8 geografía de tercero de eduardo saccheri

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“GEOGRAFÍA DE TERCERO” Adaptación del cuento de Eduardo Sacheri. Las vacaciones perfectas, la segunda luna de miel tan esperada. Las sierras, el aire tibio y mi sonrisa en el parque de la hostería, completaban una especie de postal del paraíso soñado. Una imagen fugaz, introdujo la primera nota discordante. Algo así como la música que en las películas preanuncia el terror y que pone el estómago en alerta. Y efectivamente algo estaba pasando. Una segunda imagen, confirmó el cambio de argumento. De la comedia al drama en una escena. Esa persona era la profesora de geografía de tercer año, aquella que torturó, por supuesto moralmente, a generaciones enteras del Nacional de Morón, la que disfrutaba con el miedo que provocaba con sólo pararse frente al pizarrón, todos la odiaban. Hilda Cerutti de González. ¿Qué hacia el esperpento en ese lugar?.¿Qué cruel destino me enfrentaba a ese recuerdo sepultado en lo más recóndito de mi conciencia? La reacción fue inmediata. Correría hasta nuestra habitación y le diría a mi esposo que no desarme las valijas y que huyamos al instante. En el viaje le explicaría la situación, pero ahora no había tiempo que perder.

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Page 1: 8 Geografía de Tercero de Eduardo Saccheri

“GEOGRAFÍA DE TERCERO”Adaptación del cuento de  Eduardo Sacheri.  Las vacaciones perfectas, la segunda luna de miel tan esperada. Las sierras, el aire tibio y mi sonrisa en el parque de la hostería, completaban una especie de postal del paraíso soñado.Una imagen fugaz, introdujo la primera nota discordante. Algo así como la música que en las películas preanuncia el terror y que pone el estómago en alerta.Y efectivamente algo estaba pasando.Una segunda imagen, confirmó el cambio de argumento. De la comedia al drama en una escena.Esa persona era la profesora de geografía de tercer año, aquella que torturó, por supuesto moralmente, a generaciones enteras del Nacional de Morón, la que disfrutaba con el miedo que provocaba con sólo pararse frente al pizarrón, todos la odiaban. Hilda Cerutti de González.¿Qué hacia el esperpento en ese lugar?.¿Qué cruel destino me enfrentaba a ese recuerdo sepultado en lo más recóndito de mi conciencia?La reacción fue inmediata. Correría hasta nuestra habitación y le diría a mi esposo que no desarme las valijas y que huyamos  al instante. En el viaje le explicaría la situación, pero ahora no había tiempo que perder.Paré mi pensamiento y decidí tomar un café en el comedor de la hostería y trataría de ordenar mis ideas, antes de huir despavorida.La ventana hacia las sierras, las palabras con el mozo y el aroma del café me bajaron un poco los decibeles.En ese momento descubrí que en la mesa de enfrente estaba esa cabellera gris, esa espalda tan temida, leyendo un libro y tomando un te. Antes de que yo pudiera reaccionar la vieja giro lentamente y me miró con esos ojos grises, helados, infames, asesinos en potencia.

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-¿Qué casualidad joven, encontrar alguien de Morón acá, tan lejos. No hacía falta ser bruja para leer mi remera del Deportivo Morón con gallito y todoMe fui acercando lentamente y ella volvió a hablar:-Yo soy Hilda Cerutti de González. – Ajá?-contesté- Mucho gusto.Me preguntó por mis estudios secundarios y al notar mi desconocimiento de ella me recalcó:- Que raro, yo fui profesora de geografía de tercero de todos los alumnos del N.de Morón en esa época.Ya lo sabía, vieja bruja, como todos los que  jodiste, sistemáticamente, por el simple placer de usar tu sadismo sin límites…Sin embargo me escuche contestar con voz pausada:-¿Qué raro, señora Cereti, no la recuerdo, y eso que todos los años nos encontramos con los compañeros y no la tengo presente.-Cerutti, joven, Cerutti de González. Hilda ¿Realmente no recuerda?Me sentí  una héroe reivindicando a todos mis compañeras y compañeros que la habían sufrido.Ella siguió insistiendo con detalles que yo conocía bien, pero seguí  sin recordarla. La vi derrumbarse, ahora si aparentaba como doscientos años.Me disculpé porque debía retirarme y al despedirme la salude amablemente:- Mucho gusto señora Cerruti de Fernández. Ni pudo rectificar lo que acababa de decir, se quedó muda, yo di media vuelta caminé hacia el ventanal y hacia el río.Con el rabillo del ojo alcance a verla viejita y abatida sobre el libro que fingía leer.Respiré con alma y vida el olor de las flores, llegue hasta el río y me descalce, metí mis pies en el agua, y por supuesto supe que por fin me había librado de ella.Al salir nuevamente al parque recordé a mi abuela cuando decía:-Para los mal paridos no hay nada peor que el olvido.