al sur de la modernidad

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Introducción Mucho antes de que la escuela de Frankfurt tematizara el concepto de razón instrumental, América Latina tuvo la experiencia de una racionalidad moderna convertida en “arsenal instrumental del poder y la dominación” (Quijano, Modernidad 53), esto es de una modernización cuya racionalidad, al presentarse como incompatible con su razón histórica, legitimó la voracidad del capital y la implantación de una economía que tornó irracional toda diferencia que no fuera recuperable por la lógica instrumental del mal llamado desarrollo. El debate en torno a la modernidad nos concierne entonces porque a su modo —al replantear aquel tramposo sentido del desarrollo/progreso— hace posible percibir la pluralidad y discontinuidad de temporalidades que atraviesan la modernidad, la larga duración de estratos profundos de la memoria colectiva “sacados a la superficie por las bruscas alteraciones del tejido social que la propia aceleración modernizadora comporta” (Marramao, “Metapolítica” 60). Ese debate contiene a América Latina: la resistencia de sus tradiciones y la contemporaneidad de sus atrasos , las contradicciones de su modernización y las ambigüedades de su desarrollo, lo temprano de su modernismo y lo tardío y heterogéneo de su modernidad. Debate que se ha constituido además en escenario del reencuentro de las ciencias sociales con la reflexión filosófica y de ésta con la experiencia cotidiana: esa que tanto o más que la crisis de los paradigmas nos está exigiendo cambiar no sólo los esquemas sino las preguntas. Lo que vincula el debate cultural hoy, de un modo muy especial, al campo de la comunicación es que no sólo la modernización es identificada cada día más explícitamente con el desarrollo de las tecnologías de la información, sino que tanto en la reformulación de la vigencia de la modernidad como en lo que en ella anuncia la tardomodernidad, la comunicación aparece como un lugar estratégico. En los últimos años la comunicación se ha vuelto crucial a la hora de imaginar y nombrar los nuevos modelos de sociedad. Como la “sociedad de la información”: aquella en la que la información no es sólo algo vital para su funcionamiento y desarrollo, sino en la que la sociedad toda se organiza siguiendo las lógicas y los modelos de la comunicación. ¿Qué quiere decir eso? Que todos los espacios y las funciones de lo social estarán conectados de forma autorregulada y transparente. La autorregulación significa funcionalidad bien templada, interactividad entre todos los elementos del sistema, donde todos los nichos deben permanecer en contacto,

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Este libro recoge textos de los últimos años del comunicólogo español-colombiano, en su mayoría de los noventa, dispersos en revistas y libros colectivos, que reunidos ahora por primera vez permiten examinar el itinerario intelectual de uno de los pensadores más reconocidos en el ámbito de la comunicación y los estudios culturales. El libro se organiza en tres partes: “Diásporas del saber, mediaciones de comunicar”, “Descentramientos de la modernidad” y “Destiempos latinoamericanos”, y examina los temas del saber social, los enfoques transdisciplinarios, el consumo cultural, la globalización comunicacional, las relaciones entre nación, modernidad y democracia, la formación de identidades, la revolución massmediática, la telenovela, y el multiculturalismo, entre otros.

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  • IntroduccinMucho antes de que la escuela de Frankfurt tematizara el

    concepto de razn instrumental, Amrica Latina tuvo la experienciade una racionalidad moderna convertida en arsenal instrumentaldel poder y la dominacin (Quijano, Modernidad 53), esto es de unamodernizacin cuya racionalidad, al presentarse como incompatiblecon su razn histrica, legitim la voracidad del capital y laimplantacin de una economa que torn irracional toda diferenciaque no fuera recuperable por la lgica instrumental del mal llamadodesarrollo. El debate en torno a la modernidad nos concierne entoncesporque a su modo al replantear aquel tramposo sentido deldesarrollo/progreso hace posible percibir la pluralidad ydiscontinuidad de temporalidades que atraviesan la modernidad, lalarga duracin de estratos profundos de la memoria colectivasacados a la superficie por las bruscas alteraciones del tejido socialque la propia aceleracin modernizadora comporta (Marramao,Metapoltica 60). Ese debate contiene a Amrica Latina: laresistencia de sus tradiciones y la contemporaneidad de sus atrasos,las contradicciones de su modernizacin y las ambigedades de sudesarrollo, lo temprano de su modernismo y lo tardo y heterogneode su modernidad. Debate que se ha constituido adems enescenario del reencuentro de las ciencias sociales con la reflexinfilosfica y de sta con la experiencia cotidiana: esa que tanto o msque la crisis de los paradigmas nos est exigiendo cambiar no slolos esquemas sino las preguntas.

    Lo que vincula el debate cultural hoy, de un modo muy especial,al campo de la comunicacin es que no slo la modernizacin esidentificada cada da ms explcitamente con el desarrollo de lastecnologas de la informacin, sino que tanto en la reformulacin dela vigencia de la modernidad como en lo que en ella anuncia latardomodernidad, la comunicacin aparece como un lugarestratgico. En los ltimos aos la comunicacin se ha vuelto cruciala la hora de imaginar y nombrar los nuevos modelos de sociedad.Como la sociedad de la informacin: aquella en la que la informacinno es slo algo vital para su funcionamiento y desarrollo, sino en laque la sociedad toda se organiza siguiendo las lgicas y los modelosde la comunicacin. Qu quiere decir eso? Que todos los espaciosy las funciones de lo social estarn conectados de formaautorregulada y transparente. La autorregulacin significafuncionalidad bien templada, interactividad entre todos los elementosdel sistema, donde todos los nichos deben permanecer en contacto,

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    informados de la condicin respectiva de los dems y del sistemacomo un todo. 1 Autorregulacin es equilibrio y retroaccin,circulacin constante. Autorregulada ser entonces una sociedadde relaciones complejas y mviles que harn de cada uno un nudoen el circuito de la comunicacin incesante. La transparencia, porsu parte, alude a la transformacin de los saberes. Estaramos anteuna sociedad dotada de UN lenguaje al que seran traducibles todaslas hablas y todos los discursos. Con lo cual es la naturaleza mismadel saber la trastornada, pues no ser tenido por tal sino aquel saberque sea traducible al lenguaje numrico de la informacin.Transparente ser entonces una sociedad en la que ser y saberse correspondan hasta el punto de que lo que es coincide con lainformacin que posee acerca de s misma.

    La comunicacin se ha vuelto paradjicamente tambin crucialen un sentido opuesto al de su positivacin en el modeloinformacional. Habermas ha ligado expresamente la praxiscomunicativa a la bsqueda y defensa de una racionalidad otra quela instrumental, que es aqulla en la que se hallan an vivas lasdimensiones liberadoras de la modernidad, sas que nos permitencuestionar la reduccin del proyecto moderno a sus aspectospuramente tcnicos y econmicos. La razn comunicativa apareceas en el centro de la reflexin social llenando el vaco, la orfandadepistemolgica producida por la crisis de los paradigmas de laproduccin y la representacin,2 y proveyendo a la sociedad de unpotencial de resistencia y orientacin moral del que se alimentan losnuevos movimientos sociales, desde los tnicos y ecolgicos hastalos feministas. Desde la perspectiva abierta por Habermas, ms allde las crticas a su idealizacin de la razn y la accin comunicativapor su radical exclusin de las dimensiones instrumentales, lo queparece insoslayable es la relevancia que cobra la comunicacin enla renovacin de los modelos de anlisis de la accin social, en larenovacin de la agenda de investigacin, y en la reformulacinepistemolgica y poltica de la teora crtica.

    1 Vase Jean Baudrillard, El xtasis de la comunicacin, La postmodernidad. PhilipBreton, Lutopie de la communication.2 Vase Jrgen Habermas, Teora de la accin comunicativa y El discurso filosficode la modernidad.

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    En la otra vertiente, la de la crisis como anuncio e inicio de latardomodernidad, tambin la comunicacin cobra relevancia. De unlado, el relevamiento de la estructura comunicativa de la sociedadposindustrial: lejos de ser un mero instrumento o modalidad de laaccin, la comunicacin habra pasado a ser, segn Lyotard3 yva nuevas relaciones entre ciencia y tecnologa elementoconstitutivo de las nuevas condiciones del saber. All es donde seest produciendo el cambio de fondo en el sentido del cambio depoca: en un saber que no pertenece ya a aquella razn modernaambiciosa de unidad sino por el contrario a una razn que se mueveentre la apertura de un horizonte ilimitado de exploracin y laconciencia del carcter limitado de toda forma de conocimiento, delirreductible carcter local de todos los discursos. En esa mismadireccin, pero despojada aun del austero optimismo que practicaLyotard, la sociedad de la comunicacin que ausculta Vattimo esaquella en que emerge el debilitamiento de lo real4 que experimentael habitante urbano en la constante mediacin que ejercen lastecnologas, el incesante entrecruce de informaciones,interpretaciones e imgenes que producen las ciencias y los mediosde comunicacin.

    La otra clave que conecta las lecturas de la crisis con el mbitode la comunicacin es el desafo a la hostilidad modernista hacia lacultura de masas: la lnea firme que separaba al modernismo clsicode la cultura de masa no es relevante para la sensibilidad crtica yartstica postmoderna (37), afirma Andreas Huyssen. Y FredricJameson lo corrobora afirmando que esa erosin de la vieja distincinentre cultura superior y la llamada cultura popular o de masas (...) esquizs el aspecto ms perturbador desde el punto de vista acadmico(116). Deshecha esa distincin en lo que tiene de separacin, seabre la tarea del reconocimiento del campo de tensiones entretradicin e innovacin, entre arte culto y culturas del pueblo y de lasmasas. Ese campo no puede ser ya captado, ni expresado en lascategoras centrales de la modernidad tradicin/innovacin,progreso/reaccin, vanguardia/k i tsch pues son categorasdespotenciadas en y por una sensibilidad que, en lugar de completar

    3 Vase Jean Franois Lyotard, La condicin postmoderna. Informe sobre el sabery La diferencia.4 Vase Gianni Vattimo, El fin de la modernidad y La sociedad transparente.

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    la modernidad, abre la cuestin de las tradiciones culturales comocuestin esttica y poltica. Es la cuestin del otro poniendo aldescubierto lo que la modernidad ha tenido de imperialismo internoy externo. Ahora desafiado desde la nueva percepcin del espesorcultural y poltico de las diferencias tnicas, de gnero, las culturassubregionales, los modos de vida alternativos y los nuevosmovimientos sociales. Desafiado desde una resistencia no definibleen los trminos de la negatividad pues no habla slo de la oposicina la afirmacin, que es como la modernidad entendi la crtica, sinodesde formas afirmativas de resistencia y formas resistentes deafirmacin (Huyssen, x).

    El debate modernidad/comunicacin se va a desarrrollar cadada ms ligado a los movimientos de la globalizacin econmica,hecha posible en gran medida por la revolucin tecnolgica de lainformacin. Pero no deberamos olvidar que fue con la cada delmuro de Berln que pas al primer plano la globalizacin, y que hasido en su entrecruzamiento donde se produce el desdibujamientodel lugar de las utopas, la aceleracin de la crisis que sufre larepresentacin poltica y la des-ubicacin del intelectual. A nombrede quin hablan hoy en un tiempo en que el sujeto social pueblo onacin estallan los intelectuales y los investigadores sociales?,para quin hablan?, quines los escuchan? Al desbordar el ordende la explicacin especializada en que se mueven, aunmayoritariamente, las ciencias sociales, esas preguntas reclamansu reubicacin en otro rgimen del pensar, el de la comprensin5

    que es en el nico en donde adquiere sentido la pregunta: de quhablamos hoy cuando invocamos un pensar crtico? O dicho de otromodo: cmo repensar las tradiciones de pensamiento desde lasque pensamos? desde el mundo de la estrategia o desde el de latctica? Me refiero a la diferenciacin elaborada por Michel deCerteau (19 y ss.), segn la cual estrategia sera el modo de luchadel que tiene un lugar propio al que se puede retirar para planear elataque, y tctica sera el modo de lucha de aquellos que, no teniendoun lugar propio al que retirarse, luchan siempre desde el terreno deladversario. Caracterizacin que tiene una fecunda coincidencia con

    5 Vase Paul Ricoeur, Note sur lhistoire de la philosophie et la sociologie de laconnaissance, Histoire et verit , 66-81; del mismo autor, Leclipsede lacomprhension, Temps et rcit, Vol. 1, 173-200.

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    el pensamiento de otro historiador, E. P. Thompson, cuando alestudiar los motines populares del siglo XVIII (La formacin histricade la clase obrera) afirma que las clases populares se forman en laexperiencia de una lucha para la que no pueden escoger ni el tiemponi el lugar, lo que ha generado en ellas un peculiar sentido deldesciframiento de las ocasiones. Sentido que de Certeau, por suparte, ha llamado lgica de la coyuntura. No ser que con eldesdibujamiento de las ideologas y utopas de la izquierda, elpensamiento crtico ha ido perdiendo su territorio propio, y seencuentra hoy luchando desde el campo que ha construido y dominael adversario? Un adversario que, al diluirse el territorio de lasizquierdas, tambin se desdibuja, tornndose borrosos los rasgosque lo identificaban y lo hacan vulnerable. Exiliado de su espacio, yen cierta manera de su tiempo, de su pasado, el pensamiento crticoslo puede otear el futuro volvindose nmada, aceptando el caminode la dispora.

    Necesitamos de un serio esfuerzo de dis-locacin (Laclau 121 yss.) para romper con un pensamiento lineal y maniqueo que nosimpide comprender la envergadura de las mutaciones que atraviesala cultura en el des-centramiento del libro y la secreta complicidadque, en Amrica Latina, se teje entre la oralidad cultural de lasmayoras y las narrativas de la visualidad electrnica. Habitamosuna modernidad des-centrada, en dispora ella misma. Uso lapalabra dispora por su obligada referencia a la diseminacinhebrea, porque nombra al mismo tiempo la irrenunciable bsquedade una tierra propia y la desterritorializacin interna que nos exiliapermanentemente de ella. A ese propsito nada ms significativoque Heidegger acusando a los judos de cosmopolitas y viendo enello la ms profunda razn de su exterminio (Lyotard, Heidegger etles juifs). Si en algo se intersectan el movimiento de la globalizacincon el de la reinvencin de la ciudadana es en la dispora quemoviliza al saber en red: la comunicacin abandonando el modeloconductista de la informacin que circula entre un emisor activo y unreceptor meramente reactivo, para abrirse como espacio de trnsitos(Serres 30 y ss.): multiplicidad de sentidos direcciones ysignificados y de figuras, interfaz, intervalo, pliegue.

    El descentramiento de la modernidad nos cambia el mapa de loslinderos displinarios, y tambin los de las preguntas y las posiciones.Hasta hace relativamente pocos aos disponamos de un mapa claro

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    y sin arrugas: la antropologa tena a su cargo las culturas primitivasy la sociologa se encargaba de las modernas. Lo que implicaba dosopuestas ideas de cultura: para los antroplogos cultura es todo,pues en el magma primordial que habitan los primitivos. Tal culturaes el hacha como el mito, la maloca como las relaciones deparentesco, el repertorio de las plantas medicinales o de las danzasrituales; mientras para los socilogos cultura es slo un especializadotipo de actividades y de objetos, de prcticas y productospertenecientes al canon de las artes y las letras. En latardomodernidad que ahora habitamos la separacin que instaurabaaquella doble idea de cultura se ve emborronada, de una parte, porel movimiento creciente de especializacin comunicativa de lo cultural,organizado en un sistema de mquinas productoras de bienessimblicos ajustados a sus pblicos consumidores. Es lo que hoyhace la escuela con sus alumnos, la televisin con sus audiencias,la iglesia con sus fieles o la prensa con sus lectores. Y de otra parte,es la vida social toda la que, antropologizada, deviene cultura. Comosi la imparable mquina de la racionalizacin modernizadora quesepara y especializa estuviera girando, patinando, en crculo, lacultura escapa a toda compartimentalizacin irrigando la vida socialentera. Hoy son sujeto/objeto de cultura tanto el arte como la salud,el trabajo o la violencia; y hay tambin cultura poltica, del narcotrfico,cultura organizacional, urbana, juvenil, de gnero, cultura cientfica,audiovisual, tecnolgica, etc.

    Entonces, ms que objetos de polticas, la comunicacin y lacultura constituyen hoy un campo primordial de batalla poltica: elestratgico escenario que le exige a la poltica recuperar su dimensinsimblica su capacidad de representar el vnculo entre losciudadanos, el sentimiento de pertenencia a una comunidad paraenfrentar la erosin del orden colectivo. Y es lo que no puede hacerel mercado por ms eficaz que sea su simulacro (Brunner 90). Elmercado no puede sedimentar tradiciones ya que todo lo que producese evapora en el aire dada su tendencia estructural a unaobsolescencia acelerada y generalizada no slo de las cosas sinotambin de las formas y las instituciones. El mercado no puedecrear vnculos societales, esto es entre sujetos, pues estos seconstituyen en procesos de comunicacin de sentido, y el mercadoopera annimamente mediante lgicas de valor que implicanintercambios puramente formales, asociaciones y promesas

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    evanescentes que slo engendran satisfacciones o frustraciones peronunca sentido. El mercado no puede engendrar innovacin socialpues sta presupone diferencias y solidaridades no funcionales,resistencias y disidencias, mientras el mercado trabaja nicamentecon rentabilidades.

    Pero a lo que nos enfrentamos es a la creciente combinacin deloptimismo tecnolgico con el ms radical pesimismo polticolegitimando, tras el exaltado poder de los medios, la omnipresenciamediadora del mercado. Pervirtiendo el sentido de las demandaspolticas y culturales que encuentran de algn modo expresin enlos medios, se deslegitima cualquier cuestionamiento de un ordensocial al que slo el mercado y las tecnologas permitiran darseforma. Es este ltimo proyecto el que es hegemnico, y nos sumergeen una creciente oleada de fatalismo tecnolgico, frente al cual resultams necesario que nunca mantener la epistemolgica y polticamenteestratgica tensin entre las mediaciones histricas que dotan desentido y alcance social a los medios y el papel de mediadores queellos puedan estar jugando hoy. Sin ese mnimo de distancia onegatividad como diran los de Frankfurt nos es imposible elpensamiento crtico. Cmo asumir entonces el espesor social yperceptivo que hoy revisten las tecnologas comunicacionales, susmodos transversales de presencia en la cotidianidad desde el trabajoal juego, sus espesas formas de mediacin tanto del conocimientocomo de la poltica, sin ceder al realismo de lo inevitable que producela fascinacin tecnolgica, y sin dejarse atrapar en la complicidaddiscursiva de la modernizacin neoliberal racionalizadora delmercado como nico principio organizador de la sociedad en suconjunto con el saber tecno-lgico segn el cual, agotado el motorde la lucha de clases, la historia habra encontrado su recambio enlos avatares de la informacin y la comunicacin? Adems, lacentralidad indudable que hoy ocupan los medios resultadesproporcionada y paradjica en pases con necesidades bsicasinsatisfechas en el orden de la educacin o la salud como los nuestros,y en los que el crecimiento de la desigualdad atomiza nuestrassociedades deteriorando los dispositivos de comunicacin, esto esde cohesin poltica y cultural. Y, desgastadas las representacionessimblicas, no logramos hacernos una imagen del pas quequeremos, y por ende, la poltica no logra fijar el rumbo de los cambiosen marcha (Lechner 124).

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    Lo que hoy necesitamos pensar desde la comunicacin es undoble proceso. Primero, aquel que pone en juego ya no ladesublimacin del arte simulando, en la figura de la industria cultural,su reconciliacin con la vida, como pensaban los de Frankfurt, sinola emergencia de una razn comunicacional cuyos dispositivos lafragmentacin que disloca y descentra, el flujo que globaliza ycomprime, la conexin que desmaterializa e hibridiza agencian eldevenir mercado de la sociedad. Frente al consenso dialogal en queHabermas ve emerger la razn comunicativa descargada de laopacidad discursiva y la ambigedad poltica que introducen lamediacin tecnolgica y mercantil lo que estamos intentandopensar es la hegemona comunicacional del mercado en la sociedad:la comunicacin convertida en el ms eficaz motor del desenganchee insercin de las culturas tnicas, nacionales o locales en elespacio/tiempo del mercado y las tecnologas globales. Y segundo,el paso al primer plano de la dimensin y la dinmica comunicativade la cultura, de todas las culturas. Al exponer cada cultura a lasotras, tanto del mismo pas como del resto del mundo, los actualesprocesos de comunicacin aceleran e intensifican el intercambio y lainteraccin entre culturas como nunca antes en la historia. Y si esverdad que esa comunicacin se constituye en una seria amenaza ala supervivencia de la diversidad cultural, tambin lo es que lacomunicacin posibilita el desocultamiento de la subvaloracin y laexclusin que encubran la folclorizacin y el exotismo de lo diferente.Poner a comunicar las culturas deja entonces de significar la puestaen marcha de movimientos de propagacin o divulgacin para entrara significar la activacin de la experiencia creativa y la competenciacomunicativa de cada cultura. La comunicacin en el campo de lacultura deja de ser un movimiento exterior a los procesos culturalesmismos como cuando la tecnologa era excluida del mundo de locultural y tenida por algo meramente instrumental para convertirseen un movimiento entre culturas: movimiento de apertura y accesoa las otras culturas, que implicar siempre la transformacin/recreacin de la propia. Pues la comunicacin cultural en la era dela informacin nombra ante todo la experimentacin, es decir laexperiencia creativa de invencin y reapropiacin.

    Necesitamos entonces reconocer que los medios constituyenhoy espacios claves de condensacin e interseccin de mltiplesredes de poder y de produccin cultural, pero tambin alertar contra

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    el pensamiento nico que legitima la idea de que la tecnologa eshoy el gran mediador entre los pueblos y el mundo, cuando lo quela tecnologa media hoy ms intensa y aceleradamente es latransformacin de la sociedad en mercado, y de ste en principalagenciador de la mundializacin (en sus muy contrapuestos sentidos).La lucha contra el pensamiento nico halla as un lugar estratgicono slo en el politesmo nmada y descentrador que moviliza lareflexin e investigacin sobre las mediaciones histricas delcomunicar, sino tambin en las transformaciones que atraviesan losmediadores socioculturales, tanto en sus figuras institucionales ytradicionales la escuela, la familia, la iglesia, el barrio como enel surgimiento de nuevos actores y movimientos sociales que, comolas organizaciones ecolgicas o de derechos humanos, losmovimientos tnicos o de gnero, introducen nuevos sentidos de losocial y nuevos usos sociales de los medios. Sentidos y usos que,en sus tanteos y tensiones remiten, de una parte, a la dificultad desuperar la concepcin y las prcticas puramente instrumentales paraasumir el desafo poltico, tcnico y expresivo, que conlleva elreconocimiento en la prctica del espesor cultural que hoy contienenlos procesos y los medios de comunicacin; pero de otra parte remitentambin al lento alumbramiento de nuevas esferas de lo pblico yformas nuevas de la imaginacin y la creatividad social.

    Este libro recoge textos de los ltimos aos, en su mayora delos noventa, dispersos en revistas y libros colectivos, muchos sonreescritos y todos son reinscritos en el campo de fuerzas, de tensionespolticas y estticas en que se han constituido los Estudios Culturales.En esa operacin de reinscripcin algunos textos pisaninevitablemente los bordes de otros retomando una misma idea yasea para esclarecerla o desplegarla.