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El camino cruel Un viaje por Turquía, Persia y Afganistán con Annemarie Schwarzenbach ELLA MAILLART

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El camino cruel es el mejor relato de una escritora y aventurera extraordinaria: Ella Maillart. Cuenta un viaje memorable realizado en los albores de la II Guerra Mundial con destino a Kabul y en compañía de la escritora y arqueóloga Annemarie Schwarzenbach, uno de los personajes más fascinantes de esa Europa encenagada de angustia que camina hacia el desastre. Las dos amigas se embarcan en un largo periplo en coche desde Suiza a Afganistán, con el objetivo de buscar a la tribu afgana de los Hackin, atravesando Yugoeslavia, Bulgaria, Turquía, Estambul, Trebisonda, Armenia, Persia, Teherán, Azerbaiyán, Afganistán, Herat y Kabul como fin de su fabulosa aventura. Pero es un viaje “más psicológico que geográfico”, una oportunidad de salvar de sí misma al “ángel caído”, como había bautizado Thomas Mann a Annemarie, pues “había escogido el camino cruel de la tortura”, el de la adicción a la morfina. Y en el fondo, una huida, porque “en Occidente todo el mundo parecía tan extraviado como yo”.Es la sexta vez que viaja a Asia y según el gran viajero también suizo, Nicolás Bouvier, este largo periplo de seis meses, se decanta en su relato más feliz. Ni las crisis de Schwarzenbach, a quien se refiere en el relato como Cristina, ni el remordimiento de escapar a la guerra, minan un talante sereno que busca a la “gente que aún sabe vivir en paz”, como responde a Carl G. Jung cuando le formula la gran pregunta: “¿Por qué viaja?”. Ella Maillart muestra en estas páginas lo mejor de sí misma, no en vano es una de las grandes viajeras de su generación.

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  • El camino cruelUn viaje por Turqua, Persia y Afganistn con Annemarie Schwarzenbach

    Ella Maillart

  • Escritora, viajera, fotgrafa, etngrafa, fue una de las personalidades femeninas ms destacadas de la literatura viajera del siglo XX. Alentada por unos padres poco convencionales, pronto destaca en el deporte de vela representando a su pas en los Juegos Olmpicos de 1924. Tambin funda en 1916 el primer Club Suizo de Hockey sobre Hierba femenino.

    Muy joven se traslada a vivir a Inglaterra, Francia y Berln ejerciendo las ms pintorescas profesiones. En esta ltima ciudad traba relacin con emigrados rusos y a los 26 aos toma la decisin de viajar a la URSS para observar qu se esconde tras el Rgimen Comunista, una aventura apoyada econmicamente por la viuda de Jack London.

    En Mosc se une a un grupo de jvenes deportistas que viajan a Svanetia, la regin norte de Georgia, para lo cual tienen que franquear el macizo central del Cucaso a pie por el valle de Baksan y el paso Betcho. Ser el comienzo de sus cinco largos viajes por Asia, a veces sola, en mulo, camello o andando, como el que realiza al Tusquestn sovitico, atravesando Kirguistn y las montaas Tien Shan; o el largo trayecto en compaa del periodista Peter Fleming desde China a Cachemira atravesando el Koko Nor, la meseta Tsaidam, y Sinkiang. En 1939 se embarca con su amiga la escritora Annemarie Schwarzenbach en un largo viaje de seis meses por tierra en automvil hasta Kabul, de donde saldr el relato El camino cruel.

    ella

    ginebra, 1903

    maillart

    Chandolin, 1997

  • El camino cruelUn viaje por Turqua, Persia y Afganistn

    con Annemarie Schwarzenbach

  • Ttulo original: The Cruel Way. Primera edicin: 1947 (Londres)Ttulo de la primera edicin en francs: La voie cruelle, 1952 (Ginebra)

    Ttulo de esta edicin:El camino cruel. Un viaje por Turqua, Persia y Afganistncon Annemarie Schwarzenbach

    Primera edicin en LA LNEA DEL HORIZONTE Ediciones: mayo de 2015

    de esta edicin: LA LNEA DEL HORIZONTE Edicioneswww.lalineadelhorizonte.com | [email protected] Tel: +00 34 912 94 00 24

    de los textos: Ella Maillart, 1987 ; Editions Payot Paris, 1988 ;ditions Payot & Rivages, 2001 del prlogo: Patricia Almarcegui de la traduccin: herederos de Francesc Payarols i Casas de la actualizacin y revisin de la traduccin: Ricardo Martnez Llorca

    de la maquetacin y el diseo grfico:Cristina Caballero | Montalbn Estudio Grfico de la maquetacin digital: Valentn Venzal

    de la fotografa de cubierta: Gilbert Meilan/Muse de LElyse. Lausanne

    Depsito Legal: M-12250-2015 | ISBN: 978-84-15958-31-4 | IBIC: WTF;1FImprime: Cofs | Impreso en Espaa | Printed in Spain

    Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproduccin, distribu-cin, comunicacin pblica o transformacin de esta obra solo puede ser realizada con la autorizacin de sus titulares, salvo excepcin prevista porla ley.

  • el camino cruelUn viaje por TUrqUa,

    persia y afganisTn con

    annemarie schwarzenbach

    -

    ella maillart

    -

    prLogo De paTricia aLmarcegUi

    -

    TraDUccin De francesc

    payaroLs i casas

    -

    coLeccin

    fUera De s. conTemporneos

    n4

  • nDice

    El libro ms feliz. Por Patricia Almarcegui (12)

    La idea (26)

    La partida (33)

    Italia (42)

    Yugoslavia (48)

    Sofa (58)

    Estambul (70)

    Mar Negro (76)

    La Cordillera Pntica (86)

    Bayaceto (95)

    Azerbaiyn (108)

    Carreteras (122)

    Nikpeh (131)

    Sultanieh (139)

    Tehern (143)

    Gumbad-i-Kabus (152)

    Khorasn (164)

    Meshed (175)

    Abbas Abad (184)

    La frontera (193)

    Herat (202)

  • Bala Murghab (214)

    Chibargan (227)

    Turquestn (240)

    Puli Jumri (248)

    Do-Au (263)

    Bamiyn (273)

    Band-e Amir (281)

    Bagram (291)

    Kabul (301)

    Mandu (314)

    Fechas (322)

    Bibliografa (324)

  • ella maillart12

    el liBro mS FeliZ

    Nicols Bouvier siempre crey que El camino cruel era el libro ms feliz de Ella Maillart. l saba de qu hablaba, era uno de los mejores escritores de literatura de viajes del siglo XX y, en 1991, haba publicado Ella Maillart ou la vie immdiate, una obra que inclua fotos de la aventure-ra y textos del escritor, hasta la fecha uno de los retratos ms completos que existen de Maillart. El camino cruel es un libro intenso, reproduce el ritmo sincopado del viaje y presenta aconteceres bellos y felices. Y estos lti-mos no habran tenido lugar, si no fuera porque fue un trayecto compartido, dos experiencias que duplicaron el movimiento del alma que sufre el viajero que sale volun-tariamente de su contexto. La gran viajera Ella Maillart parti con la gran viajera Annemarie Schwarzenbach.

    En junio de 1939 dos mujeres valientes y de una origi-nalidad inaudita emprendan un viaje en un Ford Roads-ter Deluxe de dieciocho caballos cargado de material fotogrfico por los Balcanes, Turqua, Irn y Afganistn. Mientras, en Europa, estallaba la Segunda Guerra Mun-dial. Una y otra haban sido comisionadas por medios de prensa europeos para escribir crnicas y artculos duran-te el itinerario. Schwarzenbach para el Neue Zrcher Zei-tung y Maillart para Le Petit Parisien. Ambas publicaran ms tarde dos libros fruto de sus experiencias: Schwar-zenbach, Alle Wege sind offen. Reise nach Afghanistan (1939) y Maillart, quien eligi el ingls para escribir, The Cruel Way (1947), cinco aos despus de la muerte de su compaera.

  • 13

    Dentro del amplsimo panorama de la literatura de viajes, no existe ningn otro texto en el que la relacin que mantienen dos viajeros, adems viajeras, sea tan re-levante a la hora de condicionar la percepcin y la escri-tura del itinerario. De hecho, creo que no hay ningn otro viaje descrito en primera persona del plural en el que los viajeros sean protagonistas o coprotagonistas del mis-mo. As, si la descripcin es el eje central de la literatura de viajes y la accin lo es de la novela, en El camino cruel, el dilogo de Schwarzenbach y Maillart, ms propio del gnero de ficcin, adquiere tal importancia que se con-vierte en uno de los nudos principales. Los destinos, los paisajes, los habitantes, las reflexiones del viaje y Oriente como absoluto, conviven al mismo nivel que el dilogo entre las dos aventureras.

    A Schwarzenbach le gustaba viajar sola y Maillart, en cambio, ya haba compartido otras travesas en velero con su amiga Miette. A pesar del deseo de compartir un viaje con Schwarzenbach duda del resultado, ms exac-tamente, de cunto nos soportaremos.

    Las dos tienen un mismo propsito: huir de Europa ante la guerra inminente. Schwarzenbach viaja, segn su compaera, con el propsito, a cada nueva partida, de olvidar su ltima crisis emocional y Maillart bus-cando siempre en la lejana el secreto de una vida armo-niosa. Sus objetivos profesionales son diferentes. Mai-llart es periodista y Schwarzenbach, escritora. Dos acti-tudes que condicionan definitivamente el estilo de cada uno de sus libros de viaje, como bien reconoce Maillart cuando se refiere a su amiga: Si es usted escritora inna-ta, llegar el momento en que su inspiracin, intenssi-ma, har que se sienta como arrastrada por su trabajo (). Para m, usted es una poetisa y no una periodista. Dentro de s misma es donde debe mirar, y no la guerra;

    eL Libro ms feLiz

  • ella maillart20

    parten a la bsqueda de lo absoluto y de lo inconmen-surable, pero, mientras Schwarzenbach encuentra en lo extrao de Irn y Afganistn su propio interior, ajeno y doloroso a s misma, Maillart encuentra un lugar desde el que pensar y reflexionar sobre el ser humano. Quizs porque, entre otras cosas, El camino cruel fue un trayec-to compartido, su viaje ms feliz, en el que cada detalle tiene la precisin, no slo de lo que se ve por vez primera, sino de lo que no puede compararse con nada ms.

    PATRICIA ALMARCEGUI

    Escritora y Profesora de Literatura Comparada

  • A CristinaIn memoriam

    Cristina, estoy privada de la profundidad que viva en su mirada, de su universal exigencia, de su inextinguible sed de lo absoluto.

    Cuando la noticia de su muerte me hiri como una impostura, mi pensamiento traz el camino que recorri-mos juntas. Y lentamente, penosamente, fue aumentan-do el nmero de estas pginas. Aunque en algunas no aparezca se evocacin, usted est presente en cada una de ellas; cada una es un reflejo del tormento y del remor-dimiento que me unieron a sus pasos. Podr perdonar-me mis torpezas y mis errores, al recordar sus gestos? Usted conoce mi corazn, mi admiracin y respeto por su integridad... y sabe muy bien que es imposible pintar-la. Ojal estas pginas me ayuden a acordarme de que solo exigindolo todo es como podemos esperar conse-guir aquello sin lo cual, decamos, la vida no merece la pena ser vivida.

    Trivandrum, 1945 - Chandolin, 1948

  • ella maillart26

    la iDea

    Si maana, cuando la lleve a la estacin, no hace ms calor que hoy, mucho me temo que tengamos avera: el coche no puede resistir fros tan intensos.

    Cristina solt esta observacin de paso, y yo apenas la o. Mi pensamiento estaba todava en Praga, pues ella acababa de pintarme el alma de esta ciudad, la vida de sus amigos checos, su impotencia y desesperacin ante la osada de un enemigo ms prximo y ms implacable cada da que pasaba.

    Estbamos las dos mirando a travs de los cristales de la casa de campo que Cristina tena en la alta Engadi-na. El invierno haca de las suyas. Al lado opuesto del va-lle, unas nubes ocultaban las laderas del Fextal, donde, aquella misma maana, habamos estado esquiando en-tre alerces de un luminoso rojo pardusco. Un cielo bajo y encapotado se cerna sobre el valle lvido, sin sombras y como un muerto. A pesar de hallarnos en los Altos Alpes, la regin pareca llana y vasta, pues la casa estaba cons-truida al borde de un lago helado, cubierto por numero-sas capas de nieve. Esta austera desolacin era lo nico que nos separaba del horizonte donde el collado de la Maloja conduce a Italia.

    Probablemente, Cristina habra aadido:El pobre coche est en las ltimas, y mi padre me

    ha prometido un Ford.Yo solo o esta ltima palabra. Se dira que ella fue la

    responsable de todo lo que sigui. Ha bastado una pala-bra para ordenar ideas dispersas, para hacer cristalizar propsitos imprecisos en un proyecto firme y concreto.

  • 27

    Como un eco venido de lejos, oigo una voz, parecida a la ma, que dice:

    Un Ford! Es el coche ideal para seguir la nueva ca-rretera del Hazarajat, en Afganistn. Tambin en Persia hay que tener coche propio. Hace dos aos, hice un viaje de la India a Turqua en camiones y autobuses: no olvi-dar fcilmente aquella travesa rica en polvo y averas, aquel fervor de los peregrinos, aquellas noches pasadas al borde de la carretera o en los caravasares abarrotados, la alerta policaca en todos los pueblos que cruzbamos y, detalle que no puede tomarse a broma, la necesidad de permanecer junto al camin en lugar de vagabundear a sus anchas.

    En las nubes que coronaban la Maloja, una difusa cla-ridad pareca indicar la carretera; tras una zambullida de mil quinientos metros en la calurosa Lombarda, se colaba por entre los Balcanes y nos llevara hasta el Bs-foro, puerta abierta sobre las inmensidades asiticas. Mi imaginacin estaba ya en Persia.

    Al este del Caspio visitaremos la inolvidable torre del Gun-

    bad-i-Qabus y acamparemos entre los turcomanos de Per-

    sia: tal vez siguen an fieles a las costumbres que no pude

    observar entre sus parientes transformados por los soviti-

    cos. Veremos la urea cpula de la Mezquita del Imn Reza,

    preciosa bola lisa y compacta que apunta al cielo. Llegare-

    mos luego a los dos Budas gigantescos, esculpidos en las pa-

    redes del valle de Bamiyan, tan puro, y, en la misma regin,

    a los lagos, increblemente azules, del Band-i-Amir. Ms le-

    jos an, al pie de la vertiente septentrional del Hindu-Kush,

    remontaremos el valle del antiguo Oxus, y desapareceremos

    en las montaas antes de que pueda detenernos una orden

    dictada en Kabul. All viven las gentes que pienso estudiar,

    en un pas donde me siento como en casa. Son los monta-

    eses no esclavizados an por nuestras artificiales necesi-

    La iDea

  • ella maillart28

    dades, gentes libres a quienes nadie obliga a aumentar la

    produccin diaria. Si se nos cierra el Kafiristn, podremos

    atravesar la India, tomar la nueva carretera de Birmania y

    vivir con los Lolos del Tbet oriental. Cuando haya recogido

    nuevos datos sobre aquellas tribus, ser admitida, al fin, en

    la cofrada de los etngrafos. Entonces todo ser magnfico:

    pertenecer a una organizacin, mi oficio ser el de trota-

    mundos, y ya no volver a sentir la tentacin de escribir li-

    bros para ganarme la vida.

    Al conjuro de estas palabras, una fuerza haba surgi-do dentro de m, para dar consistencia a un proyecto, ya tan maduro, que se impona por s mismo: dirase el tru-co del mango1.

    Al fin, Cristina pudo meter baza:Cuando viva en Tehern, estaba siempre deseando

    ir ms hacia el Este, donde no se han abolido todava las costumbres tradicionales.

    Su voz me reintegr al presente. La mir con frialdad. Aunque no estaba an restablecida del agotador trata-miento a que haba estado sometida durante varios me-ses, su mirada era sana y resuelta. Trat de frenar el nue-vo mpetu utilizando los primeros argumentos que me pasaron por el magn.

    Mire, cuando me pongo a hablar as, pierdo la ca-beza. A menos que engorde usted diez kilos, no hay que pensar en exponerse a esas fatigas. Y, ante todo, quin correr con los gastos? Adems, de uno u otro modo, la guerra no tardar en estallar... y si no estalla, probable-mente me ir a Estados Unidos en gira de conferencias.

    No mencion el obstculo principal: suponiendo que Cristina estuviese restablecida del todo, cunto tiempo

    1 El truco del mango es un popular juego de ilusin indio en el que se hace creer al espectador que un rbol de mango crece a partir de una semilla en cuestin de segundos (N. del E.)

  • 29

    podramos soportarnos mutuamente? Se call, aunque es probable que hubiera adivinado mi pensamiento. Alta y delgada, su mano, de articulaciones amarillas bajo una piel de papel de seda, sostena un cigarrillo americano. Estaba sentada en la banqueta; el pecho hundido, los brazos rodeando las rodillas levantadas, el cuerpo de adolescente inclinado hacia la gran estufa de maylica que ocupaba un ngulo de la habitacin. Sin esta tensa presencia, la vieja mansin silenciosa habra sido con-fortable, mientras el ventarrn silbaba en el exterior; en esta casa rural de desnudas paredes de alerce, cuyos va-los de vetas rojas recuerdan un muar sedoso, paredes y mesa eran lisas, limpias y agradables al contacto de la mano que se alargaba impaciente hacia ellas.

    Aunque inmvil, Cristina no descansaba. No des-cansaba nunca! Calmosa segn su costumbre, su rostro descolorido era un smbolo que yo trataba de descifrar: exento de toda afectacin, era un rostro sencillo, quiero decir, natural, sin pose, sin preocupacin de s misma. Bajo el volumen de la corta melena, la cabeza pareca demasiado grande, excesivamente llena de ideas para una nuca tan frgil. La frente no era alta, pero siempre impresionaba por su masa, su densidad, su resolucin, prxima a veces a la terquedad.

    Yo no ignoraba que tras aquella frente podan surgir nobles pensamientos, que haban vencido una especie de obsesin que yo no lograba an definir. Los ojos, sepa-rados, tenan matices que iban desde el gris hasta el azul intenso, bajo espesas cejas ms oscuras que el cabello. En la mirada se revelaba un alma enamorada de la belle-za y que, herida con frecuencia por las discordancias del mundo, tenda a replegarse sobre s misma; el entusias-mo poda hacer fulgurar aquellos ojos, y tambin el afec-to y el amor; correspondan a mi sonrisa, pero jams los

    La iDea

  • ella maillart30

    vi rer. Al observarla con atencin, la nariz sorprenda por su robustez: seal de que la constitucin de Cristina no era quiz tan endeble como pareca a primera vista. Me-lanclico el modelado de la boca plida e irregular, cuyos labios aspiraban el humo con voracidad silenciosa. (Los tintes sombros de sus dientes se intensificaban me lo haba dicho ella siempre que su vitalidad sufra un descenso.) La barbilla, pequea y singularmente joven, evocaba la imagen de un nio sorprendido e inquieto, a punto de pedir auxilio. Las manos eran las de un arte-sano paciente que sabe labrar una lnea pura: la he visto colocar, una tras otra, siete hojas blancas en la mquina de escribir, antes de que un prrafo consiguiera la forma holgada y perfecta, nica capaz de satisfacerla. Escribir era el nico rito de su vida: a l lo subordinaba todo.

    Su impasibilidad aparente proceda, claro est, de su afn por la forma impecable: no habra podido exhibir a la luz del da un rostro agitado como el mo. Debido tal vez a aquella serenidad aparente, un amigo comn sola lla-marla el ngel cado. De su cuerpo afinado y de su cara pensativa, iluminada por la palidez de la frente, emanaba un encanto que obraba infaliblemente sobre aquellos a quienes atrae la trgica grandeza del andrgino.

    Resuelta a disipar mis temores, dijo:No, Kini. Debo partir. No hay esperanza si sigo en

    este pas donde ya no encuentro ayuda, donde he come-tido demasiados errores, donde el pasado es una carga excesiva para mis espaldas. Haba pensado marcharme a Laponia, pero preferira infinitamente ir con usted a Afganistn. Ve? An no he aprendido a vivir sola. En cuanto a la exploracin, no es necesario que la acompa-e a las montaas. Usted es amiga de los Hackin, y tal vez pueda yo ayudarlos, si estn all excavando. Ya sabe que he trabajado con arquelogos en Siria y Persia.

  • 31

    Tras una breve pausa, prosigui:Mi salud la preocupa y es cierto que estoy dbil,

    pero usted no conoce mi constitucin. Pregunte a los doctores: mis convalecencias son inexplicables. Le pro-meto que esquiar todos los das en vez de fumar tanto, as aumentar mi apetito, comer mejor y ganar peso. En cuanto al dinero, nuestros editores nos ayudarn. Precisamente acabo de terminar mi ltimo libro, y me darn un anticipo a cuenta del relato de nuestra excur-sin por Afganistn. Adems, el Geographical Magazine nos apoyar, estoy segura...

    Y, con voz ms baja y ahogada, aadi:Tengo treinta aos. Esta es una ltima oportuni-

    dad para corregir mi modo de vida, una ltima tentativa para disciplinarme. Este viaje no ser una escapatoria loca, como si tuvisemos veinte aos, y, por otra parte, esto sera imposible con la actual tragedia europea. Ser un viaje de estudio que nos ayudar a lograr nuestro ob-jetivo: convertirnos, al fin, en seres conscientes, capaces de responder de s mismos. Se me ha hecho insoportable eso de vivir al buen tuntn... Cul es la causa, cul es el significado de este caos que est minando a los hombres y a las naciones? Y luego... en fin, algo debe de haber a lo que pueda yo destinar mi vida; una idea, una finalidad por la que pueda morir contenta, o vivir. Kini... cmo vive usted?

    igame bien, Cristina. Seamos prcticas. Acor-damos, hace ya mucho tiempo, en que, antes de querer comprender nada, tenamos que procurar comprender-nos mejor a nosotras mismas. Y dedujimos que el caos que nos rodea va ligado al caos que hay en nosotras. Pero, ante todo, usted debe reponer sus fuerzas, para no estar siempre a merced de su salud. Est dispuesta, durante los meses prximos, a dedicar su maravillosa energa a

    La iDea

  • ella maillart32

    la tarea de construir un cuerpo nuevo para sus nervios regenerados? Dispuesta a no seguir preocupndose de problemas que an no puede resolver? No me diga s para tranquilizarme: considere, se lo ruego, lo que se debe a s misma. Por ejemplo, ha dicho repetidamente que lu-chara contra Hitler con todas sus fuerzas, desde el mo-mento en que estalle la guerra; pero qu har si, cuando llegue este momento, no es usted sino una sombra?

    Trataba de dar a mi voz la mayor autoridad posible. Pero saba el tormento que fermentaba detrs de las palabras tranquilas de Cristina. Por eso, desde lo ms hondo de mi ser, donde la vida secreta y densa fluye con regularidad y sin trabas, balbuc una invocacin silen-ciosa: Ojal pueda ayudarte, impaciente Cristina, tan extenuada por las limitaciones de la humana condicin, oprimida por la falsedad de la vida, por la parodia de amor de la que tanta ostentacin se hace por doquier! Si viajamos juntas, que me sea permitido no faltarte nun-ca, que sea mi hombro lo bastante firme para sostener-te. En la superficie de la tierra, por donde he viajado ya, volver a dar con el camino que debemos seguir; y oja-l que lo poco que he descubierto en mi interior, donde tanto tiempo hace que me estoy planteando problemas parecidos a los tuyos, pueda ayudarte a vivir hasta que t encuentres aquello que uno tiene que encontrar por s mismo.

  • 33

    la partiDa

    Silvaplana, en la alta Engadina, fue el trampoln desde el cual nuestra imaginacin salt hacia el sudeste, hasta las ms grandiosas vertientes de Asia. Pero donde toma-mos realmente el impulso fue en el collado de Simplon: desde l, zigzagueando, torciendo el vuelo, precipitndo-nos en barrena por el flanco de la montaa y atravesando un tenebroso desfiladero, salimos a tierra extranjera.

    Manchones de nieve minados por la caricia de un vien-to suave salpicaban las laderas grisceas de los cercanos pastos; nada de trfico, ni el menor ruido en esta carrete-ra agarrotada todava entre dos murallas de barro blan-quecino y goteante. A centenares de metros, en lnea ver-tical bajo nuestros pies, un tren recorra probablemente los veinte kilmetros del largo tnel. Cunto mejor est-bamos en este collado, inmviles, sobre la divisoria entre las tierras llanas y las altas regiones, entre la Europa me-ridional y la central, entre el encanto de la clida latini-dad y la pesadez de la reserva germnica, admirando una frontera natural que los polticos jams podrn alterar!

    Detengmonos un momento. Antes de dirigir una ltima mirada a Suiza, evoquemos algo de lo que dej-bamos atrs en aquel 1939. Nuestro adis se diriga tam-bin a Pars, Londres y Berln, las urbes monstruosas, vi-brantes con su estruendo incesante. Formaban el teln de fondo de nuestro mundo, un mundo que sabamos es-taba condenado. Hasta que aquello sucediese, debera-mos proseguir nuestros esfuerzos, porque comprenda-mos que eran menos ftiles que cualquier otra actividad.

    La parTiDa

  • El camino cruel, el libro de Ella Maillart que

    tiene en sus manos, vuelve a ver la luz exac-

    tamente sesenta aos despus de que apare-

    ciera por primera vez en Espaa de la mano de

    la mtica editorial Labor. No haca tanto que

    fue escrito, pero hoy nuevas generaciones de

    viajeras y viajeros siguen extrayendo de l el

    perfume de las grandes aventuras y el espritu

    indomable de quien supo hacer hermoso el

    desafo de vivir.

  • ColECCin FuEra dE s

    Un paseo literario por el mundo a travs de autores y viajeros de hoy.

    CO#1 Paisajes del mundo

    Javier reverte

    CO#2 El cuerno del elefante

    Paco Nadal

    CO#3 Postales del joven Moss

    alexaNder BeNalal

    CO#4 El camino cruel

    ella Maillart

    ColECCin solVitur aMBulando

    Clsicos de la exploracin y el viaje para volver a recorrer el mundo con una mirada actual.

    CL#1 Por el Himalaya

    FraNcis YouNghusBaNd

    CL#2 Viajes y paisajes Miguel de uNaMuNo

    ColECCin ViaJEs litErarios

    Rutas literarias por los escenarios reales o imaginados de los ms atractivos escritores y viajeros.

    VL#1 El Oriente de Joseph Conrad

    salvador sediles

    VL#2 Paseos por Londres

    virgiNia WolF

  • El camino cruel es el mejor relato de una escritora y aventurera extraordinaria: Ella Maillart. Cuenta un viaje memorable realizado en los albores de la II Guerra Mundial con destino a Kabul y en compaa de la escritora y arqueloga Annemarie Schwarzenbach, uno de los personajes ms fascinantes de esa Europa encenagada de angustia que camina hacia el desastre.

    Las dos amigas se embarcan en un largo periplo en coche desde Suiza a Afganistn, con el objetivo de buscar a la tribu afgana de los Hackin, atravesando Yugoslavia, Bulgaria, Turqua, Estambul, Trebisonda, Armenia, Persia, Tehern, Azerbaiyn, Afganistn, Herat y Kabul como fin de su fabulosa aventura. Pero es un viaje ms psicolgico que geogrfico, una oportunidad de salvar de s misma al ngel cado, como haba bautizado Thomas Mann a Annemarie, pues haba escogido el camino cruel de la tortura, el de la adiccin a la morfina. Y en el fondo, una huida del gran conflicto blico, porque en Occidente todo el mundo pareca tan extraviado como yo.

    Es la sexta vez que viaja a Asia y segn el gran viajero tambin suizo, Nicolas Bouvier, este largo periplo de seis meses, se decanta en su relato ms feliz. Ni las crisis de Schwarzenbach, a quien se refiere en el relato como Cristina, ni el remordimiento de escapar a la guerra, minan un talante sereno que busca a la gente que an sabe vivir en paz, como responde a Carl G. Jung cuando ste le formula la gran pregunta: Por qu viaja?. Ella Maillart, una de las grandes viajeras de su generacin, muestra en estas pginas lo mejor de s misma y nos obsequia con uno de los grandes relatos de viaje del siglo XX.

    La mujer a la que me refiero va vestida con botas de piel de cordero, enguantada en manoplas; su piel quemada por los vientos de montaa y el aire del desierto; que explora regiones inaccesibles de la tierra en compaa de chinos, tibetanos, rusos () Esta mujer es Ella Maillart.

    Paul Morand

    isbn:978-84-15958-31-4

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