3 iathea sp
TRANSCRIPT
1
2
esde las brillantes calles de Manhattan a los tejados iluminados por la luna
en París, enamorarse es fácil para la incurable soñadora Isla y el artista
introspectivo Josh. Pero a medida que comienzan su último año en Francia,
Isla y Josh se ven forzados rápidamente a enfrentar la desgarradora realidad de
que los y-vivieron-felices-para-siempre no son siempre para siempre.
Su jornada romántica es hábilmente entrelazada con las amadas parejas de Anna y
Étienne y Lola y Cricket, cuyos caminos están destinados a encontrarse para un
final arrollador para complacer a tanto fans antiguos como nuevos.
D
3
Sinopsis
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capitulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y Uno
Capítulo Treinta y Dos
Capítulo Treinta y Tres
Capítulo Treinta y Cuatro
Sobre la Autora
Libros de la Serie
4
5
Traducido por Pimienta
Corregido por Otravaga
s medianoche, está haciendo un calor sofocante, y yo podría estar drogada
con Vicodin, pero ese chico –ese chico justo ahí– es él.
El él.
Su postura es tan familiar como un sueño recurrente. Hombros curvados hacia
abajo, cabeza inclinada a la derecha y nariz a un centímetro de la punta de su
pluma. Absorto. Mi corazón se llena con una dolorosa especie de euforia. Él está
cerca, sólo dos mesas más allá y frente a mí. La cafetería está bullendo. La
atmósfera está nublada por el café agridulce. Tres años de deseo arrasan mi cuerpo
y brotan de mis labios:
—¡Josh!
Su cabeza sube de repente. Durante mucho tiempo, un muy largo tiempo,
simplemente se me queda mirando. Y entonces… él parpadea.
—¿Isla?
—Sabes mi nombre. Puedes pronunciar mi nombre. —La mayoría de la gente me
llama Iz-la, pero soy Ais-la. Island sin la nd. Estallo en una sonrisa que desaparece
de inmediato. ¡Ay!
Josh mira a su alrededor, como buscando a alguien, y luego cautelosamente deja su
pluma.
—Eh, sí. Nos hemos sentado uno al lado del otro en un montón de clases.
—Cinco clases uno al lado del otro, doce clases juntos en total.
Una pausa.
—Correcto —dice lentamente. Otra pausa—. ¿Estás bien?
Un sujeto que se parece a un joven Abraham Lincoln con un fetiche por las
perforaciones arroja un menú laminado de una sola página sobre mi mesa.
No lo miro.
E
6
—Algo blando, por favor.
Abe se rasca la barba, cansado.
—Pero no sopa de tomate, pudín de chocolate o compota de manzana y frambuesa.
Eso es todo lo que he tenido que comer hoy —agrego.
—Ah. —El humor de Abe se aligera—. Estás enferma.
—No.
Su humor se oscurece de nuevo.
—Lo que sea. —Arrebata el menú—. ¿Eres alérgica a algo? ¿Kosher1?
¿Vegetariana?
—¿Ah?
—Voy a echar un vistazo en la cocina. —Y se marcha airadamente.
Mi mirada vuelve a Josh, quien todavía está observándome. Él baja la mirada a su
cuaderno de bocetos, y luego la vuelve a subir, y luego la vuelve a bajar. Como si no
pudiera decidir si todavía estamos teniendo una conversación. Bajo la mirada
también. Estoy teniendo la sensación cada vez más alarmante de que si sigo
hablando, puede que mañana tenga algo que lamentar.
Pero… como si no pudiera evitarlo –porque no puedo, no cuando estoy cerca de él–
levanto la vista. Mis venas palpitan mientras mis ojos beben su imagen. Su larga y
hermosa nariz. Sus esbeltos y seguros brazos. Su pálida piel está unos cuantos
tonos más oscura por el sol del verano, y su tatuaje negro se asoma por debajo de
la manga de su camiseta.
Joshua Wasserstein. Mi enamoramiento por él está cerca de ser insoportable.
Él también mira hacia arriba de nuevo, y me sonrojo. Ruborizarse. La maldición de
los pelirrojos. Estoy agradecida cuando él se aclara la garganta para hablar.
—Es extraño, ¿sabes? Que nunca nos hayamos encontrado antes.
Me lanzo de lleno a ello.
—¿Vienes aquí a menudo?
1 Kosher (casher): etiqueta que reciben ciertos productos alimenticios indicando que dichos productos respetan los preceptos de la religión judía, y que por tanto se consideran puros y aptos para ser ingeridos por los practicantes de dicha religión.
7
—Oh. —Él juguetea con su pluma—. ¿Me refiero a encontrarnos en la ciudad?
Sabía que vivías en el Upper West, pero nunca te he visto por ahí.
Mi pecho se aprieta. Sabía eso sobre él, pero no tenía idea de que él supiera eso
sobre mí. Asistimos a un internado para estadounidenses en París, pero pasamos
nuestras vacaciones en Manhattan. Todo el mundo sabe que Josh vive aquí, porque
su padre tiene uno de los escaños de Nueva York en el Senado de los Estados
Unidos. Pero no hay ninguna razón para que alguien recuerde que yo también vivo
aquí.
—No salgo a menudo —digo sin pensar—. Pero me estoy muriendo de hambre, y
no hay nada para comer en casa. —Y entonces, de alguna manera, estoy dejándome
caer en el asiento vacío frente a él. Mi collar de brújula golpea contra la superficie
de su mesa—. Me extrajeron las muelas del juicio esta mañana, y me estoy
tomando todos estos medicamentos, pero mi boca todavía está dolorida así que
por eso es que sólo puedo comer alimentos blandos.
Josh muestra su primera sonrisa.
La satisfacción se hincha dentro de mí. Le devuelvo la sonrisa tan completa como
puedo, a pesar de que duele.
—¿Qué?
—Analgésicos. Ahora tiene sentido.
—Oh, mierda. —Doblo hacia arriba una pierna y golpeo la mesa con mi rótula—.
¿Estoy actuando así de chiflada?
Él se ríe con sorpresa. La gente siempre se ríe, porque no esperan que palabras
como mierda salgan de alguien tan pequeño, alguien con una voz tan baja, tan
dulce.
—Simplemente me di cuenta de que algo era diferente —dice él—. Eso es todo.
—Los efectos secundarios incluyen la cruel combinación de agotamiento e
insomnio. Por lo cual estoy aquí ahora.
Josh se ríe de nuevo.
—Me extrajeron las mías el verano pasado. Te sentirás mejor mañana.
—¿Lo prometes?
—En realidad no. Pero definitivamente sí en los próximos días.
8
Nuestras sonrisas se desvanecen en un silencio reflexivo. Rara vez nos hemos
hablado el uno al otro en la escuela y nunca fuera de ella. Soy demasiado tímida, y
él es demasiado reservado. Además, él tenía la misma novia desde hacía siglos.
Tenía.
Terminaron el mes pasado, justo antes de la graduación de ella. Josh y a mí todavía
nos falta nuestro último año. Y desearía que hubiese una razón lógica para que él
mostrara un repentino interés en mí, pero... no lo hay. Su ex era tenaz y franca. Lo
opuesto a mí. Tal vez es por eso que estoy sorprendida cuando me encuentro a mí
misma apuntando su cuaderno de bocetos, deseosa de prolongar este estado
temporal. Este milagro de conversación.
—¿En qué estás trabajando? —pregunto.
Su brazo se mueve para bloquear el dibujo expuesto, alguien parecido a un joven
Abe Lincoln.
—Sólo estaba… matando el tiempo.
—Ese es nuestro camarero. —Sonrío. ¡Ay!
Se ve un poco avergonzado mientras retira el brazo, pero sólo se encoje de
hombros.
—Y la pareja en la esquina.
¿No estamos solos?
Me doy la vuelta para descubrir a un hombre y a una mujer de mediana edad, en la
parte trasera, compartiendo una copia del Village Voice. No hay nadie más, así que
por lo menos no estoy tan despistada. No creo. Me volteo hacia Josh, con mi
valentía aumentando.
—¿Puedo ver eso?
Pregunté. No puedo creer que pregunté. Siempre he querido echarle un vistazo a
sus cuadernos de bocetos, siempre quise sostener uno. Josh es el artista más
talentoso de nuestra escuela. Trabaja en varias técnicas, pero su verdadera pasión
son las historietas. Una vez por casualidad lo escuché decir que está trabajando en
una novela gráfica sobre su vida.
Una autobiografía. Un diario. ¿Qué secretos contendría?
Me satisfago con garabatos vistos por encima de su hombro, pinturas secándose en
el estudio de arte, bocetos sujetos con tachuelas en las puertas de sus amigos. Su
estilo es casi caprichoso. Es melancólico y hermoso, completamente suyo. Las
9
líneas son cuidadosas. Revelan que presta atención. Las personas no creen que él lo
haga, porque sueña despierto, se salta clases y no cumple con sus deberes, pero
cuando veo sus dibujos, sé que están equivocadas.
Desearía que me mirara de la forma en que mira a sus sujetos. Porque entonces él
vería que hay algo más en mí que una chica tímida, al igual que yo veo que hay algo
más en él que alguien vago.
Mis mejillas arden de nuevo, como si él pudiera escuchar mis pensamientos, pero
luego me doy cuenta de que… él me está estudiando. ¿He abusado de su
hospitalidad? Su expresión se vuelve preocupada, y frunzo el ceño. Josh asiente
hacia la mesa. Su cuaderno de bocetos ya está frente a mí.
Me río. Él lo hace también, aunque con un dejo de confusión.
Su cuaderno está todavía abierto en la obra en curso. Un estremecimiento me
recorre. En una página, el rostro de Abe mira fijamente con aburrimiento hacia el
lomo del cuaderno de bocetos. Incluso los aros en su tabique, cejas y orejas
parecen aburridos y molestos. En la página opuesta, Josh ha captado
perfectamente los estudiosos y suaves ceños fruncidos de la pareja de mediana
edad.
Toco una esquina, una sin tinta, oh tan suavemente. Para probarme a mí misma
que este momento es real. Mi voz se vuelve reverente.
—Son increíbles. ¿Todo esto está lleno de retratos como éste?
Josh cierra el cuaderno de bocetos y lo desliza de nuevo hacia él. Sus páginas son
gruesas por el uso. En la portada hay una etiqueta adhesiva azul con la forma de
América. Una sola palabra ha sido escrita a mano a través de ella: BIENVENIDO. No
sé lo que eso significa, pero me gusta.
—Gracias. —Él me da otra sonrisa—. Es para lo que sea, pero sí. Principalmente
retratos.
—¿Y se te permite hacer eso?
Su frente se arruga.
—¿Hacer qué?
—Así como, ¿no necesitas su permiso?
—¿Para dibujarlos? —pregunta. Asiento, y él continúa—. Nah. No estoy usando
estos para nada en especial. Este ni siquiera es mi cuaderno de bocetos bueno.
¿Ves? No puedo quitar las páginas.
10
—¿Haces esto a menudo? ¿Dibujar a extraños?
—Por supuesto —Alcanza su taza de café con el dedo índice. Hay una mancha de
tinta negra cerca de su uña—. Para ser bueno en cualquier cosa tienes que
practicar.
—¿Quieres practicar conmigo? —pregunto.
El rosado florece por las mejillas de Josh cuando Abe arroja dos platos sobre la
mesa.
—Caldo de pollo y pastel de queso —me dice Abe—. Eso es todo lo que teníamos.
—Merci —digo.
—De nada. —Abe pone los ojos en blanco y se aleja.
—¿Qué pasa con ese tipo? —pregunto, engullendo el pastel de queso—.
OhDiosMío, tanbueno. —Murmuro esto con la boca llena—. ¿Quieresunbocado?
—Eh. No, gracias. —Josh se ve aturdido—. Pareces hambrienta.
Comienzo felizmente a devorar el resto.
—¿Entonces vives cerca? —pregunta, después de unos momentos.
Trago.
—A dos minutos de distancia.
—Yo también. A diez minutos.
Debo parecer sorprendida porque él continúa.
—Lo sé. Extraño, ¿no?
—Eso es genial. —Engullo mi caldo—. OhDiosMío. Esto está increíble.
Él me observa en silencio durante otro minuto.
—Entonces… ¿hablabas en serio? ¿No te importará si te dibujo?
—Sí, lo amaría. —Te amo a tiiiiiiiii—. ¿Qué debería hacer?
—No te preocupes por eso. Sólo sigue haciendo lo que estás haciendo.
—¡Ja! Me dibujarás comiendo como un caballo. No. Un cerdo. Me refería a un cerdo.
¿Me refiero a un cerdo o un caballo?
11
Josh sacude la cabeza con diversión. Abre el cuaderno de bocetos en una nueva
página y mira hacia arriba. Sus ojos se traban con los míos. Estoy estupefacta.
Avellana.
La palabra se agrega a sí misma a mi lista interna de Información Sobre Josh. A
veces sus ojos han parecido verdes, a veces marrones. Ahora sé por qué.
Avellana. Los ojos de Josh son color avellana.
Floto en una niebla verde-marrón. El rasgar de su pluma se mezcla con el chirrido
de una vieja canción tradicional procedente de los altavoces. Su melodía
combinada es anhelo, confusión, angustia y amor. Afuera, las nubes de tormenta
estallan. La lluvia y el viento se unen a la partitura, y yo tarareo. Mi cabeza golpea
secamente contra la ventana.
Me incorporo, sobresaltada. Mi tazón y mi plato están vacíos.
—¿Cuánto tiempo he estado aquí?
—Un rato. —Josh sonríe—. Entonces. Esas drogas que tomaste. Buena calidad, ¿eh?
Gimo.
—Dime que no estaba babeando.
—Sin babear. Pareces feliz.
—Estoy feliz —le digo. Porque… lo estoy. Mis ojos se nublan.
—Isla —susurra—. Es hora de irnos.
Levanto la cabeza de la mesa. ¿Cuándo llegó allí?
—Kismet está cerrando.
—¿Qué es Kismet?
—El destino —dice.
—¿Qué?
—El nombre de este café.
—Oh. Está bien. —Lo sigo fuera a la noche. Todavía está lloviendo. Las gotas son
gordas y cálidas. Cubro mi cabeza con mis manos desnudas mientras Josh mete el
cuaderno de bocetos debajo de su camisa. Capto un vistazo de su abdomen.
Delicioso—. Rica pancita.
12
Él se sobresalta.
—¿Qué?
—¿Hmm?
Una sonrisa juega en las comisuras de sus labios. Quiero besarlos, un beso en cada
esquina.
—Está bien, Chiflada. —Sacude la cabeza—. ¿Por dónde?
—¿Por dónde qué?
—A tu casa.
—¿Tú vas a venir? —Estoy encantada.
—Voy a acompañarte a casa. Es tarde. Y está lloviendo.
—Oh, eso es bueno —digo—. Eres agradable.
Las luces de los semáforos brillan amarillas sobre el asfalto mojado. Señalo el
camino, y corremos a través de Avenida Amsterdam. La lluvia cae con más fuerza.
—¡Por allá! —digo, y nos agachamos debajo de una cuadra cubierta de andamios.
Las pesadas gotas de lluvia golpean contra el aluminio como una máquina de
pinball.
—¡Isla, espera!
Pero es demasiado tarde.
El andamiaje por lo general es ideal para evitar el mal tiempo, pero de vez en
cuando las barras se cruzan entre sí creando un embudo, que puede acumular agua
y empapar a una persona completamente. Estoy empapada. Completamente. Mi
cabello se aferra a mi rostro, mi vestido de verano se aferra a mi figura, y el agua
chapotea entre mis sandalias y las plantas de mis pies.
—Ja-ja —No estoy segura de que sea una risa real.
—¿Estás bien? —Josh se inclina bajo el andamio, pasando alrededor de la cascada,
e inclinándose hacia atrás a mi lado.
Me estoy riendo. Agarro mi estómago.
—Duele… la boca… al reír. Mi boca. Mi boca y mi estómago. Y mi boca.
13
Él se ríe, también, pero está distraído. Repentinamente sus ojos se mueven
intencionadamente hacia arriba a mi rostro, y me doy cuenta de que él ha estado
mirando en otro lugar. Mi sonrisa se ensancha. Gracias, puto embudo.
Josh se aleja, con una postura incómoda.
—Ya casi estamos, ¿no?
Hago un gesto hacia una fila de edificios con tejados a dos aguas que cubre toda la
calle.
—El segundo. Con las ventanas de cobre verde y el techo de tejas.
—He dibujado esos antes. —Sus ojos se abren, impresionado—. Son magníficos.
El apartamento de mis padres se encuentra en una línea de casas de inspiración
flamenca construidas a finales del siglo XIX. Vivimos en uno de los pocos barrios
que es lo suficientemente bueno como para que los residentes tengan flores en sus
pórticos, y los transeúntes no las destrocen.
—A maman2 también le gustan. A ella le gustan las cosas bonitas. Es francesa. Es
por eso que voy a nuestra escuela. —Mi voz se suaviza mientras Josh me guía hacia
la entrada con las rosas de color rosa que suben por encima de la puerta. Hogar. Él
quita su mano de la parte baja de mi espalda, y es sólo entonces que me doy cuenta
de que estaba allí en el primer lugar.
—Merci —digo.
— De nada.
—Gracias —digo.
—De rien.
El aire está cargado con el perfume de las rosas regadas por la lluvia. Me abro
camino torpemente hacia el interior del edificio, y él espera en la acera, como una
estatua. Su cabello oscuro ahora está tan mojado como el mío. Un chorro de agua
cae en cascada por su nariz. Con un brazo aferra el cuaderno de bocetos contra su
pecho, debajo de su camiseta.
—Gracias —digo de nuevo.
Él levanta la voz para que yo pueda oírlo a través de la puerta de cristal.
—Descansa un poco, Chiflada. Dulces sueños.
2 Maman: Mamá en francés.
14
—Dulce —repito—. Sueño.
15
Traducido por Pimienta
Corregido por Otravaga
hDiosMio ¿¿¿¿¿¿¿¿¿qué diablos hice anoche?????????
O
16
Traducido por Jane.
Corregido por Otravaga
todo el asunto es un borrón! Y no recuerdo nada de lo que dije,
ni nada de lo que él dijo, y debió haberme acompañado a casa
porque sabía que yo estaba tan drogada que conseguiría ser
atropellada por un taxi.
Kurt Donald Cobain Bacon mantiene sus ojos fijos en mi techo.
—Entonces Josh pagó por tu comida.
Me toma un momento para registrar su declaración. Mi mejor amigo y yo estamos
acostados uno junto al otro encima de mi cama. Una de mis manos poco a poco se
extiende involuntariamente y retuerce la parte delantera de su camisa en un nudo
apretado.
—No hagas eso. —Su tono es brusco, a menudo lo es, aunque no mal educado.
Aparto mi mano, la cual viaja directamente a mis hinchadas y palpitantes encías
que están peor que ayer. Y luego emito un gemido bastante aterrador.
—Dijiste que te despertó, y luego salieron de la cafetería —dice Kurt—. Eso
significa que él pagó tu cuenta.
—Lo sé. Lo sé. —Pero de todos modos estoy saliendo con dificultad de la cama.
Agarro mi bolso, lo vuelco boca abajo y lo sacudo frenéticamente.
—No vas a encontrarla —dice.
Un libro de bolsillo muy querido sobre excursiones desastrosas en el Monte
Everest cae en mi alfombra. Bolígrafos, lápices de labios y monedas caen y se alejan
rodando. Mi billetera. Una bolsa vacía de pañuelos de papel, un par de gafas de sol,
un volante arrugado de una nueva tienda de panecillos. Nada. Lo sacudo con más
fuerza. Todavía nada. Reviso mi billetera a pesar de que ya sé lo que no voy a
encontrar: un recibo de la cafetería.
—Te lo dije —dice.
—¡Y
17
—Tengo que disculparme por ser semejante lunática. Tengo que devolverle el
dinero.
—¿Devolverle el dinero a quién? —pregunta Hattie.
Mi cabeza gira rápidamente para encontrar a mi hermana menor evaluándome
desde la puerta. Ella se apoya contra el marco con los brazos cruzados, pero
todavía parece demasiado alta. Lo cual es. No sólo me superó en altura el año
pasado, sino que me sobrepasó.
—Sé lo que hiciste anoche —dice ella—. Sé que saliste a hurtadillas.
—No salí a hurtadillas. Solo me fui por unas horas.
—Pero Maman y papá no lo saben.
No contesto, y Hattie sonríe. Ella es tan petulante como un gato casero. No lo dirá.
Con información así de valiosa, va a aferrarse a ella hasta que sea útil. Hattie recoge
mi billetera del suelo y, sosteniéndome la mirada, tratándome con prepotencia por
su estúpido estirón, la deja caer de nuevo en mi bolso. Y entonces se ha ido.
Lanzo la bolsa en su espacio desocupado y me subo a la cama. Envuelvo mis dos
brazos alrededor de uno de Kurt.
—Tienes que ir conmigo —digo—. A la cafetería. Esta noche.
Sus cejas se arrugan en su familiar forma de V.
—¿Crees que Josh es un cliente asiduo?
—Tal vez. —No tengo ninguna razón para pensar esto. Sólo deseo que sea un
cliente asiduo—. Por favor, tengo que explicarme.
Sus hombros se encogen contra mí.
—Entonces encontraré el Camino Correcto.
A Kurt le gusta la rutina, y siempre le gusta saber a dónde va con anticipación. Está
obsesionado con trazar la mejor ruta para llegar a cualquier parte... incluso una
cafetería que está sólo a unos minutos de distancia. Él llama a estas rutas el Camino
Correcto. El Camino Correcto nunca implica transporte público, intersecciones
concurridas, o calles con tiendas del tipo de Abercrombie & Fitch que ponen a todo
volumen música y/o colonia nociva.
La cartografía lo ha fascinado desde que tenía seis años, cuando descubrió The
Times Atlas of the World sujetando uno de los pegajosos proyectos de arte de mi
hermana mayor. El libro se convirtió en una obsesión, y Kurt leyó minuciosamente
18
sus páginas durante años, memorizando nombres, formas y distancias. Cuando
éramos jóvenes, nos acostábamos en mi piso y dibujábamos nuestros propios
mapas. Kurt hacía estos ordenados y detallados mapas a escala de nuestro
vecindario mientras yo creaba islas en forma de Inglaterra con nombres que
sonaran a inglés antiguo. Tenían densos bosques, delgados ríos y picos nevados, y
las rodeaba con triángulos de tiburones y arcos de monstruos marinos. A Kurt lo
volvía loco que no dibujara nada real.
Lo he conocido desde siempre. Nuestras madres también son mejores amigas, y
ambas son francesas viviendo en Nueva York, él simplemente... siempre ha estado
cerca. Fuimos a las mismas escuelas en Manhattan, y ahora asistimos a la misma
secundaria en París. Él es trece meses más joven que yo, así que sólo hubo un año
cuando estuvimos separados: cuando él estaba en octavo grado, y yo era
estudiante de primer año. A ninguno de nosotros le gusta pensar en ese año.
Aparto de un soplo un mechón de su desaliñado cabello rubio de mi rostro.
—No crees que...
—Vas a tener que terminar esa frase.
—Es sólo que... Josh y yo hablamos. Recuerdo sentirme feliz. ¿No crees que sea
posible que anoche fuera... no algún contratiempo embarazoso, sino... mi manera
de entrar?
Él frunce el ceño otra vez.
—¿Tu manera de entrar a qué?
Kurt no es bueno llenando espacios en blanco. Y a pesar de que siempre ha sabido
lo que siento por Josh, todavía vacilo antes de decirlo en voz alta. Esta diminuta
esperanza vacilante.
—Una relación. Kismet, ¿sabes?
—El destino no existe. —Él me da un resoplido desdeñoso—. Cataloga la noche
anterior como otro contratiempo embarazoso. Ha pasado un tiempo desde que
tuviste uno —añade.
—Casi un año. —Suspiro—. Justo a tiempo.
Josh y yo hemos tenido exactamente una interacción significativa por año, ninguna
de las cuales me ha dejado luciendo deseable. Cuando éramos estudiantes de
primer año, Josh me vio leyendo Joann Sfar en la cafetería. Él estaba emocionado
de encontrar a alguien más interesado en las historietas europeas, por lo que
comenzó a hacerme esta rápida serie de preguntas, pero yo estaba demasiado
19
abrumada para responder. Sólo podía mirarlo boquiabierta en silencio. Él me dio
una mirada extraña y luego se fue.
Cuando éramos estudiantes de segundo año, nuestro profesor de inglés nos
emparejó para un falso artículo de prensa. Estaba tan nerviosa que no podía dejar
de golpetear mi pluma. Y entonces se deslizó de mi agarre. Y luego voló hasta su
frente.
Cuando éramos estudiantes de tercer año, lo atrapé a él y a su novia
besuqueándose en un ascensor. Ni siquiera fue en la escuela. Fue dentro de BHV,
esta enorme tienda por departamentos. Balbuceé un hola ininteligible, dejé que las
puertas se cerraran, y tomé las escaleras.
—Pero —insisto—, tengo una razón para hablar con él ahora. ¿No crees que haya
alguna posibilidad de que pudiera conducir a algo?
—¿Desde cuándo el comportamiento humano es razonable?
—Vamos. —Amplío mis ojos como una cierva inocente—. ¿No puedes fingir
conmigo? ¿Siquiera por un segundo?
—No veo el punto de fingir.
—Eso era una broma —explico, porque a veces Kurt necesita explicaciones.
Se frunce el ceño a sí mismo con frustración.
—Anotado.
—No lo sé. —Me entierro contra un costado de su cuerpo—. No es lógico, y no
puedo explicarlo, pero... creo que Josh estará allí esta noche. Creo que lo veremos.
* * *
—Antes de que preguntes —Kurt irrumpe en mi nueva habitación de la residencia
estudiantil en París, tres meses más tarde, esquivando por poco un altercado con
una maleta vacía—, no. No lo vi.
—No iba a preguntar. —Aunque sí iba a hacerlo.
El último rescoldo de mi esperanza se consume. Durante el verano, se desvaneció y
se desvaneció hasta que apenas fue visible en absoluto. El fantasma de una
esperanza. Porque Kurt tenía razón, el comportamiento humano no es razonable. O
20
predecible. O incluso satisfactorio. Josh no estaba allí a media noche, ni estuvo allí
la noche siguiente. Ni al día siguiente. Comprobé la cafetería a todas horas durante
dos semanas, y mis recuerdos de felicidad se desintegraron a medida que me
enfrentaba a la realidad: No escuché ninguna música. No sentí ninguna lluvia. Ni
siquiera vi algún Abe.
Era como si esa noche nunca hubiese sucedido.
Busqué a Josh en línea. Saqué su dirección de correo electrónico del manual escolar
del año pasado, pero cuando intenté enviarle una explicación/disculpa
casual/amigable, un correo electrónico que me tomó cuatro horas componer, el
servidor me informó que su cuenta estaba inactiva por falta de uso.
Luego probé las diferentes redes sociales. No llegué muy lejos. En realidad no
tengo ninguna cuenta, porque las redes sociales siempre se han sentido como un
concurso de popularidad. Un registro público de mis propias deficiencias. Lo único
que encontré fue el mismo Josh en blanco y negro, una y otra vez, de pie junto al río
Sena, mirando sombríamente algún punto fijo en la distancia. Confieso que lo había
visto antes. Él había estado utilizando la imagen en línea durante meses. Pero era
demasiado patético inscribirme en algún lugar sólo para convertirme en su
supuesta amiga.
Así que hice lo que me juré a mí misma que nunca haría: busqué en Google la
dirección de su casa. Las olas de mi vergüenza se hicieron sentir a través de las
fronteras estatales. Pero fue en este paso final hacia el reino de los acosadores que
fui conducida a la información que había estado buscando todo este tiempo. La
página web de su padre presentaba una foto de la familia saliendo de una terminal
de aeropuerto en Washington DC. La foto había sido tomada dos días después de
Kismet, y la leyenda explicaba que permanecerían en la capital hasta el otoño. El
senador se veía imponente y satisfecho. Rebecca Wasserstein estaba saludando a la
cámara, mostrando esa dentada sonrisa de esposa de un político.
¿Y su único hijo?
Él se arrastraba detrás de ellos, con la cabeza gacha y el cuaderno de bocetos en el
brazo. Hice clic en la imagen para ampliarla, y mis ojos se engancharon en una
etiqueta adhesiva azul en forma de América.
Estoy ahí dentro. Estoy en ese cuaderno de bocetos.
Nunca vi su dibujo. ¿Qué habría revelado acerca de mí? ¿Acerca de él? Me
preguntaba si alguna vez lo miró. Me pregunté sobre ello durante todo el verano.
Kurt zarandea la manija de mi nueva puerta, devolviéndome a Francia de una
sacudida.
21
—Esto se traba. Tienes que conseguir que lo arreglen.
—Cuanto más cambian las cosas, más permanecen igual —digo.
Él frunce el ceño.
—Eso no tiene sentido. La puerta que tenías el año pasado funcionaba muy bien.
—No importa. —Suspiro. Tres meses es mucho tiempo. Cualquier confianza que
tuviera para hablar con Josh se ha vuelto a desmoronar en timidez y miedo. Incluso
si Kurt lo hubiese visto en el pasillo, no es como que yo saldría de mi habitación
para hablar con él.
Kurt empuja su peso corporal contra la puerta, está a la escucha de su delator clic,
y luego se deja caer a mi lado en la cama.
—Se supone que nuestras puertas se bloquean automáticamente. Yo no debería
ser capaz de entrar de esa manera.
—Y sin embargo…
—Sigo haciéndolo. —Él sonríe.
—Sin embargo, es extraño, ¿no? —Mi voz está teñida con el mismo asombro que ha
tenido desde nuestra llegada hace dos días—. ¿De quién solía ser esa puerta?
—Estadísticamente poco probable. Pero no imposible.
Tengo una vida entera de experiencia librándome de las habilidades asesinas de
asombro de Kurt, por lo que su respuesta no me molesta. Sobre todo porque, a
pesar de un verano lleno de decepciones y retrocesos...
Yo, Isla Martin, ahora estoy viviendo en el último lugar de residencia de Joshua
Wasserstein.
Éstas fueron sus paredes. Éste fue su techo. ¿Esa marca negra de grasa en el
rodapié, aquella justo encima de la toma de corriente? Probablemente él hizo eso.
Por el resto del año, tendré la misma vista de la misma calle fuera de la misma
ventana. Me sentaré en su silla, me bañaré en su ducha, y dormiré en su cama.
Su cama.
Trazo con un dedo la costura de mi colcha. Es un mapa bordado de Manhattan.
Cuando estoy en Manhattan, duermo bajo una colcha que es un mapa bordado de
París. Pero por debajo de esta manta y debajo de estas sábanas, hay un espacio
sagrado que una vez perteneció a Josh. Él soñó aquí. Quiero que esto signifique
algo.
22
Mi puerta se vuelve a abrir bruscamente.
—Mi habitación es más grande que la tuya —dice Hattie—. Esta es como una celda
de prisión.
Sí. Voy a tener que arreglar esa puerta.
—Es cierto —dice Kurt, porque las habitaciones en la Résidence Lambert son del
tamaño de un vestidor—. Pero, ¿cuántas compañeras te fueron asignadas? ¿Dos?
¿Tres?
Este es el primer año que mi hermana asiste a la EAP, la Escuela de América en
París. Cuando yo era estudiante de primer año, nuestra hermana mayor, Gen, era
estudiante de último año. Ahora yo soy estudiante de último año, y Hattie es
estudiante de primer año. Ella estará viviendo en el dormitorio de clase baja calle
abajo. Los estudiantes en Grivois tienen compañeros de habitación, un montón de
supervisión, y toques de queda obligatorios. Aquí en Lambert, tenemos nuestras
propias habitaciones, un Director de Résidence, y significativamente más libertad.
Hattie mira amenazadoramente a Kurt.
—Por lo menos no tengo que esconderme de mis compañeras de habitación.
—No seas idiota —dice él.
El año pasado, cuando yo estaba en este dormitorio, y él todavía estaba en Grivois,
dormía en mi cama con más frecuencia que en la suya, porque no podía llevarse
bien con sus compañeros de habitación. Pero no me importaba. Hemos estado
compartiendo camas desde antes de que pudiéramos hablar. Y Kurt y yo somos
estrictamente amigos. No hay nada de esa mierda “él es mi mejor amigo pero en
secreto estamos enamorados”. Una relación con él se sentiría incestuosa.
Hattie entrecierra sus ojos.
—Todo el mundo está esperando en el vestíbulo para la cena. —Se refiere tanto a
los padres de él como a los nuestros—. Dense prisa. —Cierra de un golpe mi
puerta. Esta se abre de nuevo, pero ella ya se ha ido.
Me arrastro fuera de la cama.
—Desearía que mis padres pudieran haberla enviado al internado en Bélgica. Ahí
también hablan francés.
Kurt se sienta.
—Eso es una broma, ¿verdad?
23
Lo es. Es importante para mis padres que mis hermanas y yo recibamos una parte
de nuestra educación en Francia. Somos ciudadanas con doble nacionalidad. Todas
recibimos nuestra educación primaria en Estados Unidos, y todas hemos sido
enviadas aquí para la secundaria. Es nuestra elección a dónde ir después. Gen
eligió la Smith College en Massachusetts. No estoy segura de donde quiero vivir,
pero pronto estaré haciendo mi solicitud tanto para la Sorbonne aquí en París
como para Columbia allá en Nueva York.
Kurt levanta la capucha de su sudadera favorita color gris carbón, a pesar de que
hace calor afuera. Agarro la llave de mi habitación, y salimos. Se necesitan sus dos
manos para cerrar mi puerta.
—Realmente necesitas hablar con Nate sobre eso. —Él asiente hacia el
apartamento de nuestro Director de Résidence, a sólo dos puertas más abajo.
Bueno. Entonces la vieja habitación de Josh tiene sus inconvenientes. También está
situada en la planta baja así que es ruidosa. Extra ruidosa, en realidad, porque
también está situada al lado de la escalera.
—Ahí está él —dice Kurt.
Supongo que se refiere a Nate, pero sigo su mirada y me detengo en seco.
Él.
Josh está esperando el ascensor en el vestíbulo. En menos de un segundo, todo un
verano de soñar despierta, planificar y ensayar explota en la nada. Cierro los ojos
para tranquilizarme. Estoy mareada. Mirarlo duele físicamente.
—No puedo respirar.
—Por supuesto que puedes respirar —dice Kurt—. Estás respirando en este
momento.
Josh se ve solo.
Quiero decir, él está solo, pero... él parece solo. Lleva una bolsa de comestibles de
tela y está mirando fijamente el ascensor, completamente indiferente de la
multitud detrás de él. Kurt me arrastra hacia el vestíbulo. El ascensor suena, la
puerta se abre, y Josh empuja esa anticuada verja. Los estudiantes y los padres
entran afanosamente tras él demasiadas personas para un espacio tan pequeño, y
cuando pasamos por allí, se estremece al ser empujado en una esquina. Pero el
estremecimiento es sólo eso, un momento rápido, antes de que su expresión vuelva
a una de indiferencia.
24
La multitud da empujones y presiona los botones y el papá de alguien cierra la
verja a la fuerza, pero ahí es cuando ocurre algo extraño. Josh mira fuera del mar
de pasajeros y a través de la jaula de metal. Y sus ojos van de una mirada en blanco
a una mirada que ve. Ellos me ven.
La puerta del ascensor se cierra.
25
Traducido por flochi
Corregido por Otravaga
a directora de la escuela está terminando su habitual discurso de bienvenida
del primer día y pos-desayuno. Kurt y yo estamos en la parte trasera del
patio, apretados entre dos árboles podados con la forma de chupetas
gigantes. El aire huele ligeramente a hierro. La escuela se cierne sobre
nosotros, toda piedra gris, vides en cascada y pesadas puertas. Nuestros
compañeros de clase aparecen antes que nosotros.
Hay veinticinco estudiantes por grado aquí, siempre cien estudiantes en total, y es
difícil ser aceptado. Tienes que tener excelentes calificaciones, las puntuaciones
más altas en las pruebas, y varias cartas de recomendación. Ayuda tener
conexiones. Gen entró porque maman conocía a alguien de la administración, yo
entré debido a Gen, y Hattie entró debido a mí. Es así de exclusivista.
También es costoso. Tienes que provenir de una familia adinerada para asistir.
Cuando mi padre tenía sólo diecinueve años, construyó un pedal de distorsión para
guitarristas llamado Cherry Bomb3. Era rojo y revolucionario, y lo hizo pasar de ser
el hijo de un granjero de Nebraska a ser un hombre muy rico. Es uno de los pedales
más copiados de la historia, pero los músicos siguen pagando mucho dinero por el
original. El nombre de su compañía es Martintone, y aunque todavía juguetea con
pedales, como un adulto trabaja principalmente como ingeniero de estudio.
—Tengo un anuncio final. —La voz de la directora está tan serena como su moño
blanco como la nieve. Ella es estadounidense, pero podría pasar fácilmente por
francesa.
Kurt estudia un mapa en su teléfono.
—He encontrado una mejor ruta hacia la Casa del Árbol.
—¿Oh, sí? ¿Después de todo este tiempo? —Estoy buscando en el patio a Josh. O se
quedó dormido o ya va a faltar a clases. Planeé mi atuendo con cuidado, porque es
el primer día en meses que sé que lo veré. Mi estilo tiende a ser más bien femenino,
y hoy estoy usando un vestido estampado con pequeños puntos suizos. Tiene un
3 Cherry Bomb: La Bomba Cereza.
L
26
escote en forma de U y un dobladillo corto, ambos me ayudan a parecer más alta,
pero he agregado un par de tacones vanguardistas parisinos para evitar parecer
muy inocente o vainilla. No puedo imaginarme a Josh enamorándose de alguien
vainilla.
No es que Josh alguna vez se enamorará de mí.
Pero no querría arruinar ninguna oportunidad.
Aunque no tenga una oportunidad.
Pero lo hago sólo por si acaso.
Aunque no la tenga.
—Pero dejaré que él se los diga con sus propias palabras —dice la directora,
continuando con una frase cuyo principio no escuché. Se mueve a un costado, y una
figura baja con cabeza rapada da un paso adelante. Es Nate, nuestro Director de
Résidence. Este es su tercer año aquí. También es estadounidense, pero es joven,
trabajando en su doctorado, y conocido por ser permisivo con las reglas pero aun
así lo bastante firme para mantenernos bajo control. El tipo de persona que a todo
el mundo le gusta.
—Hola chicos. —Nate se mueve como si estuviera incómodo—. Ha llegado a la
atención de la facultad… —Mira a la directora y cambia su historia—. Ha llegado a
mi atención que la situación en Lambert se fue un poco de las manos el año pasado.
Yo, por supuesto, me refiero a la costumbre de los estudiantes del sexo opuesto a
pasar el rato en las habitaciones de los otros. Como saben, tenemos una política
estricta…
El cuerpo estudiantil se ríe disimuladamente.
—Tenemos una política estricta de que las damas y los caballeros sólo pueden
visitarse entre sí con las puertas apuntaladas abiertas.
—Isla. —Kurt está molesto—. No estás mirando mi teléfono.
Niego con la cabeza y le doy un empujoncito para que preste atención. Esto no
puede ser bueno.
—Las cosas serán diferentes este año, estudiantes de último año. Para recordarles
las reglas… —Nate se frota la cabeza y espera que el chismorreo acabe—. Uno, si
un miembro del sexo opuesto está en su habitación, la puerta debe estar abierta.
Dos. Los miembros del sexo opuesto deben irse de su habitación al anochecer de
acuerdo a los horarios de semana y del fin de semana que figuran en el manual
oficial de la escuela. Esto significa que, tres, no habrá eso de quedarse a pasar la
27
noche. ¿Queda claro? Las consecuencias de infringir esas reglas son grandes,
chicos. Detención. Suspensión. Expulsión.
—Entonces, qué, ¿van a hacer verificaciones al azar? —grita uno de último año
llamado Mike.
—Sí —dice Nate.
—¡Eso es inconstitucional! —grita Dave el compinche de Mike.
—Entonces es bueno que estemos en Francia. —Nate da un paso hacia atrás en la
facultad reunida y mete las manos en sus bolsillos. Claramente se siente agraviado
por esta nueva dificultad en su vida. La multitud se separa tan abruptamente como
su anuncio, y todos se están quejando mientras nos dirigimos al primer período.
—Quizás no se aplique a nosotros —digo, esperando convencerme a mí misma—.
Nate sabe que somos sólo amigos. ¿Y no debería haber excepciones para los amigos
que de ninguna manera están interesados en el cuerpo del otro?
La boca de Kurt se hace más pequeña y apretada.
—Él no dijo nada de excepciones.
Debido a nuestra diferencia de año, el único período que tenemos juntos es el
almuerzo. Me dirijo hacia inglés avanzado sola y tomo el asiento de siempre junto a
las ventanas de vidrio emplomado. El salón de clases se ve igual —molduras de
madera oscura, pizarras vacías, sillas unidas a los escritorios— aunque todavía
transmite esa sensación de vacío del verano.
¿Dónde está Josh?
La professeur Cole llega como siempre lo hace, justo cuando el timbre está
sonando. Cada año tenemos los mismos professeurs para cada tema. Ella es gritona
para ser una profesora, amistosa y accesible.
—Bonjour à tous4. —La professeur Cole golpea su taza de café sobre el podio y
mira alrededor—. Bien. Ningún nuevo estudiante, no hay necesidad de
presentaciones. Ah, pardon. —Hace una pausa—. Un escritorio vacío. ¿Quién falta?
La puerta se abre con su respuesta.
—Monsieur Wasserstein. Por supuesto que el escritorio vacío es el suyo. —Pero
ella guiña un ojo cuando él se desliza en el escritorio restante junto a la puerta.
4 Hola a todos.
28
Josh luce cansado, pero… incluso un aspecto cansado se ve bien en él. Está usando
una camiseta azul oscuro con una obra de arte que no reconozco, sin duda algo
oscuro del mundo independiente de las historietas. Le queda bien, un poco
ajustado, y cuando se estira para buscar una copia del programa, su manga se
arrastra hacia arriba para revelar el tatuaje en su brazo derecho.
Me encanta ese tatuaje.
Es una calavera y huesos en forma de cruz, pero es extravagante, simple y nítida.
Claramente su propio diseño. Lo obtuvo en nuestro segundo año, a pesar del hecho
de que los menores en Francia tienen que recibir la aprobación de sus padres. La
cual dudo seriamente que tuviera. Lo que, de alguna manera me da vergüenza
admitir, lo hace aún más atractivo. Mi corazón late febrilmente en mis oídos. Miro
alrededor del salón, pero las otras chicas parecen estar a sus anchas. ¿Por qué él no
tiene el mismo efecto sobre ellas que tiene sobre mí? ¿Acaso ellas no lo ven?
La professeur Cole nos hace empujar nuestros escritorios hasta ponerlos en
círculo. Es la única profesora aquí que nos obliga a mirarnos unos a otros durante
la clase. Vuelvo a tomar mi asiento, y –repentinamente– el escritorio de Josh está
frente a mí.
Mi cabeza baja de golpe. Mi cabello protege mi rostro. Nunca seré capaz de hablar
con él sobre esa noche en Nueva York.
A mitad de clase, el chico junto a él hace una pregunta. La tentación es muy fuerte,
así que aprovecho la oportunidad para darle otro vistazo. Josh inmediatamente
levanta la mirada. Nuestros ojos se encuentran, y mis mejillas estallan en llamas.
Aparto la mirada por el resto de la hora, pero su presencia se hace más y más
pronunciada. Prácticamente puedo sentirla presionando contra mí.
* * *
A pesar del hecho de que nuestro horario es, hasta ahora, idéntico –inglés, cálculo,
gobierno– me las arreglo para evadirlo por el resto de la mañana. Ayuda que él sea
un experto tanto en desaparecer entre clases como en llegar tarde a ellas. Incluso
cuando la siguiente clase es literalmente al otro lado del pasillo. Cuando el timbre
suena para el almuerzo, es reconfortante reanudar la compañía de Kurt. Tomamos
la escalera trasera, la menos transitada. Es el Camino Correcto.
—¿Hablaste con él? —pregunta.
Mi suspiro es largo y melancólico.
29
—No.
—Sí. Eso suena como tú.
Kurt empieza a hablar sobre alguien de primer año en su clase de programación,
una chica que es alta, serena y ya fluida en varios idiomas de internet,
completamente su tipo, pero sólo le estoy prestando atención a medias. Sé que es
una tontería. Sé que hay cosas más importantes que pensar en un primer día de
regreso a clases, incluyendo lo que sea que mi mejor amigo está diciendo. Pero me
gusta tanto Josh que realmente me siento miserable.
Todavía tiene que aparecer en la cafetería, y es dudoso que lo haga ahora, porque
lo vi zigzagueando a través de la multitud en dirección opuesta. Sus amigos se
graduaron el año pasado. Todos ellos. Si tan sólo fuese lo bastante valiente como
para invitarlo a sentarse con nosotros en nuestra mesa. Pero sus amigos eran
mucho más geniales que nosotros.
Además, Josh es distante. Intocable. Nosotros no lo somos.
En la fila del almuerzo, Mike Reynard ,el de último año que fue el primero en gritar
durante el discurso de Nate, prueba mi punto cuando estrella su bandeja en la
columna de Kurt. Un tazón de sopa de cebolla salpica todo su contenido en la parte
trasera de su sudadera.
Mike finge parecer disgustado.
—Cuidado, retardado.
Kurt mira fijamente hacia el frente en estado de shock. Una rodaja de baguette
cubierto por Gruyère derretido cae de su espalda al suelo con un plaf. Una
empapada cebolla lo sigue sin hacer ruido.
Mis mejillas enrojecen.
—Patán.
—Lo siento, no entendí eso —dice Mike. Aunque sí lo hizo. Se está burlando de mi
voz baja.
La levanto para que pueda escucharme
—Dije que eres un pendejo.
Sonríe, una fila de dientes afilados artificialmente por ortodoncia.
—¿Sí? ¿Y qué vas a hacer al respecto, cariño?
30
Aferro la brújula en el extremo de mi collar. Nada. No voy a hacer nada, y él lo sabe.
Kurt mete las manos en los bolsillos de su sudadera, la cual comienza a temblar. Sé
que sus manos se están sacudiendo. Hace un sonido bajo, y entrelazo mi brazo con
el suyo y lo aparto, abandonando nuestras bandejas de comida. Fingiendo que no
veo las pantomimas de Mike y Dave o escucho sus carcajadas de cretinos.
En la tranquilidad del pasillo, Kurt corre al baño de hombres. Me siento en un
banco y escucho el tic tac de un reloj dorado. Cuento el número de cristales con
forma de pera de los candelabros. Taconeo contra el suelo de mármol. Nuestra
escuela es tan grande y ostentosa como cualquier cosa en Paris, pero ojalá no
estuviera llena con tan horribles y creídas comadrejas. Y sé que soy igual de
privilegiada, pero… se siente diferente cuando vives en el escalón más bajo de la
escalera social.
Kurt vuelve a aparecer. Su sudadera está hecha una bola en sus manos, húmeda de
haber sido frotada.
—¿Está todo bien? —pregunto.
Él está calmado, pero sigue frunciendo el ceño con severa agitación.
—Ahora no puedo usarla hasta que esté limpia.
—No hay problema. —Lo ayudo a meterla en su bolso—. Lo primero luego de la
escuela.
La fila del almuerzo está vacía.
—Tuve la jenzación de que regresarían. —El chef alegre y barrigón saca nuestras
bandejas de detrás del mostrador y las desliza en nuestra dirección—. Tarta de
puerro para la mademoiselle, un croque-monsieur para el monsieur.
Estoy agradecida por su gesto de bondad.
—Merci, Monsieur Boutin.
—Eze chico no ez bueno. —Se refiere a Mike—. No se preocupen por él.
Su preocupación es tanto vergonzosa como tranquilizante. Él pasa nuestras
tarjetas de comida, y luego Kurt y yo nos sentamos en nuestra mesa de siempre en
la esquina más alejada. Miro alrededor. Como predije, Josh no se encuentra aquí, lo
que probablemente es algo bueno. Pero Hattie tampoco está. Lo cual
probablemente no lo sea.
Esta mañana la vi comiendo un mille-feuille y, aunque no la culpo por querer
empezar el día con el postre, traté de detenerla. Pensé que podría estar
31
espolvoreada con almendras molidas, y ella es alérgica a las almendras. Pero mi
hermana siempre hace lo contrario a lo que sea que cualquiera quiera que haga,
incluso cuando es algo completamente estúpido y que potencialmente ponga su
vida en peligro. Se supone que no debemos sacar nuestros teléfonos en la escuela,
así que a escondidas le escribo: ¡¿ESTÁS VIVA?!
Ella no contesta.
El día empeora. En física, Professeur Wakefield nos empareja alfabéticamente con
nuestros compañeros de laboratorio por el resto del año. Me toca con Emily
Middlestone, quien gruñe cuando es anunciado, dado que ella es popular, y yo no.
Sophie Vernet es emparejada con Josh.
Odio a Sophie Vernet.
En realidad, nunca he pensado mucho en Sophie Vernet, y parece bastante
agradable, pero ese es el problema.
Mis últimas dos clases son optativas. Me gustaría decir que estoy tomando historia
del arte por mi propio bien —no es que la tomaré más para hipotéticamente
conversar sobre eso con Josh— pero sería falso. Y voy a tomar informática, porque
se verá mejor en mi expediente que La Vie, la clase que desearía tomar. La Vie
significa “vida”, y se supone que nos enseñe destrezas básicas de la vida, pero es
mejor conocida como la única clase inútil de la escuela. No tengo ninguna duda de
que es ahí donde se encuentra Josh en este momento.
La professeur Fontaine, la profesora de informática, se detiene junto a mi
escritorio mientras está repartiendo nuestra primera tarea. Su barbilla es
puntiaguda, y tiene una frente enorme. Parece un triángulo.
—Conocí a tu hermana esta mañana.
Ni siquiera sabía que la professeur Fontaine me conocía a mí. Esta escuela es
demasiado pequeña. Intento mantener mi voz indiferente.
—Oh, ¿sí? —Cuando la hermana en cuestión es Hattie, lo que sea que siga a esa
declaración generalmente es desagradable.
—Estaba en la enfermería. Muy enferma.
¡Hattie! Te lo dije.
La professeur Fontaine me asegura que mi hermana no está muriéndose, pero se
niega a dejarme verlo por mí misma. Cuando el timbre final suena, le mando
rápidamente un mensaje de texto de nos-vemos-luego a Kurt, y me apuro hacia el
32
ala de administración, empujando a través de su puerta de madera tallada
extravagantemente, y…
Mi corazón se detiene.
Josh está desplomado en el sillón de la sala de espera. Sus piernas se encuentran
estiradas tan lejos y tan abajo que en realidad están debajo de la mesita. Sus brazos
están cruzados, pero sus cejas se elevan –quizás involuntariamente, para alguien
sentado con tan decidido descontento– cuando me ve.
Mi respuesta es otro profundo y llameante rubor. ¿Por qué no puedo tener un
rostro normal? La genética es tan injusta. Me apresuro hacia el escritorio y le
pregunto a la recepcionista en francés sobre Hattie. Sin alzar la mirada, me hace
señas hacia el sofá. Una pulsera con un dije con monograma tintinea delicadamente
en su muñeca.
No puedo moverme. Mi estómago está anudado.
—Espere ahí —dice, como si no entendiera su gesto. Otro ondeo con su mano y
otro tintineo.
Muévanse, pies. Vamos. ¡Muévanse!
Ella finalmente me mira, más molesta que preocupada. Mis pies se separan, y
planto uno frente al otro como una muñeca de cuerda hasta que estoy sentada en
el otro extremo del sofá. El sofá pequeño. El de dos puestos, en realidad.
Josh ya no está totalmente reclinado. Se incorporó cuando le daba la espalda, y
ahora está inclinado hacia adelante con los codos apoyados en sus rodillas. Mira
fijamente hacia delante a una pintura al óleo de un famoso Jeanne d’Arc.
Ahora es oficialmente más incómodo ignorarlo que reconocer su presencia. Busco
una apertura —algo elemental— pero mi garganta permanece gruesa y cerrada. Su
silencio es una confirmación de mis miedos. Que fui un desastre en la cafetería, que
su ayuda fue dada por lástima, que no elegiría activamente interactuar conmigo y
nunca volverá a…
Josh carraspea.
Parece una buena señal. Buena.
—¿Buen primer día? —pregunto.
Una expresión graciosa cruza su rostro. ¿Fue una pregunta tonta? ¿Me hizo sonar
como a su madre? Hattie siempre está acusándome de sonar como Maman.
—Los he tenido mejores. —Asiente hacia la oficina de la directora de la escuela.
33
—Oh. —Pero entonces lo entendí—. ¡Oh! Lo siento. Estoy aquí por la enfermería,
así que… asumí…
—Está bien. —Y lo dice como si efectivamente es así.
Me pregunto por qué fue llamado a su oficina. ¿Porque se saltó el discurso de
bienvenida? ¿Porque estaba retrasado en sus clases? Parece duro castigarlo por
estas cosas en nuestro primer día. Y, genial, ahora hemos estado en silencio por
veinte segundos.
Díselo. Díselo. ¡Sólo díselo ya!
—Escucha —digo sin pensar—. Estoy realmente avergonzada por lo de junio
pasado. Estaba tomando muchos medicamentos, y no recuerdo mucho de esa
noche, pero estoy bastante segura de que pagaste por mi comida así que me
gustaría pagártelo. Y lo siento. Por ser rara. Y gracias por acompañarme a casa. Y
por pagar por mi comida.
Él espera hasta que he terminado.
—Está bien —vuelve a decir.
Y me siento estúpida.
Pero Josh frunce el ceño también como si sintiera estúpido. Se rasca la cabeza, de
alguna manera consiguiendo desordenar su cabello corto.
—Quiero decir… no te preocupes. No hay nada de qué avergonzarse. Y no tienes
que pagarme, sólo fueron unos cuantos dólares.
Este es el momento. Ahora mismo. Este es el momento para poner una mano en su
brazo, inclinarme, y decir que lo menos que puedo hacer es invitarlo a una comida a
cambio. En vez de eso, sólo lo pienso.
—¿Estás bien? —pregunta Josh. Y entonces hace otra mueca.
Me toma unos segundos darme cuenta, pero es la tercera vez que dice las palabras
está bien. Su vergüenza me provoca una oleada de confianza.
—¿A qué te refieres? —pregunto.
—¿Estás aquí para ver a la enfermera?
—¡Oh! No, estoy verificando a mi hermana. Está enferma.
Parece confundido.
34
—¿Geneviève?
Estoy sorprendida. Recuerda a Gen, y recuerda que somos parientes. Sabe algo de
mí. Niego con la cabeza.
—Mi hermana menor, Hattie. Es su primer día.
Hace una mueca.
—Eso tiene más sentido.
En realidad puedo imaginarme a Josh dándose un golpe en la cabeza. La inversión
de papeles es sorprendente. De alguna manera, yo lo he puesto nervioso a él.
—Entonces, ¿cómo están tus dientes? —pregunta—. ¿Todo sano?
Sonrío, más para aliviar su incomodidad que la mía.
—Sin problemas.
—Bien. Me alegro de escucharlo.
Pero miro a otra parte, abajo a la alfombra, incapaz de sostener su mirada. El
cuaderno de bocetos. Está justo ahí. Asomándose de su bolso. Es negro y tiene la
etiqueta adhesiva azul y definitivamente es el mismo. Debería pedirle ver el dibujo.
Debería simplemente… abrir mi boca y preguntar. Una pregunta. ¡Es una
condenada pregunta!
—Ahora puedes ver a tu hermana —dice la recepcionista.
Me sobresalto.
—Merci. —Me pongo de pie precipitadamente y agarro mi bolso—. Buena suerte
—le digo a Josh, pero entonces estoy completamente nerviosa otra vez. Sólo
porque es él. Salgo disparada por el pasillo antes de que él pueda contestar. La
puerta de la enfermería está abierta, y Hattie me ve entrar desde una camilla
cubierta por una sábana de papel. Mete su corto cabello alborotado detrás de sus
orejas como preparándose para una pelea.
Meto mi largo cabello ondulado detrás de las mías.
—¿Cómo te sientes?
—¿Qué estás haciendo aquí? —Su pregunta es acusatoria.
—Quería asegurarme de que estuvieras bien. ¿Estás respirando bien?
—No, estoy muriendo, y sólo me quedan quince minutos de vida. Quiero un pony.
35
La enfermera entra de un cuarto adyacente. Es diminuta como yo pero más robusta
y redonda.
—¡Isla! Es agradable verte, querida. Tu hermana nos dio un buen susto. Pero le
inyectamos epinefrina, y ha estado descansando todo el día. La inflamación en su
garganta se ha ido, y su respiración ha vuelto a la normalidad.
—Te dije que estaba bien —dice Hattie.
Quiero gritar. Pregunto calmadamente:
—¿Maman y papá lo saben?
—Están en un avión de regreso a Nueva York, duh.
Mi mandíbula se tensa.
—¿Vas a llamarlos después?
—¿Por qué lo haría cuando sé que tú lo harás?
La enfermera interviene.
—La escuela llamará a tus padres esta noche. —Mira con incomodidad de una a la
otra, sin dudas preguntándose cómo tres hermanas que son tan parecidas pueden
ser tan diferentes. Tenemos la misma pálida piel blanca y cabello rojo brillante,
pero Gen es ambiciosa, Hattie es obstinada, y yo soy… la callada. La que nunca
causa problemas.
—¿Tiene permitido regresar a su habitación? —pregunto.
Hattie se enfurece.
—Dios, Isla.
—¿Qué?
—¡Deja de comportarte como una condenada mamá!
Su acusación favorita me golpea con una fuerza inesperada. El grito resuena en la
habitación. Estoy parpadeando para contener las lágrimas cuando me giro hacia la
enfermera.
—Yo… lo siento.
—Está bien. —Pero sus ojos permanecen cautelosos—. Hattie, casi he terminado
con el papeleo. Serás capaz de irte en un minuto.
36
Es una despedida para mí también. Corro hacia al salida, la cabeza gacha,
directamente más allá de Josh en la sala de espera. No hay duda de que escuchó
todo. Estoy apresurándome a través de la puerta cuando dice en una voz fuerte y
clara:
—Tu hermana es un tanto odiosa, ¿eh?
Me detengo.
Mi amor por él se cuadruplica.
Cuando me doy la vuelta, hace una mueca.
—No debería haber dicho eso.
—¡No! —digo demasiado rápido—. Quiero decir, ella lo es. Gracias —agrego por si
acaso.
Josh sonríe. Su sonrisa es amplia y aliviada, y revela un par de hoyuelos raramente
vistos. Podría vivir dentro de esos hoyuelos por el resto de mi vida.
—¿Tú, eh…? —dice. Pero no creo que tenga una pregunta para empezar.
Inclino mi cabeza.
La puerta de la directora se abre, y ambos pegamos un salto. Ella se asoma.
—Monsieur Wasserstein. ¿Ya han pasado tres meses? Como si nunca se hubiese
ido. —Pero su voz es chistosa, casi divertida—. Entre.
La expresión de Josh cae de vuelta en su familiar inexpresión. Se pone de pie
lentamente y levanta el bolso sobre sus hombros. Mientras desaparece dentro de la
oficina, me da una última mirada. Su rostro es ilegible. La directora sigue su mirada
y me descubre junto a la salida.
—Isla. —Está sorprendida—. ¿Tu hermana se está sintiendo mejor?
Asiento.
—Bien. Bien —vuelve a decir.
Ella se está demorando, buscando algo en mi rostro, pero no sé qué. Espero que
Josh esté bien. Miro hacia la puerta de la oficina. Cuando la vuelvo a mirar, ella está
frunciendo el ceño como si acabara de encontrar problemas.
37
Traducido por Shilo
Corregido por Otravaga
os días siguientes son perturbadores.
Josh está consciente de mí.
Siempre que entra a una habitación, una inconfundible masa de energía
caótica entra con él. Agita el aire entre nosotros. Éste vibra y zumba. Y cada vez que
nos rendimos, cada vez que nuestros ojos se encuentran en un destello de
nerviosismo, una onda de choque sacude todo mi sistema. Me siento exaltada.
Emocionada. Descifrada.
Y luego… perderé la transmisión. Su señal se enfriará.
No entiendo lo que está pasando.
En cálculo y física, estamos separados por orden alfabético. En inglés, estamos
atascados en donde nos sentamos el primer día, en lados opuestos de ese círculo.
Pero nuestro profesor de gobierno esperó hasta hoy, jueves, para pasar la
distribución de los asientos. Josh llegó tarde, vio que la estaban repartiendo, y se
sentó junto a mí. Así como así.
Todavía no ha dicho una palabra.
El professeur Hansen se pasea en el frente del aula, dando la clase con gestos
salvajes acerca de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y la
Déclaration des droits de l’homme et du citoyen5 francesa. Josh y yo estamos en la
parte de atrás. Él abre su mochila, y capto un vistazo de su cuaderno de bocetos. En
se lugar saca una libreta de espiral barata. En el pasado, lo he visto crear
elaboradas ilustraciones relacionadas con nuestros programas de lecciones, pero
hoy su trabajo es abstracto. Patrones densos, cúmulos, espirales y…
Dejo salir un bajo, e involuntario, suspiro de reconocimiento.
Su cabeza se levanta rápidamente.
Mi instinto es fingir que algo más causó la exclamación. Lucho contra ello.
5 Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
L
38
—Algo engreído, ¿no crees? —susurro, y estoy delirante porque se me escape una
buena línea.
Sus ojos se ensanchan. Pero sonríe mientras cuidadosamente escribe la palabra
¡ATRAPADO! debajo de su boceto de un retorcido y espinoso árbol de Joshua. Dejo
salir un resoplido de risa que convierto en una tos. El professeur Hansen me lanza
una mirada, pero no lo piensa más. ¡Uff!
Josh voltea la página y dibuja a nuestro profesor, una versión diminuta con el
cabello lacio y el brillo vivaz de la locura. Las cabezas de nuestros compañeros
empiezan a llenar el espacio a su alrededor. Mike y su amigo estúpido, Dave; mi
pretenciosa compañera de laboratorio, Emily; y… Sanjita Devi. Quien una vez fue
mi amiga. Que ahora es amiga de Emily.
Josh le otorga a Sanjita su propia página. La viste en una armadura sin guantes. El
traje está tan pulido como sus uñas expuestas, pero ella está mirando hacia abajo y
a la distancia, como si estuviera asustada que podamos ver a través del acero a lo
que verdaderamente está debajo.
Eso me da escalofríos. Él lo inclina en mi dirección en busca de aprobación.
—Vaya —susurro—. Sí.
El professeur Hansen no lo oye, pero Sanjita se da la vuelta en su asiento para
mirarme con furia. Su boca forma un perfecto círculo de sorpresa. Pocas personas
saben acerca de mi amor platónico pero ella es una de esas. Con el rabillo del ojo,
veo que Josh le da la vuelta a la página discretamente. Sostengo la mirada de
Sanjita. Ella retrocede, batalla perdida. Aferro mi collar en consuelo.
Un momento después, Josh extiende un delgado brazo a través del pasillo. Tuerce
un dedo. Sostengo la brújula en su cadena larga y antigua, y cuando él se inclina
hacia adelante para tomarla, su mano acaricia descuidadamente la mía. O… ¿no
descuidadamente? Acuna la brújula en su palma, estudiándola, su cabeza a sólo
centímetros de la mía y… cítrico. Su champú. Naranjas, tal vez mandarinas.
—Ejem.
Nos sobresaltamos, y Josh suelta el collar. Se balancea de vuelta contra mi pecho y
aterriza con un audible pum. El professeur Hansen nos ha sorprendido por detrás.
Los otros estudiantes se ríen, habiendo visto la ardid. Siempre es divertido cuando
atrapa a alguien que no está prestando atención. Excepto cuando ese alguien eres
tú. Cómicamente golpetea el respaldar de la silla de Josh.
39
—Tan fascinante como es el collar de Mademoiselle Martin, le aseguro que es
mucho más probable que aparezcan las filosofías de Rousseau en el examen de la
próxima semana.
—Sí, señor. —Josh se ve pesaroso. Pero no perturbado.
—Usted. —El professeur Hansen golpea mi escritorio con su puño, incitando a más
risas—. Puede hacerlo mejor que este necio. —Hace un gesto hacia Josh.
Me he hundido a las profundidades más profundas de mi asiento. Están esperando
que yo conteste. La clase entera está esperando.
—Sé que puedo. —El rostro de Josh no tiene expresión—. Ella es una terrible
influencia.
Incluso el professeur se ríe con eso. Satisfecho, empuja sus lentes sobre su nariz y
se lanza de nuevo a la lección. Mis ojos se mantienen pegados a él por el resto del
período. Cuando el timbre suena, Josh me entrega una hoja de su libreta de espiral.
Ha dibujado mi brújula perfectamente, hasta la filigrana de la aguja. Debajo de ésta,
ha escrito: ¿POR QUÉ ELLA LO USA TODOS LOS DÍAS?
Me sacude hasta lo más profundo.
Lo coloco debajo de la portada de mi libro de texto y trato de parecer tranquila,
trato de tragarme la emoción de poseer algo que él hizo. Y la maravilla absoluta de
que lo haya notado. Me muevo hacia la salida, mirando sobre mi hombro con una
sonrisa. Espero que se vea coqueto.
—La uso para no perderme, por supuesto.
—¿Eso es algo que pasa a menudo? —pregunta.
Hay un atasco en la puerta. Josh está directamente detrás de mí, y cuando volteo la
cabeza para responder, su propia sonrisa está torcida, indiscutiblemente coqueta, y
ya no puedo recordar mi nombre o mi país o incluso mi lugar en el universo.
—Estoy aquí —dice Kurt.
No solo estoy todavía mirando fijamente a Josh, sino que tomé el camino
equivocado en el pasillo. El sonrojo por la estupidez es inmediato. Bajo mi cabeza y
me devuelvo.
Increíblemente, Josh me sigue.
—Vamos a la cafetería —le dice Kurt—. Nunca estás ahí. ¿Dónde comes? —Suena
como un interrogatorio.
40
La sonrisa de Josh flaquea.
—Eh, en mi cuarto. Por lo general. No siempre.
—Obtendrás una detención. No tenemos permitido salir del campus cuando
estamos en clases.
La sonrisa de Josh desaparece por completo.
—Deberías unirte a nosotros alguna vez —digo rápidamente, porque estoy
avergonzada por Kurt. Es tan rígido. Y torpe. Pero la vergüenza que le sigue a estos
pensamientos traidores es instantánea—. O ahora. O, ya sabes, cuando sea.
Como si yo fuera menos torpe.
Mi mejor amigo frunce el ceño. No es que no le caiga bien Josh. Pero esta invitación
significaría un cambio en nuestra rutina, y Kurt es una criatura de hábitos.
Desafortunadamente, Josh se da cuenta de la expresión. Cruza sus brazos, con
desasosiego en cada línea de su cuerpo, y se da la vuelta hacia mí.
—Sí, quizás. Alguna vez.
Mi sangre se congela.
Sébastien.
Él fue mi primer, último y único novio. Asiste a otra escuela cerca. Salimos el
invierno pasado, y pensé que era un chico decente hasta que se lo presenté a Kurt.
Sébastien estaba incómodo alrededor de Kurt. Eso volvió a Sébastien agresivo, lo
que intensificó los hábitos nerviosos de Kurt, lo que volvió cruel a Sébastien. Lo
que me hizo terminar con Sébastien.
Josh sabe que Kurt tiene autismo altamente funcional. Todos aquí lo saben. Cuando
un extraño malinterpreta el comportamiento de Kurt como una grosería y
reacciona pobremente, usualmente puedo perdonarlo. ¿Pero cuando alguien que lo
conoce ni siquiera quiere tratar de comprenderlo?
No. No puedo perdonar eso.
Mi corazón se desploma con peso muerto.
—Bueno. Gracias por el dibujo.
Kurt se baja su capucha —lavada la noche del incidente con la sopa, ya no está
manchada— y su cabello arenoso sobresale en cientos de direcciones.
41
—¿Finalmente viste tu retrato? ¿Ese del verano?
Le echo un vistazo a Josh, y él retrocede un paso.
—No —le digo a Kurt—. Fue un dibujo que él hizo en clase. Justo ahora.
Josh frota un lado de su cuello.
—Debería irme.
—Pero quiero ver ese dibujo tuyo. —Kurt se vuelve hacia Josh. Ambos son altos,
más o menos de la misma estatura, pero Kurt es más ancho, y su mirada es
contundente—. ¿Lo tienes?
—N-no —dice Josh—. No, lo siento. No lo tengo.
—Está bien. Tal vez en otra ocasión. —Presiono mis labios.
Josh cruza los brazos de nuevo, y sus músculos se tensan.
—Es sólo que no tengo ese cuaderno de bocetos aquí. En Francia. Eso es todo. De lo
contrario te lo mostraría. —Y luego sale corriendo. Lo observamos hasta que
desaparece de la vista.
—¿Eso fue raro? —pregunta Kurt—. Creo que eso fue raro.
—Sí. Fue raro.
Pero no lo fue. Fue un momento de verdad enterrado dentro de una mentira. Vi el
cuaderno de bocetos de Josh hace menos de una hora. Él quería alejarse de
nosotros. O, lo más probable, quería alejarse de Kurt. Mi pecho se aprieta. Es súbito
y doloroso, pero contengo mis lágrimas. No quiero tener que explicarlas.
* * *
Después del almuerzo, reanudo el hábito de no ver a Josh. Es más fácil ahora.
También no lo es.
Creo que le gusto. Ni siquiera sé cómo es eso posible, pero sí sé que ya no importa.
No puede importar. En física, siento su mirada fija, una cuerda tan delicada y fina
como una tela de araña, tirando suavemente atrás de mi cráneo. Me imagino
cortándola con unas tijeras afiladas. No sé si tratará de hablarme después de clase,
y no sé qué debería decir si lo hace. Cuando el timbre suena, me voy corriendo.
42
No está en la escuela al día siguiente. No sé por qué.
* * *
No veo a Josh durante el fin de semana. Saco su dibujo del libro de texto de
gobierno y lo coloco cuidadosamente en la gaveta superior de mi escritorio. Abro la
gaveta. La cierro. La abro. La cierro. La abro, y lo toco, y lo adoro.
La cierro con fuerza y me siento tan desleal con Kurt.
La abro de nuevo.
Josh regresa el lunes. En inglés, lo siento mirarme constantemente. Cuando
finalmente levanto mis ojos y miro al otro lado del círculo, él me da su más suave
sonrisa.
Oh, me derrite.
El resto del día está lleno con estos pequeños momentos. Otra cálida sonrisa aquí,
un saludo amistoso allá. Algo ha cambiado… ¿pero qué? El martes, me pregunta si
ya he leído el nuevo Joann Sfar. No lo he hecho, pero estoy sorprendida que
recuerde nuestro primer año, una conversación de un solo lado. Y luego se ha ido
de nuevo.
Miércoles.
Jueves.
Viernes.
¿Dónde está?
43
Traducidopor Otravaga
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
n anciano con un piano estropeado está tocando “La Vie en rose” en la calle
afuera de mi ventana. Él lo arrastra por esta parte de la ciudad, de una
esquina a la otra, pero nunca he visto cómo lo mueve. Es temprano en la
noche del viernes, y la tintineante y fragmentada música es un excéntrico contraste
a la dura y poderosa autobiografía que estoy leyendo acerca de estar perdido en el
mar.
Hay dos golpes contra mi puerta.
—Sólo patéala —grito desde la cama—. Todavía no he hecho que la arreglen.
Le doy vuelta a la página de mi libro, y la puerta se abre poco a poco, sin la patada.
Echo un vistazo hacia arriba. Miro de nuevo, y estoy luchando por ponerme de pie.
—Lo siento, pensé que eras…
—Kurt —dice Josh.
—Sí.
Nos miramos fijamente el uno al otro.
OhDiosQuerido, él es atractivo. Parece que se duchó recientemente, y su ropa
parece incluso más cuidadosamente arreglada que de costumbre. Detrás de su
casual vestimenta americana, aun así siempre puedo detectar su ojo de artista. Sus
camisetas y pantalones vaqueros combinan, él usa los colores correctos, los
zapatos adecuados, el cinturón apropiado. Es sutil. Pero nunca se pone algo a toda
prisa.
—¿Cómo sabías que ésta era mi habitación? —finalmente pregunto.
—Te vi entrar aquí el otro día mientras estaba esperando el ascensor. Me llamó la
atención, porque... ésta solía ser la mía. —Josh mira alrededor, asimilándolo todo.
Esto debe ser extraño para él.
Es extraño para mí.
U
44
Junto con la colcha de Manhattan, mi cama está atiborrada de suaves almohadas y
cálidas mantas. He apretujado una delgada biblioteca antigua que se desborda con
libros de aventuras de todo tipo: novelas, no ficción, historietas. Tengo una
lámpara curvada de cristal y cortinas de encaje transparente y, en lugar de afiches
en mis paredes, he colgado bufandas y joyas. Mi armario está repleto de ropa, y
tengo un gavetero adicional acuñado bajo el gavetero de la escuela. Indulgentes
productos de baño se alinean en las esquinas de mi pequeño lavabo y mi
igualmente pequeña ducha. Mi escritorio está organizado con rincones especiales
para la tarea, y mis bolígrafos, lápices y resaltadores están ordenados como ramos
de flores en floreros a juego.
—Sabía eso—reconozco—. Que esta era la tuya.
Josh levanta sus oscuras cejas.
—¿Por qué no dijiste nada?
Sólo puedo encogerme de hombros, pero él asiente como si entendiera. Y creo que
lo hace. Coloca sus manos en los bolsillos, nervioso e inseguro.
—Todavía estás en el pasillo. —Sacudo la cabeza—. Entra.
Lo hace, y la puerta se cierra detrás de él.
—¡Cuidado! —Agarro un libro de texto y lo meto por debajo para sostenerla
abiertade nuevo—. Nate está haciendo cumplir las nuevas normas, ya sabes.
Inmediatamente, me siento como un idiota.
Pero Josh luce confundido, y me doy cuenta que no entiende porque se perdió el
discurso de Nate. Lo pongo al corriente.
—Y no quiero meterme en problemas —agrego—. Porque entonces él podría no
permitir que Kurt vuelva a entrar aquí, y ya hemos sido atrapados una
vez. —Sucedió durante un control de habitación en el segundo día. Nos zafamos y
sólo nos dieron una advertencia, pero desde entonces hemos pasado la mayor
parte de nuestras tardes en La Casa del Árbol, nuestro refugio secreto al otro lado
del río.
Josh se frota la parte posterior del cuello.
—Sí. Por supuesto.
Quiere irse.
Me sonrojo por el pánico. No sé por qué está aquí, pero sé que mi corazón se
romperá si se va. Hago señas hacia la silla del escritorio. Él la toma. Apenas puedo
45
contener mi exhalación de alivio. Me siento frente a él en el borde de la cama. Aliso
mi falda arrugada. Me quedo mirando las uñas de mis pies pintadas encolor coral.
—Es más bonita en tus manos —dice al fin—. La habitación. La mía siempre está
desordenada.
Me meto un mechón de cabello detrás de la oreja, y luego miro hacia abajo y lo dejo
caer de nuevo hacia delante.
—Gracias. —Obligo a mis ojos a encontrarse con los suyos. Avellanas. Mi estómago
se retuerce—. Mi madre es una decoradora de vidrieras. Siempre me dice que los
espacios pequeños todavía pueden ser hermosos.
—Es difícil conseguir algo más pequeño que estas habitaciones.
—¿Conoces esas locas exhibiciones de los grandes almacenes en vacaciones que la
gente en realidad espera en cola para ver? Ella las hace para Bergdorf Goodman.
—Esas son algo importante. —Él se inclina hacia adelante, impresionado—. Tu
mamá es francesa, ¿no?
Mi corazón salta como lo hace cada vez que él recuerda algo sobre mí.
—Sí. Ella comenzó a trabajar aquí, se trasladó allá para un mejor período de
prácticas, conoció a mi papá, y... se quedó.
Josh sonríe.
—Me gusta eso.
—¿Cómo se conocieron tus padres?
—Facultad de Derecho. Yale. Historia aburrida.
—Estoy segura de que no fue aburrida para ellos.
Se ríe, pero mi propia sonrisa se desvanece.
—¿Dónde has estado esta semana? —pregunto—. ¿Estabas enfermo?
—No. Estoy bien. —Pero se reclina de nuevo, y su expresión se vuelve
impenetrable—. Es Sucot.
Sue-coat.
—¿Cómo?
—¿La fiesta judía?
46
El rubor de humillación es instantáneo. OhDiosMío.
—Estoy fuera de la facultad hasta el próximo jueves —continúa.
Busco algo inteligente que decir, algo que haya aprendido de vivir en Nueva York,
pero mi mente está en blanco. Sucot. Esos no son días festivos que las personas se
tomen libres, ¿verdad? No puede ser. Cuando mi frente se arruga, los ojos de Josh
se iluminan. Se ven... casi esperanzados. Él niega con la cabeza como si yo hubiese
hecho la pregunta en voz alta.
—Nop. La mayoría de los judíos estadounidenses no toman esos días libres. E
incluso entonces, son sólo los dos primeros días.
—¿Pero te estás tomando toda una semana?
—También me tomé libre el viernes pasado, a pesar de que Yom Kipur6 no iniciaba
hasta el atardecer. Lo mismo, el día antes de Sucot.
—Pero... ¿por qué?
Se inclina hacia adelante.
—Porque eres la primera persona en cuestionarlo.
No estoy segura de sí estoy más sorprendida por su decepción o por ser señalada.
Me río, pero incluso a mis oídos, sueno ansiosa.
—¿Exactamente cuántos días de fiesta estás planeando tomar libres?
Josh sonríe.
—Todos ellos.
—¿Y crees que te saldrás con la tuya?
—Lo hice el año pasado. Como el único estudiante aquí de creencia hebrea, los de
la facultad se sienten incómodos cuestionando mi práctica religiosa.
Me río, pero esta vez es en serio.
—Vas a ir al infierno.
—Entonces es algo bueno que no crea en el infierno.
—Cierto. Toda esa cosa judía.
6 Yom Kipur: Es la conmemoración judía del Día de la Expiación.
47
—Más como toda esa cosa atea. —Josh ve mi sorpresa y añade un asterisco
verbal—. No le digas a la prensa. Mi padre no puede permitirse el lujo de perder el
voto judío. —Pero pone los ojos en blanco mientras lo dice.
—¿Tu papá tampoco es practicante?
—No, él lo es. Mis dos padres lo son, en toda esa forma de ir-al-templo-dos-veces-
al-año. Pero con la política y los medios de comunicación, no se puede ser
demasiado cuidadoso. —Su tono sugiere que él está citando algo que le han dicho
por lo menos mil veces.
Hago una pausa. Y entonces decido empujar el tema un paso más allá.
—Tu papá es candidato a la reelección este año. Eso debe de ser raro.
—En realidad no. En nuestra casa, siempre hay algo por lo que se necesita hacer
campaña. Sólo es un dolor en el trasero, eso es todo.
Esperaba esta reacción. Siempre he asumido que la sombra oscura que lleva –la
que desafía las reglas y manipula el sistema, la que está tatuada en la mismísima
piel de su brazo– tiene algo que ver con sus padres. Pero he aprendido a no seguir
interrogándolo. Kurt me ha dado tanto la práctica como la paciencia cuando se
trata de conseguir que alguien se sincere. Debido a esto, también soy hábil en
cambiar de tema.
—Sabes—bromeo—, todavía no me has dicho por qué estás aquí. Estabas...
¿pasando por aquí? ¿Querías alardear de tener una semana libre de la facultad?
—Oh. Eh, cierto. —Josh medio se ríe y mira por mi ventana—. Sólo me preguntaba
si querías salir.
Santa.
Mierda.
—Estoy de camino a Album—continúa, refiriéndose a una tienda de historietas
cercana—. Dado que más temprano estábamos hablando de ese nuevo Sfar, pensé
que si no estabas ocupada, podrías querer venir.
...Oh.
Mi corazón late como un tambor agrietado. Josh, no le hagas eso a una dama.
Todavía estoy aferrando el libro sobre el naufragio, así que lo bajo para limpiar mis
manos sudorosas.
—Claro. Voy a encontrarme con Kurt en dos horas para la cena, pero sí. Por
supuesto.
48
Ante la mención de Kurt, Josh se estremece ligeramente. Lo que me hace a mí
estremecerme. Pero entonces, como si hubiese estado esperando la oportunidad, él
se inclina y agarra mi libro. Lee la contraportada. Y luego lo sostiene en alto junto
con una ceja levantada.
—Me gustan las historias de aventura. Especialmente si hay algún tipo de desastre
involucrado.
La ceja permanece arqueada.
Me río.
—También leo los que tienen finales felices.
Josh señala hacia mis estanterías.
—Lees un montón.
—Es más seguro que ir en una aventura real.
Ahora es él quien se ríe.
—Tal vez.
Déjenme a mí para admitir cobardía al objeto de mi antiguo amor platónico. Salto a
mis pies, avergonzada.
—Hablando de aventura.
Josh me observa sacar un par de sandalias de plataforma de debajo de mi cama.
Giro la cabeza para sonreírle y pillo sus ojos desviándose rápidamente de mi escote
hacia el techo. Él los cierra como maldiciéndose. Mi pulso se acelera, pero finjo
ignorancia. Me deslizo en mis zapatos.
—¿Listo?
Asiente sin encontrar mi mirada. Agarro mi bolso, y nos dirigimos a la puerta. Él
saca el libro de texto, lo empuja por mi piso, y cierra la puerta detrás de nosotros.
Se abre.
Otra vez la cierra de un golpe.
Se abre.
La cierro de un empujón mientras a la vez tironeo el picaporte hacia abajo. La
observamos. Se queda así.
49
—Lo siento. Mi puerta apesta.
—Mmm, en realidad. —Las manos de Josh están en sus bolsillos de nuevo. Sus
hombros prácticamente están elevados hasta sus orejas mientras nos dirigimos
hacia la salida—. Debería ser yo quien se disculpe. Es mi culpa que tu puerta
apeste.
—¿Lo es? —No estoy segura de por qué, pero esto me encanta—. ¿Qué hiciste?
Me echa un vistazo.
—Podría haberla pateado.
—¿A propósito?
—Sí.
—¿Estabas enojado?
—No. —Su rostro se estruja—. Fue una razón estúpida.
—Oh, vamos. Ahora no puedes ocultármelo.
Josh gime afablemente.
—Bien. Pateé la cerradura el invierno pasado para romperla de modo que mi ex novia,
novia en ese entonces, pudiera ir y venir a su antojo. Y antes de que preguntes, sí, traté de
que me hicieran un duplicado de la llave primero.
No puedo evitar reír.
—Eso es... un tanto ingenioso. Kurt y yo sólo intercambiamos las nuestras. A veces
olvido que me devuelva la mía, y me quedo fuera de mi propia habitación. Bueno.
Solía hacerlo. Por extraño que parezca, no ha sucedido este año.
Él resopla mientras mantiene la puerta principal abierta para mí.
—Usando tus manos esta vez —digo—. Una estrategia innovadora.
Como si fuera una señal, él se encoge de dolor y mira a su mano derecha. Pero es
un momento de dolor genuino. Mi sonrisa desaparece.
—¿Estás bien?
—No es nada. —Pero mi expresión debe ser tan de mierda que él se ríe—. En serio,
estoy bien. He estado dibujando más de lo usual…
—¿Debido a los días festivos?
50
—Exactamente. —Sonríe—. Es sólo un poco de tendinitis.
—¿Tendinitis? ¿No tienes que ser viejo para tener eso?
Josh echa un vistazo por encima del hombro.
—¿Puedes guardar un secreto? —Baja la voz—. Tienes que prometer no decirle a
nadie, ¿de acuerdo?
—Está bien...
—Tengo ochenta y siete años de edad. Tengo manos terribles pero una piel
asombrosa.
Estallo en carcajadas.
—Los científicos deberían estudiarte.
—¿Por qué crees que estoy en Francia? Porque es el hogar de las mejores
universidades dermatológicas del mundo, por eso.
Su rostro serio sólo me hace reír con más fuerza. Me echa un vistazo, satisfecho, y
luego sonríe para sus adentros. Cruzamos una calle estrecha. De alguna manera,
nuestros pasos están sincronizados a pesar de nuestra diferencia de altura. Todo
su cuerpo es esbelto y encantador. Quiero entrelazar sus dedos largos y preciosos
con los míos. Quiero enterrar mi nariz contra su largo y precioso cuello.
Josh está excesivamente centrado en los adoquines.
Algo está pasando entre nosotros. ¿Esto es amistad? No se siente como amistad,
pero es posible que yo esté proyectando mis propios deseos. Y estoy avergonzada
por siquiera pensar en él así después de lo que pasó la semana pasada. Porque no
estoy pensando. Estoy teniendo esperanzas. No se supone que las personas sean
capaces de cambiar, pero... nunca me he creído eso. Tal vez Josh podría aprender a
simpatizar con Kurt. Tal vez malinterpreté sus acciones. Podría haber habido una
serie de razones para que él quisiera escapar de Kurt tan rápidamente. Quizás.
—Entonces cuéntame en qué estás trabajando —digo.
—Oh, hombre. —Josh frota su cuello. Este parece ser el gesto de inquietud más
utilizado—. Siempre es medio embarazoso contarle a alguien nuevo.
—¿Qué es? Prometo que no voy a reírme.
—Eso dices ahora. —Él hace una mueca y mantiene sus ojos en el revoltijo de
bicicletas y motonetas estacionadas junto a la calle—. Estoy haciendo una novela
51
gráfica sobre mi vida aquí en la facultad. Una memoria gráfica, supongo. No hay
una frase para ello que haga que suene menos egoísta. Desafortunadamente.
Así que es cierto.
—¿Qué tan grande es?
—Este, unas trescientas páginas. Hasta ahora.
Mi mandíbula en realidad cae.
—Realmente me gusto a mí mismo.
—No tienes que convertirlo en una broma. —Sacudo la cabeza—. Eso es increíble.
Nunca he hecho nada como eso, eso es seguro.
—Bueno, no he terminado todavía. Un año más de facultad.
La colosal cúpula blanca del Panteón aparece ante nosotros, iluminada como un
faro. Vivimos en la Margen Izquierda al final del Barrio Latino, a lo largo del borde
de un vecindario residencial. Es tranquilo, sin embargo, porque hay varias escuelas
cercanas más, no es muy silencioso durante el día. Pero es magnífico al atardecer. A
veces olvido lo afortunada que soy de vivir aquí.
—¿Siempre has sido así de apasionado por dibujar? Es decir, un montón de chicos
lo son, pero luego en cierta manera nos enseñan a dejarlo. —Levanto la vista hacia
él—. Nunca lo dejaste, ¿verdad?
—Nunca. —Josh finalmente encuentra mis ojos, pero su expresión se ha vuelto
traviesa. Señala mi collar—. Cuéntame la historia real.
Dejo de caminar.
—Intenta dándole la vuelta esta vez.
—¿Ah?
Sonrío y se lo tiendo en su cadena. Él toma la brújula, orientándola hacia la luz, y
lee el grabado en la parte posterior: primero en silencio y luego en voz alta. Su voz
es profunda, clara y tranquila.
—Isla. Que siempre encuentres el Camino Correcto. Con amor, Kurt.
—Es el único regalo sentimental que alguna vez me ha dado. Sospecho que su
mamá ayudó, pero no importa. Él tiene esta cosa por los mapas, las direcciones y
encontrar la mejor ruta. Pero me gusta que las palabras tengan más de un
significado.
52
Josh lo coloca de nuevo en mis manos.
—Es hermoso.
Se vuelve contemplativo mientras damos un paseo por la rue Saint-Jacques. Tal vez
está reconsiderando a Kurt. Tiene que haber una manera de abordar el tema.
Encontraré como. Una sirena aúlla más allá con el suooo-WEEooo-WEE francés,
pero eso sólo intensifica el regreso de nuestro silencio. Estoy aliviada cuando
salimos en un animado distrito de ventas al por menor.
Album es una cadena, pero este local en particular se divide en dos tiendas que se
ubican una frente a la otra en una concurrida intersección. Una vende
importaciones y figurillas estadounidenses del tipo de superhéroes. La otra vende
libros franco-belgas llamados les BD, les bandes dessinées. Las historietas francesas
tienden a tener una mejor presentación que sus contrapartes estadounidenses. Son
de tapa dura, más altas, más brillantes. Tienen una gama más amplia de historias y,
por ello, también son más ampliamente leídas. Aquí las tiendas de historietas están
por todas partes, y no es poco común encontrar hombres y mujeres de negocios
navegando por sus pasillos en costosa alta costura.
Sin haberlo conversado, Josh y yo entramos en el local con les BD. Somos recibidos
por el celestial perfume del texto recién impreso, y un jovencillo con una barba
recortada nos da un amable salut desde atrás del mostrador. Asiento un saludo a
cambio.
—Isla.
Me sorprende escuchar a Josh decir mi nombre. Me doy la vuelta, y él sostiene en
alto un libro desde el borde de la primera mesa de exhibición. Es el nuevo Sfar, por
supuesto. Lo tomo, y se abre con el delicioso crujido de un lomo duro siendo
probado por primera vez. Estoy encantada de descubrir que se trata de uno de sus
títulos fantastique: las páginas están llenas de bosques, monstruos y espadas,
realeza y amor. Aventura.
—¿Sí? —pregunta Josh.
Sonrío satisfecha.
—Sí.
Luce feliz, y luego triste, y entonces se voltea para que yo no pueda ver su rostro.
Me preocupa. Quiero saber lo que está mal, pero su lenguaje corporal me dice que
no pregunte. Pero luego se da la vuelta, como si hubiese tomado una decisión sobre
una conversación que yo ni siquiera sabía que estábamos teniendo, y dice
abruptamente:
53
—¿A tu novio le gustan las historietas?
Por un momento, creo que está bromeando.
La palabra era una broma. Pero su expresión es seria, y parece que espera una
respuesta seria, y estoy muy, muy desconcertada.
Trago saliva.
—¿Disculpa?
—Lo siento. —Frunce el ceño hacia la mesa de los nuevos lanzamientos—. No sé
por qué eso sonó tan duro.
Mi corazón martillea contra mi pecho, pero digo las palabras lentamente.
—Kurt. No es. Mi novio.
Josh se congela. Pasan varios segundos. Sus ojos están fijos en una reedición de
Tintín.
—¿No lo es?
—No. —Hago una pausa—. No.
—Pero... ustedes siempre están juntos. Son tan cercanos.
—Nosotros somos cercanos. Cercanos como mejores amigos. Cercanos
prácticamente como hermano y hermana. No, no cercanos como novio y novia.
—Pero... el collar. Ustedes comparten llaves...
—Porque somos amigos. Que pasan el rato.
Sus orejas se han puesto de un rojo profundo.
—Entonces... ¿nunca has salido con él?
—¡No! Lo he conocido desde que estábamos en pañales. —Mi mente está dando
vueltas—. No puedo creer que pensaras que estábamos saliendo. ¿Por cuánto
tiempo?
—Yo… supongo que todo este tiempo.
Un pánico nuevo y terrible se agita dentro de mí.
—¿Todo este tiempo como en este año o todo este tiempo como en desde que Kurt
era un estudiante de primer año?
54
Josh parece tener un nudo en su garganta.
—¿Desde que él era un estudiante de primer año?
—¿Todos piensan que somos una pareja? —Nuestros compañeros bromean sobre
eso, pero nunca pensé que fuesen en serio.
—No sé. —Josh sacude la cabeza vigorosamente, pero dice—: ¿Probablemente?
—OhDiosMío. —Me está resultando difícil respirar.
Él deja escapar una risa extraña. Es casi histérica, pero se detiene tan
abruptamente como comienza.
—¿Entonces estás saliendo con alguien? ¿Alguien más?
—No. Nadie desde el año pasado.
—Genial. —Sus dedos tamborilean rápidamente contra el montón de Tintins.
Lucho por mantener la voz firme.
—¿Y tú? ¿Estás viendo a alguien?
—Nop. Nadie desde el año pasado.
Quiero llorar de alegría. Yo le gustaba, pero él pensaba que no podía gustarle. Es
difícil adaptarme a esa idea. Sospechaba de su atracción, pero la plena verdad de la
situación es increíble. ¿Cómo es posible que mi amor platónico, mi amor platónico
durante tres años, le guste yo? Esto no sucede en la vida real.
Josh está igualmente desconcertado. Está intentando conseguir algo que decir
cuando sus ojos quedan atrapados en el Sfar.
—Hay más en la planta baja, ¿cierto? ¿Debemos ir allí?
—No. —Abrazo del libro con ambos brazos—. Esto es exactamente lo que quería.
55
Traducido por Shilo
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
odavía estoy agarrando el libro, ahora a través de un bolso azul Album,
mientras paseamos por el Sena. Tenemos otra hora antes de que se suponga
que debo encontrarme con Kurt por sushi en el Marais. La noche ha llegado
oficialmente, y las calles están llenas de gente. Siento como si estuviera flotando.
Mirando, sonriendo, sonrojándome. Ambos. Mi voz me ha abandonado. La mano
izquierda de Josh aferra su codo derecho, un ancla para mantenerlo en un solo
lugar.
¿Cómo uno procede en una situación como esta? Si sólo el descubrimiento de
admiración mutua podría guiar rápidamente a besarse. Si sólo pudiera decir, “Oye,
me gustas, y yo te gusto, entonces vayamos a buscar un parque retirado y
toquémonos”.
Nos dirigimos alrededor de un grupo de turistas, tocando contenedores de Notre-
Dames en miniatura. Josh traga.
—Sólo para que estemos claros —dice— no estaba tratando de, digamos, robarte
de Kurt cuando te pregunté si querías ir a la tienda conmigo. Estaba tratando de, ya
sabes… ser tu amigo. No quiero que pienses que soy un desgraciado.
Le sonrío—. No creo que seas un desgraciado.
Pero Josh mira a un balcón de hierro ornamentado, a un arco de piedra tallada, un
afiche enorme de las Olimpiadas de Invierno en Chambéry. A cualquier cosa menos
a mí.
—Es sólo que el fin de semana pasado me di cuenta que aunque estuvieras, um,
tomada, todavía quería pasar el rato contigo.
Me quería como más que una amiga en un principio. Mi pecho se estrecha
felizmente.
—¿El fin de semana pasado?
—¿Yom Kippur? —Josh me mira para ver si estoy siguiendo su línea de
pensamiento. No lo estoy haciendo, y estoy agradecida cuando se lanza a ello sin
que yo tenga que preguntar. Parece aliviado por el nuevo tema—. Bueno, entonces
T
56
el período de tiempo entre el Rosh Hashanah, que fue el día antes de que
regresáramos a la escuela…
—¿Ese es el Año Nuevo Judío?
Asiente.
—Sí. Entonces el período entre Rosh Hashanah y Yom Kippur es para la reflexión.
Se supone que debes pensar acerca de tus errores, pedir perdón, hacer
resoluciones. Ese tipo de cosas. Y luego Yom Kippur es, esencialmente, el fin del
plazo.
Nos separamos para pasar a un caballero que está paseando un sabueso basset, y
cuando nos encontramos, la distancia entre nosotros se reduce a la mitad.
—Entonces. Espera. ¿Contemplaste tu vida… y resolviste convertirte en mi amigo?
¿Aunque ya no seas un Judío practicante?
Josh me da una sonrisa malvada.
—¿Es eso un requerimiento para tu amistad?
Le echo un vistazo.
Se ríe, pero continúa con un pensativo encogimiento de hombros.
—No lo sé. Hay algo… poético acerca de esta época del año. Y no es como que haya
resuelto todo espiritualmente o como sea, pero sí pienso que está bien el hacer
resoluciones. En mis propios términos.
—Claro que está bien. Mi familia es Católica, ambos lados, pero nunca van a Misa.
Ni siquiera sé si mis padres creen en Dios. Pero todavía ponemos un árbol de
Navidad, y todavía nos da una sensación de paz. Las tradiciones pueden ser
buenas.
—¿Crees en Dios? —pregunta.
Por alguna razón, su franqueza no me sorprende. La Notre-Dame de verdad está
más delante de nosotros, gigante y conmovedora, y su reflejo brilla en el oscuro río
más abajo. La miro fijamente un momento antes de contestar.
—No sé lo que creo. Imagino que eso me hace una Agnóstica de Árbol de Navidad.
Sonríe.
—Me gusta.
57
—Y tú eres un Ateo de Yom Kippur.
—Lo soy.
Nunca he tenido una conversación como esta antes, donde algo tan susceptible es
discutido con tal facilidad. Cruzamos un puente hacia la catedral. Está en la Île de la
Cité, la más grande de las dos islas que comprenden el centro de París.
—Tengo una pregunta —dice Josh— pero no estoy seguro de cómo preguntarla.
Deseo poder darle un codazo juguetón.
—Estoy segura de que lo harás bien.
Hay una pausa insoportable mientras busca el fraseo correcto.
—¿Kurt tiene… autismo?
Internamente, me encojo. Pero lo perdono, como él me perdonó mi propia
ignorancia.
—Sí. Lo que el DSM7 solía llamar Asperger, y lo que ahora llaman autismo
altamente funcional. Es la misma cosa. Pero no es un problema, no es como si fuera
algo que necesita ser curado. Su cerebro trabaja un poquito diferente al de
nosotros. Eso es todo.
Josh hace un gesto hacia una banca en el pequeño parque de la catedral, y
respondo moviéndome hacia ella. Nos sentamos separados por poco menos de un
metro.
—¿Entonces cómo trabaja su cerebro?
—Bueno. —Respiro profundamente—. Es demasiado racional y literal. Entonces,
¿el sarcasmo, las metáforas? No son sus fortalezas.
Josh asiente.
—¿Qué más?
—Es difícil para él leer caras. Ha trabajado mucho en eso, entonces es mejor que
antes. Pero todavía tiene que recordar hacer contacto visual y sonreír. Me refiero,
obviamente que sonríe, pero sólo lo hace cuando lo siente. A diferencia del resto de
nosotros. —Estoy divagando, porque soy golpeada de nuevo por el hecho de que
7DSM: Acrónimo en inglés para Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. (Diagnostic
and Statistical Manual of Mental Disorders), de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.
58
estoy sentada en una banca, una banca que no es propiedad de la escuela, al lado
de Joshua Wasserstein.
—Entonces es honesto.
—Aun cuando no quieres que lo sea. —Me río, pero se convierte inmediatamente
en preocupación. No quiero que Josh se haga una idea incorrecta—. Aunque no es
su intención ser grosero. En el momento en el que se da cuenta que ha herido los
sentimientos de alguien accidentalmente, está devastado.
—Es un poco francés, ¿sabes? No la cosa de herir los sentimientos de las personas.
Sonreír solo cuando es sincero. Los estadounidenses le sonreirían a todos, por
cualquier razón.
—Tú no. —Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas.
Josh está sorprendido. Le toma un momento reunir sus pensamientos.
—Sí, me han dicho que me cuesta… ocultar mi descontento.
—Lo sé. —Dudo—. Me gusta eso de ti.
Sus cejas se levantan—. ¿De verdad?
Miro fijamente los tablones de madera de la banca. De alguna manera ese espacio
de menos de un metro entre nosotros se ha reducido todavía más.
—Significa que cuando de verdad sonríes, sé que no es falso. No están
sonriéndome para hacerme —sacudo mi cabeza y mi cabello rebota—, a quien sea,
sentir mejor. Si están diciendo cosas estúpidas. Y parece que no pueden parar de
hablar.
Su boca se extiende en una lenta sonrisa.
—Sí. —Me río—. Justo así.
—¿Qué más?
Inclino mi cabeza.
—¿Qué más qué?
—¿Qué más necesito saber sobre Kurt?
Su expresión implica que vamos a pasar más tiempo juntos. La feliz opresión
regresa a mi pecho.
59
—No hay mucho más que saber. No es como que sea un sabio que cuenta las cartas
o un genio matemático o algo. Me refiero, no me malinterpretes. Él es brillante.
Pero esos estereotipos son los peores. Aunque sí que ama la rutina.
Josh sonríe de nuevo.
—Déjame adivinar. ¿Sushi?
—Mismo día, misma hora, mismo restaurante. —Kurt y yo nos encontramos
después de su sesión de terapia semanal, pero Josh no necesita saber eso.
—¿La misma entrée8?
—Nigiri de camarón y sopa miso. Pero yo tomo el especial, lo que sea que es. Le
pido al camarero que me sorprenda.
Las campanas de Notre-Dame repican desde las torres. Nos sobresaltamos,
cubriendo nuestros oídos y riéndonos. Las campanas son sonoras, una cacofonía
de tañidos estrellándose unos sobre otros. Desde esta cercanía, es difícil distinguir
un patrón. Suenan y suenan y suenan, y estamos indefensos, completamente
inclinados de la risa, hasta que terminan su ruido.
La distancia entre nosotros ha desaparecido.
Sus jeans se frotan suavemente contra mis piernas desnudas. Estoy demasiado
consciente de mis movimientos, demasiado consciente de mis nervios, demasiado
consciente de todo. Todos los cinco sentidos están sobrecargados. Giro mi cabeza
hacia la catedral.
—Esa fue mi señal.
—¿Te importa si camino contigo? —La pregunta de Josh suena ansiosa, como si
estuviera tratando de recuperar el aliento—. Necesito recoger un pincel. En
Graphigro. —Es una tienda de suplementos de arte a unas cuantas cuadras del
restaurante. No sé si en realidad necesita un pincel nuevo o si esta es una excusa
para pasar unos cuantos minutos más conmigo. Pero lo tomo de todas maneras.
La noche entera ha sido surreal. Cruzamos otro puente, el Pont d’Arcole, hacia la
margen derecha. El olor al metal y orina flota desde el Sena, pero hasta eso apenas
lo noto. Estamos en una burbuja de dos personas. Los ruidos que debería estar
escuchando, autos acelerando, peatones apurándose, el estruendo de construcción,
están amortiguados. En lugar, escucho mi corazón palpitando contra mis costillas.
Los pasos firmes de Josh contra el pavimento. El ocasional chasquido de sus
pantalones cuando rozan.
8 Entrada.
60
Invítame a salir. Lo canto como un mantra. Invítame a salir, invítame a salir,
invítame a salir.
—¿Qué vas a hacer este fin de semana? —Se escapa de mi boca, mucho menos
casual de lo que había esperado—. Digo, ¿no estás en detención, verdad?
Yyyyyy que manera de hacerlo peor.
Pero Josh me mira con una sonrisa.
—La directora me llamó a su oficina, porque quería asegurarse de que nosotros
“empezáramos con el pie derecho” este año. Pero no me dio la detención. Todavía
no.
No tengo ni idea de cómo responder.
—De hecho —dice—, voy a ir a Múnich.
Me congelo, a medio paso. Está en contra de las reglas de la escuela irse de la
ciudad sin permiso, mucho menos del país entero. Alguien choca contra mí desde
atrás. Me tropiezo hacia adelante, y Josh extiende su mano para agarrarme, pero ya
me he estabilizado sola. Su mano duda en el espacio entre nosotros. Y luego
regresa a su bolsillo.
Casi que deseo haberme caído.
—Entonces, um, Múnich. ¿Este fin de semana?
Josh me está estudiando, asegurándose que de verdad estoy bien.
—Sí. Oktoberfest9.
Frunzo el entrecejo.
—¿Aunque todavía es setiembre?
—Ah, pero la mayor parte del festival ocurre este mes. Engañoso. Lo sé. —Sonríe, y
hay un destello tentador de hoyuelos. Mis entrañas se tambalean—. Pero quiero
visitar tantos países como sea posible antes de la graduación. Y nunca he ido a
Alemania.
—¿Y estás viajando solo? —Estoy sobrecogida. Inclusive hasta impresionada.
—Sip. Mi tren sale en la mañana.
9Oktoberfest: Fiesta popular alemana, cuya temática gira en torno a la cerveza.
61
Kurt aparece al otro lado de la calle. Está revisando su teléfono, sin duda
preparando un mensaje porque estoy todo un minuto tarde. Grito su nombre. Se
baja su capucha y se aparta el cabello de sus ojos, confundido por descubrirme con
Josh.
Lanzo mi pie contra la acera.
—Bueno. Esta es mi parada.
Josh patea una vez la acera, también.
—¿Tal vez alguna vez puedo unírmeles a la cena?
Ohpordios.
—Soy tan idiota.
Explota a reírse.
—Lo siento. ¡Lo siento mucho! ¿Te gustaría cenar con nosotros?
Todavía se está riendo—. Sólo estaba bromeando.
—Por favor. —Envuelvo mi mano alrededor de mi brújula—. Come con nosotros.
—No te preocupes. De verdad necesito recoger ese pincel antes de mañana.
Además —mira a Kurt—, no me gustaría imponerme.
—No te estarías imponiendo.
Pero Josh ya está caminando hacia atrás hacia la calle de al lado. Todavía me está
mirando.
—Nos vemos en unos días —grita—, disfruta tu pescado crudo.
—¡Disfruta tu schnitzel10!
Me río por la inesperada obstinación de nuestro intercambio final, mientras Kurt
aparece sobre mi hombro. Su frente se arruga.
—¿Por qué estaba él aquí? ¿Cómo pasó eso?
Josh da la vuelta. Admiro la parte de atrás de su físico mientras las farolas lo
iluminan, una tras de otra. Su figura se empequeñece. Alcanza una curva en el
10
Schnitzel: Plato de carne frita, popular en numerosos países, que se sirve con papas fritas o puré de papa.
62
camino y mira sobre su hombro. Una mano se alza en una despedida. Copio el
gesto, y desaparece.
—No lo sé. —Estoy perpleja—. Estaba sola en mi cuarto. Y luego él estaba ahí.
Es domingo, justo antes de la medianoche, y estoy acurrucada en la cama con Joann
Sfar, cuando hay dos golpes contra mi puerta. El sonido es tan suave que no estoy
segura de haberlo escuchado realmente. Mi mente corre a Josh, pero lo alejo como
improbable. ¿Kurt? No, él mandaría un mensaje. Tal vez fue en la puerta de al lado.
O tal vez sea una broma pesada; no sería la primera.
Espero por una voz.
Nada.
Me fijo de nuevo en mi libro, con cautela, cuando lo escucho de nuevo. Toc-toc.
Cerca del suelo. Todavía estoy agarrando la tapa dura, lo que podría ser una arma
útil, mientras salgo de la cama y camino de puntillas hacia adelante.
—¿Hola? —susurro.
—Soy yo —dice el otro lado—. Josh.
Agrega su nombre, porque todavía no se ha dado cuenta que reconocería su voz en
cualquier lugar, bajo cualquier circunstancia. He tenido esta fantasía antes:
Medianoche. Él. Aquí. El latido de mi corazón se acelera. Me sacudo el cabello
desacomodado por la almohada y respiro para tranquilizarme. No funciona. Giro el
pomo silenciosamente, pero mi mano tiembla.
—Hola —dice. Su rostro está cerca del mío, como si su mejilla, o tal vez su oreja,
habían estado presionadas contra la madera.
—Hola —replico.
Josh se inclina sobre el marco de la puerta. Su cuerpo está unos cuantos
centímetros más abajo, lo que hace que nuestros ojos casi se nivelen. Nos
estudiamos en silencio. Se ve diferente así de cerca. Se ve real. Completo, de alguna
manera. Miro al pasillo. Está oscuro y vacío. Esta fantasía es definitivamente
familiar… hasta que sostiene una jarra de cerveza.
Arrugo el entrecejo, pero comprendo sólo un segundo después.
—¡Fuiste! ¡De verdad que fuiste!
63
Josh levanta la jarra, con aplausos simulados—. Lo hice.
Sonrío.
—¿Cómo estuvo?
—Abarrotado. Ruidoso. —Suena exhausto—. Un campo ferial colmado de chicos de
fraternidad y padres borrachos tratando de escapar de sus propios hijos
malcriados. Mike y Dave hubieran encajado a la perfección.
—Vaya. Tan mal, ¿eh?
—Es seguro decir que estaré seleccionando un nuevo destino el próximo fin de
semana.
—Perdida para Alemania.
Las comisuras de su boca se levantan en una sonrisa. Sostiene la jarra, y coloco mi
libro debajo del brazo para aceptarla. La jarra está hecha de loza de barro
tradicional, pesada y llamativa y tallada, con una tapa puntiaguda.
Me río.
—Esto es realmente horrible.
—Todas lo eran. Y esas de las tiendas de cerveza eran peores, vidrio plano con este
logo del Oktoberfest mal diseñado. Al menos esta tiene una pelea de espadas. ¿Ves
los pequeños caballeros enfrente del castillo bávaro? Fue la más aventurera que
pude encontrar.
Y justo ahí es cuando me doy cuenta… esto es un regalo. Josh escogió esta para mí.
De repente, la jarra es hermosa. La aprieto contra mi pecho.
—Gracias.
Hace un gesto hacia mi libro—. ¿Cómo está?
—Bueno. Te lo puedo prestar. Si quieres.
Josh mira abajo a sus zapatillas, luego levanta la mirada, y luego la vuelve a bajar.
—Sabes que me gustas. ¿Verdad?
Mi corazón late tan fuerte que él probablemente sienta los retumbos. Pero, por
primera vez, las palabras salen fácilmente de mis labios.
—Entonces quédate aquí la próxima semana. Sal conmigo.
64
Traducido por Jane
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
osh no está en la escuela al día siguiente. Él tiene tres días más de descanso por
un día festivo que no celebra. Me gustaría poder escaparme, pero la idea de
perder una clase importante o atrasarme con una tarea me hace retorcerme.
Pero entiendo que sus prioridades están en otra parte, su arte. Así que estoy muy
sorprendida cuando entro al primer período el martes, y él está encorvado sobre
su escritorio... unos cinco minutos antes de que suene la campana.
Una descarga de adrenalina elimina cualquier rastro de somnolencia por la
mañana.
—¿Qué estás haciendo aquí?—Abrazo un cuaderno a mi pecho, brillando de
felicidad.
—H…hola. —Él se sienta más erguido—. Sí. Larga historia.
Levanto mis cejas.
—Tal vez la delegada de la escuela comenzó a sospechar sobre la duración de mi
ausencia. Quizás ella llamó a mis padres. Tal vez mis padres confirmaron que no
celebramos Sucot.
Mis hombros caen.
—¿Tal vez tienes toneladas de detención?
Josh se encoge de hombros, pero es un gesto de afirmación.
—Eso es una mierda. Lo siento.
Junta las manos en la parte superior de su escritorio.
—En realidad. —Josh baja la voz y se inclina—. La situación no es del todo mala.
Yo frunzo la nariz.
—¿No?
Él me mira fijamente. Me mira con más intensidad.
J
65
—Oh. —Mi mirada cae en una especie de vergonzoso placer—. Um. ¿Cuánta
detención recibiste?
Josh se sienta de nuevo, encorvándose otra vez.
—Sólo tres semanas, pero...
Eso hace que mi cabeza se levante de nuevo.
—Incluyendo los sábados. —Otro encogimiento de hombros—. No es una gran
cosa, puedo usar el tiempo para trabajar. Pero también es mi última advertencia.
No tomó mucho tiempo —añade.
Mi corazón se detiene, literalmente, se detiene, por un latido completo.
—¿Última advertencia? ¿Cómo una expulsión?
—En serio. No es gran cosa. —Pero mi pánico, debe mostrarse, porque él se
endereza en su asiento.
—¿Digamos que una advertencia “final”? No es mi primera.
Espero. No tengo idea de cómo puede estar tan tranquilo sobre esto.
—El año pasado—explica—. De hecho, tuve mi última advertencia una vez en
invierno y una vez en la primavera. Así que, de alguna manera, tengo dos. Esta es la
número tres.
—Bueno... ten cuidado. —Eso suena tan patético—. Quiero decir, las hojas ni
siquiera han cambiado, y no querrás perderte eso. A pesar de que son más bonitas
en Nueva York…
—Tendré cuidado. —Su voz es deliberada. Él sonríe.
Jugueteo con un rizo de mi pelo.
A dos mesas de distancia, Emily Middlestone se inclina. Ella lleva un par de gafas
de diseño que estoy seguro son falsas. —Sabes, sería realmente estúpido si te
echaran en tu último año de escuela.
La expresión de Josh limpia en blanco.
—Sí, Emily. Eso sería una estupidez.
La Professeur Cole irrumpe en la habitación y se detiene.
—¿Llego tarde?—le pregunta a Josh.
66
Él niega con la cabeza una vez.
—No.
—Bueno. Qué suerte que por fin hayas aprendido a decir la hora. —Pero su sonrisa
es astuta. Ella marcha hasta su podio, y yo tomo mi asiento.
El que está justo enfrente de Josh.
Nos miramos el uno al otro con una más franqueza a lo largo de la semana, pero
aún hay una timidez entre nosotros, una falta de voluntad para mirarnos o hablar
por mucho tiempo. Nuestra relación aún no se ha solidificado. La anticipación –de
algo– se cierne en el aire. Por la noche, me lleva horas conciliar el sueño. Pongo la
jarra de cerveza en la parte superior de mi mini-nevera, al lado de mi cama, así la
puedo ver desde mi almohada. Prueba que él está pensando en mí, también.
Él no visita mi habitación. Su detención se prolongará hasta la tarde de la cena, y él
aun no come en la cafetería. Y luego, después de la cena, las horas de visita del sexo
opuesto han terminado. Ha reducido la desobediencia de reglas, y al parecer eso es
lo que no está dispuesto a arriesgar más. Así que sigo mi horario habitual de tareas
y estudiar, y trato de reprimir el análisis. Kurt me ha estado dando miradas sucias.
El jueves, antes de clase de ciudadanía, Josh quita un lápiz de entre sus dientes.
—Bueno. El sábado. Estoy fuera de detención a las dieciocho horas. Cuando quieras
reunirte después de eso...
París se rige por un reloj de veinticuatro horas. Dieciocho horas son las seis. Mis
mariposas estomacales emergen de sus crisálidas.
—¿Sí?
Me señala con la pluma.
—Sabes que porque me invitaste a salir, tú eres quien tiene que elegir el lugar,
¿no?
Garganta. Seca.
Seca. Garganta.
Toda la sequedad está en mi garganta.
67
Josh coloca el lápiz entre sus dientes y luego inmediatamente lo saca de nuevo.
—Lo que sugieras.—Él sonríe—. Voy a decir que sí. Definitivamente, conseguirás
un sí. Si eso ayuda.
Mi respuesta es otro rubor.
El resto de mi semana escolar se gasta en un modo frenético, situación que me deja
con un nuevo respeto hacia los chicos. Sébastien planeó y organizó la mayor parte
de nuestras citas. Es un trabajo de alarmantemente presión. Kurt me recuerda que
será Nuit Blanche. Noche Blanca. Una noche que nunca oscurece. El primer sábado
de cada mes de octubre, los museos y las galerías abren sus puertas de forma
gratuita hasta el amanecer. La tradición comenzó en San Petersburgo, Rusia, viajó
aquí, y ha seguido propagándose en todo el mundo. Pero, incluso hablando como
alguien acostumbrado a su decadencia, todavía no hay mejor ciudad que París para
un festival de toda la noche.
No soy la única mirando el reloj. Exactamente a vingt et une heures –justo cuando los
números de mi teléfono marcan desde las 20:59 a 21:00– escucho un sonido que es
inmediatamente reconocible: dos golpes ligeros, bajos. Mis terminaciones
nerviosas se estremecen. Ayer, le dije a Josh cuando llegar, pero no a dónde vamos.
Principalmente porque no lo había descubierto todavía.
Tres años de ansiedad inundan todo mi cuerpo. ¿Y si me equivoco? ¿Y si esto no es
lo que siempre he querido?
¿Que si lo es?
Abro la puerta.
Josh se ve tan sexy como para debilitarme las rodillas. Es la primera noche fría de
otoño, y está vestido con un llamativo abrigo de lana. El cuello está subido de esa
descuidada manera segura de sí misma que sólo los artistas pueden lograr. Lo he
visto llevar este abrigo antes, este hermoso abrigo “voy a una cita”, pero esta es la
primera vez que él ha llevado este abrigo para mí.
—Tevesespectacular.
Pero las palabras salen de su boca, no la mía.
Llevo puesto un vestido elegante, y mi pelo está en ordenadas, ondas bonitas. Mi
boca está pintada de rojo. Maman me dijo una vez que colocara el color más
atrevido donde quiero que la gente mire. Me muerdo el labio inferior.
—Gracias. Tú también.
68
Josh mete las manos en los bolsillos. Sus hombros se elevan con nerviosismo.
Mi respiración es superficial. Como si no pudiera obtener suficiente oxígeno.
—¿Pensé que podríamos ir al Pompidou? Tienen una exposición de este raro
fotógrafo de Finlandia. Se supone que está totalmente loco, y pensé que podría ser
interesante, pero no sé, tal vez es estúpido, podemos hacer otra cosa si quieres…
—No.
La sangre se eleva a mis mejillas.
—¿No?
—Quiero decir que deberíamos ir. Eso suena bien.
—Oh. —Me trago el huevo de ganso que se ha quedado atascado en mi garganta—.
Bueno. Bien.
Hay una larga pausa. Josh da un paso exagerado a un lado.
—Por desgracia, tendrás que salir de tu habitación.
Me río, y suena como si hubiera absorbido helio.
—Cierto. Ha pasado un tiempo desde que he estado en una de estas. Una cita. Me
olvidé de cómo funcionaban. —Cierro la puerta detrás de mí, internamente
explotando con humillación. Estamos a sólo dos pasos por el pasillo antes de que
mi puerta “caja de sorpresas” se abra de nuevo.
Josh la cierra con un movimiento que es a la vez calculado y conocedor.
—Oh, hombre. Realmente es una lástima que un imbécil rompiera tu cerradura.
Finalmente, me río. Un sonido genuino y normal. Y entonces mi cita dice la mejor
cosa que posiblemente podría decir: —Está bien. No he estado en una de esas por
un tiempo, tampoco.
Mi sonrisa se triplica en tamaño.
Josh sonríe.
—Sólo dame tu mano.
—¿Q… qué?
—Tu mano—repite—. Dámela.
69
Extiendo mi temblorosa mano derecha. Y, en un momento que es cien sueños
hechos realidad, Joshua Wasserstein entrelaza sus dedos con los míos. Un choque
impresionante de energía se dispara directamente en mis venas. Directamente a mi
corazón.
—Sí —dice—. He estado esperando mucho tiempo para hacer eso.
No casi tanto tiempo como yo he estado esperando.
70
Traducido por Pimienta
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
l Centre Pompidou es el museo de arte moderno, el edificio parece una
enorme caja puesta del revés. Su estructura interna está a la vista siguiendo
un código de colores: verde para las tuberías de fontanería; azul para la
calefacción y la refrigeración; amarillo de la electricidad; y rojo para la seguridad.
Los colores primarios chocan con la elegancia del noble gris del resto de la ciudad.
Por alguna razón, eso hace que me guste aún más.
No me hubiera importado caminar hasta aquí, mi sitio de sushi está a la vuelta de
la esquina, por no hablar de la casa del árbol, pero Josh le dio un vistazo a mis
tacones y me llevó directamente a la parada de taxis más cercana. Llevo puesto mi
par más alto. Él sigue siendo más de quince centímetros más alto que yo, pero sé
que puedo llegar a sus labios, si él intentara algo. Espero que lo intente.
El vestíbulo del museo es de metal plateado y deslumbrante. Al pasar el mostrador
de información, Josh toma de nuevo mi mano. Nuestras manos están sudorosas. Es
el cielo. Subimos por las escaleras mecánicas de elevándonos junto a una pared de
acero y vidrio. Las calles brillantes de París se extienden por el horizonte.
Hablamos de las pequeñas nadas brillantes que vemos, la gente, los autos, las
catedrales e incluso la Tour Eiffel, no es que no tengamos nada significativo que
decir. La sensación es que está todo por decir.
Y ¿por dónde empezar con todo?
Pasamos con las escaleras mecánicas de la planta cuatro a la cinco, y yo me subo al
próximo escalón y me giro. Nuestros ojos están al mismo nivel. Nos estamos
riendo, ni siquiera estoy segura de por qué, y él está sosteniendo mis manos, y de
pronto… se inclina.
Este es el momento.
Josh vacila. Al segundo se corrige a sí mismo y se aleja. Me inclino hacia delante
para decirle que es el momento oportuno, que estoy lista, que hagamos esto. Su
E
71
declaración es una sonrisa, nuestros ojos se cierran, su nariz choca con la mía y…
¡blip!
Saltamos. Su bolsillo suena de nuevo.
—Lo siento —dice él, nervioso—. Lo siento —Nuestras manos se separan, y él saca
su teléfono para silenciarlo. Entonces inesperadamente estalla riendo.
Todo dentro de mí está palpitando.
—¿Qué es?
—Él consiguió un trabajo —Josh niega con la cabeza—. Realmente consiguió uno.
—Él sostiene la pantalla del teléfono hacia mí y una foto de un hombre con el pelo
revuelto y un chaleco de poliéster me sonríe. Él está haciendo la señal de V, con sus
dedos ingleses. Es su mejor amigo, Étienne St. Clair.
Sonrío, a pesar de nuestro beso frustrado.
—¿Dónde va a ir St. Clair ir a la universidad ahora?
Por razones desconocidas para mí, al amigo de Josh se le llama por su apellido.
—California. Berkeley. Dijo que estaba consiguiendo un trabajo en una sala de cine,
pero no le creía.
Josh niega con la cabeza otra vez mientras nos llegamos al final de la escalera
mecánica.
—Él nunca ha trabajado ni un día en su vida.
—¿Y tú? —Porque no hay muchas personas que lo hayan hecho en nuestra escuela.
Josh frunce el ceño. Está avergonzado de su respuesta, y suelta la solitaria palabra
como una confesión.
— No.
—Yo tampoco —Ambos sostenemos la culpa del privilegio.
Josh mira su teléfono otra vez. Me inclino y examino la imagen más cercana.
—Uf. Ese es un uniforme seriamente feo. ¿Alguien se ve bien en poliéster marrón?
Él sonríe ligeramente.
72
La escalera termina. Josh escribe una respuesta rápida, silencia su teléfono, y lo
devuelve a su bolsillo. Me pregunto si él le contó a St. Clair de nuestra cita. Me
pregunto si soy digna de ser noticia.
Nos dirigimos hacia la galería, pero la turba dentro del restaurante de la última
planta nos retrasa. Han quitado las mesas, y un ejército de modelos esbeltas con
pelucas blancas y rizadas, con lápiz labial blanco, y círculos de rubor como las de
una marioneta, están maniobrando con bandejas de champán a través del
enjambre de cuerpos. Josh se vuelve hacia mí y ladea la cabeza.
—¿Debemos?
—Sí —respondo con un brillo a juego—. Creo que debemos.
Nos deslizamos dentro, y él agarra dos copas de la primera bandeja. Somos las
personas más jóvenes aquí, por el momento. Tiene que ser una fiesta privada. El
clamor de las voces excitadas y la música caleidoscópica extravagante, hacen que la
habitación suene inusualmente alto para ser París.
—Es como Vísperas de Año Nuevo aquí —le grito.
Se inclina a gritar.
—Pero no la real. De esas con falso glamour que se ve en las películas. Siempre
paso la real viendo la televisión solo en mi habitación.
—¡Sí! ¡Exactamente!
Josh me entrega un vaso y asiente con la cabeza hacia una de las gigantes conchas
decorativas de aluminio del restaurante.
Nos arrastramos hasta debajo de un de ella. El ruido se hace un tanto apagado, y yo
levanto mi copa.
—¿Por un nuevo año? ¿Nuestro nuevo año escolar?
Coloca una dramática mano a través de su corazón.
—Lo siento. Pero no puedo brindar por ese lugar.
Me río.
—Está bien, ¿qué hay de... los cómics? ¿O Joann Sfar?
—Propongo un brindis —Josh levanta su copa con seriedad—, por los nuevos
comienzos.
73
—Por nuevos comienzos.
—Y Joann Sfar.
Me río de nuevo.
—Y Joann Sfar —Nuestros vasos tintinean, y sus ojos permanecen fijos en los míos
con cuidado por la tradición francesa. Mi sonrisa se ensancha en una sonrisa.
—¡Ja! Lo sabía.
—¿Saber qué?
—Mantuviste contacto visual conmigo. Te he visto fingir que no sabes cómo van las
cosas por aquí, pero te conozco. Yo sabía que lo sabías. Eres demasiado buen
observador. —Tomo un sorbo de champán triunfante. La efervescencia prístina
cosquillea en la punta de mi lengua, y mi sonrisa crece tan enorme que él rompe a
reír a carcajadas.
Gracias, Francia, por permitir que el alcohol sea legal para los adolescentes.
Bueno, para la gente de dieciocho años. Y estamos lo suficientemente cerca.
Josh parece divertido.
—¿Cómo sabes que no estaba mirándote simplemente porque quería verte?
—Apuesto a que hablas francés mejor de lo que dejas ver, también. Nunca lo usas
en la escuela, pero apuesto a que lo hablas con fluidez. La gente puede hacerse el
tonto todo lo que quiera, pero siempre se delatan a sí mismos con acciones. En los
pequeños momentos, como este.
Las burbujas parecen irse por el conducto equivocado. Tose y escupe.
—¿Hacerme el tonto?
—Estoy en lo cierto, ¿verdad? Lo hablas fluido.
Josh niega con la cabeza.
—No todos nosotros crecimos en un hogar medio francés.
—Pero apuesto a que aún lo hablas bien.
—Tal vez. Quizás no. —Gracias a Dios, él está divertido otra vez.
—Así que ¿por qué pretendes no saber cosas? —Mis dedos juegan con el tallo de la
copa—. ¿O no te preocupan?
74
—No me importa. La mayoría de las cosas —añade.
—¿Pero por qué hacerse el tonto?
Toma otro trago considerable de champán.
—¿Sabes? haces preguntas realmente difíciles para una primera cita.
Un rubor erupciona en mi cara y cuello.
—Lo siento.
—Está bien. Me gustan las chicas que me desafían.
—No quiero suponer un desafío.
—No lo eres.
Levanto una ceja, y él se ríe.
—En serio —dice—. Me gustan las chicas inteligentes.
Mi rubor se profundiza. Me pregunto si sabe que soy la mejor estudiante de
nuestra clase. Nunca hablo de ello, porque no quiero que la gente me juzgue. Pero
es cierto que su ex novia también era inteligente. Rashmi fue la segunda mejor
alumna el año pasado.
Josh dice otra cosa, pero el ruido en el restaurante ha ido en aumento, y finalmente
está alcanzando su volumen máximo. Niego con la cabeza. Lo intenta de nuevo,
pero todavía no puedo oírlo, así que él toma mi mano. Bebemos el resto de
nuestras bebidas mientras nos apretamos pasando a través de la gente. Coloca las
copas vacías en una bandeja que pasaba por ahí, me lleva más allá de la multitud
asistente a la fiesta, y salimos jadeando y riendo al pasillo.
—Bueno —dice Josh—. Está hecho.
Hago un gesto hacia las galerías. Damos un paseo a través de ellas de la mano. Pero
el aire es frío, casi me recuerda a las funerarias, y las habitaciones escasamente
amuebladas la hacen parecer más frías y más extrañas. Hay esculturas en
miniatura de objetos mundanos que para ver tienes que ponerte de rodillas. Un
cortometraje de un lugar de comida rápida intencionadamente inundado de agua.
Una colección de títeres con lápices de colores metidos por el culo.
—Eso se ve...
—¿Incómodo? —termina Josh.
75
—Yo iba a decir como un supositorio muy colorido.
Se echa a reír, y una mujer mayor con un zorro muerto alrededor de los hombros
nos mira.
El zorro ha sido teñido de un tono alarmante púrpura. Josh susurra a mi oído:
—Así es como ese zorro consiguió un color tan vibrante. Lápices de colores. Hasta
la culata.
Intento cubrir mi risa, pero es inútil. Ella nos mira de nuevo, y nos escabullimos a
la habitación contigua.
—OhDiosMio. Todo esto es... no es lo que yo esperaba.
—No digas eso. —Pero todavía se está riendo.
Niego con la cabeza.
—Quería algo raro, pero quizás es demasiado raro.
—No importa. Estoy contigo. Estoy feliz de estar en cualquier lugar contigo.
Mi corazón salta.
—Yo también.
Josh me aprieta la mano.
—Vamos. —Él tira de mí más cerca a medida que caminamos, y nuestros cuerpos
chocar uno contra otro. Es increíble lo sólido que es. Tan real. Músculo, piel y
hueso.
—Todavía no hemos visto al artista finlandés. Tal vez está por aquí.
Nos encontramos con la exposición escondida en un rincón al fondo del museo. Las
paredes están decoradas con cientos, tal vez miles, de fotografías sin enmarcar,
granulosas. Nos acercamos a una de ellas, una bolsa de patatas fritas de una sola
porción arrugada. El artista había dejado una nota garabateada al lado como una
especie de etiqueta antes de tomar la foto. Está escrito en finés, pero también tiene
una fecha.
—Huh —Decimos a la vez.
Josh apunta a otra fotografía. Es un asiento de autobús vacío, también etiquetado.
—¿Así que está catalogando su vida del día a día? ¿Supongo?
76
Miro a mi alrededor buscando una señal en francés y la encuentro junto a la puerta.
Me acerco a leerlo.
—Estos no son sus cosas. Son cosas de alguna mujer.
Josh da un silbido.
—No es de extrañar que esto parezca la habitación de un acosador —Se inclina—.
Oh, ¡mierda! Mira esto. Sí, creo que en realidad es mierda.
Corro de nuevo a su lado.
—¡¿Cómo consiguió la mierda de ella?!
—Tal vez él entró en un baño público tras ella. Probablemente fue a tomar una foto
del asiento y tuvo suerte. Tal vez no funcionaba la cisterna.
Resoplo voz alta.
—Quiero decir, he estado esperando a que dejes algo atrás durante siglos, pero sigo
encontrándome con todos esos sanitarios vacíos.
Finjo un suspiro y lo empujo. Se ríe y me empuja de vuelta, y yo chillo cuando la
señora del zorro púrpura entra en la habitación. Ella nos dispara dagas con los
ojos. Nos enderezamos, pero nuestras risitas apenas contenidas resuenan mientras
tratamos de enfocar nuestra atención en una imagen de una lata de Coca-Cola
usada.
—El amor de este tipo por esta señora es algo vago, ¿no te parece? —susurra.
Me tapo la boca con mis manos de nuevo.
—Un reaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaal guarro incívico.
—Basta —siseo. Mis ojos lloran—. OhDiosMio, ¡mira esto! ¿Cómo consiguió las
sobras de sus uñas de los pies?
—Si fueras mi chica —susurra—, tomaría fotos espeluznantes de tu basura cuando
supiera que no estás mirando.
—Si fueras mi chica —le susurro de vuelta—, pondría esas fotos espeluznantes en
un museo extranjero por lo que no sabrías que hice esas fotos espeluznantes.
Una sola carcajada se escapa de Josh, y la mujer se da vuelta.
77
Como un personaje de dibujos animados. Es la gota que derrama el vaso. Perdemos
el control, desmoronándonos histéricamente, salimos corriendo de la habitación,
hacia las escaleras mecánicas.
—Si fueras mi chica —le digo, apenas capaz de recuperar el aliento—. ¡Me quitaría
la piel, la teñiría de color púrpura, y te la pondría como una bufanda en las
reuniones de lujo!
Él se detiene y se dobla por la cintura, se está riendo tan duro.
—Oh, mierda. —Se limpia una lágrima del ojo.
Dos guardias de museo aparecen a la vuelta de la esquina.
—¡Corre, corre, corre, corre, corre!
Corremos por el pasillo, y los guardias de vienen detrás de nosotros. Llegamos a las
escaleras mecánicas, y, por alguna razón, se dan por vencidos. Después, de como,
cinco metros enteros.
—Esto es toda la seguridad —Josh está alegremente consternado—. Tal vez
deberíamos robar un cuadro.
Me río, y él me observa desde el escalón siguiente. Radiante. La corriente entre
nosotros es tan intensa que es casi visible. Toma mi mano y le da vuelta
examinándola. Es mucho más pequeña que la suya.
—Si fueras mi chica —dice—, te sacaría de una reunión de lujo y te llevaría a un
lugar menos pretencioso.
Descanso mi pulgar contra una mancha de tinta en su dedo índice.
—Y si fueras la mía, te diría que conozco un buen sitio justo al final de la calle.
Él levanta la cabeza. Sus cejas se levantan.
Sonrío.
—Si fueras mi chica —dice, pero hay una explosión en el exterior, y me pierdo el
final de la frase. Los fuegos artificiales crepitan de color rosa, verde, azul, blanco,
verde, rojo, naranja. Los asistentes al museo sobre las escaleras mecánicas estallan
en un frenesí de aplausos a medida que continuamos bajando.
—Si fueras mi chica —dice Josh, presionando su nariz contra mi oído. Vuelvo la
cabeza, y las luces, el ruido y las personas desaparecen. La distancia entre nosotros
desaparece.
78
Nuestro beso es todo menos tímido.
Sus labios presionan profundamente contra los míos, y los míos presionan
profundamente de vuelta. Nuestras bocas abiertas. Nuestras lenguas se
encuentran. Tenemos un hambre, casi delirante. Incluso con los ojos cerrados, la
forma de su cuerpo parpadea ante mí, iluminado por el espectáculo exterior. Luz,
oscuridad, luz, oscuridad. Él sabe a champán. Él sabe a deseo. Él sabe a mi anhelo
más profundo cumplido.
79
Traducido por Selene1987
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
uestras bocas aún están unidas cuando Josh cae al suelo. Unas cuantas
cosas suceden después en rápida sucesión: su mejilla da directamente
contra mi nariz en su trayectoria mientras rápidamente deja caer su peso
sobre mí. Pierdo el equilibrio, me tropiezo hacia adelante y hago que ambos
caigamos sobre el suelo reluciente del museo.
—Mierda. —Josh me mira, con los ojos abiertos—. ¡Mierda!
La sangre sale de mi nariz.
—¿Está rota? ¿Te he roto la nariz?
La toco y me duele, pero meneo mi cabeza como si no fuera un problema. Pongo
bien el vestido sobre mis muslos indecentemente expuestos.
—Estoy bien. —Estoy biend.
Josh me levanta hacia arriba y hacia las escaleras mecánicas. Busca en su bolsillo
frenéticamente, buscando algo, pero no encuentra nada. Un testigo preocupado
coge un pañuelo cuadrado de flores y me lo entrega.
—Merci—le digo al sofisticado hombre. Mbear-see. Me lo llevo a mi nariz unos
segundos, y cuando lo quito parece una escena de un crimen.
—No. No —no puede dejar de repetirse Josh—. Lo siento. Lo siento muchísimo.
—¡No pasa nada! —Espero que entiendo mi voz—. Sólo es una nariz sangrando.
—Le entrego el pañuelo, insegura, y el hombre furiosamente menea la mano.
Estábienquédatelo. Asiento dando las gracias mientras Josh me lleva al cuarto de
baño más cercano—. De verdad que estoy bien —le aseguro. Pero se toca la frente
con horror mientras yo desaparezco dentro.
Inspección de daños. Mi nariz aún sangra, mi mejilla está roja como un tomate, y
mañana tendré un gran moratón. ¿Al menos mi vestido aún está limpio? Una mujer
con una elegante mejilla de ébano y unos pómulos para-morirse sale de un
urinario. Carraspea.
N
80
—¿Qué ha pasado? —pregunta en francés. Ya está sacando todo un paquete de
pañuelitos de su bolso. Los coloca en mis manos.
—Me pasa todo el tiempo —digo—. Es embarazoso.
Sólo la mitad es una mentira.
Saco un pañuelito, colocándolo con suavidad en el puente de mi nariz, y espero que
se detenga la hemorragia. Y espero. Y espero. Le digo que se marche, porque es
raro tener una extraña, aunque tenga buena voluntad, mirándome tanto tiempo.
Finalmente lo hace. Inmediatamente después, oigo a Josh preguntándole en un
maníaco, pero perfecto, francés si estoy bien.
¡Ajá! Lo sabía.
Cuando la sangre se detiene, reaparezco con una gran sonrisa. Josh se retuerce las
manos.
—Isla, lo siento muchísimo. ¿Seguro que no está rota?
Mi sonrisa se transforma en toda una sonrisa.
—Sin duda.
Su incomodidad baja, pero sólo momentáneamente. Su ceja se mueve confusa.
—Un nouveau record—digo—. Combien de tempsçat’apris? Une heure? —Un nuevo
récord. ¿Cuánto hizo falta? ¿Una hora?
Los ojos de Josh se estrechan. Se da cuenta de que le he pillado hablando bien
francés, aunque arriba dijo que no podía.
—Au moinsquatre-vingt-dix minutes—admite a regañadientes. Al menos noventa
minutos. Sólo me hizo falta ese tiempo para saber la verdad.
Me quedo mirándole. Le miro más todavía.
Por fin, menea su cabeza y se ríe. Sonrío –dulcemente, esta vez– para hacerle saber que su
secreto está a salvo. Josh se frota la parte de atrás de su cuello.
—¿Supongo que ya no quieres enseñarme ese otro lugar? ¿Ese menos presuntuoso
lugar?
—No lo sé —digo—. Es un lugar secreto. ¿Puedo confiar en ti?
—Soy genial guardando secretos.
Le doy un pequeño codazo.
81
—Sé que sí.
El aire fuera es impetuoso y fresco, y se añade a mi sensación de insensatez. No sé
si podré contarle a Kurt lo que estoy a punto de hacer, si está rompiendo algún tipo
de código de amistad. Puede que sí. Pero no me importa.
Estamos radiantes, la emoción de la noche ha regresado, mientras nos
apresuramos a las siguientes cuatro manzanas. Tuerzo a la izquierda en la calle
Chapon y le llevo a un edificio de pinturas blancas y postigos rojos de madera. Me
paro en el teclado. Josh parece sorprendido, quizás incluso impresionado.
—No me digas que tienes un apartamento.
Tecleo el código y la puerta se abre. Le doy una mirada divertida.
—Entra.
—Me imaginé que íbamos a un bar o un club o algo. Me tienes intrigado, Martin.
Me toco la nariz.
Josh se encoge.
—Sí. Eso no funciona con un seudónimo masculino, ¿no?
Mi dirijo hacia arriba, sonriéndome a mí misma, y él me sigue en silencio. Después
de pasar por varias plantas, me lanza una mirada curiosa.
—Hasta arriba —le digo. Subimos y subimos hasta que llegamos a la planta de
arriba. Josh mira la puerta lila con la alfombrilla de un leopardo, expectante. Con
nerviosismo—. Ésa no. —Le llevo hasta una esquina escondida hacia una segunda
puerta más pequeña—. Ésta.
Tira del picaporte y descubre que está cerrado. Saco la llave de mi bolsa. Es pesada
y de hierro.
—¿Sabes? —dice—. Si no lucieras toda pequeña, bonita y notablemente inocente,
estaría corriendo ahora mismo. Esto parece como una trampa para algún tipo de
porno torturador.
—Jamás confíes en una chica porque parezca inocente. —Le enseño la llave, pero
mi corazón empieza a acelerarse. Dijo que soy bonita. Doy la vuelta a la llave, se
escucha la cerradura, y la puerta se abre.
82
Josh mira entre la oscuridad.
—Ah. Más escaleras. Claro.
—Las últimas, lo prometo.
Me sigue al interior, y le hago una seña para que cierre la puerta. Estamos sumidos
en la oscuridad.
—Espera aquí —susurro.
—¿Vas por tu hacha?
—Esposas.
—Pervertida. Pero, vale, lo intentaré.
Río mientras subo el último tramo de escaleras. Son estrechas, duras y empinadas,
así que subo con cautela. Levanto un brazo sobre mi cabeza hasta que mis dedos
llegan a la trampilla. Una vuelta más a la llave, un buen empujón con la base de mi
mano, y se abre. La escalera se ilumina. Miro hacia abajo. Josh me mira, bañado en
luz y preguntas.
Sube hasta el balcón de la azotea con reverendo silencio. Cierro la trampilla, y
estamos rodeados por un paisaje brillante.
—Puedes verlo todo desde aquí —dice. Es la primera vez que le oigo hablar con
asombro. El río serpenteante y las catedrales derruidas y los palacios desgarbados
y todo, sí, todo se ve desde aquí. La vista es incluso mejor que la del Pompidou. La
Ciudad de la Luz se ilumina de vida, con celebraciones de la Noche Blanca en todo
su esplendor.
—Bienvenido a la Casa del Árbol —Brillo con un alegre orgullo—. Jamás he tenido
una de verdad, pero es una buena sustituta. La única parte que requiere
imaginación es el árbol en sí.
—No puedo creerlo. ¿Es tuyo?
—De mi tía. La tía Juliette vive en el apartamento de la puerta lila. Solía jugar aquí
arriba cuando era una niña, pero luego me dio la llave durante mi último año. Kurt
y yo necesitamos un lugar… donde escaparnos.
Josh observa con detenimiento el espacio, procesando cada cosa. El balcón es
cuadrado, acogedor, y lleno de una variedad de objetos desgastados: una escalera
de madera, dos sillas desparejas, una tetera mohosa de terracota que tiene un rosal
en miniatura, una pila de piedras redondas, un espejo roto con un marco de oro,
83
una colección de botellas verdes de refrescos, y la cabeza de un caballo blanco de
un carrusel. Una pequeña pared lo contiene todo.
—Son todos objetos encontrados —explico—. Los recogemos de la calle. Tenemos
la regla de que nada de nuestra décor—digo esta palabra de alguna manera
graciosa, y sin embargo, seria—, puede ser comprado.
Josh se agacha y toca la melena del caballo con delicadeza.
—¿La gente deja cosas así en la calle?
—Enfrente de sus casas. Las dejan para que el basurero se las lleve.
—¿Y esto? —apunta a un bol de porcelana desportillado que está lleno hasta arriba
de agua fresca.
—Es para Jacque. Es el gato callejero que a veces se queda con nosotros.
Josh menea su cabeza.
—Esto… sí. Esto es increíble. Seguro que traes a todos tus paramours11 aquí.
Es una broma, pero mientras se levanta, noto una verdadera pregunta en el fondo.
—Sólo ha habido uno. Y, no, no recibió ninguna invitación. —Me agacho para
quitar una pequeña manta—. Vale. He mentido.
—¿Le trajiste aquí?
Levanto la manta y me río.
—No. Esto lo compré. No lo encontré en la calle.
Josh emite un suspiro apenas perceptible pero aun así aliviado. Me hace sonreír.
Tumbo la manta. Nos sentamos, mirándonos a la cara con las piernas cruzadas.
—Pues háblame de él —dice—. Dime de quién debería estar celoso.
—Bueno. Se llama Jacque, es muy bajito y tiene las garras más bonitas que he visto.
—Venga.
—El chico no es importante. No es que saliera con él dos años —añado
explícitamente.
11
Paramour: Amantes en francés.
84
—Ugh, no me lo recuerdes. —pero después de unos segundos, me da un golpe en la
rodilla—. Sigue.
Suspiro.
—Se llamaba Sébastien. Es francés. Va a una escuela a diez minutos de la nuestra. Y
mi tía nos arregló.
—Vaya —Josh hace una mueca—. ¿La misma tía que vive debajo?
—La misma. La tía Juliette es amiga de su maman, y nos invitaron a las dos a tomar
el brunch el invierno pasado, sin decirnos que la otra persona también estaría ahí.
Fue humillante. Pero, extrañamente raro… congeniamos. Salimos en secreto
durante varios meses.
—¿Salieron en secreto?
—No queríamos contarles a nuestras ruidosas familias que su plan había
funcionado —hago una pausa para una sonrisa—. Así que no lo hicimos.
—¿Lo supo alguien?
—Claro. Kurt lo sabía. Y los amigos de Sébastien.
—Y… ¿qué pasó?
Mi mirada baja.
—Resulta que no era un chico muy bueno. No le gustaba Kurt.
—Lo siento —Josh hace una mueca nuevamente—. ¿Cuán en serio iban? ¿Antes de
eso?
—Quieres decir que si tuvimos sexo.
Se echa hacia atrás por mi brusquedad. Agacha la cabeza, abatido.
—Sí —digo.
Intenta cubrir su sorpresa. Otra vez. Supongo que todos en el colegio asumen que
soy virgen, eso es si no piensan ya que me estoy tirando a mi mejor amigo.
—Pero nunca fuimos serios-serios —explico—. Es decir, cuando creces siendo
medio francesa, no es que el sexo sea un gran tabú. Y, sí, tienes que tener cuidado y
usar protección y bla, bla, bla, pero no es ese rollo puritano americano. ¿Sabes?
Aunque Sébastien fue el único. No quiere que te equivoques…
85
—No —menea su cabeza rápidamente—. Lo sé.
Una pausa larga.
—¿Y tú?
—Igual. Sólo una.
Aparece el viento, y me froto mis brazos desnudos.
—Pero tú la querías.
—Pensaba que sí. —Josh mira a la ciudad—. Y luego supe que no, y ella sabía que
ella tampoco, pero seguimos juntos porque… No sé por qué. Quizás porque
pensábamos que deberíamos estar enamorados. Al menos yo sí. Quería estar
enamorado —me mira de nuevo—. ¿Alguna vez has estado enamorada?
—No. —Sí. De ti.
Pasa una motocicleta en la carretera de abajo. Escuchamos hasta que su motor
desaparece. Josh me mira, y luego cambia.
—Estás temblando.
—Oh, estoy bien. Me gusta el frío.
Pero ya está de rodillas, quitándose el abrigo. Lo pone alrededor de mis hombros, y
el peso de él me atonta de mil maneras. Mi cuerpo se debilita de lujuria. El abrigo
huele a cítrico y tinta y a él.
—Te vi esa otra noche —dice.
—¿Huh? —mis ojos se abren—. ¿Qué noche?
—El verano pasado. Regresé a la cafetería a medianoche la noche siguiente, y te vi
allí. Sabía que era una posibilidad remota, pero… tenía la sensación de que podrías
estar allí. Y allí estabas.
Conozco esa sensación. Tuve esa sensación.
—¿Por qué yo no te vi a ti?
—Nunca llegué a entrar. Te vi por la ventana, y tú…
—Estaba con Kurt—termino.
—Así que seguí caminando. Me sentí como un idiota. Si lo hubiera sabido, ojalá lo
hubiera sabido. Habías sido tan divertida y coqueta y…
86
—¿Coqueta?
—Sí —sonríe—. Podía decir que te gustaba.
—Diosmío. —Estoy mortificada.
—¡No! Fue bonito. Créeme, fue muy, muy bonito.
—Sí, no. Ahora quiero morirme, gracias.
—No. Lo digo en serio. Siempre me gustaste, pero pensaba que yo no te gustaba.
Nunca me hablabas. Así que nunca pensé que fueras una opción siquiera y luego
me junté con Rashmi, y eso fue todo. Pero el verano pasado me di cuenta que
simplemente eras tímida.
Retrocede. Retrocede. Retrocede
—¿Siempre te he gustado?
—¿Una chica sexy súper inteligente que lee cómics? ¿Bromeas? Sin duda estabas
en mi radar.
Sexy. Me habían ascendido a sexy. Nadie jamás me había llamado sexy. ¿Bonita? Sí.
¿Adorable? Sí, a menudo, y hacía que quisiera darles un puñetazo. No sabía que las
chicas bajitas podían ser sexys. Pensaba que había sido relegada permanentemente
al status delicada-chica-hada.
—Vaya, narices sangrantes —me aprieto más contra su abrigo—. Esas son
definitivamente sexys.
Josh entierra la cabeza en sus manos. Gime.
—No puedo creer que hiciera eso.
—Creo que las leyes de la física lo han hecho.
—Y mi barbilla.
Me río.
—Pero hasta esa última parte, fue muy bien, ¿verdad? Es decir, teníamos fuegos
artificiales de verdad. Ese tipo de beso de final de créditos y felices para siempre.
—Si pudiera llevarme el mérito por eso.
—Ya sabes… siempre puedes intentarlo de nuevo.
Alza su cabeza.
87
—¿Lanzar fuegos artificiales?
—Un segundo primer beso.
—Creo que simplemente lo llaman segundo beso.
Choco mi rodilla contra la suya.
—¿De verdad me vas a hacer que te lo pida de nuevo?
—Um. No. —Josh rápidamente se echa hacia adelante.
—A menos —Coloco una mano en su pecho—. ¿Estás seguro? Porque. ¿Y si no
quieres?
Sonríe.
—Estás arruinando nuestro segundo primer beso.
—Yo sólo… quería asegurarme —digo.
—Estoy seguro. —Pero se detiene antes de llegar a mí—. Espera. ¿Estás tú segura?
—Claro que estoy segura.
—Vale. Entonces los dos estamos seguros —Josh sonríe de nuevo. Coloca una
mano a un lado de mi cara. Sus dedos están fríos, pero me caliento con su toque.
Nos miramos mutuamente durante unos segundos. Su sonrisa desaparece, y
entonces, lentamente, se acerca y me besa.
Es un beso gentil, con los labios ligeramente separados. Suave.
Josh se echa hacia atrás unos centímetros. Estudia mi frente. Mis mejillas. Mi
barbilla, mis orejas, mi nariz, mis labios.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto.
—Quería saber cómo eras de cerca.
—Oh. —Sale como un suspiro.
—Tienes pecas en tus párpados —dice.
Cierro los ojos, y los besa. Un delicado beso en cada párpado. Su nariz rastrea la
mía, y su boca descansa encima de la mía. Mis brazos rodean la parte de atrás de su
cuello. Nuestros labios se encuentran con más urgencia. Más exploración. Nos
besamos hasta que ya no se puede besar, definitivamente es una sesión de besos,
mientras sus manos se deslizan bajo mi abrigo y sobre mi cintura.
88
Nos metemos en la manta.
Nuestros dedos están en el pelo del otro, y su aliento está en el hueco de mi cuello,
y deseo que el mundo nos trague, juntos, en ese momento. Y luego es cuando me
doy cuenta de que esto, esto, es enamorarse.
89
Traducido por Salilakab
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
os besamos en las escaleras, en las calles del Right Bank12, en el puente
sobre el Rio Sena, en las calles del Left Bank13. Nos besamos hasta que
nuestros labios estaban entumecidos, era tan intenso que no me di cuenta
de que mis pies estaban ampollados hasta que estamos a solo unas cuadras de la
residencia de estudiantes. Me quito los tacones en las escaleras de la Saint-Étienne-
du-Mont, una iglesia al otro lado del Panteón y libero un suspiro de alivio.
—Ampollas y nariz sangrando —Josh se sienta a mi lado—.Esto ha ido bien.
Sonrió y lo beso de nuevo.
—Esos zapatos son una locura —dice.
Muevo mis pies rojos.
—Creo que eran un poco como demasiado.
—Tu calzado tiende a ser excesivamente alto. ¿Si sabes que todos sabemos que no
eres alta? No es cómo que sea un secreto.
—Silencio.
—Me gusta que seas pequeña, cómo si pudiera llevarte a todos lados en el bolsillo.
Empujé su brazo con mi hombro.
—Dije silencio.
—Y si alguna vez vamos de vacaciones juntos, puedes sentarte en mi regazo para
ahorrar tarifa aérea.
Lo empujo más fuerte y se ríe, intenta empujarme hacia atrás pero soy más rápida
y tropieza con sus pasos, se rie incluso más fuerte, yo también.
—Te lo mereces —le digo.
12
Right Bank o La Rive Droite: Es el banco u orilla norte del río Sena en París. 13
Left Bank o La Rive Gauch: Es el banco u orilla sur del río Sena en París
N
90
—Ahora pagaré mi penitencia —Josh salta al suelo y pone su espalda hacia mí—.
Sube.
—¿Qué?
—No puedes caminar en esos zapatos y las calles están cubiertas de cristales rotos.
—Lo siento, ¿Me estas ofreciendo un viaje en tu espalda?
El suspiró fingiendo estar exasperado.
—¿Podrías subir ya?
—Solo porque sea pequeña no signifique que no pase nada.
—Solo porque soy delgado no significa que no pueda cargar a alguien pequeño.
¿Qué pesas, cincuenta y uno?
—Si —estoy sorprendida de que lo adivinara exactamente—. ¿Y tú?
—Sesenta y uno, ahí tienes.
—Raro.
Me sonríe por arriba de su hombro.
—Sube.
Me paro con los zapatos en la mano.
—Bueno, tú lo pediste.
Josh se agacha y me subo en él, es como montar un pura sangre. Corre de una
manera que me hace rebotar más alto, por encima de su cintura y me acomodo
más en él, mis brazos se envuelven alrededor de sus hombros, sus manos
descansan sobre mi vestido aferrándose a la parte baja de mis muslos.
—Ah ya veo, todo fue una inteligente trampa.
Se dirige a nuestro dormitorio
—¿Un truco?
—Para ir debajo de mí vestido en la primera cita.
La parte detrás de su cuello se calienta inmediatamente.
—Te prometo que no lo era.
91
—Mhhh...
Su cuello se calienta aún más. Respiro profundamente su olor, delirando de
felicidad. A lo lejos, Paris sigue celebrando, pero nuestro vecindario es tranquilo...
el único sonido son sus pisadas.
—¿Conoces a mi amigo St. Claire? —dijo después de unos minutos—. Él es solo
unos pocos centímetros más grande que tú y su novia, ¿Anna? Ella es más alta que
él.
—A Kurt solo le gustan las chicas altas, tal vez me ha hecho paranoica de que todos
los chicos podrían preferir parejas que estén más a la altura de su boca. —Se siente
extraño confesar eso en voz alta.
—Me gustaría señalar que hemos tenido cero problemas para alcanzar la boca del
otro —Hay una sonrisa en su voz y sonrió contra su cuello.
Josh camina las siguientes cuadras en silencio, por desgracia no es realmente
cómodo sentarse así, y –juzgando por su trabajosa respiración– no es cómodo
llevarme tampoco, pero él galantemente me lleva a cuestas todo el camino hasta
nuestro dormitorio a través del vestíbulo vacío y directamente a mi puerta. El
bajarme es incómodo, y los dos estamos moderadamente adoloridos, pero no
importa. Nuestros labios se encuentran el uno contra el otro de nuevo, está sin
aliento, pero me empuja contra mi puerta hasta que se abre de golpe. Nos caemos
dentro de la habitación y Kurt parpadea hacia nosotros desde mi cama.
—Necesitas arreglar esa puerta.
El domingo es el único día libre de detención de Josh y me envió textos justo
cuando me estaba despertando, me alegro de que nos acordáramos de
intercambiar números. Aprieto mi teléfono y ruedo por la cama.
—Cuidado —murmura Kurt.
—Él dice buenos días.
—Es por la tarde, dile que está mal.
Le escribo buenos días de vuelta y le sugiero que pida el siguiente sábado libre
también, después de todo, es su Sabbath14. Agrego una cara sonriente. El me
14
Sabbath: Día de descanso obligatorio semanal en las religiones abrahámicas: judaísmo, cristianismo e
islam.
92
responde con una larga línea de signos de exclamación seguido con ¿¿PORQUÉ NO
PENSÉ EN ESO??
Abrazó a Kurt.
—¡Le gusto, le guuuuuusto!
—¡Duh! —Pero se acomoda en mi abrazo—. He echado de menos esto.
—Yo también.
Anoche hicimos trampa en las reglas, Nate estuvo fuera por el Nuit Blanche15, así
que Kurt decidió quedarse. Lo cual fue perfectamente para mí, porque pude hacer
un refrito de cada detalle de mi cita. Hasta que me dijeron que me callara.
Su ojos se abren.
—La mitad de tu nariz es color púrpura.
Me levanto de la cama y me lanzo hacia el espejo. Maldita sea. Me presiono
suavemente, hago una mueca por el dolor y suspiro.
—-Al menos es una prueba de que ayer paso realmente.
Pero Kurt está pensando en el día de hoy.
—Tengo un examen de historia el día de mañana y tú necesitas estudiar para tu
examen de cálculo. ¿Quieres trabajar aquí o en mi habitación?
Y entonces él sonríe, su habitación es un asco y me niego a pasar un rato en ella. El
orden, en su habitación, en su bolsa escolar y su aspecto, no están jamás en la
agenda de Kurt.
Me inclino más cerca a mi reflejo.
—No lo sé, Josh y yo no hicimos planes, pero pareció que entendí que pasaríamos
el rato juntos.
Kurt se trepa a mi cama y se pone su sudadera—. Eso apesta.
—Tú apestas.
—Estoy a punto de traerte desayuno, estoy tan lejos de apestar que no podrías
soportarlo. —Cierra de golpe la puerta, espero a que abra pero –por una vez– no lo
hace. Patea de nuevo para abrir. Nos reímos.
15
Nuit Blanche: Es una festividad artística anual creada en Francia en 2002.
93
Regreso en diez minutos —dice.
Todos los domingos, tenemos frescos baguettes de la panadería de dos calles más
allá. Tomo un tarro de Nutella, un cuchillo y dos tazas antiguas de jade de su cajón
designado y enciendo la olla eléctrica. Una cucharada colmada de café –el favorito
de Kurt, una marca americana desagradable– se añade a cada taza. Después
regreso al espejo, mi nariz parece una berenjena, incluso con una gruesa capa de
corrector, la prueba de nuestra cita durará al menos por una semana.
Kurt regresa cuando la olla suena, nuestra rutina esta meticulosamente
orquestada. Está vertiendo agua en nuestras tazas cuando se escuchan golpes en
nuestra puerta, el sonido me da una sacudida instantánea, un golpe más fuerte que
la cafeína, pero Kurt me mira con confusión como diciendo ¿Yo ya estoy aquí?
—Podría invitarme a entrar —dice Josh con voz animosa—. Pero no lo haré porque
sería grosero, además podrías estarte vistiendo y eso sería...
—Ella esta vestida —dice Kurt—. Entra.
Voy a abrir la puerta antes de que Josh se quede con la idea equivocada.
—Hey —dice, hay una pausa incómoda—. Así que supongo que has dejado de
mantener esto abierto?
En realidad, literalmente doy una palmada en mi frente.
—-¡Lo olvidamos! ¡No puedo creer que lo hayamos olvidado!
Kurt desliza mi libro de física con su pie y lo lanza por debajo de la puerta.
—Nate estuvo fuera anoche —dice—, así que me quedé.
Josh entró en la habitación pero sus brazos se cruzaron con indecisión.
—¿Dormiste aquí?
—Si —dice Kurt.
Sonrió tristemente.
—No quiero ser un cliché, pero en realidad no es lo que parece.
Josh descruzó sus brazos.
—No, lo sé. —Sacude su cabeza y comienza a cruzarlos de nuevo, sus manos se
mueven a sus bolsillos—. Debería haber llamado antes, puede que quieran
desayunar algo, almorzar. Como sea, regresaré más...
94
—¡No! —digo—. Acompáñanos, tenemos pan y terrible café, ¿Si? ¿Eh, eh?
—Lo haces sonar tentador.
Mi sonrisa se suaviza—. Vamos, quédate.
Josh devuelve la sonrisa, al fin.
—Está bien, pero solo porque siento lástima por ti. Es evidente que un miembro de
una pandilla muy enojado te dio un puñetazo anoche.
—Es increíble lo que puede hacer una barbilla.
Kurt nos observa desde la cama como si se hubiera topado a un par de bestias
salvajes en su hábitat natural.
La expresión de Josh cae.
—Lo siento, ¿Te duele?
—Deja de disculparte. —Mi sonrisa se ensancha a medida que vierto una
cucharada de café en polvo en el tarro de cerveza del Oktoberfest—. Solo tengo dos
tazas, lo siento.
Josh se sienta en mi silla del escritorio.
—Deja tú de disculparte.
Añado agua caliente y le doy el tarro, él sonríe. Tomo asiento al lado de Kurt y le
doy la mitad de mi baguette a Josh, quien protesta agitando su mano. Insisto. Él
acepta. Estamos bordeando silencioso territorio incómodo.
Me siento aliviada cuando Josh se vuelve hacia Kurt.
—Sabes, hay algo de lo que siempre he tenido curiosidad, una vez vi tu nombre
escrito en una de las listas de la oficina del jefe, tu nombre completo.
Kurt suspira muy fuerte.
—Nací la semana que Kurt Kobain murió, mis padres eran amigos de él, así que me
nombraron en su honor.
Josh se congela, dejando su cuchillo lleno de Nutella en el aire.
—¿Eran amigos de él?
—Mi papá es Scott Bacon, el guitarrista principal de Dreck.
95
—Era una banda grunge de los noventa —le digo—. Tenían un hit ¿"No One Saw
Me?
—Si —Josh sacude su cabeza—. Sé quiénes son
—La canción lo hizo rico y famoso, y eso atrajo a mi madre, era una modelo de
pasarela aquí en Paris —dice Kurt con total naturalidad.
Josh se congela de nuevo.
Siempre se me olvida lo sorprendente que es para la gente saber sobre los padres
de Kurt, parece como si viniera de una familia de neurocirujanos o ingenieros de
astronáutica, pero el asunto es que, bajo el pelo despeinado y el armario
desordenado, Kurt es guapo. Los extraños a menudo lo confunden con un atleta,
porque él es alto, anguloso y musculoso, pero solo está en forma porque odia el
transporte público y camina a todas partes. Me pregunto si su apariencia es otra
razón por la que Josh pensó que estábamos saliendo.
—Pero su relación no es así —explico—.La madre de Kurt tenía su propio dinero,
se casaron por amor, todavía están juntos.
Josh toma un gran bocado de pan y habla antes de tragar.
—No puedo creer que conocieran a Kurt Kobain, eso es genial.
Solía ver a Josh en la cafetería y él siempre ha sido alguien que come
descuidadamente. Se siente extraño ver éste mal hábito de cerca, tal vez porque me
recuerda al Josh que sus amigos conocían, el relajado con barreras abajo, el del
círculo cercano. O tal vez porque me recuerda a Kurt y Kurt es seguro.
—No —dice Kurt—. Apesta. Me pusieron el nombre de un tipo que cometió
suicidio, también la gente asume que soy fan de Nirvana, lo que ni siquiera es
lógico, porque no es como que yo me hubiera nombrado a mí mismo.
—¿No te gustan para nada? —pregunta Josh.
—No, podemos intercambiar nombres si gustas.
—Kurt Cobain Wasserstein —dice Josh lentamente y se ríe—. No, no tiene la
misma rima.
—Kurt Donald Cobain Wasserstein, no puedes olvidar el nombre del medio, yo no
puedo.
—Lo que te haría a ti... Jeshua Elvis Aaron Presley Bacon.
Kurt se sobresalta.
96
—¿Hablas en serio? ¿Ese es tu nombre?
El rostro de piedra de Josh hace que me de risa.
—¿Isla, está hablando en serio? —pregunta de nuevo Kurt, pero entonces lee mi
expresión correctamente—. Oh —-Se desalienta —. Estabas solo...
Pero entonces el momento perfecto ocurre cuando se recupera y sonríe.
Josh señala con el dedo—. No vas a decirlo.
—…josheándome.
Josh se agarra el pecho en agonía mientras Kurt estalla en carcajadas en voz alta.
Mi corazón va a estallar de felicidad, Josh niega con la cabeza.
—Solo dejaré que te salgas con la tuya porque estoy intentando dejar una buena
impresión con tu amiga ¿De acuerdo? Mi segundo nombre es David.
Kurt lo considera durante unos segundos.
—Es un trato, me lo llevo.
Josh toma su primer sorbo de café.
—¡Oh hombre, no estabas bromeando, esto es terrible.
—¿Entonces cómo debemos llamar a Isla? —pregunta Kurt.
Josh se endereza para examinarme apropiadamente, él me mira a los ojos mientras
pienso, David. El segundo nombre de Josh es David, gracias a las noches de
insomnio en Wikipedia sé que también es el segundo nombre de su padre.
—Isla es un buen nombre —dice finalmente—. Es el nombre correcto.
Kurt no está impresionado.
—Isla lleva el nombre de algo también, ¿Sabes?
—No te atrevas —le digo.
Josh se sienta inclinado hacia adelante, sus ojos brillan.
—Dilo.
—Prince.Edward.Island —dice Kurt.
Hay una larga pausa y entonces soy la única suspirando.
97
—Sí, mis padres hicieron esa cosa terrible de llamarnos a mí y a mis hermanas con
el nombre de dónde fuimos concebidas.
Otra pausa.
—No lo hicieron —dice Josh.
—Geneviéve lleva el nombre de la patrona de París, "Hattie" es la abreviatura de
Manhattan, y si... Isla Prince Edward. Mis padres estaban de vacaciones. Quiero
decir, no me malinterpreten, me alegro de que mi nombre no sea Prince o Edward.
¿Pero el concepto de viajar a una isla? Completamente arruinado para mí.
Sus risas se ven interrumpidas cuando la puerta de las escaleras se abre con un
sonido metálico. Un enjambre de muchachas nos observan a medida que pasan por
mi puerta abierta, más de una ceja se levanta. Escucho mi nombre murmurado en
el pasillo y en el vestíbulo, acompañado de risas no tan amables.
—Sabes —dice Josh, con una mirada hacia mí—. Casi olvido lo molesto que es este
cuarto, esas escaleras me volvían loco.
—No me gusta la ventana—dice Kurt.
—En serio, las barras tipo cárcel, el tráfico ¿Te acuerdas de la cantante de ópera
que solía cantar ahí afuera?
—¿Entonces qué vas a hacer hoy? —pregunto sacando a las chicas de mi mente, mi
pregunta atrapa a Josh con la guardia baja—. ¿Um, trabajando, sólo en mi cuarto.
¿En el último piso?
—Oh, genial. —Trato de sonar animada, que ingenua de mi parte pensar que
podríamos pasar el rato, por supuesto, está ocupado—. Nosotros estaremos
trabajando aquí, tareas, cómo siempre.
Pero Josh parece... confundido, decepcionado.
Me toma un momento y entonces me doy cuenta que él me ha dicho que va a estar
solo en su habitación y en que habitación se encuentra. Y yo le dije que estaría aquí
con Kurt, el tipo que durmió en mi cama anoche.
—¿A menos que quieras pasar el rato? —Las palabras se escapan de mis labios—.
Iré a tu habitación. Si tú quieres.
Todo el cuerpo de Josh se ilumina.
—¿Si? —Mira a Kurt—. Estás invitado también, por supuesto.
98
—No creo que quieras decir eso —Kurt toma lo último de su café—. Y paso, de
cualquier forma. Preferiría no tener que ver cómo se toquetean el uno al otro.
99
Traducido por Fanny
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
l sexto piso no es un piso regular. Es cierto, tiene el mismo contraste
peculiar de accesorios cristalinos y bombillas fluorescentes, papel tapiz
anticuado y alfombras industriales, pero es lo que los franceses llaman les
chambres de bonne16. Las criadas de la aristocracia solían vivir aquí arriba.
Los techos son más bajos, y hay menos habitaciones. También está en silencio. No
voces, no música. Que miedo.
Paso una puerta que ha sido forrada con una docena de imágenes de la banda de
chicos, otra con una pequeña pizarra que tiene un número telefónico garabateado
en ella, y otra con una pizarra grande que ha sido etiquetada con las palabras
¡DAVE TIENE BOLAS DIMINUTAS!
La puerta de la habitación 604 está en blanco.
En años anteriores, Josh hubiera puesto tontas ilustraciones de él mismo en varios
disfraces, vaquero, pirata, payaso, robot, oso. Mi corazón se encoge a otro
recordatorio de su estado actual de infelicidad en nuestra escuela.
Aliso la parte delantera de mi vestido. Ha pasado una hora desde el desayuno,
porque tenía que tomar una ducha. También necesitaba aplicar algún serio
maquillaje para cubrir los moretones. Tomo una respiración profunda y copio el
toque que lo identifica.
Josh abre la puerta con una sonrisa conocedora.
Se la regreso tímidamente.
Él da un paso a un laso, y entro. Espero que cierre la puerta detrás de mí, porque,
bueno, es Josh, pero la mantiene abierta con un libro de arquitectura Parisina.
Estoy conmovida por este gesto de respeto… incluso aunque ahora mismo no me
importaría la privacidad.
16
Es un tipo de apartamento francés que consiste en una habitación individual en una casa de clase media o edificio de apartamentos
E
100
—Lamento que sea un desastre. —Mete sus manos en sus bolsillos—. Sin embargo,
limpié la cama y las sabanas están limpias.
Mis cejas prácticamente llegan a la línea de mi cabello.
—Para sentarse. —Su acusación es hecha en tono de broma, pero su piel se torna
rosado melón—. Lindos zapatos, por cierto.
Estoy usando zapatos planos—. Linda deflexión, por cierto.
—Es lindo verte, por cierto.
—Buena salvada, por cierto.
Josh sonríe mientras dejo caer al piso mi mochila llena con tarea. En teoría, voy a
estudiar, y él va a dibujar. ¿En la realidad? Espero que nos besemos.
Su habitación es espectacular. El pequeño espacio se siente extra pequeño debido a
la gran cantidad de obras de arte que está en todas partes. Pero la habitación no se
siente apretada. Se siente como un capullo. Sus dibujos están sobre su escritorio, el
cual ni siquiera es nuestro escritorio edición estándar, es una especie de escritorio
para dibujar, sobre su cómoda, sobre el piso, encima de su refrigerador. Y cubren
casi cada pulgada de su techo y paredes.
—Siento como si estuviera dentro de tu cabeza. —Y luego me arrepiento de
decirlo. Porque, es espeluznante.
Pero Josh parece estar relajado—. Mis amigos solían decir eso también.
Examino su trabajo más de cerca. Las ilustraciones están en tinta negra, y
reconozco locaciones de toda la ciudad; la ventana de rosas y espinas de la Sainte-
Chapelle, el laberinto de setos dentro del Jardin des Plantes, una pared de cráneos
humanos y fémures dentro de las Catacumbas, una jaula de pájaro en la Marché
auxFleurs, el opulento exterior del PalaisGarnier, la famosa casa del fantasma de la
opera.
Y los rostros. Tantos rostros.
St. Clair; su novia, Anna; su exnovia Ellie; St. Clair y su amiga en común con Josh,
Meredith; y por supuesto… Rashmi. Mis ojos caen sobre un dibujo a lado del sofá
de Josh, la cabeza de Rashmi sobre un reposa brazos, sus pies en el otro, leyendo
una novela. Su largo cabello cubre la parte posterior del reposa brazos en ricas y
negras ondas.
—Vaya —digo en voz baja—. Rashmi se ve realmente linda.
101
Josh traga—. Hice ese hace mucho tiempo. ¿Viste este? —Apunta a una divertida
imagen de St. Clair picando la espalda de Anna con el brazo de alguien más, pero
ahora estoy distraída y desorientada. Estoy rodeada. Rashmi sola. Rashmi con
amigos.
Rashmi con Josh.
—Es mi amiga, Isla. O lo era. Ni siquiera he hablado con ella en meses.
—No, lo sé. —Y sacudo mi cabeza, porque sí lo sé. No estoy segura por qué esto me
atrapó por sorpresa. Me siento en su cama y sonrío para mostrarle que estoy bien.
Ella es su amiga, y claramente extraña a su amiga, así que está bien que estos
dibujos estén aquí. Seguro. Si puedo convencerlo, tal vez pueda convencerme a mí
misma.
Josh me mira por un largo tiempo. Mantengo mis ojos en su edredón, cuadros
bancos y azules, muy masculino, y trato de recordar como la Isla del pasado se
hubiera desmayado si pudiera ver a Isla del presente.
—Si te muestro algo —dice él finalmente—, tienes que prometerme que lo tomarás
como un cumplido. Sin juzgar.
Inclino mi cabeza en interrogación.
—Lo digo en serio. Tienes que prometerlo.
—¿Por qué? ¿Es malo?
—No, solo que… no tenía planeado mostrártelo. Al menos no todavía.
—Y ahora me estás preocupando. —Solo estoy medio bromeando—. ¿Es esta la
parte donde confiesas que has estado tomando fotos de mis envases de yogurt
desechados?
—Mentí —dice Josh.
Mis preocupaciones se ahuecan mientras abre un cajón, saca un cuaderno de
bocetos maltrecho, y lo pone en mis manos. Lo volteo. BIENVENIDO, dice la
etiqueta azul.
—Ese es el que estaba usando el pasado junio —dice él—. No lo dejé en Nueva
York. Obviamente.
—¿Esto es? —Mi alivio es profundo—. Sí, lo sé. Lo he visto en tu mochila.
Palidece—. ¿En serio?
102
—Está bien. Entiendo. O sea, el dibujo no era halagador, ¿cierto? Estaba tan ida.
Entiendo por qué no querías mostrarme.
—Uh, no. —Se está retorciendo—. No es por eso. Ni siquiera de cerca. En absoluto.
Considero mi curiosidad mucho más despierta.
Josh se sienta a mi lado. Suspira. Abro el libro, y se abre justo ahí. Como si él lo
mirara. Bastante.
Me quedo viendo la página. Páginas. Hay dos dibujos de mí. En el primero, mi codo
está recargado contra la mesa en Kismet. Mi cabeza descansa en mi mano, y mi
cabello cae libremente alrededor de mi rostro. Mis ojos están cerrados en un
ensueño. En el segundo, mi cabeza descansa sobre mis brazos, los cuales estoy
usando como almohada. Mi cabello se extiende sobre la mesa en ondas y rizos. Mis
labios están oh-tan-ligeramente abiertos.
Las imágenes son… sexys. Sus pinceladas son todas curvas.
Él se estira y cambia la página.
Hay un tercer dibujo.
Este es de memoria. Estoy de pie en la lluvia. Mi cabello está mojado. Mi vestido
empapado. Más curvas, mis curvas, están expuestas. Un jardín gigante de rosas
flota detrás de mí cabeza como un halo, y estoy mirando directamente al
espectador. El artista.
El latido de mi corazón golpea en mis oídos. Miro a Josh, mis ojos muy abiertos.
—Kurt pidió verlo —dice—. Cuando pensé que estaban saliendo. Pensé que
patearía mi trasero.
—Mi vestido está bastante pegajoso.
Josh gime—. Y ahora piensas que soy un pervertido.
Sonrío—. Solo si el resto del libro es como eso. —Empujo su hombro lentamente
mientras procedo a pasar el pulgar a través del libro. Al principio no me doy cuenta
de lo que está pasando, pero… estoy buscando por otras. Hay bastantes mujeres,
de todas las edades, en el interior, incluso algunas bonitas, pero mientras continúo
buscando, es claro que las mías son únicas. Son los únicos dibujos que lucen así.
Josh me regresa el empujón—. ¿Te sientes mejor? ¿O sigo a la par de ese fotógrafo
de Finlandia?
103
—No. —Sigo sonriendo mientras bajo el libro—. Definitivamente no. Te aseguro
que no.
—Bien. —Su voz es profunda, más tranquila.
Lo miro. Él me regresa la mirada. Sus dedos peinan a través de mi cabello, y acuna
mi cabeza en sus manos. Mis ojos se cierran. Deslizo mis manos en la nuca de su
cuello, y luego más arriba, uñas rastrillando contra su cuero cabelludo. Nuestras
bocas se acercan, a un soplo de distancia. Nuestra respiración es rápida y cálida.
Separa mis labios con los suyos.
Y entonces nos estrellamos juntos como lo animales voraces que somos.
Subo a su regazo, necesitando cercanía, empujando mis caderas contra las suyas. La
falda de mi vestido se sube. Me siento desesperada, en agonía. Un sonido desigual
escapa de mis labios. Nuestros besos se vuelven frenéticos, y su boca es asertiva,
sus manos fuerte y…
—Ah hem.
Ambos nos sobresaltamos. Nate está de pie en la puerta. Me bajo de Josh y agarra el
cuaderno de bocetos y se lanza a la silla de su escritorio, poniéndolo
estratégicamente sobre su regazo. Cada centímetro cuadrado de mi cuerpo está en
llamas.
—Tengan un lindo día —dice Nate con cansancio. Camina lejos penosamente.
Gimo—. No puedo decidir si las nuevas reglas apestan más para él o para nosotros.
Josh golpea su frente una vez contra su escritorio.
—Definitivamente para nosotros. Antes de que pueda responder, su teléfono
suena. Levanta su cabeza para ver la pantalla. Y luego maldice en voz baja—. Tengo
que tomar esto o ella nunca dejará de llamar. —Lo atiende—. Hola, mamá.
No pienses en el libro de bocetos. No pienses sobre lo que está cubriendo.
—Síp. Todo está bien. —Pausa—. Estoy haciendo tarea. —Pausa—. No. —Pausa—.
No, no lo estoy. —Pausa—. Sí. Lo sé. —Josh rueda sus ojos mientras lanza el
cuaderno de bocetos de vuelta a la cama, un doble mensaje de que el ánimo está
más allá del reparo, y soy bienvenida para mirar cualquier cosa dentro—. No. Lo
sé. —Su conversación continúa así como por cinco minutos hasta que la corta—.
Oh, hombre, un simulacro de incendio, tengo que irme, adiós. —Cuelga. Y luego
lanza su teléfono sobre el escritorio y deja caer su cabeza en sus manos.
104
Le doy un momento antes de preguntar—. ¿Simulacro de incendio?
Josh levanta su cabeza.
—Usualmente salgo con una mejor excusa. —Estira una pierna y golpea uno de mis
zapatos con el suyo—. Es difícil pensar contigo sentada ahí.
Le regreso el golpe—. ¿Asumo que no eres cercano a tus padres?
—No. No lo soy.
Me pregunto qué tan seguido hablan. Solo hablo con los míos una vez a la semana,
pero nuestras llamadas siempre duran al menos una hora.
—¿Es por eso que estás aquí? ¿En Francia? Tengo que admitirlo, siempre he
pensado que era como raro que un senador mandara a su hijo a un país extranjero
para ser educado.
—Paris no fue exactamente la primera opción. —Y luego pone esta extraña
expresión, como si estuviera sorprendido por sus propias palabras.
—¿A qué te refieres?
—Nun… nunca le he admitido esto a alguien.
Mis cejas se fruncen.
Josh mira sus manos, masajeando su pulgar izquierdo en su palma derecha.
—Mis amigos estaban conscientes de que no me llevaba bien con mis padres, así
que… como que asumieron que fui enviado aquí porque soy difícil. O lo que sea. Y
nunca los corregí. Supongo que quería que lo creyeran, porque es menos
vergonzoso que la verdad. —Me mira de nuevo y sostiene mi mirada—. Yo escogí
esto. Estar atrapado aquí es mi propia culpa.
Mis ojos se agrandan. Espero que se explique.
—Cuando mis padres comenzaron a buscar preparatorias privadas en Nueva York
y Washington, los convencí para que creyeran que enviarme al extranjero sería
mejor para mi educación. Y era inmaduro, y tonto, y Paris sonaba romántico y
artístico y todas esas tonterías, pero en el momento en el que llegué aquí, me di
cuenta que… es solo una ciudad. ¿Me entiendes? Y, sí, es hermosa y culta y todo el
cliché que dice ser. Pero, no sé, siempre se ha sentido como si estuviera matando el
tiempo aquí hasta que mi verdadera vida pueda comenzar.
Matando tiempo. No creo que me cuente como parte de esto, pero aun así, las
palabras duelen. Trato de no mostrarlo.
105
—¿Entonces en donde te gustaría estar? ¿Nueva York? ¿Washington?
—No. Y definitivamente no. Voy a Vermont el año que viene.
Frunzo el ceño.
—¿Vermont? ¿Qué hay en Vermont?
—El Centro de Estudios de la Caricatura. —Se anima en mi confusión. Se atrae más
cerca en su silla—. Es la única de su especie, está completamente enfocada en arte
secuencial. Y tiene está loca facultad, todos los mejores caricaturistas la visitan
para enseñar ahí.
—¿Caricaturistas? ¿Cómo qué? ¿El tipo que dibujo a Calvin y Hobbes?
Sacude su cabeza.
—No, cualquiera que dibuja arte secuencial es un caricaturista. Cosas de
superhéroes, novelas gráficas, gráficos no-ficción. No solo se aplica a la gente que
escribe historietas.
—Oh. —Y ahora me siento tonta—. ¿Qué tan grande es la escuela?
—No es grande. Es la mitad del tamaño de SOAP. —Levanta un lápiz y lo mece
entre dos dedos—. Entonces, ¿Qué sigue para ti?
Los nervios golpean. Solo así—. No lo sé.
Su lápiz se detiene.
Debí de haber visto la pregunta viniendo, pero me tomó por sorpresa. Estoy
humillada al encontrarme luchando para detener las lágrimas.
—Estoy aplicando para dos, la Sobornne y Columbia, pero no sé a dónde quiero ir.
No sé dónde pertenezco.
Josh se mueve a la cama, a mi lado de nuevo.
—Oye. Está bien. Todavía tienes bastante tiempo para decidir.
—No. No lo tengo. ¿Y quieres saber la peor parte? Como que espero que una de
ellas me rechace para no tener que tomar la decisión por mí misma.
Sus cejas se elevan. Está en silencio por un largo tiempo, debatiendo algo en su
cabeza.
106
—He visto los gráficos en la oficina del director. —Está escogiendo sus palabras
cuidadosamente—. Eres la mejor estudiante en nuestra clase. Ambas escuelas te
van a aceptar.
Así que sí sabe. Me rasco mis uñas color rosa melocotón. Lo arranco, mordida a
mordida.
—¿Qué quieres estudiar?
El hoyo en mi estómago se hace más profundo—. Nada.
—¿Nada?
—O sea… no lo sé. No sé qué quiero hacer, o quien quiero ser, o donde quiero vivir.
Es como si todos los demás tuviera su futuro trazado menos yo.
La expresión de Josh cae—. Sabes que no es cierto.
—Tal vez en otras escuelas, ¿pero en la nuestra? La gente tiene planes. Tú tienes
planes.
—Bueno. ¿Qué ciudad te gusta más?
Tiro de mi brújula.
—Ambas se sienten como mi hogar. Cuando era más joven, mi familia pasaba los
veranos aquí y el resto de año allá. Ahora es al revés. Soy una ciudadana en ambos
países, soy fluida en ambos idiomas, y estoy cómoda en ambas ciudades.
—Cómoda.
Hay algo en la manera en la que lo dijo.
—¿Qué? —pregunto.
—Es solo que… ¿no quieres probar algo nuevo? ¿Qué hay sobre todo esas historias
de aventuras que pesan sobre tu librero?
No lo sé. No lo sé. Me gusta leer sobre aventuras, claro, pero también me gusta
hacerlo desde la seguridad de mi hogar. ¿Pero qué es hogar, aparte de una cama
con una colcha? ¿Dónde está?
Josh ve que me estoy enojando conmigo, así que trata de aligerar el humor.
—¿Sabes dónde creo que deberías ir? Dartmouth.
—Ajá. Ni siquiera sé dónde es.
107
—Está en New Hampshire, en la frontera de Vermont. ¿Y el Centro de Estudios de
la Caricatura? Como ves que está al otro lado. Y he escuchado que Dartmouth tiene
un asombroso programa en Nada. El mejor programa de Nada en el mundo. Eso es
lo que la gente dice.
Finalmente esbozo una sonrisa. Está molestándome, pero sigue siendo lindo que
no le importaría tenerme cerca. O, al menos, que le guste lo suficiente como para
bromear al respecto. Asiento hacía su escritorio de para dibujar.
—Muéstrame tu verdadero trabajo. Enséñame que haces aquí todo el día.
Josh está sorprendido y feliz de darme un tour a través de su espacio de trabajo:
docenas sobre docenas de brochas, bolígrafos y lápices, tinta china, pinturas de
óleo, acuarelas, plumillas, borradores, fotografías de referencia, un secador de
cabello para secar más rápido la tinta, varias almohadillas de diferentes tamaños
que lo que él llama su semiprecioso papel, y una caja de elefante donde guarda lo
mejor. Como yo, ha metido un delgado librero a su habitación, pero sus estantes
están llenos con libros de bosquejos encuadernados, libros de arte, libros de
referencia, y lo que parecer ser cada memoria gráficajamás escrita, Jeffrey Brown,
Craig Thompson, Alison Bechdel, James Kochalka, Lucy Knisley, y toneladas de
otros que nunca había visto antes.
Hay una ausencia clara de trabajo relacionado con la escuela. La tira de su mochila
sale de debajo de su cama, así que asumo que el resto ha sido metido ahí abajo
también. Y debajo de su cómoda, donde yo he puesto una segunda cómoda para
más ropa, él ha puesto un archivo plano grande de metal. Su propia memoria
gráfica ha sido dividida entre sus cajones. Están etiquetadas: ECDI PRIMER AÑO,
ECDI segundo año, y ECDI PENÚLTIMO.
—¿Tienes un cajón de último año? —pregunto.
—Todavía no. —Josh toca su sien con un dedo—. Todavía estoy haciendo el guión
grafico del verano pasado. —Me muestra en lo que ha estado trabajando,
miniaturas en azul de su molesto ser en Washington, intentando bloquear el
sonido de su padre recordando un comercial de ataque de Terry Robb. Terry es su
oponente en las siguientes elecciones—. Es más fácil comenzar así. Evita que
cometa errores más grandes después.
—¿Qué piensan tus padres que escribas sobre esto? ¿Sobre sus vidas privada?
Se encoge de hombros.
—No saben que escribo sobre nuestras vidas privadas.
108
Me pregunto si es verdad—. ¿Qué significa ECDI?
—El Chico del Internado. Ese es el título.
Miro el cajón de arriba, su primer año, y luego a él. Asiente. La abro y encuentro
una pila de grueso papel lleno de ilustraciones en tinta. La hoja superior es un
dibujo de sus amigos en togas de graduación, sonriendo, brazos alrededor uno del
otro. Josh está lejos de ellos, pequeño y distante. La levanto, delicadamente, para
ver lo que hay debajo. Es una página con multi-paneles de Josh viajando alrededor
de una ciudad que inconfundiblemente es Venecia, Italia.
Josh en caricatura es familiar. Es el mismo Josh que solía ver usando tontos
disfraces sobre su puerta. Es un preciso, pero exagerado, retrato de quien es en
realidad. Su nariz es más prominente, su marco más delgado. Pero todavía es
hermoso. Luce triste y enojado, sensible y solitario. Bajo la ilustración de encima y
cierro el cajón. Su trabajo es tan personal. No siento como si me hubiera ganado el
derecho de verlo. No todavía.
—Espero poder leerlo algún día.
Sé que me dejaría, aquí y ahora, pero luce aliviado de que haya elegido no hacerlo.
—Lo harás —dice él.
El resto de nuestro día es gastado en un silencio amigable, Josh con sus bocetos, yo
con mis libros de texto. Cuando el sol comienza a ponerse, enciende la lámpara de
su escritorio y busca comida. Su refrigerador está lleno y apretado con artículos
pre cocidos.
—¡Ajá! —Josh saca algo de detrás del jugo de naranja.
Tapo mi marcador.
—Recuerdas donde está la cafetería, ¿sí?
—¿Y tú recuerdas que vi tu hervidor eléctrico? ¿El que está en contra de las reglas
de la escuela?
—Como si no tuvieras uno.
—Tengo dos. —Sonríe—. Y un hornillo.
—La cafetería sirve comida. Comida fresca. ¡Hecha por verdaderos chefs! Si no
estuviera cerrada para la cena los domingos, te lo probaría justo ahora.
109
Josh sostiene un vaso de plástico—. ¿Créme brûlée ?
Sonríe—. Por favor, no arruines mi postre favorito.
—¿En serio? —Pausa, se queda a mitad de retirar la tapa—. También es el mío.
El latido de mi corazón se acelera, encantado con este pequeño descubrimiento,
como si se tratara de más evidencia para nuestro caso. Pero no hablo de ello. Solo
dejo salir un suspiro—. Créme brûlée de lavanda. Créme brûlée de jengibre. Créme
brûlée de espresso.
—Probé de romero una vez. Increíble.
Agarro su edredón con ambas manos—. No.
Josh consume su postre en dos mordidas. Tira el vaso vacío en su bote de basura y
salta una vez.
—Te llevaré ahora mismo. ¡Vamos, vamos!
Río.
—Lo siento. Los domingos es noche de pizza.
Se desinfla—. Maldición.
—Ven con nosotros.
Josh se deja caer a mi lado en la cama.
—Eso es… en verdad medio raro. Mis amigo y yo también solíamos cenar pizza los
domingos.
—Lo sé. Solía verlos en el restaurante.
—¿En serio? ¿Pizza Pellino?
Asiento. No era una coincidencia.
—Oye. —Se pone inquieto—. Sobre Kurt. Sobre tu cama. —Rebota dos veces para
demostrar donde descubrió el cambio de tema.
—Sí. Él duerme en ella.
He identificado correctamente su pregunta y le he dado la respuesta equivocada.
Trata de actuar como si no le importara, pero su expresión asemeja a la que debió
de haber parecido la mía cuando me di cuenta que estaba rodeada por el bien
110
parecido de su exnovia—. Hemos dormido en las mismas camas nuestras vidas
enteras —digo—. No hay nada sexual sobre ello. Lo prometo.
—No es así como yo me sentiría estando a tu lado. —Pero antes de que pueda
disfrutar su emocionante y perfecta respuesta, una pregunta más alarmante ha
saltado en su cabeza—. ¿Alguna vez has despertado y has visto…? Ya sabes. ¿En la
mañana?
—Si esperas que responda eso, tienes que decirlo.
—No voy a decirlo.
Pauso—. Bien. Sí.
Josh parece frustrado.
—Pero no es como si fuera, ugh, dirigida a mí o algo. Y no es como si durmiéramos
desnudos. O sea, hemos sido amigos desde siempre, así que, sí, hemos visto cosas,
pero…
—¿Te ha visto desnuda? —exclama. Y luego nota mi expresión y se retracta de
inmediato—. Lo siento. Ese no es de mi incumbencia.
Estoy abriendo mi boca para estar de acuerdo cuando soy golpeada por una nueva
verdad sorprendente. La situación ha cambiado. O tal vez está a punto de cambiar.
—No —digo—. Es de tu incumbencia. Si quieres que lo sea.
—Si quiero.
Trago—. Yo también.
Sus cejas se alzan.
—¿Esto… esto significa que quieres ser mi novio? —Mi pregunta suena inmadura y
trascendental a la vez. Pero Josh no se inmuta.
—Sí —dice él—. Sí quiero.
111
Traducido por Jessy
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
osh es mi novio.
Josh es mi novio.
Es un milagro que después de solo una sola semana, fuéramos una pareja en la
vida real y no solo en mis sueños. Todas las mañanas, llega a mi puerta antes
de Kurt, para que podamos tener unos minutos a solas antes del desayuno. Y luego
él se nos une en la cafetería. Creo que, tal vez, él necesitaba la seguridad de que no
estaría sentado en una mesa vacía. Es extraño darse cuenta de que Josh, el Josh
independiente, el compuesto Josh, se preocupe por estas cosas también.
Incluso podría explicar el desinterés.
Somos inseparables hasta que nuestros horarios nos separan en el quinto período.
Pero nos reunimos después de la escuela, y lo acompaño a detención. Si Kurt es el
experto en los caminos transitados, Josh en el experto de habitaciones hace mucho
olvidadas. Durante todo el día, me cuela en espacios que son estrechos, ocultos, y
abandonados, y nos besamos en la oscuridad hasta que las campanas de alerta
suenan.
Trabajo en la tarea mientras él está en detención, y cuando la termino, todos
cenamos en la cafetería.
Y entonces nos re-separamos de Kurt. Dejamos el campus por la privacidad que
nuestro dormitorio ya no permite. Significa que suelo visitar la casa del árbol dos
veces, una vez con Kurt en la tarde y una vez con Josh en la noche. Pasamos
nuestras noches en dulces y fervientes besos apretados, mientras de manera
sublime vamos a trompicones por cosas menos inocentes.
Cuando Josh salió con Rashmi, eran notorios por sus demostraciones públicas de
afecto. Era tortuoso. Sentía tanto envidia como repulsión. Conmigo, es tranquilo.
Sostiene mi mano y me roba besos, pero guarda la mayor parte de su afecto para
cuando estamos solos. Creo que entiende que no disfruto de llamar la atención
hacia mí. También creo que, tal vez, le ha puesto un mayor valor a su privacidad.
Aun así, nuestra relación no ha escapado a la atención de nuestros compañeros.
Pero estoy feliz. A pesar de mi timidez, todavía quiero desfilar con él en frente de
J
112
toda la escuela. Quiero gritar, ¡Miren! ¡Miren a este perfecto chico que quiere
sostener mi mano!
El viernes, Hattie nos sobresalta por detrás en el pasillo.
—Entonces, tú eres el chico que rompió la nariz de mi hermana. O bien tienes la
mejor puntería o la peor. ¿Cuál es?
—Un placer conocerte —dice Josh.
—Lo que sea. Isla, necesito cuarenta y seis euros.
—¿Por qué? —toco mi nariz con timidez.
—Porque quiero comprar un cráneo de comadreja y ponerlo en la almohada de
esta chica.
Intento no suspirar. No lo logro.
—Ella es mi amiga —dice Hattie.
—No —digo.
—Ugh, bien. Maman.
La observamos alejarse sigilosamente.
—¿Estaba hablando en serio? —pregunta Josh.
—Nunca estoy segura.
Él sacude la cabeza, desconcertado.
—Tú hermana mayor no es así, ¿cierto? Tuvimos estudio de arte juntos en mi
primer año. Ella siempre parecía genial.
—Lo es.
—Sí. Ella siempre parecía como si…tuviera cosas que descubrir. Como si tuviera la
motivación y la confianza para hacer cualquier cosa.
Sonrío.
—Esa es Gen, definitivamente. ¿El verano pasado? Se afeito la cabeza y volvió a
casa como bi. A mis padres en serio les gusta su nueva novia. Pero mi mamá se
molestó por su cabello.
113
Josh se ríe. Cuando lo dejo en detención esa tarde, me topo con otra fuerza
obstinada.
La directora del colegio me detiene.
—Estaría preocupada —dice ella—. Pero Monsieur Wasserstein ha sido
notablemente puntual, últimamente. Tú debes ser la razón.
No estoy segura como responder.
La directora me mira a través de sus gafas, las que se alzan sobre la punta de su
nariz.
—Eres una chica brillante. Ten cuidado allí —y luego se aleja a grandes zancadas.
No me gusta su tono. O su presunción de que las hormonas podrían estar
metiéndose en el camino de mi inteligencia. ¿Tiene miedo de que la actitud de Josh
se me pegue? ¿Qué voy a dejar de preocuparme por mi educación? Bueno, puede
tomar su preocupación y empujarlo por su culo. Pero cuando abro la puerta de mi
cuarto unas horas después, Josh está inusualmente molesto.
—Es contraproducente —dice él—. ¿Conoces toda esa idea de la detención en
Sabbath? Le pregunte a la directora acerca de ello, y fue directamente hacia mis
padres.
Hice una mueca.
—Sí. Y a pesar de que esta vez la excusa es –en teoría– legítima, mis padres
estuvieron de acuerdo en que estoy siendo descarado, y ahora tengo dos semanas
adicionales de detención.
Estoy sorprendida.
—¿Dos semanas? Pero eso significa que...
—Detención hasta finales de octubre.
—¡Eso es una locura! ¿Cuál diablos es el problema de la directora?
Él se saca los zapatos y se deja caer en mi cama.
—Bienvenida al último intento de tratar de conseguir que me tome esta escuela
más seriamente.
—Lo siento. Lo del Sabbath fue mi idea. Mi estúpida, estúpida…
114
—Hey—Josh se sienta en sus codos—. Solamente porque yo no lo pensé en primer
lugar.
Hay una conmoción en el pasillo.
—Mira quien está en la cama de Isla —dice Mike—. ¡Danos un show, chiquilla!
¡Danos un adelanto!
Emily se carcajea.
—¿Kurt está celoso?
Dave aparta su enmarañado pelo de sus ojos.
—Nah. Se están preparando para un trio.
Quería golpear a todos en la garganta. Pero Josh está mirando desafiantemente a
Mike.
—Su nombre es Ais-la. Debe ser difícil de recordar cuando tu cerebro es más
pequeño que tu pene. El cual, corre el rumor, no es tan grande en primer lugar.
—Vete a la mierda, Wasserstein.
—Buena esa.
La puerta del hueco escalera hace un sonido metálico al abrirse, y Sanjita aparece
detrás de ellos. Su mirada esta fija en algo por delante en el vestíbulo. Es una
posición poco natural que me dice que ella ya sabe que está es mi habitación.
—Vamos, Mike —ella tironea su brazo—. Tengo hambre.
Él todavía esta hinchado como un búho bebe enojado. Señala con un dedo a Josh.
—Me las pagarás.
Se pavonean en la distancia, y Josh frunce el ceño a la puerta con irritación
suprema.
—¿Ha habido alguna vez una amenaza más vacía?
—¿Qué pasa con la gente hoy en día?
—No lo sé. Pero los odio. Odio a todos en el mundo excepto a ti.
—Y Kurt.
—Y Kurt—está de acuerdo él—. ¿Dónde está Kurt?
115
—Es noche de Sushi. ¿Recuerdas?
Se hunde en mis almohadas.
—Oh. Cierto.
Hemos discutido y decidido más temprano que Kurt y yo deberíamos mantener las
noches de los viernes, y entonces las noches de los sábados serán nuestras. Pero
estoy decepcionada también. Los horarios, las reglas, la gente.
Tan pronto como su detención Sabbath se termine, estará de vuelta en mi puerta.
—Quiero dibujarte otra vez —dice él—. Antes de la cena. Mientras todavía hay luz.
Mi torrente sanguíneo fluye con euforia mientras me apresuro hacia el Arènes de
Lutèce, un anfiteatro abandonado hace mucho tiempo por los romanos. Una vez,
fue inmenso y lleno de gente y se utilizaba para el combate de gladiadores. Ahora,
es más bien pequeño y vacío, y como un parque. Está a solo unas pocas cuadras de
nuestra escuela, pero está completamente oculto tras los apartamentos dispuestos
alrededor. No importa cuántas veces lo visite, siempre sigo sorprendida de
encontrar toda una arena antigua oculta aquí.
El parque tiende a estar tranquilo. Hoy, un padre le está enseñando a su hijo como
driblar una pelota de fútbol en su centro grande y polvoriento. Josh y yo subimos
las escaleras hacia los nichos de piedra originales sobre el campo. Cada nicho
contiene un banco moderno, y elegimos el que tiene la mejor vista. Contra sus
rodillas, Josh apoyo un bloc de dibujo (uno de páginas gruesas y removibles) e
inmediatamente comienza a dibujar con su pincel pluma favorito (un lápiz cubierto
con una punta de pincel). Trabajo como siempre lo hace, con el pulgar metido
debajo de su dedo índice. Me encanta ver su mano.
—¿Qué debo hacer? —pregunto—. ¿Cómo debería sentarme?
—Siéntate como quieras. Pero intenta no moverte demasiado —añade con una
sonrisa. No hay nada como ser mirada abiertamente por un atractivo miembro del
sexo opuesto para hacerme sentir como si todos mis miembros estuvieran en el
lugar equivocado. Busco una distracción.
—Entonces… ¿cuál es la historia detrás de tu sticker?
Josh voltea el block de notas, esperando algo que ha aparecido.
—El que está en tu cuaderno de bocetos. El de la BIENVENIDA estadounidense.
—Oh —resopla—. No hay historia. Mi padre tenía una enorme pila de ellos en su
oficina, y solo tome uno. Había un montón de idiotas en el Congreso burlándose de
116
la emigración Mexicana esa semana, así que dibuje la palabra que me hubiera
gustado estuvieran hablando en su lugar. Pero no era una idea original. Vi un
sticker australiano así una vez.
—¿Sabes lo que me gusta de ti? —pregunto, después de unos minutos.
—Mis movimientos dinamita en la pista de baile.
—Has trabajado esta fachada apática, pero siempre te estás revelando en
momentos así. En los momentos que realmente importan.
—No me importa nada —dice él—. Pero me importas tú.
—Nope. Tienes un corazón blando, Joshua Wasserstein. Lo puedo ver.
Sonríe para sí mismo y sigue dibujando. Hay una ráfaga de viento fragante, y las
primeras hojas de la temporada llueven sobre nosotros. Un frescor perfora el aire.
Observo al pequeño niño en la arena correr a toda velocidad entre las piernas de
su padre y escuchar el leve crujido de la grava cuando una pareja de ancianos
camina por el sendero tras nosotros.
El sol baja más en el horizonte. Hay una nueva tranquilidad, y me doy cuenta que
Josh ha dejado de trabajar.
Me está mirando fijamente. Embelesado.
—¿Qué pasa? —tengo miedo de moverme—. ¿Qué está mal?
—Nunca había visto brillar al sol directamente a través de tu cabello antes.
—Oh—le eche un vistazo a la cortina brillante—. Nunca se ve igual, ¿verdad? En el
interior, es castaño rojizo. En el exterior, es más bien un rojo.
—No —Josh extiende la mano. Toca suavemente una de las ondas—. Rojo no es la
palabra adecuada. No es castaño rojizo o naranja o cobre o bronce. Es fuego. Es
como ser hipnotizado por las flamas de un edificio en llamas. No puedo apartar la
mirada.
Me he sonrojado mucho menos a su alrededor últimamente pero, ante esto, mis
mejillas se calientan.
—Y eso—dice él, mientras yo miro hacia mi regazo—. Ese rubor. Y tú perfume con
esencia de rosas. Dios, me vuelve loco.
Levanto mis ojos en sorpresa.
—¿Lo has notado? No me pongo mucho.
117
—Confía en mí. Te pones exactamente la cantidad correcta.
—Hueles como a mandarinas —digo yo antes de que pueda retirarlo.
—Satsuma —hace una pausa—. Tienes una buena nariz.
—La tuya es mejor. Por lo menos, la forma de la misma.
—Mi nariz es grande —se ríe él, y hace que se sacuda su garganta—. La tuya es
como la de un conejito. ¿De qué diablos estás hablando?
Me rio también —No es grande. Sino interesante.
—Interesante —levanta una ceja burlona.
Sonrió—. Sí.
Josh me devuelve la sonrisa. Sus dedos manchados de tinta se roscan por mi
cabello, y se inclina hacia mis labios. Pero luego hace una pausa para oler mi cuello.
Un escalofrío me recorre. Besa mi cuello suave y lentamente, y mis ojos se cierran.
Quiero que me bese ahí por siempre. Pero se aleja, lánguido, dejando que sus dedos
caigan suavemente por mi cabello. Me sonríe otra vez.
—Rosas —dice.
Mi corazón y mi mente están en pleno desvanecimiento.
—Gracias. Y gracias por decir esas cosas buenas sobre mi cabello —añado—. No
todos son tan agradables.
—¿Quién no diría cosas buenas de ti?
—Ha-ha —digo.
Pero él parece estar genuinamente confundido.
—¿De verdad? —respiro profundamente—. Bueno, está bien. ¿Cuándo era
pequeña? Cada abuela me paraba en la calle para decirme lo mucho que me parecía
a una de sus nietas. “Ella tiene el cabello justo como el tuyo”, decían siempre.
“Excepto que es más anaranjado” o “el de ella es más rojizo”. Era muy incómodo,
especialmente para alguien tan tímida como yo. Hattie es la única que respondía.
“Entonces no es justo como el mío, ¿no?” decía ella.
Josh se ríe.
—¿Y cuándo una pelirroja llega a la pubertad? Te conviertes en este imán para
hombres asquerosos. No pasa un mes sin que uno me diga que debo ser buena en
118
la cama, porque todas las pelirrojas son demonios del sexo, o que debo ser una
perra porque todas las pelirrojas tienen temperamentos ardientes. O me dicen que
solo salen con pelirrojas, o que nunca han salido con pelirrojas, porque somos
todas feas.
Josh está aturdido.
—¿Te dicen esas cosas a ti? ¿Extraños?
—Al menos una docena de hombres me han preguntado si “mi alfombra coincide
con mis cortinas”. Y ahora está el insulto del jengibre –gracias, Inglaterra– y
algunas culturas piensan que somos desafortunadas, y ohdiosmio, sabes lo que los
franceses dicen de las pelirrojas, ¿cierto? Piensan que olemos.
—¿Cómo a rosas?
—Luego está la mierda que viene con ello naturalmente. Las quemaduras solares,
las pecas.
—Me encantan las pecas —Josh golpea su cuaderno de dibujo con el dedo índice—.
Tengo planes de colgar estos en mi pared, sabes.
¿Los tiene?
Los tiene. El día siguiente, mi rostro aparece en todos sus lugares primordiales para
mirar: sobre su escritorio, al lado de su cama, en su nevera. Dibujos con hojas en mi
cabello y mis ojos cerrados en embeleso. Dibujos con una mirada tan directa que es
vulnerable.
Me siento como su musa. Tal vez lo soy.
—Todavía es tan surrealista —le digo a Kurt, una tarde en la casa del árbol—. Ser
el objeto sobre el que sus ojos están enfocados.
—Objeto —dice Kurt.
—No quiero decir objeto objeto.
—Está mal objetivar a la gente.
—Tienes razón. Utilice la palabra incorrecta —es más fácil estar de acuerdo que
explicar la perpleja y desconcertante verdad. Cuando Josh me está mirando…no
importa.
Kurt está acariciando a Jacque. Le rasca debajo de la barbilla, el lugar favorito de
Jacque, y el gato atigrado ronronea en consecuencia.
119
—¿Dónde encontraste eso? —Inclina la cabeza hacia una piedra en forma de
corazón.
—Oh. Um, ¿cerca de las Arènes de Lutèce?
—Entonces tú novio la encontró.
—La encontramos juntos.
—¿Y la trajeron aquí juntos?
Hago una pausa. Y luego asiento.
Jacque salta a su regazo, pero Kurt lo empuja.
—Tengo que trabajar —le da un tirón a su libro de química, y el mapa dibujado a
bolígrafo de alguien más del metro de Paris vuela fuera de su bolso y golpea mi
brazo.
Se lo entrego de nuevo.
—Siento no habértelo dicho. Venimos aquí algunas veces en la noche.
—Mmm —murmura Kurt. Trabajamos hasta la hora de cenar, pero el día siguiente,
cuando le pregunto si quiere estudiar en la casa del árbol, se niega.
El siguiente domingo en la casa del árbol, Josh me sorprende con tres pinceles y
una gran jarra de plástico de tempera barata de color verde oscuro.
—Los pinceles son míos, pero la pintura fue encontrada. Y gratis.
—¿Dónde la encontraste?
Su expresión se torna diabólica.
—En la sala de arte.
—Tramposo. —Pero le devuelvo la sonrisa—. ¿Qué vas a pintar?
—Me gusta eso. No que es lo que quieres pintar, sino que vas a pintar.
—Confió en ti, si eso es lo quieres decir —tiro la manta a cuadros de su tronco—.
No es como si debiera. Ladrón de arte.
120
—Ladrón de pintura, muchas gracias. El arte será mío —me ayuda a arreglar la
manta, doblándola un tiempo adicional para que así haya más espacio del habitual
en el perímetro de la azotea—. Necesitaré el espacio para trabajar.
Me encojo de hombros alegremente. Está soleado, probablemente uno de los
últimos días cálidos del año, así que ya estoy untando SPF. Me deslizo fuera de mis
sandalias de cuña y muevo mis dedos de los pies en el agua.
Él estudia la pared de concreto.
—¿Dónde iremos cuando el clima cambie?
—Aguantarnos hasta mediados de noviembre. Y algunos días de invierno no son
tan malos, ¿sabes? Pero Kurt y yo solemos refugiarnos en el dormitorio, a veces en
la biblioteca.
Josh me mira. Es tan sexy que mi corazón pierde el ritmo.
—¿Pero dónde iremos nosotros?
—A todas partes —contesto—. Iremos a todas partes juntos.
—Quiero mostrarte mis retratos favoritos. El autorretrato de Van Gogh en el
d’Orsay. Y hay este Van Dyck que siempre he amado en el Louvre. Le Roi à la
chasse. Ni siquiera sé porque me encanta tanto. Tal vez tú podrías decirme.
Cierro los ojos para sentir la luz del sol en mis parpados.
—Me gustaría llevarte al restaurante dentro de la mezquita. Tendremos té de
menta y postres con miel.
—Montaremos la Ruleta en Place de la Concorde.
—Y luego caminaremos por las Tuileries y beberemos vin chaud17 para
mantenernos calientes.
—El mercado de las pulgas en Montmartre —dice él—. Compraremos bicicletas
oxidadas y espejos rotos.
—Viajaremos el métro hasta la parada más lejana, solo para ver lo que hay al final
de cada línea.
—Esos —dice hacia la pared Josh—, son días perfectos. —Abro los ojos. Moja un
pequeño pincel en la pintura y se detiene en el aire.
17
Vin chaud o Glühwein: Es una bebida alcohólica alemana que se compone principalmente de vino caliente con especias.
121
Y entonces…él cobra vida.
Su plan se desarrolla rápidamente. Está pintando un mural en el interior de la
pared de la azotea. Empieza con un boceto, un esbozo, y se mueve por el interior de
un circulo completo. Ya está claro que será este mural.
Sonrió y lo dejo trabajar en silencio.
Josh cambia a un pincel más grande y a pinceladas más audaces. Gordas hojas
verdes y gruesas ramas verdes aparecen por la pintura descascarada blanca de la
pared. Me pierdo en un libro sobre la búsqueda de una ciudad perdida en el
Amazonas, mirando de vez en cuando para observar el árbol crecer. Pero cuando él
da vueltas alrededor otra vez, formas inesperadas aparecen entre las hojas. Está
creando una maqueta del horizonte de los alrededores. Es preciso, pero con su
toque habitual de fantasía, algunos edificios más redondos, otros más cuadrados.
Jacque visita. Ronronea contra la pierna de Josh.
Cuando Josh no lo nota –que es la primera vez, Josh adora a Jacque– frunce el ceño
y se pasea hacia mí. Le doy de comer trozos de mollejas de pato de la ensalada que
tenía para el almuerzo, y me permite acariciarlo por uno minutos antes de
desaparecer sobre los tejados.
El sol pega fuerte. Josh se quita la camisa. Está tan absorto en su trabajo que se ha
olvidado de que estoy aquí. Él es una obra de arte. Las líneas de su espalda y brazos
son fuertes, más de lo que su cuerpo esbelto sugeriría. Tiene un pequeño lunar en
el omoplato derecho y una cicatriz desvanecida en la espalda baja. El cráneo y la
bandera pirata en su brazo se ven incluso más con él contra este telón de fondo de
pinceladas similares.
Y…sus caderas. Sobresalen esqueléticamente de la parte superior de sus jeans, y
encuentro a mis ojos regresando a esta área una y otra vez. Esta área justo encima
de sus pantalones.
Cristo.
Josh saca un segundo frasco de pintura de su bolso. A medida que hace círculos por
cuarta vez, otra capa inesperada aparece detrás de Paris. Imponentes rascacielos.
Puentes colgantes. Estatuas de leones. Pinta un edificio Flamenco con rosas
trepadoras de jardín y un techo de tejas, y luego una caja de piedra rojiza con
jardineras de hiedra y una bandera estadounidense. La que seguramente debía ser
su casa.
122
Estaba equivocada. Josh no solo convirtió mi azotea en una casa del árbol de
verdad. La convirtió en una casa del árbol con una vista del mundo. Nuestro
mundo. París y Nueva York.
Hace círculos una vez más, salpicando unos cuantos pájaros entre las ramas de los
árboles. Algunos parecen casi reales. Otros son tan fantásticos que deben existir
exclusivamente en su imaginación. El mural completo toma menos de seis horas.
Cuando Josh sale de su trance, está aturdido y borracho de arte. Parpadea hacia mí.
Inexplicablemente, me echo a llorar. Él continúa mirándome sin expresión, y yo
continuo sollozando, lágrimas vergonzosamente gordas. Él inclina la cabeza. Otro
parpadeo. Y entonces cae a la manta. Sus ojos están salvajes con miedo.
—Es…es hermoso—digo.
Cada musculo en su cuerpo se relaja. Se ríe tan fuerte que colapsa hacia atrás. Sus
manos cubiertas de pintura agarran la manta, y su cuerpo se sacude con una risa
incontrolable.
—No es gracioso —le doy toquecitos a mi rostro con la manta.
Él se dobla incluso más fuerte.
—Voy a tener que lavar esta manta ahora de todos modos —hago gestos hacia sus
manchas de pintura.
Josh deja lentamente de reírse. Me sonríe, una sonrisa una sonrisa divina y
beatífica, y extiende sus largos brazos. Me acuno en ellos, con pintura verde y todo.
Me abraza fuertemente. Mi oído se presiona contra su pecho desnudo, y su corazón
está latiendo un millar de veces por minuto. Paso mis manos por su cuerpo. Él
cierra los ojos. Beso su piel y la pintura y su sudor. Él levanta mi rostro hacia el
suyo y besa mis lágrimas.
—Gracias —dice él—. Esa fue la mejor reacción que alguien alguna vez me ha dado.
Por cualquier cosa.
123
Traducido por veroonoel
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
i corazón reacciona a su noticia rompiéndose. Un montón de frágiles
fragmentos de vidrio.
—¿Te vas a casa?¿Por qué no me dijiste que esto podía pasar?
Ha pasado exactamente una semana desde que Josh convirtió la casa del árbol en
una casa del árbol. Pero esta noche está demasiado fresco para una azotea al aire
libre, así que estamos desplomados uno junto al otro en mi cama. Al menos el
también luce miserable.
—No lo sé… —dice, dejando a un lado su teléfono—. Supongo que esperé que tal
vez, de alguna manera, ellos pudieran… olvidarse de mí.
—Tus padres no se olvidarían de ti.
—Estarías sorprendida de saber cuántos minutos hemos hablado desde que
comenzó la escuela. ¿Veinte? ¿Quizás? ¿Y la mayoría de ellos hace un momento?
Suspiro.
—Feliz cumpleaños.
Los padres de Josh eligieron el día de hoy, sobre todos los días, para informarle que
lo mandarán a casa para toda la semana de las elecciones. Será una historia
interesante para las noticias: el chico de dieciocho años que llegará a votar a su
padre por primera vez. Sus padres quieren imágenes en las urnas, una efusiva
entrevista posterior a la votación, toda la farsa.
—Es tan sórdido —dice—. Me están llevando a su mundo de sordidez, y quieren
que sea sórdido para sus cámaras.
—Votar por tu padre no es sórdido.
—El resto sí lo es.
M
124
—De acuerdo. —La peor parte es el momento. Se estará yendo justo cuando
termina su detención, junto cuando estaríamos ganando acceso a tiempo completo
juntos—. Pero —continúo—. Al menos hay pastel.
Su ceño se levanta esperanzado.
—¿Pastel?
Sonrío y me deslizo fuera de la cama.
—Ya has hecho demasiado —protesta, aunque es claro que está bien para él—. La
crème brûlée. Los regalos.
Me río.
—Solo contó uno de esos regalos.
—Pero me gustan por igual.
Luego del almuerzo, le di; mal hecho, por mí misma; un zorro de papel maché con
lápices de color púrpura pegados a su trasero. Y entonces le di su verdadero regalo
de cumpleaños, una pieza de arte original de uno de sus dibujantes favoritos. Tuve
para que lo enviaran desde el extranjero en la semana que comenzamos a salir,
justo después que mencionara despreocupadamente que su cumpleaños era el 24
de octubre. He estado preocupada que es demasiado en tan poco tiempo, pero
parecía realmente encantado con ambos.
Mi cumpleaños es en junio. No podré votar hasta las siguientes elecciones.
Me dirijo hacia la mini-nevera por su pastel, cuando… algo me detiene. La
tranquilidad. Me asomo al pasillo. Por una vez, está vacío. La puerta de Nate está
cerrada. No hay ni una sola persona a la vista. Una ola de imprudencia me invade. O
tal vez es desesperación, la inminente separación golpeando por todo mi cuerpo.
Mi mano se cierne sobre la manija de mi puerta. Y luego tomo acción.
Cierro mi puerta.
Josh traga saliva. Hemos sido muy cuidadosos de seguir las reglas.
—¿Estás segura?
—Positivo.
—Mi cumpleaños se ve mucho mejor.
Apago la luz del techo.
125
—También más oscuro —dice.
Busco a tientas en mi escritorio, enciendo la lámpara, y quito algo pequeño y
redondo de la nevera: un pastel de mouse de chocolate brillante y avellanas.
Enciendo un perfecto anillo de velas alrededor del borde y suavemente canto
“Joyeux anniversaire”. Tiene el mismo tono que su homólogo en inglés. Josh sonríe a
mi voz cantando, la que no ha escuchado antes.
—Bochornosa —dice.
Puedo decir que la aprueba. Es vergonzosa, pero agradable. Josh cierra sus ojos y
las dieciocho velas se apagan de un solo soplo.
—¡Conseguiste tu deseo!
Josh asiente hacia mi puerta.
—Lo conseguí.
Lo golpeo con nuestros tenedores. Los agarra y los usa para tirar de mí a su lado.
Nos reímos mientras cavamos en el pastel, pero no pasa mucho tiempo antes de
que esté mareada por el azúcar. Me caigo de espaldas en la cama. Josh sigue unos
minutos más antes de empujar la fuente lejos y colapsar a mi lado. Se queja con un
gemido feliz. Entrelazo mis dedos con su mano derecha, y hace una mueca a la luz
de la lámpara.
Inmediatamente lo suelto.
—¿Tendinitis?
—Está bien.
Le doy una mirada.
—Está bien —admite—. Está un poco mal ahora.
Miramos su mano. Se retuerce.
—Oh-oh —digo con tristeza—. Mon petit chou.
La cabeza de Josh se dispara con sorpresa. Es la primera vez que lo he llamado con
una expresión de cariño. Mi pequeño repollo. Es como llamar a alguien “dulce
guisante”. Su expresión se derrite, pero mira hacia abajo y lejos.
—Sabes, todavía me pones nervioso.
—¿Te pongo nervioso?
126
—Me siento como este… gigante torpe que te rodea. Eres como esta perfecta
muñeca de porcelana. Delicada y dulce y bonita.
Sonrío.
—No me romperé.
Josh me devuelve la sonrisa.
—¿No?
—No. Y tú tampoco. —Tomo su mano con la mía y masajeo sus dedos suavemente.
Los tendones están tan apretados que se sienten como lazos de cuerda debajo de
su piel. Hace una mueca. Tomo una pausa, pero su expresión se vuelve débil.
Rogando. Presiono con más fuerza, y cierra sus ojos. Más fuerte. Gruñe. Froto cada
dedo suavemente, de arriba a abajo, uno tras otro. Los músculos se aflojan, pero
nunca se relajan. Están demasiado excedidos de trabajo.
—Debería hacer esto más a menudo. Tu pobre mano necesita ayuda.
Josh abre un ojo.
—Estoy bien.
—¿Estás bromeando? A este ritmo, estarás lisiado a los veinte. —Sigo
masajeando—. ¿Has ido al médico?
Empuja su mano de la mía.
—Se siente mejor ahora.
—Lo siento. —Duele que me reprenda.
Pero Josh me da una sonrisa burlona.
—No quise decir eso. —Se inclina, mete la mano en su mochila, y saca… su pincel.
—Oh. —Mis hombros caen—. Quieres dibujar.
—Sí. A ti.
Eso me anima. Trato de alcanzarle un cuaderno de bocetos, pero lo rechaza.
—No —dice—. Quiero dibujar en ti.
El aire está cargado. Trajo saliva. Josh nota el movimiento y besa mi garganta. Mis
ojos se cierran. Deja besos suaves sobre mi cuello, por encima de la línea de mi
mandíbula. Sobre mis labios. Respondo con un beso profundo, ansiosa por su
127
sabor. Una mano se desliza por mis piernas desnudas, tocando la línea donde mi
falda se encuentra con mis muslos. La otra mano tira de la parte inferior de mi
suéter. Una pregunta.
Nuestros ojos se abren. Sus pupilas están oscuras y dilatadas.
No dejo de sostener su mirada mientras me quito el suéter. Debajo, estoy usando
una camisola de seda. Bajo las manos para quitármela también, pero coloca sus
manos en mi brazo para detenerme.
—Quiero comenzar aquí —dice.
Josh me tira hasta ponerme de pie. Su cabeza se inclina mientras estudia su lienzo:
mi piel blanca lechosa. No me ruborizo. Se mueve. La punta de su pincel toca mi
hombro primero. Sus trazos son largos y cuidadosos, delicados y veloces. Mis ojos
se cierran. La tinta se arrastra suavemente a través de mi piel. El pincel hace
cosquillas en la parte superior de mi pecho, mi cuello, mis brazos, mis manos. Mis
pies, mis pantorrillas, y la parte posterior de mis rodillas. Mis muslos.
Mi respiración se corta.
—Ahí —susurra.
Abro los ojos ante un espejo de cuerpo entero. Estoy cubierta de rosas de jardín,
brújulas giratorias, hojas que caen, islas desiertas, árboles de Josué, e intrincados
patrones geométricos. Es hermoso. Soy hermosa. Me vuelvo hacia él con asombro,
y estira el pincel hacia mí.
—Tu turno —dice.
Mi estómago se aprieta.
—Sabes que no puedo dibujar.
—No es cierto. Todo el mundo puede dibujar.
Sacudo la cabeza, haciendo un gesto hacia mi cuerpo.
—No de esta manera.
Josh se quita la camiseta. Dioses celestiales. Es tan hermoso que podría llorar.
—No sé por dónde empezar —digo.
Agarra mi mano alrededor de su pincel, y besa un lado de mi boca. Y luego el otro.
128
—Voy a empezar. —Juntos, dibujamos un simple corazón sobre su verdadero
corazón. Me río, lo que lo hace reír—. ¿Ves? —dice—. Es fácil.
Entonces… dibujo.
Mis líneas no son tan seguras, y mis ilustraciones no son tan reconocibles. Decido
seguir con círculos y remolinos. Josh me mira trabajar. Cubro su pecho, su cuello,
su espalda, sus brazos, sus dedos. Su abdomen.
—Ahí —digo—. Me quedé sin piel.
Mira el espejo por un largo tiempo. Me siento en el borde de la cama. Por fin, se
vuelve hacia mí.
—Gracias.
Por alguna razón, ahora es el momento en el que me sonrojo.
—¿Te gusta?
—Lo amo.
Sus palabras flotan en el aire. El ambiente comienza a temblar. ¿Quiere decir…?
—Isla Martin. Estoy enamorado de ti.
Mi universo explota.
—También te amo, Josh. Te amo tanto.
Nuestros cuerpos se presionan el uno con el otro, y la tinta en su pecho estampa
una imagen inversa en mi camisola. Su corazón sobre el mío. Me caigo hacia atrás y
tiro de él hacia abajo conmigo. Sus caderas se arquean lejos mientras trata de
esconder lo que le está haciendo esto, pero eso solo me hace presionar más fuerte
contra él. Nos besamos con abandono. Juntos, quitamos mi camisola. La tinta se
corre. Se extiende desde su pecho al mío. Se propaga a través de nuestros cuerpos
en huellas de manos, a través de mis mantas en extremidades manchadas. Deshago
la hebilla de su cinturón y bajo la cremallera de sus pantalones, y rodamos sobre el
pastel, y hay glaseado de avellana y mousse de chocolate y tinta negra…
La luz fluorescente es cegadora.
—Realmente deberías arreglar…
—¡Jesús, Kurt! —digo.
Josh cubre mi cuerpo con el suyo.
129
—¡Cierra la maldita puerta!
Pero Kurt está congelado.
—¡Cierra la puerta! —gritamos.
Lo hace. La escalera al lado de mi puerta resuena, y sus pies corren hacia arriba. Mi
corazón golpea contra mi pecho. Lanzo la camisa de Josh hacia él.
—Nate habrá oído eso.
Josh se la coloca de un tirón.
—Mierda. Mierda, mierda, mierda.
—Lo siento. No quiso hacer eso. Kurt.
Mi novio me besa, rápido como un dardo, y se ha ido. Otro sonido metálico y la
puerta de Nate se abre mientras la puerta de la escalera se cierra de nuevo. Quizás
Nate no vio a Josh. Quizás no sabe que los gritos salieron de mi habitación. Quizás.
Hay un fuerte golpe en mi puerta.
—¿Hnngh? —digo con mi mejor voz de dormida.
—Esa fue la segunda vez —dice Nate desde el pasillo—. Si sucede otra vez, tendré
que informar al director de la escuela, y los suspenderá a los dos. —Espera—. Solo
di “está bien”, Isla.
—Está bien. —Apenas sale de mi garganta. Estoy muriendo. La joven en la
habitación al lado de la mía se mueve en su cama. Pido a Dios que todavía esté
dormida.
—¿Qué fue eso? —dice Nate en voz alta.
—ESTÁ BIEN.
—Gracias. Buenas noches. —Nate se va, su puerta se cierra, y el mundo está
silencioso. Exhalo. Estoy temblando. Y luego estoy llorando, pero no es porque
estoy asustada o humillada. Es porque el momento más asombroso de mi vida
acaba de ocurrir.
Josh me ama.
Trazo la tinta en mi cuerpo. Sus bellas ilustraciones están manchadas con rayas de
chocolate pegajoso. De mala gana, enciendo mi ducha. El vapor ya ondea cuando
130
me meto. El agua caliente me golpea, y la tinta púrpura inunda hacia abajo por mi
cuerpo.
Lo toca todo.
Josh está en todas partes.
131
Traducido por Shilo
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
osh aparece sobre mi hombro.
—Creí que habíamos acordado que irías a Dartmouth.
Su detención debe de acabar de terminar. Estoy trabajando en un ensayo para
la Universidad de Columbia, por lo que termino mi oración, levanto la mirada para
verlo, y sonrío desde mi silla de escritorio.
—¿Me recuerdas otra vez dónde está localizada?
—Casi ocho kilómetros desde el Center for Cartoon Studies. Tal vez. No estoy
seguro. Tendría que revisar.
—Ella ya llenó la aplicación —dice Kurt, arruinando mi sorpresa.
Josh se congela. Y luego cae sobre sus rodillas.
—¿Está hablando en serio? ¿Hablas en serio?
Deslizo el papeleo escondido de Dartmouth.
—Hablamos en serio.
Arranca los papeles de Columbia y los tira al piso.
—No necesitas esos, de verdad que no necesitas eso.
Me río mientras los recojo.
—Sí, los necesito.
—No los necesitas.
—Estas son universidades difíciles. —Mi sonrisa se desvanece mientras hago un
gesto a las carpetas en mi escritorio etiquetadas LA SORBONNE, COLUMBIA, y
DARTMOUTH—. Sabes que tengo que aplicar en todas.
—Y vas a entrar en todas. Pero vas a aceptar Dartmouth. Y tendremos un estudio
en el río, que será más grande que este, y un gato que se parezca a Jacque, pero lo
J
132
llamaremos Jack. Y tendremos un auto malo, algo que ni siquiera tenga aire
acondicionado, pero tendrá una gran radio, y conduciremos a un lugar nuevo cada
fin de semana.
—Quiero eso —digo.
—Yo también.
Kurt sacude su cabeza en disgusto. Está sentado en mi cama.
—Todavía no entiendo por qué alterarías tus planes después de todos estos años.
Me giro en mi silla para mirarlo fijamente.
—Mis planes nunca estuvieron tan planeados.
Pero es demasiado tarde. Su rostro ya ha caído.
—–Lo siento —dice—. Nunca te pediría esto si no es lo que querías.
Eso me hace reír de nuevo—. Sí, lo harías.
Su ceño se profundiza—. No. No lo haría.
—Sí lo quiero. Sabes que no sé qué quiero hacer con mi vida. Por lo que también
haría lo que sea que voy a hacer… ahí.
Kurt gruñe como si tuviera dolor físico.
—Tus padres estarán furiosos.
—Si soy aceptada —mi mirada sigue sobre Josh—, estarán bien con eso.
—No, no lo estarán. —Kurt aprieta todo su cuerpo en frustración—. Estarán
preocupados que vas a tirar tu vida por la borda por un tipo.
Ahora tiene mi atención—. Oye. No digas eso.
—Has estado saliendo con él por menos de un mes.
—Ni siquiera vamos a asistir a la misma universidad. Y ninguno de nosotros ha
entrado todavía, entonces detente, ¿sí?
Kurt me mira furioso.
—Yo soy el que está tratando de terminar mi tarea. Eres la que lo trae a él aquí.
133
—De hecho, que yo me traje a mí mismo aquí. Y sigo aquí. —Josh se señala a sí
mismo—. Hola.
—Este es mi cuarto —le digo a Kurt.
—¿Entonces ya no tengo una opinión cuando estoy en él? —pregunta.
—¡No! —digo.
—Me voy a ir —dice Josh.
—No —digo mientras Kurt dice—: Bien.
Me levanto para seguir a Josh, pero me detiene.
—Deberías quedarte —dice calladamente. Empiezo a protestar, pero me
interrumpe—. Me niego a ser la persona que eche las cosas a perder entre ustedes
dos. Resuélvanlo. —Me besa en la mejilla. Y luego se va.
Miro a Kurt con el ceño fruncido.
—¿Y bien? ¿Quieres hablar de esto?
—¿Hablar acerca de qué? —dice con irritación.
Bajo mi voz, porque mi puerta sigue abierta—. ¿Anoche?
—¿Cuando me gritaste?
—Cuando entraste aquí y te encontraste algo que no estabas esperando.
Kurt cierra su libro tan fuerte que me hace saltar.
—Eres la única persona que se supone que nunca me habla así —dice—. Como si
no entendiera. Has querido follártelo por tres años. ¿Por qué no lo harías ahora que
están saliendo?
Estoy pasmada.
—No pienso eso. Sabes que no pienso eso.
—Sí lo haces.
Hay verdad en lo que está diciendo. Me avergüenza.
—Escucha. No quiero ir contigo a tus citas, y no quiero detener que salgas, pero
sería bueno saber si todavía te importo una mierda.
134
Me oprimo junto a él en la cama—. Lo lamento.
—No digas que lo lamentas. Di que eres mi amiga todavía.
—Sigo siendo tu mejor amiga. —Me inclino sobre su hombro y suspiro—. ¿Qué
puedo hacer para recompensarte?
—Para empezar, puedes reparar tu cerradura. No quiero ver tus pechos de nuevo
nunca más.
—Ohpordios, Kurt.
Ríe con un bufido.
—Están más grandes que la última vez que los vi.
Lo empujo.
—¿Quieres que me vaya? Porque seriamente estoy a punto de vomitar.
—No. —Su expresión se vuelve solemne de nuevo—. No quiero que te vayas jamás.
—Ven conmigo este fin de semana —dice Josh—. Fuera del país.
Es viernes, y nos estamos besando en un armario de limpieza entre el segundo y el
tercer período. Ha sido una semana larga, llena de tensión. Hoy es el último día de
la detención de Josh, y este será nuestro último fin de semana antes que tenga que
volar a Nueva York para la elección.
Creo que está bromeando hasta que veo su expresión.
—Josh. No podemos sólo ir.
—¿Por qué no? Fui a Alemania el mes pasado.
—Sí, pero. —Una escoba cae sobre mi espalda, y la empujo hacia un lado—. Eso es
diferente.
—La única diferencia es que será mejor, porque vas a estar conmigo.
Quiero ir. Quiero ir tanto con él.
La escoba cae sobre mí de nuevo, y Josh la lanza a la esquina.
135
—Quieta —le dice.
–Odio este armario.
—Vamos. Vayamos a algún lugar donde no tengamos que mantener abiertas
nuestras puertas y escondernos entre trapeadores.
—Quiero ir. De verdad. Pero es demasiado arriesgado. —Hago una pausa—.
¿Cierto?
—No, verás. Porque esto es lo que haríamos: tomaríamos el tren mañana temprano
en la mañana, pasaríamos la tarde y la noche en algún lugar, nos quedaríamos en
algún hotel, y luego tomaríamos de nuevo el tren el domingo en la mañana.
Estaríamos fuera sólo una noche.
—¿Y… cuántas veces has hecho esto?
Se encoge de hombros.
—Unas cuantas veces el año pasado. Sólo una este año.
—Y nunca has sido atrapado.
—Nunca. —Josh aprieta mis manos—. Nate prácticamente espera que estemos
fuera toda la noche durante los fines de semana. No enloquece si no estamos en
nuestros cuartos. La estratagema sólo tiene dos reglas: uno, nos limitamos a una
sola noche fuera. Cualquier cosa puede pasar en una noche y es fácil inventar
excusas. Y dos, le decimos nuestro plan a las personas con las que tenemos
contacto regular para que no estén preguntando por nosotros.
—Entonces… Kurt. —Esto me molesta. Guardaría nuestro secreto, pero también
estaría decepcionado de mi comportamiento temerario.
—Es la única persona que notaría nuestra ausencia.
Me muerdo el labio inferior.
—¿Dónde irías? —pregunta—. Nombra un lugar al que nunca has ido antes.
—Barcelona. —Estoy sorprendida por lo rápido que respondo.
Josh está menos sorprendido—. ¿Por qué?
—Gaudí.
—¿El arquitecto? —Claro que mi novio sabe acerca de Antoni Gaudí. Era un
Modernista reverenciado por artistas de todo tipo.
136
—Vi su trabajo en una vieja National Geographic. Se veía casi mágico. Nunca he
visto algo como eso, ni en la vida real. Pero tal vez eso sea estúpido, tal vez sea
demasiado turístico…
—No. Es perfecto. Sería mi primera vez también. —Josh se detiene. Sus palabras
han provocado el verdadero tema bajo la superficie de esta conversación. Traga un
bulto de su garganta—. Sería nuestra primera vez juntos.
Y ahora estamos discutiendo algo más. Algo que los dos deseamos.
El pensamiento de Josh regresando a América es insoportable. Es sólo una semana,
lo sé, pero cuando me imagino su avión aterrizando en el aeropuerto, me siento…
no solo enferma, sino mal. Como si nuestra inminente separación fuera algo mucho
peor. Quiero estar a solas con él. Sin detención, sin elección. Sin Kurt, sin Nate. Sólo
nosotros dos, juntos, de todas las maneras en que dos personas enamoradas
pueden estar juntas.
La campana suena. Nuestro tiempo en el armario se terminó.
–Hagámoslo —digo—. Vayamos.
Nuestro tren ya está acelerando a través del campo cuando amanece sobre Francia.
El carro está casi vacío, y hemos seleccionado un par de asientos con una mesa.
Josh se sienta junto a la ventana, porque necesita la luz para dibujar. Traza
miniaturas en un nuevo cuaderno de dibujo mientras yo leo acerca de un accidente
de avión caníbal en los Andes. Uno de sus zapatos se frota cariñosamente contra el
mío. Lo acaricio de regreso. Siempre pensé que las mejores relaciones son aquellas
que son felices y satisfechas en el silencio tanto como lo son en la acción, pero
hasta Josh, sólo lo había experimentado con Kurt.
Mis ojos se vuelven pesados mientras el sol se hace más brillante. Me inclino sobre
el hombro de Josh sólo para sentir que su mano deja de moverse.
—Oh, perdona. —Me siento para que pueda continuar dibujando.
Pero Josh se quita su sudadera azul oscuro, la coloca en su regazo y me guía hacia
la almohada improvisada. Respiro profundamente, inhalando su olor
reconfortante. Tengo suerte. Tengo mucha, mucha suerte. Siento que su brazo se
mueve de nuevo, mientras me deslizo a un sueño medio despierto. Un ensueño.
Una imagen de una cama y dos cuerpos, el suyo enredado protectoramente
alrededor del mío. En algún punto, si caigo en un sueño profundo, porque pronto
me está apartando el cabello del rostro.
137
—Este es nuestro cambio —susurra.
Estamos en Figueres, España. Cataluña. El lugar de nacimiento de Salvador Dalí y
justo al otro lado de la frontera con Francia. Me levanto a una posición sentada
mientras nuestro tren se acerca a la estación. Josh agarra su cuaderno de dibujo y
voltea la mesa. Se queja mientras se levanta. Sus extremidades están agarrotadas y
rígidas.
—Deberías haberme despertado. Estuviste en esa posición por horas.
Se desliza de nuevo en su sudadera.
—Pero tú necesitabas descansar.
Empacamos ligero, una mochila cada uno, y metimos nuestros libros en ellas. El
tren se detiene, saltamos fuera, y me estremezco por un inesperado viento fuerte.
El brillante amanecer se ha tornado en una mañana oscura. El cielo continúa
oscureciéndose mientras nuestro tren de conexión traquetea hacia Barcelona. La
campiña francesa era verde y gris, y la campiña española es verde y dorada. Pero
las amenazantes nubes amortiguan su calidez.
—¿No creo que hayas traído una sombrilla? —pregunto.
—Ni siquiera tengo una sombrilla.
—Ah, cierto. Olvidé que tu piel es impermeable.
Josh se ríe divertido—. Me gustas.
Sonrío hacia mi regazo. Un mes entero de estarnos besando, y todavía puede
hacerme eso. ¿A quién le importa si podría llover?
Dos horas después, salimos de la estación de tren de Barcelona Sants. El vecindario
es urbano y un poco… sucio. Pasamos un grupo de patinadores y el golpe fuerte de
una patineta golpeando el cemento hizo eco por uno golpe fuerte mucho más
ruidoso en el cielo. El aguacero estalla. Los patinadores salen disparados a través
de la calle, y, por instinto, los seguimos hacia el café más cercano.
—Ohgraciasadios. —Josh se debilita con la vista del almuerzo—. Eso resultó bien.
Nuestros zapatos mojados chillan contra un piso de azulejos naranja rojizos.
Detrás del mostrador de vidrio, delgados baguettes son rellenados con cerdo
picante, quesos mantecosos, y gruesas rebanadas de patata. Ordeno tres diferentes
138
bocadillos, chorizo, un jamón serrano y queso manchego y una tortilla de papatas18 y
los dividimos en un mostrador, con vistas a los carros congestionados.
Josh parte un trozo enorme del emparedado de chorizo.
—¿Sabes qué es genial? Nunca hemos tenido que discutirlo, pero compartimos la
misma filosofía cuando de comida se refiere.
—¿Variedad?
—Y mucha. —Señala con un dedo acusador—. Oye, entonces. Hablas español.
—Español, sí. Catalán, no. —El catalán es el idioma nativo de Barcelona, aunque
ambos son hablados aquí—. Tomar una clase de francés hubiera sido trampa.
—¿Algunos otros idiomas de lo que debería saber?
—Sólo mandarín. Oh, y un poquito de ruso.
Josh se congela, a medio bocado.
Sonrío.
—Estoy bromeando.
—Tal vez eso es lo que podrías hacer algún día. Podrías ser una intérprete.
Mi nariz se arruga.
—¿Artista de emparedados? ¿Patinadora profesional? ¿Conductora de tren?
Me río—. Sigue tratando.
Nuestro almuerzo espontáneo es delicioso, porque el cerdo español es increíble. Es
como el pescado en Japón o la carne de res en Argentina. O cualquier cosa en
Francia. Aunque lo reconozco, soy parcial. Estudio el mapa personalizado que Kurt
nos dibujó anoche. Dejó de estar decepcionado de mí cuando se dio cuenta que le
di la razón perfecta para jugar a ser cartógrafo.
—¿Deberíamos tomar un taxi a La Pedrera? —pregunto. Es la primera marca que
señaló Kurt—. ¿O deberíamos registrarnos primero en nuestro hotel?
Josh levanta un rizo de mi cabello húmedo—. Esto me recuerda al pasado junio.
18
En español en original.
139
Levanto mi cabeza y lo encuentro absorbido por los recuerdos. Envuelve el rizo
alrededor de su dedo índice manchado de tinta. Lo usa para tirar de mí
gentilmente, acercándome, en un beso profundo con la boca abierta.
El hotel.
Definitivamente el hotel.
_______________
1: En español en el original.
2: Aeropuerto Internacional John F. Kennedy, ubicado en Nueva York.
3: En español en el original.
4: En español en el original.
140
Traducido por flochi
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
l hotel que Josh reservó online es precioso. Tiene columnas de mosaico y
una fuente de patio que barbotea y docenas de suculentas plantas colgantes
de macetas en las paredes.
Por desgracia, era demasiado temprano para registrarse.
La tensión dentro de nuestro taxi es espesa. No sé cómo se supone que esperemos,
pero no nos queda otra opción más que explorar la ciudad primero.
Vamos a cruzar hacia el corazón de Barcelona. Banderas de rayas rojas y amarillas,
algunas con el triángulo azul y la estrella de la independencia, algunas sin ello,
cuelgan por todas partes desde los balcones de los apartamentos, empapados con
la tormenta. El aspecto de la ciudad es claramente de Europa Occidental, pero
también está lleno con arquitectura colorida y empinadas colinas. Palmeras y
árboles frondosos. Vides púrpuras y flores rojas.
—Es casi como un San Francisco parisino —dice Josh.
O está intentando cambiar del tema obvio, o está pensando en sus amigos de
California. Probablemente es mejor cambiar de tema.
—Hablando de eso, ¿cómo están estos días St. Clair y Anna? —pregunto.
—Bien. —Se incorpora—. Prácticamente están viviendo juntos ahora.
—Vaya. ¿Ya? ¿Crees que durarán?
Josh frunce el ceño.
—Sí, claro que sí. —Y entonces ve mi expresión—. Lo siento. A veces me olvido
que realmente no los conoces.
No lo olvido.
Ellos me observan, me miran fijamente, cada vez que estoy en la habitación de él.
Los dibujos de pared a pared hace de sus amigos una constante, presencia tácita.
E
141
Desearía conocerlos mejor. Quiero que sepan que existo, que soy parte de la vida
de Josh ahora, también.
—St. Claire y Anna son una de esas parejas que parecen hechos el uno para el otro
—dice—. Amistad instantánea, química instantánea. Estuvo obsesionado con ella
desde el momento en que se conocieron. Ella era lo único de lo que quería hablar.
Todavía es así, en realidad.
—Me agrada Anna. Es decir, me agrada también St. Claire, siempre ha sido
amistoso conmigo, pero no lo conozco tan bien. No es que Anna y yo alguna vez
hayamos pasado un momento juntas. —No sé por qué estoy balbuceando. Quizá no
me sentirá desunida a esta parte de su vida—. Pero vivió en mi piso. Y la primera
semana de escuela, regañó a Amanda Spitterton-Watts en mi nombre.
Josh sonríe.
—También la golpeó. Primavera pasada.
—Lo sé. Fue raro. —Me echo a reír—. Pero también impresionante.
Amanda era la Emily Middlestone de último año, la chica más popular de la escuela.
Vi a Anna lanzar el inesperado golpe, y fue mi testimonio el que le impidió ser
suspendida. Sentí que se lo debía. Y no solamente por haberme defendido en el
pasado, sino… que ella sabía de mi enamoramiento por Josh. Una vez me pilló
garabateando distraídamente su tatuaje. Pensé que de seguro se lo diría, pero
nunca lo hizo. Él nunca me miró con esa marca particular de rareza de sé que te
gusto.
De todas maneras. Estaba agradecida.
Nuestro taxista se detuvo en Passeig de Gràcia, una larga vía donde cada tienda
estaba adornada con un nombre caro. Dolce & Gabbana. Salvatore Ferragamo. Yves
Saint Laurent. Pero en medio de este lujoso brillo una verdadera joya: Casa Milà,
también conocida como La Pedrera.
Corrimos debajo de un toldo y entrecerramos lo ojos a través de la lluvia, a través
de un cruce, en su curiosa fachada de piedra. Hace más de un siglo, un hombre
adinerado llamado Milà encargó a Gaudí diseñar el edificio. Su grandiosa
estructura está completamente constituida por ondas y curvas. No hay una sola
línea recta de construcción. Era el hogar de la familia de Milà, también de varios
inquilinos, pero la mayoría de los lugareños la descartó como una monstruosidad,
exactamente cómo la misma generación de parisinos se sintió recientemente por
su propio edificio la Torre Eiffel.
142
Me pregunto cómo me habría sentido yo en ese entonces. Me gustaría pensar que
habría sido una de las personas que entendió que era especial. Que ser singular es
exactamente lo que hace que algo, o alguien, sea sorprendente.
—Lindo techo —dice Joah—. Pero tu Casa del árbol es mejor.
Lo empujo, mi propio singular y sorprendente alguien, y me empuja de regreso. La
terraza en la azotea de La Pedrera es famosa. Está cubierta de chimeneas extrañas
y gigantescas. Algunas parecen gigantes conos de helado, otras como soldados en
cascos medievales. Los turistas suben y bajan las escaleras tipo Escheresque, dan
vueltas y vueltas a las chimeneas, chocando paraguas. Son como botes a deriva en
el mar.
—Es como un océano. —La voz de Josh está llena de admiración—. La caliza
ondeante, las barandillas de hierro. —Y los balcones se ven como retorcijones de
tentáculos y algas marinas. Aunque es posible que el clima se esté agregando a
nuestra percepción general. Nuestros ojos viajan hacia la fila de personas sin
refugio esperando entrar.
—Eso es, uh, un poco de gente —digo.
—Y un poco de lluvia.
Lo miro y le doy un tentativo encogimiento de hombros.
—¿La próxima?
Sonríe con alivio.
—No quiero desperdiciar ni un solo minuto de este día.
Me siento de la misma manera, pienso, mirando sus hoyuelos.
El mapa de Kurt nos conduce calle abajo hacia una segunda casa diseñada por
Gaudí. Nos pegamos a los costados de los edificios para protegernos de la lluvia,
pero no importa. Nos empapamos de todos modos.
—Es tu turno —dice Josh—. Cuéntame sobre tus amigos. Sanjita. ¿Qué pasó allí?
—Entonces… lo recuerdas.
—Recuerdo que eras amiga de ella en nuestro primer año. ¿Te separaste debido a
que ella quería ser popular? Una vez le pregunté a Rashmi, pero ella dijo que su
hermana se negaba a hablar de ti.
La puñalada en mi corazón es aguda e inesperada.
143
—¿Le preguntaste a tu ex-novia sobre mi amistad con su hermana?
—Vaya. No. No recientemente. Mientras salíamos.
—Oh. —Aunque todavía estoy confundida.
Josh me guía debajo de una cruz verde neón, la entrada protegida de una farmàcia.
—Isla. Nunca te haría eso. He tenido exactamente un intercambio con ella desde
que la escuela empezó. Hace como tres semanas, ella me mandó un texto para
preguntarme cómo estaba. Le dije que genial, porque te estoy viendo. Nos deseó lo
mejor. Está saliendo con un tipo de Brown.
Desearía que este conocimiento no fuera tan bienvenido como lo es. Intento no
pensar en Rashmi. Intento no pensar en ella y Josh en mi habitación el año pasado.
Intento no pensar en cómo probablemente tuvieron sexo en mi cama. Y quizás en
mi ducha. Y tal vez, también en mi piso.
Intento.
Josh interpreta mi silencio como una necesidad de más explicaciones.
—Pasé un tiempo con su familia un verano. Sanjita se estaba portando mal, y pude
notar que estaba deprimida. Ahí es cuando le pregunté a Rashmi sobre ustedes.
Entonces, ¿qué pasó?
Nunca le he contado a nadie esta historia. Me toma un momento reunir coraje.
—Es la única mejor amiga que he tenido, aparte de mis hermanas. Cuando aparecí
en nuestra escuela… ni siquiera sabía cómo hacer amigos.
Josh quita mis manos de los bolsillos de mi abrigo. Me acerca.
—O sea, Kurt y yo fuimos amigos antes incluso de saber lo que la palabra
significaba. Así que se sintió como un milagro cuando Sanjita quiso pasar tiempo
conmigo. Y nos divertimos. Y podíamos hablar de chicos, y estaba interesada en la
moda, y era emocional. Era el anti-Kurt. Así que debería haber sabido lo que
pasaría cuando él se nos unió al año siguiente, pero no lo hice. Pensé que mis
amigos se volverían automáticamente amigos entre sí a través… no lo sé. La divina
magia vanidosa de mí.
Josh hace una mueca.
—Lo siento.
144
—Entonces él llega de París, y ella está cohibida por él. Y puedo notar que ella
quiere que lo abandone, y él sigue preguntándome por qué no le gusta, y… estoy
atrapada entre ellos dos.
—Como estabas con Sébastien.
—Peor, porque esto llegó primero. No me lo esperaba. —Mi voz se traba—. Ella…
ella me hizo escoger. En realidad lo dijo. Dijo que Kurt era una carga.
Aprieta mis manos.
—Kurt nunca te pediría que escogieras.
—Lo sé. —Lágrimas se derraman de mis ojos—. Y es por eso que lo escogí.
Josh busca algo para secar mis lágrimas, pero ya estamos tan mojados que no tiene
sentido. Nos echamos a reír cuando trata secarlas con la manga interior de su
sudadera.
—Siento lo que pasó —dice—. Siento que te lastimara.
Encojo los dedos en mis botas.
—¿Si te hace sentir mejor? Sanjita fue miserable, digamos que, por un año
completo luego que ustedes dejaron de estar juntas. Incluso después de haber
cumplido sus aspiraciones sociales de escalar, y haberse hecho amiga de Emily.
Creo que todavía siente remordimientos por lo que hizo.
—Sé que así es. Cuando la miro, los veo también.
—¿Tienes remordimientos?
—Solo que dejé de intentar hacer nuevos amigos. ¿Entre ella y Sébastien? Ugh. —
Le doy a nuestras manos entrelazadas un balanceo—. Pero alguien recientemente
me enseñó que no todos son tan sentenciosos.
Josh niega con la cabeza.
—No lo sé. Puedo ser bastante sentencioso.
—Sí, pero… es como si estuvieras en el lado correcto de la ley.
Sonríe.
Le doy un golpecito con el dedo en el pecho.
—¿Quieres ver algo genial?
145
—Lo estoy mirando.
—Cállate. —Me río—. Date la vuelta.
Estamos parados frente a la calle de Casa Batlló, otra obra maestra de Gaudí. La
superficie está cubierta de mosaicos de fragmentos de cerámicos, aqua y cobalto,
color ladrillo y dorado, en patrones rugosos, como piel. Y tiene otro techo
espectacular, un arco animalista de tejas metálicas que se curva como la espalda de
un poderoso dragón. Me gusta este edificio incluso más.
Los ojos de Josh se abren de par en par con estupefacción.
—¿Ves la torreta con la cruz? —Señalo al techo—. Algunas personas piensan que
se supone que sea la lanza de San Jorge, quien cazó al dragón.
—Arquitectura. Quizás este es tu futuro.
—Es más arte que arquitectura.
—Lo mismo —dice.
Reflexiono sobre esto, pero si mi interés era así de fuerte, querría hurgar en sus
entrañas. Querría inspeccionar cada ángulo desde tan cerca como una posición
ventajosa me permitiera.
—Nah —digo finalmente—. Simplemente me gusta la historia. Y la manera en que
se ve.
Josh pone un brazo a mi alrededor.
—Cada arte tiene sus expertos.
Me hundo contenta en su costado mojado.
—¿Qué sigue? —pregunta, mirando el reloj de su teléfono.
Lo miro con interrogación.
Niega con la cabeza, e intentamos no estar decepcionados. Todavía es muy
temprano para registrarse.
Sagrada Família es la siguiente. El mapa nos conduce fácilmente a la estación de
tránsito más cercana. El métro es un inacentuado metro, pero aparte de eso, es
idéntico a su hermano en París. Cuando salimos de la estación, la lluvia se ha
reducido a una llovizna. Y entonces lo vemos. Casa Batlló podría ser un dragón,
¿pero Sagrada Família?
146
Es un monstruo.
Quiere que me encoja de miedo. Quiere que llore. Quiere salvar mi alma del
infierno. Gaudí empezó a trabajar en esta iglesia a finales del siglo diecinueve, pero
no estará terminada por al menos otra década. Se extiende por lo menos dos veces
el alto de la más alta catedral de Francia. Parece como el castillo de una tierra de
fantasía, arena húmeda dispersada a través de los dedos, tanto suave como aguda.
Luces brillantes de construcción se encuentran por todas partes, y los trabajadores
están remendando alrededor de sus enormes chapiteles en grúas peligrosamente
altas.
Rodeamos toda la estructura, protegiendo nuestros ojos de la lluvia, mientras
mirábamos hacia el cielo hacia las figuras talladas en cada parte de su fachada.
Tanto está sucediendo, en todas partes, que el estilo general desafía la
categorización. Algunos de los chapiteles están rematados con montículos de uvas
de los colores del arco iris, mientras que el lado oeste es austero y atormentado,
atrayendo los ojos a un esquelético Jesús sobre una cruz de hierro. Mujeres de
piedra gimen a un lado de una pila de cráneos a sus pies. Pero entonces el lado este
es una abundancia de vida: humanos, ángeles, animales y trigo, y coronados por un
árbol verde cubierto de palomas blancas.
—Es hermoso —dice Josh—. Mierda, es hermoso.
Algo se me ocurre. Salgo corriendo.
—¡Espera un momento!
—¿Adónde vas? —grita él.
—¡Ya regreso! ¡No te muevas! —Me lanzo a través de la calle y bajo dos manzanas
hasta que encuentro una tienda con una exhibición de paraguas a un lado de su
entrada. Agarro el primero, lo pago, y vuelvo a correr con un paraguas barato para
chicos.
Josh está confundido y molesto.
—¿No crees que ya es tarde para eso?
Lo sostengo por encima de su cabeza mientras rebusco en su mochila. Le tiro la
camiseta de mañana.
—Seca tus manos. —Obedece, y entonces reemplaza la camisa con su cuaderno y
lapicera—. Tienes que dibujarlo. ¿Cuándo tendrás otra oportunidad?
—Isla, yo…
147
Cierro la cremallera de su bolso, lo pongo a un lado, y mantengo el pequeño refugio
encima de su cuerpo.
Observa la lluvia rodar por mi rostro.
—Gracias —dice en voz baja.
Le sonrío. Me besa en la mejilla y entonces se inclina sobre sus páginas,
protegiéndolas más, mientras destapa su lapicera con sus dientes. Dibuja
rápidamente, y tengo la urgencia de hacer que se calme. No me molesta la lluvia. Se
centra en el árbol cubierto de palomas.
—Tenemos dos horas hasta el anochecer —dice, después de casi veinte minutos de
silencio—. ¿Cómo estás? ¿Tienes frío?
—Un poco, pero estoy bien. Hay solamente un destino más marcado en nuestro
mapa.
—¿Ganamos un premio si comprobamos cada caja?
—El premio mayor.
Levanta una ceja a la vez que le pone la tapa a la lapicera.
—Entonces mejor lo hacemos.
Admiramos su dibujo juntos. Me gusta incluso más que el real. Sólo veo la belleza,
no el miedo que lo acompaña. Todo lo que Josh toca me parece hermoso.
Aparta su cuaderno mientras busco nuestro mapa.
—¡Oh, no! —Miro en la dirección de la tienda—. Debe haberse caído cuando estaba
corriendo.
—¿Recuerdas su nombre? —Toma el paraguas y lo sostiene por encima de mi
cabeza—. No de la tienda. ¿El nombre de nuestro destino final?
—Sí, claro que sí.
Josh sonríe. Desabotona mi abrigo, pasa sus dedos a los largo de mi clavícula, y
saca mi colla de debajo de mi vestido.
Es increíblemente sexy.
Sostiene la brújula.
—Entonces encontraremos el Camino Correcto.
148
Traducido por Pimienta
omamos el metro hacia el norte y nos bajamos en un barrio vacío y sucio.
Nadie sale de la estación con nosotros, y no hay señales de nuestro último
destino.
—¿Este es el lugar correcto? —pregunto.
Josh se rasca la cabeza.
—Creo que sí. Vamos a intentarlo allá arriba.
Señala hacia un área que parece menos estéril. Caminamos por la calle,
compartiendo el paraguas lo mejor que podemos. La llovizna se ha convertido en
una fina niebla. Las malas hierbas se derraman a través de la acera rota. Todo se
siente abandonado. Finalmente llegamos a una larga colina con varios conjuntos de
escaleras y escaleras mecánicas. Escaleras mecánicas. Nunca las he visto en el
exterior así, intercalado entre apartamentos residenciales y tiendas de recuerdos.
Pero a pesar de estos signos prometedores… la calle sigue desierta.
Mientras viajamos por las escaleras destartaladas, la niebla se pone más y más
ligera. Y cuando llegamos a la cima de la colina, se evapora hacia el cielo despejado.
Luz de sol.
Inclinamos nuestras cabezas hacia atrás y nos maravillamos con el cielo.
Hay otra colina más pequeña al otro lado de la calle.
—Parece que es justo allí arriba —le digo.
Con un estallido de energía, Josh me lanza encima de su hombro y corre hacia ella.
Grito de risa. Él grita de júbilo. Golpeo su espalda con mis puños, pero no me suelta
hasta que estamos en la cumbre. Él alza sus brazos en señal de triunfo. "
—¡Yo gano! —y luego se dobla como una bisagra débil—. Me estoy muriendo.
Sonrío.
—Te lo mereces.
T
149
Josh levanta la cabeza.
—¿Oh, sí? —y entonces él ve mi expresión cambiar cuando me doy cuenta de lo
que hay detrás de él. Él se vuelve. Todo su cuerpo se endereza de asombro.
No estamos sólo justo en la cima de la colina. Estamos en lo alto de Barcelona.
El revoltijo de la ciudad se extiende por todos los rincones del horizonte,
rectángulos afilados de color marrón, gris, amarillo y rojo. Elevándose por encima
de todas las torres y grúas de construcción de la Sagrada Familia, pero justo debajo
de nosotros, hay un camino sinuoso interminable a través del paisaje verde
mediterráneo.
Parc Güell.
A lo lejos, podemos ver las torres y esculturas que Gaudí diseñó para este parque, y
sus multitudes acompañantes, pero aquí, todo son árboles y serenidad. El aire es
tan fresco y limpio que mis pulmones se sorprenden. Por primera vez en meses,
siendo el mundo en calma. Desde antes de París. Desde antes de Nueva York... en
realidad, no puedo recordar la última vez que sentí una sensación tan abrumadora
de calma.
—Debemos haber llegado por el camino de regreso —le digo.
—Debemos perder el mapa más a menudo.
Caminamos por el sendero principal en silencio, con las manos entrelazadas.
Varios minutos pasan antes de que veamos a nadie más. Es un vendedor joven con
una manta en el suelo, tratando de vender pendientes de plumas a dos mujeres
japonesas. Josh asiente hacia un camino lateral estrecho entre los árboles. Lo
tomamos.
Exprimo el agua de mi pelo mientras paseamos, y él frota una mano rápidamente a
través de su cuero cabelludo. Gotas vuelan por todas partes.
—Hey —digo—, mira hacia donde apuntas con esa cosa.
Josh apunta su cabeza en mi dirección y se frota con más fuerza.
—Eres tan niño.
—Y me amas.
Sonrío.
—Lo hago.
150
El aire huele a montañas y pinos. Hay tantos árboles aquí. Cipreses, olivos,
palmeras y unos árboles con unos misteriosos frutos rojos regordetes.
Josh tiende una mano para detenerme.
Y luego lo escucho. Detrás de unos arbustos, una pareja está teniendo sexo. Mi boca
se abre en estado de shock encantada. Josh ríe silenciosamente. Nos movemos por
delante para no molestarlos. Hay una buena probabilidad de que tengan nuestra
edad. La mayoría de los adolescentes europeos no tienen autos, y con frecuencia
viven con sus padres hasta el final de la universidad. Los parques son algo notorio
para actividades amorosas.
Josh gesticula hacia una zona aislada, fuera de ruta. De repente parece nervioso.
Pero yo estaba a punto de señalarle esa zona, también.
No pasa mucho tiempo hasta que la idea de la otra pareja nos llegue a nosotros.
Nos colamos a través del follaje. Me inclino sobre las puntas de mis pies, nuestros
labios se encuentran, y nuestros cuerpos se hunden en el suelo. Nuestros
corazones golpean como locos el uno contra el otro. Él desabrocha mi abrigo, y sus
manos están alrededor de mi espalda y debajo de mi vestido. Ojalá yo no llevara
medias. Pero tan pronto como nuestro beso comienza, él se retira, jadeando.
—No importa. No puedo hacer esto. Si vamos más lejos, parar después va a ser
insoportable. Ya está.
—Lo siento —extiendo la mano para tocarlo, pero él se aleja rodando.
—No, está bien. Sólo... dame un minuto.
La otra pareja aparece entre las hojas por el camino cercano. Ellos sienten nuestra
presencia y sueltan una risita, esta es exactamente la razón por la que estamos
esperando por nuestra habitación de hotel. Cuelgo mi abrigo sobre una gruesa
rama para que se seque. Saco mis botas y me quito mis medias mojadas.
Josh se cubre la cara.
—Me estás matando.
Le sonrío mientras escurro mi vestido.
Él gime.
—Injusto. Las chicas son tan malas.
Me río.
151
—Dame tu sudadera. Voy a colgarla también.
Obedientemente, se la quita. Su camiseta se levanta, y mis ojos se fijan en la parte
más baja de su abdomen hasta que se la reajusta. Mi novio no se da cuenta de que
él me está matando, también. Cuelgo su sudadera y me acuesto a su lado. Miramos
al cielo. Su cabeza se apoya en su mochila, y mi cabeza se apoya contra su pecho. El
viento susurra, moviendo el aroma de pino alrededor de nuestro campamento
temporal.
—Tus ojos me recuerdan a los pinos —dice Josh.
—Siempre he deseado que fueran de un verde más brillante. Son tan aburridos.
—No digas eso —Besa lo alto de mi cabeza—. ¿Alguna vez te conté sobre mi
cabaña?
—Uh-uh —Estoy escuchando su corazón.
—Había una cabaña al norte del estado que mi familia solía alquilar en el otoño.
Paredes rugosas, chimenea de piedra, camas con edredones remendados. En obras.
Y cuando estuvimos allí, mi padre se olvidaba de la política, y mi madre se olvidaba
de estar preocupado por mi padre. Nos gustaba ir de excursión, recoger manzanas
de un huerto abandonado. Había tantos que tirábamos algunas al arroyo sólo para
verlas flotar río abajo. Y jugábamos a juegos de mesa por la noche.
—¿Qué juegos?
—Mi favorito era el Pictionary.
Me acurruco contra él.
—Por supuesto.
—El favorito de mi madre era Cluedo, y el de mi padre era el Risk. Y mis padres
cocinaban estas cenas caseras como carne asada con puré de patatas y manzanas al
horno.
—¿Del huerto?
—Sí. Y mientras cocinaban, yo estaba extendido sobre la alfombra delante de la
chimenea con estas pilas gigantes de papel, dibujando. Y... cuando miraba hacia
arriba, mis padres estaban en la cocina con la ventana perfectamente redonda
detrás de ellos. Y todo lo que podía ver del exterior por ventana, desde mi posición
en el suelo, eran pinos.
—Así que me gustan pinos —termina—. Mucho.
152
Pongo mi mano alrededor de su pulgar y aprieto.
—¿Que pasa contigo? ¿Dónde fuiste tú más feliz?
Tengo que pensar en ello durante un momento.
—Bueno, está éste viaje a Disney World…
—¿Tuviste orejas de ratón? Por favor, dime que tuviste esas orejas de ratón con tu
nombre cosido por debajo.
Yo lo empujo.
—No.
—Te voy a dibujar con orejas de ratón de todos modos. Continua.
Yo lo empujo más fuerte.
—Gen tenía diez años, yo tenía siete años, y Hattie tenía cuatro años. Gen era
adorable. Con esos rizos perfectos. Además, ella siempre estaba a cargo de todo. Y
Hattie era... Hattie. Así que ellas estaban recibiendo toda la atención, como
siempre, pero entonces mis padres me sorprendieron con este desayuno Princesa
Disney. Sólo para mí. Bella, Blancanieves y Cenicienta estaban allí, y Jasmine me
dijo que mi vestido era bonito, que yo era bonita, y fue increíble. Mis padres... ellos
lo sabían. Ellos sabían que era lo que yo necesitaba.
—Esta —dice Josh—, es mi nueva historia favorita.
—Por supuesto, todo esto se suponía que era un secreto. Pero al segundo en que vi
a mis hermanas, yo estaba como: ¡Princesa Jasmine piensa que soy más bonita que
tú! Lo que ni siquiera era cierto, pero se sentía como cierto. Mamá quería matarme,
y Hattie montó esta rabieta masiva que duró el resto del viaje, pero valió la pena. El
mejor día de mi vida.
—Eres más bonita que tus hermanas. Eres mucho más bonita que tus hermanas.
—Eso es... lo más romántico que has dicho.
Se ríe de nuevo—. Es cierto.
Unas aves trinan, y otro pájaro contesta a su llamada.
—¿Sabes? —le digo—. No puedo recordar la última vez que estuve en un lugar
donde no podía oír nada de tráfico.
153
—Ah, eres una chica de naturaleza en el corazón. Sólo que nunca te han dado la
oportunidad.
—¿Y tú eres un chico de naturaleza?
—Definitivamente. Mira, si te vienes conmigo a Nueva Inglaterra, podemos
aprender a hacer todas esas actividades al aire libre que has leído en tus libros.
Explorar, camping, escalada, rafting, observar las estrellas, hacer hogueras…
—¿Hacer hogueras? —Sonrío.
—Correcto. Hogueras. Plural.
El sol se sumerge por debajo de la línea de árboles, y de repente, Josh está
iluminado por una impresionante luz dorada. Se ve perfecto, incluso cuando está
húmedo, sudoroso y sucio. Me muevo hacia arriba hasta llegar a sus labios. Nos
besamos, fuertemente, hasta que no puedo soportarlo más.
—Vamos —le digo. Sale entrecortado.
Josh se congela.
Arranca su sudadera y su mochila, y empezamos a movernos. Agarro mis cosas, y él
toma mi mano mientras bajamos por el camino angosto. Nos estamos riendo,
completamente dichosos. Corremos hacia abajo, abajo, abajo, y cuanto más
bajamos, más concurrido está el parque. Corremos a través de una zona que se
parece a una cueva, perfecta para besarse, con un guitarrista clásico español, pero
besarse ya no es suficiente. Pasamos esculturas de Gaudí, edificios de Gaudí, la
famosa fuente lagarto de Gaudí, pero apenas le damos una mirada a medida que
pasan a toda velocidad. Sólo tenemos ojos el uno para el otro.
Cogemos el primer taxi que encontramos fuera del parque. Estamos sin aliento.
Josh le da al conductor la dirección de nuestro hotel, y nuestras lenguas,
extremidades y manos se tocan, buscando, tanteando mientras las calles de
Barcelona pasan por nuestras ventanas. Pagamos a nuestro taxista y corremos
dentro.
Josh besa mi cuello mientras recogemos nuestra llave. Nuestro entorno es un
borrón. Los empleados, las escaleras, el pasillo.
Cerramos la puerta de nuestra habitación y lanzamos nuestras mochilas al suelo.
Tenemos toda la noche, pero no podemos esperar ni un minuto más.
Nos besamos con fiereza. Urgencia. Lanzo mi abrigo mientras Josh se quita su
sudadera. Tiro de su camiseta mientras nos derrumbamos sobre la cama. Su pecho
tiembla contra el mío. Me doy la vuelta, me subo sobre él, y parece que está tan
154
listo como yo. Levanta mi vestido alrededor de mis caderas y luego por encima de
mi cabeza. Me incorporo, sin aliento.
—¿Tienes?
—Mochila.
Me inclino hacia atrás, extendiéndome por su bolsa en el suelo. Llego a ella y la
acerco. Los encuentro en el bolsillo delantero. Cojo uno, y él me ayuda volver a
sentarme. Se queda mirando abiertamente mi ropa interior rosa pálido a juego.
Josh ha visto todo de mí, pero nunca al mismo tiempo.
Desengancho mi sujetador. Él lo quita.
Besa mis pechos, mi estómago, la línea por encima de mi ropa interior. Y luego la
línea debajo de ella retirando el último pedazo de ropa de mis caderas. Desabrocho
su cinturón, la cremallera de sus pantalones vaqueros, y tiro de ellos hacia abajo al
mismo tiempo que empujo su bóxer. Su respiración es superficial. Rápida. Me
inclino sobre él. Jadeamos. Nuestros brazos se envuelven alrededor uno de otro, y
nos movemos juntos, mirándonos el uno al otro, capturando nuestros ojos. ¿Esto
está bien? ¿Qué pasa con esto? ¿Esto?
Se construye. Más rápido.
Lo quiero más cerca. Lo quiero más profundo. Lo quiero, lo quiero, lo quiero. Sus
ojos se cierran y también lo hacen los míos, y terminamos como empezamos.
Juntos.
155
Traducido por Selene1987
Corregido por flochi
l estómago de Josh retumba en mi oído. La sala está oscura. Me despego de
su cuerpo y me dirijo hacia el reloj digital del hotel. Son casi las dos de la
mañana. Josh siente que me muevo.
—Tapas —murmura—. No hemos comido tapas.
—Creo que nos perdimos la cena.
—Está bien. —Me abraza contra su pecho—. Demasiado cansado para levantarme
de todas maneras.
—Tendremos que regresar.
—Tapas y cerveza. Y luego haremos el amor en el altar de la Sagrada Familia.
Me alejo, él me aprieta más, yo me alejo.
—Ahora vuelvo —digo—. Baño.
Después de hacer pis, regreso por mi cepillo y mi pasta de dientes. Me sigue
dentro, y nos lavamos los dientes. No podemos dejar de sonreírnos. No puedo
creer que los adultos puedan hacer esto todos los días. Y ni siquiera me refiero al
sexo, aunque es maravilloso, sino cosas como ésta. Lavarnos nuestros dientes en el
mismo lavabo. ¿Se dan cuenta los adultos de la suerte que tienen? ¿O se olvidan de
que esos pequeños momentos son en realidad pequeños milagros? No quiero
olvidarlo jamás.
Subimos nuevamente a la cama y hacemos un amor somnoliente, feliz, fresco a
menta. Tiene cuidado de asegurarse de que yo me ocupe primero antes de que él
colapse sobre mí. La luz de la luna brilla por las ventanas, y hago un trazo sobre la
línea de su tatuaje con el dedo índice.
—Nunca me has hablado de esto —digo.
—Nunca has preguntado.
E
156
—Me encanta.
No quería que saliera de una manera tan efusiva. Josh ríe, pero es la risa cansada
de alivio.
—Gracias a dios.
—Cuéntame la historia.
Se cambia a una posición más cómoda mientras con cuidado me mantiene
abrazada junto a su cuerpo.
—Cuando tenía dieciséis años, St. Clair convenció a un artista en Pigalle de que
tenía dieciocho. Excepto que en realidad no le convenció. Simplemente fue tan
avasallador y persuasivo que el sujeto se dio por vencido. Sin duda era ilegal. —Río
mientras continúa—. St. Clair puede persuadir a cualquier persona de hacer lo que
hacen. Es todo carisma. Es muy injusto para el resto de nosotros.
—Eh —digo—. Está bien.
Josh hace una pausa. Y luego oigo una sonrisa en su voz.
—Así es cómo debiste sentirte cuando te dije que estabas más buena que tus
hermanas.
Río más fuertemente esta vez.
—Supongo que sí.
—De todas maneras, sólo éramos nosotros dos, y fui el único que se hizo uno. Fue
unos días después de mi cumpleaños…
—¡Como ahora!
—Como ahora. Había decidido por mi cumpleaños que me haría un tatuaje, así que
lo diseñé por la increíble e inspirada razón de que… parecía genial en ese
momento.
—Es genial.
—Me considero increíblemente afortunado de que aún me guste.
—Oh, venga. Tienes gusto. Nunca te has puesto nada malo en tu cuerpo. —Hhago
una pausa, un nuevo pensamiento se me ha ocurrido—. ¿No quieres ningún otro
tatuaje?
—No sé. Quizás algún día me haga un gran rosal en mi otro brazo.
157
—Ha-ha.
—Lo haría. —Y parece dolido de que no le crea—. Quiero muchas más de estas
noches contigo, Isla. Quiero todas mis noches contigo.
Cuando la luz del sol se asoma por las ventanas, es la mañana más feliz de mi vida.
Nos hemos movido en las horas tempranas, pero nuestras piernas aún siguen
unidas.
Miro su adorable pelo revuelto y su gran y encantadora columna vertebral. Toco la
piel de su espalda con la punta de un dedo. Se da la vuelta. Me sonríe
lánguidamente. Con alegría, me acerco para besarle.
—Mm —dice—. ¿El próximo fin de semana es demasiado pronto para hacer esto
de nuevo? Suiza. Vayamos a Suiza.
—Estarás en Nueva York el próximo fin de semana.
Su sonrisa desaparece.
—El próximo-próximo fin de semana —digo.
—Trato hecho. —Aleja mi pelo del hombro, dejándolo desnudo—. Entonces. Dime.
¿Quién es mejor compañero de cama? ¿Kurt o yo?
—Kurt, obviamente.
—Lo sabía. —Me besa la nariz y salta de la cama—. Ahora mismo vuelvo.
—¿Me das mi teléfono? Quiero mirar nuestro vuelo de regreso.
Josh lo saca de mi bolsa, me lo lanza y va hacia el baño. La puerta se cierra. Cambio
el volumen de silencio a encendido. La pantalla se ilumina. Mi corazón se detiene.
—No —susurro.
Noventa y nueve mensajes. Kurt. Nate. Hattie. La escuela. Mis padres.
—¿Josh? ¡Josh!
La puerta del baño se abre de repente.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —Y luego ve la manera en la que agarro mi teléfono. La
sangre se va de su cara.
158
—No —susurra.
Empiezo a llorar. Coge su propia mochila, saca su teléfono y mira la pantalla.
—Kurt. Nate. Mi madre como unas cien veces. Mi padre.
Ahora estoy sollozando.
Camina por la habitación. Se rasca el cuero cabelludo con ambas manos.
—Está bien. No pasará nada. Ya la he cagado antes. No pasará nada.
—¿Cómo que no pasará nada? ¡Esto irá en mi expediente! —Todo mi futuro
universitario se desvanece. Siento que me desmayo. Mi estómago se agita,
amenazando con reaccionar.
—No. Yo me echaré toda la culpa por esto. No te meterás en problemas.
—¿Cómo no me meteré en problemas? Estoy aquí justo como tú. En España. —
Miro los mensajes, intentando juntar una línea de tiempo de los eventos. Pero no
puedo concentrarme.
Escucho el mensaje de voz de Kurt, y está completamente asustado. Hattie ha
estado preguntando por ti, y Nate se enteró, y luego se dieron cuenta que Josh
también estaba desaparecido, y vinieron a mí, y tuve que decirles dónde estabas. Lo
siento, Isla. Tuve que contárselos.
Soy una idiota.
Soy una idiota total.
¿Cómo pude haberme olvidado de Hattie? Es la única persona con la que siempre
puedo contar para decir o hacer lo que está mal. Claro que está detrás de esto. Y
claro que Kurt fue quien no pudo mantener cerrada la boca.
Josh se hunde conmigo en la cama. Coloca una mano en cada lado de mi cara y toca
su frente con la mía.
—Respira —dice—. Respira. Respira.
—¡No quiero respirar!
—Está bien —dice—. Llamaré a la escuela. Tú llamarás a tus padres.
Todos están furiosos con nosotros. Maman grita tan fuertemente que tengo que
alejarme el teléfono de la cabeza. Nate le llena los oídos a Josh, y luego le obligo a
159
llamar a su madre. No lo coge, así que deja un mensaje. Se niega a llamar a su
padre, pero yo insisto, así que llama al ayudante de seguridad de su padre en su
lugar.
Y luego hace que le envíe un mensaje a Kurt y Hattie.
Ellos no están furiosos. Sólo quieren saber que estamos bien, pero no me siento
muy caritativa con ellos. Les digo que estoy bien, que regresaremos, fin.
El viaje en tren a París es lo opuesto al que hicimos a Barcelona. El cielo está
radiante, pero nuestro vagón está oscuro. Nos cogemos las manos, no nos
soltamos, pero nuestro apretón aún parece eso. Un apretón. Como si estuviéramos
intentando agarrarnos a algo que se está deslizando. Ninguno de los dos habla de
lo que tenemos miedo que está a punto de pasar. Lloro, y Josh me abraza. Fue
egoísta pensar en mis problemas primero. A lo que él se está enfrentando es
mucho, mucho peor.
Nuestro miedo y terror crecen. Casi hemos llegado al dormitorio universitario
cuando Josh no puede aguantar más. Me lleva al jardín privado de alguien. Hay un
par de estudiantes francesas en sillas reclinables, fumando cigarrillos y buscando
el último rayo caliente del año. Casi ni pestañean ante nosotros.
—Quiero que sepas que te quiero —dice Josh—. Y quiero estar contigo. No importa
lo que pase.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
—No digas eso.
—Puede que pase.
—¡No digas eso!
Su coraza se rompe.
—Te quiero. ¿Aún me quieres tú a mí?
—¿Cómo podrías preguntarme eso? —El cambio en el comportamiento de Josh es
aterrador. Es como si fuera a destrozarse en cualquier momento—. Claro que te
quiero. Esto no ha cambiado nada.
—Pero ha sido mi culpa. Todo este fin de semana fue mi idea. —Respira demasiado
fuerte, y sus ojos no están centrados. Está teniendo un ataque de pánico.
—Oye. Oye. —Lo envuelvo con mis brazos y coloco mi cabeza contra su pecho—.
Yo quería ir. También fue decisión mía.
160
Pero sólo puede aferrarse a mí. Sus dedos agarran mis hombros tan fuertemente
que duele.
—Te quiero —digo lentamente—. Siempre te he querido.
Su pulso se ralentiza. Y luego nuevamente.
—¿Qué quieres decir? ¿Siempre?
Me echo hacia atrás para mirarle. La mantengo, preparada.
—Quiero decir que nunca tienes que preocuparte porque te abandone, porque he
estado enamorada de ti desde nuestro primer año juntos.
Mi confesión le deja estupefacto.
—No hay historia —digo—. Te vi un día, y simplemente lo supe.
Josh me mira. Me mira por dentro. Y luego me besa con más pasión con la que me
haya besado jamás anteriormente. Nos da fuerza para enfrentarnos a nuestro
futuro. Nos da la fuerza para regresar a nuestro dormitorio. Y nos da fuerza para
llamar a la puerta de Nate.
Desafortunadamente, Nate no abre.
Sino la señora Wasserstein.
161
Traducido por IreneRainbow
Corregido por flochi
uve que tomar un vuelo y te gané incluso así. Sobresaliente. —La
señora Wasserstein levanta sus manos en cólera. Nate está detrás
de ella, tenso, un prisionero en su propia habitación.
Josh está en shock.
—¿Te das cuenta de lo inconveniente que es esto? —continúa—. ¿Ser llamada
desde el extranjero una semana antes de las elecciones? ¿Acaso te importa? —La
señora Wasserstein es menuda, mucho más pequeña de lo que creía; a pesar de
que nunca lo notarías. Su presencia es gigantesca. Se ve tan fuerte como frente a las
cámaras pero, en este momento, mucho más aterradora. Ella me evalúa con sus
ojos color avellana que son sorprendentemente familiares—. Y tú debes ser Isla.
Mi nombre suena tan fuera de lugar como me siento. Mis ojos caen al suelo.
—Hola.
Josh se encuentra parcialmente frente a mí, protegiéndome.
—Lo siento. Lo siento, mamá.
—Lo sentirás.
Nate interviene.
—Me alegro de que ustedes, chicos, llegaran sanos a casa. Isla...
—Tenemos una reunión mañana temprano con el director de la escuela —dice la
señora Wasserstein.
Un temblor en mi garganta.
—¿Todos nosotros?
—No. —Ella frunce el ceño—. Mi hijo y yo.
Mi rostro quema con la vergüenza de ser puesta en mi lugar.
—T
162
—Isla —dice Nate—, tu reunión es el martes. ¿Por qué no...?
—Gracias por tu ayuda —le dice la señora Wasserstein—. Entiendo que mi hijo ha
estado dificultando su trabajo. Lamento haberte causado molestias de este modo.
Tengo la sensación de que ella ha estado dificultando su trabajo, pero Nate sólo
frota su cabeza afeitada.
—Es lo que hago. Y está bien, él es un buen chico.
Claramente, ella no le cree. Tal vez lo haría si conociera a Mike y Dave. Ella le da un
asentimiento brusco antes de volverse hacia Josh.
—Nos vamos.
Sus ojos se abren.
—¿A dónde vamos?
—Tu habitación. Tenemos mucho que discutir, jovencito. —Ella sostiene la puerta
abierta y vuelve a asentir, su despedida para mí—. Isla.
Mi caja torácica está comprimiendo mi corazón a una piedra pequeña y dolorosa.
Mientras es llevado lejos, Josh me aprieta la mano con la misma fuerza
insoportable. Nuestras manos se sueltan sólo cuando ya no se pueden alcanzar.
Hay un último intercambio de miradas de angustia y él se ha ido.
Estoy paralizada en silencio. Nate suspira.
—Estamos en muchos problemas, ¿cierto? —Finalmente, me las arreglo para decir.
—Vas a estar bien.
—¿Y Josh lo estará?
Nate me da una mirada triste.
Otro horrible pensamiento se me ocurre.
—¿Mis padres están viniendo? ¿Es por eso que mi reunión es hasta el martes?
—No. Tu reunión es el martes, porque mañana es día feriado. ¿Recuerdas?
Mañana es primero de noviembre. Día de Todos los Santos. Un día de feriado
nacional en Francia, lo que significa que... la directora de la escuela está viniendo
en su día libre para hablar con Josh.
163
Se entiende que Josh y yo no nos veremos hasta después de su reunión. Pero eso
no me detiene de comprobar mi teléfono por textos cada sesenta segundos.
Odio a mi hermana. La. Odio.
Si no fuera por Hattie, estaría en la habitación de Josh ahora mismo (y su madre no
lo estaría), y estaríamos planeando nuestra cita suiza. Mi teléfono vibra. Me lanzo
por él, pero el mensaje es de Kurt: El horario del tren dice que deberían haber
llegado hace 3 hrs.
Respondo: Lo hicimos.
¿Estás bien?
NO.
Un minuto después, él golpea a mi puerta.
—¿Por qué simplemente no la empujas para abrirla, como siempre lo haces? —
grito.
Kurt lo hace.
—Suenas molesta.
—Lo estoy.
—¿Estás molesta conmigo?
—Sí.
Él acuña un libro de texto por debajo de mi puerta.
—Tuve que hacerlo, Isla. Ellos me lo preguntaron.
—¿Siquiera qué es lo que Hattie quería?
—Ella quería pedirte prestado tu secador de cabello.
—¿Mi secador de cabello?
—Sí. ¿El... difusor? ¿Es eso que te pones en el extremo? Quería tratar de rizarse el
cabello.
—¿Y ella no podía pedirle prestado uno a alguien de su propio estúpido
dormitorio?
Su ojo izquierdo tiene un tic nervioso.
164
—No sé.
Un difusor de cabello. No puedo creer que toda esta situación fue causada por un
maldito difusor de cabello. Un pirata y un demonio pasan por delante de mi puerta
abierta, en dirección a la entrada para la fiesta anual de Halloween de la Residencia
Lambert. Es incomprensible para mí que cualquiera esté de buen humor para
celebrar.
—¿Por qué, por una vez en tu vida, no pudiste sólo mentir? Eso es todo lo que
tenías que hacer.
Kurt se pone la capucha de su sudadera.
—Me hicieron una pregunta. Les di la respuesta.
—Sí, ¿bueno? ¿Gracias a ti? Mi novio está a punto de ser expulsado de la escuela.
—Eso no es mi culpa. No lo hice yo. Él lo hizo.
No me importa que esté diciendo la verdad. No me importa que sea nuestra culpa.
No estaría pasando si Kurt hubiera mantenido la boca cerrada. Se supone que es mi
mejor amigo. Saco el libro y abro más la puerta.
—Vete.
Él agita sus manos, disgustado.
—Isla.
Cierro mis ojos.
—No puedo lidiar contigo justo ahora. Sólo vete.
Él todavía está ahí. Percibo el movimiento de sus manos. Aprieto mis ojos con más
fuerza, con tanta que duele, hasta que lo siento alejándose. La puerta de las
escaleras suena al abrirse.
—¡Boo! —dice una voz masculina.
Abro mis ojos. Alguien en una máscara de Scream está a dos centímetros de mi
nariz. Hay risas por el pasillo cuando cierro mi puerta en el rostro del idiota. Me
dejo caer en la cama. Estoy llorando de nuevo. Tal vez la señora Wasserstein está
aquí para evitar que Josh sea expulsado. Ella es una mujer poderosa. Apuesto a que
incluso la directora de la escuela tiene miedo de ella.
Yo tengo miedo de ella.
165
Probablemente me culpa de todo esto. Quería hacer una buena primera impresión
a los padres de Josh. No sé si les habría agradado, si pensarían que era lo
suficientemente excepcional para su hijo; pero ahora no tengo ninguna
oportunidad. Ni siquiera eran conscientes de mi existencia antes de ayer.
Josh no me ha enviado un texto. Me temo que su madre podría estar monitoreando
su teléfono, por eso le escribo una vez más. Lo mantengo corto y no incriminatorio:
Te quiero.
Unos minutos después, hay un rápido golpeteo. Salto de mi cama y abro la puerta.
Pero es Hattie. Verla me llena de una furia escarlata. Lleva una camisa hawaiana de
gran tamaño que se ha abotonado mal. Su cabello está apuntando en todas
direcciones. Tiene ojeras oscuras, moretones falsos y un fino bigote de tinta.
—¿Que se supone que eres? —pregunto, tan tranquila como es posible. Lo cual no
es para nada tranquila.
Ella sostiene un pedazo de cartón. Está pintado de blanco y tiene líneas negras
marcadas con los centímetros y metros.
—Soy una foto de archivo policial.
—¿Practicando para tu futuro?
—Oui. —Ella se queda ahí de pie.
—¿Qué? ¿Qué quieres, Hattie?
—Quiero disculparme, vaya.
Espero.
Ella espera.
—¿Era eso? —pregunto—. ¿Esa fue tu disculpa?
—Sí.
—Vaya. Espero que te sientas mejor ahora. Porque yo lo hago. Me siento mucho
mejor sabiendo que mi novio podría ser expulsado porque tú estabas tan
impaciente por un difusor de cabello.
Su expresión de piedra se tambalea.
—No sabía que los metería en problemas. Lo siento. Realmente lo siento.
—Yo también. —Golpeo mi puerta para cerrarla.
166
Se abre. Hattie me mira con esperanza hasta que se da cuenta de que fue un
accidente. Nos fruncimos el ceño mientras la cierro de nuevo. Empujo contra ella,
duro, hasta que siento el clic bajo mis palmas.
La fiesta continúa toda la noche. Josh nunca me escribe. No recuerdo dormir, pero
me despierto sobresaltada alrededor de las ocho de la mañana. Hay un silencio
creciendo en el dormitorio. Todo el mundo está finalmente en la cama. Estaba
soñando sobre la necesidad de tomar un tren, pero no podía dejar de ponerme
maquillaje. Estaba indefensa mientras aplicaba capa tras otra lentamente, mirando
el reloj avanzar más y más cerca de mi hora de salida.
Dos golpes, en mi puerta.
Me sobresalto quedando sentada. Eso es lo que me despertó. Es su segundo golpe.
El sonido es pesado y amenazante. Salto fuera de mi cama, pero me aterra abrir la
puerta. Presiono mi oreja contra la madera.
—¿Josh? —susurro.
No hay respuesta.
Me sacudo por un nuevo temor. Que él ya se ha ido. Estoy escuchando sonidos que
nunca existieron. Tiro de la puerta, pero él está ahí, por supuesto que está ahí, y se
ve devastado. Él cae al suelo. Corro hacia el frente y se derrumba en mis brazos con
un grito primitivo. Al diablo las normas. Al diablo esta escuela. Cierro la puerta y lo
llevo a mi cama. Me acuno a su cuerpo mientras él golpea y golpea su puño contra
su pierna.
—Está bien. —Tengo que ser fuerte. Uno de nosotros tiene que ser el fuerte—.
Todo estará bien.
Agarro su puño y lo sostengo entre mis manos. Beso la coronilla de su cabeza.
—No está bien.
—¿Tuviste la reunión?
—Estoy acabado. Finalmente me echó.
Mi habitación da vueltas.
—Y... ¿cuándo te tienes que ir?
167
—Este es mi último día. Hoy.
El mundo se vuelve negro. Hay un fuerte zumbido en mis oídos. Mis ojos se
enfocan, re-enfocan, re-enfocan como una cámara automática que no puede
hacerlo bien.
—Uno de los custodios se llevó a mi mamá para conseguir cajas de envío. Entonces
ella regresará y vamos a empacar todas mis cosas.
Re-enfoca. Re-enfoca. Re-enfoca.
Josh saca su mano de la mía para apuntarme con sus diez dedos.
—Pero nos veremos pronto. Acción de Gracias. Todavía regresarás a casa para
Acción de Gracias, ¿cierto?
Asiento robóticamente.
—Y entonces serán las vacaciones de invierno. Pasaremos todos los días juntos, y
en la víspera de Año Nuevo nos encontraremos en Kismet para un beso. A la
medianoche, ¿está bien? Y luego tendremos las vacaciones de primavera y
entonces será verano de nuevo. Y se acabara.
Trago.
—¿Qué harás? ¿Dónde terminarás la escuela?
—Mi mamá no quiere hablar de eso hasta que las elecciones terminen. Están
molestos. Mis padres están tan muy molestos. Tuve que hablar con mi padre
anoche, y entonces mi mamá me quitó el teléfono. Por eso no podía llamarte o
escribirte. Tengo dieciocho, y mis padres me quitaron mi teléfono.
—Está bien. Está bien. —No puedo dejar de decirlo—. Estaremos bien.
Hay otro golpe, y Nate comienza a hablar sin preámbulos.
—Josh, dejé a tu mamá en tu habitación para que Isla y tú pudieran tener unos
minutos a solas. Pero hay que ir ahí ahora.
Incluso Nate lo siente por nosotros.
Mi mentira era más grave de lo que creía. Nada, absolutamente nada, está bien.
168
Traducido por Fanny
Corregido por flochi
a directora de la escuela se sienta detrás del escritorio tan intimidante como
grande. Su escritorio caoba está pulido, y tiene el aroma de almizcle y
riqueza. Dos banderas en los postes inferiores descansan en cada lado, una
americana, una francesa. Una silla de cuero mullido está detrás del escritorio, y dos
sillas diminutas de cuero frente a él. Estoy en una de las sillas diminutas.
—Tus notas están bajando —dice la directora.
La miro.
—Eso sí, no por mucho —continúa—. Pero hay suficiente diferencia en la calidad
de tu trabajo para que más de uno de tus professeurs me lo haya mencionado. Están
preocupados. ¿Puedes adivinar cuando notaron el cambio?
No estoy de verdad aquí. Sigo en la habitación de Josh. Ayer.
Empacamos su vida en cajas de cartón. Su mamá estaba enojada con él, enojada
conmigo, enojada con cada llamada. Y recibió muchas llamadas. No había nada que
quería más que estar alejada de esa horrible habitación, pero no estaba a punto de
desperdiciar nuestras últimas horas.
Josh quitó los dibujos de sus paredes. Los puso en una caja, una encima de la otra,
encima de otra. Puso los dibujos de mí en el Arènes de Lutèce en un sobre
separado y protegido. Comparado con el número de dibujos que tenía de sus
amigos, todavía no había muchos de mí. Solo habíamos estado juntos por un mes.
¿Cómo ha sido solo un mes?
—Hace un mes —dice la directora—. Fue cuando dejaste de darle a tu tarea el
tiempo y la atención que toma mantener tu posición como la primera de la clase.
Dice esto como si ser la mejor estudiante de la escuela es mi única ambición,
cuando, en realidad, sólo sucedió. Sólo hay otros veintidós de último año, veintitrés,
y todos tienen amigos con los que pasar el rato y lugares a los que ir y cosas que
hacer. Nunca he tenido nada mejor que hacer que estudiar. Pero por un mes… tuve
algo mejor que hacer.
L
169
Josh deslizó el sobre dentro de su mochila de mano. Fue en el avión con él.
Todo sucedió tan rápido. En un día, su cuarto fue de caótico, lleno de dibujos,
comida y vida, a vacío. Sólo se nos dio cinco minutos para despedirnos. Su madre
nos dejó en ese espacio vacío, y lloré de nuevo. Josh usó su lapicero favorito para
poner cuatro letras en el dorso de mis dedos: A-M-O-R.
Sostuvo mi cabeza con sus dos manos:
—Te amo —dijo—. Te amo. Te amo.
Difícilmente podía verlo a través de mis lágrimas.
—Te amo —dije—. Te amo. Te amo.
—Isla —dice la directora—. Vas a conocer muchos chicos en este viaje. No puedes
dejar que te distraigan de convertirte en la mujer en la que estás destinada a ser.
Está equivocada. Sólo hay un chico.
¿Y en quien voy a convertirme sin él?
Miro mis dedos. Las letras están desapareciendo, pero la palabra todavía arde
contra mi carne.
A un lado del auto de su mamá que esperaba, las letras eran afiladas y oscuras. Nos
besamos desesperadamente. La Sra. Wassersten abrió la puerta trasera y lo llamó
para que entrara.
—Estamos atrasados. Vámonos.
Sus manos agarraron las mías:
—Acción de Gracias.
Asentí.
Me besó de nuevo, pero esta vez fue rápido. Y luego soltó mis manos como si le
doliera, como si físicamente no pudiera sostenerlas por más tiempo, se apresuró
hacia el auto. Las ventanas estaban tintadas de negro. No podía verlo, pero miré su
ventana de todas maneras hasta que el auto desapareció de mi vista.
La directora de la escuela se aclara la garganta. Mi mirada se había desviado hacia
la ventana.
—¿Por un mes de comportamiento imprudente? Voy a darte un mes de detención
todos los días. Creo que estarás de acuerdo en que es un castigo justo. Además, esto
170
te da tiempo suficiente para volver a comprometerte con tus tareas de clase de
cualquier… distracción.
—Josh no era una distracción.
La directora me mira cuidadosamente.
—No —dice, por fin—. Quizá, para ti, fue la palabra equivocada. Aunque tengo mis
preocupaciones sobre que sea al revés.
Es un golpe cruel. ¿Cómo se atreve a sugerir de que me preocupo más por Josh que
él por mí? ¿Qué podría posiblemente saber sobre nuestra relación?
Salgo de su oficina y directo a detención. Por todo el tiempo que frecuenté el
umbral, en realidad nunca llegué a cruzarlo. Pero luce como cualquier salón de
clases. Sólo hay otro estudiante aquí, uno de segundo año. No levanta su cabeza de
teclear de su escritorio. La professeur Fontaine, la maestra de ciencia
computacional con la cabeza en forma de triángulo, está a cargo de detención.
—Escoge un asiento, cualquiera —dice. Suena como un mago callejero.
Desearía saber dónde se sentaba Josh. Trato de invocar su imagen. Una figura con
hombros redondos y el ceño fruncido se materializa en la esquina de atrás. Está
escribiendo su vida en paneles ordenados. Camino en esa sombra, queriendo creer
en su realidad, y tomo el escritorio. La ventana a nuestro lado tiene una vista del
patio de la escuela, pero todos se han ido. Sólo están los adoquines y las palomas.
Nunca llegué a leer esos paneles.
¿Y si soy la que lo arruinó? ¿Y si ya no puedo entrar a Dartmouth? Josh todavía
podrá entrar a su universidad. Todo lo que necesita es un examen de equivalencia.
Tal vez arruinó este año, pero puede que yo haya arruinado nuestros siguientes
cuatro. Si sólo pudiera escuchar su voz de nuevo. Llegó a Nueva York esta mañana,
donde su mamá le permitió este único texto: Te extraño como un loco. También me
confiscaron el internet. No sé cuándo podamos hablar después. TE AMO.
Después de detención, camino directo a la Casa del Árbol. El aire de la noche esta
helado, y mi abrigo no está lo suficiente cálido. Recuerdo a Josh poniendo su abrigo
alrededor de mis hombros, justo aquí en nuestra primera cita, y lloro por
centésima vez. Me envuelvo en la manta y coloco mi mano sobre su mural.
Presiono mi palma contra la casa con la ventana de hiedra y la bandera americana.
La presiono tan fuerte que duele.
Aquí, pienso. Él está aquí.
Trato de estar ahí también.
171
—Apaga eso. —Kurt irrumpe en mi habitación y señala mi laptop—. Se supone que
debes estar estudiando. Necesitas un puntaje perfecto en tu prueba de física
mañana.
—Esta encuesta está diciendo que el papá de Josh y Terry Robb están trabados en
un empate. Todavía es muy pronto para predecir un ganador.
—Deja de leer esa cosa. La elección es dentro de cinco días. —Y luego su ceño se
frunce—. Terry Robb. La gente no debería tener dos nombres.
Finalmente he puesto una petición para que arreglen mi puerta. Estoy cansada de
que mi privacidad sea violada. Nuestra amistad está intacta, técnicamente, pero
hay una tensión desagradable rodeando cada interacción. Kurt está infeliz de que
yo sea infeliz. Quiere que nuestras vidas regresen a cómo eran antes, pre-Josh. Y
soy infeliz con Kurt. Sé que no tenía intención de que todo esto pasara, pero pasó. Y
él pudo haberlo detenido.
En cuanto a Hattie, no he hablado con ella desde que fue una ficha policial. Bien
podría estar en prisión, como si me importara. He estado pegada a las noticias.
Descargué una aplicación que engaña a mi laptop para que crea que estoy en
América, porque restricciones internacionales estaban bloqueando demasiados
videos importantes. Sabiendo que pasa en la elección, minuto a minuto, es la única
manera en la que se me siento cerca de Josh. Su papá tiene que ganar. Y no sólo por
las razones obvias, sino que egoístamente, espero que relaje lo suficiente a sus
padres para que le devuelvan su celular.
—Tú —dice Kurt—. Física. Estudia.
—No seas tan imbécil.
—Molesta —contesta.
—Dolor en el trasero.
—Promiscua.
Luce contento con esa última. Mi boca se tuerce, pero sigo molesta. Para colmo de
la perfecta semana, siento mi periodo llegando. Cierro mi laptop.
—Está bien. Tú ganas. Pero voy al baño primero.
—Tonta. —Lo escucho mientras voy por el pasillo. Cuando regreso, nuestro juego
está terminado—. Te perdiste una llamada de un código de área dos-uno-dos.
172
—¿Qué? —Corro hacia mi teléfono. Alguien de Manhattan me ha dejado un correo
de voz—. ¿Por qué no contestaste?
—Porque no es mi teléfono.
—¿Y si era Josh?
—Entonces tu pantalla hubiera dicho “Josh” en lugar de “número desconocido”.
Apenas y amortiguo mi grito de frustración.
—¡Le quitaron su teléfono! Si alguien llama cuando no estoy aquí, contesta. Y si es
Josh, dile que espere hasta que pueda llegar.
Hola Isla. Mi corazón se divide en dos por el sonido de su voz cansada, la cual está
tratando de elevar por encima de un confuso alboroto de gritos sonando y
sonando. Es, uh, jueves. ¿Supongo que ya es de noche es París? Estoy llamando del
escritorio de un voluntario en la sede electoral. Es la primera vez que me dejan solo
cerca de un teléfono. Es bastante malo aquí, pero… no sé. Nada de esto siquiera
importa. Te extraño. Trataré de nuevo tan pronto como pueda. Una pausa. Espero
que estés bien. De acuerdo, adiós. Te amo.
Regreso la llamada. Después de dos timbrazos, una mujer con un timbre nasal
responde. Cuelgo.
Escucho el correo de voz de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo, y de nuevo, y de nuevo,
y no sé cuántas veces lo he escuchado antes de darme cuenta de que Kurt se ha ido.
Un cerrajero arregla mi puerta. Nunca dejo mi teléfono.
Pongo el sonido del timbre lo más fuerte que llega antes de bañarme y mantengo el
volumen ahí, incluso en las clases. Mi paranoia crece. No puedo dejar de checarlo,
checarlo por mensajes, checarlo para asegurarme de que tenga batería, checarlo
para asegurarme de que no lo he silenciado por accidente. Quiero hablar tanto con
él. Puede que haga combustión.
El sábado, antes del amanecer, otro 212 me despierta.
—¿Josh?
—OhgraciasaDios —susurra él, exhausto y aliviado—. Lamento que sea tan
temprano pero no podía dormir. Te estoy llamando de la cocina. Si mis padres me
atrapan, estoy muerto. Pero tenía que escuchar tu voz.
173
Agarro mi teléfono más fuerte.
—Te extraño tanto.
—¿Cómo es posible que ni siquiera ha pasado una semana?
—Se siente como un año.
—¿Cómo estás? ¿Qué pasó con la directora? ¿Fuiste suspendida?
—No. Me puso en detención por ser mi primera ofensa. Pero es por el mes entero.
Su voz se pone más pesada.
—Lo siento.
—¿Lo que más apesta? El momento en el que estoy en detención, tú no lo estás.
Consigue una sonrisa triste.
—Tomaría la detención en vez de esto.
—Lo sé. —Suavizo—. ¿Cómo es? ¿Cómo están tus padres?
—Enojados. Ocupados. Me llevan a todas partes con ellos, pero apenas pueden
mirarme.
—Ya se les pasará.
—Quizá.
Una pregunta me está pesando, más pesada que cualquier otra. Agarro mi collar
por apoyo.
—Oye….
—¿Sí?
—No importa.
—Isla. Dilo.
—Era sólo que… ¿tus padres sabían sobre mí? Sé que ustedes no hablan a menudo,
pero me estaba preguntando si alguna vez me mencionaste. Antes de todo esto. —
Mi voz se rompe—. Odiaría que esa fuera la primera impresión que tu mamá tenga
de mí.
Su larga pausa me da la respuesta antes que él.
174
—Iba a decirles antes de Acción de Gracias —dice finalmente—. No quería que me
preguntaran por ti.
Lloro en silencio.
—¿Estabas preocupado de que pensarían que no soy lo suficiente buena para ti?
—No. No. Sólo quería mantenerte para mí solo. Estábamos en esa perfecta burbuja,
¿sabes? Por supuesto que les gustarás.
—En verdad lo dudo.
—Lo harán. Saben que esto es mi culpa. Y cuando la elección haya terminado, les
diré sobre ti. Lo inteligente que eres, amable, y…
—¿Lo ambiciosa que soy? ¿Cómo no tengo planes para mi futuro?
—Isla.
—Lo siento.
—No, yo lo siento. Debí haberles dicho. —Hay otra pausa—. ¿Tus padres sabían
sobre mí?
—Por supuesto.
Josh exhala.
—Estaban esperando conocerte.
—Y ahora ya no. —Deja escapar un triste y pequeño resoplido—. Tú te preocupas
por mis padres pero fui yo al que expulsaron. —De repente, su voz se hace más
baja—. Alguien está cerca. Me tengo que ir, te amo, adiós.
Ni siquiera consigo decirle “te amo”.
El lunes después de detención, lo encuentro en la parte de atrás de algunas
fotografías tomadas un fin de semana en Brooklyn YMCA, una última oportunidad
de esfuerzo de campaña. Es alto, guapo y sonriente. Luce casi como mi novio.
Puedo decir que su sonrisa, sin duda convenciendo a los demás, es forzada. No hay
hoyuelos.
—No te desperté esta vez, ¿verdad? —pregunta. La llamada llega en medio de la
noche. Hay ruido de gente en el fondo, un zumbido general de estrés y emoción. En
la sede de nuevo. La elección sólo está a unas horas.
175
—No. —Abrazo mi almohada, deseando que fuera él—. Me estaba durmiendo, pero
sigo leyendo.
—Esa es mi chica. ¿Cuál es el tema esta noche?
—La caza de orquídeas. ¿Sabías que sorprendentemente era una peligrosa
ocupación?
—Quizá esa es tu futura carrera. —Una sonrisa real se cuela en su voz—. Cazadora
de orquídeas. Y me uniré a tus expediciones. Podemos usar esos sombreros color
caqui con la red mosquitera.
—¿Cómo está allá? —pregunto.
—Preferiría estar cazando orquídeas.
—Espero que tu papá gane.
—Yo también. De otra manera, estará intolerable por al menos seis meses. —El
intento de broma cae de plano y suspira—. Hablando de eso. ¿Adivina quién está
mandando cámaras a mi estación de votaciones? ¿Adivina quién estará en las
noticias matutinas?
—¿Adivina quién estará pegada a la transmisión en vivo de CNN, esperando ver
algo?
—¿Adivina quién estará en clases cuando suceda?
—Oh. —Mi corazón se hunde—. Cierto.
—No te preocupes, será subido al sitio web de mi papá. Yyyyyyyy, mi mamá
regresó.
—¡Teamo! —digo
—También te amo. —Josh ríe con sorpresa—. Gracias por el entusiasmo.
—No pude decirlo la última vez.
—Ah, bueno. De ahora en adelante —y escucho su sonrisa deslumbrante con
hoyuelos—, comencemos diciéndolo.
176
Traducido por Shilo
Corregido por flochi
uando la escuela termina, me agacho en un cubículo del baño. Tengo diez
minutos antes de tener que estar en detención. Saco mi portátil de mi bolso.
Es todavía muy temprano en la competencia para que alguno de los
números de las encuestas salga, pero rápidamente desciendo por la página web del
senador. Ahí. El video.
Josh entra al centro electoral con sus padres. Está arreglado, como… se ve como
presentable. Está usando un traje que se ajusta tan bien que debe haber sido hecho
a medida solo para él. Sonríe y saluda a las cámaras. Sus padres salen de los
puestos.
—¿Por quién votó? —alguien grita, y el papá de Josh dice—. ¿Se suponía que tenía
que votar ahí? ¡Pensé que estaba pidiendo una orden de desayuno para llevar! —Ja,
ja, que divertido.
Se corta y retorna a Josh. Entra a un puesto mientras sus padres lo observan
orgullosos. Una reportera femenina con dientes grandes empuja un micrófono
hacia Josh en su salida.
—¿Cómo se siente votar por tu padre por primera vez?
—Surreal. —Josh ilumina la cámara con una sorprendente cantidad de encanto—.
Se siente genial.
No está mintiendo. Y aunque entiendo que este es un momento realmente notable
en su vida, es… es como si estuviera viendo a un extraño. Vuelvo a ver el segmento
y le pongo pausa mientras responde la pregunta de la reportera. Toco su imagen en
la pantalla.
Si no hubiéramos ido a Barcelona, estaría de vuelta en París en veinticuatro horas.
Entierro el pensamiento, profundo y lejos. Porque si no hubiéramos ido a
Barcelona, tampoco habríamos a Parc Güell. O una habitación de hotel iluminada
por la luna.
C
177
Cuando la detención se acaba, corro directo a mi dormitorio. Recorro el internet,
pero los números de las primeras encuestas son iguales. La carrera está pareja.
Kurt aparece, y, para mi sorpresa, cierra la puerta detrás de él.
—Boeuf bourguignon suivi d’un clafoutis aux poires19. Para ti. —Coloca una bandeja
plástica de la cafetería en mi escritorio—. No sabía qué hacer, entonces tomé la
cosa entera.
Su vergüenza es conmovedora, de alguna manera. Ambos, la cena todavía tibia y
postre de pera, tienen un olor embriagador.
—Gracias.
Se vuelve a colocar su capucha.
—Nate dijo que podía esperar contigo todo el tiempo mientras nadie más se dé
cuenta, bajo pena de decapitación. Pero no creo que nos decapite de verdad.
Mi aliento se está embotellando en mi pecho.
—Lamento no haber podido mentir por ti —dice—, y lamento que Josh se haya
ido.
Lo abordo con un abrazo. Se siente como los días de antaño, aunque pasáramos la
noche peinando las noticias en lugar de hacer la tarea. Kurt se duerme después de
la medianoche, pero la carrera está demasiado cerrada para que yo pueda dormir.
Todavía es temprano en los Estados Unidos. Una transmisión en vivo se reproduce
suavemente, el volumen bajo. Ganadores predichos de todas partes de América son
anunciados uno tras otro. A las dos de la mañana, me dan seis segundos de
felicidad cuando muestran un video de la sede Wasserstein.
Josh está de pie junto a su madre y padre y unos pocos cientos de globos rojos,
blancos y azules. La cámara se mueve y los globos oscurecen su rostro. La
transmisión cambia a la carrera por la gobernación en Florida. Una hora después,
mis ojos están abiertos apenas cuando escucho al presentador de noticias con el
mal peluquín decir:
—Y en la carrera más cerrada de la noche, el senador de Nueva York Joseph
Wasserstein está peleando todavía para mantenerse en su asiento.
Me inclino hacia la pantalla. Mientras ven los recuentos, la Sra. Wasserstein todavía
se ve fresca y llena de alegría, siempre la esposa que brinda apoyo, aunque asumo
19
En francés en el original. Significa “buey a la borgoñona seguido de un clafoutis de peras”.
178
que una maquilladora le ha dado un retoque. El senador parece un poco cansado,
pero mantiene una expresión valiente.
Josh se ve exhausto y molesto. Espero que sus padres no vean este video después.
Sin embargo… Este es mi Josh. No el extraño de antes. Un hombre que se veía
tenso, tal vez el gerente de la campaña, susurra algo en su oído y Josh se endereza.
El hombre tuvo que haberle dicho que está en televisión. La cámara para de filmar.
Las noticias siguen. Mi explosión de adrenalina se disipa.
Me despierto con mi alarma en la mañana. Kurt se ha ido, y he sido arropada
cuidadosamente con las sábanas. Hay una nota con una palabra al lado de mi
almohada: VICTORIA.
He subestimado severamente a los padres de Josh. En el despertar del éxito del
senador, me imaginé, como mínimo, que le permitirían a su hijo una llamada
telefónica de celebración. No hubo tal suerte. Deseo decirle a Josh lo feliz que estoy
por su familia. Deseo poder decirle a Josh cualquier cosa. Nunca antes me había
sentido tan indefensa y apartada.
Dos días después, el programa más grande de noticias matutinas en Nueva York
tiene una exclusiva con el Senador Wasserstein. Encuentro el enlace en su sitio
web, por supuesto. La entrevista es de política estándar y frívola, pero el fondo. Es
cautivante.
Es la casa de Josh.
La cámara sigue a su papá del comedor a la sala. Todo está impecablemente
decorado, aunque tal vez demasiado ordenado. Delicados platos de porcelana
cuelgan en patrones en las paredes. Vasijas extravagantes están llenas de césped
de temporada y plumas de faisán. Es difícil imaginarse a alguien viviendo ahí. La
Sra. Wasserstein se le une en el sofá bajo una pintura al óleo aparentemente fuera
de lugar de la estación de métro de Saint-Michel, una belleza de arte nouveau que
está colmada de bicicletas encadenadas y grafitis aburridos. Un chico adolescente
languidece en contra de uno de los bastidores de bicicletas. Es St. Clair. Josh pintó
este retrato de su amigo el año pasado. Lo vi secándose dentro del estudio de la
escuela.
La entrevistadora, una mujer con nariz ganchuda, con brillantes y pálidos labios,
pregunta por ella a sabiendas, y los padres de Josh chorrean acerca del futuro
promisorio de su hijo. Es una respuesta discordante. Siempre he asumido que la
179
grieta entre Josh y sus padres fue causada por su deseo de buscar una carrera en
las artes, pero sus elogios y apoyo parecen genuinos.
—Él lo obtiene de su madre —dice el senador, mirando radiante a su esposa.
—Su aprecio por las artes, sí —dice—, pero el talento es suyo propio.
La entrevista muestra el video del centro de votación, Josh, tan guapo, tan
encantador, y cuando regresa, él se ha unido a ellos. Mi corazón toma velocidad. Es
ese raro, atuendo impecable de nuevo. Una presión inexplicable se amontona
dentro de mí.
La entrevistadora sonríe, entrometida y ominosa.
—Hemos escuchado que después de que se transmitiera ese video, muchachas
jóvenes inundaron la oficina de tu padre con preguntas acerca de ti. ¿Qué crees que
vaya a pasar ahora que ellas saben que no sólo eres un regalo para los ojos, sino
también eres un genio artístico?
¿Qué?
Josh se ríe educadamente.
—No estoy seguro.
—Dinos. —Se inclina hacia él—. Nueva York se muere por saber. ¿Tienes una
novia?
Pausa antes de dar otra risa educada.
—Uh, no. No en este momento.
Mis oídos timbran. Rebobino, mi corazón tambaleante.
Uh, no. No en este momento.
Una oscura agitación ruge en mis entrañas. Parpadeo. Y luego de nuevo. Estrellas
afiladas destruyen mi visión mientras vuelven a pasar un video de la noche de la
elección. Es en el que Josh se ve miserable, pero ahora la entrevistadora dice que se
ve nervioso porque le importa mucho su papá, y cómo habrá una chica afortunada
que se pose en tal compasivo joven soltero.
—No estarás soltero por mucho tiempo —bromea, y sus padres sueltan una risita.
Rebobino. Uh, no. No en este momento.
No estarás soltero por mucho tiempo.
180
Risita. Risita.
Alcanzo mi teléfono y en realidad grito cuando recuerdo que no puedo llamarlo. Lo
hago de todas formas. No contesta. Mando un mensaje: LLÁMAME.
Kurt recibe un segundo mensaje: 911.
—¿Qué pasa? ¿Qué fue lo que pasó? —pregunta, dos minutos después. Le falta el
aliento.
Gesticulo frenéticamente a mi portátil.
—Mira eso. Dime… qué… ¡sólo míralo!
Cuando ya terminó, frunce su entrecejo.
—¿Cuándo terminaron?
—¡No lo hicimos!
—¿Entonces por qué diría eso?
—¡No lo sé! Tú dime.
Su encogimiento de hombros es desvalido.
—Le estás preguntando a la persona equivocada.
—No, tiene que haber una razón racional. ¡Dime! ¡Dime antes de que me vuelva
loca!
—Deja de gritar. —Kurt se levanta su capucha—. ¿Es posible que haya terminado
contigo, y no te hayas dado cuenta? Las personas son confusas. Dicen una cosa y
sienten otra.
—Estaría definitivamente consciente de Josh rompiendo conmigo.
—Tal vez… no lo sé. Tal vez su padre quiere trabajar con esto como un nuevo
ángulo para la popularidad. Pero ya ganó la elección, entonces dudo…
—¡Claro! —Lanzo mis brazos a su alrededor—. Claro que es idea de su padre.
Pero Kurt no está convencido. Me paso la siguiente media hora llevándolo a través
de eso, construyendo mi caso, pero para el momento en el que se va con irritación
fatigada, hasta yo no lo creo. ¿Y si Josh sintió pánico debido a esta súbita afluencia
de interés, (¿Por qué demonios yo no sabía de esta súbita afluencia de interés?), lo
tenía curioso acerca de otras chicas? ¿Y quiénes son esas otras chicas, de todas
formas?
181
Escribo su nombre en un buscador, y le doy clic a los resultados más recientes, y lo
descubro en los comentarios de varios sitios web, incluyendo la página principal de
ese programa matutino exasperante. Mi espíritu se desploma todavía más abajo.
Son los típicos comentarios de locas-por-los-chicos, acosadoras que una
usualmente encuentra en línea, pero esta vez son diferentes. Esta vez están
hablando de mi novio.
A la una de la mañana, mi teléfono finalmente suena. Mis manos tiemblan con
ansiedad y enojo.
—Te amo —dice Josh.
Estoy confundida.
—¿Estás ahí? ¿Isla?
—Hola —lo digo con cuidado.
—Pensé que estaríamos empezando cada llamada con “te amo” ahora.
—Yo… Yo vi la entrevista.
—Sí. –Suspira—. Me imaginé. Mi mamá me dijo que mandaste un mensaje. Me dijo
que podía llamarte para explicar. Estoy usando su teléfono.
Hay esperanza en mi corazón, pero mi voz se quiebra de todas formas.
—¿Por qué dijiste eso?
—Lo siento. —Su voz se vuelve angustiada—. Quería advertirte, pero no pude. Dije
que estaba soltero, porque no quería arrastrarte a todo esto.
—Soy la novia del hijo de un senador. A nadie le importa una mierda acerca de mí.
—Estarías sorprendida —dice sombríamente—. No pensé que a nadie le importara
una mierda acerca de mí, tampoco.
—Entonces… ¿es verdad? ¿Las chicas de verdad están buscándote?
—Ugh. Sí. Más o menos. Es extraño. Desearía que pararan.
Algo de vidrio, tal vez una botella, se quiebra en el pavimento fuera de mi ventana.
Un grupo de estudiantes se ríen, borrachos.
—Entonces, ¿por qué no dirías que estás tomado? No es como que tuvieras que
decirles mi nombre y número de seguridad social.
182
—No quise herirte. —Suena dolido—. Esa es la última cosa que quiero. Estaba
tratando de protegerte, estaba tratando de mantenerte en la parte buena de mi
vida.
—Pero yo quiero estar en ella entera. Partes horribles incluidas.
—¿Estás segura acerca de eso? Tengo muchas partes horribles.
—Todos las tienen.
—¿Cuáles son las tuyas?
—Me pongo celosa cuando pienso en otras chicas a las que les gusta mi novio.
—Me pongo celoso cuando pienso en Sébastien. Y en todos los chicos en la escuela
que todavía pueden verte cada día.
Resoplo.
—Puedes dejar de preocuparte. Nadie está interesado en mí.
—Le gustas a Nikhil.
Estoy pasmada.
—¿Qué?
—Nikhil Devi. Lo escuché por casualidad una vez cuando hablaba de ti con uno de
sus amigos.
Nikhil es el hermano más joven y el más nerd de Rashmi y Sanjita. No es que esté
en una posición para juzgar. Es un estudiante de segundo año este año.
—Eso es raro. ¿Qué fue lo que dijo?
Josh se ríe una vez.
—Oh, ¿entonces puedes dejarme por él?
—Sí.
—A Nikhil le gusta tu trasero.
—Retiro lo dicho. No quería saber eso.
Se ríe de nuevo.
183
—He extrañado tu risa. Te extraño a ti. —Quiero estirar la mano a través de
nuestros teléfonos y tocar la suya en el otro lado—. Trece días hasta que esté en
casa. ¿Cómo vamos a sobrevivir?
Josh respira fuertemente, y hay una pausa larga y terrible.
—–Esa… es la otra cosa por la que tuve permiso de llamarte.
Oh, no. Por favor. No.
—Mi familia ha sido invitada a la cena de Acción de Gracias en la Casa Blanca.
La… ¿qué ahora?
—¿Isla?
—La Casa Blanca —digo.
—Sí.
—¿Como en, donde vive el presidente? ¿Esa Casa Blanca?
—Sí.
—Ja. —Me ahogo—. ¡Ja!
—Es una locura. Me refiero, fueron invitadas una tonelada de familias. Pero aún
así.
—Mi novio fue invitado a la Casa Blanca.
—Tu novio, que fue expulsado del colegio, fue invitado a la Casa Blanca.
Empiezo a reírme de verdad.
—Mi papá solía conocer al presidente, en los viejos tiempos.
Me río más fuerte. Y estoy llorando.
—Oh, Isla. —Suena como si su corazón se estuviera rompiendo a través del
auricular. Siempre que dice mi nombre, toma una parte de mi alma. Quiero que lo
diga de nuevo—. Por favor, dime que sabes que daría lo que fuera por no ir a esta
cena.
—Supongo que es difícil decirle que no a la Casa Blanca.
—Imposible.
184
—¿Qué pasa con las vacaciones de invierno?
—Nueva York, lo juro.
Tiro un hilo suelto de mi edredón de mapa, un hilo verde que pertenece al Central
Park.
—¿Estás seguro que no serás invitado de vuelta para Navidad?
—Somos judíos.
Mierda.
—Lo siento. Sé eso.
—Sé que lo sabes.
—Sólo estoy alterada. Me siento tan lejos de ti.
—Lo sé. —Y su voz se desvanece en el aire—. Yo también.
185
Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
Corregido por flochi
areces triste de estar en casa —dice Maman con su ligero
acento. Ella acaba de hacer un alboroto por el cabello salvaje de
Hattie, cortado por ella misma, y se está preparando para un
nuevo alboroto sobre mí.
El taxi se aleja con Kurt adentro, dirigiéndose a las últimas dos cuadras donde está
su casa. Papá toma mi equipaje en una mano y el de Hattie en otra, y nos
arrastramos escaleras arriba para llegar. Nuestra casa huele a pan de calabazas.
Maman ha decorado todo con hojas, bellotas y calabazas. Una guirnalda de cintas y
bayas rojas se envuelve alrededor de la barandilla que conduce arriba, y velas de
cera de abeja resplandecen dentro de cada habitación. Maman ama las fiestas. Y
ella le encanta tener a sus tres hijas en casa.
—No estoy triste —le aseguro, pensando acerca del aeropuerto. Josh partió apenas
dos horas antes de nuestra llegada. El tiempo todavía se siente recientemente
cruel.
—Lo estás. Y tú nunca eres la que está triste.
—¿Cuándo llega Gen?
Ella hace una mueca a mi obvia evasión del tema pero aplaude mientras responde.
—Tarde en la noche. Justo a tiempo para el día de Acción de Gracias. —Hattie pasa
al lado de nosotras, cierra su puerta de un golpe, y Maman gruñe afligidamente de
nuevo—. Oh, mon bébés. ¿No arruinarás tu hermoso cabello, non?
—No, Maman —digo.
Es la única miembro de la familia sin cabello rojo, aunque científicamente
hablando, debe cargar con esos genes en algún lado, y esto la ha hecho
excesivamente protectora del nuestro. Su cabello es del color de los granos del
café. Maman y yo compartimos la misma altura y la misma nariz respingona. Gen
es pequeña como nosotras, mientras que Hattie salió a nuestro papá, alta y
delgada con rasgos afilados. Pero papá es el único con una desaliñada barba
naranja oscura.
—P
186
—Un paquete llegó para ti esta mañana —dice él. Mi padre es generalmente suave,
así que la manera en que anuncia estas noticias es peculiar. Es incierto. Incluso
hasta un poco hostil—. Lo puse en tu cuarto.
Mi ceño se frunce.
—¿Qué clase de paquete?
—Fue entregado por mensajería. Creo que es de Joshua.
Joshua. Tengo el presentimiento de que a él no le gusta este Joshua, pero mi ser
entero se anima.
—¿De verdad? No estaba esperando nada.
—La caja es pesada.
Ya me estaba desbocando escaleras arriba.
—¿Todavía es tu novio, oui? —dice maman, y me paralizo al instante—. Porque lo
vimos en televisión diciendo que no tiene novia. No me gusta esto, Isla.
Frunzo el ceño.
—Estaba protegiéndome. Josh no quería que la prensa me hostigara.
Ella se encoje de hombros, lentamente y con intensidad.
—Sonaba como si estaba buscando aventuras amorosas.
—¿Aventuras? Oh mon dieu. —No puedo creer que me esté obligando a defender
esto. No he estado en casa ni siquiera cinco minutos.
—¿Por qué no entregó la caja el mismo? —pregunta papá—. Ha estado en esta
ciudad por tres semanas enteras, ¿pero no se ocupó de presentarse a tus padres?
Es lo menos que puede hacer después de todo por lo que nos hizo pasar.
—¿Por los que les hizo pasar? —Lancé mis manos al aire—. No, olvídalo. No voy a
discutir esto de nuevo. Y lo mandó por correo porque tenía un avión que tomar.
Para ir a la Casa Blanca. Para cenar con el presidente. ¿Recuerdan?
—Todavía sería la cosa más correcta por hacer —dice papá.
—¿Para qué? ¿Para hostigarlo por lo de la escuela?
—Pues si queremos saber acerca de cuáles son sus planes sobre el futuro, sí.
—¿Acaso te estás escuchando?
187
Maman vuelve a intervenir.
—Sólo queremos conocer a este chico quien es importante para ti.
—Lo conocerán el próximo mes. —Y me apresuro a subir el resto de las escaleras.
—¿Lo conoceremos? —vocifera papá—. ¿Lo conoceremos?
A pesar de todo, había querido venir a casa. Ahora no estoy segura. Mis niveles de
energía están bajos a tiempo completo. Está tomando todo lo que tengo mantener
mis notas —Dartmouth— y, aunque estamos bien, las cosas no están igual que
antes con Kurt. Estoy tanto en detención que apenas nos vemos. Josh se ha robado
otras pocas llamadas, aquí y allá, pero es más difícil ahora porque su madre está
menos distraída ahora que la elección se acabó.
Y papá acosándome por el futuro de Josh es particularmente estresante, porque la
última vez que hablamos, Josh dijo que su mamá quería que terminara el año en
una escuela privada en Washington. Cuando sugerí que tomara el Examen de
Desarrollo de Educación General en su lugar, respondió:
—¿Por qué perdería mi tiempo cuando ellos me van a poner en otra estúpida
escuela de todas maneras?
Cambié el tema después de eso.
Mi cuarto olía inhabitado y limpio, ese olor vacante que tiene cada vez que vengo a
casa desde el extranjero. Una caja grande se encuentra en el centro de mi piso. No
reconozco la dirección de retorno, y no hay ningún nombre, pero es, sin duda, la
exquisita letra de Josh. Mi pulso se acelera. Corto la cinta con un par de tijeras,
quitando las solapas, y grito en una especie de agonía agradecida. Este aire huele a
él.
En el tope hay una franela azul oscura, una de mis favoritas de él. La usó el primer
día de escuela este año. Presiono mi nariz contra el algodón. Cítrico, tinta, él. Mis
rodillas se debilitan. La abrazo en mi pecho mientras examino el contenido abajo.
El resto de mi cuerpo se debilita.
El Chico del Internado, atado con cuerdas.
Hay una nota encajada debajo de la unión del manuscrito. TE AMO. Amo que
comience con eso incluso en su carta. SIENTO NO PODER ESTAR CONTIGO EN
PERSONA, PERO ESPERO QUE ACEPTES ESTE PATÉTICO SUSTITUTO. PASÉ TODA
LA SEMANA ESCANEANDO E IMPRIMIENDO LAS PÁGINAS. NUNCA LO HABÍA
ENSEÑADO TODO COMPLETO A NADIE ANTES. NO HE TERMINADO, PERO AQUÍ
ESTÁ LO QUE LLEVO HASTA AHORA. ESPERO QUE TODAVÍA TE GUSTE DESPUÉS
DE VER LAS PARTES FEAS. TUYO, J.
188
Mis ojos están llenos de lágrimas de felicidad. Quiero meterme en la cama con él en
este instante, pero tengo que esperar. Quiero privacidad. No quiero ser
interrumpida a la mitad de la lectura. Pongo la franela de Josh al lado de mi
almohada, pero pongo la caja en mi closet. Mis padres no son de los fisgones, pero
todo lo que se deje afuera y abierto es considerado juego limpio.
Pasé el resto del día con ellos. Cuando preguntan por la caja, les doy un vago:
—Oh, ya saben. Era un paquete común. Una carta, una franela. —Pero tan pronto
como la cena termina, digo que tengo jet lag y me retiro. Saco la caja hasta el lado
de mi cama, prendo la lámpara y me meto debajo de mi cubrecama. Usaría su
franela, pero no quiero perder su esencia. Me acurruco con ella en su lugar. Y luego
desato la cuerda y saco la primera hoja.
El libro está dividido, como estaba en su dormitorio, en cuatro secciones
comenzando con el primer año. Josh se había dibujado a sí mismo como flaco e
ingenuo, con la boca abierta, mientras observaba su nuevo entorno. Él encuentra
París intimidatoria y sobrecogedora a partes iguales, pero poco tiempo pasa antes
de que caiga en la nostalgia. No es que extraña su hogar en sí, ni los vuelos entre
ciudades, la campaña sin fin, los padres negligentes. Echa de menos la vida que él
vislumbró cuando era más joven. La cabaña y los árboles de pino. Una familia en un
solo lugar. Él reconoce casi inmediatamente que, en lugar de cambiar dos vidas por
una, ahora tiene tres. Y ya es demasiado tarde.
Una página de un único panel: él en la esquina, pequeño y agachado, mirando hacia
arriba a la casa mientras que el resto de la página, donde se supone que la casa
debe estar, es un espacio en blanco. Echa de menos algún lugar que no existe. Y él
sabe que París no llenará el vacío.
Trata de llenarlo internándose en su arte. Se hace amigo de St. Clair en la clase de
estudio de arte. St. Clair es un año mayor, pero está atraído hacia el talento natural
de Josh mientras que Josh está atraído hacia el carisma natural de St. Clair. En la
noche, Josh se queda despierto en su cama, recordando las cosas que su nuevo
amigo ha dicho o hecho, con la esperanza de aprender de él. Emularlo. Las páginas
son tristes y dulces y llenas de verdades humillantes.
St. Clair tiene una melenuda amiga llamada Meredith, y Josh se hace amigo de ella
también, y los tres extrañamente recuerdan a Harry, Ron y Hermione. St. Clair es
el líder, Josh es el payaso, y Meredith es el cerebrito. Pero en esta versión,
Hermione está claramente enamorada de Harry.
Las escenas con sus amigos son divertidas. Se sienten como personajes, no como
personas reales que solía ver alrededor en la escuela. Aunque hacen desencadenar
esa siempre subyacente punzada de dolor. Nunca sabré esta parte de su vida. Pero
las escenas donde Josh está solo, se vuelve Josh de nuevo, y todo se agudiza. Paso
189
por esos paneles con una intensidad que me hace sentir incómoda, tal vez culpable,
pero mientras más difíciles son de leer, más rápido paso las páginas. Josh piensa en
chicas constantemente. Ve a una chica francesa hermosa y muy alta en la calle, y
me horrorizo al darle vuelta a la página para encontrarme con él masturbándose
en su cuarto con el pensamiento de ella. A través del verano, se besa por primera
vez, con una chica mayor quien trabaja en su tienda de comics favorita en
Manhattan, pero la próxima vez que va a verla, ella lo ignora avergonzada.
Hay que tener coraje para dibujar estas cosas. Es una diferente clase de dolor el
leer sobre ellos.
EL SEGUNDO AÑO comienza. St. Clair comienza a salir con una chica llamada Ellie.
Es dos años mayor que St. Clair, y él lucha con el sentirse lo suficientemente bien
para compartir con ellos. Él y Meredith intercambian palabras nada amables
acerca de Ellie, cada uno de diferentes tipos de celos, pero su eventual pacto con
Ellie significa conocer a su mejor amiga.
Rashmi Devi.
Es bonita, lista y sarcástica. Y la odio. Coquetea con Josh un día en su clase de arte,
por supuesto que ella puede dibujar, cuando yo no puedo, y él se consume en
pensamientos sobre ella. Página tras página de Rashmi brillando como una
asombrosa diosa hindú. Siguen y siguen sin fin. Él la corteja patéticamente,
desesperadamente, hasta que ella se compromete a ir a una cita con él. Y entonces
me veo obligada a revivir los momentos dolorosos de mi pasado mientras ellos se
seducen en las páginas.
Se vuelve peor. Josh le dice que la ama. Ella le dice que lo ama también. La toca. Ella
lo toca también. Y luego pierden su virginidad en el piso del cuarto de ella al lado
de su conejo, Isis.
Un conejo.
Josh literalmente perdió su virginidad en frente de una metáfora para el sexo.
Hay otra página con un solo panel, y esta vez Rashmi ha sido dibujada desnuda
como la diosa egipcia Isis, quien, resulta, es la diosa de la fertilidad, y ella está
sosteniendo un conejo, y está rodeada de más conejos, y ya es suficiente con
estúpidos conejos y fertilidad y sexo.
Ohdiosmío. Odio los conejos.
Y me siento enferma y furiosa, pero ahora no hay manera de que pare. Es
masoquismo. Hay un flashback raro y fuera de lugar de Josh haciéndose su tatuaje.
No tiene sentido. Pero es probablemente porque estaba muy ansioso por dibujar
190
más imágenes desnudas de su novia que él se figuró que la historia de la
modificación de su propio cuerpo podía esperar. O lo que sea. Tomo la siguiente
pila de páginas de la caja y me doy cuenta, en algún momento, que he empujado su
camiseta en el piso. No la recojo.
Finalmente, Josh y Rashmi están peleando. Y es desagradable. Ella está enojada
porque él está faltando a la escuela, y él arremete hacia ella con toda su fuerza.
Disfruto su ira. Y me siento reivindicada porque nunca le grité por faltar a clases
para trabajar en este libro. Aunque tal vez lo habría hecho si hubiera sabido lo que
estaba aquí. Pero entonces el año escolar termina, y él sale volando para reunirse
con su familia en su casa de vacaciones en Delhi.
Él me dijo una vez que había pasado “algún tiempo” con su familia un verano,
pero… ¿un mes entero? ¿En India? No es de extrañar que supiera tanto acerca de
Sanjita. De algún modo, la idea de Josh pasando un mes entero con la familia Devi
me dolía casi igual que lo del conejo.
EL TERCER AÑO comienza sin ninguna mención de la temporada de Josh en Nueva
York. Sus padres estaban en todos lados al principio, pero casi habían
desaparecido. Es una omisión extraña.
La escuela comienza, y St. Clair suspira por la ausencia de Ellie, incluso aunque ella
está yendo a un colegio cercano. Anna aparece. Recuerdo verla en la cafetería esa
semana en la escuela, hirviendo de celos porque ella dio el salto a su mesa con tan
poco esfuerzo. Yo quería su suerte. Quería su confianza.
Y entonces, de repente, Josh está solo.
St. Clair se siente atraído por Anna. Está dividido entre ella y Ellie, y pasa mucho
tiempo corriendo entre ellas que apenas tiene tiempo para Josh. Y mientras más
tiempo pasa Josh solo, más se da cuenta cuán solo está. Todos sus amigos se irán el
próximo año. Josh se vuelve cada vez más antagónico hacia la escuela, lo que hace
cada vez más antagónica a Rashmi hacia él, lo que le hace cada vez más antagónico
hacia ella. Y ella está molesta porque Ellie la dejó mal como amiga, y Meredith está
molesta porque ahora St. Clair le gusta dos chicas que no son ella, y Anna se siente
mal porque St. Clair está coqueteando con ella, y luego la madre de St. Clair le da
cáncer.
Es una maldita novela.
Mientras el drama con sus amigos crece, Josh se aleja y encierra en sí mismo. Sus
ilustraciones se oscurecen. El estudiante de primer año con la boca abierta es cosa
del pasado, el estudiante de segundo año con mucho sexo ha desaparecido, y ahora
es un joven hosco. Sus padres brevemente, al azar, aparecen molestándolo acerca
de la elección. Quiere romper con Rashmi, pero está demasiado deprimido como
191
para encontrar la energía. Él deja de dibujar y se salta las clases para dormir. La
directora de la escuela, quien lo llamó a su oficina por enésima vez, le dice:
—Creo que estás pasivamente tratando de conseguir que te expulse. Así que no
voy a hacerlo.
Nunca he pensado acerca de sus interacciones reales. Estoy sorprendida cuando la
directora saca sus registros y le informa de que tenía las más altas calificaciones de
las pruebas pre-aceptación que ella había visto en años. Él es el estudiante más
brillante de nuestra clase.
Josh es el más brillante. No yo.
Estoy avergonzada de admitir que esto duele. Definitivamente duele. Y sin
embargo… siempre había sabido que era verdad. Siempre había sabido que estaba
actuando. Que él podía ver a través de las tonterías, y no deseaba participar en ella.
Es una de las razones por las cuales me sentía atraída por él en primer lugar.
—Para cierto tipo de persona, la escuela siempre será brutal —dice la directora—.
El mejor consejo que te puedo dar es que averigües que viene a continuación, y
trabaja hacia eso.
La siguiente escena lo muestra en detención. Mi piel se ruboriza cuando lo veo
inclinado en la esquina trasera de la sala de la clase al lado de la ventana que daba
al patio con las palomas.
Sí me estaba sentando en su escritorio. Lo sabía. De algún modo, lo sabía.
Josh se enfoca de nuevo en su trabajo. Quiero perderse a sí mismo en él… y quizás
tal vez encontrarse a sí mismo en respuesta. Pero luego St. Clair rompe con Ellie, la
alegría recién descubierta de St. Clair con Anna sólo empuja más a Josh en una
solitaria miseria. Y para cuando Josh y Rashmi rompen, los dos saben que viene, y
los dos están listos. Están agotados. Demasiados cansados para seguir luchando.
Comienza a viajar a otros países cada fin de semana, en secreto y solo, separándose
de sus amigos antes de que puedan hacérselo a él.
Y luego viene el verano. Nuestro verano.
Mi corazón está martillando mientras agarro la última pila de páginas de la caja. En
la primera página, está solo dentro de Kismet. Y luego estoy yo en la segunda,
gritando su nombre y despertándolo de un letargo. Hay un tono de ensueño aquí.
Refleja tanto la forma en que actué y cómo él reaccionó. Me estremezco a todo lo
que digo, pero la forma en que me dibuja es como un faro de luz.
192
Hay un flashback a nuestro primer año, y sus pinceladas se vuelven más suaves. Me
ve leyendo Joann Star. Trata de hablarme, pero es un idiota balbuceante. Y luego yo
soy la que le da una mirada loca.
La historia vuelve a Kismet. Josh se da cuenta que estoy coqueteando con él, lo cual
encuentra desconcertante y gracioso. Pero también agradable. Me acompaña hasta
mi casa y luego se apura hacia su casa para dibujarme de nuevo, la ilustración del
halo de jardín de rosas, antes de dormirse. La próxima noche, vuelve al café y
descubre que estoy con Kurt. Maldice, se devuelve a casa, y luego vuelve a
Washington, donde pasa un miserable verano temiendo su último año.
Las últimas páginas están sueltas, bocetos ásperos de su primer día de clases. Es
difícil de seguir. Sus interacciones conmigo son halagadoras, pero las secciones
desordenadas lo hacen sentir menos concreto. Al igual que las ideas dentro de ellas
todavía están sujetas a cambio.
Y entonces… se acaban las páginas. La caja está vacía.
193
Traducido por IreneRainbow
Corregido por flochi
stoy llena de demasiadas emociones fuertes a la vez. Celos. Tristeza. Enojo.
Ciertamente, hay un reconocimiento, aunque sea irracionalmente a
regañadientes, de la valentía que tuvo él para crear esto; pero los
pensamientos negativos hacen su camino para mantenerse en la cima. Amargan los
positivos. Pensé que conocía a mi novio, pero resulta que sólo tenía una foto
instantánea desenfocada. Ahora tengo el panorama completo.
Josh tuvo... toda esta vida antes de mí.
¿Cómo algo tan obvio es tan impactante?
Y Rashmi. Sabía que ella estaría ahí, pero ¿cómo iba a saber que todo de ella estaría
ahí? No quise verla. Con Josh. Así. No es justo que lo haya visto, porque nunca seré
capaz de dejar de verlo.
Pateo mis sábanas. Estoy pensando en conejos. Estoy pensando en chicas francesas
demasiado altas. Estoy pensando en Josh burlándose de una forma que he elegido
tomar en serio. Eso nunca me ha molestado antes. ¿Por qué me está molestando
ahora? Me muevo y doy vueltas por horas hasta que me despierto de golpe (de un
sueño inquieto del que ni sabía que había sucumbido) por un salto. Una hermana
extrañamente difusa está rebotando arriba y abajo en mi cama.
—¡Despierta! —Gen rebota más duro en la cama—. Hattie y yo ya estamos vestidas
y llenas de cafeína. Esos globos no se divertirán solos.
Fenomenal. Porque esto es exactamente lo que necesito hoy. Un desfile.
Nuestra casa está en el lado equivocado de Broadway para ver o escuchar el desfile
de Día de Gracias de Macy; pero sólo toma unos minutos caminar a algún lugar
dónde podamos ser testigos de primera mano del grotesco espectáculo. Mis
hermanas y yo tenemos una tradición de asomarnos a las afueras del desfile en las
primeras horas del día.
Mi cabeza está palpitando de llorar durante toda la noche.
—No me siento bien.
E
194
—Tendrás que levantarte para que maman deje de molestarme por mi cabello.
Su cabello rojizo-naranja rizado es aproximadamente seis centímetros más largo.
Parece como una esfera gruesa alrededor de su cabeza.
—Te ves como un corgi —digo—. ¿Lo estás haciendo crecer?
Pero Gen está rebuscando entre los papeles de mi cama. Me lanzo entre ella y el
manuscrito.
—¿Josh dibujó esto?
Le arrebato el papel que aún está en sus manos.
—¡Dámelo!
—Vaya, cálmate. Sólo quiero ver. —Ella extiende su brazo, sosteniéndolo tan lejos
de mí como le es posible—. Wow. ¿Qué es todo esto?
—Por favor. —Estoy al borde de las lágrimas.
Gen me mira, sorprendida. Retrocede su brazo lentamente.
—Lo siento.
—Es que... Es privado. No le digas a Hattie, ¿de acuerdo?
—Está bien.
—En serio. Ya sabes cómo es.
—Sí, querida. Yo seriamente no le diré sobre tu seriamente extraña reacción a algo
que seriamente no comprendo.
Agarro mi almohada contra mi pecho. Ella me mira fijamente por un largo tiempo.
Finalmente, se pone de pie y se dirige hacia la puerta.
—Cinco minutos.
—No voy a ir. No me siento bien.
—No es opcional.
Cuando Gen quiere algo, es imposible detenerla. Sé que no debería intentarlo.
Devuelvo el manuscrito a su caja. Tengo cuidado de no arrugar las páginas (más de
lo que ya están) pero no me molesto en ponerlas en orden. Meto la caja de nuevo
en mi armario, tiro algo de ropa, y me reúno con mis hermanas en la puerta.
195
Hattie frunce el ceño.
—¿Qué pasa contigo?
—Déjala en paz —dice Gen.
—Tu sombrero no combina con tus guantes —me dice Hattie—. Y se ven aún peor
con ese abrigo. ¿No te gustaría, como, morir o algo si no te quedan perfectos?
Tiro el sombrero de lana acercándolo a mis ojos. Gen enlaza su brazo con el mío y
me lleva afuera antes de que yo pueda cambiar de opinión. O de atuendo. Hattie
camina penosamente detrás de nosotras.
La sensación en Nueva York en otoño es lo que se espera en primavera en otros
lugares. Renovación. Los lugareños están felices de estar afuera de nuevo. El metro
se ha enfriado, el húmedo hedor de verano ha pasado. Celebraciones y festivales en
todas partes. El aire es fresco, y sus bufandas y botas acompañadas son un
confortable regreso. Trato de apreciar lo que me rodea. Busco hojas amarillas o
naranjas o doradas, mi propio aspecto favorito de la estación, pero las ramas ya
están desnudas. Es demasiado tarde. Todo está muerto.
Gen parlotea sobre su vida en Massachusetts mientras que Hattie interviene con
coloridos comentarios. Realmente no pongo atención. Cruzamos Columbus, y las
calles se llenan de familias, bailarines, animadores y oficiales de policía. Varias
bandas musicales están calentado; hay un zumbido de tambores, ejercicios de
staccato y escalas en instrumentos de madera. El enorme elefante globo Horton se
asoma detrás de un edificio, una calle por delante; y su trompa está sosteniendo
una brillante flor rosa.
—Ánimo —me dice Gen—. Te registré para que hagas el recorrido con ellos este
año. —Señala a un grupo de bailarines en chaparreras azules de vaqueros y
chalecos con flecos ridículos.
Al menos una docena de espeluznantes payasos en monos harapientos arco iris
entran en la farmacia a un lado de nosotros.
—Por ahí —digo—. Te están buscando, Gen. Te necesitan.
—¿Has visto esos árboles de navidad de claqué? Preguntaron si no te cambiarías
con ellos e irías una segunda vuelta con ellos. No estarás tan cansada ¿cierto?
Quiero decir, ya pagué por tus pantalones de espumilla.
—Me alegro de que no me inscribieran en nada —dice Hattie—. Porque es
realmente impresionante no hacer nada.
196
Le disparo una mirada molesta. Cuando Gen ve que todavía no estoy dispuesta a
cumplir mi habitual papel de conciliadora, ella interviene. Me hundo de nuevo en
mí misma. En el manuscrito. No puedo borrar esa imagen de mi mente: Rashmi,
cubierta con conejos. El globo Kermit flota detrás de otro edificio, y pienso en
conejos. Mamá nos llama a la cocina y la ayudo a hacer rollos media luna. Conejos.
La ayudo a poner la mesa. Conejos. El pavo es cortado, las bebidas se vierten, se
hace el brindis. Conejos, conejos, conejos. Los platos se lavan, los restos puré de
papas y tomate son arrojados a la basura. Mi novio pierde su virginidad. Y, oh, ¿a
quién está viendo?
A un conejo.
Mi familia se acomoda alrededor del televisor para una película alegre. Todavía
estoy pensando en conejos una hora después, cuando escucho el débil sonido de mi
teléfono sonando dentro de mi habitación. Mi corazón se catapulta hacia mi
garganta. Corro arriba y apenas alcanzo.
—Te quiero —dice Josh—. Espera. —Hay risas y voces; luego el sonido es
succionado por una puerta siendo cerrada—. Bien, estoy en un patio. O en un
balcón privado. O en algo. De hecho, no sé dónde demonios estoy.
—¿Pero estás en la Casa Blanca?
—Sí.
Conejo.
—Lo sé —dice, cuando no agrego nada—. Es extraño. Lo siento.
—No, no es eso. —Conejo conejo—. Sólo estoy cansada. Ha sido un largo día.
—Mi mamá dijo que podía llamarte. Estoy usando su teléfono de nuevo.
—Así que, um. ¿Cómo es?
—¿Recibiste mi paquete? —dice, sobre mi pregunta. Prácticamente puedo oír su
sudor goteando en el recibidor.
—Sí. Lo leí anoche. Fue genial.
Hay una larga y muerta pausa.
—Vaya. —Su voz es tan aburrida como la mía—. Eso no sonó convincente incluso
para ti, ¿cierto?
—No, yo sólo... —Y entonces me pongo a llorar, odiándome.
197
—¿Qué pasa? —Él comienza a tener pánico—. ¿Qué es? ¿Cuál parte?
—No. Es bueno. —No puedo dejar de llorar.
—Por favor —suplica—. No. Escucha, sé que fui un idiota con Rashmi,
especialmente cuando nos peleamos. Pero te juro que eso no nos pasará a
nosotros. Es tan diferente contigo. Nunca seré así contigo. —Es lo más rápido que
lo he oído hablar—. Era joven, y era mucho más estúpido...
—No fue la pelea. Fue... —Mis lágrimas estallan en un llanto desgarrador—. Los
conejos.
—¿Conejos? —Pero su confusión es sólo momentánea—. Oh. Oh.
—¿Por qué dibujaste esas cosas? ¿Por qué me las mostraste?
—Yo... no pensé que sería tan importante...
—¿No pensaste que sería importante para mí ver a tu ex-novia desnuda? ¿Conocer
los detalles explícitos de cómo perdieron la virginidad?
—No sé. —Él está lleno de pánico ahora—. Escribí sobre ello porque ocurrió. Y lo
compartí contigo, porque quería ser honesto. Mostrarte todo. Las partes feas,
también, ¿recuerdas?
—Bueno. Tal vez no todo pertenece a un libro.
—Lo siento. Ohdiosmío. Lo siento mucho, Isla.
No digo nada. Es injusto, pero estoy herida. Quiero que le duela a él, también.
—Por favor no cuelgues. ¿Qué hay sobre el final, la parte contigo? ¿Cómo fue?
—Sí, esas ocho páginas completas estuvieron bien. —Me arrepiento de las palabras
en el momento que dejan mi boca. Nunca había dicho nada más egoísta en mi vida.
No es cómo si él tuviera tiempo para dibujarnos todavía. Toma toda la vida hacer el
tipo de trabajo que él hace. Él compartió algo personal conmigo y lo arrojé a su
cara.
Su silencio es terrible.
—No debería haber dicho eso. Lo siento. —Lágrimas y mocos están rodando por
mi cara—. Tu libro es genial, en serio.
Josh resopla, pero ahora está llorando. Mi culpa se cuadruplica.
198
—Lo es. Sólo me tomó por sorpresa. Sé lo que dibujas. Debería haber sabido que
estaría ahí. Ni siquiera deberíamos estar hablando sobre esto, debería estarte
diciendo las partes que me encantaron...
—Y ahora te estás disculpando conmigo. Y eso es una locura.
—¡No es así! —Tomo mi teléfono con más fuerza—. Lo siento. Realmente lo siento.
No hay respuesta.
—¿Hola? ¿Josh? ¿Hola?
—Mi mamá me está llamando. Mierda. Están a punto de servir el postre o algo así.
—¡No!
—¿Todavía me quieres? —Su pánico se eleva de nuevo—. No lo dijiste cuando
contestaste.
Saco un puñado de pañuelos de una caja.
—¡Por supuesto que sí!
—No puedo creer que tenga que colgar ahora mismo.
—No te vayas. Te quiero.
—Te volveré a llamar tan pronto como pueda. —Y la línea se muere.
Como la imbécil que soy, me quedo al lado de mi teléfono toda la noche esperando
que ese pronto sea un “pronto”. No lo es. ¿Cómo pude haber arremetido contra él
así? Confió en mí. Me mostró su alma y la sostuve contra él. Odio esto. Odio haberlo
lastimado. Y odio que todavía esté molesta por su trabajo y realmente odio que
tenga que pretender que no lo estoy.
Mantengo la caja en mi armario, esperando una que desaparezca de mi vista y de
mi mente; pero es imposible. Es la única cosa en mi mente. El sábado por la noche,
todavía sigo sin saber algo de él. El miedo de mi error llega a un punto crítico.
Tengo que hacer algo. Añado una pequeña ofrenda de paz a la caja y la llevo a la
residencia Wasserstein, utilizando la dirección de retorno del paquete. El peso de
la caja es pesado, oneroso. Pero aún así no me toma mucho tiempo llegar ahí.
199
Su casa de piedra rojiza parece similar a las otras en la calle, hermosa, vieja y bien
cuidada. Tienen árboles de hojas perenne en miniatura y hiedra en las ventanas;
una bandera americana cuelga de la segunda planta, una corona de otoño en la
puerta y una mezuzá20 de filigrana colocada en el marco de la puerta. Las cortinas
están cerradas.
Llamo, esperando una respuesta del Servicio Secreto o cualquier organización que
vela por los senadores más famosos de esta nación. Nadie contesta. Llamo de
nuevo, y un hombre robusto, con hombros anchos, pelo gris con estilo y un
auricular de seguridad abre la puerta.
—¿Puedo ayudarle? —Su voz es tan sólida y robusta como su apariencia.
—Isla Martin. —Mi propia voz tiembla—. Soy la novia de Josh. ¿De Francia? Sé que
él no estará hasta mañana, pero mañana me voy; así que esperaba que pudieras
entregarle esto.
—Sé quién eres.
—¿Lo sabes?
El acto de tipo duro cae por un momento. Él sonríe y es sorprendentemente cálido.
—Me pagan para saber eso.
—Oh. —Mis mejillas se vuelven de color rosa—. Bueno, ¿podrías darle esto a él?
Toma el paquete.
—Claro. Pero voy a tener que analizarlo en busca de explosivos primero. Siempre y
cuando pase, él lo puede tener de regreso.
Me río.
—Esa fue una declaración seria. Todos los paquetes son comprobados.
Mis mejillas se llenan de rojo.
—Por supuesto. Gracias, señor. —Y me escabullo.
La siguiente noche, cuando reviso mi teléfono en París, tengo un mensaje de un
número desconocido de Manhattan. Él no menciona el regreso de su manuscrito
(ni el hecho de que dejé sus páginas revueltas sin orden), pero lo que dice es esto:
No puedo creer lo mucho que extrañaba tu olor. Merci por la bufanda, mi dulce rosa.
20
Mezuzá: pergamino con versículos de la Torá, singularidad de las residencias de los judíos.
200
Traducido por flochi
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
a palidez del invierno reviste la ya gris ciudad. Aros olímpicos, brillantes y
coloridos, proporcionan el único alivio visual. Cubren cada superficie de
publicidad, incluyendo los lados de edificios completos. Este febrero, los
Juego Olímpicos de Invierno serán en la región Rhône-Alpes del sureste de Francia,
sin embargo, por los anuncios, nunca sabrías que ellos no estaban en el París
apropiado. Los atletas franceses son los protagonistas de los carteles,
naturalmente, pero unos pocos de los nombres más importantes de otros países
también han logrado entrar en la toma.
Kurt y yo salimos de la estación de métro Denfert-Rochereauy pasamos un cartel
enorme de una figura estadounidense de skate de aspecto feroz llamada Calliope
Bell.
—¿A quién apoyas? —pregunto—. ¿Los estadounidenses o los franceses?
Las Olimpiadas siempre han sido una fuente de sentimientos encontrados para mí.
Sé que se supone que sienta una sensación de orgullo nacional, pero ¿por cuál
nación? Siento lealtad hacia ambos bandos.
Kurt mira el cartel.
—Apoyo al mejor atleta en cada evento. No tienen que ser estadounidenses o
franceses.
—Entonces… apoyas al vencedor. ¿No es como hacer trampa?
—No. Apoyo a la persona que parece estar trabajando más duro.
Es una respuesta extraña, pero sigue siendo una buena respuesta. Me da algo en lo
que pensar. Entramos al edificio pequeño, indescriptible y verde oscuro. Está libre
de turistas el día de hoy. Pagamos a un guardia, pasamos junto a otro, y bajamos
por una escalera de caracol hasta alcanzar un túnel largo y bajo. Por encima de
nuestras cabezas gotea agua. Salpicamos a través de charcos poco profundos. Está
fresco aquí abajo en las catacumbas, pero no frío, porque no hay viento.
Kurt apunta hacia un túnel que ha sido cerrado del público.
L
201
—¿Te he dicho que hay más de ciento ochenta millas de túneles abandonados en
París?
Sí. Me lo ha dicho. Él ha estado hablando sobre túneles sin detenerse desde nuestro
regreso a la escuela. En el último mes, ha pasado de intrigado a completamente
obsesionado. Mientras me siento en detención, él leía todo acerca de ellos, los
túneles del métro, las canteras de piedra caliza, tuberías, sistemas de alcantarillado
y criptas, los cuales constituyen una de las redes más extensas del mundo.
Él quiere diseñarle un mapa, por supuesto.
Es curioso que las dos personas más importantes de mi vida estén interesadas en
los mapas. Kurt en el sentido más literal. Pero Josh también. Al registrar los
eventos más importantes de su vida, Josh también está dibujando un mapa. Me
pregunto cuánto tiempo seré parte de ello. ¿Dónde y cuándo mi historia se aparta
de la suya?
—Existen mapas de los túneles —continúa Kurt—, pero ninguno de ellos está
completo. Y a menudo a propósito los falsean para mantener a las personas
alejadas.
Explorarlos es ilegal, y como un buen seguidor de las reglas, esta es la frustración
más grande de Kurt. Pero eso no le ha impedido hacerlo. Los túneles atraen a todos
los tipos, conocidos colectivamente como cataphiles: historiadores, artistas de
graffiti, juerguistas, espeleólogo, músicos, cazadores de tesoros. Algunos han ido a
los túneles para restaurar el arte invaluable. Un grupo pasó un cine subterráneo.
La resistencia francesa se ocultó aquí durante la ocupación Nazi, y luego los Nazis
usaron exactamente los mismos túneles para escapar.
No pasará mucho tiempo antes de que la obsesión de Kurt supere su necesidad de
seguir las reglas. Pero, por ahora, ha estado visitando y revisando la parte legal: les
Catacombes. Más de seis millones de cuerpos fueron transportados en carros aquí
a finales de mil setecientos, y las interminables paredes de huesos apilados están
disponibles para ver a un pequeño precio. Algunos de los huesos están divididos en
formas sencillas tales como cruces o corazones. Algunos están organizados por
tipo o tamaño. Pero la mayoría de ellos fueron lanzados al azar por el bien de la
practicidad.
De niña, encontraba las catacumbas aterradoras. A medida que crecí, se hicieron
más fascinantes. Ahora son casi tranquilas. Pero tal vez todos estos cráneos sólo
me están recordando el tatuaje de alguien. Me siento en una silla plegable que está
destinada a un guardia mientras Kurt subrepticiamente husmea.
Se siente apropiado estar aquí. Tranquilo y sin duda alguna sombrío, muy parecido
a mi estado de ánimo. Desde Acción de Gracias, he terminado detención, esforzado
202
en acabarlas tareas, y preparado para los exámenes. No he estado leyendo por
diversión. El trabajo escolar es mejor para distraerme del silencio forzado entre
Josh y yo.
¿Cómo vivían mis padres antes de los mensajes de texto? ¿Antes de internet? Estoy
acostumbrada a saber cosas y todo este desconocimiento me está volviendo loca.
Nos mandamos cartas escritas mutuamente, pero toma tanto tiempo que el correo
llegue que a menudo él está en la ciudad equivocada para cuando la
correspondencia llega. Su familia ha estado viajando sin escalas entre Nueva York y
DC.
Creo que está en Washington en este momento. Al menos, es donde le envié su
regalo de Hanukkah Ateo, una caja de sus alimentos favoritos franceses pre-
envasados. Si sólo pudiera hablar con él, sé que me sentiría mejor. Llevo sus cartas
en mi bolso, uso su jarra como mi vaso todos los días, y he colgado sus dibujos
junto a mi cama, el de mi collar de la primera semana de escuela como también el
árbol cubierto de palomas de la Sagrada Familia, el cual me dio después de haber
sido expulsado. Pero todavía lo siento tan lejos.
Y cuanto más tiempo pasamos separados, más no puedo deshacerme del final del
Chico del Internado. Nuestro tiempo juntos fueron sólo ocho páginas ásperas. La
directora del colegio cree que fui una distracción para Josh, lo que significa que ella
piensa que tomo nuestra relación más en serio que él. Pero no es cierto. Él se la
tomó en serio.
¿Todavía lo hace?
No me ha dado ninguna razón para dudar de él, pero mientras más tiempo
permanecemos separados, más claramente veo que nuestra relación se fundó
sobre terreno inestable. Su soledad. ¿Cuánto tiempo le toma darse cuenta que
tenerme como novia era más fácil que estar solo? Fui conveniente. Fui una
distracción.
Josh es un romántico. Le gusta estar enamorado, y ansía el amor para llenar el
vacío dejado por sus padres ausentes. Tal vez nuestra relación no sucedió
rápidamente porque estemos hechos el uno para el otro, sino porque cada uno de
nosotros se vio arrastrado por ello, él debido a su insaciable necesidad, yo debido a
mi enamoramiento preexistente. ¿Esos tres años de anhelo nublaron mi
precepción de la realidad? ¿Qué tan bien lo conozco? Desde la última vez que lo he
visto, me he enfrentado con varias encarnaciones que ni siquiera sabía que
existían.
Y él todavía no ha tomado la decisión de terminar la preparatoria. ¿Qué pasa si
Dartmouth me acepta, y me mudo a New England, y él no está allí? ¿Qué se supone
203
que haga sin él? todavía no tengo ningún plan para mí, nada que lo incluya. Pero
sus planes no son concretos. Son tan frágiles como una pared de huesos.
Paso a través del medio trimestre en la esperanza de que sólo estoy plagada de
estas dudas porque he estado lejos de él por tanto tiempo. Verlo de nuevo va a
arreglar esto. La noche antes de mi último día de clases, me sorprende una llamada
de teléfono de la señora Wasserstein.
Respondo, orando que en realidad sea Josh. Lo es. Pero la preocupación se
interpone, e instantáneamente estoy al borde de la histeria.
—Te vas a quedar en Washington para las vacaciones de invierno.
Josh se ríe.
—No, estoy llamando con buenas noticias. Por primera vez. Es una invitación a una
fiesta de Navidad en el Met. Corbata negra. Personas importantes. Probablemente
será atroz, pero mis padres te invitaron, así que es una buena señal.
Es una buena señal.
—Y te pondrás un vestido de gala, y te mostraré. Como mi novia —dice
deliberadamente—. ¿Siempre y cuando sigas queriendo que este mundo sepa que
existes?
—¡Sí! Sí, por favor.
Vuelve a reír.
—Entonces es una cita.
Cuando su madre reclama el teléfono, dejo mi habitación por un trecho del pasillo.
Mi corazón es más ligero de lo que ha estado en semanas. Josh estaba riendo.
Vamos a tener una cita en público. Sus padres quieren pasar tiempo conmigo.
Me detengo en seco. Sus padres quieren pasar tiempo conmigo.
No. Mantente positiva. Es una buena señal, en serio. Reviso mi correo. Hay dos
sobre metidos en el fondo, uno gordo y uno delgado. Los saco, mareada con
renovada alegría, hasta que me doy cuenta de que ninguno de los dos sobres es de
Josh.
Uno es de la Sorbonne, y la otra es de Columbia.
204
Una es una carta de aceptación, y la otra de rechazo.
205
Traducido por veroonoel
Corregido por flochi
o puedo decidir cuál es mejor, tu cabello o tu vestido. —
Maman suspira—. Son perfectos juntos.
Mis rulos han sido barridos a un lado y fijados, en cascada
sobre mi hombro, y mi vestido; el cual nos pasamos todo el día de ayer
frenéticamente buscando de compras; es de un verde esmeralda oscuro. Por una
vez, mi pálida piel está brillando gracias a una saludable fina capa de polvo con
brillo y mi rubor natural de reencontrarme con mi novio. Voló desde Washington
hace sólo tres horas. No nos hemos visto aún.
Gen nos sonríe desde mi puerta.
—Parece la noche de graduación aquí.
—Noche de graduación, la película degolladora —dice Hattie.
Para gran consternación de chicas como Sanjita y Emily, la Escuela de América en
París no tiene bailes formales. Nunca me ha importado, pero, ahora que estoy
vestida de etiqueta, casi estoy de su lado. Me giro en un círculo completo.
—Me siento como Cenicienta.
—Cenicienta era rubia —dice Hattie—. Las pelirrojas nunca son princesas.
—Tonterías —dice Gen, y maman la reprende—. Amy Adams. Encantada.
—Hola, ¿Ariel? —digo—. También era una princesa.
—Era un pez —dice Hattie.
—¡Isla! —La voz de papá llega desde abajo—. ¡Tú cita ya está aquí!
¿Es posible estar húmeda y febril a la vez? No sé qué es más exasperante: ver a Josh
por primera vez en dos meses, presentárselo a mis padres, o salir con sus padres.
Excepto, no. Definitivamente es lo último. La idea de hablar con su madre de nuevo
me ha impedido ser capaz de comer en todo el día. Al menos mis padres están
contentos, y aliviados, de finalmente conocer a Josh. También están impresionados
de que me va a llevar a una fiesta tan prestigiosa.
—N
206
Maman reconoce mi expresión de preocupación con una sonrisa alentadora.
—El príncipe azul te espera.
—Me pregunto si es tan flaco y raro como lo recuerdo —dice Gen.
—Oye —le digo.
Estoy esperando que Hattie esté maliciosamente de acuerdo con Gen, pero está en
silencio. No ha dicho una sola palabra sobre el tema de Josh desde Halloween.
Maman las espanta a ambas a la planta baja. Mi estómago tiene nudos. No puedo
decidir cuál de sus padres me asusta más.
—No hay nada que temer —dice Maman, leyendo mi mente—. Su padre te amará.
Su madre aprenderá a quererte. Eres inteligente, encantadora y amable.
—Por supuesto que piensas eso.
—Nunca describiría a tu hermana más joven como encantadora.
Eso me hace esbozar una sonrisa.
—Vamos. ¿No quieres ver como luce tu novio en un esmoquin? —Maman me da un
codazo. Dice desde lo alto de las escaleras—: Joshua, mon cher. Encantada de
conocerte por fin.
—Encantado de conocerla también. —Hay una sonrisa; esa sonrisa profesional y
política; en su voz—. Es difícil para mí creer, pero su casa luce incluso mejor que
sus ventanas en Bergdorf Goodman. Las vi la semana pasada. Son extraordinarias.
Se ríe.
—No sabes exactamente qué decir.
Mis piernas se vuelven gelatinosas. Hasta este momento, sinceramente no sé si
creía que lo vería esta noche. La emoción se apodera de mis nervios. Agarro el
bolso de joyas prestado de Maman, salgo de mi habitación, y me congelo en la parte
superior de las escaleras. Josh luce impecable. Su esmoquin no es de alquiler. Le
está diciendo algo a papá y usando su confiada cara de hijo-de-senador. Y luego
sigue la mirada hacia arriba de mi padre, y absolutamente todo sobre él cambia
mientras deja de hablar a mitad de oración.
Josh se debilita.
Hay un nudo en mi garganta. Parece como si él está tan agradecido de verme que le
duele físicamente. El sentimiento es recíproco. La casa se desvanece, las voces
desaparecen, y el aire contiene su propio aliento. Nuestros ojos permanecen fijos
207
mientras bajo. Más cerca. Más cerca. Nuestras manos se extienden, nuestros dedos
a punto de tocarse…
—Verde y rojo. —Mi papá hace un gesto desde mi vestido a mi cabello—. ¡Te ves
igual que la Sra. Claus!
La aguja araña a través del registro. Todo el mundo se da vuelta y mira.
Se sonroja.
—Me refería a la Navidad. Se ve como la Navidad.
—No puedes decirle a una chica que se ve como un día de fiesta —dice Gen.
—Estuvo en lo correcto la primera vez —dice Hattie. Está de pie en la periferia, tan
lejos de Josh como sea posible—. Te ves como una anciana.
—Isla. —La voz de Josh atrapa mi nombre—. Estás hermosa.
Porque lo veo en sus ojos, lo siento en mi corazón. Toma mi mano. Su piel toca la
mía, y es real de nuevo. Y entonces perdemos la moderación, y me arrebata en un
abrazo y besa mi mejilla. Y de nuevo. Lo abrazo. Me aprieta demasiado fuerte a
cambio, pero es maravilloso y perfecto y sublime.
Papá examina a Josh con una renovada desconfianza.
—¿Cuándo estarás en casa? —me pregunta.
—No lo sé —digo honestamente.
—La gala por lo general termina alrededor de medianoche, por lo que estará en
casa no más tarde que eso —dice Josh—. ¿Le gustaría hablar con Brian? Será
nuestro conductor-barra-seguridad esta noche.
Mi papá se ilumina ante la mención de seguridad. Mira a escondidas a través de las
cortinas y luego saluda a alguien en la calle. Brian, supongo.
—Eso está bien. —Se rasca la espesa barba, con las preocupaciones un poco
aliviadas—. A la medianoche entonces.
Hago un movimiento hacia la puerta principal.
—No queremos llegar tarde.
—¡Espera! —Gen sostiene su teléfono—. Sólo una foto.
—Dos —dice maman, buscando el suyo.
208
Me quejo de vergüenza, pero Gen me interrumpe.
—Oh, vamos. No es todos los días que mi hermanita se ve toda arreglada.
—¿Qué quieres decir? Isla usa un estúpido vestido cada estúpido día —dice Hattie.
—Manhattan. Querida. Cierra la boca —dice maman.
Una docena de fotos después, Josh y yo estamos fuera de la puerta y en el pasillo.
Tan pronto como doblamos la esquina, lejos de la mirada del ojo de la cerradura,
arrojo mis brazos alrededor de su cuello. Se inclina hacia mí, pero se aleja de
inmediato.
—Tu lápiz de labios.
—No me importa.
Josh me empuja contra la pared. Nos besamos con todo lo que tenemos,
degustándonos entre sí, doloridos por el otro. Sus labios están agrietados por el
invierno. Se ha lavado los dientes recientemente, y su boca está afilada y limpia.
Sus manos se deslizan por mi espalda y mis caderas. Nuestros besos se vuelven
más intensos, frenéticos por el anhelo. Un temblor recorre mi cuerpo al de él, y se
aparta de mí, sin aliento.
—Tus padres —dice—. Estarán mirando por la ventana. Esperando a que
aparezcamos.
Tropezamos escaleras abajo, riendo y corriendo. Se limpia el lápiz de labios de su
boca, me limpio la piel alrededor de mi boca, y luego damos un paseo fuera del
edificio como si hubiéramos estado enfrascados en una conversación. Estoy segura
de que lucimos culpables como el infierno. Echo un vistazo a la ventana, entre las
desnudas ramas del rosal trepador, y maman y Gen saludan alegremente. Papá
asiente con la cabeza secamente. Hattie no está allí.
Un hombre de aspecto sólido con el cabello gris con estilo y un auricular de
seguridad abre la puerta del asiento trasero de un auto negro. Es el mismo hombre
que tomó mi paquete en la casa de Josh en Acción de Gracias.
—Buenas noches, mademoiselle.
—¡Oh! Tú eres Brian.
Me da una amplia sonrisa.
—Es agradable verte de nuevo. Luces encantadora. Es fácil ver por qué nuestro
chico aquí habla poco de otra cosa.
209
Echo un vistazo a Josh, complacida, y se encoge de hombros de una manera: “¿qué
esperabas?”
Nos subimos al auto, pero mientras Brian se dirige al lado del conductor, la sonrisa
de Josh cae.
—Sabes, este no es mi modo habitual de transporte.
—No lo sé —bromeo—. Parece que ustedes dos pasan mucho tiempo juntos.
—Bueno, sí, pero por lo general en casa. O en la oficina de papá. No quiero que
pienses que estoy siempre… con chofer por todas partes así. Tomo el metro.
Me suavizo.
—Está bien. No te estaba juzgando.
—Lo sé, sólo…
La puerta del conductor se abre, y Brian se desliza con una sorprendente cantidad
de elegancia y vigor. Resulta ser un gran contador de historias, lo que es útil,
porque me mantiene lejos de desear que este auto lujoso fuera incluso más lujoso
aún –digamos, una limusina con una partición de privacidad– porque todo lo que
quiero hacer es volver a saltar a mi novio. En cambio, retoco mi maquillaje. No
quiero llegar luciendo como una fulana despeinada. A pesar de que eso es
probablemente lo que su madre piensa de mí de todos modos.
Brian no estaba mintiendo. Sabe lo suficiente de mí como para preguntarme si he
recibido noticias de Dartmouth. Le guiña un ojo a Josh, pero éste no se da cuenta.
Sus ojos sólo están en mí. Le digo a Brian la verdad, que estoy esperando que me
contesten. Aún no le he contado a Josh que solo he oído de las otras dos escuelas.
Todavía no le he dicho que, hasta ahora, la única escuela que me quiere está en
Francia.
El Museo Metropolitano de Arte es uno de los que más se parece a la estructura
europea en Manhattan. Mientras Josh me guía hacia la entrada, se siente como si
hubiéramos viajado en el tiempo hacia octubre. De vuelta en París. La fachada
blanca, las columnas gigantescas, los largos escalones. Si solo nos dirigiéramos
hacia una cita en el Musée d’Orsay y no a este espectáculo de conocer-a-los-padres.
Si la mamá de Josh es así de intimidante, ¿cómo será su papá?
Josh se da cuenta de mi expresión y aprieta mi mano.
210
—Lo harás muy bien.
—Tus padres me odian —digo.
—No te odian. Me odian a mí.
—Regresemos a mi casa y besémonos en el pasillo.
Sonríe hacia mí.
—Este lugar tiene muchos pasillos.
He estado aquí muchas veces, pero el Gran Salón del museo es aún impresionante.
Las cúpulas y arcos de su gran entrada; recuerdan tanto al Panteón de nuestra
residencia de estudiantes; está adornado con cintas de oro, guirnaldas de hojas
perennes, y adornos y chucherías enormes. La sala de eco está llena de hombres y
mujeres vestidos de etiqueta. Me alegro de que maman me ayudara a vestirme
para la ocasión. Por lo menos tengo confianza allí.
Josh entrega nuestros boletos a una anciana en perlas y un top de lentejuelas
negro, y luego seguimos a la multitud hacia la fiesta en el Salón de Escultura
Medieval. Me guía de una manera caballerosa, adulta y formal. Las parejas de los
alrededores se mueven de una manera similar. Parece como si este tipo de
comportamiento es rutina, pero es la primera vez para nosotros. Quiero caminar
contra él, envuelta en él, brazos y manos enredadas en un lío de extremidades. Esta
entrada cuidadosa solo aumenta mi timidez.
Me guía así hacia el distante sonido de un cuarteto de cuerdas, a un lado de la
escalera principal, a través de una estrecha habitación de artefactos bizantinos, a
través de otra habitación con un altar con dosel magistralmente tallado en mármol,
y directamente dentro de la bulliciosa Sala de Escultura. La habitación es más larga
y alta, aunque no tan grande como la recordaba. Estandartes de la heráldica en
modelos mezclados de rojo, azul, amarillo y blanco cuelgan de cada lado. Por
debajo, las paredes están cubiertas de tapices de ciervos y damas en atuendo
medieval. Y en el centro de la habitación, la clara estrella de la colección, hay una
maciza puerta de hierro. Por visitas anteriores, sé que es una pantalla de coro de
una catedral de España.
Centrado delante de la pantalla hay un abeto azul igual de masivo rodeado por
cientos de figuras de guardería del siglo dieciocho. El árbol en sí está cubierto de
ángeles y querubines y luces que parecen velas. Es espectacular, sin duda, pero
también es… rígido.
—Feliz Navidad Agnóstica —dice Josh—. Bienvenida a la más grande fiesta de
Navidad judía en Estados Unidos.
211
Sonrío.
—No. —Me devuelve la sonrisa—. Más de eso.
Buscamos a sus padres entre las esculturas de alabastro. Mejor acabar con esto.
Los encontramos a lo largo del borde de la habitación al lado de una estatua de un
payaso de aspecto rudo. Cuando nos acercamos, me doy cuenta que el sombrero
rojo puntiagudo de la estatua es un sombrero de Papa. No importa que no dijera
esto en voz alta. Aún así me siento estúpida.
Los padres de Josh están de espaldas a nosotros. Están sosteniendo copas de vino
blanco y conversando con un hombre petiso con gafas perfectamente redondas.
—Juez Lederman —susurra Josh en mí oído—. Suprema Corte de Nueva York.
Sí. Claro. No es gran cosa.
—Joshua. —El juez sonríe y nos hace un gesto.
Trato de actuar como si fuera normal que un juez de la suprema corte conozca a mi
novio por su nombre de pila. Los padres de Josh se dan vuelta. Su reacción inicial
es felicidad, pero rápidamente es enmascarado por un comportamiento mejor
descrito como profesionalmente satisfechos. Con una capa de curiosidad. Y quizás
otra capa de desconfianza.
Josh me guía hacia delante por la parte baja de mi espalda. Imagino que me veo
como un ratón, débil y fácil de desechar del lugar.
—Juez Lederman —dice Josh—. Es bueno verlo. —Qué extraño es oír su voz de
entrevista siendo hablada en directo de su real boca—. Esta es mi novia, Isla
Martin.
El juez me da la mano.
—Qué cosa bonita eres.
Repugnante. Sonrío.
—Es un placer conocerlo, señor.
—Mamá, recuerdas a Isla —continúa Josh como si nuestro último encuentro no
fuera una fiesta llena de agonía y vergüenza—. Papá, me gustaría presentarte a mi
novia. Isla, este es mi padre.
—Es un placer conocerlo, Senador.
212
Espera. ¿Se suponía que debía llamarlo Senador? ¿Sr. Wasserstein? ¿Senador
Wasserstein? Debería haber dicho “señor”. ¿Por qué no dije “señor”? ¡Oh, no! Llamé
al juez “señor”. ¿Debería haberlo llamado “su señoría”, o eso es sólo en el tribunal?
Pero el papá de Josh sonríe y revela un par de hoyuelos reconfortantemente
familiares. Estrecha mi mano.
—Encantado de conocerte. He oído tantas historias que siento como si ya te
conociera.
Estoy desconcertada. Suena sincero, pero… ¿lo es? Debe ser el encanto político
practicado. No me he dado cuenta de lo afortunado que es que nuestro primer
encuentro sea en público. El padre de Josh tiene que fingir que todo está bien,
incluso si no lo está.
—Sam —le dice al Juez Lederman—. Isla estudia en el extranjero.
—Ah, eso está bien —le dice el juez a Josh—. Me olvidé de que vivías en el
extranjero. ¿Inglaterra?
—Francia. Aunque estaré terminando mis estudios aquí en Estados Unidos. —La
respuesta de Josh es suave. Anticipada. Sus padres sonríen con facilidad, y se me
ocurre que todo el mundo jugando a este juego es un profesional. Todos menos yo.
—Isla es la mejor estudiante de su clase —dice el senador.
Mi cara se sonroja mientras se produce una conversación surrealista de la cual soy
el tema, y los padres de Josh están jactándose de mis logros. Es incómodo oírlos
alabarme cuando pueden no estar queriendo decir lo que dicen. No hay ninguna
razón para que yo les guste. Soy un don nadie. Un nadie que se llevó a su hijo a
España por sexo y luego hizo que lo expulsaran de la secundaria. Esta situación es
tan inesperada que ni siquiera puedo responder sus preguntas, y Josh se ve
obligado tomar mi final del diálogo. Antes de darme cuenta, toda la cosa ha
terminado, y Josh me está alejando.
—Nos vamos a buscar algo para comer —le dice a sus padres—. Fue bueno verlo
de nuevo —le dice al juez, sacudiendo su mano extendida mientras me dirige en la
dirección opuesta.
—Encantada de conocerlos —digo en voz alta. Que es lo único que les he dicho en
todo este tiempo. Los padres de Josh probablemente piensan que les ha estado
mintiendo sobre mi inteligencia también.
—Eso salió bien —dice Josh.
—¿Salió bien?
213
Me mira.
—Hablaremos con ellos de nuevo más tarde, sólo nosotros cuatro, cuando hayan
bebido unas cuantas copas de vino más.
Esa no es una respuesta.
Josh nos empuja rápidamente a través de un grupo de fiesteros. Se dirige
directamente hacia los canapés, agarra una muestra inusualmente pequeña, y nos
pasea junto a sus padres de nuevo. Levanta su plato hacia ellos en un gesto de
brindis. Su madre levanta su copa a cambio. Y luego está escondiendo la cabeza y
llevándonos hacia la parte más gruesa de la habitación. Su plato se desvanece en
algún lugar de la mezcla.
—Disculpe, perdón —dice.
Estoy luchando por seguir el ritmo.
—Estos tacones. No fueron hechos para esto.
Josh me lanza una sonrisa pícara, y reconozco un plan detrás de ella. Continúa
llevándonos a través de una galería vecina; ventanas de vitrales y una Pietà, jarras
de porcelana esmaltadas; hasta que llegamos a un abrupto fin ante una puerta
cerrada.
Una puerta cerrada y un guardia del museo.
Pero el guardia de mediana edad en traje azul marino pierde toda rigidez en el
momento que reconoce a Josh. Una inesperada sonrisa se extiende. Josh sacude la
barbilla en el asentimiento universal masculino. El guardia devuelve el
asentimiento, abre la puerta y nos deja pasar.
La puerta se cierra detrás de nosotros.
El sonido de la fiesta se atenúa al instante. Estamos en una habitación muy grande,
muy oscura y muy vacía. Es un vasto jardín de esculturas de interior. Estamos en el
ala americana, pero se siente como si estuviéramos de vuelta en París gracias a un
magnífico parpadeo de farolas eléctricas de fin de siglo. Me pregunto si el guardia
las dejó prendidas para nosotros.
—¿Qué —susurro—, fue eso?
—Nosotros —dice Josh en un volumen normal—, nos estamos tomando un
descanso de la velada.
Los latidos de mi corazón se aceleran.
214
—¿Lo haremos?
Toma mi mano, de la manera que lo hacía en la escuela; cómodo y relajado y él
mismo; y me da un paseo más allá de las lámparas de la calle.
Mis tacones hacen clic y eco.
—¿Quién era ese guardia? ¿Cómo lo conoces?
—Chuck Nadelhorn. Hemos tomado una gran cantidad de clases de arte juntos a lo
largo de los años. —Ve mi ceño fruncido y sonríe—. No seas prejuiciosa.
Me río, atrapada.
—Yo era el extraño. Era el más joven en cada clase, por lejos. Chuck era una de las
pocas personas que me trataba con respeto.
—Entonces me gusta más de lo que ya me gustaba.
Josh planta un beso singular en mis labios.
—Por aquí.
Se mueve hacia adelante, y lo sigo.
—¿Asumo que arreglaste esto, lo que sea, con Chuck por adelantado?
—Hubieron algunas personas involucradas. He tenido algo de tiempo para
prepararlo —dice con picardía—. Pero será mejor que nos demos prisa, solo
tenemos veinte minutos. Diecinueve ahora.
—Siempre y cuando no esté a punto de ser arrestada por entrar sin autorización. O
por el robo de un anodino, aunque sin duda no tiene precio, artefacto.
—Sólo si somos atrapados.
Me detengo.
Me tira hacia delante con nuestras manos entrelazadas.
—¡Vamos, vamos!
Corremos a través de la sala hacia un corredor de una tienda de regalos, y ya no
estamos en París, estamos en Barcelona; dos chicos locos corriendo para descubrir
nuestro propio mundo privado. Explorando. Tomando riesgos. Un giro cerrado a la
derecha, y entramos a una habitación aún más oscura y vasta, pero esta no podía
ser confundida por otra cosa. Cualquiera que haya visitado este museo lo sabría.
215
—El Templo de Dendur. —Josh lo dice con una finalidad que me dice que hemos
llegado a nuestro destino: el antiguo templo de piedra arenisca egipcio.
Estoy intrigada. Pero desconcertada.
—¿Alguna razón en particular?
Josh se encoge de hombros de una manera que es casi tímida.
—Me gusta la piscina reflectante del templo. Solo quería sentarme a su lado y
besarte.
En realidad es la mejor respuesta que podía haberme dado.
Esta vez me conduce en silencio, con delicadeza, a la saliente junto a la piscina. La
piscina reflectante es hermosa en su digno silencio. Una pared entera de esta
habitación es una ventana, y las luces de la ciudad centellean en el agua quieta. Nos
sentamos. El aire es frío, la saliente de granito aún más fría. Se quita la chaqueta de
su esmoquin y la balancea hacia arriba y alrededor de mis hombros. Y entonces usa
sus solapas para atraerme hacia él. Su boca es cálida. Nos deslizamos el uno en el
otro como si no hubiera pasado el tiempo entre ahora y España. Si no hubiera
miles de cámaras del museo sobre nosotros, nos acostaríamos y haríamos el amor.
Pero tocarlo es suficiente. Olerlo es suficiente. Saborearlo es suficiente.
Estar aquí con él es suficiente.
Y entonces… estamos tendidos en el suelo de todas maneras. Su cuerpo está sobre
el mío. Nos presionamos entre sí, nuestras bocas y manos viajando por todas
partes. Hacemos todo excepto la única cosa que no podemos hacer ahora. Luego de
lo que se siente simultáneamente como nada de tiempo y una eternidad, Josh
desenvuelve sus extremidades de las mías y nos arreglamos la ropa.
—Antes de que nos vayamos. —Toma su chaqueta del piso y mete la mano en un
bolsillo interior. Saca un pequeño tubo. No puedo creer que no lo sintiera antes—.
Joyeux Noël.
Mi corazón está en mi garganta. Tiene que ser un dibujo. Abro la tapa, y
suficientemente segura, hay un grueso pergamino en el interior. Lo deslizo
suavemente, porque sé que, sea lo que sea, es más valioso que cualquier cosa
dentro de este museo.
Es una pequeña isla. Pero en lugar del estereotipo de una sola palma, ha dibujado
un árbol de Joshua espinoso en su centro. Debajo de ella hay dos figuras
entrelazadas. Es imposible decir dónde termina una y empieza la otra. Se han
convertido en un sólo cuerpo desnudo. La ilustración entera es hecha rica tinta
negra… con la excepción del pelo rojo de la chica.
216
Está nervioso.
—¿Te gusta?
—Mudémonos a esta isla esta noche. En este mismo segundo. —No puedo
esconder el genuino deseo de mi voz. Ni el miedo y el pavor de nuestra próxima re-
separación.
Josh mete un mechón de mi cabello en su lugar.
—Nos mudaremos allí el próximo otoño, incluso quizás este verano. Y entonces no
nos separaremos nunca más.
217
Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
Corregido por flochi
e vuelta a la puerta de Chuck, Josh devuelve el tubo al bolsillo de la
chaqueta. Mi vestido de encaje con joyas de fantasía es demasiado elegante
para ser de alguna utilidad real. Josh toca la puerta, un golpe normal, no su
golpe especial, y la puerta se abre. Chuck asiente con aprobación.
—Con treinta segundos de margen.
—Cualquier cosa que necesites, házmelo saber —dijo Josh mientras volvíamos
adentro.
La expresión de Chuck se amplía a una sonrisa—. Oh, te lo dejaré saber.
—Muchas gracias —digo.
Chuck hace un gesto hacia la tira derecha de mi vestido, la cual se había aflojado y
se seguía resbalando de mi hombro. La puse de nuevo en su lugar. El rubor
subsiguiente de mi novio coincide con el mío. Chuck se ríe.
—Ustedes chicos tengan una buena noche, ¿me oyen?
Tan pronto como nos alejamos del alcance de su oído, Josh dice:
—Nada como un adulto para recordarte que no eres uno.
Me rio, pero en cuanto ponemos nuestra orden de bebidas en el bar, nuestras
cervezas de jengibre a juego, hace que ese tipo de broma se sienta demasiado real.
Siempre es incómodo volver a casa desde la escuela sólo para encontrarte con aún
menos libertades. La última vez que estuvimos en una fiesta, bebimos champán.
Nos quedamos fuera tan tarde como queríamos. Y los miembros de la familia
estaban cero involucrados.
—¿Debemos encontrar a tus padres otra vez? Por favor, di que no.
Suspira—. Si.
—Ohdiosmío. ¿Es ese el alcalde?
D
218
Un fotógrafo lustrosamente edad avanzada está tomando fotos de un hombre
igualmente mayor con mejillas achispadas de rojo y su pareja visiblemente sobria,
mucho más joven.
—Sip —dice Josh, sin entusiasmo.
Mientras los pasamos, sigo la guía displicente de Josh, y no vuelvo la cabeza para
mirar. A pesar de que quiero. Esta velada nunca dejará de ser rara.
Paseamos, en busca de sus padres, pero es un proceso lento. Todo el mundo parece
conocer a Josh, y todos ellos quieren felicitarlo por la reelección. Vividores
políticos. Josh recuerda los nombres de niños y las ubicaciones de casas de
vacaciones, y él me presenta a todos. Yo pico sosos canapés. Este es el tipo de
conversación que él desprecia, pero su disgusto nunca se muestra. Se me ocurre
que si lo deseaba... podía ser uno de ellos, también. Es un buen actor.
Es un poco inquietante.
Pero no tan inquietante como el otro tipo de asistentes a la fiesta que sigue tirando
de Josh a un lado. Chicas de sociedad. La versión femenina de él, siempre la hija de
alguien, pero con una manera de actuar que a la vez es alarmante e intimidante. Se
ríen. Coquetean. Yo como más canapés. Se elevan sobre mí. Incluso las que no son
de altura logran elevarse sobre mí por simplemente la confianza. Una chica de
cabello marrón con un bronceado nada veranero hace un trabajo particularmente
un gran trabajo en fingir que no existo. Su mano toca la manga de la chaqueta de
Josh dos veces.
Después del tercer toque, Josh nos excusa y nos aleja. Pero incluso eso no impide
que lo siga con sus ojos a medida que avanzamos a través del cuarto.
Después de una hora, después de actuar mi más sociable espíritu festivo durante
incontables conversaciones en las que estoy invisible, localizamos a sus padres al
lado de una enorme y cobriza... ¿cuba? Leo el letrero. Pila bautismal.
Inesperadamente, me siento aliviado al verlos. Al menos sé que no me harán caso.
Como Josh predijo, ya se habían tomado algunos más vasos de vino. Están
relajados y felices. Mrs. Wasserstein incluso adula mis zapatos. Pero pronto otro
desconocido nos interrumpe, algún famoso periodista, y luego la chica de cabello
marrón se acerca a Josh de nuevo por detrás. Ella se coloca de una manera que le
obliga a él volver la cabeza lejos de nosotros para escuchar lo que está diciendo, lo
que significa que no puedo oír lo que está diciendo.
219
El periodista envuelve a los padres de Josh en una conversación acerca de los
incentivos fiscales. Echan un vistazo a mí de vez en cuando, incluyéndome en la
discusión con sus ojos, pero no contribuyo en nada, sintiéndome tonta y sin
importancia. La morena se ríe. Josh vuelve la cabeza para dispararme una mirada
de disculpa. Sonrío como si todo fuera bien.
Hemos estado aquí por sólo dos horas, pero ya estoy lista para irme.
Un tapiz de una dama medieval engancha mi mirada. Me está dando una mirada
claramente incrédula de "oh, no, esto no sucediendo", y estoy agradecida de que
alguien vea lo que está pasando aquí. Incluso si sólo esta tejida.
Josh finalmente corta a la chica de cabello oscuro y su padre lo vuelve a meter en la
conversación.
—Lo siento —dijo Josh— pero Isla y yo nos estamos yendo.
¿Y ahora qué? Me avivo.
El senador luce decepcionado.
—Ve para una cena en la casa esta semana —me dice—. Quisiera tener la
oportunidad de conocerte mejor.
Estoy conmovida. Y entro en pánico al pensar acerca de una velada con ellos sin
estar protegida por la red social de resguardo—. Gracias, me gustaría eso.
—Fue maravilloso verte de nuevo. —La Sra. Wasserstein me da un abrazo con un
solo brazo flácido. Las palabras suenan lo suficientemente amables, pero la calidez
de su acción es discutible.
—Fue un placer verlos también. Gracias por invitarme.
—¿Vas directo a casa? —le pregunta a Josh.
—Nah, vamos a comer algo de verdadera comida primero. Pero probablemente
llegaré primero de todas maneras.
—¿Brian te lleva?
—Le acabo de mandar un mensaje. —Josh levanta su teléfono y sonríe.
Ella se lo arrebata de nuevo, pero está sonriendo mientras lo abraza para
despedirse.
—Ratero.
220
—Controladora.
Este es el primer intercambio tipo Josh que he escuchado en un rato. Su mamá está
aplacada lo suficiente por sus respuestas, por lo que pone un brazo alrededor de
mi cintura y me guía hacia la salida.
—Es extraño —le digo, el momento en que estamos solos—. La forma en que me
has llevado así esta noche.
Él aleja su brazo como si hubiera sido atrapado en una posición comprometedora.
—Lo siento, no quise…
—No, lo sé. Era el ambiente. Simplemente se siente… extraño.
—Toda esa escena es extraña, ¿no es así? —Hace un gesto hacia las risas
desvaneciéndose y el cuarteto de cuerdas.
—Parecías cómodo en ella, sin embargo. Si no te conociera mejor, nunca podría
adivinar que lo odias.
—Bueno, lo hago. —Él suena a la defensiva.
—Lo sé. Sólo estoy diciendo que eres un buen actor.
Josh mete sus manos en los bolsillos, y la tenue luz del museo capta el brillo de la
línea del smoking en sus pantalones.
—No creo que eso fuese un cumplido —dice al fin.
—Eso… no era lo que quería decir.
Pero… lo era. Y Josh lo sabía. Por alguna razón, ahora que había comenzado, no
podía detenerlo.
—Toda la cosa me recordó al Josh Televisado. Tú, luciendo tan pulido. Hablando
con esa voz. Parándote tan derecho.
Josh se abre la puerta del museo para mí. Sus dientes están apretados.
—Conociendo todas estas personas y cosas que yo no. —Cállate.
—Sí, porque han sido parte de mi vida, algo así como, desde siempre. No voy a ser
un idiota delante de la gente que mantiene a mi papá en la oficina.
—¡Lo sé! Y sé que eres parte de esta vida, por eso tienes que actuar así…
—No tengo que actuar para hacer nada. Elijo ser una persona decente.
221
Es una espada en el pecho. He ido demasiado lejos. He ido muy, muy muy lejos.
—Lo siento. Yo no... Yo no sé por qué...
—Olvídalo. —Pero su cabeza está en otra dirección de la mía. Está revisando la
línea de carros en busca de Brian, pero, realmente, es una excusa para no mirarme.
No puedo culparlo. ¿Por qué no puedo mantenerme mis estúpidas inseguridades
para mí?
Me estoy congelando, y deseo haber traído mi abrigo de invierno. Por primera vez
en la vida, o Josh no se da cuenta que estoy temblando o decide no ofrecerme su
chaqueta. No es que él tenga que dármela. Es mi culpa por dejar mi abrigo durante
la emoción de su llegada a mi casa.
—Lo siento —digo de nuevo.
Se encoje de hombros.
—¿Todavía quieres ir a comer algo?
—Por supuesto. —Josh suena sorprendido. Saca sus manos de los bolsillos y cruza
sus brazos. Después de un minuto de silencio incómodo los libera y masajea su
cuello—. Lo siento, también. Por traerte. No es que no te quisiera aquí —añade
rápidamente—, pero porque sabía que todo esto apestaría. Estas cosas siempre
apestan. No es que todo de eso haya apestado —añade de nuevo—. Veinte minutos
de eso fueron fantásticos.
—No tienes que disculparte. —Miro el pavimento—. Tienes toda esta gran vida de
la que no soy parte. Y quería verla.
El ceño de Josh se profundiza.
Abro mi boca para tratar de nuevo cuando un auto negro se detiene en la acera y
destella sus luces. El viento revolotea abrasivo mientras nos apresuramos hacia el.
Os seguros se abren, Josh abre la puerta de atrás, y nos deslizamos dentro.
—Siento haberme tardado —dice Brian—. No te estaba esperando por al menos
otra hora.
Josh niega con la cabeza—. No hay problema. Sabes como son estos eventos.
—¿Lo he hecho alguna vez? —Brian nos sonríe en el espejo retrovisor—. Tienes
noventa minutos antes del toque de queda. ¿Puedo llevarte a otro lugar?
Josh se inclina hacia delante en su asiento—. ¿Conoces ese café en Amsterdam?
¿Kismet?
222
Brian resopla. Me dice que él ya conoce la historia.
—Creo que puedo encontrar el lugar.
—Gracias. —Josh se sienta de nuevo en su lugar. Y luego se vuelve hacia mí con
una repentina alarma—. ¿Está bien? Lo siento, estoy todavía en el modo estúpida-
fiesta. Yo ni siquiera te pregunté. Sé que vamos allí para el Año Nuevo, pero pensé
que una pronta visita no estaría mal. Por la seguridad de la nostalgia.
—No, es perfecto. —Fuerzo una sonrisa—. Gracias Brian.
—Para eso estamos —dice.
Pero el sentimiento dentro del carro no es perfecto. No hay manos agarradas.
Estamos en silencio e incómodos. Mientras Brian se mete en el tráfico, trata de
aligerar el humor.
—Entonces, Isla. ¿Llegaste a ver algún museo?
Es una pregunta capciosa. Claramente, Josh le dice un montón de cosas—. Lo hice.
—¿Yyyyy?
Fuerzo otra sonrisa alegre—. Fue un hermoso regalo.
Él alza su puño—. Bien.
—Fuimos a la perfección —dice Josh—. Gracias, Chuck.
—¡Gracias, Chuck! —repite Brian.
Discuten el plan, alguna parte de último minuto del acuerdo con Chuck que Brian
no había escuchado todavía, y me retuerzo en mi asiento. ¿Cuántas personas
sabían de esto? ¿Josh ha hecho este tipo de cosas antes? Cuanto menos privado se
pone, más incómoda me siento.
Hay algo que no debería decir, pero por alguna terrible y desconocida razón, lo
digo de todas maneras. Lo debería guardar para un día más apropiado, uno
emocionalmente menos estresante. Lo debería guardar para cuando estemos solos.
No debería decirlo nunca. No lo digas.
—¿A Rashmi le gusta el antiguo Egipto, no es así? —pregunto.
Mierda.
—¿Qué? —La respuesta de Josh es afilada mientras vuelve su atención de Brian a
mí.
223
—Me… me refiero, en tu libro. Su conejo, Isis. Y luego va a Brown para estudiar
Egiptología.
—Sí, ella va a Brown porque ella va allí. Esas cosas son verdad.
—Y está ese dibujo de ella como una diosa egipcia. —No puedo creer que esté
diciendo esto en voz alta. Y que lo esté diciendo en frente de Brian. No sé qué pasa,
pero algo en mi interior ha hecho corto circuito. Estoy enloqueciendo. La cosa de
Egipto es una coincidencia, lo sé, pero no puedo parar—. ¿Es así como supiste del
templo?
Su ceño se frunce en una contrariada confusión—. ¿Huh?
—El Templo de Dendur. ¿Alguna vez la llevaste allí?
Josh se compone.
—En primer lugar, me gusta el espejo de agua. Yo quería un poco de tiempo a solas
contigo esta noche, así que elegí, lo que me pareció, la habitación más bonita del
museo. En segundo lugar, no. No te llevé a algún lugar donde anteriormente fui con
mi ex novia. O cualquier otra cosa que sea que crees que podríamos haber hecho
allí.
—Bueno, eso lo sé. Si hubieses hecho más, hubiese leído sobre ello. ¡Bastante
gráficamente! En tus memorias gráficas.
El tiempo se detuvo.
Y es allí cuando sé que acababa de decir la peor cosa que podría decir en mi vida
entera. Y la había dicho a la persona que amaba más.
La voz de Josh es mortalmente tranquila.
—¿Algo más que te gustaría compartir conmigo justo ahora? ¿Alguna crítica
adicional hacia mí o a mi trabajo?
Quería hablar. Quería disculparme. Esto no era acerca de su ex o su trabajo. No
tengo idea del por qué había dicho esas cosas. Estoy confundida. No estoy segura
del por qué me siento molesta, por qué estoy comenzando a pelear acerca de cosas
que no importan.
Brian me mira por el espejo retrovisor, y su expresión es insoportablemente tensa,
como si quisiera saltar a través de la ventanilla del carro si pudiera pasar por el
agujero.
—No. De verdad —continua Josh—. Mientras te abras a mí, ¿por qué no sigues?
Dime que más está mal con mi libro.
224
Me había apoyado en la esquina lo más lejos posible.
—No hay nada malo con el.
—¿Pero hay cosas que si cambiarías?
—¡No! Me refiero, sí, pero… pequeñas cosas. ¿Sabes? —Deja de hablar—. No es una
gran cosa. Todos los libros requieren un poco de edición.
Las luces de la calle arrojan a Josh a la sombra. No puedo ver su expresión, pero no
se siente bien. Él permanece en silencio. Esperando.
—Bien. —Trago—. Bueno. Esta este flashback que estaba en un lugar extraño.
¿Cuándo te haces el tatuaje? Esa escena… sólo no fluía con lo que venía antes y
después de eso.
—Bien. —Sale como hielo.
—Y tus padres. Ellos eran como, un gran asunto al principio, pero para el final, es
como si no tuvieras padres. Se desaparecieron por completo.
—Porque viven en otro país.
—Sí, pero no significa que no estén ya en tu vida. Incluso si es la ausencia que
importa, es algo que debería ser reconocido.
Su mandíbula se apretó—. ¿Algo más?
—Um. —Mi voz baja a un susurro—. Había un montón de dibujos de Rashmi. En el
medio.
—Asombroso.
—No —digo rápidamente—. Me refiero, había una tonelada de páginas de un solo
panel que estaban simplemente…. allí. Completamente innecesario. No contribuían
a nada a la historia. —No puedo creer que esté diciendo esto, todo esto, en voz alta.
Una buena novia se hubiese quedado callada—. Y las partes de tu tercer año de
secundaria eran muy confluidas. Necesitas más variación entre los paneles. Más
espacio.
—Más espacio.
—Um, sí. Espacios. Descansos. Para que el lector contemple las cosas. Para que
descubra lo que es importante, por ellos mismos.
—Espacios —dice—. Para descubrir lo que es importante.
225
—Lo siento. —Me estoy ahogando en un río que yo misma creé—. No dije nada
antes, porque no quería herir tus sentimientos. Es genial, lo prometo.
—Has usado esa palabra para describirlo en el pasado. Y sin embargo, todavía no
te creo.
—Lo siento. —Lo digo de nuevo, con mi voz desesperada.
—¿Estás segura de que simplemente es que estás enojada? ¿Tal vez porque no es
acerca de ti?
—¡No! —La vergüenza es sobrecogedora—. Ni siquiera estaba en tu vida hasta este
año. Lo sé. Sé que no soy una parte importante en tu historia.
Por primera vez en varios minutos, Josh está atónito.
—¿A qué te refieres con que no eres parte importante de mi historia?
—No he estado alrededor por mucho tiempo. Y tenías toda esta vida antes de mí, y
tendrás toda esta vida después de mí…
—¿Después de ti? —Su voz se alza un poco más—. ¿A qué te refieres con después?
—Vermont. Tu universidad. Tu futuro.
Josh está desconcertado—. Pero... tú vienes conmigo.
—¿Lo haré?
—Cuando Dartmouth te acepte…
—No estaría tan segura —digo.
Golpea el puño contra el asiento.
—Deja de decir eso. ¿Por qué siempre te pones por debajo? Vas a entrar. No hay
forma alguna de que no entres.
—Dile eso a Columbia.
Ahora esta pasmado de nuevo—. ¿Qué?
—No entré.
—¿Qué? ¿Cuándo? ¿Por qué no me dijiste?
No puedo mirarlo. Mi falla es humillante—. Unos días atrás.
226
—Lo siento. Dios, deseo que me lo hayas dicho. No tenía idea.
—Obtuve una carta de la Sorbonne, también. Aceptada.
Josh se desinfla con visible alivio.
—Eso es genial. Te lo mereces. —Pero hay tristeza, también, mientras su postura
se hunde aún más. Porque si asisto a la Sorbonne, todavía habrá un océano entre
nosotros—. ¿Y qué si Dartmouth te acepta? ¿A dónde vas a ir?
—No lo sé. —Y me doy cuenta que estoy llorando—. No lo he decidido.
—Pero… pensé… pensé que teníamos planes.
—No, tú tenías un plan. Tú tienes planes.
Josh niega con la cabeza incrédulo—. ¿De qué hablas?
—Sabes exactamente quien eres. —Lágrimas corren por mis mejillas—. Sabes
como ser tú mismo, pero también sabes cómo ser de una manera diferente de ti
mismo en televisión y en sociedad. Y siempre has tenido pasión por el arte, y
siempre has sabido a que universidad irías. Ya sabes qué clase de apartamento
rentarás cuando te mudes allí! Sin mencionar que carro manejarás, que clase de
gato adoptarás, y como pasarás tus fines de semana en el bosque. No sé nada de
eso. Nunca me ha importado nada como a ti te ha importado tu trabajo. Ni siquiera
pertenezco a una sola ciudad. No soy nadie. No soy nada.
—Isla… —mis palabras lo han asombrado de nuevo. No tiene idea que decir.
—Y tienes razón, quizás estoy molesta acerca de tu libro por razones egoístas. Sé
que no has tenido el tiempo, sé que toma meses para que lo dibujes, pero… ocho
páginas. Solo fui ocho páginas. —Mi voz se quiebra, hueca y desesperada—. Pensé
que finalmente aprendería algo si me veía a mí misma a través de tus ojos. Pero ni
siquiera estaba allí.
Josh se tensa contra el cinturón de seguridad. Extiende una mano, pero pongo las
dos en mi regazo.
—Vas a estar en ella —dice—. Por supuesto que vas a estar en ella.
—Solía pensar eso. —Mi pecho se está partiendo en dos—. ¿No lo ves? ¿No lo
entiendes? Soy un comodín.
—¿A qué te refieres?
Él está tratando desesperadamente que lo vea, pero no puedo. Estoy en agonía.
227
—Tus amigos se fueron de la escuela, y yo estaba allí, pero no fui lo suficiente para
mantenerte allí. Tenías que seguir rompiendo las reglas. Y luego me dejaste.
—No fue así. ¡Sabes que no fue así!
—No —digo—. Fue así. Trataste realmente muchísimo por un realmente largo
tiempo para que te expulsaran porque no podías admitirle a tus padres que no
querías estar allí. Simplemente tu plan tuvo éxito en un mal momento. Y ahora que
te has ido, ahora que estás aquí, y yo no, tarde o temprano, vas a darte cuenta que
sólo fui una distracción. Algo para mantener tus pensamientos fuera de la miseria.
Algo para mantenerte siguiendo hasta que la próxima fase de tu muy
meticulosamente planeada vida pueda comenzar. Pero ya no creo que realmente
me quieras allí. Y… —trago ruidosamente—. No quiero estar allí cuando lo
descubras.
Josh se tambalea—. ¿Qué… qué estás diciendo?
—Estoy diciendo que no me veo en tu futuro.
—Isla. —Su voz tiembla—. ¿Estás… estás rompiendo conmigo?
Y allí está. La pregunta que, una vez dicha en voz alta, es siempre inevitablemente
su propia perdición.
—Tú no me amas como piensas que lo haces —sururro.
Ahora él está llorando, también—. ¿Por qué estás haciendo esto?
Mi mundo entero se derrumba, pero tengo que terminar la destrucción, tengo que
destuir lo que queda de mi corazón antes de que él me lo haga a mí.
—Porque si nos duele tanto esto ahora —digo—, no puedo imaginar cuánto nos
dolerá cuando te des cuenta tú mismo.
Estoy tan impresionada por mis palabras como él.
No entiendo cómo pudo suceder en un viaje en auto, pero como una sombra de
muerte Brian se estaciona delante de Kismet, ya sé que voy a salir. Y Josh no.
228
Traducido por Scarlet_danvers
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
sla? ¿Estás bien? —el papá de Kurt me está mirando en la cámara
instalada fuera de su edificio. Corrí las tres cuadras desde Kismet.
—Déjame entrar. Por favor, ¡déjame entrar!
La puerta se abre con un zumbido y luego se cierra de un golpe detrás de mí. Corro
los dos tramos de escaleras a su apartamento, y Scott y Sabine ya están en el
pasillo. Los padres de Kurt se niegan a dejar que los llame señor y señora Bacon,
porque se niegan a creer que son viejos.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Estás herida? —todas sus preguntas vienen a la vez.
—¿Kurt está aquí? —pregunto.
—Por supuesto que él está aquí —dice Sabine en un acento francés. Ella me hace
pasar con un brazo delgado y suave—. Se fue a la cama hace una hora, pero
probablemente este despierto. ¿Qué pasó? ¿Por qué estás vestida así?
Lo digo sin más.
—He roto con mi novio, y no quiero ir a casa.
Sus cuerpos se tensan.
—¿Te lastimó? —Scott sufre una transformación tipo Hulk, que parece peculiar en
su alargado cuerpo de ex rockero.
—¡Sí!
El cuerpo de Scott completa su transformación a Hulk.
—No. —sollozo histéricamente. —Emocionalmente.
Scott se encoje de nuevo a su forma natural. Sabine intercambia una mirada con él.
—Por supuesto que puedes quedarte —dice ella.
—¿Vas a llamar a mis padres? No quiero tener que explicar. No esta noche.
—¿I
229
Ella me lleva a la habitación de Kurt.
—Llamaré a tu maman en este momento. —Ella me abraza, y la familiaridad
reconfortante de su perfume violeta me mantiene en sus brazos, llorando.
Kurt abre la puerta.
—¿Qué está…? Oh. ¿Qué pasó?
Sabine me deja a su cuidado. Me desplomo en su cama sin hacer, y él cierra la
puerta detrás de mí.
—¡Se... se acabó!—le digo.
Kurt pone una mano firme en mi espalda mientras emito unos grandes y
desgarradores sollozos.
—¿Josh rompió contigo?
—No. Yo rompí con él.
Él se queda en silencio durante casi un minuto.
—No lo entiendo —dice finalmente.
Le cuento la historia con lo mejor de mi capacidad actual, y cuando he terminado,
se rasca la cabeza. —Así que rompiste con Josh antes de que él pudiera romper
contigo.
—No. —Mi cabeza está nadando. —No fue así. O... fue más que eso. No lo sé.
—Tú nunca has sido capaz de creer que le podrías gustar tanto como te gusta.
Tenías miedo de que te dejara. Así que elegiste esas peleas para tener una
conversación en la que lo podrías dejar primero.
—No —le digo de nuevo. Pero algo horrible y genuino pica dentro de mí.
Aun así. Eso no quiere decir que estuvo mal romper con él. Creo que Josh me
hubiera dejado, muy probablemente antes de que siquiera empezara la
universidad. Pero tal vez él no lo hiciera hasta después de que ya estuviéramos en
New England, ya viviendo juntos. Lo que hubiera sido aún peor. Mi corazón no
podría aguantarlo, mudarme a un lugar nuevo y extraño y luego perder a la
persona que me había llevado allí. Debido a que con el tiempo, no importa cuáles
sean las circunstancias, vería la verdadero yo. Josh es un hermoso y desordenado
apasionado por el arte, y yo soy... un lienzo en blanco.
No hay nada aquí para amar.
230
—Le dijiste que tú eras un sustituto en su vida —dice Kurt—. Entonces, ¿eso me
hace o a Josh el sustituto en la tuya?
Mi atención vuelve de nuevo a él.
—¿Eh?
—Ahora que Josh se ha ido, viniste directamente a mí. En su lugar.
La palabra “ido” es un golpe bajo, pero lo que está sugiriendo es aún peor.
—Eso no es lo mismo. De ningún modo. Ustedes no... compartían el mismo espacio.
No desempeñas —me esfuerzo por ponerlo en términos que él entendería—,
realizas la misma función en mi vida.
—¿Porque tú y yo no estamos involucrados románticamente?
—Exactamente.
—Josh y yo no desempeñamos la misma función —está de acuerdo Kurt—, pero
nosotros tomamos la misma cantidad de tu tiempo. Y tú le diste el tiempo que
solías darme.
La culpa. No puedo lidiar con ella sobre todo lo demás. Un timbre estridente desde
el interior del bolso enjoyado me salva de tener que responder. Nos sentamos,
alertas. Mi teléfono suena de nuevo. Kurt lo saca y examina la pantalla.
—Es un número Manhattan. ¿Quieres que yo lo responda?
Niego con la cabeza.
—Es probablemente Josh.
—Lo sé.
—Es probable que esté utilizando el teléfono de Brian.
—Lo sé.
—Me dijiste que siempre debo responder si creo que podría ser Josh.
—Eso no es válido nunca más.
—Bueno.
El teléfono deja de sonar. Un minuto más tarde, suena con un mensaje de voz.
Apago el volumen, pero veo el número de Manhattan llamándome de nuevo. Y
231
luego otra vez. Kurt lanza mi teléfono debajo de su cama para frenar mi tentación
de responderlo.
—Estoy cansado —dice—. Ve a cepillarte los dientes.
Los cepillo con su pasta de dientes y mi dedo índice, y lavo mi maquillaje con jabón
líquido para manos. Mi cara es un lío de manchas. Me deshago de mi vestido y lo
reemplazo con una de las camisetas usadas de la pila en el suelo de su cuarto de
baño. Cuando regreso a su habitación, él está dormido. Me acurruco contra él, y
toda la noche me mantengo despierta y veo la luz verde de mi teléfono
parpadeando de debajo de su cama.
Cuarenta y dos llamadas pérdidas. Tres mensajes de voz.
Feliz Nochebuena.
Escucho a los mensajes de voz en mi camino a casa. Josh está enojado y triste. Él
me pide que le devuelva la llamada. Me pide que lo reconsidere. Dice que no
entiende lo que pasó. Todo fue un error, un malentendido. Algo que podemos
arreglar.
Lo dice una y otra y otra vez.
Este es el teléfono de Brian. Voy a tener acceso a el por el resto de la noche. Por favor,
llámame. No nos hagas esto. Creo que tienes miedo. No sé por qué, no sé lo que podría
haber dicho o hecho para que desconfiaras de mí, pero por una vez en tu vida, Isla,
toma un riesgo. Toma un puto riesgo. Si sigues jugando a lo seguro, nunca sabrás
quien eres. Yo sé quién eres, y amo quien eres. ¿Por qué no confías en mí?
Su voz llena mi corazón de dolor. Sus palabras lo desgarran.
Le creo a Josh, él cree que me ama. Pero aun así creo que se está perdiendo el
punto. Entre su expulsión de la escuela y las presiones de su familia, él está
demasiado distraído para ver que está repitiendo el mismo error conmigo que lo
que él hizo con Rashmi. Se quedó con ella por tanto tiempo porque le gustaba la
idea de estar enamorado. Él tenía un pozo vacío en su corazón que necesitaba ser
llenado por alguien. Cualquier persona. Pero eso no es suficiente para mí, y no será
suficiente para él una vez que por fin se dé cuenta de la verdad.
Brian debe haber tenido compasión de él, porque unas horas más tarde, después
de lo que estimo eran tres horas de sueño en nombre de Josh, las llamadas
comienzan de nuevo. No sé qué hacer, así que no hago nada. Mi miedo es
232
paralizante. Pongo mi teléfono en silencio y lo escondo en mi cajón de los
calcetines. Me odio por esto.
Josh se niega a permanecer en silencio. Él viene a nuestra casa en la noche, y mis
padres lo evitan. Un minuto más tarde, alguien llama a mi puerta. Es Maman. Me
entrega un pequeño tubo.
—Él quería que tengas esto.
Lo miro fijamente.
—¿Qué hay dentro? —me pregunta.
—Mi regalo de Navidad.
—¿Fue uno lindo?
—Sí.
Se sienta a mi lado en mi cama—. Lo siento.
Lloro. Ella se queda conmigo hasta que no puedo llorar más.
El día de Navidad. Principalmente paso el tiempo al lado del árbol y trato de leer
uno de mis regalos. Es un libro acerca de un tigre devorador de hombres, pero no
puedo reunir algo de mi entusiasmo habitual. Mis padres no me piden que ayude
en la cocina, y Gen recoge la basura extra. Incluso Hattie se hace cargo
silenciosamente mi porción de los platos sucios.
Ahí es cuando sé que las cosas están muy mal.
Le doy una ojeada a mi teléfono antes de acostarme y descubro sólo dos llamadas
perdidas. No hay mensajes. O él está pillando la idea, o él está respetando mi
agnosticismo del árbol de Navidad.
Incluso pensar en esa frase duele.
—¿Puedo pasar? —Pero Gen está adentro antes de que pueda contestar. Tiro el
teléfono de nuevo entre mis calcetines y cierro de golpe el cajón. —Usé un cajón
del escritorio —dice ella—. Cuando mi novia rompió conmigo.
—¿Sarah rompió contigo? —Ahora me siento muy mal por eso, también.
—Sí. Inmediatamente después de Acción de Gracias, en realidad.
233
—¿Ella te llamó mucho después?
—No. —Gen me da una sonrisa triste. —Escondí mi teléfono por la razón opuesta.
—Oh. Lo siento.
Ella se encoge de hombros.
—No importa. Es una mierda de cualquier manera, ¿verdad?
Me siento en mi cama, y ella se sienta a mi lado y coloca su cabeza en mi hombro.
Somos de la misma altura.
Extraños a menudo nos han confundido con gemelas.
—¿Todavía la extrañas? —pregunto.
—Un poco. Es mejor cada día, sin embargo.
—¿Por qué terminaron?
Ella como que se ríe.
—Al parecer, soy dominante.
—Soy reemplazable.
Gen levanta la cabeza, con el pelo erizado.
—¿Él dijo eso?
—No, pero es verdad. Él se enamoró de mí porque yo estaba allí. Podría haber sido
cualquiera.
—No digas eso. ¿Por qué dices esas cosas?
—Porque eso es lo que pasó.
Ella me mira con incredulidad.
—Siempre has sido tan dura contigo misma.
Miro a mis manos. Soy dura conmigo misma. ¿Pero no es mejor ser honesto acerca
de estas cosas antes de que alguien pueda usarlo en tu contra? ¿Antes de que
alguien pueda romper tu corazón? ¿No es mejor romperlo tú mismo? Pensé que la
honestidad hacia a la gente fuerte.
234
—Hey. —Gen me da un codazo—. Muéstrame lo que hay en el tubo. —Mi cabeza se
dispara, y me encojo de hombros—. Lo vi dejarlo ayer.
No puedo detenerme.
—¿Cómo se ve?
—Como si tú hubieras roto su corazón y lo pisotearas con tus tacones de aguja más
altos.
Soy una mala persona. Le he hecho daño. Nunca quise hacerle daño, y de alguna
manera sucedió de todos modos.
—¿Realmente crees que romper con él era lo correcto para hacer? —Gen pide.
—No sé. —Pero yo niego con la cabeza—. Eso no es cierto. Fue lo correcto. Lo fue.
—Pero todavía lo amas.
Trago—. Sí.
—Mucho.
—Sí.
Hace una pausa.
—¿Lo haría mejor o peor si me muestras lo que hay en el tubo?
—Dios mío. Eres implacable.
—La palabra era “dominante”. Hazlo bien.
—Ugh. Bien.
Gen abre mi cajón de los calcetines.
—Tenía la sensación de que te encontraría aquí —le dice al tubo. Ella quita la parte
superior y suavemente saca el papel. Ella lo desenrolla—. Whoa, caramba.
Mierda. Me había olvidado de que él nos dibujó desnudos.
—Así que. Ustedes iban en serio.
—Por favor Gen, no lo hagas.
—¿Eso es un árbol de Joshua? ¿En una isla?
—Sí.
235
—Bueno... joder. Eso es un regalo muy romántico.
—Lo sé.
—Él es bueno. El arte —aclara—. Quiero decir, él era bueno cuando era un
estudiante de primer año, pero esto no se ve como si hubiera sido dibujado por
alguien de secundaria. Ni siquiera una persona con talento en secundaria. Esto es,
como, muy serio.
—¿Podrías dejar de halagar a mi ex novio?
Ex-novio. La palabra tiene un sabor nauseabundo en mi lengua. Ni siquiera me
había permitido pensar en eso hasta ahora. Cada parte de mí quiere tomar la
palabra de vuelta.
—Sólo estoy diciendo que tiene talento.
—¿Por qué no me dices más acerca de Sarah?
Gen enrolla el dibujo y lo desliza de nuevo en el tubo.
—Tú ganas.
Pero se equivoca. Lo he perdido todo.
Una semana miserable y no hay llamadas telefónicas después. No hay mensajes.
Nochevieja. Hay gritos y cantos y borracheras en general bajando la calle. Nuestros
vecinos han sido estruendosos con la música electrónica por las últimas tres horas.
He estado viendo la televisión sola en mi habitación. Justo como lo que Josh y yo
hablamos en nuestra primera cita.
Diez minutos para la medianoche.
Josh y yo estábamos planeando reunirnos en Kismet. Íbamos a recibir el año nuevo
con un beso. Nunca he tenido un beso de Año Nuevo.
Nada acerca de esta decisión se ha hecho más fácil. Esa palabra horrible me
atormenta. Ex-novio. No puedo aceptarlo como la verdad. No creo... Yo no... No sé
por qué estoy haciendo esto ahora. Creo que me asusté aquella noche en el carro.
Sé que me asusté. Y tengo un presentimiento muy profundo y muy feo de que he
cometido un error.
236
Josh me dijo que nunca sabré qué tipo de persona soy si no tomo algún riesgo.
Disculparse sería un riesgo, arrastrarme sería un riesgo, pedir perdón de rodillas
sería un riesgo.
¿Qué he hecho? Lo amo.
Por supuesto que vale la pena el riesgo.
De repente, me estoy arrancando mi pijama y poniéndome un vestido y abrigo y
botas. Estoy corriendo pasando a mis padres somnolientos en la sala de estar, y
estoy gritando que ya vuelvo. Estoy ignorando sus gritos de preocupación. Estoy
corriendo escaleras abajo, a la acera, al otro lado de la calle. El aire es frío y agudo,
y el viento es fuerte.
Josh, voy llegando. Sé que estás ahí. Por favor, no te vayas.
Corro como loca hacia la esquina, y ahí está. Mi faro de esperanza. Corro hacia su
brillante ventana frontal, esquivando taxis y tropezándome con un hombre siendo
llevado a casa en hombros por un amigo. Hay un fuerte grito de rabia, pero sigo
corriendo hasta que irrumpo a través de la brillante puerta de cristal de Kismet. La
cafetería está abierta todavía.
Pero está vacía.
Dos empleados están sentados en una mesa. Levantan la vista a mi entrada,
sorprendidos.
—Disculpe, pero ¿hay un chico aquí? —Estoy jadeando, pero tengo que levantar la
voz sobre la música rock a todo volumen saliendo por los altavoces—. ¿Había un
chico aquí? ¿De mi edad?
Una mujer con el pecho cubierto de tatuajes eléctricos brillantes niega con la
cabeza.
—Lo siento, cariño. Hemos estado muertos durante casi dos horas.
A lo lejos, hay un estallido de explosiones y vítores. Autos tocan la bocina, la gente
grita desde sus ventanas.
Es medianoche.
Corro al exterior, mirando frenéticamente arriba y abajo de la calle, pero él no está
por ningún lado. Dos muchachas de edad universitaria corren más allá de la
cafetería gritando con lo máximo de sus pulmones.
No, él está viniendo. Él me va a sentir aquí, como me sintió la última vez.
237
—¿Estás bien? No te ves tan bien. —La mujer tatuada está de pie junto a mí, y su
frente está arrugada con preocupación.
—Mi nov… mi Josh. Josh. Ya viene. Él debería estar aquí en cualquier momento.
El otro empleado, un hombre enjuto quien tardíamente reconozco como Abe
Lincoln perforado, saca su cabeza por la puerta.
—Se te olvidó mi beso, Maggie.
—No me olvidé de nada —dice ella.
—Ya viene —digo de nuevo.
Maggie me mira de reojo.
—¿Cuántos años tienes? ¿Tus padres saben que estás fuera?
Le disparo una mirada irritada.
—Soy pequeña. No una niña.
Ella se encoge de hombros.
—Bien. Pero todavía voy a esperar aquí contigo.
—Usted no tiene que hacer eso. —El viento frio ruge, llevando consigo los sonidos
continuos de celebración. Abrazo mi abrigo a mí alrededor con más fuerza.
—Jesús. —Abe tiembla—. Por lo menos espera adentro.
Me convencieron de entrar de nuevo en la cafetería, y me siento en la mesa de la
ventana. En la que estaba sentada hace más de medio año. Ellos pusieron su música
aún más fuerte. Mis oídos duelen. Echo un vistazo a mi teléfono, mirando pasar los
minutos. Diez. Quince. Veinte. Josh no me ha llamado desde el día de Navidad.
Antes de que me convenza de lo contrario, llamo al número de Brian. Va
directamente al buzón de voz de una agencia de servicios de seguridad que suena
aterradora. Su empleador. Dejo un mensaje explicando dónde estoy, rogando que
Josh se reúna conmigo, y luego corro afuera de nuevo como si eso debería ser
suficiente para hacer que él aparezca.
Él no está allí.
Me vuelvo a sentar, espero hasta que hayan transcurrido dos minutos, y luego
corro afuera de nuevo. Repito este patrón durante una hora. Llamo de nuevo. Les
dejo otro mensaje. Miro fuera, pero nada ha cambiado. Josh no viene.
238
Él no va a venir.
Me desmorono en la puerta, vagamente consciente de Maggie y Abe corriendo
hacia mí. Este es el golpe mortal. Se acabó.
239
Traducido por Otravaga
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
a pasado un mes. Josh nunca me devolvió la llamada. Esta enorme y
sangrienta herida abierta –la herida que yo creé– todavía me deja en carne
viva. Tengo que seguir convenciéndome a mí misma de que tenía razón en
primer lugar, que tenía razón en terminar con él, porque está claro que él se ha
dado cuenta de la verdad de lo que siempre he temido. Que lo que sentía por mí no
era amor, después de todo, sino comodidad.
Él está siguiendo adelante.
Ojalá yo pudiera seguir adelante. Me estoy aferrando hasta la última fibra de mi
ser.
Por la noche, yazco despierta en la cama, fingiendo que su cuerpo está presionado
contra el mío. Cierro los ojos e imagino el peso de sus brazos envueltos a mí
alrededor. Abrazándome con fuerza. En la clase, sueño despierta con colocar un
candado de amor en lePont de l'Archevêché , un puente cerca de NotreDame. Las
parejas escriben sus iniciales en los candados y los cierran en las rejas como una
declaración pública de su amor. Ansío este tipo de conexión permanente e
irrompible.
Después de Año Nuevo, mi padre y yo tomamos un tren a Dartmouth. Yo no quería
ir, porque ¿cómo puedo decirles que sí, incluso si soy aceptada? Pero papá quería
que viese la facultad en persona. Está emocionado de que haya aplicado a algún
lugar inesperado.
Todo estaba cubierto por una gruesa capa de prístina nieve blanca. Papá había
programado una entrevista para mí, y la alentadora mujer detrás del escritorio me
mostró folletos del campus en la primavera y el otoño. Lucía todavía más hermoso.
Ella estaba impresionada con mis expedientes, y me aseguró que muchos de los
estudiantes no saben lo que quieren estudiar cuando llegan, y me fui de la
entrevista sintiéndome esperanzada, optimista y viva.
Morí de nuevo en algún lugar en el tren de viaje a casa. Dartmouth es un futuro que
podría haber tenido, pero que perdí. Ya no es mío. Es más, mi feo deseo secreto ha
sido concedido: una universidad me rechazó, y mi elección fue hecha por mí. Me
quedaré aquí en París y asistiré a la Sorbonne. Tal vez algún día conoceré a alguien,
H
240
y él me hará olvidara Josh. Tal vez nos casaremos. Tal vez viviré en Francia para
siempre.
Pero algunas cosas han cambiado.
El comentario del peor-es-nada de Kurt ha vuelto a perseguirme. He sido
reemplazada. Mientras pasé un mes en detención, él comenzó a hablar con estos
dos estudiantes de segundo año, Nikhil Devi, no puedo escapar de esa familia, y el
mejor amigo de Nikhil, Michael. Por casualidad Kurt los había oído hablar de los
túneles, y descubrió que ellos también están obsesionados con eso. Él mencionó
sus nombres un par de veces el semestre pasado, pero yo estaba tan preocupada
por mis propios problemas que no me di cuenta de que en realidad ellos estaban
pasando el rato. Se mantuvieron en contacto durante las vacaciones de invierno, y
ahora su amistad ha llegado al siguiente nivel lógico.
Nikhil y Michael están sentados en nuestra mesa de la cafetería.
Así debe ser como se sentía Kurt cuando Josh comía con nosotros. Y no es que
Nikhil y Michael estén ignorándome, no lo hacen, así como Josh nunca ignoró a
Kurt, pero no están sentados en nuestra mesa exactamente porque yo les caiga
bien. Aunque, bueno, tal vez a Nikhil parece gustarle que yo le caiga bien, lo que
también es otra situación incómoda.
Es extraño saber que Nikhil ha pasado una cantidad significativa de tiempo con
Josh, a través de Rashmi. Ojalá pudiera preguntarle por ellos. ¿Cómo eran como
pareja? ¿Y cómo nos comparábamos Josh y yo?
Pero eso sería ruin. No es que yo sea una buena persona ahora.
No puedo dejar de pensar que Kurt se está alejando de mí a propósito. Y no sólo
porque se cansó de estar sentado en mi asiento trasero, sino también porque Josh
hizo lo mismo cuando era un estudiante de penúltimo año, cuando sus amigos
estaban cerca de graduarse. Se apartó de ellos. Y Kurt siempre será mi mejor
amigo, por supuesto que lo será, pero las cosas han cambiado. Por primera vez en
la historia, Kurt no era la persona más importante en mi vida. Es difícil para mí
lidiar con eso. También debe haber sido difícil para Kurt.
Y sin embargo... él está prosperando. Lo cual sólo ha conseguido que sea mucho
más claro que yo soy la razón por la que no hemos tenido otros amigos. No Kurt. Yo
nos he retrasado. Cuando desaparecí, él encontró nuevas personas con quien pasar
el rato, pero yo sigo sin tener a nadie más. ¿Cómo es que las personas incluso hacen
amigos? ¿Cómo sucede eso?
No puedo dejar de pensar en el riesgo. Tomé un riesgo al ir a Kismet y otro al
llamar al teléfono de Brian. Ninguno funcionó. Hace falta todo el mes de enero para
241
que reúna el coraje para intentar otro. A pesar de que Josh ya no es una opción,
todavía quiero hacer frente a estos otros problemas: mi falta de amigos y mi
cotidiana falta de valentía.
Sucede una noche en la cafetería. Hay una rara pausa conversacional entre Kurt y
sus amigos, y aprovecho antes de que pierda el coraje.
—Angoulême es este fin de semana. ¿Quieren venir conmigo chicos?
Angoulême es el nombre de una ciudad a unas tres horas de distancia en tren al
sur-oeste de París, pero también es la abreviatura del mayor festival de historietas
en Europa. Su mascota, un gato montés en blanco y negro, ha estado apretujada en
todos los espacios publicitarios que no estén ocupados por los Juegos Olímpicos. Se
siente como un símbolo de todo lo que he perdido. Si Josh todavía estuviese aquí, y
si todavía estuviésemos juntos, haríamos la excursión de un día sin pensarlo dos
veces. Necesito probarme a mí misma que puedo hacerlo sin él. Y he visto a Nikhil y
a Michael leyendo historietas, ¿por lo que seguramente esta no es una oferta poco
atractiva?
—Pensé que habías terminado con eso de abandonar esta ciudad sin permiso
—dice Kurt.
—Es una tarde —digo—. La facultad nunca lo sabrá.
Nikhil se incorpora con entusiasmo. Es pequeño y excitable, una juguetona bola de
energía, y siempre habla en un parloteo entusiasta.
—Eso suena divertido. Sí, chicos, ¡vamos a hacerlo! Deberíamos hacerlo
absolutamente.
Michael le sonríe con una boca llena de frenillos.
—Me pregunto por qué quieres ir tú.
—Es porque quiere follarse a Isla —dice Kurt.
—Kurt. —Estoy mortificada.
—Sí. —Michael pone los ojos en blanco—. Lo sé.
—Oh. —Kurt se hunde. Pueden ser amigos, pero todavía no conocen bien el ritmo
uno del otro. Y luego él inmediatamente se reanima, porque todavía tiene ventaja
en la información—. No va a suceder. Ella todavía está obsesionada con Josh.
—Kurt, estoy sentada justo aquí. —Trato de darle una mueca de disculpa a Nikhil,
pero él se queda mirando con determinación su bandeja de comida. Su piel color
marrón oscuro ha adquirido un matiz rojizo. Los enamoramientos son tan
242
horribles. Me pregunto si apestan más para el enamorado o para aquel del que se
enamoran. Considero mis tres años de ver a Josh desde lejos. Sí, definitivamente
para el enamorado.
Pobre Nikhil.
Pobre de mí.
—De todos modos no importa —dice Michael. Él habla con una acertada autoridad
que se contradice por su despeinado cabello alborotado con gelatina—. El sábado
es el único día que Arnaud puede llevarnos bajo tierra.
—¿Quién es Arnaud? —pregunto.
Kurt apuñala una papa asada con el tenedor.
—Nuestra primera conexión. Michael lo encontró. Él trabaja en el museo del
sistema de alcantarillado.
—¿Hay un museo del sistema de alcantarillado? —Por el lado positivo, esto
significa que al menos todavía me quedan cosas por aprender sobre París. Dado
que estaré aquí por un tiempo. Si Kurtpermanece interesado en estas cosas,
supongo que algún día también estaré por ahí arrastrándome bajo tierra. No suena
tan mal. Estrecho y sucio, sí. Pero sería una aventura. Supongo.
—Sí, por supuesto —dice Kurt. Como si todas las ciudades tuvieran museos del
alcantarillado—. ¿Por qué no vienes con nosotros este fin de semana en su lugar?
Imagino el drenaje, el barro y la oscuridad. Y entonces me imagino un tren, la
campiña abierta y una tranquila ciudad llena de libros de historietas.
Sí. Haré amigos otro día.
Esa noche, hay una carta esperándome. Miro fijamente mi buzón de correo, con
miedo a recogerla. Quiero que sea de él. Quiero tan desesperadamente que sea de
él.
Mi brazo tiembla mientras alcanzo el interior y la saco.
No es de él.
El puñetazo en mi pecho es tan fuerte como siempre. Todavía no estoy más cerca
de superar a Josh. Ni siquiera un centímetro más cerca, ni siquiera un milímetro. La
243
gente dice que lo único que cura un corazón roto es el tiempo. Pero, ¿cuánto
tiempo tomará?
La dirección del remitente se vuelve nítida, y me golpea una segunda conmoción.
Desgarro el sobre, allí mismo en el pasillo, y arranco la carta. Mi cabeza da vueltas.
Leo la primera frase de nuevo, pero las palabras no han cambiado. Esta es una
clase de congoja diferente. En representación de la facultad y del personal, con gran
placer le informo de su admisión en la Universidad de Dartmouth.
Las calles de Angoulêmese desbordan con globos rojos y enjambres de lectores
felices. Pero su entusiasmo no puede detener la lluvia. ¿Por qué llueve cada vez que
viajo? Esta vez, no espero para comprar un paraguas. No he visto el último desde
Barcelona. Josh debe tenerlo. O tal vez lo dejamos en el parque. Los paraguas son
tan pequeños, tristes y fáciles de olvidar.
Vago a través de la ciudad, los puntos de reunión, el museo de historietas. Los
festivales como este no son tan frenéticos como sus contrapartes estadounidenses,
y hay muchas menos personas disfrazadas, pero los europeos presentes siguen
mostrando menos restricciones que de costumbre. Trato de quedar atrapada en su
entusiasmo, y de vez en cuando funciona. Como cuando descubro a una
autora/ilustradora nueva para mí que escribe sobre una vida dividida entre China
y Estados Unidos. Es sólo después de comprar dos volúmenes que me doy cuenta
de lo mucho que a Josh también le gustaría su trabajo. Y el hecho de que no pueda
compartirlo con él hace que mi corazón sufra de nuevo.
Se pone peor cuando me encuentro frente a una gran exhibición presentando sólo
libros de JoannSfar. Y entonces es todavía peor cuando descubro uno de los artistas
favoritos de Josh en persona, y tengo que convencerme a mí misma de no
conseguir un libro firmado para él. Se siente egoísta, así que me digo a mí misma
que vuelva, pensando que sólo conseguiré algo firmado. Sin personalización. Si
alguna vez lo vuelvo a ver, él puede quedárselo. Pero en el momento en el que el
dibujante pregunta, digo abruptamente “Para Josh, por favor”. Y antes de que
pueda corregir mi error, el nombre de mi ex novio, al menos ahora puedo decir esa
palabra, ha sido firmado en la portada al lado de la ilustración de una rosa.
De todas las cosas. Una rosa.
No puedo ganar.
244
De vuelta en París, los afiches de los Juegos Olímpicos hacen que me pregunte si
debería comprar un boleto a Chambéry el próximo mes. Pero el pensamiento de
otro tren atestado, de otra ciudad llena de gente, de todos esos hoteles
abarrotados... uf. No.
Así es como me estoy sintiendo respecto a todo en estos días: uf. No.
La ciudad permanece tan fría como siempre. Pocos días después de Angoulême,
entro en uno de los restaurantes Gyro idénticos del Barrio Latino, en busca de
calor en forma de patatas fritas calientes. O papas a la francesa, que en realidad
deberían llamarse papas fritas belgas, si Estados Unidos quiere ser correcto al
respecto.
OhDiosMío. No me extraña que no tenga amigos.
El restaurante está vacío. Me siento en la parte de atrás con el segundo volumen de
la autobiografía de la vida dividida chino-estadounidense. No he podido dejar de
leerla. Gran parte de ella es deprimente y satisfactoriamente familiar.
La puerta hace ring, y otro cliente entra en el restaurante.
Sanjita parece tan sorprendida de verme como yo de verla. Me saluda, insegura.
Devuelvo el gesto. Ella también compra una bolsa de papas fritas, y estoy
agradecida de que sea ella la que tiene que tomar la decisión: irse o unirse a mí. El
restaurante es muy pequeño y nosotras tenemos demasiada historia como para
que ella se siente sola.
Está indecisa. Temerosa. Se une a mí de todos modos.
—Hace mucho frío allá afuera —dice ella.
Me sorprende lo agradecida que estoy por su compañía.
—Lo sé. Me gustaría que se adelantara y nevara ya.
—Yo también. Se siente mal que esté así de frío sin ello.
Hay una pausa incómoda. Del tipo que sigue a cualquier declaración general sobre
el clima, del tipo que está llena de todo lo que no estamos diciendo. Estoy tratando
de inventarme otro tema neutral cuando ella pregunta:
—¿Cómo le va a Josh?
245
La sangre se drena de mi rostro.
Sanjita no se da cuenta. Ella pincha sus papas fritas.
—Me sentí tan mal por ustedes cuando él tuvo que irse.
Este inesperado momento de compasión tironea mi corazón.
—Yo... no sé cómo le va. Creo que está bien. Terminamos el mes pasado.
—¿En serio?—Levanta la cabeza, sorprendida—. Pero ustedes eran perfectos el
uno para el otro.
El piso se hunde.
—¿Eso piensas?
—Por supuesto. Y habías estado enamorada de él desde, algo así como, siempre.
Debe haber sido una locura cuando realmente comenzaste a salir con él.
El alivio que siento al ser comprendida, real y verdaderamente comprendida, es
profundo. El vacío dentro de mí se transforma en una inundación instantánea de
emoción.
—Fue una locura. Fue increíble. Fue... lo mejor que me ha pasado alguna vez.
Sanjita se mueve rápidamente hacia adelante, y sus aretes de oro colgantes se
balancean.
—Entonces, ¿qué salió mal?
—Él me gustaba, lo amaba, pero no creo que él me amara de la misma forma a
cambio.
Sus hombros caen.
—Él terminó contigo.
—No. Yo terminé con él.
Ella hace una mueca.
—Oh. Ay.
—Lo sé.
Pero su ceño sólo aumenta.
246
—No lo entiendo. Ustedes estaban pegados el uno al otro. Vi la forma en que él te
miraba. Nunca miró así a Rashmi.
Mi corazón se detiene. Nunca podría preguntárselo aNikhil, pero... a Sanjita.
—¿C…cómo eran ellos como pareja? ¿Tu hermana y Josh?
Se encoge de hombros, y sus largos aretes se balancean de nuevo.
—No sé. Ellos discutían constantemente. Creo que eran más similares, más
obstinados y decididos, de lo que se daban cuenta. Fue por eso que en cierto
sentido funcionaban juntos, pero el por qué eso nunca podría haber durado. No
había armonía.
Josh y yo teníamos armonía. ¿No es así?
—No es como si ella alguna vez me dijera algo a mí. —Sanjita frunce el ceño—.
Pero, desde el exterior, parecía que ambos estarían mejor con parejas que fuesen
más suaves. Como tú.
No estoy segura de que me guste esa palabra. Más suave.
Ella ve mi expresión y niega con la cabeza.
—No suave así como débil. Me refería a... alguien que les diera el espacio que
necesitan para prosperar. Que no tratara de cambiarlos. Que los apoyara, incluso
cuando estaban siendo unos pendejos, pero que estuviera dispuesto a volverlos a
orientar cuando lo necesitaran.
—Y... ¿piensas que esa soy yo?
—¿Estás bromeando? Eres la persona más paciente e indulgente que conozco.
Algo extraño está sucediendo. Algo muy dentro de mí reconoce sus palabras como
ciertas. Yo soy paciente e indulgente.
Es sólo que no conmigo misma.
Aparta la mirada de mí de nuevo, volviendo a ocultar su rostro, y sé que está
pensando en Kurt. Sobre cómo ella me puso a prueba durante meses. Sobre cómo
yo quería ser amiga de los dos, pero cómo ella me obligó a elegir de todos modos.
Puedo ver su vergüenza. Se aclara la garganta, empujándose de nuevo en el
presente.
—¿Por qué no crees que Josh te amara?
—Me sentía como si fuese... una buena distracción. Él era tan infeliz aquí, ¿sabes?
247
—Los teléfonos son una distracción. El internet es una distracción. ¿La manera en
que él te miraba? No estaba distraído. Estaba consumido.
Tengo la sensación de que ella está siendo extra amable conmigo para
compensarme por el pasado sin tener que decir que lo siente. Esto se siente
cobarde. Pero también parece como si cree lo que está diciendo. Es al mismo
tiempo mi mayor miedo y mi mayor esperanza. ¿Es posible, después de todo este
cuestionamiento, que Josh en realidad me amara tanto como yo lo amaba? ¿Es
posible que él viera algo en mí que yo tuve problemas para ver en mí misma?
¿Es posible que sea digna de ser amada por alguien a quien amo?
Mi corazón late al doble de su velocidad habitual.
—De cualquier manera —digo. Suena a la defensiva. Como si estuviera dando una
excusa, lo cual supongo que hago—. Él tiene que arreglar sus cosas. La última vez
que hablamos, todavía no había resuelto lo que iba a hacer respecto a la facultad.
Está a un semestre de graduarse, y simplemente está postergándolo. Y no puede ir
a Nueva Inglaterra sin un título. Así que, básicamente, él no va a ninguna parte.
Sanjita luce confundida.
—¿Nueva Inglaterra?
Le hablo de su facultad y todo lo demás también sale.
—Y pensé que me estaba acostumbrando a la idea de la Sorbonne, pero no lo sé.
Antes cuando estábamos saliendo, sonaba emocionante ir a un lugar nuevo. Hice
toda esta investigación, y Dartmouth parecía realmente genial, ¿sabes? Diferente. Y
cuando fui allá hace unas semanas, fue incluso mejor de lo que había imaginado.
Pero cuando nos separamos, de nuevo se convirtió en su lugar…
—Creí que habías dicho que él no iba a ninguna parte.
—Bueno, no sé eso con certeza…
—¿A quién le importa? Ve a Dartmouth.
—Sí, pero ¿y si cree que quiero mudarme allí por él?
—¿Lo haces?
—No, pero…
—Entonces ve a Dartmouth.
Frunzo el ceño, y ella me mira como si yo fuese estúpida.
248
—No estoy segura de qué es lo que es tan difícil de esto —dice ella—. Entraste en
la facultad en la que querías entrar. Entonces ve.
Santa mierda. Ella tiene razón. ¿Es realmente así de simple?
Sanjita se cruza de brazos, engreída. Sabe que ha ganado su argumento.
—Solías querer ser abogada—digo—. ¿Todavía quieres eso? Porque eres buena
abogando por tu caso.
Ella sonríe.
—¿Qué más necesitas que arregle?
—No sé. ¿Mi hermana? ¿Puedes arreglarla?
—¿Hattie, supongo?
—Ella es implacable. —Machaco une frite en su bolsa de papel—. Se apareció en mi
habitación el otro día, sin invitación, por supuesto, y de inmediato comenzó a
hurgar entre todas mis pertenencias. Le dije que se largara, pero eso sólo la hizo
tirar esta enorme pila de libros de mi escritorio.
—Tal vez ella sólo tiene curiosidad por ti. Quizá eso no significaba nada.
Niego con la cabeza.
—Hattie nunca hace nada sin un propósito. Lo estaba haciendo para irritarme, y
funcionó. Como siempre lo hace.
Sanjita arquea una ceja.
—No lo sé. Parece que la estás tratando como a una niña de modo que ella está
respondiendo como una.
No puedo contener la sorpresa de mi expresión. O la indignación.
Ella levanta sus manos en defensa.
—Tengo tres hermanas mayores. Ellas bien podrían ser tres madres. He estado
haciendo un esfuerzo consciente por no hacérselo a Nikhil este año.
Una de mis manos aferra mi collar.
—Así... ¿cómo?
—¿Alguna vez la invitaste a tu habitación? ¿O a cualquier otro lugar, para el caso?
249
Hay un silencio largo y vacío. Sanjita lo interpreta correctamente.
—¿Qué hay de Gen? ¿Alguna vez pasan el rato, sólo ustedes dos?
—Ella vive al otro lado del Atlántico. —Eso sale más quisquilloso de lo previsto.
—Pero lo hacen, ¿no? Durante los días de fiesta.
Pienso en Gen en mi habitación durante Acción de Gracias. Y luego otra vez en
Navidad. La verdad me invade como una marejada. Es cierto. Hattie ha estado
tratando de decírmelo por años. Trato a Gen como una amiga, y a ella la trato como
a una niña.
La trato maternalmente.
Hattie no ha sido mi hermana pequeña en años. He sido condescendiente, y nunca
la he visto ni la he tratado como a una igual. Ella necesita que yo sea una
confidente. Una amiga. Y luego el inesperado reverso de la monedase esclarece
dentro de mí: yo necesito todavía más que ella sea la mía.
—Deberías considerar una doble licenciatura —digo—. Derecho y psicología.
Sanjita sonríe como si estuviese satisfecha de ser vista. Justo como yo.
250
Traducido por Jessy
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
anjita y yo hablamos más acerca de la universidad y del futuro. Pero no
hablamos de Kurt. Y no hablamos de Emily. Y cuando enero paso a febrero,
me di cuenta que probablemente nunca lo haríamos. Habíamos crecido
demasiado separadas, y nuestras heridas del pasado eran demasiado grandes. La
verdadera amistad ya no era una opción. Pero no siento melancolía acerca de ello,
me siento aliviada. Hay cierto respeto y buenos deseos entre nosotras. Y eso no es
cualquier cosa.
Nuestra conversación también me hizo darme cuenta lo mucho que he extrañado
tener una amistad femenina en mi vida. Sanjita y yo puede que nunca pasemos el
rato de nuevo, pero hay alguien más aquí que he estado ignorando demasiado
tiempo: Hattie.
Es tiempo de dejar de lado este estúpido rencor. Sé que no quiso meter a Josh y a
mí en problemas. Y ella no nos metió en problemas. Ella no expulsó a Josh.
Nosotros nos metimos en problemas, y Josh hizo que lo expulsaran.
El dolor de perderlo en tan visceral como siempre. La única manera de que alguna
vez siga adelante es asegurarme de que la pérdida no fue en vano. Que he
aprendido algo. Por lo menos, ser proactiva se sentirá mejor que sentarme por ahí
y sentir lastima por mí misma. Me toma un rato descubrir la mejor manera de
pedir perdón y hacer un gesto de amistad al mismo tiempo, pero me toma incluso
más reunir valor para hablar con ella.
Es mi hermana, pero aun así es intimidante como el infierno.
Encuentro el coraje en una vacía tarde de domingo cuando Kurt está afuera
explorando cuevas con sus amigos. O… tal vez no es tanto que encuentro el coraje.
Tal vez es más que me veo obligada a ello, porque cada vez que mi mundo se
detiene, todo lo que puedo pensar es el agujero del tamaño de Josh en mi corazón.
Es tan triste para mí estar sola.
Hattie está escéptica ante mi texto, pero está de acuerdo en reunirse conmigo más
gustosamente de lo que hubiera imaginado. Espero afuera de su dormitorio
S
251
—¿Por qué quieres que me vista abrigada? —pregunta ella—. ¿Me estás llevando a
una prisión de Siberia?
Sonrió y cruzo la calle sin ella —Nop.
Ella duda. Y entonces me alcanza y camina a mi lado: —¿Estación de investigación
abandonada en la Antártida?
—Nop.
—¿Me estás llevando a practicar para nuestra carrera esqueleto de dos personas
en las Olimpiadas?
—Sí.
—¿Crees que finalmente va a nevar?
Estoy desconcertada por su pregunta, la que suena como una real. Está mirando el
cielo.
—Lo dudo —digo—. No hemos tenido suerte hasta ahora. ¿Por qué cambiaría eso
ahora?
—Solías ser la hermana positiva —se queja Huttie. Caminamos juntas en silencio al
otro lado del Sena, y ella solo se exaspera aún más cuando llegamos a nuestro
destino.
—Tante Juliette’s. ¿Esta es una intervención? ¿Te enteraste de mi adicción al sexo?
Así que, me gustan los hombres viejos en pañales de bebe, ¿Cuál es el gran
problema?
—No te traje a Tante Juliette’s.
Ella gruñe.
—He estado aquí, como, un millón de veces, ¿recuerdas?
—Solo cállate y sígueme.
Por alguna razón, Hattie lo hace. Me sigue por las escaleras. Por el tercer piso, miro
atrás sobre mi hombro y digo—: Pañales, ¿huh?
—Y esas cunas del tamaño de adultos. Eso es caliente.
Me río.
Hay el más rápido rastro de una sonrisa antes de que vuelva de nuevo a
inexpresiva.
252
—Y cejas juntas. Me gusta un vejete con una gigante y gruesa ceja.
Me río otra vez.
—Oh dios, Hattie.
Pasamos por la puerta morada con la alfombra de piel de leopardo.
—Sí, mira, está definitivamente es la puerta de Tante Juliette’s —dice ella.
La llevo a la mía.
—¿Y esta?
—Su estúpido tejado. Gen una vez tiro mi oso de peluche en el borde, y un auto lo
atropelló. Sludge nunca fue lo mismo.
—¿Lo hizo? ¿De verdad? —estoy sorprendida. No recuerdo esto.
—Sí, de verdad.
Abro la puerta y me dirijo por las escaleras destartaladas.
—Bueno. Sludge está seguro. Prometo que no te estoy conduciendo hasta aquí para
volver a representar un momento traumático de tu infancia.
—Sé que no lo harías —casi no la oigo decirlo, es tan silencioso.
Abro la puerta de un disparo, y ella entrecierra los ojos a la luz solar. Alcanzo su
mano y la ayudo sobre el techo. Sus ojos se abren ampliamente. Mi inamovible e
inquebrantable hermana se ve sorprendida por sus alrededores.
—¿Quién hizo esto? —pregunta ella—. Es tuyo, ¿no? Esto se parece a ti.
No estoy segura si eso es bueno o malo.
—Es un préstamo. He estado utilizándolo por unos años.
Hattie gira la cabeza de repente y entrecierra los ojos hacia mí.
—Entonces, ¿Gen te lo dio a ti? ¿Este es tu lugar? ¿De los dos?
—¿Gen? No, Tante Juliette me lo dio en el segundo año. Era un lugar donde Kurt y
yo podíamos escapar de…todos los demás. Gen no sabe sobre ello.
—¿No lo sabe? —hay una desgarradora nota de esperanza en su voz. Y sé que todo
lo que Sanjita dijo es verdad.
253
Sonrío suavemente.
—Nop. Es un secreto. No lo sabe.
—Es bonito —dice finalmente Hattie.
—Gracias. Me alegro de que te guste. Porque es tuyo ahora.
Por segunda vez en un solo minuto, Hattie luce sorprendida. Le tiendo la llave. Ella
la toma lentamente.
—¿No quieres darle esto a Kurt? ¿No es suyo también?
—Kurt tiene nuevos lugares que explorar. Y… él no es tú. Él no es mi hermana.
Ella casi parece estar conmovida. Casi.
—Y, sabes, no tienes que mantener ninguna de estas cosas, es solo basura que
hemos recogido durante los años.
—¡No! No, me gusta —le echa un vistazo alrededor, y sus ojos captan el mural, el
cual he estado haciendo mi mejor esfuerzo de ignorar—. Trajiste a Josh aquí
también.
Meto las manos dentro de los bolsillos de mi abrigo—. Sí.
—Así que, ¿este era algún tipo de asqueroso y sexual patio de recreo? ¿Lo hiciste
en la cima de esta cabeza de caballo de carrusel?
—¡Hattie!
Ella se ríe de mis mejillas enrojecidas, y después de un momento, no puedo evitar
unirme.
—No —digo—. Pero quizás deberías lavar la manta en ese baúl.
Mi hermana chilla con verdadero horror, lo que solo nos hace reír más fuerte.
Cuando finalmente nos detenemos, ella aleja su mirada de la mía otra vez. Se
enfoca en el río.
—Es genial de tu parte que me des esto a mí. Así que… gracias.
—Lo siento —tomo una respiración profunda—. Por ser tan horrible contigo este
año. Y por culparte por algo que no era tu culpa.
Hattie asiente. No aparta los ojos del Siena. Pero sé que estamos bien. Tomo otra
respiración profunda, y… ahí está. Un nuevo y distinto olor en el aire. Hattie vuelve
254
la cabeza y me sonríe cuando los primeros copos de nieve del año se arremolinan
hacia abajo sobre Paris. La ciudad está fría y silencios y hermosa.
—¿Extrañarás esto el próximo año? —pregunta ella, y cuando la miro con
sorpresa, añade—: Maman me dijo que te enviaron el primer cheque a Dartmouth.
Vacilo, y luego le digo la verdad.
—Extrañaré Paris. Y extrañaré Nueva York. Estoy emocionada y asustada,
pero…creo que estoy más emocionada que asustada. Creo —digo otra vez.
—¿Tú crees?
—Lo creo —Me deslizo por la pared hasta que estoy sentada. Ella se sienta a mi
lado. Cruzamos nuestros brazos, temblando—. Cuando Josh y yo fuimos a España,
fuimos a este parque. A este muy muy hermoso parque. Y comenzó estas ideas en
mi cabeza acerca de cómo quizás no era la persona que pensaba que era. Tal vez no
soy una chica de ciudad. Tal vez solo estaba pensando en Paris versus Nueva York,
porque nada más parecía real, de alguna manera. Como si, cualquier otro sitio solo
pareciera como algo…
—De lo que leíste en un libro.
—Exactamente. Pero estar en este hermoso parque con este hermoso chico
hablando acerca de este futuro alternativo en el cual soy alguien que aprende como
acampar y escalar rocas y hacer fogatas y dormir bajo las estrellas… es ese
momento, parecía posible.
—¿Entonces qué? ¿Vas a ser un guardabosque del parque?
Rio—. Solo quiero probar esas cosas. Suenan divertidas.
—¿Qué pasa con Josh?
Mis ojos captan el mural. En la casa de piedra rojiza con jardineras de hiedra y la
bandera estadounidense.
—¿Qué pasa con él?
—¿El ya no es parte de tus planes?
—Bueno…no. Terminamos. Y no lo necesito para hacer esas cosas.
—Sí, duh—dice Hattie—. Pero eso no es lo que quise decir. Me refería a que ¿aún
deseas hacer esas cosas con él?
—Si —susurro—. Todavía quiero hacer todo con él.
255
—Isla… ¿por qué piensas que Josh no te quería?
Mi voz se vuelve incluso más pequeña.
—Porque pensé que nadie podría amarme.
—¿Y porque pensabas eso?
—Porque no creía que fuera digna de ser amada.
Hattie asimila esto. Y luego me golpea en el estómago. Aúllo de sorpresa, y ella me
golpea otra vez.
—No seas estúpida.
—Ow.
—Todos son dignos de amor. Incluso una hermana tonta como tú.
Resoplo.
—Sí, gracias. Lo entiendo. Estoy bien ahora.
—¿Lo estás? Porque no te comportas como una persona que está bien. Andas
desanimada por la escuela, y casi nunca sales de tu habitación, y siempre te vez
infeliz.
—Dice la hermana con el ceño fruncido permanente.
—Necesitas hablar con él.
Suspiro y me quedo mirando mi regazo.
—Lo sé.
—Entonces ¿por qué no lo has hecho?
—Porque ahora sí creo que me amaba. Y tengo miedo que después de todo este
tiempo, después de todo lo que le he hecho pasar… ya no lo haga.
—Ugh. Entonces toma un riesgo y averígualo. Cuando antes se lo preguntes, más
pronto puedes seguir adelante con tu vida. De cualquier manera —añade.
Gracias a Josh, estoy tomando riesgos. He aprendido que si nunca dejo esas áreas
de mi vida que se sienten cómodos, nunca tendré la oportunidad de una mayor
felicidad. Aceptar Dartmouth fue un riesgo. Pedirle a mi hermana que pasara el
rato conmigo fue un riesgo. Pero el riesgo más grande de todos todavía es el mismo
256
Josh. No tengo el valor para darle la oportunidad de decir no. Es imposible, el no
saber, pero es mejor que recibir la repuesta incorrecta.
Hay un amortiguado sonido desde el interior de mi bolsillo. Saco mi teléfono para
silenciarlo, y luego cae de mis manos y rebota contra el hormigón.
Josh.
Es de hecho su nombre. No lo he visto en la pantalla de mi teléfono desde antes de
Barcelona. Mi corazón se tuerce.
—¿Es ese él? ¿Cómo puede ser ese él?
—Whoa. Nos escuchó.
Cojo el teléfono.
—¿Qué hago?
—Un timbre más hasta el correo de voz —Hattie se asoma sobre mi hombro—.
Tick-tock.
Me apresuro a responder.
—¿Hola?
Hay un extraño hipo de silencio. Y luego él habla, y su voz –es él, es él, es él– está
inundada de alivio ahogado.
—No sabía si responderías.
—Tienes tu teléfono de nuevo.
—Sí. La semana pasada.
Siento una punzada de tristeza de que no me haya llamado inmediatamente. Y
luego una segunda punzada, esta de culpabilidad. Termine con él. Por supuesto que
él no debería llamarme.
—Es domingo por la noche —continúa él—. No estás en Pizza Pellino.
—No, estoy en la casa del árbol con Hattie —y luego estoy tan mareada que mi
visión se vuelve negra—. ¿Cómo…cómo sabes que no estoy ahí?
Pero ya he anticipado su respuesta.
—Porque estoy aquí.
257
Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
Corregido por flochi
stoy temblando. La oreja de Hattie está presionando contra mi cabeza,
escuchando. Copos blancos platinados se enganchan en nuestra maraña de
pelo rojo.
—¿Isla? —dice Josh—. Isla, ¿sigues allí?
Estoy aquí.
—Esperaba que estuvieras aquí. En Pellino’s. Mis amigos y yo estamos de camino a
las Olimpiadas, así que paramos aquí por los buenos tiempos. Quería presentarte.
Me refiero, sé que ya los conoces. Pero quería que los conocieras.
Mi cabeza nada—. ¿Quieres que conozca a tus amigos?
—¿Es eso muy raro?
—No lo sé.
—Me gustaría verte de nuevo. ¿Podríamos hablar? —Su pregunta es tentative.
Me agarra fuera de guardia. No estoy lista para esto. Tengo que prepararme para
esto.
—¿Por cuánto tiempo estarás en la ciudad?
—Sólo esta noche. Vamos a tomar el tren para Chambéry en la mañana.
Hattie está asintiendo con su cabeza como una loca.
—Um —digo—. Seguro. Supongo que podría estar allí en… ¿veinte minutos?
—¡Genial! —dice Josh—. Bien, chao.
Veo a la pantalla de mi teléfono—. Colgó.
—Tenía miedo de que te arrepintieras —dice Hattie.
E
258
Pongo mi cabeza entre mis piernas—. Me siento enferma.
—Eso fue en el momento más extraño. El más extraño. Es como destino, si creyera
en el destino. No lo sé. Quizás crea en el destino ahora.
El tono en su voz me hace levantar la cabeza. Ella sonríe.
—Hattie. —Mi corazón se detiene—. ¿Qué hiciste?
—Jesús, nada.
—¡Dime qué hiciste!
—Ow. —Cubre sus oídos a mis gritos—. Tal vez le envíe por correo tu estúpido
libro a la estúpida oficina de su papá en Washington, no lo sé.
Frunzo el ceño—. ¿Huh? ¿Qué libro?
—¿El que trajiste a casa de Angoulême, gracias por no invitarme, que robé de tu
cuarto para leer y descubrí que lo habías personalizado? Pensé que era tan triste y
patético que se lo envié. Y quizás le añadí una nota diciendo cuan enamorada
seguías de él, y que debería tratar de llamarte de nuevo.
Es la única cosa que podría impresionarme más que la llamada de Josh. Descubrir
que tengo que darle gracias a Hattie por ello. Estoy sin palabras.
—De nada —dice.
—¿Gracias? ¿Supongo? Te lo dejaré saber cuando todo esto termine.
—Es mejor que lo hagas. —Me tira para ponerme de pie, me guía hacia la trampilla
y a las escaleras, cierra las puertas, y pone la llave en mi bolsillo.
La presión dentro de mi pecho crece a un ritmo paralizante.
—No sé si esto está bien.
—Cállate. Estás siendo molesta nuevamente. —Hattie me lleva, tropezando, a la
estación de métro más cercana. Siento que me estoy moviendo a la vez demasiado
rápido y demasiado lento. Me empuja por el torniquete y me dice:
—No seas un cobarde. Dile cómo te sientes.
—¿Y si no me quiere?
—Él te quiere.
—¿Qué si no?
259
—Ugh, ¿entonces a quién le importa? No perderás nada que ya no hayas perdido.
—Quita con sus dedos un copo de nieve de mi nariz—. Por una vez en tu vida,
escucha a tu hermana menor. Ella es más alta, y sabe más que tú.
Los copos se encuentran dispersos, aquí y allá, mientras flotan hacia la tierra. Miro
el cielo blanco grisáceo. Si sólo una tormenta de nieve fuera a estallar y me
enterrara viva. Eso sería mejor que lo que estoy a punto de hacer. La temperatura
está bajo cero, pero estoy sudorosa y febril y se me dificulta respirar. Mis pies
tocan el umbral de Pellino, pero mi cuerpo no va más lejos. Un paso a la vez. Pongo
mi mano en la puerta.
Empujar para abrirla nunca se ha sentido más imposible.
Una cadena de campanas de bronce indica mi entrada. El maître d’21 se 'ilumina al
verme.
—Où est Monsieur Bacon?
—Kurt tiene otros planes esta noche —le respondo en francés mientras mi vista
danza alrededor de la habitación.
—Oh. ¿Estamos tristes?
—No, está bien. En realidad vengo a encontrarme…
—¡Isla!
Viene de la mesa de la esquina. St. Clair estáme está agitando la mano mientras
Josh se da la vuelta en su silla. Todo pasa a cámara lenta. El maitre d', el parloteo
ruidoso, la fragancia del humo de la pizza a la leña, se desvanecen mientras espero
a que sus ojos se encuentren con los míos.
Nos miramos el uno al otro.
Todo el contenido de mi corazón se refleja hacia mí en su expresión. Alegría, dolor,
fuerza, asombro, tristeza, belleza, esperanza. Él lo es todo.
—Ah —dice el maitre d’—. Por supuesto.
21
Mesonero en francés.
260
Me guía hasta la mesa mientras mi corazón late con fuerza en mi garganta. La
habitación se hace más pequeña. Mi alma duele con la atracción. Hay cuatro
asientos vacios, y el maître d’ saca la silla al lado de Josh. Estoy temblando mientras
pongo mi abrigo en la parte trasera. Estoy temblando mientras me siento. Estoy
temblando mientras Josh mira al maître d’ con una mirada de inconfundible
gratitud. ¿Esa mirada significa lo que quiero que signifique?
—¿Dónde está Kurt? —pregunta Josh.
—Salió con unos amigos nuevos. Metro. Es una historia larga.
Josh levanta una ceja en sorpresa mientras el resto de la mesa me sonríe, St. Clair,
Anna y Meredith.
—Wow —digo—. La pandilla está aquí.
—Todo el mundo menos Rashmi —dice St. Clair.
Ana le da una rápida patada por debajo de la mesa, pero la veo.
—Está bien —le digo torpemente. Por lo menos eso responde a una pregunta. Ellos
saben acerca de mi historia con Josh. Echo un vistazo a los tres asientos vacíos—,
¿Ella viene?
—Uno de esos era para Kurt —dice Josh, y estoy conmovida.
—Los otros son para nuestros amigos quienes nos metieron en las Olimpiadas —
dice Anna—. Nos dividimos hoy, y todavía están por allí haciendo turismo. Deben
estar aquí en cualquier minuto.
—¿Amigos de California? —tomo la oportunidad para enseñarles que no estoy en
la complete oscuridad. Sólo en su mayoría.
Ella asiente—. Si, Lola y Cicket. Étienne y yo…
—Étienne —dice Josh, y Meredith suelta una carcajada.
—Se burlan de mí porque soy la única persona que lo llama así —explica Anna.
—Eres la única persona que se le permite decirle así —dice Josh—. Tú y su mamá.
St. Clair sonríe—. Las únicas dos damas que necesito.
—Eso es enfermo —dice Meredith, pero todavía sigue riendo. Tiene una
maravillosa sonrisa amistosa. Un diminuto anillo en la nariz atrapa la luz y destella.
Todo en ella es alegre.
261
Es irreal estar aquí rodeada, en persona, por sus amigos. Esos rostros de su arte.
Anna es una de esas naturalmente hermosas chicas que no tiene ni idea de que es
hermosa. Se viste con vaqueros y camisetas, y tiene esa sonrisa de dientes
separados y un mechon de cabello decolorado en su pelo largo y castaño. Está
cómoda en su propia piel. Su novio también es hermoso, pero es consciente de ello.
No es que St. Clair actúe como un idiota. Sólo está cargado de confianza. Es bajito,
pero nunca se ha metido en su camino. Casi todas las chicas en la escuela estaban
enamoradas de él, por no hablar de la mayoría de los chicos y la mitad de los
professeurs.
Pero yo nunca estuve enamorada de él. No cuando Josh estaba alrededor.
Anna se aclara la garganta—. Como sea. Éttiene y yo…
Josh y Meredith se ríen.
Anna da una sonrisa.
—…trabajamos con Lola en el cine. Cricket es su novio, y la hermana gemela de
Cricket es Calliope Bell. ¿La patinadora artística?
Mis cejas se disparan.
—He visto su cara en unos mil millones de anuncios.
—Esa misma es. Va por el oro.
—¿Y van a animarla? —miro a Josh. Parece estar calmado, pero es superficial. Una
energía frenética está emanando de de su núcleo. Vibrante contra mí. Me froto los
brazos, con los vellos de punta, pero los demás no parecen darse cuenta.
—Algo así —se encoje de hombros St. Clair. Es lento y de cuerpo completo, muy
francés. Maman tiene el mismo gesto—. Principalmente estamos usándolo como
excusa para visitar.
Me giro hacia Meredith—. ¿Vienes de Roma? Es allí a donde asistes a la
Universidad, ¿no?
—Sí. —Pone un brazo alrededor de Josh y su cabeza de rizos en su hombro, pero
son gestos claramente amistosos—. Cuando hoy que todos venían no pude
resistirme.
—¿Y tú? —No miro a Josh. Él sabe que la pregunta es para él.
No puede verme a los ojos tampoco—. Igual para mí. No podía resistirme.
262
St. Clair agita con frenesí sus cejas hacia Josh, pero el momento en que ve que yo le
he cogido, su expresión cambia a una sonrisa coqueta.
—Aw, compañero —dice a Josh—. Admítelo. No podía resistirte a mí.
Josh se relaja en una sonrisa—. Eres como un maravilloso bomboncito.
—Delicioso por todos lados —dice St. Clair.
Anna pone los ojos en blanco—. Espera hasta que pruebes su cremoso centro.
St. Clair se echa a reír mientras Meredith chilla. La química entre ellos cuatro es
como si no hubiera pasado un día de diferencia. Mi corazón se contrae, pero no es
de los celos. Es por la felicidad por el bien de Josh. Se inclina sobre la mesa para
empujar a St. Clair, pero él golpea contra mi brazo en su lugar.
—Lo siento —dice Josh rápidamente. Su voz se vuelve tensa. Se sienta, y el estado
de ánimo jovial se derrumba con él, pero su toque se estremece a través de mí en
oleadas.
Anhelo. Tan feroz y poderoso como siempre.
Aparto la mirada, porque no quería que él viera lo muchísimo que me gustaría que
me tocara de nuevo. Y entonces descubro una extraña aparición fuera de la
ventana del restaurante. Parpadeo. Todavía está allí. En el invierno, las calles de
París son de color gris y los abrigos que les caminan son de color negro.
Así que esto... esto es como...
—El circo —dice Josh, terminando mi pensamiento en voz alta—. Es como si el
circo ha llegado a la ciudad.
—Brillante —dice St. Clair—. Esos deben ser Lola y Cricket.
Un chico y una chica entran al restaurant. El chico es ridículamente alto y delgado,
mucho más que Josh, y sólo es enfatizado por la estrechez de sus pantalones de
raya. Casi podía estar usando zancos. Lleva una chaqueta militar de color azul
brillante, y sus muñecas están cubiertas de pulseras de colores del arco iris y
bandas de goma. La chica lleva una gigantesca, falda esponjada con crinolina rosa,
amarilla y turquesa asomándose desde debajo. También tiene una chaqueta
militar, era-Vietnam, verde militar, pero la suya ha sido decorada con purpurina
rosa. Y ella tiene pelo rosa para combinar.
—¡Hola! —Lola se deja caer a mi lado, y su falda cae en mi regazo—. Ups, lo siento.
—Sonríe mientras la mete por debajo de la mesa.
263
—¿Cómo te las arreglaste para meter todo eso en una maleta? —Estoy
impresionado.
Su sonrisa crece de oreja a oreja—. Soy una campeona empacando maletas.
St. Clair resopla—. También trajo tres veces la cantidad de equipaje que el resto de
nosotros.
—Pero ella es una buena embaladora —dice Cricket—. Se sorprenderían de lo
mucho que logró aplastar en esas maletas adicionales.
Él saca la silla a su lado, y ella extiende ambos brazos para sostenerlo mientras se
sienta. No porque él necesite equilibrio, sino porque están claramente en las
primeras etapas del amor. Ella simplemente necesita tocarlo. Ellos se agarran de la
mano debajo de la mesa. Siento una punzada aguda mientras recuerdo haber
hecho lo mismo con Josh. Lola le da un beso a Cricket, plano en los labios, y él se ve
como si fuera a estallar de felicidad.
—Hey —dice Lola, de repente mirando a Josh—. Creo que te vi en televisión hace
unos meses atrás.
—Es posible —dice Josh.
—Ustedes deben ser Isla y Josh —dice Cricket.
Casi lo corrijo, Oh no, no somos una pareja, cuando me doy cuenta que quiere decir
Isla y Josh. No Isla-y-Josh. Estrecho su mano extendida, sintiéndome triste.
—Y Meredith —dice, inclinándose sobre mí para estrechar la de ella.
—Me gusta tu cabello —dice ella.
—Gracias —dice. Está de puntas, añadiendo más a su loca estatura.
—Así que ninguno de ustedes tiene que preguntar —dice Lola—. Uno noventa y
tres. Sin cabello.
—Étienne, uno sesenta y dos —dice Anna—. Con sus botas.
—Sin ellas —protesta St. Clair. Pero su sonrisa dice otra historia.
—Eres más pequeño de lo que pensé. —Digo sin pensarlo—. Lo siento. —Arrugo la
cara—. Quise decir que no pareces tan pequeño. —Arrugo la cara de nuevo.
—Confianza, cariño. —Se inclina sobre la mesa y toca con un dedo mi mejilla—.
Puedes aprender algo de mí, sabes.
264
Mi cara se vuelve rosa. Pero me rio, complacida de ser incluida en su afable broma.
Josh me mira, preocupado, y me volteo en mi asiento para mirarlo por completo.
Sonrío. Exhala con alivio, y me inclino más cerca.
—Estamos bien —susurro—. ¿No es así?
—Es todo lo que quiero —dice él.
Aparece nuestro servidor. Nos sobresaltamos apartándonos, y mi corazón se
acelera. ¿Eso quiere decir que quiere que seamos amigos otra vez? ¿O soy yo lo que
él quiere? ¿Con todo lo que connota querer?
Ordenamos un montón de pizzas, y normalmente estaría encantada por la
variedad, pero todo lo que quiero hacer es volver a la conversación anterior. Pero
nuestra ventana de la privacidad se ha ido. La mesa se centra en la discusión acerca
de los Juegos Olímpicos. Al parecer, la gemela de Cricket será una apuesta segura
por la medalla de oro, pero está convencida de que tiene una maldición del
segundo lugar. Todo el mundo dice que están seguros de que estará bien, pero
Cricket está raro y nervioso. Tengo la sensación de que él cree en la maldición
también, aunque no lo quiere admitir. La charla se vuelve hacia la universidad de
cada uno. Espero a que Josh interrumpa, pero nunca lo hace. Me pregunto si eso
significa que todavía no se ha inscrito en algún lugar. Pero tal vez está esperando a
que yo hable primero.
El silencio en nuestro rincón crece.
La pizza llega. Con cada bocado, me ruego a mí misma preguntarle si ha de
terminar la escuela secundaria. Me ruego por preguntarle si todavía se está
mudando a Vermont. Pero, la verdad es que tengo miedo de su respuesta. Han
pasado menos de dos meses, y lo dejé con el corazón roto. ¿Cómo podría él ya
encontrar la energía para asistir, o preocuparse, por una nueva escuela?
Mi culpa y el miedo nos separan más.
—¿Estás bien? —pregunta Josh—. Apenas has comido algo.
Miro su plato—. Tú tampoco.
Abre su boca para responder, cuando St. Clair se levanta.
—Nos vamos —dice, queriendo decir Anna y él y nadie más. Ella luce sorprendida
como el resto de nosotros.
—No hemos comido el postre —dice Meredith.
—Voy a llevar a mi amiguita a un lugar especial para el postre.
265
—¿Lo harás? —dice Anna.
—Así es.
Anna luce lo suficientemente feliz.
—Bien. —Toma sus cosas y mira desconcertada al resto de nosotros—. ¿Supongo
que los veré mañana? —Sus ojos caen sobre mí—. ¡Oh, no! Quería ponerme al día.
Bueno, con suerte, vamos a estar viéndonos de nuevo. Pronto. Buena suerte.
Me abalanzo sobre sus palabras. Pronto. Buena suerte. Son declaraciones generales,
pero se sienten específicas. Se sienten prometedoras. Anna y St. Clair abrazan a
todos para despedirse, incluso a mí. El abrazo entre Josh y St. Clair dura más
tiempo. Es un abrazo de verdad, no un abrazo-de-chico flojo. Mi corazón se rompe
un poco más. Anna y St. Clair dejan el restaurante. Meredith, Lola y y yo nos
sentamos, pero Josh y Cricket intercambian una mirada significativa.
Josh le hace señas al mesonero.
—L'addition, s'il vous plait. Cuenta, por favor.
—¿Nos vamos? —No puedo ocultar la decepción de mi voz. Una apropiada cena
francesa nos debería mantener aquí al menos una hora más.
Josh hace una pausa, a medio alcance de su billetera. Me mira, buscando, y
encuentro esperanza en sus ojos. Me hace sentir esperanzada, también. Sonríe.
—Algo mejor está a punto de suceder.
—Apúrate, apúrate, apúrate. —Cricket pega brincos.
—¿Sabes lo que está pasando? —pregunta Lola.
Niego con la cabeza mientras Meredith mira entre Josh y Cricket.
—¿No se acaban de conocer ustedes dos? ¿Cómo ya pueden tener secretos?
Josh sonríe tan amplio que aparecen sus hoyuelos. Mi corazón palpita a esa muy
extrañada vista. Él y Cricket sacan algunos billetes de sus carteras, y luego Josh
saca un bolso abultado desde detrás de la mesa.
—Vamos. —Todavía está sonriéndome mientras se pone su abrigo. Es su abrigo de
voy-a-una-cita, por supuesto.
Ese abrigo. Duele lo mucho que lo amo.
266
Los cinco corremos por las calles blancas de nieve hacia el río Sena. El sol se ha
puesto, y la mayor parte del barrio latino parece haberse quedado dentro esta
noche. Josh mira a mis pies. Estoy con botas de tacón, pero me mantengo al día con
todos los demás. Me lanza una ceja impresionado mientras salimos del barrio,
justo enfrente de Notre-Dame.
—¿Dónde? —pregunta Cricket a Josh.
—En la plaza, cerca de la entrada principal. —Josh señala a través del puente.
Corremos a través de ella hacia el patio de Notre-Dame.
—Oh —dice Meredith, entendiendo—. ¿De verdad?
Lola me mira, y explotamos en una risa perdida. Ninguna de nosotras tiene alguna
idea de lo que está pasando. Estamos jadeando, fuera de forma y sin aliento.
—¡Deténganse! —dice Josh.
Nos tropezamos deteniéndonos detrás de él. Estamos en el borde de la plaza
frente a la gran catedral.
—¿Supongo que no corrimos hasta aquí para ver una estructura que no ha salido
de este lugar en cientos de años? —Lola se reacomoda su pelo de color rosa, y me
doy cuenta que es una peluca—. ¿Qué estoy mirando?
Pero luego los veo.
Varios metros de distancia, más cerca de las legendarias puertas talladas de la
catedral, Anna y St. Clair están de pie en la parte superior del Point Zéro. Se le ha
quitado a mano la capa de nieve. Point Zéro es el marcador de bronce, una estrella,
que designa el centro oficial de Francia. Hay por lo menos dos supersticiones sobre
ella. Una es que cualquiera que se ponga sobre la estrella volverá a Francia. La otra
es que se puedes usarla para pedir un deseo.
—Esperen por ello —dice Josh.
Lola se endereza, emocionada—. ¡No!
—Si —dice Cricket
Soy la última en la oscuridad, hasta que, de repente, pasa. St. Clair saca algo de su
bolsillo. Y se pone de rodillas.
Todo el cuerpo de Anna se ilumina con sorpresa y alegría y amor. Ella asiente con
un sí vigoroso. St. Clair coloca el anillo en su dedo. Se pone de pie, ella lanza sus
brazos alrededor de él, y se besan. Él la hace girar en un círculo. Se besan de nuevo.
Profundo, con hambre, mucho por mucho tiempo. Y luego él se vuelve hacia
267
nosotros y saluda, con la sonrisa más grande que he visto, claramente consciente
de que hemos estado aquí de pie todo el tiempo.
268
Traducido por Otravaga
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
unca he presenciado un momento como este. Ni siquiera sabía que era lo
suficientemente mayor para un momento como este. Amigos, ¿ellos son
amigos? Se sienten como que podrían ser amigos que me han incluido aquí
esta noche, comprometiéndose en matrimonio. ¡A los diecinueve años!
Anna muestra con orgullo su anillo. Es pequeño, sencillo y encantador. Sus ojos
brillan de repente, y se da la vuelta para enfrentar a St. Clair.
—Así que por esto es que conseguiste un trabajo.
Él sonríe.
—No pensaba comprarte un anillo con el dinero de mi padre.
Josh le da un abrazo de oso a St. Clair.
—Sólo lamento que estés fuera del mercado.
—No le digas a Anna, pero compré uno para ti también —dice St. Clair.
Lola lanza sus brazos alrededor de Cricket.
—No puedo creer que no me dijiste que esto iba a pasar.
—Quería hacerlo —dice él—. Pero a veces piensas en las cosas... en voz alta.
—¡No lo hago!
—Lo haces—dicen Anna y St. Clair juntos.
Lola refunfuña, pero está sonriendo.
—Atención, atención —dice St. Clair—. Mi prometida y yo…
N
269
Todo el mundo se ríe por lo extraño y ajeno que suena la palabra. Es como
descubrir un nuevo idioma o ser parte de una nueva cultura. La cultura de los
adultos. Y todavía no sabemos cómo funciona, pero se siente bien hasta ahora.
St. Clair se aclara la garganta.
—Mi prometida y yo nos marchamos para un postre de celebración. Les pediría a
todos ustedes que se unan a nosotros, pero no los quiero allí.
Nos reímos. Todo el mundo se abraza el uno al otro en despedida de nuevo, y esta
vez, Anna y Meredith tienen el abrazo más largo. Meredith le susurra algo, y Anna
luce conmovida. Ella abraza a Meredith de nuevo. Y luego Anna y St. Clair están
rebotando en la distancia, serpenteando un camino a través de la nieve
acumulándose. Él tararea con fuerza una alegre melodía.
Lola le echa un vistazo a la luna llena.
—Sabes... no es tan tarde.
Cricket extiende su brazo.
—¿Vamos a dar un paseo?
Ella desliza su brazo a través de éste y lo abraza más cerca de su cuerpo.
—No puedo creer que estemos en París. Juntos.
—Fue un placer conocerte —me dice Cricket, y me siento triste de que todo el
mundo se esté yendo—. ¿Nos vemos en la mañana? —le pregunta a Josh.
Josh asiente.
Lola y Cricket se van paseando, un toque de color brillante en una noche blanca. Y
ahora hay tres. La expresión de Josh se vuelve solemne. Él pone un brazo alrededor
de Meredith, y el gesto me hace recordar que, en otro tiempo, ella estaba
enamorada de St. Clair.
—¿Estás bien, Mer? —pregunta él.
—Lo estoy —dice ella—. Pero gracias por preguntar.
Otro abrazo, uno largo lleno de recuerdos. Ella se aleja primero.
—Lo siento —dice—. Van a tener que perdonarme. Mi día comenzó temprano, y
estoy hecha polvo. Voy a dirigirme de vuelta al hostal. —Pero Meredith
definitivamente no está hecha polvo. Se está retirando para que nosotros hablemos.
270
Está eligiendo estar sola, en una noche que podría ser agridulce para ella, para
darnos una oportunidad de... no estoy segura de qué.
—Fue agradable verte de nuevo —digo. Y lo digo en serio. Estoy agradecida por
este sacrificio.
—No te entristezcas tanto. Estoy segura de que volveremos a vernos algún día. —Y
guiña antes de irse—. Nos vemos mañana, Josh —grita.
Las manos de Josh están en sus bolsillos, y sus hombros están elevados hasta sus
orejas.
—No es mi amiga más sutil. Lo cual ya es decir algo. Lo siento por eso.
—Está bien. Ella es realmente agradable.
—Lo es.
—Todos tus amigos son agradables.
Me mira.
—Me alegra que pienses eso.
Estamos en silencio. La nieve cae suavemente contra su cabello oscuro.
—Entonces —digo.
—Entonces. —Él mira a sus pies—. ¿Puedo acompañarte a casa?
Mi cuerpo se ruboriza.
—Sí. Por favor. Gracias. —Aparto la mirada, avergonzada.
Sin necesidad de decirlo en voz alta, elegimos una vía hacia la residencia que
tendrá menos gente. Caminamos en silencio. Los copos son cada vez más grandes.
La quietud debería sentirse tranquila, pero el nerviosismo dentro de mí sólo crece.
Se ve tan hermoso a la luz de las farolas. Creo que estaba equivocada con respecto
a él. Espero que estuviese equivocada con respecto a él. Sé que estaba equivocada
acerca de mí misma. No decimos ni una palabra hasta que llegamos al dormitorio.
La primera vez que caminamos aquí juntos, era nuestro. Ahora es sólo mío. Él es
valiente por regresar aquí de nuevo, y yo también puedo ser valiente.
—¿Acaso tú...? —digo.
Josh me observa. Espera que termine la pregunta. Él quiere que lo diga.
271
—¿Quieres venir adentro? —pregunto—. ¿Y hablar?
Parece como si lo que está a punto de decir podría matarlo.
—Ojalá pudiera, pero no creo que sería bienvenido allí.
Por favor, no me rechaces.
—¿Desde cuándo te preocupas por las reglas?
—No quiero que te metas en problemas.
—No me importa —digo.
—A mí sí.
Mi corazón se retuerce con más fuerza, más violentamente.
—¿Al menos estarás cerca para el desayuno? ¿Cuándo parte tu tren?
—No estoy seguro —dice.
Cierro los ojos. ¿Cómo podría no saber la respuesta a esa pregunta? ¿Qué clase de
excusa es esa?
—Quiero que tengas esto —dice.
Abro los ojos de nuevo. Está forcejeando para sacar un manuscrito de su bolso, y
ahora puedo ver que esa es la razón por la que había estado tan voluminoso. Los
papeles ocupan toda la cosa.
Mi corazón se rompe. Es por esto que él quería verme esta noche.
En contra de mi mejor juicio, sujeto la parte inferior de su bolso para que él pueda
sacarlo. Aferra el manuscrito contra su pecho antes de presentármelo con manos
temblorosas. No sé si se sacuden por el nerviosismo o por el clima.
Lo tomo. Hay un nuevo título. Espacios.
—Tenías razón —dice—. Acerca de... un montón de cosas. He estado trabajando
realmente duro en ello, y me encantaría tu opinión. Sobre los cambios.
Por favor, no me obligues a leer esto de nuevo.
—Este, está bien.
Él se torna optimista.
272
—¿Sí?
—Sí. Claro. —El peso de su trabajo se vuelve más pesado en mis brazos—. Eh,
¿cuándo te gustaría esto de vuelta?
—Oh, no. Ese es tuyo. Para que lo conserves.
Silencio.
—Está bien —digo finalmente.
Él mete sus manos de nuevo dentro de su abrigo.
—¿Me llamarás tan pronto como lo hayas terminado?
Estoy sorprendida.
—¿Quieres que lo lea ahora?
—Sí. Quiero decir, no. No tienes que hacerlo. Pero me voy mañana…
—No, está bien. Puedo leerlo ahora.
—¿Sí? —pregunta.
—Sí.
—Bien. Entonces. Tienes mi número.
Ahora ésta se clasifica como la conversación más extraña que alguna vez hemos
tenido. Es mucho peor que cualquier cosa antes de que saliéramos juntos.
Asiento.
—Sip.
Josh se inclina para un abrazo. Vacila, justo cuando me estoy inclinando. Así que se
inclina de nuevo. El manuscrito se siente frío y pesado entre nuestros cuerpos. Y
mientras él torpemente me palmea en la espalda, me doy cuenta de que esta es la
última vez en la vida que nos tocaremos.
273
Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
Corregido por flochi
ongo el manuscrito en mi cama. Estoy exhausta.
Me quito mis zapatos mojados, mi abrigo, mis leggings.
Lavo mi cara.
Me cepillo los dientes.
Los ojos de papel del manuscrito se clavan en la parte de atrás de mi cabeza. Me
quedo mirándolo en el reflejo del espejo por encima de mi fregadero. Parece a la
vez trágicamente muerto y terriblemente vivo. Y no tengo más remedio que
meterme en la cama con el. Jugueteo con una onda obstinada de pelo. Hurgo mi
nariz. Me tomo mucho tiempo para encender mi lámpara.
Me deslizo en la cama. Intento escuchar la nieve, la cual desciende más fuerte, pero
no puedo escucharla. Sólo puedo verla cayendo a través de la luz de la calle
exterior.
Pongo el manuscrito a mi regazo. Leo.
Tiene un nuevo comienzo. Ya no se inicia con su primer día como un estudiante de
primer año con la boca abierta con los ojos abiertos. Se inicia con un Josh viejo,
más sabio y más amargado. Es el verano antes de su último año. Está sentado solo,
dibujando en un café.
Y luego… estoy allí.
Aparezco como un sueño, y Josh está trasladado a una surrealista, dichosa noche
que le hace olvidar sus problemas. Lo hace sentir esperanza por primera vez en
años. Está la página que he visto antes, de él corriendo a casa a dibujarme, pero
luego hay una nueva ilustración a toda página de mí con el halo de jardín de rosas.
Brillo en la página como algo sagrado. Josh está de rodillas en la parte inferior de la
ilustración, mirando hacia mí, llorando, con las manos entrelazadas. La palabra
Salvación brota de sus labios.
Mis propias manos están temblando tanto que apenas puedo llegar a la siguiente
página.
P
274
PRIMER AÑO, dice. Y la historia con la que estoy familiarizada comienza. La mayor
parte de esta sección es la misma. Es divertida, es triste, es dulce. Es inocente. Pero
hay algunas diferencias.
Ha añadido pinceladas sutiles para llamar la atención hacia las áreas de la historia
que sé que tendrán un mayor significado en el futuro. Las cosas que él no podía
haber sabido que serían tan importantes cuando las dibujó hace años.
Y luego estoy yo allí. De nuevo. Ha añadido cronológicamente los paneles de la
primera vez que hablamos, cuando me vio leyendo el libro de Sfar en la cafetería.
Incluso ha añadido un corazón pequeño por encima de su cabeza mientras él habla.
Y luego uno roto uno cuando piensa que no me gusta.
Toco el corazón roto con la punta de mi dedo.
La historia se vuelve familiar otra vez, pero esta vez los paneles con Rashmi son
menos dolorosos. La tristeza que siento viene de recordar lo mucho que me
dolieron la primera vez. Ha recortado sus escenas y los excesivos paneles de una
sola página. Ella sigue siendo una gran parte de la historia, como debería ser, pero
el objetivo sigue siendo de lleno él. También como debe ser.
Verano pasado. Kismet. Un panel del pasado marca un retorno al principio de la
historia, y luego vuelve de nuevo a él descubriéndome con Kurt la noche siguiente.
Aparecen nuevas páginas. Josh con sus padres. Hay una distancia cada vez mayor
entre ellos, ahora por creación propia, por rencor, mientras anhela
simultáneamente estar más cerca. Él quiere que luchen por su atención. Regresa a
la escuela para su último año. Cuando leí esto en noviembre, estas páginas eran
bocetos. Ahora han sido cuidadosamente entintadas. Le da todo un nuevo sentido
de permanencia.
Y entonces estoy leyendo acerca de su enamoramiento por mí, y estoy leyendo
acerca de su anhelo por mí en el Oktoberfest, y estoy leyendo sobre nuestra
primera cita. Estoy leyendo acerca de él enamorándose de mí. Estoy leyendo
acerca de la casa del árbol y las aplicaciones de la universidad y de su cumpleaños,
y vamos a España, y estamos haciendo el amor. Él nos dibuja maravillosamente.
Las emociones en la página son mucho más grandes que cualquier cosa que él ha
dibujado antes.
Y entonces hay una extensión de dos páginas: un único panel rasgado por la mitad.
Estoy en un lado, y él está en el otro. Nuestras manos agarrándose en el espacio en
el medio. Casi tocándose.
Mis mejillas están mojadas. No estoy segura de cuánto tiempo he estado llorando.
275
Las páginas se vuelven enojadas y salvajes, se arremolinaban en torno a la elección
y sus padres, que siempre están presentes, pero siempre ausentes. Él llora por
nuestra pérdida. Él se culpa a sí mismo. Está deprimido, y no sabe cómo decirme
que no nos vamos a ver durante Acción de Gracias. Quiero decirle al Josh de las
páginas que está bien, pero no puedo. No va a estar bien.
Él riñe con sus padres. Quieren que termine en una escuela privada. Él quiere
tomar su examen. Nada de eso sucede. Él se hunde más en la depresión, y no va a
salir de su habitación, y me dibuja una y otra vez y otra vez. Y luego dibuja mi
regalo de Navidad. No sé si puedo manejar leer acerca de la Navidad, pero viene de
todos modos.
Empiezo una pelea. Soy cruel. Lo aniquilo.
Pensaba que estaríamos juntos para siempre. Imágenes de New England, una boda,
los niños, la vejez se desmoronan en el fondo de un panel oscuro en el que él está
acurrucado en el suelo en posición fetal. Él trata de llamarme. No contesto. Su
devastación se convierte en furia. La víspera de Año Nuevo llega, y él se sienta solo
en su dormitorio viendo la televisión. Piensa en nuestra primera cita, al igual que
yo. Brian llama a su casa poco después de la medianoche con el mensaje urgente
que estoy esperando por él en Kismet. Todavía hay tiempo para hacerlo.
Doy vuelta a la página, por temor a lo que voy a encontrar a continuación.
Josh decide no ir. Él quiere que yo sufra lo que yo le he hecho sufrir. Es horrible de
leer, aunque no es menos de lo que merecía. Pero a medida que pasan los días, Josh
se da cuenta que ha cometido un error. Y a medida que continúan pasando, se hace
más difícil llamarme. Tiene miedo de que ahora he renunciado a él para siempre.
Y entonces... su figura desnuda cae en el espacio.
Una negrura de dos páginas se expande completamente. En la página siguiente, sin
ilustración, sólo mis propias palabras escritas en la hermosa letra de Josh:
“ESPACIOS... DESCANSOS... PARA CONTEMPLAR LAS COSAS... PARA DESCUBRIR LO
QUE ES IMPORTANTE...”.
Una serie de paneles casi idénticos siguen a continuación, que muestra un pasaje
insoportable de tiempo. Una cierta verdad se está asentando. Esa es una de las
cosas más hirientes que le dije, que pasivamente hizo campaña por su expulsión,
porque no podía admitirle a sus padres que había cometido un error en mudarse a
Francia, sólo duele tanto porque es verdad. Y que la directora de la escuela y su ex
novia le había estado diciendo eso desde hace años, pero que no importaba hasta
que escuchó las palabras de la persona que le importaba más. Yo.
276
Pero también sigue enojado conmigo por invalidar sus propios sentimientos. Él me
ama, y yo no lo dejaré amarme. Él decide que tiene que demostrarlo. Confiesa a sus
padres que salir de casa para ir a París fue un error, pero que está listo para
Vermont. No lo estropeará otra vez. Dicen que les gustaría creerle, pero están
preocupados por su capacidad de ver las cosas como son. Una oferta se pone sobre
la mesa. Ellos le enviarán a Vermont si puede terminar el proyecto que significa
más para él, el proyecto que también servirá como su portafolio oficial de
admisión: esta memoria gráfica.
Ellos saben que ha escrito sobre su vida privada, y que de alguna manera eso los
incluye a ellos. Les dan su apoyo de cualquier manera.
Sus padres son comprensivos y lo apoyan acerca de… un montón de cosas.
Estoy leyendo más rápido ahora, volteando las páginas más y más rápidamente, ya
que Josh se lanza de nuevo en su trabajo. Él se encierra en su habitación con el fin
de volver a conectarse con el mundo. Día y noche, él hace los cambios y sigue
adelante. Sigue. Su determinación es admirable mientras se obliga a través de las
monótonas largas horas y dolores punzantes renovados en su mano derecha para
llevar su visión a la página.
Él se inscribe para tomar el examen de equivalencia y lo logra en un fin de
semana. Le habla a St. Clair, sabe sobre el anillo de compromiso y el próximo viaje,
y marca la fecha en su calendario. Pero él lo marca con la palabra Isla.
Su madre lo ve. Asiente.
Mi corazón se acelera. Las páginas ya no están hechas a tinta, son bocetos a lápiz.
Un mes de trabajo duro en enero se convierte en dos semanas de trabajo
agonizante en febrero. La duda vuelve. Considera cancelar su vuelo, pero es
cuando el paquete de Hattie llega, y él está abrumado y muy contento, y eso le da
valor para seguir adelante. Vuela a través del Atlántico. Se encuentra con sus
amigos, y los lleva a Pizza Pellino para la cena, donde sabe que encontrará con
Kurt y conmigo. Debido a que es domingo.
Ahora he salido del verdadero pasado de Josh y entré en lo que espera es su futuro.
Los bocetos se ponen más toscos. Kurt y yo estamos en el restaurante, y Josh y sus
amigos, St. Clair, Anna y Meredith, se unen a nosotros para la cena. La
conversación de la mesa es similar a lo que ocurrió a principios de esta noche,
excepto que Josh es más vocal. Él me dice que era importante para mí conocer a
sus amigos, porque son las personas que elige tener en su vida. No como la gente
en la fiesta de Navidad con las que lidia por el bien de su familia. Quiere que yo sea
amigo de sus amigos, también.
277
Me pregunta acerca de Dartmouth, y yo le digo que fui aceptada.
—Sabía que así sería —susurra. Vemos la propuesta, mirándonos el uno al otro con
esperanza y el nerviosismo. Nos separamos el uno del otro, me acompaña a casa, y
me entrega una copia de este manuscrito. Me dice que llame a su teléfono cuando
haya terminado de leerlo.
Contengo mi respiración. Apenas puedo voltear la página…
Ahí estoy. Estoy leyendo este libro a la luz de la lámpara. Lo termino, lo llamo, y me
dice que está en la esquina fuera de mi ventana. Tiene las manos metidas en los
bolsillos, y él está temblando en la noche helada de febrero.
La Isla de la página corre afuera. Josh la abraza.
—Estoy enamorado de ti —dice—. Haré lo que sea por estar contigo.
—Estoy enamorada de ti —dice Isla de la página—. Esperaré por ti.
Le digo que voy a esperar a que termine su libro y gane su paso a la universidad. Le
digo que nos veremos de nuevo este verano. Y entonces, me dice, nunca estaremos
separados de nuevo.
Son más de las dos de la mañana cuando dejo el manuscrito. Mi corazón tamborilea
tan fuerte que no puedo oír mis pensamientos, y apenas puedo ver a través de mis
lágrimas. Salgo de la cama, tiro de la cortina, y miro por la ventana.
Él está allí.
Dejo caer la cortina, y vuelve a su lugar. La recojo y miro afuera otra vez. Él todavía
está allí. Está en la esquina con la cabeza se agachó debajo de su abrigo, tiritando.
La nieve está cayendo como un loco. Se le cubre como si fuera un mero buzón de
correos o una bicicleta o un árbol. Él no me ve. Me pongo las botas, agarro mi llave,
y corro por el pasillo. Abro la puerta, y él debe oírme corriendo, porque él dobla la
esquina justo cuando la alcanzo.
—Te olvidaste de llamar.
Abro mis brazos. Él tira de mí hacia él, y nos besamos, y sus labios están fríos, y
creo que él está llorando, y definitivamente estoy llorando, y me impulso hacia
atrás para decir—:
—Estoy tan enamorada de ti, Joshua Wasserstein. Por supuesto que voy a esperar
por ti.
278
Traducido por Scarlet_Danvers
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
u voz es un susurro.
—No quiero meterte en problemas.
Cerré la puerta con precisión silencio.
—No tengo una advertencia final, y tú ya has sido expulsado. ¿Qué es lo peor que
podría pasar?
—No sé. —Josh está genuinamente preocupado—. Tal vez podría ir en tu registro
permanente y evitar que Dartmouth te acepte?
Sonrío—. Mis padres ya les han enviado el primer cheque de matrícula.
Sus rodillas se debilitan. Y luego el resto de su cuerpo le sigue. Lo guío al borde de
mi cama.
—¿Quieres decir? —dice—. ¿Vas a...?
—Voy a Dartmouth.
La cabeza de Josh cae en sus manos. Todo su cuerpo tiembla. Me siento a su lado y
pongo mi cabeza en su hombro. Porque puedo hacerlo de nuevo. Levanta la cabeza,
y sus ojos brillan con lágrimas.
—Lo siento. Estoy... realmente abrumado en este momento.
—Yo también.
—Te amo. Yo siempre te he amado, Isla.
—Lo sé. —Tomo sus manos heladas y las froto entre las mías, tratando de
calentarlas—. Lo siento porque no te creí. Dudaba de mí misma, y eso me hizo
dudar. Pero tú no eras el problema. Nunca fuiste el problema. Debería haber
confiado en ti, pero no lo hice, porque no podía confiar en mí misma.
—¿Pero lo haces ahora? ¿Confías en ti misma?
S
279
—Estoy... llegando allí. Estoy empezando a pensar que tal vez está bien ser un
lienzo en blanco. Tal vez está bien que mi futuro sea desconocido. Y tal vez, —dije
con otra sonrisa—, está bien estar inspirada en las personas que saben su futuro.
—Va en ambas direcciones, ya sabes.
Enlazo sus dedos congelados con los míos.
—¿Qué?
—Los artistas se inspiran en lienzos en blanco.
Mi sonrisa se ensancha.
—Un lienzo en blanco —continúa Josh—, tiene posibilidades ilimitadas.
Cierro los ojos, me inclino y beso sus labios fríos—. Gracias.
Su temblor se vuelve más severo.
Salto a mis pies.
—Oh, mon petit chou22. —Saco los brazos de su abrigo empapado de nieve—. No
puedo creer que estabas esperando por ahí todo este tiempo.
Sus dientes castañean—. Yo… yo habría esperado toda la noche.
Cuelgo el abrigo dentro de mi ducha y vuelvo por su camisa.
—Esto, también. —La saco de un tirón, sobre su cabeza.
Su piel es pálida. Casi color lavanda.
—Y éstos. —quito sus zapatos y calcetines, pero sus pantalones prueban ser un
reto. Están prácticamente congelados en sus piernas. Cuando por fin se liberan, me
caigo hacia atrás.
Él sonríe a través de sus estremecimientos.
—No... era así... cómo me imaginaba... desnudarme de nuevo contigo.
Cuelgo la camisa y los pantalones al lado de su abrigo para que se seque. Por
encima de mi cabeza, los calcetines y los calzoncillos van volando al suelo de la
ducha. Me río. Él mismo está envuelto dentro de mi edredón, y sólo su cara se está
asomando.
22
Oh, mi pequeño repollo.
280
—Esto no significa que puedes tomar ventaja de mí —dice.
Me río de nuevo.
Josh barre una mano por la superficie de la cama como un gesto para que me siente
a su lado, pero la colcha queda atrapada en el manuscrito. Lo hace caer al suelo en
una sonora y estrepitosa pesadilla sin fin. Nos congelamos con horror. Nos
quedamos en silencio para escuchar a Nate. Nada.
Sonreímos ante el milagro que se nos ha sido concedido a nosotros.
Me siento a su lado. Se escabulle hacia mí, pero tiro hacia atrás mi cabeza.
—¿No quieres saber lo que pensaba acerca de tu libro primero? —pregunto.
—No sé. —Se ríe nerviosamente—. ¿Quiero?
—Sabes que es bueno. Sabes que es muy, muy bueno.
Su rostro desaparece mientras todo su cuerpo se desploma en el montón de
mantas.
—No puedes ni siquiera comenzar a imaginar cómo me alivia oírte decir eso.
—Siempre he sabido que eres brillante. Y acabas de probarlo al mundo.
Una mano sobresale de debajo de la colcha. Yo la aprieto.
—¿Por si sirve de algo? —dice. —Serías una gran editora, algún día. Todo lo que
me gritaste era cierto.
Aparto la mirada de él avergonzada.
—Lo siento mucho.
—No lo hagas.
—No. Lo estoy. Lo siento por tantas cosas. Y especialmente lo siento por... utilizar a
tu ex novia para alimentar mis propias estúpidas inseguridades. Quiero que sepas
que no me encanta esto —hago un gesto hacia su manuscrito, disperso a través de
mi piso de madera—, porque hay menos de ella en él. O más de mí. Quiero que
sepas que me encanta porque estás en el, las partes buenas y las partes feas. Te
amo. Yo amo todo de ti.
Agarra mi mano con más fuerza—. Gracias.
—El elogio tardo mucho en llegar. —Froto mi pulgar contra su dedo índice—. Y
tengo mucho más de eso para dar.
281
—Mañana. Ahora mismo, sólo te quiero.
Pero mi corazón se vuelve pesado de nuevo.
—Quieres decir hoy. ¿Has averiguado cuando el tren sale?
—Isla. —Él parece sorprendido. Como si yo ya debería saber esto—. Nunca compré
un boleto.
Mi respiración se detiene—. ¿Qué?
—No voy a ir a los Juegos Olímpicos. Vine aquí por ti.
—¿Significa... significa eso que te vas a quedar?
Él se mueve más cerca.
—Dos semanas. Hasta el final de los juegos, si me aceptas. Pero luego me tengo que
quedar en Washington hasta junio.
—Sí. Sí, ¡te acepto!
Josh sonríe con picardía—. Oh, ¿lo harás?
Yo le doy un empujón a través de las mantas. Se vuelca sobre su lado, riendo,
tirando de mí hacia abajo con él. Él mira fijamente a los ojos. Su sonrisa se
desvanece.
—Te he echado mucho de menos.
Froto los brazos para protegerme del frío.
—Te he echado de menos a ti.
—Tienes frío. —Él mantiene abierta la colcha—. Ven acá.
Me muevo hacia adelante en las mantas y sábanas y almohadas. En él. La colcha cae
contra mi espalda, envolviéndome contra su cuerpo. Presiono mi mejilla contra su
pecho desnudo. Él aprieta su agarre a mí alrededor. Nos acostamos muy, muy
quietos. El mundo está en silencio excepto por el ritmo constante de nuestros
corazones. Después de varios minutos, lo miro a los ojos.
Josh me devuelve la mirada. Su latido del corazón se acelera.
Me deslizo hacia arriba hasta que nuestras narices se presionan una contra la otra.
Le beso la comisura de la boca, y siento que él sonríe mientras él besa la esquina de
la mía. Sus dedos se arrastran por mi espalda mientras baja la cremallera de mi
vestido.
282
Tira de el hasta abajo, más allá de mis tobillos, y lo deja caer al suelo. Él quita mi
sujetador y luego mi ropa interior.
Él quita mi collar de brújula por último.
Nuestros besos son suaves. Provocando. Contenidos. Nuestra piel es fría y húmeda,
y luego tibia, y luego caliente. Nuestros besos se hacen más largos. Nuestra
respiración se hace más rápida. Busco a tientas por un condón. Se aprieta contra
mí, y se siente tan bien, tan intenso que grito. Se encuentra con mi mirada para
asegurarse de que todo está bien, todo está más que bien, y mis caderas se arquean
contra él en respuesta. Sus ojos se cierran en éxtasis, y él está guiando mi cuerpo, y
estamos encontrando nuestro ritmo, y estamos juntos de nuevo, por fin.
No podemos decir las palabras suficiente.
Te amo.
Son un canto a través de la noche a medida que nos movemos juntos lentamente.
Luego rápidamente. Lentamente. Luego rápidamente.
No dormimos hasta el amanecer. El cuerpo de Josh esta enroscado alrededor mío.
Nuestras manos agarradas juntas sobre mi corazón. Todavía estamos en esta
posición cuando mi alarma suena despertándonos una hora más tarde. Me doy la
vuelta y la apago, gimiendo con profundo disgusto, y luego ruedo de nuevo a él. Yo
me reacomodo contra su pecho.
Suspiro felizmente.
Aparta mis brazos de tentáculo de su cuerpo.
—Mm, no, no lo hagas —murmura.
Doy un pequeño gemido.
—La escuela —dice.
—Pero estás aquí. Eso no es justo.
Él me abraza, a pesar de sí mismo.
—Tengo que recoger mi maleta. Todavía está en la habitación de Meredith en el
albergue. Y quiero decir adiós a todo el mundo antes de que salgan.
—¿No puedo hacer eso contigo?
Josh acaricia su nariz contra mi mejilla—. Voy a estar aquí cuando regreses.
283
—Arregle mi puerta. Necesitarás una llave.
—Voy a cuidar bien de ella.
—¿Qué pasa si no te la doy?
—Entonces romperé la puerta de nuevo.
—Este dormitorio me hace sentir tan segura.
Él sonríe y me empuja de la cama.
—Veeeeeeee.
Yo le obligo a estar listo conmigo. El edificio está ruidoso y activo ahora, así que
podemos movernos sin caminar en puntillas. Nos duchamos y lavamos los dientes
y secamos el cabello, y todo parece dos veces el milagro que fue en Barcelona.
Porque esta vez sabemos que no puede ser alejado de nosotros. Este será nuestro
futuro.
Su ropa está todavía húmeda, así que seco sus pantalones con mi secador de pelo y
le devuelvo la camiseta que me dio durante Acción de Gracias. Está escondida
dentro de una de mis almohadas. Cuando él la ve, se ve triste y feliz y sorprendido.
—Pensé que probablemente tiraste esta. Todavía duermo con la bufanda que me
diste.
—La quiero de vuelta, ya sabes.
—¿La bufanda?
Sonrío.
—Esa camisa.
Josh devuelve mi sonrisa mientras tira la camisa por la cabeza.
—Voy a devolvértela con extra esencia-a-mi
Yo lo abrazo, metiendo mi cabeza en su pecho.
—¿De verdad tengo que ir a la escuela hoy?
—No te voy a poner en problemas otra vez.
Miro fijamente a mi puerta cerrada. Y luego a él.
284
—Está bien. —Sonríe—. Tal vez estoy dispuesto a tirarte debajo del autobús por
eso.
Cuando Kurt se entera de que Josh está en mi dormitorio, insiste en colarse al
dormitorio conmigo en el almuerzo. Estoy orgullosa de él por romper otra regla,
pero estoy preocupada por lo que va a pasar. No hay ni la más mínima duda
cuando se ven el uno al otro. Josh saluda a Kurt con el mismo abrazo genuino y
entusiasta que le ha dado a St. Clair.
—Espero que esas sean lágrimas de felicidad —dice Kurt, cuando él me mira.
—Lo son —le digo.
—Me alegro de que estén de nuevo juntos —Kurt le dice a Josh—. Y me alegro de
que estés aquí.
—Yo también —dice Josh.
—Me gusta más Isla cuando están saliendo. Yo no creía que eso sería cierto, pensé
que me gustaba más sin ti, pero ese no era el caso en absoluto.
Josh ríe.
—Me alegro de oír eso.
—Ella ha sido una compañía miserable —dice Kurt.
Josh ríe duro, encantado por esta noticia, yo golpeo el brazo de Kurt. Pero estoy
sonriendo, también.
—¿Te quedarás aquí? —Kurt le pregunta a Josh.
Josh y yo inmediatamente nos tensamos. Estoy segura de que está reviviendo el
mismo recuerdo: Kurt, incapaz de mentir. Barcelona.
—Lo hare —dice Josh—. No quiero meter a Isla en problemas, pero se me da bien
guardar silencio.
—No voy a decirle nada a nadie —dice Kurt rápidamente—. Y si Nate me acorrala,
le diré que te has estado alojando en un hostal. No aquí.
Puedo decir que Josh es tan sorprendido como yo.
285
—Aprecio eso —dice—. Pero no voy a dejar que mientas por mí. Si nos cogen, nos
ocuparemos de las consecuencias nosotros mismos.
Kurt reflexiona sobre esto por un momento.
—Has cambiado.
Josh sonríe.
—Tú también.
—Oh —dice Kurt—. Deben decirle a Hattie esta vez, sin embargo.
—Definitivamente —decimos juntos Josh y yo.
Nos quedamos juntos felices y en silencio. Josh no me deja saltar ningún otro
almuerzo escolar o romper cualquier regla adicional. Sólo la gran y obvia chico-en-
mi-habitación.
Es maravilloso compartir un espacio con él.
Mientras hago mi tarea, él dibuja. Cada uno tenemos nuestro propio espacio dentro
de este espacio compartido. Me imagino que nuestro apartamento del próximo
otoño podría sentirse así. El pensamiento me llena de más alegría de lo que pensé
posible. Tomo prestada la televisión de Hattie, y desde las ceremonias de apertura
en adelante, los juegos nunca se apagan. El espíritu de los eventos, de estar en el
país anfitrión, es emocionante. Pero, aún mejor, el sonido de la televisión es muy
útil cuando se trata de amortiguar ruidos indeseables.
Como siempre, el patinaje artístico de mujeres no es sino hasta el final de los
juegos. El programa corto es primero, y estamos emocionados cuando la gemela de
Cricket, Calliope, irrumpe en el primer lugar con una actuación acrobática de gran
alcance. En las gradas, la cámara muestra a Cricket y Lola explotar en sus asientos
con alegría, pero los anunciantes se centran en la maldición de Calliope en cambio.
Se hacen predicciones de que ella estará demasiado temerosa para sacar adelante
su segundo evento.
—¿Por qué no pueden dejar que disfrute de este momento? —le digo.
—No te preocupes —dice Josh—. Los pendejos siempre se comen sus propias
palabras.
Dos noches después, sucede. Es el patinaje libre. Su mirada es aguda, y su traje
negro es brillante y trascendente. Su música es de la película de 1968 de Romeo y
Julieta, y ella se convierte en Julieta –en el amor, en la muerte– ante el mundo
entero. Ella gana la medalla de oro por goleada. Cricket y Lola se abrazan entre sí y
286
lloran. Incluso veo a Anna y St. Clair saltando arriba y abajo detrás de ellos. Pero
Calliope es toda sonrisa triunfante.
—Te lo dije —dice Josh, como si él pudiera predecir el futuro. Pero a lo mejor
puede. Él siempre ha sabido lo que quería, y está consiguiendo todo lo que pidió.
No siempre lo he sabido. Pero ahora tengo lo que quiero, también. El resto, lo
desconocido... vendrá.
Y estoy deseando que llegue.
La premiación termina, apagamos la televisión, y –mientras nos envolvemos
alrededor del otro– nos enfrentamos con la verdad de que nuestro tiempo juntos
está llegando a su fin, también. Josh me sostiene fuertemente, pero no es suficiente
para detener el reloj. La noche siguiente, la llama olímpica se apaga.
Los juegos han terminado. Y él se ha ido.
287
Traducido por Fanny
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
s medianoche. Es sofocante.
Es principio de junio.
Cruzo la Avenida Amsterdam debajo de un cielo claro. Estoy nerviosa, pero
son nervios de los buenos. Nervios de anticipación. En los últimos meses, los
últimos restos de timidez y duda han sido removidos de mis pasos. He encontrado
el Camino Correcto.
Y estoy caminando directo a él.
Los doradas luces de Kismet parpadean hacía mí. Ahí. En la ventana. Todo sobre
este momento es exactamente como lo imaginé. Sus hombros están hacia abajo y
su cabeza inclinada a la derecha. Su nariz está casi tomando la punta de su lapicero.
Llegó más temprano esta tarde en un vuelo de Washington.
Me detengo directamente frente a la ventana. La luz cambia sobre la superficie de
su papel y levanta la mirada. Sonreímos suavemente.
Toco el cristal con mi mano.
—Hola —digo en silencio.
Josh toca el otro lado.
—Hola.
Asiente hacia la puerta para que entre. La abro, y soy saludada por la cálida
fragancia del fuerte café. Él se pone de pie. Camino directo a su abrazo. Nos
besamos, y nos besamos, y nos besamos. Sabe cómo Josh. Huele como Josh. Se
siente como Josh.
—Eres tan real —digo.
Toca mi mejilla.
E
288
—Estaba pensando lo mismo. Amo a la verdadera tú. He extrañado a la verdadera
tú.
Sus dedos están manchados con tinta fresca, y siento la más mínima gota caer
contra mi piel. Trata de limpiarla, pero lo detengo.
—Por favor —digo—, déjala. También he extrañado al verdadero tú.
Josh aprieta mis dos manos con las suyas.
—¿En qué estás trabajando? —pregunto.
—La última página. —Señala hacía la mesa, donde un boceto a lápiz está siendo
convertido en pinceladas entintadas—. Es un dibujo de nosotros, en este café, en
este momento.
Le sonrío.
—Es hermoso. ¿Qué viene después?
—La mejor parte. —Y me jala de nuevo a sus brazos—. El felices para siempre.
289
tephanie Perkins nació en Carolina del Sur, creció
en Arizona y fue a la universidad en San Francisco
y Atlanta.
Siempre ha trabajado con libros: primero como librera,
después como bibliotecaria y ahora como escritora de
literatura juvenil.
Siempre le gustó contar historias, pero, incluso después
de hacer un curso de escritura creativa, pasaron años antes de que se decidiera a
hacerlo.
En la actualidad vive en las montañas de Carolina del Norte con su marido, sus dos
perros y su gato.
Sitio web oficial: http://stephanieperkins.com/
S
290
Anna y el Beso Francés
Lola y el Chico de al Lado
Isla y el Felices Para Siempre
291
Moderadora
Pimienta
Traductoras
Pimienta Jane. Flochi Shilo
Otravaga selene1987 salilakab
Fanny Jessy
veronoel IreneRainbow
ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ scarlet_danvers
IvanaTG
Correctoras Flochi
Otravaga ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
Recopilación, Revisión y Diseño
ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ