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Apenas escuchó tales palabras el viejo rey se arrepintió profundamente de lo que prometiera con tanta ligereza; pero ni sus ruegos ni su enojo pudieron desviar a la reina de su propósito. Antes al contrario, amenazó al rey de considerarle perjuro a su palabra y mentiroso. Y llegó el momento de la ceremonia. Rama, cumplidor de su deber, fue a ver a su padre momentos antes de que comenzara ésta y le saludó cariñosamente; pero, al ver las lágrimas en los ojos de su progenitor y cómo lanzaba suspiros de pena, preguntó a la reina Kaikei qué sucedía, pues no sabía si era por culpa de él que su padre estaba acongojado, o si alguna enfermedad le atormentaba hasta el extremo de no saludar a su hijo. Kaikei, a quien no conmovieron las palabras del príncipe, con acento despiadado y cruel habló así: –Ninguna enfermedad ni pena atormentan a tu padre, querido de todos, sino tan sólo que su corazón amante no puede dar una triste noticia a su hijo primogénito. Quisiera comunicarte un mandato, pero su corazón enternecido no puede dominar la congoja. ¡Debes prometer que cumplirás la voluntad de tu señor, aun antes de conocerla! Y ahora escucha. Hace años yo salvé la vida a tu padre, y él, generoso, me concedió dos deseos. Ahora le pido que me los cumpla, y él quisiera excusarse de hacerlo. No debes dejar que por ti, aunque seas muy amado de tu padre, pueda éste ser tachado de desleal y perjuro. Si prometes ligarte con su mismo voto, yo te explicaré la causa de la angustia de nuestro rey. Si acaso no quieres comprometer tu palabra por temer desfallecer en tu propósito, nada diré. –Rama obedecerá el mandato de su padre sin que su corazón desfallezca –dijo el

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Page 1: 5 El Ramayana-cuntinuación

Apenas escuchó tales palabras el viejo rey se arrepintió profundamente de lo queprometiera con tanta ligereza; pero ni sus ruegos ni su enojo pudieron desviar a la reinade su propósito. Antes al contrario, amenazó al rey de considerarle perjuro a su palabray mentiroso.Y llegó el momento de la ceremonia. Rama, cumplidor de su deber, fue a ver a supadre momentos antes de que comenzara ésta y le saludó cariñosamente; pero, al verlas lágrimas en los ojos de su progenitor y cómo lanzaba suspiros de pena, preguntó ala reina Kaikei qué sucedía, pues no sabía si era por culpa de él que su padre estabaacongojado, o si alguna enfermedad le atormentaba hasta el extremo de no saludar asu hijo.Kaikei, a quien no conmovieron las palabras del príncipe, con acento despiadado ycruel habló así:–Ninguna enfermedad ni pena atormentan a tu padre, querido de todos, sino tan sóloque su corazón amante no puede dar una triste noticia a su hijo primogénito. Quisieracomunicarte un mandato, pero su corazón enternecido no puede dominar la congoja.¡Debes prometer que cumplirás la voluntad de tu señor, aun antes de conocerla! Yahora escucha. Hace años yo salvé la vida a tu padre, y él, generoso, me concedió dosdeseos. Ahora le pido que me los cumpla, y él quisiera excusarse de hacerlo. Nodebes dejar que por ti, aunque seas muy amado de tu padre, pueda éste ser tachadode desleal y perjuro. Si prometes ligarte con su mismo voto, yo te explicaré la causade la angustia de nuestro rey. Si acaso no quieres comprometer tu palabra por temerdesfallecer en tu propósito, nada diré.–Rama obedecerá el mandato de su padre sin que su corazón desfallezca –dijo el17valiente y bondadoso príncipe-. Tanto si es copa de veneno como fuego o espada, todolo que el cruel destino ordene... Rama obedecerá libremente a su padre y rey. He aquími promesa. No he de desligarme de ella, pues mis labios jamás han mentido.

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–Escucha, pues, la promesa que me hizo tu padre y cúmplela tú con la vida. –Y la vozde la joven reina, fría y aguda, resonó en la sala-. He aquí lo que he pedido a tu padre yrey. Que seas desterrado a lo más profundo de la selva de Dandaka durante siete añosy siete más, vestido de pieles y cortezas de árboles, y comiendo lo que tú mismo caceso cojas. Vivirás en cuevas o celdas de ermitaño, y en tu lugar reinará Barata, mi hijo,con la riqueza y honores que tú hubieres disfrutado. Blando es el corazón del reyDasarata en lo que se refiere a su primogénito, pero por el amor que te tiene debescumplir su juramente. Él no puede decir nada, pues la angustia le impide las palabras.Exijo tu obediencia.Rama, con heroica tranquilidad, escuchó la terrible orden de destierro, y luego,serenamente, marchó de la sala sin que la pena o la ira enturbiaran su corazón.Y el día que hubiera sido el más feliz para su padre, el día de su subida al trono, fue elde su marcha a las selvas, el destierro a los bosques de Dandaka.VI. LOS HEROES MARCHAN A LA SELVA.MUERTE DE DASARATATransida por el dolor de la separación que iba a sufrir su hijo, la dulce reina Kausalialloraba amargas lágrimas. Laksmana la acompañaba en sus lamentos. El generosospríncipe había acudido presuroso al lado de la reina al enterarse de su desgracia. Inútilfue que, para consolarla, Rama dijera que nunca es triste estar dispuesto a cumplir la18palabra empeñada por un rey y un padre, como habían hecho sus antepasados losragavas, los descendientes de Ragú, el dios celeste que persigue a la luna en loseclipses, y como un galgo hambriento la devora ocultándola por unos instantes a lavista de los mortales.Pero Laksmana, el hermano fiel, no consiguió dominar su furor, y, con los ojosencendidos y coléricas voces, se asemejaba a los elefantes que custodian el trono deIndra y arrojan fuego por sus terribles órbitas. Resonaba el acento de Laksmana comola impetuosa corriente de un río desbordado y decía:

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–¡Mantener la palabra! ¡La palabra de un rey! ¿Es acaso digno de llamarse juramentolo que se arranca con perfidia? ¿Debe cumplirse lo prometido cuando el que nos loexige se vale de los sentimientos más bajos? ¡La palabra de un rey! ¿Puedeprevalecer la astucia de una mujer sobre las leyes del honor, para convertirlas eninstrumento de su bajeza y de su envidia? ¡Quisiera ser yo el rey a quien una malvadaintentase ligar con su propio honor al carro de sus dignos propósitos! ¡Pronto conoceríatoda la extensión de mi poder y el desprecio que me inspira su rastrera insolencia!Pero Rama, dueño siempre de sí mismo, le amonestó diciéndole:–Te suplico, querido hermano, que calmes tu ira. La dicha y la desventura, toda la vidadel hombre, están encerradas en el hueco de la mano del destino. Imítame, pues, y note aflijas inútilmente.Con el corazón destrozado, la dulce reina Kausalia, bendijo a su hijo, rogando al dios19