agricultura tropical sustentable y biodiversidad en venezuela

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1 Revista Digital CENIAP HOY Nº 11 mayo-agosto 2006 _______________________________________ Agricultura Tropical Sustentable y Biodiversidad Amalia Rincón, Delis Pérez y Alfredo Romero S. INIA-CENIAP. Maracay [email protected] ____________________________________________________________ SUMARIO Los orígenes de la agricultura La Revolución Verde Importancia de la biodiversidad en la agricultura tropical sustentable Características de las regiones tropicales Agricultura Sustentable Biodiversidad Manejo sustentable del ambiente Rentabilidad económica Justicia y Equidad Social La agrobiodiversidad y el cambio climático A manera de síntesis Bibliografía Los orígenes de la agricultura Determinar el origen de la agricultura es problemático, pues antecede la invención de la escritura. La agricultura no es inventada, sino el resultado de un cambio gradual en las relaciones entre el hombre y el ecosistema donde se desenvuelve y del conocimiento adquirido por la experiencia y la observación durante miles de años. Sin embargo, la mayoría de los autores coincide en señalar que el hombre comienza a practicar la agricultura hace aproximadamente 10.000 años (Fussell, 1965; Zeven y de Wet, 1982; Harlan, 1998; Vavilov, citado por CATOBLEPAS, 2004). Probablemente, las mujeres eran las encargadas de la recolección de los granos y frutos de las plantas silvestres (Fussell, 1965), pues los hombres se ocupaban de la caza y pesca. Ellas aprendieron a mantener cerca la provisión de esos alimentos, lanzando en los alrededores de los asentamientos algunas de las semillas recolectadas. Con el paso de los años, descubrieron el uso de instrumentos de madera (similar a la coa de nuestros campesinos) para abrir pequeños hoyos y colocar las semillas, y progresivamente establecer un ordenamiento de esa actividad que les permitía preservar las fuentes de alimentos en las cercanías del hogar. Así se

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Revista Digital CENIAP HOY Nº 11 mayo-agosto 2006 _______________________________________

Agricultura Tropical Sustentable y Biodiversidad

Amalia Rincón, Delis Pérez y Alfredo Romero S.

INIA-CENIAP. Maracay [email protected]

____________________________________________________________

SUMARIO

Los orígenes de la agricultura La Revolución Verde Importancia de la biodiversidad en la agricultura tropical sustentable

Características de las regiones tropicales Agricultura Sustentable Biodiversidad Manejo sustentable del ambiente Rentabilidad económica Justicia y Equidad Social

La agrobiodiversidad y el cambio climático A manera de síntesis Bibliografía

Los orígenes de la agricultura Determinar el origen de la agricultura es problemático, pues

antecede la invención de la escritura. La agricultura no es inventada, sino el resultado de un cambio gradual en las relaciones entre el hombre y el ecosistema donde se desenvuelve y del conocimiento adquirido por la experiencia y la observación durante miles de años. Sin embargo, la mayoría de los autores coincide en señalar que el hombre comienza a practicar la agricultura hace aproximadamente 10.000 años (Fussell, 1965; Zeven y de Wet, 1982; Harlan, 1998; Vavilov, citado por CATOBLEPAS, 2004).

Probablemente, las mujeres eran las encargadas de la recolección de los granos y frutos de las plantas silvestres (Fussell, 1965), pues los hombres se ocupaban de la caza y pesca. Ellas aprendieron a mantener cerca la provisión de esos alimentos, lanzando en los alrededores de los asentamientos algunas de las semillas recolectadas. Con el paso de los años, descubrieron el uso de instrumentos de madera (similar a la coa de nuestros campesinos) para abrir pequeños hoyos y colocar las semillas, y progresivamente establecer un ordenamiento de esa actividad que les permitía preservar las fuentes de alimentos en las cercanías del hogar. Así se

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originó el huerto familiar o colectivo. Paralelamente, se inició la domesticación de algunas especies animales, especialmente perros, gatos, bueyes, gansos, cabras y ovejas, que fácilmente se adaptaron a la vida comunal.

Lo que si es cierto es que no hubo un sitio en particular para esta revolución en la procura de los alimentos, como lo señalan Harlan y Vavilov. Las evidencias arqueológicas y arqueobotánicas (Encyclopaedia Británica, 2006), indican que en diversas áreas tuvo lugar el mismo proceso:

• En la región del Cercano Oriente, entre el Mediterráneo, el Mar Caspio y el Golfo Pérsico, los contingentes humanos establecieron los primeros asentamientos; domesticaron plantas de trigo, cebada, arveja y lenteja, así como algunas frutas y hortalizas. En las fértiles tierras entre el Tigris y el Éufrates (hoy Iraq), en la aldea de Jarmo, se encuentran evidencias del cultivo del trigo y la cría del cerdo en corrales 8.500 años a.c.

• Paralelamente, en los valles del Indo (actualmente India Occidental y Pakistan Oriental) y en las estribaciones de los grandes ríos del sur de la China actual se inicia la producción de arroz, millo, y diversos granos leguminosos.

• En la región Mesoamericana y los Altiplanos andinos, el hombre precolombino llegaba al mismo descubrimiento: la posibilidad de domesticar plantas (maíz, pimientos, papa, caraotas o porotos y otras especies alimenticias) que le suplieran de los alimentos requeridos para su manutención y supervivencia.

El hombre-agricultor, reconociendo la abundante diversidad de

especies vegetales que crecían en forma silvestre, inició una escogencia de las mismas, basándose en el sentido común y las necesidades de diversificar la dieta, para domesticarlas e igualmente producirlas en escala mayor. Así, se establecieron las técnicas de almacenamiento y conservación de las cosechas y la siembra, en el siguiente ciclo, de aquellas semillas de mejor calidad y apariencia. El progresivo crecimiento de la población, y su distribución en territorios adecuados para la agricultura, llevó a una concentración de poblaciones en asentamientos estables, y dedicadas a la producción de determinadas especies de valor alimenticio evidente, en desmedro de algunas especies silvestres que fueron eliminadas.

En un lapso de aproximadamente 2.000 a 3.000 años, las sociedades humanas sentaron las bases agrícolas para el desarrollo de la civilización, tal como la conocemos hoy. Las primeras comunidades agrícolas utilizaban alrededor de 7.000 especies de plantas para suplir sus necesidades alimenticias. Actualmente, 90% de los alimentos que consumimos provienen de 15 especies de plantas y siete de animales. Solamente el arroz, el maíz y el trigo

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aportan 50% de las calorías en todo el mundo, por lo que la base ecológica de la alimentación de la humanidad es hoy en día muy estrecha (FAO, 1996).

Aproximadamente hasta la década de los ochenta, la agricultura fue el pilar fundamental para la evolución y desarrollo de los pueblos. Las perspectivas del economista británico Thomas Malthus, de una escasez de alimentos para finales del siglo XX, ante el crecimiento en proporción geométrica de la población, mientras que la capacidad de producción de alimentos crece en proporción aritmética, se vieron truncadas por la revolución verde, acontecida entre 1960 y 1980, cuando la investigación agrícola logró generar tecnologías que en algunos casos inclusive triplicaron la capacidad de producir alimentos, independientemente de la equidad en su distribución y acceso. La Revolución Verde

En el siglo XX, la agricultura pasa de la tecnología mecánica a la tecnología química-genética cuando se producen agroquímicos (fertilizantes, herbicidas, insecticidas) y se realizan avances significativos en el mejoramiento genético a través de la hibridación.

La Revolución Verde se produjo por iniciativa de fundaciones privadas y algunos gobiernos, principalmente México, India, Pakistán y el Sudeste de Asia, que propiciaron el establecimiento de varios centros internacionales de investigación (CIMMYT, IRRI CIAT, IITA, ICRISAT) y el desarrollo de programas de mejoramiento y la generación de nuevos cultivares de arroz y trigo de altos rendimientos, tolerantes a las principales enfermedades de estos cultivos e insensibles al fotoperíodo. Las variedades e híbridos generados fueron rápidamente adoptados y desplazaron las variedades tradicionales, las cuales fueron desapareciendo, ocasionando una intensa erosión genética (Cubero, 1999).

Los rendimientos del trigo y el arroz se triplicaron en una decena de años en estos países. Sin embargo, estos cultivares requerían de ambientes altamente favorables (mecanización, provisión de riego, aplicación de altas dosis de fertilizantes y control químico de maleza y pestes) ausentes en los contextos agroecológicos de la mayoría de los pequeños productores. Por ello, sólo fue aprovechado por una pequeña proporción de agricultores que disponía de tales recursos. El sistema de producción basado en la agricultura de altos insumos se consideró por largo tiempo eficiente por su capacidad de producir abundantes cantidades de alimentos. Sin embargo, los incrementos de la productividad provocaron una disminución de los precios, afectando negativamente a los pequeños productores incapaces de aplicar la tecnología de altos insumos. Como resultado, los pobres se empobrecieron aún más. El modelo propulsado por la revolución verde resultó insostenible para la mayoría de la población productora de alimentos en el mundo.

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Así, a pesar de los avances tecnológicos obtenidos, el fantasma del hambre continúa azotando los continentes. Más de 840 millones de personas en el mundo padecen hambre, los Objetivos del Milenio para el Desarrollo (OMD), en cuanto a la disminución del hambre y la pobreza en el mundo, no podrán ser alcanzados aún cuando se han logrado moderados avances en el mejoramiento de la calidad de vida de los desposeídos de la tierra (FAO, 2005). Las expectativas de crecimiento de la población mundial vaticinan unos 9.000 millones de habitantes en el planeta tierra para el año 2050 (Figura 1).

Figura 1. Crecimiento de la población mundial (Martínez 2001).

La gran mayoría de esta población se encontrará en las zonas

con menor capacidad de proveerse de alimentos (Figura 2).

Figura 2. Mapa del hambre en el mundo (FAO 2003).

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El modelo tecnológico imperante durante el siglo XX hizo que los países desarrollados produjeran más alimentos de los que realmente necesitaban; mientras que los países menos desarrollados, teniendo un crecimiento demográfico mayor, dispusieron de menor cantidad de alimentos (Sevilla y Holle, 2004).

Los costos ambientales tales como la degradación y contaminación de suelos y aguas, pérdida de hábitat y de la diversidad genética de la fauna y la flora, así como las consecuencias sociales (desigualdades en la disponibilidad de alimentos, marginalidad de las comunidades rurales, pérdida de puestos de trabajo y otros) han conducido a la búsqueda de formas alternativas de producción de alimentos. Importancia de la biodiversidad en la agricultura tropical sustentable Características de las regiones tropicales

Desde el punto de vista geográfico, los trópicos son las regiones de la tierra situadas a ambos lados del ecuador y limitadas al norte por el trópico de Cáncer (23,5º LN) y hacia el sur por el trópico de Capricornio (23,5º LS). En los climas tropicales, la incidencia casi perpendicular de los rayos del sol hace que la duración de los días y las noches sea prácticamente igual durante todo el año. Las estaciones no ocurren como en los países templados; las llamadas estaciones de los países tropicales corresponden a periodos de lluvias y períodos secos que se alternan anualmente. Las variaciones de temperatura corresponden a diferencias en la altitud (msnm) y la nubosidad de las regiones.

Para la producción agrícola, estas características climáticas traen beneficios e inconvenientes. Latinoamérica y el Caribe (LAC) representan la mayor reserva hídrica del planeta (Ovalles, 2005); sin embargo, también es una de la regiones con mayor crecimiento demográfico y por ende mayor demanda del recurso hídrico para la población. La disponibilidad de abundante energía luminosa durante todo el año constituye una ventaja, puesto que no existe limitación para la actividad fotosintética. La uniformidad de las temperaturas y las pequeñas variaciones estaciónales permiten una amplia gama de cultivos y las altas humedades relativas disminuyen los requerimientos hídricos de las plantas. Sin embargo, la combinación de elevadas temperaturas y humedades relativas crean condiciones altamente favorables para la proliferación y desarrollo de numerosos hongos, bacterias, insectos plaga y maleza. Los daños ocasionados por los enemigos de los cultivos también ocurren en los países templados, pero su impacto es menos severo que en los trópicos (National Academy of Sciences, 1993).

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Debido a las limitaciones estaciónales, los países de clima templado no disfrutan la posibilidad de un ciclo de cultivo continuo. Sin embargo, durante la época de verano la duración de los días es mucho más larga (14-16 horas luz), lo cual permite la fotosíntesis por un mayor número de horas diarias, con el consecuente incremento de la cantidad de CO2 fijada y mayor producción de biomasa con respecto a los trópicos. Esta condición explica los elevados rendimientos que se obtienen en el cinturón del maíz, los cuales son inalcanzables en otras latitudes.

Una alta proporción de los suelos de las regiones tropicales presentan limitaciones para la agricultura; ya sea a causa de baja fertilidad, problemas de acidez y/o relieve. El elemento más limitante de la producción agrícola en los trópicos lo constituye la disponibilidad de agua. La distribución de las lluvias determina el calendario agrícola y la productividad de los cultivos. Existe una gran variabilidad en la distribución de las lluvias en los trópicos, las probabilidades de sequías, e inundaciones son mucho más elevadas en los países tropicales que en los países de clima templado. Por estas razones, los suelos tropicales se degradan más fácilmente que aquellos de otras regiones del mundo y la aplicabilidad de prácticas conservacionistas constituye una imperiosa necesidad (Lal y Ragland, 1993).

Alrededor de 40% de la población mundial vive en las zonas tropicales, donde se concentran los mayores niveles de pobreza y hambre (FAO, 2005). Un gran fragmento de esta población depende de la agricultura, la cual en gran parte continúa siendo de subsistencia. La aplicación generalizada de las premisas de la revolución verde, ha resultado inadecuada para la mayoría de los contextos socioeconómicos de los países del trópico. La especificidad local de las tecnologías agrícolas sustentables, especialmente en los sistemas de producción de las regiones tropicales, obliga a desarrollarlas en el ámbito de sus necesidades y potencialidades. Agricultura Sustentable

A partir de la década de los ochenta, teniendo en cuenta los múltiples inconvenientes que se venían presentando en los sistemas de producción de altos insumos, se desarrollaron varios enfoques alternativos, los cuales respondían a diversas necesidades según casos específicos. Así se hablaba de “agricultura orgánica”, “agricultura biodinámica”, “agricultura ecológica”. En 1986, Gips propone una definición que agrupa estas alternativas en el término “Agricultura Sustentable”: Una agricultura ecológicamente viable, económicamente rentable, social y humanamente justa. Esta visión holística de la actividad agrícola supone la integración de aspectos ambientales, sociológicos, económicos y culturales, haciendo un reconocimiento al carácter antropológico de la actividad agrícola. Si bien la principal función de la agricultura es la de producir alimentos, de ella se derivan una serie de productos no alimenticios, bienes y

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servicios que afectan los recursos naturales, los sistemas sociales y culturales (FAO, 1996). Biodiversidad

Se entiende por diversidad biológica la variabilidad de organismos vivos de cualquier fuente, incluidos los ecosistemas terrestres, marinos y otros ecosistemas acuáticos y los complejos ecológicos de los que forman parte, inclusive el ADN que codifica las formas vivientes (UNEP/CBD/COP, 1996). Se estima que existen alrededor de 14 millones de especies de seres vivos, de los cuales han sido hasta ahora debidamente identificados y clasificados solamente unos 1,2 millones de especies animales y unas 270 mil especies de plantas. Una referencia ilustrativa se presenta en la Figura 3 (CAF, 2005).

8,89

15,56

62,22

73,30

79,00

79,50

88,44

92,22

93,33

97,78

99,60

99,80

0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100

Vertebrado s 45.000

P lantas 270.000

M olusco s 70.000

Crustáceos 40.000

A lgas 40.000

P ro tozoario s 40.000

Insectos 950.000

Arácnidos 75.000

Hongo s 72.000

Nemátodos 25.000

Bacterias 4.000

Virus 4.000Especies descritas

Especies no descritas

Número de especies descritas% de especies

no descritas

Fuente: Adaptado de Lammerts van Bueren y Dulver vo orden. Tro penbos (1996)

% %% %% %% % % % %

Figura 3. Porcentaje del conocimiento básico de los diferentes grupos de seres vivos (tomado de CAF, 2005)

Aproximadamente 85% de toda la diversidad existente en el

planeta se encuentra en el cinturón tropical, donde la amplia gama de condiciones climáticas propician la existencia de innumerables nichos ecológicos que explican la riqueza aun no cuantificada de la fauna y flora tropicales (MARN, 2000). Venezuela se ubica entre los primeros diez países megadiversos del planeta y el sexto de América. La convergencia de cuatro regiones biogeográficas (amazónica, andina, caribeña y guayanesa) le confieren una gran variabilidad de hábitat y ecosistemas que explican tal megabiodiversidad (MARN, 2001).

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Una parte de la diversidad biológica ha sido calificada como agrobiodiversidad, ya que es utilizada por el hombre para satisfacer sus necesidades de alimentación, vestido, hábitat y otras actividades relacionadas con la actividad agrícola (UNEP/CBD/COP, 1996). Integran la agrobiodiversidad la variabilidad de plantas, animales y microorganismos presentes, las distintas formas de uso del suelo y el agua en la producción y la diversidad cultural que influye en las interacciones humanas en todos los niveles. La agrobiodiversidad es manejada activamente por los agricultores a través del cultivo y el uso, en base a los conocimientos y valores de éstos; muchos de los componentes de la agrobiodiversidad no sobrevivirían sin la intervención humana (Cromwell et al., 2000). Manejo sustentable del ambiente

La mayoría de las regiones del mundo de gran diversidad biológica son actualmente muy pobres (Centro y Sur América, Asia, África). Sin embargo, estas regiones albergaron algunas de las civilizaciones más prósperas en épocas pasadas (Sevilla y Holle, 2004). El éxito de estas culturas consistió en el manejo y uso eficiente de su diversidad ecológica y biológica. Una agricultura tropical sustentable debe mantener como fundamento la utilización de la rica biodiversidad existente en estos territorios.

En los climas tropicales, la elevada incidencia de hongos, insectos plaga, maleza y las aplicaciones de fertilizantes encarecen los costos de producción. Estas condiciones, aunadas a las irregularidades en la distribución de las lluvias, hacen que la agricultura intensiva, basada en grandes extensiones de monocultivo, resulte particularmente riesgosa. En ninguna otra región del planeta se hace más necesario que en el trópico la implementación de prácticas que minimicen el impacto negativo sobre el ambiente.

La agricultura familiar o en pequeña escala constituye una estructura básica para el desarrollo de una agricultura sustentable. Los sistemas de producción tradicionales como el conuco (Figura 4), constituyen un ejemplo del uso racional de la biodiversidad. La variedad de cultivos asociados en el tiempo y en el espacio favorece la coexistencia e interacciones benéficas entre especies y aumenta las posibilidades de sostenibilidad de los agroecosistemas (Altieri y Nicholls, 2000), asegurando una cobertura del suelo que evita pérdidas de agua por evaporación, lixiviación de nutrientes y erosión.

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Figura 4. Conuco en la zona alta del estado Lara, Venezuela

Aunque el desarrollo de la agricultura familiar es básico para

alimentar la creciente población de los países en desarrollo, no es posible ignorar la capacidad de producción de alimentos de la agricultura a mayor escala. En unidades de producción de medianas a grandes se pueden desarrollar alternativas para manejar la biodiversidad en el tiempo y en el espacio; por ejemplo: rotación de cultivos (diversidad en el tiempo), cultivos asociados y franjas de biodiversidad (diversidad en el espacio) (Forjan y Manso, 2006; Loya-Ramirez et al., 2003; Vega y Flores-Barahona. 2003).

El uso de insumos biológicos, como controladores de plaga o aplicados al manejo integral de la fertilidad del suelo, constituye otro ejemplo de los beneficios del uso racional de la biodiversidad. En muchas zonas donde se practica la agricultura de manera intensiva, el uso indiscriminado de agroquímicos ha creado graves problemas de impacto ambiental, de la salud y calidad de vida de los pobladores. En Venezuela, en las comunidades agrícolas de Monte Carmelo, Bojó y Las Lajitas en el estado Lara (Figura 5), se han establecido en los últimos años empresas rurales de base biotecnológica, para la producción de bioinsumos (insectos y hongos biocontroladores y fertilizantes orgánicos), manejadas por los propios agricultores, las cuales soportan una producción de hortalizas y otros cultivos con un uso mínimo de agroquímicos (Mendoza, 2006).

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Figura 5. Producción de biocontroladores en la Cooperativa Bojó, Sanare, Estado Lara. (Foto cortesía de Mendoza, 2006)

Rentabilidad económica

Los sistemas de policultivos y otras formas de producción de la agricultura familiar constituyen una fuente permanente de alimentos, además de proveer nuevas alternativas de ingresos. La agricultura familiar establece un nexo directo con los alimentos, asegurando el mantenimiento de diversas formas de propiedad, sistemas de cultivo, paisajes, culturas y tradiciones. Si bien una crítica a las pequeñas unidades de producción consiste en su poca rentabilidad, al calcular la rentabilidad de la unidad de producción, en el transcurso del tiempo se observa que los rendimientos de los cultivos pueden inclusive verse incrementados; y por ende la rentabilidad de la finca (Vega y Flores-Barahona, 2003).

Esto coincide con los nuevos enfoques de innovación institucional en la ciencia y tecnología para los pequeños agricultores (Santamaría, 2004) en los cuales no se enfatiza únicamente el incremento de la productividad al menor costo, sino que se determina sobre la base de consideraciones relacionadas con la sostenibilidad, equidad, soberanía y reducción de la pobreza. Aunque los avances de la agricultura moderna no han logrado resolver la problemática de la disponibilidad de alimentos en el mundo, se ha logrado solventar algunos de los problemas urgentes de la producción agrícola. La utilización de la biodiversidad en el proceso de mejoramiento genético, para incorporar genes que mejoran la calidad nutricional de los cultivos, en materiales de alto potencial de producción, contribuye a disminuir el déficit nutricional de grandes sectores de la población (Figura 6).

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Existen varias iniciativas en el ámbito mundial para identificar germoplasma de caraota (Phaseolus vulgaris) con altos contenidos de hierro y cinc, a fin de solventar la carencia de estos nutrientes en más de 300 millones de personas cuya ingesta proteica depende principalmente de esta leguminosa (HarvestPlus, 2003). Estas caraotas biofortificadas, (Pérez y col, 2005), contienen entre 50 y 100 mg de hierro/kg, lo cual representa hasta 70% más que el contenido promedio de este importante mineral en los cultivares tradicionales.

Otro ejemplo importante es la incorporación del gen opaco 2,

identificado en maíces del grupo andino, el cual duplica el contenido de los aminoácidos esenciales lisina y triptofano en las proteínas presentes en el endospermo del grano de maíz (CIMMYT, 2004). Los materiales mejorados obtenidos -QPM o maíces de calidad de proteína- tienen en sus granos el equivalente de 90% del valor proteínico de la leche, a tal punto que 10 g/kg/día de estos maíces mejorados son suficientes para satisfacer el mínimo de aminoácidos esenciales en la dieta diaria de un niño (San Vicente, 2005). Producto del programa de mejoramiento genético de maíz del INIA, en el año 2005 fueron aprobados para su cultivo en Venezuela dos variedades y dos híbridos simples de alta calidad de proteína y de calidad molinera para la fabricación de la harina precocida utilizada para preparar el principal alimento de los venezolanos: la arepa. El uso de estos materiales de alta calidad de proteína contribuirá enormemente a corregir el déficit nutricional de la población venezolana. Igualmente, el programa de mejoramiento del INIA adelanta la obtención de cultivares de maíz amarillo para la producción de almidones y alimentos para animales, ya que existe una importante demanda de éstos en el país por parte de la agroindustria. Actualmente, esta demanda es cubierta casi totalmente a través de importaciones. El grano de maíz amarillo, además de presentar un alto contenido de B-carotenos y Vitamina A, proporciona a las carne, huevos y grasa animal el color amarillo, preferido por los consumidores (Alfaro, 2004).

Adicionalmente, la incorporación de genes de tolerancia a

enfermedades, plagas y estreses de tipo ambiental contribuye a la sostenibilidad de los agroecosistemas, al reducir la aplicación de biocidas y favorecer la adaptación de las plantas a condiciones ambientales adversas (FAO, 1996).

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Figura 6. Mejoramiento Genético del maíz en el INIA-CENIAP:

aportando soluciones a la nutrición del venezolano (Foto cortesía Inv. Yanely Alfaro).

Justicia y equidad social

La agricultura sustentable plantea la necesidad de ir más allá del paradigma productivista de la agricultura que caracterizó el siglo XX (Santamaría, 2004). Los agricultores olvidados y marginados son ahora reconocidos y valorados por los conocimientos que han atesorado por generaciones. Estos conocimientos locales constituyen una rica fuente de inspiración para la innovación en el diseño de nuestros sistemas de producción (Figura 7).

Conjuntamente con el material, ya sea de origen vegetal o animal, el productor asocia una serie de conocimientos y experiencias que determinan el uso del mismo (Bolívar y col., 1999). Así escuchamos nombrar una raza nativa de caraota como “cuarentona” debido a su ciclo corto de alrededor de 40 días (Gutiérrez y col., 2004), asociar las fases de la luna con las condiciones necesarias para la siembra, y la consecuente toma decisiones con base en estos factores (Paungger y Poppe, 1993). Los pueblos indígenas merecen una mención especial como creadores y custodios de la agrobiodiversidad, y por ser poseedores y depositarios de conocimientos, prácticas y sistemas que constituyen la base de la seguridad alimentaria en gran parte del planeta (De la Cruz, 2001).

El Estado desempeña un rol fundamental en el desarrollo del principio de la equidad social, mediante la inversión en las comunidades marginadas, al ampliar el acceso a los servicios de salud y educación, mejorando la vialidad rural, las obras de abastecimiento de agua y saneamiento ambiental y organizando redes de protección social para los grupos más vulnerables, propiciando su incorporación en programas de capacitación efectiva.

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Así, los sistemas de producción resultantes de la intervención del Estado, tales como huertas comunitarias, mercados de agricultores, producción artesanal de semillas, fabricación de artesanías y productos alimenticios y, en general, una agricultura apoyada por la comunidad contribuye con la generación de nuevas fuentes de trabajo y la soberanía alimentaria.

Figura 7. Gestión participativa del conocimiento.

Igualmente es necesario capacitar para desarrollar un sistema alimentario sustentable, rescatar las especies subutilizadas, las técnicas de cocina y la preparación de alimentos que están cayendo en desuso e impulsar programas que valoren la biodiversidad en las escuelas y comunidades, a fin de concienciar las generaciones presentes y futuras sobre su responsabilidad en la gestión de la agrobiodiversidad (Figura 8).

Figura 8. Educando para alcanzar un agricultura sustentable

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La agrobiodiversidad y el cambio climático El cambio climático global es un cambio atribuido directa o

indirectamente a las actividades humanas que han alterado la composición de la atmósfera, incrementando las concentraciones de los gases de invernadero y generando una serie de efectos en el clima que se han sumado a la variabilidad natural observada en el transcurso del tiempo (Naciones Unidas, 1992). Según el Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC), durante el siglo XX, se observó un aumento de las temperaturas de alrededor de 0,3ºC por década; es la tasa de cambio climático más elevada de la historia de la humanidad. (GCCIP, 1997). Los modelos de simulación prevén un aumento de la temperatura entre 1,5 y 3,5 ºC para el año 2100. El aumento de la temperatura ocasiona una circulación atmosférica más intensa y un ciclo hídrico más rápido que se traduce en un incremento de la ocurrencia de eventos extremos como sequías e inundaciones.

La pérdida de biodiversidad se ha incrementado como

consecuencia del cambio climático y de no tomarse las medidas necesarias para frenar el calentamiento global, entre 10 y 15% de las especies podrían extinguirse en los próximos 30 años (MARN, 2004). La actividad agrícola, altamente dependiente de las condiciones climáticas, también se verá seriamente afectada. En Venezuela se estima que para el año 2050, la temperatura media habrá aumentado entre 1 y 3ºC mientras que las precipitaciones podrían disminuir entre 5 y 20%, aumentando la frecuencia e intensidad de las sequías. El aumento de la temperatura, aunado a la disminución de las precipitaciones y el incremento natural de la población agravará los problemas de escasez de agua y energía. Los rendimientos de maíz y arroz pueden disminuir entre 5 y 10%, particularmente en el caso de la caraota esta disminución podría ser hasta de 40% (MARN, 2004).

Ante las nuevas condiciones agroecológicas que se están

generando, es de vital importancia caracterizar nuestro germoplasma para identificar genes de tolerancia a factores adversos, los cuales podrán ser utilizados para generar nuevos cultivares que permitan asegurar la soberanía alimentaria aún bajo estos escenarios desfavorables. A manera de síntesis

La diversidad es necesaria para que haya progreso en la agricultura (Cuberos, 1999). En Venezuela se ha trabajado intensamente la conservación y caracterización de los recursos genéticos de interés agrícola. Tal como lo señalan Pérez y col., 1998, el INIA (Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas), mantiene diferentes bancos de germoplasma (Figura 9) a lo largo del territorio

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nacional, en los cuales se preservan alrededor de 17.000 entradas de más de 40 especies utilizadas en nuestra producción agrícola. Se destacan las colecciones de cereales (maíz, sorgo y arroz), leguminosas comestibles (caraota, fríjol, tapiramo, quinchoncho, chivata o gallinazo y soya), raíces y tubérculos (yuca, batata y papa), frutales (mango, cítricos, aguacate, musáceas, níspero, guayaba, merey y otras), oleaginosas (ajonjolí, algodón, maní, girasol, cocotero y otras) y cultivos tropicales (caña de azúcar, café y cacao). Recientemente se ha impulsado la prospección y conservación de cultivos amazónicos (túpiro, copoasú, guayaba arazá, ají, piña, yuca amarga y diversas palmeras).

Figura 9. Biodiversidad para mejorar nuestra producción

agrícola (Foto cortesía Inv. Yanely Alfaro)

Estos recursos fitogenéticos están siendo utilizados en los programas de mejoramiento genético y actualmente existe una política institucional para poner estos materiales directamente en manos de los agricultores y hacerlos coparticipes de las actividades de conservación de los recursos fitogenéticos tanto in situ como ex situ. El uso y manejo adecuado de la biodiversidad es un elemento indispensable para alcanzar una agricultura tropical sustentable, El INIA, junto con los productores cooperadores y otras instituciones, realizan grandes esfuerzos para conservarla y utilizarla cumpliendo sus postulados de respeto al ambiente, rentabilidad económica y equidad social.

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Bibliografía

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Nota de los editores. Este artículo fue revisado y avalado para su publicación por: Dra. Belkys Rodríguez INIA-ARAGUA [email protected] Dra. Yanely Alfaro INIA-ARAGUA [email protected] Citación del presente artículo: Rincón, A.; D. Pérez y A. Romero S. 2006. Agricultura Tropical

Sustentable y Biodiversidad. Revista Digital CENIAP HOY Nº 11 mayo-agosto, 2006. Maracay, Aragua, Venezuela. ISSN 1690-4117, Depósito legal 200302AR1449. URL: