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    Coleccin PROYECTO61 Jean Monbourquette

    A cada cualsu misinDescubrir el proyecto de vida

    Editorial SAL TERRAESantander

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    Ttulo del original francs:A chacun sa mission.Dcouvrir son projet de vie 1999 Novalis, Ottawa (Qubec) Canad

    Traduccin:Alfonso Ortiz Garca 2000 by Editorial Sal TerraePolgono de Raos, Parcela 14-139600 Maliao (Cantabria)Fax: 942 369 201E-mail: [email protected] http://www.salterrae.es

    Con las debidas licenciasImpreso en Espaa. Printed in SpainISBN: 84-293-1364-8Dep. Legal: BI-1910-00Fotocomposicin:Sal Terrae - SantanderImpresin y encuademacin:

    Grafo, S.A. - Bilbao

    ndice

    Agradecimientos 13Introduccin 15A quin van dirigidas estas pginas? 15La orientacin de esta obra 16

    PRIMERA PARTE:NOCIONES GENERALES SOBRE LA MISIN1. Cmo definir la misin personal? 21Misin, vocacin, visin:una cuestin de vocabulario 21Cmo definir la misin personal? 22Cmo reconocer la misin personal? 23Cm o descubrir la misin propia? 24Misin e identidad 26Particularidades de la misin personal 272 . La importancia de descubrir la misin propia . 34El tiempo propicio para el descubrimientode la misin: la adolescencia y el pasoa la segunda mitad de la vida 34La misin, fuente de crecimiento personal . . . . 383. Y los que rechazan su misin 45Los que no siguieron su misin 45Los obstculos reales, las falsas creenciasy las resistencias a la realizacinde la misin propia 48

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    mailto:[email protected]://www.salterrae.es/http://www.salterrae.es/mailto:[email protected]
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    SEGUNDA PARTE:SOLTAR PRESA4. Hacer los duelos 61Misin y transiciones 61Las prdidas que van jalonando una vida . . . . 63El soltar presa y sus etapas 675. Curar las heridaspara descubrir la misin propia 76Curar las heridas gracias al perdn 77Las misiones que se derivan de las prdidasy de las heridas 85

    TERCERA PARTE:COMPS DE ESPERA6. El perodo de margen y de sombra 91Naturaleza del perodo de margen 92Perodo difcil, pero necesa rio porque fecundo . . 94Consejos para vivir bien el perodo de margen . 94La sombra, ese tesoro enterrado por miedo . . . . 957. La bsqueda de la propia identidad 105Primer ejercicio de desidentificacino de liberacin de las identidades superficiales . . 107Segundo ejercicio de desidentificacin 110La simbolizacin de mi ser autntico 1138. Estrategias para descubrir la misin propia . . 119Tu historia es la matriz de tu porvenir 121Los sueos de la adolescenc ia 126

    Tu misin en la perspectiva de tu mu erte 128 8

    9. Mi pasin, mi misin 130Qu es una pasin? 130Las metapasiones 132Pasin y patologa 132Discernir tu misin examinando tu pasin . . . . 13310 . Las llamadas del universo 142

    Mirada sobre el universo: optimista o pesimista?. 143La sincronicidad o la atencina las invitaciones fortuitas del universo 148Los mensajes de tu entorno 149CUARTA PARTE:PARTIR DE NUEVO

    11 . Imaginar detalladamentela realidad de la misin propia 155Resistencias al comprom iso 156Descripcin detallada de la misin propia . . . . 15912 . La misin en accin 169Evitar la precipitacin: asumir riesgos calculado s. 170Contar con las pruebas en el camino de la misin. 172Miedo a las reacciones del entorno 174

    Buscar verdaderos colaboradores 175Renovar constantemente el comprom iso 177Ejercicio de visualizacin de los obstculosa superar para realizar la misin propia 177

    13 . Diario de los descub rimientos de mi misin . . 181Bibliografa 195

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    Dichoso aquel cuya fuerza eres T:caminos se abren en su corazn!Salmo 84,6

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    Agradecimientos

    Deseo manifestar mi agradecimiento al padre JacquesCroteau, amigo y colega, que qu iso asociarse a m i proyecto de escribir estas pginas. Accedi generosamente no slo a mejorar el estilo y la claridad del texto,sino tambin a enjuiciar crticamente mis ideas.Pauline Vertefeuille se ofreci amablemente a repasarel texto con sus ojos expertos de periodista capaz deresaltar las ideas-clave. Une vez m s, he tenido la suerte de que revisara mi libro Jose Latulippe; saba quelo pona en buenas manos, ya que Jose lo acogicomo si se tratase de su propia obra.

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    Introduccin

    Una psicloga, que trabaja en medios hospitalarios, meconfiaba que dedicaba la mayor parte de su tiempo no aescuchar a los pacientes, sino a curar la angustia y el desconcierto de sus propios colegas. La mayor p arte de ellos sepreguntaban por el sentido de su existencia: Para quvivir? A quin le sirve mi trabajo? Cul es su utilidad?Hay algo m s en la vida que subir al metro, dar el callo eirse a la cama?.La prdida de los significados de la vida que ofrecanlas religiones tradicionales y las filosofas humanistas haabierto un vaco existencial en m uchos de nuestros con temporneos. Por eso, me ha parecido importante presentar allector mis reflexiones sobre la bsqueda de sentido en suvida y hacerlo, concretamente, ofrecindole instrumentosque le faciliten el descubrimiento de su misin personal.Efectivamente, esta misin personal es la que contribuye adar un sentido a sus acciones y gestos de cada da. Saber elporqu de su existencia aporta a la persona simultneamente un sentido a su vida, una coherencia interna y una orientacin a su actividad, que son otros tantos elementos de larealizacin personal.A quin van dirigidas estas pginas?El objetivo principal de esta obra es acompaar a las personas que se las tienen que haber con transiciones vitales,tanto si son queridas como si son impuestas. Antes o despus, todos estamos llamados a vivir esas transiciones. Pues

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    bien, muchos las viven sin haberse preparado o sin habersido iniciados: jvenes adultos que se quedan varados en laadolescencia, adultos confrontados a la segunda mitad desu vida, padres que llegan a la etapa del nido vaco, jubilados voluntarios u obligados, personas mayores que sienten acercarse ya el final de su vida. En esos periodos cruciales que anuncian un cambio en la vida, todos se plantean de forma aguda la cuestin de su identidad, del significado de su existencia y de suporvenir.Otras transiciones las provocan acontecimientos imp revistos. Mientras escribo estas pginas, pienso de maneraespecial en las personas que han sufrido prdidas importantes: ruptura de una relacin que para ellas supona mucho,muerte un ser querido, paro laboral, jubilacin, prdida decreencias espirituales significativas, no-realizacin de supotencial, o simplemente ausencia de razones para vivir.Pienso tambin en algunos lectores en plena crisis existen-cial, insatisfechos de las motivaciones que hasta ahora activaban su vida; en personas obligadas a actuar en un escenario vital que ya no les resulta adecuado; en otras queexperimentan una devastadora monotona continua o unaburrimiento indefinible; en todos aquellos, en fin, que tienen la impresin de haber perdido el tren de su vida.

    La orientacin de esta obraAntes de emprender la redaccin propiamente dicha deestas pginas, su contenido ha sido experimentado concinco grupos de jvenes y de adultos llegados a la segundamitad de su existencia. Estos encuentros, escalonados entres fines de semana, invitaban a los participantes a unabsqueda espiritual en tres tiempos: hacer el duelo de lasetapas de su vida ya franqueadas, profundizar en su identidad propia y atisbar su verdadera m isin. Al final del recorrido, los participantes afirmaron casi unnimemente que

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    haban adquirido un mejor conocimiento de s mismos, desu misin y de lo que deseaban realizar en la vida. A esecuestionamiento personal orientado a conducir al descubrimiento de su misin, es al que invito ahora a mis lectores.La palabra cuestionamiento viene del latn quaesitus, qu esignifica simultneamente bsqueda y cuestionamiento.El proceso que aqu presentamos sigue, a grandes rasgos, el modelo de cambio propuesto por William Bridges1-Este autor concibe la vida humana como una sucesin detravesas o de transiciones que hay que llevar a cabo segnun esquema de crecimiento en tres tiempos: el tiempo dedesprendimiento de un periodo pasado, el tiempo de margen en el que se le da a la persona la oportunidad de profundizar en su identidad y en su misin, y finalmente eltiempo de la puesta en prctica de su misin en el contextode su comunidad.Este proceso en tres fases es un modelo clsico comnen los ritos iniciticos. Tambin los relatos mticos estnconstruidos en torno a tres etapas: la llamada y la partidadel hroe, las pruebas que tiene que superar y su retornoglorioso. Hay muchos rituales de curacin que siguen esteesquema; por ejemplo, la dinmica de las doce etapas deAlcohlicos Annimos: el abandono del alcohol, la luchainterna y la curacin.Los tres primeros captulos de este libro describen la

    misin de forma terica y subrayan la importancia de seguirla. Los dems captulos estn organizados segn elmodelo presentado por Bridges. As, los captulos cuarto yquinto examinan el tiempo de soltar presa mediante elduelo y el perdn, travesa obligada para sentirse liberadopara realizar la bsqueda personal. Los captulos sexto ysptimo describen el periodo de m argen que permite a 1^persona profundizar su identidad y comprender mejor 1 01. BRIDGES, W., Transitions: Making Sense of Life's Changes, Addiso^Wesley, Menlo Park 1996.

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    que la vida espera de ella. Los tres captulos siguientes,-octav o, noveno y dc im o- se dedican a las estrategias adecuadas para descubrir la misin propia de cada uno. Finalmente, los dos ltimos captulos centran su inters en laltima etapa de la realizacin concreta de la misin, en lasresistencias posibles en esta etapa, as como en la eleccinde colaboradores.Algunos captulos terminan con una serie de ejerciciosprcticos. Sugiero a mis lectores que tengan a man o un cuaderno en el que, a lo largo de todo el proceso, puedan iranotando sus respuestas a los diversos ejercicios. El Diariodel descubrimiento de mi misin, con el que termina estelibro, perm itir al lector recopilar los resultados de sus bsquedas personales, sintetizar sus descubrimientos y formular su proyecto de vida.

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    Primera parteNociones generalessobre la misin

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    1Cmo definir la misin personal?

    Tres canteros, sentados a la mesa en una taberna,descansan de su jornada de trabajo bebiendo una cerveza.El tabernero pregunta al primero qu hace en la vida.Y ste le responde: Tallo piedras.Pregunta lo mismo al segundo,y ste le dice: Tallo piedras para levantar un muro.El tercero,sin aguarda r siquiera la pregunta del tabernero,se apresura a declarar con orgullo:Yo estoy construyendo una catedral.

    M isin, vocacin, visin: una cuestin de vocabularioPara evitar toda ambigedad, me gustara precisar de antemano el sentido que le doy a la palabra misin en esta obra.No es el m ismo que reviste en las expresiones misin diplomtica o misiones extranjeras, en las que designa una funcin o un poder que una autoridad competente confa a unapersona. Aqu, el trmino misin remite a una orientacininscrita en el ser de cada persona con vistas a una accinsocial. Dicho de otro modo, designa la necesidad quesiente cada persona de realizarse a s misma en un actuarque se corresponda con su identidad, al servicio de unacomunidad.La literatura actual sobre el tema de la misin utilizaadems otros dos sinnimos para describir esa misma realidad: los trminos vocacin y visin. En el vocabulario reli-

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    gioso, estas palabras designan la invitacin de un ser supremo a seguir tal o cual camino concreto. No es en este sentido como las usaremos aqu, ya que el contexto es mspsico-espiritual que religioso.As pues, los trminos misin, vocacin y visin se utilizan aqu para expresar una misma realidad, aunque remitan a diversos modos de percepcin: la emotividad, la audicin y la visin. La etimologa de estas palabras permiteponer de relieve sus diferencias. Misin (en latn missio ymissus, que significa enviado) indica un impulso, un estmulo interior de orden emotivo. Vocacin (del latn voca-tus, es decir, llamado) tiene que ver con el modo auditivo ; ms en concreto, esta palabra remite a una llamada queprocede del fondo de uno mismo. Visin (del latn visio ovisus, es decir, lo que ha sido visto) pertenece al modovisual. Este trmino designar habitualmente una imageninterna, una idea creativa o un plan a realizar. Utilizar conmayor frecuencia la palabra misin y slo ocasionalmenteusar los trminos visin y vocacin.Cmo definir la misin personal?Para David Splanger1 no existira ms que una sola y verdadera misin: AMAR. E S difcil contradecir semejante afirmacin! Sin embargo, aunque verdica, me parece demasiado general. Por eso, es conveniente trazar una lista deformas ms concretas de misin que, desde luego, habrnde estar al servicio del amor.La m isin personal puede revestir varias modalidades yformas. Para realizarla adecuadamente, bastar a veces hacer algunas modificaciones en el trabajo de cada uno. As,una persona podr cumplir la misma tarea, pero en otrocontexto; perfeccionarse prosiguiendo unos estudios; cam-1. SPANGLER, D., The Cali, Riverhead Books, New York 1996.

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    biar de actitud ante su empleo; convertirse en autnoma ytrabajar por su cuenta; poner mayor acento en el trabajo deequipo; descubrir una nueva razn de ser o motivacin a loque hace, etc.En algunos casos, la misin consistir en llevar a caboun cambio de actitud: por ejemplo, hacerse ms creativo,ms emptico, ms animoso y valeroso, menos precavido ytemeroso, ms emprendedor, ms comprometido, ms satisfecho, m s inclinado a expresar la gratitud.Otras veces habr que llegar hasta a cambiar de carrerao de em pleo, si se desea responder a una llamada persistente del alma, como ponerse al servicio de los dems, comprometerse en poltica, dedicarse a la cooperacin internacional, encontrar una forma nueva de expresin artstica,reavivar una antigua pasin, etc. Habr ocasiones, finalmente, en que cu mplir la m isin propia significar, quizs,escoger un estilo de vida totalmente nuevo: casarse, tenerun hijo, vivir en el campo, hacerse ermitao, vincularse auna comunidad de personas deseosas de vivir unos mism osvalores, encontrar una nueva compaa cuyo ideal corresponda al que uno tiene, etc.Cmo reconocer la misin personal?La misin personal reviste diversos aspectos: un ideal queperseguir, una pasin, una meta im portante que alcanzar, undeseo profundo y persistente, una inclinacin duradera delalma, un entusiasmo desbordante por un tipo de actividad,etc. Tambin sucede a veces que algunos descubren su misin personal... a base de no descubrirla o de rechazarla. E nefecto, a veces se ve uno invadido por el aburrimiento, lospesares y quejas, la nostalgia, por una impresin de vaco,de sueos recurrentes o de recuerdos y llamadas acusadores. Aun no descubierta o negada, la misin seguir siendoun faro brillante en medio de las tinieblas.

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    Se cree demasiadas veces que es cada uno el que eligelibremente su misin. Sera ms justo decir que es la misinla que escoge al individuo. Cuando el individuo colaboracon ella, la misin se convierte en sabidura de su alma, engua de su camino, ponindole en guardia contra la dispersin y los extravos. Le anima a concentrar sus energas. Leayuda a tomar las decisiones acertadas. En fin, le permitediscernir quines sern sus verdaderos colaboradores en laaventura de su vida. Ms que un hallazgo en el sendero dela vida, la misin es el sendero m ismo.Cmo descubrir la misin propia?Para descubrir su misin, muchos esperan recibir una revelacin del cielo, como si tuviera que aparecrseles el dedoimplacable de Dios, en medio de rayo s y truenos, para indicarles el camino a seguir. Es cierto que algunos personajesde la historia recibieron signos ineludibles de su misin.Pensemos en los profetas de la Biblia, Isaas, Elias, Am os,por ejemplo; o en Juana de Arco, que escuchaba voces quela impulsaban a ir a salvar Francia.Pero, de ordinario, la revelacin de la misin personalacontece de forma mucho ms discreta, e incluso adoptamltiples subterfugios. As, por ejemplo, hay quien descubre un libro que haba dejado dormir durante muchos aosen su biblioteca o se encuentra por casualidad con una persona que le habla de un tema que le cautiva; otro se inscribe en un curso, sin demasiada conviccin al principio, oasiste a un taller de formacin; uno acepta una tarea que aprimera vista parece estar por encima de sus capacidades; ocae enfermo o sufre un accidente o tiene que vivir un divorcio. Otro puede ser testigo de una penosa situacin socialque le irrita y le conmueve hasta el hondn de su alma.Cualquiera de estos acontecimientos, y muchos otros, pueden forzar a la persona a cambiar de orientacin.

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    La misin puede tambin anunciarse, no ya por mediode signos exteriores, sino por estados de alma que uno tiende a no dar importancia, a soslayarlos y hasta a ignorarlos:rumias persistentes, aversin a un trabajo, impulsos sordosde la conciencia, fantasas fugaces, sueos en estado devigilia, intereses constantes, etc. El da en que, por fin, lapersona se detenga a conjugar entre s todos esos sutilesmovim ientos interiores y a descifrar esas m ltiples seales,se encontrar cara a cara con su misin, algo as como sihubiera seguido a ciegas el hilo de Ariadna que le conducaa travs del laberinto de los acontecimientos d e su vida.Otras veces, la orientacin profunda del alma se impone de manera ms convincente. Tomar entonces la formade una llamada clara, de una emocin deslumbrante, de unainspiracin repentina, de una idea arrebatadora, de un destello genial, de una ocasin inesperada, de un encuentroimprevisto, de una situacin social interpelante, etc.Lo cierto es que nadie se prepara a bocajarro para sumisin. Se ve preparado, sin saberlo, por decisiones nosiempre razonadas, por tmidos consentimientos y vinculaciones, por una enfermedad, por acontecimientos curiososo desconcertantes... Slo mucho ms tarde, al repasar el itinerario de su vida, se da uno cuenta de que un designio misterioso le haba servido de gua. En general, la naturalezano procede por sa ltos, pero s va haciendo a una persona capaz de realizar en su vida las transiciones de mayor enver

    gadura. Las menstruaciones, por ejemplo, preparan a lamujer a los dolores del parto; los mltiples pequeos duelos que hay que hacer en la vida predisponen a la persona aaceptar el gran duelo que supone la muerte. De la mismaforma acta la misin de una persona: cuando llama a unasuperacin importante, cuenta con los numerosos pequeosses anteriores que harn ms fcil su plena aceptacin.

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    Misin e identidadEl conocimiento de s mismo es el factor principal en eldescubrimiento de la misin propia. Sea cual fuere la formaque toma la misin, siempre hundir sus races en la identidad de cada individuo. En su brillante obra Callings,Gregg Levoy expresa en estos trminos el vnculo existente entre vocacin e identidad: La vocacin [...] reflejanuestras necesidades y nuestros instintos fundamentales, esdecir, el "yo quiero " de nuestra alma. Ir contra nuestras llamadas es ir contra nosotros m ismos. Es no confiar en nuestra inteligencia ms profunda2.A veces se oye decir: Mi misin en la vida es ser.La belleza y el candor de esta afirmacin no logran, sinembargo, hacerla verdadera. La misin se deriva del ser,pero no se confunde con l. El adagio filosfico Ageresequitur esse (el obrar sigue al ser) man tiene siempre suactualidad.En los captulos 6 y 7 profundizaremos en el tema de laidentidad. De momento me contentar con subrayar que laevolucin constante de la persona obliga a cada uno a preguntarse: Quin soy yo? y a poner al da peridicam ente su respuesta. Es esencial, sobre todo en los momentos detransicin, apartarnos de las actividades habituales paraentrar en nosotros mismos y reflexionar sobre el sueo denuestra alma. Estos momentos se imponen ms an cuando

    se tiene la impresin de haberse estancado y estar en unequilibrio sumamente frgil. La corriente de un ro parecedetenerse cuando el ro se transforma en lago, pero sigueviva y activa. El trabajo de la misin sigue adelante, aunquea veces uno tenga que detener su bsqueda para meditarmejor sobre su propio ser profundo.

    2. LEVOY, G., Callings: Finding an d Following an Authentic Life, HarmoyBooks, New York 1997, p. 234. 26

    Cada individuo posee una identidad nica, inmutable yespecfica; lo mismo ocurre con su misin en el mu ndo. Loafirma claramente Viktor Frankl: Cada persona posee unavocacin o una misin especfica en la vida [...] de talmanera que es nica e irremplazable, pues su vida no puedereproducirse jams. La tarea de cada persona es nica, en elsentido de que slo ella puede realizar esa posibilidadnica.Particularidades de la misin personalNadie se escapa de su misinSeguir la misin propia es insoslayable. Aunque el ro seensanche o se estreche, d rodeos o se pierda en meandros,amenace con desaparecer en medio de zonas pantanosas ochoque contra rocas, siempre seguir siendo el mismo ro.Lo m ismo ocurre con la m isin. Cabe la posibilidad de huirde ella, de equivocarse acerca de su naturaleza, de creerhaberla encontrado porque uno ha llegado a ser popular, dedispersarla en mltiples actividades. Sean cuales fueren lossucedneos inventados para eludirla y los pretextos invocados para retardar su cumplimiento, la persona se ver acosada por su misin como por un fantasma, hasta el mom ento en que se decida a obedecerla.La misin tiene algo de permanente. No es esencialmente transformable a lo largo de la vida, aunque s puedeprecisarse, concretarse, ampliarse, aprovechar a un mayornmero de personas. As, Yehudi Menuhin, violinista de fama mundial, poda afirmar en 1975: Cuando echo unamirada sobre mis sesenta aos de vida, lo que ms meimpresiona es su impulso dinm ico. Todo lo que soy, pienso o hago, todo lo que me ha sucedido parece haberseimpuesto desde mi nacimiento con la simple evidencia deuna prueba geomtrica. Resulta extrao, y hasta un poco

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    desconcertante, verse cumpliendo lo que parece ser undestino.En otras palabras, cuando una persona permanece encontacto con su misin, sta se convierte en un faro en suvida: se hace sabidura de su alma, le posibilita tom ar decisiones acertadas, escoger a sus verdaderos amigos y comprometerse en actividades que van realizando cumplidamente su propio ser.Es cosa de cada uno descubrir su m isinNuestra tarea consiste, no ya en crear nuestra misin, sinoen dejar que ella cree y desarrolle un lugar en nosotros.Viktor Frankl afirma, efectivamente, que, lejos de inventarnuestra misin en la vida, lo nico que hacemos es descubrirla. Y la describe como un mon itor o un sentido interior,una consciencia que nos proporciona un conocimiento denuestra propia unicidad. Brota y se abre como una flor,emerge del interior de uno mismo (o mejor dicho, del Yo,como veremos ms adelante). Se deja discernir poco apoco. Raras veces es explosin, sino lento desarrollo enparalelo con el crecimiento del ser.Karl Jung deca que se senta incapaz de escapar de sumisin. Se senta en manos de un demonio (daimon en losgriegos, o genio en los latinos) que le impulsaba a actuar:Haba dentro de m un demonio (daimon), cuya presenciame era imposible soslayar. Me subyugaba y, si a veces memostraba rudo, es porque estaba bajo su dominio. Auncuando alcanzara la meta de mi trabajo, no poda detenerme all. Porque tena que darme prisa y ponerme de nuevoen armona con la visin3.3. JUNG, K. G., Memories, Dreams and Reflections, Bantam House, New

    York 1965, p. 365 (trad. cast,: Recuerdos, sueos, pensamientos, SeixBarral, Barcelona 19966). 28

    Cada uno est solo para descubrir su misinNadie puede revelarnos nuestra misin. Slo nosotros somos capaces de descubrirla. Cunto nos gustara que alguien nos dejara ciertos y seguros de cul es nuestra misin! Nos sorprendemos a nosotros mismos esperando quealgn sabio nos dicte exactamente lo que deberamos haceren la vida. Sera tan fcil, pensamos, que nuestros padresnos trazasen el camino a seguir; que nuestro acompaanteespiritual nos revelase la voluntad de Dios sobre nosotros;que el psiclogo -grac ias a la magia de sus tests psicolgic o s - nos indicase la orientacin que hemos de tomar; queuna inspiracin repentina acabase con todas nuestras vacilaciones! Pero, mira por cuanto, la misin no se deja descubrir de esas maneras. Es fruto de un trabajo hecho dereflexin, de soledad y tambin de m iedo a engaarnos. Lamadre Teresa no se dej desanimar en el seguimiento de sumisin de ayudar a los moribundos de Calcuta; durantesiete aos, su director espiritual le desaconsej que abandonase la comunidad religiosa en que viva. Pero ella persever y sigui su camino. Dichoso el que haya encontrado en su camino a una persona sabia, capaz de sostenerlo ensu bsqueda y de confirmar sus intuiciones acerca de sumisin!

    Quin es el autor de la misin?Empezamos a tomar conciencia de que nuestra naturalezams profunda, nuestro centro o el Dios ntimo, es la fuentede nuestras llamadas, escribe Gregg Levoy 4. Coincide enesto con el pensamiento de K arl Jung, que defina al Yo, enel corazn de nuestra personalidad, com o el reflejo de Diosen nosotros (Imago Dei). Para Jung, el Yo es el principio4. LEVOY, G., op. cit., p. 324.

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    organizador de toda la personalidad; es intemporal, joven yviejo a la vez; rene todos los rasgos de lo masculino y delos femenino; preside la curacin de nuestro ser; finalmente, es l quien posee la inteligencia de nuestra misin.Larry C ochran observa que, para describir su vocacin,los sujetos que l estaba estudiando, aun en el contexto profano en que estaban trabajando, utilizaban trminos conconnotaciones religiosas: devocin, sagrado, pureza, santidad, compromiso total del corazn, etc. Este mismo autorcompara las experiencias del descubrimiento de la misin con las experiencias-cumbre (peak experiences) psico-espirituales5.Si Dios fuera ese tirano o ese dictador que impone suvoluntad, tal como muchas veces nos lo han presentado, nopodramos en absoluto realizar nuestra misin con todalibertad. Pero si, por el contrario, la voluntad de Dios seexpresa a travs de nuestros talentos humanos, de nuestrasaptitudes, de nuestros deseos profundos y de nuestros impulsos de libertad, entonces es que gozamos de la misteriosa colaboracin de la voluntad divina para realizar nuestramisin. A este propsito, Simone Pacot escribe: Hacer lavoluntad de Dios es la respuesta personal de cada individuoal proyecto de Dios. Como cada ser humano es nico,manifestar y encarnar el proyecto de Dios segn lo que les, de una manera totalmente especfica6.La misin atrae y asusta simultneamenteEs intil que nos preguntemos demasiado tiempo sobre lanaturaleza de lo que se experimenta cuando uno se sienteinvadido por un a inclinacin persistente, por un inters re-5. COCHRAN, L. , The Sense of a Vocation. A Study of Career and LifeDevelopment, State University of New York Press, Albany 1990, p. 2.6. PACOT, S., L'vangelisation des profondeurs, Cerf, Pars 1997, p. 143.

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    crrente, por una fascinacin tenaz hacia un gnero de vidao una actividad particular. Semejante atraccin revela, sinninguna duda, la existencia de una misin y su perfil. Loque suele extraar es que la atraccin que se experimentavaya acompaada muchas veces de una gran aprensin.Tomar conciencia de que uno tiene una misin que cum plirfascina y asusta simultneamente.Una mujer de cincuenta y cinco aos que deseaba emprender estudios de counselling (acompaamiento y consejo) pastoral m e preguntaba si era normal, a sus aos, acariciar esta ambicin. Desde que se haba entregado a este proyecto, se senta oscilar entre el entusiasmo y el miedo. Lehice observar que su sentimiento de ambivalencia, mezclade entusiasmo y de ansiedad, confirmaba la autenticidad desu proyecto. Aquel sentimiento pona en evidencia el carcter sagrado de su intencin. En efecto, el antroplogoRudolph Otto define lo sagrado en trminos de alternanciade fascinacin y de terror (fascinosum et tremendum).La misin exige un compromiso totalA unos jvenes que le preguntaban por la orientacin quedeban tomar en su vida, Joseph Campbell les respondi:Follow your bliss (seguid vuestra pasin, o el hilo devuestra felicidad). Este consejo lapidario traza todo unprograma de vida. A primera vista, podra dar a entendererrneamente que la vida se desarrollara en adelante en unestado de pura felicidad. Pero no es eso lo que piensaCam pbell, que insiste en la necesidad de tener el coraje deproseguir hasta el fin la propia lnea de la felicidad. La bsqueda de la misin propia exige efectivamente un com promiso serio, inseparable de los desprendimientos que en otrotiempo se llamaban sacrificios. Esos desprendimientos notienen nada que ver con el masoquismo; hacen renunciar aunos bienes porque se prefiere un bien superior, como es la

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    realizacin cumplida de uno mismo o el cumplimiento desu misin.Tambin yo pas por esta experiencia: el cumplimientode la misin propia exige un compromiso total. Cuandomanifest mis deseos de seguir estudios de psicologa, amis 42 aos, quisieron probar la seriedad de mi decisin yde mi compromiso. La llamada que senta en m se hacacada vez ms palpable y urgente; dedicaba la mayor partede mis ratos libres a leer sobre esos temas, a participar ensesiones de formacin en terapia y a recibir a personas enprocesos de p sicoterapia.Encontr primero la oposicin de mis superiores, queno crean en mi proyecto de perfeccionamiento. Asum,luego, el riesgo de gastar una buena suma de dinero para ira San Francisco y sufrir all una entrevista de media hora,sin saber si me iban a aceptar en la universidad. Una vezadmitido, deseaba residir, en San Francisco, en una casa demi comunidad religiosa o en una casa de sacerdotes, comome exigan mis superiores religiosos. Pero en todas partesme decan de forma taxativa que no haba sitio para m. Asque me aloj en el campus universitario con estudiantesmuy recelosos para con los adultos que les rodeaban. D esdelos primeros das m e di cuenta de que mis conocimientos deingls eran francamente insuficientes. Se aada a ello ladificultad de encontrar un lugar para las prcticas profesionales. Durante un semestre tuve que recorrer ms de doscientos kilmetros, dos veces por semana, para llegar alsitio que por fin logr encontrar. Y paso en silencio muchosotros percances con los que tuve que bregar para realizar misueo.En ms de una ocasin las dudas se apoderaron de m:No habr emprendido un proyecto que me desborda?.Gracias a mis paseos por la orilla del ocano, logr m antenerme en pie durante el primer semestre. El segundo semestre, con gran asombro por mi parte, se me abrierontodas las puertas: mi ingls haba mejorado, dispona de un

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    lugar para prcticas profesionales a pocos pasos de la universidad; encontr compaeros maravillosos; me invitabanfamilias acogedoras; aprovechaba muy bien los cursos.Entretanto, incluso mis superiores se haban reconciliadocon mi proyecto de estudios. Fue entonces cuando comprend que, cuando uno cree en algo, lo posible residemuchas veces ms all de lo imposible.La misin est orientada hacia los demsCuanto ms aprende uno a amarse a s mismo, ms aprende a amar a los dems. Esta paradoja me asombra siempre.El cumplimiento de la propia vocacin tiene tambin algode paradjico. Quien encuentra su propia misin y la explota a fondo rendir necesariamente no pocos servicios a lacomunidad. Como la puesta en prctica de los propios talentos no se hace en una campana cerrada y sometida al vaco, necesariamente aprovechar a otros. El espritu de creatividad que acompaa a la realizacin de la misin tieneun efecto de entrenamiento para el entorno. Cuando unaflor se abre, atrae a las abejas, escribe el poeta Kabir. Nohay nada ms dinamizador que ver a una persona dedicadaa poner en prctica sus propios recursos.Tambin William James recuerda el influjo social quenuestro estado interior ejerce sobre el mundo exterior: Lagran revolucin de nuestra generacin consiste en haberdescubierto que el ser humano, al cambiar las actitudesinteriores de su espritu, puede transformar los aspectosexteriores de su vida. De este modo, el descubrimiento dela misin de cada uno y el em peo que ponga en realizarlaproducirn necesariamente una irradiacin misteriosa eimprevisible sobre el conjunto de toda su vida y, seguidamente, sobre todo su entorno.

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    2La importancia de descubrirla misin propia

    El nio vio la estrellay se puso a llorar.La estrella le dijo: Por qu lloras?El nio le respondi:Ests demasiado lejos. Nunca podr tocarte!Y la estrella le replic:Pequeo, si yo no estuviera ya en tu corazn,no seras capaz de verme!.(John Magula)

    Siempre que se pregunta a uno por su misin, se entra enuna realidad misteriosa de la que la razn no puede darcuenta adecuadamente. En efecto, cmo saber lo que pasexactamente en quienes cum plieron su misin y en quienes,por el contraro, la rechazaron? Trataremos primero de laspersonas que dijeron s a la llamada de su alma, de lasmodalidades y de las consecuencias de su aceptacin. Ydedicaremos el captulo siguiente a los que no pudieron ono quisieron seguir su misin.El tiempo propicio para el descubrimiento de la misin:la adolescencia y el paso a la segunda mitad de la vidaPara mucha gente la misin parece revelarse muy pronto,desde la infancia o desde la adolescencia. M e he encontrado con sacerdotes y religiosos que desde la edad de siete u

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    ocho aos estaban seguros de su vocacin. Tambin he conocido educadores cuyos juegos infantiles dejaban ya vislumbrar su porvenir de profesores o formadores. Los quetienen un talento particular, acompaado de una pasinespecial, reciben la advertencia de su misin como un destino a seguir. Pensemos en Mozart y en todos esos jvenesmsicos a quienes el talento musical predestina a su artedesde su ms tierna infancia.Pero hay en la vida dos periodos concretos en los que lanecesidad de cumplir la misin propia se hace ms imperativa y hasta obsesiva: la adolescencia y el paso a la segunda mitad de la vida.Las intuiciones de la adolescenciaLa adolescencia se muestra como un periodo fecundo enintuiciones sobre el proyecto de vida. Robert Johnson 1 noscuenta a este propsito el mito del rey pescador, para ilustrar el acontecimiento decisivo vivido en la adolescencia.Perdido en el bosque, hambriento, el rey vio un salmnasndose sobre las brasas; al intentar cogerlo, se quem losdedos y se los llev instintivamente a la boca; al lamrselos, sabore un trocito de pez. Se sinti transformado poraquella aventura hasta el punto de que ya nunca fue el mismo que antes. Johnson ve en ello el drama del adolescenteque saborea prematuramente la esencia de su ser; el salmn representa aqu el Yo. Esta revelacin capaz de trastocar su identidad resulta ser una experiencia que, por suspocos a os, el adolescente es incapaz de asumir.Johnson aplica a la mayor parte de los adolescentes elfenmeno de esta quemazn simblica: todos ellos quedanobsesionados por la revelacin de su naturaleza profunda y1. JOHNSON, R., He: Understanding Masculine Psychology, Harper andRow, New York 1974.

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    de las posibilidades de su misin. No es esa la suertede muchos jvenes que, durante unos momentos fugitivos,han percibido su esencia espiritual y su porvenir? Durante un encuentro al que asista, un grupo de jvenes estuvieron dialogando sobre las premoniciones de su vocacin.Muchos reconocieron que haban tenido experiencias-cumbre (peak experiences) que les haban hecho atisbar suporvenir.Por desgracia, la mayora de las personas olvidan oarrinconan esas intuiciones, o fogonazos msticos de suporvenir, que percibieron en su adolescencia. Al llegar aadultos, se dejan llevar por la preocupacin de responder alas exigencias de la vida en sociedad: por ejemplo, estudiarmaterias obligatorias que les interesan poco, lanzarse a lacompetitividad, ganarse la vida, cumplir una funcin social,acumular riquezas, ambicionar puestos de prestigio. Sedejan acaparar por otras ocupaciones totalmente ajenas a lainclinacin profunda de su alma.Por lo dems, estoy de acuerdo con Jean Cocteau cuando afirma: Cuanto ms viejo me hago, mejor veo que loque no envejece son los sueos. Yo completara este pensamiento precisando que nuestros sueos de juventud noenvejecen.La crisis de la segunda mitad de la vidaLa mitad de la vida constituye otro momento privilegiadopara tomar conciencia de la misin de cada uno. Para describir la situacin de las personas que han llegado a estaetapa de su existencia, el antroplogo y mitlogo JosephCampbell utiliza la siguiente comparacin: Durante lostreinta y cinco o cuarenta primeros aos de nuestra vida,nos hemos esforzado por escalar una larga escalera a fin dealcanzar la cima de un edificio; llegados al tejado, nosdamos cuenta de que nos hemos equivocado de edificio.

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    A m itad de la vida, pasamos a la otra vertiente de nuestra existencia. Tendemos entonces a hacer un balance de loque hemos realizado. Nos creemos alguien porque noshemo s hecho con un sitio en la sociedad. Recordamos nuestras realizaciones, nuestros afectos pasad os, nuestras alegras y nuestras tristezas, nuestros xitos y nuestros fracasos,nuestras esperanzas realizadas y nuestros sueos frustrados.Pero son muy pocos los que sienten una plena satisfaccinde s mismos. La mayor parte de las personas constatan laexistencia de sueos no realizados, de ideales fallidos, deesperanzas escamoteadas. El espectro de la muerte vienecon frecuencia a exacerbar el sentimiento de haber falladoen el ideal de la propia vida. Agarrados por el pnico, nopocos intentarn rehacerse una nueva juventud y recomenzarlo todo. As, algunos cambiarn de carrera o rompernsu matrimonio, escogiendo vivir con una pareja ms joven;otros adoptarn un nuevo estilo de vida. La obsesin de nohaber llenado cumplidamente su misin impulsar a algunos a querer efectuar numerosos cambios en su vida. Peromuchas veces resulta que no saben qu es lo que hay quecambiar. Se contentan con modificar cosas exteriores envez de plantearse las cuestiones fundamentales: Quinsoy yo? Cul es el sueo de mi vida? Qu quiero hacercon el tiempo que me queda por vivir?

    En vez de sucum bir a la tentacin de repetir las hazaasde su juventud, los adultos que se encuentran en la mitad desu existencia deberan comenzar por sumergirse en el interior de ellos mismos. En efecto, el reto con que han deenfrentarse las personas de esta edad consiste en exploraren profundidad el terreno en barbecho de su sombra, esemundo de posibilidades que han reprimido en el inconsciente por temor a verse rechazados.Despus de varias sesiones de terapia, un hombre demediana edad lleg a la conclusin de que, para realizarse,tena que tener una amante. Su psicoterapeuta, que noacababa de ver muy claras las aspiraciones de aquel hom-

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    bre y dudaba mucho de que se fuera el buen cam ino; vinoa consultarme. A mi juicio, nos encontrbamos ante el casoclsico de una persona que intenta colmar su vaco interiorrecurriendo a un medio exterior. Aquel hombre tena queaprender a desarrollar sus cualidades femeninas, que hastaentonces haba ignorado. Al reintegrar su som bra femenina,iba a poder estar ms en contacto con su emotividad y susensibilidad y, por eso m ismo, podra descubrir lo que quera de la vida. En el captulo sexto de este libro trataremosms a fondo de la sombra y de su reintegracin.A cualquier edad se puede conocer la misin propiaAlgunos se preguntan a veces si hay una edad lmite paraque uno llene cumplidamente su misin. Desde luego queno ! Se han encontrado en las pirmides semillas cuya existencia se remontaba a varios millares de aos y que, sin embargo, se ha logrado hacer germinar. Del mismo modo,nunca es demasiado tarde para emprender la realizacin dela misin propia. La abundancia de recursos y de tiempolibre que ofrece la civilizacin actual permite todo un abanico de opciones casi ilimitadas. Millares de personas jubiladas, que gozan todava de una excelente salud, puedenactualmente aprovecharse de ello. Para ellas, se trata de unaocasin nica de recuperar el tiempo perdido en la realizacin de su misin. Sabrn aprovecharse de ello y realizarse, o buscarn simplemente divertirse para escapar de ladepresin y de la perspectiva de la muerte?La misin, fuente de crecimiento personalLa m isin d a un sentido a la vidaEl que satisface su misin tiene asegurado encontrar unsentido a su vida. Descubrir las aspiraciones de su alma y,por ese mismo hecho, su razn de existir. Tendr la sensa-

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    cin de ser l mismo, de experimentar la unidad profunda de su ser y de llevar una vida autntica. Finalmente, tendr la satisfaccin de ejercer un influjo bienhechor en suentorno.Una existencia marcada por semejante sentimiento deplenitud contrasta con la sensacin de vaco existencial queafecta a muchos de nuestros contem porneos. Viktor Franklllama a ese malestar del alma vacuidad existencial ofrustracin existencial. Se trata del malestar, del mal-ser,de quienes no han encontrado o no han dado un sentido a suvida. Y entonces reaccionan frente a ese vaco interior dediversas formas: unos declaran que la vida es absurda ypiensan en el suicidio como el medio de escapar de su angustia; otros se empean en colmar el vaco de su existencia con diversos sucedneos: el alcoholismo, la droga, losjuegos de azar, las actividades erticas o la diversin febril.Otros, en fin, se refugian en el activismo, intentando escapar de los trances del silencio y de la soledad. Segn Si-mone W eil, todos se portan como suicidas: Una existenciaque se pone como objetivo escapar de la vida constituye, afin de cuentas, una bsqueda de la muerte.El efecto psicolgico m s patente de este vaco existencial es el aburrimiento tenaz, esa especie de fiebre del almaque se traduce en un potencial psicolgico y espiritual nopuesto en prctica. Ese aburrimiento no afecta slo al ladoemotivo del ser, sino a toda la persona. Hasta las clulas delcuerpo se aburren y sufren los contragolpes del letargo delalma. Las estadsticas indican que un gran nmero de acc identes cardacos se producen el lunes por la maana, cuando se vuelve al trabajo. El devastado erial de muchos empleados, que llevan su trabajo com o cadenas de esclavitud,podra explicar este fenmeno.Al contrario, la persona que haya descubierto su m isinencontrar en ella razones para vivir y ser feliz, sean cualessean los obstculos, dificultades o sufrimientos que tambin encontrar. A este prop sito, a Viktor Frankl le gusta-

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    ba citar la afirmacin de Nietzsche: Los que tienen un porqu, pueden sobrellevar cualquier cm o. El mismo Franklpudo verificar la exactitud de esta afirmacin: para sobrevivir a las atrocidades de los campos de concentracin, supodarse, en cada mom ento, una razn para vivir.Proseguir la misin propia: una sabidura del almaEl descubrimiento de la vocacin prop ia produce un efectopolarizante sobre el conjunto de la vida de una persona. Sumisin se convierte para ella en una sabidura del alma. Ellale ensea a rechazar lo que podra distraerla de su proyectode vida y a explotar sus energas y sus recursos para realizarlo. En particular, elimina las distracciones, las tentaciones de lo inmediato, las diversiones intiles, la dispersin,los detractores y los falsos profetas; en una palabra, todo loque podra poner trabas a su realizacin.

    Se reconoce fcilmente a las personas que no viven desu misin: mariposean por todas partes; no distinguen entrelo esencial y lo accesorio; se dispersan en un activismodesenfrenado. Lo mismo que la mosca de la fbula de LaFontaine, creen que son los nicos eficaces y critican a losotros por su inaccin. Adems, se convierten en presa fcilde las solicitaciones de su entorno. Estas personas acabansiendo vctimas del agotamiento, por no haber aprendidoa su debido tiempo a escuchar y a seguir sus aspiracionesprofundas. Quienes no se fan de la orientacin de su misin estn abocados al desastre; (la etimologa de esta palabra es muy reveladora: desastre significa el hecho de desviarse de su buena estrella y perderse).La realizacin de la misin propia,un antdoto contra la desestima de uno mismo.La estima de s mismo o autoestima, una realidad psicolgica que se ha puesto de moda, se presenta de dos modosdistintos: la estima que uno siente de su propio ser y la con-

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    fianza en su obrar. Esta simple distincin permitira evitarla guerra que mantienen los que propugnan la autoestima.Para unos, la estima de s mismo consiste en sentirse biendentro de su propio pellejo (feeling good); para los otros, setrata de la aptitud para producir y crear. La primera definicin se sita en el orden del ser; la segunda, en el del obrar.La m isin, tal como la entendemos en este punto, tiene quever sobre todo con la estima de s mismo en el orden delobrar.En su libro Le Soi, Delphine Martinot subraya que unapobre estima de s mismo impide asumir riesgos calculados. La persona que lo sufre no se atreve a exponerse al fracaso, al ridculo, a la decepcin, a la reprimenda. Antes preferira desaparecer de la faz de la tierra. Sin embargo, lo quems podra robustecer su yo fragilizado por el miedo al fracaso, sera descubrir su misin y de comp rometerse en ella.El ms pequeo xito en la realizacin de la misin propiatonifica la estima de uno mismo y anima a emprender nuevas iniciativas. Poco a poco se va borrando el temor al riesgo y va dejando sitio a la confianza en uno mism o.

    La psicologa reconoce que el factor primordial de perseverancia en el cumplimiento de una tarea es la confianzaen uno mismo. sta se adquiere y se mantiene gracias a laesperanza de xito. La confianza en s mismo y la realizacin de uno mismo en su misin se refuerzan mutuam ente.Su interaccin proporciona el coraje y la audacia necesariospara comprometerse y perseverar en la misin propia.

    As pues, la autoestima y la misin van ntimamenteligadas y se influyen la una en la otra: cuanta ms confianza se tiene en s mismo, ms se persevera en la realizacinde un trabajo o de una carrera, ya que uno va sintindosecumplido y realizado. Cuanta mayor impresin se tiene deestar comprome tido en su proyecto de vida, ms aumenta laconfianza en s mismo y ms se siente uno motivado a llegar hasta el final de sus iniciativas.

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    Cuando enseaba en la escuela secundaria, siempre meextraaba ver que los malos estudiantes segn el plan deestudios tenan xito y se realizaban en las actividades para-escolares. Incapaces de centrarse en las materias escolares,podan pasar horas y horas coleccionando sellos, leyendocomplicados manuales de mecnica, aprendindose losnombres de los atletas y sus hazaas deportivas, etc. Conesas actividades, realizadas con autntica pasin, esos estudiantes alimentaban su autoestima.Los fracasados, esos jvenes que abandonan la escuela antes de terminar la etapa de secundaria, son personasdesanimadas por no haber encontrado una meta interesanteen su vida. Por tanto, sera muy importante ayudarles adescubrir su misin. Esto les permitira adquirir confianza en s mismos y, en consecuencia, perseverancia en susestudios.

    El compromiso serio en la misin propia arrastra consigola colaboracin del universo y de sus recursosPara Albert Einstein, la cuestin fundamental que se plantea en la vida es : El universo, es amistoso o no lo es? L anarracin que viene a continuacin ilustra muy bien, a mijuicio, el hecho de que, si uno toma en serio su misin, seencontrar con un universo amigo y con un entorno dispuesto a cooperar.Federico, uno de m is amigos, senta una fuerte atraccinpor las gentes afectadas por la prdida de un ser querido.Abandonara su carrera de psico-educador, que le aseguraba una buena situacin econmica? Deba lanzarse a untrabajo de psicoterapeuta entre personas en situacin deduelo, corriendo el riesgo de que bajasen sus ingresos de unmodo importante? Se senta lleno de pnico ante el pensamiento de tener que cambiar de empleo. Conseguira ganarse la vida para l y para su familia? Sera todo aquello

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    un sueo vaporoso, un capricho pasajero? Qu diran losdems? Tendra que lamentarlo el resto de su vida?Finalmente, tras largas y angustiosas vacilaciones, despus de haber consultado a su familia y a algunos amigos,Federico dio el salto. Dej definitivamente su empleo y,despus de una formacin en terapia de duelo, ofreci susservicios a su comunidad social. A pesar de unos comienzos poco prometedores, acab hacindose con una slidaclientela. Se puso luego a dar conferencias sobre el tema.Adquiri rpidamente fama internacional como formadorde consejeros en esta materia. Cre nuevas tcnicas de terapia del duelo, que se ha propuesto describir en un prximolibro. El s que dio a su misin lo propuls a una serie deaventuras esperanzadoras y a proyectos sugestivos. La realidad ha superado sus ms ambiciosos sueos. Por habersecomprometido a fondo en un terreno que le apasionaba, lesali al encuentro un universo amistoso.Por el contrario, muchas personas consideran al universo como una realidad am enazadora, de la que hay que protegerse. Deben aislarse, no confiar nunca en nada, fortificarbien sus barricadas y, sobre todo, no asumir riesgos. Elcocooning, esa forma de vida cada vez ms popular en laque cada uno se encierra en su mundo cmodo y bien protegido, acaba con todos los bellos riesgos.El cumplimiento de la misin propia enriquece al universoThomas Berry, un gran telogo ecologista, define tres principios que rigen el universo: la diversificacin de los seres,la interiorizacin y la comunin. Desde hace millones deaos, el universo se ha enriquecido entre otras cosas por ladiversificacin de las especies de plantas y de animales.Para diferenciarse, las plantas y los animales no han tenidoque contar ms que con el automatismo de las leyes naturales y de los instintos. Tambin cada ser humano esta llamado a hacerse diferente y nico, pero debe conseguirlo en

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    virtud de su libre albedro y de su creatividad. Por es o, cadavez que una persona desarrolla sus talentos y su originalidad en el cumplimiento libre de su misin, se hace co-creadora y colaboradora de la Creacin. Enriquece al m undo con su contribucin nica e irremplazable. Convienesustituir la frase Nadie es indispensable por esta otra:Toda persona es indispensable. En efecto, cada ser humano recibe una llamada a cumplir una misin personal que les el nico que puede cumplir. Si el universo se empobrecepor la desaparicin de una especie vegetal o animal, tambin se empobrece por igual cuando un individuo no re conoce su misin o se niega a llevarla a cabo.

    * * *He aqu en pocas palabras lo esencial de estas primerasreflexiones sobre la importancia de llevar a cabo el proyecto de vida de cada uno.Existen dos periodos privilegiados en los que se sientecon mayor fuerza la llamada de la misin propia: la adolescencia y la entrada en la segunda mitad de la vida.No existe ningn lmite de edad para cum plir la misinpropia, ya que se trata de una realidad innata que espera serexplotada.Llevar adelante la misin propia proporciona una raznpara vivir y confiere un sentido a la propia vida.

    El descubrimiento de la misin propia aum enta la autoestima y la confianza en uno mism o.El proyecto de vida de cada uno tiene incidencias msamplias de lo que se podra creer. Por la realizacin de sumisin, cada persona se vincula a los cam pos de energadel universo.Finalmente, siguiendo la llamada que viene de las profundidades de su ser, la persona entra en el movimiento deco-creacin del universo. Participa de la inteligencia y de lasabidura un iversales, llamadas Providencia.

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    3Y los que rechazan su misin...Mi corazn tiene miedo a sufrir,dijo el muchacho al alquimista,una noche en que miraban el cielo sin luna.-Dile que el miedo a sufrires peor que el propio sufrimiento.Y que ningn corazn sufri jamscuando fue en busca de sus sueos.(Paulo Coelho1)

    Cmo explicar el hecho de que unos descubren su misinmientras que otros no la descubren jams ? Sigue siendo unmisterio! Sea de ello lo que fuere, nos vam os a detener aquen los obstculos que se encuentran en el descubrimiento dela misin propia.Los qu e no siguieron su misinLos que no han descubierto su misin pertenecen a cincocategoras. Estn primero los que no saben que tienen unamisin o no creen en esta realidad. Vienen luego los quebuscan en vano su misin porque no saben cmo encontrarla. Estn adems los que no tienen valor para seguirla yacuden a excusas y com ponendas. A continuacin estn losque, habiendo encontrado su misin, acaban abandonndo-1. COELHO, R, El Alquimista, Planeta, Barcelona 1995, p. 164.

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    la. Finalmente, nos encontramos con los que descubren sumisin, pero se niegan obstinadamente a seguirla.* En la primera categora figuran las personas que ignoran la existencia de su misin. Su vida se desarrolla sin pasin; parecen quedarse satisfechos con la rutina cotidiana:subir al metro, dar el callo, irse a la cama. No obstante, sumisin, aunque ausente, seguir hostigndoles bajo la for

    ma de fantasmas fugaces y punzantes. Sentirn un vago malestar que se transformar a veces en accesos de ansiedad yen hasto de vivir. Algunos se dirn: No hay ms, esto esla vida!. Han reprimido su misin, all muy hondo en suinconsciente, hasta el punto de que ahora forma ya parte desu sombra.En mis conferencias sobre el tema de la misin personal, siempre me asombra ver cmo se enciende la mirada delos oyentes, cmo se despierta su inters y cmo se apodera de ellos el entusiasmo. Tengo la impresin de estar revelndoles un secreto ntimo que ha estado muy escondido enel fondo de su corazn. Un joven me confiaba hace poco:Su exposicin sobre el hecho de que cada persona llevadentro de s una misin ha cambiado mi vida. Me sentaobligado a decrselo.

    * La segunda categora corresponde a las personas queencuentran dificultades en descubrir y en proseguir su misin. Aludo a esos obstculos a todo lo largo de este libro,en particular en la ltima parte de este captulo. A qu ienesdeseen saber ms sobre las posibles resistencias, les aconsejo el libro de Barbara Sher2, que presenta estrategias prcticas para superarlas.

    * Ms que con vivir su misin, las personas de la tercera categora se sienten satisfechas con las componendas.2. SHER, B., / Could Do Anything If I Only Knew What It Was: How toDiscover What You Really Want and How to Get It, Delacorte Press,

    New York 1994. 46

    As, el que se senta llamado a ser artista se har crtico dearte. Un historiador potencial se contentar con ser reportero de los hechos cotidianos. Otro, que senta la necesidad deescribir, se lanzar a ser editor. El soltero que deseaba tenerhijos tratar de educar a los hijos de los dems. Algunosintentarn tener xito en su misin de forma vicaria, eligiendo como pareja a una persona que la realice en su lugar.Es el caso de aquella mujer con aptitudes artsticas innegables que se cas con un artista-pintor. Tras haber tomadoconciencia de los motivos inconscientes de su eleccin, sepuso a seguir cursos de pintura, con gran disgusto de suesposo que crey que ya no lo quera.

    * A lo largo de los cursos y talleres que he tenido sobreel descubrimiento de la misin propia, he encontrado personas que ya antes haban encontrado su misin, pero que,luego, la haban abandonado. Estas personas forman partede la cuarta categora. He aqu algunos ejemplos. Al trazarel perfil de su misin, una joven se dio cuenta de que habadejado un trabajo que, sin embargo, la haba llenado de felicidad: animadora escolar, creaba programas de estudio queexperimentaba con chavales en cuya compaa lo pasabaestupendamente. Ahora, encerrada en un despacho, ejecutalas rdenes de un jefe. Detesta su empleo, porque ya nopuede desarrollar su creatividad y la mantiene lejos de losnios. Otro participante se extra de reconocer su misinen un trabajo que haba abandonado diez aos antes; era unpuesto de ecologista que le haca dirigir un equipo de hom bres en plena naturaleza. Insatisfecho de su empleo actual,se preguntaba si no debera volver a sus viejos am ores, auna costa de un recorte en su sueldo.

    * La historia nos presenta hroes muy conocidos quepodramos clasificar en la quinta categora, la de aquellaspersonas que se han negado a responder a su misin. Jons,un personaje bblico, representa el tipo mismo del profeta

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    recalcitrante que intenta eludir su llamada. Dios le pedaque fuera a predicar a los habitantes d e Nnive para convertirlos. Jons crey que podra escaparse en un barco quenavegaba hacia Tarsis, en la esquina opuesta al lugar de sumisin. Pero he aqu que se levanta una tempestad en elmar. La tripulacin, para ganarse el favor de los dioses ycalmar las olas, arroja al mar a Jons, con su consen timiento . Se lo traga una ballena, lo mantiene preso en su vientrepara, finalmente, devolverlo... en las orillas del Tigris, enNnive. Muy a su pesar, Jons vuelve a encontrarse en ellugar mismo adonde Dios le haba ordenado ir. La moraleja de esta historia: nadie puede escaparse de su misin; sino la cumple voluntariamente, no tendr ms remedio quecumplirla a la fuerza.Hay un proverbio latino que describe el carcter imperativo de la misin como si se tratara de un destino : El destino conduce a quienes lo aceptan; a quienes lo rechazan,los lleva a la fuerza. Al contrario, la opcin de no obedecer a nuestra misin es la prueba de nuestra libertad personal. Nuestra vocacin no es un destino implacable, comopretendan las tragedias griegas. Siempre tenemos la posibilidad de rebelarnos contra nuestra misin. Pero, en esecaso, tendremos que pagar el precio correspondiente.

    Lo que Dios m urmura a la rosapara hacer que se abra en toda su belleza,mil veces me lo grita a m en mi corazn.(Rumi)

    Los obstculos reales, las falsas creenciasy las resistencias a la realizacin de la misin propiaDistinguimos tres tipos de obstculos en la prosecucin dela misin propia: las dificultades reale s, las falsas creen ciasy las resistencias psicolgicas.

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    Las dificultades realesNo todos los obstculos son de naturaleza imaginaria; y elhecho de no superarlos no denota necesariamente una faltade coraje. Existen obstculos muy reales que ponen trabas,al menos momentneamente, a la realizacin de la misinpropia: la pobreza, la enfermedad, las responsabilidades familiares, la carencia de recursos, el aislamiento, la falta deformacin adecuada, etc.Estas limitaciones son reales. Sin embargo, no deberamos infravalorar la creatividad, la tenacidad y la ingeniosidad de las personas de cididas a cumplir, cueste lo que cueste , el sueo de su alma. El caso de Gilberta es un buenejemplo. Abandonada por su marido alcohlico y a pesar desu situacin de pobreza severa, consigui salir adelante consus dos hijos. Cuando me enter de que se haba inscrito enun programa de licenciatura en counselling (orientacinfamiliar), confieso que no me entraba en la cabeza cmopodra llevar a cabo semejante cometido. Pero me equivoqu. Gracias a su desenvoltura, a su empeo, a su tesn enel trabajo y a algunas becas de estudio, consigui, despusde cinco aos, obtener el grado universitario que ambicionaba. Ahora mantiene abierto un consultorio. Y aado quesu propia experiencia de la pobreza le ha hecho ser muysensible para ayudar a sus clientes que pasan por situaciones de indigencia.Las falsas creenciasEl segundo tipo de obstculos para la misin provienede convicciones consideradas como verdades irrefutables,pero que no lo son. Esas opiniones errneas nacen de experiencias frecuentemente desafortunadas y repetidas.Me voy a permitir describir algunas de ellas y denunciar sufalsedad:

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    Mi trabajo, mi funcin o mi carrera: sa es mi misin!

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    Dichoso el que ha encontrado su misin en el cumplimiento de un trabajo! Pero no hay que confundir estas dosrealidades. Un trabajo, una funcin e incluso una carrera nosiempre tienen las caractersticas de la misin, en particularsu carcter englobante, permanente y fascinante; estn sujetos al cambio. En efecto, se puede perder un trabajo e incluso abandonarlo por otro, sin que se modifique en nada lainsistencia de la misin personal. Si comparramos la realizacin de la misin con la ejecucin de una pieza musical,la misin se identificara con la meloda, mientras que eltrabajo, la funcin o la carrera seran los instrumentos. Apesar de la diversidad de instrumentos utilizados, la meloda seguira siendo siempre la misma.Los que no tienen la dicha de tener un trabajo que coincida con su misin, difcilmente encontrarn en l una razn para vivir; todo lo ms encontrarn una razn para sobrevivir. Algunos de ellos podrn escoger otra alternativacompatible con su trabajo que corresponda mejor a su llamada. Por ejemplo, uno de mis amigos que es mdico haencontrado en la fabricacin y conservacin de mueblesantiguos una manera de expresar una pasin que l sentade antiguo.

    Puedo cumplir mi misinimitando la de los grandes personajesSi se puede imitar el coraje o la determinacin de una persona en el descubrimiento y la prosecucin de su misin,resulta imposible, sin embargo, imitar la misin, como tal,de otra persona. Lo subraya una cita sacada de la BhagavadGita, texto sagrado de la filosofa hind: Es preferible conocer la misin de nuestra vida (dharma) aunque sea demodo imperfecto, que intentar asumir la misin de la vidade otro, sea cual sea el xito que en ello se consiga.

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    He aqu un ejemplo de este tipo de error. Cuando canonizaron a Eugenio de Mazenod, fundador de la congregacin religiosa a la que yo pertenezco, los hermanos Oblatospusieron de relieve su carisma. Pues bien, algunos de ellospresentaron el carisma del fundador como un ejemplo aseguir. A mi juicio, eso es un error. Porque, adems de queuno es incapaz de imitar a un personaje tan eminente, no sepuede pretender ejercer el carisma de otro sin caer en elespejismo. El peligro sera crear una doble personalidad. Elvalor y la perseverancia de monseor de Mazenod en serfiel a su vocacin son, sin duda, una enorme fuente de inspiracin, pero nadie puede ambicionar vivir exactamente elcarisma del fundador. Cada uno de los oblatos tendr quedescubrir para s mismo su propio carisma.A medida que uno va cumpliendo su misin, se va sintiendo cada vez ms autnomo, ms creador y ms dueode su vida. A Laurie Beth Jones le gusta decir: Si no tienes tu propia misin, es que ests viviendo la de otros.Si hago la voluntad de un superior,no puedo equivocarme sobre mi misin

    La obediencia a un superior o a un jefe puede ser a vecesuna trampa sutil que aparte de la misin propia. En efecto,son raras las autoridades cuyo inters central sea favorecerante todo y sobre todo el pleno desarrollo de sus subordinados o de sus empleados en la realizacin de su proyectode vida. Al contrario, estn ms preocupados en hacer quefuncione la institucin o la empresa de la que son responsables. Los empleados, vctimas de la cortedad de visin desus jefes, trabajan muchas veces por motivos ajenos al decumplir su misin propia, como pueden ser un buen salario,ventajas sociales o un ascenso; no tienen la impresin derealizar plenamente su potencial. sta es actualmente, en elmundo del trabajo, la causa principal de las tensiones, del

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    absentismo laboral, de los sabotajes e incluso, a veces, de renciante distinto para que les presentase la misin general

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    las reivindicaciones exageradas. Es la conclusin a la quellega Estelle Morin en su artculo sobre la eficacia organizativa y el sentido del trabajo 3.Es evidente que la necesidad de cum plir su misin sermenos apremiante para un joven que para un adulto. Eljoven, de ordinario, tendr que retrasar su realizacin parasatisfacer otras tareas ms inmediatas, como cubrir sus necesidades y abrirse un lugar en la vida. Tendr que acomodarse a las posibilidades de trabajo que se le ofrezcan yadaptarse a las circunstancias. Pero a la persona que ha llegado a la mitad de su vida, la necesidad de realizar la misin para la que ha nacido se le har ms imperiosa.Como psiclogo, he encontrado personas deprimidaspor haber seguido un ideal dictado por una institucin, peroextrao a sus aspiraciones personales. A este propsitoLaurie Beth Jones alerta a sus lectores: Tened mucho cuidado con endosaros una misin que se corresponda con lasnecesidades de otro, pero que no tenga nada que ver co nvuestros propios intereses o con vuestras aptitudes4. Po rtanto, no es de extraar que m uchos trabajadores no tenganms finalidad en la vida que llegar a la edad de su jubilacin, en la que se vern finalmente libres de las exigenciasde un empleo que no corresponda a su m isin.Las autoridades de algunas instituciones estn convencidas de que, si los subditos se aplican a cumplir la misinde la institucin, no tendrn ya necesidad alguna de preguntarse por la suya. He aqu una ilustracin elocuente deeste fenmeno: unos religiosos tenan que hacer todos losaos un retiro, a fin de recibir un nuevo impulso en su vidaespiritual y apostlica. Ao tras ao, invitaban a un confe-3. MORIN, E., L'efficacit organisationelle et le sens du travail, en(VV.AA.), La qute du sens, Pauchant, Pars 1996.4. JONES, L. B., TOUS les chemins m nent soi: l'importance de trouver savoie, Le Jour, Montral 1996, p. 31.

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    de la Iglesia. Lo curioso es que, a pesar de la competenciade esos conferenciantes, los asistentes al retiro no apreciaban mucho sus ideas. Pero he aqu que un ao un nuevo animador-conferenciante suscit el entusiasmo entre ellos. Lesinvit primero a preguntarse por su misin personal. Unavez que la hubieron identificado, los anim a situarla en unmarco especfico de la misin de la Iglesia.Este animador hab a comprendido, por una parte, que esnecesario respetar en primer lugar la llamada de cada individuo y, por otra parte, que en la misin apostlica de laIglesia hay sitio para los carismas personales.

    Puedo descubrir la misin de mi vidamediante estudios filosficos o teolgicosLa bsqueda y el descubrimiento de la misin de cada unosuperan el anlisis puramente intelectual. Algunos creenque el estudio de los grandes sistemas filosficos y teolgicos podra ayudar a una persona a identificar sus aspiraciones profundas. Ciertamente, semejante estudio puede sertil para ayudarle a encontrar el sentido de la vida, pero noel sentido de su propia vida. En efecto, existe una gran diferencia entre filosofar sobre el sentido de la vida y encontrarel sentido de mi vida, que se encarna en una misin personal. Ningn estudio filosfico sustituir al concete a timismo y, por consiguiente, a la reflexin sobre la identidad y la misin propias de cada uno.

    Una gran notoriedad ser el signode que he alcanzado mi misinLa notoriedad com o tal no tiene nada que ver con la verdadera naturaleza de la misin. Ciertamente, es necesario elreconocimiento social de la misin propia por parte de un

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    grupo. Pero la popularidad y los honores son elementos Seguir la misin propia es duro y penoso

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    accidentales respecto a la misin personal. Los criterios deautenticidad de la misin son interiores a ella misma: elentusiasmo, la creatividad y la satisfaccin de aportar unacontribucin nica al m undo.Conozco a personas muy populares y muy poco felices,insatisfechas de s mismas , y a obreros plenamente realizados. Recuerdo el ejemplo de un jardinero enamorado de susplantas y de sus flores, orgulloso de la belleza y lozana desus arriates, siempre acogedor de los curiosos que venan averlo trabajar. Al ver el empeo que pona en su tarea, elesmero que dedicaba a sus plantas y su continuo buenhumor, se notaba que era un hombre feliz, colmado por sumisin.

    Haga lo que haga en la vida,soy un juguete del azar o de un ciego destino

    Alguien ha definido el azar como el nom bre que Dios llevacuando quiere pasar de incgnito. Sin querer meterme en elmisterio de la fatalidad o de la predestinacin, deseo afirmar mi conviccin de que, a pesar de las vicisitudes de lavida, todos tenemos la libertad de poder escoger nuestramisin. No somos muecos del destino. Al contrario, cadapersona goza de plena libertad para adoptar el camino quems se compagina con su yo autntico. Los animales se realizan en virtud de sus instintos programados; el ser hu manose realiza gracias a su libertad. Tendr que descifrar, poreso, el cdigo secreto de su alma, su ADN espiritual -expresin querida de James Hillman5- y colaborar con l.

    5. HILLMAN, J., The Soul's Code: In Search of Character an d Calling,Wamer Books, New York 1997 (trad. cast: El cdigo del alma,Martnez Roca, Barcelona 1998).

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    El seguimiento de la misin propia, sobre todo en sus comienzos, es con frecuencia fuente de ansiedad. En efecto, lapersona se encuentra ante lo desconocido. Siempre ignoramos lo que puede reservarnos una eleccin de vida: tenemos miedo a equivocarnos; prevemos un fracaso; vislumbramos la posibilidad de vernos rechazados por las personas ms cercanas a nosotros; podemos incluso sorprendernos temiendo un xito que nos exigira demasiado. En com pensacin, una vez comprometidos en nuestra misin, vemos que los miedos se van diluyendo progresivamente paradejar sitio a la satisfaccin y a un sentimiento de armonainterior. Tenemos entonces la impresin de volver a nuestrapropia casa tras un largo destierro.Los miedos iniciales, vinculados a la eleccin de unanueva orientacin de la vida, se transforman muchas vecesen impulsos de entusiasmo . Sin embargo, si los temores, elaburrimiento y el sufrimiento persistieran, sera un signo deque no hemos seguido el camino acertado. Por tanto, si despus de un intento legtimo no se experimenta el gozo profundo de estar respondiendo a una llamada, habra queorientar la vida de otro m odo. El descubrimiento y el cumplimiento de la misin propia no pueden producir ms quealegra, felicidad, creatividad y un deseo de vivir cada vezms plenamente.

    La bsqueda de la misin propia favorece el egosmoHay que reconocerlo: el deseo de realizarse en una misincamina de la mano con el amor a s mismo. Una extraaparadoja quiere que el amor a los dems est condicionadopor el amor a s mismo. No es esto lo que subraya el precepto evanglico: Amars al prjimo como a ti mismo?Santo Tomas se atreve a afirmar la primaca del amor a smismo sobre el amor al otro: Como el amor a s mismo es

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    el modelo del amor a los dems, prevalece sobre l (n, q. fluir en la eleccin de su misin. Pero a lo que la parbola

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    26 , a. 4). La bsqueda de la misin personal se inspira enesta misma lgica y tiene un aspecto altruista, por muyparadjico que esto pueda parecer.La persona que prosigue su misin acabar constatando,antes o despus, el efecto benfico que con ello ejerce sobresu entorno, sobre la sociedad. Aunque sus motivos inicialesestuvieran afectados de egosmo, se irn purificando poco apoco, sobre todo cuando la persona haya alcanzado sumadurez. As un industrial, m ovido al principio por la necesidad de enriquecerse, se convirti, luego, en mecenas deun grupo de artistas; un inventor, animado al principio porel espritu de competitividad, realiz descubrimientos tecnolgicos importantes para el bien de la humanidad; un sacerdote de Amrica latina, consagrado obispo debido sobretodo a su pertenencia a la aristocracia de su pas, sorprendi a muchos volcndose en defensa de los pobres.

    Con todo, la tentacin del egosmo es constante. Rebosante de xitos rpidos, un individuo puede correr el peligrode creerse superior a los dems, de caer en el culto a su propio yo y en la inflacin psicolgica. Efectivamente, cualquiera que se acerque a su Yo experimentar entusiasmo(palabra griega que significa habitado por un dios) y serpropicio a conocer movimientos de orgullo (los antiguosgriegos ponan en guardia contra la hybris). Si sucumbe aesta tentacin, se convertir en un fatuo y estril; su inspiracin y su creatividad se secarn rpidame nte.

    Mi talento es mi misinUna joven me deca que sus educadores la haban arrastrado a hacerse pianista de profesin, con el pretexto de queganaba todos los concursos en que participaba. C iertamentele gustaba tocar el piano, pero no quera hacer de ello unacarrera; ms bien, ella se senta educadora. Injustamente,algunos le recordaban la parbola de los talentos para in-

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    invita es a hacer que fructifique lo que el Creador ha puesto en uno mism o, no tal o cual habilidad. En efecto, la palabra talento designa en esa narracin una moneda y nouna aptitud.As pues, aquella joven empez a seguir cursos de pianopara hacerse profesional, pero la insatisfaccin no la abandonaba. Despus de haber dudado varios aos -no queratraicionar a su talento-, decidi consagrarse al acompaamiento de enfermos en fase terminal. Por primera vez,sinti que segua de verdad el impulso de su corazn. Encuanto a su talento m usical, lo puso al servicio de su nuevamisin.Resistencias psicolgicasA las dificultades reales y a las falsas creencias que se pueden alimentar sobre la misin se aaden las resistencias psicolgicas. Son muchos los malentendidos que subsisten apropsito de las resistencias y de la manera de resolverlas.La opinin com n en este tema es que, si se quiere, todo sepuede conseguir: Si quieres, puedes. Este proverbio parece dar a entender que la persona que se ve envuelta en resistencias frente al cumplimiento de su misin es una personaperezosa o una persona mal intencionada.A mi juicio, la resistencia proviene de una parte inconsciente del ser que manifiesta su desacuerdo con el proyectoconsciente. Si esa parte inconsciente se resiste, es porquetiene miedo de verse olvidada o marginada en la prosecucin del proyecto central. Es importante, por tanto, comprender el mensaje que transmite la resistencia: nos previene de que la m eta buscada no tiene en cuenta todas las exigencias de nuestro ser y no salvaguarda los intereses detoda nuestra persona.Tratar ms ampliamente el problema de las diversasresistencias psicolgicas en el captulo once de este libro.

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    Pero ya desde ahora me gustara insistir en la importancia y Segunda parte

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    en el tratamiento de las resistencias. Desempean un papelesencial tanto en el conocimiento de uno m ismo com o en labsqueda lcida y eficaz de la misin propia. Karl Jungpone en guardia a los que podran verse tentados a deshacerse de sus resistencias como si se tratase de una muelacariada: No habramos ganado nada y habramos perdidomucho si quitsemos las dudas a los pensadores, las tentaciones a los moralistas, el miedo a los valientes. Lejos decurarlos, eso sera amputarlos6.En psicoterapia, encontrar una resistencia fuerte e intensa en un paciente es un signo evidente de que hemos tocado un punto crtico de su crecimiento. Del mismo modo,una resistencia obstinada a la realizacin de la misin propia anuncia que esa persona est siendo solicitada por uncambio importante en su vida. A pesar de las apariencias,una resistencia es una buena noticia: la angustia que entonces se siente indica que uno est cerca de algo importante,y hasta sagrado. Por eso, la forma de tratar bien las resistencias es acogerlas, dejarlas emerger, concretarlas y darlessu nombre exacto, convertirlas en aliados eventuales en eldiscernimiento y el cumplimiento de nuestra m isin propia.

    * * *He considerado de inters presentar un apndice tituladoDiario de mis descubrimientos sobre mi misin. Servirpara recopilar los resultados de las bsquedas personalesefectuadas a lo largo de los prximos captulos. Este diariopermitir al lector sintetizar sus descubrimientos y definirmejor su proyecto de vida.

    6. Citado por LEVOY, G., Caings: Finding an d Following an AuthenticLife, Harmoy Books, New York 1997, p. 196. 58

    Soltar presa

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    Hacer los duelos

    Un hombre que a nhelaba llegar a la iluminacindecidi ponerse bajo la direccinde un gran maestro espiritual.ste le invit primero a tomar con l el t.El nefito aprovech la ocasinpara repertoriarle sus ttulos universitariosy describirle su s experiencia espirituales.Mientras hablaba,el maestro segua echndole t,a pesar de que su taza ya se desbordaba.Extraado de aquel gesto tan inslito,el futuro discpulo le pregunt q u haca.Y el maestro le respondi:No ves que ya no queda sitio en tipara mis enseanzas?.

    Misin y transicionesMisin, vocacin, visin..., todas estas realidades afectan alporvenir de una persona. P ues bien, ese porvenir ser imposible de realizar si la persona no aprovecha su presente parasoltar la presa de su pasado. En efecto, William Bridgesrecuerda la necesidad de romper con lo que ya ha pasadopara planificar el futuro: Toda transicin -e sc rib e- em pieza con la finalizacin de un periodo.

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    Mientras uno se obstina en no abandonar lo que ya no Las prdidas que van jalonando una vida

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    existe, se condena a quedarse encerrado en ello, a vivir enun mundo irreal y, en consecuencia, a languidecer en laesterilidad psquica y espiritual. La negativa a ir soltandopresa, que se ve en ciertas personas, recuerda la actitud deesos simios que se dejan fcilmente capturar por los indgenas: stos meten nueces en unos recipientes de cuelloestrecho, que van dejando por el bosqu e; cuando los m onosmeten la mano en ellos y agarran un puado de nueces, yano pueden sacarla por la estrechez del cuello. Y as, cautivos del recipiente, se convierten en presa fcil para suscazadores.

    Antes de poder entrar en algo nuevo, tenemos que separarnos del pasado modificando no slo lo exterior a nosotros mismos, sino sobre todo nuestro interior. Hay muchaspersonas que no superan la etapa de sus sueos. Se ven paralizadas en la prosecucin de su misin porque estn apresadas por duelos no resueltos y enredadas en sus recuerdosdolorosos. Sus proyectos de porvenir se ven paralizados ogravemente condicionados. No basta un simple cordelilloen las patas de un guila para impedirle em prender su vuelo hacia las cumbres? Lo recuerda el maestro Eckart:Quien desea llegar a ser lo que debe ser debe dejar de serlo que es.

    Si se consigue acabar con lo que de todas formas ya hapasado, es decir, morir a lo que ya ha terminado, se producir un fenmeno inesperado. En esa renuncia, empezaruno a revivir y a recobrar el gusto por crecer. De ah laimportancia primordial de hacer los duelos, es decir, de soltar presa para profundizar en lo que es y, en consecuencia,estar dispuesto a realizar el proyecto de su vida.La resolucin de los duelos exige tomar conciencia delo que se ha perdido, darlo nombre y progresar a travs devarias etapas. He credo oportuno empezar trazando unalista de diversas prdidas que pueden jalonar una vida.

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    Las prdidas previsibles y las renuncias necesariasTodos los periodos de la vida -el nacimiento, la infancia,la adolescencia, el noviazgo, el matrimonio, la segundavertiente de la vida, la marcha de los hijos (el nido vaco),la jubilacin, la ancianidad- comienzan por una rupturacon el estado anterior. Es la ley de la muerte irremediablepara renacer. Judith Viorts1, describe detalladamente lasseparaciones que exige todo periodo de transicin. He aqualgunas.Muchos jvenes buscan su vocacin, pero les cuestamucho trabajo encontrarla. Una de las causas principales desu dificultad sera la falta de una iniciacin que les permitira desvincularse de sus ataduras familiares. Los chicos, enparticular, tienen mayor dificultad en cortar el cordn umbilical que los vincula a su madre. Muchos no evolucionany se quedan bajo el dominio del arquetipo del Puer aeter-nu s (el eterno nio). Cuando les llega el tiempo de elegirpareja, buscan a una persona que siga jugando el papel demadre ideal. En general, las chicas consiguen emanciparsemejor de sus familias. Con todo, tambin muchas de ellaspermanecen durante mucho tiempo bajo el amparo de laautoridad paterna. Temen traicionar a su padre si son ellasmism as. Es el caso de esa joven que desea de todo coraznejercer de decoradora, pero que vive resignada a su trabajode contable... por no disgustar a su padre.Algunas transiciones pueden causar verdaderos traumas. Como le ocurri a una joven madre que acababa dedar a luz; se senta deprimida y no comprenda por qu nose senta feliz por haber dado a luz un nio lleno de salud.La llegada de su hijo haba trastornado su vida: abandonotemporal de su trabajo por maternidad, menos intimidadcon su esposo, poco tiempo para sus aficiones, etc. Se crea1. VIORTS, J., Les renoncements ncessaires, Robert Laffont, Pars 1988.

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    anormal y tena la sensacin de ser una mala m adre. Lo que Las prdidas imprevisibles

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    realmente haba pasado era que todava no haba aceptadolas renuncias que exiga su reciente maternidad.Tampoco un acontecimiento feliz, un ascenso o un cambio de orientacin, por ejemplo, dispensa siempre de lasangustias del duelo. Una amiga ma, directora de un centroescolar, haba visto, por fin, realizados sus sueos: la enseanza directa en contacto con los alumnos. Sin embargo,luego se sinti muy mal, peor que antes de lograrlo; se sorprenda aorando penosamente las facetas agradables de suantiguo trabajo. Lo mismo les sucede .a muchos jubiladosque no han hecho el duelo de su emp leo.Efectivamente, algunos se imaginan que una jubilacinlargo tiempo deseada les permitir ahorrarse el duelo dehaber dejado su trabajo. Una maestra esperaba con ansias lafecha de su jubilacin. Se haba preparado minuciosamente para ello. Pero se vio totalmente desarmada cuando, alfinal del ao escolar, no paraba de llorar al despedirse desus alumnos y colegas. Se haba imaginado que, preparando su retiro, estara ya inmune contra toda explosin de tristeza. Su preparacin no la dispens de las renuncias ligadasa la transicin. Con todo, s le permiti vivirlas con mayorarmona.Qu decir, entonces, de las personas que nunca hanpensado en tener que negociar transiciones semejantes ensu vida? Se aferran desesperadamente a un escenario devida que ya ha pasado. Como aquella m adre de familia, tandeprimida desde que sus hijos abandonaron la casa. Enqu se queda una madre cuando ya no tiene hijos sobre losque velar?La condicin sine qua non (necesaria) para acoger unanueva misin es, por consiguiente, aprender a soltar la presadel pasado, a pesar de la impresin que uno puede tener demorir en la tarea. Richard Bach, autor de Elprophte recalcitrante escribe: El gusano siente como el fin del mundo loque el Maestro llama una mariposa.

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    A las prdidas previsibles se aaden las prdidas accidentales o imprevistas: la muerte repentina de un ser querido, unaccidente, un divorcio, un despido laboral, un fracaso, unabancarrota, una desilusin am orosa, etc. El carcter repentino e imprevisible de esas prdidas hacen que el duelo seams difcil de resolver. A pesar del carcter dramtico deeste tipo de prdidas, siempre ser posible hacerles elduelo.Las prdidas necesarias para proseguir el idealLo desconocido da miedo. Por qu poner en peligro unavida bien organizada, confortable, para comprometerse enuna misin que podra resultar una quimera? Despus dehaber alcanzado una seguridad econmica, una vida cmoda y un status social envidiable, no est uno muy dispuestoa correr el riesgo de perder todas sus garantas de seguridad.Qu vale ms? Valen ms unos sueos cuyo xito esincierto o m s vale pjaro en m ano que ciento volando?.Un sacerdote se vio ante este dilema. Haba conseguidocrear varias obras tiles en la comunidad. Pero sus obrashaban adquirido tal impulso que se haba visto obligado aconfiar su propiedad y su gerencia a una sociedad. sta lecontrat como funcionario para dirigir un sector de servicios. Poco a poco se fue sintiendo mal en su nueva funcin.Cay en una depresin y em pez a sentir malestares de tipoangustioso. Su trabajo le causaba tal stress que tuvo queconsultar con un psicoterapeuta. ste le aconsej que dejara aquel trabajo rutinario y que desarrollara ms su creatividad, como lo haba hecho antes para responder a situaciones sociales urgentes. Pero este cambio de vocacin significaba un notable recorte en sus ingresos. Cmo podracubrir los gastos que ocasionaran su nueva casa, su cochede lujo, sus costosas vacaciones...? En vez de seguir su

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    talento creativo y adoptar un rgimen de vida ms modesto , prefiri conservar su statu quo... y seguir cuidando sus seguir viviendo?. Son signos indicadores de una neurosisexistencial.

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    angustias.Cuntas personas, com o l, rechazan la perspectiva deuna vocacin que supondra cambios draconianos en suestilo de vida! Algunos prefieren hacer que callen los sueos que amenazan su seguridad y su tranquilidad. Se refugian en excusas y se niegan a tener en cuenta la constanteatraccin que les susurra su alma. De ah el malestar queex-perimentan en forma de aburrimiento, de vaco espiritual, de agresividad y de depresin. El mero pensamientode comprometer lo que tienen adquirido los paraliza. Porqu desprenderse de tantas inversiones materiales, de relaciones humanas, de hbitos confortables, de un retiro asegurado, de unas habilidades bien rodadas por aos de ejercicio? Por qu abandonar todas esas ventajas palpablespara abrazar un sueo que quizs nunca llegue a realizarse?Las prdidas d ifciles de concretarLa prdida del sentido de la vida toma la forma de melancola, de vaco del alma y de aburrimiento existencial. Noes se el estado anmico que aflige a muchos de nuestroscontemporneos? Tedio, malestar, aplanamiento, frustracin, impresin de vaco y de inutilidad. Nada les satisface,nada les atrae. Lo que antes constitua su alegra de vivir yano les llena. Languidecen en un vaco existencial que intentan llenar con cosas y actividades cada vez ms decepcionantes. Unos se vuelven escpticos, otros agresivos. Unosse aislan en una soledad malsana, otros se refugian en elconsumismo, la enfermedad o la depresin. Algunos intentan escaparse de su vaco interior refugindose en el alcohol o en extraos comportamientos sexuales, cuando no sedejan seducir por pensamientos suicidas: Para qu vivir?Hay algo ms en la vida que tanta pura rutina? Para qu

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    Viktor Frankl define la frustracin existencial como unaausencia radical de sentido en la vida. La falta de razn deser est en el origen de la neurosis espiritual, especialmente en la persona que ha perdido toda pasin. D nde encontrar esa persona la cura de este mal de ser, de esta morria? Qu devolver un sentido a su vida? La respuesta reside en gran parte en el descubrimiento de su misin.El soltar presa y sus etapasEl trabajo psicolgico del duelo no se orienta a hacer olvidar, sino a establecer una nueva relacin con las realidadesque fueron preciosas para uno, tanto si se trata de personascomo de actividades, habilidades, cosas materiales, etc.Recordemos aqu las peculiaridades del proceso del duelo:es simultneamente na tural, progresivo, comunitario y temporal. Natural, porque se desencadena por s mismo desdeel momento en que se dejan caer sus resistencias. Progresivo, porque su resolucin se va haciendo por etapas sucesivas. Comun itario, porque para curarse del duelo es indispensable la ayuda de otros, sobre todo el apoyo de unacomunidad emptica. Temporal, finalmente, porque, a medida que el duelo se va resolviendo, la persona reencuentraun nuevo equilibrio psicolgico y espiritual.Mi experiencia de acompaamiento de personas enduelo me ha llevado a distribuir la evolucin del duelo ensiete etapas, que son otros tantos puntos de referencia quepermiten saber dnde llega uno en su duelo y medir elgrado alcanzado en la tarea de soltar presa. He aqu unabreve descripcin de cada una de ellas2.2. Una presentacin ms detallada de estas etapas podr