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    LA PRCTICA DE LA LIBERTAD CIVIL:LA POLMICA DE SERVANDO TERESADE MIER Y JOS BLANCO WHITE EN

    LA FRAGMENTACIN DE LAMONARQUA ESPAOLA

    MARIANA ROSETTI(UBA-CONICET)

    IntroduccinEntre noviembre de 1811 y octubre de 1812 se

    suscita en la ciudad de Londres una extensa polmica con ribetes acalorados

    entre el letrado novohispano Servando Teresa de Mier (1763-1827) y elperiodista sevillano liberal Jos Mara Blanco White (1775-1841) sobre lalegitimidad de la independencia absoluta de la Amrica hispana conrespecto a la Monarqua espaola1.

    Lo que se inicia como una reflexin poltico- crtica de Blanco Whitesobre el accionarprecipitadode la declaracin de independencia del Congresode Caracas del 5 de julio de 1811, pasar a ser, en manos de Mier, el campode batalla verbal sobre la posibilidad y capacidad de los americanos deindependizarse de la tutela espaola. Tutela que visualiza el escritorsevillano como refugio necesario para los americanos debido a suinexperiencia en el uso de su autonoma poltica, pero que Mier consideraun encierro engaoso y caduco del que hay que liberarse: Ya: pero como no eslo mismo querer ser independiente que poderlo. Y quin cree usted que puede

    hacer incierta nuestra independencia? Espaa, desahuciada de todos losmdicos, y que de las Amricas mismas era de donde sacaba los medios desubyugarnos? Portugal? [] Inglaterra por ventura? (65)2.

    1 Los textos que componen la polmica son los siguientes: Independencia deVenezuela El Espaol XIX (30 octubre 1811); Carta de un americano al Espaolsobre su nmero XIX, (11 noviembre 1811); Contestacin a un papel impresoen Londres con el ttulo de Carta de un Americano al espaol sobre su nmeroXIX, El Espaol XXIV (30 abril 1812); Segunda Carta de un Americano alespaol sobre su nmero XIX. Contestacin a una respuesta dada en el nmeroXXIV (julio 1812); Contestacin a la segunda carta de un Americano al espaolen Londres, El Espaol XXVIII (30 agosto 1812); Carta al Americano sobre la

    rendicin de Caracas, El EspaolXXX (30 octubre 1812). Tomamos los datos dePasino, "Independencia" 74.

    2 Servando Teresa de Mier, Cartas de un americano 1811-1812. Prlogo de ManuelCalvillo. Mxico D. F.: Secretara de Educacin Pblica, 1987. Todas las referenciasa estas cartas de Mier se extraern de esta edicin.

    Vo l u m e 3 7 . 2

    F a l l , 2 0 1 4

    T h e U n i ve r s i t y o f V i r g i n i a

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    La refutacin retrica que estipula Mier, basada en el desplazamientodel problema3venezolano al malestar de todos los americanos como unidad,configura la polmica pblica como corolario y escrito movilizador defuturos movimientos independentistas americanos4. Este procedersinecdquico concibe a la independencia de Venezuela como el inicioobligado y peligroso del derrumbe del edificio monrquico absolutista y laposterior invasin del sistema republicano. A su vez, la declaracin de laindependencia absoluta de Venezuela hace ineludible el surgimiento del

    problema americanoque signific para las Cortes de Cdiz, y en especial para elsector liberal peninsular, la lucha por la autonoma poltica de losamericanos.

    En la pelea por la autonoma dentro del terreno resbaladizo y deapertura poltica del perodo liberal espaol (1808-1814), Mier propone laemancipacin absoluta de la tutela espaola. Por el contrario, Blanco White

    leer el proceso de ruptura o regeneracin (Guerra 121) como undesborde prematuro y mal aplicado por los americanos de una verdadindudable (Blanco White, Independencia de Venezuela 41) que debe seratemperado, contenido y reencauzado por un funcionamiento ms eficazde las Cortes de Cdiz5.

    Ms all de las posturas aparentemente irreconciliables de estos dosletrados, la particular construccin discursiva de su polmica pblica haceuso de distintos procedimientos retricos que nos permiten verla como unacto polticoo prctica de un taller ciudadano trasatlntico. Es decir, esta disputa

    verbal estipula una forma distinta de concebir al ciudadanohispanoamericano ligado a prcticas de escritura, lectura y sociabilidad

    3 Esta categora forma parte de la clasificacin que estipula Marc Angenot comoprocedimientos de refutacin del discurso polmico (1982: 211-233). Tomamos lamisma de la seleccin que hacen Anala Reale y Alejandra Vitale (68).

    4 Al respecto, los estudios de Calvillo y Pasino hacen una reconstruccin muyprecisa de la difusin de las cartas de Mier por distintos libertadores protagonistasde los procesos de emancipacin americanos (entre ellos, se destaca el caso deBelgrano que analiza Calvillo) (47-48).

    5 Blanco corresponde a las observaciones de los venezolanos con respecto a laatroz poltica que hizo insensibles a nuestros hermanos sobre nuestra desgraciaque ha llevado a cabo la Monarqua espaola sobre los territorios americanos. Sin

    embargo, considera que el Decreto de Independencia absoluta del Congreso deVenezuela ha contribuido a endurecer la poltica cruel espaola al atizar el fuegode la contienda de espaoles contra espaoles en Amrica. (Blanco White,Independencia de Venezuela 42). Se modific para este trabajo la grafa y ciertosusos gramaticales de la escritura de Blanco para adaptarlas al uso gramatical actual.

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    modernas en las cuales la opinin pblica ocupa el lugar rector de gua yespacio de experimentacin para estos letrados devenidos en polticos6.Debido a ello, este artculo analiza las distintas estrategias discursivas queestos letrados esgrimieron para defender sus argumentaciones, enmarcadasdentro de una red de interaccin semntica (Maingeneau 1) que estipula todatrama polmica. Se considerarn para tal fin las distintas intervenciones deestos letrados como actos polticos, es decir, como textos que dan consistenciaal contexto donde estn insertos (Pasino, "Escritos" 345) y permitencongregar y afectar a los lectores que se convierten en corresponsales delas cartas (Ozuna Castaeda 484).

    La opinin pblica y el discurso de los s in t i erra : reconfiguraciones ymscaras ciudadanas

    [] en medio de la nacin ms clebre en

    conocimientos de poltica; tengo la fortuna deor a los hombres ms sabios, o de msexperiencia en esta ciencia difcil, que nopuede aprender bien sino en la prctica. Eltaller de la libertad est abierto en Inglaterra alos ojos del mundo.Jos Mara Blanco White, El Espaol VII: II(30 octubre 1810): 86

    Y sabr, usted, mejor que sus representantes,si ste es el tiempo de entrar en la carrera?Ms sabe el loco en su casa que el cuerdo enla ajena. A m me parece, que debieronaprovechar los momentos de la justaindignacin del pueblo, para soltar los resortesflamantes de su libertad naciente hasta llegaral trmino deseado. Las formas y habilitudesantiguas caern con el mismo golpe, que suautor el monstruo del despotismo.Servando Teresa de Mier, Carta de un americanoa El Espaol sobre su nmero XIX, 1811.66.

    A lo largo de los distintos nmeros de su peridico El Espaol (1810-1814) publicado en la ciudad de Londres, Blanco White se propone realizaruna tarea de edicin que engloba diversas funciones discursivas. As, en

    varias de sus intervenciones, procura construirse en un buen consejero

    6Este cambio forzado de funciones ejercidas por los letrados, producto de la crisismonrquica generada tras la invasin francesa de 1808, es trabajado tanto porFernando Durn-Lpez (68) y por Alejandra Pasino, "Escritos" (349), entre otros.

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    poltico y en un minucioso observador de las distintas pujas de poderque tienen lugar en el campo de batalla legislativo, comercial y/o militar. Sinembargo, y, por sobre el resto de las otras funciones discursivas ejercidas,este escritor se perfila como un hbil orquestador y mediador de lainformacin que llega a sus manos. Es as que su peridico se piensa insertoen un estratgico cuerpo doctrinal en el que cada informacin se transformaen un eslabn que se encadena y dialoga con las reflexiones y hechos delmismo nmero, que avala los nmeros anteriores y que prefigura lossucesos que vendrn a travs de un anlisis deductivo y medido de edicin.Ningn artculo est por azar en este cuerpo bien amalgamado de argamasainformativa y ladrillos de propuestas liberales. Efectivamente, el peridicopuede ser concebido como una metfora conciliadora de la construccin dela nacin espaola en proceso de transformacin que este noticioso, cualesqueleto del edificio constitucional, va apuntalando cada vez que su

    constitucin se sale de cauce o se distancia de las prioridades de susdestinatarios.

    Debido a ello, Blanco White advierte a sus lectores peninsulares sobrela evidente y preocupante involucin del accionar revolucionario. Segneste escritor, la revolucin de 1808 haba comenzado a gangrenarse yexpandirse de forma indiscriminada por el edificio de la nacin espaolagenerando grietas en sus cimientos. La nica solucin que encuentra esteeditor para aplacar los efectos nocivos es el cambio de cauce de larevolucin a travs de una reestructuracin saludable que d va libre a laparticipacin ciudadana. Esta observacin se destaca en los primerosnmeros y va dirigida al pueblo espaol luego de realizada la gloriosarevolucin contra Napolen y su posterior aletargamiento frente a los

    manejos de las Juntas Provinciales:

    Para libertarse esta [Espaa], es preciso que sufra una revolucinverdadera [] Espaoles: jams se purifica una grande masa sin unafermentacin violenta: la ms suave y saludable es la que en los cuerpospolticos ocasionan las luces. Empezad por dar el ms libre curso a estas.Dejad que todos piensen, todos hablen, todos escriban, y no empleis otra fuerza que ladel convencimiento. Desterrad todo lo que se parezca a vuestro antiguogobierno. Si el ardor de una revolucin os atemoriza, si las preocupacionesos ponen miedo con la idea de la libertad misma, creed que estndestinados a ser perpetuamente esclavos (Blanco White, Reflexionesgenerales sobre la Revolucin Espaola 26-27). (Destacados mos).

    La apertura al dilogo -la modalidad de gobernar a travs de lapersuasin y del uso de la opinin pblica- sern, sin embargo,resignificadas por Blanco White en su interpretacin de la declaracin de laindependencia absoluta venezolana. Para este periodista, esta revolucincambia el rumbo del accionar moderado y sin sangreque sta haba iniciado

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    el 19 de abril de 1810 con la creacin de su Junta en Caracas. En otraspalabras, los hechos recientes transforman el caso de Venezuela en unpeligroso disturbio, una adaptacin forzada de las revoluciones francesa ynorteamericana. Ms preocupante an por el hecho que todava no existepara Blanco White un pueblo americano sobre el cual sostener los cambiospolticos, sino un cmulo de facciones partidarias dispuestas a apropiarse delos beneficios del poder. Para justificar esta postura, Blanco White presentaa la Declaratoria de Independencia venezolana como el producto de unafaccin de americanos jacobinos que, como fieles autmatas, reiteran lospasos de los revolucionarios franceses:

    Para saber que en Caracas se estaba fundando la libertad sobre sangre, segnla frase filosfica de los jacobinos de todo el Mundo, y que esta sangre sederramaba con la arbitrariedad y horrores que acompaan a toda

    revolucin de un pueblo dividido en partidos, no eran menester cartas,bastaba la proclama del congreso, que Ud. piensa que yo suprim por sacarcon aire de triunfo mi sistema poltico, y que para los ms inteligentes enestas materias es una fortsima prueba de l [.]-Seor mo, las proclamasrevolucionarias tienen ya su diccionario. Yo suplico a los que lo hayanestudiado que me traduzcan estas frases (Blanco White, Contestacin aun papel impreso en Londres 411-412).

    En el caso de Mier, sus Cartas a Blanco White consideran el desborderevolucionario americano como la puesta en acto, la materializacin, de lafragmentacin de la Monarqua espaola causada por la negativa de lasCortes y de la Regencia a reconocer los derechos de la soberana popularamericana:

    Espaa aunque slo tenga la mitad de la poblacin de Amrica, pretendeposeer la fbrica exclusiva de los Fernandos. As reconoci por legtimosdoce que vaci en sus provincias, y que luego refundi en el Gaditano.Este slo es el verdadero, el mismo mismsimo que tiene preso Napolenen Valencey. Enhorabuena. Es as que este Fernando ha declaradoinjustamente, como usted tiene probado, la guerra a Venezuela, y la tienebloqueada: luego decay de su derecho, disolviose el juramentoesencialmente condicional de los pueblos para su felicidad, y el deVenezuela puede elegir otro rey ancara que sea pagano, o constituirsecatlicamente segn la forma de gobierno que ms le convenga. Tales son lasleyes de Espaa recordadas en el prlogo de su Proyecto de constitucin, ymuy conformes al derecho natural (68)

    El tpico de la fbrica de hacer Fernandosdel gobierno peninsular, no espropio de Mier. Este recurso se destaca en la segunda carta que le escribe

    Juan Sin Tierra al editor del peridico El espaol y que se publica en elnmero XIII, a fines de abril de 1811. Volveremos ms adelante en estetrabajo sobre al anlisis de este tpico particular que ha generado tantas

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    controversias para ciertos estudiosos de la polmica de estos dospensadores heterodoxos.

    Antes de eso, queremos detenernos un momento para reflexionar sobrela incursin del corresponsal Juan Sin Tierra en ciertos nmeros delperidico en los que, no por casualidad, se pone en duda la reputacin deleditor7. Este colaborador se presenta en su primera entrega como un

    viajero sin residencia especfica, que recibe, sin embargo, novedades deprimera mano sobre lo que acontece en las Cortes de Cdiz y que deseahacerlas pblicas, pero teme poner en riesgo su identidad. Por ello, recurre aBlanco White:

    Mis noticias no son agradables, y si yo hubiera de publicarlas con minombre seguramente no habran salido de mi cartera, mas como Ud. enesta materia tiene ya poco que perder, quiero decir, como el odio que Ud.

    ha excitado en muchos de sus paisanos no ha de crecer ni menguarporque diga Ud. algo de nuevo que les disguste, me determin a mandarmis noticias, Ud. publicarlas, y como decimos comnmente, sufrir por m laspedradas (Blanco White, Sor. Editor del Espaol 451)

    En dicha misiva, este corresponsal autoimpuesto critica duramente ladebilidad del poder ejecutivo tanto de la Regencia como de las Cortes ysugiere fuertes medidas de rigor para reavivar -si todava eso es posible- lasllamas de la revolucin: la hoguera no se ha encendido de nuevo y nosabemos dnde buscar yesca (454). A su vez, y de la mano de esta retricade la desilusincon respecto a lo que se esperaba de una revolucin que haceya tres aos que se inici, plantea el fracaso de los gobiernos de Espaa enun tono trgico: podr usted explicarme, Seor, Editor, en qu consiste

    esta fatalidad que hace que todos los gobiernos se parezcan unos a otros enEspaa? (452). La respuesta de Blanco no deber ser, segn suinterlocutor, producto de los principios filosfico-polticos, sino propia delas cosas de hecho (453). Para ello, le confiesa a Blanco que a pesar deque no prefiere tendencias despticas o tirnicas: quisiera ver en Espaa,un poco menos de convenciny algo ms deNapolen. Vea Ud. una especie derefrn poltico que yo me he formado, sobre esta materia (453).

    Como vemos, desde su primera carta y a lo largo de todas las demsque le mande al editor del peridico, desenmascara las falencias y malospasos dados por la gobernacin peninsular tanto en su problema americano

    7Rescatamos, en esta lnea, las primeras cartas o entregas que le fue haciendo Juan

    Sin Tierra a Blanco sobre sus observaciones y anlisis particulares delfuncionamiento de las Cortes de Cdiz y la desilusin que este corresponsal sufredebido a la desintegracin del devenir de la revolucin de 1808. Estas cartas seincluyen en los nmeros XII, XIII y XVI del peridico, respectivamente y estn endilogo directo con los cuestionamientos realizados por Blanco en dichos nmeros.

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    como en sus conflictos con el resto de las potencias europeas(especficamente, sus traspis a la hora de valorar la ayuda militar y polticainglesa). En cierta forma, podra decirse que Juan Sin Tierra acta como eltestigo que Blanco White no pudo ser de los vericuetos de poder de lasCortes de Cdiz y de las repercusiones de la aplicacin de la constitucinque ellas conciben para Espaa y sus provincias8. A su vez, este corresponsal

    peregrinomodula todo aquello que Blanco, por su prurito editorial, prefieresugerir o silenciar debido a los fines conciliatorios que busca en relacin alas inminentes emancipaciones americanas y a las reformas liberales quedesea que las Cortes gaditanas apliquen. Por estos motivos, varios crticoscomo Andr Pons; Alejandra Pasino y, especialmente, ChristopherDomnguez Michael (en un gesto un poco ms osado), han atribuido laautora de estas cartas a la mano de Blanco White9.

    Como analizamos la polmica de Blanco White y Mier y sus

    motivaciones poltico-contextuales, no podemos dejar de lado losbeneficios estratgico-argumentales que plantea la inclusin de Juan Sin

    Tierra en el peridico de Blanco. Este personaje ficcional habilita laintroduccin de procedimientos inditos en la publicidad tradicional ya quemodula la voz de individuos que no estaban concretamente encargados demisiones de servicios pblicos (Lmperire 70)10. Por tal motivo, lepermite a Blanco White pergear una suerte de mscara ciudadanamediante lacual se refugia tras este ciudadano- personaje que se siente peregrino en supatria y genera preguntas incmodas y observaciones lapidarias sobre elpresente poltico de Espaa.

    Por otro lado, este personaje le permite a Blanco White configurar unlector polismico del peridico que vara segn las informaciones o

    novedades que el noticioso presente. As, los lectores son por momentos

    8Recordemos que Blanco White se exilia en Inglaterra desde 1810 hasta su muerteacaecida en 1841 y no regresa nunca a Espaa luego de su partida.

    9La osada de Domnguez- Michael provendra de la sugerencia de una suerte dedesdoblamiento tico- sentimental del periodista en ambos autores(Blanco/Juan). Al respecto, este autor seala que los tipgrafos ingleses quiz seequivocan en la Historia de la Revolucin de la Nueva Espaa (1813) de Mier alnombrar a Jos Blanco como Juan Blanco (400). Es acaso una equivocacin delos tipgrafos de Mier o un develamiento del letrado novohispano de lasestrategias retricas de su amigo sevillano?

    10 Si bien Lmperire hace esta observacin para caracterizar la introduccin deprocedimientos ficcionales en la prensa novohispana en ciernes (de hecho, trabajacon el Diario de Mxico), nos resulta muy til su anlisis para aplicarlos a lascondiciones de escritura de Blanco White (en especial, en relacin con la recepcinde sus lectores peninsulares).

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    ingleses, otros momentos espaoles-americanos, pero siempre, y porsobre todo, sus desagradecidos conciudadanos espaoles. Los destinatariosdirectos de sus exhortaciones periodsticas son aquellos que cuestionan laobjetividad de sus juicios y lo excomulgan de lacomunidad de ciudadanosactivos de Espaa. Se diferencian, de esta forma, de los americanos, tanagradecidos por su labor que lo nombran ciudadano de sus lares y loincluyen en su proyecto poltico por la forma moderna de Blanco de abrirlas puertasde su peridico a todo escrito que contribuya al dilogo polticoentre Espaa y Amrica. Debido a ello, frente a las reiteradas invitaciones ysalutaciones hiperblicas por parte de los americanos, encontramos enBlanco White la misma y moderada respuesta:

    Ya lo he dicho otra vez [en su respuesta a Antonio Joaqun Prez], y lorepetir eternamente: los espaoles; no los americanos, debieran estarme

    agradecidos. Si yo hubiera sido imparcial, si el miramiento hacia la Espaano hubiese sido mi norte: si yo hubiese querido inclinar a los americanos ala independencia, nadie me ha presentado armas ms poderosas que lasCortes (Blanco White, Contestacin299).

    Esta contestacin evidencia el hueco o distancia inexorable que se vaprofundizando entre la bsqueda de conciliacin del escritor sevillano conrespecto a los cambios polticos que se suceden de forma vertiginosa enEspaa, y las ciegasmedidas que llevan a cabo tanto la Regencia como lasCortes de Cdiz11. Como una especie de clculo matemtico que sedesprende del contenido de los artculos del peridicoEl Espaol, el excesode afecto americano evidencia la carencia o ausencia flagrante de capacidadde debate y apertura poltica del gobierno peninsular y de los tejes y manejes

    que en l se presentan12.

    11Al respecto, no es menor el hecho que Blanco les d visibilidad y prioridad en lalista de los documentos a imprimir en el cuerpo de su peridico.

    12Este armado meticuloso de los efectos de lectura construidos por el editor, seobservan tambin en la reflexin de Blanco sobre la Declaratoria de Independencia deVenezuela. As, en su nmero XIX diferencia el accionar medido de Venezuela en1810 a su respuesta caprichosa en abril de 1812: Resulta pues como de unademostracin matemtica, una de dos cosas: o que la Junta de Venezuela tena losmismos deseos que el pueblo; o que stos eran los deseos del pueblo, y la Juntacondescenda con l a pesar suyo (Blanco White, Reflexiones sobre laconciliacin de Espaa y sus Amricas 53). Esta estrategia ser burlada hasta el

    hartazgo en las cartas de Mier al editor del peridico. A modo de ejemplo: []ambas cosas no haban sido fingidas, lo haba usted probado, segn deca,matemticamente; y yo le prob en mi Carta, pgina 12, porque Venezuela desdeel 21 de julio, 1810, pidi a toda la Inglaterra aliada de Espaa pro garante de suunin con sta, y obediencia a Fernando VII (Mier 155).

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    Dentro de los manejos institucionales peninsulares, encontramos lautilizacin de la carta que supuestamente Antonio Joaqun Prez, presidentede la Diputacin de Amrica en las Cortes de Cdiz, le enva a Blanco el 23de febrero de 1811 y que ste publica sin dilaciones en su nmero XIII, defines de abril de 1811. En ella, el presidente considera un deber agradecerlesu labor de parte de toda la diputacin americana por hacer en su peridicola apologa ms victoriosa de sus justos clamores (Carta del Presidentede la Diputacin de Amrica en las Cortes de Espaa 69).

    Luego de su publicacin en el peridico, esta carta es puesta en tela dejuicio en las sesiones extraordinarias de las Cortes el da 24 de mayo. Elhecho de que an en el da de hoy se desconozca el autor de esta misiva,alimenta el poder de las imposturas y las construcciones ficcionales de lasque se ha aprovechado en sus inicios la moderna opinin pblica paraconformar y educar a su pblico13. Lo que nos interesa de dicha carta no es

    tanto su autora, sino los juegos de apropiaciones que ha tenido y lasconsecuencias polticas que este asunto de alianzas fraguadas trajoaparejado.

    En la sesin de las Cortes del 24 de mayo de 1811, el diputado Prezneg rotundamente su autora y exigi una rectificacin de Blanco que sterealiz en su nmero XV con una justificacin al caso que no deja de ser depor ms interesante. En la misma, Blanco considera a la misiva como

    vocera de los agravios sufridos por los americanos en las Cortes de Cdiz.Para el escritor sevillano, esta carta ocupara el lugar del malestar americanoenCdiz sentido, vivido y expresado en reiteradas ocasiones:

    La carta me pareci, y parece, tan conforme con los sentimientos

    manifestados por los seores americanos en las cortes, que bien se puedellamar un eco de ellos, si se excepta los elogios que me da [] Que losamericanos haban sufrido contradicciones en el Congreso, lo sabe todo elmundo: que haban sufrido algo ms, es una expresin de tan moderadoresentimiento que bastan para autorizarla las interrupciones, lasexpresiones de acaloramiento, y las quejas que constan en los diarios deCortes (p. 69, 103, 125, 234, tomo 2 de los debates) (Blanco White,Carta del Editor de El Espaol a Don Antonio Joaqun Prez 254)

    La sesin de las Cortes cuestion fuertemente la utilidad y losbeneficios que el decreto sobre la libertad de prensa de noviembre de 1810

    13Pons, por ejemplo, esgrime dos autores posibles, y totalmente dismiles entre s,

    para esta carta: No est claro cmo ha de interpretarse este complicado affaire, si setrata de una maniobra de la diputacin americana para vengarse de lashumillaciones y la censura de las que era vctima o de una provocacin del partidoantiamericano, con la complicidad del diputado Antonio Prez para desviar lassospechas (264)

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    otorg a los ciudadanos14. Las crticas hacia esta nueva modalidad dehacer poltica se asociaron a los peligros que traa aparejado el nuevomodelo de ciudadano que esta libertad de prensa fomentaba y modelaba. Asu vez, (y como bien lo recupera Pons [261-272]), este conflicto entreciudadana y poder de expresin pblica fue asociado al abuso que delmismo hizo Blanco en su peridico y es por eso que recibe una medidaejemplar por parte de las Cortes de Cdiz: su peridico se censura enEspaa y en los confines americanos, se amenaza a este escritor con quitarlelos derechos de ciudadana espaola y se lo acusa defalsario.

    Este suceso destaca la dificultad existente en el proceso deconformacin de una nueva constitucin liberal con bases amplias departicipacin ciudadana que habilite a sus beneficiarios a ejercer librementeel derecho a la expresin de sus opiniones sin censura ni cercenamientos. Alrespecto, resultan tiles las observaciones de Annick Lemprire sobre el

    funcionamiento de la opinin pblica en el perodo liberal de comienzos delsiglo XIX hispanoamericano:

    Muchas de las palabras que empleaba el liberalismo, en realidad, eran lasmismas que las de la cultura pblica premoderna. Pero el liberalismo nosolamente las reordenaba segn un orden lgico distinto, sino quetambin les daba significaciones inditas [] vocabulario idntico alantiguo, pero que haba perdido su claridad y se haba vuelto ambiguo ycontrovertido. La libertad poltica de la imprenta decretada por las Cortesde Cdiz desencaden por muchas dcadas, un conflicto de palabras y deconceptos no menos enconado que la lucha institucional o la guerra deinsurgencia (55). (Destacados mos)

    Laguerra de palabras a la que hace referencia Lmperire se actualiza enla sesin de las Cortes del 24 de mayo de 1811 en relacin con el conceptode ciudadano. Este trmino pilar o pivote del cambio de sistema poltico, sercuestionado de raz por los diputados peninsulares. En consecuencia, sulimitacin tendr un efecto retroactivo al generar una nueva interpretacinms restrictiva de este concepto en relacin con uno de los primerosdecretos expedidos por las Cortes y que ampliaba las bases de soberana

    14 Este cambio radical en la concepcin de la libertad de prensa es explicado porLmperire: La situacin se volvi muy distinta cuando las Cortes de Cdizdecretaron que la libertad de imprenta era un derecho poltico, al mismo tiempoindividual y universal. Dentro del nuevo orden jurdico, cada uno poda no

    solamente publicar su opinin, sino pretender que se trataba de la opinin delpblico [] proceso indito de publicidad: prohibidos hasta la fecha, los temaspolticos y los debates que llevaban a cabo las mismas autoridades se volvieronasuntos de publicacin y de discusin con la multiplicacin desenfrenada de losimpresos [] Esta nueva autoridad se llam opinin pblica (71).

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    nacional a las colonias americanas. As es como se pone en jaque eldecreto del 15 de octubre de 1810, que estipulaba la soberana nacionalentre los dominios espaoles en ambos hemisferios al sostener que

    [] forman una sola y misma monarqua, una misma y sola nacin, y una solafamilia, y que por lo mismo los naturales que sean originarios de dichosdominios europeos o ultramarinos, son iguales en derechos a los de estapennsula, quedando a cargo de las Cortes tratar con oportunidad, y conparticular inters de todo cuanto pueda contribuir a la felicidad de los deultramar [] desde el momento que los pases de ultramar, en donde sehayan manifestado conmociones, hagan el debido legtimoreconocimiento a la legtima autoridad soberana, que se halla establecidoen la Madre Patria, haya un general olvido de cuanto hubiese ocurridoindebidamente en ellos [] (Decreto del 15 de octubre de 1810)(Destacados mos)

    Traemos a colacin este decreto ya que fue uno de los primeros queexpiden las Cortes en su necesidad de solicitarle a las provincias americanasque acepten la representacin nacional de las Cortes luego que la JuntaCentral se disolviera. Si bien este documento no nomina al sujeto dederecho como ciudadano, lo cierto es que lo equipara con el naturaloriginariode los territorios marinos y ultramarinos y le otorga beneficios a cambio deolvidos de injusticias o agravios recibidos en un pasado. As, el ingreso delnaturalal mundo poltico debe hacerse a travs de renuncias de su memoriacolectiva e histrica. A su vez, configura una pertenencia simultnea en tresuniversos de sentido concebidos de forma unvoca que con el correr delsiglo XIX se irn armando de manera escindida. Ellos son la monarqua, la

    nacin y lafamilia.Sin embargo, la inclusin de estos tres universos de sentido dentro deuna misma entidad traer aparejado el desliz de la ciudadana (Annino 66)que los liberales gaditanos no logran advertir, muy probablemente debido aun diagnstico equivocado sobre las insurrecciones americanas15. Es decir,ms all de las restricciones y de las reconfiguraciones que sobre elconcepto del ciudadano se harn en un futuro en los artculos 5 y 18 de laConstitucin de Cdiz (en los que se excluye a las castas de la posibilidadde eleccin y de la calidad de ciudadanos), la revolucin de 1808 hahabilitado la apertura de un sistema poltico indito en Espaa y susterritorios ultramarinos. La mutacin cultural y poltica que se produce en1808 en la Monarqua espaola y sus colonias no se genera de unamaduracin endgena, sino que ha sido impuesta por circunstancias

    15 La incapacidad para percibir la especificidad americana est en la base de launiformidad que pretendieron en las Cortes de Cdiz liberales tan destacados comoArguelles y Toreno (Brea 168).

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    exteriores y, en gran parte, inesperadas, que constituyen una de lasparadojas ms importantes del mundo hispnico.

    Este desliz de la ciudadana se destaca en la segunda carta de Juan SinTierra a Blanco White que sale publicada en el nmero XIII de superidico. La misma puede leerse como efecto de la apertura polticahabilitada por la revolucin peninsular y por las Cortes de Cdiz por dosmotivos: por un lado, porque se construye en ella una trada particular entreeste corresponsal, un diputado americano de las Cortes y el editor sevillano.Ello concierne un quiebre o fuga entre los distintos sectores concntricos opirmide de pertenencias propios de la organizacin de las comunidadesde la Monarqua y del Antiguo Rgimen (Guerra 157). Gracias a esta fugade voces y opiniones, en esta entrega, el diputado americano le confiesa alcorresponsal peregrino todas las falencias que observa en el funcionamientode las Cortes (anticipando as el camino de las independencias absolutas

    americanas).Por otro lado, Blanco White elide la primer parte de la carta en la que se

    trabaja sobre la identidad del americano porque a causa de que no hepodido averiguar si el hecho importantsimo en que se funda, es verdadero(Juan Sin Tierra al Editor deEl Espaol 60). De esta forma, Blanco Whiteconfigura una construccin de la opinin pblica que se distancia de una

    verdad unvoca o mera transferencia de datos en un juego de estrategiasdiscursivas sobre la libertad de prensa concebida desde 1808 como esecamino de construccin acelerada de tal opinin pblica por parte de losliberales (Durn Lpez 70). Por tal motivo, este periodista configura undiscurso poltico pblico tendiente a convencer al pblico de lectorespeninsulares sobre la necesidad de plantear cambios que acorten las

    distancias entre la excesiva teora debatida en las Cortes y la conflictivarealidad que se presenta a ambos lados del Atlntico.A modo de antecedente de lo que luego ser la argumentacin de Mier

    en sus cartas a Blanco White, la intervencin de Juan Sin Tierra construye eltpico de la fabricacin de los Fernandosligado inextricablemente a la polticacatica del gobierno espaol en todas sus variantes desde 1808 por causa desu desvo porintereses econmicos:

    La Regencia anterior, la presente, las Cortes, y todos los que hayan tenidoparte en la conducta de Espaa con sus Amricas, no deben llamarse a miparecer injustos, sino delirantes. Qu es lo que se llama poltica en un gobierno?Segn mi corto entender, es el conocimiento que los que gobiernan unanacin deben tener del estado en que se halla, y se hallan los que tienen

    conexin con ella, para acomodar su conducta a las circunstancias, y sacardel estado de las cosas el mayor provecho posible [] Pues vea Ud. si haymodo ms pintado de hacer esto al revs que el que han seguido losgobiernos espaoles [] Yo soy Fernando 7 grita cada cual de las juntasprovinciales. Yo lo soy ms, dice la Central- y yo como el mejor,

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    concluye la Regencia (Juan Sin Tierra al Editor de El Espaol 65)(Destacados mos)

    Juan Sin Tierra muestra en su carta cmo el derecho ciudadano dehacer poltica se ve restringido para los americanos al ser considerado estederecho como una poltica de contrabando en dichos espacios lejanos:[] y al fin empieza a aparecer un Fernando 7 americano. -Quiniquidad! Ese Fernando es Espurio, es de contrabando; las fbricaspertenecen nicamente a la pennsula [] Por qu no admitir a este nuevoFernando, que es un valiente refuerzo, porque es ms rico que todos juntoslos que estn ya fundidos en uno? (65).

    Tanto el tono irnico que asume Juan Sin Tierra como la modalidadpardica de la reproduccin de las ideas y luchas que se suscitan en lasCortes en relacin con la detentacin de la soberana nacional, le permiten a

    este corresponsal denunciar la distancia infranqueable que se va generandoentre debates tericos y hechos que los exceden e inutilizan. A su vez, estamultiplicacin de soberanos, cual constelacin de satlites, evidencia la granausencia del centro de poder, razn por la cual tanto en este nmero de superidico como en tantos otros de su autora, avalar la creacin de juntasen Amrica que acten en sustitucin del rey cautivo, siguiendo el ejemplode las juntas provinciales creadas en Espaa.

    Ms all de lo dicho, lo que llama la atencin de este nmero XIII, y dela carta del colaborador inserta en l, es la forma que tiene Blanco White deconcebir a la constitucin en ciernes como un catecismo poltico que buscaotorgarle al pblico lector pautas claras de accin. Esta perspectiva sedestaca tambin en el nmero IX de fines del diciembre de 1810 en el que

    Blanco aclara que [E]n ningn libro es ms necesaria una grande exactitudde mtodo que en uno que se escribe para que sea el catecismo del pueblo,para que ande en manos de todos, para que grandes y pequeos loentiendan claramente (Blanco White, Sigue el examen de la constitucinpara la nacin espaola179). En este catecismo poltico, se estipulan las basespara ejercer la ciudadana y se arman coaliciones y exclusiones entre losciudadanos con respecto a las castas, los transentes y los extranjeros(muya pesar del derecho que los descendientes de africanos poseen por habernacido en suelo americano o haberse ganado el mrito de serlo debido a supermanencia en cierto territorio o porlos servicios que los dignifiquen). Asu vez, el escritor sevillano toma la diferenciacin realizada por laRevolucin Francesa entre ciudadano y vasallo, que otorga al primero sucondicin de hombre libre y los derechos que tal condicin llevaba

    consigo [] Libertad del ciudadano, derechos del hombre, y en especial delhombre constituido en sociedad, rechazo radical del largo pasado dedesigualdad y sometimiento [] (Prez Ledesma 40).

    La forma que posee Blanco White de pensar la poltica moderna lo llevaa construir su peridico como un taller donde se practica la libertad

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    ciudadana y en el que se reflexiona sobre las reformas polticas,econmicas y culturales a llevar a cabo (tanto en Espaa como en susprovincias) bajo parmetros secularizados. Para este polticoel engranaje depoder se va modificando y amoldando con el correr de los hechos y no seata a teoras y filosofas rgidas o abstractas ni a dogmas religiososinamovibles. No existen misterios sagrados que no sean capaces de seranalizados y compartidos entre el editor de este peridico y sus lectores agradecidos. Por tal motivo, creemos conveniente matizar la mirada deDomnguez-Michael que analiza las cartas de Mier a travs de la perspectivasecularizadora que ste contraargumentara frente a la supuesta propuestareligiosa de Blanco White (401).

    Recuperemos, para justificar nuestra nuestro argumento, distintosfragmentos de la polmica para rever las palabras de ambos contendientesen su contexto de enunciacin. Blanco conforma su peridico nmero XIX

    de fines de octubre de 1811, sobre reflexiones y propuestas frente al cismade la reciente declaracin de independencia absoluta venezolana. Lo queeste escritor sevillano concibe como el aviso de un terremoto poltico, lo lleva areconsiderar los privilegios y necesidades que tienen las provinciasamericanas y los peligros que puede implicar llevar a cabo una separacinabrupta de su Madre Patria. No es un dato menor el hecho que unosmeses despus (en el nmero XXIII de su peridico) Blanco publique laRepresentacin que los diputados americanos presentaron en agosto de 1811 alas Cortes de Cdiz pidiendo una reconsideracin de la situacin de

    Amrica dentro de la Monarqua espaola, documento que finca losprocesos de emancipacin en las races histricas del mal desempeo delgobierno espaol. Este escrito valida la postura de Blanco White con

    respecto al deseo de la mayora de los americanos de buscar autonomapoltica, pero no la independencia absoluta. A su vez, esta representacinfue analizada en la sesin secreta del 28 de agosto de 1811 y tuvorepercusiones escandalosas para muchos diputados peninsulares. Llega aLondres gracias a los vnculos de Mier y Blanco White con los diputadosamericanos. Es Mier el que edita y hace pblico este escrito en Londres enel ao 1812 y quien se lo acerca a Blanco para que lo publique en superidico.

    En su artculo Independencia de Venezuela del nmero XIX, BlancoWhite, cual lector avezado, toma partes de la Declaratoria de independenciade Venezuela y las analiza minuciosamente. En esta rigurosa labor, escindelos planos del presente abrupto yde un futuro inciertotanto para Amricacomo para Espaa. Es por eso que distancia el hecho de declarar laindependencia del de asegurarla, as como tambin de actuar en base a unmaduro examen y no por un desquite imprudente (Blanco White,Independencia de Venezuela43). Concibe, as, la necesidad de generar

    puentes lgicos entre un presente de insatisfaccin y un futuro peligroso amenos que se acte con cautela: [] tan fcilmente se vencen las formas

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    y habitudes de un pueblo? Tan pronto se convierte una coloniaesclavizada en una Repblica? Por qu haba de serms ignominiosopara elGobierno de Caracas ensear poco a poco al pueblo a ser libre, que noarrojarlo de repente en medio del golfo borrascoso de la Democracia?Miran a su posteridad? (44).

    El modo que encuentra Blanco para generar una conexin segura entreun presente borrascoso y un futuro beneficioso para todos es a travs delsimulacro de Fernando 7 [] quitado, y an hecho pedazos, a su vista, elsimulacro, todos, sin exceptuar uno, van a ser enemigos de la reforma. Asson los hombres; los Republicanos de Caracas no pueden fundirlos denuevo. El caso es que ellos conocen la verdad [] Si misterios sirven parafundar Repblicastan malo es el misteriode Fernando? (46).

    Al igual que en la segunda carta que le escribe Juan Sin Tierra a BlancoWhite, aqu se retoma el tpico de la fbrica de hacer Fernandos como un

    mtodo necesario para amalgamar a las distintas sociedades dentro de unproyecto nacional. El misterio no se concibe con un carcter religiosocatlico, sino poltico-estratgico. Sin embargo, el matiz devocional sersumamente burlado por Mier para desautorizar la voz del editor sevillano ysu propuesta de mantener unidos a los pueblos a travs de este particularsimulacro devocional. Extraemos dos momentos de la primera carta deMier en la cual este letrado desbarajusta los planes de Blanco White:

    Seor, que as se echa lea al fuego.Yo pienso que al contrario, se les agua a loseuropeos la esperanza de restituir y progresar en el antiguo orden decosas. As se les ahoga hasta la remota que poda colocar en la mediacinde Inglaterra, que tanto han diferido de admitir. Eso no es echarse por laventana, sino ir en derechura a la puerta de la libertad, para asegurarlacontra las acechanzas de un enemigo, aleve, que intenta dividirnos por laentrada que le ha dejado nuestra moderacin. Usted nos predica ahoracomo Napolen a los espaoles, cuyas divisiones imaginarias l era quienquera introducirlas, y al fin lo ha conseguido. Entre los americanos no haydivisin alguna sobre el fin: todos desean zafarse de las uas de losespaoles, que los han tiranizado tres siglos. stos son los que bajo laaagaza de su imaginario Fernando ponen en obra la fuerza, el ardid, losanatemas de la religin para mantenerse con la presa. Que la suelten, yvern los americanos constituirse independientes en una paz octaviana(65)

    Para qu pues haber jurado el misterio de la Concepcin? Porque lareligin exige misterios, no la libertad civil. Sabe sin duda el Congreso

    todo lo que hay de sobre esta opinin piadosa inconexa con el dogma.Pero los borbones haban exigido juramento de defenderla desde el primermagistrado hasta el ltimo barbero, por ms que lo refutase el clebreMuratori; y un congreso poltico deba respetar la costumbre, no meterse amaestro ni juez en tal materia [] Admira que el buen juicio de ustedhaga comparacin de las habitudes polticas con las religiosas (66)

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    A lo largo de sus dos Cartas, Mier se construye en un hbil polemistaque descompone los argumentos de Blanco White sobre los mvilesjacobinos de las insurgencias americanas. Claramente, Mier desestructurados ejes de la argumentacin de Blanco White tendientes a mostrar lasindependencias americanas como productos de lafuerza(uso de la violencia)y la excomunin o impurezade ciertos sectores que las lideran. No es menor,el as de la manga que utiliza Blanco White en su nmero XIX al recoger unartculo escrito por un viajero espaol presente en Venezuela (en la Guaira)tras la declaracin de la independencia absoluta. En dicho artculo, el viajeroeuropeo cuenta con minucioso detalle la escalada de violencia que sesuscita en esos momentos y la ola de terror que se vive por esos lares ligadaa las ejecuciones a mansalva (y sin juicio previo) de todos los opositores alcambio republicano. Este artculo es llamativamente publicado por el

    Morning Chronicle el 8 de agosto de 1811 Hacemos hincapi en lo extrao desu publicacin en dicho medio ya que este peridico londinense, junto alEl

    Espaol, han sido medios de expresin pblica en los que ms se hacontemplado el problema americano y que han vehiculizado propuestas decambio (Jimnez Codinach 53-87).

    Frente a la escalada de violencia a la francesa,Mier desmiente la noticia atravs de dos vas: en primer lugar, explica y da noticia de las conspiracionesrealistas que se estaban llevando a cabo con el fin de derrocar a la repblicaen ciernes. En segundo lugar, toma una buena parte de su carta paradescribir el accionar justo y racional que realiza el gobierno venezolano paracon los condenados, diferencindolo de los hechos sucedidos en laRevolucin Francesa. A su vez, sostiene sus argumentaciones a travs de la

    crtica hacia el corresponsal viajero que poco conoce lo que sucede einforma de manera errnea. Esta crtica ad hominenhacia el vocero de lossucesos, lo lleva a Mier a construir buena parte de su primera cartaanalizando la influencia de los viajeros europeos sobre las perspectivaserrneas que se han establecido y consolidado al configurar la mirada sobre

    Amrica:

    No basta que esa carta se lea en un peridico imparcial para obligarnos alcrdito, si no se nos advierte la patria o partido de quien la escribi.Porque siglos ha que hasta los extranjeros que han viajado en Amrica, sitratan slo con los europeos o son sus partidarios como el ingls Gage,escriben slo un tejido de calumnias y falsedades; y por el contrario sioyen a los americanos como el italiano Gemelli Carreri al clebre

    Sigenza, publican un viaje el ms exacto y el ms verdico, como ya notClavijero y yo noto aqu, porque usted lo dio en otro nmero por autorsospechoso, engaado de Robertson, a quien iguales informes hicieronescribir en sus teoras sobre Amrica tantos desatinos con elegancia (62-63)

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    Mier en su argumentacin considera que el relato de los hechos deAmrica debe construirse entre los viajeros europeos en dilogo con loslugareos y naturales del territorio. La violencia o fuerzamal entendida delos sucesos as como la impureza o inmoralidad de las intenciones de susactores es rebatida por este letrado novohispano en ambas cartas a travs dedistintos ejes. Para el caso de la fuerza, recurre a Francisco de Torquemada(1420-1498), a Antonio de Remesal (1550?-1619) y, especialmente, aBartolom de Las Casas (1484-1516)16, para reconstruir la historia deconquista y podero espaol sobre Amrica y desestructurar la legitimidadde su soberana sobre los americanos. A su vez, reelabora en su SegundaCarta el significado de jacobinismo repensndolo como una tendencia quemoviliza a la accin y que no tiene necesariamente que ser daina opeligrosa. Sin embargo, desafecta los hechos acaecidos en Amrica de dichatendencia:

    Dnde est pues el jacobinismo? Dnde el terror? Dnde la traicin desus diputados a la voluntad de sus comitentes? Puede darse pruebamenos equvoca de la buena fe del Congreso? Usted espera que yo de porlibre la suya de las acusaciones directas e indirectas que dej caer en miCarta como al correr de la pluma; y yo le pido me perdone la molestia dehaber repetido mis pruebas, para reforzarlas, y vindicarlas, a fin de que ellector que no podr consultar mi primera Carta, por haberse transportadocasi toda la edicin fuera de Europa, no me crea un apologista tan ridculosobre la palabra del antagonista. Esas reticencias, ya lo veo, son un arte delhbil orador, que ha tomado sobre un punto el mayor empeo, y comoson polticas en usted por compasin de su madre, ni las reprendoabsolutamente, ni usted lleva traza de enmendarse (148-149)

    En relacin a la imposibilidad de enmienda de los argumentos deBlanco White que expone y critica Mier, se destaca el otro eje de discusintendiente a mostrar las impurezas de los espaoles. Para este letradonovohispano, los errores de interpretacin de los sucesos exteriores vienende la mano de una genealoga de la impureza espaola ligada a sus orgenescorruptos y mezclados (en muchos casos como producto de la violencia

    16Es Mier quien reedita el libro Breve destruccin de las Indiasde Las Casas en 1812con un pequeo prlogo que actuar de conector entre sus Cartas y su Historia de laRevolucin de la Nueva Espaaque se publica tambin en Londres en el ao 1813. Enrelacin a la continuidad de Mier de los tpicos elaborados por Las Casas en elsiglo XVI, Pons sostiene que no es el letrado novohispano el que inici el camino

    de aproximacin a este fraile dominico sino que lo hace primero Blanco White yque luego lo retoman tanto Mier como Bolvar (66). Matizamos esta postura yretomamos, para ello, las perspectivas tanto de Chartier (81-106) como de Brea(48) quienes desatan el vnculo causal entre determinados libros fundadores deideologas y sus epgonos.

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    sobre los cuerpos). Esta genealoga es silenciada y obturada por losespaoles y trada constantemente a la luz por Mier. A modo de ejemplo seobservan dos notas interesantes en sus Cartas: Nota nona: Sobre elorigen de los espaoles y el origen de su sangre (Carta de Un Americanoal Espaol sobre su nmero XIX 112) y la Nota duodcima: Sobre lapretendida nobleza de los pasados por agua (Segunda carta de Un

    Americano al Espaol sobre su nmero XIX 265). Como un ejercicio detraslado del referente, su segunda nota acta en dilogo con la primera: si enla primera se cuestiona el origen de los espaoles; en la segunda setrasladar la impureza a aquellos conquistadores que se afincaron en

    Amrica y la devastaron. As se observan pasajes como el siguiente:

    Pero es cosa de risa la importancia que all se dan con slo haber pasadola mar, en que se creen purificados ni ms ni menos que los judos:

    baptizati sunt in nube et in mari.Con este bautismo salado ya tienen bastantepara ir llamando a todos en Amrica mulatos y canallas, especialmente losandaluces y extremeos, que como son los ms mezclados, y estnacostumbrados a or en su tierra la misma distincin de morenos yblancos, gritan ms alto para desmentir la marca visible, que llevan en sucolor. Dile la mala palabra antes que te la diga (265)

    Este origen bastardo, o mala palabra que trasunta a toda la Espaa, lepermitir a Mier burlarse de la ingenuidad e idealismo de su interlocutor.Para ello, el letrado novohispano tomar el apellido del escritor sevillanocomo representacin hiperblica de la candidez extrema de su contrincanteen lo concerniente a su obsesin de que los americanos no se aparten de lacomunindel camino estipulado de la Monarqua Catlica:

    Entonces es el cuento clebre, y que usted habr odo del calabacito entreel sinodal y el ordenando. Preguntbale aqul lo que hara para que unnio no muriese sin bautismo, si llevndole para recibirlo a una parroquialejana, le acometiese un accidente mortal en el camino? -Sacara, lerespondi mi calabacito, y le echara el agua.-Supongamos que usted no lellevaba. -Oh! no, seor, si nunca me falta el calabacito.- Pero supongamosque usted lo olvid en su casa. -No, seor, si el calabacito es lo primeroque ato a los tientos de la silla.-Hombre de Dios! Supongamos que ungolpe le rompi.-Seor, es imposible, porque por eso tengo siempreforrado en cuero el calabacito (153)

    Puntualmente es el caso entre usted y yo; o por mejor decir, no hay caso.Todas las hiptesis estn destruidas con los hechos, porque stos pruebanque aqullas son imposibles. Lo cree usted mismo, seor Blanco? Noconoce usted a su nacin? No ha visto usted que para significar a unvizcano pintan a un hombre clavando un clavo con la frente, y que otrotal, pero con la punta del clavo hacia ella, es el emblema del aragons?,pues all van todos los espaoles poco ms o menos. No soy yo el

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    primero que ha dicho, que Cervantes en su historia de don Quijoteretrat a toda su nacin; y as ni todas las estacas de los yangeses, ni los

    infinitos brazos del molinal gigante Briareo, ni todos los desengaados delmundo, son capaces de apearlos, como se les encasquete una locura.Todos llevan al tiento atado el calabacito (154)

    Como vemos en la estrategia retrica de Mier, la genealoga de la impurezade la estirpe espaola, recae sobre la blancura-ingenuidad del editor sevillanoy mancha, corroe, toda la claridad de sus planteos y hazaas discursivas almostrarlo como un joven descarriado que vive de ilusiones y esperanzastruncas. Blanco White es, a los ojos de Mier, similar al corresponsal Juan Sin

    Tierra: un peregrino, refugiado en un pas lejano que lo escinde de lasrealidades americana y peninsular, no capacitado, por ello, de otorgar eldiagnstico preciso sobre los pasos a seguir por los americanos por creer

    todava en vas de conciliacin. Para reforzar su argumentacin, Mierrecurre al cuento del calabacito, es decir, degrada el estatus de suinterlocutor y los argumentos que ste pueda realizar, a partir de suhomologacin con el protagonista de un cuento popular que nada aprendey que el lector debe leer como metfora de la cada del podero simblico-cultural de la Monarqua espaola sobre el accionar de los americanos.

    Coda: La polmica fraternal, no es acaso una disputa verbal? Laconstruccin de la emancipacin hispanoamericana a travs de lasafrentas verbales

    La polmica que se suscita en Londres entre estos dos escritoresheterodoxos es sumamente rica para analizar la forma en la cual se handesarrollado los procesos de emancipacin hispanoamericana a lo largo de

    las primeras dcadas del siglo XIX. El enfrentamiento verbal que encaranMier y Blanco White a travs de la opinin pblica, como ventana a unaamplia gama de lectores (ms all de las censuras y retaceos que ha tenidoeste peridico en su difusin por Espaa y Amrica), hace visibles losacuerdos y alianzas que se suscitaron entre americanos y peninsulares. Estosnuevos lazos han borrado las fronteras de la patriaconcebida como el suelodonde se nace para plantear nuevas formas de arraigo y de pertenencia. As,los nuevos vnculos polticos conciben nuevas alianzas no ligadaspreferentemente a rganos o corporaciones, como fue la familia en el

    Antiguo Rgimen, sino que se conciben como conexiones trasatlnticasentre ciudadanos que establecen vnculos de paridad horizontal y ya no deobediencia piramidal (como lo era la relacin del vasallo hacia su rey).

    Las innovaciones en los vnculos letrados permiten valorar la aperturade la comunicacin que se ha dado gracias al cambio de funciones de laopinin pblica (concebida a partir de 1808 en el mundo iberoamericanocomo el vehculo poltico de las reformas poltico-sociales). Laemancipacin se plantea ahora como una guerra de palabras en la que cada

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    contrincante deber esgrimir su mejor espada o argumento verbal. Cadatexto o intervencin ser considerada un acto poltico que deber sercomprendido bajo determinadas condiciones semnticas de produccin yque posee una intencionalidad determinada (Pasino 2010:345).

    Por todo lo dicho, si bien creemos que la polmica de estos dosescritores heterodoxos debe ser analizada alcalor de los acontecimientos,no acordamos con la postura de varios crticos que desmantelan la guerra

    verbal de esta contienda o aminoran la fuerza de los tpicos elaborados enella por tratarse de un dilogo entre amigos refugiados en la Londresmoderna17. As, se destaca el caso de Simmons, uno de los historiadores queha iniciado en 1947 el anlisis deesta particular polmica sosteniendo que lamisma no se inserta dentro de un correcto enfrentamiento verbal entre losoponentes debido al continuo desborde pasional de Mier y al uso temasgastados y repeticiones exasperantes a falta de ideas nuevas: [] al pobre

    Mier se le han agotado las ideas y no le queda ms recurso que tornar a susrepeticiones exasperantes (113).

    Toda polmica es una disputa verbal que se ve contenida en los lmitesdel discurso mismo y que requiere de acuerdos de base entre loscontrincantes. Para ello, el polemista comparte con su oponente unproceso deintercomprensin generalizada, red de interaccin semntica(Maingeneau 1) o mediotpico subyacente(Angenot 59). En el caso de Blanco White y Mier, este mediotpico subyacente se ve reforzado por su condicin deexiliados/desterrados de estos dos letrados y su lucha por generar reformasa la Monarqua espaola a travs del uso estratgico de la opinin pblica.Uso que ser concebido como plataforma, guin o borrador de las accionesemancipadoras posteriores de los americanos. Para ambos contendientes,

    esta disputa no ser menor sino que actuar como taller de la libertad civil,como forma de hacer pblicos los distintos malestares y preocupacionesque circulaban entre los liberales peninsulares y los patriotas americanos.Como bien sostiene Brea al respecto, las Cartas de Mier (y por qu notambin de la polmica de ambos heterodoxos) son un compendio de los

    17Destacamos algunas de las interpretaciones al caso:La polmica amistosa entrefray Servando Teresa de Mier y Blanco White (Berruezo Len 101); La polmicaentre Blanco White y Mier de octubre de 1811 a octubre de 1812 puedeconsiderarse como una falsa polmica [] (Saint- Lu, Bnassy-Berling et. al.XXXI); [] aunque las ideas de cada uno son opuestas, no se trata de adversariospolticos [] (Pons 148); Fue un intercambio fraterno de opiniones entre dosvisiones polticas y religiosas que haban coincidido en el caos de una era

    revolucionaria (Domnguez-Michael 401); La coincidencia profunda entre losdos corresponsales, si no inicial, emerge al ritmo de los acontecimientos, haciendode sta, en efecto, una falsa polmica (San Jos Vzquez 158). Estos ejemplos sonslo una muestra de la gran variedad de interpretaciones existentes sobre lacaracterizacin que se ha dado a esta polmica.

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    desacuerdos entre los liberales peninsulares y los patriotas americanos,as como de muchos de los argumentos y rplicas que los segundosesgrimiran hasta el final de la contienda (319).

    Si tenemos en cuenta que se parte de una situacin terica en la que loscontendientes son los unos espaoles y los otros, espaoles con derechosdisminuidos (los americanos), la independencia exige la precisin de unadiferenciacin de identidades que es lo que lleva a los americanosdescendientes de espaoles a identificarse formalmente con los americanosoriginarios y criticar la conquista. Mier lo hace, como la mayora de losletrados americanos. A partir de la escisin de la identidad entrepeninsulares y americanos queda el largo camino de las identidades yproyectos locales, tanto en Espaa como en Amrica18. Para el caso precisode esta polmica, el desliz del lenguaje tanto de Mier como de Blanco Whitehacia lo coloquial es habilitado por el uso del gnero epistolar19. Este gnero

    discursivo permite la fraternidad de sus participantes que se refleja en elestilo llano e ntimo al imitar la coloquialidad de la conversacin entre iguales(Ozuna Castaeda 483). A su vez, esta paridad entre los interlocutores

    visibiliza el desliz de la ciudadana que generaron los sucesos acaecidos en1808 y que unieron el ejercicio de la ciudadana a la apertura poltica

    vehiculizada por la opinin pblica.La polmica de Blanco White y Mier no deja de ser un eslabn ms en

    esta cadena de reflexiones y propuestas para encarar el cambio poltico enciernes que tiene lugar entre Espaa y Amrica. En esta disputa verbal setejen los hilos que luego sern las madejas de varas lneas de pensamientoque se consolidarn a posteriori (como sern, entre otras, las delconservadurismo liberal y el nacionalismo americano). Eslabn que modula

    los conflictos de intereses y deseos que se suscitaron en ese perodo dedesintegracin de la Monarqua espaola en un cmulo de voces, deescritos, de guerras panfletarias y de antesalas legislativas.

    18Agradecemos a la Dra. Mara Ins Carzolio la observacin que nos hizo sobre laconstruccin discursiva de identidades que pergean los patriotas americanos eneste perodo particular como forma de plantear y criticar la Conquista espaola.

    19En esta polmica, el uso coloquial del lenguaje es promovido por Blanco Whitecomo estrategia de refutacin y degradacin de los argumentos separatistas de la

    Declaracin de la independencia absoluta venezolana. Esta modalidad de ataque esretomada por Mier que realiza una crtica ad hominem de su contrincante pordesestimar las posibilidades de los venezolanos de emanciparse del dominoespaol. Por tal motivo, no acordamos con la perspectiva de Begoa PulidoHerrez que considera la coloquialidad de Mier como un sello particular en susescritos (51).

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