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1 A.- DIMINUENDO (SERIE RELATIVISTA) ¿ES O NO ES NECESARIO UN PROLOGO ? Y, si lo es, ¿qué es necesario prologar, la serie nueva que ahora comienza, o el libro número enésimo de los de Lecheimiel ? ¿POR QUÉ “RELATIVISTA” ? Sencillamente, amigos, porque así me lo acaba de sugerir Lecheimiel, en cuanto me he sentado al ordenador, es decir, ante el altar sagrado de nuestra mutua canalización, –comunión–, mediante la que nos comunicamos el Cielo con la Tierra, para provecho de cuantos nos lean y para sanación del Planeta. Habían pasado por mi cabeza otros títulos para la SERIE, que, más o menos, expresarían o hubieran expresado la idea general que se pergeñaba penosamente obumbrada por los vaporosos aires del deseo en fase de formación en el hondón del alma... Por ejemplo, “Serie Vigilante”, “Serie Subversiva”, “Serie Revisionista”..., etcétera, etcétera... Ninguno de estos títulos me acababa de satisfacer, aunque cada uno de ellos hubiera sido parcialmente adecuado. Pero, como siempre en perfecta sintonía y obediencia al susurro del alma, me he sentado ante la sagrada y diminuta pantalla, y, apenas abierto el hueco de luz por donde asoma el verbo iluminado de Lecheimiel, él me ha sugerido el verdadero nombre, el que he puesto, y sobre el que no me cuestiono más... No me cuestiono, pero entiendo. Entiendo que Lecheimiel, en esta tarde de San Juan Bautista, el mismo que dijera : “Conviene que yo vaya menguando, y él creciendo”, quiere conducirme por un camino poco hollado de humildad, aunque a algunos les va a parecer soberbia redomada. Sí, porque no se trata de irnos –o ni siquiera “irme”– escondiendo tímidamente para sofocar todo resabio del “ego” que pudiera todavía permanecer en el rescoldo de las hogueras de esta noche pasada de San Juan..., la más corta y aún acortada por los festejos y por el calor sofocante, para estar bien dispuestos a recibir la luz fulgurante de la Estrella de Aquél que viene, que está llegando y que se hará presente por Navidad, cuando el día acabe por ser el más corto del año y la noche más prolongada y oscura...

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A.- DIMINUENDO

(SERIE RELATIVISTA)

¿ES O NO ES NECESARIO UN PROLOGO ?

Y, si lo es, ¿qué es necesario prologar, la serie nueva que ahora comienza, o el libro número enésimo de los de Lecheimiel ?

¿POR QUÉ “RELATIVISTA” ?

Sencillamente, amigos, porque así me lo acaba de sugerir Lecheimiel, en cuanto me he sentado al ordenador, es decir, ante el altar sagrado de nuestra mutua canalización, –comunión–, mediante la que nos comunicamos el Cielo con la Tierra, para provecho de cuantos nos lean y para sanación del Planeta.

Habían pasado por mi cabeza otros títulos para la SERIE, que, más

o menos, expresarían o hubieran expresado la idea general que se pergeñaba penosamente obumbrada por los vaporosos aires del deseo en fase de formación en el hondón del alma...

Por ejemplo, “Serie Vigilante”, “Serie Subversiva”, “Serie Revisionista”..., etcétera, etcétera... Ninguno de estos títulos me acababa de satisfacer, aunque cada uno de ellos hubiera sido parcialmente adecuado.

Pero, como siempre en perfecta sintonía y obediencia al susurro del alma, me he sentado ante la sagrada y diminuta pantalla, y, apenas abierto el hueco de luz por donde asoma el verbo iluminado de Lecheimiel, él me ha sugerido el verdadero nombre, el que he puesto, y sobre el que no me cuestiono más...

No me cuestiono, pero entiendo. Entiendo que Lecheimiel, en esta tarde de San Juan Bautista, el

mismo que dijera : “Conviene que yo vaya menguando, y él creciendo”, quiere conducirme por un camino poco hollado de humildad, aunque a algunos les va a parecer soberbia redomada.

Sí, porque no se trata de irnos –o ni siquiera “irme”– escondiendo tímidamente para sofocar todo resabio del “ego” que pudiera todavía permanecer en el rescoldo de las hogueras de esta noche pasada de San Juan..., la más corta y aún acortada por los festejos y por el calor sofocante, para estar bien dispuestos a recibir la luz fulgurante de la Estrella de Aquél que viene, que está llegando y que se hará presente por Navidad, cuando el día acabe por ser el más corto del año y la noche más prolongada y oscura...

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Se trata, más bien, en un alarde de atrevimiento y aventura, de ir haciendo disminuir y menguar el temor a los respetos humanos, y la vacilación ante la osadía de llamar a las cosas por su nombre..., pues no de otra cosa que de osadías proféticas se han ido alimentando las hogueras de esta noche pasada en vigilias.

Quizás, de entre todas las personalidades de Lecheimiel que me ha ido revelando en estos años en que hemos escrito tantas bellas cosas y efusiones para un tiempo nuevo, la que más debiera verse enaltecida en estos escritos de esta SERIE RELATIVISTA, sería la de Juana de Arco, la muchacha (¿o fue muchacho ?) de la falda roja :

“¡ ¡ ¡ Si no os rendís, y os volvéis hacia vuestros hogares a mirar por vosotros mismos y por vuestros hijos, en lugar de venir a hacernos la guerra como a alimañas dañinas, OS ACORDARÉIS DE LA DONCELLA ! ! !”

¡Por algo se llamaba, como Juan el Precursor, precisamente con su

enérgico nombre !

¿Por qué “Diminuendo” ?

Este primer librito de esta serie, por tanto el libro guía o estrella de toda ella, se llamará así, por la misma razón de ir dejando atrás el miedo y la subautoestima, el orgullo de querer quedar bien ante los demás a todo trance y el terror a ser quemado vivo.

Como Juana, la muchachita que llegó a ser Capitana del Amor Intrépido, al estilo del Maestro Jesús, que se echó a las espaldas la carga del que dirán y qué será de mi vida, nosotros, hermanos, es decir, Lecheimiel y el ermitaño que esto os presenta, iremos disminuyendo como voces que se expresan a sí mismos, sus flaquezas humanas lo mismo que sus virtudes, y estaremos cada vez más conscientes de que nuestro mensaje no nos pertenece, sino que pertenece a la Verdad y por tanto os pertenece.

Por tanto, ahí lo tenéis, más claro que el agua. Os conviene que nosotros vayamos disminuyendo en terrores revestidos de prudencias, para que vuestro derecho a meditar con claridad en el examen de la relatividad de vuestras convicciones hasta ahora tal vez con tanto rigor y entusiasmo sostenidas, vaya creciendo y robusteciéndose progresivamente hasta la floración espléndida de la cosecha que todos estamos esperando.

¿Timidez ?, ¿Vigilancia o prudencia ?, ¿Revisionismo moderado ? Tal vez todo eso, también. Pero sobre todo humildad que nos haga a

todos ver la relatividad de nuestras posiciones de batalla hasta el presente mantenidas obstinadamente.

Y con la relatividad, la tolerancia. Y con la tolerancia, la paz. Y con la paz, la benevolencia.

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Y con todas esas virtudes duramente adquiridas y recibidas del Padre-Madre Providente, la Compasión y el Amor.

Así habremos avanzado, no creciéndonos en nuestro orgullo y empecinamiento, sino disminuyendo desde la altivez del que grita en el desierto al que llora en la cuna de Belén, Jesús.

¡Con tu bendición, pues, oh Niño de la santa Noche Iluminada por la claridad de tus ojos limpios !

A LA DONCELLA DE LA FALDA ROJA (SANTA JUANA DEL ARCO VICTORIOSO) Dame a beber de la miel de tus labios, y `pisando por tus huellas de plata, destilar las sentencias de los sabios. Dame a escalar a tu cima escarlata, y allí morir del amor que te mata. Dame a vestir tu túnica azucena, y por dentro a endosar tu luz morada dame a gustar tu regalada cena, dame a escuchar tu voz atemperada y a asirme a su reclamo en la mesnada. Escóndeme en tu falda colorada, teñida en tus martirios en delirio. Revélate en tu faz aureolada, camuflada en la rosa y en el lirio, y aplica a estos mis ojos tu colirio. Dame a fiar en sola tu palabra, a no dudar jamás de que me quieres. A velar a la puerta que no se abra, a aceptar cuanto darme bien quisieres, y a acertar a saber creer quién eres. Que en la jerga de Dios no hay “demasiado”, ni es posible en su Verbo lo “imposible”, aunque piensen algunos que es errado, llegar por el latir de lo tangible, a fundirse en amor con lo invisible. ¡Del humo con sus llamas me defienda tu santo amor, que en estas pajas ya arde ! Y que al cielo me eleve cuando ascienda : ¡No haya lugar a que traición cobarde disipe el fuego en que expira mi tarde !

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Domingo, 25 de Junio de 2006 LA TERCERA MUERTE DE DIOS Cariño, Lecheimiel, llama también, por favor, –o mejor, invita–, al

Hermano Exis, por si quiere asistir a esta reflexión. Es posible que aquí aprenda a relativizar sus antiguas posiciones, y también es posible que él nos ofrezca alguna luz, tamizada y matizada por su gran experiencia.

Aunque, a la verdad, Fray Amore, no creo que las experiencias adquiridas al socaire de una religiosidad tan acendrada como la que mantiene vivo al sistema del Papa, pueda servir para hacerse cargo con serenidad, del fenómeno de la “Tercera Muerte de Dios”, de la que, con tu gracia, vamos a dialogar, no sólo en este capítulo de hoy, sino, con tu bendición, durante todo este librito que hemos titulado “Diminuendo”.

¿Quieres ? – ¡Quiero ! Apruebo tu atrevimiento, hermano amadísimo, de coger al toro por los

cuernos, como decís en tu tierra. Pero debes explicar, primero, por estricto deber de justicia, y para que

no te acusen de plagio, el por qué de este título de “la tercera muerte de Dios”...

– Ah, sí. Es el título de un ensayo de André Glucksmann, que con el título original de LA TROISIÈME MORT DE DIEU, editada en París en el año 2000, y cuya primera edición en español, en la Editorial Kairos, es del año siguiente 2001.

No vamos a tomar quizás mucho de sus textos, para no caer en ilegalidad alguna, pero no creo que el autor o el editor se molesten en que usemos aquí tan sólo el título como inspirador, de paso que les hacemos propaganda...

Por otra parte, amore, el fenómeno que él señala en su libro que he comenzado a releer, (pues lo tenía en mi pequeña biblioteca privada y ya lo había leído en su día al poco de salir), es tan universalmente conocido y aceptado por todos, que no supone ningún secreto : Se trata de verificar el ocaso silencioso y sin aspavientos del sentido y de la praxis de toda experiencia religiosa, y aun de toda fe en lo trascendente.

Es el fenómeno de la indiferencia religiosa no sólo en cuanto a las relaciones con Dios (relegadas, si acaso, al ámbito de lo privado), sino incluso de la indiferencia con se acoge la indiferencia misma.

Pero el autor nos invita, después de un capítulo primero de constatación incontestable de dicho fenómeno, por lo menos a escala europea, a ver en él, en

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esa indiferencia que supera todas las previsiones avanzadas por los más avezados videntes de los últimos siglos, a ver en dicho fenómeno, repito, un grande y significativo “evento”, del cual toma pie para intentar analizar adónde nos conducirá.

Las reflexiones que aquí, hermano, nos hagamos, no serán doctas ni bien documentadas, porque no queremos ni comentar ni suplantar al referido ensayo. Más bien instamos a que los oyentes que deseen profundizar en este “tema”, vayan a su fuente y lo lean por sí mismos.

Simplemente, y como siempre, fray Amore, nuestro diálogo será personal e intransferible en su originalidad y marcado, como siempre, por tu inspiración y por nuestro mutuo amor.

– Así pues, hermano amado, si estás dispuesto a “hincarle el diente” a tan rudo y duro tema, yo estoy contigo, y, además, movido por tu invitación, que es una invocación, yo traspaso la llamada al fratellino nuevo que acaba de matricularse en esta escuela de teología nueva.

- Mi fray amore, eso de “hincarle el diente” es muy gráfico. De todas maneras, no podré hacer mucho más, debido al estado lamentable de mi dentadura, de la cual ya te hablé en alguna de las primeras CARTAS DESDE LA ETERNIDAD.

No será, desde luego, un masticar exhaustivo de este pan duro de roer, ni mucho menos.

Pero sí, quisiera que fuera un “comer para estar preparados para digerir nuevos alimentos que nos son ofrecidos por la iniciativa del Espíritu de Cambio y de Renovación..., según aquello de “Dios da el pan a sus amigos mientras duermen”.

El Dios que alimenta a los pajarillos y viste a las flores del campo, nos ha salido al encuentro de las grandes necesidades de la Nueva Era.

Ya adelanto aquí, Fray Amore, y Fray Exis, que yo estoy adivinando que este proceso de la increencia en los dioses de la moderna sociedad europea y también mundial, pues Europa lleva la batuta de la evolución, nos va a conducir de la mano no al retorno de los viejos tiempos, ni mucho menos, o como desearía el Papa a una “nueva evangelización”, que fuera más de lo mismo, sino, por el contrario, a un hallazgo de la dimensión divina de la vida misma.

A un verdadero y vital misticismo, que nos haga captar la Unidad de todo lo Creado, y por tanto la inmersión en una conciencia de filiación que nos haga caer en la cuenta de la misma unidad entre lo Creado y el Creador.

– ¡Nada menos !

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– ¿Quién ha dicho eso, fray Amore ? ¿Quién ha hablado dos palabras que me ha parecido escuchar ?

– Pues claro que has oído, y has oído bien, porque he sido yo, Fray Exis de la Reina de la Paz, el que he hablado. Desde ahora reconocerás mi voz, y no tendrás que preguntarle a “Lecheimiel” quién ha hablado, porque yo mismo te hablaré con suavidad y claridad meridiana.

Algo he aprendido, –o, mejor, recordado– de cuanto sabía antes de partir de aquí para adoptar la personalidad de mi última encarnación, cuando quise experimentar el poder de la Iglesia Católica, al que me apegué en exceso, lo cual me cerró la mente a otras aberturas justas y necesarias.

Por cierto, hermano ermitanyo. No me gusta nada el nombrecito que me has puesto para velar mi identidad.. ¡Eso de “Exis” ! ¿Cómo se te ha ocurrido ?

En cierto modo, ayer, porque aún estaba muy turbado por la experiencia de la “muerte”, me conformé con él, porque no era esencial ponerme a disentir del gran amor con que me invocaste.

Pero, (y como, además, nuestro verdadero nombre cósmico, el que corresponde a nuestras personales vibraciones permanece oculto para el público curioso que nos rodea a veces como avispas ávidas de libar nuestros secretos), te sugeriré que les entretengas con el que adopté en la vida reciente pasada, pues mi identidad verdadera no quedará menoscabada : “secretum meum mihi”.

– Entonces, hermano, ¿me sugieres que te llame sencillamente “Jesús de la Reina de la Paz” ?

– Incluso, si quieres, –¿por qué no ?–, citando mi apellido familiar “Castellano”, por el que fui conocido y mediante el que me hice famoso... Tan famoso y querido que ahora no tengo nada que perder con ser recordado con tan entrañable nombre.

(No como ese de “Exis” con el que parece que me dejas con media “Exis-tencia”, ¡por favor !)

– ¡Oh, gracias, Jesús Castellano de la Reina de la Paz. Ahora te saludo con más cariño y respeto que nunca. ¡Bienvenido a esta nuestra tertulia tripartita !

Perdóname, pues, fray “Exis”, muerto y olvidado, pues no fue ese tu pasajero nombre más que fruto de un error, pues quise llamarte “Equis”, (“X”).

– ¡Peor todavía ! ¿Acaso soy yo fruto del empate de una quiniela ? – ¡Oh, cómo me agrada, hermano Jesús Castellano, verte bromear con la

alegría de quien ha superado las primeras turbaciones del proceso de “la muerte” !

¡Gracias por tu buen humor ! – Tú, hermano, (el único obligado aquí a guardar tu anonimato, y sin embargo el

único que ya has hablado casi siempre demasiado al descubierto de las iras de los poderosos), me conoces desde siempre, y sabes que siempre he gozado de tan buen humor como de buena salud... (Hasta que ésta se quebró, porque había llegado mi hora).

– Os veo muy entretenidos, hermanos, entre vosotros, con gran humor y alegría de vivir.

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Ya veis que no he interferido en vuestra conversación y me he mantenido a la escucha, discretamente... Pero, ya que hablabais de anonimatos, ¿qué pensáis, qué piensas tú, hermano ermitaño de mi corazón, de que me hayas de llamar casi siempre por el apodo, –bellísimo, pero a la postre apodo–, de Lecheimiel ?

Sí, también me llamas a veces Ricardo o Riccardo, desde que “el Señor” Jesús, te autorizó a hacerlo abiertamente, y aun te invitó a hacerlo así, antes que identificarme con otros nombres que en privado te he revelado, y de los cuales también has usado, y tal vez, en ocasiones abusado. Aunque bien sabes que no te lo digo, ni mucho menos, en plan de reproche, pues sería incapaz, desde mi tierno amor, hermano, de reprocharte nada.

– ¡Oh querido ! Yo entendí que Jesús –no el Castellano, sino el Nazareno– me invitaba a llamarte por aquel bendito nombre que adoptaste en la Orden, y por el cual te conocí y te amé, especialmente con el objeto de que no me avergonzase de ti, y del hecho de haberme enamorado de ti, en el seno de una Orden celibataria, pues, en cierto modo, éramos fruto del ambiente cerrado en que se movían nuestras sensibilidades. Y así te he llamado con mucha frecuencia, con un nombre que para mí resultaba absolutamente dulce y concreto.

No obstante, guardo tu anonimato, al menos oficialmente delante de la gente, puesto que ese nombre adoptado de “Religión”, y con el apellido también religioso “del Bambino Gesú”, hoy ya no corresponde a persona alguna. Sencillamente, Fray Riccardo, ya no existes como tal. El cancerbero que ocupa tu cuerpo no se llama así de ningún modo. Su, –tu– apellido seglar junto con tu nombre de pila, jamás será revelado.

– ¡Son secretos a voces, de todos modos ! ¿Puede haber algún otro “fratellino” en la Tierra ni en el Cielo que se parezca a ti, Riccardo, aunque incluso se vista con tus despojos ?

– Yo no sé, hermanos míos amadísimos, si no estamos entreteniéndonos excesivamente con estos juegos acerca de cosas superficiales y tangenciales que no hacen con nuestro tema...

– Fratellino de mi corazón, humano, más humano que nunca : no aceleres nuestra entrevista ni agües nuestro buen humor, porque no es nada tangencial la alegría. Déjanos disfrutar de la Vida, y disfruta también tú con nosotros, pues el Tiempo convertido en comunión es eterno.

– Lo que ocurre, fray amore, es que yo ya estoy cansado esta mañana de escribir, y temo, como ayer, y como otras veces, quedarme dormido sobre las teclas del ordenador...

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– Mejor que mejor, hermanito. Tú mismo lo has dicho antes : “Dios da el pan a sus amigos mientras duermen”. Es una buena señal de que es verdadera tu canalización, el constatar que escribes semidormido para la mente racional, pero con el corazón superconsciente.

No obstante, y como también hemos dicho que la eternidad es muy larga, y confiar en ella es confiar en que los asuntos temporales y cuestiones de la Tierra también se resolverán favorablemente sin que vuestros apuros y dudas pongan coto a la generosidad del Creador y promotor del Cambio, puedes dejarlo por hoy, sin agotar el tema, porque mañana seguirá siendo HOY, como bien dijimos en la carta de “De Quién para Quién”.

Te sugiero, amado de mis entrañas, que adjuntes aquí ese poema que compusiste en cierta ocasión, comentando la “muerte de los Budas”, (a partir de la crisis de los Talibanes y de la “caída de las Torres Gemelas”, –dos fenómenos similares en significación con la “muerte de los dioses” o “de Dios”, que hoy comentamos), y que titulaste : AMOR POSTMODERNO. ¿Lo tienes por ahí disponible ?

– Lo buscaré, fray amore, y os lo ofreceré, pues J. C. no lo conoce seguramente todavía, y con él os daré por despedidos, pues tengo que subir al monasterio a tocar en la Misa Mayor, para que no resulte tan postmoderna y desvaída.

Allá voy :

AMOR POSTMODERNO Un solo Amor. Un propósito, un proyecto, una sola, problemática, campaña de promoción mutativa de la Historia. Una historia inédita hasta ahora. Lo nunca visto, jamás acontecido, lo tal vez nunca deseado, o impúdicamente imaginado. Coordenadas ocultas, globalizadas injusticias que alimentan el hambre de los pueblos iconoclastas, incendiarios, que derriban viejas torres desfasadas, antes poderosas, ahora ya olvidadas. Así son los viejos Budas compasivos, que se inmolan a sí mismos por el Hombre aún no nacido. Tanto amó Dios al mundo,

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que se apartó del medio de su órbita para no colisionar con su destino. ESO…(y mucho más que yo no veo), eso es lo que inspira mis amores que espantan los terrores fantasmales, fatalistas, abismales, de los que nada bueno esperan de este tiempo, que es, cual ninguno hasta la fecha, –así gozosamente yo lo intuyo–, un tiempo de gracia y de recreo. Amén. Así lo creo. Ahora muere Dios a nuestros ojos, sin penas ni cadalsos, sin laureles, sin palmas ni martirios. Se incinera su Cuerpo entre las flores que crecen a costa de sus huesos. Y el Hombre, que esto ve, tan sin espanto, aún se acuerda, sólo de cuando en cuando, de ese viejo Dios, para quejarse de excesiva libertad para saberse sujeto de su Historia. Su futuro. Y ese Dios, que así muere sin coronas, es el pan de nuestra hartura, carne de canje terrorista que se ofrece a sí mismo en nuestras misas, liturgistas, sacralistas, formalistas, recesivas, evasivas, desvaídas, deicidas… postmodernas. Es el pan de cada día. ¿Hay alguien que dé más en la subasta del Amor ?

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Lunes, 26 de Junio de 2006 LA FE QUE MATA Hermanos amados del cielo : Me dirijo a los dos, porque no podemos, –

¿verdad, Lecheimiel ?– excluir al JCC, al que habíamos invitado a nuestras conversaciones tripartitas de teología nueva.

Hola, pues, Riccardo, el renegado, hola, Jesús, el inquisidor. – Hola, el profeta, el que parece que amando hiere e hiriendo acaricia. – Hola, el original perdedor que se lo juega todo a una carta. – Hemos de dejar sentado, tan claro como el agua de la fuente, cuando

no arrastra el barro de las lluvias pasadas, cuando no colecciona el rencor de los desplantes, de los desprecios, de los silenciamientos, de las soledades y en fin de todas las incomodidades y vergüenzas de la vida anteriormente soportadas, que aquí nadie ofende a nadie, ni se siente para nada ofendido, pues nuestra asamblea a tres (“cuando dos o tres estéis reunidos en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos”) está en realidad completada y presidida por Cristo, que no es capaz de ofender ni de sentirse incomodado por aquéllos a quienes ha amado, ama y amará.

– ¡Claro, amor ! – ¡Clarísimo, como el agua reposada. – ¡Clarísimo, mejor, como el agua viva de una corriente cristalina recién

manada de la Fuente ! ¿POR QUÉ MANA LA FUENTE ? La fuente que mana y corre, sin saber bien hacia dónde, propio camino recorre en el misterio que esconde. Que ella misma abre el camino que surca entre roquedales, hasta que alcanza el destino de otros más amplios caudales. Y aunque, vertida en el río, pierda su nombre de fuente, tal será su regadío cuanto su caudal aumente. Mas no encontrará reposo sino cuando llegue al mar, dichosa de hacer dichoso

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al que inició su hontanar. El misterio sugerido por las aguas que confluyen es el del UNO escindido en egos que en El concluyen. Y, mientras vuelven cantando al amor que han conocido, el GOZO DEL TÚ entonando, en el UNO se han dormido. Ahora sabe la fonte que es más que río y que mar, y que allende el horizonte, le aguarda un dulce soñar. Es el sueño del que advierte que acaba de despertar, y al que sólo le divierte al gran Silencio cantar. Os quería proponer, hermanos, los que reposáis y soñáis en la otra orilla

del río que aún discurre, para vosotros tanto como para mí, hasta tanto nos durmamos completamente en el Gran Despertar, que aclarásemos de una vez por todas, para los lectores ocasionales de nuestros escritos, qué diferencia hay entre Fe y Creencias.

Y qué relaciones, entre esos “entes” espirituales y la “razón” humana. – ¿Tienes algún motivo especial, hermanito amado, para plantearte tales

preguntas esta mañana ? – Esos problemas tenéis, ciertamente, en la tierra física, donde no veis con claridad

los horizontes que aquí se nos revelan por el simple deseo de transcenderlos. Las tres palabras que has citado, hermano, –“Fe”, “Creencias” y “Razón”–, se me

antojan emparentadas con la limitación en la facultad de “Ver”. – No te falta razón, hermano vaticanista. Pero, además, la “Fe”, tiene que

ver con el corazón, con la confianza y con el deseo incontenible de saber. La razón es un instrumento de análisis y de depuración de las ideas que

surgen, no directamente de ella misma, de la razón, sino de otra facultad de “ver” directamente con los ojos del alma, a la que llaman “intuición”. Para que el hombre, especialmente el hombre viador, endurecido por los fracasos y decepciones de la vida, pueda admitir las ideas luminosas que le vienen por la vía más rápida y directa de la misma Fuente, a través de los múltiples caminitos y regueros de las intuiciones más o menos geniales, –que no excluyen, desde luego, la intervención de otras inteligencias ocultas subsidiarias puestas ahí

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como apoyos al conocimiento del que busca con el deseo–, es necesario que el hombre se halle con la mente totalmente abierta y confiada en recibir aquello que inquiere y persigue.

Esa apertura del corazón y de la mente, conjuntas, (“razón”, “co-razón”, como muy bien sabe José), se llama FE.

– Pero... ¿Fe no es aceptar, con el corazón y con la mente, desde luego, y no sólo con la mente, lo que nos dice la Palabra de Dios y/o la Doctrina dogmática de la Iglesia, o, en todo caso, lo que ésta nos propone como revelado por Aquélla ?

– En estas proposiciones y doctrinas, aludes al “aceptar”, y para nada, al menos directamente, hermano, al “entender”, previo paso para “aceptar como acto humano”.

Yo diría que lo que tú indicas como Fe no es en realidad más que “Obediencia”, más o menos ciega, más o menos obsequiosa.

– Pero ¡nunca irracional ! – Quizás no, en sus presupuestos o “razones” para creer, –“praeambula

fidei”–, pero “a-rracional”, en el acto de creer. ¡Y cuántas veces, a la hora de “confesar”, en medio de un acto litúrgico

colectivo, o en un acto de juicio o juramento impuesto previamente a los que han de enseñar y predicar, no se trata ni siquiera de “creer”, sino tan sólo de confesar públicamente que se cree. Que se acepta. En fin, que se obedece y en cierto modo se renuncia a la propia facultad de revisar dicha obediencia impuesta !

– Así es. Bien lo has dicho, hermano viador y padecedor de todas esas situaciones que mencionas como ejemplo, en que quedan marginados los derechos humanos más sagrados a disentir y a usar de la independencia de criterio.

– No sabía que en el Cielo, donde no usamos las palabras, sino la telepatía, por la cual captamos los pensamientos ajenos así como son captados los nuestros, según voy comprobando, hablabais tan claro, Hermano Riccardo.

De todas maneras ten cuidado de sugerir o de respaldar al Hermano Viador, al que transcribe toda esta nuestra conversación, conceptos tan fuertes o soliviantadores, que le pongan a él mismo en un compromiso, amén de que pueda escandalizar a otros.

– ¡No te preocupes por mí, Hermano inquisidor. (Y digo “inquisidor”, sólo con minúsculas, pues lo pronuncio benévolamente en el sentido originario de “preguntador”)

¿No me has llamado ya a mí “perdedor”, y no me he disgustado por ello, según hemos convenido ?

¡Dime, si aún me queda mucho por perder, JCC famoso ! – Bien, hermanos míos muy amados. Pongamos una gota de miel en

nuestras conversaciones, y prosigamos con exprimirnos un poquito más para

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ofrecer a los principiantes la leche de nuestros bellos pensamientos edificantes.

A aquéllos que tienden a alimentarse y no a regurgitar todo lo que leen. Prosigue, tú, amado viador, José, el moderador de este triálogo. – Antes, al principio de esta canalización, hermano Lecheimiel amadísimo,

me has hecho una pregunta a la que no he respondido. Si tenía alguna razón especial para plantearme tales preguntas esta mañana. ¿Recuerdas ?

– ¡Claro que recuerdo, Amore ! – Pues es el caso que un amigo a quien di a leer el archivo anterior

ENMANUEL, O EL CANTO DEL ALBA, me contestó que no podía comprender la realidad, –que no negaba–, de nuestros diálogos, porque tal vez le faltaba preparación, así como tampoco podía comprender ni aceptar la lectura del libro que le presté de LA TIERRA DE ESMERALDA de André Givaudan (o algo así), puesto que contradecía todos sus presupuestos adquiridos en el período de “formación” de su Fe.

Yo le respondí que incluso yo tenía que hacer un esforzado acto de fe para aceptar la objetividad de cuanto recibo de vosotros, especialmente de ti, Lecheimiel, como muy bien sabes. Sabes las duras batallas que he tenido que librar contra las dudas a lo largo de estos años de relación canalizadora.

Dudas que, hoy, en verdad, tengo, al menos a nivel de corazón, totalmente superadas.

Porque al corazón lo trabaja y reblandece la confianza. Pero la “razón” (que algunos llaman “mente”, aunque “mente” es más amplio), es reacia a dejarse dominar por otra cosa que considere venida de fuera de su propio “ego”.

Y, aunque las “creencias” adoptadas en nombre y como fruto de cierta clase de fe, –que llaman “virtud infusa” (¡contradictio in terminis !)–, se quieran otorgar a sí mismas la calidad de ésta, (es decir, pasar por fe lo que no son más que aceptaciones obedientes a una doctrina), en realidad funcionan como obstáculos para la verdadera Fe, entendida como apertura total de la mente hacia los dictados que el corazón le recomienda como intuiciones verdaderas.

Es decir, que tal vez se podría decir que hay también dos tipos de creencias : las previas a la Fe, (aunque en realidad son resabios de otra “fe”), y las que derivan de aquélla, como fruto maduro de una apertura del corazón.

¿Estáis de acuerdo, o me he hecho un lío ? – Hermano, cuando las aguas cristalinas discurren por los primeros

cauces empinados de la montaña, recién salidos de la Fuente Secreta, no esperes que las mismas sean mansas y reposadas.

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La agitación misma de la Vida, aunque no las enturbie, sino más bien las clarifique y oxigene más y más, impide a veces ver demasiado claro a través de ellas.

Tales aguas se ven demasiado en sí mismas, y no son como las aguas reposadas que, como superficie lisa de un lago permiten ver a través de ellas el fondo misterioso.

Por tanto, amado, te propongo que pongamos por hoy fin a este retazo de vida y de conversación con el que nos hemos sacudido muchas certezas indebidamente cristalizadas, y hemos horadado un poco más la roca de nuestra dureza, tanto de corazón como de mente.

– Sí, dejadme descansar a mí también, que no creo haya venido al Cielo a seguir trabajando tan duro como allí en la Tierra.

Que, aunque no perecí por exceso de trabajo, como te dije, José, también éste estando desequilibrado por el deseo de contentar a todo el mundo (quizás menos a los con razón descontentos), contribuyó lo suyo al colapso final de mi cuerpo.

Deseo, como oración de acción de gracias por esta liturgia maravillosa “a Tres” (“Cuatro” con Cristo), que los que me conocieron y me amaron y tal vez algún día me lean a través de estas maravillosas canalizaciones, sepan que sigo aprendiendo humildemente de los más humildes, y que con ello me preparo para unas mejores relaciones humanas y divinas en un futuro próximo, con todos ellos.

¡Beati pauperes in spiritu ! – ¡Amén, amén, amén, aleluya, aleluya, aleluya ! EL MÍTICO ELÍAS Aquel mítico Elías, cuando junto a la fuente dormitaba te vio que a él venías y en velos contemplaba tu belleza en figura y te adamaba. “¿Qué haces ? Sólo miro”, fue vuestro amor en nada pronunciado. Y así, con un suspiro, al Mundo fue lanzado, de tu antorcha encendida iluminado. “Quítame este vivir”, –dice Elías al fuego que lo abrasa–, que prefiero morir, pues no sé lo que pasa y no encuentro mi Pueblo ni mi casa. Y tú le abastecías

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con el magro consuelo de aquel pan que en cenizas cocías. ¡Come, Hijo de Adán ! ¡Profetiza a los hijos que vendrán !

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27 de Junio de 2006 LA MÚSICA INCORRUPTIBLE Acabas de oír, hermano viador y profeta, “el que parece que amando

hiere e hiriendo acaricia”, como te decía ayer, amore mío, después que tu nos saludases con aquellas extrañas palabras que parecían hirientes, “renegado” e “inquisidor”, el TRIO DE LOS ESPÍRITUS, sonata en re mayor de L.V. Beethoven.

¡Qué apropiada ceremonia, hermano, para ponerte a canalizar al hermano nuevo, que fue “Castellano” como casi todo buen “Inquisidor” que se precie y ahora es universal inquiridor de la Verdad, y a mí tu hermanito “sacerdote renegado”, en efecto, según los estrechos moldes de la Iglesia, pero “sacerdote eterno” según el orden de Melchisedech, por vocación divina irrenunciable e incorruptible !

¿Sabes, amadísimo de mis entrañas, a qué se debe el que algunos cuerpos permanezcan incorruptos en sus tumbas, y así se conserven otros durante muchísimos años, aunque ciertamente pocos son los que se hayan conservado “frescos” y no desecados por el corrosivo Tiempo ?

Si preguntas a los científicos físicos o médicos, o bien a los estudiosos de parapsicología y ciencias afines, te darán muchas explicaciones y ninguna satisfactoria. Si preguntas a los religiosos te hablarán de “milagro”.

Si me preguntas a mí, tu fratellino-guía, te diré que se debe especialmente al amor que ha rodeado al aura de los que han muerto, y los ha envuelto en bellos pensamientos aromáticos, y arropado en suaves músicas armónicas del bien decir acerca de ellos por parte de todas las gentes.

Una auténtica “Ben-dición”, los preserva, amore, de toda maleficencia y por tanto de toda eficiencia de las fuerzas habituales de la Naturaleza que tienden a consumir y a extinguir hasta los más pertinaces recuerdos.

Cuando los “recuerdos” que ha dejado una persona tras de sí, como un aroma u “olor” de santidad, en que algunos humanos han dejado este mundo, le ungen como óleo de amortajamiento, es muy fácil, sí, hermano, que el cuerpo del santo o la santa que se ha ido, permanezca incorruptible.

Ahora bien, mira hermano, y recapacita, que la palabra “incorruptible”, que no es exactamente lo mismo que “incorrupto”, no se refiere tanto a la preservación de la corrupción natural del sepulcro, (que podría también deberse a otras circunstancias excepcionales del medio ambiente más o menos propicio a la conservación o interrupción de los procesos naturales de la

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entropia, como, por ejemplo, el frío extremo o la sequedad del aire), cuanto a la cualidad activa y activada especialmente por y tras el tránsito del “difunto” de no dejarse corromper, ni por los ditirambos y elegías, ni por las posibles críticas y maledicencias de los que aquí quedan...

Se trata aquí, amor mío, de la Santa Indiferencia con que debes asumir que algunos te critiquen y te abandonen, y otros, –pocos– se conviertan en incondicionales admiradores tuyos.

Tu fortaleza, hermano, está en ti. Pero, incluso tu fortaleza no consiste en mostrarte fuerte contra nadie, ni menos contra Dios, como Israel, sino en sentirte más allá del Bien y del Mal, con el espíritu de la transcendencia de toda dualidad mediante la vivencia de la Unidad.

FUERTE CONTRA DIOS, ISRAEL (acróstico) F igura vacía es la Historia que pasa. U fana se jacta de su poderío, E nsalza del hombre su libre albedrío, R elegando a Dios en su Cielo de farsa… T iénese por sabia maestra de la vida, E stúpida boba que siempre repite C urso de primaria. De todos prescinde, O rdena los hechos a su antojo, y grita : ¡N inguna falta hace que Cristo gobierne ! T ranquilidad finge, que tranca enarbola, R emedando paz, dispone camorra. A l mundo divide : Sur-Norte, Oeste-Este… D iciendo : “Un poquito y seré el Paraíso, I gual o mejor que el que el cura predica !” O bscena, rebelde, deslenguada, impía, S in saber aún sigue que el Juicio ya ha sido ! I d vosotros, hijos, mientras tanto viendo S ignos claros, ciertos, de mi fiel regreso… R ogad a Dios Padre que os mantenga fuertes A la hora del llanto y el crujir de dientes… E n Jerusalén os convoco y os doy L a clave del “Día” y sabréis que YO SOY. – ¡Oh amado Lecheimiel ! ¡Qué bello ha sido tu “solo” de “cello”, en esta

mañana apacible, en que nuestros espíritus acompañantes de tu bello y

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profundo cantar, (al menos hablo por mí que te acompaño como siempre al piano), me reduzco voluntariamente al silencio contemplativo !

RECUERDOS VIVOS No sabía que dentro mi capullo, en fase de crisálida enclaustrado, pudiera yo escuchar otro murmullo que el eco de mi voz amplificado. Mas era, sí, tu voz en reverbero la que oía entonar la melodía…, aquélla que cantabas, firme, austero, y yo te acompañaba, al piano, un día. ¿Recuerdas la ventura que tuvimos de poder ensayar juntos el aria que, luego, tu cantaste y yo, con mimos sostenía, en tono de plegaria ? Fue aquél de los momentos más dichosos que nos brindaba el ángel del destino, permitiendo plantar hitos gloriosos en promesas de amor libre y genuino. Esos días gloriosos ya han pasado, ahora que tú faltas de mi vera. Mas te oigo, en mí, cantar, alborozado, que otro Amor nos convoca en la alta esfera.

– Y, ante este magnífico “solo” de nuestro hermano Lecheimiel, el “renegado”, qué

podría decir el “inquisidor” o “inquiridor”, que no fuera : “Díme, hermano, ¿por qué cuando estabas a nuestro lado, nadie, (o al menos hablo por mí, que canto a palo seco), pudo captar tu belleza espiritual sinigual ?

¿No te enfadarás, hermanito sabio, hermanito lindo, de que yo me atreva a decirte ahora, cara a cara, que yo también me estoy enamorando de ti ?

¿Y tú, hermano José, el profeta que acariciando hiere e hiriendo acaricia, no te disgustarás de que yo entre, no en competencia con tu amor, que antecede en derechos con mucho al mío, sino de que me sume a la procesión de los amigos del Esposo, según el Rito de Minerva ?

– Yo, por mi parte, J.C.C., el último llamado, que has vuelto a nacer por la humildad de corazón, sólo te recuerdo que, como el primero de los jornaleros contratados, cobrarás idéntico sueldo.

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POEMA SIN TÍTULO Eres, amor, la entereza de mi fe. Eres, oh fe, el dolor de mi esperanza. Eres la dicha que espero en lontananza, eres todo aquello que el mundo no ve. Eres la fontana que de noche canta, eres el silencio que en la noche sueña, eres todo el viento que a la mar domeña, eres todo el cielo que al infierno espanta. Eres la promesa que llega a su hora. Eres la hora justa que el amor contrata. Eres la Palabra que a sí se relata, el Lugar sagrado que en sí mismo mora. Y que, en realidad, –como tú mismo recordabas ayer–, aunque cantamos

en trío, Jesús, el Cristo, (o, mejor, el Niño Jesús), fungiendo de compositor y director de Coro, es el cuarto miembro de esta mini-Iglesia doméstica, –o, mejor, el Primero–, que estamos reunidos aquí no tanto para cantarnos mutuamente loores y coronarnos de guirnaldas, cuanto para realizar la Obra del Creador y Dios Único, sujeto y objeto del Amor y el Amor mismo.

Yo miro con ojos enternecidos al Creador en los ojazos de Lecheimiel, y en los ojitos del Niño, y en tus ojos bajos de inquisidor arrepentido, hermano, y, sin palabras, a modo de beso apasionado en vuestros labios rojos, os canto :

“No quieras enviarme de hoy ya más mensajero, que no saben decirme lo que quiero”....”Pues todos más me llagan y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo”.

EL CORAZÓN DE ACUARIO Sueño indeciso entre las musas infinitas, letras arábigas, innúmero escuadrón. Salen las décimas del hondo la caverna, rompen las gélidas el amplio cinturón. No sabe Sísifo si pace entre las flores…, traga el tubérculo…, o rompe el cascarón… Último dígito ya salta entre los dedos, aunque hay apenas innata protección. Sube el que nace entre cenizas. Y el que esparce recias alfombras de suicida baldón hiere al que viene rodeado de milenios…

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¡Dos que antes eran, ahora tres ya son ! Y aquéllos que quedan, iguales a los muertos, la vida aborrecen que mata la ilusión. Ya todos vivirán del aire generado y sorberán el agua que sopló el dragón. Dos más tres ceros cual los cinco panes eran con peces en la hierba que narra el Pregón. Navega entre los Astros la Tierra en Acuario ¡Mas falta Aquél que viene a abrir la sesión tal vez en Otoño, tal vez en Primavera : “¡Éstos son los míos, éstos también lo son !” Entonces pacerán los vivos con los muertos… ¡Y a “los Buenos”, quizás, les duela el corazón !

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Miércoles, 28 de Junio de 2006 SINCRONIZACIÓN ¡Hola, amoritos celestiales ! ¿Cómo habéis pasado la noche ? ¡Ah, se me olvidaba ! En el Astral alto y luminoso no hay noches, –a menos

que se desee–, pues tampoco necesitáis descansar. Toda vuestra vida consiste en un descanso, –que por algo algunos llaman “eterno”–.

No necesitáis dormir. No necesitáis comer. No necesitáis, –(me parece)–, practicar el sexo, que ha sido transmutado en puro amor.

Es el Reino de Platón. ¡Homero con sus luchas y sus dramas, ha pasado a la Vieja Historia

Mitológica de los Dioses ! Sencillamente ha sido superado y sublimado. Pero los habitantes de estas “sombras” cavernosas, repletas de

ignorancia, no acabamos de ser felices con tan vaporosos indicios de la vida del más allá.

Necesitamos sentirnos de carne y huesos. Necesitamos tocar nuestros barrotes y grilletes, para saber precisamente que estamos encadenados.

Entonces, sólo entonces, apeteceremos salir de la gruta hacia la Luz. Hoy, en este valle donde se ubica mi ermita, hay poca luz del día. En

consecuencia, tengo poca carga de las baterías que me suministran energía para escribir. Amén de eso, hoy, –al menos esta mañana–, tengo muy poco tiempo : Apenas el suficiente para mandaros este “¡HOLA !” un tanto holístico que os estoy mandando.

Mientras aquí, en la Tierra Física, se alternan las luces y las sombras, los días y las noches, supongo que allí, en vuestra Tierra de Esmeralda, van transcurriendo también las vivencias que crean vuestro propio Tiempo...

Que, en cierto modo facultan y a la vez condicionan, aunque sea con libérrimo ritmo personalizado, vuestra necesaria evolución de conciencia.

Imposible saber desde aquí, (y no sólo por no estar sincronizados con vuestras altas vibraciones), cuánto tiempo ha transcurrido del vuestro, y por tanto cuánto habéis avanzado en vuestra evolutiva paz.

Me voy, hermanos, a mis quehaceres, a cumplimentar un encargo que me acaban de encomendar. Y quedamos en terminar, otro rato, con más quietud, esta “sincronización” anunciada.

Nos pondremos al día en las noticias.

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Cantaremos con el Himno de Pascua : ¡Bendita la mañana que trae la noticia de tu presencia joven en gloria y poderío : la serena certeza con que el día proclama que el sepulcro de Cristo está vacío ! * * * Si el sepulcro de Cristo está vacío, es porque nuestro corazón está lleno

de su esperanza y de su amor. Si las iglesias y los templos se vacían, es porque la gente, en las calles, no

parece necesitar de Dios, porque... ¡Aquí está el núcleo de la Tragedia Griega ! ¡Éste es el punto de inflexión ! ¡Aquí reside la mal entendida purificación o catarsis platónica ! El Eros pasional ha quedado absorbido por el Filein filantrópico, tan

desprestigiado como, a veces, desencarnado, impotente e inoperante. Pero impotente e inoperante, porque, está sesteando en el lecho de sus

propios fracasos : Si la Justicia no resuelve los conflictos humanos, tal vez lo haga la Mística de la aceptación de sí misma, tal cual es.

La Humanidad empieza, ha empezado ya, a través de su experiencia de muerte y desolación, a ver, aquí y ahora, aquí abajo, en lo más hondo de su dolor, al Dios que ella misma es, CARA A CARA.

¿Para qué necesita ir al Templo donde se eterniza el Gran Teatro o función simbólica de los mitos, si ha vislumbrado ya el gran misterio que deja al descubierto el Velo rasgado del Sancta Sanctorum : su propia divinidad ?

Inoperante, porque, finalmente, está incubando la gran Intuición, la sublime perspectiva de que ella misma, la Humanidad globalizada, es el objeto y el objetivo de su gran Obra alquímica : autodescubrirse como la gran Palabra : el Logos en acción y en reacción.

Ahora, acción y reacción se perciben como dos fases o movimientos de la misma sonata : CRESCENDO E DIMINUENDO.

* * * Tal vez esta interpretación benigna del Mal descastado y suelto,

campando por un Mundo tal vez prematuramente admitido a la mayoría de edad, tal vez prematuramente, sí, pero al fin y al cabo también providencialmente,

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desatado, desligado, de su cordón umbilical de la Religión, que ya no cumple función alguna, pueda parecer a muchos excesivamente optimista...

ESTA ES MI SINCRONIZACIÓN con los ángeles del Cielo, con vosotros, mis corazones ausentes de la carne, presentes en mi santuario del alma en esta tarde-noche que está de nuevo cayendo, pero tan sólo por exigencias del ritmo de un concierto veraniego...

Mañana, San Pedro y San Pablo, esa conmemoración venida a menos en la

Cristiandad, será sólo ambientación ornamental como obertura o preludio de un Nuevo Día en que vamos a brindar por el Super-man, por el HIJO DEL HOMBRE QUE RETORNA por la misma ruta inesperadamente invertida por la que partió.

Ahora se llama ENMANUEL : DIOS CON NOSOTROS, abreviadamente : DIOS-NOSOTROS.

Me gustaría, hermanos celestes, Lecheimiel y Jesús, y en vuestras voces

de corifeos la tuya, JESÚS, EL TESTIGO SILENCIOSO, que me bendijerais con una bendición especial, antes de acostarme confiadamente en mis sueños.

– Jesús, Jesús, y yo, hermano paciente, hermano bello, hermano Pontífice de la Nueva Esperanza, te bendecimos con tu propia música :

POR LA SECRETA ESCALA Domina tu cuerpo y ahorra energía, Reúne tus fuerzas en un solo haz, Milita en las filas del único Guía, Famoso por hechos y dichos de paz, SOL justo, al que llaman Jesús, el Mesías, LA estrella que llega del cielo a reinar… Siguiendo sus huellas, al fin de este día, DO está la colina, allí lo verás. SI aún se retarda, ten fe todavía : LAtente en tu pecho, brillando está ya. SOLdados de Cristo, ¡bajad de la cima ! Fatiga no pueda haceros cejar, Mirad que no duerma la fe en demasía, Recién convocada la Santa Hermandad, Donde hace más falta la fiel compañía. El mismo día 28, como primeras vísperas del 29

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A MODO DE POSTDATA Quedan unas horas de luz diurna, pero ya es hora de las primeras

vísperas de San Pedro y San Pablo. ¿Cómo no acordarme especialmente de ti, mi nuevo amiguito astral, el de

los mil títulos acaparados en torno a esta nuestra Iglesia que mañana celebra fiesta grande, con sonoro repicar de campanas ?

¡Oh, quién estuviera allí, en aquella gran plaza que se llena a rebosar de añoranzas como brumas que envuelven y relativizan los ecos de las pisadas de los caballos !

Gran parte de mi vida, hermano, la he pasado, aunque invisiblemente, en torno a esa plaza que tiene forma de brazos abiertos, como los brazos abiertos de Lecheimiel invitando a un abrazo.

Escribo en mi nombre y en vuestro nombre, oh amores sublimes emanados del gran Amor que, a pesar de todos los pesares la fundó.

ROMA-AMOR, CRESCENDO-DIMINUENDO. Campanas y campaniles proclamando eternidad...

Pedro y Pablo, los hombres, los demasiado sólo hombres, los enviados a misionar por el Mundo y a su pesar o a su comodidad los instalados en el centro de un Imperio que hoy se revela caduco.

Pedro y Pablo, los iniciados en sus propios errores, que hoy se avergüenzan de su propia autoproclamada infalibilidad.

Si la voz de los Apóstoles deviene rígida e inflexible, la vibración que emiten sus respectivos bronces, no son más que estruendos de una voz cascada e inútil.

Si esa misma Voz se sume en el SILENCIO del gran DESPERTAR, de que hablábamos en el poema de LA FUENTE, cuando hablábamos de LA FE QUE MATA, entonces la fe autoinmolada se convierte en semilla no ya de cristianos, sino de VERDADEROS HIJOS DEL PADRE UNIVERSAL.

Y en ese momento de la postrera inmersión en el bautismo de su propia sangre vertida en testimonio de sus propios pecados, pero también y por lo mismo de su propia CONVERSIÓN, la Humanidad entera entra por las puertas de par en par abiertas del grandioso pórtico que no se volverá a cerrar nunca más.

Entonces, sólo entonces, sabremos que Cristo ha bajado de nuevo a la Tierra, y que su gran Obra ha sido consumada :

TE DARÉ EN HERENCIA LAS NACIONES

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Vendrás un día, Brillarás en la Nube, soberano de todo, te sentarás dirás al mundo sobre un trono de gloria, que se alegre en tu paz, y las naciones, sabrán entonces ante ti convocadas que la hora es llegada por tu piedad, de hacer justicia largamente esperada, por el precio de un alma… serán tasadas.

–REUNIFICACIÓN–

Vendrás un día, brillarás en la Nube, soberano de todo, te sentarás,

dirás al mundo, sobre un trono de gloria, que se alegre en tu paz. Y las naciones sabrán entonces, ante Ti convocadas, que la hora es llegada, por tu Piedad,

de hacer justicia, largamente esperada : por el precio de un alma serán tasadas.