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    WARNING. The access to the contents of this doctoral thesis it is limited to the acceptance of the use conditions setby the following Creative Commons license: https://creativecommons.org/licenses/?lang=en

  • Experiencia de guerra y colaboracionismo poltico-militar: Blgica, Francia y Espaa bajo el Nuevo Orden (1941-1945)

    Doctorando: David Alegre Lorenz Directores: Francisco Morente Valero Javier Rodrigo Snchez Programa de Doctorado en Histria Comparada, Poltica i Social Departament dHistria Moderna i Contempornia Universitat Autnoma de Barcelona

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    La existencia de la vida misma, las prodigiosas transformaciones que hacen

    que una oruga se transforme en una mariposa, o un huevo en un pjaro y por

    ltimo en una criatura humana que piensa, les da nombres a las cosas y busca relaciones entre ellas, incluso ahondando en las profundidades del

    universo y el tiempo, de hecho parece confirmar cierta genial intencin creativa

    llevada a cabo con una precisin lgica increble.

    Ivan KLMA: Peligro! No toquen los cables!

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    ndice ndice ................................................................................................................................ 5 Lista de abreviaturas ......................................................................................................... 6 Agradecimientos ............................................................................................................... 9 Introduccin: por qu una tesis sobre el voluntariado de guerra europeo en el Frente Oriental? ............................................................................................................. 15

    Somos como obreros de la muerte: ejecutores y representantes del fascismo en el Nuevo Orden ............................................................................................................... 15 Guerra civil en la Europa ocupada: un problema historiogrfico y memorstico ....... 32 Los orgenes de las unidades de voluntarios valones, franceses y espaoles ............. 37

    Experiencia de guerra e identidad de los voluntarios franceses, espaoles y valones en el Frente Oriental, 1941-1944: ................................................................................ 61

    La Divisin Azul en la ofensiva del Vljov: morir en Possad, octubre-diciembre 1941 .................................................................................................................................... 61 Los voluntarios franceses a las puertas de Mosc, noviembre de 1941-enero de 1942 .................................................................................................................................... 92 Primera campaa de invierno en el frente, 1941-1942 ............................................. 107 El bautismo de fuego de la LW: experiencia de combate y significacin poltica de la batalla de Gromowaja-Balka .................................................................................... 125 La guerra se alarga: un nuevo enfoque para las unidades de voluntarios ................. 140 El Frente Oriental como punto de encuentro: del Cucaso a Leningrado pasando por Viena, verano-otoo de 1942 .................................................................................... 152 La LVF entre Rusia y Bielorrusia: un estado de excepcin permanente en la retaguardia del GEC ................................................................................................. 168

    Ms que tteres y neutrales: la lucha por el poder a la sombra del Nuevo Orden 183

    Una cuestin de prestigio: los voluntarios europeos como embajadores del Tercer Reich y sus pases de origen ..................................................................................... 183 El retorno de los primeros voluntarios al frente domstico en el invierno de 1941-1942 .......................................................................................................................... 186 Los conflictos entre alemanes y colaboracionistas en torno a la dimensin poltica y militar de las unidades de voluntarios ...................................................................... 189 El debilitamiento del fascismo en el frente domstico y los intentos por capitalizar la experiencia de guerra en el Este. .............................................................................. 196 Aislamiento social y ambiciones polticas: la guerra como marco propiciatorio para la construccin del proyecto fascista ............................................................................ 209 Los abusos de poder bajo la aureola del combatentismo y los lazos de dependencia entre el colaboracionismo y las autoridades ocupantes ............................................ 218 Una desesperada huida hacia delante: el parteaguas del verano del 43 y la defeccin italiana ...................................................................................................................... 227 El Moloch fascista o Saturno devorando a sus hijos: el colaboracionismo convertido en maquinaria administrativa .................................................................................... 238 El arte de convertir la derrota en victoria y el paroxismo del colaboracionismo valn tras el desastre de Cherkassy (primavera de 1944) ................................................... 240 El caso Pirmolin como paradigma del colaboracionismo en la Europa ocupada ..... 252 Las diferentes caras del Nuevo Orden: disolucin y resentimiento colaboracionista al calor de la derrota ..................................................................................................... 253

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    Guerra civil en el frente domstico: los voluntarios europeos y la violencia poltica bajo la ocupacin y el fascismo, 1941-1945 .............................................................. 259

    El incierto futuro y la ruptura de los equilibrios comunitarios a manos de la ocupacin alemana ................................................................................................... 259 Un cambio radical en la concepcin social de la violencia poltica ......................... 262 Las mltiples conexiones entre el Frente Oriental y el frente domstico ................. 271 Una espiral de miedo y violencia: la vuelta a casa de los voluntarios ...................... 274 Una guerra en dos frentes: las conexiones transnacionales del fascismo y el antifascismo europeos ............................................................................................... 281 Sensacin de cerco y desmovilizacin de la militancia colaboracionista en el verano de 1943 ..................................................................................................................... 294 Accin poltica y criminalidad: el impacto de la guerra en la poblacin civil y el crecimiento de la izquierda comunista en la segunda mitad de 1943 ....................... 307 A la espera del desembarco aliado: juegos de espejos entre el Este y el Oeste durante la primera mitad del ao 1944 .................................................................................. 313 El principio del fin: recrudecimiento de la guerra antipartisana, huida y liberacin en el verano de 1944 ...................................................................................................... 330 La refundacin de la posguerra: venganza, depuracin y olvido ............................. 341

    Una huida hacia delante: caminos de ida y vuelta entre Europa Oriental y Europa Occidental, 1943-1945 ................................................................................................ 351

    La tela de araa del fascismo internacional o la guerra como fenmeno transnacional .................................................................................................................................. 351 El regreso de la LW a Blgica y su reorganizacin .................................................. 353 En el cerco de Leningrado, febrero-marzo de 1943: anatoma de la guerra a travs de la DA en la batalla de Krasny Bor ............................................................................ 362 Recrudecimiento de la guerra partisana en Bielorrusia y descomposicin alemana en el Frente Oriental, 1943-1944 ................................................................................... 375 Las Waffen-SS como aglutinadoras del voluntariado de guerra europeo ................ 393

    Concluding Remarks: Fascist War, European War ............................................... 423 Bibliografa y fuentes .................................................................................................. 433

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    Lista de abreviaturas AM: Administracin Militar Militrverwaltung BNF: Blgica y Norte de Francia DA: Divisin Azul DI: Divisin de Infantera DGS: Direccin General de Seguridad DSI: Departamento de Seguridad e Informacin Dpartement de scurit et dinformation EKI: Cruz de Hierro de Primera Clase Eisernes Kreuz 1. Klasse EKII: Cruz de Hierro de Segunda Clase Eisernes Kreuz 2. Klasse GEA: Grupo de Ejrcitos A Heeresgruppe A GEB: Grupo de Ejrcitos B Heeresgruppe B GEC: Grupo de Ejrcitos Centro Heeresgruppe Mitte GEN: Grupo de Ejrcitos Norte Heeresgruppe Nord GES: Grupo de Ejrcitos Sur Heeresgruppe Sd GW: Guardias Valonas Gardes Wallonnes KSZ: Kommandostab Z LF: Legin Flandes Legin flamenca Legion Flandern LVF: Lgion des Volontaires franais LW: Lgion Wallonie MSR: Movimiento Social Revolucionario Mouvement social rvolutionnaire NSKK: Nationalsozialistisches Kraftfahrkorps Oflag: Campo de prisioneros de guerra para oficiales Offizierslager PPF: Partido Popular francs Parti populaire franais RAD: Reicharbeitsdienst RF-SS: Reichsfhrer-SS SF: Seccin Femenina SS-FHA: Oficina Central de Direccin de las SS SS-Fhrungshauptamt SS-HA: Oficina Central de las SS SS-Hauptamt SS-SB: SS-Sturmbrigade, en castellano equivaldra a Brigada de Asalto de las SS Stalag: Campo de prisioneros de guerra para tropa Stammlager o Kriegsgefangenen-Mannschafts-Stammlager SVTW: Servicio de Voluntarios del Trabajo por Valonia Service des volontaires du travail pour la Wallonie WA: Wachtabteilung (singular) o Wachtabteilungen (plural) W-SS: Waffen-SS

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    Agradecimientos Las siguientes lneas reflejan la intrahistoria de esta investigacin que el lector o

    la lectora tiene ante sus ojos. Podra parecer la parte ms fcil del trabajo, porque basta con hacer memoria, ver las caras conocidas de aqullos que han aportado algo en algn momento del camino y dejar fluir los pensamientos que estos seres queridos y colegas nos suscitan. Sin embargo, el paso del tiempo es traicionero, y no siempre es fcil encontrar las palabras dignas de los que han hecho posible todo esto con su apoyo, su cario y su paciencia. Uno no puede evitar sentir sobre s mismo el peso de la responsabilidad, pero sin duda es emocionante evocar los nombres que la intuicin trae al pensamiento en un acto casi reflejo. He aqu pues algunos de los hilos y las conexiones milagrosas que dan forma a la vida de un ser humano, en este caso el autor.

    El orden de aparicin no denota la importancia, pero la va ferrata que hice junto al Xus y al Marcel el pasado diciembre supuso un momento de hermandad y liberacin. Colgado de las paredes de la montaa, casi sin fuerzas al final del recorrido, acab por convencerme definitivamente de que esto sera posible. Os debo mi ms sincera disculpa y toda mi gratitud por perdonarme esta larga ausencia y seguir brindndome vuestra amistad. Lo mismo vale para el Pujol, el Ferran y el Carles, amigos y compaeros de viajes. Aqu va tambin mi agradecimiento para el Marc, que forma parte del paisaje de mi vida desde hace casi tres aos y que actualmente vive bajo el mismo techo que yo. Y cuando digo paisaje digo bien, ya que por mucho que no haya pasado estos ltimos meses en exclusiva frente al ordenador tampoco he sabido articular demasiadas palabras. Otros amigos a los que quiero recordar son el Roger y la Marta, el Puma y la Mara, la Marta Ravents, el Joan Mateu y la Mara, el Flix, la Isabel, el Ddac, la Laura Venegas y el Roger. Gracias a ellos he aprendido a mirar las cosas desde perspectivas diferentes. Sin duda, el Peneds es un lugar especial y diferente de este mundo gracias a personas como estas, unos de aqu y otros de mil sitios.

    Me acuerdo de Sun, quien me abri la ventana del reencuentro con mi cuerpo y con mi mente desde una dimensin que ya crea olvidada. La continuidad y solidez de nuestra amistad ha sido una de las mejores cosas que me han trado los aos. Espero que sigamos muchos aos juntos, compartiendo inquietudes, sueos y proyectos. Sirvan estas palabras como homenaje a toda la literatura que hemos ledo y escrito juntos. Hoy en da ya no imaginara la vida sin saber que ests ah. No puedo olvidarme de Guada, por las risas bien echadas, por su sentido del humor fuera de lo normal. Dentro del mismo hilo me encuentro con Murciano, sabio facultativo que ha acompaado las reflexiones relacionadas con la salud y la medicina que pueblan este libro. La responsabilidad por los dislates que puedan contener es ma en exclusiva. Uno es duro de mollera y frente a eso hay poco que hacer. Por eso me llevo tambin con Cornelio, junto al cual me espera otro domingo vaquillero en pocas semanas. Por supuesto, no faltar por all Francho, pancarta en mano y poniendo la misma ilusin que el primer da que descubri que las mejores fiestas del mundo estaban en Teruel. Tambin mi recuerdo especial para Jevi, el Ave Fnix de los festejos, ser capaz de contagiar su alegra all por donde pasa. Tambin Lidia tiene esa extraa y hermosa cualidad que slo poseen los seres extraordinarios.

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    Tengo que hacer una mencin especial a mis hermanos de la Gran Feria Cirquense, Luisao, Juan, el Canario y Pablo, y no por desmerecer al resto de la cuadrilla, pero es que sin las escapadas no entendera igual lo que tengo entre manos. No hay da que no me acuerde de alguno de nuestros momentos. Durante todos estos aos vuestro apoyo ha sido fundamental para poder sacar esto adelante, y volver a recuperar la pia estival ha hecho sanar el alma una y otra vez. De los ltimos meses valoro muy especialmente las conversaciones contigo, Luisao, sobre diettica y nutricin deportiva, aventuras nocturnas y escarceos varios. No slo han sido una fuente de conocimiento, sino una distraccin sana y necesaria. Respecto a ti, Juan, a pocos les dejo decirme las cosas como me las dices t, por mucho que tengan razn. Siempre sers mi compaero de piso de aquel ao en Zaragoza. Mientras hablaba contigo en Mojcar, Canario, por dentro senta que coga fuerzas para lo que vena, por eso aquel rato siempre estar en mi memoria. Gracias por regalarnos lo que llevas dentro, que es mucho y muy bueno. Pablo, es un orgullo llamarte amigo. Eres un ejemplo para todos en lo que se refiere a fuerza de voluntad y valenta, en entrega y generosidad. De todos eres el primero al que conoc cuando ramos pedujos y subas a casa de tu abuela en San Len. Por eso en parte creo que siempre sers especial para m. Durante aquel viaje por Blgica en el verano del 2012, cuando todava estaba en ciernes este proyecto de investigacin, yo ya vea a voluntarios valones y flamencos pululando por las calles de Bruselas y Gante. Se puede vivir as y mantener la cordura? Ya sabis que me ha costado desconectar, pero al final siempre ha sido posible. Gracias a vosotros y a las terapias de choque de los doctores Prez y Hernndez. Aqu, en estas pginas, hay un pedazo de cada uno de nuestros momentos, de toda nuestra tradicin.

    A toda la cuadrilla de Teruel: no hay placer ms grande que juntarnos y sentir que nada ha cambiado, por mucho que lo haya hecho y yo me niegue de vez en cuando a la evidencia. Encontrar ese espacio de confort tan nuestro, estar tranquilo y relajado sin sentir la ansiedad nacida de la necesidad de hablar con todos vosotros, de exprimiros hasta la ltima gota, veros pululando en cualquier antro de fiesta, en una terraza o en el campo... No hay mayor placer que veros as, tan naturales, como siempre. La ansiedad viene despus, cuando uno mira atrs y piensa en todos aqullos con los que no tuvo tiempo para hablar porque se enzarz en una conversacin de varias horas con uno, dos o tres de vosotros. Y es que nunca se sabe cundo volveremos a vernos!

    Rodrigo, currante con un sentido del humor original e hilarante como pocos, genial amigo y excompaero de piso con quien he compartido confesiones las ltimas veces demasiado pocas que nos hemos visto. Creo que nos hemos redescubierto y para m fue como un regalo de navidad. Oso, t me trajiste aqu. Nunca sabes cunto te lo agradezco, amigo. Suerte con lo que viene, aunque no creo que la necesites porque la vas a tener porque pocos la merecen como t. Siempre te he querido, ya lo sabes. Rafa, slo puedo decir cosas buenas de ti, creo que eres una de las personas con ms fondo que he conocido, hombre sensible y fuerte a la vez. Padre, no el biolgico, sino el otro, el de todos. Eres sabio, tu corazn es ms grande que t, y eso Marta, mujer afortunada, lo sabe, como tambin que la envidio. Paco, hroe de las barras de la mitad oriental de la Pennsula (y de la otra cuando tenga tiempo), pero mejor ingeniero y persona, siempre portador de una sonrisa. Torrijo, siempre desbordante de energa, para quien las

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    fronteras no existen. Mientras yo acabo este viaje en la mesa de mi casa t das la vuelta al mundo, lo que son las cosas! De vuelta a casa te espera la mayor recompensa para un turolense: sus amigos y sus fiestas. Si lo que hubo fue bueno mejor ser lo que venga. Latorre, un bilbilitano convertido en hijo adoptivo de Teruel, hombre bello y bueno donde los hayan, segn el modelo del hroe griego. Lo nico que querra es tenerte ms cerca para dar rienda suelta a nuestra hybris. Gracias por tus mensajes estos meses. Pablillo, vecino, somos los nicos de San Len. Sueles hacerte fuerte en los bares del mundo. Para siempre quedarn en el recuerdo los das de Ibiza 2015. Chapa, te admiro por muchas cosas, y siempre es un placer volver a verte, ver que sigues siendo el mismo chaval vivo y apasionado de siempre. Como buen artista eres inspiracin. Lou, has encontrado lo tuyo, as que adelante. Las calles de Teruel guardan muchos momentos juntos, muchas palabras, muchas risas y sobre todo son testigo del orgullo que siento por tenerte como amigo. Espero que sigamos riendo igual durante muchos aos, eso significar que todo sigue igual de algn modo. Valero, dechado de virtudes, hombre de las mil historias, como si de un antiguo aedo se tratara, no dejes de acompaarme nunca porque te necesito cerca. Volveremos a ver al Zaragoza en primera, seguro que s.

    Dos menciones especiales entre todos vosotros. Julio, me acuerdo de aquella tarde en la Fonda del Tozal, como siempre, t y yo

    y los que fueron yendo y viniendo, pero t y yo, charrando, recolocando las cosas en su sitio, cogiendo aire y fuerza mientras las mbar bajaban por la garganta. Fue un momento importante para los dos, ah volva a empezar todo de nuevo. El tuyo ha sido el renacer ms impresionante que he visto nunca, dira que milagroso si no supiera quin eres. Amigo del alma, instinto, fuerza. Aqu quedan estas palabras como homenaje a tu persona, para la posteridad, porque si no estaba cambiando ya algo empez a cambiar ah. T decidiste que haba que salir adelante y yo tambin. Poco despus empezaba a escribir. Teruel, siempre est ah, punto de referencia constante, lugar de refugio. Al final uno siempre vuelve a los orgenes, es inevitable, como el agua vuelve al mar.

    Pepo, mientras acabo de parir esta tesis se gesta en el vientre de MJ la aventura y el reto ms hermosos de tu vida. Feliz coincidencia, por la alegra que me produce vuestra futura paternidad y que tal cosa venga tambin con el cierre de esta etapa de mi existencia. Por lo que nos une y nos ha unido Julia ser parte de lo que considero mi familia. A poco que seas tan buen padre como amigo no podrs quitarte a tu hija de encima. Como deca el poeta, que este velero llegue a buen puerto y que os traiga de vuelta a casa cuando queris.

    Yendo al mbito ms acadmico, aunque no implique seguir hablando de amigos. Quiero recordar a todos y todas cuyas crticas no entend ni acept, porque siempre he acabado viendo la necesidad de hacerlo y porque gracias a ellos he podido seguir creciendo, a pesar de mi cabezonera. Un recuerdo especial para Fernando Molina, por su confianza, su amistad y su sentido de la oportunidad con aquel mail de hace unos meses. A Xos Manoel Nez Seixas slo puedo agradecerle que me acogiera en Mnich, porque sin esa estancia difcilmente tendra el lector estas pginas ante sus ojos. Supo decirme lo que tocaba decir en la situacin en que estaban las cosas para m hace un ao y medio, pero tambin darme las fuerzas y la esperanza para creer

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    que esto poda ser. No quiero dejar de mencionar a personas que han sido importantes por unas u otras razones en diferentes momentos e, incluso, instantes, como Jos Mara Faraldo, Rory Yeomans, Eduardo Gonzlez-Calleja, Francisco Cobo, ngel Alcalde, Jess Casquete, Zira Box, Inmaculada Blasco, scar Rodrguez Barreira, Miguel ngel Ruiz Carnicer, Jos Luis Ledesma, Manuel Chust, Jeff Rutherford, Germn Soprano, Alejandro Rabinovich. A todos ellos gracias por las cervezas, las conversaciones y las lecturas.

    De Joel Sans decir que es un hombre al que quiero y respeto, que siempre ha sabido inspirar calma y mesura en un espritu desbordado como el mo, pero que a la vez es capaz de la mayor de las pasiones. Ha sido un placer conocerte estos aos. Tambin a Joan Pubill, con quien he tenido la ocasin de compartir delirios increbles y reflexiones apasionantes. Ambos tenis entre entre manos algo increble que seguro nos sorprender. Tambin tengo que mencionar a colegas queridos que he conocido en esta carrera de fondo, como Adri Llacuna, Alfonso Iglesias, Alfonso Bermdez, Cristian Ferrer, Pablo Aguirre, Daniel Aquillu, Nacho Tbar, Adriana Cases, Pili Mera, Carlos Priz, Alejandro Prez, Marcos Marina, Claudio Hernndez, Santi Gorostiza, Matteo Tomasoni, Carlos Domper. Seguro que me dejo gente, pido disculpas por ello.

    Tengo que dar las gracias a Ferran Gallego por compartir constantemente materiales y conocimientos con una generosidad providencial y una capacidad encomiable para movilizar a los espritus que le rodean. En estas pginas hay mucho de lo que he aprendido directamente de l. Tambin de Alejandro Andreassi, persona con una vastedad de conocimientos equiparable y capaz de transmitir con pasin y entusiasmo. Ha sido un placer aprender de Jos Luis Martn Ramos, al final la interconexin de nuestros temas es inevitable y salta a la vista en este trabajo. Estoy en deuda con Paco Morente, uno de mis directores, porque siempre ha confiado en m y me ha animado a empujar adelante todos los proyectos en los que me he embarcado en estos ltimos aos. Formar equipo junto a vosotros ha sido extraordinario y es algo que siempre llevar conmigo.

    Quiero agradecer de forma especial a uno de mis directores, Javier Rodrigo, al cual adems considero un buen amigo. Este trabajo no habra sido realidad sin su concurso, ya que fue l quien primero imagin la posibilidad, por mucho que el tema haya acabado cobrando vida y discurriendo un poco por donde l ha querido. Sin su aparicin en mi vida all por el 2008, cuando yo era un estudiante de licenciatura en la Universidad de Zaragoza, no habra aprendido a pensar el siglo XX tal y como lo hago hoy en da y como propongo en esta tesis. Creo que es justo decir que este trabajo es en buena medida la apertura de una de las muchas puertas que me ha planteado durante estos aos de lecturas, magisterio y amistad. Por eso, espero que estas pginas sean de algn modo una continuacin muy personal de sus propias investigaciones, y espero tambin que digna de ellas.

    Qu puedo decir de mi colega Miguel sin faltar a la verdad de lo que ha supuesto en mi vida y en el resultado final de esta investigacin. Para m es lo que se dice un amigo con todas las letras, y tengo la inmensa fortuna y el orgullo de tenerlo a un golpe de telfono. Ahora que todo parece ir viento en popa para ti, tus alegras son las mas. Es lo bueno de tener amigos as. Hemos compartido mucho desde aquellos das de

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    Barcelona en el ao 2011-2012, cuando nuestra vida de algn modo cambi para siempre. Nos hemos ledo el uno al otro, hemos debatido hasta la saciedad, hemos compartido buenos tragos y tambin las amarguras de ser zaragocistas, hemos publicado juntos y viajado a los archivos casi de la mano. Creo que nunca trabajar tan a gusto con nadie como lo he hecho con l. Por supuesto, esta tesis se ha beneficiado de sus comentarios, anotaciones y correcciones. Lo nico que espero es que podamos seguir recorriendo este camino apasionante juntos, porque no podra imaginarme la historia sin tu fiel compaa, tanto en nuestro propio trabajo personal como dentro de la Revista Universitaria de Historia Militar. Y aqu tengo que traer a colacin a Flix, feliz fundador de una criatura como sta que no ha hecho sino crecer, mi primer y sufrido editor en el mundo de la publicacin, pero sobre todo un amigo para el cual se avecinan das felices y espero todo lo mejor. Coincidiremos en el da de nuestras defensas, lo cual considero un buen augurio y una feliz casualidad. Tambin a Fran Leira, para quien tengo un recuerdo muy especial, por lo mucho que ha despertado en m su forma de entender la historia, por el profundo valor que tiene para m su amistad y por lo mucho que lo admiro. Seguro que seguiremos juntos al pie del can.

    A pocas, me abruma la nostalgia desde aquel ya lejano septiembre de 2006 en que march del hogar familiar, en ese pequeo Teruel que ha sido un horizonte constante en mi vida. A pesar del constante vagar por las exigencias de la investigacin y la bsqueda de un lugar asequible y digno donde hacer vida, el Peneds ha sido lo ms cercano a un hogar que he encontrado hasta ahora. La culpable de ello ha sido Assumpta Castillo Caiz, penedesenca y sin lugar a dudas mujer de mi vida, que adems ha sabido soportar a la par que atajar mis ataques de morria. Si un hogar es el lugar donde uno se siente seguro, querido y arropado, el mo estar donde se encuentre ella, y junto a ella Baldufa y Bullanga, parte siempre feliz de nuestro da a da. Por eso tambin quiero dejar sobre estas pginas a sus padres y su hermano, Agust padre, la Celi y Agust hijo, que han cumplido con nota el papel de familia. Por eso, y por mucho ms, gracias a los tres. Durante los ms de cinco aos que llevamos juntos, casi tantos como tiene esta tesis, hemos crecido de la mano, hemos luchado contra la adversidad, hemos soado nuestra vida futura y hemos vivido nuestra vida presente lo mejor que hemos podido, que no ha estado nada mal. Lo nico que espero es que en todo lo que venga a partir de ahora siga siendo coprotagonista, porque creo que somos un do muy cinematogrfico en todos los sentidos de la palabra. A Assumpta le debo parte de esta tesis, ella ha sido mi compaera en todo este proceso, hasta cuando las cosas se pusieron peor no dej nunca de estar ah. El nuestro es un amor diferente, puedo decir con orgullo que deben haber pocos como nosotros. La pasin que pones en tu trabajo slo es equiparable a su calidad y valor, para m una fuente de inspiracin. Sin ti esta investigacin se habra llevado a cabo, pero desde luego nunca habra tenido todo lo bueno que pueda haber en ella.

    No puedo olvidar a mi hermano, Alejandro, bondad personificada aliada con la picarda a partes casi iguales. Dentro de. Pero sobre todo, y ante todo, este trabajo se lo dedico a nuestros padres, Antonio y Mari Carmen. Pido perdn por el smil pero es que es justo y necesario: yo aprend a ser fuerte y a luchar vindolos batirse en la primera lnea de fuego de la vida bajo una cortina de acero tal que a veces no dejaba imaginar

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    nada ms all. Al final la tormenta paso y no hemos dejado de ir adelante. A pesar de todos mis defectos, por los cuales no les atribuyo culpa alguna, mucho de lo bueno que pueda encontrar el lector en estas pginas es responsabilidad suya. Para m es un orgullo poder llamaros mis padres.

    En Vilafranca del Peneds, mayo de 2017

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    Introduccin: por qu una tesis sobre el voluntariado de guerra europeo en el Frente Oriental?

    la culpabilidad me hace temblar cuando pienso en los centenares, en los miles de individuos que he

    dejado morir annimos, pero quiero pensar que las personas existen aunque no se hable de ellas. Laurent Binet: HHhH1

    Somos como obreros de la muerte: ejecutores y representantes del fascismo en el Nuevo Orden

    Nuestro trabajo es como el del escultor que va descubriendo sobre la piedra la tensin, los contornos, los nervios, las armonas y las desarmonas que, a su vez, son el reflejo imperfecto de una realidad aprehendida por medio del estudio y la observacin. Tambin los historiadores y las historiadoras buscamos recuperar la trama de un tiempo ya vivido, evidenciar las trabazones, los puntos de unin, recuperar las resonancias de las voces y las mltiples perspectivas de un paisaje humano que ha de ser necesariamente complejo. Por eso he querido abrir estas pginas con la reflexin del escritor e intelectual checo Ivan Klma, porque sin ser su intencin, recoge la que para m es la esencia de nuestro oficio: dar nombre a las cosas y evidenciar las mltiples conexiones entre ellas. Eso es justamente lo que pretendo con este trabajo. A lo largo de las pginas que siguen dar cuenta de los aspectos fundamentales de la experiencia de guerra de los voluntarios franceses, valones y espaoles que combatieron en el Frente Oriental integrados en las filas de la Wehrmacht y las Waffen-SS (W-SS). Para ello no slo me restringir a los entresijos de su participacin en dicho escenario blico, sino que adems analizar cul fue la importancia y el impacto de esta experiencia en sus sociedades de origen, ya fuera en sus regresos de permiso o tras su desvinculacin definitiva. El objetivo final de mi investigacin es mostrar que los voluntarios que pasaron por el Frente Oriental fueron una pieza clave en la construccin del Nuevo Orden, a la par que ejecutores y beneficiarios de ste.

    Al mismo tiempo, invoco y hago mas las palabras de Klma como acto de humildad, pero tambin como una forma de reivindicar el sentido y la necesidad ltima de la historia en un tiempo que algunos han querido posthistrico.2 Forma parte de la naturaleza del ser humano plantearse preguntas sobre s mismo y sobre los suyos, sobre su entorno ms prximo y ms lejano, sobre el tiempo y las personas que le precedieron y, en definitiva, sobre el lugar que ocupa en el mundo. En este sentido, el historiador de hoy sigue partiendo de las mismas inquietudes que han movido a hombres y mujeres desde tiempo inmemorial: indagar en el pasado para entender el comportamiento individual y colectivo, discutir sobre ello, recoger el fruto de la experiencia y 1 Laurent BINET: HHhH, Barcelona, Edicions de 1984, 2012 [2009], p. 325. 2 Sobre todo Francis FUKUYAMA: El fin de la historia y el ltimo hombre, Barcelona, Planeta, 1992. 3 Jos Mara SNCHEZ DIANA: Cabeza de puente. Diario de un soldado de Hitler, Granada, Garca Hispn, 1990, p. 89. 2 Sobre todo Francis FUKUYAMA: El fin de la historia y el ltimo hombre, Barcelona, Planeta, 1992.

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    reintegrarlo al bagaje cultural comn. El hombre y la mujer son seres histricos por naturaleza, en tanto que hacedores de historia por el mero hecho de vivir, pero tambin como conocedores y receptores de ella. Desde el principio de los tiempos, los seres humanos han escuchado, aprendido y cuestionado relatos que han formado parte del patrimonio inmaterial y el sostn de sus comunidades, los han hecho suyos y han contribuido con sus actos y sus apostillas a reconstruirlos, a elaborar otros nuevos y a cuestionar los ya existentes. Muchos de esos voluntarios europeos que combatieron en el Frente Oriental son la mejor muestra de ello. Y lo son ms an en un tiempo como el suyo, la primera mitad del siglo XX, en que la conciencia histrica era algo muy cotizado, casi exigido, tanto como la fe en su capacidad para desviar o reconducir el curso de la historia mediante sus actos y decisiones. El veterano de la Divisin Azul (DA) Jos Mara Snchez Diana recordaba la emocin que sinti al escuchar a uno de los capellanes de la unidad en una misa dominical poco antes de llegar al frente:

    con los pies podis hacer la Historia lo mismo que los panzer y que esos caones gigantescos. Teneis [sic] sangre y nervios y la historia se hace tambin con hombres. No slo de motores y de gasolina! Tambin el HOMBRE, con maysculas, juega su papel, el principal y encima de l, est Dios [sic].3

    Los historiadores e historiadoras no hacemos otra cosa que poner en liza el mtodo y el rigor de nuestro oficio para satisfacer esa preocupacin ancestral que anida en la esencia de nuestro ser: conocer, descubrir, ampliar horizontes, buscar nuevas direcciones. Sin embargo, los hechos humanos no aparecen dominados por la lgica de las leyes naturales que hacen que una oruga se convierta en una mariposa o un huevo en un pjaro. Dicho en trminos histricos, nada prescribe que un obrero explotado haya de convertirse en un revolucionario o que una vctima de la violencia poltica se transforme en alguien guiado de forma permanente por el resentimiento y el ansia de venganza. Si fuera as, escudriar el pasado sera mucho ms fcil, pero tambin menos apasionante. Conviene desterrar la idea de que los hechos humanos y sus resultados, aquello que llamamos historia, son el producto de la fatalidad o lo inevitable, por mucho que individuos y comunidades de todo tipo hayan empujado (y empujen) de forma consciente en uno u otro sentido.

    En muchos casos, los seres humanos han actuado convencidos de que tenan de su lado la razn o de que exista una suerte de fuerza de la historia la providencia o die Vorsehung, como le gustaba decir a Hitler, el Dios de infinidad de fascistas europeos como Snchez Diana que abocaba todo hacia el final soado. Esta conviccin fue el resultado de vivencias y formas muy concretas de experimentar una realidad a menudo traumtica, pero tambin de las redefiniciones del acervo cultural judeo-cristiano de las sociedades europeas en el cambio de siglo, que perme de uno u otro modo a todas las culturas polticas de la contemporaneidad.4 Su fuerza fue tal que tuvo la capacidad de

    3 Jos Mara SNCHEZ DIANA: Cabeza de puente. Diario de un soldado de Hitler, Granada, Garca Hispn, 1990, p. 89. 4 Esto es lo que tratan de explicar autores como Marshal BERMAN: All that is Solid Melts into Air: The Experience of Modernity, Nueva York, Penguin, 1998 y Peter OSBORNE: The Politics of Time: Modernity and the Avant-Garde, Londres, Verso, 1995.

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    influir sobre los comportamientos de millones de personas y los escenarios en que discurrieron los hechos que analizo aqu. As se explican fenmenos como la marcha a la guerra de miles de individuos de toda Europa en calidad de voluntarios; su participacin en la lucha por el poder poltico y el respeto social en sus comunidades de origen; y, por ltimo, su concurso decisivo en las disputas fratricidas de sus respectivos pases durante la Segunda Guerra Mundial.

    El ser humano no slo (y no siempre) es una vctima subterfugio cmodo y habitual de los hombres de todos los tiempos al dar cuenta de su papel en sucesos traumticos como stos, sino tambin ejecutor, y por lo general no uno banal, sino uno movido por motivaciones de lo ms diverso. Los acontecimientos que descubrimos al mirar atrs no slo fueron el producto de la necesidad o los constreimientos impuestos por las circunstancias en las que se desenvolvieron un individuo o una sociedad dados, sino tambin y en buena medida el resultado de lo contingente o lo casual, es decir, de decisiones individuales al pie del terreno donde caban otras respuestas.5 Algunos como Snchez Diana lo tenan muy claro y se ampararon en la fatalidad para justificar su sadismo y el de sus camaradas en el fragor de las batallas por la cabeza de puente del Vljov, tal y como reconoca al recordar la revelacin sufrida durante el periodo de instruccin de la Divisin Azul (DA) en Grafenwhr: un joven de 18 aos []. No era nada. No era nadie. []. No haba ms que una salida: hacer lo mismo que los dems.6 Y es que la historia se compone de mltiples elecciones y decisiones, es una suma de voces y, por tanto, la manifestacin de complejas interacciones entre fenmenos y realidades de lo ms diverso donde confluyen un sinfn de recorridos individuales con sus propias particularidades. De ah tambin que invoque las palabras de Laurent Binet, pues causa cierto vrtigo pensar cuntos matices perderemos por los que se quedarn sin voz en estas pginas, bien porque no he llegado a ellos o bien porque prefirieron callar en su da.

    Por otro lado, tan slo nosotros conocemos los finales parciales o preliminares de la historia gracias al beneficio de la retrospectiva, pero hay que tener muy presente que dichos finales eran inciertos para los hombres y mujeres del momento, por mucho que contribuyeran a ellos con sus actos y sus proyecciones. Sin ir ms lejos, pocos colaboracionistas y voluntarios podan pensar en el verano del 41, cuando impulsaban el reclutamiento para las legiones extranjeras que combatiran en el Frente Oriental, que en menos de cuatro aos Alemania sera derrotada y que el fascismo desaparecera como rgimen y como fuerza poltica representativa de amplios sectores sociales (salvo en el caso de Espaa). Para los fascistas de toda Europa, el apoyo al Eje en su nueva guerra contra la Unin Sovitica no slo era congruente en trminos ideolgicos con sus propios proyectos, sino que adems pareca una apuesta a caballo ganador. En base a las incertidumbres (o las certezas) del momento se explican en una u otra medida las 5 Concha ROLDN y scar MORO (eds.): Aproximaciones a la contingencia. Historia y actualidad de una idea, Madrid, Catarata, 2009. 6 Jos Mara SNCHEZ DIANA: Cabeza de puente, op. cit., p. 47. Bourke destaca hasta qu punto caben y se dan otros comportamientos en situaciones de gran tensin blica, analizando algunas de las estrategias utilizadas por aquellos que quieren desmarcarse de la violencia desplegada por otros compaeros de armas. Vase Joanna BOURKE: Sed de sangre. Historia ntima del combate cuerpo a cuerpo en las guerras del siglo XX, Barcelona, Crtica, 2008 [1999], pp. 207-212.

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    decisiones conscientes de casi todos los protagonistas de este trabajo, fuesen cuales fuesen sus motivaciones. Por eso creo que el valor y la importancia de esta investigacin radica en su capacidad para tener presentes todas las inquietudes que he venido mencionando hasta aqu, siempre guiadas por la responsabilidad y el compromiso de apreciar en toda su complejidad pasados a menudo traumticos.

    En este sentido, se trata de la primera investigacin que propone un anlisis comparado y transnacional del colaboracionismo militar y la experiencia de guerra en Francia, Blgica y Espaa durante la Segunda Guerra Mundial, un marco de anlisis que nos ofrece nuevas e interesantes perspectivas sobre los tres casos. Como vamos a ver, las tres sociedades compartan problemticas y preocupaciones muy similares entre los aos 1941 y 1945, con la salvedad de que la belga y la francesa se encontraban sometidas a una ocupacin militar extranjera. De hecho, recuperar una visin transnacional y comparada de este arco temporal supone hacer justicia a las percepciones y la dimensin real de los proyectos de los contemporneos implicados en los hechos. En muchos casos, tal fue su visin de la poca que les toc vivir, siempre con un ojo puesto fuera de sus pases y con un grado de movilidad transfronteriza sin precedentes. Eso exige de nosotros una perspectiva mucho ms amplia y un esfuerzo interpretativo mayor. Por mi parte he intentado dar cumplida cuenta de la complejidad de los fenmenos centrales de los que me ocupo aqu: el colaboracionismo militar y poltico en la Europa ocupada, la guerra civil bajo el paraguas de la conflagracin mundial y la lucha por el poder en el escenario provisto por el Nuevo Orden.

    Vale decir que hasta cierto punto es cierto que nada ocurre por casualidad, sobre todo cuando uno observa que la red de complicidades forjada por las relaciones de afinidad poltica tuvo un papel clave en la realidad de los hechos, tal y como explico a lo largo de la tesis. En el caso de la contrarrevolucin, que es el mbito poltico-social y cultural en el que sta se enmarca, las membranas de esa inmensa tela de araa fueron el producto del trabajo de varias generaciones y pueden reseguirse sin mucha dificultad. Su construccin comenz al calor de la era de las revoluciones, a caballo entre el siglo XVIII y XIX. sta permanece ah, como si de una catedral se tratara, aunque se haya podido deshilachar en uno u otro punto, por mucho que haya sufrido ampliaciones, reconstrucciones e intentos ms o menos acertados de restauracin.7 Con todas sus diferencias, esta tela de araa contina dando acomodo hoy a mltiples causas e individuos de todo el globo, entre los cuales, como siempre, propicia contactos e

    7 Sobre esta cuestin vase Robin BLACKBURN: The Making of New World Slavery: From the Baroque to the Modern, 1492-1800, Londres, Verso, 1997; Domenico LOSURDO: Liberalism: A Counter-History, Londres Verso, 2011; Marcus REDIKER: The Many-Headed Hydra: Sailors, Slaves, Commoners, and the Hidden History of the Revolutionary Atlantic, Boston, Beacon Press, 2000; Philip MORGAN: Fascism in Europe, 1919-1945, Londres, Routledge, 2003, pp. 167-177; Robert GERWARTH y Stephan MALINOWSKI: Der Holocaust als kolonialer Genozid? Europische Kolonialgewalt und nationalsozialistischer Vernichtungskrieg, Geschichte und Gesellschaft, 33:3 (2007), pp. 439-466; y Joseph L. YANNIELLI: The nationalist international: Or what American history can teach us about the fascist revolution, European Journal of Political Theory, 11:4 (2012), pp. 438-458. Ms recientemente, de gran inters por lo que respecta a Espaa, Pedro RJULA: International War, National War, Civil War: Spain and Counterrevolution (1793-1840), en Pierre SERNA, Antonio de FRANCESCO y Judith A. MILLER: Republics at War, 1776-1840: Revolutions, Conflicts and Geopolitics in Europe and the Atlantic World, Basingstoke, Macmillan, 2013, pp. 241-259.

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    intercambios. En la poca que atae a este trabajo los contactos se intensificaron fruto de la amenaza revolucionaria encarnada por el comunismo y la aparicin de un nuevo actor particularmente activo que muy pronto trastoc todos los equilibrios sociales y polticos del continente europeo: el fascismo.8 Dentro de esa particular red los contactos se intensificaran en los ltimos das de junio de 1941, cuando se puso en marcha la invasin de la Unin Sovitica a manos del Eje. La noticia se propag de un extremo a otro de la tela de araa durante las ltimas horas de la madrugada y la maana del 22 de junio. As pues, el momento cenital de esa breve pero intensa era fascista llegara con el estallido de la guerra en el Frente Oriental, bautizada por el ministerio de Goebbels como cruzada europea contra el bolchevismo.

    As pues, el mito movilizador de esta nueva cruzada hara fortuna entre los anticomunistas ms entusiastas y sera adoptado por casi todo el fascismo continental como divisa de esa lucha en dos frentes. De hecho, el relato vena precedido por el poder congregador y la fascinacin que ya haba ejercido durante la guerra civil espaola. 9 Esta idea no tard en cuajar como la razn de ser de infinidad de movimientos y partidos fascistas europeos, que vieron en ella una posibilidad irrechazable de encontrar el encaje y el sentido de sus proyectos dentro de ese Nuevo Orden promovido y capitaneado de forma indiscutible por la Alemania nacionalsocialista, con la cual aspiraban a compartir parte del poder.10 Existen buenas

    8 Dicho proceso es explicado por Ferran GALLEGO: Fascismo, antifascismo y fascistizacin. La crisis de 1934 y la definicin poltica del periodo de entreguerras, en Alejandro ANDREASSI y Jos Luis MARTN RAMOS (eds.): De un octubre a otro. Revolucin y fascismo en el periodo de entreguerras, 1917-1934, Matar, El Viejo Topo, 2010, pp. 281-354. Vase tambin el marco interpretativo, muy centrado en la importancia de la violencia para todo el periodo, Javier RODRIGO: Heterofobia: Las polticas de violencia en la Europa del Novecientos, en dem (ed.): Polticas de la violencia. Europa, siglo XX, Zaragoza, PUZ, 2014, pp. 9-31. 9 Javier RODRIGO: Cruzada, Paz, Memoria. La guerra civil en sus relatos, Granada, Comares, 2013 y Miguel ALONSO: El fascismo europeo bajo el signo de la santa cruz. La Guerra Civil Espaola como espacio de encuentro de la contrarrevolucin, Ayer, en prensas. Para el caso del Frente Oriental y el mito de la cruzada vase Xos Manoel NEZ SEIXAS: La Cruzada europea contra el bolchevismo: Mito y realidad, Cuadernos de Historia Contempornea, 34 (2012), pp. 31-63 o la obra general de Rolf-Dieter MLLER: The Unknown Eastern Front: The Wehrmacht and Hitlers Foreign Soldiers, Nueva York, I.B. Tauris, 2013 [2007]. 10 Parto de la consideracin del Tercer Reich como un rgimen fascista. Desde mi punto de vista, las condiciones en que se produjo su aparicin, las causas por las que se convirti en representativo de una parte sustancial de la sociedad alemana y el tipo de polticas que implement son comparables, con sus particularidades, a las de otros pases donde se produjo la emergencia de regmenes fascistas, ya sea el caso de la Espaa del 36-39, la Italia del Ventennio, la Croacia de los ustae o, incluso, la Francia de Vichy. De hecho, su xito radic siempre en su capacidad para descubrirse como una fuerza capaz de reactualizar el espacio poltico contrarrevolucionario, pero tambin en su habilidad para elaborar un diagnstico eficaz y concluyente sobre la gravedad de la crisis que atravesaban las sociedades europeas de la primera mitad del siglo. Fruto de las circunstancias particulares de cada entorno y de la adaptabilidad de su cultura poltica, siempre enmarcada en su entorno poltico natural, que era precisamente el de la contrarrevolucin, hubo pases como los ya mentados en los que consigui la hegemona sobre amplios sectores de la sociedad. Vase por ejemplo Ferran GALLEGO: El evangelio fascista. La formacin de la cultura poltica del franquismo (1930-1950), Barcelona, Crtica, 2014 y Joseph L. YANNIELLI: The nationalist international, op. cit. Aunque defienden posturas diferentes y parten de un grave desconocimiento de casos como el espaol o el croata, a nivel metodolgico aportan instrumentos y argumentos que apoyan las tesis que defiendo. Roger GRIFFIN: Modernismo y fascismo. La sensacin de comienzo bajo Mussolini y Hitler, Madrid, Akal, 2010 [2007] y Robert O. PAXTON: Anatoma del fascismo, Pennsula, Barcelona, 2005 [2004], sobre todo este ltimo por su concepcin

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    razones para pensar que tras una eventual victoria del Eje, esa nueva cruzada habra sido decisiva en la refundacin del orden social y poltico bajo los presupuestos del fascismo. Al mismo tiempo, se habra convertido en la precursora de los mitos y las narrativas que habran alimentado la cultura popular de amplios sectores de las sociedades europeos y, por supuesto, los discursos oficiales de cada pas, con sus propios hroes y momentos estelares. No por nada, dicho proceso ya estaba en marcha en plena guerra, tal y como explicar, ya que su objetivo era preparar y legitimar la definitiva toma del poder por parte de los diferentes fascismos nacionales.

    Esto explica, entre otras cosas, que al calor de la idea y la realidad de aquella cruzada se forjara una suerte de comunidad combatiente caracterizada por un ethos muy particular. El Frente Oriental y el Tercer Reich acabaron por convertirse en el nuevo ncleo de esa tela de araa de la contrarrevolucin, y desde ah partiran multitud de filamentos que se extenderan a lo largo y ancho de Europa e, incluso, al otro lado del Atlntico. Fue all donde tuvo lugar una intensificacin sin precedentes de los contactos y los intercambios, tanto a nivel de experiencias y prcticas como de discursos y formas de entender el mundo. En paralelo, contribua a la formacin de una parte de la futura lite destinada a regir los destinos del Nuevo Orden y los agentes encargados de hacerlo realidad e implementar sus polticas. Para muchos fascistas europeos, la ocupacin de sus pases a manos de los alemanes y la guerra en el Este fueron vistas como una oportunidad irrepetible para llevar a buen puerto sus propios proyectos polticos. Este no era un fenmeno nuevo en la contemporaneidad, como se haba puesto de manifiesto durante las guerras napolenicas, donde tambin determinados grupos apostaron por ponerse a la sombra de los ocupantes con el objetivo de transformar sus pases.11 Adems, el fascismo ya haba probado el tremendo poder movilizador de la guerra total tanto en Italia, con la guerra de Etiopa, como en Espaa, con la guerra civil que dio lugar a la construccin del rgimen fascista.12 Por otro lado, como tendr ocasin de explicar, las miradas cruzadas entre diferentes experimentos poltico-sociales fueron constantes, al menos por lo que respecta a los casos analizados aqu: desde Espaa se miraba con autocomplacencia cmo el vecino septentrional se ahogaba en el caos y la impotencia de la sumisin al invasor, a la par que se precipitaba en la guerra civil; tambin desde Vichy se observaban con recelo las ambiciones imperiales del fascismo espaol en el poder y sus promesas de entrada en guerra junto al Eje a cambio de Marruecos y el Oranesado; por su parte, los colaboracionistas valones se mantenan dinmica y adaptativa de dicha cultura poltica, por mucho que al final acabe estableciendo su propia va nica hacia el fascismo. 11 El aprovechamiento de las condiciones propiciadas por una ocupacin militar extranjera para lanzar carreras personales y proyectos polticos revolucionarios haba sido un fenmeno comn durante las guerras napolenicas. Vase por ejemplo el trabajo de Ute PLANERT: From Collaboration to Resistance: Politics, Experience, and Memory of the Revolutionary and Napoleonic Wars in Southern Germany, Central European History, 39:4 (2006), pp. 676-705 o, muy importante, la obra colectiva de Michael ROWE: Collaboration and Resistance in Napoleonic Europe: State Formation in an Age of Upheaval, c.1800-1815, Basingstoke, Palgrave, 2003. 12 Para el caso italiano vase por ejemplo Alexander de GRAND: Mussolinis Follies: Fascism in Its Imperial and Racist Phase, 1935-1940, Contemporary European History, 13:2 (2004), pp. 127-147; Angelo del BOCA: Guerra dEtiopia. Lultima impresa del colonialismo, Miln, Longanesi, 2010; la importancia de la guerra como instrumento geopoltico y para la fascistizacin de Europa en Javier RODRIGO: La guerra fascista. Italia en la Guerra Civil espaola, 1936-1939, Madrid, Alianza, 2016.

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    activamente informados de los avances franceses en materia contrainsurgente; finalmente, desde Pars fue creciendo cada vez ms el inters por la figura ascendente de Len Degrelle, sobre todo desde principios de 1944.

    Como siempre suele ocurrir, la guerra total estaba acortando los tempos necesarios para propiciar cambios y transformaciones durables en el mbito de las mentalidades, la organizacin social y poltica o las formas de explotacin econmica.13 Realidades geogrficas y humanas que hasta entonces haban permanecido distantes sufrieron un acercamiento, con todo lo que comporta esto en las condiciones impuestas por un enfrentamiento armado. Lo veremos de forma muy clara en los captulos 1, 3 y 4, donde analizaremos las relaciones entre ocupantes y ocupados en diferentes escenarios, desde Francia a la Unin Sovitica pasando por Blgica. Todo lo dicho, unido al propio desarrollo de la guerra y a la amenaza de la derrota cada vez ms prxima, propici rpidas sinergias y procesos de convergencia ideolgica entre movimientos polticos de todo el continente, desembocando casi siempre en una radicalizacin de sus discursos y sus praxis. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en la Hoja de Campaa de la DA, cuya retrica se aline cada vez ms con los marcos de referencia del fascismo alemn. De hecho, a primeros de 1944 anunciaba con una grafa moderna y dinmica un pensamiento que ya caracterizaba por entonces a todo el fascismo europeo: Dos frentes tiene la Legin Azul! Un solo enemigo con dos caras!, todo ello acompaado con dibujos de un falangista enfundado en su camisa azul golpeando a un capitalista y un combatiente confrontando a la horda asitica con su MP40.14 En medio de aquel escenario se vieron inmersos decenas de miles de voluntarios aunque no siempre lo fueran stricto sensu de toda Europa que se haban alistado en las unidades para combatientes extranjeros por los motivos ms diversos. Desde los que lo hicieron por necesidades econmicas, hasta los que actuaron movidos por el deseo de escapar de la justicia, pasando por los voluntarios ideolgicos, los que queran hacer carrera, los que huan de problemas familiares y los que sufran por la prdida de referentes o sentan el deseo de aventura, todos quedaron marcados de por vida por su eleccin.

    Muchos aos despus, el veterano espaol de la DA Jos Mara Snchez Diana deca lo siguiente al evocar su experiencia de guerra en Rusia: Somos como obreros de la muerte.15 Esta metfora tan de poca constituye un fiel reflejo y reconocimiento del rol que jugaron los voluntarios europeos en el Nuevo Orden, convertidos literalmente en peones del fascismo europeo. Los aliados del Tercer Reich presentaban a este colectivo como una lite selecta de soldados ideolgicos, pero ms all de que pudieran ser vistos como tales no dejaban de ser una ofrenda en el altar de Marte, en su afn por demostrar su grado de compromiso y lealtad con la causa comn y ser considerados como alternativa seria de cara a ostentar el poder en sus pases. Mientras tanto, en Berln los contingentes extranjeros eran concebidos como meros instrumentos ideolgicos con los que dar sostn moral a su campaa contra la Unin Sovitica, salvo casos excepcionales 13 A este respecto creo muy recomendable el trabajo de Philip K. LAWRENCE: Enlightenment, modernity and war, History of the Human Sciences, 12:1 (1999), pp. 3-25. Me parece esencial el trabajo de John KEEGAN: Historia de la guerra, Madrid, Turner, 2014 [1993]. 14 Dos frentes tiene la Legin Azul!, Hoja de Campaa, 102, 27 de enero de 1944, p. 4. 15 Jos Mara SNCHEZ DIANA: Cabeza de puente, pp. 111. El mismo veterano reconoca que matar, dos slabas que ya no son nada para nosotros algo vulgar y sin expresin (p. 128).

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    como la DA, donde s cumplan funciones militares de relieve. En ambos casos, eso s, eran considerados grupos estratgicos dentro de sus respectivas sociedades, donde deban actuar como embajadores y correas de transmisin del Nuevo Orden preconizado por el fascismo, convertidos en grupos de presin y, al mismo tiempo, en ejecutores de sus polticas una vez regresaban a casa. Este es un tema con una presencia constante a lo largo de todo el trabajo. Sea como fuere, una de las ideas que pongo en cuestin fruto de mi investigacin, en lnea con lo que ha venido apuntando la historiografa hasta el momento, es la visin de los voluntarios como un bloque homogneo de individuos fanticos movidos en exclusiva por sus ideas polticas. Por lo general, dicha codificacin mito-potica de su experiencia ha sido promovida por grupos de veteranos interesados en ello, que han sido por lo general los que ms se han dejado or a nivel pblico, as como tambin por parte de apologetas y nostlgicos del fascismo.

    Cabe pensar que la constante celebracin del voluntariado de guerra como una lite selecta, ya fuera en los discursos, las arengas, los mtines y la propaganda, debi acabar impregnando en no poca medida las percepciones de muchos de ellos, que caeran en una especie de embrujo narcisista. La sensacin de tener todos los ojos y el desprecio de la humanidad sobre sus espaldas acabara por hacer el resto, forzando a muchos de ellos fueran en un principio voluntarios ideolgicos o no a cerrar filas en torno a aqullos que la sociedad identificaba como los suyos. Esa percepcin que tenan de s mismos condicion sobremanera sus comportamientos, tal y como veremos en los captulos 2 y 3, hasta el punto de erigirse en intrpretes de la realidad. Una vez ms, la experiencia de la guerra fue decisiva en todo este proceso, aunque una vez ms no podamos hablar de una consecuencia inevitable por la multiplicidad de casos en que no tuvo lugar esa relacin directa y evidente entre frente y retaguardia.16

    Por eso mismo, en los captulos 1 y 4, que son los que se dedican a analizar el paso de los combatientes por el Frente Oriental, he optado por un estudio centrado sobre todo en lo que John Keegan llamaba piezas de batalla, en este caso algunos de los principales lances blicos de la DA, la LVF y la LW y los meses contiguos.17 Esta eleccin parte de la conviccin de que son los momentos en que ms se tensan las costuras internas sobre las cuales se sostienen las formaciones militares, y porque adems creo en su valor interpretativo casi universal, por la posibilidad que nos brinda de acercarnos al comportamiento humano en situaciones extremas. Sin embargo, centrarnos en sus momentos de mayor actividad nos puede devolver una visin 16 Esto entronca de algn modo con la discutida tesis de la brutalizacin de Mosse en el caso particular de los veteranos de la Gran Guerra, que por s sola no basta para explicar el ascenso del fascismo en Europa. Vase ngel ALCALDE: La tesis de la brutalizacin (George L. Mosse) y sus crticos: un debate historiogrfico, Pasado y Memoria. Revista de Historia Contempornea, 15 (2016), pp. 17-42 y la futura publicacin de su tesis en formato libro, que se espera en breve bajo el ttulo War Veterans and Fascism in Interwar Europe. Vase tambin los trabajos de Benjamin ZIEMANN: Contested Commemorations: Republican War Veterans and Weimar Political Culture, Nueva York, CUP, 2013 y War Experiences in Rural Germany: 1914-1923, Oxford, Berg, 2007. Es muy importante el trabajo colectivo de Robert GERWARTH y John HORNE (eds.): War in peace. Paramilitary Violence in Europe after the Great War, Oxford, Oxford University Press, 2012 o el artculo conjunto de estos mismos autores Vectors of Violence: Paramilitarism in Europe after the Great WAR, 1917-1923, The Journal of Modern History, 83:3 (2011), pp. 489-512. El propio George L. MOSSE: Fallen Soldiers: Reshaping the Memory of the World Wars, Nueva York & Oxford, OUP, 1990. 17 John KEEGAN: El rostro de la batalla, Madrid, Turner, 2013 [1976], pp. 34-45.

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    equvoca del conflicto, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayor parte de ste estuvo marcado por la inaccin y las dificultades para combatir el tedio, la incomodidad, los rigores del clima y las necesidades materiales. He intentado dar cuenta de ello en los captulos 1 y 4. Por lo dems, es difcil evaluar la implicacin de las unidades de voluntarios europeos en la guerra criminal desplegada por las fuerzas militares del Eje en el Este. El hecho de que sta fuera planificada en un primer momento como una campaa de conquista al margen del derecho internacional ya comport que los abusos cotidianos y crmenes graves que tuvieron lugar, que incluyeron a franceses, valones y espaoles, quedaran impunes y sin registrar. En el mejor de los casos, las jerarquas militares vieron en las agresiones y atropellos contra la poblacin civil y los prisioneros consecuencias naturales e inevitables de la guerra. Ms all de eso, las propias condiciones de vida de los combatientes durante su estancia en las reas de operaciones o la retaguardia, dado el desabastecimiento, la exposicin y la falta de medios reinantes, explican en parte sus comportamientos con respecto a la poblacin civil. Los robos y la destruccin de sus bienes, as como las invasiones de su espacio ntimo, fueron el pan de cada da de las comunidades humanas en su convivencia con los ocupantes o los partisanos.18

    A pesar de lo variadas que pudieran ser las motivaciones que llevaron a cada uno de los voluntarios a alistarse en las unidades para extranjeros, lo cierto es que las convicciones polticas tuvieron un lugar importante, especialmente en los primeros contingentes de 1941, aunque no slo. De hecho, el peso de dichas convicciones se revel fundamental a la hora de garantizar un desempeo efectivo de la tropa en combate, como qued bien probado por la Legin Wallonie (LW) en Gromowaja-Balka y por la DA en las luchas por la cabeza de puente al otro lado del Vljov. Lo veremos con detenimiento en los primeros epgrafes del captulo 1. Tambin tratar de dar cuenta de la confluencia natural que se dio entre el fascismo y su ethos combativo y el universo castrense y de la guerra, algo que adems nos permite entender sus convergencias y su particular modus vivendi, ms all de las tensiones corporativas y de enfoque, entre militares y militantes en toda la Europa fascista.19 Entre los segundos exista una presin evidente marcada por la necesidad de estar a la altura y predicar con el ejemplo, tal y como exigan los cdigos de comportamiento e identarios del fascismo, lo cual pasaba por ir a la guerra y, a ser posible, distinguirse en sta. Los ejemplos son innumerables, y muchos de ellos los veremos a lo largo de estas pginas. Por lo general, me refiero a este particular ethos guerrero como cristianismo combativo, pues he observado que en el seno de la cultura poltica fascista tuvo lugar una redefinicin de la

    18 Se trata de lo que Bartov denomina demodernizacin de la guerra, un concepto que tendr un lugar importante en el captulo 1. Vase Omer BARTOV: Hitlers Army: Soldiers, Nazis, and War in the Third Reich, Nueva York, Oxford UP, 1992 [1991]. 19 En un seminario impartido por Luca Baldissara el 23 de abril de 2017 en la Universitat Autnoma de Barcelona ste sealaba algo en lo que coincido plenamente: el fascismo fue una amalgama o sntesis de diversas tradiciones contrarrevolucionarias y militares en el complejo marco de la sociedad de masas, y la culminacin de estas convergencias tuvo lugar en el Frente Oriental. Uno de sus ltimos trabajos, que toca este tema y muchos otros de inters para esta tesis, vase Luca BALDISSARA: Il massacro come strategia di guerra, la violenza come forma di dominio dello spazio, en Gianluca FULVETTI y Paolo PEZZINO: Zone di guerra, geografie di sangue. LAtlante delle stragi naziste e fasciste in Italia (1943-1945), Bolonia, il Mulino, 2016, pp. 169-195.

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    fe cristiana en clave combativa que fue particularmente evidente en el caso espaol durante la guerra civil, aunque no solo. Dicha concepcin de la religiosidad prometa la salvacin del hombre y de su comunidad por medio de sus actos y su sacrificio, al tiempo que promova formas de organizacin social y poltica que a sus ojos se fundamentaban en el orden natural y, por tanto, eran el fruto de la voluntad divina.20

    En este sentido, no es casual que muchos voluntarios europeos atribuyeran a los regmenes liberales y democrticos de preguerra los problemas supuestos y reales por los que pasaban sus sociedades, incluidas las propias unidades que integraban, que no dejaban de ser un reflejo de aqullas. Tal era el caso del primer comandante de la LW, Georges Jacobs (1893-?), que se excusaba ante las autoridades militares alemanas por las deficiencias de la Lgion que l mismo encarnaba en buena medida atribuyndolas a los vicios sociales, los problemas de actitud y las luchas polticas propias del pasado reciente. Este diagnstico encajaba con la finalidad que muchos voluntarios ideolgicos atribuan a su decisin de marchar a la guerra, la cual vean como voluntad de empresa y, por tanto, como apuesta firme por poner cierre a la sensacin de crisis para siempre. No por nada, esta tesis se enmarca en la crisis del capitalismo y la modernidad, fenmenos que tienen consecuencias durables hasta el da de hoy y que en aquel entonces estaban dando lugar a la destruccin irreversible de las formas de vida tradicionales, as como tambin de las comunidades que se sostenan sobre ellas.21

    Entre otras cosas, los diagnsticos de poca se centraron mucho en los discursos sobre el afeminamiento, la debilidad del hombre y la decadencia de la civilizacin, problemas todos ellos que exigan respuestas radicales e inmediatas. 22 El cuestionamiento de los modelos de masculinidad dominantes, que tena mucho que ver con la incapacidad de muchos cabezas de familia para sacar adelante a los suyos en las condiciones impuestas por el capitalismo, el auge de los primeros feminismos o el cuestionamiento de las jerarquas sociales a manos de la lucha obrera hicieron que la reivindicacin de la virilidad fuera una constante para no pocos voluntarios. Algunos de ellos, como el valn Fernand Kaisergruber (1923-), crean que era su deber ser dignos de representar el mito cultural del combatiente estoico e impasible, hasta el punto que se senta culpable al exteriorizar sus sentimientos: Todos somos soldados, ya endurecidos, es cierto, pero algunos somos tan jvenes! Y despus de todo no hay nada humillante en derramar lgrimas, en llorar por un amigo. Sin embargo, un poco ms adelante, sealaba que un soldado debe ser fuerte y duro, y no mostrar este tipo de

    20 Analizo esta cuestin in extenso para el caso de los combatientes del Eje en el Frente Oriental, atendiendo a diferentes colectivos nacionales, en un texto indito titulado Experiencia de guerra y cristianismo combativo: la socializacin del fascismo entre los voluntarios europeos en el Frente del Este (1941-1945). 21 Uno de los mejores anlisis de este proceso a da de hoy sigue siendo Edward P. THOMPSON: La economa moral de la multitud en la Inglaterra del siglo XVIII, en dem: Costumbres en comn, Barcelona, Crtica, 2000 [1991], pp. 213-293. 22 Luc CAPDEVILA: The Quest for Masculinity in a Defeated France, 1940-1945, Contemporary European History, 10:3 (2001), pp. 423-445.

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    sentimientos.23 En este sentido, la disposicin a morir por la causa era a sus ojos la mejor prueba de su valor como hombres, adems del rito de paso de la niez a la edad adulta y la muestra ms evidente de la verdad de la idea que defendan. De este modo nos resulta ms fcil comprender el cuidado que se pona para intentar mantener las unidades de voluntarios limpias de ciertos colectivos considerados subversivos o poco dignos de confianza, por ejemplo los homosexuales o los comunistas, sobre todo cuando fuera demasiado evidente el peligro que suponan para la salud moral y la cohesin interna de la tropa. En este sentido, veremos que efectivamente existi una voluntad de homogeneizar los contingentes desde el punto de vista ideolgico-moral, aunque esto era muy a menudo imposible por las exigencias constantes de efectivos. Finalmente, acababa imponindose la lgica de la necesidad militar y el pragmatismo poltico, de tal forma que lo que ms importaba era que los combatientes cumplieran con su deber en el campo de batalla.24

    Por otro lado, los voluntarios no slo fueron carne de can y sumisos peones en las maniobras polticas del colaboracionismo, el Tercer Reich y sus aliados, sino que en muchos casos tambin manifestaron la voluntad de beneficiarse de su posicin de poder. A ojos de muchos de ellos, las penalidades de todo tipo por las que haban pasado les legitimaban de vuelta a casa a la hora de reivindicar una voz propia, un papel protagonista y unos privilegios acordes con sus sacrificios, tal y como veremos en el captulo 2. Todo esto, adems de la frustracin provocada por el curso de los acontecimientos, nos ayuda a entender las razones que habra detrs de ciertos comportamientos violentos acontecidos en el frente domstico durante los permisos y el retorno de los voluntarios a casa. Snchez Diana nos ilustraba de forma muy clara al reflexionar sobre las transformaciones sufridas por los hombres al calor de la guerra y sus implicaciones: quizs le quede [al combatiente] un aspecto agresivo y duro, que en la calle urbanizada, se transforma en fanfarronera.25 Se trata de una cuestin clave,

    23 Fernand KAISERGRUBER: We will not go to Tuapse. From the Donets to the Oder with the Lgion Wallonie and 5th Volunteer Assault Brigade Wallonien 1942-45, Solihull, Helion & Company, 2016 [1991], op. cit., pp. 110 y 131. 24 Esto ya fue apuntado en su da para el ejrcito sublevado durante la guerra civil espaola por Francisco J. LEIRA CASTIEIRA: La consolidacin social del franquismo. La influencia de la guerra en los soldados de Franco, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 2013, pp. 94-98. En Espaa hemos mantenido un interesante debate al respecto. Sobre la necesidad militar vase Jeff RUTHERFORD: Combat and Genocide on the Eastern Front: German Infantrys War, 1941-1944, Cambridge, Cambridge UP, 2014. Se trata de un concepto muy comn en el mundo castrense y en los estudios sobre la guerra que nace del derecho internacional humanitario. Se trata de una poltica que sita la consecucin de la victoria en el campo de batalla como la mxima prioridad y defiende la puesta en liza de todos los medios que se consideran necesarios para ello, aunque ello implique cambios de enfoque notables en las polticas seguidas hasta el momento. 25 Jos Mara SNCHEZ DIANA: Cabeza de puente, op. cit., p. 183. Unas pocas pginas ms adelante, de vuelta al frente tras un periodo de convalecencia se recordaba a s mismo meditando sobre cmo haba cambiado nuestro espritu desde que cruzamos la frontera en Julio de 1941. ramos otros hombres, tenamos distintas posturas ante la vida y la familiaridad y la soltura con que nos movamos, era seal de un modo distinto de entender la vida (p. 189). Tambin recordaba las palabras de un compaero, bastante ms explcito sobre los efectos de la guerra en el hombre: esto es ya demasiado para una persona. Tengo a veces la impresin de que se me va a romper el espritu. []. No sabamos al apuntarnos lo que bamos a ver. Pero ahora tenemos la vida destrozada. No podremos ser lo que fuimos. Jams. No s si saldr de sta pero ya no servir para nada ms que para pegar tiros y matar. [] si te

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    plenamente relacionada con ese particular ethos forjado en los combates, que abordar in extenso en los captulos 2 y 3. Nada de esto resulta extrao en una cultura poltica como la del fascismo, que apreciaba por encima de todo los valores de la milicia y que situaba a la guerra en el centro de su cosmovisin de la historia. La propia experiencia blica de los voluntarios explica el resentimiento que anid en muchos de ellos contra aquellos de entre sus camaradas que permanecieron en el frente domstico, a sus ojos cobardes, medradores y oportunistas, y el conjunto de sus conciudadanos, que vean su lucha con indiferencia o los tildaban de traidores. Visto as, no resulta tan dficil entender cmo unos hombres que sentan que actuaban por patriotismo y que tenan tan presentes sus sacrificios no tuvieron reparos a la hora de reintegrase en los aparatos represivos del colaboracionismo y la ocupacin, contribuyendo a que Blgica y Francia se precipitaran en sendas guerras civiles. Incluso en el caso de los que no actuaban movidos a priori por motivaciones ideolgicas sta poda ser una opcin razonable en medio de la precariedad material impuesta por la ocupacin. sta no slo vena promovida por el propio sistema de explotacin econmica y humana del continente a manos de los alemanes, sino que adems lo retroalimentaba, empujando a muchos individuos a seguir apostando por la colaboracin con el ocupante.26

    La identidad y el sentimiento de comunidad combatiente de los voluntarios vino muy marcada por una sensacin de cerco que pronto se extendi al conjunto del fascismo europeo, tambin en el frente domstico. Este vector esencial de la experiencia blica fue un producto del aislamiento que afectara al colaboracionismo tanto en el Frente Oriental como en el interno, su desbordamiento a manos de fuerzas superiores en el campo de batalla o la hostilidad de sus propios conciudadanos. Todo esto, unido a los acontecimientos de la inmediata posguerra, acabara favoreciendo que adems de como un pionero, el fascista acabara vindose como un mrtir. Lo veremos con toda claridad en el captulo 3. En el caso concreto de aqullos que combatieron integrados dentro de las unidades de voluntarios, esta sensacin qued bien reflejada por sus percepciones del paisaje y la naturaleza en las reas de operaciones en que fueron desplegados. Como explicar en los captulos 1 y 4, la contemplacin de las masas forestales, los pantanos y las grandes planicies de la estepa siempre causaba en los combatientes una tremenda impresin, incluso pnico, como si aquellos entornos se declararan hostiles y se sublevaran contra el invasor amenazando con tragrselo. A ojos de los voluntarios, el enemigo tena la capacidad de mimetizarse, convertido en parte esencial del ecosistema local que brotara de sus mismas entraas.27 Esta sensacin de exposicin queda bien encarnada por una suerte de hilofobia o miedo a los bosques que se manifiesta de forma clarsima y repetida en las tres experiencias que analizo aqu, una emocin que fue transferida al frente domstico por aquellos que volvan de regreso y que se agudiz en

    contara que a veces he tenido ganas de pegarme un tiro en la sien Esto es de una desesperacin nica. (p. 196) 26 Aqu sigo en buena medida las tesis de Gtz ALY: Hitlers Volksstaat. Raub, Rassenkrieg und nationaler Sozialismus, Frankfurt am Main, Fischer, 2006 [2005]. Sobre todo, por lo que respecta a la organizacin e institucionalizacin del expolio de Blgica y Francia vase pp. 159-166 y 169-177. 27 Estas percepciones casan bien con el anlisis de la evolucin de la guerra de Carl SCHMITT: Teora del partisano. Acotacin al concepto de lo poltico, Madrid, Trotta, 2013 [1962], donde el combatiente en este caso el partisano como fenmeno contemporneo es representado como guardin de la tierra.

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    contacto con la realidad poltico-social de sus pases de origen. Tanto es as que el compromiso de muchos colaboracionistas al final de la contienda no se explicara tanto por las convicciones ideolgicas, que en algunos casos es evidente que s, como por la necesidad de ganar tiempo y encontrar una va de escape ante el callejn sin salida en que se encontraran a causa de sus decisiones. Se trata de cuestiones que analizar sobre todo en los captulos 3 y 4.

    La experiencia de los voluntarios en el Frente Oriental se convirti muy pronto en un escenario clave para la proyeccin y sublimacin de los valores polticos que definiran al militante ideal, tanto por lo que respecta a los nuevos reclutas como a los familiares, amigos y camaradas que permanecan en el frente domstico. Y aqu es donde se justifica parte de la importancia de los voluntarios como objeto de estudio: ellos fueron uno de los principales nexos de unin entre dos realidades cambiantes, complejas y distantes como el Frente Oriental y las sociedades ocupadas o no beligerantes de Europa Occidental, de tal manera que tuvieron un lugar privilegiado en los cambios y transformaciones que estaba sufriendo y que sufrira todo el continente. De hecho, se puede hacer un juego de espejos asimtricos, de tal forma que los fenmenos de la resistencia, el colaboracionismo y la guerra civil en la Europa del Nuevo Orden se agudizan en su alcance e intensidad conforme nos desplazamos del Oeste hacia el Este, algo que tendremos oportunidad de ver en los captulos 1, 3 y 4.

    El particular cursus honorum establecido por los movimientos colaboracionistas muy pronto empez a exigir como requisito importante el paso de sus hombres por las diversas unidades de voluntarios establecidas a lo largo de la campaa germano-sovitica. All deba forjarse y legitimarse la futura lite gobernante. En este sentido, no es casual que pusieran especial atencin en los ms jvenes, bajo el pretexto de que deban hacerse dignos de sus mayores y tomar su sitio en la lucha poltica cuanto antes. En realidad, este movimiento vena conscientemente favorecido por el hecho de que los muchachos eran los ms susceptibles de estar sugestionados por las visiones romnticas de la guerra y los ideales de camaradera y masculinidad inherentes al fascismo y a la vida de la milicia. Sin embargo, los primeros retornados no slo trajeron consigo de vuelta codificaciones mito-poticas sobre su sufrimiento y capacidad de sacrificio, sino tambin las primeras informaciones fehacientes sobre el infierno de la guerra en el Este. Como no poda ser de otro modo, estas visiones disonantes con la propaganda oficial tuvieron un efecto pblico disuasorio en los crculos del colaboracionismo y entre aquellos proclives a alistarse como voluntarios. Analizo todas estas cuestiones en los dos primeros captulos.

    Una parte esencial de la experiencia de guerra de las unidades de voluntarios estuvo muy marcada por el coste de vidas que comport la falta de preparacin militar de la mayor parte de los combatientes, un problema agudizado y promovido por la confusin entre las dimensiones militar y poltica de las diferentes legiones. En un primer momento, stas fueron concebidas por los alemanes como plataformas propagandsticas para escenificar la unidad de los pueblos de Europa en su lucha contra el bolchevismo, contribuyendo a dar una ptina de legitimidad a la invasin. Por su parte, los aliados de Alemania buscaban reivindicar o reforzar su poder en sus respectivos pases y refrendarse como la nica alternativa poltica posible de cara a la

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    construccin del Nuevo Orden. As nos encontramos con que a la altura del verano de 1941, cuando se pusieron en marcha la mayor parte de las unidades, no se pensaba que pudiera llegar a precisarse del concurso efectivo de estos contingentes en primera lnea; de hecho, las previsiones apuntaban a una conclusin del conflicto a finales de la temporada estival. Esta particular situacin fue la causa de agudas luchas polticas internas entre los diferentes intereses, facciones o partidos que anidaron en el seno de los contingentes. Tendremos ocasin de verlo en los captulos 1 y 4.

    Todos luchaban por capitalizar la experiencia blica en su propio beneficio, algo que acab afectando gravemente a la eficiencia combativa, por los problemas de cohesin interna dentro de las unidades, y al reclutamiento cada vez ms necesario de nuevos reemplazos, debido a la falta de credibilidad que aquejara a las campaas a ojos de amplios sectores de la sociedad. Los captulos 1 y 2 dan buena cuenta de estas cuestiones. El caso ms representativo en este sentido es el de la LVF y la Divisin Charlemagne, que recogieron en un primer momento toda la problemtica del fascismo francs de preguerra, ya de por s muy atomizado y dominado por los enfrentamientos. Para aadir complejidad a la ecuacin la Charlemagne acabara recogiendo el ethos diferenciado de los jvenes que se alistaron en las W-SS desde 1943, ms atrados en primera instancia por su espritu de corps y su propaganda europesta que por cualquier de los movimientos fascistas autctonos. Sin embargo, como explicar, tambin la LW y la SS-SB Wallonien estuvieron atravesadas en algn momento por los conflictos entre diversos egos y proyectos polticos, aunque en muchos casos el rexismo represent un modelo exitoso de fascismo capaz de hegemonizar la experiencia de guerra y el espacio poltico colaboracionista de su entorno. Finalmente, el caso de la DA es paradigmtico aunque no exclusivo de los recurrentes conflictos entre los militantes polticos, en este caso sobre todo falangistas, y militares profesionales, que veran en el peso y ambiciones de los primeros una suerte de intrusismo en labores que consideraban privativas. Ms que una lucha de facciones cabe ver aqu una reproduccin clara del conflicto en torno a la definicin de la naturaleza real poltica o militar de las unidades, con unos militares que simplemente defenderan su mbito corporativo-profesional.

    As pues, las unidades de voluntarios acabaron por convertirse en plataformas de poder, casi siempre de forma premeditada, como ocurri en el caso de la LVF con el alistamiento de Doriot. Desde un primer momento, las maniobras polticas del oisien fueron dirigidas a hacer del PPF la fuerza preeminente en el arco del fascismo francs, algo que estuvo cerca de conseguir. Sin embargo, sus deseos se vieron en parte truncados por las condiciones del propio despliegue de la unidad francesa en la retaguardia del GEC, con sus efectivos muy dispersos en el marco de la guerra contrainsurgente y separada en dos batallones sin vinculacin entre s hasta principios de 1944. Tambin Degrelle tuvo muy claro desde el primer momento que su objetivo era hacer de la LW la base de su poder y la nueva plataforma desde la cual impulsar un crculo poltico de confianza y un ncleo de adeptos que estuvieran dispuestos a todo. Tanto fue as que en muchos sentidos lleg a desentenderse del partido rexista, que segua operando en Valonia, siendo su nico inters servirse de sus estructuras para reclutar nuevos voluntarios con los cuales alimentar la unidad y, por tanto, sus

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    ambiciones polticas. A pesar de las reticencias de los alemanes hacia su persona y de que su xito se hizo esperar durante tres aos y medio, su nombramiento como Fhrer y Gauleiter de Valonia a finales de 1944 por parte de las autoridades del Reich puso de manifiesto el xito de su apuesta poltica. El caso espaol tambin es sumamente interesante porque su comandante, un militar profesional y militante falangista como Muoz Grandes, se encontr con la vitola de hombre fuerte de los alemanes. stos promovieron su figura de forma activa por medio de su maquinaria propagandstica y la concesin de honores militares, como las Hojas de Roble para su Cruz de Caballero, algo que slo consiguieron dos extranjeros ms durante la guerra, el propio Lon Degrelle y el estonio Alfons Rebane (1908-1976).28 Fruto de los acontecimientos polticos internos en Espaa y el desarrollo de la contienda, que parecan alejar cada vez ms al pas ibrico de una futura beligerancia, Hitler pensaba en el germanfilo Muoz Grandes como alternativa a Franco en caso de necesidad.29 Sin duda alguna, el comandante de la DA supo contribuir a ello construyendo su propio mito entre los combatientes de la unidad a travs de sus apariciones efectistas entre la tropa y su modus operandi paternalista.

    La evolucin de la propia guerra y la lealtad del colaboracionismo tuvieron la capacidad de alterar los equilibrios de poder y el propio proyecto de dominacin fascista del Tercer Reich para Europa. Desde los bosques de Bryansk, en la retaguardia del Frente Oriental, hasta Brest, en la Europa Occidental, el esfuerzo blico puso ante los alemanes a nuevos aliados con motivaciones tan diversas como sus orgenes. De hecho, su concurso fue cada vez ms necesario para el Eje, algo que acabara pasando por ofrecerles un encaje dentro del Nuevo Orden y, en consecuencia, compartir con ellos parte del poder y los beneficios derivados de la lucha. Las propias unidades de voluntarios participaron de lleno en estos procesos, al tomar conciencia muy pronto de que no podran sostenerse sobre el terreno sin el concurso y cooperacin de la poblacin civil y los prisioneros de guerra, situacin que no siempre vena acompaada por un buen trato, como veremos en el captulo 1. A todos los problemas que ya he mencionado, muy pronto se sum uno extensible al conjunto de la Wehrmacht, como

    28 Durante el periodo de entreguerras, Rebane hizo carrera como oficial en el ejrcito estonio. Tras la anexin de Estonia por parte de la Unin Sovitica fue considerado como un elemento poco fiable desde el punto de vista poltico por parte de las nuevas autoridades, si bien consigui refugiarse en los bosques cuando comenzaron las deportaciones masivas en 1941. Ya en mayo de ese mismo ao organiz un pequeo grupo armado que combatira contra la ocupacin sovitica. A la llegada de los alemanes se integrara dentro de la Wehrmacht, combatiendo en diversas unidades como el 658 Batalln Oriental compuesto de estonios. Ya en febrero de 1944 se hizo merecedor de la Cruz de Caballero de la EK, participando despus en agosto-septiembre de 1944 en la llamada batalla de Narva, donde coincidira entre otros con elementos de la SS-SB Wallonien. Su comportamiento temerario y su habilidad en el campo de batalla le valieron mltiples condecoraciones, culminando en la concesin de las Hojas de Roble al final del conflicto. Rebane conseguira escapar al oeste y unirse a los servicios de inteligencia britnicos, para los cuales trabajara a partir de entonces dando apoyo a la resistencia armada contra el comunismo en los pases blticos. 29 Sin ir ms lejos, los alemanes estaban jugando a algo similar en el caso de Rumana con el general Corneliu Dragalina, que se encontraba al mando del Sexto Cuerpo de Ejrcito rumano. As lo explicaba el falangista Juan Manuel de la Aldea, agregado de prensa en dicho pas, durante la campaa estival de 1942. Vase Informe confidencial sobre mi entrevista con el general Cornelio Dragalina, comandante del Sexto Cuerpo de Ejrcito rumano, en Scutow sobre frente ruso el da 24 de agosto de 1942, AGA, Presidencia, 51/18952.

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    era la escasa preparacin para una guerra de aquellas caractersticas en mltiples aspectos: la calidad del armamento, la inexistencia de equipos adecuados para el invierno, los problemas de sanidad e, incluso, la instruccin tctica.30 En muchos casos, fue el propio contacto con la realidad del da a da y la capacidad de respuesta de cada unidad en su entorno lo que aportara soluciones provisionales con las que poder sobrevivir, situacin que nos pone ante el grado de autonoma y el poder de decisin disfrutados por la tropa en el marco de la guerra total.

    En definitiva, una tesis sobre los voluntarios europeos que combatieron en las filas de la Wehrmacht y las Waffen-SS se justifica por la multiplicidad de realidades que confluyeron en las unidades, porque en s mismas constituyen una cata de profundidad de sus sociedades de origen y porque nos permiten comprender muchas de las problemticas de la poca. No es el objetivo de mi investigacin realizar un compendio de los hechos ocurridos en Blgica, Francia y Espaa durante la Segunda Guerra Mundial, marcada en los dos primeros casos por la ocupacin y el colaboracionismo, sino analizar la experiencia de guerra de estos tres pases de forma comparada y transnacional. Lo que pretendo es ver qu hubo de particular en las experiencias de estos pases a lo largo de la guerra germano-sovitica y hasta qu punto sus sociedades transitaron por caminos muy similares. De esta forma, espero poder aportar al lector algunas claves sobre la poca e instrumentos para analizar y comprender el propio conflicto a travs sobre todo del colaboracionismo militar y sus mltiples implicaciones a nivel poltico-social y econmico-cultural, tanto durante la propia guerra como en la posguerra. En definitiva, he intentado realizar una tesis que diera cuenta de la complejidad poltica, social y cultural inherente a la guerra, del modo en que fue vivida y de los mltiples intercambios a los que dio lugar a todos los niveles.

    Por ltimo, una de mis metas es contestar las visiones frvolas e interesadas de los enfrentamientos armados todava dominantes en nuestras sociedades actuales, ms teniendo en cuenta que se trata de un fenmeno que entraa una complejidad social, cultural, poltica y econmica de gran magnitud. Creo que se trata de un problema en el que siempre deberamos incidir los historiadores de la guerra, y el caso de los voluntarios extranjeros que combatieron en las filas de la Wehrmacht y las W-SS se presta a ello por la reivindicacin y distorsin constante de su experiencia a manos de apologetas y nostlgicos, con todos los equvocos que esto genera. En trminos generales, la guerra es una manifestacin humana de todo menos edificante o digna de admiracin. Antes que n