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PÚBLICO EL TEMA 6 DOMINGO 27 • FEBRERO • 2005 C abo Corrientes, Jalisco. Cuando mataron a su madre, ella tenía menos de dos meses de nacida. Don Gil, un indígena de Bioto, la encontró hambrienta y enferma en una cueva de la selva, y le brindó los cuidados necesa- rios para que no siguiera la suerte de su progenitora y de muchos parientes, en un mundo conquis- tado hace medio siglo por los ganaderos y sus largas legiones de vacas. Ahora tiene alrededor de un año con ocho meses, ha alcanzado una talla mediana, pesa unos 45 kilogramos y luce sana, hermosa y poderosa, como todos los de su estirpe. Tonchi, nombre con que la bautizó su atribu- lado padre adop- tivo, es una hem- bra de jaguar, el deslumbrante felino de rosetas destronado por el hombre de su mile- nario reinado en gran parte de los paraísos del neotró- pico, proceso que ahora se vive en este litoral montañoso del Pacífico. Sus ojos tienen una grisura ver- dosa y profunda, y observan sigi- losos a los que se acercan. Per- cibe desde lejos y se agazapa; su atlético cuerpo se hunde en el suelo, las patas delanteras se tensan y las traseras se retraen; la larga y tersa cola se oculta en la hierba mientras atisba y olfatea impávida, con cierto aire despia- dado, una figura humana. Pero no emergerá la legendaria fie- reza. Pronto olvida su papel de depredadora, al fin cachorra inex- perta. En su pequeña jaula, un momento después retoza vientre arriba, como una gatita, y mues- tra la belleza ocelada de su pelam- bre, la blancura de sus grandes fauces, el vigor de sus miembros, codicia prohibida que se mantiene como uno de los trofeos más oscuramente deseados por caza- dores inescrupulosos y pudien- tes. Su madre fue ultimada en el verano de 2003 aparentemente por recelosos ganaderos, que la acusaron de atacar bovinos, aun- que detrás de esa clásica incri- minación contra el “tigre” suelen mezclarse intereses más turbios. José Santos González Gordiano, presidente del consejo de vigi- lancia de la comunidad indígena de Santa Cruz del Tuito, donde está enclavada la aldea de Bioto, advierte de la constante pre- La sombra moteada de las selvas de Jalisco y Nayarit enfrenta el reto de que el hombre le permita sobrevivir. 2005 será declarado Año del Jaguar por la Semarnat, con la prioridad de salvarla AGUSTÍN DEL CASTILLO FOTOS: MARCO A. V ARGAS El jaguar del Pacífico, una ruta a la extinción sencia de cazadores y capturadores foráneos de fauna silvestre, ávidos de pie- les o de ejemplares vivos. Obviamente, todo se logra con la complicidad de muchos de los habitantes de las depauperadas comunidades de la sierra, que ven en la muerte y la captura del jaguar una opción de subsistencia que siempre encuen- tra mercado en Puerto Vallarta y Guadalajara, con pudientes mexi- canos o acaudalados extranjeros que mantienen el hábito de emo- cionarse con la desigual lucha con el “tigre”. Es un fenómeno que se sigue dando en toda la costa. Erik Sara- cho, director de Hojanay (Hom- bre Jaguar Nayarit), atestigua que se han llegado a pagar 20 mil dóla- res en Puerto Vallarta por todos los servicios e información que implican ir tras el felino en la sierra de Vallejo, macizo enclavado al norte de la bahía de Banderas. En El Tuito, atrapan jaguares y se llevan ejemplares vivos. San- tos señala a un lugareño de Paulo, Metodio Urrutia, como contacto de veterinarios de Vallarta y Gua- dalajara que le proveen armas y dinero para las capturas. Meto- dio, astuto como felino, dice que el tigre “es bonito” y “no se le debe tocar”. Cómo se pueden desplazar ejemplares de fauna sil- vestre de esta talla por las carrete- ras es otro de los misterios. La Huerta, Jalisco. Cuántas Panthera onca quedan en el lito- ral es una pregunta difícil. A Rodrigo Núñez, inves- tigador de la Fundación Cuix- mala, le parece complicado respon- derlo. Porque tiene bien detec- tadas, unas ocho que utilizan de residencia temporal o perma- nente la reserva de la biosfera Chamela-Cuixmala, pero extra- polar el dato sería poco realista en el resto de la región, fuerte- mente fragmentada y donde se ha sometido al depredador a una implacable persecución. Lo que sí le queda claro es que las poblaciones de jaguar de Jalisco y Nayarit son las más sanas del Pacífico mexicano, y de su con- servación depende el futuro de la especie probablemente entre Oaxaca y Sonora, donde ha decli- nado más rápido. También es ino- bjetable que si la tendencia des- tructiva de la selva de este litoral occidental permanece, las únicas panteras americanas desaparece- rán de aquí. Para Eduardo Santana Caste- llón, especialista en fauna por el Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad (Imecbio-UdeG), “la conserva- ción del jaguar nos obliga a pensar políticamente de otro modo por- que su escala geográ- fica es muy superior a la de otras especies; se debe gestionar un gran territorio, no limitarse a pensar en áreas naturales pro- tegidas”. El gobierno debe mos- trar capacidad para aplicar la ley y sancionarla, porque “desgracia- damente como se presentan las cosas, el que mata un jaguar no va a la cárcel y no paga multa”. “Sobre todo en las civilizacio- nes mesoamericanas era una enti- dad relacionada con las fuerzas de la Luna y los secretos ocultos de la tierra; por esta razón se le adjudicó en ocasiones el papel de guía de las ánimas. El crepúsculo vespertino se interpreta a veces como el Solo devorado por las fauces de un jaguar gigantesco. Con frecuencia se le contrapone simbólicamente al águila, animal de identificación celeste y solar” ( Enciclopedia de los símbolos, Udo Becker). Bahía de Banderas, Nayarit. Rogelio Parra Covarrubias fue dirigente ejidal de Sayulita, donde el “tigre” ha vivido desde siem- pre. Los ejidatarios se sostie- nen en buena parte por sus hatos ganaderos, y la selva siem- Tonchi, la hembra de El Tuito, cumplió un año y ocho meses. La espera un albergue en Bioto

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Cabo Corrientes, Jalisco. Cuando mataron a su madre, ella tenía menos de dos meses de nacida. Don Gil, un indígena de

Bioto, la encontró hambrienta y enferma en una cueva de la selva, y le brindó los cuidados necesa-rios para que no siguiera la suerte de su progenitora y de muchos parientes, en un mundo conquis-tado hace medio siglo por los ganaderos y sus largas legiones de vacas. Ahora tiene alrededor de un año con ocho meses, ha alcanzado una talla mediana, pesa unos 45 kilogramos y luce sana, hermosa y poderosa, como todos los de su estirpe.

Tonchi, nombre con que la bautizó su atribu-lado padre adop-tivo, es una hem-bra de jaguar, el deslumbrante felino de rosetas destronado por el hombre de su mile-nario reinado en gran parte de los paraísos del neotró-pico, proceso que ahora se vive en este litoral montañoso del Pacífico.

Sus ojos tienen una grisura ver-dosa y profunda, y observan sigi-losos a los que se acercan. Per-cibe desde lejos y se agazapa; su atlético cuerpo se hunde en el suelo, las patas delanteras se tensan y las traseras se retraen; la larga y tersa cola se oculta en la hierba mientras atisba y olfatea impávida, con cierto aire despia-dado, una figura humana. Pero no emergerá la legendaria fie-reza. Pronto olvida su papel de depredadora, al fin cachorra inex-perta. En su pequeña jaula, un momento después retoza vientre arriba, como una gatita, y mues-tra la belleza ocelada de su pelam-bre, la blancura de sus grandes fauces, el vigor de sus miembros, codicia prohibida que se mantiene como uno de los trofeos más oscuramente deseados por caza-dores inescrupulosos y pudien-tes.

Su madre fue ultimada en el verano de 2003 aparentemente por recelosos ganaderos, que la acusaron de atacar bovinos, aun-que detrás de esa clásica incri-minación contra el “tigre” suelen mezclarse intereses más turbios. José Santos González Gordiano, presidente del consejo de vigi-lancia de la comunidad indígena de Santa Cruz del Tuito, donde está enclavada la aldea de Bioto, advierte de la constante pre-

La sombra moteada de las selvas de Jalisco y Nayarit enfrenta el reto de que el hombre le permita sobrevivir. 2005 será declarado Año del Jaguar por la Semarnat, con la prioridad de salvarla

AGUSTÍN DEL CASTILLO

FOTOS: MARCO A. VARGAS

El jaguar del Pacífico,

una ruta a la extinción

sencia de cazadores y capturadores foráneos de fauna silvestre, ávidos de pie-les o de ejemplares vivos.

Obviamente, todo se logra con la complicidad de muchos de los habitantes de las depauperadas comunidades de la sierra, que ven en la muerte y la captura del jaguar una opción de subsistencia que siempre encuen-tra mercado en Puerto Vallarta y Guadalajara, con pudientes mexi-canos o acaudalados extranjeros que mantienen el hábito de emo-cionarse con la desigual lucha con el “tigre”.

Es un fenómeno que se sigue dando en toda la costa. Erik Sara-cho, director de Hojanay (Hom-bre Jaguar Nayarit), atestigua que se han llegado a pagar 20 mil dóla-res en Puerto Vallarta por todos los servicios e información que implican ir tras el felino

en la sierra de Vallejo, macizo enclavado al norte de la bahía de Banderas.

En El Tuito, atrapan jaguares y se llevan ejemplares vivos. San-tos señala a un lugareño de Paulo, Metodio Urrutia, como contacto de veterinarios de Vallarta y Gua-dalajara que le proveen armas y dinero para las capturas. Meto-dio, astuto como felino, dice que el tigre “es bonito” y “no se le debe tocar”. Cómo se pueden desplazar ejemplares de fauna sil-vestre de esta talla por las carrete-ras es otro de los misterios.

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La Huerta, Jalisco. Cuántas Panthera onca quedan en el lito-ral es una pregunta difícil.

A Rodrigo Núñez, inves-tigador de la

Fundación Cuix-mala,

le parece complicado respon-derlo. Porque tiene bien detec-tadas, unas ocho que utilizan de residencia temporal o perma-nente la reserva de la biosfera Chamela-Cuixmala, pero extra-polar el dato sería poco realista en el resto de la región, fuerte-mente fragmentada y donde se ha sometido al depredador a una implacable persecución.

Lo que sí le queda claro es que las poblaciones de jaguar de Jalisco y Nayarit son las más sanas del Pacífico mexicano, y de su con-servación depende el futuro de la especie probablemente entre Oaxaca y Sonora, donde ha decli-nado más rápido. También es ino-bjetable que si la tendencia des-tructiva de la selva de este litoral occidental permanece, las únicas panteras americanas desaparece-rán de aquí.

Para Eduardo Santana Caste-llón, especialista en fauna por el Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad

(Imecbio-UdeG), “la conserva-ción del jaguar nos obliga

a pensar políticamente de otro modo por-

que su escala geográ-

fica es muy superior a la de otras especies; se debe gestionar un gran territorio, no limitarse a pensar en áreas naturales pro-tegidas”. El gobierno debe mos-trar capacidad para aplicar la ley y sancionarla, porque “desgracia-damente como se presentan las cosas, el que mata un jaguar no va a la cárcel y no paga multa”.

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“Sobre todo en las civilizacio-nes mesoamericanas era una enti-dad relacionada con las fuerzas de la Luna y los secretos ocultos de la tierra; por esta razón se le adjudicó en ocasiones el papel de guía de las ánimas. El crepúsculo vespertino se interpreta a veces como el Solo devorado por las fauces de un jaguar gigantesco. Con frecuencia se le contrapone simbólicamente al águila, animal de identificación celeste y solar” (Enciclopedia de los símbolos, Udo Becker).

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Bahía de Banderas, Nayarit. Rogelio Parra Covarrubias fue dirigente ejidal de Sayulita, donde el “tigre” ha vivido desde siem-

pre. Los ejidatarios se sostie-nen en buena parte por

sus hatos ganaderos, y

la selva siem-

Tonchi, la hembra de El Tuito, cumplió un año y ocho

meses.La espera un

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El santuario del jaguar, en las alturas del ejido Úrsulo Galván, en Nayarit. Forma parte de la sierra de Vallejo, recién decretada reserva de la biosfera y que alcanzará en unos meses el estatuto federal. Estas montañas son uno de los principales sitios de reproducción del jaguar del Pacífico.

pre ha sido vista como un gran potrero que provee a los bovinos de pastos, sobre todo en los tiem-pos de secas. Sin duda, el jaguar ha vivido en parte de matar ganado, pero a juicio de este ex cazador de fieras, la fama no está justificada.

“Hay que decirlo, a mí me tocó que cada que se atacaba a una vaca, nos reuníamos e íbamos a matar al tigre, pero la verdad es que esos ataques al ganado son más bien esporádicos y no se jus-tifica tanta persecución [...] son muchos animales los que pueden matar a una vaca, ahí tienes a los perros, está comprobado que a veces matan ganado, y también están los coyotes, yo creo que no es justa la mala fama que se le ha querido dar al tigre”, explica.

Sayulita posee desde hermosas playas hasta monte tupido. Parra

Covarrubias es uno de los pro-motores de respetar al felino

y convertirlo en una atrac-ción más para el turismo, y eso sólo sucederá en la medida en que se aco-ten los sitios de pasto-reo y se permita repro-ducir las presas natura-les del jaguar, como el venado cola blanca, el coatí y el pecarí.

En toda la sie-rra de Vallejo, de

la que forma

parte este núcleo agrario, se vive la efervescencia de proteger félido de piel manchada y reputación temible. El trabajo que ha reali-zado el organismo no guberna-mental Hojanay ha rendido frutos tras cinco años, se ufana su pre-sidente, Virgilio Tamez Orozco. Cinco ejidos han instituido comi-tés de vigilancia para salvar la especie, con el aval de la Procu-raduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), 65 mil hec-táreas de montaña son ya una reserva de la biosfera estatal y se han dado los primeros pasos para constituir un santuario del jaguar en la parte alta de la exuberante floresta del ejido Úrsulo Galván.

“Tenemos la certeza de que esta zona es el criadero principal del jaguar, la prueba es la gran cantidad de adultos y de crías que hemos rescatado en estos años”, afirma el gestor. Hojanay nació debido a que llegó a sus manos una pantera y quiso gestionar su reintroducción al entorno natu-ral, pero se topó con una burocra-cia impresionante y con realida-des desconocidas. Con su amigo Erik Saracho, comenzó la aven-tura de Hojanay, que comienza a fructificar.

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Cabo Corrientes. “La gente ya se concientizó de que hay una

buena oportunidad en aprove-char el recurso natural para el turismo alternativo; hay inversio-nistas que el quieren comprar terreno a los ejidatarios y el prin-cipal objetivo es mantener la flora y la fauna, por eso está todo más controlado”, afirma el presidente municipal, Macedonio Rodríguez Ávalos.

“Vemos por todo el municipio la presencia de jeeps con ameri-canos y con la gente de la región de Puerto Vallarta, que también van por mar a Yelapa, Las Áni-mas, Quimixto; hay mucha inver-sión por parte de las comunida-des para recibirlos”.

¿CÓMO SE PODRÍA APLICAR AQUÍ UN PROGRAMA DE CONSERVACIÓN DEL JAGUAR?

Pues el problema es que gran parte de la población tiene como tradición dedicarse a la ganade-ría, y cuando se menciona que un tigre o un jaguar que se está comiendo los animales, la gente poco lo dice pero no deja de matar este tipo de especies para proteger a sus vacas; entrar a un esquema de protección obligaría a tener discusiones fuertes con los ganaderos. Es una parte muy complicada.

¿CÓMO LO VERÍAN SI SE FORMA UN SEGURO GANADERO, PARA COM-PENSAR LA PÉRDIDA DE RESES?

Con ese tipo de esquema sí

sería posible que el ganadero entre, con un tipo de compensa-ción, porque hasta ahora el gana-dero de Cabo Corrientes ve al jaguar como una amenaza, siem-pre esta al pendiente de que no vaya a atacar [...] con un buen consenso y unas buenas negocia-ciones sí se podría hacer.

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“Es fácilmente comprensible esta obsesión por el jaguar en la soledad mística de la selva, enorme y verde catedral en donde cada ruido, el susurro de las hojas y todo distante crujido de ramas trae a la imaginación la presencia del temible comedor de hom-bres. Para los indios antiguos el jaguar era símbolo de las fuerzas sobrenaturales y no un simple animal, sino un Dios y un ante-cesor” (Miguel Covarrubias, Arte indígena de México y Centro-américa, tomado de La voz de la sierra, órgano de difusión de Hojanay).

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“Los fondos de compensación tienen una larga experiencia de fracasos y muy pocos éxitos”, advierte Eduardo Santana. “Para crear el programa en esta región, necesitaríamos especialistas que determinen si fue o no un jaguar el que atacó, y eso es difícil comprobarlo; pero creo que en una primera etapa, será necesario crearlo”.

Sin embargo, a largo plazo, la apuesta deberá ser la conciencia de los habitantes sobre el deber de proteger esta especie priorita-ria. “El problema con los ganade-ros lo tenemos ahora en Las Joyas (sierra de Manantlán), donde un jaguar ha matado ya tres potros. El resto es en primer término eva-luar el daño de forma objetiva; en segundo, establecer la compen-sación, pero en tercero, la educa-ción, porque de otro modo no habrá futuro en la relación entre el hombre y el jaguar”.

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Tepic, Nayarit. En un video, en una reunión entre “jaguarólo-gos”, ejidatarios y autoridades, se transmite la historia del jaguar de la luz, un sorprendente ejemplar de Oaxaca capturado por miem-bros de la comunidad de Asun-ción Lachixila, luego de devorar 42

borregos y once vacas. “Los comuneros lo

mandaron matar, y así se armó una

expedición que lo buscó sin suerte. Después se les apareció en el camino y vieron un extraño brillo en sus ojos. El más anciano de los presentes dijo que era una señal, y que ese jaguar no quería morir”. Los mayores señalaron que el “tigre” de la luz, que por cierto tiene unos intensos ojos azulados, infrecuentes en estas panteras, es su nahual, y debe ser respetado. Por eso se estable-ció una estrategia para capturarlo que prosperó. Lo malo es que el macho tiene ya cuatro meses en cautiverio y no ha sido reubi-cado. Las otras comunidades de la región ya se lo pelean a Lachixila y la fama de esta fiera no cesa de crecer.

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Cabo Corrientes. Metodio Urrutia vive en la aldea de Paulo, donde las calles están mal tra-zadas y de repente se interrum-pen. El caserío se alarga entre las barrancas que forman los pro-montorios de selva seca que se desparraman hacia la costa. Vive pobremente, aunque se le señala como contacto de los capturado-res ilegales del jaguar. “Les dan armas y dinero y se llevan gatos vivos”, acusa Santos González. Los beneficiarios son dos médi-cos veterinarios; uno posee una tienda en Vallarta y el otro radica en Guadalajara. “El lo niega, pero a mí en una ocasión que le llegué de sorpresa me tocó ver un cacho-rro que allí guardaba”, señala. Van dos años del problema. El ejem-plar más reciente se lo llevaron apenas hace seis meses.

Metodio, nervioso, asegura que no sólo no ayuda a atrapar jaguares, sino que nadie hace nada malo en este rincón de Santa Cruz.

En El Tuito vive Tonchi, ence-rrada en una jaula. Ya le tienen listo un albergue en Bioto, y espe-ran recibir la visita de Heracles, un gato de Vallejo, para que se reproduzcan. La idea era soltarla, pero resultó con un defecto de estrabismo y no podrá cazar. Ello tal vez sea por degradación gené-tica, dado el creciente aislamiento de las poblaciones, o por un pro-blema mecánico, pero no reduce un ápice la belleza a la fiera que camina a la adultez. Don Gil hace muchos meses que no la visita. Dicen que la gata lo recuerda tan bien, que siempre se entristece cuando se le va, y aquello es un lloradero de padre e hija que tarda días en corregirse. Tras cientos de años de persecución, una pasión esperanzadora. ■■

Un venado cola blanca en una brecha de la reserva de la biosfera de Chamela-Cuixmala. Presa habitual del gato