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Dignidad y Resistencia 320 Jesucristo no solo absolvía las culpas de los pecadores que se encontraba o que iban a buscarlo, sino que Él mismo se vio en la tesitura de perdonar las ofensas que recibió no solo a lo largo de su existencia (murmuraciones, difamaciones, persecu- ción e incluso un intento de linchamiento, Lc 4,24) sino, sobre todo, en el momento de la muerte. Un calvario de tortura y humillación con un final predecible (en consonancia con el conjunto de su vida) e irreparable. Había actuado con transparencia, había privilegiado a la persona por encima de la norma, se había dedicado a curar y fue ajusticiado en un juicio con falsos testimonios (Mt 26,60) Fue víctima del odio, la envidia, los celos, la desconfianza, y la soberbia humana más descarnada. En la Cruz, Jesús se posicionó del lado de los inocentes y de la inocencia, y ofreció a los ofensores y ofendidos la vía del perdón para frenar la cadena de mal que el mal desencadena. Allí quedó ofrecido. Su Persona y su perdón; al que nos podemos acoger siempre, en el que podemos confiar siempre, a través del que, también nosotros, podemos perdonar y ser perdonados siempre. L a reparación como compromiso con las víctimas Nury a Martínez-Ga yol Fernández, aci 1* Introducción. T odos somos susceptibles de ser víctimas… y verdugos A través del recorrido realizado en los capítulos de este libro han ido desfilando ante nosotros distintas realidades de nuestro mundo, que de un modo u otro van generando « víc- timas». Víctimas en movimientos de exterminio, sea por el racismo en África o como consecuencia del holocausto nazi ; víctimas de políticas dictatoriales, o víctimas en medio de sociedades democráticas; víctimas de la violencia terrorista o de la violencia de estado; víctimas de nuestras sociedades del bienestar: estigmatizadas por no contar con recursos, por vivir en la calle, por haber sido puestos «aparte»... en las cunetas de la historia; víctimas del maltrato y del abuso, del intento de comercializar con seres humanos; víctimas de su propia historia... y de la falta de una mirada misericorde sobre ellas; pero también «víctimas por otros», es decir, seres humanos capaces de poner en riesgo su vida, hasta asumir el martirio, para resistir a un poder empecinado en devastar la dignidad y sustraer los derechos y la libertad de tantos hombres y mujeres heridos en lo más esencial de su condición humana. 1 Universidad Pontificia Comillas, Madrid. DIGNIDAD FINAL.indd 320-321 24/06/15 09:58

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Dignidad y Resistencia

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Jesucristo no solo absolvía las culpas de los pecadores quese encontraba o que iban a buscarlo, sino que Él mismo se vioen la tesitura de perdonar las ofensas que recibió no solo a lolargo de su existencia (murmuraciones, difamaciones, persecu-ción e incluso un intento de linchamiento, Lc 4,24) sino, sobretodo, en el momento de la muerte. Un calvario de tortura yhumillación con un final predecible (en consonancia con elconjunto de su vida) e irreparable.

Había actuado con transparencia, había privilegiado a lapersona por encima de la norma, se había dedicado a curar… yfue ajusticiado en un juicio con falsos testimonios (Mt 26,60)Fue víctima del odio, la envidia, los celos, la desconfianza, y lasoberbia humana más descarnada.

En la Cruz, Jesús se posicionó del lado de los inocentes yde la inocencia, y ofreció a los ofensores y ofendidos la vía delperdón para frenar la cadena de mal que el mal desencadena.

Allí quedó ofrecido. Su Persona y su perdón; al que nospodemos acoger siempre, en el que podemos confiar siempre,a través del que, también nosotros, podemos perdonar y serperdonados siempre.

La reparación como compromisocon las víctimas

Nurya Martínez-Gayol Fernández, aci 1*

Introducción. Todos somos susceptibles de servíctimas… y verdugos

A través del recorrido realizado en los capítulos de este librohan ido desfilando ante nosotros distintas realidades denuestro mundo, que de un modo u otro van generando «víc-timas». Víctimas en movimientos de exterminio, sea por elracismo en África o como consecuencia del holocausto nazi;víctimas de políticas dictatoriales, o víctimas en medio desociedades democráticas; víctimas de la violencia terrorista ode la violencia de estado; víctimas de nuestras sociedades delbienestar: estigmatizadas por no contar con recursos, por viviren la calle, por haber sido puestos «aparte»... en las cunetasde la historia; víctimas del maltrato y del abuso, del intentode comercializar con seres humanos; víctimas de su propiahistoria... y de la falta de una mirada misericorde sobre ellas;pero también «víctimas por otros», es decir, seres humanoscapaces de poner en riesgo su vida, hasta asumir el martirio,para resistir a un poder empecinado en devastar la dignidad ysustraer los derechos y la libertad de tantos hombres y mujeresheridos en lo más esencial de su condición humana.

1∗ Universidad Pontificia Comillas, Madrid.

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Todo ello nos habla por una parte de la persona humanacomo un ser vulnerable y capaz de vulnerar. Todos somos sus-ceptibles de ser víctimas y verdugos. Por esta razón sería erróneoconsiderar que los que cometieron atrocidades, tales como elHolocausto, eran seres «inhumanos»: locos, sádicos, perver-tidos2. Como también el tratar de localizar todo el mal enun solo individuo demoníaco, dotándolo de una omnipotenciasobrehumana para el mal3. La verdad escalofriante, según elfilósofo judío Fackenheim, es que la mayor parte de quienesperpetraron este mal fueron hombres y mujeres ordinariosque realizaban su trabajo de la misma manera que habíanrealizado el anterior4. Esta verdad, según el autor, conllevaotra que rompe el mundo, rompe el pensamiento, rompe lacristiandad y el judaísmo: la infinita maleabilidad del hombrepara el mal5.

Pero al mismo tiempo, también la historia pone delante denuestros ojos –como se expuesto en las páginas precedentes–cómo el ser humano puede sentirse movilizado por la vulne-rabilidad del «otro» experimentando el deseo de ocuparse deella, cuidarla y dignificarla –repararla–, y no solo para abusarde ella, explotando y dañando a la persona. Esta movilizacióntambién se muestra en nuestro mundo y en nuestra historiacomo una posibilidad real, que conduce al ser humano hastael límite de poner en riesgo su propia existencia en la entregade su vida por «otros» o en lugar de «otros», para evitar elsufrimiento, la ruptura o la muerte de «otros».

Lo común a nuestra universal vulnerabilidad es la posibili-dad de que las rupturas padecidas, o las que hacemos padecer,

nos terminen deshumanizando. Ya sea por fragilidad, porerror, por equivocación o por elegir hacer el mal, es tambiénhumana la capacidad de sufrir y hacer sufrir, de producirrupturas o padecerlas. «Las relaciones, afectos y vínculos nosexponen a ser heridos porque cuando se rompen, se rompetambién algo de nosotros. Internalizamos la ruptura y vivimosel dolor de la pérdida, que se expresa en una variada gama deposibilidades: sufrimiento, ira, inseguridad, negación, etc.»6

Pero también es propio de nuestra condición humana el poderconvertir la ruptura en ocasión de crecimiento, en camino denuevas posibilidades y de ahondar en nuestra más auténticahumanidad.

Probablemente todos hemos tenido la experiencia de serheridos en el contexto de relaciones significativas para nuestraexistencia. Ahora bien, hay relaciones que, ante un daño degrandes proporciones, sencillamente se rompen. Hay otras,sin embargo, que al enfrentarse a la ruptura, elaborarla e inte-grarla, parecen salir fortalecidas. También hay personas que,por diferentes motivos, pueden romperse donde otras no loharían ¿Cuál es la diferencia que marca el camino entre una yotra posibilidad?7.

«Si trasladamos esto del ámbito personal, intersubjetivo,al ámbito social, nos encontramos con elementos similaresCuando nos acercamos a los procesos de reconciliación de lospueblos que han padecido la polarización de sus miembrosen torno a ideologías antagónicas, la violencia institucio-nalizada y el desprecio radical a la dignidad o la vida de susseres queridos –como por ejemplo Sudáfrica, Chile, o Timor

6 Cf B. Loveman - E. Lira, Las Suaves Cenizas del Olvido: Vía Chilena deReconciliación Política 1814 - 1932, LOM Ediciones, Santiago 1999, 15-16, en CMontero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación. Praxis cristiana y plenitudhumana, Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile 2012.

7 C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 29.

2 E. Fackenheim, Reparar el mundo, Sígueme, Salamanca 2008, 220.3 Ib, 278 – 279. 4 Ib, 220. 5 Ib, nota 162, 277.

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Oriental– nos encontramos con que todo el esfuerzo poste-rior para recuperar la paz y la convivencia armónica gira entorno a la reparación de esas profundas rupturas. Podemospreguntarnos: ¿por qué fracasan tantas políticas de reparaciónde los estados que, bien intencionadamente, buscan recuperarla paz social? ¿Por qué en algunas culturas los mismos proce-sos tienen más éxito para reconciliar a sus miembros que enotras?»8.

En esta colaboración me corresponde tratar de respondera estos interrogantes en el contexto de un Seminario sobre«Dignidad y resistencia», centrándome más específicamenteen la cuestión de qué podemos y qué debemos hacer. Para ellohabremos de preguntarnos sobre, ¿qué sostiene a las víctimasen su lucha por mantener una resistencia centrada en la digni-dad?, así como, ¿qué les posibilita el reaccionar internamentefrente a la agresión y convertir el daño en posibilidad? Lapalabra clave aquí, será resiliencia. Por último, habremos deindagar sobre, ¿qué mueve a quienes, incluso sin estar direc-tamente implicados, se ponen al lado de las víctimas hastacompartir con ellas su destino? La palabra clave en este casoserá reparación, como posible respuesta que vehicula el deseode compromiso con las víctimas, pero que tienen que vertambién con procesos que podemos vivir en primera persona,puesto que en cada uno de nosotros hay algo de víctima y algode verdugo.

Trataré de aproximarme al concepto reparación en la grandiversidad de ámbitos en los que el término es utilizado, y ensus diversas significaciones; recorriendo el arco que discurredesde la «exigencia jurídica» al «libre compromiso» que brotadel desbordamiento del amor9.

Hay otra pregunta que nos acompañará como telón defondo. No todas las víctimas son iguales aunque haya rasgosque les sean comunes. Hay daños que deshumanizan. Hay per-sonas y comunidades que no logran sobreponerse a aquellasrupturas o violaciones de sus derechos y de su dignidad, demanera que su identidad queda no solo marcada sino atrapadapor lo que han vivido. Víctimas del nazismo, del terrorismo, deguerras genocidas… de torturas, de vejaciones de todo tipo…son testigos sangrantes de actos, situaciones y daños irrepa-rables en el sentido de «imposibles de tornar a la situaciónoriginal» antes de la ruptura.

«Estas rupturas pueden tener proporciones pequeñas, anivel de identidad, de relaciones sociales o de proyectos per-sonales; o pueden ser consecuencia de violencia, de abusostraumáticos, violación de los derechos humanos o pasajes dela historia humana tan devastadores como la Shoá. Ante estasúltimas, las primeras parecen triviales, pero en todas ellas surgela pregunta acerca de «la posibilidad de reparación»»10

Porque será esta posibilidad, en definitiva, la que ayude a incli-nar la situación hacia su vertiente más humanizadora. ¿Hayo no situaciones irreparables? ¿Y qué podemos decir y hacerdesde el compromiso que brota de la fe?

Ahí, en esa frontera entre «lo que da de sí» y lo que «yano puede» la naturaleza humana, en ese punto de inflexióndonde la humanidad se despliega con todas sus miserias ytambién con todas sus posibilidades, mostrándonos paradó-jicamente y al hilo de un mismo acontecimiento lo mejor ylo peor del ser humano, descubrimos no solo una apertura amás que caracteriza nuestra naturaleza como seres humanos,sino la capacidad de donarnos y de recibir como «radical

8 Ib, 30. 9 En esta aproximación seguiré de cerca la interesante publicación de Carolina

Montero, citada ya con anterioridad: Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación.10 Ib, 111.

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posibilidad» para una naturaleza situada en ese límite, enesa frontera, en ese abismo. El «plus» solo puede venir dela gracia. Una gracia que no suplanta la naturaleza, que no ladesdibuja, sino se incoa en ella, la abraza y la hace desplegarse«más allá» de sus posibilidades, poniéndola en camino haciael destino para el que hemos sido creados, hacia la plenitudde nuestra condición humana en una fraternidad universaldonde el «otro» no será ya nunca una amenaza sino mi másgozosa posibilidad de realización.

Si acudimos a la Real Academia de la lengua11, nos encon-tramos una amplia gama de significados que apuntan en tresdirecciones: la idea de arreglar, corregir o remediar un dañoo ruptura (físico o moral) –la más común–; la de desagravioo satisfacción del ofendido (más jurídica y propia también dela teología clásica); y la de mirar atentamente, deteniéndose(cercana a la idea de reconocimiento).

Detengámonos ahora en los significados más específicos deeste término, en cuanto vinculado a distintas áreas del saberComenzaremos por el marco jurídico para desde él ampliar lamirada al ámbito de los derechos humanos, para pasar segui-damente al campo de la psicología. El concepto reparación y su problemática

La categoría reparación ha sido asumida, prácticamente comopropia, por diversas disciplinas, tales como la teología, la psi-cología, el derecho civil y el internacional, la perspectiva de losderechos humanos y la moral. En cada uno de estos ámbitos secontempla la reparación como una especie de término técnico,que se desarrolla en un marco teórico particular, con unas con-notaciones específicas. Aunque sus contenidos, ciertamente,no se excluyen tampoco coinciden en su totalidad. Más bienhabría que pensar que pueden complementarse entre sí.

Etimológicamente el término reparar procede del latín«reparare» que, entre otros, tiene el significado de renovar,reconstruir, disponer de nuevo, lo que apunta a la idea de unarenovación enriquecedora, que nos será de vital importanciaPero la verdad es que en el ámbito de nuestras conversacioneshabituales, la expresión «reparación» la utilizamos para refe-rirnos a arreglos de cosas (coche, zapatos, electrodomésticos...)más que en un sentido técnico. Pero en una sociedad de «usary tirar», como la nuestra, cada día son menos los objetos quese reparan.

1.1.El concepto reparación en el ámbito jurídico

El concepto reparación tiene una larga historia en el derechointernacional general, en el derecho internacional de losderechos humanos y también en el derecho internacionalhumanitario. De hecho, en decisiones recientes de la CorteInternacional de Justicia, en las que se ha ordenado medidasde reparación, la Corte ha integrado el derecho internacionalde los derechos humanos, y ha ordenado reparaciones a favorde las personas, tanto naturales como jurídicas.

11 La Real Academia Española (2001), define reparación como: 1. Acción y efectode reparar cosas materiales mal hechas o estropeadas. 2. Desagravio, satisfaccióncompleta de una ofensa, daño o injuria. 3. Acto literario. Y el verbo, reparar: 1.Arreglar algo que está roto o estropeado. 2. Enmendar, corregir o remediar. 3Desagraviar, satisfacer al ofendido. 4. Suspenderse o detenerse por razón de algúninconveniente o tropiezo. 5. Oponer una defensa contra el golpe, para librarse de él. 6Remediar o precaver un daño o perjuicio. 7. Restablecer las fuerzas, dar aliento o vigor.9. Mirar con cuidado, notar, advertir algo. 10. Atender, considerar o reflexionar. 11Pararse, detenerse o hacer alto en una parte. 12. Contenerse o reportarse: Diccionariode la Lengua Española, Madrid 200122.

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Toda violación de los derechos humanos y del derechointernacional humanitario da lugar a un derecho de la víctimay de sus familiares a obtener «reparación» y a la consecuenteobligación del estado a garantizar dicho derecho12. En estesentido ha constituido un hito importante la aprobación endiciembre de 2005 por la Asamblea General de las NacionesUnidas de los Principios y Directrices básicos sobre el derechode las víctimas de violaciones de las normas internacionales dederechos humanos y del derecho internacional humanitarioa interponer recursos y obtener reparaciones13. Esta repara-ción además ha de ser plena y efectiva, y lleva consigo lasexigencias de verdad y justicia, así como las garantías de norepetición.

Aquí aparece, claramente vinculado al concepto «repa-ración», el de «víctima», como lo está en el tema que nosocupa. Esto nos obliga a clarificar simultáneamente qué es loque entendemos por «víctima». La definición más universal–en todos los sentidos– de víctima es también la recogida porlas Naciones Unidas en su Declaración sobre los principiosfundamentales de justicia para las víctimas de delitos y delabuso de poder14. En dicha declaración se recogen dos formu-laciones paralelas para el término víctima, una para aquellasque lo son de delitos y otra para las que lo son de abuso depoder. En ambas formulaciones hay una parte común:

ciera o menoscabo sustancial de sus derechos fundamenta-les, como consecuencia de acciones u omisiones...».

A partir de aquí difieren los párrafos 1 y 18. El párrafo 1,referido a las víctimas de delitos continúa: «...que violen lalegislación penal vigente en los Estados Miembros, incluida laque proscribe el abuso de poder». Remitiendo de esta maneraa la recogida en el párrafo 18 –referida a las víctimas de abusode poder– que lo hace de la siguiente manera: «...que no lle-guen a constituir violaciones del derecho penal nacional, peroviolen normas internacionalmente reconocidas relativas a losderechos humanos».

Esta definición identifica a la víctima con daño sufrido (enuna acepción laxa de daño: cualquier menoscabo físico, psi-cológico, patrimonial, etc.) y reconocido socialmente. Estoquiere decir que la presunta víctima no puede autoproclamarsecomo tal sino que es el contexto normativo social (inmediatoo universal) el que le limita las circunstancias en las que puedahacerlo. Si es víctima de delito la referencia será la legislaciónpenal vigente, si lo es de abuso de poder la referencia son lasnormas internacionalmente reconocidas relativas a los dere-chos humanos15.

Si bien la exigencia de la constatación de daños pareceincuestionable para el reconocimiento de la víctima, la deter-minación de cómo se han producido esos daños es un asuntomucho más espinoso.

Para algunos autores como Mendelsohn (1976), lo que auna víctima le identifica como tal es la personalidad del indivi-duo o de la colectividad en la medida en que está afectada por

«se entenderá por «víctimas», las personas que, individualo colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida finan-

12 Cf Principios contra la Impunidad. Cf: Tatiana Rincón, Verdad, justicia y reparación: la justicia de la justicia transicional.

13 Resolución 60/147, del 16 de diciembre de 2005. 14 Anexo a la Resolución 40/34 aprobada por la Asamblea General de las

Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1985.

15 Cf R. Domínguez Bilbao, Introducción a la psicosociología del Derecho,Universidad rey Juan Carlos, Dykinson, Madrid 2004. Especialmente el cap. 7dedicado a «Las víctimas».

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las consecuencias sociales de su sufrimiento determinado porfactores de origen muy diverso: físico, psíquico, económico,político o social. Para otros, como Von Hentig , la víctimasería más bien la persona que ha sido lesionada objetivamenteen alguno de sus bienes jurídicamente protegidos y queexperimentan subjetivamente el daño con malestar o dolorAmbos mantienen la idea del daño, pero no aparece el criteriopara determinar el daño. Otros autores abundan en la mismapostura, identificando a la víctima como el ser que sufre demanera injusta (Stanciu), o bien como el sujeto que padece undaño por culpa propia, ajena o por causa fortuita (RodríguezManzanera). Si en el caso de Stanciu aparece la necesidad deconsiderar el origen injusto del daño, en el de Rodríguez Man-zanera el origen puede ser fortuito cabiendo la posibilidad deeliminar la referencia a la agencialidad del daño. Esta ampli-tud nos permite incluir, por ejemplo, a los damnificados poruna riada o por un terremoto en la consideración de víctimasmientras que la referencia al criterio legal no. La concepciónde Von Hentig se mantendría, en términos generales, en lalínea de Stanciu y de Rodríguez Manzanera, mientras que lade Mendelsohn introduce un matiz claramente diferencial: lavíctima no solo lo es por recibir daños, sino por característicaspropias. Esta postura tiene un desarrollo importante en laVictimología: la del papel activo de la víctima en su procesode victimización16.

Partir de la definición de víctima será básico, pues deter-mina el ámbito de referencia de cualquier desarrollo posterior.Y sin embargo, hacerlo no es una tarea sencilla. Se cruzan enella la objetividad del daño con la subjetividad vivida por lapersona. El reconocimiento social y la percepción individual

en el sujeto. Que el daño parta de un tercero «culpable» oque sea consecuencia de una situación en la que estrictamenteno haya sido producida con intención de causar daño. Que lapersona se reconozca a sí misma como tal o no, que el hechomarque profunda y permanentemente su vida o que sea algotemporal y fácilmente superable en un lapso de tiempo.

Aunque las diversas disciplinas tratarán de definir y acotarlo que hay detrás de la palabra «víctima», la tarea es difícilporque no existe un total acuerdo ni tan siquiera entre losespecialistas de cada ámbito. Nosotros trataremos de mane-jar un concepto amplio de víctima que necesariamente nodependa del consenso social ni del reconocimiento jurídicopara abarcar el mayor número posible de individuos heridos,rotos o dañados… exterior o interiormente.

Pero retornemos al campo del Derecho. Los organismosjurídicos internacionales coinciden en señalar que la repara-ción consiste en las medidas que tienden a hacer desaparecer losefectos de las violaciones de derechos cometidas17. Su objetivoprincipal es el restablecimiento de la situación anterior alhecho que produce la violación de los derechos. Y por estarazón tratan de instituir unos principios comunes de acuerdoentre todos, en defensa del «ser humano» en tanto miembrode la humanidad.

Desde este objetivo se consideran formas de reparación: larestitución (que toma medidas para devolver a la víctima, enla medida de lo posible, a la situación anterior al hecho de laviolación del derecho), la indemnización (que busca compen-sar los daños materiales sufridos, los daños morales o físicosy mentales...); la rehabilitación (que busca dar la asistenciamédica, psiquiátrica, psicológica, legal que permita a la víctima

16 Cf Ib 17 Ib, 82.

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rehabilitarse en la forma más completa posible). La satisfacción(que busca recuperar el nombre, la historia y la dignidad dela víctima mediante acciones públicas de reconocimiento deresponsabilidad, publicaciones con la historia de las víctimas,construcción de monumentos o memoriales que recuerdanlos hechos y a las víctimas); y las garantías de no repetición(pretenden que la víctima no vuelva a sufrir una violación desus derechos, mediante medidas jurídicas o de otro tipo queeviten la reiteración de hechos similares)18.

Esta aproximación jurídica al término reparación ya nospermite entender que se hable de la imposibilidad de una«reparación integral», justamente por lo imposible de alcan-zar el objetivo: el «retorno a la situación anterior». Estarealidad es jurídicamente reconocida, por esa razón se tratade compensar y de suplir con «otras» medidas (materiales,morales, psicológicas, y sociales…) lo que «de facto» nopuede retornar.

Se observa, además, un énfasis creciente en «las víctimas»y en todo lo que las rodea, lo que ha permitido que comiencena dejar de estar situadas «en la periferia de la agenda políticatanto a nivel interno como en la esfera internacional»19. Enconsecuencia está emergiendo cada vez con más fuerza unaauténtica cultura de las víctimas20, lo que arrastra tras de sí la«necesidad de construir una cultura de la memoria que per-mita a las generaciones presentes construir un futuro en el queel pasado no se repita»21.

Esta preocupación por las «víctimas»22 por parte dediversas Organizaciones Internacionales ha contribuido tam-bién a la emergencia de una nueva concepción de la justicia,pasando de una concepción puramente retributiva a unajusticia restauradora. En esta nueva aproximación, más quecentrarse en el castigo al culpable, se pone el acento en situar alofensor, a la víctima y a la comunidad en una situación de rela-tiva simetría para así poder buscar la justicia, la reparación, y,en último término, si es que es posible, la reconciliación. Desdeesta nueva óptica, los derechos de la víctima y el afrontamientode su situación de victimización y sus consecuencias pasan aocupar un lugar privilegiado23.

1.2. El concepto reparación en los derechos humanos

Muy vinculada al campo jurídico, y en el contexto de lareflexión y promoción de los derechos humanos, se ha idoelaborando la noción de reparación referida a las víctimas degrandes violaciones de los derechos humanos.

2003, 10. 22 Se definen como víctimas «las personas que, individual o colectivamente,

hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en losEstados Miembros, incluida la que proscribe el abuso de poder... En la expresión víctima se incluye además, en su caso, a los familiares o personas a cargo que tenganrelación inmediata con la víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños alintervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir la victimización» (A. 1 y2; Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de delitosy del abuso de poder, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 40/34, de 29 de noviembre de 1985).

23 Cf F. Gómez Isa, El derecho de las víctimas a la reparación por violacionesgraves y sistemáticas de los derechos humanos en Id, (dir) El derecho a la memoria,Zarauz 2006: Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe-Diputación deGuipúzcoa, Alberdania.

18 Cf Ib, 84-85. 19 I. Bottigliero, Redress for Victims of Crimes Under International Law,

Martinus Nijhoff Publishers, Dordrecht 2004, 2. 20 E. Barkan, Legal Settlements as a Form of Cultural Politics: A Moral and

Historical Framework for the Right to Reparations, en G. Ulrich, and L. K. Boserup,(eds.), Reparations: Redressing Past Wrongs, The Hague-Londres-Nueva York 2003,409.

21 R. Mate, Memoria de Auschwitz. Actualidad moral y política, Trotta, Madrid

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Reparar se entiende aquí como tratar de reconstruir la exis-tencia humana de la víctima, lejos del terror y de la impunidad,gracias a un acto jurídico y simbólico a la vez24. El daño infe-rido afecta a tres niveles: a la integridad física, a la privación dederechos y a la marginación social. Lo que se añade al signifi-cado del término jurídico es la consideración del mundo de losimbólico, al percatarse de la imposibilidad real de compensarlos daños infligidos.

«Cuando la violación, la tortura, la violencia y la anulacióndel otro se institucionaliza, provoca rupturas que no soloson imborrables en las personas que las padecen, sino en lasociedad entera»25. La definición de reparación que hace elInstituto Interamericano de Derechos Humanos, recoge bienlo hasta aquí expresado, subrayando esta imposibilidad de«resarcir» e indicando que el camino de solución habrá depasar necesariamente por la implicación de todos los sujetosinvolucrados:

brinda en relación con los involucrados: culpables, víctimasy la comunidad de la que forma parte»26.

Se reconoce que hay una herida que, si bien no se puedeborrar, como si no hubiera existido, sí se puede reparar simbó-licamente, propiciando un reordenamiento de la vida psíquicay social de cada una de las personas que sufrieron algún tipode violación a sus derechos humanos. Esta reparación ponea su disposición nuevos recursos para cicatrizar lo dañado yempezar a reconstruirse27.

La reparación simbólica requiere como condición de posibi-lidad: el reconocimiento social del daño padecido, la sanción delcrimen y la capacidad del re-elaborar lo vivido de manera quesea una experiencia acotada, que libere a la víctima de definirsu identidad a partir de dicho daño28. En ese proceso el sujetodebe transitar desde su posicionamiento como «víctima» alde «superviviente» y ciudadano29. Y lo hace apoyado «enel reconocimiento social de que los hechos ocurrieron efecti-vamente, que constituyeron una injusticia y un abuso, y quehay una determinación clara por parte de la sociedad y susautoridades para que no vuelva a suceder30. Algo necesariopara tratar de «reparar el miedo» de la víctima ante la «posi-bilidad de que el hecho se repita». Miedo a los demás, porquela violación de los derechos y la dignidad humana tiene comoconsecuencia una quiebra de la confianza en el modo de rela-

«Sin embargo, aunque se hable de «enmendar» o «dejar enbuen estado algo que estaba roto», está claro que resultaimposible para las personas afectadas borrar la agresión queha violentado la estructuración misma de la subjetividad yvolver al estado anterior al daño producido. La reparaciónde crímenes de lesa humanidad debe pensarse, entoncesdentro del campo de lo irreparable, de lo no indemnizablede algo imposible de resarcir. Una vez reconocida la impo-sibilidad de un retorno a la situación anterior a las violacio-nes, se puede empezar a reflexionar en una reparación, noreal sino simbólica, acerca de las alternativas que la justicia

26 IIDH, Atención integral a víctimas de la tortura, 278. 27 Ib, 278. 28 I. Piper, Trauma y reparación, elementos de una retórica de la marca en DD

HH y Reparación en E. Lira - G. Morales (ed.), Derechos Humanos y reparación:una discusión pendiente, Ed. UAH - LOM, Santiago 2005, 94.

29 E. Lira, Trauma , duelo, reparación y memoria, Revista de Estudios sociales 36(2010) 14-28; aquí (nota 10), 20.

30 Ib, 27.

24 Instituto Interamericano De Derechos Humanos (IIDH), Atenciónintegral a víctimas de tortura en procesos de litigio. Aportes psicosociales, San José, CostaRica 2007, 277.

25 C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 117.

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ción con los demás y con el mundo en general31 (confianzabásica). El reconocimiento social aparece así como garantíade que no se repetirá el daño.

Hay un dato especialmente interesante en algunas de laspropuestas de reparación simbólica. Se trata de la implicacióndel agresor, como sujeto también susceptible de ser reparado,y así, dignificado y liberado, en consecuencia, de su condiciónde agresor. Esto supone una comprensión de sus actos comogeneradores de mal no solo para la víctima, sino también parael propio agresor puesto que lo deshumaniza. La reparación sealza entonces como una «doble oportunidad»: la de reparar ala víctima y también al agresor, regenerándolo en su humani-dad, de modo que no sea únicamente definido por la maldadde sus actos sino también por la capacidad de auténtico arre-pentimiento y por la bondad de su reparación32.

Entran aquí en juego de nuevo esas capacidades universali-zables para todo ser humano: la de vulnerar y ser vulnerado, lade sufrir y hacer sufrir, la de hacernos responsables de nuestrosactos, la de desear rehacernos de los daños y de las rupturasque nos pueden venir infligidas en la vida… y también la capa-cidad de desear, e intentar reparar el daño causado.

desde el ámbito cognitivo-conductual, y utilizado tambiénen el marco pedagógico, y en los círculos del trabajo social y la intervención con víctimas) 33.

• a) Reparación en el psicoanálisis34

La reparación, desde la corriente psicoanalítica impulsadapor Melanie Klein35 explica el mecanismo que da origen a la dinámica reparadora en el niño, y llega a afirmar que este«mecanismo de «reparación» es… un elemento fundamental en el amor y en todas las relaciones humanas»36.

Según esta autora, el niño inicialmente se relaciona con sumadre solo como «objeto bueno» que satisface sus deseos, yva respondiendo a la gratificación con sentimientos de amorEstos coexisten con el odio que experimenta hacia ella cuandofrustra sus necesidades, y genera entonces fantasías destructivashacia ella, que cree reales37. Esto le conduce a una «posicióndepresiva» de la que solo podrá salir, reconociendo sus límitesy la alteridad de su madre. Así como descubriendo que tienerecursos para reparar, es decir para erradicar el daño de sus fan-tasías destructivas, restableciendo una relación de amor con ella.

33 F. Gómez Isa, El derecho de las víctimas a la reparación integral. Balancey Perspectivas, El Otro Derecho nº 37 (2007), 56. Accesible en : http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Colombia/ilsa/20120531063055/od37-felipe. pdf

1.3. El concepto reparación en la psicología

34 Seguimos aquí a C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación,113-116.

35 M. Klein - J. Rivière, Amor, odio y reparación, en Melanie Klein,Obras Completas (vol. VI), Paidós - Hormé, Buenos Aires 1980.

36Ib, 141. 37 «Un rasgo muy importante de la fantasía destructiva, equivalente al deseo

de muerte, es el del lactante que cree que sus deseos fantaseados tienen efecto real,es decir, que siente que sus impulsos destructivos han destruido realmente al objetoy seguirán destruyéndolo: esto tiene consecuencias sumamente importantes para sudesarrollo mental. Se defiende de tales temores mediante fantasías omnipotentes de tiporeparador, lo que también influye grandemente en su desarrollo»: Ib, 137.

Otro de los ámbitos en los que el término «reparación» vaadquiriendo una importancia creciente es la psicología. Suuso se generalizó, en primer lugar, de la mano del psicoanáli-sis (Melanie Klein) pero en la actualidad va tomando relieveen referencia a otro concepto en alza: la resiliencia (más bien

31 Cf C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 121.32 Ib, 121-122.

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«Reparar» significa, en esta perspectiva, «ser capaz deactuar los recursos personales para erradicar el daño, recono-ciendo la alteridad y la vulnerabilidad de la madre y la propiarenunciando a la pretensión de omnipotencia y compensandola propia agresividad con actos que alivian el dolor de la otrareconstruyendo, restaurando, la relación».

Pero lo que más nos interesa es constatar cómo el conceptopsicoanalítico nos pone ante la doble posibilidad humana dedesear hacer daño a alguien y, al mismo tiempo, de desearrepararlo, reconstruyendo y restaurando la relación, utilizandopara ello todos nuestros recursos positivos, incluido el amor.

un campo de concentración donde murieron sus padres) afirmaque «no hay herida que no sea recuperable». Aunque haya sidoabandonado, martirizado, inválido o víctima de un genocidio, elser humano es capaz de tejer desde los primeros días de su vidasu resiliencia, que lo ayudará a superar los shocks inhumanos38.

2. Resiliencia y reparación

El término resiliencia aparece como especialmente cercano ala idea de «reparación». En primer lugar porque de algunamanera dice relación al encuentro con las fuerzas reparadorasque todos portamos en nuestra estructura humana. Si hemoshablado de una conducta reparadora en el infante respecto a lafigura de la madre, esas fuerzas también es posible emplearlashacia quien es percibido como amenaza o fuente de frustra-ción para con nosotros, y no menos hacia uno mismo. Por otraparte, al igual que la reparación, la resiliencia no apunta a unamera recuperación de la situación original antes del hechotraumático, el desastre o el golpe recibido por la víctima, sinoa una reformulación de los hechos vividos en un momento dela existencia, de tal manera que posibilite recobrar un modode vida digno. Por esta razón puede ser entendida como fuerzacapacitadora de «reparación». Porque también ésta, precisair más allá de la reconstrucción de la situación original, previaal daño, la ruptura o la herida, pues lleva siempre consigo unacierta tendencia a un «plus».

La resiliencia nos permite de este modo aproximarnos a la idea de «reparación» como «posibilidad de transforma-

b) Resiliencia

• 1. Resiliencia, como capacidad de resistencia

El término resiliencia, en sentido físico, habla de la propiedadde los materiales de recobrar una forma de nuevo equilibriotras haber sido deformados por un impacto. A partir de ahí seformula la idea de personalidad resistente (Kobasa y Maddi)para referirse a las disposiciones de personas que ante unaadversidad son capaces de reformular sus condiciones demodo que las superan. En esta disposición ejercerán una graninfluencia: la capacidad de flexibilización de la persona, y lade aceptar el cambio como parte de un proceso de superación.

La construcción de la noción «resiliencia» se ha hechosobre la constatación de que la persona vulnerada no quedanecesariamente determinada por sus traumas y heridas sino quele es posible enfrentarlos si tiene capacidad de resistencia, luchay posibilidades para recobrar un modo digno de vida. Cyrulnik,uno de los padres de la noción resiliencia (huyó a los 6 años de

38 «En la mayor parte de las culturas, se es culpable de ser víctima »: B. Cyrulnik, Entrevista a Boris Cyrulnik en IntraMed, Argentina, 6 de diciembre de2006.

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ción», que pone a la víctima en su condición de persona encontacto con sus capacidades más genuinas, pero que implicatambién a otros en este proceso, y cuyo logro apunta no solo ano quedarse hundido en la caída, en el daño, en la destruccióndel sujeto sino a una recuperación que consigue desarrollarlomás allá de lo que era «antes de la herida, la ruptura o eltrauma»39.

Hay en todo caso, una «nota importante» a tener encuenta. Para poder poner en acto las fuerzas resilientes dela persona, en dirección a una reparación del daño sufrido,es preciso huir de dos grandes obstáculos: por una parte elfatalismo que ciega sobre las propias posibilidades y hundemás en la inmovilización que provoca el daño; y por otra, elvictimismo. Este es posiblemente una de las mayores dificulta-des que la víctima deberá enfrentar: la tentación de sostenersu vida desde ese momento en adelante en la conciencia de«ser solo una víctima», el autodefinirse desde ahí, y no poderpensarse de otra manera. La tentación de apoyar su propiaexistencia, justamente en eso, en su condición de víctima,hace que se quede absolutamente atada y atrapada dentro deella «relamiéndose las heridas e impedida de crecer por la iray la culpa»40.

El proceso resiliente no supone el olvido de las cuestionesnegativas, del daño sufrido, de la injusticia de la que uno hasido objeto. Estas han tenido lugar, y la evasión por negaciónni cura, ni repara. Será necesario incorporarlas a la propia his-toria personal, pero no como el elemento decisivo alrededordel cual todo gira, sino como un dato más que se une a una

sabiduría personal mayor que logra superarlas, sin anular supresencia; al mismo tiempo se convierten en una nueva sabi-duría pues la memoria de cómo se pudo superar esa dificultad,cristaliza como un refuerzo de la personalidad resiliente.

Esto no evita el sufrimiento, ni convierte a la víctima eninvulnerable, pero la hace capaz de abrazar un nuevo modode vida, que no solo le posibilita superar y liberarse de la dic-tadura alienante del daño, sino le proporciona instrumentos ala persona para enfrentar posteriores dificultades o crisis.

Resiliencia y reparación nos hablan de resistencia activa y almismo tiempo de la aceptación constructiva que posibilita a lavíctima crecer en el arte de dominar «lo posible». La capaci-dad no solo de salir indemne de una experiencia adversa sinode aprender de ella y mejorar. No se trata solo de sobreviviry resistir sin sufrir trastorno alguno, sino de captar cómo laexperiencia opera en la persona un cambio positivo que le llevaa una situación mejor a la que se encontraba antes de ocurrirel suceso.

Esto supone creer en la posibilidad de aprender y crecer apartir de experiencias adversas. Los estudios sobre resilienciahan mostrado que este es un fenómeno más común de loque pensamos, y que son muchas las personas que consiguenencontrar beneficio en la vivencia traumática, y en el procesode lucha que han tenido que emprender. Para Víktor Franklsuperviviente de los campos de concentración nazi y conocidopor el desarrollo del concepto de psicología existencial y lalogoterapia, es precisamente una situación excepcionalmentedifícil lo que da al hombre la oportunidad de crecer espiritual-mente más allá de sí mismo; «el hombre que se levanta es aúnmás fuerte que el que no ha caído». Una experiencia traumáticaes siempre negativa, pero lo que suceda a partir de ella dependede cada persona. En la mano del ser humano está elegir su

39 F. Vidal, Pan y rosas. Fundamentos de exclusión social y empoderamiento, Foessa- Caritas, Madrid 2009, 383.

40 F. Walsh (1998), Resiliencia familiar. Estrategias para su establecimiento,Buenos Aires 2004, 1998, 27.

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opción, que o bien puede convertir su experiencia negativa envictoria, y la vida en un triunfo interno, o bien puede ignorar el desafío y limitarse a vegetar y a derrumbarse41.

¿Estamos entonces ante algo que depende de las caracte-rísticas antropológicas de cada individuo y de la fuerza con laque encare su propia existencia? ¿Es la fortaleza psicológica loque nos capacita para ser personas resilientes?

Habrá que decir que no, desde el principio. En primer lugarporque, ni resiliencia ni reparación son realidades indepen-dientes del contexto, del grupo humano donde se desarrollala vida de la persona y de su capacidad de establecer nuevosvínculos. Todos estos elementos tendrán mucho que ver en laposibilidad de su resolución.

Por otra parte, como señala Froma Walsh42, en la creacióny permanencia de una fuerza resiliente en la persona ejerce unainfluencia empírica importante la espiritualidad y la miradatranscendente, así como el valor de la religión, en tanto comu-nidad de sentido.

Cuando una persona se enfrenta a la desgracia, la crisis, elhorror de una experiencia fuertemente traumática, entra enuna espiral de «sinsentido» de la que es difícil salir si no esposible ponerla en diálogo con otras experiencias de sentidoque teníamos en nuestro haber, con nuestras creencias, connuestras esperanzas y sueños de futuro. De ahí que la visiónreligiosa por arraigar al sujeto y dotarle de una coherencia ensu visión del mundo, favorezca la resiliencia y la posibilidad dereparación.

3. Dimensión social de la resiliencia

Aunque en un primer acercamiento la resiliencia sea un con-cepto importante a nivel individual, es posible también hablarde capacidad colectiva de «resiliencia ». Se trataría de lacapacidad de grupos o comunidades, tras un trauma colectivo,de ser capaces de recuperar la normalidad (Ej. Timor Leste,Sudáfrica, etc.).

Por otra parte, aunque la resiliencia en sentido propio seauna capacidad personal, ciertamente precisa de un contexto,del que también es resultado, así como del aprendizaje en lasocialización, y de la responsabilización en medio de una difi-cultad. En otras palabras: cuando hablamos de resiliencia nopodemos prescindir de los otros.

Vera Poseck en su artículo Resistir y rehacerse considera que«la resiliencia es fruto de la interacción entre el propio individuo ysu entorno» y por tanto «hablar de resiliencia en términos indi-viduales sería un error»43. El mismo Boris Cyrulnik defiende lanecesidad de que existan personas que entrenen y apoyen a otrosen la resiliencia, ya que lo que genera el hundimiento del serhumano no es el golpe, sino la falta de apuntalamiento afectivoy social que impide encontrar tutores de resiliencia44.

4. Un modelo vital de resiliencia

Un ejemplo claro de resiliencia como resistencia y de capaci-dad de reparación –ya no en clave psicológica sino de vida–

43 B. Vera Poseck, Resistir y rehacerse. Una reconceptualización de la experienciatraumática desde la psicología positiva, Revista de Psicología Positiva I (2004) 1-42, aquí 21. Accesible en: http://www.psicologia-positiva.com/resistir.pdf 41 V. E. Frankl, El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 2011

(original 1946). 42 F. Walsh, Resiliencia familiar, 111-120.

44 B. Cyrulnik, El murmullo de los fantasmas: volver a la vida después de un trauma, Gedisa, Barcelona 2003, 92.

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nos lo ofrece una joven judía-holandesa Etty Hillesum, quese recluye voluntariamente en un campo de concentración depaso para judíos. Etty entendía que existía una posibilidad deresistencia, y además que esta no precisaba ser, en absoluto,ni violenta, ni vengativa. El ser humano no está destinadoa la destrucción cuando todo a su alrededor se derrumba, ocuando se le sustrae de todo lo que otrora le sostenía. Hayuna capacidad de resistir a la adversidad, una resiliencia en elhombre que carece de límites, porque su humanidad es irreduc-tible.

mientos, y el deseo de «legarlos a la humanidad» como resul- tado de un aprendizaje que iba dirigido justo a eso: a cuidar lahumanidad, a no permitir que lo inhumano venza en la carreraa lo humano. Las relaciones de amistad, la escucha de losotros prisioneros, una mirada capaz de penetrar la aparienciay adentrarse en lo profundo de la gente, la unión a su familiay un servicio hasta la extenuación a los más vulnerables, sindejar mientras le fue posible la lucha contra la Administracióndel campo tratando de mejorar las condiciones de vida de losotros, y un profundo y extraordinario sentido de la responsa-bilidad «por los otros»... son las fuentes de la resistencia, queno solo no la hundieron sino que le posibilitaron una extraor-dinaria calidad de vida y de humanidad, posibilitándole uncamino interior ejemplar como ser humano47.

«En pocos días se nos ha arrancado de nuestros cimientosmás elementales a la par que una nueva fuerza surgía entrenosotros. Para aceptar la propia ruina personal hace faltaesa fuerza interior»45 (29 de junio de 1943).

Es como si ante la mutilación de la vida, hubiera un procesode regeneración que pone de relieve un «extra de vitalidad»Etty habla de la aparición de «nuevos órganos», una expresiónque curiosamente también utiliza san Agustín, aunque paraeste son fruto de la fe, de la gracia. En ambos casos la gananciaes para la naturaleza que se dignifica y eleva: «he notado que,en cualquier situación, incluso en las más duras, al ser humano lecrecen nuevos órganos vitales que le permiten salir adelante»46.

¿Cuáles son en este caso las fuentes de esta fuerza? En elcaso de Etty, la lectura y el pensamiento (su amor a la literaturay a la filosofía), una profunda religiosidad práctica (aunque nooficialmente reconocida), su diario y sus cartas (como ocasiónde recoger en esta actividad narrativa sus pensamientos y senti-

1.4. Reparación en la cultura ubuntu

La existencia de una importante dimensión social en la resi-liencia nos invita a introducir en esta selección de definicionesde la «reparación» una más que, sin pertenecer a ningunode los ámbitos nombrados, podríamos situar dentro de laantropología cultural, pues se trata del modo de comprenderla reparación una cultura: la cultura Ubuntu.

Ubuntu es una manera de ser y vivir, una cosmovisión, unaantropología, una cultura. Tiene raíces en el África ancestralSin embargo, está suponiendo un importante aporte para elpensamiento contemporáneo, a partir de su difusión por elproceso de reconciliación que ha ido viviendo el pueblo Suda-fricano post - apartheid48.

45 E. Hillesum, El corazón pensante de los barracones. Cartas, Anthropos, Barcelona 2001, 92.

46 Ib 47 Cf F. Vidal, Pan y rosas, 378. 48 Cf L. Praeg, An answer to the Question: What is Ubuntu?, South

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El gobierno del Partido Nacional sudafricano introdujo en1948 la política del «apartheid», legitimación jurídica de lasegregación racial, que establecía leyes discriminatorias parala población africana negra y favorecía a los colonizadoresafrikáners blancos. Con este respaldo legal se cometieronnumerosos crímenes inhumanos contra el pueblo africanonegro49. Como política pública, terminó definitivamente en1994 con la elección de Nelson Mandela, primer presidentesudafricano elegido por sufragio universal. Durante décadas elmiedo, el odio, la dominación racial y la violencia dominaronen las relaciones entre sudafricanos. Y sin embargo, la maneraen que se produjo la transición a la democracia y se enfrentóla urgencia de un proceso de reconciliación nacional ha hechoque el mundo mire lo que allí aconteció preguntándose quépodía sostener tal proceso50. Y la respuesta venía en un tér-mino desconocido para occidente: Ubuntu.

En 1995, el acta de Promotion of Nacional Unity andReconciliation estableció una Comisión de Verdad y Recon-ciliación (TRC), liderada por el Arzobispo anglicano Des-mond Tutu, para esclarecer la verdad de las violaciones a losderechos humanos y establecer una justicia restaurativa quepermitiese la reconciliación del país51. No me voy a deteneren esta cuestión que ya ha sido tratada en uno de los capítulosprecedentes por la profesora Carmen Márquez. Simplementequisiera remarcar algunas cuestiones que proceden de estavisión y que ponen de relieve la importancia de la comunidaden los procesos de reparación.

¿Qué es Ubuntu? Ubuntu es la manera de vivir de quiencomprende la humanidad como fuerza vital que puede crecero disminuir según cómo se viva en la relación con otros. Lahumanidad plena es posible solo a través de la vinculación conotros52: «una persona es persona a través de otras personas;yo soy porque somos y porque somos, soy»53. Por lo tanto,todo lo que destruye o disminuye la vida del otro, destruye odisminuye la del grupo y por lo tanto la propia.

Desde esta perspectiva se considera que, a pesar de que losque se beneficiaron del apartheid violaron, no solo los derechosde tantos seres humanos, sino todo un sistema de relacionesEn consecuencia, ellos mismos también fueron de algunamanera víctimas de los efectos deshumanizadores de dichaviolación porque menoscabaron su propia humanidad54. Lareconciliación y la reparación deberán por tanto ser para todos,pues todos estaban afectados. Más aún, dependía no solo de laconfesión de los hechos y de la justicia, sino de la voluntad de lasvíctimas de «reconocer la humanidad de sus perpetradores»55.

La Comisión para la Verdad y la Reconciliación (TRC)sudafricana adoptó entonces un mecanismo de resolución deconflictos comunitario, propio de las sociedades Ubuntu56. Elprincipio rector de este mecanismo de reconciliación-repara-

52 M. Mnyaka, The African Concept Of Ubuntu, (190), 218. 53 Ib, 221 54 C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 132. 55 T. Murithi, An African perspective, 230. 56 Este proceso consta de 5 etapas sucesivas: (1) el esclarecimiento de los

hechos, escuchando a víctimas, perpetradores y testigos, donde se instaba al agresor a reconocer su responsabilidad de los hechos; (2) el culpable es instado a mostrararrepentimiento genuino; (3) y a pedir perdón, mientras a la víctima se le pide yanima a mostrar misericordia; (4) el consejo o comisión piden al agresor que repareen lo posible, aunque muchas veces esto tenga solo un contenido simbólico pues esirreparable el mal causado; (5) ambas partes en conflicto se comprometen a buscar una reconciliación que les permita convivir en paz, restaurando así una armonía socialque permita su cohesión e integridad, Cf . Murithi, An African perspective, 228-229.

African Journal of Philosophy 27 (4) (2008) 367-385. 49 Cf M. Mnyaka, The African Concept Of Ubuntu/Botho and its Socio-Moral

Significance, Black Theolog y: An International Journal, 3/2 (2005) 233. 50Cf T. Murithi, An African perspective on peace education: Ubuntu lessons in

reconciliation, International Review of Education 55 (2009) 225. 51 Ib, 223; en C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 130.

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ción es que ambas partes necesitan de una reconciliación queles permita fortalecer su humanidad, la cohesión social y lasrelaciones de confianza que fundamentan la vida en común,tanto como individuos como familias y como sociedad57. Lavoluntad de reparar las relaciones, la comunidad, pasará por lareparación tanto de la víctima como del agresor58.

Lo que sustenta la posibilidad de la reparación es la con-vicción de que la comunidad solo sobrevivirá si la personaes capaz de humanidad suficiente como para transformarsus propios odios y deseos de venganza, en reconciliación ydeseos de reconstrucción. Es esta la mayor aportación que lacultura ubuntu hace al concepto reparación. Incrustar comocondición de posibilidad, la necesidad de que sea no solo lapersona, sino la relación en sí, y más allá de estas, las comuni-dades, las que precisan reparación para recuperar su condiciónde «humanas». Es a este nivel donde se produce el plus devida y de ganancia que proporciona la reparación, y desde ahíafecta también a cada individuo, que no se comprende sinocomo miembro de una comunidad humana.

contexto, sea desde la psicología, sea desde los estudios de losderechos humanos, se apunta a entender la reparación comoalgo que debe implicar un crecimiento. Reparar no es tratar deque la realidad vuelva exactamente a su condición primera. Esreconocer la realidad tal como fue, con el daño que ha produ-cido, y elaborar lo padecido o lo hecho padecer en la memoriabiográfica y social, trabajando para que la ruptura misma seaocasión que posibilite mayor humanidad. Así, la idea de repa-rar se comprende mejor desde la de recrear.

2. La reparación necesariamente alude a la dimensión inter-subjetiva de la persona. En el proceso de reparación necesita-mos de otro o de otros, no podemos «auto– repararnos», ydependemos del reconocimiento de otros para objetivar lamedida del mal, para dejarnos reparar, para ser reparados. Unapersona aislada y encerrada en su propio dolor, difícilmenteencontrará sus potencialidades de resiliencia y reparación.

3. La reparación tiene relación con la palabra, el reconoci-miento del mal cometido o padecido y la re-interpretación delos hechos en un horizonte de sentido. Reparar es devolver lapalabra a las víctimas y a los agresores, como herramienta dereconciliación.

4. El proceso de reparación conduce a una configuraciónmás auténtica de la identidad personal. Esto porque no permitefijar la propia identidad desde la herida, sino desde la capaci-dad humana de sobreponerse al daño, el odio y el dolor. Al serejercida, hecha historia concreta, la reparación humaniza, esdecir, hace más plena y genuinamente humana a la persona (ya los grupos humanos) que vive estos procesos.

5. La reparación con mayor potencialidad trascendente se daen el perdón. Cuando esto acontece no solo se repara quienha padecido el daño sino que es reparado también el agresorEl pedir perdón, dar perdón, recibir perdón, posibilita que

1.5. Características comunes de la «reparación»59

Algunas ideas más o menos transversales sobre la reparación,que es posible inferir de este acercamiento pluridisciplinar a la reparación:

1. La reparación no es restituir un estado u orden previo. A pesarde que esta es una de las ideas jurídicas más arraigadas en este

57Ib, 229 58Ib, 225-226. 59 Sigo aquí a C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 134-

137.

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ambos sujetos se definan más allá de la ruptura o el daño: niel agredido solo es víctima, pues es capaz de un acto que loengrandece y lo libera, ni el agresor solo es tal, pues ha sidoafirmado en su capacidad de reparar, reconociendo al otro.

vulnerado, de todo aquello que le ha sido conculcado, de laofensa, de la agresión, de la herida. Tanto la psicología comola filosofía y los derechos humanos vinculan la reparación alreconocimiento como instancia que expresa la búsqueda dela verdad. No parece ser posible reparación alguna si no estávinculada a la verdad, y esto supone también la explicitacióndel daño como realmente existente y causante de una rupturapersonal, intersubjetiva y social61.

Por otra parte, el temor principal de la víctima no es laverdad de lo ocurrido, el esclarecimiento de los hechos, sinojustamente lo contrario: la suplantación de estos. La indife-rencia social ante los hechos traumáticos y sus víctimas es unobstáculo real para su recuperación.

Marinela Malacrea, psicóloga clínica especialista en abuso demenores, en su libro Trauma y reparación62, llama la atenciónjustamente acerca de este hecho. Una de las cosas que más hacensufrir a quienes han sido dañados es no poder precisar cuántode «verdad» hay en la propia percepción de los hechos. De ahíque la reparación de la persona agredida, requiera el reconoci-miento del daño causado. Asegurar a la víctima que lo que hapadecido es un mal objetivo, reafirma su dignidad de sujeto. Lareparación pasa por propiciar las condiciones para que el otrose reconozca y sea reconocido como sujeto, como otro63.

1.6. Condiciones de posibilidad para poder hablar dereparación

A lo largo de todo el recorrido se han ido dibujando «algunaexigencias» que se muestran como conditio sine qua non para que pueda darse la experiencia de reparación:

• a) Una triada indisociable: verdad, justicia y reparación

Los derechos de las víctimas se derivan fundamentalmentede la obligación de garantía y protección de los derechoshumanos. Dentro del contenido esencial de estos derechos,que en muchos casos es preciso combinar con los procesos depaz y de reincorporación individual o colectiva a la vida civil delos victimarios, hay tres elementos irrenunciables la «verdadla justicia y la reparación». No se trata de tres obligaciones,diversas y distintas; «verdad, justicia y reparación aparecencomo una triada indisociable»60. Por lo tanto no podremoshablar de reparación sin velar por la verdad y la justicia.

2. La justicia.

Por otro lado es importante destacar que la sanción del crimen permite a la comunidad y a las víctimas salir del estado de

1. La verdad

La exigencia de verdad incluye la necesidad de reconoci-miento del otro, de su dignidad, de aquello que en él ha sido

61 En este sentido, cf el libro de C. Montero, en su esfuerzo de dar cuenta deldinamismo ético.

62 Cf M. Malacrea, Trauma y reparación, Editorial Paidós Ibérica, Buenos Aires 2000.

63 Cf C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento, reparación. 60 F. Gómez Isa, «Las víctimas y su derecho a la reparación»: Papeles de

Cuestiones Internacionales 93 (2006) 27-37, aquí 37.

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dañina injusticia que genera la impunidad, pues si bien esasanción no anula el crimen, sí impide que se siga cometiendo y continúen sus efectos en el tiempo doloso de la impunidad.

Hacer justicia implica un reconocimiento público de la situa-ción de la víctima o de las víctimas, así como de la de los agre-sores. Solo desde dicho reconocimiento es posible comenzara pensar en la reparación.

En un establecimiento simultáneo de la verdad y la justicia,se dictamina que un criminal es un criminal, que un estadoresponsable es responsable, y que la víctima es una víctimaEste trabajo de llamar a cada cosa por su nombre, aclarandolos alcances de cada una, tiene una indispensable fuerza sim-bólica reparatoria.

«Parece obvio que la reparación no se agota en la verdadni en la sanción judicial de los responsables, pero ambos ele-mentos forman parte del proceso que conduce a la percepciónde las víctimas de sentirse reparadas, no obstante considerarque las experiencias y las pérdidas vividas son por definiciónirreparables»64.

Subrayar el carácter vivencial de la víctima no supone recaeren el subjetivismo, sino reconocer que cada víctima tiene unrostro único y singular y que su sufrimiento no es acumula-ble ni reductible a un sufrimiento colectivo. García-Baró sepreguntaba con acierto: «¿cómo se añaden los dolores a losdolores y los pecados a los pecados?»65. El dolor social decada persona es un hecho universal, pero eso no implica quepueda ser resarcible colectivamente sino que exige una repa-ración personal. Por lo tanto cuando hablamos de reparaciónes preciso tener en cuenta los factores más personales, singularesde cada sujeto, sin desatender tampoco la dimensión más socio-lógica o colectiva.

Los problemas que se producen socialmente, no puedenser solucionados en su integridad mediante meras accionesde reparación individual. Aquí hay una cuestión «difícil»que nos recuerda el peligro de que la intervención puntualque trata de reparar asistencialmente a la víctima, se conviertaen un modo de tranquilizar conciencias y acallar la necesariacrítica respecto a las situaciones que provocan las víctimas.

• b) Articulación de lo individual y lo social • c) Convertir nuestra mirada

Aunque haya «víctimas» que puedan ser pensadas de unaforma individual, y la mayoría de las situaciones tengan uncomponente singular, pues se trata de una vivencia singular,no debiéramos olvidar la dimensión plural, pues ese aconte-cimiento influye muy posiblemente en muchas más personasque en la víctima directa. Por otra parte, casi nunca estamosante situaciones «únicas».

Otra de las exigencias que arrastra la reparación consigo es el reconocimiento de la víctima. No solo como víctima, es decircomo sujeto paciente de un daño, sino como persona valiosacon una dignidad inalienable. Para poder hablar de reparaciónes preciso que el otro sea reconocido como otro, en su alteri-dad irreductible y en su identidad personal. Ahí es donde espreciso convertir nuestra mirada.

64 E. Lira, «Trauma, duelo, reparación y memoria»: Revista de estudios socialesnº 36 (agosto 2010) 14-28.

65 M. García Baró, La compasión y la catástrofe. Ensayos de pensamiento judío, Sígueme, Salamanca 2007, 157.

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La mirada puede ser un instrumento de dominio, de juicio,de cosificación del otro, cuando se realiza desde nuestrosprejuicios, desde nuestros presupuestos, con una intencióndelimitadora y definidora del otro, según mis parámetros, sinpermitirle que se revele en su hondura, en su irreductibilidaden su misterio.

Sin embargo, la verdadera mirada, la mirada que humanizaes siempre un don, un acto de apertura y de hospitalidad al otro,que le permite revelarse en su verdad. Solo así la mirada puedeser sanadora y reparadora. Solo si somos capaces de mirar al otrocomo otro, y no objetivarlo bajo una categoría, «víctima», sehará posible dar pasos hacia la verdadera reparación. Si permi-timos que nuestra mirada sea un acto de hospitalidad que acogeal otro como huésped de nuestra vida, entonces la mirada noshará vulnerables, porque el otro se colará en nosotros y nos diráquiénes somos. «Esa epifanía del otro es ipso facto mi responsa-bilidad para con él»66. Es decir, la responsabilidad por el otro esel movimiento que sigue a la mirada. Esta respuesta es en primerlugar acogimiento, y si se da te lleva más allá de lo que piensasEl que no se da en esa respuesta se pierde el misterio del otro,pero se pierde también a sí mismo.

El encuentro con el otro, siempre supone un cruce demiradas, en el que uno ha de descubrir su rostro para poderacoger al otro, y por esta razón se hace vulnerable, porque seexpone ante el otro. Lévinas afirma que la vulnerabilidad anteel otro es la condición de posibilidad para poder amar: «Soloun yo vulnerable puede amar a su prójimo»67 . Por esta razónes necesario convertir nuestra mirada. La tentación al mirares querer poseer lo que miramos, decidir, lo que es o lo queno es según nuestros parámetros, no permitir que el otro se

revele como otro y nos descoloque introduciéndose en noso-tros desde su alteridad irreductible y su misterio. Queremoscontrolar, saber y dominar con la mirada. Y sin embargo laverdadera mirada nos hace vulnerables, nos descoloca, nossorprende, nos comunica el misterio del otro y nos hace res-ponsables de él. La responsabilidad no es otra cosa que sabersereclamado y en cierto sentido deudor de respuesta: desde elmomento que el otro me mira, yo soy responsable de él sin nisiquiera tener que tomar responsabilidades en relación a él; suresponsabilidad me incumbe68. Somos insustituibles en esarespuesta. La responsabilidad de cada uno es intransferiblePodemos sustituir a otros, pero nadie puede sustituirme a míen esa llamada que la mirada me hace a mí69.

De ahí que nuestra sociedad se torne cada vez más evasivarespecto a las víctimas, a los marginados, a los pobres… evita-mos mirarles a la cara, mirarles a los ojos, porque sus miradasnos denunciarían, nos responsabilizarían irremediablementeEvitamos nuestra responsabilidad en la reparación necesariade las víctimas, huyendo de su presencia y evitando su mirada.

La conversión de la mirada, pasa también por ese dejarseencontrar por la mirada del otro, permitir que este encuentrodespierte mi responsabilidad. Solo un mundo de hombres ymujeres que se experimentan responsables de los otros podráser un mundo humano, podrá abrir las puertas a la necesariareparación de las víctimas.

1.7. Algunos problemas

De todo lo dicho hasta el momento quisiera, sin embargo,rescatar algunas cuestiones problemáticas, que aun hoy no

66 E. Lévinas, Quatre lectures talmudiques, Minuit, París 1968, 84 67 Ib, Preguntas y respuestas (entrevista 1977) en De Dios que viene a la idea,

Caparrós, Madrid 2001, 128. 68 E. Lévinas, Ética e infinito, Madrid 2000, 80.69 Cf F. Vidal, Pan y rosas, 264-265.

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están definitivamente consensuadas, ni tan siquiera entre losinvestigadores de los diversos ámbitos de estudio.

1.El propio concepto de «víctima» no es unívoco. Pode-mos tener una idea intuitiva de qué estamos hablando, pero ala hora de establecer una definición comienzan los problemas,puesto que habría que establecer unos parámetros objetivablesde medida que nos permitieran discernir quién es o no unavíctima. También por la gran diversidad ya identificada desituaciones, o elementos que confluyen en esta determina-ción. Víctimas individuales, familiares y colectivas; víctimasconscientes de su condición o inconscientes, que la recono-cen o no…; víctimas de situaciones pequeñas con un efectodemoledor en la persona pero poco eco social, o víctimas degrandes catástrofes o de violaciones flagrantes y tremendasde los derechos humanos… Sea como sea, siempre está ahí,como gran problema y amenaza la cuestión de quién define,quién determina, quién es capaz de medir objetiva y valorarsubjetivamente que estamos ante una víctima. Y si aún estacuestión no parece suficientemente difícil habría que incluirtambién la pregunta sobre el carácter de víctima del victimariodel agresor… pues se trata de un sujeto mermado o enfermo ensu humanidad.

2. En segundo lugar, pero muy vinculado a esta idea pri-mera, está la cuestión del carácter único e irrepetible de lapersona humana. Es decir, una antropología de la singularidad,que no es solipsismo, ni individualismo, sino la condición deposibilidad de una unión que sea comunión por estar gestada apartir de la vinculación entre diferentes. Cada persona es únicaen su alteridad irreductible. El problema es que en seguidaoptamos por la abstracción, para generalizar y sistematizar,para estudiar y comprender. Legítimo, pero ciertamente insu-ficiente. Joaquín García Roca, decía siempre que «estamos

enfermos de abstracción». Y aquí asoma el segundo problema.Hablamos de reparación de las «víctimas» y al hacerlo, aunsin desearlo, estamos introduciendo a una serie de personasúnicas e irrepetibles, con una historia de daño y sufrimientotambién única dentro de una «clase», lo que en cierto sentidolas uniforma con otras víctimas, y les hace perder su condiciónde «única», el reconocimiento de serlo, facilitando su propiaauto-comprensión desde este «rol» que de alguna manera sele asigna.

En otro sentido, también es necesario reconocer el benefi-cio que supone la participación en los procesos de reconstruc-ción y reparación de las víctimas con otros hombres y mujeresque han padecido los mismos daños, para ejercer presión,reclamar derechos, sostenerse en la búsqueda de caminos desalida y de justicia. Pensemos por ejemplo en las asociacionesde víctimas del terrorismo, de víctimas de la violencia domés-tica, víctimas de los desahucios, etc. Hay una especie de soli-daridad espontánea, un fluido de comprensión profunda quese genera entre personas que han compartido una experienciade daño, injusticia o sufrimiento. Esto se percibe con claridadincluso si de lo que hablamos es de una enfermedad.

3. Otra cuestión importante procede de la afirmaciónde lo «irreparable» de la mayor parte de los daños gravessufridos por las víctimas. Al hacerlo, en realidad se estádotando al concepto reparación de un contenido reductorque después, por otra parte, se intenta negar. Si ciertamente,al hablar de «reparación» hablamos de la posibilidad deir «más allá» de la situación que ocasionó la ruptura o laherida, entonces, no se ve la razón de esa insistencia conti-nua sobre la imposibilidad de reparar lo irreparable. Lo queno es posible es retornar al mismo punto de partida. Pero lareparación apunta a otro lugar.

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4. En esta misma línea habría que afrontar la cuestión dela justicia partiendo de la afirmación sin fisuras de que no esposible saltar por encima de ella. La justicia es exigible en casosde violación de los derechos humanos y de otro tipo de dañosque atentan contra la dignidad y la integridad del ser humanoLa cuestión es: ¿en el caso de que no se ejerza esa justicia sobrelos culpables es absolutamente inviable la reparación de lavíctima?, ¿la ausencia de justicia distributiva o reconstructivaequivale a la imposibilidad de que la víctima pueda rehacersede su condición y de su daño?

Soy consciente de que el terreno que aquí se pisa es fan-goso. Y repito que no es posible prescindir de la exigencia deque se haga justicia. La cuestión es si la víctima ha de versecondenada eternamente a seguir arrastrando esa condición devíctima hasta que se le haga justicia y perdurar en una situa-ción de daño no reparado, o si hay algún camino practicableque la pueda hacer salir de esa situación, incluso si dicha jus-ticia no tuviera lugar. Aun cuando no pueda ser ni exigible nideseable, lo cuestión está en si sería o no posible.

desplazados viviendo en campos de refugiados en condicio-nes infrahumanas, de las masacres de Siria, de las víctimasde Lampedusa… y de tantos otros fracasos de humanidad enpequeños o grandes lugares, con eco mediático o pretendida-mente silenciados para ocultar otros intereses, no podemos sersordos a «esas voces» que reclaman de nosotros una respuestaimprorrogable, y un compromiso a su favor70.

El dolor del mundo, la desesperación de tantos hombresy mujeres, el desengaño de tantas víctimas se eleva como unprecepto ético que nos recuerda el deber de no desesperar.Somos urgidos a la tarea inaplazable de responsabilizarnos delas heridas y del sufrimiento de nuestros hermanos.

Este deber se nos impone, en primer lugar, desde las víc-timas del pasado, de las grandes masacres y de las grandesviolaciones de los derechos fundamentales; pero sobre todo,se nos impone desde el presente, desde la situación actual deinjusticia y exclusión a nivel mundial, desde el clamor por una«supervivencia de dignidad» en la lucha diaria que sostienenlas mayorías empobrecidas71.

Es un mandato que nos viene de la historia pero queincumbe también a nuestro presente, avivando nuestra con-ciencia tras ser testigos de tanto padecimiento. Son ellas, laspersonas sufrientes, las víctimas, las que despiertan esta con-ciencia; y desde ellas nos alcanza una orden, que nos saca denosotros mismos, de nuestras pequeñas preocupaciones y denuestros proyectos.

En este sentido se mueve el pensamiento de otro autorjudío, E. Lévinas, para quien el «Otro» es el que hace tomaral «yo» conciencia de sí mismo, de su limitación y dependen-cia, de su obligación a amar, de su pecado si no accede a sus

2. La reparación como exigencia

2.1. Una exigencia a nuestra condición humana

El reconocimiento de cierto carácter trágico en la existenciahumana presente en nuestra historia y, sobre todo, de la irre-dención de sus víctimas, puede conducirnos bien a un escepti-cismo crítico, bien al revivido nihilismo de los posmodernosY sin embargo a pesar del «eclipse de Dios» en Auschwitz(Buber), o de la catástrofe de Hiroshima, de los genocidios enÁfrica o en los Balcanes, de los millones de hombres y mujeres

70 Cf J. Vidal Talens, Creer en tiempos de desesperanza, 843.71 Ib, 863.

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demandas. Lévinas identificará al «otro» con las figuras delhuérfano, el extranjero y la viuda…, víctimas con las que estoy obligado y se me manifiestan en el rostro.

El rostro… «se impone, precisamente, por llamarme desdesu miseria y desde su desnudez –desde su hambre–, sin quepueda hacer oídos sordos a su llamada (213-214). La epifaníadel rostro como rostro, introduce la humanidad. El rostro ensu desnudez de rostro me presenta la indigencia del pobre y delextranjero (226)… y es mi responsabilidad frente a un rostroque me mira absolutamente extraño lo que constituye el hechooriginal de la fraternidad (227)»72.

En primer plano está «el rostro del otro», que es débil yfuerte al mismo tiempo, que sin hacer fuerza física obligay provoca. El «rostro del otro» hace salir al «yo» hacia elexterior de sí mismo, y destruye el engreimiento de la Moder-nidad. La bondad no resulta del «yo quiero» activo en elque se reconocía tradicionalmente la acción virtuosa, sino enque «a pesar mío, mi interés se cambia en amor y el otro meincumbe». La subjetividad del yo queda desprovista de sufuerza y es el otro quien lleva las riendas del «mí mismo».

El compromiso con las víctimas de la historia es una exigen-cia que brota de la propia condición humana. Pertenecemosa la humanidad. Esta simple afirmación nos compromete,nos solidariza –para bien y para mal– con el resto del génerohumano.

Pero en el fondo, la exigencia de ocuparse de las víctimasla exigencia de reparar, de encontrar verdad y justicia paratodos... es una obligación, que no puede estar fundada –concarácter de exigencia– tan solo históricamente, sino teologal-mente. Por esta razón, podemos decir que en el mandato de

«reparar» que nos alcanza desde las víctimas de nuestra histo-ria, nos alcanza también con una interpelación que viene demás lejos, como una gracia, y es esa la que hace posible esperarque esa reparación les alcance la plenitud y no solo la justicia.

Se trata de esa voz que resuena desde las entrañas de la his-toria, y por eso la transmiten los relatos de los orígenes, relatosde una historia primordial de la humanidad: «¿dónde está tuhermano...?» (Gén 4, 9-10).

2.2. Una exigencia desde nuestra condición cristiana

En su historia con la humanidad, Dios se nos revela comoun Dios reparador, que no desiste de comprometerse connosotros aun cuando hayamos rechazado su proyecto, y apesar de ese nuestro negar una y otra vez el sueño de huma-nidad realizada para el que hemos sido creados. Dios sigueesperando en nosotros, confiando en nosotros. Dios tienefe en el mundo, que es obra de su amor. Espera en el mundo,porque lo ama incondicional y gratuitamente. Porque Diosha otorgado confianza al hombre hasta el punto de encargaruna misión, por esa razón, podemos concluir que Dios esperaen el hombre. Si Dios cuenta con sus criaturas para llevaradelante su proyecto, es que espera de ellas. Esta esperanza deDios es la forma máxima de dignificación del ser humano, yel fundamento último de su esperanza. Porque la radical des-esperanza que puede asolar al hombre es la que le sobrevienecuando no cuenta para nadie, ni nadie cuenta con él, cuandonadie aguarde nada de él ni de su amor… porque en definitivano existe para nadie73.

72 E. Lévinas, Totalidad e infinito, Sígueme, Salamanca 1977, 227. 73 Ib, 263.

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Porque Dios espera de nosotros, deja el mundo en nuestrasmanos, nos encarga el mundo y a nuestros hermanos. Tomarconciencia de esto supone una gran responsabilidad, tantopersonal como grupal.

En esta confianza y de esta esperanza de Dios en nosotrosque brota de su amor hacia sus criaturas, convirtiéndose en suesperanza y asegurándoles que hay un futuro de sentido y decomunión, radica la exigencia de nuestro compromiso con elmundo y con sus víctimas. El compromiso de implicarnos enla tarea de la reparación.

¿Pero qué significa para el cristiano la reparación? ¿Quéañade el concepto teológico a todo lo que hemos definidohasta ahora como reparación?

–suficientemente abordada en otras obras–, simplemente nosgustaría apuntar que muchos de los problemas que brotan delperfil adquirido por el concepto en la espiritualidad modernaestán causados por el olvido de la base bíblica del término. Deahí que nos parezca necesario aproximarnos a su contenidodesde los datos que nos aporta la revelación Bíblica.

3.1. El concepto Bíblico de reparación en el AT76

• a) El «reparar» de Dios como un «ver», un «darsecuenta» que es sinónimo de actuación salvífica.

El sentido subyacente a este uso de reparar es que, cuandoDios ve, se da cuenta y actúa, y esta actuación es siempre sal-vífica (Cf Gén 29,32). Dios se da cuenta de la bondad de sucreación (Gén 1,10.25.31) de la aflicción de su pueblo (Éx3,7); de la esterilidad de Ana (1Sam 1,1-20), de la ceguera ydevastación de su pueblo en el exilio. Reparar requiere el veral otro, y la acción reparadora emerge como la consecuencia.

Además, puesto que solo Dios –que ve el pasado y el futuroporque es el creador y el Señor–, puede abrir los ojos a supueblo ciego, convertir su mirada, hacerlo ver, comprender ycreer: «Yo, yo soy Yavé, y fuera de mi no hay salvador. Yo loanuncié y os he salvado, lo avisé yo, no un extraño entre voso-tros» (Is 43,11-12), solo Yavé puede reparar integralmentePues solo Yavé ve, y el ver de Yavé es un ver salvífico. Porque seda cuenta, actúa salvando.

3. Concepto teológico

En los ámbitos religioso y teológico, la comprensión del tér-mino «reparación» ha estado marcada durante mucho tiempopor el sentido adquirido en la espiritualidad moderna, a partirde la experiencia paradigmática de santa Margarita MaríaAlacoque en el siglo XVII, y validada hasta tiempos recientespor el Magisterio de la Iglesia74, aunque a partir del pontificadode Benedicto XVI se hayan dado claros signos de cambio, y enla teología actual encontremos algunos intentos de relecturadel concepto75. No nos vamos a detener en esta problemática

74 Por ejemplo en las encíclicas Miserentissimus Redemptor de Pío XI en 1928,Haurietis aquas de Pío XII en 1956, en la Carta Apostólica Mane Nobiscum Dominede 2004 y en el Instrumentum Laboris del Sínodo de los Obispos de 2005.

75 Cf N. Martínez- Gayol (ed.), Reparación. Historia del concepto y de laespiritualidad, Salamanca 2008; E. Fitzgerald, Una reflexión teológica sobre la«reparación al corazón de Jesús», Belo Horizonte 2004; Ib, Camino a la plenitud.Para una teología de la reparación a la luz de la teología de la imagen, Belo Horizonte2009; N. Martínez- Gayol, Los excesos del amor. Figuras de reparación en la Edad

media, Madrid 2012; C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación.Praxis cristiana y plenitud humana, Santiago de Chile 2012.

76 Cf a este respecto: N. Martínez-Gayol (ed.) Retorno de amor, Sígueme, Salamanca 2008, 65-122.

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• b) Reparación como «reconstrucción» y restauración conocido hasta entonces. El sufrimiento del exilio ciertamenteha tenido capacidad de romper y derribar, pero la belleza, laarmonía, y la sobreabundancia de la reconstrucción que pro-mete Yavé supera con mucho la situación inicial.

El sentido de esta reconstrucción apunta a mostrar que noes posible que Israel retorne a sus modos de relacionarse –con-sigo misma, con los demás, con Dios– como si nunca hubiesegustado el sufrimiento del exilio, la ruptura de la esclavitudla herida de la distancia de Yavé. Pero esta misma experienciade derrumbe y posterior reparación la convertirá en luz paralas naciones (Is 60,1; 62,1-2), y ella misma será reparadora debrechas (Is 58,12).

Otro sentido del término reparación en el AT es el de larestauración y reconstrucción del lugar donde el pueblo seencuentra con Yavé, extensión de su presencia y posibilidadde entrar en comunión con Él, pues es el lugar de su morada(cf. Ex 29,42b-46). El anuncio del retorno del exilio conllevala promesa de la reconstrucción y restauración de Jerusalén,como señal de la promesa de Dios a su pueblo, de su presenciafiel en medio de él, y de la alianza inquebrantable que los une(Am 9, 11-12, Is 61,4).

Reconstrucción de la ciudad y restauración del templo(Is 44,26; 45,13; 49,17; 51,3; 54,11-12, etc.) aparecen enel Deuteroisaías estrechamente vinculados a la reparaciónde la comunión rota y a la reunión del pueblo disperso. Serefiere al pueblo como sujeto necesitado de reparación yseñala el empeño de Dios por hacerse presente recreando yconsolidándolo. De nuevo, Israel no puede ser el origen de supropia reconstrucción, aunque ésta no se efectúe sin su con-sentimiento. Todo intento no consigue más que ahondar suimpotencia ante el sufrimiento que experimenta. De ahí quereparador puede ser solo el Dios consolador (Is 51,12; 66,13)o algún mediador humano suyo77.

La idea de reparación bíblica implica un proceso que aportaun más, un «plus». Esto aparece con claridad en el segundoIsaías en la imagen de la ciudad que no solo es reconstruidasino infinitamente embellecida con piedras preciosas (Is54,11-12), mayores extensiones (Is 54,2) y el resplandor de sujusticia (Is 62,1). La Jerusalén reparada se nos presenta comopromesa de plenitud que supera todo lo que el pueblo ha

c) La Reparación en el anuncio de una Alianza Nueva

Los profetas del exilio tardío van profundizando aún más enla restauración definitiva que el pueblo espera de Yavé. Suscontinuas infidelidades hacen que los profetas reconozcan lanecesidad de una alianza nueva. El pueblo ha roto la Alianzacon Dios y esto se refleja también en la ruptura de las relacio-nes entre los hombres, que se tornan injustas y violentas. Elúnico que puede establecer esta alianza es Dios, pero para queel pueblo pueda responder, tiene que ser primero reparadoEn Is 58,12 se afirma explícitamente que el reparador es Yavé,aunque se invita al reparado a identificarse con las accionesde su Dios de manera tal que también a él se le pueda llamar«reparador de brechas».

Yavé ofrece también «curación» al rebelde, al que se haseparado de él, si es capaz de entrar en su lógica, no en la de losritos y cumplimientos externos, sino en la lógica de la praxisdel amor: Solo entonces el pueblo será reparado –entonces

77 M. García Fernández, Consolad, consolad a mi pueblo. El tema de la consolación en el Deuteroisaías, Roma 2010, 325-328.

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«tu herida se curará rápidamente»–, con una reparacióncomprendida en términos salvíficos, como un ser sanado.Solo así será posible que el «reparado» se convierta tambiénen «reparador», participando del ministerio reparador de suDios.

único reparador. Pero además el pueblo, víctima del sufri-miento, de la dispersión, de las destrucción, de la marginacióndel exilio… en ocasiones debido a la maldad de otros, peromuchas veces consecuencia de su propia maldad y pecado…no es simplemente el sujeto que ha de ser reparado, que buscaconsuelo y reparación, sino que la nota original en el relatobíblico es que como consecuencia de esta experiencia de repa-ración, el pueblo mismo se convierte también en un «llamadoa reparar», en «reparador de brechas».

Además, Dios se revela como aquel «que tiene que poder»para darse cuenta, restaurar, renovar, curar…, en definitiva,salvar, tanto a la víctima como al agresor. Nos recuerda que«hay algo en lo hondo de la experiencia humana que nose resigna a que las ruinas, las brechas y rupturas, sean laúltima palabra. A ese clamor viene a responder, en plenitud,Jesucristo»79.

d) Reparación y sustitución vicaria78

Esta dimensión de la reparación (presente en personajes comoMoisés, Siervo de Yavé… que representan al pueblo e interce-den por él) aporta al concepto de reparación una comprensiónde dos dimensiones nuevas, donde toma mucha importancia lafigura del «mediador de la reparación»: la solidaridad con elque sufre y la sustitución vicaria, que sería la solidaridad hastael extremo, de asumir el dolor de otro para librarle de él, movidapor una libertad que desafía a la muerte. Así, la reparación seentiende como salvación que le es alcanzada a Israel a travésde un mediador.

La muerte del Siervo se comprende como reparación (cf. Is 53,10) y a la vez como un acto supremo de intercesión (cf Is53,12). Pero lo importante es la «transformación» que sederiva de su acción. El Siervo transforma la situación existen-cial del pueblo, con su libre aceptación de cargar con «las culpasde otros» y entregar conscientemente su vida desde el amor. Asíaparece como mediador de la salvación, y será la figura a la quevuelva los ojos el Nuevo Testamento a la hora de tratar de darrazón de la muerte de Cristo como expiación.

En resumen podríamos decir que si hay una idea que se repite en el texto bíblico es el reconocimiento de Yavé como

3.2. Cristo reparador

Cristo es reparador, porque toda su vida estuvo volcada enla tarea de reunir lo disperso, sanar lo herido, levantar alcaído, perdonar al pecador, acoger al marginado, enriqueceral pobre, incluir al excluido y dar vida allí donde esta habíasido sustraída, hasta el punto de entregar la propia, para quepudiéramos tenerla «eterna» y «en abundancia».

En la persona de Jesús, en su vida y particularmente ensu Pascua, cristaliza la acción reparadora de Dios dirigida almundo, y se repara de una forma definitiva la herida con queel pecado ha ido afligiendo a la condición humana. En este

78 Cf C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 194-197. 79 C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 197.

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sentido hablamos de Cristo reparador, y reconocemos en élla condición de posibilidad de todo acto humano reparadorSu reparación es convincente y modélica, al mismo tiempo,porque es la reparación que alcanza a una «víctima» afectadapor una agresión de tales dimensiones, que cómodamenteincluiríamos en lo que habitualmente se juzga como irrepa-rable e imperdonable. Su pasión y muerte en Cruz, como unmaldito, fue la de un inocente capaz de invertir el sentido delbucle de la autocompasión victimal, y comprender esta fase desu existencia, como mediación de vida «para otros», y comoparte de la misión a la que se sentía enviado. Convirtió así ladictadura del poder y de la violencia que se imponía sobre élen una opción de su libertad, y la dotó de sentido en continui-dad con las directrices de toda su existencia, en la que siemprehabía vivido como un hombre para los demás (pro-existencia)Trasmutó la agresión, la traición y la mentira que acabaron consu vida, al responder a ellas desde la gratuidad del amor con eldon de su vida en clave de perdón80.

Pero la novedad fundamental de lo que está aconteciendoen la persona de Jesús radica en quién es el que realiza estegesto de aceptación, asumiendo la tortura y la muerte, res-pondiendo con amor, sin permitir que el odio, la violencia oel sufrimiento se tornen en resentimiento o venganza, sinodisponiéndose a ser un cuerpo que se entrega por el mundo,«por todos».

La fe cristiana reconoce que este acontecimiento es unnovum singular que transforma la historia desde dentro. ¿Porqué? En primer lugar, porque Jesucristo no es solo un hombreque repara, sino Dios que salva, Dios encarnado en el mundoy en la historia, comprometiéndose con ella hasta el punto de

hacerse víctima de la propia historia, víctima nuestra. Y ensegundo lugar porque su acción reparadora tiene una dimen-sión vicaria, es decir, se realiza «por nosotros» y «en nuestrolugar», de tal manera que toda la historia humana queda asu-mida en él como historia salvífica. «Esta reparación realizadaen Cristo, Dios y hombre, abre a la humanidad la posibilidadde participar en su dinamismo reparador en la historia»81.

De esta manera, podemos afirmar que es posible reparar loque desde una perspectiva humana parecía imposible, porqueen Cristo ha sido vencido todo aquello que producía rupturasirreparables para el ser humano: la muerte, el pecado y el sinsentido; y que en Cristo Dios se nos muestra como aquel quenos ofrece una esperanza y confianza absolutas –despertandonuestras fuerzas resilientes–. Es posible concebir la reparaciónmás allá aún del acrecentamiento, porque en Cristo se vislum-bra la plenitud de la humanidad reparada.

3.3. La reparación como un «plus de Amor»

¿Cómo podemos definir entonces la reparación desde la pers- pectiva teológica? Uno de los discursos teológicos de GregorioNazianceno, nos ofrece una pista, que ha seguido el papa Bene-dicto XVI en sus discursos, y que pienso que tiene la capacidadde abarcar todas las dimensiones hasta ahora mencionadas.

«Dios mismo, con su amor, debe entrar en los sufrimientos de la historia para crear no solo un equilibrio, sino un plus de amorque es más fuerte que la abundancia del mal que existe. ESeñor nos invita a esto»82.

81 Ib, 208 82 Benedicto XVI, Alocución al clero de Roma (22 de febrero de 2007), Ecclesia 80 Ib, 207-208.

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La reparación no puede ser pensada como la consecuencia de un castigo, de un ajuste de cuentas o de una mera reor-denación exigida por la justicia; es siempre el fruto de una sobreabundancia, de un exceso, un exceso de amor. Por eso, esta fórmula me parece sabiamente adecuada para referirnos a ella: «plus de Amor».

Contra este gran peso del mal que abate al mundo, Cristopone otro peso más grande, el del amor infinito que entraen este mundo. Se hace presente en nuestra historia y sufre afondo el mal, «creando así un contrapeso de valor absoluto».

Si miramos al mundo desde la perspectiva de sus innumera-bles víctimas, lo que constatamos es dolor, soledad, violencia, opresión, injusticia, desigualdad, abusos, torturas, desprecio, exclusión, muerte… El Papa nos invita a comprometernos, a no desentendernos de estas situaciones, y al mismo tiempo a no dejarnos ahogar por «este gran plus negativo», sino a determinarnos a poner en el mundo «un peso de amor, un peso de bien». Y esta idea la apoya en todo lo que Cristo hizo: «Cristo se hace presente aquí y sufre a fondo el mal, creando así un contrapeso de valor absoluto». Es decir, Cristo repara desde dentro, asumiendo la realidad, introduciéndose en ella. El plus del mal, que existe –si vemos solo empíricamente las propor-ciones–, es superado por el plus inmenso del bien, de un bien compasivo, solidario, que no se reserva nada en su entrega, hasta el punto de incluir el sufrimiento del Hijo de Dios hasta la muerte. No porque el sufrimiento por sí mismo repare. Lo que repara es el amor, el exceso de amor... pero actuado «desde dentro» y desde abajo.

En Cristo, lo que se nos revela de una forma definitiva es hasta dónde llega el compromiso del Creador con el mundo,

pues el Hijo de Dios se ha introducido de lleno en los sufri-mientos de la historia83, y los ha hecho literalmente suyos pararepararlos, sufriendo en su corazón y en su cuerpo la escisiónproducida por el pecado entre el incondicional sí de Dios y elno con el que el hombre le responde y que causa dolor.

La reparación nos habla de lo que hace Dios cuando con-templa las víctimas de todo tipo que este mundo va arrojandoa sus cunetas. Víctimas inocentes y víctimas culpables, víctimasde la pura limitación y fragilidad de la naturaleza humana,víctimas de la libertad de unos hermanos contra otros, vícti-mas del poder de unos, del tener de otros, víctimas de nuestraincapacidad de co-existir como hermanos.

Dios se hace víctima en Cristo, se hace uno de tantos, unode esos que sufren por tantas causas. Se deja partir y abrirlas entrañas en la Cruz en una muerte humillante, dolorosa,cruenta. Acusado con mentiras, juzgado sin justicia, traicio-nado con engaños, abandonado de los suyos… la muerte deun maldito, de un malhechor… Para que en su cuerpo quepantodos nuestros dolores, todas nuestras muertes…, para poder«sanarnos y reconstruirnos desde dentro».

Eso es lo que quiere decir «entrar con amor en los sufri-mientos de la historia». Dios se hace historia, se hace devenir,se hace susceptible de sufrir en Cristo, porque solo lo asumidopuede ser sanado. Por esta razón Cristo lo asume todo, porquesolo acogiendo los sufrimientos del mundo era posible convertir-los en portadores de sentido. Solo así era posible transformarlos,resanarlos, salvarlos y repararlos: adentrándose en las brechasde la humanidad, en las rupturas del mundo con ese «plus de

83 J. Moltmann, El Dios crucificado, Salamanca 1977, 275-399. La historia dela pasión del mundo ha sido asumida en la «historia de Dios» a través de la historiade la pasión de Cristo. «En este sentido, Dios es el gran compañero, el que sufre enconfraternidad, el que comprende (Whitchead)» (363). 3353, (17 de marzo 2007) 31-32. Los subrayados son nuestros.

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amor»84 que es capaz de transmutar toda ruptura en espacio de comunión.

Ante el sufrimiento de las víctimas, el mensaje cristianoes liberador y portador de sentido. En primer lugar porqueese sufrimiento es también el sufrimiento de Dios, en el irdejando la vida a jirones «por los otros» de Cristo, y de unaforma particular, en la cruz. Y en segundo lugar, porque esesufrimiento no tiene la última palabra, ese sufrimiento ha sidovencido, superado y redimido en su resurrección. Cristo lorepara asumiendo todos nuestros destinos para poder incluir-nos también en su destino, haciéndonos partícipes de su vidaresucitada.

Pero, ante el sufrimiento de las víctimas, Dios hace algomás: nos llama y nos envía a reparar. Más, ¿cómo y en quésentido somos llamados a reparar?

el origen de nuestro posibilidad de colaborar con Cristo enla reparación del mundo y de hacerlo a pesar de nuestra debi-lidad o, como decía Benedicto XVI, «incluso con nuestradebilidad». Porque hemos sido «reparados, sanados, curados,rehechos por Cristo… queremos colaborar también con él en latarea de reparar nuestro mundo roto».

Pero esto no son meras palabras bonitas, ni puramente con-sejos espirituales. Vivir en este tenor supone un riesgo que lecostó la vida al Maestro y no menos a muchos de sus seguido-res, porque no es el siervo más que su Señor (cf Mt 10, 24-25).

Reparar a las víctimas, pasa por el compromiso con laverdad, con la justicia… por el negarse a componendas que nosevitan «quedar mal», y que nos acomodan plácidamente allado de los poderosos. ¡Y esto tiene riesgos!

Reparar a las víctimas es estar dispuestos a estar a su lado, atenderles una mano, a padecer-con ellas si es menester, a acom-pañarlas en el dolor sin huir de él. Es este sufrimiento com-prendido en su vertiente solidaria, el sufrimiento vivido pory con el otro, el que nos puede poner en condiciones inclusode «sufrir por el otro» para liberarle a él de ese sufrimiento.

«Este plus del Señor es para nosotros una llamada aponernos de su parte, a entrar en este gran plus del amor y amanifestarlo, incluso con nuestra debilidad. Sabemos quetambién nosotros necesitábamos este plus, porque tambiénen nuestra vida existe el mal. Todos vivimos gracias al plusdel Señor» (Benedicto XVI). «Sufrir con el otro, por los otros; sufrir por amor de la

verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el finde convertirse en una persona que ama realmente, son ele-mentos fundamentales de humanidad, cuya pérdida des-truiría al hombre mismo» (Benedicto XVI, Spe salvi,39).

Es el «plus de Amor» de Cristo el que nos repara. Ese amorque ama a pesar de que no siempre seamos amables. Ese amorque nos ama justamente en aquello que tenemos de «menosamables». Y esta experiencia de sentirnos reparados está en

Esto no quiere decir que el sufrimiento sea la única formade «reparar». Cristo nos reparó no solo con su pasión ymuerte; toda su vida fue un continuo acercarse a la humanidaddoliente, herida, oprimida, para levantarla, dignificarla, devol-verle la libertad y la esperanza, para curarla, para incoar en

84 «Contra este gran peso del mal que existe en el mundo y que abate almundo, el Señor pone otro peso más grande, el del amor infinito que entraen la historia de este mundo… Cristo se hace presente aquí y sufre a fondo el malcreando así un contrapeso de valor absoluto. El plus del mal, que existe siempre sivemos solo empíricamente las proporciones, es superado por el plus inmenso del biendel sufrimiento del Hijo de Dios»: Benedicto XVI, Alocución al clero de Roma,Ecclesia 3353 (17 de marzo 2007) 31-32.

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ella la vida verdadera, para mostrarle un camino de verdaderaplenitud. Liberar, dignificar, contagiar esperanza y regalar ale-gría son modos reparadores de acercarse a la humanidad, queacompañaron la vida pública de Jesucristo. Si queremos darrazón de nuestra esperanza (cf 1Pe 3,15) ante la cuestión delsufrimiento de las víctimas, no es posible contentarse ni conel silencio absoluto, ni con la huida fácil, es preciso adentrarseen la dinámica reparadora de Cristo. Reparar con él y como élDe ahí que sea preciso detenernos en las características de laacción reparadora de Jesús, para convertirlas en paradigma denuestra acción reparadora.

En el caso de la viuda generosa, la mirada de Jesús está llenade penetración y admiración: «Levantando los ojos, miraba alos ricos que echaban sus ofrendas... Vio también a una viudamuy pobre que echaba dos blancas...» (Lc 21,1-2). Su miradarepara porque es capaz de ver «la verdad», de restituir elhonor y la dignidad de la pobre viuda, y de resituar a los ricos,en su farsa, a los pies de aquella pequeña gran mujer que ganósu corazón y su reconocimiento.

La mirada de Jesús es de ternura que restituye la confianza,que devuelve la credibilidad y la misma condición de persona,al depositarse llena de compasión sobre la adúltera (Lc 7,44).De nuevo, su mirada taladra la realidad hasta encontrarsecon la verdad, y cuando desvela lo que hay bajo una corazade hipocresía y superficialidad… entonces, ya se puede ver:«Enderezándose Jesús y no viendo a nadie sino a la mujer»( Jn 8,10).

Su mirada es sanadora. Jesús «ve la fe» de los que portan alparalítico de Cafarnaún (Mc 2,5) y entonces cura. Su miradaes portadora de ánimo (a la hemorroísa mirándola, le dice:«Ten ánimo, hija», (Mt 9,22); da salud, salvación y paz (Mc5, 34).

Como Yavé, también Jesús cuando ve la necesidad, el dolor,la vulnerabilidad herida… interviene y salva. Así a la mujerencorvada: «Cuando Jesús la vio, la llamó y dijo: «Mujer,quedas libre de tu enfermedad»» (Lc 13,12); y lo mismocon las muchedumbres hambrientas de pan (Mc 6,34), o desu palabra (Lc 6,20).

Su mirada transforma, libera también de la fragilidad y delpecado. Su mirada reconcilia. No solo ve la verdad sino la ilu-mina en el corazón de aquel que es mirado por él: «Entonces,vuelto el Señor, miró a Pedro, y recordó Pedro... Y, saliendofuera, lloró amargamente» (Lc 2 61-62).

a) Cristo repara con una mirada que dignifica y devuelve laidentidad

Todos los evangelios están cruzados de parte a parte poruna mirada. La mirada de Jesús, que llama, conoce, cautiva,derrama ternura y misericordia, que vela, que se anticipa, querevela, que denuncia, que confirma… que repara.

El relato evangélico llamado del «joven rico» (Mc.10,17-22 y par.) nos abre al horizonte de la persona de Jesús que fijauna mirada llena de amor sobre cada persona. No es cualquiermirada, es una mirada única… que invita a más, a un amor másgrande, a no quedarse detenido en el cumplimiento del deber.

Su mirada también es seductora. A Zaqueo lo mira consimpatía: «Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando haciaarriba, le vio y le dijo: «Baja enseguida, Zaqueo, porquehoy quiero hospedarme en tu casa»» (Lc 19,5). Esa miradacambia su vida, cambia las disposiciones de su corazón…mueve a restituir y a desear reparar el daño causado por lainjusticia. Zaqueo quedó reparado por aquella mirada.

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La mirada de Jesús, regala identidad. Mira de una formaúnica y singular a cada uno… y en esa mirada nos descubrequiénes somos, y qué somos, el sentido de nuestra existenciaLa mirada de Jesús lanza hacia delante, funda en la confianza,descarga del peso de nuestra culpabilidad, y da alas. Su miradaeleva y dignifica, nunca nos deja en el mismo lugar, siemprenos lleva más allá… por eso su mirada nos repara.

(Mt 15,28) como al centurión romano (Mt 8,10) se les concedelo que piden, pero más aún, son incorporados a la comunidadcreyente como modelos de fe. De la misma manera, el paralíticoque es traído ante Jesús por otros, no solo recibe el poder andarsino el perdón de sus pecados (Lc 5,17-20 par). El encuentrocon Jesús «los repara de tal manera que lo que fue ocasión desufrimiento y exclusión los vuelve ahora destinatarios y testigosprivilegiados de la cercanía compasiva de Dios y la presenciasalvadora de su Reino. Ahora bien, la praxis sanadora de Jesústiene también una dimensión de reparación social, consecuenciade la reinterpretación que hace de la enfermedad y de la maneraen que Dios se sitúa ante ella»88. La acción reparadora de Jesúsresignifica el sentido de la realidad humana de la enfermedady libera a quien la padece de su definición como «víctima»devolviéndole a su condición y dignidad de ser humano amado.«Ni el pecado, ni la trasgresión de las normas, ni la exclusiónsocial, ni la supuesta impureza que conllevan, son capaces dehacer que el Dios del Reino pase de largo ante el sufrimientohumano»89. La fragilidad, la indefensión, la dependencia o lacompasión de otro, en el encuentro con Jesús, se tornan lugar dereconocimiento de la inalienable dignidad humana y de aper-tura radical en las relaciones con Dios y con los demás.

b) Cristo repara sanando

A través de su praxis sanadora, Jesús pone de manifiesto que elReino de Dios que inaugura no se rige por los criterios con losque la enfermedad era considerada por sus contemporáneossino por la «con-pasión» que le lanza hacia «el otro» quesufre. Ahora bien, en una cosmovisión en la que el enfermo esun excluido de la sociedad, Jesús no permite que se le considereni objeto de compasión, ni de su acción sanadora, sino como untú al que devuelve no solo su dignidad personal, junto con lasalud, sino la posibilidad de ser reintegrado en la comunidad yen la sociedad85. «Jesús se con – padece, es decir, se deja afectarpor el padecimiento del otro, y actúa no «dispensando salud»sino generando un espacio de encuentro con el enfermo» quele permite entrar en relación con él, posibilitándole rehacer surelación con Dios y con los demás, así como una vivencia másauténtica de su propia humanidad e identidad86. La curacióndel ciego Bartimeo (Mc 10,46) es elocuente en este sentido:ciego, mendigo, excluido de la ciudad es acogido en un nuevogrupo social, el de los discípulos87. Tanto a la mujer cananea

c) Jesús repara asumiendo desde dentro

Ya ha quedado suficientemente claro, que una de las cualidadesde la reparación de Jesús es el asumir todo lo nuestro: nuestras fracturas, debilidades, sufrimientos, fragilidades, limitaciones,

85 E. Estevez, Mediadoras de sanación. Encuentros entre Jesús y las mujeres. Una nueva mirada, Madrid 2008, 163.

86 Cf C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 217. 87 Cf S. Guijarro Oporto, Relatos de sanación y antropología médica, en R.

Aguirre Monasterio (ed.), (1), 265-266. 88 C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 223.89 Ib, 224

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pecado y muerte… «desde dentro». Desde dentro de la histo-ria, desde dentro de las situaciones, en su carne… haciéndolaspropias, incluyéndolas en su destino para poder despuésincluirnos también a nosotros en el suyo.

Pero además Jesús, cuando sana, trata de comprometer ala persona en la tarea restauradora y rehabilitadora90. Reparadesde dentro en este otro sentido, no solo dentro, de las situa-ciones, también dentro de las personas, conectando con susheridas, pero no menos con sus potencialidades internas, ani-mando la fe que se tambalea, alentando la esperanza dormida,y encendiendo la capacidad de amar.

víctimas de su desesperanza, de sus miedos, de un proyectofrustrado... y ahora lo son de ellos mismos, de su propia culpa.

La aparición a Simón Pedro a orillas del lago Tiberíadesresulta ejemplar a la hora de captar el modo en el que el Resu-citado repara las rupturas que en cada sujeto y en la comunidadde sus seguidores habían producido los hechos de su pasióny muerte. La interpretación habitual del diálogo de Jesús conPedro, explica el hecho de que sea interrogado tres veces acercade su amor ( Jn 21,15-17), como alusión a su triple negación( Jn 18,16-27 par). Jesús repara a Pedro perdonando su traiciónes decir, lo libera del poder destructivo de la culpabilidad y delpeso de sus actos pasados. Al mismo tiempo, este encuentro leposibilita el descubrimiento de su verdadera identidad y le capa-cita para una redefinición de ésta mostrando su potencia repa-radora. Pedro recibe una misión que le dignifica y le identificay le libra de la autoconsideración de sí mismo como aquel «quenegó a Jesús». Le abre así a un futuro nuevo lleno de esperanzay de posibilidades, le capacita para una tarea que naturalmentele supera por todas partes: la encomienda de la comunidad y demantener vivo su recuerdo. Un acto de confianza sin preceden-tes es la respuesta de Jesús a aquel que traicionó su confianzaposibilitándole así el sostener en esa confianza a los suyos. Y eneste acto de confianza Jesús oferta el perdón a Pedro, y Pedroacoge el perdón del Señor. Se trata en definitiva de un acto deamor extremo y de gratuidad extrema. Lo repara y le regala elplus del perdón y el plus de la misión.

d) El Resucitado repara perdonando91

La experiencia pascual de los discípulos es la del reencuentrocon Jesús Resucitado como ese Otro que sale a su encuentro yrepara sus heridas y rupturas. La experiencia tiene su origen enuna iniciativa divina sorprendente para ellos, inmotivada, extrín-seca, radicalmente nueva: la presentación del Crucificado comoresucitado por Dios. Y este movimiento gratuito, que viene defuera, afecta pasivamente a los discípulos por dentro92.

Uno de los efectos que aparece de forma recurrente en losrelatos de la resurrección es el perdón, bien sea por referencia ala fragilidad de los discípulos, por el hecho de que estos recibenel poder de perdonar, o bien porque el pecado es vencido por lafuerza de la resurrección ( Jn 20,22ss; Lc 24,47; Mt 28,19; Hé26,18; 1Cor 15,17s; Rm 4,25b). Los discípulos se enfrentan asu propia incredulidad, a la desconfianza que los llevó a la huída,al abandono del amigo, a la mentira o a la traición. Habían sido

e) El Resucitado repara recreando93

El texto de Mc 16,1-8 nos sitúa ante el relato primero, sobreel que se fueron desarrollando las posteriores narraciones de90 Cf E. Estevez, Mediadoras de sanación, 241.

91 Cf C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 236-238. 92 H. Kessler, La resurrección de Jesús, Sígueme, Salamanca 1989 (26), 176. 93 Cf C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 238-240.

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apariciones del Resucitado. En su comienzo: «El primer día dela semana» (Mc 16,2), muchos autores encuentran una alusiónal primer día de la creación (Gén 1,5). La resurrección de Jesúses contemplada así como el comienzo de la nueva creaciónOtros textos confirman esta lectura. Por ejemplo, la presenciade Jesús Resucitado en el huerto en Jn 20,15 evocaría el jardíndel Génesis (2,8); y el Espíritu que el resucitado sopla sobre losdiscípulos ( Jn 20,22) nos recuerda al espíritu que soplaba sobrelas aguas en la creación, y el verbo empleado por Juan es el que eltexto veterotestamentario utiliza tanto cuando Dios infunde elespíritu de vida en el hombre (Gén 2,7), como en el relato de loshuesos secos que recobran la vida (Ez 37,9-10). Es decir, la resu-rrección incoa en el mundo y en la historia la novedad de unanueva creación, que estalla en la persona de Jesús y que alcanza alos suyos recreándolos también, en la medida que son reparadosReparados en su esperanza herida, reparados en su confianza,reparados en la adhesión amorosa y filial a su persona. Estaacción reparadora les ofrece el plus de una iluminación sobre elsentido de la existencia que les permite recuperar la memoriaotorgándole otro significado, releer lo sucedido en otras clavessoldar los tiempos con la seguridad de que nunca habían sidoabandonados de su presencia, reinterpretar la historia y esta-blecer entre ellos unos sólidos vínculos que los sostendrán enadelante (cf Lc 24). Jesús los escucha, les devuelve la voz y lapalabra, pero también les da una palabra de sentido, haciéndolescapaces de recrear también lo sucedido, no desde la aparienciade lo sufrido sino desde la verdad de lo que realmente estabasucediendo. No solo los libera de la tristeza y desesperanza quecaracterizaba su huída de Jerusalén. El encuentro reparador conJesús, les posibilita encontrar un sentido definitivo a sus vidas y asu historia, y les otorga un fuego interior y una alegría que ya noestará nunca a merced de las circunstancias.

f) El Resucitado repara reuniendo

Los relatos de la pasión nos hablan de la dispersión de «lossuyos» cuando llega «la hora». Nos recuerdan la profecía:«herirán al pastor y se dispersará el rebaño» (Zac 13,7; cfMt 26,31). Las multitudes ya no experimentaban la fascina-ción primera que había generado Jesús alrededor de sí. Perotambién en el círculo de los más íntimos comienza a sentirsela presión del momento. Unos niegan, otros traicionan..y en definitiva le dejan solo. Dispersión y fragmentacióndel grupo. Y sin embargo el primer efecto reparador de sumuerte y resurrección fue justamente la capacidad de con-vertir contextos de ruptura en contextos de comunión. Y dehecho, el Resucitado se hace presente cuando están reuni-dos. Se deja ver por María Magdalena ( Jn 20,12-18), perola envía inmediatamente a sus hermanos. Tomás ( Jn 20,24)no goza de su presencia porque «no estaba con los otroscuando se apareció Jesús». Y el primer movimiento de losdiscípulos de Emaús (Lc 24), tras reconocerle, es volver conlos demás. La presencia del Resucitado es reparadora porquereúne a los dispersos, genera comunión, reintegra en lacomunidad. Si la tendencia de la víctima es al aislamiento..la acción de Jesús transmite la fuerza de la unión. Si los dis-cípulos habían sucumbido al temor de que les pasara a elloslo mismo que a su Maestro, y el miedo les hacía estar escon-didos... apartados de la sociedad, la presencia reparadora deJesús los llena de valor y de coraje. El miedo desaparece y seconvierten en testigos decididos y valientes. La fortaleza, ladecisión, el convencimiento, y la audacia son ahora muchomayores que antes de la muerte de Jesús.

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g) El Resucitado repara la confianza herida incorporando asu misión94

la comunidad y al mundo, con el deseo de ser ellos tambiéncomunicadores de la potencia reparadora del Resucitado, conla palabra y con el testimonio de haber sido, ellos mismos,reparados. Llegamos así a la cuestión más central para nuestro tema: la

reparación como participación en la misión reparadora delResucitado.

Si acudimos a los textos neotestamentarios nos encontra-mos con que los relatos de las apariciones están siempre enrelación con el envío a la misión y la invitación al anuncio yal testimonio.

Tanto en la aparición a los discípulos en el lago, como en elrelato de Emaús el reconocimiento de Jesús en el Resucitadoacontece vinculado a los gestos que manifiestan la continuidadde su persona con el Jesús terreno (Lc 24,30; cf Lc 9,16 par; Lc22,19 par). En el texto de Lucas se dice concretamente que loreconocen en la fracción del pan. En este gesto se ha visto unaalusión explícita a la eucaristía de las primeras comunidades,«lugar donde experimentan la capacidad reparadora que tieneen medio de ellas la presencia del Resucitado. Reparadoraporque los reconcilia y recrea, pero también porque siempreconduce a la comunión con él, con su misión, y por lo tantocon los demás»95.

En el encuentro con Jesús se repara la relación con él. Rehe-cha la confianza, los discípulos perciben que se abre de nuevosu futuro para ellos, recuperan la esperanza al experimentar,en el envío del que son objeto, que el Maestro resucitado sigueconfiando en ellos, pues les otorga una misión y pone en susmanos su proyecto. Aquellos que huían quejumbrosos, per-dida la esperanza, se experimentan reconciliados con lo vividoy poseedores de una nueva fuerza y un ardor que les lanza a

4. Del deber de reparar a la gracia de poder reparar:confianza y esperanza

A pesar de la exigencia y el deber que brotan de nuestra propiacondición humana y cristiana de «reparar», este afán no serápleno ni posible si no se realiza como una participación de latarea de la gracia, es decir, como participación en la obra repa-radora de Dios en el mundo a través de Cristo y del Espíritu.

Entonces la cuestión de la motivación cambia. Lo queme hace responsable de las heridas del otro, sigue siendo enprimer lugar mi propia condición de ser humano, al lado deotro ser humano, igual que yo, con la misma dignidad. Sinembargo, no solo en virtud de esta participación en la humani-dad como principio universal, sino por ser él, en su carácter deúnico e irreductible y en su diferencia, que a la postre se ha detraducir en una «no indiferencia», en «una implicación porel otro, en un desensimismamiento, en un des-interesamientode uno mismo»96. No nos une la pertenencia a un género abs-tracto sino una no-indiferencia solidaria. Pero lo que en defi-nitiva rompe mi aislamiento hasta el punto que «ocuparmedel otro en su condición de víctima» incluso por encima demis propios deseos e intereses, no nace de una «obligación»que me alcanza desde fuera, ni tan siquiera desde el «rostrodoliente del otro». Lo que descentra «felizmente», lo que se

94 Cf C. Montero, Vulnerabilidad, reconocimiento y reparación, 240-242.95 Ib., 241.

96 E. Lévinas: «Ideología e idealismo» (1973) en De otro modo que ser o más allá de la esencia, Sígueme, Salamanca 1995, 29.

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convierte en una pasión, en un deseo que me invade, que seapodera de mí y me invita a responsabilizarme es el amor, un amor recibido.

La experiencia personal de haber sido uno mismo alcan-zado por un amor gratuito e incondicional que ha curado laspropias fracturas, que ha sanado las heridas, que ha restable-cido las fisuras de la confianza. Alguien que ha creído en mí,en mi posibilidad de recuperación, de levantarme... y que lo hahecho llamándome por mi nombre, con absoluta gratuidadcon infinita dedicación. Ese es el amor que rehace y renuevaEl amor que todo lo soporta y todo lo espera. En otras pala-bras, la experiencia de sentirse reparado por el Amor, conmayúsculas; recreado por el Creador, rehecho por el Hacedor.

manera como fundamento sólido en nuestra vida, como Aquelen quien nos podemos abandonar, de quien todo lo podemosaguardar… no podemos sino responder acogiéndolo comodigno de confianza, apoyándonos y abandonándonos en él yesperándolo todo de él.

Pero esta acción de la gracia, es decir, de Dios viniendoa nosotros, dándosenos como amor, otorgándosenos comopromesa y diciéndosenos en la revelación, no es algo mera-mente espiritual, que acontece en eso que llamamos «alma»,sin saber muy bien qué ocurre. Ni pertenece únicamente alámbito de las devociones personales sin tocar nuestra fibrahumana.

¿Cómo puede ser que el amor de Dios repare la rupturaslas heridas el daño profundo de las víctimas? ¿Qué supone deverdad esta afirmación? ¿Es una mera idea simbólica?

¿Se trata tan solo de un consuelo interior y espiritual peroque deja al sujeto igual de dañado física y psíquicamente de loque estaba antes, y simplemente tiñe de una cierta «tonalidadmística» ese dolor, al confrontarlo con el dolor que Cristosufre por nosotros?

Nada más lejano. Eso que llamamos «gracia» es, antes quenada, una relación. La que se establece entre una persona yDios que se hace presente en su vida a través del Espíritu. Estarelación siempre es biógena, generadora de vida, porque lo esel amor. Se trata de una relación tan importante en la existen-cia del sujeto que la vive que le transforma, convirtiéndole en«nueva creatura», renovándolo a él y todas las relaciones quele constituyen como ser humano (relación consigo mismo, conel mundo y con los otros).

Esta transformación concierne a la totalidad de la persona,a todas sus estructuras antropológicas, porque la gracia –segúnreza el antiguo axioma de santo Tomás – actúa en la natura-

4.1. El amor que nos repara fundando la confianza y laesperanza

Es el amor de Dios derramado en nosotros por el Espíritu elque posibilita en el creyente hacer la experiencia radical deser amado, y de ser amado gratuita e incondicionalmente porla ternura de un Dios paterno-materno, que está en el origende nuestra existencia, de quien recibimos la identidad y queestablece con nosotros una relación fundante que nos hacehijos. Dios se nos revela como Aquel que nos ama, sin razones,sin motivos, sin condiciones… y así nos hace sentir «dignosde amor» y nos permite hacer una experiencia profunda deconfianza filial, de sabernos en buenas manos, de percibir quenuestra vida está segura bajo su mirada, que su amor nos dig-nifica y que podemos abandonarnos sin miedo en él.

Para Pablo (Rom 5,5; Gál 2,20), la respuesta a este amor no puede ser sino la fe y la esperanza. A quien se nos oferta de esta

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leza, no la suplanta ni la destruye, la transforma elevándola, esdecir, perfeccionándola97.

Lo que nos preguntamos ahora es cómo tiene lugar esto, enconcreto, y qué tiene que ver con la «reparación de las vícti-mas».

en quien le otorga ternura con la seguridad y la felicidad dequien sabe que hay un seno que cuida y mira por su vida. Desdeesta relación establecerá su identidad, y podrá dirigir una miradasobre la realidad llena de positividad; el mundo se le antojaráun espacio de posibilidades y un terreno bienhechor; los otrosdignos de crédito; y el futuro el ámbito donde proyectarse yadentrar sus esperanzas y sueños.

La ternura hace saltar el carácter vulnerable del Amor, sucapacidad de acogimiento de la diferencia, de identificacióncon el otro. La ternura curva el amor divino hacia abajo, lehace cruzar el abismo de su trascendencia, lo enraíza en lapequeñez, en la debilidad... que, a su vez, se convierten enfuerza provocadora y atrayente de dicho Amor.

En ese sentido, la ternura aparece como un elemento posi-bilitador de la cercanía cuasi-física de Dios a lo humano. Dioses el Dios de la ternura antes que el Dios de la misericordia,porque ésta es un momento segundo. Cuando la criatura sehiere o se desvía, se degrada o desazona, la madre se vuelve aella en ayuda, cercanía y cobijo. El ser humano, puede tambiéndegradarse, herirse, ser infiel, pecador, etc., la relación de Diosfrente a él se prolonga, entonces, como misericordia, y el amorle es entregado como perdón.

Esta ternura divina será capaz también de proporcionaral sujeto esa «forma suprema de confianza» que genera elamor de Dios, al acercarse a la realidad humana como ternuraamorosa, cuyo trasfondo existencial es la confianza básica. Elamor absoluto, infinito, totalmente gratuito, incondicionale ilimitado de Dios, mediado por la ternura, puede entoncesser experimentado como el de Alguien que vela por nuestraexistencia, como origen y fuente de vida, como protector denuestra debilidad, que se nos oferta como roca estable dondeabandonarnos, como destino definitivo al que entregarnos,

La ternura y la confianza

Si Dios apareciera únicamente como «voluntad pura» y nocomo amor personal, no podría ser amado como se ama aun padre o a una madre. Es más, si Dios no apareciera como«ternura amorosa», no podría, ni tan siquiera ser recibidocomo el puro amor que es. Y es que el amor absoluto, infi-nito, totalmente gratuito, incondicional e ilimitado de Diossería demasiado devastador, demasiado «fuerte», demasiadohumillante para el ser humano incapaz de responder adecua-damente a este don, si no nos llegara mediado por la ternura.

«La ternura» es la relación de Aquel que da el ser con aquelque lo recibe, y por eso es la primera forma de relación de Dioscon el ser humano, de la misma manera que lo es en el neonatocomo relación con su madre o los seres tutelares. La ternura, eneste caso, se revela como esencial en la formación de la urdimbredel infante, y determinante en la constitución de la confianzabásica. Es el cobijo amante de la madre, el que proporciona alser naciente la confianza que brota de la experiencia de sentirseamado, y por ende, digno de amor. Este saberse y sentirse incon-dicional y gratuitamente amado y cuidado será la condición deposibilidad que le permita al niño abandonarse absolutamente

97 Cf Santo Tomás, Summa Theologica I, q. 1, a. 8, ad 2.; Cf «La gracia responde a las aspiraciones profundas de la libertad humana, y la perfecciona»(Catecismo, 2022).

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suscitando así una confianza y una esperanza absolutas. Diosaparece como ese Otro, delante del cual podemos reconocernuestra más profunda y verdadera identidad y dignidad, aldescubrirnos hijos, e imágenes de él.

Todo este excursus sobre la ternura y la confianza, tanto latutelar y la básica, como la divina y transcendental, no es unadigresión sin sentido en medio de nuestro tema, sino la con-dición de posibilidad para mostrar cómo la gracia actúa en lanaturaleza, y en qué sentido podemos concluir que Dios reparacon su gracia. Al mismo tiempo que ponemos de relieve cómo lagracia no suplanta a la naturaleza, pero le regala un «superávit»que la eleva haciéndola capaz de ir más allá de sus límites.

En nuestro recorrido a través de las diversas definicionesdel concepto reparación en distintos campos del saber, y sobretodo al hacerlo desde el ámbito de la psicología, descubría-mos a la «víctima» como un sujeto vulnerado, dañado ensu integridad, en su dignidad, y cómo la herida que le ha sidoinfligida, de alguna manera le hace perder la confianza en losotros, en el mundo, y en sí misma, arrastrándola hacia posicio-namientos de aislamiento, inseguridad y sufrimiento.

Otro de los rasgos habituales que se desarrollan en lavíctima es una tendencia a autodefinirse y comprender suidentidad a partir del daño recibido, de tal manera que estela encierra y la esclaviza de modo que no pueda ser otra cosaque «una víctima». Este es su poder, pero un poder tramposopues al mismo tiempo la tiraniza.

Por otra parte, hemos hablado también del miedo. El temorde la víctima a que el hecho se repita y con él el sufrimientoque acarreaba consigo. Pero no menos el temor que generala duda sobre lo que realmente sucedió. Paradójicamente lavíctima es muy susceptible a que se falsee la realidad vivida,la verdad acontecida… y se empequeñece ante la negación delos hechos por parte del agresor. De ahí la importancia del

reconocimiento, por parte de la sociedad, de la objetivacióndel mal sufrido, así como de la mostración de la injusticia de la que ha sido objeto.

También hemos visto que la «resiliencia» –como capa-cidad del sujeto herido de sobreponerse a una situación deruptura, de sufrimiento, a experiencias de pérdida donde habíasido vulnerada su dignidad, su identidad personal…– abreuna vía de salida de la condición de víctima al sujeto dañado,brindando con ello una posibilidad real de reparación «per-sonal», más allá de lo tocante a los resarcimientos materiales osociales. La reparación de la persona emerge entonces como laposibilidad de descubrir que en el mismo daño sufrido es facti-ble encontrar una posibilidad nueva y creativa para su vida quela haga madurar, fortalecerse y regenerarse como persona. Peroesta «personalidad resiliente» no es algo –como ya hemosdicho– que dependa únicamente de la fortaleza psicológica dela víctima, sino que aquí juegan un rol tremendamente impor-tante tanto el contexto, como los otros. Pues son, sin dudalas nuevas relaciones, los nuevos encuentros y su calidad, porsu capacidad de devolver confianza y de aquietar los miedoslos que hacen que el individuo pueda tornar a sentirse valiosopor sí mismo, dignificado por el cariño y el cuidado que recibede otros. Es fundamental la recuperación de los vínculos y laconfianza en ellos, como puerta de acceso a la regeneracióny a la posibilidad de resignificarse fuera del bucle en el queintroduce la propia condición de víctima.

¿Cuál es el papel de la gracia?

Justamente el de aliarse con la naturaleza y llevarla más alláde sí. Si es esencial para la víctima la reelaboración de su propia

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identidad, la gracia como experiencia de acogida y encuentrocon el Dios de Jesús, al situarnos coram Deo nos posibilitael acceso a nuestra más verdadera identidad y más profundadignidad: el reconocernos como hijos de Dios, el descubrirque este Dios nos mira de un modo único, nos da un nombrepropio y deposita en nosotros la esperanza de un Padre amo-roso que confía en sus hijos y les confía el mundo. Nunca el serhumano es más «sí mismo» que cuando se confronta cara acara con Dios (S. Kierkegaard).

La reparación de la víctima pasa por la recuperación de lasrelaciones interpersonales y sociales, la reconstrucción de laconfianza, recuperación de la pertenencia, sanando la memo-ria y abriendo el presente a la posibilidad del futuro comoposibilidad. Por esta razón la gracia como autocomunicaciónde Dios al hombre restablece la confianza básica herida delsujeto y, ofertándose como Aquel de quien todo se puedeaguardar y esperar, reconstruye las estructuras antropológicasdebilitadas, y brinda el apoyo sólido y seguro desde el cual esposible asumir una vez más el riesgo de establecer nuevos vín-culos y de lanzarse hacia el futuro con esperanza.

Donde hay amor no hay lugar para el temor, de ahí que elDios que se nos oferte como Amor infinito, gratuito y abso-luto, cure todos nuestros miedos y sea bálsamo para nuestrasheridas. La razón es que solo el amor es capaz de abrazar elsufrimiento de modo que el deseo de revancha o de venganzase apacigüen sin alcanzar su objeto, liberándonos de su poderdictatorial sobre nuestra memoria. Además, el Dios que se nosrevela como Palabra y Amor, es capaz de otorgar sentido alsinsentido de los daños y dolores que envuelven a la víctimaEl todo caso, la gracia se muestra como la cercanía de Dios alser humano98. Cuando en esta cercanía llega a nosotros comoungüento para las heridas, y abrazo para nuestros miedos,

como reconocimiento de nuestro valor y acogida gratuita...es reparadora.

La gracia, capaz de llevarnos siempre más allá de nosotrosmismos, es el don que se nos brinda como perdón de aquelloque se nos antoja imperdonable, como perdón a aquel queincluso no es capaz de reconocer el daño que nos ha infli-gido, como perdón que sana nuestra memoria y nos libera dequedar fijados en el momento del daño, en lo irrecuperabledel pasado, cegando también el futuro. No de una formamecánica, no sin nuestro consentimiento, no sin nuestra dis-posición a recibirlo... pero muchas veces, muy por encima decualquiera de nuestras expectativas. El don del perdón no naceen nuestro corazón; se recoge en él, pero viene de Otro, y si loacogemos, entonces, a pesar de que el pasado no cambie, y quelos hechos vividos sigan siendo los que fueron, quedaremoslibres del dolor que nos esclaviza a su recuerdo. La memoriaes sanada, y el futuro se abre como posibilidad que no precisaestar constantemente mirando hacia atrás. El desbordamientode amor que es siempre el perdón, regenera nuestro presentenuestro pasado y nuestro futuro.

Desde esta perspectiva se ve con más claridad lo que puedeaportar el concepto teológico a la cuestión de la reparación,en orden a restablecer en la víctima los dinamismos vitales de laconfianza y la esperanza.

Poder creer y esperar teologalmente es un don. Un don querecibimos sobre nuestra condición humana de seres fiducialesy expectantes. Si estos dones acrecientan y dilatan en la vida delser humano su capacidad de confiar y de esperar, así como lade amar, eso quiere decir que la gracia será capaz también derestaurar, curar y fortalecer nuestras estructuras antropológicasheridas en su confianza básica y esperanza fundamental, apor-tando un «plus» a la víctima que le dará la fuerza que precisapara ir más allá, hacia lo que la mera naturaleza parece negarle.

98 K. Rahner, Sobre el concepto escolástico de la gracia increada, en Ib, Escritos deTeología I, Taurus, Madrid 1963, 363-364.

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No habrá una reparación verdadera si la persona no es capazde recuperar la confianza en sí y en los otros, pues solo desde ahípodrá reconstruir su identidad. Pero ante una identidad rotaporque la catástrofe, la violencia, la sustracción de su libertad ydignidad la han obligado a definirse respecto a la «alteridad»del agresor, o del victimario, como «víctima», la fe permite ala persona, aun en las situaciones más terribles, apostar su vidabajo la mirada de Dios, de un Dios que le ama, de un Dios paraquien es preciosa y valiosa, de un Dios que ha dado su vidapor ella. Por esa razón, es posible que recupere su verdaderaidentidad de hijo/hija, su verdadera dignidad humana… y laesperanza que nace de saber que hay Alguien que espera abso-lutamente en ella y que confía en que va a salir adelante.

Solo podremos hablar de verdadera reparación si la víctimaes capaz de esperar nuevamente. No esperamos en alguienradicalmente a menos que le hayamos otorgado crédito yconfianza –de ahí el carácter inseparable de la fe y la espe-ranza–. Por esta razón el propio dinamismo de la esperanza,reclama la confianza, y una confianza absoluta, lo que apuntanecesariamente a Dios. ¿De quién si no podríamos aguardarlotodo, y al mismo tiempo abandonarnos absolutamente, conla seguridad de que nuestra vida está a buen recaudo? ¿Quiénpodría ser ese «alguien» de quien nos fiamos totalmente, dequien podemos «pender» como única referencia y en quienes posible desistir la propia vida sin temor de ser absorbido odisuelto, herido o humillado, degradado o excluido… con laseguridad de ser afirmado en el amor?

El Dios que crea, que establece una Alianza con sus criatu-ras, y que se encarna… asumió el riesgo de nuestras libertades,se expuso a ser rechazado en su oferta de cercanía amorosa, deproyecto de plenitud y de destino de comunión. Dios se hahecho vulnerable al crearnos y al acampar entre nosotros. Pero

es justamente en ésta su capacidad de autolimitarse y de asumirel riesgo del rechazo, el desprecio y el desamor, donde se nosda a conocer quién es Dios, y el hasta dónde de su amor. Él seha hecho vulnerable por nosotros, se ha dejado violentar pornosotros. Se ha aproximado a nuestra humanidad asumiendosu fragilidad y sus heridas, experimentando desde dentronuestros dolores y sufrimientos… hasta la muerte cruenta eignominiosa. Así nos ha mostrado su amor y así se ha hechodigno de fe. Digno de nuestra confianza.

Ninguna víctima debe mirar al Dios de Jesucristo como unDios ajeno a su sufrimiento y a su martirio… sino como Aquelque «desde dentro» ha conocido y acompañado su pasiónpara salvarla, ha experimentado su herida para curarla, hasentido quebrarse su humanidad para repararla.

A la luz de esa historia que Dios ha vivido con los hom-bres, no podemos negar que es el Dios de la esperanza: el queaguarda, el que confía, el que espera incansable de su creación,de su pueblo y de cada ser humano en particular99. El Diosque no desiste de su proyecto con cada uno de nosotros y que,una y otra vez, nos reinventa, nos recrea, abriendo nuevasposibilidades de logro y de futuro para nosotros. Dios es elque pase lo que pase, nunca desiste… ¡espera siempre!, confíasiempre en que podremos levantarnos, y estará siempre paratendernos esa mano que nos dignifica, nos devuelve la identi-dad, y dándonos apoyo nos otorga futuro.

La seguridad de poder contar con un Dios personal quetiene un sueño para la humanidad y un sueño para cadahombre, la certeza de que aunque este sueño se quiebreestá siempre dispuesto a recrearlo y reinventarse –de algunamanera–, dota al creyente de una fuerza que parecía no tener

99 Cf O. González de Cardedal, Raíz de la esperanza, Sígueme, Salamanca1996, 247.

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dentro de sí. Cuando uno parece tocar el límite de sus posi-bilidades, la gracia nos estira por dentro... abriendo hacia la esperanza el horizonte de nuestras capacidades.

Nuestro compromiso con las víctimas, por lo tanto, pasarápor tratar de ser canales de la gracia de ese Dios. El que parti-cipa en la misión reparadora de Cristo habrá de mostrar consu palabra y su vida que Aquel que confesamos como Dios sehace digno de confianza también en nuestras vidas.

Reparar es abrir a la persona al horizonte de la esperanzaposible. Hacerle capaz de «resistir» en la espera de lo que sele ha prometido, de no darse por vencida. Transmitir a travésde la cercanía y el apoyo incondicional que hay Alguien queespera en ella, que la mira y desea volcar en ella su amor. Soste-ner a quien ya no puede, animar al desalentado…, forma partetambién de este compromiso reparador.

Será asímismo responsabilidad del «reparador» promovery ayudar a desarrollar un sentido comunitario de la existenciaque permita generar capacidades de resistencia- resiliencia,solidaridad y actuación conjunta a través de estructuras colec-tivas.

Ciertamente el concepto teológico, aun con sus peculiarida-des, no puede pasar por encima del concepto antropológicoMuy al contrario, lo abraza, lo asume, y solo así permitea la gracia que cumpla, realice y desborde «lo posible»,sosteniendo con la fuerza de un exceso la naturaleza rotafragmentada, herida… y abriéndola a una renovación, tal vezimpensable e inesperada.

El concepto teológico de «reparación» aporta desde lagracia una posibilidad de reforzar la actitud resiliente, otor-gando confianza, desde la experiencia de Alguien que siempreestará ahí por nosotros, de alguien que aguarda en cada unoy cree en nuestras posibilidades para desde ahí abrirnos a esa

relación transcendente capaz de hacer nacer, más que adapta-ción o mera resistencia al sufrimiento y al daño, la esperanza.

4.5. Transformar el dolor en esperanza: ¡eso es reparar!

Quisiera terminar con un ejemplo de vida, que posiblementenos haga todo esto más cercano y asequible. Se trata de nuevode Etty Hillesum. Ella nos muestra cómo no estamos antela pura «utopía», sino ante una posibilidad real de reparar«convirtiendo el sufrimiento en un camino de esperanza».

Ante la situación de horror, angustia y desgarro que vivesu pueblo, Etty se confía a un quehacer simbólico –inspiradoen el amor y la compasión100– contra la lógica del odio101

eligiendo irse voluntariamente a Westerbork – campo de con-centración de paso para judíos holandeses– para poder ayudarallí, sin valerse de ningún privilegio, y rechazando explícita-mente las propuestas que recibe para esconderse o huir. Elmotivo lo explica con claridad: «Quiero compartir la suerte demi pueblo»102. Escribía en su Diario el 2 de octubre de 1942–:

«Quisiera estar presente en todos los campos de que estácubierta Europa, presente en todos los frentes. No quieroen absoluto estar, como suele decirse «en seguridad». Quiero

100 «Esta es una época que nos invita a poner en práctica [el mandamiento]:Amad a vuestros enemigos. Y si somos nosotros (los judíos) los que lo decimos, losdemás tendrán que acabar creyendo que es posible. Al menos así lo espero» (25 dejulio de 1942): Etty Hillesum, Una vida conmocionada: Diario 1941-1943, Barcelona 2007, 157. A partir de aquí Diario seguido del número indicativo de la página.

101 «Es la única solución, […] que estemos bien convencidos de que el menorátomo de odio que añadamos a este mundo nos lo hace más inhóspito de lo que yaes» (23 de septiembre de 1942), Ib, 177-178.

102 Discutiendo con un antiguo amigo que trata de salvarla sacándola del campo, Etty le confiesa su verdadera razón para permanecer: «Quiero compartir la suerte de mi pueblo», Etty Hillesum, Diario, 188.

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decisión consciente y responsable de compartir el destino desu pueblo, de padecer con los otros, lo que los otros se han visto obligados a padecer…

No buscando sufrir por sufrir, sino viviéndolo como unaverdadera misión, consciente de sus posibilidades para deciruna palabra que pudiese ayudar a vivir con sentido la vida, aunen las condiciones penosas a las que se han visto reducidos, ymás aún para comunicar la fuente de vida y de amor que llevadentro.

Etty quiere confrontar el mal con el amor, el odio con lacompasión. Así participa de la acción reparadora de CristoBusca ser un «bálsamo derramado sobre tantas heridas»106,haciendo más luminoso el carácter reparador de la queentiende que es su tarea.

Nos encontramos ante una mujer que está decidida abuscar remedio para la enfermedad del mundo. Y para ello sesiente dispuesta a «ofrecer su vida para curar el mal», de modoque los que vengan después de ella no tengan que empezar denuevo, no necesiten afrontar las mismas dificultades107. He ahíuno de los impulsos que la mueve a escribir108.

estar en el teatro de las operaciones. Quisiera suscitar, allídonde me encuentre, un inicio de fraternización entre aquellosa quienes se llama «enemigos»… pero, ¿qué es todo esto si notengo amor?»103

La actitud de Etty ante el dolor experimenta un progresoasombroso que va desde una inicial indiferencia ante el malexterior, pasando por su aceptación104, hasta su preferenciapor el sufrimiento. Pero una preferencia movida por el amor yel deseo de solidaridad con aquellos que sufren; por el deseode sembrar la vida y el amor –de los que se siente poseedora yextraordinariamente rica–, donde hay dolor, desamor y odioDeseo de reparar esas vidas… que están a punto de dejar deserlo, antes incluso de ser asesinadas

«Aquí se languidece por falta de amor, porque es impo-sible alimentar el afecto. [...] Pero lo que yo no dejo deconstatar es que no existe una relación causal entre el com-portamiento de las personas y el amor que puedas sentirpor ellas. El amor por el semejante es un resplandor elementaldel cual te nutres […] Aquí fenece el amor y yo me siento taninmensamente rica…»105. «A cada nuevo crimen y horror tenemos que oponer un

nuevo pedacito de amor y de bondad que hayamos con-quistado en nosotros mismos. Podemos sufrir, pero nopodemos sucumbir. Y si, efectivamente, sobrevivimos a

Entramos aquí en el corazón de la reparación y de su misterio.Lo que muchos juzgan en ella como masoquismo o peligrosa pasividad encierra, sin embargo, un profundo sentido y una

106 Ib, 204. Las últimas palabras de su Diario. 107 «Me gustaría vivir mucho tiempo para poder explicarlo alguna vez más

adelante […] o si no […] otra persona seguirá viviendo mi vida desde donde hayasido interrumpida la mía, y por eso tengo que seguir viviendo lo mejor y lo másconvincentemente posible hasta el último suspiro, para que, así, aquel que vengadetrás de mí no tenga que empezar completamente desde cero»: Etty Hillesum,Diario, 117.

108 «Dios, cógeme con tu gran mano y conviérteme en tu instrumento,permíteme escribi» (4 de julio de 1941): Ib, 29.

103 Ib104 Ante la inminente deportación de sus padres y hermano a Auschwitz escribe

a una amiga: «la gente no quiere admitirlo, pero a partir de un momento dado no sepuede hacer nada excepto «ser» y «aceptar». El proceso de aceptación, en mi caso,ya comenzó hace mucho tiempo […] No puedo hacer nada… Solo puedo asumirla realidad y sufrir. Esa es la base de mi fuerza, y no es poca la que tengo»: EttyHillesum, El corazón pensante de los barracones, Cartas, Barcelona 2001, 116.

105 Ib, 125.

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este tiempo,… sin amargura, sin odio, entonces tendremostambién derecho a decir nuestra palabra cuando acabe la guerra»109.

Este «pedacito de amor» es aquello que todos nosotrosestamos llamados a poner en el mundo. Este «pedacito» es elque puede unirse a los otros pedacitos y a ese «plus de Amor»que Cristo vino a poner en el mundo. Etty nos recuerda atodos que estamos llamados a comprometernos en la luchacontra las causas que originan el abismo de sufrimiento denuestro mundo. Que no podemos pasar de largo delante de lasvíctimas. Somos responsables de detener la espiral del mal queengendra siempre un mal mayor… Etty nos recuerda que nopodemos negarnos a aportar «ese pedacito de amor» ¡en tantassituaciones que la vida nos pone delante!

Índice

Págs.

Presentación ............................................................................................. 5

Primera Parte VIOLACIONES DE LA DIGNIDAD HUMANA RESPUESTAS DE DIGNIDAD Y RESISTENCIA

Las víctimas de la Inquisición española ..............................................Carmelitase en Dachau .......................................................................... Donald lamont y desmond Tutu: dos obispos en lucha contra el racismo ...............................................

1557

91Vivir en la calle. Entre el desprecio y la resistencia con dignidad.. 141Vete en paz. una miradamisericordiosa al aborto ............................. 175

Segunda Parte TESTIMONIOS, REFLEXIONES Y COMPROMISOS

Víctimas del terror en democracia ....................................................... 195Romero: luz en la noche de las víctimas ............................................. 203Karit Solidarios por la paz..................................................................... 215

109 Etty Hillesum, El corazón pensante de los barracones, Barcelona 2001, 99. Los subrayados son nuestros.

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Tercera Parte LA DIGNIDAD QUE REBROTA

EN LA ESPERANZA, EL PERDÓN Y LA REPARACIÓN.

Págs.

El don del extranjero: La esperanza en las víctimas del desplazamiento forzado ......................................................................... 245Víctimas y perdón ................................................................................... 295La reparación como compromiso con las víctimas .......................... 321

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