1609 drogas

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‘QUEMADOS’ POR EL HACHÍS Una cuarta parte de los adolescentes entre 14 y 18 años fuma porros con cierta frecuencia. Sólo en 2005 hubo más de 140.000 denuncias por consumir hachís o marihuana en lugares públicos. Los chavales, que no perciben el riesgo de fumar abusivamente, acuden a centros de desintoxicación con el único fin de quitarse las multas. interviú ha analizado la droga que se compra en la calle y explica los efectos que provoca la sustancia ilegal más consumida. LAS DENUNCIAS POR FUMAR PORROS EN LA CALLE SUPERAN LAS 140.000 AL AÑO. ANALIZAMOS NUEVE MUESTRAS DEL ‘COSTO’ QUE CONSUMEN LOS ADOLESCENTES M artín –nombre supuesto de un chaval madrileño de 22 años– se echaba a los pulmones dos o tres porros diarios. Le iba bien con su chica, bien en su trabajo, bien con su familia. Todo se torció cuando su pareja le abandonó. “El consumo aumen- tó exageradamente. Si antes fumaba para relajarse, ahora quería olvidar a su novia a golpe de canuto. Hasta quince al día se liaba. Aquí llegó con sensación de pérdida del control, con agresividad, odio y rencor. Quería dejarlo y no podía”. Carmen Puerta fue quien vio llegar a Martín. Es la responsable del Centro de Atención a Drogodependientes (CAD) de San Blas, un servicio que engloba cuatro distritos de la capital con más de medio millón de residentes. Lleva más de quince años en las trincheras asistenciales contra el consumo abusivo de drogas y admite que éste es un caso extremo. “En este centro hemos tenido incluso a personas enganchadas al paraceta- mol. Una de ellas se tomaba a tragos el ‘apiretal’ de su bebé. Pero si nos ate- nemos a la proporción de personas que acuden por problemas con el cannabis en comparación con otras sustancias y a [Alberto GAYO] [email protected] KEVIN FTAYER PAUL BERGEN 36 interviú 26 de febrero de 2007 www.interviu.es interviú 37 036-041_DROGAS 36-37 23/02/2007 17:35:50

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Page 1: 1609 drogas

‘ QUEMADOS’ POR EL HACHÍSUna cuarta parte de los adolescentes entre 14 y 18 años fuma porros con cierta

frecuencia. Sólo en 2005 hubo más de 140.000 denuncias por consumir hachís

o marihuana en lugares públicos. Los chavales, que no perciben el riesgo de

fumar abusivamente, acuden a centros de desintoxicación con el único fi n de

quitarse las multas. interviú ha analizado la droga que se compra en la calle

y explica los efectos que provoca la sustancia ilegal más consumida.

LAS DENUNCIAS POR FUMAR PORROS EN LA CALLE SUPERAN LAS 140.000 AL AÑO. ANALIZAMOS NUEVE MUESTRAS DEL ‘COSTO’ QUE CONSUMEN LOS ADOLESCENTES

Martín –nombre supuesto de un chaval madrileño de 22 años– se echaba a los pulmones dos o tres porros diarios. Le iba bien con su chica, bien en su trabajo, bien

con su familia. Todo se torció cuando su pareja le abandonó. “El consumo aumen-tó exageradamente. Si antes fumaba para relajarse, ahora quería olvidar a su novia a golpe de canuto. Hasta quince al día se liaba. Aquí llegó con sensación de pérdida del control, con agresividad, odio y rencor. Quería dejarlo y no podía”.

Carmen Puerta fue quien vio llegar a Martín. Es la responsable del Centro de Atención a Drogodependientes (CAD) de San Blas, un servicio que engloba cuatro distritos de la capital con más de medio millón de residentes. Lleva más de quince años en las trincheras asistenciales contra el consumo abusivo de drogas y admite que éste es un caso extremo.

“En este centro hemos tenido incluso a personas enganchadas al paraceta-mol. Una de ellas se tomaba a tragos el ‘apiretal’ de su bebé. Pero si nos ate-nemos a la proporción de personas que acuden por problemas con el cannabis en comparación con otras sustancias y a

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Efectos sobre el Sistema Nervioso Central (SNC)

Efectos Consecuencia clínica

Efectos psicológicos

Efectos cognitivos

Efectos sobre el rendimientopsicomotor

Efectos sobre la conducciónde vehículos

Efectos sobre el sueño

Efectos sobre el apetito

Analgesia

Efectos crónicos del cannabisEfectos Consecuencia clínica

Efectos cognitivos

Efectos sobre el rendimientopsicomotor

Efectos sobre el rendimientoescolar

Prevalencia de consumo de cannabisy edad al inicio del consumo en losestudiantes de Enseñanza Secundariade 14 a 18 años. 1994-2004

14

15

16

MUESTRA 1

Fragmento de sustancia vegetal prensada de 1,71 gramos.

TCH 10,7%

MUESTRA 2

Fragmento de sustancia vegetal prensada de 3,79 gramos.

TCH 14,1%

MUESTRA 3

Fragmento de sustancia vegetal prensada de 2,51 gramos.

TCH 15,3%

MUESTRA 4

Fragmento de sustancia vegetal prensada de 2,04 gramos.

TCH 12,6%

MUESTRA 5

Fragmento de sustancia vegetal prensada de 3,92 gramos.

TCH 5,8%

MUESTRA 6

Fragmento de sustancia vegetal prensada de 1,33 gramos.

TCH 16,1%

MUESTRA 7

Fragmento de sustancia vegetal prensada de 3,01 gramos.

TCH 18,1%

MUESTRA 8

Fragmento de sustancia vegetal prensada 1,47 gramos.

TCH 18,1%

MUESTRA 9

Fragmento de sustancia vegetal prensada de 2,50 gramos.

TCH 7,9%

5,57% 94,42%

Denuncias por tenencia y consumode drogas en lugares públicos

2.001 2.002 2.003 2.004 2.005

106.442Hombres 116.452 115.850 141.598 163.445

5.828Mujeres 5.833 6.660 8.582 9.647

la severidad de los problemas asociados, debemos concluir que existen drogas mucho más peligrosas que el hachís o la marihuana. Y el peligro del cannabis no viene de su capacidad adictiva, sino de su consumo en determinadas edades en que las personas no han aprendido a controlar sus conductas”.

En España, el incremento en el consu-

mo de hachís y marihuana ha ido parejo a una caída en la percepción social de sus riesgos. Más gente fuma habitualmente porros y cada vez más personas piensan que hacerlo no conlleva grandes peligros. Los datos de la macroencuesta domicilia-ria realizada el pasado año por el Plan Na-cional sobre Drogas eran contundentes: el cannabis es la droga ilegal más consumida en nuestro país; un 28,6 por ciento de los ciudadanos entre 15 y 64 años –es decir, casi 9 millones de los 30,5 que están entre estas dos edades– han fumado alguna vez un canuto, y un 2 por ciento lo toma a diario (más de 600.000 personas).

En cuanto a los jóvenes entre 14 y 18 años, la última Encuesta sobre drogas a población escolar, realizada el año pasado, pone en evidencia que un 26,2 por ciento de los adolescentes consume cannabis de forma habitual.

El consumo incontrolable empieza ahora a detectarse entre los más jóvenes, aunque la mayoría de las personas que requieren tratamiento son “personas de mediana edad –entre 35 y 50 años– con una vida estable, trabajo � jo, de clase media o me-dia-alta, con problemas para relacionar-se socialmente, tendencia a la ansiedad y con personalidades tendentes a evitar los problemas en vez de afrontarlos y resolver-los”, explica la médica Carmen Puerta.

Estas personas –que no suponen más del 1 o 2 por ciento de los casos que se atien-den en los CAD– llevan muchos años fu-mando porros sin atisbar siquiera que ese hábito les puede pasar factura. Un día, los efectos no son los esperados. “En lugar de tranquilizarles –asegura Carmen–, les induce estados de inquietud, ideación pa-ranoide, pensamientos obsesivos; en lugar de contrarrestar sus síntomas depresivos, los acrecienta, favoreciendo su aislamien-to. Les cuesta romper, son incapaces de conciliar el sueño sin fumarse un porro. Rara vez consumen en el trabajo”.

En realidad estaríamos hablando de fumadores para los que la droga está

cumpliendo una función en relación a sus problemas psicopatológicos: soportar el estrés, relajarse, reducir el malestar deriva-do de estados depresivos... “En estos ca-sos es inútil intentar que deje de consumir sin abordar los problemas que justi� can ese consumo”, comenta Puerta.

En 2006, el informe anual del Obser-vatorio Europeo de las Drogas y las Toxi-comanías ya advertía que el consumo de cannabis no sólo es experimental y cosa de chavales, sino que puede alargarse hasta edades comprendidas entre los 30 y los 50 años, “pauta de consumo que debería

analizarse con mayor detenimiento”, re-comendaban los expertos europeos.

Si los casos que requieren atención son pocos, y sus protagonistas, mayores de 35 años, ¿por qué las estadísticas o� -ciales hablan de que hay muchos jóvenes que demandan tratamiento asistencial por

Son muchos los jóvenes que visitan locali-dades de la periferia madrileña en busca

de hachís. interviú desveló hace tres meses (ver número 1.597) que muchos bares del sur de Madrid, la mayoría regentados por ciudada-nos magrebíes, vendían hachís impunemente a una clientela en la que incluso había menores de edad. “Yo pillo en Alcorcón, es más fácil” o “No vayas a ese bar, que te dan mierda” son algunas de las expresiones que usan los cha-vales, que en algunos casos se consideran au-ténticos expertos catadores de hachís. Hablan de los diferentes tipos de hachís que se pueden comprar, aunque los análisis realizados por esta revista revelan que entre las distintas muestras de droga no hay mucha diferencia de calidad. Ninguna superaría el 18 por ciento de THC (te-trahidrocannabinol), el principio psicoactivo del hachís. Nuria, una estudiante de Alcorcón, re-comienda el costo paquistaní: “Los efectos son más fuertes, pero es más caro”. Fernando Díaz, portavoz del PP en este municipio, reclama más presencia policial y sostiene que “cuando regis-tran un bar en las zonas conflictivas, tan sólo encuentran menudeo y no cantidades que des-estabilicen a las organizaciones que trafican”.

G.Z.

PEQUEÑOS CATADORES

Alvarez Vara, Bobes, Farré, Torrens, Luna Maldonado,

Salvador Casanova... Estos apellidos, poco conocidos por el gran público, son los de al-gunos de los miembros de la comisión clínica de expertos nombrada por el Gobierno para hacer un seguimiento exhaustivo de las sustancias psicoactivas, establecer la si-tuación epidemiológica, actua-lizar los hallazgos científi cos y analizar sus efectos toxico-lógicos y clínicos. En 2006 finalizaron su primer trabajo y escogieron la droga ilegal más consumida: el cannabis y sus derivados. El informe ha pasado inadvertido, pero es el intento más serio y objetivo de poner al día la información que se tiene sobre esta droga. Los

especialistas aclaran que el consumo de cannabis produce un efecto bifásico: una prime-ra fase de estimulación y otra donde predomina la sedación (ver cuadros). En personas inexpertas o tras dosis altas “puede aparecer ansiedad, disforia, síntomas paranoides y/o pánico, que habitualmente desaparecen de forma espon-tánea en pocas horas”. Eso sí, una intoxicación aguda puede provocar ideas delirantes, aluci-naciones, confusión, amnesia, ansiedad y agitación. Conforme el tetrahidrocannabinol (THC) –principal principio activo del cannabis– se elimina del orga-nismo van desapareciendo es-tos episodios. Otra de las nove-dades que aportan tras revisar decenas de estudios es que

una hora después de fumar un porro el rendimiento psicomotor ya está deteriorado. Respecto a efectos analgésicos, recuer-dan que en animales se ha demostrado su potencial para amortiguar dolores agudos y crónicos. Para el dolor agudo en humanos todavía no se ha demostrado, y para el cróni-co, sólo Canadá ha aprobado un preparado contra el dolor neuropático en la esclerosis múltiple. Entre posibles usos terapéuticos con evidencias científi cas destacan los auto-res su utilidad para prevenir las náuseas y vómitos en en-fermos de cáncer (siempre que no responda a los tratamientos habituales), facilitar el apetito en enfermos de sida y cáncer, y tratar el dolor neuropático.

DE LA EUFORIA Y EL RELAX A EPISODIOS PSICÓTICOS‘ QUEMADOS’ POR EL HACHÍS

CASI 9 MILLONES DE ESPAÑOLES(UN 28,6%) HA DADO ALGUNA

CALADA A UN CANUTO

‡ Expertos en drogas están asesorando al Plan Nacional con información contrastada sobre los efectos y daños de las distintas sustancias.

COMISIÓN CLÍNICA

LA PUREZA DEL ‘COSTO’

Esta revista adquirió hachís en bares del sur de Madrid y de la

capital. Los análisis del Instituto Na-cional de Toxicología, a petición de Madrid Salud, confi rman que el por-centaje de THC (tetrahidrocannabi-nol), el principio activo del cannabis, no supera apenas el 18 por ciento, pureza que podría parecer baja, pero que entra dentro de los pará-metros normales para esta droga.

de 2,5 gr.

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Siempre se ha hablado de que el que fumaba porros acababa

enganchado a la heroína. Esta idea del cannabis como droga puente se ha ido modelando con el tiempo hasta llegar a nuevas conclusiones. Los nueve científi cos expertos en drogas que forman la Comisión Clí-nica del Plan Nacional sobre Drogas sostienen en su monográfi co sobre cannabis, publicado el pasado año, que “en la actualidad, con los datos disponibles, no puede descartarse que el consumo de cannabis com-parta factores de tipo genético, de personalidad o sociológicos con el consumo de otras sustancias, en lugar de tener un papel causal directo en la escalada de consumo de otras drogas”.

Francisco Albarrán, vicepresidente de la Asociación para la Lucha Antial-cohólica de Alcorcón, piensa que el entorno de los jóvenes direcciona sus consumos y que en la juventud se tienen más posibilidades de perder el control. “Acogemos a muchos estu-diantes de 22, 24 años con graves

problemas de alcoholismo y adictos al hachís que ya no pueden ni prepa-rar los exámenes”. La terapia que se sigue es similar a la aplicada a los al-

cohólicos: “Hablar, simplemente ha-blar, y que se sientan escuchados”. Alberto, de 17 años, probó el alcohol con 15 años. Ahora sólo fuma: “Me

gusta, otros beben, otros se meten farlopa [cocaína], yo me fumo mi canutito y me quedo tan a gusto”.

G.Z.

LOS MÁS ‘FUMETAS’, EN NAVARRA Y BALEARESfumar porros? La respuesta es compleja, pero una de las explicaciones puede estar en la denominada ley Corcuera, aprobada en 1992 para proteger la seguridad ciuda-dana. En su artículo 25 se establece como infracción grave “el consumo en luga-res, vías, establecimientos o transportes públicos, así como la tenencia ilícita de drogas tóxicas”, pero las sanciones que acarrea podrán suspenderse –aquí estaría la clave– si el infractor “se somete a un tratamiento de deshabituación en un cen-tro acreditado”.

Si en el año 2000 apenas eran 50.000 las denuncias por fumar porros en la calle, en 2005 –últimos datos facilitados a interviú por el Ministerio del Interior– subieron hasta las 141.464. Según las previsiones

del departamento que dirige Alfredo Pérez Rubalcaba, en 2007 habrá que añadir al menos un 10 por ciento más de denuncias. En cuanto al consumo público de cocaína –la mayoría de las veces en locales de di-versión–, las denuncias fueron 34.156.

Estas multas –que van desde los 301 a los 30.000 euros– suponen un instrumento disuasorio del consumo pero también recau-datorio para el Estado. En la actualidad no se facilitan datos económicos, pero sólo en el año 2000 se recaudaron más 5,4 millones de euros (más de 900 millones de pesetas) por fumar porros en sitios públicos.

Fuentes de centros de tratamiento de Madrid y Barcelona coinciden al explicar que “la inmensa mayoría de los que acu-den buscando tratamiento lo hacen para quitarse la multa o por la alarma que había generado en su entorno familiar el conocimiento de que consumían canna-bis. En realidad, muy pocos de ellos han necesitado tratamiento”.

Carmen Puerta con� rma esta tendencia y sostiene que casi todos habían sido pi-llados fumando en la calle, no tenían pro-blemas en el consumo y buscaban anular la multa. “Cuando vienen, les ofrecemos controles toxicológicos que demuestren la abstinencia, y eso les permite quitarse la multa. Además, les hacemos una evalua-ción para ver si sus pautas de consumo afectan al rendimiento académico, a su grado de atención”.

Sólo a aquellos que se sienten empa-nados –expresión usada para de� nir un estado de confusión por un consumo fre-cuente– les realizan un psicodiagnóstico por si pudieran surgir problemas.

Fuentes de Madrid Salud aseguran que, durante el año 2006, 641 pacientes fueron atendidos en centros de la capital por ser consumidores de cannabis como droga principal, y que tres de cada cuatro eran menores de 25 años.

A pesar de que son pocos los casos en los que hay un verdadero enganche a esta sustancia psicoactiva –la más consumida de las drogas ilegales–, los expertos no quieren bajar la guardia, sobre todo en-tre los adolescentes. “El aumento en su

consumo está relacionado con la falta de percepción de riesgo que tienen los más jóvenes. Se ha sido muy tolerante con el porro, con esa imagen de que no pasa nada”, comenta José Manuel Torrecilla, responsable de Madrid Salud.

La responsable del CAD de San Blas apostilla: “Los chavales no son conscien-tes ni de estos ni de otros muchos riesgos. Y los que son conscientes y, aún así, deci-den consumir mantienen un planteamien-to presentista, centrado en obtener efectos

positivos a corto plazo y obviar los efectos negativos a medio o largo plazo”.

Otro de los errores han sido las campa-ñas de prevención, casi siempre centradas en provocar alarma. “La prevención no está encaminada a conseguir que algo no suceda. Los mensajes alarmistas no calan entre los más jóvenes. La tendencia actual de demonizar el cannabis no es ‘leal’ con la realidad. Existe mucha información y al adolescente no le cuesta trabajo saber que hay países donde el consumo es le-gal, que hay gente que cultiva en casa, que hay cientos de miles de personas que consumen y no tienen problemas. La pre-vención ha tendido más a resaltar el 1 por ciento de los que desarrollan un trastorno esquizofrénico que el 90 por ciento que lo consume sin problemas”, argumenta un educador madrileño.

El peligro está en que los adolescentes, en fase de formación, tienen que saber dis-cernir los peligros. “Lo que la sociedad y los chavales necesitan saber es que fumar porros puede echar a perder su futuro, no porque provoque esquizofrenia, efecto muy raro, sino porque el chico puede desvin-cularse de los estudios, los porros pueden deteriorar su concentración, optar por la transgresión de las normas, identi� carse con valores marginales...”.

Entre fi nales de 2005 y 2006, la Delega-ción del Gobierno para el Plan Nacional

sobre Drogas entrevistó a más de 25.000 españoles para conocer las tendencias de consumo de drogas, legales o ilegales. Fue un macrotest a personas de entre 15 y 64 años. Si en diciembre la ministra Elena Sal-gado ya adelantaba algún resultado, ahora empiezan a conocerse con detalle. Según ha podido saber esta revista, los navarros y los residentes en las islas Baleares son los más fumetas de la España plural. El 4,6 por

ciento de los que viven en la comunidad foral fumaron canutos a diario en los últimos 30 días, y más de un 44 por ciento de la pobla-ción había probado el hachís o la marihuana alguna vez en su vida. Los siguientes en la lista eran los del archipiélago balear, donde el 3,3 por ciento consumía todos los días y más de un 41 por ciento había dado alguna que otra calada a un porro. Cataluña se si-túa en tercera posición. Entre los menos fu-madores fi guran los castellano-manchegos, los castellano-leoneses y los extremeños.

DEL BOTELLÓN A LA DESIDIA ‘CANUTERA’

‘ QUEMADOS’ POR EL HACHÍS

EL FUMADOR PROBLEMÁTICOES UN HOMBRE DE ENTRE 30 Y 50

AÑOS, DE CLASE MEDIAY TRABAJO ESTABLE

“LOS CHAVALES DEBEN SABER QUE FUMAR PORROS PUEDE TRASTOCAR SU FUTURO, FAVORECE EL ABSENTISMO Y DETERIORA SU CONCENTRACIÓN”, DICE UN EDUCADOR

‡ Cataluña, después de Navarra y Baleares, es la comunidad donde más hachís y marihuana se fuma. Castellanos y extremeños, los que menos consumen.

EL RANQUIN

fi En la ciudad de Madrid

fueron atendidos el pasado año 641 pacientes

que tenían como droga principal el cannabis, un 7 por ciento del

total.

MADRID: 641 PACIENTES

⁄ Las denuncias por tenencia o consumo de drogas en lugares públicos superaron las 140.000 en 2005. Para este año se espera un 10 por ciento más.

DISUADIR Y RECAUDAR

‡ Francisco Albarrán (en el

centro) es uno de los responsables de la Asociación

Antialcohólica de Alcorcón, un

centro psicosocial que lucha contra

el consumo de cannabis entre los

jóvenes.

A PIE DE CALLE

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40 interviú 26 de febrero de 2007 41 www.interviu.es interviú 41

036-041_DROGAS 40-41 23/02/2007 17:37:22