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2940 LA SOCIOLOGÍA EN COLOMBIA: ¿TAREAS REVOLU- CIONARIAS O CONSERVADORAS? HERNANDO PARRA ANTECEDENTES HISTÓRICOS Desde su origen la sociología ha llevado en su haber un debate que gira en torno a si ésta es una ciencia de oposición o es una ciencia de estabilización 1 . Ello en razón a que la sociología surgió “en la misma medida tanto del espíri- tu de la Revolución como de la Restauración (donde) cada uno de los bandos de la guerra civil la reclamó para sí” (Habermas, 1990, P. 278). Esto es, que la sociología surge en una situación de crisis y se constituye en una ciencia de la crisis, teniendo así una doble cara, como una moneda: crítica y conservadora a la vez 2 (Habermas (1990). Por eso, Habermas (1990), interpretó que dado ese origen la Sociología en su transcurrir ha llevado parejamente una dinámica de oposición como de estabilización, afirmando que “aquél que exige a la sociología tareas críticas o conservadoras de esta especie, choca con enérgicas contradic- ciones” (P. 273). Sin embargo, Habermas (1990), también señaló que al interior de la sociolo- gía moderna este debate tiende a perder vigencia, puesto que la realidad social ha llevado a dicha ciencia a renunciar a su pretensión de direccionar con su discurso el horizonte de la totalidad social, para limitarse en su trabajo a hacer solamente recomendaciones técnicas y puntuales (P.281). Al respecto, según Habermas (1990) dos hechos históricos conducen a la so- ciología moderna a este nuevo quehacer. Por una parte, la nueva manera de la confrontación social, ahora entre estados nacionales y no a través de guerras civiles, cuyos intereses expresan las concepciones del mundo de los diferentes sistemas sociales, expresando, a su vez, en cada uno de ellos, la manera como se afianza la sociedad industrial avanzada y la manera como se conjuran los fun- damentos sociales para la existencia de una sociología fragmentada en corrien- tes de oposición y de estabilización, puesto que el conflicto se institucionaliza y se transpone hacia el exterior, librando a la sociología de la responsabilidad de pensar la totalidad social. En segundo lugar, el fenómeno burocrático, que permite el “crecimiento funcional del Estado Administrativo”, cuyo fundamento es la racionalización de la vida económica, política y social, en el marco de un mundo urbano presionado “hacia la autoorganización y la planificación racional” (P. 281). 1 “La sociología como ciencia de las crisis está fraccionada desde el comienzo: ha surgido en la misma medida tanto del espíritu de la Revolución como de la Restauración; cada uno de los bandos de la guerra civil la reclamó para sí. Y la doble intención de una diso- lución crítica de la autoridad o de su conservación a cualquier precio también determinó la lucha de direcciones en la segunda mitad del siglo XIX, la determinó incluso hasta casi nuestros días”. Habermas, jürgen. Teoría y Praxis. Editorial Tecnos. Madrid, 1990. Pág. 278. 2 “El momento de la crisis ha llegado…: Estas palabras del conde St. Simon están dichas con cierta intención crítica; su oponente conservador, de Bonald, podría aprobarlas con una intención contrapuesta”. Op. Cit. Pág. 277.

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LA SOCIOLOGÍA EN COLOMBIA: ¿TAREAS REVOLU-CIONARIAS O CONSERVADORAS?

hErnando Parra

ANTECEDENTES HISTÓRICOSDesde su origen la sociología ha llevado en su haber un debate que gira en

torno a si ésta es una ciencia de oposición o es una ciencia de estabilización1. Ello en razón a que la sociología surgió “en la misma medida tanto del espíri-tu de la Revolución como de la Restauración (donde) cada uno de los bandos de la guerra civil la reclamó para sí” (Habermas, 1990, P. 278). Esto es, que la sociología surge en una situación de crisis y se constituye en una ciencia de la crisis, teniendo así una doble cara, como una moneda: crítica y conservadora a la vez2(Habermas (1990). Por eso, Habermas (1990), interpretó que dado ese origen la Sociología en su transcurrir ha llevado parejamente una dinámica de oposición como de estabilización, afirmando que “aquél que exige a la sociología tareas críticas o conservadoras de esta especie, choca con enérgicas contradic-ciones” (P. 273).

Sin embargo, Habermas (1990), también señaló que al interior de la sociolo-gía moderna este debate tiende a perder vigencia, puesto que la realidad social ha llevado a dicha ciencia a renunciar a su pretensión de direccionar con su discurso el horizonte de la totalidad social, para limitarse en su trabajo a hacer solamente recomendaciones técnicas y puntuales (P.281).

Al respecto, según Habermas (1990) dos hechos históricos conducen a la so-ciología moderna a este nuevo quehacer. Por una parte, la nueva manera de la confrontación social, ahora entre estados nacionales y no a través de guerras civiles, cuyos intereses expresan las concepciones del mundo de los diferentes sistemas sociales, expresando, a su vez, en cada uno de ellos, la manera como se afianza la sociedad industrial avanzada y la manera como se conjuran los fun-damentos sociales para la existencia de una sociología fragmentada en corrien-tes de oposición y de estabilización, puesto que el conflicto se institucionaliza y se transpone hacia el exterior, librando a la sociología de la responsabilidad de pensar la totalidad social. En segundo lugar, el fenómeno burocrático, que permite el “crecimiento funcional del Estado Administrativo”, cuyo fundamento es la racionalización de la vida económica, política y social, en el marco de un mundo urbano presionado “hacia la autoorganización y la planificación racional” (P. 281). 1 “La sociología como ciencia de las crisis está fraccionada desde el comienzo: ha surgido en la misma medida tanto del espíritu de la

Revolución como de la Restauración; cada uno de los bandos de la guerra civil la reclamó para sí. Y la doble intención de una diso-lución crítica de la autoridad o de su conservación a cualquier precio también determinó la lucha de direcciones en la segunda mitad del siglo XIX, la determinó incluso hasta casi nuestros días”. Habermas, jürgen. Teoría y Praxis. Editorial Tecnos. Madrid, 1990. Pág. 278.

2 “El momento de la crisis ha llegado…: Estas palabras del conde St. Simon están dichas con cierta intención crítica; su oponente conservador, de Bonald, podría aprobarlas con una intención contrapuesta”. Op. Cit. Pág. 277.

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Así, en este contexto, “la sociología no se detiene en la tematización de la evolución social global y no es requerida para una explicación de la conciencia práctica en la formación de la voluntad política global, en esta misma medida, han aumentado en la sociología las exigencias de detalle, por parte tanto de las burocracias estatales como sociales y por parte de una praxis profesional cien-tifizada” (Habermas, 1990, P. 282). Sin embargo, Habermas (1990) considera que “con todo, la sociología, en una especie de irónica repetición, si bien sin la garantía metafísica de un orden natural, parece tener que acoger sus tareas críticas como las auténticamente conservadoras, pues el motivo de la crítica lo extrae únicamente de una conservación de su propia tradición crítica” (P. 287).

Además, Habermas (1990), encontró que la sociología como ciencia en su quehacer lógico y metodológico se acoge a las reglas de los “sistemas empírico-teóricos”, queriendo permanecer “neutral frente a las posibles consecuencias políticas de sus resultados llevados a la práctica”3(P. 273). Desde allí Habermas (1990) deduce que sí la sociología asume otro proceder, como reclamar para sí la relevancia política de las consecuencias de su quehacer, ella está en la necesi-dad de hacer “estallar el modelo de ciencia positivista al cual está obligada hoy en día” (P. 273).

BREVE HISTORIA DE LA TENSIÓN ENTRE ESTADO Y SOCIOLOgÍA EN COLOmBIAEn Colombia la sociología no desarrolla el debate con las características arriba

señaladas, sino que su quehacer se hace recurrente a través de una tensión en-tre Estado y Sociología, en razón a que, como dice Gonzalo Cataño (1986): “La historia de la sociología en Colombia es a su vez la historia de sus relaciones con el Estado”4(P. 17). Y ya sabemos que estas relaciones, entre Estado y Sociología, no han sido armoniosas o conflictivas durante todo el tiempo, sino que han exis-tido momentos de relaciones armoniosas y momentos de relaciones conflictivas.

Efectivamente, en la época de la “introducción de la sociología a nuestro país”5, las relaciones entre Estado y Sociología las podemos caracterizar como relacio-nes armoniosas, en razón a que para ese momento las relaciones están marca-das por un interés común tendiente a estabilizar un orden político, a través de la construcción del Estado. Por eso, vemos que Rafael Núñez en su propuesta sobre La Regeneración concibe unas relaciones de interdependencia entre sociología y política, como fundamento esencial para el desarrollo del proyecto político esta-bilizador denominado La Hegemonía Conservadora6.3 Dice Habermas que “en el interior de esta autocomprensión científico-teórica resta de todos modos al sociólogo el ámbito de juego

de su doble papel como científico y como ciudadano; puede elegir las tareas que desea cultivar sociológicamente según puntos de vista de relevancia política, pero semejante decisión previa del ciudadano no puede tener ninguna influencia sobre el mismo trabajo científico” Op. Cit. Pág. 273.

4 Cataño, Gonzalo. La Sociología en Colombia. Editorial Plaza y Janés. Bogotá, 1986. Pág. 17. Sin embargo, el profesor Gabriel Res-trepo (2009) sugiere que el quehacer de la Sociología en Colombia ha estado más relacionado con la nación.

5 Existen diferentes interpretaciones sobre la manera como inicio la sociología en el país, por ejemplo, la del Profesor Jaime Jaramillo Uribe, la del Profesor Gonzalo Cataño y la del Profesor Adolfo González, entre otros.

6 Generalmente este régimen conservador se ubica entre 1886 y 1930. Sin embargo, su Constitución, la de 1886, estuvo vigente hasta

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Por demás sabemos que el pensamiento sociológico que más influyó en Co-lombia durante La Hegemonía Conservadora fue el de Herbert Spencer, pues su fundamento filosófico, su visión de la ciencia y su visión del capitalismo moderno armonizaban más con la necesidad de explicación que tenía dicho régimen:

Desde luego, las ideas de Spencer que más amplia acogida hallaron fueron aque-llas que tenían alguna relación con la política y con las ciencias sociales, por ejem-plo, la idea de evolución y el intento de hacer de la sociología una ciencia, si no exacta, por lo menos experimental, cuyas conclusiones sirvieran para fundar la política sobre bases científicas (Jaramillo Uribe, Jaime, 1997, P.486). Así, es en ese contexto, donde encontramos el discurso de corte spenceriano

de Salvador Camacho Roldán en la Universidad Nacional “el 10 de diciembre de 1882, en el mismo recinto en que Núñez había propuesto dos años antes el es-tudio de la Sociología de Spencer” (Jaramillo, P. 485), donde Camacho resaltaba “la marcha del mundo moderno hacia la paz y la concordia, hacia la conquista total de la naturaleza por la ciencia” (Jaramillo, P. 485).

Ya en el Siglo XX, la historia de las relaciones entre Estado y Sociología en Co-lombia, las vemos marcadas por la tensionalidad inclusión-exclusión-inclusión, en un contexto que podemos denominar “estado de naturaleza turbulenta”, en razón a que permanentemente nos “vienen a la mente expresiones como desins-titucionalización, crisis, ingobernabilidad, etc.” (Francisco Gutiérrez Sanín, Fran-cisco, 1997, P. 90), o porque como dice William Ramírez Tobón (2000), que el Contrato Social de la sociedad colombiana “se embolató en la incapacidad de las clases dominantes salidas de la Colonia para armar una alianza hegemónica capaz de generar una ideología y una gobernabilidad sostenible” (P. 26).

Así, entonces, la tensionalidad inclusión-exclusión-inclusión, entre Esta-do y Sociología, se expresa en la historia colombiana de los últimos cincuenta años7(Cataño, Gonzalo, 2007). Efectivamente, durante buena parte de los años sesenta del Siglo XX, las relaciones, Estado-Sociología, son armoniosas porque son incluyentes, logrando en un recorrido breve que a la sociología se le reco-nozca un gran avance en su “proceso de institucionalización” (Cataño, 1986, P. 37). Así, durante este período

La productividad fue en efecto bastante alta: 48 libros entre 1959 y 1968, fruto de investigaciones sobre temas diversos e inéditos, algunos de ellos de enorme impacto tanto en la opinión como en el surgimiento de la industria editorial (vio-lencia, política, religión, campo, ciudad, educación, familia, industria). Baste re-cordar que de la Violencia en Colombia se editaron 180.000 ejemplares, cifra fuera de toda escala en el mercado editorial, incluso del actual. Se tradujeron muchos ensayos de la sociología contemporánea de Europa y Estados Unidos, publicados en lecturas de circulación interna. Algunos egresados fueron enviados a cursar estudios de maestría y de doctorado en el extranjero. Se fundó una maestría en

la de 1991.7 Para Gonzalo Cataño la sociología que se hizo en Colombia durante los años 70, 80 y 90 del Siglo XX “salvo excepciones” fue la que

hicieron “los egresados del Departamento de la Nacional”. Pág. 20. En La Sociología en Colombia: Balance y Perspectivas. Univalle. Cali, 2007.

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estudios sociales sobre el desarrollo. Se creó la Asociación Colombiana de Sociolo-gía, entidad que organizó en este período dos congresos nacionales de sociología y uno latinoamericano (Restrepo, G. y Restrepo, O. 1997, P. 10).

De esta manera la sociología se convirtió para esta época en la “niña bonita” del Estado colombiano.

Sin embargo, nuevas situaciones en el país llevarían a transformar nuevamen-te las relaciones entre Estado y sociología, las cuales ahora serían excluyentes por varias razones. En primer lugar, por el fracaso de las políticas desarrollistas, como el proyecto de la Alianza para el Progreso, puesto que al no ser nada más que paliativos a los problemas sociales, dejaban intactos sus condicionantes estructurales básicos, mostrando por el contrario que cada día esos problemas exigían soluciones más radicales, lo cual, a su vez, mostraba la pérdida de ca-pacidad del Estado frentenacionalista (Restrepo, G. y Restrepo, O. 1997, p. 10), para hacer las reformas prometidas en las áreas críticas. En segundo lugar, por el desarrollo en el país de un mayor conocimiento y conciencia sobre los me-canismos de explotación y dominación del capitalismo, lo que se expresaba en una dinámica “antiestablecimiento” por parte de un amplio número de grupos políticos, grupos armados y movimientos sociales, lo cual, a su vez, generaba el incremento de una violenta represión contra dichas manifestaciones (Fals Borda, Orlando, 1987, p. 27). Y en tercer lugar, por la dinámica del “espíritu atávico” de la sociología por el cambio social. Efectivamente, como Gonzalo Cataño (1986) nos recuerda que el Segundo Congreso Nacional de Sociología (1967) “fue mu-cho más crítico respecto de las diferencias de clase, de la organización política y de los proyectos de desarrollo impulsados por el Estado. Subrayó la necesidad de comenzar a estudiar la realidad nacional a partir de una óptica científica pro-pia y reclamó el compromiso del sociólogo con las urgentes tareas de transfor-mación social” (P. 30).

Es sabido que frente a tal situación el quehacer de la sociología colombiana se fragmentó y se orientó de manera general a través de dos grandes posturas8: una de resistencia y otra contestataria.

La postura de resistencia orientó su quehacer en el marco de un mundo uni-versitario en crisis, donde “las universidades se habían radicalizado y los mo-vimientos estudiantiles y profesorales pedían cambios estructurales” (Cataño, 1986), intentando mostrar su fuerza y aporte en la construcción de una nación a través de “un acento en la formación clásica, con un llamado a formar una sociología científica, nacional y política” (Restrepo, Gabriel. 2002, p. 120). Sin embargo, ya para este momento el Estado colombiano “no estaba interesado en la universidad ni en las Facultades de Sociología” (Cataño, 1986, p. 43), por lo tanto, su quehacer no pasó de ser “una mera exégesis de los padres de la ciencia social, y el estudio de los problemas teóricos y metodológicos se tradujo en una 8 Podría pensarse en una académica y la otra profesional, sin embargo, este binomio parece ser más estrecho para el presente aná-

lisis.

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retórica sobre las bondades de ciertos enfoques y las limitaciones de otros, sin llegar a confrontarlos en el terreno de la investigación” (Cataño, 1986, p. 43).

Por su parte, la postura contestataria, asumió para su quehacer una utopía política a partir del concepto “Crisis Estructural del Sistema”, el cual estaba so-portado en

Indicadores como la corrupción administrativa, la bancarrota moral, la aparición de ideologías como la del populismo militar, el control abusivo de la propaganda y los medios de comunicación de masas, la urbanización generalizada, el neonacio-nalismo desenfocado, el prurito reaccionario de la seguridad nacional, la contrain-surgencia, etc. (Fals Borda, Orlando, 1987, p. 27).Esta opción lleva a la sociología contestataria a comportarse como una So-

ciología Rebelde, asumiendo las connotaciones de “una sociología aplicada a la liberación”, es decir, la de “hacer una ciencia politizada”, cuya, “justificación es la investigación del proceso de toma del poder y la construcción de un nuevo siste-ma social” (Fals, 1987). Además, esto la lleva a asumir que la misma sociología también está afectada por la crisis y que por lo tanto ella debe ser “reorientada hacia las urgencias actuales de la sociedad” (Fals, 1987).

Ya para los años ochenta y hasta finales del Siglo XX, las relaciones entre Es-tado y Sociología, vuelven a ser de inclusión. Varios factores influyen en dicho cambio. En primer lugar, la nueva situación internacional, que al decir de Miguel Ángel Urrego (2002), está determinada por “un movimiento de derechización en la política, la economía y la filosofía” (Urrego, 2002). En segundo lugar, el fracaso de la izquierda colombiana en la construcción de un proyecto de poder alternativo, dando como consecuencia una importante bifurcación antinómica en ella: de un lado la opción guerrerista y del otro la aceptación de la política de cooptación del Estado a sus dirigentes (Urrego, 2002), a través de la política de paz impulsada por el Estado. Y en tercer lugar, el posicionamiento del campo in-telectual colombiano como legitimador del proyecto político del Estado (Urrego, 2002), a través de la Constitución del 91.

Ahora bien, durante la primera década del Siglo XXI, las relaciones entre Es-tado y Sociología, continúan siendo incluyentes. Ello en razón a que desde la Constitución de 1991 esta se erigió el “nuevo mito Político que unifica e integra a los intelectuales reincorporados” al Estado, y, a su vez, permite desde allí sa-tanizar a los demás (Urrego, 2002).

ELEmENTOS DE UN CONTEXTO INELUDIBLE PARA LA SOCIOLOgÍA EN COLOmBIADespués de doscientos años de haberse iniciado la construcción de La Primera

República en Colombia existen unos problemas, entre otros, que se han vuelto recurrentes en esa trayectoria, tales como: la pobreza, el conflicto armado, la corrupción y el proyecto de construcción de nación. Esto hace que ellos se cons-

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tituyan para la sociología colombiana en una prioridad en su agenda del Siglo XXI, puesto que son obstáculos estructurales para el desarrollo de la sociedad colombiana.

La Pobreza en Colombia.Según las últimas estadísticas del Dane (2008) la pobreza e indigencia en Co-

lombia está por el orden de más de 20 millones de pobres y más de 8 millones de indigentes, lo cual se constituye en un porcentaje bastante significativo para un país que cuenta con 44 millones de habitantes. El camino para superarla en un futuro próximo no es muy prometedor, pues, según el PNUD, la meta del Es-tado Colombiano de reducir la pobreza al 28% para el 2015 no será posible de cumplirla por ahora9(Ban Ki-moon, 2011).

Por otra parte, el economista Jorge Iván González (Vanguardia, Febrero 2010) señala que la sociedad colombiana no ha podido afectar la pobreza ni la indi-gencia, sino más bien que lo que se ha reforzado constantemente es la concen-tración del ingreso. Esto nos deja entrever, entonces, es que la particularidad de este fenómeno en Colombia es que se da en el marco de una abundancia de recursos y no de escasez. Por lo tanto, ello obliga a que revisemos el modelo de distribución de los recursos, puesto que lo que hasta ahora ha generado es la concentración de la riqueza y la ampliación de la pobreza. Obliga a conocer por qué “una gran parte de la población posee múltiples carencias que van desde la ausencia de puestos de trabajo dignos, ingresos inhumanos e inadecuados, desnutrición, analfabetismo, sistemas de educación inapropiados, etc.”10(Luis Carlos Narváez Tulcán, 2003). Es decisivo, entonces, mostrar que las soluciones asistencialistas del Estado son ineficaces, puesto que no es suficiente mantener con vida a los pobres sino que hay que hacerlos sentir humanos “seres capaces de realizar y hacer actos valiosos para su propia existencia” (Narváez, 2003). Obliga a mostrar que el “sudor y lágrimas” y el “apretarse el cinturón” no puede ser siempre para la mayoría de la población colombiana.

En estas condiciones el fenómeno de la pobreza se ha constituido en un pro-blema estructural de la sociedad colombiana por lo tanto la mirada de la sociolo-gía a este fenómeno debe apuntar hacia un análisis de la totalidad social en una perspectiva de cambio social.

El Conflicto Armado en Colombia.Si se sigue la clasificación del conflicto armado en Colombia de Gonzalo Sán-

chez (1995) se encuentra que “Colombia ha sido un país de guerra endémica, permanente”11, pues, como él lo dice: en el Siglo XIX soportó 14 años de guerra

9 En reciente visita al país del Secretario General de la ONU Ban Ki-moon “Citando estadísticas nacionales, como que “la pobreza es de más de un 35% y la pobreza absoluta de más del 15%”, el surcoreano manifestó que esa situación demuestra que existe “una brecha grave” entre ricos y pobres”. El Heraldo Domingo 12 de Junio de 2011.

10 Narváez Tulcán, Luis Carlos (2003). La Pobreza en Colombia. Observatorio de la Economía Latinoamericana. Pág. 7.11 Sin embargo la paradoja es que Colombia es un paradigma de democracia y de civilismo en América Latina

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de independencia, 8 guerras civiles generales, 14 guerras civiles locales, 2 gue-rras internacionales con Ecuador y 3 golpes de cuartel; y en el Siglo XX soportó numerosos levantamientos locales, 1 guerra con el Perú, 1 insurrección urbana (1948) y una larga guerra de guerrillas (60 años) que llega hasta nuestros días (P. 19).

Sobre el conflicto armado en Colombia los especialistas han señalado, desde el 2006, que este ha llegado a “un empate mutuamente doloroso”, donde “la guerra ya no es sostenible para la guerrilla; pero tampoco lo es para las élites en el poder” (Eduardo Pizarro Leongómez, 2006). Sin embargo, ninguna de las partes avanza más allá de las “buenas intenciones” para lograr la solución al conflicto.

¿Qué viene entonces para el conflicto armado colombiano en el Siglo XXI?

En estas condiciones el conflicto armado se ha constituido en otro problema estructural de la sociedad colombiana por lo tanto el tratamiento de la sociología a este fenómeno debe hacerse también desde el análisis de la totalidad totalidad social en una perspectiva de cambio social.

La Corrupción en Colombia.

La corrupción también es un fenómeno endémico en Colombia, sin embargo, ahora, como dice Luis Jorge Garay (citado en Ungar, E. 2010):

Aquello que, hasta hace algunos años, se conocía como corrupción –el soborno, la adjudicación indebida de contratos, el clientelismo y el desvío de recursos públi-cos- ha cambiado al punto de que actualmente sólo puede analizarse y entenderse en un contexto más amplio que el tradicional, ante el papel determinante que han ejercido procesos y actores de corte mafioso (P. 1)

Lo cual puede entenderse como una acción del crimen organizado que permea

el tejido social y superando el ámbito ético-individual.Tradicionalmente se ha considerado que la sociedad colombiana ha cultivado

históricamente unas debilidades que posibilitan la corrupción, como dice Eliza-bet Ungar (2010), unas “condiciones estructurales del Estado colombiano, del sistema y del ejercicio político que se constituyen en caldo de cultivo para la corrupción”, tales como:

La concentración del poder ejecutivo y las debilidades del sistema de pesos y con-trapesos, el clientelismo, la impunidad, la falta de transparencia en la financiación de la política, la “cultura del atajo” y el “todo vale”, una débil cultura de rendición de cuentas, el incumplimiento por parte de muchas entidades públicas del derecho de acceso a la información, fallas en el diseño de la institucionalidad estatal, in-

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cumplimiento de la normatividad vigente12…la corrupción está inmersa en toda la sociedad, involucrando al sector público, al sector privado y a la ciudadanía. Dicho en otras palabras, el fenómeno parece estar relacionado con causas de orden éti-co, social, político y administrativo (Párrafo 5, 8,10).

Finalmente señala lacónicamente Elisabet Ungar (2010) que “adicionalmente debo resaltar que durante los últimos doce años no ha habido cambios signifi-cativos, lo cual indica que las políticas y acciones emprendidas para enfrentar la corrupción no han sido eficaces” (Párrafo 12).

En estas condiciones hay que considerar también que la corrupción se ha constituido en otro problema estructural de la sociedad colombiana por lo tanto obliga a que la mirada de la sociología a este fenómeno debe hacerse también desde un análisis de la totalidad social en la perspectiva de cambio social.

El Proyecto de Construcción de la Nación Colombiana. Después de doscientos años de haberse iniciado el proceso de construcción del

Estado-nación en Colombia no se ha podido lograr. Varios factores han incidido en ese resultado: En primer lugar, la adopción mecánica del modelo de Estado-nación europeo por parte de la élite criolla (Fals, 2003); en segundo lugar, la adopción consciente de Constituciones de principios excluyentes de los derechos a varios grupos sociales de la sociedad colombiana13(Jaramillo, 1996); en tercer lugar, la adopción de la Concepción del Estado de Jeremías Bentham, la cual

No aceptaba la teoría de la soberanía popular, ni creía en la existencia de normas jurídicas universales que limitasen la voluntad del legislador y pusieran límites a la acción del Estado. Rechazó expresamente la idea de los derechos del hombre y no aceptaba que la libertad pudiese ser el principio constitutivo de la ley funda-mental del Estado, puesto que éste se establecía justamente para limitarla, para establecer la armonía que por naturaleza no reinaba entre los hombres (Jaramillo, 1996, p.181).

Es claro que la concepción del Estado de Jeremías Bentham ha fundamentado

el régimen presidencialista que se ha institucionalizado en Colombia. En cuarto lugar, el optar en las crisis por el pacto político, a través de los partidos tradicio-nales, para excluir, antes que por un “contrato Social” que permitiera incluir a todos los grupos sociales que conforman la sociedad colombiana.

Además, como señaló el Profesor Orlando Fals Borda (2003) que hoy el mo-delo de Estado-nación europeo ha evidenciado su crisis, pues “luego de cuatro siglos de dura y sangrienta existencia, ya va mostrando signos de hondas trans-12 13 “…todas las Constituciones adoptadas en la Nueva Granada hasta 1853, si no expresaban, por lo menos tácitamente, consagra-

ban la institución de la esclavitud y excluyen de los derechos de representación a quienes no posean renta o patrimonio o estén en situación de dependencia en calidad de jornaleros o sirvientes domésticos”. Jaramillo Uribe, Jaime. El Pensamiento Colombiano en el Siglo XIX. Ed. Planeta. Bogotá, 1996. Pág. 161. Recordemos también a las mujeres que tan sólo hasta 1954 pudieron ejercer su derecho al voto.

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formaciones críticas hasta en su lugar de origen, donde los gobernantes están visualizando fórmulas supranacionales de interés general” (P. 13).

Por su parte, la Constitución del 91, que es considerada en Colombia la Cons-titución más participativa, ahora, al cumplir veinte años de vigencia, el director de Razón Pública Hernando Gómez Buendía (2011) considera que “la carta del 91 encarnó el proyecto de media Colombia en contravía de la otra media. Pero la carta no modernizó la política, y por eso la lucha entre el “partido” de la Consti-tución y el de la anti-constitución ha seguido marcando la historia de Colombia” (P. 1).

En estas condiciones hay que considerar también que el proyecto de construc-ción de la Nación colombiana, iniciado desde las guerras de independencia, se ha constituido en otro problema estructural de la sociedad colombiana por lo tanto obliga a que la mirada de la sociología a este fenómeno debe hacerse también desde el análisis de la totalidad social en una perspectiva de cambio social.

LAS TAREAS ACTUALES DE LA SOCIOLOgÍA EN COLOMBIA.En la celebración de los cincuenta años del Departamento de Sociología de la

Universidad Nacional de Colombia, el profesor Gabriel Restrepo (2009) señalaba que la sociología en Colombia ha estado más comprometida con la nación que con el Estado, mostrando que esa experiencia condujo a la sociología a una pro-funda insatisfacción debido a

La desesperanza de cambio real por parte del Estado en la resolución de los pro-blemas sociales, debido a las insuficiencias en las políticas económicas y sociales, y a sus encuadramientos neo-regeneracionistas o neo-autoritarios, revestidos de una suerte de actualización de paradigmas tayloristas de la administración supera-dos en el mundo por otros enfoques administrativos sistémicos y con altos grados de participación, pero también respecto a una corroboración absoluta de la nulidad de las violencias que desde distintos signos de izquierda o derecha intentan cam-biar hacia los extremos ( P. 35).

Desde allí es claro para el profesor Restrepo (2009), que la situación deja como saldo “la urgencia de reconstituir las relaciones entre Estado, Nación y Pueblo con un nuevo pacto en vísperas del Bicentenario de la Independencia” (P. 25).

Ahora bien, lo señalado arriba por el profesor Restrepo corrobora de cierta manera el planteamiento que se ha venido desarrollando en el presente escrito: qué después de doscientos años de vida republicana subsisten unos problemas sociales que aparecen como connaturales a la sociedad colombiana, tales como la pobreza, la corrupción, el conflicto armado y la construcción de la nación, en donde se encuentra que la sociología ha desarrollado un trabajo enmarcado

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en la dinámica de relaciones tensionales de inclusión-exclusión-inclusión con el Estado colombiano14.

Así, en este contexto, se sugiere la pregunta para la sociología en el Siglo XXI en Colombia ¿Tareas revolucionarias o conservadoras? Intentar responder a esta pregunta implica analizar algunos elementos de una línea discursiva que algunos sociólogos han recreando en los últimos diez años en Colombia, y que creo comparten, de cierta manera, la visión del profesor Restrepo (2009) en lo relacionado con que

Las ciencias sociales y la sociología puedan avanzar de modo extraordinario en el pensamiento de la “re-fusión”, una que sin más significaría pensar estrategias para refundar el Estado y la Nación en términos de esa lettre en souffrance enviada como mensaje al mar en la tormenta por Simón Bolívar en su discurso inaugural del Congreso de Angostura, el 15 de Febrero de 1819 (una ocasión para celebrar más feliz que el hecho militar de la Batalla de Boyacá, ya que nuestra emancipa-ción fue primero intelectual, sapere aude, que militar (P. 59).

Efectivamente, en este sentido, el sociólogo Orlando Fals Borda (2003) desde el año 2001 planteo públicamente la necesidad de fundar una Segunda Repú-blica en Colombia, sobre la base de las regiones y subregiones que de manera autónoma vendrían a constituir la República Regional Unitaria, conformando, a su vez, otro tipo de Estado, cuya acción no tendría nada que ver con la que ha emanado de la ideología absolutista de Jeremías Benthan y que se asumió como fundamento para la creación de Estado de la Primera República. Allí, Fals Borda (2003), argumentó siete razones a favor de una Segunda República: 1) Una razón histórica tiene que ver con la incapacidad de la propuesta de la Primera República de construir una nación incluyente; 2) Una necesidad apremiante de cambio social en el país; 3) El desarrollo de iniciativas que dejan entrever una acción visionaria hacia nuevos agrupamientos territoriales, como los del Nuevo Despertar; 4) El desarrollo de una conciencia colectiva sobre la existencia de mecanismos democráticos más ventajosos para la participación popular, como La Asamblea Constituyente; 5) Que existen grupos sociales interesados en con-vertirse en “grupos claves estratégicos” del proceso transformador; 6) Que el proceso puede recuperar vocaciones ancestrales comunitarias del país, que ga-ranticen reales beneficios a la población rural; 7) Que el proceso permitirá redi-mensionar el horizonte histórico de los colombianos desde raíces propias, que se asumirán con orgullo y dignidad (P. 59-66).

De otra parte, está el proyecto de investigación titulado Reinvención de la emancipación social15, el cual es orientado por Boaventura de Sousa Santos y Mauricio García Villegas (2004), donde argumentan que en los últimos años en Colombia se ha estado viviendo un proceso de colonización al revés de la mítica 14 Esta recurrencia de los problemas sociales no implica la creencia de que la historia se repite de la misma manera o mecánicamente.15 “Esta propuesta teórica se funda en la idea utópica de una exigencia radical: sólo habrá emancipación social en la medida en que haya resistencia a

todas las formas de poder”. De Sousa Santos, Boaventura y García Villegas, Mauricio. Emancipación social y Violencia en Colombia. Grupo Editorial Norma. Bogotá, 2004. Pág. 29.

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colonización antiqueña, esto es, que En lugar extender el modelo de organización y convivencia social y política a zonas del país en las cuales no existe ley ni orden, las zonas “salvajes”, sin ley ni orden, colonizan a las zonas “civilizadas”, es decir, que “el colono es colonizado por la ley de la selva y con sus armas extiende la descolonización al resto del país (P. 58).

Además, que a su vez, es desde allí donde se da “una reactivación del poten-cial emancipatorio de las luchas populares” (P. 62).

También, que esta situación ha generado unas condiciones de fragmentación social conducentes a una mayor inestabilidad del Estado colombiano, pues, unos grupos sociales orientan sus luchas sociales hacia la institucionalización pero otros hacia la desinstitucionalización: “Dicho en otros términos, el sentido social y político de las luchas sociales está ligado a la fijación de su posición favo-rable o desfavorable respecto del Estado y del derecho” (Santos y García, P. 62). Esto no quiere decir que en esta situación no existan las combinaciones “grises” propias de realidades complejas como la colombiana.

A mANERA DE CONCLUSIONESEn este punto ya son claras las características de la crisis de la sociedad co-

lombiana en el Siglo XXI: En primer lugar, que el camino elegido por La Primera República para construir el Estado-nación ha fracasado, puesto que dicho proce-so no ha logrado consolidar un Contrato Social que incluya los intereses de todos los grupos sociales e individuos que habitan el territorio colombiano, pues, como dicen Santos y García (2004)

En Colombia, la intervención estatal sobre la sociedad ha sido débil. La ausencia d un sistema de representación política moderno, ligado a la incompleta cons-trucción de la identidad nacional y a la primacía de redes locales y regionales de poder, todo ello apoyado por la ausencia de un mito fundador y al vaguedad del concepto de ciudadanía, ha impedido que el Estado logre diferenciarse de los inte-reses privados de los sectores dominan, con lo cual el régimen político no consigue aparecer como representante de intereses generales de todos los grupos sociales y, en consecuencia, tiene muchas dificultades para mediar e institucionalizar los conflictos sociales (P.P. 37-38). En segundo lugar, que la Primera República conlleva elementos estructurales

que contribuyen a disolver su mismo proyecto de Estado-nación, tales como la pobreza, la corrupción y el conflicto armado16; en tercer lugar, que no obstante los avances de la Constitución del 91, la realidad muestra que en el fondo el pro-yecto de la Regeneración perdura con nuevas caras (Restrepo, G. 2009).

Entonces, de manera concreta, la sociología debe reconocer y asumir que la sociedad colombiana todavía no le ha dado forma “a las dos dimensiones fun-damentales de la modernidad social: el Estado y la Sociedad Civil” (William Ra-

16 Sin embargo, se hace necesario reconocer que la “Crisis Bicentenaria” es mucho más compleja que lo que aquí se señala.

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mírez Tobón, 2000), que por lo tanto, no puede renunciar a actuar de manera explícita en el contexto vital de la totalidad social, con el fin de influir de manera práctica en su devenir (Habermas, 1990); además, que debe tener en cuenta que de acuerdo con la naturaleza de la crisis, la sociología no puede renunciar a un quehacer por una sociedad más justa, sin importar si para ello tiene que hacer estallar la concepción de la ciencia que ha establecido “barreras entre la ciencia y la política, entre el conocimiento y la acción, entre la racionalidad y la voluntad, entre la verdad y el bien que permitieron que los científicos se volvie-ran, con buena intención, los mercenarios de los poderes vigentes” (Santos y García, 2004); también la crisis obliga a la sociología a hacer conciencia de que hoy la ciencia en general atraviesa “una profunda crisis de confianza epistemo-lógica” (Santos y García, 2004) puesto que

Las promesas que legitimaron el privilegio epistemológico del conocimiento cientí-fico a partir del Siglo XIX –las promesas de paz y de racionalidad, de libertad y de igualdad, de progreso y de repartición de progreso- no se realizaron ni en el centro del sistema mundial, y adicionalmente se transformaron en los países de la perife-ria y la semiperiferia –lo que se convino en llamar el Tercer Mundo- en la ideología legitimadora de la subordinación al imperialismo occidental (Pág. 12).

Finalmente, que hoy ha surgido el reconocimiento general de que existen “conocimientos rivales alternativos a la ciencia moderna, y de que incluso en su interior se presentan alternativas a los paradigmas dominantes” (Santos y Gar-cía, 2004), reconocer, además, que el conocimiento es contextual, lo cual obliga a luchar contra el colonialismo intelectual.

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