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AFRA 2013
Una lluvia de piedra que estremece la tierra y el cielo. Blanchot y la lectura
Noelia Billi
Resumen: En esta exposicin se examinan las caractersticas asignadas por Blanchot al lector, y
estudiaremos sus puntos de tensin con aquellas que son para l tpicas del escritor, con el fin de
asir con mayor precisin el espacio que entre ambos se traza. A partir de ello, nos
preguntaremos si acaso a travs de la lectura no pasa una corriente de fuerzas diversas que hace
posible concebir un campo de la subjetividad que puede ser caracterizado por la afirmatividad,
la apertura y la positividad creadora, y a la vez por estar en ntima relacin con lo muerto que
responde al llamado de la lectura con un diluvio desmesurado de piedra que estremece la tierra
y el cielo.
As pues, tomando todos estos indicios del captulo antes mencionado de Lespace littraire,
nos abocaremos a esbozar el lugar de la lectura en la obra blanchotiana, y las posibilidades que
esta figura ofrece para un pensamiento novedoso de la constitucin de la subjetividad en un
contexto que resiste al modo hegemnico en que en Occidente la ha pensado.
La escritura en la obra de M. Blanchot ha sido objeto permanente de meditacin,
vehculo de disputas entabladas con la tradicin occidental, motor del desastre que
desde siempre nos abandona en la lejana perturbadora de un cielo cado y sin estrellas.
De hecho, la cuestin de la escritura aparece con fuerza desde el perodo temprano de la
obra blanchotiana, bajo las formas de la exigencia poltica del intelectual-escritor
(recordemos que Blanchot tuvo como primera ocupacin pblica ligada a la escritura la
redaccin de las columnas editoriales de peridicos que activaban la lnea nacionalista
de derechas francesa). Ms tarde, la escritura adquiere un lugar central en la indagacin
de una figura de la subjetividad desasida de la potencia y el poder ligados al sujeto
moderno. Esto ltimo se aprecia con claridad en textos clave, que marcan inflexiones
del pensamiento de Blanchot, tal como La littrature et le droit la mort, artculo que
cierra La part du feu (1949), un libro que recopila varios ensayos publicados hasta el
ao 1948 en revistas y que indica las directrices principales a partir de las cuales el
escritor lee la tradicin cultural francesa y sus precedentes alemanes. Ya en el perodo
medio de su obra, Blanchot hace jugar la figura del escritor en el interior de las
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dinmicas que plantea en sus textos novelados. Sin embargo, en este perodo, otra de las
figuras que comienza a aparecer es la del lector. As pues, Thomas lobscur, por
ejemplo, registra una escena en la que Thomas (el protagonista) entabla una lucha
cuerpo a cuerpo con las palabras que, saltando del libro que lee, se transforman en
animales salvajes que lo someten y lo exponen al horror del vaco de la obra que slo el
lector hara evidente.
En esta misma lnea, en Lespace littraire se dedica un captulo entero a la
cuestin de la lectura. Se trata de La obra y la comunicacin, cuya primera divisin es
Leer1. All se desglosa la especificidad del lector respecto de otras figuras de
aficionados al arte. A diferencia de los aficionados a la msica, a la pintura o a la
escultura, quienes escribe Blanchot llevan su preferencia de manera ostensible,
como un mal delicioso que los asla y del que estn orgullosos, el lector se halla ante el
libro no como el portador de un don (el don de saber leer, de ser capaz de leer) sino
como aquel ser infinitamente desprovisto, ausente de ese poder. No obstante, ello no
implica que el lector no haga nada; por el contrario, de los aficionados al arte es el
nico que interviene la obra, el libro, librndolo a la existencia. En efecto, Blanchot
dir que la lectura da al libro la existencia abrupta que la estatua parece tener slo del
cincel; ese aislamiento que la sustrae a las miradas []. De algn modo, el libro
necesita al lector para afirmarse como cosa sin autor y tambin sin lector. En este
sentido, el hacer del lector se caracterizara por el mero abrir un espacio afirmativo en
que se le dice s al advenimiento de la obra como existencia. La apertura que as vendra
a roturar el espacio literario nos llevan a replantear la gravitacin de la sola figura del
escritor en la obra blanchotiana, puesto que si a la escritura pueden atribursele los
rasgos de la desobra, de la pasividad, de lo impersonal que mora en la debilidad (algo
que parece caracterizar el pensamiento blanchotiano), es sin embargo a la lectura que
Blanchot asigna una positividad que si bien no produce, s es creadora.
Como S silencioso que se halla en el centro de toda tormenta, el lector parece
indicar un vector que en tensin con la escritura es capaz de aportar claridad a la manera
en que Blanchot intenta pensar un modo del hacer que no pueda ser asociado a la
produccin o al trabajo (entendido en el sentido moderno de la autotransformacin que
1Lire en: LEspace littraire, Pars, Gallimard, 1955, pp. 109-206. Cito (como EL) de acuerdo a la
versin en espaol (cuya traduccin a veces corrijo): Leer en: El espacio literario, trad. V. Palant y J.
Jinkis, Buenos Aires, Paids, 1969, pp. 179-185. Cuando entrecomillo algunas expresiones, se trata en
general de citas de este texto.
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se da en la transformacin del mundo), pero que tampoco quede reducido a la simple
indiferencia ante el mundo.
La lectura
Blanchot asigna al libro, como objeto artstico, una localizacin ambigua
respecto del mundo. Mientras que una escultura (pongamos el Balzac, de Rodin)
puede estar por completo cerrada sobre s, sin mirar y sin precisar ser mirada, y
constituyendo por esto un espacio rebelde dentro del espacio general, el libro requiere
una forma distinta de existencia. Si la escultura puede ser una violencia preservada
que excluye al mundo (o se excluye de l) hasta desaparecer (porque esta cerrazn en
lugar de asegurar la plena existencia de la cosa, para Blanchot implica su desaparicin;
volver a ello), en cambio el libro plantea una exigencia ontolgica: debe ser ledo, no
para ser escrito o reescrito o interpretado, sino para ser. En este sentido, la concepcin
que despliega Blanchot de la lectura resulta del ms alto inters puesto que, aadida a su
mucho ms conocida concepcin de la escritura, entre ambas consuman la desaparicin
del autor. En efecto, cuesta entender slo a partir de los estudios de Blanchot sobre la
experiencia del escritor, cmo es que esa presencia tan fuerte y tormentosa del escritor
desaparece en la obra, cmo todos los rasgos del sujeto que se implica en un proceso
escritural, a la vez que hacen posible la empresa, tienen por resultado su borramiento, su
desasimiento.
Si bien Blanchot recuerda una y otra vez el modo en que el escritor se ve motivado por
razones subjetivas que, finalmente, lo conducen a un proceso que en suma no es
derivable de un sujeto (la escritura, la obra), no es difcil imaginar que debera haber
una gran cantidad de mediaciones que hagan inteligible (al menos en una pequea
medida) la relacin entre ese sujeto que conserva (aun bajo el modo del apartamiento)
muchos rasgos modernos, yla escritura o el lenguaje o las palabras en su materialidad
y dinmica propia. Esta ltima dinmica nunca es descrita por Blanchot como
dependiente de la intencionalidad del sujeto: por el contrario, oponindose a la clsica
concepcin utilitaria de la palabra, Blanchot se refiere a la escritura como aquella
materia oscura y paradjica que se envuelve de ilusiones slo para decepcionar sin cesar
toda pretensin de dominio, equivalente a la piedra que se resiste a su reduccin a
herramienta y que, al salir de la mano yerra por el aire o la tierra hasta que su trayectoria
se ve interrumpida por algo. De aqu que sea la fatiga aquello que mejor describe al
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escritor, portador de esta fuerza extraa: una fuerza pero extenuante, una fuerza que no
deja de acabarse y sin embargo nunca se ha conseguido ponerla a funcionar en pos de
un fin eventualmente til. Se trata del prodigio del que da ms de lo que tiene, de lo que
imagina y de lo que quiere. Una pura dacin cuyo sentido le es ajeno, y que tan slo es
experimentada como un cansancio para el cual no hay descanso que lo revierta.
Espacios de tensin lector-escritor
Si escribir supone, para Blanchot, exponerse a la amenaza de la soledad
esencial, leer sin embargo, pertenece al mbito de lo ligero, lo superficial, lo poco
serio. Es un vuelo rasante por pginas que no se tocan, en las que no se interviene: un
hojear trivial (algo muy lejano a la figura de la comunicacin entre espritus bajo la
cual se ha pensado a menudo la relacin escritor-lector). Por qu deca recin que esta
concepcin de la lectura ayuda a comprender el modo en que Blanchot piensa la
desaparicin del autor en la obra? Sucede que Blanchot atribuye a la lectura el mismo
efecto que el mar, el viento, hacen [a] las cosas hechas por los hombres: una piedra
ms lisa, el fragmento cado del cielo, sin pasado, sin porvenir, sobre el que no nos
interrogamos mientras lo vemos (EL, p. 181). Se trata, entonces, de una lectura
mineral, inorgnica, impersonal e impersonalizante, que arranca los ltimos vnculos
entre el sujeto y el libro y cataliza el proceso de autonomizacin que da al libro-objeto
el estatuto gris de obra, pero dice Blanchot- de obra ms all del hombre que la ha
producido, de la experiencia que en ella se expres, e incluso de todos los recursos
artsticos con los que la tradicin ha contribuido (EL, pp. 181-182).
Qu tipo de proceso es este? Cul es el pase de magia por medio del cual la
lectura libera a la obra? Cmo aprehender, por otra parte, este efecto?
Blanchot subir la apuesta, y en cuanto comience a referirse directamente a lametamorfosis del libro en obra, dejar en claro ante todo los dos rasgos distintivos de la
obra blanchotiana, efecto del proceso ms amplio y generalizado de la desobra. En
primer lugar, se trata de una obra que nunca se presenta como algo pleno, sino que su
modo de aparecer es el ocultamiento, la disimulacin, el disfraz. Esta obra travesti, se
caracteriza, en segundo lugar, por ser un muerto mvil, inquieto; no uno que juega a las
escondidas sino ms bien un muerto que se confunde ontolgicamente con la piedra
sepulcral, haciendo a la vez de la tumba un lugar vaco y del cadver un desaparecido.
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Es a partir de estos caracteres que se hace significativo el operar de la lectura en este
proceso incesante de desasimiento.
Si leer es abrir, es un decir sa lo que estara all pero sin saber en concreto de
qu se trata (es decir, la afirmacin hospitalaria y sin clculo, que tiene lugar antes y en
prescindencia de todo conocimiento posible o imposible). Leer es abrir para liberar lo
que se halla encerrado, pero lo que se abre es una tumba, y no hay all nada que se haga
plenamente presente. Slo hay el vaco cadavrico que Blanchot aqu, como en tantos
otros lugares, llamar por el nombre de Lzaro. Es del mximo inters la aparicin de
esta imagen neotestamentaria que todos recordarn de La littrature et le droit la
mort, pues es a travs de ella que se hace posible el lazo conceptual entre la lectura y la
escritura.
Recordemos lo que Blanchot afirmaba all, en un escrito publicado por primera
vez en 1947-482:
Mediante la palabra, el existente ha sido llamado fuera de su existencia y ha
devenido ser. El Lazaro, veni foras ha hecho salir la oscura realidad cadavrica
de su fondo original y, a cambio, slo le ha dado la vida del espritu. []
Quien ve a Dios muere. En la palabra muere lo que da vida a la palabra; la
palabra es la vida de esa muerte, es la vida que lleva en s la muerte y en ella
se mantiene. [] Pero algo estaba all que ya no est ms. Algo ha
desaparecido. [] El lenguaje de la literatura es la bsqueda de ese momento
que la precede. En general, ella lo nombra existencia; quiere [] no al hombre,
sino a este hombre y, en este, a lo que el hombre rechaza para decirlo, lo que es
fundamento de la palabra y que la palabra excluye para hablar, el abismo, el
Lzaro de la tumba y no el Lzaro devuelto a la luz, el que ya huele mal, el que
es el Mal, el Lzaro perdido y no el Lzaro salvado y resucitado. (PF, 315-316)
Ya enLespace littraire, Blanchot dir:
2Bajo la forma de artculos en la revista Critique (n 18 y 20). Luego retomados como captulo final de
La part du feu (Pars, Gallimard, 1949, que cito como PF). Ms tarde como primer captulo de la
recopilacinDe Kafka Kafka (Paris, Gallimard, 1981).
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El libro [y por esto Blanchot entiende no slo su materialidad sino tambin ese
conjunto semntico que es legible a partir de un estado de la lengua, un tejido
de significaciones estables] est all, pero la obra an est oculta, tal vez
radicalmente ausente, en todo caso disimulada, oscurecida por la evidencia del
libro, detrs de la cual espera la decisin liberadora, el Lazaro, veni foras. (EL,
182-3).
Vemos, entonces, cmo es en este caso el leer aquello que cumple la funcin de
liberar esa existencia que precede a la palabra. Al parecer, aquello que la escritura
anhela, slo puede ser realizado por la lectura, no porque leyendo se hiciera posible la
captura de la obra mediante la palabra preestablecida, sino ms bien porque la lectura
superficial y ligera sera aquello que le garantiza su desvinculacin respecto de lo
humano (de las motivaciones, intenciones y jerarquas humanas) y lo lanza a lo
impersonal de una existencia que ya nunca podr ser aprehendida. Es por eso que
Blanchot podr decir que lejos de derribar la piedra sepulcral y acceder al muerto en
descomposicin (esa existencia finita que yace detrs de las palabras), lejos de acercarse
a l, la lectura slo puede provocar un diluvio de piedras que se interpone para siempre
entre lo humano y la obra, liberndola as de toda intencionalidad que pudiera querer
asirla, apaciguarla. La obra, as pues, ya no pertenecer ni a la tierra ni al cielo, ni
humana ni divina, ni efecto del trabajo ni de la inspiracin, la obra leda constituye el
paradigma del NON SERVIAM (tan acorde al pensamiento de Blanchot como al de
Bataille), la radicalidad del rechazo a convertirse en un medio pero tambin en un fin.
En este sentido, la lectura que dice S se asemeja al Ven [Viens] que aparece por
doquier en los textos blanchotianos, y sobre todo en los relatos y novelas. Ese Ven que
Derrida ha estudiado con paciencia3, porque es una insistencia que junto a otras pocas (x
sin x, pas [no/paso], morir, retorno) muestran la constelacin desastrada en la cual
Blanchot es un sol negro. La lectura dice Ven al travesti que es la obra disimulada en
el libro, que no es nada por fuera del libro, que es bajo la modalidad de lo opaco y lo
que est en movimiento pero sin ningn sentido todava. Ese todava no con el que se
vincula el s dicho por la lectura, deja vislumbrar lo que la lectura implica en
3Viens ne donne pas un ordre, il ne procde ici d'aucune autorit, d'aucune loi, d'aucune hirarchie,
(Parages, 26).
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Blanchot: un s lanzado al silencio que la obra impone, con el que la obra llama y atrae a
aquel que se acerca a ella. La obra no responde (como ya recordaba Platn, en el Fedro,
acerca de la maldita escritura), y por eso lo nico que se puede hacer ante ella es no
preguntar, no interpelar, no interpretar. En una pura aceptacin de lo desconocido, en la
imposibilidad patente de hacer una estimacin de lo que vendr, leer aporta la inocencia
del nio que sin saber leer los signos tan slo sigue con un dedo el dibujo de cada letra,
gozando de la materia all presente, an si las letras son la tumba vaca de un muerto
descompuesto que vaga, muerto todava, por el mundo.
Una subjetividad afirmativa y creadora, pero interpelada por lo muerto y la lluviade piedras
Si resulta interesante en s mismo como concepto de la lectura, en este caso quisiera
desviar la atencin sobre todo a lo que esta nocin de lectura (y de escritura) podran
aportar para un pensamiento de la subjetividad.
Lejos de una sustraccin absoluta, a la cual muchas veces se quiere someter la
escritura de Blanchot, en sus escritos se percibe el aliento ininterrumpido de un cierto
tipo de afirmacin que, aqu refirindose a la lectura en particular, emerge con fuerza. Si
entendiramos los ensayos de Blanchot como modos de repensar la constitucin de la
subjetividad, entonces podramos pensar que ella se da en la tensin que se genera entre
dos procesos: el de la escritura y el de la lectura. Mientras que la experiencia del escritor
suele caracterizarse por el tormento que se (auto)inflinge quien se toma el trabajo de
medirse con el caos, dejndose atraer al mbito silencioso que recorre el murmullo
indefinido del lenguaje, y bajo la expectativa de crear algo, en cambio la experiencia
de la lectura se relaciona con la ligereza y lo trivial. Sin aspiraciones tumultuosas, sin la
necesidad de emprender combates sombros, leer sin embargo tambin forma parte
del acontecimiento creativo, en trminos de una subjetividad posible diramos: forma
parte de la emergencia de una singularidad: pues leer se hace y reitera en presente, es el
cada vez otra vez que da lugar a la dinmica infinita e indefinida de lo que retorna (esa
ausencia hecha de letras con las que el escritor ha luchado hasta desaparecer) para
existir segn el modo de lo indefinidamente variable.
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