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I LA SOLEDAD ENTRE SOLEDAD Y AMOR (2L)Bryce 26/10/06 19:12 Página 15

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  • ILA SOLEDAD

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  • ENTRE SOLEDAD Y AMOR (2L)Bryce 26/10/06 19:12 Pgina 16

  • Si me he quedado solo, es por falta de maldad.

    FRANOIS GEORGE,

    Histoire personnelle de la France

    Figrese que usted camina por una tranquila calle provinciana, es

    una calurosa tarde de agosto. La calle se halla dividida en dos por

    la lnea que separa la sombra del sol.

    Sigue usted andando por la acera inundada de luz y su som-

    bra camina con usted, casi a su lado, usted la ve, partida en dos

    por el ngulo que forman las paredes blancas con la acera.

    Siga suponiendo Haga un esfuerzo De pronto, esa som-

    bra que le acompaa desaparece

    No cambia de lugar. No pasa detrs de usted porque haya

    cambiado de direccin. Digo bien: desaparece.

    Y he aqu que usted se encuentra en la calle, de repente, sin

    sombra. Se da usted la vuelta y no la encuentra. Mira a sus pies

    y sus pies emergen de un charco de luz. Las casas, al otro lado

    de la calle, continan con su sombra fresca. Dos hombres pasan

    charlando apaciblemente y su sombra los precede, adaptndose

    a su cadencia, haciendo exactamente los mismos gestos que

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  • ellos. Hay un perro al borde de la acera.Y tambin tiene su

    sombra.

    Entonces, usted se para. Su cuerpo, bajo sus manos, posee la

    misma consistencia que otros das. Da usted unos pasos rpida-

    mente y se para en seco, con la esperanza de recuperar su sombra.

    Se echa a correr. Sigue sin encontrarla. Da usted media vuelta y

    no hay ninguna mancha oscura sobre los adoquines brillantes de

    la acera.

    GEORGES SIMENON,

    Carta a mi juez

    ENTRE LA SOLEDAD Y EL AMOR

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  • El otro y nosotros

    Dos amantes yacen uno al lado del otro, tras el acto de amor. Su

    soledad es el perfecto ejemplo de lo que suele llamarse soledad

    autnticamente saboreada. La satisfaccin los devuelve a s mis-

    mos, desenlazando sus brazos y poniendo fin al ardor que los

    empuj el uno hacia el otro. Sus soledades son paralelas, la ima-

    gen misma de dos cuerpos en reposo. Ellas saben que volvern a

    encontrarse en el tiempo, de la misma manera en que acaban de

    confundirse totalmente.Y ellas conforman asimismo la promesa

    recproca de un reencuentro futuro, basado precisamente en el

    recuerdo comn de pasados ardores y entrelazamientos. Es po-

    sible que esta soledad compartida no sea real, ni mucho menos

    absoluta, sobre todo si la comparamos con aquellas soledades

    que se viven sin compaa alguna.

    La soledad no existe para aquel que puede recordar los mo-

    mentos en que no estuvo solo y sabe que esos momentos vol-

    vern. La otra persona puede estar ausente, pero en cierta medi-

    da contina a nuestro lado. Un ser existe en el recuerdo que

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  • conservamos de su presencia y en la confianza que tenemos en

    su pronto retorno. El psicoanlisis llama a este ser el buen ob-

    jeto, y lo ejemplifica con el caso del nio que espera confiado

    el retorno de su madre.

    No se est forzosamente solo cuando se carece de compa-

    a, ni esta situacin implica necesariamente una exclusin del

    mundo. La soledad es, en realidad, una manera incompleta y

    nica de estar en el mundo. El antiguo mito del andrgino ex-

    plicaba este hecho a su manera. Los seres humanos son arrastra-

    dos al amor por la inmensa necesidad de volver a encontrar una

    unidad original. Se busca al otro como si fuese una parte perdi-

    da de uno mismo, y como si esa carencia nos causara dolor. Me

    duele el otro, o, mejor: Me duele en el otro, parece decirnos

    toda soledad.

    La soledad tiene una ligazn muy estrecha con el lenguaje

    y con las dificultades de expresin. Nos obliga a comunicarnos,

    pero puede tambin significar que ya ni queremos ni podemos

    comunicarnos. En ello, la soledad implica siempre la existencia

    de otro ser, pero no necesariamente una presencia de la cual

    podramos ocultarnos, ni tampoco una presencia que podra-

    mos reclamar incesante y vanamente.Tenemos la conviccin de

    que el otro existe y constatamos que nos hace falta. Es en no-

    sotros mismos, en nuestra conviccin ntima de la existencia

    del otro y en nuestra dolorosa experiencia de su ausencia, don-

    de hace su nido el sentimiento de soledad. Para sentirse solo, es

    preciso desear ser dos, al menos, o haberlo sido y conservar la

    nostalgia de ello.

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  • Cargar eternamente el doloroso recuerdo de un ser que ha

    fallecido es indudablemente la primera forma de estar solo. Sin

    esa otra persona, sentimos que nuestra existencia est vaca, muy

    lejos de una vida plena. Como esa persona nos hace falta, no ce-

    samos en nuestro afn de recrearla, ahora y siempre, a pesar de la

    evidencia de su desaparicin, y a pesar de que parientes y ami-

    gos hagan lo posible por acercarnos a ellos. La falta de un solo

    ser puede lograr que uno no exista para los dems.

    La segunda forma de estar solo consiste en organizar la

    ausencia del otro, en vista de que su mirada nos hace existir,

    pero sin que podamos hacer nada por controlarla. Extraemos

    parte de nuestra existencia de esa otra persona, con lo cual en

    realidad enajenamos parte de nuestra independencia. Es preci-

    so, entonces, escapar a esa mirada para reencontrar o restaurar

    nuestra independencia. Huimos de la presencia del otro, la tor-

    namos indiferente, para volver a ser dueos de nuestra existen-

    cia. Desaparecemos para hacer desaparecer al otro.Al igual que

    Fgaro, que se apresura a rerse de todo, para no llorar por

    todo, nos damos prisa en estar solos, por temor a estarlo a pe-

    sar de nosotros mismos. Nos entregamos a la soledad, aun co-

    rriendo el riesgo de acostumbrarnos a ella, de no poder desha-

    cernos ms de ella.

    La tercera forma de estar solos consiste en hacer un buen

    uso de la soledad. El otro no existe por s mismo, pues nosotros

    no lo vemos nunca como realmente es.Tampoco l nos ve como

    realmente somos. Conscientemente o no, proyectamos intuicio-

    nes o ideas sobre todo aquel que se nos acerca. Sin siquiera sos-

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  • pecharlo, un ser imaginario acompaa a un individuo desde el

    instante mismo en que se presenta ante otro individuo.

    Partiendo de nuestras propias esperanzas y desilusiones pa-

    sadas, le pedimos inconscientemente al otro que represente un

    papel en el teatro de nuestra imaginacin. Le exigimos que de-

    sempee un papel ya escrito, al hilo de nuestras experiencias, y,

    muy en particular, de aquellas que nos marcaron desde la infan-

    cia. Si el otro se niega a desempear este papel, o lo desempea

    mal, muy fcilmente podemos sentirnos solos, descubrirnos so-

    los. Nadie sube al escenario abandonado de nuestros deseos, y

    terminamos as por convertirnos en los desamparados asistentes

    a un espectculo cuyas representaciones han sido interrumpidas.

    Toda soledad es signo de una decepcin ntima. La realidad no

    coincide con lo que esperbamos de ella. La realidad ha decep-

    cionado a nuestra imaginacin.

    Sin duda alguna, la soledad totalmente feliz es algo imposi-

    ble. Sin embargo, en una trayectoria de maduracin individual y

    cultural, la soledad es positiva. Es en s un aprendizaje que nos

    ayuda a asumir nuestras desilusiones y a liberarnos de la obsesi-

    va frecuentacin del otro.Tambin nos ayuda a acogerlo sin la

    necesidad de colocar entre l y nosotros ningn tipo de barrera

    protectora o aislante. En resumen, slo mediante este buen uso

    de nuestra soledad aprenderamos a vivir tan bien con nosotros

    mismos como con el otro.

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  • La seora X

    La seora X tiene casi ochenta aos y es viuda desde hace cin-

    co aos y medio. Sufre de agorafobia.Tiene, por ejemplo, mu-

    cho miedo de atravesar una plaza, y cruzar una calle se ha con-

    vertido en una verdadera hazaa para ella. Me flaquean las

    piernas, explica la seora X, agregando que se siente incapaz de

    ir hasta la carnicera o la farmacia, que apenas logra llegar hasta

    el buzn en que el cartero le deposita su correspondencia, y que

    constantemente le dan vrtigos. Estos vrtigos los tena ya des-

    de antes de la muerte de su esposo. Sola sentirme muy marea-

    da en plena calle, y sobre todo entre la multitud recuerda la

    seora X, agregando: Pero entonces tena a mi esposo a mi

    lado, y l me llevaba inmediatamente hasta un caf, para que

    pudiese tomar mi medicacin.

    Dos meses despus de la muerte de su marido, la salud de la

    seora X empieza a deteriorarse a pasos agigantados. La coinci-

    dencia de fechas es casi total, y la seora X prcticamente no ha

    vuelto a poner los pies en la calle.Vive rodeada de todo tipo de

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  • cuidados mdicos, pero todos los mdicos del mundo no logran

    ni lograrn nunca reemplazar a su marido. O sea que lo que

    realmente le ocurre a la seora X es que le falta una razn para

    sentirse mejor.

    Tras la muerte del cnyuge, los problemas de salud son un

    frecuente factor de aislamiento entre las personas de avanzada

    edad. Sin embargo, estos problemas no son ms que unas cuan-

    tas piedras dispersas con las que esas personas construyen la so-

    ledad en la cual se encierran, desinteresndose de todo lo que las

    rodea. Pero esta prdida de curiosidad e inters por el mundo

    exterior significa que el psiquismo est realizando un intenso

    trabajo interno. El sujeto se recoge en su soledad y desde ah se

    empea en revivir el pasado, para extraer de l toda una serie de

    acontecimientos ya desaparecidos.

    De esta manera, la seora X consagra el tiempo de vida que

    le queda a recuperar el pasado, y, al ir afanosamente tras las hue-

    llas del recuerdo de su marido, intenta incluso adelantarse a la

    propia muerte que los volver a reunir. Simultneamente, sin

    embargo, la seora X es consciente de que el recuerdo no va a

    devolverle la vida al difunto y no intenta ocultarse a s misma su

    soledad real.Al contrario: disfruta de ella con la tristeza que es

    propia de su duelo. Desde su punto de vista, el vnculo que la

    une a su esposo es preferible a todos los vnculos que podra es-

    tablecer o estrechar con sus amigos o con sus familiares.Y es

    que, en ciertas ocasiones, la tristeza puede parecer ms gratifi-

    cante que el goce de vivir, o que la vida misma.

    Tras la muerte del cnyuge, es posible observar, a menudo,

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  • entre la gente de edad avanzada, lo que los gerontlogos llaman

    sndrome de desprendimiento o de desmoronamiento. Una per-

    sona parece perderle el gusto a la vida, y sus problemas de salud

    se agravan constantemente, sin ms explicacin que esta renun-

    cia a las cosas de este mundo.Y hay personas que pierden inclu-

    so el deseo de sobrevivir, cuando, al ser hospitalizadas, por ejem-

    plo, se sienten arrancadas de su entorno familiar. Estamos, en

    este caso, ante un verdadero sndrome de enclaustramiento. No

    merece la pena vivir en este mundo: el cuarto del hospital y la

    calidad o estatus de enfermo sometido a cuidados y, por lo

    tanto, dependiente, se convierten en verdaderas afrentas a nues-

    tro narcisismo y en heridas que sufre aquella autoestima que tan

    til nos resulta en los momentos difciles de la vida.

    Ante un mundo que encuentra hostil, la persona opta por

    encerrarse en s misma y se convierte en pasiva. La agudeza de

    todos sus sentidos disminuye hasta que estos pierden por com-

    pleto su capacidad de respuesta a las solicitaciones que le vienen

    de fuera. Simultneamente, este inters por el mundo exterior

    que se va perdiendo se vuelve hacia el mundo interior. El pa-

    ciente se encierra en sus sueos o concentra toda su atencin en

    una parte de su cuerpo que termina por convertirse en objeto

    de todas sus preocupaciones e inquietudes. Pero, a menudo, se

    suele pensar, un tanto precipitadamente, que estas preocupacio-

    nes e inquietudes por la salud estn estrechamente ligadas a este

    perodo de la vida, dado lo avanzado de la edad. Esto equivale a

    olvidar que los problemas de salud acompaan ese proceso de

    encierro e interiorizacin, mas no lo explican.Y equivale a ol-

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  • vidar tambin que este bloqueo del mundo interno, por la in-

    tensa actividad psquica, se nutre en buena parte de una impo-

    sibilidad objetiva de controlar la realidad exterior. Cuando el

    mundo que nos rodea es muy poco humano, resulta muy hu-

    mano alejarse de l.

    Esta tentacin se acrecienta entre las personas de edad avan-

    zada debido a lo fcil que les resulta refugiarse en el pasado.

    Y, cuando tienen la suerte de seguir viviendo en sus propios ho-

    gares, sus recuerdos se rodean de objetos que son en s mismos

    recuerdos. Estos solitarios cara a cara con lo inanimado, estos

    dilogos secretos entre un individuo y sus fantasmas, constituyen

    un conmovedor testimonio de fidelidad. La soledad es un sn-

    toma ms del sndrome de enclaustramiento. Es el alma la que

    se halla herida y enferma, como consecuencia de un accidente

    de la vida afectiva.

    Pero, en qu medida estamos capacitados para juzgar esta

    soledad interior? El corazn de la seora X ces de latir para

    siempre el da en que dej de hacerlo al unsono con el cora-

    zn de su esposo. Sin embargo, ese corazn an palpita, puesto

    que el recuerdo del amor contina siendo amor. Entonces, se-

    ramos capaces de aliviar a la seora X, privndola de este l-

    timo consuelo? Mi respuesta es la siguiente y parte de una

    simple constatacin, de una rpida y simple mirada al mundo en

    que vivimos: los seres todos, y en particular los ancianos, en-

    cuentran cada vez menos consuelo en la religin. No los prive-

    mos, pues, de la religin del recuerdo.

    ENTRE LA SOLEDAD Y EL AMOR

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  • Soledades contemporneas

    1

    En su libro Nos solitudes, el mdico y poltico francs Michel

    Hannoun reflexiona sobre la mayor paradoja del mundo de la

    comunicacin en que vivimos. Aunque basadas en una expe-

    riencia y unas encuestas exclusivamente francesas, sus reflexio-

    nes pueden aplicarse fcilmente a todos los pases desarrollados,

    tanto en el medio urbano como en el rural.

    Son muchas, segn el mdico y poltico francs, las razones

    que hacen surgir nuestras soledades contemporneas. Para empe-

    zar, la soledad es una nocin ambigua en la medida en que todos

    necesitamos de ella en ciertos momentos. Pero al mismo tiempo

    nos asusta y nos inquieta.La soledad, adems,existi desde siempre

    y lo que es nuevo hoy es su aspecto.Antes uno estaba solo cuando

    se encontraba apartado de los dems.La soledad del ermitao o la

    del poeta tenan un sentido en una sociedad en la que cada uno

    ocupaba un lugar bueno o malo porque se viva en comunidad.

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  • Adems, era una sociedad en la cual la religin constitua

    un factor importante. Hoy se vive en una sociedad que es una

    colectividad. Las relaciones entre las personas son prcticamen-

    te contractuales. La familia de hoy, por ejemplo, es contractual y

    ha perdido su nocin de duracin y de deber.Antes uno se ca-

    saba con la idea de que era para siempre y para cumplir con la

    procreacin y con una serie de deberes conyugales. Hoy se en-

    tra en una asociacin por algn tipo de entusiasmo o atraccin

    sexual y se sale de ella no bien surge cualquier inconveniente.

    Las leyes lo permiten.

    Antes, la sociedad le permita al hombre olvidar su soledad.

    Hoy, la sociedad no logra asumir esta vocacin.Antao, la sole-

    dad se produca al alejarse de los dems, pero actualmente se

    produce en medio de los otros y est profundamente ligada a

    nuestro entorno humano. Las multitudes que rodean al solitario

    le colocan un espejo ante el cual se refleja su condicin. Mul-

    titud, soledad, trminos semejantes y convertibles, deca Bau-

    delaire. Antiguamente, un individuo necesitaba alejarse de los

    otros para estar solo y de l se tena la imagen idealizada de un

    hroe que se aventuraba para alcanzar los lmites mismos de la

    creacin, el pensamiento o la fe. En la actualidad, el solitario se

    siente excluido sin que la sociedad le otorgue ninguna imagen

    que lo valorice. Por el contrario, la sociedad parece ignorar hoy

    la reciprocidad que es consustancial a las relaciones de interde-

    pendencia.Y desde un punto de vista cultural, la dependencia

    est proscrita y los valores dominantes son la libertad y la inde-

    pendencia.

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  • Afirmar nuestra independencia es afirmar implcitamente

    que no se necesita de los dems. Pero la independencia no debe

    ser confundida con la libertad, aunque existan entre ambas al-

    gunas similitudes. Mientras que una persona libre se preocupa

    ante todo de s misma, una independiente desea no tener que

    preocuparse de otra.Tal cosa se debe a que la libertad se esta-

    blece ante lo absoluto, mientras que la independencia se deter-

    mina en relacin a los dems y es, en el fondo, una concepcin

    esquiva y estrecha de la libertad.Asimilar libertad con indepen-

    dencia es, fundamentalmente, desentenderse de toda necesidad

    natural, pretender alcanzar una autonoma total, una imagen se-

    mejante a la divina. De hecho, al atribuirles a la libertad y la in-

    dependencia una primaca total, la sociedad contempornea di-

    viniza al individuo o, ms precisamente, le otorga la posibilidad

    de divinizarse a s mismo.

    Descripcin del hombre: dependencia, deseo de indepen-

    dencia, necesidad, anotaba Pascal en sus Pensamientos. Pero el

    tab que pesa hoy sobre la dependencia refuerza la aspiracin in-

    dividual a la independencia.Y para alcanzar dicha aspiracin se

    rompe el pacto de reciprocidad que relaciona a los individuos,

    forzando al otro a la soledad y exponindose uno mismo a ella.

    El individuo es actualmente autor y vctima de su propia sole-

    dad.Necesita al Otro, pero se comporta como si pudiese vivir sin

    l.Aspira a la independencia, pero la soporta difcilmente.

    As, el sentimiento de soledad se relaciona cada vez menos

    con una situacin objetiva de aislamiento o de desgracia.Y es

    cada vez ms causa y no consecuencia de un problema existen-

    LA SOLEDAD

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  • cial. La soledad se debe mucho ms frecuentemente a una acti-

    tud global del individuo que a una imposicin de las circuns-

    tancias que le toca vivir.Al no poder entrar en relacin de re-

    ciprocidad con el Otro, el individuo queda enfrentado a los

    profundos desacuerdos de su propia naturaleza.

    La vida afectiva es el campo en que mejor se manifiestan

    estos desacuerdos, ya que en vez de satisfacer la necesidad de

    afecto del individuo, pone generalmente en relieve las contra-

    dicciones entre esta necesidad y el deseo de independencia. La

    comedia del Amor contemporneo escenifica las contradiccio-

    nes de cada ser, pero sin llegar a resolverlas.Y, en cada acto, dos

    personajes hablan de una misma soledad, pero cada uno con sus

    propias preocupaciones. En cada nuevo acto, en cada nueva

    aventura sentimental, la pareja cambia y el dilogo contina con

    otro personaje. Un solo hilo conductor subsiste en esta conti-

    nuidad: el que el individuo, en eterna contradiccin consigo

    mismo, intenta retomar. El sentimiento de soledad que invade

    nuestra sociedad indica que el ser humano se busca ante todo a

    s mismo y que esta bsqueda se efecta en forma solitaria.

    En esta bsqueda solitaria se encuentra otra de las explica-

    ciones a las soledades contemporneas. Debido a la preeminen-

    cia que han adquirido valores como la libertad y la indepen-

    dencia, el pacto de reciprocidad entre los individuos se ha roto.

    Libre de los dems, cada uno debe buscar en su propia persona

    los principios en que apoyar su vida. Cada uno debe, en cierta

    forma, inventar de nuevo y totalmente solo la sociedad. Los di-

    versos comportamientos ligados a la soledad llevan la huella de

    ENTRE LA SOLEDAD Y EL AMOR

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  • los esfuerzos que cada persona est obligada a realizar para alcan-

    zar la formulacin moderna de la propia salvacin: Fuera de

    uno mismo no hay salvacin!. El ser queda convertido as en su

    propio dios y la felicidad se ha convertido en su nueva religin.

    Sin embargo, al dejarle a cada individuo la libertad para

    buscar el tipo de felicidad que le conviene, la sociedad no con-

    tradice su misin. Simplemente renuncia a darles normas y mo-

    delos a sus miembros. El individuo de hoy vive a la escucha de

    su yo profundo y se abandona fcil y voluntariamente a sus

    emociones y sentimientos. Ganan en autenticidad las relaciones

    personales, puesto que el hombre se expresa ms profunda y sin-

    ceramente que con el trato social de antao. El hombre, la li-

    bertad, la independencia y la pasin se han impuesto hoy a la

    comunidad, las convenciones, las fidelidades y la razn.

    Los solitarios son los pioneros de las nuevas relaciones so-

    ciales.Y no esperan que se les d frmula alguna para lanzarse a

    la conquista de la felicidad, afirma Michel Hannoun en Nos so-

    litudes. Pero la soledad no es actualmente algo tan sencillo como

    antes. Entre su representacin ideal y su realidad, existe una

    contradiccin. No es ni la afirmacin pura y simple de una de-

    pendencia que ha quedado truncada, ni la lograda realizacin de

    una independencia plena y total.Adems, no revela necesaria-

    mente una ruptura con los lazos sociales: se puede ser un solita-

    rio en el corazn de una muchedumbre.Y, de la misma manera,

    la soledad no conlleva en general ni felicidad ni desdicha: es, ge-

    neralmente, una obstinada bsqueda de la felicidad y una capa-

    cidad para adaptarse a la desgracia si ello es necesario.

    LA SOLEDAD

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  • Hoy nadie siente vergenza de vivir solo. La mirada de la

    sociedad ha cambiado. Un soltero de cuarenta aos ya no es,

    como antes, sospechoso de inclinaciones que atentaban contra

    la moral. Primero, porque la moral ya no reprueba tanto esas in-

    clinaciones y, luego, porque ya no se les atribuyen sistemtica-

    mente a los solteros ms recalcitrantes. La soltera en s se en-

    frenta a un cambio de mentalidad y la imagen del soltern o la

    solterona empieza a desaparecer de la mente colectiva para dar

    lugar a la de unos jvenes que han sabido permanecer jvenes

    ms tiempo que los dems.

    El miedo a envejecer y a morir explica tanto la atraccin

    que ejerce la juventud cuanto la muerte de la moda. Esta, que

    privilegiaba lo efmero y lo momentneo, produce hoy angustia

    existencial y de ah la tendencia a una uniformizacin de usos y

    costumbres.Y la atraccin cada vez mayor que ejerce la juventud

    crece en la medida en que la vejez va siendo privada de todo

    aquello que poda hacerla ms aceptable: el apoyo de los dems,

    la autoridad moral y, por ltimo, la religin, ltimo consuelo

    ante la muerte. Mientras que la vejez ve desaparecer su legitimi-

    dad social y cultural, la juventud asiste al crecimiento de la suya.

    2

    La juventud se ha convertido casi en una forma de sabidura y,

    sin duda, hoy Victor Hugo no se atrevera a escribir un Arte de

    ser abuelo. El verdadero arte consiste actualmente en permanecer

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  • joven y en no ponerle lmite alguno a la libertad de amar sin

    comprometerse, prolongando indefinidamente el plazo de una

    deliciosa irresponsabilidad.Todo es posible y nada es grave cuan-

    do se es joven.Y la asociacin entre juventud y soltera provoca

    nostalgia entre los adultos casados. El matrimonio es un prisma

    deformante cuando a travs de l se observa la soltera de otros.

    El hombre y la mujer casados tienden a atribuirles y envidiarles

    a los solteros todas las conquistas que no tuvieron.

    La evolucin de las costumbres ha reforzado decisivamente

    la legitimidad social de la juventud.Y, adems del atractivo que

    siempre tuvo, la juventud se beneficia actualmente del atractivo

    que le confiere la libertad sexual y sentimental propia de nues-

    tro tiempo. Mujeres y hombres de cualquier edad pueden dis-

    frutar de esta libertad, pero, de hecho, la juventud es la gran fa-

    vorecida. La soltera se ha convertido en un perodo de prueba

    en el que el individuo aprende a conocerse mejor y al que la

    moral de hoy se adapta perfectamente.

    Sin embargo, la juventud sufre hoy tanto o ms de soledad

    que la gente de edad. Los jvenes en grupo no son ms que se-

    res aislados reunidos. Esta es la gran diferencia con los adultos.

    Entre estos, las mujeres se organizan mucho mejor en la soledad

    que los hombres y pueden bastarse a s mismas. Hoy una mujer

    puede concebir a un beb sola; de ah la gran cantidad de mu-

    jeres solteras que tienen hijos.A pesar de los avances de la cien-

    cia, los hombres an no lo pueden hacer y, adems, estn en ma-

    yor dependencia que las mujeres. Por eso estas tienen mejor

    relacin con la vida que los hombres.

    LA SOLEDAD

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    ENTRE SOLEDAD Y AMOR (2L)Bryce 26/10/06 19:12 Pgina 33

  • En cuanto a los nios, basta con mirar la cantidad de horas

    que pasan solos ante la pantalla del televisor. Esta es la nueva

    baby-sitter de los tiempos modernos. Cuando los nios vuelven

    del colegio, generalmente los padres no estn.Adems, cuando

    llegan, se ponen tambin a ver televisin y les hablan poco. No

    hay comunicacin entre padres e hijos. Los nios estn en fami-

    lia y a la vez solos.

    La familia ya no es como antes un lugar de proteccin. El

    nio debe aprender a solucionar sus problemas de nio en me-

    dio de las turbulencias de la vida de los adultos. Por ejemplo, se

    acomodar a la incertidumbre ligada a la pertenencia de un

    nuevo padre o una nueva madre? El nio corre el peligro de

    perder los puntos de referencia indispensables a la infancia en el

    proceso de las identificaciones formativas de su personalidad.

    A travs de la incertidumbre de la vida afectiva, nuestra sociedad

    genera nuevas soledades y ellas modelan tambin a los nuevos

    solitarios.

    Hace unos aos los principios morales eran transmitidos

    por la familia. Los nios disponan de una moral en la que se

    encuadraba su educacin y los guiaba en el camino de la vida.

    Cuando llegaban a la adultez posean un sistema de valores a los

    que podan remitirse cualesquiera fuesen las circunstancias de su

    vida. Su comportamiento estaba programado de alguna manera

    por modelos y reglas personales. Hoy la educacin est librada a

    los jardines de infancia, la escuela, la televisin y el cine.

    La compaa de un animal subsana en cierta medida las so-

    ledades contemporneas. En una sociedad dominada por el

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  • egosmo, el estrs, la agresividad y la inestabilidad, el animal fiel

    y silencioso propone a los solitarios una autntica y serena pre-

    sencia. Nadie puede negar la ternura, la fidelidad de un animal

    domstico. Aporta seguridad y equilibrio y, adems, el dueo

    tiene alguien de quien ocuparse de manera regular, alguien que

    lo necesita, alguien con quien puede hablar, alguien que lo

    quiere y que l quiere. Es, por ltimo, una manifestacin del de-

    seo de dominacin del hombre que lo transforma en poder do-

    mstico.

    La eleccin entre un perro y un gato no es nuestra y se

    debe muy a menudo a la representacin social de cada una de

    las especies. El gato es el smbolo de la libertad e independencia

    caras a los intelectuales. El perro es ms bien el de la defensa de

    los bienes y de las personas. En todo caso, la asociacin cada vez

    ms masiva de los animales con los hombres expresa el amor an-

    cestral de los unos por los otros y tiene tambin como objetivo

    conjurar la soledad del individuo capaz de ser rey en el nico

    reino animal. Algunos solitarios quieren a su animal como si

    este fuera un ser humano Pero tambin porque no lo es

    Sin lugar a dudas, a ello se debe tambin que los viejos bus-

    quen cada vez ms refugio en el pasado. Para un viudo o una

    viuda cuyo corazn ha dejado de latir al unsono con su cnyu-

    ge, pero sigue palpitando con l, el recuerdo del amor es an

    amor. La soledad se presenta entonces como un sntoma en el

    sndrome del encierro. Pero es prcticamente imposible hacerse

    un juicio acerca de esta soledad interior, y resulta muy impro-

    bable procurarle alivio despojndola de ese ltimo consuelo.

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  • Los pobres eran los parias de la sociedad industrial. En po-

    cas del capitalismo salvaje, aquella sociedad les responda brutal-

    mente: Enriquzcanse. Nuestra sociedad de comunicacin

    responde de forma bastante anloga a sus nuevos parias, los po-

    bres en comunicacin: Comunquense ms.Asistimos recin

    al nacimiento de esta nueva sociedad, de ah sin duda su aspec-

    to salvaje.Algo en la naturaleza misma de la comunicacin ex-

    plica, sin embargo, que se tienda a obligar a sus parias a ocupar-

    se de s mismos.

    En efecto, la tendencia de esta nueva sociedad de comuni-

    cacin es aceptar que quien desea comunicarse es el nico res-

    ponsable de su xito o fracaso. Si no lo logra, la culpa es toda

    suya, sea porque depende demasiado del otro, sea porque no se

    encuentra bien en su propio pellejo. Se afirma as que quien tie-

    ne dificultades para comunicarse debe realizar el primer esfuer-

    zo, y que el que no las tiene no es responsable de ningn fraca-

    so en la comunicacin.Aspiramos a una comunicacin bastante

    extraa, por cierto, ya que el otro se vuelve indispensable y al

    mismo tiempo se le quita toda importancia. Nuestra necesidad

    del otro es inmensa, pero el papel que le atribuimos es insigni-

    ficante.

    Dentro de este esquema, el otro no existe para que lo com-

    prendamos sino para responder a la necesidad que tenemos de

    su presencia. Si la comunicacin tuviese un objetivo, obligara a

    cada sujeto a un esfuerzo de reciprocidad.Tendramos que es-

    forzarnos para comprender al otro y, por reciprocidad, el otro

    hara lo mismo. Pero en el principio y fin de la comunicacin

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  • estamos solos ante un ser imaginario, producto de nuestros fan-

    tasmas. Hoy se habla de comunicacin. Es una palabra que todo

    el mundo tiene en sus labios y que supone un emisor y un

    receptor. Pero lo que tenemos es el uno sin el otro. No hay in-

    tercambio. La comunicacin consiste en dos monlogos, no en

    un dilogo.

    De hecho, entre los solitarios y los otros, hay un acuerdo t-

    cito acerca de la comunicacin: esta slo es vlida si es perfecta-

    mente lograda.Todos podemos comunicarnos, pero la verdad es

    que unos lo logran y otros no. En esto consiste el carcter per-

    verso de la comunicacin moderna: nos exige abrirnos hacia el

    exterior, pero al mismo tiempo empuja a quien no logra comu-

    nicarse a alejarse cada vez ms de los otros. La incomunicacin

    golpea finalmente a quien sufre de ella como una sentencia de

    excomunin a un creyente.

    La soledad no es siempre sinnimo de incomprensin, un

    silencio que se alimenta de la dificultad de decir algo. La soledad

    desdichada comunica, pero comunica precisamente la imposibi-

    lidad de comunicar. El solitario que se asla no parece repro-

    charles a los dems que no lo comprendan. Ms bien parece de-

    cirles que no hay nada que comprender. Por el contrario, los

    solitarios felices y extravertidos tienen una inmensa facilidad

    para comunicarse. La desigualdad entre unos y otros es afectiva

    y cultural. Los triunfadores en esta sociedad son felices y tienen

    palabras para decirlo y hacerlo saber a su alrededor; los perde-

    dores son desdichados y no logran expresarlo, ni logran tampo-

    co consolarse a s mismos.

    LA SOLEDAD

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  • Al contractualizarse, la sociedad les ha otorgado mayor li-

    bertad a sus miembros. Pero al servirse de esta libertad, encerra-

    do en las casillas del individualismo, el hombre moderno se ha

    convertido en un solitario. Los puntos de referencia que la so-

    ciedad le ofreca antes a travs de la familia, la escuela, el matri-

    monio, la religin, etctera, no le ofrecen garantas durables de

    bienestar y mucho menos de felicidad alguna. Ello explica la de-

    saparicin del sentimiento de pertenencia a una comunidad y

    de la solidaridad.

    Los individuos dudan de todo porque la sociedad les ofrece

    como nicos modelos de felicidad espacios de publicidad tan

    bellos como efmeros. Sin ms garantas ni puntos de referencia,

    el hombre cae en la indiferencia ante las instituciones, empe-

    zando por el Estado. Sin cuestionarlas siquiera, los individuos se

    alejan de ellas, producindose un abandono masivo de los sindi-

    catos y los partidos polticos, acompaado por un fuerte absten-

    cionismo electoral.

    El individualismo actual es profundamente egocntrico y

    slo sale de su indiferencia cuando las instituciones que sostie-

    nen la sociedad en que vive le presenta imgenes dolorosas.

    Deja de ser indiferente cuando se reconoce en aquel viejo que

    ser tarde o temprano, en el accidentado que ve y que puede ser

    l o en el desempleado con el que podr ser asociado en un fu-

    turo prximo.Alejados de las instituciones, los individuos estn

    ms preocupados por las preguntas que por sus respuestas.

    Las soledades contemporneas estn profundamente ligadas

    a la existencia de muchedumbres compuestas precisamente por

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    ENTRE SOLEDAD Y AMOR (2L)Bryce 26/10/06 19:12 Pgina 38

  • individualistas. Sin organizaciones ni instituciones, una muche-

    dumbre es una simple aglomeracin, una inmensa coleccin de

    personas semejantes e intercambiables. En medio de ella, el in-

    dividuo siente que slo es un elemento ms de una masa. Nadie

    lo ve y en consecuencia nadie lo comprende ni lo quiere. Si el

    amor se ha convertido en algo tan importante para hombres y

    mujeres, es porque se vive como el ltimo refugio del senti-

    miento de pertenencia.

    Sea cual sea nuestro punto de observacin, el individuo se

    nos presenta aislado en un destino que, sin embargo, est im-

    pregnado de confort y modernidad, como si este fuese el precio

    a pagar por todas las comodidades que se le ofrecen al hombre

    del siglo xxi. Lo paradjico es que hoy los solitarios estn mu-

    cho ms aislados que en las sociedades del pasado, cuando en es-

    tas el solitario se alejaba del mundo, y actualmente vive su con-

    dicin en medio de inmensas masas humanas. Convertidas en

    algo tan comn como absurdo, las soledades contemporneas

    han perdido el lustre que antao les dieron los filsofos, los pro-

    fetas y ermitaos, y los artistas.

    LA SOLEDAD

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  • ENTRE SOLEDAD Y AMOR (2L)Bryce 26/10/06 19:12 Pgina 40

  • La vejez no se cura

    Las relaciones entre generaciones no son nada sencillas y su

    complejidad es fiel reflejo de las contradicciones personales por

    las que millones de mujeres y hombres se cuestionan.

    En las grandes ciudades occidentales, un promedio del 71

    por ciento de sus habitantes opina que es a la familia a quien le

    corresponde el cuidado de los ancianos, mientras que un 22 por

    ciento opina que es el Estado quien debe ocuparse de ellos. Los

    ancianos, por su parte, parecen tener una opinin ms matizada

    de las cosas: por encima de los setenta aos, un 56 por ciento se

    inclina por la familia y un 36 por ciento lo hace por el Estado.

    Significa esto que los viejos desean pasar sus ltimos aos lejos

    de los suyos? Tal cosa resultara sorprendente. En realidad, lo que

    ocurre es que las personas de edad avanzada se sienten desgarra-

    das entre el deseo de seguir viviendo entre los suyos y el temor

    de convertirse en una carga para ellos.

    Los progresos de la medicina no han hecho desaparecer los

    problemas de salud. Lo que ocurre es que actualmente estos

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  • problemas y sus manifestaciones se retrasan hasta aquella cuarta

    edad en la que empieza la dependencia completa del ser huma-

    no en el crepsculo de su vida. La multiplicacin de las enfer-

    medades medicaliza los ltimos meses o aos segn el caso

    de la existencia humana. Esta es una de las pruebas que tiene

    que confrontar la solidaridad familiar.

    La vigilancia mdica es en s misma difcil e implica una

    profesionalidad que va ms all de la ms profunda abnegacin.

    Habitualmente, han sido las mujeres las que han asumido estas

    tareas, hacindose cargo de los moribundos y de los rituales fu-

    nerarios, aunque en la actualidad la redistribucin de los roles

    sociales tradicionales hace que el cumplimiento de estas abne-

    gadas tareas sea cada da ms escaso.

    Tradicionalmente, se ha considerado que las mujeres estn

    ms cerca del ciclo fundamental de la vida y de la muerte, por

    estar menos comprometidas con la sociedad que los hombres.

    Su relacin con el mundo del trabajo es menos estrecha que la

    de los hombres, y este mundo constituye uno de los principales

    escenarios de la sociedad. Sin embargo, la igualdad de los sexos

    ha producido una ruptura histrica con el esquema de la repar-

    ticin de roles segn el sexo.

    La indiferenciacin cada da ms pronunciada del compor-

    tamiento masculino y femenino, con su aspecto ms espectacu-

    lar el trabajo de la mujer, ha contribuido a remodelar todos

    los aspectos de una vida familiar sometida a las modas de la vida

    urbana. El ritmo de vida y el tamao de la vivienda adquieren

    tambin una importancia capital. En otros tiempos se poda te-

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  • ner en casa a un agonizante y se clausuraba temporalmente el

    cuarto del recin fallecido.Actualmente, tal cosa sera prctica-

    mente imposible puesto que las viviendas tienen una superficie

    y un nmero de habitaciones calculadas hasta el ltimo cent-

    metro para las personas que las habitan.

    Los reflejos familiares parecen seguir paso a paso la curva de

    la urbanizacin moderna.Actualmente, por ejemplo, siete de cada

    diez europeos mueren en un hospital, mientras que esta propor-

    cin era exactamente la inversa hace slo unos treinta aos. Las

    diferencias se mantienen, sin embargo, segn las regiones y su

    grado de urbanizacin. Los servicios de larga permanencia en

    los hospitales funcionan en la actualidad como una forma muy

    particular de aislamiento colectivo.Todos aquellos que la vida

    moderna ha ido aislando paulatinamente, van a dar ah.

    Y ah, en esos servicios de larga permanencia, encontramos

    cuatro veces ms mujeres que hombres. Las dos terceras partes

    de los ingresados tienen ms de ochenta aos, y algunos todava

    tienen cnyuge, pero este se encuentra en el exterior, demasia-

    do viejo y dbil para ocuparse del hospitalizado, o an lo sufi-

    cientemente en forma como para compartir su suerte. Ms de la

    mitad de estos ancianos tiene todava familia, pero generalmen-

    te se trata de una familia de las de hoy, no preparada para afron-

    tar los problemas mdicos y humanos que plantea la ancianidad.

    Aunque el ingreso de un padre anciano y enfermo por de-

    cisin de sus hijos no constituye un abandono, a menudo es vi-

    vido como tal. El sentimiento de culpa de esos hijos se inten-

    sifica, puesto que saben que su padre no actu de la misma

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    ENTRE SOLEDAD Y AMOR (2L)Bryce 26/10/06 19:12 Pgina 43

  • manera con sus progenitores. Los pacientes y sus familiares no

    estn preparados para esta dolorosa experiencia; tampoco lo est

    el hospital, puesto que su finalidad sigue siendo la de ocuparse

    de los enfermos que ingresan y curarlos, para que regresen nue-

    vamente a sus hogares. En cambio, la vejez no se cura.

    La atencin mdica constante que acompaa a estos ancia-

    nos ingresados nunca es suficiente como para hacerlos sentir

    que an existen y sirven para algo. Cada uno de estos viejos ha

    sido arrancado de su entorno familiar y luego situado en un

    ambiente asptico e impersonal. Su vida transcurre entre una

    cama, una mesa y una silla para recibir a algn visitante eventual

    que es, adems, su ltimo vnculo con el mundo de los vivos.

    Este vnculo generalmente se mantiene y est conformado por

    los parientes ms cercanos; y, en el caso de los solteros o divor-

    ciados, el vnculo con el exterior se mantiene gracias a algunos

    amigos tan fieles como abnegados. Si estos tienen la misma edad

    que el hospitalizado, si sus propios problemas de salud les impi-

    den venir, el vnculo con el exterior se rompe y el anciano in-

    gresado se queda completamente solo: ha llegado a esa edad en

    que los seres que no tienen familia son simple y llanamente ig-

    norados.

    La relegacin de los ancianos al final de sus vidas es un he-

    cho social ligado a la organizacin general de nuestra sociedad

    actual. Se inscribe en una suerte de funcionalidad cada vez ms

    aguda de las estructuras de la vida y tambin de la muerte.

    Como constata Norbert Elias: Nunca antes en la historia de la

    humanidad los moribundos han sido ocultados tras los bastido-

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  • res, tan alejados de la vista de los vivos y de manera tan higini-

    ca; nunca antes han sido expedidos de la cmara mortuoria a la

    tumba de una manera tan inodora ni con tal perfeccin tcni-

    ca.1 Los muy funcionales y fros morideros modernos, que

    reemplazan la vergenza de los antiguos hospicios, son el fiel re-

    flejo de una modernidad basada en la constante bsqueda tc-

    nica de la eficacia.

    LA SOLEDAD

    1. Norbert Elias, La solitude des mourants, Bourgeois, Pars, 1987.

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