adolescentes libres de adicciones

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ADOLESCENCIA LIBRE DE ADICCIONES Alirio Quintero Machuca Introducción El problema de las adicciones es uno de los retos que enfrenta la sociedad contemporánea. Es importante tener en cuenta que en la actualidad al hablar de adicciones no se hace referencia solamente al uso de sustancias químicas sino también a cualquier inclinación desmedida que interfiera consistentemente en la vida cotidiana de las personas afectándolas escolar, social, física y espiritualmente. Por su alcance global y sus efectos en el desarrollo integral del adolescente, se hace necesario que la familia se convierta en la generadora de estrategias para la prevención de este problema desde edades tempranas actuando oportunamente. Echeburúa y Corral (2010) definen la adicción como una afición patológica que genera dependencia y resta libertad al ser humano al estrechar su campo de conciencia y restringir la amplitud de sus intereses. Según el Manual Estadístico de los Trastornos Mentales, quinta edición (2013), se puede hablar de una dependencia si se presentan tres o más de los siguientes criterios, en algún momento de un período continuado de doce meses: 1. Tolerancia, definida por cualquiera de los siguientes ítems: 1

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ADOLESCENCIA LIBRE DE ADICCIONES

Alirio Quintero Machuca

Introducción

El problema de las adicciones es uno de los retos que enfrenta la sociedad

contemporánea. Es importante tener en cuenta que en la actualidad al hablar de adicciones no

se hace referencia solamente al uso de sustancias químicas sino también a cualquier

inclinación desmedida que interfiera consistentemente en la vida cotidiana de las personas

afectándolas escolar, social, física y espiritualmente.

Por su alcance global y sus efectos en el desarrollo integral del adolescente, se hace

necesario que la familia se convierta en la generadora de estrategias para la prevención de este

problema desde edades tempranas actuando oportunamente.

Echeburúa y Corral (2010) definen la adicción como una afición patológica que

genera dependencia y resta libertad al ser humano al estrechar su campo de conciencia y

restringir la amplitud de sus intereses. Según el Manual Estadístico de los Trastornos

Mentales, quinta edición (2013), se puede hablar de una dependencia si se presentan tres o

más de los siguientes criterios, en algún momento de un período continuado de doce meses:

1. Tolerancia, definida por cualquiera de los siguientes ítems:

a. Una necesidad de cantidades marcadamente crecientes de la sustancia para

conseguir la intoxicación o el efecto deseado.

b. El efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye claramente con su

consumo continuado.

2. Abstinencia, definida por cualquiera de los siguientes ítems:

a. El síndrome de abstinencia característico para la sustancia.

b. Se toma la misma sustancia (o una muy parecida) para aliviar o evitar los

síntomas de abstinencia.

3. La sustancia es tomada con frecuencia en cantidades mayores o durante un período

más largo de lo que inicialmente se pretendía.

4. Existe un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o interrumpir el

consumo de la sustancia.

5. Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia

(p. ej., visitar a varios médicos o desplazarse largas distancias), en el consumo de la

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sustancia (p. ej., fumar un pitillo tras otro) o en la recuperación de los efectos de la

sustancia.

6. Reducción de importantes actividades sociales, laborales o recreativas debido al

consumo de la sustancia.

7. Se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de problemas

psicológicos o físicos recidivantes o persistentes, que parecen causados o exacerbados

por el consumo de la sustancia (p. ej., consumo de la cocaína a pesar de saber que

provoca depresión, o continuada ingesta de alcohol a pesar de que empeora una

úlcera).

Este artículo se centra principalmente en el análisis de la problemática de las

adicciones en adolescentes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la

adolescencia como una etapa de crecimiento entre los 10 y los 19 años. Se considera que esta

es la etapa de mayor vulnerabilidad tanto para el inicio de consumo de sustancias nocivas para

la salud como para la adopción de diversos tipos de comportamientos adictivos, pues esta se

caracteriza por la repentina aparición de cambios biológicos y psicológicos que despierta en

ellos el deseo de lograr la individualidad y la autonomía (Alfonso, Humedo-Medina y Espada,

2009). Esta es la razón por la que la familia debe desarrollar acciones que favorezcan la

construcción de escenarios que prevengan las adicciones en edades tempranas.

Pareciera que la mayoría de las instituciones gubernamentales consideran que la

escuela es uno de los ámbitos prioritarios de la prevención, y que el hogar coopera con ella en

este esfuerzo. Sin embargo, es necesario destacar que la primera institución responsable de

prevenir las adicciones en niños y adolescentes es la familia, y la escuela debe cooperar con

ella en el cumplimiento de este deber.

Los padres deben preparar y capacitar a sus hijos para que sean capaces de rechazar

las drogas y toda conducta que los pueda convertir en adictos. Deben concientizarse de que

son los principales responsables "de preparar al individuo para ocupar su lugar en la sociedad

de manera responsable y madura. Ninguna institución supera a la familia" (Zavala, 2005).

White (1971) declara: "En el hogar es donde ha de empezar la educación del niño. Allí

está su primera escuela. Allí con sus padres como educadores debe aprender las lecciones que

han de guiarlo a través de la vida: lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio

propio. Las influencias educativas del hogar son un poder decisivo para el bien o para el mal".

Se dice que la adolescencia empieza a los tres años, es decir que el tipo de adolescente que

tendremos en casa dependerá de cómo lo hemos ido educando desde los tres años y aún antes.

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Por eso podemos decir que el adolescente no es ningún hongo que aparece espontáneamente

aunque en ocasiones lo parezca.

Thomas Lickona, citado por Fernando Zavala (2005), expresa lo siguiente: “Los

padres son los primeros maestros de la moral del niño. Ellos son también la influencia más

duradera: los niños cambian de maestros cada año, pero, por lo general, tienen al menos uno

de sus progenitores durante todos los años de crecimiento".

Las adicciones más comunes en los adolescentes

Diversos estudios han señalado que los adolescentes son la población donde se

presenta con mayor frecuencia el abuso de sustancias y las más dañinas. En México en los

adolescentes se observa que el consumo de mariguana es el más prevalente, le sigue la

cocaína y luego las inhalables. Hay más prevalencia en hombres que en mujeres (Villatoro-

Velázquez, et al., 2012). Mientras que en España, el Observatorio Español sobre Drogas la

última encuesta encontró que el 76% y 34% delos adolescentes de 14 a 18 años, han probado

el alcohol y el tabaco, respectivamente (2013).

Estudios como estos ponen en relieve que el alcohol, tabaco, y mariguana, son las

sustancias más frecuentes en los adolescentes en diversos países (UNODC, 2014; Caceres,

Salazar, et al., 2006; Sierra, Pérez, Pérez, y Núñez, 2005).

Desafortunadamente las adicciones en la adolescencia no se circunscriben al abuso de

sustancias. Por sus características evolutivas, como la búsqueda de identidad personal e

independencia, alejamiento de los valores familiares y énfasis en la necesidad de aceptación

por el grupo de iguales, la adolescencia se convierte en la etapa evolutiva con mayor riesgo

para asumir conductas adictivas (Sussman, Unger y Dent, 2004 citados por Alfonso et al,

2009), tales como las redes sociales (Herrera-Harfuch, Pacheco-Murgía, Palomar-Lever, y

Zavala-Andrade, 2010), videojuegos (Tejeiro, 2001), nuevas tecnologías (Castellana Rosell, y

colabs., 2007), samrtphone, internet, (Castellan Rosell, y colabs, 2007; Echeburúa y Corral,

2010), entre otras.

Factores de riesgo

La adquisición de cualquier tipo de adicción en los adolescentes tiene diferentes

causas relacionadas con factores de riesgo. Guisa-Cruz, Barriga-Salgado, Fernández-Caseres,

et al., (2005) clasifican los factores de riesgo de la siguiente manera:

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Individuales e interpersonales

Baja autoestima, búsqueda de nuevas e intensas emociones, agresividad, problemas de

conducta, timidez, rebeldía, enajenamiento y bajo rendimiento escolar hasta el abandono de

los estudios. Asociación con individuos que usan drogas ilegales, presión de compañeros de

grupo usuarios de sustancias y tecnologías novedosas.

Es importante destacar que la asociación con usuarios de sustancias parece ser

importante para desarrollar conductas adictivas (Ángeles-Páramo, 2011; Alfonso, Humedo-

Medina y Espada, 2009. Anicama, 2009)

FamiliaresLa falta de límites en la disciplina del hogar, y el que uno o ambos padres sean

usuarios de drogas o tengan otras adicciones también es un factor de riesgo para el desarrollo

de adicciones, pues los adolescentes perciben que hay tolerancia y permisividad hacia ellos

(Sánchez-Huesca, 2002).

Escolares

Aunque la escuela es un factor protector contra las adicciones, si no tiene una escala

adecuada de valores, manifiesta actitudes ambivalentes respecto a las drogas y no cuenta con

un programa integral para el adolescente, puede convertirse en un factor de riesgo.

Comunitarias

Una comunidad con fácil disponibilidad de drogas, tolerancia al alcohol y al tabaco, y

con una actitud ambivalente hacia las sustancias, es un factor de riesgo que favorece el

consumo de las drogas.

Detección temprana de la adición

Detectar oportunamente el abuso de sustancias y actitudes adictivas en los

adolescentes, es de vital importancia, especialmente si se toma en cuenta, como ya se

mencionó, que es uno de los grupos con mayor consumo de sustancias altamente dañinas

(Villatoro Velázquez, et al., 2012). Sin embargo se debe tomar en cuenta que no existe una

prescripción que permita arrojar con claridad los síntomas de las adicciones, por lo que

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siempre se ha de ser cautelosos con la interpretación de lo que se percibe y corroborar con

otros indicadores antes de llegar a una conclusión.

Con base en lo anterior Cueto Hernández y Bravo Elvira (2012) han propuesto una

serie de indicios para detectar abuso de sustancias en menores vulnerables, catalogados por

áreas.

Área emocional

a) Cambios de rutinas y hábitos.

b) Cambios de humor inexplicables.

c) Cambios en el comportamiento general, sin que se evidencien causas ambientales

determinantes.

d) Indiferencia al entorno.

e) Necesidad de liderazgo.

f) Estados de ánimo variables: euforia, depresión, irritabilidad, inquietud.

g) Ciertos trastornos psicopatológicos.

h) Ansiedad, depresión, pasividad, sensación de hastío.

i) Abusos físicos, sexuales o emocionales.

j) Respuesta agresiva contenida, estilo pasivo agresivo: explosivo.

Área de responsabilidad

a) Absentismo escolar.

b) Descenso del rendimiento en hobbies.

c) Abandono familiar.

d) Ausencia de supervisión familiar.

e) Estilos educativos contradictorios.

f) Modelos negativos de enseñanza.

g) Privación económica. Conductas violentas y antisociales, respuestas agresivas

verbales o físicas.

h) Conductas de riesgo sexuales: el sexo sin protección.

i) Disminución brusca y sin motivo aparente del rendimiento escolar o laboral.

j) Actitud negativa con la familia y las actividades conjuntas.

k) Maternidad / paternidad en adolescencia. El uso y abuso de sustancias. Fugas del

hogar.

l) No cumplimiento de normas básicas.

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Área social

a) Abandono de viejos amigos.

b) Problemas legales.

c) Excesivas llamadas telefónicas y actitud de secretismo.

d) Vida virtual.

e) Transformación en la ropa y habla.

f) Desaparición de objetos personales.

g) Alejamiento o actitudes reservadas o conflictivas con familiares y/o amigos.

h) Pertenencia a banda.

Área física

a) Efectos físicos como pérdida de peso, cambios en el ritmo del sueño, hiperactividad o

fatiga, cefaleas, temblores, vértigos, irritación de los ojos, nariz y boca.

b) Deterioro de la higiene personal.

c) Hipersensibilidad a ruidos, luces…

d) Evidencia de dificultades económicas, pérdida de objetos de valor.

e) Contradicciones estéticas – económicas.

f) Deterioro físico según sustancia.

g) Malnutrición.

h) Desamparo, pobreza.

Por su parte, Echeburúa y Corral (2010) han propuesto una serie de elementos que

ellos llaman “señales de alarma” y que denotan una dependencia a las nuevas tecnologías o a

las redes sociales y que pueden ser un reflejo de la conversión de una afición en una adicción.

A continuación se enumeran:

a) Privarse de sueño (más de 5 horas) para estar conectado a la red, a la que se dedica

unos tiempos de conexión anormalmente altos.

b) Descuidar otras actividades importantes, como el contacto con la familia, las

relaciones sociales, el estudio o el cuidado de la salud.

c) Recibir quejas en relación con el uso de la red de alguien cercano, como los padres o

los hermanos.

d) Pensar en la red constantemente, incluso cuando no se está conectado a ella y sentirse

irritado excesivamente cuando la conexión falla o resulta muy lenta.

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e) Intentar limitar el tiempo de conexión, pero sin conseguirlo, y perder la noción del

tiempo.

f) Mentir sobre el tiempo real que se está conectado o jugando a un videojuego.

g) Aislarse socialmente, mostrarse irritable y bajar el rendimiento en los estudios.

h) Sentir una euforia y activación anómalas cuando se está delante del ordenador.

A estas señales de Echeburúa y Corral, pueden añadirse lo que del Pozo Moras (2013),

apunta como “síntomas de las conductas adictivas” que coinciden con las anotadas

anteriormente:

a) Los videojuegos pasan a ser el centro de toda actividad.

b) Esto se refleja en sus conversaciones y hábitos.

c) Obsesión sobre las novedades y aplicaciones en el uso de estas tecnologías.

d) Seguir jugando en la cama mientras que se supone que el hijo adolescente o la hija

está durmiendo plácidamente.

e) Irritabilidad y ansiedad antes o después de estar “conectado” o jugando.

f) Dar preferencia a los contactos virtuales antes que a los contactos reales.

g) Sensación de incapacidad o impotencia frente a la lucha por abandonar la “sesión” de

interacción o de juego.

h) Pérdida de noción de tiempo y espacio cuando se hace uso de estas tecnologías.

Cómo pueden ser los adolescentes libres de las adicciones

Sin duda alguna, las adicciones son uno de los males sociales que más afectan a los

jóvenes y adolescentes actuales. Desde el abuso de sustancias hasta las conductas adictivas y

de riesgo. Como ya se había apuntado anteriormente, para hacer frente a este desafío es

importante la implementación de programas y estrategias en las que converjan la sociedad, la

escuela, y la iglesia en apoyo a la educación impartida en la familia. Cada una de estas

instituciones trabajando en conjunto. A continuación se desglosan algunas ideas de

prevención en las diferentes instancias.

La familia

Es innegable el papel de la familia en la prevención de las adicciones. White (1971)

declara: “Los hijos serán en gran medida lo que sean sus padres. Las condiciones físicas de

estos, sus disposiciones y apetitos, sus actitudes intelectuales y morales se reproducen en

mayor o menor grado en sus hijos.”

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Para Alfonso, Humedo Medina y Espada (2009), el consumo de drogas tiene como

base un proceso de socialización en el que influye la familia como transmisora de creencias,

valores y hábitos que condicionan más adelante la probabilidad de consumo.

El modelaje de los padres.

Investigaciones han demostrado una mayor frecuencia en adolescentes adictos cuando

alguno de los padres o hermanos mayores padecen alguna adicción. Por tanto, hay mayores

probabilidades de eficacia terapéutica cuando se incluye en el tratamiento a la familia y no

únicamente al adicto identificado (Urquieta, Hernández-Avila y Hernández, 2006; Espada

Sánchez, Pereira y García-Fernández, 2008).

La Biblia tiene en cuenta este criterio cuando Dios da instrucciones a Moisés y le

indica que sus palabras y sus mandamientos debían ser internalizados y vividos primer, o por

los padres para poder desarrollar su función formadora con éxito (Deuternomio 11:18).

Transmisión de principios y valores

La familia es la primera escuela para el niño; por lo tanto, es el ente con mayor

responsabilidad en la tarea formadora de su carácter. Continuando con la premisa anterior, la

Biblia enfatiza que después los padres deben ser por precepto y por ejemplo el modelo de sus

hijos.

Presencia de los padres

Si los padres, especialmente la madre, permanece en el hogar, sus hijos siempre

encontrarán una persona autorizada para ofrendarles el consejo oportuno y para supervisar sus

comportamientos, previniendo así la adopción de conductas adictivas. White (2007) afirma:

“El hogar debe ser para los niños el sitio más agradable del mundo, y la presencia de la madre

en él debe ser su mayor atractivo”.

El desarrollo de la capacidad para poder decir no.

Binieste Lanceta (2010), menciona que dar prioridad a los niños no es sinónimo de

darles todo lo que quieran, cuándo quieran y cómo lo quieran. Los adolescentes deben saber

que hay cosas que no se pueden hacer porque hacen daño a los demás o a ellos mismos. El

mismo autor señala otro elemento, el establecimiento de límites: “Es básico que los padres

valoren a sus hijos de manera realista y que siempre acompañen esta valoración con el

principio de realidad, es decir, estableciendo límites”.

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Hacerlos sentir necesarios

Otro elemento para la prevención es hacerlos sentir necesarios de tal forma que su

personalidad sea reforzada. Esta actitud los hará menos vulnerables a asumir conductas

adictivas.

Sociedad

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (2014) señala que los

esfuerzos deben fundarse en el fortalecimiento de los valores y habilidades humanas, la

comunicación, la educación, el respeto mutuo, el amor familiar, y el establecimiento de

normas firmes.

La sociedad debe trabajar en cuanto a la tolerancia que se tiene a ciertas actitudes que

promueven el abuso de sustancias. Debe generarse escenarios y espacios en los cuales los

adolescentes puedan recrearse de manera sana. Esto alerta acerca de la importancia de seguir

estableciendo mensajes claros y precisos sobre las restricciones para el consumo en los

jóvenes y las alternativas de diversión sin necesidad de recurrir a las sustancias psicoactivas.

La lucha contra las adicciones de parte de la sociedad supone mayor apoyo a

actividades deportivas y las que promuevan un estilo saludable de vivir. Luchar por rescatar

espacios libres de humo y de cualquier otra sustancia. Un programa comunitario de

prevención también debe realizarse a la par de otros que ayuden en los problemas de salud

mental.

La prevención debe ser paralela al desarrollo de mejores condiciones de vida de la

comunidad: Preocuparse por lo que sucede en el entorno, calles, colonias, barrios; y procurar

identificar los problemas, las carencias y las necesidades.

Guisa Cruz, Barriga Salgado, Fernández Caseres, et al. (2005), creen que también es

claro que lo gobiernos, con la participación de la sociedad organizada, deben mejorar el nivel

de ingreso, la cobertura y calidad de la educación básica, promover la igualdad entre los niños

y niñas y recuperar los niveles de salud de las poblaciones infantiles y juveniles.

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Escuela

Aunque hay quienes creen que la escuela es una instancia que propicia las adicciones

dado los encuentros sociales entre los alumnos, esta puede convertirse en un factor de

prevención. Para ello debe de desarrollar programas que incorporen de forma integral la

atención a las necesidades de los niños y sus familias.

Los problemas de comportamiento como la rebeldía, la agresividad, la timidez o

hiperactividad deben ser identificados lo más pronto posible para recibir tratamiento de forma

especializada, ya que en el futuro puede agravarse.

Nuevamente Guisa Cruz, Barriga Salgado, Fernández Caseres, et al. (2005), proponen

que los programas de prevención en niños y adolescentes deben integrar los esfuerzos de la

familia y de la escuela y no ser manejados de forma aislada. En la escuela todas las áreas de

conocimiento, desarrollo y mantenimiento de los diferentes grados académicos deben incluir

contenidos de educación para la salud, de un estilo de vida saludable y de prevención de las

adicciones. Para Anicama (2001) uno de los programas que puede poner en marcha la escuela

en pro de la familia es la escuela para padres, que es un componente sustancial del programa

preventivo.

La iglesia

El vínculo de los niños y adolescentes con la iglesia se constituye en un antídoto

contra las adicciones, pues ésta transmite valores espirituales y concientiza a los niños y

jóvenes que son propiedad de Dios y que sus cuerpos le pertenecen y por lo tanto deben

glorificarlo: “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo de del Espíritu Santo, que está en

vosotros, el cual tenéis de Dios y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido

comprados, por tanto glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu los cuales son

de Dios” (1 Cor. 6:19 y 20).

Al asistir a la iglesia, participar de los programas diseñados para los adolescentes y

relacionarse con pares que tienen las mismas creencias fortalecen sus convicciones con

relación al cuidado de sus cuerpos. En efecto estudios recientes encuentran una relación entre

la religiosidad y la disminución de las adicciones (Pérez-Carrillo, 2012; Mora-Pérez, 2013;

Kaplan-D., Valdés-C., Florenzano-Urzúa, et al., 1994).

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Los adolescentes tienen la oportunidad de relacionarse con las orientaciones de la

revelación divina desarrollando que desarrollan un mayor compromiso con el cuidado de sus

facultades físicas, y adopten criterios como el siguiente: “Ningún cristiano introducirá en su

organismo alimento o bebida alguna que entorpezca sus sentidos, o que actúe de tal manera

sobre el sistema nervioso que le haga rebajarse así mismo o lo incapacite para ser útil. El

templo de Dios no debe ser profanado. Las facultades de la mente y del cuerpo deben ser

mantenidas en salud para que puedan ser usadas para glorificar a Dios (White, 1903).

Conclusión

Está claro que la etapa de la adolescencia es la más vulnerable para el desarrollo de

adicciones, debido a sus características peculiares. Sin embargo, en este artículo hemos visto

que hay maneras de lograr que los adolescentes se mantengan libres de adicciones con el

apoyo de la familia, que es considerada como el ente más importante en el logro de este

objetivo, apoyada por la escuela, la iglesia y la comunidad, quienes cumpliendo el rol

apropiado pueden hacer una gran contribución para evitarles el deterioro que ocasionan las

conductas adictivas.

Es evidente que el enemigo de Dios, y por ende de la felicidad humana, ha diseñado

un plan que ha afectado a la familia, empezando por sus miembros más jóvenes. Con razón

White (1991) escribió lo siguiente:

Satanás reunió a los ángeles caídos para planear alguna manera de hacer el mayor daño posible a la familia humana, se hizo una propuesta tras otra, hasta que finalmente Satanás mismo ideó un plan. Tomaría el fruto de la vid como también el trigo y otras cosas dadas por Dios como alimento y las convertiría en venos que arruinarían las facultades físicas, mentales y morales y subyugarían de tal forma los sentidos que Satanás lograse el dominio completo. Bajo la influencia del licor los hombres serían llevados a cometer crímenes de toda clase, el mundo se corrompería bajo el apetito pervertido. Haciendo que los hombres tomaran alcohol, Satanás los degradaría cada vez más…

Pero hay esperanza, y los adolescentes y jóvenes cristianos pueden permanecer libres

de adicciones si se deciden obedecer a los principios divinos y consagrar sus vidas para

agradar a aquel que los redimió. “Si pues coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo para la

gloria de Dios” (1 Cor. 10:31). La familia unida y fiel a los principios de la Palabra de Dios,

haciendo uso de los recursos provistos en ella, podrá guiar a los más pequeños a desarrollar

hábitos y conductas que los distingan en un mundo que se deteriora constantemente por

hábitos no saludables que se convierten en adicciones esclavizantes, que destruyen sus

facultades, y les impiden actuar con la razón.

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Es necesario que todos los entes responsables del bienestar de los adolescentes y

jóvenes, hagan esfuerzos significativos para desarrollar valores que los animen a respetar su

cuerpo. White (1991) expresó, “cuanto menos estimen su cuerpo, cuanto menos deseen

mantenerlo puro y santo, tanto más descuidados serán en la complacencia del apetito

pervertido”.

Es necesario entonces, que se enseñe a los hijos desde su temprana edad a cuidar su

cuerpo y a considerarlo en gran estima, tal vez este sea el principal motivo que los anime a

evitarles caer en adicciones.

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