aceite de ricino

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Aceite de Ricino Compresas de aceite de ricino. Aceite de Ricino conocido también como Palma Christi. Aceite de Castor. En 1967 escribí un libro sobre el uso de las compresas de aceite de ricino en la práctica clínica de la medicina. En el libro se exponían ochenta y un casos individuales estudiados en profundidad. De todas las terapias que he utilizado en mi práctica de la medicina, jamás he encontrado algo que supere al aceite de ricino en utilidad, cualidades curativas y extensión de las aplicaciones terapéuticas. Personalmente, he utilizado y recomendado el aceite de ricino en compresas, aplicaciones locales, gotas y grandes dosis por vía oral miles y miles de veces, y sólo en dos o tres casos he encontrado pacientes alérgicos o sensibles a este producto. Los problemas que la gente ha sorteado con el aceite de ricino van desde la apendicitis a la escleroderma, y entre ellos cabe anotar los síndromes dolorosos, los pinzamientos de discos, la hiperactividad, los tumores, el tintineo torácico, las náuseas, etcétera. El ricino común, la planta de donde se extrae el aceite, recibía durante la Edad Media el nombre de Palma Christi -la palmera de Cristo-, aunque nadie sabe en realidad por qué recibió tal nombre. Sin embargo, resulta interesante valorar la importancia de los símbolos y del papel que juegan éstos en las vidas de los hombres. ¿Fue sólo una coincidencia que nuestro hijo David, de ocho años, nos contara una mañana al despertar que había tenido un sueño en el cual Jesús le ponía la mano en la espalda, y que realmente su espalda demostrara una apreciable mejoría? David había sufrido una grave caída en el borde de un escalón cubierto por la moqueta poco antes de irse a dormir, y nosotros teníamos cierto temor a una posible fractura de vértebras. Al acostarse, le había dolido tanto que nada le aliviaba salvo permanecer inmóvil. Colocamos una compresa de aceite de ricino sobre el punto de la lesión y esa noche la pasó acostado en el suelo a nuestro lado, muy inquieto hasta aproximadamente las cuatro, en que de pronto se tranquilizó y se durmió profundamente. Cuando despertó y nos contó el sueño que había tenido, examinamos su espalda. Estaba absolutamente normal en todos los aspectos. No le dolía ni había señales de la lesión. ¿Qué motivó su curación? ¿Fue la imaginación? ¿Fue sólo el alivio proporcionado por la compresa? ¿Fue un efecto vibratorio? ¿O fue una curación espiritual? Desde luego, mi experiencia de más de veinte años con lesiones de este tipo me lleva a decir que, como mínimo, debería haber presentado un fuerte dolor de huesos y músculos en la zona por la mañana. Pero no era así. David viajó ese día con nosotros más de

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Alternativa de medicina natural

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Aceite de Ricino

Compresas de aceite de ricino.

Aceite de Ricino conocido también como Palma Christi. Aceite de Castor.

En 1967 escribí un libro sobre el uso de las compresas de aceite de ricino en

la práctica clínica de la medicina. En el libro se exponían ochenta y un casos

individuales estudiados en profundidad. De todas las terapias que he

utilizado en mi práctica de la medicina, jamás he encontrado algo que supere

al aceite de ricino en utilidad, cualidades curativas y extensión de las

aplicaciones terapéuticas. Personalmente, he utilizado y recomendado el

aceite de ricino en compresas, aplicaciones locales, gotas y grandes dosis

por vía oral miles y miles de veces, y sólo en dos o tres casos he encontrado

pacientes alérgicos o sensibles a este producto. Los problemas que la gente

ha sorteado con el aceite de ricino van desde la apendicitis a la

escleroderma, y entre ellos cabe anotar los síndromes dolorosos, los

pinzamientos de discos, la hiperactividad, los tumores, el tintineo torácico,

las náuseas, etcétera.

El ricino común, la planta de donde se extrae el aceite, recibía durante la

Edad Media el nombre de Palma Christi -la palmera de Cristo-, aunque nadie

sabe en realidad por qué recibió tal nombre. Sin embargo, resulta interesante

valorar la importancia de los símbolos y del papel que juegan éstos en las

vidas de los hombres. ¿Fue sólo una coincidencia que nuestro hijo David, de

ocho años, nos contara una mañana al despertar que había tenido un sueño

en el cual Jesús le ponía la mano en la espalda, y que realmente su espalda

demostrara una apreciable mejoría? David había sufrido una grave caída en

el borde de un escalón cubierto por la moqueta poco antes de irse a dormir, y

nosotros teníamos cierto temor a una posible fractura de vértebras. Al

acostarse, le había dolido tanto que nada le aliviaba salvo permanecer

inmóvil. Colocamos una compresa de aceite de ricino sobre el punto de la

lesión y esa noche la pasó acostado en el suelo a nuestro lado, muy inquieto

hasta aproximadamente las cuatro, en que de pronto se tranquilizó y se

durmió profundamente.

Cuando despertó y nos contó el sueño que había tenido, examinamos su

espalda. Estaba absolutamente normal en todos los aspectos. No le dolía ni

había señales de la lesión. ¿Qué motivó su curación? ¿Fue la imaginación?

¿Fue sólo el alivio proporcionado por la compresa? ¿Fue un efecto vibratorio?

¿O fue una curación espiritual? Desde luego, mi experiencia de más de

veinte años con lesiones de este tipo me lleva a decir que, como mínimo,

debería haber presentado un fuerte dolor de huesos y músculos en la zona

por la mañana. Pero no era así. David viajó ese día con nosotros más de

setecientos cincuenta kilómetros y fue examinado por el doctor Mayo

Hotten, quien no encontró rastros de lesión alguna.

En otra ocasión, uno de nuestros cuatro hijos tropezó con un colgador

metálico de tres púas y, al derribarlo, se clavó las púas en la planta del pie,

produciéndose dos heridas bastante profundas. Una vez detenida la

hemorragia, aplicamos a la herida una contundente compresa de aceite de

ricino, que conservó hasta que la curación fue casi completa (en apenas tres

días). El dolor cesó de inmediato tras la aplicación de la compresa, y al

segundo día ya pudo hacer fuerza con el pie al pisar. La curación progresó

sin descanso, y realmente el tiempo de recuperación se redujo en gran

manera.

Las facultades curativas de la compresa de aceite de ricino colocada en el

abdomen fue señalada por una comunicante que escribió:

He utilizado la compresa de aceite de ricino para un tumor fibroide en el

útero. Me aplicaba un paño triple de franela con el aceite y una manta

eléctrica tres o cuatro noches por semana. Empezaba a las nueve y media de

la noche y leía hasta que me entraba sueño y apagaba la luz al tiempo que la

manta eléctrica, dejando ésta sobre la compresa en el abdomen. Después

dormía hasta que era momento de darme la vuelta (hacia la una de la

madrugada) y quitármelo todo. Así continué durante seis meses. En mi

siguiente chequeo anual, el doctor dijo que el fibroma había desaparecido.

Hace algún tiempo me llegó otra carta de una mujer que exponía una

información sobre sí misma: «Creo que le interesará saber que mi madre

tenía un bulto cerca de la vagina. Le pusimos aplicaciones de aceite de

ricino y de aceite alcanforado. En tres semanas, su tamaño se redujo del de

una nuez al de un guisante; a las cinco semanas había desaparecido por

completo, y no ha vuelto a reproducirse».

Recientemente, apareció en mi consulta un muchacho de unos quince años.

Venía con muletas, pues cuarenta y ocho horas antes había sido sometido a

una sutura por un desgarro en el tobillo en una sala de urgencias. El desgarro

no era muy grande, de apenas un centímetro y medio, pero le dolía tanto que

no podían apoyar el pie en el suelo. Por eso llevaba las muletas. Examiné la

herida y vi. que estaba curando satisfactoriamente, sin rastro de infección.

Estaba extremadamente sensible al tacto y pensé que el tejido nervioso

estaba afectado en exceso, ya que el tendón estaba intacto. Indiqué al

muchacho que se aplicara una compresa blanda saturada de aceite de ricino

en la herida durante las noches siguientes, manteniéndola fija a ésta

mediante una venda elástica. El dolor casi había desaparecido por completo

a las veinticuatro horas; a las cuarenta y ocho horas, no notaba la menor

molestia y, a las setenta y dos, volvía a jugar a rugby (contraviniendo las

recomendaciones médicas)…, antes incluso de que le extrajeran los puntos

de sutura.

Siempre resulta difícil determinar por qué las compresas producen los

efectos que con tanta frecuencia pueden observarse. Hay pacientes que me

han asegurado que la compresa de aceite de ricino les va mejor que

cualquier tranquilizante que jamás hayan tomado. Parece dar paz al cuerpo

de un modo que resulta misterioso pero eficaz. Quizá por ello es tan efectiva

para hacer desaparecer los síndromes y enfermedades a que todos estamos

sujetos.

¿Por qué funciona?

Un concepto que me ayuda a comprender la razón de que las compresas

sean efectivas en tal variedad de dolencias es la naturaleza del aceite de

ricino cuando se ingiere por vía interna. Así administrado, limpia todo el

tracto intestinal y, por razón de la proximidad de las corrientes sanguínea y

linfática a la cavidad intestinal, limpia también estas corrientes vitales de

fluidos.

La linfa es un fluido similar a la sangre, pero carece de glóbulos rojos. La

linfa posee también otras características que la diferencian de la sangre. Es

más alcalina que el torrente sanguíneo. También tiene su principio en los

espacios intracelulares del organismo, reuniéndose así minúsculas

corrientes de linfa en canales mayores hasta que -principalmente a través

del conducto torácico- se vacía en los canales venosos del mediastino del

pecho y se convierte en parte integrante del fluido sanguíneo. Actúa como

limpiadora de las células individuales pues los capilares de la corriente

arterial no pueden recoger en los vasos algunos productos de deshecho y

otras partes manufacturadas de actividad celular. Y la linfa pasa a través de

los iliversos nódulos linfáticos, los tabiques de los intestinos, el hígado y las

placas de Peyer.

Por la observación del modo en que diversas dolencias responden a las

compresas, parece que el aceite de ricino tiene el efecto de estimular la

actividad de las corrientes linfáticas al tiempo que potencia la eliminación

de sustancias tóxicas de las células en la zona donde se aplica el aceite de

ricino.

Cuando una zona lesionada o inflamada, por una razón u otra, es tratada

mediante compresas, el tejido celular de esa zona es capaz de responder con

más normalidad si se eliminan las toxinas, y así puede ocuparse de

solucionar la infección o inflamación.

Un ejemplo de este tipo de actividad llegó a mi atención procedente de una

doctora cuyo hijo se había aplastado la mano entres dos rocas. No había

fracturas, pero la mano aparecía profundamente contusionada y erosionada.

Según explicaba en su carta:

En contra de lo estudiado en la facultad por mí y por mi marido, decidimos

aplicarle una compresa de aceite de ricino en la mano. A la mañana

siguiente, los resultados eran espectaculares. La hinchazón había remitido

por completo y la curación total se produjo en un plazo increíblemente corto.

Al tercer día, había sanado por completo. (…) La otra cosa notable aparte de

la curación en sí fue la total desaparición el dolor tras una hora escasa

después de haber aplicado la compresa.

Los relatos que añaden nuevas evidencias al concepto de estimulación

linfática y acción limpiadora abundan en mi consulta: un dolor de garganta

«se evaporó repentinamente en quince minutos, produciendo la sensación de

un chorro de agua corriente» después de colocar al paciente una compresa

sobre el abdomen. Dos nódulos de gran tamaño en las cuerdas vocales,

diagnosticados mediante laringoscopia y que producían ronquera a un chico

de doce años, desaparecieron gradualmente en el plazo de tres meses a

base de compresas en el cuello tres días seguidos, con dos días de descanso

entre aplicación y aplicación. Un quiste sebáceo en el tórax se abrió y curó

espontáneamente después de tres semanas de aplicaciones diarias de

aceite de ricino. Una respuesta mucho más importante se produjo en un caso

de accidente de tráfico diagnosticado como posible rotura de bazo. Se

aplazó la intervención quirúrgica, se aplicaron compresas de aceite de ricino

y, en el plazo de cuatro días, el paciente fue dado de alta, reconociendo el

médico los beneficiosos efectos de las compresas.

Durante los primeros años en que utilizaba las compresas, cuando sugería tal

terapia los pacientes solían decirme: « ¿Qué demonios es una compresa de

aceite de ricino?». Yo se lo explicaba detenidamente, o al menos lo

intentaba, diciéndoles que habían sido sugeridas por un hombre de grandes

poderes parapsicológicos llamado Edgar Cayce, etc., etc. Generalmente, el

paciente mostraba un gran asombro al enterarse, y aproximadamente la

mitad se decidían a utilizar la compresa.

Finalmente, me decidí a imprimir hojas de

instrucciones con nuestro membrete, en las que se

ofrecían los detalles sobre cómo hacer una compresa

y cómo utilizarla. A partir de entonces, cuando un

paciente preguntaba: « ¿Qué demonios es una

compresa de aceite de ricino?», yo le respondía: «

¿De veras no ha oído hablar nunca de las compresas

de aceite de ricino?». Y con gran asombro en la voz y

en el rostro, les entregaba una hoja de instrucciones.

Me significó un gran alivio.

Cómo preparar y utilizar una compresa de aceite de ricino.

Para hacer una compresa de aceite de ricino, se precisan los siguientes

materiales:

Un retal de franela.

Una hoja de plástico de mediano grosor.

Una manta eléctrica pequeña.

Una toalla de baño.

Dos imperdibles.

Primero, prepare un retal de franela, preferiblemente de lana, aunque sirve

también la de algodón si no se dispone de ésta. El retal debe doblarse en dos

o en cuatro, y debe medir unos 25 cm de ancho y 30 o 35 cm de longitud una

vez doblado. Este es el tamaño requerido para una aplicación abdominal;

otras zonas del cuerpo necesitarán un tamaño diferente, variable según el

área a la que vaya a aplicarse.

A continuación, vierta un poco de aceite de ricino en el paño. Esto puede

hacerse sin manchar si se coloca un retal de plástico bajo el paño.

Compruebe que el paño está impregnado de aceite pero sin llegar a rezumar.

Aplique entonces el paño a la zona que necesita tratamiento.

Aplicar después una cubierta de plástico sobre el paño impregnado en

aceite. Sobre todo ello coloque una manta eléctrica de tamaño pequeño y

póngalo en posición «media» al principio, pasando luego • máximo si el

cuerpo lo tolera. Por último, es probable que le resulte conveniente envolver

toda la zona con una toalla de baño doblada en sentido longitudinal y fijada

mediante un par de imperdibles.

Debe mantenerse la compresa en la zona entre una hora y una hora y media.

Después debe limpiarse la piel con una solución de bicarbonato de sosa a

razón de dos cucharaditas por litro de agua.

No es necesario eliminar cada compresa después de una aplicación, sino que

puede mantenerse en un recipiente de plástico para futuros usos. La

frecuencia recomendada para el uso de una compresa de aceite de ricino

puede variar entre un día por semana, hasta siete días consecutivos por

semana. A menudo se recomienda también la ingestión de cantidades

tolerables de aceite de oliva después de cada tres aplicaciones.

Hablemos de la fe: ¿dónde se ubica en este método curativo?

A menudo, el médico debe

afrontar esta cuestión tan real. Y

si realmente descubre estos

instantes de verdad en su

interior, también deberá

interrogarse acerca de la

auténtica naturaleza de la

curación. ¿Qué es exactamente?

¿Cómo se produce?

Recientemente, he recibido una

carta de una persona que

probablemente no conoce a fondo lo que le sucede en el interior del

organismo fenómeno lógicamente, pero cuyo caso es sin duda una

demostración del lugar que ocupa la fe en el proceso curativo. Esto trae

también a mi mente la afirmación que hizo Cayce en cierta ocasión, en la

descripción de cómo el aceite de ricino afectaba a los tejidos de manera que

ponía el espíritu en comunicación más íntima con el cuerpo material. Una

afirmación extraña, pero he aquí lo que sucedió.

La persona que me escribió fue sometida a una intervención quirúrgica de

una hernia de hiato en diciembre pasado y tuvo una fase postoperatoria

desfavorable, en parte quizá porque el personal hospitalario se puso en

huelga el segundo día después de la operación. La recuperación fue lenta. La

paciente se alegró de regresar a casa, pero presentó una trombofeblitis en el

antebrazo derecho que no respondió bien al tratamiento habitual. Se le

administró además un medicamento que le provocó varias complicaciones

graves más.

En una semana, había aumentado cinco kilos de peso, tenía el rostro

abotargado y no era capaz de orinar ni de evacuar, así que al cabo de unos

días me sentía reacia a introducir en mi organismo ninguna sustancia más.

Todavía tenía la visión borrosa y carente de profundidad; me resultaba difícil

encontrar el centro de una puerta abierta para pasar de una estancia a otra.

Esto sucedía unas ocho semanas después de la intervención y, apenas unos

días después del problema de la tromboflebitis, se despertó un lunes por la

mañana con un intenso dolor abdominal, Tras consultar con una amiga que

había utilizado las compresas de aceite de ricino, empezó a aplicárselas en

el estómago inmediatamente. Aquel mismo lunes se hizo dos aplicaciones de

compresas.

El martes desperté con una clara sensación de comodidad y mejoría; ese día,

por la tarde, me apliqué la compresa durante una hora y media.

El miércoles por la mañana sentía una comodidad casi completa en toda la

zona abdominal, y esa noche volví a aplicarme la compresa durante otra hora

y media.

El jueves, al despertar, no noté la menor distensión o incomodidad en punto

alguno del torso. Tras mis habituales dos tazas de té, una evacuación

totalmente satisfactoria me produjo un gran confort tanto físico como

mental, seguido dos horas después de un alivio completo y absoluto.

La señora continuó utilizando las compresas durante cuatro semanas más y

consiguió una total recuperación. Sin embargo, la clave de su éxito quizá se

encuentre en el siguiente fragmento de su carta:

Esas cuatro tardes, mientras tenía las compresas en la zona

correspondiente, leí y releí fragmentos del libro Edgar Cayce and the Palma

Christi, asegurándome de encontrarme en un marco mental positivo y

meditativo. Tuve entonces, tengo ahora y tendré siempre una absoluta

confianza en la eficacia de las compresas…

La fe forma parte del cuadro, ¿no es así? Quizás esta mujer posee una fe tan

profunda que despierta los poderes curativos que Cayce solía mencionar.

Quizá sea ella misma una sanadora. Si nos guiamos por lo que aparece en el

material recogido en las sesiones psíquicas de Cayce, la curación es una

influencia divina que interpone en la naturaleza atómica, eléctrica, del ser

humano y de su entorno.

Como el individuo expresa su fe en el poder curativo incluso de las

compresas de aceite de ricino, quizá podría decirse que «el yo aporta las

pequeñas cosas necesarias (…) y así la entidad se convierte en el sanador».

Y la curación es una subida de fuerzas atómicas en una vibración positiva, y

un rompimiento de las fuerzas negativas.

Es decir, un material curativo realizado a través de Fuerzas Creativas que

son manifestaciones de Dios. ¿Quién o qué realiza la curación? ¿El médico?

¿El paciente? ¿Las compresas? ¿La fe? ¿O quizá toda curación es una

manifestación ligeramente distinta de un poder original sobre el que

reconocemos saber muy poco?

Los relatos que explican la utilización de estas compresas sean o no la fe el

factor más importante en la curación- me resultan fascinante porque parecen

indicar que realmente existe en ciertas sustancias muy sencillas la

capacidad de revivir o despertar las capacidades vitales normales y sanas

dentro de los tejidos, y de estimular la conciencia del organismo a producir

la curación de las dolencias más inusuales del cuerpo.

¡Qué extraña sustancia, este aceite de la semilla del Ricinus communis!

Ahora empieza a comprender uno la razón de que, en la edad Media, se

denominara a esta planta la palmera de Cristo, o Calma Christi. En los

escritos de Cayce, sólo se sugería en contadas ocasiones la administración

por vía oral en lugar de su utilización en forma de compresas aplicadas

externamente sobre el cuerpo. Sin embargo, como dijo Cayce en cierta

ocasión, “si tiene usted conciencia del aceite de ricino, tome aceite de

ricino”.