9. kagan r. poder y debilidad estados unidos y europa en el nuevo orden mundial, taurus,...

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ROBERT KA.GAN PODER Y DEBILIDAD ESTADOS UNIDOS y EUROPA EN EL NUEVO ORDEN MUNDIAL Traducci6n de lvIoises Ramirez. Trapero , " TAURUS PENSAMIENTO PODER YDEIlILIDAD Desplazamiento del poder ............. 21 Piscol()gfas cle pocler y clebiliclacl ...... " 44 HyjJerpuissance ........................ 67 El parafso posmoclerno ................ 83 El munclo que ha construiclo Estaclos Uniclos ................ " .... 107 (Sigue sienclo "Occiclente»? ............ 115 Aclaptarse ala hegemonra .............. 130 NOTAS .......... .... " ................. 157

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Page 1: 9. KAGAN R. Poder y debilidad Estados Unidos y Europa en el Nuevo orden mundial, Taurus, Pensamiento, Bogotá 2003

ROBERT KA.GAN

PODER Y DEBILIDAD

ESTADOS UNIDOS y EUROPA

EN EL NUEVO ORDEN MUNDIAL

Traducci6n de lvIoises Ramirez. Trapero

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TAURUS

PENSAMIENTO

PODER YDEIlILIDAD

Desplazamiento del poder ............. 21 Piscol()gfas cle pocler y clebiliclacl ...... " 44 HyjJerpuissance ........................ 67 El parafso posmoclerno ................ 83 El munclo que ha construiclo

Estaclos Uniclos ................ " .... 107 (Sigue sienclo "Occiclente»? ............ 115 Aclaptarse ala hegemonra .............. 130

NOTAS .......... ~ .... " ................. 157

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Ha llegado el momento de dejar de fingir que Europa y Estados Unidos com parten la misma vision del mundo 0 incluso que viven en el mis­mo mundo. En 10 que concieme a la eseD(;ial i'

c~oder -la eficacia del poder, su moralidad y su conveniencia-.-, Ip ciert"o es que la pl:rspectiva estadounidense diverge hoy 9t la europea. Europa comienza a alejarse del . pocier 0, dicho de otro modo, se esta trasladan-do mas alia del poder a un mundo autosufi­cien te regido por normas de negociacion y cooperacion transnacionales, al tiempo que se aden tra en un parafso poshistorico de paz y

_ relativa prosperi dad -en la materializacion de 10 que Kant bautizo como "paz perpe­tua,,-, Entretanto, Estados Unidos sigue en­fangado en su propia historia, ejerciendo su poder en un mundo anarquico y hobbesiano en el que el derecho y los us os internaciona-'­les han dejado de merecer confianza y donde

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la verdadera seguridad, la defensa y el fomen­to de un orden liberal siguen dependiendo de la posesi6n y el uso del poderlo militar. Este es el motivo de que hoy en dfa en la~a-

, yorfa de las cuestiones internacionales los esta­dounidenses parezcan.cl~.1'larte yloseur(Jpeos de Venus: unos y otros se ponen de acuerdo

c:::.-- '. -' -_. - - --en muy pocas cosas y cada vez se entienden peor. Y no se puede decir que este estado de

"cosas sea transitorio, producto de tales comi­cios electorales en America 0 de tal catastrofe imprevista: las razones de esta sima transathin­tica son proflmdas, lIevan an os gestandose y es muy probable que perduren'. A la hora de establecer prioridades en polftica interior, ddi­nir las posibles amenazas, plantearse retos y disenar la polftica exterior y de defensa, hace

, Itiempo q, ,ue Estados Unidos y Europa han to-L mado caminos diferentes. ,

A los estadounidenses que vivimos en Euro­pa nos resulta Eicil apreciar este contraste con mayor nitidez: los ellropeos suelen estar mas avisados de las crecientes diferencias -acaso porque las temen mas-, y entre la intelectua­lidad europea es casi llnanime la conviccion de que estadollnidenses y europe os ya no com­parten la misma '«cllltllra estrategiGl». En su versi6n mas extrema, la caricatura que los ell­

ropeos diblljan mllestra a Estados Unidos po-

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seldo por una «cultura de la muerte», cuyas >

veleidades belicas no son sino la consecuen-cia natural de la violencia inherente a una so­ciedad en la gue todos van armados y donde pervive'la pena de muerte, Pero incluso aque-' lIos que no dramatizan tanto coinciden en re-, \

_ conocer profundas diferencias en el modo en • que Estados Unidos y Europa se encargan de ' ' \ ~---~---~~-~-~ __ ~ __ ' SllS respectivos asuntos extenores. ' _

- SegUn este pun to de Vista, ~stad()s Unidos ~ I) necesita menos excllsas que Europa para reCll· ",t. nir a la fuerza y ademas carece de la paClencia necesaria para dejar que las gestiones diplo­

maticas surtan su efecto. Con frecllencia, tien- \ J-"

de tambien a visiones manigueas del mundo, " buenos 0 malos, amigos 0 enemigos, mientras el enfoque de los europe os es mas complejo. AI enfrentarse a adversarios reales 0 poten· ciales, los estadounidenses suelen decan tarse por la coercion mas gue por la persuasion, y, prefieren sancionar punitivamente antes gue inducir a comportamientos mejores -mucho palo y poca zanahoria-. EI enfogue estadou­nidense de la polftica internacional se orien ta par 10 general hacia finalidades dad as , como :resolver este problema 0 ehminar aqJwilaam e­naza. Ni que decir tiene que esta orientaci6n tiende, a su vez, a adoptar una posicion cada vez mas unilateral en polftica internacional;

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PODEll. Y IH:JIIU[l.\!l

Los estadounidenses son menos proclives a apoyarse en instituciones internacionales como NaciQoes Unidas, Q a cQQperar con otras na­gones con miras a lograr objetivos comunes; tienen una. vision mas esceptica del derecho internacional y estan mas dispuestos a operar al margen de sus cauces siempre que 10 consi­deran necesario 0 simplemente conveniente1.

, Los europeCl.s_ sue1.en insistir en analizar lo~ 1 problemas prestando mayor atencion a los per- "< .0les y matices gue pres en tan. Inten tan influir ,en sus interlocutores de forma sutil e indirec-ta. Muestran mayor tolerancia al fracaso y mas paciencia cuando las soluciones se retrasan. POl' regia general, favorecen las respuestas pacfficas a los problemas: prefieren la nego­ciacion, la diplomacia y la persuasion a la coer­cion. Cuando se trata de resolver un conflicto, Lambien suelen apelar al derecho, las conven

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siones y la opinion internacionales con mayor prontitud Aclemas, usan los lazos comerciales 1 econ6micos para ;;':-ercar entre sf a las nacia'= _nes. A menudo hacen hincapie en los procesos _ por encima de los resultados, en la creencia de 9}Je aqJJellos acab~dn par materializarse en un >

avance sustancial.

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/ ..-'_ 1,>'-'/ /,de Europa: la vision delpoder de los hrirani,;-

i) : I_cos, por ejemplo, es fae;] q]le sea bastante mas " «americana» gue la de' muchos otros euro;­

I peos continentales. Su memoria del Imperio, ~las «relaciones especiales» forjadas con Estados Unidos durante la II Guerra Mundial y en los albores de la Guerra Fria, ademas de su tradi­

--;~.' cional postura distante con-relacion'a 10 que

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acontece en el resto de Europa tiende a man­tenerlos apartados. Tampoco se puede reunir f~aI1c'eses con alemanes sin mas: aguellos son ;;7gullosamente independientes, aunque tam­

blt':n resultan sorprendentemente mseguros; los alemanes, por su parte,mezclan la confian-za en sf mismos con un cumulo de dudas que

-arran can <;le la II Guerra Mundial. En cuanto; los paises de Europa oriental y central,su his­toria es completamente distinta de la de sus veClI10S occidentales, y sus arraigados recelos hacia el poderio ruso suelen llevarles a adop-tar una vision luas proestadounidense de ,las,

realidades hobbesianas. '

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Todo ello por no mencionar las evidentes disensiones intern a ambas riberas del Atlan­~ no es 0 mismo un g,aullista que un socia­li~ta frances. Analogamente, l?s democrataS es- )

. Claro que este retrato de los eUl'opeos es ) '." una cari~t~ no exen-ta de simplismos y ex,a- ~ ,'> geraciories. Nose puede generalizar al hablar

tadounidenses tienen un estilo mas «europeo» \, gue el de los republicanos. 0 el secretario de Estado Colin Powell puede parecer mas «eu-

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ropeo» que el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. No faltan los estadounidenses, muy especialmente entre los intelectuales, que se muestran tan incomodos con losaspectos «du­ros» de la polftica exterior de Estados Uni­dos como pueda estarlo cualquier europeo; y ala inversa, algunos europeos tienen visiones de la hegemonfa semejantes a las de cual-quier norteamericano. ;

. I r lese a todo, estas caricaturas consiguen cap- ~ 1 5ar una verdad esencial: hoy en dla Estados' ~ Unidos y Europa difieren entre sf en a,pectos 1

L fundamentales. Powell y Rumsfelcl tienen mas j en comun entre ell~ que 10 que pueda uni; a i Powell con los ministros de Asuntos Exterio- \

- 1 re~e Franci~ Alemania 0 incluso Gran Bre- ~ tana. En Estados Unidos, cuando se trata de l usar la fuerza, la mayorfa de los democratas al uso se sienten mas cercanosa su~ republicanos que ala mayorfa de los europeos. En los anos noventa, incluso, los liberales pa­redan mas proclives al uso de la fuerza ymas maniqueos en su percepcion del mundo que sus homologos europeos e ll_ geI1eral. EI go­bierno de Clinton ordeno bombardear Irak, asf como Afganistan y Sudan. No es descabe­llado sospechar que casi ningun gobierno europeo hubiera hecho 10 propio, y de hecho suponemos que casi todos estaban conster-

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nados ante el militarismo de Estados Unidos. Es mas, cabe plantearse la interesante pre­gunta de si los europeos hubieran born bar­deado Belgrado en 1999 de no haberse visto obligados a hacerlo para secundar la iniciativa estadounidense2 . En octubre pasado, la maya- / rfa de los senadores demacratas respaldaFBR- U la resolucion que autoriza al presidente Bush a atacar Irak, para pasmo de sus homologos en Francia, Alemania, Italia, BeIgica y aun el Rei-no Unido.

La ineviLc .. ble pregunta relativa a donde pue­de fadiCar elorigen de semc;jan te diferencia de perspeCtivaSestrategicaS no harecibido~ufi­~lente atenci6n en los ultimos anos. Intelectua­les y politologos a ambos lados del Atlantico si­guen sin reconocer la existencia de verdaderas discrepancias, y menosaun han hecho esfuer­zos por dilucidar los actuales desacuerdos, limi­cindose como muchoa senalar que la Alianza transatlantica ha conocido momentos de ten-

. sian en el pasado. Y los que se toman estas dis­cordancias mas en serio, especialmente en Europa, parecen mas intef<:sados en embestir a Estados Unidos que en comprender las raza­nes de su politica -y tam bien de la euro­pea-. Sin embargo, ya va siendo hora de ir mas alia de las negaciones e insultos y de abordar el problema sin ambages.

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Contrariamente a 10 que piensan much os europeos y tambien algunos estadouniden­ses, estas diferencias de cultura estrategica no constituyc;n una emanacion natural delos dis-

\ tin tos esprritiis~i1aciOi:;ales:i Lo que los euro-peos'~(Jl1sideran ahorasu cultura estrategica, caracterizada por su espiritu mas pacifico, es, historicamente hablando, una novedad, una evolucion a partir de la muy diferente cultu­ra estrategica que domi~6 Europa durante si­glos, al menos hasta la I Guerra Mundial. Los gobiemos -y los pueblos- de Europa que se lanzaron entusiasmados a aquella gt;erra con­tin en tal crelan en la rnachlfJolilik. Eran fervien­tes nacionalistas deseosos de imponer su idea de nacion por la fuena de las arm as -como !a Prusia de Bismarck-; de divulgar sus ideales de egalili y jralernile con el sable en la mana -como la Francia napoleonica unas decadas an les- 0 de repartir las bendiciones de la civi­lizacion liberal a canonazos -como la Inglate­rra de los siglos X\-1I-XIX-. El orden europeo cristalizado con la unificacion alemana de 1871 fue, «como todos los que Ie precedieron, el fruto de la guerra,,3. Pues, si bien es cierto que las ralces de la actual vision em-opea del mun­do, como las raices de la misma Union Euro­pea, se remontan ala I1ustracion, no puede decirse que la politica de las potencias euro-

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peas durante los ultimos trescientos anos haya seguido los clarividentes designios de filosofos

y fisiocratas . .. ) En cuanto a Estados Unidos, nada hay de jJ

v atemporal en su dependencia de !a fuerza como instrumento de polfti~a exterior, nien su sesgo hacia un unilateralismo que olvida dema­siadas veces el derecho intemacional. Tambien Estados Unidos es hUo de la I1ustracion; de he­cho, recien nacida la Republica era su hUo mas leal, la gran esperanza de los europeos ilus­trados, que desesperaban del Viejo Continen­te y velan elNuevo como ellugar donde «la razon y la humanidad" podlan «desarrollarse

mas rapidamente que en ningun otro sitio» 4.

La retorica d.; la primera polftica exterior esta­dounidense, aunque no siempre la practica, es- . taba impregnada de los principios de la Ilustra­cion. Como los estadistas europeos de hoy, los estadistas norteamericanos de finales del XVJII

exiitaban las virtudes del comercio como bal­S,:I11 0 relajador de las discordias entre Esta­dos, y apelaban al derecho intemacional Y a la opinion publica frente al recurso ala fuerza brllta: Desde luego, lajoven Republica esgri-;;io su poder contra pueblos mas debi]es de America del Norte; pero, cuando se trataba de relacionarse con los gigantes europeos, decia abjurar del poder y tachaba de ativicas las polf-

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ticas de poder que adoptaban los imperios eu­ropeos de los siglos XVII! Y X[~.

De este punta de vista erroneo algunos his­toriadores han inferidoque la generacion de los padres fundadores de Estados Unidos era

! ,) una generacion utopica, que rechazaba since­l ), ramente las polfticas de poder, como alga v «ajeno y repulsivo» y que era sencilJamente

incapaz de «comprender la importancia de la exhibicion de fuerzaen materia de asuntos exteriores»5. Pero ni George 'Washington ni Alexander Hamilton ni John Adams ni tan siquiera ThomasJefferson eran utopicos. Muy

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, par el contrario, todos elJos estaban bien ver-sados en las realidades de la polftica inter­nacional. Podfan jugar al poder can reglas europeas cuan-do las circunstancias aSllo-per­mitfan y muy probablemente desearon tam­bien a menudo poder hacerlo can mayor eficacia. Pero eran 10 suficientemente realis­tas como para reconocer su debilidad, as! que, deliberada a inconscientemente, usaron la estrategia del debil para lograr sus objetivos. Denigraban la polftica de poder y decian pro­fesar aversion por la guerra r.eLpo_derfo beli­co, terrenos en los que era manifiesta su in-ferioridad respecto de las grandes potencias europeas; loaban las virtu des beneficas del co­mercia, donde SI podfan compe'tir en un pla-

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no de mayor igualdad; apel;].ban al derecho in­ternacional como media idoneo para regular el coinportamiento de las naciones, sabiendo

. demasiado bien que no disponlan de ningUn media coercitivo contra Gran Bretaiia y fran­cia; y ley~ndo a'yait~l habfan descubierto 9'::,e eii.-ClireC:ho intemacional :<ser fuertes a debi- ,/

les [ ... J nada importa. Un enano no es menos 110mbre que un gigante; ni una peq1!e6a Re- I

-pllblica es menos Estado soberano que el Rei- \ no mas poderoso,,6. Las generaciones poste-·' ~iores, que ciertamente poseyeron bastante mas poder e influencia en el concierto mun­dial, no siempre compartirianesta pasion por las obligaciones del derecho internacional. Pero en el siglo x\-TII y comienzos del XIX era a las potencias europeas a quienes no gustaban / precisamente sus constricciones.

Dos siglos mas tarde, estadounidenses y eu_, ropeos han in terdambiado papeles ... y pers­pectivas. En parte esto obedece al hecho de que en los liltimos doscientos aDOS, y muy es­pecialmerite en los decenios mas recientes, la, ecuacion del poder ha cambiado de forma ,es­pectacular. Mientras Estados Unidos fue un pals debil, practico la estrategia de los debiles y rehuyo la confrontacion directa; pero ahor~ que es una superpotencia se comporta corr:,o tal. Mientras las gran des potencias europeas <----

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fueron poderosas, creyeron _enJaJuerza y, la_ gloria marcial; peroahora yen el mundo con ojos de potenc:ias menores, Tan divergentes puntas de vista han engendrado distintos enfo­ques estrategicos; distintas estimaciones de que constituye una amenaza (y de cual es el me­dio mas apropiado para afrontarla); distintos calculos de intereses y, en fin, distintas perspec-

. tivas sobre el valOl'Y el sig~ificado del derecho y las instituciones internacionales.

Pero este desplazamiento del eje del poder explica solo parcialmente la fisura abierta en­tre Estados Unidos y Europa, pues 10 cierto es que junto con las consecuencias naturales del desequilibrio geopolftico transatlantico tam­bien se ha abierto una profunda sima ideolo­gica._Europa, dehld6 a su experiencia histo­rica del siglo pasado -una experiencia unica que culmino en la fundacion de la Union Euro­pea-, ha desarrollado un conjunto de ideales )' principios tocantes a la utilidad y la moral;­dad de poder que difieren slIstancialmenre de.

Jos ideales y principias de 10. en .. dnllniden­ses, que no han com partido esa experiencia historica Si el abismo estrategico entre Esta­dos Unidos Y Europa parece hoy mayor que nunca'-e induSb sigue abriendose a un rit­mo inquietante-, es pOl'que estas diferen­cias materiales e ideologicas se alimentan re-

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dprocamente. Y la tendencia divisoria que resulta de este proceso bien pudiera tornarse irreversible.

//l . /! DESPLAZAMIENTO DEL PODER

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;lJgllllQ$~s_epregun.tar;in-,que es 10 que ha call1~~i.a~o.?e_srues de todo, el de~live global deLpoderIQ_rnilitareuropeono_escosade ayer. EI mas devastador reves, no solo para su pode­rIO, sino tam bien para su autoestima, 10 sufrio Europa hace ya casi un siglo, en la Gran Guerra de 1914. Aquel terrible conflicto asolo Alema­nia, Austria-Hungrla y Rusia, tres de las cinco potencias europeas que se bahfan constituido en pilares clave del equilibriodel poder en ese coritinente a pa~tirde 187l. EI conflicto dete­rioroTas ecoI1~I~fas de Europa, relegandolas a decenios de dependencia de banqueros esta­dounidenses. Fero sobre todo la guerra des­truyo el genio y la voluntad de Gran Bretaiia y Francia, al menos hasta que aqueJla reaccio­no a la arenga de su primer ministro Churchill en 1939, cuando ya era demasiado tarde para evitar otra guerra mundial. En los aI10S vein­te Gran Bretaiia rumiaba el «sin sentido» de aquella carnicerla de una generacion entera de jovenes en Passchendaele y otros campos de

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batalla, y su gobierno aprovech6 el final de la contienda para desmovilizar, a marchas for­zadas, a su EjeLci~~2.:.J'I1ientras~tanto,m)llEEan­cia atemorizada pug!1a.b_a_pDL-mantener:._lJn'it~-~' fuerza militarSufi~ciente para disuadir a Alema- ' niad-e una revancha queal mismoliempo juz­gab a inevitable. Al comienzo de-Ii decadade los veinte, Francia buscal;>a desesperadamente la alianza con Gran Bretana. Pero el com pro­miso angloamericano de defender Francia -estipulado por el Tratado de Versalles- se desvaneci6 en el aire cuando el Congreso es­tadounidense rehus6 ratificar la firma de vVoo­drowvVilson. En cuanto ala traumatizada Gran Bretana, se las arregl6 para autocQnVeI1c:e~r§e, contra todo criterio, de que Francia y noAle­mania constitufa la amenaza mas acuciante contra la paz en Europa, llegando a insistir, en fecha tan tardfa como 1934, en que el Ejercito frances se desarmara hasta los niveles de Ale­mania. Mientras, Winston Churchill predica­ba en el desierto sobre el «tremendo peligro" de «tanto pedir a Francia que se debilite a sf ffilsma»7,

EI periodo de entreguerras Sllpll"-G e1 pri­mer intento de Europa de ir mas alla de las po­Ifticas de poder, de hacer de Ia debiliclad. una

-vi5JW=l. En lugar de confiar en la fuerza, co-mo habfan hecho en el pasado, los venceclo-

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res europeos de la I Guerra Mundial deposita­ron su fe en la«:>.eguridad colectiva" y en su encarnaci6n institucional, la Sociedad de Na­ciones. «Nuestra intenci6n", declararfa uno de los estadistas prominentes de la Sociedad, era «imposibilitar laguerra, eliminarla, ani­

::qli!r<J"E:I~Y para ella tenfamos que crear un sis-tema»8. Pero el «sistema» no funcionaba, en parte porque sus promotores no tenfan nj el ,podel;'ni 1~v5ll1n tLlclde hacerlo funcionar/Re­;llita~ir6ni~;;-9ue la idea conductora gul sub­yada a este esfuerzo por solucionar la crisi~ s~uridad de Europa mediante la creaci6n de una organizaci6njurfdica supranacionalle­gal se deba a un norteainericano, Woodrow ~ilson. Wilson habl6 con la autoridad de quien representa a un pafs que en las ultimas deca­das se habfa convertido en una de las poten­cias mas ricas y poderosas del mundo, y cuya tardfa entrada en.'la I Guerra Mundial habfa contribuido considerablemente a la victoria aliada. Lamentablemente, Wilson habl6 en - --- ,_.-". -" - - --- - -. - .

nombre'de Estados Unidos en un momento en q"le este pafs tam bien hufa de las polfti­cas de poder, asfque al final result6 que en el fondo no representaba a su pals. Por 10 de­mas: el rechazo de Estados Unidos a participar en la instituci6n creada por Wilson destruy6 cualquier posibilidad de exito. Como recorda-

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rfa Churchill con su frecuente vena sard.stica, «a nosotros, que tanta deferencia habfamos pn~stado a sus opiniones y deseos [de 'Wilson] en todo .este asunto de la pacificacion, se nos dijo sin mucha.s ceremonia.s que deberfamos estar mejor informados sobre la Constitu­cion de Esta.dos Unidos»9. Los europeos que­

. daron abandonados a su suerte y, cuando les 'taco entrentarse al cre(:iente poderfo de la . Alemania reannada y reV1SJOmsta de los anos

!rem ta, el concepto de «se ridad colectiva» se erntJO para. verse sustituido por una. polf­tica. de a.paClgua.miento.

El a.pla.camiento de la Alemania nazi era una estrategia profundamente cimentada en Ja debilidad, una debilidad que derivaba me­nos de una verdaderaincapacidad de conte­ner a Alemania que del comprensible miedo a otra gran guerra europea. Pero sobre es­tos cimientos se habfa edificado una com ple­ja estructura de argumentos rebuscados sobre la naturaleza de la amenaza planteada por Ale­mania y sobre la mejor manera de abordarla. La diplomacia britinica, en particular, se dedi­caha a minimizar sistematicamente la amen~-

,- za, 0 bien mSlstJa en que su gravedad no exigia acciones de respuesta.l,Si pudiera demostrar­:e que Alemania se esti rearmando»,ldecia ei lider de los conservadores britinicos Stanley

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Baldwin ana por 1933, entonces Europa ten­dria que hacer algo. «Pern taJ sit1l3cion 3 1111. no se ha dado»~o. Los apaciguadores abunda­ban en argumentos que desaconsejaban el uso de la fuerza por innecesario 0 inadecuado. Alemania y su gobierno nazi, arglifan algu­nos, habfan acumulado agravios legftimos que las potencias occidentales no podfan dejar de considerar. El Tratado de Versalles, como ex­plicaba John-Maynard Keynes,habfa sido seve-ro -y~cont;:a-p~~d~lcente, y Gran Bretana y Fran­cia solo pod ian cuI parse a sf mismas de que la polftica alemanase hubiera tornado ahora ai­rada y revanchista. Cuando Hitler se quejo de 10 mal que se trataba a los alemanesetnicos en Checoslovaquia Y en todas partes, las de­mocracias occidentales ya habian sido aleccio­nadas para dar por buenas lasalegaciones de Hitler. Otras potencias europeas tambien se negaban a aceptar que la grieta ideologica

abierta imposibilitara cualquier arreglo con Hi tler y los nazis. En 1936 el primer ministro frances, Leon Blum, dijo a un ministro aleman de visita: «soy marxista y judfo», pero <<DUn­ca lograremos nada si hacemos de las barre­ras ideologicas obsticulos infranqueables» 11.

Muchos se convencieron de que, por mala pin­ta que tuviera Hitler, la alternativa en Alema­nia probablemente fuera peor: Las diploma-

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cias britinica y francesa se afanaban por con­seguir la firma de Hitler al pie de distintos acuerdos, creyendo que solo el estaba en con­diciones de controlar aquellas fuerzas mas ex­tremistas que se presuponfa que habfa en la sociedad alemana 12.

. Ocurrio que la polftica de apaciguamiento, • r·

'\ cuyos objetivos eran ganar tiempo yconfiar en ":::: que Hitler acabara dan dose por satisfecho, se , revelo desastrosa para Gran Bretana y Francia.

Fue Alemania quien gano tiempo, expiotando cada ano que pasaba su latente superioridad

, en 10 economico e industrial p'fra rearmarse hasta tal punto que las potencias democraticas de Europa ya no fueron-capaces de disuadir ni de derrotar a Hitler cuando este lanzo su ataque. En 1940, Sll ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, hacfa balance, no sin asom­bro, de las dos ultimas decadas de diplomacia europea.

En 1933 deberfa haber habido un presiden­te del gobiemo frances que dijera (yo mismo 10 habrfa dicho cle haberme encontraclo en su si­tuacion): "El nuevo Canciller clelReich es el

autor de J'vJi /ucha, clonde se dice esto yaquello. La vecinclad'cleun hombre asi es intolerable: iO desaparece 0 lucharemos!», Fero naclie pro­nuncio este ultimatum. Nos clejaron deslizamos

solos hasta la zona de mayor riesgo. y nosotros 10-gramos navegar por ella sin encallar en ningu­no de sus temibles arrecifes. Y cuando hubimos

terminado, wando estuvimos bien arm ados, mejor que ellns, entonces iempezaron la guerra! 13

Cabe suponer que las rebuscadas argumen­taciones que preferian el apaciguamiento ala confrontacion habri'an sido de mayor utilidad si se hubieran usado con otro hombre 0 con otro pais en circunstancias diferentes; por ejemplo, con ellider aleman de los anos vein-te Gustav Stresemann. Pero fue un error apli-\\ car esta politica al caso de Hitler y la Alemania \1' ' de los treinta. Porque para entonces la estrateo,.'i' gia de apaciguamiento ya no era producto del i, analisis sino de la debilidad. \i

Si la I Guerra Mundial debilito seriamente a Europa, la II. que derivo de este fiasco de la es­trategia y la diplomacia europeas, acabo con el pape! de las naci'on,es europeas como poten-, cias globales. La incapacidad que demostra­rfan en la posguerra para proyectar suficiente im presIon de poder a sus terri torios de ul tra­mar les impedirfa conservar los imperios co­loniales que tenian en Asia, Africa y Oriente Proximo, viendose obligados a replegarse ma­sivamente despues de mas de cinco siglos de dominio imperial, en 10 que acaso constituyo la mas significativa retirada de influencia glo-

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baljamas registrada en la historia. En menos de un decenio de Guerra Frfa los europeos ce­

" ~ .1. "nidos tanto sus posesiones coloniales en Asia v Oriente Proximo como las_ responsabilidades estrategicas que entralla­ban; unas veces por las buenas y otras, como

'. en la crisis de Suez, bajo presioIl:. " Terminada la II Guerra Mundial, muchos estadounidenses influyentes confiaban en la

. restauracion de Europa como «tercera fuena» mundial, una entidad 10 suficientemente po­derosa como para defenderse por sf sola contra la Uni6n Sovietica y permitir a Estados Unidos retirar sus tropas del Viejo Continente. Fran­klin Roosevelt, Dean Acheson y otros observa­dores estadounidenses estaban convencidos de que Gran Bret,::u1a se echarfa a los hom bros la tarea de defender de la Uni6n Sovietica a buena parte del mundo. En aquellos tempra­nos dfas de la posguerra, el presidente Harry Truman lleg6 a imaginarse un escenario en el que Londresy Moscu competfan por esferas_

........... -- de influencia, con Estados Unidos actuando a guisa de «arbitro imparcial,,14. Fue entonces cuando el gobierno britanico se vio obliga­do a acIarar que ya no podia seguir proporcio­nando apoyo econ6mico y militar a Grecia y Turquia, como habfa venido haciendo desde el final de Ja guerra. Para 1947 Ia diplomacia

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bricinica ya habfa asumido que Estados Uni­dos pronto «arrancarfa de nuestras heladas

. manos la antorch:ade11iderazgomundia["l5. ,. -.-L~segurid~d de Eur~pa ydel mundo habfa

PEado a depender de Estados Unidos. Ni a .. Fr<lI1cia ni a Gran Bretana les seducfa siquiera ~ la idea de un bloque europeo independiente r.c -esa «tercera fuerza»-, pues temfan que la l~ constituci6n de dicho bloque proporcionar~ ~. a Estados Unidos la excusa que necesita~a ~ para retirarse de Europa. Significaria que volve-~. rfan a quedar abandonados; y esta vez no s610 & contra Alemania, sino tambien contra la Uni6n ~ Sovietica. Jon palabras de un diplomatico esta-t dounidense, «10 unico a 10 que pueden aga-~ rrarse [los franGeses] ,es el hecho de que haya L efectivos norteamericanos, cualquiera que sea !c su numero,interponiendose entre ellos y el F . r Ejercito Rojo» 16. .

~ AS! pues, durante los cincuenta anos que si-~. __ guieron a la II Guerra Mundial, Europa qued6 i-' relegada a una situaci6n de dependencia es-t trategica de Estados Unidos. El brazo de las po-~ tencias europeas, que antano aJcanzaba cual­

quier lugar del mundo, ya no se alargaba mas aHa del Viejo Continente. La unica _aunque vital-.... misi6n estrategica encomendada a

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Europa durante la Guerra Frfa ante una even­tual of ens iva sovietica, consistia en defender

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)} con fir~eza su propio territorio hasta que los .~ estadounidenses acudieran al rescate. Y hasta

para desempenar este papel secundario los_~ europeos se hadan de rogar. La renuencia eu­ropea a gasta r en clefensa fas Sllmas q!Je los --; gobiernos de Estados Unidos consideraban ns::-

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-- ' _ cesarias constitufa una fuente const,mte de ten-sion transatlantica, desde la fllDchcjOn de la OTAN hasta los tiempos de Kennedy --cuy,,­

-doctrina de «respuesta flexible" exigia un au­mento significativo de fuerzas convenciona.:: .. res en Europa-, pasando por la era Reagan, cuando el Congreso estadounidense clamaba porgue Europa hiciese mas por «c6mpartir la

-carga" ele Ja defensa comun. - No obstante, las circunstancias que rodea .. ron la Guerra Fria generaron una tension qui­zas inevitable entre los intereses de Estados Unidos y los de Europa. Los estadounidenses solfan decantarse por un escenario en el cual Europa occidental poseyera una capacidad mi-litar -bajo control de la OTAN, naturalmen .. - -te- capaz de frenar una invasion soviet~ca ele E~ropa -e'xceptuanelo el casu de gc~erra nll­clear-, y en_el que los europeos, no los es­tadounidenses, soportaran el grueso de las ba-~. Siendo esto asl, no resulta sorprendente que muchos europeos aeloptaran un punto ele vista bien diferente sobre cual era la forma

de disua.'iion mas eleseable. Por 10 general, se claban por protegidos con el paraguas nuclear estadounidense, confiando en que el equili­brio de fuerzas 0 de temores Estaelos Unidos­Union Sovietica, con su doctrina de destruc­cion mutua asegclrada, bastarfa para mantener Europa a salvo. E1Lcuaiquier c3.S9,dyrantelos primeros anos de la-G~ierra Frfa, las'ecorio~ mias europeas estaban elemasiaelo debilit~elas comojJara acumular una capacidad militar sllficiente con objeto de garantizar la defensa propia. Pero aun cuanelo las economias euro­p'eas entraron en fase de recuperaci6n, mas avanzada la Guerra Frfa, los europeos segur­an sin estar especialmenteinteresadosen ce­rr;:r-eral)ismo-q~~~ediaba entr su poderfo militar y elde Estados Unidos. La garan la n~lclear que representaban estoslIltimos pri­v6 a los europe os del incentivo para afrontar el gasto militar netesario que permitiera res­tablecer su viejo estatus de superpotencia mi ..

Ii tar .. Esta psicolbgfa de dependencia cons-tituia urla realidad ineludible de la Guerra Frfa y la era nuclear. Por mllcho que la orgu­llosa Francia gaullista pretendiera, soslayar este hecho abandonando la OTAN yacumu­lando su propio miniarsenal nuclear, Sll force de fraPJle apenas superaba 10 simb61ico y desde luego no liberaba a Francia, y menos a

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Europa, de su dependencia estrategica de Es­tados Unidos.

Si durante la Guerra Frfa ]a relativa debjlj­dad de Europa pareci6 menos problematica en cuanto a las relaciones transatlanticas, se debi6 en buena medida a las excepcionales cir­cunstancias geopoliticas de aguel conflicto. Pese a verse mermada par las dos superpoten­cias que tenIa a ambos flancos, la debilitada ElJropa sirvi6 sin embargo como escenario

.', estrategico de la lucha mundial entre el co-munismo y el capitalismo democi:atico, 10 cual, junto a su persistente costumbre de ruandar en el mundo, permiti6 a los europeos conser-

,

: val' un rado de influencia y respeto interna­,.' cionales mas aJtosde 10 que correspon ena a \ su mermada potencia milital~ No en vano, la

estrategia estadounidense de Guerra Fda se babia erigido alrecleclor de la Alial17.a transat­lantica. El mantenimiento de la uniclad y la co­hesi6n de «Occiden te" era 10 esencial, 10 que tendi6 a elevar la importancia de la opini6n de Europa sobre cualquier asunto global, dan" do tanto aeuropeos como a estadounidenses unaidea 6~gtlralllente eyageracla del poder real deiViejo Contin~'nte.--- .. , ,

Esta percepci6n subsisti6 en los al10s no-venta. Los conf1ictos desatados en los Balca­nes durante esta decada obligaron a Estados

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Unidos a seguir incJuyendo a Europa entre sus prioridades estrategicas. 1.,a Alianza Atlantica parecfa baber encontrado una misi6n nueva tras la Guerra Frfa: lJevar la paz a aguella parte del cOJ1r,i!le.ntetodavfa procJive al conflicto violellto, etrlic~po;' mas senas, que, aunque esta~'ez_se desarrollaba a escala mas reduci­da, recor:dabademasiado a las otras grandes co;;f~ontaciones que lo,habfan precedido. La ampliaci6n de la OTAN para acoger a los e~ miembros del bloque sovietico, la culmi­naci6n de la victoria en la Guerra Frfa y la crea­ci6n de una Europa «libre y unida .. eran otros magnificos proyectos de Occidente que man­t~7ieron a Europa en 13 van guardia del pen­samiento geopolftico estadounidense.

Y no olvidemos la temprana promesa de la «nueva .. Europa' Mediante la fusi6n en una sola unidad polftica yeconomjca el logro his­t6rico de Maastricht en 199i-, eran muchos los gue confiaban en devolver a Europa su vieja grandeza, aungue en una nueva configuracioIL polftica.«Europa .. iba a ser 1a proxima super- ' potencia, no solo en 10 economico y 10 politico, sino tambien en 10 militar; asimismo iba a ser mejor gestora de las crisis que surgieran en el continente europeo, como los conflictos et­nicos de los Balcanes, resurgiendo como unac­tor de primera fila en la escena internacional.

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Todavfa en los arios noYent;), los elJropeos no vacilaban en afirmar que el poder de Jlna EllfQ­

_pa unifievcla restaIlrarfa vi 5n la «multipolari-dad" global destmid" par la Guerra Frfa y S1lS

_secuela~: Y tam bien la mayor parte de los es­tadounidenses, aunque con sentimientos en-

. contrados, convenfan en que el futuro era .una superpotencia Hamada Europa. Samuel P. ljl(D1ington, de la Universidad de Harvard, predijo que la cristalizacion de ]a Union Euro­pea serfa «el acontecimiento m{lS importante" de una reverion mundial contra la hegemo­nfa de Estados Vnidos, capaz de engendrar un siglo X,,{I «verdaderamente mllltipolar"Ji - Si Europa hubiera cumplido esta promesa du~ante los arios noventa, es probable que el mundo fuera un lugar diferente hoy en dfa~ Estados Vnidos y Europa podrfan estar negO­ciando las nuevas condiciones de una relacion basada en una igualdad aproximada, en vez de debatirse en la abrumadora desigualdad que los separa. Tambien es posible que el pro­ducto de este mutuo re<0uste hubiera repor­tado beneficios a ambos lados del Atlantico:

lJJ.ropa podfa huber 3 S 11 ID ida mayores respon sabilidades en la seguridad mundial, y Estados Unidos most!"ar una. mayor deferencia hacia los intereses y aspiraciones de Europa a la hora de diseria!" su propia polltica exterior. -

,I 1,1 P E !: i ero la «nueva" uropa no cum plio esta

i ps;omesa, aunque sf obro alglin que otro pro­.! , digio en los terrenos economico y politico.

.1 Desmintiendo los pronosticos y algunos temo­'d res de los escepticos a ambos lados del Atlanti­i co, Europa supo hacer honor a su pro mesa de

ynidad. La Europa uniela surg:io como una potencia economica de primera fila, capaz de competir can Estados Unidos y las economias asiaticas y de negociar en pie de igualdad los aSIlntos riel comercjo y las 5nanzas interna­

_cionales. Si el final ele la Guerra Frfa hubiera daelo paso a una era en que la pl~anza econ6- . mica pesaGl mas que el poderfo militar--como . tantos, en Europa yen Estados Unidos, supo­nian que ocurriria-, entonces la Union Euro­pea habrfa equilibrado el fiel de la balanz;;t ;tel orden mundial haciendo valer una influencia comparable a lade Estaelos UQidos. Pero el final '\ de la Guerra Fria nO redl~o la preeminencia del : poderio militar; y los europeos descubrieron quela.pl~anza economica no se traelucfa nece­sariaI11~nte en poder estrategi.co y geopOlfti­So. En cambio, Estaelos Unielos siguio sienelo un coloso economico y militar, superanelo con creces a Europa en cuanto al poder de que se podfa hacer gala en la escena internacional.

Es mis, lejos de atestiguar el ascenso de la superpotencia Europa, ~<2"~Dta significac

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ron una mengua aun mas acusada de la debili­gad Inilitar europea en l-elc.cic.n con l?star1os U nidos. Si al principio de la decada la desin te­graci6n de Yugoslavia puso de relieve la inca­pacidad de Europa en 10 militar y su desor­ganizaci6n en 10 politico, al final de la misma el cO.nflicto de Kosovo dejo oj clescubierto el a~s­mo transatlantico en cuanto a tecnologfa mili­tar y capacidad para hacer h Vierra modema, abismo que en los aDOS ~iguientes no halia sino crecer. Fuera de Europa, .esta disparidad se revelo mas crudamente si cabe al final del decenio, a medida que 1e file ponienclo ele ma­nifiesto gue la capacidad y la voluntad de las potencias europeas, individllaimeDte 0 en su conjunto, de proyectar una fuena decisoria sobre las regionesenconflicto era ;nsignifi­cante fuera del Viejo Coot;nepte, Desde lue­go, Europa estaba en condiciones de enviar tropas de pacificacion a los Balcanes -y euro­peos fueron, de becbo, la gran mayoria de los con tingen tes desplegados en Bosnia, Kosovo y Macedonia-, incluso a Afganistin y quizas, si

. asi se terciaba, a Irak. Sin embargo, carecia I 1\ - ." il de 10 necesario para desplegar y sostener una ') II 'fuenabelica en un territorio potencialmente \ Ii hostil, inclusoen la propia Europa. En las cir-l I cunstancias mas favorables, el papel de la UE k, \ se limitaba a despacbar fuerzas de pacificaci6n Ii'"

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una vez que Estados Unidos -por 10 general en solitario-- babfa completado las fases deci; sivas de la operacion militar y estabilizado la

_situacion:.... Como han expresado metaforica­mente algunos europeos, en realidad el fa- . moso reparto de tareas consistla en que...!,! Esta-' dos Unidos Ie tocaba «hacer la cena», L a','~. Europa «fregar los plat~». .

Ahora bien, la mayor propension de Estados Unidos a emplear la fuerza no siempre ha ido pareja con una disposici6n a sufrir bajas. Las diferencias de capacidad militar no guardan relacion con el coraje relativo de los soldados estadounidenses y europe os. Los gobiernos frances y britanico, y hasta el aleman, pare-clan a veceS bastante menos preocupados por los riesgos que pud;eran correr sus tropas que 19S presidentes de Estados Unidos. Du-rante la crisis balcanica de mediados de los noventa y mas tarde en Kosovo, el primer mi­nistro britanico Tony Blair estaba mas dis­puesto a desplegar tropas de tierra en Serbia que el propio presidente Clinton. Pero en cierto modo esta disparidad tam bien perjudi­co a los europeos. EI des eo estadounidense de evitar vktimas,junto a su inclinaci6n a in­vertir enormes sumas en las nuevas tecnoIo­gfas belicas, habfa dotado a Estados Ur-idos de una formidable capacidad militar que Ie

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permitfa actuar con IDortfferLl precision ,so­bre objetivos muy lejanos con e) mlnimo ri~\ go para sus fuer~as. Por contra, lo~ militares V europe os estaban menos avanzados tecnolo- /.' gicamente Y acusaban una mayor depenQ..en-i :: cia de tropas pensadas para actuar sobre obo-:

je'tivos cercanos. El efecto de esta disparidad' tecnologica -que se hizo aun mayor en los

/ anos noventa, cuando el ejercito estadouni­dense obtuvo notables avances en la crea­cion de proyectiles teledirigidos de gran p.reci­sian, en operaciones de ataques conjuntos, asi como en telecomunicaciones y recopilacion de datos- no hizo sino predisponer aun mas para]a guerra a los estadounidenses por opo­sicion a los europeos, que carecfan de capaci­dad para lanzar ataques devastadores desde elistancias seguras y que por 10 tanto se vefan obligados a pagar un precio bastante mas alto por el despliegue de cualquier of ens iva.

Tales insuficiencias militares europeas en relacion con el poelerfo de EsLc1.dos Unidos eli­ffcilmen te podian sorprender a nadie, pues ya habiansido caracteristicas de las fuerzas del Viejo Continente durante la Guerra Frfa. El desafio estrategico que implicaba esta -junto con una doctrina de, contencion que, seglm la conocida expresion de George Kennan, exi­gfa «una fuerza de contraataque diestra y vigi-

lante, desplegada sobre una serie ele puntos geograficos y_l'0liticos de variabilidad cons­tdIIte,),. habla oblwado a Estados Unidos.a o construir una fuerza militar capaz de golpear simultaneamente en lugares distintos y distan­tesl~. Muy diferente habia sido el papel estra­tegico de Europa, consistente en defenderse y resistir un eventual ataque del Ejercito Rojo m~\S que en atacar a nadie 19. Para]a mayor par-te de las potencias europeas, esta mision re­queria mantener a punto grandes con tingen­tes terrestres para defender posibles rutas de invasion sovieticas que penetraran en su terri-, torio y no fuerzas moviles capaces de embar­carse rumbo a regiones distantes. Los esta­dounidenses y los europeos que al final de la Guerra Fda propugnaban que Europa arnplia­ra su papel estrategico mas alii de su con tinen­te demandaban una revolucion en~c..e&tf'frt1::=-l gia y la capacidad inilitar europeas. Era poco, realista pretender que Europa recuperara el estatus de superpotencia internacional del que' habia disfrutado antes de la II Guerra ,Mun­dial, a no ser CJue las naciones em'opeas estu ,.-jeran dispuestas a emplear en programas ml­~tares los significativos recursos destinados a _ programas sociales, asi como a reestructurar y modernizar sus ejercitos sustituyendo unas fuerzas disenadas para ]a defensa pasiva del

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! territorio por otras cap aces de desplegarse y , mantenerse lejos de casa.

'. / Estaba claro que los votantes europe os no /estaban dispuestos a pmpiciar un cambio de I prioridades tan .revolucionario: no s610 eran I renuentes a correr con los gastos de una fuer-" t

za militar capaz de actuar y proyectar su fuenal. mas alla de Europa, sino que, despues de la

,Guerra F6a, ni siquiera Se mostraban dispues­tosa sufragar una milicia suficiente para llevar a cabo operaciones de menor importancia en su propio continente sin la ayuda de Estados Unidos. A la Glpini6n publicaeuropeatampo-

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co parecfa importarle si su dinero se destina-ba a reforzar la OTAN 0 una polftica europe a independiente en matel-ia de Defensa y Asun­tos Exteriores. Ante'este requerimiento su respuesta era siempre la misma. Vefan el de­rrumbamiento de la Uni6n Sovietica como una oportunidad, no de ampliar la articulaci6n estrategica de su continente, sino de sacar pmvecho efectivo de un considerable dividen-

". do de paz. Para Europa, la cafda de la Uni6n Sovietica no-sig;-;1ficosiriola:-desaparici6~ de

~ un adversario estrategico y, en cierto modo, , :' eliminaba la necesidad de mayores cibalas ge­

",' opolfticas. Muchos europeos se tomaron el fi­nal de la Guerra Frfa como llnas vacaciones 9trategic~s. Asi pues y p~e a los~ ha-

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cer de Europa una superpotencia global, el presupuesto de defensa ciel paIs europeo me­dio fue cayendo gradualmente por debajo del 2 por ciento del PIB, y a 10 largo de los arios noventa el potencial militar de Europa fue quedando inexorablemente rezagado en rela­ci6n con el de Estados Unidos.

El final de la Guerra Fria surti6 un efecto bastante diferente en la otra orilla del Atlanti­co. Por mas que E~os buscara tam­bien obtener su propio dividendo de paz-y aunque los presupuestos de defensa se reduje­ran 0 se mantuvieran estables durante la ma­yor parte de los noventa-, el gasto en defen­sa sigui6 estando por encim'a del 3 por ciento del PIB, Ouando la polvareda del derrumbe sovietico aun no habia terminado de disipar­se, s~ prodl0o la invasion iraquf de Kuwait, ala que seguirfa la mayor operacion militar esta­dounidense en un cuarto de siglo -Estados Unidos desplego mas de quinientos mil sol­dadosen la zona del Golfo Persico-. Bien es verdad que a partir de entonces los gobier­nos estadounidenses empezaron a recortar su enorme Ejercito de los tiempos de la Guerra Frfa, pe'ro no de forma tan expeditiva como hubiera cabido esperar. De hecho, ninguno de los sucesivos gobiernos se tomo nunca el final de la Guerra Frfa como tmas vacaciones

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estrategicas. Desde el gobiemo de Bush padre hasta los arios de Clinton, la estrategia norte- !

americana y su planificacion belica siguieron i basandose en la premisa de que Estados Uni- i clos podfa muy bien verse obligado a librar, y . ganar, dos guerras practicamente simultineas en regiones diferentes del mundo. Pese a que esta doctrina de «las dos guerras»h;ya sido , cuestior'tada con frecuencia, 10 creno es que siempre ha gozado del favor de los lfderes mi­litares y civiles estadounidenses, que defien­den la necesidad de estar preparados para lu­char simultaneamente en la pe~fnsula de Corea yen el Golfo Persico, por ejemplo. EI he­cho de que Estados Unidos se planteara como opcion posible el mantenimiento constante e indefinido de semejante capacidad militar 10 aleja bien a las claras de sus aliados europeos que, como ya se ha afirmado, carecen incluso de la capacidad necesaria para librar una gue­rra menor cerca de casa -y no digamos dos conflictos de gran envergaclura y distantes en­tre sf-.. Asf es que, des de el punto de vi.sta his­torico, Es tados U nidos siguio exhibiendo tras la Guerra Frfa un poderfo militar inusitado, sobre todo en 10 tocan te a su capacidad de hacer sen­tir su poder en todos los rincones del planet",:.

Mientras tanto, el propio derrum iento del Imperio sovietico vino a aumentar consi~e-

rablemente el roder de Estados Unidos en re­lacion con el res to del mun.do. E~ arsenal estadounidense, que antario apenas si alcanzaba a equilibrar el sovietico, se des81~­gaba ahora en un mundo en e! que no habra ningUn otro adversario destacabl~i Este ,,;;. mento unipolar» tuvo una consecuencia per­fectamente logica y predecible: predispuso)' m<~stJdos T [nido~lsO de la f~rza en ejl ex~r. Eliminada la amenaza sovietica;Est;-i dos Unidos quedo con las manos lib res para intervenir practicamente en cualquier lugar y momento que considerara oportuno. Esta po-, sibilidad encuentra su confirmacion en la pro-, liferacion de intervenciones mili tares de ul­tramar, que comenzo durante el gobierno de Bush padre con la invasion de Panama en J 989; continuo con la Guerra del Golfo en 1991 y la intervencion humanitaria en Somalia al ana siguiente, y se marituvo durante la era Clinton. con las intervenciones en Haiti, Bosnia y Koso-, yo. Mjgl1.tr:a:;.~I':stadosUnidos muchos poUti­cos hablaban de aflojar las amarras sobre el resto de! mundo, 10 cierto.era que las inter­venciones militares en el exterior sevolvieron mas frecuentes de 10 que 10 habfan sido du­rante casi toda la Guerra Frfa. Por mor de las nuevas tecnologfas, Estados Unidos gozaba aclemas de libertad para hacer notar su poder

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en cualquier parte del mundo, minimizando al mismo tiempo los riesgos mediante el re­curso a los ataques aereos 0 con misiles, de los que echaI'ia mana con frecuencia creciente. Asf pues, el final de la Guerra Fria no him sino ahondar la ya profunda sima que desnivelaba el , poderfo europeo respecto del estadounidense.

PSICOLOCiAs DE PODER Y DE'DEBlLIOl',D --':-:.---/

(Como podia esta enorme y creciente dis­pari dad en la poses ion del poder no abrir una fosa cada vez mayor en la «cultura» estrategi-ca? Naturalmente, las potencias mas podero-sas tieiIen una vi,siBn del mundo disimil de la de las potencias mas debiles.' Unas y'otras se sin'en de baremos diferentes para medir los riesgos y las amenazas, definen de ,manera distinta el concepto de seguridad y sus nive­

" ","--" les de inseguridad tolerable son logicamente

heterogeneos. Aquellas con mayor capacidad militar tenderan a considerar la fuerza como una herramienta util en las relaciones interna- ' ~.' cionales, mas que aquellas que carecen de po- • derio militar. De hecho, los fuertes pueden! confiar en su fuerza mas de 10 que deberian. Un britanico bastante crftico respecto de la propensi6n de Estados Unidos a la acci6n mi-

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ROIII::RT l\.AC;A.>-:

': litar recuerda un antiguo dicho: «En cuanto :\ se tiene unmartillo, todos los problen;asern­',I piezan a rarecer clavos». E~'to es cierto. Pero las

I1aclo-Il~s-~o~escaso poderlo rnilitar corren tambien el peligro inverso:sino se tiellelln, martillo, no se, quiere vel' nada que se parezca

_ayn clavo. Las diferentes perspecuvas'ypsico­logias del poder y la debilidad explican mu­chas divergencias', aunque seguramente no todas, de las que hoy separan a Estados Uni- /

dos de Europa. El problema no es nuevo. Durante la Gue- "\ " __ I

rra Fria la suprernacfa militar estadounidense ' y la debilidad relativa de Europa fueron causa de irnportantes y a rnenudo graves desacuer­dos respecfo de la carrera arrnamentista entre Estados Unidos y la Union Sovietica y de las intetyenciones norteamericanas en el Tercer Mundo. EI gaullismo, la Ostpolitik y otros rno­vimientos en pro de la

r

independencia Y la unidad europeas eran rnanifestaciones de algo mas que un deseo de conservar el honor y la libertad de accion: reflejaban la COl1\'ic­Cion europea de queel enfoque estadouni­dense de la Guerra Fria era dernasiado.con: t_encigs,Sl, dernasiado rnilitarista y demasiado peligroso. Atras habian quedado los prirneros a110s de la Guerra Fda, cuando lfderes como Churchill expresaban a veces su preocupacion

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por el exceso de delicadeza con que Estados Unidos se tomaba las relaciones con Stalin; ahora eran los estadounidenses quienes presio­naban a una reticente Europa a comprome­terse mas resueltamente en el antagonismo con la Union Sovietita. Por su parte, los euro­

'peos consideraban que ellos sabi~n mejor como lidiar con los sovieticos: sus armas eran la diplomacia, la secluccion, el establecimien­to de lazos comerciales y politicos y, sabre todo, fa paciencia, m ucha paciencia. Se trataba de. un enfoque legitimo, com partido de vez en cuanclo por much os norteamericapos, sobre todo durante y clespues de 1a Guerra de Viet­nam, cuando algunos lideres estadounidenses creyeron que ellos tam bien partian de una po­sicion de debilidad. Pero la reiterada op05i­cion de los europeos ala politica de mano du~ con que Estaclos Unielos gestionaba la Gllerra Fria acabo por reflejar una debilidad funda­mental y permanente de Europa en relacion con Estados Unidos: Europa simplemente te­nia menos opciones armadas a su disposici6n,

,10 que la hacia mas vulnerable de cara a Ia pocle­rosa Union Sovietica. Cabe asimismo suponer que el enfoque europeo reflejara ademas ]a

memoria de la reciente guerra que habia arra­sado SLl continente. Alii donde no se habfan comprometido ellos tambien en las sutilezas

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de la ditente, los estadounidenses tendfan aver estos postulados europeos como una nueva version de las polltIcas cle apacigaamieIltd, aIla vuelta a la mentalidad timorata de los anos treinta. Pero los europeos consideraban que su politica tenfa la virtud de ser mas sutil y que abrla una puerta de salida a 10 que juzgaban un enfoque excesivamente belicista de 1a Gue­rra Fria por parte de Washington.

Sin embargo, los desacuerdos durante 1£1 Guerra Fda fuero~ mas tacticos que de fondo y no afectaban a la concepcion misma del P?­,~ en cuanto que a ambos lados del Atlantico existia una solida confianza en que el poderio militar conjunto bastaria para disuadira los so­vieticos de cualquier eventual ataque, por muy remoto ,que este pareciera. !'ero el final de I,: "")" Guerra Fria -al ensanchar el abismo entre ambas capacidades militares y suprimir £11 co­mtm enemigo sovietico- no solo contribuyo a exacerbar las discrepancias en cuanto a pers­pectivas estrateg1Cas, smo gue camblO ademas la propia naturaleza del debate.

Durante casi todo el decenio de los noven­ta, politologos y analistas nostilgicos a ambos lados del Atlantico insistian en que estadouni­denses y europeos estaban de acuerdo al me­nos en cuales eran las amenazas para 1£1 paz y el orden mundial. Segun esta vision, la dis-

-17

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PODDl. y llEIUUIl.\1)

crepancia radicaba s610 en cual podia ser la mejor manera de enfrentarse a ellas. Pero esto no era del todo cierto. A 10 largo de la ultima decada, los sustanciales desacuerdos entre Es­tados Unidos y sus aliados ellropeos se han centrado en la cuesti6n de que constitllye Ul~ amenaza intolerable ala seguridad internacio­nal y al orden mllndial (como el caso de Irak ha demostrado con creces). Y estos desacuer­~os reflejan, por encima de todo, la disparidad 9z PQderes. >

. Uno de los desacuerdos transatlanticos mas ("" \ acusados desde el final de la Guerra Frfa gira

; en torno ala cuesti6n de que "nuevas» amena­zas merecen mayor atenci6n. Los gobiernos estadounidenses han subrayado la peligrosi­dad de los supuestos ;,esj3do, proscritos» 0 pa­rias y de 10 que el presidente Georg-e W. Bush llam6 hace un aDo "el eje del mal». En contras­te, ]a mayoria de los europe os han adoptado un punto de vista mas sereno respecto de. los riesgos planteados por estos regfmenes. Como me dUo una vez cierto diplomatico frances, «el problema no'son leis estados ·'pros.cri"tos";s"inO los estados "fallidos"».

(Por que los estadounidenses y europeos tienen visiones tan divergentes de las mismas

Co

amenazas? Muchos europe os arguyen que la exigencia norteamericana de disfrutar de una

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ROIIDtT KAGA..'..;

seguridad absoluta, resultado de haber ,~vido protegidos por dos oceanos durante siglos, no es realista20 . Tambien aseguran que ellos sa­ben bien 10 que es vivir junto al peligro, co­existir con el mal, puesto que lIevan siglos ha­ciendolo (de ahi su mayor tolerancia ante las amenazas que puedan plantear el Irak de Sa­dam Hussein, el Iran de los ayatolas 0 el regi­men de Corea del Norte): los estadounidenses:'i argumentan, tienden a exagerar los peligros'

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que suponen estos regfmenes. ' Esta explicaci6n cultural pasa por alto uri

par de detalles: en primer lugar, que las deca~­das iniciales de Estados Unidos se caracteri­zaron por una inseguridad sustancial, rodea­do como estaba por impelios europeos hostiles con presencia en America del Norte y bajo el riesgo, constante de quedar desgarrado por fuerzas centrffugas espoleadas por dichas ame­nazasextema<;. El discurso pronunciado por George Washington con ocasi6n de su despe­dida se cen tr6 precisamente en ]a inseguridad nacional. Y en cuanto a la supuestatoleran­ciade los europe os a la inseguridad y el mal, puede que en realidad no sea tanta como se pretende~ Durante tres siglos, los cat6licos y protestantes 0 de Europa a menudo prefirie­ron matarse un os a otros que tolerarse; y los ultimos doscientosaiios tampoco han sido

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una muestra muy convincente de tolerancia mutua entre franceses y alemanes. Algunos europeos diran que, precisamente porque Eu­ropa ha padecido tanto, tolera mejor que Es­tados Unidos el sufrimiento y, en consecuen­cia, es menos sensible a las amenazas. Pem 10

·contrario es mas probable: la meil10riade la I Guerra Mundial volvio a la opinion publica, britanica y francesa mas temerosa de la Ale­mania nazi, no mas tolerante -actitud que contribuirfa considerablemente a la esl;rate­gia de apaciguamiento tan en boga por los aiios treinta-.

U Una explicaci6n mas plausible d'e la mayor

. tole-rancia de Europa ante las amenazas del ~undo actual es la relativa debilidad del Viejo Continente. Las diferentes psicologfas respec­to del poder y la debilidad son bastante faciles de entender: a un hombre sin mas arma que un cuchillo seguramente Ie parecera que un oso que merodea por el bosque es un peligro tolerable, puesto que la alternativa -darle muerte armado 5610 con un cuchillo-- entra­iia mas riesgos que tumbarse inm6vil y confiar en que el 050 no ataque. El mismo hombre ar­mado con un rifle, sin embargo, probablemen­te hara un calculo,diferente de que constituye un riesgo tolerable. (Por que iba a arriesgarse a morir a zarpazos sin necesidad? Esta psico-

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fogfa, perfectamente normal, ha abierto una brecha entre Estados Unidos y Europa. La in­mensa mayorfa de los europeos siempre ha crerdo que la amenaza planteada por Sad am

, Hussein era mas tolerable que los riesgos in­herentes a intentar deshacerse de eL Pero los estadounidenses, a causa de su mayor pode­rfo, han desarrolladoun umbral inferior de to­lerancia fren te a Sadam y sus armas de des­truccion masiva, especialmente clespues del II de septiembre. Ambas evaluaciones tienen sentido, considerando las diferentes perspec­tivas de un Estados U nidos hegemonico y una. Europa mas debiL A los europe os les gusta de­cir gue los estadouniclenses estan obsesionaclos

con la resoluci6n de problemas, pero 10 cierto res que aquellos con mayor capaCldad para re­solver problemas tlenen mas probablhdades de afrontarlos que quienes carecen de tal ca paCldad. Los estadoumdenses podian imagi­narse invadiendo satisfactoriamente Irak y de­rrocancio a Sadam, y por eso a finales de 2002 mas del 70 por ciento de ellos se mostraban favorables a esa accion. A, nadie debe sor­prender que, por el contrario, los europeos encontraran la perspectiva inimaginable y al mismo tiempo temible.

Pero la incapaciclacl para responder a las ame­nazas no conduce s610 a la tolerancia; tam bien

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'puede inducir a la ne atio11. Nada mas normal que in ten tar a eJar-cle nuestras mentes aquello sobre 10 que nada podemos hacer. SegUn un estudioso de la opini6n publica europea, inclu­so el propio enfoque··de las "amenazas" dife­rencia a los polit610gos estadounidenses de sus homologos europeos. Aquellos, escribe Stec

ven Everts, tratan sobre «amenazas" externas como "la proliferaci6n de las. armas de des­trucc~6n masiva, el terrorismo y los "estad M

proscritos"". Pero los europe os centran su ~eilt~l. "desafios" como "el cqnflicto et­

nico, la inffiigraci6n, el crimen organizado, la po reza y la 'adaci6n ambientah. Sin em-

rgo, como nala e propio Everts, la dife-~ ~ ---

rencia clave es m os \l ra y filoso la que de capacidad. Los europeos «se preocupan sobr; todo de cuestiones [ ... J sus­ceptibles de resolverse mediante acuerdos po­llueas y enOl'mes sumas de dinero,,2!. En otrai" ,

~pa1abras; los europeos concentran sus esfuer­'~-=-:-7.osen'.aquellos problemas -"desaffos"- en

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los que los puntos fuertes de Europa pueden desempenar un papel importante, y no sobl'e aqueJJas «amenazas" cuya neutralizaci6n se vuelve evasiva al afron tarlas desde un a posi-

cia. n. d. e .. b .. i.l.' ~.~ lao _~.~~.tu.X<i_es .. t.r<l.Je:gi~'<l:j.e EUT_.op.a. \ . otor~~()~ .m ell. os v<il()r. a la mano,dura y el .

,podeno. mlhtar que a otros instrumen tos de po-

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d~~ blandocoTTl()Iaeconomfa y el comercio, \ ~ (no sei~;Cen parte porque Europa es militar-mente debil y eco;l.omicamen te fuertei.\Y si los estadounidenses son tan rapidos a la hora de reconocer la existencia de amenazas -has-ta el punto de percibirlas donde otros no las ven-, (no sera porque ellos sf pueden con-cebir emprender alguna accion para neutra-

,_',> lizarlas? ;

./Sin embargo, estas distintas percepciones sobre 10 que pueda constituir una amenaza se-.,

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gun a que orilla del Atlantico se sink uno van i,.

mas alla de la psicologfa: tambien estan arrai~, . ' ,S~ gadas en una realidad ractica ue es otto ro- ~~

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ducto de la disparidad de po ery la estructura , ~~ del actual orden'mundial. Pues, si bien Irak y .j' '-' , . [1 otros estados "proscritos" vienen representan- '" ,l" "R do una am,enaza para Europa, esta es objetiva- (:/.,(\~ mente menor que la que se cierne sobre Es- C' ~ITj tad os Unidos. En primer lugar, Europa disfruta ~J - . .~ de una seguridad garan tizada POf Estados U Dl- ~

d.gs desde que hace seis decenios este pafs asu- ~ !TI1era la carga de mantener el orden en '!i aquellas regiones remotas del mundo -como ',.} el Extremo Oriente, por ejemplo, 0 el Pr6xi-'1 rna- donde el Viejo Continente ya no tenIa la -:\ presencia que antano habfa tenido. En gene- :d

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raI, los europeos suponen, aunque se resistan '1 a admitirlo en su fuero interno, que siempre : i

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que Irak 0 alguna otra nacion "proscrita» pue­da surgir como un peligro verdadero y pre­sente::-no uno meramente potencial-, Es­tados Unidos had. algo al respecto. Aunque durante]a Guerra Fria Europa notuvo mas re­medio que contribuir decisivamente a su pro­pia defensa, es igualmente cieno que desde el final de aq lH~lIa ha gozado de un ,grado de "se­guridad grat)]ita» sin prececJ,:ptes"puesto que la mayor parte de las amenazas creibles pro­vienen de zonas alejadas de ella, donde solo Estados Unidos esta en condiciones de pro­yectar su poder de forma convincente. ~n

sentido muy practico -es decir, en 10 tocante a los planes estrategicos efectivamente bara­jados-. -, ni Irak ni Corea del Norte ni In"in, ni ningUn otro estado "proscrito» del mund,9 ha

. ~constituido una preocupacion para Europa. Y 10 mismo, desde luego, puede decirse de Chi­. na. Europeos y norteamericanos convienen en que estos son problemas principalmente nor­teamericanos.

No es otra la razon de que Europa nunca haya considerado a Sadam Hussein como una amenaza comparable a ]a que sf percibe Es­tados Unidos. La logica consecuencia de esta descompensacion transatbntica de poder ha sido que casi todo el peso de la tarea de con­tener a Sadam Hussein recaiga invariablemen-

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te sobre Estados Unidos, no sobre Europa, y que todo el mundo este de acuerdo con ell022

(incluido Sadam, que por algo ha considera­do siempre a Estados Unidos, y no a Europa, como su principal adversario). En el Golfo Per­sico, en Oriente Proximo y practicamente en cualquier otra parte del mundo, Europa in­cluida, Estados U nidos se reserva el papel de gendarme supremo. "Con 10 poderosos que sois», suelen cIecir los europeos a los estadou­nidenses, "(como podeis sentiros tan amena­zados?». Pero es precisamente el inmenso poder de EstacIos Unidos -junto con su deterc\ minacion de proteger a otras naciones asu-', miencIo las responsabilidades derivadas de eI-; 10 que convierte a este pais en un objetivo pre­dilecto y a menudo iinico. Nada tiene de extra­no pues, que la mayo ria de los europeos se den

. por satisfechos con este reparto de papeles. Una encuesta llevada a cabo entre las opi­

niones publicas europe a y estacIounidense revelo de modo hano elocuente esta sima transatlantica en cuanto a las distintas per­cepciones sobre que constituye una amenaza. Aunque la interpretacion mas extensamente difundida de los resultados del sondeo dicta­minaba que estadounidenses y europeos se mostraban de acuerdo en 10 esencial, los datos indicaban que muchos mas estadounidenses

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POilU, y 1)1-:1\1!.I11.\11

que europeos expresaban preocupaci6n Eor la amenaza plan teach no s610 por Irak, Jr;lJ:1 )' Corea del Norte, sino tambien par Chjua....RP­

sia, el conflicto inclio-paquistal~f e incluso el , antagonismo enti-e Israel), los estaclos :habes , -casi toclas estas cuestiones preocupaban a

un numero mucho mayor de estaclou~iclen­ses que de europeos23-. Ahora bien, (por que habian de estar aquellos'-: -«protegiclos por dos oceanos,,- mas preocupaclos por una eventual conflagraci6n belica en el subcon­,tinente asiatico, 0 en Oriente Pr6ximo 0 en

l" fl~ 'Rusia, que los em-opeos que viven tanto mas I ,-c;, cerca de estas zonas?ILa respuesta es que los ; ~O+"-.i'.;,estaclciunidenses saben que, cuanclo estalla "llW, una crisis internacional, ya sea en el Estrecho

'::" de Taiwan 0 en Cachemira, es mas que pro-\.0 bable que sean ellos los primeros en impli-

;~- carsej Tambien los europeos 10 saben. Asi pues, cuanclo un sondeo inclica que los esta­dounidenses estan mas preocupaclos que los europeos por toda suerte de amenazas contI-a la seguridad global, mientras a los europeos les inquieta mas el calentamiento del plane­ta, 10 gue se pone de manifiesto es que ambas

-·'i opiniones pGEilcas poseen una noci6n bas tante exacta de 10 dlterentes que son los pa­peles gue desemp6ian en el munclo sus res-pectivas naClOnes.

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ROllu."!" KAr.A.>..1

Los estadounidenses van de «vaqueros", o al menos eso les gusta decir a los europeos_ y no les falta raz6n: Estados Unidos actua a la ,inanera de un sherijfinternacional-autopro-'

~-"-Jclamado quizas, pero generalmente bienveni­-' ) ,'- I do de todos modos- que vela por imponer

',,::- l algo de paz y justicia en 10 que ve como un , \/! mundo sin ley, donde es preciso disuadir 0

'''-~; ( destruir a los malhechores, por 10 com un a ___ "E1Jnta~~_pistola. Europa, par no salirnos de

esta-vieja pelfrula del Oeste, es mas bien el en­cargado del saloon. Y los malos suelen dispa­rarle al sherif!, no al encargado. De hecho, des­de el punto de vista de este ultimo, el sheriff empeiiado en imponer el orden por la fuerza a veces puede ser mas peligroso que los malos, quienes, al menos por el mom en to, tal vez no qui(:ran mas que echar un trago.

Cuando los europeos tomaron las calles a millQnes despues del 11 de septiembre, la ma­yor parte de los estadounidenses-interpreta­ron que 10 hadan movidos por el sentido del peligro compartido y el in teres comun: los eu­ropeos sabfan que ellos podrfan ser los siguien­tes. Pero en general no era este sentimiento eI que presidfa el animo de los europeos. En rea­lidad los europe os nunca terminan de creerse que luego les va a tocar a ellos. Podrfan ser ob­jetivos secundarios -porque para eso son.alia-

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POIlf.R Y m:nu.lI:l.\JJ

dos de Estados1LI1~idos-=, peZ()~QJ)[in~iPale~s, poi-que ya hace mucho que dejaron de inter­pre tar el papel imperialista qll~ e I1 Oriente Proximo les hubiera granjeado esa animad­version-tan profesada _<;:9J1tra_E~t<tcloslln~d_o~~ No. Cuando los europeos lIoraban yagitaban banderas de Estados Unidos despues del II de septiembre, 10 hacfan impelidos por un sin­cero y humane sentimiento de com pasion. ~us manifestaciones eran una expresionde dolor y de afecto hacia los norteamerica:nos. Para bien 0 para mal, las demostraciones europeas de solidalidad obedecfan mas a la empatia con , el projimo que a un minucioso cilculo de in-tereses propios. La sentida com pasion de los europeos, que no iba acompaiiada de nocion alguna de un riesgo compartido ni unarespon­sabilidad comuh, no los arrastro a la aliam:a estrategica con Estados Unidos.Al contrario: en cuanto los estadounidenses comenzaron a mirar mas alia de la tarea inmediata de en­contrary destruir a Osama.Bin Laden y Al Qaeda para contemplar objetivos de.JTl9-yor alcance estrategico como la «guerra al terro­rismo", los europe os recular0!1'

l ! En cierto modo, las diferentes percepciones /sobre que es una amenaza y como combatirla I mejor no son ~i.no la .mani:·estacion superfi­I cial de otras cliferenCI<lS mas fundamentales

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_ en la vision del mundo que existen entre el poderoso Estados Unidos, por un lado, y la comparativamente mas debil Europa, por el otro. Ya no ~s que europeos yestadouniden­ses discrepen a la hora de abordar un proble­ma especffico como el de Irak; es que no com­parten un mismo punto de vista sobre c6mo gobernar el m~ll1do, sobre el papel de las ins­tiJ:ucjooes y elclerecho ioternaciooales o,~ fin, sobre el grado de eguilibrio mas coove­niente entre el recurso a la fuerza y el empleo de la diplomacia en los asuntos de politica in-- -tcrnacional.

Algo tienen que ver estas divergenciascon la' .. , disparidad de poderes. Como cabfa esperar, la relativa debilidad de los europeos ha susci­tado entre ellos un vivo interes por edificar un mundo en el que el poderio militar y las politi-cas de mana dura cuenten menos que un po-der blando asentado en la pujanza econ6mi-ca; un orden mundial donde las instituciones y el derecho internacionales importen mas que la voluntad de un solo pais; donde ningun Estado, por poderoso que sea,este autorizado a em prender acciones unilaterales; donde to-das las naciones, independientemente de su poder, gocen de los mismos derechos y la mis-rna protecci6n en virtud de unas reglas de jue-go consensuadas internacionalmente. Pues-

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! to que parten de una posici6n relativamente II deb ii, los europeostienen un mal-cado interes [I por devaluar y everltualmente derogar la bru­I I tal ley de un l~undo anarquico y hobbesian? :! donde la segundad y la prospendad de un pals , '. vengan a la postre determinadas por la mera " exhibici6n de fuerza.· .

y Ni que decir tiene que esta postur-a no es en 'sf reprochable. Es la que las potencias menos

'ifuertes han venido adoptando desde tiem-, . :po inmemorial y la que adopt6 Estados Uni-

'~'.'.;:dOS durante el siglo XVIlI y principios del XIX,

~; cuando la bm tali dad del modelo europeo ide pOIItica de poder, liderada por los gigan­,tes globales que entonces eran Francia, Gran '(Bretana y Rusia, lomantenfan constantemen­'\ te a merced de un vapuleo impe,rial. Era tam­ibien la que obcas potencias eur-opeas meno­res defendfan en aquellos mismos anos, para mofa de Borbones y otras monarquias impe­rantes, que preferian hablar de raison d'etat. En el siglo XVlJI, el campe6n del derechointer­nacional en alta mar era precisamente Estados Unidos; y su mayor opositor, la marina brita­nica, esa «Reina de los mares". En un mundo anarquico, los mas pequeii.os siempre temen engrosar la !ista de las vfctimas. Las gran des potencias, por su parte, suelen tener mas pre­venci6n contra cua!quier norma que pueda

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obiigarlos que contra una anarqufa en la que el poder no es sino Fuente d~ seguridad y pros­peridad.

Este desacuerdo natural e hist6rico entre el fueftey e1 Mbil se manifiesta en el actual de-­bate transatlintico sobre la cuesti6n de la uni­lateralidad. Los europeos tienden a presumir de que su objeci6n contra el unilateralismo es­tadounidense demuestra su mayor compromi-SQ con losprincipios del orden mundiaL Yes cierto que su compromiso para con estos idea­les, aunque este lejos de ser absoluto, es mayor que el que asumen la mayorfa de los nortea­mericanos. Pero los europeos no estin tan dis-, puestos a reconocer otra verdad: que su hos-tilidad al uhilatera!ismo tambien obede~ a motivos egofstas. Dado que los europeos care~ , . cen d,e capacidad para emprender operacio- \j,'

nes militares unilaterales, sea individualmente o conjuntamentebajo labandera de «Euro-pa», J;s natnral que se opongan a que otros] tengan licencia para hacer 10 que ellos no pu~ . den. Estas exhortaciones al multilateralismo y al respeto por el derecho internacional ofre-cen a Europa una rentabilidad practica real a muy bajo costo.

',) No puede decirse 10 mismo de los estado­L l- unidenses,quienes, en principio, expresan

en cuesta tras en cuesta su apoyo a las operacio-

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nes multilaterales. Por apoyar, hasta les parece bien que su pafs actue bajola rubrica de Na­ciones Unidas, organismo que despues de todo es una creacion estadounidense. Pero 10 cier­to es que Estados U nidos tiene Ia potestad de actuar unilateralmente, como desde Iuego ha hecho tantas veces con resultados mas que aceptables. La aserci6n f<1.cil de que Estados Unidos no puede actuar por su cuenta y riesgo constituye mas bien un topico esperanzador que una descripci6n de ]a realidad. Sin duda los estadounidenses prefieren ir a Ia guerra acompaiiados, aunque s6Io sea porque sus operaciones tendran mayores -probabilidades de exito si cuentan con eI apoyo de fuerzas aliadas. Pero si fuera literalmente cieno que Estados Unidos no puede actuar unilateral­mente, no estarfamos tan entretenidos deba­tiendo sobre el unilateralismo estadouniden­se. EI problema hoy, suponiendo que sea tal, consiste en que Estados Unidos puede muy bien hacer la guerra por 511 ClIenta y ries8:?;' y .!2oco tendra de sorprendente que la supe.r­potencia norteamericana desee conservar esta potestad. La logica geopolftica dicta que los estadounidenses tengan un inten~s menor que eI de los europeos en el mantenimiento del multilateralismo como universal principio re­gidor de Ia conducl:.c1. de las naciones. Tanto sT

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el unilateralismo es bueno como si es malo, eI hecho objetivo es que los estadounidenses tie­nen mas que perder con su proscripci6n que cuillgujer atra patencia en el mundo unipol;lr eQqJJe vivimos. En verdad, para que los ;sta­dounidenses compartieran la perspectiva eu­ropea sobre las virtudes del multilateralismo, tendrfan que ser mas devotos defensores que los propios europeos de los ideales y los princi­pios de un ordenjurfdico in ternacional. Por­que para estos, ideales e intereses converge­rfan en un mundo gobernado por el principio del multilateralismo; pero para Estados Uni­dos, no convergen tanto.

Tambien es comprensible que los europeos recelen del unilateralismo estadounidense y procuren encauzarlo, en la medida de sus po­sibilidades, a traves de instituciones como Na­ciones Unidas, Cuando uno no esta en con­diciones de actuar uriiIateraImente, 10 natural es defender la implantaci6n de mecanismos para controlara los que sf pueden hacerlo. Se­glll1 la perspectiva europea, Estados Unidos puede ejercer un liderazgo relativamente be­nigno; pero, en la medida en que sus·acciones retrasan la llegada de un orden mundial mas propicio a Ia seguridad de las potencias meno­res, su hegemon!a es objetivamente peligrosa. Esta es una de las razones por las que Ia «mul-<

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POIll-:1( Y IIUlJl.lll.\!)

tilateralizacion» de Estados Unidos, como la llama cierto observador europe024 , se 11a con vertido de un liempo a esta parte en un objeti­vo prioritariQ de la polltica exterior europea._ Es 10 que explica]a insistencia europea en que Estados Unidos solo esti legitimado para ac­tuar previa aprobacian del Consejo de Segu­ridad de las Naciones Unidas. Ciertamente, el Consejo de Seguridad r:o es mas que un pali­do reflejo de 10 que supondrla un verdadero orden multilateral, pues no en vano fue dise­iiado por Estados Unidos paraotorgar a las cin­co «grandes potencias» de la posguerra una autoridad exclusiva para decidir que acciones merecen la legitimidad internacional y cuales no. Hoy no queda en el Consejo de Seguridad

, mas que una «gran potencia», Estados Unidos, 10 que no impide que el Consejo sigasiendo un foro donde una nacian mas debil como Fran­cia Gene al menos la facul tad teorica de ejercer algun control sobre las actuaciones nOl'tea­mericanas -siempre y cuando alguien se mo­leste en convencer a Estados Unidos de que acuda a las reuniones del Consejo de Seguri­dad y se considere vinculado por las resolu- . ciones que en el se adoptan-. Es decir~

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lOS elJrope()s, el Camejo de SeglJric~ Naciones Uni S es un sustituto del oder del 'que carecen. ,

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Ciertamente, pese a las predicciones de Hun tington y de otros tearicos de corte prag­matico, los europe os se han cuidado mucho de poner a prueba la solidez del coloso ame­ricano acumulando su propio contrapoder compensatorio, Parece claro que ni siquiera un Estados Unidos unilateralista se les an to­ja una amenaza tan acuciante que justifique un aumento del presupuesto de defensa a fin de contrarrestarla. Tampoco parecen dispues­tos a comprometer los enormes volumenes de la relacian comercial que mantienen con Esta­dos Unidos blandiendo su poder econamico contra la potencia hegemanica. Por ultimo, ni ' siquiera se les ve a favor de aliarse con China,; que sf esti dispuesta a gastar importantessu- ,,' mas de dinero en defensa con miniS a contra­rrestar. el poderfo militar estadounidense. No: los europeos connan en contener el poderlQ de Estados Unidos sin es rimir el ro .. En 10 que po na ser una postrera hazaiia deJa_ sutileza y el engaiio, pretenden controJar .al «monstruo» apelando a su concienci~ '.

No resulta mala estrategla, de momento, porque a fin de cuentas Estados Unidos es un monstruo dotado de conciencia. No es la Fran­cia de Luis XIV ni la Inglaterra deJorge III. Los estadounidenses no argumentan, ni siquie­ra cuando no Ies oye nadie, que sus acciones

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puedan estar justificadas por raisons d'etat. No reclaman el derecho del fuerte ni repiten ante el resto del mundo, como los atenienses en Me­los, que <dp~_fllertes ma[lQ.9-!L<lllLdonde p~ den y_19.s_debjl<::~.~~if[eDa.quello_qlt~deb~. L~s -estadounidenes nunca han aceptado los principios del viejo orden europeo ni han abrazado la concepcion maquiavelica de la polftica. La de Estados Unidos es, de punta a

... )

cabo, una sociedad liberal y progresista, y sus> ciudadanos creen en el poder en la medida en que este puede servir de instrumento para Tomentar los pnnClpios de una civilizacion y

'" un ord.en mundial liberales. Es' mas: los es­tadounidenses siguen compartiendo las aspi­raciones europeas de un orden mundial basa­do menos en el poder y mas en las normas -despues de todo, trabajaron para conse­guirlo cuando los europe os aun loaban las !e­yes de la machtjJolitik-. Pero <lynque estos ide ales y aspiracioI1es comunes sigan configu-

\' rando la polftica exterio'ra uno 'lotiO lado del Atlantico, no alcanzan a refutar del todo el hecho de que los europeos contemplan el mundo desde unaperspectiv<l .que.diverge bastante de la estadounidens~_ Ytallll:Jien de que tienen un concepto distintodel poder.

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H YFERPUISSANCE ~~",-""""-,,~,,,/

Las actuales tensiones transatlanticasno se =

remontan ala fecha en que George W. Bush tomo poses ion de su cargo. en enero de 2001, nr estallaron tam poco tras elll de septiembre." . Si bien la tosca diplomacia de los meses inau­gurales del gobierno de Bush vino a subrayar mas nftidamente las diferencias entre las pers­pectivas europe a y estadounidense en cuestio­nes de gobierno internacional, y por mas que los ataques del 11 de septiembre arrojaran la luz mas cegadora sobre el abismo transatlanti­co en cuanto a percepciones estrategicas, l~ elesacuerdos ya se habfan manifestado iuran­te la era Clint~n e iricluso durante el gobierno del primer Bush. En una fecha tan temprana como 1992, abundaron las recriminaciones mutuas a proposito de Bosnia. El gobierno de Bush rechaz6 actliar mlllt:rmente, enten­eliendo que otros lugares del globo presenta­ban obligaciones estrategicas mas urgentes. Los europe os declararon su dis posicion a actuar -era, insistieron, «la hora de Europa,,-, de­claracion que se revelaria hueca cuando se elemostro'que, sin el apoyo de Estados Unidos, Europa no poella !levar a cabo operaciones militares ni siquiera en Bosnia. Cuando Fran­cia y Alemania dieron los primeros pequenos

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PCllH-]t Y LlF.1UUIL\!l

pasos para crear algo que ~:c ?arecie':" :l una fuerza de defensa eurg~ea independiente, el gobierno de Bush frllDCi6 e) reDO. Desde el

punto de "ista europeo, esto era 10 peor que . \ p'odfa ocunir: poi' un lado, Estados Unidos per­) dfa interes pOl' preservar Ja segmiclacl euro-. ) pea, v por otm se mostraba hostil a las aspi-,; . ; -raciones ellrOpe;)S de garantizar su propia .

\.. defensa25 . Los europeos se.quejaban de la per-; fidia de Estados Unidos mientras los estado­unidenses acusaban a Europa de debilidad e'

ingratitud. Hoy en dfa muchos europeos recuerdan los

anos en que gobern6 Clinton como un perio­do de armonfa transatlantica, y sin embargo por entonces em.pe·zaron las quejas sobre el poder y la arrogancia de Estados Unidos en el mundo posterior a la Guerra Frfa. Fue tam­bien durante la era Clinton cuando el en ton­ces ministro frances de Asuntos Exteriores Hu­bert Vedrine acun6 el termino h,'perpuissance, «hipel'potencia», para describi; un. monstruo estadounidense cuyo poder habfa crecido de forma preocupante, hasta el punto de que el

-termino «superpotencia» le guedaba peqJle­~ Tambien en los noventa los europeos co­menzarona ver el poder de Estados Unidos como una «hegemonfa tiranizante». Tales que­jas se dirigieron sobre todo contra la secreta-

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ria de Estado Madeleine Albright, a quien uno de sus compatriotas crfticosdescribi6, un tanto hiperb6licamente, como «el primer secretario de Estado en la historia de Estados Unidos cuya especialidad diplomatica [ ... J consiste en ser­monear a otros gobiernos, emplear un lengua­je amenazante y jactarse sin ninguna gracia del poderyla virtud de su pafs»26.

Ya en la decada de 1990 Irak era la cuesti6n .

sobre la que mas divergencias existfan entre la politica estadounidense y la europea. Los eu­ropeos se quedaron hOlTorizados cuando en 1997 Albright y oti-os funcionarios del go­bierno comenzaron a sugerir que las sancio­nes econ6micas impuestas a Irak despues de la Guerra del Golfo no podrfan levantarse mien­tras Sadam Hussein permaneciera en el po­der. En el mas puro estiloeuropeo, conside­raban oportuno incentivar a Irak para que se comportara mejor, en lugar de amenazarlo, en el mas puro estilo estadounidense, me­diante la coacci6n econ6mica 0 militar. Esta creciente brecha entre Estados Unidos y sus aliados sobre la _C::.1!_esti~n ira..9llf salt6 a la luz publica a finales de 1997, cuando el gobierno de Clinton intent6 aumentar la presi6n so­bre Bagdad para forzarlo a cooperar con los inspectores de Naciones Unidas y Francia se uni6 a Rusia y China para vetar las propuestas

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de Estados Unidos en el Consejo de Seguri­dad de las Naciones Unidas. Cuando final­mente el gobierno de C~ volvio al em­pled de la fuerza militar y bombardeo Irak en enero de 1999, 10 hizo s.in alltorizacion gel C'onsejo de Segnridad y s\.!Lotro aliado 3ue Gran Bretaiia. Ya en el ocaso de sumandato, el g05ie;:n~e Clinton continuo creyendo que «bajo Sadam Hussein, Irak sigue siendo un pais peligroso, devastado, desafiante y aisla­do" que jamas «podra rehabilitarse ni reinte­grarse en la comunidad internacional" mien­tras no se derroque al dictador27 . No era esto 10 que opinaban Francia y otr;s naciones de Europa (la mayorfa), que perseguian precisa-

'mente eso mismo: la~_~<lb~lit<l5=i~ny la rein- . , tegracion del Irak de Sadarn Husselnentre

lasdemas naciones. ,.--~~-------------~

, ; . Fue tambien durante los aiios noventa cuan-.j~/do empezaron a surgir las primeras dis~o­

nes, que desencadenarf-an tormentas·tI'ansat­'Ianticas durante el gobierno del segundo Bush. Clinton dio los primeros pasos hacia la cons­truccion de un nuevo sistema de defensa a base de misiles, diseiiado para proteger a Esta­dos Unidos de estados «proscritos" pero con capacidad nuclear, como Corea del Norte. Di­cho sistema amenazaba con invalidar el Trata­do sobre Misiles Anti~<llisticos y la doctrina de

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destruccion mutuamente asegurada que los europeos llevaban tiempo valorando comoun aspecto crucial de Sll propia seguridad estra­tegica. Tambien amenazaba con proteger ex­clusivamente el territorio de Estados Unidos dejandoa los europeos a merced de un ataque nuclear, vulnerabilidad que, como es de com­prender, estos no consideraban muy deseable. El gobierno de Clinton negocio el protocolo de Kioto para luchar contra el cambio c1i rnati­co, pero se abstuvo deliberadamente de some-. terlo al Senado,donde su derrota era segura. Y tambien el gobierno de Clinton -instigado por el secretario de Defensa William Cohen, entre otros altos cargos de~ Pentagono- fue el primero en exigir que las tropas estadouni­denses gozaran de inmunidad ante cualquier eventual causa que pudiera instruir contra ellas eI incipiente Tribunal Penal Internacio­nal, que se habfa cbnvertido en la quintaesen- . cia de las aspiraciones europeas a un mundo en el que todas las naciones fueran iguales bajo la ley. AI apartarse del consenso multJ1aterahs- . ta edificado por Europa, el presidente Clinton} se plegaba en Clerta medida a las presiones de un Congreso hostil dominado por los repJJbli­canos. Pero no es menos cierto que eI propio gobier~o de Clinton pensaba que aquellos acuerdos ya estaban deteriorados: ni siquiera

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Clinton era tan "europeo» como mas tarde se Ie haria parecer. En cualquier caso, la crecien­le divergencia entre las politicas estadouni­dense y eu'ropea durante los anos de Clinton no hacia sino reflejar una realidad mas profun­da. E;,n la era posterior a la Guerra Fria, ]a polf­tiea estadounidense en relaci6n con el resto del mundo fue volvlendose cad a vez mas umla-

'( < [eral, y ello en el mismo momento en que los europeos emprendfan un nuevo y vigoroso esfuerzo por construir un sistemajuridlCo 111-

~rnacional mas exhaustivo, precisamente para ". restringir tal unilateralismo.

La guerra de Koso~ durante la primavera ide 1999 proporcion6 una interesante pista

-' para el futuro. Aunqpe la campana militar alia­da contra]a Serbia de Slobodan Milosevic fue­ra un exito y representara la primera acci6n militar de la OTAN en sus cincuenta al10s de historia, el conflicto tambien revelo sutiles fi­suras en la Alianza forjada tras la Guerra Fria; fisuras que soportaron la presion de Kosovo, pero que bien podian tomarse grietas si algu­na vez se produjera ou-o tipo de guerra en otras circunstancias internacionales.

La conduccion de la guerra reflejo el seve­ro desequilibrio militar existente entre ambas rib eras del Atlantico. Estados UniclQS llevo a' cabo la mayoria de las misiones aereas, v tam-

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bieD fue en este paIs donde se fabricaron 91Si to_dos los proyectiles de precision teledirigidos que se abatieron sobre Serbia y Kosovo. Ade­mas, la incomparable superioridad de Estados .Unidos en cuanto a dispositivos tecnicos para recabar informacionse tradujo en el hecho .. ....._.----" de que los servicios de informacion estado-unidenses seiialaran el noventa y nueve por ciento de los objetivos. Una supremacia tan evi­dente en elterreno belico reocupo a los euro­peos en dos sentido por un la , uponla un (.) golpe bastante fuerte a su honor, Como obser­varIan dos analistas bricinicos finalizada la gue-rra, ni siquiera el Reino Unido, "que se precia de ser una potencia militar muy a tener en cuenta, pudd aportar mas del cuatro por cien-to de los aviones y el cuatro por ciento de las bombas arrojadas28», Para los mas respetados estrategas de Francia, Alemania y Gran Breta-'

t l1a, la guerra de Kbsovo no habla hecho sino ~ «dejar bien a las claras la manifiesta impoten­cia=delasfuerzas armadas europeas», Resulta- J .

ba embarazoso que ni aun en una region tan proxima como los Balcanes, Europa hubiera sido «capaz de desplegar fuerzas» superiores a «una magra fraccion» de las estadounidenses29

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. Mas inquietante auri era el hecho de que la b) . dependencia europea del poderlo militar de Estados Unidos otorgaba a este paIs una in-

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fluencia decisiva, no solo sobre el modo de li­brar la guerra, sino tam bien sobre las actua­ciones de la diplomacia internacional antes, durante y despues de ella. Tras las primeras jornadas de bombardeos, por ejemplo, los el.l­ropeos se definieron a favor de una tregua para dar a Milosevic una posibilidad de zan jar la crisis. Pero Estados Unidos y el comanclante estadounidense de la OTAl'l, general Wesley K Clark, rehusaron declarar tregua alguna:_~a, mayor parte de los europeos, y _especialmen­te los franceses, seinclinaban por intensificar paulatinamente la campana de bombardeos, a fin de reducir los danos sufi'idos por Serbia e incentivar a Milosevic para que pusiera fin al conflicto antes de que la OTAN destruyera todo 10 que tenfa alglm valor para el. Clark discrepaba: «De acuerdo con la doctrina mi­litar estadounidense", explico, «una vez que comenzamos a usar la fuerza, la usamos de la forma mas terminante posible,,3o. Muchos eu­ropeos preferfan concentrarlos boriibarde'o:i sobre las fuerzas serbias que estaban llevando a cabo operaciones de «Iimpieza etnica" en Ko­sovo. Pero como recuerda Clark, <da mayor parte de los estadounidenses pensaba que la mejor y mas rapida manera de cambiar las opi­niones de Milosevic era golpearle a eI ya su re­gimen 10 mas cOIllundentemente posible,,:ll.

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Tanto si eran los estadounidenses 0 los eu-, ropeos quienes mejor sabfan como debfa di­rigirse esa guerra 0 cualquier otra, 10 cierto y deprimente para estos ultimos era que la de Kosovo se habia hecho con «equipamiento estadounidense" y siguiendo, en lineas gene­rales, <da doctrina estadounidense ,,32. Ni toda la pluanza economica de Europa ni su exito en la consecucion de ]a union politica habian Impedido que su debilidad militar se traduje­ra en debilidad politica, hasta el punto de dis­minuir dramaticamente la influencia del Viejo Continente con relacion a la de Estados Uni­dos ... aun en una crisis en Europa. - Pero tampoco los estad(:mnidenses estaban muy contentos. EI general Clark y sus man­dos se quejaban de que los laboriosos esfuer­zos por mantener el consenso dentro de la Alianza habian obstaculizado el curso previsto de la guerra y retrasado la victoria. Mas tarde insistirfa en Sll apreciacion de que antes de ]a

guerra «no podiamos lanzar una advertencia clara e inequfvoca a Milosevic';, en parte por­que much os parses europeos no estaban dis­puestos a amenazar con acciones militares sin un mandato del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (10 que Clark, en una vena tipicamente estadounidense, califico como ':I~=_,_ galismo~"_,ellr_()p_e()sJ. Para los estadouniden-

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ses, estos "legalismos» no eran sino "obstacu­los a la correcta planificaclon y preparacion» de la guerra33 . Durante la contienda, Clark y sus colegas' estaban exasperados por la cons­(ante necesidad de haJlar un consenso entre la doctrina militar de Estados Omdos y 10 que CG:rk llamaba "el enfoque europeo

o»34. "Siem- -

) ) . '" . pre eramos nosotros qUlenes temamos que Jl1-sistir en la necesidad de pasar a nuevos, y mas sensibles objetivos [ ... ]. Y los Aliados eran siempre los que se dedicaban a expresar du­das y reservas». En opinion de Clark, "la ne-. : cesidad de limitar el alcance de la operacion'i para que se ajustara a los escnlpulos jurfdicos . y poJ[ticos de otras naciones miembros de la: OTAN se cobro su precio en eficacia operati-, va»35. EI resultado fue una guerra que no gusto a europe os ni a estadounidenses. En una reu­nion de ministros de Defensa de la OTAN un os meses despues del con£1icto, uno de ell os comentarfa que la leccion mas importante de la campana aliada en Kosovo fue que "I1()gu,e­remos volver a hacer esto»3G.

Por suerte para la salud de la Alianza en 1999, Clark y sus superiores en el gobierno de Clinton creyeron no obstante que habfa mere­cido la pena pagar ese precio en aras de preser­var la unidad de la fuerza aliada. Pero la Due- . navoluntad de Estados Unidos de conservar

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la cohesion transatlantica aun a costa de la efi-cacia militar tenfa mucho que ver con las espe­ciales, si no excepcionales circunstancias que se dabanen el con£1icto kosovar. Para Estados Unidos, el mantenimiento de la cohesion yla viabilidad de la Alianza no era meramente un medio para los tJl1es perseguidos en Kosovo, sino que, por el contrario, figuraba entre los principales objetivos de la intervencion. Tam­bien la salvaguarda de la Alianza habra sido , ;un motivo principal para la anterior inter-:vencion de Estados Unidos en Bosnia, como

. habfa sido asimismo unobjetivo prioritario de i, la estrategia estadounidense durante la Gue-_

I r_r~a_F~r;..cla-,,-._· , 'La no intel+encion en el conflicto balcani­co durante el gobierno de Bush padre y el primer mandato de Clinton habfa dado la im­presion de estar poniendo en peligro la propia OTAN. Cuando el secretario de Estado James Baker se refirio a la guerra balcinica como un "con£1icto estrictamente europeo», declaran­do que Estados Unidos no tenfa «ningu.n pe­rro en aquella pelea», esta vision de las cos as -ampliamente com partida por los homolo­gos de Baker, incluido sobre todo el entonces presidente de laJunta deJefes de Estado Ma­),or, Colin Powell- habra suscitado preguntas inquietantes sobre el papel de Estados Unidos

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nospecto deE:ur:op_~e~_e} ?1,::n9~_p~~terior a Ii Guerra Frf<J.. (Mantendrfa Esta-dos-Unlcfos­s;:;-compromiso con Ia seguridad y Ia estabili­dad de Europa? (Estarfa la OTAN en condI­ciones de enfrentarse a 10 que entonces se con­sideraban «nuevos» desaffos de ]a era posterior a la Guerra Frfa, a los conflictos etnicos y al co­lapso de estados enteros? (0 se habfa queda­do obsoleLc, hasta la incapacidad para detener las agresiones y limpiezas etnicas que se cernf­an sobre el continente europeo?

,,-_-c,:;,La intervenci6n de Estados Unidos en Koso­vo 0 Bosnia no se bas6 en ning{m calculo ego­ista de los «intereses naciona~s< al menos n'o en el sentido que tiene este concepto para Ia mayor parte de sus habitantes. Pero aun cuan­do los ciudadanos sentian que existfan otros intereses, de tipo moral, que les compelfan a detener el genocidio y la limpieza etnica, so­bre todo si se producfan en Europa, sus po­Iit610gos, mas pragmaticos, insistfan en el he­cho de que Estados Unidos no tenfa ninglin «interes nacionah enjuego en los Balcanes. Cuando los altos cargos del gobierno Clinton y otros partidarios de la intervenci6n defen­dieron la acci6n militar por razones de in teres nacional, 10 que ten fan en mente era c6mo s::. 0 nse rvar I ;'AIIT.I::a::n::z::a~y.~r":e::m:':e~n~d":a:'::r-=;l;';o;"s';;r':'a~i~d;';o;;';s~l:'::a-,zos de la relaci6n transatlantica. En ultima ins-

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tancia, y como ya habia hecho durante la Gue-. rra Fria, Estados Unidos luch6 en los Balcanes por la defensa de "Occidente», objetivo que

determinaba su estrategia militar. Como exp~l­so el general Clark, «,.!!ingUn objetivo 0 conjun-to de objetivos era mas importante que el de ~antener cohesionada la OTAl'l»37.

Tal enfoque de la guerra podia tener ple­no sentido en Kosovo y Bosnia, pero planteaba preguntas sobre el futuro. En circunstancias diferentes, (efectuaria Clark 0 cualquier otro comandante en Jefe estadounidense el mis­mo calculo? ,Estarian dispuestos asacrificar Sl1 eficacia operativa, su capacidad de intensi­ficar los ataques rapidamente, su «doctrina militar» y, en fin, el empleo de fuerza decisiva en una guerra cuyo objetivo prioritario ya no fuera la cohesi 'n v la conservaci6n de la OTAl'l ni de Europa? De hecho, a guerra e Kosovo mostr610 diffcil que iba a ser para Estados U ni- . dos y sus ali ados europeos librar cualguier gue~ rra de forma conjunta. (Que pas aria si se vie­ran implicados en una guerra cuya naturaleza ya no fuera eminentemente «humanitaria»? (0 si los estadounidenses consideraran que sus intereses vitales quedaban directamente amenazados? ,Y si estos sufrieran un horren­do ataque dentro de su propio territorio y te­mieran que luego fueran a tener lugar otros?

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POilU!. Y \ll-:\I1UD.\!l

En tales.circunstancias, (seguirian demostran­do la misma tolerancia por ese modo torpon y constr6iido de adoptar decisiones y hacer guerras propio de la OTAt'\J? (Seguirian bus­cando el consenso.con el «enfoque europeo" de la guerra 0 preferirian tal vez hacerla por su cuenta? La respuesta a aquellas preguntas

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vino despues del 11 de septiembre. Con U"es mil m uertos en Nueva York y.Osama Bin Laden

. en libertad por Afganiscin, ni el Ejercito de Es­~ tad os Unidos ni el gobierno de Bush tenian de­imasiado interes por el funcionamiento de la

OTAN..: Una lastima desde la perspectiva de las relaciones transatlanticas, pem ninguna sm­presa, des de luego.

El hecho es que baciafmales de los an os n<:::: venta la disparidad de poderes iba desgastando los lazos de Ia reiaClon u"ansaUantica. Los esta­dounidenses estaban descontentos e impa­cientes con las u"abas impuestas por unos alia­dos europeos cuya contribucion efectiva a la guerra era muy escasa, pero cuya pertinaz pre­ocupacion por los «legalismos" impedia un efi­caz desarrollo de las operaciones belicas. Por su parte, a los eumpeos no les hacia felices ni el predominio de Estados Unidos ni su conse­cuente dependencia de el. La leccion que ex­trajeron los estadounidenses, incluidos los al- . tos cargos del gobierno Clinton, era que ni

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aun cuando la animaran las mejores intencio­nes, una accion multilateral podrfa verse coro­nada por eI eXlto Sll1 un ul1lIateralismo esta­dounidense significativo, sin una buena dosis de determinacion de Estados Unidos a usar su aplastante poderfo militar para imponerse, tanto en el terreno belico como en el diplo­matico, cuando otros aliados mas debiles ti­·tubearan. );;,1 gobierno de Clinton, que habia inaugurado su mandato hablando de «multila­teraJismo asertivo", 10 concluyo hablando de Es­tados Unidos co;;-o «Ja haci6n indispensable".

En cuanto a los europeos, la lecci6n que muchos de ellos extrajeron era que el Viejo Continente tenfa que adoptar medidas para liberarse, al menos parcialmente, de una de­pendencia del poder estadounidense que, despues de la Guerra Fl"fa, ya no parecia ine­ludible. Esto a su vez exigfa que Europa crease algun tipo de fuerza militar independiente. Tal conclusi6n llevarfa a cruzar el Canal de la

. Mancha a un amigo de Estados Unidos tan leal como Tony Blair, con objeto de ofrecer a Fran-cia un plan sin precedentes para incorporar el peso de los britanicos a los esfuerzos hasta ahora atascados por dotar a la Uni6n Euro­pea de una fuerza de defensa comun e inde­pendiente de la OTAN. Blair y Chirac se gana­ron la aprobaci6n generalizada de la Uni6n

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~ Europea para crear un Ejercito de sesenta mil soldados que pudieran desp1egarse lejos del continente y mantenerse hasti un ano.

Una vez mas, si esta iniciativa anglofrancesa hubiera properado. Estados Unidos y Europa podrfan estar hoy en pleno proceso de esta­blecer una nueva relacion basada en una ma­yor capacidad militar europea, con el consi­~iente aumento de inclependencia respecto del poder estadouniclenses. Pero esta iniciati­va se esti gestionando de igual manera que to­das las demas propuestas para incrementar el poderfo militar y la independencia estrategi­ca de Europa: en diciembre de 2001, el minis­tro de Asuntos Exteriores belga propuso que esta fuerza militar de la Union Europea simple­mente «se declare operativa sin necesidad de que esta declaracion se corresponda con nin­guna capacidad efectiva en concret038". Verda­deramente los esfuerzos'por crear un Ejerci­to europeo han sido hasta la fecha motivo de sonrojo para Europa. A dfa de hoy, la Union Europea no esti mas cerca de poner en mar­cha una fuerza independiente, ni siquiera una pequena, de 10 que 10 estaba hace tres anos. Y este ultimo fracaso plantea esa pregunta que tantos europeosy tantos estadounidenses «tran­satlanticistas» eluden hacery no digamos con­testar: ~por que no se han cumplido las pro-

. mesas de la Union Europea enpolftica exte­rior y defensiva? ~Por .9ue no se ha atendido la propuesta de sus Ifderes mas influyentes de crear al menos una fuerza militar suficiente -- ""

para inclinar, un poco nada mas, el fiel de la balanza hacia ellado europeo?

EL PARAiso POSMODER<'lO

I La respuesta debe btlScarse en el terrenQ de v'

la ideologfa, en la actitud de Europa no solo . >.1 hacia el gasto militar sino hacia la misma con­cepcion del poder. Tan importante como la disparidad de poderes ha sido la genesis de las respectivas culturas estrategicas de Estados Unidos y Europa. Si la desigualdad de capaci­dades militares fuera el unico problema,la soluci6n estarfa bastante clara. Con una po­blaci6n sumamente culta y productiva de casi . cuatrocientos millones de personas y u~ no~fa de nueve billones de d60es,f,..1d.rop~ tiene hoy riqueza y capacidad tecnol6gica su­ficientes para convertirse en alga mas que una potencia mundial en terminos militares ... si es que los europeos quisieran convertirse en ese tipo de potencia mundial. Si 10 consi­derara necesario, Europa podrfa duplicar fa­cilmente su actual presupuesto de defensa39 .

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Y cerrar Ja sirna abierta entre el poderfo miJitar de Estados Unidos y el de Europa probable­mente ha6a mucho por cerrar tambien eJ abis­mo entre las diferentes percepciones estrate-

,\ gicas de ambos. '-~i Existe en tre loscfrculosestrategic()ses,tado­

unidenses una corriente de opinion un tanto cfnica que considera que a los eljj-o 'e,i I11-plemen te lesviene muy bien e «viaje gratis» que les ha proporcionado el paragu u­ridad estadounidense durante las seis pasadas decadas. Dada 1a buena disposici6n de Esta­dos Unidos a gastarse todo ese dinero en pro­tegerlos, los europe os preferidan invertir el suyo en programas de asistencia social y en mas dfas de vacaciones pagadas )' menos ho­ras de trabajo semanalespara sus trabajadores. Pero el abismo transatlantico no atane s610 a 1a cuesti6n de la distinta capacidad militar, y por muy cierto que pueda ser que a Europa Ie sale gratis el viaje en primera c1a,e de la seguri­dad global, tambien 10 es que _deben conside­rarse otros factores para explicar 1a renuencia europea a aumentar su fuerza militar, ade­mas del de la conformidad con las garantfas que en el presente le supone Estados Unidos Despues de todo, en el sig10 XIX Estados Uni­dos fue e1 primer beneficiario de la suprema­cia de 1a Annada britinica en el Atlantico y el

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Caribe, aunque no por ellodej6 de seguir acu­mulando poderfo naval en las decadas de 1880 y 1890, desarrollo que equip6 a1 pals para pro­vocar y ganar una guerra contra Espana; por la que Ie arrebat6 Filipinas y se convirti6 en una potencia mundial. Posteriormente los es­tadounidenses del siglo XIX no se durmieron en la comodidad de su-seguridad; ambicio­naban mas poder.

Los europeos de hoy no comparten esas ambiciones, 10 que es especialmente cierto cuando se afirma en relaci6n can el poder militar. A 10 largo de los ultlmos cmcuenta arios, los europeos han-desarrollado una pers- -pectiva sinceramente diferente sobre el papel del roder en las relaciones internacionales, una perspectiva que arranca directamente de la excepcional experiencia hist6rica que vie­nen protagonizando desde e1 final de la II Gue­rra Mundial. La ElIropa de hoy rechaza-las polfticas de poder que tanta desgracia Ie -aca­rrearon a 10 largo del siglo pasado y antes de el. La suya es una perspectiva del poder que los estadounidenses no comparten m puede~ com partir, en la medida en que la trayectoria 11ist6rica que los fonn6 como pals tampoco 11a _ sido la misma.

Considerensede nuevo las cualidades que configuran la cultura estrategica europea: su

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insistencia en la negociacion, la diplomacia y los laws comerciales; su defensa del derecho internacional frente'al empleode lafuerza, de la seduccion frente ala coaccion, ddmultila~ teralismo frente al unilateralismo. Es verdad que; si se toma la suficiente perspectiva his­to rica, no puede decirse que esta haya sido la manera en que los europeos se han aproxima­do tradicionalmente a las relaciones interna­cionales,smo que es el prodlicto de su historia mas reciente. La moderna cultura estrategi­ca europe a representa un rechazo conscien­te del pas ado de Europa, un rechazo de los ma­les que en el pasado les trajo su machlj}oiilih, un reflejo del deseo ardiente y comprensible de los europeos de no volver jamas a aque! pasa­do.\:Quien sabe 'mejor que los europeos los

eligros que encierra una desenfrenada polf­tica'de po er, una'excesiva dependenCla e a fuerza militar, una polftica guiada por egofs­mos y ambiClones nacionalesJnc~l cqui=' librio entre poder y raison d'elat? Como afir­mo el ministro aleman de Asuntos Exteriores Joschka Fischer en un discurso que perfila su vision del futuro de Europa, «el nucleo del concepto de Europa despues de 1945 era y si­gue siendo un rechaw del principio de equili­brio entre potencias europeas, asf como de las aspiraciones hegem6nicas albergadas por es-

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tados individuales a partirde1648, tras la Paz , de Westfalia» 40. La propia Uni6n Europea es el fruto de un horrible siglo decontiendas c')"

en el Viejo Continente, Ps>r descontado que cuando se dice que un

objetivo primordial de laintegracion europea era contener las «aspiraciones hegemonicas» por parte de una sola nacion, se esti pensando en una con creta. Y sin duda el gran logro de Europa esta en la integracion y domesticaci6n ] ! de Alemania, que, des de el punto de vista his­.torico, quizas ccmstituya la mas grande haza-iia jamas gestadapor la polftica internacional. .como Fischer, algunos europeosrecuerdan bien el pape! protagonista que desempeii6 Estados Unidos en la .resolucion del «proble­ma aleman». Sonsin embargo menos los que quieren acordarse de que la destrucci6n' mili-tar de la Alemania nazi fue en su momenta un requisito inexcusabk para Ia paz europea que, sigui6. En cambio'la la mayor parte de los eu­[opeos les gusta creer que 10 que posibilit6 el «nuevo orden» fue la transformacion dela mentalidad yel espfritu europeos, Los inven­tores de la polftica de poder habfan renaci-do idealistas en virtud de un ejerciCio volun­tarioso que dejaba atras 10 que Fischer llamo

, «un viejo sistema de equilibrios, de orientaci6n siempre nacional y constrenido por la perte-

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nencia a distintas coaliciones, que condujo la polftica tradicional por las vfas del propio inte­res y el peligro pennanente de confrontaci6n derivado de las ideologfas nacionalistas».

. Fischer se situ'! cerca de uno de los extremos del espectro idealista europeo. Ahora bien, en Europa esta no es propiamente una cues­ti6n de derechas 0 izquierdas. El principal ar-

."gumento de Fischer -a saber, que Europa ha avanzado mas alla del viejo sistema de poli­Gcas de poder y ha descubierto en las rela­ciones internacionales una nueva manera de mantener la paz- es ampliamente comparti­do en toda Europa. Como ha argiiido el vete­rano diplomatico britinico y alto cargo de la Uni6n Euro ea Rob t Coo n, Europa hoy vive en un «sistema osmoderno» ue no des­cansa sobre un equilibrio de Roder, sino sobre el «rechazo de la fuerza» y de 1a «imposici6n unilateral de reglas de comportamiento». «En el mundo osmoderno», escribe Cooper, «la raison d'etat y la amoralida de las teorfas esta­distas de corte maquiavelico [ ... J se han visto sustituidas por una conciencia moral» ap1ica­da a los Asuntos Exteriores41 .

Pu<:de que los estadounidenses realistas des­carten este idealismo. Por ejemplo, Hans Mor­genthau y George F. Kennan dan por descon­tado que s610 los norteamericanos ing<:l1u()s

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pueden sucumbir a fantasfas tan «,\'ilsonianas», legalistas y moralizan tes; pero nunca esos ma­quiavelos eUl'opeos tan curtidos por las guerras y tan dotados de perspectiva hist6rica. Y sin em­bargo (por que no iban los europeos a permi­tirse ciertc5 idealismo en sus Asuntos Exterio­res, siempre y cuando estos encajen en este «sistema posmoderno» europeo? Dentro de los confines de Europa, se han derogado las leyes que hist61'icamente venfan rigiendo las rela­ciones internacionales. Liberada.de las leyes y aun de la mentalidad inherentes ala polftica de poder, Europa persigue un nuevo orden. ( ". ," Los europeos han dado un paso desde el ana~l' Y quico mundo hobbesiano hacia el mund~ kantiano de la paz perpetua. -

De hecho, fue Estados Unidos quien les resolvio a los europeos la pflradoja kantiana. Kant sostuvo que la unica solucion al horror y la inmoralidad del mundo hobbesiano era ,la creacion de un gobierno mundial, aunque al mismo tiempo temia que el «estado de paz

uni~'ersaj" propiciado pOl' este gobierno mun­dial pudiera constituir una amenaza aun ma­yor para la libertad humana que el orden hobbesiano, puesto que tal gobierno, con su monopolio del poder, degenerarfa en el «des­potismo mas detestable,,42. Como a1canzarian las naciones la paz perpetua sin por ello des-.- '

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truir la Iibertad humana era una pregunta gueKant no podfa resolver. Pero a Europa el

.problema se 10 solucion6 Estados Unidos. Al proporcionarleseguridad clesde fuera, Es· tados Unidos hizo superfluo gue el gobierno ~upranacional de Europa se afanara por dotar~ se de ella. Los eJ1rope05 no necesitaban te-

l I]er poder para a1canzar Ja paz, como tampo-lco 10 necesitaban para conservarla. -

.) Durante las mas de cinco decadas transcu­;ridas desde el fin de la II Guerra Mundial, 1a vida europea ha ido conformandose, no s.e­gUn las leyes brutales de la polftica de poder, s[po por obra del despliegue de'una. fantasia' geopolftica, un milagro de importancia hist6-rica para el mund~: elleon aleman se ha recos­iado Junto al cordero frances, y el conflicto

-.que devasto Europa desde el nacimiento vio­lento de Alemania en el siglo xlxtambien se ha retirado a descansar. Como no podfa ser de otra manera, el medio por el que los europeos han llegado a alcanzar este milagro ha adqui­rido para ellos algo de misterio sagrado, espe­cialmente desde el final de la Guerra Frfa. La diplomacia, las negociaciones, la paciencia, la foIja de vfncuios economicos, el compromi­so polftico, los incentivos en vez de las sancio­~es, el consenso y no la confrontacion, las aproximaciones paulatinasy la s,obriedad de

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las ambiciones: tales fueron las herramientas del acercamiento franco-aleman y que fueron haciendo posible la integracion europea.Fran­cia, en particular, dio un primer saIto en el va­do al ofrecer a su viejo enemigo aleman com­partir soberanfa -economica al principio y polftica mas adelante- como el mejor medio de prevenir futuros conflictos. Alemania, a su vez, cedi6 el gran poder que posefa dentro de Europa en aras de la reintegraci6n.

Laj..ntegracion de Europa no debfa basar­se en la fuerza de la disuasion mili tar ni e~ el equilibrio de poder,es.Al contrario:.:::l milagro vino del rechazo del poderfo militar y de sy utilidad como instrumento en Ja polftica inte<; Eacional, al menos dentro de los lfmites dt; Juropa . Durante la Guerra. Frfa, pocos euro­peos dudaban de la necesidad del poder mili­tar para disuadir a la Union Sovietica.Pero el final de la Guerra Fria, al eliminar el peligro exterior que representaba la Union Sovieti­ca, permitio que el nuevo orden europeo ysu nuevo idealismo florecieran plenamente-un magnffico plan para el orden mundiaL i­berados de la necesidad de cualguier fuerza de disuasion militar,interna 0 externa, los eli=' roreos incrementaron aun mas su confianza -In que su forma de resolver las disputas inter-nacionales tenfa ahora -aplicacion universal.

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Su fe en la importancia y la reI evan cia de orga­nizaciones de seguridad como la OTAN dismi­nuirfa en la misma medida.

«El genio de los padres fundadores», expli­caba el presidente de la Comision Europea, Romano Prodi, «consisti6 en lograr que cier­tas ambiciones polfticas sumamente eIevadas se tl-adujeran [ ... 1 en una serie de decisiones mas especfficas, casi tecnicas. Este abordaje indirecto permiti6 avanzar mas aHa. El acer­camiento se produjo gradualmente: de la con­frontici6n pasamos a la buena voluntad de cooperar en la esfera econ6mica; y de allf, a la integraci6n»43. Esto es 10 gue muchos europeos

r creen· gue tienen y pueden ofrecer el mundo: . i10 el poder, sino l<t,~rascendencia del poder. La

«esenCla» de la Union Europea, escnbe Everts, «no consiste sino en someter las relaciones en­tre estados a la autoridad de la ley», y la satis-factoria experiencia europea de gobierno mul­tilateral ha generado a su vez una ambici6n de convertir al mund044. Europa «tiene un pa­pel que desempenar en la "gobernanza" del mundo», asegura Prodi, un papel bas ado en la reproducci6n de la experiencia europea a escala global. En Europa,«el imperio de la ley ha susti tuido a la crudeza de la interacci6n entre poderes [ ... 1. Las polfticas de poder lun perdido su influencia». Y al «hacerde la

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integracion un exito manifestamosal mundo que es posible crear un metodo para alcanzar la pal".

No cabe duda de que habra britanicos, ale­manes, franceses, etcetera, que torceran el gesto ante idealismo tan exuberante. Pero much os otros, incluidos rhuchos que ocupan puestos de poder, aplican rutinariamente la experiencia de Europa al resto del mundo, a veces con el celo misionero de los conversos. La crftica general europe a del tratamiento es­tadounidense de los regfmenes «proscritos» se basa en esta vision especial que han adquirido los europeos: Irak, Corea del Norte, Iran, L1-bia ... estos estados pueden ser peligrosos y de- . sagradables; 'incluso -si se empeiian los sim­plistas de los norteamericanos- malos. Pero tam bien Alemania fue «mala» una vez. (No po­drfa «un acercamiento indirecto» funcionar --otra vez, como funciono en Europa? (Nopo- \ drfa ser de nuevo posible pasar de la confron­tacion al acercamiento, que comienza con la cooperacion en la esfera economica y continua avanzando luego hasta la integracion pacffica? La formula que funciono en Europa (no po-drfa volver a funcionar con Iran? (No podrfa haber funcionado incluso con Irak? Muchos europeos han insistido en que la respuesta a todos estes interrogantes es afirmativa, aiia-

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diendo que los costos y riesgos derivados de esta opcion son inferiores a los de una guerra. Y Europa tambien aplicarfa la leccion a los is­raelfes y a los pal~stinos por que, al fin y al cabo, como afirma el comisario de la UE, Chris Patten: «La integracion europea es la demos­tracion de que el compromiso y lareconcilia­ci6n son posibles rfaS generaciones de prejui-_ cios er frimientos»45. La transmision del milagro europeo al resto del mundo se ha ~onvertido en la nueva «misi6n civiliz,adora» europea. Tal como los norteamericanos siem­pre creyeron gue habfan descubierto el secre­to de la felicidad humana y des~aban expor~ Grlo al res to del mundo, asf los europeos han ~ncontrado una nueva mision nacida de su pro­pio descubrimiento de la paz perpetua.

. ~. De este modo llegamos a la que puede ser la razon mas importante de las divergencias de opini6n entre Europa y Estados Unidos: el poderde este y suo determinacion de ejercerlo -. -unilateralmente, si fuera necesario-- cons­tituyen una amenaza al nuevo sentido que Europa tiene de su misi6n, acaso la amenaza mas seria. A los artffices de la polftica estado­unidense les cuesta creerio, pero 10 cierto es que los altos cargos de Europa se han mos­

. trado mas preocupados por saber si Estados Unidos gestionaria adecuadamente el proble-

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rna de Irak --es decir,_sin emprender acciones . militares unilaterales y extralegales-, de. 10 que jamas se hayan inquietado por el propio Irak y las armas de destruccion masiva de Sa­dam Hussein. Y aunque es verdad que han mostrado su inquietud porque tal accion· pu­diera desestabilizar Oriente Proximo y acarrear una innecesaria perdida de vidas humanas, no es menos cierto que siempre ha subyacido una inquietud mas honda46: una accion estadouni­dense .en este sentido seria, aunque se corona­ra con el exilo, un ataque.contra la esencia de la Europa «posmoderna», una a resi6n a los nuevos I eales imperantes en Europa,· una negacion de su vaJidez universal, asf como las monarqufas europe as de l.os siglos XVIII Y XIX

significaron una agresion contra los ideales re­publicanos de Estados Unidos. Los estadouni­denses deberfan ser los primeros en entender que una amenaza;contra las creencias ·de -al-. guien puede llegar a ser tan espantosa como una amenaza con tra su seguridad fisica.

Como han hecho los estadounidenses du­rante dos siglos, los europeos hablan con la confianza que les da la superioridad de su en­tendimiento global, conla sabidurf;i que pue­den ofrecer a otras naciones sobre la mejor manera de resolver conflictos y abordar pro­blemas internacionales. Pero igual que ocu-

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rrla en la primera decada de la Republica nor­teamericana, esta vindicaci6n europea de su propio "exilo» va acompaiiada de seiiales que delatan inseguridad, una necesidad eviden­te de que otras naciones, en pal-ticular Estados Unidos, con-obOl-en su exito y revaliden sus opiniones_ Despues de todo, llegarla vali­dez del nuevo idealis11l0 europeo no puede de­jar de suscitar profundas dudas sobre la via­bilidad del propio proyecto de Europa, Si eO;; - , realidad los problemas internacionales no pue-den resolverse ala europea, (no sugerirfa esto que la propia Europapuedeericontrarse tarde o temprano sin sol\lci6n para sus propios pro­\)lemaS, con todos losh~"Jrf~~~~'~~e-elloJmri1F ca.? Esta es una razon mas de que los europeos

" s'e mostraran tan firmes sobre la conservaci6n de la aplicabilidad universal del Tribunal Pe­nal Internacional. Que Estados Unidos exUa para sf la inmunidad, un doble rasero para el poderoso, no puede sino minar precisamente el principio que Europa intenta establecer: to­das las nacion!,:s"f~~r:tes y~ebiles, son iguales ante.la Jey)'toclas cleJ:>c:n cUll1p'li!j~p~j'ib,:u:al. Si este principio puede desacatarse, aunque sea por la benevola hiperpotencia, entonces (d6nde queda la Uni6n Europea, que basa su existencia misma en la obediencia comun a las leyes que se ha dado? Si no se logra el imperio

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supremo del derecho internacional, (estara Europa con den ada a revivir su pasado? "

Y no hay duda de que este miedo a deslizar­se haciaati~s~todavfa~pencles-obre-los euro--

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peos, aun cU~JClc!OI1()pued'iciej aLd_e_ C:Cl!:lsta-tarseeIavance deEJlmRa.J~()s eUfopeos, sobi'e todof~~~ceses y briraI}ic:(),s, n;-~;tin~~m pie ta­Il1e;;te segurosdeqlle,e1an~ii-;;'ilamacro "pro---" " blem<ialeman» se hayasolucionado de ver-dad. Ni a la Francia de Fran~ois Mitterrand ni a la Gran Bretaiia de Margaret Thatcher les en­tusiasmaba la perspectiva de la reunificaci6n alemana como broche al final de la Guerra

" Frfa; fue necesario que los estadounidenses los engatusaran y tranquilizaran, tal como los 11-deres britani'cos y franceses se habfandejado Sedtlcir para aceptar la reintegraci6nalemana" cuatro ,decadas atras. Como sugieren la varie-dad y frecuente divergencia de las propuestas para la futura Constituci6n europea, los fran­ceses aun no las tienen todas consigo sobresi pueden confiar en los alemanes ... ni tampoco los aleman"es estan todavia seguros de poder confiar en sf mismos. Casi seis decadas"des­pues del final de la II Guerra Mundial un alto funcionario frances todavfa puede com en tar:

«La gente dice que es terrible que AJemaniano termine de marchar bien, pew yo digo: "(De \'erdad? Cuando AJemania "-man:ha, por 10 gene-

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ral seis meses mas tarde suele acabar desfilan­do por los Campos Elfseos",,47. Enterrado so­meramente bajo la superficie de tales bromas subyace un genuino y persistente nerviosismo a prop6sito de Alemania que es todavfa de­masiado intenso para el continente europeo. El veranopasad(),_cuando el canci1Jer~leman Cerhard Schroeder desafi6 la apelaci6n del gobiernode 13usb alap()yodeE:.urc;pa,.t:n_(;L conflicto de Irak, su insistenciaeDocllparse de tales asuntos «a la alemanan_seguramente re~ult6 alln masirlquietante para sus vecinos europeos que para EstadosUnidos. Parad6ji-

. . camente, incluso el pacifismo y el neutraIis-mo pueden asustar a los europeos cuando un Ifder aleman habla de resolver las cosas «a la alemanan.

Tales tern ores pueden dificultar de vez en cuando los progresos bacia una integraci6n mas' honda, pero a veces tambien han servido para impulsar el proyecto europeo a despecho ·de innumerables obstaculos. Ciertamente, si la integraci6n europea sigue avanzando, ello se debe en parte a ese temor que los alema­nes sienten de sf mismos. EI proyecto europeo debe tener exito, advierte Joschka Fischer, pues (c6mo si no vencer «los riesgos y tenta­ciones objetivamente inberentes a las dimen­siones y la situaci6n central de A1emanian 48? Es-

tas «tentacionesn hist6ricas alemanas siguen . habitando en el subconsciente de mas de una mente europea. Y cada vez que ·Europa c<;:n­templa el empleo de la fuerza m,ilitar -0 Es­tados Unidos Ie obliga a hacerio-, se mma ineludible la consideraci6n al menos momen­~nea de que efecto podrfa tener tal acci6n ~mi­litarsobre la «cuesti6n alemanan, que no pare­ce terminar de despejarse nun ca ..

Asf las cosas, quizas no sea pura coinciden­cia que el asombroso progreso hacia la inte­graci6n europea de los ultimos anos haya ido acompanado, no por la aparici6n de una su­perpotencia europea, sino por una reducci6n de la capacidad militar europea en relaci6n con la de EstadosUnidos. La metamorfosis de Europa en una superpotencia global capaz de equilibrar e~el poder con respecto a Estados Unidos puede que haya side uno de los argumentos originarios para vender los pla­nes de la Uni6n Europea -siempre se presu­mi6 de que uno de los efectos que surtirfa el proceso de integraci6n europea serfa el de lograr una polftica exterior y .de defensa in­dependientes para Europa-; pero,sincera­mente, (no tiene la ambici6n europea de «po­der» un poco de anacronismo? Se trata de un impulso atavico, incoberente con los ideales de la Europa posmodema, cuya propia existencia

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depende del rechazo de las politicas de poder. ii Independientemente de ]a intencion que tu­

i! -vieransus arquitectos al dibujar los pIanos, la UI ul.tegracion europea se ha revelado enemiga ','; del poder mlhtareuropeo y, desde luego, de " un papel global. importante para EUT0pa.

Este fenomeno se ha manifestado no soJo en eJ estancamiento 0 declive de los presupues-

. tos de defensa europeos, $il1o tambien de ou'os modos,incluso en el terreno del po~­~Los lfderes europeos hablan del papel es~ncial resen'ado a Europa en el mun~o. Pro­di anhela «que se oiga nuestra voz, que nues­tras acciones cuenten,,49. Y es verdad que los eu­ropeos gas tan mucho dinero en ayudas a paises extranjeros-masper capita, como les guSta re­cOl-dar, que Estados Unidos-. Los europeos se embarcan en misiones militares lejos de sus fronteras, siempre que estas se circunscriban principalmente al mantenimiento de la paz. Pero por mas que la Union Europea introduz­~a de vez en cuando sus manos en las turbu­lentas aguas internacionales, sea en Oriente

'. Proximo 0 en la peninsula de Corea, 10 cierto /1 es que 0 polftica exterior de ]a UE probable­

f _ mente sea el mas anemico de todos los pro-1/ ductos de la integracion europea. Como un ob­i servador favorable ha senalado, pocos son los'

Hderes europeos que «Ie dedican algun tiem-

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po 0 esfuerzo,,50. Las iniciatil'3.S de politica ex­terior de la UE tienden a ser de breve dura­cion y rara vez se Yen apoyadas or el acuerdo sostem 0 e as diversas potencias europeas que la confonnan: Esto explica por que es tan facil rechazarlas. En Oriente Proximo ---don­de se ha destin ado tanto dinero europeo para financiar las instituciones palestinas y otros proyectos arabes-. ,Estados Unidos.y no Euro­pa sigue siendo el lugar hacia el que se vuel­ven las miradas cuando ,irabes e israelles bus­can apoyb y ayuda con miras a una resolucion pacffica de su conflicto. Toda la pujanza eco­nomica de Europa no parece traducirse.en un mayor peso diplomatico, ni en Oriente Proxi­mo ni en cualquier otro sitio donde las crisis ten gall. lin componente milirarS1.

Por ptro lado, resulta ob"lo que las crisis ale-jadas geograficamente de Europa no tienen , / para los europeos un interes comparable ni V / mllcho menDS con el qJJe 'I suscitan las cues-tiones puramente europeas. Este hecho-hasido motivo de sorpresa y frustracion para los esta­dounidenses en todas las vertientes del debate politico y estrategico: recuerdese la profunda decepci6n de los liberales de Estados Unidos cuando los europeos no lograron montar una protesta eficaz contra Ja retirada de Bush del tratado AMB. Tampoco la cuestion iraqul me-

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reciola mas leve consideracion de la mayor parte de los europeos -ni entre las elites ni entre los votantes de a pie- antes de que el gobierno de Bush amenazara con invadirlo.

Semejante t~nclencia europea a laintrospec­cion es comprensible, sin embargo, conside­rando el enorme y arduo orden del dfa del proceso de integracion. La ampliacion de la Union Europea a mas de dos docenas de esta­dos miembros, la revision de las comunes polf­ticas econom icas y agrfcolas, la cues tiof\ de la soberanfa nacional frente a la gobernanza su­pranacional, el asf llamado deficit democra.ti­co,.el empuje de las gran des potencias euro­

. peas, el descontento de las mas pequenas, el establecimiento de una nueva Constitucion eu­ropea: todos estos asuntos implican desafios se­rios e ineludibles. Las dificultades para avanzar podrian parecer insuperables de no ser por­que el progreso del proyecto de integracion europeaya.:;e ha comprobado .

. Las polfticas de Estados Unidos que Europa ha rechazado en 10 sustancial -su sistema de defensa por misiles, su retirada del Tratado sobre misiles antibalfsticos (AMB) , su belicosi­dad hacia Irak, su apoyo a Israel- se han con­siderado tanto masinoportunas cuanto mas se apartaban de las cuestiones que de verdad preocupan a los europe os: a saber, las cuestio-

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nes sobre Europa. Cuando a menudo los euro-~

. peos critican la joslllaridad vel provjncialismo de Estados UnidRs, se les suele pasar por alto que ellos mismos se han vuelto sumamente introspectivos. Como ha senalado Dominique Moisi, en toda la campana de las presidencia­les francesas celebradas el ano pasado no se escucho <<llinguna referenciaI ... ] a los aconte­cimientos del 1 1 de septiembre ni allargo al­cance de sus consecuencias». ~;aSliepregun­to «cual deberia ser el papel de Francia y de EuropaenTaI1{;eva relacion de fuerzas surgida trasel 11 de s-eptiembre; ni tampoco en que seritidodeberia. Francia replantearsesupresu­puesto de defensa y su doctrina militar para te­ner en cuenta la necesidad de mantener algu­na paridad entre Europa y Estados Unidos, 0

al menos entre Francia y el Reino Unido;,. El conflicto de Oriente Proximo si se hizo un si­tio en la campana <;iebido a la importancia de la poblacion arabe y musulmana en Francia, como demostrarfa el alto porcentaje devotos obtenido por Le Pen. Pero Le Pen no es nin­gllD halcon de la politica exterior. Y como ob­servaba Moisi, «para la mayor parte del elec­torado frances [ ... ] la seguridad tiene poco que ver con la geopolitica abstracta y distante; es mas bien una cuesti6n de que politico pue­de protegerlos mejor del crimen y la violencia

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que invaden las calles y los suburbios de sus ciudades»52.

~_""·.·(Puede Europa alterar este rumbo y asumir un papel.mas importante en la escena mun­dial? Ha habido numerosos Ifderes europeos que han presionado para que fuera asf. Tampo­co la actual debilidad de la polftica exterior de la Uni6n Europea implica que este indefecti­blemen te condenada a seguir siendo debil . ., ,

en el fu turo, considerando d historial que ha ,acreditado ala hora de superar otro tipo de ::debilidades. Y sin embargo Europa parece ca­!;recer de voluntad polftica paraexigir illis ) roder para sf, y ello por la justificadfsllna ra­, z6;'; de que no se atribuye misi6n alguna que -' requiera ese poder. De tener una misi6n allen~ de los confines dE Europa, es mas bien la de oponerse al poder. Es muy revelador que el arc gumento m,ls socorrido de los europe os para justificar el aumen to de su poderfo militar no es que eso pennitirfa a Europa amp liar su arti­culado estrategico y aun su influencia global, sino sencillamen te que pennitil'a frenar y «mul­tiJateralizar» a Estados Unidos. POI"que como escribe el erudito britanico y proestadouni­dense Timothy Garton Ash, «Est<:~~"_Uni~os tiene demasia_~oJ)oderparaelbien de nadie, incluido el su)'o propio»53.Asf es que Europa debe amasar poder, pero para ningun otro ob-

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jetivo que el de salvar el mundo y Estados Uni­dos de los peligros inherentes a la actual situa­ci6n de desequilibrio.

Tanto si esta misi6n particular merece la pena como si no, es improbable que despierte pasiones entre los europeos. Hasta ahara s610 Francia y Gran Bretana han respondido, aun­que marginalmente, a este desaffo. Pero el au­mento del presupuestode defensa propuesto por Francia se mostrara, como la force de frappe, mas simb61ico que efectivo. El anterior mi­nistro de Asuntos Exteriores frances Hubert Vedrine, quien una vez se quej6 de la hyper­puissance estadounidense, ya no habla de cO'n­trarrestar a Estados Unidos. No: ahora se erico­ge de hombfos y declara que «no existe razon alguna por la que los europe os compitan por equipa,rarse con un pals que puede librar cuac

tro guerras ala vez,)54. Una cosa es que en' los anos noventa, cuando Estados Unidos gasta­ba doscientos ochenta millardos de d61ares al ano en defensa, Europa in'tentara aumentar susgastos colectivos de ciento cincuenta a cienc

to ochenta millardos de d61ares anuales; y otra que, ahora que Estados Unidos se encamina hacia gastos del orden de los cuatrocientos mi­llardos de dolares al ano, quiza mas todavfa en an os venideros, Europa tenga la mas re­mota intenci6n de seguirle el paso. As!, Fran-

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cia podrfa incrementar su presupuesto de de­fensa en un seis por ciento, aguijoneada por el gaullismo del presidente Jacques Chirac. El Reino Unjdo podrfa demostrar un compromi­so incluso mayor con el refuerzo y la moderni­zaci6n de sus militares, bajo la batuta de un Tony Blair que intenta reavivar, cierto es que a una escala mucho mas reducida, un imperia­lismo liberal en la mas rancia tradici6n bri­tanica. Pero (CUahto queda de «Europa" sin Alemania? Y los presupuestos de defensa ale­manes, que se situan a niveles luxemburgue­ses en terminos de·porcentaje sobre el produc­to interior bruto, estan destinados a caer aun mas en los pr6ximos anos, a medida que la eco­nomia a1emana siga debatiendose b;yo el peso de un sistema sociolaboral y un estado de bie" nestar que dan claras muestras de asflxia. Los analistas europe os lamentaran «Ia irrelevancia estrategica" de su continente; y el secretario ge­neral de la OTAN George Robertson se referira a el como un «pigmeo militar", en un noble es­fuerzo por avergonzar a los europe os para que gao ten mas y mejor. (Pero quien cree de verdad que los europeos van a hacer algUn cambio fun­damental en la manera de !levar sus negocios? Tienen much os motivos para no hacerlo. !

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~.-. EL MUNDO QUE HA CONSTRUIDO EsrADOS UNIDOS

Si los estadounidenses no estan satisfechos con el presente estado de cosas,. deberian re­cordarque la Europa de hoy-tanto la integra- ! da.como la mas debil- es en buena medida ,. producto de una politicaexterior estadouni­dense que se remonta a nueve decadas, a ex­cepci6n hecha de ciertas lagunas. Estados Uni­dos abandon6 Europadespues de la I Guerra Mundial, manteniendose al margen mientras

. el continente resbalaba hacia una guerra aun mas horrible que la anterior. Incluso cuando 1<l]LQl~err<tM:llQciial entraba en vias de conclu­si6n,el primer impulso de EstadosUnidos fue volver a a1ejarse.Originariarnente, la estrate­giabelica deF~aI1klin Delano Roosevelt se en­caminaba a reducir a Europa a una posicion estrategicamente irrelevante55 . Hacia finales de los an os treintil y aun durante la guerra· misma, la convicci6n imperante entre los esta­dounid~nses era que, «basicamente, el sis tee maeuropeo estaba putrefacto, que la guerra era un mal endemico de aquel continente y que los europeos no podian cuI par a nadie mas que a si mismos por el trance que atrave­saban,,56. Europa parecfa no ser sino la incu­badora recalentada de guerras mundiales que tan caras Ie salfan a EstadosUnidos .

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Durante la II Guerra Mundial estadouni-~ 1 ~ ..

denses como Roosevelt, mirando mas hacia el pasado quehacia adelante, estim<iban que no podlan pres tar mejor sen~cio queeliminar de una vez por todas a.Europa de la escena estrate­gi.ca global. De hecho, Roosevelt preferia nego­ciar con la Rusia de Stalin. Es muy revelador que se preguntara «que raz6n [tenIa] Francia para mantener una capacidad militar impor­tante una vez desarmada Alemania». Charles de Gaulle encontraba tales preguntas «inquie­tantes para Europa y para Francia», y sus razo­nes tenIa. Los estadounidenses de la era Roose- \ velt mantenian su vieja visi6n de Europa como un continente corrupto y decadente, valora-

. ci6n que se mezcla15aahora con cierto despre­cio por la debilidad y la dependencia europeas. Si las potencias europeas estaban quedanclo despojadas de su alcance global en 10 militar y 10 econ6mico por la clestrucci6n de la II Gue­n-a Mundial, muchos estaclounidenses no tenI­an el men or inconveniente en acelerar el pro­ceso. Como dijo Roosevelt, «cuando hayamos ganado la guerra, trabajare con todas mis fuer­zas para procurar que Estados Unidos no se deje engatusarprestando su apoyo a cualquier plan que convenga a las ambiciones imperialis­tasde Francia, ni que coadyuve 0 excite las am- .. biciones del Imperio bricinico»57.

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ROUEItT MGAN

Al amanecer de la ~rra Frfaj

estadouni­denses como Dean Aches.on confiaban en crear en Europa un socio poderoso contra la Uni6n SO\~etica y la mayor parte de losestado­unidenses que alcanzaron la mayoria de edad durante la Guerra Frfa siempre pensaba en Eu­ropa en terminos casi exclusivamente «ache­sonianos,>: Europa era el baluarte esencial de la libertad en la lucha contra la tiranla sovieti­ca. Pero en la P011Sic<l.exterior de Estados Un i­dos nuni::a-d~6 de revol;t~ar ci"ei'liillOstilidad

<:.a~g.<l~<l_c:le:.Eec:~()_hacia EuroE".!..in_c:l~..sg_.du~ r<iDle la Guerra Fria. Cuando en 1956 Eisenho­wer socav6 el poder de Gran Bretar1<i y Francia en Suez, lusta el punto de humillar a ambas , potencias, este no era sino d mas ostensible de los muchos esfuerzos de Estados Unidos por hacerse' una Europa a la medida deseada, re­clucienclo su ya debilitada influencia en elres­to del mundo.

En general, sin embargo, la amenaza eme!"­gente delaUni6n Sovietica oblig6 a los esta­dounidenses a calcular mejor su relaci6n con la seguridad europea, y por 10 tanto con los eu-

"1 ropeos. Y en ultima instancia, la mas importan­e te contribuci6n de Estados Unidos a la actual . situaci6n de una Europa [uera de este mundo N

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nada de impulsos esencialmente proeuro-

\'t peos, no antieuropeos, Fue el compromiso con

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. Europa, no la hostilidad hacia. ella, 10 que en los primeros aiios de la posguerra condujo a Estados Unidos a mantener tropas sobre el continente y crear la OTAN. La presencia de fuerzas estadounidenses como garantfa de se­guridad para Eur(jp<i" fue,comoestaba. pre­visto,.el ingredientecrucialparainiciar"~1 pro­ceso de in tegraci6rl europ~<1'c1.<,: "ma~"eE~Cjue un «Occidente» cohesionado fuera bastante fuerte material y espiritualmeniepara resis­tir e1 desaffo de 10 qlle prometf<iSeryhildura confrontacion de Guerra Frfa con laUni6n

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Sovietica. '. La evolucion de Europa hasta siI estado pre­

serite se produjo bajo el manto de laseguridad ;\),j estadounidense. y no podfa haberse produ-

!'f cido sin a"Durante casi cincuenta aiios Esta-dos Unidos no se limito a proporcionar un es­cudo contra amenazas externas, como la de la Union Sovietica, 0 intemas, como las plan­teadas por el conflicto etnico en lugares como 'los Balcanes, sino que, ademas, estaba en po­sesion de la !lave del «problema aleman» -y

r----.nuizila mantenga todavfa-. EI ministroFis­cher, durante un discurso pronunciado en la Universidad Humboldt, recordaba dos «de­cisiones historicas». que posibilitaron el naci­miento de una nueva Europa: «la decision de Estados Unidos de permanecer en el conti-

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nente [ ... J y el compromiso francoaleman con el principio de integracion, que dio comienzo con eslabones economicos». Desde luego el segundo pudo muy bien no haberse produci­do nunca sin el anterior. La buena voluntad francesa de asumir riesgos en aras de la rein­tegracion de Alemania en Europa -y Francia estaba, por decirlo con suavidad, sumamente dubitativa-' dependfa de la promesa de conti­nua participacion de Estados Unidos enEu­ropa como garantia contra cualquier resurgi­miento del militarismo aleman. Y tampoco a los ale manes de la posguerra se les escapaba el hecho de que su propio futuro en. Europa de­pendfa de la tranquilizadora presencia en ella de los militares estadounidenses.

La situacion actual es rica en paradojas: el /. oj\) rechazo europeo de las polfticas de podery i;)

su vision negativa de la fuerza miJitar como II instrumento de las' relaciones intemacionales h~endldo de Ia presenCia defuerzas esta­dounidenses militates sobre su su.e)9· El,nuevO\\ orden kantiano de Europa solo podia prospe- Ji r~r b~jo el pa:aguas del poder ~s.tadounidense Ai eJerCido segun las reglas del VIeJO orden _hob-. L

besiano. Luego fue el propio poder de Esta~ aos Unidos 10 que posibilito que los europeos pensaran que el poder ya no tenIa importan-cia. Y ahora, en el colmo de las ironfas, el he-

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POlin!. Y IIF.IIIUII.\11

cho de que el poder militar de Estados Unidos haya solucionado el problema europeo, espe­cialmente «el problema aleman», permite a los europeos hoy, y en particular a los alema­nes, creer que dicho poder militar estadouni­dense es obsoleto y peligroso, como Eeligrosa es la «cultura estrategica» que 10 ha creado y

sostenido. 1" La mayor parte de los europeos no yen 0

J no quieren ver esta gran paradoja: que ~ t .'f~ paso a la poshistoria ba dependido de que Es-I !f tados Unidos no bava dado un paso simila~ ~ / ,\l' Como Europa no tiene voluntad ni capaci-

I .', dad para guardar su propio parafso ni para impedir que quede arrasado, tanto espiritual como ffsicamente, por un mundo que aun no ba aceptado la regIa del «conocimienlo mo­ral», ba pasado a de pender de la determina­cion estadounidense de usar su fuerza militar para disuadir 0 den-otar a cualquiera que en el mundo en tero todavfa crea en las polfticas de poder.

. Algunos europeos sf entienden el rompeca­bezas, y entre ellos los britanicos mejor que nadie -10 cual poco tiene de sorprendente-. Robert Cooper ha escrito sobre la necesidad de digerir la amarga verdad 'de que, aunque "dentro del mundo posmod~rno [esto es, en la Europa de hoy] no existan amenazas contra

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RO!'.F.RT KAGAN

la seguridad en el sentido tradicional», estas abundan sin embargo por todo el resto del mundo -10 que Cooper llama "las zonas mo­

dernas y premodernas»-. 5i el mundo pos~­moderno no se protege, se expone ala destruc­cion. ~Pero como se va a proteger Europa sin traicionar los ideales y principios que apunta~ Ian su sistema pacifico?

"Para el mundo posmodemo», arguye Coo­per, «el desaffo consiste en hacerse a la id~a del Doble ~o». LQs europeos entre sf'F!lle- \ . den «fllnci2nar sobre la base de la ley y de una 0 ,: \ seg:!Jrjdad cooperativa abierta». Pc:ro cuando se Irate del mundQ exterior a Europa, «t~ mos ue volver a los asperos metodos de una ~,' \

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era an te~ior: la fuerza, e ataque preven tivo, el . ,t.A> J'c engailo, 10 que haga falta». Tal es el«principio (0:-; 01\'-' Cooper.» para la salvaguarda de la sociedad: \ ~ , \" i ') "E;2.l-~e_nos9,tr9s, respetemos ,nuestraJey; pero \ ~./f.Z'\ en la selva regiran las leyes delaselva». La ar- ,~

gumentacion de CoOper-va.ciirigid~ a Europa y acompanada por un llamamiento a 10seur6-peos para que dejen de descuidar su defensa, «tanto ffsica como psicologica»58.

Cooper tambien ba ejercido deconsejero cercano a Tony Blair, y es sabido que Blair;se­guramente en mucba mayor medida que sus cor.religionarios del Partido Laborista, ha res­paldado la idea de un Doble rasero intema~

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ional para ejercer elpoder. Ha intentado conducir a Gran Bretana a ese mundo k·antia- . no, regido por la ley, de la Union Europea. Pero como ha puesto de manifiesto su solida-ricla.d con eip~eslaellte-Bush_epI~c~esu6nde Irak, tambien ha intentado conducir a Europa-­hacia un retorno a ese mundo hobbesiano en ei que ei poder militar sigue teniendo un peso decisivo en las relaciones internacionales.

Ahora bien, ei intento de Blair de atraer a Europa a su camino ha fracas ado en gran me­dida: Schroeder ha dirigido su pals «a la ale­mana», y ni siquiera la Francia gobernada por el mas conservador gaullismo de Jacques Chi­racha dejado de ser un aliado reticente de Es­tados U nidos, mas afanado por limitar el poder estadounidense que por complementarlo con ei frances.

Cabe por tanto sospechar que 10 que Coo-­'per esti describiendo en realidad no es el futu-

I . to de Europa, sino el presente de Estados Uni-,2.05. Pues, en efecto, eS Estados Unidos quien 'ha arrostrado la ardua tare a de navegar entre . dos aguas, conjugando el cumplimiento de la'l leyes que rigen las sociedades civilizadas y pro-­gresistas con la defensa y el fomento activo de las mismas -10 que incluye, naturalmente, el empleo de la fuerza militar contra los que re­husan someterse a ellas-. EstadosUnidos ya

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funciona seglin la ley del doble rasero de Coo-­. per y 10 hace por los motivos que el sugiere. Tambien los ltderes estadounidensescreen que tanto ala seguridad global como al orden liberal-y no digamos al parafso«posmoder­no" de Europa- no les quedarfa mucho de vida si Estados U nidos no hiciera uso de su po-­derto en ese peligroso mundo hobbesiano que todaVfa prospera fuera del Viejo Continente. -.

Esto significa que aunque Estados Unidos haya desempenado y siga desempenando un papel crucial enel viajede Europa a ese paraf­so kantiano, ast como en la posibilidad misma de que exista, a los estadounidenses se les ha vedado entrar en el. Aunque hayan construi­do los muros, no puede franquear el umbra!. A despecho de su inmenso poder,Fstados U[lidos sigue atascado en la histori,a, relegado a ocuparse de los Sadams, ayatolas, Kim Jong Ils y Jiang Zemins:de este mundo, mientras . otros recogen la mayor parte de los beneficios.

c:SrGUE SIENDO "OCCIDENTE,,?_

Si la evolucion de la situacion internacional sigue acentuando la tendencia de Estados Uni­dos al unilateralismo en materia de asuntos ex­teriores, ello no deberfasorprender a ninglin

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POIlER Y !JU!!UIl.'B

observador objetivo. En!=ompensacion por haber Ievantado los muros del orden posmo­derno de Europa, Estados U nidos busea natu­ralmente una eierta libenad de aecion para enfrentarse con Ips peligros estrategicos que solo el tiene los medios y a veces la voluntad de afrontar. Este es el gran problema de las relaciones entre Estados Unidos y Europa, por supuesto.Justo en el·momento en el que los europeos, liberados de las obligaciones y miedos de la Guerra Frfa, han empezado a es­tablecerse en su parafso posmoderno y a ha­cer proselitismo de sus doctrinas del derecho y las instituciones intemacionales, los estado­unidenses han empezado a caminar en la otra direccion, lejosde la solidaridad con Eu­ropa que habfa sido el tema central durante la Guerra Frfa y de vuelta a su tradicional po­litica de independencia, hacia esa forma ge­nuinamente estadounidense de nacionalis­mo universalista.

El final de la Guerra Frfa tuvo unos efectos incluso mas profundos en la relacion trans­atLin tica de 10 que normalmente se piensa. No en yanG el compartido enemigo sovietico y la consecuente necesidad de actual' de forma concertada en aras de la defensa comun no habfan desaparecido del todo despues de 1989. Lo mismo puede decirse tam bien de lavasta

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estrategia perseguida a ambos lados del Atlan­tico para preservar y reforZ3S Ia cohesion y la unidad de 10 que se llamaba "Occidente». No era solo que Estados Unidos y Europa hubie­ran tenido que trabajar coda con codo para enfrentarse al desafio sovietico: tambien se tra­taba de que la continuidad de la Alianza y el exito del orden liberal occidental constituye­ron durante much os anos la definicion misma de Ja victoria en la Guerra Fria.

En parte por esta razon, la estrategia de Es­tados Unidos durante la Guerra Frfa consistia en dar mas a los amigos y aliados de 10 que in­eluso ell os esperaban. Los gobiemos estado­unidenses medfan hasta cierto punto el exito , .

de su polftica internacional, no por 10 bien que Estados Unidos 10 estaba haciendo seglin un tacano calculo de su proplo in teres nacional, sino por como los. aliados estadounidenses se enfrentaban a los muchosretos internos), ex-

temos que se les presentaban. Asi, la est:I:ategi}l.~. economica de Estados llnjd()sconsl~tlaen.ha- . I) cer renacer de las cenizas de la II Guerra Mun-dIal ~'p;d~1~6sos co~p~tid~~~s'~~~Il6;;icos su-

yos en Europa y Asia, hasta el punto de que durante las ultimas decadas de la Guerra FDa Estados Unidos parecfa encontrarse para mu­chos en un ·estado de relativa decadencia en comparacion con sus cada vez mas prosperos

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aliados. En cuanto a su.estrategia militar, pasa­ba por exponerse a un ataque nuclear sobre su propio paIs -porlo dema.~, 1ibre entonces de amenazas- a fin de prevenir tanto los ata­ques convencionales como losnucleares que pudieran cernirse sobre sus ali ados europeos y asiiticos. Cuando se cOJ,1sidera laausencia de

. garantlas comparabks en las relaciones entre las varias potendas europeas en el pasado -por ejemp10, entre Gran Bretaiia y Francia durante los aiios veinte,y treinta-, la v9luntad de un paIs como Estados Unidos, que goza­ba de una relativa seguridad entre dos oceanos, de unir su supervivencia misma a'la de otras na­ciones, resulta mas bien extraordinaria.

La «generosidad .. econ6mica y estrategica de Estados U nidos, si se la.puede Hamar as!, es­taba, por supuesto, estrechamente re1aciona­da-con sus propios intereses. Como seiialaba Acheson, «para Estados Unidos, emprender accion~s para fortalecer a los palses amenaza­dos por 1a subversi6n comunista y la agresi6n sovietica [ ... J equivalla a proteger su propia se­guridad: era proteger la libertad en 51 .. 59 . Pero esta identificacion de los intereses ajenos con los propios no dejaba de ser una cua1idad cho­cante de la poHtica estadounidense en mate­ria de asuntos exteriores y defensa a partir de 1a II Guerra Mundial. Despues de Munich, des-

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pues de Pearl Harbor y despues del comienzo . de·1a Guerra Frfa, los estadounidenses esta­ban cada vez mas convencidos de que su pro­pio bienestar·· dependla fundamental mente del bienestar ajeno; de que su prosperidad no i

podia crecer en ausencia de la prosperi dad . global; y de que su seguridad nacional era imposible sin una mis que notable seguridad internacional. Esta era una doctrina basada·en el in teres propio, peroen la forma mas ilustra­da de in teres propio, hasta el punto de resul­tar a vecescasi indiscernible del idealismo.

Casi, pero nunca del todo. La generosidad estadounidense y su propensi6n a buscar la for­ma de trabajar concertadamente con sus alia­dos estaban basadas en otras causas ademas de enel idealismo. El multilateralismo estadouni­dense durante la Guerra Frla fue mas instr;l­mental que idealista en sus motivacion~. Des­pues de todo, a partir de 1945 ir a la guerra. «por cuenta propia .. implicaba no s610 hacer-10 contra la Uni6n Sovietica sino tambien d desgarramiento de Occidente. Tampoco era realmente concebible, con las tropas sovieti­cas concentradas en el corazon de Europa, que una polftica exterior de Estados U nidos tuvie­ra exito si no era «multilateraln en su inclusi6n de los intereses europeos occidentales:Por otro lado, la mayorfa de losestadounidenses

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ya habfan enterrado junto con \A/ilson y el convenio de la Sociedad de Naciones el genui­no multilateralismo idealista. Dean Acheson, entreotros arquitectos del orden internacio­nal de posguerra, consideraba "impracticable» la Carta de las Naciones Unidas; y la propia ONU se Ie antojaba un ejeITlplo deerr6nea ',fe wilsoniana en la capacidad de perfeccion,

. del hombre y en el advenimiento de la ley yla paz universales» 60. El y muchos otras presen­tes en la creacion del orden de posguerra eran idealistas, pero idealistas practicos. CreJan que era esencial presentar un frente occidental co­mun ante el bloque comunista, y si eso signifi-

. caba tragarse 10 que Acheson menospreciaba como el "mandato sagrado» de la Carta de las Naciones Unidas, estaban preparados para seguir el juego. Para Acheson, el apoyo a Na­ciones Unidas no era mas que "una ayuda a la diplomacia»61. Esto es importante,pOl-que muchos aspectos del comportamiento de Esta­dos Unidos durante la Guerra Frfa, que tanto estadounidenses como europeos encuentran retrospectivamen te admirables -y de cuyo fin tanto se lamentan-, representaron concesio­nes e'n aras de la unidad de Occidente.

Esa unidad no siempre fue facil de mante~ ner. La hostilidad de Estados Unidos ante la re­suelta independencia de De Gaulle, los rece-

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los estadounidenses respecto del imperialismo britanico, las discusiones sobr.e la OstpolitiJlale­

mana, los debates estrategicos en tomo a acuer­dos y desarrollos armamentfsticos, especial­mente durante la era Reagan, amenazaban con abrir grietas en la Alianza_ Pero las grietas siempre acababan sellandose, porque todo el mundo estaba de acuerdo en que, aunquelos desacuerdos eran inevitables, las fisuras eran peligrosas, Si "Occidente» se dividfa, fracasa­rfa. El peligro no era solo estrategico; era ideo-16gico, incluso psico16gico. "Occidente» tenfa que significar algo; de 10 contrario, (que se es­taba defendiendo? Y, por supuesW, durante la Guerra Frfa, "Occidente» signific6 algo_ Era ]a opci6n &mocra.tica y liberal de un amplio segmento de la humanidad en oposici6n a la alternativa que existfa al otro Jado del Muro de Berlfn.

Esta poderosa necesidad estrategica, ideo-16gica y psico16gica de demostrar que habfa sin duda un Occidente unificado y cohesiona­do cay6 con el Muro de Berlfn y las estatuas moscovitas de Lenin. La perdidase enmasca­r6 parcialmente durante los noventa. Muchos vefan las luchas en Bosnia y Kosovo como una nueva pruebapara Occidente. La ampliaci6n de la OTAN para incluir a las naciones perte­necientes al anteriorPacto de Varsovia signifi-

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caba unirse a pueblos que habfan sido exclui­dos de Occidente por la fuerza y querfan vol­ver a formar parte de el. Estos vefan la OTAN no s610 -ni siquiera principalmente- como una organizaci6n de seguridad, sino como la unica instituci6n que representaba al Occiden-

. te transatlantico, pues desde luego las Nacio­nes Unidas no eran .. «Occidente".

Pero el propio exito del proyecto transat­lantico, la soluci6n al dilemade la seguridad europea, la soluci6n al problema alemap, la consecuci6n de una Europa «fntegra y libre», la resoluci6n de los conflictos de los Balca­nes, la creaci6n de una zona de paz y demo­cracia suficientemente estable en el continen-te europeo ... todos estos grandes y una vez inimaginables~ogr?~. tl,:lvieS9n .. eUnexitahle ... efecto de disminuir la significaci6n cie~Qcci­deI1t~;,~}~oes-cpleOcciOerite hubiera deja­do de existir; tampoco que hubiese dejado de enfrentarse a enemigos, pues sin duda el fun­dameritalismo islamico es un e!lemigo impla­cable de Occidente. Pero laidea central del celebre ensayo de Francis Fukuyama, Elfin de la histaria y el ultimo hombre, resultaba irrefuta­ble: la secular lucha entre concepciones opues­tas sobre c6mo deberfa gobernarse a sf mis­rna la humanidad ha quedado definitivamente resuelta a favor del ideal liberal de Occiden-

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. teo El fundamentalismoislamico podra tener sus seguidores en las partes del mundo don­de predominan los musulmanes. Tam poco podemos dudar por mas tiempo de su capaci­dad de infligirun horrible dana a Occidente-. Pero como Fukuyama y otros han senalado, el fundamentalismo islamico no plantea un desaffo serio para los principios universales del liberalismo occidental. La existencia del fundamentalismo islamico puede forzar a esta­dounidenses y europe os a defenderse a sf mis­mos contra un ataque devastador, e incluso a cooperar en una defensa com un. Pero no fuer­za a «Occidente" a demostrar que esti unifica­do de una forma coherente, como hizo en su dfa el comunismo sovietico ..

Dada esta menor necesidad de preservar y demostrar la existencia de un «Occidente" cohesionado, era inevitable que la generosi­dad que habfa caracterizado la politlca exte­riQJ: estado))nidense durante cincuenta anos disminuyera finalizada la Guerra Fda, 10 que

p~de ser motivo de.lame~to, per~ci~~f<=-Ume~~~ ! 1 t0e sorpresa. La eXlstenCla de 1a Uillon SOYle-.,! tica y la amenaza intemacional del comunismo /; habfan vuelto mas disciplinados a los estadou-!i nidenses ademas de ensenarles Ia lecci6n d~ i

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que sus intereses se defendfan mejor con unit polftica exterior relativamente generosa, espe~'~

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. cialmente cara a Europa. Tras la Guerra Fria, aquella disciplina ya no estaba presente, y el final de este conflictoaltero sutilmente la vieja ecuacion entreel:idealisIno}'.eLi.:OJ:S:E~S. Cier­tamente, quienes .censuran la mengua de la generosidad estadounii:lense en la era poste­rior a la Guerra Fria deberian al menos tener en cuenta la logica que subyace a esta dismi­nuci6n. Dado que objetivamente los estado­unidenses estabanmenos lnteresados en esa politica exterior caracteriuda por la generosi­dad que habian seguido durante la Guerra Frfa, para que Estados Unidos la mantuviera, para que perseverara en el mismo grado de compromiso con !a.~instituciones internacio­nales, la misma preocupaci6n y deferencia ha­cia sus aliados, los estadounidenses habrian te­nido que volverse aun mas idealistas.

Lo cieno es que los estadounidenses de hoy no son ni mas ni menos idealistas de 10 que 10 eran hace cincuenta aDOS. Lo que ha variado es la realidad objetiva, no el caricter estadouni­dense. El cambio en las circunstancias inte;=-na---.-- "-- ..-

clOnales despues de la Guerra Frfa allano el camino a aquellas fuerzas polfticas del Con­greso -principal aunque no exclusivamente republicanas- que pretendfan revisar viejos acuerdos multilaterales y cerrar la puerta a otros nuevos, liberando a Estados Unidos de

ROUDtT KAG:\S

obligaciones contrafdas en virtud de tratados que ahora se consideraron on eros os 0 excesi­vamente invasores de Ja soberanfa de Estados Unidos. Pero la novedad no era la existencia de tale,sfller:~~y_~~tit~cle~, p~~; si~r~ pre-h ab ian estado PTesentes en la polft.i~i esr;:;dounidense y de hecho la habian dominado durante la ma­yor parte de los aDOS veinte y treinta, un perio­do inaugurado por un presidente republica­no que prometfa «una vuelta a la normalidad» tras el ambicioso idealismo de los aDOS de Wil­son. Pero durante la Guerra Frfa, y especial­mente durante los aDOS dominados por presi­dentes republicanos, de Nixon a Reagan, la grandiosa estrategia anticomunista habia sobrepasado abrumadoramente tan estrechos sentim.ientos nacionalistasdejando de lade las inquietudes respecto de la perdida de so­berania.

Tampoco es que tras laGuerra FriaEstados Unidos del:1vara hacia un:';~onc~p~i6n mas na­cionalista de su politica exterior simplemente como consecuencia del auge de la derecha re­publicana. Tanto los te6ricos realistas en ma:: teria de relaciones internacionales como los ar­tifices de polfticas concretas --esto es, la fuerza intelectual dominante en el establecimiento de la politica exterior de Estados Unidos­contribuirfanigualmente a que el pais se ci-·

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nera de nuevo .aLnacionalisIllP. Censuraban 10 qlle ;~g0.n·eilos habfa em prendido el g.obier­no de Clinton en Bosnia y Haitr; y que l'vhchael Mandelbaum habfa definido memorablemen-

te como «trabaj.c>soc:i<lL<l __ e~~a..~a in_t~::..~ci()~ __ . nab,. Estos Zrfticos insistian en que Estados Uni­dos debra retomar un enfoque mas atento de unos «intereses nacionales» mas nitidamente definidos ahora de 10 que habfan estado du­rante la Guerra Frfa. Los realistas estadouni­denses, de Brent Scowcroft a Colin powell pasand6 por James Baker 0 Lawrenc~ Eagle­burger, no pensaban que Estados Umdos tu­viera ninguna obligacion de e'charse a los hombros la carga de solucionar la crisis bald­nica u otras crisis «humanitarias» del mundo. La Guerra Frfa, razonaban, habfa terminado, y por 10 tanto no existfan impedimentos para que la polftica exterior norteamericana «vol­

viera a la normalidad». Sin embargo, un aspecto de esta «normali­

dad» posterior a la Guerra Fda 10 constitu­yeron el recorte en concesiones a b ~pinion ptiblica internacional y llna menor deferencla hacia los aliados; en resumen, mas libertad de actuar como a Estados Unidos Ie pareciera conveniente. Los pragmat.icos prestarfan legi­timidad intelectual a los congresistas que liga­ban el debate sobre los «intereses nacionales»

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a la reduccion de cualesquiera acciones en el exterior. Mas aun: muchos republicanos se pre­guntaban por que -si se imponfa una con­cepcion mas estricta de los «intereses naciona­les»- se consideraba que la satisfaccion por Estados Unidos de unas deudas con la ONU re­lativamente exorbitantes seguiaformando par­te de los «intereses nac,ionales» del pafs. Lo que hubiera tenido f;lcil defensa cuando la conser­vacion de la unidad occiden tal con tra el co­munismo era el objetivo de la polftica exterior estadounidense se volvfa mas diflcil de justifi­car ahora que ya no existfa una definicion tan ilustrada y de tan largo alcance sobre en que consistfan los «intereses nacionales» de Esta-dos Unidos. _.-_.

Ni siquiera el gobiernode Clinton -mas idealista y, quizas ironicamente, mas ligado a la generosa polftica exterior de la Guerra Fria que los pragmaticos y los republican os- pudo sustraerse a la nueva realidad surgida tras la Guerra Fria. Despues de to do Clinton habia optado en 1992 ala presidencia con un progra­ma que afirmaba que 10 if!1portante era la eco­nomb estadounidense, no la politigLe..'lterior,

=-~-",=;:-:=:::..-'- ~ y sifinalmente Il1tervino para intentar arreglar «Occidente» fue despues de haber intentado desesperadamente eludir semejante responsa­bilidad. Cuando George W. Bush tomo pose-

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si6n de su cargo en enero de 2001, trayendo consigo el republicanismo prdiado de nacio­nalismo .realista que habfa caracterizado a los noventa, el concepto de "Occidente» como no-

~i6n efecti:a en la·politica ex~erior estadouni­

dense habla quedado desactlvac!0;y cuando os terroristas golpearon Estados Unidos nue­

ve meses mas tarde, la ecuaci6n de la Guerra Frfa se invirti6 por coinpleto. Ahora que la amenaza se habfa materializado directamente en suelo estadounidense, saltando por encima de los aliados de Estados Unidos, la cuesti6n suprema era la vulnerabilidad y los padeci­mientos exclusivos del pais, no "Occidente».

El declive de lajmportancia de Occidente como principi6cle organizaci6n de la polftica exterior no era sin embargo unJen6meno cir­cunscrito aEstados Unidos. La Europa surgida de I~Guerra Frfa convenfa en que la cuesti6n y'a no era "Occidente». Para los europeos, 1a .cuesti6ri. empezaba a ser «Europa». La consta­taci6n de que'efectivamente existfa una Uni6n Europea adquiri6 prioridad sobre la demos­tracion de que existia un Occidente unido. Un "nacionalismo» _europe<:LLeflejaba como en un' espejo el nacionalismo estadouri.ideri;~, y -aunque esta no fuera la intenci6n de Euro­pa-la presente grieta entre Estados Unidos y . . Europa puede remontarse en pane aladeci-

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si6n europea de establecerse como una 'sola ~ntidad ajellaaEstados Unidos.

Este proceso de unificacion europea deja­rfa en las mentes de los estadounidenses la im­presion de que el objetivo de la relacion trans­atlantica ya no era un Occidente unificado. Tampoco los propios europeos pen saban ya en tales terminos. En cambio, sf hablaban de "Europa» como un polo mas en un nuevo mundo multipolar, un contrapeso de Ameri­ca. Europa iba a establecer por separado su propia politica exteriory su propia "identidad» en materia de defensa, al margen de la OTAN. Las instituciones veneradas por los europe os eran la Uni6n Europea ylas Naciones Unidas.

j ....

Pero tanto para los estadounidenses, como para los ciudadanos de Europa central y orien­tal, la ONU no era "Occidente»; y desde luego la Uni6n Europea tampoco. Solo la OTAN era '«Occidente», pero ahora los europeos cons­truian una alternativa a 13. OTAN. Todo 10 que

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hadari los europeos tenia sentido des de una. perspectiva europea, aunque objetivamente, el proyecto de integracion europea beneficia­ba a Estados Unidos, al menos en la medida en que reforzaba la paz. Tampoco es que la intenc

cion de lamayor parte 'de .los e~ropeos fuera de~afi<l.~ a E.stados Unidos,y menos aun la idea de Occidente, pero (como sorprender- _ .

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se de que los estadounidenses yano otorgaran una priori dad tan al ta com_O_<lI1j:elL<l,J<l~l[lidad de Occidente y la cohesion de laAlianza? Los europeos habian emprendido un proyecto arrollador en el que Estados Unidos por defi­nicion no podia tener arte ni parte. Estados U nidos, entretanto, tam bien tenf~ sus propios proyectos.

ADAPTARSE A LA HEGEMONIA

E.Lll...ili: septiembre no camhio a Estados ., )

UQidos; solo 10 hizo mas eslad01midense. Por 10 demas, el Cllrso que sigue y ha seguido el pais tampoco es ningUn misterio, no solo durante el ultimo ano 0 la.llitima decada, sino tambien durante la mayor parte de los ultimos seis de­cenios, e incluso se podria decir que durante buena parte de los ultimos cuatro siglos; Es un hecho objetivo que Ig.s f'stadollnidenses hap ido extendiendo su roder e influencia en cfrcu­los siemQL~pansivos incluso desde antes d"e fl1ndaJ~1..!...J:l[Qpia nacion i.uili;pendien.J;e. La hegemonia que Estados Unidos establecio den­tro del hemisferio occidental en el siglo XIX ha sido una caracterfstica permanente de la polfti­ca intemacional desde entonces. La expansion de la estrategia de Estados Unidos, que llego a

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. Europa y al Extremo Oriente en la II Guerra 2'.Iundial, nunca ha dado march a atras. De he­cho, merece subrayarse que mas de cincuenta an os despues del final de la Guerra -un pe­riodo que ha visto como sus antiguos enemi­gos japoneses y alemanes se han transformado en unos valiosos amigos y aliados- y mas de una decada despues de la Guerra Frfa -que termin6 en otra pasmosa transformaci6n de un enemigo derrotado-, Estados Unidos en cualquier caso continua y claramente tiende a mantenerse como potencia estrategica domi­nante en Extremo Oriente y en Europa. EJ final de la Guerra Fda se considero por ~ c1 e los estadollnidenses como una oportuni­d~, no ck.. replegarse, sino de ampliar -;:;: in­fluenQa; de extender hacia el este, hasta Ru­sia, la alianza que lideraban-; de fortalecer sus relaciones con aquellas potencias de Extremo Oriente que estaban en vfas de democratizarse; de fomentar sus intereses en partes del mundo como Asia .central, cuya existencia ni siquie­ra conocfan muchos estadounidenses.

El mito de la tradici6n «aislacionista» de Es­taclos Unidos es notablemente persistente, pero no deja de ser un mito. Por el contrario, la expansion tanto de su territorio como de su inf1uencia ha constituido la incuestionable rea­lidad de la historia estadounidense; y no ha

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sido una expansion inconsciente. La ambicion de desempei'iar IJJJ pape! importante en el e~ c~nario mundial esta profundamente arrai­gada en el caracter estadounidense. Desde la Independencia, e. incluso antes, los estado~ unidenses, que discrepaban sobre tantas cosas, siempre compartieron una creencia comun relativa al gran destino de su nacion. Incluso

. cuando no eran sino una debil colecci6n de colonias dispersas por la costa del Atlantico, amenazadas par doquier porlos imperios eu­ropeas y con un vasto tenitorio aun indomito a sus espaldas, Estados Unidos se antojaba a sus lideres una especie de «Hercules en pa­nales», «el embri6n de un gran imperio». La generacion de los padres fundadores, los Vv'ash­ington, Hamilton, Franklin y Jefferson, no albergaba dudas de que completarian la con­quista del continente norteamericano, ni tam­poco de que la riqueza y la poblacion del pais crece6an y la joven Republica llegaria algun dia a dominar el hemisferio occidental ocu­pando un lugar preeminente entre las gran­des potencias del mundo. Jefferson predijo el establecimiento de un vasto «imperio de liber(ad". Hamilton creyo que Estados Unidos «dentro de poco, asumira una actitud que se corresponde con la grandeza de su destino: majestuosa, eficiente y engendradora de gdJ1-

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des gestas. Una noble carrera se extiende ante nosotros»62.

Para aquellas primeras generaciones de es­tadounidenses, la promesa de la grandeza na­cional no era una mera esperanza reconfor­tante, sino una parte integral de la identidad del pais, indisolublemente unida a la ideolo­gia nacional. Tanto ell os como las generacio­nes que les sucedieron crelan que los Estados Unidos estaban llamados a convertirse en una gran potencia, quiza la mas grande de todas, porque los principios e ideales sobre los que se habian fundado eran incuestionablemente superiares, no solo a los de las corruptas mo­narqufas europeas de los siglos XVIII y xIX;sino , .

tambien a las ideas que habian conformado naciones y gobiernos a travesde toda la his­toria de la humanidad. La prueba de la tras­cendente importancia del experimento esta­dounidense se hallarfa no s610 en la continua perfeccion de las instituciones internas del pals, sino ademas en la extensi6n de la influen­cia estadounidense en el mundo. Asl pues, los estadounidenses han sido siempre intemacio­nalistas, pero con un internacionalismo que, a su vez,no es sino un subproducto de su nacio­nalismo.Cuando los estadounidenses busca­ban legitimaci6n a sus acciones en el exterior, no la bus caban en las instituciones suprana-

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cion ales sino en sus propios principios. Ello explica que siempre haya sido tan facil para tantos estadounidenses creer, como much os de ellos 10 hacen todavfa, que el avance de sus propiosintereses implica el avance de los inte­reses de la humanidad. Como dUo Benjamin Franklin «Ia causa de Estados Unidos es la cau-. , .

sa de todo el genero humano"G:l. Esta persistente vision estadounidense de la .

posicion excepcional de su nacion en la his to­ria y la conviccion de que sus intereses y los del mundo se identifican, puede ser bienvenida, ridiculizada 0 lamentada. Pero_D9. d~beria po­neEif: en c1llcla. Y asf como existen poc~--;'azo­nesquehagan pensar que Europa vaya a variar su curso en 10 fundamental, tam poco las hay para suponer que Esr.o,dos Unidos alterara el suyo 0 que empezara a conducirse por el mun­do de forma diametralmente opuesta. Salvo una catastrofe imprevista-no un reyes en Irak u «otro Vietnam", sino una calamidad econo­mica 0 militar suficientemente grave para des­truir las principales fuentes del poder norte­americano-, es razonable presumir que no hemos heeho mas que entrar en la larga era de la hegemonfa de Estados Unidos. Las tenden­cias demograficas.muestran que la poOl.a£i2n norteamericana crece a buen ritmoy rej\lyene­ce, mientras que la europea.merma y envejece

inexorablemente. De confirmarse las actuales tendencias, segUn Th.e Economist la eeonomia estadounidense, euyo tamarro es hoy compa­rable al de la europea, podrfa duplicar con cre­ces el volumen de estahacia el arra 2050. Hoy la edad media de los estadounidenses es de 35,5 arros, mientras que en Europa, es de 37,7 arros. En 2050, la edad media de los estadouni­denses sera de 36,2 arros, y en Europa, si la tendeneia actual persiste, sera de 52,7. Esto signifiea, entre otraseosas, que la carga finan· ciera de cuidar a los ancianos dependientes crecera mueho mas en Europa que en Estados Unidos. Tambien quiere decir que los eurape­os tend ran todavfa menosdinero que gas tar en defensa durante los proximos arros 0 deca­das del que tienen hoy. Como observa. Th.e

Economist, <<la logica de la demograffa a largo plaza parece ir en la direccion de fortificar el poderfo estadounidense y agrandar la grieta transatlantica", provocando un agudo «con­traste entre eljoven, exuberante, multirracial Estados Unidos y la envejecida,decrepita e in­tros pectiva E uro pa" 64.

A,f como el poder relativo de Estados Uni­dos no disminuira, tam poco es probable que los estadounidenses alteren sus puntos de vista sobre como deben utilizar ese poder. De he· cho y a pesar de los selsmos geopoliticosque

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se han venido producier:do desde 1941, los estadounidenses han permanecido bastante coherentes en su vision tanto de los aconte­cimientos internacionales como de su propio papel ala hora de dade forma al mundo para que se adapte a sus ideales e intereses. El <dar­go telegram a» de Kennan, documento funda­cional de la Guerra Frla, dejaba bien a las claras la perspectiva dominante de la cultura estrate­gica de posguerra en EstadosUnidos: la Union Sovietica era "impermeable a la logica de la ra­zon», escribio Kennan, pero "altamente sensi­bJ;"a la J6gica de la fuerza» 65. Un buen demo­crata liberal como Clark Clifford convenfa en que"el «lenguaje del poder militar» era el uni­co que los sovieticos entendfan: el Imperio so­vietico tenIa que ser considerado una "entidad distinta con la cual no estamos predestinados a enfrentamos pero tam poco podemos compar­tir objetivos»GG. Pocos estaddunidenses plante­arlan las cosas con tanta crudeza hoy por hoy, pero es posible que muchos sientan algo muy parecido. En 2001 una gran mayorfa de dem6-cratas y republicanos en ambas camaras del Congreso se ha mostrado de acuerdo en que el "lenguaje del poder militar>' bien pudiera resul­tar el unico que Sadam es capaz de entender.

No es que Estados Unidosnunca hayaflirtea- " do con la clase deidealismo internaci~naiista

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que ahora impregna Europa. En la primera mitad del siglo xx, los estadounidenses se alis­taron a la "guerra» de Wilson "para acabar con todas las guerras", a la que seguirfa una deca­da mas tarde un secretario de Estado firman­do un tratado que proscribla toda guerra. En los arios treinta Franklin D. Roosey~t deposi­to ~u fe en pactos de no agresion, sin exigir otra cosa de Hitler que su promesa de no atacar una serie de paises cuya lista Ie presento. In~lu­so despues de la Conferencia de Yalta de 1945; un moribundo Roosevelt podIa aun proclamar "el fin del sistema de accion unilateral, de las alianzas exclusivas, de las esferas de influencia, " de Ids equ,ilibrios de poder,}; y prometer en su lugar "una organizacion universal en la cual todas las naciones amantes de lapaz tendran finalmente una oportunidad de formar parte de [ ... ] una estructura de paz permanente»67. Pero Roosevelt ya no tenIa plena confianza en esa posibilidad. Despues de Munich y Pearl Harboi-, y mas tarde -tras un d~stello de re- " novado idealismo- de la inmersion en la Gue­rra Frfa, la «Iogica de la fuerza» de Kennan se convirti6 en el presupuesto operativo de la estrategia deEstados Unidos. Acheson hablo de construir "situaciones de fuerza" alrededor del globo_ La "leccion de Munich» lleg6 a do­minar el pe;;~am;e;;to-~~tr;;:€gi~o estadouni-

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dense y, aunque durante un breve lapso fue sustituida por la «Ieccion de Vietnam», hoy si­gue siendo el paradigm a dominante. Aunque un pequeno segmento de la elite estadouni- . dense siga anhelando una «gobernanza glo­bah y renuncie ala fuerza militar, los estadou­nidenses des de Madeleine Albright a Donald Rum~feld pasando por Brent Scowcroft y Ant­hony Lake, todavfa recuerdan Munich, en sentido figurado wando no literal. Y para las generaciones de estadounidenses mas j6venes que no recuerdan Munich ni Pearl Harbor, su referencia es el 11 ~e septiembre. Una de las cosas que mas nftidamente separah en este mo­mento a los europeos de 105 estadounidenses es un desacuerdo de caracter filosofico, casi metaffsico, sobre donde exactamente se situa hoy la humanidad en la lfnea continua que va de las leyes de lajungla a las de larazon. Los estadounidenses no creen que estemos tan cer­ca de la realizacion del sueno kantiano como piensan los europeos.

Entonces (hacia donde vamos ahora? Una vez mas, no es diffcil ver hacia donde va Esta-dos Unidos. EI ataque del 11 de septiembre') . !

convulsiono y acelero, pero no alter.o en 10

fundamental un curso en el que Estados Uni­\

dos ya estaba inmerso. Desde luego no altero las actitudes estadounidenses hacia el poder; -

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no hizo sino reforzarlas. Recordemos que ya ;ntes del 11 de septie~bre los sucesores de Acheson aun estaban, cierto es que de forma distrafda, construyendo «situaciones de fuer­za» por el mundo. Antes del I 1 de septiembre, y sin duda antes incJuso de la eleccion de Geor-) ge W. B~lSh, los estrategas estadounidenses y los plal1lficadores del Pentagono dirigfan yai su in teres hacia los proximos retos estrategi­cos que pudieran plantearse. Uno de esos re­tos era Irak. Durante la era Clinton, el Co~­so habfa aprobado casi por unanimidad una mocion consenst0.da que autorizaba a apoyar finl!-nciera y militannente a las fuerzas de oposi-, cioniragufes; y diversos planes de desestabiliza-cion del regimen iraquf estaban considerando­se activamente dentro y fuera del gobierno de Bush. Mientras tanto, el gobierno de Clinton sentaba las bases de un nuevo sistema de de­fensa a base de misiles balfsticos para defen­derse de estados «proscritos» como Irak, Iran y Corea del Norte. Aunque Al Gore hubiera resultado elegido, aunque no se hubiera pro­ducido el ataque terrorista del 11 de septiem­bre, estos programas, orientados de lIeno al «eje del mal» de Bush, estarfan en marcha de todos moclos.

Antes del 11 de septiembre los estadouni­denses estaban aumentando y no disminuyen-

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do su poderlo militar. En la campana para las elecciones presidenciales de 2000, Bush y Gore prometieron incrementar el gasto endefensa como respuesta, no a ninguna amenaza en par­ticular, sino solaIl)en te ala percepci6n gehe­ralizada de que el.presupuesto de defensa de Estados Unidos -entonces cercano a los 300 millardos de d61ares al ano- era inadecuado para hacer frente a las necesidades estrategi­cas de la naci6n. 1:0s lfden~s militares y civiles, dentro y fuera del Pentigono estaban conven-. cidos de la necesidad de modernizar las fuer­zas estadounidenses para aprovecharse de 10 que era yes reconocido como una «revoluci6n en asuntos milita'res» que podfa cambiar la na­turaleza misma de'la estrategia belica. Detras de este entusiasmo latia una genuina preocu­paci6n en el sentido de que, si Estados Unidos no realizaba la inversi6n necesaria en una trans­formaci6n tecnol6gica, sus fuerzas, su seguri­dad y la seguridad del mundo correrian ries­gos en el futuro.

Antes del 11 de septiembre, la estrategia estadounidense habfa comenzado a fijar su, atenci6n en China. Pocos crefan que una gue­rra ton China fuera probable en un futuro cer­cano -salvo que se derivara de una crisis por causa de Taiwan-, pero eran muchos los que' crdan que algun tipo de confrontaci6n can

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los chinos llegaria a ser cada vez mas probable den tro de las pr6ximas dos decadas, a medi­da que la capacidad militar y las ambiciones geopoliticas de China fueran creciendo. Esta preocupaci6n constituia una de las fuerzas conductoras de la exigencia de modemizaci6n tecnol6gica del Ejercito de Estados Unidos, uno de los motivos que, calladamente, se escondfan detras de las presiones para un nuevo progra­ma de defensa,con misiles y, en un senti do am­plio, un principio organizativo en la planifica­ci6n de la estrategia estadounidense. La visi6n ' de China como el nuevo gran reto estrategico cuaj6 en el Pentigono de Clinton y se oficiali­z6 can BU,sh, cuando este declar6 abiertamen­te, antes y despues de su elecci6n, que China no el-a un aliado estrategico sino un competi­dor'de Estados Unidos.

Cuando el gobierno de Bush lanz6 su nueva estrategia qe seguridad nacional en septiem- , bre de 200,[ su caracter ambicioso dej6 a mu- ( chos europeos e incluso a muchos estadounic

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denses boquiabiertos. Este plan estrategico se consideraba una respuesta alII de septiem­bre, y puede que 10 fuera en las mentes de sus disenadores; pero 10 asombroso de aquel do­cumento consistfa en que, aparte de unas po­cas referencias a la idea de «prevenci6n», que en sf misma tenia bien poco de nove dad, la ,

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«nueva» estrategia del gobierno _cl(!I~ush era poco mas que una reafirmaci6nde las polfti-_ cas estad()~lfliden-".(!~_d_~2i.(,!l11pg:_ (de hecho, muchas de las medidas recogidas en el docu­mento se remontaban a cincuenta anos atras). La estrategia de Bush no decfa nada sobreel fomento de la democracia en e1 extranjero que no hubiera sido dicho en su dla con iden­tico fervor por Harry Truman, John F. Ken­nedy 0 Ronald Reagan. La declaraci6n de la pretensi6n estadounidense de seguir siendo la potencia militar preeminente en e1 mundo, conservanda b fuerza suficiente como para desanimar a cualquier .otra potencia a desafiar esta· supremacfa, canstituy6 simplemente la expresi6n publica de 10 que habfa sido desde el fin de la Guerra Frla una premisa implfcita de la planificaci6n estrategica norteamericana -cuanda no del gasto en defensa 0 de la ca­pacidad militar-.

Las polfticas de los gabiernos de Clintan y .... ~

Bush, mejar 0 peor disenadas,Aescansa\Jan ambas, na obstante, sobre una presuns:i.<Sn comun y eminentemente estaclounidense: a

saber, Estadas Unido.;u:.omo paradigma de . - "'-

«n",d6.l} inci!;l.p.ensablt':". Los estadauniden-ses buscan defender y anticipar un orden in­ternacional de carte liberal. Pero el unica arden internacional estable y satisfactorio

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que pueden imaginar es aquel que tenga c()Eno centro su palS. Tampoca pueden cancebir un arden intemacional que no se defienda por la fuerza, especfficamente por la fuerza de Esta­dos Uniclas. Si esto es arrogancia, al menos no es ninguna arrogancia de nueva cuno. Henry Kissinger pregunt6 en una ocasi6n a un ya en­vejecido Harry Tmman par que Ie gustarfa ser recordado. Truman contest6: «Nosotros de­rrotamos pOT completo a nuestros enemigos y les abligamos a renclirse. Y entances les ayu­clam as a recuperarse, a convertirse en clemo­era tic os y a volver a unirse a la comunidad de . naciones. Una casa asf s61a podfa haberla he­cho EstaclosUniclos»G8. Hasta las realistas mas recalcitran tes de ese pals se vuelven sen timen­tales al cantemplar 10 que Reinhold Niebuhr llam6 una vez la «responsabilidad» estadouni­dense de «resolver [ ... ] el problema del mun­do». George Kenrt"m, al estabiecer su doctrina de contenci6n -que segu.n predUa serra una estrategia terriblemente diffcil de sostener para l.ma democracia-, cancebfa sin embar­ga el reto como «una prueba de la valfa total de Estados Unidos como naci6n entre las na­ciones». Incluso lleg6 a insinuar que los esta­dounidenses deberfan expresar su «gratitud a una Providencia que, al proporcionar[les] este reta implacable, habra hecho depender toda

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su seguridad como naci6n de su capacidad para sobreponerse a cualquier circunstancia y aceptar las j-esponsabilidades derivaclas del li­derazgo moral y polftico que la historia les ba­bfa indefectiblemente reser\'ado»G9. _

Los estadounidenses son idealistas. En algu­nas cuestiones, pueden ser mas· idealistaSque los europe os. Pero no conocen la experiencia . de fomentar ideales satisfactoriamentesin uti­lizar la fuerza. Ciertamente, tampoco tienen la experiencia de una gobemariia supranacio­fJ"al coronada con el exito; ni grandes razones para depositar su fe en las instituciones y el de­recho lntemacionales, por mucho que pudie­ran desear hacerlo; ni.!TIenos aun motivos que les permitan viajar con'los europeos mas alla del poder. Como buenos hUos que son del Si­glo de las Luces, los estadoiiiilcr6isestodavia creen en la jxrfectibilidad del hombre, como mantienen cierta esperanza en la perfectibili­dad del mundo. Pero siguen siendo pragmati­cos en el sentido limitado de que todavfa creen en la necesidad de la fue~-za en un mundo que aun queda lejos de la perfecci6n. Seg(lJ1 su opi­nion, <;Clalquier ley que pueda existir para re­gular las relaciones intemacionales existe por­que hay una potencia como Estados Unidos que la defiende por la fuerza d.e las armas. En otras palabras, tal como proclaman los euro-

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peos, los estadounidenses todavfa se ven a sf mismos en terminos heroico~; como Gary Coo-­per en Solo ante el peligro. Ellos defenderan ala gente del pueblo, tanto si la gente se 10 pide como SI no.

Hoy, como resultado de los ataques terroris­tas del 11 de septiembre, Esra:dos Unidos esci embarcado en otra expansion mas de su es­fera estrategica. 19ual que el ataque japones contra Pearl Harbor ---que en verdad no debe­rfa haber sido una sorpresa tan grande- con­dujo a una larga presencia de Estados Unidos en Extremo Oriente y en Europa, asf el 11 de septiembre (que los historiadores (uturos des­cribiran, sin guda, como una consecuencia ine­vitable de la implicacion de Estados Unidos en el mundo arabe) inaugurara probablemente una duradera presencia militar estadouniden­se en el Golfo Persicoy el Asia central, as! como una ocupacion a largo plazo de uno de los ma­yores pafses arabes. Puede que los estadouni­denses se sorprendan de verse a sf mismos en esta posicion, igual que los norteamericanos de los anos treinta se habrfan asombrado de verse menos de una decada despuescomo po-­tencia ocupante en Alemania y Japon:Pero esta ultima expansion del pape! estrategico de Estados Unidos puede ser menos que chocan­te vistadesde la perspectiva de un repaso por

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la historia estadounidense, una historia mar­cada por la expansion inexorable de la naeion y por 10 que parece una ineluctable ascension desde una arriesgada debilidad a la presente hegemonfa global.

(Que significa todo esto para la relacion transatlantica? (Puede Europa seguirlos pa­sos que marca Estados Unidbs? Y, si no puede, (importa? I-~Una respuesta a estas preguntas es que la i actual crisis iraquf ha puesto el problema trans­I

~atlantico bajo la IU. z mas despiadada posible. Cuando esta crisis se calme, como 10 hara con el tiempo, las cuestiones de pod~r que mas

.. ?ividen a europe os y estadounidenses podran relajarse un poco a su vez; entonces la cultura polftica comlin y los lazos economicos que unen a europeos y estadounidenses pasaran a primer plano ... hasta la proxima crisis estrate­gica internacional. Claro que tambien es posi­ble que esta proxima crisis no haga aflorar las desavenencias transatlanticas de forma tan acre como la actual crisis de Irak y por exten­sion, de Oriente Proximo -·una region don­de europe os y estaclounidenses tienen gran des intereses y donde las diferencias entre ambos se han demostraclo.especialmente agudas-.

La proxima crisis. in ternacional.r:()?r1':JlL()?U­clrSe en ExtremoOi'ienr-e: Terriendo en cuenta

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la distancia que separa a esta region de Euro­pa, y dada la men or importancia de los intere­ses europeos allf (sin olvidar que la fuerza esta­ble que los europeos estarfan en condiciones de clesplazar al Asia mas oriental seria incluso menor que la que son capaces de desplegar en Oriente Proximo, 10 que los relegarfa a una posicion todavfa menos relevante que la ac~ tual en la planificacion de la estrategia norte­americana), cabe suponer que una crisis asi,l.­tica no conducirfa a otra crisis transatlantica de magnitud comparable a la que hemos vivido tan recientemente.

En resumen, aunque no haya motivospara preyer que vaya a cerrarse la brecha entre las percepciones europea y estadounidense del mundo, esta brecha podrfavolverse mas faeil de administrar de 10 que 10 es hoy. No tiene por que producirse ninglin «choque de civili­zaeiones» en 10 que solla conocerse como «Oc­cidente». La tarea, tanto para europeos como para estadounidenses, consiste en adaptarse a ]a nueva realidad de la hegemonfa de Estados Unidos. Y es posible, como les gusta decir a los psiquiatras, que el primer paso para resolver el problema pase por comprenderlo y recono­cer su existencia.

Es muy cierto que, cuando los estadouni­denses piensan en Europa, no cleberfan perder

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• de vista 10 principal: la nueva Europa constitu-..• ye sin duda un bendito milagro y un motivo de

gran celebraci6n a ambos lados del Athintico. Para los europeos, significa la materializacion de un su6io largo e improbable: un continen­te libre de disputas nacionalistas y animad­versiones cruentas, de competicion militar y carreras annamentistas. La guerra entre las principales potencias eurol?eas es casi inima­ginable. Despues de siglos' de desgracias, no solo para los europeos sino tambien para aque­lIos que se vieron arrastrados a sus conflictos -como les ocurrio dos veces a los estadouni­denses el siglo pasac:lo-, la nueva Europa ha sUl:gido en verdad como un parafso. Esto es algo que mereceapreciarse y protegerse, y no menos por los estadounidenses, que han de­rramado su sangre sobre suelo europeo y "olverfan a derramar mas si esta nueva Euro­pa alguna vez fracasase. Eito no significa, sin embargo, que Estados Un·idos pueda 0 deb a confiar en Europa en el futuro de la misma forma que 10 ha hecho en el pasado. Los esta­dounidenses no deberfan dejar que la nostal- . gia de las que seguramente fueron circuns­tancias insolitas de la Guerra Frfa les llamen a engano sobre la naturaleza de su relacion es­trategica con las potencias europeas en la era posterior.

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(PuedeEstados Unidos prepararse y res­ponder a los retos estrategicos que plantea el mundo sin demasiadaayuda de Europa? La respuesta mas simple es que ya 10 esta hacien­do. Estados Unidos ha mantenido la estabili­dad estrategica en Asia sin ayuda de Europa. En las sucesivas crisis desatadas en Oriente Proximo y el Golfo Persico durante la pasada decada, ineluida la actual, ]a ayuda europea, ineluso cuandose ofrecfa de formaentusiasta, no ha pasado de ser simbolica. Por mucho que Europa pueda ofrecer 0 no en terminos' de apoyo polftico y moral, ha tenido bien poco que ofrecer a Estados Unidos en terminos de estrategi~ militar desde elfinal de la Guerra Fria, excepto, por supuesto, el activo estrategi­co mas valioso: una Europa en paz.-

Actualmente Estados Unidos gasta algo mas de un 3 por ciento de su PIB en defensa~ Si los estadounidenses incrementaran esta cantidad hasta el4 por ciento -10 que significa un pre­supuesto de defensa superior a quinientos ini­llardos de dolares anuales-, ello seguirfa representando un menor porcentaje sobre la riqueza nacional del que invirtieron en defen­sa durante la mayor parte del pasado siglo. 1n­eluso Paul Kennedy, que acuiioel termino im­perial overstretch 0 «hiperestiramiento» a finales de los ochenta (Cliando Estados Unidos gasta~ -

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ba alrededor del 7 por ciento de su PIB en de­fensa), cree que Estados Unidos esti en condi­ciones de sostener sus actuales niveles de gasto militar y su actual dominio global hasta un fu­turo lejano. Asf que Estados Unidos puede arreghlrselas, al menos en terminos materiales. Tampoco se puede argiiir que los estadouni­denses sean reacios a soponar esLo1. carga global, puesto que ya llevan toda una decada soportin­dob, y des de el 11 de septiembre parecen dis­puestos a continuar haciendolo durante mu­chos anos mas. No, los estadounidenses no dan la impresion de estar resentid9s por no po­der entrar en el mundo «posmoderno» de Europa y ni siquiera hay evidencia de que b mayorfa de ellos 10 deseen. En parte porque son tan poderosos que sienten orgulJo por el poderfo mili tar de su pafs y por e! pape! espe­cial que este desempena en el mundo.

Asf pues, los peligros del actual dilema trans­atlantico no radican ni en la voluntad ni en la capacidad de Estados U nidos, sino en la ten­sion moral inheren te a la actual si tuaci6n in­ternacional. Como sucede a menu do en los asuntos humanos, la verdadera cuesti6n tiene que ver con los intangibles: miedos, pasiones y creencias. EI problema es que Estados Unidos debe a vecesjugar con las reglas de un mundo hobbesiano, aun cuando al hacerlo viole las

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normas posmodernas de Europa; debe rehu­sar atenerse a ciertas convenciones interna­cionales que pueden limitar su capacidad de luchar eficazmente en la jungla de Robert Coo­per; debe apoyar e! control armamentista, pero no siempre en interes propio; debe mo­verse en una doble moral, y debe a veces actuar unilateralmente, no debido a una extrana pa­sion por el unilateralismo, sino simplemente porque, teniendo en cuenta que la debit Euro­pa se ha trasladado mas alia del poder, Estados Unidos no tiene mas remedio que actuar uni­lateral mente.

Pocos europeos admiten, como implicita­mente hace Robert Cooper, que este tipo de comportamiento estadounidense puede re­dundar en mayor beneficio del mundo civili­zado; que el poder de Estados U nidos, incluso cuando se emplea bajo un doble rasero, puede ser el mejor medio. para e! progreso humano, quizas el tinico medio. Como escribio Niebuhr hace medio siglo, el "poder desmedido» de Es­Lo1.dos Unidos, con todos sus "peligros», ofrece «algtmas ventajas autenticas a la comunidad internacionaj,,7o. En lugar de ello, muchos eu­ropeos han llegado hoy a considerar al mis­mo Estados Unidos un fuera de la ley, un co­loso proscrito. EI peligro -suponiendo que 10 sea- radica en que Estados Unidos y Europa

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podrian separarse del todo. Los europe os po­drian agudizar mas y mas sus crfticas a Estados Unidos, quien a su vez podrfa mostrar una me­nor inclinacion a escucharlas 0 a tenerlas en

./ cuenta. Y podria llegar el dfa, si no ba !lega­l do ya, en que losestadounidenses presten tanta \ atencion a los pronunciamientos de la Union , . .

'j Europe.a, como la ~ue les merecen los .~e. la / AsoClaclOn de NaClones .del Sudeste AsIatIco

/ (ASEAN) 0 los del Pacto Andino. \v Para aquellos de nosotros que a1canzamos

la mayorfa de edad durante la Guerra Fria, el desacoplamiento estrategico entre Europa y Estados Unidos parece una perspectiva aterra­dora. 'Cuando De Gaulle se topo con la vision del mundo que tenIa franklin Delano Roose­velt, para quien Europa se habfa vuelto ilTele­vante, retr-ocedio sugiriendo que esa vision «ponia en peligro al mundo occidental». Si Estados Unidos iba a considerar a Europa oc­cidental un «asunto secundario», (no estarfa Roosevelt limitindose a «debilitar la verdade­ra causa que estaba destinado a servir: la de la civilizacion»? Europa occidental, insistia De Gaulle, era «esencial para Occidente. Nada puede sustituir la valla, el poder, el bri!lante ejemplo de los viejos pueblos». Con una nota de tipismo, De Gaulle insistfa en que esto era «cierto sobre todo en el caso de Francia» 71.

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Pero dejando a un lado el amour propre de los franceses, (no tenia De Gau!le algo de razon? Si los estadounidenses llegaran a decidir que Europa ya no es mas que una irritante irrele­vancia, (llegarfa tam bien la sociedad estado­unidense a soltar gradualmente las am arras que la un en a 10 que boy llamamos Occiden­te? No es un riesgo que deba tomarse a la lige­ra, en ninguna de las dos orillas del Atlantica.

(Que hacer, entonces? La respuesta obvia . es que Europa deberfa seguir el curso que re­comiendan Cooper, Ash y Robertson, entre otros, y construirse sus propias fuerzas arma­das, aunque solo sea de forma marginal. No hay muchas razones para confiar en que ocu­rra asi, aunque (quien sabe? Es posible que la inquietud por la prepotencia con la que Esta­dos \Jnidos ejerce su poder acabe por generar alguna energia en Europa. Quiza los impulsos ativicos que aun revoloteanen los corazones de alemanes, britinicos y franceses -la me­moria del poder, de la influencia internacio­nal y de la ambici6n nacional- puedan aun' en trar en juego: algunos britinicos todavfa re­cuerdan el Imperio; algunos franceses todavfa !loran la gloire; algunos alemanes todavfa bus­can su lugarbajo el sol. En la actualidad estos deseos se encauzan principalmentedentro del magnHico proyecto europeo; sin embargo, po-

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drfan encontrar una expresion mas tradicio-. nal. Otra cuestion es si tal posibilidad se espera o se teme. Pero serfa mejor todavfa si los euro­peos pudieran ir mas alla del miedo y la ira que les suscita el coloso proscrito y recordaran, una· vez mas, la necesidad vital de contar con un Estados Unidos fuerte, incluso predominante: por el mundo y especialmente por Europa. No es un precio tan alto a cambio del paraiso.

Los estadounidenses pueden ayudar. Es ver­dad que el gobierno de Bush hijo lIego al po­der con CierLo"1s ganas de gresca. Los im pulsos pragmatico-nacionalistas que este gobierno habia heredado del Congreso republi'cano de los noventa Ie hicieron parecer casi ansioso de ridiculizar las opiniones de gran parte del res to del mundo. La imagen que dio en sus pri­meros meses era la de unabestia luchando por

" desasirse de grilletes que solo existfan en su imaginacion. Era hostil a la nueva Europa -como, en menor grado, 10 habia sido tam­bien el gobierno de Clinton-, a la que veia no tanto como un aliado sino como un albatros.· Incluso despues del 11 de septiembre, cuando . los europeos ofrecieron su muy limitada ca­pacidad militar en la lucha en Afganistal~,Es­tados U nidos se resistio, temiendo" que la cooperacion europea fuera una estratagema para controlarlo. La historica decision de la

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OTAN de socorrer a Estados Unidos en aplica­cion del artkulo 5 tuvo para el gobierno de Bush mas de celada que de bendicion; y aSi, la

" oportunidad de arrastrar a Europa a una bata­lIa comun en el mundo hobbesiano, aunque fuera en un papel secundario, se despilfarro de forma innecesaria.

Los estaclounidenses son tan poderosos que no necesitari: tener miedo de los europeos, in­eluso cuando estos vienen con regalos. Mas que ver a Estados Unidos como un Gulliver atado a estacas clavadas al sueio por los lilipu­tienses, los lideres estadounidenses deberian

·caer en la cuenta de que no estan constreni­dos en absoluto, de que Europa realmente no es capaz de limitar su poder. Si Estados Unidos pudiera dejar a un lado la ansiedad engen­drada por este impreciso sentido de limita­cion, podrla comenzar a mostrar una mayor comprension de las sensibilidades ajenas, una mayor generosidad de espfritu del tipo de la que caracterizo su politica exterior durante la Guerra Frfa. Podrfa presentar sus respetos al multilateralismo y al imperio de la ley, y tra­tar de acumular un capital politico interna­cional para esos momentos en que el multi­lateralismo es imposible y la accion unilateral, inevitable. Podria, en resumen, ser mas consi­deraclo y mostrar 10 que los padres funcladores

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lIamaron un «respetn decentc por Ja opinion de la hurnallidad». Estafue-siempre h-poliii­

ca mas sabia, ademas de que encierra un be­neficio cierto para Estados Unidos: ganar el apoyo material y moral de amigos y aliados, es­pecialmente en Europa, es incuestionable­

mente mejor que actuar por cuenta propia frente a la angustia y la hostilidad europeas.

Son pasos pequeii-os y probablemente no abordaran los profundos p'roblemas que ase­dian hoy la relacion transatlan tica. Pero, des­pues de todo, afirmar que Estados Unidos y Europa comparlen un conjunto de valores oc­cidentales comunes es algo mas que un cliche. Sus aspiraciones para la humanidad son pric­ticamente las mismas, incluso aunque la enor­

me disparidad entre sus respectivos poderes les haya situado hoy por hoy en lugares muy

diferentes. Quizi no sea un exceso de ingenuo optimismo creer que un poco de entenclimien­to mutuo podrfa ayudar a recorrerjuntos toda­vfa un largo camino.

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NOTAS

1 Un observador frances cualificado se refiere a «cierta actitud estadounidense [ ... J tendente a acentuar las soluciones militares, tecnocriticas y unilaterales ante problemas internacionales, posi­blemer; te a expensas deotras mas polfticas y coo­perativas». Vease Gilles Andreani, «The Disarray of U.S. Non-Proliferation Policy», Survival 41 (in­\~erno 1999-2000), pp. 42-61.

2 El ejemplo de Bosnia a principios de los no­venta ilustra c6mo algunos europeos, caso del pri­mer ministro britinicoTony Blair, eran a vecesmas vehementes partidarios de emprender acciones be­licas que los gobiernos de Bush padre, primero, y de Clinton despues (Blair tambien abog6 tempra­namente por el recurso a la fuerza aerea e incluso al despliegue de tropas en tierra para responder a la crisis de Kosovo). Estados Unidos no lIeg6 a rea­

lizar operaciones terrestres en Bosnia, pero Euro­pa sf 10 hizo, si bien desempenando una misi6n

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pacificadora de Naciones Unidas que se revelo ineficaz cuando el adversario presento batalla.

3 Michael Howard, The Invention of Peace (New Haven, 2001), p. 47.

4 Robert R. Palmer, The Age oJT/1.e Democratic Rr.uo­lution: A Political Hi5tory oj Euro/Je and America, 1760-

1800 (Princeton, NuevaJersey, 1959), I, p. 242. 5 Felix Gilbert, To the Farewell Add-less: !dUL5 oj

Early American Foreign Policy (Princeton, 1961), p. 17. 6 Citado en Gerald Stourzh, Alex(!nda Hamilton

and the Idea oj RefJllbliwn Government (Stanford, 1970), p. 134.

7 Winston Churchill, The Gathering Storm (Bos-, ton, 1948), p. 94.

8 Edvard Benes, citado en E. H. Carr, The Twenty

Years' Crisis, 1919-1939 (Londres, 1948), p. 30. g Churchill, The Gath.eringStonn, p.12. 10 Citado en A.J. P. Taylor, The Origins oJ the Se­

cond World War (Nueva York, 1983), pp. 73-74.

II Citado en Henry Kissinger, Di/Jlomacy (Nueva

York, 1994), p. 307. [Ed. espanola: Di/Jlo171acia, Edi­ciones B, 1996].

12 Como expres6 un diplomatico frances desti­nado en Berlin, «si Hitler es sincero al proclamar su deseo de paz, estaremos en situacion de felici­tarnos por haber a1canzado unacuerdo; y si sus in tenciones son otras, 0 ·bien si es sustituido por al­

g(m fanatico, al menos habremos conseguido pos­

poner el estallido de la guerra, 10 que des de luego

no deja de ser una ganancia". Citado en Anthony Aclamthv/aite, France and lhe Coming oj the Second

World War, 1936-1939 (Londres, 1977), p. 30; Kis­singer, Diplomacy, p. 294.

13 Citaclo en Paul Johnson, iVfodem Times: The

World Jrom the Twenties to the Eighties (Nueva York, 1983), p. 341.

14 John Lewis Gaddis, The Long Peace (Nueva York, 1987), p. 55.

15 Gaddis, The LongPence, p. 55.

16 Citado en Gaddis, The Long Peace, p. 65. 17 Samuel P. Huntington, «The Lonely Super­

power", Fnreign Affairs 78 (marzo-abril de 1999),

pp.35-49. 18 X [George F. Kennan], «The sources of So­

viet conduct", Foreign AJJairs, julio, 1947, reprodu­

cido en James F. HogeJr. y Fareed Zakaria, eds., The American Encounter: The United States mid the

Making oj the i'vIodern World, (Nueva York, 1997), p.

165. 19 EI Reino Unido y Francia eran los paises

europeos con mayor capacidad de proyectar 51.1

fnerza mas alia de sus fronteras, pero esta capaci­dad no admitla comparacion con la de Estados Unidos ..

20 Iste es tambien el punto de vista com un­

mente encontrado en los libros de texto estadouni­

denses. 21 Steven Everts, "Unilateral America, Light-

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weight Europe?: Managing Divergence in Trans­atlantic Foreign Policy», ponencia de trabajo para el Centre for European Refol"!l1 (febrero de 2001).

22 Ello sin perjuicio de la considerable conu'ibu­ci6n britinica alas operaciones militares en lrak.

2~ E1 sondeo, financiado por el Fondo Marshall

para AJemania y el Consejo para Asunto's Exterio­

res de Chicago, se realizo entre el 1 de junio y el

6 de julio de 2002. Cuando se pidi6 a los encuesta­dos que especificaran cuales de en tre las "posibles amenazas contra intereses vitales» consideraban

«extremadamente importantes», el 91 por ciento

de los estadounidenses ci0 el «terrorismo interna­

cional», en contraste cop el 65 por ciento de los europeos. 'En relacion con'la posibilidad de que «lrak desarrolla.ra;",'mas de destruccion masiva»,

la diferencia era de 28 puntos, pues el86 por cien­to de los estadounidenses identificaba Irak como

una amenaza «extremadamente importante», en

contraste con el 58 de los europeos. Otras expre­siones de esta disparidad: respecto del «funda­

mentalismo", 61 por ciento frente a 49; sobre «el conflicto militar entre Israel y sus vecinos arabes», 67-43; a prop6sito de las «tensiones entre la India y Pakistan", 54-32; en relaci6n con el «desarrollo de'

China como potencia mundial", 56-19; en cuanto a la «situaci6n polftica de Rusia", 27-15.

24 Steven Everts, «Unilateral America, Light­weight Europe?».

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9--, Charles Grant, «European Defence Post-Ko-

sovo?», ponencia de trabajo para el Centre for Eu­

ropean Reform,junio de1999, p. 2.

26 El comentario se debe al ex asesor del De­partamento de Estado Charles Maechling hijo, ci­

tado en Thomas W. Lippman, Madeleine Albright

and the New American Diplomacy (Boulder, Colora­do, 2000), p. 165.

27 Discurso del ayudante de la secretaria de Es­

tado Martin Indyk ante el Consejo para Asuntos. Exteriores, 22 de abril de 1999, citado en Lipp­

. man, Albright, p.183.

28 Tim Garden y John Roper, «Pooling Forces»,

Centre for European Reform, diciembre de 1999: 29 Christoph Bertram, Charles Gnmt y Fran.;ois

Heisbo~rg, «European Defence: The Next Steps»,

Centre for European Reform, boletIn CER, 14, oc­-lubre-noviembre de 2000.

30 Wesley K Clark, Waging Modern War (Nueva York, 2001), p. 449.

31 Los norteamericanos tampoco querfan que sus

pilbtos volaran a b~a altura, 10 que los haria suscep­

tibles de ser den-ibados. Clark, Modern Vlhr, p. 449.

32 Tim Garden y John Roper, «Pooling Forces»,

Centre for European Reform,diciembre de 1999.

33 Clal-k, Modern War, pp. 420 Y 421. «La ausen­

cia de una autoridad.legal», recuerda Clark, "pro­

voco que pniCticamente todos los gobiernos de la . OTAN rechazaran inicialmente el llamamiento

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del secretario Cohen a autorizar una advertencia de la OTAN" previamente al estaIIido de la guerra

a primeros de 1999. 34 Clark, ivIadern War, p. 449. 35 Clark, ivIadem H'ra; p. 426. 36 Como comenta malevolamente Clark, «na­

. die se ri6», Clark, lHodern Wur, p. 417. 37 Clark, lvIodem War, p. 430. 33 John Vinocour, «On both war and peace, the

EU stands divided", International Herald Tribune,

17 diciembre, 2001. 39 Los europeos insisten en que sus presupuestos

nacionaJes estan limitados por ciertas realidades es­

tructurales que irnpiden cualquier incremento

significativo del presupue.sto para defensa. Pero si Europa estuviera a punto de ser invadida, ,sebTUi­rfan sus polfticos sosteniendo que no se pu'eden aumentar los presupuestos de defensa porque ello constituiria una violaci6n de 10 estipulado por el

pacto para el crecimiento y Ia ~stabilidaclde la UE? Y si los alemanes se sintieran amenazados de ver­dad, ,seguirian defendiendo igualmente la intota­

bilid?d de sus programas de bienestar social? 40 Discurso de Fischer en Ia Universidad Hum­

boldt de Berlin, 12 de mayo de 2000. 41 Robert Cooper, Tlw Obseroer, 7 de abril de 2002. 42 Vease Thoma, L. pall[,;le y Peter]. Ahrensdorf,

JtLstice Among Nations: On the jl10ral Basis oj Power and

Peace (L>.\VTence, Kansas, 1999), pp. 200 Y 201.

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43 Discurso de Romano Prodi an te el Institut

d'Etudes Politiques de Paris, 29 de mayo de

2001. 4-! Steven Everts, "Unilateral America, Light­

weight Europe?», p. 10. 45 Chris Patten, «From Europe with Support»,

Yediat AllTOnat, 28 octubre, 2002. 46 La frecnente argumentaci6n de Estados

Unidos en el sentido de que la politica europea

hacia Irak e Iran viene clictacla por considcracio­

nes pecnniariasno es mas que parcialmentc co­rrecta. ,Seran .los europeos mas avariciosos que los estadounidenses? ~No influiran las empresas estadounidenses en la politica de Estados Uni­clos en Asia y Latinoamerica, asi como en Orien­te Pr6ximo? La cliferencia esta en que las clecisio­

nes estrategicas de Estados Unidos pueden a veces entrar en conflicto con intereses financie­

ros, en cuyo caso aquellas priman sobre estos.

Por los motivos expuestos en el presente trabajo,

este tipo de conflicto es mncho menos frecuente

entre los enropeos. 47 Vease Gerard Baker, «Europe's three ways of

dealing with Iraq", Financial Times, 17 de octubre

de 2002, p. 17. 48 Discurso de Fischer en la Universidad Hum­

boldt, 12 mayo, 2000. 49 Discurso de Pracli en el Institute d'Etuc!es Po­

litiques, 29 mayo, 2001.

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50 Charles Grall(, "A European View of ESDP" , ponencia de trabajo para el Centre for European Policy Studies (abril de 2001).

51 Como ha observado Grant, ~,una UE menos

impotente descle el punto de vista militar tendrfa mas garra descle el cliplomatico". Grant, «Euro­pean Defence», p. 2.

52. Dominique Moisi, Financial Times, 11 de mar­zo de 2002.

53 Timothy Garton Ash, New York Times, 9 de abril de 2002.

54 Citado en David Ignatius, «France's, <;onstruc­

tive critic», The H'ashingtiJnPost, 22 febrero, 2002.

55 Comolla seiialado el bistoriador John Lam­

berton Harper, Roosevelt pretendia «provocar una reducci6n radical del peso relativo de Euro­

pa", posibilitando aS1«la retirada europ~a,dela . poiitica mundial". John Lamberton HaCJ:er, Ame­

rican Ilisions of EU1vjJe: hanklin D. Roqsevelt, George

F Kennan, and Dean G. Acheson (Cambridge, lngla­term, 1996), pp. 79, 3.

56 William L. Langer y S. Everett Gleason, The

Challenge /0 Isolation, 1937-1940 (Nueva York, 1952), p.14.

57 Citado en Selig Adler, The Isolationist lm/mls"

Its Twentidh-Century Reaction (Nueva York, 1957), p. 142; Kissinger, DijJlomaC"y, p. 396.

58 Robe~t Cooper, The Observer, 7 abril, 2002.

59 Citado en Kissinger, DzjJlomac)', p. 452.

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GO Citado en James Chace, Acheson: TheSec:retary

of State H7,,; Om/ed the American World (Nueva York, 1998), p. 107.

6! Chace, Acheson, p. 108.

62 Citado en Stourzh, Hamilton, p. 195. 63 Cicado en Edward Handler, America andEumpe

in th, Political Thought of John Adams (Cambridge, Massachusetts, 1964), p. 102.

64 The Economist, «Half a billion Americans?", 22 de agosto de 2002.

65 Citado en Chace, Acheson, p. 150. 66 Citado en Chace, Acheson, p. 157.

67 Citado en Kissinger, Diplomacy, p. 416. 68 Citado en Kissinger, Diplomacy, p. 425.

69 X [George F. Kennan], «The Sources of So-, vietconduc[», p. 169. . .

70 Reinhold Niebuhr, The Irony of American His­tory (Nueva York, 1962), p. 134,

71 Citado en Harper, American Visiom ofEuTOjJe,

pp.1l4-115.

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