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N.° 52 J. D. HOOKER. US PLANTAS CARNÍVORAS. 535 tal que ha venido á adquirir en las regiones del arte la forma distintiva de la actividad contemporánea. Hoy el ansia crítica no reconoce fácilmente barreras ni obs- táculos. El análisis detiene y examina con inexorable frialdad cuanto existe. No hay nada que no se discuta; nada de que no se dude. Libre la inteligencia de las odiosas ligaduras que antes la oprimieran, aspira á en- señorearse del Universo y quiere llegar a conocerle hasta el último de sus átomos; afán nobilísimo á cuyo extraordinario desarrollo se deben sorprendentes con- quistas, orgullo de nuestra época. La ciencia impera sin rival, y en la embriaguez de sus triunfos, se re- siste á trazarse linderos así propia; intenta llegar á todas partes, saberlo todo, erigirse en manifestación única de la humana naturaleza. Y el artista, hijo de su siglo, impresionado por lo que ve y olvidado de su misión, se propone como los demás hallar y describir en sus obras la verdad, nada más que la verdad, aca- llando su sentimiento si se niega á auxiliarle humilde- mente, desdeñando como extravío cualquier arranque de inspiración, menospreciando todo aquello que no !e parece demostrable, tratando, en fin, acaso sin con- fesárselo, de reducir el arte á un procedimiento ex- perimental, y sus producciones á modelos de científica observación. ¡Deplorable empeño que, cuando no aniquila la be- lleza al descomponerla, nos encierra al menos en el estrecho círculo de la realidad! ¡Obcecación increíble que nos hace recordar algunas veces con envidia aque- llos tiempos, si tan inferiores á los nuestros bajo mu- chos conceptos, tan superiores en cambio en idealidad artística! Sí: momento oportuno es el presente para atajar el mal alzando la voz en pro de los fueros de la idea, como en otras ocasiones se alzó para defender los del mundo objetivo. El contagio se ha generalizado lo bastante para temer sus resultados; y á plumas mejor cortadas que la que traza estas líneas, cumple com- batir con objeto de evitarlos en interés del porvenir del arte bello. No haya miedo de que vuelvan los antiguos extravíos. La atmósfera en que vivimos es tan re- fractaria á ellos, que si antes hubo necesidad de con- tener los arrebatos del genio para que no se volatili- zase en los espacios de la fantasía, urge ahora levan- tarle un poco de la superficie de la tierra para que no se inmovilice, materializándose. Convencer al artista de que está obligado á crear la belleza, no á reproducir la creada; estimularle con el ejemplo de los que en nuestros días continúan fieles á las buenas tradiciones; excitarle á inspirarse en los grandes sentimientos, nunca muertos en la humani- dad, por más que en ciertos períodos están amorti- guados; moverle á guardar cuidadosamente la fe en sí mismo y en la objetividad, que adivina lo que no alcanza el conocimiento, y sin la cual no hay creación posible; aconsejarle que procure ver los hechos histó- ricos y los de la época presente, más en su apariencia sintética particular que en los menudos accidentos sin importancia, y que analice en buen hora el objeto que se proponga, con tal de que luego no prescinda de forjar con lo analizado y su idea el conjunto armónico en que ha de consistir su obra: todo esto deben ha- cer quienes, con mayor autoridad y más conocimien- tos que nosotros, estén penetrados, como lo estamos, de la trascendencia que para la vida de los pueblos tiene la acertada realización del fin artístico. , Y aquí damos por terminado nuestro trabajo. Em- pezárnosle con el intento de condensar en reducido espacio algunas observaciones sobre el importante tema que le sirve de epígrafe; pero poco á poco, la abundancia del asunto, su íntima relación con otras cuestiones y el natural deseo de indicarlas, fueron ha- ciendo correr nuestra pluma, hasta que casi sin saber cómo nos encontramos con un folleto en vez de los dos ó tres brevísimos artículos que pensábamos escri- bir. Bien conocemos que la modestia del propósito que le engendró anda reñida con las excesivas pro- porciones que ha llegado á adquirir. Tal como e», le publicamos, sin embargo, abrigando la lisonjera espe- ranza de que no sea enteramente inútil su lectura. Quizá sirva siquiera de pretexto á otros estudios mejor hilados y menos enfadosos, con lo cual nuestras aspi- raciones habrán quedado satisfechas. Noviembre, 1874. EMILIO NIETO. LAS PLANTAS CARNÍVORAS, Diversos observadores han descrito de un modo más ó mellos exacto las costumbres de. los caza- dores vegetales, tales como la yerba de rocío, las dioneas, las papa-moscas y los nepentes; pero muy pocos se han cuidado de los motivos de esta caza, y las ideas de los que mejor los han expli- cado no han obtenido la confianza que merecían. Este asunto ha adquirido nuevo ínteres recien- temente, á causa de las investigaciones de Dar- win sobre los fenómenos que se producen cuando se ponen sustancias albuminosas en las hojas de las droseras, fenómenos que, en opinión de un fisiólogo eminente, prueban, respecto á las dio- neas, que estas plantas digieren exactamente las mismas sustancias y absolutamente de igual modo que el estómago del hombre. Mr. Darwin. trabaja todavía en estas investigaciones , y para ayudarle, en cuanto me lo permite mi posición en el Jardín Botánico de Kew, he estudiado, con- forme á sus instrucciones, algunas otras plantas carnívoras. El curso de estos experimentos me ha condu-

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N.° 52 J . D . HOOKER. U S PLANTAS CARNÍVORAS. 535

tal que ha venido á adquirir en las regiones del arte laforma distintiva de la actividad contemporánea. Hoyel ansia crítica no reconoce fácilmente barreras ni obs-táculos. El análisis detiene y examina con inexorablefrialdad cuanto existe. No hay nada que no se discuta;nada de que no se dude. Libre la inteligencia de lasodiosas ligaduras que antes la oprimieran, aspira á en-señorearse del Universo y quiere llegar a conocerlehasta el último de sus átomos; afán nobilísimo á cuyoextraordinario desarrollo se deben sorprendentes con-quistas, orgullo de nuestra época. La ciencia imperasin rival, y en la embriaguez de sus triunfos, se re-siste á trazarse linderos as í propia; intenta llegar átodas partes, saberlo todo, erigirse en manifestaciónúnica de la humana naturaleza. Y el artista, hijo desu siglo, impresionado por lo que ve y olvidado de sumisión, se propone como los demás hallar y describiren sus obras la verdad, nada más que la verdad, aca-llando su sentimiento si se niega á auxiliarle humilde-mente, desdeñando como extravío cualquier arranquede inspiración, menospreciando todo aquello que no!e parece demostrable, tratando, en fin, acaso sin con-fesárselo, de reducir el arte á un procedimiento ex-perimental, y sus producciones á modelos de científicaobservación.

¡Deplorable empeño que, cuando no aniquila la be-lleza al descomponerla, nos encierra al menos en elestrecho círculo de la realidad! ¡Obcecación increíbleque nos hace recordar algunas veces con envidia aque-llos tiempos, si tan inferiores á los nuestros bajo mu-chos conceptos, tan superiores en cambio en idealidadartística!

Sí: momento oportuno es el presente para atajarel mal alzando la voz en pro de los fueros de la idea,como en otras ocasiones se alzó para defender los delmundo objetivo. El contagio se ha generalizado lobastante para temer sus resultados; y á plumas mejorcortadas que la que traza estas líneas, cumple com-batir con objeto de evitarlos en interés del porvenir delarte bello. No haya miedo de que vuelvan los antiguosextravíos. La atmósfera en que vivimos es tan re-fractaria á ellos, que si antes hubo necesidad de con-tener los arrebatos del genio para que no se volatili-zase en los espacios de la fantasía, urge ahora levan-tarle un poco de la superficie de la tierra para que nose inmovilice, materializándose.

Convencer al artista de que está obligado á crear labelleza, no á reproducir la creada; estimularle con elejemplo de los que en nuestros días continúan fielesá las buenas tradiciones; excitarle á inspirarse en losgrandes sentimientos, nunca muertos en la humani-dad, por más que en ciertos períodos están amorti-guados; moverle á guardar cuidadosamente la fe ensí mismo y en la objetividad, que adivina lo que noalcanza el conocimiento, y sin la cual no hay creaciónposible; aconsejarle que procure ver los hechos histó-

ricos y los de la época presente, más en su aparienciasintética particular que en los menudos accidentos sinimportancia, y que analice en buen hora el objeto quese proponga, con tal de que luego no prescinda deforjar con lo analizado y su idea el conjunto armónicoen que ha de consistir su obra: todo esto deben ha-cer quienes, con mayor autoridad y más conocimien-tos que nosotros, estén penetrados, como lo estamos,de la trascendencia que para la vida de los pueblostiene la acertada realización del fin artístico. , •

Y aquí damos por terminado nuestro trabajo. Em-pezárnosle con el intento de condensar en reducidoespacio algunas observaciones sobre el importantetema que le sirve de epígrafe; pero poco á poco, laabundancia del asunto, su íntima relación con otrascuestiones y el natural deseo de indicarlas, fueron ha-ciendo correr nuestra pluma, hasta que casi sin sabercómo nos encontramos con un folleto en vez de losdos ó tres brevísimos artículos que pensábamos escri-bir. Bien conocemos que la modestia del propósitoque le engendró anda reñida con las excesivas pro-porciones que ha llegado á adquirir. Tal como e», lepublicamos, sin embargo, abrigando la lisonjera espe-ranza de que no sea enteramente inútil su lectura.Quizá sirva siquiera de pretexto á otros estudios mejorhilados y menos enfadosos, con lo cual nuestras aspi-raciones habrán quedado satisfechas.

Noviembre, 1874.

EMILIO NIETO.

LAS PLANTAS CARNÍVORAS,

Diversos observadores han descrito de un modomás ó mellos exacto las costumbres de. los caza-dores vegetales, tales como la yerba de rocío, lasdioneas, las papa-moscas y los nepentes; peromuy pocos se han cuidado de los motivos de estacaza, y las ideas de los que mejor los han expli-cado no han obtenido la confianza que merecían.

Este asunto ha adquirido nuevo ínteres recien-temente, á causa de las investigaciones de Dar-win sobre los fenómenos que se producen cuandose ponen sustancias albuminosas en las hojas delas droseras, fenómenos que, en opinión de unfisiólogo eminente, prueban, respecto á las dio-neas, que estas plantas digieren exactamente lasmismas sustancias y absolutamente de igualmodo que el estómago del hombre. Mr. Darwin.trabaja todavía en estas investigaciones , y paraayudarle, en cuanto me lo permite mi posición enel Jardín Botánico de Kew, he estudiado, con-forme á sus instrucciones, algunas otras plantascarnívoras.

El curso de estos experimentos me ha condu-

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cido á recordar la historia completa de este asun-to, y he encontrado esta historia tan interesantey, al mismo tiempo, tan poco conocida, que juzgoútil explicarla en resumen, desde su origen hastalas investigaciones de Mr. Darwin. Ea este tra-bajo me limito á hablar de las plantas más im-portantes; respecto á las que Mr. Darwin ha estu-diado, dejo á éste el honor de anunciar por símismo los descubrimientos que, con su franqueza

» habitual, ha comunicado á mí y á otros amigos.Describiré, pues, rápidamente las observacionesy los experimentos que me parecen más significa-tivos en las que he estudiado por mí mismo , lassarracenias y los nepentes.

Dioneas.—Hacia 1768, el conocido naturalistainglés Ellis, envió á Linneo el dibujo de unaplanta, á la que había dado el poético nombre dedionea. «En 1765, escribía, nuestro digno amigoMr. Pedro Collinson me ha enviado un ejemplarseco de esta curiosa planta, que había recibidode Mr. John Bartram, de Filadelfia, botánico deldifunto rey.» Posteriormente recibió Ellis algu-nos ejemplares vivos de América y los cultivó ensu jardín. Hé aquí los detalles que dio sobre estepuato á Linneo, y qus hicieron declarar á estegran naturalista, que, á pesar de haber visto yexaminado gran número de plantas, nunca en-contró fenómeno tan maravilloso. «Esta planta,dice Ellis, demuestra que la naturaleza ha que-rido proveer á su alimento, formando la articula-ción superior de su hoja como máquina dispuestapara cazar la comida; en mitad de ella se encuen-tra el cebo destinado al desgraciado insecto queha de ser su presa. Gran número de pequeñasglándulas rojas, cuya superficie está cubierta yque acaso, destilan un líquido azucarado, atraen alinsecto, y desde que las patas del animal irritanestas partes delicadas, los dos lóbulos se endere-zan, cogen fuertemente al insecto, enlazan susorillas espinosas y le ahogan. Además, para im-pedir que, forcejeando el insecto, logre des-prenderse, hay en medio de las glándulas, haciala mitad de eada lóbulo, tres pequeñas espinasrectas, que ponen fin á su existencia. Los lóbulosno vuelven á abrirse mientras el cadáver del in-secto se encuentra cogido; pero seguramente laplanta no puede distinguir una sustancia animalde una sustancia vegetal ó mineral, porque siintroducimos una paja ó un alfiler entre los lóbu-los, coge el cuerpo extraño con la misma fuerzaque si se tratara de un insecto.»

Esta descripción, que, en su género, no es me-nos horrible que las descripciones de las estatuasde la Edad Media, cuyos brazos se abrían paracoger y asesinar á, sus víctimas, es en lo esencialexacta, y sólo contiene errores de detalle.

Intencionadamente he adoptado en la exposi-ción de los hechos el orden histórico, porque nospermite ver lo que influyen las ideas preconcebi-das sobre nuestros juicios acerca de los asuntosmás sencillos.

La exposición publicada por LiDneo algunosaños después, es de ello un ejemplo sorprendente.Conocidos le eran todos los hechos que acabo dereferir; pero, de seguro, le repugnaba creer que lanaturaleza quisiera que esta planta, según el di-cho de Ellis, «se alimentase con el insecto quehabía cogido;» por eso dice que, desde que los in-sectos cesan de luchar, la hoja vuelve á abrirse yles suelta. Consideraba Linneo estos maravillo-sos actos como casos de extrema sensibilidad delas hojas, en virtud de la cual se replegan cuandoestán irritadas, como lo hace la sensitiva, y portanto consideraba la captura del insecto que lesirritaba, un hecho puramente accidental y sinimportancia para la planta. Sin embargo, erademasiado sagaz para aceptar la extraña afirma-ción de Ellis sobre la muerte causada á los insec-tos por las tres espinas situadas en el centro decada lóbulo de la hoja.

La autoridad de Linneo impuso silencio á lacrítica, si la crítica llegó á manifestarse, y losautores que le sucedieron copiaron sus descrip-ciones de la acción de las hojas.

Broussonet (1784) procuró explicar la contrac-ción de las hojas, suponiendo que el insecto quecogían las picaba, y la picadura daba salida allíquido, que hasta entonces las llenaba y mante-nía extendidas.

El doctor Darwin (1761) se contentaba con su-poner que la dionea se rodeaba de trampas de in-sectos , para defender de sus depredaciones lasflores.

Sesenta años después de lo que Linneo habíaescrito, encontrábase en Wilmington, en la Caro-lina del Nort8, sitio principal de esta planta loca-lizada, un hábil botánico, el doctor Curtís, queha muerto hace pocos años. El doctor Curtis pu-blicó en 1834, en el Boston Journal of naturalHistorij, una descripción de la dionea, que es mo-delo de observación científica exacta. Hó aquícórao se expresa: «Cada mitad de la hoja presentauna superficie interna, ligeramente cóncava, ar-mada de tres órganos delicados, parecidos á'pe-los y colocados de tal suerte, que es difícil áun insecto recorrerla sin tocar algunos de estosórganos; al tocarlos, ambos lados se repleganbruscamente y cogen su presa con bastante fuerzapara que le sea imposible escapar. Los pelos queguarnecen las opuestas orillas de una hoja se en-trelazan, como pudieran hacerlo los dedos de dosmanos. La sensibilidad de la planta reside, pues,

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en estos procesos en forma de pelos del interiorde la hoja, porque se puede tocar ó apretar la hojaen cualquier otro punto sin producir efectos sen-sibles.

El preso no es aplastado y bruscamente muer-to, como algunas veces se ha supuesto, porquecon frecuencia se han librado moscas y arañas quehan caido de este modo en la trampa, y que seescapan con toda la velocidad que el temor ó laalegría puedan inspirarles. Otras veces las he en-contrado envueltas en un fluido mucilaginoso,que parecía desempeñar el papel de disolvente,porque los insectos se encontraban en él más ómenos disueltos.

A Ellis corresponde el honor de haber adivinadoel objeto de la captura de los insectos por la dio-nea, y á Curtis el de habernos revelado los deta-lles del mecanismo, reconociendo el sitio de lasensibilidad de las hojas;.él es también quien nosha hecho ver que el líquido segregado no es unlíquido producido antes de la captura del insecto,sino un verdadero líquido digestivo, segregado,como nuestro propio jugo gástrico, después detragar los alimentos.

La historia de esta maravillosa planta no pasóde aquí durante toda una generación; pero en 1868un botánico americano, Mr. Oanby, que feliz-mente continúa todavía sus investigaciones botá-nicas, encontrándose en el país de la dionea, es-tudió con mucho cuidado las costumbres de estaplanta, y especialmente los puntos que Curtishabía hecho constar. Al principio había creídoque «la hoja tenía la propiedad de disolver lassustancias animales, las cuales corrían enton-ces á lo largo del peciolo, un poco hueco, hastala raíz, proporcionando así á la planta un ali-mento muy azoado;» pero alimentando las hojascon pedacitos de carne, reconoció que éstos erancompletamente disueltos y absorbidos. La hojase abría de nuevo, presentando una superficieseca y dispuesta para otra comida, aunque conmenos apetito. Reconoció también que el quesono convenía en manera alguna á las hojas, enne-greciéndolas y acabando por matarlas. Nos des-cribió, por fin, los inútiles esfuerzos que habíahecho un coleóptero para escaparse, lo que de-muestra que el líquido á que nos hemos referidoes realmente segregado y no proviene de la des-composición de la sustancia que la hoja ha cogido.El coleóptero, que era animoso, intentó hacer unaabertura al través de la hoja; «cuando lo descu-brió el observador todavía estaba vivo, y habíahecho un agujerito en el lado de la hoja, pero sedebilitaba de un modo evidente.» Al abrirla hojalo encontró Mr. Canby envuelto en considerablecantidad de líquido, que sin duda alguna triun-

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faba poco á poco de su resistencia. Dejó la hojacerrarse, y el insecto murió pronto.

En el Congreso que la Asociación británicapara el adelanto de las ciencias celebró el año úl-timo, presentó el doctor Burdon-Sanderson unacomunicación, muy dig"na por su notable-carác-ter, de la singular historia de esta planta, histo-ria que no se ha terminado todavía ni con mu-cho, y en la cual las observaciones del doctorBurdon-Sanderson dan principio á uno de sus másinteresantes capítulos.

Es hecho reconocido en la actualidad que todoslos seres vivos tienen un sitio común para unasustancia—siempre presente allí donde se encuen-tra la vida—que forma la base de todos los orga-nismos. Reflérome aXprotoplasma. Una de las pro-piedades más características de esta sustancia essu tendencia á contraerse, y cuando, en un orga-nismo dado, las partículas del protoplasma estándispuestas para obrar de cierto modo, de con-cierto producen un efecto acumulado, cuyos re-sultados son notorios. Ejemplo de ello es la con-tracción de los músculos, y acaso la contracciónde la hoja de la dionea sea un hecho del mismogénero.

Sabido es que la contracción muscular vaacompañada de ciertos fenómenos de electricidad.Cuando ponemos un pedazo de músculo en rela-ción con un galvanómetro sensible, comprobamosentre la superficie exterior y la superficie de lasección la existencia de una corriente definida,debida á lo que se llama la fuerza electro-motrizdel músculo. Ahora bien, cuando se hace con-traer el músculo, esta fuerza electro-motriz des-aparece momentáneamente, y la aguja del galva-nómetro » f̂|ue antes estaba desviada, vuelve ácero, produciéndose lo que se llama una variaciónnegativa. Cuantos estudian los organismos vege-*tales han sido sorprendidos al saber por el doctorSanderson que ciertas experiencias que habíaemprendido, á instigación de Mr. Darwin, prue-ban de una manera irrefutable que, cuando secontrae una hoja de dionea, los efectos producidosson iguales á los que se presentan en la contrac-ción de un músculo. Resulta, pues, qus en estamaravillosa planta, no sólo los fenómenos de di-gestión, sino también los de contractibilidad, soniguales á los de los animales.

Droseras.—La drosera no se encuentra sola-mente en una parte limitada del Nuevo Mundo,sino que existe en las regiones templadas de ara-bos hemisferios, y crece en los terrenos areniscosó pantanosos. Se sabe ahora que es una congénerede la dionea; pero este hecho apenas se habíaentrevisto cuando se descubrieron las curiosascostumbres que voy á describir.

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Con un año de distancia, dos observadores,—uno inglés y otro alemán,—reconocieron que loscuriosos pelos que todo el mundo ha notado enlas hojas de la drosera Ion sensitivos.

Hé aquí cómo Mr. Gardom, botánico del con-dado de Derby, cuenta los descubrimientos he-chos en 1780 por su amigo el eminentecirujano deLondres, Mr. Whateley: «examinando algunas delas hojas contraidas, observamos un insectillo ómosca que estaba allí estrechamente retenido, yno pudimos comprender cómo había sido cogido.Oprimiendo en seguida Mr. Whateley con unaalfiler el centro de otras hojasque no estaban aúncerradas, vimos un movimiento brusco y elás-tico de las hojas, por medio del cual se endereza-ban hacia arriba y rodeaban en cierto modo elalfiler, lo cual nos explicó suficientemente la si-tuación de la mosca.»

Esta descripción se hizo probablemente de me-moria, porque representa el movimiento de lospelos, mucho más rápido de lo que es en rea-lidad. .

Bn el mes de Julio del año precedente (aunqueel hecho se publicó dos años después), Eoth, enAlemania, había comprobado en la Drosera ro-timdifolia, y en la Drosera longifolia, «que grannúmero de hojas estaban replegadas desde lapunta hacia la base, y los pelos encorvados enarco, sin que hubiera cambio visible en el pe-ciolo.» Abriendo estas hojas «encontré, dice, entodas, un insecto muerto, lo que me hizo creerque esta planta, que tiene alguna semejanza conla dionea atrapamoscas, podría también tener lamisma facultad de movimiento.»

«Puse una hormiga con una pinza en medio dela hoja de la drosera rotundifolia, pero sin provo-car el movimiento de la planta. La hormiga in-

tentó escaparse, pero fue retenida por el jugo vis-coso que sale de la extremidad de los pelos, y laspatas del Insecto estiraban este jugo en largos yfinos hilos. Al cabo de algunos minutos los peloscortos del disco de la hoja empezaron áencorvar-se, después los pelos largos, y el insecto quedóaprisionado.Pasado algún tiempo,la hoja empezóá replegarse, y algunas horas después la extremi-dad de la hoja se había encorvado hacia dentro,como para tocar la base. A los quince minutos lahormiga había muerto, es decir, antes de que to-dos los pelos se hubiesen encorvado.»

Estos hechos, fijados hace cerca de cien añospor el testimonio de observadores independien-tes unos de otros, han permanecido casi igno-rados hasta nuestros dias; y Trecul, que escribíaen 1855, aseguraba con el mayor atrevimiento,que eran inexactos. Sin embargo, últimamentehan sido repetidas veces comprobados; en Alema-

nia, porNilschke, en 1860; en los Estados-Uni-dos, por una señora, Mme. Treat de Nueva-Jer-sey, en 1871; en Inglaterra, por Mr. Darwin, ytambién por Mr. A. W. Bennett.

A Mr. Da,rwin que estudia este asunto desdehace muchos años, no sólo debemos la confir-mación de todos los hechos atestiguados por losprimeros observadores, sino también otros nue-vos é importantísimos. Todavía no ha publicadolos resultados de sus investigaciones, pero algu-nos de los puntos que ha establecido los ha ex-puesto en los Estados-IIüidos el profesor' AsaGrray, á quien Mr. Darwin los había comunicado.

Mr. Darwin ha reconocido que los pelos de lahoja de la drosera son sensibles á la acción deun pedazo de músculo ó de cualquiera otra sus-tancia animal, mientras que un pedazo de mate-ria inorgánica casi ningún efecto produce enellos. Son más sensibles.á la acción de fragmen-titos de carbonato de amoniaco.

He aquí cómo Mme. Treat explica los resulta-dos de sus experiencias: «á las diez y cuarto pusepedacitos de carne cruda en algunas de las hojasmás vigorosas de una drosera longifolia, á las docey diez minutos dos de estas hojas se habían re-plegado alrededor de la carne y la ocultaban com-pletamente. A las once y media del mismo dia hepuesto moscas vivas sobre las hojas de una dro-sera longifolia. A las doce y cuarenta y ocho mi-nutos una de estas hojas estaba completamentereplegada sobre su víctima, y las otras lo estabanen parte; las moscas habían cesado de luchar. Alas dos y media cuatro hojas se habían replegadosobre las moscas. La punta de la hoja se plegahacia el peciolo como en la época de la prefoliacion.

He repetido la experiencia con sustancias mi-nerales: creta seca, magnesia, piedrecitas. Veinti-cuatro horas después ni las hojas ni los pelos ha-bían hecho movimiento alguno para coger estassustancias. He mojado un pedazo de creta enagua, y en poco menos de una hora los pelos seencorvaban á su alrededor, pero al poco tiempose enderezaban, dejando la creta libre sobre la su-perficie de la hoja.»

No entraré en más detalles acerca de la dioneay la drosera. Los repetidos testimonios de dife-rentes observadores abarcan el espacio de un si-glo; y aunque hasta ahora hayan sido acogidoscon frialdad, creo que bastan para demostrar, queen la pequeña familia de las droseráceas existenplantas que, en primer lugar, cazan.insectos paraalimentarse, y en segundo, los digieren y los di-suelven con ayuda de un líquido segregado, es-pecialmente con este objeto, y, en fin, que absor-ben la disolución de la materia animal así pre-parada.

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Antes de que las investigaciones de Mr. Dar-win hubiesen inclinado á otras personas á estu-diar este asunto, comprendíase poco la significa-ción de dichos fenómenos. Apenas hace algunosaños, Mr. Duchartre, profesor de botánica en laFacultad de París, hablando de las ideas de Ellisy de Curtís, á propósito de la dionea decía que, ensu opinión, la idea de que las hojas de esta plantaabsorbían sustancias animales disueltas, estabaevidentemente en contradicción con lo que sabe-mes respecto á las funciones de estas hojas yrespecto al conjunto de la nutrición de las plan-tas, para quemereciese ser formalmente discutida.

Si las droseráceas fuesen ejemplo aislado de ungrupo de plantas dotadas de dichas disposiciones,esta crítica podría ser fundada; pero demostraréque no sucede tal cosa. En la actualidad tene-mos razones para creer que los ejemplos de estascostumbres carnívoras son numerosos en diferen-tes partes del reino vegetal y entre plantas cuyoúnico carácter común es éste.

Para presentar otro rasgo distintivo de estehecho acudiré al curiosísimo grupo de los nepen-tes, y aquí también lo mejor es seguir el ordenhistórico.

Sarracenia.—El género Sarracenia comprendeocho especies, que tienen costumbres semejantesy todas son originarias de los Estados del Este dela América del Norte, donde especialmente se en-cuentran en los pantanos, y también en lasaguas poco profundas. Sus hojas, que les dan uncarácter particular, tienen forma de urna ó devasija, y salen en conjunto inmediatamente delsuelo. En la época de la florescencia producenuno ó muchos tallos delgados, cada uno de loscuales lleva una flor solitaria. Esta flor tiene unaspecto singular, debido en gran parte al desar-rollo en cabezuela con que termina el estilo. Laforma de esta parte ó acaso la de toda la flor, hahecho que los primeros colonos ingleses le diesenel nombre de silla de dama.

La sarracenia purpúrea es la especie más cono-cida. Hace unos diez años gozó notoriedad pa-sajera, porque se propuso su raíz como remediocontra la viruela. Se la encuentra dssde Ter-ranova hasta en la Florida, y vive perfecta-mente al aire libre en las islas británicas. Alprincipio del siglo XVII publicó Clusius un di-bujo de ella, conforme á un diseño que había lie-gado á Lisboa, y desde allí á Paris. Treinta añosdespués reprodujo Johnson este dibujo, en su edi-ción del herbario de Gerard, «expresando la es-peranza de que algún viajero podría encontraresta planta elegante, y que, reconociéndola poraquella imperfecta imagen, la traería á Europa,á fin de poderla estudiar mejor. Algunos años

después se realizó este deseo. Jhon Trades-cant, el joven, encontró esta planta en Virgi-nia, y logró traer un ejemplar vivo á Inglaterra.También fue enviada de Quebec á Paris, por eldoctor Sarrazin, cuyo nombre dio Tournefort algénero á que la planta pertenecía.

El primer hecho observado en estas plantas esque las urnas formadas por sus hojas contienenagua; pero el segundo hecho era bastante ex-traño, y quizá Morrison que lo indicó, no tuvoocasión favorable para estudiar estas plantas,porque declara equivocadamente, que no puedensoportar el cultivo (respuere culturam, videwtur).-

Según Morrison, el opérculo de la urna—fijadoen todas las especies de una manera bastanterígida,—está provisto, por especial disposición dela Providencia, de una charnela ó visagra. Adop-tada esta idea por Linneo, fue algo amplificadapor sus sucesores, quienes declararon que, cuan-do estaba el tiempo seco, se cerraba el opérculoé impedía al agua evaporarse. En su bella obraacerca de la historia natural de la Carolina, su-ponía Catesby que estos recipientes de agua po-dían «servir de asilo óde segura retiradaá muchosinsectos, escapando así á la persecución de lasranas y de otros animales que los devoran.» Otros,siguiendo á Linneo, consideraban las urnas comopequeños aljibes ó depósiton para los pájaros yotros animales, sobre todo, en la época de la se-quía: «Prcebet aquam, sitienlibus aviculis.t

La teología superficial del último siglo se con-tentaba con esta clase de explicaciones; pero de-bemos detenernos aquí un momento y reconocerque, aunque Linneo no tuvo los materiales indis-pensables para una observación detenida respectoal objeto de las urnas de las sarracenias, supocon gran sagacidad adivinar las ideas modernasaceTCa de sus afinidades, pues hoy se las consi-dera muy parecidas al lirio de agua, que es pre-cisamente el lugar que Linneo les asignaba en suensayo de clasificación natural. Además, señalótambién la analogía que, por improbable que pu-diera ser á primera vista, ha sido probada en de-talle por Baillon (quien parece no ha leido á Lin-neo), entre las hojas de la sarracenia y las dellirio de agua.

Linneo supuso que la sarracenia tuvo en unprincipio costumbres acuáticas, que tenía hojascomo las ninfeas, y que, cuando empezó á vivirsobre la tierra, estas hojas se' ahuecaron paracontener el agua, ya que no podían flotar sobreella. En una palabra, se mostró evolucionista á lamanera de Darwin.

La idea de Catesby no es acertada. Los insectosque visitan estas plantas pueden encontrar enellas un retiro, pero es un retiro para siempre.

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Collison, uno de* los corresponsales de Linneo,observa en una de sus cartas, «que gran númerode pobres insectos pierden la vida ahogándoseen estos depósitos de agua.» Pero William.Bar-íram, hijo del botánico, parece haber sido el pri-mero que, á fines del último siglo, señaló el he-cho de que las sarracenias cazaban los insectos ymataban innumerables.

Antes de referir cómo se verifica este fenómeno,daré algunos otros detalles históricos.

En las dos especies que no tienen la urna cer-rada por el operculo, seguramente una parte dellíquido lo proporcionaba la lluvia; pero en laSarracenia variolaris, en la cual el operculo cierrael orificio de la urna, es difícil que penetre dentroel agua de lluvia, y no cabe duda de que el fondode la urna segrega un líquido que probablemente'ejerce acción digestiva. "Willian Bartram, en elprólogo de sus viajes, publicado en 1791, describe

"este líquido, pero se equivoca al creer que sirvede cebo á los insectos. Hay una secreción azuca-rada que atrae á los insectos, pero sólo se en-cuentra en la parte superior del tubo. Debe que-dar, sin embargo, para Bartram, el honor de ha-ber pensado, aunque no lo haya dicho, sinotitubeando, que los insectos se disuelven en ellíquido y sirven entonces para la nutrición de lasplantas.

Sir J. E. Smith que ha publicado un dibujo yuna descripción de la Sarracenia, variolaris, hanotado que segrega un líquido, pero contentándo-se con suponer que sólo sirven á la vegetación losproductos gaseosos de la descomposición de losinsectos. En 1829, treinta años después de lapublicación del libro de Bartram, escribió Bur-net una Memoria que contiene gran número deideas originales expresadas de un modo bastanteextraño: en este escrito insiste mucho en la exis-tencia de una verdadera acción digestiva en lassarracenias, análoga á la que se verifica en el es-tómago de un animal.

En la actualidad, conocemos de un modo bas-tante completo las costumbres de la Sarraceniavariolaris, gracias á las observaciones de dos mé-dicos de la Carolina del Sur. Uno de ellos, el doc-tor Mac Bride, ejecutó sus observaciones hacemás de medio siglo, pero habían sido olvidadasy se las ha sacado á luz recientemente. Se habíapropuesto saber por qué visitaban las moscas laSarracenia variolaris y cómo las cazaba la planta.

Hé aquí lo que averiguó:«La causa que atrae las moscas, es evidente-

mente una sustancia viscosa, parecida á la miel,segregada por la superficie interna del tubo.Desde el borde, donde empieza, no desciende ámás de un cuarto de pulgada (6 milímetros) de

profundidad. La caida del insecto desde que pe-netra en el tubo debe atribuirse únicamente áque los pelos de la superficie interna de la hojaestán en la dirección de arriba abajo. Abriendo untubo, se ven perfectamente los pelos en el fondo;están dirigidos de alto á bajo: conforme se as-ciende, son más cortos y delgados, y justamente,debajo de la superficie cubierta del cebo, no sonvisibles á la simple vista ó apreciables al tactomás delicado. Desde allí, la mosca que no en-cuentra donde afianzarse, cae necesariamente alfondo.»

El doctor Mellichamp que habita ahora la partedel país donde el doctor Mac Bride hacía sus ob-servaciones, ha añadido gran número de detallesá los que ya sabemos. Primeramente ha estudiadoel líquido segregado en el fondo del tubo, com-probando que este líquido es. realmente segrega-do, y lo describe diciendo que es mucilaginoso,pero que deja en la boca un sabor astringenteparticular. Ha comparado la acción de este líqui-do á la del agua destilada sobre pedazos de carnefresca de venado, y ha reconocido, que al cabo dequince horas, el líquido de los tubos había pro-ducido más alteración y más olor. Su deducciónconsiste en que, teniendo un olor muy repug-nante las hojas cuando están llenas de insectos,no existe una verdadera digestión, sino una des-composición muy acelerada. Aunque sin atribuirningún poder digestivo al líquido segregado porlos tubos, ha reconocido que produce un efectoanestésico notable sobre las moscas que caen enél, observando, «que la mosca arrojada al aguaescapa fácilmente, porque, al parecer, el líquidono se une á sus alas,» pero que nunca escapa dela secreción de la sarracenia. Al medio minuto dehaber caido en este líquido la mosca, parecemuerta; sin embargo, si se la saca, puede volveren sí en un tiempo que varía desde media áuna hora.

Según el doctor Mellichamp, el cebo azucaradodescubierto por el doctor Mac Bride en el orificiode las urnas, no se encuentra en las jóvenes plan-tas de la estación, ni en las plantas del año pre-cedente; pero ha comprobado, que, hacia el mesde Mayo, la sustancia azucarada se reconoce fá-cilmente, y lo que es más extraño, que existe unconducto que sigue la materia azucarada desde elsuelo hasta la embocadura de la urna, y alo largodel reborde ancho de la urna, siendo ésta la víapor donde los insectos van á la muerte. Estos re-latos muestran claramente que la sarracenia tienedos tipos de urna muy distintos, y el examen dela especie prueba que probablemente son tres. Porde pronto, se las puede clasificar en urnas de em-bocadura abierta y de operculo levantado, las

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N.° 52 J . D. HOOKER. U S PLANTAS CARNÍVORAS.

cuales reciben por tanto una cantidad de aguamás ó menos grande, y urnas de embocaduracerrada por el opérculo, en las cuales penetra pocola lluvia ó acaso nada.

A la primera categoría pertenece la conocidaSarracenia purpúrea con sus urnas inclinadas yprovistas de opérenlos que están dispuestos demodo que caiga en la urna cuanta lluvia reci-be: también se cuentan en la misma categoríalas Sarracenia flava, Sarracenia rubra y SarraceniaDrummondii, todas las cuales tienen las urnasrectas y opérculos, verticales: en las tres últimasespecies el opérculo; cuando la planta es joven,está encorvado sobre la embocadura, y cuando laplanta es vieja, se empina casi verticalmente ytiene los labios de tal modo, que la lluvia quecae sobre la superficie superior, sigue exterior-mente la pared posterior de la urna como paraimpedir que ésta sea inundada.

Ai segundo grupo pertenece la Sarracenia psit-íacina y la Sarracenia variolaris.

Los tejidos de las superficies internas de lasurnas tienen singular belleza. Augusto Vogl hadescrito una sola especie, la Sarracenia purpúrea,pero las demás especies que he examinado, difie-ren mucho de ésta. Partiendo de la parte supe-rior de la urna, hay cuatro superficies caracteri-zadas por diferentes tejidos que nombraré y de-finiré del siguiente modo:

1." Una superficie atractiva, situada en el in-terior del opérculo, cubierta de una epidermis conestomas, y como á la embocadura de la urnade pequeñas glándulas que segregan miel: ade-más, con frecuencia tiene más color que las demáspartes de la urna á fin de atraer los insectos ha-cia la miel.

2." Una superficie conductora que es opaca,formada de células vidriosas que se prolongan enprocesos espinosos cónicos, cortos y encorvados.Estos procesos, sobrepuestos como las pizarrasó tejas de un techo, forman una superficie sobrela cual se desliza el insocto y no permiten puntode apoyo al que quiere suhir por ella.

3.° Una superficie glandular (que se ve en laSarracenia purpúrea), que ocupa una superficieconsiderable de la cavidad de la urna por encimade la parte conductora; está formada de una capade epidermis de células sinuosas, y está sembradade glándulas; como es lisa y compacta, no per-mite punto de apoyo á los insectos que quierenescaparse.

4." Una superficie retentiva que ocupa la parteinferior de la urna, y á veces casi toda su longi-tud: no tiene película, y está sembrada de pelosdispuestos en forma de aguja, vidriosos, rígidosy encorvados, los cuales convergen además hacia

el eje de la cavidad que disminuye, de modo queun insecto cogido en medio de estos pelos, quedaallí aprisionado, y sus esfuerzos dan por únicoresultado descender y ser retenido mas fuerte-mente en la urna.

Ahora bien: es hecho curioso que en la Sarrace-nia purpúrea, que tiene la urna abierta y formadaá propósito para recibir y conservar un máxi-mum de lluvia, no se ha podido encontrar hastaahora la secreción azucarada, y no se ha visto li-quido segregado por la urna. Además, es la únicaespecie en la cual, como antes he dicho, he en-contrado una superficie glandular especial y en laque no hay glándulas en la superficie retentiva.Este conjunto de circunstancias hace creer queacaso esta planta no tiene secreción ó no la pro-duce, sino después que la urna está completa-mente llena de agua de lluvia.

En la Sarracenia flava, que tiene urnas de ori-ficio abierto y carece de superficie glandular es-*pecial, encuentro glándulas en la parte superiorde la superficie retentiva, entre los pelos, pero nolas encuentro en la parte media ó inferior de lamisma superficie. Está probado que la Sarracenia

flava segrega un líquido, pero no puedo decirexactamente en qué condiciones; pues en el cortonúmero de ejemplares cultivados, completamentedesarrollados ó á medio desarrollar, con el opér-culo inclinado sobre la urna, sólo he encontradola sustancia azucarada, tal y como la describenlos observadores americanos, y las glándulas quesegregan esta sustancia cerca del reborde de laurna, con glándulas semejantes en la superficieexterior de la urna, como Vogl lo ha visto en laSarracenia purpúrea.

Respecto á las urnas de abertura cerrada, sólohe examinado las de la Sarracenia variolaris, cuyostejidos se parecen mucho á los dñ la Sarraceniaflava. No cabe duda de que segrega un líquido de-letéreo para los insectos, aunque no lo he encon-trado en las plantas que he examinado.

Evidentemente queda mucho por saber res-pecto á la sarracenia, y espero que los botánicosamericanos se aplicarán á este estudio. No esprobable que, presentando una construcción tandistinta las tres urnas de la Sarracenia flava, laSarracenia purpúrea y 1 a Sarracenia variolaris, yexistiendo tales diferencias en sus tejidos, obrende igual modo. El hecho de que Io3 insectos sedescomponen regularmente en el líquido de todasestas especies, hace creer que todas se alimentande los productos de esta descomposición; perohasta ahora ignoramos si las glándulas situadasen el interior de las urnas son secretoras, absor-bentes, ó ambas cosas: en el caso de que sean se-cretoras, no sabemos si elaboran agua ó un di-

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solvente, y si son absorbentes, ignoramos sitoman materias animales ó productos de la des-composición.

Es m u | probable que de igual modo que elproducto azucarado no aparece sino durante unafase particular de la vida de la urna, las funcionesdigestivas sólo duren corto tiempo. Así induce ácreerlo lo que sabemos de la dionea, cuyas hojascesan al cabo de cierto tiempo de ser á propósitopara la absorción y se convierten en menos sen-sibles. Seguramente los insectos que se acumulanen las urnas de las sarracenias deben excedermucho á los que necesita para su digestión. Sedescomponen en la planta, y diversos insectos,demasiado prudentes . para dejarse coger en latrampa, tienen la costumbre de depositar sushuevos en el orificio abierto de las urnas paraaprovechar esta acumulación de alimentos; porello se encuentran en las urnas algo antiguaslarvas y gusanos vivos, prueba suficiente de quelas propiedades primitivas del líquido que segre-gan han debido agotarse, y Barton nos dice quediversas aves, apetitosas de insectos, abren lasurnas á picotazos para coger el contenido. Porello probablemente, dijo Linneo, que las urnasservían de depósitos de agua para los pájaros.

Las urnas acaban por perecer, y* una parte almenos de su contenido debe alimentar la planta,fertilizando el terreno en que crece.

Darlingtonia.—No dejaré de hablar de la Sarra-cenia sin decir algo de su próxima pariente laDarlingtonia, planta mucho más admirable, cuyadistribución geográfica es mayor que la de laSarracenia, puesto que se encuentra á 5.000 pies(más de 1.500 metros de altura) en la Sierra Neva-da de California, bastante lejos al Oeste de todaslas localidades que habita la Sarracenia. Tieneurnas de dos formas; una especial de la infanciade la planta, que se compone de tubos estrechosun poco retorcidos en forma de trompeta, con unorificio muy oblicuo, cuyo reborde posterior sealarga en forma de un capuchón escarlata largo,delgado y encorvado, que forma apenas el orificio.La ligera curvatura del tubo hace que estas embo-caduras sigan direcciones muy distintas, y sólocogen pequeñísimos insectos. Antes de llegar ásu madurez la planta, tiene ya urnas más grue-sas y casi verticales, torcidas también, con un re-borde que se prolonga en forma de gran capuchónhinchado que cubre completamente la aberturapequeñísima de la cavidad del tubo. De la extre-midad del capuchón, justamente enfrente delorificio, pende un órgano singular, rojo anaran-jado, blando y con dobles lóbulos. Por una cartaque el profesor Asa Gray me escribió ha pocosdias, he sabido que la superficie interna de este

apéndice está revestida de una materia azucara-da. Estas urnas están llenas de gruesos insectos,sobre todo de falenas, que, a] descomponerse, for-man una masa pútrida. No sé si se encuentraagua en las urnas cuando la planta crece en supaís natal, pero he encontrado una ligera secre-ción acida durante la infancia de las dos especiesde urnas.

Los tejidos de las superficies internas de lasurnas, en la planta joven y en la vieja se parecenmucho á los de la Sarracenia variolaris y de laSarracenia, flava. •

Mirando una planta de Darlingtonia en flor, lla-móme la atención una analogía notable entre elarreglo y la coloración de las partes de la hoja ylas de la flor. Los pétalos son del mismo colorque el apéndice de la urna, y las parejas de pé-talos están separadas entre sí por una abertura(formada por una raja en los bordes opuestos deambos pétalos), que llega á los estambres y alpistilo. Examinando la urna, encontramos quela relación entre su apéndice y su entrada esigual. Ahora bien: sabemos que los pétalos colo-reados son especialmente órganos de atracción yque su color sirve para atraer los insectos que sealimentan con su polen ó con su néctar, y en estecaso, por medio de la abertura, para fecundar laflor; el apéndice y su néctar sirven también, sinduda alguna, para atraer los insectos, pero condistinto fin. Puede, pues, suponerse que estaplanta maravillosa atrae los insectos hacia susflores con un objeto y lor alimenta, empleándolosal mismo tiempo en su fecundación, y que, hechoesto, atrae á algunos de sus bienhechores á la ur-nas para alimentarse ella misma.

Pero volvamos de estas conjeturas á los hechoscientíficos, é indiquemos lo que, en mi concepto,es uno de los puntos más curiosos de la historiade la Darlingtonia: el paso de las urnas desliga-das, alargadas y abiertas á las gruesas urnas deorificio cerrado es, en todos loa»ejemplares que heexaminado, absolutamente brusco para cada in-dividuo. No he encontrado urnas en un estadode desarrollo intermedio. Este hecho, bastantesignificativo por sí mismo, lo es aún más si seconsidera que las urnas, en la juventud de laplanta, representan, hasta cierto punto, las ur-nas de las sarracenias de boca abierta y deopérculo derecho, y que las urnas de la madurezde la planta representan las urnas de las sarra-cenias de orificio cerrado y de opérculo esférico.La reunión de estos dos caracteres en una especiepróxima de un orden poco abundante, deben con-siderarla los morfologistas, partidarios de la doc-trina de la evolución, como uno de los hechosmás significativos.

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Nepentes. El género nepentes se compone demás de treinta especies de plantas trepadoras,que son casi arbustos y que se encuentran en laspartes más cálidas del archipiélago asiático, desdeBorneo hasta Ceilan, con algunas especies situa-das más lejos en Nueva Caledonia, en la Australiatropical, y también en las islas Seychelles, juntoá la costa de África. Estas plantas tienen grannúmero de urnas, sobre todo durante la juven-tud. La forma y disposición exterior de estasurnas varían mucho, como también sus dimen-siones; algunas sólo tienen una pulgada (25 milí-metros) de altura; mientras que otras tienencerca de un pié (30 centímetros). Una especieoriginaria de Borneo tiene urnas de pié y medio(45 centímetros), comprendiendo el opérculo, y suanchura es bastante grande para que quepa den-tro un pájaro pequeño.

En su conjunto la estructura de la urna de losnepentes es menos complicada que la de la sarra-cenia, aunque algunos de sus tejidos presentencaracteres más especiales. La urna misma no esuna hoja trasformada como la de la sarracenia,ni una parte de hoja trasformada como en la dio-nea, sino un apéndice de la hoja desarrolloda ensu extremidad: corresponde á una glándula desecreción acuosa, que puede verse en la extremidaddel nervio principal de dichas plantas. Tiene unpeciolo frecuentemente larguísimo, el cual, cuandolas urnas se cierran sobre las hojas de la parteelevada del tallo, posee (antes del desarrollo com-pleto de la urna) la facultad de arrollarse comolos zarcillos de la vid alrededor de los objetospróximos, ayudando así á la planta á trepar mu-chas veces hasta grande altura en el bosque.

En la mayor parte de las especies, las urnastienen dos formas, una que pertenece á la juven-tud de la planta y otra á su edad madura. El pasode una forma á otra es gradual. Las urnas de laplanta joven son más abultadas; tienen exterior-mente grandes rebordes longitudinales y franjea-dos, destinados quizá á conducir los insectoshasta el orificio: el opérculo es más pequeño ymás abierto, y toda la superficie interna está cu-bierta de glándulas de secreción. Como se formanestas urnas cerca de la raíz de la planta, descansancon frecuencia en el suelo, y en las especies que notienen hojas inmediatas á la raíz, las urnas estáncon frecuencia suspendidas de tallos que puedentener hasta un metro de longitud, y que las per-miten inclinarse hasta la tierra. Cuando la plantaestá más adelantada, las urnas son mucho máslargas, más estrechas y menos abultadas, pudien-do dilatarse y hasta hacerse cónicas: los rebordesson también más estrechos y con pocas ó ningu-na franja. El opérculo es más grande y se extien-

de oblicuamente sobre,el orificio; sólo la parteinferior de la urna está cubierta de glándulas desecreción; la superior presenta una estructuraanáloga al tejido conductor de la sarracenia, perocon diferencias anatómicas muy marcadas. Ladiferencia orgánica de estas dos urnas, conside-radas bajo el punto de vista de su distinta posi-ción en la planta, parece indicar que la una estádestinada á cazar los insectos que andan, y la otraá cazar los que vuelan. La abertura de la urnaestá siempre guarnecida de un borde grueso yarrugado que sirve para tres usos distintos: pri-mero, reforzar el orificio y tenerlo bien abierto;segundo, segregar una sustancia azucarada (almenos en todas las especies sometidas al cultivoque he examinado, porque no tengo noticia deningún otro observador que hable de esta se-creción en los nepentes), y en muchas especiesdesarrollarse en la forma de un tubo á manera deembudo, y que desciende dentro de la urna é im-pide á los insectos escaparse de ella, ó en Una filade ganchos encorvados, que en algunos casos sonbastante fuertes para retener un pajarillo, si bus-cando el agua ó los insectos se inclina demasiadodentro de la urna.

El interior de la urna de los nepentes presentatres superficies principales llamadas de atracción,conductora y de secreción: la superficie retentivade la sarracenia está representada por la secre-ción líquida que en esta planta se encuentra entodas las fases del crecimiento del lóbulo. «-

Los nepentes tienen dos superficies de atracción:á saber, la del borde de la urna y la de la superfi-cie inferior del opérculo, que está provista en casitodas las especies de glándulas, dando una secre-ción azufrada, con frecuencia abundantísima. Es-tas glándulas se componen de masas esféricas decélulas contenidas cada una en una cavidad deltejido del opérculo y rodeadas de una capa ó de-fensas de tejido celular cristalino. De igual modoque en la sarracenia, el opérculo y el orificio de laurna están más coloreados que las otras partes, áfin de atraer á los insectos hacia la materia azu-carada.

Cosa singular; la única especie que, según misobservaciones, está privada de estas glándulas desecreción azucarada en el opérculo, es la Nepen-tkes ampvllaria, cuyo opéreulo, á diferencia de loque se observa en otras especies, está proyectadohorizontalmente hacia atrás. La secreción de unasustancia azucarada en un opérculo así dispuestoserviría para alejar á los insectos de la urna envez de conducirlos á ella.

Desde el borde hasta una distancia variableen el interior de la urna, hay una superficie azu-lada ó verde blanquecina opaca, cuyo color y as-

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84 i REVISTA EUROPEA . - 2 1 DE FEBRERO DE 1875. N.° 52pecto recuerdan la superficie conductora de lasarracenia, y que, como ella, no presenta asidero "alguno á los insectos; en los demás puntos difierela primera por completo de la segunda; esta for-mada de una fina red de células que cubre unapelícula cristalina sembrada de pequeñísimas es-crescencias reniformes trasversales.

El resto de la urna está completamente ocupadopor la superficie de secreción, que se compon»de un fondo celular lleno de inconcebible númerode glándulas esféricas. Estas glándulas se pare-cen á las secretoras de la sustancia azucarada delopérculo; cada una de ellas está contenida en unreceptáculo ó bolsita de la misma naturalezapero semicircular, con el orificio dirigido haciaabajo; de suerte que todo el líquido segregado caeal fondo de la urna. En la Nepenth.es rafflesianauna pulgada cuadrada (625 milímetros cuadrados)de la superficie interior de la urna contiene tresmil de estas glándulas, y una urna de tamaño or-dinario más de un millón. He reconocido, segúndebía esperarse, que estas glándulas segregan ellíquido que se encuentra en el fondo de la urnaantes de abrirse, y que la naturaleza de aquel essiempre acida.

Aunque el líquido existe siempre en la urna,ocupa una parte relativamente pequeña de la su-perficie glandular de ésta, y es producido antesde que el opórculo se abra. Cuando se vierte elliquido de una urna completamente formada queno ha recibido sustancias animales, se reproduce,pero en cantidades relativamente mínimas; susecreción continúa durante muchos días, y has-ta cierto grado aun después que la urna ha sidoseparada de la planta. No he observado que lapresencia de sustancias inorgánicas en el líquidoaumente la secreción, pero he comprobado dosveces grande aumento de cantidad de líquidoen urnas donde había introducido materias ani-males.

En el estudio de la potencia, digestiva de los ne-pentes he seguido el método empleado por Mr. Dar-win en la dionea y la drosera, valiéndome de clarade huevo, de carne fresca, de fibrina y de cartíla-go, siendo siempre la acción muy visible, y enalgunos casos hasta sorprendente. A las vein-ticuatro horas de inmersión, las aristas de los cu-bos de clara de huevo están roidas y las superfi-cies convertidas en gelatina: los fragmentos decarne disminuyen rápidamente; los pedazos defibrina de muchos granos de peso se disuelven ydesaparecen por completo al cabo de aos ó tresdías. El cartílago es lo que da resultados más no-tables: pequeñitos pedazos de ocho ó diez granos depeso (de 50 á 64 centigramos), á las veinticuatrohoras están convertidos en gelatina, y á los tres

dias toda la masaha disminuido mucho, quedandotransformada en una especie de jalea clara y tras-parente. Un pedazo de cartílago secado ál airedurante una semana y puesto en una urna toda-vía cerrada, pero completamente desarrollada, delNepenlhes rafflesiana, da resultados análogos ycasi tan prontos.

Según toda probabilidad, esta acción que pue-de compararse á la digestión, no se debe única-mente al líquido segregado desde luego por lasglándulas, porque los resultados son muy débilescuando se ponen las mismas sustancias en el lí-quido sacado de las urnas y vertido en tubos decristal.- Después de seis dias de inmersión de car-tílago ó de fibrina en urnas del Nepenthes ampu-llaria colocada en una habitación fria no se ad-vierte ninguna alteración, mientras que el mismocartílago, sacado de la urna de dicha especieen una cámara fria y puesto en una urna delNepenthes rafflesiana en una estufa, es inmedia-tamente atacado. Comparando los resultados pro-ducidos en la fibrina, la carne y el cartílago co-locados en tubos llenos de líquido de nepentes óen tubos de agua destilada, he comprobado en elprimer caso una desintegración tres veces más rá-pida que en el segundo; pero esta desintegraciónno se parece en manera alguna á la que producela inmersión de las mismas sustancias en el líqui-do de la urna de_una planta viva.

Cuando se opera con pedacitos de carne desdemedio hasta dos granos (de 32 á 128 miligramos),todo parece ser absorbido, pero no sucede lo mis-mo con pedacitos de ocho ó diez granos (50 ó 64centigramos) de cartílago: una parte de esta sus-tancia desaparece, y el resto queda en forma dejalea trasparente, acabando por podrirse pasadosmuchos dias. La acción sobre los insectos no esal parecer igual, porque habiendo sumergidodurante muchos dias un pedazo de cartílago,comprobé que una cucaracha bastante gruesaque había querido seguir el cartílago y que, porresultado de su empresa-, se había ahogado á loedos dias, estaba podrida. Saqué el cadáver de lacucaracha y el cartílago permaneció sin olordurante muchos dias más. Sin duda, en estecaso, el líquido antiséptico había penetrado enel tejido del cartílago, no quedando bastante paraatravesar el caparazón del insecto, el cual portanto, se había descompuesto. Cuando se colocaen líquido sacado de la urna un pedazo de cartí-lago, se descompone algo más lentamente que enagua destilada.

Según las observaciones precedentes, es pro-bable que la pared interior de la urna segregueuna sustancia dotada de tma acción análoga á lade la pepsina, sobre todo cuando se ha puesto

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N.° 52 J . D. HOOKER.—LAS PLANTAS CARNÍVORAS. 545en el fluido ácido una sustancia animal, pero nome atrevo á decidir si esta sustancia proviene delas glándulas ó del tejido celular que la envuelve.

Nada he dicho hasta ahora de la acción deestas sustancias animales sobre la célula de lasglándulas; esta acción determina, como ha obser-vado Mr. Darwin en la drosera, notables cambiosen su protoplasma, y acaba por decolorarlo. Nosólo hay agregación del protoplasma de las célu-las glandulares, sino que las mismas paredes delas células se decoloran, y la superficie glandularde la urna, que era al principio uniformementeverde, se cubre de multitud de puntos pardos queson glándulas descoloridas. Cuando la potenciade las glándulas está agotada, el líquido se eva-pora y la urna se mustia lentamente.

Al llegar á este punto, no puedo continuareste interesante estudio. Los nepentes tienen unaverdadera acción digestiva, del mismo géneroque la observada en la drosera y en la dionea.Este hecho no es dudoso. Pero la acción se ejerce-en un líquido que no nos permite seguir máslejos la observación directa. No podemos asis-tir aquí á la emisión del líquido digestivo: nosvemos obligados á deducir su presencia y su na-turaleza de las modificaciones que sufre la sus-tancia animal que ponemos en el líquido de laurna. Ciertos caracteres del tejido celular de lasparedes interiores de la urna, me hacen creer queeste tejido tiene poca parte en la acción digestivaó asimiladora, y que estas acciones, lo mismo quela secreción del líquido ácido, son funciones de lasglándulas.

1 He escogido los ejemplos más notables de plan-tas que, al parecer, trastornan el orden de lanaturaleza y que se alimentan, en parte al me-nos, con el reino animal, mientras lo ordinario esconsiderar que este último debe ser alimentadopor el reino vegetal.

Hubiera podido añadir otros ejemplos á los queya he presentado. Existen probablemente otrasplantas de este género que aún desconoce laciencia ó cuyas costumbres no han sido observa-das. Delpino hace notar, por ejemplo, que unaplanta que he sido el primero en describir en labotánica del Viaje antartico, la Caltha dionaafolia,recuerda de tal modo á la dionea por la estruc-tura de sus hojas, que fácilmente se cree está he-cha así para cazar los pequeños insectos.

Pero aquí llegamos á una cuestión importante.¿Por qué se verifican estas singulares desviacio-nes del orden regular de la nutrición de los vege-tales en partes alejadas del reino vegetal? ¿Porqué no son más frecuentes, y cómo se hancontraído estas costumbres tan extraordinarias?A primera vista, la dificultad no disminuye si

consideramos, como no podemos menos de hacer-l o por un instante, el alimento ordinario de losvegetales. La vegetación, según la vemos portodas partes, se distingue por su color verde quedepende de una sustancia particular llamadaclorofila, la cual goza de la propiedad singular deatraer el ácido carbónico que existe en pequeñí-sima cantidad en la atmósfera, de descomponer-lo, poniendo en libertad una parte de su oxigenoy de combinarlo en seguida con los elementos delagua para formar el almidón, la celulosa y elazúcar de que principalmente se compone laplanta,

Pero estas acciones no son las únicas: las raí-ces toman del suelo otras determinadas sustan-cias. El ázoe forma casi las cuatro quintas partesdel aire que respiramos, pero las plantas no pue-den apoderarse del ázoe mientras es libre. Tomandel-suelo pequeñísimas partes de nitrato y de sa-les de amoniaco, y combinándolas con el almidónó con sustancias análogas, producen los com-puestos de albúmina ó de proteina, que necesitanpara alimentar y acrecer el protoplasma.

A primera vista, estas acciones difieren esen-cialmente de las de una dionea ó un- nepentes,cazando insectos, envolviéndolos en líquido di-gestivo y absorbiendo las sustancias albumino-sas del animal bajo una forma que, sin duda al-guna, les es directamente asimilable. Sin embar-go, las plantas que tienen la constitución másregular presentan un hecho que no carece deanalogía con el que precede. La simiente dericino contiene, además del germen embriona-rio, una masa de tejido celular ó endospermo,llena de sustancias eminentemente nutritivas. Elgermen e^tá contenido en esta masa y en con-tacto con ella, y á medida que el calor y hume-dad de la germinación determinan cambios queliquidan el contenido del endospermo y que elembrión absorbe, crece, y en fin, cuando ha to-mado al endospermo agotado, todo cuanto éstepodía darle, desarrolla la clorofila en sus cotile-dones bajo la influencia de la luz, y cuenta enadelante con sus propios reeursos.

Así, pues, en su infancia gran número de plan-tas encuentran su alimento preparado, y esto eslo que en realidad hacen las plantas carnívorasen una fase más adelantada de su vida.

Esta manera de considerar las relaciones delembrión con el endospermo no es pura hipótesis,como lo han probado perfectamente los ingeniososexperimentos de van Tieghem, que ha logradosustituir al endospermo natural otro artificial,compuesto de sustancias nutritivas convenien-temente escogidas. Salvo el punto de que el em-brión recibe su alimento bajo una forma que le

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546 REVISTA EUROPEA.—21 DE FEBRERO DE 1 8 7 5 . N.'fíídispensa de digerirlo, porque su debilidad exigeesta concesión, la analogía entre él y la planta *ya formada que absorbe un alimento animal, pa-rece completa.

Pero comenzamos también á reconocer que haygran número' de flores que viven sin realizarjamás el trabajo que ejecutan las plantas verdes.Se las ha llamado saproMes.

El Monotropa, el Neottia nidus avis, el Epipogiumy la Corallorhiza son ejemplos de plantas de laGrran Bretaña, que se alimentan absorbiendo losmateriales, en parte descompuestos, de otrasplantas en los sitios sombríos ó pantanosos enque habitan. Reconstituyen estos productos de ladescomposición orgánica, y rehacen un organis-mo. Debemos advertir, sin embargo, que los te-jidos de la Neottia contienen clorofila en estadonaciente, aunque inútil, y que, si se sumerge untallo en agua hirviendo, aparece el color verdecaracterístico.

El Epipogium y el Corallorhiza han perdido susórganos de absorción; no tienen raíces y recibenel alimento por la superficie de la parte de sustallos que penetra en el suelo.

La diferencia real entre las plantas que absor-ben los productos de otras para alimentarse y lasque emplean para el mismo uso los organismosanimales no es muy grande. Podemos suponerque algunas plantas han dejado, por accidente,acumularse insectos en alguna parte de sus te-jidos, y que esta costumbre se ha desarrolladoporque la han encontrado útil.

Hace ya bastante tiempo se emitió la idea de queel recipiente formado por las hojas adyacentesdel dipsaeus podría ser muy bien el principio deun órgano de este género, y aunque jamás sehaya probado que esta planta sea carnívora, lateoría no es improbable.

Linneo, y después de él Baillon, han demos-trado que una urna de la sarracenia puede consi-derarse modiñcacion de una hoja del tipo nym-phaa. Podemos suponer que una hoja de este gé-nero empieza por ahuecarse; recibe después losdespojos de diferentes especies; estos despojos sedescompondrán y producirán una disolución dela cual algunos elementos penetrarán en los te-jidos subadyacentes. Esto, en realidad, no sería,más que una absorción, y podemos admitir desdeluego—como acaso sucede todavía en la sarracé-nea purpúrea,—que la sustancia absorbida es elproducto nutritivo salino de la descomposición,por ejemplo, las sales amoniacales. La digestión—esa acción por la cual los alimentos solublessolos son conducidos sin descomposición á unaforma soluble y absorbible,—no ha aparecido sinduda alguna hasta más tarde,

La secreción de líquidos por las plantas no escosa extraordinaria. En gran número de yaroi-deas una glandulita situada en la extremidadde las hojas segrega un líquido con frecuenciaabundantísimo, y la urna del nepentes es, segúnlo he hecho ver, una glándula de esta especie,enormemente desarrollada. ¿No pudiera ser quelas maravillosas urnas y las costumbres carní-voras del nepentes hayan salido á la vez por se-lección natural de una de estas glándulas desecreción azucarada, que encontramos aún des-arrolladas cerca de la parte de la urna que repre-senta la extremidad de la hoja? Podemos suponerque algunos insectos hayan quedado cogidos enla secreción viscosa de tal glándula, y que hayanperecido allí por la acción de )»as secreciones aci-das que abundan en estas plantas. A la divisiónde los órganos de secreción de la urna en acuosos,azucarados y. ácidos, habrá seguido inmediata-mente después la evolución de la misma urna,conforme alas leyes misteriosas que producen lacorrelación de los órganos y de las funciones entodo el dominio de la naturaleza, y que, en miopinión, son más maravillosas y más interesan-tes que las de la evolución y del origen de las es-pecies.

Delpino ha hecho constar que la espata de laalocasia segrega un líquido ácido destructor delos caracoles que acuden á esta planta, sirviendoasí, según se cree, para su fecundación. La cues-tión de nutrición tiene que ser aquí secundaria.Pero los líquidos de las plantas son por lo generalácidos, y al ser emitidos, deben casi siempre di-solver algunas de las sustancias con las cualesse encuentran en contacto. Sachs, por ejemplo,ha reconocido que las secreciones acidas de lasraíces atacan las superficies de mármol pulimen-tado que encuentran, facilitando de este modo laabsorción de sustancias minerales.

Sin embargo, para disolver las sustancias al-buminoideas no basta un ácido, sino que es nece-saria la presencia de alguna otra sustancia albu-minoidea análoga á la pepsina. Estas sustanciasse encuentran con frecuencia en las plantas. Ade-más de la diastasa bien conocida, que trasformaen azúcar el almidón de la cebada, encontra-mos otros ejemplos en la imaptasa, cuya acciónsobre la emulsina determina la formación delácido hidrociánico y en la mirosina que pro-voca de un modo semejante la formación delaceite de mostaza. No debe, pues, admirarnos queel líquido segregado por una planta contenga losingredientes necesarios á la digestión de una sus-tancia animal insoluble.

Creo que estas observaciones nos harán ver que,aunque los procedimientos de nutrición de las

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C. FLAMMAR10N. LOS TRÁNSITOS DE VENDS. 547

plantas sean, en general, extraordinariamentedistintos de los de la nutrición de los animales, yradiquen en combinaciones sencillísimas, no está,sin embargo, absolutamente prohibido al proto-plasma de las plantas recurrir á la alimentaciónque sirve al protoplasma de los animales, y áeste orden de ideas debemos referir estos fenó-menos de las plantas carnívoras, que son un nue-vo anillo de la cadena continua de los sores.

J. D. HOOKER,Director del Jardín Real de Kew.

EL TRANSITO DE VENUS,SU PASADO Y SU PORVENIR.

Entre los métodos de observación empleadospara determinar el tránsito de Venus por delan-te del sol, hay uno que no he descrito en otro ar-tículo anterior (1), y que, sin embargo, ha des-empeñado un papel importantísimo y por demásútil para la precisión indispensable: este métodoes la jotografía.

La paralaje del sol puede obtenerse observandoel mayor número de posiciones posibles del pla-neta durante su paso, y midiendo las distanciasde los centros del planeta al centro del sol. Paraevitar los errores de apreciación debidos á lavista humana y á nuestro sistema nervioso, lomejor es tomar directamente estas posicionesfotografiándolas. Hace ya veinte años que M. Fayepropuso la aplicación de la fotografía para obser-var las posiciones de Venus.

El sabio académico encuentra con razón gran-des dificultades en las medidas heliocéntricas, yno duda que se obtengan los mejores resultadoscon la observación fotográfica y el registro eléc-trico de la producción de las imágenes, añadiendola determinación de la hora para la observaciónfotográfica del sol en el meridiano.

En rigor, bastaría obtener dos imágenes foto-gráficas del sol, en dos instantes bien determina-dos, para poder trazar sobre el disco solar el ca-mino del planeta que puede considerarse «ornouna línea recta, pasando por las dos posicionesobtenidas. Siendo posible sacar fotografías conintervalos de tres minutos, es decir, unas veintepor hora, resulta que no baja de ochenta el nú-mero total de las que han podido obtenerse encada estación mientras ha durado el tránsito:

' seis estaciones bastarían para determinar por estemétodo la paralaje buscada.

Sacándose la fotografía en 1̂ 50 de segundo,

• (1) Véase el articulo titulado La paralaje del sol, núm. 47, pági-

na 577, t. III de la REVISTA. EUROPEA.

puede determinarse con grandísima precisión lahora exacta de cada prueba. Desde hace diezaños se está haciendo la fotografía cuotidiana delsol en muchos observatorios, especialmente' enKew, cerca de Londres, y en Lisboa. Empleandoun fotoheliografo de dimensiones convenientes, sepuede representar al sol por un disco de un decí-metro de diámetro. Un segundo de arco sería enesta escala de medio décimo de milímetro. Ahorabien, la cuerda solar recorrida por Venus ha sidode 19' 30" y la'duracion del paso de cuatro horasdiez minutos, término medio. Venus ha emplea-do, por consiguiente, trece segundos de tiempoen recorrer un segundo de arco sobre su trayecto-ria, es decir, en separarse una media décima demilímetro en la prueba fotográfica. Agrandandola imagen obtenida de modo que se dé al sol unmetro de diámetro, el segundo de arco estará re-presentado por un medio milímetro, cantidadapreciable. Si se puede, por tanto, obtener sin de-formidad y sin pérdida de claridad una imagenengrandecida de la porción útil del disco solar,puede obtenerse también la posición del centro deVenus, en su distancia mínimum del centro delsol, con una aproximación mucho más grande quela de la hora de los contactos.

Hay que tomar precauciones para que la ima-gen fotográfica del sol sea lo menos deforme po-sible (porque el objetivo causa inevitablementealguna deformidad), y para medir la cantidad dedeformidad, para estudiar el encogimiento delcolodión, para determinar exactamente los ángu-los de posición, para escoger las estaciones másapropiadas al procedimiento fotográfico, etc.M. Faye en Francia; Mr. Warren de la Rué enInglaterra; Mr. Rutherfurd en los Estados-Unidosy Mr. PáSchen en Alemania, han estudiado estasprecauciones. El método fotográfico es en defini-tiva el preferible, y debe esperarse que suplirápor completo á los desiderata, enunciados en ladiscusión de las dificultades relativas á la obser-vación de los contactos. Gracias á él, podrá de-terminarse con la absoluta precisión necesaria laparalaje del sol, y la combinación de las obser-vaciones probará si la cifra es algo inferior óalgo superior á 8"91; si la distancia que nos se-para del astro del dia es realmente de 148 millo-nes de kilómetros, ó bien, si es preciso disminuiró aumentar esta eifra en una ligera fracción.Así se ejecutará el cálculo de la más gigantescabase de medida que haya sido dado al hombredescubrir y conocer, base proyectada de la tierraal sol como punto suspendido que nos permiteviajar á través del sistema, ver cambiar las pers-pectivas celestes y tener una idea de la arquitec-tura general del universo.