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Tradición e interculturalidad

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  • Tradicin e intercilturalidad. Las relaciones entre lo culto y lo popular (XIX-XX)

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  • Tradicin e intercilturalidad. Las relaciones entre lo culto y lo popular (XIX-XX)

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  • Tradicin e interculturalidad.Las relaciones entre lo culto y lo popular (XIX XX)

    Dolores Thion Soriano-MollLuis Beltrn AlmeraSolange Hibbs-LissorguesMarisa Sotelo Vzquez(eds.),

    Tradicin e intercilturalidad. Las relaciones entre lo culto y lo popular (XIX-XX)

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  • Agradecimientos

    La Red Temtica Internacional Culturas PopularesTranspirenaicas y los investigadores de las Univer-sidades de Barcelona, de Lrida, de Pau, de Tarra-gona, de Toulouse y de de Zaragoza que la compo-nen, agradecen la confianza y el apoyo financiero dela Comunidad de Trabajo Transpirenaica, de laCommunaut d'Agglomration Pau-Pyrnes y delos Gobiernos Regionales de Aquitaine, de Aragn,de Catalua y de Midi-Pyrnes.

    con la colaboracin de:

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  • Maquetacin: Rosa Cancer Beltrn.Universit de Pau et des Pays de lAdour.

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  • Introduccin.Yvan Lissorgues, Universit de Toulouse.

    I- Tradicin e interculturalidad.

    De los funerales grotescos de Pepe Botellas en Madrid y Cdiz(julio de 1812) y de otras efigies burladas.Jos Manuel Pedrosa, Universidad de Alcal.

    La esencialidad de lo popular en Madrid ou Observationssur les murs espagnoles au commencement du XIXe sicle.Dolores Thion Soriano-Moll, Universit de Pau et des Pays de lAdour.

    Textos de viajes / viajes de los textos.Traducciones en La Ilustracin Espaola y Americana (1869-1905).Marta Gin Janer, Universitat de Lleida.

    II- En las fuentes de la cultura popular: encuentros y desencuentros.

    Apuntes para una teora de la cultura popular.Luis Beltrn Almera, Universidad de Zaragoza.

    Relaciones entre lo culto y lo popular en las tradiciones de Gertrudis Gmez de Avellaneda.Roco Charques Gmez, Universit de Pau et des Pays de lAdour.

    Pereda y el cuento popular: el costumbrismo y la reinvencin de la tradicin oral.Raquel Gutirrez Sebastin, Universidad de Santander.

    Cruce de voces: lenguas populares y cultas en la prosa clariniana.Carole Fillire, Universit de Toulouse.

    El substrato popular del surrealismo de Azorn.Christian Manso, Universit de Pau et des Pays de lAdour.

    Recursos populares en la narrativa de Javier Maras.Jos Luis Calvo Carilla, Universidad de Zaragoza.

    III- Fiestas, espectculos y espacios de sociabilidad.

    La romera de San Isidro en la literatura del siglo XIX.Enrique Rubio Cremades, Universidad de Alicante.

    Espectculos y diversiones callejeras en literatura del siglo XIX.M. ngeles Ayala, Universidad de Alicante.

    El TEU de Granada y las fiestas populares:los clsicos al alcance del pueblo (1952-1959).Batrice Bottin, Universit de Pau et des Pays de lAdour.

    Espacios y costumbres populares: Las tabernas leonesas en el primer Umbral.Bndicte de Buron-Brun, Universit de Pau et des Pays de lAdour.

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  • Dances y otras representaciones teatrales de raigambre popular.Jos M Enguita Utrilla, Universidad de Zaragoza.

    IV- De la tradicin: agentes, estrategias de vulgarizaciny comunicacin de masas.

    Eco solemne de la multitud. Jos Zorrilla, poeta popular.Borja Rodrguez Gutirrez, Universidad de Santander.

    El judo, un personaje de la tradicin en la obra de Concha Espina.Esther Saldaa, Universit de Pau et des Pays de lAdour.

    Liras y lanzas: los caminos cruzados de Helios y Alma Espaola.Inmaculada Rodrguez Moranta, Universitat Rovira i Virgili.

    Eugenio dOrs: Cultura de lite y aristocracia de la conducta.Marisa Sotelo Vzquez, Universitat de Barcelona.

    Crticos con la crtica:educacin ilustrada del pblico o divulgacin popular de la lectura?Blanca Ripoll Sintes, Universitat de Barcelona.

    El papel de la metfora en los titulares de la prensa generalista contempornea.Maite Gobantes Bilbao, Universidad de Zaragoza.

    Una nueva oralidad: los medios de comunicacin de masas.Rasgos comunicativos y configuracin del receptor.Jos Domingo Dueas Lorente, Universidad de Zaragoza.

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  • Introduccin

    Este libro, Tradicin e interculturalidad. Las relaciones entre lo culto y lo popular (siglos XIX yXX), es el resultado de la primera manifestacin pblica de un original proyecto; reneveintids contribuciones, que fueron otras tantas ponencias ledas y discutidas en elCongreso, que bajo el mismo ttulo, se celebr en Jaca los 7 y 8 de junio de 2012, veintidsaportaciones en torno al tema de lo culto y lo popular, cuyo global valor slo puedeencarecerse si se sita en la perspectiva del gran proyecto en el que se inscribi este primerCongreso.

    La originalidad de este proyecto de estudio de lo popular y lo culto que rene a la red deinvestigadores Tendencias Culturales Transpirenaicas, radica en el hecho de que est sustentadopor la unin de cuatro Universidades transpirenaicas, las de Barcelona y Zaragoza por unlado y, por la otra vertiente, las de Pau y Toulouse y recibe el apoyo moral y financiero delas respectivas instituciones polticas regionales, o sea Catalua, Aragn, Aquitania y Midi-Pyrnes.

    Un representante de cada Universidad es coordinador de la zona respectiva: LuisBeltrn Almera, de la Universidad de Zaragoza, es responsable de Aragn, Marisa SoteloVzquez, Universidad de Barcelona, lo es de Catalua, Solange Hibbs-Lissorgues,Universidad de Toulouse le Mirail, de Midi-Pyrnes y Dolores Thion Soriano-Moll,Universidad de Pau, lo es de la regin de Aquitania y es coordinadora general del proyecto.Para dar vida y animar un proyecto de tal envergadura, los cuatro responsables de zonaestn en contacto permanente y para concretar decisiones se han reunido varias veces enPau y Barcelona. Les ha parecido que para fomentar inters en torno al proyecto einstitucionalizar una red, el mejor camino era organizar un primer congreso y se eligi aJaca como mejor sitio estratgico del primer encuentro. Efectivamente, a la hora deredactar esta introduccin, la red consta como miembros a treinta y dos investigadores,procedentes de las Universidades de Barcelona, Zaragoza, Pau, Toulouse le Mirail,Cantabria, Alicante, Alcal de Henares, Lrida y de la Universidad Rovira i Virgili. Esobjetivamente un primer xito pues tal extensin significa cierta vitalidad movilizadora deun proyecto que, por eso mismo, debe mantenerse bajo cierto control

    Las veintids contribuciones que constituyen las Actas del Congreso de Jaca, que reunia treinta y dos ponentes (uno de las Universidades de Alcal de Henares, Lrida y Rovira iVirgili, dos de Alicante, Barcelona, Santander y Toulouse, seis de Pau y catorce deZaragoza; en cuanto a la procedencia de las que se publican aqu, hay que decirlo, seis sonde Zaragoza, seis de Pau, dos de Barcelona, Alicante y Santander, una de Toulouse, Lrida,y Alcal de Henares, una de la Universidad Rovira i Virgili), permiten un oportuno balancesobre la plasmacin del proyecto, pues dicho Congreso es una primera etapa, cuyo alcanceconviene calibrar en vista de una manifestacin ms amplia, prevista para octubre de 2013,en torno al tema tan importante y tan amplio, de las relaciones entre lo culto y lo popular,no del todo novedoso en la general historia cultural y literaria (basta evocar los trabajos deRamn Menndez Pidal), pero que, centrado en los siglos XIX y XX, surte indudableinters.

    Efectivamente, el panorama ofrecido por el conjunto de estas veintids contribucionesno puede resultar ms abierto pues va desde la minuciosa presentacin de los folklricosdances aragoneses, pongamos por caso, hasta, repongamos, la revitalizacin de los resortesde la novela popular folletinesca decimonnica en la moderna esttica novelesca de Javier

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  • Maras o, es otro ejemplo, a una teora de la moderna cultura de masas, pasando por lasmuchas aportaciones de las literaturas costumbristas del XIX y de varios aspectos de lahistoria cultural, del anlisis del ms refinado elitismo como de las espontneasmanifestaciones callejeras. De hecho lo que mejor caracteriza el conjunto es la grandiversidad de acercamientos y de mtodos (etnogrficos, tericos, esquemas de historiacultural o de historia literaria, anlisis textuales y estilsticos etc.) aplicados a objetos dediversas temticas. Digmoslo de une vez, todas las contribuciones son de inters y cadauna es una aportacin al tema tratado. As pues, el libro es un conjunto de copiosa ytupida riqueza, de la cual, a partir de los conceptos de lo culto, de lo popular y sobre todode las relaciones entre lo culto y lo popular (pues ya no se plantea el problema de cmo lopopular se alimenta de lo culto), deben sacarse lneas de fuerzas orientadoras, por encima(o, mejor dicho, por debajo) del marco oportunamente elegido para ordenar lascontribuciones, que es el siguiente:

    I- Tradicin e interculturalidad (tres contribuciones)II- En las fuentes de la cultura popular: encuentros y desencuentros (siete

    contribuciones).III- Fiestas, espectculos y espacios de sociabilidad (cinco contribuciones).IV- De la tradicin: agentes, estrategias de vulgarizacin y comunicacin de masas

    (Siete contribuciones).

    Es, repetimos, un marco pertinente de ordenacin en torno a las palabras clavestradicin, interculturalidad, cultura popular, fiestas, espectculos, espacios de sociabilidad,comunicacin de masas, etc., a las cuales habra que aadir oralidad y textualidad, pero encada contribucin casi siempre hay algo que sale del marco para entroncar con tal o cualaspecto de otra contribucin colocada en otro. Y es normal que as sea, es de laincumbencia del lector atar cabos.

    Es lo que intentamos hacer: atar cabos, consciente de que siempre quedar algn rabopor desollar.

    Para tal y ante todo conviene distinguir los dos sentidos de la palabra popular,distincin que, por cierto, nadie ignora, pero sobre la cual parecen jugar algunos escritorescultos. El primer sentido es de categora antropolgica y/o etnogrfica y puede definirse,para ir de prisa segn el diccionario de la Real Academia, como forma de cultura que elpueblo considera propia y constitutiva de su tradicin. Ahora bien, el mismo adjetivo,popular, se usa para calificar la estimacin que algo suscita en el pueblo, mejor dicho en elpblico y traduce el grado de popularidad de que goza. Novelistas, poetas, dramaturgosquieren ser populares y si se dirigen al pueblo es ante todo para conquistar al pblico,pero la finalidad que atribuyen a su popularidad puede ser tica o meramente esttica y si lomiramos bien en este ltimo caso es una esttica ambiguamente proclamada.Expliqumonos.

    En su magistral anlisis de las revistas Helios, Alma Espaola, Renacimiento, InmaRodrguez Morante plantea al principio las buenas preguntas: De qu medios se valenpara educar al gusto esttico del pueblo? Fue el aristocratismo artstico compatible con lapopularizacin de la cultura? Aqu estamos en las ms altas esferas de la refinada cultura.Muestra Inma Morante que ese elitismo, proclamado lejos de la multitud, se da uncometido de regeneracin de la cultura (popular) por la esttica, ms notable en AlmaEspaola que en Helios y Renacimiento. Cualquiera sea su grado de sinceridad, es patente quelos redactores de dichas revistas van movidos por la necesidad (econmica) de conquistar aun pblico y/o por el cometido de contrarrestar los ideales del socialismo. Buena es sinduda la intencin de Azorn de sensibilizar a las masas a la belleza, pero cmo hacer creer,en aquellos tiempos de alta tasa de analfabetismo y de enfrentamientos clasistas, que puedeemprenderse la reforma social por la esttica. Por cierto que la idea de regeneracin del

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  • pueblo por la belleza que, en 1903-1907, proclamaban Juan Ramn, Azorn, MartnezSierra y otros, era muy distinta del ideal de Antonio Machado de redencin por la culturapara aumentar el nmero de los capaces de espiritualidad.

    Es que don Antonio (ausente en este libro) es uno de los representantes de la tica vetainstitucionista (neo-krausista) de regeneracin del pueblo por la cultura, que, desde lasegunda mitad del XIX recorre el siglo XX, como revelan varias contribuciones a la cualestendremos que volver, despus de examinar las tres dedicadas a la cultura popularmoderna, es decir a la actual cultura de masas, pues, dicha cultura es un producto,como otro cualquiera, de la sociedad de consumo.

    Ilustrativa es la contraposicin, llevada a cabo por Jos Domingo Dueas Lorente, de laoralidad tradicional y de la moderna oralidad que es la comunicacin audiovisual de masas,cuyos rasgos dominantes, fragmentacin y yuxtaposicin de los mensajes, desaparicin dela argumentacin, tendencia a la uniformizacin del receptor, abuso de los resortesemocionales, tienden a seducir al pblico (que ya no se llama pueblo). Y eso paraaumentar el ndice de audiencia (de ganancia) de una mquina cultural que funciona comouna empresa comercial y cuyo poder est en manos de los maestros acfalos de la red. Elmismo proceso instruye Maite Gobantes Bilbao por lo que hace a la prensa. Fragmen-tarismo, proliferacin de los discursos, hipertrofia de la sentimentalidad, etc., todo tiende ahacer confuso el mensaje y a anegar la reaccin crtica. Esta mquina de descerebracinque ya presenta Clarn por los aos ochenta del siglo XIX al ver cmo se ibamercantilizando el peridico, es ahora, en esa nuestra cultura de masas, en plenaactividad. Muy pertinente es pues la pregunta retrica de Maite Gobantes: Hay algotrascendente en el horizonte de tantas narraciones? Y ya que hemos vuelto a la poca deClarn, y para marcar brevemente lo que va de ayer a la actual cultura de masas, esoportuno citar el ejemplo que nos proporciona Marta Gin en su estudio de lastraducciones de textos francesas (de Pierre Loti, Edmond Rostand, Victor Hugo) en laconservadora Ilustracin Espaola y Americana. Es manifiesto el deseo de la revista de estar altanto de las novedades extranjeras y de aleccionar al pblico y, si bien la eleccin de lostextos por sus valores morales y sus cualidades estticas concuerden con el ideal religioso yel absoluto conservadurismo social de la Ilustracin, no puede negarse la finalidad tica deintegrarlos en la cultura del pas. Y bien se sabe que otros rganos de prensa ms liberaleshacen lo mismo, eligiendo textos ms progresistas, con la misma finalidad tica de abrirlos horizontes mentales del pueblo lector. ticos tiempos aquellos frente al frenesconsumista! Y no irrumpe la exclamacin para decir que cualquier tiempo pasado fueramejor

    As pues, es muy de alabar el intento de Luis Beltrn de echar las bases de una teora dela cultura popular moderna, o sea de la cultura popular de masas. Para acercarse a tancomplejsima cuestin, el autor acude a la autoridad de varios historiadores y ensayistas,como Josep Mara Fradera, Talcott Parson, Max Weber, Burke, McLuhan, Hanna Arendt,Sloterdijk y por lo que se refiere a marxismo a Hobsbawn, Thompson, Badiou, etc. Aspues, se barajan numerosas reflexiones en torno a la agona de la cultura populartradicional y a la correlativa cultura de masas, al proceso del elitismo y hasta al problemade la supervivencia de la humanidad (guerra nuclear, cambio climtico). Una serie de ideasque encandilan la reflexin, sin apurar la cuestin, como sugiere el autor, pues efecti-vamente, en nuestra desbrujulada posmodernidad, parece difcil pensar el todo. Tal vez,para poder pensar una parte del todo hubiera que analizar, entre otras cosas, el problema,aludido atrs, de la mercantilizacin de la cultura de masas o abrir el debate sobre si entiempos de democracia (no de populismo) la opinin pblica domina el mundo, o si, alcontrario

    Ms asegurado y firme es el camino tico de la regeneracin del pueblo por la culturaque en este libro se deja ver o entrever en las contribuciones dedicadas a Leopoldo Alas, aAntonio Vilanova, y hasta a Eugenio dOrs. En los tres casos, Carole Fillire, Blanca Ripoll

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  • y Marisa Sotelo, muestran que los escritores estudiados no transigen en la defensa y ladifusin de la alta cultura, la que ensancha las capacidades reflexivas y desde luego crticasdel ser humano, la que puede mejorar moralmente al hombre, hacerlo mejor, ms perfecto(se nota el principio fundamental de la filosofa krausista). La cultura es cuestin individual,pero aumentar el nmero de los capaces es, para ellos, la nica manera de tener, a largoplazo, a un pueblo adulto, meta lejana definida por Francisco Giner de los Ros, y a larealizacin de la cual se empean, ms o menos, todos los intelectuales relacionados decerca o de lejos con la Institucin Libre de Enseanza. Pero el trabajo de cada una de estasinvestigadoras, no se limita al estudio de este aspecto.

    Carole Fillire, maestra en anlisis textuales y estilsticos, explicita lo que Clarnentiende por popular, atendiendo al nivel idiomtico y estilstico y al proyectopedaggico. ste, el proyecto pedaggico, se nutre de una reflexin sobre el estilo natural ycastizo, para hacer obra popular, (las Lecturas, por ejemplo), pero sabe combinar losprstamos cultos y los populares. Juega Clarn, con esta ambivalencia entre un estilo deraces populares y sus ms altas aspiraciones estilsticas. Para Carole Fillire es el creadordel texto-voz (cuyo paradigma, no exclusivo, es el Palique), al combinar dos modalidadesdiscursivas, la oralidad y la textualidad. En cuanto a la integracin de voces populares,forma parte del proyecto mimtico del realismo, ofreciendo de este modo un estatutoliterario a todas las capas de la sociedad. Clarn es un escritor culto que se empea endifundir la cultura, pero sin rebajar el nivel de exigencias, para que el lector (el pueblo) sealce, se supere a s mismo. Hay que aadir, que desprecia a los folkloristas, eruditos deesos que tienen el prurito de resucitar cosas intiles.

    Con Eugenio dOrs, Marisa Sotelo nos site en las ms altas cumbres de la cultura delite y de la aristocracia de la conducta. Amigo de Giner de los Ros, da Xenius, tresconferencias en la Residencia de Estudiantes de Madrid (1914, 1915, 1919),minuciosamente analizadas por la profesora Sotelo y de las cuales slo pondremos de realceaqu la concepcin del intelectual como gua de las masas. De las tres conferencias dadas enla Residencia de Estudiantes, sometidas al mismo riguroso anlisis, nos limitaremos a ponerde relieve tres grandes ideas (resumidas en el ttulo de cada una), que conjugadas forman unideal de vida y pensamiento: Dilogo como mtodo de conocimiento y comunicacin,Aprendizaje y herosmo como definicin de una aristocracia de la conducta. La tercera,Grandeza y servidumbre de la inteligencia, est centrada en el sabio, el filsofo, el quetiene por cometido servir de gua a la colectividad (gran tema carlyliano) y defiende la altacultura frente a la barbarie de las masas proletarias. En conclusin, subraya Marisa, lacoherencia del pensamiento del escritor cataln, cuya alta filosofa se funda en la necesidadde formar hombres libres y cultos, una aristocracia intelectual, la que no se hereda sino quese conquista con el trabajo. Aadiremos que si este ideal enlaza con lo mejor delpensamiento institucionista, no asoma en l con gran vigor el altruista deseo de obrar portener a un pueblo adulto.

    Por su parte Blanca Ripoll, al estudiar dos finalidades de la crtica en la revista Destinodurante los aos del franquismo, la tradicional de Rafael Vzquez Zamora y la otra, abierta,de Antonio Vilanova, abre un captulo de historia cultural que podra relacionarse con el queBatrice Bottin dedica al TEU de Granada En Destino, Vilanova, segn Blanca, sigue, sinproclamarlo por supuesto, la misin krausista de educar al pueblo. Frente a la crticameramente divulgativa de Vzquez Zamora que se limita a encarecer lo de dentro y notodo (se alza contra el tremendismo, contra la novela social), conformndose con losimperativos del rgimen de los aos cincuenta, Vilanova introduce novedades de fuera, y daa conocer novedades de dentro (El Camino de Delibes). Es una manera de oponerse a lacerrada concepcin de la esencia espaola que rechaza cualquier influencia extranjera, es unaventanita abierta a los aires europeos y cosmopolitas.

    Un captulo de historia cultural durante los aos negros del franquismo, as podratambin titularse el trabajo de Batrice Bottin sobre la experiencia del Teatro Espaol

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  • Universitario (TEU) de Granada de 1952 a 1959. El animador del TEU de Granada, JosMartn Recuerda, se propone acercar la cultura al pueblo, montando espectculos teatralesitinerantes. Si la experiencia puede recordar la entusiasta y noble aventura cultural de laBarraca, la negra realidad del entorno no autoriza comparacin. El TEU, en efecto, estsubvencionado por el Sindicato Espaol Universitario, es decir, por el rgimen y funcionacon el beneplcito y la ayuda de la Iglesia que encuentra aqu una oportunidad para reforzarsu influencia. Es obvio que las obras (de Lope, Caldern, Cervantes, Esquilo) se eligen enfuncin de la ideologa dominante. Dentro de lo que cabe, y poco cabe, Batrice Bottinhace resaltar las cualidades de Martn Recuerda, genial en las escenificaciones y queaprovecha el xito de sus funciones, que permiten olvidar un poco la represin, paraintroducir discretos elementos que salen del marco impuesto.

    Otro captulo de historia cultural a la par que cuadro de costumbres nos ofreceBndicte de Buron-Brun en su estudio de las Crnicas de las tabernas de Francisco Umbral,publicadas en la Revista de la casa de Len, en 1962. Trece crnicas que describenminuciosamente las tabernas del Barrio hmedo (tascas, bares, bodegas, museos del vino,cantinas) y reconstruyen el ambiente de esos lugares de grata convivencia (parahombres), que han perdido las seculares mugres, por las cuales transita toda la ciudad yen las que se encuentran todos los oficios.

    Reflejos (atenuados) de relacin entre lo popular y lo culto en el siglo XX, nos ofrecenlas contribuciones de Christian Manso y de Jos Luis Calvo Carilla. El primero estudia elsustrato popular en el surrealismo de Azorn, sobre todo en la obra Superrealismo. Prenovela(1929), interesante y original por ser la escritura del deseo de escribir durante la gestacinque antecede la escritura y que se manifiesta por el flujo de palabras que irrumpen en elcerebro, una experiencia parecida al dictado de la conciencia de Breton y, aadiremos,que se acerca a la esttica de Joyce (Ulises). El superrealismo desvela as verdades soterradasen el fondo de la conciencia y de ese fondo suben palabras populares procedentes algunasdel campo de la agricultura, depositadas all, segn confesin de Azorn, por la iluminadoralectura, revelada en Biarritz, del libro de un autor escondido bajo un seudnimo, El buenSancho de Espaa, un verdadero thesaurus, escribe Christian Manso, un depsito de vocablosimprescindibles que permite descubrir el nombre de las cosas. Cuntas cosas -exclamaAzorn- que se nombran con rodeos y perfrasis tienen sus nombres propios, exactos,pintorescos!. Por su parte, Jos Luis Calvo Carilla nos ofrece un magistral, pertinente ypenetrante estudio del arte de Javier Maras que sabe atraer los recursos de la novelafolletinesca del siglo XIX para alzarlos a una esttica moderna. Dicho sea de paso, nadie seapunt en Jaca para hablar de la tan popular literatura folletinesca decimonnica que hacontaminado, en el buen sentido de la palabra, tanto la novela del gran realismo del XIX,como la novelstica de nuestro tiempo, la de Eduardo Mendoza, por ejemplo, la de JavierMaras y particularmente esta que analiza aqu Calvo Carilla, Los enamorados. Esta novela esun vademcum sentimental de la novela rosa que recuerda a Ayguals de Izco o Mara delPilar Sinus, en ella se idealiza a ciertos personajes, se abultan los rasgos morales. JavierMaras moviliza todos los resortes populares de la novela folletinesca que cautivan al lector,pero su arte es saber superarlos gracias a otros procedimientos, como la inestabilidad y laconjetura que hacen que la novela sea una aventura incierta y en constante va derealizacin, segn un principio de incertidumbre que es la base de una esttica del tanteo.Muy oportunamente, Calvo Carilla relaciona esta esttica con el concepto filosfico defuturizo (la posibilidad, lo inesperado) acuado por Julin Maras, el padre de Javier. Aspues, los cdigos narrativos de la novela popular de tipo folletinesco entran en un juegocreativo superior en la esfera de lo culto.

    En otro nivel, el en que se cuestiona las bases de la Nacin, se sita la contribucin deEsther Saldaa que, analizando dos novelas de Concha Espina, Cliz rojo (1923) y AltarMayor (1926), da paso a una visin humana de un tipo, el judo, de la tradicin literaria y,aadiremos, popular. Fuera del tpico tradicional y caricaturesco que sigue presente en

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  • ciertas representaciones literarias (en Pardo Bazn o en Baroja) de un tipo de usurocodicioso (inmortalizado, aadiremos, en el Shylock de El Mercader de Venecia deShakespeare), los dos judos protagonistas de las dos novelas de Concha Espina sonpersonajes, y personajes cultos que han viajado mucho y dominan varias lenguas, quetienen vida interior, como, aadiremos, la tiene el personaje de Daniel Morton de GloriaSeguimos con gusto a Esther Saldaa cuando se deja llevar por el encanto de las dosnovelasPara los dos judos protagonistas, Espaa es la madre lejana, simbolizada pordos mujeres admiradas (amadas), pero con la cual no pueden coincidir, pues se enfrentandos concepciones religiosas (como en Gloria). El judo no puede volver a la tierra de susantepasados, pero Concha Espina consigue rehabilitar su imagen. Un detalle (de enormealcance) merece ponerse de relieve: la premonitoria visin, en 1929, del antisemitismoalemn.

    En obras de Pereda y de Gertrudis Gmez de Avellanada encontramos retazos de loverdaderamente popular, pero alzado a la esfera de lo culto donde pueden salvarse yperdurar aunque recreados o reinventados. En su contribucin Pereda y el cuentopopular : el costumbrismo y la reinvencin de la tradicin oral, ttulo que merece citarseentero, Raquel Gutirrez Sebastin muestra cmo incorpora Pereda el cuento popular asus creaciones literarias, centrando su estudio en dos cuentos, El pastor en tierra degentiles (Tipos y paisajes) y El zonchero cubicioso (El sabor de la tierruca). En los dos casos,el cuento es contado por un cuentista inventado y colocado en medio de una reconstruidaescena costumbrista y salta a la vista la falsa impresin de tradicionalidad: se trata de unpastiche de diversos elementos de la tradicin. El anlisis de Raquel conduce, pues, a larefutacin del lugar comn de un Pereda etngrafo o folklorista: el deseo de creacinindividual se impone al mero intento de reproduccin. Sin embargo, el arte del novelistamontas y su buen conocimiento del lenguaje popular, permiten dar la impresin defidelidad a la tradicin oral. As es como se salva lo popular, alzado a la cumbre de laliteratura culta colonizado?, ennoblecido? Otro ejemplo de salvacin de lo popular, segnsimilar proceso, nos presenta Roco Charques Gmez al estudiar unos relatos de viaje deGertrudis Gmez de Avellaneda, en los cuales se recogen tradiciones populares queperviven en forma oral en las provincias vascas de ambos lados de los Pirineos. Estas cincotradiciones, minuciosamente analizadas por Roco (La bella Toda, Los doce jabales,La dama de Amboto, La ondina del lago azul, La flor del ngel), no son merasrecopilaciones, la culta viajera las integra en su relato, atendiendo a cmo se las cuenta lagua con quien dialoga, insertando sus impresiones, y afirmando su propio arte de contar loque se le ha contado (Pensamos en Las tradiciones peruanas de Ricardo Palma). RocoCharques, ensancha su lectura de estas tradiciones, aludiendo, para algunas, a misteriosasanalogas con narraciones procedentes de otras culturas populares de distintos tiempos yespacios (importante tema de estudio), o mostrando cmo han influido tal vez indirec-tamente en producciones cultas (valga como ejemplo la relacin temtica de La flor delngel con Los amantes de Teruel).

    Frente a esas captaciones de lo popular por la literatura culta (y el tema estampliamente abierto), los autores costumbristas del siglo XIX presentan una visin directa,a altura de calle, del vivir del pueblo, en sus diversiones y menesteres. Antes de asistir a losfunerales de Pepe Botella, antes de seguir las pocas misas y las muchas fiestas de las romerasde San Isidro o las multitudinarias diversiones callejeras, es de inters fijarnos en la visindirecta que una mirada francesa da del pueblo espaol.

    A Dolores Thion le debemos la presentacin de Madrid ou observation sur les mursespagnoles (1825), obra que se sita en la estela de los famosos cuadros de costumbres deVictor-Joseph tienne de Jouy ( a los que Dolores ha dedicado ya un artculo). El autor deMadrid es probablemente Mathieu Joseph Brisset, militar que, durante la campaa de losCien Mil Hijos de San Luis, observa al pueblo espaol en sus diversas manifestaciones,estudia sus tradiciones y transcribe sus impresiones, relata ancdotas, sintetiza lecturas. El

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  • punto de vista del soldado viajero es el de un monrquico conservador, para quien el tronoy el altar sintetizan la espaolidad y para quien el pueblo es depositario de la cultura de supatria. En esta perspectiva de propagandismo poltico y religioso se inscribe la serie decuadros de costumbres que componen el libro: corridas, danzas, romances, guitarra ycastauelas, teatro, fiestas religiosas, etc.

    Para saber cmo viva el pueblo de Madrid en el siglo XIX, basta darles las palabras alos dos grandes maestros en costumbrismo que son Mara de los ngeles Ayala y EnriqueRubio. Este ltimo nos da una imagen de la romera de San Isidro a lo largo de la historia,manejando con soltura una muy copiosa bibliografa que pasa revista a comedias y cuadrosde costumbres centrados en esta importante y multitudinaria manifestacin, desde Alonsode Villegas (1542), Hernn Prez (1600), Lope, hasta Frontaura al final del siglo XIX,pasando por los sainetes de Ramn de la Cruz y los numerosos artculos de costumbres (deEl Curioso parlante, Mesonero Romano, Ramn Valladares, Antonio Flores, Federico Moja,Ricardo y Enrique Seplveda y otros ), que, con el rpido desarrollo de la prensa, alzan laromera a su ms alta cumbre de popularidad. En esta lnea bibliogrfica, no olvida EnriqueRubio el acervo de coplas, aleluyas, cnticos, danzas dedicados al santo y a su mujer SantaMara de la Cabeza, y recopila y comenta algunas de las ms significativas de esas muestrasde fervor popular. Por supuesto, el autor describe la romera y la variopinta multitud quellena las calles y la Pradera, subrayando que a lo largo del siglo la fiesta se hace cada vezms profana y menos religiosa. Por si fuera poco, Enrique Rubio revela que la romeraaparece como teln de fondo en varias novelas (de Emilia Pardo Bazn principalmente).As pues, esta gran manifestacin popular es un referente no slo del costumbrismo, sinoun factor para el engarce de las costumbres madrileas con la novela del gran realismo desiglo XIX. Igualmente muy documentado es el estudio que Mara de los ngeles Ayaladedica a los espacios pblicos y a las diversiones callejeras recreados artsticamente por losescritores costumbristas. La romera, vinculada a fiestas patronales, es la principal mani-festacin popular en todos los contextos geogrficos y sobre este punto la autora presentauna bibliografa muy detallada de cuadros y de artculos, en los que se entrecruzan con lasdescripciones de costumbres elementos folklricos de gran inters. Como Enrique, Marade los ngeles, nota que, a lo largo del siglo, hay un incremento del nmero decelebraciones y que cobran un aspecto cada vez ms ldico. Toma el ejemplo de la SemanaSanta de Sevilla, que segn Eduardo Cortzar y Nicols Daz de Benjumea y otros, pasa defiesta religiosa a manifestacin mundana. Para cada aspecto de la vida de las calles, se dauna larga lista de artculos bien referenciados, algunos de los cuales se dedican a lastransformaciones urbansticas de Madrid y Barcelona. En breve, las contribuciones deMara de los ngeles Ayala y de Enrique Rubio son una aportacin singular al estudio de lavida popular en el siglo XIX y, por la abundancia de referencias bibliogrficas, unaaportacin abierta hacia otras posibles investigaciones sobre el modo de ser espaol enaquella poca.

    Y he aqu dos contribuciones de carcter etnogrfico. Muy distintas, pues una se centraen unas manifestaciones callejeras a principios del siglo XIX y la otra es la relacin de unaencuesta emprendida recientemente en torno a unas fiestas folklricas revitalizadas en unpueblo aragons.

    El punto de partida del estudio de Jos Manuel Pedrosa es un texto de un tal N.escribano de Madrid, publicado en dos peridicos, El Conciso de Cdiz (8 de julio de 1813y El Patriota de Soria (22 de julio de 1813) y que cuenta de una manera delirante unasespontneas diversiones populares que estallaron en Madrid a la cada del rey intruso, JosI, en julio de 1812. Es de notar que esos funerales grotescos de Pepe Botella, cuyo recuerdotuvo que seguir vivo en la memoria colectiva, se han salvado del olvido gracias al artculode N., que se presenta como un reportaje en primera persona y con la viveza de untestimonio costumbrista. Revela la vital reactividad del pueblo ante lo que percibe comouna agresin a sus valores colectivos y es un ejemplo que le permite a Jos Manuel Pedrosa

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  • ensanchar el campo y precisar varios aspectos de tales manifestaciones populares, que seestampan en epitafios burlescos, colgamientos y manteos. Unos de los entretenimientosfavoritos del pueblo espaol ha consistido tradicionalmente en confeccionar muecos,ponerles nombres de notables odiados y quemarlos a modo de aviso y exorcismo detiranos. Estas manifestaciones populares (y en este caso antifrancesas), eran como un ritualal cual se asociaba la Iglesia y que se sola escenificar en dos momentos, el de Carnaval y elde Pascuas de Resurreccin.

    A nuestro parecer, el gran inters del trabajo de Jos Mara Enguita Utrilla, adems delas interesantes aportaciones acerca del folklore aragons en torno a los dances, es el de serun ejemplar mtodo de investigacin etnogrfica. Por supuesto que nos interesa saber quelos dances vienen de antiguo, mantenidos por una larga tradicin oral y han llegado hastanosotros por medio de copias del siglo XVIII y del XIX, que se cantan en iglesias, calles yplazas Pero la investigacin en el terreno sobre el dance de Mainar, por su precisin entodos los campos, incluso el lingstico (fontico, gramatical, lxico), en el que se apuntangiros populares y aragonesismos, se nota la repugnancia por los esdrjulos y la tendencia aacentuar en paroxtonos, etc. es, repetimos, modlica. La ltima redaccin, en octoslabosasonantados, del dance de Mainar, a partir de una versin de 1909, se debe a FermnMuoz, secretario del Ayuntamiento. Es la revitalizacin de una fiesta tradicional popularque exalta los valores de la Iglesia y escenifica las confrontaciones blicas en defensa delcatolicismo (moros y cristianos, alabanzas al santo patrono, ngeles y demonios), en unlocalismo que se ensancha a la nacin y al catolicismo espaoles; lo cual puede abrir puertasa reflexiones y comentarios En otro plano, incita este trabajo a que se prosiga la inves-tigacin directa

    Y, para terminar, una inslita aspiracin del poeta Jos Zorrilla, puesta aqu comocolofn, pero por motivo tal vez meramente subjetivo. En 1882, en pleno auge delrealismo, el poeta Jos Zorrilla, ya consagrado como poeta nacional y popular, publica porentregas La Leyenda del Cid. Es un largo poema, compuesto a partir de elementos popularesde la antigua tradicin oral y concebido para ser declamado antes que ledo. El tancelebrado poeta, que, segn Borja Rodrguez, se manifiesta obsesivo explicador y desva-luador de s mismo, busca las caricias de los aplausos de un pblico entusiasmado. lmismo declara que la fuente de su obra reside en las narraciones orales y que la identificacincon lo popular hace desaparecer la individualidad del poeta (enfatizamos). El acierto de Borja eshaber iniciado su ponencia con un texto, como largo epgrafe, de Menndez Pelayo, en elque se define lo que era el verdadero poeta popular en tiempos de oralidad, y el haber en suestudio relacionado esas caractersticas del bardo antiguo con el deseo de Zorrilla de ser lavoz pblica de las glorias nacionales. El poeta como voz del pueblo, no en el sentidocombativo cara al futuro, como Miguel Hernndez o Blas de Otero, sino como intrpretede una conciencia nacional que hunde sus races en la tradicin popular.

    Con mi agradecimiento a Lola Thion, coordinadora del proyecto, y a los miembrosdel equipo.

    Yvan LissorguesUniversit de Toulouse le Mirail.

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  • I- Tradicin e interculturalidad.

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  • De los funerales grotescos de Pepe Botellasen Madrid y Cdiz (julio de 1812) y de otras efigies burladas1

    Jos Manuel PedrosaUniversidad de Alcal

    Los peridicos El Conciso de Cdiz del 8 de julio de 1813 y El patriota de Soria del 22 dejulio de 1813 publicaron una crnica (las dos versiones diferan solo en alguna menudenciaortogrfica) firmada por un tal N., escribano de Madrid, que haca esta descripcindelirante de las diversiones populares que haban estallado en Madrid a la cada del reyintruso, Jos I, justo un ao antes, en julio de 1812:

    Extracto de una carta fecha en Madrid el 28 de Junio.

    La accin del 21 nos ha vuelto locos de contento: tanta es la alegra de este puebloSupe que principiaba la iluminacin, y fui a verla. Grande fue la complacencia al observar quehasta las callejuelas y guardillas estaban como en la proclamacin de Fernando en 1808. Laalegra de las gentes correspondi la iluminacin, y la segunda excedi en todo, si puedeser, a la primera.

    Pero en la que se hicieron excesos de locura, fue en la tercera noche de iluminacin (puesaqu no nos hemos contentado con una ni dos) ya en bayles, ya en caprichos.

    Presenci uno de los ms raros. Acompaado de nuestro amigo N., bax al Avapies lasdiez de la noche, y vimos que a lo ltimo de la calle suba mucha gente con hachones.Deseosos de saber el motivo de este acompaamiento, nos hallamos con quatro ciegos quellevaban en unas andas a un hombre de paja, llamado El rey Pepe Botella, el cual acababa demorir, e iban a enterrarle. Al punto compramos hachones y pedimos permiso para que lacompaa nos admitiese, y se dign permitirlo.

    Mi compaero que llevaba sable se puso a la cabeza del entierro sable en mano. A pocospasos nos hallamos con una compaa de tambores, pfanos y muchachos con gorras,mostachones, sus palos al hombro, como fusiles, etc. Me pareci que esta gente autorizaranuestro entierro, y me adelant a parlamentar, y suplicrselo al gefe de la partida, el queconsinti muy gustoso.

    Salimos todos de la calle de la Merced. De trecho en trecho y no muy distante, hacan lascaxas seal de parada: se encargaba silencio, y uno de los ciegos, elocuente por naturaleza ydotado de un pulmn de suela, echaba un responso, reducido a referir las infamias de Pepillo y

    1 Este artculo se publica dentro del marco de la realizacin del proyecto de I+D del Ministerio de Cienciae Innovacin titulado Historia de la mtrica medieval castellana (FFI2009-09300), dirigido por el profesor Fer-nando Gmez Redondo, y del proyecto Creacin y desarrollo de una plataforma multimedia para la investigacin enCervantes y su poca (FFI2009-11483), dirigido por el profesor Carlos Alvar. Tambin como actividad delGrupo de Investigacin Seminario de Filologa Medieval y Renacentista de la Universidad de Alcal (CCG06-UAH/HUM-0680) y del Grupo de Investigacin GIECO (Grupo de Investigacin en Ecocrtica) delInstituto Franklin de la Universidad de Alcal. Agradezco su ayuda a Fernando Gmez Redondo.

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  • las de los afrancesados, sin olvidar las de Bonaparte; y como siempre conclua por desearlesmal, toda la quadrilla responda muy de corazn: Amen, muera!, segn corresponda.

    Cost mucho trabajo pasar por las calles de Barrio-nuevo, Carretas, y de la Montera, pesar de que la tropa de Manolos y Manolas iba delante con hachones apartando con muchomodo el gento. Llegamos a la casa donde est el clebre Empecinado.

    All era el or al ciego de los responsos. Muchas de sus gracias se perdan por la bulla y laalgazara. Preguntle dnde quera que se enterrase aquel difunto, y respondi elEmpecinado: que en el barranco. Les dio a los ciegos una buena gratificacin y los despidi.

    En virtud de esta orden volvi el entierro por las calles de la Montera, de las Carretas,Atocha, plazuela de Antn Martn y por la calle del Ave-Mara llegamos al barranco ya connuevos hachones: se iluminaron ambos costados: se repitieron los responsos: se quem lafigura de Botellas, y las cenizas y algunos fragmentos cayeron en la inmundicia, a la una de lanoche. El ciego N. se empe en dexar all puesto el siguiente epitafio:

    AQU YACE EL REY PEPINO,DETN EL PASO, MORTAL,

    NO PISES A ESE ANIMALQUE PUEDES AHOGARTE EN VINO.

    El alcalde de barrio N. me pidi con mucha formalidad que le diese testimonio de todo.Me cay muy en gracia su aprensin, y ms quando aadi con la misma seriedad quepensaba remitirlo al gobierno. Yo estaba tan loco como l, mas no por eso acced a sus seriasy formales demandas. En fin: cansadsimo y ronqusimo, por las muchas voces que di entoda la carrera, llegu a mi casa a las dos de la madrugada, habiendo encontrado en muchascalles bailes de guitarra y de pandero, Manolos y Manolas que fuera de s de gozo y alegra,celebraban las glorias del lord Wellington, y el valor de las tropas aliadas.

    Muchos ciegos llevaban hachones, y aunque iban agarrados de mugeres, era precisoapartarse bien de ellos, pues al gritar amn al final de los responsos daban tales tizonadas a unlado y a otro que tena uno que estar bien lejos por evitar, sino el palo, lo menos el hachndel ciego.

    Este hecho podr ser solo un juego, y decirse de l: Soaba el ciego que vea, etc. Pero a lomenos manifiesta lo que es y ser siempre este pueblo. (El Conciso de Cdiz, 8-7-1813: 4-6 yEl patriota de Soria, 22-7-1813: 1-3).

    El texto que acabamos de reproducir es una joya notabilsima de la literatura etnogrficay de la documentacin histrica espaola de cualquier poca y lugar. Estructurado a modode reportaje escrito en primera persona por quien se dice testigo y partcipe de los hechos,tiene la vitalidad y la emocin de la vivencia personal, la lucidez del mejor testimoniocostumbrista y social y la ductilidad de la literatura de buena ley. Escrito sobre retazos deescenas superpuestas, con luces que pasan del fulgor al tenebrismo, sera digno del Goyams socarronamente carnavalesco, el del espectral Entierro de la sardina por las calles deMadrid, por ejemplo, si no fuese porque el genio aragons haba congeniado relativamentecon el rey intruso, y se haba avenido incluso a retratarlo, lo que sugiere que no se sentiradel todo cmodo dentro de aquel jolgorio violentamente antijosefino.

    La descripcin que nos traslada esta crnica de los ciegos de Madrid, de su organizacininterna, de sus artes verbales desbordantes, hubieran hecho las delicias, en cambio, deRabelais y de Bajtin. Un texto, en fin, que transmite al lector la impresin de que esarrastrado l tambin por las calles de aquel delirante Madrid, que destila sinceridad ynervio, sorprendentemente moderno, de calidad documental como se conocen muy pocosen esa poca y en otras.

    La crnica que hemos conocido a partir de la versin que fue publicada en dosperidicos de provincias de 1813 debi de ver la luz tambin en otras publicaciones y

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  • alcanz seguramente cierta notoriedad en la poca (Freire Lpez, 1993, n 77)2. Laacotacin con que se abre, extracto de una carta fecha en Madrid el 28 de Junio, generadudas y expectativas: puede que fuese simple resumen de alguna crnica mayor y an msilustrativa, que acaso circulara tambin en soportes deleznables que por desgracia nohemos conservado.

    Todava dos aos despus, en la Atalaya de La Mancha en Madrid del 27 de marzo de1815, poda leerse una carta dirigida al Seor Editor, firmada por un tal Josef JoaqunGonzlez de la Cruz, quien escriba desde el Burgo de Osma y Diciembre 31 de 1814 yagradeca que el peridico hubiese publicado en nmeros anteriores ciertos poemasburlescos contra Jos I y encomisticos de Fernando VII compuestos por ingenios de otroslugares de Espaa:

    nos hubiramos ido la sepultura acaso sin leer la bonita dcima que vd. ha insertado deFregenal de la Sierra para ilustrar la honrosa memoria de D. Josef Nabo primero, el mayornabo de quantos han producido los nabares de Galicia3. Tampoco hubiramos tenido noticiadel brillante quarteto que puso D. Isidoro Balgaon en la proclamacin del Rey Fernando,inserto todo en el nmero 247. (La Mancha en Madrid, 27-3-1815: 1-3).

    Aquella misma crnica continuaba de un modo que nos interesa mucho, porque sugiereque la vivsima evocacin del funeral burlesco de Jos I que haba sido descrita por N.,escribano de Madrid tres aos antes segua viva en la memoria colectiva:

    Los autores de estas poesas hubieran tambin ignorado la que se puso en el epitafio deJosef Botellas en el Peridico que se titul el Patriota de Soria, lunes 2 de Agosto de 18134,quando todava andaban los francesones por Espaa. Y porque los de Fregenal y Burgossepan que hay aqu un enemigo como ellos implacable de franceses, afrancesados y liberales,inserto vd. la glosa que hice dicho epitafio, que se concibe en estos trminos.

    Glosa al epitafio de Josef Botellas.

    REDONDILLA.

    Aqu yace el Rey Pepino,deten el paso, mortal,no pi[ses] a este animal,que puedes ahogarte en vino.

    QUINTILLAS.

    Ah, reynado peregrino...!Lanzado de sus vasallos,qual otro Sancho mohino,lleno de vaca y de callos,aqu yace el Rey Pepino.

    FERNANDO! ya tu rivalse pudre en la losa fra;

    2 Ana Freire remite a DGS, 12-7-1813: 1204 (vol. 215). Aparece tambin en D[iario] R[edactor de]S[evilla] el mismo da (vol. 218), diciendo que toma esos versos de El Conciso.

    3 El de Josef Nabo fue otro de los motes despectivos que dio el pueblo espaol a Jos I. Lo corrobora,por ejemplo, una invectiva constitucionalista que public La Atalaya de La Mancha, en Madrid, el 24-2-1815:129, dirigida a los fieles vasallos de Josef Nabo primero, los hijos espurios de Fernando.

    4 La fecha correcta hubiera debido ser la del 22-7-1813.

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  • pues que su vida brutalnos dio tan buena: alegra,deten el paso mortal.

    Si Madrid no es desleal,y atrs no vuelve sus pies,diga con acento igual:Manolo del Ava pies...!no pises este animal.

    El ateista mas fino,mas ladronazo que Caco,muri... Si as nos convino,no te acerques al Dios Baco,que puedes ahogarte en vino.

    Haga vd., Seor Editor, que el epitafio glosado de este hombron filsofo no quedereducido los estrechos lmites de las sierras del Burgo de Osma y de Soria... Pase Fregenal, Burgos, toda la Pennsula y Europa, que lo merece tan insigne difunto.

    Mas que sus amigotes lloren moco tendido... Ratifique vd. los que le han aborrecido laimplacabilidad con franceses, afrancesados y liberales: implacabilidad eterna que (sin pecar)les asegura hasta el postrer suspiro su invencible subscritor Q. S. M. B. (La Mancha en Madrid,27-3-1815: 1-3).

    La perduracin de la memoria comn del carnaval que se haba montado en Madrid acosta de la expulsin de Pepe Botellas, y la produccin, reproduccin, intercambio y glosacruzada de versos satricos que debi propiciar encuentran en los escritos que acabamos deconocer reflejos fidedignos, pero sin duda muy plidos e incompletos, de los que debieronlatir en la poca.

    Tampoco fueron las burlas de Madrid las nicas que se hicieron para celebrar ladefenestracin de Jos Bonaparte. Debi de haber muchos ms en muchas ciudades ypueblos, porque uno de los entretenimientos favoritos del pueblo espaol ha consistidotradicionalmente, segn vamos a ir viendo, en confeccionar muecos, ponerles nombres denotables odiados, vejarlos en efigie y quemarlos a modo de aviso y exorcismo de tiranos ymalandrines.

    En Cdiz, ciudad emblemtica de la resistencia antifrancesa, se celebr tambin uncarnaval notorio, con un mueco josefino zarandeado, colgado y vilipendiado, mscanciones alusivas y todo tipo de burlas y alegras adlteres. Posiblemente msmultitudinario, organizado y consistente que el de Madrid, que da la impresin, a travs dela crnica que de l qued, de que fue relativamente improvisado. Aunque no sabemoshasta qu punto, porque hablaba el cronista madrileo de que en la que se hicieronexcesos de locura, fue en la tercera noche de iluminacin (pues aqu no nos hemoscontentado con una ni dos). Indicio de que los festejos madrileos se extendieron durantevarios das, igual que los que se celebraron en Cdiz, lo cual requerira alguna mnimaplanificacin.

    La crnica periodstica publicada en El Conciso de Cdiz el 14 de agosto de 1812 es otrodocumento de calidad etnogrfica fabulosa, mejor ordenado y con informacin mssistemtica que la del madrileo, aunque carezca acaso de su fluidez y espontaneidad. Porcierto, que el mismo peridico, en su edicin del 15 de marzo de 1812 haba avanzado ya loque en las semanas prximas iba a suceder: el Rey Pepino tiene prepralas sus alforjas, ycarros cubiertos para marchar en caso de apuro:

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  • El inmenso gento, el Jubilo, de que estaban todos posedos, la multitud de tiendas, eltotal de la iluminacin, el cntico de himnos patriticos, las msicas militares, y hasta latemperatura de la atmsfera, todo convidaba al regocijo.

    Llen los deseos de los concurrentes el rbol de fuego, que se execut con todo primor:el artista tuvo el capricho de poner en el remate un maniqu con uniforme, placas yberenjenas al pecho; y la gente se empe en que era la figura de Pepe; pareca fundada estaopinin, si se atiende lo que la tal pantommica figura tenia en la mano, pues, representabalas insignias: reales de la nueva dinasta intruso-reynante-ambulante-escapante, es decir, unabotella, que se empearon en llamar cetro del rey de los renegados; se corrobora estasospecha al ver que en una de las coplillas que se cantaron (vase la copla 4) se hacemencin de esta idea; y semejante autoridad no dexa de er respetable; da mas peso a estaopinin el observar que a pesar del vivo fuego a que el tal maniqu estuvo expuesto, jamssolt de la mano su botelli-cetro. Llev el artista su capricho hasta presentar a nuestrafigurilla con grillos y cadenas; es muy laudable la buena intencin, y en esto no hizo mas queindicar los vivos deseos de todos los buenos espaoles (vease copla 5).

    Continuo la diversin y el bayle popular en la misma plaza hasta la madrugada del 13,variando las msicas, multitud de marchas &c., entonando la compaa de comicosdiferentes himnos patrioticos y otras canciones; entre estas fueron improvisadas (por uncmico) y cantadas las siguientes:

    Con las bombas que envael farsante Soulthacen las gaditanastoquillas de tul.

    Quando Pepe Botellasest borrachodice a los espaolesestar gabacho.

    Quando vino a Chiclanael farsante Soultpara el botn de Cadiztrajo un bal.

    El gran Pepe Botellaspuesto en el rbolha bailado esta nocheun buen fandango.

    Aunque Pepe en el rbolsea tontera,ac lo sentimosno sea de veras.

    El gran Soult y Botellasen Almeravan a poner tiendade aloxera.

    El gran Pepe Botelladice a los suyosvmonos a la Francia,que esto estar duro.

    Al dar un chusco a Pepemil vueltas dando

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  • dixo: desde ahora seaPepe VOLADO.

    No es posible dar una idea de la rechifla, befa y mofa que el pblico mostraba en sualgazara cada una de estas coplillas, y el deseo que manifestaba de or mas y mas por esteestilo. La Sra. Illot sabe dar con el semblante y ademan tal fuerza y expresin este gnerode canciones, que los expectadores no pueden menos de acompaarla en la publicademostracion del desprecio y odio que merece la canalla gabacha y el autmata que llamanREY [las letras aparecen boca a bajo en la crnica]. Mucho menos es para pintarse el gozo,vivas y aplausos hasta con pauelos y sombreros enarbolados, que por mucho tiempo,continuaron a oir la siguiente:

    Que vivan los Ingleses!Viva FERNANDO!Que viva el Lord WELLINGTONPor muchos aos.

    Hasta las 4 de la maana dur esta diversin, a la qual queda el pueblo arregostado, y espera enestas prximas noches otras veladas y una feria patritica para dar desahogo a su jubilo por lostriunfos de las armas aliadas. (El Conciso de Cdiz, 14-8-1812: 5-6, 15-3-1812: 3).

    En Cdiz lleg hasta a proponerse, entre otras cosas, que un mueco que representase aSoult, el odiadsimo general francs que dirigi el cerco de la ciudad, quedase expuesto,para mofa general, sobre el mortero francs que haba estado machacando cruelmente a lossitiados, y en algn lugar bien emblemtico:

    Artculo comunicado.

    Sr. Red.: Propongo que sea conducido Cdiz el mayor de los morteros con que elinfame Soult insultaba este pueblo magnnimo colocndose en la plaza de S.

    Antonio, otro sitio sealado, para servir de monumento eterno nuestra gloria, y deoprobio al nombre francs; que sobre l se coloque, cual Baco sobre la cuba, la estatua deaquel gefe de asesinos; que cada ao se destine un dia para recuerdo de la vil conducta de losfranceses contra un pueblo donde tan dulce acogida hallaron cuando se fingan amigos:finalmente que en este dia aniversario haga un regidor al pie del mortero un enrgicodiscurso, en el que recuerde tanta infamia y exhorte no olvidarla, cantndose luego golpede tamboriles y chirimas algunas letrillas de escarnio al ridculo duque de Dalmacia, al corsoemperador y al rey Botellas, dndose fin a la fiesta con un baile de mscara para burla de tanridiculos personas = J. M. (Redactor General del 26-8-1812, reproducido en El Conciso del 27-8-1812 :8).

    Los festejos gaditanos combinaron, en fin, lo formal y lo informal, la celebracin de lasautoridades y la del pueblo:

    La retirada del francs se celebra igualmente con funciones religiosas. En la iglesia delCarmen se cant un Te Deum al que asisti el pleno de las Cortes, tras una votacin pblicaque as se decide. Tambin la Regencia asiste al acto. En el campo del Baln el pueblo festejael triunfo. All, entre chanzas y burlas, se cantaban las coplillas alusivas que ya corran deboca en boca. (Sols-Maran, 2000: 242).

    Llama la atencin la frase que, dentro de la vivsima crnica gaditana, propona quesobre el gran mortero arrebatado a los franceses se colocase, cual Baco sobre la cuba, laestatua de aquel gefe de asesinos, Soult. Parecera como si, para los espaoles, todos loscapitostes franceses fuesen unos perdidos borrachos. Cualidad que trasluca desde luego el

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  • mote de Pepe Botellas que se dio al rey francs y coplillas como aquella que evocabaMesonero Romanos,

    Ya se fue por las Ventasel Rey Pepinocon un par de botellaspara el camino,

    quien no tuvo ms remedio que aclarar que lo de la embriaguez es absolutamentevoluntario, pues sabido es que no probaba el vino. (Mesonero Romanos, 1994: 135).

    Las dos crnicas de las vejaciones que se hicieron a la efigie de Pepe Botellas en Madridy en Cdiz ofrecen tal amalgama de detalles etnogrficos, socioculturales y literarios que sudesmenuzamiento precisara un gran derroche de pginas. La obligacin, en esta ocasin,de ser muy sintticos, nos fuerza a ser selectivos en las comparaciones y a ir por partes.

    Dirijamos primero nuestra atencin hacia el epitafio burlesco (aqu yace el rey Pepino,detn el paso, mortal) que N., escribano de Madrid escuch cantar a un ciego ms queocurrente en 1812, y que dos aos despus glos en quintillas un poeta aficionado soriano.Ejemplo muy afortunado de un gnero pardico que conoci intenso cultivo en aquellapoca, aunque puede que su edad de oro autntica se situase en el Renacimiento y elBarroco, en los que tuvo expresiones como esta:

    Entre los epitafios que han sido hechos por hombres que murieron de muerte cruel odesastrada, me acuerdo de uno que yo vi en Zamora, el cual no es menos ridculo que cruel, yextraa fue la muerte del hombre por quien se compuso. La historia es sta: en la ciudad deZamora, que es una de las ms antiguas de Espaa, hubo un hombre llamado Beltrn deFuente-Frida, el cual por su ventura mientras fue casado fue cornudo por sus pecados; ypasando su vida con paciencia, como Dios lo manda, tras ese mal le sucedi otro mayor, y esque el da de Santiago, Patrn de Espaa, como corriesen los toros en Zamora, este Beltrnsali al corro bravo y borrufero, y queriendo hacer el valiente como los otros, su desventuraquiso que un furioso toro le alcanz y le hinc los cuernos por las espaldas, y all le mat. Asel cuitado dio el alma a Dios con cuernos detrs y cuernos delante. Oh qu desventura! Fuedespus enterrado en una pequea iglesia que est fuera de los muros a la orilla del Duero,entre unas peas, en la cual yo hall su epitafio que es ste:

    Aqu yace Beltrn de Fuente-Frida;cornudo fue en la vida por su suerte;otros cuernos despus le dieron muerte;lector, guarte de cuentos por tu vida5. (Rodrguez Cacho, 1996: 435-446).

    Volviendo a los inicios de nuestro siglo XIX, circularon epitafios burlescos no solocontra Jos I, sino tambin contra su hermano Napolen, calcados sobre moldesformulsticos (aqu yace el) muy convencionales. El siguiente reportaje, con su epitafioinserto, fue publicado en la Atalaya de La Mancha en Madrid el 10 de mayo de 1814:

    Ancdota que puede servir de exemplo los Liberales para dexarse de vagatelas yproyectos y destinarse gozar de la vida sosegada y regalona de los mamantes y pancistas.

    La voz que corri estos dias de haberse fugado Napolen Turqua, carece defundamento segn un prisionero civil que viene de Francia. Y se tiene por mas cierto que hadesistido del retiro la isla de Elba, y que en su lugar pide con ansia una de las Abadas de

    5 Este epitafio burlesco fue anotado en la Silva curiosa de Julin de Medrano (o Julio iguez de Medrano),que fue publicada en Pars en 1583 y 1608. (Rodrguez Cacho, 1996: 435-446, 435).

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  • Monges, que antes haba, para acabar sus dias entre ellos. Si as fuese, el autor de la ingeniosay apreciable obra del Napolen, o verdadero D. Quixote de la Europa, no andaba muy distante depresagiar el paradero de tan grande hroe, quando le aconsejaba que se metiese en unMonasterio de la Trapa, y que sobre su sepulcro se pusiese el siguiente epitafio:

    Aqu yace el Corso fuerte,que tanto extremo llegde grandeza, que se advierteque la muerte no triunfde su vida con su muerte.Tuvo todo el mundo en poco.fu el espantajo y el cocode Frayles, maravilla,que se entr Monge en la Trapa,y muri con su capilla. (La Atalaya de La Mancha, Madrid, 10-5-1814: 318).

    El burlesco epitafio a Napolen contrahecho del que el bachiller Sansn Carrascoescribi, segn el captulo II: LXXIV de la obra maestra cervantina, para la tumba de donQuijote (yace aqu el hidalgo fuerte), es heredero de una tradicin antiqusima deepitafios serios y cmicos que no podemos ahora desentraar, y precursor al mismo tiempode otros como el que Augusto Monterroso puso en el frontispicio de su novela Lo dems essilencio (1978): Aqu yace Eduardo Torres, / quien a lo largo de su vida / lleg, vio y fuesiempre vencido / tanto por los elementos / como por las naves enemigas (Monterroso,1991: 9). Es paralelo tambin, muy afortunado, de muchos que circularon en la atribuladapoca de Jos I y de Fernando VII, en la que tuvieron mayor o menor fortuna, segn hadetallado Ana Mara Freire Lpez, un Epitafio a los experidicos de los republicanos, un Epitafiodel sepulcro de Nern, que podr servir para la tumba de Napolen Bonaparte, un Epitafio para elsepulcro de los liberales, un Epitafio que se debe a los sediciosos liberales en el panten del olvido, unEpitafio al Emperador de los franceses, un Soneto Epitfico a la Inquisicin

    Uno de los que ms se reprodujo fue el que se hizo a Dupont despus que perdi labatalla de Bailn el 19 de julio de 1808. La victoria de las tropas del general Castaosestimul a los espaoles, y especialmente a los andaluces, que repetan:

    Aqu yace el grande Dupont,grande cuando Dios quera,que muri de un bofetnque le dio la Andaluca6.(Freire Lpez, 2008: 102-103).

    6 El epitafio, con extensa explicacin introductoria, fue publicado en La Esperanza del 26 de noviembre de1846, en una carta que firmaba Y. E. y que deca, entre otras cosas: pongo a continuacin una de lasproducciones poticas que ms aviv el entusiasmo de todos, como tambin el epitafio la rendicin delgeneral Dupont con su ejrcito en Bailn; ambas cosas corroborarn las actuales ideas de Vds. Entonces ellashacian de cada hombre un hroe; y aun los soldados mas bisoos se portaron como tales en aquella gloriosaaccin. Yo as lo esperiment, pues contribu ella como capitn que era de la 4 compaa, del 3 batalln delregimiento infantera de las cuatro Ordenes Militares, uno de los que mejor se portaron en la batalla;correspondiendo a la 2 divisin que mandaba el general Cupini en el ejrcito de Andaluca. (La Esperanza26-11-1846:3). La dcima que acompaaba en aquella carta al epitafio de Dupont era esta:

    La castellana arroganciasiempre ha tenido por puntono olvidar lo de Sagunto,recordar lo de Numancia,franceses, idos Francia:dejadnos con nuestra ley;

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  • En fin, que la moda de los epitafios burlescos sigui bien vigente durante todo aquelsiglo, segn ilustra, por ejemplo, el que public La poca el 19 de Abril de 1897:

    Aqu yace un generalque hizo ms el mal que el bien.El bien que hizo lo hizo mal,el mal que hizo lo hizo bien. (La poca, 19-4-1897: 4).

    Dejmonos ahora de epitafios y centrmonos en otras de las claves de los festejosantijosefinos que estamos conociendo, que son los colgamientos y manteos de muecos ypeleles carnavalescos (el gran Pepe Botellas / puesto en el rbol / ha bailado esta noche /un buen fandango, cantaba la turba gaditana) y sus funerales, responsos y quemas: sequem la figura de Botellas, y las cenizas y algunos fragmentos cayeron en la inmundicia,recordemos que informaba la crnica madrilea.

    Ritual, el de la vejacin y destruccin de monigotes, que se ha escenificado, en Espaa yen toda la geografa tradicional hispnica, en dos momentos del ao tradicionalmentelgidos: el del carnaval, como ejemplifica la del emblemtico holocausto del Peropalo deVillanueva de la Vera en Cceres (Pedrosa, 1996: 5-27); y el de la Pascua de resurreccin,como la del no menos emblemtico Judas que sigue siendo quemado en lugares de todaEspaa, Portugal e Hispanoamrica el sbado o el domingo de cada Pascua.

    Existe, sobre estas tradiciones burlescas, una bibliografa copiossima, encabezada por lade don Julio Caro Baroja sobre los peleles, los agravios de Carnaval, el triunfo, muertey entierro del Carnaval, la Cuaresma y su quema, la destruccin del Judas7 (CaroBaroja, 1992) y hasta los peleles de mayo, que tambin los ha habido. (Caro Baroja, 1983:44-52). Y reminiscencias en nuestra literatura, como la de la derrota de don Carnal en elLibro de buen amor y el manteo de Sancho en el Quijote, que han sido mil veces estudiados ynos eximen ahora de dar demasiadas precisiones al respecto.

    Daremos solo las justas, y sacadas adems de crnicas muy marginales y que se lepasaron por alto a don Julio. Atendamos, por ejemplo, a esta que fue publicada en ElClamor Pblico del 18 de marzo de 1858, acerca de un rito, el de la quema de la Cuaresma,del que Caro Baroja desentra otros pormenores y antigedades, y que en el Madrid demediados del siglo XIX persista ya solo como recuerdo:

    Variedades. Crnica de la capital.

    Partir la vieja. He aqu el origen de esta frase aplicada la Cuaresma. Antiguamente existaen las familias, y sobre todo entre los nios, la costumbre de hacer, el martes de Carnaval elmircoles de Ceniza, una vieja de trapo, de papel y hasta de dulces, con siete piernas,representando las siete semanas de la cuaresma, las cuales piernas se cortaban segn cada unade las semanas trascurra; y al llegar a mediar aquella se divida la figura de alto a bajo en dospartes iguales, celebrndose tan fausto suceso con alguna broma.

    Despus, l sbado Santo el domingo de Resurreccin, el feo mueco se reduca cenizas si era de papel de trapo, se coma alegremente si era de materia masticable. (ElClamor Pblico, 18-3-1858: 3).

    El Judas fue quemado tambin tradicionalmente en Madrid y en pueblos de su entorno(yo mismo lo he visto colgar y quemar en Nuevo Baztn), pero puede que no haya mejor ni

    que en tocando Dios y al rey, nuestra Patria y hogares,todos somos militares,y formamos una grey.(Freire Lpez, 2008: 102-103)7 Son ttulos de captulos y epgrafes del libro Julio Caro Baroja.

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  • ms aparatosa descripcin de cmo se desarrollaba el ritual en el siglo XIX que esta,burgalesa, que fue publicada en La poca del 6 de abril de 1850:

    Nos escriben de Burgos que este ao, como todos, se ha celebrado la funcin delprendimiento de Judas, farsa ridicula que la civilizacin no ha alcanzado desterrar, y nos hacende ella la descripcin siguiente:

    El Sbado Santo, las once de la maana, las campanas de todas las iglesias anuncian consus mltiples sones la resurreccin del divino Redentor. Cuatro seis tambores al mismotiempo recorren las calles llamando los enemigos de Judas para salir en su persecucin.

    El rubio discpulo de Jess ya hace algunas horas que ha tenido la precaucin de salirsefurtivamente de la ciudad, y se encuentra media legua de ella conversando muytranquilamente con su ejrcito.

    El contrario, que se compone de una especie de cosacos, sale en su persecucin, seencuentran y se da la batalla. Judas y sus proslitos caen en poder de los cosacos y hacen suentrada triunfal en la ciudad con sus prisioneros.

    El domingo, da primero de Pascua, Judas es sacado la pblica vergenza y azotado porlas calles.

    Las salvas de los que le custodian, y la muchedumbre que les sigue, denotan bien el jbilocon que celebran este acto. En esta ocupacin se pasa todo el da, y el lunes, segundo dePascua, levantan un tablado donde se coloca el tribunal que ha de sentenciarlo. Al lado deltablado se eleva tambin un plpito, que sirve para

    que un hombre vestido de domin negro dirija sus oyentes una peroracin llena deespresiones asquerosas y sucias. Una larga bola llena de vino es la compaera inseparable delorador, y en los pasos ms solemnes, tales como en el de el Ave-Mara, se le ve estraerrepetidas veces el alegre licor.

    Comienza despus el tribunal ejercer sus funciones. El fiscal acusa al reo. El defensoraboga por Judas con un calor digno de mejor causa; y entre los dos contrincantes se cruzanespresiones que ponen en ridculo a los tribunales de justicia. Por fin Judas es sentenciado alfuego, y sin mas apelacin, aplican una mecha a un mueco de plvora, que ardeinstantneamente en medio de la algazara general. (La poca, 6-4-1850: 4).

    Los monigotes de Jos I paseados, zarandeados, colgados, sometidos a responsosburlescos, quemados en el Madrid y en el Cdiz de 1812 se acogan, pues, a unos guionesrituales muy tradicionales y acuados. Y con modelos y paralelos muy persistentes en lasprcticas festivas del pueblo (del madrileo y de muchos otros), segn estamoscomprobando.

    En realidad, las races del ritual de quemar la efigie o mueco de un personaje odiadopor la comunidad se halla muy arraigada en innumerables lugares y culturas, y seentremezcl desde sus orgenes con viejos ritos de fecundidad y propiciacin agrarias. Dehecho, la quema y esparcimiento por la tierra de las cenizas de monigotes en las fechas definalizacin del invierno que marcan el carnaval y la Pascua son costumbres claramenteimpregnadas de esa dimensin. Los griegos tenan la costumbre de ahorcar, columpiar,quemar monigotes en el marco de cultos agrarios relacionados con las diosas Fedra,Artemisa, Helena, Ergone y Carila. Recordemos, muy a vuelapluma, lo que a propsito dela ltima resumi Pierre Grimal:

    Carila se present a la puerta de la morada del rey a pedir la limosna de un poco de trigo;pero el rey, en vez de darle lo que peda, la rechaz brutalmente, de un puntapi en el rostro.Carila, desesperada, se ahorc, y entonces la sequa se intensific...

    Una mueca a la que se haba dado el nombre de Carila, y cuyo cuello se haba rodeado conun lazo de junco, era enterrada procesionalmente en una tumba escavada en la montaa.(Grimal, 1997).

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  • Frazer, quien escribi muchas pginas acerca de las burlas, ahorcamientos y entierrosfestivos de monigotes, recordaba prcticas mixtas, de significado mitad agrario y mitadpoltico, como aquella tradicional en la catlica Austria,

    en la parte baja del valle de Inn, [donde] llevan en un carro una efigie zarrapastrosa por todo elpueblo el da del solsticio y despus la queman. Le llaman el Lotter, palabra que es una corrupcinde Lutero. (Frazer, 1981: 703).

    Pero no pocas veces el componente violento, vejatorio, burlesco, se impuso sobre lamitologa agraria subyacente, y el monigote torturado qued identificado, al margen ms omenos del calendario campesino, con cualquier enemigo que la opinin pblica odiasefervientemente.

    Nuestro Juan Ramn Jimnez, en Platero y yo, haca una evocacin de los Judas que eranquemados en Moguer muy significativa para nosotros, por cuanto les pona primerocaretas de ministros, y los identificaba despus con el diputado, o la maestra, o el forense, oel recaudador, o el alcalde, o la comadrona. Con cualquiera contra el que el pueblo quisieseejercer, con furia catrtica, su violencia ritual:

    Judas.No te asustes, hombre! Qu te pasa? Vamos, quitecito... Es que estn matando a Judas,

    tonto.S, estn matando a Judas. Tenan puesto uno en el Monturrio, otro en la calle de Enmedio,

    otro, ah, en el Pozo del Concejo. Yo los vi anoche, fijos como por una fuerza sobrenatural en elaire, invisible en la oscuridad la cuerda que, de doblado a balcn, lo sostena. Qu grotescasmescolanzas de viejos sombreros de copa y mangas de mujer, de caretas de ministros ymiriaques, bajo las estrellas serenas! Los perros les ladraban sin irse del todo, y los caballos,recelosos, no queran pasar bajo ellos...

    Ahora las campanas dicen, Platero, que el velo del altar mayor se ha roto. No creo que hayaquedado escopeta en el pueblo sin disparar a Judas. Hasta aqu llega el olor de la plvora. Otrotiro! Otro!

    ... Slo que Judas, hoy, Platero, es el diputado, o la maestra, o el forense, o el recaudador, o elalcalde, o la comadrona; y cada hombre descarga su escopeta cobarde, hecho nio, esta maanadel Sbado Santo, contra el que tiene su odio, en una superposicin de vagos y absurdossimulacros primaverales. (Juan Ramn Jimnez, 1987: 99).

    Tena razn Juan Ramn cuando hablaba de monigotes vejados con caretas deministros. Una larga nmina de ministros impopulares habrn sido vejados en efigie, demodo a veces ms que original, en nuestro pas y en todos. El Nacional del 28 de diciembrede 1840 publicaba este escarnio que se llev a cabo en Ribadeo, Lugo:

    Varios de los junteros de este pueblo son los que para celebrar la cada del ministerioCastro Arrazola en julio a consecuencia del motn de Barcelona, echaron a volar a losreferidos ministros en estatua retrato atados a un globo, al cual estuvieron asestandocohetes y bombas hasta que los perdieron de vista, que es un modo nuevo y original deponer mazas. Vamos, no parece sino que estos patriotas son dirigidos inspirados por algnclown jongleur que en la parte de gracioso podra dar algunas rayas a M. Auriol. (El Nacional,28-12-1840: 1).

    Nobles, polticos, militares, clrigos vejados en efigie ha debido haber a millares, detodos los tamaos y colores, porque nunca se ha cansado el pueblo de ejercer tal censuraritual contra quienes cree malvados o indignos. En Cuba y en los Estados Unidos fue

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  • tradicin quemar monigotes que representaban a polticos y militares espaoles. LaEsperanza del 19 de septiembre de 1851 informaba de lo que sigue:

    Nueva-Orleans 23 de agosto. La irritacin sobre los sucesos de Cuba es muy grande, y noparece que se acabar tan pronto. Todas las calles principales estn llenas de grupostumultuosos, y la propiedad de los espaoles no ha sido respetada. En todas partes ha sidodestruida. Ayer fu quemado en efigie el cnsul espaol, y hubo gran tumulto, que lasautoridades no pudieron reprimir. (La Esperanza, 19-9-1851: 2).

    Medio siglo despus, la efigie del general espaol Valeriano Weyler era tratada de igualmodo por los norteamericanos de Tampa, segn denunciaba La poca del 30 de marzo de1896:

    Un telegrama que publica el Heraldo dice que varios cubanos filibusteros y algunosnorteamericanos se reunieron anteanoche en Ellinger Tampa y quemaron un mueco querepresentaba al general Weyler.

    Despus arrastraron lo que quedaba del mueco por las calles, en unin de una banderaespaola, que tambin fu quemada ante numerossimo pblico entre los gritos atronadoresy voces de Muera Espaa! Viva Cuba libre! insultos groseros los espaoles.

    Las autoridades de Tampa, para quienes las rdenes de su Gobierno deben ser letramuerta, permanecieron indiferentes, demostrando de esto modo que los enemigos de Espaapueden contar con sus simpatas y hacer impunemente cuanto s les antoje. (La poca 30-3-1896: 2).

    No se libraron los clrigos, como representantes de la autoridad que eran, de este tipode vejaciones. El Heraldo de Madrid del 23 de marzo de 1901 publicaba esta noticia acerca deciertas burlas antijesuticas que tuvieron lugar en la ciudad portuguesa de Thomar, en eldistrito de Santarm:

    Agitacin anticlerical.Por telgrafo.De la agencia Fabra, Salamanca.Al anochecer del 19 ocurra en Thomar, poblacin del vecino reino, un suceso que pudo

    tener fatales consecuencias.Varios dependientes de los comercios llevaron a la plaza un mueco vestido de jesuta y

    encendieron una hoguera para prenderle fuego.Un muchacho se apoder del mueco y huy con l, y como los agentes de la Polica

    llegasen y sacasen sus revlveres, amenazando al pueblo, se produjo una gran manifestacin los gritos de Fuera la Polica! Mueran los Jesutas! y Viva la Repblica social!

    Intervino la caballera, que dio una carga y reparti muchos sablazos, mientras losmanifestantes se defendan a pedradas.

    Hubo numerosos prisioneros. (Heraldo de Madrid 23-3-1901: 2).

    Todava en la posguerra espaola fue tradicional la quema de la efigie del derrotado yexpulsado Manuel Azaa, segn revela este informe del pueblo de Santa Mara del Ro, enPontevedra:

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  • ramos pequeos. Y entonces nos decan, el alcalde, porque todos eran de Franco, y decan:Nios, vamos a quemar a este seor, a Azaa, vamos a quemarlo!Y entonces nos llevaron fuera del pueblo a un monte, y todos los nios decan:A quin quemarn?Y entonces, all, tojos, montones de tojos all, juntaban tojos, y quemaban. Y yo llegu a casa

    diciendo, y mi padre casi me dio una paliza. Dice:Dnde has ido?Y yo digo:Hemos ido todos los nios, nias y nios, con el alcalde, a quemar a Azaa.Pero yo no vi ningn seor. Solo eran tojos8. (Pedrosa, 1997).

    Puede que retroceder hasta el siglo XV signifique dar un salto extraordinariamentearriesgado en el tiempo, pero el caso es que en 1465 tuvo lugar en la ciudad de vila un ritualque no puede dejar de ser recordado aqu, porque su significado poltico, su desarrolloceremonial y su densidad simblica se hallan perfectamente a la altura de los que tuvieronlugar en Madrid y en Cdiz en 1812.

    El acontecimiento ha pasado a la historia como la Farsa de vila, y su descripcin en laCrnica de Enrique IV compuesta por Diego Enrquez del Castillo es una de las ms originales yportentosas que, en lo que se refiere al menos a prcticas burlescas y carnavalescas, nos halegado la Edad Media. No se limita, adems, a la deposicin injuriosa del rey, sino que seextiende tambin a la venganza que los partidarios de Enrique ejercieron poco despus, enSimancas, contra la efigie de su enemigo principal, con lo que toda la secuencia adquieredimensiones de enorme complejidad.

    El rey Enrique IV de Castilla fue, en efecto, vejado y depuesto en efigie por unos cuantosde sus nobles, que proclamaron rey a su hermano don Alfonso, quien tena entonces onceaos de edad, en vila el 5 de junio de 1465. Las burlas contra la efigie del ausente rey, que semantendra en cualquier caso en el trono hasta su muerte en 1474, se asemejan mucho a lasinjurias que se hicieron en el Madrid y en el Cdiz de 1812 contra el prfugo Jos I.

    Sobre todo a las de Cdiz, pues en aquella ciudad el odiado rey francs fue aparatosamenterepresentado como un maniqu con uniforme, placas y berenjenas al pecho, con unabotella, que se empearon en llamar cetro del rey de los renegados (a pesar del vivo fuegoa que el tal maniqu estuvo expuesto, jams solt de la mano su botelli-cetro) y con grillosy cadenas. En vila, el monigote que encarnaba a Enrique IV fue tambin burles-camenterepresentado con su corona, estoque y bastn, que fueron derrocados uno a uno, antes deque el mueco completo fuese injuriosamente derribado sobre su cadalso. Los agentes de laburla abulense fueron:

    don Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo; don Yigo Manrrique, obispo de Coria; donJuan Pacheco, marqus de Villena; don Alvaro iga, conde de Plasenia; don Gmez deCaeres, maestre de Alcntara; don Rodrigo Pymentel, conde de Venavente; don PedroPuertocarrero, conde de Medelln; don Rodrigo Manrrique, conde de Paredes, e DiegoLpez de iga, hermano del conde de Plasenia, con otros cavalleros de menos estados,los quales mandaron hazer vn cadahalso, pusieron vn estatua, asentada en vna silla, quedezan rrepresentar la persona del rrey, la qual estava cubierta de luto, tena vna corona en lacabea, vn estoque delante de s, con vn bastn en la mano. E as puesto en el canpo,salieron todos aquestos nonbrados de la ibdad, aconpaando al prncipe don Alonso hastael cadahalso, donde llegados, el marqus de Villena, el maestre de Alcntara, el conde de

    8 Informacin registrada por m, en abril de 1997, en Alcal de Henares (Madrid), a la seora S., natural deSanta Mara del Ro.

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  • Medelln e con ellos el comendador de Saavedra e Alvar Gmez, tomaron al prncipe e seapartaron con l vn gran trecho del cadahalso. Entones los otros seores que all quedaron,subidos en el cadahalso, se pusieron alderredor de la estatua, donde en altas bozes, mandaronleer vna carta, ms llena de vanidad que de cosas sustanciales, en que sealadamente,acusavan al rrey de quatro cosas, e que son: la primera, meresa perder la dinidad rreal, eentones lleg don Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo, e le quit la corona de la cabea.La segunda, que meresa perder la ministrain de la justigia, e as lleg don Alvaro deiga, e le quit el estoque, que tena delante. La terera, que meresa perder lagovernain del rreyno, e as lleg don Rodrigo Pimentel, conde de Venavente, e le quit elbastn que tena en la mano. Por la quarta, que meresa perder el trono e asentamiento derrey e as lleg Diego Lpez de Qiga e derrib la estatua de la sylla en que estava, diziendopalabras furiosas, desonestas.

    O subditos, vasallos!, no teniendo podero, cmo desconponys alvngido de Dios? O sditos sufrganos!, no teniendo libertad, cmo podesdeshazer al que Dios e la natura quiso que fuese rrey?[] Luego quel avto del estatura [sic] fue acabado, aquellos buenos criados del rrey,

    agradesciendo las mercedes que de l rregibieron, llevaron al prncipe don Alonso hastaenima del cadahalso, donde ellos e los otros perlados y cavalleros, alndolo sobre susbraos, con bozes muy altas, dixeron: Castilla por el rrey don Alonso! E as dicho aquesto, lastronpetas e anafiles sonaron con grand estruendo, entones todos los grandes que all estavane toda la otra gente llegaron a besalle las manos, con gran solennidad, sealadamente, elmarqus de Villena e los otros criados del rrey, que seguan su pasadas [sic]. (Enrquez delCastillo, 1994: 236-237).

    La Crnica de Enrique IV de Enrquez del Castillo nos tiene reservado todava otroepisodio de valor y significado descomunales, por cuanto refleja las burlas, con quema finalincluida, que contra la efigie de don Alonso Carrillo, cabecilla de los nobles levantiscos,emprendieron poco despus de la Farsa de vila, en la Simancas cercada por los noblesrebeldes, los partidarios de Enrique IV:

    E de aqu creci tanto el esfuerzo y osada en los de dentro que los moos de espuelas,que all estavan, tuvieron atrevimiento de se juntar vna gran copia de ellos, e juntos,acordaron entre s de hazer vna estatua que representava la persona de don Alonso Carrillo,azobispo de Toledo, a la qual llamaron don Opas, hermano del conde don Julin, quemetieron los moros en Castilla contra el rrey don Rodrigo, donde fue perdida Espaa; e ashecha la estatua e puesta en prisin, vno de ellos se asienta como juez e mand de traer laestatua delante de l, pronuniando se sentencia, dixo:

    Que por quanto el arzobispo de Toledo, syguiendo las pisadas del obispo don Opas, el traydor, destruidorde las Espaas, ava seydo traydor a su rrey y su seor natural, rreuelndose contra l en los lugares,fortalezas e dineros que le avan dado para que lo siruiese; por ende, que vistos los mritos del profeso por elqual se manifestauan sus feos ynsultos e delitos, mandava que fuese quemado, lleuado por las calles e lugarespblicos de Simancas, a hoz de pregonero, diziendo: esta es la justicia que mandan hazer de aqueste cruel donOpas, por quanto rresibidos lugares e fortalezas e dineros para servir a su rrey, se rrevel contra l, mando loquemar en pena de su maleficio, quien tal hizo, que tal haya.

    Dada la sentencia, vn moo de espuela tom la estatua en las manos e as pregonando lasacaron fuera de la villa, a vista del rreal, con aquesta estatua ivan ms de trescientos moosde espuelas aconpandola, a las bozes de aqueste pregn, se pararon los cavalleros e gentesdel rreal a mirar, e desque los moos de espuelas llegaron, casy en medio del rreal de la villa,hizieron vna gran hoguera, donde quemaron la estatua, e quemada, comengaron a dezir enboz alta vn cantar que deza:

    Esta es Simancas,don Opas traydor.Esta es Simancas,que no Peaflor.

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  • con otras coplas muy feas que contra l se dezan. Aqueste cantar dur gran tiempo enCastilla, que se cantava a las puertas del rrey e de los otros cavalleros. E quando loscavalleros del erco vieron que estar sobre Symancas no aprovechava, ni se poda tomar porconbate, mucho menos por hanbre, e que ya el rrey se aercava con gran poder contra ellos,acordaron de levantar su rreal, e levantado, se tornaron a Valladolid. (Enrquez del Castillo,1994: 242-243).

    Documentos de calidad etnogrfica y de trascendencia cultural impresionantes, estoscastellanos del siglo XV, equiparables en tantos aspectos a los relativos a la deposicin de JosI en 1812, y que muestran continuidades asombrosas en las prcticas de injurias y burlas a lasefigies de reyes o de nobles aborrecidos por el pueblo.

    En alguna ocasin futura volveremos sobre estos rituales, que desnudan nuestra historia deformalidades institucionales y nos muestran una intrahistoria o una antihistoria ms viva, msinslita, quizs ms real y menos impostada. Quede, por el momento, este arco tensado entrela deposicin burlesca de Enrique IV en 1465 y la de Jos I en 1812, con todas las teselascostumbristas que hemos ido aadiendo al fascinante mosaico que dibujan, como garanta deque la investigacin etnogrfica puede y debe contribuir de manera decisiva, con sus tcnicaspara calar en el imaginario y en las prcticas culturales del pueblo, al discurso global de lahistoria.

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    Dolores Thion Soriano-MollUniversit de Pau et des Pays de lAdour.

    Bastante tinta ha corrido ya sobre la imagen de Espaa que los viajeros romnticosdifundieron en Europa a partir de los presupuestos filosficos del idealismo alemn y lanecesidad en aquel pas de afirmar una unidad nacional desde la cultura dada su coyunturapoltica1. Esa identidad cultural que tanto arroparon los dems romanticismos europeos sefundamenta, como bien se sabe, en presupuestos de ndole diversa, morales, estticos oincluso geogrficos y medioambientales.

    La observacin de los comportamientos, de los hbitos y de las costumbres fue, enestos libros nacidos al calor de los viajes por Espaa, uno de los medios principales paraindagar cules son las caractersticas y las causas del ser espaol2. Par