agroecología y resiliencia socioecológica

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Editores Clara Inés Nicholls Estrada Profesora de Desarrollo Rural sustentable para América Lana de la Universidad de California. Coordinadora del programa de doctorado de Agroecología de la Universidad de Anoquia - SOCLA. Ingeniera Agrónoma de la Universidad Nacional de Colombia, con Master en Entomología del Colegio de Posgraduados de Chapingo, México y Doctorado en Entomología de la Universidad de California, Davis. Leonardo Alberto Ríos Osorio Profesor Asociado, Escuela de Microbiología, Universidad de Anoquia. Bacteriólogo y Laboratorista Clínico, Especialista en Ciencias Básicas Biomédicas área Parasitología Humana, Doctor por la Universidad Politécnica de Cataluña programa Sostenibilidad, Tecnología y Humanismo. Miguel Ángel Aleri Profesor tular de Agroecología de la Universidad de California, Berkeley. Presidente de la Sociedad Cienfica Lanoamericana de Agroecología (SOCLA). Ingeniero Agrónomo de la Universidad de Chile. Doctorado en Entomología de la Universidad de Florida. Agroecología y resiliencia socioecológica: adaptándose al cambio climáco Agroecología y resiliencia socioecológica: adaptándose al cambio climáco Editores Clara Inés Nicholls Estrada Leonardo Alberto Ríos Osorio Miguel Ángel Aleri SEDE BOGOTÁ INSTITUTO DE ESTUDIOS AMBIENTALES

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El libro da cuenta de como la agricultura campesina se adapta a las contingencias provocadas por el cambio climatico global. Relata varias experiencias de estrategias para adaptarse a los efectos del mismo.

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Page 1: Agroecología y Resiliencia Socioecológica

Editores

Clara Inés Nicholls EstradaProfesora de Desarrollo Rural sustentable para América Latina de la Universidad de California. Coordinadora del programa de doctorado de Agroecología de la Universidad de Antioquia - SOCLA. Ingeniera Agrónoma de la Universidad Nacional de Colombia, con Master en Entomología del Colegio de Posgraduados de Chapingo, México y Doctorado en Entomología de la Universidad de California, Davis.

Leonardo Alberto Ríos OsorioProfesor Asociado, Escuela de Microbiología, Universidad de Antioquia. Bacteriólogo y Laboratorista Clínico, Especialista en Ciencias Básicas Biomédicas área Parasitología Humana, Doctor por la Universidad Politécnica de Cataluña programa Sostenibilidad, Tecnología y Humanismo.

Miguel Ángel AltieriProfesor titular de Agroecología de la Universidad de California, Berkeley. Presidente de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA). Ingeniero Agrónomo de la Universidad de Chile. Doctorado en Entomología de la Universidad de Florida.

Agroecología y resiliencia socioecológica:adaptándose al cambio climático

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Clara Inés Nicholls EstradaLeonardo Alberto Ríos Osorio

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Medellín – Colombia2013

Agroecología y resiliencia socioecológica:adaptándose al cambio climático

Red Iberoamericana de Agroecología para el Desarrollo de SistemasAgrícolas Resilientes al Cambio Climático (REDAGRES)

Red Adscrita al Programa Iberoamericano de Cienciay Tecnología para el Desarrollo (CYTED)

Proyecto de:la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA)

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Agroecología y resiliencia socioecológica:adaptándose al cambio climático

Red Iberoamericana de Agroecología para el Desarrollo de SistemasAgrícolas Resilientes al Cambio Climático (REDAGRES)

Red Adscrita al Programa Iberoamericano de Cienciay Tecnología para el Desarrollo (CYTED)

Proyecto de:la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA)

Publicación realizada con el apoyo de:

Editores

Clara Inés Nicholls EstradaLeonardo Alberto Ríos Osorio

Miguel Ángel Altieri

Medellín – Colombia2013

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©2013 por Red Adscrita al Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED). Reservados todos los derechos. Los conceptos y las opiniones expresadas en este libro son responsabilidad exclusiva del autor o el editor. Ni la Red Adscrita al Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED), ni el equipo editorial, se hacen responsables del uso de la información aquí publicada.

ISBN 978-958-8790-32-9

Integrantes de REDAGRES

COLOMBIAClara Inés Nicholls Estrada - Universidad de Antioquia, Coordinadora General de REDAGRESTomas Enrique León Sicard - Universidad Nacional de ColombiaSara María Márquez Girón - Universidad de Antioquia Enrique Murgueitio - Director de CIPAVLeonardo Alberto Ríos Osorio- Universidad de AntioquiaGloria Patricia Zuluaga Sánchez - Universidad Nacional de ColombiaAlejandro Henao Salazar – Universidad de Antioquia

CUBAFernando Rafael Funes Monzote - Estación Experimental Indio HatueyLuis L. Vásquez Moreno - Instituto Nacional de Investigaciones de Sanidad VegetalNilda Perez C. – Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales ACTAF

CHILERené Montalba Navarro - Universidad de la FronteraSantiago Peredo Parada - Universidad de Santiago de ChileAgustín Infante - Centro de Educación y Tecnología, YumbelCarlos Alberto Pino Torres - Universidad Católica del Maule,Jaime Rodríguez - Universidad de ChileCarlos Venegas - Director CET

MÉXICOMarta Astier Calderón - Universidad Nacional Autónoma de México

BRASILManoel Baltasar Baptista Da costa - Universidad Federal de São CarlosJucinei Comin, Universidad Federal de Santa Catarina

PERÚSaray Siura Cespedes - Universidad Nacional Agraria La MolinaRoberto Ugas - Universidad Nacional Agraria La Molina

ARGENTINAWalter Alberto Pengue - Universidad General SarmientoSantiago Sarandon - Universidad Nacional de La Plata

ESPAÑAJuana Labrador Moreno - Presidenta de SEAE Victor Gonzalvez, SEAE

SOCLAMiguel Ángel Altieri - Universidad de California, Berkeley y Presidente de SOCLA

Diseñadora gráficaDiana Cecilia Molina Molina

Impresión y terminaciónLegis S.A.

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IX

Prólogo

La amenaza del cambio climático global ha causado consternación entre los científicos, ya que la producción de cultivos se podría ver seriamente afectada al cambiar radicalmente los regímenes de temperaturas y lluvias, comprometiendo así la seguridad alimentaria tanto a nivel local como mundial. Aunque los efectos del cambio climático sobre los rendimientos agrícolas variarán de región a región, los efectos mas dramáticos se esperan en países en vías de desarrollo. Las estadísticas oficiales predicen que los agricultores más pobres son espe-cialmente vulnerables a los impactos del cambio climático debido a su exposición geográfica, bajos ingresos, mayor dependencia en la agricultura para su sobrevivencia y su limitada capa-cidad de buscar otras alternativas de vida. La peor pobreza rural se encuentra frecuentemente en zonas áridas o semiáridas y en laderas que son ecológicamente muy vulnerables. Si bien es verdad que para estos grupos vulnerables, pequeños cambios en el clima pueden tener impactos desastrosos, las estadísticas son muchas veces aproximaciones muy burdas que no toman en cuenta la heterogeneidad de la agricultura campesina, ni la diversidad de estrategias que los campesinos han utilizado y aún utilizan para resistir e incluso recuperarse de sequías, inundaciones, huracanes, etc. Quizás el hallazgo más importante de los últimos años es la re-velación de que muchos agricultores no solo lidian con la variación climática sino que de hecho se preparan para el cambio, minimizando la pérdida de rendimientos mediante el uso de una serie de técnicas tradicionales como el uso de variedades locales resistentes a la sequía o los extremos de humedad, sistemas de cosecha de agua, sistemas diversificados de producción como policultivos y agroforestería, técnicas de conservación de suelos y agua incluyendo prac-ticas de cosecha de agua, etc.

El análisis sobre el comportamiento de la agricultura campesina después de fuertes eventos climáticos, ha puesto de manifiesto que la resistencia a los desastres climáticos está estrecha-mente relacionada con la biodiversidad presente en los sistemas productivos. Sin duda, la gran cantidad de sistemas tradicionales existentes en América Latina adaptados a diferentes ambien-tes, constituyen un patrimonio mundial que refleja el valor de la diversidad de dichos sistemas y cuenta una historia fascinante de la capacidad y el ingenio de los seres humanos para ajustarse y adaptarse a los caprichos de un entorno cambiante a través del tiempo. Sistemas agrícolas mas diversos con una gama mas amplia de rasgos y funciones son capaces de comportarse mejor bajo condiciones ambientales cambiantes. Las investigaciones revelan que hay tres maneras como la biodiversidad se relaciona con la capacidad funcional y la resiliencia de agroecosistemas:

a. La biodiversidad incrementa la función del agroecosistema pues diferentes especies juegan roles diferentes y ocupan nichos diversos.

b. En general hay mas especies que funciones en un agroecosistema diverso, por lo que existe redundancia en los sistemas.

c. La biodiversidad incrementa la función del agroecosistema porque esos componentes que parecen ser redundantes en un tiempo determinado, son importantes cuando ocurre un cambio ambiental. De esta manera las redundancias del sistema permiten que en medio de cambios ambientales el agroecosistema siga cumpliendo funciones y prestando servicios ecológicos.

La aplicación practica de estas tres hipótesis radica en que todas las conexiones entre biodiversi-dad, función y resiliencia son útiles de entender y deben privilegiarse en el manejo de agroeco-sistemas para mantener la sostenibilidad a largo plazo. Sin embargo es importante enfatizar que

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la resiliencia ecológica de agroecosistemas esta íntimamente ligada a la resiliencia social, que es la habilidad de las comunidades rurales de generar una infraestructura social capaz de soportar shocks externos. Hay una clara relación entre resiliencia social y ecológica, particularmente en grupos o comunidades que dependen directamente de recursos ambientales para su sobreviven-cia. Lo que no esta claro es si ecosistemas resilientes son conducentes a comunidades resilientes o viceversa

Un desafío clave para los científicos tanto sociales como biológicos es definir un marco con-ceptual y metodológico para poder descifrar los principios y mecanismos claves que explican la resiliencia de los sistemas diversificados, de manera de que estos puedan ser transmitidos a otros agricultores en cada región para que mejoren la capacidad de resistencia y de recuperación de sus fincas. Esta ha sido la urgente tarea de la Red Iberoamericana de Agroecologia para el desarrollo de sistemas agrícolas resilientes al cambio climático (REDAGRES), el desarrollo de una metodología que permita evaluar la capacidad de los agroecosistemas a resistir y recuperarse de los eventos climáticos severos, con especial énfasis en entender los procesos que explican la resiliencia socio-ecológica observada.

Esta metodología esta en un proceso de elaboración y de prueba. Para esto miembros de REDAGRES se han embarcado en un sondeo y evaluación de sistemas campesinos en regio-nes seleccionadas de 7 países para identificar sistemas que han soportado eventos climáticos extremos, de manera de estudiar los mecanismos sociales y ecológicos que permiten o per-mitieron a los agricultores y sus sistemas productivos resistir y/o recuperarse de los impactos de los eventos.

Este libro recoge contribuciones de miembros de REDAGRES basados en análisis teóricos y/o sistematizaciones de experiencias practicas, conducentes a elucidar principios y estrategias so-cio-ecológicas que explican cómo comunidades rurales y sus sistemas productivos resisten y se recuperan de eventos extremos. Tales principios proveerán las bases agroecológicas para que miles de agricultores puedan diseñar sistemas resilientes, evitando así pérdidas económicas y de producción excesivas cuando sean afectados por sequías, huracanes, inundaciones, etc.

Clara I Nicholls, PhD.Coordinadora Regional de REDAGRES

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XI

Tabla de contenido

Agroecología y programas de desarrollo sustentable en el secano de Chile .............................1Agustín Infante L.

Enfoques agroecológicos para incrementar la resilienciade los sistemas agrícolas al cambio climático ...........................................................................18Clara Inés Nicholls

Innovación agroecológica, adaptación y mitigacióndel cambio climático en Cuba. Dos estudios de caso ...............................................................30Fernando R. Funes-Monzote, Maikel Márquez Serrano, Ybrahim López

Percepciones sobre el cambio climático y estrategias adaptativasde agricultores agroecológicos del Municipio de Marinilla, Colombia ....................................43Gloria Patricia Zuluaga S., Aura Luz Ruiz A., Elizabeth Cristina Martínez C.

Resiliencia socioecológica de los agroecosistemas. Más que una externalidad ......................60Leonardo A. Ríos-Osorio, Walter Salas-Zapata, Juan Antonio Espinosa-Alzate

Resiliencia de fincas ante afectaciones por organismos nocivosen sistemas agrícolas expuestos a sequía y ciclones tropicales ...............................................77Luis L. Vázquez Moreno

Construyendo resiliencia socio-ecológica en agroecosistemas:algunas consideraciones conceptuales y metodológicas .........................................................94Miguel Ángel Altieri

“Modernización” de sistemas agricolas tradicionales,agrobiodiversidad y riesgo. Un análisis agroecológicoa partir de la realidad e historia de los mapuche de Chile .....................................................105René Montalba

Previniéndose para el cambio climático: una metodología participativa ..............................124Paul Rogé, Marta Astier

Resiliencia y agricultura ecológica en España .........................................................................149Juana Labrador, Víctor Gonzálvez

Propuesta de conversión agroecológica paraalcanzar la resiliencia en sistemas ganaderos .........................................................................158Sara María Márquez Girón

La dimensión ambiental del cambio climático en la agricultura ............................................180Tomás León Sicard

Los intangibles ambientales, el cambio climático y la agricultura latinoamericana ..............193Walter A. Pengue

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Ing. Agrónomo MsC, CET Chile / [email protected]

Agroecología y programas de desarrollosustentable en el secano de Chile

Agustín Infante L.

Introducción

Las condiciones socioeconómicas de miles de familias minifundistas del secano interior en Chile son cada vez más frágiles y marginales. El manejo tradicional y la aplicación de paquetes tecnológicos duros no han resuelto los problemas de erosión, deforestación, baja de rendimientos, dependencia de insumos químicos y pérdida de diversidad. Todo esto agravado por los efectos del cambio climático ha socavado sus sistemas producti-vos de autoconsumo y de generación de ingresos.

Propuestas participativas de tipo Agroecológico pretenden mejorar los sistemas productivos, recuperar los recursos naturales, potenciar el autoconsumo y la gene-ración de ingresos para elevar la calidad de vida. En Yumbel, se realizó, desarrolló y difundió una propuesta de esas características. Este artículo describe el proceso, las prácticas implementadas y los resultados desde una mirada más actualizada. Conocer, entender y evaluar estas experiencias es valioso y permite avanzar hacia procesos de mayor resiliencia para los problemas que enfrentan las comunidades campesinas de Latinoamérica.

La agroecología como base de programas de desarrollosustentable en las comunidades campesinas

La agroecología ha surgido como un enfoque nuevo al desarrollo agrícola, más sensible a las complejidades de las agriculturas locales al ampliar los objetivos y criterios agrí-colas para abarcar propiedades de sustentabilidad, soberanía alimentaria, estabilidad biológica, conservación de los recursos y equidad, junto con el objetivo de mayor pro-ducción. El objetivo es promover tecnologías de producción estable y de alta adapta-bilidad ambiental.

Una estrategia agroecológica puede guiar el desarrollo agrícola sostenible para lograr los siguientes objetivos de largo plazo: a) conservar los recursos naturales y mantener niveles continuos de producción agrícola; b) minimizar los impactos en el medio ambiente; c) adecuar las ganancias económicas (viabilidad y eficiencia); d) satisfacer las necesidades humanas y de ingresos; y e) responder a las necesidades

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sociales de las familias y comunidades rurales (nutrición, salud pública, educación, etc.).

Varias características del enfoque agroecológico relacionadas al desarrollo de la tecnología y a su difusión las hacen especialmente compatibles con la racionalidad de las ONG y de las organizaciones campesinas: a) la agroecología proporciona me-todologías que permiten el desarrollo de tecnologías a la medida de las necesidades y circunstancias de comunidades campesinas específicas; b) las técnicas agrícolas re-generativas y de bajos insumos y los proyectos propuestos por la agroecología son socialmente activadores, puesto que requieren un alto nivel de participación po-pular; c) las técnicas agroecológicas son culturalmente compatibles puesto que no cuestionan la lógica de los campesinos, sino que en realidad se construyen a partir del conocimiento tradicional, combinándolo con los elementos de la ciencia agrícola moderna. De esta manera la agroecología conlleva a un “diálogo de saberes”; d) las técnicas son ecológicamente sanas ya que no pretenden modificar o transformar el ecosistema campesino, sino más bien identificar elementos de manejo que, una vez incorporados, llevan a la optimización de la unidad de producción; y e) los enfoques agroecológicos son económicamente viables puesto que minimizan los costos de producción al aumentar la eficiencia de uso de los recursos localmente disponibles (Altieri, 2009).

En términos prácticos, la aplicación de los principios agroecológicos por las ONG se ha traducido en una variedad de programas de investigación y demostración so-bre sistemas alternativos de producción cuyos objetivos son (Altieri, 2009): a) mejo-rar la producción de los alimentos básicos a nivel del predio agrícola para aumentar el consumo nutricional familiar; b) rescatar y reevaluar el conocimiento y las tecno-lógicas de los campesinos; c) promover la utilización eficiente de los recursos locales (tierra, trabajo, subproductos agrícolas, etc.); d) aumentar la diversidad y variedad de animales y cultivos para minimizar los riesgos; e) mejorar la base de recursos na-turales mediante la regeneración y conservación del agua y suelo, poniendo énfasis en el control de la erosión, cosecha de agua, reforestación, etc.; f) disminuir el uso de insumos externos para reducir la dependencia, pero manteniendo rendimientos aceptables con tecnologías apropiadas incluyendo técnicas de agricultura orgánica y otras técnicas de bajo-insumo; y g) garantizar que los sistemas alternativos tengan efecto benéfico no sólo en las familias individuales, sino también en la comunidad total.

Para lograrlo, el proceso tecnológico se complementa con programas de educa-ción popular que tienden a preservar y fortalecer la lógica productiva del campesino al mismo tiempo que los apoyan en el proceso de adaptación tecnológica, enlace con los mercados y organización social (Altieri, 2009).

La experiencia descrita en este artículo pretende mostrar estos atributos de la agroecología en un programa de desarrollo rural con comunidades campesinas pobres del secano del sur de Chile. Posiblemente la experiencia es muy local, pequeña y frágil, pero también hay que decir que es posible, creíble y de gran valía.

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El secano de la cordillera de la costa chilena, su historiade insustentabilidad o la creación de un escenario

que agudiza los efectos del cambio climático

El programa desarrollado fue realizado en la comuna de Yumbel, Región del Bío-Bío, la cual integra la macrozona Centro Sur del país. Desde el punto de vista de la asocia-tividad funcional y productiva esta comuna forma parte del territorio de planificación denominado “Secano interior” de Concepción. Desde la llegada de los españoles y por la necesidad de producir trigo, se talaron y quemaron cientos de hectáreas de bosque nativo. En el siglo XIX este fenómeno se agudizó por la fiebre del oro en California y Australia. En pocos años, 600 km de fértiles suelos de la cordillera de la costa se ero-sionaron, disminuyó la biodiversidad, las fuentes de agua se agotaron y se perdió su riqueza natural.

Los suelos están desarrollados en cordones y laderas suaves intermedias, suelos graníticos muy sensibles a la erosión hídrica, lo que constituye su principal limita-ción. Se ha definido el clima de esta zona como mediterráneo (templado cálido). Las precipitaciones son cercanas a 1.000 mm anuales, concentrándose 75% del agua caída en 5 meses entre mayo y septiembre. El suelo presenta un grave deterioro causado principalmente por erosión hídrica por la lluvia que impacta el suelo des-nudo, pues el sistema tradicional de establecimiento de cultivos se basa en labrar el suelo con arados que entierran las coberturas vegetales y los residuos. Es indudable que las grandes extensiones de terrenos erosionados están estrechamente ligadas a la fragilidad de los ecosistemas. Una proporción importante de terrenos de uso agropecuario continúan siendo destinados a la siembra o establecimiento de cultivos tradicionales específicos para la satisfacción de necesidades básicas y económicas de corto plazo, sin considerar las variables de sustentabilidad ambiental que demanda el uso de tales recursos. Además, existe una fuerte expansión de las plantaciones fo-restales de Pinus radiata y eucaliptos. La expansión de la actividad forestal se realiza en desmedro de la actividad agrícola y produce una desarticulación de la estructura rural de esta zona (Museau, 2007). Además de la expansión de la actividad forestal se está produciendo un fenómeno rural en que familias urbanas adquieren terrenos de campesinos para fines de recreación. Muchos de los integrantes de las familias campesinas se emplean en estas parcelas de agrado que no tienen una orientación productiva (INDAP, 1995). La comuna de Yumbel según el Índice de Desarrollo Huma-no del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo es la número 335 de las 335 del país.

Condiciones iniciales de las comunidades campesinas

La situación política de Chile era delicada, el trabajo comenzó en período de dictadura militar, lo cual significó una entrada a las comunidades campesinas con precaución y entendiendo las desconfianzas y recelos de la gente. La Iglesia Católica facilitó la pre-

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sentación con los líderes y las agrupaciones cristianas de la época. Ya a partir del primer mes se habían tejido los primeros lazos de amistad y confianza que permitían realizar un primer gran evento comunitario: un diagnóstico rural participativo. Para la división de los trabajos algunos participantes recorrieron las cuencas haciendo un transecto de identificación, otros realizaron un mapa social de la comunidad con todas las relaciones e instituciones presentes, los mayores dibujaron la historia de la comunidad. Entre to-dos expusieron los problemas, oportunidades, hechos relevantes, tragedias y alegrías vividas.

Las familias campesinas relataron su historia desde la hacienda, el inquilino y el minifundio, sus preocupaciones eran la pobreza producto del deterioro ambiental, los terremotos, la crisis de la agricultura, la migración de los jóvenes a la ciudad y el aban-dono gubernamental; aspectos que se reflejan en todos los ámbitos de la comuna vi-vienda (salud, educación, empleos, caminos, etc.). Las familias manifestaron que por décadas han sufrido con el analfabetismo, alcoholismo, mala dieta, y en general una baja calidad de vida. Entorno a la agricultura sus limitaciones económicas son deriva-das principalmente de la baja productividad del suelo y la falta de agua, bajo precio de los productos, poca diversidad productiva, canales pobres de comercialización puesto que se dependía principalmente de los intermediarios, y alto costo de los insumos. Con el tiempo las sequías fueron más comunes y continuas, agravadas por la baja retención de humedad del suelo. Además manifestaron lo difícil de predecir el clima y lo inesta-ble de las estaciones (CET, 1994).

En pocos días se presentaron los resultados, se validaron las conclusiones y se rea-lizó un plan de trabajo anual. El diagnóstico mostró la necesidad de reforzar, en una primera etapa, las prácticas que tienden a la soberanía alimentaria, el mejoramiento de la calidad de vida por medio de tecnologías apropiadas e iniciar algún proceso de organización comunitaria (CET, 1994).

Los huertos familiares y la soberanía alimentaria

Las primeras actividades se relacionaron con el mejoramiento de la alimentación, pro-ducción de huertos hortícolas orgánicos, mejoramiento de los frutales, crianza de ani-males menores, conservación de alimentos y tecnologías apropiadas. La idea fue cubrir las necesidades básicas pero limitando la entrada de nueva tecnología, más bien resca-tando los conocimientos locales y mezclándolos con algunas prácticas agroecológicas. La tabla 1 detalla esta sinergia entre lo que las familias sabían y realizaban y algunos aportes agroecológicos.

Además de los avances técnicos mencionados anteriormente se manejaban bancos de pequeños fondos para implementación (invernaderos, hornos, cocinas, secadores, etc.), bancos de frutales, banco de materiales (plástico de invernadero, tambores, ma-dera para secador, etc.), banco de insumos para la conservación de alimentos (frascos y azúcar) y un banco de semillas compusto de semillas locales aportadas por todos y semillas recolectadas y compradas.

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La falta de agua consecuencia de la degradacióndel suelo y la mayor ocurrencia de sequías

El secano interior es uno de los sectores más afectados y el problema se palpa en las comunidades campesinas por la fuerte disminución de los rendimientos, la muerte de los árboles frutales, los pastos y animales. Además, el deterioro del suelo, la desfores-tación nativa y las extensas plantaciones forestales exóticas han afectado los niveles de las napas freáticas. Las fuentes de agua profundas para el consumo familiar y riego se agotan y los campesinos deben recorrer grandes distancias para su obtención. Este problema también ha dificultado la recuperación del ecosistema para la agricultura y la agroforestería.

La falta de agua durante los meses de verano y la baja capacidad de retención de humedad de los suelos degradados, hace muy difícil la recuperación del ecosistema. Durante los meses invernales el exceso de agua lluvia no sólo se pierde, sino que escu-rre erosionando el suelo. La tabla 2 presenta la estrategia llevada a cabo en el programa con campesinos del secano interior.

Tabla 2. Detalle de prácticas y manejos del agua llevados a cabo en el programa.

Manejo del agua.Mejorar las condiciones del suelo

Disminuir la erosiónCobertura de suelo, terrazas, curvas de nivel, de escurrimiento, zanjas de infiltración.Agregar materia orgánicaUsar abono orgánico, reciclar los rastrojos, cultivar e incorporar abonos verdes.

Usar eficientemente el aguaDisminuir pérdidas por evaporaciónUsar mulch, sombreaderos, cubrir aguas almacenadas.Asociaciones de cultivos, policultivos, secuencias, huertas diversificadas.Cortinas cortavientos.Sistemas agroforestales.Aumentar eficienciaRaíces en todo el perfil usando alta diversidad, zonificación.Cultivar variedades rápidas y resistentes a la sequía.Usar sistemas de riego eficientesLocalizado por goteo, en cintas.Sistemas artesanales, vasijas porosas, botellas desechables.Sistemas de conducción enterradas.

Cosechar aguaDe la lluvia de vertientes y pozosEn pozos cisternas con curvas de escurrimiento en minirepresas en cárcavas.Cosecha in situ con bordes en forma de V.

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Una buena alternativa es la acumulación de al menos una parte del agua excedente de invierno para utilizarla en verano. Para ello es posible construir estanques acumula-dores de agua donde la lluvia es almacenada para ser utilizada en verano. El bajo nivel económico de las familias campesinas que viven a lo largo del secano interior y costero hace necesario encontrar tecnologías sencillas y baratas para aprovechar los recursos y condiciones locales. A continuación se describen dos sistemas de cosecha de aguas lluvia creados y difundidos durante el programa (Infante & San Martin, 2004).

Sistema de acumulación de agua lluvia en pozos cisterna

El sistema de pozo cisterna es una alternativa que permite cosechar agua lluvia me-diante el escurrimiento logrado en una curva con 1% de desnivel, o bien desde los techos o de vertientes. Consiste en un pozo de 2,1 m de diámetro por 2,3 m de pro-fundidad, que permite acumular 8,7 m³ de agua. El revestimiento es de madera con polines impregnados de 3 a 4 pulgadas de diámetro, la pérdida de agua por infiltración se minimiza recubriendo el fondo con dos mangas de polietileno de 0,15 mm de espe-sor. Las pérdidas por evaporación se evitan con el uso de una capa de aislapol sobre el agua. Además, una cubierta de madera evita que el polietileno se queme con la exposición al sol.

Las formas de capturar el agua son diversas, destacando la conducción de agua lluvia caída sobre los techos de las viviendas por canaletas hacia la cisterna de acumu-lación o almacenamiento del agua que escurre en curvas con 1% de desnivel trazadas en cerros o sectores con pendientes. El agua antes de ser almacenada pasa por un de-sarenador y un filtro que evita la contaminación de la cisterna con materiales sólidos.

Sistema de acumulación de agua lluvia en minirepresas

La degradación de los suelos de secano se expresa en grandes cárcavas, en muchos ca-sos sus formas y dimensiones hacen posible su utilización bajo la forma de minirepre-sas para acumulación de aguas lluvia. Ésta técnica permite cosechar y almacenar agua lluvia aprovechando las cárcavas provocadas por la erosión, y de esta forma disponer de agua en verano. Por otra parte favorece la conservación de suelos mediante la dis-minución del grado de erosión, ya que permite parar el torrente de agua que escurre por estas cárcavas (Infante & San Martin, 2004).

Básicamente consiste en la construcción de un doble muro, con vertedero de made-ra, en lugares angostos de la cabecera de una cárcava. El fondo se sella con polietileno y se suavizan los taludes. En su construcción básicamente se utiliza madera de pino de 4 x 4”, tapas y polines impregnados. El plástico de preferencia es polietileno UV de 0,15 ó 0,20 mm de espesor.

En general estas minirepresas son capaces de acumular entre 80 y 150 m3 de agua. Durante su implementación se debe considerar que resulta positivo que los campesi-nos vean sistemas de cosecha de agua funcionando, de manera que les sea más fácil

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comprender lo que se va a hacer y para qué sirve. Es una tecnología muy eficiente para ligarla con otra que en conjunto se enmarcan en un programa de manejo ecológico de suelos. Es por esto que durante las actividades de extensión, no se deben considerar estos sistemas en forma aislada. Es necesario recalcar a los agricultores que el volumen de agua acumulada es relativamente baja por lo cual debe ser bien utilizada y en forma eficiente. Esto significa introducir temas de riego tecnificado y de planificación muy útiles para el desarrollo agrícola del productor. Es fácil de construir, lo que lo hace una técnica altamente replicable, con posibilidad de utilizar recursos propios y es fácil de manejar, no requiere especialización técnica, y su mantención es mínima (Infante & San Martin, 2004).

Contribuye a procesos de activación ecológica por medio del crecimiento de árbo-les, pastos o cultivos y va complementado con sistemas de conservación de suelo, ya que se requiere la confección de curvas de escurrimiento. Además, favorece el control de cárcavas. Dado que se construyen en partes altas de los cerros, el agua acumulada posee una presión de bajada muy beneficiosa que hace posible regar con sistemas eficientes como goteros, cintas, microaspersores, etc., sin requerir bombas impulsoras.

Dentro de las limitaciones técnicas se encuentra la fragilidad de algunos materiales, como el polietileno y la madera, lo cual obliga a un extremo cuidado en la construcción, la elección de materiales de alta calidad y permanente revisión (Infante & San Martin, 2004).

Se consolidan los sistemas productivos agroecológicos

Los éxitos obtenidos los primeros dos años fueron muchos: mayor soberanía alimen-taria, mejor dieta familiar, alimentos variados y de calidad, producción todo el año, mejoramiento de los recursos (suelo, agua, frutales, semillas, animales, etc.), dismi-nución drástica del uso de pesticidas, trabajos más seguros y eficientes. También se debe considerar el ahorro familiar tanto por la producción de autoconsumo como por la menor compra de insumos externos. Se realizaron estudios de caso que mues-tran que en promedio una familia podía producir al año en el entorno de la vivienda en 1.000 m2: 63 kg fruta seca, 820 kg de hortalizas, 50 kg de miel, 56 kg de carne, 880 huevos, 350 kg de fruta fresca, 2,5 t de composta y 8 m3 de agua de lluvia cosechada. Valorando estos productos se calculó un ingreso vía ahorro de $US1400 al año, es decir $US110 mensuales (CET, 1994).

A continuación se presentan los resultados de otro estudio de caso realizado en la comunidad del Pajal a la familia de la Sra. Rosa Cuevas. Ella lideró este proceso de integración, trabajos agroecológicos en el pequeño entorno de la casa con un total de 600 m2, implementó muchas tecnologías y alta diversidad. Por su parte su marido Sr. Miguel Romero explotaba un sector de lomaje en mediería de 4,5 ha. Se realizó un exhaustivo seguimiento durante 1 año a cada sistema y se compararon sus resultados (tabla 3) (Infante & Moya, 1995).

Es impresionante cómo una pequeña superficie bien diseñada, manejada con prin-cipios agroecológicos y reforzando los conocimientos campesinos locales puede pro-

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ducir una sorprendente cantidad de alimento, a diferencia del sistema de lomaje que produce poco por su alta degradación; sólo una cosecha al año, con gran sacrificio, le-jos del hogar y la producción debe dividirse con el dueño del terreno. Al poco tiempo el Sr. Romero se integró a los trabajos de su mujer y decidieron formar una microempresa de productos hortícolas orgánicos, la cual funciona hasta hoy.

El proceso descrito anteriormente fue bastante común, en diferentes grados de im-plementación, pero en total un 75% de las familias participó. Las lecciones logradas por el equipo técnico y los agentes del estado participantes fueron las múltiples ventajas de la producción intensiva en una pequeña superficie y sustitución de las lomas ero-sionadas por sistemas más estables como praderas, plantaciones forestales, sistemas silvopastorales y agroforestería.

La transformación fue evidente, lo que en un principio era una diversidad media, poco funcional, muy estacionaria y en suelos agotados, con los años pasó a una altísi-ma producción debida a la alta agrodiversidad manejada por la mayoría de las mujeres participantes, los manejos ecológicos de suelo y plagas, y el diseño adecuado de los es-pacios. Muchos predios pequeños dentro de los límites impuestos por las condiciones climáticas, suelo, y culturales, el predio podía producir: cereales (trigo, cebada, avena, maíz); tubérculos y raíces (papa, camote, betarragas, zanahorias, etc.); leguminosas (arveja, haba, poroto, soya, lenteja, chícharo, garbanzo, maní); frutales de preferencia especies más rústicas y menos exigentes en insumos y prácticas agronómicas (cerezos, duraznos, níspero, palta, mora, membrillo, cítricos, caqui, frambuesa, higo, etc.); hor-talizas diversificadas (lechuga, tomate, acelga, repollos, espinacas, rabanitos, cebollas, zanahorias y muchas variedades); huevos, leche, queso, carne (inclusive de conejos y peces); miel, jalea real, propóleos; fruta seca, mermeladas, fruta al jugo; bebidas (hierbas medicinales, hierba mate, vino, chicha); condimentos; aromáticos y plantas medicinales; flores, quinua y amaranto.

Tabla 3. Comparación de dos sistemas de producción.

Huerto ecológicocultivado por la mujer

Lomaje cultivado por el hombre (lentejas, trigo, praderas)

Área, m2. 600 45.000

Producción, kg. 3.000 5.200

Alimento disponible, kg. 3.000 2.600

Entradas, $US. 2.130 1.230

Proporción de entradas, %. 64 36

Mano de obra utilizada h. 30 70

Valor hora $ mano de obra. 0,8 0,3

Cobertura de nutrientes,% calorías. 60 30

Cobertura, % vitaminas,proteínas, minerales. 100 100

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La proyección del huerto a la totalidad del predio

El trabajo con las familias campesinas, en especial con la participación de las mujeres, se inició con pequeños huertos orgánicos. Con los años la propuesta agroecológica fue abarcando todo el predio y en la comunidad implementaron una propuesta de desarro-llo con fuerte énfasis en la producción de alimentación y tecnologías apropiadas para mejorar la calidad de vida y a la vez preservar y recuperar los escasos recursos natura-les. El siguiente constituye un resumen del conjunto de implementaciones realizadas por las familias campesinas de esta comuna.

Diseño predial (forestación, producción frutal, huerto hortícola, producción animal mejorada, sistemas silvopastorales).

Manejo técnico de cultivo como policultivos, asociaciones, rotación de cultivos. Producción bajo plástico en invierno (invernadero). Técnicas de mejoramiento de la calidad del suelo como prácticas de conservación

de suelo, curva de nivel, zanjas de infiltración, terrazas de formación lenta. Reciclaje de la matera orgánica (rastrojo, guano). Fertilización orgánica con humus y compost. Manejo ecológico de plagas y enfermedades. Mejoramiento de producción de animales menores y mayores.

Se integra en el predio la apicultura como otra fuente importante de ingresos. Y final-mente, se fomenta el uso de tecnología para la transformación y la conservación de frutas y para el uso eficiente de los recursos prediales.

Todos estos sistemas productivos conforman un conjunto de funcionamiento inte-gral y armónico representado en la figura 1 (Museau, 2007).

Pero sobre todos los avances técnicos y ambientales, los avances psicosociales también fueron muy valorados: mejor autoestima, mejor posicionamiento de la mu-jer frente a su familia (en un comienzo los maridos les prohibían ir a las reuniones, tiempo después sólo avisaban), más organización, más confianza entre ellas, compre-sión del potencial de su trabajo, capacidad de expresión, acciones solidarias, entre otros avances.

Promoción agroecológica"de campesina a campesina"

Además se ha consolidado la organización de las familias y han emergido líderes y monitores, lo que permitió construir un escenario de interesantes perspectivas. Lo logrado fue transformándose en espacios de aprendizajes para otras comunidades. La familia recibió múltiples visitas de otros grupos campesinos. Su forma de testi-moniar lo realizado, desde su lenguaje, desde su experiencia, desde su conocimien-to antiguo y el recién adquirido, fue una luz que abrió la posibilidad de incorporar una metodología que se estaba dando en algunos países centroamericanos. Fue así

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como una versión chilena “de campesino a campesino” se fue incorporando como una forma de transferir los conocimientos a los nuevos grupos. Un grupo de mujeres y hombres, elegidas por ellas mismas, se convirtieron en promotoras de soberanía alimentaría, se especializaron en huertos orgánicos, apicultura, construcción de tec-nologías apropiadas, enfermeros de ganado, técnicas de alimentación y conservación de alimentos. Durante varios años recibieron en sus predios a los grupos, salieron con los equipos técnicos a sesiones de formación a otras comunidades y trabajaron en forma independiente asesorando familias. Nunca descuidaron sus sistemas pro-ductivos y se cuidó de no sobrecargarlas con trabajo y responsabilidades (Infante & San Martin, 2003).

Como veremos más adelante, todos estos logros generaron un interesante proceso de avance desde el mejoramiento del autoconsumo hacia la venta de excedentes y formación de microempresas.

Del autoconsumo a la venta de excedentesy la creación de mercados locales

A los 3 ó 4 años del programa, las familias y en especial las mujeres producían más alimentos, con calidad, con técnicas agroecológicas, con mucho conocimiento pro-pio y en forma muy independiente. La producción comenzó a superar el consumo familiar y se regalaba el excedente, aunque era una acción solidaria, fue puesto en discusión. Fue así como nació la idea de comercializar. Algunas ya habían empezado a vender algo, a sus vecinos o por encargos de parientes del pueblo, actividad que ellas llamaban “callejear la hortaliza”. En un principio la venta fue sacrificada, lenta y esporádica. Se decidió entonces abordar la venta de diferentes formas. Una fue vender en la feria dominical, donde se logró disponer de espacios para sus produc-tos, la otra fue establecer puestos de venta en carreteras y puntos de afluencia de público, finalmente también se optó por crear una feria campesina, donde en 5 días las participantes muestran y venden sus productos ecológicos a clientes de toda la región (Infante, 2000).

Una organización cooperativa

Con la llegada de las ventas, la producción, los clientes y posibles proyectos se discutió sobre la posibilidad de organizarse formalmente. Se realizaron reuniones de discusión, asesoría de expertos en materia legal y finalmente los grupos decidieron formar una cooperativa que nombraron “El Pajal”. Los hombres fueron los más entusiasmados y las mujeres miraban con recelo. La idea se basó en que la cooperativa es el principal instru-mento de las agricultoras(res) para participar en el valor añadido de sus productos en base a principios de solidaridad, democracia, igualdad y vocación social que mueven el movimiento cooperativo (Fernández, 2002).

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La consolidación de microempresas campesinas

Hoy las mujeres siguen con sus pequeñas microempresas, con sus clientes, con sus ferias, con sus predios y sus familias. Con el tiempo las familias han ido consolidando sus negocios. Han perfeccionado sus productos, con calidad, con una diversidad atra-yente, con envases y etiquetas adecuadas, manteniendo los sabores campesinos libres de contaminantes. Han logrado un nivel de gestión alto, con responsabilidad con sus clientes, entregas en volúmenes y fechas acordadas, y muy conocedoras de sus gustos y preferencias. Participan de muchas ferias y tienen un sinnúmero de clientes de di-versos lugares y características. Saben acercarse a instituciones de apoyo y a exigir sus derechos, logran obtener financiamiento para nuevos proyectos. Siguen viviendo en sus predios junto a sus vecinos, produciendo en sus predios y participando de todas las actividades de la comunidad (CET, 1994).

Muchas mujeres mayores decidieron quedarse más en sus predios, con sus huertas, sus animales, apoyando a sus vecinas. La mayoría de ellas ahora supera los 65 años, sus hijos han emigrado a la ciudad, sus maridos son de edad avanzada o son viudas. Viven tranquilas y atesoran gratos recuerdos de los años participando en los grupos de huerta. Entre estas mujeres muchas son las cuidadoras de semillas.

Las cuidadoras de semillas

Hagamos una breve recopilación de la historia, actividades y logros de las cuidadoras de semilla. Este quehacer de intercambio se potenció mediante eventos que reunieron a personas para intercambiar con más frecuencia semillas en un encuentro de dedica-ción exclusiva. De esta forma, se visualiza el rol de la “cuidadora de semilla”. Ellas han mostrado un camino sencillo y eficaz para rescatar y preservar el material genético que existe en los campos. Esto se ha realizado con la participación de las cuidadoras en encuentros de intercambio y el posterior cultivo de las semillas recolectadas en sus predios (Infante, 2006).

El proceso desde una mirada más global

Es posible esquematizar la estrategia seguida durante estos años por los grupos cam-pesinos y las instituciones de apoyo. No ha sido una estrategia preconcebida ni di-señada con anterioridad, ha sido construida en el camino y ha ido sufriendo aportes con el pasar de los tiempos. Hoy es posible describir cómo las familias campesinas y mujeres microempresarias con su trabajo ejercen presiones traducidas en demandas a los gobiernos regionales, a los municipios e inclusive a las instituciones de capacitación para que designen recursos y presten servicios. Con ello, las familias van invirtiendo en mejoras, fortaleciendo sus redes y organizaciones y sus sistemas productivos. Todo ello poco a poco va creando los escenarios que facilitan los procesos, los caminos hacia

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15

un desarrollo más sustentable desde el ámbito local. La figura 2 muestra un esquema general de este proceso (adaptado de Yurgevic, 1998).

Se ha descrito un proceso emprendido por un grupo de familias campesinas, que han permitido mejorar su calidad de vida, generar nuevos ingresos y organizarse, todo ello en base a mejorar sus recursos naturales. Pero hoy, después de 10 años de esta experiencia cabe preguntarse ¿Se ha tornado más sustentable la agricultu-ra desarrollada por las familias campesinas participantes? y ¿cómo medir esa dife-rencia? Se necesitan respuestas concluyentes para replicar, difundir y profundizar estos programas. Para buscar la respuesta se realizó una investigación basada en la metodología MESMI (Peterson, 2002). Para ello se definieron cinco atributos de sus-tentabilidad y se buscaron los indicadores más apropiados a las condiciones agroeco-

Figura 2. Esquema del proceso de desarrollo rural llevado a cabo en Yumbel.

Gobierno local

Regula e incentivaSugieren criterios

de políticas

Institucionesde capacitación

Asignan recursos

Municipalidad

Fomento

Mujerescampesinas y

microempresarias

Facilitan la asignaciónde recursos

Stocks deCapital

Gobierno

Invierten

Demandan

Concertación de agentesy actores

Fuentes de bienestar no económicas

Escenariosde desarrollo

local

Objetivoestratégico Fortalecen

Soberanía alimentariaProducción sustentableMayores ingresosDiversificación Medio ambiente sanoEducación agroecológicaFeria campesinaSubsidios a agricultores

OrganizacionesOrden territorialEscuelas granjas ecológicasMercado solidario Alta afluencia de turistas Identidad rural y ecológicaCultura ambientalRespeto y promoción. Actividades de la mujer

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lógicas y socioculturales de la comuna. Como muestra se seleccionaron 15 familias no influenciadas por el programa y 35 familias que sí participaron. Finalmente se definieron 19 indicadores y una vez aplicada la investigación se concluyó que clara-mente las familias que participaron del programa han avanzado en la sustentabilidad de sus explotaciones. Los resultados de todos los indicadores evaluados se aprecian en la figura 3 (Museau, 2007).

La aplicación de la propuesta agroecológica ha permitido obtener importantes cambios. Los avances se manifiestan a escala agromedioambiental principalmente en la productividad y protección del suelo contra la erosión hídrica. Esto ha permi-tido una significativa reducción de la degradación del suelo, consiguiendo un au-mento en el valor del capital natural. Esta propuesta agroecológica ha permitido a las explotaciones estudiadas ser más eficaces en el cumplimiento de su función de soberanía y garantizar una dieta alimentaria de forma más equilibrada y una mayor independencia.

La agroecología y las prácticas asociadas a ella muestran, en esta experiencia, que es posible lograr el objetivo de dar estabilidad y sostenibilidad al sistema agrario y me-jorar así las condiciones de vida y económicas de las familias participantes.

Figura 3. Comparación gráfica de los indicadores evaluadosen los sistemas agroecológico y tradicional.

Sistema agroecológico Sistema tradicional

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Existencia de organizaciones funcionales

Nivel de adopción (%)

Demanda de mano de obra familiar

Renta de bienes raíces (U$/ha/año)

Productividad del trabajo familiar (U$/JH)

Densidad de lombrices (unidad/m2)

Biomasa microbiana (ug/gr suelo)

Estabilidadestructural (%)

Índice de materiaorgánica (%)

Índice de diversidad (Shannon)

Suelo conservado (ton/ha/año)

Cobertura de suelo (%)

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Renta (U$/año)Razón costo/beneficio

Número de especies de importancia económica

Coeficiencia de autosuficienciaalimentaria (%)

Coeficiente de dependencia entradas exteriores (%)

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Page 28: Agroecología y Resiliencia Socioecológica

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Enfoques agroecológicos para incrementar la resilienciade los sistemas agrícolas al cambio climático

Clara Inés Nicholls

Introducción

La estrategia de la revolución verde funcionó bien en áreas dotadas de un clima estable y energía barata. El modelo se expandió en el 90% de las 1,500 millones de hectá-reas de tierra arable, donde fueron transformadas en sistemas agrícolas especializados y dependientes de insumos a gran escala. Al entrar en la segunda década del siglo XXI, este modelo agrícola industrial se torno inviable, ya que los fertilizantes, plaguicidas, equipo agrícola y combustibles fósiles, que son el corazón de la agricultura industrial, se están agotando y son cada vez más caros. El debate hoy día, es que el clima se va volviendo cada vez más extremo, mientras que estos sistemas agrícolas intensivos se vuelven menos resistentes y más vulnerables.

Poco se ha hecho para incrementar la adaptabilidad de la agricultura industrial a los eventos climáticos cambiantes y extremos (Rosenzweig y Hillel, 2008). La búsqueda de posibles adaptaciones agrícolas al cambio climático se ha centrado en “balas mágicas” como la modificación genética para crear “smart climate genes” – “genes inteligentes” con la que se espera que los cultivos puedan producir bajo condiciones estresantes y con el desarrollo de modelos de predicción del clima. Las estadísticas oficiales predicen que los agricultores mas pobres en los países en vías de desarrollo, son especialmente vulnerables a los impactos del cambio climático debido a su exposición geográfica, bajos ingresos, ma-yor dependencia en la agricultura para su sobrevivencia y su limitada capacidad de buscar otras alternativas de vida. Para estos grupos vulnerables, pequeños cambios en el clima pueden tener impactos desastrosos ya que solo la reducción de media a una tonelada de producción puede significar la diferencia entre vida y muerte (Rosenzweig y Hillel, 2008).

Casi no se ha realizado ningún trabajo en el diseño de las prácticas para mejorar la resiliencia de los monocultivos modernos a eventos climáticos extremos (Holt-Gi-menez, 2002). Existe abundante evidencia de que los diseños y prácticas agroecoló-gicas contribuyen enormemente. De hecho, muchos estudios realizados en el mundo en desarrollo, revelan que los pequeños agricultores que utilizan practicas agroecoló-gicas han podido afrontar e incluso preparar para el cambio climático, minimizando las pérdidas de sus cosechas, a través de una serie de prácticas tales como el uso de variedades tolerantes a sequía, cosecha de agua, diversidad de cultivos, agroforestería, prácticas de conservación de suelo y una serie de otras técnicas tradicionales (Altieri y Koohafkan, 2008). Los resultados de diversas investigaciones sugieren que muchas prácticas agroecológicas (tabla 1) producen una mayor resistencia a los eventos climá-ticos al traducirse en menor vulnerabilidad y mayor sostenibilidad a largo plazo.

Coordinadora de la Red Iberoamericana de agroecología para el desarrollo de sistemas agrícolas resilientes al cambio climático REDAGRES.

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Basado en esta evidencia, diversos expertos han sugerido que el rescate de los sis-temas tradicionales de manejo, en combinación con el uso de estrategias agroecológi-cas, puede representar la única ruta viable y sólida para incrementar la productividad, la sostenibilidad y la resiliencia de la producción agrícola (Altieri, 2002, De Schutter, 2010). En este artículo se explora una serie de maneras en que pueden implementarse estas estrategias agroecológicas para el diseño y el manejo de los agroecosistemas, permitiendo a los agricultores adoptar una estrategia que aumenta la resisliencia y además proporciona beneficios económicos. Además en este articulo también se des-cribe brevemente la estrategia implementada por la Red Iberoamericana de agroecolo-gía para el desarrollo de sistemas agrícolas resilientes al cambio climático (REDAGRES) para identificar los agroecosistemas que han soportado eventos climáticos en la última década, con el fin de comprender las características agroecológicas que les permitieron resistir y/o recuperarse de las sequías, tormentas, inundaciones o huracanes.

Desempeño de los agroecosistemas biodiversosbajo eventos climáticos extremos

Observaciones del desempeño de los sistemas agrícolas después de eventos climáticos extremos, han revelado que la resiliencia a desastres climáticos está estrechamente vinculada al nivel de biodiversidad en la finca (tabla 2). Una estudio realizado en laderas de América Central después de huracán Mitch en 1998, reveló que los agricultores que utilizaban prácticas de diversificación como cultivos de cobertura, sistemas intercala-dos y sistemas agroforestales, sufrieron menos daño que sus vecinos con monocultivos convencionales. Este estudio liderado por el Movimiento Campesino a Campesino, mo-vilizó 100 equipos de agricultor-técnico para llevar a cabo observaciones paralelas de indicadores agroecológicos específicos en 1.804 fincas “sostenibles” y “convenciona-

Tabla 1. Diversidad y resiliencia.

Resiliencia se define como la capacidad de un sistema para mantener su estructura organizacional y su productividad tras una perturbación. La resiliencia tiene dos dimensiones: resistencia a los shocks (eventos extremos) y la recuperación. Un agroecosistema es "resiliente" si es capaz de producir alimentos, a pesar del gran desafío de una severa sequía o una tormenta. En los sistemas agrícolas, la biodiversidad de cultivos proporciona el vínculo entre el estrés y la resiliencia. Cuando se producen cambios ambientales, la redundancia construida por varias especies, permiten al ecosistema continuar funcionado y proporcionando los servicios ecosistémicos. Así, la biodiversidad proporciona un "seguro" o sirve como un “amortiguador” frente a fluctuaciones ambientales, debido a que la diversidad de cultivos, árboles y animales responden de manera diferente a las fluctuaciones, alcanzando una comunidad más predecible o fomentando las propiedades del ecosistema. Los arreglos agroecológicos espaciales y temporales de la biodiversidad incrementan la diversidad funcional y la resiliencia de los sistemas con sensibilidad a las fluctuaciones temporales en el clima (Lin et al., 2008).

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les”. El estudio abarcó 360 comunidades y 24 departamentos en Nicaragua, Honduras y Guatemala. El estudio reveló que después del huracán, las parcelas diversificadas (“sostenibles”) tenían un 20-40% mas de capa arable de suelo, mayor humedad en el suelo, menos erosión y experimentaron menores pérdidas económicas que sus vecinos “convencionales” (Holt-Giménez, 2002).

Asimismo, en Sotonusco, Chiapas, sistemas de café con altos niveles de complejidad y diversidad vegetacional sufrieron menos daños por el huracán Stan que los sistemas de café más simplificados (Philpott et al., 2009). En el caso del café, los sistemas con más sombra mostraron mayor protección a los cultivos, cuando se presentaba menor precipitación y había una menor disponibilidad de agua en el suelo, ya que la cubierta forestal arbórea, era capaz de reducir la evaporación del suelo y aumentar la infiltra-ción del agua (Lin, 2007). Cuarenta días después de que el huracán Ike azotó a Cuba en 2008, varios investigadores realizaron una encuesta en las fincas en las provincias de Holguín y Las Tunas y encontraron que las fincas diversificadas exhibieron pérdidas de 50% comparadas con el 90 o el 100% en las fincas vecinas con monocultivos. Igual-mente, explotaciones manejadas agroecológicamente, mostraron una recuperación más rápida de producción (80-90%) 40 días después del huracán, que las fincas bajo monocultivos (Rosset et al., 2011).

Resiliencia de sistemas agrícolas diversificados

Los sistemas agrícolas diversificados como sistemas agroforestales, sistemas silvo-pastoriles y policultivos, son una variedad de ejemplos de cómo los agroecosistemas complejos son capaces de adaptarse y resistir los efectos del cambio climático. Los sistemas agroforestales tienen una alta complejidad estructural, que han demostra-do servir como amortiguador (búfer) frente a grandes fluctuaciones de temperatura, manteniendo así el cultivo principal más cerca a sus condiciones óptimas (Morais et al., 2006; Lin, 2007). Los cultivos intercalados permiten a los agricultores producir simultá-neamente varios cultivos y minimizar el riesgo (Francis, 1986). Además, los policultivos exhiben una mayor estabilidad en los rendimientos y menor disminución de produc-tividad en condiciones de sequía, a diferencia de los monocultivos. Un estudio de los efectos de las sequias sobre los policultivos demostró que los cultivos intercalados son muy exitosos. Natarajan y Willey (1986) evaluaron el efecto de los policultivos de sorgo y maní, mijo y maní y sorgo y mijo al manipular el estrés hídrico, y encontraron que los rendimientos fueron mayores en los policultivos que en los monocultivos. Todos los po-licultivos rindieron mas sistemáticamente en cinco niveles de disponibilidad de hume-dad, que van desde 297 a 584 mm de agua aplicada durante la temporada de cultivo. Lo mas interesante es que la tasa de mayor rendimiento aumentó con el estrés hídrico, por lo que las diferencias relativas en productividad entre monocultivos y policultivos, fueron más acentuadas cuando el estrés se incrementó.

Otro ejemplo lo brindan los sistemas silvopastorales intensivos (SSI) que combinan arbustos forrajeros sembrados en grandes densidades, árboles, palmeras y pastizales mejorados. La alta carga animal y la buena producción de leche y carne en estos sistemas

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se logran a través del pastoreo rotativo con cercas eléctricas y un suministro permanente de agua para el ganado. En la finca “El Hatico” en el Valle del Cauca, Colombia, un SSI de cinco estratos, compuesto de un estrato bajo de pastos y arbustos de leucaena, un estra-to mediano con árboles tamaño medio y un dosel de árboles de gran tamaño, hizo posi-ble que se incrementara a lo largo de los últimos 18 años el nivel de carga animal para la producción de leche a 4.3 vacas/ha y un incremento de la producción de leche de 130%, además de eliminar completamente el uso de fertilizantes químicos. Si bien el 2009 fue el año más seco registrado en los últimos 40 años en El Hatico, alcanzando una reducción de 44% en comparación con el promedio histórico de precipitaciones, y los agricultores vie-ron una reducción del 25% en la biomasa de pastos, la producción de forrajes del SSI se mantuvo constante durante todo el año y permitió neutralizar los efectos negativos de la sequía en todo el sistema. Como respuesta a las condiciones climáticas extremas, la finca tuvo que ajustar sus niveles de carga animal y aumentar la suplementación con energía. A pesar de ello, la producción de leche de la finca para el año 2009, fue la más alta registra-da, con un sorpresivo incremento de 10% en comparación a los cuatro años anteriores. Mientras tanto, los ganaderos en otras partes del país reportaron una pérdida de peso severa en los animales y altas tasas de mortalidad debido al hambre y sed. El desempeño productivo de la finca “El Hatico” durante el período excepcionalmente seco y caliente del Niño, ilustra el enorme potencial de SSI como una estrategia de intensificación soste-nible para la adaptación al cambio climático y mitigación (Murgueitio et al., 2011).

Los beneficios combinados de la regulación del agua, las condiciones micro climáticas favorables, la biodiversidad y las reservas de carbono descritas en los sistemas agrícolas diversificados descritos anteriormente, no solo proporcionan bienes y servicios ambien-tales para los productores, sino también una mayor resiliencia al cambio climático.

Manejo de suelos y resiliencia

Incremento de la materia orgánica en los suelosLa adición de grandes cantidades de materia orgánica de forma regular basada en estiércol animal, compost, hojarasca, cultivos de cobertura, rotación de cultivos que aportan grandes cantidades de residuos, etc., es una estrategia clave utilizada por mu-chos agricultores para mejorar la calidad del suelo. El manejo de la materia orgánica esta en el centro de todos los esfuerzos por crear tierras saludables con buena activi-dad biológica y buenas características físicas y químicas. Para garantizar la resiliencia de los sistemas agrícolas, la materia orgánica juega un papel supremamente importante, ya que mejora la capacidad de retención de agua del suelo, haciéndolo mas resisten-te a las sequías, mejorando su capacidad de infiltración y evitando que sus partículas sean transportadas con el agua durante lluvias intensas. La materia orgánica también mejora la agregación de suelo superficial, sujetando firmemente las partículas durante lluvias o tormentas o vientos fuertes. Los agregados del suelo estables, resisten el mo-vimiento por viento o agua (Magdoff y Weil, 2004).

Simultáneamente, los suelos ricos en materia orgánica generalmente contienen por lo general hongos micorriticos simbióticos, micorrizas arbusculares (MA), por ejemplo,

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que son un componente clave de las poblaciones microbianas que influyen sobre el crecimiento de las plantas y la productividad del suelo. Los hongos micorriticos son im-portantes porque mejoran las interacciones planta-agua, aumentando así la resistencia a la sequía (Garg y Chandel, 2010). La capacidad de asociaciones específicas de estos hongos y las plantas para tolerar la sequía son de gran interés en áreas afectadas por deficiencias de agua. Se ha reportando que estas asociaciones con micorrizas, pueden aumentar la absorción de nutrientes por las plantas y además permitir un uso más efi-ciente del agua, al aumentar la conductividad hidráulica de la raíz.

La productividad de cultivos bajo condiciones de sequía en gran medida está limi-tada por la disponibilidad de agua del suelo. El contenido de materia orgánica (% MO) es un índice confiable de productividad de los cultivos en las regiones semiáridas, ya que la materia orgánica potencia el crecimiento de los cultivos al mejorar la estructu-ra del suelo y su capacidad para almacenar y transmitir aire y agua, estrategia clave para la resistencia a la sequía. En un estudio realizado en la región semiárida de la Pampa Argentina, se encontró que los rendimientos de trigo estaban relacionados con retención de agua del suelo y el contenido de carbono orgánico total en la capa superficial (0-20 cm) durante años de baja disponibilidad de humedad. Los rendi-mientos de trigo obtenidos bajo condiciones de suelos con baja retención de agua y un contenido de carbono total bajo, en condiciones de déficit hídrico, se explican por el efecto positivo de estos componentes del suelo sobre el agua disponible de la planta. Pérdidas de 1 mg materia orgánica/ha estaban asociadas con una dismi-nución en el rendimiento de trigo de aproximadamente 40 kg/ha. Estos resultados demuestran la importancia de utilizar prácticas culturales que mejoren el contenido de materia orgánica del suelo y minimicen así las pérdidas de carbono orgánico en ambientes semiáridos (Díaz Zorita et al., 1999).

Investigadores en Estados Unidos han encontrado en estudios comparativos de agricultura orgánica y convencional desde 1981 en Pensilvania, que los rendimientos de sistemas orgánicos de maíz eran 31% superiores que los encontrados en sistemas convencionales en años de sequía (figura 1). Estos rendimientos durante épocas se-cas eran notables, cuando se compararon con variedades genéticamente modificadas como “tolerantes a sequia” en las que se observaron aumentos de sólo el 6,7% a 13,3% sobre las variedades convencionales (Rodale Institute, 2012).

Manejo de la cobertura del suelo

La protección del suelo contra la erosión también es una estrategia fundamental para aumentar la resiliencia de los agroecosistemas. Los mantillos o mulching de cultivo de cobertura y abonos verdes ofrecen muchas ventajas. Los mantillos de rastrojo ha-cen mas lento el proceso de secado del suelo al proteger la superficie con residuos. El mantillo reduce la velocidad del viento en hasta un 99%, por lo tanto, las pérdidas por evaporación se reducen de manera significativa. Además, los cultivos de cobertura y los residuos de malezas pueden mejorar la penetración de agua y reducir las pérdidas por escorrentía de dos a seis veces.

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Figura 1. Rendimiento de maíz en sistemas orgánico vs. convencional en añoseco en Pensilvania, USA (Rodale Institute, 2012 - 1 tonelada = 35.7 Bushels)

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Alrededor de Centroamérica, CIDDICO, Vecinos Mundiales y otras organizaciones no gubernamentales (ONG) han promovido el uso de leguminosas como abonos ver-des, una fuente barata de fertilizante orgánico y una manera de acumular materia orgá-nica. Cientos de agricultores de la costa norte de Honduras están usando el frijol tercio-pelo (Mucuna pruriens) con excelentes resultados, incluyendo rendimientos de maíz de alrededor 3.000 kg/ha, más del doble del promedio nacional. Los frijoles producen mas de 30 toneladas/ha de biomasa anualmente o cerca de 90 a 100 Kg de nitrógeno/ha por año. El sistema disminuye el estrés por falta de agua, porque una capa de mantillo dejada por la Mucuna contribuye a conservar agua en el perfil del suelo, logrando que los nutrientes estén fácilmente disponibles en aquellos períodos en los cultivos mas lo absorben (Flores, 1989).

Tomando ventaja del “Movimiento Campesino a Campesino” en Nicaragua y otros lu-gares de Centroamérica, esta tecnología se ha propagado rápidamente. En sólo un año, más de 1.000 campesinos han recuperado tierras degradadas en la cuenca del Río San Juan en Nicaragua (Holt-Giménez, 1996). En Cantarranas, Honduras, hubo una adopción masiva de Mucuna pruriens y los rendimientos de maíz se triplicaron alcanzando 2500 kg/ha mientras que los requerimientos de mano de obra para deshierbe se redujeron en un 75% (Bunch, 1990). Se estima que en Centroamérica y México, unos 200.000 agricultores utilizan unas 14 especies diferentes de abono verde y cultivos de cobertura.

En la actualidad, se estima que más de 125.000 agricultores están usando abonos verdes y cultivos de cobertura en Santa Catarina, Brasil. Los agricultores familiares de las laderas modificaron el sistema convencional de labranza cero, dejando inicialmen-te residuos de plantas sobre la superficie del suelo, notando una disminución en los niveles de erosión y también experimentando menores fluctuaciones en la tempera-tura y humedad del suelo. Las reiteradas aplicaciones de biomasa fresca mejoraron la calidad del suelo, minimizaron la erosión y el crecimiento de malezas y mejoraron el rendimiento de los cultivos. Estos novedosos sistemas dependen de mezclas de cul-

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tivos de cobertura tanto de verano como de invierno que dejan una capa gruesa de residuos que se descompone lentamente y sobre la que se siembra o planta directa-mente maíz, trigo, cebollas o tomates, sufriendo muy poca interferencia de malezas durante la temporada de crecimiento de los cultivos (Altieri et al., 2011). Durante el ciclo agrícola 2008-2009, que se experimentó una severa sequía, los productores de maíz convencionales sufrieron pérdidas de rendimiento promedio de 50%, llegando a niveles de productividad de 4500 kilos por hectárea. Sin embargo, los agricultores que habían adoptado las practicas de cero labranza agroecológica experimentaron una pér-dida de solo 20%, confirmando la mayor resiliencia de estos sistemas en comparación con aquellos que utilizan agroquímicos (Almeida et al., 2009).

Identificando sistemas agrícolasresilientes para el Siglo XXI

La Red Iberoamericana de Agroecología para el desarrollo de sistemas agrícolas resi-lientes al cambio Climático (REDAGRES) es una red de científicos e investigadores ubica-dos en 8 países de Iberoamérica vinculados a la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA) y financiado por el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tec-nología para el Desarrollo-CYTED y CS Fund de California. Los objetivos de REDAGRES son promover el intercambio de conocimiento científico y la formación de recursos humanos en temas relacionados con la agricultura y el cambio climático. Además de analizar el impacto del cambio climático sobre la producción agrícola, REDAGRES pone especial énfasis en la exploración de estrategias de adaptación agrícola a eventos cli-máticos extremos y la aplicación de principios agroecológicos para el diseño y escalado de agroecosistemas resistente al cambio climático.

REDAGRES inició en el año 2012, un proyecto de dos años que consiste en un estudio de los sistemas agrícolas de pequeña escala en regiones seleccionadas de siete países de América Latina, con el propósito de identificar los sistemas que hayan resistido eventos climáticos recientemente o en el pasado y entender las características agroecológicas de esos sistemas que les permitieron resistir o recuperarse de las sequías, tormentas, inundaciones o huracanes. Los principios de resiliencia se difundirán a los agricultores familiares en comunidades vecinas y otros en la región a través de días de campo, visitas cruzadas, seminarios breves, cursos y también por la elaboración de un manual descrip-tivo para los agricultores, explicando cómo evaluar el nivel de resiliencia de cada finca y qué hacer para mejorar la resistencia a la sequía y fuertes tormentas.

Los principales objetivos del proyecto son:

1. Seleccionar una región en cada uno de los siete países y llevar a cabo una encuesta para la identificación de los sistemas a evaluar en términos de resiliencia.

2. Incluir la investigación socio-ecológica en los sistemas agrícolas seleccionados, a fin de comprender las características agroecológicas de tales sistemas y las estrategias

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sociales utilizadas por los agricultores que les permitieron resistir o recuperarse de las sequías, tormentas, inundaciones o huracanes.

3. Organizar una estrategia para difundir la información obtenida de las evaluaciones entre los agricultores en cada región y a nivel nacional.

4. Desarrollar un manual didáctico para los agricultores explicando cómo evaluar el nivel de resiliencia de cada finca y qué hacer para mejorar la resistencia a la sequía y fuertes tormentas utilizando métodos agroecológicos.

Los equipos participarán en la investigación socio-ecológica a fin de evaluar los rasgos que caracterizan los sistemas seleccionados, centrándose principalmente en los me-canismos (sociales y ecológicos) que permiten a los sistemas resistir y recuperarse del evento climático, así como en las estrategias de organización social (redes de solidari-dad, intercambio de alimentos, etc.) utilizadas por los agricultores a fin de hacer frente a las difíciles circunstancias impuestas por este tipo de eventos y todavía permanecen en la comunidad. En cada comunidad de agricultores, los investigadores y agricultores participarán en una reflexión sobre lo que se considera como los principales principios y mecanismos que explican la resistencia y la recuperación de las fincas y las comu-nidades a los eventos climáticos. Estos mecanismos y principios identificados serán transmitidos luego a otros agricultores de la región y a nivel nacional a través de días de campo, donde los agricultores pueden visitar las fincas resistentes y discutir entre sí las características de esas fincas y cómo replicar estos principios en sus lugares de origen. También se pueden organizar visitas cruzadas donde los agricultores resisten-tes pueden visitar otras comunidades de otras regiones y compartir sus experiencias, sistemas de gestión y estrategias de resiliencia socio-ecológica. Asimismo, seminarios y cursos de cortas duración pueden ser organizados en diversas comunidades donde investigadores y agricultores pueden discutir más a fondo los principios y mecanismos de resiliencia. Muchas de las fincas resistentes que son identificadas pueden servir como “fincas demostrativas” para otros agricultores, para así observar cómo se utilizan los principios de agroecológicos para mejorar la resiliencia de los sistemas agrícolas, a través de intercambios de campesino a campesino y días de campo.

Articulando investigadores y agricultores pertenecientes a organizaciones de agri-cultores bien establecidas, un proyecto de investigación entre países, utilizando la mis-ma metodología, puede producir en un corto período, información clave para esta-blecer las bases para el diseño de sistemas agrícolas resilientes al cambio climático, que pueden difundirse eficiente entre miles de agricultores, creando así la capacidad humana en cientos de comunidades rurales de la región para diseñar estrategias de adaptación para el cambio climático.

Conclusiones

Todos los estudios presentados aquí sugieren que las comunidades de plantas mas diversas resisten mejor los disturbios y son mas resilientes al enfrentar perturbaciones ambientales derivadas de eventos climáticos extremos (Vandermeer, 2002). Sin lugar

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a dudas, la diversificación de cultivos representa una estrategia a largo plazo para los agricultores que están experimentando un clima errático. El uso de la diversificación al interior de los sistemas agrícolas puede reducir en gran medida la vulnerabilidad de los sistemas de producción al mismo tiempo que protege a los agricultores rurales y a la producción agrícola. Los agricultores que utilizan la diversidad como estrategia para el manejo de cultivos, por lo general añaden copiosas cantidades de materia orgánica a sus suelos, incrementando aun mas su capacidad para retener agua. El manejo de los cultivos de cobertura y los abonos verdes mejoran la cobertura del suelo protegiéndolo de la erosión, pero lo mas importante, adicionan biomasa, la que a su vez contribuye a un mayor nivel de materia orgánica en el suelo.

Las estrategias agroecológicas que aumentan la resiliencia ecológica de los siste-mas agrícolas son esenciales pero no suficientes para alcanzar la sostenibilidad. La resiliencia social, definida como la capacidad de grupos o comunidades a adaptarse frente a elementos extremos causa de estrés, sean sociales, políticos o ambientales, debe ir de la mano con la resiliencia ecológica. Para ser resilientes, las sociedades ru-rales generalmente deben demostrar la capacidad de amortiguar las perturbaciones con métodos agroecológicos adoptados y diseminados a través de la autoorgniza-ción y la acción colectiva (Tompkins y Adger, 2004). Reducir la vulnerabilidad social a través de la extensión y consolidación de redes sociales, tanto local como regional, puede contribuir a aumentar la resiliencia en los agroecosistemas. Como se ve en la figura 2 la vulnerabilidad de las comunidades agrícolas depende de que tan bien este

Figura 2. Características socio-ecológicas que determinan la capacidad reactivade los agricultores para mejorar la resiliencia de sus sistemas y sus comunidades

Causas externasCambio climático.Globalización.

Amenazafrecuencia -intensidad

Evento climático extremo.

Frecuencia. Intensidad.Duración. Impacto.Danos.

VulnerabilidadCaracterísticas de los agricultores y

sus agroecosistemas que determinan su exposición al riesgo.

Nivel de organización social.Nivel de conocimiento tradicional, grado de diversidad en sus sistemas

agrícolas.

Soberanía alimentaria.Conservación de los recursos naturales.Resiliencia.

Capacidad reactivaAtributos sociales de

agricultores y características ecológicas de las fincas

para resistir y recuperarse del shock.

Acción colectiva.Redes sociales.Nivel de agrobiodiversidad.

Habilidad para soportar disturbancias con diseños agroecológicos.

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desarrollado el capital natural y social que hace que los agricultores y sus sistemas más o menos vulnerables a los choques climáticos. La capacidad de adaptación se refiere al conjunto de precondiciones sociales y agroecológicas que permiten a los individuos o grupos y sus fincas responder al cambio climático de manera resiliente. La capacidad de responder a cambios en las condiciones ambientales existe en las comunidades en diferentes grados, pero esas respuestas no siempre son sosteni-bles. El desafío es identificar aquellas que sirven para intensificarlas, de manera que la vulnerabilidad pueda ser reducida, aumentando la capacidad de reacción de las comunidades para desplegar mecanismos de agroecoecológicos que permitan a los agricultores resistir y recuperarse de los eventos climáticos. Las estrategias de organi-zación social (redes de solidaridad, intercambio de alimentos, etc.) utilizadas por los agricultores para manejar circunstancias difíciles impuestas por tales eventos son un componente clave de resiliencia.

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Innovación agroecológica, adaptación y mitigacióndel cambio climático en Cuba. Dos estudios de caso

Fernando R. Funes-Monzote*, Maikel Márquez Serrano†, Ybrahim López‡

Introducción

Los efectos más notables del cambio climático en Cuba se han manifestado a través de varios fenómenos: impacto más frecuente y más intenso de ciclones tropicales, largos períodos de sequía, torrenciales lluvias en períodos cortos, incremento de la tempera-tura media anual, y aumento del nivel del mar que provoca transformaciones severas en los ecosistemas costeros (CITMA, 2007). También ha sido evidente la profundización de las fluctuaciones estacionales, el desfasaje entre los períodos lluviosos y secos, así como los cambios, a veces imperceptibles pero de consecuencias notables, en el com-portamiento de la flora y la fauna silvestre y domesticada (Núñez y Rodríguez, 2009; Ríos et al., 2011).

Cuba tiene, como todos los estados insulares del Caribe, el reto de sobreponerse al cambio climático y desarrollarse económica y socialmente. Para ello ha desarrollado políticas de adaptación, reducción de riesgos y respuesta a desastres que bien podrían servir de ejemplo a otros países (Oxfam, 2010). Entre las principales lecciones aprendi-das e identificadas por esta organización internacional en un estudio realizado recien-temente están:

La preparación para dar respuesta a huracanes favorece procesos de reducción del riesgo y adaptación al cambio climático.

El cambio climático puede ser enfrentado a partir de modelos de sociedad en los que el ser humano es el centro del quehacer del Estado.

La protección de los ecosistemas y la preservación de sus servicios básicos favore-cen la adaptación.

La adaptación, la reducción del riesgo de desastres y el desarrollo humano son te-mas asociados.

Es mundialmente reconocido el esfuerzo que realiza Cuba para prevenir y evitar los daños por causa del impacto de los huracanes que azotan a la Isla (Oxfam, 2011). En estos casos, la protección de vidas es el objetivo principal, sin embargo, hay otros fe-nómenos de menor intensidad pero mayor efecto sobre los ecosistemas y la economía que son subestimados por su menor visibilidad. Entre ellos podemos mencionar las sequías prolongadas y el cambio en los patrones de temperaturas, precipitaciones a es-

*Estación Experimental “Indio Hatuey”, Central España Republicana, Perico, Matanzas, [email protected] †Facultad de Agronomía de Montaña, Universidad de Pinar del Río, [email protected] ‡Facultad Agropecuaria de Montaña del Escambray, Universidad de Sancti Spíritus, [email protected]

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cala local que afectan directamente la producción agrícola debido, entre otros factores, a la incidencia de plagas (Vázquez, 2011), la disponibilidad de alimentos voluminosos para los animales y, en última instancia, tienen una repercusión en la producción local y global de alimentos que afectan la seguridad alimentaria.

Los modelos agrícolas prevalecientes en Cuba durante casi 400 años han contri-buido notablemente al deterioro de la base de recursos naturales que sustenta la agricultura (Funes-Monzote, 2009). El deterioro de las fuentes naturales de agua, la deforestación, la reducción de la fertilidad de los suelos por el laboreo intensivo y su fertilización inadecuada han contribuido, entre otras causas, a la reducción del carbono en los suelos (Hernández et al., 2011) y a la ruptura de equilibrios ecosistémicos funda-mentales para el desarrollo de una agricultura sustentable.

Durante los últimos 20 años se han dado las condiciones propicias para la transición de un modelo agrícola industrial, de monocultivo y dirigido a la exportación a otro de corte agroecológico, diversificado y dirigido a la autosuficiencia alimentaria (Funes et al., 2002; Funes-Monzote, 2009). Esta transición ha proporcionado oportunidades para desarrollar estrategias de adaptación a los efectos del cambio climático. Si bien el ma-yor énfasis ha estado dirigido a un uso más racional de los recursos naturales locales, a la reducción de importación de fuentes de energía fósil y otros insumos energéticos por falta de recursos financieros para su adquisición, así como a una consistente reducción de la escala de la producción agrícola; todas estas medidas han sido el motor impulsor de una agricultura más resiliente al cambio climático. Un estudio reciente demuestra que la agricultura campesina de Cuba es ejemplo de una transición agroecológica a escala nacional (Machín-Sosa et al., 2010). A través del Movimiento Agroecológico de Campesino a Campesino se han diseminado numerosas prácticas agroecológicas que han sido adoptadas y han servido para resistir, por ejemplo, el impacto de fuertes hu-racanes que han azotado la Isla.

En el centro de estos procesos adaptativos ha estado presente la innovación y las iniciativas organizativas que fomentaron la participación para la búsqueda de solucio-nes. Este capítulo presenta dos estudios de caso en los que se muestra la capacidad de los sistemas agroecológicos para enfrentar los efectos del cambio climático.

Estudio de caso: La Palma

La región más occidental de Cuba es la que con mayor frecuencia recibe los embates de fenómenos climáticos extremos como huracanes, que en el último decenio han ganado intensidad debido a la agudización del cambio climático (ONE, 2010). Los daños ocasio-nados tanto a infraestructuras como a la producción agropecuaria han sido devastadores.

El municipio La Palma se encuentra ubicado en la región noroccidental del país y pertenece a la provincia de Pinar del Río. Los patrones de transferencia tecnológica y transculturación agrícola que más han caracterizado la forma de producir la tierra en la localidad han sido: a) el empleo del saber local ancestral legado de generación en generación, b) la adopción del tabaco como cultivo principal, y el uso de maquinaria y agroquímicos con paquetes tecnológicos que luego se transfirieron a otros cultivos,

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según el modelo de la Revolución Verde, entre los años setenta y ochenta del siglo pa-sado, y c) el emergente y forzado enfoque de producción agroecológica durante las dos últimas décadas, debido a la escasez de insumos externos.

Los cambios tecnológicos y socioeconómicos recientes han requerido de la adop-ción de modelos de diseminación de conocimientos, aprendizaje de prácticas y méto-dos de cultivo y manejo animal, así como de nuevas metodologías de investigación. En la localidad se han destacado tres programas agropecuarios: el Movimiento Agroeco-lógico de Campesino a Campesino (MACAC) de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), el Programa Nacional de Agricultura Urbana y Suburbana, y el Pro-grama de Innovación Agropecuaria Local (PIAL).

Los sistemas agrícolas locales han respondido de forma diferente ante los efectos negativos del cambio climático, y al mismo tiempo contribuyen de diversas maneras a mitigar y adaptarse a este fenómeno. Sin embargo, no se conoce con precisión en qué medida y forma han ocurrido estos procesos. En Cuba se ha comenzado a incentivar el empleo de prácticas amigables con el medio ambiente, como la conservación de suelos y el pago a los propietarios de plantaciones forestales a través del Fondo Nacional de Desarrollo Forestal (FONADEF), pero aún se ha avanzado poco en reconocer el impacto positivo que han tenido las fincas diversificadas.

El estudio de los principales factores que contribuyen a la mitigación y adaptación al cambio climático es clave para entender cómo un determinado sistema agrícola pue-de incidir positiva o negativamente en el ecosistema y, a la vez, ser resiliente a tales cambios en las condiciones climáticas locales y globales. Esta investigación identificó los principales factores de éxito en fincas con enfoque ecológico en cuanto a la adap-tación y mitigación del cambio climático, a la seguridad alimentaria y nutricional. Las evidencias aquí descritas podrían contribuir a identificar tipos de incentivos, así como mecanismos de evaluación, certificación y pagos por servicios ambientales, que reco-nozcan la labor de las fincas ecológicas en la soberanía alimentaria y la preservación del medio ambiente, acordes con los propósitos políticos y la misión actual de la pro-ducción agropecuaria en Cuba.

Tipologías de producción

En La Palma coexisten actualmente al menos tres formas de uso y manejo de sistemas (tipologías): Sistemas Convencionales (SC), Sistemas Tradicionales (ST) y Sistemas de corte Ecológico (SE). Los tipos fueron identificados de acuerdo con elementos espe-cíficos de manejo de ecosistemas: reciclaje de nutrientes, empleo de la energía en el proceso de producción, grado de acceso a tecnologías limpias, conservación de los suelos, programas de capacitación y asistencia técnica, manejo de la agrobiodiversidad y utilización de insumos externos.

Convencional: Utiliza altos insumos externos (combustibles, agroquímicos y mano de obra) y maquinarias; escasa diversidad de la producción (monocultivo) y poco aprovechamiento de residuales.

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Tradicional: Desarrollado localmente durante muchos años a través de la experien-cia empírica y la experimentación campesina. Cambio del cultivo principal en de-pendencia del mercado. El uso de agroquímicos y maquinarias no sigue patrones fijos, depende de la gestión propia. Aunque no son totalmente productores conven-cionales, tampoco realizan prácticas agroecológicas conscientes.

Ecológico: Adopta prácticas amigables con el medio ambiente, como conservación de suelos, alta agrobiodiversidad, manejo ecológico de plagas y enfermedades, aprovechamiento de residuos de cosechas y del hogar. Cuentan con asistencia téc-nica y un comportamiento más regular en cuanto a las rotaciones de cultivos y buen aprovechamiento del espacio disponible.

Análisis energético

El análisis energético ha pretendido superar la disociación entre la teoría económica y el estudio de los procesos naturales, para poder analizar correctamente algunos de los aspectos de la crisis ecológica. Mientras, la comunidad científica cuenta con pocas valoraciones de referencia en cuanto a la contribución de las fincas orgánicas a la emi-sión de gases de efecto invernadero y su eficiencia energética. Entre los indicadores evaluados estuvo la relación o balance energético de las fincas de cada tipo. Los resul-tados mostraron una diferencia significativa del 95% entre las fincas de corte ecológico y tradicional con las fincas convencionales (figura 1).

El bajo balance energético promedio de las fincas convencionales se debió, en esen-cia, a que su consumo energético es significativamente superior al de las tradicionales y ecológicas. Es conocido que la agricultura moderna derivada de la Revolución Verde es un caso muy particular de alto uso de energía; sin embargo, es necesario seguir de-mostrando cómo esto repercute en el cambio climático, los subsidios energéticos que necesita este tipo de producción, así como el daño ambiental que ocasionan.

No es casualidad que en las fincas de corte convencional la mayor extensión del predio se dedique a un solo tipo de cultivo permanente, como puede ser tabaco, café o

Figura 1. Balance energético por tipo de fincas en estudio (2007-2009).

Convencional Tradicional Ecológico

Bala

nce

ener

gétic

o

3

2,5

2

1,5

1

0,5

0

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plátano, o de rotación (tabaco-maíz). Estos reciben atención especial del nivel superior del Ministerio de la Agricultura (MINAG) por tratarse de programas priorizados de la agricultura nacional. Los productores de estos cultivos deben aplicar paquetes tecnoló-gicos normados que incluyen agroquímicos, combustible e irrigación con el objetivo de incrementar la productividad. Sin embargo, esto provoca un desbalance en la relación energética de la finca que también repercute en su situación económica por lo que deben ser permanentemente subsidiadas.

El país atraviesa una de las peores crisis económicas de su historia. Esta es una de las razones que ha limitado que se destinen incentivos (pagos o créditos) para esti-mular a productores que apuestan por la agroecología, a pesar de haber demostrado ser más eficientes en el uso de los recursos energéticos y materiales disponibles. Por otro lado, la bonificación de 0,18 CUC por quintal en capacidad de compra en divisa, que entró en vigor a partir de 2008 para estimular a los productores (Freyre y Chan, 2010), atentó directamente contra los proyectos agroecológicos que no son remunerados.

La crisis económica del país y las medidas adoptadas en el sector agrícola para men-guar sus consecuencias y reducir importaciones, contrasta con el pobre desempeño energético de los agroecosistemas y la lenta velocidad de adopción de tecnologías lim-pias y modelos de producción con baja utilización de subsidios energéticos externos.

Relación entre diversidad y balance energético

La agrobiodiversidad es uno de los aspectos de la intensificación agrícola que recibe me-nos atención de la merecida. Muchas de las prácticas agrícolas tradicionales se basan en el reconocimiento del papel de la diversidad, sin embargo, el enfoque convencional de la teoría ecológica no solo ha propiciado la simplificación de los agroecosistemas, sino también la crisis contemporánea de la agrobiodiversidad (Vandermeer y Perfecto, 2000). Estos autores agregan que quienes desarrollan actividades en agroecosistemas se preocupan por la agrobiodiversidad solo cuando su función en la productividad es obvia. Sin embargo, se conoce que esta realiza servicios ecológicos que influyen en la estabilidad y resiliencia de los sistemas agrícolas, una de las razones más importantes para mantenerla y estimularla (Altieri, 1999).

Debido a la intensificación agrícola promovida desde los años setenta en la zona, cuando todos los agroecosistemas tendieron a uniformarse y a emplear altos insumos externos y maquinaria para amortiguar la baja fertilidad de los suelos y las sequías pro-longadas, disminuyó drásticamente la estructura varietal de los cultivos.

El análisis de la agrobiodiversidad en los diferentes tipos estudiados, mostró que en las fincas de corte ecológico el índice de diversidad intraespecífica (riqueza varietal) es mucho mayor que en las tradicionales y convencionales (figura 2). Antes de la inter-vención del proyecto PIAL en la localidad, todas las fincas poseían alrededor de una o dos variedades por especie (Acosta et al., 2003). La diferencia con la situación actual muestra la efectividad de los programas de capacitación e intercambio entre diferentes actores en cuanto a la diseminación de la agrobiodiversidad.

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El limitado número de fincas estudiadas y los indicadores seleccionados no resultan suficientes para demostrar en mayor medida la contribución de la agrobiodiversidad a la regulación biótica y el aumento de la resiliencia ante fenómenos ambientales extre-mos como los huracanes. Lo que sí podría inferirse es que el incremento de la agrobio-diversidad promueve una mayor funcionalidad de sus componentes y permite elevar los rendimientos.

Para comprender la relación entre el índice de diversidad y el balance energético de cada uno de los tipos evaluados, se realizó un análisis de correlación entre las dos varia-bles. Los resultados del modelo estadístico utilizado (correlación lineal simple) mostra-ron una correlación de 0,2507. Este valor es significativo para el 95%, lo que confirma que existe una estrecha relación entre el número de variedades promedio por especie y el balance energético de los agroecosistemas en estudio. En la medida en que se maneje la diversidad intraespecífica en la finca, puede esperarse que su funcionalidad tenga mayor impacto económico y ecológico.

Las fincas pequeñas y medianas, altamente diversificadas, heterogéneas y com-plejas, han demostrado que pueden alcanzar niveles de eficiencia productiva y de re-cursos más elevados que los sistemas especializados de cultivo y ganaderos a mayor escala gestionados centralizadamente. Sin embargo, no podríamos asegurar que una finca más pequeña y diversificada tendría una mayor productividad, sino aquella que alcance mayor funcionalidad de la agrobiodiversidad y logre así mejores interacciones sinérgicas en beneficio de la productividad del sistema y la protección del ambiente.

Utilización de la tierra

Entre las principales limitaciones de los productores de la zona está el área disponible para cultivar. El área total de las fincas es pequeña, si tenemos en cuenta que las con-diciones de relieve no siempre son óptimas y el área de producción se reduce porque la mayoría de los productores vive dentro del predio. Por ello se hace imprescindible lograr la máxima utilización y eficiencia del terreno disponible.

Figura 2. Índice de diversidad intraespecífica por tipos de finca (2007-2009).

Convencional Tradicional Ecológico

Dive

rsid

ad in

trae

spec

ífica

5

4

3

2

1

0

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36

El resultado del IUT mostró valores por encima de 1 para los tres tipos, a pesar de ser diferentes en la forma de utilización de la energía, la agrobiodiversidad funcional y el conocimiento del calendario agrícola. El uso de rotaciones e intercalamiento de cultivos permitió un empleo más racional del área disponible en el tiempo y el espacio. Las fincas de corte ecológico mostraron un IUT mucho mayor que las tradicionales y convencionales (figura 3).

Figura 3. Índice de utilización de la tierra para cada tipo en estudio (2007-2009).

Convencional Tradicional Ecológico

Índi

ce d

e uti

lizac

ión

de la

tier

ra

1,6

1,4

1,2

1

0.8

0,6

0,4

0,2

0

El IUT constituye una herramienta eficaz para revelar las ventajas o desventajas de la diversificación en el aprovechamiento del suelo. Sin embargo, la clave está en cono-cer bajo qué condiciones se desarrolla el manejo de la finca y contar con información que permita conocer el estado de nutrición del suelo para evitar su sobreexplotación.

Las fincas de corte ecológico, además de utilizar de forma más eficiente el área dis-ponible, son las que mayor cantidad de materia orgánica y medidas de conservación de suelos aplican, por lo que se espera que la productividad del terreno sea más estable en el tiempo. Esto garantizará un adecuado nivel de seguridad alimentaria y nutricio-nal, así como la recuperación de las fincas al ser afectadas por fenómenos extremos.

Estudio de caso: Topes de Collantes

La investigación fue realizada en cuatro de las dieciséis fincas pertenecientes al proyecto «Desarrollo de sistemas descentralizados y participativos de garantías ambientales en Cuba». Las fincas se ubican en el macizo montañoso Guamuhaya, específicamente en la zona de Topes de Collantes. En una primera etapa, se hicieron mediciones directas, encuestas, entrevistas y observación participativa. En la segunda etapa se compararon los resultados de cuatro años del balance energético, la estimación de la captura de car-bono y la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que se producen a nivel de finca.

Las fincas participantes en el estudio se caracterizaron por emplear prácticas agroeco-lógicas, como cero labranza, diversidad de especies y variedades vegetales, así como de

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especies y razas animales, conservación y mejoramiento de suelos, reforestación, ahorro de agua, manejo integrado en la nutrición del suelo, manejo integrado para el control de plagas y enfermedades, uso de semillas de buena calidad, fabricación de piensos criollos, tracción animal y adecuación de implementos, y conservación de alimentos. Estas prácti-cas y sus variaciones dentro de las fincas influyeron en diferente grado sobre la eficiencia energética, la captura y retención de CO2 y la emisión de CH4, N2O y CO2.

Producción de energía

Casi todas las fincas evaluadas aumentan su producción energética, hasta alcanzar alre-dedor de 12 GJ/ha/año. Contar con huerto familiar y mayor diversidad de cultivos, hizo que esta finca pudiera aplicar un mayor número de prácticas agroecológicas y obtener niveles superiores de producción por unidad de área cultivada.

Eficiencia energética

La tabla 1 muestra la eficiencia energética de las fincas en estudio, expresada como la energía producida en forma de alimentos por unidad de energía invertida a través de los insumos productivos utilizados. La finca La Cuba incrementó sostenidamente su eficiencia energética, y fue la más estable de todas, evidencia de un mejor aprovecha-miento de los recursos y menor gasto de insumos productivos. Como puede apreciarse, aunque La Perla alcanzó un promedio de eficiencia energética similar, esta tuvo ma-yores variaciones en su comportamiento. El factor que más influyó en las diferencias de eficiencia energética entre las fincas fue el uso de tracción animal para preparar el suelo, lo que presupondría un mayor costo energético que el trabajo humano. Las fincas que obtuvieron mejores valores de eficiencia energética realizaron un reciclaje más dinámico de nutrientes a través de la fabricación de compost y vermicompost, que contribuyeron a incrementar la fertilidad del suelo.

La evaluación de sistemas de producción agroecológicos en Cuba, bajo condiciones de insumos y determinantes socioeconómicas similares, resultó en rangos de eficiencia

Tabla 1. Eficiencia energética (salidas/entradas).

La Cuba La Paloma La Perla Providencia

2007 2,0 0,5 7,7 2,3

2008 3,1 2,0 3,9 3,7

2009 4,3 2,3 1,8 -

2010 5,2 2,9 1,9 -

Promedio 3,7 1,9 3,8 3,0

Desviación St. 1,4 1,0 2,8 1,0

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energética entre 2 y 10 (Funes-Monzote et al., 2009). Esto reafirma que el factor región en sí mismo no determina la eficiencia energética y resiliencia de los sistemas de pro-ducción de alimentos.

El bajo uso de insumos externos, como fertilizantes químicos, concentrados para la alimentación animal y diesel en los agroecosistemas evaluados en Topes de Collantes, fueron determinantes en el incremento de la eficiencia energética. La incorporación de prácticas agroecológicas ha resultado en un aumento en la producción de más energía (alimentos) que la que se emplea durante el proceso en forma de insumos.

Podría afirmarse que las fincas de montaña presentan una tendencia a la alta eficien-cia energética, dada por la estabilidad y resiliencia de las prácticas de manejo predomi-nantes en estos agroecosistemas, que contribuye a su sostenibilidad. Aún sin haberse alcanzado los resultados productivos y de eficiencia esperados, el potencial estimado se logrará en la medida en que se incorporen prácticas agroecológicas apropiadas y se rea-lice un uso más intensivo, de forma ecológica, de los recursos disponibles en la montaña.

Investigaciones realizadas por la Corporación Educativa para el Desarrollo Costarri-cense (CEDECO, 2006) en Costa Rica, que compararon fincas orgánicas y en transición, también reportaron rangos de eficiencia energética similares (entre 0,60 y 4,93 calorías producidas por calorías invertidas) que los obtenidos en nuestros sistemas agrícolas de montaña; aunque en los sistemas costarricenses se evaluaron monocultivos, como café, hortalizas y plátano, de bajo valor energético.

La alta eficiencia energética de las fincas de Topes de Collantes se debe a las carac-terísticas intrínsecas de los sistemas agrícolas locales, que tienen un uso muy bajo o nulo de la mecanización, utilizan ampliamente la tracción animal y aplican muy bajos niveles de agroquímicos. Sin embargo, una alta eficiencia energética no estuvo acom-pañada por una alta productividad del sistema, en términos de alimento por unidad de superficie, aspecto que debe continuarse estudiando y se presenta seguidamente.

Carbono retenido en la biomasa,la necromasa y el suelo

La tabla 2 muestra el carbono retenido en la biomasa, la necromasa y el suelo. La fin-ca La Perla, a pesar de tener mayor superficie cubierta de forestales, es la de menor carbono retenido en la biomasa, mientras que La Paloma y La Cuba son las de mayor cantidad de carbono retenido en la biomasa, con 152,7 t y 128,6 t, respectivamente. Esto se debe fundamentalmente a la estructura de especies en estas fincas y su estado vegetativo. En cuanto al carbono retenido en la necromasa y el suelo, la finca La Perla supera a las demás, lo que corrobora que la cantidad de área cubierta por vegetación arbórea es la causa fundamental de la diferencia de carbono total. Para el cálculo del carbono retenido en la necromasa y el suelo, se tuvo en cuenta el área cubierta por bosque compacto, según la metodología de Mercadet y Álvarez (2009).

Los resultados obtenidos demuestran la estrecha relación que existe entre el volu-men, la biomasa total y el carbono retenido en la biomasa. Está claro que la edad de las plantas desempeña un importante papel en el incremento del diámetro y la altura.

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Es por ello que bajo condiciones edafoclimáticas similares, una misma especie muestra valores diferentes de retención de una finca a otra. Algunos autores refieren que las especies que capturan mejor el carbono son el pino (Pinus caribea Morelet), el cedro (Cederla odorata) y la caoba (Switenia mahagoni). El carbono retenido en la necromasa y el suelo es mayor en la finca La Perla debido a que posee mayor superficie plantada, esto explica por qué a pesar de ser la finca con menor diversidad de especies y biomasa total, es la de mayor carbono retenido. Estos resultados son similares a los obtenidos por Mojena (2007) en estudios de plantaciones forestales de la provincia Granma.

Relación entre carbono retenidoen la biomasa y biodiversidad

La biomasa forestal tiene gran importancia en la captura y retención del CO2 atmosfé-rico a través de la actividad fotosintética. Estos resultados se asocian con las especies predominantes y se presentan en el figura 4, que incluye los índices de diversidad de Menhinick (DMn) (de riqueza específica) y el de Berger-Parker (d) (abundancia propor-cional). Este último indica que La Paloma tiene un 87% de abundancia proporcional que corresponde al pino sobre las demás especies. Le sigue La Cuba, que también presenta un índice alto de abundancia proporcional (55%) en la misma especie.

El pino es una de las especies con mayores potencialidades para capturar y retener carbono, lo que se corrobora en este trabajo al ser esa especie la que determina la can-tidad de CO2 retenido en la biomasa en dos de las fincas estudiadas. Se trata además de una especie muy utilizada para los planes de reforestación, por su importancia eco-nómica. De acuerdo con el IPCC (2001), la disminución de la deforestación y la ayuda a la regeneración, la repoblación forestal y la agrosilvicultura, constituyen las principales medidas de mitigación para conservar y secuestrar carbono.

La disminución de la deforestación y la ayuda a la regeneración en las regiones tropi-cales (unas 22-50 Gt C), la repoblación forestal y la agrosilvicultura (23 Gt C), son perfecta-mente alcanzables e incluso superadas por las fincas de montaña, si se tienen en cuenta las especies de árboles que, además de su importancia económica, contribuyen a la cap-tura y el almacenamiento de CO2. Pero para reducir considerablemente las emisiones de

Tabla 2. Carbono retenido en la biomasa, la necromasa y el suelo.

Fincas Área total (ha) CRBM (t) CRNM (t) CRS (t)

La Cuba 13,4 128,6 129,2 851,8

La Paloma 13,4 152,7 12,3 141,5

La Perla 26,0 58,2 473,2 3185,1

Providencia 26,8 69,1 55,0 811,2

Nota: CRBM (carbono retenido en la biomasa), CRNM (carbono retenido en la necromasa), CRS (carbono retenido en el suelo).

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carbono, habrá que establecer medidas que proporcionen beneficios económicos y de otra índole a nivel local, a la vez que permitan conservar y secuestrar carbono.

Contribución al secuestro y almacenamiento de CO2

En la tabla 3 se presentan las especies que más contribuyeron al secuestro y almace-namiento de CO2 en las cuatro fincas estudiadas, así como el número de individuos por especie. En La Perla y en Providencia predomina la yamagua (Guarea guidonea Jacq.), por lo tanto, es la que más contribuyó al secuestro y almacenamiento de CO2 en estas fincas.

Sin embargo, el pino prevalece en La Cuba y La Paloma. Esto reafirma que, además de ser la especie que más contribuyó a la captura y almacenamiento de CO2 en todas las fin-cas, es la que determina la diferencia en el carbono retenido en la biomasa total. A pesar de que el guamo (Inga vera Willd.) es una de las especie más importantes como sombra del café (Coffea arábica L.) en Topes de Collantes, no es la que más abunda en las áreas forestales. Aunque abunda, en la mayoría de las fincas no supera al pino y la yamagua.

Figura 4. Índices de biodiversidad de especies forestales.

0,000 0,200 0,400 0,600 0,800 1,000

Providencia

La Paloma

La Perla

La Cuba

La Cuba La Perla La Paloma Providencia

Berger-Parker (d) 0,550 0,342 0,870 0,217

Menhinick (DMn) 0,216 0,093 0,280 0,164

Tabla 3. Especies que más contribuyeron al secuestro y almacenamiento de CO2.

Especie Yamagua(Guarea guidonia Jacq.)

Guamo(Inga vera Willd.)

Pino macho(Pinus caribaea Morel)

La Cuba 251 140 2075

La Paloma 20 60 1600

La Perla 5980 5720 22

Providencia 804 536 603

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Las especies que más se destacan son la yamagua y el pino, con 43,13% y 42,34%, respectivamente. Las características del follaje de la yamagua y el guamo (14,53%) hacen posible una alta actividad fotosintética y, en consecuencia, se incrementa la captura y retención de carbono. Lo más importante de la medición y seguimiento al secuestro de carbono en las fincas de montañas es la gran cantidad de dióxido de carbono que pueden fijar, para así contribuir a reducir la emisión de GEI, sin afectar la producción de alimentos.

Para establecer en Cuba un sistema de pagos por servicios ambientales, es necesa-rio un análisis profundo de todos los mecanismos jurídicos y empresariales. No obstan-te, se han analizado algunos factores, como la comprensión de los servicios que pres-tan los ecosistemas, el uso de la tierra, las vinculaciones, ya que el servicio ambiental se afecta cuando el ecosistema o el uso de la tierra cambian. Otros aspectos que han sido analizados son: quién provee el servicio ambiental, en qué condiciones (racionalidad y objetivos) y quién se beneficia de este servicio.

Comentario final

El hecho de que tanto el municipio la Palma, como el de Topes de Collantes sean mayormente alomados o montañosos, favorece el desarrollo de una agricultura con énfasis en la preservación de los recursos naturales. En estos lugares no existe una fuerte presión por la tierra y la abundancia de recursos naturales ha permitido que se mantengan sistemas de manejo semi-intensivo, y que se conserve una importante experiencia tecnológica, social y de manejo ambiental. Estos sistemas bien podrían ser tomados en consideración para el diseño de estrategias agroecológicas en otros sitios montañosos y en el llano.

Los estudios de caso presentados demuestran la posibilidad de poner en práctica una agricultura resiliente al cambio climático, productiva y eficiente. Este es el reto de la agroecología como la ciencia que aplica los principios de la ecología para el diseño y manejo de sistemas agrícolas sustentables (Altieri, 1987).

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Percepciones sobre el cambio climático y estrategias adaptativas de agricultores agroecológicos

del Municipio de Marinilla, Colombia1

Gloria Patricia Zuluaga S.*, Aura Luz Ruiz A.†, Elizabeth Cristina Martínez C.‡

Introducción

El presente documento es resultado de una investigación realizada en el Municipio de Marinilla, Colombia, donde se produce un alto porcentaje de los alimentos frescos que se consumen en la ciudad de Medellín. El objetivo general fue documentar las percepciones que los agricultores agroecológicos tienen sobre las causas y efectos del cambio climático, así como las estrategias que realizan para adaptarse a tales transformaciones. La metodología utilizada combinó técnicas cuantitativas (aplica-ción de un formulario) y cualitativas (entrevistas). Entre las principales causas los agricultores señalan la deforestación, el uso de agroquímicos, las quemas, etc.; y entre los efectos se tiene el aumento de las precipitaciones, la modificación de la es-tacionalidad de las épocas secas y lluviosas, la mayor ocurrencia de heladas, los hun-dimientos, los derrumbes y la erosión de suelos. Tanto las causas como los efectos señalados, dan cuenta de la apropiación, por parte de los agricultores, del discurso ambiental experto generado en los procesos educativos en los que participan en dis-tintas redes agroecológicas. Discurso que a su vez se vincula con saberes y prácticas de la agricultura tradicional.

Entre las principales estrategias de adaptación se pudo conocer que los agricultores han desarrollado una serie de prácticas como las barreras vivas, la construcción y man-tenimiento de terrazas, el incremento de la materia orgánica en los suelos, la diversifi-cación de los cultivos y de los animales, la recolección de aguas lluvias, el intercambio de semillas, la aplicación de extractos de plantas para control de plagas y enfermeda-des, el manejo de residuos sólidos y la adopción de algunas tecnologías apropiadas como secadores solares, estufas eficientes y biodigestores. En conjunto, todas ellas han posibilitado el mejoramiento de las condiciones ambientales prediales, lo que les permite mitigar los efectos del cambio climático sobre su producción, así como recu-perar y valorar algunos saberes locales, potenciar la innovación y adopción de nuevas prácticas y conocimientos. Igualmente, ello ha contribuido a fortalecer la autonomía de los agricultores y de sus organizaciones.

1. Esta investigación se realizó con recursos aportados por Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología -SOCLA- y de la Universidad Nacional de Colombia. *Profesora Asociada, Universidad Nacional de Colombia. [email protected] †Profesora Ocasional, Universidad Nacional de Colombia. [email protected] ‡Estudiante de Ingeniería Agronó[email protected]

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Localización y generalidades del área de estudio

El municipio de Marinilla está ubicado en la Región Centro Andina Colombiana, en un altiplano colinado, al oriente del municipio de Medellín por vía pavimentada a una distan-cia de 47 kilómetros, en la denominada región del Oriente Antioqueño (ver figura 1). Su temperatura media anual es de 17,1°C, con unas precipitaciones que oscilan entre 1.800 y 2.000 mm anuales. Se reconocen cuatro períodos climáticos: dos lluviosos, de abril a mayo y de agosto a noviembre, y dos secos, entre junio y julio y otro más largo entre diciembre y marzo. La humedad relativa en promedio es de 80%. Las alturas oscilan entre los 1.900 y 2.400 msnm. Los suelos evolucionaron a partir de cenizas volcánicas, lo cual favorece la infiltración de agua, variando según el espesor de la capa orgánica y la topografía del terreno. Sin embargo, la fertilidad se cataloga entre baja y muy baja, ya que sus pHs son fuertemente ácidos, con bajos contenidos y desbalances de bases y fósforos. También, es importante señalar que el uso excesivo de agroquímicos por más de 30 años ha contami-nado y deteriorado mucho la calidad de los suelos (Planeación Departamental de Antio-quia, 2010). Dichas condiciones biofísicas generan diversidad de paisajes y microclimas que permiten producciones agrícolas variadas y escalonadas durante todo el año.

En relación al tamaño de los predios, los agricultores poseen parcelas entre 1 y 3 hectáreas en promedio. Aunado a ello, los agricultores soportan altas cargas de tribu-

Figura 1. Ubicación de la Zona de Estudio.

República de Colombia

Departamento de Antioquia

Municipiode Marinilla

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2. Medellín es la ciudad capital del Departamento de Antioquia, su población es aproximadamente de 3’500.000. 3El Distrito Agrario es una política pública, que mediante Acuerdo Municipal de 1998, declaró una zona de protección para la economía campesina y la producción de alimentos, la cual fue reglamentada en el año 2000 a través del Plan de Ordenamiento Territorial del municipio. Dicha política consta de tres estrategias fundamentales: 1. Ordenamiento Territorial a través de la planeación predial participativa con criterios de sostenibilidad ambiental, social y económica; 2. Apoyo y fortalecimiento de la comercialización equitativa, a partir de la generación de valor agregado de los productos y servicios obtenidos; 3. Promoción del empoderamiento de las organizaciones comunitarias rurales, fortaleciendo su capacidad de incidencia política para la gobernabilidad (CORPOCEAM, 2009). 4. Asociación de Mujeres Campesinas Buscando Futuro.

tación, estratificación y desprotección por parte de las entidades gubernamentales lo que incide negativamente en la competitividad productiva (www.corpoceam.org.co).

Desde hace más de cincuenta años en el municipio de Marinilla se viene fortalecien-do, desarrollando e impulsando una cultura agraria de horticultores, de fuerte arraigo e importancia local y regional, dado que allí se produce buena cantidad de los alimentos frescos (fríjol, maíz, repollo, papa, papa criolla, chócolo, arveja, habichuela, lácteos, etc.) que se consumen en la ciudad de Medellín.2 La agricultura es la mayor fuente genera-dora de empleo en forma directa e indirecta. Su dinamismo logra jalonar otros sectores de la economía, como los servicios, el transporte y la industria, de tal manera que las pérdidas en las cosechas ocasionadas por los cambios del clima, no solo ponen en riesgo la seguridad alimentaria de muchas personas de la región, sino que pueden impactar negativamente en los modos de vida local de miles de agricultores, por la reducción en la producción de sus cultivos, el incremento en los costos de producción y el deterioro de la base de los recursos naturales de los que derivan su sustento.

Desde el año 1998, la administración municipal, en asocio con las organizaciones lo-cales de productores y la Corporación de Estudios, Educación e Investigación Ambiental -CEAM-, acordaron proteger el suelo rural de uso agropecuario a través de la figura de ordenamiento territorial de Distrito Agrario.3 Dicha política ha estado acompañada de un asesoramiento para la producción agroecológica, en función del mejoramiento de las con-diciones ambientales de los agroecosistemas, de la seguridad alimentaria de las unidades familiares y del aseguramiento de la tenencia de la tierra, evitando la subdivisión predial y la suburbanización con vivienda campestre; todo ello con el propósito de incidir positi-vamente en la economía campesina y en la cohesión territorial. Se supone que la decla-ratoria y la consolidación del Distrito Agrario, ha permitido la generación de respuestas y estrategias de adaptación adecuadas a las condiciones ambientales locales, de forma tal que los agricultores y sus sistemas productivos sean más resilientes al cambio del clima.

Metodología

Para esta investigación se realizó trabajo de campo en la zona rural del municipio de Marinilla, en el primer semestre del año 2012. Se aplicó una encuesta a una muestra de población de 43 agricultores vinculados a las organizaciones agroecológicas -ASOCAM-PO y AMCABF,4- de distintas edades y de ambos géneros, que tienen como actividad principal la producción agraria. La totalidad de ellos fueron contactados a través de la Corporación Ambiental CEAM. Las encuestas se realizaron en los predios o en las vi-

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viendas de cada uno, para conocer y documentar algunos de los efectos y las prácticas reportadas. También se realizaron entrevistas semi-estructuradas a algunos miembros de ONG, a funcionarios de la Secretaría de Agricultura municipal y a líderes de las aso-ciaciones campesinas, para complementar la información.

Percepción del cambio climático

El conocimiento sobre el cambio climático ha estado dominado por un lenguaje de científicos y de élites, en el que el conocimiento de los ciudadanos en general no ha tenido un lugar, por lo que sus puntos de vista no tienen ninguna incidencia en la visión sobre la problemática ni en sus soluciones. A diferencia del proceso que vivió el Conve-nio sobre la Diversidad Biológica,5 que consideró el conocimiento tradicional como un aspecto central para la protección y el uso sostenible de la misma, el Convenio sobre Cambio Climático no contempla la participación de las comunidades locales. Pero, dada la inminente amenaza que representa, y por lo tanto la creciente preocupación social que ha generado este tema, no solo debería valorarse el punto de vista científico y aca-démico, sino que también se deberían considerar las percepciones y saberes locales, pues muchas estrategias y alternativas provenientes de la experiencia y el conocimien-to territorial de las poblaciones locales, han probado históricamente su efectividad. Además, es sabido que los grupos humanos deciden emprender una u otra práctica dependiendo de la percepción, las imágenes y representaciones que se tengan de una problemática determinada (Beck, 2007; Ulloa, 2010).

En el caso colombiano, la participación ciudadana es requisito de la gestión ambien-tal, sin embargo, la mayoría de las veces, tal participación ha sido instrumentalizada para legitimar los intereses de los agentes promotores de los proyectos de desarrollo, sin que efectivamente se tomen en cuenta los diferentes puntos de vista e intereses de los acto-res sociales para la decisión, con el argumento de que las percepciones e interpretacio-nes de los actores sociales comunitarios son subjetivas y faltas de rigor científico.

En efecto, la percepción sensorial es en sí misma subjetiva, en otros términos, la percepción como acto físico e individual, está condicionada por variables históricas, socioeconómicas, culturales y políticas del contexto territorial en que las personas de-sarrollan su vida, de forma tal que la percepción está determinada, se retroalimenta y cambia continuamente por el conocimiento, el aprendizaje, la experiencia y la informa-ción que recibe y aporta cada persona al conjunto de la sociedad. Por ello, la “realidad”, así como las categorías, significados y conocimientos a partir de los cuales asignamos un sentido y un valor al mundo en el que vivimos para actuar en él, no son un reflejo de las cosas como son en sí mismas, sino el resultado de una construcción humana histórica. De allí se deriva la necesidad de comprender las percepciones de los distintos actores sociales sobre las cosas, en el intento de entender sus conductas y, así, generar estrate-gias de intervención social que sean más acordes con sus cosmovisiones o mundos de sentido. Por esta razón, lo que se busca con el trabajo sobre la percepción es capturar

5. Firmado en la Cumbre de Rio de Janeiro en 1992.

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información sobre los sentidos y las maneras de valorar un hecho o un objeto por parte de los individuos y las comunidades, y deducir la importancia que tienen estos hechos u objetos para ellos (Gerritsen et al., 2004; Godínez y Lazos, 2001; Landini, 2010). Por su parte Dowglas (De los Ríos, 2009) plantea que existen relaciones directas y recíprocas entre las percepciones sociales y las formas de adaptación de los grupos humanos a un determinado ambiente en un momento dado, condicionándose mutuamente.

Resulta entonces fundamental indagar sobre las percepciones que los agricultores tienen sobre el cambio climático, sus efectos y las estrategias de adaptación que han desarrollado e implementado, pues de esto dependerá la adopción de las recomen-daciones técnicas que las entidades responsables de mitigar y vigilar dicho fenómeno emprendan. Para el caso concreto del municipio de Marinilla, las percepciones de los agricultores encuestados muestran una sensibilización y una comprensión de los pro-blemas ambientales, así como una valoración de las prácticas agroecológicas, en fun-ción de que pueden mitigar los efectos del cambio climático.

Resultados y discusión

Percepción de las causas y los efectos del cambio climáticoEn la tabla 1 se pueden apreciar las diferentes causas que los agricultores encuestados perciben con respecto al cambio climático. Dichas percepciones probablemente están condicionadas por la convergencia de los discursos de la agroecología y ambientalista. Ambos reconocen que el deterioro de los ecosistemas y de la producción agropecuaria se debe al establecimiento y expansión de monocultivos y al modelo agroindustrial que han sustituido bosques y sistemas agrícolas tradicionales generando pérdidas de bio y agrodiversidad, por quemas y deforestación para la expansión de la frontera agrope-cuaria, uso inadecuado y excesivo de agroquímicos que contaminan suelos y fuentes de agua, mal manejo de los suelos y del agua, sustitución de variedades tradicionales por híbridos, entre muchos otros impactos.

Los agricultores que participaron en esta investigación han recibido e incorporado in-formación que los especialistas ambientales y agroecólogos han venido divulgando a tra-vés de distintos medios, a partir de la cual logran revalorizar y actualizar los conocimien-tos adquiridos de su propia historia y contexto sociocultural. Ello evidencia la manera de apropiación y uso del discurso y del lenguaje técnico que se maneja a nivel global por

Tabla 1. Causas percibidas por los agricultores agroecológicos de Marinilla.

Causas

Deforestación 41,7% Contaminación 25,0%

Deterioro del medio ambiente 41,7% Uso de agroquímicos 25,0%

Quemas 36,0% Monocultivos 18,0%

Sobre población 33,3% Cosas de la naturaleza 16,7%

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parte de organizaciones ambientalistas. Esto da cuenta de una apertura al conocimiento experto por parte de los encuestados y de la capacidad que tienen de actualizar constan-temente sus conocimientos, incorporando nuevas informaciones y lenguajes, adquiridos a partir de los medios masivos de comunicación (radio, televisión, revistas, etc.), o a tra-vés de los procesos de educación no formal en los que participan, como los impartidos por espacio de 15 años por la Corporación Ambiental CEAM y la Secretaria de Agricultura local. Como lo ha referido Gerritsen et al., (2004), este hecho contradice el planteamiento de que los conocimientos locales se caracterizan por una fuerte resistencia al cambio y por una cierta incapacidad para efectuar transformaciones rápidas.

Como lo ha expresado Orlove et al., (2011), el contacto y comprensión de varias fuentes de información, hace a los agricultores conscientes de que el clima se está transformando y que por lo tanto el conocimiento local puede no ser suficiente para afrontar dichos cambios, de tal manera que incorporan nuevos conocimientos y prác-ticas para mitigar los efectos. Así, muchos campesinos, una vez tienen acceso a nueva información, la evalúan y en caso de encontrarla útil, la añaden a su propio repertorio, lo que da cuenta de que el conocimiento local es flexible y dinámico. En este mismo sentido Ulloa (2011), plantea que estas dinámicas permiten tender puentes entre el conocimiento local y el conocimiento experto facilitando la comunicación entre ambos y legitimando en buena medida las recomendaciones de las autoridades ambientales, además permite recuperar su propio acervo de conocimientos agrícolas históricos, tal como se evidencia con la presente investigación.

Para los agricultores agroecológicos, tanto causas como efectos son correlatos indi-solubles. Entre los efectos señalan el aumento en la intensidad de las precipitaciones y temperaturas, mayor frecuencia de granizadas y heladas, la alteración de la estacionali-dad de las lluvias, los cuales conllevan el aumento de enfermedades de los cultivos o la afectación de la calidad de los productos (ver tabla 2). Los efectos del cambio climático son los que con mayor claridad perciben los encuestados, puesto que cotidianamente observan en sus parcelas el crecimiento y desarrollo de sus plantas y animales.

Otros efectos aluden a fenómenos físicos que son observables localmente, tales como los daños en la infraestructura vial, habitacional, erosión y hundimiento de los suelos (ver figuras 2 y 3), que reducen las áreas de cultivo, principalmente en los pre-dios de agricultura comercial, aumentando el riesgo y la vulnerabilidad y empeoran-

Tabla 2. Efectos percibidos por los agricultores agroecológicos de Marinilla.

Efectos

Alteraciones en la estacionalidad de las lluvias 75,0% > Temperatura 45,0%

Inundaciones 66,7% Sequías 41,7%

Granizadas 66,7% > Vientos 40,0%

> Lluvia 63,3% Heladas 33,3%

< Lluvia 60,7% Hundimientos 25,0%

<Temperatura 55,0% Derrumbes 25,0%

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Figura 2. Algunos efectos del aumento de la precipitación en el municipio de Marinilla.

Figura 3. Diferentes hundimientos en el municipio de Marinilla.

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do las condiciones de vida de los pobladores. Es importante señalar, que las fincas agroecológicas no presentaron estos problemas, dado que las prácticas de conserva-ción de suelos implementadas han mostrado efectividad, tal como puede apreciarse en la figura 4. Situación que coincide con la reportada por Holt-Giménez (2002), quien realizó una investigación sobre los efectos del huracán Mich en Nicaragua, establecien-do que las fincas agroecológicas tuvieron menos daños y pérdidas que sus vecinos de agricultura convencional. El autor expresa que los sistemas agroecológicos que exhiben altos niveles de diversidad, integración, eficiencia, flexibilidad y productividad, son sis-temas con gran capacidad de resiliencia ante los desastres.

Las evidencias físicas vinculadas a una percepción de mayor riesgo, tienen una in-terpretación y una valoración social, que en buena medida se vinculan a la decisión de realizar un manejo ambiental a través a las prácticas agroecológicas. Sus respuestas y prácticas cotidianas están dirigidas entonces a atacar causas para mitigar los efectos, tal como veremos más adelante.

Un alto porcentaje de los encuestados (75%), señaló el cambio en la estacionalidad como un problema que afecta los calendarios de siembra y cosecha, dado que la ma-yoría no poseen sistemas de riego y dependen totalmente del régimen de lluvias. Esta situación afecta directamente la producción de sus cultivos de ciclo corto, que para el caso de Marinilla son la mayoría. Ello también afecta los momentos para realizar otras prácticas agronómicas, tales como podas y fertilización, o para la extracción y el corte

Figura 4. Algunas prácticas agroecológicas implementadas en el municipio de Marinilla.

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de la madera. En general expresaron no tener respuesta o soluciones frente a este tipo de incertidumbres, puesto que el cambio climático probablemente genera la descon-textualización de los conocimientos meteorológicos locales, perdiendo así la capacidad de predicción. Por ello, como lo ha mencionado Ramos, et al., (2011), los cambios en el clima no sólo tienen efectos materiales (productividad de cultivos, deterioro de suelos e infraestructura, etc.), sino que impactan la cultura, al generar procesos de pérdida de conocimientos, y nuevas apropiaciones y adaptaciones.

Estrategias adaptativas de los agricultoresagroecológicos de Marinilla

“La agricultura industrial ha calentado el planeta.La agricultura campesina agroecológica lo enfría.”

Vía Campesina

La adaptación sociocultural hace referencia a procesos mediante los cuales los indi-viduos y los grupos humanos modifican o cambian sus patrones de comportamiento para ajustarse a nuevas pautas o normas que se proponen o imperan en el medio social en el cual se desenvuelve su vida. Ello supone la capacidad de abandonar, adquirir, re-valorizar y refuncionalizar hábitos o prácticas que formaban parte del comportamiento individual o colectivo, que son evaluadas positiva o negativamente en el contexto al que se desea o debe integrarse. Eventualmente, se adquieren otros saberes o prácticas acordes con las expectativas que se tienen con respecto a una situación. La adaptación opera sobre la base de las habilidades sociales que el sujeto o el grupo humano posee.

Entonces, las estrategias adaptativas hacen referencia al conjunto de opciones o elecciones del repertorio cultural e intercultural que se llevan a cabo para lograr un objetivo individual o colectivo. En otras palabras, se trata del amplio conjunto de ac-ciones realizadas por individuos o actores sociales para pervivir, mantener y mejorar su posición social o para maximizar su acceso a beneficios materiales o simbólicos, siempre en el contexto de las restricciones de la estructura social (Silvetti y Cáceres, 1998 en Landini, 2011).

Si bien, la adaptación al cambio del clima puede tener un soporte o inscribirse en el marco de políticas públicas, en la práctica se concreta en contextos socioambientales locales cambiantes, dada la dinámica, dependencia e interrelación entre las condicio-nes ambientales de cada lugar específico, de los saberes, así como de los recursos pro-ductivos, tecnológicos y organizativos en un tiempo dado. Es decir, el entorno biofísico de cada comunidad es único en un momento dado, en consecuencia las medidas de adaptación serán también específicas para cada comunidad en determinado tiempo.

En este sentido, distintas investigaciones antropológicas y agroecológicas han de-mostrado que los conocimientos locales adquiridos y transmitidos de generación en generación, que forman la memoria colectiva, le permiten a las poblaciones locales manejar fenómenos y cambios climáticos y atmosféricos. Los campesinos suelen dis-tinguir bio-indicadores o signos vinculados con la observación, las prácticas y la expe-

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riencia cotidiana acumulada, tales como la floración, la fructificación, las épocas para realizar cacería o recolección de frutos silvestres, la presencia y la abundancia de una serie de hongos, insectos o aves, el tipo de vientos y de nubes, las fases de la luna, las mareas, el aumento o disminución de humedad o sequía, etc., que les permite leer cada señal para tomar las precauciones del caso o decidir y experimentar sobre sus sistemas productivos. Estos conocimientos son de gran importancia en el trópico don-de las predicciones de las épocas secas y lluviosas determinan los ciclos productivos, principalmente para los cultivos alimenticios de ciclo corto (Toledo y Barrera, 2008; Orlove, et al., 2011; Ulloa, 2011).

En el caso que nos ocupa, las estrategias de adaptación están referidas a repertorios de conocimientos y prácticas en interacción, vinculadas a la producción, al consumo y a la comercialización, así como a las dinámicas organizativas y participativas en redes locales y regionales. En esta perspectiva, se buscó documentar las respuestas agro-tec-nológicas que los agricultores han venido construyendo y practicando, las cuales ade-más de incidir en el mejoramiento y diversificación de la producción han dado origen a sinergias positivas, tales como el mejoramiento de las condiciones ambientales pre-diales, la recuperación y valorización de sus conocimientos locales, la experimentación, innovación y adopción permanente de nuevos saberes; lo que permite generar medios de vida y fortalecer la autonomía de los agricultores y de sus organizaciones (ver figura 4). A continuación detallamos algunas de estas estrategias, las cuales coinciden con varias de las reportadas para México por Colunga y Zizumbo (1993).

Incorporación de técnicas de manejo y conservación de suelos mediante la cons-trucción de terrazas, sistemas de riego, labranza mínima, barreras vivas y prácticas de abonamientos orgánicos, lo que permite mejorar las condiciones físico-químicas y biológicas del suelo, evitando la erosión, optimizando el uso del suelo y aumen-tando la productividad.

Protección ambiental, referida básicamente a la utilización de abonos orgánicos y bio-preparados, al manejo, reciclaje, reutilización y disposición final de residuos, al cuidado y protección de las fuentes de agua, a la siembra de árboles para la produc-ción de leña y como cercas vivas, a la recolección y almacenamiento de agua lluvia, así como a la construcción y mantenimiento de terrazas para cultivo, y de algunas tecnologías apropiadas como secadores solares, estufas eficientes y biodigestores.

Disminución de la dependencia de recursos o subsidios externos derivados de ener-gía fósil (agro-tóxicos y fertilizantes químicos) y mejoramiento de la salud humana y de los ecosistemas, a través del uso de bio-preparados y de abonos orgánicos.

Diseño de parcelas con distintos hábitos de crecimiento y diversa composición flo-rística, lo que crea un hábitat propicio para otras especies silvestres, principalmente la ornitofauna y entomofauna benéficas; aumentando las interacciones biológicas y las sinergias entre los componentes de la biodiversidad agrícola, promoviendo procesos y servicios ecológicos claves.

Construcción y mantenimiento de pequeños parches o fragmentos de biodiversi-dad que pueden desempeñar, eventualmente, las funciones de corredores bioló-gicos y funcionar como vías de desplazamiento o como albergues de otras formas

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de vida al interior de matrices transformadas por los monocultivos, mejorando los servicios ambientales (Altieri y Nicholls, 2012).

Producción y mantenimiento de variabilidad genética que funcionan como sistemas de conservación in situ de la agrobiodiversidad, constituyéndose en una estrategia frente a las transformaciones del clima y a los cambios continuos en los precios de sus productos, a través del incremento de la diversidad de especies animales y vegetales cultivadas en áreas pequeñas; manejo de diferentes densidades de siem-bra; diseño de patrones espaciales de distribución dentro de la parcela; introduc-ción experimental de variedades y especies foráneas o mejoradas en bajas propor-ciones; cultivo y protección de variedades locales, las cuales cuentan con una alta variabilidad intra e inter–específica. La agrobiodiversidad sembrada y manejada en sus parcelas, implica una alta manipulación y selección de especies en función de las condiciones climáticas, los suelos, las plagas, las enfermedades y la fisiología de las distintas plantas. En algunas oportunidades prefieren cultivar variedades con menores rendimientos, pero que soporten mejor condiciones climáticas adversas, lo cual exige un refinamiento de conocimientos agro-tecnológicos locales, lo que se evidencia concretamente con los cultivos de papa y frijol.

Participación en la evolución de las plantas cultivadas ampliando su base genética, a partir de la selección de variedades con mejores características de: A) Adecua-ción a los sistemas productivos existentes de acuerdo con sus recursos económi-cos; B) Selección de variedades que muestran mejor adaptación a las condiciones ambientales; C) Selección de variedades, a partir del sabor, color y textura, pro-pias de la cultura local, bien sea para consumo propio o para satisfacer las exigen-cias del mercado.

Mejoramiento de la seguridad y autonomía alimentaria familiar, a través del au-mento de la diversidad de plantas y animales, dado que hay mayor oferta y variedad de alimentos en cantidad y calidad, sin agro-tóxicos, destinados al consumo familiar y local. La mayoría de los agricultores produce una alta diversidad de productos entre los que se incluyen las hortalizas (25 especies diferentes), granos (entre los que sobresalen el frijol y el maíz), frutas (18 tipos diferentes), café, cacao, plantas medicinales y aromáticas (12 especies diferentes), leche y sus derivados, huevos, carne de pollo y conejo (ver tabla 3).

Consolidación y fortalecimiento de canales de comercialización cortos, dado que han fortalecido las redes locales de venta de sus productos, donde la relación entre productores y consumidores es clave, evitando la intermediación y los viajes de lar-gas distancias para el transporte de los productos, ahorrando combustible y costos de operación, reduciendo así la huella ecológica.

Consolidación de la organización social comunitaria, mediante su articulación a re-des locales, regionales y globales de militancias heterogéneas (agroecológica, am-bientalistas, campesina, de mujeres, entre otras) desde las que se legitiman la valo-ración de conocimientos y se fortalece la participación política, generando agendas públicas y potenciando la consecución de objetivos de política pública en acuerdo con las entidades estatales y no gubernamentales, que aseguran su pervivencia y permanencia en el territorio.

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Tabla 3. Especies cultivadas por los agricultores agroecológicos de Marinilla.

Continúa.

Tipo Nombre común Familia Nombre científico Usos*

Horta

lizas

Acelga Amarantáceas Beta vulgaris L. AHAjí Solanaceae Capsicum spp. AH, COAjo Liliaceae Allium sativum L. COArveja Fabaceaae Pisum sativum L. AHArracacha Apiaceae Arracacia xanthorrhiza Bancr. AH, AAAhuyama Cucurbitaceae Cucurbita maxima Duchesne AHBrócoli Brassicaceae Brassica oleracea L. AHCalabacín Cucurbitaceae Cucurbita pepo L. AHCebolla Amaryllidaceae Allium cepa L. AH, COCilantro Apiaceae Coriandrum sativum L. AHCol Brassicaceae Brassica oleracea L. AH, AAColiflor Brassicaceae Brassica oleracea var botrytis AHEspinaca Amaranthaceae Spinacia oleracea L. AH, AAHabichuela Leguminosae Phaseolus vulgaris L. AHLechuga Asteraceae (Compositae) Lactuca sativa L. AH, AAPapa Solanaceae Solanum tuberosum L. AHPepino Cucurbitaceae Cucumis sativus L. AH

Perejil Apiaceae Petroselinum crispum(Mill.) Nyman ex A.W. Hill AH

Pimentón Solanaceae Capsicum annuum L. AH,COPlátano Musaceae Musa × paradisiaca L. AHRábano Brassicaceae Raphanus sativus L. AH, AARepollo Brassicaceae Brassica oleracea L. AH, AATomate Solanaceae Lycopersicum esculentum Mill. AHYuca Euphorbiaceae Manihot esculenta Crantz AHZanahoria Apiaceae Daucus carota L. AH

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nale

s

Albahaca Lamiaceae Ocimum basilicum L. MECaléndula Asteraceae (Compositae) Calendula officinalis L. MECafé Lauraceae Coffea arabigaCitronella Poaceae Cymbopogon nardus (L.) Rendle MEEneldo Apiaceae Anethum graveolens L. MEHierbabuena Lamiaceae Mentha sativa ME,COLaurel Rubiaceae Laurus nobilis L. MELimonaria Poaceae Cymbopogon citratus (DC.) Stapf MEManzanilla Asteraceae (Compositae) Chamaemelum nobile (L.) All. MEPenca de sábila Asparagaceae Aloe vera (L.) Burm. f. MEOrégano Lamiaceae Origanum vulgare L. ME,CORomero Lamiaceae Rosmarinus officinalis L. ME,COToronjil Lamiaceae Melissa officinalis L. ME,CO

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Continuación de la tabla 3.

Tipo Nombre común Familia Nombre científico Usos*Gr

anos Frijol Fabaceae Phaseolus vulgaris L. AH

Maíz Poaceae Zea mays L. AH, AA

Frut

as

Aguacate Lauraceae Persea americana Mill. AHAgraz Ericaceae Vaccinium meridionale Sw. AHBanano Musaceae Musa acuminata Colla AHBrevo Moraceae Ficus carica L. AHFresa Rosaceae Fragaria sp. AHGuanábana Annonaceae Annona muricata L. AHGuayaba Myrtaceae Psidium guajava L. AHLimón Rutaceae Citrus limon (L.) Burm. AH, COLulo Solanaceae Solanum quitoense Lam. AHMandarina Rutaceae Citrus reticulata Blanco AHMango Anacardiaceae Mangifera indica L. AHMaracuyá Passifloraceae Passiflora edulis Sims AHMora Rosaceae Rubus ulmifolius Schot AHNaranja Rutaceae Citrus sinensis (L.) Osbeck AHPapaya Caricaceae Carica papaya L. AHPiña Bromeliaceae Ananas comosus (L.) Merr. AHTomate Solanaceae Solanum lycopersicum Lam. AHUchuva Solanaceae Physalis pubescens var. pubescens AH

Forra

jes

Alfafa Leguminosae Medicago sativa L. AH, AA

Margaritón Asteraceae (Compositae) Tithonia diversifolia (Hemsl.) A.Gray AA

Morera Moraceae Morus nigra L. AH, AA

Pasto kikuyo Poaceae Pennisetum clandestinumHochst. ex Chiov AA

Pasto Elefante Poaceae Pennisetum purpureumSchumach. AA

Innovación local y autónoma, mediante la experimentación y adopción de tecno-logías para la producción, consumo, comercialización, organización y participación, combinando saberes y prácticas endógenas y exógenas. Como lo ha expresado Tole-do y Barrera (2008), todas las prácticas y estrategias tecnológicas desarrolladas por los grupos campesinos son la concreción de sistemas de conocimientos y creencias.

Como lo ha planteado la agroecología los sistemas diversificados son más resilientes a las perturbaciones, dado que se recuperan más rápido de las transformaciones ambientales. En conjunto, estas estrategias de adaptación son fundamentales para la pervivencia de los agricultores y en general para la población campesina, espe-

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cialmente porque dadas las condiciones estructurales en las que se encuentran in-mersos, caracterizadas por la incertidumbre en la variabilidad climática, la potencial aparición de plagas y las importantes fluctuaciones en el precio de los productos en los mercados, estos campesinos prefieren reducir los riesgos de fallas o pérdidas antes que procurar maximizar las ganancias o ingresos. Esto, al menos, dentro de las posibilidades que tienen a su alcance. Igualmente, las estrategias adaptativas dismi-nuyen o minimizan los riesgos en la economía campesina (Altieri y Nicholls, 2012; Landini, 2011).

Como lo ha señalado Ulloa (2011), los cambios ambientales han existido siempre y para afrontarlos, la mayoría de los grupos humanos han desarrollado distintas estra-tegias, que van desde normas, tecnologías o creencias, hasta cambios radicales en los modos de vida. Sin embargo, no siempre hay coincidencia entre los distintos actores sociales sobre cuáles deben ser las estrategias, cómo y dónde se aplican.

Por ejemplo, las propuestas dominantes para mitigar el cambio climático a nivel internacional están vinculadas a la captura de carbono -con su respectivo merca-do de emisiones, que permiten continuar emitiendo gases invernadero, bajo la con-signa de quien contamina paga-, a la producción de agrocombustibles y al uso de transgénicos resistentes a las sequías o inundaciones. Dichas soluciones se centran en el capital, la globalización del mercado y el conocimiento experto, y ocupan un lugar destacado en la agenda internacional y en las relaciones Norte/Sur, que además de mercantilizar la naturaleza a través de los agronegocios, son una falsa solución, dado que incrementan los impactos ambientales sistémicos por la contaminación, la pérdida de biodiversidad, el avance de los monocultivos, la monopolización y acapa-ramiento de tierras.

En últimas, tales propuestas se traducen en una nueva fase de la expansión y reva-lorización del capital, lo que finalmente genera desterritorialización de comunidades étnicas y campesinas, desconoce e invisibiliza las propuestas locales. A diferencia de ello, las alternativas desarrolladas en el municipio de Marinilla, por parte de los agri-cultores agroecológicos parten de procesos participativos donde se revaloriza el cono-cimiento y las capacidades locales, que han permitido potenciar la diversidad ecológica y sociocultural para una agricultura más sostenible. Parafraseando a Sevilla (2006), la agroecología practicada por estos campesinos es una experiencia clara de disidencia a la globalización y se distancia de las propuestas ecotecnocráticas de las instituciones internacionales, que a través del cambio climático, como problema, relanzan el desa-rrollo, esta vez como capitalismo verde.

Conclusiones

Tanto causas como efectos, percibidos por los agricultores, muestran una suerte de apropiación del discurso ambiental oficial. Las causas las vinculan a un mal manejo ecológico (quemas, deforestación, sobrepoblación, uso inadecuado y excesivo de agro-químicos, mal manejo de los suelos y del agua, sustitución de variedades tradicionales por híbridos), las cuales se manifiestan en unos efectos negativos fácilmente reconoci-

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bles (plagas y enfermedades en sus cultivos, hundimientos y erosión de suelos, daños en la infraestructura vial y habitacional), que impactan negativamente las condiciones de vida locales. Las estrategias que han emprendido como alternativas se vinculan con el conocimiento local y con las prácticas agrícolas no convencionales que vienen desa-rrollando y promoviendo desde sus organizaciones y con las ONG locales.

Los agricultores encuestados en esta investigación han desarrollado sistemas diná-micos de conocimientos y prácticas agroecológicas entre las que se destacan la diversi-ficación de los cultivos, las barreras vivas, la construcción y mantenimiento de terrazas, intercambio de semillas, controles fitosanitarios con extractos de plantas, incremento de la materia orgánica en los suelos y el manejo adecuado del agua, etc., que además de mejorar las condiciones ambientales prediales, garantizan la seguridad alimentaria con calidad, posibilitan la apertura de nuevos nichos de mercado local, recuperan y valorizan sus conocimientos locales.

La innovación y adopción de nuevos conocimientos por parte de los agricultores les ha permitido generar distintas alternativas para la pervivencia y al mismo tiempo ha fortalecido su autonomía, constituyéndose en sujetos multidimensionales que partici-pan de las dinámicas socioeconómicas y políticas locales y regionales que potencian y defienden el territorio y la territorialidad.

Las estrategias adaptativas en conjunto consolidan, refuerzan, recuperan y reapro-pian conocimientos y prácticas agroecológicas e incorporan innovaciones en la pro-ducción y el consumo, así como fortalecen procesos organizativos y de participación social, económica y política de los agricultores agroecológicos, minimizan los riesgos al cambio climático y garantizan la sostenibilidad de la biodiversidad en sus territorios.

La innovación y la diversidad en los sistemas de producción, en la organización so-cial, política y cultural, tienden a disminuir los riesgos no sólo del sistema económico, sino que permiten la pervivencia y cohesión del campesinado como sujeto social y político.

Probablemente, buena parte del repertorio de estrategias adaptativas desplegadas por los agricultores agroecológicos de Marinilla, están relacionadas directamente con una larga historia de adaptación sociocultural compartida y sostenida por redes de pa-rentesco, compadrazgo y vecindario que ha caracterizado en general a la población del municipio. En efecto, esta población es reconocida como emprendedora, comerciante, negociante, capaz de adaptarse a múltiples circunstancias e innovar en permanentes encuentros interculturales a través de los cuales reafirma su identidad y ethos cultural, de tal manera que logran mantenerse como tales en un mundo interconectado y en permanente transformación.

Agradecimientos

Las autoras agradecen a la Dirección de Investigaciones de la Universidad Nacional de Colombia, a la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología-SOCLA, a la Corpo-ración de Estudios Ambientales de Marinilla CEAM, a la Asociación de Mujeres Campe-sinas Buscando Futuro y a ASOCAMPO.

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Resiliencia socioecológica de los agroecosistemas.Más que una externalidad

Leonardo A. Ríos-Osorio*, Walter Salas-Zapata†, Juan Antonio Espinosa-Alzate‡

Introducción

En las últimas décadas del siglo XX los problemas de insostenibilidad se hicieron más visibles ante la humanidad. Las publicaciones del Informe del Club de Roma sobre los límites del crecimiento (Meadows et al., 1972) y del Informe de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo (WCED, 1987) documentaron, probablemente como nunca antes se había hecho, problemas socioambientales como el agotamiento de fuentes de agua y de energía, el crecimiento demográfico de la población mundial, la deforestación, el calentamiento global y los desequilibrios norte-sur en la distribu-ción de la riqueza.

La existencia y magnitud de estos problemas no solamente estimularon cambios a nivel político-institucional sino también a nivel científico. En el primer caso, con el propósito de tomar decisiones urgentes, se llevaron a cabo la Cumbre de la Tierra, la Cumbre de Johannesburgo y la Cumbre de Río+20, y se tomaron decisiones a través de la firma del protocolo de Kioto y de los Objetivos de Desarrollo del Milenio entre otros tratados y acuerdos.

En el segundo caso, el modelo dominante de desarrollo científico y tecnológico occidental ha sido cuestionado por sus limitaciones para entender la complejidad de los problemas de insostenibilidad y su incapacidad para proponer soluciones a ellos (Meadows et al., 1972:24,27; Novo, 2006:7-22; Ravetz, 2006; Rios et al., 2009). Así, ante la necesidad de proponer modos de hacer ciencia que permitan comprender las interacciones dinámicas naturaleza-sociedad, a nivel científico se han venido desarro-llando campos disciplinares como la ecología industrial, la ética ambiental, la economía ecológica, la ecología cultural, la ecología política, y la agroecología.

Un común denominador entre estos campos disciplinares es su interés por enten-der como los sistemas humanos pueden llevar a cabo procesos adaptativos que les permitan ajustarse a las dinámicas de los ecosistemas dentro de los que desarrollan su existencia. Esto último se conoce con el nombre de resiliencia socioecológica y puede definirse como la capacidad de diferentes tipos de sistemas humanos de reorganizar adaptativamente el arreglo de relaciones socioecológicas para mantener su existencia (Berkes et al., 2003a:13-16; Folke, 2006; Salas-Zapata et al., 2012). Por esa razón se puede decir que estos campos disciplinares emergentes se enfocan en entender la re-siliencia socioecológica de determinados sistemas.

*PhD en Sostenibilidad. Profesor Asociado Escuela de Microbiología. Grupo de Investigación Salud y Sostenibilidad. Universidad de Antioquia. †PhD en Sostenibilidad. Profesor Auxiliar Escuela de Microbiología. Grupo de Investigación Salud y Sostenibilidad. Universidad de Antioquia. †PhD (c). Doctorado en Agroecología. Universidad de Antioquia. Grupo de Investigación Salud y Sostenibilidad.

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Si bien estos campos disciplinares tienen en común su interés por entender la resiliencia socioecológica de un sistema dado, ellos difieren en el tipo particular de interacciones socioecológicas que constituyen el sistema en estudio. Por ejemplo, la economía ecológica se ocupa de las relaciones entre los ecosistemas y las actividades económicas (Baumgärtner et al., 2008); la ética ambiental, de las relaciones entre los sistemas de creencias, las tradiciones éticas y espirituales y el manejo y gestión del am-biente (Berkes et al., 2003b), la ecología política, de las relaciones entre las divisiones de poder basadas en criterios socioeconómicos y culturales y la distribución de recur-sos naturales y de los beneficios de los servicios ecosistémicos entre los actores de un territorio (Berkes et al., 2003b); la ecología cultural, de las relaciones entre el hábitat y el territorio y los rasgos y cambios socioculturales (Davidson-Hunt and Berkes, 2003); la ecología industrial, de las relaciones entre los componentes del sistema industrial y la biósfera (Erkman, 1997); y la agroecología, de las relaciones entre los sistemas agrícolas y el ambiente y la sociedad dentro de los cuales se desarrollan tales sistemas (Altieri, 1999).

En consecuencia, la agroecología se interesa por entender la resiliencia socioecoló-gica de los agroecosistemas. No obstante, el concepto de resiliencia ha tenido diferen-tes significados debido a su uso en diferentes ámbitos de las ciencias. Este capítulo sos-tiene que el concepto de resiliencia socioecológica de los sistemas brinda una perspec-tiva de estudio apropiada para entender la in/sostenibilidad de los agroecosistemas.

La agroecología como transdisciplina

En términos generales, el concepto de transdisciplina puede definirse de diversas ma-neras, aunque se pueden destacar tres de ellas. En la primera se asume "transdiscipli-na" como una coordinación de las disciplinas en cuatro: niveles -axiológico o valorativo, normativo, pragmático y empírico– (Max-Neef, 2005; Hirsch et al., 2006). No obstante, a pesar de ser una estructura práctica para fines de investigación, es insuficiente. Pues es una propuesta basada en las disciplinas que se gestan en las universidades y no en la complejidad propia de los problemas de la realidad (Max-Neef, 2005). Por otra parte, dado que no da cuenta de la importancia del rol que tiene los actores involucrados, tampoco permite integrar las diferentes formas de conocimiento que son necesarias para entender la complejidad de la realidad y potenciar las soluciones a problemas (Hirsch et al., 2006).

En la segunda, "transdisciplina" puede asumirse como enfoque epistemológico y, por tanto, como un modo de hacer ciencia. Particularmente en este contexto el con-cepto de transdisciplina se refiere a la incorporación de diferentes formas de conoci-miento para obtener visiones integrales de la realidad que respondan a la naturaleza y complejidad de las problemáticas (Max-Neef, 2005; Hirsch et al., 2006; Olivé, 2011). Y en la tercera, "transdisciplina" se concibe como la integración de diferentes formas de conocimiento en relación con un objeto de estudio no abarcado por ninguna disciplina, y por tanto, dicha integración se da alrededor de un núcleo propio de conocimiento (Follari, 2001; Kajikawa, 2008; Olivé, 2011).

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Particularmente bajo esta tercera mirada, la agroecología puede definirse como una transdisciplina debido a que su objeto de indagación, que es la resiliencia socioeco-lógica de los agroecosistemas, es un objeto de estudio no abarcado por otras ciencias, y la construcción de conocimiento científico sobre dicho objeto no solamente implica la integración de las disciplinas que se ven representadas en los agroecosistemas, como aquellas procedentes de las ciencias agrarias, las naturales y las sociales, sino también la integración con otras formas de conocimiento derivadas de aquellos actores que conocen y están involucrados en las dinámicas de los agroecosistemas.

La resiliencia socioecológica de los agroecosistemas

Los agroecosistemasLa complejidad de los problemas de insostenibilidad ha demandado a nivel científico la redefinición de los problemas o sistemas de interés a partir de unidades de análisis denominadas sistemas socioecológicos (Gallopín, 2001; Gallopin, 2004). Los sistemas socioecológicos son sistemas totales constituidos subsistemas humanos y subsistemas ecológicos y sus mutuas interacciones (Gallopín, 2001).

Lo anterior significa que para comprender la in/sostenibilidad de un sistema es necesario redefinirlo como sistema socioecológico. En consecuencia, para entender los procesos que permiten a un sistema ser sostenible, o que explican su insosteni-bilidad, es necesario redefinir sus límites del sistema objeto de interés a partir de las interacciones sociales y ecológicas que éste establece con los sistemas con los que se relaciona. En el caso de la agroecología, los sistemas que son objeto de tal redefinición son los sistemas agrícolas, que una vez son redelimitados a partir de sus interacciones socioecológicas se denominan agroecosistemas.

Los agroecosistemas son sistemas socioecológicos constituidos por sistemas agrícolas y sus interacciones con los sistemas sociales y ecológicos con los que se relacionan. Por esa razón los agroecosistemas pueden definirse como totalidades integradas por sistemas agrícolas y los sistemas sociales y ecológicos acoplados a estos. Así, un agroecosistema no solamente comprende el sistema agrícola y el espacio físico dedicado a la producción, sino también los recursos, el clima, el suelo, la infraestructura, las relaciones económicas, las instituciones, la estructura social, la gente involucrada y afectada por estos procesos, y la historia misma del sistema (Cabell and Oelofse, 2012). (Altieri, 1999:49).

¿Qué significa la resiliencia socioecológica en un agroecosistema?La resiliencia es la propiedad y fundamento de la sostenibilidad de un sistema (Holling, 1996; Perrings, 1998; Holling, 2001; Berkes et al., 2003a; Fiksel, 2003, 2006). No obs-tante, no todos las definiciones del concepto de resiliencia son suficientes para enten-der como un sistema socioecológico puede llegar a ser sostenible.

El uso del concepto de resiliencia tiene origen en el campo de las matemáticas y de la ingeniería en el contexto del desarrollo de aplicaciones tecnológicas y en el estudio de la resistencia de materiales, respectivamente. Su transferencia a campos como la ecología y los estudios sociales y ambientales se da posteriormente cuando ya éste era

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un concepto maduro en estas áreas (Bodin and Wiman, 2004). En el ámbito de la inves-tigación relacionada con la sostenibilidad de los sistemas socioecológicos fue utilizado posteriormente, luego de algunos avances en ecología (Folke, 2006).

Estos tres contextos histórico-disciplinares han dado lugar a tres perspectivas del concepto de resiliencia que están vinculados con los diferentes usos y significados que tiene este concepto (Salas-Zapata et al., 2012). Estas perspectivas pueden concretarse en los conceptos de resiliencia ingenieril o técnica, resiliencia ecológica y social, y resi-liencia socioecológica (Folke, 2006). Éstas se describen a continuación:

Resiliencia ingenieril o técnica: Este concepto de resiliencia se enmarca en la pers-pectiva centrada en el equilibrio de los sistemas. En el campo de la ingeniería se ha asumido que los sistemas siempre tienden a buscar un punto de equilibrio cuando son afectados por perturbaciones y condiciones externas. En este contexto, la resiliencia se ha entendido como la habilidad (o velocidad) que tiene un sistema de recuperar su punto de equilibrio luego de una perturbación (Gunderson et al., 2002:4; Folke, 2006). Esta manera de entender la resiliencia es similar a la definición que en matemáticas ha tenido el concepto de estabilidad, y su utilización es más apropiada en el ámbito de los sistemas diseñados en ingeniería que en el de los sistemas ecológicos, donde ha dado lugar a confusión (Holling, 1973). Por esa razón este concepto de resiliencia es aun menos apropiado para el ámbito de los sistemas sociales.

Resiliencia ecológica/social: Este concepto se enmarca en la perspectiva de los múl-tiples estados de equilibrio. Los sistemas ecológicos y los sistemas sociales no tienen uno sino varios puntos de equilibrio o regiones de estabilidad, y están continuamente sometidos a fenómenos de cambio y perturbación (Holling, 1994). En este contexto la resiliencia se entiende como la capacidad que tiene un sistema de amortiguar o absorber las perturbaciones y encontrar diferentes estados de equilibrio o dominios de estabilidad (Holling, 1973; Gunderson et al., 2002:4; Folke, 2006). Por esa razón, en este contexto la resiliencia se hace evidente a través de la persistencia de las relaciones del sistema (Holling, 1973).

Resiliencia socioecológica. Se fundamenta en la perspectiva del cambio adaptativo. Ésta sugiere que la razón por la que un sistema socioecológico puede sobreponerse a perturbaciones, encontrar diferentes puntos de equilibrio y mantener sus funciones o atributos esenciales es porque pueden reorganizarse y llevar a cabo cambios adapta-tivos (Levin et al., 1998; Berkes et al., 2003a:13; Norberg and Cumming, 2008:3). Esta perspectiva es apropiada para los sistemas socioecológicos, como los agroecosistemas, porque en ellos las interacciones socioecológicas generan reajustes y cambios constan-tes en las dinámicas y estructuras del sistema. Para que un sistema sea sostenible estas interacciones deben reajustarse adaptativamente. Por esa razón la resiliencia socioeco-lógica no se puede entender como la suma de la resiliencia ecológica y la social, pues este tipo de resiliencia está referido particularmente a la relación socioecológica y no a los sistemas constituyentes. Por esa razón, el concepto más apropiado para entender la in/sostenibilidad de un agroecosistema es el concepto de resiliencia socioecológica.

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Resiliencia socioecológica en las comunidadesnegras e indígenas de Colombia

“La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por loque fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.” (Galeano, 2001)

Contexto históricoCuando los españoles llegaron a América las culturas indígenas se encontraban en la cúspide de su desarrollo como sociedades. Poseían una estructura política cimentada en sus cosmovisiones, formas de comprensión místicas que se apoyaban en la natura-leza como materia y energía vital que comulgaba la relación hombre-naturaleza.

Se pueden citar múltiples ejemplos de esa relación armónica con y desde la na-turaleza, de respeto y cuidado, con la cual los pueblos indígenas en América habían desarrollado sus sociedades. La siembra en terrazas y sus sistemas de regadío que les permitieron a los incas cultivar las laderas de las montañas de la cordillera de los An-des, y además de hacerlas productivas, evitaban al mismo tiempo la erosión y deserti-ficación. (Galeano, 2001).

Los jardines flotantes de los aztecas ubicados históricamente en el lago desecado donde en la actualidad se erige la ciudad de México. Estas islas fértiles fueron creadas por los aztecas para resolver el problema de la falta de tierras en el sitio elegido para construir Tenochtitlán, su ciudad sagrada.

A pesar del nivel de desarrollo alcanzado por estas civilizaciones, con un alto grado de armonía entre hombre y naturaleza, que tardo cientos de siglos en desarrollarse, fue destruido con la llegada del hombre occidental, que impuso su ley, su religión, su manera de vivir, su cultura.

Desde entonces, la inmensa fertilidad de las tierras sudamericanas fue sometida a la explotación intensiva de monocultivos como la caña de azúcar, el cacao, el banano, el café, y a su desperdicio creando inmensos latifundios de tierras fértiles para la cría de ganado. El logro de esta explotación intensiva se consiguió a través de la “importa-ción” de negros africanos. Esclavos que sirvieron de mano de obra en la expropiación, en el marco de un emergente sistema económico capitalista que se valía de su poderío militar y su ambición sin límites para devorar y comercializar todo lo que encontró a su paso en las tierras americanas. (Galeano, 2001).

Luego de una larga lucha por su soberanía, llega la independencia de los países su-ramericanos en el siglo XIX. Sin embargo, la explotación de sus tierras continuó, pues la soberanía del territorio era más una ilusión que un hecho real. Junto con la destrucción de las civilizaciones indígenas y la usurpación de sus recursos naturales desapareció también su inmensa riqueza cultural, sus estrategias ancestrales de adaptación a los ecosistemas y su respeto por la naturaleza.

“Con la destrucción de las culturas indígenas desaparecieron los vestigios de for-mas adaptativas a los ecosistemas tropicales. Los europeos no tuvieron ningún interés en rescatar las tradiciones indígenas, consideradas como fruto diabólico, ni en estudiar las circunstancias geográficas que rodeaban ahora su vida. Lo

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importante era que la nueva tierra produjera los frutos a los que ellos estaban acostumbrados. El trópico fue abandonado desde entonces a su suerte y no ha logrado todavía ser asimilado como escenario cultural. La independencia de los países latinoamericanos no varió lo absoluto su visión del desarrollo, sino que los vinculó más fuertemente a la dependencia externa. Las últimas culturas in-dígenas mueren en el presente, llevándose consigo los conocimientos del medio natural acumulados durante milenios.” (Ángel Maya, 1995).

No obstante, a pesar de la interrupción abrupta de prácticas ancestrales que per-mitían a estas comunidades desarrollar modos de vida sostenibles, aún persisten comunidades cuyas formas de organización de la actividad productiva y social han dado lugar a agroecosistemas socioecológicamente resilientes. A este respecto se pueden destacar dos ejemplos en el contexto colombiano: el caso de los Consejos Comunitarios del Río Cajambre y Concosta (Comunidades afrodescendientes) y el caso del Cabildo Mayor Indígena de Mutatá (Comunidades indígenas). Ambos casos permiten observar como los procesos adaptativos de los sistemas productivos que estas comunidades han desarrollado les han permitido utilizar por cientos de años los recursos naturales que sirven de soporte a sus vidas, gestar formas de vida digna en correspondencia con las aspiraciones propias de sus culturas, y sobretodo garan-tizar la existencia misma de estas comunidades a pesar de los cambios en el entorno social y ecológico.

Caso 1: El sistema de azoteas de las comunidades afrodescendientes1

En Colombia, los territorios de uso colectivo de las comunidades afrodescendientes se encuentran definidos en la figura de los consejos comunitarios. Estos son territo-rios destinados tanto para la conservación como a su uso sostenible por parte de las comunidades, que en el caso de los consejos comunitarios ubicados en la región del pacífico biogeográfico se ven enfrentadas a condiciones geomorfológicas y climáticas adversas, con una precipitación anual de 8000 mm anuales, una humedad relativa del 90 al 100%, un brillo solar de 3,5 horas/día y suelos altamente frágiles (entisoles e in-ceptisoles), ácidos, susceptibles a lixiviación de materia orgánica y erosión por las altas pendientes. (Figura 1).

A pesar de las condiciones ecológicas adversas, su inserción en el territorio se ha dado de forma gradual y armónica. Ello se refleja en el desarrollo de estrategias adap-tativas de producción. Una de ellas ha sido el desarrollo de sistemas de producción en azoteas como mecanismo de adaptación productiva a las condiciones de inundación en los bosques de manglar (figura 2).

Las azoteas conforman una estructura adaptativa de producción agrícola tipo huer-ta que garantiza el mantenimiento de dos tipos de productos, los condimentos emplea-

1. La descripción que se presenta a continuación, de los dos casos de resiliencia socioecológica, es la síntesis presentada de las dos experiencias, entre otras más, de las presentadas en la investigación financiada por el Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez:Espinosa, J.A., Ríos, L.A., Saldarriaga, J.G., 2011. Evaluación agroecológica y modelos de producción agrícola en 2 consejos comunitarios y 1 cabildo indígena (Cajambre, Concosta y Mutatá). Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez.

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dos en la alimentación tradicional de las comunidades y las plantas de uso medicinal. (Figura 3).

La producción de estos sistemas de azoteas es una forma de resistir las condiciones adversas generadas por el entorno, pero más aún, de mantener la tradición tanto ali-menticia como de su sistema médico tradicional. La concepción sistémica de la realidad

Figura 1. Información general del Consejo Comunitario del Río Cajambre, ubicado al suroeste del municipio de Buenaventura, en el departamento del Valle del Cauca (Colombia).

Figura 2. Producción de plátano y caña de azúcar en medio del bosque tropical muy húmedo.

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Figura 3. Producción en azoteas o cama alta en las comunidades dela zona baja del consejo comunitario del Río Cajambre y Concosta.

de las comunidades les ha llevado de forma intuitiva a comprender las dinámicas tanto biofísicas y socioculturales en interrelación, transformando el paisaje y haciéndolo par-te de su realidad cultural.

En ese sentido, su función de despensa cultural garantiza la adaptabilidad de la población y su territorio a pesar de las perturbaciones a las que se ve sometida por efecto de las presiones del entorno. La evidencia de que los procesos de resiliencia socioecológica conllevan no sólo a adaptaciones biofísicas se refleja en la población, con su apego al entorno natural y su capacidad de asumir modos de vida adaptados a las aspiraciones de su cultura (figura 4). Por estas razones se puede decir que la ex-periencia de producción en azoteas de las comunidades de la zona baja del Consejo Comunitario del Río Cajambre es un caso característico de resiliencia socioecológica en un agroecosistema.

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Caso 2: La concepción del territorio como estrategiacultural de adaptación en las comunidades indígenas“Los indígenas necesitamos el territorio y el bosque es importante pues para nosotros es vivir y que nuestros hijos vivan y trabajen en él, porque dicen que ahí vivimos mejor, en nuestro territorio, para eso necesitamos la tierra porque ahí se encuentran los ani-males, hay árboles, plantas medicinales, hay fuentes de agua y hay para vivir porque nosotros vivimos de ella o sea es el corazón, el cuerpo de los indígenas porque si no Emberá no es nada o no existiría, es así.” (Higuita, 2010).

Las comunidades indígenas se encuentran ubicadas en el territorio colombiano bajo la configuración de "resguardos indígenas", como reconocimiento de su posesión ancestral por la tierra y su pertenencia a ella. Así, en el marco de los resguardos se conforman las estructuras administrativas de los cabildos como formas de organización tradicional reconocidas legalmente en el contexto político-administrativo del país, y las figuras de los resguardos, que involucran esencialmente un sentido de posesión colectiva del territorio en pos de la conservación y el uso sostenible de la naturaleza.

El municipio de Mutatá se encuentra ubicado en la cuenca hidrográfica del Río Atra-to a una altura de 75 msnm y bajo una temperatura promedio de 28ºC. Posee una ex-tensión territorial de 1106 km2 (figura 5). Por sus condiciones ecológicas privilegiadas sus tierras son consideradas como las segundas de mayor productividad del mundo y posee una riqueza hídrica que lo destaca en todo el orbe. (Municipio de Mutatá, 2009).

En su territorio se encuentra ubicado el Cabildo Mayor Indígena de Mutatá (CMMT) (figura 6), organización indígena que hace parte de la Asociación de Cabildos Indígenas de Antioquia (OIA) y que ha definido en su misión y visión la prioridad de proteger de forma dual su entorno tanto desde la conservación de los recursos naturales represen-tados en una riqueza forestal y de agua incalculable, y la calidad de vida de su pobla-ción en relación con una concepción compleja de la realidad en la cual tanto la cultura, las relaciones socioeconómicas y la concepción del territorio son los ejes vertebradores de su filosofía organizacional.

En cuanto a los aspectos biofísicos se presenta una temperatura media anual de 27,3ºC con extremas máximas de 40ºC y mínimas de 19,2ºC, una precipitación anual

Figura 4. Niños y campesino de los consejos comunitarios.

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Figura 5. Fuente: Muncipio de Mutatá. Mapa de veredas y corregimientos.

Figura 6. Escudo de identificación del CMMT, ubicadoen el caso urbano del municipio de Mutatá (Antioquia).

de 4.000 a 8.000 mm anuales, humedad relativa de 80 a 90%, brillo solar de 3,5 a 4,5 horas/día y los suelos presentan relieves colinados, bien drenados, baja fertilidad, ero-sión de ligera a moderada, y en la unidad de montaña se presenta erosión de ligera a severa y fertilidad baja a moderada. (Programa Colombia Forestal, 2006).

De acuerdo con el tipo de suelos se conciben dos usos posibles desde las perspec-tivas comunitarias indígenas; un uso agrícola restrictivo de subsistencia, basado en el desarrollo de huertas sobre vegas de ríos y quebradas para la producción de plátano, maíz, yuca y frutales, complementado con la caza y la pesca, y la crianza de aves de

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corral y en algunos casos cerdos, lo cual se constituye en el principal sustento de las familias indígenas. Con una restricción en su uso sustentada en la necesidad de la per-manencia de los bosques, la vida silvestre y la captación de recursos hídricos como base fundamental de su relación ecosistémica.

En segundo lugar, la explotación controlada y no tecnificada con fines de vivienda e intercambio de las especies maderables del bosque húmedo tropical, concordante con la vocación principal de los suelos de esta región que son de uso forestal principalmen-te, y que se caracterizan por ser bosques con ecosistemas extremadamente frágiles para fines agrícolas.

Frente al uso productivo de los suelos se ha constituido una agricultura adaptada a la selva húmeda tropical, de cultivos temporales con intercambios periódicos que se funda-mentan en el cultivo de caña, tomate, lulo y fríjol, con una orientación a cultivos de ca-rácter permanente como plátano primitivo, yuca, piña, limón, borojó, maíz de forma es-tacional con dos cosechas anuales, una en marzo – abril y otra en septiembre – octubre.

Las comunidades que conforman el CMMT pertenecen a la etnia Emberá Eyábida de la región de Mutatá y a censo de 2008 se contaba con 1.300 habitantes distribui-dos en aproximadamente 280 familias en 13 comunidades: Jaikerazabi, Bedó Encanto, Sabaleta, Mutatacito, Cañaduzales, Surrambay, Porroso, Mongaratatadó, Mongudó, Mongudó la Sucena, Chontadural Cañero, Chontaduralito y Cacao.

Los indígenas Emberá conciben dentro de su cosmogonía el territorio como la esen-cia primera de toda existencia, la tierra lo es todo, es la identidad, la cultura, y como colectivo establecen la unidad y la soberanía como los principios regulatorios de su funcionamiento en ese territorio, biofísico y cultural:

“El territorio es el lugar en el que desarrollamos nuestra vida y lo que nos per-mite ser indígenas, es el suelo, nuestros recursos, el agua, los sitios sagrados; es donde hacemos comunidad y donde esperamos que nuestros hijos también vivan. El territorio no es simplemente el espacio geográfico delimitado por con-venio. El territorio es algo que vive y permite la vida.” (Cabildo Mayor Indígena de Chigorodó, 2009).

Uno de los aspectos que se resalta de las comunidades Emberá es su concepción sisté-mica de la realidad, la cual reflejan de manera permanente en la simbología con la cual representan la vida, la naturaleza y su relación con ella. (Espinosa et al., 2011).

De acuerdo con la cosmogonía Emberá, Tatzitzetze es el creador del universo y los mundos existentes, los hombres y las cosas. Este dio origen a Caragabí, quien es el amo de este mundo, el terrenal. Este dios es responsable de crear hombre y mujer, las estrellas, los seres vivos y definió sus comportamientos, pero le faltaba el agua, así que envió una paloma a buscarla en otros mundos, pero nunca volvió, un día soñó que en su mundo si había agua, así que mandó un periquito a que la buscara, este encontró en una cueva una mujer llamada Genzera, en su vivienda esta tenía agua cristalina y pe-ces, le pidió que abriera la puerta pero no quiso, así que Cagarabí se presentó ante ella para reclamarle, pero ante su nueva negativa este tumbó la puerta y dejo salir el agua y los peces. Como castigo el dios la convirtió en una hormiga que lleva agua en su boca

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y la deja en un árbol hueco que es llamado Genené. (Ríos de Moreno, 2007).

De acuerdo con la cosmogonía Emberá, del Genené provienen los mares, de su tron-co; los ríos, de sus ramas; los arroyos, de sus brotes grandes; y los pantanos, de sus bro-tes pequeños.

Para los indígenas del CMMT, el Genené es un símbolo de esa relación sistémica que ha establecido su cultura con la naturaleza y han actualizado la creencia del Genené por la figura 7 que a continuación se presenta.

El Genené de la imagen corresponde con el árbol conocido como carreto (Aspidosper-ma spruceano) o carreto mamellon, lo lla-man el “árbol del encuentro” pues en su re-presentación particular, las ramas recogen la vida del aire, pájaros, micos, insectos, en sus raíces nace el agua y en ella los peces, y

en el tronco se recogen la mujer y la casa, allí todos se encuentran unidos y de todos ellos depende el equilibrio (figura 7).

Esta cosmovisión de las comunidades pertenecientes al CMMT han permitido definir así, una serie de líneas estratégicas para el desarrollo colectivo y la definición de agen-das de trabajo interinstitucionales con agencias de cooperación y entes gubernamenta-les de orden público y privado y de nivel local, regional y nacional: Línea de Territorio y Ordenamiento, Línea de Recursos Naturales y Desarrollo, Línea de Autonomía Alimenta-ria y la Línea de Vivienda y Hábitat. (Cabildo Mayor Indígena de Chigorodó, 2009).

Para los Emberá de Mutatá, la seguridad alimentaria es una línea estratégica, la cual han asumido como autonomía alimentaria, y que de acuerdo con sus lineamientos, es concebida como:

“Tener comida y salud en forma adecuada, en todo tiempo y para todas las familias. Con tierra suficiente y adecuada para la producción de alimentos, con respeto a nuestra diversidad (saberes, prácticas y ambientes), acorde a nuestra cultura alimentaria, en relación directa con nuestros usos, costumbres, calenda-rios agrícolas y privilegiando en la medida de lo posible, el manejo de semillas tradicionales y de nuestros recursos locales.” (Cabildo Mayor Indígena de Chigo-rodó, 2009).

El CMMT tiene constituido un Comité de Mujeres Emberá con las cuales se adelantó un proyecto de fortalecimiento de la autonomía territorial de los Emberá de Antioquia, apoyado por la OIA, el Gobierno Vasco y la ONG Mugarik Gabe, por medio del cual se establecieron dos parcelas de plantas medicinales y alimenticias utilizadas de manera tradicional por los Jaibanás (Médicos Tradicionales), información que da una perspecti-

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va del uso potencial del bosque, con una mirada desde lo cultural, y aplicaciones en la alimentación y la salud desde su soberanía (figura 8).

Figura 8. Información producida por el comité de mujeres sobre las plantasmedicinales y alimenticias de las comunidades Emberá.

De esta manera, la línea estratégica 3, definida por el CMMT se cumple involucrando dos grupos fundamentales, mujeres y adultos mayores, desde la lógica de la visión sis-témica del uso comestible y medicinal de las plantas.

Las comunidades indígenas de Mutatá han recibido históricamente diferentes ti-pos de ayuda tanto para la obtención de los títulos de propiedad sobre sus territo-rios, como para la mejora en los niveles organizacionales de sus resguardos como del cabildo Mayor que los agrupa. En los últimos años, el mayor interés de las entidades públicas y privadas ha sido el incentivo a procesos de conservación de los ecosistemas autóctonos donde habitan las comunidades y el uso racional de los recursos que le ofrece el entorno.

En ese sentido, entidades como WWF, OXFAM y la OIA se han vinculado con este trabajo cultural y ambiental:

“…nos están enseñando y están capacitando a los Emberá; nos enseñan para qué es tan importante el bosque que está allí, los animales, los árboles que se encuentran al interior del territorio. Por medio de esta capacitación los indíge-nas están aprendiendo sobre la importancia de cuidar el bosque o el territorio, para qué sirven los ríos, porque sin esto nosotros los indígenas no podemos vivir, los indígenas no viven así como en el pueblo, los indígenas se encuentran en las montañas, es así como el indígena debe conservar el bosque y cuidar el territo-rio, porque es nuestra madre que nos da todo, en cambio el kapunia (colonos) no piensa eso.” (Higuita, 2010).

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Así, las instituciones se han involucrado con las dinámicas sociales y culturales del CMMT y sus repercusiones derivan en un mayor empoderamiento de las mismas co-munidades por su realidad, desde lo que permiten sus propias leyes internas, y desde donde la lectura del entorno social, económico y ambiental les deja entrever una me-jora en sus condiciones de vida.

Existen en la vida de los resguardos pertenecientes al CMMT dos situaciones que afectan su resiliencia socioecológica frente a las perturbaciones no sólo del entorno productivo sino de los aspectos políticos e institucionales que definen su legalidad y la propiedad sobre su territorio:

Por un lado, la llegada de los Emberá se debió a un proceso de desplazamiento a causa de la violencia, que incluso puso en peligro la estabilidad del Cabildo, al generar desplazamientos masivos en los años 90 asociados a la pugna de grupos armados que se disputaban el territorio. Incluso, el territorio del resguardo Chontadural Cañero se había convertido en corredor para el paso de los grupos armados en la zona, lo cual dificultó la adaptación adecuada de las comunidades al territorio. Es a mediados de la década del 2000 que se presenta una nueva época de estabilidad en el orden público, que permite el resurgimiento de la organización indígena, con más fuerza y mayor capacidad de con-certación y atracción a los resguardos para vincularse activamente al CMMT.

En segundo lugar, la convivencia con colonos en los territorios delimitados en los resguardos, como en el caso de Chontadural Cañero, ya sea por ocupación ilegal del territorio, por tener derechos de propiedad adquiridos de los lotes asignados por el INCODER al resguardo, previo a su legalización como tal, o por el arrendamiento de tierras por parte de las comunidades indígenas, ha generado tensiones progresivas en las comunidades, con brotes de violencia.

Esta problemática ha afectado las comunidades indígenas y las consecuencias que ha traído en algunos momentos para los habitantes del resguardo, como las amenazas, los asesinatos y los desplazamientos, los sensibilizaron para buscar a través de medios pacíficos y espacios de concertación entre kapunia (blancos) y Emberá, la opción de convivencia, es así como se realizó a comienzos del año 2011 la firma de una serie de acuerdos de no expansión, buena vecindad y adecuado manejo de los recursos natura-les, y al mismo tiempo, se pide una supervisión permanente de las extensiones de los resguardos y la definición clara de los límites de los mismos.

Conclusión

En la búsqueda por comprender la complejidad de los problemas de insostenibilidad en diferentes esferas de la existencia humana han surgido disciplinas como la econo-mía ecológica, la ecología política, la ecología cultural, la ecología industrial, la ética ambiental, y la agroecología. Todas han procurado entender los procesos de cambio adaptativo en sistemas socioecológicos pero difieren en el tipo de relaciones socioeco-lógicas de interés.

De acuerdo con lo anterior, podría postularse que el objeto de estudio de la agroeco-logía es la resiliencia socioecológica de los agroecosistemas. Esto es la capacidad que

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tienen los agroecosistemas de llevar a cabo cambios adaptativos en sus estructuras e interacciones socioecológicas para sobreponerse a las perturbaciones y mantener una producción agrícola en armonía con la cultura, la organización social, la satisfacción de necesidades y la capacidad de los ecosistemas. Así, la unidad de análisis (objeto de conocimiento) de la agroecología es el agroecosistema.

El concepto de resiliencia tiene diferentes significados y no todos son apropiados para entender la sostenibilidad de un sistema. En ese sentido, el concepto de resilien-cia socioecológica es el más apropiado para entender la sostenibilidad de un agroeco-sistema porque, de las tres perspectivas presentadas aquí, es el único que tiene apli-cabilidad en los sistemas socioecológicos. Cabe señalar también que éste concepto no es la suma de resiliencia social mas resiliencia ecológica, pues dentro del concepto de resiliencia socioecológica, el cambio adaptativo está referido a las interacciones so-cioecológicas y no a los sistemas sociales y ecológicos por separado.

Las experiencias descritas aquí corresponden a dos casos de resiliencia socioeco-lógica en dos agroecosistemas de dos regiones de Colombia. Ambos casos reflejan la capacidad que tuvieron dos colectivos humanos de adaptar sus sistemas productivos a sus aspiraciones socioculturales y a las características del entorno natural. Esta capa-cidad de reajustarse adaptativamente a las dinámicas del entorno social y ecológico es la que les ha permitido satisfacer sus necesidades básicas por cientos de años. Ello es propio de un agroecosistema sostenible.

Por esa razón, en la comprensión de la resiliencia socioecológica de un agroeco-sistema no es suficiente el conocimiento de las características y dinámicas biofísi-cas y técnicas de los sistemas agrícolas, pues la capacidad adaptativa y los procesos de cambio adaptativo son fenómenos que surgen en la experiencia humana de las comunidades en relación con su entorno, y estos cambios son orientados por las instituciones que emergen en el seno de las organizaciones humanas que definen la configuración de los sistemas agrícolas, las definiciones culturales de categorías como el bien, el bienestar y la calidad de vida, y el conocimiento propio de las diná-micas de los ecosistemas.

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Resiliencia de fincas ante afectaciones por organismos nocivos en sistemas agrícolas expuestos a sequía y ciclones tropicales

Luis L. Vázquez Moreno

Introducción

Los efectos del cambio climático generalmente son más evidentes cuando ocurren eventos extremos, como es el caso de la sequía, los ciclones tropicales, las lluvias in-tensas, entre otros que muchas veces ocasionan desastres, que en el caso de la agri-cultura se expresan directamente en pérdidas en los cultivos, los animales, el suelo, las instalaciones y otros componentes de la producción agropecuaria.

Sin embargo, los efectos del calentamiento global también repercuten en el compor-tamiento de las poblaciones de organismos nocivos que cohabitan en los sistemas agrí-colas con las plantas cultivadas y los animales de crianza, contribuyendo en muchos casos a incrementos poblacionales, con expresiones en pérdidas económicas en dichos rubros productivos (Urquiza, 2004; Jiménez, 2008; FAO, 2009); aunque, se ha comprobado que también los efectos físicos de las corrientes de aire, de agua y el exceso de humedad, entre otros, contribuyen a alteraciones en las poblaciones de organismos que habitan en los sistemas de producción, sean los que se manifiestan de manera nociva (patógenos, parásitos) o los que actúan como benéficos (reguladores naturales, polinizadores y otros) (Vázquez, 2011a), entre otros elementos de la biodiversidad (Reid y Swiderska, 2008).

Particularmente en los sistemas agrícolas de Cuba, se han podido comprobar incre-mentos o reducciones en la ocurrencia de organismos nocivos, asociados a eventos ex-tremos de cambios en el clima, principalmente la sequía prolongada (Vázquez, 2007), los huracanes, las lluvias fuertes y fuera de época, entre otros que muchas veces no son perceptibles, debido a que los desastres ocasionados por estos eventos a los cultivos son de tal magnitud, que no permiten visualizar los cambios en las manifestaciones de estos organismos (Vázquez et al., 2009); sin embargo, contribuyen generalmente a au-mentar las pérdidas durante y con posterioridad a dichos eventos, lo que obliga a que los agricultores realicen gastos excesivos por plaguicidas, que generalmente no logran resolver el problema.

Debido a que el cambio climático es una realidad y que sus efectos en la producción agropecuaria son cada día más evidentes y de magnitud económica, existe la demanda de que los agricultores realicen prácticas adaptativas, de manera que los sistemas de producción sean resilientes ante la ocurrencia de dichos eventos, incluyendo las afecta-ciones por organismos nocivos, como argumentaron Altieri y Nicholls (2009).

Para la elaboración del presente capítulo se integran estudios realizados reciente-mente sobre incidencia de organismos nocivos, vulnerabilidad de sistemas de cultivo y

Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV). Calle 110 No. 514, entre 5ta B y 5ta F. Playa. CP 11600. La Habana. Cuba. Correo electrónico: [email protected]; [email protected]

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transición de fincas hacia sistemas resilientes a las afectaciones estos organismos favo-recidas por la sequía y los ciclones tropicales, eventos que se manifiestan regularmente en Cuba y otros países de la región. En especial dedico este capítulo al Profesor Félix R. Vázquez (tío Felo), quien ya en su avanzada edad y jubilado, pero con gran lucidez e inquietud científica, reflexiona y promueve el incremento de la diversidad y densidad de plantas como elemento básico para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y contribuir a la adaptación de los sistemas socioeconómicos ante el cambio climático.

Cambio en las manifestaciones de organismosnocivos y sus reguladores naturales

Los problemas fitosanitarios se incrementan o reducen como consecuencia de la ma-yoría de los eventos extremos que ocurren debido a cambios en el clima, principal-mente por efectos físicos directos sobre las plantas y el suelo, sobre las poblaciones de organismos nocivos y sus reguladores naturales, así como por efectos indirectos, entre otros (figura 1), los que ocasionan desequilibrios poblacionales que pueden manifes-tarse durante o con posterioridad a dichos eventos (Vázquez, 2011a).

Por lo que resulta importante que las investigaciones y los servicios de sanidad ve-getal aborden estos aspectos, ya que sus efectos son diferentes (Blanco y Vázquez, 2001; Vázquez y Pérez, 2007; Vazquez et al., 1994; 2005; 2009), principalmente los si-guientes: (1) Aparición de nuevas plagas para el territorio; (2) Manifestación de plagas ocasionales como habituales; (3) Incremento de plagas habituales; (4) Reducción de plagas habituales; (5) Incremento de arvenses; (6) Cambios en el período de manifes-tación de plagas habituales; (7) Reducción de reguladores naturales; (8) Métodos de control que reducen efectividad.

Figura 1. Síntesis de los principales efectos físicos de los vientos fuertes, las lluvias intensas yla sequía sobre las poblaciones de organismos nocivos (ONs) y sus reguladores naturales (RNs).

Debilitamiento de las plantasPlantas

Suelo

Dispersión depoblaciones

de ONs

Dispersión depoblaciones

de ONs

Reducción depoblaciones

de ONs

Incremento depoblaciones

de ONs

Incremento depoblaciones

de ONs

Reducción depoblaciones

de RNs

Reducción depoblaciones

de RNs

Vientos fuertes Lluvias intensas Sequía

Erosión EncharcamientoReducción de

materia orgánicaAfectación de propiedades

físicas del suelo

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En la mayoría de los sistemas agrícolas de Cuba se evidencian cambios en el com-portamiento del clima, principalmente la frecuencia e intensidad de los ciclones tropi-cales; los períodos de sequía ocurren anualmente y son más prolongados; la época de primavera en ocasiones se presenta tardíamente y durante menor tiempo; en algunas temporadas en que tradicionalmente llueve poco, ocurren precipitaciones intensas, incluyendo las que se presentan inmediatamente después de un período prolongado de sequía; neblinas más intensas y continuas; temperatura en invierno con fluctuacio-nes más bruscas entre el día y la noche; estaciones de lluvia y seca desplazadas, entre otros eventos que son percibidos por las personas que viven y trabajan en los sistemas agrícolas, en particular los técnicos y agricultores, quienes han logrado correlacionar-los con afectaciones importantes en los cultivos, sea por los efectos físicos de dichos eventos o por los cambios que suceden en las manifestaciones de organismos nocivos (Vázquez et al., 2009); aunque, desde luego, algunos de estos eventos son analizados por los meteorólogos y aun no se afirma científicamente si la ocurrencia de los mismos o su intensidad están relacionados con el calentamiento global.

Estudios en agroecosistemas de Cuba han documentado el incremento de pobla-ciones de especies de insectos que normalmente se manifiestan como plagas agrícolas, las que son más frecuentes y elevadas en zonas afectadas por la sequía (Vázquez, 2007, 2011a; Vázquez et al., 2009), principalmente especies pertenecientes a familias de los órdenes Hemiptera, Thysanoptera, Hymenoptera y Coleoptera (figura 2).

Figura 2. Número de especies de insectos nocivos que se ha documentadosu incremento poblacional en los sistemas agrícolas de Cuba por efectos de

la sequía y los ciclones tropicales (Vázquez, 2011a).

Sequía Ciclones tropicales

Gel

echi

idae

Tort

ricid

ae

Pyra

lidae

Aley

rodi

dae

Pseu

doco

ccid

ae

Psyl

lidae

Flati

dae

Delp

haci

dae

Cica

delli

dae

Ting

idae

Pent

atom

idae

Thrip

idae

Lonc

haei

dae

Agro

myc

idae

Form

icid

ae

Noc

tuid

ae

Sphi

ngid

ae

Núm

ero

de c

asos

Familias de insectos

Curc

ulio

nida

e

Scol

ytida

e

3

2

1

0

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En estos casos se ha observado que la mayoría se trata de insectos de hábitos alimenticios muy relacionados con nichos ecológicos pocos ventilados y guarecidos, como son las moscas blancas (Aleyrodidae), los psílidos (Psyllidae) y los thrips (Thri-pidae) que se relacionan principalmente en el envés de las hojas; las cochinillas hari-nosas (Pseudococcidae) que habitan en hendiduras o depresiones entre órganos de la planta; los picudos y escolítidos (Curculionidae) que perforan y habitan en el inte-rior de órganos de las plantas y las hormigas cortadoras de hojas (Formicidae), que practican nidos debajo del suelo, entre otros, aspecto que ya había sido pronosticado precisamente para Thrips tabaci (Lind.) en estudios realizados por Jiménez et al., (1999), quienes determinaron que esta plaga del ajo y otras liliáceas resultará cada vez más favorecida en su desarrollo por las variaciones previstas en la temperatura y las precipitaciones, y se producirían ataques más intensos, fundamentalmente en los primeros meses del año.

Los casos de mayor connotación en algunos sistemas agrícolas de Cuba son los picadores-chupadores (Hemiptera) y los raspadores (Thysanoptera), que debido al in-cremento de la temperatura se favorece su desarrollo poblacional, lo que trae como consecuencia el aumento de la transmisión de enfermedades causadas por virus y mi-coplasmas, aspecto que resulta evidente en diferentes cultivos como los ornamentales, las solanáceas (tomate, pimiento, tabaco), los granos (frijol, maíz) y ciertos frutales (papaya), entre otros, cuya combinación (insecto vector-virus o micoplasma-cultivo-hospedantes secundarios) resulta muy favorecida por la sequía prolongada y puede ser potencialmente un problema fitosanitario de gran magnitud (Vázquez, 2011a).

Igualmente la sequía prolongada también contribuye al incrementos poblacionales y afectaciones, principalmente los organismos siguientes (Vázquez et al., 2009): ácaro blanco (Polyphagotarsonemus latus) en diferentes cultivos; tetúan del boniato (Cylas formicarius); polilla de la col (Plutella xylostella); bibijagua (Atta insularis) en frutales y ornamentales; tizón (Alternaria solani) en papa; mosca blanca (Bemisia tabaci) en tomate y pepino; araña roja (Tetranychus tumidus) en plátano; prodenia verde (Spo-doptera exigua) en cebolla; psílido (Diaphorina citri) en cítricos; gusanos de las cucur-bitáceas (Diaphania spp.) y sigatoka amarilla (Mycosphaerella musicola) en plátano.

El aumento de la temperatura favorece el incremento poblacional y los daños por la prodenia verde (S. exigua) en cebolla; el ácaro blanco (P. latus) en pimiento, papa y otros cultivos; Thrips palmi en frijol y papa; y el mildiu (Pseudoperonospora cubensis) en pimiento y otras cucurbitáceas (Vázquez et al., 2009).

Existen evidencias de varios organismos nocivos que se incrementan como conse-cuencia de los huracanes (figura 1) y como más importantes los siguientes (Vázquez et al., 2009): minador de la hoja (Liriomyza trifolii) en papa, frijol y otros cultivos; pri-mavera de la yuca (Erinnyis ello); fusariosis en tomate (Fusarium spp.), bacteriosis en cebolla y otros cultivos (Xanthomonas); alternariosis en varios cultivos; psílido (D. citri) en cítricos; tetúan (C. formicarius) en boniato (Ipomoea batatas); chinche de encaje (Pseudacysta perseae) en aguacate; mosca blanca (B. tabaci) en tomate; nemátodos de las agallas (Meloidogyne spp.) en guayaba; palomilla (Spodoptera frugiperda) en maíz; otros se reducen por los efectos de este fenómeno, principalmente moscas de las frutas (Anastrepha spp.); trips y chinches harinosas (Pseudococcidae).

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Como es conocido, diversas especies, cepas y ecotipos de organismos se han se-leccionado para su utilización como agentes de control biológico, los que son repro-ducidos masivamente en laboratorios y plantas de producción, para su posterior intro-ducción en los agroecosistemas; pero, están constituidos por el organismo vivo, sean adultos o inmaduros de artrópodos, esporas o conidios de hongos o bacterias, juveni-les infectivos de nemátodos, entre otros; por ello, son muy sensibles a efectos físicos como consecuencia del calentamiento global, como son los extremos de temperatura y humedad relativa, las corrientes fuertes de aire y agua, las inundaciones, entre otros cambios (Vázquez, 2011a).

Respecto a los reguladores naturales de poblaciones de insectos nocivos que ha-bitan en los agroecosistemas, se han documentado varios efectos en zonas afectadas por la sequía y los ciclones tropicales, los que también se expresan en los agentes de control biológico (entomófagos y entomopatógenos) que se aplican o liberan en los cultivos, principalmente los siguientes (Vazquez, 2007, 2011a):

Deshidratación de las fases expuestas a la radiación solar directa y por efecto del calentamiento de los órganos de la planta.

Dificultades para ovopositar por temperatura de las hojas. Deshidratación por corrientes superficiales de aire caliente. Deshidratación por baja humedad del suelo y la planta. Limitaciones para desplazarse en busca del huésped por no existir lámina de agua. Daño mecánico por efecto directo de las corrientes de aire y agua. Acción de microorganismos secundarios por efecto de humedad excesiva. Deshidratación combinada con efecto físico de las corrientes fuertes de aire. Muerte por exceso de agua debido a inundación.

A nivel internacional existe un consenso que sugiere que el calentamiento del sistema climático es inequívoco, como evidencian ya los aumentos observados del promedio mundial de la temperatura del aire y del océano, el deshielo generalizado y el aumento del promedio mundial del nivel del mar, así como las variaciones de la cubierta terres-tre y de la radiación solar, que alteran el equilibrio energético del sistema climático, ele-mentos suficientes para estar alertas y tomar las decisiones pertinentes (IPCC, 2007), lo que sugiere la necesidad de realizar cambios en las tecnologías de manejo de plagas convencionales; es decir, transitar del enfoque de “defensa” y “protección” de cultivos, al manejo del sistema de producción (Vázquez, 2011c).

Vulnerabilidad de sistemas de cultivo

La vulnerabilidad de los sistemas de cultivo ante eventos extremos del cambio climáti-co se manifiesta directamente en sus diferentes componentes, lo que permite evaluar la sensibilidad con mayor precisión, a la vez que contribuye a la búsqueda de prác-ticas adaptativas; respecto a la ocurrencia de organismos nocivos, la sensibilidad no solamente se expresa en la calidad y efectividad de las intervenciones con productos

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fitosanitarios, sean químicos, biológicos u otros, sino en la relación entre la incidencia de dichos organismos y el manejo del suelo y el cultivo (tabla 1).

Un estudio reciente realizado en Cuba (Vázquez et al., 2012) nos permitió compro-bar que la mayor vulnerabilidad a la sequía se manifiesta en las fincas convencionales de agricultura y ganadería, mientras que la menor fue para los sistemas agroforestales de café en la montaña; en cambio, para los ciclones tropicales, se evaluaron como más vulnerables los sistemas de agricultura convencional y los menos vulnerables la gana-dería convencional (figura 3).

Estas evaluaciones se realizaron en ejercicios participativos, según consenso en la percepción de técnicos y agricultores, en que se consideraron criterios de sensibilidad que incluyen los que más se relacionan con el manejo de plagas, entre otros (tabla 1), donde se puede apreciar claramente la mayor vulnerabilidad de los sistemas conven-cionales; aunque, de manera general, aun dichos sistemas no están suficientemente

Tabla 1. Criterios de sensibilidad relativa utilizados para estudiar la vulnerabilidad* de losprincipales componentes de los sistemas de cultivo a efectos de sequía y ciclones tropicales.

Componentes Criterios para evaluar la sensibilidad

Suelo

Pérdida de propiedades físicas, químicas y biológicas (encharcamiento, calen-tamiento excesivo).

Pérdida de suelo (erosión hídrica por corrientes de agua).

Incremento de organismos nocivos (fitopatógenos y otros).

Dispersión de organismos nocivos (corrientes de agua).

Afectación de reguladores naturales (reducción del contenido de materia or-gánica).

Cultivo encrecimiento

Pérdida total de la planta (corrientes de aire y agua, encharcamiento, calor excesivo).

Incremento de organismos nocivos (estrés de la planta).

RiegoAfectación del sistema de riego (vientos y corrientes de agua).

Afectación de la calidad del riego (carencia de agua, exceso de calor).

Control deorganismosnocivos

Baja o nula efectividad de la aplicación (corrientes de aire).

Baja o nula efectividad de los productos, químicos o biológicos (exceso de ca-lor, exceso de humedad).

Rápida degradación (pérdida de efecto) de plaguicidas, químicos o biológicos (exceso de calor y humedad).

Afectación a los reguladores naturales (exceso de calor y humedad, efectos físicos de corrientes de aire y agua).

Cultivo encosecha

Pérdida de calidad de la cosecha (corrientes de aire, exceso de calor).

Pérdida de la cosecha (corrientes de aire y agua).

Pérdidas poscosecha por organismos nocivos (condiciones climatológicas).

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adaptados para la ocurrencia de estos eventos, pues manifiesten entre un 50-90% de vulnerabilidad, la cual es alta para los componentes suelo, cultivo en crecimiento, riego y control de plagas en áreas expuestas a sequía y el cultivo en crecimiento y cosecha en las expuestas a ciclones tropicales (figura 4).

Figura 3. Vulnerabilidad a la sequía (izquierda) y los ciclones tropicales (derecha) de diferentes sistemas de cultivo en Cuba (Vázquez et al., 2012). Para la evaluación de la vulnerabilidad de cada componente en los diferentes sistemas de cultivo y ganadería, se utilizó una escala que se basa en el nivel de afectación (sensibilidad según tabla 1), de acuerdo a la percepción que los participantes tienen a partir de sus experiencias cuando ocurren estos eventos en su territorio, la cual establece lo siguiente: Alta (más del 50%), media (entre 25 y 49%), baja (menos del 25%). Para calcular la vulnerabilidad, primero se obtenía el resultado en porcentaje de cada compo-nente; posteriormente, con el propósito de facilitar el análisis, se hizo una reclasificación según la vulnerabilidad, asignándole un valor numérico o índice de calificación de 1 (uno) a 3 (tres), representando el 1 a la situación más favorable (menos crítica) y el número 3 se le asignará a la situación menos favorable (más crítica), es decir entre mayor es el índice de calificación mayor es el grado de vulnerabilidad.

Alta Media Baja

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Figura 4. Distribución porcentual de la sensibilidad a la sequía (izquierda) y los ciclonestropicales (derecha) de los diferentes componentes en los sistemas de cultivo evaluados

(Vázquez et al., 2012).

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Cuando se analiza la vulnerabilidad a eventos extremos, no es suficiente con esti-mar los efectos sobre las pérdidas a cultivos y cosechas, sino que también hay afec-taciones a otros componentes del sistema de cultivo, cuyos impactos no siempre se aprecian de inmediato, pero que influyen en afectaciones posteriores, como es el caso de las pérdidas de suelo, afectaciones a los reguladores naturales, polinizadores y la biota del suelo, dispersión de organismos nocivos, entre otros menos perceptibles, que por supuesto es diferente para sistemas expuestos a sequía y ciclones tropicales u otros eventos.

Según Altieri y Nicholls (2009), la vulnerabilidad de los sistemas agrícolas a la ame-naza del cambio climático global ha causado preocupación entre los científicos, ya que los factores climáticos indispensables para el crecimiento de los cultivos, como son la precipitación y la temperatura, se verán severamente afectados e impactarán sobre la producción agrícola. El incremento en la intensidad de los ciclones tropicales causará daño en los cultivos de ecosistemas costeros, mientras que al subir el nivel del mar los acuíferos costeros se salinizarán. En zonas semiáridas se espera una mayor frecuencia y severidad de sequías y calor excesivo, condiciones que pueden limitar significativamen-te el crecimiento y rendimiento de los cultivos.

Prácticas adaptativas generadas yadoptadas por los agricultores

La adaptación de fincas para lograr resiliencia a eventos extremos, aunque puede ser un proceso que se base en el establecimiento de prácticas recomendadas por actores externos, indudablemente los propios agricultores son capaces de adaptar y generar diversidad de prácticas para el manejo de los sistemas de cultivo y de las fincas, lo que constituye una base tecnológica muy importante para desarrollar procesos de siste-matización de experiencias a nivel local, que permita reducir la vulnerabilidad, como se evidencia en un estudio que se realizó recientemente en Cuba por Vázquez et al., (2012), apreciándose prácticas generadas con diferentes propósitos, en que las relacio-nadas con la reducción de afectaciones por plagas y enfermedades son mayoritarias (tabla 2), lo que evidencia que estos problemas constituyen una preocupación de im-portancia.

Estos resultados también constituyen una evidencia de que la generación de prác-ticas adaptativas para reducir vulnerabilidad, debe enfocarse con diferentes propósitos y considerando los componentes de los sistemas de cultivo que son más vulnerables, en lo cual los principios agroecológicos en el manejo de sistemas agrícolas tienen una gran contribución.

El desafío ahora es cómo movilizar rápidamente este conocimiento de modo que pueda aplicarse en la restauración de áreas ya afectadas o para preparar aquellas áreas rurales con pronóstico de ser afectadas por el cambio climático. La consolidación de la investigación local y el desarrollo de capacidades para resolver problemas deben ser los focos principales de acción para enfrentar los retos del cambio climático (Altieri y Nicholls, 2009).

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Resiliencia fitosanitaria de fincascon peligro de eventos extremos

Transformación de los sistemas de producción. Se ha demostrado que esta es la es-cala donde se puede lograr una contribución significativa para reducir la vulnerabili-dad de la producción agropecuaria ante los efectos del cambio climático, sobre todo cuando se maneja sobre la base de los principios agroecológicos, en que no solamente se consideran los sistemas de cultivo y ganadería, sino todo el sistema de producción integralmente.

Respecto al manejo de organismos nocivos a los cultivos, la ganadería y los arbo-les (frutales y forestales) en las fincas, las prácticas para lograr la resiliencia que más se están documentando como efectivas se sustentan en el manejo agroecológico del sistema, precisamente porque el cambio de enfoque fitosanitario de actuar sobre las causas y no atacar las plaga directamente, también es compatible con las prácticas de

Tabla 2. Prácticas agroecológicas adaptativas adaptadas y generadas por agricultores en Cuba1.

1Resultados de un proceso participativo de sistematización de experiencias realizado en 12 sistemas agrícolas de Cuba. Septiembre-diciembre de 2012.

Propósitos Numerode prácticas

Sequía

Capturar, conservar y optimizar agua. 18

Mantener humedad en el suelo. 30

Reducir impacto sobre las propiedades del suelo. 23

Reducir efectos del exceso de radiaciones solares directas sobre los cultivos. 8

Reducir afectaciones por plagas y enfermedades. 31

Lograr eficiencia de las aplicaciones de plaguicidas (químicos, bioquímicosy biológicos) y las liberaciones de entomófagos. 17

Reducir efectos sobre las producciones antes de la cosecha. 12

Reducir efectos poscosecha. 15

Ciclones tropicales

Evitar o reducir afectaciones directas a los cultivos por vientos fuertes. 14

Evitar o reducir afectaciones directas a los cultivos por las corrientes de agua. 10

Reducir afectaciones en los cultivos por inundaciones. 4

Evitar o reducir pérdidas de cultivos en fase de fructificación cosecha. 2

Reducir o evitar efectos a la semilla y cosecha almacenadas en la finca. 8

Evitar o reducir pérdidas de suelo. 15

Reducir afectaciones por plagas y enfermedades. 25

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conservación del suelo, de la biodiversidad, del agua y las que minimizan las afecta-ciones físicas sobre los cultivos y animales ocasionadas por eventos extremos como ciclones tropicales, la sequía y otros (figura 5).

Según experiencias evaluadas en sistemas agrícolas de Cuba, las prácticas fitosa-nitarias para lograr la resiliencia de fincas se pueden agrupar en los componentes si-guientes (Vázquez, 2011a):

Manipulación de la diversidad florística. Principalmente la rotación de cultivos, los arreglos espacio-temporales de cultivos con integración animal (policultivos, agro-forestería, silvopastoriles, agrosilvopastoriles, fincas integrales), el manejo agroeco-lógico de arvenses, el manejo de la vegetación auxiliar (cerca viva, corredores eco-lógicos internos, arboledas o mini bosques, ambientes seminaturales).

Prácticas agronómicas fitosanitarias. Las prácticas de manejo y conservación del suelo y de manejo del cultivo que tienen efectos en la reducción de las poblaciones de organismos nocivos y el incremento de la diversidad y actividad de los regulado-res naturales.

Conservación y manejo de reguladores naturales. Entre las prácticas de mayor im-portancia están las regulaciones en el uso de plaguicidas sintéticos, la integración de control mediante métodos ecológicos, el fomento de reservorios de reguladores naturales, las crías rústicas de entomófagos en la finca, entre otras.

Control ecológico. La integración al manejo de la finca del control biológico, los preparados botánicos, los abonos orgánicos, la biofumigación, la solarización, las trampas de captura, entre otros métodos supresores de poblaciones de organismos nocivos.

Figura 5. Transición del manejo de plagas en la producción agropecuaria (Vázquez, 2011b).

Plaga

Finca

Control

Plaga-cultivo

Territorio

Manejointegrado de plagas (MIP)

Manejo agroecológico de plagas (MAP)

Manejo agroecológico del sistema de producción

Manejo agroecológicodel sistema agrícola

Nivel de actuación Actuar sobre las plagas Actuar sobre las causas

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Estas prácticas agroecológicas están sustentadas científicamente; sin embargo, a ni-vel local se han realizado procesos de innovación que han permitido la adaptación y generación de tecnologías específicas para diferentes condiciones edafoclimáticas y tecnológicas en las regiones del país, pues como expresara Shumba (1998), según las experiencias de países tradicionalmente afectados por estos eventos, las mejores alter-nativas para mitigar sus efectos son las generadas por los propios agricultores, consi-derando las condiciones locales y los conocimientos tradicionales, mediante procesos participativos bien conducidos, para lograr prácticas sostenibles y duraderas.

En particular para prevenir las afectaciones por eventos del cambio climático, los agricultores han desarrollado diversas experiencias locales (figura 6); así, según Machín

Figura 6. Diversificación de la agrobiodiversidad comoprácticas multiefectos para favorecer resiliencia de fincas.

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et al., (2010) para reducir el daño de los huracanes, los agricultores del Movimiento Agroecológico Campesino a Campesino (MACAC) en Cuba han tenido buenos resul-tados con las prácticas siguientes: (1) sembrar cortinas rompe vientos, (2) diversificar sistemas agrícolas, (3) intercalar cultivos, sobre todo con varios estratos o capas verti-cales, (4) utilizar variedades resistentes a inundaciones, (5) jugar con ciclos de cultivo y fechas de siembra, (6) almacenar estratégicamente todos los productos que se puedan, (7) sembrar la yuca y el boniato en cantero, (7) seleccionar variedades de porte bajo.

Según Altieri y Nicholls (2009), en muchas áreas del mundo los campesinos han desarrollado sistemas agrícolas adaptados a las condiciones locales que les permiten una producción continua necesaria para subsistir, a pesar de cultivar en ambientes marginales de tierra, con variabilidad climática no predecible y un uso muy bajo de insumos externos. Parte de este desempeño está relacionado con el alto nivel de agro-biodiversidad que caracteriza a los agroecosistemas tradicionales, lo cual tiene efectos positivos en el funcionamiento del agroecosistema. La diversificación es, por lo tanto, una estrategia importante para el manejo del riesgo de la producción en sistemas agrí-colas pequeños.

Esto refuerza lo expresado por Reid y Swiderska (2008) quienes consideran que la biodiversidad es clave en el proceso de adaptación del hombre al cambio climático, así como en el modo como los paisajes pueden absorber y guardar carbono de un modo efectivo y también en la manera como la vegetación y los ecosistemas pueden reducir los impactos adversos del cambio climático. Los sistemas tradicionales y las innovacio-nes de los campesinos están a la vanguardia en la adaptación al cambio climático.

También las prácticas agroecológicas de mitigación para reducir emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), mediante el empleo de cantidades limitadas o nulas de insumos agroquímicos, la mayor diversidad de especies agrícolas, el uso de prácticas saludables para los suelos, como la rotación y el intercalamiento de cultivos, así como la incorporación de materia orgánica a los suelos, no sólo disminuyen las emisiones, sino que contribuyen a conservar las propiedades físico-químicos del suelo y su función como reservorio natural de carbono (Vargas et al., 2011) a la vez que favorecen la resi-liencia de dichos sistemas, por lo que se puede afirmar que el enfoque agroecológico es de efectos múltiples en los programas de mitigación y adaptación al cambio climático.

Aun en sistemas agrícolas diversificados, como los policultivos de las fincas de cam-pesinos, las fincas integrales y los sistemas agroforestales de montaña, a pesar de que son menos vulnerables y han adoptado diversidad de prácticas adaptativas, aun no alcanzan más del 50% de resiliencia ante la sequía y los ciclones tropicales, lo que evi-dencia la necesidad de identificar con mayor precisión los componentes vulnerables y los cambios que se deben hacer en los sistemas de cultivo (figura 7).

Un ejemplo de esto lo ofrecieron Machín et al., (2010), quienes luego de entrevis-tar a varias familias productores después del paso del huracán Ike en 2008, lograron entender que la mayor resiliencia de los sistemas agroecológicos campesinos son el resultado de: (1) la resistencia física-biológica debida a la diversificación del sistema, (2) la compensación biológica o efecto de las medidas preventivas de saneamiento y podas, (3) la recuperación biológica por mayor diversidad de estratos vegetales, (4) la recuperación o resiliencia humana/campesina y su familia.

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Figura 7. Comparación de la resiliencia a sequía y ciclones tropicalesde los sistemas de cultivo evaluados (Vázquez et al., 2012).

Sequia Ciclón tropical

Organopónicos

Agroforestería Huertos intensivos

Fincas campesinas

Fincas convencionales

Ganadería convencional

50

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30

20

10

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Contribución de redes locales. En la localidad, cuyo alcance puede ser la comunidad rural, el pueblo y el municipio, se propician diversas redes de colaboración que tienen una contribución significativa a la resiliencia de los sistemas de producción, principal-mente por diversos servicios y productos que al ser ofrecidos en la zona, son de mejor acceso por parte de los agricultores.

Estos pueden ser diversos, en dependencia del desarrollo que se haya alcanzado en la localidad, como por ejemplo, los identificados en un estudio reciente realizado en sistemas agrícolas de Cuba, donde se pudo comprobar que los diferentes tipos de agricultores tienen acceso a servicios y productos que contribuyen a la sostenibilidad y resiliencia de sus fincas (figura 8). Entre ellos identificaron como de mayor contribución a la resiliencia de sus fincas los siguientes:

Sistemas de educación (institutos politécnicos agropecuarios), capacitación (escue-la provincial de capacitación), extensión (sistema de extensión agraria) e innovación (varias formas de institutos de investigaciones y universidades), consultoría y ase-soría fitosanitaria (estaciones de protección de plantas).

Servicio de análisis de suelos, análisis de residuos de plaguicidas, análisis de cali-dad de plaguicidas (químicos y biológicos), inspección y certificación de semillas, inspección técnica de maquinaria y equipos, análisis de la calidad de la leche, vete-rinarios, inseminación artificial, adiestramiento de animales para labores, herrería, talabartería, mantenimiento y reparación de equipos e implementos, entre otros.

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Sistemas de aviso del estado del tiempo y agrometeorológico, mapa de sequia, se-ñalización de plagas y enfermedades, entre otros.

Producción local de bioplaguicidas y entomófagos, biopreparados botánicos, abo-nos orgánicos, biofertilizantes e inoculantes, material de siembra (fincas de semi-llas, casas de posturas), aperos e implementos para labores y otros.

El desarrollo territorial, como nuevo paradigma socioecológico para la resiliencia de las comunidades rurales y urbanas, se considera el futuro del sistema de alimentación-salud sostenible, por tanto debe estar conectado en redes que favorezcan sinergismos económicos, ecológicos y tecnológicos, en contraste con el enfoque verticalista de la dependencia externa, principalmente en insumos, energía y tecnologías, mismas que se han ofrecido convencionalmente a través de cadenas productivas y paquetes tecno-lógicos, que colonizan el desarrollo de las comunidades humanas.

Precisamente la agroecología puede servir como paradigma directivo, ya que define, clasifica y estudia los sistemas agrícolas desde perspectivas ecológicas y so-cioeconómicas; además de proponer metodologías para diagnosticar la salud de di-chos sistemas y define los principios ecológicos necesarios para desarrollar sistemas de producción sostenibles dentro de marcos socioeconómicos específicos; por tanto el enfoque agroecológico se considera mas sensible a las complejidades de las agri-culturas locales, al ampliar los objetivos y criterios agrícolas para abarcar propie-dades de sustentabilidad, seguridad alimentaria, estabilidad biológica, conservación de los recursos naturales y equidad, junto con el objetivo de mayores producciones (Altieri, 2010).

Resiliencia fitosanitaria de fincas. La resiliencia fitosanitaria de la producción agrope-cuaria ante los efectos del cambio climático es diferente para los sistemas de cultivo y

Figura 8. Principales redes de colaboración externa que contribuyen a la resiliencia de fincas ante ciclones tropicales y sequía en los sistemas agrícolas de Cuba. 2012 (Vázquez et al., 2012).

Unidad de producción Municipio Provincia

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de producción, depende en gran medida de una serie de variables que determinan la capacidad integral de dichos sistemas de prevenir, avisar, diagnosticar, manejar y re-cuperarse de afectaciones por organismos nocivos favorecidos por eventos extremos, sean intrínsecas y externas del sistema, que en su conjunto se logran mediante proce-sos continuos de innovación local sobre bases agroecológicas.

De esta forma, además de la adaptación interna de los sistemas de cultivo y de producción, el desarrollo territorial y el reordenamiento biofísico del sistema agrícola constituyen dos ejes externos que son decisivos en el proceso para lograr la resiliencia de la producción agropecuaria, la que a su vez contribuye significativamente a la de los sistemas alimentarios y de salud local (figura 9).

Este enfoque sistémico en el proceso de lograr la resiliencia, tiene una gran contri-bución en la fitosanidad de los cultivos y la salud integral de los sistemas agrícolas, toda vez que se enmarca en los principios de la agroecología para transformar el manejo de plagas hacia el manejo del sistema de producción (Vázquez, 2011c), ya que como ex-presara Altieri (2010), el paradigma agroecológico provee un enfoque común y permite entender las relaciones entre las varias disciplinas y la unidad de estudio: el agroecosis-tema con todos sus componentes, lo cual es reforzado por Vandermeer (1989), quien concluye que la agroecología enfatiza las relaciones entre sus componentes y la diná-mica compleja de los procesos ecológicos.

Este enfoque es analizado por Pascal (2002) quien expresó que la situación de la escala, tanto en el espacio como en el tiempo, es básica en las discusiones existentes con respecto al cambio climático y la prevención y mitigación de desastres, y cómo estos pueden afectar los impactos del cambio climático y ambiental a escala global, regional y local. Sugiere que la mayor resiliencia frente al cambio climático dependerá de nuestra capacidad de integrar enfoques entre escalas. Varios ejemplos tomados de la experiencia del autor en América Central tratan de ilustrar el impacto acumulativo a

Figura 9. Síntesis de las relaciones territoriales necesarias para la resilienciade fincas ante el peligro de afectaciones por organismos nocivos que

se incrementan por efectos del cambio climático.

Servicios locales

Resilienciade fincas

Reordenamiento biofísico del sistema agrícola

Transformación delsistema de producción

Sistema de mercado biodiverso

Adaptación de sistemas de cultivo

Creación de capacidades en agricultores

Desarrollo territorial

Insumos locales

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pequeña escala, los eventos de baja magnitud y cómo estos se suman tanto en tiempo como en espacio para producir grandes desastres. Finalmente, propone un marco con-ceptual para mejorar nuestra comprensión de la interacción entre escalas y explotar estos enfoques para una adaptación más efectiva al cambio climático y la resiliencia a los peligros naturales.

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Construyendo resiliencia socio-ecológica en agroecosistemas: algunas consideraciones conceptuales y metodológicas

Miguel Ángel Altieri

Introducción

La amenaza del cambio climático global ha causado consternación entre científicos ya que la producción de cultivos se podría ver seriamente afectada al cambiar radicalmente los regímenes de temperaturas y lluvias, comprometiendo así la seguridad alimentaria tanto a nivel local como mundial. Aunque los efectos del cambio climático sobre los ren-dimientos agrícolas variaran de región a región, los efectos mas dramáticos se esperan en países en vías de desarrollo con climas desde áridos a húmedos (Easterling et al., 2007). Las amenazas incluyen inundaciones de zonas bajas, mayor frecuencia y severidad de sequías en áreas semiáridas, y temperaturas calurosas extremas en zonas templadas y mediterráneas, que pueden limitar el crecimiento y producción vegetal y animal.

Jones y Thornton (2003) predicen una reducción general de 10% en la producción de maíz para el año 2055 en África y Latino América, equivalente a pérdidas de $2 bi-llones de dólares al año, afectando a no menos de 40 millones de personas en América latina y en el África sub-Sahariana. Los autores argumentan que estas pérdidas se in-tensificaran con aumentos de temperatura y reducciones de precipitación. Los efectos sobre el bienestar de agricultores de subsistencia pueden ser dramáticos ya que solo la reducción de media a una tonelada de producción puede significar la diferencia entre vida y muerte (Rosenzweig y Hillel, 1998).

Si bien es cierto que muchas poblaciones indígenas y campesinas están particu-larmente expuestas a los impactos del cambio climático y son mas vulnerables dados sus estilos de vida ligado a recursos naturales en ecosistemas marginales, muchas de estas mismas poblaciones están activamente respondiendo a las condiciones climáti-cas cambiantes y han demostrado innovación y resiliencia frente al cambio climático. En realidad la mayoría de las estadísticas disponibles que predicen impactos climáti-cos sobre la agricultura campesina son aproximaciones muy burdas que no toman en cuenta la heterogeneidad de la agricultura campesina-indígena, ni la diversidad de estrategias que los campesinos han utilizado y aun utilizan para enfrentar las sequías, inundaciones, huracanes, etc. Quizás el hallazgo mas importante de los últimos años es la revelación de que muchos agricultores no solo lidian con la variación climática sino que de hecho se preparan para el cambio, minimizando la pérdida de rendimien-tos mediante el uso de una serie de técnicas tradicionales como el uso de variedades locales resistentes a la sequía o los extremos de humedad, cosecha de agua, policul-tivos, agroforestería, sistemas de conservación de suelos y otras (Altieri y Koohafkan, 2008). De hecho el conocimiento tradicional y las practicas indígenas de manejo de

Department of Environmental Science, Policy and Management. University of California, Berkeley.

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recursos son la base de la resiliencia de los agroecosistemas campesinos. Estrategias como mantener diversidad genética, usar policultivos, cosechar agua, conservar sue-los, etc. son estrategias de minimización de riesgo frente a climas inciertos. El uso diversificado del paisaje y el acceso a recursos múltiples incrementa la capacidad de campesinos de responder a la variabilidad y cambio ambiental. Estas estrategias es-tán ligadas a sistemas tradicionales de gobernancia y redes sociales que contribuyen a la habilidad colectiva para responder a la variabilidad climática incrementando así la resiliencia socio-ecológica de las comunidades.

Un desafío clave para los científicos es definir un marco conceptual y metodológico para poder descifrar los principios y mecanismos claves que explican la resiliencia de los sistemas diversificados, de manera de que estos puedan ser transmitidos a otros agricultores en cada región para que mejoren la capacidad de resistencia y de recupe-ración de sus fincas. Por esto la urgencia de la necesidad de desarrollar una metodo-logía que permita evaluar la capacidad de los agroecosistemas a resistir y recuperarse de los eventos climáticos severos, con especial énfasis en entender los procesos que explican la resiliencia socio-ecológica observada.

¿Que es la resiliencia socio-ecológica?

La resiliencia ha sido definida como la propiedad de un sistema de retener su estruc-tura organizativa y productividad después de una perturbación. En otras palabras es la capacidad de un sistema de absorber shocks, aunque también enfatiza la veloci-dad de recuperación de una disturbancia (Lin, 2011). Según esta definición entonces un agroecosistema podrá continuar proveyendo servicios vitales si es desafiado por una sequia severa o una tormenta que sobresatura el suelo. En agroecosistemas, la agrobiodiversidad provee un enlace entre stress y resiliencia porque una diversidad de organismos es clave para que los ecosistemas funcionen y provean servicios. Si un grupo funcional de especies, o un nivel trófico es removido puede causar que en un ecosistema cambie a un estado “menos deseado” afectando su capacidad de funcionar y prestar servicios. Las principales conexiones entre la diversidad en agroecosistemas y la resiliencia se pueden resumir de la siguiente manera (Vandermeer et al., 1998):

La biodiversidad incrementa la función del ecosistema pues diferentes especies jue-gan roles diferentes y ocupan nichos diversos

En general hay mas especies que funciones por lo que existe redundancia en los ecosistemas.

Son precisamente aquellos componentes que aparecen redundantes en un tiempo determinado, los que se tornan importantes cuando ocurre un cambio ambiental.

Lo clave aquí es entender que cuando ocurre cambio ambiental, son las redundancias del sistema las que permiten un funcionamiento continuo del mismo. De aquí la impor-tancia de las estrategias de diversificación en agroecosistemas. La diversidad se traduce en heterogeniedad ecológica lo que incrementa las opciones.

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Mucho se ha escrito sobre la importancia de la diversificación de agroecosistemas para reducir la incidencia de plagas y patógenos (Altieri y Nicholls, 2004) y para prote-ger cultivos de la variabilidad climática (Altieri y Koohafkan, 2008). Un gran número de estudios que analizan el comportamiento de la agricultura después de fuertes eventos climáticos, han puesto de manifiesto que la resistencia a los desastres climáticos está estrechamente relacionada con la biodiversidad presente en los sistemas productivos (Holt-Gimenez, 2002, Philpott et al., 2009, Rosset et al., 2011).

Debido a que estos sistemas no ocurren en un vacío social, sino que mas bien han sido el producto de un proceso co-evolutivo entre grupos étnicos interactuando con la naturaleza, la resiliencia ecológica observada esta íntimamente ligada a la resiliencia social, que es la habilidad de las comunidades de generar su infraestructura social que soporte shocks externos. Hay una clara relación entre resiliencia social y ecológica, particularmente en grupos o comunidades que dependen directamente de recursos ambientales para su sobrevivencia. Lo que no esta claro es si ecosistemas resilientes son conducentes a comunidades resilientes o viceversa (Walker et al., 2002).

Una dificultad fundamental para definir o manejar la resiliencia socio-ecológica es su gran complejidad y la dificultad e incertidumbre de realizar cualquier tipo de pro-nóstico sobre cambios inmediatos o futuros. Esto se debe a que el cambio climático es impredecible y cambia en forma no linear. Incluso el sistema puede cambiar mas rápido de lo predicho, especialmente en períodos de transición. Dados estos limites en nuestro entendimiento, la agroecología se enfoca mas en la necesidad de aprender a vivir en o con sistemas cambiantes mas que en “controlarlos”. Por eso que en tiempos de crisis, de rompimiento o reorganización, el manejo debe enfocarse hacia la cons-trucción de la resiliencia tomando en cuenta diez principios de diseño agroecológico (Altieri, 2002, Martin et al., 2010):

1. Los procesos ecológicos en los agroecosistemas exhiben dimensiones espaciales y temporales de tiempo y espacio, las cuales se deben tomar en cuenta para los planes de manejo ambiental

2. La estructura y función del agroecosistema están determinada por los componen-tes de biodiversidad y sus interacciones.

3. La estabilidad no esta solo relacionada al número de especies presentes sino mas bien a las conexiones funcionales entre estas.

4. En general mientras mas diversos los agroecosistemas, estos tienden a ser mas es-tables y mas resilientes. La biodiversidad se debe mantener o promover para man-tener la capacidad de autorregulación de los agroecosistemas.

5. Los agroecosistemas diversos exhiben capacidades homeostáticas que “suavizan” los efectos de variables externas cambiantes.

6. Todos los componentes bióticos y abióticos del agroecosistema están conectados y forman una red. Dado que los procesos físicos y biológicos son interactivos, es im-portante determinar las interacciones en el agroecosistema y saber interpretarlas para su optimización.

7. La energía solar es el motor del ecosistema a través del proceso fotosintético de las plantas. Todos los niveles tróficos del agroecosistema (herbívoros, preda-

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dores y descomponedores) se organizan y dependen del nivel trófico primario y mientras mas compleja la vegetación, mas complejos son los niveles tróficos asociados.

8. Los ecosistemas tienden hacia la complejidad y la entropía, por lo que los diseños agroecológicos debieran acompañar a la naturaleza en su tendencia hacia la com-plejidad.

9. Todo agroecosistema tiene una historia de desarrollo ecológico que influencia su estado actual. Mientras mas degradado y artficializado este el sistema, mas difícil y largo será el proceso de transición agroecológica.

10. Los agroecosistemas son parte de un paisaje mas amplio. Agorecosistemas insertos en una matriz ambiental mas compleja son mas resilientes. Los ecotonos son zonas tampón y de transición, y son tan importantes para los ecosistemas, como lo son las membranas para las células.

Dado que los agroecosistemas son el producto de una co-evolucion social-ecológica, estos principios agroecológicos se complementan con otros tres principios sociales cla-ves (Adger, 2000):

La capacidad de construir resiliencia en un agroecosistema depende del contexto socio-cultural (nivel de organización, gobernancia, conocimiento tradicional, etc.) que lo nutre y de la capacidad de reaccionar, movilizarse y de adaptarse de los gru-pos humanos que los manejan.

Un sistema socio-ecológico vulnerable ha perdido su resiliencia, lo que a su vez implica una pérdida de la capacidad de responder y adaptarse. Los agroecosiste-mas son mas vulnerables en sus límites geográficos y cuando los grupos humanos carecen de armonía social y su identidad cultural se ha erosionado.

La “adaptabilidad” es la capacidad de las comunidades de construir resiliencia a través de acciones colectivas. “Transformabilidad” es la capacidad de las co-munidades de crear nuevos sistemas socio-ecológicos cuando las condiciones ambientales, socio-económicas o políticas son criticas. De aquí el énfasis de la agroecología de crear nuevos sistemas agrícolas y alimentarios con una nueva base productiva y social.

Definición de un modelo conceptual de vulnerabilidad

La vulnerabilidad se puede definir como la posibilidad o inminencia de pérdida de bio-diversidad, recursos (suelo, agua) o productividad de un agroecosistema o de sus carac-terísticas socio-culturales claves frente a un proceso amenazante ocurrente o inminen-te. Wilson et al., (2005) describen tres dimensiones de la vulnerabilidad:

Exposición (o riesgo): es la probabilidad de un procesos amenazante de afectar un área por un período específico de tiempo. La predisposición o sensibilidad de un área a la amenaza es un componente de le exposición.

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Intensidad: incluye la magnitud, intensidad y frecuencia del proceso amenazante (evento climático extremo)

Impacto: se refiere a los efectos del proceso amenazante sobre características par-ticulares como efectos sobre abundancia o persistencia de ciertas especies, calidad del suelo, rendimientos, etc. En general el impacto de un proceso amenazante so-bre características del sistema están determinados por la intensidad y la sensibili-dad de este.

El riesgo resultante será un producto de la relación entre amenaza, vulnerabilidad y capacidad de respuesta como lo describe la siguiente ecuación:

Riesgo= Amenaza + vulnerabilidad

_____________________

Capacidad de respuesta

Donde,El “Riesgo” se entiende como cualquier fenómeno de origen natural (huracán, sequía, inundación, entre otros) que signifique un cambio en el medio ambiente que ocupa una comunidad determinada de productores, que sea expuesto a ese fenómeno.

La “vulnerabilidad” denota la incapacidad de una comunidad de productores para “ab-sorber”, mediante el autoajuste, los efectos de un determinado cambio en su medio ambiente, o sea su “inflexibilidad” o incapacidad para adaptarse a ese cambio, que para la comunidad de productores constituye un riesgo. La vulnerabilidad determina la inten-sidad de los daños que produzca la ocurrencia efectiva del riesgo sobre la comunidad.

La “Amenaza” (para una comunidad de productores) se considera como la probabi-lidad de que ocurra un riesgo (intensidad, frecuencia) frente al cual esa comunidad particular y sus fincas es vulnerable.

En resumen, el que un evento o fenómeno se considere o no riesgo, dependerá de que el lugar en donde se manifieste esté ocupado o no por una comunidad vulnerable al mismo. El que se considere o no amenaza, dependerá del grado de probabilidad de su ocurrencia en esa comunidad. Y el que se convierta o no en desastre, dependerá de la magnitud real con que efectivamente se manifieste el fenómeno, y del nivel de vulnerabilidad de la comunidad. La vulnerabilidad sin embargo puede ser reducida por la “capacidad de respuesta” definida como los atributos de las fincas y las estrategias y manejos que usan los productores para reducir los riesgos de eventos climáticos y para resistir y recuperarse de los daños causados por dichos eventos. Adaptación se define como los ajustes que hacen los agricultores para reducir los riesgos. La capaci-dad de los agricultores de adaptarse es basa en sus reservas individuales o colectivas de capital humano, lo que incluye atributos como conocimiento tradicional, destrezas y habilidades generales.

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No es probable que los agricultores tomen decisiones adaptativas solo en respuesta a amenazas climáticas; estas decisiones se hacen generalmente en respuesta a una multiplicidad de factores, ya que los riesgos climáticos ocurren dentro de una marco mas amplio de condiciones e influencias:

Influencias socio-culturales: dinámica y demografía de la comunidad, niveles de educación, salud, oportunidades e historia.

Influencias político–económicas: precios de productos e insumos, apoyo institucio-nal (investigación, extensión, crédito, mercados, etc.) , políticas agrícolas, etc.

Influencias ambientales: presión de plagas y enfermedades cuyas dinámicas cam-bian producto del cambio climático, y otras.

Influencias tecnológicas: disponibilidad de biomasa, material orgánica, semillas adaptadas, etc.

Dependiendo de la confluencia y magnitud de estas influencias, la percepción del ries-go y las capacidades de respuesta de los agricultores, se podrán detectar diferentes niveles de resiliencia entre los varios productores de una región (figura 1).

Figura 1. Marco de estrategia adaptativa a nivel de finca o una comunidad a riesgosclimáticos percibidos y congruentes con una serie de influencias externas que

condicionan el nivel de vulnerabilidad y capacidad de respuesta.

Influenciassocio-culturales

Influenciaspolítico-económicas

Influenciasambientales

Influenciastecnológicas

Capacidad adaptativa y de respuesta

Respuesta a nivel de agroecosistema y comunidad

Percepcióndel riesgo

Estrategiasagroecológicas

Redes socialesde accióncolectiva

Cohesiónsocial

Conservación de recursosnaturales

Utilización ypreservación de agrodiversidad

Soberaníaalimentaria

Factores conducentes de riesgo(Globalización, deforestación, erosión, escasez de agua, conflictos sociales, etc.)

Evento climáticosequías, huracanes, inundaciones, etc.

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Estrategias para incrementarla resiliencia de agroecosistemas

Para poder proteger los sistemas de vida de los agricultores de una zona determinada es necesario identificar los factores que incrementan el riesgo, pero mas importante construir resiliencia de los sistemas productivos. Dada la interconexión entre el am-biente, los recursos naturales, las amenazas naturales y la seguridad alimentaria, se hace necesario reducir la vulnerabilidad mediante la adopción de estrategias de ma-nejo sustentable de recursos naturales como suelo, agua y bosques, mejorando así la matriz ambiental circundante. Cuencas saludables y revegetadas son mas resilientes, y protegen contra derrumbes, erosión, inundaciones, etc. Simultáneamente será necesa-rio la implementación de prácticas agroecológicas para estabilizar los agroecosistemas incluyendo diversificación de cultivos, conservación de suelos, cosecha de aguas lluvia y restauración de tierras degradadas (figura 2). La idea es lograr diseñar agroecosiste-mas rodeados de un paisaje mas complejo, con sistemas productivos diversificados y suelos cubiertos y ricos en materia orgánica, pues estos serán mas resilientes (figura 3).

Así, en el caso de zonas afectadas por sequias, se esperaría que los agroecosistemas mas resilientes tendrían los siguientes rasgos, tabla 1:

El objetivo general del proyecto REDAGRES (www.redagres.org) es identificar sis-temas agrícolas campesinos en zonas determinadas en varios países y descifrar los mecanismos (estrategias de organización, manejos, entre otros) mediante los cuales los productores han sido capaces de enfrentar, resistir y hasta recuperarse de eventos climáticos extremos. Una tarea que enfrentan los investigadores es identificar y valorar comparativamente, de manera preliminar (sondeo) y en conjunto con los productores

Figura 2. Estrategia para construir resiliencia en una comunidad agrícola basada enprácticas agroecológicas y una gestión mas amplia de manejo de recursos naturales

Prácticas agroecológicas

Producciónde cultivos

• Mezclas de variedades.• Policultivos.• Agroforestería.• Cultivos de cobertura.• Manejo orgánico

de suelos.• Ajuste de calendario de cultivos, entre

otros.• Variedades tolerantes.

Producciónanimal

• Refugios animales.• Reservas alimentarias

estratégicas.• Pastoreo rotativo.• Selección de razas adaptadas.• Sistemas silvopastoriles.• Conservación de forrajes.

Suelo• Restauración de tierras degradas.• Conservación de suelos.• Drenajes para evitar

inundaciones.• Asegurar tenencia de la tierra y recursos.

Agua• Cosecha de agua.• Mejorar la capacidad de retención de humedad en el suelo.• Riegos eficientes.• Recarga de agua subterránea.

Bosques• Reforestación con especies nativas y/o adaptadas.• Agroforestería.• Quemas dirigidas.• Hornos eficientes y

alternativas energéticas

a la leña.

Manejo de recursos naturales

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Figura 3. Factores ecológicos a nivel de paisaje, diversidad vegetacionaly calidad del suelo que condicionan la resiliencia de un agroecosistema.

Tabla 1. Rasgos de agroecosistemas resilientes en zonas afectadas por sequía.

Resiliencia del agroecosistema

Diversidad vegetal Manejo de suelo y aguaComplejidad del paisaje circundante

Sistemasagroforestales Policultivos

Diversidadgenética

Integraciónanimal

Materiaorgánica

Coberturade suelo

Cosechade agua

Eventoclimáticoextremo

Presencia de bosques alrededor de los campos. Presencia de acuíferos o cuerpos de agua cercanos. Siembras tempranas o tardías para escapar sequías. Sistemas de labranza para la sequía (dry farming). Uso de cultivos tolerantes ( p.ej. sorgo y otros). Uso de variedades locales tolerantes. Uso de policultivos o sistemas agroforestales. Uso de coberturas de suelo, arrope, mulch. Prácticas de cosecha de agua. Practicas de conservación de agua. Cercas vivas para minimizar vientos desecantes. Manejo y uso de malezas comestibles. Practicas para incrementar materia orgánica del suelo. Sistemas especiales de almacenamiento de alimentos Autoconsumo (mas del 70% de alimentos producidos en la finca).

locales, las principales características ecosistémicas y socio culturales de sistemas agra-rios que exhiban resiliencia a cambios climáticos adversos y explicar los mecanismos de resiliencia, así como y las interrelaciones que facilitan su adopción por otros agriculto-res, en condiciones ambientales diferentes en zonas seleccionadas en los siete países latinoamericanos participantes.

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En cada zona seleccionada los investigadores junto a agricultores participantes se embarcaran en un proceso de investigación participativa que inicialmente trataran de responder las siguientes preguntas:

1. ¿Cuáles son las principales características geomorfológicas, de suelo, agua, clima y vegetación del paisaje y las fincas incluidas en particular la configuración espacial y temporal de cultivos y los manejos de las fincas seleccionadas en cada zona que las tornan vulnerables o resistentes a extremos climáticos? Que tipos de fincas do-minan y sus niveles de sensibilidad a perturbaciones externas? Hay sistemas que se destacan por ser muy vulnerables, y otros resilientes?

2. ¿Qué eventos climáticos extremos se han presentado (magnitud, frecuencia, du-ración) o se presentan en la zona de estudio? Cuales son las percepciones de los agricultores de estos riesgos climáticos?

3. ¿Cuáles son las prácticas agropecuarias dirigidas a resistir, contrarrestar y/o repo-nerse de los posibles cambios climáticos en la zona que se implementan en las fincas seleccionadas? Que estrategias de adaptación usan los agricultores (al corto y largo plazo), porque las adoptan y cual es su efectividad? Que factores influencian el nivel de adopción de estrategias de adaptación?

4. ¿Qué variables socio-culturales (capital humano y social de la familia, niveles de organización, redes de solidaridad, etc.) potencian, limitan o explican la resiliencia de los sistemas estudiados?

En resumen para abordar estas preguntas se precisa seguir una serie de etapas:

1. Identificación de shocks climáticos dentro de un período de tiempo de nos menos de 10 años, incluyendo una descripción de condiciones socio-económicas relevantes .

2. Determinación de las respuestas (exitosas o no) de agricultores al cambio climático. Que indican la variedad de respuestas? Que factores (económicos, demográficos, especialización productiva, etc.) reducen la diversidad de respuestas? Existen pre-siones económicas acopladas a incentivos errados que estimulan respuestas que incrementan la exposición a la variabilidad climática? Esto implica realizar estudios socio-ecológicos en los sistemas seleccionados en cada región, de manera de elu-cidar las características agroecológicas de estos sistemas y las estrategias sociales y ecológicas utilizadas por los agricultores, que les permitieron resistir y/o recuperar-se de los estragos de sequías, inundaciones o tormentas.

3. Determinar las lecciones que se derivan de estas respuestas que llevan a incremen-tar la resiliencia. Que principios gobiernan los sistemas menos vulnerables?

4. Identificar los tipos de capitales (humanos, sociales, naturales y financieros) inver-tidos en la construcción de resiliencia. Explorar si existen ventajas económicas de largo plazo de las estrategias constructoras de resiliencia asociadas con los benefi-cios ecosistémicos derivados de las practicas agroecológicas adaptativas.

5. Determinar los prerrequisitos para construir resiliencia, actitudes y valores de los actores, estímulos institucionales y de mercado, niveles de organización social in-cluyendo redes de apoyo mutuo, etc.

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Conclusiones

Es obvio que en una región existirá una diversidad de respuestas por parte de agricul-tores al estrés climático- algunas resilientes y otras no. Es importante reconocer que las vulnerabilidades y las respuestas adaptativas no son solo al cambio climático, sino a un numero de factores socio-económicos, ambientales y tecnológicos. Por lo tanto la diversidad de respuestas es a una multitud de factores, sin embargo estas represen-tan opciones para lidiar con la variabilidad climática futura. La clave es descifrar los principios y procesos que gobiernan aquellas fincas en que los agricultores han usado practicas adaptativas exitosas.

La selección de criterios e indicadores para medir la resiliencia será clave de manera de poder interpretar de manera objetiva la realidad, ya que por ejemplo la adopción de mulching puede interpretarse como una práctica adaptativa a la sequia, pero a la vez en esa misma zona los agricultores removieron los cortavientos anulando en gran parte el efecto del mulch.

Muchas veces las practicas de adaptación de largo plazo son inhibidas por presio-nes económicas o migración de jóvenes. Bajos precios por productos y el incremento en el envejecimiento y la feminización en las zonas rurales reducen los incentivos para modificar las practicas que favorezcan la resiliencia y los servicios ecológicos. Además, muchas estrategias de respuesta son adoptadas por razones económicas de corto plazo y no necesariamente como el producto de un pensamiento holístico para incrementar la resiliencia (Smith y Olesen, 2010).

La resiliencia es un tema de activa investigación en agroecología. Sin embargo es importante posicionar esta investigacion, dentro de un contexto mas amplio y como parte de una agenda de soberanía alimentaria. De otra manera los estudios se enfoca-ran solamente en evaluar la sensibilidad de varios atributos agronómicos y biofísicos de los sistemas de cultivo, dejando de lado los aspectos socio-económicos tan importantes para una estrategia de soberanía alimentaria y anti-pobreza rural. No hay que olvidar que la vulnerabilidad no esta determinada tanto por la magnitud del stress ambiental, sino mas bien por la capacidad social de lidiar y/o recuperarse del cambio ambiental.

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“Modernización” de sistemas agricolas tradicionales, agrobiodiversidad y riesgo. Un análisis agroecológico

a partir de la realidad e historia de los mapuche de Chile.

René Montalba

Introducción

Gran parte de la población rural indígena de Chile (principalmente mapuche) se en-cuentra en estado de pobreza o de extrema pobreza (material). Dada esta difícil situa-ción, desde los organismos gubernamentales encargados del desarrollo indígena y del desarrollo agropecuario (CONADI y INDAP respectivamente), se continúa considerando (y generando políticas e instrumentos en función a) que la solución a estos problemas pasa por lograr un aumento de la productividad y calidad de la producción, mediante la modernización de sus sistemas económico-productivos. Generalmente esta “moder-nización” se refiere al reemplazo de sus “anticuadas” prácticas productivas, tecnología agrícola y variedades de los cultivos, por aquellas que se utilizan en los sistemas agrí-colas más tecnificados, además del cambio de orientación económica hacia el merca-do, preferentemente de exportación. A la luz de los resultados obtenidos en múltiples lugares del globo, esta solución presentaría una serie de cuestionamientos tanto de carácter técnico, ecológico y socio cultural, dentro de los cuales se incluye además la generación de problemas y efectos indeterminados e impredecibles. Destacarían den-tro de estos efectos el incremento del riesgo ambiental y la pérdida de resiliencia de los agroecosistemas, lo cual resulta de alta relevancia si consideramos el actual contexto de cambio climático.

Entendiendo que tanto la problemática como la “solución” propuesta desde los organismos de desarrollo corresponde a una situación común a muchos países de Lati-noamérica, en el presente trabajo se realiza un análisis del proceso de interacción entre sistemas agrícolas tradicionales (mapuche) y los “modernos”. Particularmente se anali-zan en retrospectiva las formas en que han sido incorporadas la lógica y las prácticas de la agricultura industrializada (“modernización”) a los sistemas campesinos e indígenas, así como también algunos de los principales efectos de esta transformación. A modo de hacer más concreto y comprensible el proceso, pero sin ánimo de reduccionismo, será utilizado como “hilo conductor” un cultivo que pese a no ser originario de América (adoptado tempranamente por los mapuche entre 1560-1600) es reconocido actual-mente como parte fundamental de la cultura mapuche: el trigo. Del mismo modo, son complemetados fuentes de información secundaria, tanto de tipo histórica como esta-dísticas regionales, con resultados propios de investigación realizados en comunidades mapuche de la Región de La Araucanía.

Departamento de Ciencias Agronómicas y Recursos Naturales e Instituto del Medio Ambiente y Sustentabilidad, Universidad de La Frontera. Casilla 54-D, Temuco. Chile. [email protected]

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Modernización de la agricultura,erosión genética y homogenización cultural

Bajo el concepto de “agricultura tradicional” (o pre-científica) podemos agrupar a aquellos tipos de agricultura o sistemas agrícolas que tanto en su desarrollo como en su funcionamiento no responden a la lógica científica y económico-mercantilista de los sistemas “modernos”, sino que más bien obedecen a concepciones de hombre y naturaleza diversos, que se han originado y desarrollado a través del tiempo mediante múltiples relaciones entre los diferentes grupos y el medio que habitan. De este modo, en la agricultura tradicional, el desarrollo de sus sistemas es el resultado de una coevo-lución, en el sentido de evolución integrada, entre cultura y medio ambiente (Sevilla Guzmán y González de Molina, 1990). Esta se ha beneficiado de siglos de evolución cultural y biológica, a través de la cual se ha adaptado a las condiciones locales. Así, los agricultores han creado y/o heredado sistemas complejos de agricultura que, du-rante siglos, los han ayudado a satisfacer sus necesidades de subsistencia, incluso bajo condiciones ambientales muy adversas (Altieri, 1999). Este proceso ha contribuido al origen de diversas culturas en interacción con medios ambientes también diversos, en los cuales, y por medio de la estrecha relación entre los agricultores y la naturaleza, el hombre ha desarrollado un vasto conocimiento de las distintas especies naturales y sus ecosistemas, domesticando una gran diversidad de especies y variedades de estas.

Los precedentes más directos de la globalización de los sistemas agrícolas, median-te la aplicación de la ciencia y la tecnología, los podemos encontrar en la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, los mayores avances y cambios se lograron con poste-rioridad a la Segunda Guerra Mundial, al converger un nuevo conjunto de innovaciones científico-tecnológico con la consolidación de ideologías político-económicas (Pujol, 1998). Esto permitió la introducción a la agricultura de los “esquemas racionales” que el negocio de la industria había seguido (Toledo, 1993; Sevilla Guzmán y López Calvo, 1994). Continuando con esta lógica, la aproximación neoclásica de desarrollo agrícola llama a la retirada de los estados de la interferencia en la gobernanza del mercado en los sistemas de producción (Friedman, 1998). De esta forma, el modelo “liberal-productivista” promueve la liberalización del mercado y una racionalización de los mé-todos de producción y comercio, reduciendo ineficiencias y maximizando los retornos económicos de las actividades agrícolas. Parte de estas ineficiencias se asocian a la diversidad biológica y cultural (Basley, 2003).

Pese a que en los sistemas tradicionales la diversidad agraria se había incrementado hasta fechas relativamente recientes de la historia humana (Guzmán et al., 2000), la incorporación de las nuevas “variedades mejoradas” a los diversos países y la adopción de estas por parte de los agricultores, ha desplazado a las variedades tradicionales. Este masivo desplazamiento de una gran cantidad de variedades tradicionales por un número reducido de variedades mejoradas y la adopción de las tecnologías asociadas, ha provocado una gran homogeneización de los sistemas agrícolas. Es así como entre las vastas consecuencias ambientales y sociales de la modernización de la agricultu-ra podemos encontrar un fuerte proceso de uniformidad y erosión genética. Como muestra de esto podemos considerar el hecho de que seis híbridos de maíz conforman

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más del 70% del cultivo mundial de esta especie (Gliesman, 1997). Así también en Chile donde se encuentra uno de los centros de origen de la papa, el cultivo de esta se encuentra dominado por tres variedades, de las cuales una representa el 80% de la superficie cultivada (Contreras, 1987). De unas 330.000 variedades diferenciadas de arroz que se cultivaban hace 50 años en la India, en 1987 se proyectaba que para el año 2000 solo quedarían 50 (RAFI, 1987). Una sola variedad de arroz llamada IR-36 se ex-tiende sobre más del 60% de las tierras arroceras del sudeste de Asia donde, hace tan solo unos pocos años, eran comunes millares de variedades tradicionales. En oriente medio, las cebadas “Beecher” y “OP25” han acaparado más de la mitad de la cosecha, mientras que el Mexipak y el Sonalika han destruido el caleidoscopio de los trigos y suponen ahora el 70% de la cosecha (RAFI, 1997). Por otro lado, en los mismos países “desarrollados”, en el transcurso de unas cuantas décadas, la creación de variedades altamente productivas y su masiva adopción borró casi completamente la pequeña diversidad que poseían (Altieri, 1999).

Algunos ejemplos de los riesgos ecológicos y sociales relacionados con la pérdida de la agrobiodiversidad en los sistemas agrícolas se puede comprobar en diversos estu-dios. La variedad de arroz (desarrollada en 1960) llamada IR-8 fue ampliamente exten-dida en Asia debido a sus altos rendimientos, desplazando y produciendo la desapari-ción una gran cantidad de razas locales. A mediano plazo, el surgimiento de complejos de enfermedades y la mayor incidencia de plagas, produjo que sus rendimientos caye-ran a un nivel que hacían inviable su cultivo. Pese a esto los agricultores no pudieron regresar a sus variedades tradicionales ya que las habían perdido, generando graves problemas sociales (Perlas, 1995). Epidemias de roya en el trigo en Suiza en 1960, debi-do al uso generalizado de la variedad “Probus” y más recientemente en Turquía y otras partes de Asia occidental, tras la reducción de la diversidad de variedades de trigo des-de “Revolución Verde” (Bardsley, 2003). El impacto social de los déficit de producción local como resultado de la uniformidad genética puede ser considerablemente mayor en los márgenes de los países en desarrollo. En la periferia extrema, las pérdidas de cosecha producen degradación ecológica, la pobreza, e incluso el hambre. Los agroeco-sistemas y los materiales genéticos locales suelen poseer altos niveles de tolerancia a condiciones sociales y ambientales cambiantes, razón por la cual se han convertido en valiosos “bancos” de agrobiodiversidad (Altieri, 1999). Este elemento resulta ser muy requerido al momento de buscar nuevas características en plantas cultivadas que so-lucionen problemas de la agricultura moderna o que proporcionen características de-seadas en “nuevas variedades”. La importancia de esta agrodiversidad local es tal que muchos de los cultivos normales del norte no podrían ser cosechados si no fueran por las inyecciones de “nuevos” genes procedentes del cultivo original (Hobbelink, 1992).

La adquisición y pérdida de la agrobiodiversidad es comúnmente presentado como un problema ambiental, sin embargo, las causas subyacentes se relacionarían fuertemente con factores sociales, económicos y políticos (Rana et al., 2007).Traba-jando en México, Turquía y Perú, Brush (1995) identificó factores socioeconómicos como: fragmentación de la tierra, crecimiento en ambientes marginales, condiciones de imperfección de mercados, identidad cultural y preferencias por la diversidad, incidirían positivamente en la agrodiversidad predial. Por su parte, Cromwell y van

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Oosterhout (2000) encontraron en Zimbawe que predios de mayor tamaño, valora-ción del cultivo por parte de la familia, y edad relativa del agricultor, contribuían po-sitivamente con la diversidad de cultivos y variedades. El uso de múltiples variedades son utilizadas en los predios con el fin de satisfacer diferentes necesidades (Bellon, 1996). La decisión de los agricultores en relación al uso de diversas variedades de cultivos sería, principalmente, gobernada por sus propósitos de uso, requerimientos de sustento y seguridad alimentaria (Campillan, 2002). Otros estudios han enfatizado la necesidad de entender los vínculos entre diversidad cultural y agrodiversidad (Ne-gash y Niehof, 2004; Soleri y Claveland, 1993). Por ejemplo, algunas variedades tra-dicionales poseen un valor de uso cultural y religioso; de ese modo la conservación de la agrodiversidad estaría íntimamente relacionada con la conservación de culturas nativas (González, 2000).

Cambios, adaptación y cambio climático:una aproximación al caso de estudio

La Región de la Araucanía, ubicada a 700 km al sur de Santiago, corresponde al últi-mo territorio en ser anexado al Estado de Chile, siendo en la práctica dominado por los mapuche hasta avanzado el siglo XVIII (Bengoa, 1991; Guevara, 1898). Previo al contacto europeo, los mapuche se habrían encontrado en un estado de desarrollo protoagrario, en el cual realizaban agricultura en espacios reducidos (principalmente claros de bosque) utilizando varias especies autóctonas (como papas, ají, quinoa, dahue, maíz, porotos y pallares) de las cuales, de acuerdo a relatos de la época, se cree que poseían una amplia diversidad “varietal” (Guevara, 1898; Cona, 1973). Al parecer, esta agrodiversidad habría estado asociada a la propia diversidad cultural mapuche (huenteche, nalche, lafquenche, huilliche y pewenche) y su vinculación a la ubicación geográfica con características agroecológicas claramente diferenciadas (Montalba, 2001; Montalba 2002; Rouanet et al., 1988). Desde el inicio del contacto, los mapuche adquirieron rápidamente los cultivos traídos desde Europa, destacando entre ellos el trigo, cebada, avena y algunos frutales como los cerezos y el manza-no (Guevara, 1898). Debido al intenso intercambio entre los mapuche y la sociedad mestizo-criolla del Norte, estos habrían adquirido una notable diversidad de “varie-dades” de estas especies (Montalba, 2004).

A partir de la derrota político-militar de los mapuches en 1881, el territorio de La Araucanía pasa a formar parte del territorio Chileno y por tanto a regirse por las lógicas uso-manejo-explotación de recursos naturales dictada por los gobiernos de turno. Los mapuche fueron relegados a “deducciones indígenas” de escasas superficies y bajo potencial productivo. La gran mayoría de las tierras se asignaron a militares que par-ticiparon en la “guerra de pasificación”, colonos chilenos y extranjeros, y las restantes fueron rematadas a mejor postor. Esto marca una intenso ciclo extractivo de recursos naturales y degradación ambiental, destacando el hecho de que en un período menor a 20 años más de 800.000 hectáreas de bosque fueron quemados para su utilización agrícola y ganadera (Montalba, 2004).

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La Araucanía se ha caracterizado históricamente por la abundancia hídrica derivada principalmente de los altos niveles de pluviosidad, la concentración de importantes sistemas hidrológicos conformados por grandes cuencas hidrográficas, sistemas freá-ticos y lacustres. Sin embargo, la deforestación del territorio, el reemplazo del bosque nativo por monocultivo de cereales (primera mitad del siglo XX), y posteriormente, el desarrollo de un modelo forestal basado en monocultivo de pinos y eucaliptus (1970 a la fecha), ha impactado en la región de la Araucanía generando alteraciones graves en la disponibilidad de agua, incluidas numerosas zonas que a principios del 1900 se catalogaban como humedales y actualmente se encuentran en avanzado proceso de desertificación a consecuencia de la deforestación, lo cual ha impactado fuertemente a la población local y en particular a las comunidades mapuche (Peralta, Celis y Bragg 1996, Montalba, 2004; Montalba, Carrasco y Araya, 2006).

En un nuevo escenario de cambio, diversos estudios de tipo retrospectivo así como predictivos evidencian el impacto del proceso de cambio climático en Chile y La Araucanía. Estos estudios coinciden en la apreciación de que en general se presen-tarían cambios en las medias térmicas (aumento) y en los regímenes pluviométricos (reducción) (CEPAL, 2009, CONAMA, 2006). De esta forma se prevé un desplazamien-to desde la zona centro-norte a la centro-sur del país de actividades económicas intensivas en uso de agua, como la fruticultura con fines de exportación. En la actua-lidad este proceso resulta evidente en La Araucanía, observándose un incremento exponencial de huertos frutales bajo riego (principalmente arándanos, manzanos, cerezos, y avellano europeo), los cuales en muchas zonas han desplazado sistemas agrícolas tradicionales de secano (ODEPA, 2010). Para el caso de La Araucanía, se observan escenarios de dominancia de las distintas actividades económicas deman-dantes de agua en los territorios (plantaciones forestales, agricultura extensiva, fru-ticultura de exportación, ganadería, explotaciones acuícolas, etc.), lo que permite predecir distintos niveles de escasez, así como diferentes grados y tipos de conflictos con la población local.

Los procesos de cambio climático alertan sobre nuevos escenarios de escasez y conflicto en La Araucanía. Los efectos de la escasez de agua en las comunidades tiene impacto sobre las economías indígenas, impidiendo su soberanía alimentaria. También alcanza dimensiones a nivel de relaciones sociales y significados culturales, descomponiendo por ejemplo las dinámicas en la distribución del trabajo, alterando las relaciones de género y los roles asignados al interior de las familias indígenas. El deterioro ambiental de los territorios indígenas por la falta de agua, además, impacta la espiritualidad y la medicina tradicional asociada a la tierra y los recursos naturales que ésta provee. Pese a los procesos de desertificación y cambio climático que afecta a la disponibilidad del recurso agua por parte de las comunidades mapuche, se esti-ma que en algunos lugares han sido desarrolladas estrategias prediales de recupera-ción de fuentes de agua, uso eficiente de la misma (mediante prácticas de manejo o cultivos adaptados) o de resistencia (resiliencia) ante períodos de escasez del recurso (Montalba, 2011). Se considera que tanto estas prácticas como sus significados pue-den aportar elementos importantes para la gestión del recurso hídrico a nivel predial y territorial.

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Modernización de la producción de trigo en prediosmapuche de La Araucanía: vías e impactos

Al analizar los efectos de la agricultura “moderna” y de la adopción de esta en los sis-temas familiares y comunitarios indígenas, resulta importante el destacar que estos no sólo se producen por la incorporación de prácticas y la realización de cambios en los sistemas económico-productivos. Al igual que la incorporación de las tecnologías del tipo “revolución verde” presenta una serie de efectos en estos sistemas, la aplicación masiva del modelo de desarrollo que hay tras ellas tiene, desde una perspectiva socio-cultural, efectos tanto o más importantes.

Al momento de ver los efectos de la incorporación de las prácticas modernas en los sistemas “tradicionales”, debemos diferenciar por lo menos entre dos formas principa-les de ocurrencia: a) Con el apoyo de programas de transferencia tecnológica (guber-namentales y no gubernamentales); b) Con muy escaso o sin apoyo de programas de transferencia tecnológica. La primera de estas formas se refiere a aquellas situaciones en las cuales la transformación productiva ha sido apoyada técnica y muchas veces mo-netariamente por programas estatales o de otra índole, los cuales permiten (o exigen) la adopción de todo el paquete tecnológico. A diferencia, la segunda forma corres-ponde a los casos en los cuales algunas prácticas son incorporadas por imitación a los agricultores más tecnificados o por trasferencias puntuales con escaso seguimiento y también escaso o nulo apoyo financiero.

A la luz de las cifras, resulta innegable el hecho de que la primera situación se ha dado más bien en el sector de la mediana a gran propiedad, donde este tipo de pa-quetes tecnológicos resultan “viables” y a la vez “rentables”. La gran mayoría de los sistemas agrícolas familiares, con características tradicionales, que ocupan terrenos marginales desde el punto de vista productivos y con extrema fragilidad desde el punto de vista ambiental, no se han “beneficiado” de este tipo de programas (Altieri, 1999; Rosset, 2001). Por tanto, en estos sistemas agrícolas la adopción de las prácticas mo-dernas se ha producido más bien de la segunda forma. De esta manera los agricultores reproducen las prácticas que más les acomodan (por adaptación cultural o condicio-nes edafoclimáticas) o aquellas a las que tienen acceso. Debido a que en los sistemas agrícolas tradicionales es una práctica común el intercambio de semillas y su puesta a prueba, el primer “componente” de la agricultura moderna en ser transferido a los agricultores son las semillas mejoradas. No obstante, mientras es posible, estas siguen siendo cultivadas con los métodos y prácticas de cultivo tradicional (manejo y manten-ción de la fertilidad, manejo de plagas y enfermedades, etc.).

En los sistemas tradicionales el potencial productivo se encontraba determinado y condicionado por la disponibilidad de recursos locales, el grado de eficiencia en la utilización de estos recursos y la adaptación de los cultivos a estas condiciones. Así, por ejemplo, en el caso de la fertilidad, esta se mantiene en los sistemas mediante la integración de las zonas circundantes al predio y de la producción animal, utilización de técnicas de promoción de la renovación y solubilización natural de nutrientes del suelo, utilización de abonos de origen vegetal o animal y ocasionalmente algunas sales y minerales. Un rasgo propio de la fertilización en la agricultura tradicional, es que los

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nutrientes aportados por el hombre apenas llegan a cubrir los extraídos por la cosecha, sin que ello redunde en un obligado deterioro de la fertilidad del suelo (Naredo, 1996). Ello implica que se debió mantener un equilibrio entre la extracción de nutrientes rea-lizada por las variedades tradicionales y el aporte del sistema.

La entrada de las nuevas variedades tiene como consecuencia inicial un considera-ble incremento de los rendimientos, el cual se debe principalmente a que presentan una mayor capacidad de utilizar los nutrientes solubles y de transformar estos últimos en rendimiento. Así también, esta mayor productividad resulta ser un incentivo para que otros agricultores incorporen las variedades mejoradas. Cuando esta incorpora-ción se ha realizado sin acompañarse de la aplicación de fertilizantes químico-sintéticos el incremento de los rendimientos ha obedecido por lo general a la mayor capacidad de las “nuevas variedades” en extraer rápidamente los nutrientes acumulados por el siste-ma. Podría decirse que, en esta situación, el aumento en los rendimientos se produce a costa de los “ahorros” del sistema. Como ejemplo podemos mencionar el caso de las comunidades mapuche del sur de Chile, en las cuales se encontró que la gran ma-yoría de los agricultores ha tenido acceso a estas semillas por medio de intercambios con otros comuneros, programas de transferencia tecnológica o venta por parte de los agricultores más tecnificados. Ya que los comuneros no disponen de recursos para la compra de insumos y que su conocimiento agrícola se basa en prácticas tradicionales, el cultivo de estas variedades responde más bien a la confianza que aun conservan en sus prácticas de fertilidad y en lo que para ellos es “la fuerza de la tierra”. Los mapuche reproducen de este modo el patrón común para el resto de zonas de Latinoamérica, Asia y África: los primeros años tras la adopción de las nuevas semillas los rendimientos son incrementados significativamente, estimulándose la rápida extensión de su uso (Chrispeels y Sadava, 1994; Evans, 1993; Grigg, 1982; Hobbelik, 1992). Tras algunos ciclos anuales la situación decrece hasta llegar a niveles productivos incluso inferiores a los de partida. Se estima que uno de los principales factores de control de este pro-ceso de cambio lo constituyen los “ahorros” en fertilidad del sistema tradicional, que en un comienzo ilusionan proporcionando altos rendimientos pero luego demuestran dramáticamente su finitud. De acuerdo comuneros y agricultores mapuche de la zona esto es relatado de la siguiente forma:

L.P., 2004. Valle de Río Blanco, Curacautín: “El trigo al comienzo nos rendía mucho. Más del 40 por uno. Independiente de si se sembraba en el faldeo o el llano. El primer potrero lo terminamos de limpiar en 1950, y alrededor de 1965 el trigo ya no rendía. Entonces lo empezaron a abonar con guano rojo (estiércol de aves mineralizado) y co-menzó a rendir igual que al principio. En 1975 había bajado el rendimiento de nuevo y comenzaron a abonarlo con salitre. En 1970 comienzan a echarle además superfosfato triple. En 1985 había que echar el doble de abono, Aldrín y DDT pero ya no rendía y se abandonó mayoritariamente el cultivo porque ya no convenía”.

O.B., 2004. Curacautín. “El trigo crecía al comienzo con la fuerza de la tierra. Después crecía sólo con la fuerza del abono. Hoy día el abono es muy caro y el trigo da muy poco, por lo que ya no se puede poner trigo”.

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Pese a los rendimientos más bien modestos que se obtienen con las variedades tra-dicionales, estas y su adaptación a las características locales han permitido que durante siglos los agricultores satisfagan sus necesidades de alimentación y mantenimiento. El cambio de estas variedades por las “mejoradas” produce que en un mediano plazo estos sistemas colapsen haciendo necesario la incorporación de fertilizantes comercia-les, sin los cuales muchas veces no se puede pensar siquiera en obtener producción. Junto con el aumento de costos y la necesidad de poseer los recursos monetarios que esto implica, el uso de fertilizantes altamente solubles (como son la mayor parte de los fertilizantes comerciales), especialmente nitrogenados, ocasiona también otra serie de efectos, dentro de los cuales encontramos aumento de la susceptibilidad de las plantas a la incidencia de plagas y enfermedades, aumento de la competencia de las malezas e Inhibición de la fauna y microfauna edáfica, entre otros (Altieri, 1999; Altieri, Schmidt y Montalba, 1998; Boeringa, 1980; Chaboussou, 1976; Howard, 1921, 1943, 1947; Hyl-ton, 1973; Hunter, 1971; Kajimuro et al., 1995; Oelhaf, 1978; Phelon y Mason, 1995). De esta forma, el uso de variedades mejoradas, reducción de la fertilidad natural del suelo y los requerimientos de insumos petroquimocos (costos de insumos) han llevado a la reducción continua de los retornos marginales de los agricultores, hasta el punto de hacer inviable la producción de trigo. Esta situación resulta mucho mas notoria en el caso de agricultores mapuche dado la condición de los recursos naturales y escases de recursos financieros (figura 1).

Una de las características comunes de la agricultura tradicional de los variados lu-gares del la constituye la gran diversidad espacial y temporal presente en sus sistemas. Los cultivos y sus variedades y todas las especies con usos múltiples (medicinales, or-namentales, etc.) demuestran esta diversidad. Un hecho ya muy estudiado es el que esta diversidad confiere una serie de propiedades benéficas, encontrándose dentro de estas la reducción de la incidencia y daño de las plagas, enfermedades y malezas (Altie-ri, 1987; Altieri, 1999; Altieri y Whitcomb, 1979; Altieri y Letourneau, 1982; Altieri, Sch-miidt y Montalba, 1998; Contreras y Montalba, 1998; De Bach, 1974; Forman y Gordon, 1986; Montalba, 1998; Root, 1973; Wratten y van Emden, 1995). Al desarrollarse para responder en rendimiento a la aplicación de altas dosis de fertilizantes solubles y de facilitar la mecanización de la producción, las nuevas variedades resultan ser de alturas más bien reducidas y poco competidoras con las malezas. Esta característica, sumada al efecto que la fertilización soluble tiene como promotora del crecimiento de plantas oportunistas, hace imprescindible la utilización de productos herbicidas, los cuales sólo pueden ser aplicados en condiciones de cultivos puros. De esta forma, al adoptarse las nuevas semillas y ser reemplazadas las tradicionales, se reduce enormemente la diver-sidad del sistema y los beneficios asociados a esta.

Considerando las características antes mencionadas, no es de extrañar el hecho de que tras la adopción de las semillas mejoradas deban ser utilizados una serie de insumos petroquímicos (herbicidas, fungicidas, fertilizantes, etc.), sin los cuales la pro-ducción suficiente para la mantención del grupo familiar resulta casi imposible. De esta forma, la productividad de los sistemas familiares pasa a depender más bien de la dis-ponibilidad de insumos y de su compra en el mercado que de la habilidad de utilización de los recursos prediales y de la mantención de equilibrios al interior del sistema. Cabe

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destacar que la dependencia de los agroquímicos a la que son arrastrados los sistemas familiares al adoptar las prácticas modernas, corresponde a un síndrome que afecta al sistema en su conjunto. Esta dependencia se inicia al abandonar prácticas culturales adecuadas, creadas y adaptadas para las condiciones locales, y al reemplazarlas por un conjunto de prácticas genéricas basadas en insumos externos que deben ser adquiri-dos en el mercado.

En los casos en los cuales, gracias al adecuado apoyo de programas de transferencia y financiamiento (subsidio o crédito), los agricultores han adoptado todo el paquete tecnológico y han sido “capacitados” para su utilización, los procesos descritos ante-

Figura 1. Esquema general del proceso de degradación de suelo y pérdida de rentabilidad de los predios de la región de La Araucanía. Se entienden como factores determinantes de este proce-so la reducción de la calidad y fertilidad natural del suelo, lo cual incrementa el requerimiento de nutrientes y otros insumos para mantener un nivel productivo. La diferencia en niveles de producción entre latifundio (empresarial) y minifundio mapuche estarían dado por potencial productivo de sus predios y acceso a capital y tecnología. La reducción de la calidad del suelo y requerimiento de insumos, incrementa los requerimientos de inversión por unidad de ingreso, lo cual se expresa en la reducción del “Retorno Marginal”.

% de variación

Años desde deforestación e inicio de cultivo

120

100

80

60

40

20

00 20 40 60 80 100

Fertilidad natural suelos. Aplicación insumos. Rendimiento latifundio.

Rendimiento minifundio mapuche. Retorno marginal agricultor.

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riormente se aceleran y radicalizan, produciéndose una dependencia acelerada de los insumos y una consecuente adquisición de deudas incesantes. Este tipo de adopciones, sin embargo, poseen la ventaja antes mencionada de presentar un período inicial de bonanzas en el cual el aumento de los rendimientos, permite obtener excedentes que pueden ser comercializados y generar ingresos que mejoran el nivel de vida de los agri-cultores y sus familias. De esta forma los casos más “exitosos” pueden, y deben, hacer una completa reestructuración de sus objetivos productivos, debiendo estos orientarse a la obtención de altas producciones para el mercado. Es precisamente en esta etapa de “bonanza” cuando estos agricultores “exitosos” son utilizados como ejemplo a se-guir por el resto de los “campesinos”.

Lamentablemente, por lo general, al transcurrir algún tiempo ocurren dos proce-sos que cambian completamente esta situación. Por una parte se comienzan a notar los efectos de la extrema artificialización de los sistemas y de la degradación que en su base de recursos produce el empleo de las nuevas prácticas, reflejándose esto en una progresiva reducción de la producción que para ser recuperada requiere cada vez mayor utilización de insumos (especialmente fertilizantes y pesticidas). En adición a esta reducción de la productividad, la menor estabilidad y capacidad de recobrarse de perturbaciones ambientales que poseen estos sistemas los hace aumentar enor-memente los riesgos productivos, los cuales sumados a la inestabilidad que presentan los mercados agropecuarios (en cuanto a oferta y precios) hace que la probabilidad de obtención de pérdidas en una temporada sean muy altos. En el caso de agricultores empresariales las pérdidas pueden ser asumidas (dentro de ciertos límites) e intentar recuperarse en el futuro sin que tenga mayores efectos en la supervivencia del sistema. Para los agricultores familiares, en cambio, esto puede implicar un colapso total del sistema, empobrecimiento, endeudamiento e incluso hambre. Esta situación es mucho más compleja y grave cuando ocurre luego de haber finalizado los programas de trans-ferencia y de ayuda gubernamental y por tanto nadie asume la responsabilidad técnica ante los resultados obtenidos. En el contexto estudiado esta situación es lamentable-mente muy común.

Por otro lado, una de las características fundamentales de la agricultura moderna, en el marco del sistema capitalista de producción, ha sido atribuida a su tendencia y ne-cesidad de incorporar continuamente innovaciones tecnológicas al proceso productivo. Lo anterior se justifica con objeto de reducir los costos de producción y, por consiguien-te, aumentar los márgenes de rentabilidad económica. Dentro de este proceso de “es-piral tecnológica”, la utilización de las nuevas tecnologías por innovadores y adoptantes tempranos suele originar un aumento de la productividad y de la producción agregada de una determinada mercancía beneficiada por el progreso técnico. No obstante lo an-terior, el precio de dicha mercancía tiende a declinar desproporcionadamente debido a la baja elasticidad de la demanda que suele presentar los productos agrícolas. El precio relativo del producto cae en la medida en que una técnica tras otra es adoptada en las explotaciones, pero los costos de producción no se reducen (Cochrane, 1964). Para el caso de los agricultores familiares, con escasos recursos e incapaces de seguir la com-petencia tecnológica, esto se convierte en una pesadilla que hace disminuir cada vez más sus ingresos, encontrándose cada vez más presionados y empobrecidos.

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Estilo, productividad e intensidad actual de sistemasde trigo en predios mapuche de La Araucanía:

corroborando estrategias de resistencia cultural.

Comúnmente se ha descrito a los sistemas productivos mapuche como sistemas con un estilo de manejo en pequeñas superficies con base tradicional, lo cual se refiere a que presentan bajos niveles tecnológicos y dominancia de prácticas tradicionales de pre-paración de suelos (tracción animal), manejo de fertilización la nutrición de las plantas (barbechos, abonos de origen predial) y cosecha (manual), del mismo modo presen-tarían en forma dominante un uso de semillas con características “criollas” o “acrio-lladas” (ecotipos locales o semillas de origen comercial que han sido conservadas e intercambiadas por largos períodos de tiempo). Lo cierto es que la interacción de estos sistemas tradicionales con aquellos más “modernos” o tecnificados ha influenciado los sistemas mapuche, generando estilos productivos mixtos que transitan en un continuo entre los tradicionales más “puros” y tradicionales con diversas adaptaciones de los “modernos”. En la actualidad coexisten formas tradicionales de manejo de los cultivos con otras más intensivas. Así, también coexisten semillas locales, laboreo tradicional del suelo y cosecha tradicional, con semillas mejoradas y mecanización de la prepara-ción de suelo, siembra y cosecha.

En función de la tabla 1, podemos destacar (e excepción del valle central sur, con condiciones más propicias para la agricultura industrializada) en todas las áreas agroecológicas, el tipo de semilla de trigo que mayoritariamente domina corresponde a semilla producto de la guarda de los propios agricultores o intercambiada con los de-más comuneros (local), correspondiendo por lo general a variedades (o incluso en oca-siones a ecotipos) derivadas de antiguas semillas comerciales que los comuneros han conservado y reproducido. Por lo general estas semillas “criollas” o “acriolladas” han sido conservadas debido a que poseen alguna cualidad de interés para los agricultores o buena adaptación a alguna de las condiciones locales (Contreras y Montalba, 2010).

Tabla 1. Estilo de manejo de cultivos anuales (cereales y leguminosas de grano) en familiasde predios mapuche de la región de La Araucanía, de acuerdo a áreas agroecológicas.

Área agroecológica

Tipo semilla Forma Prep. suelo Cosecha

Local Mejorada T. animal Mecanizada Tradicional Mecanizada

% % % % % %

Cordillera (n=50) 73.3 26.6 60.0 40.0 60.0 40.0

Precordillera (n=90) 84.3 15.7 36.3 63.6 72.7 27.2

Secano Costero (n=95) 55.8 44.1 61.7 38.2 64.7 35.2

Secano Interior (n=92) 67.4 32.5 43.2 56.8 33.3 66.6

Valle Central Norte (n=65) 67.0 32.9 37.6 62.3 31.5 68.4

Valle Central Sur (n=74) 44.1 55.8 32.3 67.6 25.7 74.2

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116

Un número minoritario de los agricultores de los predios estudiados utilizan variedades de cultivos mejoradas. Como resultado del estilo productivo aplicado (extensivo) y las condiciones productivas de los predios mapuche (marginales), en la mayor parte de los casos los niveles productivos medios alcanzados se encuentran dentro de rangos bajos o muy bajos, superando levemente el 30% del máximo alcanzable en condición de agricultor tecnificado (tabla 2).

Tabla 2. Intensidad de la producción (promedio) de trigo en predios mapuche,en función a características abióticas (áreas agroecológicas) de La Araucanía.

Media P(x) obs.

Mediagasto insumos

P(x) max obs.

P(x) tec. área Intensidad

(Kg/ha) ($/ha) (Kg/ha) % max obs. % tec. Área

Cordillera 2,179 173,083 n.d

Precordillera 2,343 183,364 3,580 8,000 65 29

Secano Costero 2,048 166,255 2,980 8,000 69 26

Secano Interior 1,824 157,264 2,419 5,500 75 33

Valle Central 2,139 170,565 2,930 7,000 73 31

Otro dato que llama la atención son los altos y relativamente homogéneos valores del indicador de intensidad en relación a la máxima observada. Esto indica un nivel productivo e intensidad homogénea entre los distintos predios ubicados en la misma área agroecológica y, por tanto, una alta influencia del área agroecológica en los nive-les productivos obtenidos. Las curvas predictivas, elaboradas mediante el análisis de regresión (n=476), indican que hay una marcada influencia de las variables abióticas que definen las Áreas Agroecológicas en la expresión de los niveles de usos de insumos (fertilizantes) en rendimiento de trigo (receptividad tecnológica). Del mismo modo, las distintas condiciones abióticas permanentes condicionan el desempeño productivo de los predios y el éxito de las estrategias económicas empleadas. Utilizando las ecuacio-nes predictivas obtenidas para cada Área Agroecológica, y luego aplicándola a rangos medios a bajos de utilización de insumos (rango en la cual curva teórica de respuesta en producción de trigo a unidades creciente de fertilizantes tienen un comportamien-to lineal) e ingresando como variable el precio de venta promedio de trigo obtenido por los agricultores de los predios de estudio, fue posible obtener la relación entre las curvas de ingresos, costos en insumos y utilidades de la producción de trigo (figura 2).

Mediante la figura 2 es posible observar claramente como la receptividad tecnológica de los predios influencian el desempeño económico y productivo de los mismos, así como también las estrategias económicas que resultan apropiadas para cada condición. De esta forma, bajo las condiciones de los predios de estudio y los precios de trigo y fertilizantes conseguidos por los agricultores que formaron parte de la muestra en la temporada 2010 -2011, podemos notar como en la única Área

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117

Agroecológica en la cual el aumento de niveles de tecnológicos incrementa los niveles de utilidad, correspondió a la Precordillera. Paradójicamente, en las tres restantes Áreas Agroecológicas el mayor nivel de utilidades se alcanzaría con la aplicación del más bajo nivel tecnológico (sin aplicación de insumos).

A la luz de estos antecedentes, adquieren sentido ciertas lógicas productivas de mencionadas por agricultores entrevistados, respecto del la negativa al incremento de los niveles tecnológicos en sus predios y de incrementar la productividad por sobre los niveles de requerimientos familiares, argumentando que “no sale a cuenta” o “no vale la pena el esfuerzo”. Del mismo modo, adquiere sentido la opinión de muchos de los agricultores entrevistados en relación a que “el uso de fertilizante sale a cuenta cuan-do lo regalan o cuesta muy poco (subsidio)”, ya que llevando el insumo a costo cero, cualquier incremento de producción se traduce en aumento de la utilidad (o del abas-tecimiento familiar). Se debe aclarar sin embargo, que estos resultados no son pro-

Figura 2. Relación entre receptividad tecnológica (insumos) y utilidades obtenidas en cultivo de trigo por comuneros mapuche, en función a características abióticas (áreas agroecológicas) de La Araucanía. Ingreso de venta se calculó por medio de la valorización de la producción de trigo por el precio promedio de venta obtenido por los productores de los predios de estudio en la temporada 2010 -2011.

Costo insumos (S/ha) Ingresos (venta S) Utilidad (S/ha)

Secano interior600000

500000

400000

300000

200000

100000

050000 100000 150000 200000 250000 300000

Precordillera600000

500000

400000

300000

200000

100000

050000 100000 150000 200000 250000 300000

Valle central600000

500000

400000

300000

200000

100000

050000 100000 150000 200000 250000 300000

Secano costero600000

500000

400000

300000

200000

100000

050000 100000 150000 200000 250000 300000

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118

yectables para todas las condiciones de agricultores de la región. Las particularidades y procesos históricos vividos por los comuneros mapuche y sus agroecosistemas, han provocado que estos posean estrategias de adaptación a condiciones de bajos niveles de gastos e insumos productivos, potenciando la estabilidad por sobre la productivi-dad. Parte de estas estrategias corresponden a la preferencia y selección variedades y ecotipos con buen desempeño en condición de bajos insumos, las mismas que no poseen un buen desempeño en condiciones de altos niveles de estos (tabla 3 y figura 3). Del mismo modo, se considera posible que la buena respuesta productiva obtenida

Tabla 3. Respuesta productiva a bajos niveles de insumos de ecotipos de trigocultivados por campesinos mapuche de la región de La Araucanía.

ECOTIPO/Var. Rendimiento(qqm/ha)

% Rdto. de acuerdo testigo(var. “moderna”)

Caín* 28,82 b 275,0

Castaño* 16,95 a 161,7

Grano de Oro* 44,62 c 425,8

Linaza* 44,77 c 427,2

Pulil* 40,19 c 383,5

Rochel* 29,30 b 279,6

Kumpa (testigo)** 10,48 a 100.0

*Ecotipos cultivados por campesinos mapuche. **Variedad comercial de amplio uso en la zona de estudio.

Figura 3. Respuesta en producción de trigo ante dosis crecientes de nitrógeno, de ecotiposde trigo cultivados por comuneros mapuche (Castaño, Linaza), comparado a una de

las principales variedades comerciales utilizadas en la zona de estudio (Kumpa).

Kumpa Castaño Linaza

Rend

imie

nto

(q/h

a)

UN

c

a

d

d

b

b bc

bcb

b

60,0

50,0

40,0

30,0

20,0

10,0

0,00 20 40 60

c c

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119

por algunos de estos tipos en el Área Agroecológica denominada “Secano Interior” (ca-racterizada por un largo período de déficit hídrico), podría indicar que en estos predios se estuvieran utilizando ecotipos apropiados para condiciones de escases hídrica, sin embargo esto debe ser corroborado mediante una investigación especifica.

A modo de conclusión

Las comunidades mapuche de La Araucanía se encuentras ubicadas en tierras mar-ginales desde el punto de vista productivo (bajo potencial) así como también ecoló-gicamente frágiles. De esta forma, debido a sus características abióticas presentan una baja a muy baja receptividad tecnológica (capacidad de expresar en rendimiento el incremento de niveles tecnológicos e insumos). Esta característica no representa algo único del contexto mapuche en Chile, sino que más bien representa una realidad compartida por grupos indígenas y campesinos de Latinoamérica. Como una forma de adaptación a su contexto “biofísico” y en coherencia su realidad socioeconómica y acervo cultural, una parte importante de los mapuche ha desarrollado y conservado estrategias adaptativas a niveles de escases de recursos y condiciones económicas, de mercado y ambientales cambiantes. Pese a un largo contacto con la sociedad chilena y el modelo liberal-productivista promovido desde el estado, los mapuche han conserva-do practicas y estrategias productivas que, pese a ser consideradas arcaicas desde los discursos de los organismos de desarrollo local, representan lógicas de actuación muy coherentes con su contexto biofísico, socioeconómico y cultural. En el caso del trigo, parte importante de esta propuesta lo representa la mantención de variedades anti-guas y ecotipos con altos niveles de adaptación y tolerancia a bajos niveles de insumos (fertilizantes, agua, dinero), con lo cual no se pretende maximizar utilidades sino que reducir riesgos y asegurar la cantidad de trigo requerida por el grupo familiar al menor costo posible. Esta estrategia y su finalidad productiva, junto con poseer un alto grado de coherencia económica, produce que estos sistemas presenten mayores niveles de agrobiodiversidad que sus símiles “modernos”, a la vez que poseen una mayor resi-liencia ante estrés de tipo ambiental como sociales y de mercado. Para el caso de La Araucanía esto resulta de extrema importancia, ya que la gran parte de los modelos de simulación de cambio climático predicen que se encontrara en una “situación de fron-tera”, en la cual se incrementara la ocurrencia de eventos inusuales (heladas, granizo, vientos, etc.) ademas de un incremento de los períodos de déficit hídrico, situaciones para las cuales se requiere de sistemas agrícolas resilientes y estables que provean de seguridad alimentaria a su población.

En este contexto, la modernización de los sistemas tradicionales mapuche impul-sada por los organismos de desarrollo, como una forma de incrementar su produc-tividad y reducir la pobreza, pareciera no ser la estrategia más adecuada. Por una parte (tal como fuera descrito), ha sido ampliamente probado (tanto en contextos latinoamericanos y del mundo como en Chile) que el incremento de la productividad mediante la aplicación de estos modelos no resulta adecuado, apropiado ni susten-table en contextos campesinos e indígenas, ya que lejos de producir una reducción

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de la pobreza, en un mediano plazo esta se incrementa. Adicionalmente, su aplica-ción involucra la pérdida de recursos prediales (suelo, agua bosque, agrobiodiber-sidad) y sistemas de conocimiento, los cuales son los que otorgan la adaptación a condiciones adversas y resiliencia de los sistemas agrícolas tradicionales. De esta forma, la aplicación masiva de programas de transferencia tecnológica en La Arau-canía podría incrementar la pobreza de las comunidades mapuche, así como tam-bién incrementar los niveles de riesgos sociales y ambientales, a la vez de reducir la resiliencia y capacidad de adaptación de los agroecosistemas a procesos tales como el cambio climático.

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Previniéndose para el cambio climático:una metodología participativa

Paul Rogé*, Marta Astier†

Introducción

¿Cómo incorporarán los agricultores la resiliencia agroecológica a sus prioridades de manejo? El discurso dominante de la agricultura industrial continúa limitándose a la maximización de la productividad del agroecosistema en términos del rendimiento de granos y otros productos, por encima de los objetivos sociales, ecológicos y ener-géticos. El modelo de agricultura industrial ha sido incapaz de alcanzar su meta de reducir tanto la pobreza global como la inseguridad alimentaria; también, de modo notorio, no ha podido enfrentar los trastornos ambientales, sociales y económicos. Entre 2007 y 2008, las agudas alzas en el costo de alimentos incrementaron en 75 millones el número de personas bajo inseguridad alimentaria, cuyo número actual asciende a mil millones, en particular en Asia y el África subsahariana (Altieri MA y Toledo VM, 2011). En este período, se desataron manifestaciones y motines en 20 países y los gobiernos decretaron prohibiciones a las importaciones y subsidios. La FAO culpo de la crisis alimentaria a la conversión a gran escala de la producción de alimentos a la producción de biocombustibles en países como EUA y Brasil, así como a los cambios de dieta en China y a las sequías que afectaron importantes áreas de producción de alimento (FAO 2011). Entre tanto, empresas agroindustriales como Cargill celebraron alzas nunca vistas en el rendimiento de cereales y en sus utilidades. La desregulación de los mercados de productos básicos, la privatización y las despo-sesiones de tierras escalaron aún más los precios de los alimentos (Kaufman 2010; Rosset, 2009).

Es necesario dar prioridad a modalidades alternativas de progreso agrícola para enfrentar las crisis económicas y ambientales emergentes a nivel global. Son esca-sos los esquemas de evaluación asentados en el conocimiento local o que motiven las acciones de las comunidades locales. Por el contrario, Blauert et al., (1999) expo-nen que, con mucha frecuencia, los marcos de evaluación se originan al exterior de las comunidades para las que están dirigidos (Blauert y Quintanar, 1999). Asimismo, es común que los indicadores sean elegidos a priori y tengan un sesgo cuantitativo que oscurece la dinámica cualitativa de cambio en las relaciones interpersonales. Aún cuando existe abundante bibliografía acerca de las metodologías basadas en el uso de indicadores de sustentabilidad (Holt-Giménez 2002; López-Ridaura, Masera,

*Department of Environmental Science, Policy, and Management, University of California, Berkeley. Email: [email protected] †Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Morelia, Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA), Michoacán, México. Email: [email protected]

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y Astier, 2002; Fernandes y Woodhouse 2008), de pobreza (Cohen 2010) y para la evaluación de proyectos (Munda y Nardo, 2005), persiste la carencia de indicadores más accesibles para los usuarios finales: las personas que se beneficiarán de las eva-luaciones (Blauert y Quintanar, 1999; Fernandes y Woodhouse, 2008).

Los esquemas de autoevaluación son particularmente prometedores para lograr movilizar a millones de campesinos de todo el mundo hacia la adaptación a la va-riabilidad climática. La aproximación basada en indicadores permite sistematizar los procesos que ya han sido utilizados por los agricultores para evaluar sus pro-pios agroecosistemas. Sin embargo, rara vez estas perspectivas locales son socializa-das con la finalidad de motivar la adaptación a la variabilidad climática. Han habido avances en los planteamientos de métodos basados en indicadores que sirvan a los usuarios finales, tal como la propuesta de Blauert et al., (1999) de un esquema de autoevaluación incorporando indicadores tanto de aspectos tangibles como intan-gibles, o conceptuales, para valorar los avances en la consecución de los objetivos proyectados (Blauert y Quintanar,1999). El Marco para la Evaluación de Sistemas de Manejo de recursos naturales incorporando Indicadores de Sustentabilidad (MES-MIS) fue una iniciativa pionera en el intento de integrar a los usuarios finales en las valoraciones de sustentabilidad de los sistemas de manejo de recursos naturales (López-Ridaura, Masera, y Astier, 2002). El MESMIS ha tenido amplia aplicación por parte de investigadores y técnicos que se dedican a la evaluación de la sustentabili-dad socio-ambiental en proyectos en América Latina (Speelman et al., 2007; Astier et al., 2011).

Ha habido avances en adaptar los esquemas participativos, interdisciplinarios y flexibles que caracterizaron al MESMIS con la finalidad específica de evaluar la resilien-cia a la variabilidad climática. Metodologías simplificadas basadas en MESMIS han sido propuestas tanto para el manejo de granjas y la evaluación de la biodiversidad (Cam-maert et al., 2007) como para evaluar el riesgo a la variabilidad climática (Altieri, 2010). Este tipo de estrategias pueden ayudar a elevar la utilidad del conocimiento local para la evaluación de la vulnerabilidad de comunidades campesinas a eventos climáticos extremos; demás de poder desarrollar estrategias regionales apropiadas para su adap-tación a la variabilidad climática.

En este documento se investiga, a través de tres estudios de caso, cómo se adap-taban los agroecosistemas de secano campesinos a la variabilidad climática en el pasado o cómo podían éstos sistemas campesinos mantienen la estabilidad de ren-dimientos en largos períodos de variabilidad climática. Se desarrolló un marco de evaluación participativo con campesinos agricultores, quienes describieron sus ex-periencias de respuesta frente a la variabilidad climática, identificaron un criterio autóctono de evaluación de sus sistemas productivos y evaluaron el estado actual de estos. Lo que se espera al investigar agroecosistemas campesinos que enfrentan continualmente una alta variabilidad climática, es comprender mejor las estrate-gias que son efectivas para mejorar la resiliencia agroecológica a la incertidumbre climática.

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126

Metodología

Localidades de estudioPara lograr una mejor comprensión de cómo los agricultores se preparan para enfren-tar la incertidumbre climática, se realizaron estudios de caso en la Mixteca Alta de Oaxaca, México, una región subtropical con elevaciones entre 1,000 y 3,000 m s.n.m. en donde es frecuente la practica de la agricultura de temporal. La precipitación en la región es de aproximadamente 45-65 cm anuales, presentándose por lo general entre mayo y octubre (Velásquez, 2002). La distribución de la precipitación es bimodal con máximos en julio y septiembre, pero varía entre años y dentro de cada año. La mayor parte de la producción agrícola en la región se destina al consumo familiar. Las condi-ciones climáticas impredecibles en la Mixteca Alta han contribuido a erosión de suelos severa, rendimientos bajos y frecuente escasez de alimentos, en consecuencia gene-rando períodos de inseguridad alimentaria.

La localización de los estudios de caso se determinó mediante consulta con el Cen-tro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca “Hita Nuni” A.C. (CEDICAM), una organización civil de campesinos basada en los principios de los movimientos campe-sinos para campesinos (Holt-Giménez, 2002; López-Ridaura, Masera, y Astier, 2002; Fernandes y Woodhouse, 2008). El CEDICAM organiza acciones en la región mediante una red de campesinos dirigidas a la conservación de los recursos naturales, agricultura sustentable y subsistencia rural (Boege y Carranza, 2009). Mientras que el CEDICAM hace énfasis en la interacción entre campesinos, en ocasiones colabora con estudian-tes, investigadores e instituciones. Para la presente investigación, las series de talleres fueron coordinadas por promotores del CEDICAM de cada una de las comunidades participantes. Los estudios de caso se localizaron en el sur y norte del territorio del distrito de Asunción Nochixtlán: la agencia de San José Zaragoza en el municipio de Santiago Tilantongo, el barrio de El Rosario en el municipio de San Miguel Huautla y en el municipio de San Pedro Coxcaltepec Cántaros.

MétodosSe realizaron tres series de talleres. La primera serie tuvo como objetivo producir ma-pas de unidades ambientales de producción, narrar las historias en relación a la varia-bilidad climática y analizar las respuestas y previsiones de los pequeños propietarios campesinos ante eventos climáticos extremos en cada una de las tres comunidades participantes. Los objetivos de la segunda serie de talleres fueron identificar indica-dores de resiliencia a la variabilidad climática de los agroecosistemas y definir esca-las de categorías para cada indicador identificado. La tercera serie de talleres facilitó una evaluación basada en indicadores hecha por los campesinos para sus respectivos agroecosistemas con el objetivo de identificar estrategias apropiadas de adaptación y mitigación frente a cambios climáticos. El diseño de la metodología obedeció a poten-cializar las experiencias de los campesinos para lograr estabilizar los rendimientos agrí-colas en presencia de fenómenos climáticos extremos. Debido a conflictos de agenda, sólo dos de las tres comunidades – El Rosario y San José Zaragoza – participaron en la tercera serie de talleres.

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Se previó que los participantes tendrían conocimiento previo de estrategias para en-frentar eventos climáticos extremos desde su perspectiva como pequeños agricultores, organizadores y líderes comunitarios. Las invitaciones a los talleres se hicieron mediante promotores y facilitadores del CEDICAM. El mismo conjunto de participantes fue invi-tado a las tres series de talleres, si bien la participación en cada caso varió debido a las particulares responsabilidades de labores agrícolas, servicio comunitario y empleo de cada individuo convocado. Un promedio de 6 mujeres y 7 hombres asistió a cada uno de los talleres (tabla 1), con edades que oscilaron entre 18 y 70 años. Algunos de los asis-tentes participaban por primera vez en talleres organizados por el CEDICAM, mientras que otros habían participado durante décadas en actividades de la asociación.

Tabla 1. Número de participantes por género y por comunidad en las tres series de talleres.

ST. Serie de talleres. F. Participantes del sexo femenino, M. Participantes del sexo masculino. NA. No aplica.

ST 1 ST 2 ST 3Total

F M F M F M

San José Zaragoza 6 5 7 17 4 0 39

El Rosario 7 11 6 13 15 1 51

San Pedro Coxcaltepec Cántaros 4 7 4 6 NA NA 21

Total 17 23 17 36 19 1 111

Serie de talleres 1. La primera serie de talleres pretendió expresar las concepciones de los participantes acerca de sus comunidades, identificando a la vez los sistemas de producción más importantes en estas. Para comprender cómo la comunidad percibe su territorio y maneja sus recursos naturales se empleó el método de elaboración de contra mapas en grupos focales, caracterizado por no recurrir a la exactitud y precisión cartografía ni a objetivos políticos predeterminados (Bauer 2009; Herlihy, 2003). Se formaron grupos al azar de 4 a 6 personas, a los que se proporcionaron cartulinas y marcadores para que, de modo colectivo, elaboraran representaciones gráficas de sus comunidades. Si bien se permitió a los grupos representar lo que percibieran como de mayor importancia, se les incitó a incluir en sus mapas los rasgos naturales tales como tipos de suelos, producción agrícola, bosques y corrientes de agua. Un representante de cada grupo compartió los resultados del ejercicio de representación colectiva del territorio y se realizó una discusión colectiva del ejercicio de contra mapeo.

La segunda actividad de esta primera serie de talleres se enfocó en elaborar una narrativa histórica tanto del impacto de la variabilidad climática como de las reacciones que estos generaron en cada comunidad. Para socializar entre los campesinos partici-pantes los recuerdos de eventos climáticos ocurridos en el pasado, se empleo una me-todología de grupo focal modificada de West et al., (2008) (West, Roncoli, y Ouattara, 2008). Para proporcionar una base a la memoria colectiva de eventos climáticos, sus

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128

impactos y las estrategias de adaptación practicadas, se estableció una cronología de referencia con sucesos históricos clave, tales como el año de la fundación de la comu-nidad, la fecha de construcción de la carretera o la del inicio de la electrificación. Una vez hecho esto, los participantes elaboraron acerca de cuáles fueron los impactos en los sistemas productivos de cada uno de los eventos climáticos evocados y de cómo respondieron a estos. Para finalizar, se pidió a los campesinos que reflexionaran acerca de cómo y por qué cambiaron sus sistemas productivos a lo largo del tiempo.

Serie de talleres 2. Durante la segunda serie de talleres los participantes desarrollaron indicadores de resiliencia a la variabilidad climática. En esta fase la metodología se basó en cuestionar a los campesinos acerca de qué factores determinaron el éxito pro-ductivo en condiciones climáticas variables (Altieri, 2010). Se pidió a los participantes que establecieran una escala asociada a iconos de color rojo, amarillo y verde. Si bien esos colores recuerdan los de los semáforos de tránsito, estos no fueron interpretados en ese sentido por la mayoría de los participantes ya que no conducen vehículos mo-torizados. Los participantes sugirieron usar las palabras peligro, precaución y bien en lugar de los colores. La actividad de los talleres se dirigió a estimular la conversación acerca de indicadores agroecológicos de vulnerabilidad ante el cambio climático.

Los efectos regionales del cambio climático fueron ubicados en el contexto de la dinámica climática local. Para ello, y con la finalidad de ayudar a los campesinos a comprender el significado de la variabilidad climática, se discutió con los participantes la variabilidad climática anual y entre distintos años a partir de la precipitación, apo-yando la exposición en la presentación en forma gráfica de los patrones de precipita-ción anual en la región de la Mixteca y la historia del Índice de Severidad de la Sequía de Palmer (PDSI, por su acrónimo en inglés) para el estado de Oaxaca (Liverman, 2000). Se hizo referencia a los años 2009 y 2010 como ejemplo de años de clima extremo du-rante los cuales la región de la Mixteca Alta experimentó tanto condiciones de sequía como de precipitaciones por encima de las normales anuales.

La contextualización dentro de las condiciones productivas locales de los indicado-res de resiliencia agroecológica a la variabilidad climática se hizo mediante visitas de los participantes a tres sistemas agroecológicos, donde los agricultores responsables de esos sistemas aportaron una breve narrativa de los cultivos previamente sembrados, los niveles de productividad y los principales cambios en el manejo aplicado. Una vez hecho esto, los participantes en grupos de tres a cuatro personas discutieron acerca de cuáles fueron los factores ambientales que pudieran haber permitido o limitado la productividad de los agroecosistemas durante años de clima extremo. Al término de las discusiones grupales cada grupo presentó sus conclusiones y el facilitador anotó las palabras clave empleadas por los campesinos.

Los indicadores mencionados por los participantes durante las visitas a los agroeco-sistemas fueron sistematizados por el facilitador y los participantes del taller. Primero, el facilitador ordenó los indicadores señalados por los campesinos en tres categorías generales: Escala de Paisaje, Manejo de Agroecosistemas y Calidad de Suelo. Por úl-timo los participantes describieron las condiciones de cada indicador en una escala ordinal con tres niveles (tabla 2).

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Serie de talleres 3. La última serie de talleres pretendió evaluar los sistemas producti-vos empleando los indicadores de resiliencia agroecológica a la variabilidad climática desarrollados durante la Serie de Talleres 2. Los indicadores de las tres comunidades se agruparon en un listado común (tabla 3) para generar una herramienta de evaluación regional incluyendo las perspectivas de un mayor número de campesinos dentro del distrito de Asunción Nochixtlán. Los organizadores campesinos del CEDICAM fueron consultados en extenso.

Tabla 2. Escalas de evaluación empleadas por los participantes para describircada indicador de resiliencia agroecológica a la variabilidad climática.

Descripción Ícono Valor

Bien: estado o estrategia de manejo óptima. 2

Precaución: estado o estrategia de manejo aceptable. 1

Peligro: estado o estrategia de manejo marginal. 0

Tabla 3. Hoja de evaluación desarrollada y aplicada por los equiposde asistentes al taller para evaluar sus sistemas productivos.

Equipo:

Comunidad:

Sistema productivo:

Categoría Indicador Observaciones

Paisaje

Composición territorial

Rompevientos

Ubicación de parcelas

Conservación de suelo

Manejo

Rotación de cultivos

Variedades cultivadas

Policultivo

Fertilidad del suelo

Tipo de labranza

Calidadde Suelo

Plantas espontáneas

Productividad del suelo

Materia Orgánica en el Suelo

Profundidad de Suelo

Textura del Suelo

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La Serie de Talleres 3 se nombró “Taller de la Parcela Feliz”, reflejando la iconografía de la escala de los indicadores: , y , (tabla 2). Se asignaron valores numéricos para agregar los resultados por comunidad: = 0, = 1 y = 2. Tres equipos de participantes en cada comunidad evaluaron los sistemas productivos (tabla 3). Las evaluaciones de cada sistema productivo se hicieron de modo independiente.

Los participantes interpretaron los resultados de las evaluaciones mediante la ela-boración de gráficas de barras agregando los resultados de los tres equipos para los cuatro sistemas productivos. Con metodologías de evaluación similares se preguntó a los participantes, “¿cómo ir de rojo a amarillo?” y “¿cómo ir de amarillo a verde?” (Ca-mmaert et al., 2007; Altieri, 2010). Se preguntó a los participantes en esta investigación “¿cómo obtener más ?” y “¿cómo mantener las obtenidas?” para cada categoría de los indicadores. Estos cuestionamientos intentaron expresar cómo los agroecosiste-mas pueden derivar hacia una mayor o menor resiliencia agroecológica a la variabilidad climática.

Resultados

Serie de talleres 1

Mapas comunitarios. Los dos mapas creados por los participantes de la comunidad de Zaragoza plasmaron atributos distintivos de sus comunidades. El Mapa 1 de Zara-goza representa recursos naturales relevantes en la comunidad incluyendo bosques, afloramientos de roca, tierras arables, tierras degradadas, pozos de agua y viviendas (figura 1). La escala y detalle de representación del bosque enfatiza la importancia de las montañas de Monte Negro. El segundo grupo de participantes dibujó el Mapa 2 de Zaragoza, que con mayor claridad que el anterior expresa los tres tipos predominantes de suelo arable: tierra roja, tierra blanca y tierra negra cerruda (figura 2).

Los mapas de la comunidad de El Rosario (figuras 3 y 4) resaltan la distribución espacial de los recursos naturales y de los agroecosistemas campesinos con un límite territorial bien definido. El municipio de San Miguel Huautla ha sostenido conflictos acerca de los límites con el territorio de sus vecinos. El conflicto agrario ocurrido entre los años 1925 y 1937 condujo a la pérdida de casi la mitad del territorio de la comuni-dad de San Miguel Huautla, extensión que pasó a ser propiedad de las comunidades vecinas de San Pedro Jocotipac al este, Santiago Apoala al sur y San Juan Bautista Coixt-

Dos sistemas agrícolas prototípicos de la Mixteca Alta son el maíz de cajete y el maíz de temporal. El maíz de cajete –haciendo referencia tanto al empleo de la raza de maíz de estación larga chalqueño como al sistema de producción en sí– se considera un sistema eficiente en términos hídricos y tolerante a la sequía (Pérez Jerónimo 1979; Rivas Guevara 2008). Es sembrado entre febrero y abril y cosechado entre septiembre y noviembre, dependiendo en el microclima local. El maíz de cajete se siembra en parches de suelo reteniendo humedad residual con una herramienta con dos extremos llamada pico y coa. Maíz de temporal se refiere a una amplia mezcla de razas de maíz –incluyendo bolito, cónico y chalqueño– con características morfológicas y fisiológicas variables, que es tradicionalmente sembrado en el sistema de milpa, en policultivo junto con frijol y calabaza. Los campos se preparan empleando tanto tracción animal como tractores y las semillas se siembran manualmente en surcos una vez que se estabilizan las precipitaciones entre mayo y julio. En comparación con el maíz de cajete, este sistema requiere menos ayuda mutua entre familias.

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Figura 1. Mapa 1 de la comunidad de Zaragoza.

Figura 2. Mapa 2 de la comunidad de Zaragoza.

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Figura 3. Mapa 1 de la comunidad de El Rosario.

Figura 4. Mapa 2 de la comunidad de El Rosario.

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lahuaca al oeste. El desacuerdo entre los municipios de San Miguel Huautla y Santa María Ixcatlán acerca de la propiedad del territorio ubicado al norte de El Rosario per-manece en espera de ser resuelto. El Mapa 1 de El Rosario pone énfasis en los límites espaciales del territorio de San Miguel Huautla, delimitado con mojoneras; este mapa también representa recursos no agrícolas amenazados por las disputas territoriales, tales como madera y palma (figura 3). Como en el caso de Zaragoza, el Mapa 2 de El Rosario refleja la integración espacial de la producción agrícola con las viviendas y los cauces de agua (figura 4). Los participantes de San Pedro Coxcaltepec Cántaros repre-sentaron una perspectiva vertical de su comunidad, formato que resalta la pronunciada topografía del territorio de esta comunidad (figuras 5 y 6). Las viviendas y terrenos arables se ubican sobre una serie de abruptas terrazas de roca, cuya extensión es re-presentada de modo evidente en el Mapa 2 de San Pedro Coxcaltepec Cántaros (figura 6). Los participantes etiquetaron los rasgos del territorio con sus nombres en mixteco, sin embargo, el significado de esta toponimia no fue conservado.

Historia de la comunidad

San José Zaragoza. Los participantes en San José Zaragoza recordaron varios cambios en los patrones climáticos ocurridos a lo largo de su vida (figura 7). Antes de 1989 –año en que se inició la electrificación en la comunidad– las lluvias se iniciaban por lo general entre febrero y marzo y continuaban hasta noviembre. El maíz de temporal1 solía ser

Figura 5. Mapa 1 de la comunidad de San Pedro Coxcaltepec Cántaros.

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Figura 6. Mapa 2 de la comunidad de San Pedro Coxcaltepec Cántaros.

Figura 7. Historia climática de San José Zaragoza.

Eventoshistóricos

Eventosclimáticos

Impacto

Adaptación

1970

1986

1989

1990

1995

1998

1999

2002

2006

2009

ElectricidadFertilizantes

sintéticos

Excesivaprecipitación

Apoyo delgobierno

Erosióndel suelo

Helada y granizo

Lluvias empezaron más tarde

Nocosecharon

frijol

No cosecharonno chicharro

ni frijol

Construyeronbordos y cambiaron

las fechas de siembra

Corría aguatodo el año

Aguaabundante

Zanjastrincheras

Abonos verdesEscuela

Sequía

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sembrado en mayo y cosechado en octubre. Hacia la década de 1990 el período anual de lluvia había iniciado más tarde y concluido antes. Los campesinos respondieron a este desplazamiento de la estación húmeda sembrando maíz de temporal entre mayo y junio. Los campesinos de esta comunidad también dijeron que ocurrió una intensifi-cación de las tormentas que provocó una más extrema erosión de suelos y daños a los cultivos, en respuesta a lo cual la comunidad construyó bordos de roca a lo largo del contorno de las parcelas para reducir estos efectos negativos. La construcción de bor-dos de contorno en San José Zaragoza fue financiada por el Gobierno Federal durante el año 2009.

Los campesinos recordaron eventos climáticos por los impactos que tuvieron más que por las respuestas que se generaron ante estos. Antes de la década de 1970, el río La Labor que atraviesa la comunidad corría todo el año proporcionando abundante agua para el ganado, pero durante esa década el río se secó afectando a las manadas. El período entre 1986 y 1987 fue de baja precipitación y el efecto El Niño de 1998 tam-bién ocasionó escasez de lluvia en Zaragoza. Hubo ocasiones en que los rendimientos agrícolas fueron malos debido a inclemencias meteorológicas, como en el año 2006 en el la cosecha estuvo a punto de fallar por completo debido a granizadas ocurridas al inicio de la temporada de crecimiento y a heladas negras durante el final del período agrícola. La mayoría de los agricultores recuperaron las semillas para la siguiente esta-ción y sólo obtuvieron una cosecha quienes sembraron muy al inicio de la estación de crecimiento. En 1995 se construyó una escuela, y un año antes se inició la aplicación de fertilizantes sintéticos, con lo cual aumentaron los volúmenes cosechados de maíz. Sin embargo, algunos suelos fueron impactados negativamente por el uso de los fer-tilizantes y los rendimientos del grano retrocedieron una vez más. En el año 2002 los campesinos comenzaron a aplicar abono verde y compostas con la finalidad de reducir los costos de los fertilizantes sintéticos, y mejorar la calidad de los suelos. Con la nueva estrategia de manejo de la fertilidad del suelo, se experimentó una reducción inicial en los rendimientos de cosecha, seguida por un incremento sostenido año con año. Los sistemas productivos han sido afectados por lluvias de frecuencia errática, como en 2009 cuando precipitaciones intensas durante junio precedieron una sequía de un mes durante julio. El maíz sembrado en junio fue severamente afectado por la falta de lluvia.

Aún cuando los campesinos no siempre responden de modo inmediato a casos específicos de extremos climáticos, sí ponderan aquéllas estrategias de manejo que tienen efectos mitigantes de posibles eventos futuros. Así, los participantes recono-cieron que la construcción de bordos de contorno mejoraron la infiltración recargando los acuíferos y facilitando el drenaje de las parcelas en años muy húmedos. También, los participantes notaron que las franjas de vegetación entre las parcelas y las cortinas rompevientos protegen a las milpas de los efectos del viento y que ciertos factores hacen a los agroecosistemas más frágiles al clima extremo, tal como la presencia de suelos negros arcillosos con drenaje escaso.

El Rosario. Los participantes en El Rosario reconstruyeron los cambios en el clima, como el desplazamiento en el año y la disminución de las lluvias (figura 8). El retraso de

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la estación lluviosa respecto al período de crecimiento correspondió en el tiempo a la construcción en 1970 de la carretera entre San Miguel Huautla y Asunción Nochixtlán. Antes de la década de 1970 las lluvias se iniciaban en mayo o junio con una concen-tración de la precipitación durante junio y julio. El maíz de cajete se sembraba entre febrero y marzo mientras que el maíz de temporal se sembraba desde mayo hasta el 16 de junio. El granizo se presentaba al inicio de la estación de crecimiento por lo que sólo causaba un daño menor a las hojas jóvenes del maíz. Conforme los cultivos alcanzaban la madurez fisiológica su vulnerabilidad a las heladas aumentaba entre septiembre y enero.

Mientras que los participantes no especificaron ninguna tendencia definida de cam-bio climático durante las décadas subsiguientes, sí dijeron haber notado un sesgo en el clima durante la década de 1990. En 1996 la comunidad experimentó una sequía de magnitud catastrófica que mató por igual cultivos, árboles y palmas. También, durante los años entre 2004 y 2009 los campesinos observaron que el maíz de cajete y el trigo fueron los cultivos más resistentes, en cambio, fracasaron las cosechas de maíz de tem-poral y de frijol; lo más que se logró fue recuperar la semilla para ser sembrada en la siguiente estación. Durante estos años los campesinos compraron granos con subsidio estatal para satisfacer sus necesidades alimentarias. A partir de la década de 1990, los campesinos han respondido al desplazamiento estacional y disminución de las lluvias mediante la siembra de maíz de temporal entre junio y el 14 de julio, ya que la siembra más tardía expone al maíz a un mayor riesgo de ser dañado por las heladas de octubre.

Figura 8. Historia climática de El Rosario.

Eventoshistóricos

Eventosclimáticos

Impacto

Adaptación

1970

1969

1970

1979

1984

1985

1996

2000

2004

Fundación CONASUPO

Excesivaprecipitación

Helados ygranizo

afectaron a los cultivos

Años de sequía

empezaron

Lluvias tardaron

Nocosecharon

Río se secó, palmas yárboles

murieron

Sembraban el maíz de temporal

entre junio y julio

Abandonaronel maíz de cajete

Excesivaprecipitación

Inundaciones

TractoresMateriales deconstrucciónCarretera

Sequía

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137

San Pedro Coxcaltepec Cántaros. La remembranza de cambios climáticos de los par-ticipantes del taller en San Pedro Coxcaltepec Cántaros comenzaba en la década de 1930, período cuando nació el participante de mayor edad (figura 9). En esa época las lluvias ocurrían entre abril y octubre, las granizadas en abril al inicio de la estación de crecimiento, y las heladas en septiembre. Las cosechas no eran seriamente dañadas ni por la lluvia ni por el granizo y no se recordaron problemas graves de plagas. Se evocó un período de cambios climáticos en la década de 1970, período que coincide aproxi-madamente con la electrificación de la comunidad de San Pedro Coxcaltepec Cántaros, cuando la estación lluviosa comenzaba en mayo y en algunos años terminaba en octu-bre y noviembre. A partir del año 2000, los participantes notaron un incremento en la variabilidad climática. Las lluvias han iniciado entre mayo y junio y en ocasiones, han terminado tan tarde como septiembre.

El manejo agrícola de los campesinos se ha adaptado a los cambios climáticos y socioculturales. Antes de la década de 1970 la producción de maíz de cajete y maíz de temporal se repartían casi por partes iguales en las tierras arables de la comunidad, pero desde esa década la producción de maíz de cajete ha tenido una disminución drástica. Los participantes citaron que el factor que determinó esa tendencia de cam-bio en el sistema productivo del maíz fue la falta de humedad en el suelo. Para el año 2009, los campesinos de la comunidad habían casi abandonado el sistema de maíz de cajete prefiriendo el de maíz de temporal, sólo recordándose el caso de un productor que continuó sembrando maíz de cajete. En comparación con la comunidad de San Mi-guel Huautla, el trigo es un cultivo menos popular en San Pedro Coxcaltepec Cántaros a pesar a pesar de la menor disponibilidad de agua. Es posible que los programas gu-

Eventoshistóricos

Eventosclimáticos

Impacto

Adaptación

1364

1936

1970

2000

1990

Fundación Nació el participante de mayor edad

Cultivos afectados por viento, pero no por heladas, ni granizo

Mazorcas pequeñas, problemas de plagas

Cultivos afectados por heladas pero

no por granizo

Sembraban el maíz detemporalen junio

Migración, menos

ganadería y maíz de

cajete

Lluviasde mayo -

septiembre

Aumento en la variabilidad

climática

Sembraban el maíz de cajete y de temporal temprano en el año

Llovía entre abril - octubre

Electricidad Fertilizantes

Figura 9. Historia climática de Coxcaltepec.

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bernamentales que introdujeron nuevas variedades de trigo tuvieran alguna injerencia en esta tendencia.

Otra razón importante para el abandono del maíz de cajete en San Pedro Coxcal-tepec Cántaros es el cambio demográfico en la comunidad debido a una emigración masiva de jóvenes motivada por una situación de crisis laboral. Conforme disminuyó la población en San Pedro Coxcaltepec Cántaros, al tiempo que los miembros de las familias residentes envejecían, fueron abandonándose las actividades agrícolas que re-querían de trabajo intensivo como el maíz de cajete. Así, las familias fueron adoptando cosechas que ahorran trabajo como el maíz de temporal. Dado que los jóvenes eran los encargados del pastoreo de ganado, la emigración también ocasionó una reducción en las manadas en la comunidad. Pero manadas más pequeñas también resultaron en cantidades menores de estiércol disponible por lo que se desencadenó una crisis en el manejo de la fertilidad del suelo. A principios de la década de 1990 se comenzó a sus-tituir el estiércol por los fertilizantes sintéticos. Para el año 2009, una vez que se inició la introducción de tractores a la comunidad, la mayoría de las yuntas de bueyes habían sido vendidas. Los participantes esperaban que estas transformaciones tecnológicas afectarían el manejo cultural de las larvas de Phyllophaga, que eran tradicionalmente consumidas por gallinas y guajolotes no confinados durante la labranza con arados egipcios. Estos acontecimientos ponen en relieve cómo el cambio demográfico y tecno-lógico plantea retos emergentes que van más allá de la variabilidad climática.

Serie de talleres 2Los participantes en Zaragoza discutieron cómo mitigar el riesgo de exposición a even-tos climáticos extremos protegiendo las parcelas con franjas de vegetación en los bor-des y la plantación de vegetación perenne de uso múltiple, estrategias que pudieran sostener y regular la productividad en ambientes marginales. Los aspectos de manejo agrícola y tipos de suelo pueden tener pros y contras durante eventos climáticos extre-mos. Los cultivos que prosperan en años húmedos pueden tener bajo rendimiento en años secos y viceversa. En general, los campesinos observaron que las variedades tradi-cionales de maíz son menos resistentes a la variabilidad climática en comparación con otros cultivos producidos en la comunidad. Cuando se preguntó si el maíz de cajete era más resistente que el maíz de temporal, un agricultor respondió que “eso es otro sis-tema completamente” y ya no se practica en Zaragoza. Los fertilizantes sintéticos sólo dan resultado en condiciones de precipitación idónea pero en años de baja precipita-ción son ineficaces y costosos. Las decisiones de manejo de los agricultores campesinos se basan en consideraciones sociales y económicas: el maíz de cajete involucra aspec-tos productivos que han sido abandonados y la aplicación de fertilizantes representa riesgos económicos para los agroecosistemas de temporal. Si bien los suelos de color claro son fáciles de trabajar en años húmedos, también son los menos productivos, en cambio, los suelos de color oscuro son considerados los de mayor productividad en años secos, pero resultan difíciles de trabajar en años muy húmedos.

En El Rosario, los campesinos describieron los retos que han confrontado en condi-ciones climáticas variables. De hecho, durante la sequía del año 2009 los rendimientos agrícolas fueron considerados por ellos como aceptables a pesar de haber obtenido

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menores cosechas en relación a años anteriores. Al discutir las visitas al campo, los par-ticipantes coincidieron en que las zanjas excavadas a lo largo del pendiente previenen la erosión del suelo durante las lluvias. La construcción de zanjas con una ligera incli-nación pudieran evitar rupturas del bordo o inundación de las parcelas durante años con precipitación excepcionalmente intensa. Se reconocieron diferentes tolerancias de los cultivos a la variabilidad climática, por ejemplo, el maíz de cajete resiste mejor que el de temporal los extremos climáticos, en particular respecto a las condiciones de sequía. También, en general, el maíz es más vulnerable a extremos climáticos que el trigo. La diversidad de cultivos producidos por los agricultores contribuye a estabilizar el rendimiento de cosecha en casos de clima impredecible. La profundidad del suelo es medida en codos, o qué tanto penetra la superficie del suelo el arado de tracción animal. Algunos suelos retienen mejor la humedad que otros, pero esta característica no siempre se relaciona con el color del suelo: En el Rosario, los suelos rojos, blancos y negros son descritos como arcillosos (tierra cerruda) o arenosos (tierra suelta).

Los participantes en Coxcaltepec comentaron la importancia de usar estercolados de buena calidad y en el conocimiento de las propiedades frío-caliente de ciertos ár-boles creciendo en los bordes de las parcelas. Por ejemplo, los juníperos y pinos tienen hojas calientes, mientras que los encinos, manzanitas y madroños tienen hojas frías que favorecen a los agricultores porque no impactan a los cultivos en años secos. Tam-bién, identificaron un listado largo de fuentes de fertilización natural que no habían sido mencionados en los talleres previos.

Serie de talleres 3: evaluaciones participativasEl agrupamiento de los indicadores resultantes de los talleres en las tres comunidades para integrar una sola herramienta de evaluación requirió de resolver algunas contradic-ciones (tablas 4, 5 y 6). En primer lugar, los indicadores repetidos fueron combinados. En algunos casos los participantes distinguieron cómo algunos indicadores variarían según si se tratara de años secos o húmedos, si bien estas distinciones son importantes, en aras de facilitar el proceso de evaluación, se combinaron las escalas que especificaban años secos o húmedos. Por ejemplo, algunos cultivos y variedades tienen un mejor des-empeño en condiciones húmedas que de sequía, así, el trigo es más resistente a la se-quía que al exceso de humedad, pero la mayoría de las variedades de maíz son sensibles tanto a la sequía como al exceso de humedad en el suelo. Por lo tanto, el trigo tendría valoraciones más altas de resistencia a la variabilidad climática que el maíz. Por último, antes de hacer las evaluaciones el proceso de combinación de los indicadores propues-tos por las tres comunidades fue verificado con los agricultores del CEDICAM.

En las evaluaciones conducidas en las comunidades de San José Zaragoza y El Rosario los participantes se concentraron en identificar los aspectos de sus sistemas productivos que fueran considerados más vulnerables y más resistentes a los extremos climáticos. Los valores promedio obtenidos en ambas comunidades indicaron que, en los dos casos, los indicadores de manejo agrícola tuvieron los valores más altos en comparación con los valores obtenidos para los indicadores de paisaje y calidad de suelo (figura 10). Los participantes en San José Zaragoza asignaron el menor valor al indicador contenido de materia orgánica, mientras que en El Rosario el indicador con el valor más bajo fue el

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Tabla 4. Agregación de los indicadores de paisaje propuestos por participantesde San José Zaragoza, El Rosario y San Pedro Coxcaltepec Cántaros.

Indicador

Composiciónterritorial.

El sistema productivo evaluado está sembra-do con el mismo cultivo y durante el mismo ciclo agrícola que la mayoría de las parcelas.Sin árboles ni cortinas rompevientos

El sistema productivo eva-luado está rodeado por otros sistemas productivos en barbecho o sembrados con cultivos diferentes, pero no de bosques.Con árboles grandes que compiten con los cultivos como juníperos, pinos, eu-caliptos o fresno.

El sistema productivo eva-luado está rodeado de bos-ques y de otros sistemas productivos en barbecho o sembrados con distintos cultivos.Con vegetación perenne de uso múltiple (leña, madera, forraje y fruta.

Ubicaciónde parcelas.

En pendiente pronun-ciada o en riesgo de inundación frecuente.

En terrenos planos o con pendiente intermedia con algún riesgo de inundación.

En terrenos planos o con pendiente intermedia, pendiente abajo de bos-ques nativos y sin riesgo de inundación.

Conservaciónde suelo.

Sin bordos rodeando al sistema productivo.

Con apilamientos de rocas rodeando al sistema pro-ductivo.

Con bordos de contorno construidos con una pen-diente suave para facilitar el drenaje y colocados a una distancia apropiada según la pendiente del terreno.

Tabla 5. Agregación de los indicadores de manejo propuestos por participantesde San José Zaragoza, El Rosario y San Pedro Coxcaltepec Cántaros.

Indicador

Rotaciónde cultivos

Sin rotación ni períodos de barbecho.

Con rotación de cultivos pero sin incluir cultivos de leguminosas.

Con rotaciones anuales incluyendo cultivos de le-guminosas.

Variedades cultivadas

Variedades menos preco-ces de maíz de temporal; con frijoles.

Variedades precoces de maíz de temporal; varie-dades menos precoces de trigo (largo y rocome); ca-labaza; haba.

Variedades precoces de trigo (pelón); maíz de ca-jete; trébol blanco dulce; chícharos.

Policultivo Monocultivo Policultivo inconsistente Policultivo deliberado

Fertilidaddel suelo

Sin aplicación de fertili-zantes, compostas ni es-tiércol.

Aplicación de fertilizante sintético o estercolados de baja calidad.

Aplicación de compostas, abonos verdes y esterco-lados de alta calidad.

Labranza Con tractor para maíz de cajete.

Con tractor para maíz de temporal.

Discado con tractor segui-do de aporque con arado de tracción animal.

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Tabla 6. Agregación de los indicadores de calidad de suelo propuestos porparticipantes de San José Zaragoza, El Rosario y San Pedro Coxcaltepec Cántaros.

Indicador Plantasespontáneas

Pocas plantas espontá-neas dentro de la milpa

Con un número interme-dio de plantas espontá-neas dentro de la milpa

Con un número excesivo de plantas espontáneas dentro de la milpa

Productividad del suelo

Suelo pobre que requie-re mejoramiento para producir

Suelo frágil con bajo ren-dimiento

Suelo de buena calidad sin requerimientos de mejoramiento

Materiaorgánicaen el Suelo

Suelo con bajo conteni-do de materia orgánica, difícil de labrar, sin re-tención de humedad o susceptible a inundación

Suelo con contenido in-termedio de materia or-gánica

Suelo con alto conteni-do de materia orgánica, fácil de labrar, buena retención de humedad y poroso

Profundidad del suelo

Suelo pedregoso, some-ro que el arado no pe-netra lo suficiente, con presencia de cárcavas

Suelo delgado que el arado penetra a una pro-fundidad de casi medio codo (ca. 10 cm), con presencia de regueras

Suelo profundo que el arado penetra a una pro-fundidad de un codo (ca. 25 cm), sin señales de erosión

Texturadel Suelo

Suelo arcilloso y pegajo-so o arenoso que se seca rápidamente

Suelo gravoso que retie-ne la humedad

Suelo franco que no se inunda.

Rotación de cultivos

Variedades cultivadas

Policultivo

Fertilidad del suelo

Tipo de labranza

Plantas espontáneas

Productividad del suelo Materia orgánica en el suelo

Profundidad de suelo

Textura de suelo

Composición territorial

Rompevientos

Ubicación de parcelas

Conservación de suelo

Zaragoza El Rosario

Figura 10. Valor promedio de 14 indicadores para cuatro sistemasproductivos en San José Zaragoza y El Rosario.

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de rompevientos (figura 10). Los indicadores rotación de cultivos y labranza tuvieron los valores más altos en San José Zaragoza y El Rosario, respectivamente. El valor promedio de todos los indicadores en cada comunidad se mantuvo entre y (figura 10).

A pesar de el tamaño limitado de la muestra, los participantes identificaron una se-rie de estrategias apropiadas para elevar la resiliencia a los extremos climáticos de los sistemas de producción que fueron evaluados. En Zaragoza, se hizo mención de estrate-gias relativas al control de plantas espontáneas (malezas) y manejo del suelo (tabla 7). Los participantes valoraron la función ecológica de las malezas en su agroecosistema. Cortar las malezas en lugar de arrancarlas de raíz y permitir que estas se reproduzcan por semilla fueron dos estrategias sugeridas por los campesinos para mantener y obte-ner más . Así mismo, el plantar árboles frutales y acacia (Leucaena leucocephala) en los bordes de las parcelas proveería beneficios múltiples incluyendo alimento, forraje para ramoneo y para corte, estabilización de suelos y amortiguamiento de los extremos climáticos en sus sistema agroecológico. Los participantes plantearon el incremento de cultivos de cobertura con abonos verdes como otra estrategia efectiva para el amorti-guamiento de los extremos climáticos en sus sistema agroecológicos. Los agricultores de San José Zaragoza emplean el policultivo tradicional de maíz y leguminosas comes-tibles como cultivos de cobertura.

También en El Rosario los participantes tuvieron una discusión similar a la de los de San José Zaragoza en relación a algunas oportunidades para modificar la composición del paisaje para amortiguar los efectos de los extremos climáticos en sus agroecosis-temas (tabla 8). El municipio ha estado realizado un ambicioso programa con fondos federales para excavar bordos de contorno, pero los participantes opinaron que piensan que sería mejor hacerlos de roca para evitar las rupturas que se presentan durante años de lluvias intensas. Si bien los campesinos desearían poder reforestar el paisaje, muchos de ellos dependen de los campos en barbecho y los terrenos ubicados entre las parcelas para el pastoreo comunal de ovejas y cabras. La inversión en vegetación perenne se dificulta, en particular en lugares alejados de las viviendas, debido al alto número de personas que pastorean sus manadas en las inmediaciones de la comunidad.

Tabla 7. Propuestas de mejoramiento de los sistemas productivosgeneradas por los participantes en San José Zaragoza Categoría.

Categoría Para mantener las Para obtener más

Paisaje

Plantar árboles frutales, cercos vivos leñosos y mejorar el manejo del ganado.

Plantar árboles de bajo porte, construir bor-dos de contorno, reforestar ambientes degra-dados, cercos vivos leñosos y acrecentar la conciencia de la comunidad.

Manejoagrícola

Aplicar estiércoles y compostas, no eliminar las malezas.

Aplicar estiércoles y compostas.

Calidaddel suelo

Plantar árboles frutales y acacia (Leucaena leucocephala), sembrar abonos verdes.

Permitir que las malezas se reproduzcan por semilla.

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Entre las estrategias mencionadas en ambas comunidades los participantes enfa-tizaron la importancia de la organización social. Al inicio del taller en El Rosario, un participante dijo que “las lluvias vienen diferente en cada año. Cuando no llueve, nada podemos hacer”, pero hacia el final del taller, los participantes reconocieron que hay múltiples estrategias que ya han sido puestas en práctica por los campesinos y que dan a la producción mayor resiliencia frente a la variabilidad climática. Uno de los par-ticipantes se cuestionó diciendo, “sabemos lo que tenemos que hacer, pero, ¿cómo hacer que esto se realice?” Varios de los participantes aprovecharon la oportunidad de organizarse en un grupo de trabajo para continuar discutiendo acciones a nivel de comunidad. De modo similar, en San José Zaragoza los participantes expresaron es fun-damental que el aumentar entre los miembros de la comunidad la conciencia acerca del manejo ganadero responsable y la conservación. Muchas de las estrategias mencio-nadas en ambas comunidades requieren de la acción comunitaria, como en los casos de construcción de represas y la captación de agua.

Discusión

Mapas comunitarios Se empleó un amplio espectro de aproximaciones participativas para comprender mejor la resiliencia agroecológica a la variabilidad ambiental desde una perspectiva biofísica. La elaboración de contra mapas proyectó perspectivas comunitarias en dimensiones vertical y horizontal. La perspectiva espacial indígena no necesariamente se adhiere a las representaciones cartográficas convencionales (Sletto, 2009), por lo que se requiere mayor flexibilidad en el entendimiento de los recursos naturales y la resiliencia ecoló-gica territorial. La proyección vertical configura en gran medida el modo en que son practicadas la agricultura y conservación de suelo en la Mixteca Alta. Los mapas repre-sentaron las acciones exitosas de los campesinos para estabilizar sus suelos mediante la construcción de bordos y terrazas en terrenos con laderas pronunciadas. En cambio,

Tabla 8. Propuestas de mejoramiento de los sistemas productivosgeneradas por los participantes en El Rosario.

Categoría Para mantener las Para obtener más

Paisaje Plantar árboles, construir bordos de contorno de roca y mantener cercos vivos y rompevientos.

Mejorar el manejo del ganado.

Manejoagrícola

Aplicar estercolados y compostas, labrar el sue-lo con yunta de bueyes, respetar las estaciones, captar agua y construir represas.

Aplicar estercolados y compos-tas.

Calidaddel suelo

Aplicar estercolados y compostas. Evitar el uso de fertilizantes y no tirar basura en los sistemas productivos.

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grandes porciones del territorio se han perdido por la degradación del suelo severa. El color y textura del suelo son un elemento importante en la comprensión de los ambien-tes agrícolas representados en los mapas. Como fue comprobado en actividades partici-pativas posteriores, la calidad del suelo tiene influencia en la productividad potencial de los agroecosistemas campesinos en condiciones de variabilidad climática.

En el cao de la Mixteca Alta, El manejo comunitario de bosques y terrenos para el pastoreo se integra a las actividades agrícolas al aportar madera, leña, forraje y hoja de palma. En algunas comunidades la palma y la ganadería proporcionan ingresos a las familias campesinas que ayudan a estabilizar los rendimientos agrícolas impredeci-bles debido a la variabilidad ambiental. El establecimiento de límites territoriales fijos mediante mojones emerge como una dimensión importante de la resiliencia agroeco-lógica a la variabilidad climática ya que la subsistencia es amenazada por las disputas territoriales entre comunidades indígenas colindantes.

Historia comunitaria en relación a la variabilidad climática La comprensión de la percepción campesina de la variabilidad climática ha contribuido a la validación del conocimiento y prácticas agrícolas locales. De modo similar a lo re-portado por Sánchez-Cortés et al., respecto al cambio en respuesta al decremento de la precipitación y el incremento de la temperatura de los complejos agroecológicos de los agricultores Zoque en el estado de Chiapas, México, las discusiones entre grupos de campesinos agricultores incluyendo participantes de diversas edades y sexo aportaron una interpretación sustanciosa y flexible de la experiencia frente a la variabilidad cli-mática (Sánchez-Cortés y Lazos Chavero). Las historias del clima evocadas por los cam-pesinos de la región de la Mixteca Alta lograron captar múltiples instancias de cambio agroecológico. La degradación de tierras de esta región a lo largo de la historia ha sido atribuida por diversos autores a momentos de fallas institucionales a distintos niveles que interactúan con los elementos sociales, económicos, tecnológicos y biofísicos de los complejos agroecológicos (García Barrios, 1991).

Los campesinos agricultores de la Mixteca Alta percibieron cambios en las tenden-cias climáticas que ya han sido registrados en otras regiones de Mesoamérica (Sán-chez-Cortés y Lazos Chavero; Kohler, 2010). Desde la década de 1980, la estación de crecimiento marcada por el inicio de las lluvias constantes ha iniciado más tarde en el año. Los agricultores han compensado este cambio climático ajustando las fechas de siembra de maíz de temporal y frijol común. Pero estos ajustes han tenido un costo, ya que la siembra tardía pone en riesgo de heladas a los cultivos durante septiembre y octubre, justo cuando estos alcanzan la madurez fisiológica. Además de estaciones de crecimiento más tardías, los agricultores campesinos han notado una mayor variabili-dad climática. Las tormentas han aumentado en intensidad desde el año 2000, lo cual ha sido percibido por la erosión de suelo provocada por esta intensificación. Las tor-mentas intensas han reducido los rendimientos de los cultivos de temporal al saturar los suelos arcillosos y al impedir la labranza durante períodos críticos del ciclo agrícola. También se reportaron más intensas sequías a partir de la década de 2000, lo que no contradice el acortamiento de la estación de crecimiento o la ocurrencia de tormentas más intensas. Los agricultores campesinos expresaron su percepción de precipitacio-

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nes menores tanto durante la estación seca entre noviembre y abril, como durante la estación de crecimiento de mayo a octubre.

Indicadores y evaluacionesLos campesinos identificaron indicadores en el territorio conocido contextualizado por sus experiencias pasadas y las condiciones sociales y económicas. Desde la perspectiva biofísica, los indicadores elaborados por los agricultores campesinos demuestran una serie de prácticas de manejo óptimo para la región de la Mixteca Alta que representan el profundo conocimiento de sus agroecosistemas. Los indicadores descritos difirieron entre comunidades sugiriendo que el conocimiento agroecológico es moldeado por las condiciones ambientales e historias locales.

Los cambios de indicadores a nivel de paisaje requieren tanto de acciones comuni-tarias como de estrategias regionales. Los factores biofísicos del paisaje actúan como amortiguadores del estrés, aumentan la capacidad productiva y permiten ajustes en las economías rurales. Los tipos de vegetación configuran los beneficios directos de las comunidades agrarias y pueden asistir para maximizar las interacciones positivas, o sinergias, al tiempo que minimizan las interacciones negativas. Los participantes de las series de talleres clasificaron a las coberturas calientes como aquellas formada por árboles que tienen efectos negativos para los cultivos, mientras que la cobertura fría es benéfica. En todos los talleres los participantes recomendaron el uso de vegeta-ción multiuso con recomendaciones específicas de especies favorecidas productoras de forraje, fruta y leña. Las cercas vivas son una estrategia importante para incorporar vegetación perenne y generar un cúmulo de servicios ecosistémicos y uso múltiple.

Aunado a las pendientes pronunciadas, una estructura simplificad del paisaje do-minada por sistemas agrícolas puede ser más vulnerable a una falla generalizada en presencia de eventos climáticos extremos. Las funciones para los sistemas agrícolas de un paisaje diversificado que fueron mencionadas por los agricultores participantes in-cluyen la protección de las parcelas, la atracción y retención de lluvia, el suministro de materia orgánica y el control de insectos. Los pequeños agricultores también obtienen beneficios sociales y económicos de los servicios ecosistémicos proporcionados por los paisajes diversificados. Si bien no expresado en esos términos durante los talleres, se percibe que los agricultores campesinos se benefician con los componentes más resistentes de los paisajes diversos en términos de subsistencia y de ingresos econó-micos durante tiempos de estrés. Un paisaje diversificado también estimula a las eco-nomías y redes sociales locales. Así mismo, la diversidad del paisaje puede permitir a las economías locales el poder adaptarse a cambios impredecibles. La verificación de la importancia de la diversificación del paisaje para la resiliencia social y económica a la variabilidad ambiental requiere de hacer preguntas dirigidas a ello.

La voluntad política comunitaria es necesaria para proteger y restaurar paisajes que sean benéficos para economías rurales basadas en la tierra. Si bien el paisaje es mode-lado mediante procesos de largo plazo, la acción comunitaria puede proteger recursos clave como manantiales, bosques, pastizales y campos de cultivo. En el contexto de la go-bernanza indígena en la región de la Mixteca Alta, la mayoría de las decisiones acerca de la gestión de tierras son tomadas por un comité rotativo llamado Comisariado de Bienes

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Comunales y por autoridades municipales elegidas. Estas instituciones de gobierno junto con las asociaciones civiles como el CEDICAM juegan un importante papel en la imple-mentación de políticas de conservación de las características más relevantes del paisaje.

Las estrategias propuestas por los campesinos para mejorar la resiliencia agroeco-lógica a la variabilidad climática se centran en la conservación del suelo y el manejo agroecológico. La ganadería es la piedra angular de los agroecosistemas en la región de la Mixteca Alta. El énfasis en mantener las manadas para la producción de estiércol, fuerza de trabajo agrícola y utilidades debe ser balanceado con los riesgos de sobrepas-toreo que compromete la capacidad productiva de los territorios indígenas (García Ba-rrios, García Barrios, y Álvarez-Buylla, 1991). Mientras que los agricultores campesinos recomiendan el uso de estercolados y compostas en lugar de fertilizantes sintéticos, también están conscientes de los retos que representa la ganadería para el desarrollo de rasgos del paisaje – como los rompevientos – que protegerían a sus agroecosiste-mas de los eventos climáticos extremos.

Conclusiones

Las experiencias históricas de variabilidad climática junto con el conocimiento tradicio-nal pueden ser utilizadas para incrementar la resiliencia agroecológica a la variabilidad climática. Para que la agricultura de temporal subsista frente al cambio climático del futuro, los agricultores campesinos deberán ejercer acciones para encontrar estrate-gias locales de adaptación que resulten en agroecosistemas productivos más robustos.

Estas estrategias deberán contextualizarse en las condiciones biofísicas y socioeco-nómicas regionales. El modo para poner en práctica estrategias que ayuden a elevar la resiliencia agroecológica de los sistemasa productivos es la capacitación “de campesino a campesino” que contenga una clara valoración de los saberes locales. El aprendizaje sobre técnicas para el manejo agroecológico – como rotación de cultivos, variedades resistentes, policultivo y labranza – pueden ser mejor adquirido por campesinos con conocimientos experimentados. Los movimientos campesino a campesino en Latino-américa han producido importantes innovaciones de los agroecosistemas tradiciona-les. Holt-Gimenez (2002) reporto que los sistemas productivos bajo esquemas de ma-nejo agroecológico de cultivos y suelo sufrieron menores daños del huracán Mitch que los sistemas convencionales en Nicaragua (Holt-Giménez, 2002). Este hecho señala la efectividad de las iniciativas conducidas por los propios campesinos para elevar la res-iliencia a la variabilidad climática extrema.

Si bien la metodología aplicada en el presente trabajo fue efectiva para caracteri-zar tendencias cualitativas y para identificar acciones comunitarias particulares para mejorar la resiliencia agroecológica a la variabilidad climática extrema, se requiere una metodología más completa para abarcar en su totalidad las dimensiones sociales de los agroecosistemas campesinos. Al enfocarnos en atributos biofísicos y del manejo de los agroecosistemas, esperábamos que mediante la aceptación del conocimiento local emergerían los elementos socioculturales. Abordar a las comunidades indígenas, incluso bajo esquemas participativos, demanda de una visión científica del mundo que

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valore la sistematización en culturas que pueden tener distintas aproximaciones a la solución de problemas. Más aún, el enfoque sistémico como producto de las ciencias ecológicas puede acarrear enunciados preestablecidos que se contraponen a la visión del mundo indígena, por lo que puede ser más apropiado el empleo de una metodolo-gía más flexible para comprender cómo interactúan la cultura, la política y el ambiente.

Agradecimientos

Se agradece especialmente a los agricultores campesinos del CEDICAM por hacer po-sible esta investigación. Gracias al estudiante graduado asociado Andrew Friedman. Se agradece la guía y colaboración de la investigadora Jutta Blauert y los profesores Mi-guel Altieri y Nathan Sayre. Este proyecto recibió apoyo financiero de una beca García Robles-Fulbright y de UC MEXUS CONACYT.

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Resiliencia y agricultura ecológica en España

Juana Labrador*, Víctor Gonzálvez†

Introducción

La teoría agroecológica incorpora a la agricultura el concepto de resiliencia, y los de es-tabilidad y adaptabilidad, que se agregan a los vigentes sobre productividad, eficiencia y eficacia en la producción, con el propósito de mejorar el bienestar, la calidad de vida y la equidad entre los agricultores. El término resiliencia en ecología de comunidades y ecosistemas, indica la capacidad de estos de absorber perturbaciones, sin alterar sig-nificativamente sus características de estructura y funcionalidad, es decir, pudiendo re-gresar a su estado original una vez que la perturbación ha terminado (Fox y Fox, 1986; Pimm, 1984; Keeley, 1986). Por ello, las comunidades o ecosistemas más complejos, con mayor número de interacciones entre sus partes, suelen poseer resiliencias mayo-res ya que existe una mayor cantidad de mecanismos autoreguladores. La capacidad de resiliencia de un ecosistema está directamente relacionada con la riqueza de especies y el traslado de las funciones ecológicas que éstas tengan. Es decir que un sistema en el cual sus integrantes tengan más diversidad y número de funciones ecológicas será capaz de soportar de mejor manera una perturbación específica. Un sistema posee re-siliencia cuando sujeto a una alteración, sigue existiendo y funcionando esencialmente de la misma manera o bien, es capaz de recuperarse lo más rápidamente posible y volver a la situación anterior. En este sentido hay que diferenciarla de la resistencia, o capacidad de un ecosistema generalmente bien desarrollado o “maduro” de no alte-rarse ante cualquier circunstancia del medio, o modificación que suceda, porque puede ser algo temporal.

El funcionamiento de los ecosistemas permite la prestación de muchos servicios del medio ambiente a la economía. Los factores que fomentan a la resiliencia de un ecosistema, imprimen sostenibilidad al mismo. Un ecosistema puede ser resistente respecto a un tipo de alteración pero no a otro. Sin embargo, hay un consenso genera-lizado respecto a que las reducciones de la biodiversidad – pérdida de poblaciones- en un ecosistema son amenazas a la resiliencia. Asimismo la extracción o la acumulación de residuos inciden en la pérdida de biodiversidad de los ecosistemas. Igualmente un ecosistema que requiere más energía de la que genera es insostenible a medio o largo plazo. Por la misma razón, el cambio climático al ser una alteración no temporal afecta a la sostenibilidad de la agricultura. De todo ello podemos concluir, que los trabajos relacionados con la sostenibilidad, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la extracción de recursos o la acumulación de residuos tienen que ver con la resiliencia de los sistemas agrarias.

*†Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE). Camí del Port, s/n. Edif. ECA Pat. Int 1º - (Apdo 397). E-46470 Catarroja (Valencia). Tlf. /Fax: +34 961267122. e-mail: [email protected] / web: www.agroecologia.net

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Los trabajos relacionados con la resiliencia de los sistemas de producción “ecoló-gicos”, presentados en los congresos de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), en sus nueve ediciones a lo largo de los últimos veinte años son escasos, aun-que bastante jugosos. La mayoría de ellos se relacionan directamente con la sostenibi-lidad o el cambio climático. Algunos comparan el balance energético de los sistemas de producción ecológica como cuestiones a considerar para conferir resiliencia a los agro-sistemas. En este trabajo se comentan los resultados y conclusiones de los principales estudios relacionados con la resiliencia en los agrosistemas de producción ecológica que se han presentado en los eventos mencionados.

Material y métodos

Para el desarrollo de este trabajo se ha procedido a revisar la base de datos de SEAE en la que se encuentran todas las comunicaciones realizadas, para poder identificar aquellos estudios relacionados con la resiliencia de los sistemas de producción ecoló-gica. Posteriormente, se han extraído las principales conclusiones para ser analizadas posteriormente. También se han realizado una búsqueda en otras bases de datos, se-leccionando y analizado los trabajos. El resultado de ese análisis es lo que se presenta a continuación, de forma resumida

Resultados

En total se han seleccionado 20 trabajos desarrollados en nuestro país que vinculan los términos de biodiversidad, cambio climático, resiliencia y sostenibilidad. Los estudios se pueden agrupar en: a) generales sobre beneficios de la agricultura ecológica en la mitigación del cambio climático; b) constatación del cambio climático y prácticas de mitigación; c) Prácticas de manejo del suelo para mitigar el cambio climático e incre-mentar el C en el suelo, d) pérdida de biodiversidad en la agricultura; e) contaminación por residuos; f) balances energéticos en diferentes agrosistemas y cultivos. Analizamos a continuación los resultados y conclusiones de estos estudios agrupados en la manera mencionada.

Generales Aguilera et al., (2010), realiza una revisión integrada de la información disponible sobre emisión directa e indirecta de gases de efecto Invernadero y secuestro de carbono en los agroecosistemas mediterráneos. Comprueban que el secuestro de C, a través del estudio de la MOS, ha sido el tema que ha recibido mayor atención, con varias decenas de artículos publicados. Se ha comprobado que existe una relación lineal entre el apor-te de C y la tasa de secuestro, y un secuestro de C significativamente mayor bajo mane-jo ecológico. Sin embargo la mayoría de trabajos revisados estudian la MO por motivos ajenos a la emisión de GEI. Por otro lado, el N2O ha sido menos estudiado, aunque se obtiene un factor de emisión significativamente menor para los fertilizantes orgánicos

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que para los sintéticos. El metano, así como las emisiones asociadas a la producción de insumos, han recibido muy poca atención, y por el momento no se pueden extraer con-clusiones sólidas en cuanto a la diferencia entre las emisiones en el manejo ecológico y en el convencional. Por último, indican que existen ciertas diferencias en varios de los procesos y factores de emisión clave entre el mundo mediterráneo y otros climas más estudiados. Concluye que la agricultura ecológica mediterránea podría contribuir a la mitigación del cambio climático por múltiples vías, ya que prácticamente en todos los gases y procesos se ha detectado un menor nivel de emisión en ecológico, o asociado a las técnicas empleadas en la agricultura ecológica. A pesar de ello, la información cien-tífica actual es insuficiente para concretar estos potenciales de mitigación en cultivos específicos, o para establecer factores de emisión o tasas de secuestro generalizables en función de las técnicas usadas.

Aguilera et al., (2010b), realizan un balance de la emisión de Gases de Efecto In-vernadero en olivar ecológico y convencional, con la aplicación del modelo Planete a agrosistema mediterráneos comprobando que en sistemas extensivos y con baja pro-ductividad como los estudiados, el óxido nitroso no supone una fracción significativa en el balance de emisiones, mientras que sí lo son el metano y el C secuestrado. El secuestro de carbono ha demostrado ser el factor clave en el balance de GEI en los agroecosistemas estudiados. Una primera aproximación revela un potencial para com-pensar completamente las emisiones generadas en el manejo ecológico, de forma que resultaría en un sistema casi neutro en CO2. Los resultados de este estudio muestran el enorme potencial de la agricultura ecológica como herramienta de mitigación del cambio climático, cuya valoración por la sociedad, sin embargo, no es posible sin una cuantificación precisa de la emisión de GEI.

García et al., (2006), reúne y analiza suficiente información que constata que la AE puede contribuir de forma significativa a reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero y al secuestro de carbono en suelos y biomasa. Afirma que no esta recono-cida en las discusiones como medida para paliar el cambio climático, ni a nivel nacional, ni internacional. Además remarca que muchas de las medidas pueden encuadrarse dentro de las prácticas de manejo recomendadas que podrían ser usadas por cualquier tipo de agricultura, pero la AE es la única que ofrece una estrategia que integra siste-máticamente todas ellas en un sistema de producción y se completa con normativas obligatorias que tienen mayor impacto en la protección del clima.

Otro trabajo (Montero et al., 1995), profundiza en la necesidad de conocer los im-pactos de las políticas agrarias para impulsar una agricultura de calidad profundizando el conocimiento de las características climáticas, edáficas, hidrológicas, meteorológicas y el comportamiento de la cubierta vegetal

Predicción del cambio climático y prácticas de mitigación/adaptaciónUn trabajo de Molina et al., (1998), vaticina para condiciones semiáridas de la C Va-lenciana que el cambio climático incrementará la aridez y torrencialidad de la lluvia que reducirá a la mitad la profundidad del suelo y duplicará la intensidad del proceso de erosión. En este escenario, la materia orgánica del suelo, el contenido de nitrógeno total y la capacidad de intercambio catiónico se reducirán a la mitad. Igualmente la

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disponibilidad del fósforo se reduciría alrededor de un 90% mientras que el contenido de carbonatos totales aumentaría un 60% y la salinidad un 150%. La proporción de la fracción erosionable del suelo (limo y arcilla no agregados) aumentaría entre un 50 y un 130% y la capacidad de almacenamiento de agua se reduciría en un 25%. En suelos de cultivo de secano en terrazas con prácticas convencionales de cultivo la fertilidad química se reduciría entre un 20 y un 50% respecto del suelo más erosionado de las la-deras, y el contenido de agua a capacidad de campo disminuiría a la mitad. Si el cultivo en terrazas al pie de estas laderas semiáridas erosionadas se abandona y se produce la recolonización de especies de matorral y herbáceas las cualidades químicas, físicas e hidrológicas del suelo mejoran. Recomienda la utilización de especies herbáceas o arbustivas para mejorar las condiciones fisicoquímicas del suelo y reducir la erosión.

Dapena et al., (2006) estudia las evolución de las temperaturas medias anuales en las tres últimas décadas en Asturias y constata un aumento en torno a 0,5 o ºC por década, mas elevado en los meses de primavera-verano que en los de invierno que coincide a rasgos generales con los cambios registrados en el conjunto de la Península Ibérica. Constata también que estos cambios tienen importantes consecuencias en el cultivo del manzano, al influir en prácticamente todas las tasas de desarrollo de los pro-cesos fisiológicos. Asimismo detecta tendencias de reducción de las precipitaciones, sobretodo en los meses de marzo preocupantes, al coincidir con la época de mayor sensibilidad de los manzanos al agua. Con ello sugiere que puede resultar de interés replantearse la utilización de portainjertos de mayor vigor con un sistema radicular mas profundo y por tanto con mayor capacidad de captar agua, en especial en terrenos de ladera, o bien aplicar irrigación

Prácticas de manejo del suelo para mitigar el cambio climático

Según Sanz (2002), las actividades agrícolas responsables del aumento de C («materia orgánica») en el suelo son las mismas que aplica la agricultura ecológica (disminución de la intensidad del laboreo mecánico, levantamiento del suelo (“conservation tillage”) y reducción de la erosión (Sanz, 2002)

Charro et al., (2006) estudió los suelos de barbecho y comprueba que van perdien-do su contenido en materia orgánica con los años, frente a los que no realizan esta práctica. Comprobó que en suelos ecológicos, donde hubo aporte de materia Orgánica (MO), estos ganaron en calidad con los años. Si se incluye un año de barbecho cada 3 años de siembra (rotación), se observa una degradación en los suelos y disminuye el aumento de la ganancia en MO en los suelos ecológico. Estima que al cabo de un siglo, los suelos que han estado en barbecho han perdido hasta un 85% de su contenido ini-cial (0.34 t C/ha). Confirman la degradación de los suelos agrícolas si hay abandono de los mismos, y el interés que representa implantar cultivos ecológicos para evitar dicha degradación, y una mayor pérdida de MO debida al CCG.

Molina et al., (2005), sugiere al contenido de materia orgánica del suelo como indicador de calidad del suelo y sostenibilidad agraria y medioambiental apropia-do para evaluar si el uso y manejo del suelo y del cultivo permite simultáneamente

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mantener o mejorar la producción y, a la vez, mantener o aumentar la capacidad del suelo como filtro medioambiental y sumidero de carbono atmosférico. Deduce que las enmiendas orgánicas en citricultura ecológica son una de las prácticas que más pueden contribuir a la sostenibilidad agraria y medioambiental de los suelos bajo este tipo de cultivo.

Balance de energía Existen diferentes estudios que han comparado le eficiencia energética entre cultivos ecológicos y convencionales en cítricos y hortícolas (Roselló et al., 2000), olivar (Alon-so et al., 2004) y cereales (Lacasta et al., 2000). Todos los estudios indican la mayor eficiencia energética de la agricultura ecológica y apuntan a la mecanización y el riego como principal operación de consumo de energía que debe reducirse

Meco et al., (2008), estudiaron la eficiencia energética de la agricultura ecológica durante 15 años en sistemas agrarios de secanos de climas mediterráneos semiáridos, independientemente de la rotación considerada, es el que mejor se ajusta a los seca-nos semiáridos, al ser el que menos energía consume (del orden de 3-3,5 veces menos) en relación a los sistemas convencionales y de conservación, siendo a su vez el más efi-ciente energéticamente (mayor producción de cosecha y energía por unidad de energía invertida). La alternancia de cultivos, sobre todo cuando se incluye una leguminosa en la rotación, incrementa de forma importante la eficiencia energética.

Guzmán y González (2007), analizando el coste territorial de la sustentabilidad comparando agricultura tradicional y agricultura ecológica encuentran que esta úl-tima debe hacer frente a exigencias territoriales mucho más extensas, ser más sus-tentable, disminuyendo su impacto medioambiental y los gastos de fuera del sector, que provienen no sólo de los requerimientos directos derivados del cierre de los ciclos y la utilización de recursos locales (de energía y materiales), sino también del coste territorial de mantener un nivel óptimo de biodiversidad, dando coherencia al “todo” y dedicando por ejemplo parte del territorio a usos diversos y alternativos a la actividad agrícola.

Discusión

En general se denota la ausencia de trabajos que comparen directamente la mayor re-siliencia de los agrosistemas ecológicos frente a los convencionales, como el emprendi-do por Holt-Giménez (2001), tras el huracán Mitch en Centroamérica en 1999. O aque-llos que establezcan una relación directa entre sistemas de producción agroecológica y la mejora de la biodiversidad a partir de la metodología de Campesino a Campesino de generación conocimientos y transmisión horizontal de tecnologías e innovaciones (Gonzálvez, 20012).

Asimismo se denotan una carencia en estudios relacionados con los impactos de las políticas agrarias para modificar el contexto social que confiera mayor resiliencia a los sistemas ecológicos de producción. Ello hace que debamos remitirnos a evaluarlo a través de los trabajos que estudian aspectos relacionados.

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Los estudios de balance energético se realizaron en la década pasada, donde predo-minaban tecnologías y maquinaria más consumidora de fuentes fósiles que convendría actualizar dado que las condiciones han cambiado y probablemente se han mejorado esos balances.

Conclusiones

En conclusión, a pesar de los escasos estudios realizados en España sobre los facto-res que aportan resiliencia a los sistemas de producción, se pueden encontrar que en aquellos publicados la agricultura ecológica puede contribuir decididamente a incre-mentarla y a reducir los impactos negativos que el cambio climático tiene o tendrá sobre la producción de alimentos. Sin embargo, este hecho no está reconocido a nivel de políticas agrarias

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1Fundación CEAM, Parque Tecnológico, c/ Charles Darwin 14, 46980 Paterna (Valencia)

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Propuesta de conversión agroecológica para alcanzarla resiliencia en sistemas ganaderos

Sara María Márquez Girón*

Introducción

La ganadería es la actividad humana que ocupa la mayor superficie terrestre del pla-neta, abarca el 70% del área dedicada a las actividades agropecuarias y el 30% del área continental. En razón al crecimiento demográfico y al aumento de ingresos de la población, se prevé que la producción mundial de carne para el año 2050 debe duplicar la actual y alcanzar cerca de 450 millones de toneladas y para la producción de leche se espera para ese mismo año cifras cercanas a las 1.000 toneladas. Los principales impactos generados por la actividad ganadera en el medio ambiente, fueron evaluados por la División de Producción y Sanidad Animal de la FAO en unión con muchas otras instituciones, como resultado encontraron niveles altos de contaminación en suelo, agua y atmósfera, debidos a los sistemas intensivos de producción, degradación del suelo originada casi en su totalidad por el sobrepastoreo, deforestación y pérdida de la biodiversidad por la ampliación de la frontera ganadera y por los monocultivos caracte-rísticos de los sistemas intensivos (Steinfeld et al., 2006).

La ganadería extensiva en los países tropicales tiene efectos locales como la degra-dación-compactación de los suelos y la pérdida de productividad del sistema, su impac-to a escala regional se evidencia en la pérdida de capacidad de regulación hídrica y en la contaminación de las fuentes de agua. En el contexto global, el mayor impacto se en-cuentra en la pérdida de biodiversidad reducirse los ecosistemas de bosque del trópico caracterizados por su alta riqueza de especies de flora y de fauna (Murgueitio, 2003).

La alta demanda de pesticidas en la mayoría de las regiones del mundo es originada por los sistemas intensivos de producción agropecuaria que se han implementado con base en el establecimiento de monocultivos, los cuales según Altieri y Nicholls (2007), han implicado la simplificación de la biodiversidad y han convertido las fincas en eco-sistemas artificiales altamente dependientes de la intervención humana por medio del aporte de agroquímicos y de maquinaria, que desequilibran aún más el sistema. Las plantas cultivadas bajo estos sistemas intensivos no poseen los mecanismos de defensa ecológica necesarios para tolerar el impacto de las plagas y enfermedades, por lo tanto se hace necesario el uso excesivo de productos fitosanitarios de naturaleza química, generando así un espiral negativo que se refuerza a sí mismo (Kaine y Tozer, 2005).

En la actualidad, los sistemas ganaderos se ven enfrentados a dos desafíos con rela-ción al cambio climático, el primero tiene que ver con lograr la disminución de principal causa del cambio, la cual se ha adjudicado al incremento de los gases de efecto inver-nadero (GEI) en la atmósfera, dentro de los cuales el metano y el óxido nitroso son atri-

*Ingeniera Agrícola, Magister en Ingeniería Ambiental, cPhD en Agroecología. Profesora de Agroecología, Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Antioquia. Email: [email protected]

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buidos en porcentajes muy significativos a las actividades agropecuarias; el segundo desafío está representado en la adaptación de los sistemas ganaderos para resistir los impactos de corto y largo plazo que trae consigo el cambio climático, cuyos efectos ya están comenzando a sentirse en términos de incrementos de la temperatura, una cre-ciente variabilidad en los regímenes de lluvias y una mayor frecuencia de eventos ex-tremos, tales como inundaciones y sequías (Ayarza et al., 2009 y Valdés y Vargas, 2011).

Dentro de los GEI, la ganadería se relaciona principalmente con el metano debido a que la fermentación entérica del ganado bovino genera anualmente el 61% de las emisiones totales de metano (CH4) en Colombia, pues aproximadamente el 8% de la energía bruta que consume un bovino se transforma en metano, el cual se caracteriza por poseer un potencial 21 veces mayor de calentamiento global que el (Ayarza et al., 2009). El segundo GEI en importancia desde el sector agropecuario, lo constituye el óxi-do nitroso (N2O) con un potencial de calentamiento global 310 veces mayor que el CO2, es generado principalmente por la deforestación y por el empleo de fertilizantes quími-cos, se estima que alrededor del 60% de las emisiones brutas de este gas provienen del suelo como resultado de las acciones microbianas de nitrificación y de desnitrificación, especialmente de los procesos de fertilización nitrogenada (Valdés y Vargas, 2011). El CO2 en el sector agrícola es un GEI que se intercambia entre los ecosistemas terrestres y la atmósfera por medio de la fotosíntesis, la respiración y la descomposición, por lo tanto si el sistema de producción es intensivo se generarán aportes de este gas a la atmósfera debido al desequilibrio en las tasas de estos procesos, pero si corresponde a un agroecosistema las tasas se compensan.

Conversión de sistemas de sistemas agropecuariosconvencionales a sistemas agroecológicos

La conversión agroecológica de sistemas agropecuarios convencionales, puede definir-se como el proceso de restructuración de las interrelaciones entre los componentes de los sistemas de producción, tratando de restablecer la mayor parte de los componen-tes y de las sinergias propias de los ecosistemas naturales, en pro de la alcanzar una producción sostenible, la conservación de los recursos naturales y el aumento de la resiliencia para poder responder a eventos climáticos extremos.

Altieri y Nicholls (2007) plantean que cualquier proceso de conversión de sistemas de producción agropecuaria convencional hacia sistemas agroecológicos debe com-ponerse de tres fases, las cuales fueron establecidas por Gliessman, citado por ellos:

Eliminación progresiva de insumos externos, corresponde a los primeros esfuerzos de los productores por disminuir la contaminación de los productos que genera, del suelo, las plantas, los animales y las aguas, de su predio.

Sustitución de insumos químicos externos al sistema de producción, ésta se realiza en muchas ocasiones con productos orgánicos, biopesticidas o biofertilizantes, pero se corre el peligro de que el productor llegue sólo hasta etapa y entre a depender del suministro de estos insumos desde el exterior, sin llevar a cabo el proceso de

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conversión completo, sin dejar la estructura del monocultivo y que por lo tanto no alcance a estabilizar el sistema.

Rediseño de los agroecosistemas con una infraestructura diversificada y funcional, esta fase corresponde a la verdadera conversión agroecológica, pues en ella se bus-ca alcanzar la autosuficiencia con respecto a la demanda de insumos, a través del establecimiento de un diseño diversificado y racional de arreglos de producción agrícola y pecuaria, que se complementen y que generen al interior del sistema una serie de sinergias, servicios y funciones que lo estabilicen con respecto al tiempo, al entorno, a las expectativas de la comunidad y que adicionalmente, incrementen su resiliencia o capacidad de respuesta a cambios extremos, como el caso de las condiciones climáticas, entre otros.

Para llevar a cabo cualquier proceso de conversión hacia sistemas agroecológicos, Altieri (1994), recomienda que se deben realizar los siguientes procesos, durante la ejecución de las tres fases: Aumento de la biodiversidad en los subsistemas vegetal y animal, aumento de la biomasa y de la materia orgánica en el suelo, disminución de los niveles de residualidad de pesticidas, establecimiento de relaciones funcionales entre los diferentes componentes del sistema y rediseño predial.

Altieri en León y Altieri (2010), destaca que los dos pilares fundamentales de la conversión agroecológica se centran en el mejoramiento de la calidad del suelo y en el manejo del hábitat mediante la diversificación, pues las sinergias que se establecen en-tre el suelo manejado orgánicamente y la diversidad vegetal diseñada adecuadamente, constituyen los factores principales para la recuperación de la estabilidad del sistema.

Diseño de sistemas agroecológicos

El diseño agroecológico tiene por objeto integrar los componentes de las comunidades de plantas y animales con el ambiente, buscando aumentar la eficiencia biológica ge-neral, preservar la biodiversidad y mantener la capacidad productiva y autorregulatoria del agroecosistema. A través del ensamble de una biodiversidad funcional se pretende establecer sinergismos que subsidien los procesos del agroecosistema, por medio de la generación de servicios ecológicos tales como el ciclaje de nutrientes, el incremen-to de insectos benéficos, entre otros. Teniendo como directriz principal, diseñar un agroecosistema que imite la estructura y función de los ecosistemas naturales locales, haciendo el uso óptimo de los recursos naturales como la radiación solar, los nutrientes del suelo y el agua aportada por las lluvias.

En el proceso del diseño agroecológico se hace énfasis en un enfoque de ingeniería ecológica, Por medio del cual se ensamblan los componentes de los agroecosistemas: suelos, vegetación, animales, sanidad, infraestructura, procesos de transformación, co-munidad, entre otros; de forma que las interrelaciones temporales y espaciales que se establezcan entre ellos garanticen la potenciación de sinergias dentro de los procesos naturales que se llevan a cabo en su interior, tales como el ciclaje de nutrientes, la re-troalimentación de la materia orgánica y el control biológico de plagas y enfermedades,

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alcanzando niveles de rendimiento suficientes para llevar al sistema a la sustentabili-dad (León y Altieri, 2010).

Las arquitecturas de los componentes vegetal y animal al interior de un agroecosis-tema pueden diseñarse con el objeto de crear y estabilizar las comunidades de insectos que garanticen el control ecológico de plagas, seleccionando las estrategias de manejo que mejor se adapten a las condiciones ambientales regionales y a las características socioeconómicas y culturales de la comunidad (Altieri y Nicholls, 2010).

El diseño de sistemas agroecológicos está basado en la aplicación de los siguientes principios ecológicos (Reijntjes et al., 1992):

Aumentar el reciclado de biomasa y optimizar la disponibilidad y el flujo balancea-do de nutrientes.

Asegurar condiciones del suelo favorables para el crecimiento de las plantas, parti-cularmente a través del manejo de la materia orgánica y aumentando la actividad biótica del suelo.

Minimizar las pérdidas debidas a flujos de radiación solar, aire y agua mediante el manejo del microclima, cosecha de agua y el manejo de suelo a través del aumento de la cobertura.

Diversificar específica y genéticamente el agroecosistema en el tiempo y el espacio. Aumentar las interacciones biológicas y los sinergismos entre los componentes de

la biodiversidad promoviendo procesos y servicios ecológicos claves.

Conversión de sistemas ganaderos

En la conversión agroecológica se considera que los sistemas subsidiados y con alto nivel de intervención humana son, por principio: 1) ineficientes, puesto que están diseñados para utilizar una gran cantidad de insumos materiales y energéticos cos-tosos, 2) dependientes, debido a que estos recursos en su mayoría provienen de una fuente que los suministra a merced de las fluctuaciones en los mercados, 3) frágiles, porque al escasear o faltar tales recursos el sistema colapsa, y 4) poco resilientes y altamente riesgosos, pues no tienen la capacidad de recuperarse en un breve lap-so al impacto de agentes externos. En los sistemas agropecuarios de monocultivo y dependientes de recursos externos, los subsidios absorben los costos asociados a la simplificación de la Agrobiodiversidad y raramente consideran aquellos relativos a las externalidades que producen (deforestación, contaminación, degradación, daños a la salud). (Funes, 2009).

La mayoría de los campesinos en todas las regiones del mundo han desarrollado sistemas agrícolas adaptados a las condiciones locales que les permiten una produc-ción continua necesaria para subsistir, a pesar de cultivar en ambientes marginales de tierra, con variabilidad climática no predecible y un uso muy bajo de insumos externos. Parte de este desempeño está relacionado con el alto nivel de agrobiodiversidad que caracteriza a los agroecosistemas tradicionales, lo cual tiene efectos positivos en su funcionamiento.

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De igual manera, Reid y Swiderska (2008), señalan: los ecosistemas que poseen una "diversidad funcional" rica, es decir, especies que llenan un amplio espectro de funciones ecológicas, son más estables y se adaptan mejor al cambio climático que los sistemas empobrecidos. Agregan que la biodiversidad y los servicios de ecosistemas son los cimientos sobre los cuales se construyen muchas estrategias de adaptación, que también pueden ser útiles al pensar en la mitigación del cambio climático.

Estrategias de conversión de sistemas ganaderosLos sistemas silvopastoriles integrados representan una valiosa estrategia dentro del proceso de transición de los sistemas intensivos ganaderos hacia los sistemas agroeco-lógicos y han permitido romper el paradigma de que esta actividad productiva trae asociados la deforestación y el deterioro de los recursos naturales de las zonas donde se desarrolla.

Los desarrollos logrados con los sistemas silvopastoriles en Colombia y Centro Amé-rica, han demostrado una relación positiva entre la ganadería bovina y los servicios ambientales de interés mundial como la biodiversidad, el cambio climático, el aumento de la resiliencia, la conservación de las fuentes de agua, la recuperación biológica de los suelos y el bienestar animal.

Los sistemas silvopastoriles son una modalidad de agroforestería ganadera en la que interactúan en el mismo espacio animales, plantas forrajeras, como pasto o legu-minosas rastreas, con arbustos y árboles destinados a la alimentación animal y usos complementarios (CIPAV, 2009) que además involucra principios agroecológicos, aso-ciados siempre a las pasturas tropicales.

Para el caso de América Latina, Murgueitio et al., (2009), destacan los siguientes tipos de sistemas silvopastoriles (SSP) con potencialidad para la transformación de la ganadería:

SSP con manejo de la sucesión vegetal. Pastoreo en franjas con cercas vivas combinadas con cercas eléctricas. Árboles dispersos en los potreros. Pastoreo de animales en plantaciones forestales. Pasturas en callejones de árboles o arbustos. SSP intensivo con alta densidad arbórea y arbustiva para ramoneo. Cercas vivas. Cortinas o barreras vivas rompevientos. Sistemas de corte y acarreo con bancos de proteína en monocultivo o en policulti-

vos de varios estratos.

Entre las principales ventajas del silvopastoreo se encuentran como principales: El me-joramiento de las condiciones del suelo, las pasturas, el ganado y el entorno en general. Como ventajas asociadas al manejo del sistema: La obtención de una mayor producción de biomasa forrajera, aumento en el ciclaje de nutrientes, la minimización de demandas de fertilizantes, el mejoramiento del microclima y por ende del bienestar animal, la recu-peración de gran parte de la micro y macrofauna propia de los ecosistemas de la región.

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163

Proceso de conversión de sistemas de ganadería intensiva

El diseño de la propuesta para la conversión agroecológica de los sistemas intensivos de ganadería de leche para el trópico alto se realizó siguiendo el flujograma que se presenta a continuación, (figura 1):

Caracterización de los sistemasconvencional y agroecológico

deseado

Relación entre demandasdel sistema, la disponibilidad

predial y de la localidad

Diseño de planes demanejo sustentablesde los componentesdel agroecosistema

Figura 1. Esquema secuencial de la propuesta del proceso de conversión

La caracterización del sistema incluye aspectos como propósito, delimitación, co-nocimiento del entorno del sistema, componentes, interacciones entre componentes, insumos demandados por el sistema, recursos empleados pertenecientes al sistema, productos principales generados y subproductos. Adicionalmente, si se parte de un sistema de producción convencional para convertirlo en un sistema agroecológico, se le debe realizar el mismo análisis e identificar la causa principal de la inestabilidad del mismo.

La relación entre demandas del sistema, la disponibilidad predial y de la locali-dad, se debe realizarse a partir de la comparación entre las necesidades del sistema agroecológico conceptualizado con los recursos disponibles en el predio donde se ubi-cará el sistema y en la zona de influencia del sistema, además, se consideraron las condiciones y las restricciones locales.

El diseño de planes de manejo sustentables de los componentes básicos del sistema se lleva a cabo partiendo de la caracterización del sistema, ya realizada anteriormen-te, y de los principios rectores de un agroecosistema sustentable; por lo tanto, debe propenderse porque cada plan garantice la conservación de los recursos renovables, la adaptación de los componentes al ambiente y el mantenimiento de un nivel alto, aunque sustentable, de productividad. Adicionalmente, en dichos planes se involucran los procesos relacionados con la sustentabilidad, como son: la cobertura del suelo, el reciclaje de nutrientes, la captura de sedimentos, la diversidad productiva, la protec-ción de la diversidad genética y el orden ecológico de las sucesiones.

Estudio de caso: propuesta de conversión de la ganadería de lechedel municipio de San Pedro de Los Milagros, Colombia

El municipio de San Pedro de Los Milagros, con una extensión de 229 Km2, se locali-za en la Subregión del Altiplano Norte, a 6° 19´19´´ de latitud norte y a 75° 37´ 40´´ de longitud occidental en el departamento de Antioquia (Colombia), posee una altura promedio sobre el nivel del mar de 2475 m y una temperatura media de 14° C. Este

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164

municipio se ha caracterizado por poseer una amplia trayectoria de producción leche-ra, constituyéndose en una de las más importantes del departamento, según Hoyos y otros (2006) el 86.98% de las fincas del municipio poseen como actividad económica la ganadería bovina y dentro de éstas el 98.37% se dedican a la lechería (figura 2).

En los sistemas de producción lechera del municipio son altamente intensivos, con el predominio de especies bovinas genéticamente seleccionadas, en los cuales se utili-zan el pastoreo rotacional o en franjas y la suplementación con alimentos balanceados. En la reproducción se aplica el sistema de inseminación artificial y la crianza de terneras es también artificial. Las praderas constituyen un monocultivo de pasto Pennisetum clandestinum y son manejadas con altas cargas de fertilizantes químicos u orgánicos, en estos el sistema se integra con explotaciones de porcinas (Balcazar 1989, Gómez 1993 y Vahos, 1997). Adicionalmente, les realiza un control de plagas fundamentado en la utilización de agroquímicos altamente tóxicos.

En la figura 3 se presenta la esquematización del sistema de ganadería de leche intensiva convencional, con los subsistemas suelo, cultivo y pecuario o animal, los com-ponentes plagas, enfermedades y reciclaje, el entorno, las entradas y las salidas. A con-tinuación se presenta la caracterización de cada uno de ellos.

EntornoDe acuerdo con la biotemperatura y la precipitación media anual, la región del estudio se encuentra en el Sistema de Páramos y Bosques Altoandinos del norte antioqueño y

Figura 2. Municipio de San Pedro de Los Milagros con las 19 veredasy predios rurales. Fuente: Hoyos et al., 2006

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corresponde a la zona de vida bosque muy húmedo Montano Bajo (bmh-MB) o tierra fría muy húmeda (Gobernación de Antioquia, 2002).

Al analizar la flora de la región, el mayor valor del índice de valor de importancia lo presenta el roble (Quercus humboldtii) con el 119,69%, seguido en orden de impor-tancia por el espadero (Myrsine coriacea) con un 9,5%, nigüito (Centronia cf. brachy-cera) con el 8,8%, sietecueros (Tibouchina lepidota) con el 8,3% y el canelo de páramo (Drymis granatensis) con el 8,2% destacándose como las especies ecológicamente más importantes en el bosque montano. El alto índice de valor de importancia exhibido por el Quercus humboldtii, como resultado de su alta abundancia, frecuencia y dominancia, indica una vez más que esta especie reviste gran importancia desde el punto de vista de la composición y estructura del sistema boscoso de la región (CORANTIOQUIA y BID, 1999).

Componentes

Subsistema animal. El 80.78 % de los sistemas de ganadería del leche intensiva del municipio poseen hatos de la raza Holstein, manejados en lotes de cría, recría, levante, vacas en producción y vacas horras; alimentados con base en el follaje del pasto kikuyo y la suplementación con alimento balanceado y sal mineralizada; con un promedio de producción de leche por vaca día de 14.2 litros. Los sistemas de pastoreo que predo-minan son el rotacional en el 53% de los hatos y el rotacional por franjas para el 40% (Hoyos et al., 2006). (Figura 4).

Subsistema pradera. El subsistema pradera, corresponde a un monocultivo del pasto Pennisetum clandestinum (figura 5), tiene como propósito fundamental producir forraje

Figura 3. Sistema de ganadería de leche intensiva convencional de trópico alto.

Leche

Descartes

ServiciosEnfermedades

Entradas Salidas

Animales

Reciclaje

Suelo2 µg/h

H2O

Insumos

Clorpirifos1,2 µg/h

Clima

0,55 µg/h1,73 µg/h

Talentohumano

Micro y macrofauna

C

D O

HN

q

i ¥

Gramínea kikuyo

Follaje1,1 µg/h

Raíces39,4 µg/h

Entorno

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Figura 4. Subsistema animal de un sistema de ganaderíade leche convencional en trópico alto.

Figura 5. Subsistema pradera convencional-monocultivo.

Follaje dekikuyo

0,6 µg/h

Entradas Salidas

Reciclaje

Suelo2 µg/h

Insumos

Clorpirifos1,2 µg/h

Clima

0,55 µg/h1,73 µg/h

Talentohumano

Gramínea kikuyo

Follaje1,1 µg/h

Raíces39,4 µg/h

Micro y macrofauna

q

i ¥

para la alimentación del hato ganadero, dentro de éste se encontraron los componentes suelo, cultivo de gramínea Pennisetum clandestinum, micro y macfrofauna, y reciclaje. Dentro del análisis de este subsistema se hizo énfasis en el comportamiento del insecti-cida clorpirifos, utilizado para controlar la Collaria, principal plaga del pasto, por el hecho de constituir un riesgo ambiental para el ganado y para los seres humanos, con cinéticas

H2O

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167

de adsorción y de absorción del pesticida para el caso específico del suelo (1.73 µg/h) y el pasto (0.55 µg/h) de la zona de San Pedro de los Milagros, así como la acumulación del clorpirifos en el suelo (2 µg/g), la bioacumulación en Pennisetum clandestinum cultivado hidropónicamente de (39.4 µg/g) para la raíz del y de (1.1 µg/g) para el follaje, bajo las condiciones normales de campo esta bioacumulación fue menor en el follaje y sólo se obtuvo 0.6 µg/g, representado un porcentaje de transferencia del plaguicida a la biomasa del follaje del 50%.

Componente suelo. El tipo de suelo dominante en la zona corresponde a un andisol derivado de materiales volcánicos, especialmente de piroclastos finos (IGAC, 1991). Los andisoles colombianos presentan altos contenidos de materia orgánica. En es-tos suelos, las relaciones con la fertilidad, se establecen a partir de la estabilidad que le generan al humus los productos de alteración de las cenizas volcánicas o por la toxicidad del aluminio para las bacterias encargadas de su descomposición, con lo cual se estabiliza el complejo, se limita su mineralización y por lo tanto, el aporte de elementos que están directamente vinculados con la materia orgánica en cuanto a la fertilidad del suelo. (Malagón, 2003.). (Figura 6).

Componente agrícola o vegetal. Gramíneas. Kikuyo (P ennisetum clandestinum Ho-chst ex Chiov). Es una gramínea, originaria del África, perenne adaptada a clima frío, es tolerante a las heladas y no se desarrolla adecuadamente en suelos muy pobres. Se caracteriza porque sus plantas se extienden superficialmente por medio de rizo-mas pero poseen rizomas. Algunos tallos crecen erectos o semierectos y alcanzan alturas de 50 a 60 cm. Las hojas alcanzan de 10 a 20 cm de largo y de 8 a 15 mm de ancho (Bernal, 1991). (Figura 7).

Figura 6. Suelo andisol del municipio de San Pedro de los Milagros.

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168

Con prácticas de manejo adecuadas se han obtenido más de 20 ton/ha al año de heno de buena calidad (Bernal op.cit.). La fertilización se realiza basada en un apor-te de 500 a 800 kg de Nitrógeno/ha/año.

Componente plagas. Las plagas predominantes en la hacienda son: Chinche de los pastos (Collaria scenica), la cual es la más importante y de mayor persistencia en la pastura; Lorito verde (Empoasca SP) y la Babosa. Según Luengas (1994), citado por Cárdenas (1997). La ubicación taxonómica del insecto Collaria scenica es:

Orden: Hemíptera.Familia: Miridae.Género: Collaria.Especie: scenica.

El ciclo completo de la Collaria scenica varía entre 75.5 a 81.5 días en condiciones de campo. (Barreto y Martínez, 1996),citado por Cárdenas (1997).

Este insecto posee alta capacidad reproductiva y por ser volador tiene un amplio ra-dio de acción. Otro factor de sobrevivencia es el gran número de plantas hospederas (raigrás, kikuyo, avena, falsa poa, carretón, azul orchoro, entre otros) que le permiten mantener su ciclo reproductivo. Según Luengas (1994), no ataca las leguminosas.

Las hembras realizan las oviposiciones entre la vaina de la primera hoja y la base del tallo, en los pastos afectados, los huevos van insertados a lado y lado en cama-das simples. Las ninfas y adultos se alimentan de hojas nuevas o tiernas. Con fre-cuencia, se encuentra a los adultos en la parte apical de los rebrotes de los pastos, mientras que las ninfas, (figura 8), se protegen en la parte basal de los tallos. (de Menezes, 1986).

Figura 7. Cultivo de pasto kikuyo en San Pedro de los Milagros.

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Figura 8. Adulto de Collaria en proceso de alimentación y daños causadosen el follaje del pasto kikuyo. Fuente Barreto TN y Martinez GE, 1997.

La aspersión para el manejo de plagas, específicamente la Collaria, es realizada con Lorsban 4ec a razón de 500 cc/ha, se realiza de 12 a 15 días después de que el ga-nado sale del potrero. Para su aplicación se utiliza bomba de espalda.

Propuesta de diseño del agroecosistema pradera

El diseño del agroecosistema alternativo para las praderas del sistema de ganadería de leche en el trópico alto, se fundamentó en el establecimiento de la diversidad funcional que aloja los enemigos naturales de la collaria, principal plaga del pasto kikuyo y de las demás gramíneas utilizadas como forraje para el ganado bovino; además, dicha diver-sidad también rompe el monocultivo por medio de la inclusión de otras especies pa-latables para el ganado y que se manejan en conjunto con el cultivo de las gramíneas. Los cambios en la diversidad de un hábitat generan efectos profundos sobre la produc-ción de biomasa, la retención de nutrientes y sobre otras características del ecosistema como la estabilidad, entre otras. En general, la conformación de grupos funcionales tiene efectos más pronunciados que sólo el número de especies como tal.

El proceso de diseño de este subsistema también incluyó el manejo agroecológi-co del suelo, ya que prácticas como la fertilización afectan la susceptibilidad de las plantas al ataque de insectos plaga, debido a las alteraciones generadas en los niveles de nutrientes en los tejidos. Varias investigaciones han demostrado que la incidencia de plagas y enfermedades está ligada a los recursos que entrega el suelo y que están representadas en sus propiedades físicas, químicas y en particular a las biológicas (Ni-cholls y Altieri, 2008).

Finalmente, el diseño del subsistema seleccionó las prácticas culturales que garan-tizan la sostenibilidad de la condición de modelo agroecológico a lo largo del tiempo, involucrando técnicas como el pastoreo racional, la fertilización orgánica, la utilización de individuos reguladores y de herramientas acordes con los sistemas de producción sostenible, entre otras.

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El la figura 9 se presenta el proceso seguido para establecer el manejo agroecoló-gico del insecto plaga Collaria en un sistema de ganadería de leche para el trópico alto en la región del norte antioqueño.

En la figura 10 se presenta el diagrama del subsistema diseñado para la pradera agroecológica, en el cual se pueden observar la diversidad funcional del arreglo del com-ponente vegetal, seleccionado a partir de los componentes del ecosistema natural en el entorno. Por tal motivo el subsistema pradera diseñado, imitando dicho ecosistema, co-rresponde a un multiestrato, en contraste con el monocultivo existente de estrato único.

Figura 9. Proceso para establecer el manejo agroecológico de plagas.

Manejo agroecológico de plagas

Manejo agroecológico del suelo

Implementación de la diversidad funcional

Labores culturales agroecológicas

Figura 10. Subsistema pradera de un sistema deganadería de leche propuesto para el trópico alto

Biomasa

Entradas Salidas

Reciclaje

Suelo

Árboles

Árbustos

Gramígeas

Leguminosas

Arvenses

Insumosorgánicos

Clima

Talentohumano

Micro y macrofauna

q

i ¥

Arreglo del componente vegetal

Estrato alto Roble andino (Quercus humboldtii) Fagaceae. Aliso (Alnus acuminata) Betulácea. Arboloco (Montanoa quadrangularis) Asteraceae.

H2O

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171

Estrato medio Arbusto: Botón de oro (Tithonia diversifolia) Asteraceae.

Estrato bajo Gramínea: Pasto kikuyo (Pennisetum clandestinum) Gramineae. Leguminosa: Trébol blanco (Trifolium repens) Leguminosae. Umbelífera: Cilantro (Coriandrum sativum) apiácea (antes llamada umbelífera). Arvenses: Lengua de vaca (Rumex crispus), Diente de león (Taraxacum officinale),

Coquito (Cyperus rotundus).

El estudio de la biodiversidad funcional es importante en relación con los servicios agroecosistémicos que se deseen establecer en el sistema específico, éste debe co-menzar con la definición de grupos funcionales que contengan todos los elementos necesarios para garantizar la concreción del servicio deseado y analizar de manera si-multánea, el papel que desempeña dentro de la diversidad total del sistema (Moonen y Bárbery, 2008). A continuación se presenta un resumen de la biodiversidad funcional (tabla 1), especificando el rol agroecológico de cada especie que participa en el arreglo vegetal de la pradera agroecológica propuesta.

Estructura del arreglo del componente vegetal. El arreglo del componente vegetal de la pradera se fundamentará en la restructuración de los potreros, (figuras 11 y 12), estableciendo como cerca viva árboles de roble, cada 20 m, en los espacios entre éstos se sembrará botón de oro y el cilantro para hacer el cerramiento total del potrero y proveer las flores para los insectos benéficos y ciertos plaga.

Para el establecimiento de la pradera se descompactará y airerará el suelo, con el propósito de obtener un buen rebrote del pasto Pennisetum clandestinum y permitir la siembra del trébol blanco al voleo. Las arvenses reaparecerán, pues sus semillas se en-cuentran latentes en el suelo, pero igualmente se realizará el control manual de éstas en una etapa temprana, para equilibrar los diferentes tipos de plantas en el potrero. Adicionalmente, se y de cilantro cada tres metros, a lo largo de todo el potrero.

Al interior del potrero sembrarán franjas árboles de aliso cada 20 m, con árboles de aboloco intercalados, en los espacios entre éstos se sembrarán arbustos de botón de oro y el cilantro.

Macrofauna y microfauna

Enemigos naturales de la Collaria scenica: Macrofauna predatorers: Crysopa sp, Alpaida variabilis y Nabis spp, Microfauna entomopatógenos: Beauveria bassiana, Metarrhizium anizopliae y Pae-

cilomyces spp.

La Collaria posee enemigos naturales y dentro de estos se han encontrado las mariqui-tas y algunas arañas, además, los hongos entomopatógenos también son importantes dentro del control biológico de este insecto plaga. Estrada, 2002.

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Tabla 1. Resumen de la funcionalidad de biodiversidad dentro del arreglovegetal de la pradera del sistema de ganadería de leche del trópico alto.

Especie Función agroecológica

Pasto Kikuyo (Pennisetum Clandestinum)

Base forrajera para la alimentación del ganado con alto contenido proteico, protección contra la erosión.

Trébol Blanco(Trifolium repens)

Dinamiza los ciclos de los nutrientes en el suelo, principalmente nitrógeno y fósforo, se asocia bien con las gramíneas y presenta alta persistencia en praderas sometidas a pastoreo. Oferta polen, néctar y hospedaje a enemigos naturales de las plagas (Nicholls, 2008 y Nicholls y Altieri 2012).

Arvenses

Dinamiza los ciclos de los nutrientes en el suelo, ofertar polen, néc-tar y hospedaje a enemigos naturales de las plagas. Algunas repe-len insectos plaga otras retienen humedad, aumentan el volumen de reciclaje de nutrientes y el mejoramiento de la bioestructura del suelo (Sierra 2011).

Cilantro (Coriandrumsativum)

Oferta polen, néctar y hospedaje a enemigos naturales de las pla-gas, repele insectos plaga (Nicholls, 2008 y Nicholls y Altieri 2012).

Botón de oro(Tithonia diversifolia)

Fuente de néctar para la alimentación de los enemigos naturales, forraje de buen valor nutricional para la alimentación animal, ca-pacidad de restaurar suelos degradados, dinamizador los ciclos de los nutrientes en el suelo y repelente de insectos. (Calle y Mur-gueitio, 2008).

Arboloco (Montanoaquadrangularis)

Especie maderable de rápido crecimiento en el clima frío, follaje de buen valor nutricional para la alimentación animal, utilizado en cortinas rompevientos (Calle y Murgueitio, 2010).

Aliso (Alnus acuminata)

Realiza asociación simbiótica con el actinomiceto Frankia y con diferentes hongos micorrizógenos, favoreciendo los ciclos del fós-foro y del nitrógeno. (Medina et al., 2007), aporte de nutrientes al suelo por la rápida descomposición del follaje, sus raíces mejoran la estructura del suelo, en potreros arborizados con él se da menor incidencia de cicadélidos y brinda una oferta abundante de polen. (Calle y Murgueitio, 2008).

Roble andino(Quercus humboldtii)

Perteneciente al ecosistema natural de la región, especie madera-ble de lata calidad, oferta hospedaje a fauna regional y control hí-drico en la zona radicular y en sus alrededores. (Calle y Murgueitio, 2009 y Sierra 2011).

Según CIPAV (2009), entre los controladores biológicos de la collaria se encuentran el insecto depredador Crysopa sp. y los hongos entomopatógenos Bauveria bassiana, Metarhizium anisopliae, Lecanicillium lecanni, Paecilomyces sp., Nomuraea rileyi.

Florez et al., (2004) estudiaron la selección de presas y la composición de la dieta de la araña Alpaida variabilis en lotes con pasto “kikuyo” (Pennisetum clandestinum) empleados para ganadería, ubicados en dos localidades en la sabana de Bogotá (Co-

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Figura 11. Estructura del arreglo vegetal propuesto.

Roble Aliso Arboloco Botón de oro

10 mts 100 mts

20 mts

100 mts

Figura 12. Vistas del arreglo vegetal propuesto.

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lombia). La composición de presas en la dieta de A. variabilis es similar en ambos lugares, y está constituida principalmente por Hemiptera (scenica), Homoptera (Ci-cadellidae) y Diptera (Sciaridae y Bibionidae). Se observó que el consumo de presas está determinado por su abundancia en el ambiente, más que por preferencia hacia algún tipo de presa.

Sierra, 2011, menciona que entre los enemigos naturales de la collaria se ha ob-servado el predador Nabis spp, un Hemíptero de la familia Nabidae atacando las ninfas y los adultos, este insecto es común en la región del norte antioqueño. Para el control biológico de la collaria plantea la utilización de los hongos Beauveria bassiana, Meta-rrhizium anizopliae y Paecilomyces spp, fundamentado en estudios de patogenecidad.

Pardo et al., 2008, en un trabajo sobre la artropofauna aérea presente en dos fincas con ganadería de leche en el departamento de Cundinamarca en praderas de Penni-setum clandestinum, a partir de los resultados se propuso una red trófica que permite implementar un manejo agroecológico de la Collaria a partir de las relaciones funcio-nales del agroecosistema.

ReciclajeLos principios ecológicos de la agroecología favorecen procesos naturales e interaccio-nes biológicas que optimizan sinergias de modo tal que la agrobiodiversidad sea capaz de subsidiar por si misma procesos claves tales como la acumulación de materia orgá-nica, fertilidad del suelo, mecanismos de regulación biótica de plagas y la productividad de los cultivos (Gliessman, 1998).

No obstante, el manejo agroecológico debe tratar de optimizar el reciclado de nu-trientes y de materia orgánica, cerrar los flujos de energía, conservar el agua y el sue-lo y balancear las poblaciones de plagas y enemigos naturales que resultan de varias combinaciones de cultivos, árboles y animales, en arreglos espaciales y temporales diversos (Altieri y Nicholls con Fritz, 2005).

En el sistema planteado debe tenerse en cuenta que: los restos vegetales aportan la celulosa y lignina necesarias para la formación del humus en el suelo y los restos animales aportan el N necesario para ajustar la relación C/N, junto con P, S y microele-mentos (Sierra, 2011).

Plan de manejo del sueloEl manejo que se realizará del suelo será bajo los principios de la sostenibilidad con el propósito de brindar las condiciones adecuadas para obtener cultivos y animales sa-ludables, menos susceptibles a enfermedades, más productivos y más resilientes. Este plan propenderá por mantener y mejorar las propiedades y funcionamiento agronó-mico del suelo, en su capa superior, en la zona radicular y por debajo de ésta (Preston, 2004). (Tabla 2).

Manejo agroecológico de plagasEl manejo agroecológico de plagas se debe fundamentar en el fomento de los enemi-gos naturales que se encuentran en el entorno del sistema (Tscharntke et al., 2008, Pérez 2004 y Vázquez, Vergara 2002 y Álvarez 2011). Para los sistemas de ganadería de

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Tabla 2. Resumen del plan de manejo del suelo.

Labor Descripción

Labranza mínima ode conservación

Romper y airear el suelo para que se pueda alojar la semilla del trébol en las praderas establecidas con anteriodad. Puede llevarse a cabo con un arado de cincel movido por tracción animal o mecanizado.

Incrementode la materiaorgánica

Aplicaciones periódicas de materia orgánica, abonando con fuentes orgá-nicas de origen animal o vegetal, con una frecuencia de cada dos pasto-reos dando la oportunidad de que los microorganismos descompongan dicha materia y liberen los nutrientes. Las dosis de aplicación deben cal-cularse partiendo de la información obtenida en el análisis de suelos y de los requerimientos del arreglo vegetal existente.

Incremento dela biota edáfica

La biota se incrementará debido a la no aplicación de pesticidas e de ferti-lizantes químicos a la pradera, los cuales disminuyen significativamente la biota edáfica. Adicionalmente, la aplicación periódica de materia orgáni-ca aporta organismos vivos y residuos animales y/o vegetales en diferen-tes estados de descomposición que representan alimento para la biota del suelo. Se realizará una inoculación con Beauveria bassiana.

Incrementodel reciclajede nutrientes

La descomposición de la materia orgánica aplicada provee los organismos y los elementos necesarios para la realización de los ciclos del carbono, nitrógenos, azufre y fósforo, entre otros; y en la incorporación del potasio y el magnesio para su asimilación por las plantas.

Micorrización

La simbiosis micorrízica aumenta de forma marcada la absorción de nu-trientes como el nitrógeno, el potasio, el calcio, el zinc, el magnesio y especialmente el fósforo; mejora el transporte y la absorción de agual, así como la resistencia de la planta huésped a la sequía, Se realiza por medio del recubrimiento de las semillas de roble y trébol blanco.

leche del trópico alto el control agroecológico de la Collaria, principal plaga de las pra-deras de Pennisetum clandestinum, se plantea el siguiente plan de manejo. (Tabla 3).

Conclusión

El sistema propuesto de ganadería agroecológica, constituye la alternativa más sos-tenible para la eliminación del riesgo generado por la utilización de pesticidas en los sistemas intensivos de ganadería de leche en el trópico alto, pues en él no se utilizan agroquímicos para el control de plagas y en cambio, se realiza el manejo agroecoló-gico de las mismas. Este sistema agroecológico, además, trae consigo otras ventajas como el incremento significativo de la biodiversidad en la región, el aumento de la resiliencia de los sistemas ganaderos ante los efectos del cambio climático y el aporte a la disminución de los gases con efecto invernadero que originan parte del calenta-miento global.

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Tabla 3. Resumen del manejo agroecológico de plagas.

Labor Descripción

Incremento, manejoy conservación dela biodiversidad

En el Arreglo del componente vegetal se presentó la propuesta de arreglo vegetal de las pradera, pasando del monocultivo de Pennise-tum clandestinum a 7 especies más las arvenses propias de la zona, las cuales deberán ser manejadas y conservadas adecuadamente.

Conservacióny manejo delos reguladoresnaturales

En la Macrofauna y microfauna se planteó que existe en el entorno de las ganaderías del trópico alto los individuos necesarios para esta-blecer una red trófica que controle las principales plagas del sistema, a partir de las relaciones funcionales del agroecosistema.

Establecimientode cercas vivas

Las cercas vivas están planteadas en el arreglo del componente vege-tal del subsistema pradera.

Producción localy utilización deabonos orgánicos

En la región del Norte Antioqueño, la mayoría de las fincas ganaderas poseen establecimientos de producción porcina con biodigestor in-cluido, de allí se obtendrá el abono orgánico.

Seguimiento y registro Realizar evaluaciones de la fauna presente en el sistema.

Agradecimientos

Se agradece la colaboración del grupo de investigación GRICA de la Universidad de An-tioquia, para la realización de la investigación a partir de la cual se produjo el presente capítulo

Referencias bibliográficas

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La dimensión ambiental del cambioclimático en la agricultura1

Tomás León Sicard2

Introducción

Cambio climático y variabilidad climática, son dos términos afines, pero diferentes. El primero designa las fluctuaciones significativas del clima en períodos superiores a 50 años y que generan efectos globales o regionales y el segundo las diferencias locales de clima que ocurren anual o estacionalmente. Ambos fenómenos, se basan en medi-ciones regulares de eventos como precipitaciones pluviales, heladas, huracanes, se-quías, ciclones (cantidad, duración, frecuencia, intensidad, ubicación, desplazamiento) y condiciones de temperaturas, radiación solar o humedad relativa. Muchas de estas mediciones se vienen realizando desde varias décadas atrás que se remontan, incluso, hasta finales del siglo XIX, cuando se inició la toma de datos periódicos y consecutivos referentes a la temperatura del aire, las precipitaciones, la humedad relativa y a las concentraciones de moléculas de CO2 en distintas regiones del planeta.

El tema, presente ya en las discusiones sobre ambiente y desarrollo de finales del siglo XX, parecía, no obstante, un campo de estudio reducido a los círculos de la cien-cia, con poco calado en la opinión pública. La humanidad tuvo que esperar a observar los efectos desastrosos del huracán Katrina en el año 2005 que golpeó la costa sur de los Estados Unidos en el Golfo de México y que dejó pérdidas estimadas entre 75.000 y 81.000 millones de dólares (1836 personas muertas y 1,1 millones desplazadas3) para colocar su atención en un fenómeno ampliamente debatido entre meteorólogos, geógrafos, climatólogos y ambientalistas. El punto culminante de este proceso fue, sin duda alguna, la difusión mundial de documental “Una verdad incómoda” que realizó sobre el particular el ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore y que tuvo acogi-da inmediata entre los círculos políticos y económicos del mundo entero, ya advertidos sobre el tema con el huracán Katrina.

Con un acento particularmente sesgado sobre el calentamiento de la atmósfera a partir de los gases de efecto invernadero y del adelgazamiento de la capa de ozono, el cambio climático envuelve, no obstante, otros procesos de menor audiencia interna-cional, más silenciosos, más lentos, pero no por ello menos importantes. Uno de ellos es el fenómeno de la erosión de suelos ligado profundamente tanto a las condiciones locales del clima, como a las actuaciones culturales de los grupos humanos que depen-den del edafón para su subsistencia y desarrollo.

1. Documento preparado a partir de la ponencia presentada en el “Seminario Internacional de Agroecología: diseño de sistemas agropecuarios resilientes al cambio climático”, organizado por la Red Iberoamericana de Agroecología para el Desarrollo de Sistema Agrícolas Resilientes al Cambio Climático (REDAGRES). Medellín – Colombia, Marzo 22 y 23 de 2011.2. Agrólogo, Dr. Profesor Asociado Universidad Nacional de Colombia – Instituto de Estudios Ambientales (IDEA). Email: [email protected]. http://www.portalplanetasedna.com.ar/katrina.htm Consultada en Julio 15 de 2011.

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Este documento explora, desde el pensamiento ambiental (relaciones ecosistema cultura), algunas implicaciones del cambio climático o de la variabilidad climática en algunos fenómenos agrarios y sus explicaciones y consecuencias en el ámbito cultural.

Lo ambiental o el análisis complejode las relaciones ecosistema – cultura

La teoría ambiental viene desarrollándose paulatinamente desde mediados del siglo XX y en esencia plantea que los seres humanos construyeron un sistema adaptativo diferente a aquel que la teoría de la evolución reconoce para el resto de seres vivos y a partir del cual la humanidad se relaciona de manera particular y única con su base de sustentación ecosistémica: la cultura.

Si bien es cierto que la teoría dominante insiste en señalar que la evolución bioló-gica fue compartida hasta cierto punto por varios ancestros de hominoideos, en algún momento histórico tales ancestros habrían completado el ciclo biológico y a partir de varias conquistas evolutivas fundamentales como la posición bípeda, la mano articula-da, la visión estereoscópica, el lenguaje y el perfeccionamiento del cerebro y el neoen-céfalo, se habrían separado para siempre de la evolución biológica y habrían tomado otro rumbo: la evolución cultural, entendida como un sistema parabiológico de adap-tación y transformación continua del entorno ecosistémico.

Este complejo sistema cultural incluye las construcciones teóricas de tipo simbóli-co, es decir las construcciones mentales, las aproximaciones teóricas o las formas de pensar y de entender el mundo (que van desde los mitos hasta la ciencia, pasando por el derecho, la filosofía, el análisis histórico, las creencias religiosas, las represen-taciones ideológicas o las expresiones del arte), los diferentes tipos de organización socioeconómica, militar y política que han construido distintos grupos humanos a lo largo de la historia y las amplias y diferenciadas plataformas tecnológicas que, inmer-sas en los símbolos y en las organizaciones sociales, se constituyen en los sistemas e instrumentos para transformar el medio ecosistémico. La cultura así entendida, es un macro concepto unificador que engloba todas las actuaciones de los seres humanos en su relaciones con el entorno ecosistémico.4

El término ambiental es mucho más robusto e incluye muchas más variables com-plejas que las recientes aproximaciones de la ecología, denominadas genéricamente como el enfoque socioecosistémico. Los análisis socioecológicos tropiezan con insufi-ciencias teóricas que circunscriben el accionar humano a las relaciones de poder y a las presiones de uso, pero olvidan las estructuras simbólicas y sus conexiones con la plataforma tecnológica.

El pensamiento ambiental señala, entonces, que dentro de las relaciones culturales de los seres humanos con los ecosistemas, se han sucedido éxitos y también fracasos cul-

4. El autor prefiere utilizar la palabra “entorno ecosistémico” o “ecosistema” a la de naturaleza, para delimitar la dimensión o la condición ambiental. Los seres humanos son naturaleza pero no son parte de los ecosistemas. Para profundizar en este debate, véase la extensa obra de Augusto Angel Maya (1993; 1995;1996).

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turales que han permitido o no la supervivencia de colectividades y pueblos enteros. El excelente libro “Colapso” de Jarred Diamond, relata de manera ampliamente documen-tada, los procesos por los cuales muchas culturas contemporáneas y antiguas, sucumbie-ron o se trasformaron drásticamente porque, entre otras cosas, no pudieron predecir ni adaptarse a la variabilidad o al cambio climático, es decir, fracasaron culturalmente.

El asunto no es de poca monta. La historia muestra una larga cadena de cemen-terios culturales no adaptativos. Culturas antiguas como los indios Anazasi del sur de los Estados Unidos, que no tenían instrumentos para estimar y anteponerse a las dis-minuciones de las lluvias y al alargamiento de las temporadas secas, permitieron el florecimiento de su población que vivía en equilibrio con la oferta de recursos y con las posibilidades, siempre precarias e inestables, de hacer agricultura en el límite débil de los climas desprovistos de temporadas de lluvias constantes y abundantes. Una sequía que durara uno o varios años podría perfectamente hacer tambalear y acaso destruir toda la estructura material de estos pueblos, construida con esfuerzos de varias gene-raciones, como en efecto ocurrió (Diamond, 2006).

Tecnología y sustentabilidad ambiental de las sociedadesLa tecnología está en el centro de los discursos ambientales. Constituye una especie de “brazo armado de la cultura” y es entendida, desde el punto de vista ambiental com-plejo, como la expresión material de los grupos humanos a partir de la cual se transfor-man los ecosistemas, en sentidos positivos y negativos. La tecnología está inmersa en los circuitos culturales y por ello no puede declararse neutra, ni en sus orígenes ni en sus efectos. Está rodeada de intereses políticos, económicos y militares y genera redes de distintos niveles y jerarquías en el orden social, que se entremezclan para adoptarla, cambiarla, sufrirla, modificarla, asumirla, venderla o comprarla, pero que viven a ex-pensas de sus flujos y de sus interacciones.

Diversas preguntas flotan entonces, alrededor de las tecnologías en general: ¿Cómo se originan? ¿Quiénes y en qué contextos las aplican? ¿Qué efectos producen en el ámbito ecosistémico? ¿Cómo transforman el orden político, social o económico? ¿Qué consecuencias futuras generan en los órdenes mencionados? ¿En dónde, quiénes y bajo qué premisas las adoptan? ¿Qué tan apropiadas resultan para determinadas con-diciones culturales y ecosistémicas? ¿Cómo se estudian los escenarios prospectivos del desarrollo tecnológico? ¿Qué compromisos y responsabilidades éticas se derivan de su uso? ¿Qué normas les acompañan?. En unas pocas palabras… ¿Cómo se transforman las sociedades humanas al influjo de las tecnologías?

Cuando estas preguntas se trasladan al plano agrario, toma mucho significado el análisis complejo de las distintas tecnologías que se emplean en las sociedades moder-nas para aumentar la productividad de la tierra. Iniciando solamente por esta simple cuestión… ¿Las tecnologías agrarias solamente deben crearse para aumentar la pro-ductividad y la competitividad del sector o existen otras cualidades o funciones que deban incluirse para ampliar y diversificar tales objetivos?... el debate se amplía de manera significativa.

En efecto. A la luz solamente de los cambios climáticos (puesto que la sociedad todavía no toma en consideración los cambios culturales que generan los sistemas

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agrarios), la pregunta anterior se responde con un contundente No! Las tecnologías agrarias no deben supeditarse solamente a los paradigmas de la competitividad o la productividad, sino que deben incluir otras múltiples funciones de los agroecosistemas que beneficien a las sociedades rurales y urbanas nacionales.

Lo anterior, porque la sociedad moderna entronizó tales ideas, derivadas de la per-cepción general del progreso, en una sola cápsula, entregada sin dolor por el presiden-te Truman, en su “discurso del estado de la nación” ante el congreso de los Estados Unidos en 1948: la idea del desarrollo, como carrera hacia adelante, como proceso acu-mulativo, como meta única de los seres humanos. La contraparte de este paradigma, el “desarrollo sostenible”, canonizado por el informe Brundlant de 1986, no modificó el dogma central del desarrollo capitalista, pero lo tiñó con ideales verdes, que lo hicieron aceptable tanto para los optimistas tecnológicos como para los críticos que deseaban una propuesta diferente. En el fondo, la idea del desarrollo sostenible tampoco se quita de encima el peso ideológico de la ganancia como motor primordial y objetivo primero de la sociedad.

De allí que no sea solamente el “desarrollo” y su alter ego universal “el desarrollo económico”, el único o el último objetivo del acto agrario. Muchos autores cuestionan profundamente esta estrecha idea de vincular el desarrollo solamente a sus connota-ciones de acumulación de capital y de ganancias económicas y prefieren hablar mejor del concepto de la “sostenibilidad ambiental de la sociedad”, como una forma de incluir aquellos otros referentes de valor que le dan sentido a la acción agraria en su conjunto (León, 2008).

Este concepto de la sostenibilidad ambiental de la sociedad, plantea nuevos pro-pósitos del devenir humano, no ya regidos solamente por el trono de la acumulación de riquezas, sino por la asamblea de otras preocupaciones diferentes y de mayor valor social. Propósitos altruistas como la equidad en el acceso y distribución de insumos y excedentes, la calidad de los productos para garantizar la salud de toda la población, la educación como factor esencial del bienestar, la aparición de valores diferentes al progreso material, la conservación de recursos naturales como la base sine quanum de la prosperidad general o la solidaridad para con las generaciones futuras, entran, de esta manera, al conjunto de objetivos de la sociedad. Por lo tanto, este concepto amplio le abre la puerta a otras discusiones, entre ellas a los efectos culturales de las tecnologías agrarias.

Y de allí a discutir los modelos agrarios, solo hay un paso, puesto que, más allá de las clasificaciones generalistas de los modelos de agricultura que realizan los economistas (y que hablan de modelos de apertura, neoliberal o de sustitución de importaciones), la literatura mundial está de acuerdo en señalar que existe un modelo de agricultura de orden tecnológico, dominado por la visión utilitarista y pragmática de acumulación capitalista, que se basó en la tríada química-híbridos-mecanización y cuyo único arre-glo viable de cultivo es, justamente, el monocultivo, con pretensiones últimas de redu-cirlo aún más a monocultivos transgénicos. El modelo, denominado genéricamente de “Revolución Verde” (RV), se implantó masivamente en el mundo, gracias a estrategias combinadas de investigación y transferencia de tecnología, éxitos en la producción, monopolios de procesos, divulgación publicitaria, políticas públicas favorables, fusión

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de multinacionales y masificación del consumo. Dado que la agricultura permea por completo al conjunto de las agrupaciones humadas, este modelo RV, erróneamente adosado solamente al sector agropecuario, se constituye en sí mismo, en un modelo ligado no solo a la tecnociencia, sino al comercio, al transporte, al consumo, a la educa-ción, a la política, en una palabra, al devenir general de la sociedad.

Tal modelo, sin embargo, no cuenta ni internaliza las externalidades que genera. Tampoco se preocupa por sus efectos en los ecosistemas o en sus compartimientos, no le interesa la salud de los consumidores ni la preservación de la vida ni tampoco advierte la polarización de las sociedades ni los desequilibrios sociales y económicos que deja a su paso. El modelo y sus promotores solamente se interrogan parcialmente cuando la naturaleza misma le impone límites (lo que el profesor Augusto Angel de-nominó “la némesis de la naturaleza”) o cuando algunas naciones consideran que sus efectos rebasan, tanto las normas de la decencia, las exigencias de equidad social, las demandas sociales de seguridad o soberanía alimentaria, como los límites permisibles de asimilación de desechos o de contaminación de recursos, fenómenos complejos e interrelacionados que se expresan, en el plano cultural, bien sea por la pobreza rural, la exclusión social o la corrupción política y en el plano ecosistémico por la reducción de la biodiversidad o la emisión de partículas y sustancias químicas venenosas al entorno biofísico, entre muchos otros efectos.

Y es en este punto en donde se encuentra el modelo RV con sus impactos ambien-tales, en un círculo del cual difícilmente podrá escapar.

En efecto, entre mayor sea la persistencia de monocultivos, monovariedades o mo-noeventos transgénicos con los cuales se aspire a reacomodar los balances de poder mundial sobre la producción agraria, mayores serán los obstáculos que deba enfrentar el modelo RV y no solamente en el plano ecosistémico. Las resistencias culturales son cada día más amplias y de mayor peso político. La sociedad comprende cada vez con mayor claridad y en círculos cada vez mayores, que los efectos ambientales, incluido el cambio climático, son producto de los circuitos culturales de intereses económicos y de acceso al poder, de relaciones sociales inequitativas, de las ideologías absolutistas y de los mecanismos tecnocientíficos imbricados en el entramado comercial, entre otros factores, que caracterizan este modelo RV y sus expresiones contemporáneas de tipo transgénico.

Culturas adaptadasNo obstante, la historia, al igual que designa los fracasos culturales que originaron la desaparición de pueblos enteros, también señala la manera en que muchas culturas antiguas y contemporáneas manejaron y manejan sus agroecosistemas, de tal manera que se sobrepusieron a las adversidades climáticas. Ejemplo de los antiguas culturas con procesos adaptativos exitosos frente a las variaciones climáticas y a las inundacio-nes fueron los Zenúes en el norte de Colombia y de las actuales, los afrodescendientes colombianos del Pacífico.

El caso de la cultura Zenú y el manejo de las inundaciones está bien documentado (Drexler, 2002; Jaramillo y Turbay, 2000; Ministerio de Cultura, 2010; Plazas y Falchetti, 1986; Serpa, 2000): en la costa noroccidental de Colombia, entre los ríos Sinú y San

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Jorge existen evidencias arqueológicas de poblaciones antiguas, que se dedicaron ini-cialmente a la cacería, la pesca y la orfebrería y que posteriormente adoptaron la agri-cultura, a través de un manejo cultural del agua. Posiblemente hacia el año 200 antes de Cristo y hasta el siglo XII de nuestra era, surgió en la zona una sociedad hidráulica que construyó un extenso sistema de canales de drenaje, controló las inundaciones y adecuó zonas para viviendas y cultivos, alcanzando a constituir tres reinos, Pancenú, Fincenú y Cenofana, que fueron saqueados y aniquilados en el siglo XVI por el conquis-tador Pedro de Heredia.

Los canales Zenúes ocupaban entre 500.000 y 600.000 hectáreas y se construían en distancias cortas, de unos 10 metros de separación, que permitían evacuar las aguas de terrenos esencialmente arcillosos. Los canales fueron construidos a lo largo de los caños Cerate, San Matías, Rabón y Pansegüita, ejes del sistema de drenaje, siguien-do patrones recurrentes que se integraban hasta conformar la totalidad del sistema hidráulico. Existen huellas de canales como camellones cortos, de 30 a 70 metros de largo, que conformaban un sistema irregular de gran eficacia para controlar el agua en grandes extensiones. Algunos canales frenaban el agua aumentando el depósito de sedimento en las zanjas y mantenían reservas de humedad para el verano (Plazas y Falchetti, op.cit).

El estudio de estas dos antropólogas señala también que los caños principales eran utilizados como ejes de sistemas mayores de drenaje compuestos por gran número de canales perpendiculares que iban desde los diques naturales hasta las zonas cenagosas más bajas. Su longitud podía variar entre 20 metros y 4 a 5 kilómetros, pero predomi-naban los de un kilometro. Los canales perpendiculares al curso del agua se adaptaban a la curva interna de los meandros formando una especie de abanico (canales cortos que también fueron utilizados en las viviendas como huertas domésticas).

Las autoras, en una aproximación tentativa a la densidad poblacional para la época, estimaron alrededor de 2.400 habitantes en 1.500 has, es decir, una densidad aproxi-mada de 160 habitantes por kilómetro cuadrado. Para 1986, año de la citada publica-ción, se observaba una densidad de población en la zona no superior a un habitante por kilómetro cuadrado.

Por supuesto que planear, construir y mantener esta red de canales exigía procesos altamente sofisticados de organización y cohesión social, que fueron aniquilados por el conquistador español. En la actualidad, esta es una de las zonas que más sufren con las inundaciones periódicas en el país y no existen ni siquiera atisbos de intentos por reconstruir el legado cultural Zenú.

Por su parte, una cultura contemporánea que maneja muy bien las inundaciones y el clima húmedo ecuatorial, es la afrodescendiente de la zona sur del Chocó Biogeo-gráfico colombiano. Los raizales cultivan coco, que se maneja como monocultivo en las zonas sometidas a inundación constante y que antaño fueron naidizales o campos de cultivo de arroz. Este es un renglón fundamental para la economía regional, establecido desde hace más de 50 años y que ha resistido por lo menos tres episodios fuertes de pérdidas causadas por enfermedades (anillo rojo y amarillamiento letal) en 1980, en 1992 y en el 2002. El coco se instala en monocultivos porque el flujo de las mareas, la inundación periódica y los suelos salinos al parecer no permiten la instalación de nin-

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gún otro cultivo o de policultivos (las palmas de coco resisten estas condiciones) y hace parte de una serie de estrategias de vida que han logrado desarrollar los pobladores de estas áreas.

En efecto, los habitantes locales, que se declaran ellos mismos como agricul-tores, han desarrollado varias formas de vivir (livelihoods) a partir de la finca, que cumple varios roles dentro de la organización local. Puede ser entendida como una “nevera” o como una “despensa” capaz de satisfacer las necesidades de dinero, farmacia y de alimentación de las comunidades, en armonía con las necesidades de conservación del entorno. En algunos sectores los propietarios dedican una hectá-rea al cacao, otra al coco, posiblemente otra a la palma de aceite y en muchos casos poseen reservas de tierras para maderables o para cultivos transitorios, incluidas las hortalizas y plantas medicinales. Las fincas también son manejadas con criterios de seguridad alimentaria en cultivos diversos. La información obtenida por León (2011) registra áreas con múltiples cultivos de cacao, aguacate, pepa de pan, achiote, san-día, tomate, fríjol, plátano, coco o yuca en un mismo predio, sin incluir todavía las plantas medicinales y la utilización de árboles para distintos fines (construcción de canoas, madera para viviendas...). De este uso diversificado de la tierra, obtienen alimentos, productos de diverso uso y conservan los bosques para el futuro de sus hijos. Esta conformación espacial y temporal de su actividad agraria, la complemen-tan con otras faenas de pesca o de extracción de recursos del bosque, especialmen-te aquellos pobladores que se distribuyen en asentamientos dispersos a lo largo de los ríos.

Tal distribución tiene efectos sociales y culturales definidos, puesto que se trata de labores diversificadas, que requieren habilidades y destrezas diferentes, tanto para la producción agraria y su correspondiente relación con el mercado, como para las labo-res complementarias de pesca y extracción de recursos forestales. Pero lo fundamental para destacar en estas líneas, es que los afrodescendientes del Pacífico colombiano han conformado una cultura del agua, que les permite adaptarse y transformar con éxito su entorno. Los pueblos palafíticos, verdaderos laberintos aéreos sobre el agua, expresan de manera sorprendente esta adaptación cultural exitosa.

Las inundaciones y su contracara, las sequías, indicadores de la variabilidad climá-tica, han existido en todas las épocas de la humanidad. En particular, Colombia debe afrontar períodos de mayores o menores lluvias año tras año, en un proceso que dura ya varias centurias.

En algunos biomas o ecosistemas regidos por condiciones climáticas generales, la dupla sequía – inundación es un atributo inherente a su propia naturaleza. Los Llanos Orientales de Colombia, región conocida como la Orinoquia, posee sabanas naturales extensas de tipo estacional, condicionadas por un período fuerte de dis-minución de lluvias que contrasta con una época, en ocasiones prolongada, de ex-cesos de pluviosidad (condición monomodal). La fauna, la flora y los suelos de esta región natural, expresan y se adaptan a tales variaciones, que en muchas ocasiones son drásticas. Lo mismo ocurre con los habitantes nativos de la Orinoquia, que han desarrollado prácticas de manejo del entorno que les permite sobrevivir a estas condiciones extremas.

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Culturas no adaptadasPero muchas comunidades andinas campesinas y productores agroempresariales, que heredaron el bagaje ideológico y las prácticas materiales de la RV, no están adaptadas a tales circunstancias y generan continuos efectos degradativos sobre coberturas vegeta-les, suelos y aguas que a la postre propician y aceleran los fenómenos de desequilibrio hídrico, erosión acelerada, movimientos en masa e inundaciones en las zonas bajas, receptoras de las acciones antrópicas en las montañas altas.

Parte de esta tragedia, es que Colombia no cuenta con estadísticas adecuadas para cuantificar estos procesos. Por ejemplo, se estima que la erosión podría afectar el 60 – 70% de los suelos agrícolas, pero los datos suministrados por las agencias estata-les son cualitativos y difieren mucho entre sí: mientras el Instituto de Meteorología y Adecuación de Tierras reportaba que en el año 2001 el país tenía cerca del 25% de sus tierras con procesos erosivos severos o muy severos, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi reportaba para esa misma época solamente alrededor del 4% con estos grados de erosión (León, 2007).

Es en este contexto complejo del modelo dominante de agricultura (RV) en donde debería analizarse la degradación de tierras del país y de los fenómenos asociados de inundaciones y movimientos en masa, para entender que ellos se suscitan igual por procesos sociales (precariedad en la tenencia de la tierra, bajos niveles de educación, corrupción administrativa), como por situaciones de orden económico (ingresos, inter-mediarios), políticos (institucionalidad débil, normativas no adecuadas) o tecnológicos (maquinaria no adaptada a las zonas ecuatoriales).

El análisis ambiental de la degradación de tierras y de los desequilibrios hídricos exige entender que estos fenómenos, que se expresan en términos biofísicos o eco-sistémicos, están mediados en su origen por factores culturales, los cuales, a su vez, son de distinta índole: los suelos puede erosionarse debido tanto a condiciones de mi-nifundio como de latifundio, salinizarse como resultado de presiones políticas, perder su fertilidad a consecuencia de acciones comerciales de diferentes agentes o tornarse inestables y moverse en masa porque se han sobreexplotado, procesos todos envuel-tos en el paradigma RV dominante.

La erosión, por su parte, no se relaciona solamente con las pérdidas físicas del re-curso (que implican, por un lado, pérdidas de biodiversidad edáfica o de nutrientes y por otro la disminución de capacidades de retención de agua), sino también con las pérdidas de productividad, de relaciones sociales, del valor de la tierra y de los paisajes o de los seres humanos que abandonan el terruño. Se produce a veces por ignorancia (la erosión en suelos planos solamente refleja el descuido de los propietarios en ma-terias básicas de conocimiento de suelos), por ausencia de instituciones fuertes, pre-siones demográficas altas y en aumento o por medio de los sistemas productivos que anteponen la racionalidad económica a cualquier otra consideración.

De otra parte, la percepción misma del fenómeno erosivo es diferencial entre los miembros de la sociedad, habida cuenta que es un fenómeno esencialmente lento. Una cosa es la percepción del campesino atento a sus surcos y otra es la percepción que poseen los productores agropecuarios que gerencias sus fincas a través de geren-tes intermediarios y aún más diferente y alejada es la conciencia que sobre el fenó-

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meno erosivo en particular o sobre la degradación de las tierras en general, poseen los académicos, los decisores políticos o los consumidores urbanos. Por supuesto que tales diferencias inciden sustancialmente en las propuestas y acciones de educación, evaluación o monitoreo de la erosión de las tierras.

Evaluar o monitorear la erosión de suelos o cualquiera de los demás procesos de-gradativos de las tierras y de los desequilibrios hídricos achacados al cambio climático (inundaciones, sequías), alcanza parte de su significado cuando la sociedad pregunta sobre el valor de tales fenómenos…¿Cuánto cuesta la erosión de suelos o la pérdida de fertilidad o la compactación o la salinidad… cuánto dinero público se debe des-embolsar para enfrentar los estragos de las inundaciones…? son cuestiones diferentes que requieren procedimientos y metodologías distintas, pero que a la postre tienen, por lo menos, una característica común: es difícil saberlo. En efecto, muchos de estos fenómenos son inconmensurables y se estiman o miden por metodologías indirectas ligadas a la renta del suelo, a su propiedad, a cambios en productividad o a sus costos de restauración, pero en general se trata de métodos que dejan por fuera el valor eco-sistémico de la tierra y muchos de sus atributos culturales.

Las breves reflexiones anteriores llevan a preguntarse sobre cómo está preparada la nación colombiana para afrontar los retos que supone establecer políticas, planes, programas y proyectos de conservación y uso sostenible del recurso tierra y de los re-cursos asociados de agua y biodiversidad. No es arriesgado aventurar la hipótesis que el recurso suelo, el cambio climático o el control de inundaciones no tiene prioridad alguna en las políticas estatales (por lo menos no hasta los años 2010 – 2011 que gene-raron las peores épocas de inundaciones y movimientos en masa en el país), cuyos ges-tores no ven cómo podría producir dividendos electorales de corto plazo la inversión en programas de largo aliento dirigidos a utilizar adecuadamente estos recursos. Aquí, el autor llama la atención sobre la necesidad de no fracturar las políticas sectoriales agropecuarias en leyes para determinados subsectores o parcelas (ley del agua, ley de suelos, ley forestal), sino de mantener la unidad sobre políticas agrarias que privilegien, por ejemplo, la agricultura ecológica o las agriculturas alternativas en general.

Otras preguntas en este sentido se dirigen a establecer la capacidad de los grupos de investigación tanto en la calidad y niveles de producción científica, como en sus co-nexiones con agricultores y decisores políticos, es decir, su pertinencia social.

No bastaría con realizar excelentes estudios de seguimiento y monitoreo a la ero-sión, a la degradación de tierras o a los efectos de las inundaciones y las sequías, si ellos no se enlazan con el quehacer campesino o con la decisión política. El deber ser de los académicos es el de proponer escuelas de pensamiento que coloquen a los recursos naturales, dentro de las problemáticas agrarias contemporáneas, como un factor deci-sivo de la sustentabilidad de las sociedades rurales y, por ende, de la sociedad nacional en su conjunto. Hay que ir más allá de los mapas temáticos y crear grupos interinstitu-cionales e interdisciplinarios permanentes que, constituidos en Observatorios Ambien-tales, le muestren al país qué tan acertado o qué tan equivocado es su camino agrario, sus modelos de agricultura.

Indudablemente que las soluciones pasan por modificar los sistemas de producción en las altas montañas andinas y redirigirlas hacia los sistemas de agricultura ecológica,

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pero el Estado colombiano está pensando más en construir diques y en reforzar talu-des con obras de ingeniería muy costosas, para enfrentar la próxima ola de intensas lluvias (que serán recurrentes y cada vez mayores), que en planear a corto, mediano y largo plazo la reconversión productiva del sector, situación que revela la poca o nula comprensión política del asunto y la incapacidad de la sociedad para cuestionarse y reaccionar adecuadamente ante tales fenómenos, lo que se podría considerar como una baja resiliencia cultural colombiana.

La resiliencia también y principalmente, es culturalLa resiliencia, término prestado de la ecología, es la capacidad de cualquier sistema para resistir y recuperarse luego de una perturbación o para retornar a las condiciones previas a esa perturbación. También se define como los procesos a través de los cuales los sistemas persisten frente a perturbaciones y cambios.

La idea principal que subyace en esta aproximación, es la de la asimilación biofísica o la del retorno ecosistémico a las condiciones originales o previas del sistema, cuando aún no se presentaba el disturbio. Para evitar discusiones aburridas y sin sentido prác-tico ni epistemológico, se acepta desde ya que ningún sistema puede volver a lo que fue, porque eso que pasó, complejo y total y sólido en un momento dado del tiempo histórico, sencillamente ya no existe ni se podrá reconstruir de la misma manera, en el presente. “Nadie se baña dos veces en el mismo río”. Pero por fuera de esta discusión bizantina, se puede aceptar que la concepción biofísica o incluso ecosistémica, es la que gravita con mayor fuerza en el concepto de resiliencia.

Sin embargo, en el caso de los agroecosistemas, esta aproximación meramente bio-física o ecosistémica, pierde fuerza y le da cabida a otros tipos de procesos y fuerzas, emanadas, precisamente, de la misma naturaleza antrópica del agroecosistema.

En teoría se puede afirmar que la máxima resiliencia posible de un agroecosistema es tornar al ecosistema original, dado que los agroecosistemas ya son, por sí mismos, perturbaciones de las condiciones ecosistémicas de partida. Los agroecosistemas, sin la acción permanente de los seres humanos, tenderían, en efecto, al equilibrio ecosis-témico, luego de varias etapas sucesionales.

No obstante, la intervención tecnológica de los grupos humanos, mediada por la cultura y expresada bien sea en el arreglo espacial y temporal de cultivos, en el uso de determinados insumos, en la aplicación de plaguicidas o en la utilización de tractores, implementos, herramientas y equipos, representa las posibilidades de un agroecosis-tema a volverse más o menos resiliente. Es en este sentido en el que se afirma que la resiliencia también es cultural.

En función de otros factores como los sistemas de manejo, su posición geo-gráfica, los tipos de producción o su estructura agroecológica principal (EAP), los agroecosistemas serán más o menos resilientes ante determinados factores o fuer-zas perturbadoras externas, que en el campo biofísico pueden ser cambios ines-perados en los caudales de ríos y quebradas, sequías prolongadas, inundaciones fuertes o heladas repentinas pero que además, en el plano cultural, pueden ser de otro tipo (decisiones de política, normativas nuevas, planes de ordenamiento, especulaciones financieras). Y al igual que las fuerzas perturbadoras, las respuestas

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de los agroecosistemas o su resiliencia, también incluyen o son direccionadas por fuerzas culturales.

No se trata, en todo caso, de la misma resiliencia que caracteriza a los ecosistemas poco intervenidos terrestres o acuáticos y que es estudiada por los especialistas en términos, justamente, de recuperación ecosistémica, puesto que la resiliencia de los agroecosistemas está mediada por distintos e importantes factores culturales como la educación, el poder económico y político o el acceso a determinadas tecnologías. ¿Qué significa el recuperarse, por ejemplo, de afectaciones en los agroecosistemas produci-dos por cambios en las tasas de interés o luego de una determinada decisión de política comercial?

En otros términos, es posible sugerir que el agroecosistema, en su concepción meramente biofísica o ecosistémica no es únicamente el objeto que se vuelve o no resiliente. El que hace que la finca o los sistemas de cultivo tornen a sus condiciones iniciales, luego de un factor tensionante o de un evento extremo, es el productor agrario, el individuo o la comunidad de propietarios, a través, por ejemplo, de haber establecido barreras vivas, de instaurar policultivos en lugar de monocultivos, de no usar plaguicidas que afectan las cadenas de seres útiles, de cubrir permanentemen-te el suelo, de atrasar o adelantar los calendarios de siembra…en fin. Quizás fuese mejor hablar de la resiliencia de los agricultores que de los agroecosistemas, puesto que de ellos depende, en sumo grado, la recuperación biofísica de los agroecosis-temas.

Esta idea no niega, por supuesto, que el agroecosistema tenga atributos biofísi-cos (grado, tipo y cualidades de exposición de las pendientes, susceptibilidad natural a inundaciones o no, afloramientos rocosos, coberturas vegetales permanentes, suelos superficiales o profundos) que le hagan más o menos resiliente en términos biofísicos. Lo que se desea destacar, es que muchos de tales fenómenos pueden ser modificados culturalmente.

Por ejemplo, es posible que una finca ecológica (agroecosistema mayor ecológi-co) resista mejor un fenómeno de intensas lluvias que uno convencional, porque su propietario, a la vez que desarrolla policultivos y posee una muy fuerte EAP, tiene una familia que le ayuda en todas las labores del campo, posee plantas útiles medicinales y comestibles (soberanía alimentaria) y además hace parte de una red de agriculto-res que trabaja con una ONG que le ha suministrado información y apoyo en temas agroecológicos y de prevención de desastres. A su vez, en este caso hipotético, la finca convencional vecina no es manejada por su dueño, sino que ha sido alquilada a un negociante, que ha instalado monocultivos transitorios, no vive en la finca y no hace parte de ninguna red cooperativa o de solidaridad. El peso cultural del uno lo hace más resiliente que el otro.

En función de las variaciones climáticas locales, pueden presentarse desde largos períodos de lluvia o sequía de intensidad moderada, alta o extrema hasta fenómenos cortos, instantáneos e inesperados de heladas, tornados, ciclones o huracanes. Pre-sencia de plagas o enfermedades nuevas, resurgimiento de vectores desaparecidos o erradicados anteriormente, pérdida de bancadas, movimientos en masa, erosión acen-tuada, incremento de arvenses, pérdida de efectividad de controles anteriores o cam-

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bios en épocas de aparición de determinados insectos, son algunos efectos directos e indirectos de la variabilidad climática.

Ante tales fenómenos y efectos y teniendo en cuenta la discusión anterior sobre la complejidad ambiental de los agroecosistemas, deben existir algunos de ellos que res-pondan de manera diferencial a la variabilidad o al cambio climático y en este sentido son varios los investigadores que demuestran la superioridad de los sistemas diversifi-cados sobre aquellos otros de estructura agroecológica más simple.

En algunos casos extremos (avalanchas, derrumbes masivos), es posible que el sis-tema o el estilo de producción (ecológico, convencional) no genere respuestas signifi-cativas en su resiliencia, pero en otros muchos casos (incluyendo eventos extremos de huracanes), ello si es posible.

Tales diferencias posibles reposan en la diversidad agropecuaria (agrobiodiversi-dad) del sistema y, por supuesto, en quien ha planeado, dirigido e implementado el sistema, en medio de la constelación de circunstancias culturales que le ha correspon-dido enfrentar y solucionar.

Ahora bien, las estrategias de los agricultores para enfrentar tales cambios, son diversas y tienen que ver con el arreglo y manejo de sus agroecosistemas mayores (estructura agroecológica principal fuertemente desarrollada), incluyendo prácticas de siembras a lo largo de la pendiente, uso de abonos orgánicos, construcción de canales y reservorios de agua, policultivos en distintas configuraciones, cortinas rom-pevientos, conectores internos y externos diversificados, densos y en varios estratos, riego por goteo, coberturas vivas y muertas, siembras oportunas, colecta de plantas silvestres y uso de plantas de porte bajo, prácticas que han sido documentadas por diferentes autores (Machín et al., 2011; Vásquez, 2011; Altieri y Nicholls, 2009; Altieri et al., 2011).

Con este conjunto de prácticas y otras desarrolladas en distintas condiciones eco-sistémicas por diferentes grupos culturales, los agricultores tornan resilientes sus campos de cultivo, logrando resistir cambios inesperados o tornar a condiciones de producción estables cuando los fenómenos han ocurrido. Como afirman Altieri y Koohafkan, 2008: “...El hecho de que muchos campesinos comúnmente basen su producción en los policultivos y/o en sistemas agroforestales, señala la necesidad de volver a evaluar la tecnología indígena como fuente de información clave acerca de la capacidad de adaptación, particularmente centrada en su capacidad selectiva, ex-perimental y de resiliencia frente al cambio climático. Comprender las características agroecológicas de los agroecosistemas tradicionales, puede ser la base para el diseño de sistemas agrícolas resilientes…” .

Al párrafo anterior el autor le agregaría que la clave reside también en comprender las lógicas culturales de adaptación climática, en especial las relaciones sociales de los agricultores entre ellos y con la institucionalidad, su posición frente al poder político local, el acceso a distintas tecnologías de conservación, su capacidad económica, las características del núcleo familiar, la estructura local de la propiedad de la tierra, sus conocimientos y capacidades sobre agroecología y prevención de desastres, entre mu-chos otros determinantes culturales.

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Los intangibles ambientales, el cambio climáticoy la agricultura latinoamericana

Walter A. Pengue

La economía mundial está proponiendo una resignificación de la importancia del valor de varios servicios ambientales. Muchos de ellos que previamente no eran considera-dos en sus balances de ganancias. Respecto de las pérdidas, prácticamente la cuestión nunca había sido visto o tenida en cuenta, a excepción de la búsqueda de incorpora-ción de externalidades (daños producidos por impactos ambientales o sociales) en sus cuentas de costos.

Luego de Río+20 asistimos, entre otras tantas cuestiones, a un creciente esfuerzo del mundo económico ambiental, por incorporar en términos meramente economicis-tas, el valor de varios de los servicios ambientales (los que interesan solamente para la cotización en los mercados, pero no lamentablemente todos) Un error grosero, tanto en el cálculo como en la forma de validación crematística que nos ha llevado a enfren-tar la peor crisis de civilización desde la última glaciación.

Si bien para algunas cuestiones relevantes, como las discusiones por el Cambio Cli-mático Global, el tema parece ser importante, y ahí la discusión sobre los gases de efec-to invernadero asociados a las emisiones por el uso de combustibles fósiles se pone sobre el tablero, más importante aún, es asegurar y preservar bajo los mejores usos, aquellos servicios y prestaciones de la naturaleza, particularmente los relacionados en forma directa con la producción de los alimentos.

El mundo puede vivir sin petróleo. Cambiará su eje civilizatorio por caso. Pero lo que no puede hacer es vivir sin comida.

Hoy en día, sea por su escasez relativa, por su relevancia necesaria para una deter-minada producción o justamente por la degradación a la que los estamos sometiendo, varios recursos naturales y servicios ambientales comienzan a tener un nuevo signifi-cado. Mucho se ha dicho y escrito ya sobre la teoría de la renta desde hace más de un siglo, y del valor que la distancia o la calidad de un recurso tenía sobre el precio de un determinado bien.

Actualmente, merced a la limitación relativa que el mundo comienza a enfrentar con respecto a determinados recursos naturales y servicios ambientales, una neorenta ambiental comienza a discutirse y poner en valor, un valor total no sólo crematístico desde varias esferas del conocimiento.En las discusiones de metabolismo social, tan bien desarrolladas por Víctor Manuel Tole-do (2008) o por Marina Fischer-Kowalski (1999, 2007, 2011) hemos visto que incorpora-mos el flujo vinculado a energía y materiales involucrados en los procesos de extracción, transformación, intercambio, consumo y disposición final. A ello es importante agregar el pensar y preguntarnos, ´¿qué está sucediendo con “la base de esos recursos”?.

Dr .Ing. Agr. GEPAMA, Universidad de Buenos Aires. Área de Ecología, Universidad Nacional de General Sarmiento / [email protected]

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Uno de estos recursos de base es el suelo. Pero no el suelo visto como soporte para la producción. Sino como sustrato y elemento vivo que permite nutrir a las plantas. Y esta nutrición se realiza merced a la extracción desde ese suelo de los nutrientes del mismo.

En los sistemas naturales y en aquellos impulsados por los modelos agroecológicos que siguen estos procesos, se intenta de la mejor manera posible, emular a estos ciclos de los nutrientes. Evitando “pérdidas” o fugas de estos vitales elementos. Pero cuando el proceso del gigantismo agrícola mueve millones de toneladas de materiales desde una parte a la otra del mundo, son otras las escalas que se manejan.

Cuando movemos minerales de una parte del mundo al otro, contabilizamos su peso, la masa que movemos y tal y esto ya comenzamos a calcularlo y evaluarlo, ¿pero que sucede en cambio? con los recursos de base que hemos incorporado a esta trans-formación o que necesitamos para la misma, pero no “están visibles” en las cuentas de producción. Por ejemplo, los nutrientes involucrados en los granos que exportamos, o el agua necesaria para producirlos o para transportar a los millones de toneladas de mi-nerales, o consumida en la producción del papel o de la misma computadora que UD. ahora mismo está utilizando para la lectura por uno u otro medio. O qué del espacio vital, en términos de tierra que se utiliza, en uno u otro lugar del mundo. No es suficien-te ni demasiado valioso, medir solamente la disponibilidad de tierras a escala global. Si tampoco no tenemos en cuenta justamente, “el lugar del mundo” donde la misma está ubicada. No es lo mismo una tierra ubicada en el trópico, en el desierto, en un valle o en un área templada del planeta. Tampoco su contenido de nutrientes.

La Economía Ecológica (Martinez Alier, 1998, Pengue 2008, 2009) se ocupa de es-tudiar estos flujos no en términos económicos sino físicos y de balances energéticos y materiales. Se permite estudiar estas relaciones sociedad-naturaleza haciendo su foco en un enfoque ecosistémico a través de la medición de flujos de energía, materiales y de muchos bienes y servicios ambientales inconmensurables, que no pueden “medirse en dinero” y que en muchos casos ameritan el ampliar los enfoques de análisis justa-mente a través de lo que se ha dado en llamar métodos multircriteriales.

Esto que es tan necesario pero aún no está calculado en las cuentas de producción y transformación son los “recursos incorporados” (que no se perciben en los cálculos) en todos los productos que hoy son comercializados y consumidos mundialmente. La mochila ecológica (Pengue, 2009) es justamente parte de ello, cuando hablamos de “mochila de materiales” y esto es medido en kilogramos o toneladas. Los Intangibles ambientales serán cuando estos recursos, “han quedado atrás” y ya no están incorpo-rados en el producto (como el agua) o si forman parte de los mismos (como los nutrien-tes, en el caso de los granos, carnes, maderas), sino que han sido utilizados.

La cuestión se hace más interesante aún, cuando estos productos “salen” de sus sistemas cíclicos y de procesos e intercambio local, para pasar a formar parte del gran circuito global de intercambio de mercancías. En el primer caso, un reciclado auténtico, permite el flujo relativamente circular del agua, la energía o los nutrientes. En el segun-do, en las escalas que se manejan, esto es mucho más distante, además de entrar en el juego otros procesos no sólo productivos, ecológicos sino económicos, de consumo y de nuevas formas de renta por apropiación.

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Estos recursos tienen un valor. Intrínseco y también económico y para la discusión de los países en vías de desarrollo el tema debería ser relevante. Toda su agricultura, pecuaria, forestal, pesquera, se basa en el uso “intensivo” de estos recursos. Las eco-nomías en vías de desarrollo a diferencia de las economías desarrolladas son intensivas ecológicamente utilizando estos bienes de la naturaleza, mientras que las economías desarrolladas, lo hacen pero a través de la intensificación de procesos sintéticos. ¿Si pagan cuando incorporan un fertilizante sintético a sus cultivos?, ¿Porqué no deberían pagar, incorporándolo a los precios de los alimentos que les exportamos, cuando son directamente los nutrientes incorporados y extraídos desde el suelo, los que nutren a las plantas, los animales o los árboles que se producen?.

Nace así el concepto de Intangible Ambiental (Pengue 2012, Pengue, 2012b). Un nuevo elemento, imprescindible para garantizar la producción y la comprensión por los límites necesarios a la sustentabilidad de los productos primarios que la econo-mía global demanda y por los que aún no paga, valora o siquiera reconoce adecua-damente.

La economía ecológica propone evaluar estos intangibles de manera integral, don-de la componente crematística (monetaria) es sólo uno más de la multidimensionali-dad del valor que los recursos utilizados (suelo virtual, agua virtual) implican. Cuando particularmente luego de Río+20 una de las premisas que se quiere incorporar tiene relación con la propuesta de la economía verde, que sólo propone poner precio a mu-chos de los bienes y servicios ambientales de la naturaleza, la cuestión se hace aún más relevante. La economía ecológica no es economía verde. Existen un sinnúmero de dife-rencias sustanciales entre ambas propuestas que es muy necesario discernir para evi-tar confusiones entre ambas propuestas. Por otra parte, particularmente considerando a la agricultura industrial, que no se hace cargo de la sobreexplotación de los recursos, está sí necesariamente, debería reconocer en ellos el valor y pagar por los recursos que sobreexplota. Valores altos de los recursos involucrados, que sólo incorporen en la realidad el reconocimiento por su uso, pueden contribuir a reordenar parte de los balances que hoy el gigantismo agrícola pretende no reconocer.

La economía convencional, o economía marrón, ciertamente ha seguido un históri-co proceso contaminante. Esto está reconocido y básicamente lo que se viene haciendo es intentar cambiar, revertir o construir nuevos escenarios que mejoren la perfomance del sistema económico, utilicen de mejor manera los recursos y brinden a su vez un mayor beneficio económico a quienes lo promuevan de esta forma.

En el último quinquenio, la idea de la economía verde ha dejado el reducto de la economía ambiental para ser apropiado como una oportunidad de negocios en el dis-curso político dominante. Hoy en día el concepto ingresa en el vocabulario de los Jefes de Estado y Ministros de Economía, aparece en las comunicaciones del G20 y se debate en el contexto de Río+20 y la erradicación de la pobreza (Pengue, 2012).

Por el contrario, la economía ecológica se diferencia y distancia claramente tanto de la propuesta de la economía ambiental como de la economía verde (que son prácti-camente lo mismo), superando el actual fetichismo económico para hurgar en un enfo-que integral, holístico, con una visión de sistema que le aporta claramente la ecología, bajo el paraguas de una nueva racionalidad ambiental (tabla 1).

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.: ca

so d

e la

s bi

otec

-no

logí

as, n

anot

ecno

logí

as).

Muy

opti

mist

a. E

ficie

ncia

en

el u

so d

e lo

s re

curs

os. D

esac

opla

mie

nto.

Prud

enci

a. A

bord

aje

desd

e la

ince

rtidu

m-

bre.

Tec

nopa

togí

as.

La t

ecno

logí

a co

mo

ilusió

n.

Esta

tus a

cadé

-m

ico

Disc

iplin

ar.

Cent

rado

en

la u

tiliza

ción

de

in

stru

men

tos

mat

e-m

ático

s.

Disc

iplin

ar.

Cent

rado

en

las

técn

icas

y lo

s ins

trum

ento

s.

Disc

iplin

ar.

Cent

rado

en

los

inst

rum

en-

tos.

Sist

emas

mon

ocrit

eria

les

de re

solu

-ci

ón. E

nfoq

ue e

conó

mic

o.

Tran

sdisc

iplin

ar.

Plur

alist

a, b

asad

o en

el

anál

isis i

nteg

ral d

el p

robl

ema.

Mét

odos

de

valo

raci

ónM

onoc

riter

iale

s, b

asad

os

en e

l din

ero.

Mon

ocrit

eria

les,

bas

ados

en

el d

iner

o. S

igue

las

reco

men

-da

cion

es d

el e

cono

mist

a.M

onoc

riter

iale

s. B

asad

os e

n el

din

ero.

Mul

ticrit

eria

les.

Util

iza m

últip

les

leng

ua-

jes d

e va

lora

ción

.

Indi

cado

res

físic

osN

o lo

s util

iza.

Los u

tiliza

.

No

los

utiliz

a. I

ncor

pora

rá n

uevo

s in

di-

cado

res (

huel

la e

coló

gica

, hue

lla h

ídric

a,

huel

la d

e ca

rbon

o, a

gua

virt

ual,

suel

o vi

rtua

l nut

rient

es, e

nerg

ía e

n m

ater

iale

s (e

mbo

died

mat

eria

ls).

Util

iza in

dica

dore

s bi

ofísic

os p

ara

revi

sar

el e

stad

o de

l eco

siste

ma.

Est

udio

s de

me-

tabo

lism

o so

cial

.

Page 207: Agroecología y Resiliencia Socioecológica

197

Conti

nuac

ión

de la

tabl

a 1.

Econ

omía

con

venc

iona

lEc

olog

ía c

onve

ncio

nal

Econ

omía

Ver

de

Econ

omía

eco

lógi

caRe

laci

ones

co

n el

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orno

na

tura

l

No

las

tiene

. De

scon

oce

las

func

ione

s de

l en

tor-

no.

Estu

dia

el

ento

rno

aisla

da-

men

te d

el m

edio

soci

al.

Reco

noce

el e

ntor

no y

lo v

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a ec

onó-

mic

amen

te.

Busc

a y

anal

iza la

s rel

acio

nes e

ntre

los s

is-te

mas

eco

nóm

ico

y ec

ológ

ico.

Anál

isis

del

si

stem

a

Está

tico.

Bas

ado

en m

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dos

mec

ánic

os

de

max

imiza

ción

de

la u

tili-

dad

indi

vidu

al p

rese

nte.

Aplic

a la

teo

ría d

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álisi

s de

sis

tem

as.

Enfo

que

diná

mic

o, so

bre

el si

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a es

tu-

diad

o so

lam

ente

.

Enfo

que

diná

mic

o, “

inm

orta

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mul

tige-

nera

cion

al (G

eorg

escu

-Roe

gen)

: max

imiza

la

fel

icid

ad d

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hum

anid

ad p

rese

nte

y fu

tura

.

Sobr

e la

bas

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recu

rsos

Ilim

itada

.

Los

abor

da c

omo

obje

to d

e es

tudi

o. N

o ha

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mpr

omiso

co

n su

inte

grac

ión

al s

istem

a hu

man

o.

Lim

itada

. Per

o pr

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e su

stitu

cion

es.

Lim

itada

. Ad

vier

te s

obre

los

rie

sgos

de

desa

paric

ión

de e

cosis

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as y

pér

dida

s de

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icio

s am

bien

tale

s.

Prin

cipa

lm

ecan

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ode

aná

lisis

Cálc

ulo

de c

osto

s y

bene

-fic

ios

segú

n la

s pr

efer

en-

cias

subj

etiva

s.Te

oría

de

siste

mas

.Cá

lcul

o de

cos

tos

y be

nefic

ios,

inte

gran

-do

las e

xter

nalid

ades

.Si

stem

as m

ultic

riter

iale

s de

aná

lisis.

Teo

-ría

de

siste

mas

Tipo

s de

sost

enib

ilida

d

Sost

enib

ilida

d dé

bil.

Ca-

pita

l na

tura

l se

pu

ede

tran

sfor

mar

a c

apita

l he-

cho

por l

os h

uman

os.

Sost

enib

ilida

d fu

erte

.Co

nser

vaci

ón.

Sost

enib

ilida

d dé

bil.

Cons

erva

ción

. Ca

-pi

tal

natu

ral

se p

uede

tra

nsfo

rmar

en

capi

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echo

por

los

hum

anos

. Apr

ove-

cham

ient

o ec

onóm

ico.

Sost

enib

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d fu

erte

. N

o ex

iste

susti

tu-

ción

. No

es lo

mism

o. S

egun

do p

rinci

pio

de la

term

odin

ámic

a.

Tasa

s de

desc

uent

oAl

tas.

M

axim

izaci

ón

del

inte

rés fi

nanc

iero

.

Baja

s. S

e rig

en p

or lo

s m

eca-

nism

os d

e re

prod

ucci

ón d

e la

na

tura

leza

.

Com

prom

iso e

ntre

las

tas

as d

e in

teré

s y

de d

escu

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. Ta

sas

alta

s, d

egra

dan

el re

curs

o. T

asas

baj

as c

on m

ás “

cons

er-

vaci

onist

as”.

Sost

enid

o en

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einv

ersió

n de

cap

itale

s fina

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ros e

spec

ulati

vos e

n ca

pita

les v

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s. R

eorie

ntac

ión

de la

s in-

vers

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s.

Tasa

s ba

jas,

sim

ilare

s o

igua

les

a la

s ta

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de re

posic

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o de

reno

vabi

lidad

de

la n

a-tu

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za. B

ajo

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prec

epto

s de

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colo

gía

Prod

uctiv

a. N

o ex

trae

r más

del

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siste

ma

de lo

que

el e

cosis

tem

a pu

ede

dar,

sin c

o-la

psar

.

Serv

icio

sam

bien

tale

sN

o lo

s rec

onoc

e.

Los

reco

noce

, pe

ro v

incu

la-

dos

al m

edio

nat

ural

es y

la

inte

grac

ión

con

el e

cosis

tem

a.

No

abor

da lo

s im

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os a

hu-

man

os.

Los r

econ

oce,

en

térm

inos

de

su v

alor

de

mer

cado

. Pre

tend

e in

corp

orar

los a

sist

e-m

as d

e m

erca

do p

ara

su v

enta

. Ej:

Bono

s de

car

bono

. Ve

nta

de l

a bi

odiv

ersid

ad.

Pago

por

ser

vici

os a

mbi

enta

les.

RED

D y

otro

s.

Reco

noce

el

alto

val

or d

e su

exi

sten

cia,

ta

nto

a la

esp

ecie

hum

ana

com

o a

las

otra

s esp

ecie

s.

Conti

núa.

Page 208: Agroecología y Resiliencia Socioecológica

198

Conti

nuac

ión

de la

tabl

a 1.

Econ

omía

con

venc

iona

lEc

olog

ía c

onve

ncio

nal

Econ

omía

Ver

de

Econ

omía

eco

lógi

ca

Posi

ción

fren

te a

la d

euda

exte

rna

Pret

ende

res

olve

rlo d

es-

de

el

crec

imie

nto

y el

pa

go d

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tere

ses

de l

a m

isma,

aso

ciad

os a

la c

a-pa

cida

d de

pag

o de

l paí

s.

No

hay

com

prom

iso. T

ampo

-co

est

udio

s so

bre

los

impa

c-to

s de

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pres

ión

econ

ómic

a so

bre

los e

cosis

tem

as.

Prom

ueve

el

reco

noci

mie

nto

de s

ervi

-ci

os a

mbi

enta

les

y la

obt

enci

ón d

e fo

n-do

s por

est

a ví

a. N

ingú

n co

men

tario

.

Crea

el c

once

pto

de d

euda

eco

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ca, p

ara

el r

econ

ocim

ient

o de

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inso

sten

ibili

dad

del a

ctua

l mec

anism

o de

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oduc

ción

del

ca

pita

l glo

bal,

y la

sobr

eexp

lota

ción

de

los

recu

rsos

de

los p

aíse

s más

pob

res.

Equi

dad

inte

rgen

era-

cion

alN

o lo

con

tem

pla.

No

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onte

mpl

a.N

o lo

con

tem

pla.

Des

taca

los

impa

ctos

qu

e ya

mism

o es

tá s

ufrie

ndo

la g

ener

a-ci

ón a

ctua

l al n

o re

conv

ertir

se a

ver

de.

Man

ifies

ta s

u pr

eocu

paci

ón y

el d

erec

ho

de l

as g

ener

acio

nes

veni

dera

s al

mism

o us

ufru

cto

de la

nat

ural

eza

Posi

ción

fren

te a

las o

tras

espe

cies

No

lo c

onsid

era.

Las

cons

ider

a im

port

ante

s co

mo

part

e de

l eco

siste

ma.

Los

cons

ider

a co

mo

suje

to d

e co

nser

va-

ción

.

Cons

ider

a su

der

echo

a la

sup

ervi

venc

ia,

a su

pro

pio

ambi

ente

y a

su

desa

rrol

lo

com

plet

o co

mo

espe

cie

en s

u pr

opio

eco

-sis

tem

a.

Dem

ocra

cia

parti

cipa

tiva

No

lo c

onsid

era.

No

lo c

onsid

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Cons

ider

a ge

nera

r mec

anism

os d

e di

scu-

sión,

per

o el

pap

el p

rinci

pal l

o ub

ica

en

los m

erca

dos y

en

los d

eciso

res d

e po

líti-

cas a

niv

el d

e lo

s est

ados

.

Prop

one

que

las

deci

sione

s so

bre

los

lími-

tes

ecol

ógic

os d

e la

eco

nom

ía, e

stén

ba-

sado

s en

deb

ates

cie

ntífic

os p

olíti

cos

de

cará

cter

dem

ocrá

tico

y ab

iert

o, d

el c

ual

surja

n la

s ve

rdad

eras

pol

ítica

s de

Est

ado

que

cond

uzca

n a

un v

erda

dero

des

arro

llo.

Sobr

ela

ene

rgía

Se i

nsist

e en

la

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del

petr

óleo

y la

ene

rgía

nu-

clea

r. “N

ueva

s op

ortu

ni-

dade

s pa

ra l

a in

dust

ria

petr

oler

a! “.

Efici

enci

a en

ergé

tica

(Odu

m).

Ener

gías

alte

rnati

vas.

Bio

com

busti

bles

. N

o es

tudi

a lo

s im

pact

os p

osib

les

de la

s nu

evas

tecn

olog

ías e

nerg

ética

s. C

ritica

el

Impa

cto

de lo

s Su

bsid

ios

a lo

s Co

mbu

s-tib

les f

ósile

s.

Era

post

petr

oleo

. Pr

eten

de l

a re

ducc

ión

glob

al d

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onsu

mo

ener

gétic

o. E

cono

mía

es

taci

onar

ia.

Empl

eove

rde

No

lo c

onsid

era.

O s

í lo

ha

ce

com

o ot

ra

nuev

a op

ortu

nida

d de

neg

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s y

“vid

riera

ver

de”.

No

lo c

onsid

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aun

que

mu-

chos

trab

ajar

on b

ajo

esa

pers

-pe

ctiva

.

Los c

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era

e in

corp

ora

com

o el

emen

-to

impo

rtan

te d

e ne

goci

ació

n.Lo

s co

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en e

l mar

co d

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esar

rollo

so

sten

ible

Inst

rum

ento

sec

onóm

icos

Los c

onsid

era.

No

los c

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era.

Son

la b

ase

de t

odo

el s

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a. In

centi

-vo

s. P

rem

ios.

Cas

tigos

. Pag

os p

or s

ervi

-ci

os a

mbi

enta

les.

Los c

onsid

era

pero

par

cial

men

te. Co

ntinú

a.

Page 209: Agroecología y Resiliencia Socioecológica

199

Econ

omía

con

venc

iona

lEc

olog

ía c

onve

ncio

nal

Econ

omía

ver

de

Econ

omía

eco

lógi

ca

Gob

erna

nza

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enta

l gl

obal

No

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era.

No

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era.

Plan

tea

una

serie

de

mec

anis

mos

y

acue

rdos

par

a un

nue

vo o

rden

am

bien

-ta

l glo

bal y

la c

onst

rucc

ión

de e

stru

ctu-

ras

de p

oder

que

den

un

may

or c

ontr

ol

a or

gani

smos

act

uale

s co

mo

PNU

MA.

No

plan

tea

críti

cas

sobr

e la

gob

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n-za

glo

bal n

i tam

poco

sob

re la

situ

ació

n ac

tual

y e

l pos

icio

nam

ient

o ge

nera

l de

las

insti

tuci

ones

de

la fa

mili

a de

las

Na-

cion

es U

nida

s.

Lo p

lant

ea p

ero

desd

e ab

ajo,

dan

do u

na

parti

cipa

ción

glo

bal,

regi

onal

y lo

cal a

los

mov

imie

ntos

soc

iale

s y

a la

s so

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ades

m

ás q

ue a

los

gobi

erno

s, b

ajo

deci

sion

es

y m

ecan

ism

os d

emoc

rátic

os. P

lant

ea u

n nu

evo

regi

stro

y u

n nu

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acue

rdo

mun

-di

al a

mbi

enta

l, ad

emás

de

un c

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o de

los

org

anis

mos

int

erna

cion

ales

que

de

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ayor

igua

ldad

a lo

s pa

íses

pob

res

y em

erge

ntes

. Re

visa

y c

ritica

el

actu

al

sist

ema

de N

acio

nes

Uni

das

com

o as

í ta

mbi

én

parti

cula

rmen

te

los

impa

ctos

en

la d

ecis

ión

y el

acc

eso

a lo

s re

curs

os

muc

has

vece

s es

casa

men

te m

anej

ados

co

mo

por

ejem

plo,

el C

onse

jo d

e Se

guri-

dad

de la

s N

acio

nes

Uni

das,

la O

MC,

el

BM y

otr

as in

stitu

cion

es m

ultil

ater

ales

.

Conti

nuac

ión

de la

tabl

a 1.

Mod

ifica

da d

e: P

engu

e, 2

009,

Pen

gue

2012

.

Page 210: Agroecología y Resiliencia Socioecológica

200

La economía ecológica, es una economía que reconoce que la racionalidad econó-mica y la racionalidad ecológica, aisladamente, son totalmente insuficientes para llegar a decisiones correctas que ayuden a resolver los problemas ecológicos y económicos del siglo XXI. Y que justamente ayuden a cambiar la mirada y los instrumentos con los que la economía marrón (convencional) y la verde proponen. De allí la relevancia que la economía ecológica da a los estudios de flujos de materiales y energía en lugar de la circulación y valorización meramente monetaria.

A pesar de cruzar algunos puntos comunes con la propuesta de la Economía Verde o de la Economía Ambiental, la Economía Ecológica pone en duda y en perspectiva el hecho que, pensando solamente en la recuperación económica o el resarcimiento de daños y la mejora en la perfomance ambiental en el uso de los recursos, la humanidad superará inequidades y deficiencias en la justicia ambiental y social que el actual siste-ma capitalista sigue sosteniendo.

Por otro lado, la Economía Ecológica propone revisar el funcionamiento de los siste-mas, sean estos ecosistemas, agroecosistemas, neoecosistemas. En el caso especifico de los sistemas agrícolas y particularmente relacionado con la intensidad en el uso del recurso suelo, su vinculación a su vez creciente e intensiva demanda económica y la presión que el mismo proceso de cambio ambiental global y el cambio climático pon-drán sobre los sistemas agrícolas del mundo, la comprensión del funcionamiento holís-tico y de los procesos de presión y cambio sobre los agroecosistemas particularmente se hacen foco e interés de la investigación.

En este sentido, el ayudar a comprender el efecto existente a escala regional y glo-bal sobre la circulación de los nutrientes y sus efectos, es una propuesta de investiga-ción que ya está dando sus resultados.

¿Qué es un intangible ambiental?

La especie humana utiliza al igual que cualquiera de las otras especies del planeta re-cursos naturales para su reproducción y supervivencia. En el marco de ese proceso, los sistemas económicos reconocen el “uso” de ciertos recursos a través de su compra, intercambio y transformación.

Así se compran semillas, minerales, metales, energía, trabajo o capital por los cua-les se pagan y reconocen un determinado valor o precio. Incluso hoy día, son muchos los servicios ambientales, que más allá de las apropiadas y necesarias discusiones, co-tizan en mercados formales.

Por otro lado existen otros recursos y también servicios que no son incluidos den-tro de las balanzas de ganancias o pérdidas de las empresas o de los estados. Sin ellos sería prácticamente imposible producir. Estos son los bienes o recursos “de base” para esta producción o para garantizar directamente su posibilidad productiva. Es claro y ha sido histórica la discusión por la “tierra” en términos de su renta, sea por distancia, sea por calidad.

Page 211: Agroecología y Resiliencia Socioecológica

201

El suelo virtual

No obstante ello no se ha establecido con claridad la importancia que tiene su soste-nimiento en términos naturales y especialmente en cómo además, existe un flujo de materiales que no son cuantificables en los cálculos de producción. Materiales como los nutrientes que salen con los cultivos, los granos, la carne, la madera, la biomasa en general de ciertos lugares y migran hacia otros en estos productos no son contempla-dos, si bien dejan un pasivo no calculado. O el uso del agua, muchas veces intensivo en aquellos lugares donde esta es en términos relativos escasa.

Este suelo virtual (Pengue 2009, 2010) u agua virtual (Allan 2002, Pengue, 2006) que ingresa en las transacciones comerciales, no es incorporado igualmente con un valor en las mismas, al igual que el uso que se está haciendo, para la satisfacción de la producción de bienes primarios, del espacio vital, escaso de por sí. ¿Por qué el aire es gratis no hemos de cuidarlo o considerarlo?. Esto es justamente el intangible, sin em-bargo, que le estaría pasando a Ud si este recurso vital del que disfruta mientras lee, le fuese restringido o estuviera contaminado.

Es por todo conocido que la agricultura es una actividad humana transformadora de su entorno y que existen igualmente prácticas de producción y manejo que la acer-can o alejan a esta de modelos más o menos sostenibles.

Lo que sí igualmente ha sido mucho menos discutido son los efectos que el comer-cio internacional y las demandas globales de productos primarios ejercen, como pre-siones exógenas, sobre la base de recursos de aquellos países que cuentan con una im-portante disponibilidad de recursos naturales como el suelo, el agua o la biodiversidad.

Los modelos agrícolas intensivos en muchas partes del mundo han agotado el re-curso suelo y esto se ha producido por la indebida utilización de prácticas de manejo, la intensificación en el uso de insumos contaminantes y también la extracción sin re-posición, rotaciones o restitución de cosechas que se llevan de los suelos lo mejor que estos tienen: sus nutrientes.

Con la globalización del comercio agrícola, las grandes regiones con suelos aún ricos del mundo corren un doble riesgo. Por un lado, son el nuevo foco para identificar las posibilidades de amplificar la frontera productiva y por el otro son los grandes territo-rios del planeta donde aún es posible producir alimentos sin restricciones técnicas y con más o menos, según los casos, limitaciones climáticas.

La situación actual de los cultivos de alta caja (cashcrops), en el comercio interna-cional, esconde detrás de sí, un conjunto de impactos ambientales (externalidades) que deben ser revisados pero también a su vez, la necesidad de la consideración de los impactos sobre la base de recursos naturales utilizados, entre ellos el suelo, el agua y las condiciones ambientales naturales y climáticas para la producción que muchas veces, son justamente dejados de lado y no considerados en las cuentas productivas ni económicas.

Existe un componente esencial en este proceso productivo, un intangible ambien-tal no considerado, que sin embargo es la base de la producción misma.

De allí la importancia de no sólo continuar investigando lo que sucede en superficie (erosión, salinización, degradación) con todos los grandes suelos (alfisoles, molisoles)

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del mundo, y por ejemplo los más ricos de Sud América como los pampeanos, sino la necesidad de incorporar conceptos que carguen en el análisis del comercio agrícola mundial el costo sombra ambiental que la extracción sin el resguardo de su manejo natural y sostenible tienen estos suelos de altísima calidad.

El suelo y en particular sus nutrientes, deben ser vistos como la Caja de Ahorros y el dinero que hay en una cuenta ambiental. Si estos “billetes” (nutrientes) en muchos casos se van, no se recuperan jamás, con la consiguiente degradación ambiental, pro-ductiva y económica para los países que lo han permitido.

La globalización del sistema mundial de alimentos, está conllevando a una sobre-explotación importante de recursos y a una aceleración de los ciclos productivos en términos no sustentables, que genera pasivos ambientales crecientes.

Argentina es un ejemplo. El costo económico de lo que se tendría que haber se repuesto (o pagado por el sistema económico), en términos de nutrientes extraídos por cosecha en la Región Pampeana para el período 1970 – 1999 alcanzó un valor de 13.000 millones de pesos (dólares en ese período). El costo de reposición de nitrógeno, fósforo y potasio fue de 6,26, 3,80 y 3,04 miles de millones de pesos (Flores y Sarandón, 2002). El costo de reposición promedio alcanzaría entonces a 61, 23 y 49 pesos por hectárea para soja, trigo y maíz respectivamente. Estos valores representan el 21%, 20% y 19% de los márgenes brutos promedios de la década de los noventa, para los tres cultivos.

La caja negra de los nutrientes del suelo pampeano, aún con fertilización mineral y bajo el modelo conservacionista de la siembra directa, estaría mostrando que de tenderse exclusivamente a una agriculturización en la región o a una pampeanización (Pengue, 2005) en los suelos extrapampeanos, la pérdida de nutrientes estaría llevan-do a un vaciamiento del recurso natural y por ende a un pasivo ambiental con impli-cancias importantes en términos de la afectación a la potencialidad y demanda futura de base productiva.

Hoy en día, la realidad global igualmente ha dejado atrás esta añeja visión de la provisión de alimentos o como dicen encumbradas empresas transnacionales bajo el slogan tan fácilmente vendible de “estamos alimentando al mundo”. El nuevo paradig-ma es el de la conversión de los países en grandes proveedores de biomasa.

Con cualquier destino que igualmente ayude a mantener esta maquinaria de inter-cambio ecológica y socialmente desigual mundial. A veces proveerán alimentos, otras energía, otras biomateriales, otras maderas, carnes, o sea todo producto convertible de la energía solar en biomasa. Porque es eso en lo que están convirtiendo a nuestros países, en grandes proveedores de biomasa global. Este es el escenario de trabajo y discusión para la comprensión de los procesos y la construcción de una biopolítica del territorio, que ya otros países vienen elaborando y pensando sus nuevos escenarios de cara al mediano plazo.

Este movimiento global de mercancías convertidas en biomasa implica a su vez un crecimiento del movimiento de los insumos necesarios y por otro lado, un aumento de la circulación y utilización de elementos básicos antes no considerados en las cuentas de existencias, como el agua o el suelo.

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El crecimiento de los niveles de producción y el aparente enriquecimiento de cier-tos sectores de la economía global, no puede soslayar los impactos que los procesos de transformación de los recursos tienen o tendrán en la sostenibilidad incluso débil de todo el sistema.

La pérdida de nutrientes es parte de este costo, la pérdida o mejora de los conteni-dos de materia orgánica, los problemas de acidez u alcalinidad, la pérdida de estructu-ra, los problemas de infiltración o arrastre del agua en el suelo, las tasas de erosión y el riego, son también otros factores que no están incluidos en los costos. Degradación, pérdida de nutrientes, erosión y desertificación tienen una directa consecuencia am-biental, escasamente perceptible hasta su materialización en la imposibilidad producti-va, lo que se manifiesta en algo aún más terrible: el aumento de la pobreza, la devalua-ción económica de los recursos y el aumento del costo social (Morello y Pengue, 2001).

Se hace interesante, contabilizar en términos físicos la movilidad de los distintos recursos involucrados en el suelo pampeano, no para su inclusión en los cálculos de costo beneficio sino para su interpretación en términos del análisis de sustentabilidad, bajo un paraguas de relevamiento integrado de los recursos, como datos relevantes de indicadores biofísicos de (in) sustentabilidad.

La extracción de nutrientes puede comprenderse en términos de una aproxima-ción a la evaluación de acercamiento o alejamiento a una sustentabilidad débil en la situación del suelo pampeano y como elemento importante a la definición de políticas ambientales sostenibles hacia el sector del que Argentina depende.

Estudiar estos transportes de materiales en términos de metabolismo social, con sus flujos de materiales y energía, y en el caso de la producción agropecuaria de los nutrientes leídos como suelo virtual exportado, es un mecanismo sencillo para com-prender el funcionamiento y la evolución de las cuentas ambientales de un recurso vital, que a la luz de su explotación y manejo actual, debe considerarse como agotable.

El agua virtual

Así como el suelo en el punto anterior, es en muchos casos un recurso estratégico pobremente evaluado y no incluido en las cuentas de resultados de las empresas, el agua, cuando esta abunda o por lo menos, no aparenta ser limitante, está aún menos considerada dentro de estas ecuaciones. El agua dulce es el otro recurso estratégico. De la totalidad de agua disponible en el planeta, el 97.48% corresponde al agua salada y del porcentaje de agua dulce (2.52%), el 1.9% se almacena en los casquetes polares, el 0.5% se encuentra en el agua subterránea y solo el 0.02% representa el agua dulce superficial.

De la totalidad de agua dulce en el planeta (aproximadamente unos 35 millones de km3), sólo una parte se encuentra disponible, es decir accesible para las actividades humanas, dado que otros volúmenes son empleados para el funcionamiento de los ecosistemas naturales, así como almacenados en diferentes reservorios.

El hombre comienza a participar cada vez con una mayor incidencia en el siglo hi-drológico y la intensificación de los procesos productivos, en especial la agricultura

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para la satisfacción de la demanda por biomasa, es uno de los ejes más importantes de estas discusiones.

Según datos de la FAO (2010), el agua dulce se destina a nivel mundial en un 70% para agricultura, un 19% para su uso industrial y sólo un 11% para el consumo domés-tico. En América del Sur, los guarismos cambian un poco, consumiéndose un 68% para uso agrícola, 13, por ciento en el consumo industrial y un 19% en el consumo domés-tico.

La agricultura es una de las principales producciones demandantes de agua (suma alrededor del 70% en el promedio mundial), siendo el riego una de las actividades que genera preocupación respecto a la disponibilidad e impactos sobre la demanda de agua potable que puede implicar el incremento de las extracciones a través de este hacia las décadas venideras (Bruinsma, 2003).

Producir alimentos implica consumir agua. “Todo pasto es agua” decía el padre de la agricultura conservacionista argentina, el Ing. Molina. Para producir un kilogramo de granos, se necesitan entre mil a dos mil kilogramos de agua, lo que equivale a alrede-dor de 1 a 2 m3 de agua. 1 Kg. de queso necesita alrededor de 5.000 a 5.500 Kg. de agua y uno de carne, demanda unos 16.000 kilogramos de este elemento vital.

El comercio agrícola mundial puede también ser pensado como una gigantesca transferencia de agua, en forma de materias primas, desde regiones donde se la en-cuentra en forma relativamente abundante y a bajo costo, hacia otras donde escasea, es cara y su uso compite con otras prioridades (Pengue, 2009).

El análisis del uso del agua por el sector agrícola no puede menos que considerar el hecho que 98% de las tierras cultivadas en América Latina lo son en zonas de secano, pero que la agricultura industrial de exportación, demanda cada día más agua para sostener su sistema de producción e incrementar su productividad físico crematística (como por ejemplo comienza a suceder en la región pampeana argentina).

Ya muchas regiones latinoamericanas vienen sufriendo serios problemas. La dis-ponibilidad de agua en México ha ido en descenso a raíz de la sobreexplotación de los mantos freáticos y de la creciente degradación de las partes superiores de las cuencas, lo que implica mayores costos.

Como son los campesinos quienes han sido relegados a las partes superiores de las cuencas, y son ellos quienes han sufrido más de las políticas de apertura del comercio agropecuario y de contención de los precios básicos, tienen menos posibilidades de seguir sus labores tradicionales de manejo del agua y del suelo (Barkin, 1998).

El caso del uso del agua en la Argentina, especialmente para la producción de cul-tivos de exportación y acompañada de la mano de un posible ciclo más seco en los períodos por venir, obliga a una reflexión, sobre el uso consuntivo del recurso, espe-cialmente frente a las nuevas demandas productivistas tanto en las áreas pampeanas, como en las regiones extrapampeanas. Es posible que el mayor desafío de los próximos años consistirá en evitar que, por su excelente rentabilidad en ambientes que para otras especies resultan desfavorables, la soja mantenga un predominio que muchos consideran perjudicial en el largo plazo (Sierra, 2006).

En 1993, el investigador John Anthony Allan, del King’s College de Londres, acuñó el concepto “Agua Virtual” (Allan, 1999), para definir el volumen de agua necesaria para

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elaborar un producto o para facilitar un servicio. Posteriormente, el año 2002, Arjen Hoekstra acuñó el término de “huella hídrica” para obtener un indicador que relacio-nara el agua con el consumo - a todos los niveles - de la población. De esta manera, la huella hídrica de un país (o industria, o persona) se define como: “el volumen de agua necesaria para la producción de los productos y servicios consumidos por los habitantes de dicho país (o industria, o persona).”

Para calcular el agua virtual de los países se toman en cuenta varios factores: el vo-lumen total del consumo (nivel de riqueza del país), los patrones de consumo de agua (un país que consuma mucha carne tendrá mayor huella que un país con tendencia a no comer carne; así como un país que consuma más productos manufacturados indus-trialmente tendrá una mayor huella hídrica que aquellos que no).

El clima también es relevante, porque en regiones más calurosas (donde el agua se evapora más rápido) se necesita mayor cantidad de agua para los cultivos. También se consideran las prácticas agrícolas que ahorren agua y que sean eficientes en su uso.

El valor del agua virtual de un producto alimenticio es el inverso de la productividad del agua. Podría entenderse como la cantidad de agua por unidad de alimento que es o que podría ser consumido durante su proceso de producción, es decir utilizada o contenida en la creación de productos agropecuarios.

La circulación de agua virtual ha aumentado regularmente con las exportaciones de los países agrícolas durante los últimos cuarenta años.

Se estima que aproximadamente el 15% del agua utilizada en el mundo se destina a la exportación en forma de agua virtual. El 67% de la circulación de agua virtual esta relacionado con el comercio internacional de cultivos. En el último quinquenio del siglo XX el trigo y la soja representaron ambos el 47% del total de estas salidas.

Ni en los cultivos de alto o bajo valor en el comercio internacional, ni las comunida-des finales que los consumen, reconocen en sus cuentas aun, este importante uso de recursos (Chapagain y Hoekstra, 2003).

Es evidente que el comercio del agua virtual genera un importante ahorro de agua en los países importadores y un posible deterioro en los exportadores, que hacen un uso intensivo o a nivel de la sobreexplotación. Por ejemplo, el transporte de un kilo de maíz desde Francia (tomado como representativo de los países expor-tadores de maíz para la productividad de agua) a Egipto transforma una cantidad de agua de cerca 0,6 m3 en 1,12 m3, lo cual representa globalmente un ahorro de agua de 0,52 m3 por cada kilo comercializado, situación que como se ve, no contabiliza los costes o externalidades generados por el uso de esa agua en Francia.

Posiblemente, los ahorros aparentes en el uso del agua, esconden estos costos, que merced al movimiento mundial de alimentos se triplicaron. El comercio virtual de agua se incrementó en valor absoluto, desde 450 km3 en 1961 a 1.340 km3 en el 2000, llegando al 26 por ciento del requerimiento total de agua para la producción de alimentos.

Las externalidades vinculadas a las exportaciones virtuales de agua, deberán con-siderar también los problemas derivados del incremento en los usos de este recurso: intrusión salina, salinización, pérdida de estructura del suelo, lavado de nutrientes, contaminación.

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En el caso de estos intangibles ambientales, agua y suelo virtual, obviamente la cuestión reside en especial en las enormes transferencias globales, a través del uso de estos recursos que se tiene a través del movimiento comercial.

En el caso de los nutrientes, la extracción y el consumo de los productos a distancias importantes comienza a generar alteraciones en los ciclos no solo de los macronutrien-tes sino y particularmente en la situación vinculada a los oligo y micronutrientes, tanto en la base como en el destino, demostrando una clara insustentabilidad ambiental y una afectación sobre los ciclos naturales.

Estas actividades comerciales intensivas forman parte de un conjunto de discusión vinculada a la colocación y generación de pasivos ambientales a escala global. Comien-za a demandarse este reconcomiendo.

Existe consenso global para construir un nuevo foco de demanda por el reconoci-miento de estos pasivos y usos ambientales. Hay así un reclamo, desde la perspectiva Sur-Norte que puede definir a la Deuda Ecológica (Martínez Alier y Oliveres, 2003), como aquella que ha venido siendo acumulada por el Norte, especialmente por los países más industrializados hacia las naciones del Tercer Mundo a través de la expo-liación de los recursos naturales por su venta subvaluada, la contaminación ambien-tal, la utilización gratuita de sus recursos genéticos, la libre ocupación de su espacio ambiental para el deposito de los gases de efecto invernadero u otros residuos acu-mulados y eliminados por los países industrializados.

La exportación de nutrientes como suelo virtual, pérdidas de biodiversidad agrí-cola y utilización de agua virtual forman parte de esta deuda ecológica (Pengue, 2005) y de seguir adelante con estos procesos de extracción de una futura deuda climática que afectará principal y nuevamente a los campesinos pobres de nuestro globo.

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