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ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanálisis (En línea) (59) “Proceso en espiral” y “campo dinamico” * Willy Baranger RESUMEN Pichon Riviere concibe e1 proceso analítico como “proceso en espiral” y enfoca la situación analítica como una unidad que puede ser objeto de estadio, en continuidad con los conceptos de Melanie Klein. Pero no así con los de Meltzer, quien considera el proceso analítico como “proceso natural” y a la posición depresiva, ideológicamente, como meta, por lo que habría que hablar de una concepción lineal unidireccional. Meltzer olvidaría que Klein describe la posición depresiva según dos perspectivas, una, genética, y otra, en la dialéctica evolución-involución. El modelo de Pichon, en cambio, permite conservar la complejidad de fenómenos regresivos y progresivos que se dan en el proceso analítico, manteniendo la diferenciación entre lo histórico y lo genético. Esto lleva a plantear el problema del psicoanálisis en cuanto ciencia, y a discutir la comprensión de la situación analítica como situación experimental, sustraída de la historia. En este caso, la interpretación no alcanzaría al sujeto, que es historia. Proceso en espiral designa una dialéctica específica, que implica las di- mensiones del presente, del pasado que se repite y del futuro al que se abre. Hic, et nunc et mecum”, pero también como allá antes y como luego en otra parte. La interpretación rompe la repetición en la transferencia, al asumirse la repetición como tal, lo que permite que aparezca la dimensión prospectiva. * fraEscrito especialmente para la “Revista Uruguaya de Psicoanálisis”. REVISTA URUGUAYA DE PSICOANÁLISIS

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Urgencia y Psicoanalisis

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  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    Proceso en espiral y

    campo dinamico *

    Willy Baranger

    RESUMEN

    Pichon Riviere concibe e1 proceso analtico como proceso en espiral y

    enfoca la situacin analtica como una unidad que puede ser objeto de estadio,

    en continuidad con los conceptos de Melanie Klein. Pero no as con los de

    Meltzer, quien considera el proceso analtico como proceso natural y a la

    posicin depresiva, ideolgicamente, como meta, por lo que habra que hablar

    de una concepcin lineal unidireccional. Meltzer olvidara que Klein describe la

    posicin depresiva segn dos perspectivas, una, gentica, y otra, en la

    dialctica evolucin-involucin. El modelo de Pichon, en cambio, permite

    conservar la complejidad de fenmenos regresivos y progresivos que se dan en

    el proceso analtico, manteniendo la diferenciacin entre lo histrico y lo

    gentico.

    Esto lleva a plantear el problema del psicoanlisis en cuanto ciencia, y a

    discutir la comprensin de la situacin analtica como situacin experimental,

    sustrada de la historia. En este caso, la interpretacin no alcanzara al sujeto,

    que es historia.

    Proceso en espiral designa una dialctica especfica, que implica las di-

    mensiones del presente, del pasado que se repite y del futuro al que se abre.

    Hic, et nunc et mecum, pero tambin como all antes y como luego en otra

    parte. La interpretacin rompe la repeticin en la transferencia, al asumirse la

    repeticin como tal, lo que permite que aparezca la dimensin prospectiva.

    * fraEscrito especialmente para la Revista Uruguaya de Psicoanlisis.

    REVISTA URUGUAYA DE

    PSICOANLISIS

  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    El proceso en espiral parte de un punto presente, el punto de urgencia,

    que tiene en Pichon el sentido de punto de emergencia de algo enraizado en el

    pasado. Parte de una fantasa de enfermedad y apunta a una fantasa de

    curacin y en e1 trayecto se encarnan los acontecimientos concretos de la

    historia del sujeto.

    El concepto de campo dinmico es vecino al de proceso en espiral,

    aunque apunta a describir las estructuras de unidades temporales menores.

    Permite entender la constitucin recproca del sujeto y del objeto y la necesidad

    de comprender a uno en funcin del otro. Campo designa a la vez el marco y la

    configuracin de la situacin analtica.

    La idea del analista implicado en la situacin tiene su traduccin en la

    contratransferencia, lo que habla de una disimetra, ya que la forma de estar

    implicado del analista no es la misma que la del analizando. Esta disimetra se

    actualiza tambin en la atencin flotante, la regresin, la ambigedad, la

    direccin de la cura, y hace del analista algo muy diferente de la pantalla.

    El desdoblamiento del analista dentro del campo se expresa en un fe-

    nmeno de doble mirada. Una primera, que lleva al anlisis de las aso-

    ciaciones del analizando en la sesin. Una segunda, que se presenta ante los

    tropiezos de la primera y mueve al enfoque del campo en su conjunto y del

    analista como incluido en l.

    Esta segunda mirada defiende de la constitucin de un baluarte, una

    zona de resistencia defendida por analista y analizando a la vez, y que podra

    estar en la base de muchas situaciones de impasse y de reaccin teraputica

    negativa. Otras estructuras tpicas del baluarte seran la parasitacin del

    analista por el analizando y el campo perverso, formado por la complicidad de

    analista y analizando para transformar el anlisis en el sustituto de una

    actividad perversa.

    La segunda mirada lleva tambin a modificar conceptos tericos, a veces

    aplicados en una extensin excesiva. Por ejemplo, la omnipresencia de la

    transferencia, que borra la dimensin histrica del proceso analtico. O el papel

    de la identificacin proyectiva, confundida a veces con la transferencia, y que

    no sera suficiente como sola va para la definicin del campo.

  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    Esta nocin de campo, originada en la psicologa de dos cuerpos de Balint,

    se modific con la comprensi6n de que este campo es una situacin de tres.

    Porque no se trata de dos cuerpos, sino de sujetos divididos, de acuerdo con

    el concepto de Lacan, divisin que resulta de una triangulacin inicial. Habra

    que hablar as de campo intersubjetivo, lo que plantea nuevas interrogantes.

    Entre ellas, determinar la accin especfica de la palabra.

    Resumen por S. P.

    Resulta difcil pero al final rendidor e inclusive necesario para cualquier

    ser humano, situarse respecto de quin fue su padre, trtese de una paternidad

    en sentido estricto, familiar, o de una paternidad simblica. En el caso mo

    respecto de Enrique Pichon Riviere, a la relacin analista - analizando se

    agregaba la relacin maestro - discpulo, y despus la de un amigo mayor muy

    talentoso y admirado por m, con un amigo menor en vas de crecimiento. Este

    es el marco, pasado y sin embargo muy presente para m, de estas lneas. Es

    un trasfondo muy personal para un escrito que no quiere ser ni el relato de una

    historia individual ma, ni un panegrico a l.

    Las formulaciones a las cuales lleg Pichon Riviere acerca del proceso

    analtico como proceso en espiral se ubican histricamente en forma aproxi-

    mada entre los aos 1954 y 1958, en cuanto a la evolucin intelectual de su

    autor. Compartimos con el grupo de fundadores de la Asociacin Psicoanaltica

    del Uruguay el perodo de gestacin de estas ideas en Pichon Riviere, en el

    curso de muchas veladas seminarias en el pleno sentido del trmino. Qu

    estudibamos en esas veladas? Las cartas de Freud a Fliess, los ltimos

    trabajos de Freud: Anlisis terminable e interminable, Construcciones en el

    anlisis, y tambin otros autores, por ejemplo Henry Ezriel (La situacin

    analtica como situacin experimental), sin olvidar ni a Melanie Klein, ni a

    Paula Heimann.

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    Pero Montevideo, la ciudad, tena otro valor afectivo para l, adems del

    valor encerrado en nosotros, los que ramos sus habitantes. Otro valor que se

    resume en el nombre de Maldoror o Lautramont o Isidore Ducasse.

    Enrique Pichon Riviere comparta con nosotros el objetivo (en parte el mito?)

    de una institucin psicoanaltica ms libre, ms creativa, ms permeable al

    conocimiento de la locura, menos encerrada en ortodoxias conceptuales y en

    rivalidades de prestancias pequeas, que las instituciones conocidas. Maldoror,

    como lema, no estaba mal. Mal de auroras (Mal daurores), solamos decir. Lo

    que tampoco descarta el Mal de horror aludido en los Cantos. Tuvimos, l y

    nosotros, de todo: bienes y males, auroras y horrores, con neto predominio de

    las auroras. Ahora podemos hacer el balance.

    Mi sentimiento es que Pichon Riviere llega en estos aos a una punta

    extrema de la teorizacin psicoanaltica, previa al movimiento que lo va a llevar

    ms y ms hacia la psicologa social, y, por lo mismo, a apartarse de nosotros.

    Pero trataremos de volver a ubicarnos en estos aos, creativos y llenos de

    entusiasmo. Alrededor de Pichon Riviere, en Buenos Aires, se mueve toda una

    corriente de pensamiento psicoanaltico, sin desmedro de otras corrientes,

    igualmente activas y creativas. Muchas personas estudiamos en constante

    interaccin con l: Jorge Mom, David Liberman, Jos Bleger, Edgardo Rolla

    (que citar apenas unos pocos no sea olvidar a todos los dems). En este

    ambiente muy efervescente, cada uno aporta lo que piensa y esto puede ser

    reminiscencia de alguna idea sembrada por Pichon Riviere, o algn aporte

    nuevo. Sera imposible decir pero al final no tiene mayor importancia

    saberlo quin produjo y quin recibi tal o cual idea, con tal de que tengamos

    en cuenta que Pichon Riviere nos dio a cada uno mucho ms de lo que l

    poda recibir de nosotros.

    La concepcin de Pichon Riviere del proceso analtico como proceso espiral es la sntesis de todo este conjunto de preocupaciones. En este con-

    tenemos que incluir tambin los aportes de Enrique Racker al estudio de la

    tcnica psicoanaltica, y en particular sus estudios (muy novedosos en el

    momento de su publicacin, ya que slo el primer trabajo de Paula Heimann

    sobre el tema es anterior), sobre la contratransferencia. Ah nace la idea de

    Pichon Riviere de enfocar la situacin analtica como una unidad que puede ser

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    objeto de estudio.

    Curiosamente y la referencia a Paula Heimann da la pauta de esta ex-

    traeza sta es la poca ms kleiniana de Pichon Riviere. Precisamente en

    la poca en que Paula Heimann se aleja del movimiento kleiniano a raz de sus

    discrepancias acerca de la funcin de la contratransferencia en el proceso

    analtico, Pichon Riviere se aproxima simultneamente a Paula Heimann y a

    Melanie Klein. La paradoja es slo aparente si pensamos en la total indepen-

    dencia de espritu de Pichon Riviere respecto de las escuelas, y de las que-

    rellas de escuelas.

    Por qu, entonces, estoy hablando de poca ms kleiniana de l? Estos

    aos corresponden tambin al progresivo descubrimiento del anlisis de nios,

    segn su forma kleiniana, por Arminda Aberastury de Pichon Riviere, quien fue

    el conducto natural entonces conyugal mediante el cual este descu-

    brimiento le lleg, al mismo tiempo que Arminda nos lo enseaba.

    Si uno la mira sin prejuicios, quiero decir, sin los prejuicios de una poca

    ulterior, la teora del proceso en espiral est en una continuidad bastante

    sostenida con los principales conceptos kleinianos. No con los conceptos ulte-

    riores de Donald Meltzer, en su libro sobre El proceso analtico, desde luego,

    ya que stos con bastante buen fundamento, podran ser cuestionados desde

    una correcta perspectiva kleiniana.

    El proceso en espiral no admite la brjula de la posicin depresiva para

    designar la direccin del anlisis. Uno podra decir que la concepcin de

    Meltzer es lineal unidireccional (paso de la posicin esquizo-paranoide a la

    posicin depresiva, considerada ideolgicamente como meta), mientras el mo-

    delo en espiral puede incluir la posicin depresiva como uno de sus momentos

    no forzosamente ms evolucionado ni ms positivo que el anterior. Por lo

    menos, el modelo de Pichon Riviere nos permite conservar la variedad teno-

    mnica y la complejidad de los fenmenos progresivos y regresivos (y regre-

    sivos con disfraz de progresivos), que se dan en un proceso analtico.

    En su descripcin del proceso analtico, D. Meltzer parece olvidar que M.

    Klein, en su trabajo fundamental acerca de La vida emocional del lactante,

    describe la posicin depresiva segn dos dimensiones distintas: primero, la

    posicin depresiva infantil, ubicada en una perspectiva gentica entre los tres

    y los seis meses de edad aproximadamente, y segundo, la posicin depresiva

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    que se ubica en la dialctica de la evolucin - involucin que caracteriza la vida

    psquica en toda su desarrollo temporal, como uno de los polos de esta

    dialctica. El proceso analtico no podra describirse en esta perspectiva, como

    un proceso natural (Meltzer) semejante al crecimiento de una planta que tiene

    que recorrer determinados estadios para llegar a la planta adulta. La parte

    realmente importante del crecimiento, si uno se aferra a la metfora botnica,

    viene despus del establecimiento de la posicin depresiva:

    Desarrollos ulteriores y modificacin de la angustia, titula M. Klein la tercera

    parte del citado trabajo.

    Este malentendido terico (entre las formulaciones de M. Klein y las de D.

    Meltzer, en la medida que estas ltimas no se sitan explcitamente en una

    posicin de ruptura con la teora de M. Klein) no existira si uno admitiera el

    concepto de proceso en espiral.

    La razn de esta posicin adelantada del concepto de Pichon Riviere con respecto a kleinianos ulteriores y aparentemente ms ortodoxos en su lnea

    kleiniana, radica en la diferenciacin que estableca Pichon Riviere, y con l

    todo lo ms lcido del psicoanlisis actual (a mi criterio), entre lo histrico y lo

    gentico. Aqu surge uno de los problemas une nos estuvo preocupando en

    aquellos aos montevideanos: el problema del psicoanlisis como ciencia, y el

    tipo de relacin que puede tener con las ciencias experimentales ti con las

    ciencias del hombre.

    Pichon Riviere dio mucha importancia al problema planteado por Henry

    Ezriel en sus trabajos acerca de la situacin analtica. El ideal que ahora

    consideramos como radicalmente equivocado, que formula la situacin anal-

    tica como una situacin experimental donde determinada constelacin (o

    Gestalt) de elementos manifiestos, al ser entendida y formulada por el

    analista al analizando, provoca en ste una restructuracin de la situacin

    inicial, si bien no traduce con propiedad lo que ocurre en una situacin

    analtica concreta, ni puede en trminos rigurosos rendirnos cuenta del

    proceso, expresa sin embargo algo importante de este proceso. Frente a una

    situacin analtica dada, el analista interpreta algo: si lo que interpreta se

    limita a la situacin presente, cualesquiera que sean los elementos de esta

    interpretacin, no sale de la situacin presente. Se trata de una traduccin de

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    1o que dice, hace, o manifiesta el analizando en otros trminos. Pero, lo que

    aparece desdibujado en la descripcin de Ezriel es la dimensin histrica

    implicada en este proceso interpretativo. Si la interpretacin no incluye la

    historia no puede alcanzar al sujeto, porque el sujeto es historia. Es su

    historia individual, la historia mtica de su familia, de su grupo religioso o

    tnico, de su nacin, de la humanidad. El sujeto existe en virtud de sus

    prceres. Estas frmulas, las escribo ahora sin sorprender a nadie. Menos

    todava podran sorprender a cualquier lector de Freud. Sin embargo, hubo

    tina poca en que esta rehabilitacin de la historia en nuestra tcnica

    comn pudo parecer como una cosa novedosa. Recordar al respecto la

    visita de Herbert Rosenfeld a Buenos A tres en 1975, rescatando un aspecto

    olvidado del pensamiento de la propia M. Klein (y expresado en reiteradas

    oportunidades a lo largo de su obra), donde mantena la vigencia de la

    historia en el quehacer corriente del analista.

    Lo que apareciera, ms tarde, desdibujado y casi borrado en la obra de Meltzer, aparece al contrario recalcado y puesto en el primer lugar el que le

    corresponde en la teora del proceso en espiral. Esta teora evidencia el

    carcter dialctico del pensamiento de Pichon Riviere. Por dialctico no

    aludo aqu a ninguna de las formas especficas del hegelismo por supuesto

    conocidas por l, sino a la corriente de pensamiento originada en Scrates

    y llevada por Hegel a una determinada forma metdica. La lectura de Freud

    por Pichen Riviere y de M. Klein me parece as ms fecunda que muchas

    lecturas actuales de uno y otra, y ms abierta para que nuevos

    investigadores agarren la antorcha.

    Proceso en espiral designa una dialctica especfica del procedimiento

    analtico en la temporalidad. Hic et nunc (aqu y ahora) dice Ezriel,

    traduciendo en forma equivocada la tendencia de M. Klein a conservar la

    vigencia de la dimensin histrica del sujeto, aunque, es cierto, no la

    diferencia claramente de los conocimientos adquiridos acerca de su evolucin

    psicogentica. Hic et nunc et mecum, dice Pichon Riviere, aqu, ahora

    conmigo, pero agrega como all y antes y tambin como ms adelante y en

    otra parte. La dialctica designada por el proceso en espiral implica todas las

    dimensiones temporales, tanto el pasado que viene a repetirse en el presente

    de la situacin analtica, como el futuro que en ella se abre en forma de

    prospectiva.

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    El impacto especfico de la accin interpretativa del psicoanlisis est

    precisamente aqu, en la repeticin que se produce en el nivel transferencial y

    que se rompe mediante la interpretacin, al tiempo que se asume como

    repeticin. Esta ruptura es lo que permite que se abra la temporalidad hasta

    entonces encerrada en el crculo vicioso de la repeticin y aparezca la di-

    mensin prospectiva del porvenir rescatado de la compulsin repetitiva. Por

    esto el vaivn del proceso analtico recorre, en un sentido y en el otro, hacia el

    pasado y hacia el futuro, las distintas vueltas de una espiral sin comienzo

    absoluto (ni en e1 nacimiento del sujeto, por supuesto) y sin final predeter-

    minado (salvo su muerte ineludible pero no determinada). La superposicin de

    las curvas de la espiral ilustra esa mezcla de repeticin y no repeticin que se

    observa en los acontecimientos caractersticos del destino de una persona, ese

    movimiento conjunto de profundizacin dentro del pasado y construccin del

    porvenir que define el proceso analtico. As vemos las estructuras repetitivas

    que constituyen la lev interna del destino individual superponerse en distintos

    momentos de la historia, en distintos niveles de la constitucin de la persona,

    oscilando entre el deletreo repetitivo de una misma palabra la que se inscribe

    en la espalda del culpable de la Colonia penitenciara de Kafka y la

    composicin de sus letras en una palabra nueva: repetir y elaborar. El modelo

    tridimensional de la espiral est en continuidad directa con Anlisis terminable

    e interminable y con el concepto de la temporalidad desarrollado por Freud en

    esta obra.

    El movimiento en espiral parte de un punto en el presente con una

    configuracin que se da en el marco de la situacin analtica que es el punto

    de acceso a la dialctica de la espiral. Pichon Riviere lo llamaba punto de ur-

    gencia. Si bien la denominacin es tomada de algunos trabajos de Melanie

    Klein, resulta fcil constatar que Pichon Riviere le atribua un contenido bas-

    tante distinto y ms elaborado que M. Klein. Para ella el punto de urgencia est

    definido en virtud de lo que se impone interpretar para que el movimiento del

    anlisis pueda seguir adelante, y el indicador de su ubicacin en cada

    momento es la angustia, ya sea en forma manifiesta, como despliegue

    angustioso dentro de la sesin, o latente, escondida detrs de una inhibicin o

    una detencin de las asociaciones o del juego si se trata del anlisis de nios.

  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    Pichon Riviere entenda el punto de urgencia como emergencia de algo, una

    situacin enraizada en el pasado del sujeto y que tenda a invadir la situacin

    presente. Los horrores de la locura emergiendo del pasado: si uno no quiere

    zambullirse en ellos, uno queda preso, y ninguna aurora puede cantar.

    El punto de urgencia est en la emergencia de la locura. Pichon Riviere haba entendido esto de su experiencia psiquitrica anterior o contempornea de su

    experiencia analtica. Acostumbraba situarse a s mismo en el borde peligroso

    de la locura: ni del todo de aquel lado, ni del todo de este lado. Por ello se dio

    su participacin en la experiencia surrealista, que poda expresar en forma

    literaria lo que l estaba haciendo. Toda su vida y toda su enseanza se ubican

    en este borde peligroso, y no se podran ubicar en ninguna otra parte.

    El proceso en espiral, que recupera dentro del marco de la situacin ana-

    ltica las distintas caras del destino de un sujeto, que van modificndose a cada

    vuelta de la espiral, tiene su raz en configuraciones arcaicas previas a la

    diferenciacin de la existencia del sujeto en mente, cuerpo y mundo, sus

    reas interrelacionadas y constitutivas.

    Puede decirse que el sujeto define su destino entre una configuracin ini-

    cial que le confiere la base de su individualidad, y apunta a una configuracin

    final que constituira, para l, la resolucin del enigma planteado en el punto de

    partida. De donde el concepto de enfermedad nica, unidad del individuo

    detrs de las divisiones fenomnicas Que la hacen expresarse a veces en

    forma de sntomas psicolgicos, a veces en el rea de lo orgnico, y a veces

    en su coexistencia con los dems, con los grupos, la sociedad o la cultura. En

    otras palabras, la espiral del proceso analtico parte de una fantasa de en-

    fermedad y apunta a una fantasa de curacin. Este trayecto se va encar-

    nando en los acontecimientos concretos de su historia, que confieren sus dis-

    tintas caras a la evolucin del sujeto, lo mismo que distintas fotografas de b

    misma persona, tomadas en edades distintas, nos pueden mostrar como una

    misma fisonoma se va modificando en las distintas edades, sin dejar por ello

    de ser la misma. El destino misterioso y peligroso de Isidore Ducasse, Conde

    de Lautramont, del cual buscbamos en Montevideo las huellas casi todas

    borradas en archivos estropeados por el tiempo salvo la tumba de su padre,

    que existe todava en el antiguo cementerio de la ciudad, tena para Enrique

    Pichon Riviere un valor paradigmtico.

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    Desde el misterio de su nacimiento, hasta su desaparicin final en la

    tormenta de 1871 (el sitio de Pars - La Comuna), sin que nadie pueda decir

    con seguridad ni cundo ni cmo muri, su destino queda marcado por un sello

    de siniestro que todos los seres cercanos a Lautramout parecen haber sentido

    agudamente, hasta hacer desaparecer todo rastro de su existencia real aun sus

    retratos y fotografas, de tal manera que lo nico que disponemos acerca de su

    apariencia fsica son retratos imaginarios. Enrique Pichon estuvo siempre

    desde que lo conoc pensando, redactando, proyectando publicar su obra

    sobre Lautramont Con variantes, el ttulo era Lo siniestro en el destino y en la

    obra de Lautramont, y Enrique estaba convencido que la potencialidad de

    siniestro encerrada en este destino y en estos Cintos era tal que resultaba

    peligrosa para cualquiera que quisiera frecuentarlos con demasiada cercana.

    Detrs de las formulaciones mgicas o de humor negro con que sola expresar

    este sentimiento, uno poda leer, si prefera esta formulacin abstracta, la

    peligrosidad de Lautramont, como objeto de identificacin, para ciertos seres.

    El destino de Lautramont, e1 destino de cada persona, responde a una

    organizacin inconciente semejante a lo que Freud descubri como neurosis de

    destino, mito de los orgenes, novela familiar. Es tambin lo que se revela para

    quien est dispuesto a escucharlo, en la primera sesin de un proceso

    psicoanaltico.

    Este concepto de la fantasa de enfermedad como construccin inconciente

    originaria, suena particularmente actual, y no podra parecer extrao a la luz de

    los desarrollos ms recientes del pensamiento analtico: pensemos, por

    ejemplo, en los estadios de Leclaire sobre el representante narcisstico pri-

    mario, sus vicisitudes y metamorfosis.

    La fantasa de curacin como meta inconciente del proceso analtico se

    origina en la fantasa misma de la enfermedad, como medio optativo de trans-

    formarla o de eludirla. La curacin de una persona, no pudiendo surgir sino de

    lo ms profundo de su individualidad, no puede ser proporcionada por ningn

    declogo de salud mental, por ningn manual de adaptacin a un tipo de

    existencia externamente determinado. Tiene sus formas arcaicas, om-

    nipotentes, irreales, pero tambin sus elementos integrables en otras configura-

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    ciones que quedan por inventar en las vueltas de la espiral.

    EL CAMPO BIPERSONAL DINMICO

    El concepto que tratamos de formular, Madeleine Baranger y yo, en un

    trabajo del ao 1962, La situacin analtica como campo dinmico, se origina

    en las mismas preocupaciones tericas y tcnicas que compartimos con Pichon

    Riviere durante los aos de elaboracin de su teora del proceso en espiral. Se

    trata de un concepto muy vecino, introducido en forma ulterior al proceso en

    espiral, no en contradiccin con ste, pero tampoco en su prolongacin directa.

    Se sita como una lnea de pensamiento cercana pero orientada en forma

    distinta a partir de un punto de origen comn. El proceso en espiral apunta

    esencialmente a dar cuenta del desarrollo temporal del proceso analtico, de

    sus vueltas, repeticiones, elaboraciones, en la alternancia de la regresin y de

    la progresin, de la dialctica de la historia y de la temporalidad que lo ca-racteriza. El campo bipersonal apunta a describir con mayor precisin de la

    que se haba conseguido hasta entonces la estructura de la situacin analtica

    y su dinmica, no enfocndola en la totalidad de su desarrollo en un

    tratamiento analtico, sino en entidades temporales menores: una sesin, o

    parte de ella, o un grupo de sesiones. No considerbamos que estbamos

    proponiendo una teora alternativa de la de Pichon Riviere, sino ms bien una

    teora complementaria que se poda articular con la suya, pero cuyos puntos

    esenciales estaban ubicados y enfocados en forma distinta.

    Retrospectivamente no pensamos que nuestro narcisismo de las

    pequeas diferencias haya influido mayormente en esta diferencia de enfoque:

    la referencia de Pichon Riviere, explcita en este trabajo, no es de cortesa, sino

    de fondo.

    Por qu introducir el concepto de campo en la descripcin de la situacin

    analtica? El concepto tiene su origen fuera del psicoanlisis, en la teora de la

    Gestalt, pata designar el conjunto de relaciones interactuantes entre una

    pluralidad de elementos que constituyen una estructura; en la fenomenologa,

    para designar la constitucin recproca del sujeto y del objeto en una funcin

    determinada (el campo perceptivo, por ejemplo) y aqu la Fenomenologa de la

    percepcin de Merleau-Ponty pareca imprescindible; en la psicologa de Kurt

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    Lewin, aunque sta se diferencia de toda psicologa analtica por varios

    aspectos fundamentales. Tambin tuvo una concreta influencia sobre nuestra

    formulacin la experiencia que tenamos de psicoterapia analtica de grupos, de

    la reparticin de papeles, funciones, sentimientos entre los distintos integrantes

    de un grupo teraputico y de las fluctuaciones de esta reparticin.

    Nos pareca entonces y esto sigue vlido para nosotros que ni el

    analista, ni el analizando, una vez implicados en una situacin analtica y en un

    proceso, podan ser descritos ni entendidos como personas aisladas, sino en

    funcin uno del otro; que la situacin analtica misma poda ser descrita como

    una totalidad estructurada cuya dinmica resultaba de la interaccin de cada

    una de ellas sobre la otra y de la situacin analtica sobre ambas, en una

    causacin recproca.

    Como esta estructura cambiante se desarrolla dentro de un mareo pre-

    establecido por contrato y relativamente estable aunque esta estabilidad pue-

    da ser modificada en virtud de cambios que se van operando dentro del pro-

    ceso mismo nos result de aplicacin evidente y necesaria el concepto de

    campo para designar a la vez el marco de la situacin, la configuracin fun-

    cional que determina su finalidad y su procedimiento, los cambios de confi-

    guracin que all se producen y la repercusin que tienen estos cambios en las

    dos partes.

    La aplicacin del concepto de campo a la situacin analtica que se

    sita por otra parte en la lnea de lo que propona Balint como Two bodies

    Psychology, entendiendo por esto que se trata de dos personas presentes en

    carne y hueso, pero de ms personas en ausencia y efigie, implicaba el con-

    ferir su pleno estatuto terico a lo que Freud y mucho despus Paula Heimann

    y Enrique Racker hablan descrito como Contratransferencia. La idea soste-

    nida por Racker de la contratransferencia como dimensin normal constante,

    utilizable (salvo en algunas de sus formas extremas y paralizantes) para el de-

    sarrollo del proceso analtico, significaba que el analista est implicado como

    parte integrante en el campo, no solamente con su esquema referencial, sino

    con su experiencia personal, analtica y otra, sus conflictos actuales y pasados,

    su inconciente. Esto no quiere decir como se ha entendido a veces, que el

    analista est implicado en el campo de la misma manera que el analizando. La

  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    funcionalidad del campo exige una disimetra radical entre la funcin del

    analista y la del analizando. Esta disimetra funcional se manifiesta en much-

    simos puntos. Citemos tan slo algunos. El analizando tiene que asociar li-

    bremente; Freud ha definido de qu se trata. El analista tambin asocia libre-

    mente, pero acerca de las asociaciones del analizando: es lo que Freud ha

    definido como atencin flotante. El analista no se distrae; si lo hace, no se

    golpea el pecho reprochndose su falta de conciencia profesional, sino inte-

    rroga su distraccin. Qu ha podido producir este alejamiento aparente con

    relacin al analizando? El contenido de sus pensamientos flotantes, no ten-

    dr relacin con lo que dice o esconde el analizando? La atencin flotante no

    flota al azar, y las corrientes que la llevan emanan de los procesos subyacentes

    en el campo.

    Otra disimetra se nos presenta en cuanto a la verbalizacin de las aso-

    ciaciones libres: el contrato analtico compromete al analizando a comunicarlas

    al analista, hasta que pueda. Otro aspecto del control, tcito ste, obliga al

    analista a no comunicarlas al analizando, sino en la forma muy especial del

    resultado de un procesamiento donde su asociacin permite entender algo que

    pasa en el analizando, y se lo formula en trminos fundamentados en sus

    propias asociaciones y referidos exclusivamente a l. Siempre fuimos conven-

    cidos que otro tipo de uso de la contratransferencia, lo que se suele llamar

    confesin contratransferencial en todas sus formas es casi siempre nocivo y

    confusionante para el analizando. Una excepcin de esta regla sera el reco-

    nocimiento por el analista de la realidad de un acto fallido suyo percibido por el

    analizando y su posterior anlisis (en la medida que se pueda entender, pero

    siempre apuntando al analizando).

    Asimismo, se suele reconocer que la situacin analtica induce una cierta

    dosis de regresin en el analizando, y. eventualmente en el analista. Esta

    regresin del analista es til en la medida que le permite resonar frente a

    ciertas tensiones y ciertos aspectos encubiertos del campo. En la medida que

    pasa de ciertos lmites en intensidad, o adquiere ciertas formas cualitativas

    puede tornarse contraproducente por el borramiento de los lmites entre el

    analista y el analizando. En este caso la percepcin de su estado regresivo por

    el analista puede servir de seal de alarma frente a una patologa del campo, y

    volverse la ocasin de un vuelco positivo en el proceso.

  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    En nuestra descripcin del ao 1961, tratbamos de estudiar la

    ambigedad de la situacin analtica. All tambin hubiramos podido marcar

    las diferencian entre la ambigedad del analista y la del analizando. ste, al

    aceptar su inclusin en e1 campo, al aceptar la temporalidad atemporal del

    proceso, se ubica al principio en una zona de realidad - irrealidad donde

    ocurren acontecimientos y sentimientos que pueden tender a borrar los lmites

    entre el proceso analtico y la vida real. Si el analista restablece despus

    estos 1mites, un momento de psicosis transferencial puede resultar muy

    provechoso. Pero, si el analista pierde la necesaria ambigedad, el proceso

    cae en el deterioro.

    Se podran multiplicar los ejemplos de puntos a propsito de los cuales la

    disimetra del campo se vuelve patente e imprescindible. La direccin de la

    cura pertenece indudablemente al analista, as como la responsabilidad de

    mantener en la medida que pueda, las condiciones necesarias que le permitan

    proceder.

    Cabra por lo tanto recalcar la dualidad de las inclusiones del analista en el

    campo. Por un lado, l es quien establece la regla del juego, los lmites y el tipo

    de funcionamiento del campo, y los mantiene. El analizando tiene que aceptar,

    no slo verbalmente, sino tambin con su comportamiento y su cumplimiento,

    las reglas que determinan la posibilidad del anlisis. Pero, por otro lado, el

    analista est incluido dentro del campo como interlocutor presente, como objeto

    (y no pantalla) para el analizando, como resonador de las comunicaciones del

    analizando, como instrumento de su propio trabajo.

    El desdoblamiento de la funcin del analista dentro del campo se expresa

    en una dualidad de visin, o de mirada, fenmeno bien conocido de todos

    nosotros, aunque poco estudiado porque lleva directamente a la contratrans-

    ferencia, a la que la mayora de los analistas preferira evitar. Tenemos que

    diferenciar en toda sesin analtica dos clases de mirada: una mirada primera o

    simple, que enfoca el material asociativo proporcionado por el analizando:

    analizamos un sueo, por ejemplo, relacionando los elementos del contenido

    manifiesto con las asociaciones, descubriendo los restos diurnos que intervi-

    nieron en la composicin del sueo, estableciendo relacionas de este sueo

    con sueos anteriores, con recuerdos ya contados por el analizando, con su si-

  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    tuacin actual en relacin con otras personas, etctera. Mientras este trabajo

    prosigue sin tropiezos, no salimos de esa mirada en primer grado. Pero, si se

    produce un tropiezo en este trabajo, si surge en nosotros algo raro, un

    sentimiento definido, una reaccin corporal, una fantasa extra-tempornea, va

    sentimos la necesidad de cambiar la ubicacin de nuestra mirada y de enfocar

    no slo al analizando sino al campo en su conjunto, nosotros mismos incluidos

    dentro de l. La segunda mirada es la que incluye la auto-observacin del

    analista

    Pasa aqu algo semejante a lo que Freud describi como seal de la

    aparicin de la transferencia: el fluir del relato del analizando se encuentra

    detenido o interferido en alguna forma. Las asociaciones tropiezan contra un

    obstculo y sabemos entonces que el analizando est ocupado por pensa-

    mientos o sentimientos referidos al analista. Esto invita al analista a dirigir su

    mirada sobre la situacin transferencial, sin dejar el nivel de la primera mirada.

    No se trata de un obstculo al trabajo del analista sino de uno de sus

    instrumentos esenciales.

    Pero puede ocurrir una situacin distinta: el analista siente su propio trabajo

    interferido y la seal puede ser: no entiendo nada de este sueo, o bien:

    qu le puedo decir a mi analizando que no sea pura repeticin? Esto y

    muchas seales distintas es la invitacin a pasar a la mirada de segundo gra-

    d, a englobarse en el campo y a mirarlo como conjunto. Mucho ms todava si

    se trata de un fenmeno que se repite en un grupo de sesiones o en un perodo

    entero del anlisis. La necesidad de la mirada de segundo grado es dada por la

    traba momentnea o crnica, de la funcionalidad del campo. Si todo anda bien,

    el automovilista mira la carretera; si se detiene el coche, o si se producen

    ruidos raros, o si se prenden determinadas luces rojas en e1 tablero, hay que

    mirar otras cosas. Hasta que se resuelva la traba, el viaje no puede proseguir.

    Es sabido que todo proceso analtico tiene que vencer resistencias en el

    analizando: un analizando que no presentara resistencias, hipotticamente, no

    tendra necesidad de analizarse. Racker, al formular el concepto de contrarre-

    sistencia, enriqueci considerablemente la comprensin de este fenmeno. La

    resistencia del analizando genera una resonancia en el analista, y se produce

    un enganche entre resistencia y contrarresistencia que puede paralizar o par-

  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    cializar el proceso. Si este enganche se cronifica, se produce lo que hemos

    llamado un baluarte, es decir, una zona defendida incluyendo elementos de

    ambos participantes, que escapa a la movilizacin del campo, a la posibilidad

    de verbalizacin y de elaboracin, y que crea una situacin que limita el

    alcance del anlisis, y que puede llegar a provocar su total fracaso. Muchos

    fenmenos que se suelen describir como reaccin teraputica negativa,

    impasse analtico , inanalizabilidad, limitaciones del proceso analtico, son

    en realidad atribuibles a la formacin de tales baluartes, y pensamos que parte

    de ellos podran solucionarse en forma ms satisfactoria por una utilizacin

    mas conciente y determinada de la mirada de segundo grado.

    Esto no quiere decir, naturalmente, que rechacemos la existencia de la

    reaccin teraputica negativa, de los pacientes inanalizables, o de las limita-

    ciones del anlisis, pero tiene la ventaja de dar cuenta de un hecho bien co-

    nocido, y del cual no se han sacado debidamente todas las consecuencias; que

    un analizando no es el mismo con un analista que con otro; que no hay dos

    procesos analticos iguales; que el fracaso de una persona con un analista no

    significa forzosamente que va a repetir este fracaso con otro analista. Lo que

    relativiza en forma apreciable el concepto de inanalizabilidad.

    Una descripcin detallada de las estructuras tpicas de baluartes y un cierto

    entrenamiento para usar la segunda mirada, reconocerlos y desmenuzarlos,

    permitiran dinamizar otra vez muchos procesos paralizados o, eventualmente

    prevenir la formacin de tales baluartes. En distintos trabajos, hemos tratado de

    describir estas estructuras patolgicas del campo. Hemos descrito as el

    fenmeno de parasitacin del analista por el analizando, fenmeno por e1

    cual la simbiosis que se produce normalmente en el campo desborda sus

    lmites espacio - temporales, y el analista se siente en una u otra forma ha-

    bitado por e1 analizando, durante los fines de semana, por ejemplo. Este fe-

    nmeno nos pareci patognomnico de una desestructuracin del campo y de

    su invasin por procesos psicticos (sea o no el analizando un psictico en el

    sentido clnico). Es decir que se trata de una seal de alarma indicando una

    situacin potencialmente peligrosa para el anlisis.

    Tambin hemos estudiado el campo perverso en el cual analista y ana-

    lizando entran en una complicidad tcita, inconciente por lo menos en su mayor

    parte, para transformar el acto de analizar o analizarse en el sustituto de una

  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    actividad perversa (en el sentido estricto de este trmino), por ejemplo

    sadomasoquista. En algunos otros casos el analizando, en el papel del sdico,

    aprovecha la libertad de decir lo que quiere para humillar, despreciar, insultar al

    analista y reducirlo as al papel de vctima masoquista. En otros, el analizando

    viene a la sesin para recibir gozoso su dosis de flagelacin. Sin hablar de las

    mltiples formas de campo paralizado por baluartes de tipo neurtico

    Esta mirada de segundo grado es la que se da en forma materializada en

    cualquier situacin de supervisin, con la diferencia de que se trata de dos

    personas distintas que miran lo que hace una de ellas al analizar a una tercera.

    La supervisin en s, es mirada de segundo grado, y el entrenamiento que

    proporciona consiste, antes que todo, en acostumbrarnos a ejercer nosotros

    mismos esta mirada enfocada hacia el campo.

    La introduccin de la idea de mirada de segundo grado nos lleva a mo-

    dificar, si no la idea central de nuestro trabajo de 1961, que nos sigue pa-

    reciendo valedera, por lo menos cierto nmero de conceptos relacionados con

    esta idea. La mayor parte de los conceptos que nos parece que deben ser

    modificados resultan de una extensin demasiado ampliada de conceptos en si

    valederos. Por ejemplo, no pensamos en la actualidad que el campo se puede

    definir por la transferencia - contratransferencia. Esta definicin descansaba

    sobre un concepto exageradamente extenso de la transferencia como todo lo

    que piensa, siente, imagina, experimenta el analizando con respecto a su

    analista. La transferencia, as entendida como reaccin global del analizando

    frente al analista, se convierte en una dimensin constante y omnipresente de

    la situacin analtica. Adoptar esta definicin nos parece que presenta varios

    inconvenientes. Primero, no todos los fenmenos que incluye se ubican en el

    mismo nivel. Muchos de ellos son triviales y no proporcionan acceso aprove-

    chable ni privilegiado hacia el inconciente, sin descartar con ello que un

    fenmeno autnticamente transferencial e importante se manifieste como trivial

    en el contenido manifiesto. Otros elementos de esta reaccin global se refieren

    a la funcin misma del analista, por ejemplo su derecho a contestar o no las

    preguntas del analizando. Otros, s pertenecen a la transferencia tal como la

  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    defini Freud en su sentido estricto, como repeticin en la situacin analtica de

    situaciones pretritas de la histeria del analizando. A estas ltimas conviene

    jerarquizarlas y darles prioridad en la interpretacin. Segundo, la ampliacin

    abusiva del trmino de transferencia lleva a un forzamiento tcnico de ella. Una

    interpretacin formulada sistemticamente en trminos de transferencia llega,

    en la mayora de los casos, a ser directamente engaosa, o de todas maneras,

    a restringir el registro de la comunicacin analtica. Al mismo tiempo, le quita

    nfasis a la interpretacin de lo que es realmente transfe- rencial. En tercer

    trmino, la tcnica del aqu, ahora, conmigo, tiende a borrar la dimensin

    histrica esencial en el proceso analtico. Si todo es transferencia, si toda

    interpretacin tiene que pasar por la transferencia, la exploracin histrica

    que constituye uno de los resortes esenciales del procedimiento analtico

    aparece como un rodeo innecesario, o aun como una huida del analista frente a

    las situaciones concretas y presentes. Estas exageraciones se manifestaron,

    hasta hace pocos aos entre nosotros, por las discusiones acerca de la

    legitimidad de las interpretaciones extratransferenciales, por falta de dis-

    criminacin entre las interpretaciones dentro de la transferencia en un

    sentido la regla fundamental instituye el anlisis como un proceso que se

    desarrolla dentro de la transferencia y las interpretaciones de la

    transferencia, que, ellas s, suponen una referencia explcita al analista. En

    otras palabras, toda una parte muy esencial del anlisis transcurre en la mirada

    de primer grado, enfocada por e1 analista sobre el analizando y las distintas

    dimensiones de su temporalidad, e inclusive su transferencia.

    El proceso de extensin abusiva alcanz, con algn retraso, el concepto de

    contratransferencia como haba alcanzado el de transferencia.

    Aqu tambin tenemos que jerarquizar dentro de lo observable, entre la

    atmsfera de relacin humana que acompaa nuestro trabajo con el

    analizando, los sentimientos callados que despierta en nosotros, con su tnica

    general y sus variaciones. Las fantasas que despierta en tal o cual momento,

    nuestra comprensin de lo que est diciendo, y de lo que est callando, el

    trabajo intelectual que estamos realizando a propsito de l, por un lado, y, por

    otro lado, los enganches, pequeos y transitorios o importantes y cronificados

    que nos incitan a usar la mirada de segundo grado. A estos ltimos, convendra

  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    reservar el trmino de contratransferencia.

    Hemos incurrido en el mismo tipo de error a propsito del concepto de

    identificacin proyectiva y contra-identificacin proyectiva que con los con-

    ceptos de transferencia y contratransferencia. Es cierto que Melanie Klein, en-

    tre 1946 (fecha de la introduccin del concepto de identificacin proyectiva) y

    1960, ha estado ampliando la extensin del concepto en forma considerable

    cuando en su trabajo, Notas sobre algunos mecanismos esquizoides, M. Klein

    presenta el mecanismo de identificacin proyectiva, lo describe como un me-

    canismo particular, que implica un clivaje pronunciado del self del sujeto y una

    proyeccin de la parte o del aspecto clivado adentro del objeto con el propsito

    de destruirlo, controlarlo o asegurar su posesin de parte del sujeto y considera

    que el proceso resulta en un empobrecimiento de ste. Slo despus extiende

    el proceso ms all de la posicin esquizo-paranoide, describe formas no

    violentas de identificacin proyectiva, e inclusive lo presenta como esencial en

    la comunicacin humana, como fundamento de la empata que nos permite el

    conocimiento de otra persona. Resultaba tentador, a partir de ah considerar el

    proceso analtico como una sucesin de mltiples identificaciones proyectivas

    seguidas de reintroyecciones que llevaban a una paulatina modificacin del

    inundo de los objetos internalizados del analizando y de sus instancias

    psquicas. Len Grinberg, siguiendo a M. Klein, describe con el nombre de

    contraidentificacin proyectiva la reaccin del analista a la identificacin

    proyectiva del analizando. El proceso de extensin del significado de los

    trminos implica conjuntamente a la transferencia y contratransferencia, por un

    lado, y a la identificacin proyectiva y contraidentificacin proyectiva, por otro, y

    llega a tal punto que transferencia viene a confundirse con identificacin

    proyectiva, y contratransferencia con contraidentificacin proyectiva. Esto

    constituye un ejemplo muy ilustrativo del modo como los descubrimientos en

    psicoanlisis se van achatando y desgastando por el uso hasta perder sus

    lmites y por consiguiente su uso legtimo dentro de un magma conceptual.

    Nuestras formaciones no escaparon a esta tendencia: si bien los fen-

    menos de identificacin proyectiva y de contraidentificacin se producen en la

    situacin analtica con mucha frecuencia; no son en absoluto definitorios de su

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    estructura ni de su dinmica, y menos del trabajo que en ella se lleva a cabo. Ni

    podra decirse que son suficientes para definir la patologa del campo.

    Nuestro trabajo tropezaba, adems, contra dos dificultades importantes, la

    primera relativa al sujeto, la segunda al lenguaje.

    Una psicologa de dos cuerpos, deca Balint, y esto procuraba salvar

    varias dificultades al mantenerse en el nivel ms evidente (dos personas ha-

    blando en una habitacin), bipersonal para designar el campo, no salva

    ninguna dificultad, ya que lo ms inmediato y fundamental que se despliega en

    este campo es una situacin de tres, o triangular.

    En realidad, nos faltaba reconocer en toda su importancia el concepto de

    Lacan, acerca del sujeto. No se trata ni de dos cuerpos, ni de dos personas,

    sino de dos sujetos divididos, cuya divisin resulta de una triangulacin inicial.

    La denominacin correcta seria por lo tanto la de campo intersubjetivo, lo que

    nos alejara de la tentacin (ya de por s ajena a nuestra forma de pensar) de

    objetivizarlo. Pero varios problemas se nos plantean entonces: hasta qu

    punto nuestro concepto de campo depende del mareo temporal clsico en

    psicoanlisis? (Las cuatro o cinco sesiones semanales, las sesiones de

    duracin fija de cincuenta minutos o tres cuartos de hora.) Qu pasara si

    como 1o hace Lacan quitramos al campo su mareo temporal determinado?

    Tiene sentido introducir el concepto de sujeto, y seguir hablando al mismo

    tiempo de identificacin proyectiva? Problemas ineludibles que no voy a

    intentar resolver ahora.

    La segunda dificultad aparece expresada y dejada abierta, sin solucionar,

    en nuestro primer trabajo sobre el campo. Es el problema de la accin espe-

    cfica de la palabra (en forma de interpretacin) sobre la estructuracin del

    campo. Este es precisamente el punto de partida de Lacan en su histrico

    Discurso de Roma. Cmo alcanza la palabra analtica al sujeto si ste le es

    radicalmente heterogneo? Y si, como acontece de hecho (si no, no ningn

    psicoanlisis) la palabra alcanza al sujeto, no es esto prueba suficiente de que

    ste no le es heterogneo?

  • ISSN 1688-7247 (1979) Revista uruguaya de psicoanlisis (En lnea) (59)

    Otra vuelta de la espiral se necesita. Quiz las vas de teorizacin no sean

    extraas a las del proceso analtico mismo, lo mismo que los Cantos de

    Maldoror no son extraos a los amores del hroe con la hembra del tiburn. El

    campo intersubjetivo desemboca en la ley del lenguaje, la misma que escriba,

    desde el origen, el destino de los analizados de Pichon Riviere y de l mismo.

    Recibido: 30 de mayo de 1979

    WILLY BARANGER (Buenos Aires), miembro titular de la Asociacin

    Psicoanaltica Argentina, es no de los fundadores y Miembro de Honor de la

    Asociacin Psicoanaltica del Uruguay. Formado en Filosofa en Francia, su

    creciente inters por el campo del psicoanlisis lo ha llevado a convertirse, en

    los aos de su residencia sudamericana, en uno de sus tericos ms

    destacados, uniendo a la originalidad de su pensamiento un entusiasmo

    militante y una excepcional capacidad didctica. Ha publicado numerosos

    artculos en diversas revistas (algunos de los cuales han sido reunidos en el

    libro Problemas del campo psicoanaltico), as como Posicin y objeto en la

    obra de Melanie Klein, obra en la que sintetiza muchas de sus enseanzas.

    Direccin: Sevilla 2954, Buenos Aires.