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ALTERIDADES, 1991
1 (2): pgs. 31-41
Tiempo, espacio e identidad social
JOS CARLOS AGUADO* MARA ANA PORTAL**
Introduccin
La nocin de identidad ha sido objeto de controver-
sia, aunque su uso en las ciencias sociales sigue
vigente.
Los diversos esfuerzos por definirla se explican en virtud de la necesidad de entender la diferencia
social y cultural en un mundo cuya tendencia ms
evidente es hacia la universalidad.
La identidad, pensada desde la experiencia, se estructura sobre la pregunta quin soy?, y quin
soy frente al otro? Sin embargo, para la compren-sin cabal del proceso no basta el reconocimiento
de la propia especificidad en contraste con el otro.
Es necesario estudiar cmo se construye y se recrea
dicha especificidad.
El presente artculo se propone abundar en esta cuestin a travs del anlisis de la dimensin ideo-
lgica. Para esto se hace una propuesta conceptual
sobre el proceso ideolgico de la que se desprenden
consecuencias metodolgicas y empricas para el
anlisis antropolgico de este proceso. Lo anterior
nos lleva a retomar dos parmetros centrales para
el estudio de la identidad: el tiempo y el espacio. vistos como las dos evidencias ideolgicas bsicas sobre las cuales la cultura modula e incorpora a los
individuos que la integran, e imprime un sentido
social a sus prcticas cotidianas.1
* Facultad de Medicina de la UNAM.
** Departamento de Antropologa, Universidad Autnoma
Metropolitana Unidad Iztapalapa.
El concepto de identidad
La primera consideracin terica que proponemos es que la identidad debe analizarse a partir de un re-
planteamiento de los conceptos de cultura y de ideo-
loga, pues consideramos que la comprensin de
stos determina la manera de comprender la identi-
dad. Ello se debe a que la identidad, vista desde la
antropologa y desde las ciencias sociales en gene-
ral slo puede ser aprehendida si se le ubica como un proceso constituido por prcticas con un signifi-
cado cultural, ideolgico y social claramente delimi-
tado. De otra forma es posible que se est utilizando
el mismo trmino desde marcos distintos a los utili-
zados en las ciencias sociales, tales como la religin,
la filosofa o la sicologa. En otras palabras, conside-
ramos que, para comprender la identidad como un
proceso social, es menester contextuarla.
Para esto es necesario identificar los elementos
propios de la significacin que permiten la distincin. de los grupos y su reproduccin como tales, es decir, replantearnos el concepto de cultura. Entre las ml-
tiples definiciones del trmino, la de Nstor Garca
Canclini nos resulta interesante, dado que refiere el
concepto a la produccin, reproduccin y transfor-
macin del sentido (es decir, el significado), y permi-
te establecer un puente entre cultura, identidad e
ideologa.
En sus trminos define cultura como:
... la produccin de fenmenos que contribuyen, mediante la representacin o reelaboracin
simblica de las estructuras materiales, a com-
prender, reproducir o transformar el sistema
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Mara Ana Portal, Jos Carlos Aguado
social, es decir, todas las prcticas e institucio-
nes dedicadas a la administracin, renovacin y
reestructuracin del sentido (Garca Canclini,
Nstor, 1982, pg. 41).
En este contexto, consideramos que la identidad social puede comprenderse bsicamente como una
construccin de sentido social, es decir, como
una construccin simblica. Cuando se le da con-
crecin al concepto de cultura, se habla necesaria-
mente de Identidad: somos en razn de nuestra his-
toria y nuestros productos, pero especialmente del
sentido colectivo que stos tienen para sus creado-res. Es decir, somos en funcin de nuestras prcti-
cas y del significado colectivo que ellas adquieren.
El concepto de identidad, como parte del ordena-miento simblico de la cultura, agrupa varias ideas:
1. la permanencia,
2. la existencia en estado separado (la distincin
frente al otro) y
3. la relacin de semejanza absoluta entre dos ele-
mentos (Green, Andrs, 1981).
Para Green, estos tres elementos son solidarios:
... constancia, unidad, reconocimiento de lo mismo
(Green, Andrs, 1981, pg. 88).
En otras palabras, el concepto de identidad agru-
pa diversas experiencias significativas: la relativa
a la conservacin o reproduccin (que garantiza la
permanencia); la referente a la diferenciacin (que puede incluir el conflicto como parte del contraste) y
la que podemos sealar como identificacin.
Estas experiencias se constituyen a partir de prcticas sociales en donde se insertan los sujetos.
Siguiendo este orden de ideas, el anlisis antropo-lgico de ellas requiere precisar los mecanismos
sociales que permiten la permanencia de un grupo
(reproduccin); los procesos colectivos que recrean
la distincin (de clase, de etnia, de grupo, etc.) y las
prcticas culturales que permiten la identificacin.
Esta perspectiva implica que la identidad se com-
prende en razn del conjunto de relaciones sociales
de significacin que le dan cuerpo, en donde lo indi-
vidual es parte solidaria.
El proceso de reproduccin de significados se rea-liza desde diversos lugares (procesos de distincin),
a partir de las condiciones econmicas, polticas,
tnicas y sociales, lo cual produce diversas identi-
dades. Dado que la reproduccin del sentido parte
de distintos espacios y relaciones sociales, tiende a
la multiplicidad en dos dimensiones:
a) multiplicidad de identidades, determinada por factores econmicos, polticos, tnicos, etc., lo
que nos lleva a la diversidad de grupos al interior
de una misma nacin, y
b) multiplicidad de niveles de identidad dentro de un
mismo grupo reconocido como unidad.
En el primer inciso sealamos grupos sociales dis-
tinguibles segn el corte que se haga: obreros, pro-
pietarios, zapotecos, tarascos, etc. El segundo se
refiere a los niveles de identidad que constituyen a
un grupo menor: as, por ejemplo, podemos sealar
a un grupo zapoteco (nivel tnico) cuyos integrantes
radican en la urbe y son maestros (nivel de clase),
jvenes (nivel generacional), de sexo masculino (nivel
genrico), etctera.
El inciso a) permite agrupar e identificar a un
subgrupo social y relacionarlo o contrastarlo con
otro. El inciso b) permite afinar las caractersticas de
un grupo y distinguir en su interior sus diferentes
niveles de identificacin.
Dichas acepciones tienen la cualidad de denotar
niveles de identidad social que van desde lo nacional
hasta la particularidad grupal. Estos lugares diver-
sos desde donde se ordena la experiencia de vida son
en realidad un ordenamiento ideolgico. De ah que
todo ordenamiento cultural en su acepcin parti-
cular de identidad es tambin un ordenamiento
ideolgico, en la medida en que se realiza desde lu-
gares sociales diversos. Por ejemplo, el ser mexica-
no es una experiencia que se ordena desde una
diversidad enorme de parcialidades; es diferente ser
mexicano desde la experiencia de un indgena mixte-
co, que serlo desde la experiencia de un obrero o
ciudadano urbano. Cada grupo social, a partir de su
historia y su contexto, genera referentes particulares
para organizar las experiencias colectivas ms
amplias.
En nuestra perspectiva, la ideologa es un fen-
meno universal, cuya acepcin de falsa conciencia
tan generalizada en muchos discursos cientfi-
cos, poco sirve para el anlisis de la reproduccin
cultural. Para nosotros, sin ideologa no hay identi-
dad. Es decir, que reproducir una identidad particu-
lar implica tener un lugar desde donde apropiarse
y ordenar la experiencia vivida. Este espacio orde-
nador que funge como un instrumento necesario,
que tamiza las experiencias colectivas e individuales,
es lo que nosotros llamaremos ideologa.
En este marco, la ideologa es una dimensin de la
cultura. Sin ideologa no hay identidad, aunque sta
no se agota en la ideologa. Por ejemplo, la historia
forma parte de la identidad de los grupos humanos;
a travs de ella se reconoce un origen comn o un
punto de partida colectivo. Las coyunturas de accio-
nes y los acontecimientos particulares se pueden
ordenar de diversas maneras, a partir de
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intereses o proyectos especficos. Sin embargo, la identidad del grupo no se agota en este ordenamien-to: se tamiza a travs de l, y permite apropiarse de la experiencia pasada, presente y futura, de una manera particular en contraste con otros.
En este contexto, podemos plantear que la identi-dad es un proceso de identificaciones histricamente apropiadas2 que le confieren sentido a un grupo so-
cial y le dan estructura significativa para asumirse
como unidad (Aguado/Portal, 1990). En esta definicin es menester detenernos en el
concepto de identificacin, que constituye el sus-tantivo de la misma.
Se entiende por identificacin la accin de dos procesos inseparables: por un lado, el proceso por el cual un grupo o una persona se reconoce como idntico (similar, semejante) a otro. Este movimien-to de significacin va de adentro hacia afuera. Por otro lado, se da un proceso por el cual otro u otros identifican a un grupo o sujeto, confirindole determinada cualidad. Este movimiento de signifi-cados va de afuera hacia dentro y se constituye como parte de la propia identificacin del grupo en razn de la capacidad de interpelacin que tengan adentro los significados gestados afuera (Agua-do/Portal, 1990).3
Los procesos de identificacin social se convier-ten en procesos ideolgicos en la medida en que una misma identificacin logra convertirse en una evi-dencia. Sostenemos lo anterior, puesto que conside-ramos que el proceso ideolgico se distingue preci-samente por operar a partir de evidencias.
Las evidencias en esta formulacin son aquellas prenociones colectivas que se recrean y se reprodu-cen socialmente; que se dan por ciertas y que posi-bilitan la accin de un sujeto o de un grupo. Por ejemplo, una afirmacin bastante comn es que el
Tiempo, espacio e identidad social
campesino es pobre porque es ignorante y es igno-rante porque es pobre. Esta es una afirmacin cir-cular que no explica el fenmeno, slo lo describe parcialmente y se constituye como parte de la creen-cia o del saber de la gente. Pero adems forma parte de prcticas. El Estado y los diversos grupos sociales en Mxico generalmente consideran a la educacin como forma de progreso, sin profundizar necesaria-mente en las causas estructurales de la miseria. Aparece entonces dicha afirmacin como una evi-dencia colectiva y como parte de una identificacin social en torno al campesino mexicano.
Las identificaciones se constituyen en evidencias sociales al ser apropiadas (proceso de asimilacin) grupalmente.
La identidad sera (vista desde la ideologa) el con-junto de evidencias referidas a s mismo (un indivi-duo, un grupo, una clase, un pueblo, una nacin). Por esto, entendemos la identidad como un proceso en donde es posible sealar diversos niveles no excluyentes que caracterizan a un grupo concreto, dependiendo del conjunto de evidencias a que se haga referencia. stas, en la medida en que dan cuenta de diversos aspectos del ser social, no son elementos fijos sino modificables.
Desde esta perspectiva, la identidad puede ser vis-ta tambin como un recurso (poltico y social) dentro del proceso de conservacin y sobrevivencia de un grupo como parte de una estrategia cultural. Para Dubet,
...el hecho de poseer una identidad es un recur-so de poder y de influencia. Contrariamente a las teoras de la sociedad de masas y a los anli-sis de la movilizacin en trminos de crisis. la integracin de un grupo y su identificacin son un recurso decisivo de la movilizacin. No son los actores en crisis los que se movilizan ms f-cilmente, sino los que pueden utilizar los medios de su integracin para promover una estrategia. La movilizacin no es una reaccin expresiva frente a amenazas que pesan sobre la identidad; segn los anlisis de la movilizacin de recur-sos, la identidad es el medio para la accin (Du-bet F., 1989, pg. 527).
Por ejemplo, un grupo indgena mazateco de la sierra contendra referencias especficas sobre el ser mexicano, sobre el ser oaxaqueo, sobre el ser maza-teco de la sierra, campesino cafetalero, miembro de una comunidad determinada, etc. Un individuo de ese grupo compartira con sus congneres conjuntos de evidencias de cada uno de los niveles menciona-dos y formara parte de su identidad, conjuntamente con el ser joven o viejo, hombre o mujer,
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Mara Ana Portal, Jos Carlos Aguado
etc. Los referentes construidos en torno a cada uno
de los niveles pueden llegar a tener usos diferen-
tes en diversos momentos, en donde se jerarquicen
unos frente a otros, dependiendo de las necesidades
grupales o individuales: frente a la migra nortea-
mericana se es mexicano, frente a la nacin se es
mazateco, frente al poblado de enfrente se es de tal
o cual comunidad, etc. Siendo que cada uno de
estos referentes se construye a partir de prcticas sociales especficas: formas de hacer, de hablar, de
pensar, de concebir el mundo, de organizar sus vi-
das en espacios y tiempos, etc. Cada nivel de identi-
dad a su vez se constituye de una multiplicidad de
evidencias que se enmarcan en un abanico de posi-
bilidades limitadas cultural e histricamente y cu-
yos lmites pueden ser identificados como contra-
puntos.*
Los contrapuntos son los modelos externos de identificacin que ofrece una sociedad dada a un
sujeto determinado. Dicho de otra manera, los con-
trapuntos representan los extremos opuestos de un
abanico de posibilidades sociales de identidad que se le presentan a un individuo de acuerdo con su
edad, sexo, grupo tnico y nacionalidad. Por ejem-
plo, para una mujer mexicana de clase media, inte-
lectual y joven los extremos de posibilidad en el
plano ocupacional podran ubicarse actualmente
entre el de ser ama de casa con dedicacin exclu-
siva a sus hijos y a su marido y el de ser una profe-
sionista de tiempo completo sin hijos ni marido. La
mayora de las mujeres de este sector social se
agrupan en algn punto de este abanico.
Es importante resaltar que aunque existan mu-chas posibilidades, este espectro es limitado. En
otras palabras, una mujer urbana de clase media intelectual mexicana, difcilmente se plantea realis-
tamente, por ejemplo, ser jornalera, recolectora de
caf en la sierra de Oaxaca.
Lo anterior es relevante metodolgicamente pues se puede analizar cada nivel de identidad localizan-
do las evidencias en contrapunto.
Esto nos permite acotar el conjunto de posibili-dades de identidad de un grupo particular en un
momento histrico definido.
Ahora bien, como desde nuestra perspectiva ana-
ltica las evidencias son el material del que se cons-
tituye la ideologa, requerimos entonces precisar
algunos aspectos tericos sobre el concepto de ideo-
loga, como punto de partida para darle materiali-
dad a la definicin de identidad.4
*E1 concepto de contrapunto es retomado de Erikson,
Identidad, Taurus, 1980.
El concepto de ideologa
Al profundizar en el concepto de ideologa, hemos encontrado una comprensin generalizada de sta
en un sentido negativo, ya que se asume como falsa
conciencia, reflejo distorsionado de la realidad, etc.
Ello representa una comprensin muy pobre, pues-
to que la define por lo que no es. Dicha concepcin
se debate sobre una prenocin cientificista: la cien-
cia es la verdad y en contraposicin, la ideologa al
no ser ciencia, es falsa.
Para poder analizar el concepto de ideologa es necesario revisarla desde su interior, lo cual implica despojarla de su acepcin de falsa conciencia, y
comenzar a definirla por lo que s es.
El primer elemento que encontramos es que la ideologa no es una mera ilusin, producto del error,
sino es un cuerpo de representaciones existentes en
determinadas instituciones y determinadas prcti-
cas. As, entendemos la aproximacin de Althusser
cuando afirma que ... la ideologa tiene una exis-
tencia material (Louis Althusser, 1970, pg. 57).
Sin embargo, la ideologa no es una prctica par-ticular, es un nivel de ordenamiento de todas las
prcticas sociales. Dicho de otra manera, es la for-
ma en que se organizan acciones particulares inser-
tas en las prcticas determinadas socialmente. En
este sentido, podemos afirmar que la ideologa re-presenta un instrumento para el tamiz de la expe-
riencia, que permite configurar las identidades co-
lectivas, lo que la constituye como una mediacin
entre historia y cultura; el lugar desde donde se
ordenan ambas (De Ipola, 1982).
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Tiempo, espacio e identidad social
Proponemos tres postulados bsicos para delimi-tar el concepto y avanzar hacia su definicin:
a. Las ideologas, como productos histricos, son parciales: es decir (...) la ideologa es una visin del mundo parcial e inconexa: al ignorar las mltiples interconexiones del uni-verso semntico, oculta tambin las razones prcticas por las que algunos signos se han producido junto con sus interpretantes (...) (Umberto, Eco, 1978, pg. 469).
Esta parcialidad se explica porque las formas de ordenar el mundo material y simblico de un gru-po social responden al tipo de experiencia colecti-va y a su manera particular de apropiarse de ella. Responden, pues, a la memoria histrica y al lugar social particular desde donde se ordene dicha ex-periencia.
Estas formas de ordenamiento y apropiacin implican dos cortes determinantes: uno que obe-dece al origen y desarrollo histrico-cultural del grupo, es decir, parcialidad tnica, y otro que obe-dece a la relacin entre clases al interior de cada formacin social particular, es decir, la parcialidad de clase.
La parcialidad es el resultado necesario del pro-ceso de seleccin (eliminacin) y generalizacin que requiere todo proceso de apropiacin de una experiencia. En otras palabras, todo proceso de significacin implica un proceso creativo, aunque a la vez, una reduccin de los posibles significa-dos. Al darle un significado (o un conjunto limi-tado de significados) a un hecho, a una experien-cia se le reduce por necesidad a ese mbito de significacin: el suceso. Mencionamos hecho y experiencia por separado porque consideramos que este proceso de reduccin-generalizacin se da en dos movimientos: del hecho a la experiencia y de la experiencia a la significacin ideolgica.
La generalizacin por su parte es un proceso tambin universal y necesario y es el que nos per-mite por ejemplo enfrentarnos a fenmenos nue-vos con cierta experiencia por su similitud o ms aun, es el que nos permite suponernos los mis-mos a pesar del transcurrir del tiempo.
b. Las ideologas construyen su parcialidad a partir de relaciones de poder. Consideramos que las ideologas construyen su parcialidad mediante un proceso en el cual se pone el mensaje fuera de su contexto para despus recontextuarlo y resignifcarlo.
La eficacia simblica del nivel ideolgico de un hecho social radica en el proceso de separar el mensaje de una prctica de sus condiciones de
produccin. Es decir, expresar un mensaje fuera de
las razones prcticas particulares que le dieron ori-
gen, lo que lo hace aparecer como inconexo, al no
hacer explcitas las mltiples relaciones que tiene
con el universo simblico que lo contiene y privile-
giar por lo dems ciertas relaciones con l. A esto
llamamos recontextuacin.
Dicha recontextuacin, al dar prioridad a ciertas
relaciones, omite otras, que se constituyen en silen-
cios del mensaje ideolgico.
En este proceso de construccin de la parcialidad,
la apropiacin de la experiencia individual y colecti-
va pasa, por lo menos, a travs de tres dimensiones:
la tnica, la clasista y la nacional (se pueden incluir
otros niveles, como el sexual, el generacional, etc-
tera).
Este proceso no es lineal y equilibrado, ya que en
una sociedad clasista se realiza a partir de la con-
frontacin de las diversas ideologas, la cual es me-
dida por el poder; es decir, por la subordinacin de
un grupo social a otro. Tal es el caso de la relacin
entre lo que se ha denominado cultura hegemnica y
cultura subalterna.
En este marco, si bien cada grupo social tiene un
punto de partida propio y prcticas concretas dife-
renciadas y diferenciables, su reproduccin como
tal est determinada por su relacin con otros gru-
pos y particularmente con el grupo hegemnico.
Aqu podemos hablar de una doble parcialidad, ya
que no slo encontramos un lugar particular desde
donde se ordena la experiencia (que sera un pri-
mer nivel de parcialidad), sino tambin la imposi-
cin simblica de la parcialidad hegemnica que
se puede considerar como exclusiva y excluyente en
la sociedad moderna.5
c. Finalmente consideramos que la ideologa es
una representacin concreta en dos sentidos:
primero porque se alimenta de la experiencia
inmediata y segundo porque esto posibilita la
accin.
Lo anterior resulta posible debido a que la ideolo-
ga se fundamenta en evidencias socialmente signi-
ficativas.
Todos los hombres estructuran y conducen su
vida cotidiana a partir de evidencias ideolgicas que
atraviesan diversos campos sociales.
El proceso mismo de crecimiento de un individuo
en cualquier sociedad (conocido como socializacin)
es aquel mediante el cual el nio va conformando
un sinnmero de evidencias ideolgicas que le per-
miten estructurar su mundo cultural y social.
En este sentido, las evidencias conforman una
unidad inseparable entre lo somtico y lo cultural
que, si bien se nutre de la experiencia inmediata, se
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transforma en una representacin cultural, fun-
cional a los individuos de dicha cultura, ya que es
til para la accin sin ser explicativa del fenme-
no. Esto permite al individuo, desde su nacimien-to, entrar en contacto con las diversas modalida-
des de su cultura, de forma tal que stas se
vuelvan parte de s, de su experiencia corporal, y
por lo tanto, difcilmente cuestionables. Todas las
evidencias se construyen culturalmente, mediando
para ello las percepciones ms groseramente bio-
lgicas.
A travs de las evidencias se gestan representa-ciones o referentes del propio grupo y su contexto.
Sin embargo, no son explicativas, en el sentido
profundo del trmino, aunque recrean una expli-
cacin de las cosas, al darles un sentido cultural.
Esta seudoexplicacin es necesaria en la construc-cin de la identidad de los grupos sociales.
Lo anterior es posible gracias a que las eviden-cias se articulan de manera ordenada, aunque en
forma circular6 (a diferencia de la ciencia, que
busca una articulacin abierta de conceptos); es
decir, cerrada. En otros trminos, las evidencias
ideolgicas establecen explicaciones de tipo tauto-
lgico, se explican a s mismas ya que hacen refe-
rencia implcita a la experiencia, a lo obvio de la
experiencia.
Cuando se habla de tradicin o de costum-bre, pareciera hacerse referencia precisamente a
este cmulo ordenado de evidencias que todos los
individuos de una cultura conocen pero que no
ven, no saben cmo ni cundo las aprendieron, y sin embargo les son tiles para organizar su
vida, sin necesitar definirlas.
Por otra parte, cabra sealar que las evidencias ideolgicas estn determinadas en su conforma-
cin por dos elementos centrales: la presencia de
la autoridad cultural, que funge como elemento
bsico de reproduccin del orden cultural, y por la
accin, pedaggica, referente al acto de interpelar
al sujeto para que se conduzca de tal o cual mane-
ra. En nuestros trminos, la autoridad pedaggica
sera cualquier sujeto que cumpla la funcin de
trasmitir evidencias a otro gracias a su posicin cultural, social y sicolgica. Pinsese por ejemplo
en un padre, un lder, un maestro, etc. Dado que
estas relaciones varan de acuerdo con cada grupo,
ambos aspectos se matizan segn cada cultura.
Cabe hacer notar que las evidencias ideolgicas se presentan con un sentido unvoco, aunque con-
tienen una multiplicidad de significados. Vale de-
cir que se presentan como signos, pero que su
eficacia radica en su funcin simblica. En otras
palabras, la eficacia simblica de la ideologa radi-
ca en su capacidad de interpelacin mltiple dado
que cada mensaje emitido es descontextuado y
recontextuado a partir del lugar desde donde el receptor del mismo ordena
la experiencia. Los silencios producidos por la des-
contextuacin-recontextuacin permiten adecuar el
mensaje a la experiencia particular, abriendo un
mosaico polismico de posibilidades.
Dijimos antes que tiempo y espacio desde la
perspectiva cultural eran las primeras evidencias a
partir de las que se construyen las redes de eviden-
cias que configuran a un grupo. Como se compren-
der, estos trminos los utilizamos en un sentido
distinto al meramente tcnico. Para esta compren-
sin el espacio es en primer lugar el sentido que
contiene el espacio fsico, a la vez este sentido crea
un espacio cultural que se finca en lo fsico pero
que no se reduce a l. Para fines prcticos y de
manera habitual no es distinguible un espacio fsi-
co del significado de ese espacio para el observador
comn, esto resalta slo por contraste entre dos
culturas. Por esto hablar de espacio cultural es
hablar de prcticas culturales (formas de consumo,
de relacin social, de transformacin, etc.). Desta-
camos esto en razn de que para cualesquiera gru-
pos sociales el sentido es un proceso permanente,
conformado por prcticas. En este orden de ideas el
tiempo no es ms que un movimiento de esos signi-
ficados dados por el ritmo, la duracin y la fre-
cuencia de dichas prcticas incluyendo la prctica
de contar el tiempo astral.
Tiempo-espacio as pensando es el referente b-
sico obligado de la identidad de un grupo.
Tiempo y espacio como referentes
ideolgicos de la Identidad
Todos los aspectos de las evidencias antes referidas
se construyen en tiempos y espacios particulares.
La manera misma en que se usan el tiempo y el
espacio es parte del problema bsico a tratar para
comprender las formas concretas que adopta la
reproduccin cultural.
El tiempo y el espacio como evidencias posibili-
tan la recreacin de otras evidencias.
La significacin que tiene el ordenamiento de las
prcticas en el tiempo y en el espacio es continua
y cotidiana: somos en estas dos dimensiones. Y
somos cambiantes. Es decir, la recreacin significa-
tiva. de un referente de identidad puede modificar-
se con el tiempo e incorporarse a las nuevas
generaciones de otro modo, distinto a las signifi-
caciones previas, en donde lo importante no es tan-
to el contenido, sino el referente mismo. Sin los
referentes significativos es imposible responder a la
pregunta original de quin soy? Y estos referentes
son prcticas ordenadas en tiempo/espacio.
Ahora bien, como sealamos antes, estos parme-
tros son construcciones culturales e ideolgicas, y
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Tiempo, espacio e identidad social
por lo tanto arbitrarias. Cada cultura y dentro
de ella cada grupo social que la conforma, tiene
una forma particular de ordenar sus prcticas en
espacios y con ritmos particulares, y de darles significados.7
La antropologa ha registrado esta diversidad de
manera muy sistemtica, ejemplo de ello es el
trabajo de Evans Pritchard sobre los Nuer, en
donde el autor seala que:
... Al describir los conceptos nuer de tiempo
podemos distinguir los que son principalmente
reflejo de sus relaciones con el medio ambien-
te, que denominamos ecolgicos, de los que
son reflejos de sus relaciones mutuas en la es-
tructura social, que denominamos tiempo estructural. Ambos se refieren a sucesiones de
acontecimientos que son de suficiente inters
para la comunidad como para que se los tenga
en cuenta y se los relacione desde el punto de
vista conceptual. (...) el concepto de estaciones
deriva de las actividades sociales ms que de
los cambios que las determinan y un ao es
para los nuer un periodo de vida en la aldea
(cieng) y un periodo de vida en el campamento,
(mee), (Evans Pritchard, E.E., 1977, pgs. 111
y 114).
En este sentido, el tiempo/espacio sera lo que
podramos llamar la primera evidencia ideolgica, que forma parte de la identidad y se determina
a partir de procesos ideolgicos. Es decir, es la
construccin significativa y parcial que, de tanto
estar presente en una cultura, deja de ser vista
como parmetro arbitrario y se incorpora como
parte natural de la cotidianidad de los grupos.
Aqu consideramos que la forma en que la cul-tura se reproduce desde sus diversas parcialida-
des (de clase, tnicas, de gnero, etc.), es precisa-
mente la manera en que organiza socialmente los
tiempos y espacios de la vida cotidiana.
... Comencemos pues por el espacio. He aqu
algo bien material, elemento indispensable de toda actividad humana. Y, sin embargo, esa
misma evidencia le arrebata toda especificidad
y le impide ser utilizado directamente como ca-
tegora en el anlisis de las relaciones sociales.
En efecto, el tiempo, como el espacio, son dos
magnitudes fsicas que no nos dicen nada co-
mo tales, sobre la relacin social expresada, o
sobre su papel en la determinacin de la me-
diacin de la prctica social. Una sociologa
del espacio no puede ser ms que el anlisis
de determinadas prcticas sociales dadas so-bre cierto espacio, y por lo tanto, sobre una
coyuntura histrica. (...) As pues, desde el pun-
to de vista social no hay espacio (magnitud fsi-
ca pero entidad abstracta en cuanto prctica),
sino un espacio-tiempo histricamente definido,
un espacio construido, trabajado, practicado
por relaciones sociales (Castells, Manuel, 1978,
pg. 485).
La forma propuesta por Castells para abordar el
problema permite acercarnos al concepto del espa-
cio como una construccin histrica y como una
prctica. Sin embargo, la crtica que se ha hecho al
autor es que caracteriza al espacio como una reali-
dad material, como un contenedor de la actividad
humana, reduciendo el concepto a la imagen de un
recipiente material y fsico, ajeno al ordenamiento
significativo de las prcticas sociales.
Si bien esta postura nos es til en su acepcin de
construccin histrica, para nosotros el espacio y el
tiempo no son simplemente contenedores fsicos
de la accin humana, sino que representan, en un
mismo momento, al contenedor y a los contenidos
de las prcticas sociales. Es decir, es el marco desde
donde se organizan las prcticas sociales, pero es
tambin lo que significan culturalmente esas prc-
ticas, ordenadas de determinada manera. Es por
ello que al referirnos a estos dos conceptos, habla-
mos fundamentalmente de tiempos y espacios cul-
turales. Un ejemplo de ello es la arquitectura. Si
bien los edificios son aparentemente contenedores
materiales de la accin humana, representan en s
mismos parte de esa accin y estn impregnados de
significados que orientan y recrean a su vez, prcti-
cas sociales significativas. Basta con analizar fsi-
camente una escuela, una casa habitacin, un hos-
pital o una iglesia, para darnos cuenta del cmulo
de significados que recrean los espacios fsicos y la
connotacin que le dan a las prcticas que en ellos
se desarrollan.
En este contexto, como espacio entendemos la
red de vnculos de significacin que se establece al
interior de los grupos, con las personas y las cosas.8
Dicho de otra manera, el espacio comprende las
relaciones proxmicas (de persona a persona) y c-
sicas (de personas con objetos) (Rico Bovio, 1990),
siempre comprendidas dentro del mbito de la sig-
nificacin cultural de un grupo. Siguiendo esta
idea, el tiempo no es ms que el movimiento de la
significacin de esas relaciones. Es decir, entende-
mos al tiempo como el movimiento de esa red, con
un ritmo, una duracin y una frecuencia.
Las identificaciones sociales se construyen a par-
tir de la manera particular en que cada grupo social
logra espaciar y definir el ritmo de sus prcticas
colectivas, significndolas y recrendolas.
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Mara Ana Portal, Jos Carlos Aguado
Esta recreacin cultural es un proceso complejo,
ya que existe una distancia entre lo que acontece y
lo que los grupos sociales recuperan de esa expe-
riencia de vida. La experiencia pasa a la memoria
colectiva en la medida en que es significativa para el grupo.
Pero la memoria colectiva no es solamente un conjunto de eventos significativos que se acumu-
lan en los recuerdos grupales. Representa ms
bien un marco de referencia conformado por sm-
bolos, que tamiza las prcticas vigentes y se cons-
tituye en referente de identidad. Es decir, se gene-
ra una distancia entre el hecho y la significacin
que ste guarda en la construccin del ser social.
Esta distancia entre el suceso y la significacin cultural se consolida y se reproduce de generacin
en generacin a travs de la experiencia, mediante
mitos, tradicin oral, historia escrita y rituales. Es
decir, requiere recrearse en espacios sociales aco-
tados para no perderse en el olvido. Pero esta re-creacin no se da de manera idntica. Dado que
las condiciones sociales y materiales de todo grupo
humano van cambiando con el tiempo, en ella se
van incorporando paulatinamente todos aquellos
cambios que permiten al grupo sobrevivir en estas
nuevas condiciones, siempre y cuando estos cam-
bios no destruyan los aspectos bsicos de la cultu-
ra sin los cuales el grupo no puede existir como tal.
Este ordenamiento se da no slo a partir de con-
textos diferenciados, sino tambin jerarquizados.
Consideramos que la reproduccin cultural de los grupos subalternos y su subordinacin a la
clase hegemnica son posibles en funcin del uso, la organizacin y el control que se ejerce sobre el
tiempo y el espacio social. Es decir, de la manera
concreta y cotidiana en que un grupo social orga-
niza y consume su tiempo y su espacio, frente a la
capacidad de los grupos hegemnicos de incorpo-
rar, imponer y controlar dichos tiempos y espacios,
a nivel nacional.
La lucha entre clases se materializa en una lu-
cha por ganar espacios y por pautar tiempos.
Si la cultura hegemnica se constituye como tal en razn de su capacidad de orientar y dar sentido
al conjunto de las prcticas sociales, es decir de su capacidad de dirigir al conjunto de la sociedad,
(Buci Gluksman, 1979), dicha capacidad se ejecu-
ta con base en la relacin que se establece con los
tiempos/espacios de cada una de las identidades
sociales que conforman a una nacin; relacin que
en principio es conflictiva.
Dichas relaciones se establecen no slo entre los sujetos, sino fundamentalmente a partir del orde-
namiento en tiempo y espacio de las prcticas
sociales y su significacin.
Podemos afirmar que todo grupo social, para re-producirse como tal, conforma colectivamente el
tiempo y el espacio, ms all de los ritmos de la naturaleza ...De hecho, creamos el tiempo al crear
intervalos en la vida social. Antes de esto no hay
tiempo que pueda ser medido (Edmund Leach,
1971, pg. 209).
La cultura como proceso social se va gestando en y por el ordenamiento espacio temporal, ya que
a travs de dicho ordenamiento se establecen ritmo
y lmites a las prcticas cotidianas: lugares y hora-
rios de trabajo, de recreo, para rezar, para curarse,
38
-
Tiempo, espacio e identidad social
espacios y tiempos infantiles diferenciados de los
usados por los adultos, espacios para hombres,
espacios para mujeres, formas de consumo, etc.
La apropiacin de estos tiempos y espacios cul-turales es uno de los aprendizajes ms tempranos
que realizan los sujetos de todas las culturas. Todo proceso de socializacin implica aprender el
uso social de tiempos y espacios. Socializarse es
aprender a esperar y a ubicar cada prctica en un
lugar prefijado culturalmente: configurar qumi-
camente el cuerpo a partir de tiempos de alimen-
tacin, regular culturalmente los ciclos biolgicos,
esperar a tener edad para reproducirse como es-
pecie. Asimismo se aprende a fijar el ritmo a las
prcticas sociales en espacios prefigurados: se
defeca en el bao o en un sitio prefijado, se duer-
me en una determinada habitacin o en un de-terminado espacio fsico, se come en un lugar apto
para ello, etctera.
A partir de este ordenamiento de las prcticas
sociales, la cultura incorpora a los individuos. Y
cada cultura los incorpora de una manera espec-
fica y diferente. Aun en nuestras sociedades occi-
dentales, podemos encontrar este contraste en
diversos sectores: entre lo rural y lo urbano, entre
las diversas regiones geogrficas o tnicas, o
entre las diferentes clases sociales.
Estas dimensiones de espacio/tiempo significa-das culturalmente, no son explicitadas, y a fuerza
de su presencia se convierten en evidencias, ya que todo accionar se realiza en un tiempo crono-
lgico y en un espacio fsico. No hay algo ms
evidente que el tiempo y el espacio.
Esta caracterstica permite que el manejo de s-
tos tenga una eficacia ideolgica, al hacer de estas
dos dimensiones mbitos universales, naturales y
neutrales.
Pero estas dimensiones no son neutrales en la medida en que estn organizadas culturalmente y
a su vez organizan la cultura; tampoco son uni-
versales, ya que guardan una relatividad cultural
cada cultura establece sus propias parmetros
espaciales y temporales histricamente conforma-dos, mismos que pueden transformarse al paso
de los aos, tampoco pueden verse como natu-
rales, ya que es parte de un ordenamiento social e
histricamente construido. As, aunque la natura-
leza se rige por ciclos repetitivos y continuos, el
hombre los significa, los reordena y les da un sen-
tido especfico, construyendo tiempos y espacios
sociales diferentes a los ciclos naturales, aunque
stos puedan haber sido utilizados en un primer
momento como punto de partida.
Ahora bien, metodolgicamente hablando, c-mo podemos utilizar las propuestas tericas antes
planteadas para un anlisis de identidades con-
cretas desde la antropologa?
La identidad desde la antropologa
De lo expuesto anteriormente destacamos dos ele-mentos bsicos para el anlisis emprico de la iden-
tidad: el primero se refiere a la contextuacin, el
segundo al anlisis proxmico.
El anlisis contextuado de las formas en que se organizan el tiempo y el espacio de un grupo a su
interior y en relacin a otros grupos sociales, per-
mite al investigador acercarse a la identidad de una
manera que podramos llamar de crculos concntri-cos.
Para ejemplificar lo anterior, queremos retomar la experiencia de trabajo en la colonia Santo Domingo
de los Reyes, Coyoacn, que realizamos durante
dos aos (1982/84) como parte de nuestra investi-
gacin para la elaboracin de la tesis de maestra.
El objeto central de nuestra investigacin era analizar la forma de reproduccin cultural que se
da en una escuela pblica y en un centro comuni-
tario de salud de la colonia Santo Domingo.
El primer paso fue ubicar la colonia y su naci-miento en un contexto nacional: es decir, la poltica
econmica y de poblacin del rgimen de Luis
Echeverra, que fue justamente el periodo durante
el cual surgi este asentamiento humano.
Al realizar este primer nivel de contextuacin de nuestro anlisis y remitirnos a ubicar la colonia
dentro de su marco histrico, el primer referente
que nos dieron los informantes fue tiempo/espacio. Es decir, al hablarnos de la invasin de personas
que ilegalmente se apropiaron de los terrenos en
menos de una semana, y la accin del gobierno de
detener la invasin acordonando la zona y dando
credenciales a los nuevos habitantes, con el fin de
que ya no llegasen ms, nos permiti abundar en el
problema de la lucha por el control del tiempo y
el espacio sociales entre los grupos que interactan
en un momento histrico dado.
En estas narraciones pudimos darnos cuenta de que la ocupacin de terrenos (como punto de parti-
da o como marcaje de un principio), haca referen-cia a un espacio territorial del cual los actores se
han ido apropiando a lo largo de los aos para con-
formar un espacio propio, frente a la ciudad y
su gobierno. La lucha por construir un espacio y un
tiempo propios para un grupo subalterno pasa por
una construccin de significados que se van consti-
tuyendo en parte de los referentes del que habita el
rea. As, encontramos que se hablaba de los que
estuvieron en el momento de la invasin, lo solida-
rio y grandioso del momento (ms all de todas las
carencias y presiones que tuvieron los primeros
habitantes), y de cmo los nuevos habitantes no tuvieron esa experiencia inicial. El referente de un
origen comn colectivo marca
39
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Mara Ana Portal, Jos Carlos Aguado
un primer nivel de identidad local: los viejos y los
nuevos; los de aqu y los extraos.
Esta contextuacin inicial nos permiti com-prender a lo largo del trabajo la conformacin de
espacios cotidianos, por ejemplo: el significado de
los espacios comunes indeterminados. Podemos
precisar que para estos colonos el contacto coti-
diano frecuente y mltiple resultaba de gran valor en el proceso de construccin de la colonia, en el
sentido de cohesin y proteccin, as como de co-
municacin. La organizacin de las calles y de la
construccin de viviendas eran consistentes con
este sentido. Espacios multifuncionales que al no
tener referentes totalmente fijos permitan coexis-
tir al mismo tiempo o en tiempos diferentes pero
en el mismo espacio, prcticas tan aparentemente
diversas como la organizacin poltica, el juego, la
convivencia familiar, la gestin, la asistencia m-
dica y la vendimia. Un ejemplo de ello lo represen-ta el local de la unin de colonos.
Asimismo, encontramos en esta poblacin un privilegio de los referentes personales sobre los
fsicos y aunque aparezcan, a los ojos de un ob-
servador externo, de otra clase social, como espa-
cios poco ordenados (por su indiferenciacin) ob-
servamos que exista un orden claro dado por las
propias personas en accin:... de la casa de Doa
Chuy, dos cuadras a la derecha.
El identificar este referente espacio temporal im-
plcito nos permiti identificar las pautas de las
acciones que de otra forma se han interpretado
como producto de la desorganizacin (sociologa) o
de la desestructura (psicologa). Vistos en esta
perspectiva es otra forma de apropiacin de la ex-
periencia que, con sus contradicciones, les haba
permitido conservarse a travs de una dcada de
lucha.
En este contexto encontramos que los llamados grupos populares urbanos, que han querido defi-
nirse por rasgos de clase o tnicos, por condicin
econmica, etc. sin lograr del todo caracterizarlos,
pueden ser definidos por la forma especfica de
organizar y consumir sus espacios y tiempos coti-dianos.
Durante esta investigacin encontramos que no es posible comprender la identidad de un grupo
sino a travs de su ideologa, en el sentido del con-
junto de evidencias histricamente estructuradas
que le dan identidad a un grupo y lo autoidentifi-
can. Aqu pudimos constatar que la afirmacin de
Erick Erickson (1980) de que la ideologa es el tem-
plo de la identidad, tiene un sentido material pro-
fundo.
Para ello, los conceptos de tiempo y espacio co-mo entidades culturales, proporcionan resultados
tiles a la investigacin antropolgica.
Notas
1 La reflexin que aqu presentamos forma parte de un
trabajo ms amplio de investigacin en torno a dos
campos especficos: educacin y salud: Identidad,
ideologa y ritual. Dicho trabajo se realiz en la colo-
nia Santo Domingo de los Reyes, Coyoacn, y se tra-
baj especficamente en una escuela primaria oficial
y en un centro comunitario de salud de primer nivel
de atencin. Algunos de nuestros ejemplos se referi-
rn a esta experiencia, aunque consideramos que lo
que se busca aqu es sintetizar algunos aspectos te-
ricos generales tiles para el anlisis de la identidad
en otros campos. 2 Aqu entendemos el concepto de apropiado en refe-
rencia a hacer propio, es decir a incorporar, a integrar
como parte de s mismo.
3 Queremos aclarar que nos referimos de manera fun-
damental a procesos sociales, es decir a prcticas so-
ciales, aunque reconocemos que el concepto de identi-
ficacin ha sido aplicado tambin como un fenmeno
sicolgico individual, lo cual no se contrapone, sino
complementa lo anterior.
4 Aqu resulta importante aclarar que la forma en que
proponemos utilizar el concepto de ideologa no es la
manera comn en que se ha utilizado. Su uso co-
mienza durante el siglo XVIII con el filsofo francs
Destutt de Tracy, cuya intencin era que se configura-
ra un trmino para la ciencia de las ideas que se vis-
lumbraba como una ciencia natural (especficamente
de la zoologa), ya que todas las
ideas se originan en la experiencia que tiene el hom-
bre de su mundo (Williams, Raymond, 1977, pg. 72).
Desde Napolen hasta Marx, la ideologa se concep-
tualiz como un reflejo distorsionado de la realidad,
relacionado con ideas falsas o falsa conciencia y sus-
ceptible de ser contrastado con el conocimiento ver-
dadero o cientfico. Vista de esta manera, la ideologa
ha tenido una acepcin negativa, ya que se defini por
lo que no es: la no ciencia, la no verdad, la distorsin,
etctera, y existe hasta la fecha un predominio de su
conceptualizacin valorativa.
5 Con ello queremos plantear que aunque la ideologa es
parcial por definicin, su acepcin de falsa concien-
cia o de distorsin no es ms que una forma poltica
comprensible de sealar la parcialidad impositiva
de la clase hegemnica. Esto nos hace recalcar la dife-
rencia entre una acepcin poltica y una conceptuali-
zacin cientfica. A nuestro juicio, quedarse slo con
la primera impide la comprensin cabal del fenmeno.
Sin embargo, sealar esta relacin entre ideologa y
poder se hace necesario para evitar caer en neutrali-
dades sospechosas y para ubicar un aspecto central
de este concepto: la ideologa definida desde lo macro
socia.
6 Circular en el sentido de que no se tiene una explica-
cin de ellas, sino que se establece el significado co-
lectivo a partir de la articulacin de sus propios con-
tenidos, es,
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-
decir, se autoexplican y al mismo tiempo sirven co-mo punto de partida de explicaciones sociales ms amplias; sin que se haga referencia a las razones o causas del fenmeno.
7 Sabemos que, en primera instancia, el orden y la jerarqua espacio-temporal estuvieron bsicamente orientados por la necesidad de sobrevivencia biolgica (quin come primero, a quin se le da el mejor ali-mento, a quin se le atiende una enfermedad de ma-nera inmediata, etc.). Este tipo de determinacin im-plic (...) un ritmo y un tiempo siempre emergente y sin historia, para el hombre primitivo (Castro, Ma. Luisa, 1984, pg. 7). Pero muy pronto la determina-cin fsica inmediata se entreteji con las determi-naciones sociales y de
Tiempo, espacio e identidad social
tiempo/espacio. y se convirtieron en presupuestos cul-turales: se hicieron calendarlos homogneos que poco a poco fueron tomando validez en regiones cada vez ms amplias del planeta: se homogeneiz la medida del tiempo en segundos, minutos, horas, das. meses, aos y siglos; se fijaron cuatro estaciones anuales, etctera. Es decir, se impuso un tipo de parmetros sobre otros preexistentes, y mediante este ejercicio se subordina-ron prcticas concretas y cotidianas ya que: ... el tiempo es ritmo, y ste, organizador de conducta (Cas-tro, Ma. Luisa. 1984, pg. 3).
8 Esta definicin de espacio no se limita al campo objeti-vo exterior a la manera de Castells. Por el contrario, es un intento por integrar lo fsico con lo simblico.
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