3.1 educacion y cambio climatico

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33 TRAYECTORIAS AÑO IX, NÚM. 25 SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2007 P P P P P TEORÍA E D G A R G O N Z Á L E Z G A U D I A N O Educ duc duc duc ducación y c ación y c ación y c ación y c ación y cambio climátic ambio climátic ambio climátic ambio climátic ambio climático: o: o: o: o: un desafío ine un desafío ine un desafío ine un desafío ine un desafío inexor or or or orable able able able able ese a la resistencia de los intereses econó- micos y políticos que se empeñaban en ne- garlo, el cambio climático es una realidad que se encuentra cada vez más en el domi- nio público. En forma casi cotidiana, los medios de comunicación, especialmente la televisión, exhiben las preocupantes manifestaciones de los fenómenos hidrometeorológicos extremos. Escenas que mues- tran desde la devastación producida por los grandes huracanes y tifones en las zonas costeras, con zonas urbanas y grandes extensiones rurales inundadas, hasta la desolación generada por las sequías prolon- gadas y por incontrolables incendios forestales, o por olas intensas de calor que se llevan la vida de miles de personas, como los más de once mil muertos ocu- rridos en Francia en agosto de 2003. Nuevamente, como ocurre cada vez que se presentan episodios de fenómenos naturales o socia- les que se identifican como parte de la compleja, polifacética y permanente crisis contemporánea, la educación es enunciada como un recurso necesario. Una educación asumida, por cierto, más como ins- trumento que como finalidad. ¿Qué problemas gra- vitan en torno a este recurrente clamor? Y si la edu- cación es una solución... ¿cuál es el problema? Este artículo se propone aportar algunas respuestas. CONSTRUYENDO EL PROBLEMA Una gran parte de la cobertura que los medios de comunicación realizan sobre las noticias y eventos relacionados con el cambio climático apuntan en al- guna de las dos direcciones siguientes: 1 a) Los daños económicos provocados por fenó- menos naturales a la infraestructura y la pérdi- da de vidas humanas. b) Los costos asociados a las acciones de preven- ción de riesgos. Como puede verse, se trata principalmente de asuntos de naturaleza económica, en donde las com- pañías de seguros llevan la batuta y confirman las tesis de Ulrich Beck (1994), sobre la sociedad de ries- go, en el sentido de que se trata de un nuevo mo- mento histórico de la sociedad posindustrial, en el que se requieren replantear los componentes centra- les de la misma. Stavrakakis (1997a), al respecto, se- ñala acertadamente que el esquema completo de los cálculos de riesgos se dislocó por completo, provo- cando un colapso de los seguros, cuando comenzó a comprenderse que el actual proceso civilizatorio, manifiesto en la sociedad de riesgo y de consumo, traía consigo la posibilidad de destruir la vida en el planeta. 2 1 Descartando desde luego a aquellos medios que niegan o minimizan el problema. Para un documentado cuestionamiento a tales medios, véase Jones, Watkins, Braganza y Coughlan (2007). 2 Véase también Stavrakakis (1997b).

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El cambio climático es una realidad que se encuentra cada día más en el dominio público.

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    PPPPP

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    E D G A R G O N Z L E Z G A U D I A N O

    EEEEEducducducducducacin y cacin y cacin y cacin y cacin y cambio climticambio climticambio climticambio climticambio climtico:o:o:o:o:un desafo ineun desafo ineun desafo ineun desafo ineun desafo inexxxxxorororororableableableableable

    ese a la resistencia de los intereses econ-micos y polticos que se empeaban en ne-garlo, el cambio climtico es una realidadque se encuentra cada vez ms en el domi-

    nio pblico. En forma casi cotidiana, los medios decomunicacin, especialmente la televisin, exhibenlas preocupantes manifestaciones de los fenmenoshidrometeorolgicos extremos. Escenas que mues-tran desde la devastacin producida por los grandeshuracanes y tifones en las zonas costeras, con zonasurbanas y grandes extensiones rurales inundadas,hasta la desolacin generada por las sequas prolon-gadas y por incontrolables incendios forestales, o porolas intensas de calor que se llevan la vida de milesde personas, como los ms de once mil muertos ocu-rridos en Francia en agosto de 2003.

    Nuevamente, como ocurre cada vez que sepresentan episodios de fenmenos naturales o socia-les que se identifican como parte de la compleja,polifactica y permanente crisis contempornea, laeducacin es enunciada como un recurso necesario.Una educacin asumida, por cierto, ms como ins-trumento que como finalidad. Qu problemas gra-vitan en torno a este recurrente clamor? Y si la edu-cacin es una solucin... cul es el problema? Esteartculo se propone aportar algunas respuestas.

    CONSTRUYENDO EL PROBLEMA

    Una gran parte de la cobertura que los medios de

    comunicacin realizan sobre las noticias y eventosrelacionados con el cambio climtico apuntan en al-guna de las dos direcciones siguientes:1

    a) Los daos econmicos provocados por fen-menos naturales a la infraestructura y la prdi-da de vidas humanas.

    b) Los costos asociados a las acciones de preven-cin de riesgos.

    Como puede verse, se trata principalmente deasuntos de naturaleza econmica, en donde las com-paas de seguros llevan la batuta y confirman lastesis de Ulrich Beck (1994), sobre la sociedad de ries-go, en el sentido de que se trata de un nuevo mo-mento histrico de la sociedad posindustrial, en elque se requieren replantear los componentes centra-les de la misma. Stavrakakis (1997a), al respecto, se-ala acertadamente que el esquema completo de losclculos de riesgos se disloc por completo, provo-cando un colapso de los seguros, cuando comenz acomprenderse que el actual proceso civilizatorio,manifiesto en la sociedad de riesgo y de consumo,traa consigo la posibilidad de destruir la vida en elplaneta.2

    1 Descartando desde luego a aquellos medios que niegan ominimizan el problema. Para un documentado cuestionamientoa tales medios, vase Jones, Watkins, Braganza y Coughlan (2007).2 Vase tambin Stavrakakis (1997b).

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    Tal vez por eso es que los medios, al tratar elproblema del cambio climtico, hacen ms nfasisen los efectos del problema que en la causa del mis-mo, y cuando eventualmente se llega a hacer algunamencin de lo que se encuentra detrs de esas mani-festaciones extremas, el tema suele abordarse comode responsabilidad general e indiferenciada. De igualmanera, la informacin meditica dice muy pocosobre la urgente necesidad de impulsar acciones yprogramas precautorios de adaptacin de la pobla-cin que al menos mitiguen los impactos de esos pro-cesos de cambio, que pueden considerarse para todofin prctico, de naturaleza irreversible, al menos parala prxima generacin y tal vez para las dos siguien-tes. Pero eso, slo en caso de que se adopten hoymedidas trascendentes y con algn grado de radica-lidad. Esto es, programas dirigidos a reducir signifi-cativamente la vulnerabilidad creciente que va mi-nando, cada vez con mayor evidencia, la presuntaseguridad de nuestras confortables vidas del mundodesarrollado.

    Sin embargo, abordar ampliamente esos temases considerado polticamente incorrecto, porqueincrementan el nivel de ansiedad social y trastornanel curso de los acontecimientos que el statu quo permitepara los das que corren. Como bien dice Chomsky(2001: 33) recuperando palabras de ReinholdNiehbuhr y Walter Lippmann, para que el rebaodesconcertado la masa ingenua y mentecata no sevea aturdido por la complejidad de los problemasreales que, adems, tampoco sabra cmo resolver.As, el argumento principal que se aduce pblica-mente para su negativa es la incertidumbre de losdatos cientficos aportados por los reportes del Pa-nel Internacional de Cambio Climtico (IPCC, porsus siglas en ingls) y los otros muchos estudios pro-ducidos por organismos independientes.

    El panorama descrito se modific en ciertomodo a partir de la reciente exhibicin mundial deldocumental An inconvenient truth, promovido en todoel orbe por el ex-vicepresidente de los Estados Uni-

    dos Albert Gore,3 quien ha asumido esta cruzadacomo algo personal. Los dos premios Oscar recibi-

    3 Premio Nbel de la Paz 2007, en conjunto con el PanelInternacional de Cambio Climtico, precisamente.

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    dos en 2006 como mejor documental y mejor can-cin, no compens, sin embargo, la escasa audienciaque atrajo, sobre todo entre los jvenes, acostumbra-dos como estn a las pelculas de accin, y por nohaber podido discernir que se trata de una pelculade terror, en el marco de lo que Raskin (2006 apudSterling, 2007: 34) denota como presin por mie-do (push of fear); esto es, el progresivo darse cuen-ta de que podramos compartir un descendente des-tino comn.

    La verdad incmoda, como fue traducido alespaol este meritorio trabajo, presenta en formacondensada y bastante didctica una buena cantidadde evidencias cientficas sobre el problema del cam-bio climtico, empleando un lenguaje accesible y untono tranquilo para intentar hacer llegar el mensaje auna poblacin no experta. Contundentes imgenesapoyadas por grficas con informacin actualizada,que, aunadas a una inteligente narracin, hacen la-mentarnos de los resultados electorales de loscomicios del ao 2000 en los que compiti. Sin em-bargo, decepciona cuando reduce sus recomenda-ciones finales a un pequeo conjunto de accionespuntuales y desarticuladas, de naturaleza individual,y carentes de un programa de amplio alcance, acom-paadas de una confianza extrema e injustificada enlas posibles contribuciones de la ciencia y la tecnolo-ga, asunto que examinar ms adelante. Su suge-rencia poltica ms radical consiste en plantear quese enven escritos a los representantes ante el Con-greso lo cual tal vez tenga algn tipo de efecto en latradicin poltica de los Estados Unidos, pero no seformula una enrgica denuncia cuestionando elamerican way of life o el consumismo contempor-neo que la globalizacin ha preconizado en todo elmundo. Y esa limitante, consciente o inconsciente-mente, desilusiona y produce desazn, puesto que sialguien tan sensitivo y brillante como Gore no escapaz de encontrar salidas viables al problema, esassimples recomendaciones trasmiten, en ltima ins-tancia, un sentimiento de impotencia, un efecto con-

    trario al jaln de esperanza (pull of hope); es decir,el documental no aporta a esa visin planetaria po-sitiva, [de] que es ciertamente posible (Ruskin, 2006apud Sterling, 2007: 34) un extensivo compromisode ciudadana global [traduccin libre].

    Impactar la conciencia mundial sobre la rele-vancia vital del cambio climtico requerir algo msque documentales de divulgacin cientfica y pelcu-las incluso de ficcin,4 porque nuevamente en la re-lacin lineal de prioridades tanto mundiales comonacionales, los asuntos ambientales no se encuentranen los lugares principales; ah siguen estando los te-mas econmicos como el desempleo, la deuda o lainflacin, seguidos ahora de aquellos vinculados conel terrorismo, la inseguridad y la violencia, que esdonde se ha centrado el anlisis de riesgo en la clasepoltica mundial. Los asuntos ambientales no sonpolticamente importantes, e incluso tienen buenacobertura meditica slo cuando se convierten ennota roja (desastres, accidentes, etctera) o se afec-tan poderosos intereses econmicos.

    En el marco de este bastante generalizado des-inters e inaccin, podemos ver tambin a los opor-tunistas de siempre. Aquellos que obtienen ventajasde lo inimaginable. As, encontramos inserciones depublicidad de un nuevo tipo de turismo, el de de-sastre, ofreciendo viajes en cruceros para deleitarsecon las escenas de deshielo de los glaciares de laAntrtida y el mapa de lo que sera la nueva rutamartima durante el verano (y la explotacin de mi-nerales del fondo marino) del llamado Paso del No-roeste en el rtico. El primero consiste en el reforza-miento de la sempiterna cultura del espectculo;

    4 Hace unos pocos aos se exhibi en cartelera la pelcula tituladaThe day after tomorrow, traducida literalmente en Mxico comoEl da despus de maana, sin recordar que tenemos el vocablopasado maana. Esta pelcula centrada tambin en una posibleconsecuencia del cambio climtico relacionada con la corrientemarina del Golfo, est aderezada con una mala historia de ficcinque tiene incluso sus momentos cmicos, pero donde se presentacon bastante claridad la articulacin entre los intereses econmicosy la clase poltica estadounidense sobre el problema en cuestin.

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    se trata de un nuevo reality show equivalente, pero agran escala, al momento en que el emperador roma-no Nern pulsando su lira contemplaba extasiado elincendio de Roma, que l mismo haba ordenado. Elsegundo, no es ms que una mera extensin de losbusiness as usual. Un plus de los reaccionarios parti-darios de continuar incrementando el uso de la ener-ga proveniente de combustibles fsiles, que han he-cho todo lo que han tenido a su alcance para obstruir,dilatar y complicar las negociaciones globales. Acti-tud que confirma, una vez ms, cmo los que impul-san el mismo tipo de crecimiento econmico a cual-quier costo, estn fincando el edificio del desarrollocapitalista sobre cimientos de lodo o usando unametfora ms acorde con el tema, sobre un fluidizadopermafrost.5

    El cambio climtico se constituye en uno delos peores escenarios anunciados por los movimien-tos ambientalistas desde los aos setenta cuando secomenz a hablar de los lmites del crecimiento(Meadows et al., 1972) con repercusiones globalesindeseadas por quienes hubieran querido ver que lasmanifestaciones de la degradacin ecolgica perma-necieran circunscritas a su dimensin local.

    Si bien el cambio climtico es un fenmenoglobal, las regiones ms vulnerables al mismo se lo-calizan entre los trpicos o cerca de ellos, por lo quesus efectos golpean con mayor severidad a los pasesen desarrollo, sobre todo a aquellas comunidadespobres asentadas en zonas de alto riesgo y cuyo sus-tento depende de la lluvia estacional para obtener losmagros resultados de sus cosechas de agricultura desubsistencia, por lo que estn mucho ms expuestasa todo tipo de alteracin climtica.

    Las mentes lcidas de Occidente que admitenla grave huella ecolgica producida por el estilo devida de los pases desarrollados y de la imitadora eli-

    5 El permafrost es una cubierta de hielo permanente que puedealcanzar incluso varios kilmetros de espesor. Esta cubierta se haido tambin alterando, y varias regiones en Alaska y Canadmuestran situaciones inexistentes apenas hace diez aos.

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    te dirigente de los pases en desarrollo, reconocen laimportancia de reorientar el sistema educativo en lospases occidentales insertos en la sociedad de consu-mo, porque existe el riesgo de que se repliquen susinsustentables modelos desarrollistas. Ese temido ries-go es ahora maysculo, porque los planes de nego-cio de las corporaciones internacionales promuevenel modelo consumista de Occidente durante toda laprogramacin cotidiana en los globalizados mediosde comunicacin de masas, cuya seal se recibe aho-ra en los ms remotos confines del mundo pobre,ignorante y superpoblado. Aunque cabe mencionarque el mundo civilizado, prspero y educado deNoroccidente no requiere de nuevos socios para con-sumir con voracidad los recursos de un planeta queya no pueden ser ms repartidos entre quienes quie-ren ser nuevos miembros del club del desarrollo. Conlas tendencias actuales y dejando en la ignominiosamiseria a ese alto porcentaje de la poblacin huma-na, al que los Objetivos de Desarrollo del Mileniodicen querer ayudar, el mundo ya ha entrado en unpeligroso declive que se ir dramticamente acen-tuando en los prximos aos. Con todo y las accio-nes adoptadas por el Protocolo de Montreal, las emi-siones globales de dixido de carbono y otros gasesde efecto invernadero se han incrementado a msdel doble desde 1990 y continan creciendo. De 2000a 2005, el crecimiento de las emisiones fue de 2.5%por ao en comparacin con la dcada de los noven-ta en que era de menos de uno por ciento anual y losdos aos ms calientes han sido 1998 y 2005, sindejar de considerar que once de los doce aos mscalientes han ocurrido en los ltimos doce aos (1995a 2006) (IPCC, 2007).

    ALGUNOS DATOS SOBRELA DESIGUALDAD MUNDIAL EXISTENTEY SUS NUEVAS TENDENCIAS

    El Worldwatch Institute (WWI) en su reporte anualEl estado del mundo: 2004, sostiene que aproxi-

    madamente mil 700 millones de personas (por enci-ma del veinticinco por ciento de la humanidad), sehan convertido en clase consumidora al adoptar ladieta, los sistemas de transporte y el estilo de vidaque durante la mayor parte del siglo XX estuvieronrestringidos a los pases ricos de Europa, Amricadel Norte y Japn. Solamente en China, 240 millo-nes de personas se han sumado a las filas de los con-sumidores del mercado global; una creciente y esca-lofriante cifra que pronto superar a la poblacin totalde Estados Unidos. Esta clase de consumidores escaracterizada como aquella que emplea televisores,telfonos e Internet, y que comparten las pautas cul-turales y los valores occidentales, as como los idea-les de las empresas corporativas que se trasmiten atravs de los medios masivos de comunicacin(Worldwatch Institute, 2004a).

    Casi la mitad de ellos viven ahora en pases endesarrollo que poseen el mayor potencial de creci-miento. Hoy en da, los ms ricos del mundo usan enpromedio 25 veces ms energa que los ms pobres,y Estados Unidos, con slo 4.5 por ciento de la po-blacin mundial, libera 25 por ciento de todas lasemisiones de dixido de carbono y se resiste a sus-cribir el Protocolo de Kyoto, pese a sus limitados al-cances. El gasto mundial en publicidad alcanz 446mil millones de dlares en 2002, casi nueve vecesms que en 1950. Ms de la mitad de esa cantidad lagastan los supermercados de Estados Unidos en pro-mover sus mercancas y servicios. Para eliminar elhambre y la desnutricin, se requerira una inver-sin anual de 19 mil millones de dlares, slo 2 milmillones ms de lo que invierten los europeos y esta-dounidenses en alimentos para mascotas cada ao.Mientras, vacunar a todos los nios del mundo cos-tara apenas 1,300 millones de dlares, casi 10 vecesmenos de los 11 mil millones de dlares que los eu-ropeos gastan por ao en helados. En Estados Uni-dos se estima que 65 por ciento de los adultos tienensobrepeso o son obesos, lo que causa un promediode 300 mil muertes por ao y en 1999 gener gastos

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    mdicos por 117 mil millones de dlares.6 El gastoanual en cosmticos en Estados Unidos es de 8 milmillones de dlares, y en perfumes Europa y Esta-dos Unidos, gastan al ao 12 mil millones de dlares.El gasto anual de EEUU en la guerra de Irak es de 300mil millones de dlares; es decir, 34 millones de d-lares por hora. Es claro por qu el ingreso del unopor ciento ms rico de la poblacin mundial igualaal del 57 por ciento ms pobre, que representa aproxi-madamente tres mil millones de personas que vivencon dos dlares americanos por da o menos (UNDP,2001 apud Raskin et al., 2002: 60) (traduccin li-bre). Y de stos la mayor parte se encuentran en elmundo en desarrollo. Segn el Banco Mundial, en2002, 71% de la poblacin de los pases en desarro-

    6 Vanse Worldwatch Institute (2004b) y Confrica (2007).

    llo vivan con dos dlares diarios o menos (The WorldBank, 2006: 9). Es claro por qu hay tanta resisten-cia de ese pequeo grupo, que consume para des-perdiciar, y no querer compartir lo que se percibecomo un mundo de escasos recursos.

    Y CON LA EDUCACIN QU?

    Obviamente que la magnitud y complejidad del pro-blema no requiere slo de acciones educativas, cu-yos efectos ms valiosos en la esfera de la formacinde valores y actitudes son de largo plazo. Se requie-ren tambin drsticas decisiones polticas dirigidas amodificar la corriente principal de la neoliberal so-ciedad de consumo en la que, como se dijo supra,gran nmero de recursos se emplean en abastecerun frvolo consumo de distincin posicional extra-vagante y suntuario (Garca, 2004). Examinar bre-vemente el tema en la parte final de este artculo.

    Un problema en el campo educativo es que lasposibilidades de producir efectos en la conciencia dela gente se reduce significativamente mientras conti-nuemos aferrndonos al viejo paradigma pensandoque nuestra seguridad est garantizada y que no nosafecta la dislocacin generalizada del mundo (Zizek,1992), como consecuencia del cambio climtico y otrosproblemas globales como la depauperacin progresivade gigantescos contingentes de poblacin humana.

    Vivimos una era de la desolacin (Scavino,1999), en la que vemos no slo cmo se va destru-yendo paulatinamente nuestro entorno vital, sinotambin la identidad y autoestima derivado de quela moral mercante se ha instalado en nuestras vidasdesplazando el poder que tena el observador res-pecto al observado. Ahora como tan atinadamenteestablece Scavino (1999: 111) se mira no lo que elotro hace sino lo que el otro tiene, por eso el obser-vado funciona como un modelo a imitar para el ob-servador. Eso explica la proliferacin de programasde TV y de revistas sobre la vida del jet set plagadasde fotografas, exaltando un estilo y un nivel de vida

    Un problema en el campoeducativo es que las

    posibilidades de producirefectos en la conciencia de la

    gente se reducesignificativamente mientrascontinuemos aferrndonos al

    viejo paradigma pensando quenuestra seguridad est

    garantizada y que no nosafecta la dislocacin

    generalizada del mundo.

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    que los observadores externos intentarn infructuo-samente copiar, porque cuando logren con sacrifi-cios enormes adquirir alguno de esos bienes o servi-cios, ya no estarn de moda, con lo cual se mantienela funcin de esta moral mercante: controlar directa-mente los deseos para establecer la diferencia de clase(Scavino, ibidem).

    El fracaso o el xito dependen de la capacidadde adquirir aquello que nos hace vernos como triun-fadores de acuerdo con los modelos de prestigio eco-nmico y social. Este sentimiento que se encuentraprofundamente enquistado en los jvenes, es el quedetermina la continuidad incesante de los elementoscentrales de la moda y, consecuentemente, de lospatrones de produccin y consumo que artificiosa-mente se demanda modificar. (Consumer Interna-tional-UNEP, 2002).

    Es con eso con lo que tiene que bregar afano-samente la educacin. Los procesos educativos ocu-rren en contextos especficos y en momentos deter-

    minados. No podemos hacer abstraccin de los mis-mos. De ah que educar para el cambio climtico in-sistiendo solamente en las consabidas y trilladas re-comendaciones de adicionar contenidos al currculoy la cauda de otras acciones que se desprenden deello (produccin de materiales, formacin docente,etctera), no nos llevar muy lejos, porque hay mu-chos otros elementos deseducativos que poseen es-trategias y medios ms efectivos para incidir en lamente de la gente.

    En la escuela no se aprenden slo conteni-dos (Chomsky, 2001: 32) y a este aforismo de unade las conciencias vivas de Noroccidente aade quepara triunfar hay que servir a los intereses del sis-tema doctrinal. Hay que estarse callado e instilar enlos alumnos las creencias y los dogmas ms tilespara los intereses de los que estn de verdad en elpoder Y el impulso que est en juego, es el de con-sumir ms, el de ser buenos consumidores. (Choms-ky, 2001: 31-32).

    De ese modo, el problema de educar no con-siste slo en proporcionar informacin sobre el tema.Por mucho tiempo, se pens que suministrando in-formacin oportuna y de calidad sobre los proble-mas ambientales que nos aquejan, se generaran enautomtico las conductas y actitudes requeridas pararesolverlos. Con el tiempo se demostr fehaciente-mente que esto no ha sido as y, por el contrario, cadavez somos ms proclives a competir y a consumir(Sterling, 2001). No se dio el cambio tal vez porque,como dicen Lagrange y Reddy (2007) al hablar deambientes de aprendizaje, se requera haber promo-vido un aprendizaje activo y cooperativo, y no unopasivo, para que ese cambio de comportamiento sehubiera producido. Esto es, un aprendizaje transfor-mativo dirigido a cambiar los viejos marcos de referen-cia heredados para crear nuevos modelos de pensamien-to e intervencin que guen nuestras decisiones(OSullivan, 1999; King, 2005; Jackson, 2007).

    De ah que impulsar como estrategia primor-dial el adicionar contenidos en el curriculum escolar

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    es un acto fallido. Y tiene mayores agravantes por-que, adems, se trata de un modelo curricular agota-do que ya ha perdido sus posibilidades heursticaspara dar respuesta a los problemas de nuestro tiem-po (Gonzlez-Gaudiano, 2007), y que cotidianamen-te contribuye a ser ms parte del problema que de lasolucin, al reproducir una serie de valores que soninsustentables y que requieren ser profundamentedesafiados.

    Estoy convencido que la educacin escolar esun importante factor de solucin, pero slo si mediauna reflexin crtica que conduzca a un planeamientopedaggico y polticamente ms sutil, imaginativo einteligente. Ms educacin [de esta clase] simple-mente reforzar prcticas y patologas que no pue-den y no deberan ser sostenidas por ms tiempo(Orr, 2001: 8) [traduccin libre]. En este sentido, laescuela como institucin social s tendra algo queaportar en el mediano y largo plazos, pero a partirde una profunda reforma que no ser fcil. Mientrastanto el cambio social desde la escuela slo se ir pro-moviendo en los espacios donde el trabajo valientede aquellos docentes, todava pocos, que han toma-do por cuenta propia este reto, asumindolo con com-promiso y decisin para contribuir a crear en susestudiantes un pensamiento crtico e independiente,para que stos puedan desarrollar la capacidad decomprender con mayor coherencia el significado delmundo y de la realidad.

    Hoy, frente a la emergencia, es ms importan-te aprovechar el potencial de la educacin no formale informal para construir respuestas sociales ampliasy organizadas, que generen presin poltica y accinefectiva, a fin de que comiencen a tomarse decisio-nes en el sentido requerido.7 Esto es, hacer valer lasgrandes capacidades de la educacin crtica para sub-vertir el orden econmico y social existente, as como

    para instruir al Estado, construir alianzas popula-res y efectivas, as como desafiar los caminos me-diante los cuales las polticas y prcticas comnmenteaceptados contribuyen a las crisis econmica, cultu-ral y ambiental que son tan penetrantes (Apple,2007: 508) [traduccin libre].

    LA PRESUNTA SOLUCINTECNOLGICA

    Me parece muy importante trabajar para deconstruirel discurso que sigue intentando persuadir de la so-lucin tcnica del problema. Este discurso ha estadopresente durante todo el desarrollo del campo de laeducacin ambiental y ha hecho perder mucho tiem-po valioso. Nadie puede negar que la ciencia y la tec-nologa tienen mucho que aportar en la bsqueda desoluciones, pero no son la solucin del problema.Zizek (1999) seala al respecto que hay que rechazartodos los intentos de reducir la amenaza de la tecno-loga moderna al efecto de algn error social ntico.Aduce que estos intentos no son slo ineficaces, sinoque el verdadero problema es que a un nivel msprofundo, incitan an ms al mal que pretenden com-batir. Pone como un claro ejemplo de esto precisa-mente la crisis ecolgica, y afirma que cuando la re-ducimos a las perturbaciones provocadas por nuestraexplotacin tecnolgica excesiva de la naturaleza,implcitamente suponemos que la solucin consisteen apelar una vez ms a las innovaciones tecnolgi-cas, pensando en una nueva tecnologa verde, mseficiente y global en su control de los procesos naturales ylos recursos humanos. Por lo mismo, toda aquella pre-ocupacin y todo proyecto ecolgicos concretos ten-dientes a cambiar la racionalidad tecnolgica paramejorar el estado de nuestro ambiente fsico naturalquedan entonces devaluados por basarse a su vez enla fuente del problema.

    Zizek (1999) tambin sostiene, recuperando aHeidegger, que el verdadero problema no es la crisisecolgica en su dimensin ntica, que incluye una

    7 No en la direccin dominante del cambio, denunciada porJackson (2007), que tambin es un cambio pero para empeorar,sino para visualizar una enteramente distinta trayectoria.

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    posible catstrofe global (por ejemplo, derivada delcalentamiento de la atmsfera terrestre), sino el modotecnolgico de relacionarnos con los entes que nosrodean. Por ello, las medidas adoptadas a este nivelmuestran una falta de disposicin a enfrentar la ver-dad trascendente en su radicalidad insoportable.

    Por su parte y complementariamente, Kartha(2006: 13) seala que, ahora, la comunidad globalcomparte premisas fundamentales que guan nues-tras respuestas a los desafos globales comunes. Es-tas premisas fueron lecciones duramente aprendidas,provenientes de los errores cometidos en las dcadasprecedentes. Uno de ellos, dice Kartha, es el hechode que ya no estamos ms en posicin de negarnuestro crudo poder para destruir el ambiente, ni enentretenernos ms tiempo en un falso orgullo denuestra habilidad para adaptarnos a la declinacinambiental, sustituyendo los degradados serviciosambientales mediante nuestra presunta capacidad deencontrar soluciones por va de la ingeniera [tra-duccin libre].

    Sin embargo, esta conviccin no se encuentrasocialmente extendida. La gente comn, sobre todoen el mundo desarrollado, incluyendo a las imitadorascapas sociales ricas del mundo en desarrollo, conti-na pensando que la crisis ambiental tiene una solu-cin tecnolgica y que si no se ha puesto en marchaes porque no conviene as, de momento, a los intere-ses econmicos que se encuentran detrs. Los me-dios de comunicacin suelen ser los vehculos quetrasmiten este mensaje como parte de las campaasde publicidad de nuevos productos tecnolgicamentems precisos, eficientes y compactos. La investiga-cin nanotecnolgica y el desarrollo de organismosgenticamente modificados, entre otros, estn crean-do una falsa ilusin de capacidades humanas ilimita-das. Sin embargo, ms pronto que tarde se enfrenta-r a un crudo despertar.8

    8 Vase Foladori (2007).

    La fe en la promesa tecnolgica es una repre-sentacin social errnea, que debe ser trabajada in-tensamente mediante los procesos educativos, pues-to que obstruye la posibilidad de trascender hacianiveles superiores de conciencia, y consecuentementede comprometerse con el problema.

    LA EDUCACIN PARA EL CONSUMOSUSTENTABLE

    Independientemente de cul de los escenariosglobales estimados por el IPCC devenga realidad, elproblema est inexorablemente ligado a decisionesradicales en relacin con el consumo y el estilo devida. As, el campo de la educacin para el consumosustentable tiene un potencial crtico de transforma-cin radical, pero slo si no se reduce a fomentarmedidas de cambio individual, puntuales y desarti-culadas de un programa de mayor alcance; es decir,si no se orienta a promover esa usual pedagoga deresultados minimalistas que no ha hecho ni har ladiferencia que se requiere.

    A travs de una educacin no entendida comoproceso curricular sino como proceso social, es po-sible y necesario impulsar una accin ciudadana or-ganizada, empoderada, sistemtica y permanente conuna visibilidad poltica tal que no pueda ser ignora-da por el Estado y por los grupos de poder fcticocon los que gobiernan en connivencia. Una accindirecta que realmente adquiera la capacidad de inci-dir en los procesos de decisin de aquellos asuntosque afectan la calidad de nuestras vidas. Que impidaque los grupos de poder puedan continuar decidien-do en funcin de los intereses econmicos a los quesirven. As, educar para el consumo sustentable im-plica generar presiones en el mercado que puedanimpulsar una racionalidad diferente para extenderun patrn de consumo orientado hacia la calidad delos productos y las condiciones de su produccin,distinguiendo necesidades de deseos. Un patrn deconsumo que contribuya a alcanzar una mayor equi-

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    dad social y un menor stress ambiental, mediante pro-cesos educativos que impulsen un pensamiento cr-tico acerca de cmo escoger entre varias opciones ypor qu no elegir aquellas que han sido promovidascomo signos de distincin social.

    Pero esto tendr el impacto limitado que hemosvisto en los ltimos aos si no actuamos tambin alnivel de reducir y modificar la oferta productiva. Paraello se requiere una estrategia cualitativamente distin-ta, ms vinculada a empoderar organizadamente alas comunidades, a darles visibilidad poltica y a im-pulsar una accin decidida en el campo de las insti-tuciones, de las polticas pblicas, del sistema impo-sitivo y del conjunto de instrumentos econmicosdisponibles.

    En este sentido, no es posible que la educacinambiental para el consumo sustentable ignore o dejede considerar la oferta de productos de empresas opases que inducen un consumo posicional extrava-gante y suntuario (Garca, 2004), que emplean manode obra infantil y cautiva, que no adoptan medidasde proteccin ambiental en sus emisiones y sus de-sechos, que no son al menos ecoeficientes, que noprotegen de riesgos laborales a sus trabajadores, quepagan sueldos miserables o que reciben exencionesfiscales, subsidios especiales y tratos preferencialesque se traducen en una competencia desleal para elresto de los pases.

    De igual modo, la educacin para el consumosustentable debe estar alerta a las campaas publici-tarias en los medios donde la audiencia es vista comoun cliente dcil para globalizar el materialista modode vida de Noroccidente. Esa estrategia de publici-dad erosiona cualitativamente los esfuerzos empren-didos con el fin de crear condiciones favorables parael consumo sustentable (Hurtado, 1997), por lo quedebe lucharse tambin para que sea ms regulada.Las campaas publicitarias, por consecuencia, con-tribuye significativamente al enorme incremento dela migracin demogrfica global al promover el usode satisfactores y comodidades que la gente no pue-

    de obtener en sus localidades de origen, pero quedesea imitar ya que se configuraron como aspiracio-nes sociales legtimas mediante el espectculo de losmass media y la publicidad.

    En el momento actual, nos guste o no, en ge-neral la gente y sobre todo los jvenes, construyen suidentidad (quin soy, dnde pertenezco, etctera) msen relacin con el consumo que en las reglas abs-tractas de la democracia participativa, en las deca-dentes esencias nacionalistas o en la intervencincolectiva en los espacios pblicos. En otras palabras,nos sentimos ms convocados como consumidoresque como ciudadanos; el consumo se ha instaladocomo una mediacin econmica, social y cultural quenos da sentido de pertenencia y nos hace sentir dife-rentes en la satisfaccin de las necesidades (GarcaCanclini, 1995). El consumo de lo efmero; la nove-

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    dad incesante; la vorgine de la moda y de las prefe-rencias pasajeras; el nomadismo de las eleccionesindividuales; el presentismo imprevisor; y la deste-rritorializacin de lo propio y lo ajeno son factoresinsoslayables en el desafo por inducir un consumocrtico (Jickling et al., 2006) y responsable; esto es,para transformar a travs de la educacin el actualpatrn dominante de consumo. De ah que no tienemucho sentido, y menos con los jvenes, querer for-talecer la accin local y la cohesin social recuperan-do tradiciones y costumbres centradas en valores nomateriales, si las acciones no se inscriben en una es-trategia que considere poltica y culturalmente lasprcticas de consumo.

    El consumo es hoy un rasgo definitorio de laidentidad moderna tanto en su dimensin materialcomo en sus aspectos simblicos (Trmboli, 1997).De esto se desprende una conclusin tajante: frentea la magnitud del desafo es preciso dar una amplialucha involucrando a actores sociales clave y asumirque se trata de una larga batalla, aunque, sobre todoen esta lucha, el tiempo es tambin una especie enextincin en la que el cambio climtico global irdefiniendo como un inexorable marcapasos el ritmode las decisiones.

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