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6 EstÆ sentado a la derecha de Dios, Padre omnipotente; desde all ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos 1. Jesœs, a la derecha de Dios Este enunciado final del segundo artculo de la fe, que resume la cristologa del smbolo de los apstoles lanzando una mirada al futuro, conecta doblemente con el enunciado inmediatamente anterior: es fÆcil reconocer, por una parte, que la idea de ascensin al cielo y la idea de sentarse a la derecha de Dios son muy afines en el contenido, ya que articulan el mismo aspecto de elevacin de modo diverso. Hay que decir, por otra parte, ante el desarrollo de la cristologa eclesial, que los enunciados sobre la resurreccin y la parusa, o venida gloriosa, estÆn ntimamente relacionados. Intentaremos analizar este nexo es trecho entre las cuatro afirmaciones sobre el Elevado: resucit-ascen sin-sentado a la derecha de Dios-desde all ha de venir. a El «fuego lingilstico» oriental cf. Sal 110; Sal 2 «EstÆ sentado a la derecha de Dios... desde all ha de venir»: estas frases vuelven a utilizar representaciones espaciales de una imagen del mundo superada; hablan un lenguaje antiguo, oriental. Pero no debera ser excesivamente difcil perforar esta piel externa de una cosmologa antigua para alcanzar el contenido que en ella se esconde. No se trata, obviamente, de hacer una afirmacin espacial sobre el «lugar de permanencia» pospascual, actual, de Jesucristo. El estar a la derecha de Dios no significa una ubicacin y posicin en sentido corriente, sino que es una calificacin de la persona de Jesœs y un

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EstÆ sentado a la derecha de Dios, Padreomnipotente; desde allí ha de venir a juzgar

a los vivos y a los muertos

1. Jesœs, a la derecha de Dios

Este enunciado final del segundo artículo de la fe, que resume lacristología del símbolo de los apóstoles lanzando una mirada al futuro,conecta doblemente con el enunciado inmediatamente anterior: es fÆcilreconocer, por una parte, que la idea de ascensión al cielo y la ideade sentarse a la derecha de Dios son muy afines en el contenido, yaque articulan el mismo aspecto de elevación de modo diverso. Hayque decir, por otra parte, ante el desarrollo de la cristología eclesial,que los enunciados sobre la resurrección y la parusía, o venida gloriosa,estÆn íntimamente relacionados. Intentaremos analizar este nexo estrecho entre las cuatro afirmaciones sobre el Elevado: resucitó-ascensión-sentado a la derecha de Dios-desde allí ha de venir.

a El «fuego lingilístico» oriental cf. Sal 110; Sal 2

«EstÆ sentado a la derecha de Dios... desde allí ha de venir»: estasfrases vuelven a utilizar representaciones espaciales de una imagendel mundo superada; hablan un lenguaje antiguo, oriental. Pero nodebería ser excesivamente difícil perforar esta piel externa de unacosmología antigua para alcanzar el contenido que en ella se esconde.No se trata, obviamente, de hacer una afirmación espacial sobre el«lugar de permanencia» pospascual, actual, de Jesucristo. El estar ala derecha de Dios no significa una ubicación y posición en sentidocorriente, sino que es una calificación de la persona de Jesœs y un

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282 Lo que nosotros creernos

enunciado funcional; esto se evidencia indagando el origen de esaexpresión en los cantos religiosos de Israel o, mÆs exactamente, enlos salmos regios, que reflejan la prÆctica oriental en la corte de losreyes. En Oriente antiguo ocupaba el puesto a la derecha del soberanoel que era mÆs próximo a Øl en dignidad y poder: su lugarteniente orepresentante principal.

TambiØn es corriente en nuestro mundo moderno expresar la autoridadlegal o personal de un individuo mediante normas de precedencia, posición enla foto de grupo, orden de asiento, orden de parlamento, sucesión y orden dealocución o saludo. En el pensamiento y el lenguaje de los antiguos, el puesto«a la derecha» del soberano quedaba reservado a la segunda personalidad mÆsimportante del reino; dicho en lenguaje actual: a la derecha del propietario dela empresa se sienta su cuæado, que es a la vez socio y apoderado suyo. Elsalmo 110,1 dice sobre el rey: «OrÆculo del Seæor a mi seæor; siØntate a miderecha, que voy a hacer de tus enemigos escabel de tus pies». Ya ese himnode entronización del rey-sacerdote de Israel no supone una localización ensentido literal, sino que designa su «posición» política y su poder, es la descripción de su función. Esta frase, en efecto, expresa la convicción del salmistade que YahvØ hace participar al rey de JerusalØn en su poder pleno. Siendo la«derecha» la mano luchadora cf Ex 15, 6; Ls 41, 10; Sal 17, 7; Sal 89, 14y la mano riel juramento cf. Is 62, 8; Sal 144, 8, la «derecha de Dios» essigno y prenda de justicia y de salvación mediante el poder divino, triunfadorsobre todo lo que se le opone. Dios mismo pondrÆ de manifiesto el poder desu ungido, Øl mismo le facilitarÆ el dominio del mundo. Tal es tambiØn la ideaque recorre el Salmo 2; el rey es el ungido de Dios: «Yo mismo he constituidoa mi rey en Sión, el monte santo... Tœ eres mi hijo, hoy te he engendrado...Pídeme, y te darØ en herencia las naciones; en posesión, la tierra hasta susconfines»

Tales frases, que suenan un tanto altisonantes de cara al rey provincial de JerusalØn, situado entre los grandes bloques de potenciasdel Este Asiria, Babilonia y del Oeste Egipto, tales fórmulas globales, nunca hechas realidad, constituyen el germen de una gran esperanza, de la expectativa de un cumplimiento real de ese discurso enel futuro lejano. Tales fórmulas hiperbólicas generan con una ciertalógica ideas escatológico-mesiÆnicas. El gran anhelo y deseo tiene lamirada y la esperanza puestas en el futuro, ante la modestia y pequeæezde la realidad presente.

b La aplicación neotestamentaria a JestístEn otro contexto hemos expuesto mÆs ampliamente cómo estos

salmos regios israelitas se aplicaron a Jesœs en el cristianismo primitivo. Las palabras de Dios al rey israelita, por boca del salmista,

1. Cf. W. Thiising, Erhdhungsvorstellung und Parusieerwartung ¡it der aires-ten nacht.isterlichen Christologie, Stuttgart 1969.

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EstÆ sentado a la derecha de Dios 283

se desvelan y se interpretan como palabras de Dios dirigidas a Jesœs.Un ejemplo típico y bastante notable de ello se encuentra en el discursode Pedro el día de PentecostØs: «Dios resucitó a este Jesœs, y todosnosotros somos testigos. Exaltado así por la diestra de Dios, ha recibidodel Padre el Espíritu santo que estaba prometido, y 1 ha derramado:esto es lo que estÆis viendo y oyendo. El propio David... dice <OrÆculodel Seæor [Dios] a mi Seæor: SiØntate a mi derecha, que voy a hacerde tus enemigos escabel de tus pies>. Por tanto, entØrese bien todoIsrael de que Dios ha constituido Seæor y Cristo al mismo Jesœs aquien vosotros crucificasteis» Hech 2, 32-36.

Dios le constituyó Seæor y Cristo. Aquí se puede advertir que estosdos títulos y las ideas de soberanía ligadas a ellos tienden un puenteque permite relacionar los salmos regios con Jesœs. Sentarse a laderecha del Padre despuØs de ser constituido soberano del nuevo reinode Dios equivale a participar en el poder de Dios.

En el intento de aclarar mÆs el sentido de esta idea para nuestra concienciade fe actual, mÆs allÆ del origen lingüístico y conceptual del enunciado, podemos aducir otros pasajes del nuevo testamento donde aparece explícita dichaidea. En los Hechos de los apóstoles, Pedro se justifica a sí mismo y justificaa los suyos ante el Conseio: «El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesœs.a quien vosotros asesinasteis colgÆndolo de un madero. La diestra de Dios loexaltó haciØndolo Jefe y Salvador, para otorgarle a Israel el arrepentimiento yel perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y et Espíritu santo,que Dios da a los que le obedecen» Hech 5, 30-32. Tres aspectos revistenaquí importancia. Primero: se trata del significado de la Pascua, del desarrollode la dimensión interna de la resurrección. Segundo: la elevación de Jesœs ala derecha de Dios, su participación en el poder de Dios, desempeæa una funciónsoteriológica: el perdón de nuestros pecados estÆ relacionado con el puesto queJesœs ocupa a la derecha de Dios. Y tercero: todo esto se proclama y se atestiguapor medio del Espíritu, que actœa en el creyente. Por medio de Øl, el poder deJesucristo se asocia con la misión testimonial de los discípulos. Pablo tocadirectamente et segundo aspecto, el soteriológico, en la Carta a los romanos;la función salvífica aparece en ella como intercesión ea favor de nosotros.«Cristo Jesœs, el que murió o, mejor dicho, resucitó, estÆ a la derecha de Diose intercede por nosotros’> Rom 8, 34. El es uno de nosotros, el primero denosotros, la vanguardia que nos ha abierto camino. Es el punto que captanuestra mirada, la meta que determina nuestro caminar: «HabØis resucitado conCristo; por eso, buscad lo que hay en el cielo, donde Cristo estÆ a la derechade Dios» Col 3, t. Y este acontecimiento de su elevación a la derecha deDios no nos afecta sólo a los creyentes, a su Iglesia, sino at cosmos en general:Dios «desplegó su eficacia con Cristo, resucitÆndolo y sentÆndolo a su derechaen et cielo, por encima de todos los principados y potestades, poderes y dominaciones, y de todo nombre reconocido no sólo en este mundo, sino tambiØnen el futuro. Sí, todo lo sometió bajo sus pies, y a Øl lo hizo, por encima &todo, cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo, el complemento det que llena

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totalmente el universo» Ef 1, 20-23. Este texto, rico en contenido, combinaideas cósmicas con ideas políticas.

Aquí aparece tambiØn la relevante imagen de la cabeza y el cuerpo.De momento basta para nuestro tema considerar cómo la œltima fraseresume el estar sentado a la derecha de Dios como función de Cristode cara a la Iglesia y al universo. La mirada no se dirige, como enlas citas anteriores, desde nosotros a Øl. de abajo arriba, sino a lainversa, desde Øl hacia nosotros, desde el Elevado a la Iglesia y almundo: la Iglesia es el cuerpo, su órgano vital, que Øl llena; Øl dominaplenamente el universo, pero no sin la acción de su Iglesia, no sin eltestimonio del Espíritu santo por medio de los predicadores, como dijoPedro en los Hechos de los apóstoles.

2. Elevación de Jesœs y misión de la Iglesia

Vamos a considerar ahora la conclusión del evangelio de Mateo,que hemos seæalado ya como compendio de lo que la Pascua significa:«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id y haceddiscípulos de todas las naciones; bautizadlos en el nombre del Padrey del Hijo y del Espíritu santo, y enseæadles a guardar todo lo que oshe mandado. Mirad que yo estoy con vosotros todos los días, hastael fin del mundo» Mt 28, 18-20.

El sentido de este gran acorde final, el hilo rojo de estas frasessobre la plena autoridad, sobre la misión y la asistencia, es la palabra«todo», empleada cuatro veces. El Elevado a la derecha de Dios esel sujeto de un enunciado total: «todo poder», «todas las naciones»,«todo lo que he mandado», «todos los días». Estos enunciados de feprogramÆticos expresan, pues, la convicción de que el evangelio estÆdestinado a todos los hombres de todos los tiempos, de que la elevaciónde Jesœs «en plena fuerza» es un suceso que afecta a todas las naciones.

a La misión como realidad del Elevado

De ahí se infiere una relación directa de la idea de elevación conla idea de misión y de testimonio.

De ese modo, segœn la convicción de los primeros cristianos, elreinado de Jesucristo estÆ oculto de momento, pero se difunde y manifiesta constantemente: «La misión es, ahora, la forma expresiva dela realeza universal de Jesucristo, que ejerce su reinado en la figura

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Esid se,uado a ¡a derecha de Dios 285

de abajamiento de su Palabra»2. «La figura de abajamiento de suPalabra» significa que el testimonio misionero que anuncia la significación y el rango de Jesœs, se caracteriza, a la vez, por un oculta-miento específico de su gloria: lo que fue revelado antaæo, es ahoraefectivo, visiblemente efectivo; pero el reinado de Cristo sólo puedehacerse visible en la Iglesia para aquel que no ve con la simple miradade lo existente empíricamente, sino con los ojos de la fe. El reconocimiento del Elevado que estÆ a la derecha de Dios, el reconocimientodel poder de Jesucristo, significa para nosotros hoy, sobre todo, laaceptación de este ministerio general de testigos, de la tarea misionerapara extender la influencia de Jesœs, para difundir su Espíritu santoen el mundo.

b «Soberanía» del amor

Una consideración final sobre el posible escepticismo ante una<ideología del reinado» que hace un uso tan masivo de la terminologíade poder. Es verdad que hay que sopesar las palabras si se quieretransmitir esta idea en la predicación y en la catequesis comunitaria.Las palabras «poder» y «soberanía» se prestan fÆcilmente a malentendidos y suelen poseer un sentido negativo, aun al margen de frasescomo «los enemigos como escabel de tus pies»... Pero los bien informados deberían tener en claro, a pesar de todo, que la soberaníade la que aquí se trata no es el totalitarismo de un tirano, sino lasoberanía del Amante humilde, que afronta la muerte con la no violencia y en favor de ella. Su reino no es un reino de disciplina, decoacción exigente y sancionadora. Tales intentos de concretar e instalarel reinado de Dios y la soberanía de Cristo como una política de poder,intentos que ha habido y que sigue habiendo en la historia, hasta elempleo de la tortura y la Inquisición, de cruzadas y guerras de religión,son perversiones y deformaciones. El poder de Cristo es el poderirresistible del amor, consiste en abrir a todos los que siguen su caminoel acceso a Dios como Padre bondadoso y amante. El verdadero finde su soberanía es justamente superar el contraste entre dominadoresy dominados, entre pequeæos y grandes, entre ricos y pobres. Soberaníade Dios significa reinado de la bondad de Dios entre los hombres.Esta idea se expresa en la peculiar combinación verbal «estÆ sentadoa la derecha de Dios Padre todopoderoso». El todopoderoso es elPadre; el poder de Dios al que Jesœs se confía como hombre ayudarÆ

2. 5. Ratzinger, Himmelfahrt Christi, en NTbTL 111, 1972, 291.

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286 U que nosotros creemos

al pleno desarrollo del amor del Padre. En efecto, lo que ahora actœaocultamente, accesible sólo a la fe, aparecerÆ en una revelación plena:desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

3. Su venida gloriosa

La fórmula del credo apostólico «desde allí ha de venir» pareceser menos equívoca que la del extenso símbolo niceno-constantinopolitano, donde la frase correspondiente dice: «Øl volverÆ glorioso>’.La palabra «volver» suena a repetición de algo que ya fue. La parusíadel Seæor, su venida en gloria al final de los tiempos, se refiere almismo Jesucristo, nuestro Seæor, que vivió en nuestra tierra; Øl vendrÆ«de nuevo», pero el tipo de su venida, de su aparición definitiva engloria, es totalmente nuevo y, en ese sentido, aœn por realizar y pendiente, y no una «reedición>’ de su vida y actividad terrenas. La magnitud interna del adventus Domini, de la llegada del Seæor, se puededescubrir al hilo de las palabras del Apocalipsis: «Yo soy... el quees, el que era y el que llega» Ap 1, 8 como un suceso con pasado,presente y futuro: Øl llegó-Øl llega-Øl llegarÆ. «El llegó» hace mirarretrospectivamente a su actividad terrena. «El llega» expresa su presencia en el Espíritu, sobre todo mediante la palabra y el sacramento,una presencia que no significa simple presencia material, sino una«llegada» que estÆ determinada parcialmente por nuestra disposicióna la acogida: Øl llega a nosotros si nosotros le abrimos cuando llamaa la puerta. «El llegarÆ» sugiere, en fin, que estÆ prometida la consumación y manifestación de su actividad en la Iglesia y en el mundo,que lo definitivo e irrevocable de su presencia tiene que llamarse unanueva «venida».

a Parusía

«Parusía» llegada es la palabra griega que utiliza Mateo y, sobretodo, Pablo, y tambiØn la carta de Santiago. la segunda Carta de Pedroy la primera Carta de Juan para designar la aparición pœblica y gloriosadel Seæor para la consumación de mundo y del tiempo cósmico: «Igualque el relÆmpago sale del levante y brilla hasta el poniente, así ocurrirÆcon la venida del Hijo del hombre>’ Mt 24, 27. En esta fórmula típicadel cristianismo primitivo confluyen diversos elementos que vamos aexaminar y comentar brevemente.

Hay que seæalar, ante todo, que en el Ærea helenística donde se difunde elcristianismo primitivo la palabra pm-asía implica sustancialmente la idea de la

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solemne visita de un soberano y, por tanto, de una recepción de Estado congran pompa y acompaæamiento. Algo similar serÆ «cuando llegue Jesœs. nuestroKyrios, con todos sus santos’> 1 Tes 3, 13; cf. 2 Tes 1, 7. 10. Los primeroscristianos no encontraron dificultad, al parecer, para transferir la imagen desemejante parusía imperial a la esperada llegada de un Seæor. Pero mÆs importante que el transfondo político de la palabra griega «parusia» es, en la citade Mateo, la referencia a las raíces israelitas con la mención del «hijo de!hombre».

b El Hijo del hombre Dan 7, 13; Lc ¡2, 8; Mt 10, 32

La idea de un juicio hecho a los muertos aparece tambiØn fueradel pensamiento judío y cristiano bajo diversas formas. La combinación del juicio de los muertos con el final de los tiempos es algotípicamente judío pero tambiØn persa. Típicamente judía es la afirmación de que el juez serÆ el «hijo del hombre>’.

El antiguo testamento utiliza esta palabra en diferentes sentidos. En Ezequiel por ejemplo, 2. 1 ss el «hijo del hombre» significa simplemente «elhombre» como interpelación divina al profeta. En Daniel y en su visión nocturna7, 13, donde Øl ve llegar a alguien como un «hijo del hombre>’, Øste es elsímbolo para significar el carÆcter humano del reino de Dios escatológico, enparalelismo y destacando de las figuras de animales como figuras simbólicasde los reinos precedentes. En la Øpoca tardo-judía, por ejemplo en el libro deHenoc, el hijo del hombre aparece ya como una figura individual que introducela era final con el juicio que Øl celebra. «El <hombre’ o hijo del hombre es eljuez de la era final, que desciende de las nubes del cielo, procedente de Dios,y este personaje esperado por los judíos fue identificado por la comunidadcristiana primitiva con el Jesœs esperado en su retorno para el Conesta identificación ocurre algo similar a lo que acontece con otros títulos e ideasjudías empleados en sentido cristiano: la adopción y aplicación a Jesucristosignifica siempre matización cambiante y contenido nuevo.

La adopción e impronta cristológica del título «hijo del hombre>’tiene su origen en el propio lenguaje de Jesœs. No es fÆcil comprenderel uso del título de hijo del hombre por el propio Jesœs y, por tanto,el lenguaje del Jesœs prepascual sobre la venida del hijo del hombre.Pero cabe hacer dos afirmaciones con bastante seguridad. En primerlugar, el Jesœs terreno habló, como Juan Bautista, al hilo de su predicación sobre el reino de Dios, del futuro «juicio del Hijo delhombre», como correspondía a las ideas de la Øpoca. Y en segundolugar, Jesœs mismo estableció una relación entre su mensaje y el juicio

3. W. Pannenberg, Das Glaubensbekenninis, ausgelegt muid verantwortetden Fragen der Gegenwarr, 21974 126.

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del Hijo del hombre, juicio mediante el cual Øl esperó su rehabilitación.Algunas de las frases sobre el Hijo del hombre dan a entender, en efecto,que Jesœs distinguió entre Øl y el «Hijo del hombre» y relacionó a Østecon su persona: «Si uno se avergüenza de mí y de mis palabras entreesa gente idólatra y pecadora, tambiØn el Hijo del hombre se avergonzarÆde Øl cuando venga con la gloria de su Padre entre los santos Ængeles»Mc 8, 38 Esta distinción entre Jesœs y el Hijo del hombre destaca mÆsen Marcos cuando se coteja el uso del tØrmino en Lucas y Mateo. Lucasescribe: «A todo aquel que me reconozca ante los hombres, le reconocerÆtambiØn el Hijo del hombre ante los Ængeles de Dios». Lucas reelaboralingüísticamente el logion y habla de «vergüenza para reconocer», peromantiene la distinción entre «yo» Jesœs y el Hijo del hombre Mateohace hablar a Jesœs de sí mismo en ambas mitades de frase y da a entenderasí directamente que la comunidad cristiana primitiva identificó a Jesœscon el Hijo del hombre en su venida: «Si alguien me reconoce ante loshombres, yo tambiØn le reconocerØ delante de mi Padre del cielo» Mt10, 32. El Elevado consumado es el «hombre» que serÆ el juez futuro.El hombre consumado, Jesœs, marca, pues, de modo decisivo la idea dejuicio sobre los vivos y los muertos, y establece la pauta del juicio consu vida y su muerte.

Antes de abordar el tema del juicio final presidido por Jesœs, elHijo del hombre, aæadamos dos observaciones muy breves sobre laparusía bajo los títulos de «expectativa» y «reserva escatológica».

e «Expectativa»

Es bien conocido el gran papel que desempeæó en el cristianismoprimitivo la expectativa sobre la parusía de Jesucristo, sobre el finalde los tiempos y sobre el juicio universal en un futuro inmediato,inminente4.

Desde la perspectiva actual, la expectativa pospascual del cristianismo primitivo es una apreciación errónea e ilusoria, al menos en elsentido de que implicaba unas ideas temporales equivocadas. Pablodescribe en la primera Carta a los tesalonicenses 1 Tes 4, 15-17,uno de los textos neotestamentarios mÆs antiguos, en forma incisivay contundente la inminente parusía de Cristo, en un marco apocalíptico,como algo que Øl espera presenciar en vida. En todo caso, Pablo resumetambiØn en esa carta lo esencial de su esquema, el nœcleo de su ideade la parusía: «Entonces estaremos siempre con el Seæor» 1 Tes 4,17. La comunión definitiva, inalterable, ininterrumpida con el Seæor

4. Cf. II. J. Venetz, De, Glaube weiss am dic Zeit. Zum pauiinischen Verstdndnis der «Ietzten Dinge». Einsiedeln 1975; 0. Schneider, Parusiegleichnisse imLukas-Evangelium, Stuttgart 1975.

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EstÆ sentado a la derecha de Dios 289

elevado, es lo que le importa. Y eso precisamente es el punto centralde la expectativa, incluso cuando, a la espera de la muerte, terne nover ya la parusía en vida. Porque tampoco la muerte es obstÆculo paraesa comunión perfecta. Tampoco ella puede «separamos del amor deDios, que estÆ en Cristo Jesœs, nuestro Seæor» Rom 8, 38 s. Ya enla Carta a los filipenses, Pablo había caracterizado la muerte con laidea de la comunión con Cristo: poder liberarse y «estar con Cristo»,convivir con Øl: esto es lo que convierte la muerte en una gananciacf. FIp 1, 21-23.

Pablo utiliza, pues, la misma fórmula para designar la futura aparición definitiva de Cristo y su muerte personal. Muerte y parustasignifican «estar con Cristo». La Biblia ofrece aquí un importanteapoyo para la idea de una «expectativa» cristiana como signo irrenunciable en la vida de fe5. Las reinterpretaciones, las atenuacionesy las represiones de la expectativa del cristianismo primitivo, que sehan fijado en el curso de la historia cristiana bajo mœltiples formas,se pueden descubrir y superar precisamente desde esta coincidenciaentre la muerte y la parusía. Si alcanzamos al menos individualmente,al final de nuestra vida, la parusía de Jesucristo, entonces la idea dela expectativa del Seæor se impone de nuevo y su pronta venida resultasorpresiva e imprevisible. El hecho de que este final de nuestro «tiempomundano» personal sea inminente y plenamente imprevisible, peroque llegarÆ con seguridad en breve, convierte los días y los aæos denuestra vida en un tiempo de opción valioso y singular.

No hay que olvidar o desdefiar, obviamente, en el intento de reavivar de ese modo la actualidad permanente de la expectativa, que eltema «parusía» es mÆs amplio que nuestro encuentro personal conCristo en la muerte, porque se trata de la consumación del mundo, dela historia y de la humanidad en general. El verdadero fruto existencialy espiritual de ese nuevo enfoque en Pablo es, en efecto, que el finalseguro e inminente de nuestra propia trayectoria vital, de nuestrotiempo mundano personal, que suele estar marcado por sentimientosde amenaza y amargura, deriva en el brillo radiante y esperanzado quela idea de parusía anticipa: «Cuando empiece a suceder esto, poneosderechos y alzad la cabeza, que se acerca vuestra liberación» Lc 21,28. Un poco mÆs, y le veremos con poder y gloria.

d Reserva escatológicaBajo esta reserva final, «escatológica», se realiza nuestra vida de

fe en Jesucristo: ya ahora sabemos y nos abandonamos a la certezade que Dios se nos ha aproximado por medio de Øl, de que su mano

5. Cf. O. Greshake/G. Lohf,nk, Naherwarrung-Aufersrehung-Unsterblichkeit,Freiburg 1975.

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290 ¿o que nosotros eramos

no nos deja si nosotros no nos evadimos; y sin embargo, aumn no esevidente que el aguijón de la muerte estØ ya embotado, aœn no ventodos que «los sufrimientos del tiempo presente son insignificantescomparados con la gloria que va a revelarse reflejada en nosotros»Rom 8, 18. El tiempo final ya ha comenzado, pero aœn no ha alcanzado la meta, sigue actuando en la figura de abajamiento de looculto, en una provisionalidad específica que marca siempre los actosde los cristianos y de toda la Iglesia. La verdad del evangelio esinquebrantable, pero la poseemos en numerosas palabras humanas quepueden ser ambiguas y equivocadas y que necesitan por ello de laconstante interpretación que clarifica y oscurece al mismo tiempo. Lossacramentos realizados correctamente ex opere operato nos transmiten la proximidad de Dios en Jesucristo, y esto no excluye sinembargo que sean signos humanos muy modestos cuya frecuentaciónpuede convertirse en rutina y cuya aparente ineficacia nos pesa y nosinduce a la duda.

La tensión de la llegada de la gloria de Dios, aludida por palabrascomo «irrumpir», «acción oculta», <revelación futura», es esencialtambiØn para la concepción cristiana de la mesianidad de Jesœs: unode nosotros ha alcanzado ya la meta en la humanidad consumada deJesucristo. En estrecha unión con Øl, estamos en camino hacia esameta que debe ser tambiØn la nuestra.

4. Juicio sobre vivOs’ muertos

La esperada manifestación de la salvación, parusía definitiva, aparece descrita en el credo como juicio sobre los vivos y los muertos.Es posible que la fórmula paulina de la primera Carta a los tesalonicenses influyera en la elección verbal: «nosotros, los que quedamosvivos para cuando venga el Seæor, no llevaremos ventaja a los quehayan muerto» 1 Tes 4, 15. Todos los hombres, los pasados y lospresentes, serÆn juzgados definitivamente por Jesucristo, el Hijo delhombre. ¿QuØ puede significar eso?

a Deformaciones del pasado

Es necesario, ante todo, descubrir aquí las deformaciones y girosde la tradición cristiana que desfiguran y dificultan el acceso de estaverdad. «No se puede negar que el artículo sobre el juicio se desarrollótemporalmente en la conciencia cristiana de forma que conducía prÆcticamente a la destrucción de la fe en la redención y de la promesa

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Esid sentado a la derecha de Dios 29!

de la gracia. Suele hacerse referencia, como ejemplo de ello, al profundo contraste entre el Maranatho y el Dies irae. El cristianismoprimitivo intrerpretó con su invocación "Seæor nuestro, ven’ maranatha el retomo de Jesœs como un acontecimiento esperanzador yalegre, y lo deseó como el momento de la gran plenitud. El cristianismode la Edad Media, en cambio, vivió ese momento como el aterradordía de la cólera dies irae que produce dolor y espanto, angustia yhorror; el retorno de Cristo es sólo condena, día del gran ajuste decuentas que amenaza a todos. En esa perspectiva se olvida lo decisivo:el cristianismo aparece reducido prÆcticamente al moralismo y pierdeasí ese hÆbito de esperanza y alegría que es su nota vital mÆs propia»6.

b La confesión del juicio en el sínodo de Wurzburgo

Un intento felizmente logrado de articular en el horizonte de comprensión actual esta antigua e importante verdad de la parusía para eljuicio es la profesión de fe del sínodo de Wurzburgo. Leemos en ella:

«Estrechamente relacionada con nuestra esperanza en la resurrección delos muertos estÆ la expectativa al juicio final de Dios sobre nuestro mundo ysu historia, cuando retome el Hijo del hombre. Pero ¿se puede considerar elmensaje sobre el juicio de Dios como expresión de nuestra esperanza? Es posibleque ese mensaje estØ en contradicción con nuestros propios sueæos de progresoy armonía, que solemos referir a nuestras ideas sobre la ‘salvación"; peroexpresa, no obstante, una idea prometedora de nuestro mensaje cristiano: laidea específicamente cristiana de igualdad de todos los hombres que no implicael afÆn de nivelación de clases, sino que destaca la igualdad en la responsabilidadprÆctica delante de Dios, pero anuncia tambiØn una esperanza irrenunciable atodos los que sufren injusticia. Esta idea de la igualdad cristiana postula lajusticia para todos y por eso tampoco paraliza la preocupación por la luchahistórica en tomo a la justicia para todos, sino que despierta siempre la conciencia de responsabilidad por esta justicia. ¿Cómo saldríamos, si no, indemnesen su juicio?»7.

El texto del sínodo aborda, pues, en este apartado el «presente»del juicio futuro, su referencia a la actualidad y su dominio del tiempo.El texto rechaza cualquier ideología de yana esperanza, sin renunciarpor eso a la esperanza en la plena justicia para los marginados. Esperarel juicio no es simplemente un aplazamiento permanente, sino unareferencia que pretende determinar decisivamente la existencia actualen tanto que induce a la responsabilidad en nuestro quehacer.

6. J. Ratzinger, Introducción al cristianismo, o. c. 285 s.7. Unsere Hoffrung, 1 4, en Svnode 1, 1976, 92 5.

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292 Lo que nosotros creemos

«No es cierto que nosotros mismos hemos oscurecido no pocas veces estesentido liberador del mensaje del juicio final de Dios proclamando, sí. muyalto el mensaje del juicio ante los humildes e indefensos, pero haciØndolo envoz baja y sin convicción ante los poderosos de este mundo? Pero si hay unapalabra de esperanza destinada a ser proclamada con valentía ante «gobernadores y reyes» cf. Mt lO. 18 es precisamente Østa. Entonces aparece toda sucapacidad para infundir esperanza y Ænimo. Esa palabra habla del poder justiciero de Dios y afirma que no sólo el amor, sino tambiØn la justicia es mÆsfuerte que la muerte. Habla, en definitiva, de ese poder justiciero de Dios quedestrona a la muerte como dueæa de nuestra conciencia y que garantiza quecon la muerte en modo alguno queda sellado el dominio de los amos y laservidumbre de los siervos. ¿Y eso no debería ser una palabra de esperanza?¿Una palabra que nos ¡ibera para reclamar esta justicia en cualquier circunstancia? ¿Un estímulo que nos haga resistir las circunstancias de flagrante injusticia? ¿Un criterio que nos prohíba hacer ningœn pacto con la injusticia y

nos comprometa constantemente a gritar contra ella, si no queremos denigrarnuestra propia esperanza»5.

Este razonamiento afronta decididamente la objeción marxista segœn la cual la esperanza cristiana de la recompensa en el mÆs allÆparaliza toda actividad para el cambio y la mejora de las condicionesde este mundo. Se trata de una deformación de la idea específicamentecristiana: la actividad de los cristianos nace de la previa raíz del amory de la justicia de Dios. Precisamente la certeza de su justicia gratuitanos impulsa al compromiso incluso con la aparente perspectiva de lainutilidad e ineficacia. Por lo demÆs, este apartado del texto sobre eljuicio concluye con las siguientes palabras:

«No olvidamos que el mensaje del juicio de Dios habla tambiØn del peligrode condenación eterna. Ello nos impide contar de antemano con una reconciliación y redención para todos y para todo lo que hagamos u omitamos. Precisamente así influye constantemente este mensaje en el cambio de nuestra viday aporta seriedad y dramatismo a nuestra responsabilidad histórica»9.

TratarØ de completar en dos puntos esta exposición que hace elsínodo de Wurzburgo sobre la esperanza cristiana en un juicio definitivo: algunas consideraciones sobre la idea de manifestación denuestra salvación y un breve comentario sobre el Hijo del hombre,Jesœs, no sólo como juez, sino tambiØn como modelo y criterio dejuicio.

8. Ibid.9. ¡bid., 93.

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Estdsentadoa ¡a derecha de Dios 293

c «Manifestación» de nuestra vida

Al final se manifestarÆ lo que ahora se estÆ formando y gestandoen nuestra autorrealización como nuestra vida, nuestro hacer y nuestroser. No aparecerÆn ante la presencia de Cristo nuestras obras al margende nuestra persona, sino que apareceremos nosotros mismos, los sujetos de acción, los que vamos madurando en nuestra autorrealizaciónconcreta, los que vamos formando la orientación fundamental y laactitud bÆsica de nuestra personalidad. Nuestro propio ser es la «trama»que se extiende en la historia de nuestra vida, y estÆ determinadasustancialmente por la condición corporal de nuestra existencia, integrada por ella en nuestro entorno natural y social, como vida individual dependiente en muchos sentidos y marcada por la comunidadhumana y el mundo, pero marcando y determinando tambiØn a losotros desde nosotros mismos, marcando su espacio vital y el nuestro.Sólo en escasa medida se manifiesta ahora esta autorrealización nuestra, esta conformación y forja de nuestro yo mediante la acción y elsufrimiento, como un producto visible en la vida y en el destino delas personas en contacto con nosotros. Pero al final de nuestra vidatodo quedarÆ patente ante Dios y, a su luz, tambiØn para todos nosotros.Entonces no sólo «se harÆ visible a todos el hombre ímpio» 2 Tes2,8, sino tambiØn toda la bondad oculta, el anhelo secreto y siemprerenovado de luz, de santidad, de plenitud; la disposición. a pesar detodas las decepciones, a perdonar, a dar con desinterØs, y la perseverancia mantenida penosamente frente al profundo desÆnimo y resignación, comenzarÆn a brillar desde dentro e irradiarÆn sobre lascicatrices y heridas, sobre el polvo y la suciedad.

Es un error, pues, concebir el juicio en analogía con los juicioshumanos, como una intervención de Jesœs con preguntas, exÆmenesy respuestas, con la defensa y la sentencia final, esperando que seaabsolutoria. Ciertos rasgos de este estilo de juicio humano, que seencuentran incluso en el nuevo testamento, forman parte del ropajemetafórico de la idea. El juicio final significa manifestación de mivida, de la figura total y de la orientación fundamental de mi existenciaa la luz y ante los ojos de Jesucristo. El juicio, la separación, la opciónen favor o en contra del Hijo del hombre acontece ya ahora, en nuestravida creyente concreta. Al final, todo estarÆ tan manifiesto, que nuestrapropia visión y conocimiento serÆn el «fallo del juicio».

d El Hijo del hombre como «criterio» Mt 25

En nuestra reflexión sobre la venida de Jesucristo para el juicio,hemos partido de la idea del Hijo del hombre. Vamos a concluirtambiØn este apartado considerando a Jesucristo, el Hijo del hombre,

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294 Lo que nosotros creemos

como juez, para dejar en claro el criterio que debe orientamos. «Cuando el Hijo del hombre venga glorioso, acompaæado de todos sus Ængeles, se sentarÆ en su trono real y reunirÆ ante Øl a todas las naciones».Así comienza la descripción del juicio final en el capítulo 25 delevangelio de Mateo. El texto utiliza la metÆfora de la separación delas ovejas y los machos cabríos por el pastor para expresar la divisiónen dos grupos que luego responderÆn de sus actos. No necesitamosinvestigar en detalle lo que este texto puede sugerir sobre la predicaciónprepascual de Jesœs. Basta leerlo como exponente de lo que creía elcristianismo primitivo. ¿CuÆles son los criterios por los que se establecen los dos grupos? El texto parece claro: el Hijo del hombreexamina, si cabe hablar así, el «humanitarismo» de las personas: elcriterio es la conducta concreta con los hambrientos, los sedientos,los desnudos, los presos y los enfermos. Pero hay dos extremos sorprendentes. En primer lugar, el texto no habla simplemente sobre lanecesidad de compartir los bienes con espíritu humanitario y fraternal,sino que introduce inequívocamente el aspecto cristológico. El textodice: tuve hambre y me disteis de comer... estuve desnudo y mevestisteis. Jesœs mismo es el punto de referencia inmediato, la conductacon Øl decide nuestra relación con Dios. Pero -este es el primer extremo- nuestra conducta con Jesucristo y, por tanto, nuestra conductacon Dios, que le envió, se realiza de modo inaparente y nada pretencioso en nuestra conducta con los mÆs humildes de «sus hermanos».Porque todos los hombres son hijos de Dios, porque todos los hombresson hermanos y hermanas de Jesucristo, porque Dios es un Dios detodos los hombres, porque Øl ama y quiere perfeccionar a todos loshombres, por eso no se puede poseer ni afirmar a Dios y a Jesœs almargen o en contra de los hombres que son afirmados o queridos porØl. La amistad de Dios con los hombres y su encamación conviertena cada ser humano en posible lugar de la relación con Dios, de laactualización de mi opción fundamental. El juicio, pues, pondrÆ demanifiesto lo que la carta a Tito llama «aparición de la bondad deDios y de su amor a los hombres» Tit 3, 4. El texto utiliza paraexpresar el amor de Dios a los hombres en la vida y muerte de Jesœsel mismo tØrmino, «epifanía», que emplea para designar su parusíagloriosa al final de los tiempos: «Porque el favor de Dios se hizovisible, trayendo salvación para todos los hombres; nos enseæó a rechazar la vida impía y los deseos mundanos, y a vivir en este mundocon equilibrio, rectitud y piedad, aguardando la dicha que esperamos:la venida de Jesucristo, gloria del gran Dios y salvador nuestro» Tit2, 11-13.

El segundo extremo del texto mateano sobre el juicio reside en lapregunta de los salvados, de los justos, de los fieles, de los orientados

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Esed,euadnladencha*Dioz 295

hacia Øl. Parecen bastante asombrados sobre el razonamiento del juezy preguntan: «Seæor, ¿cuÆndo te vimos hambriento...?». Es evidenteque, a tenor de ese texto, Jesœs y los primeros cristianos no considerannecesario siquiera saber explícitamente ni aducir como fundamento loque acabamos de hacer notar sobre la unión de Dios y de los hombres,sobre la relación de filiación de todos los hombres con Dios, sobre larelación de fraternidad de todos los hombres con Jesœs. No es necesariosaberlo expresamente; basta comportarse de acuerdo con esta realidad.Lo decisivo en el juicio es la conformidad concreta con Jesœs, no elfondo religioso.

La experiencia hace presumir que el saber creyente sobre estos extremos ofrece una motivación complementaria, y que el seguimientoconsciente de Cristo encuentra la figura concreta de la humanidad deJesœs con mÆs facilidad que llevando una vida honesta sobre otra base,partiendo de otras cosmovisiones. Pero justamente el texto de Mateosobre el juicio abre un margen de confianza de que la justicia de Dios,con el criterio del Hijo del hombre, pueda significar la promesa desalvación definitiva para las muchas personas que tengan que hacer suvida sin el evangelio eclesial. Por otra parte, la palabra del evangelioadquiere una nueva urgencia para los que tenemos la dicha de conocera Jesœs: <No todo el que dice Seæor, Seæor, entrarÆ en el reino de Dios,sino el que hace la voluntad de mi Padre...» Mt 7, 21.