aquel fino como las rosas,
pasar por su campiña más leve que un aliento,
besando el lirio abierto y el pecho purulento,
por besar al Señor que duerme entre las cosas.
¡Poema de Mistral, olor a surco abierto
que huele en las mañanas, yo te aspiré embriagada!
Vi a Mireya exprimir la fruta ensangrentada
del amor y correr por el atroz desierto.
Te recuerdo también, deshecha de dulzuras,
versos de Amado Nervo, con pecho de paloma,
que me hiciste más suave la línea de la loma,
cuando yo te leía en mis mañanas puras.
Nobles libros antiguos, de hojas amarillentas,
sois labios no rendidos de endulzar a los tristes,
sois la vieja amargura que nuevo manto viste:
¡desde Job hasta Kempis la misma voz doliente!
Los que cual Cristo hicieron la Vía-Dolorosa,
apretaron el verso contra su roja herida,
y es lienzo de Verònica la estrofa dolorida;
¡todo libro es purpúreo como sangrienta rosa!
¡Os amo, os amo, bocas de los poetas idos,
que deshechas en polvo me seguís consolando,
y que al llegar la noche estáis conmigo hablando,
junto a la dulce lámpara, con dulzor de gemidos!
De la página abierta aparto la mirada,
¡oh muertos!, y mi ensueño va tejiéndoos semblantes:
las pupilas febriles, los labios anhelantes
que lentos se deshacen en la tierra apretada.
EL DIOS TRISTE
Mirando la alameda, de otoño lacerada,
la alameda profunda de vejez amarilla,
como cuando camino por la hierba segada
busco el rostro de Dios y palpo su mejilla.
Y en esta tarde lenta como una hebra de llanto
por la alameda de oro y de rojez yo siento
un Dios de otoño, un Dios sin ardor y sin canto
¡y lo conozco triste, lleno de desaliento!
Y pienso que tal vez Aquel tremendo y fuerte
Señor, al que cantara de locura embriagada,
no existe, y que mi Padre que las mañanas vierte
tiene la mano laxa, la mejilla cansada.
Se oye en su corazón un rumor de alameda
de otoño: el desgajarse de la suma tristeza;
su mirada hacia mí como lágrima rueda
y esa mirada mustia me inclina la cabeza.
Y ensayo otra plegaria para este Dios doliente,
plegaria que del polvo del mundo no ha subido:
"Padre, nada te pido, pues te miro a la frente
y eres inmenso, ¡inmenso!, pero te hallas herido."
LA SOMBRA INQUIETA
Flor, flor de la raza mía, Sombra Inquieta,
¡qué dulce y terrible tu evocación!
El perfil de éxtasis, llama la silueta,
las sienes de nardo, l'habla de canción.
Cabellera luenga de cálido manto,
pupilas de ruego, pecho vibrador;
ojos hondos para albergar más llanto;
pecho fino donde taladrar mejor.
Por suave, por alta, por bella, ¡precita!
fatal siete veces; fatal, ¡pobrecita!,
por la honda mirada y el hondo pensar.
¡Ay!, quien te condene, vea tu belleza,
mire el mundo amargo, mida tu tristeza,
¡y en rubor cubierto rompa a sollozar!
**
¡Cuánto río y fuente de cuenca colmada,
cuánta generosa y fresca merced
de aguas, para nuestra boca socarrada!
¡Y el alma, la huérfana, muriendo de sed!
Jadeante de sed, loca de infinito,
muerta de amargura la tuya en clamor,
dijo su ansia inmensa por plegaria y grito:
¡Agar desde el vasto yermo abrasador!
Y para abrevarte largo, largo, largo,
Cristo dio a tu cuerpo silencio y letargo,
y lo apegó a su ancho caño saciador...
El que en maldecir tu duda se apure,
que puesta la mano sobre el pecho juré;
"Mi fe no conoce zozobra, Señor."
**
Y ahora que su planta no quiebra la grama
de nuestros senderos, y en el caminar
notamos que falta, tremolante llama,
su forma, pintando de luz el solar,
cuantos la quisimos abajo, apeguemos
la boca a la tierra, y a su corazón,
vaso de cenizas dulces, musitemos
esta formidable interrogación:
¿Hay arriba tanta leche azul de lunas,
tanta luz gloriosa de blondos estíos,
tanta insigne y honda virtud de ablución
que limpien, que laven, que albeen las brunas
manos que sangraron con garfios y en ríos,
¡oh Muerta!, la carne de tu corazón?
LA MAESTRA RURAL
La maestra era pura. "Los suaves hortelanos",
decía, "de este predio, que es predio de Jesús,
han de conservar puros los ojos y las manos,
guardar claros sus óleos, para dar clara luz".
La maestra era pobre. Su reino no es humano.
(Así en el doloroso sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!
La maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y enrojecida,
era ella la insigne flor de su santidad.
¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso,
largamente abrevaba sus tigres el dolor.
Los hierros que le abrieron el pecho generoso
¡más anchas le dejaron las cuencas del amor!
¡Oh labriego, cuyo hijo de su labio aprendía
el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en sus carnes ardía:
pasaste sin besar su corazòn en flor!
Campesina, ¿recuerdas que alguna vez prendiste
su nombre a un comentario brutal o baladí?
Cien veces la miraste, ninguna vez la viste
¡y en el solar de tu hijo, de ella hay más que de ti!
Pasò por él su fina, su delicada esteva,
abriendo surcos donde alojar perfección.
La albada de virtudes de que lento se nieva
es suya. Campesina, ¿no le pides perdón?
Daba sombra por una selva su encina hendida
el día en que la muerte la convidò a partir.
Pensando en que su madre la esperaba dormida,
a La de Ojos Profundos se dio sin resistir.
Y en su Dios se ha dormido, como en cojín de luna;
almohada de sus sienes, una constelación;
canta el Padre para ella sus canciones de cuna
¡y la paz llueve largo sobre su corazón!
Como un henchido vaso, traía el alma hecha
para dar ambrosía de toda eternidad;
y era su vida humana la dilatada brecha
que suele abrirse el Padre para echar claridad.
Por eso aún el polvo de sus huesos sustenta
púrpura de rosales de violento llamear.
¡Y el cuidador de tumbas, como aroma, me cuenta,
las plantas del que huella sus huesos, al pasar!
Simone de Beauvoir
(París, 1908-1986) Pensadora y novelista francesa, representante del movimiento
existencialista ateo y figura importante en la reivindicación de los derechos de la
mujer. Originaria de una familia burguesa, destacó desde temprana edad como una
alumna brillante. Estudió en la Sorbona y en 1929 conoció a Jean-Paul Sartre, que se
convirtió en su compañero durante el resto de su vida.
Se graduó en filosofía y hasta 1943 se dedicó a la docencia en los liceos de Marsella,
Ruan y París. Su primera obra fue la novela La invitada (1943), a la que siguió La
sangre de los otros (1944) y el ensayo Pyrrhus y Cineas (1944). Participó intensamente
en los debates ideológicos de la época, atacó con dureza a la derecha francesa, y
asumió el papel de intelectual comprometida. En sus textos literarios revisó los
conceptos de "historia" y "personaje" e incorporó, desde la óptica existencialista, los
temas de "libertad", "situación" y "compromiso".
Fue fundadora junto a Sartre, A. Camus, y M. Merleau-Ponty, entre otros, de la revista
Tiempos Modernos, cuyo primer número salió a la calle el 15 de octubre de 1945 y se
transformó en un referente político y cultural del pensamiento francés de mitad del
siglo XX. Posteriormente publicó la novela Todos los hombres son mortales (1946), y
los ensayos Para una moral de la ambigüedad (1947) y América al día (1948).
Su libro El segundo sexo (1949) significó un punto de partida teórico para distintos
grupos feministas, y se convirtió en una obra clásica del pensamiento contemporáneo.
En él elaboró una historia sobre la condición social de la mujer y analizó las distintas
características de la opresión masculina. Afirmó que al ser excluida de los procesos de
producción y confinada al hogar y a las funciones reproductivas, la mujer perdía todos
los vínculos sociales y con ellos la posibilidad de ser libre. Analizó la situación de
género desde la visión de la biología, el psicoanálisis y el marxismo; destruyó los mitos
femeninos, e incitó a buscar una auténtica liberación. Sostuvo que la lucha para la
emancipación de la mujer era distinta y paralela a la lucha de clases, y que el principal
problema que debía afrontar el "sexo débil" no era ideológico sino económico.
Fundó con algunas feministas la Liga de los Derechos de la Mujer, que se propuso
reaccionar con firmeza ante cualquier discriminación sexista, y preparó un número
especial de Tiempos Modernos destinado a la discusión del tema. Ganó el Premio
Goncourt con Los mandarines (1954), donde trató las dificultades de los intelectuales
de la posguerra para asumir su responsabilidad social. En 1966 participó en el
Tribunal Russell, en mayo de 1968 se solidarizó con los estudiantes liderados por
Daniel Cohn-Bendit, en 1972 presidió la asociación Choisir, encargada de defender la
libre contracepción, y hasta sus últimos días fue una incansable luchadora por los
derechos humanos.
Sus abundantes títulos testimoniales y autobiográficos incluyen Memorias de una
joven formal (1958), La plenitud de la vida (1960), La fuerza de las cosas (1963), Una
muerte muy dulce (1964), La vejez (1968), Final de cuentas (1972) y La ceremonia del
adiós (1981).
"... siempre ha habido mujeres, éstas lo son por su estructura fisiológica; por
lejano que sea el tiempo histórico al cual nos remontamos, han estado siempre
subordinadas al hombre: su dependencia no es consecuencia de un acontecimiento, o
de un devenir, no es algo que ha llegado. La alteridad aparece aquí como un absoluto,
porque escapa en parte al carácter accidental del hecho histórico. Una situación que se
ha creado a través del tiempo puede deshacerse en un tiempo posterior (...). En
cambio, parece que una condición natural desafía al cambio. En verdad, la naturaleza
no es un dato inmutable, del mismo modo que no lo es la realidad histórica. Si la
mujer se descubre como lo inesencial que nunca vuelve a lo esencial es porque ella
misma no opera esa vuelta. "
" El hombre se eleva sobre el animal al arriesgar la vida no al darla: Por eso la
humanidad acuerda superioridad al sexo que mata y no al que engendra.
Tenemos aquí la llave de todo el misterio [...] El hombre asegura la repetición de
la Vida al transcender la Vida por la existencia, y por medio de esa superación
crea valores que niegan todo valor a la pura repetición [...] Al plantearse como
soberano encuentra la complicidad de la mujer misma, porque ella es también un
existente, está también habitada por la transcendencia y su proyecto no es la
repetición, sino su superación hacia un otro porvenir; ella encuentra también en el
corazón de su ser la confirmación de las pretensiones masculinas. [...] Su desgracia es
haber sido consagrada biológicamente a repetir la Vida, cuando a sus mismos ojos
la Vida no lleva en sí sus razones de ser y esas razones son más importantes que
la vida misma."
"Poco a poco el hombre ha mediatizado sus experiencias, y tanto en sus
representaciones como en su existencia práctica, ha triunfado el principio macho. El
Espíritu le ha hecho triunfar sobre la Vida, la transcendencia sobre la inmanencia, la
técnica sobre la magia, y la razón sobre la superstición. La desvalorización de la mujer
representa una etapa necesaria en la historia de la humanidad, porque su prestigio no
provenía de su valor positivo, sino de la debilidad del hombre; en ella se encarnaban
los inquietantes misterios naturales: el hombre escapa de su autoridad cuando se
libera de la naturaleza."
"Así el triunfo del patriarcado no fue ni un azar ni el resultado de una evolución
violenta. Desde el origen de la humanidad su privilegio biológico ha permitido a
los machos afirmarse solos como sujetos soberanos, y no han abdicado nunca ese
privilegio, (...) Es posible, sin embargo, que si el trabajo productor hubiese seguido
siendo proporcionado a la medida de sus fuerzas la mujer hubiera realizado la
conquista de la naturaleza con el hombre (...) Lo que le ha sido nefasto es que, al no
convertirse en una compañera de trabajo para el obrero, ha sido excluida del Mitsein
humano: esa exclusión no se explica por el hecho de que la mujer sea débil y de
capacidad productora inferior; el macho no reconocía en ella a un semejante porque
ella no participaba de su manera de trabajar y pensar y porque permanecía sujeta a los
misterios de la vida; dado que no la adoptaba, dado que conservaba ante sus ojos la
dimensión del otro el hombre no podía sino hacerse su opresor. La voluntad macho de
expansión y dominación ha transformado la incapacidad femenina en una maldición."
El segundo sexo (1949; Cátedra, 2005)
"Porque el hombre es trascendencia, jamás podrá imaginar un paraíso. El paraíso es el
reposo, la trascendencia negada, un estado de cosas ya dado, sin posible superación.
Pero en ese caso ¿qué haremos? Para que el aire sea respirable tendrá que dejar
paso a las acciones, a los deseos, que a su vez tenemos que superar: tendrá que
dejar de ser paraíso. La belleza de la tierra prometida es que ella prometía nuevas
promesas. Los paraísos inmóviles no pueden prometer más que un eterno
aburrimiento (...)
Si Dios es la infinitud y la plenitud del ser, no hay distancia entre su proyecto y su ser
realidad, su voluntad es el fundamento inmóvil de su ser. Lo que quiere se hace, quiere
cuanto es... Tal Dios no es una persona singular, es el universal, el todo inmutable y
eterno. Y lo universal es silencioso... La perfección de su ser no deja ningún lugar al
hombre porque el hombre no podría trascenderse en Dios si Dios ya está todo entero
dado. En tal caso el hombre no es más que un accidente indiferente a la realidad del
ser; está en la tierra como un explorador perdido en el desierto; puede ir a la derecha o
a la izquierda, puede ir a donde quiera; jamás irá a ningún lugar y la arena cubrirá sus
huellas. "
Pirro y Cineas (1944)
“Extraordinario decorado el de este bosquejo de ciudad abandonada en los confines de
un pueblo y al margen de los siglos. Bordeé la mitad del hemiciclo, subí por las
escalinatas del pabellón central: contemplé largo rato la sobria majestad de estas
construcciones edificadas con fines utilitarios y que nunca sirvieron para nada. Son
sólidas, son reales: sin embargo, su abandono las transforma en un simulacro
fantástico: uno se pregunta de qué. La hierba tibia, bajo el cielo de otoño, y el olor de
las hojas muertas me aseguraban que no había abandonado este mundo, pero había
retrocedido doscientos años atrás. Fui a buscar unas cosas en el auto; extendí una
manta, almohadones, puse la radio a transistores, y fumé mientras escuchaba
Mozart. Detrás de dos o tres ventanas polvorientas adivino presencias: sin duda son
oficinas. Un camión se detuvo ante uno de los portones, unos hombres abrieron,
cargaron bolsas en la parte trasera del vehículo. Ninguna otra cosa ha alterado el
silencio de esta siesta: ni un visitante. El concierto terminado, me puse a leer. Doble
sensación de extrañamiento: me iba muy lejos, a orillas de un río desconocido; alzaba
la vista y volvía a encontrarme en medio de estas piedras, lejos de mi vida”.
La mujer rota (1968; Edhasa, 2007)
Carta de Simone de Beauvoir a Jean Paul Sartre
Querido pequeño ser:
Quiero contarle algo extremadamente placentero e inesperado que me pasó: hace tres
días me acosté con el pequeño Bost. Naturalmente fui yo quien lo propuso, el deseo era
de ambos y durante el día manteníamos serias conversaciones mientras que las noches
se hacían intolerablemente pesadas.Una noche lluviosa, en una granja de Tignes,
estábamos tumbados de espaldas a diez centímetros uno del otro y nos estuvimos
observando más de una hora, alargando con diversos pretextos el momento de ir
a dormir. Al final me puse a reír tontamente mirándolo y él me dijo: "¿De que se ríe?".
Y le contesté: "Me estaba preguntando qué cara pondría si le propusiera acostarse
conmigo". Y replicó: "Yo estaba pensando que usted pensaba que tenía ganas de
besarla y no me atrevía". Remoloneamos aún un cuarto de hora más antes de que se
atreviera a besarme. Le sorprendió muchísimo que le dijera que siempre había sentido
muchísima ternura por él y anoche acabó por confesarme que hacía tiempo que me
amaba. Le he tomado mucho cariño. Estamos pasando unos días idílicos y unas
noches apasionadas. Me parece una cosa preciosa e intensa, pero es leve y tiene un
lugar muy determinado en mi vida: la feliz consecuencia de una relación que siempre
me había sido grata. Hasta la vista querido pequeño ser; el sábado estaré en el andén y
si no estoy en el andén estaré en la cantina. Tengo ganas de pasar unas interminables
semanas a solas contigo.
Te beso tiernamente,
tu Castor.
Su pensamiento en retazos:
“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”.
”El secreto de la dicha en el amor consiste menos en ser ciego que en cerrar los ojos
cuando hace falta”.
“Es absolutamente imposible encarar problema humano alguno con una mente carente
de prejuicio”.
“La belleza es aún más difícil de explicar que la felicidad”.
“Encanto es lo que tienen algunos hasta que empiezan a creérselo”.
“Las arrugas de la piel son ese algo indescriptible que procede del alma”.
“No hay muerte natural: nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su
sola presencia pone en cuestión al mundo. La muerte es un accidente, y aún si los
hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida”
“¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad”.
“Lo más escandaloso que tiene el escándalo es que uno se acostumbra”.
“Las personas felices no tienen historia”.
“Es lícito violar una cultura, pero a condición de hacerle un hijo”.
“Me parecía que la tierra no hubiera sido habitable si no hubiese tenido a nadie a
quien admirar”
”La longevidad es la recompensa de la virtud”.
”La naturaleza del hombre es malvada. Su bondad es cultura adquirida”.
”¿Qué es en el fondo actuar sino mentir? ¿Y qué es actuar
bien, sino mentir convenciendo?”.