2012taller de filosofía primer jueves deoctubre

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Teoría de Deleuze y Guattari sobre los devenires sin historia: devenir animal,mujer, revolucionario.

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2012Taller de Filosofía coordinado por Estela Espezel

La puerta está entreabierta: ¡Mirá quiénes entran y salen! Primer jueves de octubreEsta definición de devenir está en el glosario de dos libros de Guattari, denominados Cartografías del Deseo, uno escrito solo y otro con Suely Rolnik:

DEVENIR: expresión relativa a la economía del deseo. Los flujos de deseo proceden mediante afectos y devenires, con independencia del hecho de que puedan o no ser rebajados a personas, imágenes, identificaciones. De esta suerte, un individuo, antropológicamente etiquetado como masculino, puede estar atravesado por devenires múltiples y aparentemente contradictorios: un devenir femenino que coexiste con un devenir niño, un devenir animal, un devenir invisible, etc. Una lengua dominante (una lengua que opera en un espacio nacional) puede verse localmente arrastrada por un devenir minoritario. Será calificada entonces de lengua menor.

Devenires que no son historia.La historia es siempre una, El devenir es múltiple y debido a su multiplicidad, como

decía Nietzsche el devenir se caracteriza por la inocencia. Se opone a la manía de encontrar responsables, manía propia del sentido común de los habitantes de occidente desgraciadamente tan bien distribuido, como decía Descartes. De oriente no tengo data

La inocencia es la verdad de lo múltiple, dice Deleuze en Nietzsche y la filosofía.En realidad, Deleuze responsabiliza a Nietzsche como quien lo sensibilizó hacia una

posible distinción entre el devenir y la historia. Y con frecuencia repite la frase de Nietzsche acerca de que lo importante ocurre bajo una “nube no histórica”.

“Lo que la historia capta del acontecimiento son sus efectuaciones en estados de cosas, pero el acontecimiento, en su devenir, escapa a la historia. La historia no es la experimentación sino solamente el conjunto de condiciones (prácticamente negativas) que hacen posible experimentar algo que escapa a la historia.” Fíjense cómo en etas palabras está presente el empirismo de Deleuze, el acento en la diferencia entre el devenir y la historia lo pone en la experiencia, en el experimentar que constituye al menos la posibilidad de que aflore algo nuevo que rompa con lo establecido: el acontecimiento de la ocurrencia de una idea. El problema es que parece que para que los otros lo reconozcan como idea hay que dificultarle la comprensión o alterar el orden acostumbrado de la escritura.

Respecto al tema del devenir, el otro autor que siempre cita tanto en Qué es la filosofía, uno de los libros que escribió con Guattari, como en sus entrevistas es el amigo y el libro amigo de Pepé: Clio de Péguy. Pues Peguy distinguía dos maneras de considerar el acontecimiento: una que consiste en registrar su efectuación en la historia, sus condicionamientos y su degradación en la historia; la otra que consiste en instalarse en el devenir del acontecimiento, rejuvenecer y envejecer en él y atravesar sus componentes o singularidades.

El devenir no es la historia, la historia designa únicamente el conjunto de condiciones de las que hay que desprenderse para “devenir”, es decir, para crear algo nuevo. Exactamente lo que Nietzsche llamaba lo Intempestivo.

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Devenir como un modo de filosofar, de hacer historia de la filosofía y de posicionarse en la historia de la filosofía. Otra historia de la filosofía u otro modo de pensar la historia de la filosofía: una filosofía intempestiva.

Cuando escribo sobre un autor, mi ideal sería no escribir nada que pueda entristecerle, o, en caso de que haya muerto, nada que pueda hacerle llorar en su tumba: pensar en el autor sobre el que se escribe… Evitar la doble ignominia del erudito y del familiar. Devolver a un autor un poco de la alegría, de la fuerza, de la vida amorosa y política que él ha sabido dar, inventar.

El devenir es, ante todo1, un modo de escribir que exige un vector de salida, un poder salir afuera, pero el problema del hombre es que carece de la división, mundo circundante/territorio que la naturaleza provee al animal.

“Escribir, creo, es siempre devenir algo. Pero por esa misma razón uno tampoco escribe por escribir. Creo que uno escribe para que algo de la vida pase en uno. Sea lo que sea, hay cosas que... uno escribe para la vida. ¡La literatura tiene una relación profunda y fundamental con la vida!”

Pero no con la vida de la persona. Todo lo que tiene que ver con la vida personal del escritor es molesto. Lo que importa son los devenires: hay devenires-animal, hay devenires-niño que no tienen nada que ver con hablar de la propia infancia. Hablar de la infancia no tiene ningún interés, es lo contrario de la literatura porque la reduce a un asuntito privado. Los best sellers saben de eso.

Devenir-niño, pero no se trata de su infancia, ya que no se trata de la infancia de nadie: se trata de la infancia del mundo, la infancia de un mundo.

Además nunca se deviene individuo o persona: son bloques de devenir.

Escribir está relacionado con las líneas de fuga. “Escribir es trazar líneas de fuga que no son imaginarias, y que uno debe forzosamente seguir porque la escritura nos compromete con ellas.”

Escribir es devenir, pero no devenir escritor, sino devenir otra cosa. Y los devenires de una literatura aliada a las líneas de fuga son muy peculiares. Es una escritura que no es oficial, se encuentra forzosamente unida con «minorías», que ni escriben ellas, ni tampoco se escribe sobre ellas. Una minoría nunca está del todo definida, una minoría sólo se constituye a partir de líneas de fuga que corresponden a su manera de avanzar y de atacar.

En la escritura hay un devenir-Mujer. Y no se trata de escribir como una mujer. No es escritura de las mujeres, ni a la manera de las mujeres. El escritor puede ser un hombre o una mujer, se trata de un devenir minoritario de su escritura, ya sea hombre o mujer el que escribe.

También hay devenires-moro, devenires-indio en la escritura, que no consisten en hablar como un pielroja o como un moro. Hay devenires-animales en la escritura que no consisten en imitar el animal, en «hacer» el animal, por la misma razón que la música de Mozart no imita los pájaros aunque esté impregnada de un devenir-pájaro. El capitán

1 El ante todo no es de Deleuze, se por el devenir de este taller. El devenir es siempre múltiple, heterogéneo, desconoce las jerarquías y las finalidades; es un ante todo que se limita a un ordenamiento de los temas que venimos viendo.

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Achab tiene un devenir-ballena que no es de imitación. Hay devenires-animales en la escritura que no consisten en hablar del perro o del gato de cada uno, sino que consisten más bien en un encuentro entre dos reinos, un cortocircuito, en la que cada uno se desterritorializa.

“Al escribir se proporciona escritura a los que no la tienen, y éstos a su vez proporcionan a la escritura un devenir sin el cual no existiría, sin el cual sería pura redundancia al servicio de los poderes establecidos.”

Que el escritor sea minoritario no significa que haya más lectores que personas que escriben; en la actualidad eso ya ni siquiera sería cierto. Que el escritor sea minoritario significa que la escritura encuentra siempre una minoría que no escribe; y no es que la escritura se encargue de escribir para esa minoría, en su lugar o a propósito de ella, sino que hay encuentro, encuentro en el que cada uno empuja al otro en su línea de fuga, en una desterritorialización conjugada.

A Deleuze le encanta una película inglesa de terror titulada Willard, dirigida por Daniel Mann, para él en esa película hay un devenir-rata del protagonista, a pesar de que intenta aferrarse a la humanidad. Lo relata en varios de sus libros siempre en relación al devenir animal.

Kafka es uno de los escritores preferidos, tanto que Deleuze y Guattari le han dedicado un libro. Tal vez porque encontraron en él una minoría que no habla.

Del libro Kafka por una literatura menor, he tomado varias frases sobre el devenir –animal, etc. Son de Metamorfosis de Kafka y de su protagonista Gregorio, supongo casi todas habrán leído. Les transcribo el comentario de D y G:

Los devenires-animales son desterritorializaciones absolutas que se adentran en el mundo desértico que Kafka ha cargado…Devenir-animal consiste precisamente en hacer el movimiento, trazar la línea de fuga en toda su positividad, trasponer un umbral, alcanzar un continuo de intensidades que no valen ya sino por sí mismas, encontrar un mundo de intensidades puras en donde se deshacen todas las formas, y todas las significaciones, significantes y significados, para que pueda aparecer una materia no formada, flujos desterritorializados, signos asignificantes. …Nada más que movimientos y vibraciones en una materia desierta.

En el devenir-insecto hay un graznido doloroso que arrastra la voz y deforma la resonancia de las palabras. Gregorio se vuelve cucaracha, no sólo para huir de su padre, sino más bien para encontrar una salida ahí donde su padre no supo encontrarla; para huir del principal, del negocio y los burócratas; para alcanzar esta región donde la voz lo único que hace es zumbar. “¿Has oído cómo habla Gregorio ahora? Es una voz de animal, dijo el principal.”.

La metamorfosis elimina la metáfora. Ya no hay sentido propio, ni sentido figurado. La cosa y las otras cosas ya no son sino intensidades recorridas por los sonidos o las palabras desterritorializadas que siguen su línea de fuga. No se trata del parecido entre el comportamiento del animal y el de un hombre, y mucho menos de un juego de palabras.

En estos devenires los escritores traicionar a su sexo, a su clase, a su propia mayoría. En ese “bloque de devenir”, evolución aparalela, se configura algo nuevo si se plantea “no trabajar juntos, sino trabajar entre los dos”, lo que siguiendo a Deleuze implica desterritorializar “la función” del insecto y “la tarea” del hombre. Ambos

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comparten una lógica desterritorializada, habiendo generado una desterritorialización conjugada.

Ya no hay hombre ni animal, ya que cada uno desterritorializa al otro, en una conjunción de flujos. Ya no es un sujeto de la enunciación el que es “como” un escarabajo, puesto que el sujeto del enunciado sigue siendo un hombre; hay un circuito de estados que forma un devenir mutuo, en el interior de u agenciamiento múltiple y colectivo.

El devenir-animal es un mapa de intensidades. Es un conjunto de estados, diferentes todos entre sí, injertados en el hombre en la medida en que este busca una salida.

Pero para Deleuze más allá de un devenir-mujer, de un devenir-moro, animal, etc., mucho más allá de un devenir-minoritario, está la empresa final: devenir-imperceptible. Este devenir imperceptible no tiene nada que ver con el reconocimiento o no reconocimiento como escritor. Es lo que Fitzgerald llamaba una verdadera grieta, ruptura: la línea de fuga.

Fitzgerald, en Crack up, dice: «me sentía semejante a los hombres que había visto en los trenes de cercanías de Great Neck, quince años antes...». Uno se vuelve como todo el mundo, dice Deleuze , pero al mismo tiempo se hace de “todoelmundo” un devenir por medio del cual se vuelve imperceptible y clandestino.

En las líneas de fuga tan sólo puede haber una cosa: experimentación-vida. Nuevamente el empirista. Y como no hay ni pasado ni futuro, nada se sabe de antemano. Sólo hay exploraciones, procesos de experimentación y de experiencia. También hay devenires moleculares en los que el aire, el sonido, el agua, son captados en sus partículas a la vez que sus flujos se conjugan con el mío. Deleuze valora la literatura inglesa y la norteamericana porque ellas constituyen un constante proceso de experimentación.

Me parece que Saer puede ser incluido en el equipo. Todo lo que sigue, me parece vale para él.

Verdaderamente la escritura busca llevar la vida a un estado de fuerza no personal. Escribir no tiene otra función: ser un flujo que se conjuga con otros flujos: todos los devenires minoritarios del mundo. Un flujo es algo intensivo, instantáneo y mutante. La escritura realiza la conjunción, la transmutación de los flujos por los que la vida escapa del resentimiento de las personas y de las sociedades.

El Devenir es también un modo de resistir al poder que se puede considerar por lo tanto un modo de hacer política: un devenir revolucionario sin porvenir de revolución. Todas las revoluciones fracasan, todo el mundo lo sabe, pero en este momento muchos fingen descubrirlo. Según Deleuze, esto es parte del revisionismo actual: hay un Furet que descubre que Revolución Francesa no estuvo tan bien como parecía. Todo el mundo sabe que la Revolución francesa fracasó, pues condujo a Napoleón. Pero la gente se confunde, el fracaso de la revolución no impide que la gente en ellas haya devenido revolucionaria. Se mezclan dos cosas absolutamente diferentes: el devenir y la historia.

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Los historiadores se preocupan por el porvenir de una revolución, o de todas en general. Pero no se ocupan de ¿cómo y por qué la gente deviene revolucionaria? El devenir revolucionario es lo que se espera de la personas en situación de dominación o de opresión, dado que no queda otra cosa que hacer.

Como ya les dije, D y G, valoran el mayo francés porque este constituye un devenir revolucionario de la gente.

1968 es la intrusión del devenir, dice Deleuze en el Abecedario. Constituye la posibilidad, según él, de enfrentarse por fin con la gente en su realidad. Respecto al mayo francés es que usa las palabras que reproduje al iniciar esta parte: un devenir revolucionario sin porvenir de revolución.

En el Abecedario luego Deleuze se refiere al tema de cómo se define ser de izquierda. Después de aclarar que, a su modo de ver, en este momento no puede haber gobiernos de izquierda. Afirma que ser de izquierda es un problema de devenir, de no dejar de devenir minoritario, lo que significa que la izquierda nunca es mayoritaria en tanto que izquierda. Y no por un problema de cantidad, sino porque la mayoría supone un patrón. Por eso también en literatura habla de literatura menor, no porque sea más o menos reconocida que la literatura mayor, sino porque este nombre califica las condiciones revolucionarias de cualquier literatura dentro del seno de otra literatura mayor o establecida.

Arthur Rimbaud, en Iluminaciones, hablaba de un devenir-negro. De alguna forma, también ese devenir-negro habla a otras categorías etnográficas. Hay un devenir-negro de la pintura, un devenir-negro de la música, así como se podría decir que hay un devenir minoritario de la literatura —rechazo de la inscripción de la literatura en las formas dominantes.

Y refiriéndose a Brasil dice Guattari:Pero también un devenir… no sé cómo calificarlo, pues las palabras son tan

imbéciles, un devenir-medio-ambiente, un devenir-toma-de-conciencia de lo que son los rostros de Brasil, sus paisajes, sus realidades vegetales, animales, etc. Tengo la impresión de que esto puede transformar profundamente los modos de subjetivación.

En Occidente, el patrón que supone toda mayoría es: humano, adulto, varón, habitante de las ciudades. Joyce es uno de los que han dicho algo de esto. Las mujeres tienen un devenir mujer. Carecen de un patrón, aunque pueden incluirse en una especie de patrón secundario en relación al patrón establecido del hombre occidental…

El varón adulto que responde al patrón no tiene devenir. Pero sí puede devenir mujer, o devenir animal y en ese momento iniciar procesos minoritarios.

La izquierda es el conjunto de los procesos de devenires minoritarios.

Según Deleuze, sólo se puede pensar el Estado en relación con su más allá, el mercado mundial único, y con su más acá, las minorías, los devenires, la “gente”, un devenir diferencial que rechaza la subjetivación capitalística. En el más allá reina el dinero. En el más acá, los devenires escapan al control, esas minorías que no cesan de resucitar y de resistir. Los devenires no son la historia, pues la historia piensa casi siempre en términos

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de pasado, presente y porvenir. Su interés por los nómadas es porque son un devenir y no forman parte de la historia. Aparecen bajo formas inesperadas, en las líneas de fuga.

De este modo se queja: Nos hablan del futuro de Europa, de la necesidad de conciliar los sistemas bancarios, las empresas, las policías, los mercados interiores, los seguros, consensus, consensus…, pero, ¿y el devenir de la gente? ¿Nos reserva Europa devenires extraños, nuevos 68? Nadie parece pensar en eso. Nadie parece preocuparse por lo intempestivo.

Lo que importa en los Estados de derecho no son los derechos adquiridos y codificados, sino todo lo que actualmente es problemático en el seno del derecho y que hace que lo adquirido corra siempre el riesgo de volver a ser cuestionado. Y de eso hay mucho en todas partes.

La única oportunidad de los hombres está en el devenir revolucionario, es lo único que puede exorcizar la vergüenza o responder a lo intolerable.

En Mil Mesetas, los “devenires” tienen más importancia que la historia. Se trata de cosas muy distintas. Junto a las máquinas, ya citadas en el encuentro anterior, hay un concepto que no nombre: el de “máquina de guerra”. Como siempre al hablar de los conceptos creados Deleuze dice: intentamos construir un concepto, deja siempre una cierta incertidumbre respecto a si lo construyeron o no. La máquina de guerra es un tipo de espacio, una peculiar composición de hombres, de elementos tecnológicos y de aparatos de Estado. La “máquina de guerra” como una disposición lineal construida sobre líneas de fuga. En este sentido, la máquina de guerra no tiene por objeto la guerra, su objeto es un espacio muy especial, el espacio liso que compone, ocupa y propaga. El espacio liso es un espacio nómada, es un espacio rizomático, inseparable del espacio estriado, sedentario, propio de la cultura arborescente. El nomadismo es exactamente esta combinación entre máquina de guerra y espacio liso. Una máquina de guerra puede ser mucho más revolucionaria o artística que bélica. Pero nunca hay que olvidar que las líneas de fuga no son necesariamente buenas, lo mismo pasa con los espacios lisos y estriados. En una cartografía sólo podemos marcar caminos y movimientos, con sus coeficientes de fortuna y de peligro. Lo que llaman “esquizo-análisis” es al análisis de las líneas, de los espacios, de los devenires. Que sin duda es algo muy cercano pero también muy alejado de los problemas históricos. El esquizoanálisis hace un esfuerzo de movilización de las formaciones colectivas y/o individuales, objetivas y/o subjetivas, de los devenires humanos y/o animales, vegetales, cósmicos…

Así lo caracterizan en el Antiedipo:El esquizoanálisis renuncia a toda interpretación, ya que deliberadamente renuncia

a descubrir un material inconciente: el inconciente, no quiere decir nada. En cambio, el inconciente construye máquinas, que son las del deseo, y cuyo uso y funcionamiento el esquizoanálisis descubre en la inmanencia con las máquinas sociales. El inconciente no dice nada, maquina. No es expresivo o representativo, sino productivo.

Estos comentarios de Deleuze sobre Godard me parece aportan algo sobre los temas que venimos tratando:

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“Hay una hermosa fórmula de Godard: no una imagen justa, sino justamente una imagen. También los filósofos deberían decir y hacer lo mismo: no ideas justas, sino justamente ideas. Porque las ideas justas son siempre ideas que se ajustan a las significaciones dominantes o a las consignas establecidas, son ideas que sirven para verificar tal o cual cosa, incluso aunque se trate de algo futuro, incluso aunque se trate del porvenir de la revolución. Mientras que “justamente ideas” implica un devenir presente, un tartamudeo de las ideas que no puede expresarse sino a modo de preguntas que cierran el paso a toda respuesta. O bien mostrar algo simple, pero que quiebra todas las demostraciones.”

Y esto nos conduce nuevamente al tema de la multiplicidad y de la Y, que establece una relación distinta a la que se da entre los elementos o los conjuntos.

Si no es elemento ni conjunto de elementos, ¿qué es la Y? La Y no es uno ni otro, está siempre entre los dos, es la frontera, porque siempre hay una frontera, una línea de fuga, aunque no se vea, aunque sea casi imperceptible. No obstante, las cosas pasan siempre en esta línea de fuga, en ella tienen lugar los devenires y se planean las revoluciones.

Los fuertes no son quienes ocupan uno u otro campo, lo potente es la frontera.

La finalidad de Godard es “ver las fronteras”, es decir, hacer visible lo imperceptible. El condenado y su esposa. La madre y el niño. Y también las imágenes y los sonidos. Los gestos del relojero en su taller de relojería y cuando está en la mesa de montaje: están separados por una frontera imperceptible que no pertenece a un lado ni al otro, que implica a ambos en un desarrollo no paralelo, en una fuga o en un flujo en el que ya no es posible determinar quién persigue a quién ni con qué fin. Hay toda una micropolítica de las fronteras que se opone a la macropolítica de los grandes conjuntos. La problemática micropolítica no se sitúa en el nivel de la representación, sino en el nivel de la producción de subjetividad. Guattari considera que Proust, Kafka o Lautréamont son más significativos para la creación de nuevos modos de producción de la subjetividad que los maestros del psicoanálisis.

Los devenires son procesos, los cuales no pueden juzgarse por los resultados que alcanzan, sino por las cualidades de su transcurso y por la potencia de su continuación. El devenir no es una imitación, no consiste en hacer como; no es nada imaginario, sino algo real, completamente real. Este devenir real, sin embargo, no produce otra cosa que él mismo, es un movimiento puramente inmanente, no tiene objetivo fuera de él. Mediante los diferentes devenires se establecen relaciones con lo otro, pero sin dejar de ser uno mismo. Así devenir animal, o devenir mujer, o devenir niño, no consiste en imitar a los animales, las mujeres o los niños o en convertirse en animal, mujer o niño, sino en recuperar los aspectos que de animal, mujer o niño hay en todos y establecer con todos estos aspectos una relación sincrónica.

El devenir, según Deleuze, actúa por contagio, por infección, y no por descendencia. Uno deviene otro por afinidad, por amistad, y no por filiación, por parentesco. Además, el devenir nos pone en contacto con la pluralidad, con una banda.

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Por otra parte, el devenir es siempre un agenciamiento que pueden construir sus propios modos de subjetivaciónLa micropolítica consiste en crear un agenciamiento que permita, por el contrario, que esos procesos se apoyen unos en otros, intensificándose.

El devenir es también imperceptible, desde fuera no se ve, y esto lo separa de la pura imitación, exterior y visible. El devenir es molecular, pone en contacto ciertas partículas nuestras con ciertas partículas de aquello en lo que devenimos. El devenir es disimétrico, se produce siempre en una sola dirección, de lo mayoritario a lo minoritario; por eso no hay un devenir hombre, ya que el hombre es la postura mayoritaria siempre. La mayoría, la minoría, hay que entenderlas aquí no en términos numéricos, sino en términos de poder. Lo minoritario es siempre lo oprimido, lo rechazado, lo olvidado, lo sometido. Todo devenir es minoritario, nos pone en contacto con esas minorías que tenemos en nosotros, pero sometidas u olvidadas.

Por último Deleuze nos dice: yo creo en una especie de devenir del pensamiento, Hay una historia del pensamiento que no se reduce a la influencia sociológica o a la influencia... Hay todo un devenir del pensamiento que es algo muy misterioso y que habría que lograr definir, y que hace que tal vez no pensemos hoy de la misma manera que... hace cien años. Me refiero a procesos de pensamiento, a elipses de pensamiento. Y con esto volvemos de algún modo al punto de partida.

Aunque queda por decir, el afecto, el percepto y el concepto son tres potencias inseparables que van del arte a la filosofía y viceversa. Lo más difícil es, evidentemente, la música, de cuyo análisis hay un bosquejo en Mil Mesetas: el ritornelo entraña las tres potencias. Hemos querido convertir el ritornelo en uno de nuestros conceptos principales, en relación con el territorio y con la Tierra, el pequeño y el gran ritornelo, vinculado, para mí, con la presencia de las nubes no históricas y un estar en las nubes que no constituye una evasión de la realidad.

Tal vez estemos en el juego de devenir nubes o nubosidades o orderitos, y, ya sabemos que los resultados y las consecuencias no interesan, sólo el acontecimiento casi imperceptible e intempestivo.

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