13 días en las mazmorras del paraguay

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CORRUPCIÓN ANARQUÍA TORTURA ABUSO DE PODER HUMILLACIÓN ANARQUÍA UTORITARISMO ANARQUÍA PREVARICATO INQISICIÓN MARGIANLIZACIÓN VIOLACIÓN DE LEY DICTADURA ABUSO DE AUTORIDAD TORTURA ANIQUILACIÓN DE PERSONALIDAD SECUESTRO VIOLACIÓN DEL DEBIDO PROCESO COBARDÍA ANARQU FALSO TESTIMONIO TRÁFICO DE MAFIA JUDIC IAL EXTORSIÓN COACCIÓN ANARQUÍA TIRANÍA ARBITRARIEDAD EXPOSICIÓN AL PELIGRO FALSIFICACIÓN INDEFENSIÓN ANARQUÍA COMPRAVENTA DE JUSTICIA OLIGARQUÍA DESÍDIA CORRUPCIÓN TORTURA HUMILLACIÓN TORTURA SECUESTRO MÁFIA MÁFIA ÁFIA INDEFENSIÓN INDEFENSIÓN INDEFENSIÓN HUMILLACIÓN HUMILLACIÓN TORTURA SECUIESTRO TORTURA SECUIESTRO DESÍDIA OLACIÓN SÍDIA TORTURA URA TORTURA TORTURA TORTURA INQISICIÓN INQISICIÓN ARIEDAD ARBITRARIEDAD ARBITRARIEDAD ARBITRARIEDAD ARBITRARIEDAD EXTORSIÓN ARBITRARIEDAD EXTORSIÓN SIÓN EXTORSIÓN EXTORSIÓN EXTORSIÓN CORRUPCIÓN CORRUPCIÓN CORRUPCIÓN CORRUPCIÓN CORRUPCIÓN INDEFENS TORTURA TORTURA AUTORITARI AUTORITARI AUTORITARI AUTORITARI AUTORITARI INDEFENS INDEFENS INDEFENS PODER Hans Otto Kroeger K.

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Experiencia real vivida en la actualidad en las cárceles del Paraguay.

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CORRUPCIÓNANARQUÍA

TORTURA

ABUSO DE PODERHUMILLACIÓN ANARQUÍA UTORITARISMO

ANARQUÍA

SEDAD

PREVARICATOINQISICIÓN

MARGIANLIZACIÓN

VIOLACIÓN DE LEYDICTADURAABUSO DE AUTORIDAD

TORTURA

ANIQUILACIÓN DE PERSONALIDAD

SECUESTRO

VIOLACIÓN DEL DEBIDO PROCESO

COBARDÍA ANARQ

FALSO TESTIMONIO

TRÁFICO DE INFLUENCIA

MAFIA JUDIC IAL

EXTORSIÓNCOACCIÓN

ANARQUÍA

TIRANÍA ARBITRARIEDAD

EXPOSICIÓN AL PELIGRO

FALSIFICACIÓN

INDEFENSIÓN

ANARQUÍA

COMPRAVENTA DE JUSTICIA

OLIGARQUÍADESÍDIA

CORRUPCIÓNTORTURA

HUMILLACIÓN

TORTURA

SECUESTRO

MÁFIA

MÁFIA

ÁFIA

INDEFENSIÓN

INDEFENSIÓN

INDEFENSIÓN HUMILLACIÓN

HUMILLACIÓN

TORTURA SECUIESTRO

TORTURA

SECUIESTRODESÍDIA

OLACIÓN SÍDIA

TORTURA

URA

TORTURA

TORTURA

TORTURA

INQISICIÓN

INQISICIÓN

ARIEDAD

ARBITRARIEDAD

ARBITRARIEDAD

ARBITRARIEDAD

ARBITRARIEDAD

EXTORSIÓN

ARBITRARIEDAD

EXTORSIÓN

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EXTORSIÓN

EXTORSIÓN

CORRUPCIÓN

CORRUPCIÓN

CORRUPCIÓN

CORRUPCIÓN

CORRUPCIÓN

INDEFEN

TORTURA

TORTURA

AUTORITARISMO

AUTORITARISMO

AUTORITARISMO

AUTORITARISMO

AUTORITARISMO

INDEFEN

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INDEFENPODER

Hans Otto Kroeger K.

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Hans Otto Kroeger Kaethler

13 Días

En las Mazmorras del Paraguay

Autor: Hans Otto Kroeger [email protected]

Hernandarias, Paraguay, Mayo 2005

Diseño de cubierta y ediciónHans Otto Kroeger [email protected]. 0631 - 20100

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Hans Otto Kroeger Kaethler

Introducción

Lastimosamente no puedo relatar todo lo ocurrido, pues perjudicaría terceros, víctimas de este mismo sistema, y mi propia defensa.

La condición inhumana a que son sometidas las personas internadas en nuestras cárceles, es harto conocida. Pero no se cuenta con relato del punto de vista del recluido. El observador externo no tiene acceso a todos los detalles, no conoce las humillaciones a las cuales se somete al prisionero.

Desconoce la desesperación del preso, sea en carácter de detenido, prevenido o condenado, cuando se percata de que la Ley no le protege. Una vez internado, no es más que un animal, sin personalidad propia, que depende absolutamente de de la arbitrariedad – una vez benevolente, otra vez vengativa – del Juez. Para estos los derechos legales no existen, no son sino letra muerta. Se burla de sus víctimas cuando solicitan un mínimo de respeto a los citados derechos.

La primera vez que una persona es recluida en la cárcel, se le hace saber inmediatamente que todo se compra, desde el derecho a habitar un pabellón, derecho a un “colchón”, y por supuesto, la libertad. Aquí, el derecho a la libertad no es garantía constitucional, sino un derecho que depende exclusivamente de la capacidad económica del individuo.

No pretendo culpar de estas circunstancias a cualquier persona en particular, sino al sistema político absolutamente corrupto, un gobierno que conoce perfectamente esta situación, y nada hace para cambiarla, excepto dictar nuevas leyes y reglamentos, crear nuevas comisiones, solicitar contribuciones a organismos internacionales, para finalmente no cambiar nada. Al elaborar las leyes pertinentes, ya se lo hace sabiendo que no serán cumplidas.

Tenemos leyes procesales, leyes que protegen al prevenido y al condenado, que regulan el funcionamiento de cárceles y penitenciarías, que reconocen derechos en el internado – y que son letra muerta. ¡Y se ponen a estudiar un nuevo proyecto de ley carcelaria, por supuesto, bajo patrocinio y costeo de entidades extranjeras. ¿Para qué?

Todo es simulación, y no existe órgano ni institución donde reclamar su cumplimiento.

Hans Otto Kroeger K.

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Los antecedentes del caso

En el año 1996 me denuncia una persona que hizo llamarse Bruno Balbuena Maciel, supuestamente presentando determinada Cédula de Identidad. Como consecuencia de la denuncia el entonces Juez de Paz de Hernandarias trata de extorsionarme. Cuando le digo que no pagaré coima, me hace ingresar, bajo título de “detención”, en la penitenciaría de C. del Este, donde paso cuatro días, cuando la detención no podía tardar más de 24 horas, según el antiguo procedimiento penal. A la salida de la cárcel trato de averiguar quien sería el denunciante, y el Departamento de Investigación de la Policía Nacional informa que la persona de Bruno Balbuena Maciel no se halla registrada en la institución, y que el número de la cédula corresponde a otra persona.

Con ello quedó demostrado que la denuncia fue falsificada por el Abogado H. A. C., patrocinante de la misma, en connivencia con el entonces Juez de Paz de Hernandarias, A. H. R. G. Presento la denuncia correspondiente, se simula apertura de sumario, que nunca ha quedado concluso. Lo mismo ocurre con la denuncia falsificada: a partir del momento que demostré que no existe el denunciante (que sería al mismo tiempo la víctima), se ha trabado toda investigación de la causa, y se me niega igualmente sobreseimiento libre, aún que los supuestos delitos denunciados (atropello de domicilio y amenaza de muerte) se hallan prescriptos hace mucho.

De manera que quedó demostrada la participación y connivencia de fiscales y jueces superiores en la persecución a inocente. Evidentemente se niegan a dar término a la causa al sólo efecto de dar protección a la corrupción judicial.

He vuelto a denunciar a jueces y fiscales, y se sigue, o ocultando las denuncias, o rechazándolas bajo excusas ilegales, o retardando indefinidamente la investigación.

Así, en la actualidad existen por lo menos dieciséis denuncias que se hizo “desaparecer” en la superintendencia de C. del Este. Asimismo la Superintendencia, a cargo de Juan Carlos Duarte Martínez vuelve a ocultar expedientes relativos a denuncias presentadas contra jueces y fiscales, imposibilitando de esta forma cualquier investigación.

Debido a esta situación he solicitado informaciones a la Superintendencia, que han sido negadas. He presentado un total de nueve escritos, solicitando actividad, información e intervención de la Superintendencia, y todo en vano. No se ha informado, y no se ha tramitado lo solicitado. Finalmente, a la última presentación escrita, incluso han negado dar el correspondiente recibo.

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Miércoles 6 de Abril 2005

Aproximadamente a las 7:00 horas del Día 6 de Abril de 2005 me presento en la

recepción de la Superintendencia de C. del Este, volviendo a solicitar alguna respuesta a los nueve pedidos de informe presentados. Una funcionaria que atiende allí, que podría ser llamada de recepcionista, pues son más o menos las funciones que cumple, llama a secretaría, diciéndome luego que Analía Rodríguez (asistente fiscal) no me atendería, que venga otra hora.

Días anteriores había aguardado en la Fiscalía desde las siete de la mañana a la una de la tarde en la esperanza de obtener respuestas, siendo todo en vano.

Todo el problema se inició porque el Superintendente Fiscal, Juan Carlos Duarte, mantuvo durante más de nueve meses “congelado” en su despacho o secretaría cuatro denuncias, causa Nº 3210 (Frustración de la Persecución Penal), 3214 (Frustración de la Persecución Penal, 3226 (maltrato físico y tentativa de robo agravado), y 3.208/04, por persecución de inocente, todas denuncias que he presentado en fecha 28 de 06 del año 2004. Se trata de reiteración de denuncias, visto que las primeras denuncias presentadas sobre los mismos hechos, junto con otras en un total de 16 (año 2001 y 2002) se hizo “desaparecer” justamente en la Superintendencia del Ministerio Público de C. del Este. Además de ello había el caso de las denuncias Nº 3206, por frustración de la persecución penal, y 3237, por prevaricato, de las cuales la Fiscal Adelaida Vásquez había solicitado desestimación, alegando doble proceso. Estas dos últimas denuncias también hacían parte del paquete de denuncias reiteradas por motivo de la desaparición de las denuncias presentadas en 2001 y 2002. Teniendo en cuenta que Adelaida Vásquez se negó categóricamente a decir donde se estaría sustanciando el procedimiento por la denuncia original (según informaciones informales confiables, no existiría tal procedimiento), en fecha primero de febrero de 2005 había solicitado a la Superintendencia por escrito se expida concretamente sobre si efectivamente se había iniciado la correspondiente investigación penal sobre las citadas denuncias, o que medidas había tomado para rectificar la situación, visto que con anterioridad, y ya en varias oportunidades yo le había manifestado verbalmente la situación irregular, solicitando que tome las medidas administrativas correspondientes.

Mi insistencia en el sentido de obtener alguna respuesta positiva no se limitaba a la presentación de escritos. En una única oportunidad me tocó hablar personalmente con el Superintendente Fiscal Juan Carlos Duarte, después de haberlo intentado reiteradas veces hacerlo. En esta oportunidad prometió hacer las investigaciones correspondientes. Pero todo fue en vano. Por ello continuaba insistiendo. Me parece que fue en fecha 31 de marzo que esperé desde las siete de la mañana hasta la una de la tarde en la recepción de la Superintendencia, en la esperanza de ser atendido, o por el Superintendente Fiscal, o por Analía Rodríguez, la única persona que se dignaba a hablarme de vez en cuando sobre el

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tema1, llegando en cierta oportunidad a jurar que para el día siguiente yo obtendría respuesta, lo que después resultó ser falso.

En una de estas oportunidades se quejó Analía por el hecho de que, cuando desaparecieron las primeras denuncias (2001 - 2002) yo no había insistido en obtener respuesta, viniendo a caer ahora el problema en mano del superintendente actual. Aclaro que también en aquella época había presentado dos solicitudes de información a la Superintendencia, que nunca obtuvieron respuesta.

Justamente por esta posición asumida por Analía, yo empecé a insistir en que se de respuesta, presentando los nueve escritos. En fecha 06 de Abril, día de mi detención, yo tendría que haber rendido un examen final en la Universidad en la cual curso el cuarto año de derecho. Teniendo en cuenta que de todas las maneras pasaría medio día estudiando para dicho examen, resolví irme a la Superintendencia de la Fiscalía bien temprano, sentarme en la Secretaría y esperar hasta tanto se me dé respuesta sobre las denuncias desaparecidas u ocultadas, y aprovechar el tiempo para estudiar.

Fue lo que hice. Me acerqué a la recepción de la Superintendencia, solicité hablar con Analía, quien todavía no se había presentado al trabajo. Tuve que esperar, ya no sé si fue media hora o una hora, y volví a insistir. Nuevamente la recepcionista llamó a secretaría, trasmitiéndome luego la respuesta dada por Analía, de que yo vuelva “otra hora”.

La falta de respeto a mi persona, la humillación ya era flagrante y absoluta. Nuestro Código Procesal Penal dispone: “Art. 68: La víctima tendrá derecho a: 1) recibir un trato digno y respetuoso, que se hagan mínimas las molestias derivadas del procedimiento… 3) ser informado de los resultados del procedimiento, aún cuando no haya intervenido en él, siempre que lo solicite.” O sea, tenía legalmente asegurado el derecho de obtener respuesta a mis reclamos. Pero no es la única legislación que garantiza este derecho.

En forma similar dispone la Ley Orgánica del Ministerio Público: “Art. 9º.- El Ministerio Público se informará sobre la situación y los reclamos de la víctima de un hecho punible y, a su requerimiento, les informará sobre la marcha y el resultado de sus investigaciones y sobre el estado del proceso.” “Art. 84.- En especial, serán motivo de sanción disciplinaria los siguientes hechos u omisiones: 4) demorar indebidamente el despacho de los asuntos, ya sea por negligencia, por incumplimiento de las obligaciones legales o de las instrucciones; 5) ejecutar hechos o incurrir en omisiones que tengan como consecuencia extraviar escritos, documentos o expedientes, dificultar o demorar el ejercicio de los derechos de las partes o de la institución en cualquier clase de asunt; 6) ofender o denostar a los litigantes o a cualquier otra persona que acuda a las oficinas del Ministerio Público o a las audiencias o Tribunales y no tratar a la víctima con el respeto previsto en la ley.”

No creo que necesite más argumentaciones para explicar lo que hice a seguir. Mis derechos como víctima de los hechos denunciados son notorios, así como la violación de los mismos por la superintendencia. Insistí con la recepcionista, a que llame nuevamente a Analía a fin de que informe que se había hecho de las denuncias que mantenían en su poder. Esta llama nuevamente a secretaría, y luego me pregunta que lo que quiero saber. Le digo que solicito respuesta sobre las notas presentadas en fecha

1 Los demás funcionarios de la Superintendencia manifestaban desconocer el asunto.

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01/02/05, 16/02/05, 24/02/05, 004/03/05, 08/03/050, 14/03/05, 16/03/05 y 31/03/05. ¡Había nueve notas presentadas sin respuesta, y la señorita Analía me pregunta descaradamente que es lo que solicito!

La recepcionista se sonríe de mi recitado. Tenía conocimiento de mi insistencia en obtener respuesta, y por lo tanto entendía perfectamente el descaro de Analía al preguntar lo que yo pretendía, así como entendían también mi ironía en el recitado. Le hace saber a Analía, y nuevamente no obtengo respuesta. Insisto más una vez. Llama nuevamente. Finalmente se me hace saber que “todas las denuncias fueron enviadas a Inspectoría General”. Ante esta respuesta, bastante ambigua (ya había presentado unas 60 denuncias, y no tenía sentido enviarlas todas a Inspectoría General), preparé un pequeño cuestionario, a fin de que me fuese posible ubicar las denuncias, y ejercer finalmente los derechos que me corresponden como víctima: Que órgano recibió las denuncias; Cuantas y cuáles fueron enviadas; Que número de entrada se les ha asignado; En que fecha; Para qué; Por qué.

Solicité que llame nuevamente. Finalmente la recepcionista me dice que habrían sido enviadas en fecha 1º de Abril. Y anota en una hoja mía, donde había escrito el cuestionario, el nombre del agente fiscal Jorge Lebedis, y su número de teléfono (021) 41.55100/000. Esta hoja tengo ahora ante mí. Trato de llamar a uno de estos números con mi celular, pero daba ocupado, y cuando sonaba, inmediatamente caía la línea. Después de varios intentos, solicito se me permita llamar con el teléfono del local, lo que me es negado. Vuelvo en insistir en que se me dé respuesta sobre el cuestionario. Se me es negado.

Entonces me levanto, entro en la secretaría, me siento en una silla desocupada, retiro mi material de estudio, y le digo a Analía:

- ¡Quiero respuesta a los pedidos presentados, y no me retiraré mientras no la obtenga!, - y, me pongo a estudiar. La señorita Analía Rodríguez se hace la indignada, alega falsamente que le estoy impidiendo de trabajar, y me solicito que me retire. Le respondo que no tengo ningún problema, me retiraré inmediatamente de obtener las respuestas que legalmente corresponden. Ella se retira ella del local, claramente en la esperanza que yo desanime y me vaya, evitando de esta manera tener que dar respuestas. Justamente por conocer estos “métodos” comúnmente utilizados por los fiscales, es que había traído el material de estudio, y me puse tranquilamente a estudiar.

Pasan unos quince minutos, y yo me quedo sentado tranquilo, estudiando. Al rato suena teléfono, y ella se ve obligada a volver a su mesa para atenderlo. Vuelve a pedirme que me retire, a lo que le doy la misma respuesta. Ella llama a un agente policial, el cual reitera el pedido de que yo me retire. Le respondo de la misma forma:- Me retiraré inmediatamente de obtener las informaciones a las cuales legalmente tengo derecho. –

Mientras tanto Analía hace llamada, parece que a Asunción. Pues en seguida recibe un Fax, que parecía ser una constancia de recepción de FAX en Asunción, pues, al recibir esta constancia, me dice que en fecha 5 (no 1º, como se me hizo informar antes) de Abril se habría entregado tres de las denuncias que se había mantenido congeladas en Superintendencia, a la Inspectoría General de Asunción. Solicitando que me diga qué se hizo de otra denuncia por falso testimonio, también congelada en Superintendencia, dijo que se resolvería en el día siguiente. Preguntándole sobre la denuncia contra Lulio Vicente Gamarra, dice que no me daría respuesta, solicitándome nuevamente que me retire. Le respondo que me corresponde el derecho de saber que se hace de las denuncias que

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presento, pero se niega a dar respuesta. Luego vuelvo a decirle que me retiraré una vez que obtenga respuesta, sobre la citada denuncia, y sobre si se ha iniciado procedimiento penal con relación a las denuncias cuya desestimación había solicitado Adelaida Vázquez alegando doble proceso, y si se había iniciado procedimiento penal con relación a las denuncias enviadas a Inspectoría en Asunción.

Aquí ya empieza a burlarse sádicamente la señorita Analía de mí: Me dice que “ocurra a la vía pertinente”, término que con frecuencia utilizan irónicamente los fiscales cuando se burlan de los derechos legales de los ciudadanos. ¡Si es justamente la Fiscalía la vía pertinente! (véase la legislación citada).

En nuestro Ministerio Público el desrespeto a las víctimas de hechos punibles, y a sus deberes legales, es total y absoluta. Además de no dar los informes a los cuales están obligados por Ley, se burlan de la frustración, de la impotencia de sus víctimas. Y sobre todo, encubren a los delincuentes, congelando y haciendo desaparecer denuncias.

Permanezco sentado tranquilo, leyendo mi material de estudio. Tenía tiempo. Vuelve a acercarse a mí el policía, haciendo ya de “papagayo” de la señorita Analía. Me pide para retirarme, y que “ocurra a la vía pertinente”. Por supuesto, sin decir cuál sería la vía pertinente. Me callo, y sigo estudiando.

Se retira Analía, y vuelve con un grupo de personas, entre ellos algunos policías, y un personaje robusto, que entra con aire prepotente, y dice, no me acuerdo bien del término, pero más o menos así: “¿Donde está el badulaque?”

No me voy a olvidar la cara medio ridícula que puso, pues aparentemente esperaba encontrar algún remolino, sin embargo todo estaba en su lugar, todos estaban trabajando, nada había de anormal. Yo me encontraba leyendo mi material. No le conocía a él, ni él me conocía, y desde luego mi comportamiento no tenía apariencia de terrorista u algo por estilo, ni mucho menos nadie se encontraba impedido o perturbado en el trabajo. Más tarde, cuando ya me encontraba “demorado” en la comisaría, la policía me dice que se trataba del Fiscal Raúl Insaurralde, quien, aparentemente justo en el día anterior habría asumido la Unidad Fiscal 13.

Alguien indica a mi persona, y se vuelve a mí, preguntándome que quería. Le respondo que espero respuestas a mis peticiones. Me dice que me dirija a las vías pertinentes. Este simple dicho es una ofensa grave, una humillación, visto que me encontraba justo ante el órgano competente para dar las explicaciones solicitadas: el Ministerio Público, concretamente, la Superintendencia, quien tenía congelado denuncias, negándose a dar explicaciones sobre los mismos, en abierta violación de las disposiciones legales ya citadas.

Por lo tanto vuelvo a decirle a este señor prepotente, que me encuentro ante el órgano pertinente, que había presentado los respectivos escritos, las respectivas solicitudes, que, acorde a la Ley Orgánica del Ministerio Público, y acorde al Código Procesal Penal la fiscalía tenía obligación de darme respuesta sin más demora, y que me retiraría así que se me concediese lo que me corresponde por derecho.

Quien después resulta ser el Fiscal Raúl Insaurralde, dice alguna cosa en guaraní a los policiales, y estos empiezan a arrastrarme por el corredor hacia fuera. Una vez afuera, grito a quienes pudieran escucharme, que estaba siendo privado

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ilegítimamente de mi libertad, sin que se me diga la causa. Esto lo hago teniendo en cuenta lo que había pasado con los Sres. Juan Arrom y Anuncio Martí.2

Soy introducido en una camioneta 911, y llevado a la Comisaría 7ª de Ciudad del Este. Llegado allá, solicito se me informe sobre el motivo de la privación de libertad. Me informa amablemente el Comisario de la misma, que hubo una orden verbal del Fiscal Raúl Insaurralde, y que se estaba esperando algún comunicado a fin de saber la razón de la privación, que mientras tanto yo me encontraba en calidad de “demorado”, y si en seis horas no se recibía comunicación del fiscal, sería puesto en libertad. En este lugar fui tratado con respeto, se me permitió alguna libertad, o sea, no se me introdujo en calabozo, ni se me quitó mi celular, se me permitió llamar a mis familiares, se me cedió el teléfono para llamar a la Inspectoría General en Asunción. Agradezco de corazón el tereré que me fue ofrecido a la mañana por uno de los policiales del citado puesto policial, única “alimentación” concedida por el sistema que me priva de libertad durante todo este día.

Pero llega medio día, y el Comisario, preocupado con la situación de prisión ilegal, llama a la fiscalía de turno, justamente de Raúl Insaurralde, reclamándole el envío de algún documento que justifique la “demora”. Me fijé en el reloj que había en la comisaría; más o menos exactamente al mediodía del 6 de Abril, el comisario recibe fax de la Fiscalía, una nota manuscrita, que dice que Analía Rodríguez había presentado denuncia verbal por supuesta coacción contra mi persona, sin referirse a ningún hecho concreto. Asimismo dice la nota que el Fiscal (no dice cuál fiscal) había solicitado que yo me retire del lugar, y ante mi negativa, habría ordenado mi detención, a lo que me habría opuesto nuevamente. La nota se halla firmada por varias personas, y hace las veces de acto inicial de la carpeta fiscal. Lo que no se envía, es una orden de detención. A los efectos de mejor comprensión, trascribo la nota:

En Ciudad del Este, a los 06 días del mes de abril del año 2005, siendo las 09:00 horas, ante una denuncia verbal realizada por Analía Rodríguez Palacios, Asistente Fiscal de la Superintendencia Fiscal de esta ciudad, sobre un supuesto hecho punible c/ la libertad (Coacción) de que fuera víctima, por parte del señor Hans Otto Kroeger Kaethler, paraguayo, casado, mayor de edad, con C. I. Nº 655 072, domiciliado en Av. El Menzú y/ Parapití de Hernandarias, se constituye en la oficina de la Superintendencia Fiscal, acompañado de Agentes Policiales, solicitándole al señor Hans Otto Kroeger que abandone la oficina de referencia, a fin de que las actividades laborales continúen normalmente a lo que éste último se negó rotundamente en reiteradas ocasiones, por lo que el Agente Fiscal dispone en éste acto la detención preventiva del mismo, oponiéndose nuevamente a dicha disposición fiscal ante los Agentes Policiales intervinientes, comisario DEJAP Hipólito Mendoza Aguilar y Sub Ofic. 1º Nicolás Benítez. Posteriormente y luego de procederse a la detención del señor Hans Otto Kroeger, el Agente Fiscal de turno dispone su traslado hasta la Comisaría 7ª del barrio Ciudad Nueva de ésta ciudad, donde quedará recluido en libre comunicación y a disposición del Ministerio Público. Con lo que se da por terminado el acta con la firma de los presentes e intervinientes. Conste.

2 “Callejones del Terror” es libro escrito por Juan Arrom, donde relata su secuestro y tortura por la fuerza pública paraguaya, posiblemente bajo órdenes de Hugo Velásquez, y con protección posterior de este mismo Fiscal Juan Carlos Duarte, según lo denuncia Juan Arrom.

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Poco después (por supuesto que nadie ni piensa en darme alimentación), comparece mi señora quien me trae algo para comer. Ante la total arbitrariedad de la privación de libertad, preparé un escrito de Habeas Corpus, el cual es presentado por mi esposa al Juzgado de Turno de C. del Este. Asimismo escribo petición de que el fiscal me tome declaración indagatoria, la cual sólo le fue posible a mi señora, entregar a las 16:47 de la tarde. Aproveché esta misma oportunidad para entregar a mi esposa todo lo que tenía en mi poder de mayor valor, la plata, documentos, teléfono celular, etc. Sabía que, una vez ingresado al sistema, se me quitaría todo lo que poseía. Me quedé apenas con Gs. 15.000, a los efectos de una eventual emergencia, pero incluso esto se me quitó en la cárcel.

Antes de que fuese posible a mi esposa entregar esta petición, soy llevado en el mismo vehículo 911, sin que se me comunique el destino, pero yendo a parar finalmente en la fiscalía. Allí soy recibido por quien aparentemente es asistente fiscal de Raúl Insaurralde, el cual, después de preguntarme si estaba dispuesto a declarar, y ante mi afirmativa, empieza a tomar mi declaración, preguntándome por mis datos personales. Ni una advertencia sobre mis derechos, o información sobre la acusación. Por esto le pido me exhiba el expediente, a lo que accede. Verifico que apenas contiene la carátula con los datos sobre la causa, y la nota trascripta más arriba. Me pregunta el asistente fiscal, si tengo conocimiento y he tenido participación en hechos de coacción y resistencia ocurridos en este día. Le contesto que no tengo conocimiento ni he participado.

En esto llega el Fiscal Raúl Insaurralde, y le dice a su asistente: - Borrá todo y haga constar que se abstiene a declarar, que solicita tiempo para nombrar abogado defensor. – Reclamo vigorosamente ante tan descarada mentira, pero no se me hace caso. El mismo Fiscal Insaurralde se sienta ante la computadora, e empieza a redactar, aquello que pretendía hacer constar como mi “declaración”. Como la máquina no funciona bien, finalmente acaba a reiniciar todo en otra computadora. Ínterin en una hoja en blanco que tenía en mi poder, hago escrito en el cual digo:

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Hans Otto Kroeger Kaethler

Objeto: Solicitar se me tome declaración

Sr. Fiscal.-

Hans Otto Kroeger K., estando presente en esta fiscalía, traído por vehículo del orden público, a los efectos de declaración informativa, y considerando que esta fiscalía se niega a tomar mi declaración, digo:

Que me presento al efecto de declarar, aún sin asistencia de abogado, el cual no es exigido a los efectos de declaración ante fiscalía, por ninguna Ley.

Que la C. Nacional establece el derecho de defenderme por mi mismo.Que soy alumno de derecho del 4º año, mejor alumno de clase (UTIC) y por lo

tanto plenamente capacitado para ejercer mi defensa.Que por lo tanto, en nombre del principio de la economía procesal solicito se me

tome declaración en este acto.Asimismo solicito copia del expediente, y constancia de la cantidad de hojas que

lo constituyen, y su contenido.Hans Otto Kroeger K.

Este escrito es incorporado al expediente antes mismo de imprimirse mi supuesta declaración, donde, debido al cambio de computadora, parte de los datos ofrecidos fueron mal copiados, y por lo tanto no corresponden a la verdad. Más tarde el Fiscal cambia el orden de los documentos de la carpeta, agregando primero la declaración fraguada – que trascribo a seguir, y luego mi escrito.

Causa Nº 0001841/2005. S/ SUP. HECHOS PUNIBLES C/ LA LIBRTAD (COACCIÓN) Y C/ LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA (RESISTENCIA).-------

En Ciudad del Este, República de Paraguay, Departamento del Alto Paraná, a los 06 días del mes de Abril del año 2.005, siendo las 16:35 horas, de conformidad a las disposiciones del Art. 17 de la C. N. y 85 del C. P. P. comparece el Señor HANS OTTO KROEGER KATHLER, a los efectos de prestar declaración indagatoria ante el Ministerio Público, estando presente EL AGENTE FISCAL DE LA UNIDAD Nº 13 DE CIUDAD DEL ESTE , Abog. RAÚL INSAURRALDE. Enterado del objeto del acto y del hecho punible que se le atribuye, así como de los elementos de convicción de que se disponen, informándosele acerca: DE SU DERECHO A ABSTENERSE A DECLARAR Y DE QUE EN CASO DE NEGATIVA, NO SERÁ UTILIZADA EN SU CONTRA, ASÍ COMO TRAMBIÉN SUS DEMÁS DEREHCOS PROCESALES (ART) 86 C. P . P). Manifestando el compareciente que hará uso de su derecho procesal y constitucional de abstención, ya que no cuenta con abogado defensor de su confianza, solicitando prórroga para su nombramiento, pasando a ser interrogado por el Agente Fiscal al solo efecto de conocer sus datos personales, de la siguiente forma: -------------------------------------------

PREGUNTADO: Sobre su nombre y apellido, apodo o sobrenombre, nacionalidad, lugar y fecha de nacimiento, edad, estado civil, profesión, domicilio real,

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nombre de sus padres, C. I. Nº DIJO: Llamarse Hans Otto Kroeger Kaethler, sin apodo ni sobrenombre, de nacionalidad paraguaya, nacido en la localidad de Fernheim, en fecha 22 de julio de 1.959, de 35 años de edad, de estado civil casado, de profesión carpintero y estudiante, domiciliado sobre la Av. El Mesu y/ Parapití de la ciudad de Hernandarias; hijo de HERIG KOREGER y CATARINA DE KREOGER, con Cédula de Identidad Civil Paraguaya Nº 655.072, con telf. 0631 – 20100.------------------------------

En este estado el compareciente solicita copia de la carpeta fiscal a su costa, de 3 (tres) fs, a su costa, a fin de tener conocimiento de los hechos punibles que se le atribuyen en las presente causa.----------------------------

Con lo que se dio pro terminado el acto, previa lectura y ratificación del contenido, negándose a firmar el compareciente, firmando el Agente Fiscal y el receptor de la presente declaración.

Por supuesto que me negué a firmar algo que no corresponde a la verdad. Lo dije al fiscal al mismo momento que supe que borraría mi declaración haciendo constar la mentira. Es más. Aún antes de imprimirse esta “declaración”, se me pone esposas, y se me alza nuevamente en la camioneta 911. Afuera en este momento se encuentra un reportero, y alguien se percata que la policía tiene en manos un oficio por el cual se hace saber a la Policía Nacional que el Fiscal Raúl Insaurralde ha dispuesto mi “detención preventiva”, para guardar reclusión “en la sede de la Penitenciaría Regional de Ciudad del Este”, por supuesto, sin aclarar el hecho por el cual me encuentro recluido (violación del Art. 240, C. P. P.3, haciéndose sólo referencia a la causa en la cual se dictó la medida. Y por supuesto tampoco se me hace saber el motivo de la detención, ni se me exhibe el oficio. Todo ya se había preparado antes mismo de mi comparecencia. La misma sólo sirvió de excusa para la detención, y es para justificar ésta que tenían que hacer constar la declaración falsa.

Por supuesto que la penitenciaría es institución destinada a la reclusión de personas condenadas, y acorde a la Constitución Nacional, está prohibida la reclusión de personas detenidas en lugares destinados a la purga de condena (Art. 20), pero actualmente la Constitución Nacional evidentemente es letra muerta para nuestras nobles autoridades. Trascribo la orden:

3 “La orden de detención deberá contener los datos personales del imputado que sirvan para su correcta individualización, la descripción sucinta del hecho que la motiva y la identificación de la autoridad que dispuso su detención.

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Causa Nº 0001841/2005. S/ SUP. HECHOS PUNIBLES C/ LA LIBRTAD (COACCIÓN) Y C/ LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA (RESISTENCIA).-------------------------------

Oficio Nº 175 /2.005.-

Ciudad del este, 06 de Abril del 2005-04-21

SeñorJEFE DE LA POLICIA NACIONAL DEPARTAMENTALPresente:

Abog. RAUL INSAURRALDE, AGENTE FISCAL DE LA UNIDAD Nº 13 DE CIUDAD DEL ESTE, quien suscribe, se dirige a usted en la causa supra mencionada, a fin de comunicarle que esta Unidad Fiscal ha ordenado la detención preventiva del señor HANS OTTO KROEGER KAETHLER, sin apodo ni sobrenombre, de nacionalidad paraguaya, nacido en la localidad de Fernheim, en fecha 22 de julio de 1959, de 35 años de edad, de estado civil casado, de profesión carpintero y estudiante, domiciliado sobre la Av. El Menzú y/ Parapití de la ciudad de Hernandarias; hijo de HERIG KROEGER y CATARINA DE KROEGER, con Cédula de Identidad Civil Paraguaya Nº 655 .072, con telf. 0631-20100, quien deberá guardar reclusión en sede de la Penitenciaría Regional de Ciudad del Este, en libre comunicación y a disposición de ésta Unidad Fiscal y del Juzgado Penal de Garantías. ---------------------------------------------------

Ingreso al Sistema Penitenciario

Es sólo después de ponerse el cargo en la Jefatura de la Policía Nacional Departamental, que se me exhibe el oficio, y se me permite su lectura. Y al rato se me lleva a la Penitenciaría Nacional, en el pabellón que lleva el nombre de “manualidades”, donde paso la noche, con la ropa que tengo por el cuerpo, y por supuesto, sin que ninguna autoridad me pregunte si ya tuve oportunidad de comer algo durante el día, o si necesitaba algo, o si necesitaba de algún remedio.

El trato que se da a la persona privada de libertad en Paraguay, es peor que el trato que se da a un perro, o un cerdo. Quien no conoce el sistema, no tiene la menor idea de lo que ocurre. Se le tira de un lado a otro, se la maneja al bel placer, sin reconocerle ningún derecho, y sin cualquier preocupación por sus necesidades particulares. Es individuo de personalidad aniquilada. Aún a los perros y a los cerdos el dueño les provee por lo menos de alimentos. El detenido es totalmente abandonado a su propia suerte. Sólo después de ingresar al sistema penitenciario tendrá eventualmente oportunidad de acercarse al “comedero” que se coloca dos veces al día en los corredores – si es que se lo permiten los co-internados, o tiene fuerza suficiente para vencer la resistencia de los más fuertes. Quien haya asistido alguna vez a la alimentación de cerdos confinados, tendrá una

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idea bastante aproximada de lo que ocurre en las instituciones penales paraguayas. Hablar de derechos humanos en Paraguay, es una burla sádica. Lo que una persona detenida tenga a decir en su defensa, no interesa a nadie, no encuentra oídos en ninguna parte. Es tirado al sistema penitenciario y abandonado a su propia suerte. Si tiene algún dinero, tendrá posibilidad de contratar un abogado y comprar juez. Terminado el dinero, le abandonará el abogado y el juez. Y lo que es más grave, la ausencia de abogado es utilizado como excusa para no tomarle declaración, para no investigar los hechos denunciados. Es más, se obliga a los internados, imposibilitados, no sólo de buscarse su propio sostén, sino también, a gastar el sostén de los familiares, cuando se trata de cabeza de familia, a pagar por su traslado a fiscalía y a juzgados, cuando pretenda ser escuchado. Es más, esta ocasión es aprovechada indefectiblemente para algún tipo de extorsión. El acompañante de la fuerza pública le hace saber que tiene que “contribuir” con algo por el “favor” de ser acompañado hacia el local en el cual deberá prestar su declaración. Como paraguayo me siento avergonzado ante esta cobarde, denigrante situación, perfectamente conocida por las autoridades, no sólo del Ministerio Público, o el Poder Judicial, sino por el mismo ejecutivo, y legislativo, cuyos representantes realizan eventuales visitas a las cárceles. Esperar de tal sistema alguna posibilidad de readaptación social, es un delirio mental.

En esta primera noche los internos del pabellón “manualidades” me cedieron un “colchón”, o sea un pedazo de espuma de unos seis centímetros de grueso, en el cual yo podía “dormir”. El corredor, que alberga, creo, al derredor de unos cincuenta internos, instalados en camas de dos o tres pisos y en el propio piso. Cuenta con un bañero dentro del cual se halla instalado un único vaso sanitario y una única ducha. Está tan atiborrado de camas que apenas sobra lugar para un estrecho corredor entre ellas. Por suerte algunos de los internos de este corredor tienen permiso para salir a la mañana y realizar alguna actividad útil, tal como hacer limpieza en el patio de la cárcel, trabajar en la cocina, en la carpintería, en la guampería, herrería, mecánica o huerta existentes. Los demás deben pasar día y noche en los corredores, sin la menor posibilidad de ocupación constructiva.

Esta misma noche me visitaron la mayoría de mis colegas de la Universidad, el director cedió amablemente los sillones que se encuentran en frente de la dirección carcelaria, y pudimos charlar largo rato en condiciones decentes. Lo que siento, es el haber estado impedido de rendido la materia “Historia Diplomática del Paraguay”, disciplina de la cual se rendía examen final esta noche. Solicité, mediante mis colegas, que el Profesor me examine dentro de la cárcel, visto que la Universidad se encuentra justo al costado de la institución penitenciaria. Pero el pedido fue denegado por la dirección de la Universidad. Es la primera vez en mi carrera universitaria que no rindo el examen final ordinario.

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Jueves 7 de Abril,

Al día siguiente de mi ingreso al sistema penitenciario, supuestamente destinado a la “readaptación de los condenados” (C. N., Art. 21), y sin haber podido cerrar ojo durante la noche, aproximadamente a las 6:30 de la mañana se me lleva al patio del frente de la institución. Soy apartado por uno de los guardiacárceles, quien amablemente me pregunta si ya tengo conocimiento de las “reglas”. En 1996 ya había ingresado al mismo sistema, cuando fui denunciado por persona inexistente4, por ello ya tenía idea clara a qué se refería: para tener derecho a ser internado en el pabellón “manualidades” se exige el pago de Gs. 800.000. Para ingreso en el pabellón “blanca” se exige pago de Gs. 400.000. Para ingreso en el pabellón “negra”, se exige pago de Gs. 200.000. Le dije al Respondí diciendo que ya tenía conocimiento, y le pregunté si los precios seguían iguales. Primero se hizo de desentendido, o sea, no quizo dar posición exacta, pero finalmente admitió que sí los precios seguían aproximadamente iguales. Le dije que no tenía dinero, y que no tenía intención de pagar. Agregué irónicamente, que, caso le parecía por bien echarme de su “hotel” por falta de pago, no me opondría a ser “puesto en la calle”.

Quien no paga, trabaja. Esto ya lo sabía de antes. Pero no me preocupaba, pues he trabajado toda mi vida.

Esta mañana, al igual de la noche anterior, me tocó nuevamente pasar en ayunas, visto que el traslado se produjo justo a la hora de servirse el “café” de la mañana. Pero aproximadamente a las nueve de la mañana vino mi esposa y me trajo algo de comer, y aún no siendo hora de visita, se me permitió hablar cortamente con ella. En cuanto a la “libre comunicación” no tengo quejas. Según me consta, siempre que alguna persona pidió hablar conmigo, la dirección carcelaria dio oportunidad para ello, o por lo menos la oportunidad de comunicación por billetes, aún que mediante pago al mensajero.

Dentro del pabellón, por supuesto todos quieren saber cuál es mi “bronca”, o sea, cuál es el motivo de mi prisión. Les digo, coacción y resistencia. No conocen el tipo penal de coacción, y preguntan si es lo mismo que coacción sexual. Ciertamente es la primera vez que alguien entra en el Penal de Ciudad del Este acusado de coacción. Les explico que no tiene nada que ver con coacción sexual. Quieren saber también cual es el hecho de coacción del cual se me acusa. Respondo que no lo sé, visto que todavía no había recibido cualquier comunicación sobre el particular. Asimismo trato de explicarles que se me acusa de resistencia, por no haber atendido a la solicitud de una persona de retirarme del local de la fiscalía. Les cuesta un poco creer que esto sea cierto, pues la mayoría de los recluidos está acusada de hechos graves. Pero asimismo están acostumbrados a chicanas y persecuciones sin causa por fiscales y jueces, tales situaciones no les espantan.4 Me había denunciado “Bruno Balbuena Maciel”, con “C. I.” Nº 692.614. En realidad la

cédula corresponde a Damián Espínola Cardozo, y Bruno Balbuena Maciel no se halla registrado en el Departamento de Identificaciones de la Policía Nacional. Se trataba no de una denuncia real, sino de una falsificación producida por un Juez de Paz (Albino Heradio Rojas García), y un abogado (Hermínio Aranda Cardozo), al sólo efecto de extorsionarme. Por increíble que parezca, hasta hoy día no se ha dictado resolución definitiva en la causa. Y el Recurso de Queja por Retardo de Justicia presentado ante la Suprema Corte en Asunción por mi persona en 2002, no se resuelve.

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Así la mañana pasó tranquilamente. Querían saber todo de mí. Les explico que había denunciado a un sinfín de jueces y fiscales corruptos, y que todo se trataba de una “vendetta”, una venganza. Cuento que declaré guerra a la corrupción existente en el Ministerio Público y en el Poder Judicial. Tenía todavía conmigo mi material de estudios, y el Código Procesal Penal, y les conté que era estudiante de derecho. Esto aumentó el interés por mi persona, y varios internos me consultaron sobre sus causas, y la posibilidad de obtener libertad, ya sea por compurgación de pena mínima, por medida alternativa, libertad condicional, o por alguna otra forma. Me parece que entre los cerca de quinientos internados, era el único que estaba con detención preventiva. La gran mayoría está con prisión preventiva, y unos pocos, muy pocos, con condena firme.

Esta misma mañana, mi esposa trajo muda de ropa, desodorante, sepillo de diente, jabón y otros artículos de primera necesidad en una bolsa de plástico. Al volver con esta bolsa al pabellón, uno de los guardas dice que va a encargar al “capataz” del pabellón a que tenga atención por mis perteneces, a fin de que no me sean quitados por los demás internos. El capataz suele ser un recluido antiguo, responsable por el orden interno en cada pabellón. No sé como es nombrado, pero hace de nexo entre la guardia carcelaria y el pabellón, y su autoridad es respetada de alguna manera por los internos, y admitida por los guardiacárceles. Llegado al portón del pabellón, el guardia dice algo en guaraní al capataz, luego abre el portón, y me hace entrar. Apenas estoy adentro, el capataz me quita mi bolsa, y nunca más llego a verla. ¡Se encargó bien de mis cosas! ¡Agradezco la oportuna “ayuda” al guardia cárcel!

De alguna manera se me pierde nuevamente el horario del almuerzo.Es día de visita. Nuevamente mi esposa me trae algo para comer: Un yogurt,

banana y sándwich. Al volver al pabellón, más o menos a las dos y media de la tarde, ya se me informa que a partir de este momento tendría que empezar a trabajar. Ya a la mañana había sido advertido constantemente de ello si me negaba a pagar lo que llaman “derecho de piso”. Asimismo se me informó que el capataz ya había adelantado a uno de los guardiacárceles la suma de Gs. 100.000 en adelantamiento por mi alojamiento, bajo garantía del mismo de que yo pagaría sin falta. Aparentemente las cantidades extorsionadas son repartidas entre guardiacárceles e internos influyentes. Aún que se calcule al valor de Gs. 400.000, multiplicándolo por setenta (cantidad aproximada de internos en cada pabellón), se llega a la respetable suma de Gs. 28.000.000 por pabellón. Según dicen, este pago es único, o sea, se paga una sola vez en cada pabellón para ser eximido del deber de trabajar, que corresponde a quienes no tienen condiciones para pagar. Si por algún motivo se cambia una persona de pabellón, se le obliga a nuevo pago.

Bueno, en este momento no tengo más que la ropa en el cuerpo. El monedero, con los pocos guaraníes que me había reservado, también ya se me había “solicitado”, y fue puesto bajo la “custodia” de uno de los co-internados. Me entregaron un short viejo y roto, y con este empecé la faena: Cepillar, lavar, secar piso de baño y corredor; llevar agua; llevar y embolsar basura; lavar vajillas de los internos; lavar ropa de los internos; etc.

El trabajo más pesado es el de lavar el piso; el piso del corredor es de hormigón, hormigón mal fraguado, por ello desgastado y con hendeduras. Considerando que durante todo un día prácticamente no había comido nada, además del stress, la imposibilidad de dormir de noche, la preocupación con mi defensa en la causa, frustrada por todos los medios, y la clara percepción de que los fiscales y jueces hacían y harían todo lo posible e

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imposible para alargar al máximo mi privación de libertad, y las penurias a sufrir, mi condición física no era de las mejores.

Es necesario escobar vigorosamente al piso, luego de echarle abundante agua. A seguir escurrirlo, y por último se arrastra una frazada vieja por el piso, para dejarlo razonablemente seco. Es la parte más pesada del trabajo, visto que hay que ir estirando y arrastrando la frazada, con las manos puestas al piso, para luego torcerla, quitándole el agua, y repetir la operación. Este trabajo se hace varias veces por día, visto que a la mayoría de los internos no les interesa en absoluto la higiene. Mucha de la basura que sale de las celdas es tirado directamente a los corredores, tal como puntas de cigarrillo, yerba usada, restos de comida, cáscaras de fruta, etc. Lo más asqueroso es como se manejan en el baño. Buena parte de los internos ni se acercan a los vasos sanitarios para orinar. Desde la puerta orinan directamente, tratando de alguna forma, mirar hacia el vaso (del tipo incrustado en el piso), y largan el chorro. Otros orinan mientras se bañan, o en cualquier lado del área destinado al baño, lugar donde también se lava las ropas, las vajillas, etc. De manera que el lugar es más antihigiénico que cualquier chiquero.

Se dedicaron a castigarme en forma especial. Teniendo nombre y apariencia de extranjero, soy victima de la universal presunción de ser adinerado. No sólo dentro de la cárcel, sino también jueces fiscales y policías son presas de esta ilusión, y por lo tanto soy víctima preferida de todo tipo de actos extorsivos. Y si tengo dinero, y me niego a pagar, tengo que sufrir las consecuencias.

Toda lo que es más pesado en el servicio me es encargada, y cuando había menos trabajo, se me encargaba a mí el servicio, mientras los demás descansaban. Había, contando conmigo cuatro internos que debían hacer este trabajo esclavo para aproximadamente 70 internos del pabellón. Y a toda hora se volvía a exigirme pago, para ser librado del trabajo.

Me hicieron trabajar aproximadamente hasta la una de la madrugada siguiente, dejándome completamente exhausto. En cierto momento me eché en el piso crudo, y permanecí acostado. En este momento empezaron a preocuparse un poco, probablemente recelando la aparición de algún guardia que averiguase sobre lo ocurrido.

A estas horas ya no había agua, y me negué a entrar en una celda en estas condiciones para dormir. Finalmente algunos internos me ofrecieron alguna agua de la que antes había llevado a sus celdas, asimismo me ofrecieron jabón común y toalla, y de esta manera pude lavarme un poco, lavando asimismo mi camisa, que ya se encontraba bastante sucia. Me ceden una frazada vieja, que puedo poner en el piso de cemento para acostarme para lo que restaba de la noche. Desde luego fue imposible dormir: Piso duro, nada para cubrir, ataque a esperar a cualquier momento, stress insuperable.

Aún así no me debo quejar. En esta penitenciaria hay brasileros que lo pasaron mucho peor, y son castigados por mucho más tiempo. Uno me cuenta, que, cuando fue internado, tenía bastante ropa, objetos personales e dinero. Le robaron todo, y en el más frío invierno le dejaron sin nada, a “dormir” sobre el piso de concreto puro, sin colchón ni frazada, y que tuvo que aguantar estas condiciones, no por una u dos noches, sino que por varios días seguidos. Además de ello, no le permitían acceder a la comida, y las pocas veces que le alcanzó alguna cosa, apenas era caldo, sin un único fideo o poroto. Es esto lo que nuestros gobernantes llaman de “readaptación de condenados”. Siempre son los extranjeros las víctimas principales de tales abusos, que no pueden pasar desapercibidos

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por la dirección penitenciaria, aún que no pueden denunciar a sus victimarios, puesto que significaría muerte cierta.

Durante día y noche se fuma por todos los lados, inclusive cantidades increíbles de marihuana, que me querían obligar a fumar con ellos, pero pude resistir. Estoy seguro, que, si en algún momento se hiciese un test de uso de estupefacientes en las cárceles paraguayas, daría resultado positivo en un 99 % de sus población, aún entre aquellos que no la fuman (que son muy pocos), por estar obligado a inhalar el aire contaminado durante día y noche.

Debido a mi condición de interno he tenido facilidad de acceso a ciertos datos que suelen quedar ocultos a visitantes. Entre ellos también me ofrecieron datos concretos sobre estupefacientes y sus precios. Veamos la lista:

Cerveza Gs. 6.000Petaca (caña) Gs. 10.000 a 25.000Pastilla Disonilon Gs. 5.000 por dos pastillas.Macoña: Gs. 1.000 por la cantidad aproximada para un cigarrillo.Craque: Gs. 3.000 por piedrita del tamaño de un grano de arroz.Cocaína: Gs. 5.000 a 10.000 por una carrera.

Raramente hay cerveza, y la caña más bien sólo se consigue en fines de semana, aparentemente siempre introducidos directamente por algún guardia cárcel, según dicen, atado por las piernas. La marihuana, el crack y las pastillas Disonilon raramente faltan. No me dijeron como se introduce en la cárcel. El crack aparentemente es introducido en la vagina de mujeres visitantes. La distribución interna ocurre de varias maneras. Como he podido observar personalmente, hay varios guardias que se encargan directamente de la distribución de la marihuana, de pabellón a pabellón.

Al principio me extrañaba que los jabones siempre se encontraban rotos a la mitad. Pero luego descubrí que sirven de medio de trasporte. Se los rompe, se introduce la droga, se une y sella otra vez. Así se puede trasportar drogas y otros objetos sin generar sospechas. Posiblemente también se utiliza para ocultar dinero, pues incluso el jabón común, que se me dio en la segunda noche en la cárcel, poco después amaneció roto a la mitad. Sin duda estaban buscando dinero.

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Viernes 8 de Abril,

A las cuatro de la mañana se me quita de la cama, después de haber quedado acostado por aproximadamente dos horas y media. Inmediatamente se me obliga a cepillar el piso del corredor, escurrir y secar, junto con otras dos personas. Lo mismo en el baño; quitar basura de las celdas; llevar agua; lavar vajillas. Ya se trae desayuno (algunas galletas, café de soja y leche de soja), sin que me toque la oportunidad de comer o guardarme algo para mí. En todo caso siquiera cuento con algún recipiente en la cual podría hacer reservarme algún “café”. Las chicanas del día anterior empiezan otra vez. Me da la sensación de estar con fiebre. El corazón anda acelerado y siento la piel caliente. Pero no se me permite descansar, se me amenaza con golpearme.

A la noche anterior yo ya había decidido iniciar una huelga de hambre, pues el Fiscal de la causa no había dispuesto tomar mi declaración, pese a insistentes solicitudes en este sentido. Tampoco me escuchó el juez, lo que debería haber hecho dentro de las 24 horas de haber sido detenido para decidir sobre medidas cautelares. Así, mi privación de libertad ya asumió carácter de absolutamente ilegal, aún sin considerar que no existe en el expediente ninguna constancia de algún hecho que aún de lejos pueda ser considerado delictuoso. Me encontraba conciente, acorde a mi experiencia anterior, que el Fiscal no respetaría en absoluto mis derechos de imputado, y que lo mismo ocurriría con el juez.

En los peores momentos de la persecución al ser humano organizada por la Iglesia Católica, bajo el manto de la “Santa Inquisición”, o del “auto da fe”, se torturaba a los “sospechosos” y “sospechosas” de actos de hechicería. El “Santo Papa” autorizó todo tipo de prácticas para la obtención de confesiones, inclusive la tortura por agua y fuego. Pero se siguió exigiendo, para la aplicación de algún castigo, o “purificación del alma por el fuego”, que antes la víctima haya confesado el pecado.

La “Justicia” paraguaya hoy día ya utiliza métodos más sencillos: Si el “delincuente” no confiesa, confiesa el fiscal en nombre del delincuente, como ya me ocurrió en esta causa: cuando pretendí declarar, el fiscal sencillamente hace constar que “Manifestando el compareciente que hará uso de su derecho procesal y constitucional de abstención, ya que no cuenta con abogado defensor de su confianza…”, y – ¡ya se tiene una declaración del afectado! Bajo estas condiciones es evidente que no tengo la menor posibilidad de esperar ni justicia, ni respeto por la Ley. Si a estos “honorables señores” les apetece condenarme, nada podré hacer para evitarlo; no importa si soy inocente o culpable.

Por lo tanto la única salida me pareció ser la publicidad, que tiene más efecto si es acompañada de huelga de hambre. Mi esposa se encargó de hacer saber mi decisión a los medios públicos.

Mientras los demás desayunaban, se me concedió una corta pausa en mi trabajo. Durante esta pausa algunos internos me recomendaron presentar una nota al director de la cárcel, comunicándole mi huelga de hambre. Y es lo que hice. Algunos ofrecieron su intervención para librarme del trabajo forzado. Pero, rechacé. Por otro lado seguían las presiones para que yo pague lo que se me pedía, insistiéndose en que el capataz pretendía recuperar lo dado en adelanto al guardia cárcel la suma de Gs. 100.000.

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Comí por última vez aproximadamente a las 2:30 de la tarde del día 7 de abril. Estaba ingiriendo una buena cantidad de agua, sentía inmensa necesidad de ella, creo, a causa de la fiebre.

En el trabajo había pausas, siempre cuando faltaba agua, lo que ocurre frecuentemente. En uno de estos momentos me acuesto en el piso desnudo de la celda en la cual fui internado. Empiezan a tirar bolsas de plástico llenadas de agua hacia mí, como también otros objetos. Un interno me pone una tira de papel entre los dedos del pie, y lo enciende. Lo que buscan, es alguna reacción mía, que les dé oportunidad para aplicar algún castigo.5 Por lo tanto, entiendo más aconsejable quedar quieto. El fuego produce apenas una pequeña quemadura en uno de los dedos del pie. No muevo un dedo, ni pizco con los ojos. Por ello en seguida pierden el interés por la chicanería. Por último tiran un limón hacia mis genitales, y con buena puntería. Me revuelco en el piso, con un poco de exageración, y finalmente se me deja en paz. Pero ya vuelve el agua. Se me obliga a trabajar otra vez. Vuelven a chicanearme al máximo, hasta que me echo al piso, completamente exhausto. Nuevamente se exige pago. Me golpean, para que me levante e empiece a cepillar piso. Levanto a trabajar ora vez, pero finalmente me echo en el piso, y les digo que me pueden matar. A partir de este momento me dejan trabajar un poco más tranquilo, mientras la fiebre no me abandona.

Los días viernes, así como los días lunes y miércoles no hay visita. A la tarde, los internos del pabellón tienen derecho a salida, para jugar fútbol, o recorrer el patio, a excepción de la gente obligada a hacer limpieza. Estos, mientras tanto, deben lavar el piso de las celdas, al igual que el corredor. Pero por lo menos hay más tranquilidad.

Este segundo día, el trabajo termina aproximadamente a las diez de la noche. Todo el día hay gente bañándose. En el bañero existen tres duchas, pero normalmente ninguna funciona, por falta de presión de agua. De alguna manera, se consiguió desenroscar la llave de paso de una de las duchas, en punto inferior a la ducha, donde la presión todavía alcanza para hacer salir el agua, y la gente se agacha debajo del chorro de agua que sale de la misma, para bañarse medianamente. Como hay cerca de setenta personas en el pabellón, la “ducha” se halla ocupado el día todo. Y se fuma marihuana por todos los lados. Los colchones tienen un olor muy raro, que al principio no conseguí definir, pero ahora sé que se trata del olor de humo de marihuana.

Esta noche se me cede una cama y una frazada vieja para poner debajo del pedazo de “colchón” que también se me cede. Se trata de una esponja de plástico, tamaño colchón, sin recubrimiento, y de aproximadamente unos seis centímetros de grosor.

Todo este tiempo no he sido llamado a declarar, ni por el fiscal de la causa, ni por el juez. Acorde al Código de Procedimientos Penales, el Fiscal debería haber tomado mi declaración dentro de las 24 horas de haber sido detenido, plazo, que podrá extenderse por 24 horas más cuando lo solicite el imputado al efecto de nombrar defensor. Bueno, esta “declaración” lo hizo constar el fiscal, pero aún así ya se hallaban vencido en exceso

5 El castigo normalmente es aplicado con el “doce”. Es un listón de madera, de unos sesenta centímetros de largo, y aproximadamente una por dos pulgadas de grosor. Con este instrumento se golpea con toda la fuerza la planta del pie, normalmente, para castigos menores, por tres veces. Otras, tres veces en cada pie, o seis veces. Prácticamente no deja señales externas visibles, pero lastima bastante a los huesos, siendo que en ciertos casos el castigado renguea por más de un mes. Tengo conocimiento que los guardiacárceles también suelen utilizar la técnica.

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este plazo. El Código Procesal penal aún da una oportunidad excepcional al fiscal, cuando dice: “En casos excepcionales o de fuerza mayor el Ministerio Público podrá, por resolución fundada, fijar un plazo distinto acorde con las circunstancias del caso y bajo su responsabilidad.”

Desde luego, para ello debe haber dicha resolución. En este caso no existe resolución alguna, pero poco importa, visto que en la misma causa ya se hizo y se hará cosa peor. Tanto para los fiscales como para los jueces, todo lo que la ley dispone sobre las obligaciones de los mismos, no es obligatorio, sino “meramente indicativo”6. Sólo es obligatorio aquello que pueda perjudicar los derechos de las partes, y siempre dependiendo de la predisposición de jueces y fiscales, acorde a los montos que se les paga por favores especiales.

6 Esta es la expresión utilizada por la Corte Suprema de justicia en el Acuerdo y Sentencia Nº 72, del diez de Abril de 1996, Sala Penal, fallo contencioso- administrativo, según publicación en Gaceta Judicial, año 1- 2000, octubre-noviembre, página 219.

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Sábado, 9 de Abril

Esta noche pude dormir un poco. Me levanto aproximadamente las cuatro de la madrugada, y empiezo a barrer el corredor. Soy el primero a levantarme. Debido a mi fiebre, y el corazón disparado, me siento mejor con un poco de movimiento. Por ello estoy me puse a trabajar aún que por el momento nadie me obliga. Empiezo a llenar botellas con agua y llevarlas a las celdas, como asimismo, a juntar basura. Por lo visto me levanté demasiado temprano, por ello, terminado estos trabajos, me acuesto más un rato. Pero luego se me quita de la cama, y empieza toda la limpieza de nuevo. Siempre me obligan a mí a cepillar el piso, que es la parte más pesada del trabajo. Evidentemente me pretenden torturar hasta que ceda a la extorsión.

Cuando no aguanto más, me tiro otra vez en el piso, evitando así que me golpeen. A esta hora ya entra el control, que se realiza dos veces por día. Los internos me dicen para levantarme y entrar en la celda para el control. Retardo al máximo mi entrada en la celda, y apenas adentro, me tiro en el piso otra vez. Los guardias me ven en mi situación, y me preguntan lo que pasa. Les digo que nada. Ya conozco el “manejo” interno, y todavía no tengo intenciones para morir. Poco tiempo después del control se me llama la guardia, me dicen para llevar mis cosas, y soy llevado al calabozo, donde ya se encuentran otos cinco huelguistas.

Normalmente los calabozos están destinados a internos que provocan algún desorden en los pabellones o en el patio, o sea, es lugar de castigo. Pero ahora uno de ellos es aprovechado para “resguardo” de los huelguistas. Me parece, que, aparte del objeto de resguardo, habrá pesado también en la decisión la intención de apartarlos de la prensa y de los demás internos, para que los primeros no den publicidad, y los últimos no se acoplen a la huelga.

El calabozo en que nos encontramos, tiene aproximadamente dos metros cuarenta de ancho y tres metros ochenta de largo. Las medidas las calculo por la cantidad de colchones que entran: Justo tres colchones en el ancho, y dos colchones en el largo. Considerando que cada colchón tiene ochenta centímetros de ancho y un metro noventa de largo, se llega exactamente a estas medidas. Cuando hablo de colchones, me refiero a pedazos de espuma sin cobertura, como ya dicho. De este espacio de 2,40 por 3,80, se pierde una parte, aproximadamente de un metro por un metro diez, en una esquina, ocupado por el “bañero”, demarcado con una pared de aproximadamente un metro y medio de altura por un lado, teniendo el otro costado libre, y ocupado por uno de los mismos vasos sanitarios empotrados en el piso y una canilla descompuesta, que ya no cierra más, debido a la rosca gastada.

No existe ninguna cama, ninguna mesa, ninguna silla, ningún estante, ningún mueble en el calabozo. Todo se reduce a los pedazos de espuma en el piso. Los internos consiguieron extender algunas cuerdas hechas de tiras de trapo en la pieza, atadas de una punta a la cañería de la descarga del baño, y de la otra, a un peine, clavado en agujero que consiguieron abrir no se cómo en la pared de mampostería. Asimismo se extendió más otra cuerda, fijada en forma parecida. Sobre esta cuerda, y debajo de los “colchones”, se guarda los pocos objetos personales que corresponden a los internos. No hay espacio para caminar, o moverse. O uno queda acostado, o se sienta en el piso, o queda de pie. Otras

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opciones no existen. Es lo que nuestro Estado llama de institución de “readaptación de condenados”7, y, condiciones sin “otras limitaciones que las imprescindibles para evitar la fuga”8

Dentro del calabozo no hay luz, tampoco la posición de las aperturas, (una ventana enrejada, a aproximadamente tres metros de altura, y la puerta de reja), no permiten ninguna visión hacia fuera, puesto que hay una muralla en frente. Uno de los internos posee un espejo, y si quita el espejo por la reja, puede ver quien pasa afuera. Este espejo es utilizado para activo comercio. Se espera que pase una persona conocida, para que en seguida sea llamada, y se le pide que provea lo que se necesita en el momento: leche, jabón, yerba mate, azúcar, cigarrillo y marihuana.

De noche alumbra una luz que se encuentra en el corredor, de manera que uno puede llegar al baño sin tropezar por los demás internos.

Uno de los internos se consiguió un ventilador, pero no había tomada, ni llave de luz, ni cualquier otra conexión eléctrica donde conectar. Pero de algún lado se consiguen unos pedazos de alambre, que son envueltos con plástico de bolsas usadas. Con ello se alarga un poco más el cable del ventilador. Después uno de los internos se sube a la ventana a tres metros de altura, desde donde, con un pedazo de manguera, puesto un ganchito en la punta, se alcanza la lámpara fluorecente que se encuentra afuera. Aquí, como en todos los lados, las instalaciones eléctricas se hacen al “estilo inventivo”. La lámpara fluorescente fue conectada sin aislar las conexiones. Por lo tanto se trató de enganchar los cables del ventilador en estas uniones desnudas, intento coronado de suceso después de aproximadamente 45 minutos de tentativas y un corto circuito. Como el cable aún era corto, se tuvo que atar el ventilador a la reja de la ventanilla. Pero finalmente funciona.

Ante mi comentario, sobre la superlotación del calabozo, (ahora estábamos seis), me dijeron para no preocuparme, pues ya estuvieron durmiendo en la misma pieza entre ocho. Pese a todo me encuentro mucho mejor en esta habitación que en los corredores de la cárcel. Ya no hay quien me obligue a trabajar, me permiten sentarme o acostarme. Sólo la fiebre me castiga. Me habían permitido llevar mi pedazo de espuma desde los corredores de la cárcel. Pero el problema es que no existe lugar en el calabozo para extenderlo. Puestos los cuatro “colchones” apenas sobra un poco de lugar frente al baño, siempre mojado debido a la canilla descompuesta, y un corredorcito hacia la puerta.

A determinada hora, se me llama a una inspección médica. Ocurrió que el juez de la causa, que, como supe en este momento, tratábase de Manuel Trinidad, se le antojó solicitar se me inspeccione al saber de mi huelga de hambre. Lo que no le importó, es llamarme a declarar, decidir sobre mi condición de prevenido, o sobre medidas cautelares, cosa que estaba obligado a hacer, conforme al Art. 240 del C. Procesal Penal, dentro del “mismo plazo de 24 horas”. La justicia había recibido la imputación en fecha 7 de abril, a las ocho horas. Por lo tanto el más tardar el día 8 de abril, a las ocho de la mañana debería haber decidido sobre las medias cautelares.

A esta altura yo ya debería haber sido llevado ante el Juez que debería entender en mi Habeas Data. Pero nada ocurría. Esta garantía constitucional, en el Paraguay, es

7 Art. 21, C. N.8 Art. 254, C. P. P.

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letra muerta. Por la Ley 1.500, de 1994 se reglamenta la garantía, y se lo hace diciendo que no se podrá interponer Hábeas Corpus reparador, cuando mediare orden judicial (Art. 26). De esta manera se aniquila prácticamente en forma absoluta la figura constitucional. En mi caso particular, al presentar el Hábeas Corpus reparador, no había orden de autoridad judicial, pero la Juez que debía entender en la causa, haciendo caso omiso a los plazos legales, extendió suficientemente su actuación, para permitir que algún juez dicte orden escrita, cosa que ocurrió recién seis días después de mi detención arbitraria. En realidad siquiera sé si ahora ya ha dictado alguna resolución en el Hábeas Corpus, y tampoco puedo averiguarlo, visto que nada se ha notificado, y continúo privado de libertad. Existe una notoria y clara violación del Tratado de San José de Costa Rica,9 pero esto a nadie importa.

Aquí en el calabozo hay más facilidades para acceder a alimentación. Los internos que sirven la comida aquí, lo hacen personalmente a cada interesado, de manera que nadie queda hambriento. Pero por supuesto que yo no comía, dada mi huelga de hambre.

La cárcel mantiene un “menú” bien “variado”: Fideo, poroto y hueso; Hueso fideo y poroto; Poroto fideo y hueso; Poroto, hueso y fideo. Para variar un poco más, a menudo se deja la mezcla sin huesos. A veces hay arroz o locro. Pero siempre es caldo, y siempre con el mismo gusto. Nunca hay verduras o frutas frescas. Si los internos pretenden alimentación saludable, tienen que verse por sí mismo, o sus parientes les deben proveer.

Cuando hablo de huesos, lo digo porque no tienen nada, absolutamente nada de carne. Se trata nada más que de huesos con algunos tendones y cartílago. Generalmente la parte de rodillas y otros huesos pesados. Jamás un pedacito de costilla u algo parecido, que aún tenga chance de ser vendido en el mercado bajo la calificación de “puchero”. Se trata de huesos tales como se vende a Gs. 500 el Kilo para “alimentación” (más bien, diversión) de perros.

9 Art. 7.- 6. Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente, a fin de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o detención y ordene su libertad si el arresto o la detención fueran ilegales. En los Estados Partes cuyas leyes prevén que toda persona que se viera amenazada de ser privada de su libertad tiene derecho a recurrir a un juez o tribunal competente a fin de que éste decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho recurso no puede ser restringido ni abolido. Los recursos podrán interponerse por sí o por otra persona.

Artículo 25. Protección Judicial 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.2. Los Estados Partes se comprometen:a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso; b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en que se haya estimado procedente el recurso.

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La gente que opera la cocina dice que a menudo vienen mezclados huesos ya totalmente podridos, malolientes, que por lo tanto se aparta y tira en la basura.

A veces también se suministra unos cuantos kilos de sebo. En estos casos se frita el sebo en olla a parte, quitándole la mayor parte de la grasa, y lo que resta es dado o vendido a algunos internos privilegiados, que lo comen como si fuera tocino.

Mi esposa me visita o manda recado siempre que posible. Trata de organizar alguna defensa a favor de mi persona ante los órganos competentes, si bien le hacen sufrir toda clase de situaciones vejatorias. Se niegan a recibir escritos, se niegan a dar informaciones, le mienten, se burlan de ella, y buscan coaccionarla.

Hoy comparece también uno de mis colegas de la Universidad, quien me ayuda a redactar escrito de pedido de excarcelación.

A nadie se permite la salida del calabozo, excepto cuando reciba visita. Tampoco se puede ver nada lo que pasa en el exterior, así que la única ocupación que se tiene, es con su propia persona, y los compañeros de celda. El viernes mi esposa me trajo otros 10.000 Guraníes. Mis compañeros de celda lo “prestaron” de mí, así que en seguida quedé otra vez sin plata. Y lo gastan en yerba, jugo, cigarrillo, marihuana e incluso crack. Dos de los internos fuman Crack. Y yo estoy sentado al piso del pequeño calabozo, y me veo obligado a respirar el aire contaminado.

Voy a explicar cómo se suele hacer los cigarrillos de marihuana y la pipa para fumar crack.

Para el cigarrillo de marihuana se toman el papel aluminizado que se encuentra en las cajas de cigarrillo, y con paciencia y cuidado le quitan el recubrimiento de aluminio. Luego este papel se parte en pedazos chicos, apenas suficiente para darle una vuelta a una pizca de marihuana. Para evitar desperdicio, toman cuidado de hacer sobrar una punta del cigarrillo libre de la hierba (la embocadura del cigarrillo), a fin de que la misma pueda ser consumida en su totalidad. Como los papeles son muy chiquitos, suele haber pérdida de humo en alguna parte no bien encerrada, motivo por el cual constantemente tienen que volver a cerrar los costados del cigarrillo, e incluso inspiran el humo que se pierde por los costados, tratando de evitar todo desperdicio.

La pipa de fumar crack se suele hacer con la cánula de la bombilla de tereré, a la cual se quitó el colador. Este caño es aplastado, a fin de que el calor del fuego no queme la boca, o sea, para retardar el camino de los gases. Para el recipiente del material se le pone a una punta de la cánula una tapa de envase de gaseosa, a la cual al efecto se hizo un agujero por el costado. Se rellena su interior con papel aluminio para evitar que se queme. Luego es rellenada con cenizas de cigarrillo, destinado a filtrar el calor de los gases. Se deposita la piedrita de crack sobre las cenizas, y, mientras se mantiene un encendedor prendido sobre la piedra, se empieza a chupar vigorosamente. El crack se derrite con el fuego, se vaporiza, y estos gases son inspirados.

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Domingo, 10 de Abril

La noche no la paso bien. En el espacio apretado, me tocó acostarme al lado de una persona muy inquieta. Apenas me movía un poco, me golpeaba con el codo. Tenía que quedarme de costado, y completamente extendido contra la pared, visto que, apenas extendía un poco una rodilla, o apenas me acostaba de espaldas, ya recibía otro codazo. Como tengo problemas de espalda, y cuando no aguantaba más, me levanté aproximadamente a la una de la madrugada, y me senté en el piso cerca del baño.

Cuando está por amanecer, empiezo a limpiar un poco el “baño” y el poco espacio libre que sobra frente y al costado del mismo, a fin de tener alguna actividad.

Quiero explicar de cómo funcionaba el “baño”. Como ya dije, contenía solamente un vaso sanitario del tipo encastrado en el piso, y una canilla descompuesta. El Problema de la canilla estaba en que la rosca ya se encontraba gastada, de manera que ya no se podía cerrar la misma. Para cerrarla más o menos, se hizo cordón de trapo, con la cual se trataba de atar el registro, para evitar que de la canilla chorree agua día y noche. Por supuesto que era imposible cerrarla bien, y al gotear por el piso, hay respingos hacia todos los lados.

Para posibilitar una “baño”, fue útil el espíritu inventivo de los internos: Agarraron un envase plástico de gaseosas, del tipo de dos litros, le hicieron un agujero en la parte del fondo, que se ajustó sobre la canilla. Así el agua sale por la boca del envase, atado por la cañería del desagüe del vaso sanitario, en forma casi horizontal, de manera que el chorro de agua caía más alejado de la pared, y era posible acurrucarse debajo del mismo y hacer correr el agua sobre el cuerpo. Con ello se conseguía también que el agua, en vez de caer directamente sobre el piso y mojar prácticamente todo el calabozo, cayese en el vaso sanitario.

Me visita mi esposa con otros amigos, y paso largo rato charlando con ellos. Asimismo en estas horas de visita tomo contacto con otros internos, que vienen a contarme sus penurias. Es un drama que ninguna autoridad se interese por lo que pasan, por la violación de sus derechos, por el trato inhumano al cual se encuentran expuestos, una vidas sin sentido, sin esperanzas, sin dignidad.

Hoy los internos del calabozo consiguen un cable eléctrico delgado, talvez de sección de un cuarto de milímetro. Con éste se hace una extensión: Se lo ata al enchufe del ventilador, y se envuelve con plástico de bolsas usadas para su aislamiento. Por la otra punta se ata, también con el mismo plástico, un encendedor usado, que hace las veces del separador de las dos puntas de lo que luego viene a ser el enchufe. Cuando pasa una persona, se le pide que enchufe en la pieza al lado (una privada). Ahora pueden bajar el ventilador al piso, y refresca un poco más.

Cuando me levanto rápido me mareo. Pero no se debe a la huelga de hambre, sino a la fiebre.

Uno de los internos relata que ya pasó varios días de castigo en este calabozo, hace aproximadamente unos dos años. Cuenta, que junto con otros compañeros del mismo calabozo, y con una cuchara y abundante agua, consiguieron hacer un boquete en la pared del baño, por el cual consiguieron salir hasta el corredor en frente, donde fueron

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aprehendidos nuevamente. Dice que cavaron varios días, y que hacían salir la arena junto con la basura. No se hizo en estos días ninguna inspección del calabozo, y como el interior del baño no puede ser visto desde afuera, nadie se percató del trabajo.

A la noche “extiendo” mi “colchón”, o sea, lo doblo a la mitad para que quepa en el espacio entre el baño y la puerta para dormir. Los pies se mojan constantemente con los respingos de la canilla del baño, pero por lo menos me puedo acostar con un poco más de conforto, y es posible dormir un poco.

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Lunes, 11 de Abril

Después de cinco días de presentado el Recurso de Hábeas Data, finalmente se me ha convocado para una audiencia “ante el juez” que deberá decidir el recurso. La convocación es para las siete y media de la mañana. De acuerdo a la Ley, tendría que ser la misma persona que me mantiene privada de libertad, quien me tendría que presentar ante la justicia. Pero si no lo hubiera hecho un conocido mío, acompañado de mi esposa y de un funcionario de la cárcel, ciertamente se habría suspendido la audiencia bajo excusa de “justa causa”. No llego a ver la cara del juez. La declaración es tomada por una secretaria o dactilógrafa, no lo sé. Otra violación de la Ley, pero no hace diferencia en este mar de corrupción. Por supuesto, esta presentación “ante juez” debería haber ocurrido dentro de las primeras veinticuatro horas de presentado el recurso. (Art. 20 y 21 de la Ley 1.500), pero esto a nadie importa.

Con justa razón dice Manuel Ossorio: “Naturalmente que la acción de hábeas corpus, como la de amparo, es poco grata para el Poder Ejecutivo y para las autoridades que de él dependan, por cuanto trata de impedir los atropellos contra la libertad de las personas a que son proclives los gobiernos autocráticos que no admiten ninguna clase de oposición a sus órdenes. Ello explica que hayan tratado siempre de restringir el ejercicio ciudadano de acciones de amparo.”10 En este caso específico no se trata de la autoridad ejecutiva sino de autoridad del Ministerio Público y del Poder Judiciario. El resto se adecua perfectamente. En todo caso, con el retardo se dio tiempo más que suficiente a los responsables por mi detención y prisión, a dar al tema un ropaje formal de aparente “legalidad”.

Apenas termina mi declaración, se me avisa que me quiere tomar indagatoria el juez de la causa principal. Se trata del Juez Manuel Trinidad, ya denunciado por mí cuando aún era fiscal, por hecho de prevaricato, denuncia que nunca fue investigada. Volví a denunciarle hace poco cuado ya era Juez, por hechos de producción de documento público de contenido falso, frustración de la persecución penal, prevaricato y asociación criminal, denuncia esta, que ciertamente tampoco será investigada. Por increíble que parezca, después de cinco días, éste se propone a cumplir con lo que debería haber hecho, acorde a la Ley, a las 24 horas de mi detención. Y por supuesto, nuevamente sin aviso previo alguno, en situación absolutamente sorpresiva. Por supuesto se presenta nuevamente el problema de la falta de abogado. Para la declaración en el Habeas Data, no existe exigencia de acompañamiento de abogado. Pero sí la Ley exige que el afectado tenga oportunidad de ser acompañado de abogado a la hora de la audiencia ante el Juez. Por lo tanto se recorre todos los corredores, se busca por el defensor público de turno, que no se encuentra en ninguna parte, mi esposa busca por si encuentra algún abogado con tiempo disponible, y ya estaba por suspenderse la audiencia, cuando consigue traer a uno de mis profesores de derecho de su casa, que inmediatamente me asiste en la audiencia.

Todo el tema es un chiste. La Ley exige que para este acto el afectado se encuentre acompañado de abogado. El hecho de que el juez de la causa esté ausente, así como el fiscal de la misma, no calienta a nadie. El hecho de que la declaración sea tomada

10 Diccionario de Ciencias Jurídicas Políticas y Sociales – Hábeas Corpus

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por un funcionario no identificado, tampoco calienta a nadie. No se le informa al imputado de ninguno de sus derechos, ni se le explica la acusación. Si yo no hubiese solicitado que se me muestre el expediente, tendría que haber declarado “en blanco”. Pero si el imputado no está en condiciones de estirar por los pelos algún abogado que le asista en la sorpresiva audiencia, todo se cancela. Y si insiste en presencia de un juez, también se cancela la audiencia. De manera que el afectado está obligado a participar de la anarquía burocrática ¡Y después el juez siquiera se da al trabajo de leer las declaraciones del imputado, antes de imponerle prisión preventiva!

Debería haber decidido inmediatamente después de la audiencia, pero sólo lo hace al día siguiente, si son verdaderas las constancias en el expediente, si bien desconfío que lo hizo recién al segundo día, visto que mi esposa se fue al día siguiente aproximadamente a las 13:00 hs., a consultar si ya se había decidido algo, y le dijeron que todavía nada. La falsedad en documento es cosa común y corriente en este ámbito, como lo son la falsedad de informaciones dadas a litigantes.

En este evento tengo oportunidad de leer el acta de imputación y la resolución que dispone la doble detención. Lo que es más extraño, el fiscal solicita 4 meses, no para “finalizar la investigación, con la mayor diligencia” (Art. 324, C. P. Penal), sino “a fin de realizar un análisis más profundo de las cuestiones planteadas ante esta Unidad Fiscal y de poder Formular la Acusación o el requerimiento que estime pertinente, conforme lo dispone el Art. 324 del C. P. P.” Las circunstancias de los hechos “denunciados” son harto conocidas por el fiscal, quien fue el principalmente protagonista, asimismo conoce a los “testigos”, como resulta del escrito inicial de la carpeta fiscal, por lo tanto no existe necesidad de ninguna investigación. Si necesita 4 meses para realizar análisis de los hechos y formular acusación, pone en manifiesto su aberrante ignorancia. Supuestamente se trata de abogado, abogado que ha ejercido profesión de fiscal hace mucho tiempo, pero es incapaz de interpretar hechos sencillos como los relatados en su escrito, y necesita de 4 meses para – ¡formular una acusación!

Esto da un claro panorama de la calidad de los profesionales que campean en el Ministerio Público y en el Poder Judicial (que acepta sin reparo la absurda petición fiscal). Queda evidente más una vez que a nadie interesa la recta aplicación de justicia, sino únicamente las posibilidades de extorsionar, de jugar y abusar con la vida y la libertad de las personas, aún sin el menor respaldo legal.

Terminada la audiencia, y recuperando la esperanza de una pronta decisión, y en consideración que en el expediente no había constancia alguna de algún supuesto hecho que aún lejanamente puede ser considerado delito, ni petición de prisión preventiva por el Fiscal, podía presumir que prontamente recuperaría mi libertad. Pero todo en vano. Por ello, la tarde del mismo día reinicié mi huelga.

Lugo de la declaración, se me hace volver a la cárcel. Espero alguna resolución para la tarde, visto que, de acuerdo a la Ley la misma debe ser dictada inmediatamente después de la audiencia, y dentro de las veinticuatro horas de haberse privado a una persona de su libertad (ya habían trascurrido 5 días). Pero no pasa nada. Por ello presento solicitud (después de problemas para su presentación, pues nadie quería dar recibo), de urgimiento en pedido de excarcelación. Esta tarde es la primera vez que como un poco del caldo que se sirve en la cárcel: Fideos cocinados a exceso, y porotos aún un poco duros. El cebo contenido en el caldo se pega al cielo de la boca. Pero el gusto es agradable, si bien le falta un poco de sal.

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Uno de los internos del calabozo tenía un termo. A la noche anterior se lo entregó a otro recluso, que puede circular libremente por el patio, para que traiga agua caliente para el mate. Pero ya no volvió más. Por ello se empieza a fabricar un calentador casero: A dos cucharas, (una con mango plástico, la otra con mango de madera, era lo que se tenía), le atan pedazos de cable eléctrico, justo donde la cuchara pasa al mango. Luego envuelve cada cuchara, en la parte donde el cable hace contacto, con tiras de bolsas de plástico, que hace las veces de aislamiento. Luego atan ambas cucharas juntas, de espaldas, de manera que la parte no aislada de las cucharas queden espaldas a espaldas, separadas entre sí, en la parte más cercana, en aproximadamente 2 mm. Este conjunto se mete en una jarra de plástico (no se lo puede hacer en recipiente de metal, habría un corto circuito inmediato) y se la carga con agua. Como no hay enchufe en el calabozo, se pasa la jarra a la pieza contigua, un reservado, que se acaba de ocuparse justamente con un “inquilino” y su pareja. No se puede ver quien está de este lado, ni quien está del otro, pero se consigue hacer pasar el instrumento, y se pide para que lo enchufe. Es lo que hace amablemente el vecino. Pero después de un rato dice que la cosa no funciona, no calienta. Se le responde que deberá funcionar, tiene que tener nomás un poco de paciencia. Pero efectivamente no calienta. Algunas consultas, y se llega a la conclusión que el enchufe tiene problema. No sé si había otro enchufe, o si se consiguió resolver el problema del enchufe; ¡Lo que sé que diez minutos después había agua caliente! A partir de este momento ya no había necesidad de incomodar a nadie por el agua.

La jarra se había hecho de un recipiente de lavandina de dos litros, a la cual se había cortado la tapa.

Tomo algún mate con los demás, y después trato de dormir. Me es difícil, pues se está fumando cigarrillos y marihuana el tiempo todo, y el humo hace con que me sienta mal. Sólo después de la media noche, cuando la pieza se había ventilado un poco, conseguí dormir.

Este día mi esposa me dio otra vez 5.000 Gs. Los oculté dentro de una media, que metí en el bolsillo de mi pantalón. A la mañana siguiente el dinero había desaparecido.

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Martes, 12 de Abril

Cerca de las 7:00 horas, dos de los compañeros de calabozo, que habían levantado su huelga de hambre, fueron llevados otra vez a los pabellones. Nos felicitamos los que quedamos, pensando que finalmente habría más lugar para los cuatro que restamos en el lugar: ¡Ya habría un colchón para cada uno!

Vanas alegrías. Al rato ya se hace ingresar a un joven, quien fue atacado por otro interno con un listón con clavo en la punta. Fue golpeado con el listón, incrustándose el clavo en su pierna. Es internado en nuestro calabozo a efectos de “resguardo”.

Antes había sido medicado en “sanidad”, donde le pusieron un curativo, y le dieron píldoras, aparentemente antibióticas. Se le debería haber administrado también vacuna antitetánica, pero no me consta que se lo haya hecho. El remedio que le entregaron se encontraba con fecha de validez vencida hace tres meses. Preguntó si era peligroso tomarlo, pero le explicamos que era mejor tomarlo que quedar sin medicación. Sé por experiencia propia lo desagradable que son las infecciones que se siguen a una herida con clavo herrumbroso. Realmente tuvo suerte por no haberse infectado su pierna.

Ahora ya somos cinco otra vez, para ocupar cuatro colchones. Y como es normal, ante el ocio del encierre total y completo, sin contacto con el mundo exterior, cualquier cosa es diversión. Inmediatamente comienza el juego de preguntas y respuestas. Por qué estás, qué te hicieron, quien es tu abogado, cuanto te piden para salir, donde vivís, etc. Las interrogaciones de siempre.

A la media mañana comparece el Juez de Ejecución. Pregunta por uno de los internos que ya cuenta con 6 años y 3 meses de prisión, indagándole sobre su caso. Recibe como respuesta que no lo sabe, visto que se encuentra privado de libertad ya durante más de 6 años. Le reta el juez: “Cómo no vas a saber como anda tu causa. Por qué no averiguas. Como no vas a saber de tu abogado, por qué no lo llamas. Qué lo que está reclamando de balde.” Indaga a la secretaria de la penitenciaría, que le acompaña, sobre el caso, y ésta le responde que, según las constancias en los archivos de la cárcel, estaría con una condena, pero no se sabe por cuanto tiempo fue condenado. Me explota el alma ante un tratamiento tan sádico: cómo se va a exigir de un recluido, que durante seis años no salió de la cárcel, del estado de su causa. Cuando no hay más dinero, no hay mas abogado. Esto lo saben todos, todos aquellos que se callan sobre el tema. Y viene un Juez de ejecución, encargado del “control de la ejecución de sentencia” (sentencia que no se sabe a seguro ni si existe, ni cuanto tiempo deberá durar), encargado del “trato del prevenido y el cumplimiento de los fines de la prisión preventiva” (Art. 43, C. P. Penal) (aparentemente en la causa se habría interpuesto una apelación que todavía no se resuelve), y exige, que la persona privada de su libertad, de toda posibilidad de defensa en juicio, de cualquier posibilidad de informarse sobre su causa, le diga que pasa en su juicio. Bello sistema judicial que tenemos.

El recluso injuriado aún tiene oportunidad de acarar que, apenas consigue un poco de plata, llama a su abogado, pero nunca obtiene respuesta. Aparentemente no le importa al Señor Juez la situación. Pero finalmente promete echar vistazo a cada uno de los procesos de los que se encuentran en huelga de hambre.

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Aparentemente a su salida hizo saber mis comentarios frente a su actuación a la guardia, pues apenas aparece mi esposa, ya se le hace saber sobre mi posición poco “respetuosa” ante la “Autoridad” del juez. Por mi parte no soy objeto de ningún tratamiento represivo, ninguna sanción por los guardiacárceles. De alguna manera, me doy cuenta, respetan mi posición decidida ante la corrupción y desidia judicial, de la misma manera, como lo hacen los internos, víctimas de la misma.

Para quien no está acostumbrado a éste ámbito, no tiene la menor idea de cómo funciona la “justicia”. Es que aquí no se mide la estadía en la cárcel por el tiempo de una eventual condena, sino por el monto que hay que abonar al Juez o Fiscal para obtener libertad. Esto se nota principalmente en los delincuentes profesionales, que, al ingresar ya saben exactamente el monto que deberán pagar para salir. Los que quedan preso por más tiempo, en su mayoría son “delincuentes” ocasionales o accidentales, que cometieron alguna violencia en momento de exasperación, o al defenderse de un ataque de asaltantes o homicidas. Asimismo se encuentra alta concentración de extranjeros, principalmente brasileños, gente que no cuenta con el “apoyo logístico” que ampara a los delincuentes profesionales paraguayos, y por lo tanto “pagan el pato”, al sólo efecto de que la llamada “justicia” paraguaya simule alguna “eficacia” en el combate a la delincuencia.

Las personas que no se adecuan al “esquema” son profesionalmente extorsionadas por los abogados, por los fiscales, por los jueces, policías y guardiacárceles, hasta que ya no les sobre mas nada. Una defensora pública me dijo una vez, que el juez le “hace vender el último chancho” a los familiares de una víctima de este sistema corrupto, antes de conceder libertad. Es un sistema mafioso, conocidos por todos, y sobre el cual todos se callan, a fin de no recibir castigos como el que ahora se me aplica.

Y con ello la degeneración del sistema legal sigue galopante, infrenable. Por un lado, está el sistema penitenciario, que no es sino una “Universidad del

Delito”. Se mezclan allí, contra toda ciencia de la política penal, detenidos, prevenidos y condenados, de manera absolutamente promiscua, oportunistas con asaltantes, asesinos e inocentes. Corruptos con corruptores. Y se intercambian experiencias: cómo se puede burlar el sistema, cuál abogado es el mejor negociador, cuál el juez que cobra menos por sus sentencias, quienes son los policías que se asocian a los delincuentes, cómo proceder para levantar un vehículo, cómo proceder para venderlo, dónde se consigue documentos falsos, dónde se puede colocar mercadería robada, dónde se puede comprar mercadería de procedencia dudosa, dónde se puede conseguir armamento, ya sea de alquiler o comprándolo, cómo funciona el lucrativo mercado de estupefacientes. Las personas que ingresan, inmediatamente son puestas en contacto con el mundo de las drogas, se hacen nuevas amistades, se contrata nuevas sociedades, se crean nuevos sindicatos delictivos. Es enseñanza global y completa, para toda duda habrá en algún momento un profesor que pueda esclarecerla, tiempo para ello hay de sobra. Un sistema mucho más eficaz que la mejor universidad del mundo, visto que los internos no pueden acceder a ninguna actividad que distraiga la atención de la materia universitaria: El crimen, el delito, la corrupción, la manera fácil de hacer dinero.

Y por otro lado está el sistema judiciario absolutamente corrupto, el cual ve en el interno, no una persona, sino cifras: ¿Cuanto puede pagar por su libertad? ¿Tiene parientes que pueden ser extorsionados? ¿Cuál es la mejor manera de extorsionarlo? ¿Cómo le haremos entender que no le protege ley alguna? ¿Cómo podemos aniquilar su

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personalidad? ¿Cómo podemos hacer callarlo? ¿Si tiene todavía un tío que tiene dinero, cómo le podemos quitarlo?

Si leemos las carpetas fiscales, los expedientes judiciales, notamos rápidamente que nada interesa los hechos que se persigue. No tratan del supuesto hecho investigado, ni mucho menos se nota en ellos cualquier interés de descubrir la verdad, sino que se limitan a cuestiones formales, a actuaciones vacías, a aglomeración de papeles. Llaman a declarar a víctimas, imputados y testigos, hacen con que las declaraciones sean tomadas por algún empleadito, sin que acompañen las mismas, pues no tienen absolutamente ningún interés por los hechos. Se trata nada más que del arte de acumular papeles al sólo efecto de simular actividad, de solicitar oportunamente o levantamiento de prisión, condena, o cualquier otra cosa, acorde a las sumas ofrecidas o a las conveniencias del caso, sin que en las resoluciones se pueda observar cualquier fundamento válido para ello. Las así llamadas fundamentaciones no pasan de afirmaciones vacías, muchas veces notoriamente falsas, afirmaciones genéricas tan vulgares y desprovistas de razón, que siquiera merecen ser calificadas de falacias o sofismas. No contienen cualquier mención a las argumentaciones de defensa ofrecidas por las partes, o por lo menos se descarta sin comentarios la defensa de la parte que será perjudicada, haciendo de la defensa acto inocuo.

Este sistema perverso obliga a todos los abogados y funcionarios a participar en el mismo. El funcionario que no participe callado, pierde su cargo, su nombramiento. Sólo es ascendido, nombrado Juez o Fiscal quien antes ya ha demostrado su apoyo al sistema. Así no es raro que se nombre juez o fiscal a quien había sido suspendido en alguna oportunidad en las funciones judiciales por algún exceso en el ejercicio de las mismas. Y corre la abierta voz de que se paga fuertes sumas de dinero para obtener estos puestos.

Los abogados que se oponen al sistema son “boicoteados”. Sus peticiones no son resueltas, sus ungimientos desatendidos, los jueces se inhiben de los mismos. Y cuando finalmente se resuelve, las resoluciones salen contrarias a los derechos e intereses de sus defendidos. En estas circunstancias el imputado, pensando que todo es culpa del defensor, finalmente contrata otro abogado, e inmediatamente se resuelve las cuestiones planteadas, se concede libertad. Así se socava la buena fama del abogado honesto, y se apoya la actividad del abogado corrupto, que hace de intermediario entre litigante y fiscal o juez.

Todo este sistema mórbido el legislador “trató” de eliminar con la implantación de un nuevo código procesal penal, que contiene plazos concretos que obligan también a juez y fiscal, plazos perentorios, dentro de los cuales el juez debe decidir sobre libertad, el fiscal debe acusar, el juicio debe terminar. Pero todo es letra muerta. Todo lo que hace referencia a plazos, es como si no existiera. La misma Corte ha decidido que los plazos son “meramente indicativos”. Y a fin de esquivarse de la perentoriedad del plazo de la etapa preparatoria, confunde procedimiento con procesamiento.11

Asimismo se tiene por inexistentes los derechos de la víctima12, las obligaciones referentes a la notificación13, las obligaciones de informar a la víctima del curso de las

11 Ver Ac. y Sentencia 632, de 5 de Oct. 2001, Sala Penal de la S. C. J.12 Art. 68, C. P. P.; Art. 16, C. N.13 Art. 151 al 164 del C. P. P.

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investigaciones y de escuchar sus reclamos,14 son nulos e inexistentes todos los derechos del imputado,15 así como también se anula su voluntad. No se le permite jamás defenderse por sí mismo, pese a ser un derecho constitucional,16 y su abogado le obliga a mentir en sus declaraciones, aún contra su voluntad. Finalmente, callados los reclamos de las partes, se juzga con base a hechos supuestos, absolutamente diferentes de aquellos que habían alegado las partes en sus primeras intervenciones, se discute formalismos, y se condena, sobresee o absuelve en base a afirmaciones genéricas de origen desconocido.

Toda la actuación del Poder Judicial, incluido en ello la actuación del Ministerio Público y de los auxiliares de la justicia, no pasa de un circo, de una comedia tragicómica basada en dramas inventados previa anulación de la capacidad de manifestarse de las partes. Estoy absolutamente seguro que ni el uno por ciento de las condenas dictadas en Paraguay resisten a un riguroso análisis lógico-legal, y deberían ser casadas, revisadas, reformadas. Se encuentran plagadas de falsedades, distracciones, sofismas, generalidades, afirmaciones vacías, y utilización de “pruebas” obtenidas con violación a la Ley.

La posibilidad de defensa es restringida al máximo, no sólo por la ilegítima privación de libertad y amordazamiento durante la etapa preparatoria, sino también mediante abierta restricción al derecho de defensa durante el juicio oral, donde sin más ni menos se limita el derecho de hablar, se descarta sin fundamento medios de prueba, y se pasa en alto lo manifestado por las partes y por los testigos cuando no condice con el tenor de la sentencia que pretenda dictarse.

Jueces y fiscales reciben protección incondicional de sus pares. Mientras se encuentran en el ejercicio de las funciones, las denuncias contra ellos son desestimadas bajo el argumento de que:

“… no corresponde que el Agente Fiscal interviniente en este caso MANUEL TRINIDAD, pueda tener intervención para la investigación de ningún Magistrado ya sea Jueces o Agentes Fiscales, en todo caso debería presentar la correspondiente denuncia ante el FISCAL GENERAL DEL ESTADO, y si encuentre merito suficientes sobre algún delito cometido remitir los antecedentes al JURADO DE ENJUICIAMIENTO DE MAGISTRADOS, quien es el único órgano competente par investigar cualquier caso que afecte a Magistrados sea jurisdiccionales …

… por lo que esta magistratura Judicial analizadas las normas procesales citadas mas arriba es del criterio que no corresponde que el Agente Fiscal Abog. MANUEL TRINIDAD, pueda tener intervención para la investigación de ningún Magistrado, ya sea de jueces o Agentes Fiscales …”

(A. I. Nº 497,de 15/11/01, C. del Este, Mario A. Aguayo Rodríguez, causa Nº 2781, contra Lulio Vicente Gamarra.)17

14 Art. 9º, Ley Orgánica del Ministerio Público15 Art. 11, 12, 16, 17, 19, y 20 de la C. Nacional; Art. 1, 3, 4, 5, 6, 9, 10, 12, 13, 75 y otras

del C. P. Penal. Art. 7 y 8 del Tratado de San José de Costa Rica.16 Art. 17, inc. 5º; Art, 40. Art. 6, C. P. Penal.17 Opiniones similares han expedido los fiscales y jueces Lulio Vicente Gamarra (Causa

1658, requerimiento del 31 de Julio de 2000); Cantalicio Avalos (Causa 323, resolución

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Una vez que hayan sido separados del cargo, reiterada la denuncia en conformidad con el Art. 305 del C. P. Penal, ésta es rechazada nuevamente, bajo los siguientes argumentos increíbles:

“Que, luego de haber realizado gestiones propias de la investigación, la Representante de la Sociedad manifiesta que los hechos punibles que fueran denunciados y emanados en tiempo pasado se realizaron cuando el Abogado Lulio Vicente Gamarra se desempeñaba como funcionario del Ministerio Público, y como en la actualidad el citado profesional ya no ejerce dichas funciones, resulta infructuoso reiterar la misma denuncia, debido a que los hechos punibles denunciados se deben perseguir en contra de un funcionario que se encuentra en el ejercicio de sus funciones, y en este caso especifico el mismo ya no posee tal calidad.

“Finalmente y habiendo examinado los dispositivos procesales reunidos, ésta Judicatura, plenamente se adhiere a la postura asumida por la Agente Fiscal…”

Se trata del Auto Interlocutorio Nº 1223, de fecha 16 de noviembre del 2004, dictado por la Juez de Garantías de C. del Este, Norma G. de Martínez, autorizada por Abog. Roxana Zárate T., a solicitud de la Agente Fiscal Carmen Chávez de Talavera.

Así la protección a los delincuentes del sistema judiciario es absoluta: Mientras se encuentra en el ejercicio de las funciones, se encuentra protegido por fueros e inmunidades. Una vez fuera del cargo, no habrá investigación, pues cometió el delito en el ejercicio de la función, cargo que ya no ocupa. Entre todas las aberraciones ya producidas por la justicia, esta es una de las más extravagantes. Y no hay donde reclamar ni denunciar. Siempre, indefectiblemente, habrá protección.

El ciudadano común está expuesto irremediablemente a la delincuencia, corrupción, anarquía, terrorismo, autoritarismo, dictadura e tiranía judicial.

Mientras, lo que me resta hacer, es continuar a relatar mi experiencia.Poco después de haber recibido el nuevo inquilino, se sirve desayuno.

Normalmente para el desayuno se sirve café de soja con leche de soja, con exceso de azúcar. Es mezcla bastante nutritiva, si se pasa en alto la falta de vitaminas que propician frutas y verduras frescas. Los domingos y los lunes a la mañana se sirve cocido dulce, por no funcionar la fábrica de leche de soja los sábados y domingos. Lo mismo ocurre cuando se corta la leche de soja, cosa que aparentemente ocurre a menudo. En estos casos se tira la leche. Me parece que siempre, invariablemente se utiliza azúcar brasileño, visto que siempre se trae a nuestro calabozo las galletas dentro de bolsas de azúcar brasileño. Evidentemente el Gobierno pretende que el ciudadano común compre el producto paraguayo, más caro, prohibiendo la importación de azúcar brasileño, pero de alguna

de fecha 04/05/01), Cantalicio Avalos (Causa 324, resolución del 04/05/01), Beatriz Venialgo (Causa 1658, A. I. Nº 248 de 07/08/00), Carolina Gadea (Causa 2066, requerimiento Nº 96, 14/09/00), Manuel Trinidad Colmán (Causa 2781, requerimiento de 13/11/00), Alfredo Acosta Hein (Causa 1944, requerimiento de 18/09/00), Fátima Burró (Causa 2782, requerimiento Nº 243 de 02/11/00), todos del Alto Paraná. Aníbal Cabrera Verón, ex Fiscal General del Estado (Resolución Nº 274, 28/05/99). Todo en violación directa al Art. 13 de la Ley de Enjuiciamiento de Magistrados, párrafo ultimo, y Art. 328 del C. P. Penal.

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forma este mismo gobierno elude la prohibición, adquiriendo por su vez el producto prohibido, para reducir los gastos reales, pero ciertamente no los gastos contables.

Los dos personajes que nos abandonaron, llevaron el espejo. Ya no había forma de ver quien pasaba afuera. Finalmente uno de los internos tuvo una idea: Si se forzaba el portón de reja hacia fuera, se conseguía quitar su parte superior lo suficiente del marco, para poder ver el patio. Se calzó la puerta con un hueso (siempre disponibles) (el primero era demasiado grande, el segundo sirvió), y quedó abierta una rendija. Se volvió a tener contacto con el mundo exterior, y volvieron las “relaciones comerciales”.

Este día mi esposa comparece a la visita extremamente desanimada y desesperada. No había encontrado abogado que patrocine los escritos de defensa. Me trajo algo de comer, pero no como, sigo con mi huelga. Se burlan de ella en los juzgados, no le hacen caso, le mienten, le niegan información, y las presentaciones son ignoradas.

Uno de nuestros colegas de calabozo ha obtenido la regalía de visita íntima para esta noche. Por lo tanto se le pasa al reservado al lado. Hace esta vez el trabajo de calentar el agua para el mate con el calentador improvisado. Quedamos otra vez entre cuatro. ¡Uno para cada colchón! Pero nuevamente son alegrías vanas.

Mi esposa me había traído el diario Vanguardia del día. En el mismo aparece en portada la siguiente noticia: “Luego de feroz balacera, es aprehendida peligrosa banda de asaltantes y secuestradores, entre ellos refugiados de las cárceles de Río de Janeiro y Foz de Iguazú”. Uno de mis colegas de calabozo dice: “A éste le conozco, es la persona tal y tal, su hermano se encuentra preso al lado, en el pabellón tal y tal.” Apenas tuvieron oportunidad de leer el diario, y antes que me toque la oportunidad a mí, hay movimiento en la puerta.

¿Quién se presenta? ¡Noble y distinguida visita! Cinco de los “asaltantes y secuestradores” de la portada del diario, que son recibidos con efusivos saludos: “¿Vos no eres el hermano de tal y tal?” “Si por supuesto soy yo.” “¡Lo dije, apenas vi la foto en el diario, apenas leí el reportaje, dije: esto es tal persona. ¡Dije luego! ¡Te reconocí!”

“Por qué estás, cual es tu bronca, qué te hicieron, quien es tu abogado, cuanto te piden para salir, donde vivís, etc.” El interrogatorio acostumbrado.

Ya tienen fijado el precio para la salida de la cárcel: Setenta millones. Se lían nuevas sociedades: Uno tiene clientes para marihuana, cocaína y crack en Brasil. Otro tiene contactos para obtener las mercancías. Se puede llevar tantos kilos de marihuana de tal manera. Pero no es muy conveniente, pues ocupa lugar y pesa, además tiene poco valor. Mejor hacer negocios en gran escala. Cocaína, Heroína, Pasta, crack. Crack no, pues resulta más económico llevar pasta, y fabricar el crack en el lugar de su venta. Uno del grupo dice que tiene a su disposición una aeronave. Aumentase por lo tanto la sociedad. Ya no se va mas a asaltar bancos, ya están demasiado bien resguardados y se hace peligroso, hay que buscar nuevas alternativas de negocios. Uno se lamenta de haber perdido en Foz 200.000 reales, producto de un asalto. A otro se le ve con un anillo de oro en el pulgar. Se lamenta, fue la única cosa que pudo salvar a la hora del allanamiento, lo metió en la boca, y no tuvo tiempo de ocultar el resto de “sus” joyas. Le quitaron todo: reloj, pulseras, anillos gargantillas. A otro la policía le quitó cuatro mil dólares. Y sin hablar del arsenal perdido: granada, armas automáticas, armas cortas.

“Tal policía es “legal”, podes confiar en él, te avisará cualquier problema. El otro, tal y tal, es rematado, no te vaya meter con él que vas a tener problema.” Informaciones valiosas para la supervivencia en las calles.

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Comentario: “Acá dice en el diario quien fue el informante de la policía. Es tal y tal persona. Ndee., justo éste. Te dije para no meterte con él, yo desconfié luego.” “Quien es, quien es?” “Y este que vino pedir tal y tal cosa.” “Ndee.”

Le deseo salud y protección divina al pobrecito. Lo necesitará.Ahora somos nueve encimados en un calabozo que sólo comporta cuatro

colchones. Es lo que nuestro Gobierno llama de institución para “readaptación de los condenados” (Art. 21, C. N.), “evitar promiscuidad”, “no provocar otras limitaciones que las imprescindibles para evitar la fuga o la obstrucción de la investigación” (Art. 254, C. P. Penal).

Los compañeros de celda me dicen que no me alarme, que en cierta oportunidad ya se había tirado 26 personas en los dos calabozos (al la derecha de nuestro calabozo había otro de igual tamaño, la privada, de dimensiones similares, se encontraba a la izquierda), y que éstas 26 personas pasaron varios días de esta manera.

Mientras tanto continúa la fiesta. Se consigue un poco de jugo en polvo, se lo prepara, y se invita a la visita. Se compra algo de leche, algunas bolsitas de galletitas, y hay para dar de cenar a los invitados, que todavía no tuvieron oportunidad de comer nada. El diario circula de mano en mano, y se lee hasta los últimos detalles sobre el caso. También las demás noticias, y los clasificados merecen alguna atención (con algo hay que alimentar al espíritu).

Pero no termina con esto. Se escucha un tiro afuera. Poco después aparece nuevamente la guardia ¡y trae más dos personas para hacernos compañía! El “capataz” de nuestra celda esboza algún reclamo, pero no se le hace caso, y los dos pasan a hacer parte de la “fiesta”.

Se reinicia todo el procedimiento del interrogatorio: Cual es tu bronca, cuanto te piden para salir, porqué se les trajo acá, etc. Parece que uno de ellos, al ver pasar al director de la cárcel frente a la “ventana” enrejada de su calabozo, le pidió de forma poco respetuosa que le traiga un poco de yerba para el tereré. Por ello fueron desalojados, castigados con el “doce” (listón de aproximadamente 1 por 2 pulgadas, creo que ya expliqué su funcionamiento), y traídos al calabozo. Durante el procedimiento, a uno de los guardias, increíblemente torpe, le escapó un tiro de su arma, era lo que habíamos escuchado. Parece que por suerte dio al aire, y nadie salió lastimado. Es evidente que ninguno de los guardias recibió instrucciones sobre porte de armas. Siempre andan de arma en mano, arma cargada, sin cualquier cuidado sobre la dirección a la cual apuntan. Y hay entre ellos algunos que se han acostumbrado jugar con el arma como pasatiempo, descargándola, y cargándola, haciendo estallar ruidosamente su mecánica.

Uno de los internos, más experimentados, explica a los dos, que a partir de ahora recibirán el castigo con el “doce” todos los días por la mañana, por el período de un mes. Buenas perspectivas.

Estamos ahora once personas para comer, movernos, sentarnos, caminar, dormir, y principalmente “readaptarnos a la sociedad”, en un espacio de aproximadamente ocho metros cuadrados. Asimismo se divide con los demás los cigarrillos, y sobre todo, marihuana. La marihuana fue traída por uno de los guardias. Un individuo del grupo nuevo aparentemente no se halla muy habituado todavía a fumarla, pues, se le nota extraño, callado y medio mareado. A mi lado se encuentra sentada una persona del grupo de “asaltantes y secuestradores”, que, de acuerdo a la conversación, concluyo se podría tratar del jefe de la banda. Cuando la cosa se calma un poco, empieza a leer en una Biblia de

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tamaño respetable, que aparentemente trajo entre sus cosas. Lee un rato, y luego me dirige la palabra, preguntándome si creo en Dios. Toda la situación me parece un poco ridícula, pero con la mayor seriedad posible trato de explicarle que no creo ni en Dios, ni en el Diablo, y que soy de la convicción de que toda persona es responsable por sus propios actos, y que no creo que pueda culpar algún diablo de lo que hago. Le parece, por supuesto bastante extraña mi respuesta, y se dirige a otro compañero que le da más atención. Después de una predicación y meditación constructiva de aproximadamente media hora, mi vecino empieza a rezar por cerca de cinco minutos.

Después de que todo se calma, se empieza a trazar planos y estrategias. Se habla sobre levantamiento y reducción de vehículos, asalto a bancos, secuestro, tráfico. Todas las posibilidades son analizadas y discutidas. Personas en que confiar, contactos, etc.

Cada uno trata de acostarse o acurrucarse como puede, y tratamos de dormir. En tan poco espacio por supuesto es difícil dormir entre tantas personas. Pero consigo dormitar un poco. Varias veces durante la noche reempieza su plegaria mi vecino. Ciertamente se trata de un feligrés asiduo frecuentador de la Iglesia, cristiano respetable, que posiblemente en algún momento después de su muerte será beatificado por la Santa Iglesia.

Es posible que la superlotación sea consecuencia de mis comentarios a la mañana, frente al Juez de Ejecución. No lo sé, peri sí sé que sería el tipo de táctica normalmente utilizado por nuestra justicia para “reeducar” a los internos procesados. Se busca de toda y cualquier forma aniquilar la personalidad, humillar, demostrar ante el oprimido el poder superior ilimitado del juez, que no se somete a ninguna disposición legal.

Durante esta noche pasa a menudo y silenciosamente un guardia ante el calabozo, aparentemente en la espera de algún motín, que sería consecuencia natural ante esta situación de desrespeto absoluto a la persona humana. Si fuéramos simples animales, las organizaciones protectoras de los mismos levantarían duras críticas a tal tipo de tratamiento. Pero lastimosamente no somos más que basura humana.

Caso hubiera habido un leve principio de desorden en la celda, indudablemente se juntarían un montón de guardias para aplicar indistinto y ejemplar castigo. Y no me olvido que es a mí que se tiene en mira. Yo constituyo el peligro a la mafia judicial. Yo soy el animal que no se doblega ante la tiranía y dictadura judicial. Es a mí que se debe castigar al máximo, y no a aquellos que oportunamente pondrán la suma requerida en la mano de los jueces y fiscales.

Lo que más me preocupa no es tanto un eventual ataque de los compañeros de calabozo, quienes tienen más respeto por la persona humana y por honestidad que los jueces, sino la pipa de crack se ha escondido debajo de los colchones. Si hay un motín se encontrará la pipa, ¿y quién será responsabilizado? ¡Por supuesto, el “alemán brasileño” que no “respeta” la “autoridad” ilimitada de los jueces y fiscales, ni se calla ante injusticias sufridas. Finalmente tendrían algo palpable contra mi persona. Y por supuesto, enjaulado en este espacio reducidísimo con unos cuantos fumadores de marihuana y crack, me veo obligado a inspirar, aún que no lo quiera el mismo aire que apesta a humo de marihuana, y cualquier test de estupefacientes que se hiciera en mi persona, daría resultado positivo.

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¡Habría finalmente una causa penal auténtica contra mí, cosa que se está esperando hace años, mientras siguen acusándome de hechos ridículos que no pueden probar.18

Por ello mismo trato de apartarme de toda la conversación, y comportarme, dentro de lo posible, de manera a pasar desapercibido, lo que, desde luego, no me impide de escuchar.

Lo que me sorprendió es, que conseguí dormir algo durante la noche. Ya tengo un lugar un poco más privilegiado en la celda. Mientras otros no tienen lugar suficiente para extenderse, yo sí lo puedo hacer.

Cuando ingresé e la cárcel, los internos inmediatamente me tildaron de “Gusano Menoquio”, en “honores” a un personaje de la alta esfera criminal, que hizo de las suyas en Asunción, para finalmente ser detenido, hace, poco, en Argentina. Se trata, como yo, de persona de constitución física alta y flaca, muy parecida con la mía.

Ahora ya había ascendido a “doctor”, y por más que diga que no soy doctor, ni siquiera abogado, no se me hace caso. Ya tengo a mi disposición un “secretario” quien busca servirme de todas las maneras, me pasa la ropa, se ofrece a lavarla, me cede su cama cuando no hay espacio para todos.

Evidentemente los internos, aún que se trate de personas que en algún momento cometieron algún delito, sienten respeto ante una persona íntegra, honesta. Todo lo contrario al “Poder Judiciario” y sus secuaces, quienes, lo único que buscan, es someter a las personas a la corrupción, y obligarles a pagar por los “servicios” de justicia, y por lo tanto constituyen malísimo ejemplo para aquellos a quienes “juzgan”.

Desde 1996 en varias oportunidades he hablado con los jueces, solicitándoles que resuelvan las causas en las cuales yo era parte, ya sea como imputado o denunciante. Hubo varios jueces e integrantes de salas de Apelación que ofrecieron “ayudarme”, pero ninguno que prometiera hacer justicia. Mi reclamo, diciendo que no quería ayuda de nadie, sino solamente justicia, no son capaces, siquiera, de comprender.

18 En 1996 fui “denunciado” por una persona inexistente, quien sería al mismo tiempo la víctima. Supuestamente dio un nombre y número de cédula falso. En realidad todo fue preparado por el abogado Herminio Aranda Cardozo, y el Juez de Paz Albino Heradio Rojas García. La causa hasta hoy no tiene decisión final. Una queja por retardo interpuesto ante la Corte por mí, no se resuelve.

En realidad es el principio de todos mis casos con la “Justicia”, puesto que no tardo en denunciar la corrupción, y fiscales siguen encubriendo jueces, que siguen encubriendo fiscales, cometiéndose siempre nuevos delitos, mientras yo sigo denunciando, y mientras la “Justicia” sigue fabricar una acusación de algún “delito” por el cual me pueda condenar.

En 1997 me querella el juez de la misma causa por difamación injuria y extorsión. En esta causa hace pocos meses ha quedado firme el sobreseimiento. En 2001 la Fiscal Haydee Barbosa me denuncia por resistencia. La fiscalía, pese a mi insistencia, se ha negado a investigar el hecho.

Durante estos años los jueces constantemente han aplicado “medidas disciplinarias” sin nunca dar la menor chance de defensa. Es más, en algunos casos siquiera se ha dejado registros de las medidas aplicadas, ni se sabe quién las haya ordenado, y los recursos de Hábeas Data interpuestos al efecto se ha rechazado en primera instancia, durmiendo ahora indefinidamente en la segunda instancia.

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La “ayuda” de un juez jamás será justicia, y se subentiende que no es gratuita, mientras la “justicia” la “legalidad” es justa y gratuita. No es nada más que esto lo que reclamo. Y es justamente lo que no interesa a nuestro llamado Poder Judicial.

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Miércoles, 13Por increíble que parezca, pude dormir un poco.Apenas clarea el día, la persona a mi lado, que parece ser el jefe de la banda, se

pone de rodillas, frente a la pared del fondo, y empieza otra larga plegaria, solicitando protección divina para él, sus compañeros, sus nuevos amigos, y todos los oprimidos del mundo. Realmente uno se siente reconfortado y protegido ante tan selecta compañía, protegido contra todos los males del mundo y del infierno.

Continúa con larga lectura bíblica, para luego participar del opulento desayuno servido por la cárcel (café con leche de soja).

Luego se inician las solemnidades de despido, con juras de amistad y apoyo eterno, saludos a familiares y amigos comunes, etc., y nuestros ilustres compañeros de la velada son guiados hacia habitaciones más amplias y lujosas en los pabellones de la penitenciaría, más adecuados a su ilustre posición.

Lo mismo ocurre con los dos internos que tuvieron el infeliz incidente con el director de la cárcel. Vuelve asimismo nuestro compañero que desfrutó esta noche en la privada al lado. Le felicitamos por su suerte de haber escapado al episodio, contándole a la vez lo ocurrido.

Le había pedido a mi esposa que me traiga un pedazo de cable y yerba mate, y así lo hizo temprano a la mañana. Ahora se puede hacer una conexión eléctrica más definitiva hacia la celda vecina. Tiene sección suficiente para hacer funcionar directamente en nuestro calabozo al calentador de agua. No se dispone de enchufe hembra, por ello, en la punta del cable se hace dos ganchos, que son atados a cada extremo de un encendedor descompuesto, para evitar que las puntas se toquen. El conjunto es colgado por la cañería del agua. Todo un poco peligroso: Si alguien toca por los cables pelados, llevará un buen choque. Si hay un corto explotará el encendedor a gas. Pero ante la necesidad ceden las consideraciones sobre el peligro.

Ahora, cada vez que alguien quiera tomar mate, sólo tiene que cargar agua en la jarra de plástico industria casera, meter el calentador hecho de dos cucharas, y enganchar las puntas de los cables en la “toma” corriente. En aproximadamente quince minutos se dispone de dos litros de agua hirviente. Mientras el constructor del instrumento, da instrucciones de uso: Sólo enchufar con el instrumento dentro de la jarra de plástico, y con agua cargada. Nunca utilizar el aparato en recipiente metálico, que conduce la energía eléctrica. Nunca tocar el agua mientras se está calentando. Nunca completar el agua con el aparato en funcionamiento, y si excepcionalmente se lo hace, sólo con un recipiente aislado. Bueno, mientras estuve ahí, no hubo ningún accidente a lamentar. Lo cierto es que quedé maravillado ante el perfecto funcionamiento, sin fallas, del calentador, y de lo que es capaz el espíritu inventivo ante necesidades absolutas.

Lo cierto es que las cucharas, aún tratándose de acero inoxidable, se ennegrecían rápidamente, pero el aparato seguía funcionando. De vez en cuando se desarmaba el aparto, para utilizar las cucharas para comer, y para limpiarlas. Total no tarda más de dos minutos para fabricar otra vez el “electrodoméstico”.

También hay constantes problemas con los encendedores. Es mercadería falsificada, y no hay dinero para comprar encendedor nuevo a cada rato. Por ello se trata de repararlos, se quita piezas de un encendedor, y se monta en otro.

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Ahora ya hace varios días que me quedé sin comer. Si no fuera por la fiebre que hace que mi corazón funcione en forma desagradablemente acelerada, me estaría sintiendo razonablemente bien. Menos mal que la fiebre ya está pasando. Me mareo cuando me levanto, pero pasa en seguida. Por supuesto me encuentro debilitado.

Cerca del medio día, ya pasado un poco, viene mi esposa con el abogado que suele patrocinar mis escritos de defensa. Ella ya se ha calmado un poco. Me cuenta que finalmente le hicieron saber que mi pedido de libertad fue rechazado por Manuel Trinidad, bajo la argumentación de que había “indicios suficientes” de la comisión del delito de “coacción”, sin decir en su resolución, ni cuál es concretamente el hecho del cuál se me acusa, y sin decir cuáles serían los “indicios suficientes” con los cuales cuenta. Asimismo alega que no habría “ningún documentos con las cuales demuestre su arraigo” (errores gramaticales son del original), Aplica presunción en contra del encausado, violando el Art. 5º del C. P. Penal, y no presenta ningún argumento relativo a la gravedad del hecho, presunción de fuga, u obstrucción, en abierta violación al Art. 240 del Código Procesal Penal. El fiscal no había solicitado ninguna medida cautelar concreta, lo que significa que el Estado no tiene interés en ello. Y el Juez de garantías, que, por el sistema acusatorio no es parte en el juicio, impone medida no solicitada por las partes, y sin que medien las circunstancias necesarias, juzga “extra petita” abusando de su función (prevaricato) y demostrando claro interés en el juicio. Pero ante tantas irregularidades e ilegalidades ya sufridas, unas más no hacen diferencia.

Si se hubiese dado cumplimiento a las disposiciones legales, el Juez, dentro de las 24 horas de haber sido detenido, me habría escuchado, tal como se hace en cualquier país civilizado del mundo. Si pretendía aplicarme medidas cautelares, me debería haber advertido de ello; pues, si el Fiscal no solicitó ninguna medida, mal podría presumir yo que el juez, quien debería mantener imparcialidad, aplicaría luego la prisión preventiva, y esto sin cualquier aviso previo.

No había razón alguna para probar domicilio, primero porque mi domicilio es harto conocido por los jueces. Luego porque ni me pasó por la cabeza que el juez violaría de manera tan descarada el deber de imparcialidad, y el principio “in dubio pro reo”. Además ninguna advertencia se había hecho sobre el punto. Fui expuesto a la más absoluta indefinición. Pero esto suele ser práctica común en nuestros órganos jurisdiccionales. Siguen las execrables prácticas de la inquisición, donde todos son culpables mientras no prueben inocencia.

Por otro lado, el juez, si hubiese tenido un mínimo de decencia y respeto a mi persona y mí derecho a libertad, durante la audiencia, a la cual no participó, podría haber determinado el depósito de una suma concreta en caución real de mi comparecencia en juicio. No dispongo de recursos propios, pero tengo amigos que inmediatamente habrían cubierto cualquier pedido en este sentido, evitando de esta manera que yo fuera remitido al sistema carcelario paraguayo. Pero justamente lo que se pretendía, era amordazarme mediante privación de libertad, dejar muestra clara del poder absoluto de cada fiscal y juez, de su poder para aplicar cualquier castigo y venganza a quien se resiste a sucumbir a la corrupción.

Toda la defensa se complica debido a mi privación de libertad. Soy alumno del cuarto año de derecho, conozco las leyes procesales mejor que la mayoría de los jueces y fiscales. Pero mi esposa no las conoce. Cualquier funcionario del Judiciario le dice cualquier cosa, y ella no sabe si es cierto o es mentira. Así también está ocurriendo ahora

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que el Fiscal de la causa se niega a recibir los escritos por los cuales solicito que me tome la declaración informativa que debería haber tomado dentro de las primeras 24 horas, (Art. 85, C. P. P.), alegando que ya nada tiene que ver con el caso porque la causa ya se encuentra ante el Juez. Ahora ya han trascurrido siete días, una semana desde mi detención, y todavía no me toma declaración. Apenas una violación más al derecho de defensa, a concretas normas legales. A quién le importa en este mar de corrupción.

Por otro lado, estando yo privado de libertad, ya no puedo cumplir con mis compromisos laborales. Soy carpintero, tengo mi propia carpintería, y hay trabajos urgentes para entregar. No puedo hacerlo, y mis clientes, aún que trato de avisarlos mediante mi esposa, no estarán muy felices. Ciertamente la mayoría buscará otros profesionales, y perderé los mejores entre ellos. Asimismo hago trabajos de administración para extranjeros que poseen alguna propiedad o intereses en el Paraguay, alemanes y suizos. Debo pagar sueldos, comprar insumos, pagar impuestos, gastos de condominio, luz eléctrica, cobrar alquileres, etc. Ya no puedo cumplir debidamente con estos deberes. Probablemente también perderé clientes en este ámbito. De mi trabajo quito el sostén de mi familia, y por supuesto lo que pago a abogados también es fruto del mismo trabajo honesto, que ahora me encuentro imposibilitado de realizar, debido a mi prisión bajo excusas absurdas.

A la tarde de hoy uno de los guardiacárceles trajo crack. Se está fumando. Escasea hoy la marihuana. Momentáneamente los internos no tienen dinero. Suerte mía; hay menos humo. Se trata de vender una campera y un pantalón. La campera nadie quiere, pero por el pantalón se consigue Gs. 15.000. Alcanza para algunas cajas de cigarrillo y un poco de yerba mate, azúcar y crack. Esta noche tenemos suerte, quedamos apenas entre cinco para dormir.

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Jueves, 14 de Abril

Al clarear el día, me levanto y hago nuevamente la limpieza en la parte libre del calabozo, en frente y al costado del baño, y en el propio baño.

Desde el miércoles, después de saber que el Juez había decretado prisión preventiva en abierta violación a la Ley y a toda lógica del procedimiento acusatorio, había extendido mi huelga también a líquidos, visto que ni la justicia actuaba con legalidad, ni lo hacía el Ministerio Público. Parece que me querían dejar podrir, sin hacer caso a mis peticiones. Todavía no se resuelve siquiera el Habeas Data, y ninguna resolución o decisión, ya sea del Ministerio Público, ya sea de la Justicia me es notificada. Para esta mafia no soy más que un objeto sin personalidad ni voluntad ni derechos propios, sobre el cual disponen a su antojo.

La sed no me causa mayores problemas, sólo que la boca queda muy resecada, y siento un gusto muy desagradable. Por ello lo enjaguo a menudo con agua.

Por suerte pasó el calor, y la noche fue agradablemente fresca. Me siento debajo del envase de gaseosa atado a la canilla, y dejo escurrir el agua sobre mis espaldas. Da una sensación muy agradable. Mientras tanto mis pantalones ya me quedan bastante grandes. Por suerte no se me quitó el cinto, caso contrario tendría que estar atajando el pantalón el día todo.

Los demás siguen durmiendo, hasta la hora en que se trae el “café”. Finalmente se levantan algunos. Yo me acuesto otro rato, mismo porque ya no había nada que hacer: o quedar parado, o sentarse en el piso, o, acostarse. Al rato se me trae un paquete de mi esposa con una toalla y una remera. Asimismo una esquela, por la cual me dice que esta mañana comparecerían personas de la prensa y de la televisión. Al rato ya viene gente de Canal 8, y soy quitado del calabozo para dar entrevista. Por supuesto no se permite filmar las condiciones en las cuales me encuentro internado. Se me obliga a poner pantalón y camisa para la entrevista, no me permiten salir con el Short. Me siento bastante débil, la boca se halla seca. Camino despacio, para no caer mareado.

Apenas termina la entrevista, se me dice que se me llevará para comparecencia, aparentemente en la fiscalía. No me permiten volver a la celda, sino que me hacen esperar allí mismo, frente a la entrada, hasta, que, después de aproximadamente 15 minutos, me alzan al vehículo de la cárcel. No había ninguna posibilidad de llamar a mi esposa o a un abogado. Todo es cuidadosamente calculado para frustrar los derechos a defensa legalmente establecidos. Más tarde, al tener acceso a la Carpeta Fiscal, me percato que la dirección de la cárcel ya había sido informada de la citación el día once de abril. Nada dispuso el fiscal sobre mi notificación, pero el oficio dice que se me “deberá informar, que para la referida audiencia deberá comparecer acompañado de su abogado defensor”. No cuento con abogado defensor, lo sabe el Fiscal, pero no le importa. La dirección de la cárcel no me hace saber de la orden del fiscal, pero a quien esto importa. Si no so más que un objeto.

Por muy poco me hicieron volver otra vez a la cárcel, bajo alegación de falta de abogado. Pero uno de los guardias que me trajeron, tenía en su poder la tarjeta del profesor que solía patrocinar mis escritos, y finalmente alguien pone a disposición un teléfono y se le llama al abogado, que se encontraba en los tribunales con mi esposa,

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buscando hacer algo en mi defensa. Y se espera su llegada. Me siento, mientras, en una silla, en el corredor de la fiscalía. Finalmente, cuando consigue comparecer el abogado, se puede iniciar la audiencia.

Antes yo reviso rápidamente el escrito preparado por el abogado, mediante el cual solicitamos aplicación de medida sustitutiva a la prisión preventiva, el mismo se remite para corrección, y luego voy a la audiencia.

Yo tenía miedo que nuevamente se iba restringir mi derecho a manifestar lo que tenía a decir en mi defensa, o que se haría constar algo que no dije. Pero, ante presencia de varios testigos y del abogado, no se animaron a nuevos atropellos. Por supuesto que nuevamente no le interesó al Fiscal lo que tenía para decir. Se ausentó apenas se comenzó la audiencia. Me toma la declaración un funcionario inferior, en una computadora que el tiempo todo da problemas, la misma en que se me tomó “declaración” en fecha 06 de abril, y el mismo funcionario. A cada rato se enfurece con la computadora, y se alarga bastante el acto. Asimismo parece que el funcionario escucha mal, y aún que hablo alto, claro, y despacio, tengo que repetir varias veces lo que digo, a punto que yo mismo empiezo a confundirme. Así me veo obligado a reducir un poco mi declaración. Se imprime, y se tiene que corregir varias partes.

Es curioso, pero hasta el momento no he encontrado un funcionario encargado de tomar declaraciones, que se preocupe en de aplicar puntuación gramatical más o menos correcta. Tampoco están familiarizados con el uso de palabras, con, o sin “h”, “v”o “b”. Por ello en sus escritos se encuentra las palabras “a” en vez de “ha”, “rebelar” en vez de “revelar”, y otros errores similares, que cambian completamente el sentido de lo expresado, o lo dejan totalmente sin significado. Solicito que se corrija los errores más aberrantes, y después de alguna discusión se accede a ello. Aún quedaron errores, pero finalmente firmo, y también lo hace el abogado patrocinante. En algún momento habrá firmado también el Fiscal Raúl Insaurralde, que no acompañó el acto.

En esta audiencia me percato que la denuncia que hice contra el Fiscal Raúl Insaurralde, presentada por mi esposa en Mesa de Entrada, por el hecho de falsedad en documento público, por oportunidad de mi primera declaración, había sido agregado al expediente, en vez de cumplirse con la obligación de iniciar inmediata investigación e informar al juez dentro de las seis horas (Art. 290, C. P. Penal, Art. 5º LOMP). Más una vez queda en evidencia el trato diferenciado que reciben los integrantes de la mafia judicial, frente al trato dado a personas comunes y honestas.

Por ello relato, como primer punto de mi declaración, la actuación del Fiscal Insaurralde en el simulacro de mi primera declaración, solicitando se remita nuevamente la denuncia a mesa de entrada.

Para completar las penurias, también funciona mal la impresora. Se tiene que imprimir en letra extra grande, caso contrario la declaración resultaría ilegible, de tan borrosa que sale la impresión.

Mi esposa se alarma mucho por mi huelga de líquidos. Finalmente cedo ante su presión a fin de que pare de preocuparse. Le digo a mi abogado patrocinante que levantaría mi huelga de líquidos, no así la huelga de hambre, bajo las siguientes condiciones: permitir salir de día del calabozo, con alguna libertad en el patio; permitir ingreso de material de estudio; permitir a mi esposa traerme una silla confortable, y, para el caso de urgencia, la posibilidad de utilizar un teléfono, visto la inutilidad de tener dinero conmigo, que se me quita inmediatamente.

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El abogado habla con el director de la cárcel, quien concede lo solicitado (lo que en todo caso es lo mínimo que debería haberse concedido de oficio según la ley), y vuelvo otra vez a ingerir líquidos. Si antes sólo había tomado agua pura, ahora tomo también un poco del caldo de la comida que se cocina para los internos, y algunos jugos.

Así, a la vuelta de la declaración, puedo pasearme libremente por la parte del patio destinado a los pocos internos que tienen la posibilidad de realizar algún trabajo. Uno recluidos, brasilero, me da crédito y me consigue una jarra con agua helada, jugo en polvo, y para atender a un pedido de los compañeros de calabozo, un jabón común y leche. El amable señor me cuenta sus penurias. Fue preso en los al derredores de Saldo del Guairá por supuesto tráfico de estupefacientes. Pagó Gs. 9.000.000 a un abogado para que lo defienda. En la primera y única audiencia, su abogado le dice para abstenerse a declarar. Luego de ello fue transferido a la Penitenciaria de C. del Este, donde, por supuesto, le requieren pago de “derecho de piso”. Pagó lo que le pedían, y el resto de su dinero le robaron los prisioneros en la primera noche, como también su ropa, su frazada, y su “colchón” que había comprado a otros internos. Le pedían más plata. Llamó a su esposa para que le envíe. Ésta vendió el automóvil de la familia, y le remitió la plata. Nuevamente le fue robado todo. Pide más plata a su esposa, y con esta compra el derecho de trabajar en la cocina. Para acceder a este derecho, pagó un total de Gs. 3.000.000. Ahora ya no tiene nada, ni le puede enviar más nada su esposa.

Mientras esperaba la plata, se le internó en “negra”, que sería el pabellón más desagradable. Era invierno, le llevaron toda su ropa, le quitaron colchón y frazada, así que se vio obligado a dormir con la ropa del cuerpo sobre el piso de cemento. Dice que pasó frío que nunca más en la vida olvidará.

Por el trabajo que hace en la cocina, desde las cinco de la mañana hasta aproximadamente las 17:30, no recibe ninguna paga. Es trabajo esclavo, prohibido por el Art. 10 de la Constitución Nacional. Pero para los internos es un privilegio especial, es de lejos preferible a las penurias en los obscuros corredores de las mazmorras. Como él, hay unos cuantos otros recluidos realizando trabajo esclavo en la cocina, en la limpieza de patio y otros quehaceres de la cárcel.

En dos o tres oportunidades se le comunicó que había citación para comparecer en los tribunales o ante la fiscalía de Salto del Guaira, existiéndosele el pago de Gs. 300.000 para gastos de trasporte. Considerando que no tiene plata, no se lo llevó, de manera que continúa, sin plata, sin saber de su juicio, sin ser escuchado por ninguna autoridad, sin esperanza, sin futuro, sin derechos, sin recursos, alejado de sus familiares. Un ser humano tirado a la basura.

Este mismo señor me lleva a conocer otros internos, en la “guampería”, lugar donde algunos internos hacen trabajo espectacular sobre guampas para el tereré, que son esculpidas, en alto o bajo relieve, revestidas de aluminio y decoradas a colores, conforme pedido de eventuales clientes, en trabajo dedicado de mucho cariño, tiempo cuidado. Para ello disponen de poquísimas herramientas. Consiguen las guampas los mismos mataderos que proveen los huesos para la comida. El aluminio proviene de recipientes usados de desodorantes y otros productos, que piden de las personas que visitan sus parientes, llegando a pagar por cada latita mil guaraníes. Es trabajo digno de admiración.

Me presentan a otro brasileño, acusado de homicidio en un incidente con campesinos “sin tierra”, internado hace ocho años en esta institución. . Todavía no fue llevado a juicio, todavía no tiene sentencia. Me muestra su trabajo, y cómo lo hace. Con un

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pequeño martillo, y una pieza de hierro redondo, golpea incesantemente la guampa, haciendo con que el aluminio se incruste y adapte perfectamente a los diseños esculpidos en la misma, mientras habla sin parar. Raramente escucha lo que yo digo; supongo que ya ha sufrido consecuencias sicológicas de su largo internamente. Cuenta que vivía en Paraguay, con uso de documentos falsos. Que fue atacado por dos personas, cuando trabajaba en una estancia, que le clavaron con cuchillo, cuando consiguió reaccionar y matar a uno de ellos, u algo por el estilo. Dice que Dios le salvó la vida, y mediante Dios dejó de fumar marihuana. Otro interno me cuenta que es sindicalista, que varias veces fue preso en tiempos del dictador Stroessner, debido a sus trabajos sindicales, y que ahora está preso por motivos familiares. Habla mucho de política, de movimientos y reclamos campesinos, de corrupción, y de promesas falsas y desinterés del Gobierno por el pueblo paraguayo.

Además de la guampería hay una pequeña carpintería, una herrería, un taller mecánico, una “chapería y pintura”, una huerta y un criadero de conejos. Un poco de actividad saludable que privilegia algunos pocos de los internos.

Vuelvo a mirar por la cocina. Hoy se sirve fideo y un poco de poroto, sin huesos. Solicito un poco del caldo para tomar, y me lo sirven gustosamente. Tiene sabor muy bueno después de seis días tomando solamente agua. Aproximadamente a las 17:30, cuando los cocineros terminan su trabajo, también yo vuelvo a mi calabozo. Se trae la leche que yo había pedido antes, uno de los internos se consiguió un poco de café, y lo prepara con el calentador a cucharas. Sale muy sabroso, excepto que abusaron con el azúcar, es demasiado dulce para mi gusto. Mas tarde se prepara mate. También tomo uno.

De los internos que se encuentran en esta celda, y de acuerdo a las conversaciones que yo acompañaba, pienso que habrá uno que eventualmente pueda ser recuperado, vuelva ser un ser humano con respeto propio, y útil a la sociedad. Pero si sigue aquí más tiempo, estará irremediablemente perdido. Le digo que voy a tratar de ayudarle, con tal de que pare de fumar drogas. Se compromete, e incluso para de fumar cigarrillos. Por lo menos, mientras estoy cuidando, efectivamente no fuma. A las veces, cuando estoy afuera, vuelvo sorpresivamente a la celda, pero nunca le pillo fumando. Dice que aprendió a fumar, a fumar marihuana y crack, dentro de la cárcel, y que afuera no fumaba.

Lastimosamente este día los internos se consiguieron nuevamente buena cantidad de marihuana, y fuman sin parar. Pero hoy no tienen crack.

Un brasilero, muy amable y sociable, cuenta historias de su vida, horas tras horas, sin parar. Me parece improbable que una persona pueda haber tenido tantas cosas vividas, pero sus cuentos son interesantes, y hacen que pasemos una velada agradable. Me parece que tiene cuentos para escribir un libro de mil páginas y más.

Me cuentan además que a la mañana compareció una comisión de derechos humanos u algo parecido, que vinieron a preguntar por las condiciones de los internos, y principalmente por los reclamos de los huelguistas. Asimismo cursa el chisme de que, a la salida habrían tenido un accidente, un choque con una motocicleta, pero no hay nadie para confirmar la historia. Si fuera cierto, y si fuera gente común, ciertamente habría más algunas personas en la cárcel.

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Viernes, 15 de Abril

Apenas amanece, me levanto otra vez. Dormí demasiado bien esta noche. La fiebre pasó, pero tengo dolor de garganta. Nuevamente limpio el “bañero”, y nuevamente paso un buen rato bajo el chorro de agua. Luego se levantan más dos. Uno lava las “vajillas”, y después el otro se “cepilla” los dientes. No tiene sepillo, así que lo hace con el dedo. Es el detento que fue clavado con el listón con clavo. No le permitieron llevar nada de su celda. Se encuentra acá apenas con una remera en la cual dice “ABC Color”, y un Short. Como las noches son frescas, y no tiene frazada, pasa un buen frío. Recibe una campera para poder cubrirse un poco de noche. Yo divido una frazada y un colchón con mi “secretario”.

Hoy no se sirve café de soja, por lo tanto es de presumir que se cortó la leche de soja. Todos los días de semana la cárcel es proveída de cerca de 150 litros de leche de soja. Si se corta, se tira al desagüe. El cocido que se sirve es excesivamente dulce, deja un gusto desagradable en la boca.

Hasta ahora tuve la suerte de no haber recibido ningún castigo ni por parte de la policía, ni por parte de la guardia de la cárcel. En los pasillos del pabellón se me torturaba, pero ahora ya ascendí a doctor, y se me está dejando en paz.

Uno de los internos guardó medio cigarrillo de marihuana anoche, y empieza a fumarlo ahora. Aún lega a invitar inclusive a otro recluso, pero este recusa.

Mientras tanto escribo mi “diario de cárcel”, al verso de mi material de estudio que llevé conmigo. Lo escribo en alemán, para la eventualidad de una requisa. Si alguno de los guardias lee lo que escribo, se hará desaparecer todo. Este mismo material lo pongo de noche debajo de mi colchón, para que sirva de almohada. Cuando lo hago, a menudo encuentro debajo del colchón la pipa de crack. Entonces busco otro lugar para guardar mi material. Si en una requisa se encuentra junto ambos objetos, sin duda yo sería responsabilizado y castigado, sin importar lo que diga en mi defensa.

Algunas veces se desarma la pipa de crack, para proceder a su limpieza. Aparentemente se entupe fácilmente. Les solicito que dejen desarmada la pipa cuando no la utilizan, pero me responden diciendo que no habrá problema, que raramente hay requisas, y aún que la encontrasen no pasaría nada, visto que muchos de los guardias están involucrados, y ganan un buen dinero con el tráfico. Lo mismo ocurre con la caña y los celulares. Hay varios celulares en la cárcel, que entran con conocimiento de los guardias. Si hay una requisa, por supuesto se quita también los celulares, que luego son devueltos mediante buena paga, entre Gs. 300.000 y 500.000. Lo mismo ocurre cuando un interno es castigado con calabozo. Para salir del mismo también se exige pago de entre 400.000 y 500.000 guaraníes. Si alguien ofrece buena paga, se salva del calabozo.

No se puede denunciar estas circunstancias, pues quien lo hace es hombre muerto.

Se dice también que el consumo de drogas es manejado de manera deliberadamente desidiosa, pues si se llegase a prohibir efectivamente su consumo, habría un motín de consecuencias imprevisibles en las cárceles. Según lo dicen internos con más experiencia, es parte integrante de todas las cárceles del mundo, remedio indispensable para calmar los ánimos de los deshechados por la sociedad, aglomerados en celdas super

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lotadas, de las personas sin esperanzas, sometidas a presiones sicológicas insoportables, de anulación absoluta de la personalidad.

En el calabozo al lado se encuentra internada una única persona. Dicen que es muy agresiva, imprevisible, por ello ya pasa meses en el calabozo. El director de la cárcel no se arriesga a ponerlo junto con otros internos, temiendo peleas y muertes. Todo indica que se trata de un caso de total y absoluto desplomo psicológico provocado por las condiciones inhumanas. Se debería encontrar internado en un hospital siquiátrico. Pero está encerrado día tras día, semana tras semana en el calabozo, sin siquiera tener la posibilidad de mirar hacia fuera, ningún entretenimiento saludable, esperando de esta forma la “readaptación de los condenados” prometida por el Art. 21 de la Constitución Nacional.

En general, dentro de las cárceles rige un clima de buena vecinaza. Se trata de ayudar en lo que se puede a los necesitados. Esto por supuesto no impide chicanas sobre una persona determinada para diversión de los demás, extorsiones y robos. Rápidamente se hacen amistades. Algunos internos, cuando escuchan que estoy escribiendo mi diario, me piden para relatar también sus propias penurias. Pero el espacio no permite redactar todo.

No me arriesgo a escribir afuera. Si lo hago, seguramente los guardias me quitarían mi material inmediatamente. Tantas cosas me cuentan los internos, que es imposible memorizarlo todo. Cuentan sobre malos tratos, chicanas, torturas, amistades, Dios, corrupción, jueces omisos y desidiosos, robos, etc. Los “buenos amigos” se apropian de las ropas de los recién internados, para ser vendidos en el “mercado interno”, y el dinero va destinado principalmente a la compra de cigarrillos y estupefacientes. A veces sobra un poco para comprar leche, azúcar, pan, jabón, papel higiénico, etc., productos de primera necesidad que no son proveídos por la dirección de las cárceles. Lo único que la cárcel provee, son el desayuno, el almuerzo y la cena, y según dicen, un pedazo de espuma tamaño colchón (que suele disminuir rápidamente de tamaño, pus siempre que se necesita de una esponja para lavar vajillas u otra cosa, se suele quitar un pedacito de uno de estos colchones) y una frazada para cada interno en la entrada del invierno. No hay sábanas, ni ropas. Y que no se piense que se le da al recién internado un colchón y una frazada. Se lo tiene que adquirir en el “mercado interno”. Gs. 5.000 por un pequeño pedazo de “colchón”, ya bastante menguado, y Gs. 2.000 por un pedazo de frazada rota. Así la primera noche se pasa normalmente en el piso. Se tiene suerte si alguien cede algún pedazo de frazada, para poner sobre el cemento. Y después de haber adquirido frazada y colchón, se debe rezar pidiendo no ser robado otra vez.

Aparentemente los guardias de la cárcel no tienen conocimiento de mi “privilegio especial”, el derecho de salir del calabozo y de moverme libremente en una parte del patio durante el día. Sólo cuando viene mi esposa con un documento preparado por el abogado patrocinante para su firma, consiguió que se me abriera para salir, ya aproximadamente a las nueve de la mañana.

Comparece otro de mis profesores de Derecho, pregunta como me voy, y ofrece ayuda. Aprovecho la oportunidad para hacer que me atiendan en la “sanidad” por mi dolor de garganta. Así llego a conocer también esta parte. Allí encuentro una enfermera y otra persona, posiblemente estudiante de medicina. Les cuento mi problema, y me pasan un remedio, en un frasco donde dice AMOXI Chemicenter, Antibiótico, IPS. El envase no se

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encuentra sellado, y no tiene fecha de vencimiento. Pero la atención es buena. Preguntan si tengo algún otro problema, algún dolor y digo que no.

Por el patio anda un personaje, que se viste de lujo en horas de visita: Sombrero de fieltro, pantalón y camisa de primera, anteojo y corbata. Si no le faltasen algunos dientes se diría que se trata del director de la cárcel, visto que el verdadero no lleva puesto ni corbata, ni sombrero. Aquél interno, cuando termina la visita, se ocupa de la limpieza del patio, quita la basura, cuida de la huerta, etc. Suele hacer trabajos para otros internos, de mejor solvencia económica, como siendo lavar ropa, cocinar lavar vajillas etc, con lo que gana algún dinero.

Asimismo tuve hoy una conversación con otro interno, colombiano, de madre colombiana y padre libanés, según dice. Dice que habla ocho idiomas, entre ellos árabe, portugués, español, francés, búlgaro, ruso, inglés. Me cuenta algo de su vida. Cuenta que consume drogas desde hace dieciocho años. Aún es joven, me parece que no alcanza los 35 años de edad. Cuenta que en su afición drogadicta cierta vez quedó acurrucado en el piso durante tres días y medio, fumando crack sin parar, sin levantarse una sola vez, sin comer nada, y sin beber nada. Dice que en Colombia había poseído una bella villa, fruto del tráfico, una esposa colombiana y un hijo, aún menor de edad. Dice haber matado su esposa colombiana, cuando le sorprendió en la cama de su propia casa con otro hombre. Dice haber cursado cuatro años de derecho en Francia, Lion. Que tuvo otra mujer, en Bulgaria. Había sido internado en alguna institución cristiana para librarse de las drogas. Y el respeto por las personas que allí le brindaron buena atención, le trataron como gente, pasó al cristianismo. Por ello ahora sufre el rechazo de la comunidad árabe, siendo justamente un problema con los mismos la causa por la cual se halla en prisión.

Entre otras de sus supuestas fechorías cuenta que en cierta oportunidad fue apresado con 50 gramos de cocaína en la ciudad de Cascavel, Brasil. Al ser interrogado por la policía, afirmó que no había prueba del ilícito. La policía dijo que sí. Insiste que no. La policía exhibe el paquete. Dice que no es prueba, que muestren lo que hay adentro. Dice que finalmente la policía abrió el paquete, sopló con toda la fuerza, y todo el polvo se desvaneció en el aire. Y esto, encontrándose esposado. Afirma que luego la policía le pegó mucho, durante dos días, pero que finalmente fue absuelto por falta de pruebas. Un cuento interesante y fantástico.

Mi esposa me informa de una de las “curiosidades” que sólo pueden ocurrir en la “Justicia” paraguaya: El Juez Manuel Trinidad, quien ordenó mi prisión preventiva, con violación a todas las normas legales referentes, dice que no resolverá sobre la excarcelación solicitada, porque habría tomado conocimiento que yo le había denunciado, y pide que de mi parte se le provea de copia de la denuncia para contar con motivo justo para su excusación.

Mi abogado patrocinante ya había preparado escrito, por el cual se presenta la denuncia, y reclama de la curiosa posición asumida por el Juez, de una manera que refleja justamente lo que yo también lo habría hecho. Lo firmo, y es presentado en el juzgado.

A la noche, cuando ya me encuentro otra vez en el calabozo, aparece un guardiacárcel, con un escrito diciendo que lo firme inmediatamente. Se trata de otra petición al juez preparado por mi abogado. No me da tiempo para leer. Junto trae un billete de mi esposa, que sólo puedo leer después que se haya ido el guardia. Dice que el proceso pasará a la Ciudad de Hernandarias, debido a que todos los jueces de Ciudad del Este se inhibieron en la causa. Malas perspectivas, visto que ya denuncié también a

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ambos jueces de aquél lugar, y por lo tanto también se inhibirán. De acuerdo a la Ley, el juez que pretenda inhibirse, está obligado a resolver antes todas las cuestiones urgentes. Un pedido de excarcelación debe ser atendido inmediatamente, por lo tanto es urgente (Art. 250, C. P. P.). Pero ya es sabido que la Ley no calienta ni obliga a ningún funcionario judicial.

En la esquela mi esposa también pide que yo le dé alguna respuesta. Pero por supuesto ya no es posible, visto que el guardia ya se fue hace rato.

Mi esposa trajo algunas mandarinas. Le doy una a cada uno. Sobra cantidad similar para la mañana siguiente.

No se de donde los compañeros de calabozo siempre consiguen dinero para cigarrillos y marihuana. Más una vez se encuentran fumando, el aire se contamina, me deja sin dormir. Si la “justicia” me deja aquí mucho tiempo, a efectos de “readaptación”, saldré viciado.

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Sábado, 16 de Abril

Ahora creo que ya sé el motivo por el cual huelen tan mal los “colchones”. Es por el humo de marihuana y cigarrillo. Hoy amaneció bastante fresco. El camarada sin frazada habrá pasado bastante frío. Todos siguen durmiendo, menos mi “secretario”. Se levantó temprano hoy, y limpió él esta vez un poco el piso y el baño. Nuevamente tuve que esperar la llegada de mi esposa para poder salir de la celda. Parece que los guardias están esperando que se pague una buena “coima”, para que se dignen a largarme más temprano. El dolor de garganta ha aumentado. Pero apenas estoy afuera, al aire puro, ya siento mejoras. Para el desayuno había café de soja. Tiene un gusto interesante, que no se puede describir bien, excepto que, tal como el cocido, es demasiado dulce.

Hoy comparecen varias personas a visitarme, suizos, alemanes y paraguayos. Curiosamente ninguno de mis colegas de la Universidad se presenta, salvo la visita de la primera noche, siendo que uno, que es vecino mío, que también me visitó en uno de los días siguientes. Nuevamente mi esposa trajo mandarinas, de las cuales como una despacito, debido a mi dolor de garganta. Me comentan que el proceso probablemente pasará de Hernandarias a Minga Porá, con ello ante el Juez Ismael Vera, quien también ya fue denunciado por mí.

Después vuelvo a hablar con la gente en la guampería, y con otros internos que circulan en el patio, favorecidos con el derecho de poder trabajar. Lo curioso es que todos los internados se dicen “creyentes”. Supongo que la mayoría, apenas salga en la calle, tendrá olvidado a Dios.

Cuentan que no reciben ninguna paga por el trabajo regular (trabajo de cocina, trabajo de limpieza y conservación, etc.). Realizan por lo tanto trabajo esclavo, prohibido por la Constitución Nacional. Apenas más uno de los tantos abusos practicados por el Estado contra el Estado de Derecho.

Veo en un monte de basura una buena cantidad de tomates y locotes podridos. Pregunto qué pasó de ellos. Me comentan que de aquello que se trae para alimentación de internos, una parte es desviada y vendida. Se suele guardar a estos efectos tomates y locotes en la cámara frigorífica de la cocina, y si no se consigue vender a tiempo, se pudren. De la misma forma se procede con los huesos, en las pocas veces que se adhiere todavía a ellos un pedacito de carne. Lo mismo con fideos, arroz, poroto. Los internos que trabajan aquí no tienen sueldo, pero de alguna manera consiguen hacerse de un poco de dinero, prestando servicios a los internos más adinerados.

No le culpo a los internados, tampoco a ninguna persona en especial, sino al sistema, que no permite ni reconoce ninguna dignidad a los internados.

A la tarde, cuando termina el horario de visitas, se permite a los internos de los pabellones que salgan al patio a jugar fútbol. Esto sigue hasta aproximadamente las 4:30, cuando vuelven a ser encerrados. Ahora les toca a los internos “trabajadores” a ocupar el campo de fútbol.

Me comentan que al medio día no alcanzó la comida preparada. Por lo tanto se les dio a los internos que quedaron sin comer un poco de harina y un poco de aceite, para que puedan preparar “reviro”. La harina se mete en una olla, junto con un poco d aceite, y

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se frita sobre la “cocina eléctrica”, hasta que se quede tostada. Para cualquier nutricionista un horror, pero para los internos es un cierto lujo.

La “cocina eléctrica” también es de “fabricación interna”. Para ello se necesita de un ladrillo refractario, al cual se incrustan una serie de canales, donde luego se coloca una resistencia eléctrica en espiral, se improvisa unos contactos, y se empalma un pedazo de cable eléctrico. Al igual que en nuestro calabozo, en todas las celdas se improvisó alguna conexión eléctrica, donde el aparato es “enchufado”. Y ya se tiene posibilidad para cocinar. Las veces que el cable disponible es poco para ello, se hace la conexión en la red sólo por el cable “fase”, mientras el negativo, o neutro, es conectado a la reja de las puertas de las celdas.

Hoy quedé afuera hasta bien tarde. Cuando vuelvo a la celda, observo que se metió en un envase plástico de gaseosa las cáscaras de mandarina de ayer, junto con pedazos de banana y manzana que uno de los internos había recibido de sus familiares. Es completado con agua, y sacudido vigorosamente. A cada rato vuelve a sacudirse el contenido. Es para hacer “chipcha”, o sea, se busca que fermente, que se trasforme en bebida alcohólica, lo que se consigue después de aproximadamente una semana. Se me pide para tratar de conseguir un poco de arroz, para mejorar el proceso de fermentación.

Nuevamente uno de los guardias trae marihuana. Trata de entregarlo a escondidas de mi, pero me percato perfectamente de lo que pasa. Comentase que hoy uno de los guardias ingresó con 8 “petacas” de caña atados a las piernas, debajo del pantalón.

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Domingo, 17 de Abril

Anoche se fumó menos que de costumbre. Uno de los colegas del calabozo, también huelguista, pero que no lleva muy a serio su huelga, suele atarse para dormir un trozo de frazada por la barriga, en la esperanza de que la misma disminuya de tamaño.

Me levanté más tarde a la mañana, a la hora que se trajo el “cocido”. La docena de galletas que se sirve junto con el cocido, desparecen rápidamente. Esto significa que pocos llevan muy a serio su huelga. Pero a uno de los internos se percibe de manera asustadora su enmagrecimiento. Yo por mi parte, suelo tomar un poco del caldo en que viene la comida, y de vez en cuando como una mandarina.

Ayer mi esposa trajo papel higiénico y pasta dentífrica. Cuando uno se adecua a las circunstancias que reinan aquí, y considerando mis regalías especiales, el derecho de salir al patio, la cosa no está mala; mucho más sufren los que se encuentran en los corredores de los pabellones, y los que no reciben visita de familiares. Son víctimas a cualquier momento de las malas jugadas de los demás internos. Y más sufren los brasileños, que son víctimas preferidas de los ataques.

Nuevamente no se me deja salir temprano. Supongo que se sigue esperando paga.

Hace algún tiempo ya no veo la pipa de crack. Espero que la hayan hecho desaparecer, o sea, desarmado. Mi “secretario” ya no fuma desde algunos días, siquiera cigarrillo. O sea, por lo menos mientras lo estoy controlando, lo que hago siempre que pueda. Están preparando papel para cigarrillo de marihuana. Uno quita de entre los colchones una bolsita con una masa marrón verdosa. Pensé que ya iban empezar a fumar otra vez, pero ahora se trata de “remedio” para el mate. La hierba se halla bastante machacada, y por esto se encuentra con el color y apariencia sospechosa.

Finalmente se me deja salir al patio, aún en horas tempranas. Después mi esposa me cuenta que compareció a la mañanita, e insistió que se me largue. Paso a la cocina, y veo que efectivamente hoy se ha recibido algunos pocos huesos con algún trozo de carne. Estos fueron apartados para hacer fritar en una olla a parte.

Con el crédito que tengo junto a un interno, y mediante su intermediación junto a otros internos, consigo comprar una frazada para el compañero de celda que pasó ya varios días sin tener frazada para cubrirse. Se me la vende por Gs. 2.000. Se encuentra bastante vieja y gastada, tiene un agujero enorme en el medio, pero al compañero se lo ve bastante agradecido, visto que las noches pasadas hizo un fresco considerable. Espero que no haya sido robada de algún infeliz. Aprovecho la oportunidad para hacerme cortar el cabello, otra vez bajo crédito. El corte debería haber costado Gs. 2.000, pero se acaba cobrándome Gs. 5.000. El crédito es dado por un brasilero, quien recibe inmediatamente lo gastado de mi esposa, así que ella comparece. Ya no me arriesgo a tener plata en mano.

Tengo oportunidad para conversar largamente con un argentino. Dice que su esposa, consorte desde hace veinte años, pero aún así veinte años más joven que él, lo acusó de haber violado a sus propios hijos. En el examen médico no se constató violación, pero aún así fue condenado por coacción sexual o cosa semejante. Ahora que está en la cárcel, su pareja, mejor dicho ex pareja, vende todo lo que pueda de sus bienes.

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Máquinas, herramientas y materiales del taller (trabajaba como herrero y mecánico), e inclusive su camión. No sabe como pudo hacer la venta, visto que era vehículo con documentación legal, y sólo podría haber sido vendido con su consentimiento. Cuando salga de la cárcel será persona arruinada. Nada puede hacer para evitar el despilrrafo.

Al abrirse los portones para la visita, mi esposa entra y trae un pantalón para mi “secretario” que vendió el suyo hace algunos días. Pasó largo rato conmigo. Le pido para llevar una presentación al Tribunal. Se va, pero nadie quiere recibirlo. Teóricamente debería haber una secretaría u oficina encargada de recibir escritos a cualquier hora,19

pero más una vez la Ley no es más que papel sucio.A la noche, al volver al calabozo, se ve a la gente bastante desanimada. No fluye

la conversa. Por lo visto las esperanzas nacidas con la visita del Juez de Ejecución y sus promesas ya se desvanecieron.

A las veces tengo miedo que se me mande matar en la cárcel. Sería acto al clásico estilo del Ministerio Público, quien ya ha demostrado sus inclinaciones en el incidente del secuestro y tortura de Juan Arrom y Marti. Uno de los internos nuevamente fuma crack. Me baño, mientras se le trae a otro compañero de celda una bolsa con cigarrillos, yerba mate, jabón y un billete. Se lee el billete, y se rompe el jabón. No sé si se encontró algo en el jabón. Parece que no. Sigue el ánimo sombrío. Esta noche duermo un poco preocupado.

19 Art. 135, C. P. P.

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13 Días en las Mazmorras del Paraguay

Lunes, 18 de Abril

Esta noche volvieron otra vez mis dolores de garganta. Me levanto temprano y limpio el baño y derredores. Las paredes internas del baño empiezan a quedar más “blancas”.

Tengo la impresión de que uno de los compañeros de celda tiene vermes, pues anda rechinando los dientes en sueño. Indudablemente el ambiente es ideal para propagación de parásitos.

Todavía duermen todos los compañeros, si bien ya está amaneciendo. No se puede ver si salió el sol. Ahora justamente un brasilero está barriendo frente a nuestro calabozo. Dice llamarse André de Sousa. Por lo menos este trabajador esclavo posee un buen par de botas de goma.

Cuando uno da la vuelta por la cárcel y habla con los internos, se percata que abundan los “delincuentes” ocasionales. Por ejemplo gente que fue asaltada, y hirió o mató en defensa propia. Otros que tuvieron problemas en el seno de la familia. Asimismo se percibe claramente que los delincuentes profesionales, cuando presos, generalmente salen con asombrosa facilidad. Para ellos la prisión no es, sino cuestión de dinero, salvo cuando el hecho punible dio lugar a un escándalo público.

A la pared de nuestra celda se observa montón de agujeros puestos lado a lado, en otras partes hay trazos. Me pregunto cómo pudieron hacer estas marcas, que en su mayoría son bastante profundas. Es evidente que se estaba registrando los días, pues de otra manera se pierde completamente la noción de tiempo. En una parte cuento 105 agujeros.

Acaban de traer el “cocido”. Tomo despacito un poco, mezclado con agua, a ver si no baja mi dolor de garganta.

Nuevamente salgo tarde de la celda. Mis compañeros tuvieron que interceder por mí, a fin de que alguno de los guardias se dignase a abrirme el portón. Soy el proveedor de la celda, el único que puede hacer de nexo con el exterior de la misma.

Apenas estoy afuera algunos minutos, aparece una camioneta Volkswagen, que trae una carga de tomates podridos. Se los ha cargado en cima de una lona de plástico, directamente a la carrocería. Llegada la camioneta frente a la cocina, se tira toda la carga en el piso de tierra. Calculo que la carga puede tener cerca de una tonelada.

Luego se junta los tomates en cajas de plástico, apenas dejándose los más podridos, y son lavados superficialmente dentro de una de estas ollas de cien litros en las cuales se suele preparar la comida. Se apartan los tomates que aún conservan una apariencia un poco mejor, que luego son entregados o vendidos a algunos de los demás internos, que de esta manera – por lo menos una vez por semana – tienen acceso a verdura fresca. Lo demás es cortado en pedazos para preparación de “conserva” que se se adiciona al caldo durante la semana para dar un poco de sabor a la comida. Por fin me toca algo más interesante para hacer. También me pongo a cortar tomates. El trabajo lleva el día todo. Es necesario cortar todas las partes podridas o aplastadas, lo que retarda mucho todo el trabajo. Estamos a las veces entre ocho personas cortando tomates. Luego se mete todo dentro de tambores abiertos, y a la noche, cuando se desocupen las ollas, serán puestas a cocinar, para luego descargar su contenido nuevamente en los tambores,

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y llevados a la cámara frigorífica. Si se traía los tomates ya en cajas, en vez de tirarlo en la carrocería de la camioneta, y se bajase en los mismos cajones, ciertamente el trabajo sería más fácil, y más higiénico. Pero como en todo lo demás, lo que atañe a trato digno a los internos de nuestras cárceles, no es del interés de las autoridades.

Aproximadamente las cuatro de la tarde se me hace llamar, se me dice “comparecencia”. Me lavo las manos, cambio rápidamente de ropa (para bañarme no me dan tiempo), y se me presenta a un abogado, que hasta ahora no tuvo ninguna intervención en el proceso. Me dice que me llevaría al Juzgado de Minga Porá, a más de cien kilómetros de acá, donde fue a parar el proceso después de siete inhibiciones. Dice que había negociado el cambio de la prisión penitenciaria en prisión domiciliaria.

Salido de la cárcel, encuentro a mi esposa, quien me cuenta que había encontrado al abogado en los tribunales, y que el mismo había ofrecido su intervención: por conocer al juez, porque el abogado anterior “hizo todo mal”, etc., la táctica común en este medio, donde se aprovecha inescrupulosamente la situación de las personas en desesperación.

Se me lleva a Minga Porá, en vehículo particular, (los vehículos públicos sólo están a disposición para privar de libertad a las personas, y para llevar a funcionarios públicos a fiestas, eventos políticos, y para llevar a sus hijos a la escuela, al doctor, al dentista, a fiestas de cumpleaños, etc.) con acompañamiento de un guardia de la cárcel.

En Minga Porá efectivamente se convierte la prisión penitenciaria en prisión domiciliaria, luego de una “audiencia” en la cual el abogado declara en mi nombre, haciendo constar que yo le nombré abogado mandatario; mi intervención se limita a que diga si los datos personales que se hizo constar corresponden a la verdad, y a firmar lo redactado. Le comento a mi abogado sobre la existencia de una resolución ficta, conforme al Art. 141 del C. P. P., pero él me contesta, diciendo, que no conozco el sistema, que si bien, de acuerdo a la Ley se debería dictar resolución ficta, aquí los jueces hacen lo que quieren, que, o acepto la prisión domiciliaria, o me pudriría en la cárcel. Mi esposa comienza a desesperarse de nuevo, de manera que me callo.

Siempre se tuerce de alguna manera el derecho. El escrito por el cual se impone la “prisión domiciliaria” (legalmente no existe prisión domiciliaria, sólo arresto domiciliario) carece totalmente de fundamento. Como ya dije, se dictó prisión preventiva presidiaria, bajo argumento de que “no ha presentado en autos, ningún documento con las cuales demuestre arraigo”. En el Auto Interlocutorio no se dice nada, absolutamente nada, sobre elementos de convicción sobre existencia de hecho punible grave, nada sobre hechos en base a los cuales sostener mi participación en un hecho punible, nada sobre peligro de fuga u obstrucción. Volvimos absoluta y totalmente al sistema inquisitivo, en el cual toda persona sumariada por la comisión de algún hecho punible es culpada mientras no pruebe su inocencia.

Ahora, había aportado suficiente documentación que demuestra mi arraigo, como siendo: 1) Copia de mi Cedula de Identidad (original retenido en la cárcel).2) Mi Certificado de Nacimiento; 3) Cédula de Identidad de mi esposa; 4) Certificado de Vida y Residencia expedido por la Comisaría de Hernandarias; 5) Certificado de Matrimonio. 6) Certificados de nacimiento de mis hijos;

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7) Títulos de Propiedad de los 8 (ocho) inmuebles; 8) Libreta de Calificaciones de la Universidad;9) Cédula Tributaria del Ministerio de Hacienda, como Contribuyente; 10) Facturas de ANDE, una de mi Carpintería y otra de mi casa; 11) Factura de COPACO, del teléfono de mi propiedad; 12) Libreta de Baja de Servicio Militar Obligatorio; 13) Certificado de Estudios de mi hijo (Hernandarias).

El Juez (Ismael Vera), en su resolución, reconoce la demostración de arraigo, pero nuevamente, sin cualquier consideración sobre la gravedad del hecho que se me imputa, ni referencia a indicios existentes, posibilidad de fuga u obstrucción, dispone la prisión domiciliaria. Nuevamente deja claro que todo obedece a motivos de venganza, de tortura psicológica, de demostración de poder, poder encima de la Ley, justicia por mano propia, tiranía y sadismo.

Para colmo, en la resolución que se dictó, consta que se me impone “la prohibición expresa de acercarse a los familiares de la víctima fata l”. No existe víctima fatal. Las resoluciones judiciales últimamente no son sino copia y colage a partir de resoluciones anteriores, en las cuales apenas se registra el tipo penal del supuesto hecho en juicio. Por lo tanto es de presumir que se me aplicó las medidas que normalmente se suele imponer a un homicida, ante la negativa de “comprar” una resolución menos dañina, y se olvidaron de quitar o modificar el punto que pone en evidencia el abuso.

Impresos y firmados todos los documentos, la secretaria del juzgado me reclama pago de Gs. 180.000 en concepto de “gasto de representación establecido por la Corte Suprema de Justicia”. Le digo que no tengo problema, con tal que expida recibo. Ocurre que nunca había expedido recibo. Dice que la Corte sí ha hecho imprimir recibos a estos efectos, pero que no se suele utilizar, y que no se suele dar luego recibo. Al principio se me trata de convencer que desista del recibo. Pero yo insisto. Finalmente, después de aproximadamente media hora de discusiones, consultas por teléfono (la secretaria no sabía cómo hacer recibo) se me expide dicho comprobante.

Más tarde me relata mi esposa que se le había exigido, primero dinero para “combustible” para que el vehículo del juzgado proceda a llevar el expediente de Hernandarias a Minga Porá. En su desesperación pagó cien mil guaraníes, por supuesto sin que se le expida recibo. Asimismo le querían extorsionar, solicitándosele la suma, primero de Gs. 10.000.000 para “coimear” al juez, monto, que ante su negativa, se bajó a Gs. 5.000.000, que también se negó a pagar. Finalmente, cierta persona alegó haberle dado ya US$ 300 al Juez, y pretendió recuperar la plata, a lo que también se negó.

También me contó mi esposa que un funcionario judicial le quiso coaccionar diciéndole que me diga para que yo entre en un acuerdo con el fiscal, caso contrario sería condenado. Ya conozco a perfección el funcionamiento de nuestro “Poder Judicial”. Ya hace ocho años, una secretaria de Juzgado Penal en Ciudad del Este me dijo: “Vos conoces la Ley, pero acá hay “mecanismos” “. Ya he denunciado sinfín de jueces y fiscales, quienes indefectiblemente reciben protección incondicional de sus pares. Casi la totalidad de las resoluciones fiscales y judiciales carecen de fundamentación lógica y suficiente. Esta es sustituida por afirmaciones vacías. Fiscales y jueces suelen afirmar la existencia de hechos, de los cuales no ha referencia en ninguna parte del juicio o de la carpeta fiscal. La obligación de fundar las resoluciones en la Ley se sustituye, por increíble que parezca con expresiones como “es de la opinión de esta Judicatura” “es criterio de

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este juzgado”, “este juzgado considera que” obviando de esta manera la obligación de fundar las resoluciones en la Ley, conforme a hechos probados. Es más, la Juez Norma Gamarra, en grosera violación del deber de “juzgar”, al desestimar denuncia, en cierta oportunidad (A. I. Nº 326 / 2002) dictaminó:

“En cuanto a las segundas apreciaciones, si el hecho constituye o no hecho punible o exista algún obstáculo para continuar con el procedimiento, se debe señalar que, con los escasísimos dispositivos jurídicos, ese podría conjeturar que el hecho denunciado es de aquellos de acción penal pública, vale decir, es hecho punible, aunque respecto al obstáculo legal para el desarrollo del procedimiento tornaría difícil para este sujeto de derecho, establecerlo ya que ni siquiera se halla agregada la denuncia como así también impulsos procesales realizados por la fiscalía interviniente, quien tiene toda la facultad y reiteramos, la responsabilidad de ameritar o no un requerimiento de desestimación.---

Que, este Juzgado, tomando en consideración las fundamentaciones vertidas por el Ministerio Público en su Requerimiento, y teniendo en cuenta, las disposiciones del Código Procesal Penal vigente, a más de las constancias de autos se torna procedente hacer lugar al pedido de desestimación ya que se dan los presupuestos legales contemplados en los Arts. 301 Inc. 1º, en concordancia con el Art. 305 de la Ley 1.286/98). -----------------“

O sea: ha juzgado sin conocer la causa.

Esto da un claro panorama de la “justicia” que me espera en esta causa. La amenaza de que, caso no entre en acuerdo con el fiscal, se me condene, no es vacía. Es real. Existe tanto la posibilidad, digo más, tengo plena certeza que en esta causa se coaccionará y ya se ha coaccionado a los “testigos” a fin de que relaten algún hecho que pueda ser subsumido en alguna tipificación penal, y aún que no lo hagan, nuestros Tribunales no tendrán el menor problema de condenar con base a afirmaciones vacías.

A la vuelta de Minga Porá se lleva primero una copia de la resolución a la Policía de Hernandarias. Allí el abogado hace saber a mi esposa lo que reclama en honorarios, por medio día de trabajo: US$ 1.000. Ante el reclamo de mi esposa, baja a US$ 600.

Cuando el Juez dictó la prisión domiciliaria, ya existía resolución ficta de acuerdo al Art. 141 del C. P. P. Por lo tanto la única declaración que podría haber dictado el Juez Ismael Vera era disponiendo mi inmediata libertad. Cualquier otra resolución constituye – cuanto menos – prevaricato. Esto ya lo había dicho al abogado. Éste en principio me da oídos, pero alega finalmente que, si bien es lo que legalmente corresponde, jamás sería concedido. Por lo tanto se calla y somete al abuso practicado por el Juez, y lo hace contra la voluntad y en perjuicio de su defendido. Considero que en estas circunstancias no le corresponde derecho alguno de cobrar honorarios, al contrario, debería indemnizar por el daño causado.

Asimismo el abogado “garantizó” mi sometimiento al juzgado mediante fianza personal de Gs. 15.000.000, por supuesto, no sin antes obtener garantía similar de un conocido común.

A camino de vuelta de Minga Porá comenta que uno de sus defendidos cuya comparecencia había garantizado, se fugó, y que se esquivó de la obligación de efectivizar el pago de la misma, mediante “archivamiento”, mejor “congelamiento” de la causa.

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Asimismo, el abogado “comenta” que sería difícil que yo salga todavía este día, visto lo avanzado de la hora (6 de la tarde), y, en forma bien sugestiva, “pregunta” al guardiacárcel si sería posible que yo salga todavía esta noche de la cárcel. El mismo responde diciendo que “queriendo todo es posible”. O sea, nuevamente se busca extorsionarme, a fin de conceder lo que corresponde por derecho: la libertad inmediata. Por supuesto, ante mi negativa directa de pagar “coima” pasé más una noche en la cárcel, siendo liberado sólo aproximadamente a las diez horas del día siguiente. La situación evidentemente constituye nuevo delito de privación de libertad, esta vez al objeto de extorsión (secuestro), pero esto no calienta a nadie: lo único que interesa es producir situaciones útiles a la extorsión.

De manera que más una vez queda evidente que aquello que se llama “justicia” en Paraguay, no pasa de sucios negociados, de coacción, extorsión, secuestro y tortura bajo protección del “PoderJudicial”.

En todo caso, ante la situación, ante la actuación poco ética del abogado, le dije que le pagaría en concepto de honorarios al suma de US$ 200, y si le parecía poco, podría solicitar regulación judicial. Se enojó y empezó a gritarme y ofenderme, diciendo que soy un mal agradecido, que causo problema a todo mundo, y que retiraría su fianza personal. No sé si ya ha solicitado regulación judicial, visto que aún ahora, un mes y medio después de mi detención, no tengo acceso al expediente judicial.

Durante el viaje, este “defensor” me pretende convencer de que el abogado, mi profesor, quien patrocina todos mis escritos y presentaciones, habría hecho “todo mal”, que no entiende de nada, que yo debería haber contratado desde inicio un abogado que “entiende”, y con otros comentarios comunes en la llamada “ética” practicada entre los profesionales del derecho.

Apenas vuelvo a la penitenciaria, se me interna nuevamente al calabozo, aún sabiéndose que el juez había ordenado “libertad”.

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Martes, 19 de AbrilLa situación absurda a que me someten los órganos encargados de “hacer

justicia”, la impotencia ante la absoluta indefensión en que me han colocado, me dejaron sin dormir. Más una vez la “Justicia” ha puesto mensaje claro e inequívoco: Quien no se sujeta a la corrupción, se niega a pagar “coima”, sufrirá las consecuencias.

Ahora existe la posibilidad de que el abogado retire su fianza personal, y que en consecuencia se vuelva a imponer prisión penitenciaria, en castigo por no haber cedido a la extorsión. Sería actitud típica de este sistema. Pero dudo que lo hagan, pues quedaría notoria la tentativa de extorsión. Pero, por otro lado, a quién le calienta esto, visto que la práctica de la extorsión es actividad común y principal en este medio. No sólo se le extorsiona a los litigantes, sino que son igualmente estafados y robados. Y no sólo los litigantes, sino también a sus familiares se exprime hasta la última gota de sangre. Lo único que piden es una oportunidad.

Aproximadamente a las ocho de la mañana se me llama, y se empiezan los trámites para mi liberación de la cárcel. A los efectos comparece un amigo mío, que hace todos los traslados necesarios en su vehículo. Volvemos a la Comisaría de Hernandarias, acompañados por un policial, quien también debería haberme acompañado a mi domicilio, a comprobar el cumplimiento de la prisión, Pero ya no lo hace. Soy suficientemente conocido como persona honesta, y se sabe que todo no se trata sino de acto de venganza de la “justicia” paraguaya.

Aquél mi amigo, mejor conocedor de las circunstancias legales en el Paraguay, (he vuelto a instalarme en el País hace recién unos nueve años y medio), insiste en que yo pague lo que se exige; que no existe la menor posibilidad de obtener ni lo que lejanamente puede llamarse justicia, que no tengo sino que cuidar de mi propia vida, y de mis familiares. Que uno sólo nada hace contra esta poderosa máquina corrupta. Esta es en realidad la opinión generalizada. No existe otra defensa en el Poder Judicial, sino aquella que se “compra”, o obtiene mediante “intervención” de políticos poderosos.

Por fin tengo nuevamente la posibilidad de dormir en una cama. De tener a mi disposición computadora, libros para consultar, alimentación adecuada, teléfono. Pero no tengo acceso al expediente. No me puedo retirar de casa, sino para asistir a clases en la Universidad. Este derecho se había concedido, pues resultaría raro negarlo, visto que supuestamente me encontraría “en prisión preventiva al sólo efecto de asegurar su comparecencia” “que no adquiera las características de una pena” “ni provoque otras limitaciones que las imprescindibles” (Art. 254, C. P. P.). “Las penas privativas de libertad tendrán por objeto la readaptación del condenado”. (Art. 21, C. N.).

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Mi Situación Actual

Los supuestos hechos denunciados, considerados coacción por el fiscal, por el cual me imputa, consisten en que supuestamente habría amenazado con denunciar los superiores de la Asistente Fiscal Analía Rodríguez, caso no cumpliese con el deber de informar.

La acusación por resistencia consiste en que yo no había “obedecido” a la “solicitud” del Fiscal Raúl Insaurralde.

En fecha 12 de Abril el Juez Manuel Trinidad ha dictado prisión preventiva a ser sufrida en penitenciaría, alegando indicios de comisión de tal delito, sin especificar ninguno de estos indicios. Presume tácitamente “peligro de fuga”, sin siquiera intentar fundamentarlo, y alega que es “requisito exigido” para aplicación de medidas sustitutivas a una prisión preventiva que todavía no ha justificado, ¡la presentación de título de propiedad!, cosa que no se encuentra en ninguna prescripción legal. Y todo sin que ninguna parte en juicio siquiera haya solicitado la aplicación de prisión preventiva, trasformándose el juez, supuestamente imparcial, en parte en el juicio.

El 18 de Abril el Juez Ismael Vera dicta prisión domiciliaria, sin justificar gravedad del hecho, peligro de fuga o de obstrucción. Hace caso omiso a la resolución ficta que ya existía en aquél momento, cometiendo prevaricato.

El 20 de Abril presenté apelación contra las resoluciones del Juez Manuel Trinidad, y del Juez Ismael Vera, que no se tramita bajo excusa de que todavía no se ha fijado juzgado. Ahora ya ha trascurrido mes y medio desde la imputación, y todavía no hay en la causa “juez de garantías”, lo que significa, que el fiscal hace de las suyas, sin cualquier garantía judicial.

Con relación a la citada apelación, he presentado urgimiento, así como solicitado se ordene libertad por existir resolución ficta. No se da curso a lo peticionado, y por lo tanto existe privación ilegítima de libertad. He reiterado los ugimientos y los pedidos de dictamiento de resolución ficta, sin cualquier resultado.

La causa ha pasado por ocho juzgados, encontrándose ahora en el noveno, en Salto del Guairá, desde donde se me informa por teléfono, que habría impugnado inhibición del juez anterior, ya hace unas dos semanas, y sigue sin remitir la causa, impidiendo su curso.

Mientras tanto se niega a resolver cualquier cosa, alegando falta de recursos. Con ello traba la continuidad del proceso. Para privar una persona de libertad, aún que sea contra expresa prohibición legal, no le faltan recursos al llamado “Poder Judicial”. Cuando trata de restablecerse un mínimo de legalidad, se alega inmediatamente falta de recursos, siempre en la esperanza de que yo, coaccionado por mi situación de prisionero, acceda a pagar por lo que no debo, ni es exigible. Y caso que yo pague, el Judiciario seguirá sin recursos, pero los Fiscales y Jueces tendrán para comprar más coches Mercedes, y más mansiones. ¡Y por absurdo que parezca, éste sistema tiene el tupé de acusarme de coacción!

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En fecha 02 de Mayo, al cumplir con el deber de firmar libro en Mingá Porá, intenté presentar escritos, entre ellos, uno por el cual recuso al abogado mandatario, y se niega recepción, pues llamativamente el último día hábil anterior se habría remitido el proceso a Salto del Guairá.

Ante estas circunstancias se presentó los escritos ante la Presidencia de la Circunscripción, solicitando al mismo tiempo que provea medios para que se fije juez en la causa, en C. del Este, visto que tengo prohibido llegar al lugar del proceso. Ahora, trascurridos quince días desde aquella presentación, todavía no ha resuelto nada la citada presidencia, y por lo tanto se puede presumir razonablemente que no le importa el estado de indefensión al cual se somete a los ciudadanos litigantes bajo su jurisdicción administrativa.

Mientras tanto el derecho a defensa se halla totalmente truncado. Será inútil presentar Habeas Corpus, visto, que, de acuerdo a la esepectacular

ley nueva que regula el tema, no corresponde su interposición en todos los casos en los cuales haya fiscal o magistrado al cual se haya comunicado la aprehensión (Ley 1500, Art. 25). Si luego el Juez se niega a resolver, el ciudadano por lo tanto ya no tiene donde recurrir.

Será inútil presentar Amparo, visto que no se lo podrá promover “en la tramitación de causas judiciales”.

No sirve para nada presentar queja por retardo, visto que debe ser presentado ante el juez de causa, que hasta el momento, no existe (Art. 140, C. P. P.)

Es inútil presentar recurso de inconstitucionalidad, visto que tarda en promedio 6 meses para ser resuelto, con lo que ya se pasaría de la pena mínima prevista.

Será inútil presentar queja por retardo ante la Cámara de Apelación, sería rechazado con remisión al Art. 140 del C. P. P.

Pero, por supuesto, si yo violase mi prisión domiciliaria, aún que sea al sólo efecto de hacer alguna presentación ante algún juez o fiscal, ciertamente no faltaría juez que decretase nueva prisión preventiva carcelaria. Para estos casos siempre habrá juez, no habrá ni excusación, ni falta de recursos.

El mensaje es absolutamente claro: O pago por mi libertad, o me pudriré en prisión.

Bello Estado de Derecho.

Hans Otto Kroeger K.

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ApéndiceUn joven recluido (ha de tener unos 22 años de edad) me ha solicitado reiteradas veces

que escriba la historia de su vida. Finalmente accedí a hacerlo, por supuesto sin citar nombres.Relata que desde muy joven se dedicaba a una vida de hurtos. Relata que en cierta

oportunidad una persona le encargó el robo de computadoras de una determinada institución, que le fue indicada concretamente. Relata que con otro compañero, y el motorista de un furgón “taxi”, llegaron a la noche a la institución, forzaron la entrada cortando las grades, y se alzaron con toda la tranquilidad con las siete computadoras que encontraron en el lugar, asimismo de todos los accesorios, sin que se produzca “pérdida” ni rotura alguna. Luego de alzarse con todo, llevaron la mercadería a un local indicado por el “contratante”, recibiendo la paga por el “servicio” al día siguiente: ocho millones de guaraníes para los tres, que fueron gastados rápidamente en fiestas.

Dice que entró en el año 2.000 a la cárcel, donde aprendió a fumar marihuana y crack. Relata que cuando está afuera, no fuma, pues es más difícil de obtener estupefacientes, además que tiene otras ocupaciones.

Se iba a menudo a San Pablo, Brasil, a fin de “comprar” ropas para revenderlas en Paraguay. Allí actuaba como “descuidista”, “caballo loco”, para juntar mercadería. Fue arrestado en flagrante, y dice que se le pegó mucho. Pasó la primera noche en calabozo de la policía, con otro interno, donde le sirvieron, en refectorio, “marmita” a la noche, y yogurt y pan dulce para desayuno. Al igual que en Paraguay, había estupefacientes. Al día siguiente se lo llevó al “Forum” (Juzgado), donde se declaró menor de edad, teniendo en cuenta que no llevaba documento consigo, ya a estos efectos. Por ello fue llevado a la “Febem”, lugar para internación de menores.

Dice que la alimentación en la “Febem” era similar a la servida en la cárcel: Para almuerzo y cena hay cardápio diferente cada día, tal como bife, arroz, “Feijão", ensalada, jugo; Desayuno: yoghut y bollo; Asimismo se sirve merienda y frutas. La alimentación era servida en vajillas descartables. Comenta que al entrar en la “Febem” el responsable amenazó con colgarle a las rejas, de manera que quedó un poco asustado. Pero finalmente el trato fue bueno, no sólo por parte de los guardias, sino también de los demás internos, para los cuales era personaje exótico, por venir del Paraguay. Las instalaciones albergaban entre 7 y 8 internados en cada pieza. Había cama para todos, y baño azulejado en cada pieza. Podían pasar el día entero en el patio, hasta las seis de la tarde, donde había cancha de fútbol, banquete, voley. Se administraba estudio, y había televisión disponible. No se permitía ni drogas ni cigarrillos. A los diecinueve días el Juez le concede libertad y ordena su expulsión. Pasa más tres días en la “febem” a espera de vehículo oficial, que acaba llevándole al Paraguay desde San Pablo, donde es entregado en la casa de sus familiares.

Luego de un año vuelve otra vez a San Pablo, nuevamente en carácter de clandestino “indocumentado”, donde nuevamente es flagrado alzándose con ropa en un negocio, y encuadrado en el Art. 55 (conforme dice). Esta vez se hallaba acompañado de un cuñado menor, que sufrió la misma suerte. Al ser presentado al Juez, inmediatamente se encuentran sus antecedentes. Es advertido que será la última vez. Es castigado con 10 días de calabozo, pero la comida es buena, la cama también, y, hay marihuana. Nuevamente se lo trae, junto con su cuñado, al Paraguay, y entregue a los familiares.

Afirma que, cuando se encuentre libre, volverá a San Pablo. Dice que ya realizó unos ocho viajes. En la última llevó 10 Kg. de marihuana en ómnibus de pasajeros, acompañado de su novia. Le pagaron por el trabajo tres mil reales. Tiene pedidos para entrega de la misma mercadería en San Pablo.

No sé si es cierto lo que dijo, pero tengo impresión que sí lo es.

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Hans Otto Kroeger Kaethler

Índice

Los antecedentes del caso 6Miércoles 6 de Abril 2005 7Ingreso al Sistema Penitenciario 15Jueves 7 de Abril, 17Viernes 8 de Abril, 21Sábado, 9 de Abril 24Domingo, 10 de Abril 29Lunes, 11 de Abril 31Martes, 12 de Abril 34Miércoles, 13 44Jueves, 14 de Abril 47Viernes, 15 de Abril 52Sábado, 16 de Abril 56Domingo, 17 de Abril 58Lunes, 18 de Abril 60Martes, 19 de Abril 65Mi Situación Actual 66

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Pequeño relato de lo que ocurre con nuestro sistema penal, y el uso arbitrario que hace de él nuestro Poder “Judicial”: Lo que debería servir para la readaptación del condenado, sirve como medio de extorsión y de coacción. Nuestras autoridades judiciales ya no

respetan ningún plazo, ni derecho de procesado. Una vez privado de la libertad, son recluidos en condiciones subhumanas, hasta tanto ceden a las presiones y pagan por su libertad, en descarada violación a los Derechos humanos. La institución, que debería servir para la readaptación social, no es más que una universidad del delito. Sobre ello habla el autor, quien pasó doce días encerrado en la Penitenciaría de Ciudad del Este.

Hans Otto [email protected]

Herndandarias - Paraguay

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